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Aviso La traducción de este libro es un proyecto del Foro Purple Rose. No es ni

pretende ser o sustituir al original y no tiene ninguna relación con la

editorial oficial. Ningún colaborador —Traductor, Corrector,

Recopilador— ha recibido retribución material por su trabajo. Ningún

miembro de este foro es remunerado por estas producciones y se prohíbe

estrictamente a todo usuario del foro el uso de dichas producciones con

fines lucrativos.

Purple Rose anima a los lectores que quieran disfrutar de esta traducción

a adquirir el libro original y confía, basándose en experiencias anteriores,

en que no se restarán ventas al autor, sino que aumentará el disfrute de

los lectores que hayan comprado el libro.

Purple Rose realiza estas traducciones porque determinados libros no

salen en español y quiere incentivar a los lectores a leer libros que las

editoriales no han publicado. Aun así, impulsa a dichos lectores a

adquirir los libros una vez que las editoriales los han publicado. En

ningún momento se intenta entorpecer el trabajo de la editorial, sino que

el trabajo se realiza de fans a fans, pura y exclusivamente por amor a la

lectura.

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Créditos

Alexiacullen & Cr!sly

Alexiacullen

Anto

Auroo_J

Cezzii ƸӜƷ

Dracaena

Eli25

Elizzen

Eva Maggen-Pattison

Isane33✰

Jhosel

Karou!

Katiegee

Kensha

Kirara7

lucach

Nanami27

Paulii

QueenDelC

Viviandarkbloom

AleG

angie_kjn

es.twilight

littlegirl00

mafernanda28

monica19

Parvatti

Vafitv

Yuya

Marce Doyle*

QueenDelC

Nony_mo

Rose_vampire

Samylinda

Maniarbl

Gorelia

MaryJane♥

Miss_ale

Caliope Cullen

Sil-V

Koko Markova

Cacahuate

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Marce Doyle*

Alina Eugenia

Francatemartu

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índice

Sinopsis

Epílogo

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 16

Capítulo 17

Capítulo 18

Capítulo 19

Capítulo 20

Capítulo 21

Capítulo 22

Capítulo 23

Capítulo 24

Capítulo 25

Capítulo 26

Capítulo 27

Capítulo 28

Capítulo 29

Capítulo 30

Capítulo 31

Capítulo 32

Capítulo 33

Capítulo 34

Capítulo 35

Capítulo 36

Capítulo 37

Capítulo 38

Capítulo 39

Capítulo 40

Capítulo 41

Capítulo 42

Capítulo 43

Capítulo 44

Capítulo 45

Capítulo 46

Capítulo 47

Capítulo 48

Capítulo 49

Capítulo 50

Capítulo 51

Biografía del

autor

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Sinopsis

o perderé otra persona que amo. No dejaré que la historia se

repita.

Vincent esperó vidas para encontrarme, pero en un instante,

nuestro futuro juntos fue destrozado. Él fue traicionado por

alguien que llamábamos amigo, y lo perdí. Ahora, nuestro

enemigo está determinado a mandar sobre los inmortales de Francia, y

complaciente de librar una guerra para obtener lo que quieren.

No debería ser posible, nada de esto debería serlo, pero esta es mi

realidad. Sé que Vincent está en algún lugar allá afuera, sé que no está

completamente ido, y haré lo que sea para salvarlo.

Después de lo que hemos luchado para conseguirlo, una vida sin Vincent

es inimaginable. Una vez juró que evadiría morir —ir en contra de su

naturaleza y renunciar sacrificándose por otros— si así podíamos estar

juntos. ¿Cómo no puedo arriesgar todo para traer a mi amor de vuelta?

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Epílogo Traducido por Alexiacullen

Corregido por Marce Doyle*

Dulce Amor mío, a quien yo trato de amar,

Dulce Amor mío, a quien amo y por quien suspiro.

¿Me amarás alguna vez y suspirarás por mí,

amor mío, a quien amo y por quién muero?

Mariana, de Christina Rossetti, 1881

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Capítulo 1 Traducido por Jhosel

Corregido por Marce Doyle*

n medio de la noche, me senté en el puente sobre el Sena,

observando un ramo de lirios blancos aplastados flotando hacia

la Torre Eiffel. Me esforcé para escuchar por las palabras que

pensé que acababa de escuchar. Las palabras de un chico

muerto, de mi novio fantasma. Podría haber jurado que me había

hablado hace un momento. Pero era imposible.

Pero ahí estada de nuevo. Sus palabras aparecieron una vez más en mi

mente, las dos silabas cortándome tan claramente como un latigazo.

Mon ange1.

Mi corazón martilleó.

—¿Vincent? ¿En verdad eres tú? —pregunté con voz temblorosa.

Kate, ¿puedes oírme?

—Vincent, estás volant. ¡Violette no te ha destruido! —Me levanté sobre

mis pies y giré alrededor, buscando ansiosamente por un vistazo de él,

aunque sabía que no habría nada que ver. De pie, sola en el Pont des

Arts, la superficie del agua ondulada se movía debajo de mí como la

espalda de una gran serpiente oscura, las luces parpadeantes en la ribera

reflejadas en su suavidad, retorciéndose. Me estremecí y empujé mi

abrigo, apretándolo a mí alrededor.

No. No ha destruido mi cuerpo… todavía.

—Oh, mi Dios, Vincent, estaba segura que lo había hecho. —Limpié una

lágrima de mi mejilla antes de que un torrente de otras siguieran. Solo

momentos antes me había rendido a toda esperanza de incluso escuchar

de él de nuevo. Había sido cierto que se había ido para siempre, su cuerpo

quemado por su enemigo. Pero aquí estaba. No entendía.

Me tragué las lágrimas.

1 Mon ange: mi ángel.

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Kate. Respira, insistió Vincent.

Exhalé lentamente.

—No puedo creer que estés aquí, hablándome. ¿Dónde estás? ¿Dónde se

llevó tu cuerpo?

Estoy yaciendo en dormant en el castillo de Violette, en el Valle Loire. Solo

recobré la consciencia hace unos minutos. Tan pronto como averigüé lo que

ella estaba haciendo, vine a ti.

Las palabras de Vincent sonaban desaladas. Sin esperanza.

Mis manos temblaron cuando saqué mi teléfono de mi bolsillo.

—Dime exactamente dónde estás. Estoy llamando a Ambrose. Él

conseguirá un grupo juntos y estaremos justo allí.

Es demasiado tarde para un rescate, Kate. Violette ha estado esperando

para que mi mente despertara, y ahora que estoy volant, quemará mi

cuerpo. Cuando me fui, algún secuaz de ella estaban avivando un fuego

mientras ella llevaba a cabo algún tipo de ritual antiguo que afirmaba

ataría mi espíritu a ella una vez que fuera reducido a cenizas. Solo tengo

unos pocos minutos, y quiero pasarlos contigo.

—Nunca es demasiado tarde —insistí—. Podríamos tratar de detener lo

que sea que está haciendo Violette. Estoy segura que tu familia podría

llegar con algún tipo de distracción. Tenemos que intentarlo. —¿Por qué

Vincent estaba dándose por vencido tan fácilmente?

Kate, para, rogó. Por favor no pierdas el poco tiempo que tengo tratando

de llamar a Ambrose cuando no hay forma que puedas alcanzarme a

tiempo. No hay forma, créeme.

La fuerza en su voz me hizo dudar. Pero seguí mirando a mi teléfono

cuando un nudo se formó en mi garganta. Si no podía hacer nada, eso

significaba que todo estaba perdido. Mi sorpresa inicial estaba siendo

superado por un manto helado de comprensión: el chico que amaba

estaba a minutos de ser quemado en una pira.

—¡NO! —grité, deseando que el horror se fuera.

Vincent estaba en silencio, permitiendo que asimilara la verdad. Estaba

perdiendo a mi amor para siempre. Si el cuerpo de Vincent era destruido,

nunca podría tocarlo de nuevo. Nunca sentiría su boca contra la mía.

Nunca lo sostendría en mis brazos.

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¿Pero él no estaría completamente ido, o si? Tenía que estar segura. Mi

voz salió en un ahogado graznido.

—Al menos eres volant, ¿cierto? Si Violette hubiera quemado tu cuerpo

antes que tu mente despertara, te habrías ido para siempre, cuerpo y

espíritu.

Deseo que lo hiciera.

Las palabras de Vincent eran amargas.

Dijo que necesitaba mi espíritu presente para llevar a cabo el poder

transferido.

Unos pocos segundos pasaron antes que escuchara su voz de nuevo.

Creo que prefiero ser inexistente que ayudar a Violette a convertirse en lo

suficientemente poderosa como para destruir a mi familia.

No estaba de acuerdo. Vincent aún existía, incluso si su cuerpo no lo

hacía. El chico que amaba tan desesperadamente no ha sido

completamente desaparecido. Eso es algo, pensé, sintiendo un destello

de esperanza. Y luego recordé, nunca lo veré de nuevo. Ni sentiría su piel

contra la mía cuando tocábamos nuestras manos. Labios. Nunca otra

vez. Y la esperanza desapareció.

La furia luchó con desesperación dentro de mí.

—¿Por qué tienes que ser tú? —pregunté. ¿Por qué eres el único con el

poder por el que está dispuesta a matar?

Si no era yo, habría sido alguien más.

—Deseo que fuera alguien más —dije egoístamente—. Quiero que tú

vivas. —Pero sabía que Vincent no estaría de acuerdo. Su existencia

entera era sobre sacrificarse a sí mismo por otros. Se entregaría en un

latido por salvar a uno de su familia.

Busqué sobre el agua arremolineante, e imaginé a Vincent

materializándose ante mí. El suave negro de su cabello. El zafiro brillante

de sus ojos. Su alta forma sólida. El fantasma de Vincent colgó

suspendido sobre las olas por un momento, brillantemente transparente

en la luz de luna, antes de disolverse dentro de mi vista menta.

No quiero verla quemar mi cuerpo.

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Había miedo en su voz. Vincent había experimentado muchas muertes

violentas, pero este fin era el final. Quise tomar su mano. Quise tocarlo.

Consolarlo. Pero todo lo que tenía eran palabras.

—Entonces no regreses. Quédate aquí conmigo hasta el final. —Traté de

sonar valiente, pero estaba temblando.

—Te amo. —Dije las palabras, mientras en silencio me urgía a no llorar.

La última cosa que Vincent necesitaba justo ahora era verme llorando.

Eres mi vida, Kate. He estado peleando con mi destino para estar contigo,

y después de toda esa lucha, me encuentro impotente. No puedo detener a

Violette.

No respondí. Porque si lo hacía, gritaría. Mi corazón se sentía como si

estuviera siendo arrancado de mi pecho mientras Vincent estaba siendo

separado de mí por la eternidad. El chico que había dado demasiado para

amar, quien había ido contra mi sentido de auto conservación para estar

con él, estaba siendo llevado lejos de mí por una adolescente

megalomaníaca, y no había nada que alguien pudiera hacer al respecto.

No podía contenerlo. Comencé a llorar de nuevo. Pero no de tristeza. Mis

lágrimas eran lágrimas de furia impotente.

¿Entregarías un mensaje a Jean Baptiste y a los otros por mí?

—Por supuesto —dije sin aliento, tratando de hablar en torno a la roca

de odio alojada en mi garganta.

Recuérdales que desde que no me ofrecí voluntariamente a Violette, no

recibirá mi poder completo. Ese el único rayo de esperanza que puedo ver.

Pídele disculpas a JB por mí. Por mi incredulidad continua. Desearía haber

descubierto todo lo que esto significaba mientras todavía tenía una

oportunidad.

—Sí. Se los diré. —Mi respiración hizo una pequeña nube en el aire frio.

Froté mis manos rápidamente en mis brazos, salté por el extremo del

puente y me dirigí con rapidez en la dirección de La Mansión, sabiendo

que el espíritu de Vincent me acompañaría. Incluso si era demasiado

tarde para salvarle, tenía que decirles a los otros lo que estaba pasando.

Kate, quiero que sepas qué despertó a la primera vez que te vi.

Me las había arreglado para mantener justo en orden para llevar a cabo

la monumental tarea de poner un pie frente al otro, pero una declaración

de amor del chico que estaba a punto de perder era demasiado para mí.

La lágrimas nublaron mi visión cuando el continuó.

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Algo dentro de mí había estado quieto y en silencio desde mi primera

muerte. Y todo de repente despertó y comenzó a vivir de nuevo. Sabía que

había algo diferente sobre ti, y tenía que descubrir lo que era.

—¿Cuándo fue la primera vez que me viste? —pregunté, tratando de

distraerme para evitar romperme justo entonces y allí en la ribera—.

¿Estás hablando sobre el Café Saite-Lucie?

No, río. Te había visto alrededor de nuestro vecindario, por un tiempo antes

del café. Seguimos cruzando nuestros caminos por semanas antes de que

en verdad me notaras. Y no podía evitar preguntarme quién eras y por qué

estabas tan torturada, tan triste. Seguí esperando a que tu hermana o tus

abuelos dijeran tu nombre. Solo te llamábamos “la chica triste”.

—¿Quién es “nosotros”? —pregunté, mi ritmo desacelerándose.

Ambrose, Jules y yo.

—Entonces ellos deben haberme reconocido ese primer día en el café —

dije, sorprendida por ésta nueva perspectiva de nuestra historia.

Su silencio era una afirmación.

Tú me has intrigado mucho desde el comienzo. Y aún lo haces. Eres

diferente. Quería pasar el resto de mi vida descubriendo quién eres. Pero

ahora… Sus palabras se disolvieron y luego reaparecieron con renovada

determinación.

Kate, prometo que encontraré una forma de conseguir alejarme de Violette

y regresar a ti. Incluso si es demasiado tarde para nosotros, quiero que

sepas que siempre estaré cerca. Siempre estaré vigilando por ti.

Aturdida, me quedé congelada a medio paso.

—¿Qué quieres decir, “demasiado tarde para nosotros”? —pregunté,

sintiendo como si hubiera sido golpeada en las entrañas.

Kate, en unos pocos minutos mi cuerpo no existirá más. De ahora en

adelante, la única cosa que puedo hacer por ti es tratar de mantenerte a

salvo. Un humano y un revenant, eso era un reto bastante difícil. ¿Pero un

humano y un fantasma? Mon amour2, nunca desearía eso para…

Y eso fue todo. Esas fueron las últimas palabras que Vincent me dijo

antes de que se hubiera ido, dejándome sola en una ribera con nada sino

el silbido del viento invernal.

2 Mon amour: mi amor.

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Capítulo 2 Traducido SOS por Alexiacullen

Corregido por Marce Doyle*

ientras corría, parecía que el río se estaba elevando por

encima de los bancos y las olas invisibles estaban lamiendo

mis tobillos. En cuestión de segundos, me sentí como si me

estuviera moviendo debajo del agua, luchando contra una

corriente poderosa mientras luchaba por impelerme hacia

La Maison.

Finalmente estaba tecleando el código digital y volando por la cancela. Mi

estómago se retorció con náuseas cuando abrí la puerta de golpe y miré

incontroladamente alrededor.

Gaspard y Arthur estaban bajando las escaleras, echando un vistazo a

las páginas de un gran libro que sostenían entre ambos. Se detuvieron

cuando me vieron. Empujando el libro a Arthur, el revenant se precipitó

escaleras abajo y me cogió por los hombros.

—¿Qué pasa, Kate? —preguntó.

—Vincent —jadeé, luchando por tomar aire—. Vino hacia mí. Pero ahora

ha desaparecido.

—¿Desaparecido, dónde? —me instó.

—Quemado —solté abruptamente—. Se despertó, vino hacia mí en forma

volant, y dijo que Violette estaba a punto de quemarle. Y justo entonces

su voz desapareció.

Gaspard pasó mi brazo por el suyo, agarrando mi mano firmemente.

—Nos reuniremos todos —ordenó. Arthur tenía el día libre por un

disparo, convocando a unas cuantas docenas de parientes parisinos que

se habían congregado en La Maison para esperar por noticias del

paradero de Vincent.

Gaspard me condujo a través de la sala de estar hacia el interior del gran

salón.

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—Tus manos están como el hielo, querida —dijo, sentándome delante del

fuego chisporroteante y cubriéndome con un fular de lana alrededor de

mis hombros.

Incluso con el calor radiante y la cálida manta, no podía dejar de temblar.

Las llamas me hacían pensar en otro fuego que se estaba quemando a

unas cuantas horas al sur de nosotros. Las llamas que habían arrancado

a Vincent de mí… permanentemente.

Escuché pasos corriendo detrás de mí, y me encontré envuelta en un par

de cientos de libras de músculos.

—Katie-Lou, ¿estás bien? —preguntó Ambrose, con su áspera voz de

proteccionismo. Se echó hacia atrás y buscó mi cara. Agité mi cabeza

aturdida y desde atrás me envolvió con sus brazos.

Me quedé momificada contra él durante los siguientes minutos mientras

todo el mundo se congregaba. Jean-Baptiste se encaramó en un taburete

de madera delante del fuego, Gaspard se quedó de pie a su lado y Arthur

se posicionó al lado de él delante de mí en la alfombra. El resto de los

revenants se dispersaron alrededor nosotros, con todos sus ojos

enfocados en mí. Se quedaron en silencio mientras aclaraba mi garganta

para evitar que mi voz temblara.

Les dije que Nicolás me había seguido al Puente de las Artes para entregar

el mensaje de Violette: ella había cogido el cuerpo de Vincent de su

castillo en el Loire y lo destruiría cuando ella “lo viera apropiado”. Y me

había informado de la razón por el que el numa confió en Violette en

primer lugar: ella les había convencido de que su jefe, Lucien, que ella

mantenía en secreto para capturar el poder del Campeón, y prometió

utilizarlo contra los bardia.

Después de darles el mensaje que Vincent me pidió que transmitiera,

concluí:

—Y eso fue todo. Su voz se cortó de esa forma en medio de la

conversación.

Les permitiré creer que su mensaje para sus parientes fueron sus últimas

palabras, pensé. Sus últimas palabras de verdad eran demasiado

personales, por no mencionar dolorosas, para compartir.

Hubo un momento de silencio terrible antes de que la habitación montara

en cólera. Ambrose dejó caer su abrazo de oso en mí, se levantó y añadió

su voz a la de los otros.

—Bueno, ¿a qué estamos esperando, gente? ¡Vamos a asaltar el castillo!

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Jean-Baptiste agitó su cabeza con seriedad, alzando su voz para ser

escuchado por encima de la multitud.

—Es demasiado tarde.

Su voz calmó a la multitud ruidosa tan efectivamente como una cuchara

contra una copa de vino.

—Vincent será cenizas para cuando lleguemos, su espíritu legalmente

vinculado a Violette.

—¿Qué significa eso, “vinculado”? —preguntó Ambrose, acurrucándose

de nuevo a mi lado. Como de costumbre, todo el mundo se volvió hacia

Gaspard, para una explicación.

Ahora que la conmoción se había calmado, estaba de vuelta a su estado

de tic nervioso. Jugueteaba con el cuello de su camino y levantó un dedo

temblando, su pelo salvaje formando un halo de tinta alrededor de su

cabeza.

—Un alma errando… el alma revenant que no tiene un cuerpo para

permanecer… es una cosa bastante rara —comenzó—. Cuando nuestros

enemigos lograban matarnos, destruían nuestros cuerpos

inmediatamente, y nuestras almas desaparecían con él. No tenían razón

para esperar a que estuviéramos en forma volant para destruirnos,

atraparnos como almas errantes, excepto quizás en un caso de venganza

contra un revenant en particular.

—Pero un alma errante siendo atada a su captor es tan raro que no puedo

pensar en ningún ejemplo en la historia reciente. Lo cual es

comprensible, considerando el intenso sacrificio personal que un numa

debe hacer para llevar a cabo con éxito la obligación —gesticuló Gaspard.

—¿Un intenso sacrificio personal? —pregunté, captando algo en mi

garganta. Su expresión de rebelión me estaba asustando.

Él se quedó en silencio durante unos inquietantes segundos, eligiendo

sus palabras, y dijo:

—Ellos deben incinerar una parte de ellos con el cuerpo con el que están

obligados.

—¿Qué quieres decir? ¿Cómo su pelo o uñas? —mi nariz se arrugó

disgustada.

—No, debe ser carne y hueso —dijo Gaspard.

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Uff, pensé, retrocediendo por la imagen grotesca que esto trajo a mi

mente.

—Eso no es mucho sacrificio —dijo Ambrose a mi lado—. Cualquier cosa

que Violette recorte, solo va a crecer la próxima vez que esté en dormant.

Los viejos revenant asintieron con su cabeza.

—Además del dolor involucrado con el recorte, como tú lo expones, éste

es el sacrificio: la parte del cuerpo de un numa quemado con el cadáver

revenant desaparece para siempre. En el caso de una vinculación, no hay

regeneración.

Me incliné más cerca de Ambrose, luchando contra el enfermo

adormecimiento que se extendía a través de mí. ¿Iba Violette a amputarse

una parte de su propio cuerpo con el fin de vincular al espíritu de

Vincent? Sabía que le había matado para conseguir sus poderes, ¿pero

mutilarse permanentemente? Siglos de servir a un destino que ella no

había elegido parecía haber costado a la antigua revenant su cordura.

—Le preguntaré por ti —dijo Ambrose en voz baja, y luego, hablando alto

dijo—: Jules quiere saber si ser vinculado a Violette quiere decir que

Vincent debe obedecerla.

No me había dado cuenta hasta entonces de que Jules estaba con

nosotros, pero sabiendo que estaba cerca, me sentí reconfortada.

—Si la única razón por la que Violette necesita el espíritu de Vincent es

para transferir el poder del Campeón —respondió Gaspard—, podemos

esperar que le ponga en libertad una vez que ella haya conseguido su

meta. Pero incluso si ella elige mantenerle vinculado, un alma errante no

puede ser forzada a actuar en contra de su voluntad.

Arthur levantó la voz.

—Siento diferir —dijo como disculpándose—. Hay ejemplos históricos de

coerción.

—¿Por ejemplo? —insistió Jean-Baptiste.

—Es la explicación de nuestros familiares italianos que se remonta al

Renacimiento —declaró Arthur—. Un jefe numa mató a un bardia

recientemente formado y vinculó a su espíritu volant a él al incinerarse

su mano derecha con su cadáver. Le manipuló para cumplir su voluntad

amenazando con matar a su familia humana aún viva, y se convirtió en

un poder extremadamente de gran alcance a través de su espíritu esclavo.

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—Entonces es algo bueno que Vin no tenga dejada ninguna familia

humana —dijo Ambrose con una nota de triunfo—. Sin elementos

mortales para negociar con nuestra Malvada Emperatriz, utilizar en

contra… —dándose cuenta de lo que estaba diciendo, dejó de hablar y

bajó su cara a sus manos.

Ni si quiera me miró. No tenía que hacerlo. Porque todo el mundo lo

estaba haciendo.

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Capítulo 3

Traducido por Isane33 Auroo_J

Corregido por Nony_mo

iolette está usando... un ser humano que es muy querido

para él —Gaspard evitó mis ojos—, para chantajear a

Vincent es, como se diría en la jerga moderna, una

apuesta arriesgada. Puede que no sea consciente de esta

antigua historia. E incluso si lo es, una vez que absorba

su poder dudo que necesite la servidumbre de un espíritu

revenant muy debilitado.

Sus palabras estaban destinadas a consolarme. Y lo hicieron, hasta cierto

punto. Lo que él dijo fue racional. Pero Violette ya me había utilizado una

vez para llegar a Vincent. La idea de que podría usarme de nuevo, esta

vez obligando a Vincent a actuar en contra de su voluntad, era

insoportable.

Jean-Baptiste se volvió para dirigirse a la multitud. Su postura erguida,

pecho hinchado y las manos detrás de su espalda, recordaban al jefe

militar de Napoleón que había sido siglos antes.

—Es suficiente de hablar de situaciones hipotéticas. Uno de nuestros

parientes, mi querido segundo, ha sido destruido corporalmente.

Debemos actuar ahora para salvar su espíritu y evitar que Violette lleve

a cabo sus planes.

Con eso, comenzó a organizar todos. Arthur fue nombrado para dirigir

un contingente al castillo de Violette en Langeais. Él había vivido allí

durante siglos y podría ocultar efectivamente un grupo de espías para

vigilar los movimientos de Violette. Ya que Jules estaba volant, debía

acompañarlos, entrar en el castillo, y tratar de ponerse en contacto con

el espíritu de Vincent. Y Ambrose fue puesto a cargo de la estrategia

defensiva contra los numa restantes en París.

—Para empezar —le preguntó JB—, ¿podrías acompañar a Kate a casa?

—¿Casa? —Salté del sofá para enfrentarme al líder revenant—. ¡No!

Quiero ayudar. Tiene que haber algo que pueda hacer.

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Jean-Baptiste leyó mi expresión.

—Kate, querida, no estoy siendo condescendiente, estoy siendo realista.

No hay nada que puedas hacer en este momento de la noche, excepto ir

a casa, dormir y estar lista para cualquier noticia que tengamos en la

mañana.

Lo miré con escepticismo, pero parecía sincero, no era un caso de

persuadir al débil humano indefenso. Pero no estaba de acuerdo con él.

Había algo que podía hacer. Alguien con quien podía hablar podría tener

la información valiosa sobre lo que estaba sucediendo. Y entre más

informada estuviera, más capaz sería de ayudar a Vincent.

Mientras JB se movía para dirigirse al siguiente grupo, le pedí a Ambrose

darme un minuto. Sentada de espaldas a él, encontré el número de Bran

en mi teléfono. La llamada fue directamente al correo de voz.

—Bran —dije, hablando en voz baja—, es Kate. —Exhalé y cerré los ojos

fuertemente—. Violette me dijo que sus hombres mataron a tu madre. Si

eso es cierto, entonces lo siento mucho. Pero hay algo que puedes hacer

para ayudarnos a combatir a los numa. Tengo que hablar contigo. Por

favor, llámame cuando recibas este mensaje, a cualquier hora de la

noche.

Le di mi número y colgué.

Ambrose estaba esperando, me miraba con curiosidad, pero no se

entrometió. Al levantarme, le dio a mis hombros un pequeño apretón

lateral, y di un respingo.

—Lo siento, hermana pequeña, olvidé sobre esa clavícula rota que te

causó Vi ayer.

—Está bien —dije, inclinando mi cabeza en su hombro mientras

caminábamos hacia la puerta—. El dolor es realmente una buena cosa.

Significa que puedo sentir.

Ambrose sostuvo mi abrigo para que me lo pusiera.

—Está bien —le respondió a alguien que no podía ver, y envolvió su brazo

alrededor de mis hombros con cautela—. Jules quiere que te diga que no

te preocupes por nada —dijo mientras caminábamos por el patio y

salíamos por la puerta—. Que Violette tiene cosas más grandes en mente

que usar a Vincent como su marioneta y a ti como carnada.

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—Si eso estaba destinado a tranquilizarme, gracias. Pero la idea de

Violette remontando a París como un Campeón supernuma recargado no

me hace sentir mucho mejor —admití.

Caminamos en silencio por la calle oscura y a través del boulevard

Raspail. Una campana de iglesia sonó dos veces, dos notas graves y

tristes repicando desde lejos a través de la ciudad. Un taxi solitario

aceleró más allá de nosotros, el concurrido bulevar vacío tan temprano

en la mañana. Comenzó a llover en una fina niebla, y agarré mi capucha

para ponerla sobre mi cabello. Cuando se volvió a caer, lo dejé. Las gotas

frías de lluvia se sentían bien en mi piel. Otro recordatorio de que podía

sentir. Que yo, por mi parte, todavía tenía un cuerpo.

Doblamos en mi calle, y miré hacia Ambrose mientras las gotas de lluvia

salpicaban mis pestañas.

—No estoy tan preocupada por Violette manipulando a Vincent. Eso es

solo un “tal vez”, un “y si”. Lo que es definitivo es que su cuerpo se ha

ido, y él nunca lo podrá recuperar. Está atrapado como un… —mi voz se

quebró por la emoción—, fantasma para el resto de la eternidad.

Me estremecí y Ambrose me apretó con más fuerza.

—Lo sé —dijo, y la nota de desesperación en su voz me mostró toda la

emoción que su rostro no podía. Inclinó la cabeza hacia un lado, escuchó

y asintió.

—¿Qué dijo Jules? —le pregunté.

—Él estaba usando un lenguaje que no pudo repetir delante de una dama

decente como tú, Katie-Lou —admitió.

—¿Acerca de Violette?

—Sí.

—Bueno. Se lo merece, la malvada bruja.

Ambrose se rió y me dio un beso en la parte superior de mi cabeza,

mientras nos detuvimos en frente de mi edificio.

—Jules, ¿vas a ser capaz de acercarte lo suficiente para hablar con

Vincent sin que Violette sepa que estás ahí? Quiero decir, si está

conectado a ella… o lo que sea —le pregunté al aire.

Ambrose escuchó durante un segundo y luego dijo:

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—Él dice que hará todo lo posible. Pero, principalmente, no tenemos idea

sobre esta cosa vinculante.

—Si hablas con él, dile que estamos haciendo todo lo que podemos. Y que

no me doy a dar por vencida con él —le dije con la voz más tranquila que

pude.

Ambrose suspiró y, tomando mis manos entre las suyas, se inclinó para

mirarme a los ojos.

—Te conozco un poco a estas alturas, Katie-Lou. Y sé que te volverás loca

quedándote esperando. Pero Jules y yo te mantendremos informada, lo

juro. —Sonrió—. Chica, vi la mirada en tu cara cuando JB te dijo eso,

pero tengo que estar de acuerdo con él. Lo mejor que puedes hacer ahora

es dormir y estará lista para lo que sea que suceda mañana.

Sus palabras trabajaron como magia en mis nervios apretados por

resorte, y, de repente, mi ansiedad se convirtió en un cansancio tan

profundo que podría haberme acurrucado en mis escalones frontales y

quedar dormida. Ambrose lo vio, y sus rasgos se inundaron de

compasión.

—Ha sido un largo día —dijo. Evitando cuidadosamente el hombro

herido, tiró de mí a un gran abrazo de oso estadounidense. Y gracias a

Dios por ello. A veces esos besos en la mejilla franceses no eran

suficientes.

Liberándome, Ambrose se aclaró la garganta ruidosamente y se frotó las

manos como si pudiera aplastar nuestro dolor entre sus palmas.

—Bueno, hermanita —dijo—. Te llamo en la mañana. —Y se fue.

Agotada, tropecé por las escaleras, mis pensamientos corriendo en un

millón de diferentes escenarios de lo que podría estar sucediendo en el

castillo del valle de Loira. Mi estómago se tensó dolorosamente mientras

pensaba –y luego trataba de no pensar– en el fantasma de Vincent unido

a una recién mutilada Violette. La imagen me hizo enfermar.

Tenía que hacer algo. Mis pensamientos regresaron a Bran. Como un

guérisseur3 para los revenants, él era el único que podía saber más que

la bardia sobre sus ritos arcanos. En realidad podría ser la clave para lo

que estaba sucediendo. Lo voy a llamar otra vez en la mañana, pensé

mientras abría la puerta.

3 Guérisseur: del francés sanador o curandero.

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No me di cuenta que estaba caminando directamente a una emboscada.

Mi hermana y la abuela esperaban en la sala de estar: Georgia resoplando

como si despertara donde estaba cubierta a través de uno de los sofás, y

Mamie saltando de su silla. Ella le echó un vistazo a la cara y dijo:

—Está bien, chicas. ¿Quieres decirme de qué se trata? Georgia afirma

que un desconocido le dio una paliza y Katya vuelve a casa con los ojos

rojos hinchados a las dos de la mañana de un día de escuela.

Haciendo caso omiso de Mamie, Georgia cruzó la habitación en un

instante y me tomó por las muñecas. Tenía la cara magullada en un arco

iris repugnante de amarillos, rojos y morados, una mejilla hinchada fuera

de proporción.

—¿Ellos lo encontraron en el tiempo? —susurró.

Negué con la cabeza.

—No. —Y los sentimientos que había estado alejando desde que la voz de

Vincent desapareció sobre el río –la desesperación que seguía tratando

de empujar hacia abajo sobre las dos últimas horas con el fin de

funcionar, para encadenar mis palabras juntas y poner un pie delante

del otro– salieron de nuevo a la superficie—. Oh, Dios mío, Georgia. —Me

ahogué y tosí en mis lágrimas mientras me envolvió en sus brazos—. Se

ha ido. Realmente se ha ido. —Apoyé la cabeza en su hombro y empecé

a llorar.

—Vamos —dijo Mamie suavemente, y espantando a las dos fuera del

vestíbulo, nos dirigió por el pasillo a mi habitación. Sin dejar de llorar,

me quité la ropa y me puse un pijama. Y Mamie y Georgia se

establecieron en cada lado de mí en mi cama, parecía que teníamos el

tiempo viajado hacia atrás en el verano anterior, cuando había decidido

no ver de nuevoa Vincent: yo llorando, mi abuela y hermana

reconfortándome. Solo que se trataba de un millón de veces peor. La

última vez fue una ruptura, desgarradora, pero reversible. Esta vez se

trataba de una despedida. Y era para siempre.

Me incliné y sollocé en mis brazos cruzados mientras frotaban mi espalda

y suavizaban mi cabello.

Cuando mis lágrimas finalmente desaceleraron, Mamie preguntó:

—¿Vas a decirme o no?

—¿Qué le has dicho? —le pregunté a Georgia, que estaba masajeando

suavemente su mandíbula magullada.

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—Todo lo que dije fue que algo malo había pasado y teníamos que estar

listas para apoyarte cuando llegaras a casa —respondió ella, mirando con

cautela a mi abuela.

—¿Qué es, Katya? —insistió Mamie—. Actúas como si alguien hubiera

muerto. —Otro sollozo brotó de mi pecho, y me tapé la boca con la mano

para parar de llorar de nuevo. Los ojos de mi abuela se estrecharon en la

confusión.

—Tenemos que decirle, Katie-Bean —dijo Georgia—. Papy ya lo sabe. Y

vas a necesitar de mi apoyo y el de Mamie.

—Habla —ordenó Mamie en voz baja, y yo empecé. Desde el principio.

La siguiente media hora transcurrió revelando la historia a mi abuela,

despacio y sin dramatismo, para disminuir el impacto. La expresión de

Mamie era cautelosa. Ella sabía que yo estaba llegando a algo malo. Pero

cuando llegué al punto en el que descubrí lo que eran Vincent y su

parentela, levantó la mano para detenerme.

—Eso es imposible —dijo, como si fuera el final de la discusión—. Ustedes

niñas se volvieron ambas locas si realmente creen en algo como eso.

—Papy lo cree, Mamie —dije—. Fue la razón por la que me dijo que no

podía ver a Vincent de nuevo.

—¿Él hizo qué? —exclamó mi abuela—. ¿Cuándo sucedió esto?

—Ayer.

Pensó por un momento.

—Debe ser por eso que vino a la cama muy tarde y se levantó tan

temprano esta mañana. Él me estaba evitando. Yo habría sido capaz de

decir que algo estaba pasando. —Mi abuela me miró a los ojos—. Sin

duda, Antoine no creía una palabra de eso. ¡Ni siquiera es supersticioso,

por el amor de Dios!

Tomé su mano.

—Sé que es difícil de creer. La mitad del tiempo me siento como que estoy

viviendo en una novela de fantasía muy retorcida. Pero, Mamie, inténtalo.

No sé, suspende tu incredulidad por el momento. Puedes hablar con Papy

más tarde. Solo por favor, déjame terminar.

Hizo todo lo posible para no interrumpir de nuevo.

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—Sí, sí, lo recuerdo. Eso tiene sentido ahora —dijo a veces, cuando he

vinculado la historia a algo que ella reconoció: mi ruptura con Vincent y

posterior reconciliación; el arrebato de Vincent sobre Lucien en nuestra

mesa.

Traté de saltar la parte en la que Vincent me poseyó para matar a Lucien,

pero Georgia no pudo evitar llenar de horror las piezas en bruto a mi

abuela. Al finalizar sus palmas estaban pegadas a sus mejillas y su

expresión era de sorpresa y resignación.

—Y ahora el… numa, ¿verdad? —preguntó. Asentí con la cabeza—.

¿Tienen el cuerpo de Vincent?

—Tenían el cuerpo de Vincent. Pero ellos lo quemaron —digo las palabras

sin atragantarme, pero las lágrimas corrían por mis mejillas cuando

registré el horror de Mamie y los ojos de Georgia.

—¿Pero su espíritu todavía existe? ¿Y todavía se puede hablar con él? —

aclaró Mamie.

—Yo podría ser capaz si él consigue alejarse de Violette.

—Siempre supe que era una enana depravada —murmuró Georgia,

mordiéndose una uña.

—¿Qué hay de tu malvado ex novio? —la reprendió Mamie—. ¡Después

de la historia de Lucien, tendrás suerte si alguna vez te dejo salir de

nuevo! —Ella se volvió hacia mí y suspiró—. Oh, Katya, ni siquiera sé qué

decir.

—¿Pero me crees? —le pregunté, mirándola a la cara.

—No tengo otra opción, aparte de creer que las dos están locas o lavadas

del cerebro. O usando drogas —dijo en un tono que sugería que podría

preferir una de las opciones anteriores para la alternativa—. ¿Y Antoine

sabía acerca de esto?

—Solo desde ayer —respondí.

Mamie suspiró.

—Odio decir esto, pero no culpo a su Papy por la prohibición de ver a

Vincent.

Mis hombros cayeron, pero Mamie levantó la palma de la mano,

advirtiendo que espere.

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—Me acabas de decir su historia. Por favor, déjame responder. Estoy

tratando de pensar en la manera de poner esto sin herir tus sentimientos.

—¿Qué? —le pregunté, como un nudo de autoprotección formado en mi

pecho.

Vi una serie de emociones cruzar la cara de mi abuela: piedad, la

indecisión, y finalmente indignación. Pero luego miró a mi húmeda cara

hinchada y su burbuja de ira apareció.

—Oh, Katya —suspiró ella—. Incluso si Vincent y los suyos son los

buenos, es como si me dijeras que estás saliendo con Superman. ¿Quién

quiere que su nieta sea Lois Lane, constantemente amenazada por los

enemigos malvados de su novio? En lugar de enamorarse de un héroe,

no puedo evitar desear que amaras a un chico normal. Un estudiante

seguro, agradable, tal vez. —Miró de reojo a Georgia—.Incluso un chico

en una banda de rock sería más fácil de aceptar. —Mi hermana encontró

sus uñas de sumo interés.

Dándome un apretón final, mi abuela se levantó lentamente y caminó

hacia la puerta. Haciendo una pausa, cruzó los brazos sobre el pecho y

cerró los ojos por un momento, como si tratara de borrar mentalmente

todo lo que había escuchado en la última media hora. Luego, abriéndolos

de nuevo y viendo a Georgia y a mí sentadas allí, ella suspiró.

—En primer lugar, voy a llamar a tu escuela por la mañana y les diré que

ustedes dos no va a ir en el futuro. Eso les dará tiempo para encontrar la

manera de hacer frente a lo que ha sucedido y —ella miró a Georgia—,

para sanar. En segundo lugar, Katya, creo el cuento de locos, a pesar de

que nunca he oído nada igual en mi vida. Tu Papy y yo vamos a hacer

todo lo posible para ser comprensivos, incluso si no estamos de acuerdo.

A partir de ahora, Vincent y sus parientes son un tema abierto en esta

casa. No ocultaras más cosas de nosotros. Estamos de tu lado y

queremos ayudarte a tomar decisiones inteligentes y bien informadas ya

sea que estés hablando de malas notas o no-muertos.

Arrugó la nariz en la última palabra. A pesar de que estaba tratando de

ser la materia –de hecho, yo sabía que era difícil para ella obtener esas

palabras saliendo de su boca.

—Está bien, Mamie —le prometí.

—Estoy aquí por ti, querida. Esta familia está familiarizada con el dolor.

Siempre puedes venir a mí por comodidad y tienes que saber que

entenderé.

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Asentí con la cabeza a mi abuela y, satisfecha, se volvió para irse. Un

segundo más tarde escuchamos la puerta de su habitación abriéndose y

cerrándose con un golpe. Su voz era audible incluso a través de la puerta

cerrada.

—Sí, puedo ver que estás dormido, Antoine. Pero será mejor que

despiertes, porque tenemos algo que hablar.

Georgia y yo nos miramos la una a la otra, e incluso a través de mis

lágrimas, no pude evitar sonreír.

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Capítulo 4

Traducido por QueenDelC

Corregido por Nony_mo

i sueño era tan ligero que escucho cada crujido de nuestro

antiquísimo edificio y cada auto que conduce en la rue du

Bac. E incluso cuando mi mente se deslizó en un sueño

nostálgico sobre Brooklyn y mis padres, estaba medio

escuchando la voz de Vincent. Cuando desperté, se sentía

como si no hubiera dormido nada, pero el reloj decía que

eran las once de la mañana. Me acosté en mi cama y miré el techo,

incapaz, no, poco dispuesta, a moverme.

Parecía como si los eventos del día anterior hubiesen sucedido en otra

vida a otra chica. Pero hace apenas veinticuatro horas mi hermana y yo

nos habíamos enfrentado con Violette en la cima de Montmartre. Ayer a

esta hora habíamos descubierto su plan para ejercer la posición de líder

de los numa para derrocar a los revenants de Francia, usando a Vincent

para cumplir su meta.

Lo había engañado para que siguiera el Camino Oscuro. Había pasado

un par de meses absorbiendo la energía malévola del numa que mató

para poder resistir el deseo de morir. Por mí. Lo había debilitado al punto

de que Violette fácilmente lo habría podido capturar y matar, si él no

hubiera prevenido su movimiento de ir de frente contra nuestra refriega

y cayendo a su muerte por un precipicio. La muerte para Vincent no era

permanente. Pero que su cuerpo fuera incinerado lo era.

Un compartimiento dentro de mi corazón que gradualmente, a través de

los últimos nueve meses, había dado un espacio enorme con la forma de

Vincent de repente, y violentamente, estaba vacío. Y el resto de los

contenidos de mi corazón, mi amor por mis padres, mi hermana, mis

abuelos, mis pasiones por el arte, los libros y las películas, estaban

cuidadosamente a un lado, negándose a moverse al hueco espacio dejado

por la desaparición de mi amor. ¿Cómo podría algo, o alguien,

reemplazarlo?

Estaba harta de llorar. Podía sentirlo. Mientras estuve acostada ahí, sentí

una fiera determinación que comenzaba a llenar el vacío. Una resolución

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de asegurarme que lo que quedara de Vincent, su “alma viajera”, como

Gaspard la había llamado, estuviera a salvo.

Me senté con cuidado, haciendo una mueca cuando sentí el dolor en la

mitad y la parte superior de mi pecho: pena y mi clavícula rota, ambos

cortesía de Violette. Alcanzando mi celular, veo que tengo un mensaje de

Ambrose de hace menos de media hora. Le doy clic ansiosamente para

verlo, pero mi corazón cae cuando veo el contenido.

Solo Chequeando. Ninguna noticia. Jules aún en el castillo tratando de ver

a Vin. Aguanta, K-L.

Estaba a punto de bajar el celular cuando noto que ha habido una

llamada durante la noche sin dejar un mensaje. Reconozco el número.

Fue Bran.

Estaba levantada y fuera de la cama en un instante. Me mantengo de pie

brincando nerviosamente sobre mis dedos mientras le llamo de regreso y

me manda directo a su correo de voz.

—Bran, soy Kate. Vi que me marcaste anoche. Llámame.

Aprieto el vendaje elástico que el doctor me había dado y, después de

revisar la cocina y encontrar una nota de Mamie, voy al baño a me echo

agua fría en el rostro. Inclinándome hacia el espejo, gentilmente toco la

carne lastimada debajo de mis ojos. Sacando una barra correctora de

ojeras, me di a la tarea de hacerme lucir normal. Un par de minutos

después, estaba yendo de puntitas hacia la habitación de Georgia, donde

me quedé de pie viendo su forma desparramada, roncando, antes de

presionarla ligeramente.

—Georgia. Levántate.

—Qu… Nomlestes —murmuró, abriendo un ojo antes de poner la

almohada sobre su cabeza.

—Georgia, es casi mediodía. Papy está en su galería y Mamie salió.

Necesito que vengas a un lugar conmigo. Pero tenemos que irnos antes

de que ella regrese, o querrá saber a dónde vamos.

Ella solo se quedó allí, escondiéndose mientras la presionaba de nuevo.

Finalmente se sentó y lanzó la almohada hacia el suelo.

—¿Qué pasa contigo? ¿Qué no ves que estoy gravemente herida? —Con

sus ojos aún cerrados, levantó su barbilla para mostrarme su rostro. Sus

moretones multicolores ahora se habían consolidado en medias lunas de

un violeta profundo y negro debajo de sus ojos y una mejilla estaba

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hinchada como si fuera manzana. Mi hermana lucía como un boxeador

después de un nocaut. O un mapache.

Mi corazón dolió al verla tan lastimada, pero sabía que sus heridas solo

eran superficiales. Y había intereses más importantes.

—Georgia, necesito que vayas conmigo a ver a Bran. Puede que él tenga

una respuesta a lo que está sucediendo con Vincent.

Parpadeó por unos segundos, no de la manera en que lo haría una chica,

pero porque las tenía pegadas con lagañas.

—Creo que estoy ciega —gimió. Le tendí una toallita facial de su tocador

y se limpió los ojos antes de entrecerrar los ojos hacia mí. En cuanto ve

mi misteriosa expresión, estaba en alerta—. Lo siento, Kate. Olvídate de

mí. ¿Cuál es el plan?

—¿Me recuerdas hablando sobre esos guérisseurs especiales? ¿Los

curanderos que se ocupan de los revenants? Necesito que vayas conmigo

a buscar uno a Saint-Ouen.

Se aprieta el puente de la nariz para despertarse.

—Está bien. Pero es viernes. Es día de escuela.

—Mamie llamó a la escuela para decirles que no vamos a ir, ¿recuerdas?

—Cierto —dijo Georgia, aún apretándose la nariz con los ojos cerrados—

. Así que tú y yo nos vamos a escapar…

—Mamie no está. Solo le dejaremos un mensaje de que vamos a salir

unos cuantos minutos.

Se soltó la nariz y me miró fijamente.

—Vamos a dejarle un mensaje de que sus dos nietas, quienes ayer se

envolvieron en una batalla con criaturas sobrenaturales, una de ellas

resultando con múltiples heridas, y la otra cuyo novio fue asesinado, van

a salir sin supervisión a…

—Encontrar un miembro de una antigua familia de curanderos para

conseguir información para proteger al fantasma de mi novio muerto.

Las orillas de los labios de mi hermana se elevan.

—Cierto. Cuenta conmigo. —Sale de la cama y comienza a ponerse ropa—

. ¿Qué hacemos si nos la encontramos cuando salgamos? —me dijo de

debajo de la blusa que se estaba poniendo. Hice una mueca cuando vi

los moretes en sus costillas donde Violette la había pateado. No estaban

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tan mal como las contusiones y la hinchazón de su rostro, pero ella ignoró

sus heridas mientras me dirigía una sonrisa.

—Le diremos que ya no hay pan —repliqué.

—La única excusa que una persona francesa nunca cuestionaría.

¡Baguettes o muere! —aclamó Georgie, y nos fuimos antes de que mi

abuela pudiera regresar.

***

Estábamos del otro lado de la ciudad antes de que me diera cuenta que

había dejado el celular en casa.

—Yo traigo el mío —dijo Georgia, dándole golpecitos al bolsillo de su

abrigo.

—Sí, pero se suponía que Ambrose me iba a decir si algo pasaba. —Mi

pecho se oprimió con ansiedad. Hoy no era el día para quedarme sin

conexión.

—Llámalo —ofreció Georgia, ofreciéndome el celular.

—No, está bien. Estamos aquí —digo, señalando hacia adelante a la

oscura forma de Le Corbeau.

Georgia miró dudosa el viejo letrero de madera con el cuervo de la tienda

moviéndose de un lado a otro con las ráfagas del viento invernal.

—¿Estás segura de que el lugar está realmente abierto? Luce medieval —

dice, acomodando su abrigo más cerca a su alrededor.

Toco la ventana de la puerta, pero es obvio que no hay nadie adentro.

—¿Eso es un diente gigante? —pregunta Georgia, acercándose al

escaparate en la ventana.

—Se le llama reliquia. Probablemente es el hueso del dedo de algún santo

o algo —respondo, moviendo la manija de la puerta. Miro asombrada

cuando la puerta se abre con facilidad—. ¡Ni siquiera estaba cerrada! —

exclamo, y entro al umbral.

—¿Por qué la cerrarían? —dice Georgia, siguiéndome—. ¿Quién se

robaría… “un rosario del siglo dieciocho con la astilla de la cruz verdadera

atrapada dentro de un cristal bohemio”? —lee de la etiqueta y deja caer

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sin cuidado las cuentas en su puesto—. Eso es raro. Hombre, de verdad

les sería útil limpiar aquí. El polvo es el suficiente para provocarte asma.

Nos adentramos más en la oscura habitación, paseando por el pequeño

espacio entre las estatuas de santos con cuchillos en sus cabezas y

estantes con recuerdos que brillan en la oscuridad del papa. Mi pie golpea

contra el suelo de manera e inmediatamente viene un golpe de debajo del

suelo.

—¡Shh! —le susurro a Georgia—. ¿Escuchaste eso?

—Oh, por Dios —murmura, sus ojos abriéndose por la alarma—. Tienen

un calabozo.

El golpe comienza de nuevo: tres golpes espaciados de debajo de nuestros

pies. Sonaba como si alguien estuviera golpeando el código Morse de

ayuda en el techo del cuarto que debía estar abajo. Como si alguien

necesitara ayuda. Podría ser cualquier persona.

—¡Rápido! —Corro hacia la puerta que da hacia las escaleras del fondo.

En lugar de ir arriba hacia el apartamento donde me había encontrado

con Gwenhaël, vamos hacia abajo por una puerta oxidada que se abrió

con un chirrido cuando la empujé con mi cadera.

Entro en un almacén de techo bajo, y fui recibida por el hedor de un aire

húmedo, frío y mohoso. En una esquina hay un área con rejas, abarcando

de techo a suelo con una valla de cadenas y protegida por una puerta con

candado. Detrás de ella había un montón de cajas –lo más seguro es que

fueran valiosas y estuvieran guardadas en el lugar más seguro de la

tienda. Y junto a las cajas, amordazado y amarrado a una silla, estaba

Bran sentado.

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Capítulo 5 Traducido por Kirara7 y Eli25

Corregido por Marce Doyle*

stás bien? —grité. Me moví rápidamente hacia la puerta

de la jaula.

Bran negó con la cabeza, su cuerpo delgado temblaba

bajo las ataduras, y moretones frescos distorsionaban su

rostro, un ojo tan hinchado que era solo una rendija. Su

rostro estaba mojado con lágrimas y sudor, y dado que su boca estaba

tapada con cinta, el respiraba fuertemente por su nariz para respirar.

—¡Oh, Bran! —dije, cubriéndome mi boca con horror.

El de algún modo había logrado recoger un palo de escoba, con el cual

había golpeado el techo cuando nos escuchó a mí y a Georgia caminando

por encima. Ahora lo había soltado, y el estruendoso hueco contra la

puerta destruyó el silencio.

—¿Sabes dónde está la llave? —pregunté, tirando del candado.

El negó con la cabeza una vez.

—Bien, encontraremos una forma de romperlo de una vez. ¿Georgia? —

Mi hermana estaba de pie sin moverse, mirando con los ojos abiertos a

Bran—. Ayúdame a encontrar algo pesado.

Ella salto a la acción corriendo hacia un enorme candelabro de bronce

colgado en la pared.

—¡Perfecto! —dije, y la ayudé a posicionarlo a través del piso hacia la

jaula.

—Mételo bajo tu brazo derecho —instruí, cogiendo el otro lado. Hice una

mueca y ajusté mi agarre cuando el objeto pesado envió una onda de

dolor a mi clavícula—. Vamos a golpear la cerradura desde el lado. No

creo que podamos romper el candado, pero el anillo que está ahí parece

oxidado. Apuntemos a eso.

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Mientras nos alejamos unos pasos, mis ojos miraron los de Bran y vi la

mirada de arrepentimiento mientras miraba el candelabro.

—¿Esto es muy caro, no es así? —pregunté, sin ser capaz de reprimir una

sonrisa nerviosa.

El asintió tristemente y luego se encogió de hombros.

—¡Vamos! —y Georgia y yo nos movimos hacia la cerradura,

estrellándonos con la parte filosa de nuestro improvisado garrote. La

cerradura no se movió. Pero una hoja decorativa del candelabro cayó.

Bran hizo una mueca.

—Intentémoslo de nuevo —dije, ajustando mi vendaje Ace y con cuidado

presionando mi hombro adolorido. Entonces retrocedimos y corrimos con

todas nuestras fuerzas hacia la cerradura, esta vez golpeando los viejos

anillos en pedazos. El candado golpeó el suelo con un metálico clink y la

puerta se abrió. Me apresuré al espacio, e incluso si era Bran —extraño

y con aspecto de espantapájaros Bran— me detuve y lo abracé

rápidamente antes de inspeccionar sus ataduras.

Sus atacantes habían usado cinta negra en su boca, como también en

sus muñecas, pecho y tobillos.

—No quiero lastimarte —dije deteniéndome.

El rodó sus ojos, como diciendo “solo termina con esto”.

Agarré la cinta con una uña, aflojando una parte en su mejilla, y luego,

apretando mis dientes, la quité de un solo movimiento. La boca de Bran

quedó abierta, y el dio respiros entrecortados de aire mientras las

lágrimas de dolor y de alivio bajaban por sus mejillas. El forcejeó contra

la cinta que lo ataba a la silla, pero estas se mantuvieron firmes.

—Debes apurarte, niña —el me instó—. Ellos han estado fuera por horas,

podrían regresar en cualquier momento.

—¿Quiénes son ellos? —pregunté acercándome a escucharlo, dado que

su voz era una jadeo sin aliento.

—Numas, ellos me retienen hasta que el pequeño antiguo venga a

cuestionarme.

¿El pequeño antiguo?, pensé, y luego grité:

—Espera, ¿Violette viene aquí?

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—Sí. —Bran estaba intentado no entrar en pánico, pero la urgencia de

su voz, hizo que se rindiera a sus miedos—. Crees que puedes… —Él

levantó sus muñecas atadas.

—Rápido Georgia, encuentra algo afilado —grité.

—Ya lo hice —ella dijo detrás de mí. Me volví para verla blandiendo una

navaja plástica. Ella abrió la navaja y me la entregó.

En minutos, Bran se estaba poniendo de pie, sacudiendo débilmente las

piernas y moviendo sus delgados brazos para conseguir de vuelta la

circulación.

—Mis gafas —graznó—. Se cayeron.

Encontré sus gafas con vidrio de botella a unos centímetros de su silla,

torcidas y rotas. Hice lo que pude para arreglarlas y se las entregué.

Incluso si el medio tenía una rendija de ojo para ver, una vez que se las

puso, pareció transformarse de un pulpo golpeado de vuelta a su extraño

y magnifico ser. Él dio un paso hacia mí y luego colapsó en la silla.

Me apresuré a ayudarlo.

—¿Podrás caminar?

—Me temo que mis atacantes me golpearon duro —el respondió—. Puede

que necesite de tu ayuda.

—Deberíamos llevarte a La Maison —dije, envolviendo su brazo en mi

hombro y levantándolo para que se parara. Georgia sostuvo la puerta de

la jaula para nosotros y yo cojeé con él hacia la habitación.

—Estas seguro aquí, al menos… —comencé, pero antes de poder

terminar el pensamiento, se oyó el sonido de la puerta del frente de la

tienda abriéndose y cerrándose y el crujido de los pasos del piso de

madera que venía de encima de nosotros.

—¿No estás esperando ningún cliente, o sí? —Georgia chilló, sus ojos

como platos.

—¡Rápido, por aquí! —Bran susurró, moviendo su cabeza para señalar

una puerta de metal del tamaño de un niño al final del tramo de unas

antiguas escaleras de piedras. Georgia se movió al otro lado, y entre las

dos lo arrastramos hacia la puerta. El buscó una llave en un hueco en la

pared y la puso en la vieja cerradura.

De arriba vino una voz que reconocí inmediatamente, la voz de una joven

niña.

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—¿Dónde está el? —Violette demandó. Hubo un bang cuando la puerta

fue azotada y los pasos sonaron por la escalera.

—Por el amor de Dios, abre esa maldita puerta —Georgia siseó mientras

Bran metía la llave en la puerta. La puerta se abrió y pasamos tropezando

por el pequeño marco hacia la oscuridad y el cavernoso espacio. Tuve el

tiempo suficiente para ver un rio corriendo a nuestro lado antes de que

Bran cerrara la puerta y la asegurara instantáneamente. Quedamos

envueltos por el olor de algo amargo y el sonido del agua corriendo.

—Toma la barra y bloquea la puerta —Bran me dijo, y cambió su peso

hacia Georgia. Perdió el equilibro un poco antes de recuperar su balance.

Había pasado suficiente luz por medio de las rendijas de la puerta y el

marco para ver una barra de hierro sobre el dintel. Lo cogí y lo encajé en

los soportes de la puerta.

—¡Por aquí! —dijo Bran. Georgia se tambaleó con él hacia la oscuridad.

Gritos de sorpresa y rabia vinieron desde el otro lado de la puerta.

Y entonces, una voz apareció en mi cabeza, la que había estado

escuchando desde que desapareció por el río.

¡Kate, corre!

¡Vincent estaba aquí! Él había sobrevivido a ser quemado —al menos su

espíritu lo había hecho. El alivio me golpeó como un tsunami, dejándome

mareada y desorientada.

—¡Vincent, eres tú! —susurré.

Estoy atado a Violette, y ella solo está a unos metros de ti al otro lado de

esa puerta. Ellos aún no saben por cuál lado se ha ido Bran, pero mejor

vete de aquí antes de que lo descubran y rompan la puerta.

Ignorando su advertencia, pregunté:

—¿Estás bien? —Mi boca estaba tan seca, que apenas pude hacer que

las palabras salieran.

El poder transferido no funcionó, así que Violette me mantiene con ella. Ella

necesita que Bran averigüe qué fue mal. Ahora, Kate... vete.

—Primero dime qué podemos hacer para ayudarte...

¡Ahora!

—¡Kate, vamos! —Georgia rogó desde unas pocas yardas más adelante—

. ¿Qué estás haciendo quedándote ahí? —Tomó toda mi fuerza alejarme

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de la puerta, alejarme de la posibilidad de estar cerca del espíritu de

Vincent, pero una vez que preparé mi mente, corrí para alcanzar a mi

hermano y a Bran.

—No puedo ver nada —dije después de unos pocos segundos.

—Yo tampoco —respondió Georgia—. Aquí, tómalo. —Me sostuve bajo el

hombro derecho de Bran, guarneciendo mi brazo seguramente alrededor

de su cintura y ayudándole a moverse. Él era tan ligero, que si no fuera

por mi propia herida, probablemente podría haberlo llevado.

Detrás de nosotros, una fuerte luz se encendió, iluminando el espacio a

nuestro alrededor. Miré hacia el brillante rectángulo que Georgia alzaba

en alto.

—Aplicación linterna de iPhone —dijo ella orgullosamente.

—Rápido —urgió Bran, y nos dirigimos alrededor de una esquina y

bajamos a otro pasadizo.

Cuando luchábamos por avanzar en el brillo de la linterna del móvil,

asimilé los alrededores. Nos estábamos dirigiendo a un largo túnel con

techos abovedados alineados con ladrillo. Un río corría por la mitad, y al

otro lado había una acera lo suficientemente ancha para que dos

personas caminaran lado a lado. Una red de miles de túneles llevando

agua de lluvia, agua drenada y... sí... aguas residuales de París.

—Si veo caca flotando, me sacaré los ojos con este cúter —dijo Georgia

detrás de mí.

Ignorándola y cambiando mi sujeción en Bran, conseguí un mejor agarre

en él, así que casi estábamos corriendo. Finalmente, me permití pensar

en Vincent.

El poder transferido no había funcionado. Algo muy bueno, me aseguré.

Ella no había averiguado cómo drenar a Vincent del poder del Campeón.

Pero mi burbuja de esperanza ardió cuando recordé que ella aún había

tenido éxito con la ceremonia de atadura. El espíritu de Vincent estaba

atrapado, incapaz de dejar su lado.

Y aquí estaba yo, corriendo lejos de ellos. Me sentía gritar de frustración

y rabia. Sabiendo que Vincent estaba indefenso en las manos del malvado

fantasma me hacía más determinada que nunca a averiguar cómo

liberarle.

Pero primero teníamos que llevar a Bran a un sitio seguro. Él podía tener

la llave para ayudar a Vincent. Sería difícil para el numa romper una

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puerta de metal bloqueada por una barra de hierro. Pero casi cada edificio

en París guardaba un acceso a las cloacas. En algún momento Violette

averiguaría cómo había escapado Bran. Podría estar detrás de nosotros

en el tiempo que le tomó romper en el sótano de un edificio cercano.

Bran nos dirigía a través de los pasillos alrededor de múltiples giros y

vueltas. Obviamente no era su primera vez en las cloacas, sabía

exactamente a dónde iba.

Después de treinta minutos de medio correr, medio cojear al lado de la

apestosa agua, apretando a través de las tensas aperturas y arrastrando

a través de los bajos pasadizos conectados, llegamos a otra puerta

cerrada. Bran removió un ladrillo a la derecha del marco de la puerta y

sacó una gran llave de esqueleto. Abrí la puerta con ella y Georgia le guio

a través.

—Ciérrala desde dentro —dijo Bran. Georgia le ayudó a acomodarse en

una silla, dónde se sentó jadeando.

Encontré un encendedor y una linterna de cristal sujetando una vela.

Georgia apagó la luz de su móvil después de que encendiera la lámpara

y el espacio a nuestro alrededor parpadeara a la vista. Estábamos en una

pequeña sala amueblada con dos catres, un par de viejos armarios raídos

y estanterías almacenadas con suministros de primeros auxilios y comida

enlatada.

—¿Qué es este lugar? —pregunté.

—El escondite de la vieja Resistencia hecho por mi abuelo —replicó Bran

sin respiración—. Desde la guerra, mi familia lo ha mantenido como un

lugar seguro, pero nunca habíamos necesitado usarlo antes, hasta la

semana pasada cuando mi madre se escondió del Antiguo y su numa. No

podemos quedarnos mucho tiempo. Si saben que estamos aquí abajo y

vuelven con refuerzos, podrían encontrarnos.

—Deberíamos llevarte a La Maison—dije—. Pero eso está en el séptimo

distrito, todo el camino a través de la ciudad. Llevaría horas caminar

hasta allí si nos quedamos en las cloacas. Y en la forma que estás, no

estoy segura que puedas hacerlo.

Bran sacudió su cabeza.

—No puedo caminar tanto. E incluso si pudiera, solo conozco mi camino

alrededor de los túneles bajo nuestro vecindario. Nunca podría encontrar

el camino al otro lado del río.

—Así que tendremos que ir al nivel superior —dije.

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Un zumbido llegó del abrigo de Georgia. Ella pescó su móvil de su bolsillo

y miró la pantalla.

—Arthur. Otra vez.

La miré.

—¿Qué quieres decir con otra vez?

—Me ha dejado mensajes toda la mañana, preguntando cómo estoy —

replicó ella con un encogimiento de hombros.

—¿Por qué no contestas? —pregunté, incrédula.

Georgia hizo una cara.

—No quiero parecer demasiado interesante. Eso le asustaría. —Ella

parecía tan ofendida como si hubiera sugerido que se casara con él en el

momento.

Agarré el teléfono de su mano y respondí la llamada.

—¿Arthur? Sí, soy Kate. Violette y algún numa están detrás de nosotros,

y necesitamos tu ayuda. Estamos escondidos en las cloacas... —me giré

hacia Bran—. ¿Dónde estamos exactamente?

—Bajo el final de norte del Cementerio Montmartre —respondió Bran—.

Puedes decirles que nos encuentren justo dentro de la puerta norte.

Entregué el teléfono de vuelta a Georgia.

—Dijo que estará aquí en veinte minutos y que nos quedemos en nuestro

escondite hasta que nos mande un mensaje de texto. —Bran asintió, y

dejando su cabeza en el respaldo del sofá, cerró sus ojos con cansancio.

—¿Dijo algo más? —preguntó mi hermana, mirándome.

Giré mis ojos. Incluso en un escondite subterráneo, a riesgo mortal de

ser descubiertos por el malvado no muerto, Georgia estaba pensando en

chicos.

—Bueno, ¿lo hizo? —insistió.

Suspiré.

—Preguntó si estabas bien —admití.

Mi hermana se tiró en uno de los catres con una sonrisa satisfecha y miró

soñadoramente al techo.

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Capítulo 6

Traducido por AntoD y Alexiacullen

Corregido por Marce Doyle*

uando el mensaje de Arthur finalmente llegó, hicimos

cuidadosamente nuestro camino fuera del bunker y subimos

por algunas escaleras cercanas. Bran me indicó que empujara

y abriera la trampilla en la cima y emergimos del suelo de un

mausoleo, donde las tumbas de mármol sobre el piso

dominaban la pequeña habitación.

—Esto es tan Buffy que ni siquiera es divertido —dijo Georgia,

apoyándose en Bran mientras yo quitaba las cortinas de telarañas para

que pudiéramos salir al cementerio. Ambrose estaba esperando junto a

la puerta. En cuanto nos vio, echó a correr y levantó a Bran en sus

brazos.

—Apúrense —dijo—. ¡Hay como una central numa por aquí!

Él metió a Bran en la parte trasera del coche, y Georgia y yo nos sentamos

a cada uno de sus lados. Tan pronto como estuvo Ambrose en el asiento

del pasajero, Arthur salió a toda velocidad.

—Justo a tiempo —dijo, mirando por el espejo retrovisor. Me giré para

ver a un escuadrón numa rodeando la esquina del muro del cementerio

y abrir la puerta de la que habíamos venido apenas unos segundos antes.

—Parece que nuestra Malvada Emperatriz ha conseguido que la sigan la

mitad de los numa de París como seguridad —comentó Ambrose

secamente—. Enviamos a Henry y a algunos otros a tu tienda, justo

después de que hablamos con Kate —dijo, mirando a Bran—. Pero no

había señal de ellos. La puerta a las alcantarillas había sido aplastada,

así que ellos aún podrían estar allí abajo, trazando su camino a través

del nivel de los sanitarios de París, buscándote.

Él se movió en su asiento para lanzarme una mirada molesta.

—¿Y tú quién te crees que eres? ¿La Mujer Maravilla?

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—Yo diría que Kat es más como Gatúbela —comentó Georgia—. Más

genial. Menos derivada.

Ambrose la ignoró.

—¿Qué te poseyó para ir a deambular afuera luego de que te dejé tres

mensajes para que te quedaras, dado que Violette y sus numa fueron

vistos dirigiéndose a París? ¿Desde cuándo “quédate en tu casa” significa

ir directamente al lugar donde es más probable que vaya tu enemigo?

—No recibí tus mensajes —admití, avergonzada—. Dejé mi celular en

casa.

Él suspiró profundamente y sacudió su cabeza con desesperación.

—Voy a conseguir un soporte para teléfonos para poder encadenarlo a tu

muñeca. Vincent me mataría si supiera que te dejé en cualquier lugar

cerca de Violette.

—Em… Vincent lo sabe —dije.

—¿Qué? —exclamaron todos al mismo tiempo, excepto Bran, que

preguntó:

—¿Quién es Vincent?

—Es sobre quien te hablé por teléfono la semana pasada —le contesté.

—¿El que se sospecha que es el Campeón? —preguntó él.

Asentí, y luego les dije a los otros:

—Él me habló cuando estábamos esperando afuera de la puerta del

sótano de Bran.

—¿Qué fue lo que dijo? —preguntó Arthur, haciendo un brusco giro para

evitar un semáforo en rojo.

—Dijo que estaba atado a Violette, y que ella había venido a buscar a

Bran porque la transferencia de poder no había funcionado.

—Bueno, eso aclara por qué los brutos me detuvieron —dijo Bran—. Sin

embargo, luego de asesinar a mi madre, no veo porqué esperaban que me

ofreciera de voluntario para ayudarlos.

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—Um, supongo que esa fue la razón por la que te golpearon —destacó

Georgia amablemente—. Todo el punto de la coerción es que no se

necesitan voluntarios.

—De todos modos, nunca lo hubieran conseguido de mí —insistió

tercamente Bran, luego se estremeció por alguna lesión invisible, e

inclinó la cabeza hacia atrás, apoyándola en el asiento y cerrando sus

ojos.

—Buen chico. —Ambrose se inclinó sobre el asiento y palmeó de modo

tranquilizador la rodilla de Bran antes de voltearse hacia Arthur—.

Amigo, ¿no puedes conducir esto más rápido? —urgió él en voz baja—.

Allí atrás Skeletor se está desvaneciendo rápidamente.

Miré a Bran por un momento, queriendo preguntarle sobre Vincent, para

ver si él sabía algo sobre espíritus incorpóreos. Su madre había

mencionado registros familiares cuando le había pedido que ayudara a

resistir a Vincent de morir. Me había dicho que su línea de curanderos

sabía algunos de los secretos revenant, y que revisaría sus cuentas para

ver si podía ayudarnos. Me preguntaba si Bran sabía todo lo que su

madre tenía. Pero viendo su cansancio y su rostro maltratado, supe que

no éste no era el momento de preguntar.

A los diez minutos estábamos entrando por la verja de La Maison, donde

un comité de bienvenida nos esperaba junto a la puerta principal. Jean-

Baptiste y Gaspard estaban a cada de lado de una Jeanne de aspecto

preocupado, quien corrió hasta el auto mientras nos deteníamos.

Georgia y yo ayudamos a Bran a salir del auto, luego lo seguimos

mientras Arthur y Ambrose le hacían de soporte con sus brazos bajo sus

hombros. Lo llevaron a la puerta principal, donde esperaba Jean-

Baptiste.

—Estaré bien —le aseguró Bran a sus guardaespaldas, y ellos lo bajaron

cuidadosamente mientras él le extendía una temblorosa mano a JB.

—Bonjour —comenzó él, pero cuando sus dedos tocaron la mano del líder

revenant, una luz brillante, como el flash de una cámara, explotó entre

ellos, causando que todos a su alrededor se protegieran los rostros.

Parpadeé varias veces antes que las manchas comenzaran a despejar mi

visión, y vi que Bran se había puesto rígido. Él dejó salir un profundo

gemido, su cabeza cayó hacia adelante y se desplomó inconsciente en el

suelo.

—¿Estás bien? —chilló Gaspard, corriendo hasta JB. El líder revenant

parpadeó un par de veces y sacudió su brazo de forma experimental.

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—¿Qué demonios fue…? —comenzó Georgia, pero fue interrumpida por

Jeanne, que había saltado a modo emergencia.

—¡Arriba! ¡Levántenlo! —ordenó ella, y Ambrose levantó en sus brazos a

una forma flexible de Bran. Llevándolo hasta el cuarto de Vincent, lo

depositó cuidadosamente en la cama. Jeanne estuvo allí en un instante,

aplicando paños húmedos y fríos a la cabeza y las muñecas de Bran.

En unos segundos, sus párpados estaban revoloteando y se abrieron.

—¿Dónde estoy? —murmuró. Jeanne le pasó sus gafas, las cuales se

habían caído cuando las tenía.

Tirando de ellas con las manos temblorosas, echó un vistazo

ansiosamente hacia nuestras caras, pareciendo completamente

sorprendido cuando me vio.

—¿Qué es esto? —pregunté, mirando alrededor para estar segura de que

no estaba mirando a nadie más. Su mirada atónita, como si no me

reconociera después de lo que me había esforzado las últimas dos horas

apresurándome alrededor del metro de París con él, que estaba

enloqueciéndome.

Mantuvo la mirada durante unos cuantos segundos, parpadeando unas

cuantas veces con el ojo que estaba hinchado. Entonces, suspirando

profundamente, dijo:

—Nada, chica —y se tendió de nuevo sobre la almohada.

—¿Estás bien? —preguntó Jeanne, metiendo una manta alrededor de su

cuerpo tembloroso. Ignorando su pregunta, Bran preguntó:

—¿Puedo suponer que tu hogar está a salvo de los malos?

—Puedes apostar tu dulce…. Um, sí, señor —dijo Ambrose, corrigiéndose

a sí mismo—. Siempre y cuando estés aquí con nosotros estrás a salvo

del numa.

—A salvo —suspiró Bran—. Nadie estará a salvo hasta que el Vencedor

triunfe.

—¿El Vencedor? —preguntó Arthur.

—Quiere decir el Campeón —aclaré.

Gaspard dio su opinión.

—Siento informarte, querido aliado, que el Vencedor ha sido capturado.

Está ahora en las manos de nuestros enemigos.

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Bran consideró las palabras de Gaspard.

—Sí, tu Kate me informó de eso —contestó finalmente—. Pero Violette no

tiene todavía su poder. Y si no puede descubrir la magia de la

transferencia a ella misma, no lo aprenderá de mí. Eso al menos nos dará

algo de tiempo.

Jeanne dio un paso hacia adelante.

—Monsieur…

—Tândorn.

—Monsieur Tândorn, ¿le gustaría que llamara a un médico?

—Non. Merci, chère madame4. Las bestias se concentraron prácticamente

en mi rostro. El resto de mí solo se siente magullado… nada roto. Estoy

muy débil. No he dormido ni comido desde que mataron a mi madre.

La cara de Jeanne tomó el aspecto de un peligroso gato montés cuyo

cachorro estaba amenazado por los cazadores. Había visto antes esa

mirada, y sabía exactamente lo que significaba. El poder del ama de llaves

se abastece de su capacidad para cuidar a sus pupilos. Segundos

después de que ella saliera de la habitación, escuché ollas y sartenes

golpeando en la cocina mientras planeaba su ataque al estado enfermizo

de Bran.

Arthur se acercó a Georgia.

—¿Cómo está tu cara? —preguntó con timidez, alzando su mano para

tocar su mejilla lastimada.

Mi hermana se apartó del camino con agilidad.

—Ya sabes, después de este terrible encuentro con el numa, realmente

podía necesitar una taza de té fuerte. ¿Crees que podrías conseguirme

alguna? —pidió con coquetería.

—Por supuesto —respondió Arthur, enderezándose y transformándose de

nuevo en su habitual forma. Acompañó a Georgia educadamente por el

pasillo.

Los otros lo siguieron cuando se marcharon. Jean-Baptiste se quedó

atrás durante un segundo, mirando como si quisiera quedarse, y luego

dijo:

4 Non. Merci, chère madame: No. Gracias, querida señora.

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—Tenemos mucho de qué hablar, monsieur Tândorn, pero le permitiré

descansar. ¿Podría ir a verle esta noche?

—Por supuesto —respondió Bran con poca energía.

—¿Te gustaría estar solo o prefieres que me quede? —pregunté.

—Quédate, chica —respondió él.

Empujé una silla al lado de la cama y me apalanqué.

—Lamenté oír lo de tu madre —dije, después de un momento de silencio.

—Sí —dijo él—. Era un alma excepcional. Una madre amorosa. Una sabia

mujer.

Dudé antes de continuar, pero él parecía querer conversar.

—¿Tuvo tiempo de pasar sus dones a ti antes de que ella…

desapareciera? —pregunté.

Tomó una respiración profunda, y tratando de alcanzar una almohada

más, la metió detrás de él, por lo que estaba casi sentado. Su ojo

hinchado era del color de una ciruela madura, y el otro estaba aumentado

por sus gruesas gafas, las cuales parecían de una historia de tres

dimensiones. Él me miró, entrecerrando los ojos con curiosidad, y luego

alejó rápidamente la mirada de nuevo.

Yo jugueteaba con mi pelo, preguntándome si había telarañas o restos de

los pasadizos subterráneos atrapados en él.

—Sí. Sí, lo hizo —respondió—. He heredado sus dotes curativos, y ahora

soy yo mismo un curandero.

Sonreí tristemente, sabiendo que sus poderes nuevamente adquiridos no

podían compensar la pérdida de su madre. Tocó mi brazo con unos dedos

huesudos y largos, y sus labios finos se curvaron hacia arriba en las

comisuras.

—Es demasiado malo que no tengas migraña para así poder mostrarte

cómo funciona. Aunque, como mi madre, mis dones no se limitan al reino

de los mortales.

Se subió la manga y me mostró un tatuaje fresco en el interior de la

muñeca, con la carne aún rosa alrededor. Un triángulo con llamas

ardiendo desde sus tres puntas estaba encerrado en un círculo.

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—El signo bardia —suspiré. Y empujando de la versión de oro y zafiro

que Vincent me había dado de debajo de mi camiseta, lo mantuve en alto

para que él lo viera.

—Tenemos algo en común, chica. Ambos confiamos en nuestros

parientes. ¡Y simplemente mira a dónde nos ha traído! —sonrió

débilmente. Dejando caer mi brazo, apoyó su cabeza de nuevo contra la

almohada y cerró los ojos. Parecía que la conversación había terminado.

—Bran, he estado queriendo preguntarte sobre algo.

Abrió un ojo y me miró, viéndose agotado. Ahora no era el momento de

interrogarle, pero yo no sabía cuándo tendría de nuevo la oportunidad.

—Si tu madre te dio sus dones, ¿eso quiere decir también que tienes

todos sus conocimientos?

—Ella me contó nuestras historias desde que yo era un niño —respondió

con cansancio.

Sintiendo una punzada de culpa por empujarle demasiado lejos,

continué.

—Bueno, ella me contó hace unas semanas que tu familia conocía

secretos sobre los revenants. Y solo me estaba preguntando si sabías

algo sobre lo que el bardia llama “almas errantes”. Ese es el estado en el

que está ahora Vincent, desde que Violette destruyó su cuerpo. Quería

saber si había algún modo…

Fui interrumpida por un golpe en la puerta. Gaspard asomó la cabeza.

—Disculpa Kate, pero tienes visita.

—¿Una visita? —pregunté, confundida.

Las puertas se abrieron enérgicamente. Gaspard se hizo a un lado, y una

mujer mayor con un traje Chanel color rosa, tacones de diez centímetros

y una mirada de pura furia entró en la habitación.

Que el Señor nos ayude a todos, Mamie estaba en La Maison.

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Capítulo 7 Traducido por VivianDarkbloom, QueenDelC y SOS por Kirara7

Corregido por Samylinda

ientras mi abuela se dirigía a la habitación, sentí mis dos

mundos colisionar. El hecho de que Georgia hubiera estado

guardando el secreto por meses, había visitado La Maison

varias veces, no disminuía el trauma de que alguien que

amo entre al peligroso universo de los Revenants, por mi

culpa. Ahora que Maime estaba aquí, me sentía responsable

por su seguridad, lo que de ahora en adelante era una imposibilidad;

seguridad y Revenants no iban juntos.

—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunté. Mi voz con pánico tanto por

miedo por mi abuela como miedo de ella.

La mirada de mi abuela atrapó la forma maltratada de Bran en la cama,

y sus ojos se abrieron antes de que se fijaran en mí con una mirada

enfadada.

—Cuando llamé al colegio para darles a ustedes chicas el día libre para

recuperarse, no me refería que corrieras directamente al peligro del cual

por un pelo lograste escapar ayer. Me dejaste una nota diciendo que

saldrías y que “pronto volverías”. Lo que sea que te pasó durante las

horas que estuviste ausente. —Ella señaló seriamente a Bran—. Lo tomo

como una directa traición a mi confianza.

Sobre el hombro de mi abuela Jean-Baptiste se apresuró a la habitación.

Gaspard cerró la puerta detrás de él. JB se encontró con mi mirada e hizo

un movimiento para que mantuviera cerrada mi boca, sacudiendo su

cabeza como advertencia.

Estaba claro que él quería ser el que hablara.

—Ma chére madame5.

Mamie se volvió para enfrentarlo, él le dio una educada inclinación

directa del siglo dieciocho y ella le respondió con un tenso asentimiento.

5Ma chére madame: Mi querida señora, en francés.

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Bajo su costoso peinado y remilgado traje Maima era una fuerza para

tener en cuenta.

Pero mientras observaba a mi abuela, me di cuenta que bajo su rabia,

ella estaba en realidad aterrada y luego recordé cuan aterrada estaba

cuando me enteré lo que era Vincent, y mi corazón estuvo con ella. Mi

abuela había entrado a la boca del lobo… por mí.

—Bonjour6, Monsieur Grimod —dijo ella en una voz tensa—, discúlpeme

por entrar a su casa sin invitación, pero vengo aquí por mis nietas.

—Por supuesto madame. Pero había pensado que dadas las peligrosas

circunstancias, usted preferiría que estuvieran aquí, bajo nuestra

protección, en lugar que en el mundo de afuera desprotegidas.

—¡Desprotegidas!

El rostro de Maima se volvió rojo, su mirada se encontró con Gaspard

quien asintió seriamente, de acuerdo con JB, volviéndose ella me lanzó

su más peligrosa mirada y luego exhalando entre sus labios fruncidos,

intentó recuperar la compostura.

—Monsieur Grimod, trate de ponerse en mis zapatos, anoche mis nietas

llegaron a casa después de participar en una violenta pelea en la cual las

dos fácilmente pudieron ser asesinadas. El novio de Kate fue realmente

asesinado, aunque me doy cuenta que esa clase de cosas no son tan

serias para los de su clase, siendo sus muertes no permanentes —dijo

ella secamente.

»Pero porque su cuerpo fue inmolado, él ahora está flotando alrededor

como un fantasma y siendo detenido en un castillo por una zombi

psicópata medieval. La misma zombi psicópata medieval que le causó a

una de mis nietas una contusión y le ha enviado a la otra flores por los

últimos meses… a nuestra casa… porque ella SABE DÓNDE VIVIMOS.

El rostro de Maime estaba ahora morado. Por su batalla entre ser decente

y sus verdaderos sentimiento.

—Ahora me preguntan si mi nieta puede pasar por la misma situación, a

menos que estuviera completamente loca, mi respuesta inequívoca sería

un no.

—Pero mi querida señora, es exactamente por eso que debería dejar que

sus nietas vengan con nosotros. Porque el caso es, desafortunadamente,

justo lo que dijo. Los numa saben dónde vive. Violette sabe dónde vive.

6Bonjour: hola en francés.

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Me gustaría ofrecerle a usted y a sus nietas nuestra protección, así que

ésa es una excelente oportunidad que esté aquí y podamos hablar sobre

eso.

Mamie titubeó, luego dijo:

—Perdí a mi hijo hace un año y medio por culpa de un conductor ebrio.

Me niego a perder a otro miembro de mi familia, o a dos, por una razón

igual de insignificante.

—No hay nada insignificante en una batalla entre el bien y el mal, ma

chére dame —respondió Jean-Baptiste en voz baja—. Y ésa es la posición

en la que nos encontramos ahora. Por favor… venga conmigo.

Extendió su brazo y esperó, ignorando la manera en la que Mamie se

estremeció cuando finalmente lo tomó ligeramente con sus dedos.

—Nos retiraremos hacia la sala de estar, donde Jeanne nos servirá café.

¿O preferiría té? Si está dispuesta, mandaremos a Kate junto con su

hermana a la cocina para poder discutir la situación entre nosotros.

Los seguí hacia el pasillo y Gaspard cerró la puerta de la habitación

detrás de nosotros, dejando a un Bran medio comatoso, solo para

descansar.

—Veo que ha conocido a Gaspard, mi compañero de toda la vida —

continuó JB con una sonrisa—. Es de su opinión que soy la peor persona

posible para estar encargado de las explicaciones, así que le pediré que

se nos una.

Levanté las cejas con sorpresa. Jean-Baptiste acababa de salir del clóset

a mi abuela, cuando nunca antes lo había escuchado mencionar su

relación con Gaspard. No era un secreto, pero viniendo de épocas

anteriores no mostraban su afecto en público y era sencillo olvidar que

estaban juntos. Escucharlo de sus propios labios era una revelación.

Significaba que estaba intentando de mostrarle a mi abuela que estaba

poniendo todo, incluso su información personal, a su disposición para

que confiara en él.

Mientras pensaba en esto, JB volteó la mirada y se encontró con la mía.

Merci7, dije sin soltar sonido.

Asintió con cuidado hacia mi dirección.

7 Merci: Gracias en francés.

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—Mi querida mujer, puedo decir qué placer es el que nos preste una visita

en nuestro hogar —estaba diciendo Gaspard, sacudiéndose ligeramente

como solo él lo hace mientras hacia un combo de reverencia y la besó en

la mano sabiendo que derretiría el corazón de Mamie.

—Katya, no dejes esta casa —dijo, volteándose hacia mí—. Me uniré

contigo y tu hermana cuando termine de hablar con estos caballeros.

Y sosteniendo el brazo de Jean-Baptiste, acompañó a la pareja revenant

por el pasillo.

Entré a la cocina, encontrando una discusión táctica sobre encontrar a

Violette tomando lugar sobre una cena con tema italiano. El penetrante

olor a ajo colgaba fuerte en el aire, mezclado con el confortante aroma de

queso asado.

—¿Entonces todavía no la encuentran? —pregunté.

Ambrose sacudió la cabeza.

—Henri y los otros acaban de reportarse. Una vez más, ha desaparecido.

De un lado de él, se giró una cabeza y un par de conocidos ojos verdes

me miraron.

—¡Charlotte! —grité, lanzando mis brazos a su alrededor mientras se

levantaba para saludarme—. Regresaste.

—Oh, Kate. Nos subimos a un tren en cuanto escuchamos lo que había

sucedido.

Dejó que Genevieve tuviera su turno apretujándome antes de regresar a

su silla.

—Siéntate a mi lado —dijo Charlotte, su cabello colgando en largos

mechones trigueños alrededor de su rostro—. Siento mucho lo de

Vincent.

—También yo —dije, pasando saliva para deshacer el nudo en mi

garganta.

Miré sobre la mesa hacia Georgia.

—Sabes que Mamie está aquí, ¿verdad?

Mi hermana se atoró con su comida. Arthur se puso de pie y le trajo un

vaso con agua. Bebió un gran sorbo y tosiendo en una servilleta, dijo:

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—Ésa es la peor broma que has hecho hasta ahora. Podrías haberme

matado.

Luego, se golpeó el pecho y tosió un poco más.

—No es broma —le dije—. Ella hablará con Jean-Baptiste y Gaspard y

vendrá por nosotras después.

—Mierda —respondió mi hermana e hizo su plato a un lado.

—Casi no has tocado tu lasaña —dijo Arthur con un tono represivo, pero

suave.

—Ya no tengo hambre.

Georgia se frotó los brazos, permaneció sentada y se veía nerviosa.

Charlotte cambió de tema.

—Genevieve y yo habíamos hablado sobre venir a París desde que nos

visitaron.

Hace no más de una semana, me sorprendí al darme cuenta de que

Vincent y yo habíamos estado al sur de Francia sentados en un

acantilado, observando el océano y hablando sobre nuestro futuro. Hace

apenas seis días me explicó el Dark Way y su plan de matar numas para

no resistir la muerte. Ahora, él ya no está.

Jeanne se acercó desde donde estaba preparando una cesta para mi

abuela y me dio un beso afectuoso y firme en cada mejilla

—Vendrás a comer lasaña con nosotros, ¿no es así, Kate?

—En realidad, no tengo hambre. De todas formas, gracias, Jeanne —le

dije.

—Tonterías —respondió. Tomó un plato, sirvió una buena cantidad de

pasta caliente encima y lo puso frente a mí.

—Nunca le digas no a Jeanne —murmuró Ambrose, y luego le dio un

gran mordisco al pan al ajo—, en especial si se trata de una de las recetas

italianas de su abuela. No es que se vaya a ofender, es solo que lo tomará

como un reto. Mira esto. —Señaló hacia su plato vacío—. Jeanne, la

lasaña estaba deliciosa. Estoy tan lleno que no podría comer nada más.

—No seas ridículo —respondió ella y acercando la olla hacia la mesa,

sirvió una enorme porción frente a él—. Con toda la pelea que les espera,

necesitarán todas las calorías que puedan conseguir.

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Ambrose levantó una ceja y me dio una sonrisa triunfante antes de mirar

a Genevieve, que estaba al otro lado de la mesa.

Oh, no, pensé. Parecía que Ambrose no había superado su

enamoramiento por la viuda revenant que había quedado sola

recientemente, lo que de seguro debía romperle el corazón a Charlotte.

Ella solo miraba su plato y pretendía no darse cuenta de la mirada de

anhelo de Ambrose.

—¿Cómo está Charles? —pregunté para distraerla.

—Oh, él está bien —me respondió. Su rostro se llenó de luz al pensar en

su gemelo—. Es decir, no lo he visto desde que escapó a Alemania, pero

me ha enviado correos o me ha llamado casi a diario.

—Acaban de instalar GPS para poder rastrearse a través de sus teléfonos

—agregó Genevieve con una gran sonrisa burlona.

Charlotte puso sus ojos en blanco.

—Gracias por decirles a todos sobre nuestra patética dependencia gemela

—se quejó, pero luego sonrió—. Es increíble ver lo mucho que ha

cambiado en tan poco tiempo —continuó diciéndome—. Él siempre habla

de sus sentimientos sobre “nuestro destino” y nuestro propósito en la

tierra de hacer algo por la humanidad. Él y su grupo alemán salieron esta

mañana en una especie de retiro espiritual a la montaña.

Abrió su teléfono y miró el mapa digital que mostraba a Francia y

Alemania, una al lado de la otra. Sobre París había una luz roja

parpadeante y sobre Alemania una línea verde que se dirigía hacia el sur

saliendo de Berlín y se detenía en un signo de interrogación parpadeante

en el oeste.

—No debe tener señal allá porque ni siquiera aparece en el mapa.

—Sí, yo diría que eso es ser bastante dependiente —dije con una sonrisa

irónica.

Charlotte me golpeó con el codo como jugando.

—Oh, ya detente. Solo un gemelo podría entenderlo. Lo que sea —dijo y

colocó el celular en el bolsillo de su chaqueta.

—Un refresco para tu abuela y para los hombres —dijo Jeanne mientras

salía de la cocina con una fuente de té.

Todos entraron en un silencio reflexivo y se concentraron en la deliciosa

comida de Jeanne hasta que ella se regresó minutos después.

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—¿Cómo va todo por allá? —pregunté.

—Tu abuela parece estar bien. No se veía muy feliz, pero estaba atenta a

lo que decían Jean-Baptiste y Gaspard —dijo Jeanne sacándose el

delantal.

—Y lo que decían era… —inquirí.

—Le estaban proponiendo algún tipo de plan en el que a ti y a tu hermana

las acompañarían a todos lados —respondió y luego se dio la vuelta para

revisar lo que había dejado en el horno.

Georgia y yo nos miramos con preocupación.

—Sé que esperamos que Jean-Baptiste nos dé instrucciones —dijo

Arthur, dejando de mirar a mi hermana—. Pero bien podríamos

adelantarnos hasta que él termine de hablar con la Sra. Mercier. No tengo

ninguna duda de que él nos enviará en un viaje de exploración cuando le

informemos que el equipo de Henry le perdió el rastro a Violette.

Ambrose se puso de pie, llevó su plato a la mesa y se inclinó para darle

un apretón a Jeanne en los hombros.

—¿No quieres postre? —preguntó ella.

Ambrose se dio golpecitos en el estómago con ambas manos.

—No, no podría, Jeanne. Tengo que cuidar mi figura.

Ella se rió a carcajadas mientras él se dirigía a la puerta.

—Me vendría bien algo de ejercicio si nos vamos a quedar aquí por un

tiempo. ¿Qué tal las espadas? ¿Alguien se anima? —preguntó.

—Ésa es una invitación a la que no me puedo resistir —respondió

Charlotte y agradeciéndole a Jeanne por la comida, siguió a Ambrose y

ambos salieron.

—¡Me vendría bien una pelea! —exclamó Genevieve y Arthur se puso de

pie y se unió a ella.

—Yo los observaré —murmuró Georgia, más pálida de lo usual. Sonreía.

Era tan propio de ella esconderse tanto como le fuera posible, antes que

enfrentar la rabia de Mamie.

—Dejen sus platos aquí, queridos y pierdan todas las calorías que

ganaron con la comida —dijo Jeanne, agitando los brazos desde la mesa

para despedirlos.

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—En seguida bajo —dije. Aún le daba vueltas a la lasaña, tratando de

mover algunos pedazos por todo el plato para que Jeanne pensara que

había comido algo.

—Sé lo que intentas hacer, mon petit chou8 —dijo, mientras se encontraba

de pie al lado del lavabo, dándome la espalda.

Coloqué mi tenedor sobre la mesa.

—Me atrapaste —le respondí.

Ella se dio la vuelta y sus labios formaron una sonrisa compasiva.

—¿Sabes qué? Tengo algo para ti. Algo que quizás te llene de calma en

los terribles días que se aproximan.

Tomó mi mano y me llevó fuera de la cocina hacia su habitación, la cual

se encontraba más allá del corredor. Era una habitación que solo

utilizaba en raras ocasiones, cuando necesitaba quedarse por la noche.

Yo nunca había entrado allí.

Cruzamos el piso alfombrado, ella prendió una lámpara con adornos y

recogió un objeto que se encontraba al lado. Luego, se dio la vuelta y lo

colocó entre mis manos. Era un relicario en forma de corazón hecho de

cristal y plata.

Toqué la baratija con los dedos. Había un pequeño ramo de flores grabado

en el lado de plata y recorrí con el dedo el delicado relieve del metal.

—Para que no me olvides —dijo Jeanne. Esa frase se sintió como si una

mano apretara mi corazón cada vez con más fuerza. El cuerpo de Vincent

ya no estaba presente, pero no podría olvidarlo. ¿O sí? ¿Acaso su rostro

empezaría a desaparecer de mi mente como lo habían hecho los de mis

padres? ¿Acaso su rostro sería reemplazado por aquellas fotografías que

preservaban su imagen?

Volteé el relicario para ver el lado de cristal. A través del vidrio

transparente pude ver algo oscuro encerrado adentro, así que lo levanté

para verlo a contraluz. Era un simple mechón de pelo negro.

8Mon petit chou: del francés. Significa “cariñito”, “amor mío”, “tesoro mío”, palabras

afines.

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Capítulo 8 Traducido por Jhosel

Corregido por Samylinda

sto de Vincent? —jadeé.

Jeanne asintió.

—¿Dónde lo conseguiste?

Aturdida, enrollé la extraña chuchería alrededor de mi

mano.

—El relicario de la colección de memento mori9 de Gaspard —respondió

Jeanne —dijo que podía dártelo.

—No, esto —dije, sosteniéndolo en alto para indicar lo que estaba dentro

de la prisión de cristal—. ¿Por qué tienes un mechón de cabello de

Vincent?

Jeanne pensó un momento, y luego dijo:

—Será más fácil mostrarte.

Hizo gestos a una esquina de la mesa que sostenía un surtido de bellas

manufacturas plateadas y cajas esmaltadas y velas en candelabros en

simples soportes perforados.

—Es un ritual que me mi madre me enseñó cuando tomé su lugar. Una

práctica que su madre había pasado a ella. Siempre hemos sentido una

responsabilidad especial por nuestros revenant. Nos hace sentir mejor

pensar que tenemos algo que decir en su supervivencia. No soy una mujer

religiosa, Kate, pero digo mis oraciones cada día por mis guardas.

Recogí una pequeña caja del frente de la mesa y abrí la tapa con relieve.

Un mecho de cabello rojo asentado dentro de rico forro terciopelo azul.

—Charles —susurré.

9Memento mori: latín, recuerda la muerte.

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—Él es quien he estado pensando mucho, recientemente —dijo Jeanne,

sacudiendo su cabeza con tristeza—. Si incluso un chico necesitaba una

vela encendida para él, eso es él.

Tocó una caja cubierta con un mosaico de hojas azules y verdes.

—Ése es de Vincent —dijo. La recogí y abrí la tapa para ver el interior

acolchado vacío—. Ahora que te he dado mi pequeño recuerdo de Vincent,

espero que tomes todas mis oraciones por su bienestar —dijo Jeanne.

—Lo haré —prometí.

Satisfecha, asintió a la parte trasera de la mesa, donde docenas de

dedicadas cajas estaban alineadas lado a lado y puestas encima de la

otra.

—Incluso cuando se han ido, no me atrevo a deshacerme de sus cajas.

Tampoco pudo mi madre, o siquiera las suyas.

Me estremecí. Esas cajas deben representar la familia de Jean-Baptiste

destruido por numa.

—Vincent todavía está en esta tierra, querida —dijo—, incluso si es solo

en espíritu. Tienes que ser valiente.

Solo en espíritu. Esas palabras, además de la expresión de Jeanne de

piedad por un corazón roto, me condujo a casa al hecho que éste mechón

de cabello constituía los únicos remanentes terrenales de Vincent. Él era

un fantasma ahora. Sin materia. ¿Qué podía deparar el futuro para una

chica y un fantasma? El gran espacio vacío en mi pecho dolió, y

mantendría el dolor, hasta que lo pudiera tocar de nuevo. Que nunca

sucedería porque se ha ido, me recordé.

¿No era lo que Vincent estaba tratando de decirme cuando había

desaparecido? Y había estado en lo cierto… excepto por su conclusión:

Siempre estaré cerca. Siempre estaré vigilándote. Por ahora, la única cosa

que puedo hacer por ti es tratar de mantenerte a salvo.

Presioné fuerte contra mi pecho, como si eso ayudaría a alejar el dolor.

En mi otra mano apreté el relicario firmemente. No, pensé. Me rehúso a

aceptar el escenario que Vincent describió: continuando mi vida como si el

no existiera más, mientras él me observa como un ángel guardiana

acosador. No viviré esa tragedia.

Y abruptamente, mis pensamientos giraron a mis padres y el gran amor

que habían compartido. Prácticamente había irradiado de ellos,

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contagiando a todo el mundo cerca, haciendo todo alrededor de ellos

felices. Llenando a otros con esperanza.

Podría tener un amor como ése con Vincent. Lo había sentido. Allí había

habido algo correcto sobre nosotros: era más grande que solo dos

personas enamoradas. Cuando estábamos juntos, había sido como una

verdad natural y rara belleza; como un rayo de luz solar penetrando a

través de nubes oscuras, bañando el pedazo de tierra ante ti en dorado.

Juntos, Vincent y yo habíamos creado algo hermoso.

Y con ese pensamiento, algo se endureció dentro de mí. La negativa. Un

rechazo al destino siendo empujado sobre mí. Incluso pensé que no tenía

idea de qué forma tomaría, encontraría una solución. Porque debía existir

una solución.

Toqué el relicario de cristal con mis labios. Y empujando el cordón

sosteniendo el signo10 Vincent me había dado sobre mi cabeza, agregué

el relicario memento mori al ancestral símbolo de los revenant y los

empujé debajo de mi camisa.

Al escuchar un golpe en la puerta, Jeanne y yo nos giramos para ver a

Gaspard inclinado, su cabello sobresaliendo como una explosión.

—Ah, si… perdónenme por interrumpir.

Apartó su mirada como para permitirnos terminar en privado.

—Está bien, Gaspard. Acabo de terminar de mostrarle a Kate mis cajas.

—Sí, sí. Bueno, bueno. —Gaspard asintió, tirando nerviosamente del

borde de su chaqueta que estaba planchada a la perfección—. Tu abuela

está lista para irse, Kate, y desea que vayas con ella.

Besé a Jeanne y seguí a Gaspasd a la armería, donde recogimos a Georgia

y caminamos por el pasillo al vestíbulo.

—Estamos caminando a la horca —dijo Georgia—. Me pregunto si

siquiera nos dejara salir del apartamento de nuevo.

—No me preocuparía sobre eso —murmuró Gaspard, pero no dijo nada

más.

Encontramos a Mami en la puerta principal, su humor mucho mejor.

10 Signo: firma, proviene del latín.

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—Entonces, dime —le estaba preguntando a Jean-Baptiste—, en relación

con el retrato de su antepasado que restauré, ¿el modelo en realidad

fuiste tú?

—Oui, madame11, —el revenant mayor aceptó.

Mamie asintió, estudiando su rostro.

—Bueno, incluso pienso que sé que hay magia involucrada, debería decir

que estoy terriblemente impresionada de lo bien que te has mantenido —

remarcó con admiración.

Se giró, escuchándonos aproximarnos.

—Ahí están, mes enfants12 —dijo, la mirada severa volvió a su rostro—.

Vamos ahora. Discutiremos todo con su abuelo cuando lleguemos a casa.

Gaspard sostuvo la puerta abierta y Georgia y yo salimos, Mamie

espantándonos por delante como una madre gallina. Abriendo sus brazos

a través de nosotras, se giró para decir adiós.

—Estoy ansioso por conocer a su esposo uno de estos días —dijo Jean-

Baptiste.

—No estoy segura que se sienta de la misma manera —remarcó Mamie

con un brillo divertido en sus ojos—, pero tendré una conversación con

él y veremos cómo se desarrollan las cosas. Mientras tanto, te agradezco

por tu oferta de protección. Estaré en contacto.

—Como desee, madame —respondió Jean-Baptiste—. Está en completo

control de la manera en que las cosas procedan entre su familia y la mía.

Solo dígame y proveeré lo que sea que necesite.

—Merci, che Monsieur13 —dijo Mamie, asintiendo elegantemente, y luego

girando, nos llevó hacia el portón.

Supe que estábamos bien cuando pasamos la fuente y Mamie, incapaz

de contenerse, levantó un dedo hacia el ángel y su adorable carga.

—¿Notaste ese espectacular ejemplo de escultura de la era Romántica,

Katya? Las cualidades diáfanas del vestido de la mujer solo podrían haber

sido alcanzada por un gran maestro. De seguro no Canova14 mismo. Pero,

11Oui, madame: sí, señora, en francés. 12Mes enfants: mis hijas en francés. 13Merci, che Monsieur: Gracias, querido Señor, en francés. 14 Canova: Antonio Canova fue un escultor y pintor italiano del Neoclasicismo.

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entonces de nuevo, me pregunto. En cualquier caso, verdaderamente

exquisito.

Lo furia de Mamie había pasado. Sonreí.

—Sí, Mamie. Lo he notado antes.

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Capítulo 9 Traducido por Dracanea

Corregido SOS por Samylinda

apy estaba esperando ansiosamente en la cocina cuando

entramos, jugando con una taza de té intacta.

—Es hora de que todos tengamos una charla —anunció Mamie

antes de que Georgia y yo pudiéramos escapar a nuestras

habitaciones. Ella nos conducía al salón, señalando las sillas

que quería que tomáramos.

No había visto a Papy desde que todo había sucedido. Él me miró

airadamente, sus rasgos difunden la cólera, el miedo y la decepción.

—Decir que estoy furioso sería un eufemismo15 salvaje —dijo, agarrando

los brazos de la silla.

—Lo siento mucho, Papy —le dije, queriéndolo decir.

Se quedó allí sentado mirando herido durante un momento, y luego todo

a la vez, era como un globo desinflado. Se echó hacia atrás en su sillón y

cerró los ojos, su mirada cambia en un segundo de “fuerza a tener en

cuenta” a “anciano cansado”.

Abrió los ojos y se concentró en mí.

—Cuando te prohibí ver a Vincent era por tu propia protección. No por lo

que tendrías que lanzarte en medio de una batalla sobrenatural.

—Hay cosas más importantes en juego que solo yo y Vincent, Papy —le

expliqué—. Toda su casa estaba en peligro y yo pensé que sabía quién los

iba a traicionar.

—Maldita sea su casa —declaró Papy brevemente, su ira volviendo.

Georgia rompió el silencio:

15 Eufemismo: el Eufemismo es una Figura Retórica que consiste disimular un término

desagradable o vulgar mediante su sustitución por otro término menos negativo.

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—Vincent es un inconsecuente ahora, Papy, después de haber sido

reducido a básicamente un fantasma.

Mi pecho se tensó mientras lo decía. A pesar de que ya era plenamente

consciente de la situación, de alguna manera lo hizo peor escuchar

afirmarlo de manera tan directa.

—Le dije a tu abuelo lo que pasó ayer —especificó Mamie.

Papy resopló para mostrar que a pesar de que se informó todavía no

estaba de acuerdo, pero su mirada severa se sostenía un poco.

—Está bien —admití—. Pon a Vincent y su casa fuera de la ecuación.

Solo tendremos que hablar de nuestra casa. Acerca de mí.

Tranquilicé mi voz. Llegar emocional no iba a ayudar a mi caso.

—Si te acuerdas, Papy, el numa que se presentó en la galería no estaban

detrás de Vincent. Fueron en pos de mí, ya que uno de sus parientes les

había informado que maté a su líder. Estaba segura de que sabía que les

había dicho. Y Georgia y yo fuimos a probarlo.

—Nunca pensé que era Arthur —comenzó Georgia, pero Mamie le disparó

una mirada y ella se calló.

Mi abuelo sacudió la cabeza con incredulidad.

—¿Por qué en el mundo ustedes niñas tomarían esto sobre ustedes

mismos?

—Debido a que Vincent no me creyó —le respondí.

—Es cierto que Kate descubrió al traidor. Nadie sospechaba de Violette

—comentó Georgia.

Los viejos de Papy, con manos forradas de venas se cerraron en puños y

golpeó los brazos acolchados de la silla.

—El resultado final no importa. Yo quería que te mantuvieras alejada de

ellos, Kate. No te involucres aún más en sus problemas.

Yo podría haber contestado que en una docena de diferentes maneras,

pero sentía que era más prudente en este momento mantener la boca

cerrada.

Mamie dejó al silencio que siguió asentarse antes de hablar.

—Bueno, ya has dicho tu parte, Antoine. Y, Kate, has oído a tu abuelo. A

pesar de que no le desobedeciste al pie de la letra su orden —que no se

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reunió con Vincent a espaldas de Papy— es hora de volver a las acciones

que a ti y a tu hermana ponen en peligro mortal. Y, si Violette habría

capturado a Vincent después, sus acciones llevaron ayer a la

desaparición.

—¡Mamie! —exclamó Georgia, jadeante, mientras mis ojos se llenaron de

lágrimas. Pero a pesar de que duelen, las palabras de mi abuela solo

vertieron queroseno en una llama de la duda de que ya había sido

amenazada con desencadenar en una hoguera completa. Aunque Violette

había planeado matar a Vincent y derrocar a los revenants, todo había

llegado a un punto crítico a causa de mis acciones.

Nadie lo había mencionado en La Maison. Vincent que era presa de

Violette fue completamente por su error en la mente de los revenants.

Pero no podía dejar de preguntarme cómo las cosas habrían resultado si

no hubiera precipitado su enfrentamiento. Iba a tener que vivir con esa

pregunta. Y la culpa.

Al ver mi cara, Mamie se levantó de su silla y se acercó para colocar una

mano en mi brazo.

—Lo siento, querida. No quise decirlo de esa manera —admitió ella—.

Pero ahora estamos todos juntos en este lío. El numa sabe quiénes somos

y dónde vivimos. —Hizo una pausa y se volvió a Papy—. Por eso me parece

que ordenar a nuestras nietas que se mantengan alejadas de sus amigos

revenant en este punto, con el tiempo haría más daño que bien.

—Pero, ¡Emilie! ¿Cómo puedes decir eso? —exclamó Papy, poniéndose de

pie.

—Porque acabo de regresar de una larga discusión con el jefe de Bardia

de Francia, Monsieur Grimod de la Reynière.

Las cejas de Papy se dispararon hasta el nacimiento del pelo.

—¡Así que ahí es donde has estado! —Él miró con incredulidad a mí y a

Georgia, que parece que no podía aguantar mucho más. Mamie continuó

como si no hubiera hablado—. Y nosotros dos, junto con su compañero,

un historiador muy bien informado, discutimos la manera más prudente

de seguir adelante.

Mi abuelo volvió a hundirse en su asiento con una expresión como si

hubiera recibido una bofetada.

—Y eso sería… —solicitó.

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—Se da la circunstancia que el señor Grimod ya había creado un sistema

en el que Kate estaría escoltada allá donde fuera. Sin embargo, ayer ella

y Georgia lograron eludir ese sistema al dejar la escuela durante un

tiempo en que los revenants pensaban que estaban a salvo—. Mamie me

lanzó una mirada de desaprobación, pero ya estaba sintiéndome tan

deprimida y culpable que no tiene ningún efecto—. Él también considera

que si el numa no tenía conocimiento de Kate o Georgia, el mejor curso

de acción sería mantenerse lejos de los revenants.

Ahora fui yo quien se sintió abofeteado.

—¿Cómo puede afirmar eso después de que él fue el que me pidió que

volviera a hablar con Vincent cuando rompimos?

—Me lo admitió a mí, Kate —respondió Mamie—. Me dijo que era una

mala decisión de su parte. El hecho de que solo estaba pensando en

Vincent, porque nunca lo había visto perturbado así antes. Uno piensa

en un niño solo en esas circunstancias, y que fue negligente al no haberte

considerado a ti y a tu seguridad.

Papy dio una especie de ruido de carraspeo, señalando su disgusto.

—En cualquier caso, lo que está hecho, hecho está, y los dos de acuerdo

en que en este momento estás más cerca de los revenants que lejos de

ellos. En realidad, todos lo estamos. Monsieur Grimod dice que en este

momento Violette está empeñada en la guerra, y que debe considerar

cualquiera de sus aliados o los contactos de riesgo, a pesar de que no es

seguro que vaya a mantener su interés en las chicas ahora que tiene a

Vincent.

Así. Jean-Baptiste no le había dicho a Mamie que Violette me podría

utilizar como cebo para que Vincent le obedezca todos sus caprichos. Esa

fue la verdadera preocupación en lo que a mí respecta, la única razón por

la que se ocuparía de mí en lo más mínimo.

—Jean-Baptiste me prometió que Kate y Georgia tendrán revenants

observándolas veinticuatro/siete16. —Se volvió hacia nosotros—. No se

preocupen, niñas, que ni siquiera sabrán que están ahí.

—¿Les está asignando dos guardaespaldas a tiempo completo? —

preguntó Papy, confundido.

16 24/7: se refiere los siete días de la semana, las 24 horas.

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—Créeme, Antoine, Monsieur Grimod tiene un montón de revenants a su

servicio. Esto escasamente mella en sus números. ¿Qué sientes al

respecto?

Papy miró entre las tres, y luego, cruzando los brazos sobre su pecho,

exhaló un largo y triste suspiro.

—Ma princesse17 —dijo, frente a mí—. Sé que Vincent y los suyos están

aquí para ayudar a la humanidad. Ese es uno de los buenos. Si no fuera

por el hecho de que estar cerca de él y de su parentela te puso en peligro,

consideraría un honor estar asociado con ellos. Pero su seguridad es el

mundo para mí, y eso lo cambia todo en mi mente.

Mi abuelo hizo una pausa, pensando:

—Si te pedimos que renuncies a Vincent y los suyos, ¿lo harías? —Me

preguntó.

No podía mirarlo a los ojos. Masajeándome la frente con la punta de los

dedos durante unos segundos, admití:

—No.

—Una respuesta sincera —dijo Mamie—. Debido a eso preferiría que

colaboráramos con Jean-Baptiste para mantenerte a salvo, en lugar de

restringir que los veas como Papy hizo. —Mi abuelo comenzó a estar en

desacuerdo, y Mamie levantó una mano en señal de paz—. Muy

razonable, querido, no te culpo por lo más mínimo. Pero eso condujo a

Kate a su campamento sin nuestro conocimiento.

Papy se sentó, derrotado.

—A pesar de que es lo contrario de mis inclinaciones naturales —mi

abuela continuó—, yo siento que lo mejor es que se quede bajo protección

de los revenants, siempre y cuando sepamos dónde se encuentra en todo

momento.

Se volvió hacia mi abuelo.

—Antoine, ¿puedes encontrar la manera de estar de acuerdo conmigo?

Mi abuelo se sentó allí mirando miserable.

—No me gusta, pero tiene sentido. No hay duda de que los revenants

pueden proteger mejor que nosotros a las chicas. Estoy de acuerdo con

17 Ma princesse: Princesa mía, en francés.

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esto como un plan a corto plazo, pero quiero que todos sepan que me

siento arrinconado y eso no es lo que yo quería en lo más mínimo.

—Todos sabemos eso —permitió Mamie, y luego se volvió hacia

nosotras—. Chicas, ¿tenemos su palabra de que no van a tratar de

quitarse de encima a sus guardias como lo hicieron ayer, o salir de la

casa como hoy, a menos que estén acompañadas?

Georgia y yo estuvimos de acuerdo.

—Bueno, entonces. Tenemos un acuerdo.

Fui a abrazar a mi abuela, y cuando me incliné, le susurré al oído:

—Lo siento mucho, Mamie.

—Yo también, querida Katya —respondió. Desde la mirada de

preocupación en sus ojos, sabía que no estaba hablando de mis acciones.

Ella sentía que había perdido a Vincent, pero aún más triste de que lo

había conocido en el primer lugar.

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Capítulo 10 Traducido por KatieGee

Corregido SOS por Samylinda

e levanto pensando, día dos. Segundo día de Vincent como

un espíritu incorpóreo, y no estamos cerca de liberarlo de

Violette.

Ugh. Violette. Solo su nombre me hace enfermar, una

palabra evocando una minúscula, delicada flor morada.

Cambiando unas cuantas palabras, sin embargo, y tendrías “Violenta.”

“Violar.” El deseo de venganza se encendió dentro de mí. Quería hacerle

daño. Hacerle pagar por la traición y el asesinato que ha infligido en la

Bardia y en mí.

Tragué el bulto de amargura en mi garganta, y sabía a bilis. Toda mi vida,

nunca he odiado realmente a nadie. Está bien, he odiado al asesino de

mis padres, un conductor ebrio, pero ella ha sido abstracta, una persona

anónima que nunca conocí. Ahora mi odio tenía una cara. Un nombre. Y

sentí su veneno quemando mis venas.

La verdad es que se sentía bien. Porque cuando me concentré en la

venganza, me hizo olvidar de mi desesperación. El horrible vacío y dolor

que he estado sintiendo, el conocimiento de que nunca tocaré la mano,

cara, boca de Vincent otra vez, nunca escucharé su baja voz

enumerándome los nombres de sus mascotas, fue temporalmente

sumergido por el odio que sentía por la persona que le ha hecho esto a

él.

Para, me ordené. Cediendo a mi odio no iba a hacer nada por Vincent,

solo a mí. E incluso si hubiera arreglado para pagarle a Violette de vuelta,

aún estaría ida con mi perdida. Tenía que pensar más allá de mi rabia.

Ayer, en la habitación de Jeanne, tuve que resolver para encontrar una

solución. Tenía que hacer algo que pudiera hacer. Algún tipo de secreto

que pudiera descubrir para liberar a Vincent. Tal vez incluso traerlo de

vuelta. Mis pensamientos crecieron con posibilidades. Podría haber

esperanza para él. ¡Para nosotros!

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Pero tan rápido como el pensamiento se me ocurrió, un no-seas-estúpida-

Kate me arrebató mi optimismo. Revenant podrían regenerar heridas o

partes cortadas del cuerpo, pero no todo un cuerpo. Y si hubiera alguna

manera de que pudieran, los parientes de Vincent ya sabrían sobre eso.

Tal vez no, me dije. Tal vez Bran sabía algo que el Bardia no. Por lo

menos, tenía que haber una manera de liberar a Vincent de su enlace

con Violette. Iba a tratar. Ese propósito me propulsó fuera de mi cama y

dentro de mi ropa, y cuando miré a mi teléfono y vi el mensaje de Jules,

estaba lista.

Estoy una vez más encargado y disponible para darte una actualización.

Desafortunadamente, la actualización es que no hay noticias. JB piensa

que es mejor si tú y G pasan el día aquí. Me voy a la casa de Vincent. Tus

escoltas estás esperando por ti abajo.

Golpeé en la puerta de Georgia.

—Entrez18 —gritó. Para mi sorpresa, mi hermana estaba despierta,

vestida, y completamente arreglada. El terrible hinchazón en su cara

había bajado, y con un experto trabajo lo había disimulado, todo lo que

podrías ver eran unas pocas marcas amarillas a lo largo de su mejilla y

la mandíbula.

Asentí a su reloj.

—8 a.m., sábado. Cualquier otro día hubiera pensado que acabas de

llegar a casa de tu noche afuera. Pero desde que he sido testigo de ti en

tu piyama anoche…

—Vamos a La Morgue, ¿verdad? —preguntó. Mirando a su espejo de

tocador, roció algo de espuma en sus dedos y los corrió por su cabello.

—¿La Morgue? —pregunté.

—Quiero decir La Maison, claro —dijo con una sonrisa torcida—. Se me

fue la lengua. Todos esos chicos muertos, tú sabes.

Sacudí mi cabeza, perpleja.

—Sí, en realidad. Jules testeó que JB piensa que deberíamos pasar el día

allá.

—Hmm. Como que había figurado que lo haría —dijo, aplicando un

último golpe de colorete y girándose a mí—. Entonces… ¿vamos?

18 Entrez: “entra” en francés.

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Mamie estaba esperando en la cocina. Alzó una ceja cuando nos vio

llegando a la mesa completamente vestidas.

—Tomo que han oído de la invitación de hoy a La Maison, como la llaman.

—Configuró la cafetera en la mesa y, sirviéndose una taza, se sentó—. Su

Papy fue temprano a la galería, y Monsieur Grimond acaba de telefonear.

Estamos de acuerdo que es lo mejor si ustedes pasan el día en la

protección de su casa… mientras Violette está suelta en París, claro —

dijo.

Su voz estaba calmada, pero estaba agarrando su minúscula taza de

expreso tan estrechamente que estaba sorprendida que el asa no se

rompió. Ella sabía que estaba haciendo lo correcto pero no le gustó ni un

poco. Le di un pequeño abrazo y tomé un vaso de jugo de toronja mientras

Georgia se engulló algo de café negro.

—¿Podemos tomar esto con nosotras? —pregunté, sosteniendo un

croissant.

—Claro. Las acompañaré abajo —dijo Mamie, parándose y suavizando su

falda rápidamente antes de mandarnos por la puerta.

—¿Vas a estar bien aquí por ti misma? —pregunté. Su exagerada muestra

de calma estaba enloqueciéndome.

—Monsieur Grimond me invitó a mí también, pero preferiría quedarme

aquí y trabajar que sentarme alrededor de la casa de otra persona. Me

prometió que tendrá a sus personas vigilando nuestro edificio, justo como

va a hacer por la galería de Papy. Así que no se preocupen por nosotros

—dijo.

Ambrose y Arthur estaban esperando afuera de la puerta.

—Bonjour, madame Mercier —llamaron, y ella sonrió agradecida.

—Qué chicos tan corteses —dijo con aprobación, y paró en la puerta

viéndonos hasta que doblamos la esquina y perdí vista de ella.

Arthur ofreció un brazo a Georgia, pero ella pretendió que no lo había

notado, señalando a un poster de película a un lado de un quiosco de

noticias y hablando con él sobre las últimas películas de Hollywood.

Ambrose rió y me guiñó un ojo.

—Tu hermana está volviendo al pobre chico loco. —Mordió el croissant

que Georgia le había dado, devorando la mitad de la pasta en una

mordida.

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—Si ese es su fuerte —comenté secamente—. Así que —ponme al día.

Quiero decir, Jules me dio una actualización de no-noticias, pero me dio

los detalles de las no-noticias.

Mordisqueé el final de mi propio croissant de hojaldre y lamí la miga de

mis labios.

—Hemos estado toda la noche fuera, peinando París por Violette y

compañía. Sin suerte —dijo, pareciendo molesto—. Es como si solo

hubiera desaparecido. Jules aún está en ello, aunque, junto con

Charlotte, Genevieve, y todos los revenants de París.

—Además de ti y Arthur —señalé.

—Y Franck, volant. —Gesticuló al aire sobre nosotros—. Sí, los tres

fuimos etiquetados para vigilarte y defender La Maison contra cualquier

“ataque sorpresa.”

Él acentuó esas dos últimas palabras con dedos citando, obviamente

molesto por estar fuera de la acción.

—Bueno, una vez atrapemos a Georgia en La Maison, puedo ir contigo

para unirnos a la caza. Estoy segura que con todos los chicos de

seguridad que tiene, Arthur puede vigilar el fuerte.

Ambrose parecía dudoso.

—Sí, podrías querer preguntar a Gaspard sobre eso —respondió él,

claramente pensando que era una mala idea.

—¿Así que Gaspard no está fuera con las partidas de búsqueda? —

pregunté.

—No. Él y JB están interrogando al Hombre Bizarro —replicó—.

Intentando encontrar una manera para separar a Vincent de Violette, y

fisgonear en cualquier otro secreto curativo de él.

Así que, JB y Gaspard estaban pensando seguir las mismas líneas que

yo: Bran podría saber algo que podía ayudar a Vincent. Un pequeño balón

de esperanza se infló en mi pecho. Sentí como si corriera el resto del

camino a La Maison, pero Arthur y Ambrose actuaban como si tuvieran

todo el tiempo del mundo.

No habíamos caminado dos bloques cuando Arthur paró de repente y

miró detrás de nosotros.

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—Numa —dijo él—. Frank dice que había dos en el parque al otro lado en

frente de la casa Mercier. No les situamos hasta que comenzaron a

seguirnos.

—No mires atrás —dijo Ambrose, cuando hice justo eso. Un par de

jóvenes en sudadera, pareciendo totalmente normales excepto por las

auras numa sin color rodeándoles, se presentaron en el parque y fueron

hacia la rue du Bac. No estaban intentando esconder el hecho que nos

estaban rastreando, y encontraron mi mirada firmemente.

—¿Vuelo o lucha? —preguntó Ambrose a Arthur, sonriendo ampliamente

cuando dio unas palmaditas a la funda de cuero atada a su cintura

debajo de su largo abrigo.

Una mujer mayor apoyada en el brazo de un trabajador uniformado

asistente domiciliario cojeó lentamente al pasarnos hacia los numa.

Arthur levantó una ceja.

—¿Con testigos humanos? Realmente no me estás haciendo esa pregunta

—respondió él—. O caminamos más rápido para evitar la confrontación,

o esperamos a averiguar qué quieren.

Arthur y Ambrose se giraron y tiraron juntos, creando una pared

defensiva delante de mí y Georgia. Rápidamente, los numa se giraron y

cruzaron la calle para caminar hacia un delgado callejón lateral,

actuando como si nunca nos hubieran visto. Pero antes de que salieran

de la vista, uno de ellos se giró y, sonriendo con suficiencia, nos saludó.

—Está bieeen —pronunció Ambrose, mirando detrás del numa con

confusión.

—Eso fue una advertencia —dijo Arthur—. Solo nos quieren para saber

que estaban allí. Vamos.

Él levantó su brazo otra vez, y esta vez Georgia rápidamente lo tomó.

Ambrose colocó un brazo protector alrededor de mis hombros, y

caminamos a un paso acelerado hacia La Maison.

Gaspard nos encontró en la puerta delantera.

—Frank vino directamente para informarnos de su fiesta de bienvenida

—dijo él, animándonos a todos a entrar—. ¿Quién sabe a qué juegos

están jugando esos numa? No tenemos ninguna noticia de... o señal de...

su líder.

Entramos al pasillo delantero y Ambrose acechó justo dentro de la

puerta, los brazos cruzados y un frunce en su cara, mostrando su

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desagrado al ser excluido de la acción. Sabía lo que estaba sintiendo; lo

mismo sentía yo.

—Gaspard —dije, tomando el lado del revenant más viejo—, ¿has

descubierto algo de Bran que ayude a Vincent?

—Desafortunadamente, no, Kate. Pero no hemos terminado de discutir la

cuestión.

Sentí que mi pequeño balón de esperanza explotaba y se marchitaba.

Pero no dejaría de intentarlo.

—Sé que prometiste a mis abuelos protegernos —continué—. Pero creo

que la mejor manera de hacer eso es dejándome ir con Ambrose para

unirme a los equipos de caza. Dos personas más realmente ayudarán en

la búsqueda.

Gaspard comenzó a sacudir su cabeza, pero continué:

—Sabes que puedo defenderme por mí misma ahora. Me vestiré por si

acaso, y prometo quedarme fuera de la acción si hay alguna.

—Si Kate va, yo también voy. Estoy segura que puedo luchar tan bien

como ella —manifestó Georgia.

Ambrose la miró con ojos saltones durante un minuto y luego comenzó a

reír tan fuerte que estaba apartando las lágrimas.

Un sonrojo creció desde el cuello de mi hermana a su cara.

—¿Qué? —exclamó.

—Lo siento, pero esa es la cosa más divertida que he oído nunca —jadeó

él, juguetonamente golpeando a Georgia en el hombro—. ¿Tú...

luchando? Chica, me desternillo.

—De hecho, fui a preguntarle a Gaspard hoy si comenzaría a entrenarme

—dijo ella, testarudamente doblando sus brazos a través de su pecho.

Eso envió a Ambrose a otro conjunto de risas. Viendo cuán loca estaba

poniendo a mi hermana, él cubrió su boca y se alejó.

—Sería un honor entrenarte, querida —replicó Gaspard—. Pero hoy no

es el día para comenzar. Tengo más cuestiones presionando que

ocuparme de eso, y Kate actualmente debe venir conmigo. —Él me miró

y levantó una ceja—. Bran ha estado preguntando por ti en particular,

querida. Pareces ser un consuelo para él. Desde que tú encontraste a su

madre, él te ve como un tipo de vínculo viviente con ella.

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Arthur habló.

—Si Georgia aceptara a un maestro inferior para su primera lección,

estaría complacido para instruirla en el entrenamiento de lucha.

—Una idea muy buena —replicó Gaspard, y, girándose, él comenzó su

camino escaleras arriba hacia la biblioteca. Comencé a seguirle, pero

paré cuando oí a Ambrose reírse a carcajadas

—Ahora esto es algo que tengo que ver. —Él golpeó a Georgia a través de

los hombros y la sacudió juguetonamente—. ¿Te importa si voy a mirar?

—¿Todo esto ha sido decidido sin mi consentimiento? —dijo Georgia

glacialmente—. Pregunté a Gaspard. Él es el maestro de lucha.

Una luz brilló en el ojo de Arthur, y descendió sobre una rodilla delante

de Georgia, tomando sus manos en las suyas.

—Ma chère mademoiselle, ¿podría tener el sincero placer de ser al que

elija para introducirla en el arte del combate? Lo consideraría el honor

más grande.

Ella miró a dónde yo estaba de pie observando a medio camino en las

escaleras, levantando sus cejas como si pidiera mi opinión. Me encogí de

hombros, sofocando una risa.

Volviendo su mirada hacia el antiguo revenant sobre su rodilla delante

de ella, Georgia miró dudosamente a Arthur durante un momento, y

luego sonrió.

—Bien, mierda. Cuándo te pones así, ¿cómo puedo negarme? —Y ella le

levantó de su posición arrodillada y situó su mano ligeramente en su

brazo.

—¡Hombre, has conseguido los movimientos! —murmuró Ambrose a

Arthur cuando les siguió por el pasillo hacia la armería.

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Capítulo 11 Traducido por Isane33

Corregido por Maniarbl

ran estaba sentado apoyado sobre las almohadas en la cama de

Vincent mientras que Jeanne se quejaba con una bandeja al lado

de él.

—Mi buena señora, le aseguro que estoy perfectamente bien —

decía él cuando entramos.

—Has mejorado desde ayer, pero sigues estando demasiado débil para

levantarte —insistió el ama de llaves.

Bran buscó la ayuda de Jean-Baptiste, que estaba sentado junto a la

cama.

—No esperes que contradiga a Madame Degogue —dijo JB con una

sonrisa, levantando las manos en un gesto de impotencia—. Si ella dice

que te quedes en la cama, entonces te aconsejo que hagas eso.

Bran cerró los ojos con frustración y se recostó contra las almohadas.

—Kate está aquí —anunció Gaspard cuando nos acercamos. Acercó dos

sillas a la cama para nosotros.

—Gracias por venir —dijo Bran, entrecerrando los ojos mientras me

miraba. ¿Por qué sigue dándome esas miradas extrañas?, pensé. Bran

parecía casi sentir repulsión por mí a veces, y en otras como si quisiera

adoptarme como su sobrina preferida.

—Monsieur Grimod, Monsieur Tabard y yo estábamos a punto de hablar

de lo que sé sobre el Campeón, y yo quería que estuvieras aquí ya que

estamos hablando de tu… —vaciló.

—Novio —dije, llenando el espacio en blanco para él, y sonrió

extrañamente. Ahí iba de nuevo, mirándome como si hubiera algo mal.

Me peiné el cabello con los dedos y, sin encontrar nada sobresaliendo de

él, me decidí por cruzar mis brazos y moverme nerviosamente.

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—Sí. Bueno, estábamos comparando la versión de la profecía de la bardia

con la que mi familia ha transmitido. Es básicamente lo mismo. —Cerró

los ojos y comenzó a recitar de memoria—: En la Tercera Era, las

atrocidades de la humanidad serán tal que el hermano traicionará al

hermano y los numa superarán a los bardia y la preponderancia de las

guerras ensombrecerá el mundo de los hombres. En este momento los

bardia se levantarán en Galia que será un líder entre los de su clase...

Estaba escuchando las extrañas frases viejas cuando de repente sentí

otra presencia en la habitación.

¡Kate, estás aquí! Las palabras chisporroteaban en mi mente como

relámpagos.

—¡Alto! —grité. La boca de Bran se cerró y los tres hombres se quedaron

mirándome—. Es... es Vincent. ¡Él está aquí! —tartamudeé en estado de

shock.

Mi corazón latía con tanta fuerza contra mi caja torácica que en realidad

dolía.

—Gracias a Dios, Vincent. Te escapaste —le dije, ahogándome con mis

palabras.

No, mi amor, no lo hice. Solo tengo un minuto antes de que Violette me haga

volver. Habla con el guérisseur por mí.

—Quiere que hable con Bran —le expliqué a los hombres asombrados, y

empecé a retransmitir su mensaje palabra por palabra.

—Violette quiere saber si tienes el secreto para la transferencia de

energía, la transmisión del poder del Campeón a quien lo derrotó.

—Sé que hay algo de eso en los registros de mi familia —confirmó Bran,

hablando hacia un punto en el aire a la derecha de mi cabeza.

Miré hacia arriba para ver lo que estaba mirando, pero el espacio a mi

lado estaba vacío. Vincent volvió a hablar y traduje.

—¿Puedes conseguir la información para ella?

—Necesitaría unos días para recuperarla —respondió Bran.

Y así, la voz de Vincent desapareció.

—¿Qué ha pasado? —Jean-Baptiste lució confundido.

—Él dijo que solo tenía un minuto —le expliqué—. Entonces Violette iba

a hacerlo regresar.

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—¿Quién era ese fantasma con el que estuviste hablando? —preguntó

Bran, confundido.

—Ese era Vincent.

—Lo pude ver —respondió Bran lentamente.

—¿Lo pudiste ver? —solté.

—Vi su aura. Él se movía al lado de tu hombro —dijo, señalando con la

cabeza hacia el espacio que había estado mirando—. ¡Asombroso! ¡En

realidad vi un espíritu volant!

Un shock silencioso se apoderó de nuestro pequeño grupo, todos

asombrados por este aparente milagro, y entonces, de pronto, Vincent

estaba de vuelta.

Mon ange, estoy aquí, sus palabras llegaron.

Los ojos de Bran se movieron de nuevo al espacio al lado de mi cabeza.

—Ha vuelto.

Asentí con la cabeza.

—Dice que Violette te dará tres días para encontrar la solución a la

transferencia de energía. Ella está dejando a Vincent con nosotros para

quedarse y mirar, pero lo hará regresar a ella tantas veces como quiera.

—¿Y “él” es el que cuyos poderes Violette busca? —insistió Bran.

—Sí —afirmó Gaspar—. Como ya hemos explicado, después de asesinar

a tu madre, Violette lo mató y quemó su cuerpo con el fin de obtener el

poder del Campeón.

Bran se recostó sobre la almohada.

—Bueno, eso explica por qué la transferencia de energía no funciona —

dijo en voz baja.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Jean-Baptiste.

—Es simple. Este chico no es el Campeón.

Jean-Baptiste, Gaspard y yo nos miramos el uno al otro, sin palabras.

Bran continuó:

—Como mi madre y yo sospechábamos que podría ser el caso, resulta

que yo soy el Vidente del Vencedor. El guérisseur de mi línea que ha sido

elegido para identificar al Vencedor… el Campeón.

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—Pero, ¿cómo lo sabes? —le pregunté, incrédula—. La semana pasada

me dijiste que no estabas seguro.

—Ah, pero solo acaba de suceder —dijo Bran, sonriendo débilmente y

cambiando su mirada a JB—. Desde el momento en que tomaste mi mano

ayer, el jefe de los revenants tocando al representante de mi familia de

guérisseurs, todas sus auras cambiaron ante mis ojos.

—Así que “eso” fue lo que pasó —dijo JB.

Bran asintió.

—Sentí el poder apoderarse de mí y… —vaciló, eligiendo cuidadosamente

sus palabras—: Sé muy definitivamente que soy el que va a identificar a

su salvador. Y este espíritu volant que está con nosotros no es el elegido.

Estoy seguro de ello.

—Pero, ¿cómo…? —comenzó a preguntar Gaspard, pero Bran lo

interrumpió:

—No me preguntes cómo, mi nuevo amigo. He accedido a ayudar en todo

lo que pueda, pero hay algunos secretos que estoy obligado a conservar.

Hubo silencio de radio en mi mente mientras Vincent le empezó a hablar

directamente a Gaspard.

—Sí. Estoy de acuerdo. —Gaspard asintió con la cabeza en respuesta a

algo que él dijo, y se volvió hacia Jean-Baptiste—. Vincent dice que, si lo

que el guérisseur dice es cierto, no podemos dejar que Violette descubra

su error. Cuanto más tiempo desperdicie tratando de lograr esta tarea

infructuosa, más la vamos a mantener a raya de traer la guerra a la vuelta

de la esquina.

—Pero si la entretenemos, ¿no te pondrá eso en peligro? —le pregunté a

Vincent. Cuanto más la veía en acción, más me estaba asustando de

Violette.

Violette no puede hacer nada para hacerme daño, respondió

tranquilizadoramente, pero la forma en que dijo “hacerme” insinuó que

Vincent no era el único en peligro.

—Si retrasamos el período de tres días que Violette ha establecido,

podemos tener la oportunidad de encontrar el verdadero Campeón, ahora

que tenemos el hombre que lo puede identificar —dijo JB, asintiendo con

la cabeza a Bran—. Podríamos convocar a todos los revenants de París

para que puedas ver si él es uno de nosotros.

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—Voy a hacer lo que pueda —dijo Bran.

—Voy a decirle a Ambrose que organice una reunión de los bardias de

París de inmediato —dijo Gaspard, y salió apresuradamente de la

habitación.

—Vincent, ¿Violette realmente no ostenta el poder suficiente sobre ti, que

puede obligarte a que le digas lo que estamos haciendo si te hace

regresar? —preguntó Jean-Baptiste. Escuchó durante un momento y

sus ojos se desviaron hacia mí, su expresión sombría—. Ella no lo puede

obligar a hacer algo contra su voluntad —transmitió—. Sin embargo,

como sospechábamos planea usar algo querido para él para obligarlo.

Jean-Baptiste se quedó en silencio por un momento, y luego dijo:

—Te lo prometo, Vincent. Durante los próximos tres días no vamos a

dejar a Kate fuera de nuestra vista.

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Capítulo 12

Traducido SOS por QueenDelC y AntoD

Corregido por Maniarbl

a puerta se abrió por completo, y Jules entró apurado en la

habitación.

—Acabo de ver a Gaspard —jadeó—. ¿Es verdad? ¿Vincent ha

vuelto? —Escuchó por un segundo, y luego, prácticamente se

me lanzó encima, hablándole a Vincent mientras

simultáneamente me sacaba el aire—. Oh, amigo, me alegra tanto tenerte

de vuelta.

Grité.

—¡Jules! ¡Oxígeno!

—Lo siento, Kate —dijo, soltándome—. Solo estoy contento de verlos a

ambos, y eres la única a la que puedo tocar, en realidad.

Me reí mientras acomodé mi arrugada playera.

—Está bien.

Bran, Jean-Baptiste y Gaspard comenzaron a hablar con seriedad sobre

la profecía, el Campeón, y lo que se podría hacer una vez que fuera

identificado.

Jean-Baptiste alejó la mirada un momento y dijo:

—Claro, Vincent. Pero regresa pronto. Necesitamos preguntarte sobre

Violette y sus planes.

—No nos necesitan justo ahora —dijo Jules, sus ojos brillando como si

se acabara de ganar la lotería—. Vince, vamos a mi habitación, ¿te

parece?

Vincent debió haber accedido, porque Jules tomó mi mano y salimos,

hacia el pasillo, sobre las escaleras dobles y a través de una puerta junto

a la que salía a la terraza del techo. Me quedé de pie mirando una

habitación que nunca había visto. El cuarto de Jules era el ático. Pero en

lugar de ser del tipo de ático oscuro y mohoso, estaba cubierto por rayos

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de sol que caían desde una gran ventana de vidrio esmerilado puesta en

el cielo.

Dibujos de carboncillo y lápiz llenaban la habitación, apostados en cada

superficie posible y enrollados en tubos pegados a los muros. Una cama

estaba en la esquina de la habitación con más dibujos apilados encima.

El cuarto tenía un aroma almizcleño y artístico, como colonia mezclada

con papel, tinta y mina de lápiz.

Jules me dirigió hacia un sofá de pana color granate bajo el tragaluz.

—¿Y cómo estás? —preguntó. Hice una pausa, sin estar segura a quién

le hablaba. Pero la manera en la que se sentó quieto, escuchando, sabía

que Vincent estaba respondiendo su pregunta.

—¿Y tú, Kate? —preguntó Jules, tomando mi mano.

—Bien. Gracias por mensajearme con la no-noticia esta mañana. El

último par de días han sido horrorosos. —Señalé el aire—. Vincent,

estaba tan preocupada por ti.

Y yo por ti.

Sus palabras eran como una caricia. Pero me dejaron queriendo más.

—¿Estás bien? ¿Violette te lastimó? —pregunté.

No podía hacer mucho además de destruir mi cuerpo, además de

mantenerme alejado de ti.

Comencé a hablar, y luego titubé.

¿Qué?, preguntó Vincent.

—¿Se siente extraño saber que no eres el Campeón? —pregunté con

cuidado—. Quiero decir, ¿estás decepcionado? ¿Molesto?

Hubo un momento de silencio y luego Vincent dijo: No podría estar más

aliviado, para decirte la verdad. Si ese hubiera sido el papel que me diera

el destino, lo habría aceptado. Habría dado todo. Pero solo fue algo más

que nos complicó las cosas. Que hizo nuestra situación aún más frágil. Así

que, pensando egoístamente, me alegra ver que el título le va a alguien

más.

Al escuchar mi mitad de la conversación, Jules intervino:

—Nunca pensé que diría esto, amigo, pero yo, al menos, estoy contento

de que resultaras ser como el resto de nosotros. De otra forma, Violette

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ya tendría dando vueltas en París a alguna clase de Hulk numa mestizo.

Aunque la situación presente no es exactamente la óptima.

Nos quedamos callados por un momento, y luego escuché las palabras

de Vincent.

Daría lo que fuera por abrazarte ahora mismo.

—Yo también —susurré. Me embargó la tristeza mientras, una vez más,

me di cuenta de que tocar a Vincent sería algo que no sucedería de nuevo.

Abracé mis brazos protectoramente a mí alrededor.

¿Estaría bien…? Vincent hizo una pausa. ¿Puedo usar a Jules para

abrazarte?

Sus palabras me electrificaron, golpeándome con emociones

encontradas. No quería a Jules. Quería a Vincent. Pero mi necesidad por

él era tan grande que estaba dispuesta a comprometer este punto. Solo

complicaba las cosas que el flirteo de Jules parecía más que un jugueteo

a veces. La idea de estar físicamente cerca de él, como quería estarlo con

Vincent, sonaba como una advertencia en mi cabeza. ¿Y si tomaba las

cosas de otro modo?

Si fuera completamente honesta, sabía que tenía sentimientos hacia mí.

Además, sospechaba que tenía sentimientos similares por la mitad de la

población femenina de París.

Viendo la repentina curvatura en los labios de Jules, supe que Vincent le

había preguntado lo mismo a él.

—Entonces, Kate —dijo, levantando una ceja y reprimiendo una enorme

sonrisa—. ¿Me aceptarías como suplente para un abrazo? —Pero su

sonrisa desapareció cuando notó mi expresión, y supe que sus bromas

cubrían la misma pérdida y dolor que sentía por su amigo.

—¿Volveré a tenerte otra vez? —le pregunté al aire.

Me tienes de nuevo, mon ange.

Eso no era a lo que yo me refería, y él lo sabía. Sentí mis ojos ardiendo

por las lágrimas. Tenemos muchas cosas en las que pensar, las palabras

vinieron de Vincent, pero por ahora, déjame abrazarte.

Asentí con aprobación, y el cuerpo de Jules se sacudió como si hubiese

tenido un repentino escalofrío. Y entonces fue como si dos chicos

estuvieran mirándome. Los ojos de mi leal amigo, y los de mi verdadero

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amor, ambos mirando desde detrás del rostro juvenil de Jules. Incapaz

de soportarlo, aparté la mirada y me incliné hacia sus brazos.

Se sentía como Vincent. La forma en la que me apretaba firmemente

contra él. Conocía su tacto: era Vincent. La presión exacta que usaba

mientras acariciaba mi espalda con sus dedos, yo conocía esos

movimientos y eran de Vincent. Y eran las palabras de mi novio hablando

con la voz de su amigo mientras nos abrazábamos.

—Estaba tan asustado, Kate. Pensé que nunca volvería a verte. Que

estaría atado por toda la eternidad a Violette y que nunca sería capaz de

volver a ti. Que siempre estaríamos separados por una distancia que yo

no podría cruzar.

Mis palabras eran como un río, fluyendo por mis labios antes de formarse

completamente en mi mente.

—Te extrañé. Te necesitaba. Tenía miedo de que te hubieras ido.

Moví mis manos desde su espalda a su cabeza, entrelazando mis dedos

con su cabello, atrayéndolo hacia mí. Presionando mis labios contra los

suyos, lo besé mientras las lágrimas bajaban por mis mejillas hasta

nuestras bocas. Saboreé la sal mientras nuestro beso se profundizaba.

Era el beso con el que no me había atrevido a soñar las noches pasadas.

El beso de encontrarnos de nuevo.

Comenzando suave, y luego haciéndose más apasionado, inundando mis

sentidos con el cuerpo de mi amor. Sus suaves labios y su cálida boca,

buscando, explorando y encontrándome una vez más. Sus manos en mi

pelo y su pecho presionado fuertemente contra el mío. El sonido de su

respiración entrecortada como si necesitara de mí, se hace tangible a

través de cada centímetro de nuestra piel tocándose. Se sentía como si

estuviéramos al borde de consumirnos el uno al otro, en cuerpo y

espíritu. Que si seguimos presionando contra el otro podríamos

realmente encajar. Fundirnos en una sola persona.

Entonces lo sentí retroceder y abrí mis ojos.

Y a pesar de que todavía era Vincent mirándome a través de los ojos

castaños, Jules estaba ahí también. Me aparté en contra de mi voluntad,

luchando contra mis ganas de ignorar los hechos y sumergirme en la

ficción.

Pasando mis dedos por su cabello una última vez, me separé de él, y vi

cuando un temblor sacudió el cuerpo de Jules. De repente, solo había un

chico mirándome. Y no había afecto en sus ojos. Había dolor.

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Tomé su mano y espeté:

—Lo siento tanto, Jules. No quería… Olvidé quién…

Jules apartó sus manos de la mías, y presionó con fuerza sus palmas

contra sus ojos. Respirando profundo, se inclinó hacia mí, con los brazos

cruzados contra su pecho.

—Detente mientras todavía estás al frente, Kate, y puedo tomarlo como

un cumplido. —Él intentó formar una sonrisa despreocupada en su

rostro—. No, realmente, Vince. Puedes usarme como tu marioneta sexual

cuando quieras, siempre y cuando sea con Kate —bromeó él. Mis mejillas

ardieron rojas por la vergüenza. Tenía ganas de llorar, pero estaba

demasiado horrorizada como para hacer algo más que sentarme y mirar

a Jules levantarse del sofá. Metió las manos en sus bolsillos y se alejó de

mí, escondiendo su angustia.

—En serio, hombre… deja de disculparte —dijo él al aire. Cruzando la

habitación, se apoyó en el alféizar de la ventana y miró hacia afuera a

través del vidrio.

Sentía como si me hubiera tirado en paracaídas desde un avión en llamas

a un paisaje extraterrestre: no tenía puntos de referencia, ni siquiera una

pista de en qué dirección caminar para llegar a la civilización.

Luego de unos momentos de silencio, Jules giró y su rostro se veía normal

otra vez. Él caminó hacia mí y me pasó un dedo por la línea de mi

mandíbula, desde mi oreja hasta mi barbilla, haciéndome estremecer.

—Tengo que irme —dijo en voz baja—. Pero no quiero que te preocupes

por esto. En cuanto a mí concierne, está olvidado. Me alegra haber estado

aquí para ayudarlos a reconectar. Ustedes dos significan todo para mí.

Pero mientras se iba, su voz se tornó más brusca.

—¿A dónde crees que voy? —le respondió a Vincent—. Si no es Giuliana,

será Francesca. O Broke. ¿Qué te importa? Solo quédate aquí y asegúrate

de que ella esté bien. —Y entonces la puerta se cerró y Jules ya no estaba.

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Capítulo 13 Traducido por kensha

Corregido por Gorelia

incent? —lo llamé, sin estar segura de sí había

seguido a Jules por las escaleras.

Estoy aquí, Kate, me llegaron sus palabras.

Puse mi cabeza en mis manos.

—Está bien, eso fue horrible.

¿Lo fue?

—No me refiero a que fuera horrible la parte de “oh, Dios mío fue increíble

sentir como era tocada por ti”, pero yo… no podía dejar de tomar aún

más. Parecía como si fueras tú.

Era yo. Pero lamentablemente, también era Jules.

—No quería besarlo. —Me acurruqué como un ovillo en el sofá,

envolviendo mis brazos alrededor de mis rodillas. Deseaba retroceder el

tiempo por unos quince minutos y recuperar toda la escena del beso

poseído.

Tú querías besarme.

—Sí. A ti, no a Jules. Dios mío, prácticamente abusé de él.

A él no pareció importarle mucho. Y está el hecho de que se detuvo cuando

lo quiso.

Sostuve mis dedos contra mis mejillas calientes para enfriarlas.

—No voy a hacer eso otra vez.

Creo que es probablemente una buena decisión.

—Pero entonces cómo podemos nosotros...

No te preocupes, mon ange. A pesar de que no fue un gran éxito…

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—Fue más como un “error total”.

Hay otras maneras en las que podemos enlazarnos.

—Sin realmente enlazar por supuesto. —Me detuve, mi rubor estallaba

quemándome con la intensidad del sol—. Quiero decir… —balbuceé—,

no quiero decir en el sentido anatómico. Aunque, sí, supongo que de

algún modo lo hago. —Sacudí mi cabeza—. Esta es una de las

conversaciones más difíciles que jamás hemos tenido.

Eso es porque no tendría que ser una conversación. No tendríamos que

resolver este problema. Si prácticamente tenemos que estar pensando en

cosas tipo… cómo puede un fantasma hacerte sentir como un chico de

carne y hueso podría, eso quita el lado seductor de las cosas.

Sonreí, sus palabras transportan algunas imágenes muy interesantes a

mi mente.

—¿Y cómo este chico planea hacerme sentir como un chico de carne y

hueso lo haría? —Podría realmente dejar salir las palabras sin querer

enterrarme en los cojines del sofá, probablemente porque

verdaderamente estaba intrigada por lo que él pensaba que era posible.

Bien, desde que se ha desbaratado mi plan A, tienes que darme más

tiempo para llegar a un plan B. Pero, Kate…

—¿Si, Vincent? —dije tímidamente. Había algo sobre su “pero” que me

hizo poner nerviosa.

Plan A. Plan B. Esas son solo soluciones temporales. Tu y yo no podemos

realmente…Vincent se detuvo estirando la frase por millas. No podemos

estar juntos así, mon amour. No puedes aguantar tener un espíritu como

novio por mucho. Tú necesitas más. Mereces más.

—No deseo más, Vincent, te quiero a ti —dije.

Yo no te puedo tocar. No puedo tenerte entre mis brazos. Traerte flores.

Remar por el Sena en una barca.

—No necesito eso —insistí.

Kate, no me estas escuchando. Todo lo que puedo hacer es hablar contigo.

Se detuvo. ¿Puedes sentir esto? ¿O esto? No sentí nada. ¿Que estuve

tocando tu cara y tu pelo? ¿No lo vez, Kate? No puedo ser tuyo en ninguna

clase de manera real. Pero lo que puedo prometerte es que yo siempre

estaré aquí para ti, asegurándome de que estés a salvo. Y feliz.

Un pozo de alquitrán empezó a bullir en el fondo de mi pecho.

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—¿Tanto deseas que encuentre a otra persona? ¿Un chico humano?

Eso sería lo mejor para ti, mon ange. Alguien que sea de carne y hueso.

Que pueda darte una buena vida. Una vida normal.

—Y vas a flotar alrededor como un guardaespaldas y mirar cómo me

enamoro de alguien más —aguijoneé, tratando de controlar mi voz.

No estoy diciendo que me va a gustar. Pero no puedo tenerme. Y no puedo

dejarte. ¿Qué otra elección tengo?

—¡Esa es una total estupidez! —grité—. Por un lado, ¿quién eres tú para

decir que es lo mejor para mí? Quizás yo no quiera carne y hueso. Quizás

no desee una vida normal. Quizás todavía tenga esperanza de que haya

alguna manera de tener una vida contigo. Violette encontró ese hechizo

atador arcano. Quizás hay otros hechizos por ahí que nosotros no

conocemos. Tú abandonas antes de comenzar a buscar respuestas. Así

que no me digas lo que voy a hacer. Lo que sentiré. Incluso si tienes mi

corazón, todavía tengo mi cerebro. Y voy a seguir usándolo para

encontrar una solución, ¡maldita sea!

Me senté ahí echando humo, deseando poder ver donde estaba Vincent

para poder darle una mirada seria. Hubo silencio durante un largo

tiempo y luego oí algo que sonaba como una risa.

—Sera mejor, por todos los demonios, que no te estés riendo de mí —

gruñí.

No me estoy riendo de ti, chérie. Su voz vino amortiguada por el esfuerzo

de mantenerse serio.

—Estas totalmente riéndote de mí, Vincent Delacroix.

Es solo que es tan tú… quiero decir, increíblemente atractivo y seductor…

cuando te enojas y maldices, contestó, reprimiendo una risa seria.

Mi ira se fundió en un segundo y no pude reprimir una sonrisa.

—Vincent, tu eres seriamente imposible —murmuré y entonces empecé

a reírme de mi misma. Me dejé caer pesadamente hacia atrás en el sillón,

sonreí internamente mientras oí su risa burbujear al frente de mi mente.

Estirándome, coloqué mi cabeza en un cojín y descalcé mis zapatos,

tirando de un cobertor para cubrirme hasta los hombros. Esperé a ver si

Vincent hablaba primero, pero parecía estar bien con solo estar flotando.

—¿Estas todavía ahí? —pregunté finalmente.

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Estoy tan cerca de ti como posiblemente se pueda estar.

Me abracé al cojín apretadamente y deseé que fuera él.

Vincent estuvo callado durante mucho tiempo después de eso. Saboreé

el silencio, sabiendo que estaba cerca. Cuando cerré los ojos pude

imaginarme su figura delgada y musculosa estirada a mi lado. Después

de un rato, me pareció tan real, que casi podía sentir el peso de su brazo

sobre mí y su cabeza situada junto a la mía. Era como el amante

fantasma en una de esas historias trágicas victorianas. Pero en vez de

desmayarme o desmoronarme como las heroínas de esos cuentos, me

sentí apoderada por mi resolución de que la tragedia no sería nuestro

destino.

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Capítulo 14 Traducido por Paulii~

Corregido por Gorelia

on Amour, Gaspard viene en camino para encontrarnos.

Ellos me necesitan.

La hora que pasamos en el cuarto de Jules se sintió como

segundos. Sin saber si iba a oír de Vincent otra vez,

necesitaba más tiempo con él. Mi anhelo de cercanía

apenas se había cumplido. Era como darle solo un bocado de chocolate

a un hombre hambriento.

Vincent leyó mi mente.

Vendré a verte esta noche. Lo prometo.

—Más te vale —dije, preguntándome como podía ser tan mal agradecida

por el milagro de él estando allí.

Es porque tú sabes que no es permanente, y estás protegiéndote a ti

misma. Esta respuesta vino desde esa parte honesta de mi cerebro que

no me dejaba salirme con la mía. Era como tener a mi mamá viviendo en

mi cabeza, siempre lista y dispuesta a proveer toda clase de valiosos

consejos, sin importar si yo lo pedía o no. Sabía que debía escuchar, pero

por el momento solo quería callarla.

Encontré a Gaspard en las escaleras e hicimos nuestro camino hacia el

dormitorio de Vincent, donde Jeanne había echado a Jean-Baptiste del

lado de la cama de Bran para que él pudiera comer.

Cuando entramos, los ojos de Bran volaron por el aire hacia mí. Miró al

fantasma de Vincent por un momento, y luego se dirigió a Gaspard.

—Cuéntame, ¿planeas o intentas una reencarnación, o van a dejar a

Vincent en este estado para ayudar en la inminente guerra con el

antiguo?

Jean-Baptiste y Gaspard lo miraron, y luego se miraron entre ellos,

confundidos.

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¡Lo sabía!, pensé, mi corazón corriendo. Había esperado que Bran

pudiera tener información que los bardia no tuvieran, y había estado en

lo correcto.

—¿Qué es una reencarnación? ¿Cómo funciona? —pedí.

JB jaló una silla hasta al lado de Bran.

—No creo que entiendas, curandero. El cuerpo de Vincent ha sido

destruido. ¿Cómo vamos a darle otro? Él no puede solo tomar otro cuerpo

revenant; estamos atados a nuestros espíritus hasta que somos

destruidos y compartiendo un cuerpo revenant, en cohabitación, es

dañino para la psiquis del huésped si continúa por un periodo

considerable.

Él continuó de una manera paciente, hablando respetuosamente, pero

como si él no esperara que Bran entendiera cómo funcionaban todas las

cosas revenant.

—Como con el uso de un humano muerto, un volant revenant puede

poseer un cuerpo fresco, se ha hecho en situaciones excepcionales, pero

la posesión no detiene al cuerpo de la descomposición natural. Después

de que el rigor mortis empiece, el cuerpo sería inútil para Vincent.

Aunque la imagen invocada por el razonamiento de Jean-Baptiste hizo

mi estómago girar, escuché atentamente para entender todos los ángulos.

Cada regla revenant.

Bran parpadeó un par de veces y luego agregó:

—Pero yo no me estoy refiriendo a una posesión. Estoy hablando acerca

de recreación de todo su cuerpo.

Nadie se movió. Finalmente Gaspard habló.

—Curandero, nosotros desconocemos ese tipo de… milagro. Si en serio

hay un método para la “reencarnación”, como tú lo llamas, entonces no

es conocido por nuestra especie. ¿Es esta cosa verdaderamente posible?

Bran asistió.

—Sí, lo es. ¿Ustedes realmente no tienen notas de esto en sus registros?

Yo había asumido…

—No —confirmó Gaspard—. Parece que la separación de nuestra especie

y la suya a lo largo de los siglos ha llevado a una perdida en lo que, estoy

empezando a adivinar, solía ser información compartida entre nuestros

grupos.

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Bran restregó sus dedos por su frente y nos echó un vistazo a todos

dudosamente, como si se estuviera preguntando si debería decir más.

—Los archivos de mi familia han estado fuertemente protegidos de ser

descubiertos por personas ajenas a nuestro clan tanto como por

revenants. Siempre supuse que era para que los numa no pudieran usar

nuestra información en nuestra contra. O en su contra. Pero asumí que

el bardia podría tener muchos de los mismos conocimientos que nosotros

teníamos. Al menos, de tan importantes tradiciones. Tal vez he dicho

demasiado. Pero en este caso, creo que mi indiscreción es justificada. —

Aclaró su garganta y siguió—. El tema de la reencarnación fue registrado

en una de los registros de mi familia, escrito por un ancestro varias

generaciones atrás. Explicó que para revenants que son destruidos en

contra de su voluntad y atrapados como un alma ambulante, hay

remedio. Su cuerpo puede ser recreado y su espíritu, introducido en él.

Yo no sé el proceso exacto utilizado. Solo sé que la solución existe.

A medida que el significado de las palabras de Bran penetraba en mí, me

sentí mareada. Hasta ahora, Vincent había permanecido en silencio.

Ahora él hablaba.

No te emociones, Kate. Probablemente esto es solo una legenda. Una

historia.

Pero no puedo evitarlo. Este débil destello de posibilidad ya había

apartado mi desesperanza. Quizás había una manera de traer a Vincent

de vuelta. La más delgada de las oportunidades fue suficiente para darme

esperanzas.

—¿Esos archivos todavía existen? —le preguntó Jean-Baptiste a Bran.

—Sí. Son los mismos que contienen la información que Violette está

buscando. Pero debo advertirte, aunque recuerdo a mi madre leyéndome

una historia de reencarnación, no estoy seguro si detalla qué debe

hacerse durante el ritual. Podría ser simplemente un callejón sin salida.

—No importa. Cualquier información, en absoluto, es más de lo que

actualmente poseemos. Podemos enviar a alguien inmediatamente por

tus archivos. —JB ya se estaba moviendo a través de la puerta—. ¿Dónde

se guarda?

Bran vaciló.

—En algún lugar donde a los revenants no se les permite entrar —dijo él,

causando que JB se pare y se voltee.

Su expresión cayó en algún lugar entre desconcertado y furioso.

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—¿Qué tal humanos? —pregunté—. Yo iré.

No, dijo Vincent. Lo ignoré y mantuve mis ojos en Bran.

—Querida, estamos tratando de mantenerte fuera de peligro, no tirarte

en el medio de esto —dijo Gaspard.

—En realidad, desde que Kate tiene el signo bardia, se le permite entrar

a los archivos de mi familia —dijo Bran pensativamente. Frotaba su

barbilla sin afeitar mientras lo consideraba.

—Vincent me dijo que él se opone contundentemente a la posibilidad de

que Kate valla por su cuenta —dijo Gaspard, levantando un dedo de

advertencia.

—Tú podrías acompañarla a la entrada si estás preocupado por su

seguridad —ofreció Bran—, pero una vez adentro, te aseguro que ella va

a estar perfectamente segura.

—Voy a ir, Vincent —le dije a la habitación—. Si existe la menor

posibilidad de que podamos traerte de vuelta, no hay forma de que vayas

a detenerme.

Pero, mon ange, dijo él.

—¡No! No voy a escucharte. Jean-Baptiste, ¿enviarás a alguien conmigo?

—Por supuesto, querida niña —respondió inmediatamente.

—Bran prometió que estaré perfectamente a salvo una vez adentro, y

tendré guardias hasta llegar allí. No puedes decir que no a eso. Incluso

si lo haces…

¡Está bien, Kate! Tú ganas, admitió Vincent. Pero yo iré contigo también.

Satisfecha, me volteé hacia Bran.

—¿Cuándo puedo ir?

—Tendrás que esperar algunas horas, hasta el anochecer. La entrada

está en un lugar que es demasiado visible durante el día.

Aunque Bran había dejado claro que un revenant no podía entrar a los

archivos de su familia, se veía agradecido de que yo me hubiera ofrecido

como voluntaria. Me di cuenta de que él confiaba en mí y la idea me

llenaba con inexplicable deleite.

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—Estoy muriéndome de curiosidad. ¿Dónde está? —pregunté. Conocía

París como la palma de mi mano, y no podía imaginarme dónde podía

estar escondido ese tipo de lugar secreto.

—Ha estado en París desde los tiempos de los romanos —respondió

Bran—, fue construido como una rama de las viviendas de los

guérisseurs regulares, esos curanderos que lidiaban con humanos,

quiero decir. ¿Dónde iría un soldado romano que probablemente buscara

curación y relajación? —me interrogó con una sonrisa cansada.

—A las termas romanas —respondimos Gaspard y yo juntos.

Bran asintió.

—Los archivos de mi familia están localizados en una cueva debajo de las

termas romanas, por debajo del Museo Cluny. —Y con una sonrisa

agregó—: Escondido debajo de una de las ciudades más concurridas: el

Latín Quarter.

—Voy a traer a Arthur y Ambrose —dijo Gaspard—. Si pudieras

instruirlos en el acceso a los archivos de tu familia, los enviaremos a

proteger a Kate. —Se volteó hacia mí—. ¿Quizás te gustaría reemplazar a

Arthur en el entrenamiento de lucha de tu hermana?

Ahora que teníamos un plan, quería empezar… no desperdiciar las

siguientes próximas horas esperando el anochecer.

Vamos, escuché a Vincent decir. Odiaría perder la oportunidad de ver a

Georgia con una espada.

—Eso es porque no hay posibilidad de que ella pueda cortar alguna parte

de tu cuerpo —dije sintiéndome impulsada por el estado de ánimo de

bromear de Vincent. Aunque él no lo dejaba salir, debía esperar también

que los secretos de la familia Bran contuvieran una solución… o al menos

una pista para escapar de su estado incorpóreo.

—Yo, sin embargo —continúe—, estoy en grave peligro corporal. Georgia

con una espada...

…podría ser lo suficientemente peligrosa como para ser realmente de

utilidad contra un numa, dijo Vincent, la voz en mi cabeza perdiéndose en

una risa mientras bajábamos las escaleras a la sala de armas.

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Capítulo 15 Traducido por Dracanea y SOS por yuya y Monica19

Corregido por MaryJane♥

uy bien hecho —dijo Arthur mientras su espada caía al

suelo de la armería. Georgia sonrió y, poniendo una

mano en su cadera, le rodeó la espada en una

victoriosa floritura, por lo que Arthur se agachó para

evitar lesiones corporales graves.

—¡Hola, Katie-Bean! —gritó, al ver que me bajaba las escaleras—. ¿Sabes

una cosa? ¡Soy totalmente genial en la lucha con espada! Solo espera a

todos aquellos que nos odian verme hacer esto —dijo ella, lanzándose en

una enloquecida Tres Mosqueteros moviéndose, lo que obligó Arthur a

saltar ágilmente fuera del camino.

—¡Vincent volvió! —anuncié, impotente ante la amplia sonrisa que

apareció en mi cara—. O al menos su espíritu está. Violette le ha liberado

durante tres días.

—¡Oh, Kate, eso es maravilloso! —chilló Georgia y, dejando caer la

espada, corrió a arrojarse sobre mí.

—Y aún mejor —continué, una vez que dejó de saltar arriba y abajo y me

soltó—, Bran ha oído hablar de espíritus errantes como Vincent que

logran que sus cuerpos vuelvan. Quiero decir, es una historia que había

oído hace mucho tiempo, pero que van a empezar a investigar de

inmediato. —No he mencionado que me iba a ir en busca de la historia

en un par de horas. Georgia definitivamente querría unirse a mí.

—Esa es una muy buena noticia —comentó Arthur—. No puedo esperar

para hablar con Vincent yo mismo.

—Acabo de enviar a Ambrose hasta la biblioteca para reunirse con Jean-

Baptiste —le dije a Arthur—. Se requiere tu presencia —cité a JB.

—Por favor, perdóname —le dijo a Georgia, haciendo una ligera

reverencia.

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—Solo si me prometes más... —dijo con una sonrisa torcida. Arthur se

volvió rápidamente rosa chicle y se atragantó con todo lo que estaba a

punto de decir—. Más clases de espada, quiero decir —dijo Georgia,

ampliando su sonrisa cuando lo vio balbucear.

—Es urgente —insté.

—Sí, por supuesto —dijo Arthur. Salió a toda velocidad, dando los pasos

de dos a la vez.

—Entonces, ¿dónde está exactamente nuestro chico amante? —preguntó

Georgia.

—Arriba hablando con JB y Gaspard —le dije—. Negocios de revenant.

—¿Entonces quieres hacer prácticas conmigo? —preguntó Georgia,

posando su punta de la espada en su dedo del pie, y luego retrocediendo,

ya que fue a través de su zapato—.¡Ay!

—Um, sí. Están afiladas. ¿Por qué no practicas con una de las espadas

de práctica de punta roma? —le pregunté.

—Oh, por favor —dijo Georgia—. No soy una completa cobarde.

—Bueno, yo no soy una completa idiota —le dije y, abriendo el armario,

y saqué mi disco para cortar Kevlar del traje de entrenamiento—. Si yo

estoy cerca de ti con una espada, quiero protección. No voy a ser capaz

de hacer mucho, sin embargo, con mi herida de batalla —le dije, tocando

mi clavícula.

—No te preocupes, voy a ir suave contigo —dijo Georgia, cortando

salvajemente en el aire mientras me vestía y elegía un arma. Mientras me

acercaba, ella se puso en posición de partida, la espada ligera realizada

en su mano derecha mientras se inclinaba hacia adelante, la rodilla

izquierda doblada.

—Tienes una buena forma de comenzar —la animé. Tomándolo muy

despacio, con movimientos exagerados, la dejé deslizar en mi arma

mientras se baraja hacia delante y hacia atrás, siguiendo sus propios

movimientos torpes.

—¿Lo ves? —dijo Georgia después de unos minutos, respirando con

dificultad por el esfuerzo—. Arthur dijo que era natural. ¡Soy tan buena

como tú, y tú has estado entrenando durante meses!

Negué con la cabeza, y con una estocada rápida me balanceé levemente

cuidando de no poner peso sobre mi hombro lesionado golpeando su

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espada cerca de la empuñadura y enviándola volando por el aire. Cuando

sonó en una pared y en el suelo, Georgia se enderezó y puso las manos

en las caderas.

—¿Qué demonios fue eso? —exclamó.

—Georgia, no eres buena todavía. Arthur se limitó a decir porque él tiene

un flechazo importante por ti.

Mi hermana parecía herida.

—Eso no quiere decir que no mejorarás si sigues entrenando —añadí

rápidamente registré su expresión. Su sonrisa volvió.

—Más —dijo, y se acercó a recoger su espada.

—Georgia —dije, moviendo la espada de una mano a la otra y viceversa,

disfrutando de la sensación de su peso en mis manos—. ¿Qué es todo

esto? El entrenamiento de lucha, quiero decir. ¿Es solo una estratagema

para conseguir estar más cerca de Arthur? Porque puedo prometerte que

no es necesario. Ya está totalmente interesado en ti.

—Por supuesto que no. No necesito hacer una tonta de mí misma para

atraer a un hombre —dijo mi hermana, mirando defensiva.

—¿En serio? —le dije, mordiéndome el labio para no reír—. ¿Qué te

parece ese acento sureño que pones en cada vez que chicos lindos están

alrededor? —Georgia agitó su mano libre en el aire, como si dijera: Oh,

eso, eso no es nada. Y luego sus hombros se hundieron.

—Honestamente, Kate. Recibir una paliza de un zombi enloquecido me

dio la sensación de extrema vulnerabilidad. Por no hablar de debilidad. Y

esos son dos cualidades que realmente desprecio.

Mi corazón se calentó. Este era el lado de mi hermana que me hacía sentir

que ella me seguiría no solo a París, sino al fin del mundo. Completa con

todo lo de chica fiestera, que no toma la vida en serio, cualidades a veces

enloquecedoras. Porque conocía este lado de ella también. El lado que

algunas personas nunca veían el definido por su fuerza, bondad y lealtad.

—¡Esa es una excelente razón para un entrenamiento de lucha! —dije, y

su sonrisa estuvo de vuelta en un segundo.

—¿Así que crees que puedes tenerme con tus habilidades Kill Bill de lucha

con espada? —bromeó.

—Solo ten cuidado conmigo —me reí, y levanté mi espada.

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Al final, no tuve que escabullirme de Georgia. Sabiendo que Mamie no

aprobaría que ella saliera, pero no puede separarme de sus amigos, mi

hermana les había invitado a venir a nuestra casa. Al cinco Arthur estaba

caminando de vuelta al apartamento, cuarenta y cinco minutos más

tarde, él, Ambrose, Vincent y yo llegamos al Museo Cluny de la Edad

Media.

—Justo a tiempo —le dije, caminando hacia las puertas y la lectura de la

señal. “Tiempo de cierre, cinco y cuarenta y cinco”.

El museo se encontraba en una gran abadía del siglo XV, que ocupaba la

mayor parte de un bloque de la ciudad, y había sido construido junto a

las ruinas de las termas galo-romanas, un antiguo antepasado de los

balnearios de la actualidad del primer siglo. Muros derruidos se

extienden tres pisos por encima de unos verdes terrenos, los techos y los

pisos desaparecieron siglos atrás.

En lo alto de las paredes, arcos monumentales de ladrillo rojo abarcaban

la piedra blanca, trazando los contornos de las salas palaciegas de los

soldados romanos, una vez vagó a través de, al pasar de piscina termal

de baño gélido a sauna. En la brumosa oscuridad de la tarde, la abadía

parecía un castillo encantado y las ruinas alrededor de él como sus

calabozos desenterrados. De repente, me sentí contenta por mi escolta

armada. Como si sintiera mis pensamientos, Ambrose sonrió y le dio

unas palmaditas a la empuñadura de la espada que llevaba debajo de la

chaqueta.

—¿Ves algún numa en la zona, Vin? —preguntó y, al parecer satisfecho

con la respuesta de Vincent, se relajó un poco.

Te ves nerviosa, mon ange, me dijo Vincent.

—¿Nerviosa? ¿Yo? —le dije—. Nunca. —Lo que era una mentira total.

Estaba a punto de entrar en una cueva, en lo profundo de la tierra. Yo

nunca le había dicho a Vincent de mi claustrofobia. No había tenido que

hacerlo.

Bajar a las alcantarillas no me hubiera molestado. Estábamos en amplios

espacios artificiales justo por debajo de nivel de la calle. Pero la cueva de

Bran estaba segura de ser diferente-amenazó con alcanzar de regreso a

mi miedo infantil y paralizarme una vez que estaba en sus profundidades.

Mi familia había visitado Ruby Falls en Tennessee cuando era una niña.

En un punto la guía apagó las luces para mostrarnos cuán oscuro era el

lugar en el cual la luz del sol nunca tocaba. Enloquecí, y una vez que

salimos, tomó una hora que mi mamá me calmara. Desde ahí, incluso el

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pensamiento de la espeleología me hacía sudar. Pero no estaba por

admitirle eso a Vincent. Un poco de claustrofobia no importaba cuando

había más cosas de interés. Como su propia existencia. Limpié mi frente

con mi palma y traté de parecer calmada.

—El curandero dijo que la entrada estaba en la esquina suroeste del

monumento —dijo Arthur señalando a través de la verja a un lado de las

ruinas.

—¿Cómo vamos a entrar? —pregunté, observando las cercas de veinte

metros de largo esparcidas por el perímetro.

—Nunca temas, Zombi Man está aquí —bromeó Ambrose, y envolviendo

sus manos alrededor de dos de las barras, comenzó a jalarlas, como si

las estuviera separando. Se rindió luego de un segundo, volteó hacia mí,

y guiñó—. Solo estaba bromeando —dijo—. Doblar barras de hierro,

lamentablemente, no está en mi currículo de superhéroe. Sugiero que

intentemos eso. —Asintió hacia una pequeña puerta de hierro cerrada

con candado. Justo detrás estaban caminos empinados que guían hacia

las ruinas.

—La entrada del guardia probablemente —dije y nos acercamos a ella.

Arthur sacó su cadena de llaves y hurgó por las llaves hasta que encontró

una herramienta pequeña y plateada. En un segundo el candado estuvo

fuera. Después de asegurar que ningún peatón estaba viendo, nos

deslizamos por la puerta a las escaleras hacia el área herbosa,

escondiéndonos en las sombras hasta que nos aseguramos de que nadie

había visto nuestra entrada ilegal.

Era más tranquilo entre las ruinas, como si por descender a los laberintos

prehistóricos llenos de aire puro realmente hubiéramos viajado en el

tiempo y lugar. Como Siberia a la mitad del invierno. Apreté más el abrigo

a mí alrededor y guie el camino a través del oscuro laberinto,

dirigiéndome a la dirección que Arthur había indicado. Un minuto

después, estábamos parados en una esquina ordinaria en la unión de

dos paredes de quince metros. No había puerta tallada a un lado. Sin

rajas sospechosas en la paredes. Sin señales de un pasillo o algo como

eso.

—Qué tal si usamos esa habilidad volant futurista, hermano, y nos dices

dónde buscar —dijo Ambrose. Después de un segundo, asintió y dijo—:

Vin dice que en unos minutos Kate está fuera y estamos aquí

esperándola, pero él no puede ver a dónde fue o algo sobre lo que pasó.

Debe haber algún hechizo por acá bloqueando los poderes. Lo que

significa que debemos estar en el lugar indicado.

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Mi columna cosquilleó mientras me preguntaba cuán poderosos eran

Brand y su gente realmente. Parecían tan… comunes. Especialmente su

madre, que nos había observado como cualquier otra vieja dama tejiendo

frente a la chimenea.

—Bueno, supongo que tendremos que hacer las cosas de la forma difícil

—dijo Ambrose. Cayó a sus rodillas y comenzó a sentir alrededor del

suelo, tocando los lugares en los cuales la grama estaba gastada—. No

parece haber alguna trampilla o espacio hueco —dijo. Arthur y yo

tomamos paredes opuestas y comenzamos a sentir el camino por la punta

de los dedos.

—¿Qué es exactamente lo que te dijo el curandero? —preguntó Arthur

mientras trabajaba.

—Lo mismo que te dijo —respondí—. Solo dijo que la entrada estaba en

la esquina suroeste de las ruinas y que podía entrar usando mi signo. —

Saqué el pendiente de mi camisa y el pequeño cristal de recuerdo mori

tintineó mientras lo sacaba por mi cabeza y lo sostenía.

¿Qué es eso que estás usando con el signo?, preguntó Vincent

inmediatamente.

—Es un rizo de tu cabello —respondí. Arthur y Ambrose me dieron un

vistazo rápidamente pero volvieron inmediatamente a su trabajo. Por

enésima vez pensé qué tan raro debía de ser para ellos tener espíritus

voladores alrededor constantemente y solo prestar atención a las partes

de las conversaciones que están dirigidas a ellos—. Jeanne me lo dio —

continué autoconsciente.

Mientras volteaba el signo entre mis dedos, la luz del faro de encima

iluminó el oro y reflejó algo brillando incrustado en la pared. Me incliné

para observarlo mejor.

Algo metálico estaba fijado en la piedra y completamente cubierto de

polvo blanco, por lo que era invisible desde unos pocos pies de distancia.

Lo sacudí para descubrir un signo Bardia de oro del tamaño de la mía.

—Esta es nuestra chica —alardeó Ambrose.

Ten cuidado, no pude ver nada del futuro a partir de este momento en

adelante, me dijo Vincent.

—Lo haré —le prometí, y miré a Arthur, que se inclinó hacia adelante,

inspeccionando el signo. Él dio un paso atrás y asintió dando el visto

bueno.

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—Vamos a ver lo que hace este bebé —dijo Ambrose con impaciencia.

Contuve mi colgante y lo apreté contra el símbolo en la pared, mi cabeza

de zafiro presionando un botón en el centro mientras el triángulo cercado

se posicionaba perfectamente en su lugar. Arthur, Ambrose y yo nos

pusimos de pie, en busca de cualquier signo de movimiento.

—Bueno, eso se sintió muy Indiana Jonesistico —dije después de una

pausa—. ¿Y ahora qué?

En ese instante, el suelo retumbaba ligeramente por debajo de nuestros

pies, sintiendo como si un tren del metro fuera llevado directamente

debajo de nosotros, y una sección de la pared se abrió hacia adelante en

la oscuridad. Las cejas de Ambrose se dispararon hacia arriba.

—¡Impresionante! —exclamó.

No era impresionante. Era todo, pensé, mirando al espacio de tono negro

detrás de la puerta. Me di cuenta de una linterna que colgaba de un

gancho en la pared más allá de la apertura, tentativamente lo alcancé

para descolgarlo y rápidamente lo agarré. Sacudiéndola ligeramente,

indiqué el pasillo.

Un estrecho túnel excavado en la piedra apareció en el rayo amarillo de

la luz artificial. Iba derecho hacia un largo camino, y luego descendía a

un ritmo fuerte hasta que giraba a la derecha y desaparecía. Mi pecho se

apretaba con la ansiedad, y empecé a sudar de nuevo. Esto no parecía

una cueva. Se veía como una tumba.

No quiero que vayas allí sola, dijo Vincent.

—Sí, bueno, no me importaría si tú vinieras —admití, limpiándome la

mano húmeda en mis pantalones vaqueros.

¿Quién sabía que las palmas podían sudar tanto?, pensé.

Traté de entrar y no pude. Es como si hubiera un muro invisible que

bloqueara la puerta, esto quema cuando lo toco, dijo Vincent.

—Vincent dice que no puede entrar —dije. Arthur puso su mano en mi

hombro.

—Probablemente deberíamos inspeccionar este pasaje inicial antes de

entrar. Voy a darle una oportunidad —dijo galantemente. Cuando salió

del túnel negro, una luz brillante apareció ante su cabeza. Saltó hacia

atrás, aullando de dolor y se frotó su rostro frenéticamente. Algo olía a

malvaviscos asados.

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—Déjame ver —le dije, y puse sus manos en su cara—. ¡Quemó tus cejas

y la parte delantera de tu pelo! —exclamé.

El rostro de Ambrose estaba rojo de la risa contenida. Él se dio por

vencido.

—Oh, hombre —farfulló, con lágrimas fugándose de los lados de los

ojos—. Deberías haber visto tu expresión.

Las mejillas de Arthur se pusieron tan rojas como las de Ambrose, pero

él no se reía.

—Inténtalo —le desafió.

Ambrose acarició el pelo muy corto de manera protectora.

—El hacer es sagrado —dijo, y apoyándose cautelosamente hacia atrás,

extendió su brazo hacia la puerta. Una chispa naranja voló desde el final

de su dedo índice.

—¡Ay! —gritó, y se metió el dedo quemado en la boca.

—Mira —dijo Arthur, mirando apaciguado.

No puedes entrar ahí, dijo Vincent.

—Tuve la oportunidad de llegar a la linterna, así que parece que

realmente puedo —le dije—. Y supongo que voy a ir, si tú viste que yo

había desaparecido con tu visión de futuro o lo que sea.

Pero, Kate, dijo mientras caminaba indemne en la boca de la cueva.

Estaba envuelto por un rancio olor a tiza húmeda. Olía como si el túnel

hubiera sido excavado recientemente, aunque las paredes y el techo

estaban ennegrecidos por los siglos del hollín de antorcha.

Miré de nuevo a Arthur y Ambrose, que me observaban desde tan cerca

de la puerta como se atrevieron.

—¿Hay que cerrar la puerta de la cueva? —le dije, señalando el signo que

todavía estaba pegado en la pared.

—¡No! —dijeron juntos.

—Nos vamos a quedar aquí. Nadie puede entrar —me tranquilizó

Ambrose.

Ten cuidado, me llegaron las palabras de Vincent, que sonaban como si

él ya estuviera a metros de distancia.

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Yo alumbraba con la linterna en la oscuridad, tragué saliva, y antes de

que pudiera reconsiderarlo, me dirigí al túnel.

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Capítulo 16 Traducido por Cezzii ƸӜƷ& y QueenDelC

Corregido por MaryJane♥

medida que el camino descendía, el túnel se volvía

pequeño, y pronto me encorvé despegando la cabeza del

techo. El espacio cada vez más difícil me hacía poner más y

más ansiosa. Mientras más encorvada caminaba, la presión

dentro de mi pecho aumentaba hasta sentir que mis

pulmones podían colapsar.

Finalmente cuando creo que no puedo ir más lejos. Mi corazón late

tan fuerte que lo puedo sentir golpeteando en mis oídos. Me incliné

contra la pared del túnel y se deslizo en cuclillas hacia abajo. Sosteniendo

la linterna en un agarre mortal, intente convencerme de no entrar en un

ataque de pánico.

“Cierra los ojos e imagina estar en otro sitio”, mamá me había dicho

cuando estábamos en el interior de las Montañas en Ruby Falls. Muy bien

mamá, pensé. ¿Dónde más podría estar? Y de repente, recordé la terraza

en la parte superior de La Maison, donde Vincent me había tomado

el mes pasado. Envolviéndonos para tener una vista panorámica de París

por la noche, la ciudad brillando como si estuviera decorada con un

millón de luces de navidad. Vincent me había besado ahí, en el punto

más romántico. Habíamos rodado en una cama cálida como la luz del sol,

besándonos y riéndonos, en un momento de felicidad, olvidando que el

destino había conspirado contra nosotros. En un momento corto

mientras nos amábamos sin preocuparnos de nada más. Fue en la

azotea, donde Vincent dijo me que amaba. Que no podía imaginar una

vida sin mí. Sentí el frio aire de invierno en mi cara, y el dedo de Vincent

rozando mis labios, delineando mi boca antes de inclinarse y tocar sus

labios con los míos. Luego, en mi fantasía, el desapareció y estuve sola

en la terraza. El delicioso calor se había ido.

Repentina y violentamente, la frialdad de la noche de invierno picaba en

mi cara y mis manos. De pronto recordé nuestra situación, el aquí y

ahora. El cuerpo de Vincent se había ido, y su espíritu había sido atado

a una loca. Y yo estaba a tan solo metros de algo que podría ayudarlo.

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Mis ojos se abrieron de golpe y me levanté encorvándome y

arrastrándome como una anciana para abrirme paso en el camino

estrecho. Estaba tan profundo que las rocas en las paredes se sentían

húmedas contra mis dedos. Mientras daba vuelta a una curva, mi pie

aterrizo contra un montón de escombros enviándolos adelante.

Desapareció en una esquina y el eco regreso con una docena de piedras

que saltaban a través de una amplia cuenca de espacio, me dijo

que finalmente había llegado. Agachándome bajo un estante de roca,

repentinamente me encontré en una caverna del tamaño de una piscina

olímpica y tal vez cuatro veces más mi altura. Apunté la linterna

alrededor de las paredes y localicé las antorchas de madera macizas

alojadas a los lados de la puerta. Sacando el encendedor que Bran me

había dado, encendí una y luego otra. Solo necesito encender una

antorcha, inmediatamente pensé, que guardar es pepita en un momento,

extraño, que he tenido en un compartimiento de mi cerebro que se había

expandido rápidamente en el último año.

Mientras la llama se encendía, tosí por el humo e inhalé una profunda

bocanada de aire rancio de la cueva. La superficie de piedras oscuras de

la caverna bailaba a la luz vacilante de las antorchas, lo que hacía que

pareciera aún más de otro mundo. Las paredes que estaban a mi lado

parecían enormes panales. Estos se apilaban en la parte superior de uno

tras otro en fila hasta el techo. Conté unas cuantas filas y estimo que

había alrededor de seiscientas en total.

Las puertas estaban pintadas con letras y flores y formas de torbellinos

orgánicos que parecían tatuajes.

Todas ellas tenían una cosa en común: En el centro de cada puerta

aparecía una mano con poco amarillo y naranja en formas de lágrima en

la punta de cada dedo, como si estuvieran disparando llamas.

Las puertas más cercanas a mí en la pared de la izquierda parecía

antigua, todo de piedra desmoronándose con solo vestigios de sus

diseños pintados. Sus condiciones crecieron más mientras más abajo de

la habitación estaban, hasta que en el extremo lejano las puertas eran

de madera en lugar de piedra y la pintura parecía menos decrépita.

La pared frente a mí al final del pasillo no tenía ninguna de las puertas

en forma de media luna, en cambio, estaba cubierto completamente de

pinturas para pared. A su lado, en el otro extremo de la pared a mi

derecha, las puertas pintadas comenzaron de nuevo, estas parecían más

recientes. Solo había unas pocas filas de puertas pintadas con vivos

colores y luego se detuvieron, dejando filas y filas de agujeros largos y

vacíos estirándose hacia mí.

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Deslicé mis dedos contra la boca más cercana a mí y apunte la luz de

mi linterna en el interior, supe de inmediato lo que era: una tumba. Había

visto el mismo estilo de nichos funerarios en varias ruinas romanas que

había visitado cerca de Francia. Los romanos habían tallado agujeros

horizontalmente en paredes de roca y ponían sus cadáveres para

descansar en el interior.

Iluminé cautelosamente alrededor de la habitación con mi linterna en

búsqueda de trampas antes de ir más lejos. Y entonces recordé quién me

había enviado: Bran me hubiera advertido de algún peligro. Yo estaba en

“archivos” secretos de su familia, como él lo llamó. Más bien mausoleo,

pensé, aunque se podría considerar un archivo de cuerpos. Estaba

seguro que Bran nunca me pondría en peligro, apague la linterna y la

introduje en mi mochila.

En el brillo de las antorchas, vi, en el otro extremo de la habitación, una

mesa con pilas de libros y objetos de metal brillante. Eso era por lo que

yo estaba aquí, Bran me había contado los libros que necesitaba estaban

entre ellos. Mientras caminaba más dentro de la habitación, noté que la

última puerta en la pared derecha había sido decorada con flores frescas:

rosas y lirios blancos y lilas.

A medida que me acercaba, el olor a pintura fresca se mezclaba con el

perfume de las flores. Esta puerta recientemente había sido decorada.

Algo pulsaba dolorosamente en mi pecho mientras me acercaba a él.

Incluso antes de que estuviera lo suficientemente cerca como de leer las

letras cuidadosamente pintadas en la parte inferior de la puerta, sabía lo

que ello significaría.

Gwenhaël Steredenn Tândorn

La madre de Bran. Él debe haberla enterrado aquí hace apenas un par

de días. Me arrodillé para mirar más cerca la tumba a nivel del suelo y

admiraba la mano con llamas cuidadosamente pintada y el decorativo

tatuaje como remolino alrededor de ella. Bran no era artista, pero

obviamente había gastado mucho tiempo y cuidado a la creación del

monumento de su madre Vi una tarjeta pequeña atada con las flores, y

la sostuve entre mis dedos. En la difícil escritura leí: “Esto es para ti,

mamá. Te extrañaré todos los días.”

Mi corazón se volcó. Me lavé la lágrima que recorría mi mejilla. Yo sabía

exactamente cómo se sentía Bran. Para mí no era como una herida fresca,

pero era una que siempre sangraba. Echaba de menos a mis padres. Y

a pesar de que por fin había dejado de pensar en ellos cada minuto de

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cada día, cuando los recuerdos lo hicieron el dolor volvió con toda su

fuerza.

—Adiós, Gwenhaël —susurré y, de pie, caminé hacia la mesa solitaria.

Vi los libros que había mencionado Bran en el extremo izquierdo de la

mesa: una pila de tomos encuadernados en cuero rojo. Pero antes de

alcanzarlos, me detuve, mis ojos atraídos a las pinturas que cubren toda

la superficie de la pared final. Me recordó a un lugar que había visitado

en Florencia con mi madre-la Basílica de Santa Croce. Al igual que las

paredes de varias capillas pequeñas de esa iglesia, este muro había sido

dividido en tiras de escenas separadas y colocadas en fila en el corredor,

como un libro de historietas.

En la basílica los paneles habían sido llenados mostrando historias de la

Biblia o de los santos italianos, cada capilla decorada por un solo artista.

Aquí, los paneles estaban pintados por diferentes artistas, con estilos

diferentes, y parecían ser de diferentes periodos. El desgaste y deterioro

de las pinturas de los niveles superiores sugerían ser los más antiguos,

así que comencé ahí, leyendo las imágenes como si fueran las historias

que mi madre me había contado.

El primer panel me recordó al ánfora que había visto en la galería de

Papy, mostrando dos ejércitos de hombres desnudos luchando entre

ellos, los soldados usando lo que parecían antiguos cascos griegos. Un

lado estaba dirigido por un hombre con un halo rojo que salía de su

cabeza como llamas. El líder del ejército enemigo tenía un halo que lucía

como una neblina de brillante sangre roja. Un par de figuras en la

esquina del cuadro merodeaban cadáveres y cuerpos mutilados y

sostenían sus manos sobre ellos, como si los estuvieran curando. Sus

halos lucían como lenguas de fuego, cinco chispas sobre cada cabeza,

como las llamas sobre las manos pintadas en las puertas de las

tumbas. Este debe ser el símbolo de los curanderos, pensé.

La siguiente imagen me recordó a las pinturas medievales de santos

siendo martirizados. Hombres vestidos como sacerdotes, con grandes

gorros como de papa, parados a un lado mirando mientras soldados

mataban a un grupo de personas con espadas. Sus víctimas estaban

atadas de las manos y los pies a estacas de madera, y tenían los mismos

halos dorados y rojos de la imagen anterior, mientras que otros tenían

redondos halos amarillos, los típicos que ves en pinturas religiosas.

Debajo del hombre dorado estaba escrito, bardia, el de rojo tenía, numa,

y el halo redondo, bayata.

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Detrás de ellos, en la distancia, un curandero con halo de fuego estaba

parado afuera de una cueva en la que estaban agachados un grupo con

los tres tipos de halos. La historia era bastante clara: los revenants y los

bayata, lo que sea que fueran, eran perseguidos por la Iglesia, y los

curanderos los estaban ayudando a esconderse.

Los revenants debieron haber experimentado una historia completa junto

con la humanidad con la que pasaron completamente desapercibidos. Me

quedé parada ahí con asombro, paralizada por lo que esto significaba.

Seres supernaturales habían vivido entre nosotros desde el comienzo de

los tiempos… o al menos por un largo, largo tiempo. Y escenas de esta

historia paralela secreta fueron representadas desde antes de mí. La

magnitud de este descubrimiento me hizo sentir muy pequeña e

insignificante… pero también muy afortunada.

Con ansias me muevo al siguiente panel, el cual representa la cueva en

la que yo estaba parada. Trabajadores, todos con cinco llamas sobre sus

cabezas, estaban escarbando las tumbas y pintando los muros, mientras

una mujer en una larga y blanca toga extendía sus manos, lanzando

rayos plateados en todas direcciones.

Dentro de los rayos estaban pintadas estrellas, lunas, soles, manos en

llamas y el signo bardia. Supuse que este era algún tipo de curandero

mágico lanzando un hechizo sobre la cueva que permitiría que algunos

entraran, pero mantendría afuera a los revenants, como había sido

demostrado tan dramáticamente, e hilarantemente, afuera. Me

preguntaba qué otra magia protegía esta cueva, ya que había símbolos

que no reconocí flotando en la lluvia de estrellas plateada de la mujer.

De repente pensé en Vincent, Ambrose y Arthur esperando afuera de la

cueva por mí. En cuando más tiempo me quedara, más preocupados se

pondrían. Revisé mi celular. Los había dejado hace cuarenta y cinco

minutos. Y claro que no había señal, asó que no podría llamarles para

hacerles saber que estaba bien. Sabía que era hora de irme, pero no pude

resistir mirar un par de pinturas más antes de salir.

Mis ojos van hacia una de las escenas más antiguas; ésta del periodo

romano, juzgando por las vestimentas parecidas a togas de los

personajes. En el centro hay una figura hecha ovillo dentro de una

enorme bañera redonda. Era de tamaño natural, pero no tenía cabello o

expresiones faciales y lucía más como la escultura mal hecha de una

mujer antes de que se hubieras hecho los detalles.

Alrededor de la figura había varias personas e pie, tanto bardias como

curanderos juzgando por sus auras, cada uno tomando parte en una

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actividad diferente. Uno se había cortado el brazo y estaba sangrando

sobre la bañera, otro estaba inclinándose sobre la cabeza de la figura

hecha ovillo, una tercera parecía estar lanzándole un hechizo, y una

cuarta estaba de pie a un lado sosteniendo una antorcha y una vasija.

Obviamente estaban practicando alguna clase de ritual, pero no podía

imaginar su propósito.

Debajo de la imagen había una inscripción en latín, y estuve emocionada

al descubrir que podía descifrar un par de palabras. Argilla debía

significar arcilla, ya que la palabra en francés era argile. Y sabía que

pulpa significaba carne, similar a la palabra francesa para pulpo, un

animal hecho de carne sin huesos. Incapaz de traducir el resto, miré

alrededor buscando otra escena que estudiar. Solo una más, pensé,

comenzando a sentirme ansiosa por regresar con Vincent y los otros

antes de que quedaran apopléjicos por la preocupación.

Mi mirada cayó sobre una pintura cerca de la mitad, probablemente

porque era la más hermosamente pintada. Algunos artistas curanderos

obviamente eran más talentosos que otros. Con la mayoría, el objetivo

parecía ser comunicar un mensaje en lugar de demostrar la habilidad del

artista. Pero ésta podría haber sido pintada por Rafael o Miguel Ángel, la

suntuosa belleza de los personajes siendo la meta principal del pintor.

En ella, un grupo de numas con auras rojas estaban de pie frente a un

pequeño torrente de otro grupo de bardias con aura dorada. Uno de los

numa estaba chapoteando a través de la fluyente clara agua mientras

cruzaba hacia el lado de los bardia. Una bardia le extendía la mano. El

numa en el agua tenía un halo color rojo sangre, pero al contrario de los

de sus similares, su aura estaba enlazada con venas doradas. ¿Es una

clase de mestizo revenant? me pregunté. ¿O quizás como los bayata, era

otra nueva clase de ser supernatural?

Tenía tanto que aprender, una idea que simultáneamente me emocionaba

y asustaba. No podía esperar a saber más sobre aquellos iguales a

Vincent, pero estaba recelosa de qué clase de cosas extrañas estaban

esperando a ser descubiertas en el camino.

Mientras me apresuraba a revisar la pila de libros que Bran había

indicado y meterlos cuidadosamente en mi bolsa, me pregunté sobre las

cosas que había presenciado. ¿Cuántos otros humanos conocían esta

cueva? Además de los curanderos, no muchos, estaba segura. Me sentí

asombrada, abrumada, por mi inclusión a este grupo. Solo una chica

normal de Brooklyn de pie en una cueva mágica debajo de la desbordante

actividad de una de las ciudades más grandes del mundo.

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Una chica que está siendo ansiosamente esperada por tres chicos no

muertos afuera de la puerta de la cueva, recordé y, mirando con anhelo

las pinturas que no tuve tiempo de ver de cerca, tomé una decisión en

menos de un segundo. Tomé mi celular de nuevo, lo levanté para tomar

una fotografía del muro.

Puedo estudiarlas de regreso en la seguridad de mi habitación, pensé. Pero

no fue hasta que presioné el icono de la cámara que recordé, en un

destello de pánico, la magia protegiendo la cueva. ¿Incineraría mi celular?

¿Me incineraría a mí? Cuando no sucedió nada, solté un suspiro de alivio

y me dirigí deprisa hacia la puerta.

Tomando una herramienta que lucía como un apagavelas gigante

colgando junto a la puerta, lo usé para extinguir una de las antorchas.

Mientras me moví hacia otra, noté que este muro estaba pintando en un

estilo como de historieta al igual que el muro frente a él. Pero, a juzgar

por la ropa de los personajes, estas pinturas eran las más recientes; todas

del último par de siglos.

Encendí mi linterna antes de apagar la segunda antorcha. Y mientras la

flama se comenzó a apagar, noté la pintura localizada justo sobre la

puerta. Era un grupo de hombres en uniformes decorados con suásticas,

de pie frente a un mapa gigante. A la mitad del grupo estaba un hombre

con bigote y cabello bien peinado, a quien reconocí de inmediato. Y justo

cuando la antorcha se extinguió, vi que los hombres a su alrededor los

consejeros de Hitler, todos tenían halos rojos.

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Capítulo 17 Traducido por AntoD y Kirara7

Corregido por Miss_ale

ean-Baptiste estaba esperándonos en la puerta cuando

regresamos.

—Por la expresión triunfante en sus rostros, confío en que su

misión fue un éxito, ¿Kate? —preguntó ansiosamente.

Palmeé mi bolso y sonreí ampliamente.

—Tengo la mercancía.

Él soltó un suspiro de alivio.

—Maravilloso. Vengan por aquí. Bran y Gaspard nos están esperando en

la biblioteca.

—Nosotros estamos bien, también, JB —murmuró Ambrose—, gracias

por preguntar.

Él se giró hacia Arthur.

—¿Qué tal un entrenamiento?

Arthur negó con la cabeza.

—Pensaba hacer algunas investigaciones. ¿Nunca te cansas te pelear?

—¿No te cansas nunca de ser un intelectual? —replicó Ambrose, pero

cuando Arthur pareció herido, se rió y juguetonamente lo golpeó en el

brazo.

—Solo bromeo —dijo—. Amo tus libros. Especialmente ese con el chico.

Y la chica. Sí, ese libro estuvo genial. —Y caminó hacia el arsenal.

—¿Me necesitas, o puedo revisarlo contigo una vez que Bran haya tenido

tiempo para mirar los libros? —le preguntó Arthur a Jean-Baptiste.

—Estoy seguro que estaremos llamando a tus conocimientos muy pronto

—dijo JB, excusándolo.

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—Nos vemos luego —dijo Arthur, metiendo su cabello detrás de su oreja,

y dándome un guiño andes de deambular hacia su habitación.

—¿Cómo estuvo tu visita a los archivos? —preguntó JB impaciente

mientras subíamos las escaleras—. ¿Los viste, también, Vincent? —

preguntó, y luego se frotó la barbilla pensativamente—. Interesante.

Custodiado por magia de curanderos. Qué fascinante. Kate, ¿qué piensas

de ellos?

—El lugar era increíble —respondí—. Nunca vi algo así en mi vida. Me

siento realmente afortunada de haber estado allí.

—Eres realmente afortunada de haber estado allí —dijo él con nostalgia.

El hecho de que un místico tesoro oculto de la historia sobrenatural

existiera a media hora de camino de donde él vivía, aquel que él nunca

sería capaz de ver, parecía estar carcomiendo a JB. Y yo estaba segura

que Gaspard sentía lo mismo. Una vez más, estaba asombrada de que

Bran confió lo suficiente en mí para enviarme a hacer un recado tan

importante.

Bran y Gaspard estaban acomodados en una esquina de la biblioteca, en

una conversación profunda. Se voltearon al escucharnos entrar.

—Kate —dijeron ambos a la vez, y Bran dijo—: Y Vincent. —Mirando al

espacio tan cerca de mí que bien podría tener dos cabezas.

Saqué la pila de libros de mi bolso y los puse sobre la mesa frente a los

hombres. El rostro de Bran se iluminó, mientras pasaba sus dedos

cariñosamente por la tapa del libro en la cima.

—Nunca los he visto a todos en el mismo lugar, fuera de los archivos. Mi

madre solía traerlos a casa, uno por uno, para leérmelos. Y la única vez

que lo visité, hace solo un par de días, estaba ocupado con otra cosa. —

De repente, él parecía triste.

—Vi la tumba de tu madre —le dije suavemente, acercando una silla a la

mesa y sentándome junto a él—. Era hermosa.

—Gracias, niña —contestó Bran, viéndose consolado—. Me alegra que

fueras. Podría ser tu única oportunidad.

—¿Nunca visitaste los archivos de tu familia antes de esta semana? —

preguntó Jean-Baptiste, sorprendido.

—No. Solo el curandero activo de la familia lo tiene permitido. Es por eso

que mi madre me traía los libros, uno a la vez, como acostumbraba. —Él

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miró los volúmenes—. Supuse que hoy era un buen día para romper las

reglas.

—¿Quién escribió en realidad estos volúmenes? —preguntó Gaspard.

Parecía estar usando su contención sobrehumana para resistirse a saltar

sobre los libros y devorar su contenido.

—Mis ancestros —contestó Bran—. Los curanderos en mi familia han

estado ejerciendo su arte por muchas generaciones. Si bien el curandero

Tândorn activo ha mantenido una continua presencia en Saint Ouen

desde los tiempos medievales, el resto de los no practicantes de nuestro

clan vivían en Bretaña y eran campesinos.

»Como la mayoría de los campesinos de la época, mis ancestros eran

analfabetas. Pasaron sus historias de generación en generación,

memorizando volúmenes llenos de relatos de sus relaciones. En el siglo

XIX, la primera Tândorn que podía escribir, se encargó de copiar las

historias orales de la familia. Tres de estos libros —señaló con la cabeza

a los volúmenes—, fueron escritos por ella. Solo han habido siete u ocho

curanderos desde ella que agregaron sus conocimientos a los últimos dos

libros.

Él revolvió entre la pila y sacó uno de los libros que se veía más antiguo.

—Éste es el que recuerdo que contiene la información que el anciano

busca: menciona a Vic… la transferencia de poder de Campeón a

conquistador. Es un reporte de una fuente externa, por supuesto. Como

saben, nunca ha habido un Campeón en Francia.

Gaspard se inclinó hacia mí y agregó:

—Los Campeones han aparecido a lo largo de la historia en otros lugares

del mundo. Cada vez que la amenaza de los numa aumenta demasiado

en un área, otro Campeón parece surgir.

Pasando lentamente las páginas y escaneando cada una de ellas, Bran

se detuvo en un pasaje lleno de finos garabatos en tinta marrón que

parecían prácticamente ilegibles desde mi punto de vista.

—Sí, aquí estamos. El relato de un curandero que había viajado con una

caravana desde la India y conoció a uno de mis ancestros.

—Deja de mirar al futuro, Vincent —dijo Jean-Baptiste—. ¿Por qué

habría de asustar a Kate si ni siquiera es una posibilidad?

Se giró hacia mí.

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—A Vincent no le gusta lo que Bran está por leer, y pidió que esperemos

para discutirlo hasta que tú te hayas ido.

—Muchas gracias, Vincent —dije, sintiéndome furiosa—. ¿Demasiada

sobreprotección?

Lo siento, mi amor, le escuché decir. Hay algunas historias que no creo

que sean completamente necesarias que conozcas. Especialmente cuando

me involucran.

—Creo que puedo decidir por mí misma qué me molestará —respondí—.

Por favor, Bran, continúa.

Bran revisó la historia y la resumió para nosotros.

—La historia tuvo lugar en la India medieval bajo la dinastía Tanwar. Éste

campeón fue destruido y su espíritu se lanzó dentro de un animal que

fue asesinado y comido por su captor numa. Fue así como el poder del

campeón fue transferido al numa. Se necesitó un ejército Bardia para

derrotarlo, solo después de que hubiera utilizado todos sus multiplicados

poderes de fuerza y persuasión para conquistar una ciudad entera.

Mi garganta se estrechó.

—De acuerdo, no estoy molesta, pero estoy disgustada —dije, con el

estómago revuelto—. Vincent, ¿eso es lo que Violette intentó contigo?

¿Comer el animal?

Sí, contestó él, mientras Gaspard asentía con la cabeza. Vincent

obviamente ya le había contado la historia.

—¿Qué sucedió? —pregunté.

Kate, realmente no es importante, declaró Vincent. No es que crea que no

puedas soportarlo. Es solo que…

—Dime.

Violette obligó a mi espíritu a entrar en el cuerpo de un conejo, al cual luego

mató y lo comió crudo. Pero en algún momento entre el asesinato y la

ingesta, mi espíritu dejó el cuerpo.

—¿Qué te habría sucedido si hubiera funcionado? ¿Si tú hubieras sido el

Campeón? —le pregunté a Vincent.

Bran respondió por él.

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—Violette hubiera absorbido el espíritu de Vincent, el cual se habría

combinado con el suyo. Su identidad se habría entrelazado con la de

Violette, y sus poderes añadidos a los de ella.

Pero obviamente, eso no sucedió. Se apresuró a decir Vincent.

Mi cabeza dolía. Sentía una sensación de quemazón detrás de mis cejas,

como cuando masticaba hielo. Levanté mi mano para acunar mi frente y

sentí las lágrimas punzando en mis ojos. La sola idea de los espíritus de

Vincent y Violette entrelazados me enfermaba.

Está bien. Estoy aquí ahora, dijo Vincent consoladoramente.

—Pero cuando Violette te haga regresar a ella, ¿qué vas a decirle? ¿Que

hizo lo correcto, pero que no funcionó dado que no eres el Campeón? —

pregunté.

—No, él va a mentir —dijo Jean-Baptiste—. Inventaremos algún tipo de

ceremonia falsa para que ella lo intente con el fin de retenerla un poco

más de tiempo.

Brand dio su aporte.

—Estancarnos no va a solucionar nada. Él aún está atado a ella y así

permanecerá hasta que una de las dos cosas suceda.

—¿Y eso sería…? —pregunté.

—Hasta que Violette sea destruida o Vincent reencarne.

La mataría. Con mucho gusto, pensé, mi furia haciéndome mucho más

nauseabunda. Sin embargo, dándome cuenta que matar a una Revenant

protegida por una horda de numa no era la mejor solución, fui más

práctica.

—Vamos a encontrar datos sobre la encarnación —dije.

—Recuerdo a mi madre hablarme de esto cuando aún era un niño, no lo

he visto yo mismo así que no sé cuál de estos libros contiene la historia

—admitió Brand—, necesitaré revisar hasta que pueda encontrarlo.

—Estaré feliz de ayudar —ofrecí. Cogí uno de los libros, pero retiré mi

mano al ver su expresión.

—Lo siento niña, pero estos libros están llenos de los secretos de mi

familia —dijo Brand—. He jurado protegerlos y no mostrárselos a nadie.

Mi corazón se hundió, si Bran leía todos estos libros por sí mismo, podría

tomarle un largo tiempo. Y tiempo era algo que no podía permitirnos.

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—¿Te importa si espero aquí, hasta que tenga que ir a casa? —pregunté.

¿Y hacer qué?, preguntó Vincent, ¿Verlo cambiar páginas? Estarás

aburrida y lo volverás loco.

—Hay mucho aquí que me mantendrá ocupada —respondí, señalando las

paredes llenas de libros—. No quiero ir a casa aún.

—Eres bienvenida a quedarte —respondió Bran, para mi alivio.

—Vincent y yo aprovecharemos esta oportunidad para hablar —dijo

Jean-Baptiste—. Necesito que me digas todo lo que sabes sobre Violette

y sus planes.

Volveré, mon ange, prometió Vincent.

Bran pasó la siguiente hora estudiando cuidadosamente sus libros,

mientras Gaspard flotaba de un lado a otro. Estaba más nervioso de lo

normal, retorciéndose las manos mientras observaba el trabajo de Bran.

Sospechaba que su nerviosismo era por el hecho de que estaba en

presencia de una gran cantidad de información Arcana que no podía

tocar. El pensamiento de lo que podía estar escrito en los libros era

suficiente para llenarme de curiosidad, y no era una súper ansiosa

historiadora del siglo XIX.

Me pasé el tiempo leyendo una macabra leyendo de una historia sobre

reyes aztecas precolombinos que usaban Revenantvidentes para

encontrar una bardia recién formada. Ellos les forzaban a ser sus

guardaespaldas, amenazando a sus seres queridos. Cuando los reyes

murieron, sus esclavos bardia eran inmolados con ellos. Me estremecí

con horror, el contenido perturbador me hizo ver nuestra situación con

una nueva luz: las cosas podrían ser peor.

Finalmente Charlotte asomó su cabeza a través de la puerta.

—Tu abuela llamó para decirte que vayas a cenar. Jean-Baptiste dijo que

te acompañara —dijo ella—. Aún está entrevistando a Vincent sobre

Violette. No ha habido actividad numa desde la mañana, y dado que

Violette está esperando conseguir algo de nosotros, JB siente que estarás

a salvo en tu casa.

—Pero que si… —Comencé rogando con la mirada a Gaspard

—Te llamaremos al segundo que encontremos algo —prometió el revenant

más antiguo.

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—Violette le dio a Vincent tres días —dije, sintiendo el pánico que estuve

alejando cada vez que miraba a Bran moviéndose a la velocidad de un

caracol en sus textos—. Eso significa…

—Lo que deja dos días y once horas. Sí, querida Kate, estoy tan consiente

como tú del tiempo —me tranquilizó Gaspard, poniendo en una mano en

mi brazo—. Pero dado que no hay nada que puedas hacer para ayudar

en el momento, puedes ir a casa con tus abuelos.

Apreté los dientes y me volví para irme con Charlotte. Odio sentirme

impotente, no es como si hubiese estado haciendo mucho sentada en la

biblioteca. Pero estar en casa con mis abuelos no ayudará en nada.

Mientras recogía mi abrigo y mochila, de repente se me ocurrió que Papy

tal vez se haya encontrado con algo de reencarnación en su búsqueda.

Ese pensamiento levantó mi espíritu y me fui sin discutir.

Cuando salíamos del patio trasero de La Maison y me dirigía a mi casa,

Charlotte se volvió y saludó a un par de figuras posicionadas al final de

la cuadra. Dos bardia caminaron detrás de nosotras, manteniendo una

cuadra de distancia. JB mantenía su promesa de protegerme

cuidadosamente.

Un par de chicos en bicicletas pasaron peligrosamente cerca mientras

cruzábamos la calle. Tomé el brazo de Charlotte y la acerqué a mí.

—¿Así que, qué piensas de la cosa de la reencarnación? —preguntó—.

Toda la caza trata de eso, ¿crees que puede ser verdad?

—Creo que si hay una pequeña oportunidad de que sea verdad, voy a

asegurarme de que intentemos cada forma para saberlo.

Ella asintió.

—Esperemos que los libros del curandero tengan algo útil.

—Si no… o incluso si es así… voy a ver si puedo encontrar algo más. Mi

abuelo ha leído bastante en temas místicos, sabes, incluyendo algunos

textos revenant.

—Hmmm —dijo dudosamente.

¿Por qué nadie cree que un humano puede ayudar a los bardia?, pensé

frustrada. Cambié de tema.

—¿Y qué se siente volver a La Maison con Ambrose ahí? —Cruzamos la

bulliciosa avenida Raspail. Era la tercera semana fría de febrero y las

ventanas de las tiendas estaban llenas de ropa para el verano que no

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podría soñar en ponérmelas mientras me acomodaba mi grueso abrigo.

Nos detuvimos frente a una ventana.

—De verdad deberías usar algo como eso —dijo Charlotte, asintiendo

hacia un vestido corto, con unos vaqueros ajustados.

—Um, eso tal vez puede pasar en otra vida. Y estás evadiendo mi

pregunta —respondí, alejándola de la ventana y guiándola hacia la acera

conmigo.

Charlotte se encogió de hombros como signo de derrota.

—Es duro. Los ojos de Ambrose nunca dejan los de Genevieve. Cuando

él no te está vigilando, la está siguiendo.

—Así que es por eso por lo que él estaba molestando para unirse a la caza

de Violette esta mañana —dije, poniendo dos y dos juntos.

—Eso y la posibilidad de una buena batalla. —Charlotte sonrió.

—¿Te dijo algo más sobre ella? —pregunté.

—No, solo esa única vez después de llegar a Villafranca de Mar. Debe de

haber dicho todo durante esa confesión, porque no la ha mencionado

desde entonces.

Envolví mi brazo alrededor de Charlotte como un abrazo de lado mientras

llegábamos a mi calle.

—Pero sabes, Kate —dijo, cuando nos detuvimos en mi puerta—. Estoy

bien, y no lo digo a la ligera. Después de que te vi a ti y a Vincent estar

juntos después de que él había estado solo por tantos años… bueno, eso

me dio esperanza. Y viendo la manera en que te trata me hizo pensar que

tal vez puse mis expectativas demasiado bajo. Después de perseguir a

alguien que no me dio ni la hora…

Levanté mis cejas.

—Bueno, eso no es exactamente verdad —confesó Charlotte—. Ambrose

me ama… pero como una hermana. Simplemente veo como Vincent te

anticipa en cada deseo y trata de volverlo realidad para ti. Como, cuando

te ve entrar a una habitación, es como si se trasformara en esta persona

que es más grande y mejor que la que estaba antes hace unos minutos.

Quiero ser eso para alguien, creo que lo merezco y no me voy a rebajar

por alguien que siente eso por otra persona.

El peso en mi pecho y las afiladas punzadas de tristeza volvieron con

fuerza con el recuerdo de Charlotte de como solían ser las cosas con

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Vincent. Y como volveríamos a serlo, me recordé, no podía perder la

esperanza, especialmente ahora.

—Así que hasta que mi caballero aparezca —continuó—. He decidido vivir

una vida completa y ser feliz con lo que tengo. Lo que de por sí es muy

bueno: no es como si a cada chica se le concediera la inmortalidad y se

le cargue con salvar vidas humanas.

Me guiñó el ojo con el último comentario, y podía decir que no solo fue

por bravuconería. Ella lo decía enserio. Envolví mis dos brazos a su

alrededor y le di un beso en la mejilla.

—El destino te ha traído hasta aquí, Charlotte, no veo por qué no

terminará concediendo el deseo de tu corazón.

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Capítulo 18 Traducido por QueenDelC y SOS por LittleGirl00

Corregido por Miss_ale

apy estaba poniendo la mesa cuando llegué a casa.

Al oírme cerrar la puerta, me miró con ansiedad.

—Oh, bien, estás en casa, princesse —dijo.

Mi abuela asomó la cabeza fuera de la cocina.

—¿Ha descubierto el sanador algo? —preguntó—. Georgia nos puso al día

de las cosas raras de hoy.

—No —dije, sacudiendo la cabeza—. Bran está estudiando sus registros

familiares. Es mucho material y no va a dejar que nadie más lo vea

—Es comprensible —dijo Papy, asintiendo sabiamente para sí mismo—.

¿Todavía hay guardias fuera? —preguntó.

—Sí. Hay dos guardias sentados en el parque al otro lado de la calle,

mirando el edificio —confirmé—. Y Charlotte me acompañó a casa.

—Se siente como si estuviéramos bajo aislamiento —comentó Papy un

poco a regañadientes—. Un par de ellos me siguió a casa desde trabajo

hoy, también. No estoy realmente seguro que todos necesitamos de esta

seguridad. Tú, por supuesto, pero no es como si tuvieran algún interés

en mí o en tu abuela.

—Solo agradece por ello. Con todo lo extraño, no se puede tomar

demasiadas precauciones. Y lo que sea que está pasando, aún tenemos

que comer —dijo Mamie desde la cocina antes de gritar—: Georgia. Tu

hermana está en casa. ¡Tiempo para la cena! —Ella apareció cargando

una bandeja con una enorme humeante masa de hojaldre en forma de

pez—. Saumon en croûte, servido con zanahorias en mantequilla al curry

—anunció.

—¡Mamie, eso es magnífico! ¿La hiciste? —pregunté, los olores

combinados de los pasteles al horno y el vapor del salmón me hace darme

cuenta de cuán hambrienta estaba.

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Mamie hizo su sonido de desaprobación.

—Trabajé todo el día, querida Katya. Esto fue hecho por Monsieur

Legrande —dijo, en referencia a la tienda de buena comida en la calle—.

Pero estoy segura de que él lo hizo con amor. —Guiñó un ojo.

—Me gustaría comer, incluso si lo hizo con lujuria —anunció Georgia

cuando entró en la habitación—, aunque imagino un lujurioso Monsieur

Legrande… puajj. —Arrugó la nariz.

Papy rodó los ojos.

—À table, todo el mundo.

—¿Alguna palabra sobre la investigación, Katie-Bean? —preguntó

Georgia mientras se sentaba, pero era solo una formalidad. Ella sabía

que yo habría llamado por teléfono si algo importante hubiera ocurrido.

Negué con la cabeza.

—Bueno, a pesar de que no se ha encontrado una solución, debes de

estar aliviada de que Vincent está libre por unos días, por lo menos —

dijo Mamie, colocando el plato y rodeando la mesa para envolverme en

sus brazos—. Y ese sanador parece saber mucho acerca de los

aparecidos. Él encontrará una solución, estoy segura —dijo en tono

tranquilizador.

Tomamos nuestros lugares alrededor de la mesa, y después de que

Mamie nos deseó un bon appétit, todo el mundo estaba metido en la

deliciosa comida.

—En realidad me estaba preguntando si te habías encontrado con el tema

de la reencarnación —dije, esperando que Papy podría hablar del tema

sin mucho incentivo. Mi apuesta dio sus frutos. Pude ver su pensamiento

corriendo

—Reencarnación —dijo—. La infusión de un espíritu en un objeto

inanimado. Eso sí que es una idea interesante. —Se tocó la barbilla—.

Quiero decir que es la reencarnación simbólica de la Eucaristía cristiana,

la transformación de la hostia y el vino en el cuerpo y la sangre de Cristo.

Lo que probablemente se basó en el "pan divino", ritual egipcio realizado

por los sacerdotes de Osiris. Pero no puedo pensar en un ejemplo donde

había una reinvención de un cuerpo y luego la posesión de un alma.

—¿Qué hay de Frankenstein? —sugirió Georgia con una expresión de

esperanza.

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—Georgia. Shhh —exhortó Mamie, pinchando una zanahoria y

colocándola delicadamente en su boca como si demostrara a Georgia lo

que debería estar haciendo en lugar de hablar de ideas perturbadoras.

—No, lo digo en serio. Eso es un ejemplo de un organismo que se creó

prácticamente desde cero, y después se electrocutó para darle un espíritu

—Creo que la parte electrocución solo animaba las partes del cuerpo

recompuestas —debatió Papy—. No le daba al monstruo un alma.

—Lo recuerdo claramente a él jugando por el río con una niña y llorando

—insistió Georgia—. No se puede llorar si no tienes un alma.

—Um, ¿podemos olvidarnos de las películas de terror y volver a la vida

real? —pregunté, posando mis cubiertos en mi plato mientras veía a

Georgia estallar más salmón en su boca. La idea de las partes del cuerpo

cosidas aparentemente no afectaba su apetito—. Dudo que los revenants

vayan a rearmar un cuerpo para Vincent y luego esperar una tormenta

eléctrica para llevarlo a la existencia —dije.

—No tendrían porqué —respondió Georgia, levantando su tenedor para

enfatizar su punto—. Hoy en día probablemente puedas hacerlo con

desfibriladores.

Cerré mis ojos con fuerza en señal de frustración.

—¿Georgia? —preguntó Mamie.

—¿Si?

—Cállate, por favor.

—Bien. —Mi hermana se encogió de hombros como para decir que se

arrepentirían de no haberla escuchado.

Me volví hacia mi abuelo.

—Aunque Monsieur Tândorn recuerda que los archivos de su familia

mencionaban algo sobre el tema, pensé en preguntarte de cualquier

manera, ya que eres mi experto residente en cada parte extraña de

conocimiento mítico bajo el sol.

Papy asintió en mi dirección, admitiendo mis palabras, pero aún perdido

en sus pensamientos.

—Hay todo un concepto sobre el golem en el folclor judío… —Y pronto

comenzó con historias bizarras que, según él, podrían tener hechos reales

entrelazados con la ficción. El resto de nosotros escuchamos, yo estaba

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extasiada, Mamie y Georgia tratando de seguirlo pero perdiendo interés

antes de que termináramos el postre.

Después de la cena, seguí a Papy a su estudio, donde se sentó detrás del

escritorio y comenzó a meter tabaco en el recipiente de su pipa. Me indicó

que cerrara la puerta, aparentemente para que Mamie no supiera que

estaba fumando, pero ambos sabíamos que ella estaba más que enterada.

Ésta cubierta era un símbolo de su agradecimiento a que ella lo dejara

seguir con su vicio “no tan secreto.”

—Entonces cuéntame más sobre lo que dijo este sanador sobre el “re-

encuerpamiento” —pidió.

—Bueno, la manera en que lo mencionó, era como si esperara que los

revenants supieran al respecto. Dijo que se usaba con los revenants que

habían sido destruidos contra su voluntad y quienes estaban atrapados

como almas errantes.

—Debe de ser algo que ocurre muy rara vez, ya que pensarías que si los

numa atacan a los bardia, ellos los quemarían de inmediato para destruir

tanto su cuerpo como espíritu. —Encendió la pipa y la sopló hasta que la

flama se encendió por completo—. A menos que tuvieran algún plan

nefasto como el de Violette.

—Eso es exactamente lo que dijo Gaspard.

Papy pensó por un momento.

—¿Quién es tan viejo de los viejos de los revenants de París?

—Jean-Baptiste es de la era napoleónica. Jeanne dijo que tenía

doscientos treinta años. Pero Arthur, el que era el protector de Violette,

tiene como quinientos.

—¿Y no estaba al tanto de esta posibilidad de re-encuerpamiento?

—No —respondí.

—Entonces, si ninguno de los revenants sabe sobre eso, debe significar

que la historia es de antes de 1500. ¿Qué tan largo es el linaje de Bran?

—Bueno, el libro que los numa robaron de nuestra galería, Amor Inmortal,

mencionaba a su familia, y ese era del siglo diez.

—Hmm. Esta línea de sanadores, quien resultan ser especialistas en

revenants, han pasado los secretos de su familia desde, al menos, la Edad

Media. Con razón tanto los numa como los bardia quieren poner sus

manos sobre ellos. Deben poseer una increíble cantidad de información.

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Inhaló de su pipa por unos segundos, se reclinó sobre su silla y me miró.

—Lo que podemos deducir es que si este proceso de re-encuerpar dice

que las almas de bardias errantes realmente existe, eso salió de la

tradición revenant y su historia oral es de mucho antes del siglo dieciséis.

Así que estamos buscando ejemplo antiquísimos, lo que cae justo en mi

área de especialidad. Ciertamente no recuerdo haber encontrado nada

como esto en referencia directa a los revenants, pero comenzaré a

buscarlo.

Miré a mi abuelo garabatear algunas notas en su cuaderno recubierto de

piel, y sentí una inmensa gratitud. No le había pedido específicamente

que ayudara. Pero se había anotado y dado a la tarea. Porque me amaba,

Y también amaba una buena búsqueda del tesoro, su tesoro siendo

conocimiento esotérico sobre cosas antiguas. Como los revenants. Lo que

sea que fuera, me alegraba que se uniera a la búsqueda.

—Gracias, Papy —dije, rodeando el escritorio para abrazarlo.

—No te preocupes, ma princesse. Pero dime en cuanto sepas lo que pasa

con los sanadores para comenzar mi investigación con tanta información

como sea posible.

—Lo haré —prometí, y dejé solo a mi abuelo en una nube de humo de

pipa y contemplación sobre la inmortalidad.

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Capítulo 19 Traducido por Jhosel y Parvatti

Corregido por Sil-V

e senté en la cama, esperando caer dormida. Fui incapaz de

evitar que mi mente vagara de nuevo a La Maison y la

biblioteca donde Bran buscaba una manera de darle a

Vincent un cuerpo. Me pregunte si él se vería igual, y

rápidamente decidí que eso no importaba. Ser capaz de

tocarlo, verlo, tenerlo de regreso… no importaba como se

mirara mientras fuera de carne y hueso.

Distraídamente recogí un libro de la pila junto a mi cama, y viendo el

título, sonreí. La Princesa Prometida19. Lo había leído tres o cuatro veces.

Como mínimo. Lo había conseguido un par de semanas atrás por una

razón segura. Y estacada aquí sin otro recurso sino obsesionarme sobre

algo que estaba fuera de mi alcance, cualquier distracción era

bienvenida. Deje que las palabras de S. Morgenstern me alejaran de mi

realidad en algún otro cuento de hadas.

Había conseguido llegar a la lucha con espadas con Inigo Montoya, que

contenía mi replica histórica favorita de escena de lucha, cuando mis

pensamientos fuera repentinamente interrumpidos por las palabras:

¿Qué estás leyendo?

Cerré mi libro y me senté derecha en la cama.

—Cielo santo, me asustaste —dije.

Lo siento, mon ange. Pensé que estarías esperándome.

19 La Princesa Prometida: La bella Buttercup jura amor eterno a Westley, que parte en busca de fortuna y es asesinado por unos piratas. La doncella, obligada, se promete al

príncipe Humperdinck de Florin, un bellaco al cual solo le interesa la caza. El mejor

esgrimista, el hombre más inteligente y el más fuerte del mundo son contratados por

los enemigos de Florin para raptar a Buttercup. En la huida, sufren la incansable

persecución de un encapuchado que los retará uno a uno en su propio terreno

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—Bueno, estaba esperando que vinieras, pero no estaba segura si

recordarías esa promesa, después de toda la emoción de los archivos —

admití, retorciéndome.

¿Cómo podría olvidar querer verte?, preguntó, y sus palabras fueron

como un abrazo. Um, Kate, ¿Por qué estas empujando ese libro debajo

del cobertor?

Suspiré y lo empujé fuera, sosteniéndolo arriba en el aire y volteando las

páginas ya que no sabía dónde estaba.

El rio.

No me digas que todavía estas tratando de ganar nuestra discusión de

mayor duración.

—El libro es mejor que la película, Vincent. Solo creo que a causa de que

lo leyeras en inglés, no conseguiste la ironía o el humor seco.

No me digas que vamos a discutir sobre esto mientras estoy volant y tienes

el libro en tu mano. Habla de una ventaja injusta.

Ignoré su petición de tiempo fuera.

—La película no tiene las historias de Fezzik e Inigo —insistí.

El libro no tiene Billy Crystal reproduciendo Miracle Max, rebatió.

—Touché —murmure, incapaz de discutir con ese punto—, pero esta

discusión no está terminada.

Es una cita.

Sonreí. Ubicando el libro en la mesa junto a la cama, me enderecé en la

cama y cruce mis piernas, como si estuviera teniendo una conversación

con una persona real sentada justo frente a mí. Al menos podía

pretenderlo.

Me concentré en una foto enmarcada en mi tocador tomada de mí y

Vincent en mi último cumpleaños. En ella, estábamos cerca de nuestra

cita en el bote de remos, y los dos estábamos sonriendo como idiotas.

Algo picó dolorosamente en mi pecho como una banda de goma rota.

—No puedo creer estemos hablando sobre esto —dije con nostalgia—

cuando esta mañana no sabía si incluso hablaría contigo otra vez.

Sé lo que quieres decir, respondió. Pero hablar de libros contigo es en

verdad una de mis actividades favoritas.

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Sonreí, recordando las conversaciones sobre libros épicos que solíamos

tener. Estábamos de acuerdo en casi todo excepto adaptaciones de libros

a películas, en cada caso casi siempre prefería el libro y Vincent la

película.

—Supongo que si estas discutiendo conmigo sobre ficción del siglo

veinte, ¿no ha habido ningún progreso en La Maison? —pregunté.

Nop, dijo Vincent, Bran va a través de los libros, pagina por página, para

estar seguro que no perdemos nada importante. Solo hay demasiado, o

probablemente más, sobre casos de migrañas y engendros que originan

predicciones, que sobre revenants. Pero ha hecho su camino a través de

dos de los cinco libros. Lástima que tiene que dormir, pero tomé la

oportunidad para pagarle a mi amor una visita.

Me incliné contra mi cabecera.

—Vincent, ¿crees que éste cosa de re-encarnación tiene una oportunidad

de funcionar?

Honestamente, creo que si en verdad existe, habríamos escuchado de ello

antes.

Asentí, aparentemente de acuerdo, pero interiormente determinada a

buscar cada posibilidad. Estoy de acuerdo con lo que Mamie había dicho.

Mi historia con Vincent no iba a terminar de este modo.

Deberías dormir, dijo Vincent.

Me acosté y empujé las sabanas arriba sobre mis hombros, cerrando mis

ojos.

—Cuéntame una historia —dije.

¿Quieres una cuento para dormir?, preguntó Vincent, riendo.

—Sí. Algo que me impida preocuparme. Para distraerme.

De acuerdo, dijo. Hay una historia que mi mamá solía contarme cuando

era un niño. Cambiaba un poco con cada relato, pero puedo darte lo

esencial.

—Perfecto —dije, ya sintiendo el sueño arrastrarse sobre mí. Hoy había

sido un día agotador, y no tenía idea de lo que traería mañana.

Comienza con un caballero que tuvo un sueño en el cual ve una hermosa

dama vestida de azul, yaciendo dormida en un bote viajando por el rio.

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Una voz le decía que la dama existía, que ella era su verdadero amor, y

que si la buscaba por un tiempo y lejos la encontraría. También advierte

que si el intenta este viaje, se enfrentará al peligro y posible muerte en el

camino. Cuando despertó, el caballero con tristeza subió a su caballo y

comenzó su búsqueda por ella.

Y con la historia de Vincent materializándose palabra por palabra en mi

cabeza, caí en un profundo sueño sin sueños.

Desperté a la mañana siguiente por la misma voz que me había arrullado

para dormir.

Bonjour, mon amour.

—Mmm —dije, rodando de costado a mi espalda e intentando abrir mis

ojos—. ¿Te fuiste o has estado aquí todo este tiempo? —pregunté.

Fui de regreso a casa. Y sé que es temprano, pero pensé que deberías

saber… Bran ha encontrado algo.

Mis ojos se abrieron de par en par y me senté derecha en la cama.

—¿Qué? ¿Qué encontró?

Una historia. Deberías venir y escucharla por ti misma. Es una historia

realmente antigua, pero suena creíble y podría darnos algunas pistas.

Mientras él hablaba, había saltado de la cama, me había puesto mis

vaqueros, y estaba luchando con una camisa.

Tienes tiempo para encontrar algo de ropa limpia, mi amor, vinieron las

palabras de Vincent.

—¡No hay tiempo! —dije, y luego corriendo hacia mi tocador, rodé mi

barra de desodorante debajo de cada brazo—. De acuerdo, tiempo para

necesidades completas —me permití—, y esta camisa está limpia, solo

no doblada.

Claro, dijo Vincent, riendo.

Mamie ya estaba despierta y bebía su café.

—Bran, el curandero, ha descubierto algo. Necesito ir.

—De acuerdo, Katya —dijo, pareciendo preocupada pero dirigiéndose al

armario del pasillo y agarrando su abrigo—. Solo déjame verte escaleras

abajo y estar segura que alguien te acompaña.

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No le dije que Vincent ya estaba aquí. Habría tomado demasiado tiempo

para explicar, y tal vez incluso ella enloquecería si supiera que él había

estado en mi dormitorio, invisible.

Dos revenants que yo había visto en la fiesta de Año Nuevo, aparecieron

de la nada cuando salíamos por la puerta. Mamie me besó en las mejillas

mientras decía:

—Continúa tú. Papy se fue temprano a la tienda. Hazle saber lo que se

descubrió tan pronto como sea posible. Él realmente quiere ayudar. —

Ella trataba de parecer optimista.

Cuando llegamos, Gaspard me estaba esperando en la puerta de la

biblioteca.

—Adelante —dijo emocionado—. Vincent me dijo que estabas en camino

—. Él me llevó a donde Jean-Baptiste estaba sentado con Bran, quien

apuntaba a una sección escrita en un pequeño guion rascado con tinta

negra.

—Ah, aquí está Kate —dijo Bran, cuando Jean-Baptiste se levantó y sacó

una silla para mí. El curandero me miró e hizo entrecerrar sus ojos

dolorosamente, como había estado haciendo desde que el numa le dio un

puñetazo. Había empezado a acostumbrarse a él, pero aun así me hacía

sentir incómoda—. Ya les he dado un resumen de esto a los señores

Tabard y Grimod —dijo—, pero puedo leerte palabra por palabra, si lo

deseas.

—Por favor —dijo Gaspard, cogiendo un lápiz para tomar notas.

Bran comenzó a hablar en un tono monótonamente espeluznante, como

si estuviera leyendo un hechizo, siguiendo las líneas con el dedo al leer.

—El cuento del Thymiaterion que nos narra un miembro de un grupo de

llamas-dedos de curanderos.

—¿Qué significa eso? —interrumpió Gaspard.

Bran miró hacia él, confundido.

—¿Un thymiaterion? No tengo ni idea.

—No, no. Yo sé lo que es un thymiaterion. Es un antiguo tipo de

quemador de incienso. ¿Qué significa llama-dedos? ¿A qué se refiere?

—Llama-dedos. Son aquellos de nuestra especie “los curanderos” que se

ocupan de los revenants. —Eso explica todas las pinturas a mano en la

cueva, pensé.

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Bran continuó:

—Los curanderos de Bizancio huyeron de la plaga y se volvieron

ambulantes. —Miró hacia nosotros—. Para cuando estos cuentos fueron

escritos, sospecho que se referían a la peste Negra. Lo que significa que

fue a mediados del siglo XIV.

—Sí, sí —dijo Jean-Baptiste impaciente—. Continúa, por favor.

—Justo antes de la Plaga, un grupo de la Bardia de Italia se trasladó a

Constantinopla, trayendo un valioso tesoro Etruscan con ellos. Poco

después, un poderoso numa de nombre Alexios mató al jefe de Bardia,

Ioanna, y la ataron a él. Los parientes de Ioanna destruyeron a Alexios,

liberando así su espíritu a partir de su vínculo con su captor numa. Los

parientes de Ioanna buscaron al llama-Dedos Georgios, para que llevara

a cabo una reencarnación, diciéndole que el proceso se había llevado a

cabo varias veces, muchos años antes. Se resistió un poco, sin saber qué

podía hacer. Pero dio instrucciones para que una thymiaterion gigante

de bronce en su tesorería se utilizara, y el objeto en sí celebró la

iluminación. Instruido por antiguos, Georgios dirigió la ceremonia y

reunió el alma errante con un cuerpo hecho por el hombre que se

convirtió en suyo.

Mi pulso se aceleró. ¡Eso significaba que había esperanza para Vincent!

Me sentí mareada y tuve que contenerme de saltar y abrazar a todos en

la sala. En cambio, me calmé y escuché más. No quería perder ni una

sola palabra.

—Le preguntamos a los viajeros lo que había pasado con el objeto mágico.

Nos dijeron que durante el asedio de su ciudad el thymiaterion fue sacado

al igual que el resto del tesoro de la Bardia, que había sido saqueado y

dispersada por toda la tierra. Así fue la historia que nos ha dado el llama-

dedos Nikephorus antes de Constantinopla, pero ahora un vagabundo

transcribe como si fuese de su propia boca. Nos maravillamos de la

historia fantástica, y otros no la creyeron. Pero mi abuelo, que aún no

había pasado su regalo a mi madre, dijo que sentía que era verdad. Que

este poder era uno de los nuestros.

Bran colocó cuidadosamente un trozo de papel en el libro para guardar

la página.

—Así que, mi memoria no me falla. Sabía que había oído hablar de la

reencarnación.

¿Y?, pensé. Eché un vistazo a los otros, que parecían tener la misma

reacción. Todos estábamos esperando por más.

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Jean-Baptiste se masajeó las sienes. Entonces, aclarándose la garganta,

dijo:

—Y, para confirmar. Este es sin duda el único registro de la

reencarnación, una banda de la Bardia ambulante del siglo XIV.

Bran frunció el ceño y lo miró a la defensiva.

—Bueno, mi familia parecía pensar que era interesante, ya que este fue

uno de los cuentos que se mantienen y se pasan a lo largo de los años, y

mi madre me lo señaló como una descripción de nuestros poderes,

aunque rara vez se utiliza. Pero parece que el instrumento en sí, el thy…

lo que sea, es esencial para que la tarea se pueda llevar a cabo.

Mi corazón se hundió.

—Entonces, solo para aclarar, estamos buscando un quemador de

incienso gigante que se perdió hace más de 600 años —dije, tratando de

no sonar incrédula.

—Me gustaría pensar que había más de uno de estos objetos —Gaspard

respondió con cuidado—. Si lo fuera, de hecho, una herramienta mágica

importante en los tiempos antiguos, me imagino que varios fueron

creados. No era tan fácil volar por todo el mundo cuando había una

convocatoria de tribu, pero no había comunicación entre culturas

revenant generalizadas. Esta información tuvo que haberse extendido a

nivel mundial entre los revenants.

Una antigua leyenda sobre un quemador de incienso mágico. Eso no era

exactamente lo que había esperado, pero al menos era algo. Decidida a

no dejar que mi decepción se convirtiera en un espectáculo, tomé mi

libreta del bolso y anoté algunas notas, pidiéndole a Bran un par de

respuestas para aclarar. Gaspard me miró con curiosidad.

—Pensé que mi abuelo podría seguir la información que tú encontraste

con sus propios recursos —le dije.

Gaspard frunció el ceño.

—No es una falta de respeto a tu abuelo, mi querida, pero dudo que esté

en posesión de algo que nuestra amplia biblioteca no tenga ya.

—Bueno, he encontrado la copia de Amor Inmortal en su galería, que es

lo que me llevó a la búsqueda de Bran y su familia en el primer lugar —

repliqué.

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—Eso es verdad —admitió Gaspard—, pero sinceramente no creo que

deba causar problemas a tu abuelo con esto. Con nuestros recursos aquí,

somos capaces de acceder a la información necesaria, si es que existe—.

Él hizo un gesto con la mano para indicar el tamaño de la biblioteca.

—¿Por qué estás reacio a que incluya a mi abuelo en esta investigación?

—le pregunté a quemarropa. Gaspard pensó por un segundo, y luego

Jean-Baptiste lo interrumpió para salvarlo—. Nosotros no estamos

acostumbrados a la inclusión de los seres humanos en nuestras

relaciones, excepto como un soporte —dijo en tono de disculpa—. Tal vez

eso es miope por nuestra parte, pero nuestro aislamiento tiene un

propósito, la supervivencia. Es a lo que estamos acostumbrados. Esto no

quiere decir que no respetamos a tus abuelos y valoramos su confianza.

Asentí con la cabeza.

—Pero ahora estamos en una carrera contra el tiempo para encontrar la

información, ¿no? —Me levanté y metí mi portátil en mi bolsa.

Gaspard asintió.

Cogí mi abrigo.

—Así que, con su permiso, voy a trabajar con mi abuelo para ver qué

podemos encontrar. —Comencé a caminar hacia la puerta, y luego giré,

les di una sonrisa competitiva y dije—: ¡Te vencí!

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Capítulo 20 Traducido por Nanami27

Corregido por Sil-V

ices que era un Thymiaterio gigante —confirmó Papy—.

¿Griego antiguo? —Pasó a través de un catálogo de la

subasta mientras lanzaba preguntas hacia mí. Estábamos

acomodados en la trastienda de su galería, sentados entre

estatuas de tamaño natural de dioses y guerreros.

—No, Bran dijo que el bardia vino de Italia —le contesté, revisando mis

notas.

—Ah, entonces etrusco —dijo Papy, reemplazando el catálogo y sacando

otro.

—Sí, eso es lo que dijo, etrusco —confirmé—. Cuando Constantinopla fue

sitiada, sacaron sus tesoros a escondidas, los ocultaron, y más tarde fue

saqueado.

—Me pregunto qué es exactamente lo que quieren decir con “gigante” —

dijo Papy, abriendo una página doble de objetos antiguos para que viera—

. Este es un ejemplo de un antiguo thymiaterion etrusco. —Señaló a una

imagen de un cáliz de arcilla roja. Su tronco tenía la forma de un hombre

que sostenía el cuenco de la copa en la cabeza—. Fueron utilizados para

quemar incienso en las ceremonias religiosas, y por lo general solo eran

de alrededor de uno o dos pies de altura. Puedes encontrarlos hechos en

piedra caliza, arcilla...

—Este era de bronce —dije, mostrándole los garabatos en mi cuaderno.

Papy pensó un poco.

—Algo así sería un objeto importante. La calidad del museo. No he visto

nada igual en mis propias negociaciones, pero entre las dos guerras

mundiales había colecciones enteras de objetos con calidad para museo

provenientes de Oriente Medio y que se vendieron en el mercado de arte,

en circunstancias muy dudosas. El hecho no reconocido fue que eran el

producto de tumbas saqueadas. No sé si alguna de estas colecciones en

cuestión involucra artefactos revenant… si lo hicieran, los coleccionistas

revenant se habrían asegurado que toda mención de ellos fuera sacada

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de los registros públicos. Pero en primer lugar me gustaría empezar a

buscar en los remates de estos años.

—¿Tienes alguna? —pregunté. Papy se volvió y se dirigió a su estantería,

pasando el dedo por los lomos de algunos libros antiguos, y luego señaló

a uno.

—Vamos a ver, esto es 1918. —Bajó dos estantes y se detuvo en otro

libro—. Y aquí es 1939.

Mi mandíbula cayó abierta. La sección que estaba señalando se componía

de unos cincuenta libros.

—¿Están esos registros por casualidad en Internet? —Papy dio una

sonrisa divertida y sacudió la cabeza.

—Te diré algo. Tomaré estos en alemán y te dejaré los catálogos en inglés

y francés.

Trabajamos toda la mañana y parte de la tarde. Después de unas cuantas

horas Papy había interrumpido mi trabajo diciendo:

—¿Te das cuenta, princesse, que estamos trabajando por una

corazonada. Podríamos no encontrar nada.

—Lo sé, Papy —había contestado—. Y no es necesario que me ayudes si

tarda mucho tiempo.

Papy dijo:

—N'importe quoi.

Una frase que significa, “no seas tonta”. Y a pesar de que se levantó para

hacer unas llamadas y mostrar a un cliente solitario los alrededores de

la galería, pasó el resto de la jornada laboral junto a mí.

Nos registramos con Mamie a la una, y Georgia llegó media hora más

tarde con una cesta de picnic con un almuerzo para los tres. Colgando el

abrigo sobre el brazo extendido de una ninfa de mármol, se sentó y sacó

un volumen, pasando las páginas hasta que llegó a una ilustración.

Alejándolo de Papy, ella levantó una página que mostraba una estatua

desnuda de Perseo sosteniendo la cabeza de Medusa. Levanté mis cejas,

esperando.

—Lindo paquete —comentó como materia de hecho y, a continuación,

pasó a la parte delantera del libro con un aire de imitación estudiosa.

Traté de ocultar mi risa de Papy, que nos miraba con curiosidad.

—Entonces, ¿qué estamos buscando? —Mi hermana me preguntó con

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cara seria, y una vez le expliqué, se puso a trabajar de inmediato.

De vez en cuando, uno de nosotros encontraba algo. Una colección

bizantina indeterminada de objetos de bronce. Un antiguo incensario.

Papy había echado un vistazo, y luego negado con la cabeza, diciendo que

conocía esa colección o pieza, y no podría estar asociado con nuestro

thymiaterion.

Sin embargo, un par de horas más tarde, cuando encontré Diez objetos

etruscos importantes, desenterradas en Turquía Papy se incorporó y

estudió la entrada con más cuidado.

—“Incluye objetos de bronce del templo: quemadores de incienso,

estatuas y grabados con símbolos místicos no identificados” —leyó—.

“Varios artículos de gran tamaño. Parte de un tesoro descubierto fuera

de Estambul. Vea también lotes de cuarenta y cinco y cuarenta y seis”.

—Leyó las descripciones de los otros dos lotes y, a continuación,

comprobó la parte de atrás del libro para la inserción que enumeraba los

adjudicatarios—. Creo que has encontrado algo aquí, Kate —dijo,

levantando la vista del libro. Intenté no emocionarme demasiado, pero mi

sangre se sentía como que estaba a tope a través de mis venas cuando vi

el rostro de Papy iluminarse—. Esta es una colección importante de la

que nunca he oído hablar. Y, probablemente, por una muy buena razón:

una vez que se comprara, debe haber sido escondida. También, el

comprador solo aparece como "un anónimo coleccionista de Nueva York,"

por lo que posiblemente podría referirse a uno de nuestros colectores

secretos de la materia revenant.

Se sentó a pensar por un momento, y después de cerrar el libro, se puso

en pie.

—Vale la pena darle seguimiento. Solo conozco un coleccionista de

antigüedades de Nueva York viviendo en ese tiempo a quien podría

referirse esto. Su hijo se hizo cargo de su colección, y ha sido durante

mucho tiempo uno de mis clientes en Manhattan. Además de coleccionar

antigüedades, me tiene en contacto cuando sea que tenga cualquier cosa

remotamente referente a la tradición revenant. C. J. César, se llama a sí

mismo, lo que obviamente es un alias.

—¿Por qué? —preguntó Georgia. Papy la miró.

—Supongo que el CJ significa Cayo Julio... César, como el general

romano y estadista.

—Sabía eso —dijo Georgia ligeramente. Papy negó con la cabeza.

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—Ni siquiera tengo un número de teléfono. Hace un par de décadas, solía

enviar las descripciones y fotografías de los objetos que le puedan

interesar a un puesto de correos. Ahora, por supuesto, tiene correo

electrónico. Pero dudo que me conteste si le preguntara acerca de un

objeto que ya está en su colección. Nuestro contacto se ha limitado a la

compra y venta.

—Bueno, ¿adónde envías sus compras? —pregunté—. Si tenemos una

dirección de correo, probablemente podríamos buscar su número de

teléfono. Es decir, si está aún en la lista. —La esperanza me llenaba como

el helio. Me sentía optimista. Como que estaba dispuesta a ir a Nueva

York y hacer un seguimiento del tipo yo misma. Hasta ahora, esto era

solo una ventaja, pero era la única que teníamos.

—Él tiene sus propios encomendados recogiendo los objetos —señaló

Papy—. Me temo que esto va a ser un poco como un callejón sin salida,

a menos que haga algo que he estado posponiendo desde hace un par de

días.

—¿Qué es eso? —pregunté.

—Voy a tener que encontrarme con Monsieur Grimod —señaló Papy—. Y

si las cosas son tan urgentes como dices, debo seguir adelante y hacerlo

ahora.

—¡Bueno, Kate y yo mejor vamos contigo! —dijo Georgia rápidamente.

Ella cerró de golpe su libro, se puso de pie y comenzó a ponerse el abrigo,

me lanzó una mirada que decía que había estado esperando todo el día

por una razón para visitar La Maison. Yo ya tenía mi abrigo puesto y

estaba a medio camino de la puerta.

—Voy a llamar para hacerles saber que estamos llegando —dije, sacando

el teléfono de mi bolso. Cuando comencé a marcar, sonó.

—¿Estabas a punto de llamar? —dijo Jules desde el otro extremo de la

línea.

—¿Cómo sabías...? —comencé.

—Vince está aquí conmigo, en completo modo adivino —respondió—. Y,

sí, puedes venir. Voy a dejar que JB sepa que estás en camino.

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Capítulo 21 Traducido por AntoD y SOS por Vafitv

Corregido SOS por QueenDelC

or dos segundos después de que JB abriera la puerta, pareció

como si no podríamos pasar del umbral. Nunca había visto

incómodo a mi abuelo en una situación social, pero la mandíbula

de Papy estaba apretada tan fuerte que estaba sorprendida de

que fuera capaz de abrir con dificultad su boca otra vez para

decir “Bonsoir”. Pero finalmente se las arregló para hablar, y

ambos hombres inclinaron sus cabezas para saludarse antes de darse un

formal apretón de manos.

—Kate. Georgia. —Jean-Baptiste nos saludó y luego, apartándose del

camino, dijo—: Por favor, Monsieur Mercier, adelante. —Señaló la

escalera—. Bien podríamos proceder directamente a la biblioteca.

—Parece como si estuvieran yendo a una carrera de obstáculos o a un

club viejo y mugroso para hombres, en lugar de a una biblioteca para

discutir el re-encuerpamiento de mi novio inmortal —le susurré a Georgia

mientras los seguíamos dentro de la casa.

—Quizás eso es lo que los viejos discuten en sus sillones de cuero

mientras fuman sus cigarrillos —respondió con una sonrisa—. Y aquí nos

estábamos imaginando que era sobre el marcado de valores o de precios

inmobiliarios.

La puerta de sala de estar se abrió y Artur entró al vestíbulo.

—Bonjour, Georgia —dijo, caminando ansiosamente hacia nosotros.

Agarró su mano y estuvo a punto de llevarla hacia sus labios antes de

recordar en qué siglo estaba, y optó por un beso en la mejilla en su

lugar—. ¿Cómo estás?

Georgia levantó su rostro para su inspección.

—Mejor, ¿no crees? —preguntó.

—Sí. Te ves… —Iba a decir “hermosa”, lo sabía. Pero se detuvo y dijo—:

Mucho mejor. Me alegra que te estés curando.

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Georgia le sonrió coquetamente y dijo:

—Fue muy dulce de tu parte que me llamaras está mañana para

comprobar cómo estaba y me dejaras todos esos mensajes. Lamento no

haberte devuelto las llamadas. Realmente estoy intentando tomármelo

con calma. Para recuperarme, ya ves.

—¡Por supuesto! —exclamó Arthur, colocando tímidamente su cabello

largo hasta los hombros detrás de su oreja. Noté que no se había afeitado

y que llevaba puesto unos vaqueros negros y una camiseta, en lugar de

su camisa a botones y pantalón de vestir. Tuve que sonreír. Arthur se

estaba esforzando por mi hermana.

—No esperaba que me devolvieras la llamada —dijo él—. Solo me estaba

asegurando, ya sabes. Pero, por qué no vienes a la cocina conmigo y te

consigo algo de tomar. ¿Has almorzado? ¿Tienes hambre?

Mientras salían por la puerta hacia el pasillo, Georgia se volteó y me lanzó

una mirada, levantando sus cejas en señal de victoria antes de volverse

hacia él. Apenas podía contenerme de romper a carcajadas. Georgia era

la reina de los juegos. Y obviamente estaba jugando a éste con mucho

cuidado.

Mi ángel, una voz vino a mi cabeza.

—Me estaba preguntando dónde estabas —dije, siguiendo a Papy y a

Jean-Baptiste, subiendo las escaleras dobles.

Puedo decir que has descubierto algo, tus mejillas se han puesto muy

rosas. Lo cual, debo decir, te sienta bien, mi ángel. ¿Estaría fuera de lugar

si te digo lo completamente encantadora que te hace ver?

Toqué mis mejillas con la punta de mis dedos y las sentí ponerse aún

más rojas.

—Sí, eso está completamente fuera de lugar —lo regañé bromeando, pero

su cumplido me hizo sentir radiante. Como siempre.

¿Qué descubriste?, preguntó él, divertido.

—Un viejo catálogo de subasta con una venta que “podría” haber

contenido nuestro timiaterio.

Bueno, eso es más de lo que Gaspard y Bran consiguieron. No pudieron

encontrar nada parecido al objeto en sí, y extendieron la búsqueda a

cualquier otra cosa que pudiera tener los símbolos mencionados en la

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historia. Aquellos que pudieran explicar cómo se realiza una re-

encuerpamiento.

—¿Tuvieron suerte?

Nada.

Entré a la biblioteca para ver a mi abuelo estrechando las manos con

Gaspard y luego con Bran. Los cuatro hombres estaban reunidos

alrededor de una mesa, y Jean-Baptiste apartó una silla para mí.

Papy comenzó colocando el catálogo de subastas sobre la mesa. Les dijo

que si el timiaterio no estaba ya en un museo o en otra colección pública

importante, lo cual no podía ser, porque él ya estaría familiarizado con

ello, entonces debía estar en una colección privada. Explicó sobre el

movimiento de antigüedades de Medio Oriente hacia los mercados de

antigüedades entre guerras, y su teoría de que la pieza había sido

trasladada desde Turquía hacia una colección europea o estadounidense

durante ese periodo.

Tocó el libro con su dedo índice.

—Poseo todos los registros de las principales casas de subastas de ese

tiempo, y en uno de ellos Kate encontró una venta que podría referirse al

objeto que buscamos.

¡Dijo “nosotros”!, pensé, maravillándome una vez más de que mi abuelo

estaba uniendo fuerzas con los revenants, por mí.

Papy abrió el catálogo y les mostró la referencia, luego regresó a la página

de la lista de compradores.

—Si una venta de éste tipo fue hecha para un museo o un gran

coleccionista, el nombre estaría registrado. En cambio, ésta importante

colección fue a un comprador anónimo.

Se giró hacia JB.

—Estoy suponiendo que muchos de los libros de esta biblioteca fueron

comprados por mí.

—Estaría suponiendo correctamente —confirmó Jean-Baptiste, solo el

mínimo atisbo de incomodidad cruzando su rostro mientras revelaba otro

de sus secretos a un extraño.

—Entonces, tal vez conoce quiénes de los otros miembros de esta

confederación mundial con temática de sigilosos revenant serían los

compradores.

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—Sin duda conozco a algunos de ellos —afirmó Jean-Baptiste.

—Bueno, hay únicamente un puñado de importantes coleccionistas de

antigüedades establecidos en Nueva York. Y solo uno de ellos que conozco

para contactar si encuentro un objeto relacionado con los revenant.

Siento que el comprador que compró esta pieza en la subasta pudo haber

sido el padre de un cliente mío de mucho tiempo ubicado en la ciudad.

Jean-Baptiste lo miró, esperando.

—Pero no tengo forma de comunicarme con este coleccionista que va bajo

el seudónimo de “G. J. Caesar”, excepto por correo electrónico. Y dudo

que conteste una petición de mi parte acerca de algo ya existente en su

colección.

Tan pronto como Papy dijo el nombre, una sombra cayó sobre los rasgos

de Jean-Baptiste, y pude decir que estaba preparándose para algo

desagradable. Gaspard debió haberlo sentido también, porque hizo un

ruido como una clase de hipo y luego comenzó a juguetear con algunos

papeles.

Papy continuó, intrépido.

—Ese alias parece tocar algo en usted. Tenía la esperanza de que

realizara la comisión y preguntara si la pieza está en su colección.

Seguramente él estará más abierto a compartir información con usted de

lo que estaría conmigo.

Hubo un largo e incómodo momento en el cual Jean-Baptiste parecía

estar librando una batalla interna. Finalmente, se puso de pie y dijo:

—Puede que conozca el hombre al que se refiere, pero no tengo su

información fácilmente accesible. Deme un día, Monsieur Mercier, y veré

qué puedo producir.

—Eso parece razonable —respondió Papy, mirándome. Yo estaba

sacudiendo mi cabeza.

—Tenemos menos de cuarenta y ocho horas —insistí—, y Vincent dice

que no estamos ni siquiera seguros de que Viollete vaya a respetar esa

oferta. Ella puede arrastrarlo de regreso pronto.

—Sé exactamente cuánto tiempo nos queda —respondió Jean-Baptiste,

con el rostro como piedra—. Solo necesito un pequeño momento para

pensar.

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El jugueteo de Gaspard se intensificó hasta que pareció como si estuviera

a punto de fundir un fusible. Poniéndose de pie, se enfrentó a su

compañero.

—Jean-Baptiste, el tiempo es esencial aquí. Es momento de dejar lo

pasado sea pasado. Me rehúso a permitirte pasar el día debatiendo si le

hablarás o no a Theodore. Cincuenta años es demasiado para una

disputa. Ahora, toma el teléfono y llámalo.

—Puede que ya ni siquiera tenga su número correcto —replicó Jean-

Baptiste.

—Vincent actualizó la información del Consorcio en la base de datos el

mes pasado. No tengo dudas de que él está enlistado allí —dijo Gaspard,

con las manos apretadas con fuerza a sus lados.

Me quedé boquiabierta. Gaspard nunca era tan asertivo, excepto por la

transformación de personalidad que sufría cuando tenía un arma en su

mano. Jean-Baptiste parecía estar igualmente sorprendido porque se

quedó allí mirando con frialdad a Gaspard antes de girar sobre sus

talones y salir de la habitación.

¿Quién es este Theodore?, me pregunté. Nunca antes había visto a Jean-

Baptiste actuar de este modo, por no mencionar que Gaspard

“reaccionara” así antes. Debe haber un resentimiento serio entre los dos

revenants, y estaba muerta de curiosidad de saber por qué.

Todo el mundo se sentó incómodo por un momento, hasta que

escuchamos la voz de Jean Baptiste proveniente de su habitación al otro

lado del pasillo. Estaba hablando con alguien por teléfono. Gaspard se

aclaró la garganta, como para amortiguar el ruido y darle privacidad a

JB.

Después de un momento de tensión, escuchamos el sonido de un teléfono

golpeando de nuevo en su base, y pasos que pisaban muy fuerte de

regreso a la biblioteca. Jean Baptiste apareció, su rostro era una máscara

de compostura, pero su tono enrojecido moteado desmintiendo sus

verdaderas emociones. Evito mirar al resto de nosotros y se dirigió

directamente a Gaspard.

—Theodore, de hecho, tiene un timiaterio de un metro y medio de altura,

con símbolos místicos grabados alrededor del pedestal, incluyendo el

signo bardia. Sabe de los otros dos existentes en el mundo: uno en China

y uno en el Perú, así que no puede estar seguro de que el suya sea el que

se menciona en el relato de los curanderos. Pero asume que eso no

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importa siempre y cuando todos ellos fueran creados para el mismo

propósito.

—Dijo que nunca descubrió su uso, pero que está emocionado por la

teoría que estamos proponiendo —que fue creado para facilitar un re-

encuerpamiento.

—¿Se ofreció a traérnoslo? —preguntó Gaspard.

Jean Baptiste negó con su cabeza.

—Dijo que tomaría semanas obtener los permisos de aduanas para sacar

un objeto como ese fuera del país.

Mi corazón dio un vuelto y solté:

—¡Entonces tenemos que ir allí!

—Eso es lo que sugirió —confirmó Jean Baptiste, volviéndose hacia mí—

. Bran debe tener los registros de su familia. Y un revenant debe

acompañar a Vincent en caso de que tenga que habitar un cuerpo físico

mientras se intenta el proceso.

—Sin duda debes ir —exhortó Gaspard—. El jefe de los bardia de Francia

debería presentarse ya que se trata, de alguna manera, tanto de una

misión diplomática como de un…

—No lo haré —dijo Jean Baptiste interrumpiéndolo airadamente, antes

de calmarse y continuar—. He hecho caso a tu pedido de contactarme

con Theodore, y con razón. Pero esa es la medida en la que estaré

involucrado. No sabes lo que estas pidiendo, Gaspard.

Jean Baptiste inclinó un poco su cabeza, escuchando, y luego dijo:

—En cualquier caso, Vincent ha tomado una decisión. Él quiere que

Jules lo acompañe.

—Entonces Bran y Jules deben preparare para salir —dijo Gaspard.

—También voy —dije, mis ojos revoloteando hacia Papy cuando las

palabras salieron de mi boca. Levanté mi barbilla, preparándome para su

rechazo.

—No voy a dejarte volar a Nueva York con dos hombres que apenas

conozco —dijo Papy, haciendo su silla hacia atrás bruscamente. Parecía

que quería tomarme y salir corriendo de la casa.

—Entonces está decidido —dictó JB—. Monsieur Mercier acompañará a

su nieta. Bran, querrás preparar sus cosas. Gaspard, por favor, que Jules

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sepa de su nombramiento y llama a nuestro piloto. Todos se irán esta

noche. —Y se volvió y salió de la habitación.

Papy y yo nos miramos el uno al otro en estado de shock mientras

Gaspard se acercó al teléfono y empezó a marcar. Bran se deslizó fuera y

comenzó a reunir sus libros, como si nada fuera de lo común estuviera

sucediendo.

Finalmente Papy se despegó de su posición y cogiéndome suavemente de

la mano, dijo:

—No me importa quién sea o cuanto poder tenga. Monsieur Grimod no

tomará decisiones por mí respecto a mi propia nieta.

—Papy, tengo que ir con ellos. Tienes que entender eso —dije sin pedirlo,

sino simplemente afirmándolo como un hecho.

—Kate, esto podría ser peligroso —dijo.

—¿Qué tan peligroso puede ser? Es un viaje a Nueva York en un avión

privado, una visita a un coleccionista de antigüedades, una ceremonia

que involucra a Vincent, no a mí, y estamos de regreso otra vez. De

hecho, probablemente sea más seguro para mi estar “fuera” de Francia

—y lejos de Violette y los numa, que “dentro” de ella.

Papy miró a su alrededor, a Bran, con sus ojos como los de un búho

cuando levantó la vista de sus libros hacia nosotros. A un Gaspard del

siglo XIX, sosteniendo el teléfono a centímetros de su oreja, como si fuera

un peligroso objeto del futuro que podría infectarlo con progresividad si

tocaba su cabeza.

—¿Cómo podemos confiar en éstas personas? —preguntó, resistiéndose.

—Son mejores que la alternativa, quienes en realidad nos han amenazado

—le recordé con suavidad, y en mi mente corregí que en realidad me

“amenazaron a mí”.

—Pero… la escuela —comenzó, en un último intento de disuadirme.

—No hay en la semana —respondí—. Recuerda, las vacaciones de

invierno para esquí comienzan mañana. Papy, escucha. Si esto funciona,

Vincent recuperará su cuerpo. Tengo que estar ahí para ello. Si no lo

hace, entonces por lo menos estaremos cara a cara con este hombre de

las antigüedades, quien pueda tener conocimientos suficientes para

conocer otra solución. Solo piénsalo, serás capaz de conocer a éste cliente

con el que has estado tratando durante décadas.

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Pude decir que Papy ya había pensado en ello. Estaba tentado por la

posibilidad de conocer al misterioso coleccionista y echarle un vistazo a

su colección. Pero ese deseo estaba ensombrecido por su preocupación

por mí.

Jules irrumpió en la habitación, viéndose como si alguien lo estuviera

empujando.

—¿Vincent me informa que me estoy yendo de inmediato para Nueva

York? —preguntó mirándonos, confundido.

—Sí. Ve a empacar —dijo Gaspard, colgando el teléfono. Y Jules se fue,

sin hacer preguntas, por la puerta y subió las escaleras hacia su

habitación.

Gaspard se acercó y miró a Papy a los ojos.

—¿Su decisión, señor?

Papy respiró profundamente, me miró y luego dijo:

—Mi nieta y yo iremos.

—Necesitará esto, entonces —dijo Gaspard y le ofreció a Papy una

pequeña caja de madera. Dentro había un colgante en una cadena de

oro, un disco plano de oro, grabado con un círculo, un triángulo y

llamas—. Es suyo para siempre, para mostrarles a los demás que es de

confianza para nosotros.

—Reconozco el símbolo —confirmó Papy.

—Si desean regresar a casa y preparar un bolso, un coche estará

esperándolos fuera de su edificio en dos horas —dijo Gaspard, con tono

de todo negocios—. Les pediré a Arthur y a Ambrose que le acompañen a

usted y a sus nietas a casa.

Mi abuelo asintió con la cabeza y Gaspard se fue a buscar a Georgia y a

nuestros guardianes revenants.

—¿Tienes uno de éstos, también? —preguntó Papy, mientras se pasaba

la cadena sobre la cabeza y metía el colgante dentro de su camisa.

Dudé, pero escuché la voz de Vincent decir: Puedes mostrárselo.

Saqué la mía y los ojos de Papy se abrieron mucho al ver el disco dorado

del tamaño de una moneda de dólar. Alargó la mano tentativamente,

tocando el borde de los gránulos de oro y estudiando el diseño de la forma

de llamas alrededor del zafiro triangular.

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—¿Has estado usando esto… en la calle? —preguntó con voz temblorosa.

—Bueno, sí. Me refiero, debajo de mi ropa —dije. Su expresión me hizo

sentir como si hubiera hecho algo loco, como correr desnuda por las

calles de París.

Papy se esforzó por contener su asombro, murmurando:

—Ni siquiera voy a decirte cuánto vale, princesse. Cuán rara es esa pieza.

Porque si lo hiciera, es probable que no te atreverías a usarlo de nuevo.

Escuché a Vincent reírse en mi mente, y sonreí.

—Es solo una “cosa”, Papy.

—Sí. Kate. Una “cosa” que te garantiza la protección de los revenants.

Pero también sirve como un símbolo de lo que significas para ellos. Si

eligieron este signo particular para representar tu valor, para mostrar el

cuidado que están invirtiendo en ti, no podría acercarme a competir con

la protección que yo puedo ofrecer. Significa que eres invaluable.

Mi abuelo me sonrió con ternura y le dio un apretón a mi mano.

—Estoy oficialmente superado, princesse.

—Esto no es un concurso, Papy —dije, sonriendo—. Es un trabajo grupal.

Y eres uno del grupo ahora.

Papy agarró mi mano y me condujo fuera de la habitación.

—Entonces manos a la obra.

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Capítulo 22 Traducido por kensha

Corregido SOS por QueenDelC

alimos de París desde el aeropuerto Charles de Gaulle a las ocho

de la noche, y gracias a la magia de las menos seis zonas horarias

llegamos al Aeropuerto JFK a las diez de la noche. Apenas dormí,

fuera por ansiedad o agitación, no podía decirlo. Probablemente

las dos. Papy y Bran dormitaron tan pronto estuvimos en el aire.

Jules habló tranquilamente con Vincent en la parte trasera del

avión y, después de un rato, se sentó con un libro.

Un conductor nos estaba esperando en la llegada con un letrero escrito

a mano que decía “Grimod”. Amontonando nuestro equipaje en un

carrito, nos condujo a una limusina que estaba esperando afuera. La

nieve tenía centímetros de espesor sobre el suelo, y un viento helado me

hizo apretar más mi abrigo mientras esquivé parches de hielo en la acera.

Estuvimos en silencio durante el camino a Manhattan. Sentí un extraño

adormecimiento mientras observaba las centellantes luces de la ciudad

crecer más cerca en la ventana de la limo. Y no solo por la falta de sueño

y el cambio horario. Era porque estaba de vuelta.

De vuelta a donde había crecido. De vuelta a donde había vivido durante

dieciséis años, mi vida entera, con mi mamá y mi papá, ido a la escuela,

aprendido a conducir, besado por primera vez a un chico. Ese lugar era

un hecho y París era ficción.

¿Entonces por qué todo se sentía tan surreal? Tuve un presentimiento de

que mi entumecimiento cubría otra cosa: angustia, tal vez. O quizás el

despertar del dolor que no estaba preparada para enfrentar.

Bran se asomó por la ventana con los ojos abiertos, disfrutando la vista

con asombro completo. Dejó salir un pequeño suspiro cuando el

iluminado edificio Empire State apareció a la vista. Papy pregunto:

—¿Es tu primera vez en América?

—Es mi primera vez fuera de Francia —respondió Bran, incapaz de

separar los ojos de los lugares de interés afuera.

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—¿Y tú? —pregunté a Jules, que estaba apoyado contra el

reposacabezas, mirando sin emoción mientras nuestra limo cruzo el

Puente de Manhattan sobre el Río Este.

—Lo más lejos que he estado es Brasil —dijo, balanceando sus ojos

perezosamente para encontrarlos con los míos antes de alejarlos. Había

estado actuando de manera diferente desde el beso. Distante. Estaba

sentado tan lejos de mí como fue posible en el viaje al aeropuerto y en el

avión. Normalmente habría estado a mi lado charlando sin cesar conmigo

y con Vincent.

Obviamente me estaba evitando. Era comprensible. Apenas lo había visto

desde el sábado, hacía dos días. Había un sentido definido de malestar

entre los dos. Deseaba profundamente que desapareciera y las cosas

volvieran a la normalidad. Amaba a Jules. Pero no de “esa” manera. Pero

siendo el mejor amigo de Vincent, siempre sería una gran parte de mi

vida.

Mi mente se deslizó de vuelta a la escena en su dormitorio, mientras traté

de verla desde el exterior. Desde mi punto de vista había sentido que

estaba besando a Vincent. Mis ojos estaban cerrados y eso es lo que había

visto mi mente. Pero ahora la imagen que entró en mi foco era de mí en

los brazos de Jules, los dos abrazados en un desesperado intento de

acercarnos.

Echando una mirada a Jules, vi que me miraba, y mis mejillas se

encendieron mientras desterré la imagen de mi mente. Sostuvo mi

mirada, sabía lo que estaba pensando, me di cuenta, y entonces cerró los

ojos y apoyó su cabeza contra el respaldo del asiento.

Kate, ¿estás bien?, escuché decir a Vincent.

—Sí. Solo cansada —respondí, y luego rápidamente miré a Papy. Él

trataba de no parecer molesto, oyéndome hablar con Vincent en estado

volant lo asustaba. Había dicho que era una grosería mantener una

conversación a la que otros no podían unirse, pero sabía que era

realmente porque odiaba ver a su nieta hablar al aire.

El conductor de la limo se dirigió hacia el norte por Park Avenue y giró a

la izquierda cuando llegamos a la Ochenta. Condujo hasta el final de la

calle, se detuvo delante de un edificio señorial frente al Museo

Metropolitano de Arte.

—Estamos aquí —dijo con un acento ruso, y nos ayudó con nuestro

equipaje.

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Un portero uniformado se apresuró a salir por la puerta y se reunió con

nosotros en la acera, llevando nuestras maletas adentro. Las colocó todas

detrás de un mostrador y se volvió hacia nosotros con las manos

entrelazadas detrás de su espalda.

—El Sr. Gold los estaba esperando. Por favor, enséñeme las

identificaciones de su asociación.

—¿Identificaciones? —pregunté, confundida.

—Eres parte del club del Sr, Gold, ¿no? Necesito ver la prueba de su

membresía.

—El signo —se apresuró a decir Jules.

—Oh —dije y saqué el collar de debajo de mi camisa. Papy hizo lo mismo,

mostrándolo hacia el portero, y Bran retiro su manga para mostrar su

tatuaje.

El hombre no mostró ninguna sorpresa hacia nuestras extrañas

“identificaciones”. Inclinándose ligeramente, dijo:

—Gracias. Por aquí. —Y tendió una mano enguantada para indicar el

ascensor.

No pidió a Jules una identificación, pensé, mientras el portero oprimió el

botón para el piso de arriba. Lo estudie más de cerca y me di cuenta con

sorpresa que era un revenant. Pero mi sorpresa no fue porque el Sr. Gold

había contratado a la familia para proteger su edificio, fue porque en

realidad hubiera pude decir lo que era.

Los raros efectos especiales que había notado alrededor de los numa se

revirtieron en el caso de este hombre. La pulgada de espacio a su

alrededor estaba llena con más vitalidad y color que el resto del aire,

mientras que los numa aspiraban el color de su entorno, dejándolos con

una penumbra descolorida.

Miré de reojo a Jules. Tenía el mismo limbo vivo alrededor de su cuerpo.

Había pasado tanto tiempo con él y los otros que simplemente no lo noté

con ellos. Ahora que era una parte importante del mundo de los

revenants y era consciente de que los seres sobrenaturales existían en

donde nunca hubiera esperado antes, prestaba más atención a quién era

humano y quién no. En el caso del portero... no.

Es uno de nosotros, dijo Vincent, confirmando mi deducción.

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Bajamos del ascensor, seguimos al hombre por el pasillo y nos detuvimos

delante de una puerta. La abrió y nos hizo entrar en un apartamento.

—El Sr. Gold estará aquí. Pide que se pongan cómodos—. Y con eso cerró

la puerta, dejándonos sobrecogidos para examinar nuestro entorno.

El apartamento era enorme y moderno, todas las paredes blancas y con

pisos de madera dura, con ventanas del piso al techo y apenas había

muebles. Pedestales de piedra tenías piezas de cerámica antigua y objetos

de metal: una máscara griega en oro. Un casco de bronce romano. Un

mármol finamente esculpido a mano del tamaño de un refrigerador.

Había visto cosas así en museos, protegidas bajo vidrio pesado. Pero ahí

estaban al alcance de la mano, elegantemente dispuestas bajo una

iluminación de galería que los hacía brillar como joyas.

El repentino jadeo de Papy indicó que estaba tan impresionado como yo.

Incluso Jules se enderezó un poco mientras sacaba las manos de sus

bolsillos y se acercó para tocar el hombro de una ninfa de mármol

exquisitamente tallada. Bran se quedó mirando con su mirada atónita

regular, sus ojos magnificados pasando por cada rincón de la habitación.

La puerta se abrió otra vez, y entró en un joven rubio de ojos azules en

un traje blanco. Se inclinó ligeramente.

—Theodore Gold —dijo.

—¡Pero tú eres el portero! —exclamé. Era apenas reconocible sin el

uniforme y sombrero. El disfraz perfecto, pensé. Nadie mira a un portero

a la cara.

—Sí, lo siento por eso —dijo con una dicción como la de un hombre con

clase y elegancia, que no sonaba nada al fuerte acento de Jersey que

había asumido como portero—. Valoro mi privacidad y prefiero no

depender de otros por seguridad. Prefiero defender a mis invitados que

correr el riesgo del resultado del error de otra persona. Aunque tengan a

un revenant con ustedes. —Asintió hacia Jules—. Podría haber sido

traído por obligación, utilizado como rehén si quisieran llegar a mí.

—Asumo que eres Jules —dijo, saludándolo con besos europeos en las

mejillas—. Bienvenido, familia.

—Yo soy Kate —dije, y extendí la mano para una sacudida de Americano-

a-Americano. El Sr. Gold me dirigió una cálida sonrisa y para mi alivio

no pidió aclaración del por qué estaba allí. No sentía ganas de lanzarme

a una conversación de soy-la-novia-de-alma-errante.

Bran era el siguiente.

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—Tu tatuaje me dice que eres el curandero del que me habló Jean-

Batiste. He leído de tu clase. Realmente es un honor conocerte.

Se volvió a mi abuelo.

—Debe ser Monsieur Mercier. Gaspard llamó por teléfono para

informarme de su conexión a la parentela de París, y de la de su nieta. —

Así que lo sabía.

Eso es una cosa menos por explicar, me dijo Vincent.

—Lees mi mente —susurré de regreso.

—Soy Antoine Mercier —confirmó mi abuelo en su inglés con un

maravilloso acento. Miró al revenant con una mezcla de sospecha y

curiosidad—. ¿Pero usted es Theodore Gold IV? ¿“El” Theodore Gold?

¿Autor de La caída de Bizancio?

El hombre sonrió.

—Sí, ese era mi trabajo.

A juzgar por la expresión de Papy, podría haber conocido al Papa.

—¡Pero es tan joven! Estoy sobrecogido porque realmente lo acabo de

conocer. El libro de su abuelo sobre la cerámica de la era Romana es

como mi propia biblia personal.

El rostro de Theodore Gold mostró un poco de diversión.

—En realidad Theodore Gold Junior también era yo. Como lo era

Theodore Senior. Trato de cambiar mi estilo de escritura cada vez para

hacer toda la farsa un poco más convincente.

Papy se quedó boquiabierto.

El Sr. Gold se rió y le dio unas palmaditas en el hombre a Papy.

—Bien, me siento honrado de haber engañado a alguien tan versado en

el campo como a usted mismo, Monsieur Mercier.

Mi abuelo totalmente imperturbable todavía estaba pasmado.

—Un revenant —dijo—. Hay solamente un Theodore Gold. La dinastía

entera de expertos eminentes de la antigüedad es… una persona. ¿Y es

el G. J. Caesar al que he estado vendiendo piezas las últimas décadas?

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—Creo que en realidad puedo haber comprado una pieza de usted antes

de que eso bajo el alias de Theo Gold Junior, Mark Aurelius, antes de que

me heredara la colección a mí mismo —señaló Theodore amablemente.

—¿Puedo sentarme? —preguntó Papy, el color se había ido su rostro.

—Por favor —dijo el Sr. Gold, señalando hacia un sofá. Frente a él había

una mesa baja con botellas de agua mineral y una bandeja de mini-tartas

de queso.

—No estaba seguro de que hubieran comido en el avión —comentó

cuando todos nos sentamos—. Ahora, tenemos mucho de qué hablar.

¿Puedo suponer que al revenant en estado volant que percibo es el bardia

Vincent que Jean-Baptiste mencionó? —Esperó y luego asintió con la

cabeza—. Bien. Entonces, por lo que me contaron, están buscando un

timiaterio gigante con símbolos de instrucciones grabados en el tallo.

Bran explicó sobre los registros de su familia, y recuperando el libro de

su maleta, leyó en voz alta el pasaje.

El Sr. Gold lucía impresionado.

—Increíble. Ciertamente es tentador pedir ver el resto del libro. —Se

detuvo cuando Bran negó con la cabeza—. Pero me doy cuenta de que la

información que posee debe ser confidencial. ¿Confío en que nos están

dando todos los detalles que tienes al respecto?

Bran asintió.

—He ido a través de todos los registros de mi familia, y ésta es la única

mención del re-encuerpamiento.

—Genial —dijo el Sr. Gold, juntando sus manos. Con su mirada

atemporal y traje blanco, me recordó al joven Robert Redford en la versión

de los setenta de El Gran Gatsby. O un personaje salido de una novela de

Edith Wharton: guapo y rubio, con ese bronceado de acabo-de-bajarme-

del-yate que tiene la gente muy rica.

—Entiendo que el tiempo apremia —dijo—, y que Vincent puede ser

llamado por la traidora en cualquier momento. ¿Hace cuánto que te dejó

ir? —preguntó—. Ayer antes del medio día —repitió, mirando su reloj—.

Son las once de la noche ahora, así que en unas seis horas o menos

estaremos llegando a los dos días, tiempo de París. Bueno, esperemos

que no sienta ganas de regresarte antes. Necesitamos todo el tiempo que

podamos para descifrar los símbolos.

Echó atrás el resto de su copa y se levantó.

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—Y en ese caso, tenemos que irnos.

—¿A dónde? —pregunté, mientras todos nos levantábamos de la mesa.

—A dónde más sino a ver el timiaterio —dijo.

—¿No está aquí? —pregunté, mirando alrededor de la habitación.

—No, solo guardo algunos de mis objetos favoritos aquí. La colección más

completa en el mundo del arte revenant reside al otro lado de la calle.

—¿En el Museo de Arte Metropolitano? —preguntó Papy, incrédulo.

—Sí, mi querido amigo —respondió el Sr. Gold con una sonrisa irónica—

. En el Met.

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Capítulo 23 Traducido por Paulii~

Corregido por Koko Markova

uca he visitado el Met a —susurré mientras seguía a los

otros hacia una puerta lateral, lejos de la gran escalera

de la entrada principal.

¿Eso ha sido un sueño de toda la vida?, vinieron las

palabras de Vincent.

—Todo un museo de pinturas para mí, sí —respondí—. Un museo lleno

de objetos antiguos de noche, sin embargo, tiene un factor altísimo de

incomodidad. —Me estremecí, recordando una pesadilla frecuente de la

niñez en donde todas las estatuas de la galería de Papy cobraban vida.

El Sr. Gold sacó un juego de llaves, abrió un primer conjunto de puertas,

nos llevó a través de un segundo conjunto, y luego más allá de un guardia

de seguridad sentado. Él empezó a buscar dentro de su bolsillo por la

identificación, pero el guardia solo asintió y le indicó por dónde.

—Por aquí —dijo el Sr. Gold.

Cruzamos un cuarto cavernoso lleno con cerámicas antiguas

encaramadas en estantes y protegidas bajo vitrinas de vidrio. En una

esquina oscura de la habitación, nos metimos dentro de un ascensor de

servicio abierto. Nuestro anfitrión espero a que las puertas se cerraran

herméticamente, encajó una llave dentro del panel de control del

ascensor, y presionó un botón para uno de los sub sótanos.

Mientras nos montábamos en el auto, no podía dejar de preguntar.

—¿Así que, cómo conseguiste una llave para el museo? ¿Y acceso a través

de la entrada de empleados?

—Yo soy un empleado —dijo el Sr. Gold, mientras salíamos del

ascensor—. Soy oficialmente el curador principal de antigüedades, pero

no estoy mucho por aquí, si el mismo personal me ve por largos periodos

de tiempo, las cosas se verían más bien… dudosas, ¿no es así?

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Caminamos detrás de él al final de varios pasillos con poca luz, y paramos

ante una puerta doble con un letrero que marcaba ARCHIVOS. Gold

escribió un código en un teclado e insertó otra llave en la cerradura.

—Asegurar una importante donación al museo por una suma de cientos

de millones de dólares era como esperar que convenciera al museo de

darme acceso privado a toda esta zona. —Abrió la puerta y encendió un

interruptor de luz.

Ante nosotros había un enorme almacén, hermosamente decorado con

columnas dispersas y frescos en las paredes. Todo estaba iluminado

individualmente, con iluminación brillante adicional de paneles en las

paredes y el piso. Me estremecí en un asombroso deleite, y miré a Papy

para medir su reacción. Mi abuelo se veía como si hubiera muerto e ido

al cielo de los comerciantes de antigüedades.

Ésta era la colección secreta de arte revenant. Debe tener miles de objetos

que van desde pequeñas piezas de joyería montada en los casos contra

la pared, hasta estatuas gigantes de mármol de héroes llevando enormes

armas y usando nada más que el signo bardia en cuerdas alrededor de

sus cuellos.

—Eres uno de los tres humanos que han visitado esta importante

colección histórica —dijo el Sr. Gold con una sonrisa irónica—. Aunque,

ocasionalmente he tenido visitantes revenants que pasan con una cita.

¿Cuánto sabes de historia revenant? —me preguntó.

—Vincent me ha contado algunas historias. Y Gaspard ha mencionado

cosas de vez en cuando. Pero mi comprensión global es probablemente

bastante carente.

Estás siendo modesta, dijo Vincent. Me he enterado que has leído todo lo

que puedes tener en tus manos.

No respondí. Mientras menos piense el Sr. Gold que sé, más me contará.

Caminamos lentamente a través del otro final del largo vestíbulo. Aunque

Jules, Papy y Bran estuvieron mirando alrededor mientras yo caminaba,

estaban todos escuchando nuestra conversación.

—Bueno, considerando el proyecto que estamos por emprender, sería útil

darte una rápida historia de ambos, revenants y nuestros amigos

curanderos. —Su voz tomó un tono de narrador, y puedo decir que ya ha

contado esta historia antes, aunque adivino que fue a nuevos revenants,

y no a humanos forasteros.

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—Siempre, desde que el hombre existió, ha habido bardia y numa. Pero

en tiempos antiguos fueron adorados como héroes y denostados como

demonios. Ambos vivían entre humanos, ya sea como sus guardianes o,

en el caso del numa, aliados peligrosos pero efectivos para hombres que

buscaban poder a cualquier precio.

—Antes de la medicina moderna, los curanderos, conocidos en Francia

como guérisseurs, fueron mucho más común y bien respetados entre su

tipo de hombres. Desde que los poderes de los curanderos se

desarrollaron de acuerdo con las necesidades de las comunidades

alrededor de ellos, un pequeño porcentaje de ellos desarrollaron poderes

para ayudar a revenants con sus propios requerimientos específicos.

Bran paró de mirar alrededor y empezó a ponerle completa atención a la

historia del Sr. Gold, bebiendo cada palabra.

—Como los bayati, humanos con habilidades paranormales quienes

luego fueron llamados santos, revenants alrededor del mundo empezaron

a ser perseguidos con el auge de las grandes religiones del mundo. En los

países orientales algunos fueron capaces de esconderse ellos mismos

entre hombres santos, mortales y chamanes. Pero no en el mundo

occidental. Fue en este punto, después de haber sido cazados y

destruidos en una escala masiva durante el siglo IV que los revenants se

retiraron del mundo de los mortales.

Esto encaja con lo que ya sabía, y explica un montón de lo que he visto

en los archivos de los llamas-dedos. Empecé a preguntarme si la palabra

“archivos” no se aplica tanto a las imágenes como lo hacen con los pocos

libros y objetos que he visto. Las pinturas en las paredes explican la

historia que el Sr. Gold estaba contando de una manera mucho más

memorable.

Bebí de cada palabra cuando él continuó.

—Con el fin de facilitar las desapariciones de revenants de la conciencia

humana, el bardia lanzó una campaña concertada para esconder el arte

con temas revenant y la literatura bastante común en los tiempos de los

romanos y antes. El numa estaba embarcado en esto, desapareciendo

justo, como mucho, de su propio número en la persecución religiosa.

El sr. Gold paró en frente de la estatua de un hombre acostado en una

cama. Por encima de él había una mujer con un tatuaje en el interior de

su antebrazo idéntico al grabado de Bran. Estaba pasando sus manos

sobre el hombre con aspecto de cadáver.

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Tal vez es un revenant aletargado, las palabras de Vincent vinieron, y yo

asentí, de acuerdo.

—Mientras los curanderos empezaron a desaparecer cada vez más —

continuó el Sr. Gold, gesticulando hacia la estatua—, el número que

poseía dones asistiendo a revenants disminuyó, y los conocimientos

revenants de ellos salieron del uso común. Yo, sin embargo, estoy en

posesión de algunas tablas antiguas que detallan algunos de los regalos

de estos curanderos. —Se volteó a Bran—. Tú puedes ver nuestras auras,

¿no es así?

—Sí —afirmó Bran—. Los curanderos practicantes de mi familia pueden

ver el aura de humanos y de revenants. Es fácil distinguir entre las dos.

Él me miró a mí cuando dijo esto, y sonrió.

—Recuerdo a tu madre diciendo que Jules tenía el aura de un incendio

forestal —dije, pensando de vuelta en los diferentes halos descritos en los

frescos de las paredes de la cueva.

—Sí —dijo Bran—. Ése es el rasgo que los define para nosotros. Lo cual

es indicado en el símbolo del signo bardia —señaló las llamas del tatuaje

de la mujer de mármol.

—Tú puedes reducir a un joven revenant que necesita morir —continuó

el Sr. Gold.

Bran asintió.

—Aparentemente eso es verdad, pero mi difunta madre no fue capaz de

encontrar instrucciones para el procedimiento real en los registros de

nuestra familia.

Nuestro anfitrión consideró esto.

—¿Por qué eso sería útil para un revenant? —preguntó Papy.

—Algunos revenants se enamoran de humanos y desean envejecer al

mismo ritmo que sus compañeros —explicó el Sr. Gold el asunto con total

naturalidad. Jules me llamó la atención y sonrió, mientras por el rabillo

del ojo vi a Papy tensarse. No me atrevía a mirarlo, deseando que el Sr.

Gold se saltara a la siguiente parte.

—Está también el hecho de que en tiempos antiguos, cuando la población

del mundo era más pequeña, los revenants que vivían en zonas

despobladas puede que no encontraran muy a menudo la ocasión para

rescatar humanos. Ellos podían visitar curanderos para aliviar su dolor.

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El Sr. Gold sostuvo su mano arriba para contar los dones de los

curanderos.

—Ver auras, pacificar la necesidad de morir… y luego hay, por supuesto,

dispersión —dijo, descubriendo tres figuras.

—¿Qué es eso? —preguntó Jules.

El Sr. Gold encontró la mirada de Bran y el curandero encogió los

hombros.

—No he oído hablar de eso.

—En nuestro caso, no importa —concluyó el Sr. Gold—. Y el cuarto y

último regalo, que yo sepa, es re-encarnación. Fue destacado en viejos

registros, pero los ejemplos son extremadamente raros. Hasta que Jean-

Baptiste lo mencionó en el teléfono esta mañana, yo ni siquiera había

oído que se refiere en la época contemporánea. Y sin su sugerencia,

nunca hubiera imaginado que los misteriosos símbolos en el lado de

nuestro quemador de incienso tenían algo que ver con eso. Ahora… me

lo pregunto.

Él froto su barbilla contemplativamente antes de girarse y dirigirnos más

allá dentro del cuarto.

—Desafortunadamente, el conocimiento del procedimiento real se ha

perdido con el tiempo —miró sobre su hombro y le dio a Bran una mirada

significativa—, al menos para nosotros los revenants. Que es por lo que

estoy contento de que estés aquí, curandero.

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Capítulo 24 Traducido por Dracanea

Corregido por Caliope

h, aquí está, nuestra thymiaterion —dice el Sr. Gold

cuando nos acercamos a una gran pieza de bronce que

parecía un cáliz de oro gigante. Su borde estaba al nivel

de mi barbilla y su cuenco era tan grande en diámetro

que una piscina inflable para niños podría caber

dentro.

Las llamas grabadas lamían toda la superficie del tronco, que era tan

ancho como mi cintura. Y rodeando el tallo a media altura había una

serie de círculos del tamaño de un platillo, cada uno con un objeto

grabado diferente.

—Como pueden ver, hay siete símbolos —explicó el Sr. Gold—. El primero

de la serie es el signo Bardia, que era mi indicación de que se trataba de

una pieza revenant asociada. Y el último de la serie, si se sigue el círculo

en torno a la izquierda del signo, obviamente, representa el fuego —dijo,

señalando un círculo con una sola llama grabado en el interior.

—Un cuchillo con gotas de sangre —dijo Papy, señalando otro medallón—

, y al lado de esto un abanico.

Señaló un símbolo de un palo con un chorro de plumas en un extremo.

—Esto parece una especie de vaso o jarra —dije, tocando la imagen de

una vasija de cerámica con dos asas en los laterales.

—Un ánfora o una olla —dijo Papy.

—Ese es el símbolo de mi clase —dijo Bran, apuntando a un círculo que

mostraba la misma mano que fue pintada en las tumbas rupestres:

palma hacia adelante, los dedos abiertos, y una pequeña llama por

encima de cada dedo. Un símbolo quedó. Era una caja abierta, la tapa

parecía una losa deslizada a un lado.

—¿Qué es esto? —preguntó Jules, que había estado observando en

silencio.

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—Una caja —señaló Papy y se encogió de hombros—. Yo no lo reconozco

como uno de los temas típicos antiguos.

Bran había tomado un lápiz y estaba copiando los símbolos en su libro.

―El signo y los dedos llameantes deben indicar que el objeto se utiliza

en una ceremonia que incluye tanto revenants como los de mi clase —

dijo―. Teniendo eso en cuenta, nos quedamos con cinco símbolos en este

orden, la olla, el cuchillo con sangre, el abanico, la caja y el fuego.

—¿Qué tal agua, sangre, aire, espacio y fuego? —le pregunté, trazando

los símbolos con el dedo.

—Históricamente, el símbolo de olla de barro es sinónimo de arcilla o

tierra —dijo el Sr. Gold—. La sangre podría tomar el lugar de agua en

estado líquido. Así que es la caja la que no encaja con los cuatro

elementos.

Bran quedó pensativo

—Esto me recuerda algo. Algo que está en la punta de mi lengua, pero no

puedo llegar a él —miré a Papy esperanzada.

—¿Por qué no te dejamos pensar? —sugirió el Sr. Gold—. O puedes tomar

un paseo alrededor de la habitación y ver si algo te refresca la memoria.

Bran asintió distraídamente, se sentó en el suelo allí donde había estado

parado y miró el incensario gigante como si esperara que la respuesta

cayera en su regazo.

Papy se excusó y comenzó a vagar con entusiasmo de pieza en pieza,

murmurando datos y fechas sobre la marcha. Jules estaba murmurando

también, pero en este caso me di cuenta de sus murmullos eran parte de

una conversación.

—Theodore —dijo Jules—, Vincent y yo estábamos diciendo que nos

resultabas familiar. ¿Nos hemos conocido antes?

El Sr. Gold sonrió.

—Sí. Yo estaba en París, justo antes de la Segunda Guerra Mundial. Era

septiembre de 1939. Vine para ayudar con la evacuación de las

colecciones del Museo del Louvre. Mis colegas franceses y yo empacamos

todas las ilustraciones y las enviamos a diversos lugares de Francia para

protegerlas del ejército invasor alemán. Fue durante ese tiempo que

conocí a su líder, Jean-Baptiste.

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Aunque eso sonaba como una conversación privada, me intrigó y me

acerqué más para escuchar.

Jules asintió.

—Vincent dice que aún no estaba en París. ¿Ha vuelto desde entonces?

Una sombra cruzó el rostro del señor Gold.

—En realidad, sí, volví a Francia unos años más tarde, cuando el París

Bardia estaba en una guerra a gran escala contra el numa. Algunos de

nosotros los americanos vinimos en su ayuda. Fui el único de mis

parientes que no fue destruido.

—Eso es —dijo Jules—. Usted era uno de los estadounidenses viviendo

en la casa de JB en Neuilly.

El Sr. Gold asintió, con expresión grave.

—Vincent me dice que usted y JB ha estado un poco en disputa desde

entonces. No es que eso sea asunto nuestro —dijo Jules al instante,

pareciendo lamentar haber soltado las palabras de Vincent.

El Sr. Gold parecía ahora verdaderamente preocupado. Metió una mano

en el bolsillo y se frotó la frente con la otra.

—Sí. Hubo algo más… ocurrieron hechos lamentables —dijo vacilante,

pero sus palabras fueron cortadas por un grito de Bran.

—¡Ya lo tengo! —exclamó. Todos nos apresuramos a donde él estaba

animado con entusiasmo en torno al thymiaterion, trazando los símbolos

con los dedos mientras cantaba algo. Sus enormes ojos recorrieron

nuestro pequeño grupo con entusiasmo.

—Es una canción de cuna que mi madre me enseñó, y que su padre le

había enseñado a ella.

—Por favor —instó el Sr. Gold—, continúa.

—Es algo así —dijo Bran, y luego comenzó a cantar de una manera

cantarina:

Del hombre de arcilla al hombre de carne

Sangre inmortal y aliento humano

Huellas en el enlace del espíritu

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Llamas dan al fantasma cuerpo y mente.

—“Carne” y “aliento” no riman —murmuró Jules.

—Son rimas en la antigua Breton —respondió Bran secamente—. Usted

ve, la olla es la arcilla, hay sangre, el abanico significa aire, y luego las

llamas, por supuesto —dijo, y luego, apuntando a la caja, admitió—, pero

todavía no sé qué para qué es esto.

—¿Qué quiere decir el poema, exactamente? —le pregunté. La expresión

de Bran pasó de emocionado a sombrío en un segundo plano.

—Desafortunadamente, no tengo ni idea.

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Capítulo 25 Traducido por Nanami27 y kensha

Corregido por Caliope Cullen

rcilla de carne —repetí, mis pensamientos de repente se

filtraron con un recuerdo que no podía reconocer. Y

entonces me acordé que había visto esas palabras—.

Había una inscripción en latín en una de las pinturas

murales en el archivo de tu familia que menciona arcilla

y pulpa —le dije a Bran—. Mostraba esta acurrucada

figura acostada en lo que pensaba era una bañera... pero ahora que he

visto la thymiaterion, ¡estoy segura de que eso es lo que era! Debes saber

de cuál estoy hablando —insistí. Bran negó con la cabeza.

—Durante mi única visita, me quedé el tiempo suficiente para poner a mi

madre a descansar y tomar cuenta de los libros y los objetos allí. No tenía

tiempo para estudiar las pinturas.

De repente, me acordé de la foto que había tomado.

—Tomé una foto de ella con mi teléfono —comencé con entusiasmo, y

luego al ver la mirada oscura en el rostro de Bran, dudé—. Lo siento. Pero

no iba a mostrárselo a nadie.

Consideró esto, pero todavía se veía molesto.

—Bueno, vamos a echar un vistazo —dijo Papy.

Mientras pescaba en mi bolso, mi estado de ánimo se hundió.

—Está en la maleta en la casa del Sr. Gold —dije—. En cualquier caso,

tomé una foto de toda la pared. Dudo que la inscripción fuera legible

desde la distancia que tomé la foto.

—¿Te acuerdas de cualquier otro detalle de la pintura? —preguntó el Sr.

Gold.

—Sí —dije, mirando hacia Bran para su aprobación.

—Adelante, niña —dijo con un suspiro—. Puedo permitir la divulgación

de los secretos de mi familia en una emergencia como ésta.

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Sintiéndome segura, dije:

—Por lo que puedo recordar, había un curandero con llamas en los dedos,

así como varios revenants, y parecía que estaban llevando a cabo un

procedimiento mágico. Había definitivamente fuego, alguien con una

antorcha. Y un revenant tenía cortado el brazo y sangraba en el cuenco.

—Creo que tengo un par de urnas funerarias con el mismo tipo de imagen

—dijo el Sr. Gold, frotándose barbilla—. Hay tantas ceremonias místicas

cuyo significado se perdieron con el tiempo. La urna en cuestión muestra

una de las varias por las que siempre me he preguntado. —Lleno de

emoción, nos dirigió lejos del thymiaterion hacia una mesa con varias

decenas de recipientes de piedra, cada uno del tamaño de un buzón.

—Se trata de la versión romana antigua de urnas funerarias, que se

utiliza para guardar las cenizas del difunto después de la cremación —

explicó—. Aquí está una que muestra lo que se sospechaba era un golem,

que se ajustaría a tu descripción de una figura acurrucada —dijo él,

señalando a un recipiente tallado con una espeluznante escena.

—¡Golems! —exclamó Papy—. Kate y yo estábamos hablando de golems

el otro día. Eso tiene mucho sentido —dijo él.

Nos reunimos más para inspeccionar la talla. Casi idéntica a la pintura

mural en la cueva del curandero, que mostraba una figura de muñeca

sin pelo o de aspecto rizado en un recipiente circular, del mismo tamaño

que el tazón de thymiaterion del Sr. Gold.

Junto a él, una figura con un halo de fuego cortaba su brazo con un

cuchillo y dejaba goteando sangre en la muñeca, donde se extendía en

un charco alrededor del golem encorvada hacia arriba. Otra mujer, ésta

sin halo, inclinaba su boca junto a la cabeza de la figura. Sus labios se

fruncían en forma de “O”, y parecía estar soplando en la cara del golem.

A su lado, un hombre levantaba las manos por encima de las piernas de

la criatura. Cinco llamas parpadeaban sobre su cabeza, así como al final

de cada yema del dedo, y por encima de sus manos revoloteaba una nube

de fuego. Una cuarta figura sin aureola visible estaba detrás de ellos

sosteniendo una caja en una mano y una antorcha llameando en la otra.

—Parece una guía paso a paso sobre cómo dar a un alma errante —señalé

la nube ardiente, un cuerpo. —Mi corazón latía tan rápido que sentía que

iba a tener un ataque al corazón si no me calmaba. ¡Podríamos haber

encontrado realmente nuestra respuesta!

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Creo que podrías tener razón, llegaron las palabras de Vincent. Desde su

aliento, sonaba como emocionado.

Bran empezó a saltar alrededor con nerviosismo.

—Solo mirar esta imagen está despertando algo en mí. Algo primordial.

Creo que estamos en el camino correcto.

Eché un vistazo a Jules, y vi que su mirada hosca había sido reemplazada

por una de esperanza. Encontrándose con la mía, él arrastró los pies

hasta mí y me apretó la mano.

—Pensé que estábamos en una búsqueda inútil —susurró—. No es que

me importara, viaje gratis a Nueva York y todo. Pero ahora que lo pienso...

—y por la forma en que sus ojos se iluminaron de emoción pude terminar

la frase por él.

—…esto podría realmente funcionar.

—El hombre de arcilla —citó Bran, que estaba inspeccionando

estrechamente la urna con Papy y el Sr. Gold—. Estoy pensando que esto

significa que debemos dar forma a un golem como este con arcilla y

ponerlo en el thymiaterion. —Él señaló a la cosa con forma de bañera del

relieve, y me di cuenta por primera vez que estaba levantado fuera del

suelo, tal vez a la altura de la cintura de las figuras de pie. La mujer

respirando en la figura estaba de pie sobre una caja con el fin de

alcanzarla.

—Sangre inmortal significa que un revenant debe derramar su sangre en

el hombre de arcilla —agregó el Sr. Gold, que apuntó al bardia sangrante.

—Ese sería yo —se ofreció Jules, entrecerrando los ojos

desconfiadamente hacia la imagen—. Parece un infierno de mucha

sangre allí. —Nos miró—. No hay problema, por supuesto. Solo un

comentario —dijo a la defensiva.

—Puedo hacer la parte de la respiración —dije. Me había sentido bastante

inútil hasta el momento, así que aproveché la oportunidad de participar.

—Y parece que transferiré el aura de Vincent en el hombre de arcilla —

concluyó Bran, levantando la vista de la caja a un puesto en el aire justo

al lado de mi cabeza. Así que ahí es donde está, pensé con una emoción.

Ha estado a mi lado todo el tiempo.

—Estoy suponiendo que el golem debe ser encendido por fuego —comentó

el Sr. Gold—. Esto es lo último en la lista de símbolos en el thymiaterion,

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y explicaría la antorcha que está sosteniendo —dijo, señalando al hombre

en el fondo.

—Todavía tenemos la caja misteriosa —afirmó Papy, señalando al otro

lado de la antorcha de soporte revenant.

—¿Qué podría ser? —murmuré.

—Las cajas pueden representar todo tipo de cosas, desde la tentación de

un espacio vacío a la prisión —dijo Papy, mirando al Señor Gold, quien

asintió con la cabeza en acuerdo.

—Odio interrumpir todo el pensamiento profundo que ocurre aquí —

comentó Jules, con un nuevo propósito animando su voz—, pero Vincent

me ha recordado que estamos trabajando dentro de un muy apretado

marco de tiempo aquí, que terminará cuando nuestro ilustre enemigo

decida hacer clic con los dedos y llamar a su espíritu de regreso.

Empecemos con la escultura de barro y pongamos este espectáculo en

camino.

—Bien —dijo el Sr. Gold—. Es una suerte que el thymiaterion está aquí

en el Museo. El estudio de restauración en el siguiente piso tiene una

fuente de barro. Jules puede ayudarme a derribar algunas cajas en una

carretilla de mano.

—Pero, ¿qué hay sobre el símbolo en la caja? —pregunté.

El Sr. Gold sacó un pesado juego de llaves de bolsillo y comenzó a buscar

a través de ellas. Encontró la que buscaba, miró y encontró mis ojos.

—Sin una pista sobre lo que representa la caja, vamos a tener que

aprovechar nuestras oportunidades y trabajar sin él.

—Pero… —comencé, y luego me detuve mientras oía las palabras de

Vincent.

Mon age, nos estamos quedando sin tiempo.

Mientras nuestro grupo se dispersó, no pude evitar pensar más acerca

de la caja misteriosa. Incluso si tuviéramos todos los “ingredientes”, me

preguntaba si realmente funcionaría el ritual. Dejamos nuestros temores

aquí. Usando solo conjeturas, ¿cómo podríamos aspirar a triunfar en algo

complicado como esto?

Empujé mis dudas a un lado. Esta era nuestra única esperanza. ¿Qué

daño podía hacer el intentarlo?

* * *

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Eran casi las dos de la mañana cuando finalmente estuvimos reunidos

en un círculo alrededor del thymiaterion. Aunque la colección estaba

bastante bien aislada del resto del museo, el Sr. Gold estaba preocupado

por algo tan grande como el golem de fuego. Había estado escabulléndose,

apagando todos los detectores de humo que pudo encontrar.

Papy y Bran habían estado ocupados saqueando libros de referencia del

museo mientras ayudaba a Jules y al Sr. Gold con la arcilla. Mi abuelo

se unió a nosotros ahora con una mirada de frustración.

—No pude encontrar ninguna pista sobre el símbolo de la caja —dijo con

pesar.

Tomando su lugar designado, recogió la antorcha que el Sr. Gold había

reunido enrollando un paño empapado en queroseno en un extremo de

un palo de escoba. Jules encendió un fósforo y con cuidado lo encendió,

prendió tan violentamente que él y Papy tambalearon un paso atrás de la

sorpresa. La antorcha encendida proyectaba sombras largas, animando

al ejército de estatuas colocadas alrededor de la habitación. El hombre

de arcilla estaba acurrucado en el interior del recipiente del quemador de

incienso, piel lisa y calva.

El Sr. Gold había formado las manos y pies en forma de paleta simple,

señalando que el golem tallado en la urna fúnebre no tenía ningún dedo

en las manos y pies. Pero a Jules le dio un ataque cuando lo vio, e insistió

en ser lo más realista posible. Dijo que ofendió su sensibilidad artística

ver a su amigo representado de una manera tan poco favorecedora. Se

fue a la ciudad por todo el asunto y cuando terminó se parecía a Vincent

en una manera poco genérica. Aunque la figura fuera de un aspecto un

poco extraño, parecía frágilmente humana. Como un niño dormido. Y

pensar que el espíritu de Vincent podría entrar en ella y darle vida me

conmovió de una manera casi visceral. Extendí la mano y rocé su

superficie lisa con mis dedos.

Bran se había quitado las gafas. Dijo que la clase de vista que necesitaba

no las requería. Sin ellas parecía más frágil, más humano y menos

caricaturesco. Tenía el aspecto como de un hombre de mediana edad,

aunque se las había arreglado para tener el pelo casi oscuro, y su rostro

lucía aterradoramente demacrado ahora que sus ojos no estaban

magnificados.

—¿Estamos listos? —preguntó, mirando a ciegas alrededor de la

habitación.

—Vincent, ¿estás listo? —pregunté.

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No podría estar más listo, mi amor, dijo.

Asentí a los demás.

—Entonces, por favor procede —respondió el Sr. Gold.

Bran levantó sus manos sobre el borde del cáliz y lo colocó por encima

de las piernas del golem, enfocando su mirada en el aire sobre él, donde

sospechaba que Vincent estaba. Se puso así por un minuto o más, y

entonces lanzó una mirada hacia Jules.

—Adelante —instó.

—¿No vas a decir nada? —preguntó a Jules, confundido.

—¿Cómo qué? ¿Un conjuro? Soy un curandero, no un hechicero —

resopló a Bran.

—Está bien, entonces —dijo Jules, sonando nervioso. Pasó su brazo

sobre el lado del cáliz y lo cepilló con el cuchillo esculpido de aspecto

peligroso. Apretando los dientes, miró hacia mí.

Levanté mis cejas.

—¿Qué? —dijo defensivamente—. Bien, no me importa que lastime a

alguien, pero no estoy acostumbrado a la automutilación.

—Podría intervenir como reemplazo si lo prefieres —ofreció el Sr. Gold.

Jules sacudió su cabeza.

—Vince, me debes mucho por esto —dijo. Entonces, aspirando su aliento

a través de sus dientes, cortó rápida y profundamente en su antebrazo.

Sosteniéndolo sobre la figura de arcilla, dejó el torrente de sangre sobre

él mientras profería una cadena colorida de palabrotas.

Di un paso en el peldaño superior de la escalera que estaba colocada

contra la taza. Inclinándome sobre él, fruncí mis labios y soplé una

bocanada de aire como si estuviera lanzando un beso hacia la boca del

hombre de arcilla.

Eres tan sexi cuando respiras en mí, vinieron las palabras.

Susurré.

—Para, me haces reír Vincent, o vas a volver a vivir sin pulmones. —Si

funciona esta extraña ceremonia, pensé. Traté de forzar al pesimismo

fuera de mi cabeza y solté otro aliento hacia Clay Vincent.

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—Y ahora el fuego —dijo el Sr. Gold. Jules y yo dimos un paso atrás

mientras Papy se adelantaba y tocaba con la antorcha encendida a la

figura.

—Ahora probablemente no es el mejor momento para señalar que la

arcilla húmeda no enciende —murmuró Jules mientras las llamas

farfullaban donde Papy tocó la masa empapada de sangre. Entonces, de

repente, el fuego tomó vida propia y mi abuelo saltó atrás mientras el

cuerpo empezaba a arder.

—Está funcionando —suspiré, mi corazón se aceleró mientras me

inclinaba hacia atrás para evitar las llamas.

—Puedo ver su aura expandiéndose y levantándose en la habitación —

dijo Bran emocionado—. Ahora necesita venir a habitar el cuerpo —dijo,

colocando sus manos tan cerca de las llamas como se atrevió.

—Vamos, Vince, hagamos esta cosa —murmuró Jules, mientras

agarraba su herida para detener el flujo de la sangre.

Kate, escuché.

—Sí, ¿Vincent?

Algo está mal.

El miedo en su voz me heló la sangre.

—¿Qué?

Algo está sucediendo. Es como si estuviera en pequeñas partículas que

están todas volando lejos una de la otra. Está mal. Estoy desapareciendo.

—¡ALTO! —aullé—. ¡Algo va mal! —salté hacia debajo de la escalera y

agarré el cubo de agua que el Sr. Gold había insistido en tener a mano,

en caso de que el fuego se saliera de control. Tiré el agua sobre la parte

superior del cáliz y apagué las llamas con un silbido bajo.

—¡Vincent! —chillé— ¿Estás todavía ahí?

—¿Qué pasó? —preguntó Bran. Parecía aturdido.

—Vincent dijo que estaba desapareciendo. Que estaba esparciéndose.

—Dispersión —dijo el Sr. Gold. Bran giró la cabeza para enfrentar al

revenant—. Dispersión de las almas errantes. El tercer regalo de los

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dedos de llama. Dijiste que nunca habías escuchado hablar de eso.

Bueno, creo que acabo de descubrir cómo funcionaba.

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Capítulo 26 Traducido por Eva Masen-Pattinson y yuya

Corregido por Maniarbl

ué diablos está dispersándose de las almas errantes?

—pregunté, mi voz temblaba de pánico. Estaba

temblando y sentí que iba a vomitar—. ¿Qué le

acababa de pasar a Vincent?

Papy apareció a mi lado y envolvió su brazo de una

manera protectora alrededor mío.

—Habían dos formas de tratar almas errantes. —Escuché al Sr. Gold

decir—. Reencarnarlos o desvanecerlos. No todos nosotros revenants

manejamos bien el hecho de vivir por siempre. En tiempos modernos,

algunos optaban por el suicidio. Pero se decía que los curanderos en

tiempos antiguos poseían el don de dejar ir el espíritu de un bardia en

estado volant, esencialmente dispersándolo por el universo.

—¿Así que Vincent acaba de desvanecerse? —me ahogué, mientras

lágrimas inundaban mis ojos—. ¿Cómo lo traemos de vuelta… del

universo o de donde se encuentre? —estaba tan paralizada por el miedo

que ni siquiera podía sentir mi cuerpo. Si Papy no hubiera estado

sosteniéndome, podría haber caído.

No, mon ange. Todavía estoy aquí, dijo la voz de Vincent. Era débil y entró

en mis ondas cerebrales como apenas un murmullo.

—Oh, gracias Dios. Todavía está aquí —anuncié. Mis lágrimas brotaban

incontrolablemente y me hundí para sentarme en el piso, descansando

mi cabeza en mis rodillas. Sentí como si hubiera sido levantada, sacudida

y tirada en el suelo, mi shock y alivio eran muy intensos.

Papy sacó su pañuelo del bolsillo y se inclinó para dármelo.

Bran retrocedió sorprendido y se sentó en el suelo y el Sr. Gold lo

acompañó, apoyando un brazo alrededor de su hombro y diciendo:

—Está bien, Señor Tândorn. Él todavía está aquí.

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Jules se inclinó para sentarse en el suelo junto a mí, sosteniendo una

toalla en su mano. Viendo la sangre, olvidé mi angustia.

—Déjame ayudarte —ofrecí agarrando el botiquín de primeros auxilios

que el Sr. Gold había colocado a un lado, y limpié y cubrí su herida.

—Bueno, eso fue un gran éxito —dijo Jules entre grandes bocanadas de

aire—. No solo he pasado por una pérdida de sangre masiva y casi sufro

un ataque cardíaco.

—No nos estamos rindiendo —dije, ignorando el horrible pensamiento

que seguía apareciendo en mi mente: Estuviste muy cerca de perder a

Vincent por siempre—. Solo tenemos que averiguar qué hicimos mal.

Apuesto que tiene que ver con el símbolo de la caja. Estamos olvidando

algo.

Papy subió de tono.

—Me doy cuenta de que estamos en una terrible, pero muy necesaria

prisa. Pero ahora que sabemos cuán peligroso es este procedimiento, ¿no

sería mejor descansar por la noche y repensar todo con calma?

Todos estuvieron de acuerdo. Me asustaba que mientras más tiempo

pasaba, era más probable que Violette llamará a Vincent de regreso. Pero

continuar sin información adicional era muy peligroso.

—¿Estás bien, colega? —dijo Jules al aire, y por lo que escuché lo dijo

con una débil sonrisa—. Vincent dice que es la segunda vez en pocas

semanas que ha estado al borde de la destrucción permanente. Se está

acostumbrando.

Era de esperar que Vincent tuviera sentido del humor en un momento

como este. Sabía que estaba intentando hacer que el resto de nosotros se

sintiera mejor. El debería de haber estado asustado.

Pensé por un momento, luego volteé hacia el Sr. Gold.

—Me gustaría ver si esa cita abajo de la pintura es visible —dije—, era

más larga que el verso que Bran citó. Tal vez eso nos dará una pista.

—Reservé sus habitaciones en un hotel a unas cuadras de aquí —

respondió—. Pero si quieren usar mi computadora para descargar y

ampliar la imagen…

—Tengo mi laptop —respondió Papy—. Podemos chequearla en la

mañana.

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—Y para ti, Jules, di aviso a la casa de nuestros parientes localizada en

Brooklyn para que te quedes con ellos —dijo el Sr. Gold—. Pensé que

preferirías eso a un hotel, ya que me dijeron que conociste a varios de

ellos hace algunos años en la asamblea en Londres.

Jules asentó con la cabeza débilmente.

—Eso suena perfecto.

—Bien. Entonces llamaré a un doctor para que te vea en casa para

suturar tu brazo.

Mientras dejábamos el museo, el Sr. Gold detuvo a un taxi para Jules.

Luego nos detuvimos primero en el departamento para recoger nuestro

equipaje, Bran, Papy y yo seguimos al Sr. Gold bajando la calle hasta un

pequeño hotel en Park Avenue.

Estaba tan cansada en este punto que sentí que estaba caminando

dormida. Ahora que la urgencia de nuestra tarea había pasado, mi cuerpo

estaba repentinamente consciente que llevaba despierto día y medio.

Tropecé en la habitación del hotel, arranqué mi ropa y caí en la cama.

Vincent permaneció conmigo por la noche, susurrando un afectuoso Je

t’adore mientras dormía y me saludó con un bonjour, mon amour cuando

abrí mis ojos en la mañana. Miré el reloj en la mesa de noche. Apenas

eran las seis de la mañana y ya estaba completamente despierta.

¿Te he dicho alguna vez lo linda que te ves mientras duermes?

Bostecé y me di vuelta, jalando el cobertor encima de mi cabeza.

—No me siento linda, me siento con jet lag —dije adormilada, y luego

recordé lo que sucedió la noche anterior, me senté instantáneamente

alerta.

—La pregunta es… ¿cómo te sientes?

Si tuviera un cuerpo, diría “débil.” Pero me siento muy desvanecido. No

junto. Creo que podrías decir “descolorido.”

—Oh, mi Dios, Vincent, eso realmente me asustó anoche. Casi te perdí.

Pero no lo hiciste, insistió. Todavía estoy aquí. Y vamos a resolver esto e

intentarlo de nuevo.

Sé que estaba tratando de tranquilizarme, pero todo lo que podía sentir

era miedo. Si lo intentamos de nuevo y se desvanecía… bueno, eso sería

el final. Lo que no sería justo. Porque acabamos de empezar. Sabía que

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no podíamos durar para siempre, mi propia mortalidad ponía un límite

al tiempo que teníamos juntos. Ochenta años, o lo que sea la expectativa

de vida ahora, siempre habían parecido bastante bien, antes de que

conociera inmortales. Ahora no.

Había varias cosas que Vincent y yo no habíamos hecho. Más que nunca,

quería conectarme con él. Sostenerlo en mis brazos, ser sostenida por él

y ser lo más cercanos posibles como dos personas pueden llegar a ser.

Darle todo de mí y tomar lo que él me diera. Pero esa no era una opción

ahora y juzgando por como las cosas se dieron anoche, podría nunca

serlo.

Vincent rápidamente cambió de tema, como si pudiera ver mis

pensamientos oscuros. Tu abuelo y Bran están desayunando en el café

de abajo. Deslizaron una nota bajo tu puerta.

—No tiene mucho uso dejar una nota cuando pudieron haber dejado un

mensaje en mi contestadora inmortal —dije.

Muy divertido.

—Date la vuelta, vete o lo que sea —dije, quitando el cobertor de mi cara

y reacomodando mi camiseta—. Tengo que vestirme.

No estoy mirando, aseguró Vincent.

—Sí, claro —dije cohibida, quitándome la camiseta y sacando ropa limpia

de mi maleta—. ¿Cuántas veces me has visto desnuda? —Era algo que

siempre me había preguntado pero nunca había tenido la oportunidad de

preguntar.

Soy un caballero, dijo Vincent, no un acosador. Siempre te aviso cuando

estoy en la habitación.

—¿Cuántas veces? —insistí.

Te juro, Kate. Nunca sacaría ventaja de mi situación de esa manera. Tal

vez sea algo anticuado de mi parte, pero no quiero ver hasta que me lo

pidas.

No pude evitar sonreír. Vincent era muy caballeroso. Dudaba que la

mayoría de chicos de mi edad hubieran dejado pasar una oportunidad de

ver a una chica desnuda, si la chica nunca se fuera a enterar. Caballería,

una de las ventajas de salir con un adolescente que ha existido desde los

viejos tiempos.

Hubo silencio. No que no haya sido tentador.

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—¡Vincent!

¿Puedo ver ahora?

—Sí, estoy vestida —dije.

¿Conoces la frase “Un rien te va”?, preguntó Vincent.

—No —confesé.

Significa que te ves bien en cualquier cosa. Creo que te ves incluso más

sexy en la primera hora de la mañana que cuando has pasado tiempo

embelleciéndote.

Mi sonrisa ocupó todo mi rostro.

—Creo que eso es lo más hermoso que un chico me haya dicho.

Solo digo la verdad, dijo Vincent.

—Tienes suerte de que no pueda saltar sobre ti ahora —comenté.

No estoy de acuerdo, dijo.

Había sentido un anhelo por el cuerpo de Vincent antes. Pero nunca

cuando él estaba ahí para tocar y ahora quería tocarlo más que nunca.

Ser tocada por él. Tal vez porque no era posible, pero tenía el

presentimiento de que era más que eso. Habíamos esperado para hacer

el amor porque no me había sentido lista. Pero este roce con la muerte,

la desaparición eterna de Vincent, me había hecho darme cuenta que ese

tipo de conexión era lo que yo quería con Vincent. Si me concedían la

oportunidad de nuevo, esta vez diría que sí.

Tratando de limpiar mi cabeza de sueños imposibles, recogí mi bolsa y la

llave de la habitación y comencé a salir de la puerta cuando de repente

recordé mi teléfono. Ni siquiera lo había sacado de mi maleta cuando

llegué porque no estaba segura de tener servicio internacional. Además,

¿a quién iba a llamar?

—Espera un segundo, Vincent. Solo voy a chequear esa fotografía —dije,

sentándome en la cama. Ni siquiera sé si había salido, ya que la cueva

era muy grande y mi flash era muy débil.

Di click en el ícono de la cámara y ahí estaba: la última fotografía que

había tomado. Había funcionado. Aunque estaba oscura en la orilla

donde el flash no había alcanzado, la mitad de la pared pintada era

claramente visible… expandí la imagen con las yemas de mis dedos… y

¡está enfocada!

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—Oh, mi Dios, Vincent. ¿Puedes ver?

¡Sí!, dijo. Es difícil de leer en ese tamaño, pero si la descargamos en la

laptop de tu abuelo, diría que va a ser legible.

—¡Vamos, entonces! —dije.

Papy y Bran estaban sentados detrás de unas tazas vacías de café,

estudiando un pedazo de papel. Al verme llegar, Papy sirvió una taza de

la jarra que estaba en la mesa y la colocó en el asiento junto a él.

—¡No hay tiempo para café! —dije—. La fotografía de la cueva. ¡Funcionó!

Necesitamos tu laptop, Papy.

Mi abuelo me dio la llave de su habitación y regresé con la laptop en

minutos. Conectando mi teléfono, esperé un segundo hasta que la

imagen apareció, luego seleccioné la pintura con la reencarnación y

recorté lo demás.

—La imagen es muy similar a la que estaba en la urna de Theodore—

Papy acordó.

—¿Podemos ver las palabras más de cerca? —preguntó Bran,

inclinándose hacia el ordenador.

Le di al zoom y la inscripción llenó la pantalla. Mientras Papy comenzó

su traducción del latín, Bran garabateaba sobre la hoja de papel.

Un hombre de barro es solo barro

hasta que su hermano derrama su sangre

aliento mortal se animará

las propias cenizas del muerto renacerán

una vez que estos elementos se combinen

las llamas enfriando se entrelazan

el espíritu con forma inanimada

para que el alma errante renazca.

—¿Las propias cenizas del muerto? ¿Significa eso las cenizas de Vincent?

—le pregunté, y una alarmada ola de frío me envolvió.

—Eso es lo que parece sugerir —señaló Papy. Se aclaró la garganta y miró

incómodo—. ¿Hay alguna manera para que podamos conseguir las

cenizas de Vincent?

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—Lo dudo mucho —le dije—. Han pasado días desde que Vincent se

quemó. —Me sentí enferma. No podía creer que habíamos llegado tan

lejos solo para encontrarnos con un problema sin solución.

—Tal vez Violette guarde algunas de sus cenizas. ¿Para obtener algún

tipo de uso? —sugirió Bran dudoso.

No, oí a Vincent decir. A ambas sugerencias. Yo estuve allí después. Y vi

a una de las personas de Violette barrer mis cenizas en una bolsa y tirarlas

a la basura. Fue una de las cosas más horribles que he experimentado.

Transmití esto a Papy y a Bran, y ambos se callaron.

—Cenizas —dije, pensando en ello—. Ese debe ser lo que representa el

símbolo de la caja.

Papy asintió.

—¿Y recuerdas la imagen tallada en el lado de la urna funeraria de

Theodore? El hombre con la antorcha tenía una caja en la otra mano.

Tiene sentido. Las cenizas se guardaban en cajas de piedra, tal como una

urna con forma de caja representa una escena de reencarnación.

Elegí un panecillo de la cesta de pan y comí en silencio mientras los

hombres estudiaban la imagen.

—Bran, ¿cuál era su poema de nuevo? —le pregunté.

Le dio la vuelta al papel para mostrar el verso ya transcrito en la página.

Eso es lo que él y Papy había estado estudiando cuando llegué. Lo leí en

voz alta:

El hombre de la arcilla al hombre de la carne

sangre inmortal y aliento humano

huellas hacer el vínculo del espíritu

llamas dan al fantasma cuerpo y mente.

Lo estudié durante un minuto y dije:

—Cuando el poema de Papy menciona “cenizas”, el de Bran menciona

“huellas”.

—Bueno, he traducido la palabra original Breton como “huellas”, pero

también significa “restos”. —El interés parpadeó en los ojos de Bran.

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—Cenizas. Restos —dije, mi cerebro trabaja al doble de velocidad—. La

ceremonia necesita algo de Vincent para vincular su espíritu a la figura

de barro. De lo contrario se dispersa su espíritu.

Y entonces me di cuenta.

—Tengo algo —grité, poniéndome en pie y tirando de la cadena de

alrededor mi cuello. Desde debajo de mi camisa, saqué los pendientes

que nunca vieron la luz, el signo y el memento mori que Jeanne me había

dado. Los hombres me miraban con curiosidad mientras sostenía el

medallón hacia ellos—. Sé que posee un mechón de cabello de Vincent.

La adrenalina corría por mis venas, haciéndome querer correr a toda

velocidad de nuevo a la Met, arrastrando a Papy y a Bran conmigo, para

probar el nuevo ritual. No podía creer que había estado usando la pieza

faltante del rompecabezas alrededor de mi cuello en los últimos días.

—¿De dónde sacaste eso? —preguntó Papy.

—Jeanne me lo dio. Ella mantiene mechones de pelo de todos los

revenant a su cuidado en estas pequeñas cajas.

—Qué extraño —comentó Bran.

—Su madre lo hacía y su abuela, también. Es, como, una tradición

familiar.

Papy golpeó la mesa con entusiasmo.

—Lo cual, evidentemente, se inició a causa de algo así como esto —dijo—

. Jeanne ni siquiera sabía lo que estaba haciendo manteniendo la

costumbre, y quizá tampoco su madre o su abuela. Pero en algún lugar

a lo largo del camino, un guardián revenant comenzó esta tradición en el

caso de que los restos fueran necesarios para este procedimiento de re-

encarnación. ¡Fascinante!

—¡Así que lo encontramos! —dije, tocando la mano de Papy y deseando

que viniera conmigo—. Encontramos la solución. Será mejor hacérselo

saber al Sr. Gold.

—Tengo su número —dijo Papy. Sacó su teléfono móvil y comenzó a

marcar.

A la media hora estábamos todos de pie alrededor del nuevo quemador,

Jules había tomado un taxi hacia Brooklyn en el momento que el Sr. Gold

llamó. Un ventilador grande estaba absorbiendo el humo de la antorcha.

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Ahora que era de día, al Sr. Gold le preocupaba que los transeúntes de

arriba en la calle o en el museo, una vez que se abriera, olieran el fuego.

Todo el lío del agua mezclada con el barro del día anterior había sido

limpiado durante la noche. Sospechaba que fue trabajo del Sr. Gold.

Me senté junto a Jules, que parecía distintivamente verde.

—¿Estás bien? —le pregunté.

—No estoy muy emocionado por volver a cortarme el brazo —dijo,

utilizando unas diminutas tijeras con cuidado para recortar los puntos

que le habían dado la noche anterior—. Vincent lo vale, por supuesto.

Pero voy a tratar de cortar el mismo lugar, así que no tendré dos grandes

heridas que tratar hasta que esté dormido en un par de semanas.

—¿Cómo te fue anoche con la nación de Nueva York? —le pregunté.

—Bien —dijo, mirándome con una expresión que decía que no tenía

ganas de hablar de ello.

—¿Conocías a alguien en la casa? —insistí.

—Sí. Había un par de chicos que vinieron a Europa para una

convocatoria hace unos diez años. —Él suspiró y miró hacia abajo a sus

puntos de sutura, cortando otro de los pequeños hilos negros—. Fue

realmente agradable. Me prepararon una fiesta de “bienvenido a

América”, que comenzó tan pronto como el médico cosió mi brazo y duró

hasta que me fui esta mañana.

—Yo era como una luz —admití—. Eso tiene que ser una de las grandes

ventajas de la comunidad de zombis, no tener jet lag.

Jules sonrió. Una autentica sonrisa de Jules. Era agradable de ver.

—Está bien, tenemos que avanzar ahora, gente, antes de que los primeros

empleados lleguen —impulsó el Sr. Gold.

—Un placer —comentó Jules secamente. Se puso de pie y extendió su

brazo para ayudarme a levantarme.

Me senté en la escalera y miré por encima del borde de la thymiaterion

de Clay Vincent. Jules se situó a mi derecha, y Bran justo enfrente de

nosotros mientras Papy se preparó con la antorcha. Un silencio nervioso

se apoderó de nuestro pequeño grupo. Bran había extendido sus manos

hacia fuera, y Jules acababa de levantar el cuchillo cuando oí a Vincent

decir: ¡No!

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—¿Qué pasa, Vincent? —le pregunté. Todo el mundo se congeló.

Violette me está empujando hacia atrás. Me siento siendo arrastrado lejos

de aquí.

—¡Lucha, Vincent! —insistí.

—¿Qué pasa? —preguntó el Sr. Gold.

—¡Violette está tratando de traerlo de vuelta!

—¿Todavía está aquí? —gritó Papy.

—Sí, pero puedo verlo siendo arrastrado hacia arriba… aunque parece

que se resiste. Debemos proceder rápidamente —dijo Bran, y extendió las

manos por encima de la figura de arcilla.

Abrí el medallón, saqué el mechón de cabello del interior y me quedé allí,

preguntándome qué debía hacer con él. Luego, tomando una rápida

decisión, apreté firmemente al lado del hombro del hombre de arcilla con

el pulgar.

No vi a Jules cortarse el brazo por segunda vez. No podía verlo. Pero allí

estaba él, sangrando profusamente de nuevo encima del golem, mientras

me inclinaba hacia delante para soplar suavemente sobre la cara. Vi a

Bran llegar hasta la “invisible para mí” aura de Vincent. Él hizo un gesto

como si estuviera agarrando y tirando de él hacia abajo, hacia el hombre

de barro.

Kate, la voz de Vincent. No sé si puedo luchar…

Su voz desapareció.

—¿Todavía está aquí? —lloré, buscando frenéticamente a través de la

copa de Bran.

Bran miró hacia arriba y sacudió la cabeza.

—No. Se ha ido.

Papy bajó la antorcha. El Sr. Gold estaba al lado del cubo de agua,

mirando impotente. Jules bajó su brazo sangrante para descansarlo en

el borde de la thymiaterion y levantó la otra mano a la frente.

Yo no lo podía creer. Estábamos tan cerca de traer a Vincent de vuelta, y

Violette eligió este momento crucial para recuperarle. Un odio como

nunca antes había sentido estableció todo mi cuerpo en llamas. Ella no

hará esto. Violette no se llevará a Vincent lejos de mí. Este no sería el

final. La rabia y la furia de lo que acababa de suceder se forjaron juntas

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como el hierro en mi pecho. Impulsado por algo más grande y mayor que

yo, algo primitivo, ordené:

—Vuelve, Vincent. ¡Ahora! —mi voz se hizo eco a través de la oscura sala.

Y luego, en voz tan alta que parecía que había colocado un megáfono

junto a mi oído, escuché:

He vuelto. Pero no por mucho tiempo. ¡Hazlo rápido!

—¡Ha vuelto! ¡Vamos! —grité. Papy se adelantó y sostuvo la antorcha

sobre la figura de arcilla. Mientras que el aire de su alrededor estalló en

llamas azules, Jules saltó hacia atrás y me caí de la escalera al suelo.

—¡Vincent! ¡No te vayas! —grité, luchando por levantarme. Mi corazón

latía con violencia, me agarré al lado de la copa metálica y exhalé hasta

que vi. Las llamas ardieron más altas, formando una bola de fuego

gigante, que luego estalló con un ruido silbante alto, como un gran viento,

dejando pequeñas llamas azules lamiendo y en todo el cuerpo como un

quemador de parafina.

Bran estiró sus manos tentativamente hacia el fuego.

—Frío. Las llamas son frías, como “las llamas enfriando” de la inscripción

que encontraste, Kate — dijo, mirándome—. Hay que trabajar.

Mientras hablaba, los bordes del hombre de arcilla comenzaron a brillar,

como el aire lo hace con el calor intenso, y la forma lumpen se hizo

gradualmente más varonil.

—¡Algo está sucediendo! —lloré. Estaba paralizada por la lucha y la

esperanza—. Por favor, que funcione. Vuelve, Vincent. Tienes que volver

—susurré suplicante.

La arcilla roja se convirtió en piel aceitunada, y la cabeza calva se

convirtió ondas de cabello negro azabache. La cara que Jules había

esculpido cuidadosamente se convirtió en una verdadera nariz, la boca y

los ojos cerrados, como si estuviera durmiendo. Pero yacía allí, quieto y

sin moverse, hasta que, centrándose en el aire justo por encima, Bran

gritó:

—¡Ven, espíritu bardia, habita en este cuerpo! —hizo un gesto final, como

si estuviera tirando del aura hacia abajo y palpó sus dedos en el costado

del cuerpo.

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Los ojos se abrieron de golpe y Vincent dio un gran suspiro al tragar,

como si estuviera tratando de tragar todo el oxígeno en la habitación.

—Vincent —dije, con el corazón en la garganta.

Sus ojos volaron a los míos. Se extendió hacia mí, me cogió la mano y se

la llevó a su mejilla. Su piel ardía, como con fiebre. Besé sus dedos, y su

piel olía como el fuego y tierra empapada. Como el chico que pensé que

nunca volvería a tocar.

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Capítulo 27 Traducido por Nanami27

Corregido por Maniarbl

o fue sino hasta que Jules y el Sr. Gold ayudaron a Vincent a

descender del thymiaterion que nos dimos cuenta de que había

olvidado un elemento esencial para la resurrección de un

espíritu en un nuevo cuerpo. Ropa.

Esta era la primera vez para mí. Lo más que había visto de

Vincent hasta ahora era post-entrenamiento con solo una toalla

alrededor de su cintura. Pero notando a Papy mirándome fijamente, me

di la vuelta y crucé mis brazos, esperando a que los demás envolvieran

una manta de embalaje de plata a su alrededor antes de lanzarme sobre

él.

—Kate —dijo, tambaleándose un poco, y luego me empujó con fuerza

hacia él y besó la parte superior de mi cabeza. Yo levanté la boca por un

beso de verdad, y sus labios fueron como una revelación. Como nuestro

primer beso, solo que unas cien veces mejor. Vincent me sonrió

débilmente, y luego sus ojos se cerraron cuando su cabeza cayó hacia

adelante y se desmayó en mis brazos. Ahora era yo la asombrada, cuando

me encontré sosteniendo todo su peso.

Jules corrió a ayudarme a bajar el cuerpo inconsciente de Vincent sobre

el suelo. Sostuve su cabeza en mi regazo mientras el Sr. Gold comprobaba

su presión arterial.

—Qué estúpido de nosotros —reprochó—. Deberíamos haber planeado

tener alimentos y agua aquí para él. Probablemente está en un estado

similar al despertar de latencia, terriblemente débil y necesitado de

alimento. Vamos a llevarlo rápidamente a casa.

—No podemos sacarlo a la calle desnudo —dijo Papy.

Jules se quitó la camiseta y lo ayudé a arrastrarla por encima de los

brazos y la cabeza de Vincent. Lanzando el suéter que él había tirado a

un lado cuando sangró, Jules dijo:

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—Dame las llaves, Theodore. Vi monos de algunos trabajadores en el

taller de restauración donde nos dieron la arcilla.

A los diez minutos estábamos haciendo nuestro camino fuera de la sala

gigante, tejiendo de arriba abajo los pasillos hasta llegar a una puerta de

servicio pequeña donde no había ningún guardia para presenciar un

inconsciente Vincent cargado entre Jules y el Sr. Gold. Nos las

arreglamos para conseguir que pase a través de la calle y dentro del

edificio de Gold con solo unas pocas miradas curiosas de los transeúntes

de la mañana.

Una vez dentro de la seguridad de la vivienda, Jules y el Sr. Gold

recostaron a Vincent en uno de los sofás del vestíbulo.

—Oh. Estoy sangrando otra vez —dijo Jules, simplemente, mirando la

sangre corriendo de su brazo. Nuestro anfitrión desapareció en un

instante, y regresó con un vendaje de lino. Lo envolvió con fuerza

alrededor de la herida de Jules antes de que lo llevara a otro sofá y lo

persuadiera para que se acueste.

Vincent estaba respirando, pero todavía no estaba consciente. Bran se

sentó a su lado y estudió su cara blanca como un papel.

—Su aura es muy débil —comentó.

—Rápido. Obtén un poco de sustento para Vincent. La cocina está por

allá —ladró el Sr. Gold junto a Jules. Papy y yo irrumpimos por el pasillo

y comenzamos a peinar a través de una impecablemente limpia y

totalmente blanca cocina en busca de comida y bebida. Agarré una

bandeja de la encimera y la cargué con un plato de almendras, unos

plátanos, algunos tarros de yogur francés, y una barra de pan de grano

entero, y Papy añadió una caja de cartón de jugo de naranja y una botella

de agua de la nevera.

Cuando regresamos a la sala de estar, el Sr. Gold estaba hablando por

teléfono, diciendo a su médico que viniera de inmediato, que se trataba

de una emergencia. Me senté en el sofá junto a Vincent y, apoyando su

cabeza hacia delante con una mano, vertí un poco de agua a través de

sus labios. Tan pronto como el líquido golpeó la parte trasera de su

garganta, escupió y se sentó, abriendo los ojos y mirando a su alrededor

salvajemente.

—¿Dónde estoy? —preguntó, y luego vio mi rostro, inmediatamente se

relajó.

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Y, por último, ahora que la crisis había terminado, era como si un

interruptor hubiera sido activado y la habitación estalló en un frenesí de

alegría.

—¡Lo hicimos! —exclamó el señor Gold, rompiendo en un baile de

celebración divertido.

—Gracias a los dioses —dijo Jules con una expresión abrumada de alivio,

y se dejó caer en el sofá.

Papy empezó a aplaudir, lo que animó al Sr. Gold para añadir una

pequeña patada al final de su danza, antes de correr hacia Bran y

apretarlo en sus brazos, acariciando su espalda con firmeza.

—¡Tú lo hiciste! —el Sr. Gold aplaudió.

Bran parecía tímido, pero sus ojos brillaban en la victoria.

—¡No lo puedo creer! —dijo—. Mi primera acción como guérisseur fue una

reencarnación de un espíritu revenant. Si solo mi madre hubiera visto

eso.

—Toda la línea de guérisseurs antes de ti se sentirían orgullosos, y los

que vengan después de ti hablarán de este evento con temor —dijo el Sr.

Gold.

Salvado arregló para lucir fieramente orgulloso y, al mismo tiempo, como

si todo lo que quisiera hacer fuera ir un lugar para esconderse. Me quedé

allí sentada radiante de alegría y alivio, mi amor desbordante al tocar el

rostro de Vincent y acariciar su pelo.

—¿Cómo te sientes, mon amour? —pregunté, robando su apodo para mí.

—Mi visión es muy borrosa —dijo, parpadeando—. Estamos de vuelta en

el apartamento de Gold, ¿verdad?

—Correcto —confirmé—. Estamos de vuelta en el apartamento de Gold y

estoy tocando tu pelo y mirando tus ojos y escuchando tu voz real y...

apenas puedo creerlo. —Cuando me incliné hacia delante para cepillar

mis labios contra los suyos, mi corazón sintió como si fuera a estallar.

—Yo no soy médico, pero supongo que necesita más alimento que besos

—bromeó el Sr. Gold.

Sonrojándome, sostuve el vaso de agua para Vincent mientras bebía

profundamente y luego recogió algunas almendras de la taza y las echó

en su mano. Haciéndolas estallar en su boca, él puso su cabeza en mi

regazo mientras masticaba, sin apartar los ojos de mí. Agarró mi mano

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como si tuviera miedo de ser arrastrado de nuevo en el éter. Con la mano

libre, le di un plátano y más agua y un poco de color empezó a mostrarse

en sus mejillas.

Después de esperar un rato, Bran le preguntó:

—¿Puedes hablar? —Él y Papy habían sacado las sillas junto al sofá de

Vincent y lo miraban con miradas curiosas.

—Tal vez deberías esperar —sugerí, pero Vincent me apretó la mano.

—Está bien —dijo él.

—Entonces, ¿qué estaba sucediendo exactamente cuando el antiguo

trató de lanzarte de regreso a ella? —preguntó el guérisseur.

Vincent se quedó mirando el techo, tratando de recordar. Suspiró

profundamente.

—Estaba allí por encima de ti, solo un poco flotando —dijo—. Entonces,

de repente, me paré y barrí sobre la ciudad hacia el Océano Atlántico. Y

entonces oí la voz de Kate —dijo, cambiando su mirada hacia mí—, y de

repente tuve la fuerza para frenar el movimiento, y luego se detuvo, y me

moví en la dirección opuesta hasta que estuve de regreso con ustedes.

—Tal vez la gran distancia física entre tú y Violette redujo el poder de la

unión —sugirió Papy.

—Tal vez —dijo Vincent—. Ella no pudo saber que estaba al otro lado del

mundo cuando me llamó de regreso a ella.

—En cualquier caso, estás de vuelta —dijo el Sr. Gold, dejando el lado de

Jules—. Y hemos conseguido algo que no se ha hecho en, que yo sepa,

siglos. Un evento pionero en la recién renovada relación entre el bardia y

la llama de dedos —dijo, dirigiendo esta última afirmación a Bran.

—Gracias... a todos ustedes —dijo Vincent, mirando alrededor de la

habitación—, por su ayuda y —miró a Jules— por su devoción. —Me

hubiera abrazado a él allí mismo si mi Papy no hubiera estado sentado

justo frente a nosotros. Además, tenía miedo de lastimarlo. Estaba tan

débil.

—No hay necesidad de agradecer —dijo el Sr. Gold—. Estamos todos

juntos en esto. Ahora tenemos que planear tu recuperación y evaluar si

estarás lo suficientemente fuerte como para volver a París. Pero, lo

primero es lo primero. —El cogió el teléfono y marcó—. Gaspard —dijo

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después de una corta espera—. Sí, Theo aquí. Tengo muy buenas

noticias.

¿Quieres hablar?, el Sr. Gold articuló a Vincent, quien asintió con la

cabeza y tomó el teléfono de él.

—¿Gaspard? Sí. Soy yo.

Una exclamación de sorpresa se oyó desde el otro extremo de la línea.

—Espero que menciones mi gran sacrificio —gritó Jules desde el otro lado

de la habitación.

Mientras Vincent comenzaba a relatar la historia a Gaspard, Papy tuvo

la oportunidad de hacer su propia llamada.

—Emilie, chérie, ¿la ceremonia de reencarnación de la que te hablé

anoche? Bueno, lo intentamos de nuevo hace un momento, y funcionó.

—Él sonrió ampliamente a mí—. Sí, estamos todos muy aliviados. Por

supuesto, puedes hablar con ella.

Papy me pasó el teléfono, que tomé con una mano, porque no iba a dejar

ir a Vincent por un segundo.

—Cariño, ¡qué maravillosa noticia! —exclamó mi abuela—. ¿Cuándo vas

a volver?

—Un médico está en camino ahora —dije mientras el timbre sonó—.

Estamos esperando a ver cuánto tiempo tomará a Vincent estar lo

suficientemente fuerte como para viajar y estaremos de vuelta.

Mientras hablaba, un hombre con un maletín de médico entró. No estaba

sorprendida de ver que tenía el aura bardia a su alrededor: había dudado

de que el Sr. Gold pidiera a un médico mortal que atendiera a Vincent.

Se estrecharon la mano y el médico se dirigió a Jules primero.

—¿No cosí esto ayer? —preguntó con consternación.

—Sí, bueno, vamos a llamarlo “trastorno por estrés repetitivo” —

respondió Jules, luego hizo una mueca cuando el médico le dio un golpe

cerca de la zona de la herida.

—Mejor me voy, Mamie —dije.

—Me aseguraré de decirle a Georgia tus noticias, y no puedo esperar a

verte a ti y Vincent de regreso aquí en la casa. Dale un abrazo grande por

mí.

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Colgué el teléfono, desconcertada. Un abrazo para Vincent, ¿de Mamie?

Ese gesto en sí me recordó lo mucho que me amaba. No podía detener la

sonrisa que se extendió por mis labios, y al verla, Vincent me devolvió la

sonrisa. Pero desde que colgó con Gaspard, había algo más en sus ojos:

preocupación. Estaba a punto de preguntar qué le había dicho Gaspard

cuando el médico interrumpió.

—Entonces, ¿qué tenemos aquí? —preguntó.

Vincent levantó una ceja al señor Gold, quien respondió:

—Vincent aquí era un inactivo seguidor con una muerte violenta, y no

recibió sustento durante un buen rato después de despertar.

No del todo una mentira. Sospechaba que la historia la reencarnación no

era algo que el señor Gold quería prodigar. ¿Quién sabía qué vínculos

Violette aún tenía en el mundo revenant? Había sido solo unos pocos días

desde que su traición había sido descubierta.

Me levanté para que el médico pudiera sentarse y tomar la presión

arterial de Vincent. Bran cruzó la habitación y comenzó a tomar notas en

uno de sus libros encuadernados en cuero. Añadiendo un evento sin

precedentes para los registros dedos de fuego, pensé.

El Sr. Gold y Papy estaban al lado de una ventana conversando.

—Durante el tiempo que hay que esperar que Vincent se recupere estaría

encantado de volver al museo y mostrarte la colección más a fondo, ahora

que no tenemos problemas más acuciantes en nuestras mentes —dijo el

Sr. Gold mientras caminaba hacia ellos.

—Eso sería un honor que no podía dejar pasar, Theodore —dijo Papy.

—Por favor, llámame Theo. Tú también, Kate —dijo, guiñándome un ojo.

—Solo si me llamas Antoine —señaló Papy, y agarró el brazo de Theo

cálidamente.

—Vas a estar bien —oí que el médico decía a Vincent—. Pero

recomendaría encarecidamente reposo en cama por el próximo par de

días.

—¿Dos días? —dijo Theo.

—Dos o tres —aclaró el médico, cruzando los instrumentos y poniéndolos

de nuevo en su bolsa.

Vincent esperó hasta que Theo cerró la puerta al médico antes de hablar.

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—Eso no será posible —dijo, tratando de incorporarse.

—¿Por qué no? —preguntó Theo, mirando sorprendido.

Vincent apoyó la cabeza en la almohada, sofá y dijo con voz débil:

—Porque en París, la guerra ha comenzado.

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Capítulo 28 Traducido por QueenDelC

Corregido por Marce Doyle*

ué se supone que significa eso? —preguntó Theo,

horrorizado. Dio una zancada y se sentó al pie del sofá.

—Gaspard acaba de informarme que numas han

estado llegando a París en grupos numerosos. Nuestros

aliados en toda Francia han reportado que están

dejando sus propias ciudades y se dirigen a la capital. No ha habido

señal de Violette, pero nadie duda del hecho de que está orquestando

una ofensiva contra los bardia. —La voz de Vincent se estaba

desvaneciendo.

—Muy bien. Llamaré a Gaspard para tener más detalles de lo que está

pasando en París. Pero no serás de mucha ayuda en este estado. Tienes

que recobrarte antes de que podamos pensar en ponerte en un avión. —

Vincent ni siquiera intentó pelear con Theo. No tenía la energía.

Jules se había sentado arriba escuchando el anuncio de Vincent. Theo

preguntó:

—¿Y tú qué tal? ¿Te sientes mejor?

—Aún débil, pero nada que un buen sándwich no pueda curar —dijo,

aunque se veía un poco mareado para mi gusto.

Theo tomó el teléfono y pidió una orden en un restaurante, y luego

telefoneó a Gaspard para preguntar sobre el estado de las cosas en

París. Quince minutos después, todos estábamos entrándole a una gran

variedad de sándwiches, pepinillos y papas saladas.

Vincent se detuvo después de un par de mordidas.

—Estoy demasiado cansado para comer —me dijo—. Aunque no quiera

quitarte los ojos de encima ni un segundo, necesito ir a descansar, mon

amour —dijo, sus ojos brillando mientras tocaba mi mejilla con sus

dedos.

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Le doy vueltas a un mechón de cabello oscuro con mis dedos y le

sonrío, sintiendo como si diecisiete años de navidades, cumpleaños y

deseos a estrellas fugaces se hubieran combinado en este momento. Era

la chica más suertuda del mundo.

—Siéntete libre de usar mi habitación —dijo Theo.

—También estoy demasiado cansado para caminar. El sofá está bien —

respondió Vincent, y luego se dio la vuelta sobre su lado de frente al

respaldo del sofá y cerró los ojos. Lo cubrí con una manta que había

traído Theo, luego dejé mi silla junto al sillón para unirme a los otros en

la mesa cerca de la ventana.

—Dime lo que pasó con Violette —le estaba preguntando Theo a Jules,

quien se lanzó a la historia comenzando con el momento en el que

Violette y Arthur se mudaron a La Maison, y continuó hasta que

descubrí que había traicionado a los bardia desde el principio y ahora

era la líder de los numa de París.

—Le dijo a Kate, aquí —dijo Jules, señalándome con la cabeza—, que su

plan era derrocar a Jean-Baptiste y a los suyos usando la fuerza de los

numa y la fuerza robada del Campeón, quien ella creía que era Vincent.

Ella le había estado lavando la cabeza para la destrucción, lo había

convencido que seguir el Camino Oscuro le ayudaría a aliviar el dolor de

su resistente muerte, cuando en realidad lo estaba debilitando hasta el

punto en el que ella lo pudo vencer con facilidad.

—¿Estás seguro de que Vincent no es el Campeón? —le preguntó Theo a

Bran.

—Cien por ciento seguro —afirmó Bran, levantando un pepinillo y

estudiándolo con cuidado antes de darle una mordida en una orilla.

Hizo una mueca y lo colocó tan lejos de sí mismo como le fue posible en

su plato.

—¿Cómo puedes estar tan seguro? —preguntó Papy, pero lucía

avergonzado al interrumpir una discusión supernatural.

Theo negó con la cabeza.

—Ahora llevas nuestro signo, Antoine. Participaste en la ceremonia

revenant de mayor misticismo que he visto. Y tu hija es la amada de un

bardia. Tienes el derecho de hacer preguntas.

—Gracias —dijo Papy.

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—Es por su aura —respondió Bran—. Tiene el aura revenant, que los

dedos en llamas describen como “un aura como un bosque de fuego”.

Pero nuestra profecía dice que el aura de Victor “arde como una estrella

encendida”. El aura de Vincent no es diferente de la de Jules. O de la

nuestra —dijo, asintiendo hacia Theo.

—¿Entonces cómo sabemos que el Vencedor siquiera está aquí? —

preguntó Theo.

—No está aquí. Aún falta que llegue —dijo Bran, empujando su plato

con un gesto cortante.

—¿Pero no ibas a dejar que Jean-Baptiste desfilara por todo el bardia de

París frente a ti para revisar? —pregunté—. ¿Por qué harías eso si no

estuvieras seguro de que el Vencedor aún no está aquí?

Bran se encogió de hombros.

—Esa fue “su” sugerencia, no la mía. Y parecía muy determinado.

—¿Pero “cómo” sabes que ya viene el Vencedor? —insistió Theo.

—Porque soy el Vidente de los Vencedores. No habría venido si pronto

no hubiera un “vencedor” que “ver” —respondió Bran de forma irritable.

Un silencio se asentó en la habitación mientras todos miraban fijamente

a Bran. Él me movió nerviosamente algo incómodo.

—¿Cómo sabes que eres el Vidente de los Vencedores? —preguntó

Jules, inclinándose sobre sus codos y juntando sus manos.

—Sentí que sucedió cuando toqué la mano de su líder. En ese punto,

había recibido el don. Sé que lo tengo al igual que mi madre supo que

ella no lo tenía —dijo simplemente, como si fuera la cosa más obvia del

mundo.

—Entonces así es como “tú” sabes que el Campeón vendrá durante lo

que dure tu vida —dije—. ¿Pero por qué Violette estaba tan segura de

que iba a llegar antes?

—La profecía de los revenants es la misma que la de los dedos en

llamas —respondió Bran—. Es la Tercera Era en el calendario de los

revenants, y lo ha sido desde la Revolución Industrial. Así que

obviamente ella debió haber estado esperando desde entonces. Debió

haber pensado que vio las características del Campeón representadas

en Vincent.

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—Me arden los oídos —llamó Vincent desde el otro lado de la

habitación—. Y mi garganta. ¿Podría tomar un poco más de agua, por

favor? —Me levanté y acerqué la mesa de centro con los refrigerios hacia

el sofá de Vincent para que estuvieran a su alcance.

Los hombres se levantaron y Theo comenzó a limpiar la mesa.

—Deberíamos dejar a Vincent descansar en paz para que pueda curarse

lo antes posible —dijo.

—Quiero quedarme con él —insistí.

—Claro, querida —me tranquilizó Theo—. Pero al resto de ustedes, ¿les

gustaría unirse a mí en un tour más extenso de la colección revenant en

el museo?

Papy y Bran acordaron de inmediato, pero Jules caminó de regreso a su

sofá y se dejó caer.

—Ahora que mis sangrientas responsabilidades han terminado, creo

que también me quedaré —dijo, cerrando sus ojos.

Una vez que los otros hombres se fueron, me senté mirando a Vincent

por un rato. Su respiración era poco profunda, y aunque sabía que no

está durmiendo, no podía dormir hasta su próximo estado latente,

parecía que tampoco estaba aquí. Lo dejé para que descansara y fui

directo al librero de Theo, dejando en la mesa de centro un libro sobre

el Nueva York de Edith Wharton.

No me sorprendió en lo mínimo cuando vi mencionado a Theodore Gold

como parte del círculo de Wharton, y sonreí cuando lo encontré junto a

un grupo de personas en un baile de sociedad, usando esmoquin y

sombrero de copa.

Seguí revisando a Vincent, pero después de un par de horas, cuando él

no se había movido, dejé mi libro a un lado y fui a mirar por las

ventanas. Escuché movimiento desde el otro lado de la habitación y me

volteé para ver a Jules mirándome desde su sofá.

—¿Qué? —pregunté, de repente sintiéndome cohibida.

—Oh, nada —respondió—. Solo que regresas y pasas todo tu tiempo

aquí enjaulada en un apartamento. Un tanto depresivo, ¿no crees?

—Bueno, vi una colección secreta de arte supernatural escondida en el

sótano del Museo Metropolitano de Arte. No está tan mal —replicó con

un fruncido de cejas en broma.

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—¿Quieres ir a caminar? —dice Jules, levantándose del sofá y

caminando hacia mí—. Es mi primera vez en Nueva York, y si no me

desmayo por perder tanta sangre, quisiera ver un poco de afuera. ¿Me

harías el honor de ser mi guía turística?

—Pero no debería dejar… —comencé.

Tomó mi mano y me jaló hacia la puerta.

—Vincent se sanará más rápido sin que estés merodeando y

preocupándote por él. ¿Cierto, Vince? —lo llamó Jules mientras tomaba

nuestros abrigos.

Vincent murmuró:

—Enséñale Nueva York a Jules, Kate, o nunca se callará. —Y puso la

manta sobre su cabeza.

—¿Lo ves? —me dijo Jules, y abrió la puerta hacia el pasillo—.

Descansa, hombre —le volvió a llamar a Vincent, su voz completamente

seria—. Acabamos de recuperarte. Ahora necesitamos que te vuelvas

más fuerte.

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Capítulo 29 Traducido SOS por es.Twilight

Corregido por Marce Doyle*

olo estamos dejando a Vincent un par de horas, ¿no? —le

pregunté cuando estábamos en el elevador, de pronto

asustada de que pudiera desaparecer mientras no

estábamos.

—¿Eso es suficiente para que me lleves al Empire State

Building20? — preguntó Jules.

Estudié su rostro para ver si estaba bromeando.

—¿De verdad quieres ir al Empire State Building? —pregunté. ¿La cosa

más turística que hacer en la ciudad de nueva York?

El asintió tímidamente.

—Lo sé, ¿pero cómo me lo puedo perder? Vi la película original de King

Kong en 1933, y he tenido ganas de ir desde entonces.

—Por lo que tu interés es puramente desde el punto de vista de la

historia del cine —bromeé.

Las puertas del elevador se abrieron, y Jules extendió su mano

galantemente para permitirme salir primero.

—No es eso —dijo, una vez más seguro—. Así como el hecho de que

siempre he soñado estar en la sima del Empire State Building con una

hermosa chica.

* * *

20 Empire State Building: es un rascacielos situado en la intersección de la Quinta

Avenida y West 34th Street, en la ciudad de Nueva York, Estados Unidos. Ha sido

nombrado por la Sociedad Estadounidense de Ingenieros Civiles como una de las Siete

Maravillas del mundo moderno.

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Cuando Jules y yo volvimos al apartamento de Theo, todos se habían

reunido para la cena. Vincent tenía apoyados unos cojines detrás de él

y ahora estaba sentado.

—¡Para ti! —dije, levantando la enorme bolsa de ropa y zapatos que

había comprado en la tienda de Macy después de haber jugado a los

turistas.

—Un regalo especial para una recuperación especial de un chico muerto

—se mofó Jules, visiblemente aliviado al ver que su amigo parecía más

fuerte después de solo un par de horas—. Pensamos que desearías

cambiar ese overol en algún momento, y me gustaría mi camiseta de

regreso.

—Tan pronto como me dé una ducha —dijo Vincent—. Sigo recogiendo

pequeños trozos de arcilla de mi cabello. No bromeo. —Se pasó los

dedos por su cabello negro e hizo una mueca.

Sonaba como el viejo Vincent de nuevo, no el débil Vincent que parecía

a punto de morir esta mañana.

—¿Has comido? —pregunté, sentándome a su lado en el sofá.

—No te preocupes por la comida. Ven aquí —dijo, tomando mi rostro

entre sus manos, besó con firmeza mi frente y luego mis labios.

Escaneó la habitación para ver si Papy nos miraba. Él lo hacía. Así que

el beso fue corto y dulce—. Más tarde —susurró.

—Tú debes permanecer aquí esta noche, Vincent —dijo Theo, que

extendía una impresionante lista de menús para llevar frente a Papy y

Bran—. A pesar de que te sientes más fuerte, no creo que debas

moverte al hotel hasta mañana. Y he programado que su vuelo salga la

siguiente mañana.

—¿Estaremos aquí un día y medio? —preguntó Vincent, sorprendido—.

Yo realmente creo que Jean-Baptiste necesitará a Jules y a mi antes de

esa fecha.

—En realidad —dijo Theo severamente, cruzando los brazos—, esta

mañana por teléfono, Gaspard me dijo que Jean-Baptiste no permitirá

que regreses antes de esa fecha. Él dice que tú tienes que estar fuerte,

que no volverás en un estado debilitado. Me pidió que personalmente

garantice tu salud, así que tengo que poner mi pie en el suelo.

Bran levanto el menú y anunció:

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—Estoy intrigado por los menús para llevar. —Miró más cerca de ellos—

. Fat Sal y burritoville. Y esta comida que se llama… ¿bagel21?

Papy, Bran y yo regresamos al hotel después de la cena, a las 9 p.m.

Todos estábamos agotados con los acontecimientos del día. Y, en mi

caso al menos, el Jet lag22 se alzaba con un feo dolor de cabeza.

Cuando llegamos al apartamento a la mañana siguiente, Theo y Vincent

nos esperaban.

—¿Qué te tomo tanto tiempo? —murmuró Vincent mientras acariciaba

mi cuello—. Podrías haber desayunado aquí.

—Yo en realidad no comí —dije riendo, y me estremecí cuando rozó mi

oreja con sus labios—. Papy y Bran lo hicieron, pero yo utilicé la media

hora extra para dormir. Habría venido antes si huera sabido que

estabas levantado.

Se echó hacia atrás y me sonrió.

—He estado despierto toda la noche.

—No te quise despertar —dije rodando mis ojos—. Quise decir,

levantarte. Te ves totalmente normal de nuevo, ¿cómo te sientes?

—Me siento muy bien, en serio. Habría sido capaz de volver a París

hoy. Pero Theo insiste que tengo que esperar otras veinticuatro horas,

solo por si acaso. Y también está el hecho de que me gustaría conocer

un poco tu ciudad natal mientras estamos aquí. —Se sacudió el pelo

detrás de mi hombro—. Te vez hermosa —él dijo.

—Debe ser el aire de nueva York —respondí, sintiendo mis mejillas

enrojecer.

—Entonces, la contaminación se adapta bien, ma chérie —respondió.

—Jules se ofreció a caminar por la cuidad con nuestros parientes hoy. Y

Antoine, Bran y yo estaremos fuera en el museo de nuevo —anunció

Theo.

En cuando a Vincent, el preguntó:

21 Bagel: el bagel es un pan elaborado tradicionalmente de harina de trigo y que suele

tener un agujero en el centro. Antes de ser horneado se cocina en agua brevemente,

dando como resultado un pan denso con una cubierta exterior ligeramente crujiente 22 Jet lag: es una mezcla de cansancio y otras síntomas provocados por un viaje en el

que cruza distintas franjas horarias.

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—¿Estás seguro que quieres salir hoy? Te puedo dar mi juego de llaves

extras si necesitas volver a descansar.

—Gracias, pero yo también podría seguir adelante y entrar en el hotel —

dijo Vincent. Tomó la bolsa de Macy y agarró mi mano mientras todos

salíamos por el pacillo.

—Bueno, tienes mi número si necesitas ponerte en contacto conmigo —

dijo Theo, cerrando las puertas tras él.

Papy y Bran parecían francamente alegres de pasar un día en el museo,

y me di cuenta por su conversación, de que Theo estaba disfrutando de

la oportunidad sin precedentes para mostrar su colección a “forasteros”.

A medida que entrábamos por la puerta, Theo dijo:

—Nos reuniremos para la cena al final del día. ¿Vieron el restaurant de

la esquina? —señaló un restaurante italiano una manzana más abajo—.

¿Ahí de a las 8:00 p.m.? Y quiero que vayas al hotel y descanses un

momento durante el día —le ordenó a Vincent.

Vincent tomó mi mano y me llevó en la dirección opuesta a los hombres.

—Primera parada, hotel —dijo. Estaba lleno de energía, saltando sobre

sus pies y jugando con mi pelo mientras caminábamos.

—¿Así que no quisiste estar en Brooklyn con Jules y tus parientes? —

pregunté con picardía

—¿Y estar toda una ciudad lejos de ti? —dijo. Levantó las cejar e hizo

una expresión de horror—. ¿Estás tratando de matarme de nuevo?

Una vez en el hotel, Vincent reservó una habitación y levantó su bolsa

de ropa.

—Voy a dejar esto y vamos a algún lugar para comer. Me gustaría una

enorme comida casera, como se ven en todas las películas americanas.

Me eché a reír.

—Se llama comida confortable. Y conozco un lugar.

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Capítulo 30

Traducido SOS por Vafitv

Corregido por Nony_mo

edia hora más tarde, y alrededor de setenta cuadras al sur,

nos sentamos en uno de mis viejos refugios favoritos, el

Great Jones Café. Vincent terminó un plato de pastel de

carne yankee cubierta con salsa y yo pedí un plato

de Jambalaya de Louisiana que era bastante picante, e hizo

su carrera a mi nariz. Esto ayudó a encubrir mi ataque de

llanto que de repente me alcanzó, hasta que me atraganté tratando de

tragar la comida. Alertado por mis lágrimas, Vincent dejo su tenedor y

tomó mi mano.

—Kate. Se acabó. Ahora estoy aquí. Violette no puede alcanzarme más.

—Lo sé —dije—. Pero hasta el segundo en que comenzaste a respirar,

realmente no sabía si volvería a verte. Tenía la esperanza, pero no creía…

sabes lo que quiero decir.

Los labios de Vincent se curvaron en una sonrisa.

—Lo sé. Pero era suficiente esperanza para los dos. Ahora deja de pensar

y come tu papilla, o lo que sea que sea.

Me reí, y así… lo dejé ir. Tuve la oportunidad de impulsar el futuro,

expulsar el horrible pasado a un lado y concentrarme plenamente en

disfrutar el presente. Viviendo mi vida, con mi novio respirando.

—Esto está muy bueno —dijo Vincent, tomando un poco de pan de maíz

jalapeño—. No sabía si iba a comer otra vez, y te puedo decir, las papilas

gustativas son algo que realmente echo de menos cuando no las tengo.

Me eché a reír.

—Así que te perdiste los alimentos. ¿Qué más te perdiste?

Levantó una ceja y me dio una sonrisa sexy, puso el tenedor en el plato.

—Extrañaba esto —dijo él, pasando sus dedos hacia arriba y abajo de mi

brazo, haciéndome estremecer.

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—Sí, como que me perdí eso también —dije tratando de parecer

indiferente mientras tomaba un sorbo de té helado.

—¿Solamente eso? —bromeó Vincent.

—Está bien. Mucho más —confesé con una sonrisa socarrona.

—Vamos a dejar el tema sobre mí, y mi ex incapacidad para satisfacer

tu lujuria. —Mi boca se abrió y él se echó a reír—. No, en serio. ¿Qué se

siente estar de vuelta en tu ciudad natal?

—Bien —dije, considerando la pregunta. Puse mi vaso y crucé

mis brazos y miré a su alrededor y absorbí lo que me rodeaba—. En

realidad es muy surrealista. Estuve fuera durante un año y medio, pero

parece toda una vida. No me siento como la misma persona. La vida en

Francia es mi realidad ahora. Se siente como si la vida en Nueva York

fue un sueño. Me siento…. desconectada.

Vincent colocó sus manos sobre la mesa. Desenvolví mis brazos de mi

tórax y puse mi mano sobre la suya. Él froto mi palma con los dedos.

—¿Qué puedes hacer para volver a conectarte? —preguntó en voz baja.

—Estuve pensando en eso —le confesé—. Hay algo que había considerado

hacer. Pero no tienes que venir conmigo si no quieres.

Le dije lo que era, y sus ojos se ensancharon. Él se inclinó atrás en su

silla y sacudió su cabeza con asombro.

—Y solo me tomó la resurrección para convencerte de hacer esto.

—De hecho, estuve pensando en ello durante un tiempo —dije. Y saqué

mi celular, hice la llamada que me había imaginado haciendo hace meses.

Una hora más tarde, estábamos de pie en el porche delantero de una casa

de piedra rojiza de Brooklyn. La puerta se abrió de golpe y mi amiga

Kimberly se quedó inmóvil, con una mirada salvaje en sus ojos antes de

gritar y lanzarse sobre mí.

—Kate —chilló ella—. ¡Nunca pensé que te vería de nuevo! —Nos

quedamos allí exprimiéndonos la vida una de la otra durante un minuto

antes de que ella se soltara y retrocediera.

Secándose las lágrimas de sus ojos, miró a Vincent.

—Bien, bien. ¿A quién tenemos aquí? —preguntó ella.

—Soy Vincent —dijo él, extendiendo su mano para estrechar la de

Kimberly.

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—Uh-uh. No lo creo —dijo ella plantando sus manos en las caderas y

mirando con escepticismo—. ¿Eres tú la razón por la que Kate ha hecho

caso omiso de sus amigos después que se fuera a Francia?

—No, él es la razón por la que tuve el coraje de volver a conectarme

contigo después de todo este tiempo —contesté por él.

—Pues bien —dijo ella rompiendo en una sonrisa—. ¡Tú mereces más que

un apretón de manos!

Ella le echó los brazos al cuello y, mientras él se juntaba en un abrazo de

la muerte, ella echó una ojeada alrededor de su hombro y articuló: ¡Oh,

mi Dios, él es precioso!

* * *

—Me gustan tus amigos —dijo Vincent, tomando mi mano mientras

caminábamos por una calle bordeada de árboles señoriales y casas de

piedra rojiza, cada uno recostado atrás de su propio patio pequeño.

Pero Vincent no estaba mirando a nuestro alrededor. Él me estaba

estudiando con un brillo extraño en sus ojos.

—¿Qué? —pregunté.

—Oh, estoy disfrutando del hecho de que acabo de presenciar un lado de

ti que no había visto antes: la antigua Kate. Como eras antes de

conocerte.

Sonreí, viendo como nuestros pies pisan el mismo pavimento que había

caminado a lo largo de… desde que empecé a caminar.

—A mis amigos les gustaste demasiado —respondí—. Pero eso fue

bastante obvio.

—No estoy seguro de que sientan lo mismo si supieran lo que soy —

respondió él.

—Confía en mí, no haría una diferencia para ellos —dije, mirando hacia

arriba para medir su expresión.

Vincent arqueó una ceja escéptica.

—Quiero decir, una vez que pasaran su conmoción y horror, por supuesto

—dije con falsa frialdad.

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Habíamos pasado la tarde yendo de casa de un amigo a otro, hasta que

hubiéramos amontonado una tropa de seis y luego fuimos a nuestro

lugar favorito, el café de un viejo local. Yo ni siquiera tenía que

preocuparme porque Vincent se sintiera excluido. Él fue muy educado e

interesado con todo el mundo, tanto que mis amigos se dispersaron en sí

mismos para incluirlo a él, adoptándolo de inmediato.

Sentía como si nunca me hubiera ido. Y al mismo tiempo, todo había

cambiado. Mi vida estaba en Francia ahora con mis abuelos. Y Vincent.

—¿Crees que vas a volver? —había preguntada Kimberly. Y por primera

vez realmente traté de imaginarlo. Me di cuenta con tristeza que, además

de mis amigos, no tenía nada más por qué volver.

Cuando Vincent y yo finalmente nos marchamos, cada uno prometió que

vendría a visitarnos –si sus padres los dejaban– durante el verano. Pero

en cuanto mis amigos se fueron, mi mente cambio de su mundo –un

mundo de tarea y fiestas de graduación y la universidad– al mío. Uno en

el que mi seguridad estaba en riesgo debido a un malvado adolescente

medieval muerto. Por enésima vez, tuve la rara sensación de que vivía en

una novela. En una de miedo. Una historia de suspenso donde no podía

adivinar el final de mi vida.

—Es aquí —dije mientras nos parábamos delante de una casa de piedra

rojiza, a tres cuadras de donde habíamos dejado a mis amigos. Me quedé

de pie frente a la puerta de mi casa. La casa en la que había crecido.

Después de la muerte de mis padres, mis abuelos no habían querido

vender mi casa de la infancia, por lo que estaban alquilando hasta que

Georgia y yo supiéramos qué hacer con ella. Sin embargo, los anteriores

inquilinos habían salido el mes anterior, y estaba vacío, la oscuridad en

las ventanas.

Había querido venir. Ahora que estaba aquí, no estaba segura de querer

hacer frente a la evidencia material de que mi familia –como había sido–

ya no existía.

—Si no quieres, no tienes que hacerlo —dijo Vincent suavemente,

sintiendo mi vacilación.

Alentada por su tranquila y fuerte voz, abrí el pestillo de la puerta de

hierro fundido y lo halé al patio conmigo. Pero en vez de subir los

escalones a la puerta principal, me dirigí a un banco de teca en la pared

del jardín. Me senté y puse mis rodillas cerca de mi pecho, abrazándome.

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Echándome hacia atrás, cerré mis ojos y me trasporté al patio de mi

infancia. El mismo olor a piedra mojada y madera. El ruido de fondo de

la conducción de los automóviles en las vías ocupadas en cada extremo

de mi calle. Yo tenía diez años de nuevo y estaba completamente absorta

en Anne of Green Gables23, acurrucada en mi banco: mi propia máquina

del tiempo y espacio.

—Mon ange, deslízate solo un poco. —Le oí y abrí mis ojos para ver a

Vincent por encima de mí. Me moví hacia adelante, y él mismos se

movió en el banco detrás de mí. Retrocedí para apoyarme en él y

envolviendo sus brazos alrededor mío. Y sentándome allí como un capullo

en el cuerpo de Vincent, me sentí lo suficientemente segura para volver

a mis recuerdos y darles un último adiós a mis padres.

23Anne of Green Gables: traducido en español como “Ana, la de Tejas Verdes” o “Anne, la de Tejados verde”. El libro escrito por la canadiense Lucy Maud Montgomery fue

publicado por primera vez en 1908 y narra la vida de Anne Shirley, una niña huérfana

que gracias a su carácter imaginativo y despierto logra encandilar a todos los habitantes

de Avonlea, el pequeño pueblo pesquero ficticio donde se desarrolla la historia a

principios del siglo XX.

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Capítulo 31 Traducido por Elizzen

Corregido por Rose_vampire

e vuelta al hotel, Vincent y yo paramos en una librería y pasamos

la siguiente media hora cargándonos de libros en inglés. Fue el

perfecto descanso entre la emoción de visitar mi casa y la

formalidad de la cena con el resto de nuestro grupo.

Cuando llegamos al restaurante, Theo estaba sentado solo en

una mesa de la esquina. Me senté frente a él.

—Entonces, ¿dónde está todo el mundo? —pregunté, mientras Vincent

cogía la silla entre nosotros.

—Tu abuelo y el Monsieur Tândorn mandan sus excusas, estaban

demasiado cansados para unirse a nosotros. Y Jules decidió saltarse la

cena y quedarse con nuestros familiares —explicó Theo—. Se encontrará

con ustedes mañana en el aeropuerto.

Tan pronto como la comida estaba frente a nosotros y el camarero se

había ido, Theo se puso a trabajar.

—Para ser completamente honesto, Vincent, le pedí a los otros que no

vinieran esta noche. Necesito hablar contigo en privado y supuse que te

gustaría que Kate estuviera contigo.

Vincent parecía curioso pero no alarmado, aunque yo tenía señales de

alarma sonando por todo el lugar en mi mente. ¿Qué, posiblemente,

necesitaría decir Theo a Vincent que los otros no podían oír? A juzgar por

el carácter secreto y su expresión de preocupación, no era un mero

“enhorabuena por estar vivo”.

Theo cogió su servilleta y por un momento la retorció con ansiedad antes

de alisarla sobre su regazo. Evitó nuestros ojos mientras el sudor perlaba

su frente. Por fin habló.

—Le prometí a Jean-Baptiste que no hablaría contigo de esto, pero no

puedo enviar a mis parientes franceses a una guerra con los numa sin

sacarme esto del pecho.

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Cogió una respiración profunda y empezó.

—Te dije que vine a París después de la Segunda Guerra Mundial, cuando

ustedes y los numa estaban luchando.

—Sí —dijo Vincent—. Fuiste el único que sobrevivió de tu grupo

americano.

—Eso es correcto —afirmó Theodore—. Y el conflicto numa-bardia

terminó justo antes de irme. —Se inclinó hacia delante, agarrándose las

manos y apoyando los codos en la mesa—. ¿Qué sabes sobre la forma en

que terminó, Vincent?

—Bueno, les hicimos más daño a los numa de lo que nos hicieron ellos.

Pidieron un alto al fuego. Jean-Baptiste nos pasó una orden que no

íbamos a cazar a propósito a los numa. Sería visto como agravar la

situación, lo que podría dar lugar al comienzo de otra guerra.

Recientemente revocó esa orden, cuando Lucien terminó el tratado de paz

después de irrumpir en nuestra casa intentando destruirme.

Theodore lo miró por un momento, como si decidiera si Vincent estaba

diciendo toda la verdad y luego asintió con la cabeza.

—Esa es la punta del iceberg. Por desgracia lo que realmente sucedió es

no es tan claro. Fue Jean-Baptiste, quien temía por su número y no al

revés. Cuando sintió que sus familiares estaban en riesgo de ser

diezmados, fue a Lucien para negociar un acuerdo de paz, dejando que

los numa establecieran sus términos.

Vincent levantó una ceja y miró con escepticismo.

—¿JB... llegó a un acuerdo con Lucien?

Theodore asintió.

—Jean-Baptiste no quería que ninguno de ustedes supiera lo que estaba

haciendo, por lo que me cogió a mí, un extraño, para actuar como su

segundo. Al día de hoy, ninguno de tus parientes, ni siquiera Gaspard,

son conscientes de lo que pasó en esa reunión.

Un escalofrío recorrió mi espalda, mientras mis pensamientos viajaron

de un acuerdo de paz con los numa. ¿Qué hay de malo en eso? A

negociaciones con el enemigo guardando un secreto a sus propios

parientes. No tan bueno. Era difícil creer que Jean-Baptiste se reuniera

con Lucien y lo ocultara a sus familiares. Debía haber estado

verdaderamente desesperado por salvarlos de la destrucción. Pero aun

así...

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202

—Yo no sabía dónde me estaba llevando Jean-Baptiste hasta que

llegamos allí —continuó Theo—. Me hizo jurar guardar el secreto,

diciendo que la supervivencia de los revenants de Francia dependía de mi

silencio. Dejé Francia el mismo día y no he vuelto a París desde entonces.

Cuando Jean-Baptiste me llamó por teléfono a principios de esta semana,

no había hablado con él hace décadas.

Vincent se sentó, mirando como si hubiera recibido una bofetada. —Lo

siento, Gold. Simplemente no puedo creer esto.

—De alguna manera te debe sonar a verdad, porque no estas enfadado.

O a la defensiva —dijo Theodore, estudiando el rostro de Vincent—. Yo

creo que sí lo crees. Solo que no quieres hacerlo.

Vincent bajó la cabeza sobre sus manos.

—¿Cuáles fueron los términos del acuerdo? —preguntó sin levantar la

vista.

—Ambas partes acordaron que sus residencias permanentes no serían

atacadas.

Vincent levantó la vista y miró a Theodore con duda.

—Pero los numa no mantienen lugares de residencia permanentes.

—Sí, lo hacen. Esa era la otra parte del acuerdo. A medida que se

declaraba la parte vencida, Jean-Baptiste entregó varias de sus

propiedades a Lucien. La casa en Neuilly. Varios apartamentos en el

centro de París. Un edificio entero de apartamentos en el barrio de

République.

No. No podía ser cierto. Jean-Baptiste dando sus propiedades a los numa.

No solo dejarlos vivir en sus hogares, pero... ¿ocultarlos? Podría entender

hacer concesiones con el fin de salvar a su clan, pero ¿dando cobijo al

enemigo y no informar a su propia gente? Eso iba mucho más allá de

meras negociaciones. Eso se sentía más como una traición.

Vincent parecía tan molesto como yo. Tomó la servilleta de su regazo y lo

aplastó entre sus manos.

—Eso no es cierto —dijo sacudiendo la cabeza en negación—. Él las

alquila.

Theodore sonrió tristemente a Vincent.

—¿Quién se hace cargo de esos alquileres? ¿Alguna vez ha enviado a

alguno de ustedes para comprobar esos sitios?

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203

—No, esas propiedades las maneja él mismo —respondió vacilante

Vincent.

—Y cuando Jean-Baptiste se retractó de su prohibición de matar a los

numa, ¿mencionó que era ahí donde podrían ser encontrados?

—No —dijo Vincent, bajando la cabeza en señal de derrota—. Esos serían

los últimos lugares en los que miraríamos.

—Es comprensible, no ha querido que supieran acerca de su acuerdo. Es

su orgullo lo que está en juego. Se ha envuelto demasiado en este lío y no

puede salir sin traer vergüenza a sí mismo. Y por teléfono el otro día, él

dijo que esperaba que no sacara a relucir “viejos negocios”. Lo que no he

hecho hasta ahora. Pero no puedo dejar de buena fe que vuelvan a París

inconsciente a lo que se hizo.

—No es el peligro de que los numa tengan casas secretas seguras lo que

me molesta. Es el hecho de que ustedes van a seguir a un líder que sé

que ha hecho un doble trato a espaldas de su gente. Quién no ha puesto

todas sus cartas sobre la mesa para su propia gente pueda verlas, a pesar

del peligro que podría traerles. —Theo cogió su vaso de agua, tomó un

trago, y después los dejo firmemente sobre la mesa—. Un líder que hace

tratos secretos con el enemigo no debería estar en posición de tomar

decisiones por sus parientes, en este momento crucial. Si Violette está

decidida a derrocar a los revenants de París, con o sin el poder del

Campeón, es un gran peligro. Y necesitarán a alguien a quien puedan

confiar sus vidas para guiarlos en esta lucha.

Se inclinó hacia delante hasta que sus ojos se encontraron con Vincent.

—Sé que Jean-Baptiste es como un padre para ti —dijo—. Pero te dejo

esta carga, Vincent Delacroix, de transmitir esta información a tus

familiares. De lo contrario, cuando llegue el tiempo y comience la batalla,

su sangre estará en tus manos.

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204

Capítulo 32 Traducido por yuya

Corregido SOS por Maniarbl

os despedimos de Theodore, comprometiéndonos a ponerlo al

día sobre los acontecimientos de París, y luego caminamos de

vuelta al hotel en silencio. Vincent estaba profundamente

perturbado por lo que Theo le había dicho, y podría decir que

él estaba repasando cada detalle de la conversación.

—¿Estás bien? —le pregunté al entrar al vestíbulo del hotel.

Vincent me apretó hacia él y me besó la parte superior de la cabeza

distraídamente.

—Sí. Quiero decir, no. Es solo difícil imaginar a Jean-Baptiste

ocultándonos algo así durante tantos años. Me hace sentir como si nunca

lo hubiera conocido.

—Él solo estaba tratando de protegerlos —le dije, haciendo de abogado

del diablo, pero no sintiéndolo realmente.

—Lo sé. Pero la forma en que lo hizo, y el hecho de que él ha estado

ofreciendo al enemigo su protección y sin informarnos… Es solo que no

lo entiendo.

—Lo siento —dije, tomando sus manos en las mías, y buscando su rostro

hasta que encontré sus ojos.

—No, lo sientas —dijo Vincent—. No tienes que preocuparte por esto. Y

no puedo hacer nada al respecto hasta que vuelva a París. Pero tenemos

que dormir si nos vamos a primera hora de la mañana. —Vincent se

inclinó y rozó suavemente sus labios contra los míos, despertando un

millón de diminutas mariposas en mi interior.

—Te acompañaré a tu habitación.

Yo las olí antes encender la luz. Lilas. Un gran ramo de lilas blancas en

un florero en mi mesita de noche. Su belleza y perfume transformaron mi

simple habitación de hotel en una escena de una pintura Pre-Rafaelita.

Miré a Vincent. Una sonrisa maliciosa se extendía por sus labios.

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—¿Cómo hiciste eso? —exclamé—. He estado contigo todo el día.

—Dejé una nota y un poco de dinero en recepción antes —confesó,

mirando excesivamente orgulloso de sí mismo por hacer el engaño—. Me

has dicho que te gusta el aroma de las lilas. Pensé te podría traer dulces

sueños esta noche, ya que no voy a ser capaz de flotar alrededor

susurrando poemas de Pablo Neruda a tu subconsciente.

Tomé una profunda bocanada de su perfume floral. Vincent se apoyó en

el marco de la puerta, radiante de placer.

—¿Quieres entrar? —le pregunté.

Negó con la cabeza y me dio una sonrisa torcida.

—No alquilé una habitación para nada. No voy a olvidar el sur de Francia

y tu razonable pero enloquecedora petición de esperar. Y teniéndolo en

cuenta: Tú. Yo. Camas. Mala idea. Solo tomaré esto —él tomó un par de

libros de bolsillo de la bolsa— y seguiré mi camino. Cualquier cosa con

tal de ocupar mi mente fuera de toda la saga de Jean-Baptiste hasta que

vuelva a París y realmente pueda hacer algo al respecto.

—¿Qué vas a hacer? —le pregunté, no realmente cuidando de Jean-

Baptiste. Todo lo que podía pensar era que Vincent se encontraba allí,

con su pelo revuelto y sus anchos hombros medio dentro y medio fuera

mi habitación de hotel. Mi cuerpo estaba vibrando con una mezcla de

resolución de no tentarlo demasiado lejos y el deseo de lanzarme hacia él

antes de que se pudiera escapar.

—Todavía no lo he decidido —respondió, frotándose la parte posterior de

su cuello con preocupación. Obviamente los pensamientos de Vincent no

estaban al mismo nivel que los míos. O si no ni siquiera sería capaz de

hablar en este momento, y mucho menos trazar estrategias. Sabía que la

decisión que había tomado en el sur de Francia no iba a prolongarse más.

—Bueno, buenas noches. —Llevé mis brazos alrededor de su cuello y le

di un beso largo y lento. En él estaba toda la emoción del día, tanto lo

milagroso como lo mundano.

Casi pierdo a Vincent, y ahora lo tenía de vuelta. Y no solo él, sino mi

vida. Mi vida anterior antes de que la tirase a la basura. Y ahora mi

pasado y mi presente se unían y estaba empezando a sentirse completa.

Vincent parecía entender el significado detrás del beso. Fue en su sonrisa

cuando me tocó la cara y luego el pelo con los dedos. Parecía que le costó

tanto esfuerzo separarse de mí, porque después de un último beso

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apresurado, prácticamente salió corriendo de la habitación, cerrando la

puerta detrás de él.

Me puse una camiseta extra grande y me senté en mi cama, enderezando

la situación en mi mente: la forma en que casi lo pierdo. Y una vez más

podía. La fragilidad de la vida humana: un minuto estamos aquí y el

siguiente nos hemos ido, al igual que mis padres. Y el deseo de estar más

cerca de Vincent. Y amarlo con más de mi corazón y mi mente.

Mis sentimientos de esa mañana volvieron con toda su fuerza. Mi

resolución para hacer algo si fuera capaz de traer a Vincent de vuelta. Me

había dicho que estaba preparada. Ese era el momento. Ahora que era

posible, ¿me seguía sintiendo igual? Me di cuenta de que sí, sabía lo que

quería. Esta vez estaba cien por cien segura.

Agarré el jarrón de lilas y mi llave de la habitación, y esperaba que nadie

me viera corriendo por el pasillo con las flores, camiseta y ropa interior.

Subí un tramo de escaleras y estaba allí, de pie con nerviosismo frente a

la puerta de Vincent. Llamé a la puerta. Él abrió, con una expresión

perpleja en su rostro.

—¿A qué se debe esta visita sorpresa? —miró a la lilas y luego de nuevo

a mí, confundido—. ¿Decidiste que no te gustaban las flores?

Le empujé al entrar en la habitación y coloqué las flores sobre una mesa

baja.

—No quiero estar separada de ti nunca más —le dije.

Vincent sonrió con tristeza y cerró la puerta tras de sí.

—Sé exactamente lo que quieres decir —respondió —. Cinco días como

un alma en pena, sin poder tocarte y pensando que era permanente… yo

siento como que nunca pueda dejarte fuera de mí vista otra vez. —Se dejó

caer sobre la cama y palmeó un sitio a su lado—. Puedes quedarte aquí

esta noche.

—No, quiero decir que no quiero estar separada de ti. Quiero estar

contigo. Verdaderamente contigo. —Tuve que obligarme a decir las

palabras. Mi voz tembló porque tenía miedo de que él fuese a decir que

no. Que este no era el momento. Que debíamos esperar hasta que las

cosas se hubieran calmado.

Pero yo ya me había hecho a la idea. Íbamos a volver a París al día

siguiente, y Vincent y su especie estarían ante el peligro de que

posiblemente le pudieran destruir. Una vez más.

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Se apoyó en los codos y se quedó allí durante mucho tiempo, mirándome

con una expresión que no pude leer.

—Si estás todavía demasiado débil, podemos tener cuidado —le ofrecí,

preguntándose si por eso dudaba.

Sonriendo, él negó con la cabeza, y empujándose de la cama, se acercó a

mí. Tan solo a unas pulgadas separándonos, me miró a los ojos. Se sentía

como si estuviera llegando muy dentro de mi mente, fomentando la

conexión entre nosotros. Corazón. Mente. Y a continuación, cuerpo. Era

el siguiente paso, y era ahora.

Los labios de Vincent se curvaron ligeramente. Se agachó justo cuando

llegué arriba, y nos encontramos en el medio, nuestros labios tocándose

primero, y luego el resto de nosotros, presionando deliciosamente uno

contra el otro, tirando del otro lo más cerca posible, necesitando, dando,

tejiendo un tapiz de nuestros cuerpos. De nosotros mismos.

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Capítulo 33 Traducido SOS por Alexiacullen

Corregido por Marce Doyle*

e levanté con la sensación de los labios de Vincent en mi

frente, y abrí mis ojos para ver su rostro sobre el mío.

—Bonjour, ma belle —dijo con su voz baja y sexy.

Entrecerré los ojos mirando alrededor, sin saber durante un

momento dónde estaba, y luego la habitación del hotel se

enfocó a mí alrededor. Oh, Dios mío, estaba en la cama de Vincent. Y era

por la mañana. Había pasado la noche en la cama de Vincent. Y anoche

nosotros tuvimos…

Mi piel se iluminó con un rubor de fuego y una sonrisa incontenible

poseyó mi rostro. Me incliné hacia adelante, dejando caer las sábanas,

eché los brazos alrededor del cuello de Vincent y le apreté contra mí. Se

rió y se apartó para poder mirarme a los ojos.

—¿El abrazo fue por lo de anoche?

—Te amo —respondí.

Me volvió a empujar hacia él y susurró.

—Y yo te adoro, Kate Beaumont Mercier. Con un amor que nunca pensé

que podría sentir. Con toda mi alma y cada centímetro de mi cuerpo. El

cual, de esta forma, está ahora marcado por ti para siempre.

—¿Qué quieres decir? —pregunté. Se giró para mostrarme una marca

como de un tatuaje azulado sobre mi hombro—. ¿Qué es eso? —lo toqué,

cautivada.

—¿No es donde presionaste el mechón de mi cabello en mi otro yo de

arcilla? —preguntó.

Miré más de cerca. La marca tenía un patrón circular y era del tamaño

de…

—¡Es la huella de mi pulgar! —exclamé, manteniendo mi huella cerca de

la marca.

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Vincent sonrió.

—Eso fue lo que pensé. Muy descarado de tu parte; no solo me trajiste a

la vida, sino que me marcaste permanentemente como tuyo.

Lo agarré y tiré de él hacia el colchón. Posicionándose sobre mí, se inclinó

hacia adelante para colocar un beso más suave sobre mi cuello justo

debajo de mi oreja. Me estremecí y dije:

—Eres mío.

—No tengo ningún argumento ante eso —admitió, apartando mi cabello

de mi cara con su pulgar—. Pero tengo las lamentables noticias de que

exactamente en veinte minutos estaremos encontrándonos con tu abuelo

en el vestíbulo.

—Hmmm, abuelo —dije. De repente, mi cerebro dejó la delicia de estar

en la cama con Vincent y se agarró a cosas más desagradables. Así como

que iba a hacer las maletas y vestirme en menos de media hora.

Con un montón de carreras y saltos alrededor, de alguna manera lo hice,

y en veinte minutos estábamos subiendo a la parte trasera de la limusina

de Theodore. Brad hizo una rutina repetitiva de la enorme ventana

abierta que hacía en el camino. Papy se ocupó de transferir todas las fotos

que había tomado de la colección de Theodore el día anterior de su

cámara a su ordenador portátil. Apoyé mi cabeza sobre el hombro de

Vincent y me quedé dormida, despertándome cuando llegamos al avión

privado de la terminal del aeropuerto.

Cuando nos reunimos en la acera, vi a Jules salir del lado del pasajero

del coche aparcado en el carril del área de descenso delante de nosotros.

Se dirigió directamente a Vincent, con una expresión como si su mejor

amigo fuera la última persona en el mundo que quería ver.

—Vince, hombre, tenemos que hablar —dijo, y los dos caminaron a una

distancia corta.

Papy y Bran hicieron su camino en la terminal con el equipaje, pero yo

no les seguí. Tenía la terrible sensación en la boca del estómago cuando

vi a Jules explicar algo y a Vincent vacilar retrocediendo un paso, como

si Jules le hubiera apuñalado en el estómago.

Jules siguió hablando, cruzando sus brazos bajo su pecho, como si él

también estuviera sufriendo. Miré por encima del coche que había

comprado Jules. El conductor bardia estaba simplemente sentado ahí

con el motor al ralentí. ¿Qué estaba esperando?

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Caminé en la dirección de ellos. Algo iba muy mal.

—¡Estás siendo un imbécil! —gritó de repente Vincent, y metió sus manos

en los bolsillos, caminó enojado azotando la puerta la puerta giratoria de

la terminal tan fuerte con su hombro, que estuvo a punto de medio

arrancarla con un chirrido metálico. Jules se quedó dónde estaba,

mirándome acercarme con una expresión de dolor.

—¿Qué está pasando? —pregunté.

—No voy a regresar —dijo simplemente.

—¿Vas a quedarte en Nueva York?

Él asintió con la cabeza.

—¿Pero por qué?

Jules se masajeó las sienes.

—Algo se ha interpuesto entre Vincent y yo —dijo.

Le miré fijamente, confundida.

—Bueno, estoy segura de que puedes superarlo.

—No, ahora mismo no puedo superarlo, Kate —respondió, rechinando

sus dientes—. No hay forma posible de superarlo. La única forma de

salvar esto es que yo me aleje y deje que los dos…

—¿Dejarnos? —pregunté incrédula—. ¿Qué tiene que ver esto conmigo?

Bajó la cabeza, tomando respiraciones superficiales y sujetándose así

mismo. Cuando levantó la mirada, el dolor estaba escrito a través de su

rostro tan claramente como si estuviera deletreado en letras gigantes.

—¿De verdad tienes que preguntarme eso, Kate? ¿No te das cuenta?

—No —dije, y de repente lo entendí. Me quedé con la boca abierta y agité

mi cabeza en negación. Jules era mi amigo. Él no podía estar enamorado

de mí. Tenía a docenas de chicas hermosas a su entera disposición.

Chicas que no estaban conectadas… con su mejor amigo—. No puedes…

no puedes dejar a tu familia por… mí.

Suspiró y miró hacia el cielo gris invernal, como si rezara por algo para

que lo abatiera y lo llevara lejos. Cuando me devolvió la mirada, sus ojos

estaban vidriosos. Se estiró para tomar mi mano.

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—Kate, lo diré de esta forma. Vincent es mi mejor amigo. No hay una

persona en este mundo al que sea más cercano. Pero el año pasado, le

he traicionado en mi corazón todos los días, porque quiero para mí lo que

él ama al máximo.

Le apreté su mano con fuerza para luchar contra el entumecimiento que

me paralizaba. Mis ojos escocían, pero las lágrimas no venían.

—No sé qué decir, Jules… yo… yo no…

—Sé que no sientes lo mismo, Kate. Nunca lo has hecho. Nunca lo harás.

Y preferiría no vivir con esa realidad siendo empujada contra mi cara de

forma continua. Porque, lo creas o no, aunque muero por gente de forma

continua, no soy masoquista.

Su sonrisa triste me golpeó como un puñetazo.

—Oh, Jules —dije, y arrojé mis brazos alrededor de su cuello.

—No hay nada más que decir —murmuró, presionando su cara en mi

pelo. Y luego se soltó, caminó hacia el coche que estaba esperando y se

alejó sin mirar atrás.

* * *

—¿Estás bien? —pregunté.

Estábamos a medio camino, cruzando el océano Atlántico, y Vincent no

había dicho una palabra. Envolvió mis hombros con sus brazos, me

acercó a él y me besó la coronilla de la cabeza.

Incliné mi cabeza contra su hombro y dije:

—Siento lo de Jules, de verdad.

Vincent suspiró.

—La mitad de mí le odia por enamorarse de ti. Y la otra mitad piensa

“¿cómo podría no hacerlo?”

Apartó mi pelo de mi cara.

—No lo puedo creer. Aunque, es que, sinceramente, no lo vi venir.

Podríamos haberlo hablado antes de llegar a esto. Pero pensé que Jules

coqueteaba contigo igual que lo hace con cualquier chica guapa.

Su expresión cambió de frustración a preocupación.

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—No sientes lo mismo por él, ¿cierto? —preguntó con su voz cayendo una

octava.

Agité mi cabeza.

—No, quiero decir, me sentía cercana a él. Y para ser honestos, la

atención era halagadora. Pero, como dijiste, pensé que él era así con todo

el mundo. Para mí, él es el mejor amigo de mi novio. Y un buen amigo

mío, incluso aparte de eso. Pero no tengo espacio en mi corazón para dos.

Vincent pareció aliviado.

—¿Estás enojado con él por dejarte en un mal momento? —pregunté.

—No. Un revenant no hará una diferencia del resultado de la batalla. Y

juró que si alguna vez lo necesitaba estaría dentro del primer avión a

París.

—No le hablaste de JB, ¿verdad?

—No —admitió Vincent encontrándose con mis ojos—. Y no voy a hacerlo.

Si Jules necesita distancia, no sería justo decirle algo que sería más o

menos como obligarlo a regresar.

Cogió mi mano y la alzó hacia sus labios, y luego, presionándola contra

su pecho, puso su cabeza de nuevo contra el asiento y cerró sus ojos.

—Siento que hayas perdido a tu mejor amigo —dije—. Espero que lo

supere y vuelva.

En el más suave tono de voz, Vincent dijo:

—Yo también.

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Capítulo 34 Traducido por Karou! y SOS por AntoD y Angie_kjn

Corregido por Maniarbl

ran las 10 P.M. cuando llegamos a París. Ambrose y Charlotte

estaban allí para recogernos.

—¡Pensé que nunca volvería a verte! —chilló Charlotte mientras se

tiraba encima de Vincent.

—Parece que no te has librado de mí todavía —él la abrazó con

fuerza.

—Hombre, es bueno tenerte de regreso —dijo Ambrose palmeándole el

hombro antes de girar para encontrarse con Papy y Bran. Él escaneó las

puertas detrás de nosotros—. ¿Dónde está Jules?

—Decidió quedarse en Nueva York por un tiempo. Dijo que le vendría

bien un cambio de ambiente —dijo Vincent, lanzándome una mirada de

advertencia mientras le daba a su pariente la misma historia que le había

contado a Papy y a Bran en el avión.

—¿Él nos abandona ahora? ¿Cuándo Violette está planeando la

dominación de París? —preguntó Ambrose, pareciendo confundido.

Cuando Vincent asintió con la cabeza, el gran revenant simplemente se

encogió de hombros. —¿Jules en Nueva York? Amigo, va a terminar en

una bola. —Sacudió la cabeza ante el pensamiento—. Aquí, déjame llevar

éstas —dijo, agarrando un par de maletas.

—¿Lo has pasado bien? —preguntó Charlotte, uniéndose a mí mientras

nos dirigíamos hacia el enorme SUV—. Quiero decir, ¿pudiste hacer algo

más, aparte de re-incorporar a Vincent?

Sonreí.

—En realidad, sí. Fui a ver a mis viejos amigos.

Ella agarró mi brazo y comenzó a dar saltos.

—¡Hurra! ¡Esas son noticias fabulosas, Kate! Un paso de regreso al

mundo de los vivos —animó ella y luego agregó rápidamente—: Quiero

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decir… no es que tengas que incluir absolutamente a los humanos en tu

círculo social. Pero me pone triste que hayas que tenido que cortar

relaciones con todos los de tu vida anterior.

—Lo sé —dije—. En realidad, siento que me he sacado un gran peso de

encima.

—Bueno, estás radiante —dijo ella—. Parece que el viaje de regreso a casa

ha sido bueno para ti.

Sonreí y la abracé con fuerza.

Una vez que estuvimos en la carretera, Ambrose y Charlotte pusieron a

Vincent al tanto de las noticias. Habíamos estado fuera por tres días, pero

se sintió como semanas.

A pesar de que Vincent le contó a su pariente todo acerca de Theodore

Gold y nuestra experiencia en la cripta de Met, no dijo nada sobre el tema

de JB. Así que tenía que esperar hasta que estuviéramos solos,

despidiéndonos en mi puerta, para preguntar sobre ello.

—¿Qué vas a hacer?

—Hablar con JB por mi cuenta —dijo él con un incómodo encogimiento

de hombros—. Ver que tiene para decir.

—Buena suerte —le dije, y me puse de puntillas para besarlo.

—Espero que no estés muy sola esta noche —me susurró y me dio un

guiño que hizo que todo un enjambre de abejas comenzaran a zumbar en

mi panza. Cerré la puerta tras de mí, y lo escuché decir a través del

vidrio—: Bonne nuit, ma belle —antes de girarse y desaparecer de la vista.

Durante la noche, todo cambió.

Fui despertada por el repetitivo sonido de mi teléfono. Finalmente lo

levanté y vi que Georgia había llamado cuatro veces. Le regresé el

llamado.

—¿Qué es tan importante para despertarme en mitad de la noche?

—Son las diez de la mañana, Katie-Bean.

—No, en Nueva York no lo es.

—Escucha. Estoy sobre La Morgue. Tienes que venir. Ahora. —Mi

hermana sonaba sin aliento.

—¿Qué está sucediendo?

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—Cuando llegué aquí para mi entrenamiento de lucha, Gaspard no

estaba. Él y Jean-Baptiste desaparecieron. También dejaron el pueblo.

¡Para bien!

—¡No! —jadeé, sentándome recta en la cama.

—Sí.

—Iré ahora mismo —dije. Saltando de la cama, marqué el número de

Vincent mientras me tiraba algo de ropa encima.

—Mon ange. Estás levantada. —Él sonaba tan calmado que me pregunté

si mi hermana se había equivocado.

—Acabo de recibir esta loca llamada de Georgia, que afirmó que JB y

Gaspard se han ido.

—Sí, iba a decírtelo yo mismo, pero pensé que querrías dormir un poco.

Claramente Georgia no estuvo de acuerdo.

—Bueno, aquí estoy, completamente despierta. Puedes decírmelo ahora

—dije, poniendo el teléfono entre mi hombro y mi oreja, mientras me

ponía los vaqueros.

—Créeme, no es el tipo de conversación por teléfono —contestó él—.

Enviaré a Ambrose a buscarte.

Dejé una nota para Papy y Mamie diciéndoles a dónde me iba y bajé

corriendo las escaleras.

Ambrose ya estaba allí, de pie frente a mi puerta discutiendo algo serio

con Genevieve cuando aparecí.

—¡Tienen que decirme qué sucedió! —dije mientras ellos tomaban lugar

a cada lado de mí.

—No puedes hacerlo, Katie-Lou —dijo Ambrose, escaneando las calles

por señales de numa mientras íbamos a La Maison—. Con noticias tan

grandes, Vincent querrá decirte él mismo.

Quería presionarlo por información, pero no sabía cuánto había revelado

Vincent a sus parientes. ¿Trataría él de cubrir a JB? ¿O le había dicho a

los bardia acerca de la traición del líder? Llegamos para encontrar una

casa llena de revenants. Se sintió como volver una semana atrás, cuando

los parientes de París se habían asentado aquí para esperar noticias de

donde Violette había llevado a Vincent.

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Pero en lugar de la atmósfera de tumba de la reunión anterior, una

sensación de shock impregnaba el aire. Algunos rostros mostraban

incredulidad y otros, amarga decepción, y la gente hablaba en susurros.

Ambrose me llevó escaleras arriba a la biblioteca, donde Vincent

esperaba. Tan pronto como la puerta se cerró, La rígida pose relajada de

Vincent, hombros desplomándose, envolvió sus brazos alrededor de mí y

hundió el rostro en mi pelo.

—¿Qué paso? —pregunté. Sin saber cómo consolarlo, peiné sus cabellos

negros despeinados de la cara.

—Lo confronté. Y confesó. Es exactamente como Theodore explicó. JB

hizo un trato con Lucien, y ha estado pagando por protección desde la

formación de sus propiedades en París.

—Oh, Vincent —dije, mi garganta ardiendo mientras veía lo molesto que

él estaba.

—Dijo que solo lo hizo por nosotros. Él sintió que estábamos al borde de

la derrota. Que las pérdidas que habíamos tomado era demasiadas

drásticas y quería proteger a los parientes que habían quedado: escogió

algunos miembros de la familia, entre ellos yo, que creía que era el

campeón. Él pensaba que iba a levantarse y llevar a la tribu a una derrota

definitiva y su compromiso se justificaría al final. Admitió que después

de algunas décadas se arrepintió, pero era demasiado tarde y no se

atrevía a decirnos al respecto.

—Lo siento —murmuré, poniendo mis brazos de nuevo a su alrededor.

—Debiste haber visto a Gaspard —continuó Vincent, pasando sus dedos

distraídamente abajo y arriba por mi columna y acariciando mí cabello—

. Pienso que él era el más herido, descubrir que JB había escondido algo

de él durante todos estos años. Pero él se pegó con él. Se han ido al exilio

autoimpuesto, y JB me ha nombrado jefe de la bardia —dijo Vincent

rotundamente.

Me eché hacia atrás para mirarlo a la cara.

—¿Qué?

—Me nombró la cabeza y Charlotte la segunda.

No debí haber sentido como un shock. Vincent había sido segundo de

Jean-Baptiste. Era una conclusión inevitable que algún día se convertiría

en líder. ¿Pero tan pronto? Y yo ni siquiera había considerado que

Charlotte podría ser el siguiente en la línea de la jerarquía de la bardia.

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—¿Charlotte? —pregunté, mirando a Ambrose, quien se paraba

bloqueando la puerta con su masivo cuerpo. Hizo crujir sus nudillos y

soltó una sonrisa socarrona.

—Bueno, no iba a ser yo. Me gusta pelear, que a menos que seas Atila no

se considera la mejor característica de liderazgo.

Volteándome de nuevo hacia Vincent, pregunté:

—¿Estás de acuerdo con esto?

Su expresión era problemática.

—No tengo elección —respondió—. Alguien tiene que empezar a montar

a nuestras tropas. Si Violette se entera del cambio repentino de comando,

va a tener la oportunidad de atacar antes de que podamos organizarnos.

Y solo tenemos una pista de dónde se encuentra, por lo que el momento

de actuar es ahora.

—¿Qué puedo hacer?

—Mantén los detalles para ti misma. Solo les he dicho a nuestros

parientes de París que Jb escogió irse. Y Kate… por favor mantente cerca.

No solo me siento mejor sabiendo que estás dentro de la seguridad de

estos muros, pero solo tenerte cerca me da más confianza.

Las últimas palabras fueron casi susurros. Mientras lo observaba, mi

corazón se sintió como si se expandiera, inflándose como un balón.

Acaricié su mejilla áspera y con barba de tres días con la punta de mis

dedos.

—Estás hecho para esto, Vincent —dije—. Campeón o no, tendrás el

apoyo de todos. He visto cómo te respetan los otros, y ellos te seguirán

hasta el final.

Vincent sonrió con tristeza.

—De acuerdo, Ambrose, puedes decirle a todos que entren —dijo él.

Una docena de los bardia más importantes de París se presentaron, una

fracción de las personas que había visto abajo, y se sentaron en las filas

de sillas antes de la chimenea de la biblioteca. Vincent y Charlotte

tuvieron dos sillas frente a ellos, y agarré una silla de club de cuero

cómodo en la parte posterior.

Vincent informó a todos, pidió los revenants para acceder a todos los

contactos que tenían, y les ordenó armarse y esperar. Casi me atraganté

cuando explicó que Violette había sido vista yendo y viniendo desde el

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Hotel Crillon en los últimos días. Confiaba en ella para elegir el lugar en

donde los jefes de estado y estrellas de película tienen como sede. Ella no

iba a reunirse con sus secuaces escondiéndose en las catacumbas o

cuevas bajo Montmartre o, como ahora lo sabíamos, en residencias

protegidas de JB en todo París.

Vincent pidió a uno de los revenants que hablara. La mujer informó que

no tenía noticias de Bordeaux desde que el numa había vaciado la ciudad

y se dice que se dirigió a París. Otros se pronunciaron con noticias

similares de otras ciudades francesas, lo que confirma lo que habíamos

oído mientras estábamos en Nueva York.

—Violette está obviamente, tratando de forzar las cosas a un punto crítico

—dijo Charlotte, hablando por primera vez.

A pesar de que estaba vestida con sus pantalones vaqueros regulares y

una camiseta, ella había atado a su espalda el pelo rubio en un moño,

dándole un aspecto de más de quince años.

—No es de extrañar. Se trata de la Tercera Era que la profecía específica,

de hecho, más de un siglo ha pasado desde que comenzó —dijo Bran, que

no me había dado cuenta que estaba en el lado más alejado del grupo—.

Es hora de que el campeón se manifieste. Él vendrá, si Violette orquesta

una situación que haga necesario que aparezca o, si ya está aquí.

—¿Qué dice la profecía? —preguntó Charlotte.

—He comparado mi texto con Gaspard de la versión de bardia y esa de

los dedos de llama que son básicamente los mismos. —Buscó a través de

su libro, lo llevó a un par de centímetros de sus ojos y leyó—: En la

Tercera Era, las atrocidades de la humanidad serán tales, que el hermano

entregará al hermano y numa superará en número al bardia y la

preponderancia de las guerras oscurecerá el mundo de los hombres. En

este momento un bardia se levantará en la Galia, quién será un líder

entre los de su clase. Él poseerá los anteriores poderes de la percepción,

la persuasión y la comunicación y los niveles sobrenaturales de

resistencia y fuerza. Su aura arderá como una estrella en el fuego.

Dirigirá su especie a la victoria contra el numa y estos serán vencidos.

Esto dará comienzo en la Cuarta Era, que será una era de paz antes de

que las nubes del odio, una vez más se reúnan sobre la tierra.

Los revenants empezaron a susurrar entre sí.

—Seguro que suena como tú, hermano —comentó Ambrose desde su

puesto junto a la puerta.

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—Nuestro señor Tândorn me ha asegurado que ese honor no es mío —

respondió Vincent, y luego se dirigió a Bran—. Entre todos nuestros seres

queridos que has visto, ¿no lo identificaste a él?

—No —respondió Bran.

Vincent comenzó a repartir órdenes, poniendo al bardia presente a cargo

de sus parientes de menor rango en la planta baja, así como aquellos que

aún no habían llegado. A un equipo se le dio la responsabilidad de vigilar

el Crillon, y otros se dividieron en una red de espionaje a través de París

y sus alrededores.

La gente comenzó a ponerse de pie y yo me dirigí a Bran.

—Hola, querida Kate —dijo instintivamente llegando hacia mí, y luego

torpemente retirando la mano. Sonreí. Era como un fantasma, tan

pequeño y retraído que se sentía de alguna manera intangible, y evitar el

contacto humano parecía estar en línea con su aura de otro mundo.

—Te ves cansado —le dije.

Él se encogió de hombros.

—Esta es mi primera experiencia con un desfase de horario. Por

supuesto, aquellos que no duermen no se ven afectados —comentó con

ironía, inclinando la cabeza hacia Vincent—. Lo que es bastante injusto.

Hablando de dormir, si no me necesitan, creo que voy a tomar una siesta

—dijo con un bostezo y arrastrando los pies fuera de la sala detrás de los

demás.

Sentí un brazo enroscarse alrededor de mi cintura y me volví a ver a mi

hermana.

—Así que... ¿valía la pena levantarse solo para eso? —preguntó.

Asentí con la cabeza.

—Gracias, Georgia.

—He oído que tu novio es el rey de los muertos vivientes ahora. ¿Eso te

hará la reina de los muertos?

Rodé los ojos. Y luego dándome cuenta de Arthur estando de pie detrás

de Georgia, dije:

—Hola.

Me dio una amplia sonrisa y se metió el pelo rubio detrás de la oreja.

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—Gracias por traer a Vincent de vuelta —dijo—. Ahora que está una vez

más corpóreo, me siento un poco menos culpable por haber sido un títere

de Violette. —Se inclinó y besó mi mejilla y su barba me erizó la piel.

—Ay —me reí, frotándome la cara—. Disculpa, por favor —le dije a

Arthur—. Necesitamos una charla de hermana a hermana.

—Por supuesto —dijo, haciendo un esfuerzo por sonreírme, pero incapaz

de apartar los ojos de mi hermana.

Capturando la mirada de Vincent, murmuré: ¿Me necesitas? Negó con la

cabeza. Tiré de Georgia a un tranquilo rincón de la biblioteca, donde

nadie nos oía y se dejó caer en los sillones frente a una ventana. Apoyé

la mejilla en la punta de mis dedos.

—¿Cómo es que no se ha afeitado?

—Porque yo voy a jugar duro para conseguirlo —mi hermana respondió.

—¿Qué? ¿Ni siquiera lo has besado? —me quedé mirándola mientras ella

sonreía beatíficamente. Me miró con suspicacia—. ¿Quién eres tú y qué

has hecho con mi hermana?

—Dios, Kate, me haces sonar como una perra total —pero la forma en

que lo dijo sonaba como que ella lo consideraba un cumplido—. Él es

medieval. Me imagino que debería actuar como una de esas doncellas de

su tiempo y proteger mi inocencia.

Me eché a reír.

—Georgia, realmente te gusta este chico ¿verdad?

—Sí, y ahora que Violette lo ha reemplazado con otra persona, me siento

como si ya no soy su enemigo público número uno.

—¿Violette ha sustituido a Arthur? —repetí—. ¿De qué estás hablando?

—Bueno, Arthur dice que cada vez que ha sido visto, ha tenido al mismo

tipo numa con ella.

—Ese sería Nicolás —le dije, agitando la mano—. Él era el segundo de

Lucien. Eso no es noticia.

—No, tonta —dijo Georgia—. Yo no estoy hablando del hombre del abrigo

de piel. Este es otro numa. Uno muy joven. Casi adolescente. Nadie lo ha

visto alrededor antes. Ellos piensan que es nuevo o uno de las últimas

importaciones de otra ciudad. Lo que sea, Violette no va a ninguna parte

sin él.

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—Eso es espeluznante —admití.

—Sí, es como su perro faldero impúber.

Arrugué la nariz y Georgia asintió, coincidiendo con mi sentimiento.

—De todos modos, ¡eso deja al Señor Pedazo de Escritor Medieval todo

para mí! —ella levantó las cejas y se acomodó en su silla—. Pero mis

aventuras en tierra de chicos no son importantes. Lo que realmente

quiero saber es… ¿qué se siente estar de vuelta en Nueva York?

* * *

Era de noche cuando Ambrose me dejó en casa. Georgia había ganado su

libertad y salió con unos amigos para la cena; amigos que probablemente

eran conscientes de que estaban siendo seguidos por Artur y otro guardia

revenant.

Me dejé entrar.

—¿Mamie? ¿Papy? —grité, tirando mi abrigo sobre la silla de salón. El

apartamento estaba inusualmente silencioso. La mayoría de las noches

en este momento Mamie estaba preparando la cena y jazz o una gran

banda musical acompañándola en su cocina. Dudé en el comedor,

sintiéndome un poco descolocada.

—Vuelve aquí a mi estudio —dijo la voz de Papy.

Con un suspiro de alivio, colgué mi abrigo y me dirigí a su oficina. Mi

abuelo estaba sentado en su posición favorita, escondido en un rincón de

un viejo sillón de cuero con la pipa encendida en una mano y un libro en

la otra.

—¿Dónde está Mamie? —le pregunté, sentándome en el borde de su

escritorio.

—En una visita a domicilio —respondió, soplando una corriente de humo

mientras hablaba. La habitación se llenó con el olor cítrico del tabaco de

pipa de Papy, un olor que siempre asocié con él.

Eché un vistazo al reloj de mármol de la chimenea.

—¿A las siete, en un jueves?

—Es un cliente extranjero, está en la ciudad por unos días. Tu abuela se

fue a su hotel para inspeccionar una pintura que tienen sobre la

aprobación de un comerciante de arte parisino.

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—¿Ella fue a la habitación de hotel de alguien? —le pregunté dubitativa,

recogiendo un pisapapeles de cristal y la inspección de los escarabajos

iridiscentes eternamente atrapados en su interior—. No me puedo

imaginar a Mamie conocer a un cliente en un hotel.

—No cualquier hotel. El coleccionista se aloja en el Crillon, así, Emilie

sintió que valía la pena —Papy respondió, mirando hacia abajo a su libro

y hojeando las páginas.

El pisapapeles se estrelló ruidosamente contra el suelo de madera,

rompiéndose en pedazos liberando a sus prisioneros, que estaban

brillando a la luz de la lámpara.

Papy saltó de su silla, la alarma en su rostro haciendo eco del mío.

—¿Qué pasa, Kate? —preguntó.

—El Crillon. ¿Estás seguro?

—Sí. Kate. ¿Cuál en el mundo es el problema?

—Violette está alojándose en el Crillon —le dije. Mi voz sonaba como la

de alguien más, hueca, como si me estuviera escuchando desde el

exterior.

—¿Violette? —preguntó mi abuelo, confundido.

—Violette. El revenant medieval que destruyó a Vincent.

—No —Papy jadeó, viéndose de repente en sus setenta y dos años.

Desde el otro lado de la habitación vino un tono de cuarteto de cuerda.

Papy se acercó a la silla del escritorio, metió la mano en el bolsillo de su

chaqueta y sacó su teléfono celular. Su mano temblaba mientras la

sostuvo en alto para ver el nombre de la persona que llamaba. Levantó el

teléfono a la oreja y se dejó caer en su silla con un suspiro de alivio.

—Oh, Emilie, gracias a Dios que estás ahí. Kate y yo estábamos...

Su cara cambió de repente y, mientras escuchaba, la sangre huyó de su

rostro.

—¿Qué? ¡No! Pero, ¿cómo...?

Podía oír el tono de la voz de mi abuela a través del auricular. Era

cuidado, medido y lento. Papy colgó el teléfono y levantó los ojos para

encontrarse con los míos.

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Me estremecí, como si una ráfaga de aire que llegaba de prisa a través del

estudio y me estrechara entre sus dedos helados.

—A Violette le gustaría hablar contigo y Vincent en el hotel. Ella está

manteniendo a tu abuela como una garantía de que te vas a presentar.

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Capítulo 35 Traducido SOS por Vafitv, Mafernanda28 y AleG

Corregido SOS por Marce Doyle*

uestro argumento tomó todo un minuto. Papy no quería que

yo fuera. Y yo no quería que él fuera. Al final, los dos salimos

corriendo del apartamento, lanzando nuestros abrigos y

corriendo por las escaleras, demasiados apresurados para

esperar el antiguo ascensor. Como de costumbre, no había

taxis a la vista.

—¿Y el metro, Papy? —pregunté.

—¿Y arriesgarnos a retrasarnos? No, gracias. Es casi tan rápido a pie —

respondió el. Hemos recurrido a caminar rápido por la Rue Du Bac. El

frio aire de marzo y las brillantes farolas le prestaban a la escena una

falsa sensación de seguridad, como si todo estuviera bien en el mundo,

cuando en realidad estábamos caminando a una reunión que amenazaba

con acabar con alguien herido. O peor.

Mi celular sonó. Busqué en mi bolsillo y vi que era Vincent.

—¿A dónde vas? —preguntó. Me giré para mirar detrás de mí, pero no vi

a nadie seguirme—. Te pregunté a dónde vas sin la escolta de un

revenant.

—Vincent, prefiero no decirte.

—¿Qué se supone que significa eso? —él preguntó, sonando más enojado

que herido—. Dos Bardia de la casa de Genevieve te siguieron a ti y a tu

abuelo, ellos me llamaron para comprobar. Dijeron que ustedes

despegaron a toda velocidad y sin esperarlos siquiera.

—Bueno, si nos siguen, entonces ellos nos mantendrán seguros. ¿Por qué

me llamas?

—Kate, ¿qué está pasando? —preguntó Vincent, sonando alarmado.

—Violette tiene… ella tiene a Mamie… están en el Crillon. Papy y yo…

vamos allí—. Estaba tratando de hablar con claridad, pero nuestro ritmo

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acelerado, mezclado con el pánico por Mamie, hizo que mis palabras

salieran todas ilegibles.

—¿Por qué no me llamaste y me dijiste? Yo habría ido con ustedes.

—¡No, Vincent! ¡No vengas! Nosotros no te necesitamos —dije, ahogando

el pánico.

Hubo un instante de shock palpable y luego:

—Violette quería que fuera, ¿verdad? —No respondí.

—Kate, no puedes ir. Al menos dime que vas a esperar hasta que llegue

allí, —dijo. Oí que se movía rápidamente mientras mantenía el celular en

la oreja.

—Mi abuelo y yo estaremos allí en unos quince minutos. Dile a la gente

de Genevieve que nos acompañe, pero no te necesitamos —le dije,

tratando de recuperar el aliento. Papy caminó con paso más rápido en un

día regular. Esta noche, yo estaba prácticamente corriendo para

mantenerme al día con él.

—Ambrose, Charlotte y yo nos reuniremos contigo en el vestíbulo de

Crillon —insistió, haciendo caso omiso de mi petición.

—No vayas a la habitación sin mí.

No respondí. Oí a Vincent maldiciendo al otro lado mientras colgaba.

Guardé el celular y me apresuré para igual el ritmo de Papy. Teníamos

que llegar antes que Vincent pudiera unirse a nosotros. El argumento de

Violette para atraerlo secuestrando a la abuela de su novia, era

transparente. A Papy y a mí nos gustaría encontrar una forma de salvar

a Mamie sin Vincent sacrificándose a sí mismo de nuevo.

A los diez minutos estábamos cruzando el Pont de la Concorde y entrando

en la gran plaza. Papy se lanzó al tráfico en sentido contrario, y me aferré

a su brazo para minimizar la posibilidad de que uno de nosotros fuera

golpeado. Llegamos intactos a la entrada del museo, el edifico que

albergaba el hotel Crillon, y desaceleramos al pasar por debajo de la

puerta de entrada monumental de piedra y las puertas de cristal.

—¿A dónde vamos? —pregunté mientras echábamos un vistazo alrededor

del vestíbulo, lleno de arreglos de flores gigantes y alineados con

columnas de mármol. Y entonces vi a dos hombres caminando hacia

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nosotros desde un rincón de la habitación—. Bueno, aquí vienen los

numa —dije.

—¿Cómo sabes que son numa? —Papy me miró con curiosidad.

—¿No puedes ver el tipo negro y blanco de la falta de claridad en torno a

ellos? Como un aura del que todo el color ha sido absorbido en el aire.

—No —dijo él, mirándolos y luego a mí con preocupación. He estado

dando vueltas sobrenaturales demasiado, pensé, cuando Vincent,

Charlotte y Ambrose entraban dando zancadas por la puerta, satisfechos

con el uniforme de su equipo de combate de cuero negro.

Los ojos de Papy se abrieron, pero el personal del hotel simplemente los

miró alegremente, como si los hubieran visto antes. Añadiendo a los dos

igualmente vestidos numa, y pareciendo una banda de rock que tenía

una fiesta en una suite del hotel.

Vincent se llegó directo hacia mí.

—¿Estás bien? —preguntó.

—Sí —dije, mirando con preocupación hacia el avance del numa—. Pero

yo no te pedí que vinieras.

Vincent ignoró mi protesta.

—Kate, no digas nada sobre mí, sobre que no soy el campeón. Si Violette

no se ha dado cuenta, esa es la tarjeta que todavía podemos jugar.

Los numas dieron miradas letales a los bardia cuando se acercaron.

—Por favor, sígannos —dijo el menor de los dos. Vi un destello de plata

debajo de su largo abrigo negro.

—Solo ustedes dos —dijo el segundo, asintiendo con la cabeza hacia

Vincent y yo.

—Vengo con ellos —dijo Papy, con una voz que indicaba que tendrían que

detenerlo por la fuerza para seguir.

—Lo mismo digo —dijo Ambrose. Charlotte deslizó las manos por su

cintura para mostrar el contorno de la arma escondía debajo de su

duster.

Los ojos de los numas los miraron, el uno al otro, y luego hacia el personal

de recepción y de nuevo a nosotros.

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—Pueden acompañarnos hasta la suite, pero no van entrar —dijo el

menor por fin.

Se volvieron y nos llevaron más allá de una orilla del ascensor a una

escalera, insistiendo en que fuéramos primero. Nuestro grupo subió dos

tramos de escalera y salimos a un pasillo largo con seda escarlata que

cubría las paredes y candelabros de oro que iluminaban el pasillo.

Al final del pasillo, un numa con sal y pelo de pimienta, con un traje caro

y una corbata de seda, estaba fuera de una puerta doble. Era Nicolas. Él

se puso tenso al ver el tamaño del grupo.

—Ella solo va ver a los dos —dijo, señalando imperiosamente hacia

Vincent y a mí.

—No hemos podido hacer una escena en el vestíbulo —explicó uno de

nuestros acompañantes.

—Y no todos podemos estar aquí en la sala, ¿no? —dijo Ambrose con una

sonrisa maliciosa—. Al ser un lugar público y todo.

—Van a aguardar en la antecámara de la sala —susurró Nicolas, dando

al numa un vistazo que prometía problemas una vez que ellos estuvieran

por su cuenta.

—Así que, Nicolas —dijo Vincent mientras lo seguíamos por la puerta—.

Una vez la mano derecha de Lucien, ¿y ahora estás jugando en segundo

lugar a un adolescente?

Nicolas se apartó para introducirnos en una pequeña habitación de

entrada similar, con sillas y estantes para los abrigos y el sombrero.

Él sonrió con amargura a Vincent.

—En mi mundo, siendo segundo involucra muchos menos

responsabilidad. Y riesgo. Pues mírate, estás de nuevo en peligro,

salvando a una anciana mientras que Jean Baptiste está seguro y sano

en el castillo.

La mirada de Charlotte y Ambrose se cruzaron una y otra vez, y luego de

vuelta a Nicolás. El numa no sabía acerca de la partida de JB. Al menos

nosotros teníamos eso a nuestro favor. Violette quería a Vincent porque

todavía creía que él era el campeón. ¿Pero si ella descubría que él era

también el nuevo líder de los bardia, quién sabe cómo ella usaría eso a

su ventaja?

—Siéntate, Nicolas —mandó gesticulando hacia las sillas.

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—Ustedes no —dijo a mí y a Vincent.

Abriendo una puerta que tenía una vista a otro pasillo largo, él gesticuló

para que nosotros pasáramos.

—No me quedaré fuera mientras mi esposa está dentro —insistió Papy.

—Por supuesto que lo hará —dijo uno de los guardias, arrastrando su

abrigo para mostrar un cinturón equipado con varios cuchillos y una

espada en la vaina remplazada por una correa con una pistola. Mi abuelo

frunció el ceño.

—Si todo va bien, su esposa se unirá a usted momentáneamente —dijo

Nicolas.

—¿Y mi nieta? —Papy preguntó, levantando la barbilla para mostrar que

no tenía miedo.

—Voy a estar bien, Papy —insistí—. No hagas nada que les moleste.

Nicolas nos siguió de cerca a través de la puerta. He oído las protestas de

Papy cortadas por un comando brusco de:

—¡Siéntate, viejo!

Y de repente, estaba tan furiosa que tenía ganas de volver y desafiar a

ese guardia. Mi enojo había perseguido mi temor, al menos

temporalmente. Me giré para enfrentar Nicolas.

—No vas a herir mis abuelos —le dije, diciéndole no preguntándole.

—Además de servir como cebo, no son de ninguna utilidad para nosotros

—respondió Nicolas, como empujado a continuar—. La puerta a la

izquierda —indicó.

Vincent dio vuelta la perilla y, en lugar de celebración abierta para mí

como lo haría normalmente, avanzó primero a la habitación.

—Ah, ahí estás. —Oí la voz de niña de Violette antes de que mis ojos la

encontraran sentada con mi abuela en una mesa para el té. Frente a

Mamie había una taza llena de café y un plato de pastas sentado sin

tocar.

—Kate. —Se quedó sin aliento cuando ella me vio. Pero a pesar de que

estaba temblando, ella no hizo ningún esfuerzo para levantarse. Vi cómo

sus manos se cerraron en puños debajo de la mesa, y se podría decir que

ella estaba tratando de controlar su temblor.

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La misma indignación creció dentro de mí al ver a mi gran abuela

reducida al estado de un rehén aterrorizado. Quería correr hacia Violette

y estrangularla en ese mismo momento, pero me retuve, ya que noté que

había más gente en el cuarto; dos guardaespaldas numa estaban parados

contra la pared directamente detrás de nosotros, sus brazos doblados a

través de sus pechos, supervisando la escena.

Violette tomó un sorbo de su taza antes de bajar al plato.

—Es tan bueno verte otra vez, Kate —dijo, levantándose de la mesa. En

la cintura, un cuchillo de mango enjoyado brillaba encima de su vaina de

cuero—. Y tú, Vincent. ¡Qué sorpresa cuando mis guardias me dijeron

que estabas en una pieza de nuevo! Solo puedo imaginarme que

descubriste el secreto de la encarnación, un método que los estudiosos

hemos estado buscando por siglos. Qué inteligente.

Miró a él con avidez, como si ella quería arrebatar los datos directamente

de su cabeza.

—Fue el guérisseur, ¿no es cierto? —dijo mientras avanzaba—. Debe

haber tenido la información. No puedo imaginarme que Gaspard se

habría descuidado para informarme de un importante descubrimiento.

Vincent no hizo caso de su pregunta.

—Deja ir a la mujer, Violette.

Aún no podía entender por qué Mamie no se había movido ni un

centímetro, hasta que vi que alguien sentado justo detrás de ella

mantenía una espada en su espalda. Era un niño. Como de trece años.

Su forma alargada, su cabello castaño claro arrastrados por sus cejas,

casi ocultando sus oscuros ojos marrones. El aura numa monocromo

expuso su cuerpo. Un joven numa. Ese debía ser el nuevo compañero de

Violette.

Ella me vio mirándolo.

—Louis, puedes dejar ir a la señora Mercier. Los modales hacen al

hombre, como dicen. Y a pesar de que ya no somos oficialmente

“hombre”, todavía tenemos nuestro código a seguir, ¿verdad, Vincent?

—Todavía eres bardia en cuerpo —dijo Vincent—. Pero en tu mente ya

eres numa. Por lo tanto no tienes ningún código y no tengo fe en tus

palabras. Déjame escoltar a Kate y a sus abuelos con seguridad lejos del

edificio, y luego voy a volver.

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—Sí, por favor, que mi nieta y yo nos vayamos —suplicó Mamie, ahora

estando de pie.

El comportamiento civilizado de Violette explotó, rompiéndose en un

millón de cascos de cristal.

—¡Harán todo exactamente como digo! —gritó, sus ojos estrechados.

Cada uno se heló y la contempló. Los guardaespaldas desplegaron sus

brazos y dieron un paso en dirección a nosotros antes de recibir una

mirada de Violette que los detuvo en el lugar. Se llevó una mano al pecho,

y cerrando los ojos, suspiró. Luego, con una voz un poco más fuerte que

un susurro, dijo—: Nicolas, querido, escolta a Madame Mercier fuera.

Louis tomó a mi abuela por el brazo y la condujo rápidamente por delante

de nosotros, traspasándola a Nicolas.

Él la llevo al pasillo, cerrando la puerta detrás de ellos. Inspiré una

bocanada de su perfume de gardenias mientras pasó, y mi pecho se

apretó dolorosamente mientras me preguntaba otra vez si cualquiera de

nosotros podría salir de esta con vida.

—Ahora, ¿dónde estábamos? —dijo Violette, y se volvió hacia nosotros—

. Oh sí, Kate y Vincent. Es hora de que concluyamos algunos de nuestros

asuntos pendientes. —Ella se dirigió hacia nosotros, como una serpiente

en movimientos suaves depredadores.

—Tú —dijo, señalando a Vincent—, me perteneces. —Y por primera vez,

me di cuenta de algo extraño en su mano derecha. Se veía desfigurada.

Desequilibrada. Un hilo de pánico hizo su camino por mi espina dorsal

cuando vi lo que estaba mal: su dedo meñique se había ido. Donde la

articulación se unía a la mano estaba una costra de un rojo oscuro con

puntos negros sobresaliendo de la misma. Ese era el sacrificio de carne y

hueso que ella había hecho para atarse a Vincent. Inútil. Me quedé

mirando la amputación y me dieron ganas de vomitar.

—Nunca te pertenecí —respondió Vincent, cada palabra goteando

desprecio—. Usaste a Kate y a sus abuelos para traerme hasta aquí.

Ahora aquí me tienes, y como era de esperar, tienes un fuego. —Él señaló

hacia el fuego ardiendo en la chimenea de piedra—. Y al parecer no te

diste cuenta de lo que hiciste mal la última vez. Así que, Kate, vamos a

seguir adelante con esto.

Violette hizo señas a los guardaespaldas. Ellos se adelantaron y tomaron

a Vincent de un brazo cada uno. Él me miró, con sus ojos suplicándome

que cooperara, mientras dejaba que ellos lo agarraran sin luchar.

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Vincent no iba a sacrificarse para salvarme. Un hierro rojo de ira atravesó

mi corazón y me impulsó mientras me abalanzaba hacia él.

—Vincent. ¡No puedes! No otra vez. —Mi cabeza se sacudió hacia adelante

cuando sentí unas manos fuertes captar mis brazos desde atrás. Me di

media vuelta para ver que el chico, Louis, era mi captor. Y él era más

fuerte de lo que parecía. Sus ojos se posaron en los míos, y apenas

moviendo sus labios, dijo con una voz casi inaudible:

—Lo siento.

Sus palabras me confundieron, pero me concentré rápidamente mientras

que Violette se detenía a centímetros de Vincent. Sostuvo el cuchillo

debajo de la barbilla mientras él la miraba desafiantemente a los ojos.

—Llévame en lugar de él —insistí.

Bajando el cuchillo, dio un paso atrás, miro de él hacia mí y se rió.

—Ahora, dime, Kate. Además del placer que me da matar a tu novio… de

nuevo… delante de tus ojos, ¿por qué diablos imaginarias que te querría

a ti en vez de él?

Luché contra el agarre de Louis, y pensando rápidamente, escupí:

—Podría ser la primera humana que matas. ¿No es así como funciona?

Podrías ser un numa como quieres ser. Solo no mates a Vincent otra vez.

Déjalo ir y tomaré su lugar.

—Bien —dijo Violette, una expresión divertida cruzó sus facciones

mientras miraba detrás de mí para encontrar los ojos de Louis—. Ahora,

¿no es un gesto encantador? Incluso se podría decir que es una oferta

llena de abnegación. Cuán benevolente eres, Kate.

—Tenías razón, Vincent —dijo, enfocando su atención en él. Sus labios

se curvaron en una asquerosa sonrisa—. No me había dado cuenta de lo

que hice mal la última vez. —Sus ojos estudiaron su cara, y ella inclinó

la cabeza a un lado, como una niña—. Elegí el Campeón equivocado.

Y, lanzándose hacia adelante, ella hundió el cuchillo en mi pecho. Su

movimiento fue tan rápido, que por un segundo no sabía lo que había

ocurrido, hasta que miré hacia abajo y lo vi sobresaliendo de mi torso,

aún apretado en sus pequeños dedos de porcelana blanca.

Luego, cogiendo la empuñadura con ambas manos, tiró la hoja hacia

arriba en un rápido movimiento, y solo tuve tiempo de mirar hacia

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Vincent y vi el terror en sus ojos antes de que un sonido fuerte borrara

su grito y la oscuridad me ahogara.

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Capítulo 36 Traducido por Eva Masen-Pattinson&Karou!

Corregido por MaryJane♥

staba muy sedienta. Mi boca se sentía llena de arena, pero mis

labios se abrieron, y me di cuenta que era mi inflamada lengua la

que me estaba ahogando. Luché por abrir mis ojos, pero no tenía

visión. Mis pulmones querían explotar, y luego mi garganta se

liberó y estaba tragando aire, inhalando frenéticamente hasta mi ardiente

pecho.

Una mano tomó mi mentón y lo sostuvo bruscamente mientras vertía

líquido en mi boca y lo derramaba sobre mis labios. Pero fui capaz de

tragar, y la presencia seguía alimentándome hasta que se cerró mi boca

y mi cabeza se relajó. Mi conciencia terminaba ahí.

Tenía frio, aunque sentía una fogata cerca. Mi cuerpo se sentía como si

hubiera sido congelado y ahora estuviera descongelándose, filosas agujas

se clavaban en toda la superficie de mi piel. Mis músculos se

acalambraban dolorosamente y sentía mi brazo saltar hasta mi pecho,

las articulaciones en mis dedos tenían espasmos, apretando mi mano en

una garra. Todavía no podía ver, y mi boca estaba reseca. Escuché pasos

y la mano estuvo de vuelta, dándome agua. Podía saborear ahora.

Algo rozó mis labios y forzó su paso más allá de mis dientes. Mordí y

saboreé el dulce jugo de un higo, sintiendo su carnosa textura llenando

mi boca. Tragué y di otro mordisco, desesperada por tener la comida

adentro de mi acalambrado estómago. El higo fue seguido de nueces.

Tres. Las tragué e inmediatamente volteé mi cabeza a un lado y las

vomité, esforzándome por vomitar hasta el punto de vaciar mi estómago.

Me encorvé, lloré y me sacudí violentamente. La mano esperó hasta que

terminé, limpió mi rostro y empezó de nuevo. Agua. Higo. Tres nueces.

Esta vez logré mantener los alimentos adentro. Los pasos se alejaron y

mi mente se cerró una vez más.

Oí agua cayendo cerca de mi cabeza. Mis ojos se abrieron y miré fijamente

al techo de madera. Pude ver. Traté de sentarme, pero algo me lo impidió.

Levanté mi cabeza lo suficiente para ver que estaba atada por cuerdas a

una cama. Estaba vestida toda de negro… no, no negro. Rojo oscuro. Mi

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dedo rozaba mi pierna y había algo tieso. Con horror, me di cuenta de

que mi ropa estaba saturada de mi propia sangre seca.

Sintiendo pánico, traté de orientarme. La pared cerca de mí era de metal

pintado. Desplacé mi mirada alrededor del cuarto apenas amueblado,

hacia una ventana en frente de mí para ver una extensión de agua

estirándose hasta una ribera.

Estaba en un barco. Atada a una cama.

—Ah, está despierta —dijo una voz, y yo moví mi cabeza a un lado para

ver a Violette entrando al cuarto. Detrás de ella, Louis se agachó para

pasar a través de la baja puerta.

Retrocedí mientras entraban en mi vista. Algo había pasado con mi

visión. El aura descolorida de una pulgada de ancho que solía ver

alrededor de los numa había desaparecido, y en su lugar había halos de

bruma carmesíes. Como si no lo supiera. Una furia nauseabunda se

apoderó de mí, temblé y sentí bilis en mi boca.

Estaban parados sobre mi cabeza, boca abajo, mirándome en el rostro.

Louis parecía preocupado y Violette triunfante.

—Bienvenida al más allá —dijo.

Dejé de luchar contra las cuerdas y la miré boquiabierta. Traté de hablar,

pero mi garganta hizo un ruido como de graznido.

—¡Esto es tan fascinante! —dijo, apretando sus manos juntas—. Nunca

antes he sido testigo de una vivificación. Realmente nunca me interesó

hasta ahora.

No entendía qué era de lo que Violette estaba hablando por un minuto, y

luego, repentina y enfermizamente, lo comprendí. Me apuñaló, lo

recordaba. Pero, ¿morí? No, no pude haber muerto. Violette me había

mantenido con vida, sufriendo y al borde de la muerte para que poder

seguir torturándome.

Luché contra mis amarres, pateando y forcejeando. En vano, lo sabía,

pero estaba furiosa, y la pelea hacía que me sintiera mejor. Sacudí mi

cabeza hacia Violette y traté de formar palabras con la boca seca como

hueso.

—Eres… —dije ásperamente.

—¿Sí, querida? —dijo ella, radiantemente—. ¿Qué soy?

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—Una… bruja… psicótica —logré decir, colocando todo mi odio y temor

en mis palabras, obligándolas a herirla con cada gota de energía que

todavía poseía.

—Oh, ¿no es eso hermoso? —dijo ella, riendo con satisfacción y saliendo

del cuarto con Louis, que la seguía de cerca—. Muy apropiadas para ser

las primeras palabras de Kate como Revenant. —La escuché mientras

cerraba la puerta detrás de ella—. ¡Demuestra que tiene valor! Esto va a

ser más divertido de lo que había pensado. —Y su voz se desvaneció al

alejarse.

Permanecí acostada, estupefacta. ¿De qué estaba hablando? Yo, ¿una

Revenant? No podía ser. Pero después de un momento, puse a un lado la

duda y empecé a considerarlo posible.

No solo debería de haber poseído esa predisposición mística, gen o lo que

sea de los Revenant, pero debía morir salvando a alguien. Violette trató

de matarme. No me auto sacrifiqué por nadie.

Y luego, con una escalofriante realización, recordé la escena en la

habitación de Violette en el Crillon cuando me ofrecí para ser su primera

víctima humana, para que me llevara en lugar de Vincent. ¿Cuáles

habían sido sus palabras?

Las escuché claramente como si ella estuviera parada en el cuarto junto

a mí.

“¿No es ese un gesto encantador? Podría incluso decir una ofrenda auto

sacrificadora. ¡Qué bondadosa eres, Kate!”

Violette nos engañó. Planeó todo para que yo muriera por Vincent, pero,

¿por qué?

Revisé mi cuerpo para ver si me sentía diferente, y así era. La forma en

que mi corazón latía más despacio y el perezoso pulso en que mi sangre

pasaba por mis venas. Pero eso podría ser porque estaba muriendo.

Desangrándome a morir.

No, algo más había cambiado. Aunque estaba débil y sedienta, era como

si hubiera un sol, una llameante bola de cálida energía blanca dentro de

mí que irradiaba por mis poros. Ahí estaba la respuesta de mi cuerpo,

una dolorosa reacción física, cuando Violette y Louis entraron en la

habitación que me advirtió que los numa estaban cerca.

Y luego, ahí estaban sus auras. La penumbra descolorida que miraba

alrededor de los numa antes de morir había sido remplazada por halos

de bruma carmesíes, iguales a los que los artistas de los curanderos

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habían exhibido alrededor de los numa en sus dibujos en cuevas. Vi

auras como ellos lo hacían. Había cambiado, ya no era humana.

—¡No! —logré gritar antes de que mi voz se agotara. Tiré de mis ataduras

de nuevo, pateando, halando y golpeando mi cabeza, hasta que

finalmente me rendí y comencé a llorar. No, no era llanto, sino sollozos.

Llorosa. Las lágrimas caían a los lados de mi cara y traté de levantar mis

manos para secarlas antes de recordar que estaba atada.

Algo picaba mi brazo. Duro. Abrí mis ojos para ver el rostro de Violette

encima del mío.

—Parece que te desmayaste —dijo ella en tono práctico—, un síntoma

típico después de dar vida a una muerte tan violenta.

—¿Por qué me retienes aquí? —gruñí. Me hubiera gustado poder tener

las manos libres para arañar sus ojos con las uñas—. Me has utilizado

como cebo para llegar a Vincent; estaba de pie justo en frente de ti. ¿Qué

puedes querer de mí?

—¿Por qué? —repitió, tocándose la barbilla con el dedo—. Porque tú,

Kate, eres la Campeona. Y yo, Violette, quiero tu poder. Es tan simple

como es —ella se volvió hacia Louis—. Dale a la Campeona más agua,

por favor. No podemos dejar que muera antes de que obtenga su

verdadero poder.

Louis salió de la habitación.

Había pensado cada posible respuesta que me podría dar, pero esta era

una que no esperaba.

La miré fijamente, incrédula, mientras Violette acercaba una silla a la

cama y se sentaba a mi lado.

Ha perdido, creí. Aunque estaba cuestionablemente estable antes, todo

este poder le ha conducido a una completa locura.

—Estás más loca de lo que pensaba —le dije.

—Bueno, eso sería un punto de vista —respondió—. Otra sería que soy

muy astuta. Observadora. Perspicaz, incluso. Verás, mi apuesta de que

eras una Revenant ya ha demostrado ser correcta. Y si Vincent no es el

Campeón, lo que se hizo muy claro cuando la transferencia de energía

falló miserablemente. —Ella inconscientemente frotó su dedo amputado

con la otra mano, entrecerrando los ojos cuando recordó que no estaba

ahí—. Entonces había una muy buena posibilidad de que fueras tú.

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La miré boquiabierta, sin comprender, y ella bufó con impaciencia.

—La profecía dice que el Campeón tiene poderes antiguos de

comunicación, persuasión y percepción. No lo entendía hasta que pensé

en la palabra “anterior” en el sentido de “antes de convertirse en un

Revenant”. Tener los dones mientras aún eras humano. Pensando en ello

de esta forma, la parte de comunicación era evidente. Pensé que Vincent

era especial por comunicarse con un ser humano mientras estaba Volant,

pero fue al revés. Eras tú quién era especial.

Corrió rápidamente su silla para poder ver mi reacción mientras hablaba.

—Tuviste a los parientes en La Maison comiendo de tu mano, incluyendo

a Jean-Baptiste, que no se ocupa de cualquier ser humano del que no

tenga un por qué. Vincent iba en contra de su mejor juicio para verte, y

tú desparasitando su camino en los corazones de los demás Revenants

de París. Yo podría llamarlos poderes antiguos de persuasión. Y entonces

recordé que la noche antes de nuestra pequeña pelea arriba en

Montmartre, Vincent me había preguntado si podía haber empezado a

ver el aura de la numa solo de pasar tiempo con los Revenants. Le dije

que no. Pero si tuvieras un gran sentido de la percepción, eso lo explica

todo.

Se alisó el pelo hacia atrás, pareciendo muy satisfecha de sí misma.

Quería decirle exactamente lo que podía hacer con su ridícula teoría, pero

no había terminado de hablar. Y necesitaba escucharlo todo.

Cruzando los brazos sobre su pecho y golpeando el dedo índice contra su

bíceps en forma, dijo:

—Y luego está el hecho de suma importancia de que el curandero

Gwenhaël le dijo a mis hombres, bajo una gran presión, lo admito, que el

Campeón sería quien asesinara al líder numa. Sabía que Vincent tenía

que matar a Lucien, pero fuiste tú quien tiró el cuchillo. Una vez que dejé

de centrarme en Vincent y pensé en ti, todo encajó. Y como ves, aquí

estamos. No soy una curandera o una vidente, así que no puedo decir si

tienes la legendaria aureola 'estrella de fuego' del Campeón. Por lo tanto,

voy a tomar mis posibilidades y destruirte una vez que estés

completamente animada. ¿Qué es lo que dicen ahora... sin la piel de mi

nariz? —Al darse cuenta de lo que dijo, frotó su trozo amputado

nuevamente, forzando una sonrisa—. Y no te olvides, tú te ofreciste a mí.

Me diste los plenos poderes del Campeón.

No, pensé otra vez. Ella tiene que estar equivocada. Pero me quedé en

silencio, incapaz de darle la satisfacción de saber lo mucho que me había

alterado. Cuando no respondí, Violette se levantó y se acercó a una mesa

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sentándose junto a la chimenea. Inclinándose, comenzó a garabatear algo

en un cuaderno.

Cerré los ojos y pensé en lo que ella me dijo. No lo creía. No podía. ¿Cómo

podía ser el Campeón? El Campeón era una especie de superhéroe no-

muerto. Bueno, así que encajaba en uno de esos títulos, creo. El dolor

rasgó a través de mí una vez más, reconociendo lo que era... no-muerto.

Una lágrima rodó por mi mejilla justo identificándome con esa palabra

horrible, pero luché por reponerme. Tenía que pensar.

Cada vez que Bran hablaba del Campeón, usaba el pronombre “él”. La

profecía que nos leyó usaba la palabra “él”. Eso tenía que significar algo,

¿no? Todos parecían estar pensando que el campeón era un hombre. ¿No

lo habría dicho Bran de otra manera, si sabía que yo era el Campeón? No

necesariamente, creí. Él no podría haber sabido. Ni siquiera era una

Revenant entonces.

Y entonces recordé. Fue inmediatamente después del gran evento,

cuando él tocó a Jean-Baptiste y se convirtió en el Victor Seer, que

empezó mirándome extrañamente. Yo siempre estaba revisando mi

cabello a su alrededor, preguntándome qué estaba mirando. Pero, ¿y si

no hubiera sido mi pelo en lo que se estaba centrando? ¿Y si hubiera sido

mi aura? Era una especie de estrabismo extraño, creí con creciente

horror. Si mi aura era tan brillante como una “estrella en llamas”, no era

de extrañar que él entrecerrara los ojos cada vez que miraba en mi

dirección.

Mis pensamientos comenzaron a correr, cada comprensión escociendo

como una avispa enloquecida. Era su insistencia en que el Campeón no

estaba allí todavía. Él no quería ni mirar a la otra bardia para verificar.

Era porque pensaba que era yo. Allí estaban las miradas de reojo cuando

el tema del Campeón surgió. Y su voluntad al dejarme visitar los archivos

de la llama del dedo.

Y entonces recordé sus palabras cuando volví de la cueva con sus libros.

Me alegro de que hayas ido, él había dicho. Bien podría ser tu única

oportunidad.

¿Por qué diría eso? A los Portadores del signum Bardia se les permitía

entrar. Pero no eran Revenants. Él sabía que yo era un Revenant latente.

Y él sabía que pronto sería el Campeón. Bran lo había sabido todo este

tiempo.

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El shock me golpeó como una ola gigante, rugiendo en mis oídos, y me

envió girando y chocando a su paso. Me acosté ahí, sin poder hacer nada

más que mirar a la chica que estaba determinada a destruirme.

—¿Alguna otra pregunta? —cuestionó ella, cerrando totalmente el

cuaderno y deslizándolo en el bolsillo de la chaqueta.

—¿Qué hiciste con Vincent?

—Él no tiene valor para mí ahora —dijo ella con irritación—. Lo podría

haber matado, junto contigo, pero no quiero arriesgar tu sacrificio. Tú

ofreciste tu vida por él. No estaba segura de que te convirtieras en un

Revenant si fallabas salvando su vida. Así que lo dejé en el hotel.

Cerré los ojos con alivio. Él está a salvo.

—Sí, a descansar —dijo Violette, caminando de regreso a la cama y

colocándose directamente sobre mí—. Va a pasar por lo menos un día

más antes de recuperar tu fuerza. Aunque, como puedes ver —ella dijo,

mirando a las cuerdas que ataban mi cuerpo—, no quiero correr riesgos.

Ella comenzó a caminar hacia la puerta.

—¿Violette? —llamé, estirando la cabeza para poder verla.

—Sí, ¿Kate? —preguntó, mirando curiosa.

—Espero no ser el Campeón —le dije, mi voz tranquilamente muerta—,

porque odiaría darte una satisfacción adicional. Pero si lo soy, espero que

tengas que cortarte una mano entera esta vez y comerte un gato crudo

con el fin de que me absorba. Y espero que te ahogues en él.

Su comportamiento espeluznantemente calmado finalmente se destruyó.

Haciendo un ruido entre un gruñido y un grito, pisó fuerte hacia la cama

y golpeó mi rostro tan duro como pudo. Luego, girando sobre sus talones,

salió de la habitación, cerrando la puerta detrás de ella.

Puse mi cabeza hacia abajo y saboreé la sangre en mi boca.

Y sonreí.

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Capítulo 37 Traducido por Lucach

Corregido por Miss_ale

e reabrió la puerta casi inmediatamente, y Louis entró con una

bandeja. Aunque sus cejas levantadas insinuaban curiosidad en

cuanto a lo que acababa de suceder entre su amante y yo, no dijo

nada. Depositó la bandeja abajo, y sin decir palabra, sirvió un vaso

de agua. Levantó mi cabeza y me ayudó a tomar un poco antes de

quitar el vaso y alimentarme con un gajo de naranja.

Mi ira se enfrió lentamente a medida que lo estudié por primera vez. Vi lo

que debía haber sido un muchacho torpe de trece años más o menos,

antes de asumir la fachada aparentemente carismática que formaba

parte de la transformación revenant.

Como Vincent me explicó el pasado verano, cuando los revenants se

reaniman, se vuelven físicamente más atractivos que cuando eran

humanos. Es su súper fuerza, las personas son atraídas a ellos, y por lo

tanto más propensos a confiar en ellos.

En el caso del bardia, esta es una cosa buena, más vidas son salvadas.

Pero en el caso del numa, es un riesgo para su víctima. Cuando el numa

quiere dar miedo, es seguro que lo hace. Pero cuando están en el modo

estafador, pueden ser tan venenosamente encantadores como Lucien

cuando indujo a mi hermana a enamorarse de él.

¿Qué podría haber hecho este niño a una edad tan joven para atraer como

un traidor de serie?, me pregunté.

Louis evitó mis ojos mientras se disponía para irse. Y aunque sabía que

solo estaba siguiendo las órdenes de Violette, le di las gracias al salir de

la habitación. Hizo una pausa en la puerta, mirándome con curiosidad

antes de cerrar la puerta dejándome a solas con mis pensamientos.

El tiempo pasó lento, a paso de caracol, y mis piernas dolían tanto que

las lágrimas se escapaban de mis ojos. No estaba llorando, era solo la

respuesta de mi cuerpo al dolor intenso. Lo que tiene sentido, mis tejidos

humanos muertos se acercaban a la vida de nuevo. Me estremecí de

terror. Vincent no me dijo esta parte de su historia.

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Él no me dijo un montón de cosas. Porque nunca pensó que iba a estar

en esta situación. Ninguno de los dos sospechábamos que sería como él.

Aunque, ahora que Violette había enumerado las razones, me di cuenta

de que debería haberlas previsto. Si no hubiera existido la creencia en

Vincent siendo el Campeón ocultando el problema, es probable que lo

hubiera hecho.

Y si lo hubiéramos hecho, bueno, las cosas habrían sido diferentes. No

habríamos tenido que lidiar con el tema de mi mortalidad y la vida eterna.

Porque tendría la oportunidad de convertirme en inmortal. Esa era la

cruel ironía, ahora que tengo la posibilidad de pasar la eternidad con

Vincent, alguien me quitará esa posibilidad. Me matarán, otra vez, y

quemarán mi cuerpo.

Veremos si puede hacerlo, pensé, mi rabia me hacía sentir todopoderosa.

Luché violentamente contra mis cadenas, convulsionando como una loca

en mi desesperación, pero el único resultado fue herir mis brazos.

Medí el tiempo con el latido de mi corazón ralentizado y el cambio de la

luz fuera de la ventana de la embarcación. Debía ser a media mañana

cuando Louis entró en la habitación y comenzó la rutina de alimentación

de nuevo. Comer y beber mientras descansaba en mi espalda era difícil,

por no decir más. Pero estaba tan muerta de hambre que me las arreglé

para masticar y tragar todo lo que me daba y mantenerlo en mi estómago.

—¿Cuántos años tienes? —finalmente pregunté.

Sus ojos se abrieron, y luego los estrechó. Apretó la mandíbula y negó

con la cabeza. Plegó rápidamente la bandeja y salió de la habitación.

Cerré los ojos y traté de descansar, pero todos los músculos de mi cuerpo

estaban en tensión. Estaba desesperada por moverme, pero solo mis pies

y mis manos estaban libres para rotar. Así que los moví. Y entonces doblé

los dedos de las manos y de los pies, tratando de relajarlos. No había

nada más que pudiera hacer, además de imaginar lo que mi familia debía

estar pensando en esos momentos. Ellos creían que estaba muerta.

Estaban de luto. Una vez más. Mi corazón realmente dolía físicamente al

imaginarlos, por lo que saqué la imagen de mi mente y empecé a pensar

en escapar.

Estudié las cerraduras de las ventanas y memoricé el trazado de la

habitación. No sabía de lo que era capaz, así que era difícil trazar una

estrategia. Me hubiera gustado haberle hecho a Vincent más preguntas

acerca de los poderes revenant.

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Y, ¿qué si soy el Campeón? ¿Qué fue lo que Vincent me dijo… además de

los “anteriores poderes” que Violette había descrito? Fuerza. Resistencia.

Me pregunté si tenía súper poderes. Traté de romper las ataduras de

nuevo y no pasó nada. No se rompieron como hebras. De acuerdo… no

era Hulk. Solo podía esperar que la parte de resistencia fuera correcta.

Porque si no, estar atado a la cama me iba a volver loca.

A medida que el sol fuera de la ventana alcanzó el cenit —mediodía,

creo— mi desesperación creció. Violette dijo que mi fuerza estaría de

vuelta en un día. Tenía que salir de aquí antes de eso. Más que mi miedo

a ser asesinada nuevo, era mi determinación de no ser su clave para

convertirme en su Campeón de súper villano y acabar con la bardia.

Recordaba la historia de ese numa que absorbió la energía del Campeón

indio y la destrucción que logró sembrar antes de ser detenido. Violette

no necesitaba más persuasión para tentar a que la siguieran. Y añadí,

solo estaba adivinando, más del doble de la fuerza de un revenant,

resistencia, y todo eso, ella podría tener París bajo su control en muy

poco tiempo. No quería parecer el héroe de historietas dramático, pero si

tenía el destino de París y, eventualmente de Francia o incluso más allá,

descansando sobre mis hombros, mejor encontraba una manera de salir

de aquí.

Louis estaba de vuelta e hizo toda la rutina de niñera en silencio una vez

más. Pero esta vez, estaba decidida a hacerlo hablar.

—Sé que no se supone que debes hablar conmigo. Pero supongo que no

eres más joven que yo. Y también supongo que es posible que no quieras

estar aquí.

Vi el desinterés practicado en su expresión cambiar por un segundo

mientras sus ojos se encontraban con los míos, y luego se puso la

máscara de nuevo y me siguió alimentando. Pero había visto lo que

estaba buscando, la tristeza. Desesperación.

Me tragué el trozo de la manzana con que me estaba alimentando y pensé

qué decir. ¿Dónde estaban los poderes sobrenaturales de persuasión

cuando los necesito? Me decidí a decir la verdad.

—Nunca pedí esto, Louis. Yo no quiero ser el Campeón. Ni siquiera quiero

ser un revenant. Solo quiero volver a ser una muchacha humana normal

y no ver a esa alocada y aterradora medieval otra vez.

Louis se congeló, sin saber qué hacer. Mi enojo parecía tener sentido para

él, pero mi honestidad lo dejó confundido. Vi que lo que dije tocó algo en

él.

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De pie, caminó hacia la puerta y la cerró con cuidado, y luego volvió a

sentarse a mi lado.

—No quiere que hable contigo —murmuró—. Se supone que debo

contarle de inmediato cuando crea que estás tratando de persuadirme

para ayudarte.

—Bueno, supongo que eso es normal si ella considera que he mejorado

mis dotes de persuasión —dije—. Ella debe confiar en ti mucho para

dejarte que vengas solo aquí.

—¿Confianza? —se carcajeó—. ¿Por qué crees que ella está aquí en este

barco y nunca se aleja unos pocos metros de ti?

Mi nariz estaba en marcha, y lo único que quería más que a nada en el

mundo era un pañuelo. Olí un par de veces, tratando de limpiar mi nariz

en mi hombro, y Louis saltó para conseguir una toalla y dio toques ligeros

en mi cara.

—Gracias —dije. Y entonces algo se me ocurre—. Antes, en la

habitación del hotel… ¿por qué pediste disculpas cuando me agarraste

por detrás? —preguntó mientras dobla la toalla y la coloca sobre una

mesa auxiliar.

Él me miró desde el otro lado de la habitación. Decidiendo. A

continuación, cerrando los ojos fuertemente, se frotó la frente con

preocupación.

—Yo casi tenía catorce años cuando morí, eso fue hace unos meses —

dijo con una voz tensa que sonaba como si su garganta fuera a estallar.

Exhalando, se acercó a mí.

—No quise matar a nadie. Bueno, sí, lo hice. Pero yo estaba

temporalmente… loco, supongo. Odiaba al tipo tanto por lo había hecho

con nosotros y a mi madre. —Se estremece y sacude la cabeza. Eso era

todo lo que diría acerca de su pasado—. Lo… lo siento por todo esto. No

quiero ser así. Ella me encontró y me hizo su favorito, y lo único que

quiero hacer es morir. Pero eso ni siquiera es posible para mí.

No supe qué decir.

—Me tengo que ir —dijo, y comenzó a salir del cuarto.

—Espera.

—¿Qué?

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—Gracias.

—¿Por qué? —Me vio con sospecha.

—Por hablar conmigo. Limpiar mi nariz… solo… gracias.

—No hice nada —dijo, entrecerrando sus ojos. Y volviéndose, se marchó,

cerrando la puerta detrás de él.

Me recosté, mirando al techo. Louis era como Violette. Un capricho de la

naturaleza. Debió de ser un numa por accidente, de la misma manera

que ella se convirtió en una revenant. Y ahora él estaba condenado a ser

su pareja, al menos hasta que se aburriera de él. Lo cual, para Arthur,

tomó cerca de cinco siglos.

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Capítulo 38 Traducido por Cezzii ƸӜƷ

Corregido por Miss_ale

n momento después, sentí otra presencia en la habitación.

Kate, dije. Estaba acostumbrada a oír una voz en mi cabeza,

pero por primera vez, no era la voz de Vincent. Escaneé la

habitación en busca de la fuente de la voz, pero no encontré

nada.

—¿Quién está ahí? —pregunté en un susurro asustado.

Es Gaspard, dijo la voz. Y aparentemente, no tienes que hablar en voz alta.

Puedo escuchar tus palabras antes que las digas. Que conveniencia más

terrible.

No pude evitar sonreír. Él sonaba igual en mi cabeza que en la vida real.

¿Qué estás haciendo aquí? Pensé que tú y JB dejaron París.

Y lo hicimos. Pero Jean-Baptiste vio tu aura en todo el camino a Normandía,

e insistió en regresar. Todos te buscan. Jean-Baptiste siguió tu luz y trajo

a todos acá. Quiero decir, querida, te ves totalmente acabada. Con la

sangre embarrada por todas partes. Eres prácticamente… un zombi.

Ignoré sus comentarios sobre mi apariencia.

¿Cómo están mis abuelos? ¿Y Vincent?

Todos están bien. Ambrose y Charlotte mantuvieron a tus abuelos a salvo

sacándolos del Crillon, y después regresaron para rescatar a Vincent.

Di un suspiro de alivio.

Entonces, ¿dónde estamos?

En la casa flotante en la que estás prisionera, está a las afueras de París,

moviéndose hacia el oeste, dijo Gaspard. La voz desapareció por un

momento, y luego volvió. ¿Qué tan fuerte estás?

No sé, reconocí. ¿Cuánto tiempo he estado aquí?

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Violette te mató hace al menos cuatro días, dijo Gaspard. No puedo

quedarme mucho tiempo. Ella y sus hombres detectarán que estoy aquí.

Vincent no quiere intentar ningún tipo de rescate hasta que sepa que eres

lo bastante fuerte para luchar por tu cuenta. No hay forma de arrastrar un

barco en medio del río, pero no le daremos a Viollete el tiempo necesario

para matarte.

Su voz volvió a desaparecer durante unos cuantos minutos y luego volvió.

Vincent dice, y cito, "sé fuerte, Mon Ange” Él dice que debes hacer tu mejor

esfuerzo para liberarte, pero quédate dónde estás y finge que aún estas

inmóvil. Volveré en unas horas para ver cómo estás.

¿Gaspard?, dije.

¿Sí?

Soy una revenant. Me di cuenta de que era la subestimación del siglo,

pero de alguna manera decirlo en voz alta me hacía sentir mejor.

Lo sé. Parece que eres en realidad un poco más que una revenant, querida

Kate.

Inhalé fuertemente.

¿Cómo lo sabes?

Pues en primer lugar, tu aura es algo que Jean-Baptiste no ha visto nunca.

Es como un dispositivo para sus capacidades de vidente. Y luego, una vez

confrontado, Bran confesó. Él lo supo todo el tiempo, pero fue obligado por

las reglas de su pueblo no proclamarte Campeón antes de que realmente

te convirtieras en tal.

Mi presentimiento era cierto. Bran lo sabía. No pude decidir si estaba

agradecida o molesta con él por no dejármelo saber. Pero una vez más,

tal vez lo había intentado con todas sus insinuaciones. De la única

manera que podía “legalmente” dejármelo saber. Había sido ciega.

Ten cuidado, Kate, Gaspard continuó. Volveré a verte.

Así que mi estado, como revenant y actualmente Campeón, era bien

sabido entre los de bardia. Todos lo sabían. Vincent lo sabía. No estaba

segura de lo que sentía con eso. Había un dolor en mi corazón, y me

preguntaba si esto cambiaría la forma en la que me veía. Él me dijo más

de una vez que no quería el destino de un revenant para mí.

Bueno, nada de eso importaba si no podía salir de aquí. Mi cuerpo sería

cenizas y mi espíritu absorbido por Violette, fortaleciéndola. Haciéndola

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imparable. Solo la idea de ser parte de ella me puse en acción. Trabajé en

mis ataduras, moviendo las manos hacia atrás y adelante y tensando las

cuerdas. Todo lo que conseguí es quemar la cuerda y un mayor sangrado.

Sentí ganas de gritar, pero ahora que estoy en contacto con los otros, no

quiero llamar la atención más hacia mí más de lo necesario. Me acosté

en la cama y deseé poder dormir.

Después de lo que pareció una eternidad, Louis estaba de vuelta con otra

bandeja. Esta vez dejó la puerta abierta detrás de él. Levanté la cabeza

para que me ayudara a beber, colocó las rodajas de fruta y las nueces en

mi boca y esperó a que masticara y tragara.

Tenía la sensación de que él odiaba a este trabajo de guardia. Había algo

en la forma en que su mandíbula se apretaba cuando hacía una mueca

de dolor. Y el modo en que me veía de reojo para ver las facciones de mi

cara. Había estado sintiendo una emoción hacia él, me di cuenta de que

podría ser simpatía. Tenía una furtivamente sospecha de que él preferiría

estar en cualquier lugar menos aquí, ayudándome a ser más fuerte para

ser destruida.

Aproveché la oportunidad que me brindaba mi corazonada.

—Louis, por favor ayúdame a salir de aquí —le susurré.

Actuó como si no me oyera e introdujo una avellana en mi boca. Mastiqué

y tragué, y me pregunté si había un truco para esto de la persuasión.

Centrándome en lo que quería de él, me lo imaginé levantándose,

cerrando la puerta y luego desatándome. Concentré toda mi energía en

esa imagen en mi cabeza, mirándolo pasar por los movimientos que

quería otra vez.

Sentí otra nuez contra mis labios, y mis ojos se abrieron de golpe para

ver su mirada parpadeando hacia mí, alejándose mientras tomaba la

comida de sus dedos.

Se puso de pie y caminó hacia la puerta. Estaba destrozada por la

decepción. Él era mi única oportunidad, a menos que consiguiera ser

súper rápida y súper fuerte, no hay manera de que saliera de aquí por mi

cuenta. Cuando lo vi, noté algo que no había visto antes. Dentro de su

aura color rojo, había algo que brillaba, como diminutos filamentos de

oro. Parpadeé un par de veces, preguntándome si el estar acostada boca

arriba le había dado cansancio a mi vista, pero cuando volví a mirar, el

brillo de oro aún estaba allí.

Como si sintiera que lo observaba, Louis se detuvo. Y luego se dio la

vuelta y regresó. Cuidadosamente, evitando mi mirada, se inclinó bajo la

cama y tiró sobre una de las cuerdas. Esto me lastimó el brazo mientras

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se tensionaba contra mi piel. Estaba petrificada, preguntándome lo que

estaba haciendo.

Sin mirar atrás, sacó una sola llave y la dejó en la repisa de la ventana

antes de salir de la habitación, cerrando la puerta detrás de él con fuerza.

¿Qué ha pasado aquí?, me pregunté a mí misma. Levanté la cabeza para

mirar hacia mis manos. Había dado vuelta a la cuerda dejando el nudo

justo al lado de mis dedos. Puse mi cabeza hacia abajo y cerré los ojos en

alivio. Entonces, llamando a toda mi fuerza, me apoyé y comencé a

trabajar el nudo con mi uñas.

Era un nudo simple, pero se había atado con tanta fuerza que tuve que

desenredar la cuerda con la uña del pulgar como un cuchillo. Oí pasos

acercándose a la puerta y me congelé, recostándome por si alguien se

asomaba no pudiera ver nada fuera de lugar. Las pisadas se alejaron y

trabajé en la tarea, más difícil que antes, rasgando la piel de mis dedos

para aflojar el cable. Finalmente, sentí el nudo aflojarse y desaté el nudo.

Había otras tres cuerdas que me sujetaban sobre mis hombros, muslos

y pies. Trabajé en los próximos minutos en ellas, siendo cada una más

fácil que la anterior, ahora que tenía más movilidad, y finalmente fui libre.

Consideré esperar a Gaspard, pero se sentía como si hubieran pasado

horas desde que él se había ido. Podría poner las cuerdas de nuevo a mí

alrededor, fingiendo estar atada en caso de que volviera Violette. Pero si

se trataba de luchar contra ella, no estaba segura que pudiera ganar. No

tenía manera de juzgar mi fuerza.

Aunque no me sentía lista para una pelea, me sentía tan desesperada

como para mover mis extremidades. Tal vez incluso intentar una huida.

Curiosa, me toqué el pecho tirando de mi camisa, donde el cuchillo de

Violette la cortó. Estaba cubierta de una gruesa capa de sangre seca, por

lo que era difícil ver la herida del cuchillo. Pasé los dedos por el esternón,

donde la hoja entró. Era suave. No había ninguna herida. Ni siquiera una

cicatriz. Me estremecí y mis antebrazos se erizaron.

Si tenía alguna duda sobre mi mortalidad, se había ido. Era sin duda

sobrenatural.

Puse mis piernas a un lado de la cama y me senté allí, percibiendo la

sangre en mis muslos. Los alfileres y agujas vuelven con toda su fuerza.

Traté de levantarme, pero me desplomé inmediatamente a una posición

sentada hasta que finalmente pude sentir los dedos de mis pies. Me

quedé así por un momento, antes de intentar volver a pararme. Entonces

crucé renqueando la habitación hacia la ventana.

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Tomando la llave de Louis, la deslicé en la cerradura, encajó y giró la

manecilla con cuidado, con los dientes apretados, haciendo mi mejor

esfuerzo para no hacer ruido. Abrí la ventana lentamente, un centímetro

a la vez, y después de que nada sucediera, me atreví a meter la cabeza y

mirar hacia abajo. Había una caída de dos metros a la cubierta principal.

Nadie estaba a la vista.

Sacudí mis brazos y piernas, traté que mi circulación fluyera antes de

bajar una pierna todavía medio renca por la ventana y después la otra.

Me sostuve con mis codos y luego me deslicé hasta que me estaba

sosteniendo con la ventana y me coloqué en silencio en la cubierta.

O al menos, eso es lo que intenté. Mi sangre incrustada en mis Converse

hizo una especie de crujido al golpear la madera, y el impacto, uno que

normalmente podría controlar, me tenía acuclillada, incapaz de

enderezarme porque los músculos de mis piernas estaban sin usar.

Me quedé allí por tres segundos, mi corazón latía como un tambor de

pánico al pensar que Violette se apareciera delante de mí antes de que

pudiera llegar a salvo al agua. Mantén la calma, pensé, y escaneé el

espacio por cualquier cosa que pudiera servir como un arma.

Justo a tiempo. Cuando me levanté con esfuerzo, sentí unas manos

abrazando mi hombro. Miré de reojo para ver a uno de los guardias numa

del hotel frunciéndome el ceño.

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Capítulo 39 Traducido por Lucach

Corregido por Marce Doyle*

ey! Había que detener los gritos del numa antes de que

pudieran alertar a los demás. Agarré un remo de metal

enganchado en la pared a mi lado y lo hice girar tan

duramente como podía contra su cabeza. Todavía estaba

débil, pero parecía que lo golpeé en el lugar correcto, porque

liberó mi hombro y se tambaleó hacia atrás justo cuando otro

numa llegaba a la cubierta y se dirigía hacia mí.

—¿Qué está pasando? —oí gritar a Violette, y luego salté sobre la borda

del barco y me sumergí a bucear en las gélidas aguas bajo el bote.

Nadé con movimientos decididos hacia la orilla. Si era el campeón,

definitivamente no me había hecho más fuerte ni una pizca. Estaba

cansada y débil, pero el pánico me movía rápidamente por el agua. Di las

gracias a mi buena estrella de que ya era una buena nadadora cuando

era humana.

Cuando era humana. Mi pecho se contrajo, y vacilé en mi brazada. Soy

un monstruo. No, eres una revenant, corregí, instando a mi cuerpo a

avanzar.

Oí un chapoteo en el agua detrás de mí. Y luego otro. Supuse que los

guardias numa me perseguían, pero no me tomé el tiempo para mirar

hacia atrás. Luchaba con el agua, los músculos me ardían de dolor,

dirigiéndome directamente a la orilla del río.

De repente, alguien más estaba en mi cabeza. Gaspard.

Kate, estoy guiando a los demás hasta el punto en el que arribaras a tierra.

Los numa alcanzarán tierra antes de que los parientes lleguen hasta ti.

Tendrás que luchar.

—¿Puedes ver el futuro y decirme si voy a ganar? —pregunté, luchando

por mantener mi velocidad.

No, no puedo ver eso.

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Unos minutos más y mis pies tocaron el suelo. Me levanté del agua en la

orilla. No había edificios alrededor, así que tenía que estar cerca de uno

de los parques nacionales fuera de los límites de la ciudad de París. —

Nadie que me vea. No hay nadie a quien llamar en busca de ayuda —

pensé—. Soy solo yo contra los numa.

Sin mirar atrás, avancé a trompicones, mis ropas anegadas goteaban,

dejando un rastro de agua ensangrentada detrás de mí. Busqué algo que

pudiera usar como arma. Agarré una rama de un árbol roto,

arrancándola y despojándola de sus ramas lo más rápido que podía. Era

casi del mismo tamaño que el bastón con que me entrené con Gaspard,

aunque un poco más pesada.

Me volví hacia el río y estuve confusa por un momento. Los dos hombres

que nadaban en el agua tenían el mismo halo de luz brillante rojo

espeluznante a su alrededor igual que en el barco. Pero ahora que

estaban más lejos, el rojo estaba iluminando el agua como una mancha

de tinta bajo de ellos y salía verticalmente al aire como un faro.

Parpadeé. La luz disminuyó mientras mis ojos estaban cerrados, pero las

llamaradas regresaron cuando me concentré en ellos de nuevo. Al

acercarse, la luz se hace más tenue, hasta que estuvieron sobre mí, al

ataque fuera del agua, y el faro desapareció, dejando solo los brumosos

halos rojos.

No tuve tiempo para considerar lo que significaba la ilusión óptica

extraña en esos momentos. Gaspard fue pertinente al avisarme: están

tan cerca que si me quedo, me van a coger rápidamente. Y no tengo ni

idea de dónde estoy. Sin sentido de orientación. Sería demasiado fácil

para mí perderme tratando de encontrar una manera de salir del bosque.

Solo cinco segundos pasaron entre el momento en que me armé y el

momento en que estuvieron sobre mí, y pasé en un instante de estar

desconcertada a mantenerlos a raya.

Traté de elaborar estrategias mientras los veía acercarse. El pánico me

envolvió cuando vi sus formas pesadas y me di cuenta de que no tenía

idea de cómo enfrentar a dos numa a la vez… solo con un garrote.

No pienses, solo actúa, me digo a mí misma. Respiré profundamente y

traté de ponerme en la zona, el estado de ánimo que he aprendido a sentir

después de meses de entrenamiento de lucha con Gaspard.

No tuve tiempo para concentrarme. Mis dedos estaban sangrando, y un

trozo de madera estaba atascado dolorosamente bajo mi uña. Pero el

dolor me ayudó a concentrarme. Tambaleándome ligeramente por el peso

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de la rama, que alcé para aplastarla contra el hombro del primer numa

que osara ponerse en contacto conmigo.

Él no estaba listo para el golpe. Atrapado fuera de balance, se tropezó y

cayó pesadamente sobre un hombro, gritando de dolor mientras se

dislocaba.

El segundo de mis atacantes estaba sobre mí, y me columpié torpemente

de nuevo sin utilizar un equipo tan pesado. Le lancé un golpe rasante,

golpeándolo en las espinillas, pero estaba mejor preparado que su

pariente. Aunque se tambaleaba, mantenía el equilibrio. Se lanzó sobre

mí y salté a un lado. Dejando marcas en el suelo, se volteó y me atacó de

nuevo.

Mi enemigo caído estaba de nuevo de pie. Tenía dos numa atacándome a

la vez, pero estaba lista, sentía el ritmo de la lucha ahora. Todo lo que

aprendí regresaba a ayudarme, y yo estaba en control.

Esperé, equilibrando el palo horizontal con ambas manos, mirando al

atacante frente a mí. Parecía que los numa no tenían ninguna estrategia

aparte de atacarme de forma individual. Como Gaspard explicó, una de

las mayores debilidades de los numa es la anarquía en la guerra. A menos

que ellos trabajen bajo un líder fuerte, cada numa ve por sí mismo. Hay

que aprovechar eso y centrarse en uno a la vez.

Mi enemigo rugió y corrió hacia mí, y lo golpeé de lleno en el hombro con

el extremo romo del palo. Mientras caía de espaldas, vi al otro numa

atacarme desde atrás. Halando la punta de la vara con fuerza hacia atrás,

debajo del brazo, esperé hasta que estuvo a un metro de mí y se lo clavé

en el pecho.

¡Oh, mi Dios! Sentía pasar la madera a través de la carne, y me sentía

enferma, mi garganta contrayéndose en una reacción del todo demasiado

humana. No pienses en eso, me insto a mí misma. Si me tomo el tiempo

para sentir, estoy muerta. De nuevo.

Los ojos del numa se abrieron con sorpresa y dejó escapar un grito que

era más como un gemido cuando coloqué ambas manos alrededor de la

vara que sobresalía de su pecho. Tiré hacia atrás del bastón, y cayó al

suelo.

Trayendo el sangriento desenlace, y volviéndome a mi oponente a mis

espaldas, oscilé la vara a la altura de su cabeza. Puso distancia y agarró

la vara con las dos manos, tirando de mi agarre. Pero sus manos se

deslizaban en la sangre que lo cubría y, torpemente, soltó la vara que cae

al suelo. Estaba demasiado cerca para que se agachara y evitara que lo

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golpeara. Furioso, rugió. Elevó los puños y retrocedió su brazo para

golpearme. Golpeé primero, inclinándome hacia mi izquierda, por debajo

de la trayectoria de su golpe, y lo pateé con el pie derecho, plantándoselo

de lleno en el pecho. Se tambaleó un paso atrás, pero arremetió por abajo

y fue capaz de agarrar el bastón improvisadamente.

Balanceándolo como un bate de béisbol, me golpeó con fuerza en mi

espalda, enviándome hacia adelante. Cuando mi cara golpeó con el

suelo, sentí que mi mejilla se oprimía contra el polvo y las rocas que se

encontraban allí, sangrando e incapaz de respirar. Me empujé con mis

manos y rodillas, jadeando y ahogándome y escupiendo tierra y sangre.

Me quedé sin aire y vi las estrellas, y me pregunté cuánto tiempo tenía

antes de desmayarme. Percibí al numa detrás de mí, y gateé, tratando de

escapar. Él me cogió por el pelo, agarrando mi cabello húmedo y

desordenado con una mano, y utilizándolo para ponerme de pie. Con la

otra sostuvo la afilada punta de la vara en mi cara

Con la expresión de que iba a disfrutar inmensamente lo que estaba a

punto de hacer, tiró de mí cabeza hacia atrás a la punta de la vara,

haciéndolo algo personal. En la fracción de segundo antes de morir, vi el

rostro de Vincent delante de mí una vez más. Estaba en el muelle del

Siena, de pie en el sol, con las manos metidas en los bolsillos de jean, y

me daba esa sonrisa torcida que ahora sé que significa —te amo—. Yo

también te amo, pensé, y mi miedo desapareció y sorbí una última

bocanada de aire.

Pero antes de que el juego terminara, oí un ruido y el numa cayó a un

lado, aterrizando pesadamente en el suelo. Se retorció una vez, pero la

flecha alojada en su sien lo mató antes incluso de caer.

—Kate —Vincent me llamó, y luego me apretó contra él con tanta fuerza

que podía sentir el latido de su corazón contra mi pecho. Jadeando, me

apoyé en él, dejando que soportara todo mi peso. Me deleité en el hecho

de que él estaba aquí. Finalmente, se relajó y arregló mi pelo mojado y

desgreñado de mi rostro para poder verme. Sacudió la tierra y la sangre

de mi rostro con sus dedos. La emoción en sus ojos hacía que mis propias

lágrimas nublaran mi vista.

—Estás viva —finalmente se las arregló para decir.

—No realmente —respondí, mi pecho aún agitado por el esfuerzo, y luego

no pude decir nada más porque él estaba rodeando mis hombros con sus

brazos, tirando de mí hacia él.

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—No que me gustaría volverlo a ver —dijo. Y tomó mi cara con sus manos

y me besó.

Fue tierno. Profundo. Era mi primer beso en mi nueva encarnación…

desde que mi corazón se detuvo y comenzó de nuevo. Era una no muerta,

y sin embargo, Vincent me estaba besando, y mis temores de que él no

me quisiera de esta manera, que esto de alguna manera cambiaría la

forma en la que se sentía por mí, se disipara.

Le devolví el beso, dejando a un lado el resto de mis miedos y dudas y

tristezas sobre lo que se ha perdido y me abandoné al placer de tocarlo

de nuevo.

Apartándome de Vincent, volteé a ver a Charlotte, que estaba cerca con

un arco en la mano y una sonrisa pícara en su rostro. Ella estaba

brillando. No solo en una manera feliz, el aire alrededor de su cuerpo

estaba realmente brillando de un dorado rojizo, y alrededor de la cabeza

estaba el halo de la Bardia, un aura como un incendio forestal, como

Gwenhaël había expresado

Miré hacia Vincent. Es lo mismo, aureola dorada y el aire alrededor de su

cuerpo brilla como llamas.

Así es como me veo ahora, pienso con asombro, y me pregunto si alguna

vez me voy a acostumbrar a ver a mis amigos y mis enemigos brillando

rezumando niebla roja.

Es decir… si vivo lo suficiente. Recordé que, una vez logrado mi objetivo

inmediato de escapar, todavía estábamos en medio de una guerra numa-

bardia. Violette no iba a dejarme brincar fuera de esto sin vengarse. Va a

tratar de hacerme volver, pienso con una punzada de ira.

Charlotte anunció:

—Perdón por interrumpirlos a los dos, pero el barco de Violette se ha ido

y los demás nos están esperando para volver a los coches.

Vincent asintió en su dirección, y luego me jaló para darme un último

beso. Se quitó el abrigo, lo envolvió alrededor de mí y sacó su teléfono. Le

dijo a alguien que estábamos en el camino, y les dio instrucciones para

recoger los cuerpos de los numa y quemarlos.

Charlotte tomó mi mano.

—Sé que ahora no es el momento para hablar de esto. Y vas a tener todo

tipo de decisiones que tomar y cosas que averiguar, pero… —las lágrimas

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llegaron a sus ojos y dejó caer su arco y lanza poniendo sus brazos

alrededor de mí—. Bienvenida a la familia.

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Capítulo 40 Traducido por Karou!

Corregido por Marce Doyle*

uatro vehículos nos esperaban mientras caminábamos del claro

hacia la carretera. Se trataba de una ambulancia. Cuando nos

acercamos, dos revenants en uniformes de paramédico llevaban

una camilla de espaldas y de cabeza al bosque en la dirección

que veníamos.

—Estamos tomando las ambulancias de todas partes donde vamos ahora

—comentó Vincent, asintiendo con la cabeza a ellos cuando nos

pasaron—. No hay cuerpos numa quedando atrás. Estamos tratando de

limpiar la ciudad.

—¿Cómo va eso? —pregunté. Yo sé que él estaba tratando de hacer

conversación para no tener que hablar de cosas. Ya sea porque no estaba

listo o porque creía que no estaba lista, o porque había otros nada más,

no estaba segura. Pero no me importaba jugar a largo, ya que en realidad

estaba muriendo por saber lo que pasó mientras yo no estaba.

—No muy bien —respondió—. Tendimos una emboscada a algunos de

ellos en las residencias de JB, pero se corrió la voz rápidamente y

evacuaron el resto. Ahora es como si estuviésemos empezando desde

cero, sin tener idea de dónde buscar.

—La violencia en la ciudad está empeorando día a día —intervino

Charlotte—. De acuerdo con las conexiones de JB con la policía, desde

que Violette dejó La Maison y se convirtió en jefe de los numa a tiempo

completo, los suicidios se han triplicado con creces, los informes de

abuso de menores y los conflictos internos se han disparado, y los

suburbios se han disparado con la violencia de las pandillas. El

incremento de numas en la ciudad, más incidentes que reportan

crímenes violentos. No podemos ni siquiera empezar a seguir el ritmo.

—¿Y han estado gastando su tiempo en mi busca? —le pregunté,

horrorizada.

—Por supuesto —dijo Charlotte, como si eso no hiciera falta decirlo. Ella

caminaba por delante, dejándonos a Vincent y a mi solos.

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Hizo una pausa, mirando al suelo por un momento.

—¿Tú sabes que Bran te identificó como el Campeón?

Asentí con la cabeza.

—Tiene sentido —dijo, con los ojos mostrando preocupación mezclada

con algo que no podía identificar. ¿Es miedo? Él envolvió un brazo

firmemente alrededor de mis hombros, una vez que llegamos a los coches.

Ambrose y Genevieve saltaron y me envolvieron en un abrazo sándwich.

—Casi me das miedo a causa de mi ingenio, Katie-Lou —dijo Ambrose.

Se inclinó hacia atrás y me echó un vistazo. Miré hacia abajo y vi cómo

me semblante. Cubierta de sangre, mía y del numa, manchada de barro,

manchas oscuras en la ropa, que incluso al nadar a través del rio no logré

lavar, un cuchillo recortaba a través de mi camiseta. Levanté mis manos,

donde mi uñas, que ya no tienen por debajo secas costras de sangre,

resumían sangre fresca.

—Chica zombi —concluyó—. Solo un Campeón podía llevarlo a cabo.

—Será mejor que tengas cuidado, Ambrose. Yo podría freírte con mis

rayos oculares si me haces enojar —dije.

Él me miró con duda.

—¿Puedes hacer eso?

—Honestamente —admití— no tengo idea de lo que puedo hacer. —Forcé

una risa, y Ambrose me apretó contra él de nuevo.

—Vas a estar bien, hermanita —murmuró, y cuidadosamente me metió

en el asiento trasero.

Vincent había estado dando instrucciones al conductor del primer coche,

y ahora regresaba y decía:

—¡Vamos! —Se instaló junto a mí mientras Ambrose tomaba el volante.

—Voy a ir con los demás —dijo Charlotte cuando Genevieve subió en el

asiento delantero. Noté que los ojos de Ambrose seguían a Charlotte

mientras trotaba al coche delante del nuestro y saltaba dentro. Apretando

su mandíbula, disparó nuestro motor e hizo girar el coche a la carretera,

haciendo un ilegal cambio de sentido a la cabeza en la dirección opuesta.

—¿Subida de esteroides? —preguntó Vincent secamente.

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Ambrose levantó sus manos en negación.

—Este cuerpo es cien por ciento natural.

—Las manos en el volante —picó Genevieve.

—Gracias, mamá —replicó Ambrose—. ¿Sabes exactamente cuánto

tiempo he estado conduciendo?

—Vaya. Es fantástico estar de regreso —traté de bromear.

Vincent se inclinó y me susurró:

—¿Cómo te sientes?

—Estoy bien —le dije, y luego me di cuenta de que no lo estaba. Había

estado tratando de mantenerme entera durante tanto tiempo, para

mantenerme a salvo... para escapar de Violette. Me había dejado yo la

razón por lo que pasó, pero no podía darme el lujo de dejar lo que sentía.

Pero ahora que estaba fuera de peligro y bajo la protección de mis

amigos… mi familia…

De repente me sentí abrumada por los acontecimientos de los últimos

días y empecé a temblar. Vincent me llevó a sus brazos y me sostuvo con

seguridad. Después de unos minutos, mis temblores se calmaron, pero

mis dientes castañeaban y las lágrimas corrían por mis mejillas.

Genevieve se volvió hacia mí y colocó una mano firme sobre mi rodilla.

—La mayoría de nosotros necesitamos un tiempo para luchar a brazo

partido con nuestra nueva existencia —dijo, con la voz llena de

compasión—. Normalmente, tendrías tiempo para aclimatarte a

convertirte en un revenant antes de ser lanzada en medio de las cosas.

Yo grité por dos semanas después de que Jean-Baptiste me encontró y

me ayudó a motivarme. Y pasaron meses antes de que estuviera

mentalmente preparada para enfrentarme a mi destino.

—¿Asumo que Violette no me permitirá un momento para hacer frente a

mi reciente inmortalidad? —pregunté.

—No —dijo Vincent—. Nos dimos cuenta de que la única razón por la que

ha pospuesto un ataque directo a nosotros es porque quería la primera

potencia del Campeón. Ahora que se ha escapado de ella, no va a esperar

mucho tiempo para hacer su movimiento.

Él no quería decirlo. Llamarme a mí el Campeón. Eso es de lo que se

trataba la mirada de miedo. Vincent no quería pensar en mí de esa

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manera. No quiero pensar en mí de esa manera. Es muy extraño, y ni

siquiera sabía lo que significaba. Me sentía como una parte desprendida

de una granada a punto de explotar, pero que no tiene idea si iba a

fracasar o a explotar todo en los alrededores.

—¿Estamos listos? —le pregunté, obligando a que el asunto vaya a la

parte posterior de mi cabeza.

—Nuestra primera prioridad era encontrarte —dijo Vincent—. Ahora que

estás a salvo… —su voz sujetó la última palabra—. Ahora que estás con

nosotros, vamos a planear nuestro próximo movimiento.

Incliné mi cabeza contra el asiento, agobiada por el alcance de lo que está

por delante.

—Tenemos que proteger a mis abuelos y a Georgia —dije—. Van a ser los

primeros a los que Violette pasara después, ahora que he escapado.

—Ellos ya están en La Maison —dijo Ambrose, mirándome en el espejo

retrovisor—. Charlotte y yo los llevamos allí desde el Crillon. Además de

volver a su apartamento para tomar las cosas que necesitaban, no han

salido de nuestra casa.

No había dudado de que Vincent se hiciera cargo de mi familia, pero

sentía un gran alivio saber que estaban a salvo en el interior de las

paredes de la Bardia. Y entonces se me ocurrió algo, y mi estómago se

hizo un nudo.

—¿Saben ellos… sobre mí?

Vincent tomó mi mano y frotó sus dedos hacia arriba y abajo de mi palma.

—Yo les dije.

Las lágrimas vinieron a mis ojos, y tiré de mi mano de la de Vincent para

secarlas.

—¿Cómo... qué hicieron? —le pedí, rompiendo mi voz.

Los ojos de Vincent se encontraron con los de Ambrose en el espejo.

—Después de sacar a tus abuelos fuera, volví a la habitación del hotel —

explicó Ambrose—. Vincent había sido maltratado y golpeado hasta

quedar inconsciente, y Violette y todos sus numa habían dejado su

cuerpo. Yo lo colé fuera del hotel y devuelta a casa. Cuando volvió en sí,

nos dijo lo que había sucedido.

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—Cuando Bran escuchó la historia —dijo Vincent— se fue de apoplejía y

confesó que había sabido que tú deseabas convertirte en el Campeón. Ya

tenías el aura “estrella de fuego”, y era tan brillante que ni siquiera podía

mirarte directamente.

—Pasé de pensar que estabas muerta al ser informado de que, no solo

eras no solo una revenant, sino el Campeón, en cuestión de minutos —

dijo Vincent, bajando la voz—. Pasé del luto por ti… al alivio de que no te

habías ido para siempre… a darme cuenta de que esto significaba que

estabas por ahí, en alguna parte, preparada para otra muerte por

Violette. Si yo no hubiera tenido que mantener mi ingenio junto y

organizar tu búsqueda, me habría vuelto loco.

—Él estaba en gran shock —Ambrose intervino como si la historia de

Vincent necesitase apoyo—. Conozco al hombre desde casi un siglo y

nunca lo he visto tan fuera de sí. Arthur y yo en realidad tuvimos que

detenerlo para que no cazara a Violette por sí mismo.

Durante unos minutos, el único sonido fue el de los neumáticos contra

el asfalto.

—Yo di la noticia a tus abuelos —Vincent dijo finalmente—. Y como yo,

colgaban de la esperanza de que habías sobrevivido.

Estaba pensando en el dolor de mi familia. Yo cerré los ojos y descansé

mi cabeza en el hombro de Vincent.

Ambrose se hizo cargo de la historia.

—JB apareció un par de días más tarde, diciendo que había un revenant

loco diciendo algo de una luz como nada que jamás había visto visible

todo el camino desde Normandía.

—Así es como estuvimos seguros de que estabas con vida —dice

Vincent—. Teníamos la esperanza de que pudiéramos encontrarte antes

que Violette te destruyera. Kate, tus abuelos solo van a estar alegres de

verte de nuevo. No hay que preocuparse de nada más.

—Voy a llamar ahora. —Genevieve sacó su teléfono.

—No puedo... no puedo hablar con ellos —tartamudeé—. No en el

teléfono.

—No te preocupes —dijo Genevieve—. Voy a darle a Jeanne la noticia.

Eso probablemente será más fácil para ellos. —Ella hizo la llamada y oí

la respuesta del ama de llaves.

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—Tenemos a Kate —dijo Genevieve—. Ella está viva. Y... —hizo una

pausa, considerando cómo decirlo—. Es uno de los nuestros.

Oí el sonido de alivio de Jeanne explotar desde el otro extremo de la línea

en un revoltijo de sílabas francesas emocionantes, antes de que colgara.

—¿Podemos poner un poco de música? —preguntó Vincent. Ambrose

cambió la radio, reposicionó los espejos retrovisores y Genevieve se dio la

vuelta para darnos privacidad.

Pusimos la cabeza contra el asiento de atrás y nos miramos el uno al

otro. Ninguno quería ser el primero en hablar.

Mirando hacia abajo, Vincent tomó un poco de barro seco de mi mano

con la uña y dijo:

—Aunque esto no es lo que yo quería para ti, es mejor que la alternativa.

Tú siendo inmortal es mejor que tú estando muertta.

—Lo sé —le respondí, cerrando los ojos y exhalando profundamente.

Cuando los abrí, su rostro estaba al lado del mío. Sus dedos acariciaron

mi pelo mojado, alisándolo hacia abajo—. No vamos a hablar de eso ahora

—le susurré—. Si sobrevivimos estas próximas semanas, vamos a tener

todo el tiempo que queramos para entender todo esto.

Él asintió con la cabeza. Inclinándose hacia adelante, besó mis mejillas,

mi frente, mis ojos, mis labios.

—Mon Kate, qui était à moi, qui n'est plus à moi —susurró mientras me

besaba. Y luego dijo en español—: Mi Kate, que era mía, que ya no es mía

—él cansadamente se frotó los ojos inyectados en sangre—. Porque ahora

perteneces a la suerte.

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Capítulo 41 Traducido por kensha y QueenDelC

Corregido SOS por Miss_ale

ientras manejábamos a París, el cielo cambió de rojo a

melón. Rayos rojos delgados aparecieron en medio de las

luces blancas de la ciudad que comenzaba a parpadear a

medida que se acercaba el crepúsculo. Parecían como

láseres apuntando a las nubes, y me pregunté si el carnaval

había regresado a los Jardines de la Tullerias.

Volteamos en la esquina y apareció el río Sena, y al verlo, mis latidos se

estabilizaron como lo hacían cada vez que lo veo. Era como una bandera

azul de continuidad para mí, simbolizando el flujo continuo de tiempo en

una ciudad eterna. Aliviada, tomé la mano de Vincent en la mía y cerré

mis ojos hasta que llegamos a La Maison.

Las puertas fueron abiertas, y vi tres figuras asentadas en el lado de la

fuente. Estuvieron parados mientras conducimos hacia el patio y salté

del auto a sus brazos.

—Oh, Katya —dijo Mamie, me tiró hacia ella y envolvió sus brazos

alrededor de mi cuello.

—Princesse —dijo Papy, rodeándonos a las dos en un abrazo.

—¿Estás bien? —preguntó Mamie, sus ojos escrutando mi rostro.

—Estoy bien, Mamie. Solo tuve una pelea con un par de numa. Pero gané

—dije, intentando poner una sonrisa en mi rostro.

—Estábamos muy preocupados, Kate —exclamó Papy, y algo atascó su

garganta. Con una rigidez que suena antinatural para él, dijo—: Nada

importa salvo el hecho de que estás aquí ahora. —Suena como algo que

ha practicado. Como si quisiera convencerse a sí mismo mientras dice

las palabras.

Vi su angustia. Me abrazó, a la vieja Kate, mientras él retrocedía ante la

idea de abrazar a la nueva yo. La muerta viviente de mí. No lo culpaba.

Esperaba que ambos fuéramos capaces de acostumbrarnos con el

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tiempo. Si tenemos el tiempo, pensé, recordando que íbamos a la guerra

y nada era seguro.

Georgia se quedó quieta hasta que mis abuelos me dejaron ir. Tenía los

ojos hinchados y rojos, y parecía que no había dormido en días.

—Kate —murmuró. Después de ver a Papy apenado, me rompió el

corazón ver a mi hermana así.

—No pareces diferente —dijo tímidamente tocando mis mejillas con sus

dedos—. Y nunca jamás lucirás diferente, incluso cuando seas vieja.

Incluso cuando esté muerta. —Sonrió tristemente—. No sé por qué estoy

llorando. Debería estar animando: “¡Hurra, no morirás!”

Giró su dedo sin entusiasmo en un círculo de celebración.

—Eres inmortal, por el amor de Dios.

—No si Violette tiene que ver algo en esto —respondí.

Me estudió por un momento, y entonces vi una chispa de vida destellando

detrás de sus ojos verdes pálidos.

—Ella obviamente no había visto nuestra habilidad en la lucha de

espadas —dijo, sonriendo con esfuerzo—. Vamos a tener que patearle

su trasero. —Y tomando mi mano, me llevó dentro de la casa.

Vincent nos siguió, caminando al lado de mis abuelos. Jeanne esperó

dentro del vestíbulo. Secándose sus lágrimas, me dio un abrazo y luego

nos movimos hacia la sala de estar.

—Jean-Baptiste y Gaspard están esperándote —dijo, y luego, mirando

hacia Vincent, añadió—: Saldrán justo después.

Mi abuela y mi abuelo se detuvieron, inseguros de si estaban invitados a

unirse a la reunión, pero pude decir que no querían alejarse de mi lado.

—Vengan conmigo —dije. Jean-Baptiste se puso de pie mientras

entramos, y era raro verlo actuar como un invitado en su propia casa.

Hola, Kate, dijo Gaspard.

—Hola —respondí en voz alta, para el beneficio de los demás.

Incluso si no lo podía verlo antes de tiempo, sabía que ibas a ganar contra

esos brutos, dijo con orgullo.

—Gracias a tu formación —dije—, y a Charlotte apareció en el momento

adecuado.

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Jean-Baptiste me dio los bises y puso sus manos sobre mis hombros

mientras me inspeccionaba.

—Te ves igual. Los ojos, pómulos, labios y el cabello —dijo, negando un

poco cuando su mirada alcanzó mi desastroso cabello lleno de sangre,

lodo y agua de río—. Ninguno de ellos ha sido alterado. Ser uno de

nosotros no te ha cambiado un poco. Increíble.

—¿Por qué cambiaría Kate? —dijo Vincent, sonriendo—. Estaba listo para

seguirla hasta los confines de la tierra cuando era humana. Ella no

necesitaba nada más para convencer a la humanidad en arriesgar sus

vidas en sus manos.

Ahora que la conversación giraba en torno a lo sobrenatural, miré a mis

abuelos para medir su reacción. Papy me miraba con nostalgia en la

puerta, y Mamie estaba inquieta y lucía extremadamente incómoda.

Georgia levantó una ceja hacia mí. Podía decir que ella también sentía

que esta conversación no estaba siendo nada fácil para mi familia.

—Así que —dijo el viejo revenant—, nuestra propia Kate es la Campeona.

Cuando vi la luz que emitías desde esa casa flotante, sabía que algo

especial estaba sucediendo. Imagina mi sorpresa que fuiste tú, mi

querida. Estabas en mis narices todo este tiempo, y aun así creí que

Vincent era el elegido. —Se inclinó más cerca de mí y me tocó la mejilla.

—Todo tiene sentido en retrospectiva —continuó—, al menos ahora

puedo perdonarme por dejarte meter a la casa el día que lo descubriste

que Vincent estaba inactivo. Ser persuadido por la campeona… bueno,

puedo superarlo.

—Tomaré eso como un cumplido y no una humillación, Jean-Baptiste —

dije, sonriendo.

—Eso hace una cosa que puedo perdonar por mí mismo —admití, una

sombra cae sobre su rostro—. Mis parientes tienen mucho más que

perdonar. Lo cual es mi señal para irme. ¿Nos vamos, Gaspard?

—Nunca te pedimos que te fueras —dijo Vincent, bloqueando la puerta

—Lo sé —respondió Jean-Baptiste. Tomó su bastón de un paragüero y

golpeó ligeramente la pierna de Vincent con él. Vincent dudó y luego se

hizo a un lado. JB caminó hacia el vestíbulo y se detuvo sobre el colosal

candelabro.

—Pero yo no debería estar aquí —continuó el exlíder de los bardia—, en

la mitad de una guerra en blanco y negro, diluyendo el lado bueno con

mi gris. El hecho de que mis intenciones eran buenas no perdona el

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pecado que cometí para ganar la protección de los míos. Y al final, no

salió nada bueno. Gaspard y yo nos tenemos que ir. Au revoir —dijo, y

salió por la puerta.

Esto se sentía mal. Vincent no quería que se fueran, y tampoco yo.

—Esperen —grité.

Jean-Baptiste titubeó.

—Quiero que te quedes —dije. Se dio la vuelta y me miró—. No estoy de

acuerdo con que lo mejor para los tuyos es que te marches —continué—

. Has sido su líder por siglos, y ahora ellos… —titubeé y luego, tomando

la mano de Vincent, continúo:

—Estamos enfrentándonos a un gran peligro. Quédense y ayúdanos.

—Mi niña, ¿no me has estado escuchando? —dijo Jean-Baptiste con

tristeza. Con un dedo, ajustó la corbata a su cuello, como si de repente

estuviera apretada—. Con lo que he hecho, es mejor no llevar a los míos

a la batalla.

—Tú no tienes que llevarlos —intervino Vincent, soltando mi mano y

dando un paso hacia JB—. Me nombraste líder y acepté el papel. Pero

solo porque no estás liderando no significa que no puedas quedarte y

estar de nuestro lado contra Violette. Quiero que te quedes. Queremos

que te quedes.

La pose rígida de Jean-Baptiste se aflojó un poco, y suspirando, se acercó

y puso su mano sobre el brazo de Vincent.

—Hijo mío, lo voy a tomar en cuenta. Dame una hora o dos para pensar

las cosas.

Vincent asintió solemnemente y Jean-Baptiste se dio la vuelta y salió por

la puerta.

À bientôt, me dijo Gaspard.

—Espero verte pronto —respondí. Vincent cerró la puerta y me di la

vuelta para enfrentarme a mi familia.

Mi hermana arrugó la nariz.

—¿Qué pasa, Georgia? —pregunté.

—No quiero arruinar la gravedad del momento, ni nada, pero… —hizo

una pausa y miró a mis abuelos, preparándose para su desaprobación—

. Si no tomas una ducha lo antes posible puede que vomite. Esencia de

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zombi no es un buen aroma para ti. —Traté de no reírme y termino

soltando una clase de hipo, y finalmente Georgia comienza a sonreír.

Papy negó con la cabeza. Y de repente, en lugar de mi fuerte y capaz

abuelo, estaba un viejo cansado. Me dio un abrazo, dándome palmaditas

en la espalda, y luego se separó.

—Te quiero, Kate, y estoy increíblemente aliviado de que no te hayas ido

para siempre. Pero no puedo hablar sobre lo que te ha sucedido, o lo que

sucederá. Tendrás que disculparme. Dame tiempo.

—Vamos a la biblioteca, Papy —dijo Georgia, y poniendo un brazo sobre

sus hombros, lo llevó escaleras arriba.

Mamie esperó a que se hubieran ido antes de hablar. Tocando mi rostro

con gentileza, como para asegurarse a sí misma que de verdad estoy ahí,

dijo:

—Lo único que quiero hacer ahora es llevarte a casa, cerrar las puertas

y quedarnos adentro las próximas semanas protegiéndote del mundo.

Pero me doy cuenta de que ya no es nuestra realidad. Ni siquiera

podemos ir a casa. De hecho, por lo que Bran nos contó, tú serás quien

nos proteja a todos.

—Mamie, prometo no hacer nada que no sea necesariamente…

—Shh, Katya. Detente ahí. —Me dirigió una mirada triste—. Como tu

Papy, tampoco sé qué pensar. La idea de que estés en peligro es algo que

no puedo enfrentar. Pero necesitas saber que te apoyamos y te amamos

igual que lo hacíamos antes. Ya hablaremos los detalles después.

Me dio un firme beso en mi mejilla antes de soltarme.

—Jeanne me prometió un té —dijo simplemente, y se dirigió hacia la

puerta que daba al pasillo trasero.

—¿Estás bien? —preguntó Vincent, ahora que estábamos solos. Estaba

siendo demasiado cuidadoso, esperando a que yo hiciera un movimiento.

Esperando ver qué quería.

Alargué mi mano y lo saqué del amplio vestíbulo hacia la privacidad de

la salita y cerré la puerta detrás de nosotros.

Acarició mi cabello enmarañado con sus dedos y me miró de arriba abajo.

—Charlotte está juntando a todos para una reunión, y ambos

necesitamos estar ahí. No es que no piense que te ves hermosa llena de

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lodo —dijo, sonriendo—, pero… antes de que veas a todos, puede que

quieras tomar esa ducha que sugirió tu hermana.

—¿Por la esencia de zombi? —pregunté con una sonrisa.

—En realidad hueles bien —dijo, sonriendo ampliamente—. Más como

una esencia de agua de río.

—¿Tengo tiempo para una ducha? —pregunté, acercándolo hasta que su

rostro quedó a centímetros del mío.

—Un poco —respondió.

—¿Cuánto tiempo? —pregunté.

Tragué saliva.

—Lo suficiente para una ducha. No el suficiente para hacer lo que tienes

en mente —respondió con voz ronca.

—Diez minutos —dije—. Solo hay que tomarnos diez minutos.

Miró mis labios y cerró sus ojos con fuerza. Cuando los abrió, su

expresión era de anhelo.

—Kate, no quiero diez minutos. Diez minutos no son suficientes. Quiero

días. Si comenzamos algo ahora, no voy a querer parar. Tendrán que

sacarme arrastrando de tu cama para ir a la guerra.

—¿Un beso, entonces? —Antes de que pudiera terminar, sus labios

presionaron los míos. Sostuve su cabeza con mis manos y lo besé como

tanto lo había anhelado.

Perdí el sentido de mí misma. Perdí la noción del tiempo. Todo lo que

existía éramos Vincent y yo, y la experiencia de amarnos el uno al otro.

Con los ojos cerrados, renuncié a la vista para incrementar el sentido del

tacto. Con los ojos abiertos, miré dentro de los pozos azules coloreados

con dorado. Con los ojos cerrados, la presión de su boca contra la mía

me consumía. Con los ojos abiertos, vi sus párpados cerrándose con

deseo. Con los ojos cerrados, sentí su firme cuerpo contra el mío,

sabiendo que el tiempo no era nuestro el día de hoy y preguntándonos

cuándo lo sería.

* * *

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Mientras mi bañera se llenaba con agua caliente, doblé los brazos sobre

mi pecho, abrazándome mientras paseaba en la circunferencia de la

habitación que Vincent me había preparado. Curioseé la colección de

objetos preciosos y admiré las pinturas hasta que comencé a ver un

patrón.

Una pintura del Pont des Arts. Un pequeño bote de remos rojo junto a

una Torre Eiffel de cristal. Un par de antiguos binoculares para ver la

ópera. Una vieja postal del Villefranche-sur-Mer. Una caja con cerillos del

restaurante donde comimos el almuerzo en Nueva York.

Me acerqué a una pequeña pintura cubista cerca de la ventana, casi del

tamaño de un libro de pasta gruesa. Me incliné para admirar la diminuta

escena refractada en un vaso depositado en la mesa de un café, y cuando

vi la firma, inhalé tan fuerte que me comenzó un ataque de tos: Vincent

colgó un Picasso en mi habitación.

Luego alcancé la antigua bañera y noté por primera vez que había un

florero enorme lleno con ramas de flores blancas acomodado en el suelo

junto a ella. Y de repente, mi cerebro registró el delicioso perfume que

había estado oliendo desde que entré a la habitación: lilas.

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Capítulo 42

Traducido por SOS Eva Masen-Pattinson y QueenDelC

Corregido SOS por Miss_ale

ntiendo lo que estás diciendo, pero no estoy de acuerdo dijo

Charlotte.

Vincent interrumpió.

—Según nuestras fuentes, docenas de numa han llegado a

París en las últimas veinticuatro horas. No tenemos idea de

donde se están reuniendo. Nuestras redadas en las propiedades de

alquiler de Jean-Batiste de hace dos días fueron un éxito al agarrar a

ocho numa. Pero esa pequeña victoria nos costó, ya que evacuaron

inmediatamente sus otros apartamentos. Ahora no tenemos idea de

dónde encontrarlos. Así que, si alguien tiene una sugerencia productiva

—miró a Charlotte, quien sostenía sus manos arriba en señal de

derrota—, por favor, siéntanse libres de decirlo.

No podía concentrarme. Me había estado sintiendo progresivamente más

fuerte mientras las horas pasaban, y lo último que mi cuerpo quería en

estos momentos era sentarse en una reunión larga. De hecho, tenía

ganas de trotar alrededor del vecindario. Lo cual era muy extraño para

mí.

Mis ojos se desviaron a la ventana de la biblioteca mientras Vincent y los

demás leían cuidadosamente un mapa de París extendido en una mesa.

No podía crear estrategias de todas maneras. No sabía nada sobre los

numa de París o de dónde habían sido vistos. Después de tratar de estar

interesada por media hora, mi cerebro se rindió y dejó que mis

pensamientos divagaran.

Vi a Ambrose sentado en un lado, obviamente distraído como yo. Pero su

mirada no estaba en la ventana. Genevieve estaba sentada en una mesa

en frente nuestro, tan hermosa como el primer día que la vi con Vincent

en La Palette, cabello largo rubio platinado, ojos tan claros que son casi

grises.

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Volví a ver a Ambrose y seguí su línea de visión hasta el objeto de su

atención: no era Genevieve, sino Charlotte, con su cabello largo color trigo

y mejillas rosadas. Se mordió su labio mientras dibujaba una línea en el

mapa de una marca a otra. Y lo vi encogerse cuando ella lo miró y luego,

con la misma atención, miró a cada persona alrededor de la mesa

mientras explicaba la estrategia.

Caminé para sentarme cerca de él.

—Luces un poco distraído, Ambrose —murmuré.

—Sí, bueno, no soy bueno planeando. Principalmente estoy aquí por los

músculos —respondió, logrando romper contacto visual con Charlotte.

Flexionó un bícep y parpadeó—. Solo me usan por mi cuerpo.

Me reí y quise abrazarlo, pero me controlé.

—Así que, es bueno tener de regreso a Genevieve y a Charlotte, ¿cierto?

Los ojos de Ambrose regresaron a Charlotte y asintió con la cabeza.

—Ha cambiado, ¿no es así? Me refiero a Charlotte.

—Eh, además de dejarse crecer su cabello, no parece haber cambiado

mucho a mi parecer —dije, tratando de no sonreír—. ¿Por qué?

—Es solo que parece tan… a cargo. Quiero decir, siempre ha estado

segura de sus actos, pero desde que está de vuelta pareciera tener más

confianza o algo. Y ahora que es la segunda de Vincent… Creo que

siempre he pensado en ella como una hermanita. Sabes, del tipo del cual

quieres cuidar y abrazar. Pero ahora que la veo trabajando con él y tomar

control… digo… la chica es feroz.

El rostro de Ambrose brilló con respeto y una clase de curiosa

admiración, y debí controlarme de saltar y animarlo por el hecho de lo

que acaba de ocurrir. Finalmente se había dado cuenta de lo que había

estado bajo sus narices. La cuestión es, ¿todavía siente ella lo mismo por

él?

Empujé su hombro con el mío y miré la habitación, sintiendo una

profunda alegría en saber que mi destino estaba atado irrevocablemente

a estas personas que quería. Una vez más, mi atención fue atraída por

una luz afuera de la ventana.

—¿Hay algún tipo de fiesta en el vecindario o algún Festival Francés en

este momento? —pregunté a Ambrose.

Su ceño se frunció.

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—No —dijo—, no que yo sepa. ¿Por qué?

—Es solo sigo viendo esas luces rojas. Como esa de ahí —señalé hacia la

ventana.

—No veo ninguna luz —dijo, entrecerrando los ojos al vidrio.

—Mira, ahí está de nuevo. Hay dos.

Lucía escéptico.

—Eh, no.

—Oh, vamos, Ambrose. Son como dos láseres señalando hacia el cielo,

justo al final de la cuadra. No me digas que no puedes verlas.

Ambrose tomó mi mano y me dirigió hacia la ventana.

—¿Dónde las ves?

—Justo allí —dije, señalando los dos obvios puntos de luz—. De hecho

son más grandes que láseres. Son como columnas del color de la flama…

—dije, mis palabras desvaneciéndose al tiempo que tenía un flashback a

la ribera. Las luces eran del mismo color a las que vi proyectándose de

los dos numa que me estaban persiguiendo. La luz que vi cuando estaban

cerca que desapareció cuando se acercaron.

Algo hizo conexión. Intensos poderes de percepción. ¿Podía ver algo que

otros no?

—¿No lo ves? —pregunté a Ambrose otra vez.

Él escaneó la oscuridad fuera de la ventana y luego me miró, preocupado.

—Creo que acabo de entender cómo podemos encontrar a los numa —

dije en dirección a la mesa y todos voltearon en mi dirección.

* * *

Diez minutos después, el grupo completo estaba afuera en la calle,

enfrentando a dos de los centinelas de Violette. Charlotte se paró frente

a ellos, su mano en la empuñadura de la espada escondida bajo su

abrigo.

—¿Qué están haciendo aquí? —preguntó.

Uno de los numa se atrevió a responder:

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—Vigilando —dijo con sencillez, sus ojos estrechándose mientras

alcanzaba a ver a Ambrose de pie detrás de Charlotte, ceñudo y luciendo

el doble de su ya alta estatura.

—¿Dónde está su líder ahora? —preguntó Vincent.

—Incluso si lo supiéramos, ¿por qué te lo diría? —respondió el numa.

—Porque puede que perdonemos sus inútiles vidas y los dejemos ir —

gruñó Ambrose.

—No lo harán —dijo el numa con insolencia, y él y su compañero sacaron

sus espadas con un suave movimiento.

Ambrose se paró frente a Charlotte.

—Tienen razón. No lo haré —dijo, y embistió su espada a través del pecho

del numa. Un segundo pasó antes de que cayera sin fuerza sobre el suelo.

El otro numa estaba abajo igual de rápido, y Vincent limpió su espada en

el abrigo del hombre antes de regresarla a su funda.

—Hay que quitarlos de la calle —dijo.

Me estremecí cuando Ambrose se pasó uno de los cuerpos sobre el

hombro. Dos bardia de los que nos acompañaban levantan el otro

cadáver entre ambos y se dirigieron a La Maison.

El peligro se había ido, me hice hacia atrás y los seguí. Pero sentí algo

fuera de sí. No era de los míos el matar numas sin provocación. Estaban

armados y querían pelear. Pero aún había un sentimiento de

incomodidad en la boca de mi estómago. No era lástima, era algo más.

Sin ser capaz de nombrar mi emoción, me concentré en Charlotte, quien

caminaba detrás de Ambrose.

—Sabes, hay algo que se llama retener a las personas para interrogarlas

—dijo ella cuidadosamente.

—Sí, mira, como que olvidé eso en el momento —respondió, dirigiéndole

una sonrisa de disculpa. Ella sacudió la cabeza con impaciencia y corrió

para alcanzar a Vincent, quien estaba abriendo las puertas.

Ambrose encontró mis ojos.

—Como dije, ¡es fiera! —dijo, sacudiendo la cabeza con asombro.

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Capítulo 43 Traducido por Lucach

Corregido SOS por Marce Doyle*

uestro grupo examinaba la ciudad desde el punto de vista de

la azotea de La Mansión. París me recordaba una vez más a

una gran dama. Esta noche esta dama llevaba un vestido de

terciopelo negro y perlas centellan desde las ventanas de los

edificios. Pero para mí, la vista era cortada por flameantes

líneas rojas. Algunas de nuestro lado del río parecían tan

gruesas como columnas, mientras que las más lejanas en dirección a

Montmartre eran tan delgadas como hilos de color carmesí.

—¿Cuántos ves? —Vincent estaba a mi lado tomando mi fría mano entre

la calidez de las suyas.

—Una gran cantidad.

—¿Como una docena? —preguntó.

—Como más de un centenar —le respondí. El silencio cayó sobre nuestro

pequeño grupo, cada uno estudiando el horizonte por algo que no pueden

ver.

—No están en un solo lugar —continué—. Hay un grupo en esa dirección

—dije, señalando hacia el barrio chino—. Otros más allá, en el otro lado

de la Bastilla. —Indiqué un bosque de haces rojos ahora a nuestro

oriente—. Más hacia Montmartre.

Vincent estudió el suelo a sus pies por un momento, y luego se volvió

hacia nuestro grupo.

—Necesitamos más bardias —dijo—. Si contamos a todos nuestros

familiares dentro y directamente en los alrededores de París, no somos

más de cuarenta. Podemos sorprenderlo en pequeños grupos de numas,

siempre y cuando no se reagrupen. Pero si lo hacen, estamos perdidos.

¿A quién más podemos pedir unirse a nosotros?

—Jean-Baptiste dijo que él y Gaspard se unirán a nosotros tan pronto

como Gaspard se reanime temprano esta mañana —dijo Arthur.

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—¿No necesita él tomar un tiempo para recuperarse? —pregunté.

—No —respondió Arthur—. Él no resultó herido en volant. Nosotros los

mayores estamos arriba y de pie prácticamente tan pronto como nos

despertamos. Son ustedes los novatos los que tienen más dificultades en

la mañana.

Arthur está en un buen estado de ánimo a pesar de nosotros estamos al

borde de la guerra, pensé, y me pregunté si es porque pronto podrá luchar

contra Violette, o algo más… como mi hermana, por ejemplo.

—Hice una llamada a nuestra parentela de Nueva York hace unas horas

—admitió Vincent, alcanzando de nuevo mi mano.

Levanté la vista sorprendido.

—¿Jules? —pregunté esperanzada.

—No, hablé con Theo Gold. Pero se suponía que debía transmitir el

mensaje. Solicité que Jules trajera un contingente tan pronto como fuera

posible.

Los demás asintieron dubitativos. En el tiempo que le tomaría a Jules

traer a un grupo desde Nueva York, la guerra ya podría haber terminado.

—Ha pasado más de una semana desde que hablé con Charles, y le he

dejado un millón de mensajes que le decían que lo necesitamos —dijo

Charlotte—. He intentado contactar con él otra vez hoy. No hay respuesta.

Él y su hippydippy en contacto-con-sus-sentimientos están

probablemente aún en las montañas, meditando con las hojas o algo así.

Voy a seguir intentando, pero nunca va a llegar a tiempo si no nos

comprometemos hoy. —Ella estaba tratando de sonar alegre, pero yo

sabía que ella quería a su hermano a su lado si había que ir a la batalla.

Vincent asintió.

—Bueno, voy a hacer un llamado a todos los revenants de Francia. Si

saben de alguien más en las proximidades, por favor póngase en

contacto. Esto va a pasar en las próximas veinticuatro horas. Si

esperamos más, sus fuerzas solo pueden aumentar y sus defensas

crecerán. Tenemos que atacar primero. Y vamos a empezar esta noche,

mientras todavía están dispersos y en pequeños grupos.

Las personas sacaron sus celulares mientras se dirigían a las escaleras.

Vincent puso sus brazos alrededor de mi cintura, presionó sus labios en

mi frente y se inclinó hacia atrás para mirarme a los ojos.

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—¿Vas a ser capaz de hacer esto? Ni siquiera necesitas luchar. Si solo

nos pudieras llevar hasta los grupos será suficiente.

—Aunque no lo creas, me muero por poco de acción. Me siento como si

pudiera correr un maratón.

—No me sorprendería en lo más mínimo —dijo Vincent, sus labios

curvándose en una sonrisa—. ¿Pero no te sientes débil? Ni siquiera tienes

un día de estar completamente reanimada.

—Me siento totalmente cableada —admití, rebotando sobre los dedos de

mis pies. Tomando su rostro con mis manos, me acerqué a él y lo besé.

—Sí. Me estoy sintiendo un poco del mismo modo —dice con una sonrisa

sexy—. Vamos a tratar de mantener ese pensamiento hasta derrotar a los

numa.

Nos besamos de nuevo y su expresión se volvió seria.

—Realmente no te quiero en el corazón de la acción, Kate. A pesar de que

eres fuerte, también eres novata. Y, sí, como un revenant eres difícil de

destruir. Pero no creo por un segundo que Violette haya renunciado a

capturarte. Eres su premio, y cada numa por ahí va a estar tratando de

llevarte de nuevo a su líder.

Asentí.

—Entiendo.

—El hecho de que eres el campeón no significa que tienes que actuar

como tal —dijo Vincent con la sombra de una sonrisa.

—La profecía dice que los voy a guiar a la victoria —bromeé.

—Guíanos hacia cada uno de los numa de París, yo diría que eso más

que califica como tal —Vincent concedió—. Pero la victoria se puede

medir de muchas maneras. Si alguno de nosotros va a sobrevivir esta

guerra no es algo del todo seguro. Quiero ver a mis parientes con

seguridad pasar sin la pérdida de la vida. Especialmente la tuya.

Brand me esperaba cuando bajamos de la trampilla.

—¡Kate! —El exclamó y extendió las manos como si quisiera abrazarme,

antes de cambiar de opinión y dejar caer los brazos a los costados. En

cambio, yo abracé su floja y delgada figura entre mis brazos.

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—Lo siento, querida, pero no puedo mirarte a la cara. Tu aura era ya

difícil de ver cuando eras humana. Ahora me ciega. —Desvió sus ojos y

miró al suelo detrás de mí.

—Bran, ¿por qué no me lo dijiste antes?

—¿Qué podría haber pasado si lo hubiera hecho? Podrías haberte puesto

en peligro solo para descubrir si tenía razón. O tal vez Jean-Baptiste lo

habría hecho. Él es un buen hombre, pero estaba desesperado por tener

la ayuda del campeón.

Bran intentó sin éxito mirarme a la cara de nuevo.

—Ahora sabemos por qué. Él necesitaba a alguien para ayudarle a salir

de este embrollo en el que se había metido. Para destruir a los numa, por

lo que ya no estaría obligado al vergonzoso trato.

Toqué su brazo cuidadosamente.

—¿Sabes cuáles son mis poderes, Bran? —pregunté.

—No tengo ninguna información aparte de lo que está contenido en la

profecía. Pero ya has realizado uno de sus papeles más importantes: sin

ayuda de nadie reuniste a los guérisseurs con nuestros guardianes

bardia después de siglos de perderse el rastro el uno al otro. Ese papel

en sí mismo salvó a Vincent. Una vez que domines el regalo bardia de la

facilidad de sufrimiento y la dispersión, nuestra alianza continua en el

futuro solo puede ser beneficiosa.

Con esfuerzo, desplazó los ojos para mirarme directamente. Su rostro

adquirió una expresión indescifrable, algo entre la tristeza y la esperanza.

—Ten cuidado, Kate —dijo, y se inclinó hacia adelante, abrazándome y

dando palmaditas torpes en mi espalda.

* * *

Charlotte estaba esperando en mi habitación cuando llegué. Ella había

traído mi equipo de lucha de la sala de armas, y ya estaba vestida con las

suyas, lista para salir. Se sentó junto a una mesa baja sirviéndose una

bandeja de comida. Hago estallar un gougère de queso en la boca y

saboreé su suavidad dejándome caer una silla.

—¡Estoy hambrienta! —admití.

—¿Cuándo fue la última vez que comiste? —preguntó.

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—En el bote, Violette me daba de comer para que así obtuviera mi fuerza

y reanimarme completamente. ¡Parece que funcionó demasiado bien para

ella! —Vuelvo a pensar en el extraño y triste muchacho numa, Louis, y

algo dentro de mí da tirones.

Charlotte masticó un trozo de manzana, mirando pensativa.

—¿Qué estás pensando? —pregunté.

—Ambrose —respondió—. Ha estado actuando muy raro últimamente.

—¿Raro bueno o raro malo? —pregunté, haciendo estallar una bola de

melón en la boca.

—Raro extraño —replicó, luciendo preocupada—. Sigue mirándome. Me

pregunto si cuestiona la decisión de JB de nombrarme como segundo.

Tal vez está esperando que me equivoque o algo.

—Hmm —dije, incapaz de mantener la sonrisa en mis labios.

Afortunadamente, golpearon la puerta y Arthur asomó la cabeza.

—Quince minutos —dijo. Mi corazón dio un vuelco, y me di cuenta de

que estaba nerviosa. Las otras veces que había luchado, la lucha vino a

nosotros. Nunca había tenido tiempo para pensar en ello de antemano.

—El hombre está perdido por tu hermana —Charlotte dijo después que

se Arthur se fue—. Pero ella está realmente jugando fríamente.

—Podría ser porque Papy y Mamie podrían enloquecer por completo si

pensaran que otra de sus nietas está enamorada de un revenant.

Charlotte se encogió de hombros.

—Tus abuelos están involucrados ahora, quieran o no. Eres una de

nosotros, no es solo empacar y llevarte a casa.

Pensé en Mamie y Papy y su respuesta al verme: alegría y alivio mezclado

con horror y desesperación. Dolió en mi corazón. ¿Serán capaces de

mirarme igual como lo hacían antes? Cambié de tema.

—¿Qué se siente al ser la segunda de Vincent?

—Como que nací para ello. Como si hubiere estado esperando por este

papel durante los últimos cincuenta años —sonrió—. Es el momento para

que te vistas. Te espero en el vestíbulo.

—¿Charlotte?

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—Sí.

—No te vayas.

Ella me miró con curiosidad, y luego se acercó y me abrazó.

—Esto es aterrador, ¿no es así? —preguntó.

—Sip.

Ella me dio un apretón, y luego se acercó a la cama y tomó un par de

pantalones de cuero. Me quité mis jeans y tomé los de cuero.

—La sincronización de Violette realmente apesta —dijo—. Tú no deberías

tener que meterte de lleno así incluso antes de tener tiempo para probarte

a ti misma. Pero vamos a ello juntos. Tú, yo, Ambrose, Vincent y el resto

de nuestros familiares. Nunca trabajamos solos. Siempre serás parte de

un todo. Juntos podemos ganar esta pelea, estoy segura de ello.

El coraje de Charlotte era contagioso. Como si me echara encima capas

de ropa de protección, empecé a sentirme envalentonada y con un sentido

de propósito en los destellos de mi voluntad. Era una bardia.

Independientemente de si me sentía capaz, fui hecha para esto.

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Capítulo 44 Traducido por Lucach

Corregido SOS por Cacahuete

ra la una de la madrugada cuando nos fuimos. Me alegré de que

fuera tarde. Mis abuelos no tenían idea de que iba a salir. Con

suerte estaríamos de vuelta antes de que se despertaran, y así

no tendrían tiempo para preocuparse.

El pequeño grupo cercano de luces se encontraba al norte de

nosotros, donde veía tres claros haces rojos que se elevaban hacia el cielo

nocturno. Cruzamos el puente Carrousel y caminamos por el patio del

Louvre, pasando por la pirámide de cristal brillante y de nuevo a través

de la arcada monumental.

Vincent caminaba a mi lado, revisando de vez en cuando para asegurarse

de que los demás estaban siguiéndonos. Estaban acompañándonos cinco

grupos de revenants altamente armados, y dirigiéndonos hacia tres

solitarios numa. ¿Por qué latía tan fuerte mi corazón?

Finalmente, giramos en una pequeña calle lateral y asentí con la cabeza

hacia una gran puerta abierta hacia media cuadra a la derecha.

—Las Luces vienen de ahí dentro. —digo.

—Conozco ese pasadizo —dijo Charlotte—, está cubierto con un techo de

cristal y lleno de tiendas a ambos lados. Todas las tiendas estarán

cerradas, pero hay apartamentos sobre ellas en el segundo piso.

—Bien —dijo Vincent a los distintos comunicadores de los grupos que

nos acompañan—. Arthur. Nuestros objetivos están en el interior del

Passage du Grand Cerf. Lleva a tu grupo por el lado de la calle St. Denis

y asegura la salida. Haz que los otros grupos vigilen la calle. Y llama a la

ambulancia a reunirse con nosotros aquí. Tendremos tres cadáveres que

recoger.

—¿Simplemente vamos a atraparlos y matarlos? —le pregunté a Vincent

cuando nos acercamos al arco de entrada.

—Kate. Son numas. Son asesinos. Si no los matamos, ellos nos mataran.

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Asentí, pero me sentí rara sobre eso.

Todas las fachadas de las tiendas estaban oscuras, pero había algunas

luces encendidas en las ventanas del segundo piso. Al acercarnos, una

de ellas titilaba apagándose y se podían escuchar pasos bajando las

escaleras. Una puerta en el medio del pasadizo se abrió, y dos hombres

salieron. Sus zapatos hicieron clic sordamente contra los azulejos

blancos y negros.

—Quédate aquí. —Como una ola, Vincent me puso tras su espalda

mientras él y los otros se adelantaban rápidamente. La luz captó los

rostros de los hombres: eran Nicolás y Louis ¡El segundo de Violette y su

favorito en el mismo lugar a la vez!, pensé. Habíamos tropezado con algo

importante.

Al ver al joven numa, sé que no podía ayudar, pero seguí a Vincent y a

los otros. Una vez que llegué a pocos metros de ellos, los faros rojos se

extinguieron, como lo hicieron cuando tuve cerca de mí a los numa en la

orilla del río, dejando solo las auras rojas brumosas.

No veo rayos dorados disparando desde las auras de los Bardia, razoné.

Solo hay una razón, para que un Campeón obtendría este regalo: dar caza

a los numa.

Vi el parpadeo dorado dentro aura de Louis, y me pareció como si un

poco de esperanza se hubiera materializado en forma de luz y estuviera

luchando para liberarse del frío resplandor carmesí. Algo dio tirones en

mi memoria, y traté de pensar en donde había visto esto antes. Y entonces

vino a mí: los archivos de los curanderos. La pintura del numa con el

dorado en su aura… él separándose y siendo recibido por la Bardia.

Esa escena era la redención, de repente lo comprendí. Me acordé de cómo

Louis me parecía simpático en el barco y me había ayudado a aflojar mis

ataduras. En realidad me ayudó a escapar, y que, aun considerando mi

superpotenciada capacidad de persuasión, es algo increíble para una

numa haberlo hecho. El color de su aura debía significar que él era como

el numa que vi en la pintura. ¿Era posible para algunos numa cambiar

su destino? ¿Cambiar de bando? Vincent me dijo que no, ¿pero que si

estaba equivocado? Violette cruzó hacia el otro lado, ¿qué podría impedir

que los numa hagan lo mismo?

—¡Nicolas! —llamó Vincent, y los numa se giraron y sacaron sus espadas.

—Por favor, no me digas que todo va a explotar por alguna compra

nocturna —dijo el viejo numa secamente, aunque fue incapaz de ocultar

su sorpresa.

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—No —Ambrose dijo—, simplemente estábamos poniendo un poco de

orden en el barrio, y pensamos que olíamos algo de basura aquí.

Nicolás lo ignoró, manteniendo su mirada en Vincent.

—¿Así que eres el nuevo líder del Bardia? Yo creí que estarías más

interesado en la caza de nuestra líder que persiguiendo a su segundo al

mando.

—Había tres. ¿Dónde está el otro? —Vincent preguntó.

Los ojos de Louis parpadearon hacia el apartamento del que acaba de

salir. Y luego, al darse cuenta lo que había hecho, nerviosamente agarró

su espada con ambas manos, como si pudiera proteger la puerta de

nosotros diez.

—¡Cuidado con esa puerta! —ordenó Charlotte, y Ambrose se puso

enfrente, espada en mano.

—¿Quieres morir luchando o debemos permanecer aquí toda la noche

charlando? —le preguntó Vincent, y los revenants en ambos lados del

pasadizo sacaron sus espadas.

Vi el miedo en el rostro de Louis, y mi corazón estaba con él. No quieres

estar aquí, ¿verdad? Tan pronto como las palabras cruzaron mi mente,

sus ojos se abrieron, y él miró a su alrededor como si estuviera tratando

de localizar un espíritu volant.

No, pensé con incredulidad. ¿Acababa de comunicarme con Louis?

¿Podría ponerme en contacto con la mente de un numa? Solo había una

manera de averiguarlo. Louis, soy Kate. Me dijiste tu secreto. Y quiero

salvarte. ¿Estás dispuesto a estar de nuestro lado? ¿A dar la espalda a

los numa y ayudar a los Bardia?

Estuvo allí, confundió, hasta que me localizó de pie detrás de Vincent y

Charlotte. Me miró directamente a los ojos, con los suyos ensanchados

de miedo.

¿Quieres escapar del numa? ¿Quieres venir con nosotros?, volví a

preguntar. Nada. Bueno, ¿quieres?

—¡Sí! —gritó. Dejando caer su espada, levantó las manos al aire.

—¿Qué demonios estás haciendo? —Nicolás le preguntó, mirando a Louis

de arriba a abajo.

Vincent cogió mi brazo mientras yo paso por delante de él.

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—¿Kate, qué…? —él comenzó.

—Amnistía —le dije al numa—, estoy ofreciendo amnistía a los dos, si

están de acuerdo a abandonar su clase y venir a nuestro lado.

Nicolás empezó a reír, pero mantuvo su espada lista.

—Kate, ¿qué estás diciendo? —Charlotte siseó. La gemela miró de uno a

otro en shock.

—Estoy diciendo que, al igual que cualquier persona, se merecen una

segunda oportunidad antes de ser sacrificados. Que tal vez, si se les da

la oportunidad, van a alejarse de lo que son.

—Kate —Vincent alegó—, ¿es eso posible?

—Violette era una Bardia y ella se convirtió en numa. Debe ser posible.

—insistí.

—Esa regla fue escrita en nuestros textos. En realidad nunca se intentó,

hasta donde sabemos, hasta que ella lo hizo. Pero no se puede cambiar

de lado. Eso… es impensable.

—Sabes —dijo Nicolás—, creo que tu Campeón aquí tiene razón —y

comenzó a bajar su espada.

—Congélate justo allí —Genevieve dijo con hielo en la voz, dando un paso

más cerca de él—, no te atrevas a moverte.

Manteniendo sus ojos en mí, Nicolás no le hizo caso y, cuidadosamente

en cuclillas, descendió y puso su espada en el suelo. Entonces, se

enderezó, extendiendo sus manos hacia adelante, mostrándonos que

estaban vacías.

—He estado esperando este día. El día en que por fin alguien me pregunte

qué quería.

Louis jadeó por la sorpresa y se quedó con la boca abierta hacia su

compañero numa.

—Y finalmente, el Campeón hizo la pregunta correcta. ¿Crees que me

gusta trabajar para Violette, esa miserable, obsesiva, egocéntrica ex-

Bardia? —él miró de un rostro de incredulidad al siguiente—. Por

supuesto que no. Así que cuando me preguntaron si preferiría morir a su

servicio o unirme a ustedes, ayudar a derrotarla, mi respuesta es…

Y su mano se movió dentro de la chaqueta y de vuelta tan rápido que ni

siquiera supe lo que había sucedido hasta que vi a Genevieve y el cuchillo

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clavado en su cuello. Ella hizo un ruido de gorgoteo y cayó al suelo.

Ambrose rugió y saltó hacia Nicolas, que se agachó y recuperó su espada.

Mientras comenzaban a luchar, Vincent se arrojó hacia adelante y tiró a

Louis al suelo, inmovilizándolo allí con el pie. Levantó la espada sobre la

espalda del chico, listo para empujar a través de su pecho.

—Vamos a ver si intentas el mismo truco desde esa posición —Vincent

gruñó.

Como Charlotte fue en ayuda de Genevieve, corrí junto a ella hacia

Vincent.

—No lo hagas —clamé, agarrando su brazo.

Mi resolución vaciló por un segundo cuando vi a Charlotte depositar el

cadáver de Genevieve en el suelo. Me volví hacia él.

—Vincent, tienes que creerme. Sé qué estoy haciendo es lo correcto.

Cerró sus ojos con fuerza. El grupo de Arthur venía hacia nosotros.

Tomando una decisión instantánea, Vincent les gritó:

—Nos llevaremos a este con vida.

—¿Qué? —Arthur estaba incrédulo.

Vincent quitó el pie de la espalda de Louis y Arthur se inclinó dando un

tirón y el muchacho se puso de pie.

—¿Quién está arriba? —demandó Vincent.

—Solo… solo otro numa —balbuceó Louis—. Estábamos descargando

armas para Violette. Es el encargado de armar a los que están llegando

en la ciudad.

Vincent y Arthur echaron abajo la puerta y subieron las escaleras. Un

grito provino de dentro del apartamento. Ruidos de combate comenzaron

y repentinamente pararon.

Miré y vi que Nicolas había caído, su cuerpo era una pila bajo un abrigo

de piel, tumbado en un charco de sangre oscura.

Una ventana se abrió de golpe sobre nuestras cabezas y Vincent se

asomó.

—Lo tenemos, pero él estaba en el teléfono. Llama a los otros grupos y

hágales saber que los refuerzos enemigos pueden estar en camino.

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—Los refuerzos enemigos ya están aquí —surgió una voz detrás de

nosotros. Una docena de numas estaban posicionados en la entrada del

pasaje.

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Capítulo 45 Traducido por SOS parvatti y Gabbii Rellez

Corregido por Caliope Cullen

o lo había visto venir. Me golpeé a mí misma por no estar más

atenta, pero mi atención se había centrado en la protección de

Louis y no en la mía. Eché un vistazo alrededor para ver

cuántos somos. Ambrose, Charlotte, Vincent, Arthur y los

cuatro revenants en el grupo de Arthur. Conmigo, éramos

nueve. Diez si Louis combatía con nosotros.

Los otros grupos, otros cinco en bardia, estaban en alguna parte afuera.

O al menos, eso creía.

Ellos podrían haber sido derrotados o todavía podían venir en nuestra

ayuda. En cualquier caso, justo ahora, estábamos superados en número

por el doble. Pero por alguna razón, eso no me asustaba. Solo alimentaba

mi determinación.

Respirando profundamente, dibujé mi espada y rebotó a mis pies, con la

adrenalina chisporroteando en mis venas. Estaba lista para esto, eso

creía. Corrí al primer numa que vi, atacando antes de que pudiera llegar

a mí. Lo tomé por sorpresa y rebané el brazo de la espada antes de que

la levantara. Él dejó caer su arma y se agachó para recuperarla. Con esa

posición, di la estocada. Mi espada atravesó su pecho. La conduje

profundamente y luego tiré rápidamente hacia fuera.

Él me miró, con los ojos saltones. Agarró su pecho, tosió un pequeño

chorro de sangre y luego cayó, su espada golpeando estrepitosamente el

suelo a su lado.

No podía creer que acababa de matar a alguien. Esperé sentirme

enferma, como lo hice en la orilla del río, pero en cambio me sentía

eufórica. Bardia contra numas en una pelea justa, era nosotros contra

ellos. La muerte en este caso al servicio de un bien más grande, me dije.

Sin embargo, con una punzada de realización, supe que esas palabras

eran para consolar a la vieja Kate. La nueva Kate tenía más numa que

matar.

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Charlotte estaba luchando como una loca. El cuerpo de Genevieve había

sido empujado hacia un lado del pasillo, fuera del combate cuerpo a

cuerpo. Arthur y sus cuatro estaban de pie espalda con espalda junto a

nosotros, luchando contra los numa que procedían del otro extremo del

pasillo. Louis estaba detrás de mí, sin armas.

—¿Estás con nosotros? —le pregunté en silencio.

Asintió con la cabeza, moviendo el pelo largo y castaño detrás de su

oreja. Saqué la espada desde donde Vincent la había pateado a un lado,

y lo miré a los ojos mientras se la entregaba. Con la más leve de las

sonrisas, se movió a mi lado y avanzamos hacia dos numa.

—¿Qué en el...? —dijo la que está directamente frente a mí, la boca

abierta al ver a Louis a mi lado.

Las habilidades de Louis con la espada no eran muy buenas, pero gracias

a la fracción de segundo de sorpresa, su experiencia del mismo tipo no

se registró como deserción, lo que le dio la ventaja, y juntos nos

enfrentamos a nuestros oponentes. A medida que avanzaba para ocupar

su lugar, vi que dos en el grupo de Arthur habían caído. Ambrose

destrozaba lejos a un rival con un solo brazo y el otro colgaba inútilmente

por el lado.

Habíamos formado un pequeño círculo hacia afuera mientras

luchábamos contra numas que habían duplicado nuestras filas.

—¿Qué hacemos? —le grité a Vincent, que golpeaba a una numa de piel

oscura con un bigote.

Él sacó una segunda espada de su cinturón.

—Hacemos todo lo posible —respondió—. Y si morimos, esperamos que

nuestra reserva llegue para rescatar nuestros cuerpos.

Me preparaba para mi próximo rival cuando, detrás de la línea de numas,

vi lo peor, más luchadores se aproximaban. Otro diez, por lo menos. Mi

boca se llenó de un sabor metálico. Podía saborear nuestra derrota.

Estábamos perdidos.

Esos recién llegados no eran como ningún numa que hubiera visto antes.

Su pelo punky se blanqueó y tiñó de todos los colores posibles, y su piel

estaba cubierta de tatuajes. Y a medida que pasaban por el arco de

entrada, el ruido de la batalla de repente se ahogaba en una ola de música

metal. Uno de ellos llevaba un equipo de sonido en el hombro, que

balanceaba hacia abajo y colocaba cerca de la entrada del pasadizo. Hizo

una pausa para encender la música al máximo volumen antes de

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enderezarse y colocarse con sus compatriotas, las manos en la cintura, a

lo ancho de la entrada.

Los puestos de combate como todo el mundo se parecen. Y entonces me

di cuenta de sus auras. No son rojos. Oro. ¡Son Bardia! Me di cuenta con

asombro. Ellos sacaban sus armas, y uno de ellos avanzó hacia adelante.

Su pelo largo era de color negro con puntas en color rojo, y se erizaba

como la melena de un león.

La ceja y el labio estaban perforados y sus ojos delineados con kohl. Él

exploró los combatientes hasta que vio a Charlotte, y un lado de su boca

se convirtió en una sonrisa.

—Oye, hermana —llamó.

Charlotte estaba aturdida, su espada colgando a un lado y los ojos muy

abiertos por la sorpresa.

—¡De ninguna manera! —gritó, y luego, con un grito de alegría, brotó de

nuevo en acción, haciendo balancear a su enemigo con tal intensidad que

decapitó un numa distraído con un solo golpe.

El caos descendió. Su gemelo le gritó a Charles una especie de grito de

batalla en alemán y se sumergieron en la lucha, blandiendo sables curvos

y hachas.

El numa enfrentó a Arthur, y sus hombres lucharon ferozmente por un

minuto, empujándonos hacia adelante en una banda estrecha de

extremidades agitándose y el parpadeo de armas. Pero nuestro círculo

defensivo se ensanchaba, la confusión se hacía cargo. Un par de numas

corrieron hacia la salida del pasadizo. Fueron seguidos rápidamente por

más de uno o dos tirando parientes heridos con ellos, pero la mayoría

pensando solo en su propio escape.

En cinco minutos se había terminado. La música a todo volumen se

mezclaba con los gemidos de nuestros enemigos heridos que eran

eliminados rápidamente. El propietario del equipo de sonido marchaba

más y bajaba la música. Se encogió de hombros cuando me vio

mirándolo.

—Hey, la contaminación acústica provoca un menor número de llamadas

telefónicas a la policía que los gritos y sonidos de la batalla. Al menos,

ese es el caso de Berlín —dijo.

—¿Estás bien? —Vincent me preguntó, y al ver que mi peor herida era

un corte en el hombro, me besó rápidamente. Nos reunimos para evaluar

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los cuerpos. Diez numa estaban tumbados muertos en el suelo. Un par

de ellos fueron acarreados por los que escaparon. El cuerpo de Nicolas

todavía estaba aquí, su abrigo de piel un desastre, empapado en sangre.

Tres del equipo de Arthur estaban muertos. Y Ambrose se encontraba

apoyado contra una pared, con el brazo sangrando profusamente con

Charles y Charlotte asistiéndolo.

Una persona no se encontraba, me di cuenta con alarma. Al escanear el

pasaje de nuevo, le grité:

—¡Genevieve! ¿Dónde está Genevieve?

Nuestro grupo se revolvió alrededor, buscándola.

—Ella estaba aquí —dije, señalando el lugar donde vi por última vez su

cuerpo.

Charlotte se llevó las manos a la boca con horror.

—¡NO! —gritó, y corrió hacia el final del pasillo con Charles cerca de sus

talones. Ellos frenéticamente escaneaban la calle en el otro extremo, pero

estaba claro que quién tomó Genevieve era cosa del pasado.

Los gemelos estaban juntos, siluetas oscuras bajo un arco negro, su

cuerpo iluminado por la calle iluminada más allá. Cuando Charlotte

empezó a llorar, su hermano envolvió sus brazos alrededor de ella.

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Capítulo 46 Traducido por Karou! y Lucach

Corregido por Caliope Cullen

los cinco minutos, una ambulancia se retiró hasta el pasillo

con los cuerpos cargados.

—No, hombre, yo no necesito una ambulancia —dijo

Ambrose, resistiendo los esfuerzos de Vincent para subirlo

con los muertos y heridos.

—Bueno, no puedes caminar a casa de esa manera, y vas a sangrar

completo sobre el taxi —dijo Vincent, ayudándolo a ponerse de pie.

—Voy a ir con ustedes —dijo Charlotte en voz baja.

Ambrose miró hacia donde ella se ponía de pie con el brazo de Charles a

su alrededor. Le sonrió tristemente y él asintió, derrotado.

—Sí, está bien.

Vincent se volteó hacia donde yo protegía a Louis con mi cuerpo de los

clanes alemanes de Charles que lo miran suspicaces.

—Todavía estás aquí —dijo sombríamente.

—Lo estoy —respondió Louis, levantando la barbilla ligeramente, pero

pareciéndose a un adolescente asustado a pesar de su bravuconería.

—Kate, ¿podrías decirme qué pasó ahí? —pidió Vincent.

Parece ser que los revenants voladores no son los únicos que pueden

comunicarse telepáticamente. Lancé el pensamiento hacia él y respingó

con sorpresa.

—Bien —dijo Vincent, sacudiendo la cabeza en la confusión—. ¿Por eso

ofreces telepáticamente esta amnistía numa?

—Louis me contó su historia en el barco, Vincent. Violette no era la única

infeliz con su estado. Y Louis es aún nuevo.

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—Seis meses —aclaró Luis, mirando hacia sus zapatos, con la cara roja

como un tomate.

—Lo que sí suena mal —dije— pero él no quiere seguir ese camino.

Vincent miró al techo, como si la solución estuviese por encima de la

placa de vidrio.

—Kate, ¿qué esperas que haga? No entiendo lo que estás pidiendo.

—Yo tampoco lo sé —admití—, pero tomarlo es lo correcto por hacer. Solo

tienes que confiar en mí.

Vincent me miró, sin saber cómo reaccionar.

—Kate. Yo confío en ti. Pero no confío en él —dijo, echando la mirada

hacia Luis, que frunció el ceño, empujando las manos en los bolsillos.

—Asumo toda la responsabilidad por él —Vincent levantó las manos a la

cabeza, como si quisiera arrancar su pelo. Un sonido estrangulado

escapó de su garganta mientras se alejaba. Le dijo algo a Arthur mientras

pasó a su lado y él se acercó a nosotros.

—Me han dicho que sea como pegamento sobre ti —le dijo a Louis y

esperó, por lo que era claro que no se alejaría del lado del numa.

Mientras caminábamos hacia la salida, fue muy evidente que Arthur

comprobó a Louis.

—¿Qué? —pidió Louis finalmente.

—Así que eres el nuevo consorte de Violette —dijo el revenant mayor,

divertido—. ¿Estás con ella durante seis meses y quieres escapar? Trata

por quinientos años. —La mandíbula de Louis cayó.

Dejé de seguir a Vincent, que estaba hablando con el jefe del grupo de

Charles.

—Nos quedaremos el tiempo que nos necesites —dijo la niña en inglés

con acento alemán. Ella se veía como la hermana pequeña más dura de

Lisbeth Salander, su cuerpo enjuto pintado con tatuajes, con la cara

salpicada de piercings y pelo azul muy corto, que sobresalía como si

hubiera utilizado un cable eléctrico con corriente para estilizarlo.

—No hay suficiente espacio en La Maison para dar a cada uno una

habitación, pero en la ciudad… —comenzó Vincent.

—No necesitamos camas —dijo la niña—. Nadie está inactivo esta

semana.

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—Pero el espacio para poner tus cosas...

—Compartimos todo, incluido el espacio personal —ella respondió,

divertida por la preocupación de Vincent—. En serio, lo mejor es

mantener a todos juntos. Además, dices que la gran batalla está a punto

de bajar. Bien... solo nos consideran inseparables —dijo ella, cruzando el

dedo corazón detrás de su índice.

—Reagrupamiento en la casa de Frenchie —gritó a su tripulación en

inglés, y luego se repitió a sí misma en alemán. El grupo se había

dedicado a la limpieza de la vía de paso, guardando las armas y limpiando

la sangre con las camisetas que se sumaban a los basureros al aire libre.

Cuando salimos, el espacio se veía como si nada hubiera sucedido, ya

familiarizados con el descubierto pecho decorado con tinta de los Charles

como medallas debajo de sus chaquetas de cuero, empujándose unos a

otros y haciendo bromas en alemán al comenzar el camino a casa.

Hicimos dos paradas en el camino para unirnos a nuestros grupos que

fueron atacados por numas. No hubo muertes en sus filas. Ya fuera

porque estaban demasiado expuestos a luchar por mucho tiempo o por

que el numa solo distraía a nuestro grupo de apoyo, habían participado

de forma rápida y luego se habían escapado. Cuando Vincent rondó a

todo el mundo y los llevaba con nosotros a casa, la líder alemana se

mantuvo cerca de mí, estudiándome descaradamente por debajo de sus

picos azules rapados.

—No tengo tu nombre —dije finalmente, mirándola fijo a los ojos.

Ella no se inmutó, pareciendo como si atendiera directa.

—Uta —dijo—. Tú eres el Campeón.

—Supongo que sí. No es que eso nos hiciera mucho bien esta noche —

concedí—. Me alegro de que Charles recibiera los mensajes de Charlotte.

De lo contrario, estaríamos tostados.

—Charles no recibió mensajes de Charlotte —dijo Uta, levantando una

ceja perforada—. Al menos, no hasta que estuvimos a mitad de camino

hacia aquí. Estábamos en un desierto en retiro de motivación. No hay

servicio de teléfono celular.

—Entonces… ¿cómo sabías que vendría? —pregunté, confundida.

Ella sonrió ampliamente.

—Soy una vidente. Vi tu luz. Más brillante que cualquier cosa que he

visto en mi vida. La vimos a partir de horas de distancia. Sabía que era

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algo que teníamos que verificar. Solo nos tomó un tiempo para llegar aquí.

—Uta se ríe de mi expresión desconcertada—. Tiene que ser raro ser el

campeón —dice ella—. ¿Cuáles son tus poderes?

Me sentí un poco avergonzada. Como si ella me pidiera una lista de las

cosas que más me gustan de mí misma. Me concentré en las cosas que

más me preocupaban.

—La profecía dice que se supone que tengo niveles sobrenaturales de

fuerza. No sé si te has dado cuenta allí, pero yo no soy más fuerte que

nadie.

Uta asintió, pensando por un segundo.

—Puede que en su caso no sea la fuerza física. Parece que tienes mucho

aquí dentro —dijo, golpeando su pecho con el puño—. No siempre es

necesario tener músculos para ser poderoso.

Pienso en el hippy-Dippy en-contacto-con-sus-sentimientos con que

Charlotte había etiquetado a parientes de Charles, y trato de no sonreír.

—Sabes, hemos tenido un campeón en Alemania —continuó— hace unos

cien años. Había muchas luchas internas y demandas sociales y

políticas, un montón de posibilidades para la traición. Los numas habían

invadido el lugar. El campeón apareció y dirigió la batalla contra nuestros

enemigos.

—¿Qué pasó? ¿Cómo lo hizo? —pregunté con el pulso acelerado. Esta era

la primera cosa que había oído hablar de un campeón alemán.

Uta se encogió de hombros.

—No lo sé. Tuvo éxito. Quiero decir, los numas fueron exterminados y

nuestra región comenzó con un borrón y cuenta nueva. Pero, ¿cómo lo

hizo? Es decir qué tipo de poderes que tenía… no puedo decirte.

—¿Por qué no? —pregunté. Uta dudó y luego dijo:

—Porque él no sobrevivió a la batalla final.

Traté de mantener mi cara sin emociones. No era de extrañar que Vincent

no quisiera hablar de lo que soy. Ser el campeón no significaba que fuera

a ganar. Uta acababa de confirmarlo. Pero no me arrepentía de en lo que

me he convertido.

Yo podría estar muerta en ese instante. Si no hubiera sido una revenant

latente cuando Violette me apuñaló, eso habría sido todo. Esta era una

segunda oportunidad, no solo para mí sino para la Bardia de París y su

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inocente población humana. Intenté imaginar cómo sería la ciudad

invadida por numas. El mal supremo reinaría.

Imágenes de la Alemania nazi, la Italia fascista y la España franquista

vinieron a mi mente. De los países del Tercer Mundo, a cargo de

dictadores o generales que se aprovechaban de los recursos y dejaban

morir de hambre a su población. Genocidio. Eso es lo que puede suceder

cuando se altera el equilibrio del bien y del mal.

En este sentido, parecía imposible para mí hacer una diferencia. Pero

tuve la oportunidad de ver a mis abuelos y Georgia de nuevo. Por no

hablar de Vincent. Miré hacia donde él está hablando con Louis, y sus

ojos se encontraron con los míos antes de regresar al joven numa. Incluso

cuando estuviera involucrado en algo más, la atención de Vincent nunca

me abandonaba. Sé que tengo suerte de haber tenido más tiempo con él.

Y decido que si esto es todo lo que tengo, si todos morimos hoy, bueno,

entonces estos preciosos minutos extra habrán valido la pena.

Excusándome con Uta, me apresuré a alcanzar a Vincent. Sin aminorar

el paso, él lanzó un brazo alrededor de mis hombros y me jaló cerca de

él, inclinándose para besar la parte superior de mi cabeza antes de

continuar su conversación con Louis. Cuando el novato numa terminó

de contar su historia, Vincent se veía perturbado.

—Todo lo que he querido desde que me transformé en este monstruo es

volver atrás y borrar lo que hice. Volver el tiempo atrás para que pudiera

hacer las cosas de manera diferente. Quiero salir —el muchacho

concluyó.

—No hay salida —dijo Vincent solo lo suficientemente alto para que yo lo

oyera.

—Sin embargo, debes saber que voy a hacer cualquier cosa para escapar

de ese destino —afirmó Louis con fervor.

Mientras caminábamos pasando el Louvre y el puente para cruzar de

nuevo el Río Gauche, Vincent asintió a Arthur, quien tomó a Louis por el

brazo. Retrasándose de nuevo para que habláramos solos.

—Está bien, Kate. Comprendo por qué este niño te hizo pensar —dijo

Vincent—. Pero eso no cambia el hecho de que es numa. Su destino ha

sido decidido, y nada puede cambiar eso.

—Vincent, sé que esto no tiene sentido. Pero hay algo diferente en él. No

solo en la sensación que tengo de él, incluso su aura es diferente.

—¿Su aura? —Vincent dijo incrédulamente— ¿No tiene un aura numa?

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—Sí —admito—, pero no es lo mismo. Existe ese tipo de oro de destello

interior. Creo que significa algo. Como si hubiera algo bueno en él. Alguna

esperanza. Sé que esto va en contra de todo lo que has aprendido, lo que

crees que es correcto. Pero… Louis tiene que venir con nosotros.

Vincent se detuvo a mirarme a la cara, y el flujo de los demás se ralentizó

a nuestro alrededor como una marea. Él tocó mi cara y a continuación

enlazó sus dedos con mi pelo. Él me tuvo así durante un minuto entero,

estudiando mi cara como si fuera un libro escrito en una lengua

extranjera. Luego se inclinó hacia delante y presionó sus labios con los

míos. Cuando retrocedió el brillo había vuelto a sus ojos de zafiro.

—De acuerdo —dijo.

—Entonces, ¿estás de acuerdo conmigo? —pregunté.

—No, pero… bueno Kate, tú eres la jefa —tomó mi mano y reiniciamos la

marcha, cerrando la cola de la procesión.

—Sí, claro —farfullé—, eres el jefe del linaje de Francia.

—Sí, pero tú eres el Campeón —dijo con una sonrisa irónica—. Nunca he

visto un diagrama de flujo actual de liderazgo, pero supongo que eso

significa que eres mi jefa.

Mi boca se abrió con consternación divertida.

—No quiero ser la jefa de nadie.

—Demasiado tarde —dijo con falsa impertinencia—. Tú ya estás

hablando directamente a los cerebros de las personas, persuadiendo al

enemigo para desatarte mientras estabas en cautiverio, y atrayendo

ayuda todo el trayecto desde Alemania con el aura de mil millones de

vatios. No es como pudieras empezar todo de nuevo y terminar siendo un

revenant común.

Él estaba haciendo todo lo posible por bromear, pero sabía que estaba

tan abrumado por lo en que me había convertido como yo.

—Lástima que no conseguí todo lo que estaba prometido. Lo hice bien

allí, pero algo de súper fuerza habría venido muy bien —dije.

—Las profecías siempre son oscuras en el mejor de los casos —dijo—, tal

vez un poco de fuerza aparecerá después.

Tiró de mí más cerca, como si solo su cercanía me pudiera proteger de lo

que se avecinaba.

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Capítulo 47 Traducido por Kirara7 y SOS por Vafitv y Kirara7

Corregido SOS por Marce Doyle*

eannie estaba esperando cuando llegamos a La Maison.

—¿Están todos bien? —ella preguntó mientras pasábamos por la

puerta.

—¿Qué estás haciendo aquí? Son las tres de la mañana —Vincent

colocó una mano en su hombro y ella lo miró avergonzada.

—No podía dormir —admitió ella—. Algo está pasando, puedo sentirlo, y

he estado con ustedes lo suficiente como para saber que puedo confiar

en mi intuición. Tengo algo de pan en el horno y tengo algo de estofado.

Ahora, ¿alguien está herido? —preguntó ella, escondiendo sus emociones

prácticamente.

—Ambrose necesitará atención médica —dijo Vincent, y luego en voz baja

admitió—: Genevieve fue asesinada y se la llevaron.

Las manos de Jeannie volaron a su boca.

—No —dijo ella sin aliento, lágrimas saliendo de sus ojos.

Vincent asintió sombríamente, de repente viéndose cansado. Fuimos

distraídos por la ambulancia que llegó por las puertas. Jeannie se frotó

los ojos y se dirigió hacia la ambulancia. Charlotte salió del asiento del

pasajero y abrió la puerta de atrás para que Ambrose y Charles salieran.

—No me importa si están en las bolsas negras —Ambrose estaba

diciendo—. Esta es la última vez que me subo a una ambulancia con una

docena de cuerpos —el tiembla y sostiene su brazo herido mientras

baja—. No me importa matarlos, pero no quiero intimar con ellos una vez

que el daño este hecho.

Charles bajó y Jaennie lo miró curiosamente por un momento antes de

que una luz iluminara sus ojos. Ella corrió por las escaleras y lo abrazó.

—Mon petit, Charles, ¡estás de vuelta! —ella murmuró, poniéndose de

puntas y dándole un enérgico beso en la mejilla—. Estoy tan feliz de verte.

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—Yo también —dijo Charles con una sonrisa.

—Solo mírate —ella dijo, alejándose e inspeccionándolo en toda su gloria

tatuada y cabello punk—. Sabes, nunca pensé que en verdad diría esto,

pero ese estilo de verdad te queda. Claro, si no me hubiese preocupado

por ti por más tiempo del que he tenido, mi hijo, me habrías asustado.

Pero siempre serás mi Mon petit Charles á moi —ella lo abrazó y se volvió

hacia Ambrose.

—¿Qué tan malo es, querido?

—Lo suficientemente malo para necesitar un doctor —Charlotte

respondió, quitando las armas del cinturón de Ambrose y su correa en el

hombro. Ella le entregó una hacha de batalla a Charles, y se adelantaron

a guardar todo en la armería.

—Solo necesito unas cuantas suturas —Ambrose dijo.

—Muéstrame —Jeannie ordenó, y el abrió su chaqueta. Encogiéndose,

ella ordenó—: Vas derecho a tu habitación, llamaré al doctor Dassonville

y luego te limpiaré. Todos los demás —ella llama al vestíbulo que se

llenaba rápidamente— las armas van abajo en la armería, hay una

estación de primeros auxilios, si alguien más lo necesitas. De otra forma,

sírvanse comida en la cocina.

En medio de la confusión, un celular sonó. Louis sacó un celular de su

bolsillo y miró el número en la pantalla. Su rostro se volvió blanco.

—¿Quién es? —preguntó Arthur

—Ella —dijo el, presionando una tecla para enviarlo a buzón de mensajes.

Un segundo después, el teléfono de Vincent sonó. Él presionó el botón

para el altavoz y lo sostuvo para que todos escucharan.

—Oiu —dijo él.

—Has matado a mi segundo al mando y secuestraste a mi consorte —dijo

la voz furiosa de Violette.

—Soy culpable del primero, pero el otro, Louis, vino a nosotros por

voluntad propia —respondió Vincent. Louis tembló y cruzó sus brazos

protectoramente sobre su pecho.

—Esa es una mentira —Violette escupió—. Déjame hablar con tu patética

escusa de Campeón.

—Estoy aquí —dije.

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—Te daré una hora para encontrarte conmigo en las Arénes de Lutéce.

Trae a mi consorte y te entregaré el cuerpo de Genevieve a cambio.

—¿Por qué en la Arena? —pregunté—. ¿Por qué no aquí?

—No hay suficiente espacio abierto —ella contestó—. No tolerare ningún

truco, encuéntrame en el centro de la Arena. Una hora, nuestra

transacción terminará al salir el sol. —Hubo un clic y luego un silencio

estático.

—Es una trampa —dijo Arthur.

—Claro que es una trampa —Vincent concedió—. Violette traerá a sus

hombres, y ella sabe que Kate nunca irá sola. —Él volvió su mirada hacia

a mí—. Ella quiere otra oportunidad para tenerte, Kate.

—¿Qué deberíamos hacer? —preguntó Charlotte

—No podemos ir, seremos asesinados —Arthur dijo.

—Pero tenemos que traer de vuelta el cuerpo de Genevieve —dijo

Charlotte.

—No, en realidad no tienen que —vino una voz de arriba. Bran hizo su

camino por las escaleras, agarrando la barandilla de mármol—. Al menos

no es lo que Genevieve habría querido —dijo él.

—¿Cómo sabes eso? —Charlotte preguntó, espantada.

Bran permaneció en silencio hasta que finalmente estuvo entre nosotros

—Porque ella me lo dijo —dijo él simplemente.

—¿Qué quieres decir con que ella te lo dijo? —preguntó Vincent.

—Genevieve vino a mí cuando regresamos de Nueva York —Bran

explicó—. Ella dijo que ustedes le habían explicado cómo funcionaban las

llamas de dedos, y ella me preguntó si había alguna forma de que yo

dispersara su espíritu mientras estaba inactiva.

—¿Por qué ella haría eso? —pregunté.

—Ella me dijo que sin su esposo, ella no quería existir, que todo lo que

ella deseaba era ir al mismo lugar donde él estaba. Ella sentía que había

hecho suficiente en su tiempo como revenant.

—Pero… —Charlotte comenzó.

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—Ella estaba muy determinada a salirse con la suya —dijo Bran—. Aún

no he decidido qué hacer, pero ahora la decisión parece haber sido

tomada por nosotros, y yo aconsejaría que la dejemos ir.

Todos estaban en silencio procesando la historia de Bran.

—Aún necesitamos su cuerpo para quemarlo —dijo Vincent finalmente—

. Eso es si esto no es solo una trampa y Violette en realidad trae el cuerpo

con ella. En cualquier caso, Kate no irá.

—¿Qué quieres decir con “no irá”? —pregunté.

—No lo digo para protegerte, Kate, lo digo para protegernos. La meta de

Violette no ha cambiado. Ella quiere atraparte para tener el poder de un

Campeón. Como están las cosas ahora, ella podría derrotarnos sin la

fuerza extra. Sus hombres al menos doblan los nuestros, pero para ella

su deseo por poder ciega su sentido común. Ella te quiere, y arriesgará

una desorganizada batalla para atraparte. No puedes ir.

Negué con la cabeza, furiosa.

—No puedes tomar esa decisión por mí —dije.

—¿Podrían todos dejarnos? —Vincent preguntó lacónicamente, decidido

a tener razón. Lástima que yo también.

La habitación quedó vacía hasta que solo éramos Vincent, Charlotte y yo

parados en la tenue luz del candelabro de cristal.

—Si estamos tomando una decisión táctica, necesito estar aquí —

Charlotte explicó disculpándose.

Ya no soportábamos solemnemente un triángulo, no más amantes y

amigos. Nuestros sentimientos no importaban más. Teníamos que ser

racionales. Una decisión tenía que ser tomada, una que afectará a todos

los que conocemos.

—Yo soy uno de ustedes —comencé—. Y no voy a esconderme aquí para

protegerme. Me convertí en el Campeón por una razón. E

independientemente de lo que la profecía quería decir, si debo conducir

a los bardia contra los numa a una derrota o una victoria en la que

realmente sobrevivo, sé que tengo que hacer esto. Tengo que enfrentarme

a Violette. Lo siento aquí —dije, y coloqué mi mano sobre mi pecho, sin

querer presionando el signo en mi piel. Miré a los tristes ojos azules de

Vincent—. Vincent, nunca me he sentido más segura de algo.

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El siguió mirándome fijamente, como si esperara que cambiara de

opinión, y de repente sus hombros y cabeza cayeron. El cerró sus ojos y

puso sus dedos en su frente.

—Tú ganas —murmuró sin mirarme. Y entonces dijo de regreso en

forma—. Charlotte, llama a todos. Diles que llamen a los parientes con

los que se pusieron en contacto a principios de esta noche. Todos se

reunirán totalmente armados en la esquina del noreste del parque que

rodea la arena. —Charlotte cabeceó y se fue a informar a los demás.

Vincent y yo estábamos solos en el estudio. Me miró como si yo fuera una

extraña, como si él me estuviera viendo por primera vez. Los tres pies

entre nosotros se sentían como una milla.

—Esto, Kate, podría ser el final de todos nosotros. Podría muy

probablemente ser tu final.

—Lo sé —dije, levantando la barbilla. Él estaba quieto.

—Lo primero que sentí cuando me enteré de que eras un revenant fue

alegría —dijo finalmente—. Pensé que ésta era la respuesta todo nuestros

problemas, que podríamos estar juntos para siempre. A pesar de que me

dolía que te vieras obligada a seguir un camino tan difícil, pensé que

juntos podríamos hacer algo bueno y bello.

—Vincent, yo… —empecé, pero él levantó un mano, pidiéndome que le

dejara terminar.

—Luego Bran nos dijo que eras el Campeón. Y perdí la alegría. Porque

sabía que no se te permitiría ser tu misma de nuevo. Tú siempre deberás

llevar la responsabilidad, así como la protección de la ciudad. El país.

Eso es… debes llevar esa responsabilidad hasta el día en que fueras

llamada a la acción en contra de los numa. Y yo sabía que cuando llegara

ese día, la victoria a la que nos llevarías podría resultar en una tragedia

para ti. Para mí y para tu familia. Tú puedes ser tan fácilmente destruida.

Tú eres el objetivo.

Respiré profundamente, sabiendo que tenía razón.

—Mis abuelos y hermana saben lo que es un revenant y los peligros que

lo acompañan. Ellos han tenido un par de días para aceptarlo —hago una

pausa—. Es como si el país estuviera en guerra y yo fuera a defenderla

de la batalla. Mamie y Papy no quieren que sea un soldado. Pero ahora

soy uno, van a entender cualquier sacrifico que yo haga.

—¿Y yo? —preguntó Vincent—. ¿Lo que yo siento no cuenta para nada?

La chica a la que amo está ofreciéndose a sí misma como…. —el suspira,

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viéndose triste en su búsqueda de palabras—. Como una virgen al

dragón.

—No, la chica que amas no está ofreciéndose a sí misma al dragón. Está

virgen —una sonrisa se forma en mis labios cuando digo al palabra— se

dirige a darle una patada en el trasero al dragón. No desmayará y

perecerá.

Vincent se lanzó sobre mí y me envolvió en sus brazos.

—No te auto sacrifiques —respiró en mi pelo—. Tú no vas a morir por

nosotros.

—No con intención, lo prometo. Además, Vincent, no voy a ninguna parte

sin ti. Si vamos a caer, caeremos juntos. —Me incliné e intenté una

sonrisa.

Sus ojos estaban rojos y llorosos.

—Juntos —el aceptó, y se acercó para darme un beso.

* * *

—Tú no iras a ningún lado —dijo Vincent, mientras Ambrose intentaba

levantarse de la cama.

—Tengo un brazo bueno —Ambrose respondió y luego gimió de dolor

cuando Charlotte lo empujó de regreso a la cama.

—¿Ves? Casi ni puedes moverte —dijo Charlotte—. Solo serás una carga.

—La pelea de la década, incluso del siglo, ¿y no estaré ahí? Tienes que

estar bromeando —él gimió.

El doctor se acercó y le inyectó un anestésico en el brazo.

—Serán unos minutos para que quede adormecido —dijo él, y fue hacia

el otro lado de la habitación a buscar unos instrumentos.

—Soy tu líder y digo no —Vincent insistió y dejó la habitación.

Charlotte comenzó a pararse, pero Ambrose tomó su mano antes de que

ella pudiera alejarse.

—Espera —él rogó.

—No me vas a convencer —dijo ella, dándole una mirada de advertencia.

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Él me miró.

—Katie-Lou, me dirás la verdad, ¿esto es real? ¿Lo que pasará con

Violette será ahora?

Me encontré con los ojos de Charlotte, y ella sacudió levemente su cabeza.

Yo exhalé:

—Sí.

—Aww, hombre —Ambrose se quejó cerrando sus ojos. Recostó su cabeza

contra la almohada.

—Escucha, Ambrose —dijo Charlotte—, haremos lo que podamos para

recuperar el cuerpo de Genevieve, si es por eso que estas preocupado.

Solo nos harás más lentos si vienes. Te prometo que haremos lo que

podamos.

Los ojos de Ambroce se entrecerraron.

—¿Es por eso que crees que quiero ir? —él preguntó—. ¿Por Genevieve?

Charlotte le miró confundida.

—Escucha, bebé —él movía su pulgar nerviosamente de arriba abajo en

la mano de ella—. Ustedes están caminando derecho hacia la batalla más

peligrosa que hemos visto. Podría ser la pelea. Además de estar

increíblemente molesto porque no podré estar, me va a volver loco saber

que estás ahí, posiblemente consiguiendo que te maten o que te

destruyan.

—Vincent y yo… —Charlotte comenzó a discutir.

—No estoy preocupado por Vincent —Ambrose la interrumpió—. Estoy

preocupado por ti.

Aquí viene, pensé y sonreí. Me devolví lentamente hacia la puerta, para

que ninguno de los dos notara que estoy dejando la escena. No que lo

hubiesen notado de cualquier forma, estaban totalmente envueltos el uno

con el otro.

—Puedo luchar tan bien como el resto de ustedes —Charlotte contestó,

alejando su mano de la de él y empujando sus puños a su cintura.

—Nunca dije que no pudieras —Ambrose insistió.

—Entonces por qué…

Él la interrumpió de nuevo.

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—Me quedaré sin quejarme…

—¡No tienes opción!

—…si haces dos cosas. —La burla dejó su rostro y ahora estaba muy

serio.

Debía irme, pero no podía, sabía que estaba a punto de presenciar un

evento histórico, y acechaba junto a la puerta con mis ojos pegados a

Charlotte y Ambrose.

—Bien —dijo Charlotte, igualando su seriedad.

—Prométeme que volverás.

Charlotte estaba callada.

—Y dame un beso de despedida.

—¿Qué? —preguntó Charlotte.

—Me escuchaste.

Ella se quedó quieta durante un par de segundos, llevando sus dedos a

sus labios. Sus ojos brillaban con lágrimas mientras se sentaba

nuevamente a un lado de su cama. Tomó la mano que no estaba

lastimada en la de ella, se acercó y lo besó. Era un beso lento, era un

beso largo. Era el beso que había esperado por años.

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Capítulo 48 Traducido por yuya

Corregido por Marce Doyle*

eorgia estaba esperando en el pasillo cuando me arrastré fuera

de la habitación de Ambrose.

—¿Qué pasa? —preguntó, y me hizo pegar un salto en el aire.

—No te había visto —dije, con la mano sobre mi acelerado

corazón.

—Entonces, ¿dónde es la fiesta? —cruzó los brazos sobre el pecho.

—¿Por qué estás despierta? —le pregunté.

—No podía dormir. Y entonces miré por mi ventana y vi a los Sex Pistols

conduciendo sus vehículos al estacionamiento. Así que me imaginé que

algo sucedía.

Miré a Georgia, el estado de su corto cabello rubio rojizo sacudido por la

cama la hacía más bella que nunca. Me di cuenta de que había una

posibilidad de que después de esta noche no pudiera volver a verla. Lancé

mis los brazos alrededor de su cuello y la apreté contra mí.

Ella me dio palmaditas en la espalda.

—¿Qué, Katie-Bean? ¿Qué sucede? Quiero decir, además del hecho de

que son supuestamente los no-muertos Wonder Woman o algo así…

quiero decir, ¿que por qué estás llorando?

—No estoy llorando —le dije, sorbiendo y disimuladamente limpiando mis

ojos antes de dejarla ir—. Solo quiero que sepas que te quiero.

Los ojos de Georgia se estrecharon, y me miró sospechosamente antes de

señalarme con el dedo.

—Tú, chica, vas a hacer algo peligroso. ¿Qué es?

—No es nada de lo que necesites preocuparte, Georgia.

Ella hizo un ruido de disgusto y dijo:

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—Oh, no me vengas con eso. Tú no estarías actuando así a no ser que te

preocupase que no fueras a volver. ¿Es por eso que Jeanne está aquí, en

mitad de la noche y el medio punk de Berlín está saltando alrededor de

la casa como si fuera una especie de zombi más profundo? ¿Cierto?

La miré y me mordí la lengua.

—Está bien, voy a preguntar a Arthur —dijo, y se va airada.

Charlotte salió de la habitación de Ambrose y cerró la puerta detrás de

ella. Su rostro resplandecía, y sus mejillas sonrosadas, naturalmente, se

volvieron escarlata. Ella tomó mi mano y nos dirigimos a las escaleras.

—¿Lo sabías? —me preguntó.

—Sí —reconocí—. Pero hace poco. Creo que Ambrose solo amaba a

Genevieve cuando ella no estaba disponible. Una vez que fue posible, creo

que se dio cuenta que no era la que él quería.

Ella sonrió como una niña cuyo deseo de cinco décadas se le había

concedido finalmente, y saltó durante el resto de la escalera con la cabeza

hacia la armería.

De vuelta en mi habitación, me eché un poco de agua en la cara y me

cepillé el cabello en una cola de caballo. Entonces tomé un trozo de papel

y un bolígrafo de la mesa. Me senté a escribir una nota a Mamie y Papy.

Mi pluma se cernía sobre la página mientras agonizaba sobre qué decir.

Pero antes de que pudiera escribir cualquier cosa, golpearon mi puerta.

Mamie acercó la cabeza y preguntó:

—¿Podemos hablar contigo?

—Sí —le dije, cubriendo la nota escrita con la mano y luego, al ver su

expresión de preocupación, renunciando al pretexto. Podía que sea la

última vez que veo a mis abuelos, y estaba agradecida de que vinieran a

buscarme.

—Les estaba escribiendo una nota, pero me alegro de que estén aquí.

Prefiero hablar con ustedes en persona.

—¿A dónde vas? —preguntó Papy, caminando de pie detrás de mi abuela.

—Vamos a luchar contra Violette —le dije con sinceridad.

—¿Y piensas volver? —preguntó Mamie, con su voz conteniéndose

durante un segundo antes de parar y ponerse su máscara abuela

valiente.

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Me levanté y caminé hacia ellos. Mis abuelos. Además de Georgia, eran

la única familia que me queda, y yo los amaba con fiereza. Pero nuestra

lucha contra los numa no era solo por ellos como personas, como los

residentes de una ciudad que pueda ser fácilmente invadida por el

malvado no-muertos, sino como blanco de la ira de Violette. Si no lo

conseguía, sabía que ella no dudaría en ir tras ellos. Ella no dejará pasar

una oportunidad tan atractiva para la venganza.

—Esto es algo que tengo que hacer —le respondí, evitando la pregunta de

Mamie.

—Lo sabemos. Me tranquiliza de nuevo, sin embargo, que eres realmente

difícil de destruir —dice Papy con una sonrisa forzada.

—Soy un revenant ahora, Papy. Si muero, resucitaré. —A menos que el

numa tuviera una hoguera gigante ardiendo en el sitio de la batalla, o

que secuestraran mi cadáver y lo llevaran a otro lugar para quemarlo. No

les digo ese pensamiento, pero no tengo que hacerlo. Papy conocía las

reglas, así como yo.

Mamie me dio un abrazo.

—Traje estos de tu armario —dijo, sosteniendo los anillos de bodas de

mis padres—. Sabes la importancia que alojo en los símbolos. Toma esto

contigo como un recordatorio del amor y el apoyo de tus padres. Ellos

estarían muy orgullosos de ustedes en este momento, Katya.

Mis ojos se llenaron de lágrimas. Retiré mi collar y añadí los anillos a mi

signo y el vacío medallón que había mantenido a pesar de que ya no tenía

ningún propósito. Jeanne cortó más cabello de Vincent tan pronto como

volvimos a Nueva York, y yo le di una muestra del mío después de

bañarme hoy. Lo que era un pequeño seguro… en caso de que ocurriera

lo peor.

Me deslicé la cadena de nuevo bajo mi camisa y acaricié los anillos

sintiendo que estaban ahí.

—Gracias, Mamie —le susurré.

Ella asintió con la cabeza y sonrió, secándose una lágrima y moviéndose

a un lado para que Papy pudiera tener su turno. Él me abrazó

fuertemente entre sus brazos y susurró:

—Cuida de ti misma, ma princesse.

—Lo haré, Papy —le prometí, ahora tragándome las lágrimas.

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Mis abuelos me dieron una última mirada por encima, asintieron con la

cabeza hacia mí con orgullo, y luego se fueron. Agarré un pañuelo de la

mesita de noche y tomé un minuto para calmarme. Mientras empezaba a

salir de la habitación, vislumbré mi reflejo en un espejo de cuerpo entero

y, al no reconocerme, me detuve. En mis pantalones de cuero negro,

botas hasta la rodilla, delgadas armaduras similares a una cota de malla

con un top negro de ante y un abrigo largo de cuero, parecía un héroe de

acción.

Mis mejillas estaban sonrojadas de temor y expectación, pero mis ojos

brillaban como estrellas oscuras, y me veía más grande con el cabello

recogido. No sabía qué iba a pasar, pero sabía más allá de toda duda que

ese era mi destino: frente a Violette. Estaba lista.

Cuando llegué el gran hall de entrada, vi a Jean-Baptiste y a Gaspard

atravesando la puerta principal.

—¡Están aquí! —lloré.

—Había planeado tomar un par de horas para descansar —explicó

Gaspard con una sonrisa—, sin embargo, recibimos este mensaje de texto

casi indescifrable en nuestro teléfono móvil…

Jean-Baptiste sostenía su teléfono móvil como si fuera una pieza de

maquinaria alienígena.

—Y cito: “Amigos, bajen ahora. Traigan sus tristes traseros aquí

inmediatamente”. Con una petición tan elocuente, ¿cómo podríamos

resistirnos? —comentó secamente. Pero había una sombra de una

sonrisa en el borde de sus labios, y yo sabía que él y Gaspard no se lo

perderían por nada del mundo.

—¡Yuju, sabía que vendrían! —gritó Ambrose desde el rellano de la parte

superior de las escaleras.

—Tienes que volver a la cama en este instante —lo regañó Jeanne,

corriendo de detrás de él y señalando imperiosamente hacia la puerta de

su dormitorio—, antes de que la hemorragia caiga sobre mi alfombra

limpia.

Sonrió ampliamente Ambrose y nos lanzó un saludo, antes de girarse

introducirse en su dormitorio.

—Así que… ¿de acuerdo? —dije, poniendo mis manos sobre JB y los

brazos de Gaspard y saliendo con ellos por la puerta. En el patio, vi un

torrente de automóviles y motocicletas en fila frente a la puerta con los

motores en ralentí. Dos figuras de pie junto a la fuente, con los cuerpos

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apretados, besándose desesperadamente antes de dar un paso atrás y

convertirse en Georgia y Arthur. Georgia se alejó de él y, pasándome sin

ralentizar su paso, dijo:

—Es mejor que vuelvas del infierno, Katie-Bean. —Y entrando a la casa,

cerró la puerta detrás de ella.

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Capítulo 49 Traducido por Dracanea y Alexiacullen

Corregido por Caliope Cullen

ra justo antes de las cuatro de la mañana, cuando paramos en el

barrio de Place Monge. Vincent aparcó el coche y yo pasé a la

acera mientras Arthur, Charlotte, y Louis se peleaban fuera del

asiento trasero. Jean-Baptiste y Gaspard aparcaron cerca y se

unieron a nosotros.

Mi estómago era un nudo. Pero la calma que viene con el foco de la lucha

se asentó sobre mí, infundiéndome la confianza que iba a necesitar. Y el

hecho de que Vincent me tomara de la mano y me sostuviera firmemente

no dolió. Había algunas figuras oscuras en la carretera con auras de brillo

de oro bardia, y uno levantó la mano en señal de saludo. Grupos que se

reunieron en París durante las últimas horas habían estado esperando

que llegáramos. Teníamos sesenta revenants en total. Pero cuando miré

hacia el parque escondiendo la arena romana, mi visión se quemó con al

menos un centenar de columnas rojas de fuego hacia el cielo antes del

amanecer. Nos superaban en número, como nos temíamos. Vincent lo vio

en mi cara.

—¿Eso está mal? —se preguntó. Asentí con la cabeza.

—Sí. Más de un centenar, supongo, algunos dentro del parque y otros

repartidos por todo el barrio.

Se volvió y me acunó la cara con las manos, deslizando los pulgares sobre

mis sienes.

—No tienes que hacer esto —dijo en voz baja lo suficiente para que los

demás no lo oigan—. Podemos llevar la lucha a ellos sin que ni siquiera

tengas que enfrentarte a Violette. Ya has oído a Bran. Genevieve quería

morir.

—Siempre existe la posibilidad de que sigan hasta que ella sea una volant

para luego destruirla, como hicieron contigo. Ella quiere ser libre. No

estar atrapada como un alma en pena.

—Si eso ocurre en realidad, Bran puede dispersarla.

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—Está bien, tienes razón —lo reconocí—, pero tengo que enfrentarme a

Violette, Vincent. Lo sé. Los dos lo sabemos. Y prefiero hacerlo ahora,

cuando sabemos que no va a caer a través de nuestros dedos, que vivir

nuestras vidas preguntándome cuándo va a aparecer al lado y hacer algo

aún peor.

—Lo sé. —Él se inclinó para besarme brevemente. Firmemente.

Estábamos bloqueados a la mirada de los demás, mientras que los grupos

pequeños empezaban a moverse en su lugar a nuestro alrededor.

—Si debo morir… —empecé a decir. Vincent me interrumpió.

—¡Para, Kate! —Luego suspiró y sus hombros cayeron ligeramente. Sabía

que era deshonesto pretender que todos saliéramos con vida. Cerró los

ojos y, cuando los abrió, parecía resuelto—. Pase lo que pase, recuerda

que yo te amaré para siempre —dijo—. Incluso si se dispersa mi espíritu

y mi conciencia es liberada al universo… lo que queda de mi voluntad

nunca dejará de amarte.

Vincent no me poseerá como lo hizo cuando me enfrenté a Lucien. Y no

hay ninguna señal de cualquier súper fuerza que se haya mencionado en

la profecía. Pero de repente estaba sin miedo, sabiendo que me

enfrentaría a Violette con un poderoso pero invisible arma: el amor. El

amor total e incondicional de otro ser. Eso era algo que Violette no tenía.

No me iba a hacer ganar la batalla contra ella. Pero ya me había hecho

vencer a mi miedo.

—Esto no es un adiós, Vincent. Porque vamos a ganar. —Aunque mi voz

era firme, no acababa de creer mis propias palabras. Tomé su mano y

caminé hacia el parque.

Los árboles estaban rodeados por una valla de hierro alta, y al acercarnos

a la puerta vimos que estaba custodiada por cuatro grandes numa

vestidos con uniformes de policía. Ellos asintieron a Vincent cuando nos

acercamos, mirando con aprensión a las ventanas de los edificios de

apartamentos en la calle. Mientras que fuera del parque, estábamos en

público. Nada iba a pasar ahí.

—Solo la chica va dentro con él —uno de ellos apuntó a Louis—. Nuestra

especie se queda fuera de la arena, y también lo hará la suya.

Vincent negó con la cabeza.

—Estás mintiendo. Hay un grupo grande de su tipo ya en el interior del

parque. Y no hay manera de que Kate vaya sola.

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El numa lo miró con recelo, e hizo una llamada. Ahogó su voz con la mano

y luego colgó.

—Nuestra líder admite que su equipo de seguridad la proteja en el

parque. Por lo tanto, usted puede traer a los de su clase al interior, pero

nadie va a la arena del anfiteatro, a excepción de su campeón y su rehén.

¿Rehén? Creo. Vincent dijo a Violette que Louis se puso de nuestra parte

voluntariamente. Y el numa que escapó de la pelea en el Passage du

Grand Cerf debe haber contado sobre cómo peleó contra ellos. O es una

negación o ella está fingiendo ignorancia con el fin de protegerlo de su

clan.

Vincent hizo una señal levantando dos dedos en el aire, y de repente

bardias se vertieron en las calles laterales, los coches aparcados y las

puertas oscuras, agrupándose detrás de nosotros. A mis ojos campeones

son un mar de llamas doradas que fluyen hacia una pared de columnas

de color rojo brillante.

Entramos por la puerta y por un largo pasillo. Altos muros de piedra se

levantaron a ambos lados de nosotros a medida que avanzábamos en

masa hacia el antiguo anfiteatro romano, Vincent y Jean-Baptiste

conducían a la multitud con Charlotte y Arthur flanqueándolos y

Gaspard justo detrás.

Louis miró por encima de mí, ya que ellos seguían.

—No te preocupes, no vamos a dejar que te lleven de vuelta —le digo—.

Solo estás aquí para que pueda acercarme lo suficiente a Violette para

luchar contra ella. Tan pronto como seas capaz, vuelve atrás y reagrúpate

con Vincent y los otros.

—No voy a defraudarte —juró.

—Lo sé —digo, y tomándolo de la mano, la apreté con fuerza antes de

dejarlo ir.

Salimos desde el pasillo a un gran espacio abierto. Gradas de piedra

monumentales en un arco roto rodeaban una parcela de tierra del

tamaño de una pista de circo. Había otro corredor de túnel idéntico al

que acabábamos de salir enfrente de nosotros. Y alrededor de la abertura

y desbordando en grupos se sentaban sobre la grada un infierno de

muchos numa.

En el suelo de la propia arena, Violette se encontraba sola frente a una

hoguera encendida recientemente, las llamas lamían una esquina de una

pila de madera del tamaño de un camión remolcador. A sus pies una

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bolsa para cadáveres, descomprimida y abierta. Largas cortinas de

cabello rubio platino de Genevieve sobre los lados. Inconscientemente

acaricié la empuñadura de la espada en mi cintura, tranquilizándome a

mí misma diciéndome que estaba lista para la batalla.

Viéndonos aproximarnos, la cara de Violette se transformó en una

máscara de victoria. Vincent y Jean-Baptiste dudaron, y luego llevaron

la bardia lejos de nosotros, a la organización de ellos en los escalones de

piedra justo enfrente del numa. Solo Louis y yo seguimos por el camino.

Entrando en la arena, caminamos por el suelo polvoriento hasta que

estuvimos dentro a cinco pies de Violette. El fuego se disparó alto detrás

de ella. Su resplandeciente luz de fondo le daba la apariencia de una

hermosa joven demonio, con los ojos carbones oscuros y el pelo largo y

negro azotado por el viento de la mañana.

—Ahora, solo mírennos —dijo ella—, como civilizados. Tienes lo que

quiero y tengo lo que quieres. ¿Por qué toda la seguridad? —Violette

inclinó la cabeza hacia un lado y cruzó los brazos sobre el pecho, como

un niño que ponía mala cara.

—Por la misma razón que tienes la tuya —dije, haciendo un gesto hacia

los cuarenta y algunos numa colocados en las gradas—. Excepto que no

estoy ocultando la mayor parte de la mía detrás de la pared. Lo qué es un

poco antideportivo, yo diría.

—Lo sería si estuviera esperando cualquier deporte —dijo Violette, con

una calma exagerada. La sorprendí.

—Ellos no son más que mi equipo de seguridad —explicó—. No puedo

hacer nada si tengo más fieles seguidores que Vincent.

Hizo una pausa, y luego incapaz de resistir, dijo:

—¿Puedes ver desde lejos a mis hombres? —asentí con la cabeza.

—¿Columnas Aura? —preguntó ella, intrigada.

Asentí con la cabeza otra vez, asegurándome que ella no supiera ya los

detalles de mis poderes. Satisfecha, hizo un gesto hacia la bolsa.

—Aquí está tu cuerpo, ahora dame mi consorte.

—Yo no quiero el cadáver. Y tu consorte no va contigo. Él ha elegido

nuestro lado.

—¿Qué? —Violette exclamó en shock fingido—. ¿Por qué has venido aquí

esta noche?

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—Para luchar contra ti.

Una amplia sonrisa se dibujó en su rostro.

—Un poco esperaba que dijeras eso. Lo que quiero es una segunda

oportunidad para absorber la energía de Campeones. —Ella se despegó

la capa y la colocó suavemente en el suelo.

—Supongo que eso es lo que es el fuego —le digo—. A menos que esto sea

solo un ardid para invitar a todos a un asado.

—Siempre fuiste una chica inteligente —replicó Violette—. Tengo que

darte esto —su mirada se trasladó al joven numa que estaba de pie a mi

lado—. Louis, has sido un buen chico. Es tiempo de cortar el cuento. Haz

algo útil —sus ojos se movieron rápidamente hacia mí y de vuelta a él.

Louis dudó sin saber qué hacer. Piensa rápido, ordené. Apriétame y finge

que vas a agarrarme para ella. ¡Hazlo ahora!

Se lanzó hacia mí y me agarró por encima de los brazos. Me azoté

violentamente, intentando romper su agarre, para hacerlo más real. Pero

estaba luchando conmigo tan fuerte como yo con él y en cuestión de

segundos me había atrapado, con ambos brazos clavados detrás de mi

espalda. ¡Ow! Creo que lo escuché susurrar.

—¡Lo siento!

Aflojó su agarre ligeramente.

—Louis, ¿cómo pudiste? Juraste estar a nuestro lado —le reprendí en voz

alta. Él no dijo nada, solo continuó sujetándome, pero su agarre se hizo

cada vez más fuerte.

Durante un segundo sentí una punzada de recelo y me pregunté si él

había estado jugando al doble agente y que la farsa hubiera sido planeada

por Violette. ¿Estás aún conmigo, verdad?, pregunté con preocupación.

Él respondió con una ligera presión en uno de mis brazos, aliviando mi

duda.

Escuché un rugido de la gradería a mi derecha, y vi a Vincent y a nuestros

semejantes bajar a trompicones las escaleras hacia el suelo de arena. No

conocían nuestros actos y pensaban que Louis nos había

traicionado. Está bien, pensé mirando a Vincent. Él asintió hacia mí,

viéndose confuso y levantando sus manos para intentar detener a sus

tropas.

—¡Detente! —chilló Violette, y cruzó el espacio entre nosotros antes de

que pueda desenvainar mi arma. La punta de su espada rozó mi cuello:

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sentí su borde afilado cortar mi cuello y la sangre gotear del collar que

me había dado —. ¡Alguien se mueve y la Campeona está muerta!

Sentí que el agarre de Louis se perdía y estaba a punto de dejarme ir. ¡No

te muevas!, le ordené, y reajustó su agarre, estrechándome contra él más

fuerte. Podía sentir los latidos de su corazón corriendo contra mi espalda

y supe que debía tener un susto mortal. Solo espera, digo.

Violette miró hacia donde Vincent y los otros se habían congelado en el

lugar, cambiando la mirada de vuelta a mí.

—Muchacha estúpida e ingenua. Louis puede unirse a ti pero nunca

puede convertirse en uno de ustedes. ¡Los numas están condenados! No

pueden convertirse en bardia. Todo el mundo sabe eso.

—Eso me han dicho —respondí—. Pero no lo creo. Los dedos llameantes

de los curanderos graban como sucede: lo he visto representado en una

de sus pinturas.

Hay un brillo en los ojos de Violette… su curiosidad despertó, puedo

decirlo… pero levantó la punta de su espada para colocarla justo debajo

de mi barbilla. O bien no se lo estaba tragando o bien no le importaba.

—Aún hay tiempo para que también cambies, Violette —continué—. Yo

no comparto toda esta mierda del destino inalterable. Tenemos un

curandero que de verdad puede dispersar espíritus revenant. Que puede

aliviar el dolor de soportar la muerte. Y creo que hay una razón para todo

esto. Es la forma en que las cosas se suponían que tenían que ser antes

de que todo esto saliera mal en la historia de los revenants. En realidad

nadie está obligado a continuar la existencia como algo que no quiere ser.

Genevieve quiso dejarlo. Y tendrá su paz.

—He estado por aquí la mitad de un milenio —respondió Violette—. Creo

que sé más que tú. Estas desperdiciando el poder que está en tu interior.

—Dime, Violette, ¿qué harías tú con él? —pregunté.

—Con el poder de persuasión del Campeón, podría convencer a jefes de

estado a seguirme y comandar a grandes fuerzas de numa. Si lo que

dijiste sobre el aura de visión es cierto, podría ver a mi especie, y quizás

a la vuestra, desde muy lejos con el realce de poder de la percepción.

¿Qué mejor forma de construir un ejército numa o acabar con una

población bardia? ¿Y con la fuerza del Campeón? Bueno, esa es una cosa

que parece que no conseguiré ya a pesar del Campeón, eres una

enclenque patética y lisiada llena de compasión.

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Ella estaba hablando y lista para asentar el golpe mortal. Podía decirlo

por la mirada prematura de victoria en su cara, la flexión de sus bíceps,

y una ligera inclinación hacia atrás, que estaba a punto de girar hacia un

lado y balancearse con todas sus fuerzas.

Louis, tan pronto como empiece a balancearse, déjame caer y sal del

camino, pensé.

Me encontré con la mirada de ella.

—¿Quieres mi poder, Violette? Puedes venir y tomarlo.

Una sonrisa malvada curvó sus labios, y tomó la espada con ambas

manos. Con mi visión periférica vi a ambos, bardia y numa, avanzar

desde las gradas, gritando, estallando en furia, arremetiendo en batalla.

Sentí a Louis liberarme y me agaché en cuclillas cuando la espada de

Violette destelló hacia adelante, silbando a través del aire donde había

estado mi cuello. Tuve el tiempo suficiente para saltar hacia un lado y

agarrar mi propia arma antes de que ella se repusiera y su filo cruzara

hacia mí una vez más.

La espada de Violette chocó de forma ruidosa contra la mía, y me levanté

con toda mi fuerza hasta que se deslizó fuera y tropezó hacia atrás. Al

final, tuvo un segundo para ver a dónde fue Louis.

Estaba parado, alejado a unos cuantos pies de nosotras, paralizado,

mirando nuestra lucha y viéndose perdido.

—¡Eres un traidor! —gritó—. ¿Cómo podrías estar pensando en

ayudarles? ¡Ellos no pueden cambiar lo que eres!

La mirada perdida desapareció del rostro de Louis, fue remplazada por

una de desesperación. No le creas, digo.

Violette giró su atención hacia mí. Estaba igualando todos sus

movimientos, pero escasamente. Si me detenía del todo o hacía un

movimiento en falso, ella ganaría esa lucha.

—Soy más rápida y más fuerte que tú —espetó mientras se abalanzaba

hacia mí, rajando mi brazo de la espada. Salté fuera de su camino.

—Quizás. Pero tú no tienes corazón —dije, encontrando su espada con la

mía en medio giro y golpeándola de vuelta en un paso. Nuestro ejército

se detuvo a unos cuantos metros a cada lado de nosotras, sin atreverse

a mover mientras estuviéramos en mitad de un combate mortal.

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—Un corazón hace débil a uno —dijo, mirando con furia—. Con el fin de

ejercer una fuerza verdadera, uno debe ser implacable.

Giró y balanceó su espada con dos manos en un arco horizontal,

acercándose a unos meros centímetros de mi cara saltando hacia atrás.

—No estoy de acuerdo —dije con mi respiración entrecortada—. La

misericordia es la clave. Puedes forzar a la gente a seguirte pero nunca

tendrás su respeto o su amor —comencé a balancearme, pero Violette

anticipó mis movimientos y golpeó mi espada soltándola de mis manos

sobre el suelo. Traté de alcanzarla, pero su hoja estaba una vez más

levantada… demasiado cerca esta vez… y elegí encararla sin armas en

lugar de estar reducida como si me revolviera por mi espada.

—El amor es para los débiles —dice Violette, con su rostro distorsionado

por el desprecio. Con un gruñido de esfuerzo hundió su acero para un

golpe mortal. Mi instinto fue agacharme, pero me obligó a resistir mi

postura.

Ahora es tu momento, Louis, llamé. Tu oportunidad de controlar tu propio

destino. Hubo un destello de metal y Violette se tambaleó hacia los lados.

Dejó caer su espada y lanzó sus manos hacia adelante, atajándose de

aterrizar de bruces sobre el suelo.

Temblando con fuerza, Violette se sostuvo incorporándose sobre sus

codos y girando hacia Louis, quien estaba tambaleándose hacia atrás,

mirándola con aversión.

—¿Qué has hecho? —jadeó, mirando al chico, con sus ojos llenos de

dolor.

—Lo correcto. Al fin —dijo él y se irguió desterrando su miedo.

—Eres un numa —jadeó ella—. No cambiamos de lado. Una vez que eres

un traidor, siempre estás condenado.

Hundiéndose, rodó sobre su costado. Y sacando el cuchillo de su pecho,

lo estudió como si nunca antes hubiera visto una daga. El estadio estalló

en una explosión de alaridos de batalla, pero nadie se atrevió a acercarse.

Miré alrededor de nuestro triángulo, y en un brillo de claridad, al final

me convencí de algo que había sospechado desde que hablara con Uta.

La fuerza del Campeón no era una cosa física. No estaba en mi cuerpo.

Estaba en mi espíritu. Era una fuerza interior, una que inspiraría lealtad.

Una que me ayudaría a encabezar a mis semejantes a respaldar las cosas

que estaban destinadas a ser antes de que los revenants fueran

condenados a sufrir mientras llevaban a cabo su destino.

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Y con el don de la percepción, la habilidad de ver los auras

reflejándose, no solamente el destino se había ocupado de un numa

como Louis, pero manteniendo la capacidad de transformarse a sí mismo

e incluso de cambiar de bando, quizás no solo era la Campeona de los

bardia sino de todos los revenants.

De repente e irrevocablemente, estaba segura de eso.

—Lo sé, Violette —dije, levantando mi espada y agachándome en una

postura ofensiva—. Estoy aquí para cambiar todo eso.

Las llamas habían alcanzado su altura plena detrás de ella: la furia en

sus ojos se hizo eco de su resplandor. Gesticulando hacia uno de sus

centinelas combatientes numa más cercano, ella señaló hacia Louis y

gritó:

—¡Mátalo!

Di un paso hacia adelante, con la espada rebajada, lista para atacar.

Violette hizo un movimiento veloz como un rayo: el metal destelló en la

mitad del aire, el cuchillo reflejando el rojo dorado de la hoguera, antes

de hundirse profundamente en mi carne. Apreté la espada en mi mano

derecha tratando de ignorar el cuchillo incrustado en mi otro hombro,

oscilando hacia atrás con tanta fuera como pude y apuntando con mi

hoja al cuello de Violette.

En el mismo segundo, un ruido silbó desde la dirección del numa. Louis

cayó al suelo, con una flecha recta atravesando centro de su frente.

A nuestro alrededor la batalla se propagó en un tumulto de gritos, con

cuerpos agitándose y metales colisionándose, pero mi centro de atención

permanecía constante en mi enemigo. El dolor al rojo vivo en mi hombro

me conducía a hacer lo que sabía debía hacer. Mi cuchilla se encontró

con su cuello y lo cortó limpiamente, y Violette cayó hacia atrás, muerta.

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Capítulo 50 Traducido por Eli25 y Cr!sly

Corregido SOS por Cacahuete

e quedé mirando el caos ensangrentado que era Violette,

paralizada por el horror y el alivio. Pero no pude permitirme

el lujo de la reflexión desde que había una larga batalla

balanceándose peligrosamente cerca de mi cabeza. Salí del

camino y sentí unas manos fuertes que me agarraban.

Comencé a luchar, y entonces oí a Vincent decir:

—Soy yo. —Agarró mis manos e hicimos una carrera, corriendo a toda

velocidad pasando el área concentrada de la lucha hacia el borde de la

arena.

Nos agachamos detrás del fuego, el ensordecedor sonido metálico del

metal chocando casi atronador, y dejé caer mi ensangrentada espada al

suelo. Vincent me giró hacia él y cogió mi cabeza entre sus manos y me

besó rápida y firmemente. Nunca pensé que el sudor y el humo pudieran

saber tan bien.

—Tenía que hacer esto primero —dijo con un fantasma de sonrisa. Me

giró cuidadosamente hacia un lado e inspeccionó el cuchillo en mi

hombro—. ¿Duele? —preguntó cuando agarró la parte inferior de su

camiseta. Arrancó un trozo amplio de ropa, y lo envolvió sobre su brazo.

—No, no puedo sentirlo después de todo —admití.

—Bien, Kate, cierra tus ojos y aprieta tus dientes —dijo él. Entonces,

abrazando mi brazo superior con una mano, usó la otra para girar el

cuchillo de dónde la cuchilla entró en mi hombro y salió de mi espalda,

justo a un pelo de distancia del borde de mi chaleco Kevlar.

Amortigüé mi grito con mi mano, pero no importó, fue tragado por el ruido

a nuestro alrededor. Vincent quitó la ropa de su brazo y la ató tensamente

alrededor de la herida, debajo de mi axila y alrededor dos veces.

—¿Puedes mover ese brazo?

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Lo intenté, y un lacerante dolor se disparó desde mi mano hasta mi

hombro, haciéndome gritar.

Vincent desgarró otro trozo de su camisa. Doblando mi inútil brazo

delante de mí, él lo aseguró en mi pecho.

—Todas las entradas están bloqueadas —dijo cuando trabajaba—, así

que no puedo sacarte de aquí sin luchar.

—No nos vamos —dije, escaneando la arena. Aunque los numa

comenzaron con más del doble de nuestro número, estaban cayendo

rápido. Los alemanes estaban actuando como equipos de apoyo,

luchando a un solo numa en parejas, matándoles y luego rápidamente

tirándoles al fuego. Cuento diez cadáveres ya en llamas, y el contingente

de baja calidad no está disminuyendo.

Un estridente silbido llegó desde al lado de la hoguera y Vincent y yo nos

giramos para ver a Uta gesticulando hacia nosotros. Ella sujetó la cabeza

de Violette por el pelo, luciéndola como Perseo hizo con Medusa.

—Son testigos —gritó ella, y con un asentimiento a sus hombres tiraron

el cuerpo del Violette a la pila mientras ella soltaba la cabeza hacia las

llamas.

Mis sentimientos estaban mezclados cuando vi el cuerpo de mi enemigo

prenderse. La chica rota e implacable se había ido, y yo estaba inundada

tanto de pena como de alivio. Vincent agarró mi mano.

—¿Estás bien? —preguntó, al segundo de adivinar mi emoción. Respiré

profundamente y asentí una vez. Esta historia había terminado.

Aparté la mirada para buscar a nuestros parientes y localicé a Jean-

Baptiste y a Gaspard luchando espalda con espalda, sus movimientos

sincronizados tan bien que parecían ser una persona: los guerreros más

mortíferos, llevando la muerte a todos los que tocan.

No muy lejos de ellos, Charlotte se había elevado sobre la pelea, posada

con su ballesta encima de una columna de piedra rota, derribando

continuamente a nuestros enemigos uno detrás de otro. Su mano de

disparo se movió hacia su carcaj, sacando flechas nuevas, toneladas, y

disparándolas con mortal velocidad. Arthur estaba de pie debajo de ella

defendiendo su posición, cortando a cualquiera que se acercara.

Dejamos nuestro refugio detrás del fuego y avanzamos en la dirección de

Charlotte.

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Aunque no podía ver mucho del campo de batalla, había unas pocas

columnas rojas rodeando el área. Más de nuestros enemigos caían, y dos

Bardia con puntiagudos Mohawks nos pasaron, empujando otro cadáver

de numa hacia el fuego. Un brillo de esperanza destelló en mi mente. Lo

estábamos haciendo, igualando las probabilidades, podríamos ganar.

Vincent y yo estábamos a unas pocas yardas de Charlotte, cuando vi la

flecha golpear su pecho. Sorprendida, ella miró el proyectil, y entonces se

desplomó y cayó al suelo. Vincent localizó el arquero numa y salió detrás

de él mientras yo me lanzaba hacia la lucha para llegar a Charlotte. Pero

antes de alcanzarla, una chica numa comenzó a arrastrarla hacia el

fuego.

—¡Déjala! —grité. La chica levantó la mirada. En un instante, ella sacó

su espada y se agachó en una posición defensiva. Yo levanté mi espada,

pero antes de poder moverme, Charles saltó delante de mí, balanceando

su espada contundentemente hacia ella.

—Yo terminaré con esto —gritó él—. Solo aleja el cuerpo de mi hermana

del fuego.

Intentando no mirar a los ojos de mi amigo ciego y la boca muy abierta,

metí sus pies debajo de mi brazo bueno y comencé a empujarla hacia la

pared de arena. Una flecha zumbó al pasar por mi oído y me lancé a mi

izquierda para esquivar otros tres o cuatro proyectiles que fueron

soltados sobre mí.

Un ruido explotó desde los bordes de la batalla, y la pelea se pausó

cuando todos se giraron para ver lo que está ocurriendo. Vertiéndose a

través de los pasillos a ambos lados de la arena, había una oleada de

extraños armados. Reconocí sus auras; eran familiares. Mi corazón se

disparó. La victoria era nuestra. O lo sería pronto.

De repente, Charlotte fue apartada de mi agarre. Alguien había agarrado

sus manos y estaba empujando en la otra dirección.

—¡No la toques! —grité, e hice algo torpe con mi espada. Barriendo

alrededor hacia mi oponente, me encontré mirando unos familiares ojos

castaños.

—¡Jules! —jadeé, y me lancé a sus brazos.

—Encantado de verte, también —respondió él—, pero este no es el mejor

lugar para un abrazo —una flecha zumbó por nuestras cabezas y nos

agachamos—. Toma sus pies —dijo él. Y entonces, viendo mi brazo

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herido, él dijo—: Solo toma un pie —y comenzamos a arrastrarla hacia la

pared.

—¡Estás aquí! —dije, parpadeando como cegada momentáneamente por

el sudor del calor abrasador del fuego.

—Y tú eres el Campeón —replicó Jules con una astuta sonrisa—.

Lamento llegar tarde. Una docena de nosotros acabamos de llegar de

Nueva York. Jeanne nos envió directamente aquí.

—¿Solo una docena? —Escaneé la arena, la cual rebosaba con los recién

llegados—. Pero, ¿quiénes son todos los otros Bardia?

—No lo sé —admitió.

Llegamos a la pared y dejamos a Charlotte a salvo bajo una saliente de

piedra. Volteándome, vi el cadáver de Louis a algunos pies de distancia,

tendido donde había caído con una flecha en la cabeza.

—Ayúdame a traerlo hasta aquí con Charlotte —dije, y me dirigí hacia el

cuerpo, agachándome mientras corría para esquivar la lluvia de flechas.

—Umm, Kate, ¿él no es un numa? —preguntó Jules, pareciendo

confundido mientras llegaba a mi lado y veía a Louis.

—No… sí —tartamudeé—. No tengo tiempo para explicarlo. Solo ayúdame

a poner su cuerpo a salvo.

Jules dudó un momento, y luego, cuando una bola de fuego estalló cerca,

saltó a ayudarme. Mientras arrastrábamos a Louis a la seguridad, Jules

levantó sus ojos y me dio una mirada divertida.

—¿Qué? —pregunté mientras pateaba a un lado un hacha de guerra

caída.

—No es que yo conociera a ningún revenant antes de ser animado —dijo

él, parando para limpiar el sudor que le caía en los ojos—, pero Kate, tú

te ves exactamente igual que antes —sonrió—, descífralo.

Le devolví la sonrisa y le di a Louis un último tirón cuando llegamos a la

otra pared, y luego le puse el brazo que agarraba suavemente sobre su

pecho.

Escuchamos un grito de Vincent. Miramos en la dirección en la que él

corría y vi un escuadrón de numas gigantes vestidos con uniformes

iguales marchando hacia la arena.

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Debía haber por lo menos dos docenas de ellos, y estaban armados hasta

los dientes.

—¿Quién diablos son ellos? —gimoteé, mientras mi corazón se encogía

mientras comprendía que mi optimismo sobre nuestras posibilidades

habían sido muy prematuros. Estos tipos se veían letales.

—El escuadrón elite de Lucien —respondió Jules—. Nos hemos estado

preguntando dónde estaban. Parece que Violette los había estado

escondiendo, manteniéndolos frescos para la ronda decisiva de la batalla.

En nuestras batallas previas con los numas, ellos siempre eran llamados

a la lucha.

Él señaló a un hule rubio que lideraba el batallón.

—Su capitán, Edouard, el último de la jerarquía de Lucien, si puedes por

lo menos llamarlo así. —Me estremecí mientras el hombre escaneaba el

campo de batalla y daba una orden para que sus hombres en formación

de abanico corrieran con sus espadas en alto.

Ellos estuvieron sobre los Bardia en poco tiempo. Un grupo de ellos

rodearon un puñado de la parentela de París y los estaban cortando en

una rápida sucesión. Entre los que estaban rodeados en ese círculo

estaban nuestros parientes: Arthur, Jean-Baptiste y Gaspard.

Vincent se impulsaba en dirección a ellos, y Jules y yo corrimos a

acompañarlo. Cuando los numas nos vieron venir, su círculo se dividió.

Aquellos cercanos a nosotros se giraron a encontrarnos: uno para

Vincent y uno para mí, cuatro para Vincent. Ellos no estuvieron para mi

espectáculo con Violette, así que no me reconocieron. Pero sabían quién

era él: el nuevo líder de los Bardia de Francia. El premio.

Vincent había sacado su segunda espada y las balanceaba ambas

poderosamente mientras batallaba solo. Era superado en número y

estaba herido, y los numa con los que Jules y yo estábamos luchando

nos impedían ir en su ayudaba intencionalmente.

El capitán, Edouard, se movía hacia delante. Sus soldados se

mantuvieron inmóviles, dejándolo avanzar. Estaba pensando que él daría

el golpe de gracia y que los demás transportaran el cuerpo hacia la

hoguera antes de que podamos rescatarlo. Era la estrategia que

obviamente tenían planeada.

No dejaría que sucediera. No lo perdería otra vez. Corrí hacia Vincent,

pero antes de que pueda alcanzarlo, alguien lo empujó fuera del camino

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abriéndose paso en el anillo de numas, y en frente de la espada que

estaba llegando hacia el pecho de Vincent.

Jean-Bastiste se paró en el camino de la espada del numa mientras

llegaba a su pecho y salía por su espalda, la punta de la espada salía a

solo centímetros del corazón de Vincent. Escuché un grito de Gaspard y

lo vi correr hacia el cuerpo de Jean-Baptiste, solo para ser lanzado

devuelta por la pared de numas.

Con un rugido salvaje, Vincent tomó a Edouard, haciendo trabajando

rápido contra el capitán numa, mientras yo me encargaba de los dos

enemigos a su derecha. Bardias y numas salían de todas partes, y la

batalla escaló a una lucha febril de metal, madera y flechas, chorreando

sangre, gritando y llorando; me olvidé de mi herida y luché como una

máquina, sin pensarlo, hasta que el frenesí de la batalla cesó y los únicos

que quedaron de pie eran Bardia.

Los numa que no estaban muertos habían escapado. Podía ver haces

rojos moviéndose rápidamente a lo lejos de la arena. Déjenlos correr,

pensé. Será lo suficientemente fácil para mí encontrarlos luego, y me di

cuenta de que eso era exactamente lo que haría. Liderar mi parentela a

destruir cualquier numa que quedara. Excepto por esos como Louis,

pensé. Tampoco vi ningún aura roja esta noche con ese brillo dorado de

esperanza, aunque sospechaba que otros existían.

Corrí hacia Vincent y ayudé a Arthur a ponerlo en el suelo.

—Estoy bien —dijo él.

—Estas sangrando como un cerdo —repliqué, mientras Arthur con

cautela tiraba de su camiseta por encima de su camiseta y la envolvía

alrededor de su torso para detener la pérdida de sangre de un corte

profundo en sus costillas. Usé mi mano buena para ayudarlo a enderezar

el improvisado vendaje, y me sonrió—. ¿Quién estaba ayudando a vendar

a quien hace media hora? —comentó él, mirando mi cabestrillo.

—¿Voy estar bien, en que, en tres semanas? —pregunté, maravillada una

vez más de que este era mi destino. Un ciclo sin fin de vida, muerte,

sanción y despertar.

Dispersos vítores comenzaron a surgir de los sobrevivientes, Uta se movió

al centro de la arena, la sangre y la sonrisa en su cara le daban un

aspecto de una guerrera bárbara. Poniendo sus dedos en sus dientes, ella

soltó otro silbido ensordecedor.

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—¡Por Vincent Delacroix! ¡El nuevo líder de la tribu de París, declaramos

la victoria! —gritó y levanto un mazo de batalla sobre su cabeza—.

¡Victoria! —la multitud gritó, y un bosque de armas fueron agitadas en el

aire de la mañana.

Vincent levantó la mano, aceptando el honor con gracia.

—Y aún más importante, lo siento Vincent —dijo Uta con una sonrisa

burlona—. Gloria y victoria a la Campeona, quien ha demostrado más

que su fuerza esta noche. —Ella presionó su puño en su corazón una vez

más como para recordarme que mi fuerza estaba ahí. Sonreí y gesticulé

hacia ella.

—Los Campeones son raros —continuó ella—, y ha sido un honor luchar

con una. ¡Por la Campeona! —gritó ella, y el lugar enloqueció, con gente

celebrando y bailando alrededor.

El clan de Charles hizo una especie de grito de batalla en alemán y se

lanzaron unos a otros salvajemente en abrazos de victoria.

Estaba abrumada, mi corazón estaba en mi garganta cuando comprendí

que estos seres inmortales estaban listos para seguir mi liderazgo. Para

ayudarme a luchar en cualquier batalla que deparara el futuro. Mientras

miraba alrededor, noté una figura solitaria arrodillada al lado de la

hoguera. Dejé a Vincent y caminé hacia él. Su cabello se había salido de

su cola y sobresalía alrededor de su cabeza como un halo negro.

—¿Qué pasa, Gaspard?

—Antes… antes de que pudiera llegar hasta él… —tartamudeó,

levantando su mirada vacía—. Los numa. Ellos tiraron su cuerpo a las

llamas antes que pudiera alcanzarlo. Jean-Baptiste. Se ha ido —dijo

Gaspard.

Y bajando su cabeza a sus manos, comenzó a llorar.

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Capítulo 51 Traducido por KatieGee y Elizzen

Corregido SOS por Marce Doyle*

l campo de batalla era una escena de desolación. Un pequeño

viento soplaba humo acre en una neblina amarilla enfermiza a

través de la arena. Partes de cuerpos y armas estaban esparcidos

por todas partes, y el suelo estaba pegajoso con lodo rojo oscuro.

Todos trabajaban rápido para limpiar el desastre antes de que el

sol se alzara, así no quedaba evidencia de la masacre que había

ocurrido en la mitad de París.

Todo lo que se podía quemar fue tirado dentro del fuego. Mientras las

ambulancias comenzaban a llegar, Vincent y Arthur dirigieron

voluntarios para llevar camillas con cadáveres bardia a los vehículos que

esperaban en las puertas del parqué. Médicos, todos bardia, noté,

empezaron a atender a esos que tenían heridas leves.

Un médico se enfocó en mí, pero asentí a Vincent.

—Velo a él primero —dije.

—¿Galantería? —preguntó Vincent, alzando una ceja.

—No, cobardía. Odio las agujas —confesé, con una sonrisa.

Vi mientras las pequeñas cortadas de Vincent eran lavadas y vendadas,

la mayor herida en su brazo fue cosida. Él ni siquiera hizo una mueca de

dolor cuando la aguja se ensartó a través de su piel, pero me miró

calmadamente desde donde se sentaba a unos pies de distancia. Los

bardia estaban acostumbrados a las heridas superficiales, como yo

también lo estaría pronto yo.

—Genevieve se fue. El numa la arrojó temprano en la batalla —dijo

Vincent, mientras el médico trabajaba en él. Hizo una pausa y miró

pensativo—. Esto probablemente suena mal, pero estoy agradecido de

que no fui forzado a tomar esa decisión.

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Había una angustia en mi corazón mientras veía el furor del fuego,

sabiendo que mi amiga estaba dentro de él. Pero en mi corazón estaba

aliviada por ella.

—Ella obtuvo su deseo. Está con Philippe.

Otro médico se enfocó dónde estaba sentada con mi brazo bueno

alrededor de Gaspard, quien había parado de llorar y estaba muy quieto.

Su normal movimiento nervioso había sido reemplazado por una calma

que estaba más muerto que entumecido, como si una parte de él hubiera

viajado a la tumba con su pareja.

Mi brazo herido colgaba inútilmente en el cabestrillo que había hecho

Vincent, y la sangre aún goteaba de la herida del cuchillo. Ayudándome

a arrastrarme fuera de mi chaqueta, el médico rasgó la manga de mi

camisa y comenzó silenciosamente a limpiar y, después, cosió mi

hombro. Gaspard reposicionó su cabeza en mi hombro, pareciendo

inconsciente que a unas meras pulgadas de su frente alguien estaba

perforando mi piel con una aguja y tirando una gran amenaza a través

de él.

Mis ojos ya estaban nublados con lágrimas y mi corazón lleno de daño

por la pérdida de mi amiga, que el dolor de mi cuerpo parecía un poco

más que una molestia. El médico vendó mi hombro, puso mi chaqueta

de vuelta sobre este y colocó mi brazo en un nuevo y limpio cabestrillo.

—¿Está herido, Monsieur Tabard?

Gaspard sacudió su cabeza aturdido, y el médico se movió al siguiente

grupo de heridos. Vincent encontró mis ojos. Sé que me estaba pidiendo

cuidar de Gaspard. Lo haré, digo sin hablar. Haz lo que necesites hacer.

Vincent se paró y empezó a reunir las tropas restantes cerca del fuego.

Mientras veíamos a las personas unirse, le pregunté a Gaspard:

—¿Cuánto tiempo estuvieron tú y Jean-Baptiste juntos?

—Ciento cuarenta y nueve años —respondió.

—Lo siento —murmuré. No hay nada más que pudiera decir. No podía

decir que sabía cómo se sentía. No sería verdad. Sabía cómo se sentía

perder a tus padres, volverte huérfano. Pero no podía ponerme dentro del

lugar de este hombre que había perdido la pareja que había amado por

un siglo y medio. Todos estos años de vivir las mismas experiencias,

conociendo las mismas victorias y derrotas, compartiendo vidas. Debía

estar destruyéndolo. Sentí un estremecimiento pasar por su cuerpo

mientras se apoyaba en mí. Lo estaba destruyendo.

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—Kate, Gaspard. —Escuché a Vincent llamarnos, y nos paramos para

participar de la asamblea bardia antes de la hoguera. Ocho de los doce

bardia de Nueva York quedaban, dos habían sido llevados en la

ambulancia y dos perdidos en las llamas. Charles se encontraba con Uta

y cuatro de sus parientes. Tres habían sido transportados de vuelta a La

Maison y estarán bien una vez se reanimaran.

Cerca de las llamas, el aire estaba podrido y denso con el olor nocivo de

la carne quemada. Las personas sostenían sus manos sobre las narices

y bocas mientras Vincent se mantenía con la espalda al fuego,

mirándonos.

—No tenemos mucho tiempo antes de la salida del sol, y quiero todas las

huellas de la batallas idas y nuestros parientes fuera del parque para los

primeros rayos del amanecer. Pero primero, tenemos que honrar a esos

que se sacrificaron hoy.

Encontró mis ojos. Estaba teniendo problemas para no llorar. Intentando

lo mejor posible mantenerse fuerte hasta que terminara su deber.

—Entre los parientes de París —continuó—, perdimos a nuestra amada

Genevieve Emmanuelle Lorieux. Murió en 1943 por un pelotón de

ejecución por dar comida y medicina de contrabando a los detenidos en

el campo de ejecución Drancy. Genevieve era una amorosa y delicada

esposa para Philippe Lorieux, quien murió apenas hace unos cuatro

meses. Te extrañaremos, Genevieve.

Vincent hizo un ademán hacia Gaspard, quien dio un paso adelante

enfrentándonos.

—Decimos adiós a nuestro líder desde hace mucho tiempo, Jean-Baptiste

Alexandre Balthazar Grimod de la Reynière —dijo Gaspard en una voz

vacilante—. Murió sacrificando su vida por otro en el campo de batalla

en Borodino, el 7 de septiembre de 1812. Jean-Baptiste estaba dedicado

a la preservación de sus parientes, dispuesto a hacer lo que sea para

asegurar su supervivencia. —La cara de Gaspard se retorció con emoción

cuando dijo esto, pero forzó sus hombros atrás y alzó su barbilla.

Tiró algo de su cinturón y reconocí la amada espada de caña de Jean-

Baptiste con su cabeza de halcón de madera curvada. De cara al fuego,

Gaspard dijo:

—Mi querido Jean-Baptiste. Mi amor. Lloraré tu perdida hasta que

estemos reunidos en la otra vida. —Y tiró la caña dentro del fuego. Con

ese movimiento, sus brazos cayeron a su lado y su cabeza a su pecho, y

empezó otra vez a llorar.

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Arthur estaba a su lado en un flash, poniendo un brazo alrededor del

hombro del viejo revenant. Arthur lo condujo en la dirección de los

vehículos en espera y fuera de la arena.

Uno por uno, los líderes de los otros grupos se pararon y honraron el

pariente que perdieron. Finalmente, Vincent habló.

—Les agradecemos a todos por venir a nuestra ayuda hoy, y les

prometemos nuestra ayuda a cambio. —La asamblea se rompió, y fui

abordada por un hombre de mediana edad que lucía de la edad de

Gaspard y tenía el mismo porte noble que Jean-Baptiste tenía. Dio un

paso para besarme mis mejillas.

—Soy Pierre-Marie Lambert de Bordeaux. Ha sido un honor pelear junto

al Campeón.

Le hice la pregunta que me había estado haciendo desde que aparecieron

él y sus familiares.

—¿Cómo supiste venir aquí, justo a tiempo?

Él sonrió con tristeza.

—Diría que en realidad llegamos un poco tarde. Si hubiéramos llegado a

tiempo, es posible que hayamos perdido a menos de los nuestros.

—Aun así, ¿cómo nos encontraste?

—Soy el Vidente para mi clan —explicó Pierre-Marie—. Vi tu luz hace dos

días. Cuando continuó, decidí venir con mis parientes. Nos encontramos

con los demás en el camino. —Se puso a un lado para dejar que se

acercara la siguiente persona.

Era como pensaba. Jean-Baptiste y Uta no eran los únicos Videntes en

recibir la señal del Campeón.

—Esteban Aragón, Vidente de mi clan en Barcelona —dijo un chico de

pelo oscuro, y después de él una Vidente de Bélgica se presentó a sí

misma. Todos habían visto mi luz y la siguieron para ayudar.

—Si estás aquí, eso significa el comienzo de una era —dijo Uta—. Tu

trabajo solo acaba de empezar. Quién sabe, en estos tiempos modernos

tal vez tu influencia no se limite solo a tu región, así como la de los

anteriores Campeones. Yo, por mi parte, miraré el futuro que trae consigo

la nueva Campeona de los bardia. —Meneó la cabeza con una juguetona

reverencia, mientras sus compañeros Videntes hicieron ruidos de

acuerdo.

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Vincent le pidió a Uta que llevara a todos a La Maison para limpiarse y

encontrar ropa limpia. Al final solo quedamos Vincent y yo y un puñado

de bardias de París en la desierta arena.

—¿Dónde está Jules? —pregunté, de repente alarmada. No lo había visto

desde la ceremonia conmemorativa.

—Se fue. Dijo que es demasiado doloroso estar con nosotros aquí en

París. Que necesita tiempo antes de que pueda volver de visita, o más —

dijo suavemente Vincent.

Lo entendía, pero no me gustaba. Deseaba que todos pudiéramos estar

juntos como antes, como los mejores amigos, no extraños con corazones

rotos.

Pero Jules nunca sería un extraño. Estaba segura de que volvería. Los

sentimientos cambian con el tiempo, o al menos duelen menos con el

tiempo; eso lo sabía por experiencia. Ahora podía pensar en mis padres

sin la paralizante tristeza. Podía dejarme recordarles con gratitud por el

tiempo que tuve con ellos, a pesar de que el agujero en forma de padres,

en mi corazón nunca sería llenado.

Vincent me llevó lejos del fuego. Empezó a poner un brazo alrededor de

mi hombro, y después, viendo mi vendaje, dudó.

—¿Estás bien? —preguntó, tocando mi hombro cautelosamente.

—No lo sé, ¿lo estoy? —lo dije en broma. Pero una vez que las palabras

salieron, me di cuenta de sus múltiples significados, y de repente estaba

agotada. ¿Estoy bien? ¿Alguna vez me sentiré normal de nuevo? Quería

abrazar a Vincent, pero se sentía como si se estuviera deteniendo, y no

solo por miedo a hacerme daño.

—Volvamos a La Maison —dijo. Y tomando mi mano, me condujo por el

pasillo de paredes altas y por la puerta. El coche estaba aparcado donde

lo dejamos. Vincent empezó a abrir la puerta del pasajero para mí.

—Todavía no quiero ir a casa —dije.

Vincent se veía sorprendido.

—Quiero decir, no tenemos que hacerlo, ¿verdad? —pregunté—. Creo que

quiero... no, necesito... caminar. —Tenía un nudo en mi estómago y mi

cuerpo estaba agotado, pero todas las emociones, el miedo y el dolor y la

desesperación seguida de alivio y exultación, de la última hora se

embotellaron en mi interior y me hacían sentir como si corriera en vez de

caminar.

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Presionando mi mano contra su mejilla, Vincent rozó mis dedos a través

de su piel, cerrando sus ojos mientras se deleitaba con mi toque. Encerró

mi mano en la suya y empezamos a caminar.

A medida que nos acercamos al río, el cielo se aclaró de un negro

aterciopelado al gris acero de antes del amanecer. Cruzamos la calle para

pasear por el muelle sobre la superficie ondulante del agua.

—Mira dónde estamos —dije, y señalé con la cabeza hacia la Ile Saint-

Louis en medio del río, justo enfrente de nosotros.

La arbolada terraza donde nos sentamos y hablamos el pasado verano

sobresalía de las olas, partiendo el Sena en dos ríos que bordeaban

ambos lados de la isla. Dos ríos paralelos que se reunían en la otra punta

de la Ile de la Cité, una vez más convirtiéndose en uno.

Me detuve y Vincent me miró de cerca, un centenar de preguntas en sus

ojos.

—¿Puedes decirme lo que estás pensando? —pregunté.

Él miró hacia fuera sobre el agua.

—Tenía tanto miedo cuando estabas en esa arena con Violette —dijo con

un temblor en la voz—. Cuando te apuñaló, sentí como si estuviera siendo

apuñalado. Quería protegerte. Y entonces, por primera vez me di cuenta

de que incluso si ella te mataba, volverías. Mientras mantuviera tu cuerpo

alejado del fuego te reanimarías. Que ahora eras como nosotros, como

yo. Se sintió como una revelación.

—Pero has sabido eso durante días —dije.

—Lo sé. Pero en realidad no lo había entendido hasta que te vi allí,

enfrentando a la muerte.

—¿Y el hecho de que ahora soy como tú te hace sentirte diferente por mí?

—Sí.

Una punzada de temor me hizo mirar hacia otro lado hacia el agua.

—¿Crees que será un problema para nosotros?

—No, Kate. No lo entiendes —dijo Vincent, apoyando sus manos con

mucho cuidado sobre mis hombros—. Mis sentimientos por ti no son

diferentes. Pero todo lo demás lo es. Como he dicho, lo que te pasó es

algo que nunca esperaba. No quiero que lleves la carga de una vida como

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una revenant. No quiero verte sometida a nuestro destino u obsesión, el

ansia, el dolor de la lesión y la muerte.

Cepilló de vuelta un mechón de pelo que se había escapado de mi coleta.

—Pero lo que yo quiero no importa. Es tu destino. Ahora estás aquí.

Ahora eres una de nosotros. Y ahora que estamos en camino a la

destrucción de nuestros enemigos, gracias a ti, no hay nada que se

interponga en nuestro camino. Me ha sido otorgado el deseo de mi

corazón, y no sé qué hacer con él. Casi tengo miedo de creer que es cierto,

por si alguien me sacude y me dice que estoy soñando.

—No es un sueño. Estoy aquí, contigo —dije—. Por lo que parece ser un

tiempo muy largo.

Sobre el hombro de Vincent, un resplandor naranja quemó el borde del

cielo. Di un paso más cerca, hasta que no había espacio entre nosotros y

mi pecho tocaba el suyo.

Y mientras nos besábamos, el sol se abrió camino sobre el horizonte y

prendió fuego al río, sus olas parpadeando con un rojo incendiario a la

primera luz del alba.

La vida cambiaba tan rápidamente. No hacía mucho tiempo estaba de

luto por la muerte de mis padres y me estaba preguntando si podría

soportarlo otro día más. Ahora, la eternidad me había sido entregada en

las manos. Y no en una bandeja de plata, sino en un camino bordeado

de dolor y derramamiento de sangre.

Pero lo haría junto con mis familiares. Con este chico que amaba. Juntos

haríamos algo bueno y que valiera la pena. Daríamos nuestras vidas por

los demás. Una y otra vez.

No tenía respuestas a todas las preguntas que se encontraban delante de

mí. Pero Vincent y yo teníamos tiempo para descifrarlas.

Todo el tiempo del mundo.

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Sobre la Autora Amy Plum es la autora de los Bestseller

Internacionales Die For Me, Until I Die e If I Should

Die. Sus libros han sido traducidos a once

diferentes idiomas. La trilogía es acompañada por

una eNovella, Die For Her.

Amy creció en Brimingham, Alabama antes de

aventurarse en Chicago, París, Londres y Nueva

York. Entrenada como historiadora, puede ser

comúnmente encontrada soñando despierta o

escribiendo, o ambas, en un café Parisino. Es una

gran fan de Edward Gorey y Maira Kalman, al

igual que de David Sedaris, Amadeo Modigliani e Ira

Glass.