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Créditos Moderadora:

Alexiacullen

Staff de Traducción:

Alexiacullen

Omakehell

Elizeen

Cr!sly

Isane33✰

Helen1

Sprinkling

Nahirr

Isabella Nigth

Alyshiacheryl

Vafitv

.Hariel.

mais020291

AleG

Auroo_J

Staff de Corrección:

Marce Doyle*

Mlle_Janusa

Nony_mo

manu-ma

Beatriix Extrange

Rose_vampire

Samylinda

Catleo

La BoHeMiK

Mir

Recopilación y Revisión:

Marce Doyle*

Diseño:

July22

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Índice Sinopsis

Capitulo 1

Capitulo 2

Capitulo 3

Capitulo 4

Capitulo 5

Capitulo 6

Capitulo 7

Capitulo 8

Capitulo 9

Capitulo 10

Capitulo 11

Capitulo 12

Capitulo 13

Capitulo 14

Capitulo 15

Capitulo 16

Capitulo 17

Capitulo 18

Capitulo 19

Capitulo 20

Capitulo 21

Capitulo 22

Capitulo 23

Capitulo 24

Capitulo 25

Capitulo 26

Capitulo 27

Capitulo 28

Capitulo 29

Capitulo 30

Capitulo 31

Capitulo 32

Capitulo 33

Capitulo 34

Capitulo 35

Capitulo 36

Capitulo 37

Capitulo 38

Capitulo 39

POV Jules

POV Vincent

Próximo Libro

Sobre la Autora

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Sinopsis

Kate y Vincent han superado todos los pronósticos, y por fin están

juntos en París, la ciudad de las luces y el amor.

Mientras su romance se profundiza, hay una pregunta que no puede

pasar por alto. ¿Cómo se supone que deben estar juntos si Vincent no

puede resistirse a sacrificarse para salvar a otros? Aunque Vincent

promete que él hará todo lo que sea necesario para llevar una vida

normal con Kate, ¿significa eso dejar que personas inocentes mueran?

Cuando un enemigo nuevo y sorprendente se revela, Kate se da cuenta

de que más puede estar en juego, y de que la inmortalidad de Vincent

está en peligro.

En Die for me, Amy Plum creó una mitología paranormal fascinante con

aparecidos inmortales y un exuberante establecimiento en París. Until I

Die, está a punto de emocionar a los lectores con más suspenso

trepidante, romance fascinante y un final de suspenso que les dejará

desesperados por la tercera o última novela de la serie.

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Capitulo 1 Traducido por Alexiacullen

Corregido por Nony_mo

Salté, dibujando mis pies debajo de mí cuando a dos metros una pica1

se estrelló contra las losas de piedra donde había tenido medio pie un

segundo antes. Aterrizando en cuclillas, salté hacia atrás, gimiendo por

el esfuerzo y haciendo girar mi propia arma sobre mi cabeza. El sudor

caía sobre mis ojos cegándome durante un segundo pinchazo antes de

que mis reflejos se hicieran cargo y me obligaran a moverme.

Un rayo de luz desde una ventana a una buena altura, iluminó el

bastón de roble que arqueé hacia abajo, hacia las piernas de mi

enemigo. Se deslizó hacia un lado, enviando mi arma volando por el

aire. Se estrelló con un ruido de madera contra la pared de piedra

detrás de mí. Indefensa, trepé por una espada que se encontraba a

pocos metros. Pero antes de que pudiera agarrarla, fui secuestrada por

mis pies con un poder de gran alcance y aplastada contra el pecho de

mi agresor. Me abrazó a unos cuantos centímetros del suelo mientras le

propinaba patadas y me agitaba, la adrenalina bombeando como el

mercurio a través de mi cuerpo.

—No seas tan mala perdedora, Kate —criticó Vincent. Inclinándose

hacia adelante, me dio un beso firme en los labios.

El hecho de que él estuviera sin camisa estaba corroyéndome

rápidamente, cesando mi concentración. Y el calor de su pecho desnudo

y de sus brazos, estaba convirtiendo mi tensa musculatura en

mantequilla deshecha. Luchando por mantener mi resolución, gruñí: —

Eso es totalmente engañoso. —Y conseguí hacer funcionar mi mano lo

suficiente como para darle un puñetazo en el brazo—. Ahora déjame ir.

—Si me prometes no patear o morder.

Se rió y me puso en el suelo. Sus ojos azules brillaban con humor

debajo de las ondas de su cabello oscuro que caía alrededor de su cara.

1 La pica es un arma de asta de más de 3 metros - normalmente cuatro metros en sus

versiones más extendidas - e incluso las hay de más de 5 metros. Muy usada por la

infantería, principalmente para hacer frente a los ataques y cargas con caballería.

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Sonrió, y me tocó la mejilla con una expresión como si me estuviera

viendo por primera vez. Como si no pudiera creer que yo estuviera allí

con él, con toda mi humanidad en tres dimensiones. Una expresión que

decía que él era afortunado.

Arreglé mi sonrisa con el mejor reflejo que pude reunir.

—No prometo nada —le dije, pasando el cabello que se había escapado

de mi coleta de caballo a mis ojos—. Te merecerías un mordisco por

golpearme de nuevo.

—Eso estuvo mucho mejor, Kate ─dijo una voz detrás de mí. Gaspard

me entregó mi bastón caído—. Pero tienes que ser un poco más flexible

con tu retención. Cuando el bastón de Vincent llegue hasta el tuyo,

rueda con el movimiento. —Lo demostró utilizando el arma de

Vincent—. Si estás tiesa, el bastón saldrá volando.

Caminamos con pasos a cámara lenta.

Cuando vio que yo había dominado la secuencia, mi profesor se irguió.

—Bueno, es suficiente por hoy con la espada y el bastón. ¿Quieres

pasar a algo menos vigoroso? ¿Lanzamiento de estrellas, quizás?

Puse mis manos en alto en señal de rendición, jadeando todavía por el

ejercicio.

—Es suficiente entrenamiento de lucha por hoy. Gracias, Gaspard.

—Como quieras, querida.

Sacó una cinta de goma desde detrás de su cabeza, lanzando su pelo de

puercoespín, que surgió de nuevo a su estado normal de desorden.

—Definitivamente tienes un talento natural —continuó, mientras

devolvía las armas a sus ganchos en la barra-arsenal de las paredes del

gimnasio—. Desde que estás haciendo esto y después de sólo unas

cuantas lecciones. Pero necesitas trabajar en tu resistencia.

—Um, sí. Supongo que tirar libros durante todo el día no hace mucho

por la resistencia física —dije, inclinándome hacia adelante para

recuperar mi aliento con mis manos sobre mis rodillas.

—Talento natural —se pavoneó Vincent, arrastrándome sudorosa a sus

brazos y caminando alrededor de la habitación, sosteniéndome como un

trofeo—. ¡Por supuesto que mi novia lo tiene! ¡En camiones! ¿Podría

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haber ella matado a un malvado zombi gigante, guardando sólo mi

cuerpo no muerto?

Reí cuando me dejó frente a una ducha independiente y un sauna.

—No me importaría tomar toda la gloria, pero creo que el hecho de que

tu espíritu volant me estuviera poseyendo tuvo un poquito que ver con

eso.

—Aquí tienes. —Vincent me dio una toalla y besó la parte superior de

mi cabeza—. No es que no crea que no eres totalmente caliente cuando

estás chorreando de sudor —susurró, dándome un guiño. ¿Esas

mariposas que de repente entraron en acción en mi pecho? Estaba

empezando a considerarlas residentes permanentes—. Mientras tanto,

terminaré tu trabajo y acabaré con esos molestos señores de armas del

S. XIX. ¡En garde2! —gritó, mientras tiró de una espada de la pared y se

giró.

Gaspard estaba esperando con una maza con pinchos gigantes.

—Tendrás que hacerlo mejor que con ese acero miserable para hacer

mella en mí —bromeó, saludando a Vincent hacia adelante con la punta

de dos dedos.

Cerré la puerta de la ducha detrás de mí, giré la palanca para iniciar el

agua y miré las corrientes poderosas que chisporroteaba la ducha,

enviando una nube de vapor de agua a mí alrededor. Mis dolores y

molestias se iban volando bajo la presión constante del calor del agua.

Increíble, pensé por enésima vez, ya que consideraba este mundo

paralelo que se estaba moviendo. A pocas manzanas de distancia de

París, llevaba una vida completamente normal con mi hermana y

abuelos. Y aquí estaba yo luchando con espadas con chicos muertos.

De acuerdo, los revenants realmente no estaban muertos. Desde que

me había trasladado a París, éste era el único lugar donde me sentía

encajar.

Escuché los ruidos de la lucha que venían de fuera de mi refugio de

madera de pino y el pensamiento de la razón por la que estaba aquí.

Vincent. Lo había conocido el verano pasado. Y fue duro. Pero después

de descubrir lo que era, y que ser un revenant significaba morir una y

otra vez, le había dado la espalda.

2 En el original del libro viene en francés, su significado es ¡en guardia!

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Tras la muerte de mis propios padres el año anterior, la soledad parecía

más segura que tener un recordatorio constante del dolor. Pero Vincent

me había hecho una oferta que no pude rechazar. Se comprometió a no

morir. Al menos, no a propósito. Lo cual va en contra de su fibra de su

no-ser. La obligación de los revenants a morir por salvar a sus

preciados ―rescates‖ humanos, es más atractivo y poderoso que una

adicción a las drogas. Pero Vincent piensa que puede resistir. Por mí.

Y yo, por mi parte, esperaba que pudiera. No quiero causarle dolor, pero

conozco mis propias limitaciones. En lugar de lamentar su pérdida una

y otra vez, me iría. Caminaría lejos. Los dos lo sabemos. Y, aunque

Vincent está técnicamente muerto, me atrevería a decir que esta es la

única solución con la que ambos podemos vivir.

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Capitulo 2 Traducido por Omakehell y Elizzen

Corregido por Nony_mo

—ESTOY SUBIENDO —grité.

—Quédate ahí —respondió Vincent, mirando brevemente hacia mí, a las

escaleras. Gaspard aprovechó la oportunidad para quitarle la espada de

las manos, repiqueteando en el suelo mientras Vincent levantaba las

manos en señal de derrota.

—Nunca...

—... distraerse de una pelea —Vincent terminó la frase de Gaspard por

él—. Lo sé, lo sé. Pero tienes que admitir que Kate es más que una leve

distracción.

Gaspard sonrió con ironía.

—Para mí —aclaró Vincent.

—Sólo no te distraigas cuando te toque salvarle la vida —respondió

Gaspard, poniendo su dedo en la empuñadura de la espada caída, y con

un movimiento rápido, la lanzó hacia Vincent.

—Estamos en el siglo XXI, Gaspard —se rio entre dientes Vincent,

capturando la empuñadura de la espada al vuelo con su mano

derecha—. Si sigues enseñando a Kate, va a ser ella la que salve mi

vida.

Él me sonrió, levantando una ceja sugestivamente. Me eché a reír.

—Estoy de acuerdo —admitió Gaspard—, pero tendrá que ponerse al

día con ese medio siglo de lucha que le llevas de ventaja.

—Estoy en ello —dije mientras cerraba la puerta, silenciando el choque

ensordecedor de metal que volvía a sonar, una vez que volvieron a la

lucha.

Fui hacia una cocina amplia, bien ventilada y en la que se respiraba el

aroma del pan recién horneado. Jeanne se inclinó sobre uno de los

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mostradores de granito gris. Hacía las tareas de cocinera y ama de casa,

pero se parecía más a una madre casera.

Siguiendo el ejemplo de su propia madre y abuela, había cuidado de los

revenant durante décadas. Sus hombros se agitaban un poco al poner

los adornos finales a un pastel de chocolate. Le toqué el brazo y se

volvió hacia mí, dejando al descubierto las lágrimas que intentó quitarse

sin éxito, parpadeando muy rápido.

—Jeanne, ¿estás bien? —suspiré, sabiendo que no lo estaba.

—Charlotte y Charles son como mis propios hijos —dijo, con su voz

temblorosa.

—Lo sé —dije, poniendo un brazo alrededor de su amplia cintura y

apoyando la cabeza en su hombro—. Pero esto no va a durar para

siempre. Jean-Baptiste dijo que era sólo hasta que Charles se aclarase.

¿Cuánto puede tardar eso?

Jeanne se enderezó y nos miramos la una a la otra, en silencio,

mientras decíamos mucho más sin hablar. Mucho tiempo, por lo

menos. Estaba realmente mal.

Mis sentimientos acerca de él quedaron confusos. Siempre había sido

contrario a mí, pero después de que Charlotte se explicó, no podía dejar

de compadecerme de él.

Como si hubiera leído mis pensamientos, Jeanne saltó en su defensa.

—Eso no fue su culpa. Él no tenía la intención de poner en peligro a

todo el mundo, lo sé.

—Y yo.

—Es más sensible que los demás —dijo, volviéndose hacia el pastel y

centrándose en poner una flor de crema—. Es su estilo de vida. Morir

una y otra vez para nosotros, los humanos, y luego tiene que dejarnos a

nuestra suerte. Sólo tiene quince años, por el amor de Dios.

Sonreí con tristeza.

—Jeanne, tiene ochenta.

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—Peu Importe3 —dijo, haciendo un movimiento como si fuera a lanzar

una pelota hacia atrás sobre su hombro—. Creo que los que mueren

más jóvenes son más fuertes. Mi abuela me dijo que unos parientes

españoles hicieron lo mismo. Tenían quince años también. Pidió al

numa acabar con él, al igual que Charles hizo. Pero en ese momento, el

pobre tuvo éxito.

Jeanne se fijó en que estaba temblando ante la sola mención de los

antiguos enemigos de los revenant, y aunque no había nadie más en la

cocina, bajó la voz.

—Solo digo que eso es mejor que el otro extremo. Algunos, muy pocos,

eso sí, se cansan de rescatar a los humanos con su vida y su muerte,

que ven la muerte como un alivio. No se preocupan por evitar a los

seres humanos, sólo se trata de aliviar su compulsión. Prefiero que

Charles sea demasiado sensible que insensible.

—Por eso creo que alejarse le va a sentar bien —le aseguré—. Se va a

alejar un poco de París, y de la gente que salvó. —O no, me acordé del

accidente fatal del barco que inició la espiral depresiva de Charles,

después de no poder salvar la vida de una niña que había comenzado a

actuar de una manera extraña. Terminó tratando de suicidarse a lo

revenant, permitiendo, inconscientemente, un ataque a su familia—.

Jean-Baptiste dijo que lo podían visitar. Estoy seguro que los veremos

pronto.

Jeanne asintió con la cabeza, vacilante.

—Es un pastel precioso —le dije, cambiando de tema. Tomé un poco de

la bandeja y lo metí en mi boca—. ¡Mmm, y delicioso, también! —

Jeanne me golpeó a distancia con su espátula, retomando su papel de

madre.

—Y usted, señorita, va a estropearlo si sigue metiendo el dedo donde no

debe —se rió—. Ahora, vete a ver si Charlotte necesita ayuda.

—Esto no es un funeral, chicos, es la víspera de Año Nuevo y la fiesta

de bailoteo de los gemelos. Así que... ¡vamos a celebrar! —La voz de

barítono de Ambrose resonó a través del salón de baile, dibujando

3 En el original del libro viene en francés, su significado es ―No importa‖.

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divertidas sonrisas a la multitud de juerguistas con vestidos de gala. Un

centenar de velas brillaban sobre lámparas de araña con prismas de

cristal, y destellos de luz fundida se esparcían por la sala mejor que

cualquier bola de discoteca.

En las tablas a lo largo de los bordes de la habitación se amontonaban

golosinas, pequeños éclairs4 de chocolate y con sabor a café, montañas

de trufas de chocolate...

Después de la gran fiesta que acababan de devorar los invitados, no les

quedaba ni una pulgada de espacio en el interior para esta obra

maestra de la pastelería francesa. ¿Pero qué narices? Si lo hubiese

sabido, me habría saltado la ronda de degustación de quesos, y hubiese

comido mucha menos miga de pan.

Al otro lado de la habitación, Ambrose tocó un iPod situado dentro de

un sistema de altavoces de gran tamaño. Sonreí cuando la música de

Jazz antigua salió desde los altavoces. Aunque normalmente él

escuchaba música actual, a veces le daban ráfagas de nostalgia por la

música de su juventud. A medida que la voz grave de Louis Armstrong

electrificaba a los bailarines, Ambrose agarró a Charlotte y comenzó a

deslizarse alrededor de la habitación, su tez cremosa y el corto cabello

rubio eran un espejo opuesto de su piel morena y corto cabello negro.

Eran un par impresionante. Si tan sólo fueran pareja...

De hecho, Charlotte me lo dijo hace poco, ella lo llevaba buscando

mucho tiempo, y por alguna razón desconocida para mí, y puede que

hasta para el mismo Ambrose, él la había rechazado. Pero la afinidad

mutua era claramente visible para cualquiera que tuviese ojos, solo que

con ver como se sonreían te dabas cuenta.

—Parece divertido. Vamos a bailar —me susurró una voz a pulgadas de

mi oído. Me volví para ver Jules detrás de mí—. ¿Está ocupada tu

tarjeta de baile?

—Asegúrate de que estas en el siglo correcto, Jules —le dije—. Aquí no

hay tarjetas.

Jules se encogió de hombros y me dio su sonrisa más seductora.

—¿Pero si las hubiera, no le debería a mi novio el primer baile? —le dije,

bromeando.

4 En el original del libro viene en francés, su significado es ―Relámpagos‖.

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—No, si yo compito por ese honor —bromeó, echando un vistazo a

través de la habitación a Vincent, que nos observaba con una media

sonrisa. Me guiñó un ojo y volvió a su conversación con Geneviève, una

revenant sorprendente y hermosa de la que yo me había puesto celosa

una vez antes de saber que estaba felizmente casada.

Contando a ella, había unas pocas docenas de revenant que no eran

miembros de La Maison. La residencia de Jean-Baptiste sería el hogar

de nuestro anfitrión venerable, Gaspard, Jules, San Ambrose, Vincent

y, hasta mañana, Charles y Charlotte. Tras su traslado a la casa de

Jean-Baptiste, cerca de Cannes, dos recién llegados llegarían a ocupar

sus lugares.

—Está bien. Para evitar la Tercera Guerra Mundial, creo que puedo dar

el primer baile contigo. Pero si Vincent trata de pararlo, es mejor que

estés preparado para sacar tu espada.

Jules le dio unas palmaditas a una empuñadura imaginaria en la

cintura, y luego me llevó en sus brazos y me arrastró hasta la mitad del

cuarto, cerca de Ambrose y Charlotte.

—Kate, querida, la luz de las velas te convienen —murmuró.

Me sonrojé a pesar de mí misma, tanto por la forma en que tocó mi

mejilla, como por el susurro y el piropo que, aunque sería fiel a Vincent,

Jules aún me podía sacar los colores. Pero era una seducción segura,

ya que cada vez que lo veía, estaba con una chica distinta.

Él me atrajo hasta que estuvimos cubriéndonos prácticamente el uno al

otro. Riendo, lo rechacé.

—Jules, eres incorregible —lo regañé, imitando lo mejor que sabía a

Jane Austen.

—A su servicio —dijo, y se inclinó antes de agarrarme una vez más y

volvió a girarme a su alrededor—. Sabes, Vincent no es del tipo celoso.

—Sonrió maliciosamente cuando me abrazó con fuerza—. Él no es nada

celoso. No tiene por qué. No sólo es el más hermoso de nuestros

parientes, o eso me han dicho todas las mujeres de su alrededor, si no

que es el segundo de Jean-Baptiste. —Hizo una pausa para que cogiese

aliento y volvió a bailar—. Y además, ha ganado el corazón de la

preciosa Kate. Pero no hay beneficio para el campeón sin lucha.

Aunque no pude evitar sonreír ante la ―preciosa Kate‖, me se aferré a la

nueva información que me había dado.

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—¿Vincent es el segundo de Jean-Baptiste? ¿Qué significa eso?

—Esto significa que si algo le sucede a Jean-Baptiste. —Jules hizo una

pausa, luciendo incómodo—. Si alguna vez se destruye o si decide

dimitir como el jefe de los revenant de Francia, Vincent tomará su

lugar.

Me quedé muy sorprendida.

—¿Por qué no dijiste esto antes?

—Probablemente a causa de una de sus virtudes, la modestia.

Me tomó un par de segundos absorber todo esa situación del ―segundo‖.

Y otro par preguntarle a Jules: —¿Y qué es eso del campeón?

—¿Él no te ha dicho nada? —Esta vez Jules me miró sorprendido.

—Nop.

—Bueno, yo no voy a contarte todos sus secretos en una noche, te

tocará preguntarle a él.

Archivé mentalmente eso, para añadirlo al archivo ―preguntar-a-

Vincent‖.

—¿Así que si Jean-Baptiste desaparece, Vincent será tu jefe? —lo dije

de broma, para ver si picaba, pero vi como se deslizaba la máscara de a-

mi-no-me-importa-nada hasta su cara de máxima lealtad.

—Vincent nació para esto, Kate. O renació, más bien. No querría la

responsabilidad que le va a tocar asumir algún día, pero cuando esto

pase, yo lo seguiré. De hecho, ya tengo ganas de seguirle, y ni siquiera

es mi jefe.

—Sé que lo respetas —dije—, y sé la suerte que tiene Vincent de que

tenga a gente que lo respete.

—No, Kate. Tiene suerte de tenerte a ti. —Me dio una última vuelta, y

me di cuenta que había bailado hasta Vincent. Me soltó las manos, y

con un guiño triste, me pasó a Vincent.

—¿Sigues de una pieza? —se burló Vincent, tirando de mí,

acercándome para plantarme un beso en los labios.

—¿Me siento sucia después de haber bailado con Jules? No estoy

segura —le dije.

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—Es inofensivo —ofreció Geneviève.

—Eso me escandaliza —dijo Jules desde el otro lado de la mesa, donde

se estaba sirviendo una copa de champán—. Me considero muy

peligroso, ¿sabes? —Nos saludó a los tres con su vaso antes de alejarse

hacia una revenant.

—¿Te he dicho lo hermosa que luces esta noche? —susurró Vincent, y

me entregó mi vaso.

—Sólo unas doce veces —le dije tímidamente, moviendo la falda que

rozaba el suelo del salón, lo que me ayudó a centrarme.

—Perfecto, entonces, porque trece es mi número de la suerte —dijo, y

me miró de nuevo, más fijamente—. Pero hermosa no hace bastante

justicia a tu aspecto. Tal vez... ¿deslumbrante? ¿Impresionante?

¿Devastadora? Sí, creo que eso te va más. Te ves devastadora, Kate.

—¡Para, ya! —Me reí—. ¡Estás haciendo de esto una competición de ―a

ver quién sonroja más a Kate‖, y no lo van a conseguir!

Vincent sonrió victorioso y me rozó la mejilla con su dedo.

—Demasiado tarde.

Volteé mis ojos mientras el sonido de una cuchara dando un golpecito a

una copa de vino acallaba la habitación. Ambrose apagó la música y

todos giraron hacia Jean-Baptiste, quien estaba de pie delante de la

multitud en su aristocrático ambiente cargado. En los retratos que

decoraban la sala, su vestimenta y peinado podrían haber evolucionado

en los últimos 240 años, pero su porte aristocrático no había cambiado

ni una pizca.

—Bienvenidos queridos parientes, revenants de París —anunció a los

cuarenta y tantos invitados—. Gracias por unirse a nosotros esta noche

en mi humilde morada. —Hubo un revuelo de movimiento y una ola de

risas desconcertadas.

Él sonrió sutilmente y continuó.

—Me gustaría hacer un brindis por nuestros queridos parientes que nos

dejan, Charles y Charlotte. Los echaremos muchísimo de menos, y

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esperamos su expeditivo regreso. —Todo el mundo siguió a Jean-

Baptiste levantando sus copas, y repicaron como uno solo—: ¡Santé!5

—Bueno, es una manera diplomática de decirlo, ¡cuando es él quien los

manda al exilio! —le susurré a Vincent, y miré a Charles, que estaba

sentado incómodamente en un sofá tapizado y antiguo en una punta de

la sala. Desde el día en el que puso a sus familiares en peligro

entregándose a los numa, su perpetuo enemigo, su enfurruñada

expresión había sido sustituida por una de desesperación y

abatimiento. Gaspard estaba sentado detrás de él, dándole apoyo

emocional.

Jean-Baptiste continuó.

—Estoy seguro que a todos nos gustaría unirnos a los gemelos en el

soleado sur, pero nuestro trabajo no nos permite alejarnos de París.

Como todos saben, desde que nuestra amiga humana Kate —me señaló

con su copa y me saludó educadamente—, despachó tan fácilmente a

Lucien, el líder de nuestros enemigos, hace un mes, los numa se han

mantenido en silencio. Aunque hemos estado preparados, no hubo

ningún intento de vengarse. Ningún contra ataque. Y más preocupante,

no hubo ningún avistamiento de los numa por parte de nuestros

parientes. Ellos no han abandonado París. Pero el hecho de que nos

estén evitando de forma tan meticulosa es tan escaladoramente fuera

del carácter de nuestros viejos enemigos, que nos hace pensar que

tienen un plan. Lo que además significa que tienen que tener un líder.

Esto fue una revelación para el grupo de la sala: sus pacientes

expresiones cambiaron de repente a miradas de consternación. Unos

pocos empezaron a susurrar, pero la mirada fija de Vincent hacia el

orador, me dijo que ya estaba al tanto de esta información. El segundo

al mando de Jean-Baptiste, pensé con una mezcla de asombro e

inquietud. No podía esperar para estar a solas con Vincent para

preguntarle sobre esto.

Jean-Baptiste silenció la discusión con un golpecito de la cuchara sobre

su copa.

—Amigos, por favor. —Una vez más, la sala quedó en silencio—. Todos

sabemos que Nicolas era la mano derecha de Lucien. Pero sin duda,

considerando su mal genio y su amor por los gestos ostentosos, si él se

hubiera hecho con el control ya habríamos escuchado algo. El silencio

5 En el original del libro viene en francés, su significado es ―¡Salud!‖.

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es nuestra pista para saber que alguien distinto ha asumido el control.

Y si no sabemos contra quién nos enfrentamos, o cuándo y dónde

vendrá su ataque final, ¿cómo podemos preparar nuestra defensa?

El murmullo comenzó de nuevo. Esta vez Jean-Baptiste levantó la voz

para acallar la multitud.

—ASÍ QUE… de cara a una situación potencialmente crítica, tenemos el

honor de tener el apoyo de una persona que sabe más sobre nuestra

historia y sobre los numa que cualquier otro en esta sala. Persona

considerada como la más erudita entre nuestros parientes en Francia, y

una figura influyente en el Consorcio mundial. Ella se ha ofrecido a

ayudarnos a investigar el problema por llegar y planear nuestra

estrategia de autodefensa o, si fuera necesario, un ataque preventivo.

Sin más preámbulos, les presento, a aquellos de ustedes que no han

tenido la oportunidad de conocerla, a Violette de Montauban y su

compañero Arthur Poincaré. Nos sentimos honrados de que se unan a

nuestra casa durante la ausencia de Charlotte y Charles.

Una pareja que no había visto nunca salió de atrás de Jean-Baptiste. La

chica de tez blanca como la nieve resaltaba por su pelo negro, que fue

retirado de su cara con un puñado de flores de un intenso color

purpura. Era pequeña y de un aspecto frágil como un gorrión. Y aunque

parecía más joven que yo, sabía que para un revenant eso no significa

nada.

El chico se movió claramente con un estilo pasado de moda, dando un

paso hacia ella y sosteniendo su brazo para que ella lo tomara con la

punta de sus dedos. Él probablemente estaba alrededor de los veinte, y

si su cabello rubio de distintos tonos no hubiese sido recogido en una

ajustada cola de caballo y si su cara no hubiese estado tan bien

afeitada, se habría visto exactamente como Kurt Cobain. Con un caso

importante de sangre azul.

Hicieron una reverencia formal ante Jean-Baptiste y se volvieron hacia

la habitación, asintiendo solemnemente su aceptación de la entusiasta

bienvenida. Los ojos de la chica se pararon sobre mí y continuaron

hacia Vincent, quien estaba detrás de mí con su mano descansando

sobre mi cadera. Sus ojos se estrecharon ligeramente antes de moverse

para escanear el resto de la multitud, y entonces, viendo a alguien

quien conocía, se acercó para charlar. Jean-Baptiste siguió su ejemplo y

se acercó para hablar con una mujer a su lado.

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El discurso había terminado aparentemente. Busqué a Charlotte para

evaluar su reacción a la presentación de sus sustitutos. Su

presentación en la fiesta de despedida de los gemelos tuvo que haber

sido una decisión en el último momento.

Charlotte estaba en la parte de atrás de la sala con Ambrose, quien

tenía su brazo bien sujeto alrededor de sus hombros. Supuse que el

apoyo que le daba era tanto físico como moral. Además, ella no parecía

sorprendida, parecía como si le costaste mucho esfuerzo mantener su

sonrisa.

—Voy a hablar con Charlotte —le susurré a Vincent.

—Buena idea —dijo lanzándole una mirada de preocupación—. Me

aseguraré de que Charles resista. —Se inclinó para besar mi sien, y

entonces se alejó poniéndose derecho.

Me puse en camino hacia Charlotte.

—Me preguntaba si te apetecía salir fuera para tomar algo de aire

fresco.

—Me encantaría —dijo ella, y tratando de alcanzar mi mano, pasó de

ser custodiada por Ambrose a serlo por mí. No por primera vez, me

pregunté cómo iba a aguantar en el sur de Francia, a nueve horas de

distancia en coche de su sistema de apoyo. No dudaba de la fuerza de

Charlotte. Desde luego había sido un brazo sólido sobre el que podía

apoyarme. Pero ahora cuando más necesitaba a sus amigos, estaba

siendo separada de ellos a la fuerza.

Tomamos nuestros abrigos de camino hacia afuera y entramos en el

fresco aire de diciembre. La luna iluminaba el patio, alumbrando su

gran fuente de mármol, la cual contenía una estatua a tamaño natural

de un ángel sosteniendo a una mujer entre sus brazos. Era una imagen

que nunca dejé de comparar con Vincent y conmigo. A mis ojos, el

simbolismo personal que tenía pesaba tanto como la misma piedra en la

que se esculpió.

Charlotte y yo nos sentamos en el borde de la fuente y nos acurrucamos

juntas para entrar en calor. La rodeé con mi brazo para acercarla.

Hacer eso me había ayudado a ignorar la culpa que sentía por cortar

con mis amigos de Nueva York. Durante el peor periodo de mi duelo por

mis padres, había eliminado mi correo electrónico y no les había

contactado desde entonces.

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—¿Sabías que…? —dudé, buscando una palabra menos ofensiva que

―reemplazo‖— ¿… que Violette y Arthur iban a venir hoy?

Charlotte asintió.

—Jean-Baptiste me lo dijo ayer. Dijo que no quería que me sintiera

como que tenía prisa en reemplazarnos. Pero Violette se ofreció a venir,

y él la necesita. No puedo evitarlo, pero me siento igual de mal de todas

formas. Ya sabes... no deseada. Como siendo castigada.

—Incluso si se siente como un castigo, lo que Jean-Baptiste aseguró a

todo el mundo que no lo es, no eres tú la que está siendo enviada lejos.

Es Charles quien metió la pata, da igual que haya sido sin querer. —Le

di un apretón en el brazo en señal de apoyo—. Las razones de Jean-

Baptiste tienen sentido. Si está pasando algo grande con los numa, este

sería un tiempo peligroso para que Charles estuviera en medio de todo,

indeciso y confuso. Además, él dijo que podías quedarte si querías…

—No puedo vivir sin Charles —dijo tristemente—. Él es mi gemelo.

Hemos pasado juntos por todo.

Asentí con la cabeza. Lo entendía. Charlotte y yo teníamos mucho en

común... si no tenías en cuenta nuestra mortalidad. Las dos habíamos

experimentado la muerte de nuestros padres. Las dos fuimos dejadas

tan solo con un hermano para vincularnos a nuestras futuras vidas. Yo,

por supuesto, tenía a mis abuelos, pero mi hermana era como el último

hilo que me conectaba a la realidad. Además, el significado de la

palabra ―realidad‖ había cambiado radicalmente de sentido en los

últimos meses.

—Así que, ¿conoces a los nuevos?

—Síp. Me refiero a que no les he conocido nunca, pero todos hemos

oído sobre ellos. Son parte de la ―vieja guardia‖. Si piensas que Jean-

Baptiste es viejo, ellos lo son más aun. Además, son tan aristocráticos

como lo es él.

—Síp, eso es algo obvio —me reí—. Violette parece que murió

verdaderamente joven.

Charlotte sonrió.

—Catorce. Su padre era un marqués o algo así, y ella era la dama de

honor de Ana de Bretaña. Murió salvando la vida de la joven reina en

un intento de secuestro.

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—¿La reina Ana? ¡Eso prácticamente la hace medieval! —Me quebré la

cabeza buscando nombres y fechas de mi clase de historia francesa,

pero Charlotte me ganó la mano.

—Murió en torno al año 1500.

—Santa mierda. ¡Ella tiene más de quinientos años!

Charlotte asintió pensativamente.

—¿Y Arthur?

—Él es de la misma época. De hecho, ellos se conocían en vida. Era uno

de los consejeros del padre de ella, creo. De todas formas, ambos

apestan la cortesía. Arthur y ella viven en un castillo medieval en Loire

Valley, donde estoy segura que se sienten como en casa. —Sentí un

amargo tono en la voz de Charlotte. Sonaba como si ella desearía volver

a su château y dejarnos a todos.

—Ellos viniendo aquí es como un sueño hecho realidad para JB. Han

estado vivos durante tanto tiempo que son como enciclopedias

andantes. Como diez veces Gaspard. Y Violette es conocida en todo el

mundo como la experta en la historia de los revenants. Sabe más sobre

los numa que cualquier otro. Lo que la hace ser la candidata perfecta

para ayudar a JB a planear una estrategia. —Se encogió de hombros

como si esta conclusión fuera obvia.

Nos interrumpió el chirriante sonido de la puerta de entrada

abriéndose. Giramos nuestras cabezas para ver el tema de nuestra

conversación, su tan tangible nobleza era como una nube de perfume

muy caro suspendida en el frío aire invernal.

—Hola —dijo Violette. Su voz era una mezcla entre el tono de una niña

pequeña y una mujer mayor segura de sí misma. Esta espeluznante

discrepancia desapareció rápidamente cuando sus labios del color de

capullos de rosas se curvaron en una amistosa sonrisa que era tan

contagiosa que no pude evitar no devolvérsela. Inclinándose, nos dio el

reglamentario beso en las mejillas y se incorporó—. Me gustaría

presentarme. Violette de Montauban.

—Síp, ya lo sabemos —dijo Charlotte, estudiando sus zapatos como si

los tacones plateados con tiras tuvieran todas las respuestas del

universo y pudieran revelárselas si las miraba lo suficientemente.

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—Tú debes ser Charlotte —dijo Violette como si no se hubiera dado

cuenta del rechazo—. Y tú. —Se giró hacia mí—. Tú debes ser la

humana de Vincent.

El sonido que salió de mi boca era medio petardeo, medio risa.

—Hum, de hecho tengo un nombre. Soy Kate.

—Claro que sí, que tonta de mí. Kate. —Volvió a centrarse en Charlotte,

quien todavía se negaba a encontrarse con su mirada—. Lo siento si

nuestra repentina llegada te ha causado angustia —dijo Violette leyendo

con exactitud el lenguaje corporal de Charlotte—. Tenía miedo de

encontrarme a mi misma como demasiado insensible, pero una vez que

ofrecí mis servicios, Jean-Baptiste insistió en que Arthur y yo

viniésemos con mayor celeridad posible.

—¿Mayor celeridad? ¿No sales mucho, verdad? —dijo maleducadamente

Charlotte.

—¡Charlotte! —la reproché dándole un codazo.

—Está bien —río Violette—. No, Arthur y yo nos mantenemos solos.

Paso la mayor parte de mi tiempo con la nariz metida en libros

antiguos. Y como guardianes a domicilio de Château de Langeais,

nosotros no, como tú dices, no salimos mucho. Me temo que eso es

evidente por mi manera de hablar.

—Si nunca estás cerca de los humanos, ¿cómo te integras lo suficiente

para salvarles? —dijo Charlotte, tratando visiblemente de suavizar su

rencor.

—Como estoy segura de que estás al tanto, cuanto más vivimos lo

revenants, sentimos menos obligación a morir. Estaba cerca de los

sesenta cuando hablé con Jean-Baptiste hace un par de semanas.

Desde entonces, me las ingenié para salvar un par de niños gitanos que

jugaban en las vías del tren, y Arthur rescató a un cazador del ataque

de una manada de jabalíes. Así que estamos refrescados y preparados

para el trabajo que tenemos por delante. Pero esto fue lo más

reanimado6 —hizo una pausa para sonreír por su juego de palabras—,

que hemos visto en décadas.

6 Reanimado: para los revenants es que vuelven a la vida y están animados de algo

interesante.

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Temblé, no por frío, sino por la idea de que ésta chica tan joven tenía

recientemente la edad de su propia abuela, eso sí, si su abuela no

estuviese yaciendo momificada en algún sitio. Y aquí estaba ella ahora,

más joven que yo. Además, debería estar acostumbrada a esto. Todo el

concepto de reanimación a la edad en la que murieron por primera vez

los revenants seguía siendo difícil de envolver en mi cabeza.

Violette estudió la cara de Charlotte un segundo más, y entonces tocó

su brazo con un elegante dedo.

—No tengo porque quedarme en tu habitación si no quieres. Jean-

Baptiste me ofreció la habitación de los invitados si la prefiero. Tu gusto

en la decoración es, sin duda, mucho más atractivo para mí que su

afición por la tapicería de cuero y lámparas de araña.

Charlotte no pudo evitar reírse. Estirando el brazo hacia Violette, tomó

su mano y se puso de pie enfrente de la antigua adolescente.

—Lo siento. Este es un momento difícil para Charles y para mí.

Considero a estos parientes como mi familia, y el hecho de que

tengamos que dejarles durante una crisis me está matando,

literalmente.

Reprimí una sonrisa. Charlotte se dio cuenta y sonrió.

—Está bien, no literalmente. Ya sabes lo que quiero decir.

Violette se inclinó hacia Charlotte y, abriendo sus brazos, la envolvió

con elegancia con ellos.

—Todo estará bien. Arthur y yo cuidaremos a tus parientes por ti y los

problemas presentes se acabaran antes de que te des cuenta.

Charlotte le devolvió el abrazo un poco rígidamente, ya que la chica más

joven estaba como si estuviera llevando un corsé. Pero parecía como si

las dos hubieran hecho las paces. No podía ayudar, pero me pregunté si

a Charles le estaría yendo igual de bien.

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Capitulo 3 Traducido por Cr!sly y Isane33✰

Corregido por Beatriix Extrange

Una de las ventanas del salón de baile se abrió y Vincent salió

pareciendo una estrella de cine al estilo antiguo con su esmoquin

vintage.

—Señoritas, es casi medianoche. Y yo, por mi parte, esperaría no tener

que recurrir a un beso de Gaspard cuando el reloj marque las doce.

Sonrió y miró sobre su hombro al anciano, quien puso los ojos en

blanco y sacudió su cabeza despectivamente.

Violette, Charlotte y yo caminamos de regreso a la habitación cuando

los invitados comenzaron la cuenta regresiva del Año Nuevo. El aire

prácticamente crepitaba de la emoción. Considerando la cantidad de

veces que algunas de estas personas habían celebrado la víspera de Año

Nuevo, encontraba intrigante que aún no se hubiesen cansado hace

mucho tiempo. Los humanos lo ven como el inicio de un año nuevo y

fresco. Uno de varias decenas que el destino les permite. Pero con los

revenants hay un número ilimitado de nuevos y recientes comienzos,

pero era curioso que aún lo vieran como un día especial.

Vincent estaba esperándome en la puerta, y me atrajo a sus brazos

mientras el conteo continuaba.

—Entonces, ¿qué piensas de nuestra primera víspera de Año Nuevo

juntos? —preguntó, mirándome como si yo fuera su milagro personal.

Lo cual, curiosamente, era exactamente como me sentía por él.

—He tenido tantas primeras veces últimamente, se siente como si

hubiera intercambiado mi vieja vida por una nueva —dije.

—¿Eso es bueno?

En respuesta, cuando la cuenta llegó a ―uno,‖ tiré su cabeza hacia la

mía y me envolví fuertemente en sus brazos. Nuestros labios se

encontraron, y mientras nos besábamos, sentí que algo dentro de mí

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tiraba y tiraba hasta que sentí que mi corazón iba a explotar. Con una

sonrisa con sus somnolientos ojos entrecerrados, Vincent susurró:

—Kate. Eres lo mejor que jamás me ha pasado.

—Pues, yo estoy aquí por ti —susurré.

Me miró con curiosidad.

—Tú me salvaste del lugar más oscuro.

Me pregunté, y no por primera vez, qué habría sucedido si yo no

hubiera conocido a Vincent y no hubiera salido de la sofocante prisión

en la que me había encerrado después del fatal accidente de mis

padres.

Probablemente aún estuviera acurrucada en posición fetal sobre mi

cama en la casa de mis abuelos si él no hubiera estado ahí para

mostrarme que aún quedaban muy buenas razones para seguir

viviendo. Que la vida podía ser bella otra vez.

—Te salvaste a ti misma —murmuró—. Yo solo estuve allí para

ayudarte.

Se abalanzó sobre mí en un abrazo eterno. Cerré mis ojos y dejé que su

cariño de filtrara en mí como miel.

Finalmente lo liberé, sostuve su mano y apoyé mi cabeza en su hombro

mientras nos uníamos al escenario que nos rodeaba. Mientras

parpadeaba a la luz de las velas, Jean-Baptiste y Gaspard se situaron

orgullosamente uno al lado del otro al frente del salón, sus codos casi

se tocaban en sus posiciones de sí-somos-los anfitriones-de-este-gran-

evento. Gaspard se inclinó para susurrarle algo conspirativamente, y

Jean-Baptiste respondió con una gran carcajada. La tensión creada por

su discurso desapareció en el romance del encanto de la noche.

Ambrose estaba abrazando a una encantada Charlotte, sosteniéndola

como a una muñeca de trapo a un pie de altura del suelo en sus brazos.

Jules estaba cerca del bar mirándonos a Vincent y a mí, cuando mis

ojos se encontraron con los suyos, frunció los labios y me lanzó un

sarcástico beso al aire, antes de girarse a la joven y sexy revenant que

estaba hablando con él. Violette estaba parada al lado de Arthur,

apoyando cariñosamente su cabeza contra su brazo mientras

observaban a la multitud. Y me di cuenta de que varias parejas entre

los revenants se abrazaban o besaban.

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Algunos han encontrado el amor, pensé.

Charlotte me había dicho que Ambrose y Jules eran mujeriegos, salían

con chicas humanas, pero nunca nada serio con ninguna. A Jean-

Baptiste no le gustaba fomentar precisamente la relación revenant-

humanos. Les prohibió la entrada a todos los ―amantes‖ humanos,

como él les llamaba, a la casa. Aparte de algunos agentes policiales y

los conductores de ambulancia que los revenants tenían en su bolsillo,

y algunos otros humanos como Jeanne, cuya familia había trabajado

para Jean-Baptiste durante varias generaciones, yo era la única intrusa

con la que habían tenido confianza y permitido en su casa.

Dada a su forzada existencia en secreto, prácticamente habían

descartado toda posibilidad de salir con humanos, encontrar a alguien

de los suyos era su única posibilidad para el amor. Y como Charlotte

había dicho, no había muchos revenants en donde elegir.

Una hora después, la multitud empezó a disminuir, y le dije a Vincent

que estaba lista para irme a casa.

—Tenemos que esperar a Ambrose —dijo, colocando mi abrigo sobre

mis hombros. Mi corazón se contrajo un poco. Me moría por

preguntarle sobre ser el segundo de Jean-Baptiste y toda la cuestión de

―El Campeón.‖ Pero al parecer tendría que esperar, ya que dudaba que

le gustara hablar de eso delante de Ambrose. Jules estaba en lo cierto

acerca de la modestia de Vincent. El presumir no era su estilo.

—¿Necesito dos guardaespaldas? —bromeé mientras nos dirigíamos

hacia la puerta.

—Tres —respondió Ambrose—. Tenemos a Henri, un viejo amigo de

Gaspard, de guardia fantasma.

—Ah, claro. Bonjour, Henri —dije en voz alta, pensando, Está bien, eso

ha sido extraño.

Como había aprendido hace unos meses, durante tres días de cada

mes, los revenants volvían a su estado muerto, lo que ellos llaman ser

dormant. En el primero de esos días bien podrían estar de un frío

muerto. Sin embargo, en las siguientes cuarenta y ocho horas sus

mentes despertaban y podían viajar. Esto era ser un volant. Cuando

estaban buscando humanos para salvar, los revenants andaban en

pares, acompañados por un volant espíritu, quien al ver durante unos

minutos al futuro, podría decirles lo que estaba a punto de pasar.

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—¿Toda esta seguridad para mí? —dije, sonriendo mientras tomaba por

los brazos a mis escoltas—. Pensé que Gaspard había dicho que había

mejorado mi combate.

—Ambrose y Henri están aquí tanto para mi seguridad como para la

tuya —me tranquilizó Vincent—. Esta noche podría ser el momento en

el que los numa finalmente decidan atacar. Tendría sentido táctico, con

la mayoría de los revenants de París agrupados en un mismo edificio.

Pero si no atacan, hay suficientes borrachos vagabundos durante toda

la víspera de Año Nuevo para hacer las cosas más interesantes. —

Vincent sonrió con una media sonrisa y apretó un botón que había al

lado de la puerta.

Las luces automáticas se encendieron, levanté la mirada y saludé a la

cámara de seguridad. Si alguien alguna vez se molestó en mirar el

vídeo, podría haberme visto con un vestido de noche digno de una

alfombra roja, acompañada por dos hombres atractivos en esmoquin.

Nada mal, pensé, ¡para una chica que no había tenido una cita de verdad

hasta hace unos meses!

La luna era el centro de atención, fundida en plata sobre las hojas de

los árboles centenarios que bordeaban las calles de París. Parejas en

vestidos y trajes formales se dirigían a sus casas desde sus propias

fiestas, dándole a la ciudad un ambiente festivo, sentimiento festivo. La

boca se me hizo agua al olor de la masa de hojaldre horneada que venía

de una panadería, cuyo chef pastelero tenía conciencia suficiente como

para apegarse a sus horas de horneado madrugadoras en un día festivo.

El peligro era la última cosa en mi mente mientras apretaba el brazo de

Vincent.

Pero a un par de cuadras de mi casa, la forma casual de mis

acompañantes cambió de repente. Miré a mí alrededor, y en efecto noté

algo dudoso, pero ambos estaban alertas.

—¿Qué pasa? —pregunté, al ver como los rasgos de Vincent se

endurecían.

—Henri no esta seguro. Los numa se dirigen directamente a nosotros,

pero estos chicos están actuando raro —dijo, intercambiando una

mirada con Ambrose. De inmediato aumentaron el paso. Corrimos a

través de la avenida, mis zapatos de tacón alto me hacían

definitivamente más inestable que mis habituales Converse. Mientras

nos dirigíamos por una calle lateral hacia el edificio de mis abuelos, me

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preguntaba qué pasaría si estuviéramos en manos de los enemigos de

los revenants.

—Los numa no harían nada en público, ¿verdad? —pregunté sin

aliento, sin embargo, recordando cómo un par de ellos habían

apuñalado a Ambrose fuera de un restaurante unos meses atrás.

—Nunca peleamos delante de los seres humanos… si lo podemos evitar

—dijo Ambrose—. Los numa tampoco lo hacen. Nuestra condición

secreta estaría un tanto comprometida si empezamos a sacar las

hachas de combate a diestro y siniestro en presencia de testigos

mortales.

—¿Pero por qué? No es como si las personas fueran a perseguilos y a

destruilos.

—El radar humano no es el único del que queremos mantenernos

alejados —continuó, uno de sus pasos largos equivalía a dos de los

míos—. Como he dicho, hay otros… y no, no voy a entrar en una

discusión sobre qué seres sobrenaturales realmente existen fuera de las

novelas de fantasía. Ya sabes, todos tenemos nuestro propio código de

honor.

—Henry dice que quienquiera que sea, se dirigen hacia esta dirección —

dijo Vincent, su tono grave borró las demás preguntas que se estaban

formando en mi mente.

Corrimos los últimos metros hasta llegar a la puerta de mi casa, y

rápidamente tecleé mi código de acceso como si nuestras vidas

dependieran de cuán rápido mis dedos pudieran moverse. Vincent y

Ambrose estaban detrás de mí, como guardaespaldas vestidos con

demasiada elegancia, sus manos estaban sobre las empuñaduras de las

armas que llevaban debajo de sus abrigos.

A medida que el cierre de seguridad se desbloqueaba y yo empujaba la

puerta delantera para abrirla, el ruido de un coche a toda velocidad

vino de la avenida. Los faros iluminaron la oscura calle mientras nos

dábamos la vuelta para mirar el vehículo que se aproximaba.

Con la radio a todo volumen, un Audi repleto de adolescentes se detuvo

delante de nosotros. La puerta se abrió para permitir que un chico y

una chica se cayeran del asiento del pasajero. Los cuatro fiesteros que

se sentaban en la parte de atrás dejaron escapar un grito de alegría

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cuando mi hermana se levantó de la acera e hizo una dramática

reverencia.

—Buenas noches, chicos. —Arrastró las palabras en su mejor imitación

de una belleza del Sur.

El chico en cuyo regazo ella había permanecido equilibrada se sacudió

el polvo, y le dio un beso en los labios.

—Servicio a domicilio. Sólo lo mejor para Georgia —dijo él, y retrocedió

de un salto hasta el coche—. ¡Bonne année! ¡Feliz Año Nuevo! —sonó un

coro de voces, mientras aceleraban y quedaban fuera de vista.

Ambrose y Vincent dejaron que sus abrigos volvieran a cubrir sus

armas, por lo que Georgia ni siquiera notó nuestro estado de alerta

máxima.

—¡Hola, Vincent! Y hola, Ambrose, guapo —susurró ella, caminando a

grandes pasos hacia nosotros en su corto vestido de encaje. Su cabello

rubio fresa con un corte de cabello estilo pixie estaba engominado en un

estilo dramático, adornado con plumas hacia abajo alrededor de su

pecosa piel empolvada—. Sólo mírense, chicos, en esmoquin. Ojalá los

bailarines de Chippendale que pedimos para la fiesta hubieran sido tan

guapos como ustedes, entonces no podría haber sido un completo

desastre.

Miró su reloj y exclamó con horror.

—¡Ni siquiera es la una y media de la mañana y ya estoy en casa! ¡Qué

humillante! ¿Por qué la policía cree que tiene el derecho de terminar

una fiesta por ser demasiado ruidosa en la Víspera de Año Nuevo?

Nunca lo voy a entender. ¡Esta ha sido la noche más sosa del mundo!

Miró hacia donde yo estaba medio escondida detrás de la puerta.

—Kate, ¿qué rayos estás haciendo? —Sin esperar la respuesta, le dirigió

a los muchachos la más deslumbrante de sus sonrisas, y después me

dio un apretón cariñoso en el brazo cuando pasó junto a mí en el

vestíbulo del edificio.

—¿Soy yo o está en modo Georgia sobre estimulada? —bromeó Vincent.

—Está recuperando el tiempo perdido después de tomarse un descanso

de cinco semanas —respondí, recordando cómo Georgia había

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renunciado a los hombres después de que casi nos asesinara su novio

de ese entonces, el líder de los numa, Lucien.

—Bueno, definitivamente podríamos contratarla como seguridad

adicional. Ella y su comitiva podrían ahuyentar a cada persona de

carácter dudoso en el vecindario —dijo Ambrose, con una sonrisita.

Lo que me recordó…

—¿Qué ha pasado con lo que sea que nos estaba siguiendo?

—La fiesta ambulante de Año Nuevo los ahuyentó —respondió Ambrose.

—Escucha, Kate —dijo Vincent, mirando con cautela hacia la calle

oscura—. Jean-Baptiste estaba en lo cierto al decir que no sabemos

cuándo van a atacar los numa. Y con lo que sea que nos estaba

siguiendo allá, me pregunto si tal vez podrías hacer uso de un chaperón

de vez en cuando. Tengo algunos proyectos de los que JB me pidió

encargarme —intercambió una mirada con Ambrose—, así que no

puedo estar contigo todo el tiempo.

—¿Un chaperón? —dije con un tipo diferente de alarma.

—¿Qué tiene de malo un ángel de la guarda? ¿O dos? —preguntó

Ambrose—. Estás saliendo con un revenant, Katie-Lou, es mejor que

cuentes con ser seguida a todas partes.

—Bueno, si no me dejo ver con ustedes, los blancos móviles, no seré de

mucho interés para los malos, ¿verdad? —repliqué. Pasear con mi novio

era una cosa. La idea de ser seguida por París por otros revenants era

algo completamente diferente. Negué con la cabeza—. ¿Recibiré mi beso

de buenas noches o eso interferiría con tu trabajo de chaperón?

Levanté mi cara hacia Vincent y él me complació con un beso lento y

tierno que hizo que mi cuerpo se volviera de malvavisco.

—Adiós, Katie-Lou. —Ambrose me dio un pequeño saludo y se dio la

vuelta para irse.

—Adiós —grité mientras los dos revenants se alejaban de mí hacia las

sombras veteadas por la luz de la luna. Cuando estuvieron fuera de mi

vista, me volví para seguir a mi hermana al apartamento de los

abuelos.

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Georgia se había despojado de su vestido de fiesta y lo había

remplazado por una camiseta de gran tamaño en el momento en que

llegué a su habitación.

—¿Qué pasa con los dos acompañantes? —preguntó.

—Tres —le respondí—. Un tipo llamado Henri estaba flotando por

encima de nosotros. Vincent está paranoico acerca de que sea asaltada

por los zombis malos. Con su líder ausente, los numa están en modo

agazapado, y los revenants están a la espera de un ataque sorpresa.

—Los numas desapareciendo me parece algo bueno. —Se inclinó hacia

su espejo y se limpió el lápiz de labios con un pañuelo de papel—.

Personalmente, estoy contenta de que no me haya topado con un

asesino desde, bien… desde que cortaste la cabeza de mi ex con una

espada. —A pesar de que mi hermana estaba actuando alegre, una

sombra de temor aún se escondía detrás de su ensayada actitud

despreocupada.

—Vincent estaba hablando sobre asignarme un guardaespaldas cuando

él no esté alrededor.

—¡Genial! —dijo Georgia, con los ojos muy abiertos con expectación.

—No es genial —le respondí—. No quiero que alguien me siga a donde

vaya. Sería tan… raro.

—No lo veas como ―seguir‖. Piensa en ello como ―acompañar‖. ¿Y qué

diferencia haría? Ya estás con Vincent o con alguno de sus amigos de

manera muy frecuente.

Estudié su rostro. No lo decía como una crítica. Para mi súper-social

hermana, eso era normal, incluso preferible, el tener gente rodeándote

24/7.

—¿Recuerdas con quién estás hablando, Georgia? Soy yo. Tu

inigualable y única hermana. Quien no es la reina de la vida nocturna

de París y en realidad le gusta pasar parte de sus horas en vela a solas.

—Pues bien, dile a Vincent que no quieres una niñera. Él te adora tal y

como eres. Tu palabra debe ser una orden.

Puse los ojos en blanco. Ojalá.

—De hecho, utilizó la palabra chaperón.

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—Vincent es tan caliente cuando habla como un abuelo —bromeó—. Lo

próximo que sabrás es que le preguntará a Papy si puede empezar a

cortejarte, después de eso todo irá cuesta abajo. La dentadura postiza.

Los calzoncillos holgados.

—¡Eww! —reí, y le di a mi hermana un golpe fingido en su brazo.

Desde algún lugar dentro de su bolso, el teléfono de Georgia comenzó a

zumbar. Lo sacó y comenzó a enviar mensajes de texto. Entonces, me

miró y dijo:

—Por cierto, Katie-Bean, te ves hermosa con ese vestido.

Me incliné y abracé a mi glamurosa hermana demasiado sociable, y la

dejé continuar su vida social en la Víspera de Año Nuevo.

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Capitulo 4 Traducido por Helen1

Corregido por Beatriix Extrange

Siendo día de Año Nuevo, la estación de tren Gare de Lyon estaba

prácticamente abandonada. Palomas kamikazes se disparaban en

excéntricos patrones de vuelo bajo el enorme techo de cristal y acero.

Nuestro pequeño grupo de seis quedó eclipsado en el espacio colosal,

mirando a Charlotte y Charles abordando la TGV ultramoderna de alta

velocidad que los llevaría de París a Niza en menos de seis horas.

Ambrose cargó una pequeña montaña de maletas en el maletero de su

coche mientras los gemelos se inclinaban para recibir abrazos de Jules,

Vincent y yo, y más formales besos de mejilla de Gaspard y Jean-

Baptiste.

Cuando la voz digitalizada de una mujer anunció la inminente partida

del tren, Charles se separó del abrazo de oso triturador de Ambrose, y

se subió al tren sin mirar atrás. Charlotte apartó las lágrimas cuando se

dio la vuelta.

—Vas a volver antes de tiempo —afirmó Jean-Baptiste, un rastro raro

de emoción tiñendo su voz. Ella asintió en silencio, mirando como si

estuviera luchando para no estallar en sollozos en toda regla.

—¡E-mail… y teléfono! —le recordé—. Vamos a seguir en contacto, ¡lo

prometo! —Le lanzó un beso con las dos manos al pisar el tren, y

desapareció detrás de los vidrios polarizados. Vincent me pasó el brazo

alrededor de los hombros solidariamente. Me volví para que los gemelos

no me vieran llorar.

Charlotte era la única chica que se había acercado desde que nos

mudamos a París hace casi un año. Fue mi culpa, yo no había estado

activamente buscando amigos. Durante la mitad de ese tiempo yo había

sido una ermitaña. Entonces llegó Vincent, y fue como si hubiese traído

a un grupo de amigos pre empaquetados con él. No había escapado a

mi atención que yo prefiriese pasar tiempo con los no-muertos, en lugar

de con los vivos. Traté de no pensar en lo que eso decía acerca de mí.

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El sonido del silbato del conductor atravesó el aire helado. El tren se

estremeció una vez y luego se apartó. Nuestro grupo no coincidente

saludó a los vidrios polarizados antes de deambular sin decir una

palabra hacia la entrada de la estación. Todo el mundo parecía perdido

en sus pensamientos mientras el teléfono de Vincent comenzó a sonar.

Miró la pantalla, y respondió,

—Bonjour, Geneviève. —Después de escuchar por un momento, se paró

en seco con el rostro ceniciento—. Oh, no. No.

Al oír su tono lúgubre, todo el mundo se congeló y lo miró esperando.

—Sólo quédate allí. Vamos para allá. —Apagó el teléfono y dijo—: El

esposo de Geneviève ha muerto esta mañana. Se fue a la cama anoche y

nunca despertó.

El grupo inhaló como uno, y nos quedamos allí, aturdidos.

—Oh, mi pobre Geneviève —dijo finalmente Gaspard, rompiendo el

silencio.

—Ella ha notificado… —comenzó Jean-Baptiste.

—El doctor ya certificó a Philippe como muerto, y su cuerpo fue

recogido por el juez de instrucción. Ella habría llamado antes, pero

tenía miedo de que si Charlotte lo sabía, no se habría montado al tren.

Jean-Baptiste asintió con la cabeza. Aunque Geneviève vivía a mitad de

camino por la ciudad y no estaba a menudo en La Maison, ella y

Charlotte habían sido amigas desde hacía décadas. Charlotte una vez

me había dicho que era difícil salir con los chicos todo el tiempo. Antes

de que yo llegara, Geneviève era la única amiga que tenía, y Charlotte

corría a su casa cada vez que ella y Charles tenían una disputa

hermano-hermana.

—Ella espera que un par de nosotros pueda ir a ayudar con los planes

del funeral. Kate, ¿quieres venir conmigo? —preguntó Vincent. Asentí

con la cabeza.

—Voy a ir —dijeron Jules y Ambrose a la vez.

—Ambrose, yo tenía la esperanza de tener tu ayuda para trasladar a

Violette y Arthur a sus habitaciones —dijo Gaspard—. Pero, por

supuesto…

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Levantó un dedo tembloroso, como si él no estuviera seguro de la

justicia de su petición. Ambrose vaciló, desgarrado, y cedió a

continuación.

—No, tienes razón, Gaspard. Te seguiré a la casa. Dale a Geneviève mi

amor, y díganle que voy a pasar después —nos dijo, y, a continuación,

cambió su casco de moto a la otra mano, le dio una palmada en el

hombro a Vincent y salió con Gaspard y Jean-Baptiste siguiéndolo de

cerca.

Jules, Vincent y yo subimos en uno de los taxis estacionados fuera de

la estación, y en quince minutos estábamos en la casa de Geneviève en

una pequeña calle en el barrio de Belleville Mouzaia. A medida que

salíamos del coche, miré a mí alrededor con asombro. A pesar de que

todavía estábamos dentro de los límites de la ciudad de París, las calles

estaban llenas de pequeñas casas de ladrillo de dos pisos completos,

con pequeños jardines en lugar de los típicos bloques de varios pisos de

apartamentos de París. Caminamos a través de una cerca blanca y un

patio sombreado de árboles hacia el porche, donde Geneviève esperaba

apoyada en el marco de la puerta, como si no pudiera estar de pie sin

su apoyo. Cuando Jules y Vincent se acercaron, cayó en sus brazos.

—Murió mientras dormía. Yo estaba leyendo cuando se fue, y ni

siquiera me di cuenta —confesó con voz aturdida. Sus claros ojos

azules brillaban con lágrimas y fatiga.

—Todo va a estar bien —la tranquilizó Vincent, entregando a Geneviève

a Jules. Los seguimos por el pasillo a una luminosa, amplia sala de

estar. Jules la sentó en un sofá blanco con tanto cuidado como si

estuviera hecha de cristal y luego se sentó a su lado. Ella se acurrucó

contra él y se enjugó los ojos hinchados con un pañuelo mientras

Vincent y yo nos sentábamos en el suelo a sus pies.

—¿Qué se necesita hacer? —preguntó Vincent en voz baja.

—¿Legalmente? Nada. Philippe y yo nos hemos estado preparando para

esto durante algún tiempo. La casa y el dinero son míos, tú te

encargaste de esos trámites por mí hace un tiempo —dijo, asintiendo

con la cabeza entre lágrimas a Vincent.

—Un título de abogado es muy útil cuando se tiene que registrar una

propiedad y una cuenta bancaria a nombre de una mujer muerta. —

Sonrió tristemente.

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—Philippe ya había decidido sobre sus propios arreglos para el funeral.

No hay servicio de la iglesia, no hay ningún anuncio, sólo una pequeña

ceremonia entre nosotros mismos en Père Lachaise.

El cementerio más famoso de París, pensé con asombro, recordando un

tour en el que mi madre y yo habíamos ido, que incluyó las tumbas de

Víctor Hugo, Oscar Wilde, Gertrude Stein y Jim Morrison, entre otros.

Philippe, o más probablemente Geneviève, debía tener algunos

poderosos contactos para haber conseguido una tumba para él allí.

—Me gustaría una taza de té —dijo Geneviève a nadie en particular.

—¡Voy a hacerla! —Me puse de pie de un salto, agradecida de que

hubiera una tarea para hacer—. Así que señálame donde está la cocina.

Una vez allí, encendí el mechero de gas bajo una caldera y hurgué en

los armarios hasta que encontré una tetera, algunas tazas y una caja de

bolsitas de té. Había fotos enmarcadas colgadas en la pared de la

cocina, y yo iba de una a otra mientras esperaba a que el agua hirviera.

La primera era una vieja foto en blanco y negro de Geneviève en un

vestido de novia, siendo llevada en los brazos de un hombre en

esmoquin por la puerta principal de esta casa. El corte de pelo

ondulado y el vestido de Geneviève fechaban la foto por alrededor de la

Segunda Guerra Mundial. Ambos estaban riendo en la foto, y parecían

como cualquier otra pareja feliz en el día de su boda.

La siguiente imagen mostraba el mismo hombre fuera de un garaje,

llevaba un traje de color claro con manchas de grasa sobre él. Se inclinó

sobre un coche y le dio un pulgar hacia arriba, sosteniendo una llave en

una mano. Su rostro no se veía nada diferente que en la foto de la boda,

todavía en la década de 1940 o 50, estaba suponiendo.

Me trasladé a la siguiente foto, que debió haberse tomado en la década

de 1960, me di cuenta del peinado Jackie O de Geneviève. Ella se veía

exactamente igual, pero su marido estaba gris y su cara era la de un

hombre de unos cuarenta años. Sin embargo… podrían pasar por un

hombre de mediana edad y su esposa mucho más joven.

Pero no en las siguientes imágenes. Las fotografías en color hicieron su

diferencia de edad cada vez más evidente. Me incliné para ver una

inscripción escrita en la parte inferior del retrato más reciente: 60 años

en el milenio. Mi amor por ti durará por siempre. Philippe. En la foto, el

hombre estaba sentado en un sillón con uno de esos andadores de

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metal de pie junto a él. Geneviève estaba sentada en el brazo,

inclinándose y besando su mejilla mientras sonreía directamente a la

lente de la cámara. Él lucia viejo. Ella de veinte años. Y se veían tan

enamorados como lo habían estado el día de su boda.

Salté cuando el hervidor de agua comenzó a silbar en la cocina detrás

de mí. Me había olvidado de dónde estaba mientras me veía poco a poco

absorbida por su historia, una historia llena de amor y felicidad, sin

duda, pero que había terminado en una tragedia digna de Homero.

Cuando regresé a la sala de estar llevando la bandeja con la tetera y las

tazas, Jules se paseaba en torno a su teléfono móvil difundiendo la

noticia a sus amigos. Geneviève se sentó en el sofá con su cabeza sobre

el hombro de Vincent, la mirada perdida en el espacio.

Los ojos de mi novio eran oscuros mientras me veía cruzar la habitación

y poner la bandeja sobre una mesa de café frente a ellos. Una expresión

de dolor cruzó su rostro, y yo sabía que estábamos pensando lo mismo.

La historia de Geneviève y su esposo humano algún día podría ser la

nuestra.

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Capitulo 5 Traducido SOS por Alexiacullen

Corregido por Marce Doyle*

Nos mantuvimos en el cementerio, entre las lápidas de unos cuarenta

muertos y yo. Un par de mis compañeros asistentes al funeral habían

estado incluso en sus propios ataúdes, en lo profundo, bajo varios

metros del suelo francés, antes de que hubieran estado excavando por

Jean-Baptiste u otro como él que tenía ―la visión‖.

Cuando Vincent me lo hubo explicado, un revenant en transición envía

una luz como un faro disparado hacia arriba, al cielo, solo visible para

unos cuantos revenants que tienen el don de ver auras. Y si el vidente

consigue el cadáver antes de que se despierte en su forma tradicional

tres días más tarde, si le proporcionan comida, agua y un refugio para

despertarse como revenant, nace un nuevo inmortal. Si no… polvo eres

y en polvo te convertirás.

Aunque Phillip no había conseguido el requisito de revenant de morir en

lugar de otro ser humano, Geneviève no se arriesgó y esperó hasta el

cuarto día después de su muerte para enterrarlo.

Y ahora ella se arrodillaba ante la tumba, envuelta en un crepé negro y

arrojando racimos de pequeñas flores blancas hacia abajo al ataúd.

—Sólo te amo —vino la voz leve baja de una chica detrás de mí. Vincent

me había dejado a un lado para estar cerca de Geneviève, recogiendo un

puñado de tierra y arrojándolo hacia abajo entre las flores antes de dar

a otro doliente su lugar. Me giré para ver a Violette de pie cerca de mí.

—¿Qué dijiste? —pregunté.

—Las diminutas flores blancas que Geneviève está arrojando, son

arbutus. —Vio mi confusión y se corrigió a sí misma—. Olvidé que no te

enseñaron el lenguaje de las flores actual. Es la materia prima en la

educación de una dama. Todas las flores tienen su propio significado. Y

las flores arbutus significan ―Sólo te amo‖. Geneviève sería consciente de

eso, eso es el por qué ella las eligió para su solo y único amor.

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Asentí inexpresivamente.

—Eso es trágico —continuó con su extraño discurso anticuado. Tuve un

momento difícil siguiendo algo de eso, a veces sus palabras salían como

si estuviera citando a Shakespeare, pero en francés antiguo. —Por qué

todo el mundo se pondría a sí mismos a través de tal miseria, está

sencillamente más allá de mí. ¿Cómo podría esperar otra cosa que

pena, quedando conectada a un humano?

Las palabras salieron casi con displicentemente, y luego Violette se

volvió hacia mí con su boca con una O y sus ojos abiertos.

—Kate. ¡Lo siento tanto! Te mezclas tan bien con todos los revenants de

aquí, que olvidé completamente que no eras uno de nosotros. Y contigo

y Vincent estando… —se aferró a sus palabras.

—Juntos —dije con sufrimiento.

—Sí. Por supuesto, juntos. Eso es tan, tan… agradable. Por favor, olvida

que dije algo.

Violette miró como si estuviera al borde de las lágrimas, estaba tan

avergonzada. Puse mi mano sobre su hombro y dije:

—No te preocupes. De verdad. A veces es duro para mí recordar que hay

alguna diferencia entre Vincent y yo.

Lo cual era un tipo de mentira, ya que esa diferencia estaba casi

siempre en mi mente. Pero ella parecía conciliadora, y después,

asintiendo agradecidamente hacia mí, dio un paso hacia adelante y se

dobló para alzar en brazos su puñado de profunda suciedad.

Hubo un revuelo cuando Vincent alzó su mano para silenciar a la

multitud, que había empezado a conversar suavemente entre sí.

—Perdónenme, amigos —gritó—. Hay algo que Geneviève quería leerles,

pero me ha pedido que tome su lugar. Era el pasaje favorito de ella y

Phillip del libro La vida y opiniones de Tristam Shandy. Dijo que la

ayudó a mantenerlos ―en el día‖.

Se aclaró su voz y empezó a leer.

—―El tiempo se desperdicia demasiado rápido… los días y las horas de

él… están volando sobre nuestras cabezas como nubes iluminadas de

un día ventoso, para no volver más, todas las cosas continúan,

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mientras usted está entorpeciendo ese bloqueo, ¡mira! Crece poco

prometedor…‖

Vincent bajó su mirada y captó la de mis ojos, luego, mirando con

problemas, volvió a la página y continuó.

—―¡Y cada vez que beso tu mano para ofrecerte el adiós, y cada

ausencia que le sigue, son preludios de esa separación eterna que

próximamente vamos a tener!‖

Mi corazón se sacudió en mi pecho. No sólo simbólicamente, causó un

dolor físico real. El pasaje parecía estar escrito para mí y para Vincent.

Mi peor temor acerca de mi futuro había sido estipulado en las líneas

poéticas que él estaba leyendo como un canto fúnebre.

Esos podríamos ser nosotros, pensé una vez más. Cualquier cosa que

sucedía, parecíamos condenados por el destino.

Incluso si Vincent sufría por la agonía que le causaría resistirse a morir

y envejecer conmigo, algún día sería como Geneviève, un hermoso

adolescente permaneciendo sobre la vieja tumba de su amada.

¿Y por qué incluso estoy pensando en envejecer con a alguien? Mi voz

interna de la razón protestó indignadamente, haciéndome sentir como

una idiota ñoña. ¡Sólo soy una adolescente! ¿Incluso cómo sé lo que

querré dentro de cinco años a partir de ahora, mucho menos dentro de

sesenta? Sin embargo, no lo podía evitar. Una profunda pena irracional

y prematura rastrilló mi corazón, obligando a incitar las lágrimas en

mis ojos. Tenía que salir de allí. Tenía que escapar de este aplastante

recuerdo del resultado final de la mortalidad. Me retiré lentamente de la

asamblea, con la esperanza de que no se dieran cuenta de mi huida.

Una vez que estuve despejada del grupo, me fui dando grandes pasos

rápidamente, deteniéndome brevemente para mirar sobre mi hombro.

Nadie me había visto salir. Todo el mundo estaba frente a Vincent, que

ahora estaba oculto bajo un mar de trajes negros. Yo misma me perdí

durante unos minutos entre una multitud de turistas, sujetando mapas

que señalaban las tumbas de las celebridades al pasar.

—Edith Piaf, dos pasillos por encima y uno arriba —gritó un guía

liderando a un grupo de adolescentes estadounidenses. Hace apenas un

año, eso podría haber sido yo, pensé, mirando a una chica sonriente y

despreocupada de mi edad. Me permití ser arrastrada junto a ellos

hasta una distancia prudencial del funeral.

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Sin cuidado con la dirección que estaba encabezando, me hundí más

profundamente en las hectáreas de tumbas. Una fría lluvia comenzó a

apedrear como dardos congelados, aguijoneando mi piel, y me introduje

en una pequeña estructura de estilo gótico tallada en piedra.

El techo estaba apoyado sólo en pilares, dándome refugio de la lluvia,

pero dejándome expuesta al frío viento. Me encorvé hacia abajo junto a

una tumba rematada por dos estatuas acostadas una al lado de la otra,

sus manos encajadas juntas en una oración eterna en su cama de

mármol. Después de un momento de echar todo sobre mi memoria,

recordé dónde estaba; me había detenido aquí en un paseo con mi

madre. Era la tumba de Abelard y Héloïse. Como accesorio, pensé, que

en el día de hoy, todos los días, terminaba en la tumba de los amantes

trágicos más famosos de Francia.

En la base del monumento, me senté con mis rodillas presionándome,

tirando de mi abrigo alrededor de mis piernas para que me protegiera

de los elementos. Me sentí más sola de los que había estado en meses.

Secando mi cara con el borde de mi camisa, tomé un par de

respiraciones profundas y traté de pensar en las cosas aunque de una

forma racional.

Tenía que concentrarme en el aquí y el ahora. ¿Por qué tenía tanto

miedo?

Recogí una piedra brillante negra de la base de la tumba, y la rodé

alrededor de mi palma hasta que estuvo caliente. Luego la dejé en el

suelo junto a mi pie para marcar el punto uno en la lista de mis

temores. Incluso si Vincent fuera capaz de resistirse a morir,

significarían décadas de dolor físico y emocional para él. Era cruel y

egoísta por mí esperar de él para soportar eso y todo por mi propia

debilidad. Recogí otra piedra y la coloqué junto a la primera. Si Vincent

no pudiera resistir, tendría que afrontar la muerte con el espectro

constante de su cadáver devastado cada vez que muriera por alguien.

Sentí las arrugas de mi frente y coloqué la piedra negra brillante el

número tres en la pareja del suelo. Si, incluso después de esto, fuera

capaz de quedarme con él y aprender a vivir con el trauma de sus

muertes, él sería el único mirando mi edad. Y luego la muerte.

Las tres piedras negras parecían una elipse, esperando por algo más

para seguir. Bien, podría añadir a mi lista de temores los riesgos

laborales de un revenant: otro numa vengativo como Lucien podría

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venir detrás de Vincent para destruirle. Y tener éxito esta vez. Eso me

dejaría sola.

Detente, Kate, me ordené a mí misma. El envejecimiento y la muerte

estaban aún lejos y trataría con eso cuando llegara el momento. Eso si

nos quedábamos juntos. Lo cual, siendo realistas, no era seguro, no

importaba cuanto lo quisiera estar. Las parejas mortales tienen un

tiempo bastante duro haciendo que las cosas funcionen. En cuanto al

resto, era inútil intentar adivinar lo que iba a suceder. Si no trataba de

proyectar hacia un futuro desconocido, podía manejar el aquí y ahora.

Lo había estado manipulando… no sólo durante la última hora, más o

menos.

Permanece en el presente, pensé. En el presente, Vincent y yo

estábamos bien. Y justo aquí y ahora, todo lo que quería hacer era ir a

casa. Haciendo esa simple decisión, me hizo de repente sentir con más

control. Me empujé contra la fría piedra en una posición de pie, y

empecé a enviar los mensajes de texto a Vincent diciéndole que me tuve

que ir, antes de que empezara a buscarme.

Sólo había introducido su nombre cuando escuché el sonido de las

hojas crepitando. Tensa, miré a mí alrededor, pero sólo vi las lápidas

grises y los monumentos que se extendían por kilómetros. Un

movimiento brusco captó mi atención. Cuando vi una figura oculta salir

de detrás de una tumba a unos pocos metros, el pánico irracional me

atenazó. No podía ver su cara, pero su pelo era de color cenizo, marrón

oscuro mezclado con gris, y era tan alto como yo. Absorbí eso en un

segundo mientras entraba en modo automático de lucha, calculando

como defenderme mejor contra su altura y peso.

Pero sin mirar en mi camino, se giró y caminó a través de las lápidas.

Exhalé, aliviada, mientras mi cerebro registraba el hecho de que era

sólo un hombre. Un hombre con un abrigo largo de piel que estaba

alejándose de mí. No hacia mí. Un hombre. No un monstruo, pensé,

reprendiéndome a mí misma por perder el control por nada.

Mientras miraba su forma desaparecer a través de las lápidas, saqué

fuera la postura defensiva que inconscientemente había tomado. Justo

cuando levanté el teléfono móvil para terminar mi mensaje de texto, una

mano fuerte agarró mi hombro. Solté un chillido mientras me volvía

para ver un par de ojos azul oscuro mirando airadamente mi ropa.

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—Kate, ¿qué crees que estás haciendo? —dijo Vincent, su voz sonando

todo estrangulado en su garganta.

—¿Qué estoy haciendo? ¡Casi me das un ataque al corazón acercándote

sigilosamente hacia mí de esa manera! —Presioné mi pecho contra mi

mano como si eso pudiera todavía frenar su golpeteo.

—No estaba acercándome sigilosamente hacia ti —dijo fríamente—. No

hubiera sabido ni si quiera donde estabas si Gaspard no estuviera

volant. Volvió a buscarme después de seguirte hasta aquí. Podrías

haber estado en grave peligro.

Incluso aunque Vincent no hubiera sabido como de acobardada había

estado por el hombre en el escudo de pelaje hace sólo unos instantes,

mi miedo se transformó en ira en una fracción de segundo.

—¿Peligro? ¿Aquí? ¿En plena luz del día? ¿De qué? ¿De los psíquicos

aficionados de Jim Morrison? ¿Lápidas cayéndose?

—De Numa.

—Oh, por favor, Vincent. Estamos en medio de un lugar turístico

importante. Père Lachaise es prácticamente Disneyland para los

muertos. No está sonando algo como Buffy con vampiros emergiendo de

la tierra cada vez que alguien se gira alrededor.

—Kate, estamos en alerta máxima ahora mismo. Nadie sabe donde

están los Numa o en qué están inmersos. Esto sería exactamente el tipo

de evento que asaltarían para atacarnos. ¿Docenas de revenants en un

mismo lugar al mismo tiempo? Sería la situación de sus sueños. Ese es

el por qué venimos todos armados.

Mantuvo a un lado su abrigo para mostrarme una espada en su cintura

y cuchillos atados a sus muslos.

Eso me hizo callar.

—¿Por qué estás vagando tú misma? —El miedo habiendo dejado su

voz, su expresión ahora se mostraba en una inestable confusión.

Le miré fijamente durante un momento, y luego miré hacia las estatuas

cerca de nosotros, los amantes trágicos echados uno al lado del otro.

Vincent se giró para ver lo que yo estaba mirando y la comprensión

nació en su rostro. Cerró sus ojos como para bloquear la imagen.

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—Tuve que dejar el funeral, Vincent. No podía soportarlo —empecé a

explicar. Pero la tristeza y la lluvia y el frío y el susto, todo me parecían

pesadillas confabulándose contra mí, y mis palabras se atascaron en mi

garganta.

—Lo entiendo —dijo, poniendo sus brazos a mí alrededor y

empujándome lejos de la tumba. Me giró cara a él—. Está helando y

estás empapada. Vamos a salir de aquí.

No podía dejar de mirar por encima de mi hombro cuando nos fuimos.

No había ningún rastro del hombre encubierto, se había ido hace

mucho tiempo, pero ahora que Vincent había mencionado a los Numa,

me hizo preguntarme por qué había tenido una reacción tan fuerte con

la aparición del hombre. ¿Podría un Numa haber estado siguiéndome a

través del cementerio?

No importaba ahora, decidí, y solamente asustaría a Vincent si le dijera

algo al respecto. Lo puse fuera de mi mente, y empujé a mi novio más

cerca.

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Capitulo 6 Traducido por Cr!sly y Sprinkling

Corregido por Marce Doyle*

Antes de conocer a Vincent, todos mis días parecían correr como una de

esas metáforas del paso del tiempo visual en las películas donde

enseñan páginas cayendo de un calendario. Pero últimamente, cada día

parece significar algo: la primera vez que Vincent conoció a mis abuelos,

la primera cita al cine. Santos Cielos. Todos nos miraban como si el

parque fuera un circo y nosotros fuéramos los fenómenos principales

del show, algunos soltaron unas sonoras carcajadas. Vincent dijo:

—Espero que no te molesten los espectadores. —Y entonces se inclinó,

tomó mi rostro entre sus manos y me besó.

—Creo que puedo manejarlo —sonreí, y me estremecí cuando el me

soltó.

—Vamos a hacer un rápido picnic —prometió, mientras desenrollaba su

bufanda y la envolvía dos veces sobre la mía.

Comimos croissants, los cuales estaban horneados exactamente como

me gustan: crujientes por fuera, ligeros como el aire y pastosos por

dentro. El café con leche estaba lo suficientemente caliente como para

entibiar mi interior, tomé un sorbo de jugo de naranja súper dulce

recién exprimido mientras Vincent me sorprendía contándome como

Charles y Charlotte se asentaron en el sur.

—Estábamos pensando en hacer un viaje para llevarles más cajas, pero

JB insistió en que me necesitaba aquí —se quejó Vincent mientras

ponía la última punta del croissant en su boca.

—Jode ser el segundo de JB.

—Oh, ¿así que sabes acerca de eso? —él pregunto entretenido—. ¿Han

sido mis parientes quienes han hablado a mis espaldas?

—Sí, Jules dijo algo sobre eso el otro día. Justo antes de que me dijera

que eres una especie de Campeón. Que de hecho muero por

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preguntarte. —Ansiosamente me incliné hacia delante sobre mis codos,

viendo como la expresión de Vincent se volvía consternada.

Cubrió sus ojos con su mano.

—Aquí vamos otra vez —gimió.

—¿Qué significa eso? —pregunté intrigada por su reacción.

Se inclinó hacia atrás hasta que quedo acostado sobre la manta, y

dirigiéndose hacia el cielo gris de invierno que estaba sobre nosotros.

—Hay una antigua profecía escrita por un revenant en la época

Romana. Dice que uno de nosotros surgiría para liderar a los de

nuestra clase en contra de numa y vencerlos.

—¿Y eso qué tiene que ver contigo? —pregunté.

Vincent se quedó mirando el cielo durante otro segundo y rodó a su

lado para hacerme frente.

—Jean-Baptiste tiene metido en la cabeza que yo soy el Campeón.

—¿Por qué?

—¿Quién sabe? Probablemente porque soy capaz de mantenerme

mucho tiempo sin morir. Al parecer soy más fuerte que otros de mi

edad. Pero todo es tan impreciso. Aunque todo el mundo ha escuchado

hablar de la profecía, nadie sabe exactamente lo que significa.

—Suenas bastante seguro de que no eres tú —dije, sintiendo una

punzada de alivio. Salir con un revenant fue un paso suficientemente

grande sin preguntarme si él era el jefe supremo de los revenants.

—Creo que todo eso es mierda, y que no importa de cualquier manera.

Lo que vaya a pasar, nadie lo sabrá antes de tiempo. Lo que me molesta

es que Jean-Baptiste le haya dicho su opinión a la gente. Y no hay nada

más intimidante que todo el mundo mirándote como un halcón,

esperando el momento en que te conviertas en el Mesías no-muerto.

Me reí. Vincent llego hasta mí con una lenta sonrisa que no podía

rechazar. Lo besé, un largo y cálido encuentro entre nuestros fríos

labios, y luego, inclinándome hacia atrás, le pregunté con toda la

seriedad que pude reunir:

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—Así que si tu eres el Campeón de los revenants, y yo te salvé de

Lucien, ¿eso me hace la campeona de campeones? —Vincent negó con

la cabeza.

—No, en serio —continué, incapaz de reprimir una sonrisa burlona—.

Yo también quiero un nombre chévere. Tal vez podrías empezar a

llamarme Vanquisher7. Aunque creo que necesitaré una máscara de

luchador para eso.

Vincent soltó un gruñido exasperado y me empujó hacia abajo en la

manta, atrapando mis hombros al suelo y obligándome a darle otro

beso. Colocó una cálida mano sobre mi fría mejilla, y las comisuras de

sus ojos se arrugaron mientras sonreía.

—Bueno, por el momento llamarte la Reina de Hielo, sería más

apropiado. —Se levantó, y tomando mi mano, me puso sobre mis pies.

Me froté mis enguantadas manos por mis brazos de arriba hacia abajo

para que mi circulación funcionara.

—¡Okay! Picnic en enero… ¡listo! —le dije, castañeando mis dientes.

Vincent puso el termo y la manta dentro de la canasta.

—¿Y qué se siente hacer algo que nunca antes habías hecho?

—Como si estuviera congelando mi trasero —le dije, gritando mientras

el dejaba caer la canasta y me levantaba en sus brazos.

—Bueno, esto es un poco más cálido —reconocí, mientras él me dejaba

en el suelo en un abrazo de oso.

—Iremos a dejar esta canasta a mi casa, y luego nos dirigiremos a

nuestro segundo destino —dijo, inclinándome hacia atrás y subiendo la

canasta por mi brazo.

—¿Qué es? —le pregunté, envolviendo mi mano alrededor de su brazo y

acercándolo mientras salíamos del parque y nos dirigíamos por La

Maison8.

—Bueno, eso depende. ¿Haz estado en el museo militar en Les

Invalides?

Arrugué la nariz con disgusto.

7 Vanquisher: vencedora. 8 La Maison: originalmente en francés significa ―La Casa‖. Es el nombre de una calle.

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—Sé donde queda. Pero ya que no tienen muchos cuadros, nunca me

he molestado en ir. ¿Estamos hablando de tanques y cañones y, um, y

cosas de guerra?

Vincent bajó su mirada hacia mi y se rio.

—Sí, ellos tienen tanques, armas de fuego y una fascinante colección de

la Segunda Guerra Mundial, pero si te digo la verdad, es un poco

decepcionante. Especialmente para aquellos que vivimos esa época. No,

estaba planeando saltar esa parte y dirigirnos directamente a la antigua

sección de armas. Las piezas en ese salón son tanto arte como las

pinturas de John Singer Sargent.

—Hmm. Tengo la sensación de que será cuestión de opinión.

—En serio, hay una daga del siglo XIII trabajada en plata e

incrustaciones de esmalte que se merece su propio espacio en el

Louvre9.

—¿Tienen ballestas?

—¡Tienen ballestas! Todo un salón lleno de ellas. Incluso una de

Catherine de Médicis10 con incrustaciones de oro. ¿Por qué?

—Me encantan las ballestas. Son tan… no sé… badass11.

La sorpresiva risa de Vincent estaba entre un chisporroteo y tos.

—Nota mental: ¡agregar periódicamente clases de ballesta en las

sesiones de entrenamiento de Kate! —Empujó el portón delantero

abierto, colocó la canasta encima del buzón y cerró la puerta detrás de

nosotros—. ¿Crees que podrías arreglar eso, Gaspard? —añadió.

—¡Oh, hola, Gaspard! —dije al aire.

—Gaspard me pidió que te asegurara que no interrumpirá nuestra cita

—dijo Vincent.

—No me importa si quiere venir —le dije—. Conociéndote, dudo que sea

la primera vez que vayas al museo militar.

9 Louvre: museo del Louvre. Museo nacional de Francia. 10 Catherine de Médicis: fue una noble italiana esposa de Enrique II de Francia, y

que por lo tanto, ostentó el titulo de Reina Consorte de Francia. 11 Badass: expresión del ingles referida a las cosas estilo ―chico malo‖

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Vincent me ofreció su brazo y comenzó a guiarme de vuelta en la

dirección que habíamos venido.

—En realidad, Gaspard contribuyó en las investigaciones realizadas en

las piezas más antiguas de la colección. El conoce el museo mejor que

la mayoría de los encargados. —Se quedó en silencio por algunos

segundos, escuchando—. Él dice que no pasará por el museo, pero que

nos acompañará un par de cuadras, ya que nosotros vamos en la

misma dirección a la que se dirigía.

Nos dirigimos hacia el museo, unos buenos veinte minutos a pie de

distancia, manteniendo nuestra extraña triple conversación durante un

par de cuadras mas, antes de que Vincent se detuviera bruscamente.

—¿Qué pasa? —le pregunté, mirando su cara escuchando las palabras

que no podía oír.

—Gaspard ve algo. Solo tenemos unos minutos. Vamos —dijo Vincent

tomando mi mano, empezó a correr a través de una pequeña calle hacia

una avenida más grande.

—¿A dónde vamos? —pregunté mientras corríamos, pero Vincent estaba

muy ocupado escuchando a Gaspard, disparando preguntas como,

―¿Cuánta gente?‖ y ―¿Dónde está el conductor?‖. —Me alarmé cuando

llegamos al boulevard Raspail, y Vincent dijo—: Kate, quédate atrás, y

ten cuidado, hay un camión…

Y luego lo vimos coronando la cima de la colina: un largo camión blanco

estaba por la mitad de los cuatro carriles. Se abría peligrosamente

mientras estaba a horcajadas sobre la línea central, obviamente fuera

de control. Jadeé cuando me di cuenta de que no había conductor

detrás del volante.

Girando al paso de peatones, vi a varios de ellos cruzando la

intersección, completamente inconscientes del peligro dirigiéndose

hacia ellos. Aunque aún estaba a dos cuadras de distancia, el camión

no estaba desacelerando. Y a la velocidad que estaba viniendo, la gente

en la mitad del paso peatonal no tenía oportunidad de escapar de su

trayectoria.

—Oh, mi Dios. ¡Haz algo! —le urgí a Vincent, horror cursando a través

de mis venas.

Vincent ya estaba mirando de los peatones al camión y de nuevo a los

peatones mientras calibraba la situación. Vaciló por una fracción de

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segundo y miró rápidamente mi camino, frunciendo las cejas como si

algo le pesara. Algo que tenía que ver conmigo.

—¿Qué? —pregunte, mi voz con pánico.

Algo hizo clic en sus ojos. Su decisión estaba hecha, se arrastró fuera

de su chaqueta, dejándola en el suelo, y despegó hacia el camión que se

aproximaba.

Mi corazón golpeteaba, grité en francés en dirección de los peatones:

—¡Atención! —Una mujer de mediana edad miró en mi dirección, y

luego siguió mi gesto hacia el boulevard.

—¡Oh, mon Dieu! —chilló, y echó sus brazos a un lado para empujar a

un hombre y un chico que flanqueaban su espalda a la seguridad de la

acera. Nunca lo harían a tiempo. No lo haría la chica de colegio usando

auriculares que no me había oído gritar.

Corriendo más rápido de lo que parecía humanamente posible, Vincent

alcanzó el camión, saltando y aterrizando en el tablero. El impacto lo

lanzó hacia atrás, amenazando con echarlo hacia la carretera.

Tanteó para agarrarse a la manija de la puerta, estabilizándose, y luego

la arrancó, abriéndola, agarrando el volante y sacudiéndolo a la

derecha. En un chirrido de neumáticos arrastrándose, el camión saltó

fuera de la carretera y volcó del lado del pasajero. Salió algunos pies a

través de la acera antes de romperse con un crujido espeluznante en un

muro de piedra, solo un par de yardas del paso de peatones.

Una fracción de segundo de sorprendido silencio siguió, antes de que

una cacofonía de gritos y llantos comenzaran. La pareja y su chico

estaban en el suelo, apenas en la acera, en un intento de arrojarse lejos

de la carretera. Paseantes corrieron y los ayudaron a pararse. Alguien

más corrió hacia la chica con los auriculares, que estaba parada por la

conmoción en medio de la carretera, la boca abierta y bolsas arrojadas

en el suelo alrededor de sus pies.

Una sirena de policía llenó el aire mientras un par de autos de policía

salieron del boulevard Saint Germain a la mitad de la intersección,

bloqueando vehículos de ambas direcciones. Un policía saltó para

desviar el tráfico mientras los otros se precipitaron al lugar del

accidente.

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Vincent salió del lado del conductor, que ahora estaba en la parte de

arriba del volteado camión, y cayó en el suelo. Yaciendo sobre su

espalda en la acera, dobló con cuidado un brazo sobre su caja torácica,

tirando las llaves que había sacado de la ignición.

Mientras llegaba a él, apretó sus ojos, cerrándolos con dolor, y un

pequeño chorro de sangre manaba de un corte en su frente. Me agaché

junto a él, sintiendo como si yo fuera la que había sido lanzada al

pavimento, el aliento eliminado de mí.

—Vincent, ¿estas bien? —pregunté, ciegamente metiendo mi brazo en el

bolso y sacándolo con algunos Kleenex. Limpié la sangre antes de que

pudiera llegar a su ojo.

—Costilla lastimada, pero estoy bien —dijo, jadeando por aire—. Pero el

conductor está en el camión.

Ahuequé su rostro en mi mano y solté un suspiro de alivio.

—Oh, gracias, Dios, Vincent. —Me giré al policía que estaba

aproximándose—. El conductor aún esta allí —grité, tosiendo y

parpadeando mientras inhalaba el acre olor de goma quemada.

Uno subió al camión, y después de dar un vistazo dentro, sacó un

walkie-talkie y pidió asistencia de emergencia.

Otro se arrodilló junto a nosotros y comenzó a hacerle preguntas a

Vincent. ¿Estaba él bien? ¿Podía mover los dedos? ¿Sus pies? ¿Estaba

teniendo problemas para respirar? Solo después de que Vincent se

incorporara, en contra el consejo del policía, y aseguró que sólo tenía la

respiración bloqueada y un corte en la cabeza por el impacto, el policía

se giró para preguntarme que había sucedido.

Para entonces, una multitud se había reunido a nuestro alrededor, y un

hombre mayor habló antes de que pudiera responder.

—Yo vi todo, oficial. Este camión estaba fuera de control, sin ningún

conductor al volante, rodando continuamente hacia el boulevard. Y ese

chico de ahí —dijo, apuntando a Vincent— lo manejó, dirigiéndolo fuera

de la carretera. Si no fuera por él, se hubiese invertido derecho a las

personas que cruzaban la calle. —Apuntó a los auriculares de la chica,

que había estado en la acera y estaba sentada con su cabeza entre sus

rodillas mientras alguien frotaba su espalda.

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Los espectadores comenzaron a susurrar excitados con las noticias, la

palabra ―héroe‖ siendo dicha más de una vez, y celulares salieron

mientras la gente comenzaba a escribir mensajes y a hacer llamadas.

Vincent cerró los ojos cansadamente y luego, mientras alguien trataba

de tomar una foto, tiró la capucha del jersey poniéndola sobre su

cabeza y me pidió que lo ayudara a levantarse, haciendo una mueca

mientras se paraba.

—¿Va a necesitarme, oficial? —preguntó al policía que estaba

asegurando la ruta del camión con otro testigo.

Vio a Vincent y dijo:

—Realmente no debería moverse, señor, hasta que los paramédicos

lleguen.

—Se lo dije, estoy bien —Vincent insistió educadamente. El modo en

que sostenía su brazo cuidadosamente a través de su torso sugería que

no lo estaba para nada.

El policía se veía en conflicto.

—Necesitaremos su testimonio —dijo finalmente.

—¿Podremos esperar en su auto?

—Sí, sí, por supuesto —el hombre respondió, y le marcó a su

compañero que viniera. Fuimos llevados lejos de la multitud excitada y

hacia la intimidad del coche patrulla. En el camino, le saqué el abrigo a

Vincent y lo coloqué a su alrededor.

Nos acomodamos en el asiento de atrás del auto de policía, y el policía

cerró la puerta detrás de nosotros. Finalmente estábamos solos, y me

giré hacia Vincent, que estaba sosteniendo mi pañuelo en su cabeza.

—¿Estas realmente bien? —le pregunté, alcanzando con cautela para

sacar su mano de la herida—. Tal vez necesites puntadas.

—¿Tienes un espejo?

Le tendí uno compacto de mi cartera, y lo levantó a la luz,

inspeccionando su herida.

—Una bandita de mariposa lo mantendrá bien.

—¿Y además de eso?

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—Tal vez tenga una costilla magullada. JB enviará un doctor una vez

que estamos en casa. Tengo un par de semanas hasta que esté

dormido, y entonces mi cuerpo va a curarse. Puedo esperar. Lo

prometo, Kate. Estoy bien.

Se apoyó en el reposacabezas y cerró los ojos.

Me senté con la cabeza en su hombro y mi brazo alrededor de su pecho,

y me pregunté que hubiese pasado si las cosas hubiesen sido

diferentes.

¿Qué si Vincent no hubiese sido lo suficientemente rápido y una de

esas personas hubiese sido asesinada? ¿Qué si en su intento de

acercarse al camión, Vincent hubiese sido acribillado? En lugar de estar

sentada en la parte de atrás de un auto de policías, pude estar

arrodillada sobre su destrozado cuerpo.

Él había estado solo a unas pulgadas de distancia. Esto había estado

tan cerca. Cerré mis ojos y traté de enfocarme en lo que era en lugar de

en lo que tendría que haber sido.

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Capitulo 7 Traducido SOS por Omakehell y Alexiacullen

Corregido por manu―ma

Pasamos más de una hora esperando en una oficina en la estación de

policía antes de dar nuestros testimonios. La investigación oficial ya

había comenzado, y el oficial que finalmente se presentó, explicó que se

había descubierto una cartera con una tarjeta médica en la billetera del

conductor diciendo que él era epiléptico. Una vez que contactaron con

su esposa, ella admitió que había dejado recientemente de tomar su

medicación.

—Él estaba inconsciente en el momento en que llegué al vehículo —

confirmó Vincent.

—¿Estaba inconsciente, sentado al volante? ―preguntó el oficial,

mientras hacía garabatos en un bloc de notas.

—No. Se había desplomado y estaba recostado en el asiento. Su pie no

estaba en el acelerador.

Tres pequeñas vendas de mariposa decoraban la frente de Vincent, el

resultado de la ayuda de paramédicos mientras estuvimos sentados en

la parte trasera del coche de policía. Cuando el oficial levantó la vista de

lo que estaba escribiendo, Vincent se tocó la herida cuidadosamente

con los dedos.

El hombre vio el gesto y cerró su cuaderno de notas.

—He estado dando instrucciones de no mantenerlos aquí mucho

tiempo. Y pido disculpas por la espera. Es inexcusable.

Por la forma en que el hombre se había apresurado tan de repente,

tropezándose sobre sí mismo para hacer que nos sintiéramos cómodos y

ofreciendo información restringida sobre la investigación, asumí que

Jean-Baptiste se había puesto en contacto con uno de sus contactos del

departamento de policía.

—A pesar de que se ha negado reiteradamente a ser llevado a un sala de

emergencia, yo creo que debería acudir al médico —continuó el hombre,

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luciendo preocupado—. Por lo menos para que le pongan un par de

puntos de sutura a esa herida en la cabeza.

—Gracias, oficial. Ahora mismo sólo quiero llegar a casa. Todo esto me

ha conmocionado —traté de abstenerme de sonreír cuando vi que

Vincent estaba usando la triquiñuela de sólo-soy-un-chico-de-

diecinueve-años-inofensivo.

El policía asintió con la cabeza, y apoyando su pluma en su cuaderno

de notas, caminó alrededor de la mesa que había frente a nosotros. Le

tendió la mano, pero cuando Vincent se estremeció ante el esfuerzo de

levantar el brazo, rápidamente la retiró y en su lugar le dio una

palmada en el hombro con cuidado.

—Yo sólo quiero felicitarle por sus acciones heroicas de hoy, Monsieur

Dutertre.

Apreté los labios para evitar que saliese otra sonrisa. Vincent debe ser

un profesional creando identidades falsas en un santiamén.

—Prométeme que lo convencerás de ver a un médico —dijo el policía,

volviéndose hacia mí—. Hoy.

Asentí con la cabeza, y lo seguimos fuera de la oficina a través de la

laberíntica comisaría, estrechando la mano de nuevo una vez que

estábamos en el vestíbulo.

—Vamos —dijo Vincent cuando llegamos a la puerta principal, y

bajando por una gran escalera del edificio, nos metió directamente en el

asiento trasero de un coche que nos esperaba.

—Gaspard nos ha notificado tus hazañas acrobáticas, Vin. Muy de

James Bond. Bien hecho —dijo Ambrose mientras se apartaba de la

acera. Vincent dejó caer su cabeza en mi hombro—. ¿Cómo te sientes,

hombre? ¿Vamos a la Clínica o a casa?

—Sensación áspera. Probablemente me fracturé una costilla, pero no

necesito un medico.

Que bonito, pensé, enfadándome un poco. Cuando me lo dijo a mi, fue

una costilla un poco magullada. ¿Cuándo iba a dejar Vincent de

protegerme de las realidades mas duras de su vida?

—¿Cuando estarás inactivo? —preguntó Ambrose.

—Dentro de un par de semanas —dijo Vincent.

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Ambrose miró a Vincent por el espejo retrovisor.

—¿Esa herida en la cabeza podrá esperar tanto?

—Estoy bien. En serio.

Ambrose se encogió de hombros.

—Es una lástima que no quede cicatriz. Eso aumentaría tu sex-appeal12

en un cien por ciento. Imagínate, las chicas desmayándose por las

calles a tu paso.

Me incliné hacia delante para darle un empujón amistoso en el hombro.

—Eso no es lo que esta pensando en hacer Vincent, claro que no —

Ambrose dio marcha atrás, levantando una mano en señal de

rendición—. Eso es lo primero en lo que yo hubiese pensado si yo

estuviera en su lugar, claro.

Negué con la cabeza y me reí.

—Incorregible. Eres verdaderamente incorregible, Ambrose.

Él sonrió con su sonrisa blanca y cegadora.

—Lo intento, Katie-Lou.

De vuelta en La Maison, un grupo de revenants estaban reunidos por

una reunión informativa sobre la numas con Violette, y cuando

llegamos, todos se reunieron alrededor para escuchar los detalles del

dramático rescate. Qué con ese interrogatorio masivo y con un buffet

enorme que Jeanne había puesto, no fue hasta el final de la tarde que

Vincent y yo tuvimos algo de paz, por fin.

Estábamos en su habitación, tumbados sobre el sofá enfrente de la

chimenea. Los ojos de Vincent estaban cerrados, y parecía dormido.

No quería molestarlo, pero había algo que me estaba molestando desde

el accidente de la mañana.

—Sé que estás cansado pero, ¿podemos hablar? —le pregunté,

apartando el pelo de su cara con mis dedos.

Vincent abrió un ojo y me miró con recelo.

—¿Debería tener miedo? —preguntó, medio en broma.

12

Sex-appeal: atractivo―sexual.

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—No —empecé a decir—. Sólo que esta mañana...

Fui interrumpida por unos golpes que venían de la puerta. Vincent miró

y gritó:

—¿Qué pasa ahora?

La puerta se abrió, y Arthur se asomó.

—Mis excusas. Violette tenía una sola pregunta más sobre la

decapitación de Lucien... ―empezó a decir.

—Ya le he dicho Violette todos los detalles de cada encuentro numa que

he tenido —dijo Vincent con un gemido—. Necesito una hora a solas

con Kate. Sólo una hora, y luego me reuniré contigo y le diré todo lo que

sé. Una vez más. Por favor, Arthur.

Arthur asintió con la cabeza, frunciendo el ceño, y cerró la puerta

detrás de él.

Vincent volvió a mirarme, comenzó a hablar y luego negó con la cabeza

y se levantó.

—En cinco minutos alguien más estará de regreso aquí, molestándonos

otra vez. Vamos a otro lugar. Ponte tu abrigo.

—¿Te sientes lo suficientemente bien como para salir? —pregunté

mientras se ponía su chaqueta y recogía algunas mantas de un

armario.

—No vamos a salir. Vamos a subir —tomando mi mano, me llevó a la

segunda planta, y luego por otra pequeña escalera en el otro extremo

del pasillo.

—¿Qué es esto? —jadeé cuando entramos a través de una trampilla en

el techo. Vincent bajó el panel de la puerta en su lugar en el suelo y

accionó un interruptor. Se encendieron muchas luces de navidad,

iluminando el techo de un patio arreglado con muebles de exterior:

mesas, sillas, sillones reclinables de salón.

—Aquí es donde pasamos el rato durante el verano. Es mejor que el

jardín del patio. Menos sombra. Más viento. Y una vista más que

decente.

La ciudad entera estaba esparcida a nuestro alrededor, el anochecer del

pleno invierno asentándose temprano en la noche. Aunque apenas eran

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las cinco, el cielo ya estaba cambiando del rosa algodón de azúcar a

una erupción de color rojo brillante en una de las puestas de sol

espectaculares de principios de invierno de París. Las luces

comenzaban a centellear desde los edificios.

—Esto es tan mágico —suspiré, empapándome de la vista.

Finalmente aparté mis ojos de la escena y me giré para ver a Vincent de

pie justo detrás de mí, con las manos en sus bolsillos.

—Así que, ¿sobre qué querías hablar? —preguntó, con la inquietud

pasando rápidamente por su cara.

—¿Qué pasa? —pregunté, curiosa—. Pareces preocupado.

—A juzgar por el pasado, cuando preguntas si podemos hablar en vez

de simplemente seguir adelante y hablar, sé que estoy en problemas.

Sonreí, y alcé mi mano para coger la suya y acercarlo.

—Bastante justo. Está bien, yo sólo preguntaba... esta mañana, antes

de que corrieras hacia el camión, parecía que estabas vacilando.

Tratando de tomar una decisión. Y parecía que yo era una parte de esa

decisión.

Vincent estuvo en silencio, esperando que yo sacara mi propia

conclusión

—Ibas a ir primero hacia la zona de peatones para intentar sacarlos del

camino, ¿no?

—Esa era mi intención, sí. —Su rostro estaba en blanco. Ilegible.

—¿Y por qué no lo hiciste? —pregunté, con un cordón de sospecha

apretando en mi estómago.

—Porque había una fuerte posibilidad de mi propia muerte si tomaba

esa ruta. Y te prometí no morir.

Exhalé, sorprendida al ver que había estado conteniendo mi

respiración.

—Eso es de lo que yo tenía miedo, Vincent. Esa vacilación te costó unos

segundos. ¿Qué si hubiera sido demasiado?

—Pero no lo fue, Kate —dijo, mirando incómodo.

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Puse mi brazo a través del suyo y caminé con él para sentarnos en el

borde de una hamaca amplia de madera que estaba puesta contra una

pared baja de ladrillo.

—Vincent, acerca de nuestro acuerdo, ya sabes, tu promesa hacia mí,

todo el tiempo lo he estado lamentando, porque pensé que iba a ser

demasiado duro para ti…

—Te lo dije, puedo soportarlo —me interrumpió, frunciendo el ceño.

—Y tengo total confianza en ti. Pero independiente de si puedes o no

soportarlo… he estado sintiendo como que estaba mal por mí pedirte

esto.

—No me pediste hacerlo. Soy yo quien se ofreció —dijo defensivamente.

—Lo sé —alegué—. Sólo déjame hablar.

Se sentó, esperando para escuchar lo que yo diría pareciendo muy

infeliz.

—Todo este tiempo he estado preocupada por lo que tu promesa de no

morir significaba para mí. Y para ti. Pero nunca pensé en lo que podría

significar para esas personas cuyas vidas estarán en peligro. Realmente

alguien podría morir por mí, Vincent. Por mi debilidad.

Se inclinó hacia adelante y frotó su frente, apretando sus ojos cerrados,

luego se volvió para mirarme directamente a los ojos.

—Kate, no es una debilidad estar traumatizada con la muerte,

especialmente después de experimentar la muerte de tus propios

padres. No es una debilidad querer una relación normal, una donde no

tengas que ver a tu novio ser transportado a casa en una bolsa de

cadáver un par de veces al año. Nadie va a morir por ti. Todavía puedo

salvar a la gente sin morir. Sólo tengo que ser más cauteloso.

—Pero hoy tuviste que ir contra tus instintos. ¿No es arriesgado?

—Honestamente, Kate, sí. Pero fui capaz de idear un plan B. Viste… fue

incluso un mejor plan para detener el camión, ya que habría golpeado a

un coche o quizás alguien más si hubiera seguido su camino. Así que

en este caso, no seguir mi instinto fue la mejor cosa. —Parecía como si

estuviera intentando convencerse a sí mismo.

Dudé.

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—Tal vez por eso fue que JB no fomente las relaciones humano-

revenants. Porque eso es a lo que se reduce, ¿no? Si estás concentrado

en mí, eso te distraerá de salvar a otra gente.

La cara de Vincent se oscureció.

—Significas más para mí que nadie, y no me disculparé por eso.

Sentí frío, pero no por el viento de invierno.

—¿Estás diciendo que mi vida es más valiosa que la de otras personas?

¿Eso dice que mi única vida tiene el valor de una pareja que podrías

haber salvado si no hubieras estado preocupado por mí? Porque,

honestamente, eso sería muy duro para vivir con ello.

Vincent tomó mi mano.

—Kate, ¿cuánto dura una vida humana?

—No lo sé… ¿ochenta, noventa años quizás?

—Y tú tienes diecisiete. Eso es terrible de decir, pero…

Me di cuenta lentamente de su significado.

—Sólo tengo sesenta años o así para vivir. Como mucho. Solo tienes que

mantenerte durante ese tiempo.

Su silencio fue tan bueno como un sí.

—Durante esos años, las posibilidades de muerte de un ser humano

porque yo no estaré esbelto para nadie. Siempre camino con mis

análogos, y si hubiera una situación de vida o muerte, pueden ser ellos

quienes hagan el sacrificio.

—Desde mi punto de vista, es corto el tiempo que tenemos tú y yo

juntos. Después de eso… puedo pasar el resto de la eternidad

compensando el tiempo perdido para salvar vidas, si eso es como

quieres pensar sobre ello.

Nos sentamos en silencio, las imágenes gritaron por sus palabras

demasiado inquietantes para que yo hablara en voz alta.

—Está bien —dije finalmente—, incluso así, Vincent, todavía estamos

dejando el hecho de que vas a gastar el resto de tu vida mortal

sufriendo. Lo siento, pero eso no suena como una vida de pastel y

helado para mí. Para ser honestos, me hace cancelar nuestro acuerdo.

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Sus ojos se abrieron.

—No.

—No me gusta pensar que vas en contra tu naturaleza por mí. No

quiero verte sufrir. Tú, muriendo por las personas, como se supone que

es, es la solución más fácil a todo este lío. Y soy fuerte, Vincent. Creo

que puedo tomarlo. —El temblor de mi voz me delató.

Una mirada de determinación reemplazó su asombro. Se acercó más y

envolvió sus brazos a mí alrededor.

—Kate, conociéndote, sólo pensar en mis muertes te hará alejarte de

mí. Así que por favor no renuncies a este acuerdo todavía. No me dejes

antes de tener la oportunidad de entender las cosas. Estoy trabajando

en una solución. Una manera de hacer que todo funcione. Dame

tiempo.

Mientras me retenía, los últimos hilos restantes de mi determinación se

partieron.

—Vincent, si crees que puedes encontrar algo que resolverá todos

nuestros problemas, entonces, por Dios, hazlo. Sólo estoy diciéndote

que te libero de tu promesa, no que te estoy dejando.

—Tengo miedo de que me dejes —totalmente comprensible para fines de

supervivencia— si crees que voy a morir —insistió Vincent—. Así que no

lo haré. Nuestro acuerdo está todavía. ¿De acuerdo?

Asentí, sintiéndome inundada por una sensación de alivio mientras que

al mismo tiempo me pateaba a mí misma por ello.

—De acuerdo.

Empujando hacia atrás para ver mi cara, sonrió tristemente, y

entrelazando con sus dedos un mechón de mí pelo que se había caído

por mi cara.

—Kate, admito que no estamos en la forma más fácil de las situaciones.

¿Pero estás siempre… complicando?

Abrí mi boca para decir algo, pero Vincent agitó su cabeza sonriendo.

—Ahora, no respondas a eso. Por supuesto que lo haces. No estaría

totalmente contigo si tú no estuvieras.

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Sonreí. Y sólo de esa forma, el campo de fuerza y la preocupación se

desmaterializaron, y estaba besándolo. Y él estaba besándome. Y nos

tocamos, y de repente todo parecía muy sencillo. Era sólo Vincent y yo,

y el mundo y sus problemas complicados perdieron su importancia. Lo

acerqué más a mí.

—Estás… ―dijo.

—¿Sí? —dije, inclinando mi cabeza hacia él.

—Lastimándome —jadeó, rechinando sus dientes.

—¡Oh, no! ¿Qué hice? —mis manos volaron hacia mi boca.

Presionó su mano sobre su pecho y lo comprobó suavemente.

—Me olvidé de la costilla —dijo. Nos miramos mutuamente durante un

segundo, y luego ambo nos partirnos de risa, Vincent riéndose

cuidadosamente, sus ojos estrujándose de dolor.

—Supongo que no conozco mi propia fuerza —me reí, y luego me incliné

hacia él, sujetándolo más suavemente y perdiéndome en el beso. Y, lo

que parecieron ser dos segundos más tarde, estábamos en medio de la

hamaca, Vincent acostado y yo flotando encima de él con mis manos y

rodillas y con mi pelo envuelto alrededor de su cara sellando el mundo.

Estábamos en nuestro propio mini universo. Sosteniendo mi cabeza en

sus manos mientras nuestros labios se encontraron en un beso que

transmitía todo lo que no habíamos podido expresar con palabras.

Vincent me besó como si fuera la última oportunidad para tocarme. Y

sintiéndome febril y salvaje, devolví su beso sin reservas.

Como si pudiera decirme que estaba perdiéndome, el beso de Vincent se

volvió más suave. Me empujó hacia debajo, de manera que mi cuerpo

estaba cubriendo el suyo, y cada parte de nosotros estaba tocándose.

Mintiendo sobre que ese fue el momento más largo y más dulce, rozó

sus labios contra los míos de nuevo antes de sentarse, arrastrándose

hacia atrás contra la pared y tirándome hacia él. Me senté entre sus

piernas, inclinándome cuidadosamente sobre su pecho hacia él

mientras me sujetaba y mirábamos hacia arriba al cielo nocturno, con

el reflejo dorado de la luz de la luna creciente.

Desplegándome de los brazos de Vincent por debajo de mi pecho, me

deslicé alrededor de ellos, por lo que estuve buscando en sus ojos. No

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necesité decir nada. Mirarle era suficiente. Pero después de un

momento, él habló.

—Kate, he pasado toda la vida esperándote. Antes de que te viera, no

me había preocupado por cuidar de nadie por… bueno, por una buena

parte del siglo, y se sentí a como si mi corazón hubiera estado

permanentemente desconectado. Incluso no estaba buscando ya. Y sin

esperar nada… sin ninguna esperanza de todo, de repente estabas aquí.

Levantó su brazo, y corriendo con sus dedos por mi sien a través de mi

cabello, habló suavemente.

—Ahora que estás aquí, ahora que estamos juntos, no puedo imaginar

regresar a la vida que tenía antes. No sé qué haría si te perdiera ahora.

Te amo demasiado.

Mi garganta se estrechó. Dijo las tres palabras mágicas. En voz alta.

Cuando registró mi expresión anonadada, sus labios se curvaron hacia

arriba.

—Pero ya sabías eso, ¿verdad?

Mi corazón se convirtió en un lío pegajoso dentro de mi pecho, y

entonces lo dijo nuevamente.

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Capitulo 8 Traducido por nahirr

Corregido por manu―ma

No fue hasta más tarde esa noche que se me ocurrió esa idea. Había

regresado al apartamento de mis abuelos para descubrir que se habían

ido a una cena. Mamie había pegado una nota en la nevera con

instrucciones para la cena. Saqué el plato con sobras que había

preparado para mí, y me senté en la mesa por unos minutos, sacando

cosas del plato distraídamente mientras un plan tomaba forma en mi

mente.

Vincent había dicho que estaba tratando de llegar a una solución para

nuestro dilema. Bueno, ¿por qué yo tenía que sentarme y esperar que él

viniera con todas las respuestas? Quizás podría hacer algo de

investigación yo misma. Estaba viviendo en un apartamento con una

biblioteca totalmente equipada de antigüedades, no estaría de más

buscar un poco y ver si podía descubrir algo en la colección de libros de

Papy.

El año anterior había visto una anáfora13 griega en su galería que

estaba decorada con figuras de guerreros desnudos que él llamaba

―numina‖. Su reacción sorprendida cuando me olvidé y estúpidamente

remarqué que esa palabra sonaba como ―numa‖ me hizo sospechar que

se había encontrado con el término antes. Y si había descubierto algo

acerca de revenants en el curso de su investigación, ese libro todavía

debía estar por aquí.

De todo lo que he escuchado en La Maison, los revenants contaban con

una larga y colorida historia. Gaspard constantemente revisaba sus

documentos por ejemplos de aberraciones pasadas. Bueno, quizá Papy

tuviera un libro que Gaspard no. De cualquier forma, si Vincent estaba

buscando una alternativa, una que pudiera existir, tal vez yo pudiera

encontrar alguna información que él todavía no tenía.

Todavía había mucho que no sabía. Vincent me había dicho acerca de

los conceptos básicos de los revenants, y había aprendido más al pasar

13 Ánfora: recipiente de cerámica.

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tiempo con él y su parentela. Por supuesto, había buscado sobre los

revenants en Internet tan pronto como supe qué era Vincent. Pero todo

lo que encontré fueron referencias a la vieja leyenda francesa de un

revenant siendo un ―espíritu que ha regresado de entre los muertos‖, y

toda clase de derivados como zombis y otros monstruos no muertos.

Nada que hable de los revenants ―reales‖ como los que yo conocía.

Una vez le pregunté a Vincent si ―revenant‖ era sólo la palabra que se

usaba en Francia. Él dijo que la mayoría de los lenguajes usaban la

misma palabra con pequeñas variaciones, porque era derivada del latín

venio, ―por venir‖. Así que es ahí por donde debía comenzar, la palabra

―revenant‖, un conocimiento básico de lo que eran, el hecho de que sus

enemigos estaban representados en un antiguo jarrón griego, y.... nada

más. No era mucho para comenzar, pero estaba determinada a que si

quedaba algo relacionado con los revenant en la biblioteca de Papy, lo

encontraría.

Dejé mi comida apenas tocada y corrí a su estudio. Las cuatro paredes

estaban cubiertas con estantes, y todos los estantes estaban repletos de

libros. No tenía idea de dónde comenzar. A pesar de que algunos títulos

estaban en francés e inglés, ni siquiera representaban la mitad.

Reconocí italiano y alemán, y letras cirílicas me dieron la impresión de

que algunos libros estaban en ruso. A primera vista, me sentí

completamente abrumada.

Cálmate, pensé. Empecé en la estantería más cercana a la puerta,

acercando un taburete para alcanzar el estante más alto. La Iglesia de

Santa Sofía. Arquitectura en el Mundo Antiguo. Arquitectura Romana y

Urbanismo. Obviamente, Papy organizaba sus libros por temas. El

estante de abajo era de lo mismo. Igual que el siguiente.

Por debajo comenzaba un estante de estatuas funerarias chinas. El

estante de abajo era todo sobre antiguos sellos asiáticos y cajas de

rapé14. Esa columna completa de estantes podía ser descartada, y sólo

me tomó cinco minutos. Esto podría ser más fácil de lo que pensé.

Una hora más tarde, había reducido la biblioteca de Papy a seis

estantes de interés. A pesar de que había docenas de libros de cerámica

griega, no iba a estudiarlos minuciosamente para encontrar otro

ejemplo como el ánfora numa de Papy. Incluso si tenía la suficiente

suerte de encontrar alguno, probablemente no tendría la información

14 Rapé: preparado de tabaco molido y aromatizado para consumo vía nasal.

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profunda que necesitaba. No, eran los estantes de mitología en los que

me centraría.

Comencé a hojear libros de mitología griega, romana y nórdica. Pero

todos habían sido publicados en el siglo XX y eran del tipo de libros que

encontrarías en cualquier biblioteca. Además de enumerar los

principales dioses, los seres mitológicos eran todos los típicos que

encontrarías en un libro de Narnia, sátiros, ninfas del bosque y cosas

por el estilo. No revenants, por supuesto.

Si habían logrado permanecer de incógnito tanto tiempo, no aparecerían

en un libro convencional. Comencé a omitir todo lo que pareciera

haberse impreso en los últimos cien años y miré más de cerca los que

parecían haberse creados en una imprenta antigua. Papy protegió la

mayoría de ellos en cajas de archivos. Los saqué de sus cajas uno por

uno, los coloqué sobre su escritorio, y cuidadosamente fui a través de

su contenido. Algunos eran simplemente páginas de manuscritos, y

estudié los viejos pergaminos por cualquier palabra que se pareciera a

revenant o numa.

Nada.

Finalmente llegué a un bestiario de aspecto clásico, un manual de

monstruos del tipo antiguo. Los márgenes estaban ilustrados con

imágenes de seres mitológicos descritos en la página. O eso es lo que

supuse, ya que no podía verle pies ni cabezas al texto en latín.

Pasando por grifos, unicornios y sirenas, llegué a una página con una

ilustración de dos hombres. Uno estaba dibujado con una cara

malvada, y el otro tenía líneas radiantes alrededor de su cabeza como si

estuviera brillando. El texto estaba titulado como Revenant:

Bardia/Numa.

Sacudí la cabeza con asombro. Confía en Papy en tener un libro

ilustrando de una especie de seres no muertos que son tan meticulosos

acerca de preservar su identidad que son completamente desconocidos

en el mundo moderno.

Un escalofrío de emoción me recorrió la espalda mientras trataba de

descifrar el párrafo corto que estaba debajo del título. Pero además de

esas primeras tres palabras, no reconocí nada. Quise patearme a mí

misma por no tomar más de un año de latín en la escuela media. Saqué

un trozo de papel de la impresora de Papy, y con cuidado copié el texto

en él. Cuando terminé, coloqué el libro de vuelta en su lugar, agarré el

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diccionario de latín del estante de referencia de Papy y regresé a mi

cuarto.

Debido a los raros tiempos verbales en latín y el hecho de que pareciera

no haber orden en las palabras que aparecían en las oraciones, trabajé

en el texto corto por un rato. Finalmente, había descifrado lo suficiente

para entender qué definía a los revenants como inmortales que están

divididos en guardianes de la vida ―bardia― y los tomadores de la vida

―numa. Que ambos tipos estaban limitados por las mismas reglas de

―sueño de la muerte‖ y ―espíritu caminante‖, que tomaban poder

cuando mataban o salvaban humanos y que eran virtualmente

imposibles de destruir.

Bueno, nada nuevo allí, pensé con una punzada de decepción. Excepto

por el término bardia. Me pregunté por qué los revenants no lo usaban

para sí mismos, ya que la palabra numa obviamente todavía estaba en

curso.

Volví a mirar mis notas para traducir un párrafo que había sido escrito

en una letra más pequeña en la parte inferior de la página. Sólo eran

dos oraciones, y las encontré más fáciles de descifrar que el resto,

entendiéndolas casi palabra por palabra. Mientras las descifraba, sentía

un escalofrío deslizándose por mi cuerpo hasta que, cuando terminé,

mis dedos estaban entumecidos.

―¡Ay del hombre que se encuentre con un revenant! Porque ha bailado

con la muerte, ya sea entregándola o recibiéndola en su frío abrazo.‖

Me estremecí y miré hacia al reloj mientras escuchaba a mis abuelos

volver. Medianoche. Tendría que continuar con mi investigación otro

día. Pero habiendo descubierto algo al primer intento, y estaba decidida

a encontrar más.

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Capitulo 9 Traducido por Isabella Night

Corregido por rose_vampire

Y así, las vacaciones habían terminado y yo estaba de vuelta en la

escuela. El tercer año de secundaria había probado ser más fácil hasta

ahora, y Georgia, en su último semestre en la secundaria, me impedía

sentirme sola entre clases. Pero la emoción de estar con Vincent y los

revenants hacían que esta cara de la ―vida real‖ fuera suave. La escuela

era algo que tenía que quitar de en medio. Ni siquiera pensaba en la

graduación.

Georgia, sin embargo, tenía su futuro planeado. Ella estaría empezando

un diplomado en comunicación en la Sorbonne en el otoño. Y ella tenía

un nuevo novio, Sebastien, quien no era un malvado asesino como su

último novio, pero no tenía antecedentes penales que yo conociera, y

era realmente agradable. Por su puesto, el estaba en una banda. Tú no

podías ser nadie y salir con Georgia. El glamour y la fama eran los

denominadores comunes de sus novios.

Georgia y yo estábamos en camino a nuestra casa después de nuestra

semana de vacaciones después de dos días de escuela, y estábamos

pasando el Café Sainte-Lucie, cuando escuché que alguien gritaba mi

nombre. Vi a Vincent en la puerta de entrada de la cafetería haciendo

señas hacia nosotras.

—Tenía la esperanza que pasarías por aquí —dijo él. Tomando mi mano

con la suya, nos condujo a través de la habitación llena de gente a

donde vi una mesa llena de revenants en la esquina.

—Hola —dije, inclinándome para besar las mejillas de Ambrose y Jules,

mientras Vincent tomó dos sillas de una mesa cercana y las colocó

entre él y Violette.

—Georgia, te presento a Violette y Arthur —indiqué a los dos recién

llegados—. Esta es Georgia, mi hermana.

Arthur asintió y se paró formalmente, tomando su asiento una vez que

Georgia se sentó.

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—Déjame adivinar —dijo Georgia, sorprendida apreciando su

galantería—. Si no fiera por esa divinamente hermosa máscara,

probablemente lucirías como un guardián de cripta. Tú serías, como…

¿pre napoleónico? ¿Amigo de Luis XIV?

Violette abrió la boca y puso una mano protectora sobre el hombro de

Arthur. Su sorpresa era compensada con la mirada de diversión de él.

Ambrose no lo parecía.

—Mantente atrás, Georgia. Llegarás allí en unos cien años.

Georgia silbó, impresionada.

—Parece que tienes que andar con geriátricos para encontrar un

verdadero caballero estos días. Encantada de conocerte Arthur.

La complexión marfil de Violette se volvió púrpura.

—¿Me equivoco o no en que todos los seres humanos en París conocen

nuestra identidad?

Vincent le sonrió con su encantadora sonrisa y dijo:

—Georgia tuvo el honor de conocer acerca de nosotros de forma difícil.

Ella era la que fue amiga de Lucien.

Violette respiró hondo.

—Tú eres el ser humano al que se le prohibió entrar a la casa.

—La única —dijo Georgia, sacudiéndose el comentario de Violette

riendo—. Pero siempre he sentido que cualquier establecimiento que no

me recibe con los brazos abiertos, no merece mi patrocinio.

Violette se sentó mirándola, al parecer sin entender una palabra de lo

que Georgia dijo.

—Traduciendo… JB no me quiere alrededor, ni yo lo quiero a él. Tengo

mejores personas con las que pasar el rato que con un asaltante a

mano armada con siglos de antigüedad en aspirar a la familia real. —

Georgia pronuncio esto de forma que las palabras no sonaran dichas de

golpe, aunque lo fuesen. Mi hermana, una maestra de la diplomacia.

Oh, Dios. Aquí vamos. Puse mi mano en su brazo, pero la cubrió con la

de ella mientras miraba desafiante a la pequeña revenant.

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A medida que el significado de las palabras de mi hermana se hundía

en ella, Violette se levantó bruscamente. En voz lo suficientemente alta

para que solo nuestra mesa la oyera, ella dijo entre dientes:

—¿Sabes lo que hicimos por ti, humana desagradecida?

Georgia se miraba pensativa las uñas.

—Um, por lo que entiendo, ustedes van salvando las vidas de las

personas para prevenir ustedes mismos tener un caso sobrenatural de

delirium tremens.

Después de un segundo, toda la mesa se hecho a reír. Violette agarró su

abrigo de la parte posterior de la silla y salió de la cafetería. Arthur,

tratando sin éxito de sofocar su diversión, se levantó, nos dio una

pequeña reverencia y la siguió.

—Touché Georgia —murmuró apreciativamente Jules—. Violette no

puede soportar que hieran su arrogancia, no esperes que sean mejores

amigas ahora.

Georgia le dio una sonrisa cómplice.

—Pasar el tiempo con la aristocracia nunca ha sido mi estilo.

—Entonces, ¿qué estaban haciendo chicos? —pregunté, esperando que

cambiando el tema hiciera callar a Georgia. Tendría que disculparme

cuando volviera a ver a Violette.

—Estábamos viendo a Geneviéve —dijo Vincent, terminado su vaso de

Coca-Cola—. Se ha ido al sur para quedarse con Charlotte y Charles.

Dijo que no podía soportar estar alrededor de su casa sin Philippe allí.

Asentí, sabiendo como ella se sentía. Yo no podía esperar para salir de

nuestra casa en Brooklyn después que mamá y papá murieran. Todo lo

que veía me recordaba a ellos, era como vivir en un mausoleo.

—Ahora es hora de volver al trabajo, trayendo a Arthur y Violette a toda

velocidad con las idas y venidas a París… al menos lo era hasta que se

marcharon. —Jules le guiñó un ojo a Georgia mientras ella sonreía

tímidamente y levantaba una mano para captar la atención de un

camarero.

Al salir de la cafetería, media hora más tarde, Vincent puso su brazo

sobre mis hombros.

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—Regresa con nosotros —insistió—. Tendremos una reunión en casa ya

que hoy no tenemos dormants. Sería bueno que estuvieras allí.

—Te veré devuelta en casa —dijo Georgia. Ya que ella no era bienvenida

en la casa, no quería ponerle a él en el apuro de extender la invitación.

Después de besar con entusiasmo a cada uno de los chicos como

despedida, ella se dirigió hacia Papy y Mamie.

Diez minutos después, estábamos de regreso en el gran salón, al igual

que hace un par de meses cuando Jean-Baptiste estaba repartiendo

castigos y recompensas luego de la batalla numa y la muerte de Lucien:

el exilio de Charles y Charlotte y aceptarme en el hogar a mí.

Los dos nuevos miembros de la tribu estaban sentados en un sofá de

cuero en frente del fuego, con las cabezas muy juntas se susurraban

acaloradamente. Parecían tener una discusión. Me armé de valor y me

acerqué a ellos.

—¿Violette? —pregunté.

Ella miró hacia mí, pareciendo tan frágil como una taza de porcelana.

—¿Sí? —contestó, mirando hacia otro lado para asentir hacia Arthur,

como si lo despidiera antes de volverse hacia mí. Él se levantó y se

acercó hacia Jean-Baptiste y Gaspard, quienes estudiaban un mapa en

la esquina.

—Solo quiero decir que siento que mi hermana te ofendiera. Ella puede

ser así algunas veces. Y no la estoy excusando, pero quiero que sepas

que no me siento de la misma forma que ella.

Violette lo pensó por un segundo, y luego solemnemente asintió con su

cabeza.

—No te juzgaré por las palabras de tu hermana. —Ella alcanzó mi

mano—. ¿Cuál es la frase que usan en ingles… ―Palos y Piedras‖? No

estoy ofendida —dijo con su lenguaje afectado.

Di un suspiro de alivio en silencio.

—¿Puedo sentarme aquí? —le pregunté, señalando el sofá a su lado.

Ella sonrió con calma y dijo:

—Por supuesto.

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—Así que… —Yo buscaba un tema de conversación—. ¿Qué han estado

haciendo Arthur y tú durante la última semana?

—Hemos estado caminando con los demás, sobre todo Jean-Baptiste y

Gaspard. Ellos nos han estado introduciendo en los territorios de París.

Arthur y yo hemos estado aquí antes, pero las cosas han cambiado en

el último siglo.

Conversación surrealista, pensé por millonésima vez. A pesar de que

estaba acostumbrándome a esto.

—¿Es raro estar lejos de su casa? —pregunté.

—Sí. Hemos vivido en Langeais por unos cuantos siglos, por lo que se

siente muy extraño tener un cambio tan drástico en la propia rutina.

Pero, por supuesto, es por una buena causa, ayudar a Jean-Baptiste a

someter a los numa.

Ella se acercó y me habló con seriedad, como si lo que estaba pidiendo

fuese importante y confidencial.

—¿Y tú Kate? ¿Cómo se siente estar fuera del mundo al que estabas

acostumbrada y haber caído con los inmortales? ¿Alguna vez deseaste

poder volver a la vida normal de una chica humana?

Sacudí mi cabeza.

—No. Esa vida acabó para mí de todas formas. Al menos, así es como lo

siento. Mis padres murieron hace un año. Cuando encontré a Vincent

—¿O fue cuando él me encontró?, me pregunté—. Yo también pude

haber muerto.

—Es una elección extraña para una bella, vibrante chica pasar su

tiempo con los no muertos.

Ella realmente sonaba como una anciana a veces.

—Me siento aceptada aquí —dije simplemente.

Levantando una ceja perfecta, asintió y luego tomó mi mano y la apretó

en lo que pareció un gesto de solidaridad. Chica a chica en una casa

llena de hombres.

—¿Están todos aquí? —Jean-Baptiste se dirigió al lugar de autoridad

frente al fuego y miró alrededor de la habitación.

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—Bien —dijo él.

Sentí que alguien tocaba mi hombro, y miré hacia arriba para ver a

Vincent parándose detrás de mi silla. Él me dio un guiño sexy y luego

fijó su atención en el anciano.

—Todos sabemos sobre la baja de la actividad numa desde la muerte de

Lucien. Es como si hubieran desaparecido. Pero, ¿por qué? ¿Qué

estarán esperando?

—¿Puedo? —preguntó Gaspard, levantando un dedo tembloroso y

enfrentándonos—. Ellos siempre han sido indisciplinados en el pasado.

A pesar de que Lucien era su líder, él nunca parecía poder detener sus

propias iniciativas. Pero, como ya hemos mencionado, a juzgar por

reciente comportamiento, sospechamos que pueden tener un nuevo

líder, uno que actualmente es capaz de mantenerlos bajo control. Y

Violette ha confirmado esa sospecha. —Él le hizo un gesto a la revenant

a mi lado, como si le entregase un micrófono.

—No puedo decir exactamente que es ―confirmar‖ —Violette elevó la

voz—. Pero ha habido rumores. Mis fuentes han mencionado que un

numa extranjero, de América, más específicamente, ha comenzado a

posicionarse como líder internacional.

Hubo algunas exclamaciones de sorpresa en la habitación. Ambrose

tomó la palabra.

—Nunca había escuchado algo como esto. Quiero decir, nosotros

tenemos nuestro Consorcio Internacional, ¿pero los numa? No puedo

imaginarlo. No está en su naturaleza el trabajar juntos.

Violette asintió.

—Concuerdo que sí es verdad, no tendría precedentes. Pero por lo que

he escuchado, el numa en cuestión fue un hombre de gran poder

durante su vida. La gente confiaba en él con sus fortunas y los engañó

a todos, enviando a muchos a la ruina y a varios al suicidio.

—¿Cómo murió entonces? —pregunté.

—Muerto en la cárcel —respondió ella simplemente.

—Entonces, ¿qué significa esto para nosotros? —preguntó Jules. Por

una vez su expresión era seria.

Jean-Baptiste tomó el podio imaginario.

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—Violette tiene sus fuentes, y confío en que continúen suministrándole

información. Pero podemos comenzar a ponernos en contacto con

nuestros parientes en otros lugares para ver si han oído algo sobre el

asunto.

—Mientras tanto, debemos fortalecer nuestras defensas. Intensificar

nuestra vigilancia. Y, como ya comenté con un par de ustedes, estoy

levantando la prohibición de ofensiva. —Sentí como el cuerpo de

Vincent se tenso detrás de mí, los ojos de Jean-Baptiste revolotearon a

él. El viejo revenant se detuvo a mitad de su frase, fundiendo a la

habitación en un incómodo silencio.

—¿Puedo interrumpir en este punto? —dijo una voz melódica a través

del cuarto. Todo el mundo miró de donde provenía. Era la primera vez

que oía a Arthur hablar. Él estaba constantemente meditando en algún

rincón, escribiendo en su cuaderno. Todos los demás parecían

sorprendidos por esta inusual intervención.

Arthur le lanzó una mirada a Violette, quien apretó sus dientes y lo

miró. Okay, pensé, esto tiene algo que ver con la discusión que

interrumpí.

—Quizás estoy afirmando lo obvio, pero estamos discutiendo

información estratégica sensible para alguien que no es de nuestra

especie.

¿Qué? Sentí que la sangre se drenaba de mi rostro mientras sentía que

todos rodando las miradas a mi lugar. Me quedé mirando a Arthur, pero

él evito mis ojos, peinando un bulto rubio tras sus orejas, como si

necesitara algo que hacer con sus manos.

Las manos de Vincent sujetaron mis hombros como prensas de acero.

Levanté la mirada para ver que su rostro se había vuelto de piedra, y

estaba segura que si los superpoderes revenant incluyeran lanzar

llamas por los ojos, Arthur seria una barbacoa revenant.

Todos estaban en silencio, esperando. Arthur se aclaró la garganta y

miró hacia Violette. Sus pequeños dedos apretaban el brazo del sofá,

sus uñas cavaban en el cuero.

—A pesar de que se ha permitido que los seres humanos interactúen

con nosotros a través de la historia, a excepción de casos raros, como el

matrimonio de nuestra Geneviéve, la interacción seria con los seres

humanos ha sido siempre con la base empleador-empleado. Me doy

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cuenta que esta humana ha hecho un servicio al matar a tu enemigo.

Pero debo cuestionar su presencia en una reunión táctica que implica

nuestra protección y supervivencia.

Él pudo muy bien haberme abofeteado en el rostro. Las lágrimas

acudieron a mis ojos, y las enjuagué con enojo de inmediato. En un

segundo Jules y Ambrose estaban de pie, enfrentando a Arthur como si

fuera una especie de conflicto de pandilla. Vincent me atrajo hacia él

como si pudiera protegerme físicamente de las palabras de Arthur.

Arthur levantó las manos en un gesto de inocencia.

—Esperen tribu. Por favor, escúchenme. No conozco a Kate tan bien

como ustedes, pero la he conocido lo suficiente como para saber que es

una humana buena y fiel. —Finalmente se atrevió a mirarme a los ojos,

y su mirada era de disculpa. No me importaba. Disculpa no aceptada—.

No estoy sugiriendo que no sea bienvenida aquí con nosotros —

continúo él—, solo que ella no participe de esta reunión. Por su propia

seguridad, así como la nuestra.

Allí hubo una cacofonía de voces mientras todos comenzaban a hablar,

más bien a gritar, al mismo tiempo. Jean-Baptiste levantó una mano y

gritó:

—¡Silencio! —Miró a cada persona en la habitación por un segundo,

como si midiera sus sentimientos sobre el asunto, terminó con una

silenciosa inquisición conmigo—. Kate, querida, —dijo con su monótono

tono noble, que hizo que el ―querida‖ sonara cualquier cosa menos

agradable— perdóname por pedirte que dejes esta reunión.

Vincent comenzó a hablar, pero Jean-Baptiste levantó una mano

silenciándolo.

—Sólo por esta vez, hasta que se resuelva este asunto con los recién

llegados. Quiero que todos se sientan cómodos con la situación, y

Arthur y Violette todavía no han tenido tiempo para familiarizarse con

su presencia. ¿Quieres hacer el favor de excusarnos en esta ocasión?

Le lancé a Arthur la más humilde mirada que pude, sabiendo que tenía

que ser poco convincente, mis ojos debían estar rojos por las lágrimas

reprimidas por la humillación. Sus ojos estaban vacíos, pero mantuvo

mi mirada hasta que la rompí. Levanté mi barbilla, recogiendo cada

pizca de mi destrozado orgullo mientras me paraba.

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—Te acompañaré hasta mi cuarto —susurró Vincent mientras ponía

una mano sobre mi brazo.

—No, estoy bien —dije alejándome de él—. Te esperare allí. —No pude

mirar a los demás cuando dejé el salón. En vez de ir a la habitación de

Vincent, fui a la cocina esperando hallar consuelo en el único ser

humano en la casa. Me abrí camino empujando la puerta giratoria de la

cocina, donde Jeanne se afanaba en torno a unas bandejas de comida.

Ella puso la tetera en la estufa, tan pronto me vio, vino a mí y me dio

dos enérgicos besos en las mejillas.

—Kate, cariño, ¿cómo estas mi pequeña col? —Ella se detuvo y le dio un

vistazo a mi cara y ojos rojos—. ¡Cariño! ¿Cuál es el problema?

—Me acaban de echar a patadas de una reunión por ser humana.

—¿Qué? No lo entiendo. Estoy sorprendida de que Jean-Baptiste

tomara esa posición después de todo lo que ha sucedido.

—No fue Jean-Baptiste. Fue Arthur —dije, sentándome en la mesa.

Aceptando la oferta de Jeanne de un pañuelo, sequé las comisuras de

mis ojos—. Dijo que podría poner en peligro la seguridad de la casa.

—Ahora, yo no lo imagino diciendo algo como eso —dijo Jeanne

dudando, se sentó frente a mi empujándome un plato con magdalenas

hechas en casa que olían a miel, ella pensó por un momento y luego

pareció ceder—. Arthur y Violette son…como lo dirías tú….de la ―vieja

escuela‖, ¿tal vez? Ellos vienen de la nobleza. Y como miraron como

inferiores una vez a los campesinos, ahora se sienten de la misma

forma hacia los humanos. Eso no significa que sean malas personas.

Solo significa que son… snobs.

Me reí, cuando escuché a Jeanne usar el término despectivo. Ella

siempre era positiva con todo y todos. Para que llamara a Violette y

Arthur snobs, ellos debían estar en su apogeo de fanatismo inmortal.

—Ellos están aquí para hacer un buen trabajo, Kate. Incluso si no son

las personas más agradables, pero saben y han vivido más que

cualquiera. Y al ver su preferencia al aislamiento, no creo que se

queden mucho tiempo. Antes de que te des cuenta, las cosas volverán a

ser normales.

Asentí, mordiendo una galleta y tratando de razonar con mi herido

orgullo que no debe interponerse en el camino de la seguridad del

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grupo. No es como si mereciera ser incluida en sus conversaciones más

secretas. Yo no era un revenant. Yo era la excepción a la regla.

¿A quién trataba de engañar? Yo no pertenecía.

Podía sentir como mi estado de ánimo se volvía más oscuro a cada

segundo.

—Me voy —dije, lanzando mis brazos al cuello de Jeanne—. Gracias. Es

genial hablar con alguien que entiende. A veces siento que estoy

viviendo en un universo alterno cuando estoy aquí.

—Bueno, básicamente lo estas, cherié —dijo Jeanne mientras me dejaba

ir y se ajustaba el delantal—. ¿No te quedarás a cenar?

—No. Por favor dile a Vincent que me fui a casa y que puede llamarme

más tarde —le dije, ella me dio una mirada conocedora y me lanzó un

beso desde su lugar junta a la estufa mientras salía.

Vagué por la casa y salí por la puerta de entrada al patio. Al pasar la

fuente del ángel, entré y caminé al hueco entre las figuras. Ángel.

Humano. Dos entidades separadas talladas en un bloque de mármol.

Pase los dedos por el brazo del ángel. Fue tan frío como el de Vincent

cuando estuvo muerto.

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Capitulo 10 Traducido por Elizzen

Corregido por rose_vampire

El timbre sonó tan pronto como me senté en mi cama. Un par de

segundos más tarde llamaron a mi puerta.

—Kate, cariño. Es Vincent. Está subiendo.

—Gracias Mamie —dije abriendo la puerta. Mi abuela estaba de pie

delante de mí, vestida con su modelito de ―salir fuera‖ con sus tacones

de ocho centímetros y una falda hasta la pantorrilla. Ella no tenía ni un

gramo de grasa encima y su elección de atuendo hacia alarde

atrevidamente de las mejores piernas que he visto nunca en una

persona mayor.

—¿Pasa algo? —preguntó, estudiando mi expresión.

—Oh, nada — dije automáticamente, y entonces, viendo que no se iba a

mover hasta que contestara, pregunté—: Mamie ¿has estado alguna vez

en una situación en la que te han hecho sentir como una marginada a

propósito? ¿Cómo si no pertenecieras a un lugar?

Mamie se cruzó de brazos sobre su cintura y miró al techo.

—La familia de tu abuelo me hizo sentirme así al principio. Era el caso

de la fortuna vieja de sus padres contra el nuevo dinero de mi familia.

Me hicieron sentir como una arribista15.

—Pero, ¿eso cambió?

—Sí. Cuando vieron que me daba igual lo que pensaban de mi. Pienso

que esa fue una de las razones por la que tu abuelo se enamoró de mí.

Era la única mujer que tenia las agallas de plantarle cara a su madre.

No lo podía evitar y sonreí.

15

Arribista: persona ambiciosa y sin escrúpulos que aspira a llegar a la cumbre del

poder, de la fama o de la riqueza, sin valorar si los medios utilizados para ello son

éticos o no.

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Mamie cogió mi mano. Su perfume de gardenias no había cambiado

desde que era una niña, y la fragancia me hizo sentirme castigada. Ella

me había conocido toda mi vida. Ella estuvo ahí, en el hospital, cuando

nací.

E incluso así, no podía decirle lo que de verdad me preocupaba, pensé.

Confiaba en Mamie con mi vida, pero no podía imaginar cómo

reaccionaría si le dijera lo que era Vincent. Si tan siquiera me creería y

no me llevara al psiquiatra en el momento. Su objetivo era protegerme,

y yo estaba suponiendo que el trabajo protegiendo a tu nieta no

implicaba dejarla salir con un revenant.

—Esta transición debe ser difícil para ti —escuché como decía Mamie.

Me volví a centrar en su preocupada cara—. Mudándote de Brooklyn a

París, empezando en una nueva escuela. Haciendo amigos nuevos. Eso

probablemente se siente como si vivieras en un mundo nuevo. Quizás

uno que da miedo.

Mientras la dejé abrazarme fuertemente pensé, Oh, Mamie, no tienes ni

idea.

Vincent estaba esperando en el vestíbulo cuando abrí nuestra puerta.

Su expresión de alarma desapareció cuando vio que visiblemente no

estaba enfadada.

—Kate, lo siento tanto —dijo cogiéndome entre sus brazos. Cerré mis

ojos y me dejé disfrutar del abrazo unos segundos antes de arrastrarle

al apartamento.

—Hola Vincent, querido —dijo Mamie, caminando detrás de nosotros y

poniéndose de puntillas para darle los habituales besos en las

mejillas—. ¿Cómo has estado? —preguntó.

Mis abuelos adoraban a Vincent, lo que definitivamente me hacía la

vida más fácil. Mientras que siempre cuestionaban a Georgia

desconociendo su paradero, todo lo que tenía que decir yo era que iba a

salir con Vincent y no había más preguntas. Una buena razón de más

para no joderla.

—Ahora los dejaré a los dos solos —dijo, después de que se pusieran al

día, llevándonos hacia el salón y cerrando la puerta de cristal detrás de

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nosotros. La habitación estaba llena de antigüedades, artefactos y

pinturas y olía a una mezcla de una biblioteca mohosa y una tienda de

campaña beduina.

Me instalé en el sofá cercano a un jarrón con flores recién cortadas, uno

de muchos que Mamie dispersaba por las habitaciones, dejándote

caminar a través de una nube de fresias o lilas o alguna otra flor

deliciosa, antes de volver a la zona de olor a lo antiguo. Vincent se

posicionó en un sillón justo enfrente de mí.

—No puedo pedirte perdón lo suficientemente por lo que pasó ahí —

dijo—. Sabes que nadie más está de acuerdo con Arthur.

—Lo sé —dije, aunque era consciente de que Jean-Baptiste no había

dado saltos de alegría cuando me dio la bienvenida oficial a su casa.

Pero desde ese día, había sido más que amable.

—Yo sólo no lo puedo entender —dijo Vincent pareciendo preocupado—.

Arthur es tan buen tipo. Me refiero a que aunque él y Violette se

comporten en ocasiones como si fueran un regalo de Dios a los

revenants, él nunca había sido selecto o mezquino intencionadamente.

—Quizás solo estaba siendo honesto —dije—. Quizás de verdad piensa

que escuchar sus planes es peligroso para mí.

—Bueno, podía haberlo mencionado antes, en lugar de soltarlo delante

de todo el mundo. —Atrajo su mano para acariciar mi mejilla y la agarré

llevándola hacia mis labios antes de dejarla caer en mi regazo.

—Estoy bien, de verdad —aunque todavía sentía fría humillación en la

boca de mi estomago—. Sin embargo, ¿qué pasa con Arthur y Violette?

Parecen discutir como un viejo matrimonio, pero nunca les he visto

tocarse. ¿Están juntos?

Vincent se rió y se levantó para tocar una de las antiguas estatuillas de

Papy que estaba en la cima de la chimenea.

—Ellos no están juntos de la manera de dormir juntos. —Levantó una

ceja—. Pero tienes razón en lo de que son como ―un viejo matrimonio‖.

Arthur se considera como el protector de Violette. Son de la época en la

que, por supuesto, toda mujer necesitaba protección —añadió

sonriendo abiertamente. Arthur era el consejero del padre de Violette, y

ambos murieron en el mismo intento de secuestro. Así que supongo que

es normal que hayan permanecido juntos todo este tiempo, pero sé que

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la naturaleza de su relación no es ―el amor‖. Codependencia, puede,

pero no amor.

—¿Cómo sabes eso? —pregunté, intrigada por su repentina mirada

avergonzada.

—Oh, Violette y yo tuvimos una historia. La he visto un par de veces

durante estos años. Siempre que Jean-Baptiste encontraba un texto

previamente desconocido que pensaba que podría ser particularmente

importante, me mandaba a mí para llevárselo a que lo inspeccionara.

Ella no estaba exactamente avergonzada confesándome sus

sentimientos por mí.

Me quedé boquiabierta.

—¿Violette estaba enamorada de ti?

—Enamorada es una palabra fuerte. Pero si, me dijo que estaba

interesada. No pude corresponderla. Pero… —me echó una mirada

fugaz y volvió a mirar la estatuilla— en efecto, estaba tentado a darle

una oportunidad. Pensé que esa podría haber sido mi única

oportunidad para encontrar a alguien con quien pudiera estar.

Me di cuenta de que le estaba mirando boquiabierta.

—Pero Vincent, ella solo tiene catorce años. Eso es algo… no sé…

pervertido.

—En ese momento, ella tenia unos veinte — dijo Vincent presionando

sus labios para contener una sonrisa.

—Oh, sip. Cierto —dije, intentando procesar esta rara y nueva

información.

—No pasó nada —me tranquilizó—. Al final. Pero imagino que Violette

sentía que yo podría estar abierto a intentarlo, y eso probablemente la

animó. Salimos un par de veces, pero lo terminé tan pronto como me di

cuenta que podía obligarme a sentir algo que no estaba ahí. De hecho,

no la había visto desde entonces, probablemente han sido unos

cuarenta años. Le pedí a JB que mandara a otro emisario para esos

recados.

—Entonces tiene que estar resentida conmigo por estar contigo —

recalqué la metedura de pata de Violette en el funeral de Philippe, sobre

revenants que están con humanos, y me pregunté si no lo habría dicho

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a propósito. Un pequeño pinchazo por la humana que ha tenido éxito en

lo único en lo que ella no pudo: capturar el corazón de Vincent.

—De hecho me habló de ti ayer —dijo Vincent—. Fue muy cortés sobre

eso, y me felicitó por haber encontrado a ―una bella joven tan

encantadora‖. —Su imitación de la voz de ella y el antiguo estilo de

hablar, hicieron que nos reiteramos los dos—. No, en serio, parece que

le caes bien.

—Entonces, ¿tan sólo Arthur esta siendo un imbécil?

—Eso parece —dijo él—. Incluso aunque sea tan atípico en él. Se

marchó justo después de la reunión, obviamente para evitarme. Violette

me pidió que le perdone. Dijo que le advirtió sobre no sacar el tema,

pero él se sintió obligado. Ella iba a hablar con él después.

—Fue muy amable por su parte —dije, cogiéndole simpatía a la chica

rara—. De todas formas, está acabado. Ahora sólo quiero olvidarme de

esto.

Y mientras mentalmente pasaba página sobre la humillación de esta

tarde, se me ocurrió algo.

—Vincent, anoche encontré algo sobre los revenants en la biblioteca de

Papy.

—¿De verdad? —Era extraño que le sorprendiera en lugar de ser al

revés, pero en ese momento parecía que si empujaba con el dedo le

habría dado un sincope—. ¿Puedo verlo?

Le guié al estudio, echando un vistazo primero para asegurarme que

Papy no estaba ahí. Comprobando el reloj en su escritorio vi que no

cerraría la galería hasta dentro de media hora. Estábamos seguros.

Saqué el bestiario de su caja de protección, y poniéndolo sobre el

escritorio de Papy, lo abrí por la página de revenants. Las cejas de

Vincent se levantaron cuando vio las ilustraciones.

—Vaya, esto es muy raro Kate. Ya casi no queda nada sobre los

revenants en las colecciones de libros humanos.

—¿Por qué no?

Continuó mirando el libro mientras decía.

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—Los comerciantes como tu abuelo saben que si encuentran algo

pueden venderlo por una fortuna a un grupo de compradores

anónimos. Esos coleccionistas manotean cualquier cosa relacionada

con los revenants antes de que salga al mercado. —Me miró—. JB es

uno de ellos. Tiene montones de estos viejos manuscritos en su

biblioteca. Incluso dudó de que Gaspard haya estudiado la mitad de

ellos.

—Si, bueno, entonces Papy debe atesorarlo de verdad —dije,

preguntándome por qué dejaría pasar una buena venta para mantener

este libro en su colección. Quizás no haya visto la página sobre los

revenants y no se haya dado cuenta de su valor.

Vincent volvió a prestarle atención al libro, y siguiendo con el dedo,

pronuncio las palabras para si mismo.

—¿Sabes latín? —pregunté.

Sonrió.

—Si, solía ser obligatorio en colegios antes de que la gente decidiera que

conocer idiomas muertos no servía para nada. ¿Quieres saber lo que

dice?

—De hecho, anoche he intentado descifrarlo —admití.

—Por supuesto que lo hiciste —dijo Vincent, sus ojos brillando de

diversión—. No puedo imaginarte dejando pasar un desafío de este tipo.

—Volvió a mirar el libro, y mientras leía el artículo en alto y en inglés,

me gustó comprobar que había captado la esencia del mensaje. Cuando

terminó, no le señalé el hecho de que deliberadamente se había saltado

las dos últimas líneas. Si estuviera en su lugar, no me gustaría que

supiera que estaba maldito por estar conmigo.

—¿Entonces que pasa con lo de bardia? —pregunté—. Si de verdad es lo

que son, ¿por qué se hacen llamar ―revenants‖?

—Buena pregunta —respondió Vincent—. Supongo que es un término

pasado de moda. —Lo reflexionó unos segundos. —De hecho, puede que

sea un poco por sentirse superiores. Pensamos que somos reales,

auténticos, mientras que los numa son más como anormales. Puedes

preguntarle a Gaspard sobre esto, pero creo que bardia proviene de una

palabra que significa ―proteger‖, así que podría ser un término más

exacto para nosotros. Se suele usar en nuestros documentos oficiales.

Pero llámale bardia a Ambrose o a Jules y te miraran raro. —Hojeó las

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páginas del libro una vez mas antes de devolverlo a su caja, poniéndolo

de vuelta en su nicho en la estantería.

—¿Vincent? Cuando Jean-Baptiste nos habló hoy, dijo algo sobre pasar

al ataque. Y sentí que había algo que tú no querías que dijera. Como si

tuvieras un extraño cara a cara antes de que los interrumpiera Arthur y

me echará de la reunión. ¿De qué iba eso?

Una extraña expresión pasó por la cara de Vincent. Tirando de mí, dijo:

—No importa. Y si alguna vez lo hace, te lo diré. Pero por ahora

hablemos sobre cosas más interesantes.

—¿Cómo qué? —pregunté.

—Como a donde voy a llevarte a cenar esta noche —dijo Vincent, y

agarrándome ligeramente de la cadera, me atrajo a él y se agachó para

darme un beso. Cualquier duda que tuve se fundió tan rápido como los

copos de nieve sobre una hoguera.

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Capitulo 11 Traducido por Omakehell

Corregido por Samylinda

Me desperté a la mañana siguiente con una mezcla de emoción y temor.

Tenía la pelea de entrenamiento con Gaspar y Vincent hoy, y aunque

me encantaba la lucha real, todavía me sentía muy por debajo de las

habilidades de ésos dos. Mi primera lección, hace apenas un mes, había

sido un desastre. Nos habíamos concentrado únicamente en la espada,

que parecía bastante fácil cuando estábamos practicando a cámara

lenta los movimientos, pero tan pronto como Gaspard aceleró las cosas

un poquito, me volví una inútil.

La lucha, para mí, era como bailar. Y aunque no tuviese sentido el

ritmo natural, siempre me había sentido un poco estúpida en la pista

de baile. Y eso se transfería a la lucha, definitivamente sí. Mi

autoconciencia me hacía torpe, y tenía tanto miedo de parecerme a una

novata débil e indefensa, que esta actividad se volvió un martirio.

Sin embargo, ya por la cuarta lección, me encontré cada vez más

absorta en los movimientos. Era como si en mis sesiones de

autohipnosis en los museos o en el río, me dejaba llevar y parecía que

los movimientos fluían solos. Era una especie de fenómeno yin-yang,

donde mi subconsciente se encendía y mi cerebro se apagaba. Tan

pronto como dejaba de pensar en lo que estaba haciendo, todo

funcionaba.

Los momentos difíciles fueron cada vez menos, y últimamente me

tomaba apenas unos pasos hacia atrás y hacia adelante antes de que el

interruptor se encendiese y quedara en piloto automático.

Hoy será un día de piloto automático, me aseguré mientras me ponía

unos vaqueros y un jersey y me dirigía a la mesa de desayuno. Papy ya

estaba sentado, vestido para el trabajo y leyendo su periódico de la

mañana.

—¿Levantada tan temprano? —preguntó, bajando el periódico para

poder mirarme a los ojos.

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—Exactamente, el porqué de que mi profesor insista en una lección a

las nueve de la mañana del sábado, no lo acabo de entender. Pero es

mejor que no le mantenga esperando —le dije, echándome un poco de

zumo de pomelo y agarrando un croissant de la mesa.

Cuando tuve que contarle (con cierta vacilación) a Mamie y Papy que

Vincent me había conseguido lecciones de esgrima para mi cumpleaños,

quedaron encantados, para mi asombro. No me había dado cuenta de lo

popular de éste deporte en Francia, o que tenía connotaciones

aristocráticas. Mis abuelos no eran pretenciosos, pero trabajando en el

mundo del arte y de antigüedades, les interesaba cualquier cosa

enterrada en la historia. ¿Y qué era más histórico que manejar la

espada?

Papy salió de una vez y me compró mi propio traje y la espada. No le

expliqué que el gimnasio de Vincent albergaba una armería totalmente

equipada, o que la esgrima era sólo un componente de mi

entrenamiento. Tendría que comprar un hacha de combate, un bastón y

media docena de otras armas para continuar con la formación de

Gaspard.

Mi abuelo hizo un gesto hacia un jarrón de flores en la sala de mesa.

—Lo encontré en el vestíbulo cuando cogí el periódico esta mañana. —

Un ramo de flores de colores brillantes se encontraban en un pequeño

jarrón redondo, con un paquete envuelto para regalo sentado junto a

ella. Lo abrí y saqué un libro titulado Le Langage des Fleurs. El lenguaje

de las flores, me susurré, y abriéndolo, vi una inscripción en la página

del título:

Para Kate.

Ya hablas con fluidez en dos idiomas. Creo que una tercera lengua no

estaría de más. Tus deberes vienen en éste libro. Con afecto, de Violette

Montauban.

Echando un vistazo a el pequeño ramo, hojeaba las páginas viendo las

rosas amarillas y jacintos morados y, sonriendo, metí el libro en mi

bolsa y diciéndole Au revoir a Papy, salí.

Una vez fuera de la puerta, miré a mi alrededor para ver a Vincent, mi

corazón golpeaba un poco más rápido a la espera de verlo esperándome,

apoyado contra la verja del parque, como era su costumbre. Es por eso

que mi corazón se redujo cuando vi a Jules en su lugar. Rápidamente

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cambié mi mirada de decepción en una sonrisa cuidadosa, pero él lo

notó de todas maneras.

—Lamentablemente no soy tu novio. Y me refiero a todas sus formas —

dijo con una sonrisa divertida cuando se inclinó para dame un beso en

cada mejilla.

—¿Dónde está Vincent? —le pregunté, tomando el brazo que me ofreció

cuando se dirigió hacia mi casa.

—Está fuera haciendo algo para Jean-Baptiste —dijo Jules, mirando

hacia abajo en la acera como si tuviese miedo de que leyera su mente.

Lo que envió señales de alarma a mi cabeza.

Volví a pensar en la incómoda mirada hacia abajo entre Vincent y JB en

la reunión en su casa, y luego al esquivo Vincent de ayer por la noche

cuando le pregunté sobre eso. Definitivamente algo está pasando, algo

que no quieren que sepa.

—¿Y no crees que pueda encontrar el camino a tu casa? —le pregunté,

fingiendo indiferencia.

—Sí, bueno... Vincent ha estado un poco nervioso últimamente. Acerca

de tu vulnerabilidad humana. Con la intención del numa de atacar en

cualquier momento, está un poco asustado.

—¿Crees que él está reaccionando de forma exagerada? Sobre mi

vulnerabilidad, es decir —le pregunté, mirando de reojo. Bueno, yo

estaba pescando. Pero tenía la esperanza de poder conseguir más

información del coqueto Jules.

—Kate, estoy seguro de que puedes patearme el culo. Sin embargo,

todavía estás hecha de carne y sangre. No carne reanimada, es decir.

Así que tengo que decir que Vincent tiene razón.

Asentí, deseando con todas mis fuerzas ser tan indestructible como

ellos. Si yo fuera Charlotte, o Violette, por amor de Dios: catorce años

de edad, y todo el mundo la trataba como si estuviera hecha de acero.

Respeto, reflexioné. Es difícil exigir respeto cuando algo tan pequeño

como una bala podía acabar con tu existencia. De forma permanente.

—¿Así que voy a tener una escolta a la escuela? —pregunté, indagando

hasta qué punto Vincent iría con su paranoia.

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—No —Jules se rio—. Es sólo que Violette obtuvo información de que

desde ayer el numa está en movimiento. Está preocupada porque

podrían estar vigilando nuestra casa. Es sólo porque vienes a nuestra

casa que Vincent pensó que deberías tener un escolta. No te preocupes,

después de ésta mañana, podrás valerte por ti misma. —Y me dio un

puñetazo de bromas en el brazo. Lo golpeé a tras... con fuerza.

—Maldita sea, chica, golpeas como nenita —se burló, lo que

desencadenó un simulacro de pelea que duró el resto del camino a La

Maison.

Gaspard me estaba esperando en el gimnasio, haciendo algún tipo de

tai-chi buscando ejercicios de estiramiento. Terminó sus movimientos,

me dio una leve inclinación de cabeza, y luego habló con Jules mientras

me ponía mi traje de lucha acolchado. Estaba hecha de un tipo de

Kevlar que me protege de las hojas más extremas en el arsenal de los

revenant.

Me sentí un poco culpable por el caro traje de esgrima que me había

comprado Papy y que colgaba sin tocar en el estante de armería. Pero

éste traje era de alta tecnología, y aunque me hacía ver aterradoramente

como Kate Beckinsale en Underworld, me impedía conseguir los cortes y

rasguños que no molestaban a los revenant.

Jules silbó con admiración cuando me acerqué a ellos, y tomé la espada

que Gaspard tendió hacia mí.

—Kate, te ves muy... letal —murmuró.

—Me lo tomo como un cumplido —sonreí, sabiendo que el conjunto

hacía hincapié en mis puntos buenos. Lástima que nunca me lo puse

fuera de la armería. Voy a tener que ser un asesino de vampiros de

Halloween, pensé.

—Por mucho que me gustaría quedarme y verte en acción —Jules dijo,

sonriendo—, tengo que correr. Estaré de vuelta en una hora para

recogerte. —Y él corrió escaleras arriba, cerrando la puerta detrás de él.

Debería haber trotando por la puerta tras él. Debido a que la siguiente

media hora fue sin duda mi peor entrenamiento. Estaba distraída por

pensamientos sobre Vincent, porque estaba acostumbrada a pelear con

los dos allí.

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Sin Vincent allí, listo para descansar cada pocos minutos para permitir

recuperar la respiración, finalmente tuve que dejar de señalar a

Gaspard.

—Descanso —dije sin aliento, ya que bajó su espada.

Me arrastré hasta el borde de la habitación y me escurrí hacia abajo de

la pared para poner la cabeza entre las rodillas mientras trataba de

recobrar el aliento. Cuando levanté la vista, Gaspard estaba de pie

encima de mí, tendiéndome una botella de agua.

—Gracias —dije—. Es mucho más difícil cuando Vincent no está aquí

para relevarme.

—¿Eso es todo, querida? Pareces muy... distraída hoy.

Miré el revenant mayor. Supongo que tendría dificultades para mentirle.

—En realidad, me preguntaba dónde fue Vincent ésta mañana. Jules no

parecía saberlo. ¿Tú lo sabes? —le pregunté tan inocentemente como

me fue posible, sintiéndome un poco culpable por presionarle.

Gaspard me miró con cautela.

—Realmente no te lo puedo decir —respondió en su formal de estilo del

siglo XIX.

¿No se puede o no quieres?, pensé. Gaspard y Jules saben algo que no

me dicen. Y Vincent dice que no es lo suficientemente importante como

para hablar sobre el tema. Sospechaba que Vincent estaba tratando de

protegerme. Para protegerme de una situación que no quería que yo

conociera. Sólo podía imaginar que se trataba de algo que no me

gustaría, o no habría ninguna razón para que éste subterfugio. Confío

en él, pensé.

¿Entonces por qué con este secreto me daban ganas de gritar?

—Está bien, estoy lista —le dije, empujándome a mí misma para arriba.

Gaspard se alisó el pelo de la cara y reajustó su corta cola de caballo

antes de ponerse en una posición de combate. Tomé mi espada y, con

mi recién adquirida frustración, comencé a buscar una solución en él

como si fuera Lucien resucitado.

—Ahora, eso está mejor —exclamó mi instructor con una sonrisa.

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Luchamos por otra media hora, hasta que se alejó de la lucha y mi

espada colgada en un gancho vacío en la pared. Levanté mis manos y

exclamé:

—¡Eso es todo por hoy!

El sonido de los aplausos vino de la escalera.

—¡Brava! —llamó Violette. Ella estaba sentada en los escalones en una

posición cómoda, que la hacía parecer como si hubiera estado allí por

un tiempo—. ¡Eres realmente muy buena, Kate!

Me sonrió, y cogiendo una toalla que me tiró Gaspard, limpié el sudor

de mi cara.

—Gracias, Violette. Aunque con tus siglos de experiencia, supongo que

sólo lo dices por ser linda.

Ella sonrió con timidez, como si la hubiera descubierto, y dijo:

—No, en absoluto. Para el poco entrenamiento que has recibido, lo

haces de maravilla, debes de tener talento natural.

—Exactamente mi punto de vista —afirmó Gaspar—. Por lo tanto,

Violette, ¿me necesitas para algo? —preguntó.

—No. Jules quería ir a su estudio, así que le dije que yo acompañaba a

Kate a casa —dijo—. Así que tómate tu tiempo.

—Gracias —dije. Había estado sudando tanto, que la tela pesaba y

estaba empezando a hacerme sentir claustrofóbica—. Y muchas gracias

por el libro y las flores.

—Arthur se comportó tan mal el otro día que sentí que era mi deber

hacer las paces. ¿Entendiste el mensaje?

—Sí —dije, quitándome los pantalones—. Jacintos púrpuras dicen ―lo

siento‖, y rosas amarillas, ―amistad‖.

—Muy bien —dijo ella, encantada—. Con los jacintos esperaba que

perdonaras la falta de sensibilidad de Arthur, y las rosas son mi deseo

de que tú y yo podamos ser amigas.

A pesar de que no quería parecer demasiado ansiosa, no podía dejar de

un sonreír. Charlotte se había ido poco más de una semana, y ya estaba

sufriendo. Tenía a Georgia, por supuesto. Pero estaba tan ocupada con

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su propia vida social, que me dejaba con un montón de tiempo libre,

que a Vincent por lo general no le importaba llenar. Pero ahora que

estaba fuera haciendo lo que sea...

—Oye, en vez de caminar a casa, ¿quieres tomar algo de comer conmigo

una vez que me haya duchado? —pregunté.

—¡Sí! —exclamó alegremente—. Vamos a tomar algo

—Sería bonito. Te esperaré arriba de las escaleras.

Prácticamente salté a la ducha, donde a toda velocidad me lavé y vestí.

—¡Gracias, Gaspard! —grité mientras corría por las escaleras a la

planta baja.

—El placer es todo mío —dijo sonriendo ligeramente, y realizó una

pequeña reverencia rígida, volviendo a la limpieza de las varias armas

que había sacado de la pared.

Antes de que pudiera llegar a la mitad del pasillo, Arthur apareció con

el rostro enterrado en un libro de una puerta.

—¡Cuidado! —grité, y luego levantó la vista y me vio. Su cara fue de

normal a asustada en un segundo, y su frente se arrugó en una docena

de pequeñas líneas.

—Sí, querida. ¿Me estabas llamando? —dijo Arthur, deslizándose detrás

de Violette como si nada hubiese pasado y estuviésemos allí para una

charla casual.

—Acabo de encontrar algo en Heidegger que pensé que te interesaría —

dijo en un tono monocorde, mirando a un punto que había entre mí y

Violette.

—Kate y yo vamos a salir a tomar algo. Enséñamelo luego —dijo

tomándome del brazo, y yo lo miraba como retándole a que dijese algo.

Ella quiere que se disculpe, pensé.

Arthur le dio a Violette una mirada que no podía ser traducida como

otra cosa que una mirada.

—Vamos, Kate. Tenemos que irnos —dijo Violette tomándome del brazo.

No pude resistirme a mirar atrás viendo a Arthur fruncir el ceño.

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—No le hagas caso —susurró Violette—. Puede ser tan terriblemente

temperamental. A veces lo quiero mucho. Otras veces querría... ¿cómo

se dice... freírle?

Me reí en voz alta a medida que caminaba por el vestíbulo y la puerta de

entrada.

Nos sentamos una frente a la otra en un pequeño restaurante comiendo

humeantes cazuelas de sopa de cebolla francesa, mientras que

mirábamos a través de la ventana en el mercado cubierto exterior. El

aroma del pollo asado en horno de leña, colgaba en el aire

deliciosamente. Y los puestos del mercado eran una delicia visual,

llenos a rebosar de productos del mar, verduras y flores. Detrás de

ellos, los vendedores ensalzaban las virtudes de sus frutas.

—No creo que haya estado aquí antes —admitió Violette, después de

limpiar remilgadamente una hebra de queso fundido de sus labios con

la servilleta.

—Es el mercado más antiguo de París —le dije—. Creo que fue

alrededor de hace cuatrocientos años que se transformó en un mercado

de un orfanato que vestía a los niños de rojo, por eso lo llaman Marché

des enfants Rouges.

—El Mercado de los Niños Rojos —reflexionó Violette en inglés.

—¿Hablas Inglés? —jadeé.

—Por supuesto que sí —respondió ella—. Lo aprendí tiempo atrás,

aunque no he tenido muchas ocasiones de usarlo recientemente. Pero si

quieres, puedo hablar en tu lengua materna. Será un buen ejercicio.

—¡Claro! —dije con entusiasmo, haciendo una pausa cuando vi en su

mirada mi curiosidad—. Y yo voy a intentar no usar ―slang‖ —sonreí—

para que te sea mas fácil entenderme.

—¡No, no! —insistió—. Charlotte tenía razón cuando me dijo que

necesitaba estar en sintonía con los tiempos. ¿De qué mejor lugar

podría aprender el lenguaje y gestos en inglés el siglo XXI que de una

chica americana del siglo XXI?

—Si es eso lo que quieres, tengo una idea. ¿Te gustan las películas?

—¿Te refieres al cine?

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—Sí. Además de leer y pasar el rato en los museos, ir al el cine es

absolutamente mi cosa favorita. —Raspé la última cucharada de la

deliciosa sopa de mi plato y acabé mi vaso de Perrier.

—Kate, tengo que admitir —dijo Violette, mirando avergonzada— que

nunca he ido al cine. No ha sido hace mucho tiempo, ya sabes, no

entiendo qué atractivo tiene. Como tu, prefiero quedarme leyendo o

visitando algún museo.

—¡Pero el cine es arte! —De hecho, es un francés, el que lo apodó El

Séptimo Arte, pensé por un segundo—. ¿Tienes algo que hacer después

de comer?

Violette sacudió la cabeza con una expresión de alarma cuando se dio

cuenta en lo que se había metido.

Metí la mano bajo la mesa en mi mochila, y saqué una gastada copia de

la guía Pariscope semanal de los eventos de París y puse de nuevo la

sección de cine. Buscando en la sección de películas clásicas, buscaba

algo digno de alguien que fuese a ver su primera película.

Unas horas después salíamos por las puertas del cine con el sol

brillando por encima de nosotras, y sobre nuestras cabezas, estaba el

cartel que anunciaba ―Encadenados‖, de Alfred Hitchcock.

—Bueno —le pregunté mirándola—. ¿Qué te ha parecido?

Con una sonrisa, la amplia sonrisa de un niño de catorce años de edad,

por una vez, en vez de la sonrisa típica de una mujer que ha visto pasar

los siglos.

—¡Oh, Kate¡ ¡Fue increíble! —Su voz mostraba su asombro. Ella me

agarró la mano—. ¿Cuándo podemos repetir?

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Capitulo 12 Traducido por Isane33✰

Corregido por Samylinda

Vincent me llamó esa noche, disculpándose por no aparecer durante el

día. Ya me había enviado un par de mensajes, y por su tono,

obviamente se sentía arrepentido por algo y estaba tratando de

compensarlo.

—Está bien, Vincent. En realidad pasé todo el día con Violette.

—¿En serio? —A pesar de que sonaba cansado, pude notar la sorpresa

en su voz.

—Sí, se suponía que debía acompañarme a casa, pero en cambio la llevé

a almorzar. En fin, ¿qué pasó con la alerta numa? Jules dijo que

algunos podrían estar merodeando por tu vecindario.

—Nada. En realidad fue una pista incorrecta. Violette le pidió a Jean-

Baptiste cancelar la alerta ésta noche. Todo está como antes: los numas

invisibles listos para aparecer de la nada cuando menos lo esperamos.

—Bueno, tenías razón sobre Violette. Ella es realmente agradable. Sólo

es Arthur con su problema de actitud de ―los humanos apestan‖. Creo

que voy a evitarlo lo más posible.

—Probablemente sea un buen plan —Vincent sonaba agotado y

distraído. Lo que sea que hubiera hecho hoy, definitivamente había

pasado factura. No sonaba como él—. Vincent, mejor me voy. Suenas

agotado.

—No, no. Quiero hablar —dijo rápidamente—. Así que dime, ¿qué estás

haciendo, mon ange?

—Leyendo.

—No es sorprendente —rio—, viniendo de la más insaciable devoradora

de libros de París. ¿Es algo que he leído?

Le di un vistazo a la portada del libro.

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—Bueno, fue publicado cuatro años después de que nacieras, pero fue

prohibido durante la mayor parte de tu vida… existencia. Por lo menos

en su versión sin censura.

—Escrito en 1928, pero prohibido por años. Umm. ¿Por casualidad

tiene un pasaje sobre entrar en la paz terrenal?

—¡Vincent, saltaste directamente a la escena de sexo! ¿Sabes? El

amante de Lady Chatterley se trata de mucho más que un revolcón en

la cabaña del guardabosque —lo reprendí en broma.

—Mmm. Revolcarse suena realmente bien por ahora.

Mi corazón trastabilló, pero traté de sonar tranquila.

—Sabes, es una de mis fantasías preferidas. Revolcarme contigo, no con

un guardabosque —sonreí, preguntándome qué efecto estaba teniendo

mi indirecta sobre él.

—¿Están tus abuelos en casa? —preguntó después de una pausa, su

voz sonaba sospechosamente ronca.

—Sí.

Se aclaró la garganta.

—Menos mal, o tendría que ir a seducirte en el acto. Hablan sobre

seducir en ese libro, ¿no?

Me eché a reír.

—No he llegado a ninguna parte seductora aún. Sin embargo, seducir y

revolcarse... No estoy segura de estar disponible para eso, ya que tengo

una cita con este caliente tipo muerto mañana en la noche.

—Está bien, lo entiendo. Un muy inteligente cambio del tema —rio—.

Así que... ¿no lo has olvidado? —Podía oír su sonrisa cansada por la

línea telefónica.

—¿Olvidar una cita para ver el Ballet Bolshoi en la Ópera Garnier? ¿En

nuestro palco privado? Uh, no, no creo que sea posible.

—Bien —dijo—. Pasaré a las seis a recogerte. —Estas últimas palabras

fueron apenas audibles. Parecía que no sólo estaba cansado, sino que

también dolorido. ¿Qué había estado haciendo? Ahora estaba más allá

de la curiosidad y estaba entrando en el territorio de muy preocupada.

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—Hasta entonces. No puedo esperar... —dije, y mientras colgaba,

terminé la frase en mi mente: para averiguar lo que estás haciendo. Si

mañana en la noche él esta tan agotado como suena hoy, podría

convencerlo para que hable.

Vincent estaba afuera vestido con su esmoquin, su cabello negro estaba

apartado de su rostro en ondas. Era como una repetición de mi noche

de cumpleaños: él en su esmoquin y yo en el largo vestido rojo con

estampado asiático que él me había comprado, lo llevaba debajo del

abrigo de Mamie, el cual llegaba hasta el suelo y era negro con capucha.

Los ojos de Vincent brillaron con admiración cuando me vio, y una vez

que estábamos en la calle, me dio un beso largo y delicioso.

Nos estacionamos debajo de la Ópera. A pesar de que la había visto

varias veces, como turista y durante el día, el edificio siempre me dejaba

sin aliento, cada parte lucia como un pastel de bodas de mármol. Esta

noche se había transformado en un castillo encantado, sus cálidas

luces amarillas resplandecían por arte de magia en el aire frío del

invierno. Seguimos a las personas elegantemente vestidas caminando

tomados del brazo a través de las monumentales puertas.

—¿Has estado aquí antes? —le pregunté mientras entrabamos en el

vestíbulo.

—He venido varias veces como un sustituto de Gaspard o Jean-Baptiste

cuando los otros estaban dormant. Ellos siempre tienen pases de

temporada.

Entramos en el centro de la habitación y miré hacia arriba.

—Oh —exclamé, el suntuoso entorno, me había despojado de mi

capacidad de hablar coherentemente. El enorme espacio estaba

decorado con una mezcla desmesurada de estilos, con cada pulgada de

los pisos, paredes, pilares y techo decorado hasta más no poder en oro,

mármol, mosaico o cristal. En cualquier otro escenario parecería

excesivo. Pero aquí que era impresionante.

Vincent me condujo por la bifurcación izquierda de la gran escalera de

mármol hasta el segundo piso y por un pasillo curvo lleno de decenas

de pequeñas puertas de madera. Nos detuvimos frente a la número

diecinueve.

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—No reservé el palco real —explicó Vincent mientras colocaba su mano

sobre el pomo de la puerta—. No creí que te gustaría la ostentación.

Todo el mundo siempre está comiéndoselo con los ojos, tratando de ver

quién está dentro. Éste es sólo un buen palco para diez espectadores,

pero compré los diez asientos e hice que se llevaran las sillas

adicionales para nosotros.

Vi un destello de incertidumbre en sus rasgos y sacudí la cabeza con

incredulidad.

—¡Vincent! ¡Como si notara la diferencia! Sólo estar aquí es increíble.

Podríamos estar sentados en los asientos más alejados, y yo todavía

estaría en la luna.

Tranquilizado, abrió la puerta para mostrar un pasillo largo y estrecho

tapizado con terciopelo rojo oscuro y adornado con un espejo ovalado.

Un estrecho diván permanecía contra una pared con un par de antiguas

lámparas eléctricas con bombillas en forma de llama. En el otro extremo

de la sala similar a un túnel había un balcón con vista a la grandiosa

ópera, con dos sillas de madera situadas detrás de una barandilla que

llegaba a nivel de la rodilla.

—¡Santo cielo! ¿Todo esto es para nosotros? —pregunté, sintiendo que

acababa de entrar en una novela romántica.

—¿Está bien? —preguntó Vincent vacilante.

Di media vuelta y puse mis brazos alrededor de su cuello.

—Está más que bien. Es increíble —Él reía mientras, sin soltarme,

empecé a saltar hacia arriba y abajo en un momento de pura alegría.

Vimos los dos primeros actos del Príncipe Igor sentados uno al lado del

otro en nuestro palco privado. Al principio fue difícil concentrarse con

Vincent a mi lado, inconscientemente trazando círculos sobre mi rodilla

mientras observaba el escenario, pero después de unos minutos, la

puesta en escena y los vestuarios me arrastraron mientras los

bailarines realizan sus acrobacias. Me perdí en el espectáculo, sintiendo

como si hubiera despertado de un sueño, cuando el telón se bajó y las

luces se encendieron una hora más tarde.

—¿Qué te pareció? —preguntó Vincent mientras nos levantábamos.

—Todo es fascinante.

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Sonrió, satisfecho, y mientras me tendía su brazo, dijo:

—Éste es el momento para el paseo. —Me llevó fuera de nuestro palco

hacia el pasillo. Seguimos a las otras parejas hacia una gran sala

dorada con grandes lámparas de araña y techos pintados con ángeles y

figuras míticas en un estilo que me recordó el techo de la Capilla Sixtina

de Miguel Ángel.

—¿Quieres tomar algo? ¿Una copa de champán? ¿Una botella de agua?

—preguntó Vincent, y negué con la cabeza al ver que la fila de los

refrescos ya se había extendido hasta la mitad del pasillo.

—Quiero aprovechar el tiempo para mirar alrededor —dije, agarrando

su brazo para no caerme mientras trataba de caminar y curiosear, al

mismo tiempo.

Exploramos todos los rincones que el edificio tenía que ofrecer, cada

habitación daba a otra habitación más exquisita que la anterior.

Cuando terminamos delante de nuestra puerta, Vincent preguntó:

—¿Quieres ver algo más? Tenemos unos minutos.

Dudé. A pesar de que no quería arruinar la noche por preguntarle sobre

algo que sospechaba que él no quería hablar, decidí que no estaría de

más simplemente tocar el tema.

—No, vamos a entrar —dije. Una vez que entramos, nos sentamos en el

diván y sonreímos como si fuéramos niños probándose la ropa de sus

padres.

—Esto no es exactamente igual que comer pizza y ver una película en

mi casa. ¿Se siente raro? —Vincent se inclinó hacia adelante y giró su

cabeza para mirarme. La forma en que su cabello caía sobre su rostro

mientras esbozaba una sonrisa que hizo que la llama que ya estaba

ardiendo dentro de mi pecho destellara un poco más brillante.

—No es raro —respondí—. Para ser honesta, podrías haberme llevado a

los bolos e igual lo estaría pasando bien. No importa lo que estamos

haciendo, siempre y cuando esté contigo. —Tan pronto como oí las

palabras salir de mi boca, me eché a reír—. Eso debe estar por completo

en un cartel con un gatito esponjoso diciéndolo. ¡El factor cursi da muy

buen resultado!

—Totalmente cursi —estuvo de acuerdo con una sonrisa—. Pero estaba

pensando básicamente lo mismo. He tenido esa sensación desde que te

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conocí. —Se inclinó y comenzó a acariciar con su nariz la piel en la base

de mi cuello.

Mis ojos se cerraron por si solos. Concéntrate, pensé. Algunas cosas

son más importantes que darse el lote con tu novio en la Ópera.

—Vincent —dije, retrocediendo y clavando su mirada a la mía—. No

quiero arruinar la increíble velada. Pero no puedo esperar. —Lo vi

palidecer y me apresuré a dejar salir las palabras—. Te comprometiste a

no ocultarme nada, pero parece que lo que estás haciendo con los

―negocios de JB‖, o lo que sea que estuvieras haciendo ayer. Hacerlo

parecer como que no es importante me hace sentir como si pensaras

que no puedo manejar la situación. Y eso, para mí, se siente muy

condescendiente—. ¡Ya está!, estaba fuera. Él no podía evitarlo

poniéndose todo makey-outie ahora que el problema estaba tendido en

la mesa.

Vincent se enderezó.

—Kate —dijo, tirando de mi mano a su regazo y apretándola entre sus

dedos—. No es una cuestión de confianza. Y no es una cuestión de no

creer que puedas manejar la situación. Estoy impresionado por tu

fuerza. Es sólo que… —dudó—. Sé que no te va a gustar. Es un

experimento. Y ya que ni siquiera podría funcionar, tenía la esperanza

de no tener que contártelo.

—Puedo soportarlo, Vincent. Puedo soportar cualquier cosa.

—Sé que puedes, Kate. —Su expresión era implorante ahora—. Créeme.

Pero ya odio todo lo que te asusta de mí, y esto, créeme, es extraño. Me

temo que perdería tu respeto si conocieras los detalles. Es por eso que

sólo quiero probarlo, tacharlo de la lista de posibles soluciones y seguir

adelante. Y si realmente funciona, y ese es un gran ―si‖, quiero

planteártelo de una manera en la que puedas ver los beneficios,

sopesarlos contra el aspecto desagradable, y que me ayudes a decidir si

debo continuar con ello.

Observó mi rostro detenidamente.

—¿Cuánto tiempo dura el experimento? —Me oí preguntar, mientras me

arrepentía por no excavar más.

—Gaspard dice que debemos saberlo después de dos ciclos de dormant.

Así que falta un poco más de un mes… seis semanas más.

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Lo miré a los ojos y vi su sinceridad. Su honestidad absoluta. Y su

determinación por hacer todo lo que pudiera para hacer funcionar lo

nuestro.

Cerré los ojos con fuerza y respiré profundamente.

—Está bien. Confío en ti. Pero, por favor ten cuidado.

—Gracias, Kate —dijo, recostándose contra la pared, pero sosteniendo

mi mano. Se centró en el techo por unos momentos, antes de pasar a

mí—. Hay algo que he estado queriendo preguntarte también. Un tema

totalmente diferente.

Sonreí con malicia.

—Estoy despierta para hablar sobre cualquier cosa.

—¿Por qué cortaste todos los vínculos con tus amigos en Nueva York?

Mi sonrisa desapareció.

—Menos sobre eso.

—Kate, entiendo completamente el hecho de que mis amigos son tus

amigos aquí. No te culpo por no querer pasar el rato con los chicos de

tu escuela. Dices que no hay alguien interesante allí, y comprendo que

no quieras apegarte a las personas que se marcharan para sus países

de origen después de la graduación. Sin embargo, tus amigos de la

infancia, las personas con las que creciste. Por la forma en que has

hablado conmigo acerca de ellos… parece como si fueran muy unidos.

—Fuimos —dije, con mi voz monótona—. Incluso contactaron a Mamie

después que dejé de escribirles, pero le hice decirles que no estaba de

humor para hablar. Probablemente todos me odian ahora.

—Creo que todos podrían entender por qué persiste el contacto con

ellos el año pasado. Fue una época terrible para ti. Nunca vas a superar

la muerte de tus padres, ni siquiera estoy sugiriendo eso. Pero lo estás

haciendo mejor ahora. Estás enfrentando la vida.

—Eso es cuestionable, ya que paso el rato con un montón de gente

muerta.

Mis ojos se movieron con rapidez a los suyos. No lo había dicho como

un desaire. Y por su sonrisa irónica, me sentí aliviada al ver que no lo

había tomado como una ofensa.

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—De acuerdo, estás entre los mundos. Pero me dijiste que nunca te

sentiste como si encajaras por completo en algún lugar. ¿Cómo dijiste?

―No del todo estadounidense y no del todo francesa‖ Pero eso no

significa que sólo debes arrojar a la basura esas relaciones que tenías

en casa. Son parte de tu pasado, Kate. Todos necesitamos un pasado

para arraigar nuestro presente. No puedes simplemente vivir en el aquí

y ahora.

—¿Por qué no? —espeté, sorprendiéndome a mí misma por la

vehemencia en mi voz—. ¿Sabes lo que el pasado tiene para mí,

Vincent?

—Muerte, Kate —Su voz se suavizó—. Lo mismo sucede con la mía.

—Vincent, todos mis recuerdos están construidos alrededor de mi

familia. De mis padres. Después de salir de Brooklyn, cada vez que

hablé con mis amigos, eso me arrastró de nuevo a esa vida antigua.

Todo lo que dijeron me recordó mi casa. Y dolió tanto, que ni siquiera lo

puedes imaginar.

Mis ojos revolotearon a su rostro al recordar que sus padres y su novia

habían sido asesinados ante sus ojos. Pero él no parecía enfadado. En

todo caso, parecía más cariñoso y solidario que nunca.

—Está bien, lo puedes imaginar —reconocí—. Pero Vincent, no soy una

sádica. Infligirme un dolor innecesario de manera consistente, no es mi

idea de mantenerme sana y cuerda. No puedo estar en contacto con

ellos. Me duele mucho.

Vincent bajó la mirada hacia sus manos, sopesando cuidadosamente

sus palabras antes de que se volviera hacia mí. Sin hablar, trazó la

línea de mi mandíbula con su dedo, como si dibujara el relieve de mi

cara. Levante mi brazo y cogí su mano, tirando de él hacia mi regazo y

sosteniéndolo con ambas manos para mayor comodidad.

—Lo entiendo, Kate. Créeme, lo sé. Pero sólo quiero poner algo ahí fuera

para que lo consideres. Cuando morí por primera vez, se anunció en los

periódicos. Todo el mundo sabía. Ni siquiera tuve la opción de volver a

mi comunidad, a la gente que amaba. Y me perdí eso. Durante años,

prácticamente acosaba al padre de Hélène y a su hermana,

asegurándome de que estaban bien. Nunca pude dejarme ver, pero los

cuidaba.

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—Dejé flores anónimas cuando el padre de Hélène falleció. Y después de

que Brigitte, la hermana de Elena, murió al dar a luz a un hijo, yo lo

cuidé. Él y su familia viven en el sur de Francia. Los he visto. Su hija se

parece a su abuela. Y no obstante, por extraño que parezca, a

sabiendas de que ellos existen eso me conecta a la tierra. Tener un

enlace a mi pasado hace que tenga los pies sobre el suelo.

—Pero habría dado cualquier cosa por haber sido capaz de mantenerme

en contacto con Brigitte, su padre y otras personas de mi pasado, sin

importar cuántos recuerdos dolorosos ese contacto hubiera despertado.

No tenía esa opción. Pero tú la tienes. Tal vez sea demasiado pronto,

pero espero que cambies de opinión algún día. Puedo decir que cada vez

que mencionas a tus amigos que todavía luchas contra ello. Pero…

estar en contacto con ellos en realidad podría hacerte más feliz.

El dolor había salido volando como una burbuja dentro de mí, y

además, finalmente había reventado.

—Estoy contenta, Vincent —gruñí entre dientes. Me miró y levantó una

ceja escéptica. Al darme cuenta de lo ridículo que había sonado, apreté

los labios, y luego me eché a reír. Me incliné hacia delante en sus

brazos, amándolo más en ese momento de lo que lo había hecho jamás.

Se preocupaba por mí. No sólo porque él me quería para sí. Él quería

que yo fuera feliz… por mi cuenta.

El telón subió, pero no nos movimos. Pasamos el resto de la actuación

besándonos, riendo, asomándonos para ver el ballet, y luego

besándonos un poco más.

Esa noche cuando llegué a casa, saqué mi computadora portátil del

cajón de mi escritorio y la encendí. Usando la cuenta de correo

electrónico que había creado para escribir a Charlotte, envié un

mensaje a mis tres amigos más antiguos.

Soy yo, Kate, escribí. Lo siento, no he estado en contacto. Los amo a

todos. Pero todavía me duele demasiado pensar en mi pasado, y aunque

sé que no es su intención, me lo recuerdan con demasiada claridad.

Me sequé una lágrima mientras escribía la última oración, y luego pulsé

enviar.

Por favor, espérenme.

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Capitulo 13 Traducido SOS por Alexiacullen

Corregido por Marce Doyle*

Durante la semana siguiente, Vincent estaba demasiado ocupado con

su proyecto para poder pasar mucho tiempo conmigo. Previamente, el

día raro que no nos veíamos, nos había llamado para ponernos al día

por la noche, y él me daría un resumen completo de su día. Pero

recientemente, había comenzado a saltar cuidadosamente sobre cosas.

Ahora que habíamos hablado, no me sentía tan mal por ello. Y sabiendo

que había pedido por mi bendición, de una manera indirecta, me sentía

más compasiva por él. Pero seguía preocupada. Porque cualquier cosa

que fuera, estaba tomando una mortalidad de él. Su tono de piel oliva,

saludable, había comenzado a verse demacrado, y círculos oscuros

estaban apareciendo bajo los ojos. Estaba tan cansado y preocupado,

que incluso cuando estaba junto a mí, se sentía como si no estuviera

completamente aquí.

Al mismo tiempo, no podía reclamarle nada sobre que fuera menos

cariñoso. Porque parecía aún más de esa forma. Como si estuviera

intentando compensar por todo.

—Vincent, te ves espantoso —dije finalmente una mañana.

—Tiene que empeorar antes de ponerse mejor —fue todo lo que dijo.

Después de una semana y media de mirarle debilitarse rápidamente

ante mis ojos, yo estaba llegando al final de mi cuerda. No quería forzar

a Vincent a darme más información… para presionar más sobre él. Y

Jules y Gaspard obviamente no iban a descubrir el pastel. Desde su

introducción al cine de Hitchcock, Violette y yo habíamos estado en

varias películas, cada vez por su iniciativa. Un par de días después de

nuestra primera salida al cine, recibí un ramo de flores azules y rosas y

una copia de Pariscope con una nota adjunta que me decía que buscara

en la página treinta y siete. La página treinta y siete era la lista de las

películas. Saqué mi diccionario de flores de mi mochila.

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Las flores azules eran acónitos, las cuales significaban ―peligro‖, y las

flores rosadas eran geranio de nuez moscada, ―espero un encuentro‖.

¿Peligro… encuentro? Miré los listados de las películas de nuevo y miré,

en el medio de la página, Las Amistades Peligrosas. Esto tiene que ser la

primera vez en la historia que el lenguaje de las flores era usado para

codificar los títulos de las películas, pensé, riéndome yo misma mientras

marcaba su número de teléfono.

Violette se rio durante toda la película, comentando sobre como el

vestuario y los modales eran todos erróneos y dibujando enojadas

miradas de los espectadores que nos rodeaban. Después la convencí de

que no estaba bien hablar en alto en el cine.

—Pero este es un entretenimiento que no es común, no es como si

estuviéramos en la ópera —fue su respuesta inicial. Se limitó a reírse y

a sacudir su cabeza en escenas ofensivas. Cuando comenté después

sobre la maldad de los personajes, Violette se rio y dijo—: ¡Un perfecto

ejemplo de la política de la corte real!

Unos cuantos días después el ramo de pie de oso (caballero), alfalfa

(vida) y asfódelo (mis remordimientos te siguen hasta la muerte), me

tomó una media hora entera de buscar flores y listados de películas.

Cuando finalmente comprendí que Violette estaba usando ―caballero‖

como un juego de palabras, mi mandíbula se cayó ante el pensamiento

de un antiguo revenant eligiendo La noche de los muertos vivientes, la

película más famosa de zombis de nunca.

Caímos sin querer en el hábito de seguir la película con una sesión de

café. Pero a pesar de charlar, se sentía más como si estuviéramos

comercializando información: Violette no sabía cómo relajarse. Su

posición de rebeldía estaba programada en súper intensa, y escuchaba

todas las cosas que yo decía con una concentración que me intimidaba

al principio.

Y finalmente me habitué a ello y eventualmente llegué a aflojar hasta el

punto donde se podía reír de ella misma. Violette no podía escuchar lo

suficiente acerca de mí y de Vincent, y después de mis dudas iniciales,

podría decir que no era ningún tipo de celos raros voyeristas.

Obviamente su enamoramiento había desaparecido hacia mucho.

Explicó que el amor entre los humanos y los revenants era tan raro que

la intrigaba, y se disculpaba si era entrometerse en nuestras vidas

personales. Pero cuando le dije que no importaba, con entusiasmo

removió cada detalle.

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Era la manera en la que Vincent y yo nos comunicábamos cuando

estaba en volant lo que parecía interesarla más. Confesó que no había

oído de contactos entre humanos y revenants latentes, además de la

muy básica intuición de que el raro matrimonio entre parejas como

Geneviève y Phillipe se desarrollara tras décadas de convivencia.

—Sabes —dijo ligeramente— que se supone que es una de las

cualidades del Campeón.

—¿Qué cosa? —pregunté, mi corazón de repente latiendo más rápido.

Había olvidado que Violette era considerada una experta en historia

revenant. Por supuesto, ella debería haber oído sobre el Campeón.

Se detuvo, mirándome cuidadosamente.

—No te preocupes, sé sobre el Campeón —dije, y vi que se relajó—.

Vincent me habló sobre la profecía. Aunque no sabía mucho sobre ella.

¿Qué le habla de mi cuando el volant tiene que hacer con eso?

—Y él poseerá poderes preternaturales de resistencia, persuasión,

fortaleza y comunicación —citó—. Es una parte de la profecía.

—Espera un momento… ¿resistencia? Eso debe ser por qué Jean-

Baptiste piensa que Vincent es el Campeón. Fue capaz de resistirse a

morir más tiempo que otros revenants de su edad. ¿Qué dijiste?

—Persuasión —dijo—, la cual Vincent ha tenido en exceso. Es el único

que Jean-Baptiste siempre envía a representarle cuando hay problemas

entre los de nuestra especie.

—No he sabido eso, bien. Aunque Vincent había mencionado proyectos

de Jean-Baptiste, siempre había asumido que eran de algún tipo legal.

—Luego hay fuerza. ¿Vincent es muy fuerte?

—Nunca le he visto luchar excepto en entrenamiento, así que no sabría

—admití.

—Bueno, la cosa de la comunicación que Jean-Baptiste había

trabajado, el hecho de que un revenant tuviera un discurso volant era lo

suficientemente fuerte como para llegar a ser humano. Cuando Vincent

le habló sobre ello, Jean-Baptiste me llamó para avisarme. Para ver si

yo tenía alguna información adicional sobre la profecía que pudiera

ayudar a verificar que Vincent era el Campeón.

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—¿Y qué le dijiste? —pregunté, sintiendo un poco de agitación por toda

la conversación. A decir verdad, no quería a Vincent para ser el

Campeón. Todo lo que eso significaba, sonaba peligroso.

—Le dije que era afortunado por tener a tal revenant joven talentoso

viviendo bajo su techo, pero que dudaba seriamente de eso, que si

había de ser un Campeón, debiera ser Vincent.

—¿Por qué no?

—Muchas razones —dijo con un destello de broma en sus ojos—. Hay

varias otras estipulaciones explicadas en la profecía. Condiciones de

tiempo y localización. Y créeme… no está aquí y no está ahora.

Honestamente, la profecía del Campeón es solo una de las muchas

profecías antiguas. La mayoría de ellas no han sido cumplidas, y

probablemente están basadas en el despotrique de oráculos o

supersticiones cuestionables. Viejos chicos como Jean-Baptiste se

deleitan en ellas como melosa aguamiel.

La di una mirada confusa.

—Bueno, como el vino añejo. Esa es la mejor comparación para Jean-

Baptiste, de todas formas.

Y luego, con una sonrisa irónica, emprendió con una historia sobre

cómo Jean-Baptiste envió una vez a Gaspard en una persecución de oca

salvaje a encontrar algún antiguo pergamino que realmente nunca

había existido. Me tuvo riendo tan fuerte que me ahogaba con mi café

con leche. La mitad de un milenio que había pasado en la tierra,

hicieron de Violette una verdadera mina de oro de buenas historias y

jugosa información.

Un día, después de mi programa nocturno preferido de todos los

tiempos, Harold y Mauede, nos dirigimos al Café Sainte- Ludie. Sobre

un plato de deliciosos queso derretido y una canasta de pan tostado,

Violette me contó sobre los viejos tiempo, cuando no había tanta

animosidad entre los numa y los bardia. Era raro escucharla hablar

usando el antiguo término para revenant, como si fuera jerga común.

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En ese punto aparentemente, ellos se consideraban en la misma línea

de trabajo, el trabajo de la vida. Preservar la vida, tomar vidas. Se

trataba todo de lo mismo.

—Es sobre el balance —dijo—. En nuestros días, había comunicación

abierta entre los numa y los bardia. ¿Sabes? —continuó inclinándose

confidentemente—, Arthur se ha mantenido en contacto con algunos de

nuestros antiguos conocidos en el mundo numa, y me alegro por eso.

Mi búsqueda hubiera sufrido si no lo hubiera hecho. —Viendo mi

sorpresa, dijo—: Kate, uno no puede solo cortar por complete con toda

un subconjunto de nuestro tipo solo porque se han quedado un poco

fuera de moda en los últimos siglos.

—¿Tu tipo? Pero tu ni siquiera eres el mismo tipo de criatura —dije,

sintiendo una pizca de disgusto ante la comparación.

—Ah, pero ahí estás equivocada. Somos exactamente el mismo tipo de

criatura. ¿Te dijo Vincent como se forma un revenant? ¿O numa para lo

que importa?

—Un humano se convierte en un revenant después de morir salvando la

vida de alguien. Y se convierte en numa cuando mueren luego de matar

a traición a alguien.

—Lo cual es verdad —dijo—. Pero si retrocedes un paso, bardia y numa

son la misma cosa, revenants. Muchos, incluyéndome a mi, creen que

hay un gen revenant. Que somos un tipo de mutación. Pero sea cual

sea nuestro origen, todos están de acuerdo en que los revenant nacen

de la misma manera: humanos latentes a convertirse en un revenant.

Que se conviertan en un bardia o en numa, eso depende de sus

acciones durante su vida humana. Y si nunca son sometidos a una

situación en la que o salvan o traicionan a alguien, solo viven el resto de

su vida sin tener idea de que son diferentes a todos los demás.

—¿Entonces los humanos no nacen o numa o bardias?

—No, a menos que creas en la Doctrina Calvinisitica de predestinación.

—Y nuevamente ella sonaba cuatro veces más vieja de lo que era,

pensé—. Pero no hablemos de teología. Estamos hablando sobre la

naturaleza humana. En cuyo caso la única respuesta puede ser ―quien

sabe‖ Lo que si sé, es que los numa y los bardia, no solían ser enemigos

como lo son ahora.

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—Sí, Jean Baptiste dijo que solían haber muchos mas de ambos en

París.

Violette asintió y llamó al mesero para que nos trajera café.

—Al igual que con la mayoría de las guerras, durante la segunda guerra

mundial muchos revenants de ambas calañas, fueron creados. Y ya que

muchos guardaban rencores personales de su vida humana, hubo una

guerra masiva de venganza entre numas y bardias. Sin embargo eso

terminó una década o algo así mas arde. Y desde entonces ha habido

una especia de cese del fuego.

—¿Por qué? —pregunté, intrigada por esa nueva información

Se encogió de hombros.

—No tengo idea. Como dije, Arthur y yo habíamos estado encerrados en

nuestro casillo en Loire. Me mantuve al margen de las políticas

parisinas.

—Bueno, por lo que he oído, tú eres a la persona a la hay que recurrir

por cualquier cosa relacionada con los revenants o con los numa —

dije—. Si alguien lo sabría, serías tú.

—Touche —dijo riendo—. Me enorgullezco de tener mucha información

acerca de casi todo. Pero también me enorgullezco de ser capaz de

guardar secretos. Así que si no te digo algo, probablemente haya una

buena razón.

—Entonces si te pregunto a qué estaría dispuesto Vincent… —pregunté

con una sonrisa pícara.

—Diría ―bueno, lo que sea que quieras‖ —respondió con una sonrisa

igual de pícara.

Había esperado que mi nueva amiga fuera mas abierta conmigo.

Aunque sabía que si lo hubiera sido, me hubiera sentido mal por ir por

detrás de las espaldas de Vincent para conseguir información

—No te preocupes por Vincent, Kate. Él puede cuidar de si mismo.

Entonces es algo peligroso, pensé. Aun sin querer, me había dicho algo

que yo no sabía. Ahora más que nunca, estaba determinada a encontrar

otra solución.

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Hace una semana y media atrás, en el ballet, Vincent había dijo que

necesitaba seis semanas para ver si su experimento tenía el potencial

para funcionar. Y si lo hacía, imaginaba que continuaría con este…

Lo cual significaba, que solo tenía cerca de un mes para encontrar la

respuesta a una situación imposible. Solo esperaba que nada malo le

pasara a Vincent antes de que lo hiciera.

Me sobresalté cuando la puerta del estudio se abrió, posicionándome a

mi misma frente al cajón abierto del escritorio de Papy.

—Sólo soy yo —dijo Georgia mientras entraba al cuarto, cerrando

silenciosamente la puerta detrás de ella.

Exhalé, aliviada de que no iba a tener que mentirle a Papy sobre por

qué me estaba inmiscuyendo en su biblioteca. Le hubiera encantado

saber que estaba usándola. Pero conociendo su entusiasmo por los

libros, también estaría interesado en exactamente qué estaba

buscando.

—Entonces, ¿qué tesoro de Papy merece ser totalmente bloqueado con

el cuerpo? —preguntó, sus ojos revoloteando hacia el libro detrás de mi.

Di un paso al costado y la dejé ver.

—¿Estás leyendo algo en Alemán? —preguntó, sorprendida mientras

hojeaba un par de páginas.

—Ni siquiera estoy segura de que sea alemán —dije tanteando el

diccionario de Alemán puesto junto a este—. Al menos que sea una

forma vieja. Podría ser un dialecto bárbaro por lo que sé.

Georgia parecía confundida.

—Está soleado afuera, por una vez, y tu estás pasando tu tiempo libre

dentro leyendo un viejo libro bárbado por que… —Volteó hacia otra

pagina a una ilustración a mano de una bestia demoníaca: piel roja,

cuernos y garras—. Ah, monstruos. ¿Debo suponer que esto tiene que

ver con el particularmente caliente chico no muerto al que le chupas el

rostro regularmente?.

Me apoyé cansadamente contra el escritorio y asentí.

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—Este es el último libro. He revisado todo en la biblioteca de Papy que

pudiera tener algo que ver con revenants, y solo encontré uno que los

menciona. Y no me dijo nada que no supiera ya.

—¿Qué estás buscando? —preguntó Georgia, mientras cuidadosamente

metía el libro de regreso al cajón y lo deslizaba lentamente en un

espacio vacío del librero.

—¿Honestamente? Si fuera posible, me encantaría encontrar una forma

de transformar a Vincent de nuevo en humano. Pero desde que no

puedo, me conformaré con cualquier información que pudiera hacer las

cosas más fáciles para nosotros.

—Hmm —dijo Georgia pensativamente—. Normalmente me burlaría de

ti hablando de magia, excepto que ahora nos estamos refiriendo a un

tipo muerto reanimado, así que… hey, supongo que todo es posible. De

verdad, ¿qué estás esperando encontrar?

—Vincent me dijo que la vez que se resistió a morir durante un par de

años, cuando consiguió su licenciatura en derecho, intentó con yoga y

meditación para disminuir los síntomas. Gaspard había leído en algún

manuscrito revenant tibetano que eso podría ayudar. Excepto que no lo

hizo. Así que me imagino quería ver si encontraba algo que Gaspard no

hubiera leído. Como alguna hierba o poción.

—Hmmm —dijo Georgia, mirando hacia un invisible mundo de

ensueño—. ¿Que tal nadar desnudos en el Seine bajo la luz de la luna?

—Miró hacia arriba rápidamente—. En cuyo caso, definitivamente dime

cuándo y dónde lo vas a realizar

Reí.

—Hey, tu tienes a Sebastien. Estoy segura de que puedes persuadirlo

para un baño en el Sein si lo intentas lo suficientemente duro.

—Por supuesto que podría —dijo con falso orgullo—. ¿Pero quien quiere

un novio con una infección en la piel?

Georgia estaba usando su encanto de hermana mayor en mí de nuevo.

Cuando éramos más jóvenes, si había algo en lo que necesitara ayuda,

que estuviera más allá de mis capacidades, ella intentaba la siguiente

mejor cosa: distraerme.

—Hablando de novios, deberíamos salir juntos alguna noche. Vincent

no ha conocido a Sebastien. Y has estado pasado todo tu tiempo de

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chica con la Marie Antoinette zombi. —Mi hermana hizo una cara. Una

vez que alguien no le agradaba, nada la haría cambiar de opinión.

—De hecho, ella es bastante linda —dije, defendiendo a Violette.

—Me llamó ―humana desagradecida‖ —me contrarió Georgia—. Eso lo

dice, por lo que sé.

—Ella es solo de la vieja escuela —dije, recordando lo que Jeanne me

había dicho—. No está acostumbrada a ver revenants mezclados con

nosotros.

—Racista —insistió Georgia, cruzándose de brazos.

—Entonces, ¿adonde deberíamos ir con los chicos? —pregunté,

cambiando de tema.

—Seb tiene un concierto en una semana y media, dentro de dos

sábados a partir de ahora.

—Eso suena perfecto —dije—. Estoy segura de que Vincent podrá venir.

Quiero decir, él está dormant esta semana, así que estará lo

suficientemente en forma para salir.

—No puedo creer que acabes de decir eso —dijo Georgia, sacudiendo la

cabeza—. Es solo, tan raro.

Me abrazó y comenzó a salir del cuarto antes de detenerse en el umbral.

—Hey, deberías revisar la galería de Papy. Él tiene toneladas de libros

ahí.

—¡Oh, por Dios, no había pensado en eso! —exclamé, mi frustración

instantáneamente remplazada por una pequeña llama de esperanza.

—¿Quién te cuida nena? —dijo mi hermana con acento de gánster.

Entonces, me dio un exagerado guiño y cerró la puerta.

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Capitulo 14 Traducido por Omakehell

Corregido por Marce Doyle*

Me desperté a la mañana siguiente, ansiosa por una vez, y salté de la

cama yendo de cabeza a la mesa del desayuno. Papy estaba allí,

tomando un croissant recién hecho y una taza de café. Para desayunar

se debería poner uno de esos tazones que tienes que coger con las dos

manos para llevártelo a la boca. A menos que estés bebiendo un café.

Entonces, te pones una de esas ridículas tazas milimétricas.

Cogiendo mi propia taza, me serví, mitad de leche y mitad de café, que

estaba encima del fogón de la cocina.

—Papy, si alguna vez necesitas a alguien que se siente en la galería

cuando tengas una reunión o algo así, a mi me encantaría hacerlo.

Traté de decirlo lo más natural posible, pero mi abuelo me miró con

preocupación.

—¿No es la paga suficiente, ma princesse? —me estremecí. Ese era el

apodo de mi padre para mí. Había pasado más de un año desde que

había muerto, pero cada vez que Papy me llamaba así, me daba una

pequeña punzada en el corazón.

Papy lo notó.

—Lo siento, querida.

—Está bien. Y no lo estaba ofreciendo para que me pagases, era una

excusa para pasármelo un poco bien. Y podría hacer los deberes,

también.

Papy enarcó las cejas.

—¡Bueno! Nunca conseguiría una oferta como esa de tu hermana. Pero

viniendo de un amante del arte como tú, ¡sé que no estás tratando sólo

de ser útil! —sonrió—. De hecho, tengo una reunión esta tarde, una

valoración de unas estatuas griegas en la casa de un coleccionista en la

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Île Saint-Louis. Estaba pensando en cerrar la galería, pero si tu quieres

venir después de la escuela…

Ni siquiera tuvo que terminar la frase.

—¡Estaré allí! —dije con entusiasmo.

La sonrisa de Papy seguía siendo burlona, pero me di cuenta que le

gustaba la idea.

—Hasta entonces —dijo, levantándose y dándome una palmada

cariñosa en el hombro. Se puso el abrigo y se dirigió escaleras arriba

para decir adiós a Mamie, que había empezado temprano su trabajo de

restauración en el estudio de la planta superior de nuestro edificio.

Sonreí para mis adentros mientras me mordía la punta de un croissant,

tarareando con placer. Me había comido probablemente cientos de

croissants en mi vida después de haber pasado todos los veranos aquí

cuando era una niña. Y, aun así, cada vez que me comía uno, era una

revelación de pastelería. Me quité un tira de hojaldre y me lo metí en la

boca, y luego me tomé un sorbo de café crème vapor.

Los quince minutos que le llevó a Papy para mostrarme lo que yo

necesitaba saber acerca de la galería, parecieron durar horas. Pero

finalmente, él estaba saliendo por la puerta principal a la luz del sol y

dando un saludo de adiós con su viejo sombrero, hasta que desapreció

por la calle.

Tan pronto como estuvo fuera de vista, me fui de la penumbra

silenciosa de la galería para el espacio de oficinas iluminadas detrás.

Los visitantes tenían que tocar el timbre que sonaba a través de la

puerta principal, por lo que razonaba que no estaba siendo negligente si

pasaba un poco de tiempo lejos del mostrador.

No me tomó mucho tiempo descifrar la galería de Papy. La mayoría de

los libros eran catálogos de subastas o del siglo XX, libros académicos

sobre arte y arquitectura a través de los siglos. Con mi experiencia de

investigación recientemente adquirida, podía decir que no contenían

nada de los revenants.

Fui de nuevo al frente de la galería para asegurarme de que nadie

estaba esperando afuera de la puerta, y luego me dirigí al otro lado del

espacio, donde Papy tenía su colección privada. Encendí las luces de la

pequeña y suntuosa habitación, buscando por el suelo cualquier cosa

que pudiese ser de interés. Unos pocos volúmenes antiguos apoyados

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en una mesa auxiliar con unos guantes y una lupa colocados al lado de

ellos. Me puse los guantes y abrí uno de los libros. Era un documento

histórico con listas de productos y las fechas al lado de ellos, que

parecían ser de un rey o las cuentas de los tributos que recibía un Lord.

Volví un par de páginas. Más de lo mismo. Y ninguno de los otros libros

tenían nada de interés.

Me paré y pensé por un momento. Papy trataba sólo con artefactos,

esculturas, orfebrería y cuando compró fincas para buscar pergaminos

y documentos históricos de valor para que los comerciantes de arte

hiciesen negocio con el. Pero durante esta temporada de trabajo, había

algunos documentos que no tuvo tiempo de revisar y catalogar,

especialmente los libros y dibujos que no entendía. Me dirigí a su

armario-almacén en la parte posterior del pasillo y traté de abrir la

puerta.

Bloqueada.

Papy siempre llevaba consigo las llaves, pero tal vez las dejó en algún

lugar de la galería. Volví a la recepción excavado a través de un par de

cajones, y encontré una pequeña llave pegada al lado de uno de ellos,

cerca de la parte posterior. Con cuidado, la despegué, volví al armario y

dejé escapar un suspiro de alivio cuando entró fácilmente en la

cerradura.

En el interior había una pila de cuatro cajas que rezaban: ESTADO:

MARQUÉS DE CAMPANA. Papy había escrito la fecha de compra en el

lado de la caja: hace unos días. Conociéndolo, probablemente había

puesto las piezas más importantes de la finca adelante del escaparate, y

almacenó el resto de objetos hasta que tuviese la oportunidad de

investigarlos uno por uno. Saqué una caja del armario y la abrí.

Diminutos paquetes envueltos en un trapo... figuras de metal en

miniatura. Desenvolví una y volví a envolverla, dejando la caja en su

sitio.

La segunda caja estaba llena de minúsculas bolsas de plástico zip-lock

que contenían joyería antigua y piedras talladas, del tipo que se

encuentra en un anillo. Intaglios, me acordé de cómo los llamaba Papy,

y cogí uno para descubrir una figura de Hércules llevando la piel del

león en jade tallado en un óvalo. A pesar de que había estado alrededor

de los objetos de Papy desde que era un bebé, nunca dejaba de sentir

un escalofrío de asombro cuando tenía algo hecho hace más de mil

años atrás.

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Sabía lo que había en la tercera caja antes de siquiera abrirla. El olor

del papel húmedo hizo que me diese cuenta, y miré hacia abajo para ver

una colección de antiguos libros. Más bien, manuscritos. Y aunque la

mayoría, los más frágiles, estaban en bolsas de plástico, había unos

volúmenes más sólidos sueltos en la caja.

Libros de un colector de antigüedades romanas... Ahora, esto podría ser

prometedor. Tomé la primera página. Era un viejo libro impreso en

alemán con grabados de la estatuaria griega y romana. Lo coloqué

cuidadosamente en el suelo y llegué a un pequeño libro con formas

decorativas y remolinos labrados en color marrón rojizo en la cubierta

de cuero.

Era del tamaño de los libros de oración ilustrados que había visto en la

Louvre, pero mucho más delgado, y cuando lo abrí, vi que se trataba de

un manuscrito, escrito con el puño y letra gótica de los monjes

medievales. Recordé haber leído sobre la ilustración de los manuscritos.

Algunos monjes se habían pasado toda su vida copiando libros y

adornándolos. Antes de la imprenta, la copia era la única forma de

tener múltiples ejemplares de un libro.

No era una obra maestra como los que había visto protegidos en Museo.

Era simple, pero hermoso, con vides de oro y adornos que decoraban los

bordes. La primera página era una explosión de hojas y bayas, en la

parte inferior central, dos cráneos. Immortal love, leí en francés, y fui a

la siguiente página ilustrada en la que estaban pintados un hombre y

una mujer, inocentes, cogidos de la mano. Y aunque la pintura era

simple, me di cuenta de que la mujer era mayor, estaba representada

con el pelo blanco, y que el hombre era muy joven, un adolescente.

La imagen había sido pintada hacía muchos siglos. Tal vez incluso un

milenio. La examiné cuidadosamente, fijándome en cada detalle. La

mujer era vieja, su postura un poco encorvada. Y el hombre brillaba con

la juventud y la salud. Yo hubiera pensado que era una anciana con su

nieto, a excepción de la forma en que estaban agarrados de la mano y

de la cabeza ligeramente inclinada hacia la otra en un gesto de

solidaridad y afecto.

Me volví de nuevo a la página del título. L'Immortel Ameur, leí de nuevo,

y luego vio un subtítulo escrito con letras de araña de abajo. Por lo que

puede, la tinta se había desgastado con los siglos, y el francés antiguo

era difícil de descifrar.

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—Un cuento... el amor y tragedia... un bar... y... humana... —Mi

corazón estaba atrapado en mi garganta. ¿Podía la palabra ser bardia?

Sólo había espacio suficiente para que fuese eso. ¿Y un ser humano?

Oh, Dios mío, había encontrado algo. Mi cabeza me daba vueltas, y

luego me quedé en blanco abruptamente cuando el timbre de la puerta

de la galería zumbó. Me levanté, un poco tambaleante, y corrí hacia la

galería. Una figura familiar estaba detrás de la puerta de cristal, lo

suficientemente alto como para asumir la totalidad cristal de la

ventana. Él rodeó sus ojos con las manos para poder ver el interior.

Después, presioné el desbloqueo de las puertas en la recepción.

—Vincent —exclamé, sintiendo una punzada de culpa—. ¿Cómo supiste

que estaba aquí?

Entró en la galería con las manos en los bolsillos y una sonrisa en su

rostro. Después de darme un beso suave, me soltó y miró con

curiosidad el espacio.

—Tengo mis formas —dijo.

Lo dijo con la voz de Vincent Price, y levantando una ceja, bromeó:

—Yo siempre sé dónde estás.

—No, en serio —me empujó, riendo.

—Bueno, verás, hay una cosa que se llama mensaje de texto —dijo,

inexpresivo—. Y recibí uno tuyo diciendo que estabas en el mostrador

esta tarde.

Un esbozo de sonrisa curvó las comisuras de sus labios.

—Oh, está bien —le dije, moviendo la cabeza sin convicción. Toda esta

situación con las operaciones encubiertas de Vincent estaba jugando

con mi mente. Estaba volviéndome paranoica.

—Entonces, ¿qué estás haciendo aquí? —preguntó Vincent—. Esta es la

primera vez en todo el tiempo que te he visto en un empleo medio

remunerado. No es que la tarea no sea remunerada, claro.

Estuve a punto de abrir la boca para decirle todo el asunto del libro y

enseñárselo, cuando de pronto dudé. No quería que lo viera... todavía.

No hasta que hubiese comprendido realmente lo que significaba. Tal vez

fuese mi orgullo que me retenía, pero quería ver su cara cuando le

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pusiese el rompecabezas terminado delante de él, consiguiendo una

valiosa información que no podría haber encontrado en otro lugar.

—Me aburría. Pensé que sería divertido hacer algo diferente para

cambiar un poco.

—¿Aburrida? —me miró asombrado Vincent—. En la última semana y

media has ido a ver cuatro películas con Violette, y tú y yo apenas

hemos salido... bueno, no tanto como me hubiera gustado. —Un

destello de culpabilidad le cruzó la cara antes de que él lo obligara a

desaparecer.

—Entonces, ¿qué vas a hacer esta noche? —pregunté.

—Lo de siempre, cosas revenant aburridas —respondió, visiblemente

inquieto, y luego suspiró y me miró a los ojos.

—Kate, ¿sabes lo que estoy haciendo?

—No exactamente. —No pude evitar el rastro de amargura en mi voz.

Vincent me llevó cerca y me dijo:

—¿Quieres que me vaya? Solo tienes que decirlo.

—No —negué con la cabeza, y Vincent me envolvió con sus brazos.

—Te quiero, Kate —susurró. Cerré los ojos y me quedé cerca de él.

—Todavía tenemos la cita de mañana por la noche, ¿no? —murmuró.

Me aparté de él y sonrió.

—¿La pizza y una película en nuestro cine privado? ¡No me lo perdería

por nada del mundo!

—Sí, trato de ir con estilo. Para que no te olvides de mí los tres días que

estaré dormant.

—Como si pudiese. —Tirando de él hacia la puerta, le dije—: Papy

volverá en unos pocos minutos, y no quiero que piense que estaba

vagueando en el trabajo.

—Hey, tú Papy me ama —dijo Vincent.

—Él no es el único —le dije, y lo empujé por la apertura de la puerta.

Cerrando de forma segura detrás de él, me sopló un beso insolente al

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aire a través del cristal. Riendo, se volvió y se dirigió por la avenida

hacia su barrio.

Corrí a la oficina, me metí el pequeño libro en mi bolso, y luego puse las

cajas de regreso a sus lugares del armario-almacén. Justo cuando cerré

con la llave la puerta, oí girar la llave en la parte delantera, y escuché la

voz de Papy llamándome para decirme que había regresado.

—Estoy en la parte de atrás —dije, con mi voz temblando en pánico.

Todavía tenía la llave del armario en mi mano. ¿Cómo podía devolver la

llave al cajón sin que Papy se diese cuenta? Salí a la galería principal y

me recompuse tanto como me fue posible, le di una gran sonrisa y le

pregunté cómo había ido su reunión.

—Muy agradable e interesante, ma princesse. —Se apresuró a la parte

posterior para colgar su abrigo—. Conseguí otro contrato de un

distribuidor para ello. Pero no estoy seguro de que sea mía, ya que hay

otro interesado, sin embargo —vino su voz apagada desde detrás del

divisor. Rápidamente, cogí un pedazo de cinta adhesiva y pegué la llave

en el sitio del cajón donde había estado.

Justo cuando cerré el cajón, Papy salió del pasillo.

—¿Pasó alguna cosa interesante cuando no estaba? —me preguntó,

llegando a mi lado detrás del escritorio.

—Vamos a ver... el presidente francés dejo a… ¿cómo se llamaba?

Brigitte Bardot. Oh, sí, y luego Vanessa Paradis entró con Johnny Depp

y compraron una estatua de un millón de euros. Ya sabes, lo de

siempre.

Él negó con la cabeza divertido, y empezó a escribir en su agenda una

cita. Le di un beso de despedida y traté de no echar a correr mientras

me dirigía hacia la puerta.

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Capitulo 15 Traducido por Cr!sly

Corregido por Catleo

En cuanto llegué a casa, tiré la tarea en una silla y me senté en mi

cama con el libro. Al principio fue difícil. Al igual que cuando lees

Beowulf16 en inglés, había un montón de palabras que no conocía. Pero

poco a poco, la magia de la historia me atrapó y me sentí como si

hubiera estado allí con los personajes. Goderic, un revenant de 19 años,

y Else, la chica con la que se casó meses antes de morir.

Fue Else quien estuvo allí cuando Goderic despertó, el día en el que iba

a ser sepultado. Ella le dio de comer y de beber, y él obtuvo su

inmortalidad. Aprendieron que a partir de ese momento, él era un

profeta que había seguido su luz.

Else y Goderic se convirtieron en transeúntes, mudándose cada vez que

se moría para que los lugareños no sospecharan. Cuando ella envejeció,

tuvieron que cambiar su historia, diciendo que eran madre e hijo.

Después de muchos años, Else enfermó. Goderic llamó a un guérisseur

para que la curara, y el curandero supo lo que él era por su aura.

Goderic rogó al hombre para que lo ayudara a encontrar una manera

que lo dejara envejecer de forma normal junto a su amada, de resistir el

gran deseo de morir. El guérisseur no tenía ese conocimiento, pero le

habló de otro curandero que poseía mucho poder en el área de los

inmortales.

La siguiente parte estaba llena de palabras que no entendía. Estaba

redactada en un estilo peculiar, como una profecía, pero traté de

descifrarla palabra por palabra. Aún hablando de un poderoso

curandero, el hombre le dijo a Goderic:

—De su familia vendrá el vencedor. Si alguien tiene la clave a su difícil

dilema, será el clan de Victor Seer17. Vive en una lejana tierra, entre las

16 Beowulf: poema de la épica anglosajona, anónimo, escrito en inglés antiguo en

verso aliterativo. 17 Seer: significa profeta, vidente.

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A… y se encuentra bajo la Sign of the Cord18 vendiéndole reliquias a los

peregrinos.

Mi corazón dio un vuelco. Había una palabra tachada. Una palabra

esencial. Después de la A mayúscula, una línea gruesa de tinta negra

había oscurecido el resto de la palabra, lo que hacía imposible saber

dónde vivía el curandero. Alguien lo había tachado a propósito. Alguien

que no quería que el curandero fuera encontrado, pensé.

Me forcé a seguir leyendo, con la esperanza de que la palabra

reapareciera más adelante, pero no fue así. Goderic y Else comenzaron

su viaje hacia el norte, pero ella contrajo otra enfermedad durante el

trayecto y murió en los brazos de Goderic. Estaba tan perturbado, que

viajó y persiguió a un numa, a quien ―le entrego su vida‖.

Para cuando había terminado, eran las dos de la mañana.

¿Quién sabía si en esta historia habría una pizca de verdad? Pero si

había alguien que pudiera ayudarnos a Vincent y a mí, no me detendría

hasta encontrarle. Sin embargo, antes de eso, tenía que encontrar otra

copia del libro, una copia que no estuviera manipulada. Y sabía

exactamente por dónde comenzar.

A pesar de que solo dormí unas horas, me desperté en cuanto mi

alarma sonó. La había programado para madrugar, así podría alcanzar

a Mamie antes de que ella saliera de su taller de restauración y se

perdiera en su trabajo. Pero cuando llegué a la cocina, me di cuenta que

era demasiado tarde: los platos del desayuno de Mamie se encontraban

en el fregadero, y el delantal blanco que usaba mientras trabajaba

restaurando pinturas no estaba en el gancho de la puerta.

Corté una baguette a la mitad, la corté a lo largo, y luego unté un trozo

de mantequilla sobre la longitud de mi pan. Un poco de mermelada

casera del árbol de membrillo que hay en el patio de mis abuelos, y yo

sostenía una tartine19 tradicional. Simple, pero deliciosa. La envolví en

una servilleta y la llevé arriba conmigo.

Entrar al estudio de Mamie era entrar a un mundo diferente, un mundo

con esencia a pintura de óleo y trementina20, habitado por temas de

18 Sign of the Cord: originaria del inglés, significa ―Señal de la Cuerda‖. 19

Tartine: del francés, significa rebanada y suele llevar encima cualquier tipo de

comida. 20 Trementina: jugo casi líquido que se emplea principalmente como disolvente en la

industria de pinturas y barnices.

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siglos de pintura. Las jóvenes madres aristocráticas con sus niños

perfectamente vestidos y perros con cintas adornadas jugando a sus

pies. Vacas de aspecto triste que masticaban alimento en medio de la

niebla que cubría los pastos. Diminutos santos arrodillados frente a

una cruz, con un Jesús de tamaño gigante colgando de ella,

ensangrentado y torcido. Todo y nada se encontraba en el mundo de

Mamie. Yo había pasado cada momento libre de mi niñez aquí.

Mi abuela cepillaba un líquido transparente sobre la superficie de una

pintura de la era oscura de las ruinas romanas.

—¡Hola, Mamie! —dije, mientras caminaba detrás de ella y me sentaba

en un taburete.

Tomé un bocado de la tartine mientras la veía trabajar. Ella dio un

último brochazo con mucho cuidado, luego se giró sonriendo.

—¡Te levantaste temprano, Katya!

Ella hizo un gesto de que si no tuviera las manos llenas, me besaría.

Sonreí. El tan importante beso en la mejilla de-te-veo-por-primera-vez–

en-el-día. Nunca me acostumbraría a dejar que alguien se acercara a mí

antes de cepillarme los dientes.

—Sí. Tenía un par de cosas que hacer antes del colegio. Y estaba

pensando en algo que escuché en el mercado el otro día. Pensé que

podrías explicármelo.

Mamie asintió expectante.

—Esta mujer estaba hablando de encontrar un guérisseur. Para su

eccema, creo. Y he escuchado hablar de los guérisseur, conozco que la

palabra significa ―curandero‖, pero realmente no comprendo cómo

trabajan. ¿Son algo así como los sanadores de la fe que tenemos en

Estados Unidos?

—Oh, no —Mamie sacudió la cabeza con fuerza y chasqueó la lengua en

un tono de reproche.

Puso el pincel en un frasco con líquido y se limpió las manos en una

toalla. Por esa respuesta tan entusiasta, sabía que venía una buena

historia. Mamie adoraba hablarme de las tradiciones francesas que yo

no conocía, y mientras más raro el tema, más lo disfrutaba ella.

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—Pas du tout21. Guérisseur no tiene nada que ver con la fe, aunque

algunos dicen que sus curaciones son psicosomáticas. —Me reí

mientras veía como se animaba, preparando su historia—. Pero yo, por

mi parte, sé que no es así.

¡Voilà!, pensé, confiar en Mamie para obtener información de este tema

extraño.

—¿Qué son ellos exactamente, de todos modos?

—Bueno, Katya. Los guérisseuses22 han existido desde hace siglos,

desde el momento en el que no existían suficientes doctores. Por lo

general se especializan en algo, como la curación de verrugas o

eccemas, o incluso fijar fracturas de huesos. Ese mismo don se pasa de

un familiar a otro y, una vez que fuese transmitido, el curandero

anterior ya no lo tendría. Siempre hay un solo guérisseur en una familia

a la vez y cada uno debe aceptar conscientemente la responsabilidad

con el fin de heredarla. Es por eso que no quedan muchos. Esta solía

ser una profesión honorable. Ahora, con la medicina moderna y

creciente escepticismo, son menos las personas que se sienten

orgullosas de llevar ese don y la mayoría de la generación más joven se

niega rotundamente a aceptarlo. Y cuando esto sucede, el don

desaparece.

—Suena muy impresionante, de hecho —admití.

—Aún es más impresionante cuando ves que funciona —dijo Mamie con

un brillo en sus ojos.

—¿Te has encontrado alguna vez con un guérisseur?

—Sí. Dos veces, en realidad. Una vez fue cuando estaba embarazada de

tu padre. Ni siquiera estaba de tres meses y un viejo granjero que vivía

cerca de nuestra casa de campo me preguntó si quería saber si se

trataba de un niño o de una niña. Resultó ser un guérisseur, y ese fue

el regalo por parte de su familia. Eso y curar la adicción a la nicotina, si

mal no recuerdo —dijo mordiendo su labio inferior, con la mirada

perdida en la distancia.

—¿Y no crees que fue sólo un golpe de suerte? —pregunté.

21

Pas du tout: originaria del francés, significa ―en absoluto‖. 22

Guérisseuses: término francés, plural de guérisseur (curandero)

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—De más de un centenar de niños, él nunca estuvo equivocado. Y tu

Papy23 no tendría el hermoso rostro que tiene hoy en día si no fuera por

otra guérisseur —continuó—. Una vez, cuando él estaba quemando un

montón de hojas, el viento cambió de dirección y las llamas lo golpearon

en la cara. Se quemó las cejas y la parte delantera de su cabello. Pero

un vecino lo llevó directamente a su madre, y ella ―disipó‖ la

quemadura. Lo más extraño fue… que ella ni siquiera lo tocó, ella actuó

como si hubiera barrido su cara y luego hubiera tirado algo a la basura

agitando sus dedos. Y realmente funcionó. No tenía quemaduras. Pero

le tomó un tiempo a sus cejas volver a crecer.

—Bueno, eso es un poco más difícil de discutir —admití.

—No hay nada que discutir. Funciona. Estas personas tienen una

especie de poder. Sólo no preguntes cómo ni por qué. No tiene ningún

sentido. Pero muchas cosas importantes en este mundo no lo tienen.

Su historia completa. Mamie dio unas palmaditas en la parte frontal de

su delantal y se acercó a mi lado.

—Tengo que trabajar, cariño. El Musée d’Orsa24 necesita esto para el fin

de semana —rozó suavemente mi barbilla con su mano—. Tú sabes,

Katya, cada día te pareces más a tu madre.

Viniendo de cualquier otra persona, esto me hubiera destruido.

Viniendo de Mamie, era justo lo que necesitaba escuchar. Mi madre

había sido fuerte, inteligente y lo suficientemente determinada para

obtener lo que sea que ella quisiera, sin importar lo difícil que resultara.

Como la búsqueda que enfrentaba ahora. Tener la cara de mi madre era

un recordatorio diario de que yo podía ser tan fuerte como ella lo fue. Y

luchar por lo que más quería en la vida era la mejor manera de

mantenerla viva en mi corazón.

23

Papy: originario del francés, significa ―abuelo‖. 24

Muséé d'Orsa: museo ubicado en París, Francia, dedicado a las artes plásticas del

siglo XIX, y especialmente famoso por sus fondos del impresionismo.

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Capitulo 16 Traducido SOS por Omakehell

Corregido por Catleo

A pesar de que Vincent me había dicho que me iba a recoger más tarde,

al anochecer, me fui directamente a su casa después de la escuela. Él

me abrazó nada más verme, y luego me bajó y se pasó una mano por el

pelo, preocupado.

—Tengo que ocuparme de un montón de cosas aburridas antes de lo de

esta noche —dijo en tono de disculpa.

—Lo sé. He traído los deberes.

Le di un beso en los labios mientras caminaba junto a él bajo el gran

vestíbulo. Yo había estado aquí un centenar de veces ya, pero cada vez

que entraba me hacía sentir como si me estuviera adentrando en un

palacio. Aunque, bien mirado, eso es básicamente lo que era. Vincent

me cogió de la mano mientras caminábamos por el largo pasillo hasta

su habitación, y se agachó delante de la chimenea para encender el

fuego mientras yo me sentaba en el sofá.

La verdad sea dicha, me encantaba ver a Vincent prepararse para

entrar en modo dormancy. Me hacía sentir más controlada, como si me

estuviera preparando para estos tres alucinantes días yo misma. No

había nada que pudiese hacer para colaborar pero, por lo menos, podía

observar.

Era fácil olvidar lo que era mientras contestaba al e-mail y verificaba

todas las facturas online y los saldos bancarios que dirigía para su

gente. Parecía un adolescente trabajador, del tipo de trabajador raro

que sabe lo que quiere para el futuro y está haciendo todo lo posible

para conseguirlo.

Esa ilusión se rompió cuando puso una botella de agua y una bolsa de

frutos secos y nueces al lado de nuestra foto en su mesilla de noche.

Esto me recordó que este era su futuro, exactamente lo que estaba

haciendo en este momento, para el resto de la eternidad.

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Le vi acabar las preparaciones para su predormancy. Aunque Jeanne

siempre se aseguraba de que hubiese una bandeja llena de comida y

bebida a la espera para cada uno de los revenant cuando él o ella se

despertasen, Vincent tenía ese temor primitivo a que ocurriese alguna

catástrofe y que no estuviesen ni ella ni ninguno de ellos para

proporcionarle esa primera comida que era primordial para sobrevivir.

Ahora sabía la importancia de este gesto: sin algo de comer y beber, al

despertar, un revenant podría expirar. Eso significaba que Vincent

podría pasar de una muerte temporal a una mucho más permanente.

—Así que, mon ange25, ¿hacemos lo de todas las noches o probamos

algo diferente? —dijo Vincent, acariciando mi oído mientras pretendía

leer mi libro de química.

Este iba a ser el quinto mes que presenciaba la fase de dormancy de

Vincent.

La primera vez no sabía lo que era, y encontrármelo aparentemente

muerto, casi me asustó lo suficiente como para matarme

prematuramente. Pero, mirándolo por el lado bueno, descubrí qué eran

realmente los revenant.

El segundo mes fue cuando descubrimos que éramos capaces de

comunicarnos mientras él se encontraba volant. Y después de eso,

caímos en una rutina. Pasábamos la noche antes de su fase dormant

con una pizza y viendo películas en la sala de cine privada en su

sótano. Después, Vincent me llevaba hasta casa y nos decíamos adiós.

A él no le gustaba que le viese mientras no pudiese comunicarse

conmigo.

Sin embargo, durante los dos días siguientes, con Vincent capaz de

viajar fuera de su cuerpo y hablar conmigo, pasábamos cada momento

juntos mientras no tuviese que salir a algún sitio con los demás.

Al principio no me gustaba que viniese a mi casa mientras que estaba

volant. Pero ya estaba bien con eso. Mientras me dejara saber que

estaba allí, la idea no me aterraba tanto. Por el contrario, me encantaba

ir a dormir con él susurrándome en la cabeza. ¿Qué podría ser más

romántico que escuchar a tu novio arrullándote con murmullos de

palabras bonitas mientras estabas dormitando?

Juro que tenía los mejores sueños cuando él estaba allí. Estaba segura

de que ponía ideas hermosas en mi cabeza durante toda la noche, pero

25

Mon ange: originario del francés, significa ―mi ángel‖.

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cuando se lo comenté, él dijo que nunca se aprovecharía de una dama

mientras ella estuviese inconsciente. Su sonrisa juguetona cuando lo

dijo, no fue nada convincente.

—Noche de película, sin duda —dije.

Vincent asintió con la cabeza, con la cara más tensa que de costumbre.

A pesar de que cayera dormant durante la noche, comenzaba a sentirse

débil horas antes. Pero este mes se veía más débil de lo normal. Parecía

verdaderamente horrible.

Los círculos oscuros bajo los ojos ahora se parecían a contusiones. Su

piel estaba pálida y hundida, y parecía exhausto, como si acabase de

correr una maratón.

—Vincent, sé que prometí no indagar para conseguir más detalles sobre

el ―experimento‖, pero si lo que estás haciendo se supone que te hace

más fuerte, no parece que está funcionando muy bien. De hecho, yo

diría que está teniendo el efecto contrario.

—Sí, lo sé. Todo el mundo se está volviendo loco de lo mal que me veo.

Pero, como he dicho, las cosas tienen que empeorar antes de empezar a

mejorar.

—Bueno, una cosa es estar peor y otra… es tener los ojos negros —dije,

corriendo mi dedo ligeramente por los moretones.

—En tres días voy a estar como nuevo otra vez, así que no te preocupes

—dijo Vincent, viéndose como si le costase seguir su propio consejo.

—Está bien —me encogí de hombros derrotada, y me eché hacia atrás

cruzándome de brazos—. Así que, ¿qué vamos a ver esta noche en Le

Cinéma de la Maison?

Vincent era como una enciclopedia con patas en el tema de las

películas, y había quedado intimidada hasta que comprendí que yo

podría saber tanto como él si no durmiera nunca.

—Estaba pensando que, ya que no las habías visto, podemos ver

Scarface o El cielo sobre Berlín —respondió.

Miré las dos cajas de los DVD que Vincent sostenía en la mano.

—Bueno, no estoy realmente de humor para la sangrienta guerra de

mafias en la década de 1980 en Miami, por lo que una película de arte y

ensayo alemán sobre ángeles de la guarda suena bien.

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Vincent sonrió con cansancio y cogió el teléfono para solicitar nuestras

pizzas.

Miré la hora. Teníamos por delante un par de horas juntos antes de que

me llevase a casa. Después de eso, tenía un día entero durante el cual

Vincent no tendría ni idea de lo que estaría haciendo. Lo cual, era

exactamente lo que quería.

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Capitulo 17 Traducido por Elizzen

Corregido por Marce Doyle*

Salí fuera de mi edificio en la mañana de sábado lista para mi

entrenamiento semanal, para ver a... nadie. Entonces, recordé que

Vincent no podría estar ahí. Ni siquiera en espíritu. Hoy estaba tan

muerto como una piedra en forma durmiente.

Tecleé el código cuando llegue a la mansión, pasando hacia el patio y

llamando a la puerta, como habitualmente hago cuando Vincent no

estaba conmigo. Gaspard abrió la puerta con una cara de sorpresa y

luego, dándose cuenta, pidió disculpas.

—Oh, querida Kate —dijo dando un paso a un lado y dejándome pasar

dentro de la casa—. Me he olvidado por completo de nuestro

entrenamiento. Debí haberte llamado para cancelarlo. Veras, Charlotte

ha llamado esta mañana. Charles se ha ido.

—¿A que te refieres con que ―se ha ido‖? —respondí.

—Parece que espero lo suficiente para que Geneviève se mudara antes

de alejarse de Charlotte. Dejó una nota esta mañana diciendo que no se

preocupase por él, pero que estaría lejos por un tiempo. Que necesitaba

irse a algún sitio para ―poner en orden‖ su cabeza. —Gaspard siempre

sonaba torpe cuando intentaba usar frases contemporáneas.

—¿Irá alguien a buscarlo?

—¿En que sitio podríamos empezar? —replicó Gaspard—. Charlotte y

Geneviève se quedarán ahí de momento, en caso que decida volver. De

lo contario, haremos correr la voz entre nuestros parientes mas

cercanos, y estoy seguro de que la noticia viajara. Quizás escuchemos

algo de alguien que le haya visto. —Permaneció de pie por un rato

mirando el suelo, como si las baldosas tuvieran la respuesta de dónde

estaba Charles, y entonces, saliendo de su aletargamiento, dijo—: En

cualquier caso, todavía tengo varias llamadas que hacer, así que, por

favor discúlpame.

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—¿Hay algo que pueda hacer?

—No, no hay nada que se pueda hacer —masculló entre dientes

mientras se dirigía hacia la doble escalera.

—Entonces creo que me quedaré —grité.

—Sí, sí —dijo como un loco, despareciendo al final del vestíbulo en la

parte superior de las escaleras.

Me quede ahí, sintiéndome horrible por un momento, preguntándome

donde podría estar Charles ahora, y pensando en cómo Charlotte

estaría volviéndose loca de preocupación. La escribiría tan pronto como

llegara a casa.

Echando un vistazo por el pasillo hacia la habitación de Vincent, casi

tuve que retenerme físicamente para no ir a verle. Incluso sabiendo que

no nunca se enteraría, decidí ser buena. Esta vez.

Entonces, caí en la cuenta. Esta era la oportunidad perfecta para

comprobar la biblioteca de JB. Esperé un par de segundos, hasta que

escuché cerrarse la puerta de Gaspard, y salté arriba por las escaleras

haciendo mi camino hacia la biblioteca.

Para mí, este lugar era como el cielo de los libros. Nunca había estado

aquí sola, sólo con el grupo completo durante un par de reuniones a las

que había asistido. Y ahora, aquí estaba, toda mía para descubrir. Miles

de volúmenes, muchos de los cuales asumí que contenían referencias

sobre revenants, alineados a las paredes en columnas, tan altas que los

estantes superiores tenían que ser accedidos con ayuda de una escalera

de mano.

¿Por dónde empezar? Sabía lo que quería: el alijo de libros adquiridos

recientemente que había mencionado Vincent, aquellos que Gaspard,

actuando de buscador y bibliotecario no oficial del clan parisino, no

había tenido tiempo de investigar. Estaba convenida que si hubiese

visto Amor Inmortal, y si lo hubiese leído de cabo a rabo, él habría

comprobado la opción de guérisseur, y Vincent me lo habría contado.

Me llevó unos minutos hojear entre las estanterías, como en la

biblioteca de Papy, situándome en el laberinto de libros. Aunque

definidamente había un tipo de orden entre ellos, no podía decir cuál

era. No obstante, los lomos de cada libro tenían una etiqueta con un

número de referencia, justo como en una biblioteca pública. Después de

un rápido vistazo alrededor de la habitación, divisé algo que calentó mi

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corazón: un gran armario de madera con decenas de pequeños cajones.

Gaspard mantenía un catálogo con tarjetas tradicional. Tenía ganas de

darle un beso.

No había un nombre de autor en el libro de Papy, así que pasé a los

cajones que estaban catalogados por el nombre de los libros. Y para mi

asombro, ahí estaba, Amor Inmortal, escrito con una letras a la antigua.

Permanecí ahí, embobada, incrédula por lo fácil que había sido

encontrarlo. Debajo del titulo, Gaspard había escrito en francés ―Ilum.

Manu. s X, Fr.‖, con el numero de sistema decimal de Gaspard en la

esquina superior derecha. Memoricé el número y fui a buscarlo.

Y eso fue... no tan fácil como había pensado. El libro no estaba en el

estante donde debería estar, el cual estaba lleno de cajas de archivos,

posiblemente con otros manuscritos iluminados. Y tampoco estaba en

ninguna de las baldas cercanas. Me abrí paso por la habitación,

intentando otra vez entender la organización de Gaspard. Cerca de las

ventanas, divisé un conjunto de estantes que no estaban llenos a

rebosar de libros como los otros. E investigándolo de cerca, vi una

pequeña placa metálica pegada en el frente de la estantería grabada con

palabras à LIRE.

―Para leer‖.

Mi corazón se aceleró cuando pasé mis dedos por los lomos y me di

cuenta que también estaban organizados por números. Gracias a los

dioses por el trastorno obsesivo-compulsivo, pensé, y entonces lo vi. El

número correcto sobre el lomo de una caja de archivo. La abrí y ahí

estaba: encuadernado en cuero color oxido como la copia de Papy.

Saqué el libro y dejé la caja con cuidado en su sitio. Después, llevándolo

hacia una pequeña mesa apilada hasta arriba con volúmenes variados,

me senté y abrí la cubierta. Ahí estaban ellos, Goderic y Else, tomados

de las manos en un retrato casi idéntico al libro de Papy.

Había empezado a pasar las páginas, con cuidado, hasta el pasaje sobre

el guérisseur, cuando oí pasos aproximándose y el pomo de la puerta

empezó a chirriar. Entrando en pánico, metí el libro en mi bolso, cogí

otro volumen de la pila de enfrente, y lo abrí.

La pequeña figura de Violette atravesó la puerta.

—¡Kate! —gritó, y vino hacia donde estaba sentada para darme dos

besos—. ¿Qué estás haciendo aquí?

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—Gaspard canceló mi entrenamiento, así que pensé que podría pasar el

rato y leer.

Violette miró por encima de mi hombro al libro que había abierto.

—¿Estás leyendo sobre la anatomía de serpientes? —preguntó confusa.

Miré abajo para ver que la pagina tenia un dibujo de una serpiente

diseccionada con términos en latín identificando los diferentes huesos y

órganos.

—Um, si. La naturaleza me resulta... ¡fascinante! —Me encogí por

dentro. Soné como la jefa de Geek Patrol.

Ella cerró el libro y se sentó encima de la mesa enfrente mía.

—Así que Vincent está dormant. ¿Te apetece hacer algo?

Sonreí.

—La verdad es que he quedado con Georgia para el almuerzo, pero

podemos quedar después para un pase de tarde.

—Podríamos mirar las dos en el Pariscope26 y llamarnos después.

¿Podríamos decir alrededor de las cuatro?

—Perfecto —dije, poniéndome de pie. Violette no se iba a mover, y yo me

estaba muriendo por echar un vistazo al libro. Podría haberlo leído ahí,

justo en frente de ella, pero se habría visto extraño guardar algo de la

colección de Jean-Baptiste en mi bolso. Lo devolvería mas tarde.

Gaspard tenía tantos volúmenes en su estantería ―Para leer‖, que

estaba segura que no lo echaría de menos.

—¿Has acabado con tu lectura sobre serpientes? —preguntó Violette en

broma.

—Um, sí —dije en bajito al dirigirme hacia la puerta—. No vemos luego.

Te mandaré un mensaje con mi lista de películas.

Ella sonrió y se despidió con la mano antes de dirigirse hacia el catálogo

de tarjetas.

Cerré la puerta detrás de mí, mi corazón latía con fuerza, cuando me

inundó una ola de culpa. ¿Qué demonios estaba haciendo? Estaba

26 Pariscope: página de internet/periódico virtual con las diferentes actividades (cine

teatro etc.) a las que se puede asistir en París.

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segura que a JB y a Gaspard no les importaría que usare la biblioteca

pero, ¿llevarme un antiguo, valioso libro a casa conmigo? Podía

imaginarme que no estarían muy contentos con eso. Lo traeré de vuelta

mañana, pensé, y me encaminé hacia la salida de la casa de los

muertos de vuelta al mundo de los vivos.

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Capitulo 18 Traducido por Helen1

Corregido por Marce Doyle*

Me senté en mi cuarto mirando los dos libros antiguos que yacían

abiertos uno al lado del otro en mi cama. La palabra que había sido

tachada en el libro de Papy era fácilmente legible en la copia Jean-

Baptiste, que era Audoniens. Sin embargo, el ―signo de la cuerda‖ había

sido tachado tan a fondo, que era imposible de descifrar. Ambos libros

eran necesarios para encajar las piezas del rompecabezas: el guérisseur

vivía entre los Audoniens y podía encontrarse bajo el signo de la cuerda.

Qué extraño, pensé. Alguien quiso hacer de este guérisseur muy difícil

de encontrar. Pero no imposible.

Bueno, si la identidad de alguien se estaba protegiendo, eso quiere decir

que se trataba de algo más que un cuento de hadas. Me preguntaba si

los descendientes de los curanderos estaban todavía alrededor mil

doscientos años más tarde. Por lo tanto, yo estaba buscando una tierra

lejana, por lo menos lejos de Goderic, dondequiera que él había vivido, y

un pueblo llamado Les Audoniens. Una vez que los encuentre, tendría

que averiguar que era el signo de la cuerda. ―Vendiendo reliquias a los

peregrinos‖, dijo. Así que probablemente era sobre la cuerda. ―La venta

de reliquias a los peregrinos‖, dijo. Así que probablemente cerca de una

iglesia.

Miré el reloj. Faltaba una media hora hasta mi almuerzo con Georgia,

una media hora de distancia hasta un restaurante en el barrio del

Marais. Pero Georgia siempre llegaba tarde. Deslizando mi laptop del

cajón del escritorio, escribí Audoniens en Google... y casi salto de la silla

cuando vi lo que apareció en mi pantalla. Audoniens era el apodo

francés para las personas que vivían en Saint-Ouen. Saint-Ouen...

como en el barrio en el norte de París. Por supuesto, en la época

medieval que debía haber sido un pueblo.

A medida que París creció, se tragó a todos los pequeños pueblos en sus

fronteras y los incorporó a la ciudad. Así que el curandero no dijo

―París‖ o ―parisinos‖, porque él se estaba refiriendo a la aldea entonces

separada de Saint-Ouen. Estaba tan cerca, que podía ir allí todos los

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días si es necesario hasta que encontrara lo que estaba buscando. O

encontrara que lo que estaba buscando ya no existía. Empujando mi

suerte, busqué ―signo de la cuerda‖ en inglés. Y vino con una gran

cantidad de referencias a las lesiones de la médula espinal. No había

nada de interés cuando comprobé en francés. Cerré mi portátil y lo metí

de nuevo en mi escritorio, luego coloqué el libro de JB con cuidado en

su propio cajón.

Tiré mi abrigo y salí del apartamento en un trote, con la copia de Papy

del libro en mi bolsa. Tenía lo que necesitaba, y al menos podría darle

su libro de nuevo hoy. Esperando que no hubiera tenido la oportunidad

de ir a través de su armario y se diera cuenta cuando lo sustituí. No es

que le molestaría que yo tomara cosas de la galería. Papy siempre había

sido demasiado generoso conmigo y Georgia. Yo no quería llamar la

atención sobre el hecho de Georgia. Yo no quería llamar la atención

sobre el hecho de que el libro que tomé fue todo acerca de aparecidos.

Definitivamente sería sospechoso después de mi resbalón ―numa‖ el año

pasado.

Fui en metro hacia el Marais, y caminaba por la calle pequeña llamada

rue des Rosiers, que fue tristemente célebre por la redada de la

Segunda Guerra Mundial de los Judíos por el transporte a los campos

de concentración. Una charcutería judía todavía tenía un agujero de

bala en una ventana, los propietarios lo dejaron como testimonio del

más oscuro de los tiempos en la historia del barrio. Me acercaba al final

de la calle, y vi las tres famosas tiendas de falafel alineados en una fila.

Dirigiéndome hacia una con la fachada de color verde, vi a Georgia ya

sentada en el interior. Puntual. Qué tenía que ser un récord personal

para ella. Comía bocadillos de falafel blandos bañados en salsa de

tahini. Mi hermana y yo nos pusimos al corriente sobre el último par de

días.

—¿Así que se necesita que tu novio esté muerto para que salgas

conmigo? —bromeó Georgia.

—No, está muerto-inactivo. Y tú eres la que está tan ocupada que

nunca te veo más.

—Sí, bueno, ser la novia de una estrella de rock ocupa todo mi tiempo

extracurricular. —Fingió hacer un lanzamiento de su pelo sobre el

hombro, aunque su pelo era demasiado corto para ser lanzado, y tomó

un gran bocado de pan de pita.

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—¿Estrella de rock? —bromeé—. ¿Cuando él consiguió la promoción

desde imitador?

—Ja, ja —dijo Georgia inexpresivamente—. Vas a ver por ti misma el

próximo sábado por la noche. Dado que vendrás. Entonces… dime.

¿Cómo va tu búsqueda de una cura milagrosa para Vincent?

—De hecho, encontré algo —dije, inclinándome hacia ella y apretando

su muñeca con entusiasmo.

—¡Qué! ¿Qué es? —Georgia agrandó los ojos. Cuidadosamente, me

limpie las manos, y luego, con una servilleta de papel para protegerlo,

jalé el libro de Papy de mi bolso. Volteé la primera página para

mostrarle el retrato doble. Lo estudió durante un segundo y luego

dijo—: Esto es una seria acción de puma sucediendo allí.

—¡Georgia!

—Lo siento. No pude evitarlo. Entonces, ¿qué es? —Guardé el libro en

mi bolso y le dije toda la historia.

—Vaya, ¿te llevaste algo de la biblioteca de Jean-Baptiste?

—Sólo por un día. No sé por qué yo no podía mostrárselo a Violette. —

Georgia levantó una ceja para mostrarme que sus sentimientos por

Violette se mantuvieron sin cambios.

—De todos modos, ahora tengo esta información misteriosa que seguir,

y voy de detective a los alrededores de Saint-Ouen en busca de algún

curandero sin nombre, cuya familia podría haber muerto hace siglos.

—Detectivesca. Eso es lo de Nancy Drew —sonrió Georgia—. Vas a tener

que conseguir una falda lápiz y una lupa de gran tamaño. —Su

expresión pasó de tonta para seria en un instante—. Entonces, ¿qué

puedo hacer para ayudar?

—Bueno, primero que todo, me puedes ayudar a devolver el libro a la

galería de Papy. Distraerlo mientras vuelvo a ponerlo de dónde lo saqué.

Pero después de eso, creo que prefiero hacer de detective sola, ya que

no tengo ni idea de dónde mirar primero.

—Trato. Sin embargo, sólo házmelo saber si alguna vez quieres que

venga. —Sonreí en agradecimiento.

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—Ah, y no le menciones nada a Vincent. No quiero que él sepa lo que

estoy haciendo hasta que esté segura de que estoy en lo cierto. Él ha

estado como… haciendo su propia cosa que no me está contando. —Yo

había hecho que sonara frívolo, pero mi voz se quebró. Los ojos de mi

hermana, se llenaron de simpatía.

—Oh, no, Katie-Bean. ¿Qué está pasando?

—Es algo que está haciendo para facilitar las cosas para nosotros, una

especie de prueba. Pero él no quiere hablar de eso porque piensa que

me va a asustar. Sea lo que sea, no es bueno para él. Se le ve agotado. Y

Tengo miedo de que sea peligroso.

—¡Oh, hermanita! —dijo Georgia, e inclinándose otra vez, me tomó en

sus brazos. Ella me dio un apretón cariñoso antes de sentarse atrás y

teniendo en cuenta lo que yo dije—. Bueno... en primer lugar, espero

que tus instintos estén equivocados y que Vincent no esté haciendo

nada estúpido. Pero en segundo lugar, creo que tienes toda la razón

sobre golpear por tu cuenta, Katie-Bean —dijo, acariciando mí brazo

para consolarme—. Siempre has sido la más inteligente de la familia. Si

piensas que puedes resolver esto, entonces estoy segura de que lo

harás. Y entonces, cuando te presentes con la respuesta a todos sus

problemas inmortales, golpearás a ese muchacho muerto justo en sus

pies. —Le sonreí, tranquilizándola.

No hay nada como una charla hermana-hermana para mayor

comodidad. Georgia y yo sacamos el sistema del remplazo del libro

brillantemente, con Papy tan sorprendido de ver a mi hermana en

realidad en la galería actuando interesada en las antigüedades, que

fácilmente me excusé, atrapé la llave y me metí en la trastienda. Me

sentí aliviada al ver que todas las cajas estaban en el armario donde las

había dejado. Papy nunca sabría que el libro se había ido por un

tiempo.

Dejando a Papy, Georgia y yo caminamos hasta la rue de Seine, más

allá de todas las galerías atestadas minimalistas y tiendas de

antigüedades. Eché un vistazo a la Palette, el café donde yo había visto

a Vincent con Geneviève el otoño pasado. La terraza estaba salpicada

con altos calentadores de gas en forma de árboles, y todas las mesas

debajo de ellos estaban ocupadas.

Mi atención fue atraída por un muchacho rubio sentado en una mesa

hablando con un hombre de pie junto a él. En la mesa había varios

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blocs de notas abiertos: El chico había sido interrumpido mientras

escribía. A medida que nos acercábamos, vi que era Arthur. Georgia se

fijó en él al mismo tiempo.

—Oye, ¿no es uno de los amigos de Vincent? —Arthur miró en nuestra

dirección, y él hizo una mueca cuando él registró quiénes éramos.

—¡Bonjour! ¡Hola! —dijo, después de un segundo de vacilación.

—Grandioso. Gracias, Georgia. Él se ve muy feliz de vernos —me quejé

al cruzar la calle para estar delante de su mesa. El hombre hablando

con Arthur era un hombre guapo mayor, probablemente alrededor de la

edad de Gaspard. Tenía el aspecto de alguien que yo conocía, pero no

pude ubicarlo. Y había algo extraño en él, algo en las afueras de la

comprensión de mi mente que no parecía correcto. Cuando vio a

Georgia y a mí rumbo a su dirección, él metió el periódico debajo del

brazo, caminó y se alejó rápidamente.

—Otra vieja amistosa persona conocida —murmuré a Georgia, y luego

dije en voz más alta—: Hola, Arthur. —Arthur se puso amablemente a

saludarnos.

—Hola, Kate. Y Georgia, ¿verdad?

—Georgia, si —mi hermana dijo con coquetería.

—Sí, bueno —Arthur hizo un gesto hacia la mesa—. ¿Les gustaría

unirse a mí para tomar un café?

—Claro —comenzó Georgia a decir.

—No —dije, interrumpiéndola—. Gracias, sin embargo. Tenemos cosas

que hacer. De hecho, se supone que debo reunirme con Violette pronto.

—Ah, sí, por una de sus citas para ver películas. Bueno, está justo

arriba de compras. —Indicó la dirección con un movimiento de cabeza,

y luego se quedó mirándome en silencio, con una expresión que parecía

casi de disculpa. Lo miré de vuelta y lo desafié a decir algo. Si el perdón

era lo que quería, no estaba obteniendo ninguno de mí.

—Nos vemos —le dije, después de una pausa incómoda, y tomando el

brazo de Georgia, la alejé. Tan pronto como salimos de su radio de

audición, se volvió hacia mí.

—¿Qué te pasa? —preguntó—. Él estaba tratando de ser amable.

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—Él también consiguió que me echaran de una reunión por ser

humana.

Georgia sacó el aliento con fuerza.

—¡Él no lo hizo!

—Él lo hizo —yo confirmé.

—Por lo tanto ambos son racistas —reflexionó Georgia—. Pero la

diferencia es que él es lindo. Katie-Bean, ¿no te recuerda como al

tipo…?

—Kurt Cobain.

—¡Por supuesto! —Estábamos casi fuera de la vista de la cafetería

cuando vimos a Violette a media cuadra de distancia inspeccionando la

pantalla en una vidriera. Detectándonos cuando íbamos hacia ella,

sonrió y saludó.

—¡Hola, Kate! Hola… —Y entonces vio quién estaba conmigo.

—¡Oh, maravilloso! La mismísima enana maligna —se quejó Georgia—.

Me voy de aquí —dijo en voz alta, lo suficiente para que Violette

escuchara, y se alejó por una calle lateral. La revenant actuó como si

nada hubiera sucedido.

—Yo estaba a punto de llamarte por teléfono acerca de nuestra película.

—Sí, yo también —le dije—. Pero vimos a Arthur y nos dijo dónde

encontrarte. Se suponía que debíamos encontrarnos hasta dentro de

una hora o dos, pero si quieres, podemos ir ahora.

—Absolutamente —dijo—. Mis planes eran sólo sentarme por ahí con

ese amargado en La Palette y esperar por ti.

—¿Amargado? —le pregunté, sorprendida. Esta era la segunda vez que

ella había dicho algo poco halagüeño sobre su compañero. No es que yo

no estaba de acuerdo.

—Oh, a veces Arthur puede ser un palo en el trasero. He estado con él

desde hace siglos, pero a veces me vuelve loca. —Ella me sonrió con

complicidad. Riendo, yo la tomé del brazo y caminé con ella hacia el

más cercano cine de autor.

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—Eso fue muy, muy extraño —reflexionó Violette mientras bebía su

café.

—Te lo advertí —le dije, moviendo un poco de crema batida en mi

chocolate caliente.

—Pero pensé que iba a tener algo que ver con... ya sabes... Brasil.

Quiero decir, eso es lo que se llama. Si la hubieran llamado ―Universo

Alterno Raro‖, yo no lo habría elegido. —Sonreí, pensando en la

confusión y el disgusto que había visto en el rostro de Violette durante

la escena de cirugía estética. Los efectos especiales no estaban todavía

en su vocabulario de película. Yo haría un punto en el futuro para

adherirnos las viejas películas clásicas.

—Entonces, ¿cómo te va con Vincent? ¿Él no ha hablado contigo acerca

de las cosas todavía?

—No —dije, mi sonrisa desapareciendo—. Y estoy un poco preocupada.

¿Has notado lo mal que ha estado luciendo últimamente? Lo que sea

que está haciendo, es obviamente muy duro para él. —Violette asintió

con la cabeza.

—Es probablemente un caso en el que las cosas empeoran antes de

empezar a mejorar. —Tomé un sorbo de mi chocolate y sacudí la cabeza

con frustración.

—Sabes, Violette, que he empezado a buscar mi propia solución. —Sus

cejas se alzaron.

—¿En serio? ¿Cómo qué?

—Bueno, lo mismo que él está buscando. Algo que impedirá su

necesidad de la muerte.

—¿Tú estás realmente así de molesta por verlo morir?

Asentí con la cabeza.

—Yo no reaccioné bien a la muerte de Carlos el pasado otoño, y él ni

siquiera era mi novio.

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—Bueno, supongo que es la reacción humana normal. Especialmente

para alguien como tú, que se ha visto afectada por la muerte tan

recientemente. —Ella tocó mi mano ligeramente en simpatía—. Así

que… ¿qué estás pensando?

—Bueno, yo no lo sé. Sólo estoy investigando en estos momentos.

—¡Ah, entonces es por eso que se encontraban en la biblioteca esta

mañana! —Yo sonreí con aire de culpabilidad.

—De hecho, encontré algo en otra parte, en la galería de mi abuelo. Un

libro sobre una pareja revenant-humano. Hablaba de un guérisseur que

podría haber tenido algún tipo de remedio.

—Eso suena interesante. ¡Me encantaría verlo! —dijo con entusiasmo.

—Bueno, en realidad acabo de regresarlo a la tienda de mi Papy. —Yo

no mencioné el hecho de que yo tenía una copia de Gaspard localizado

en el cajón de mi escritorio.

—¡Oh, qué lástima! —dijo—. ¿Qué tenía?

—Bueno, este manuscrito precioso de iluminación llamado Amor

Inmortal, y la historia era acerca de esta pareja, el hombre era revenant

y la mujer era humana. Ellos iban a consultar a un guérisseur que

podía ayudar, pero entonces la mujer murió y el marido tenía una numa

que lo destruía.

—He oído hablar de esa historia antes —dijo Violette, pensativa—. En

realidad no lo he leído, pero lo he visto mencionado en otros textos. —

Ella vaciló—. No es para desanimarte, pero tengo que advertirte, Kate.

Las viejas leyendas suelen ser sólo eso, leyendas antiguas. Puede ser

que tengan un grano de verdad en ellos, pero sin duda nada en lo que

podría basarse para ser útil.

—Probablemente tienes razón —le dije, con ganas de cambiar de tema

ahora. Una vez que hubiera devuelto el libro, podría mostrarle el

resultado y preguntarle lo que pensaba. Hasta entonces, yo preferí que

se olvidara de él. Lo último que quería era que ella fuera buscarlo en la

biblioteca de Jean-Baptiste y encontrara una caja vacía.

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Capitulo 19 Traducido por Alyshia Cheryl

Corregido por Marce Doyle*

No fue hasta que me metí en la cama esa noche, que lo sentí. La

soledad. Este era el día que menos me gustaba del mes. El día que

Vincent era inexistente. A pocas calles de distancia, su cuerpo yacía frío

en la cama.

No era como si tuviera que verlo cada momento del día. Pero cuando

supe que no podía hablar con él, que no había manera de ponerse en

contacto… bueno, fue cuando realmente me llegó.

Nosotros ni siquiera llevábamos juntos un año, pero realmente se sentía

como si Vincent fuera mi alma gemela. El me completaba. No es que yo

no fuera una persona completa por mi cuenta. Pero él parecía ser el

complemento de lo que yo era.

Apoyé la cabeza contra la almohada y cerré mis ojos.

La imagen de una pintura vino a mi mente, una de mis obras favoritas

de Cézanne. Es un lienzo pequeño y sencillo que representa dos

melocotones perfectos. Las frutas están pintadas con pinceladas sueltas

de naranjos, amarillos y rojos, sus colores vivos están combinados de

una manera que te hace querer coger uno de la pintura y morderlo para

experimentar su tentadora jugosidad para ti.

Pero había algo más en la pintura que ni siquiera notaste hasta que tus

ojos dejaron a la deriva los colores cálidos. Los melocotones sentados en

un plato de color blanco cremoso con una suave tela azul acurrucada

detrás de ellos. Si los melocotones habían sido pintados en lienzos

vacíos de fuego, los colores ardientes contra un fondo de color blanco

puro no habrían sido creíbles. Pero el fondo delicadamente pintado los

trajo a la vida.

Eso es lo que Vincent era para mí. Él me dio su contexto. Yo estaba

completa en mi misma, pero era mucho mejor estar completa junto a él.

Pero por ahora, yo estaba sola. Puse mi mente en lo que yo había

planeado para el día siguiente, y poco a poco me quedé dormida.

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Buenos días, ma belle, dijo una voz mientras abrí mis ojos y miré el

reloj.

Las 8 a.m.

Rodé hacia mi lado y cerré mis ojos otra vez.

—Mmm —gemí de placer—. Buenos días, Vincent, ¿cuánto tiempo has

estado rondando mi habitación como un fantasma? —dije, mis

pensamientos en voz alta. Era la única manera en la cual Vincent podía

oírme, ya que la lectura de mentes no era un súper poder revenant.

Desde que desperté. Supongo que fue un poco después de la medianoche.

Las palabras pasaron por mi cabeza como una brisa por encima de mis

orejas viajando directamente a través de mis pensamientos. Al principio

había conseguido entender sólo unas pocas palabras a la vez. Pero

ahora, después de unos pocos meses de práctica, podía entender casi

todo.

—¿Ronqué? —murmuré.

Nunca roncas. Eres perfecta.

—¡Ja! —dije—. Solo estoy realmente contenta de que no tienes un súper

sentido del olfato cuando estas en volant. No tengo que saltar y

cepillarme los dientes antes de que hablemos.

Aunque no podía verlo, me imaginé que estaba sonriendo.

—Te extraño —dije—. Me gustaría poder estar en tu casa ahora,

acostada en tu cama, haciéndote compañía.

¿Manteniendo el cuerpo frío y duro de mi compañía? En mi mente, la voz

de Vincent sonaba divertida. ¿Cuándo podrías tener una conversación

conmigo en su lugar? Así que… Las siguientes palabras que dijo

tardaron unos pocos segundos en venir a través de mí… te gusta más

mi cuerpo que mi mente.

—Ambos me gustan —dije obstinadamente—. Pero hay algo que tengo

que decir acerca del toque humano que parece bastante esencial en una

relación. Yo no saldría con una fantasma, por ejemplo.

Nada de fantasmas, está bien. ¿Pero sales con revenants?

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—Solo con un revenant —dije, mis brazos realmente estaban adoloridos

como para mantenerlos contra mí. Los envolví alrededor de la almohada

en su lugar. Una flor de deseo empezó a florecer dentro de mí mientras

me lo imagine tumbado en la cama junto a mí—. Te quiero —murmuré,

sin saber si oyó mis palabras ahogadas en la almohada.

Deseo... el espacio aéreo en mi cabeza estuvo tranquilo por un minuto y

luego lo oí de nuevo.

El deseo es una cosa muy divertida. Cuando estoy contigo, en cuerpo,

estoy constantemente a la defensiva contra mi mismo. Nosotros nos

hemos conocido el uno al otro mucho tiempo, y necesito que estés segura

de lo que quieres antes... de ir más lejos.

—Yo sé lo que quiero —le dije.

Vincent ignoró eso y siguió.

Pero aquí, al tocarte, que no es ni siquiera una opción... bueno, te deseo

tanto que duele.

Me senté por la sorpresa y mire alrededor de la habitación, tratando de

encontrar el lugar donde él exactamente estaba.

—Nunca has dicho eso antes.

Tratar de resistirse a ti es como tratar de resistirse a morir. Sólo que es

más difícil aguantar.

Me senté allí por un minuto, sorprendida por sus palabras. Todos mis

sentidos estaban en alerta. Mis dedos hormigueaban, y el aroma a

flores de Mamie en mi mesita de noche, parecía abrumadoramente

embriagador.

—Dijiste que la muerte era como una droga para ti —dije finalmente.

Y a pesar de todo, te sigo eligiendo en su lugar. Solo puedo imaginar que

cuando nuestro tiempo finalmente llegue, será exponencialmente mejor

que cualquiera de esas recompensas sobrenaturales de corta duración.

—¿Cuándo llegará nuestro tiempo? ─pregunté tímidamente.

¿Cuándo lo quieres?

—Ahora.

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Respuesta fácil, ya que no es posible. Casi pude escuchar la triste

sonrisa de Vincent.

—Pronto, entonces —respondí.

¿Estás segura? Las palabras volaban como los pájaros a través de mi

mente.

—Sí, estoy segura —dije, mientras mi cuerpo zumbaba, pero sintiendo

mí mente extrañamente calmada respecto a mi decisión. No era como si

hubiera pensando demasiado respecto a eso. Sexo, en mi mente, era

algo que tendrías con alguien con la cual planearas permanecer. Y no

había duda de que yo quería quedarme con Vincent. La intimidad era el

siguiente paso natural.

Me quedé en la cama por otra media hora hablando con Vincent. El

teléfono se apoyaba contra mi almohada en caso de que Mamie entrara

sin avisar. Lo cual nunca hizo. Pero si me pasaba, esa era mi excusa

para tener una conversación con el aire.

Vincent tenía el deber de caminar todo el día con Jules y Ambrose, por

lo cual, cuando él se fue, me levanté, tome mi desayuno y me fui. Había

hecho mi investigación el día anterior y descubrí que el Obispo de

Saint-Ouen, por quien la ciudad fue nombrada, murió en la villa real

del Rey Dagoberto en el año 686 d.C.

Los peregrinos habían hecho esta villa Clippiacum a su manera, y toda

la ciudad había sido fundada alrededor del culto a Saint-Quen. La villa

real ya no existía, pero había encontrado un sitio web diciendo que

probablemente se encontraba en una iglesia del siglo XII que aún

estaba en pie. Me imaginé que empezaría mi búsqueda inmediatamente

en los alrededores de la iglesia, y luego buscaría hacia afuera hasta

encontrar algo.

Tomé el metro hasta la Mairie de Saint-Ouen27, justo encima del

extremo norte del círculo de París, a las doce, según la cara del reloj, y

me dirigí hacia la iglesia usando el mapa del barrio que estaba en la

estación del metro.

27 Mairie de Saint-Ouen: estación de metro de París.

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Caminé durante quince minutos, pasé por edificios de modernas

estructuras de vidrio y estructuras de tejas de ladrillos deteriorados de

gran altura con satélites unidos afuera de cada ventana. Cuando por fin

llegué a la iglesia, me quedé asombrada al ver el edificio de piedra

situado en medio de un proyecto de vivienda de aspecto dudoso. Al ver

a una banda de chicos rudos apoyado en una barandilla cercana, me

dirigí directamente a la puerta de la fachada de la iglesia y tiré de ella

sólo para descubrir que estaba cerrada.

Di un paso atrás para tener una mejor visión. La fachada de piedra no

lucia muy vieja, pero el tallado en el dintel era medieval, mostraba un

ángel entregando un cáliz a una reina. A la derecha de la iglesia había

un patio de adoquines con rosales encerrados tras una puerta de metal

blanco. En ella colgaba un papel impreso con las horas de la peble en

los próximos días. Iglesia de Saint-Ouen-le-Vieux, escrito en la parte

superior. Este tenía que ser el lugar adecuado.

La iglesia se alzaba sobre un acantilado con vista a un tramo industrial

del río Sena y podría fácilmente imaginar, con su punto de vista del

transporte sobre el agua, la razón por la cual esta ubicación había sido

elegida para la villa real en el siglo VII. Si los peregrinos vinieron aquí a

la adoración, los vendedores de reliquias no podrían haber ido

demasiado lejos, pensé.

Miré alrededor buscando alguna tienda de la iglesia o una de esas

tiendas cerca de los lugares santos de Europa que están llenos de

imágenes del Papa y tarjetas postales de santos. Pero los únicos

edificios que compartían el bloque con la iglesia eran apartamentos y

una casa de retiro. Comencé a caminar lejos de la iglesia hacia el

exterior en forma de zigzag, así no podría perderme nada. No había

tiendas de relicarios. Nada de signos con cuerdas o cables.

Incluso revisé en los bares locales. Ninguno de ellos tenía un nombre, e

incluso pocos sabían qué estaba buscando. Aunque, ¿qué podía

esperar? ¿Un pub llamado ―el cordón y la reliquia‖? ¿El curandero y la

cuerda? No esperaba ver exactamente ―La señal de la Cuerda‖ escrito

afuera con muchas letras, pero no encontré nada interesante dentro de

unos buenos seis bloques.

Frustrada, volví a la iglesia y me senté unos pasos al frente, haciendo

caso omiso de los silbidos de la banda de muchachos e intentando

formular un plan B para mi búsqueda. Un grupo de tres hombres

caminó hasta un edificio cercano golpeando sobre una puerta cerrada

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dando unos vistazos sospechosos hacia mí y los muchachos, como si

ellos esperaran nerviosamente a que alguien abriera. Estoy tan lejos

aquí, pensé, sintiéndome claramente insegura. Cuando estuve de pie

para irme, un hombre con el cuello de sacerdote salió del patio cercado

y fui tras él.

—Perdóneme —dije. El hombre río pacientemente y esperó—. ¿Hay aquí

algún tipo de tienda de iglesia cerca que vende reliquias? ¿Artículos

religiosos? —Él sacudió su cabeza y se encogió.

—Cuando la iglesia está abierta para la misa vendemos velas y postales,

pero no sé de ninguna tienda alrededor de aquí que podría vender lo

que estás buscando.

Le di las gracias y, descorazonado, empezó a alejarse.

—Sabes, podrías intentar siempre en el Marché aux Puces —dijo

después.

El Marché aux Puces. El famoso mercado de pulgas de París. Estaba a

menos de media hora de aquí. Por supuesto, no había ni siquiera

existido hace mil años, pero tal vez tenía algo.

Algo que podía haber quedado o haber sido reubicado. El mercado era

el lugar en París donde se podía encontrar casi cualquier cosa, así

que... ¿por qué no?

Ya era pasado el mediodía, así que tomé un panini28 en una tienda y me

lo comí mientras caminaba, a sabiendas de que almorzar en la calle de

París es una etiqueta de no-no A medida que comía mi bocadillo, la

gente que pasaba me deseó buen provecho, lo cual era una broma o

una forma de decir: ―Usted realmente debe de sentarse a disfrutar de su

comida‖.

Mientras me encontré con el borde de la gran área de millas cuadradas

que el mercado comprendía, los vendedores con mesas plegables

manteniendo baratijas, ni siquiera el habitual mercadillo de estilo

―Junque‖, comenzaron a aparecer, la venta de todo, desde los viejos

asientos plásticos de automóviles. Mientras más me acercaba al centro

del mercado, tenían mejores mercancías. Hasta que los puestos reales y

pequeñas tiendas comenzaron a aparecer repletos con todo, desde

mascaras africanas de madera y lámparas de lava en candelabros de

28 Panini: es una variedad de sándwich de origen italiano, que tiene distribución

internacional.

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cristal de la década de los setenta. El olor a incienso y cera para

muebles mezclado con el agudo olor de cebollas salteadas mientras

pasaba por varios puestos de comida del mercado.

Examiné los signos de cada tienda a la que fui en busca de cualquier

símbolo de cuerda. Tal vez un taller que suela darle albergue a un

fabricante de cuerda, pensé. Pero no había nada de eso colgando por

encima de las tiendas de antigüedades por las que pasé. Finalmente,

me detuve y pregunté a un vendedor si sabía sobre algo que pudiera

tener un signo de cuerda.

Él se frotó la barbilla, y meneó la cabeza.

—No.

—Bueno, ¿hay alguien en el mercado que se especializa en reliquias?

Como... ¿artículos religiosos? —pregunté.

Él pensó por un momento.

—Abajo hay una tienda de ese tipo que no es realmente parte del

mercado. Es más que nada una tienda con horarios regulados. Por lo

tanto, ellos no abren en un domingo, pero puedes ir a mirar. —Él me

dio instrucciones detalladas sobre cómo llegar allí, a pesar de que era

solo estaba a un par de cuadradas de distancia. Le di las gracias con

una sonrisa de agradecimiento y me dirigí en la dirección que él me

señalo.

Era una pequeña tienda situada en una esquina de la calle, flanqueada

por una tienda de muñecas antiguas por un lado y por la calle contigua

una boutique de ropa vintage. La fachada estaba pintada de color verde

botella y las ventanas estaban cubiertas de estantes llenos de estatuas

religiosas de todos los materiales imaginables: madera, mármol, metal,

incluso hueso. Había crucifijos de todos los tamaños y frascos de agua

bendita, ―De los manantiales benditos de Lourdes‖, decían las etiquetas

de lectura. La tienda detrás del vidrio estaba a oscuras. Como el

vendedor había adivinado, ellos habían cerrado.

Me apoyé para obtener una mejor visión de la construcción y me di

cuenta de una antigüedad: un letrero desgastado de madera que

colgaba sobre la puerta. En él había un cuervo tallado encima de las

palabras Le Corbeau. Una luz estaba tratando de pasar por mi cabeza,

pero yo no podía dejar de darle vuelta al asunto.

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Lo leí una vez más y tuve un flashback mental sobre un pasaje de Amor

inmortal con sus cartas de estilo gótico que eran tan difíciles de leer. Y

de repente, mi mente hace un clic y mi corazón comienza palpitar a un

millón de kilómetros por hora. Le Corbeau, ―el cuervo‖. No le Cordeau,

―el cable‖. Había leído mal las cartas antiguas en el libro y había estado

buscando el signo equivocado todo el tiempo.

¿Podría ser este el lugar que estaba buscando? Vendían reliquias... bajo

el signo del cuervo... entre los Audoniens.

Pero este edificio sólo podía ser de unos pocos cientos de años, como

mucho.

No sabía qué pensar. Pero no había nada más que hacer. Ellos habían

cerrado. No había ningún número de teléfono o el horario de apertura

colocado en la puerta. No estaba ni siquiera el número del edificio. Miré

el cartel en la tienda de muñecas y adiviné la dirección de la tienda por

eso, escribiendo el nombre de la calle.

Una mujer salió de la tienda de ropa vintage y encendió un cigarrillo.

Ella me miro.

—Él va a regresar el martes —dijo—. De martes a viernes.

—Muchas gracias —grité de vuelta.

Bueno, tenía dos días de espera. Y sólo una o dos horas antes que

Vincent terminara su deber de caminar. Espero que a él no le importe

pasar el rato afuera de mi habitación, pensé. Después de mi ocupado fin

de semana, iba a tener que pasar toda la tarde haciendo tarea.

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Capitulo 20 Traducido SOS por Alexiacullen

Corregido por Marce Doyle*

Mi teléfono sonó en la mañana del martes en el segundo exacto en que

la alarma se apagó. Registré el nombre de la llamada y luego respondí.

—Así que, Señor Puntual, ¿cómo te estás sintiendo? —pregunté.

—Vivo, de nuevo. Y he estado esperando durante una hora para llamar.

¿No querías que te despertara antes de tu alarma?

Su voz era como un trago largo de agua fresca para mi alma reseca de

afecto.

Sonreí.

—No tengo tiempo para pararme antes de la escuela. Y, probablemente,

estás demasiado débil para moverte. De hecho, ¿te sientes mejor?

—Sí, no he salido todavía de la cama. Pero me miré en un espejo y

parezco normal de nuevo.

—¡Bueno, eso es un alivio enorme!

—Lo sé, pero no significa que pueda parar. Solo cuatro semanas más

para ir, Kate. Así que estaba llamando para decir… no podré verte esta

noche.

Mi corazón se desplomó. Después de una conversación sincera el

domingo, quería verlo en carne y hueso. Para saber que de lo que

habíamos hablado no había sido solo un sueño.

—¿No puedes hacer lo que sea esta mañana?

—Lo siento, Kate. Es realmente importante que llegue a ello tan pronto

como sea posible.

Estaba empezando a sentir el final de mi cuerda en este proyecto.

—¿Qué me quieres decir? —espeté y luego suspiré—. Por favor, intenta

estar a salvo, hagas lo que hagas.

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—Gracias por entenderlo —la voz de Vincent pedía perdón.

—No lo entiendo, Vincent.

—Te veré pronto. Todo va a estar bien… te lo juro.

Sí. Estará. Porque voy a buscar otra forma.

Mi estado de ánimo permaneció oscuro durante todo el día en la

escuela, y tan pronto como terminó mi última clase, lo reservé para el

mercadillo. Me tomó una hora completa contando el autobús y dos

cambios en el Metro, pero finalmente estaba ahí, esperando delante de

la pequeña tienda verde, la cual estaba… cerrada.

Lo había buscado en internet, y no había ningún anuncio para algo

llamado Le Corbeau. Incluso lo tracé en el Google Map, escudriñando

entre las empresas que aparecían en el área cercana a su dirección.

Podía ver la parte delantera del edificio en la vista de la calle, pero no

había ninguna mención a la tienda. No aparecía en las Páginas

Amarillas buscadas por artículos religiosos. No había ni rastro de ella

en la línea.

Había querido llamar con anticipación para asegurar de que estaban

abiertas, siempre es algo bueno para hacer en Francia. Los propietarios

de las tiendas eran caprichosos, abriendo y cerrando a su antojo. Ha

habido muchas ocasiones cuando me he pegado la paliza la mitad del

camino por la ciudad solo para encontrar cerradas las puertas y un

cartel en el que se lee, ―Cerrado Temporalmente‖. O ningún cartel en

absoluto. Como ahora.

Sin embargo, las luces estaban encendidas en la tienda de ropa vintage.

Y una antigua campana sonó por encima de mi cabeza mientras abría

la puerta, y conseguí una ráfaga de aire en la cara que olía como el

interior de maletas antiguas.

—Buenos días, señorita —vino una voz desde detrás de un estante de

miriñaque. La mujer que había estado fumando el otro día sacó la

cabeza por encima del estante y me miró expectantemente.

—Hola. Solo estaba preguntándome si sabías algo sobre la tienda de al

lado de la puerta, Le Corbeau, o como se llame. ¿Cuándo abrirán?

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La mujer salió desde detrás del estante y puso en blanco sus ojos.

—¿Ellos? Oh, nunca lo sabes. Cuando se supone que debe estar abierta

y cuando realmente están abiertos son dos cosas muy diferentes. Me

pidieron que mantuviera un ojo en el lugar mientras están fuera. Lo

dejaron ayer, para un par de semanas dijeron. Tal vez más.

¿Dos semanas? No quería esperar tanto. ¿Pero qué elección tenía?

—¿Tendrían un teléfono? Podría llamar antes la próxima vez…

—No. Ninguna en la lista, al menos.

Suspiré. Este viaje había sido una enorme pérdida de tiempo. ¿O… lo

tenía?

—¿Quiénes son los propietarios? —pregunté, decidida a aprender algo.

Cualquier cosa.

La mujer puso sus manos sobre sus caderas autoritariamente, en una

pose que prácticamente gritaba Reina del Chisme.

—Es un hombre y su anciana madre. Son un tipo de…

Rodeó su dedo índice alrededor de su sien en un gesto universal de

―loco‖.

—¿Son… curanderos? —pregunté tímidamente.

Se puso recta y alzó sus cejas como en una comprensión amanecida.

—¡Por eso tienes tantas ganas de encontrarlos! ¿Qué tienes… migraña?

¿O verrugas?

—¿Perdone?

—Migrañas y verrugas, eso es en lo que la anciana está especializada.

—¡Oh! —dije, mi corazón latiendo salvajemente. Había una reunión de

curanderos de la tienda de reliquias, ¡estaba en el camino correcto! Mis

pensamientos corrieron hacia adelante y se tomaron un esfuerzo

concentrado para regresar a la conversación—. Um, migrañas… tengo

migrañas.

—Bueno, entonces regresa. Ella te lo arreglará. Tenía a mi tía que fue a

ella. Solía tener migrañas tan malas que tenían que llevarla al hospital

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tres o cuatro veces al año. Pero desde que vio a la anciana, no ha tenido

ni una.

—¿Y el hijo! ¿Es también un curandero?

—Bueno, sabes cómo funciona. Él probablemente es la siguiente línea

para el regalo. Cuando ella se canse de usarlo, se lo pasará a él.

Pensé sobre lo que Mamie me había contado.

—Escuché que los curanderos están siendo raros porque la generación

más joven no desea tomar el regalo.

—Lo tomará, con todos los derechos. Te lo garantizo. Como te dije,

ambos son una especie de… —y me hizo nuevamente el signo de loco—.

Mientras él está esperando a que ella se ―retire‖ se encarga de la

tienda… y de su madre. Un buen hijo. A diferencia del mío —agitó su

cabeza en desesperación— quien es un perdedor total. Sigue teniendo

peleas con la policía.

—Ah, gracias por la información —dije, desembarazándome

rápidamente de lo que amenazaba con ser una conversación larga y

dolorosa.

La saludé mientras la dejaba, y ella la agitó de regreso, llamando.

—Regresa en dos semanas. Dos y media, tal vez. Para estar seguras.

El sábado siguiente, justo después de mediodía, estaba tumbada en la

habitación de Vincent, cuando recibí una llamada de Ambrose.

—¿Supongo que me topé con Katie-Lou? O quien se topó conmigo, más

bien, y se ha apropiado con mi mesa de café hasta que me comprometa

a cumplir con sus deseos.

Sonreí.

—Pasa a Georgia el teléfono.

La voz de mi hermana, con un completamente falso acento sureño, se

puso en línea.

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—Hola, hermana pequeña. Mi cita del almuerzo me dejó plantada, pero

por suerte me encontré con este pedazo de amor ardiente, y él

caballerosamente se ofreció a acompañarme alrededor de la ciudad hoy.

Realmente no había planeado hacer nada, pero me imagino que sería

un desperdicio no presumirlo.

Podía escuchar la voz de Ambrose detrás de ella.

—Te dije que estaba ocupado hoy. Sin ofender, pero tengo mejores

cosas que hacer que llevarte a un tour de toda la tarde a un estudio de

un artista.

—Oh, cállate —escuché a mi hermana reprenderlo—. Sabes que

quieres. Con todas las lindas chicas artísticas que vamos a

encontrarnos, me vas a estar agradeciendo en un par de horas.

Me reí.

—¿Dónde estás?

—En el Café Sainte-Lucie. Oh, y Ambrose dijo que todos ustedes

podrían ir al concierto de Sebastien esta noche. —Maldición. Me había

olvidado totalmente de decirle a Vincent sobre el concierto.

—¡No lo dije! —Oí replicar a Ambrose—. Sólo dije que le preguntaría a

Vincent...

—Dile a Vincent que Ambrose quiere ir —dijo Georgia, ignorándolo—.

Oh, y diles a Jules y Arthur que también vayan. El grupo de Seb hace

de apertura para una muy buena banda británica. Puedo hacer que

todos entren.

—Por favor, dime que no es en ningún lugar cerca Denfert —dije,

recordando el barrio infestado de numas donde el club de Lucien había

estado.

—Nop. Está en la rue des Martyrs cerca de todos los demás lugares de

música en vivo. Justo al sur de Montmartre —respondió—. Ambrose

quiere su teléfono de vuelta.

—Sólo quiero dejar claro que no nos comprometí a nada —tronó

Ambrose en su voz de barítono. Mi teléfono sonó al entrar otra llamada.

Era del número de Georgia. Puse a Ambrose en espera.

—No había terminado de hablar. —La escuché reír mientras Ambrose le

sacaba su teléfono—. Sólo asegúrate de estar allí. Nueve de la noche.

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Divans du Monde —gritó, mientras que su número y el de Ambrose

desaparecían de mi pantalla.

—¿Crees que Ambrose está a salvo en las manos de la fuerza de la

naturaleza de tu hermana? —preguntó Vincent desde el otro lado de la

habitación. Yo estaba acotada en su sofá con el libro de La Sociedad

Europea Moderna apoyado en mi pecho. Era parte de mi trato con Papy

y Mamie, podía pasar la mayor parte del fin de semana en la casa de

Vincent siempre y cuando hiciera la tarea.

Como no tenía idea de lo que haría después de la secundaria, le había

prohibido a Vincent sacar el tema a colación. Pero asumía que incluiría

algún tipo de educación superior. Y ahora que tenía una buena razón

para quedarme en París, necesitaba mantener mis notas altas para

poder elegir universidades. Aun así, un año y medio parecía a toda una

vida de distancia, y con Vincent cerca, era difícil mantenerme

concentrada.

—Georgia nos acaba de manipular para ir a escuchar hoy a la banda de

su novio —dije, volviendo a mi libro de historia.

—Gran idea —respondió Vincent, volviendo su vista hacia su

computadora portátil—. Arthur y Violette necesitan aprender a

relajarse.

No mencioné que Georgia había dejado a Violette fuera de la invitación

a propósito, estaba segura. Tal vez una noche con Georgia aclararía las

cosas entre las dos si ambas pudieran permanecer civilizadas toda la

noche. Pensé en sus personalidades opuestas y temblé.

—Además, todavía no he conocido al nuevo hombre de Georgia —

continuó Vincent—. Ya debería haberlo comprobado por conexiones

numa.

No podía decir si estaba bromeando o no.

—A parte de su modernidad trágica, parece bastante inofensivo —dije,

volteando una hoja de mi libro. Le di una sonrisa juguetona y dije—:

Ven aquí un segundo.

—Oh, no, no —respondió, curvando sus labios maliciosamente—. Tengo

que terminar este e-mail para Charlotte, y tú tienes que terminar tu

historia europea.

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—Pero salir contigo es como tener mi propio libro de historia caminando

y hablando. No necesito estudiar. Ni siquiera investigué para mis

últimos dos trabajos. Sólo me senté y te escuché hablar.

—Sí, bueno, a tu profesor le podría parecer un poco sospechoso si me

arrastraras hasta allí para que te diera las respuestas a tu examen.

—Oye... ¡esa es una gran idea! —dije en serio—. ¿Y si fueras volant

durante los finales?

Vincent sacudió la cabeza con desesperación y se volvió hacia la

pantalla.

—No, en serio, ven aquí un minuto —dije inocentemente—. Tengo una

pregunta muy importante sobre la Segunda Guerra Mundial.

—Está bien —suspiró. Presionó enviar y cerró la computadora, luego

vino a sentarse a mi lado. Habían pasado sólo unos días desde su

último letargo, y círculos oscuros ya empezaban a formarse bajo sus

ojos. Su cansancio le daba un aire de fragilidad a su comportamiento

normalmente lleno de vitalidad. Me hizo querer protegerlo de lo que sea

que lo estuviera lastimando. Como si estuviera leyendo mi mente, me

miró con atención—. Entonces... ¿cuál es la pregunta?

Despegando los ojos de su cara, miré hacia la hoja para inspirarme.

—Entonces, estoy leyendo acerca de los luchadores de la Resistencia

que montaban sus bicicletas desde París hacia ustedes, los Maquis, en

el campo para pasarles órdenes desde la central de comando.

Vincent asiente.

—Era peligroso. A veces los mensajeros eran capturados. Así que

elegían personas que no fueran sospechosas para los soldados

alemanes. A menudo se les daba el trabajo a mujeres y niños. —Dudó—

. ¿Entonces cuál es tu pregunta?

—Es un poco específica —dije, tratando de ganar tiempo mientras

buscaba algo para preguntar. Su proximidad era lo que quería, pero de

seguro no me ayudaba a concentrarme.

—Um, ¿alguna vez ustedes los Maquis se sintieron solos mientras se

escondían en los bosques y planeaban emboscadas para los alemanes?

—Estiré mi mano y empecé a jugar con la parte de atrás de su cabello, y

lentamente empujé su cara hacia la mía.

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—¿Qué tiene que ver esto con tu tarea? —preguntó, escéptico.

—Nada —contesté—. Simplemente me estaba preguntando qué habría

pasado si yo hubiera sido esta mensajera sexy de la Resistencia que

venía desde París para encontrarse contigo en el bosque. Por la noche.

—Kate —dije Vincent, con sus ojos amplios por su divertida

perplejidad—. Ésta es la idea más patética de postergación que he

escuchado. Casi cuenta como trampa.

—Entonces, estoy montando en mi vieja bicicleta de guerra hasta tu

campo —continué, ignorando su protesta—. Ten en cuenta, no has visto

otro humano en semanas. ¿Qué haces, chico soldado? —dije, haciendo

mi mejor personificación de Greta Garbo.

Vincent se abalanzó sobre mí, empujándome hacia el sillón y

besándome con entusiasmo por todos lados mientras yo me disolvía en

un lío de nervios.

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Capitulo 21 Traducido SOS por Elizzen y por Cr!sly.

Corregido por Mlle_Janusa.

Violette y Arthur nos estaban esperando cerca de la puerta de entrada

de la discoteca. Vestido apropiadamente para salir, Arthur, por una vez,

parecía de su edad original. Llevaba una camiseta de un grupo,

prestada por Vincent, sobre vaqueros negros. Sin su habitual camisa

abotonada y pañuelo de hombre, la verdad es que estaba bastante

bueno. Que pena que sea un snob aristocrático, pensé cuando vi a

Georgia examinarle con apreciación, apañándose para ignorar la

presencia de Violette como lo hacia ella.

La pequeña revenant caminó hacia mí y besó mis mejillas.

—¡No hemos tenido una cita de cine en toda la semana! —dijo

reprendiéndome con una sonrisa.

—Lo sé. Tenemos que planear algo pronto.

Miró a Vincent, quien estaba a mi lado hablando con Arthur, y luego de

vuelta mí. Podía decir que quería preguntarme algo por la expresión de

su cara. Di un paso lejos de él y bajé mi voz.

—¿Sí?

—Había estado pensando en ese libro que encontraste en la biblioteca

de tu Papy, Amor Inmortal. De hecho Gaspard tiene una copia, pero esta

desparecida. ¿Puede ser que la tengas tú?

Sentí mi cara ruborizarse. ¡Mierda! Una vez que conseguí lo que quería

de él, me había olvidado por completo del libro… ¿Por qué no puedo

decirle todo? Porque parecería una ladrona.

—No —contesté.

—Los revenants de París usan la colección de Jean-Baptiste como una

biblioteca de préstamo, nunca dejan ninguna nota cuando cogen las

cosas. ¡Es tan frustrante! —Violette de verdad pisó con fuerza, como

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una niña mimada, y tuve que presionar con fuerza mis labios para no

reírme.

—¡Vamos! —gritó mi hermana desde la puerta, donde estaba revisando

su lista. Suspiré con alivio.

—Vamos —dijo Vincent, cogiéndome de la mano mientras sujetaba la

puerta abierta, y nos adentramos en la oscura sala.

Nuestro grupo estaba cerca de la parte delantera de una sala colmada,

viendo tocar al grupo de Sebastien en un escenario elevado cubierto con

cortinas de leopardo. Entre nosotros y la banda, había una manada de

adolescentes, bailando y mirando a los músicos con adoración.

Jules había traído una cita, del tipo de una preciosa modelo extranjera.

Entraron poco después de que llegáramos, sus maliciosos ojos

pareciendo somnolientos al examinar la multitud desde la protección de

su brazo.

—Esta es Giulianna —la presentó cuando me uní a ellos en la barra.

—Ciao —dijo ella, y se volvió para pedir una bebida.

Al darme los dos besos, susurró:

—No tiene nada en contra tuyo, por supuesto, Kate. Es tan sólo que tú

eres tan... llevada —me guiñó y puso su brazo alrededor de la explosiva

italiana, inclinándose para gritar su pedido al barman.

—¿Estás bien, Ambrose? —pregunté, recogiendo los Perriers que había

comprado. Se apoyó cansado en la barra con un zumo de tomate en

una mano.

—Estaré dormant más tarde, esta noche —dijo—. Además, creo que he

encontrado mi igual en tu hermana. No me había sentido así de

exhausto en décadas.

Le regalé una sonrisa cómplice y llevé las bebidas de vuelta donde

Vincent estaba con Georgia.

—Estoy viendo a unos amigos —dijo—. Estaré de vuelta en un rato —y

desapareció entre la multitud.

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Vincent parecía tenso cuando le sostenía su bebida.

—¿Pasa algo malo? —pregunté.

—No —dijo—. Es tan sólo que siempre me siento expuesto cuando

vamos a los sitios así sin nadie volant alrededor para examinar el área.

—Intentó parecer más relajado, e incluso empezó a mover la cabeza al

ritmo de la música, pero podía decir que estaba preocupado.

—El barrio es lo suficientemente seguro, ¿verdad?

—Normalmente habría dicho que si. Pero parece como si últimamente

hubiésemos estado jugando sin reglas —me sostuvo la mirada—. No te

preocupes, estoy seguro que todo está bien.

Cuando le había contado a Georgia sobre todas las cosas revenant

después de la fatídica confrontación con Lucien, había jurado no decir

ni una palabra. Sabía que sus secretos estaban a salvo con ella. A pesar

de que mi hermana tenía sus defectos, cuando me hacía una promesa,

sabía que la mantendría. Y en cuanto a mí saliendo con un grupo de

inmortales, todo lo que le preocupaba es que se portaran bien conmigo.

Así que, cuando Georgia presentó a todo el mundo después del

espectáculo, estaba claro que Sebastien no tenía ni idea de lo que era

Vincent. Y Vincent, después de casi un siglo de práctica, era un

profesional interpretando a un humano.

Georgia me miró con esa mirada de fíjate-que-bien-se-llevan-nuestros-

novios. Me di la vuelta para despedirme de Jules y Giulianna, que se

estaban marchando con un cansado Ambrose, y después comprobé mi

reloj. Ya casi era medianoche. En unas cortas horas, el estaría tumbado

en su cama, muerto como una piedra. No es de extrañar que no hubiera

venido con una cita.

El barman cerró la puerta delantera detrás de ellos y se puso a limpiar

mientras nosotros esperábamos a Sebastien a que desenchufara los

amplificadores y terminara las cosas con su grupo.

—Sé que quieres salir después, pero están tardando una vida —

finalmente le dije a mi hermana—. Creo que todos estamos listos para

marcharnos.

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—Sólo un segundo —dijo Georgia. Saltó hacia donde Sebastien y su

grupo estaban trabajando, le dio un beso entusiasta y empezó a hacer

arreglos. Miré alrededor para ver a Violette y a Arthur de pie contra la

pared, pareciendo como si preferían estar antes en cualquier otro lugar

que aquí. Si habían disfrutado de la noche, no lo estaban mostrando.

Nos siguieron en silencio cuando nos dirigimos a la puerta trasera.

—Me encontraré con Seb y su grupo en un bar a un par de calles de

aquí. ¿Quieren venir? —preguntó Georgia, dirigiendo la pregunta hacia

Vincent y a mí, e ignorando el hecho de que los otros estaban con

nosotros.

—¿Qué te apetece, Kate? —preguntó Vincent poniendo su brazo

alrededor mío cuando salíamos del edificio y empezamos a caminar

abajo por un callejón con diminutos adoquines hacia la calle principal.

—Estoy bastante cansada —admití.

—Te acompañaremos al bar y esperaremos hasta que llegue Sebastien

—dijo Vincent, poniendo su brazo libre alrededor de mi hermana.

—No le diré que no a una escolta revenant —dijo—. No es que este

barrio sea peligroso o algo.

—No estoy de acuerdo —dijo la voz de Violette desde detrás.

Nos giramos para ver a cuatro figuras oscuras caminando hacia

nosotros por el callejón. Una ola de miedo se apoderó de mí. Numas.

Después de cerca de dos meses de invisibilidad, aquí estaban. Parecía

que el tiempo se detuvo, largo como una vida, cuando ellos se

abalanzaron sobre nosotros a un ritmo constante pero rápido.

Vincent y Arthur sacaron sus espadas de debajo de sus abrigos tan

rápido que no pude ni verlo. Es bueno que estemos en invierno, pensé.

¿Dónde esconderías una espada de unos sesenta centímetros llevando

pantalones cortos y sandalias?

Vincent me entregó su espada y desenvainó otra del interior de su

abrigo, antes de quitárselo y tirarlo a un lado. Vi el destello de la hoja

de Violette bajo la luz de una solitaria farola cuando dejó caer al suelo

su largo abrigo. También vino preparada.

En mi visión periférica, vi a Georgia entrar en pánico cuando comprobó

las puertas de los edificios contiguos, tirando con fuerza de sus

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picaportes. Gritó una maldición al darse cuenta de que todo estaba

cerrado.

—Quédate detrás de nosotros —le grité con voz temblorosa, justo

cuando llegaron los dos primeros numa y comenzaron a balancear sus

espadas hacia Vincent y Arthur.

Sabía lo que tenía que hacer. Habíamos repasado esto en mis clases de

armamento. Como la menos experimentada, estaba supuesta a estar en

la segunda línea de defensa. Si me veo forzada, tendría que luchar. Si

no, debería mantenerme detrás de Vincent o cualquier otro que haya

estado haciendo esto durante varias vidas. Sostuve mi espada delante

de mí, saltando nerviosamente en la punta de mis pies, lista para saltar

si fuera necesario. Mantén la calma, pensé, empujando mi miedo a un

lejano rincón en mi mente. Entra en ritmo.

Vincent había llevado a su Numa a un lado del callejón y luchaba con

una furia que me hizo sentir como mi sangre se disparaba por mis

venas. Una vez más, lo vi como el ángel vengador que había sido

durante una gran parte del último siglo. Violette se había enfrentado a

otro numa usando las mismas habilidades de artes marciales que había

visto durante la práctica de Charlotte, para compensar la desventaja de

su pequeño cuerpo. Su asaltante seguía luchando solo para

mantenerse. Ella tendría la ventaja en cualquier momento.

Arthur estaba luchando con los otros dos numa, poniéndose a sí mismo

como un escudo para mantenerlos alejados de Georgia y de mi. Supuse

que su estrategia era aguantar hasta que Violette o Vincent pudieran

acabar con sus enemigos y unirse a él para igualar las posibilidades.

Parecía estar lográndolo, hasta que, con un esfuerzo en conjunto, los

dos atacantes pasaron a través de su espada y saltaron al suelo,

exactamente al frente mío.

Levanté mi espada justo en el momento en que el numa se estrellaba

contra mi cabeza, y entonces salté a un lado para dejarlo seguir

adelante. Su espada se deslizó sobre la mía, y la punta se estrelló

contra el suelo. Arthur pasó a mi lado hacia Georgia, siguiendo al

segundo numa, quien había ido directamente a ella. No tuve tiempo

para dirigir mi mirada a ella, pero sabía que Arthur podía defenderla

mejor de lo que yo podría. Yo tenía mi propio numa en el cual

concentrarme, y tan sólo dos segundos para retroceder lejos mientras él

recuperaba su equilibrio.

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No puedo hacerlo. A medida que el pensamiento pasó por mi mente,

tuve una experiencia de-pánico-inducido-fuera-de-mi-cuerpo. Me sentí

como si estuviera en el aire mirándome hacia abajo a mi misma: una

adolescente de pie en un callejón, blandiendo una espada a un hombre

casi el doble de su tamaño. No puedo, pensé de nuevo. Estoy muy

asustada para moverme.

Mi enemigo se enderezó y dirigió hacia mí. Miré hacia sus fríos y

asesinos ojos, y eso fue todo lo que necesite. Sentí la adrenalina

corriendo por mis venas y mi corazón latiendo en mi pecho, y de pronto

estaba en la zona. Con un grito que no me di cuenta que venía desde mi

garganta hasta que paró, comencé a moverme, rozando, bailando hacia

atrás y apoyándome a un lado para evitar su espada antes de lanzarme

a él y cortar su torso. Fue capaz de igualar cada uno de mis

movimientos, pero también igualé los de él.

El tiempo se detuvo mientras nuestra batalla se prolongaba, hasta que,

de repente, mi enemigo estuvo en el suelo. Vincent estaba detrás de él,

con su espada atravesada en el pecho del numa.

Instintivamente, me di vuelta con la espada delante de mí mientras

escaneaba el callejón de cualquier peligro restante. Violette estaba a

pocos metros de distancia, presionando su pie sobre un cadáver en el

suelo, haciendo palanca con su peso para sacar la espada del cuerpo

inmóvil. Vincent se deshizo de su enemigo tan bien como yo.

Georgia estaba sentada y acurrucada como una pelotita en la puerta,

mientras Arthur se arrastraba hacia ella por la pared para sentarse a su

lado. Sostuvo su brazo con la mano, la sangre fluía libremente a lo largo

de su camisa desde su hombro. Le dio una patada a algo cerca de sus

pies, y la cabeza de su numa desmembrado rodó lejos, recostándose

para descansar contra su cuerpo.

Corrí hacia Georgia mientras ella se estiraba. Como si fuera un sueño,

extendió una mano hacia Arthur.

—¿Estás bien?

Se veía sorprendentemente fuerte para estar gravemente herido, cuando

fulminó con la mirada el cuerpo decapitado.

—Estaré bien —gruñó.

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Los otros corrieron. Vincent echó un vistazo a la herida, luego se quitó

la camiseta y la envolvió en el hombro de Arthur, amarrándola con

fuerza por debajo del brazo.

Violette pasó su mano por el cabello de Arthur para calmarlo y sacó su

teléfono.

—¿Jean-Baptiste? Están de vuelta, en acción. Tenemos cuatro numas

muertos aquí, cerca de Montmartre. ¿Debemos dejarlos o enviarás a

alguien por los cuerpos?

Ella seguía haciendo los arreglos mientras Vincent fue a recoger sus

abrigos abandonados.

—Deberías volver con nosotros a La Maison —le dije a Georgia.

Mientras la ayudaba a levantarse, miré a Vincent deslizándose su

abrigo mientras se paraba cerca de nosotras.

Él negó con la cabeza y me dio un gesto desesperanzado. Se me había

olvidado de la orden de Jean-Baptiste en contra de mi hermana

visitando la casa. Maldita sean sus reglas.

—Prefiero ir directamente a casa —ella dijo, solucionando mi dilema.

—Las acompañaré a tomar un taxi —se ofreció Vincent, ayudándola a

caminar. Georgia temblaba tanto, que apenas podía sostenerse.

—¿Arthur estará bien? —preguntó, dirigiéndose a Violette directamente

por primera vez en toda la noche.

—Estará dormant en algunos días. Después de eso estará sano —

respondió con la seguridad de alguien que había vivido este tipo de

situaciones antes.

Una vez en la calle principal, Vincent nos puso en la parte trasera de un

taxi.

—Vayan directamente a casa, no se detengan en ninguna parte durante

el camino —dijo mientras el taxi se alejaba.

Jules nos esperaba fuera de nuestro edificio cuando llegamos. Abrió la

puerta del taxi y nos ayudo a salir, y luego se inclinó para pagarle al

taxista.

—Escuché que estuviste increíble —dijo dirigiéndonos a la puerta.

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—¿Qué? —pregunté confundida.

—La súper heroína Kate luchando contra un numa —respondió con

admiración en sus ojos. Pasó su brazo alrededor de mis hombros y me

acerco más a él.

Había estado tan preocupada por Georgia y Arthur, que había olvidado

por completo mi actuación en el callejón. Luché contra un numa, me

maravillé. Y lo hice sin Vincent poseyéndome. Sacudí la cabeza con

asombro antes de volver a mirar a Jules, y admití:

—No fui yo quien lo mató. Vincent hizo los honores.

—Me dijo que mantuviste al individuo a raya hasta que él pudo llegar

hasta ustedes. Eso es bastante sorprendente para sólo tener unos

meses de entrenamiento. Pero una vez más, yo era consciente de tu

genialidad.

Murmuró esto último al abrir la puerta. Georgia pasó junto a él en

silencio hacia el vestíbulo y presionó el botón del ascensor.

—Estuvo tan cerca de ser asesinada —le dije—. Arthur apenas llego

hasta ella a tiempo para salvarla.

—Vincent me dijo —Jules asintió con la cabeza—. Asegúrate de que ella

descanse un par de días. Estará muy débil, Arthur estará tomando toda

su energía.

—¿De qué estas hablando? —pregunté.

—Así que… ¡todavía no sabes todos nuestros secretos! —respondió

Jules con una sonrisa irónica—. Pregúntale a Vincent sobre la

transferencia de energía. Y asegúrate de que Georgia descanse mientras

se repone del shock.

Se dio la vuelta para irse bajando de la puerta al pavimento.

—Oye, ¿qué paso con tu cita? —pregunté.

—Tengo mis prioridades —dijo, mientras pasaba sus dedos por su pelo

en un gesto elegante—. Y mantenerte con vida Kate, esta un poco más

arriba en mi lista que tener una cita tardía con una linda signorina.

—Me alegra saber que te importo —sonreí y, dudando por tan sólo un

segundo, baje de la puerta y le di un buen abrazo a la americana, antes

de dar la vuelta y seguir a mi hermana.

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Capitulo 22 Traducido por Isabella Night y Alexiacullen

Corregido por Mlle_Janusa

Me asomé a la habitación de Georgia la mañana siguiente. Estaba

sentada en su cama hojeando una revista de música. Su cabello estaba

despeinado, y su regular crema de rostro de melocotón casi era como

kiwi y leche rancia.

—Ahí estas —dijo, mientras me dejé caer en el borde de su cama—.

Usualmente estas levantada al amanecer.

—Sí, bueno, luchar con monstruos en un callejón oscuro a medianoche

parece haber tomado un poco de mí —dije, los músculos de mis

hombros quemaron mientras los probaba con cautela—. ¿Cómo te

sientes?

—Como basura recalentada —dijo—. No tengo absolutamente nada de

energía, y esperaba que vinieras trayéndome el desayuno a la cama.

—¿En serio? —exclamé riendo.

—Bueno, supongo que podía esperarlo al ver que estuviste a dos

centímetros de ser tomada por un zombi malvado anoche.

—¿Y rescatada por un zombi bueno? —sonrió—. Si quieres ponerte

técnica, sí —dije con una sonrisa, y luego me levanté y caminé a la

puerta—. Jules me advirtió que probablemente podrías estar en shock y

deberías descansar. Me gustaría pasar un buen rato en la bañera si

fuese tú. Es mi elección personal para estrés post-traumático. Pero

primero, voy a conseguirnos desayuno.

Regresé cinco minutos después con una bandeja para las dos, y me

senté en el piso con mi espalda contra la cómoda de Georgia mientras

me comía un tazón de cereal. Ella comió pensativa su tostada por unos

minutos, y luego dijo:

—¿Así que me contaras más acerca de ese tipo, Arthur?

Puse mi tazón en el suelo.

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—Oh, no, Georgia. Por favor, no me digas que tienes un enamoramiento

con Arthur sólo porque te salvo la vida ayer por la noche.

—No dije que estuviera enamorada de él. Simplemente estoy interesada

en quién es. ¿Permitirá eso señorita-protectora-de-los-no-muertos?

Puse los ojos en blanco.

—No sé mucho acerca de él. Él y Violette se conocían entre sí en vida,

fue una de las damas de honor de Anna de Bretaña, supuestamente, y

él era uno de los consejeros de su padre… al menos eso es lo que dijo

Charlotte. Lo que significa que son aristócratas.

—Oh, créeme, eso se nota. —Georgia sonrió.

—Ambos murieron alrededor de 1500, por lo que son realmente

antiguos. Y han estado viviendo aislados en este castillo en el valle de

Loire por un largo tiempo.

—¿Cómo es él?

—Honestamente, Georgia, no lo sé —reconocí—. Después de que dijo

que los humanos no deben ser admitidos en las reuniones revenant en

frente mío, no me he sentido como para llegar a conocerlo. El chip en mi

hombro está muy pegado ahí.

Georgia sonrió.

—¿Están él y Violette… juntos?

—Pienso que lo estaban. Actúa realmente posesiva con él. Pero Vincent

dice que es platónico. Platónico pero co-dependiente. Suena como una

sana relación.

—Lucía realmente caliente en esa camiseta anoche —reflexionó Georgia

tomando un sorbo de café.

—¡Georgia! —grité—. Tienes un novio. Y además, ya te lo dijiste a ti

misma: no te van los chicos muertos. ¡Ni siquiera eres admitida en su

casa!

—No estoy haciendo nada —dijo—. Sobre todo hoy —se inclinó hacia

atrás contra su cabecera, luciendo un poco más débil que antes.

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—Ni siquiera puedo creer que estemos teniendo esta conversación —

dije, sacudiendo la cabeza—. ¡Tiene quinientos años, por el amor de

Dios! Además, tiene esta relación de amor-odio con los humanos. No

hay forma de que te mire dos veces.

Oh, no, pensé. Esa era la cosa totalmente equivocada para decirle a mi

hermana. Lo verá como un desafío ahora. Cambie de tema rápido.

—De todos modos, ¿qué hay de malo en la buena edad de Sebastien?

—Nada está mal con él —dijo, mirando al techo soñadora. Su expresión

cambió de repente a alarma—. Nada excepto… oh, Dios mío, Kate. Lo

abandoné ayer por la noche y le dije que nunca llamara. Rápido, trae mi

teléfono. Está en mi bolso.

Recogí la bandeja del desayuno mientras ella balbuceaba una excusa

ridícula de por qué no vio el mensaje de voz de Sebastien anoche. Por lo

menos todavía le preocupaba lo suficiente como para hacer un esfuerzo,

me tranquilicé. El interés en Arthur sólo era un capricho de adoración

al héroe. Conociendo a Georgia, lo olvidaría para la hora del almuerzo.

Vincent y yo nos sentamos lado a lado, mirando la sangre derramada

sobre la parte superior del famoso cuadro de Géricault. La Balsa de

Medusa. Me convenció para que lo llevara al Louvre, incluso si era un

fin de semana lleno de gente.

—Quiero que me enseñes sobre arte para poder comprender por qué te

afecta tanto —había dicho. Qué era más romántico que antes de que

saliera de su boca, lo estaba empujando calle abajo en dirección al

museo.

Nos sentamos en una de mis habitaciones favoritas, una que contenía

melodramáticas pinturas históricas sobre telas tan grandes como

camas King-size. La sensacional escena nos parecía extrañamente

apropiada, como telón de fondo para una discusión acerca de los

poderes de los no-muertos.

—¿Así que cuál es la historia con esta cosa de transferencia de energía?

—pregunté.

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—¿Transferencia de energía? —repitió Vincent confundido, con ojos

pegados a la escena que esta ante nosotros. Parecía como si estuviera

estudiando una forma de resolución de problemas. Los cuerpos en

descomposición parecían no molestarle. Me di cuenta que estaba

haciendo malabares con la geometría de los humanos vivos en su mente

para crear una estrategia de cuantos podría salvar de una vez.

—Sí. Jules lo mencionó anoche. Dijo algo así como que Georgia estaría

débil porque Arthur tenía su energía. ¿Qué significa eso?

Vincent desvió la mirada de la pintura.

—Bueno, ¿ya sabes por qué morimos para las personas?

—¿Además de la bondad de sus corazones no latientes? —bromeé.

Vincent tomó mi mano y la sostuvo contra su pecho—. Okay, su latiente

no-muerto corazón —me corregí, tirando mi mano de mala gana—. Si

mueres salvando a alguien, te reanimas a la edad en la que perdiste tu

vida humana. Es una compulsión con el objeto de preservar tu

inmortalidad, ¿no?

—Correcto —dijo Vincent—. Pero sabes que sólo se muere de vez en

cuando, tal vez una vez al año en tiempos de paz. La mayoría de

nuestras ―salvadas‖ no implican necesariamente la muerte. ¿Alguna vez

pensaste por qué pasamos nuestra vida inmortal velando por ti si no

había un sólido incentivo? Lo que sea que hayas escuchado de los

superhéroes, ninguno de ellos esta fuera salvando a la raza humana

únicamente porque son muy buenos chicos.

Inmediatamente pensé en Violette. Ella y Arthur aguantando sus

setenta años hasta la muerte de alguien. Y sólo lo hacen porque Jean-

Baptiste los necesitaba. No parece que les encante su trabajo, por decir

lo menos.

Vincent giró su cuerpo hacia mí y enlazó sus dedos a través de los míos.

—Imagina que todo el mundo tiene este tipo de vida de energía en el

interior.

Asentí con la cabeza, imaginando a todos los turistas caminando

alrededor de la habitación con una nube brillando dentro de ellos.

—Así que, sabes cómo, ¿cuando alguien ha estado en una situación

cercana a la muerte que a veces sufren un shock post-traumático?

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Bueno, intenta imaginar como esa energía, o la fuerza vital, siendo

temporalmente chupada de ellos.

Recordando mi propio pincel con la muerte el año anterior, dije:

—Después de que apenas escapara de ser aplastada en un lado de la

cafetería, estuve muy débil y temblorosa un par de días.

—Exactamente —dijo Vincent—. Así que si un revenant es responsable

del rescate, la energía o la fuerza que ha estado siendo, figurativamente,

―chupada‖ de la posible víctima, es literalmente infundida dentro del

revenant durante las horas o días que le toma al ser humano

recuperarse.

Pensé sobre eso durante un minuto, y luego le miré fijamente con

sorpresa.

—¿Así que cuando tú y Charlotte me rescataron tomaron mi energía? ¿Y

lo mismo con Arthur y Georgia? —Vincent asintió—. ¿Y qué pasa con la

chica que casi fue atropellada por el camión el otro día? La vi después

sentada en estado de shock por el lado de la carretera.

—Es por eso que fui capaz de levantarme y alejarme de la escena del

accidente —confirmó—. Esa transferencia de energía nos hace más

fuertes físicamente. Nuestros músculos, pelo, uñas, todo va a toda

marcha. Es un torrente, como un golpe de poder para nosotros.

Miró por mi reacción.

—Así que, básicamente, lo que estás diciendo es que voy a salir con un

zombi drogadicto con un deseo de muerte, quien me utilizará por mi

energía. Bien —le di una mirada tan grave como fui capaz—. Creo que

podría hacerlo peor.

La risa de Vincent levantó varias cabezas, y nos levantamos para irnos

antes de que llamáramos más la atención sobre nosotros mismos.

—¿Así que Arthur va a estar bien? —pregunté al pasar por el cuadro

gigante, mostrando la coronación de Napoleón.

—Sí, gracias a Georgia cediéndole su fuerza, entre otras razones —y con

eso, Vincent volvió sus ojos a los míos en un gesto increíblemente

sospechoso—. En realidad no tiene ningún tipo de dolor y tiene toda su

fuerza.

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¿Qué fue eso?, pensé, me picó la curiosidad. Pero tuve que abandonar la

idea para céntrame en lo que estaba diciendo.

—Pero la herida no se cura por completo hasta que él esté dormant. Y

ya es bastante grave, probablemente va a estar tendido en la cama todo

el día después de que se levante.

—¿Por qué?

—Estás más severamente herido antes de la latencia, el tiempo que

tardas en recuperarte —dijo, encogiéndose de hombros como si fuera

mera lógica—. Si un miembro amputado se vuelve a conectar durante la

latencia, podemos necesitar uno o dos días de recuperación después de

despertar. Regenerar partes del cuerpo nos puede tener en cama

durante semanas.

Eww. Aunque quería saber todas las cosas sobre los revenants, a veces

los detalles de Vincent me daban caída en la categoría de ―Demasiada

Información‖. Como ahora. Intenté no visualizar lo que acababa de

decir, y pensé en lugar en las repercusiones. Mientras salíamos del

museo y nos dirigimos hacia el puente que cruza el Sena, hacia nuestro

barrio, reflexioné sobre ello.

Las relaciones de humanos y revenant eran simbióticas, por decir lo

menos. Los seres humanos dependen de los revenants (sin saberlo, sin

embargo), nosotros dependeríamos de los médicos o paramédicos para

salvar nuestras vidas. Los revenants necesitaban a los humanos, no

sólo para mantenerse existentes, sino para aliviar el dolor emocional y

físico impuesto por su estilo de vida particular. O estilo de muerte, más

bien, pensé en un destello de morbilidad.

Sin revenants, los seres humanos que seguirían existiendo… muchos

sólo iban a morir mucho antes. Sin humanos, los revenants dejarían de

existir. Por no mencionar que fueron humanos en primer lugar.

El sistema ha estado funcionando durante mucho tiempo. Los

problemas sólo surgen cuando algo se sale de lo ordinario. Como un

humano y un revenant enamorándose. Y, una vez más, mi mente volvió

a nuestra situación. Si yo iba a ver al sanador, es decir, si alguna vez

me presentara cuando ella estuviera allí, necesitaba saber qué

preguntar. Desde que Vincent, estaba en una modalidad de explicar,

decidí profundizar un poco más hondo.

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—Así que, ¿cómo funciona? ¿Puede incluso un revenant morir por

causas naturales y sólo… dejar de existir?

—Estrictamente hablando, es posible —dijo—. Pero nadie puede resistir

la tentación de sacrificarse al final.

—Espera, pensé que cuanto más viejo consigues ser, menos sufres —

dije, confundida.

—Hasta cierto punto, y luego cuando se aproxima la hora de una

muerte humana normal, es como el péndulo, de repente se balancea

hacia atrás y el sufrimiento es mayor que nunca —me estremecí, y

notándolo, Vincent puso su brazo alrededor de mí y me empujó cerca

mientras continuamos caminando.

—Gaspard me habló una vez sobre ese revenant italiano que conoció,

Lorenzo algo. El tipo tenía siglos de antigüedad y apenas sentía el tirón

de la muerte más. En un momento dado, todas las muertes y rescates

que había experimentado en su existencia llegaron a ser demasiado y

decidió secuestrarse a sí mismo. Se fue y vivió como un ermitaño en ese

retiro de la colina aislada. Y no fue hasta unas décadas más tarde que

tuvo un mensaje que trajo a sus parientes de que él necesitaba ayuda.

Vinieron y le fueron a buscar, tenía sus ochenta años por entonces, y

tuvieron que ayudarle a encontrar a alguien para salvar. Dijo que su

sufrimiento físico y mental se había encendido como un maremoto en el

espacio de pocos días. Las ansias de sacrificarse por alguien eran

demasiado grandes para sólo dejarle acostarse y morir, que era todo lo

que quería.

Ambos estuvimos en silencio durante un buen tiempo mientras las

implicaciones por nuestra propia historia se hundían.

Fuera o no, Vincent había encontrado una manera de evitar el

sufrimiento, que no podríamos evitar uno de los varios finales trágicos.

Y si se las arreglaba para vivir tanto tiempo como yo, algún día iba a

llegar a ese punto en que los revenant no podían pasar, a los ochenta

años, cuando sea. Sacrificaría su vida por alguien más y se despertaría

tres días más tarde, a los dieciocho años. Yo moriría y él renacería

inmortal. No había manera de evitarlo.

Sintiendo mi desesperanza, Vincent me llevó a un lado del puente. Nos

quedamos de pie mano con mano, observando al agua levantarse en

diminutos remolinos, moviéndose rápidamente. La metáfora perfecta

para el flujo imparable del tiempo.

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Capitulo 23 Traducido por Isane33✰ y alyshiacheryl

Corregido por Nony_mo

Al día siguiente, Violette me envió un mensaje de texto mientras yo

estaba en la escuela, preguntándome si quería ir a ver una película esa

noche.

Le envié un mensaje: Tengo demasiada tarea. ¡Lo siento!

Entonces, ¿qué te parece ir a tomar un café?

¡Perfecto! Después de la escuela. En Sainte-Lucie.

Nos vemos allí.

Sonreí, pensando en cómo su inglés estaba mejorando. ¡Ella incluso

estaba usando contracciones29! En tan sólo unas pocas semanas, había

empezado a sonar más como una adolescente normal y menos como

una duquesa viuda. Y cuando la oía hablar en francés con los demás…

bueno, definitivamente estaba aprendiendo más expresiones populares.

Ella ya estaba sentada cuando llegué al café y se levantó para

saludarme con una gran sonrisa en su rostro. Mientras besaba mis

mejillas, exclamó:

—¡Kate! ¡Estuviste tan asombrosa el sábado por la noche!

Nos sentamos y ella continuó hablando efusivamente, pero con una voz

más baja para que la gente cercana no pudiera oír.

—Todavía no puedo creer lo bien que luchaste después de sólo un par

de meses de entrenamiento. Se lo contamos a Gaspard y aunque

insistió en que no podía tomar ningún crédito, me di cuenta de que él

estaba muy orgulloso.

—¡Tú estuviste bastante impresionante! —le dije, sinceramente—. Ese

tipo era mucho más grande que tú y él ni siquiera tuvo una

oportunidad.

29 Hace referencia a la contracción utilizada en el original ―I’ll see you there‖.

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Ella le restó importancia a la alabanza con un gesto de la mano como si

hubiese sido nada.

—Así que… ¿qué piensas sobre Vincent? Espera, ¿Monsieur? —Le hizo

señas a un camarero que pasaba para que yo pudiera pedir un

chocolate caliente.

Me recliné hacia ella.

—Él estuvo increíble. Sin embargo, me alegro de que atacara a mi numa

cuando lo hizo. No sé cuánto tiempo más podría haberlo combatido.

Ella vaciló, observándome.

—¿Qué? —le pregunté, su expresión estaba sembrando la semilla de la

preocupación en mi pecho.

—Creí que él no parecía estar funcionando al cien por ciento —me

contestó en voz baja—. Tiene ojeras. Y luce tan pálido. Me refiero a que

luchó como el luchador experto que es, pero no parecía tener mucha

fuerza física.

Miré hacia abajo, a la mesa.

—Tienes razón Violette. Quiero decir, sólo lo he visto en los

entrenamientos, pero probablemente él solo podría haber vencido a esos

tipos si no estuviera… —Mi voz se fue apagando.

—En mala forma —ella terminó la frase por mí y me tocó la mano—.

Eso es lo que pensaba. Pero quería escuchar tu opinión al respecto,

debido a que no sé cómo se desempeña normalmente él. No me había

dado cuenta de lo mucho que su proyecto estaba afectándolo hasta que

lo vi pelear. Sin embargo, no te preocupes por eso. Las cosas van a

mejorar —dijo con suavidad—. Pero ¿qué hay de ti? ¿Algún progreso?

—Nada de nada —le contesté.

Ella frunció los labios con lástima y suspiró.

—No te preocupes Kate. Estoy segura de que las cosas mejorarán. —

Aunque no lo parecía. Se veía insegura. Preocupada. Tal vez

apesadumbrada. Pero no vi ―seguridad‖ en cualquier parte de su rostro.

En ese momento llegó mi chocolate. Tomé un sorbo de la humeante

espuma, mientras inhalaba el rico aroma del cacao y me preguntaba

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por enésima vez por qué Vincent no podía simplemente ser un humano

normal.

—¡Buenos días, mon ange! ¿Dónde está tu vestido? —gritó Vincent

desde donde estaba apoyado contra el portón del parque que está al

frente de mi entrada principal. En lugar de sus usuales pantalones

vaqueros y chaqueta, estaba usando un traje y corbata. Y ¡vaya!, lucía

delicioso. Me quedé allí en mi ropa de entrenamiento y lo miré de arriba

abajo.

—Es hora del entrenamiento de lucha. ¿Qué pasa con el traje, Sr. Wall

Street?

—¿No recibiste mi mensaje de texto?

Saqué mi teléfono para ver un mensaje de Vincent registrado a las tres

de la mañana: Ponte elegante mañana. Te voy a llevar a un evento

formal.

—¿Un evento formal? —pregunté, con los ojos muy abiertos—. ¿Qué

tipo de evento formal tiene lugar un sábado por la mañana?

—Una boda —dijo Vincent, simplemente.

—¿Me vas a llevar a una boda? —pregunté horrorizada—. ¿Por qué no

me lo dijiste antes de las tres de la mañana?

—Porque no estaba seguro de querer llevarte.

Mi expresión debe haberlo dicho todo, porque él se apresuró a explicar.

—Eso no es lo que quise decir. Quiero decir que no estaba seguro de

querer que vieras una boda revenant. Tú y yo ya estamos tratando con

mucho en estos momentos, pensé que eso podría traer a colación

demasiados… temas.

—Entonces, ¿por qué cambiaste de opinión? —pregunté, no del todo

apaciguada.

—Debido a que decidí que la evasión no era la respuesta. Prometí que

no te ocultaría nada que debas saber. Y ya estás permitiéndome romper

esa promesa… temporalmente. Una boda puede ser un exceso de

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información, pero —bajó la mirada y jugueteó con su corbata—, por lo

menos sabrás más sobre el mundo en que te estás involucrando. Te

debo eso.

Me quedé allí atónita por un momento, antes de estirarme para darle un

beso en la mejilla.

—Creo que puedo manejarlo, Vincent. Gracias por… —No sabía qué

decir—. Sólo gracias.

—¿Cuánto tiempo te tomará estar lista? —preguntó, apartando el

cabello de mis ojos—. Ya luces perfecta.

Me sonrojé, no queriendo admitir que con muchos revenants viviendo

justo debajo de nuestra calle, como quien dice apareciéndose de repente

cada vez que doblaba la esquina, ya nunca salía de la casa sin

asegurarme de que me veía bien.

—Honestamente, diez minutos. Sólo déjame encontrar un vestido y

zapatos y estaré de regreso.

—Está bien —dijo mientras miraba su reloj—. Tenemos tiempo de

sobra.

Una hora más tarde, entramos en la capilla inferior de la Sainte-

Chapelle, una iglesia real de ochocientos años que se encuentra a pocas

cuadras de la Catedral de Notre-Dame en una isla en el Sena llamada

Île de la Cité.

—¿La boda es aquí? —jadeé mientras Vincent tomaba mi mano y me

llevaba hasta una minúscula escalera de caracol hecha de piedras en la

nave. Y tan pronto como entramos en la habitación, empecé a sentir esa

misma embriagadora sensación de sobrecarga sensorial, una sensación

de aturdimiento que había experimentado el puñado de veces que había

visitado la capilla como una turista. Debido a que el espacio era tan

inesperadamente abrumador.

El techo era más alto que el largo de la habitación, la decoración estaba

tan distante que apenas era visible. Pero no fue la suntuosa altura la

que me dejó sin aliento, fue la composición de las paredes. Quince

vidrieras, cada una de quince metros de alto, estaban colocadas en toda

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la superficie vertical de la capilla. La habitación era básicamente toda

de vidrio unido por columnas esqueleto de piedra. La luz que se filtraba

era de un azul tan profundo que parecía púrpura y el grueso cristal

parecía una piedra preciosa. El efecto en conjunto me hizo sentir que

era una pequeña figura de oro dentro de un huevo de Fabergé, con mi

mundo entero incrustado de joyas.

Tomé una respiración profunda para estabilizar a mi galopante corazón

y envolví mi brazo en el de Vincent.

—¿Cómo rayos fueron capaces de reservar este lugar para una boda? —

susurré a medida que avanzábamos hacia el grupo de personas

reunidas en el altar.

—Conexiones —susurró, dándome una sonrisa socarrona. Sacudí la

cabeza con asombro.

Como no habían sillas, el grupo de treinta o cuarenta revenants,

algunos de los cuales reconocía de la fiesta de víspera de Año Nuevo,

estaban de pie. Nos dirigimos hacia Jules y Ambrose, quienes dejaron

de hablar con Jean-Baptiste y Violette para hacer comentarios elogiosos

sobre mi apariencia.

—Vaya, Katie-Lou. Te has arreglado mucho. Apenas te reconozco sin

tus pantalones vaqueros y converse —dijo Ambrose, mientras me daba

un abrazo.

Jules se encogió de hombros, y dijo:

—No está mal —con voz petulante antes de arquear las cejas y

acariciarse la barbilla cómicamente.

—¿Dónde está Gaspard? —pregunté.

—Dormant —dijo Vincent—. Y Arthur se despertó durante la noche, así

que todavía está en la cama.

Asentí con la cabeza y miré hacia el sacerdote, que había comenzado a

dirigirse a la multitud.

—Queridos míos —comenzó—, nos hemos reunido hoy para celebrar la

unión de nuestro hermano Jorge con nuestra hermana Chantal.

Enarqué una ceja hacia Vincent.

—¿El sacerdote es…? —él asintió. El sacerdote era uno de ellos.

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Vincent me atrajo delante de él para que yo pudiera ver mejor y apoyó

las manos en el talle de mi vestido hasta la rodilla de color ciruela.

La novia estaba impresionante, usando un vestido de novia tradicional,

en toda la extensión de la palabra, con sus detalles: el velo, la cola larga

y metros de satén cremoso. Ella era totalmente del siglo XX, mientras

que el novio lucía como si fuera de una época mucho más antigua.

Él se vistió como uno de los tres mosqueteros, con cuello de volantes,

chaleco de terciopelo y pantalones que terminaban por debajo de la

rodilla, justo encima del lugar donde comenzaban sus botas. Pero en

lugar de parecer ridículo, él lucia... apuesto. No podía dejar de

preguntarme si había caminado hasta aquí vistiendo eso.

—¿Qué pasa con D'Artagnan30? ─le susurré a Vincent.

—La gente suele usar la ropa de su época cuando se casa. Es una

tradición revenant.

Sonreí, incapaz de mantener fuera de mí vista periférica a sus

compañeros que se balanceaban en sus cuerdas a través de las

ventanas de la capilla colocándose sombreros de plumas y blandiendo

sus espadas.

El sacerdote siguió la ceremonia con el estilo regular de una boda,

marcada de vez en cuando por una pieza de un cuarteto de cuerda. La

música flotaba alrededor de la habitación como una sinfónica niebla,

dando un efecto aun más de otro mundo al extraordinario evento.

Cuando llegaron a los votos, los novios se colocaron cara a cara y se

comprometieron a amarse y ser fieles "en la medida que ambos existen‖.

Bueno, pensé, eso es un giro interesante.

Mis pensamientos se infiltraron con las implicaciones de lo que estaba

sucediendo. Cuando los humanos se casan, ellos ya están prometiendo

un montón de promesas de estar juntos por varias décadas.

Esta pareja estaba declarando, ante sus parientes, que querían estar

juntos... para siempre. O por lo menos por un tiempo muy largo.

Cuando la ceremonia terminó, la pareja se besó, y luego tomados de las

manos unos a otros, llevaron al resto del grupo por las escaleras afuera

de la capilla. Una vez en la calle, la procesión recorrió los diez minutos 30 Es un personaje literario creado por Alexandre Dumas y protagonista de las llamadas Novelas de D'Artagnan: Los tres mosqueteros, Veinte años después y El vizconde de Bragelonne.

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de la punta de la isla, donde bajamos unas escaleras y llegamos a la

Plaza Dauphine, un camino pavimentado y un parque arbolado que se

adentra en el Sena. Una gran carpa blanca se había erigido, con

calentadores de gas manteniendo cálido el espacio interior

Vincent y yo tomamos unos platos de comida y salimos de la tienda

para sentarnos en el borde del muelle, que había sido forrado con

mantas suaves para la ocasión. Nuestras piernas colgaban sobre el

agua y en silencio, comimos nuestro lomo y patatas gratinadas.

—¿No hay preguntas? ¿Comentarios? ¿Considerando alguna duda

existencial? —dijo Vincent finalmente.

—Hay tantos pensamientos en mi cabeza ahora mismo, que no sé ni por

dónde empezar —le dije.

—Entonces, inicia por lo básico y guarda lo existencial para más

adelante. —Puso el plato vacío sobre la manta a su lado y me miró

expectante.

—Está bien. ¿Quiénes son ellos? Los novios, quiero decir.

—Georges y Chantal. Son del siglo XVIII, que es 1950. Él es francés y

ella es belga.

—¿Cómo se conocieron siquiera? No había escuchado que ustedes

viajaban tanto.

—Se conocieron en una convocatoria, una reunión de nuestro

Consorcio que tiene lugar cada pocos años. Representantes de todo el

mundo vienen a los grandes. Por lo general, basta con ir a la reunión

europea.

—¿Un encuentro internacional de revenants? ¿Al igual que los no-

muertos de las Naciones Unidas? —Frené mi risa al ver la expresión

solemne de Vincent.

—Es una antigua tradición. Las reuniones son muy secretas, por

supuesto, por razones obvias de seguridad, de lo contrario, sería como

ofrecernos a nosotros mismos como cebo a los numa.

—¿Y es ahí donde los novios se conocieron?¿En una asamblea política?

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─Sí. Además de ser una reunión informativa, tiene una función extra de

ser una oportunidad de matchmaking31. Es difícil encontrar un

compañero cuando tu círculo social es tan limitado.

Charlotte me había dicho una vez que esa era la razón que usaba para

explicar porque no tenía novio. Por supuesto, ahora sabía que era

porque estaba enamorada de Ambrose, y había sido por años. Me

pregunté cómo estaba ella sin Charles.

Nos habíamos enviado correos electrónicos un par de veces, pero no

había oído nada de ella desde que su hermano se había escapado.

Vincent comenzó a jugar ociosamente con mis dedos, sacándome de mis

pensamiento y trayéndome de vuelta al aquí y ahora.

—¿La mayoría de los revenants tienen pareja? —pregunté—. Quiero

decir, Ambrose y Jules parecen muy felices con su soltería.

—Todavía son ―nuevos‖. Ellos queriendo sentar cabeza sería como un

adolescente moderno queriendo casarse. ¿Por qué comprometerse con

una persona cuando recién hemos comenzado a experimentar la vida?

¿O más allá? —Él mismo se corrigió—. Lo que sea.

—No pareces de la idea de establecerte con una chica para ti. —Le

tomaba el pelo, y de repente se sintió cohibido.

Vincent sonrió.

—Yo soy diferente, ¿recuerdas? Estaba a punto de casarme mientras

aún era humano. Tal vez soy sólo el tipo de persona comprometida —

dijo, inclinándose sobre el agua pensativo antes de dar vuelta la cabeza

para mirarme—. Volviendo al tema —dijo, dándome una sonrisa

tímida—, después de unos cientos de años de soltería, las personas

como Georges a menudo quieren estar con alguien. Presumo que es algo

natural querer estar con alguien. Supongo que eso es parte de nuestra

humanidad que permanece con nosotros después de la muerte. La

necesidad de amar y ser amado.

—Bien, ¿qué hay acerca de Jean-Baptiste? Sigue soltero.

Vincent volvió a mirar el agua y sonrió.

—Él no es muy demostrativo respecto a sus sentimientos.

31 Es un lugar donde la gente se conoce con motivos de interés amoroso.

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—¿Qué? ─exclamé—. ¿Jean-Baptiste tiene novia?

Levantó una ceja, y dándome una media sonrisa, negó con la cabeza.

—¿Un amante entonces? Un chico... ¡Oh! —dije, mientras la verdad

llegaba a mí—. ¡Gaspard!

Vincent me dio una sonrisa amplia.

—No me digas que no habías pensando en eso antes.

Negué con la cabeza. Pero ahora que lo sabía, todo tenía sentido. Eran

el uno para el otro.

Vincent se levantó y se llevó los platos a la tienda. Volvió a sentarse a

mi lado y dijo:

—Tengo algo para ti, Kate. —Metió la mano en el bolsillo de su

chaqueta, y al abrirla, reveló una pequeña bolsa de terciopelo color

rojo.

Aflojando las cuerdas, sacó un colgante en una cuerda de lino negro y

lo puso suavemente en mi palma. Era un disco de oro del tamaño de

una moneda de dólar, y se superó con dos círculos de gránulos

diminutos de oro, uno situado dentro del otro. En el centro del disco se

situaba una piedra triangular azul oscuro con una superficie lisa,

ligeramente redondeada. Y en el espacio entre la piedra y las filas de

bolitas había hilos de oro decorativos curvados en forma de llamas.

Parecía antigua, como la joyería griega en la galería de Papy.

—Oh, mi Dios, Vincent. Es maravilloso. ─Apenas podía hablar, mi

garganta estaba ahogada de la emoción.

─Es un signo de bardia. Una señal de revenants que se unen a

nosotros. Que sabes lo que somos y podemos confiar en ti. Jeanne tiene

uno que nunca se quita.

Las lágrimas brotaron de mis ojos. Agarrando con fuerza el colgante en

la mano, lancé mis brazos alrededor del cuello de Vincent y lo abracé

durante unos segundos antes de dejarlo y limpiar mis lágrimas.

Su sonrisa era vacilante.

—¿Entonces, te gusta?

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—Vincent, ―gustar‖ no le hace justicia a una belleza indescriptible como

esta. ¿Dónde lo conseguiste? —pregunté, incapaz de apartar mis ojos de

la exquisita pieza de joyería.

—Es de nuestro tesoro.

Eché un vistazo rápido hacia él.

—Así que, ¿es de Jean-Baptiste?

Vincent sonrió tranquilamente.

—No. A pesar de que se mantienen en su casa, el tesoro pertenece a los

revenants de Francia. Las piezas se han transmitido durante milenios.

Según nuestros registros, la última vez que esta pieza fue utilizada fue

por uno de nuestros emisarios a Constantinopla en el siglo IX.

Mis ojos se abrieron.

—¿Estás seguro de que deberías dármelo? Quiero decir, ¿están todos de

acuerdo?

—Se lo mostré a Jean-Baptiste y Gaspard. Me felicitaron por mi

elección. Estaban de acuerdo en que era la elección perfecta para ti. Es

tuyo ahora, así que no tienes que devolverlo. Al menos, espero que no lo

hagas. —Su sonrisa era alegre, pero sus ojos estaban serios.

¡Vaya! Miré hacia abajo al colgante y lo tracé tiernamente con las yemas

de mis dedos. Vincent lo estudió conmigo.

—No hay una gran cantidad de diferencias en las interpretaciones de

los símbolos, todos los libros se han escrito sobre Signa Bardia, en

general, pero se supone que la pirámide significa: vida después de la

muerte; y sus tres esquinas significan los tres días de inactividad. Las

llamas representan nuestra aura y la única manera que podemos ser

destruidos. Y el círculo es la inmortalidad.

Lo miraba sin poder creer que este antiguo colgante, símbolo de la

especie de Vincent, era mío. Él tomó el colgante de mi mano y

suavemente me lo puso. La expresión que tenía cuando se echó hacia

atrás para mirarme era tan preciosa como la propia pieza.

—Gracias.

—Yo diría ―de nada‖, pero no puedo tomar todo el crédito. No se trata

sólo de mí para ti. Es de todos nosotros. Sé lo mal que Arthur te hizo

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sentir al decir que no eras uno de nosotros. Quiero que sepas que no

eres un extraño. Tú no eres un revenant, pero sigues siendo uno de

nosotros. Este signo quiere decir que somos parientes.

Me apoyé en sus brazos, y mientras rozaba mi cabello con su mejilla,

cerré mis ojos y deseé que nada cambiara jamás. Que el tiempo se

detuviera y nos pudiéramos quedar así por siempre.

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Capitulo 24 Traducido por Sprinkling

Corregido por Nony_mo

Las dos semanas que pasaron desde que había estado por última vez en

Le Corbeau parecían extenderse por siempre. Pero finalmente era

martes, y estaba lista para correr de mi última clase para ir

directamente a la tienda de reliquias.

Así que cuando caminé fuera de la puerta de entrada de mi escuela y vi

a Jules esperándome, sentí como que alguien acababa de tomar mis

muñecas y deslizaba un par de esposas en ellas.

—Jules —dije con indisimulada decepción—. ¿Qué estás haciendo aquí?

—Feliz de verte, también, Kate —dijo Jules, obviamente divirtiéndose—.

Tu novio me ha pedido que sea tu guardaespaldas esta tarde.

—¿Él qué? —exclamé.

Jules se movió para besar mis mejillas, y yo me eché hacia atrás para

que no pudiera alcanzarme, lo que lo hizo reír abiertamente.

—¡Hey, no me eches la culpa! —dijo, yendo para atrás con sus manos

levantadas en el gesto universal de ―me rindo‖ —. Vincent fue a manejar

una situación peligrosa, mientras yo cuido a la damisela en apuros.

—No estoy en apuros. Pero hay algo que quería hacer… sola. —Y luego

sus palabras se hundieron en mí—. ¿Qué misión peligrosa? —pregunté,

buscando su rostro.

—¡Ah! Finalmente tengo tu indivisible atención. —Sonrió—. ¿Podría

decírtelo una vez que estemos en el auto y fuera del carril del autobús?

Jules indicó el BMW, que estaba estacionado ilegalmente a algunas

yardas de distancia. Vi un autobús acercándose, parpadeando sus

luces hacia él para que se moviera, y se apresuró a saltar antes de que

el conductor del autobús pudiera hacer una escena.

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—¿Estamos esperando a la siempre efervescente Georgia? —preguntó

Jules mientras se deslizaba detrás del volante y puso el coche en

marcha.

—No, ella tiene el club de teatro hasta las seis —respondí

distraídamente, mi mente en lo que Vincent podría estar haciendo.

Esperé hasta que estaba fuera y dije:

—Está bien. Estoy en el auto. ¡Ahora dilo!

Mientras él manejaba, Jules me dijo que los revenants que estaban

sentados en la casa de Geneviève habían llamado a Jean-Baptiste esa

mañana para informarle de un robo. Mientras ellos habían estado

afuera, alguien había entrado en la casa y revuelto las habitaciones. La

puerta había sido forzada, el candado roto. Pero nada parecía estar

desaparecido. Jean-Baptiste y Vincent han ido a investigar.

—Y todo esto significa que tengo un guardia porque…

—Porque todos se preguntan si esto significa que los numa están de

nuevo en el movimiento, así que Vincent estaba preocupado por ti. Y

desde que JB le insistió en ir junto a Geneviève, me ofrecí voluntario

para recogerte —dijo Jules con una satisfecha sonrisa, manteniendo

sus ojos en la carretera—. ¿Así que… qué es eso que querías hacer? Yo

te llevaré.

—Es un recado privado. Pero lo haré en otro momento —suspiré. Mi

estomago se revolvió con ansiedad mientras me preguntaba cuando

tendría otra oportunidad de visitar la tienda—. Entonces, ¿qué sobre

llevarme con Vincent?‖

—¿Y qué sobre llevarte a mi estudio? Mucho menos peligroso. Mejor

aún, necesito a una modelo y tú te podrías sentar para mí.

—¿Quieres que me siente para un retrato? —pregunte, atónita.

—En realidad, en este momento me estoy concentrando en desnudos

recostados de larga duración, en el espíritu de Modigliani —dijo. Él

estaba haciendo un esfuerzo por contener la risa.

—Si piensas por incluso un segundo que voy a sacarme la ropa en

frente de ti, Jules… —comencé.

Se echó a reír, golpeando el volante con la mano.

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—Solo te estoy tomando el pelo, Kate. Eres una dama. No te pediría que

comprometas tu pureza como uno de mis modelos pagos, hay un

montón de rameras con tacones bajos, ¡muchas de ellas!

Después de haber visto una modelo medio vestida en el estudio de

Jules, Vincent me había dicho que las chicas eran generalmente

estudiantes universitarias necesitando dinero para sus gastos

escolares. Muy distinto de ―Rameras de tacones bajos,‖ Jules estaba

tratando el método de ataque del viaje de culpabilidad. Y estaba

funcionando.

—Está bien, posaré para ti —concedí—. Pero bajo ninguna

circunstancia ningún artículo de ropa dejará mi cuerpo mientras estoy

en tu estudio.

—¿Y si estás en otra parte? —preguntó, rompiendo en una maliciosa

sonrisa.

Rodé mis ojos mientras pasábamos sobre el puente y la Torre Eiffel

quedaba en nuestra vista.

Inhalé profundamente mientras caminaba por su estudio, respirando

uno de mis olores favoritos, el olor de pintura al óleo liquida. Había

respirado este mismo aire desde que era una niña pequeña, cuando sea

que visitara el estudio de restauración. En mi mente el olor estaba

indeleblemente asociado con belleza. Mis ojos siguieron mi nariz

expectantemente, sabiendo que una recompensa debía estar justo

alrededor de la esquina.

¡Y qué recompensa! Las paredes del estudio de Jules estaban llenas con

color. Tonos primarios de geométricos espacios urbanos y desnudos

pintados en rosas y exquisitos tonos de piel. Mi cerebro cambió al modo

de arte.

Rodeada por toda esta belleza, me sentí completa. Cumplida. Como si

una luz hubiese sido encendida en mi interior, iluminando todos los

oscuros y mohosos rincones de mi mente.

Mi ensimismamiento fue interrumpido por un sonido de choque frente a

la próxima habitación. Jules se precipitó pasándome antes de que

pudiera incluso reaccionar, agarrando una espada de un estante para

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paraguas, y se lanzó por la puerta. Escuché un alarido y, a través de la

puerta de conexión, vi a un hombre saltar por el aire.

El tiempo se detuvo mientras los miraba suspendido en el espacio,

incapaz de creer lo que estaba viendo, antes de regresar a la realidad

por un ensordecedor choque mientras su cuerpo golpeaba la gran placa

de vidrio de la ventana y desaparecían fuera. Corrí a la ahora irregular

abertura, mis zapatos haciendo crujir astillas de vidrio debajo de ellos, y

vi al hombre parado en el adoquinado dos pisos por debajo. Inalterable

por la caída, se sacudió y luego, aferrando sus manos a su torso para

detener el flujo de sangre de una herida, corrió a través del patio y

hacia la calle.

Me giré para ver a Jules parado con una sangrienta espada en mano,

mirando la rota ventana. Junto a él, un pequeño escritorio estaba

cubierto con libros de arte y folletos de galerías, que estaban esparcidos

como si alguien los hubiese lanzado en el aire y los hubiese dejado caer

donde llegaran. El cajón del escritorio yacía en el suelo, vacío.

—¿Él ha…? —comenzó Jules, incapaz de terminar la pregunta.

Asentí.

—Aterrizó, se levantó y corrió. Pero pienso que lo tenías —dije

alentadoramente—. Estaba sosteniendo su costado cuando corrió

alejándose.

—¿Qué estaba haciendo un numa en mi estudio? —murmuró Jules,

viéndose conmocionado—. ¿Y cómo infiernos entró? La ventana y la

puerta tienen cerraduras de alta calidad.

En medio de fragmentos de cristal, vi un destello de metal. Alargué mí

camino cuidadosamente hasta ello y me incliné para tomar un pequeño

conjunto de herramientas de plata ensartadas en una cadena. Se veían

exactamente el tipo de cosa que podría tener una cerradura de plata.

Las levanté para que las viera Jules. Mientras él observaba, su rostro se

giró en una extraña sombra de púrpura. Sacó su teléfono de su bolsillo

y golpeó el marcado rápido.

—¿Vincent? Si, ella está aquí. ¡Solo escucha! Vinieron aquí, también, a

mi estudio… solo uno… se escapó. No, ella está bien. Sí, estoy seguro.

—Jules me pasó el teléfono.

—Kate, ¿estás bien? —Vincent estaba hablando en el controlado tono

que usaba cuando estaba escondiendo el pánico.

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—Estoy bien. El chico ni siquiera me notó. Jules fue directamente por él

y él saltó por la ventana.

—Estaré justo ahí.

—No hay razón para ello, Vincent. Estamos bien. Termina lo que estás

haciendo, voy a verte esta noche de todos modos.

—Tenemos que ir. Ver si podemos adivinar qué estaba buscando.

Estamos probablemente a solo veinte minutos en taxi, así que solo

quédate ahí. Tengo que verte para saber que estás segura. ¿Podrías

devolverle el teléfono a Jules?

Jules escuchó mientras Vincent hablaba por un momento, y luego,

poniendo de nuevo el teléfono en su bolsillo y sacudiéndose fuera del

estupor, levantó la vista a mí como si finalmente hubiese notado que

estaba allí. Dejando caer la espada al suelo, se acercó y tocó mis

hombros con sus manos, un poco demasiado duro.

—Kate, ¿estás bien? ¿No te cortase en ningún lado? —Buscó por mi

rostro.

Estaba tan atónita por su intensidad que no pude hablar. Jules estaba

siempre bromeando a mí alrededor, burlándose de mí, pero ahora sus

grandes ojos me traspasaron, y su expresión no podía ser más seria.

Sacudí mi cabeza y me las arreglé para pronunciar:

—No estoy herida.

Exhaló mientras registraba el hecho de que no había sido tocada y,

comprendiendo, me abrazó tan fuerte que no podía respirar. Después

de algunos segundos, su apretón se aflojó, pero no me dejó ir hasta que

finalmente me moví, retirándome hacia atrás gentilmente mientras

decía su nombre.

Sus manos bajaron a mis costados, pero se quedó ahí, su rostro a

pulgadas de distancia de del mío y su cálido aliento en mi piel, por lo

que pareció como por siempre. Luego, abruptamente, se giró y salió a

grandes zancadas del estudio. Escuché sus pies en la escalera de

madera, y vi el agujero de la ventana mientras él cruzaba el patio y se

paraba inmóvil junto a la puerta de piedra que daba a la calle,

esperando allí a que los otros llegaran.

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Capitulo 25 Traducido SOS Por Alexiacullen

Corregido por rose_vampire

Una vez en el estudio, Vincent y Jean-Baptiste, lo habían peinado en

busca de pistas, mientras que Jules y Ambrose clavaban un gran

tablero de madera contrachapada sobre la ventana abierta. Ahora

estábamos en el coche de regreso a la Mansión, por lo que JB estaba

llamando a una ―reunión de emergencia‖.

Mi teléfono sonó. Viendo el nombre de Charlotte en la pantalla, respondí

inmediatamente. Esa era la primera vez en más de un mes que uno de

nosotros había cogido realmente un teléfono para llamar.

—¡Hola, Charlotte! ―dije, intentando aclarar mi voz por la tensión que

pesaba sobre todo nuestro grupo.

—Kate —respondió, sonando como si estuviera justo en la puerta de al

lado a pesar de que estaba al otro lado del país.

—¿Cómo estás?

—Bien. Tenía que llamarte, sin embargo… escuché a Charles anoche.

Está en Alemania, viviendo con un grupo de revenants en Berlín. ¡Y está

bien!

—¡Oh, Charlotte! ¡Debes estar tan aliviada!

—No puedo, ni incluso, contártelo. Estaba prácticamente mareada

cuando me dijo que estaba a salvo, y luego empecé a gritarle por no

haberme llamado antes. Pero ahora estamos bien.

—Estoy tan contenta de escuchar eso. ¡Ves! Todos esos nombres que le

estuviste llamando… bueno, en su mayoría eran verdaderos.

Charlotte se rio, luego su voz se volvió seria.

—De hecho, Kate, los chicos con los que se está quedando escuchó que

muchas cosas van a sucedes con los numas en París. Dijo que todavía

no estaba listo para hablar con los otros, y me pidió que advirtiera a JB.

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—Bueno, estás justo a tiempo. ¿Has oído lo que sucedió en la casa de

Geneviève?

—Sí. Jean-Baptiste llamó esta mañana para preguntar si había algo en

su casa que los numas pudieran estar buscando —afirmó Charlotte.

—Lo mismo acaba de suceder en el estudio de Jules hace un par de

horas.

Ella exclamó.

—Oh, Kate. Deseo que pudiera regresar. No hay una razón para que yo

esté aquí ahora que sé que Charles no va a aparecer en la puerta en

cualquier momento.

—¿Por qué no lo haces? —pregunté mirando hacia Vincent, quien

estaba sentado silenciosamente a mi lado en el coche.

—Es Geneviève. No quiere regresar a París. Y puedo decir que estar

aquí, lejos de los recuerdos de su vida con Philippe, le está ayudando.

No puedo abandonarla, y no quiero sugerir algo que le afecte. Pero con

todo lo que pasa allí, ¿crees que Jean-Baptiste me necesita?

—No lo sé, Charlotte. Parece puro caos aquí por el momento. Si

Geneviève te necesita allí, sería mejor para ambas si tú estás.

Suspiró.

—Tienes razón. Voy a plantearlo con Jean-Baptiste de todos modos

para estar seguros. Pero, ¿Kate?

—¿Sí?

—Estoy tan contenta de que Charles esté a salvo.

—Lo sé, Charlotte. Yo también. Es bueno que esté con otros revenants

—dije. Y no con numas, pensé, sabiendo que Charlotte había temido lo

mismo.

Una vez más, se reunieron alrededor del fuego masivo en la gran sala.

Jean-Baptiste explicó lo que habían encontrado con Geneviève y Jules,

lo cual era básicamente nada. Sin embargo, era evidente tomando en

cuenta en lo que habían buscado, que el objeto del allanamiento era

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algún tipo de documento. Pero ni Geneviève ni Jules podían imaginar

cualquier cosa que el numa quisiera robarles.

—Tengo atormentado mi cerebro —dijo Jean-Baptiste, colocando los

dedos en su frente para dar énfasis—, y no puedo pensar en una cosa

sobre nuestro papeleo que sería de algún interés para nuestros

enemigos.

—¿Qué te parece la información bancaria? —preguntó Violette—. Tal

vez estén buscando los números de cuenta o algo así.

—Bueno, eso es una idea —dijo Jules—. Pero estamos sin papeles,

ahora toda nuestra banca está en línea. E incluso si los numas no

fueran ya ricos en todos sus tratos del inframundo, dudo que las

cuentas de nuestro banco fueran su primer objetivo si necesitaran algo

de dinero extra.

Violette frunció el ceño.

—¿Puedo? —preguntó Gaspar. Era tan excesivamente amable que

nunca cortaba una conversación sin pedir primero permiso. Jean-

Baptiste asintió con la cabeza hacia él—. Aunque estoy de acuerdo en

que deberíamos centrarnos en descubrir qué podría ser después, no

debemos descartar el hecho de que esto pudiera ser meramente una

diversión. Pueden estar tratando de llamar nuestra atención lejos de un

plan más grande que estén llevando a cabo.

Alcé la voz.

—Charlotte mencionó algo en el teléfono cuando estábamos en nuestro

camino hacia aquí.

Todo el mundo se giró hacia mí.

—Charles la llamó. Está en Berlín, está con un grupo de revenants.

Llamó por teléfono para avisarla que habían oído rumores de que algo

grande estaba sucediendo con los numa de París.

—Sí, me llamó a mí también… —comenzó Gaspard, pero fue

interrumpido por Violette.

—¿Por qué no escuché nada sobre eso? —exclamó, su cara rosa de

emoción señalando que estaba oficialmente cabreada.

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—Yo… yo, iba a consultarlo contigo más tarde, Violette —tartamudeó

Gaspard—. Pero Charlotte justo me llamó anoche, y con los

allanamientos de esta mañana hubo tanto, que se me pasó.

Violette apretó sus sienes con exasperación.

—¿Cómo debo ayudar si la gente retiene información importante para

mí?

Todo el mundo la miró. Ambrose rodó sus ojos hacia mí y murmuró las

palabras, Drama. Reina.

Miró alrededor nuestro como si sólo hubiera notado que estábamos

todos allí, y luego volvió a mirar a Gaspard.

—Lo siento —dijo—. Solo estoy intentando ser fuerte. Investigando

siempre que pueda, y chocando contra un muro de ladrillos allí a donde

gire… cuando hay información colocándose justo enfrente de nosotros.

Se puso de pie y se dirigió hacia Gaspard, colocando una mano delicada

en su brazo y se lo llevó lejos del grupo.

—Ahora, ¿qué dijo Charlotte exactamente? —le interrogó mientras

salían de la habitación.

Al otro lado de la chimenea, al final del grupo, Arthur se sentó en un

sillón, moviendo la cabeza con cansancio, al igual que el largo

sufrimiento del marido de una esposa temperamental. Sacó una pluma

y un cuaderno del bolsillo interior de su chaqueta y empezó a escribir.

Apreté los dedos de Vincent. Estaba sentado enfrente de mí en el suelo

con el codo apoyado en el sofá para que pudiera sujetar mi mano. Miró

hacia arriba y yo incliné mi cabeza hacia Arthur.

—¿Está tomando notas? —susurré. Los ojos de Vincent viajaron a

través de la habitación

—No, está escribiendo —respondió.

—¿Qué quieres decir? —pregunté, intrigada.

—Es un autor de novelas —Vincent se echó a reír ante la mirada

asombrada de mi cara—. ¿Qué? ¿No pensaste que pudiéramos tener

una carrera que no afectara salvar vidas? Arthur y Violette tienen que

hacer algo con su tiempo. Ni si quiera tienen su propia televisión.

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—¿Qué escribe?

—Bueno, ¿has oído a Pierre Delacourt?

—Sí, ¿el chico del thriller histórico? De hecho, creo que leí uno de sus

libros una vez en el aeropuerto. ¿Ese es el pseudónimo de Arthur?

Vincent asintió.

—Ese y Aurélie Saint-Onge, Cotillon Henri y Benois Hilaire.

Mi boca se abrió cuando me di cuenta de que el escritor detrás de uno

de los pseudónimos más famosos de la literatura francesa de los

últimos dos siglos, estaba sentado en la habitación detrás de mí

garabateando en un cuaderno.

—Este accidente de tren de reunión es interrumpido —espetó Jean-

Baptiste, llamando la atención sobre el hecho de que nadie estaba ya

prestándole atención—. Hablaré con cada uno de ustedes

individualmente sobre lo que necesito que hagan. Vincent —dijo,

caminando hacia nosotros—. Te necesito para volar a Berlín mañana.

Para hablar con la fuente de Charles.

Vincent asintió y Jean-Baptiste se movió hacia Jules.

—Guau, solo así y estás fuera —dije— ¿Cuánto tiempo piensas que

estarás fuera?

—Espero que un par de días. Dependerá de que encuentre cuando

llegue allí. Actualmente hay mucha información allí. Aunque tengo la

sensación de que parte de la razón para que JB me está enviando en

lugar de llamar por teléfono, es tener a alguien que cheque a Charles.

Asentí, y aunque sentí una punzada de tristeza de que se iba lejos,

tanto había estado ocurriendo, que apenas habíamos tenido tiempo

para ponernos al día desde que había estado durmiente, que también

sentí una sensación de alivio. Debido a que la única cosa en mi mente

en este momento era cuando podía llegar a Le Corbeau.

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Capitulo 26

Traducido por Vafitv

Corregido por rose_vampire

Cuando Georgia y yo dejamos el edificio la mañana siguiente, vimos a

Jules esperando por nosotras en su coche, mi corazón dio un brinco.

Vincent ya debe de haberse marchado. Revise mi teléfono para ver su

adiós en el mensaje de texto, y mi corazón se convirtió en un golpeteo

entrecortado de un salto. Hoy era mi día.

—Entonces, ¿qué pasa con el servicio de chofer? —le pregunté cuando

salté en la parte delantera con él mientras que Georgia se instalaba en

la parte de atrás.

—Vincent habría estado aquí esta mañana, pero tenía un vuelo a las

seis de la mañana, lo que significa que estaba en el aeropuerto a las

cinco.

—Lo bueno es que ustedes chicos no duermen —dije.

Por hábito, los ojos de Jules se posaron en el espejo retrovisor para ver

si Georgia había escuchado. Y luego lo vi recordar —ella ya sabe— y se

relajó de nuevo.

Él realmente piensa en mí como uno de ellos ahora, reflexioné, y sonreí

mientras tocaba el colgante escondido debajo de mi camiseta.

—Esto no es en realidad mi pregunta. ¿Qué hemos hecho para merecer

un viaje a la escuela? ¿Hubo más ataques numa durante el merecido

paseo a la escuela? ¿Hubo más ataques durante la noche?

Lo dije como una broma, pero la expresión inalterada de Jules me

informó que había dado en el clavo.

—¡No! —jadeé.

—Sí, saquearon otras dos casas revenant en el área de París, una

anoche y otra temprano esta mañana, en ambas ocasiones cuando los

ocupantes estaban fuera.

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—¿Entonces qué tiene eso que ver con nosotras? —elevó la voz Georgia

desde el asiento trasero—. No es que no aprecie el servicio del domicilio

a la escuela, por supuesto...

Jules miró detenidamente a Georgia en el espejo.

—Ese ataque después del concierto de tu novio, y una semana después

de cuatro robos por nuestros enemigos, se suma al hecho de que los

numas están de vuelta en acción, y a Vincent le preocupa que tú, Kate,

podrías ser un blanco.

—¿Por qué yo?

—Los numa saben que él es el segundo de JB, y ellos saben que estás

con él. Secuestrarte a ti, o peor, sería la manera perfecta para

provocarlo. Vincent solo quiere a alguien para mantener un ojo en ti

hasta que esté de vuelta y pueda hacerlo por sí mismo.

Eso era mucho para procesar.

—Tengo ganas de decir que puedo valerme por mí misma. Sin embargo,

después del enfrentamiento con los chicos del callejón, creo que solo

voy a darle las gracias por la oferta y dejar de hablar de ello.

—Así que, Jules —dijo Georgia, inclinándose hacia delante—, no es que

yo no este agradecida que estés protegiendo a mi hermana de los

malvados zombis asesinos. Pero desde que la conversación ha seguido

su curso —hizo una pausa para el efecto—, Kate me dijo que Arthur es

un escritor.

Para mi consternación, mi hermana no había renunciado a su amor por

Arthur. Y desde que ella y Sebastien habían terminado la semana

anterior, había mencionado al revenant al menos una vez al día.

—Él preguntó por ti, en realidad —dijo Jules con total naturalidad.

—¿Lo hizo? —Georgia ronroneó—. ¡Cuéntame!

—Estaba preguntando si te habías recuperado del trauma del ataque

numa. Te vio en la calle el otro día y dijo que tenías buen aspecto.

—¿Tenía buen aspecto? ¿Me pregunto si eso significa que ―parecía sexy‖

en el idioma del decimoquinto siglo?

—Y la perdimos —murmuré, atrayendo una risa de Jules.

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—Sin animo de ofender —continuó—, pero creo que lo que le interesa es

que Violette parezca odiarte tanto. Eso le proporciona entretenimiento

porque de otra manera se aburriría con su vida de casado sin

beneficios.

—Mmm… beneficios —dijo Georgia, haciendo rodar la palabra alrededor

de su boca como si fuera un caramelo—. No olvides mencionar a Arthur

que estoy sola otra vez, ya sabes, cuando salga el tema sobre mí.

Sacudí la cabeza, y Jules se echó a reír. Cuando llegamos a la escuela y

Georgia salió del coche, me incliné hacia él.

—¿Puedes esperar un minuto? —Asintió con la cabeza, mirando

confundido mientras salía del coche.

—Georgia, no entraré a clases hoy. ¿Puedes cubrirme?

Mi hermana me miro con curiosidad.

—Esto es tan no tú, que asumo que debe ser de vital importancia. Al

igual que Nancy Drew32 al estilo detectivesco y cuestionablemente

existente de importancia.

—Hmm. ¿Qué me vas a dar a cambio por mi silencio? —sonrió

astutamente.

—Bien, bien. Me aseguraré de que Jules hable a favor de ti a Arthur.

—Que sea una cita con Arthur, yo escribiré una nota de ti estando

enferma firmada por Mamie.

Me reí.

—Veré que puedo hacer —Y giré para regresar al coche.

—Oye, Kate —me llamó Georgia, su voz seria ahora. Dudé—. Ten

cuidado, en lo que sea que estés haciendo.

—Lo prometo —le dije, arrojándole un beso en el aire y bajando en el

asiento del pasajero.

—¿Qué pasa Kate? —dijo Jules inseguro jugueteando con el dial de la

radio.

32Nancy Drew: es un personaje creado por el escritor Estadounidense Edward

Stratemeyer. Es una detective aficionada que ha sido protagonista de varias series de

novelas de misterio para niños y adolescentes.

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—Un día de excursión —dije.

Eso consiguió toda su atención.

—¿A dónde?

—A Saint- Ouen.

—¿Estas faltando a clases para ir al mercado de pulgas? ¿Sabe Vincent

que estas haciendo esto? Espera… no me digas. Por supuesto que no, o

esperarías hasta que él regresara para ir.

—¿Te pidió Vincent que me protejas hoy? —pregunté. Jules asintió con

la cabeza—. Bueno, voy a Saint-Ouen. Así que puedes dejarme en la

estación del metro, o me llevas allí mismo. Cualquiera que sea tu

sentido de guardián, tendrás razón.

Los labios de Jules formaron una risa divertida.

—Kate, ¿alguien te ha dicho que eres una chica persuasiva? ¿Estás en

el equipo de debate en la escuela?

Negué con la cabeza.

—Es una pena —dijo él mientras ponía el coche en marcha.

Balanceándolo a su alrededor para hacer frente a París, aceleró el motor

y nos fuimos.

—¿Jules?

—¿Um…..hmm?

—¿Cómo moriste?

Nos habíamos quedado atrapados en el tráfico en el periférico durante

media hora. Hasta ahora nuestra conversación había consistido en una

pequeña charla, es decir sobre los casos de los revenants de cómo

Ambrose y Jules recientemente habían salvado a las personas en un

autobús turístico que condujo hacia el Sena. Pero yo estaba

preguntándome esto por un rato, y sentada en un embotellamiento, se

sentía como el momento perfecto para preguntar.

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—Quiero decir, me dijiste que moriste en la primera guerra mundial —

continúe—, ¿pero moriste salvando a una persona en particular, o esto

era más el hecho abstracto que estabas defendiendo a tus compatriotas

como un soldado?

—No hay ningún resumen en convertirse en un revenant —contestó

Jules—. Solo luchando en una guerra no cuenta. Si lo hiciera,

probablemente seríamos mucho más de nosotros.

—¿Entonces a quien salvaste?

—A un amigo mío. Quiero decir, no exactamente un amigo, pero otro

artista con cuyo grupo anduve en París antes de la guerra. Su nombre

era Fernand Leger.

—Fernand Léger33 —jadeé.

—Oh, ¿has oído hablar de él? —No había ningún indicio de sarcasmo en

su voz.

—Vamos, Jules. Sabes que me encanta el arte.

—Bueno, él no era tan famoso como los demás en su grupo. Picasso,

Braque, Gris.

—Él es lo suficientemente famoso como para que lo conozca. ¿Y no era

su galería en el Museo de Arte Moderno en que te vi salir el verano

pasado? Ya sabes…. cuando pretendiste ser otra persona, porque te

reconocí desde el accidente del metro.

Jules sonrió al recordarlo. Fue su aparición póstuma que me había

enviado corriendo a la casa de Jean-Baptiste para pedir disculpas a

Vincent. Solo para encontrarlo muerto en su cama. Lo cual me llevó a

mi descubrimiento de lo que él era. Un día histórico en la vida de Kate

Mercier, para estar seguro.

—Sí, él tiene un retrato irreconocible de mí colgando allí. No muy

halagador. Me parezco a un robot. En realidad más bien a un robot

esqueleto. Que es comprensible, supongo, ya que estaba muerto en el

momento que lo pintó.

33 Fernand Léger: pintor francés adscrito al cubismo y al constructivismo. Nació el 4

de febrero de 1881 en Argentan. Junto con Georges Braque y Pablo Picasso. Léger

representó un papel importante en la evolución y difusión del cubismo. Muere el 17 de

agosto de 1955 en Gif-sur-Yvette, Francia.

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—¿Estas hablando de los jugadores de cartas? —le pregunté con

asombro.

—Sí, había mucho tiempo de inactividad entre combates, jugamos

mucho a las cartas. Después de la guerra, cuando yo estaba volant en

ese tiempo, lo oí por casualidad diciéndole a alguien que el soldado de

la derecha fue quien lo salvó. Pero todavía no puedo ver una semejanza

de mi vida. —Jules se rio de su propia broma.

—¿Cómo sucedió? ¿Quieres decir el salvarlo?

—Le di mi respirador durante un ataque alemán con gas mostaza. Una

vez que estaba abajo, el enemigo llegó y les disparó a todos los que

estábamos en el suelo.

Qué manera tan horrible de morir, pensé. Aunque estaba horrorizada,

traté de hacer sonar mi voz normal de modo que el siguiera hablando.

—¿Por qué lo hiciste?

—Yo era joven, y él era un viejo artista establecido. Lo respetaba. Le

adoraban, en cierto modo. Aun así, ¿cuantos niños de Starstruck darían

su vida por su héroe?

Jules se encogió de hombros.

—He hablado de ello con otros revenants. Todos sentimos que en

nuestra vida humana había algo dentro de nosotros que era casi

suicidamente filantrópico. Es la única característica que todos tenemos

en común.

Él se quedo silencioso después de eso, dejándome para preguntarme si

yo tendría lo que se necesita para dar mi vida por alguien más. Supongo

que era algo que no sabría hasta que estuviera allí en el terreno de la

muerte mirándolo a la cara.

Veinte minutos mas tarde, nos detuvimos en un estacionamiento a

pocas cuadras de Le Corbeau.

—¿Vas a decirme de que se trata esto? —Jules preguntó por

cuadragésima vez.

—No —dije mientras salíamos del coche. Espiando a un café pequeño

cercano hice un gesto a él, y dije—: Pero puedes esperar allí.

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—La respuesta a esa orden es non, madame la capitaine34. Nunca en la

vida voy a dejarte ir a alguna misión desconocida una que, obviamente,

no quieres que Vincent conozca; y por tu cuenta eres culpable de

traerme aquí, apelando a mi sentido del deber de vigilarte. Ahora tienes

que vivir con lo que pediste.

Nos miramos el uno al otro durante unos segundos. Pero cuando vi que

no iba a ceder, asentí y comenzamos a caminar en la dirección de la

tienda. En realidad era agradable tenerlo ahí todo el tiempo, porque

comenzaba a sentirme nerviosa no estaba segura de cómo iba a

manejar las cosas cuando llegase allí.

A una cuadra de distancia, pude ver las luces encendidas, y mi corazón

empezó a palpitar como un loco. El cuervo tallado en la cima de la señal

pareció considerarnos amenazantes a medida que nos acercamos.

Llegamos a una parada en la puerta, y Jules se giró hacia mí con la

mirada más incrédula en su rostro.

—¿Me has arrastrado hasta mitad de todo París para comprar un —se

asomo a la vitrina, y luego a mi— una virgen María de yeso?

—No.

—¿Entonces qué? —Echó un vistazo hacia atrás—. ¿Una lamparilla del

Papa Juan Pablo? Kate, ¿qué demonios estamos haciendo aquí?

—La pregunta es, ¿qué estoy haciendo aquí? Y la respuesta es… no es

asunto tuyo, Jules. Lo siento por arrastrarte, pero hay algo que tengo

que hacer. Y preferiría que esperaras afuera.

—¿Qué? —grito Jules.

—Tengo que hablar con el dueño de algo. Si me equivoco sobre ello, voy

a estar de vuelta en un segundo. Si tengo razón, esto podría tomar un

poco más de tiempo. Pero es algo que quiero hacer yo misma.

—Kate, sinceramente no sé cómo Vincent se metió contigo. Eres…

exasperante.

—¿Pero vas a hacer lo que te pido?

Jules pasó su mano por sus rizos, mirándose muy infeliz.

34

Non, madame la capitaine: ―No, señorita Capitana‖.

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—Te daré quince minutos. Si no estás afuera, voy a ir a buscarte. —Y se

alejó para sentarse en el escalón de una tienda cerrada a través de la

calle.

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Capitulo 27 Traducido por Helen1 y .Hariel.

Corregido por rose_vampire

Empujé la puerta con suavidad. Cuando no cedió, puse más fuerza en

ella, casi estallando en la tienda cuando la puerta pegajosa finalmente

cedió. Miré a mí alrededor conscientemente para ver una habitación

repleta de cosas, aún más concurrido que los escaparates. Y por el

aspecto de las cosas, me di cuenta de que habían puesto el inventario

barato en las ventanas, probablemente para desalentar el robo, porque

a mí alrededor estaban los objetos más interesantes que he visto nunca

fuera de un museo.

Una muy antigua Madonna de marfil con el niño equilibrado en la

cadera sentada al lado de una ornamentada casilla, un relicario con un

dedo de metal realista, unido a la tapa. Monedas antiguas con imágenes

de santos en ellos, rosarios antiguos que cuelgan de cada protuberancia

disponible y crucifijos hechos de metales preciosos y piedras preciosas.

Aunque cada pieza individual era hermosa a su manera, con todos ellos

acumulados caóticamente juntos en un espacio tan pequeño, el lugar

parecía seriamente espeluznante. Al igual que una tumba provista de

bienes para la vida futura.

Me quedé en el frente del mostrador durante un segundo antes de que

me diera cuenta de que había alguien detrás de él, clavando la vista

fijamente en mí. Se puso de pie tan anormalmente que cuando habló, di

un salto.

—Bonjour, mademoiselle. ¿Qué puedo hacer por usted? —dijo en un

ligero acento francés.

Mi mano voló hacia mi corazón.

—Lo siento —jadeé—. No lo había visto.

Su cabeza ligeramente se inclinó hacia los lados con mis palabras,

como si encontrara curiosa la idea de alguien que es sorprendido por

una estatua parlante.

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Qué hombre tan extraño, pensé. Con su peinado hacia atrás, el pelo

teñido de negro y los ojos enormes que sobresalían de las gafas culo de

botella surrealista, se parecía a una versión animada del mismo nombre

aviar de la tienda. Factor de deformación grave, decidí,

estremeciéndome.

—Um. . . alguien me dijo que podía encontrar un guérisseur aquí —dije,

mi voz saliendo penosamente tímida.

Él asintió con la cabeza de manera extraña y salió de detrás del

escritorio para mostrar un esqueleto vestido con extraña ropa pasada

de moda.

—Mi madre es la guérisseur. ¿Qué te pasa?

Pensé en mi conversación con la mujer en la tienda de al lado y solté:

—Migraña. —Había algo acerca de este hombre, sobre toda esta

situación, que me puso muy nerviosa. Si encontrarse con los revenants

era como viajar a un país nuevo y extraño, esto me hizo sentir como

Neil Armstrong, tocando la punta del pie a la superficie virgen de la

luna. Él asintió con la cabeza en comprensión y levantó un brazo de

palanca haciendo un gesto hacia una puerta en la parte posterior de la

habitación.

—Por aquí, por favor.

Entretejí mi camino a través de pilas de libros antiguos y estatuas de

santos de cintura alta, y luego lo seguí hasta un empinado y sinuoso

conjunto de escaleras. Desapareció por una puerta en el rellano, y luego

reapareció, haciendo señas para que entrara.

—Ella va a verte —dijo.

Al entrar en la habitación, me di cuenta de una anciana sentada junto a

una chimenea en una silla verde desgastada, haciendo tejido de punto.

Ella levantó la vista de su trabajo y dijo:

—Ven, niña —asintiendo con la cabeza a un excesivamente relleno

sillón, frente al suyo. Cuando entré en la habitación, el hombre se

marchó, cerrando la puerta detrás de él.

—He oído que sufres de migrañas. Eres joven para ese tipo de la

aflicción, pero he curado a niños de tan sólo cinco años de edad. Vamos

a solucionarlo enseguida.

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Me senté en la silla.

—Ahora dime acerca de la primera vez que experimentaste este

problema —dijo, continuando con su labor de punto.

—La verdad es que no tengo migrañas —le dije—. Vine a hablar con

usted de otra cosa.

Ella levantó la vista, curiosa pero no sorprendida.

—Dilo entonces.

—He encontrado este manuscrito muy antiguo, fue llamado Amor

Inmortal. Hablaba de la vida de un guérisseur en Saint-Ouen que tenía

habilidades especiales en relación… a un cierto tipo de ser. —A pesar de

que yo había planeado mi discurso con anterioridad, no estaba saliendo

bien. Porque ahora que estaba aquí, no estaba en absoluto segura de mí

misma. Aunque todo parecía apuntar a este siendo el lugar correcto, la

verdad… ¿Cuáles eran las posibilidades de que esta anciana fuera

descendiente de la curandera en el libro? ¿Después de todos estos

años? ¿Y de los miles de guérisseurs que debe existir en Francia?

Las agujas de la mujer detuvieron su clic, y ella me miró fijamente,

dándome toda su atención por primera vez. De repente me sentí muy

tonta.

—Un cierto tipo de ser inmortal... llamado un revenant —aclaré. Se

quedó mirando un segundo más, y luego, poniendo su labor de punto

en una bolsa de tapicería junto a su silla, puso su mano sobre su pecho

y se inclinó hacia delante. Al principio pensé que estaba teniendo algún

tipo de ataque. Y entonces me di cuenta de que ella se estaba riendo.

Después de unos segundos se detuvo para recuperar el aliento.

—Lo siento, querida. No me estoy burlando de ti. Es sólo eso... la gente

piensa que nosotros los guérisseurs somos mágicos, lo que conduce a

todo tipo de ideas erróneas. Y sé que la tienda de abajo debe agregar a

mi mística, todos los objetos religiosos hacen que los lugareños piensen

que soy una bruja de algún tipo. Pero no lo soy. Yo sólo soy una

anciana cuyo padre pasó un simple regalo a ella: el don de sanidad.

Pero eso es todo lo que hay. No puedo evocar a los espíritus. No puedo

lanzar conjuros malignos a mis enemigos. Y yo no sé nada al respecto...

inmortal, cualesquiera que sean.

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Sentí mi cara enrojecerse, no sólo de vergüenza sino de las semanas de

espera acumulada que han ido aumentando la expectación dentro de

mí. Para chocar contra una pared de ladrillo. Me escocían los ojos, y

tomé una respiración profunda para detenerme a mi misma de llorar.

—Siento mucho haberle molestado —le dije, y me levanté para irme—.

Um, voy a darle algo por su tiempo —Empecé a buscar en el bolso.

—No —dijo ella bruscamente. Entonces, con la voz ablandada, dijo: —

Todo lo que pedimos es que escribas tu nombre en una de esas cartas,

y lo colocamos en el plato. De esa manera puedo enviar mis mejores

deseos en mis oraciones. —Ella asintió con la cabeza a una pila de

fichas en la mesa de al lado de mi silla. Yo garabateé mi nombre en la

tarjeta y me incliné para colocarlo en el recipiente. Y me quedé helada.

Pintada en el interior del plato estaba una pirámide dentro de un

círculo. Una pirámide rodeada por llamas. Giré para ver a la anciana

sentada inmóvil, mirándome fijamente con una ceja levantada. En

espera.

Yo metí la mano dentro de mi camisa, saqué mi colgante y sostuve el

signum fuera para que ella lo viera.

Se sentó allí, petrificada por un segundo, y luego se puso a mirarme a la

cara.

—Bueno, si me hubieras mostrado eso cuando llegaste, no habría

tenido que ir a través de esta charada, mi querida —dijo ella, su

expresión cambiando de distante y profesional a cómplice y amable—.

Bienvenida, hermana pequeña.

Se sentía como si una docena de abejas zumbaban alrededor de mi

cabeza mientras me hundí de nuevo en la silla. Yo no lo podía creer:

¿Estaba ocurriendo realmente?

—¿Estás bien, ma puce? —dijo, con cara de preocupación, ajetreando

en un aparador donde me sirvió un vaso de agua de una jarra. Lo puso

sobre la mesa junto a mí y luego se sentó de nuevo.

—¡Sí! —dije, un poco demasiado fuerte, y mi voz sonó extraña, mis

oídos aún sonaban—. Sí, estoy bien. Yo sólo… Estoy tan sorprendida de

que usted es realmente… —Yo no sabía qué más decir, así que callé y

esperé.

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—¡Ja! Sí, lo soy en realidad. O más bien, es mi familia. Aunque nunca

he sido consultada sobre el tema de los revenants. Ha sido unos pocos

cientos de años desde que uno de nosotros lo ha sido. Así que esto es

muy emocionante para mí, de verdad. —Sus ojos brillaban, como para

probarlo—. Tienes que tener, de verdad. ¿Debes haber encontrado

ambos libros?

—Um, sí. ¿Cómo lo sabes?

—Ah, bueno, tuvimos un poco de problemas en el siglo XVIII. Algunos

de los malos, numa, se les llama, tenía en sus manos uno de los libros y

vinieron a buscarnos. Ocasión muy desagradable. Así que mi

antepasado tomó posesión de él y buscó al hombre noble que era dueño

de la otra copia existente. Ellos son los que hicieron un poco de trabajo

de tinta en los dos manuscritos para que fuera difícil, pero no

imposible, de encontrar. Tenemos nuestros propósitos —chasqueó la

lengua con orgullo—. Por casualidad no tienes los libros contigo,

¿verdad?

—No —admití.

—Bueno, eso es una lástima. Me hubiera gustado verlos. Todo lo que

tengo es una copia manuscrita del texto que mi antepasado hizo. No

podíamos mantener los originales. Eso sería un poco contraproducente,

¿no?

—Um, sí —dije, trabajando duro para mantener mis pensamientos

avanzando lo más rápidamente mientras ella me daba nueva

información.

—Así que, dime… —Ella esperaba.

—Kate. Kate Mercier.

—Dime, Kate Mercier, ¿qué tienes que preguntarme? —Ella dijo las

palabras como si fueran una fórmula que le habían dicho a seguir.

—Yo… estoy enamorada. De un revenant.

El rostro de la mujer cayó.

—Oh, querida.

Su mirada de piedad sólo reforzó mi decisión.

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—Todavía es joven, Sólo ha sido un revenant por ochenta y cinco años.

Así que la compulsión a morir a menudo sigue siendo muy fuerte. Lo

amo. Pero yo no soy lo suficientemente fuerte para permanecer con una

persona que padece las horribles muertes que ellos tienen… una y otra

vez.

—Pocos lo estarían, querida. A menos que saques todos esos

sentimientos de tu corazón, tendrás una vida terriblemente traumática

para ti. Y si fueras capaz de lograr adormecer tus emociones hasta

aquel extremo, bueno, no serías la misma chica sensible que eres

ahora… la chica de la cual está enamorado.

Le agradecí en silencio por su comprensión.

—Estoy buscando una forma de borrar el sufrimiento que viene con su

resistente muerte. De manera que pueda aguantar por más tiempo.

Quizás por lo que dure mi vida —dije, pero en mi mente las palabras

eran, hasta que muera—. No quiero que sufra por mí.

—Lo entiendo —dijo suspirando—, pero debo decirte que no tengo

ningún tipo de cura mágica alrededor. Ninguna botella de ungüento o

poción curativa oculta en un armario. Como recordarás, el chico en la

historia nunca llegó a mi ancestro al final. Pero después la historia pasó

a nosotros, los dotados en mi familia, a lo largo de los años, han escrito

sus pensamientos sobre este y otros asuntos. Tendré que buscar en mis

apuntes, Kate, para ver qué puedo ofrecerte. Hay cosas que sé sobre los

revenants. Secretos que me han sido dados. Pero ninguno de ellos

ofrece una solución a tu particular problema. Has escogido un camino

difícil y no te envidio. Sin embargo, haré mi mejor esfuerzo para

encontrar algo que pueda borrar el sufrimiento… para ambos.

Me puse de pie y caminé a la puerta.

—Bajemos las escaleras —dijo. La seguí abajo y dentro de la tienda,

cuando dimos una abrupta parada, admirando la escena ante nosotras.

Jules se paró en medio de la habitación, la punta de su espada

presionada en el pecho del hombre, quien se veía como si hubiera

retrocedido unos centímetros bajo la fiera mirada del revenant.

—Yo… yo no sé de lo que estas hablando —el hombre estaba

tartamudeando—. ¡No hay nadie excepto yo!

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—¡Sé que la chica está aquí, ahora llévame con ella! —Jules rugió, y

presionó más fuerte con la espada, atrapando al hombre contra la parte

delantera del escritorio.

—¡Jules, detente! —grité.

Ambos hombres se voltearon y Jules bajó la espada, deslizándola en su

vaina mientras caminaba rápidamente en mi dirección.

—Kate. ¿Estás bien? —preguntó, llegando a mí.

—Un aura como un bosque en llamas —dijo la anciana mujer, mirando

a Jules—. Tú eres uno de ellos. —Y entonces, lentamente, ella le dio

una reverencia como si estuviera visitando a la realeza.

—¡Qué demonios…! —dijo Jules pasmado.

La señorita se puso de pie y le tendió su mano a Jules para que la

tomara.

—Soy Gwenhaël, y este es mi hijo, Bran. —Señaló al hombre con los

ojos saltones cuya mano estaba agarrando su pecho como si Jules lo

acabara de herir.

Jules me lanzó una mirada de qué demonios esta pasando, y aclaró su

garganta incómodo.

—¿Es éste el chico en cuestión? —preguntó la mujer.

—No —contesté.

—Bueno —respondió, estudiando el rostro de Jules como si tratara de

memorizar todo lo que ella veía para una futura reflexión. Jules levantó

las cejas y me miró fijamente.

—Estamos honrados de tenerle de visita, señor —dijo ella finalmente, y

luego se volteó hacia mí—. Como lo es el tener a los tuyos, querida Kate.

Dame una semana y entonces vuelve. Eso me dará tiempo para revisar

todos los textos de mis ancestros. Quizás tenga alguna información que

pueda ayudarte.

—Merci, madame…

—Sólo Gwenhaël —respondió, y dio palmaditas en mi mano—. Te veré

en una semana.

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Guardando una prudencial distancia de Jules, Bran me entregó una

tarjeta con un solo número telefónico impreso en él.

—Puedes llamar antes de venir. Ten buen viaje. Adiós —dijo, dándonos

una rápida reverencia para luego mirarnos fijamente con sus grandes y

reflejantes ojos mientras salíamos de la tienda hacia la calle.

Habíamos apenas dado unos tres pasos antes que Jules se girara hacia

mí.

—¿Planeas decirme de qué iba aquello?

—No —respondí obstinadamente.

—Entonces, ¿planeas decirle a Vincent sobre ello?

—Hasta cierto punto, sí.

—Estuviste allí por veinticinco minutos. Podías por lo menos acercarte a

la ventana para hacerme saber que estabas bien. —Se veía molesto, sin

embargo podía decir que era debido a que había estado muy

preocupado.

—Lo siento —dije, sintiéndolo.

Nos metimos al coche, y Jules salió del estacionamiento y se dirigió

hacia el sur. Después de quince minutos de silencio, habló.

—Kate, tienes que decirme que es lo que estabas haciendo allá con

aquella loca y vieja mujer y su chico-cuervo…

—¿Chico-cuervo?

—Bran. Es un nombre Bretón35 que significa ―cuervo‖.

Bien.

—Kate… ¿cómo sabía aquella mujer lo que era?

—Ella es una guérisseur36 cuya familia tiene vínculos con los revenants.

Él hizo una pausa, absorbiendo aquella información.

—Y tú estabas allí porque…

35 Bretón: es una lengua céltica insular de la rama británica, al igual que el galés, con

el cual está muy relacionada. 36 Guérisseur: curandero en francés.

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—Estoy tratando de encontrar una manera de ayudar a Vincent. Para

que no tenga que terminar este estúpido experimento que esta haciendo

en estos momentos. Sea lo que sea parece que lo esta lastimando, no lo

ayuda.

Eso pareció calmar su tensión, y su voz se hizo más suave,

comprendiendo.

—Honestamente, Kate, no sé que decir. No creo que te des cuenta que

tú misma estas explorando nuestro mundo como lo estas haciendo…

por ti misma. Aquellas personas podrían haber sido peligrosas. Ellos

aún pueden ser peligrosos. Todo lo que tiene que ver con los revenants

lo es. Debido a que todo lo que tiene que ver con nosotros incluye a los

numa. Aquellas personas podrían tener vínculos con nuestros

enemigos.

—No, Jules. Estoy segura de ello. Gwenhaël incluso mencionó que su

familia había tenido un problema con un numa hace cien años.

—¿Qué? ¿Lo ves, Kate? —gritó Jules, golpeando su mano en el volante.

—Ellos no están aliados con los numa, Jules. Ellos están de tu lado. El

lado de los revenants. Nuestro lado. Y nunca estuve en peligro.

—¿Y cómo sabes eso de una conversación de veinte minutos? —

preguntó Jules con breves y entrecortadas palabras.

—Sólo lo sé.

—Si los numa supieran dónde estuvieron estas familias de guérisseurs

hace cientos de años, podrían saber dónde están ahora —dijo él

suavemente, casi para sí mismo. Me echó un vistazo y luego volvió a

mirar fijamente la carretera.

—Kate —dijo, sopesando las palabras—. Me preocupo por ti. No sé

siquiera cómo… —Se interrumpió antes de que pudiera terminar y

colocó su mano en la mía. Sentí su calidez por un largo segundo antes

que él la apretara tiernamente y la moviera de regreso al volante. —Y lo

que estás haciendo ahora me asusta como el infierno. Promete que no

te pondrás en una posición peligrosa como aquella nuevamente. No por

ti misma. No sin que nos avises a alguno de nosotros de lo que estás

haciendo.

—Lo juro —dije.

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—No estoy seguro si creerte, pero he dicho mi parte. —Él me dio una

mirada y luego volvió la vista a la carretera, apretando los dientes—.

Entonces, Kate. Piensas en mí como un amigo, ¿correcto?

Asentí, preocupada por lo que vendría a continuación.

—Entonces, ¿porque me involucras en algo como esto? Vincent es la

persona a la que soy más cercana en el mundo. Cuando descubra que

te llevé a aquel lugar a sus espaldas, él va a subirse por las paredes. Y

no va a enojarse contigo. Él va a enojarse conmigo.

—¿No vas a decírselo? —jadeé.

—No. Te dejaré eso a ti.

—Bien, se lo diré —dije, sintiéndome repentinamente desafiante—. Tan

pronto como tenga más información. Mientras que él se haga ver como

un anémico insomne, no voy sólo a sentarme sobre mi culo y esperar a

que encuentre la solución a nuestros problemas.

Cuando llegamos frente a mi casa, Jules me miró con una tensa

expresión.

—Kate, tengo que reconocértelo… eres una chica tan decidida y de

armas tomar. Pero si alguna vez decides hacer algo que joda a Vincent,

déjame fuera de eso. —Era su tono de voz, su obvia lealtad a su

hermano, lo que me llegó.

—Juro que no pensé en ello detenidamente antes de que te pidiera

hacer esto —dije, ahogándome un poco con las palabras—. La última

cosa que quería era causar un problema entre tú y Vincent. Lo siento

mucho por ello, Jules.

Él asintió aceptando mi disculpa.

—Fuera —dijo con una sonrisa cansada.

Antes de salir del carro, me apoyé en el respaldo del asiento y dije:

—Gracias —y le di un rápido beso en la mejilla.

—¿No estarán tus abuelos preocupados porque llegas a casa muy

temprano?

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—Papy esta en su galería y Mamie esta trabajando en un proyecto de

una semana en el Louvre. A menos que tú se los digas, ellos nunca se

enterarán.

—Bien, te veré mañana en la mañana, siete treinta en punto. —Se me

hizo difícil sonreír con un nudo en la garganta.

—¿Entonces vas a seguir vigilándome?

—Con mi vida. —Me dio la mano para despedirse, puso el carro en

marcha y se alejó manejando.

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Capitulo 28 Traducido SOS por Omakehell y Alexiacullen

Corregido por rose_vampire

Vincent llamó esa noche mientras yo estaba haciendo mi tarea.

—Guten Tag —le dije.

Él respondió con una avalancha de palabras en alemán,

pronunciándolas con tanta rapidez que incluso si hubiese hablado

alemán, dudo que lo hubiera entendido.

—Um, ¿danke? ¿Lederhosen? Lo siento. Eso es todo lo que puedo

agregar a la conversación. Así que… cambiando de tema, ¿encontraste a

Charles?

—Sí, lo encontré. Estoy aquí en la casa con Charles y los parientes con

los que se va a quedar. —El speed-metal que se oía de fondo apenas me

dejaba oír su voz.

—¿Por qué no sales a la calle? —grité al teléfono.

—Estoy afuera —dijo—. Dame un segundo. —Y escuché que la música

se oía más y más lejana—. Está bien. Acabo de alejarme de la casa. ¿Ya

me oyes bien?

Me eché a reír.

—¿Qué clase de parientes alemanes han adoptado a Charles?

—Bueno, definitivamente se puede decir que es un gran cambio de la

casa de Jean-Baptiste.

—¿Charles está bien?

—Él no está solo bien, parece realmente feliz por el cambio de aires. A

pesar de que se siente muy mal por haber abandonado a Charlotte, no

está listo para volver todavía. Y lo creas o no, en realidad creo que este

lugar es bueno para él.

—¡Eso es una gran noticia!

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—Sí. Ahora sólo tenemos que localizar el revenant que le dio al grupo de

Charles la información. No lo conocían muy bien, por lo que no están

seguros de si pueden encontrarlo. Probablemente estaré por aquí un

par de días. Y después pensaba ir al sur a ver a Charlotte. Comentarle

cómo va Charles y ver cómo se llevan ella y Geneviève.

Mi corazón se desplomó.

—Así que no volverás hasta la próxima semana…

—Bueno, en realidad esperaba que vinieses conmigo. Pensé que te

gustaría ver a Charlotte, y como soy un egoísta, me gustaría hacer un

viaje contigo. Para llevarte a alguna parte de una vez.

Mi corazón comenzó a repiquetear con fuerza, y notaba la garganta

apretada, como si me costase respirar.

—¿Nosotros? ¿Ir en un viaje? ¿A la Côte d’Azur? ¿En serio?

—¿Crees que tus abuelos estarían de acuerdo con eso?

Traté de calmarme, pero mis pulmones insistieron en hiperventilarse.

—Oh, Vincent, ¡Sería tan increíble! Y si nos vamos a quedar con

Charlotte y Geneviève, sé que Mamie y Papy no le importará.

—Entonces es un plan. Voy a asegurarme de que esté de vuelta de

Berlín el viernes. Si tomamos un tren de cuatro horas, vamos a estar en

Niza a las diez de la noche. Y podemos volver la noche del domingo. Sólo

tendremos un día y medio allí, pero no me gustaría que tuvieses que

saltarte la escuela.

Mi rostro enrojeció. ¿Qué diría si supiera que yo ya me había saltado la

escuela? Y para colmo, para algo que no sabía si le haría feliz. Y había

hecho de Jules mi cómplice. Él lo sabía todo. Tengo que decírselo,

pensé, sólo tenía que encontrar el momento apropiado.

El jueves, le pedí a Jules dar un rodeo a la Maison de camino de la

escuela.

—¿Qué? ¿Echas de menos tanto a Vincent que te vas a revolcar en su

habitación? —bromeó.

—No, en realidad pedí prestado un libro de la biblioteca de Jean-

Baptiste y se me sigue olvidando devolverlo. —Está bien, ¿por qué es que

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tan fácil decírselo a Jules cuando no podía decírselo a Violette?, me

preguntaba.

—Oh, cuidado… te arriesgarás a la ira de Gaspard, El Guardián de los

Libros. Lo cual, te puedo asegurar, es algo digno de temer —dijo,

entrecerrando los ojos y levantando las cejas dramáticamente.

Me eché a reír.

—Estoy segura de que no le habría importado si se lo hubiera pedido.

Pero como no lo hice, quería regresárselo lo antes posible.

—Tú eres una mujer joven, pero demasiado responsable —bromeó

Jules, y yo le seguí el juego con un puñetazo en el hombro. Esperó en el

coche mientras entraba a la casa, y al no ver a nadie alrededor, me fui

directamente a la biblioteca.

La puerta estaba abierta, así que saqué el libro de mi bolso y lo

desenvolví de la bufanda que había utilizado para protegerlo de

bolígrafos y cepillos extraviados. Lo había sacado sólo la caja de la

estantería, cuando oí a alguien aclararse la garganta. Me giré,

escaneado la habitación para ver a Arthur sentado en un rincón, con su

pluma y el cuaderno en equilibrio sobre su rodilla y un montón de

libros abiertos repartidos por todo su alrededor.

—Hola, Kate —dijo.

—Ah, hola, Arthur —le contesté, deslizando el libro en la caja y

volviendo a poner la caja en la plataforma lo más rápido que pude.

Como si me fuese rápido, no se diera cuenta. Tonta de mí.

—¿Qué tienes ahí? —preguntó.

—Oh, sólo un libro que me encontré el otro día —le dije, tratando de

sonar alegre, sabiendo muy bien que era la peor actriz en el mundo.

Prácticamente irradia vibras de culpa.

—¿Sobre qué?

De repente, mi estado de ánimo cambió y pensé: ¿Eso no era asunto

suyo, de todos modos?

—Se trataba de hombres-lobo. No, espera... tal vez fue sobre vampiros.

No lo sé. Sólo soy una despistada humana y es tan fácil para mí

mezclar a todos ustedes, los monstruos…

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Se puso de pie y dio un paso hacia mí.

—Kate, pido disculpas por humillarte delante de todos. De verdad me…

—ahí vaciló, sopesando sus palabras— agradas. Pero es cierto que hay

información que los humanos no deben poseer. Cosas que se discuten

en nuestras reuniones. Incluso algunos libros de esta biblioteca. No

porque no los merezcan, sino debido a que podría ponerlos en peligro.

Furiosa, levanté mi mano en gesto de Hablaré de esto y dije:

—Ni empieces, Arthur, porque no quiero oírlo. —Toqué el signum de

debajo de la tela de mi camisa como si tomara fuerza del hecho de que

al menos un revenant, el único que realmente me importaba, pensaba

en mí como parientes. Y entonces, llegó la gota que derramó el vaso.

—Es posible que a partir de un momento en que los seres humanos

fueron despreciados por seres como tú. Un tiempo cuando los hombres

eran los únicos considerados lo suficientemente inteligentes como para

educar —Hice un gesto hacia su pila de libros— y las niñas como

Violette tenía que tener protectores.

—Pero este es el siglo XXI. Yo tengo esto. —Saqué el signum y lo sostuve

en alto para que lo viera—. Que dice que soy parentela. Y tengo esto —le

señalé en mi cabeza—, que dice, ―yo soy tan inteligente como tú‖. Y esto

—me levanté la media con los dedos— que dice ―vete al infierno,

fanático inmortal‖.

Y con eso me di la vuelta y salí pisando bien fuerte por la puerta,

guardando la expresión de Arthur en la carpeta mental de ―Momentos

de mayor orgullo de Kate.‖

El viernes por la tarde, Vincent y yo llegamos a la Gare de Lyon,

encontrándola en medio del más puro caos. Los empleados del

ferrocarril estaban en una de sus frecuentes huelgas y sólo uno de cada

tres trenes estaba previsto para salir. Verificamos las salidas de la junta

para encontrar el tren.

—Cancelado —dijo Vincent. Al ver mi cara caída, me apretó la mano—.

No te des por vencida todavía. Vamos a ver cuando sale el próximo tren.

—Se abrió camino a la lista, pronunciando los nombres de los destinos

a sí mismo a hasta que lo encontró—: París-Niza: mañana por la

mañana, entra a las dos de la tarde.

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—Oh, no —gemí—. No vamos a estar allí ni veinticuatro horas... es

decir, si hay aún un tren de regreso cuando lo necesitamos. —Le miré y

dije—: ¿Cuánto tiempo se tarda en coche?

—Ocho horas y media si no nos detenemos, y eso si no hay tráfico. En

un viernes por la noche no lo haría en menos de diez. Conducir no es

una opción. —pensó por un momento y luego sacó su teléfono y

comenzó a enviar mensajes de texto.

—Tengo una idea —dijo—. Vamos a encontrar un taxi. —Media hora

más tarde estábamos en el aeropuerto de Le Bourget a bordo de un

pequeño jet privado. —Es de Jean-Baptiste. Sólo la usamos en caso de

emergencias —gritó Vincent por encima del ruido del motor a medida

que subía las escaleras.

—¿Estas seguro? ¡Debe costar una fortuna cada vez esto va a alguna

parte! —dije, y entré en la cabina para ocho personas.

—No es eso —dijo Vincent—. Es justificar la huella de carbono que deja

Confía en un ser sobrenatural, cuya misión es salvar al ser humano y

piensa verde, pensé mientras miraba a mi alrededor deleitándome en el

lujo. Una hora y media después, aterrizamos en Niza. Charlotte nos

esperaba el aeropuerto. Tan pronto como entramos pasado la

seguridad, puso un brazo alrededor de cada uno de nosotros,

apretándonos en un abrazo sándwich.

—No puedo decirte lo bueno que es ver sus caras. Mucho más tiempo

sin mis amigos y hubiese ido a París, por lo que… ¡gracias por

ahorrarme el viaje!

Sus ojos se dirigieron a la cara a Vincent, y jadeó.

—¡Oh, Dios mío, Vincent! ¡Tienes un aspecto horrible! —Ella levantó un

dedo siguiendo los parches oscuros bajo sus ojos. Había pasado casi

tres semanas desde que Vincent había estado dormant, y ya se veía tan

mal como lo hizo a finales del mes pasado, y aún tenía un semana más

hasta la nueva fase de dormant.

Aunque, según él, tenía la esperanza de que su experimento funcionase,

no quería que continuase más tiempo. La semana que viene iba a

hablar con Gwenhaël, y si ella llegaba con alguna alternativa, yo le

pediría a Vincent suspender este horrible experimento.

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—¡Mira! —exclamé, cambiando de tema. Su cabello tenía crecido hasta

los hombros—. Te vi solo hace seis semanas. ¿Cómo haces crecer tu

pelo tan rápidamente? —pregunté, y luego me eché a reír, al darme

cuenta de con quien, más bien con que, estaba hablando.

Charlotte se rio.

—Geneviève y yo no sólo hemos estado de vacaciones aquí. Y tengo la

sensación de que Vincent y tú no sólo han venido a hablar de cuidado

del cabello. Cuando estamos ocupados salvando a la gente, recibiendo

toda la energía transferida, hay que cortarse el pelo una vez a la

semana.

—¿No tienen una peluquería en nómina?

—Tengo cuatro en París —respondió Charlotte—, y las uso de manera

rotativa para que nadie se dé cuenta.

Un detalle más que nunca se me hubiera ocurrido, reflexioné,

preguntándome si alguna vez llegaría a un punto en el que ya dejase de

estar sorprendida y todo eso de los revenant fuese solo un hándicap de

edad. Seguimos agarrados del brazo hasta salir de la pequeña Terminal

y en el exterior la oscuridad casi brillaba. Hacía frío, pero no tanto como

en París. Tomé una respiración profunda. El aire tenía un poco sabor a

mar salado.

Geneviève nos estaba esperando en la acera en un brillante Mini Austin

rojo. Saltó del coche cuando nos vio y corrió hacia mí abrazándome con

entusiasmo.

—¡Me alegro tanto de verte! —fue a besar a Vincent y se estremeció—.

Vincent, sólo tengo que decir que tienes muy mal aspecto. Vamos a

casa, chicos. —Y rápidamente se sentó al volante.

Charlotte y yo nos sentamos en el pequeño asiento trasero, mientras

que Vincent se sentó en el copiloto, con las piernas dobladas con tanta

fuerza que sus rodillas estaban prácticamente en su pecho. A pesar de

que estaba oscuro, un millón de pequeñas luces encendidas refulgían

de la costa densamente poblada entre Niza y Villefranche-sur-Mer. Nos

dirigimos por la playa antes de continuar por un camino de dos carriles

de aspecto peligroso teniendo a los lados los escarpados acantilados que

daban al mar.

Veinte minutos después de salir del aeropuerto, nos detuvimos frente a

la carretera principal en una casa de cristal y madera en la ladera de

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una colina. Parecía más un museo de arte contemporáneo que una

casa.

—¡Aquí estamos! —canturreó Charlotte mientras salíamos del pequeño

coche—. Y han llegado justo a tiempo para la cena.

—Pasen, pasen —dijo Geneviève, ondeando la mano a través de la

puerta de entrada.

Me volví a Vincent, que estaba viendo mi cara con cuidado.

—Esto es increíble. Gracias —murmuré, subiendo en puntillas para

darle un beso.

—El placer es mío —dijo. Era una sensación extraña y nueva visión, él

fuera de su entorno parisino, regular, y me di cuenta de que a mí me

pasaba lo mismo.

La casa no podría haber sido más diferente de la hôtel particulier de

Jean- Baptiste. La arquitectura minimalista del siglo XX se hacía eco en

los muebles: todo el efecto con la intención de enfatizar el punto de

vista exterior. Crucé la habitación fui a una puerta corredera de cristal

que salía a una terraza enorme de madera, alta, equilibrada por encima

de la tierra y frente al mar. Estábamos prácticamente dominando el

océano. Las luces parpadeantes de la ciudad de Villefranche-sur-Mer se

extendían por debajo de nosotros, envolviendo un puerto en forma de U

con un batallón de yates de lujo amarrados en alta mar.

—No puedo creer que estés viviendo aquí —le dije a Charlotte, que se

apoyó en la baranda altura de la cintura a mi lado—. ¡Es como tener

asientos de primera fila en el lugar más hermoso en la tierra!

—¡Lo sé! —contestó ella, mirando hacia el mar—. Es como estar

viviendo en un sueño. No debería quejarme por estar lejos de casa. Es

que me olvido de todo el mundo.

—Bueno, estamos aquí para animarte —le dije, envolviendo mi brazo

confortablemente a su alrededor y me di cuenta, con una intensidad

fuerte, lo mucho que había pasado por alto sin tenerla a mi alrededor.

Violette es una amiga divertida para salir. Pero no había conectado de la

manera Charlotte y yo lo habíamos hecho. Con Violette, la amistad era

un esfuerzo. Con Charlotte era la cosa más natural del mundo.

Cenamos en un comedor acristalado junto a la terraza, las sillas

dispuestas en semicírculo ante la espectacular vista.

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—Así que, ¿qué me cuentan sobre Charles? —dijo Charlotte, tan pronto

como nos sentamos.

—Lo está haciendo bien, Charlotte. —La voz de Vincent era a la vez

reconfortante y honesta—. Al parecer, se encontró con alguien de Berlín

hace unos años en una convocatoria y decidió que lo intentaría allí.

—Oye, me acuerdo de ese tipo. Charles estaba fascinado por él. Él era

una especie de... punk. El pelo azul y un montón de piercings.

Vincent levantó una ceja.

—Sí, todos se ven igual que él en ese clan en particular.

—¿Charles también? —Los ojos de Charlotte se ensancharon.

Se echó a reír.

—En realidad, le pega ese estilo.

—¡Qué! —jadeó Charlotte—. ¿Habrás traído una foto, no?

—No, estaba un pelín ocupado llevando a cabo la misión de Jean-

Baptiste para fotografiar el pelo de Charles.

—No te preocupes por su cabello —dijo Geneviève, riendo—. Dinos

cómo está. Lo que está haciendo allí. Cuando va a volver…

—Mira, es por eso que creo que es exactamente en el lugar correcto. —

Vincent se inclinó hacia delante, hablando con entusiasmo—. Ese clan

en particular en Berlín se compone de Revenant jóvenes, que en algún

momento todos se convirtieron en desilusionados con nuestra misión.

Amargos sobre nuestro destino. El lugar es como los Alcohólicos

Anónimos para los no-muertos. Tienen, en todas las reuniones, el

momento para hablar de sus sentimientos. Y su líder es muy motivador.

Siempre va alrededor diciendo el cómo los revenants deben de encajar

en todo el ciclo de vida. Que somos ángeles de la misericordia, de los

seres humanos que no han vivido a su destino para sobrevivir hasta

que puedan. Así que cuando Charles y su grupo se ponen en pie, es

como si estuvieran realmente en una misión. Están tan emocionados al

respecto... es realmente increíble verlo

Estaba tan mentalizada sobre eso… realmente era sorprendente de ver.

Charlotte estaba cerrando sus ojos mientras se callaba imaginándolo.

Cuando Vincent acabó dibujó una sonrisa triste.

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—Incluso no puedo contarte cómo de bueno es escucharte decir esto.

Ha sido terrible no saber dónde estaba o qué estaba haciendo —dijo—.

Él realmente nunca se recuperó de su depresión después de todo esto

con Lucien, y temía que fuera a hacer lo mismo de nuevo: encontrar a

algunos numa para destruirlos. Pero no me imaginé que se alejara

intencionadamente a algún lugar esta vez, donde no pondría al resto de

nosotros en peligro.

Geneviève alzó la voz.

—Tal vez nuestro pequeño grupo está demasiado ceñido para él en

París. No tenía espacio para crecer, para encontrarse a sí mismo. Es

bastante intenso vivir con la misma gente durante décadas.

—Tienes razón —dijo Charlotte—. Estar consigo mismo obviamente es

lo que necesita ahora mismo… Pero, ¿crees que regresará?

—¿Honestamente? No lo sé —dijo Vincent.

Hubo un momento de un meditabundo silencio, y luego pregunté.

—¿Cómo estás tú, Geneviève?

—Me tomo un día cada vez —respondió, con sus ojos perdiendo su

brillo—. Charlotte hace un buen trabajo para distraerme. Debería haber

sido infernal haber estado con Phillipe y en mi casa en París. Un nuevo

escenario es bueno para mí y estamos cerca de Niza, donde un grupo de

alrededor de una docena de nuestra especie han estado viviendo

durante un tiempo.

—¿Nadie interesante en el grupo? —molesté a Charlotte.

Agitó su cabeza.

—Amigos sabios interesantes, pero no uno especial. Mis sentimientos

no han cambiado.

Ella miró rápidamente a Vincent, quien miraba a lo lejos como para

darnos un poco de privacidad.

Hablamos durante toda la noche hasta que apenas pude mantener los

ojos abiertos.

—Lo siento, estoy abatida. Sé que ustedes, chicos, están de pie toda la

noche, pero por mi parte necesito una cama.

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—Elegí tu habitación —dijo Charlotte—. Te mostraré dónde está.

—Iré a controlarte más tarde —dijo Vincent con un guiño sexy mientras

subí siguiendo a Charlotte las escaleras fuera de la habitación.

—¡Guau! —Fue todo lo que pude decir cuando bajé mi bolsa al lado de

una cama de suelo a techo con ventanas de vistas al puerto.

—Bonita, ¿no? —sonrió Charlotte.

—Esto es perfecto, Charlotte. Muchísimas gracias —dije abrazándola—.

De verdad te he echado de menos.

—Y yo te he echado de menos a ti —dijo—. Todo de ti. Miró fuera de la

ventana al mar, y su oscuridad era tangible.

—¿Incluso nunca llama?

Charlotte tomó una respiración profunda, y luego dijo:

—Ambrose llama todo el tiempo. No sólo por mí.

—¿Qué? —exclamé, y luego se me pasó por la cabeza—. ¡No!

—Sí. O sea, es inocente. Hasta el momento. Geneviève sólo piensa que

está siendo agradable. Cuidadoso. Pero él me lo confesó. Dijo que había

estado enamorado de ella durante décadas. Ambrose pensó que cuando

Philippe murió, él podría haber tenido una oportunidad para ganarse su

corazón. Me pidió que no dijera nada. No quiere apresurarla, porque

sabe que le tomará tiempo superar la muerte de su marido. Él está tan

enamorado que quiere saber que está haciendo ella todo el tiempo.

—¡Oh, Dios mío, Charlotte! Eso simplemente es horrible.

—Horrible para mí. Pero quizás no horrible para ellos. ¿Quién sabe?

Quizás Geneviève caerá por Ambrose algún día.

La toqué con mis brazos de nuevo, y mientras la abrazaba, comenzó a

llorar.

—Oh, Kate —susurró—. Quería que él me eligiera.

—Yo también lo quería, Charlotte. He estado esperando por eso todo

este tiempo. Realmente no es justo. Ustedes deberían estar perfectos

juntos.

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—Yo pensaba eso también —lloriqueó y limpió sus lágrimas—. Pero no

puedo pensar en eso ahora. Quiero a Geneviève y quiero a Ambrose, y si

ellos pueden ser felices juntos, entonces nunca entraré en su camino.

Charlotte me dio otro apretón y luego me dejó sola. Ni si quiera me

molesté en conseguir desvestirme. Pensando en porqué la vida, o la

muerte en el caso de Charlotte, no podía ser más fácil, me eché en la

cama cerré los ojos y dejé que el sonido de las olas me engañaran en la

inconsciencia.

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Capitulo 29 Traducido por Alyshiacheryl

Corregido por Samylinda

A la mañana siguiente, me desperté para ver a Vincent acostado a mi

lado viéndome dormir.

—Bonjour, mon ange —dijo, jugando con un mechón de mí cabello.

Luego, dándose la vuelta, tomó algo de un cuenco que estaba sobre la

mesita de noche, y antes de que pudiera ver que era, lo metió en mi

boca. Lo mordí en la sorpresa y mi boca se llenó con la dulzura

azucarada de una fresa.

—¿Que…? —comencé, pero no pude hablar con la fresa alrededor.

Vincent intento no reír.

—Cuando estaba en volant hiciste parecer un gran problema el no tener

que cepillarte los dientes antes de hablar conmigo, así que pensé que

correría por una mejor oportunidad de conseguir el primero beso de la

mañana si te ahorraba la indignidad del aliento mañanero.

—Así que ahora tengo aliento a fresa.

—Mi favorito —respondió con una sonrisa burlona.

—¿Quieres probar? —propuse, inclinándome para darle un beso.

—Mmm —dijo asintiendo con la cabeza pensativo—. Bueno, bueno,

pero sólo para que conste, prefiero a la Kate al natural.

Sonreí y puse mis manos alrededor de él.

—Esto es lo mejor, despertar a tu lado.

—Hemos pasado la noche juntos —replicó—. Cuando he estado en

volant.

—Sí, pero no podía hacer esto —dije, y presione mis labios de nuevo a

los suyos. Me tomo la cabeza entre sus manos devolviéndome el beso, y

luego, envolviéndome entre sus brazos, me atrajo hacia él y nuestros

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miembros se enrollaron alrededor de cada uno hasta que estábamos

completamente enredados y no podía sentir el punto donde el mío

terminaba y comenzaba el suyo.

Su mano se movió hasta el interior de la parte de atrás de mi jersey, y la

novedad del calor de su piel rozando la mía provocó un gran anhelo

dentro de mí. No quería que se detuviera hasta que hubiera marcado

cada centímetro de mi cuerpo con su toque. Mientras seguía, sentí

cómo estaba expandiéndose, como mi cuerpo era tan pequeño para

contenerse y estallaría fuera de mi piel como una supernova.

—Kate. —La voz de Vincent sonaba como si viniera a distancia—.

¿Estás lista para esto? ¿Quieres esto ahora?

—Sí —dije automáticamente, y luego abrí mis ojos y vacilé. Vincent se

había incorporado y comenzó a tirar de la camisa por encima de su

cabeza, y vi que su pecho estaba marcado con moretones más oscuros

que los que estaban debajo de sus ojos, y aunque no me repelían, por si

acaso, despertaron algo en mí que quería hacerse cargo de ellos, fueron

espantosos para borrarlos a distancia en la niebla de mis confusos y

pasionales pensamientos. Ambos estábamos ocultando algo. Las

palabras pasaron por mi mente con una claridad,, que me hizo

preguntarme si habían sido en voz alta.

Eso era cierto. Ambos estábamos manteniendo en secreto algo

importante del otro, y de repente parecía deshonesto que nuestros

cuerpos se unieran cuando nuestros espíritus estaban divididos. Así no

era como quería que empezara, pensé, y mientras él me plegó de vuelta a

sus brazos, dije:

—Espera, Vincent. Yo no... no estoy lista todavía.

La comprensión de Vincent me aflojó. Hizo una pausa, luego movió su

boca junto a mi oído.

—Está bien —dijo, su aliento caliente sobre mi piel me hizo

estremecer—. He esperado tanto tiempo por ti, No tengo prisa. Vamos a

tener todo el tiempo en el mundo.

Nos quedamos inmóviles durante unos minutos mientras saboreaba la

dulzura de sentir su cuerpo contra el mío. Finalmente nos separamos lo

suficiente como para mirar en los ojos del otro.

—Kate. No llores. —Vincent lucía preocupado.

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—No estoy… —dije, y luego me di cuenta de que mis ojos estaban llenos

de lágrimas.

No, estaba llorando de frustración: Mi deseo por Vincent no era sólo

físico. No se limitaba al aquí y ahora. Yo lo quería en cuerpo y alma. Y

quería que las horas que pasamos juntos fueran llenas de vida y amor

como la alegría de habernos encontrado el uno al otro.

Pero mirar al chico tumbado a centímetros de mí era como ser la burla

de la miseria y la muerte. Además de los moretones en su pecho, su

hermoso rostro estaba empañado por la palidez de agotamiento y las

ojeras. Y aunque todavía era más fuerte que cualquier muchacho que

conocí, su fuerza se había debilitado considerablemente.

Verlo tan desgastado ante mis ojos estaba haciendo sentir nuestro

futuro aún más sombrío que nunca. Así no era como las cosas estaban

destinadas a ser. Nos habíamos estado evitando durante el tiempo

suficiente... ahora era el momento para hablar.

—¿Qué hiciste qué? —dijo Vincent horrorizado.

Nos sentamos uno frente al otro en el centro de la cama. Agarré sus

manos con firmeza entre las mías, sin saber si mi apretón tenía la

intención de mantenerlo calmado o proporcionarme el apoyo que

necesitaba para escupir la historia fuera.

—Vincent, ¿Estás dispuesto a escucharme? Hay un guérisseur. Una

larga fila de guérisseurs en realidad, quienes han tenido una relación

con revenants. Estoy segura de que Gaspard no sabe acerca de ellos. Ya

que la curandera dijo que habían sido siglos desde que su familia había

visto un revenant. Ésta es una información nueva. Ella en realidad

podría ser capaz de ayudarnos.

—Kate, ¿cómo pudiste siquiera pensar en hacer eso sin mí? Pudiste

haber estado en grave peligro. Éste es mi mundo del que estamos

hablando aquí. Un mundo donde la muerte está siempre presente.

—Es mi mundo ahora, también.

Eso lo calló. Y aproveché su silencio para decirle toda la historia,

comenzando con la búsqueda de las referencias en los libros para

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localizar la tienda, para ver el signo en el tazón de la guérisseur y lo que

siguió. Cuando terminé mi relato, vi el brillo en sus ojos. Si no fuera un

rayo de esperanza, era por lo menos un atisbo de interés.

—Está bien, Kate. Estoy de acuerdo en que esto podía ser prometedor.

Pero desearía que me hubieras dicho antes. No puedo ayudar, pero me

deja frío cuando pienso en ti yendo sola a ver a alguien que podía haber

sido un chiflado. Podías haber sido herida... o algo peor. Y nunca

hubiera sabido dónde encontrarte.

—Jules fue conmigo —dije, tratando de sonar firme, pero la confianza

con la que había empezado la conversación se fue rápidamente

desvaneciendo.

—¿JULES? —respondió Vincent incrédulo—. ¿Jules te llevó para ver

ésta guérisseur?

—Bueno, él no sabía exactamente a dónde estaba llevándome o por qué,

hasta después que todo había terminado.

Mi corazón se hundió cuando reconocí la expresión del rostro de

Vincent. Fue una mirada de traición, cuando se dio cuenta que su

mejor amigo y su novia habían hecho algo a sus espaldas.

—¡Vincent, detente! —insistí—. Hablé con Jules de esto. Si hay alguien

que debería estar enojada, soy yo. Si eso ayudara en absoluto, Jules se

puso furioso y dijo que si yo no te decía sobre eso, entonces él lo haría.

Yo no he hecho esto con el propósito expreso de engañarte, Vincent. Lo

hice para ayudarnos, a ti y a mí.

—Ya estoy haciendo todo lo posible para ayudarnos. —Los ojos de

Vincent centellearon de ira.

—¿Qué? ¿Qué es exactamente lo que estás haciendo? —dije, alzando la

voz—. Porque me parece, que lo que sea que estás haciendo, está

causando más mal que bien.

—Eso es porque no entiendes cómo se supone que debe funcionar —

disparó de nuevo Vincent, frotándose sus sienes en frustración.

Toque su rodilla.

—Explícamelo pues.

Nuestros ojos se encontraron y mantuvimos la mirada por un largo

tiempo, antes de que él exhalara.

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—Está bien. Sólo dame un poco de tiempo para pensar. Pero vamos a

hablar ésta noche, te lo prometo.

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Capitulo 30 Traducido por .Hariel.

Corregido por Marce Doyle*

La mañana pasó rápidamente, con cuatro de nosotros deambulando

perezosamente por el pequeño pueblo y la abandonada playa de

invierno. Después de un alegre almuerzo, durante el cual Geneviève

prohibió cualquier tema serio o depresivo, nos dirigimos al puerto

donde una lancha a motor totalmente azul estaba amarrada entre

enormes lujosos yates.

—Wow, me preguntó de quién es —comentó Charlotte. Luego, saltando

sobre la barandilla, se dejó caer en el asiento del conductor—. ¡Todos a

bordo! —gritó, y luego rompió a reír cuando vio mi expresión—. No te

preocupes, Kate, es nuestro. —Dio palmaditas al asiento junto a ella—.

¡Vamos!

Pasamos el siguiente par de horas recorriendo de arriba a abajo la

costa, el paisaje cambiando rápidamente desde magníficas playas a

vertiginosos e imponentes acantilados sobre el mar. Vincent se dirigió a

mí en un momento dado y dijo:

—No creo que alguna vez te haya visto antes mirar tan extasiadamente

feliz.

—Es la cosa más parecida a volar en la que puedo pensar —admití.

—―La lista de cosas por hacer‖ de Kate. —Se dijo para sí, mirando

satisfecho—. Más lanchas a motor.

Después de la cena aquella noche, Vincent se puso de pie y tomó mi

mano.

—Si nos disculpan, voy a salir con Kate —le dijo a Geneviève y

Charlotte. Caminamos bajando las escaleras de la terraza, pasamos la

piscina cubierta y través de una entrada entre los árboles. Después de

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un minuto, llegamos a un afloramiento rocoso con una visión perfecta

de la bahía.

—He estado viniendo aquí desde que conozco a Jean-Baptiste —dijo,

sentándose en el borde del acantilado y alzando su mano para tirar de

mí hacia abajo junto a él—. Es su lugar favorito fuera de casa. Lo tuvo

construido en los 30s, después de que él viera fotos de los edificios de

Le Corbusier. La casa es impresionante, pero siempre he venido aquí, a

este lugar, cuando necesito detenerme y recordar cuál es la razón de mi

vida. —Él envolvió un brazo alrededor de mí y nos sentamos en silencio,

nuestras piernas colgando sobre el borde de las rocas, observando las

luces de los botes brillar en el agua.

—Cierra tus ojos y dime lo que escuchas —dijo, y esperé.

Sonreí.

—¿Es esto un juego?

—No. Es meditación.

Cerré mis ojos y calmé mi respiración, permitiendo a mis sentidos

tomar el control.

—Escucho el romper de las olas. Y el viento de los árboles.

—¿Qué es lo que hueles?

Cambié de sentido.

—Arboles de pino. Salmuera.

Él tomó mi mano y pasó mis dedos sobre la roca en la estábamos

sentados.

Respondí sin que él me preguntara.

—Fría y lisa, con pequeñas hendiduras sobre ella del tamaño de la

punta de mis dedos. —Abrí mis ojos, respiré el frio aire del mar y probé

su sabor puro, semejante cambio al aire de la ciudad de Paris.

Sentí la naturaleza moverse alrededor mío y a través de mí, mientras mi

pulso se ralentizaba al ritmo que marcaban el romper de las olas y el

staccato de la brisa marina. Nuestros dos insignificantes cuerpos

humanos eran indescifrables al eterno titán de los elementos que nos

rodeaban. Mientras estuvimos sentados en silencio, supe que Vincent

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estaba experimentando la misma cautivante calma como yo, cuando

finalmente habló.

—¿Sabes como meditar frente a una pintura? Bueno, yo lo hago con la

naturaleza cuando necesito recordar que mi mundo no es ciencia

ficción, que todavía existo en el mundo real. Y que la inmortalidad no es

alguna broma cósmica. Este es el lugar más puro que conozco. Y lo que

siento aquí es lo más cercano a la felicidad que he sentido en todos los

años que siguieron a mi muerte. Pero ahora tengo algo que echa por

tierra ese sentimiento. Cada vez que necesito un golpe de alegría, pienso

en ti. Eres mi consuelo, Kate. Sólo saber que tú estas en este mundo

hace que todo tenga sentido.

Se inclinó, y retirando mi cabello de mi rostro, me dio un corto y dulce

beso antes de continuar.

—Quiero que lo nuestro funcione, Kate. Ese es por qué he estado

buscando algo, cualquier cosa, que haga que nuestro tiempo juntos sea

tan fácil como se pueda. Sin el dolor que mi regular existencia revenant,

que mis muertes, traerían. Y si bien las cosas podrían no verse bien a

primera vista, creo que la he encontrado.

Aunque mi corazón brincó de entusiasmo, un sentimiento de pavor

sofocó mi alegría. Esto era peor de lo que había imaginado. Vincent

estaba abordando el tema de una manera tan cuidadosa, y la mirada en

sus ojos decían que estaba preocupado por cómo lo tomaría. Aquí viene,

pensé, y me preparé.

Vincent sostuvo mi mirada.

—¿Sabes cómo la muerte de los humanos satisface una necesidad

dentro de nosotros? ¿Que salvar gente es nuestro propósito de ser?

Asentí, un brote de miedo floreció en mi pecho.

—Antiguos textos llaman a ese ―estilo de vida‖, ―Camino de Luz‖ —dijo—

. Es el orden natural de las cosas. Haciendo borrón y cuenta nueva,

dándonos un año más o menos antes de que empecemos a sentir el

impulso nuevamente.

—Sin embargo, hay otra manera de satisfacer la necesidad de morir. Se

llama el ―Camino Oscuro‖. Es una cura temporal, y no nos lleva a

morir. Pero algunos se ha conocido que lo usan como un método para

resistir… cuando hay una razón suficiente.

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Temblé, sabiendo que sea lo que sea fuera eso, no le quería haciendo

aquello.

—¿Recuerdas la energía transferida que Arthur obtuvo cuando salvó a

Georgia?

—Sí.

—Bueno, con el ―Camino Oscuro‖ se aplica el mismo principio, pero

inverso. Cuando un revenant mata a un numa, estamos temporalmente

infundidos con su energía.

Esto es muy, muy malo, una voz dentro de mi mente me lo dijo.

Estremeciéndome, lo forcé a callarse y escuchar.

Vincent continuó.

—Históricamente hablando, hay una buena razón para esto: si un

revenant herido es capaz de matar a un numa en batalla, la inmediata

ola de poder te da suficiente fuerza para escapar a salvo. Viste cuán

fuerte era Arthur después de matar a aquel numa en el callejón. Él se

levantó enseguida luego de sufrir una herida muy seria. Después que

recibió la energía del numa, así como la fuerza para salvar a Georgia, no

sufrió en absoluto.

Asentí, tratando de entenderlo. Incluso aunque muchas de reglas que

seguían los revenants sonaron extrañas al principio, todas ellas tenían

alguna clase de propósito racional detrás de ellas.

—De manera que ese es un beneficio temporal de matar a un numa.

Pero además de eso, si el revenant no ha muerto por un tiempo, esto

también lo alivia de aquel deseo de morir —rascando o aliviando su

comezón, se podría decir—. Para que uno siga el ―Camino Oscuro‖,

matar numas de manera continua y regular no sólo rasca la comezón,

sino que la previene. Completamente. Por lo menos eso es lo Gaspard y

Violette han concluido de los textos antiguos. No sabemos de nadie que

recientemente lo haya tratado.

—¿Por qué? —Mi voz sonaba apagada—. ¿Porque es peligroso?

—No es peligroso en sí y de por sí.

—¿Entonces, por qué?

—La idea por sí misma es poco atractiva. —Vincent suspiró

profundamente. Él realmente no quería hablar de esto—. Los humanos

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son buenos por naturaleza. Cuando obtenemos su energía, es un poder

positivo de su innata bondad lo que nos es infundido. Los numa son

malos, y por lo tanto su energía lo es. Por lo que cuando los matamos,

es el poder negativo de su furia lo que nos es transferido.

—¿Aquel… maldito… poder… numa ha estado yendo a ti? —Traté de

ocultar el disgusto en mi voz. Vincent había estado en lo correcto al

asumir que la idea me fastidiaría. No sólo era aterradora. Era

profundamente, intensamente perturbadora.

Él asintió, agregando rápidamente:

—Pero no es como que su naturaleza pueda pegarse en mí o algo así. No

me cambiará… no me hará malo o lo que sea. Sólo tiene estos

infortunados efectos secundarios —él tocó las mancas oscuras bajo sus

ojos—. Pero no van a durar. Esto significa que mi cuerpo esta creando

resistencia.

—¿Entonces por qué estas en un estado más terrible aún que el mes

pasado? —exploté—. Si estás desarrollando resistencia, ¿no deberías

mejorar en vez de empeorar?

—Los textos dicen que esto funcionará.

—¡Al diablo con los textos, Vincent!

Me puse de pie, y Vincent siguió mi ejemplo.

—Tengo que caminar —dije, sintiendo que ponerme en momento

dispersaría los nubarrones dentro de mi cabeza. Me sentía abrumada.

Asustada. Además honestamente no sabía que más pensar.

—Vamos a la playa —dijo Vincent, y tomó mi mano. Me llevó cuesta

abajo hasta que estuvimos caminando en la arena con el chapoteo de la

marea a corta distancia de nuestros pies. No podía mirarlo a la cara,

por lo que mantuve la mirada en nuestros pies mientras caminábamos.

—Matar a un numa es una cosa honorable —dijo finalmente—.

Nosotros usualmente no les damos caza y los matamos por el puro

propósito de seguir el ―Camino Oscuro‖, sino que sólo estamos

programados para salvar humanos, esa es nuestra principal razón de

ser.

Sentí tanto frío, que mis dientes estaban castañeando, más intenté

mantener mi voz calmada.

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—Incluso si absorber la cruel —hice una mueca— energía numa no es

peligroso, ¿no te preocupa que todos los numa de París vayan tras tu

cabeza?

—Escojo a aquellos que están solos, y nos aseguramos que nadie vea lo

que pasa. Destruimos los cuerpos con fuego, así no dejamos rastro.

Para cuando el numa se entera, sus miembros han simplemente

desaparecido, sin ser asesinado.

El horror ahora era tangible. Mis dientes no sólo estaban castañeando,

todo mi cuerpo estaba temblando.

—¿Por cuánto tiempo has estado haciéndolo? —pregunté.

Percibiendo mi agitación, Vincent, para ponerle fin, trató de atraerme

hacia él, pero me resistí. Su frente se arrugó en frustración.

—Justo después de año nuevo —respondió—. Seis semanas. Unos

pocos numa cada semana. Jean-Baptiste y Gaspard me dieron su

aprobación, puesto que necesitan el trabajo de vigilancia de todas

formas.

—¿Saben los otros sobre esto?

—Una de las condiciones era que sólo yo lo haga mientras ande con los

otros. Así que, sí. Jules y Ambrose han estado ayudándome. —Vincent

me miraba finalmente a los ojos.

—¿Has estado ocultándome esto porque estás preocupado de que

cambie mi modo de verte? —Lo miré detenidamente.

Su silencio y su vulnerable mirada en su rostro confirmaron mi

hipótesis.

—¿Lo hace? —preguntó.

—¡Basta! —dije, evitando su pregunta—. Esto esta yendo demasiado

lejos.

—Kate, si esto funciona, es nuestra respuesta. Seré capaz de evitar la

muerte hasta…

—Hasta que muera —completé su silencio.

Vincent sacudió la cabeza como si apartara el pensamiento de su

mente.

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—¿No es la muerte de un numa mejor que la mía?

—Ese no es el punto. Te estas arriesgado a morir permanentemente si

algo sale mal. Si ellos te atrapan, te destruirán. Eso si este ―Camino

Oscuro‖ con su oscura magia no te destruye primero con sus

espeluznantes efectos secundarios. Sólo mírate, Vincent. Debe haber

otra manera para nosotros aparte de convertirte en un Asesino de

numas.

—Bien, no la hay —Vincent lo dijo de modo determinante.

—¿Qué hay sobre mi guérisseur, Vincent? Tú obviamente no has

investigado todas las posibilidades. Y no voy a sentarme de brazos

cruzados y permitirte arriesgar tu existencia inmortal sólo por la

posibilidad de que tú y yo podamos tener unos pocos buenos años

juntos. Por lo menos tienes que dejarme buscar una alternativa. Algo

seguro. Como tú mismo dijiste, mi vida es corta. Tan fugaz, comparados

con siglos, quien sabe milenios, incluso, que tú vivirás. Tú no vas a

poner en peligro todo aquello por mí.

En ese momento estábamos frente a frente en la playa, con las manos a

cada lado y en puños cerrados. Como si hicieran eco de nuestras

emociones, el viento se levantó y sopló rocío de agua de mar, cayendo

como un chubasco sobre nosotros, haciendo que heladas gotas

corrieran sobre mi rostro como lágrimas. Vincent tomó mi mano y me

llevó lejos del agua, y luego apretó mis hombros, suplicando ahora.

—Sin ti, mi existencia inmortal, como tú la llamas, es sólo

supervivencia. Aquello es lo ha sido hasta ahora, al menos. Pero

contigo, Kate, no sólo sobrevivo. Ahora vivo. Cambiaría este segundo

contigo —cerró los ojos y rozó sus labios con los míos— por mil años sin

ti. Y si puedo extender este segundo a unas pocas décadas… por

terminar con mi inmortalidad, bien, me parece un trato muy justo.

—Odio la idea de aquella energía siendo parte de ti. Y no puedo soportar

incluso pensar lo que pasaría si un numa vengativo te atrapa —dije,

con la determinación corriendo cálida por mis venas—. Debes de

terminar este loco experimento, buscaré otra manera. Si esta guérisseur

no puede encontrar una solución, voy a seguir buscando.

Vincent ladeó la cabeza, estudiando mi rostro.

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—Si éste es el modo en que te sientes, entonces ambos lo buscaremos.

Y cuando vuelvas a encontrarte con la curandera la próxima semana,

iré contigo.

Estuvimos de pie por otro minuto, medio enojados, medio aliviados.

Nada había sido resuelto, pero al menos ya no nos escondíamos más

secretos. Entonces, ¿por qué me sentía más lejos de él de lo que nunca

estuve?

Subimos cuesta arriba y escapamos del salvaje y fustigante viento del

océano a la calma de la casa.

—¿Vincent? —pregunté—. Quédate conmigo esta noche.

Me quedé dormida con mis dedos sobre la mejilla de Vincent, y desperté

durante la noche dos veces para verlo acostado sobre su espalda,

mirando el techo mientras yo dormía.

En la mañana cuando desperté, él se había ido. Caminé a la cocina

para verlo haciendo café y una cazuela con huevos hirviendo en la

cocina. Chalotte y Geneviève estaban ya en la mesa, tomando café y

comiendo croissants.

—¿Ni siquiera un abrazo? —susurré mientras le daba un abrazo de

buenos días en la cocina.

—Seré un ser sobrenatural, pero no estoy hecho de acero, Kate —dijo,

sonriendo—. Y a menos que hayas cambiado de idea en las últimas

veinticuatro horas, pensé que lo más seguro era estar en otra

habitación cuando despertaras. —Él se inclino hacia mí para darme un

lento y cálido beso—. ¿Esto lo compensa?

—Por el momento —dije, mirándolo coquetamente. Él levantó una ceja,

sonriendo, y tomé mi taza de café de él y la llevé a la mesa.

El día pasó muy lentamente. Condujimos a Italia, tomando la carretera

de la costa para manejar por ondulados montes provistos con ruinas de

villas antiguas. Deteniéndonos en un pueblo medieval de Dolceacqua,

Geneviève se abasteció de aceite de oliva y Charlotte de galletas

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Amaretti37 antes de dirigirnos a un simple, pero pobre almuerzo en una

pequeña mesa de restaurante para cinco personas. Escuchar el bello

lenguaje fluir sin esfuerzo de la lengua de Vincent, me hizo desear

prolongar mis vacaciones a Italia con él. Fue difícil no llevar a cabo mi

idea. Difícil recordar que no éramos sólo una pareja normal como la

gente que se sentaba a nuestro alrededor.

El fin de semana había pasado tan rápido, que cuando conseguimos

regresar a casa, ya era tiempo de irnos. Recogimos nuestras bolsas y

nos metimos al Mini.

—Desearía que pudiéramos quedarnos otra semana —dije, abrazando a

Charlotte y Geneviève fuera del aeropuerto.

—Vuelve siempre que puedas. ¡Tanto como te sea posible! —dijo

Charlotte.

—No te preocupes —dijo Vincent—. Kate no necesita que la convenza

demasiado.

Y diciendo adiós con la mano, nos dirigimos por la pista de despegue a

donde nuestro avión esperaba llevarnos a casa. De vuelta a la realidad.

37 Amaretti (singular amaretto, de amaro, ―amargo‖ en italiano): son galletas

presentes en todas las regiones de Italia hechas a base de pasta de almendra,

elaborada con azúcar, clara de huevo, almendras dulces y amargas y huesos de

albaricoque.

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Capitulo 31 Traducido por Isabella Night

Corregido por Marce Doyle*

Estuve en una nube al día siguiente, mi cuerpo en París pero mi mente

en la casa en Vilfranche-sur-Mer.

Recuerdos del fin de semana revoloteaban dentro y fuera de mi mente

mientras trataba, y luego dejaba de tratar, de concentrarme en mis

clases, mis tareas y todo lo que me impedía estar donde quería estar:

con Vincent. Preferiblemente envuelta en sus brazos.

Mientras Ambrose, mi Vincent fue el guardián designado por el día, me

llevó a casa de la escuela, estaba tan distraída, que él tuvo que tocar mi

hombro para decirme que mi teléfono estaba sonando. Era Papy, y su

voz estaba inusualmente tensa.

—Kate, ¿crees que podrías venir directamente a la galería en lugar de ir

a casa?

—Claro, Papy. ¿Qué pasa?

—Solo necesito un poco de ayuda, te lo diré cuando llegues aquí.

Ambrose aparcó al otro lado de la calle de la galería y esperó en el

coche. Entré para encontrar a Papi hablando con dos hombres en

uniformes de policías. Él me presento brevemente.

—Oficiales, esta es mi nieta Kate. —Los hombres asintieron, y Papy

tomó mi brazo para apartarme unos pasos.

—La galería fue robada anoche —dijo él.

—¿Qué? —jadeé.

—Está bien, querida. Todo estaba asegurado. Es solo muy…molesto. La

tienda nunca había sido robada antes.

—¿Qué se llevaron?

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—Un poco de todo. Todas las piezas que eran fáciles de llevar, ninguna

de mis estatuas, gracias a Dios. —Papy de pronto parecía diez años

mayor. Se frotó la frente con la punta de los dedos y cerró los ojos—.

Esperaba que pudieras cuidar la tienda mientras regreso a la estación

con el detective. Ellos ya han hecho la investigación en el lugar. Ahora

es solo papeleo.

—Claro, Papy —estuve de acuerdo, y un momento después, el salió por

la puerta con los dos hombres, haciendo su pequeño saludo con el

sombrero hacia mí mientras ellos se perdían de vista. Llamé a Ambrose

en el coche para decirle que tenía que quedarme sentada en la galería

por una hora o dos. Él me dijo que estaba bien esperando, que me

tomara mi tiempo.

Miré a mí alrededor al desorden. Las cajas de cristal estaban rotas y

despojadas de todo lo que contenían. Traté de recordar lo que habían

sostenido. Joyas antiguas, figurillas griegas, muestras de vidrio

Romano. Parecía algo al azar, como si no supieran lo que estaban

tomando, pero solo estaban interesados en cualquier cosa pequeña,

fácil de llevar. Matones en lugar de ladrones especializados en arte,

pensé.

Y de repente, una pequeña aguja al rojo vivo de pánico me atravesó el

corazón. Corrí de vuelta al armario de archivos y vi la puerta abierta

destrozada. Las cajas estaban esparcidas en el interior, sus contenidos

vertidos por el piso. Escudriñé a través de los libros en busca de Amor

Inmortal. Pieza por pieza, saqué los contenidos del armario al pasillo y

busqué hasta que estuve segura. El libro había desaparecido.

Mis pensamientos regresaron a la semana anterior, cuando Gwenhaël

me contó de la numa que buscó el libro siglos atrás creando problemas

a su familia. Una ―situación muy desagradable,‖ la llamó ella.

Busqué en mi bolso hasta que encontré la carta que su hijo me había

dado. Con mi mano temblorosa, marqué el número. Él contestó al

primer timbrazo.

—Bran, es Kate Mercier. Soy quien visito a tu madre la semana pasada.

—Ella se ha ido. —Las palabras sonaban tan lejanas que no estaba

segura de haberlo escuchado correctamente.

—¿Qué has dicho?

—Ella se ha ido. Ellos vinieron esta mañana, los malos.

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—Oh, mi Dios, ¿los numas la tienen? —Mis pulmones se vaciaron.

—No. Cuando ellos vinieron, nos escondimos. No nos encontraron. Y

tan pronto como ellos se habían ido, ella se fue.

—¿A dónde fue?

—Se escondió. Ella no me dijo donde. Si lo supiera, los malos podrían

obtener la información de mí. Tal y como está, soy inútil para ellos.

—Oh, Bran, lo siento

—No es tu culpa, Kate. Ya era hora. Las cosas pasan cuando se supone

que pasen, y como el momento de Victor se acerca, nuestros servicios se

requerirán. Me quedaré, Kate, y mi madre volverá. Deja que tus amigos

sepan que estaremos aquí cuando nos necesiten.

—Bran, no entiendo de que estás hablando. ¿Qué Victor?

—Ese es el por qué los numa nos quieren. Los textos dicen que mi

familia producirá al Vidente Victor.

De repente, recordé una frase del libro que había sido prácticamente

incomprensible. Algo acerca de guérisseur siendo el único que podría

ver el Victor.

—Aún no…

—Los revenants lo llaman El Campeón. Y nosotros seremos los que lo

identificaremos.

Me tomó unos segundos de comprensión, y de pronto todo fue

sorpresivamente claro.

—Tu madre puede identificar al Campeón —declaré aclarando—. Y los

numa vinieron buscándola. Porque si el Campeón es encontrado, los

numas conocerían la identidad de quien podría conquistarlos.

—Eso es cierto. Pero si lo encuentran antes de que pueda derrocarlos,

van a tratar de apoderarse de su poder para sí mismos.

—¿Apoderarse de su poder? —pregunté, confundida.

—Los textos declaraban que el poder del Campeón podía ser trasmitido

por la fuerza. Si es capturado, él que lo destruye recibirá su poder.

Como puedes imaginar, los resultados serían desastrosos.

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—Y los numa querían forzar a tu madre a decirles quién es.

—Eso es correcto. Pero están engañados. No es mi madre quien

encontrará al Campeón.

—¿Qué quieres decir?

—Ella posee las teorías de nuestra familia sobre cuándo y dónde

sucederá. Y algunas pistas codificadas acerca de quién será. Pero en

cuanto a la identificación de la vista, el regalo de Victor el Vidente, mi

madre dice que ella no tiene esa capacidad.

—¿Así que serás tú?

—Yo o uno de mis descendientes.

—¿Tú tienes descendientes?

—Sí.

Exhalé.

—Algunos dicen que mi novio es el Campeón. —La línea quedó en

silencio por un largo tiempo. Finalmente, Bran habló.

—Mi madre no me ha pasado el don, cuando lo haga me comunicaré

contigo. Tráeme a tu novio entonces. Si efectivamente soy Victor, el

Vidente, y efectivamente él es el Campeón, lo sabríamos en ese

momento.

Le di mi número de teléfono y luego el número de mis abuelos también.

No sabía cuánto tiempo le tomaría llamarme, pero supuse que podrían

pasar años.

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Capitulo 32 Traducido por Omakehell y Alexiacullen

Corregido por Marce Doyle*

No habían pasado ni tres días de nuestra escapada de una semana al

sur, pero parecía que hubiesen pasado tres semanas. Vincent trabajó

sin parar con Jean-Baptiste desde el momento que volvimos, y yo

estuve ocupadísima con la tarea y con una cita con Violette para ver

Casablanca.

Pero yo había esperado esta tarde con una sensación de anticipación,

Ese conocimiento de que Vincent me iría a ver a la tienda, a la casa del

abuelo por la tarde. Pasado el robo, Papy había intentado cancelar la

serie de reuniones en galerías, diciendo que era demasiado peligroso.

Pero él estaba convencido de que era poco probable que los ladrones

volviesen a plena luz del día... si se atrevían a regresar algún día.

Ambrose me dejó después de la escuela, dejándome sólo después de

asegurarse de que Vincent llegaría en cualquier momento. Papy lo había

invitado a venir a ver el nuevo casco de guerra griego trayendo de vuelta

de su nombramiento, usando el interés de Vincent por las armas

antiguas como excusa para invitarlo a la galería. Pero yo sabía que no

hacía falta ese incentivo para ninguno de los dos, disfrutaban de su

compañía mutuamente.

Caminé alrededor de la galería mirando el trabajo de limpieza que Papy

había realizado desde el lunes. Había remplazado de inmediato los

mostradores de cristal, pero tomaría un tiempo para que los repusiera

con nuevo inventario. Sonó el timbre y salté a recepción para darle al

botón de apertura automática de la puerta. Pero la enorme sonrisa que

se extendió a través de mi cara se desvaneció rápidamente cuando vi

que no era Vincent el que entraba por la puerta. Eran dos hombres que

nunca había visto antes. Y podría decir, antes de que llegasen a decir

una palabra, que eran numa.

Estaban sobre mí en un instante, en un pestañear cruzaron la galería.

A mí no me tocaron. No lo necesitaban, solo se cernían ante mí.

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—¿Qué quieres? —le pregunté. Las palabras salieron como un chirrido.

Mi garganta estaba fuertemente cerrada, tan fuertemente como para

casi impedirme hablar. Instintivamente miré alrededor buscando algo

para luchar contra ellos, pero no había nada a poca distancia que

pudiese agarrar, y dudaba que pudiera llegar antes de que me

detuviesen.

—Queremos saber lo que te dijo.

—¿Quién? —le pregunté, confundida.

—Tú sabes quién. La sanadora anciana. ¿Qué te dijo sobre el Campeón?

Parpadeé cuando lo comprendí súbitamente.

—Ella no me dijo nada sobre el Campeón.

—Sabemos que hablaste con ella. Y ahora su hijo dice que se ha ido y

no sabe a dónde.

—Aunque mantenemos un ojo en el lugar para asegurarnos de que él

no nos está mintiendo —se burló el otro, como si esto fuera una gran

broma. Mi temor se evaporó y fue sustituido por la furia.

—¡Será mejor que no les hagas daño! —gruñí.

Ambos se me quedaron mirando, sorprendidos por mi arrebato. Y a

continuación, con una risa baja y malvada, se adelantaron y uno me

agarró por la muñeca con fuerza.

—Queremos saber lo que te dijo.

En ese momento oí el clic de la puerta, y el abuelo entró en la galería

dejando la puerta abierta detrás de él con una enorme caja en los

brazos bloqueando su visión. Cruzó la habitación y el establecimiento

de hacia abajo al lado de la vitrina de la armería, puso su sombrero en

la parte superior y comenzó a quitarse la chaqueta.

—Papy —le dije, con mi voz aguda y poco natural.

Miró hacia arriba y se congeló.

—Quita tus manos de mi nieta —ladró, y empezó a avanzar hacia

nosotros.

—No te muevas, viejo —dijo el que me sostenía, aumentando la presión

sobre mi brazo.

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Mi abuelo se detuvo y entrecerró los ojos.

—Fuiste el de las cintas de vigilancia —dijo—. Ya robaste mi tienda.

¿Qué quieres ahora?

—Todo lo que su nieta tiene que hacer es decirnos lo que queremos y

nos iremos sin daño para ninguno de los dos.

—No —dijo con severidad Papy—. Saldrán ahora o me veré obligado a

llamar a la policía. —Sacó su teléfono del bolsillo.

—Eso no será necesario —dijo una voz profunda detrás de nosotros.

Vincent dio un paso a través de la puerta abierta, su rostro parecía el

cielo antes de una tormenta devastadora. La pareja de mi captor se

lanzó hacia él, luego tambaleándose hacia atrás cuando el puño de

Vincent conectó con su mandíbula. Cayó y quedó inmóvil en el suelo.

El numa que me sostenía me tiró a su lado, con la mano sujetada

alrededor de mi brazo como si fuese un cepo.

—Estamos teniendo una pequeña charla con tu novia. No es necesario

que intervengas.

—Que se vayan —dijo Vincent en voz baja, me miró perforándome hasta

el corazón con su preocupación—. Dejen que se vayan. Todo lo que

quieren saber lo pueden sacar de mí.

—Pero… ya ves, yo no te quiero a ti —dijo el numa, con el labio

contraído en son de burla—. Esta vez, no.

—¿Qué problema tienes con la chica? —gruñó Vincent.

—¿Quieres decir, además del renombre que destruyó a nuestro ex líder?

Pero eso no tiene importancia ahora. Ella tiene información que

queremos. —El numa levantó la mano libre hacia mi cuello—. Eso sí, te

aconsejaría quedarte donde te encuentras mientras ella contesta mi

pregunta, o simplemente podría arrancarle la mano.

La sensación de su piel contra la mía me hizo tener ganas de vomitar.

Con un gesto más de disgusto que de miedo, me revolví y logré darle

una patada en la espinilla, pero se limitó a reír y me agarró con más

fuerza, tirándome firmemente hacia la parte posterior de la galería, lejos

de Vincent.

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El sonido metálico de una espada saliendo de su vaina hendió el aire.

Mis captores se detuvieron en el acto. Los ojos de Vincent quemaban

como carbones al levantar un sable de aspecto maligno.

El numa parecía en estado de shock, sus dedos se clavaban

dolorosamente en mi piel y farfulló:

—No lo harías. No delante de un humano.

Miró hacia Papy, cuya expresión sorprendida revelaba que aunque no

había comprendido toda la charla, había conseguido comprender las

últimas palabras.

—Me gustaría, realmente. Un placer —replicó Vincent, y sacó la curva

de la espada en la luz mientras dio un paso hacia nosotros.

El numa se tambaleó ligeramente hacia atrás, arrastrándome con él.

—¿Correrías el riesgo de exponernos a nosotros y a ti mismo…? —

comenzó a preguntar, su cara desencajada por la confusión.

La voz de Vincent era tan fuerte como el acero en su mano.

—A partir de aquí y de ahora, todas las reglas están olvidadas. En

nombre de tu clase, acabas de declarar la guerra.

Mi captor midió la situación. Y entonces, justo como eso, se lanzó en mi

sujeción. Manteniendo una distancia segura de la hoja de Vincent, se

movió hacia su compañero caído, quien apenas había comenzado a

moverse. Dándole una patada motivacional, le empujó hacia la puerta.

Deteniéndose en la puerta, me miró fijamente.

—Nos veremos de nuevo. Au revoire, Katie Mercier. —Y con eso siguió a

su compañero hacia abajo a la calle.

Mi abuelo se movió con un salto entrando en acción, golpeando la

cerradura muerta de la puerta de la galería y tirando de una cortina

gruesa a través de las ventanas.

—¿Qué querían? —preguntó Vincent urgentemente. Envainó su espada

y la metió de nuevo bajo su abrigo.

—El sanador —susurré sintiéndome de repente lisiada por el

pensamiento que mis acciones, aunque bien justificadas, habían traído

esto hacia nosotros. Jules había tenido razón. Yo había caminado en su

mundo y traje el peligro justo de vuelta conmigo.

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Vincent vio mi expresión y me alcanzó, pero se congeló cuando las

palabras afiladas de Papy hicieron eco a través de la habitación.

—No toques a mi nieta.

Se nos acercó lentamente. Cuidadosamente.

Y allí estuvimos de pie en la galería poco iluminada. Brillantes motas de

polvo se arremolinaban hacia arriba, iluminadas por las grietas de la

luz del sol derramándose en los bordes de las cortinas. Los tres

estábamos inmóviles, mirándonos fijamente unos a los otros, como las

hileras de las estatuas antiguas buscando. La cara de mi abuelo tenía

una expresión que era completamente ajena a ella. No había bondad.

Nada de gentileza. Miró fríamente hacia Vincent como si fuera un

completo desconocido.

Finalmente habló.

—¿Qué eres tú? —Las tres palabras fueron nítidas y concisas, y

exigieron una respuesta.

Los ojos de Vincent cayeron hacia mí. Vi como Papy estaba mirándole, y

supe que no había ninguna manera de salir. Si la espada de Vincent no

había alertado ya al abuelo de que algo estaba mal, definitivamente el

numa nos había expuesto con sus palabras. Incliné mi cabeza lo más

mínimo.

—Revenants —dijo Vincent.

Para crédito del abuelo, él ni siquiera se estremeció.

—¿Y esos hombres que atacaron a Kate?

—Numas.

Las palabras parecieron helarse en el aire y colgar suspendidas entre

nosotros tres antes de explotar en el flechazo de la respuesta de Papy.

—Fuera.

—Señor, yo… —empezó Vincent, y al mismo tiempo yo espeté—: Pero

Papy…

—¡Fuera! —la voz de mi abuelo nos cortó. —Sal de aquí. De la vida de

mi nieta. ¿Cómo te atreves a exponer a Kate a un peligro mortal? ¿Cómo

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te atreves a traer a estos monstruos a través de nuestra puerta? Sal y

quédate fuera.

—¡No! —lloré y corrí hacia Papy agarrando sus brazos, y esperé hasta

que sus ojos bajaran de Vincent a mí—. Papy, no. Vincent es… —Todos

mis argumentos brillaron a través de mi mente y cayeron lejos cuando

me di cuenta de que eran inútiles. Vincent estaba protegiéndome, o

realmente es demasiado tarde, los numa saben quién soy. No podía

decir nada que convenciera a Papy. Porque él tenía razón. Yo estaba en

peligro por Vincent. Me asenté en una verdadera declaración, la única

que mi abuelo no podía refutar—. Yo lo amo.

Papy liberó sus brazos cautivos y los envolvió a mí alrededor, me

abrazaba como si me hubiera perdido hace años y luego me volviera a

encontrar. Después de un segundo, me retuvo lejos y dijo, con ternura,

pero serio:

—Kate, puedes creer que lo amas. Pero él ni si quiera es humano.

—Él no es el chico malo —insistí—. Ellos lo son.

Papy miró sobre mi cabeza hacia Vincent, quien no se había movido.

—Lo sé, cariño. Los conozco. Al menos los he estudiado, junto con todos

los otros personajes míticos que aparecen en las Artes Antiguas.

Aunque no estaba convencido de que existieran realmente.

Su voz se volvió fría con esta última declaración, y lo empujé lejos para

mirar a Vincent.

Los ojos de Vincent, todavía bloqueados con la mirada de mi abuelo,

parecían huecos.

—Kate, tu abuelo tiene razón. Mi presencia en tu vida te ha puesto en

peligro.

Sentí que alguien me había agarrado por la garganta.

—¡Detente! —grité—. ¡Ambos, deténganse ahora mismo! —Golpeé con

mis pies y ambos hombres me miraron como si los hubiera golpeado.

Ahora que tenía su atención, comencé a hablar.

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—Papy, Vincent salvó mi vida. Él es uno de los que me sacaron del

camino de la caída de las piedras en el café el año pasado. Si no fuera

por él, no estaría aquí ahora para estar luchando por esto.

La cara de mi abuelo seguía siendo dura, pero sus puños se aflojaron.

Sabiendo que él estaba absorbiendo mis palabras, seguí.

—Abuelo —rogué—. ¿Quieres que yo sea como era antes? ¿Deprimida?

¿Lamentando? ¿Viviendo en el pasado con ninguna compañía a mi lado

además de los fantasmas de mis padres muertos? Vincent no sólo salvó

mi vida, me ayudó a encontrar el camino de regreso al mundo de los

vivos.

—Eso es todo un logro para alguien que es un no-muerto —dijo Papy

secamente.

Vincent sólo estaba de pie ahí, mirando como si él no supiera qué decir,

pero sus manos estaban abiertas, como si estuviera intentando

transmitirme su apoyo a través de los cinco pasos de distancia que nos

separaban. Él no está ni si quiera preocupado por sí mismo, pensé. Toda

su preocupación es cómo voy a salir de esto. Me lancé hacia él,

envolviéndome alrededor de su cuello, y dejé que sus brazos me

rodearan cuidadosamente.

—Vincent, esta es mi galería y te pediré que la dejes ahora —exigió

Papy.

Vincent suavemente me desenrolló de él, y tomando mi mano en la

suya, se giró de cara a Papy.

—Le podría pedir que antes de que llegues a una conclusión, discuta

esto solo con Kate. Viviré por cualquier decisión que tomen ustedes dos

juntos.

Tomando mi cabeza en sus manos, me besó suavemente en los labios.

—Te llamaré más tarde —dijo despacio. Luego, dando a Papy una cortés

reverencia, caminó hacia la puerta, volteó la cerradura abierta y

desapareció en la calle.

Mis lágrimas caían fervientes mientras sentía las manos suaves de Papy

sobre mis hombros.

—Ma princesse —dijo incrédulo—. ¿En qué te has metido?

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Capitulo 33 Traducido SOS por Omakehell y Alexiacullen

Corregido por Catleo

Papy me ordenó sentarme y pasó los siguientes quince minutos

cerrando la galería temprano. Ambos estábamos nerviosos paseando

por la casa, esperando a que el numa diese media vuelta y viniese por

nosotros. Quería decirle a mi abuelo que echar a Vincent fuera antes de

que nos pudiera acompañar a casa sanos y salvos, no había sido la

mejor opción, pero mantuve esa opinión para mí.

Luego, a mitad de camino, vi a Ambrose en una cabina telefónica

haciéndose pasar por una persona enfrascada en una profunda

conversación, aunque sabía muy bien que nunca salía de su casa sin

su móvil. Le guiñé un ojo cuando pasé por ahí. Sospechaba que Vincent

nos había provisto de una amplia protección. Cuando vi a Gaspard

sentado en un café leyendo un libro, y él alzó una ceja al pasar, ya

estaba segura de que era así.

Una vez en casa de Papy me dirigí directamente a su oficina.

—Kate —dijo con gravedad, cuando me senté nerviosamente en un

sillón de cuero—. Al menos sabes qué es Vincent, ¿no?

Asentí con la cabeza.

—Lo sé todo, Papy. O por lo menos, mucho. Pero, ¿cómo sabes tú de

ellos? No puedes decirme que lo leíste de pasada en un libro sobre

criaturas mitológicas, ni siquiera parpadeaste cuando Vincent te lo dijo.

Mi abuelo suspiró, se acercó a su estantería, y, después de buscar un

minuto, sacó un bestiario38 antiguo. Lo puso en la mesa baja y redonda

que había entre nosotros y lo abrió, hojeando hasta encontrar la página

correcta.

—Esto, mi querida —dijo haciendo un gesto hacia el libro—, es el único

registro de un revenant de toda la librería. Los he visto mencionados en

38

Bestiario: en la literatura medieval, colección de relatos, descripciones e imágenes

de animales reales o fantásticos.

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otros textos, pero tan pronto como libros u obras de arte sobre

revenants aparecen en el mercado, me los arrebatan con precios

astronómicos. Los compradores son una red secreta de coleccionistas

privados que utilizan nombres ficticios y obviamente pagan en dinero en

efectivo. Nosotros, los comerciantes de antigüedades, estamos en

contacto con ellos por si encontramos uno de estos. Y ninguno

hablamos sobre los revenants, el tema principal de los coleccionistas, ni

siquiera con nosotros mismos, nuestros clientes han dejado claro que si

hablamos de su interés con alguien, ya no harían negocios con

nosotros. Todas las huellas literarias de revenant que tienen

desaparecían en estas colecciones de los compradores. Así que, por

supuesto, se me ocurrió que podrían tener una razón ulterior a solo un

interés desmedido en estos seres.

Encontré la mirada seria de Papy con la determinación de la mía propia.

Él no me iba a asustar, y necesitaba saber eso.

—Hay cosas extrañas y místicas que ocurren en nuestro mundo que

muy pocas personas conocen. Debido a que mi profesión requiere

trabajo de detective constante en los rincones más oscuros de la

historia, desgraciadamente estoy al tanto de algunos de ellos. La

mayoría de mis compañeros prefieren esconder sus cabezas y pretender

que los revenant son seres de ficción. Pero no estoy de acuerdo con

ellos. Sospechaba su existencia, y después de lo que he visto hoy, mis

sospechas se han confirmado, pero Kate, estas cosas deben permanecer

donde comenzaron, en las sombras. Y mientras yo viva, uno de ellos no

saldrá con mi nieta. No puedo permitir que veas a Vincent de nuevo.

Tus padres habrían querido que te protegiese —vaciló, dándose cuenta

de la expresión de mi cara—. Y protegerte de ese alguien que conlleva

peligro para ti, aunque sea Vincent, es mi responsabilidad.

—Pero Papy… —comencé, de pronto cegada por una avalancha de

lágrimas.

—Aún tienes diecisiete años, y todavía estás bajo mi tutela. Cuando

cumplas dieciocho podrás hacer lo que quieras, aunque espero que

entonces veas las cosas de la manera en que yo lo hago.

Sus palabras eran firmes y decididas, pero me miraba con emoción

contenida. Me incliné hacia delante en sus brazos.

—Oh, querida Kate —me tranquilizó él—. No me gusta hacerte infeliz,

pero prefiero verte deprimida que muerta.

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De vuelta a mi habitación, cogí mi teléfono y lo miré por un minuto

entero. Por primera vez en casi un año quería aprovechar el número de

uno de mis amigos de Brooklyn y escuchar su antigua voz familiar al

final de la línea. Sin embargo, a pesar de que sabía que podría hacerlo,

cualquiera de ellos sería lo suficientemente bueno como para

perdonarme y volver a hablar de todo esto, pero, ¿cómo podría incluso

empezar a hablar de mi situación? Era demasiado increíble para

describirla.

Esto…, sí, ¿Claudia? Estoy saliendo con un chico muerto llamado

Vincent, y Papy no me deja verlo, porque si lo hago podríamos ser

asesinados por zombis malvados que están buscándolo.

Mis amigos pensarían que mi dolor me había vuelto loca.

Negué con la cabeza en señal de frustración y marqué el número de

Vincent. Su voz sonaba tranquila, pero me di cuenta de que estaba tan

agitado como yo.

—¿Cuál es el veredicto?

—Papy dijo que no puedo volver a verte —no pude hacer que mi voz no

vacilara.

—¿Qué más se puede esperar? Es un hombre racional —su voz pasó de

la cautela al cariño. Comprensivo—. Kate... me gustaría estar allí

contigo. ¿Estás bien?

Sorbí por la nariz y me recompuse.

—Estoy bien, sé a lo que se refiere, pero está equivocado.

—No se equivocó en que puse en peligro tu vida.

—El peligro ya está aquí, Vincent. Es demasiado tarde para pensar en

eso. Los numa ahora están detrás de mí. Así que si piensas en eso

racionalmente, es aún más peligroso que me mantenga alejado de ti.

Además del hecho de que no quiero estar lejos de ti.

Mis lágrimas se impusieron, y empecé a llorar. Por milésima vez al día.

—Va a estar bien, Kate —dijo Vincent suavemente.

Cogí un pañuelo de papel y respiré profundamente, tratando de

recomponerme.

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—Le debo mi respeto a Papy. Pero yo simplemente no puedo obedecerle

en esto.

Vincent no respondió. Algo que había estado rozando mi mente y había

quedado eclipsado por las últimas situaciones, la revelación general

revenant y la campaña anti-Vincent de Papy había eclipsado algo

importante. Ahora me di cuenta de las repercusiones de algo que el

numa había dicho, y mi corazón estaba de repente en mi garganta.

—Vincent, hoy en la galería. Ese numa dijo algo sobre Lucien que me

está matando —me estremecí, aunque parecía haber setenta grados en

mi habitación— ¿Cómo pudo saberlo? Ningún numa estaba allí para ser

testigo de aquello, y no había ningún familiar para hacérselo saber.

—Me preguntaba si tú también te diste cuenta —respondió Vincent

sombríamente—. He estado hablando con los otros cuando volví.

—¿Podría haber sido un espíritu numa volant que acompañaba a

Lucien y volvió para decírselo a los demás?

—No, yo también estoy volant ¿recuerdas? Me hubiera dado cuenta si

alguien más estuviera allí.

—¿Entonces cómo…?

—Solo los revenant lo sabían. Tiene que ser uno de los nuestros quien

compartió la información.

—¿Qué? —me quedé atónita, a la espera de algún tipo de explicación.

—Ambrose, Gaspard y yo hemos estado hablando de eso. Es la única

respuesta. En algún lugar de París, un revenant está soplando

información a los numa. Quizás incluso trabajando en conjunto con

ellos. Estoy seguro de eso. Todos lo estamos. No solo por eso. El informe

que conseguí en Berlín era que había algún tipo de fuga de

información.

—¿Pero por qué?

—No tengo ni idea.

—¿Y cómo sabían los numa que visité al curandero?

—Habrían estado siguiéndote. Observándote.

—Pero Jules estaba conmigo. Seguramente habría sabido si un numa

estaba alrededor.

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Vincent hizo umm en acuerdo.

—¿Quién sabía que visité a Gwenhaël?

—Bueno, por ahora toda nuestra casa lo sabe. Lo discutí con ellos

cuando tú y yo regresamos del sur. Y luego les di los datos actuales

cuando me dijiste que ella había huido tras de que el numa fuera a su

tienda. Pero dudo que ellos se lo hubieran mencionado a nadie. En lo

que a nosotros respecta, hasta que su hijo contacte contigo para decir

que ella ha vuelto, ese camino es un callejón sin salida.

Mientras él hablaba, una idea me vino. Dudé antes de expresar mi

sospecha, sabiendo que parecía una locura.

—Permitimos que se dijera en tu casa. Arthur hizo muy claro lo que

pensaba acerca de dejar que un ser humano tomara parte en los

asuntos de revenant cuando me votó fuera de esa reunión. Y luego,

cuando me vio en la librería de JB, el día que devolví el libro, dijo que

allí había información que los humanos no deberían conocer.

—Ahora, espera un minuto, Kate —dijo Vincent forzadamente—. Si

estás diciendo lo que creo… a Arthur no le gustaría el hecho de que

estés implicada en nuestros negocios, pero él nunca te pondría en

peligro. No hay ninguna manera en la que deliberadamente te vendería

a los numa.

—No, tienes razón —reconocí, sintiéndome peor porque mi teoría sonara

estúpida para Vincent que por acusar falsamente a Arthur. Y luego

pensé en otra cosa más—. Espera, Violette me dijo que Arthur se había

mantenido en contacto con un numa durante sus vidas pasadas. Dijo

que fue de una época en la que los numa y los revenant no eran

enemigos.

—¿Qué? —dijo Vincent incrédulo.

Pero estaba en racha. No había una autoedición para mí en ese punto,

no importa lo extraño que sonara para Vincent.

—En realidad, vi a Arthur hablando con ese tipo de aspecto dudoso un

día, en La Palette. Él podría haber sido totalmente un numa… Ahora

que pienso en ello. Había algo extraño que estaba pasando con el aire a

su alrededor.

—¿Qué quieres decir? ¿Cosas extrañas en el aire?

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—Lo sabes. Tienen todo ese tipo de cosas alrededor de sus cuerpos.

Como unos pocos centímetros que les rodea en tonos grises. Como si

hubieran absorbido todo el color en el aire.

Vincent vaciló.

—¿Puedes decir quién es numa y quién no?

—Umm sí, ¿no puede todo el mundo?

—No, los humanos no —pensó durante un momento—. ¿Lo podrías

decir con Lucien?

—No, no lo creo —admití, intentando recordar.

Además del tiempo que tuvo un cuchillo pegado en la garganta de su

hermana, yo sólo le había visto en un oscuro club nocturno.

—Entonces, es probable que tenga algo que ver con cuando te poseí.

Gaspard continúa preguntándome si has tenido efectos secundarios.

Impaciente, con esta desviación no relacionada, continué con mi teoría:

—Así que le contaste a Arthur que yo había estado con el guérisseur,

podría haber pasado esa información a un numa.

—Kate —la voz de Vincent era sombría.

—No, no como eso. No a propósito. Pero si él está en contacto con el

numa quizás se le escapara. Quizás solo se lo mencionó a alguien. A la

persona equivocada.

—Kate. Detente ahora mismo. Suenas completamente paranoica. Sé

que estás asustada y que solo estás tratando de entender todo esto,

pero te prometo… que estás buscando completamente en la dirección

equivocada.

—Pero Vincent, ¿estás de acuerdo en que solo los numa saben que maté

a Lucien?

—La comunidad entera de revenant es consciente de ello. Y hay muchos

de nosotros. No sólo los siete que viven en nuestra casa.

Le ignoré y continué.

—Y fuera de todos los revenant, solo los que están en tu casa sabían

que fui al curandero. Y Violette me dijo que Arthur está en contacto con

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el numa. ¿Quién más podría ser? Y si tiene o no la intención de

ponerme en peligro…

—¿Si tiene o no? Kate, detente justo ahí. Nadie de nuestra familia

cercana nos traicionaría a los numa —dijo Vincent—. Sé que todavía

estás enojada con Arthur por avergonzarte delante de la casa. Y,

sinceramente, yo también. Pero si él es o no tolerante contra los

humanos, es bueno de corazón, y no es estúpido. No dejaría que sus

actividades ―patinen‖ por un numa si, y seriamente dudo de esto, él

está realmente en contacto con cualquiera de ellos.

Suspiré, esperando creerle. Pero tenía un sentimiento. Solo había algo

mal sobre Arthur. No confiaba en él. Pero no podía decir nada más al

respecto a Vincent.

—Kate, no te preocupes por esto. Nos estamos ocupando de todo. Jules

está en volant mañana, va a venir con Jean─Baptiste y conmigo para

comenzar a investigar a nuestros propios revenant de París… para ver

si podemos encontrar la fuga. Ambrose va a cogerte a ti y a Georgia de

la escuela.

Buen plan, pensé, excepto que estás buscando en el lugar equivocado, tu

“fuga” está viviendo bajo tu propio techo.

Vincent y yo dijimos buenas noches y nos tranquilizamos uno al otro, a

pesar de que teníamos que estar seguros de no provocar a mi abuelo,

nos veríamos uno al otro en secreto. Pero cuando colgué, me sentí todo

menos tranquila. No es que mi comportamiento reciente hubiera sido el

mejor ejemplo, pero odiaba andar a escondidas de las espaldas de la

gente. Y sabiendo que yo iría directamente contra los deseos de Papy, se

sentía como una traición a su confianza. Él nos había cogido a Georgia

y a mí, y estaba haciendo todo lo posible por darnos una buena vida. Y

yo le estaba desobedeciendo descaradamente.

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Capitulo 34 Traducido por Vafitv

Corregido por Catleo

En cuanto oí a Georgia llegar a casa esa noche, salí a través del pasillo

y me instalé en su dormitorio.

—¡Katie-Bean! —me saludó con una sonrisa, pero su expresión

rápidamente cambió a una de preocupación cuando vio mi cara—. Oh,

no. ¿Qué paso?

—Papy lo sabe.

—¿Papy sabe qué?

—Que Vincent es un revenant y que tengo a un numa tras de mí.

—¿Qué quieres decir con que tienes a un numa tras de ti?

Le conté toda la historia, el encuentro con el guérisseur, el robo en la

galería de nuestro abuelo, la desaparición del curandero y luego el

enfrentamiento entre Papy y Vincent.

—No vas a dejar de ver a Vincent, ¿verdad? —preguntó alarmada.

—No —admití— No dejaré de verlo, pero no podré hablar de él delante

de Papy y Mamie. Y probablemente tenga que mentir sobre lo que hago

cuando estoy fuera. Lo que me hace sentir bastante mal, pero de

ningún modo voy a dejar de verlo.

Georgia pensó por un momento.

—Entonces, ¿qué vas a hacer? Quiero decir, no puedes seguir

esquivando a Papy por siempre.

Me instalé al final de su cama.

—He llegado a un plan. Es poco convincente, pero…

—Suéltalo —dijo mi hermana.

—Pensé en pedirle a Jean-Baptiste que hablara con Papy.

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—¡Qué! ¿Por qué? —preguntó Georgia.

—Porque Vincent me dijo que JB forma parte de este grupo súper

secreto de coleccionistas de temas de revenant que le vende a Papy. Así

que en realidad Papy podría escucharlo. Hay algunos extranjeros que

saben lo que ellos son, como Jeanne, su ama de llaves. Luego, Jean-

Baptiste debe de saber explicárselo a la gente que necesita, de tal forma

que los convenza de hacer negocios con él y de mantener las cosas

tranquilas.

—Hacer negocios con alguien y convencerlos de que su nieta tenga una

cita con su falso sobrino muerto son dos cosas diferentes —dijo

Georgia, finalmente quitándose poco a poco sus botas y medias,

encontrando una posición cómoda en la cama.

—Lo sé —murmuré, descorazonada—. Es una posibilidad muy remota.

Pero, ¿qué otra cosa puedo hacer? En cualquier caso, con todo lo demás

pasando, eso es mi menor problema.

—¿Qué es entonces? ¿Y cómo piensas utilizarme para que te ayude a

solucionarlo? —preguntó Georgia, con los ojos brillantes de entusiasmo.

Mi hermana era buena escuchando, pero aun mejor con la acción.

—Este es el asunto, Georgia. Primero tengo que saber quién ha estado

hablando con un numa de mí. Si Vincent y los suyos pueden hacerse

cargo de ese problema, espero estar fuera del gancho de los numa. Ellos

no parecieron preocuparse porque asesiné a Lucien, sobre todo porque

yo, obviamente, no lo hice sola. Ellos usaron el término ―antiguo líder‖

por lo que deben tener un nuevo líder ahora. Todo el mundo

parece pensar que es así, y que fueron enviados para averiguar lo que

aprendí del guérisseur. Así que, no es algo personal, no van a

perseguirme por el resto de mi vida. Además, si es Arthur el que habla

con numas…

Los ojos de Georgia lucían molestos, y ella me miró duramente como si

de repente me hubiese vuelto completamente loca. Levanté la mano en

un gesto de espera.

—Si él es el infiltrado, entonces toda la casa de Vincent está en peligro.

Pero cuando le dije a Vincent mis razones para sospechar de Arthur, él

ni siquiera me escuchó.

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—Bueno, eso es debido a que quizá estás demente. Además del hecho

que pienso que Arthur es deliciosamente de ensueño.

—Y tus gustos han sido tan confiables en el pasado… —la corté.

—Touché —admitió Georgia—. Pero sé que tengo razón esta vez. En

realidad me tomé un café con él esta tarde —me dio su sonrisa de gata

astuta y pretendió que se abanicaba con un recuerdo picante.

—¿Qué? —exclamé— ¿Él te invitó a salir?

—Bueno, no exactamente —concedió—. Solo me tropecé con él sentado

en el café Sainte- Lucie, y me pidió que me sentara con él. Y ya que el

malvado Munchkin no estaba ahí para molestarme, acepté.

—¿Esta tarde después de la escuela? —pregunté.

—Ajá —dijo, mirándome con recelo.

—Fue entonces cuando el enfrentamiento con Papy pasó. Arthur estaba

probablemente esperando a numa para hacerle un informe de nuevo.

La boca de Georgia cayó abierta.

—Esto… ¿estás demasiado paranoica? Tierra a Kate, estás perdiendo la

noción de la realidad. Arthur es un tipo muerto totalmente normal y

muy agradable, yo sospecharía mucho más de Violette.

Negué con la cabeza.

—Confió en Violette. Si Arthur está detrás de esto, deliberadamente o

no, ella no debe saber nada al respecto. De lo contrario me lo habría

dicho. Hemos llegado a ser muy unidas Georgia. Sé que no te cae bien,

pero a mí sí.

Acarició mi brazo como si consolara a un inválido.

—Creo que acabas de decir la palabra clave ―sin ser consciente‖. Si él

hablara con los tipos marginales numa, es posible que podría haber

revelado algo. Aunque él no puedo verle como un compinche de los

malos. En serio no creo que Arthur le haría daño ni a una mosca. Él

parece un poco ansioso y reservado, pero es un buen tipo y estoy

empezando a sospechar que en realidad es demasiado bueno para mí.

Parecía realmente disgustado por haberte ofendido.

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—¡Ves! Él estaba hablando de mí, probablemente finge estar arrepentido

para despistarnos a todos.

—Eso es suficiente, Kate. Estás sobre un tren de ida a Locolandia.

—Voy a demostrar quién es.

—Bien. Es un desafío. Voy a probar que no lo es. Sobre todo viendo que

si tienes razón y él es el malo, eso significa que tendré que cancelar mi

cita con el sábado por la noche.

—¡Georgia!

—Es broma —dijo y luego añadió en voz baja—. En realidad no.

Una maceta de pequeñas flores color púrpura manchadas de violeta

estaba en la mesa del vestíbulo la mañana siguiente. Papy bajó su

periódico lo suficiente para asentir con la cabeza hacia ella, y me

pregunté si se hubiera mostrado tan indiferente si la tarjeta adjunta

hubiera dicho: ―Vincent‖ en lugar de ―Violette‖.

He oído hablar de tu terrible experiencia de ayer. Vamos a tomar un café

después. ¿Café en Sainte–Lucie después de la escuela? Besos, Violette.

Saqué mi diccionario sobre flores de mi mochila y encontré la imagen de

estas, eran geranios con hojas de roble. "La verdadera amistad‖ leí

sonriendo mientras Georgia se acercaba detrás de mí.

—Son bonitas —comentó ella, inclinándose para olerlos.

—Son de Violette —dije, viendo su reacción.

—Se ven como la hierba mala —respondió ella, se enderezó, y se fue a

sentarse al lado de Papy en la mesa del desayuno.

—¿Estás bien? —fue todo lo que Papy pronunció en el desayuno, pero lo

dijo con una mirada de preocupación mientras echaba un vistazo a

Georgia, como si diría más, si ella no estuviera allí. Si pensaba que no le

contaría todo a mi hermana, entonces realmente no nos conocía. Tal vez

nuestras peleas ocasionales le despistó de lo realmente cercanas somos.

Media hora más tarde, salimos de la casa para ver a Ambrose que nos

esperaba en la esquina, de pie al lado de un 4x4 negro.

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—Damas —dijo con voz de Barry White39, y estirando los brazos delante

de él, movió su cuello grueso de lado a lado—. Por este camino, por

favor.

Abrió la puerta y salté al asiento trasero.

—¿Y la encantadora Georgia?

—Que todo este delicioso músculo sea la primera cosa que veo por la

mañana es casi demasiado para mí —susurra ella, y le da un guiño

juguetón cuando se desliza en el asiento delantero.

Negué con la cabeza.

Si ―coquetear‖ calificaba como un idioma extranjero, mi hermana y

Ambrose tendrían un doctorado en ello.

—Entonces, ¿donde está todo el mundo esta mañana? —le pregunté a

Ambrose cuando puso el coche en marcha y se dirigió hacia el río.

—Vincent y Jean-Baptiste se han ido a visitar a los revenants que se

alojan en el lugar de Geneviève. Ya sabes, para cavar alrededor y ver

quién dio el chivatazo a los zombis y a su líder de tu matanza. ¿Cómo se

siente ser el enemigo número uno de los numa, Katie–Lou?

—Miedo en realidad —confesé—. Creí que tú llevándome de un lado a

otro durante la última semana fuiste bastante inútil hasta ayer.

—¿Eso quiere decir que estas feliz de verme por una vez? —dijo

Ambrose, sus dientes blancos relucientes contra el marrón chocolate

negro de su piel.

—Siempre me alegro de verte, Ambrose —dije, sabiendo que si la misma

frase hubiera venido de Georgia sonaría tan seductora como Mae

West40.

—¿Cómo esta tu tentador amigo medieval? —dijo Georgia.

—¿Supongo que te refieres a Arthur y no a Violette? —respondió

Ambrose con una sonrisa—. Los dos están entrenando con Gaspard

39

Barry White: fue un artista estadounidense del género soul, exitoso en la década de

los ’70 y ’80, caracterizado por un timbre de bajo, muy grave y ronco, ganó muchos

premios y reconocimiento por su estilo varonil, romántico y profundo. 40

Mae West: fue una llamativa actriz y dramaturga estadounidense, famosa por su

actitud provocativa e irreverente. Se la considera como el primer símbolo sexual y

mujer fatal de la historia del cine.

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esta mañana, antes de ir a visitar a algunos de los otros parientes por

su cuenta. Jules está en volant, así que voy a dejarles en la escuela y

caminaré con él y Gaspard esta tarde antes de recogerlos.

Permanecerán en el interior de las puertas de la escuela, ¿de acuerdo?

No necesitamos que pase por delante ningún coche conducido por

numas mientras me esperan en la calle.

Ambrose vio como entrabamos en los terrenos de la escuela y una vez

que habíamos pasado a través de las puertas, se marchó. Georgia se

volvió hacia mí.

—¿Y bien? Conseguí la información acerca de Arthur. ¿Que vamos a

hacer con ello?

—Esta es nuestra oportunidad —dije—. Sabemos dónde está en estos

momentos. Podemos vigilar la casa y ver a dónde va cuando salga.

—Has oído a Ambrose. Arthur se supone que irá a algún lugar con el

Gran Dolor.

—Bueno, ¿qué mal puede pasar si los espiamos durante un par de

horas? Además de faltar a la escuela. Esta es nuestra única

oportunidad para no ser perseguidos por los revenants.

—O los numa, que es lo que importa —estuvo de acuerdo Georgia—.

Todo el mundo pensará que estamos en la escuela. Tendremos que ir

ahora. No sabemos cuánto tiempo dura el asombroso entrenamiento de

Gaspard

Echó un vistazo alrededor del vestíbulo, y sus ojos se posaron en un

chico de aspecto atlético que llevaba un montón de libros.

—Oye, Paul —gritó ella—. ¿Recuerdas que hace tiempo te ofreciste a

prestarme tu scooter?

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Capitulo 35 Traducción SOS por Mais020291

Corregido por La BoHeMiK

Mi hermana y yo nos acurrucamos al final de la rue41 de Grenelle,

viéndonos ridículamente sospechosas mientras nos escondíamos detrás

de la esquina, lanzando miradas cada pocos minutos, por la ruta hacia

la mansión Jean-Baptiste.

—¿Qué hora es actualmente? —pregunté, mis dientes castañeando por

el frío de Febrero.

—Cinco minutos más tarde desde la última vez que preguntaste —

gruñó Georgia—. Son las once y cinco, hemos estado aquí por un total

de una hora y treinta y cinco minutos. ¿Cuánto tiempo duran tus

sesiones de entrenamiento con Gaspard?

—Una hora —dije—. Pero estoy segura que Violette y Arthur se quedan

más tiempo que yo, y no tenemos idea de cuándo empezaron.

Mi corazón se rompió cuando nuestra misión empezó a verse más

estúpida de lo que se veía entre los pasillos de nuestro cálido y seguro

colegio.

—¡Espera! —Georgia siseó en un susurro dramático—. La reja se está

abriendo. Y aquí viene… ¡es Arthur! Está usando un casco de moto,

pero sé que es él, lleva puesta la misma chaqueta de cuero que estuvo

usando ayer en el café.

Luché para mirar más allá, pero ella me empujó hacia atrás.

—¡Silencio! —insistió, a pesar de que estábamos a metros de su rango

auditivo—. Conduce la moto lentamente hacia el final de la cuadra.

Está bajando de la misma y caminando con la moto en retroceso, hacia

la vereda. ¡Joder, parece como si se estuviera escondiendo!

El comentario de Georgia empezaba a sonar histérico.

41 Rue: traducido del francés, significa calle.

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—¿A qué te refieres con esconder? —La empujé fuera del camino—. No

veo a nadie.

—Está bien. Al final de la calle. Justo detrás del último edificio. Él se

está escondiendo ahí abajo

—¿Nos ha visto?

—¡No! Él ni siquiera miró el camino cuando se levantó de la calzada.

—Entonces ¿por qué está…

—¡Espera! —Georgia me interrumpió.

Asomé la cabeza alrededor de la esquina del edificio que estaba encima

de ella. Un taxi acababa de pasarnos, conduciendo derecho por la pista,

y ahora se estaba estacionando en frente del Hotel Particulier. La reja se

abrió de nuevo y Violette salió, mirando en ambas direcciones antes de

entrar al taxi. Dimos un paso hacia atrás, esperamos un segundo, y

luego sacamos la cabeza, mirando alrededor de la esquina.

El taxi condujo hasta el final de la calle, luego volteó a la izquierda en la

avenida de un solo sentido. En un segundo, Georgia y yo teníamos

nuestros cascos y estábamos en las motos prestadas dirigiéndonos por

la rue de Grenelle, al tiempo que vimos la moto de Arthur salir hacia la

pista a una distancia segura, detrás del taxi de Violette. Volteamos a la

izquierda en la avenida, a unos pocos autos detrás de Arthur.

Los siguientes veinte minutos, la pasamos maniobrando nuestro

camino entre los autos y camiones, intentando mantenernos fuera de

vista, a pesar de que Arthur nunca miró alrededor. Su atención estaba

enfocada en el taxi de Violette y él obviamente estaba usando las

mismas tácticas defensivas que nosotras, para evadir ser visto por ella.

Alcanzamos el norte por el río, pasamos el Louvre42 y cruzamos la

ciudad hasta que llegamos a la colina empinada llamada Montmartre,

empezamos avanzando poco a poco sus pequeñas calles, de una sola

vía.

—Se están dirigiendo hacia Sacré-Coeur —grité, mirando la basílica de

cúpula blanca que se alzaba en la colina.

42 Louvre: museo nacional de Francia consagrado al arte anterior al impresionismo,

tanto bellas artes como arqueología y artes decorativas. Es uno de los más

importantes del mundo.

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Un camión de yogurt refrigerado que nos había servido como camuflaje

durante las últimas cuadras, se detuvo en medio de la calle y su

conductor saltó hacia afuera para hacer un reparto. Espiamos a Arthur

a media cuadra más arriba, estacionando su moto en la base de la

escalinata de la rue Foyatier43, aquel lugar que casi todos en el mundo

reconoce en las postales a blanco y negro de París. Sus múltiples

tramos de escaleras empinadas están alineadas con anticuadas farolas

de metal negro, y se ve tan a lo Paris antiguo, que casi esperas que

todos los que están ahí empiecen a bailar una rutina al estilo can-can

de Moulin Rouge44.

—¡Rápido! —grité.

Georgia se estacionó detrás de la moto de Arthur y aseguró la moto

contra un poste de luz. Había suficientes personas alrededor que

incluso si él se volteaba, probablemente no nos notaría jadeando por las

escaleras, a unos pocos tramos detrás de él. Una vez que llegó a la

cima, volteó a la derecha y empezó a trotar hacia el lado lejano de la

Iglesia. El sol estaba directamente sobre nuestras cabezas, y la piedra

blanca de la Iglesia estaba brillando en la luz del mediodía, haciendo

difícil seguir el ritmo de Arthur, mientras se movía entre el grupo de

turistas y peregrinos alineados para entrar a la basílica.

Desapareció entre la multitud de gente alrededor del lado más lejano de

la Iglesia. Presionando contra la masa de gente para llegar a él, me

estiré para tocar a Georgia pero en lugar de eso agarré un brazo

extremadamente peludo. Un hombre alto con una gorra de béisbol estilo

―Vivan los Cowboys‖, me miró con una sonrisa divertida.

—Bueno, ¡hola! —dijo con un acento texano.

—Lo siento —solté y caminé hacia Georgia.

Alcancé ver parte de ella como a treinta pies en frente de mí, estando

arrastrada por una multitud, que seguía a un guía turístico que sacudía

una bandera italiana. Ella empezaba a darse cuenta que yo no estaba y

se volteó para buscarme, pero cuando el grupo turístico aumentó, la

perdí de nuevo.

43 Rue Foyatier: es una de las calles más famosas de París, ya que consiste

esencialmente de tramos de escaleras que dan acceso a la Basílica del Sacré-Cœur. 44 Can-can de Moulin Rouge: el cancán es un baile rápido y vivaz, cuyas principales

características son los movimientos provocativos, las patadas altas y el alzamiento y

movimiento de las faldas. El Moulin Rouge es un famoso cabaret parisino.

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Empujando por la vía donde estaba el grupo de americanos, seguí el

camino de Arthur, volteando en la misma esquina por la que él había

desaparecido.

Fui empujada hacia la oscuridad cuando llegué a la esquina de la

basílica, en un patio de piedra desierto al lado del edificio. Le tomó un

segundo a mis ojos ajustarse a la luz brillante del día, de este patio

escondido del sol que estaba vacío de turistas y tan callado como una

cripta.

El patio era largo, la forma y tamaño de una pista de patinaje. Su borde

exterior rodeaba un precipicio, el cual estaba rodeado de barandas de

hierro para proteger a los visitantes del monumento, de caer al vacío.

Estatuas descomunales de santos y ángeles circulaban por el patio,

formando sombras extrañas en la mitad de luz, creando una atmósfera

distinta y espeluznante. No veía a Georgia por ningún lado.

Parpadeé, buscando a Arthur y lo vi cerca, escondiéndose detrás de una

estatua. Él miraba a algunas personas que estaban medio ocultas en

las sombras oscuras del edificio. Justo en frente de mí había una figura

-más grande que la vida- de un arcángel vengador, agachado con la

espalda extendida, mientras peleaba con su invisible enemigo. Tomé el

ejemplo de Arthur y me deslicé atrás de él, escondiéndome detrás de la

estatua. Entrecerrando los ojos por debajo del brazo que sostenía la

espada, miré las figuras al otro lado de la terraza.

Una chica vestida de jeans les estaba hablando autoritariamente a dos

hombres grandes y amenazantes. Con un escalofrío, los reconocí como

el numa de la galería de Papy.

A medida que la oradora hacia gestos, su cabeza se volteó ligeramente.

Mi mano voló hacia mi boca para reprimir un grito de asombro.

—No —susurré.

¿Qué estaba haciendo Violette? Ella no se veía amenazada por el numa.

En todo caso, parecían estar colgados de cada palabra que ella decía.

Miré a Arthur. Estaba mirando la misma escena que yo, pero se estaba

escondiendo. No lo entendía.

Y luego… de pronto… lo hice.

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Mientras una ola de comprensión me envolvía, me sentí

inmediatamente y violentamente herida. Me agarré del estómago y recé

para no vomitar ahí.

Luego, un tercer hombre salió delante de las sombras, detrás de la

Iglesia. Era el que había visto hablando con Arthur en La Palette. Y

ahora que veía lo que estaba usando, un largo saco de piel que se veía

como si hubiese sido diseñado para un señor del Renacimiento en su

traje de época, sabía donde lo había visto antes. Él era el hombre entre

las tumbas en el cementerio Pere Lachaise, el día del funeral de

Philippe. Estuve bien al tener miedo en ese entonces. Porque ahora, sin

duda alguna, podía decir que el truco de la luz incolora que se veía en el

aire alrededor de él, significaba una sola cosa. Él, también, era un

numa.

Se inclinó sobre una rodilla en frente del pequeño revenant y agachó la

cabeza, alzando su mano hacia sus labios. Y justo mientras Violette lo

tocaba ligeramente en la cabeza, ordenándole a elevarse, vi a alguien

correr delante de mí al centro de la terraza. Cegada por el cambio

repentino de luz, ella llamó.

—¿Kate?

Quería alcanzarla y jalarla por su seguridad. De alguna manera quería

advertirle que corriera sin detenerse. Pero era muy tarde. Porque justo

entonces, Violette volteó y vio a mi hermana.

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Capitulo 36 Traducido SOS por Omakehell, AleG y Auroo_J

Corregido por La BoHeMiK

Violette se abalanzó hacia Georgia, aparentemente impulsada solo por

la furia. Momentáneamente congelado, mi cerebro luchaba contra lo

que mis ojos veían. No se suponía que Violette se reuniese con un

numa, Arthur era el traidor.

Pedazos del rompecabezas comenzaron a encajar juntas en mi mente.

La fascinación de Violette con Amor Inmortal y su frustración cuando no

pudo poner sus manos en él. Poco después, las viviendas revenant

cerca de París fueron saqueadas por numas en busca de… no de

documentos, sino de un libro.

Otra pieza del rompecabezas encajó en su lugar. El día después de que

remplazase el libro de Gaspard de su biblioteca con la copia de Papy,

que debería de leer junto a él para encontrar al guérisseur45, este fue

robado. Alguien había puesto las pistas juntas y envió un numa tras

Gwenhaël. Y como no podía encontrarla, habían venido por mí con

preguntas acerca del Campeón. Ahora era evidente que Violette había

estado detrás de todo.

¿Por qué estaba interesada en el Campeón? Había actuado como si toda

la historia fuese un cuento de hadas viejo y estúpido. ¿Por qué le

importaría?

A menos que Violette se lo creyese. Fue ella la que se había ofrecido

venir a París para ayudar a Jean-Baptiste. Para vivir en la misma casa

que Vincent. Pensé en sus incesantes preguntas sobre nosotros como

pareja y la forma en que podíamos comunicarnos. Acerca de Vincent y

sus talentos superiores. Acerca de la diminución de su fuerza. Y de

repente todo tenía sentido. Por alguna razón, todo lo que Violette había

querido alguna vez era al campeón.

45 Guérisseur: traducido del francés, significa sanador o curandero.

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Con el corazón en la garganta salí de detrás de la estatua y corrí en su

dirección. Por el rabillo del ojo vi a Arthur salir de su escondite y correr

hacia mí. Aceleré, todavía no está segura de qué lado estaba.

Pero antes de que pudiese llegar hasta mi hermana, Violette la había

empujado violentamente hacia atrás y la apretó contra la barandilla.

—¿Qué estás haciendo aquí? —gritó, mientras Georgia miraba

temerosamente hacia el precipicio y luego se enderezó rápidamente.

—La pregunta debería ser ¿qué estás haciendo aquí, pequeña señorita

Mata Hari? —La vehemencia de Georgia hizo que su voz sonase segura,

pero me di cuenta de que estaba asustada.

Violette se abalanzó sobre ella de nuevo, pero mi hermana se agarró al

pasamano detrás de ella con ambas manos y lanzó una patada, que

aterrizó en la cadera de Violette. Esta se tambaleó unos pasos hacia

atrás, debido a la conmoción del golpe me encontré de pie junto a

Georgia, en posición defensiva y con los puños levantados.

—Supongo que esto significa que nuestra cita para el café está

cancelada —le dije.

La traición me roía la boca del estómago y le dio a mi voz un tono

helado. Ella se encogió de hombros, demostrando con un gesto que no

era nada para ella. Me moría de ganas de agarrarla y empujarla, para

exigirle una explicación. Pero la había visto luchar antes y sabía que,

incluso sin un arma, Violette era letal.

Hubo un movimiento detrás de ella cuando dos de los numa salieron de

las sombras hacia nosotros. En el mismo segundo que vi a Arthur, el

cual había estado colgando hacia atrás, saltar hacia ellos.

—¡Estos humanos son míos! —gritó la pequeña revenant sin siquiera

mirar por encima del hombro. Los tres hombres se detuvieron a pocos

metros detrás de ella. Manteniendo una distancia prudencial de la

numa.

Arthur la llamó:

—¡Violette, deja que se vayan las chicas!

Hablaba sin apartar los ojos de Georgia y yo.

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—Te gustaría que las soltase, ¿no es así, Arthur? ¿Qué pasó con mi

viejo compañero, quien estuvo de acuerdo en que los seres humanos

eran apenas digno de la sangre que derramamos por ellos?

—Esa fue tu opinión, Vi. Nunca fue la mía.

—Te conozco, Arthur. Te conozco desde hace medio milenio. Somos

prácticamente la misma persona. ¿Por qué no viniste conmigo cuando

te lo pedí? Tenemos ahora un nuevo camino a seguir.

—Nunca pensé que iba a ser este camino, Vi. Y he jugado a ser tu

cabeza de turco bastante tiempo. Le dije lo que me contaste a Kate para

dejarla fuera de las reuniones de la casa. Y miré hacia otro lado cuando

supe que estabas en contacto con nuestro enemigo. Demonios, incluso

le deje un mensaje de tu parte a ese tal… Nicolás —dijo, señalando de

nuevo con disgusto hacia donde el hombre con el abrigo de piel se

quedó inmóvil en las sombras—. Siempre me has utilizado para obtener

información, pero nunca pensé que te rebajarías a trabajar con ellos. O

inclinarte ante el nuevo señor numa por su sangre americana, ¡por el

amor de Dios!

—No hay ningún americano, Arthur —dijo Violette, con una breve

carcajada mientras jadeaba—. Lo hizo y dijo ser su emisario. Jugué una

influyente batalla en el bolsillo de una numa en caso de que se

resistiese a obedecerme. Pero han estado siguiendo mis pedidos durante

más de un año. Si Lucien no hubiese frustrado la orden de que me

trajesen la cabeza de Vincent, tú y yo no hubiésemos tenido que

soportar toda esta farsa con Jean-Baptiste. Los numa ahora están bajo

mi comando, y pronto, muy pronto, los revenant serán destruidos.

—¿Qué quieres decir con que te obedecen? —preguntó Arthur,

incrédulo—. Cuatro numa nos atacaron en un callejón. Mataste a uno

de ellos. Y te limitaste a observar a Vincent destruir más de uno.

—Digamos que tenía unos pocos alborotadores que no quisieron aceptar

mi autoridad, con lo cual estaba más que feliz al deshacerme de ellos. Y

así medí eficazmente la fuerza de nuestro querido Vincent. A mi me

gusta la estrategia, como bien sabes, querido Arthur. Pero ahora que

todo ha sido puesto en orden, puedes tomar tu lugar junto a mí como

mi consorte. Dame tu lealtad, y yo perdonaré tu deslealtad.

—Nunca —pregonó Arthur sonando como el caballero medieval que

había sido una vez. O como su tocayo, el rey de los caballeros.

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Violette dio un gruñido furioso, y girando tan rápidamente que apenas

vi su movimiento, lanzó una patada de karate a un lado de la cabeza de

Georgia, desplegando su furia sobre mi hermana.

Me lancé sobre Violette, deseando tener algo más que mi cuerpo para

luchar contra ella. Una espada. Un bastón. Cualquier arma con la que

hubiese entrenado, ya que nunca había luchado cuerpo a cuerpo.

Hice mi mejor esfuerzo para recordar las lecciones de Gaspard. Me

agaché y comencé a balancearme para evitar los golpes de artes

marciales de Violette. Aunque no pude evitar que me diese un puñetazo

en un costado, mis acciones le distrajeron de mi hermana, que estaba

maldiciendo en voz alta mientras se incorporaba sobre sus manos y

rodillas.

—¡Corre, Georgia! —le grité—. ¡Fuera de aquí!

—¿Y dejarte aquí luchando sola? —dijo indignada Georgia. Fuera de mi

visión periférica, la vi levantarse desde una posición acuclillada y

lanzarse hacia nosotras.

Oí la pelea de Arthur con los numa y sabía que estaba demasiado

ocupado para ayudar. Esta era nuestra lucha, y a pesar de que Georgia

y yo éramos inexpertas, apuesto a que la proporción de dos a uno nos

daba ventaja.

Mis esperanzas se desvanecieron rápidamente cuando el puño de

Violette conectó con mi hombro. Oí algo agrietarse, sentí un dolor agudo

y me tambaleé hacia atrás. Ella aprovechó el momento para golpear a

Georgia en las costillas. Mi hermana se inclinó hacia la barandilla, con

las manos apretadas en la zona herida y con su rostro contorsionado

por el dolor.

—He visto tu forma de ver a Arthur. ¿Crees que puedes robarme a mi

pareja? —preguntó Violette a Georgia en voz muy, muy fría.

—Por lo que sé, él no es tuyo, así que no hay nada que perder —dijo

Georgia, una amarga sonrisa curvando las comisuras de su boca.

—¿Cómo puedes saberlo, estúpida mortal? —dijo Violette, y se volvió

para mirar hacia Arthur.

Lo cual me dio la oportunidad que estaba esperando. Utilice mi brazo

bueno para pegarle un puñetazo en la cabeza. Mis nudillos crujieron

con fuerza contra su mandíbula. Ella grito de rabia y se tambaleo hacia

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atrás, pero por lo demás no parecía afectada. Violette era más fuerte y

resistente de lo que jamás podría haber imaginado.

Detrás de ella, Arthur estaba peleando con dos numa, Nicolas estaba

pacientemente de pie observando desde el otro extremo de la terraza.

Jean-Baptiste había dicho que él era el segundo de Lucien. A pesar de

que había ofrecido su lealtad a Violette, el numa que parecía noble se

veía lo suficientemente feliz como para no ensuciarse sus manos

defendiéndola.

Por primera vez, ningún lado había pensado en traer armas; los numas

planearon un encuentro pacifico con Violette, y Arthur confiaba

demasiado en ella.

Violette grito:

—¡Alain! Cúbreme y toma a la chica.

Antes de que pudiera defenderme, el más pequeño de los dos numa

había desertado de la pelea con Arthur y estaba detrás de mí, cruzando

mis brazos en un agarre apretado y fuerte. Mi hombro lesionado ardió

dolorosamente. Pateé y peleé pero mi captor era demasiado fuerte como

para que eso hiciera alguna diferencia.

No había forma de que mi hermana pudiera enfrentar a Violette sola. Y

ninguno podía venir a nuestro rescate, ya que nadie sabía dónde

estábamos. Violette arremetió con otra patada en la cabeza de Georgia,

y vi a mi hermana caer al suelo. La desesperación se apodero de mí con

tanta fuerza como el agarre de mi captor. No viviría para volver a ver a

Vincent. Golpeé una vez más para escapar del agarre de mi captor.

—Suéltala —dijo una voz desde el otro lado de la terraza.

Me di la vuelta para ver a Vincent caminando hacia nosotros por la

esquina de la iglesia con su cara oscura contorsionada por la ira. Sin

disminuir su paso, se encontró con la gigante estatua del arcángel, y

agarro la espada de mármol con ambas manos, la partió justo en el

borde de la empuñadura. La balanceo contra la cabeza del agresor de

Arthur, lo derribo con un golpe violento, y el arma de piedra se destrozo

con el contacto.

Sorprendido, mi captor me soltó. Caí como un gato sobre cuatro patas,

y luego salté a mis pies.

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—Kate —grito Vincent, y sacó una espada que estaba debajo de su

abrigo, me la lanzo, con la empuñadura hacia mí.

El tiempo se ralentizo mientras miraba la hoja de plata atravesar el aire,

y sentí el agarre de cuero en mi mano mientras mis dedos se cerraban

con fuerza a su alrededor. Luego se aceleró de nuevo cuando la alce con

todas mis fuerzas y corté al numa debajo de su mandíbula. La hoja

corto limpiamente su cuello, y su cuerpo sin cabeza cayó al suelo.

Me quedé allí observando la caída de su cabeza a través de las piedras,

dejando sangre detrás de ella. Por un segundo me sentí enferma, y me

obligué a detenerme. Ahora no era el momento.

Me giré, sostuve la espada en frente de mi cara, lista. Mi hombro dolía

muchísimo más, tuve que rechinar los dientes para mantener la

posición. Frente a mí, al otro lado de la terraza, vi a Nicolas corriendo

entre las sombras detrás de la iglesia y Arthur saltando por una

escalera oscura después de él.

A mi izquierda, Vincent de dirigía hacia Violette, quien estaba agachada

junto a una inconsciente Georgia. A pesar de que era unos centímetros

más baja que mi hermana, Violette recogió el cuerpo inerte de Georgia

en sus brazos con tanta facilidad como una madre cargando a su hijo

hacia la cama y comenzó a levantarla hacia la barandilla.

—¡No! —grité, dejando caer mi espada.

Comencé a ir hacia ellas, y luego me detuve abruptamente. En el más

mínimo movimiento, la revenant podría dejar caer a Georgia por la

borda directo a la muerte. De hecho ¿por qué no la había dejado caer? El

pensamiento atravesó mi mente, mientras la veía dudar.

—Violette, ¿qué estás haciendo? —exclamó Vincent.

Sonaba genuinamente confundido. Me di cuenta que él todavía no

entendía qué estaba pasando. No había sospechado de ella en lo más

mínimo. Ninguno de nosotros lo había hecho. Excepto Georgia, por

supuesto, quien ahora se encontraba suspendida en el aire, encima de

un precipicio. Violette se quedo de pie como una estatua, mirando hacia

abajo hacia la vertiginosa caída.

Detrás de nosotros, el numa que Vincent había derribado comenzó a

despertarse. Sangrando profusamente por un lado de su cabeza, se

levantó de un salto y se abalanzó peligrosamente en nuestra dirección.

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—¡Violette, has que el numa se detenga! —grité.

Inexplicablemente, ella me obedeció, llamando:

—Paul, para.

El gran hombre se congelo en el lugar. Di un cuidadoso paso hacia ella.

—Nunca has matado a un ser humano, ¿verdad? —inquirí,

preguntándome si esta era la razón de su vacilación.

—No —respondió Violette, sin dejar de mirar hacia el vacío.

Ella lo facilitó colocando el cuerpo de Georgia hacia abajo, apoyándolo

encima de la barandilla y dejando que la estructura metálica soportara

el peso. Todo lo que ella tenía que hacer era alejarse y Georgia caería.

No la dejes caer, recé. El cuerpo de mi hermana ya parecía sin vida.

Parpadeé para alejar las lágrimas que picaban las esquinas de mis ojos.

—Entonces, ¿por qué ahora? —pregunté.

—Conoces la fórmula, ¿verdad Vincent? Si un revenant mata a un

humano…

—Se convierte en numa —él concluyo en voz baja.

Mi mente se sentía débil por el pánico, pero me obligué a que

funcionara. Violette odiaba a Georgia. Y claramente odiaba a los

humanos. ¿Entonces que le preocupaba? La respuesta era obvia: ella

misma.

—No quieres ser uno de ellos, Violette. No importa que los humanos

sean indignos de ser salvados, la venganza contra uno de ellos no es

suficiente para convertirte en un monstruo.

Violette paso saliva con fuerza, y luego su voz se volvió tan suave como

el hielo liquido.

—La venganza no tiene nada que ver con esto. Nunca quise ser lo que

soy. Tenía mi futuro inmortal decidido en una edad cuando aún no

había vivido la vida. Estoy tan cansada de estar a merced de los

humanos para mantenerme con vida. No quiero salvarte. Mi único

deseo es poseer el poder de mi propio destino. Y una vez los numa y yo

conquistemos a los revenants, París será mío y tendré todo el poder que

quiero. Mi propio reino es todo lo que deseo.

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—Todavía serás dependiente de los humanos para sobrevivir como un

numa, Violette —dijo Vincent—. No importa qué, estas atrapada en un

ciclo de nunca acabar. Sólo estas negociando un rescate para

traicionarnos.

—En este punto, lo último suena mucho más soportable —dijo Violette.

—¿Y qué es ese sistema que nos destruirá? ¿Cómo planeas hacer eso?

—preguntó Vincent incrédulamente.

—Con el poder del Campeón —dijo ella, sus ojos se entrecerraron

mientras veía sin pestañar a Vincent—. Por supuesto, si hubieses

aceptado tenerme a tu lado, yo no habría tenido que recurrir a tomar el

control. Podría haber compartido tu poder sobre todos los revenants

una vez que tomaras tu lugar como su legítimo líder. Pero cuando

hiciste obvio que no vendrías a mí por tu voluntad, decidí que

conquistarlos con ayuda de los numa podría no ser una mala

alternativa.

—¿Es por eso que te me propusiste hace treinta y cinco años? —dijo

Vincent, viendo incrédulamente a la chica—. ¿Por qué pensaste que yo

era el Campeón?

—Bueno, no fue por tus hermosos ojos azules —dijo ella.

—No sabes que él es el Campeón, Violette —la reté, mis ojos lanzándose

a mi hermana. No. La. Sueltes.

—Esa guérisseur que seguiste ni siquiera resultó ser la Vidente de

Víctor.

—No, pero ella tenía toda la información que necesitaba —la sonrisa de

Violette cortó como un cuchillo.

—¿Qué? —jadeé—. Pero… ella escapo de ti. ¡Su hijo me dijo!

—Ah, pero ella regreso a casa —declaró Violette—. O así me estaban

informando mis hombres aquí cuando tu hermana interrumpió nuestra

reunión.

Mis ojos se abrieron en shock.

—Gwenhaël. ¿Qué le hiciste?

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—Yo, personalmente, no le hice nada. Pero mi numa… bueno, parece

que tuvieron que ir un poco demasiado lejos para hacerla hablar, y

luego después de eso hubo un pequeño accidente.

—¡Ustedes la mataron! —me atraganté, el aire dejando mis pulmones

como un globo reventado con un clavo de hierro.

—Como dije, no fui yo. Mis hombres se dejaron llevar. Y aunque no

había planeado que las cosas pasaran de esta manera, debido a lo que

nos dijo, estoy más que feliz de verte aquí, Vincent.

—¿Qué fue lo que te dijo? —preguntó Vincent, sus ojos entrecerrados

como rendijas.

—Bueno, que tú eres el Campeón.

—Ella no puede saber eso. Ya que nunca puso sus ojos sobre mí.

Violette se encogió de hombros como si eso no fuera importante.

—La información que ella nos dio están buena que ya se verificó —

cambió el equilibrio del cuerpo de Georgia sobre la baranda para

aligerar su carga. No. La. Sueltes. Mi cuerpo vibraba con alarma cada

vez Violette siquiera respiraba.

—Después de la visita de Kate, la guérisseur hizo su investigación.

Como yo sospechaba, el tiempo es el correcto. El lugar es el correcto —

Ella me sonrió—. Sé que, Kate, te dijo lo contrario. Pero eres tan

ingenua, que era tan tentador.

—Y… —dirigiéndose a Vincent—. Y cuando ella le dijo a mis hombres

esta mañana que el Campeón era el revenant que maté al ultimo líder

numa, ese serias tu matando a Lucien, mi querido Vincent, bueno, eso

me lo aseguro. Felicitaciones. Eres el elegido.

Vincent elevo su mano hasta su corazón.

—Simplemente no tiene sentido.

Las manchas oscuras bajo sus ojos, destacaban sobre su piel

anormalmente pálida. Se tambaleó un poco mientras tomaba un paso

atrás. Estaría dormido en un par de días y estaba luciendo aún peor

por estar al final de mes, en este experimento agotador.

—Mírate —declaró Violette, arrugando la nariz—. A pesar de tu

impresionante despliegue de antes con la espada de mármol, parece que

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te has cansado un poco, deberías en realidad estar muerto. Sólo alguien

con la fortaleza del Campeón podría seguir el Camino Oscuro por más

de unas pocas semanas. Absorber toda esa energía numa ya debería de

haberte matado. Tú has tenido dos fuerzas que luchan en tu interior: el

bien y el mal libran la guerra en el interior de tu cuerpo reanimado.

—Gaspard fue muy estúpido al creerme cuando le dije que te haría más

fuerte. Ahora estas lo suficientemente débil para que me encargue de ti.

Conoces la profecía. Si destruyo al Campeón, su poder será mío.

—Estás loca —susurré.

Vincent presionó ligeramente mi brazo y me jaló lentamente hacia atrás,

colocándome detrás de él.

—Si alguien conoce su profecía oscura, eres tú Violette. Pero incluso yo

sé que si el Campeón se ofrece libremente a su captor, su poder

completo será transferido. Me cambiaré por la vida de la chica, Violette.

Ella vaciló su agarre sobre Georgia, debilitándose. Le dejó dar un paso

hacia ella, permitiéndole estar a un brazo de distancia.

—Está escrito que si el Campeón se ofrece a sí mismo a la muerte por

su propia voluntad, su poder no se diluirá por el asesinato —dijo ella,

hambre llameando en sus ojos—. ¿Estarías dispuesto a enfrentar la

muerte por estas humanas?

—Lo haré —dijo Vincent sin vacilar.

—¡No, Vincent! —lloré—. ¿Qué estás diciendo?

Vincent no me miraría.

—Tienes razón, Violette. Estoy lo suficientemente débil para que tú y

tus hombres se encarguen. E iré contigo. Solo baja a la chica y tenemos

un trato.

Violette lo miró fijamente, pesando su oferta. Y antes de que supiera lo

que estaba pasando, una figura subió corriendo a la izquierda de

Violette. Arthur aprovechó el enfoque de Violette sobre Vincent para

sacar el cuerpo de mi hermana de sus manos, y tirar de ella a un lugar

seguro.

—Lo siento, Vi. Se cancela el trato —dijo suavemente Vincent, como

consolando a un niñito.

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Ella gritó y se lanzó hacia Vincent, usando sus uñas para arañar largas

líneas rojas a cada lado de su cara. Y fue porque estaba viendo la

sangre carmesí fluyendo por la mejilla de Vincent, que no vi al numa

venir.

A medida que el gigante hombre se abalanzó hacia mí, Vincent se

apartó de Violette y se lanzó hacia adelante, agarrando al numa en un

abrazo paralizante mientras ambos se estrellaron con fuerza contra la

barrera de protección. Grité cuando la fuerza del impacto inclinaba

hacia atrás las barandillas, bloqueándose en los brazos del otro, se

cayeron sobre la barrera y fuera de la vista.

Mi corazón cayó con ellos. Se sintió como si mi pecho entero hubiese

sido arrancado, pulmones y todo. No podía respirar mientras corría

hacia la barandilla y miraba por encima, desesperada por un milagro.

Desesperada por conseguir algo de las películas; una rama que

sobresaliera a la que Vincent pudiera aferrarse. Una orilla

convenientemente ubicada solo unos pies debajo del borde del

precipicio.

Pero esta no era una película. Era la vida real. Y para el momento en

que llegue a la orilla, sus cuerpos ya habían golpeado el piso, y ninguno

estaba moviéndose.

—¡No! —grité, mientras un hombre en un abrigo de piel se apresuraba

en el área de abajo, un par de otros lo seguían de cerca.

Volteándome, vi que Violette se había ido.

—Arthur, ¡quédate con Georgia! —grité.

Llegué en el fondo a tiempo para ver a un numa saltar al interior de la

parte trasera de una camioneta en espera, cerró las puertas detrás de

ellos, y la furgoneta salió a toda velocidad. Presa del pánico, me doblé

de espalda y me eché a correr hacia el fondo del precipicio, pero me

detuve a medio camino. No había nada que ver. Los cuerpos habían

desaparecido.

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Capitulo 37 Traducido por Vafitv

Corregido por Mlle_Janusa

Vincent estaba muerto y su cuerpo había sido tomado por los numa. La

realidad de lo que eso significaba me lleno de un horror paralizante.

Normalmente, él simplemente se reanimaría en tres días. Pero los numa

nunca permitirían que eso suceda.

Si destruyeran su cuerpo de inmediato, él se habría ido. Para siempre.

Sin embargo, Violette podría hacerlo peor. Podría esperar un día y

destruirlo una vez que él esté en volant. Pasaría la eternidad como un

espíritu errante, incapaz de tomar forma física de nuevo, me parecía un

destino aun más terrible. Tenía que hacer algo antes de que los numa y

su nuevo líder tuvieran una posibilidad para actuar.

Llamé a Ambrose.

—¿Katie-Lou? ¿Todavía en Montmartre? ¿Vin ha llegado allí? —

preguntó antes de que pudiera hablar.

—¿Cómo lo sabes? —comencé.

—Jules estaba en volant cuando ustedes, chicas, decidieron hacer de

cola a Arthur, por lo que él las siguió. Una vez vio a dónde iban, se lo

dejó saber a Vincent y luego vino a buscarme. ¿Ustedes están bien?

Dale a Vin el teléfono, ¿quieres?

—Ambrose, Vincent se ha ido. Violette y un numa lo mataron y tomaron

su cuerpo. ¡Lo tienen, Ambrose! —Mi voz empezaba a sonar histérica.

Era todo lo que podía hacer para sacar las palabras.

—¿Qué? ¿Violette? —gritó—. ¿A donde fueron ellos?

—Se fueron de la base de la escalinata de Sacre-coeur en un camión

blanco. Parecido a una furgoneta de repartos.

—¿Hace cuánto tiempo?

—Ya han pasado dos minutos, máximo.

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—¿Esta Arthur todavía allí?

—Sí. Esta con Georgia. Ella esta herida. Le tomó tres segundos para

llegar a un plan.

—Bien. Arthur sabrá si Georgia necesita un hospital o no. Si no lo hace,

los tres vuelvan con Jean-Baptiste. Lo estoy llamando ahora. Él tocará

la alarma para que nuestros parientes de París comiencen a buscar.

Solamente aguanta allí, Katie–Lou.

—Gracias, Ambrose.

Mi voz agrietada mientras colgaba. Pero no podía dejarme llorar. Si lo

hiciera, no seria capaz de parar. Y tenía que ser fuerte. Mirando hacia

atrás, encima de la escalera, vi a Arthur caminado hacia abajo

plenamente consciente de Georgia, que se inclinaba fuertemente contra

él. El pañuelo que ella sostenía en su boca estaba rojo manchado con

su sangre. Corrí por las escaleras hacia ellos.

—Miré hacia abajo y no podía ver su cuerpo —dijo Arthur, poniéndome

al corriente.

—Violette se lo llevó. Llamé a Ambrose, y Jean-Baptiste envió un grupo

de búsqueda —mi voz era plana cuando traté de ocultar mi emoción.

Sólo unos minutos más y podría dejarme ir, me dije, y envolví el brazo

libre de Georgia alrededor de mis hombros.

—¿A quién tomó Katie–Bean? —Georgia arrastraba las palabras,

mientras desplazaba parte de su peso sobre mí.

Ella había sido golpeada hasta quedar inconsciente antes de que llegara

Vincent y no había visto nada de eso. No tenía ganas de explicarlo.

Todavía no.

—¿Debería Georgia estar moviéndose? —le pregunté a Arthur.

—Esta herida, pero no creo que sus huesos se rompan. Algunos turistas

de la parte superior le dieron un buen vistazo. Creo que es mejor que

nos alejemos antes de que alguien llame a la policía.

Nos dirigimos a la parte inferior de la escalera y en la calle, donde nos

metimos en un taxi que acababa de dejar a un grupo de monjas de

hábitos negros. Eché un vistazo a la basílica. Dos policías estaban de

pie en la parte superior de la escalera, mirando hacia abajo a medida

que la gente apuntaba en nuestra dirección. Cerré mis ojos con alivio

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cuando el taxi se alejaba. Lo último que necesitaba era ser detenida

para un interrogatorio. Vincent se ha ido. El pensamiento pasaba por

mi mente, y mi cuerpo se entumeció. No, no pienses en ello. Mantente

fuerte, o no serás de ninguna ayuda.

Apreté la mano de Georgia cuando ella apoyó su cabeza en mi hombro.

—¿Estás bien? —pregunté.

—Muy adolorida —dijo—. El interior de mi boca está sangrando donde

la perra del infierno me dio patadas hasta dejarme un diente flojo.

Le eché un vistazo a Arthur.

—Ambrose dijo que si ella no necesitaba un hospital, habría que llevarla

a la casa de Jean-Baptiste.

—Ahí es donde vamos —confirmó él.

—Um… ¡Yo no lo creo! Tengo prohibido entrar.

—No te estoy dando opción —dijo Arthur, firmemente—. Voy a llamar a

un doctor para que nos encontremos allí. Es mejor recibir atención

médica privada que llevarte a un hospital. Y podemos conseguir algo de

hielo para tu cara de inmediato, en lugar de tener que esperar en una

sala de emergencias atestada de gente.

Él se acercó y puso su mano sobre su brazo. Georgia inmediatamente

se relajó, apoyando la cabeza en el respaldo del asiento.

—No pienses que no sé lo que estás haciendo, Sr. súper poderes

tranquilizantes.

Los bordes de los labios de Arthur se fruncieron hacia arriba. Era la

primera sonrisa que había visto en su rostro desde que Georgia lo

había llamado paciente geriátrico en el café.

—¿Quieres que me detenga? —preguntó.

—Demonios, no —contestó—. Se siente muy bien. Simplemente no

quiero que pienses que estás logrando una victoria sobre mí.

Sus ojos saltaban de la cara de mi hermana a la mía, y la sonrisa salía

de sus labios.

—Pensé que eras tú —dije aturdida.

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—No te culpo —respondió él.

Nos miramos el uno al otro, sin hablar, hasta que me hundí en el

asiento, poniendo a prueba mi hombro adolorido y cerrando los ojos

mientras el horror de la última media hora se apoderaba de mí.

—¿Qué pasa? —preguntó Georgia.

Exhalé profundamente.

—Oh, Gigi, le dije —utilizando el nombre cariñoso para mi hermana de

cuando éramos niñas pequeñas—. Mientras fuiste golpeada, Vincent

llegó. Él y Arthur te salvaron, pero los numa lo mataron. Y luego se

fueron con su cuerpo.

Fui capaz de controlarme por exactamente un segundo más antes de

que me echara a llorar.

—Oh, Katie–Bean —se separó de Arthur y envolvió sus brazos alrededor

de mí—. Oh, mi pobre Katie —dijo, con voz temblorosa, mientras sus

propias lágrimas comenzaron a caer.

Y mientras el taxi conducía por las tranquilas calles de París, mi

hermana y yo nos quedamos encerrados en los brazos de la otra

llorando.

El médico nos estaba esperando cuando llegamos con Jean–Baptiste.

Arthur ayudó a Georgia en la sala y se fue, cerrando la puerta detrás de

sí. El hombre le preguntó a Georgia un montón sobre lo que pasó y

cuánto tiempo estuvo inconsciente, alumbró una luz en sus ojos y

finalmente la declaró sana.

Sugirió ver a un dentista por el diente flojo, y luego le dio compresas

frías para poner en su mandíbula y una caja de analgésicos.

Mi hombro adolorido resulto ser una clavícula rota. El médico envolvió

mi pecho y los hombros con una venda, y me dijo que me pusiera una

compresa de hielo sobre ello para reducir la hinchazón.

—Las dos deben descansar —nos dijo.

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Sí, claro, pensé. En cuanto deje a Georgia en casa, iba a buscar a

Vincent.

Mientras llevaba al doctor hasta la puerta principal, Arthur volvió a

aparecer con un sobre. Se lo entregó al hombre, le dio la mano y luego

le señaló la puerta de la calle. Volviéndose hacia mí, pareció estar

luchando cuando su cara comenzó a perder su frialdad aristocrática.

Esta pequeña transformación de repente lo hizo parecer una persona

normal, por una vez, en lugar de una estatua de un museo de cera.

—Kate —dijo— siento tanto lo que ha pasado. Debería haber hecho más

para detenerlo. Pero Violette…. ha tenido estas fases extrañas antes, y

pensé que sería capaz de traerla de vuelta. No tenía ni idea de lo que

estaba haciendo.

—Incluso si sabías que se estaba comunicando con los numa, ¿por qué

no dijiste algo al respecto? Pusiste a todos en peligro por permanecer en

silencio —dije, sintiendo una furia hervir en la boca del estómago. Si él

hubiera hecho algo antes, nada de esto habría pasado.

—Todo el mundo sabía que Violette tenía lazos distantes con los numa.

Y todos dependían de eso para conseguir la información que

necesitaban. Pero nadie, incluyéndome a mí, sabía exactamente lo que

estaba haciendo. Cuando comenzó a comunicarse con Nicolás, pensé

que ella lo usaba para hacerse más cercana a los numa de París. Así

podía burlarse de ellos. Coquetearles antes de que se atrincherara para

destruirlos. En el pasado, ella había disfrutado jugando con nuestros

enemigos antes de matarlos. Pero cuando Vincent me dijo que los numa

sabían cómo había muerto Lucien, comencé a sospechar que ella, sin

ser consciente, había dado la información. Ni una sola vez imaginé que

estaba trabajando junto con ellos.

Lo miré fijamente. Él y Violette habían estado juntos durante siglos.

¿Cómo podía no haber sabido lo que ella estaba haciendo? Pero

volviendo a sus acciones en Montmartre, así como la mirada torturada

en su rostro mientras me miraba, me convenció de que me estaba

diciendo la verdad.

Miré hacia arriba para ver a Jean–Baptiste haciendo su camino por la

escalera doble. Su habitual postura rígida como un general, se había

desmoronado mientras caminaba lentamente por el pasillo hacia mí.

Sabía que Vincent era su favorito. Su segundo. Que pensaba en él como

un hijo. Se detuvo delante de mí, y entonces, en un gesto que era tan

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poco característico de él que hice todo lo posible para no estremecerme

cuando tocó mi hombro y solemnemente me tomó en sus brazos.

—Lo siento —fue todo lo que dijo.

Aquellas dos palabras pusieron el miedo hacia Dios en mí. Este era

Jean-Baptiste. Y él no ofrecía ningún discurso de cómo nosotros

recuperaríamos a Vincent. Ningún estímulo sobre cuál opción debería

ser considerada. Nada excepto aquellas dos palabras, que bien podrían

haber sido, ―no hay esperanza‖. Porque eso es esencialmente lo que

estaba diciendo.

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Capitulo 38 Traducido SOS por Alexiacullen

Corregido por Rose_vampire

Ayudé a Georgia a entrar a casa, agradeciendo a mi estrella de la suerte

que Papy estuviera en el trabajo y Mamie en ninguna parte para ser

vista. La metí en la cama, donde la medicación para el dolor que había

tomado media hora antes la pateó. Empezó a quedarse dormida antes

de que incluso yo abandonara la habitación.

Cuando cerré la puerta, me llamó con una voz adormilada.

—Lo traerás de vuelta, Katie―Bean. Sólo lo sé.

En el momento en que regresé a La Maison, las tropas habían sido

enviadas. Jean-Baptiste me había informado que Ambrose había

tomado un grupo de búsqueda a las cuevas hechas por el hombre

llenas de agujeros debajo de Montmartre. No sólo Violette se había

encontrado con el numa en Sacré-Coeur, sino que varios de los

revenants de París reportaron haber visto signos de numas en el área,

por lo que parecía una opción lógica.

Jules, en volant, había acompañado a un grupo liderado por Gaspard

siguiendo otra punta del sur de París.

Los dos revenant restantes se sentaron en la biblioteca, intentando

establecer algún tipo de estrategia. Arthur ofreció entusiasmadamente

sus conocimientos de Violette y sus hábitos. Había informado de verdad

a JB sobre el hecho más importante: que el plan de Violette era

capturar al Campeón y derrocar a los revenants de París. Pero desde

que el sólo había captado el final de la conversación entre Violette y

Vincent, comencé en el principio y les conté toda la historia. Y después

de eso, recapitulé sobre todo lo que sabía. Expliqué cada detalle sobre

mi contacto con Gwenhaël y Bran. Les conté todas las preguntas que

Violette nunca me había hecho sobre Vincent y la información, aunque

había sido intencionadamente engañosa, que ella me había dado sobre

el Campeón y sus historias acerca de los numa.

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Jean-Baptiste tomaba notas, y cuando estaba terminando, me dio las

gracias en una manera que significaba que estaba excusada para irme.

Me puse en pie, mirándole a él y a Arthur durante un momento, hasta

que el viejo revenant me miró de vuelta expectantemente.

—¿Qué más puedo hacer para ayudarte? —le pregunté.

Durante la última hora, mi desesperación se había transformado en

una ardiente determinación y si les dejaba, no sabía a dónde iría.

—No hay nada que podamos hacer ahora —dijo el hombre mayor

gravemente—, excepto esperar que nuestros equipos lleguen con algo.

—Pero quiero hacer algo. Necesito hacer algo.

—Has cumplido tu papel, querida Kate. Alertaste a Ambrose tan pronto

como sucedió. Te has hecho cargo de tu hermana. Me diste una

información muy valiosa. Ahora, lo único que puedes hacer, es esperar.

Su tono era simpático pero práctico, mientras se giraba de vuelta a

tomar sus notas. Estaba tan engañado por Violette como el resto de

nosotros, me di cuenta, y dejé a los dos revenants en la biblioteca para

trabajar en sus propias penitencias por haber sido tan ciegos.

Las noticias llegaron un par de horas después. Un numa había

confesado al grupo de Gaspard que Violette y algunos otros habían

cogido el cuerpo de Vincent fuera de la ciudad y se dirigían hacia el sur.

Al ser informado, el grupo de Ambrose regresó con un enorme botín de

armas que habían tomado de un escondite de los numa recién

abandonado. Les estuve esperando fuera, sentada en el borde de la

fuente del ángel.

—¿Qué crees que hará? —susurré, mientras Ambrose se sentaba junto

a mí vestido de pies a cabeza con ropa Kevlar y cuero negro.

—Katie―Lou, considerando a Violette, no sé qué más pensar.

—Sí ella quema hoy su cuerpo…

—Desaparecerá. Si ella espera hasta que él esté volant mañana o al día

siguiente, y le destruye después de que deje su cuerpo, su espíritu

permanecerá en la tierra. O si se pone en contacto con nosotros a

tiempo, podemos ofrecerle algo que ella quiere suficientemente, podría

estar dispuesta a intercambiarlo por su cuerpo. Eso es en lo que nos

centraremos, hermanita. Incluso no pienses sobre las otras opciones.

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Se inclinó y me dio un beso tierno en la mejilla.

—Esto es de Jules, dice que te diga ―Coraje Kate. Encontraremos a tu

hombre‖.

Me sequé una lágrima y les di las gracias a los dos, mientras Ambrose

se marchó para informar a Jean Baptiste. Me quedé mirando a la luna

alzarse en un cielo estrellado estrepitosamente. En París, las estrellas

suelen ser invisibles, compitiendo sin éxito con las luces de la ciudad.

Pero esta noche estaban luminosas, ofreciendo una impresionante

exhibición para nosotros los mortales abajo.

Fui transportada de vuelta unos meses después de la muerte de mis

padres, donde en cada momento sentía cómo la naturaleza se estaba

burlando de mi desesperación con su belleza. ¿Cómo puede el mundo

seguir adelante? ¿Cómo podría llevarse a cabo este espectáculo celestial

centelleante cuando Vincent estaba indefenso en manos de sus

enemigos? Nada tenía sentido.

En la necesidad de una versión de la realidad, saqué mi teléfono de mi

bolso y envié un mensaje a Georgia.

YO: ¿Estás bien Georgia?

Georgia: Medicamentos para dolor = bien. Le dije a Papy y Mamie que me

asaltaron.

Yo: ¡OMG!

Georgia: Dije que te fuiste a casa de unos amigos después del colegio, por

lo que no estabas conmigo.

Yo: ¿Qué dijeron?

Georgia: Se están volviendo locos y te quieren en casa.

Yo: No puedo. No le hemos encontrado todavía.

Había visto dos llamadas perdidas de Mamie, y sabía que tendría que

llegar a una explicación por no devolver sus llamadas, pero incluso no

podía pensar sobre eso todavía.

Una vida en la que podía retornar al amor y seguridad del hogar de mis

padres parecía como parte de la historia de alguna otra chica.

Encontrar a Vincent era lo único que la importaba.

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Me estremecí en el frío, pero resistí las ganas de volver a casa y

preguntar si había alguna noticia. Seguramente alguien vendría a

avisarme si había alguna. ¿O las habría? Por enésima vez, sentí una

abrumadora sensación de no pertenecer. A ningún lugar. Había estado

entrenando con los revenants. Conocía sus secretos y colgaba sus

símbolos de mi cuello. Ahora estaba apartada de su mundo y ellos eran

una parte importante de la mía. Pero yo no era uno de ellos.

Tampoco estaba cómoda en la piel de la adolescente humana que había

sido hace un año. Ahora había ido demasiado lejos, fuera del mundo de

creer en lo que solo puedes ver y donde lo místico era mundano.

Vincent había sido mi vínculo con los revenants. Pero si era honesta

conmigo misma, sin él, estaba a la deriva entre dos mundos sin ningún

anclaje para conectarme a la tierra y sin remos para navegar. Empujé

ese pensamiento fuera de mi cabeza. Le traeremos de vuelta, me prometí

a mí misma.

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Capitulo 39 Traducido por .Hariel.

Corregido por Catleo

El humor en la mansión era fúnebre. Gaspard había presionado al

numa cautivo por más información, pero parecía que Violette no

confiaba a sus secuaces con los detalles de sus planes. Una pareja de

numas había sido encontrada mientras tanto, pero ninguno sabía a

donde había sido llevado Vincent, solo que su líder había dejado París

con su premio.

Encontré a Ambrose en la armería, afilando un hacha de guerra con

una antigua rueda afiladora. Se veía tan impaciente por actuar como

yo.

—¿Qué significa todo esto? ¿Dónde buscaremos ahora? —le pregunté,

negándome a aceptar que nos estábamos simplemente… rindiendo.

—No tenemos ninguna otra pista o idea de dónde los numas se han

llevado a Vincent. JB, Gaspard, Arthur y algunos otros están

trabajando en un plan a largo plazo —sus ojos se encontraron con los

míos mientras giraba la rueda, su frustración materializada en las

chispas que salían del borde de la hoja del hacha—. Porque a corto

plazo, Katie-Lou, no hay nada más que podamos hacer más que esperar

escucharlo de ellos.

Me senté con él por un rato, y luego me volví escaleras arriba. Docenas

de revenants parisinos se movían de habitación en habitación como

fantasmas, hablando en susurros y esperando por una llamada que

nunca se haría. Las horas pasaron y no había noticias. Aun así, nadie

salió. Los revenants estaban tranquilos, pero en alerta. Listos.

Jeanne había insistido en quedarse. Deambulaba, colocando bandejas

con canapés en cada espacio disponible y limpiando todo después.

—¿Quieres que te haga algo especial, mi pequeña? —preguntó

abrazándome por millonésima vez desde que habíamos regresado.

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Había llorado la primera vez que me sostuvo, pero mis lágrimas

parecían haberse agotado, dejando una sensación de entumecimiento

en su lugar.

—No puedo comer, Jeanne.

—Lo sé —dijo, dando palmaditas en mi hombro—. Pero tenía que

preguntar. Es la única cosa que sé hacer por ti.

Finalmente, alrededor de medianoche, le dije a Ambrose que saldría. No

podía aguantar los rostros serios y silenciosas conversaciones por otro

rato más.

—Regresaré. Sólo voy a caminar.

—Entonces iré contigo.

Negando con la cabeza, respondí:

—Ambrose, después de la caza de numas que tú y Gaspard han llevado

a cabo hoy, ¿piensas realmente que alguno de ellos rondaría por el

centro de París?

—No, pero algunos de los humanos de por aquí pueden ser igual de

malos.

Traté de sonreír.

—Estaré bien. Pero si tus chicos escuchan algo… —empecé.

Me interrumpió.

—Te llamaré. Lo juro.

—Gracias, Ambrose.

Salí por la entrada de adelante y me dirigí hacia el río. Y cuando llegué

a la orilla, fue como si algo poseyera mis brazos y piernas y empecé a

correr. Mi hombro herido dolía con cada paso, pero lo ignoré, huyendo

del dolor de mi corazón y el miedo de mi mente. Y, aun cuando aquellas

emociones se consumieron y los fantasmas que me perseguían fueron

expulsados a fuerza de determinación y negación, continué corriendo.

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Cuando finalmente me detuve, inclinándome y jadeando para recuperar

el aliento. A mi lado, el Pont des Arts46 se extendía oscuro sobre el Sena.

Sin pensar, me dirigí hacia él, subí los escalones y caminé sobre la

pasarela de madera. Cuando llegué al centro del puente, me detuve y,

apoyándome sobre la baranda, contemplé en la oscuridad el agua

agitándose. Una ráfaga de viento hizo volar mi cabello alrededor de mi

rostro, lo empujé atrás e inhalé el olor marino del río, y me permití

recordar.

Aquí fue donde Vincent y yo nos besamos por primera vez, hace

justamente cinco meses. Parecía ya toda una vida. Fue el día que le dije

que no estaba segura de querer verlo más. Que me comprometería solo

a una próxima cita y no más. Y él me trajo aquí y me besó de todos

modos. Ahora que lo conozco mejor, estaba segura que él lo había

planeado. Imaginó que si podía robar mi corazón, abandonaría mis

razones, también. No puede evitar la nostálgica sonrisa que se formó en

mis labios.

Me preguntaba si lo vería nuevamente, y contuve obstinadamente las

lágrimas que surgían de mis ojos. No podía seguir pensando así. Porque

si lo hacía, significaría que Violette lo había destruido y él se había ido.

Para siempre. Le hablé al agua ondulando debajo de mí:

—Me niego a creerlo.

—¿Qué te niegas a creer? —Un murmullo vino detrás de mí.

Me di la vuelta para ver a un hombre vestido con un largo abrigo de

piel parado a pocos metros de mí. Y aunque instantáneamente supe

quién, y qué, era, no estaba asustada. En lugar de ello, un odio

incendiario surgió dentro de mí.

—¡Tú! —gruñí, y me lancé hacia él, puños en alto y agitando los brazos.

Dejó caer algo que estaba llevando y, moviéndose rápidamente, me

cogió de las muñecas antes que pudiera golpearlo.

—Ya basta, ¿es esa la manera de saludar al mensajero? —dijo Nicolás

echando un vistazo a los objetos a sus pies.

Mis ojos volaron hacia abajo, y cuando vi lo que se encontraba allí, algo

se rompió dentro de mí.

46

Pont des Arts: ―Puente de las Artes‖ en español, es un puente parisino sobre el

Sena de uso peatonal que une el Instituto de Francia con el Museo del Louvre.

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—No —susurré.

Liberó mis brazos, me incliné para recoger los lirios blancos

desparramados a mis pies.

—Violette dijo que si no tenías el libro a mano, debo decirte lo que

significan.

—Los lirios blancos son para los funerales. No necesito un manual de

flores para que me digas eso.

Quería estrangularlo, pero en su lugar tomé las flores con ambas manos

y las aplasté, arranqué las flores de los tallos y las lancé sobre un lado

del puente al agua.

—¿Qué han hecho con él? —demandé.

—Nuestra intrépida líder ha llevado el cuerpo de tu amado a su castillo

del Loira47, donde dispondrá de él cuando vea conveniente. Fui

instruido para darte ese mensaje.

—¿Y qué más fuiste instruido a hacer?

Sentí mis rodillas dobladas ligeramente y mis puños cerrados como si

mi cuerpo asumiera la postura defensiva que Gaspard me había

enseñado. Nicolás sonrió con satisfacción.

—¡Qué simpática! Como si pudieras pelear conmigo. En realidad estoy

bajo órdenes estrictas de no tocarte. Violette es de la opinión de que

permitirte sufrir será más divertido.

Finalmente expresé lo que había estado preocupándome desde nuestra

batalla en Sacré-Coeur.

—¿Qué fue lo que le hice?

Nicolás rio entre dientes.

—No creo que sea algo personal. Ella simplemente quiere al Campeón, y

tú le ayudaste a comprobar que era efectivamente tu Vincent. Ahora

que lo tiene, ya no te necesita más.

—¿Entonces por qué hacerme sufrir?

47

Loira: nombre del Valle en el que se encuentra el Castillo y por el que discurre el río

del mismo nombre.

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—Oh, eso. Probablemente porque eres humana. Ella no les tiene mucho

cariño a los mortales, sabes. Quinientos años de salvar sus miserables

existencias para mantener la propia parece haberla dejado un poco

amargada.

Sacudí mi cabeza con incredulidad. Si siglos de ser obligada a rescatar

humanos habían deformado la percepción de Violette del valor de la

vida, no parecía haber hecho lo mismo a Arthur. ¿Qué podía cambiar de

un humano joven y optimista a un inmortal amargado de siglos de

antigüedad? Simplemente no podía entenderlo.

Algo más se me ocurrió.

—¿Por qué se tomaría las molestias de llevarse el cuerpo de Vincent a

horas de distancia si sólo va a destruirlo?

—Bueno —replicó pedantemente—, ella no me contó aquello, y yo no

pregunté. Pero en las negociaciones con Lucien, ella le aseguró que

mantendría el secreto de algún tipo de transferencia mística del poder

del Campeón a aquel que lo destruya. Tanto si eso significa destruirlo

para asegurar su eliminación permanente, o acabar con él y mantener

su fantasma como mascota, no podría decirlo realmente. Ella es la

experta en todas las cosas relacionadas al Campeón. Lo cual, por

supuesto, es por qué le dimos la bienvenida con los brazos abiertos.

—Y ahora que mi misión esta completada, te dejaré. Estoy seguro que

querrás regresar e informarles a los otros. Oh, y por favor diles que un

intento de rescate será inútil. Si Vincent no se ha ido ahora, lo hará

antes que ellos puedan llegar a él.

Se envolvió bien en su abrigo y se alejó a zancadas adentrándose en la

noche. Sofocando el deseo de correr tras él y atacarlo por detrás (él

estaba en lo correcto, no podía capturarlo), me deslicé hacia abajo para

sentarme con la espalda contra la baranda. Acurrucando mi cabeza

contra mis rodillas dobladas, cerré los ojos. La campanada de una

iglesia dio las doce. Mis pensamientos estaban debatiéndose entre la

esperanza de que Violette estuviera mintiendo… y la completa

desesperanza de que ella no lo estaba. Por la desesperación de saber

que nunca volvería a ver nuevamente a Vincent… y la determinación de

que haría cualquier cosa que fuera necesaria para evitar que eso

pasara. Sabía que debía llamar a Ambrose inmediatamente para

comunicar el mensaje de Nicolás, pero la idea de sacar mi celular del

bolsillo parecía una tarea tan descomunal.

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Sentí el signum frío contra mi piel. Levantando la cabeza, tracé el

contorno del colgante a través de mi polo. Mi atención fue capturada

por algo blanco flotando debajo de mí en la superficie del agua. Los

lirios habían flotado bajo el puente y avanzaban hacia la iluminada

torre Eiffel.

Y de repente lo supe. Ella lo había hecho. Violette había destruido a

Vincent. Después de más de ocho años caminando en la tierra, su

espíritu ahora se había ido. Si antes vivíamos en dos mundos

diferentes, ahora estábamos en universos separados. Aquello finalmente

me golpeó como un yunque.

La sonrisa que iluminaba su rostro cada vez que me vislumbraba. Su

mano agarrando la mía cuando paseábamos por las calles de la cuidad.

La mirada en sus ojos antes de besarme.

Aquellas experiencias estaban atrapadas en el pasado. Y el futuro que

había imaginado con él, ahora había pasado al olvido como aquellas

maltratadas flores.

Lo había perdido.

Y mientras el peso de la compresión de aquello rompía los últimos hilos

de esperanza que quedaban en mi corazón, lo escuché.

Dos palabras pronunciadas claramente en mi cabeza: mon ange.

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POV48 Jules (Escrito alrededor del principio del segundo libro.)

Traducido por Alexiacullen

Corregido por Mir

Estoy enamorado de una chica que no lo está de mí. Eso está

destruyéndome… destrozándome. Pero no puedo decírselo a nadie.

Pensarías que después de ciento catorce años en la tierra, mi corazón

debería saberlo mejor. Pero te juro, que todo esto me tomó por sorpresa.

No tenía idea de lo que estaba sucediendo.

Honestamente no lo vi al principio.

Vincent siempre la estaba señalando cuando ―accidentalmente‖ nos

cruzamos con ella en nuestro vecindario. Como si él pudiera ocultar su

acecho de mí: mejores amigos durante medio siglo. No conocíamos su

nombre en ese punto, así que Ambrose y yo la llamábamos ―La Chica

Triste‖. Pero triste era ponerlo ligeramente. La chica obviamente había

sufrido una pérdida monumental.

Unos cuantos meses después, Vincent había hecho su movimiento.

Habló con ella en el café. Después, intenté alejarlo en el Museo Picasso

pero él frustró mis esfuerzos y pasó una hora ―conociéndola‖. Cuando él

la trajo a mi estudio, yo estaba furioso.

La relación de Vincent con Kate… era totalmente contra las reglas. Él la

había rescatado de ser aplastada por la caída de mampostería, por el

amor de Dios. No se permite la comunicación con los seres humanos

que salvamos, sino comenzaríamos a obsesionarnos. Todo el mundo

sabe eso.

No es que la cosa de la novia humana sea un problema. Quiero decir,

he tenido montones de novias. Miles. Pero nunca tuve citas con alguien

que salvé. Y nunca permití que se volvieran serias. Pero Vincent,

obviamente no tuvo cuidado sobre las reglas después de conocer a Kate.

48 POV: Point of view: Punto de vista.

48

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Y para cuando él estuvo sobre su cabeza, nada de lo que yo dijera iba a

hacer cambiar su mentalidad.

Así que aunque no lo había planeado, cuando Kate nos siguió dentro

del metro y me vio morir, me sentí aliviado. Estaba seguro de que eso

terminaría las cosas entre ellos. Vincent tendría que deshacerse de ella

antes de que pudiera descubrir lo que éramos. Confiaba en que Vincent

realmente la llevarla a nuestra casa y la consolara.

Y luego, un par de semanas después, ella se encontró conmigo —de

regreso de la tumba— en el Museo de Arte Moderno. Me reconoció y el

juego hubo terminado. Pude ver en sus ojos que no iba a darse por

vencida hasta que descubriera lo que estaba pasando.

Llegó a La Maison antes que yo. Encontró a Vincent durmiente y pensó

que estaba muerto. Se asustó en un rincón de su habitación y

literalmente tuve que arrastrarla de allí.

Y todavía…. No lo veía.

Bueno era un poco duro. Puede ser que hubiera agarrado su brazo con

demasiada fuerza. Y no debería haber hablado del espíritu de Vincent

en volant delante de ella. Ella pensó que yo estaba loco. Pensó que yo

iba a herirla.

Y fue en ese momento cuando miré dentro de sus ojos llenos de miedo

que lo vi.

Vi que ella era La Chica. Que ella era la que había estado esperando

durante todos esos años sin saber que yo había estado esperando

siquiera.

Ella miró hacia mi mano en su brazo, luego mis ojos y vi a través de su

miedo dentro de su alma pura y encantadora. Y caí. Fuerte.

Para cuando lo vi, era demasiado tarde.

Mi mejor amigo estaba enamorado de ella. Y ella de él.

Nunca podría traicionar a Vincent. Así que durante estos últimos meses

he ocultado mis sentimientos. Vincent me pide que siga a Kate cuando

él no puede. Para protegerla. Lo cual estoy muy feliz de hacer. Solo

estando alrededor de ella me hace sentir vivo. Me hace sentir como una

persona mejor… como que soy capaz de cualquier cosa.

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No soy un gran sonriente. Sin embargo, me encuentro a mí mismo

sonriendo como un niño cuando ella está alrededor. Cuando Vincent me

pidió que pintara su retrato, no tuve las agallas para decirle que eso era

lo que tenía planeado hacer el día que el numa irrumpió en mi estudio.

Le había dicho a Kate que posara para mí, pretendiendo que fuera un

estímulo del momento de inspiración.

Quería pintarla. Si no podía acariciar sus cuerpo con mis manos, podía

pintarlo con mis pinceles. Usar mis dedos para trazar sus líneas. Hacer

un boceto de la curva de su cuello, aplicar el carmín de sus labios,

formar su rostro en un tributo de dos dimensiones a su belleza. Mezclar

mis aceites para lograr el tono exacto de su piel y extenderlo sobre el

lienzo con mi paleta. Hacerle el amor a la imagen de Kate ya que nunca

la tendría en la vida real.

A petición de Vincent, pinté un pequeño retrato de ella en su posición

habitual: acostada sobre un sofá y perdida en un libro. Pero una vez

que se lo hube dado, quise hacer otro. Así que hice un boceto de mis

dibujos, lo enmarqué y se lo di a Kate por Navidad. Eso me ganó una

mirada atónita, un grito de alegría y un abrazo.

Pero eso no fue suficiente. Una vez que la hube pintado, no pude parar.

Ella era mi inspiración. Mi musa. Mi obsesión.

Ahora pinto como un loco, con la puerta bloqueada por detrás y las

cortinas cerradas. Temo de que uno de mis familiares viera lo que estoy

escondiendo. Que hay docenas de portarretratos de Kate colgando entre

mis bodegones, desnudos reclinados y los paisajes urbanos.

Kate sentada en el café con la nariz enterrada en un libro. Kate sentada

en un museo perdida en los pensamientos delante de una pintura. Kate

echando la cabeza hacia atrás riéndose de algo que yo había dicho,

alguna loca réplica de su alocada hermana y yo habíamos bateado entre

ambos luchado por el premio de hacerla reír.

Pero nunca pinté a Kate serena y feliz. Kate enamorada. Kate

apasionada. Porque así es como ella se ve cuando está con Vincent. Y

aunque le quiero como a un hermano, he cometido el pecado más grave

de todos: querer lo que es suyo. Codiciar lo que él ama más que otra

cosa.

Querer que sea mía. Que me ame en lugar de a él.

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Cuando estoy con ellos y siento los celos picando mi corazón, me siento

sucio. Mal. Empujo los malvados pensamientos lejos e intento estar feliz

por ellos. Si los quiero a ambos entonces debería querer este amor por

ellos, ¿verdad?

Si solamente funcionara de esa forma. A veces cuando les veo juntos,

estoy tan paralizado por el dolor y el deseo que tengo que apartar la

mirada. Abandonar la habitación.

¿Cuántas veces a lo largo de la vida humana llega La Chica? ¿Y en una

vida inmortal? Esta el la primera para mí. Y me pregunto si será la

última.

Quiero darle a Kate todo lo que ella quiera. Concederle todos sus

deseos. Es por eso que no puedo revelarle mis sentimientos hacia ella.

Podría arruinarlo todo. Porque todo lo que ella quiere es Vincent. No a

mí. A él.

Mi corazón está dolorido por quererla.

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POV Vincent Traducido por omakehell

Corregido por Mir

Escribí lo siguiente después de que DIE FOR ME se terminase. Es el

punto de vista de Vincent, empezando antes del comienzo de la narración

del libro.

La primera vez que vi a la chica, me sentí como si la tierra se hubiese

desviado de su eje y comenzase a girar en un ángulo ligeramente

diferente. Después, mi mundo se tambaleó, poco a poco alejándose de

su órbita estable para girar hacia el espacio profundo.

No podía entender por qué la chica había vuelto mis pensamientos

semejante caos, pero sentía que si podía, mi vida sería vuelta a la

normalidad. Por supuesto, en mi caso, los términos "vida" y "normal"

sólo se podían utilizar a medias. Pero esto no era una broma: Había

pasado décadas protegiendo cuidadosa y metódicamente mi mundo… y

tenía que terminar el vértigo emocional que ella me estaba ocasionando.

Así que empecé a seguirla.

Seguir es una parte normal de nuestra rutina. Es lo que hacemos. Es

por eso que ninguno de los otros pudieron adivinar que estaba

tramando algo. "Hey, ¿no es esa chica triste otra vez?", decía Ambrose

cuando, una y otra vez, la seguía hasta la orilla del río. Ella se sentaba

a mirar el agua arremolinarse hasta que parecía como sólo fuese la

cáscara de su cuerpo la que estaba allí, en el centro de París, en pleno

invierno, vestida sólo con una chaqueta ligera y actuando como si no

pudiese ser tocada por el clima. Por el mundo. Porque alguien —o

algo— le había chupado la vida.

Ese es el único lugar al que iba. Para sentarse a orillas del Sena.

Además de el par de veces que se aventuró a salir de su edificio —a sólo

cinco minutos de nuestra casa— y comenzó a dirigirse en otra

dirección. Por unas pocas manzanas, caminó vacilante, como si fuera a

alguna parte por una apuesta, y luego, encorvarse como si el cielo se

hubiera caído al nivel de su cabeza, corría de vuelta a su edificio,

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cerrando la puerta detrás de ella . Parecía que estaba siendo perseguida

por fantasmas.

He estado en la calle por lo que parece una eternidad, y he visto un

montón de locos. Esta chica no estaba loca: ella estaba sufriendo.

Permítanme dar un paso atrás en este punto y dejar algo claro: no se

trataba de un caso de enamorarme de un humano. Esto era como caer

en picado por las cataratas del Niágara. Nunca me he sentido cerca de

algo así, a pesar de que he estado en contacto con un montón de chicas

durante décadas, muchas de las cuales dejaron claro que estaban

bastante interesadas. Sin querer sonar presumido, pero los Revenant

son atractivos. Es parte de lo que somos. Incluso si algunos de nosotros

no son lo que llaman "belleza clásica", cuando nos levantamos esa

primera vez, el atractivo físico se convierte en parte del paquete. Y,

como todo lo demás en el "paquete", está ahí por una razón. La gente

nos mira y automáticamente confía en nosotros. Con sus vidas. Lo cual

hace que todo nuestro trabajo mucho más fácil.

Pero yo nunca he usado esa "ventaja" a mi favor. Sólo una chica ha

ganado mi corazón, y cuando ella murió, mi corazón murió con ella.

Desde entonces, no ha valido la pena pensar en todas las

complicaciones que ocasionaría.

Hasta ahora. Hasta que la chica de cabello largo y oscuro, ojos

verdeazulados y con un oscuro manto de tristeza se grabó a fuego

inexplicablemente en mi mente, y fui incapaz de hacer otra cosa que

seguirla. De pasar cada segundo posible —o al menos todo el tiempo

que pudiese, sin levantar sospechas entre mis parientes— dentro de su

radio.

Y luego, sin más, desapareció. Durante meses. Durante cuatro meses y

trece días, para ser exactos. Y durante ese tiempo, me enteré de lo que

significaba ser hilado por un lazo. Pasaba las veinticuatro horas al día,

con mi mente inquieta, preguntándome dónde estaba y qué estaba

haciendo. Y lo más irritante de todo, obsesionado sobre por qué esta

chica —sí, preciosa, pero no de la forma usual— había tenido éxito en

hacer lo que nadie había hecho en más de medio siglo: me había

hipnotizado absoluta y completamente.

Aunque he visto ochenta y algo de años pasar, creo que mis habilidades

de comunicación se atascaron a los dieciocho años cuando me morí por

primera vez. O tal vez es sólo mi orgullo —estoy tan acostumbrado a ser

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el único de la Casa que "no necesita amor"— que ser indiferente a las

chicas se ha convertido en una especie de punto de honor para mí.

Cualquiera que sea la razón, no podía hablar con mi gente al respecto.

Quiero decir, incluso si lo hubiera hecho, se habrían horrorizado.

Porque si alguna vez llegamos a un punto en que nos quisiésemos, sería

demasiado peligroso. No sólo para nosotros, sino para ella. Metiendo a

alguien como ella en nuestro mundo sería casi lo más estúpido —y

egoísta— que podría hacer.

Jules y Ambrose son dos máquinas de citas, pero los dos saben lo que

significaría enamorarse en serio de un humano. Charles ha tenido su

parte justa de romances a corto plazo, pero está tan fastidiado y

angustioso que las chicas no son exactamente un punto en su radar en

este momento. Y Charlotte tiene su cosa del amor no correspondido en

marcha, por lo que sería cruel sacar el tema con ella. En cuanto a

hablar con Jean-Baptiste y Gaspard... no puedo ni siquiera

imaginármelo.

Pero yo había llegado casi al punto de la desesperación —estaba

prácticamente a punto de confesárselo a Jules— cuando ella regresó. Y

mi vida, o vida en el más allá si quieres ser concreto, de repente tenía

sentido nuevo. Empecé a seguirla a todas partes.

Más allá de las persistentes sombras bajo los ojos, las ojeras habían

desaparecido. Su palidez cetrina había sido sustituida por un brillo

saludable. Su cielo parecía haberse levantado, porque ahora caminaba

erguida. Y su desesperación se había convertido en algo más: en

desafío. Como si ella estuviese tramando algo terrible, convencida de no

poder fallar. Yo estaba más obsesionado con la nueva encarnación de la

chica, y, aunque los otros no se habían fijado en el hecho de que estaba

constantemente detrás de ella (ella vivía en el barrio, así que era

bastante normal cruzar su camino de forma regular) sabían que algo

estaba pasando.

Entonces, un día la vi en nuestro café habitual: the Café Sainte-Lucie.

Jules nos contaba a Ambrose y a mí alguna loca historia de su pasado

artista, cuando miré por encima y allí estaba ella, al otro lado de la

terraza, leyendo un libro. Por primera vez yo no la había seguido: ella

simplemente estaba allí. No estaba preparado, y no podía apartar los

ojos de su cara. Después de un momento, levantó la vista y sus

cristalinos ojos color agua se clavaron en los míos. Desde ese momento

estaba perdido. No había una esperanza en todo el infierno que

rompiese la fijación de esa chica en mí.

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He estado obsesionado antes. Es un riesgo laboral. Si un revenant toma

una caída por alguien, es apuñalado, quemado, o llega hasta morir por

alguien, van a querer saber si su sacrificio ha hecho una diferencia en

la vida de la persona. Seguir tus rescates no es recomendable, por

supuesto. Pero debo tener un centenar de nombres guardados en las

alertas electrónicas de mi navegador web. Incluso si han pasado años

desde que los salvé, me gustar saber cómo van a los que salvé, y si algo

aparece sobre ellos en Internet, soy el primero en saberlo.

Esto es diferente, sin embargo. No puedo evitarlo. La chica me lleva del

museo, al cine y al café. Siento que ya la conozco. A ella le gusta todo

tipo de arte, pero gravita hacia las pinturas. Es habitué en los viejos

cines que ponen películas clásicas, y siempre se sienta en la fila del

medio: Me sé la parte posterior de su cabeza de memoria. Y ella apenas

se da cuenta de la gente que pasa por la cafetería. Una vez que toma un

libro, se va por horas. Conozco sus expresiones. Reconozco sus estados

de ánimo. Me digo que la conozco. Por lo menos todo lo que se puede

saber con seguridad de cualquier ser humano. Pero no me es suficiente.

Aunque la he visto un par de veces con otras personas —una chica con

el pelo rubio rosado que actúa lo suficientemente cercana como para

ser su hermana, y una pareja de ancianos que encajan como sus

abuelos— nunca les he oído decir su nombre. Ella es el centro de mi

universo y yo no sé su nombre.

Conocerla, tocarla, pasar tiempo con ella, sé que todo eso es imposible.

Como volver a ser humano una vez que se pasa al lado de los no

muertos. Pero siento que si tan sólo pudiera saber su nombre: el sonido

que la identifica... la combinación de letras que… si yo fuera capaz de

hablar con ella (y he jurado que nunca lo haría) le haría levantar la

cabeza y mirarme a los ojos. Si tan sólo pudiera tener esas pocas

sílabas preciosas, creo que sería suficiente. Yo podría vivir con eso.

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Próximo Libro

If I Should Die

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Sobre la Autora

Amy Plum, pasó su infancia en

Birmingham, Alabama, veinte años en

Chicago y París, donde vestía de negro y

bailaba todo lo que quería, y varios años

más en Londres y Nueva York. Se licenció

en Londres en Historia de Arte Medieval,

especializada en la pintura Sienesa

Temprano (1260─1348).

Harta de traslados, se estableció en el Valle

de Loira con su apuesto marido francés,

dos niños pequeños encantadores y su

perro rojo Ella.

Die for me fue su primera novela.