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Jovellanos

Con bio-bibliografía del autor, escrita en 1949 por Fausto Vigil Álvarez. Cronista de Siero.

FR. BERNARDO MARTÍNEZ NOVAL, O. S. A.(Obispo de Almería)

Castiello, Valdesoto (Siero), Asturias (1868-1934)

Jovellanos

FUNDACIÓN FORO JOVELLANOS DEL PRINCIPADO DE ASTURIAS

CUADERNOS DE INVESTIGACIÓN. MONOGRAFÍAS

GIJÓN, 2006

Ayuntamientode Siero

Ayuntamientode Siero

La edición de este libro consta de 2.000 ejemplares y seedita gracias al patrocinio de la Fundación Municipal deCultura de Siero.

Coordinación editorial y actualización de notas:Orlando Moratinos Otero

© de las fotografías: Asociación Socio-Cultural «TodosJuntos podemos». Valdesoto

© de los textos: los autores© de la presente edición: Fundación Foro Jovellanos

del Principado de Asturias

Depósito legal: As. 4152-2006I. S. B. N.: 84-933191-4-7Imprime: Gráficas Ápel. Gijón

Índice

Jovellanos desde Siero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . IXJuan José Corrales Montequín. Alcalde de Siero

Un nuevo horizonte . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . XIJesús Menéndez PeláezPresidente Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias

Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . XVPipo Álvarez. Cura de Valdesoto

JOVELLANOS

Capítulo I. Memorias familiares . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5

Capítulo II. Vida pública . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15

Capítulo III. Nuevos proyectos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25

Capítulo IV. El Informe . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 35

Capítulo V. Un ministro adelantado a su tiempo . . . . . . . . . . . . 45

Capítulo VI. El confinamiento en Mallorca . . . . . . . . . . . . . . . . . 57

Capítulo VII. La espiritualidad de Jovellanos . . . . . . . . . . . . . . . 71

Capítulo VIII. No cesan los problemas. La guerra . . . . . . . . . . . 81

Capítulo IX. La Junta Central . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 89

APÉNDICE

Fray Bernardo Martínez Noval, por Fausto Vigil Álvarez . . . . 101

Obras de Bernardo Martínez Noval . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 117

Fundación Foro Jovellanos. Publicaciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 121

VIII JOVELLANOS

Jovellanos desde Siero

Juan José Corrales MontequínALCALDE DE SIERO

Establecer vínculos de colaboración con la Fundación Foro Jo-vellanos del Principado de Asturias significa encontrarse con

uno de los personajes más emblemáticos de la historia regionalcomo lo fue Jovellanos. Si esta colaboración lleva asimismo reivin-dicar la figura de Martínez Noval, un personaje de nuestro concejo,desconocido por la ingratitud del olvido histórico, la satisfacción deesta colaboración es doblemente grata. Fausto Vigil, cronista quefuera de este Ayuntamiento, a quien se debe en buena medida el res-cate de biografías ejemplares del municipio, le dedicó la más com-pleta semblanza biográfica que con muy buen criterio ha sidoutilizada como apéndice de esta «Biografía de Jovellanos» escritapor un hijo del concejo que llega a ser obispo de Almería.

La relación de Jovellanos con Siero y de manera particular conValdesoto afecta en primer lugar a su árbol genealógico por partede su abuela, Serafina de Carreño Peón, nacida en esta parroquia.Pero de manera especial será su Diario donde el ilustre patricio gi-jonés dejará en sus anotaciones sus apreciaciones sobre lo que fuela comunidad en el siglo XVIII. Sus salidas por Asturias en ese «ca-muflado desierto» que fue para él la estancia en esta región desde1790 hasta 1801 le sirvieron para tener un conocimiento directo de

la misma. Calificará de «ricos concejos» a Siero, Nava y Piloña. Sinembargo, será la parroquia de Valdesoto y sus alrededores la quehaya ocupado la atención de la pluma de Jovellanos en dos aspec-tos bien significativos para un ilustrado: su riqueza carbonífera y sufértil agricultura. Jovellanos nos descubrirá el paisaje con la mentede un economista. Su descripción de cómo se cultivaba el maíz enValdesoto es un texto repetido una y mil veces en los estudios et-nográficos de Asturias tomando como base la agricultura de estatierra.

No es de extrañar que el clérigo agustino, Martínez Noval, na-cido en Castiello, sintiese una simpatía especial por alguien que ha-bía pisado su lugar de infancia dejando escrito el nombre deValdesoto en unos apuntes que vincularían para siempre a esta pa-rroquia con la figura más señera de la ilustración española. Sinduda, esta fue una de las motivaciones, junto con el talante apertu-rista del futuro obispo, para afrontar esta biografía de Jovellanos.

El Ayuntamiento de Siero, sensible a la máxima jovellanistade que la cultura es uno de los índices que marca la calidad de vidade un pueblo, acogió desde el primer momento este proyecto de pu-blicar en colaboración con la institución jovellanista gijonesa esta«Biografía de Jovellanos» escrita por un hijo ilustre de nuestro con-cejo. Es una de las maneras de recuperar nuestra memoria históricay a la vez nuestras señas de identidad.

X JOVELLANOS

Nuevos horizontes

Jesús Menéndez PeláezPRESIDENTE DE LA FUNDACIÓN

FORO JOVELLANOS DEL PRINCIPADO DE ASTURIAS

Cuando mi amigo y compañero José María Álvarez, «Pipo», mehabló de lo que él calificaba ‘modesto hallazgo’ al encontrarse

con una biografía de Jovellanos, escrita por un obispo nacido enValdesoto, quedé un tanto perplejo. A pesar de que MartínezNoval figuraba en la muy útil Bibliografía jovellanista elaborada porOrlando Moratinos y Vicente Cueto, no era consciente del conte-nido y la significación que podían tener unos artículos por entre-gas, que entusiasmaban a mi amigo; una vez leídos me di cuentaque aquellos folios ofrecían una visión novedosa de nuestro patri-cio en lo que se referían a juicios de valoración, estima, aprecio yadmiración de un renombrado eclesiástico sobre un personaje,como era Jovellanos, que había suscitado celos y recelos por partede estamentos que ponían en tela de juicio la ortodoxia religiosadel ilustrado.

La lectura de aquellas fotocopias también me entusiasmó, notanto por las novedades eruditas contenidas en ellas cuanto por elfervor y entusiasmo con que el erudito agustino, curtido por elmundo de las misiones, hablaba de la vida y la obra de Jovellanos.Las simpatías del futuro obispo con el prócer gijonés atraviesan todoel libro. Incluso en aquellos aspectos que la reforma programada

por Jovellanos pudieran provocar repulsa para un religioso –sobretodo cuando habla de los estorbos que significaban los latifundiosen manos de la Iglesia por los que La Ley Agraria engrosó el Índice delibros prohibidos–, el eclesiástico de Valdesoto los mitiga y hasta ciertopunto los justifica.

Particular admiración suscitan las páginas que MartínezNoval dedica a comentar el sentimiento religioso de Jovellanos. YaCeán Bermúdez, el primer y sin duda el más autorizado biógrafode nuestro patricio, nos dice que Jovellanos «desde que recibió laprimera tonsura, [pues fue clérigo de órdenes menores] no dexó díaalguno de rezar el oficio divino, ayudándole yo muchas veces».Siguiendo la estela de este sentimiento religioso, Martínez Novalpresenta a un Jovellanos en un diálogo permanente con un Dios per-sonal, creador y remunerador dentro de los cánones más tradicio-nales de la teodicea escolástica.

El año 1911, fecha de la publicación de los de los sucesivos ca-pítulos aparecidos en la revista España y América, significa la cele-bración del I Centenario de la muerte de Jovellanos. En este contextola biografía jovellanista de Martínez Noval ha de interpretarse comoun homenaje para conmemorar tan singular efeméride. En ese mo-mento ya había aparecido bibliografía sustantiva sobre Jovellanos,particularmente los estudios de Julio Somoza, que el fraile agustinoconoce y cita no con la precisión bibliográfica hoy exigida; de ahí laimportante labor realizada por Orlando Moratinos y por «Pipo»para identificar y ofrecer un aparato crítico riguroso y útil a la in-vestigación moderna.

Con esta publicación la Fundación Foro Jovellanos inaugurala nueva sección de Cuadernos de Investigación. Monografías con laque se pretende establecer una nítida separación entre aquellas pu-blicaciones divulgativas y aquellas otras con mayores pretensio-nes de rigor que caracterizan asimismo a una buena parte delfondo editorial de nuestra Fundación. Cuadernos de investigaciónserá, asimismo, el título de una publicación periódica que acogeráen el futuro aquellas contribuciones de fondo sobre los distintosproyectos de investigación en marcha que configuran la dimen-sión investigadora de la Fundación Foro Jovellanos. El crecimientocuantitativo y cualitativo de nuestra Fundación –cuya manifesta-

XII JOVELLANOS

ción más fehaciente quedó patente en el último número del BoletínJovellanista 6– parece exigir este desdoble. Divulgar e investigar so-bre la vida y la obra de Jovellanos y su entorno es el objetivo quese propuso aquel grupo de entusiastas jovellanistas en el año 1995;si en una primera fase divulgación e investigación se entremez-claron, hoy, gracias al compromiso con nuestra Fundación de mu-chos de nuestros patronos, universitarios o pertenecientes a otroscampos educativos, sociales, empresariales o laborales, podemosafrontar proyectos de investigación con total solvencia. Es necesa-rio, por tanto, crear un órgano de publicación periódica que acojaestas nuevas aportaciones. El Boletín Jovellanista continuará con lafunción más divulgativa que lo hizo nacer. Por tanto, los Cuadernosde Investigación y el Boletín Jovellanista estarán sometidos a un con-trol de asesoramiento por parte de unos órganos comunes hoy entoda publicación periódica: director, subdirector, comité de redac-ción, comité científico. Somos conscientes de que las publicacio-nes de cualquier institución se constituyen en la principal tarjetade presentación que llega más allá de los horizontes de perspec-tiva de los entornos localistas y domésticos. De ahí el mimo conque se las ha de tratar. Nuestro fondo editorial exige a su vez unconsejo editorial que seleccione los originales y establezca una je-rarquía de prioridades y un calendario de publicación de acuerdoasimismo con nuestros modestos recursos económicos. No se hade olvidar que las publicaciones –tanto en la forma tradicional im-presa como en los nuevos formatos digitales cada vez más fre-cuentes– son el mejor mirador no solo para dar a conocer nuestro«hic et nunc» sino también para conservar la memoria histórica denuestro devenir en el tiempo. Nosotros pasaremos. Nuestros li-bros, sin embargo, permanecerán como testigos mudos de una re-lativa eternidad.

Nada mejor que iniciar esta nueva singladura con este «Jove-llanos» de la mano de un ilustre personaje asturiano, prácticamentedesconocido, como lo es Fray Bernardo Martínez Noval. Dar a co-nocer esquemas existenciales, que de una u otra manera tuvieronrelación directa o indirecta con Jovellanos, es uno de los proyectosque nos hemos propuesto al iniciar como presidente esta segundalegislatura. En este caso, a través de Jovellanos, hemos rescatado del

Nuevos horizontes XIII

olvido a un hijo de Valdesoto en el concejo de Siero. Proseguir enesta dirección será una de las rutas jovellanistas que nuestraFundación intentará recorrer por los distintos concejos de Asturiaspara poner de relieve la relación de Jovellanos con otros ilustradosasturianos. Es una manera de engrandecer su memoria.

XIV JOVELLANOS

Introducción

Pipo ÁlvarezCURA DE VALDESOTO

CONTEXTO SOCIAL

Todos los libros tienen su historia, y éste, por no ser menos,también la tiene. Nació dentro de un contexto social que configurala idiosincrasia o el modo de ser de un pueblo, en este caso, Val-desoto.

La cultura tradicional en los pueblos, desde la AntigüedadClásica hasta nuestros días ha valorado la unidad y el trabajo en co-mún de la colectividad en empresas que pudiesen ayudar a crearun clima de bienestar social. Uno de los géneros literarios más tra-dicionales de la literatura europea, como lo fue el canto épico, na-ció –así lo explica Menéndez Pidal– de esta conciencia de que launidad es la virtud más fecunda de una colectividad o grupo social.Esta fue la función que tuvieron determinadas creaciones literariasde la civilización occidental. El Beowoolf en Inglaterra, los Nibelungosen Alemania, la Chanson de Roland en Francia o nuestro Cantar de míoCid habrían nacido, según el padre de la filología española, de undeseo de mantener unidas a las gentes en la consecución de unosobjetivos en beneficio de la colectividad. Para ello se mira haciaatrás; se busca en el árbol genealógico cultural de dicha colectivi-dad personajes que en otras épocas hayan realizado empresas que

pudieran ser ejemplares en la consecución de mantener unidas lasvoluntades de los nuevos miembros que pertenecen a ese ente co-lectivo. Los héroes del canto épico tuvieron, de esta manera, la fun-ción de la ejemplaridad. Este mirar hacia atrás tiene además comofinalidad conocer la idiosincrasia de un pueblo. `Somos lo que fui-mos’, reza un axioma del evolucionismo biológico, que se puedeaplicar con toda evidencia a la manera de ser de un pueblo. Un pue-blo sin historia carece de referencias de identidad. De ahí que recu-perar la memoria histórica significa conocer sus señas de identidad.Es como su tarjeta de presentación.

Cuando nuestro pueblo de Valdesoto mira hacia atrás e in-tenta recordar biografías ejemplares o modos de vida de un pasadoya lejano que conforman nuestros genes sociales actuales, no pre-tende encontrar en su árbol genealógico cultural héroes análogosa los viejos paradigmas de los cantos épicos europeos. Tan solo pre-tende tomar conciencia colectiva de que la unidad es la mejor vir-tud social que puede caracterizar a nuestra comunidad. Así nacióla asociación socio-cultural «Todos juntos podemos». Es título y eslema. Nacida dicha asociación en el contexto social de presentar anuestro pueblo como candidato al galardón de «Pueblo ejemplarde Asturias», que otorga la Fundación Príncipe de Asturias, sus ob-jetivos se expandieron más allá de la consecución de un galardón,sometido, como todo veredicto humano, a las veleidades y arbi-trariedades que dimanan del pluralismo de los responsables que lootorgan. Son las reglas del juego. Su no consecución lejos de des-animarnos nos sirvió para reforzar y determinar cuáles son losprincipales valores que adornan este nuestro querido pueblo. Todoslos pueblos de Asturias son ejemplares en uno u otro aspecto de lavida humana. La autoestima –que no ‘grandonismo’– forma partedel carácter o modo de ser de los asturianos. Dar a conocer aque-llo en lo que cada comunidad cree que la caracteriza puede servirpara el enriquecimiento de los distintos pueblos y aldeas que cons-tituyen el Principado de Asturias.

Una somera radiografía social de nuestro pueblo refleja queel asociacionismo –versión moderna de la naturaleza social del serhumano– tiene en Valdesoto máxima realización con cerca de unatreintena de asociaciones, cada una de las cuales saca adelante unos

XVI JOVELLANOS

objetivos específicos dentro del conjunto armónico que evita la dis-gregación en pequeños reinos de taifas. Los logros derivados de esteasociacionismo ahí están. El «Día de las Carrozas» –en torno a la fes-tividad de san Félix–, las Jornadas gastronómicas –impulsadas porla peña gastronómica ‘La Xinta’ y el apoyo generoso de los bares yrestaurantes de nuestro pueblo–, la recuperación de las escenifica-ciones de los Sidros –una de las tradiciones más peculiares de la cul-tura teatral asturiana–, la recuperación de la Foguera de San Juancon su danza prima en la que participa la casi totalidad del vecin-dario, actividades culturales de carácter popular a las que habríaque añadir el fomento de actividades deportivas en la que se for-man los más jóvenes y cuya representación más genuina es nuestroclub de fútbol que, dentro de su modestia, nos representa en otrospueblos y villa asturianas.

En este nuestro intento por recuperar nuestras tradiciones seha celebrado la primera edición de «Un pueblo de antaño». Escomo un viaje en el túnel del tiempo. Durante dos días la «Casona»se convierte en un museo viviente donde el visitante puede con-templar los modos de vida que durante años caracterizaron a la cul-tura asturiana. La etnografía tradicional asturiana recobra así todasu frescura encarnada en los vecinos de Valdesoto que durante dosjornadas reviven lo que fue la Asturias de hace 50 o 60 años.

UN OBISPO DE VALDESOTO: FRAY BERNARDO MARTÍNEZ NOVAL (1868-1934)

Precisamente en la búsqueda y descubrimiento de nuestrariqueza cultural, nos hemos encontrado con una gran personali-dad eclesiástica nacida aquí, en el Castiello de Valdesoto, en Siero:Fray Bernardo Martínez Noval, O. S. A., fraile de la Orden de SanAgustín, que, después de desempeñar importantísimos cargos ensu Provincia agustiniana, fue nombrado obispo de Almería. Si a susdatos biográficos añadimos los títulos de todos sus escritos, entrelos que destaca la semblanza que de Jovellanos publicó en el año1911, centenario de la muerte del ilustre gijonés, podemos concluirque Fray Bernardo, este fraile nuestro, es un personaje de una con-

Introducción XVII

siderable talla personal e intelectual del que tenemos que sentirnosmuy orgullosos. Es lógico que la Asociación «Todos juntos pode-mos» quisiera resaltar y dar a conocer la figura de este destacadopersonaje de Valdesoto. Con tal fin gestionó la publicación de labiografía que de él ha escrito D. Fausto Vigil, cronista oficial quefue de Siero, y, al mismo tiempo, en el mismo libro, quiso tambiénofrecer los interesantísimos capítulos que Fray Bernardo publicósobre Jovellanos en la revista España y América, como queda dicho,en 1911, y que terminó en 1912, en volúmenes del XXXI al XXXVI.Consideramos que estos artículos hay que situarlos entre los prin-cipales méritos que adornan la vida de este fraile de Valdesoto.Hay que destacar que en estos escritos el agustino, que luego llegóa ser obispo de Almería, refleja una llamativa sintonía con el granilustrado de Gijón, a quien alaba fervorosamente y defiende conahínco, subiéndole a un altísimo pedestal al decir de él que pasaráa la historia como una de las más grandes figuras de su siglo.

1. Fechas importantes en la vida de Fray Bernardo

Comencemos haciendo una breve presentación de FrayBernardo Martínez Noval, O.S.A., de la Orden de San Agustín, su-brayando, en primer lugar, los momentos principales de su vida,que a veces conllevan fin o comienzo de una etapa: Nació en Cas-tiello el 30 de Abril de 1868. Después de su etapa escolar pasó a lacátedra de La Pola para completar su formación. Citemos unas pa-labras de D. Fausto Vigil para conocer la importancia que tuvo estainstitución, sobre todo para los hijos de las familias más humildesde Siero que querían hacer estudios: la cátedra «era una escuela opreceptoría de latín que el Ayuntamiento de Siero, desde muy le-jana época, tenía abierta en la capital del concejo, para enseñanzade aquella disciplina a los hijos de los vecinos del término munici-pal»1. A esa escuela iban a captar alumnos algunas órdenes religio-

XVIII JOVELLANOS

1 Fausto VIGIL ÁLVAREZ. Notas para una bio-bibliografía de Siero (Asturias),Santander, Aldus. 1949, p. 10.

sas, entre ellas la Orden de San Agustín, que fue la que llevó a suseminario a Bernardo cuando éste tenía 16 años. A los 17 profesa,entrando así en la Orden. Estudia Filosofía y Teología, terminandosus estudios teológicos ya en Filipinas, a donde es enviado de mi-sionero. Allí, a los 24 años, en 1892, es ordenado sacerdote, ejer-ciendo este ministerio en varias parroquias en estas tierras demisión. Desde el 3 de Junio de 1898 hasta finales de diciembre de1899 estuvo prisionero de los «revolucionarios» filipinos.

En el año 1901 vuelve a España, donde desempeña distintoscargos dentro de la Orden de San Agustín. Cuando escribe sus artí-culos sobre Jovellanos en la revista España y América, 1911-12, era re-dactor de dicha publicación. También dirigía los Talleres de SantaRita (1908) y era Definidor provincial (1909-19013), oficio del queluego hablaremos. Fue Prior Provincial entre los años 1913 y 1918.El 1914 funda la revista Archivo Histórico Hispano-Agustiniano, lla-mada luego Archivo Agustiniano. En 1918 lo nombran Presidente oSuperior de la comunidad de Madrid de San Manuel y San Benito.En 1921 el Rey Alfonso XIII firmó su presentación para obispo deAlmería, que lo fue durante 13 años, ya que el 23 de Julio de 1934falleció en aquella diócesis a los 66 años.

2. El hombre de gobierno

Los cargos que ocupó dentro de su orden nos muestran elprestigio que tuvo entre los Agustinos. Fue Definidor provincial de1909 a 1913. Los Definidores formaban un cuerpo al servicio delPrior para el gobierno de la provincia. Él mismo fue luego Prior dela Provincia agustiniana del Santísimo Nombre de Jesús de Filipinas,que abarcaba España y territorios en Asia y América, cargo que des-empeñó entre los años 1913-1918. En el año 1918 fue nombrado su-perior de la iglesia de San Manuel y San Benito de Madrid. En elEnsayo de una Biblioteca Ibero-Americana de la Orden de San Agustín,del P. Gregorio de Santiago Vela, año 1920, Vol. V-M, obra basadaen el Catálogo Bio-Bibliográfico Agustiniano del P. Bonifacio Moral,Agustino que había sido Provincial de la Matritense, se dice que«durante su Provincialato hizo la visita a las vicarías de China y

Introducción XIX

Filipinas en 1914 y a las de América en 1916, se fundaron los cole-gios de Ceuta y Santander y las residencias de Cádiz y Ribadeo,se inauguraron las grandiosas iglesias de San José, en Bilbao, y deSan Agustín en San Paolo en el Brasil, aparte de otras obras e ins-talaciones de no tanta significación como las referidas, pero queno por eso dejan de tenerla en sus propios lugares, como, por ejem-plo, en las Misiones de China»2. A los tres años de dejar de ser PriorProvincial, fue consagrado obispo para ocupar la sede episcopal deAlmería, por lo que podemos deducir que la valía de este fraileoriundo de Castiello no sólo era reconocida dentro de la orden a laque pertenecía, sino también más allá de los límites de la familiaagustiniana.

3. El intelectual

La talla intelectual de Fray Bernardo Martínez Noval pode-mos deducirla por los títulos que obtuvo: primero Lector y luegoMaestro en Sagrada Teología, así como por el nombramiento quemás tarde recibió de Regente de estudios. También son testimoniosde lo mismo, el haber sido redactor de la revista agustiniana Españay América, el ser fundador de la que es calificada como prestigiosarevista histórica Archivo Histórico Hispano-Agustiniano. Así mismoson muestra palpable de su saber todos los escritos de Fray Ber-nardo, que no son pocos, como podemos observar al leer el Ensayoanteriormente citado del P. Gregorio de Santiago Vela. El elenco detodo lo escrito por Fray Bernardo está recogido en la biografía quede él hace D. Fausto Vigil, que incluimos en esta publicación. Po-demos destacar que el P. Martínez Noval no sólo tiene publicacio-nes que tocan temas religiosos, sino que, además del importanteescrito sobre Jovellanos, habla de personajes de la política, como porejemplo Godoy, conoce bien la situación religiosa francesa, tocando

XX JOVELLANOS

2 P. Gregorio de SANTIAGO VELA. Ensayo de una biblioteca ibero-americana dela Órden de s. Agustín. Vol.V.- Madrid. Imprenta del Asilo de Huérfanos del Sagradocorazón de Jesús. 1920, p. 260.

el tema del catolicismo en este país y del concordato de Francia conla Santa Sede, escribe sobre el marqués de Casariego, defiende elcomportamiento de España en América, etc.

4. Sensibilidad social

Fray Bernardo Martínez Noval había nacido en una familiahumilde, como lo eran casi todas las que en Valdesoto vivían en-tonces. Además, al quedar huérfano, es recogido, junto con su her-mano José, por la hermana de su madre y su marido, RamonaNoval y Bernardo, que también eran de escasos recursos. Seguroque sus orígenes influyeron en él para hacerle especialmente sen-sible a las necesidades de los desheredados de este mundo, lo quevemos reflejado en su quehacer al frente de los Talleres de la Ca-ridad de Santa Rita de Casia, de los que fue, primero, subdirectory más tarde Director general de la Asociación, desde donde publi-caba el boletín Vestir al desnudo, que se hacía en una imprenta lla-mada Asilo de Huérfanos del Sagrado Corazón de Jesús. Estuvotambién al frente de la Fundación de los Señores de Caviggioni, es-cuelas gratuitas para obreros bajo la dirección de los PP. Agustinos,en Madrid.

5. Su amor a Valdesoto

Por algunos datos que hay en los archivos parroquiales po-demos observar cómo Fray Bernardo llevaba muy dentro de su co-razón a Valdesoto. En el último Libro de Fábrica de la parroquia, quefue abierto en el año 1881 y llega hasta 1979, en el folio 88 vto., enuna nota entre el año 1920 y el 21, siendo párroco de ésta D. Fran-cisco Marqués, se deja constancia de los donativos recibidos por laparroquia con motivo de importantes obras que se hicieron entoncesen la iglesia; allí nos encontramos con un primer apunte citando eldonativo de Fray Bernardo Martínez Noval, que por entonces eraProvincial de los Agustinos, de una imagen de Santa Rita y del es-tandarte de San Félix; aparecen luego otros donantes, como el car-

Introducción XXI

denal de Toledo D. Vitoriano Guisasola y Méndez, el Sr. marqués deCanillejas, vecino de la parroquia, D. José Cavanilles y Peón, Te-niente de Navío y yerno del anterior, Dña. Vicenta Faes Martínez,condueña de la casa llamada «de Faes». En otro apunte de estamisma nota se dice que el Ilustrísimo Sr. Obispo de Almería donótambién la imagen de Santa Mónica y sufragó los gastos de restau-ración y dorado del altar de la Virgen del Rosario.

En documento aparte que hay en el Archivo Parroquial, fir-mado por él personalmente cuando ya era obispo de Almería, dejaa su prima hermana Manuela Noval Martínez, mientras viva, unadonación que a su muerte pasaría a la parroquia y que se habría deinvertir de la forma siguiente:

Cien pesetas anuales para la conservación de la fiesta que vienecelebrándose en la Capilla de San Agustín de Castiello de dicha pa-rroquia; ciento cincuenta pesetas para la celebración del aniversario demi fallecimiento; y lo restante para estipendios de misas rezadas…

Este escrito está firmado el 21 de Septiembre de 1929.En la iglesia hay también en uso un cáliz suyo que donó a la

parroquia. Tiene grabada la siguiente leyenda:

Hunc calic donavit Fray Bernardo Martínez Noval, O.S.A.eppus. Almeriensis ecleses. paroc. Valdesoto in qua 1-V-1868 baz-tiz. fuit.

En los folios 107 y 108 del citado libro de fábrica hay otra notacon fecha de enero de 1935 que dice:

El difunto Sr. Obispo de Almería, Iltmo. Sr. Fr. Bernardo Mar-tínez, natural de Castiello de esta parroquia, constante benefactorde la misma, dejó un legado para esta iglesia consistente en su pec-toral con su cadena, de oro, un bastón de mando, dos casullas bor-dadas en oro, pero que debido al mal embalaje y a bordo de un vapor,llegaron completamente deterioradas. Más una alfombra de cordon-cillo. El pectoral viene destinado a la Santísima Virgen del Rosario deesta iglesia. Lo que dejo aquí consignado in perpetuum rei memo-

XXII JOVELLANOS

riam. Firma: Constante Huergo, párroco de Valdesoto en esafecha.

A cerca de la suerte del pectoral donado por el Sr. Obispo deAlmería, consta en los archivos parroquiales que fue vendido a laExma. Sra. Condesa de Villarea, que, habiendo sido tasado en 18.000pts., dio por él la cantidad de 25.000, dinero que figura como ingresoen las cuentas parroquiales del año 1957, lo que sirvió para reducirel déficit que se venía arrastrando en la parroquia. La venta del pec-toral se hizo con el permiso del Obispado, firmado por D. JavierLauzurica, el entonces Arzobispo de Oviedo. Se desconoce la suertedel bastón de mando, también regalado a la parroquia por el Obisponacido en Castiello.

6. Jovellanos y Valdesoto

Aquí en Valdesoto, de Jovellanos hemos oído hablar más es-pecialmente cuando se creó la Ruta Minera que lleva el nombre deeste ilustre gijonés, ruta hecha siguiendo los pasos que D. Melchoranduvo para reconocer sobre el terreno las minas que hubiera enesta zona. Nos referimos a esa Ruta Minera de Jovellanos que co-mienza en el Palacio de Valdesoto, sigue a Carbayín, Pumarabule-Cerezales, Cerezales-La Cruz-Lieres, Lieres-Santa Eulalia de Vigil,para terminar en el mismo lugar donde comenzó: la llamada an-tiguamente Casa de Carreño y después palacio del Marqués de Ca-nillejas.

A Jovellanos también llegamos desde Valdesoto cuando in-dagamos en la historia del Palacio y vimos que su abuela maternahabía nacido en él, siendo, pues, los que allí vivían parientes suyos.Podemos leer en un artículo publicado por un vecino de Valdesoto,Eloy Noval Cabeza:

Dña. Serafina Antonia Carreño (1680-1716), que procedía dela casa Carreño de Valdesoto o casa-palacio del Fresno, como se laconocía por aquel tiempo, era hija de D. Francisco Carreño y Estraday de Dña. María Luisa de Peón Vigil. El 3 de Septiembre del año

Introducción XXIII

1703, según consta en el archivo de la parroquia de S. Félix, SerafinaAntonia Carreño se casa en Valdesoto con D. Andrés de Jove Llanos(1676-1729). Al casarse se les dio a ambos por alimentos la casa deBuznego de Peón. El hijo de este matrimonio, D. Francisco Gregoriode Jove Llanos (1706-1779), se casó con Dña. Francisca ApolinariaJove Ramírez de Miranda. De esta unión nace Baltasar MelchorGaspar María de Jovellanos (1744-1811)3.

Esto explica que el noble Jovino fuera huésped de esta distin-guida casa y desde ella partiera para reconocer los alrededoresdonde se habían abierto minas de carbón de piedra y así poderluego hacer sus informes para Madrid.

En relación con la presencia de Jovellanos en Valdesoto nosdice también el Sr. Noval Cabeza:

Es posible que durante su infancia visitara a su familia deValdesoto. Lo que sí es seguro es que el miércoles 20 del mes de oc-tubre de 1790, habiendo salido de Oviedo, llega a Valdesoto para co-mer con sus parientes Antón y Martinita Carreño y Cañedo ydurante la noche se dedica a escribir un valioso documento sobre elcultivo y recolección del maíz, lo que seguramente observaría en laEría de Villar durante su estancia en la casa de los Carreño4.

Fue también aquí, en Valdesoto, donde hemos conocido a lasgentes del Foro Jovellanos, Foro que apadrina, junto con el Ayun-tamiento de Siero, este pequeño libro. Queremos aprovechar estemomento para mostrarles a estas dos instituciones nuestro agrade-cimiento por el apoyo que nos han dado para poder publicar la bio-grafía de Fray Bernardo Martínez Noval hecha por D. Fausto Vigil yla semblanza que de Jovellanos da el fraile agustino en sus escritospublicados en la revista España y América, en fecha del Centenariode la muerte de D. Gaspar, pudiendo así ofrecer a los lectores am-bas biografías formando un todo unificado.

XXIV JOVELLANOS

3 Eloy NOVAL CABEZA. Portfolio de las fiestas de Valdesoto 2004. No pa-ginado.

4 Ibidem.

Dada la especial relación con nuestro pueblo de esta gran per-sonalidad ilustrada, algunos vecinos de Valdesoto nos hicimos«Amigos del Foro Jovellanos» con el fin de adentrarnos más en elconocimiento de la persona y pensamiento de esta excelsa figura gi-jonesa, estrella que fue guía de muchos espíritus que veían en él alprincipal defensor en España de la verdad, de la cultura y del pro-greso, como dice Fray Bernardo.

Pero, sobre todo, aquí en Valdesoto, hemos llegado a Jove-llanos, a conocer su especial y atractiva personalidad y los valoresde los que era portador, de la mano de Fray Bernardo MartínezNoval, personaje de nuestro pueblo que queremos realzar y situarloentre nuestros primeros valores culturales.

Como ya queda anteriormente dicho, tratando de conocer lavida del P. Bernardo para presentarle como uno de los méritos denuestro pueblo, fue cuando hemos sabido que tenía unos escritossobre Jovellanos, aparecidos en la revista agustiniana ya citada. Através de un fraile de la Orden de San Agustín, Jesús ÁlvarezFernández, de la comunidad de Valencia de Don Juan, profesor delSeminario que esta Orden tiene en Valladolid, hemos podido ha-cernos con una fotocopia del texto que sobre el ilustre gijonés habíaescrito el que luego sería obispo de Almería.

Nació así la idea de promocionar aquellas hermosas páginasque el agustino de Castiello escribiera sobre el gran Jovellanos, aquien presenta como el personaje más importante de su siglo. ElP. Bernardo habla de Jovellanos con tanta admiración y respeto,con tanto cariño y entusiasmo, que lo hace altamente atractivopara cualquier persona que guste de conocer a la gente buena deentre los seres humanos.

7. El agustino jovellanista

Era el año 1911, centenario de la muerte de Jovellanos. CuentaFray Bernardo que «el pueblo astur, y con éste la nación española,tributan al insigne patricio los homenajes de gratitud y respeto quese tributa a los héroes». Y él, un asturiano de Valdesoto, que poraquellas fechas era secretario del Prior Provincial y vivía en Madrid,

Introducción XXV

quiere también unirse a cuantos le rendían el tributo de admiración,formando también él parte «de la humilde corona trenzada por loscantores de sus grandezas».

Una vez puestos a la lectura de los artículos que el fraile agus-tino escribiera sobre el ilustrado de Gijón, enseguida pudimos per-cibir cómo era un ferviente jovellanista aquel sacerdote de la Ordende San Agustín, que luego sería obispo de Almería. No hay más queescuchar estas alabanzas tan sonadas sobre Jovellanos, salidas de lapluma del agustino de Castiello: Jovellanos era de candorosa senci-llez, suave en el trato, fuerte en el trabajo, constante, insigne y granpatricio, héroe de la patria, gran patriota, el más sincero de los pa-triotas, ilustre gijonés, consejero fidelísimo, misericordioso, natu-ralmente compasivo, corazón siempre generoso, caritativo y tierno,remedio de angustias, repartidor de consuelos, agradecido a susbienhechores, de una fecundidad inagotable, incansable hombre pú-blico, profundo jurisconsulto, economista eminente, inspirado po-eta, sabio economista, …

Todo el escrito de Fray Bernardo destila sincero afecto al ilus-tre patricio asturiano, a quien exalta hasta lo más alto, como acaba-mos de oír. Se erige en su ardiente defensor como hombre público,como intachable magistrado, como persona portadora de las másestimadas virtudes, que vivía, además, en alto grado, y como fer-viente creyente. Frente a otras interpretaciones y posturas hostilesa Jovellanos, nuestro fraile agustino nos presenta a D. Gaspar Mel-chor como un ejemplo de vida digno de ser seguido. Bien es verdadque manifiesta sus reservas respecto a algunos criterios de Jovella-nos, pero enseguida, a continuación, siempre le disculpa buscandoexplicación en las circunstancias de su tiempo o en las situacionespersonales de Jovellanos, tan penosas muchas veces y que hubo desoportar durante su vida.

Dirá Fray Bernardo, después de verter alabanzas sinceras so-bre nuestro patricio asturiano: «Todo esto no impide el que la crí-tica halle alguna vez pequeñas sombras debidas a las circunstanciasque rodearon al autor, sin que por eso deje de resplandecer la ver-dad encubierta por alguien con las penumbras de un celo exageradoo de interpretaciones tendenciosas». Podemos recordar aquellos mo-mentos que vivió Jovellanos cuando su última hermana, Dña. Josefa,

XXVI JOVELLANOS

entró en clausura, lo que naturalmente le contrarió muchísimo. Élle había aconsejado que siguiera haciendo el bien en la calle, favo-reciendo a tanta gente que disfrutaba de su caridad. Aquellos con-sejos pudieran parecerle al fraile agustino impropios de persona tanreligiosa como lo era Jovellanos, pero, hablando de esta cuestión,dice el nuestro agustino que le parecía justa tal contrariedad al pri-vársele de la hermana querida, modelo de tan acrisoladas virtudes,especialmente la de la caridad, que es la más importante de todas yque ella ejercía con tan buen ánimo en la calle. En su lenguaje no serefleja más que un sentimiento, también justo, matiza Fray Bernar-do, cuando Jovellanos confiesa que le había presentado a su her-mana tan fuertemente su desaprobación, que le pareció rendida asus razones. Igualmente confiesa que le había hecho ver, para apar-tarla del claustro, la gente que quedaría sin su ayuda y protección,por lo que «no podía nacer de alta inspiración esa decisión suya deenclaustrarse y lo debía mirar como efecto de su extraviada imagi-nación». Cuando al fin lleva a cabo su decisión y su hermana entraen el convento de religiosas recoletas de Gijón, situado en finca pro-piedad de la familia, haciéndolo en contra de sus consejos, Jo-vellanos busca la explicación en el hecho de que Dña. Josefa «nopudiese reprimir la vehemencia de su deseo, o que su director la in-dujo a ejecutarle», pero, destaca nuestro fraile cronista, de ningunamanera Jovellanos califica tal opción de ser fruto de «abusivos pro-cedimientos de confesonario», como lo hiciera luego el autor de Lasamarguras, D. Julio Somoza de Montsoriu.

7.1. EL ESCOLLO DE LA LEY AGRARIA

Ciertamente, un escollo, que tenía que salvar Fray Bernardopara presentar a sus lectores la figura de su admirado ilustrado, se-ría el Informe sobre la Ley Agraria, «que fue objeto de reñidísimas con-troversias y suscitó contra Jovellanos prejuicios y censuras quecircunstancialmente, dice Fray Martínez Noval, tuvieron acaso plenajustificación». Subrayemos estas dos palabras referidas a las censu-ras de las que Jovellanos fue objeto: circunstancialmente y acaso, quesuavizan al máximo su opinión de que tuvieron plena justificación.

Introducción XXVII

También Fray Martínez Noval manifestó sus reservas a algu-nos juicios y criterios que sobre la Ley Agraria vierte Jovellanos ensu Informe, pero enseguida, a continuación, le disculpa buscandoexplicación en las circunstancias de su tiempo. Comenta Fray Ber-nardo que el autor del Informe sobre la Ley Agraria había adoptadodistintas posturas respecto a las propiedades del clero regular y alas del clero secular. En lo que se refiere a las propiedades de los pri-meros, Jovellanos no deja de emitir juicios que llaman la atención,como cuando dice que «estos bienes eran más bien de la noblezaque del clero y que pertenecían al Estado más bien que a la Iglesia».Sin embargo, de las propiedades diocesanas dice de ellas que goza-ban de títulos justos y legítimos, bajo la protección de las leyes, yque eran, por lo tanto, inviolables sus derechos. No obstante afirmasobre estas adquisiciones del clero secular que fueron legítimas yprovechosas en su origen, aunque funestas también en su desarro-llo. Y a todo esto el agustino asturiano no tiene mayor reproche paraél que esta pregunta que se hace: «¿A qué no lamentar tales con-ceptos en un hombre como Jovellanos?», lo que implica al mismotiempo crítica sobre este asunto concreto y alabanza del conjunto dela obra y vida del noble gijonés.

7.2. SOBRE LA DEFENSA QUE JOVELLANOS HACE DEL CLERO SECULAR

Fray Bernardo critica igualmente a Jovellanos por no estar deacuerdo en que el clero secular fuera ayudado por gentes deInstitutos Religiosos. Esta ayuda la interpreta Jovellanos como unainvasión en el terreno propio del clero secular, alegando que esteclero ya no era el clero ignorante y corrompido de la Edad Media yque su ilustración, su celo, su caridad, son muy recomendables, yque nada le puede ser más injurioso que la idea de que necesite tan-tos ni tan diferentes auxiliares para desempeñar sus funciones. Y lolamenta Fray Bernardo sobre todo porque «se aprovecharon de esasopiniones suyas otros de ideas bien distintas a las de Jovellanos, ta-les como el radicalismo latente ya en el último tercio del siglo XVIIIpara producir las revoluciones y los latrocinios consumados másadelante», así como la expulsión de España de algunas ordenes re-

XXVIII JOVELLANOS

ligiosas. Añade entonces el agustino de Castiello: No predicabaJovellanos la expulsión de los institutos religiosos, sino que, aun cre-yéndolos excesivos, su postura era la de dejar que fuera la mismaIglesia quien busque la solución: «Sea, dice, de la autoridad ecle-siástica el regular cuanto convenga a la existencia, número, forma yfunciones de estos cuerpos religiosos».

7.3. LA AMORTIZACIÓN, UN ESTORBO ECONÓMICO

Respecto a los bienes del clero regular, el P. Martínez Novalreconoce con Jovellanos que la amortización de la que gozaban losmonasterios y conventos era un estorbo para el desarrollo de la agri-cultura y pone como ejemplo la situación de Galicia, donde casi todoel suelo venía a estar en poder de las comunidades, iglesias, mo-nasterios y lugares píos, y el resto en poder de los grandes títulos ycaballeros de dentro y fuera de la provincia.

En lo que se refiere a las propiedades del clero secular,Jovellanos cree que lo mejor para la Iglesia era una abdicación de-corosa con la que se granjearía la gratitud y la veneración de todoslos pueblos. Pensaba que si el Rey se lo pidiese a los obispos, éstoscorrerían ansiosos a hacer este servicio a la patria con el mismo celoy generosidad que la han socorrido siempre en todos sus apuros.Pero si ello no era así, si el clero secular se negara a la desamortiza-ción de sus propiedades, proponía que se prohibiera aumentarlas,lo que estimaba imprescindible.

Como Fray Bernardo dice que en Jovellanos no aparece clarala distinción entre propiedades del clero regular y clero secular,podemos entender que todo lo que dice el patricio gijonés sobrelas propiedades de los curas y de las diócesis, lo aplica el fraileagustino a toda propiedad eclesiástica. Por eso, hablando de estacuestión en general, concluye uniéndose a la opinión del biógrafoD. Cándido Manuel Nocedal: «Quien tan fuerte se mantuvo con-tra la filosofía descreída y el racionalismo, no supo mantenersefirme contra la secta de los economistas. ¡Qué deslices tan doloro-sos se contienen en los conceptos que emite el intachable y rectomagistrado!… Levantara hoy la cabeza, decía el autor citado en

Introducción XXIX

1859, y acaso mudaría de opinión». Lo que había sucedido ya des-pués de la muerte de Jovellanos, lo podían constatar bien en aquelaño 1911 en que Fray Bernardo Martínez Noval escribía este textosobre Jovellanos: las propiedades no pasaron al pueblo que las tra-bajaba, pues no podía adquirirlas; empeoró la situación de los po-bres, pues estiman que mejor les iba a los arrendatarios habérselascon los conventos y catedrales que con los particulares, que loúnico que buscaban era un beneficio parecido a otras inversionesy aumentar su riqueza para el disfrute personal y aumento de laherencia de sus hijos; igualmente las clases medias no mejoraron,pues fueron unos pocos los beneficiarios, precisamente los más ri-cos, que eran los únicos que podían disponer del capital necesariopara comprar las propiedades desamortizadas en venta.

Hay que mostrarse comprensivos con la postura que adoptael clérigo regular de la Orden de San Agustín, quien parece en-tender perfectamente que la amortización era uno de los princi-pales inconvenientes para el desarrollo de la agricultura, y por lomismo de España, en lo que concuerda con Jovellanos, pero luegoadmite que sean deslices dolorosos que Jovellanos dijera que seprohibiera a la Iglesia aumentar sus tierras amortizables, solucióntotalmente en consonancia con el análisis de Jovellanos, que toda-vía no llega a pedir la desamortización y la venta de estos bienes.Otra cosa distinta fue el modo en que se intentó hacer productivaslas propiedades de la Iglesia. Lo que sí ciertamente se consiguiófue que aumentaran el número de los terratenientes y la extensiónde las tierras de los que ya lo eran. Es verdad que la calificación dedesliz que emite Nocedal y que asume Fray Bernardo no deja de serbien leve, como corresponde a dos comentaristas que ven a Jove-llanos como la máxima figura española del siglo XVIII.

7.4. LO QUE OCURRIÓ DESPUÉS CON LOS BIENES DE LA IGLESIA

Al final del capítulo IV, donde el P. Bernardo trata acerca delInforme sobre la Ley Agraria que hizo Jovellanos, el fraile de Valde-soto exonera a su autor de toda culpa en lo que se refiere al hechode que luego se atropellaran los derechos adquiridos, de que se des-

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pojase a la Iglesia de todos sus bienes sin su consentimiento, de quese hayan arrebatado sus rentas a las casas de caridad y de que sehubiese atentado contra las propiedades colectivas. Ya hemos di-cho que Jovellanos pedía que el rey llegara a un acuerdo con laIglesia, acuerdo que él creía fácil de conseguir. Y dice Fray Bernar-do: «De haber seguido aquellas enseñanzas, otra sería la situacióneconómica de nuestro clero; viviría quizá libre de esa esclavitud quecontinúa sometiéndole a los caprichos del Estado». Por eso, él estáconvencido de que la intención del Informe del clarividente juris-consulto no era otra que la de «favorecer a la agricultura patria yde salvar a la Iglesia española del inminente naufragio en que habíade sucumbir. No se le creyó iluso, sino partidario más bien de aque-lla economía política engendrada en el seno del materialismo. Heaquí el gran error». En este sentido, sigue diciendo el agustino, deacuerdo también con Nocedal, serían hoy injustificadas las censurasdirigidas al insigne gijonés. Y termina este capítulo con estas pala-bras en consonancia con el conjunto laudatorio de estas páginas so-bre Jovellanos: «El Informe sobre la ley Agraria puede presentarsecomo modelo así por la claridad y sencilla elegancia del lenguaje,como por la profundidad de las ideas; así por el acierto en recorrery presentar los males, como por el tino en señalar los remedios. Enesto último será lícito no opinar siempre como opinó Jovellanos,pero merecen nuestro respeto opiniones sinceramente profesadasy vigorosamente expuestas». Pensemos que Fray Martínez Novales un importante fraile agustino que en aquel momento era secre-tario del Provincial, pero ya al año siguiente, 1913, sería él mismoPrior Provincial. El que escribe estas alabanzas, con las mínimas re-servas que hace, siendo como es un tema tan sensible para la IglesiaCatólica, sería a no tardar mucho obispo de Almería. Recordemosque este texto fue publicado por la revista España y América en losaños 1911-12, años no tan posteriores a los tiempos del ministroMendizábal. También en este tema observamos una postura extre-madamente comprensiva con el eminente jurisconsulto que, segúnel fraile agustino, emitiera durante su vida luminosísimos informes.No podía ser otra la postura del enamorado jovellanista y enarde-cido defensor del ilustre asturiano gijonés. No podía ser otra la in-terpretación de quien decía de Jovellanos que era extremadamente

Introducción XXXI

religioso, de alma noble, amante de la verdad, aficionado al orden,firme en sus resoluciones, de inteligencia extraordinaria, recto, debuena índole, protector de todo lo grande, varón justo, con un pen-samiento con disquisiciones llenas de sabiduría, intachable y rectomagistrado.

7.5. JOVELLANOS FRENTE A LA INQUISICIÓN

En esta semblanza que Fray Bernardo Martínez Noval hacede Jovellanos también trata de la postura que éste adoptó frente ala Inquisición. En este caso, el fraile de Castiello defiende igual-mente, y sin reparos, a Jovellanos. Recoge en una larga nota la opi-nión de Jovellanos sobre este alto tribunal eclesiástico de la que elsabio ilustrado deja constancia en un manifiesto dirigido al rey, es-crito donde hace afirmaciones como esta: «los individuos de laInquisición son ignorantes que necesitan de calificadores, que a suvez lo son también. Sus juicios son lentos y vacilantes». Aquí, delmismo modo que lo hiciera al hablar de las propiedades eclesiásti-cas de las tierras, Jovellanos se decanta en contra del clero regular, alque pertenecían los miembros de la Inquisición y se declara favora-ble a que sean los obispos los que asuman la defensa de la fe, puesson ellos los depositarios de la misma, juntamente con el rey, que esel protector nato de la Iglesia, defensor de los cánones y padre y con-suelo de sus pueblos. Además, Jovellanos pensaba que, ya que nopodía ser suprimido este tribunal, al menos sentenciase de acuerdocon las normas del derecho común.

Cuando Fray Bernardo da su juicio sobre la postura de Jove-llanos respecto a la Inquisición dice: «Sus declaraciones levantaronpueriles protestas engendradas en el seno de la hipocresía» y «apa-rentaron escandalizarse. ¡Cuantas cosas, cuantas verdades se ocul-tan en el manifiesto a pesar de la dureza de expresión que en élaparece!». Es llamativa la opinión, siempre favorable, del fraile deCastiello respecto al insigne patricio gijonés. No cabe duda que habíauna especial sintonía de aquel agustino asturiano que vivía enMadrid con la persona y obra de nuestro gran patricio. Expresó mí-nimas reservas sobre algunas opiniones de Jovellanos que dejaba

XXXII JOVELLANOS

traslucir siempre envueltas en alabanza. Claro ejemplo de ello sonestas palabras de Fray Martínez Noval sobre D. Gaspar, a quiensiempre vio como amante de la verdad y de inteligencia extraordi-naria: «No hace falta llegar al extremo de aplaudirlo todo, de defen-derlo todo, de no separar actos de actos, lo bueno de lo menos bueno,o, si se quiere, de lo censurable, para que la figura de Jovellanos pasea la historia como una de las más grandes de su siglo».

7.6. JOVELLANOS COMO POETA

Al hablar de Jovellanos como poeta encuentra que los versosdel inspirado Jovino son especialmente delicados, citando, por ejem-plo, los que hay en la epístola al Agustino P. Miguel Miras, igual quelo son los dedicados a Galatea, a Enarda y a Clori. Cuando Jove-llanos fue nombrado alcalde de Casa y Corte y hubo de ir a Madrid,«su sentimiento de honda pena que le produjo aquella forzosa se-paración, la insinúa delicadísimamente en las sentidas estrofas dirigi-das a sus amigos sevillanos de la hermosa Betis.

Los momentos de reposo los invertía el gran Jovino «en la po-esía amorosa, aunque le pareciese poco digna de un hombre serio,los empleaba en arrancar a su lira estrofas de infinito valor». Comopoeta hay que decir que a través de sus versos refleja la grandezade su alma, de un alma que sabe sentir y trasladar al papel sus sen-timientos.

De Jovino afirma también Fray Bernardo que Juvenal, poetade Aquino famoso por sus sátiras, hubiera envidiado al gran satí-rico gijonés.

Comenta El Delincuente honrado y dice, uniéndose al criteriodel Sr. Nocedal, que es la obra mejor escrita de aquellos tiempos, co-locando a su autor a una altura envidiada por muchos de sus con-temporáneos, sorprendiendo sobre todo la admirable trabazón deesta comedia.

Cuando habla del Pelayo, escrito, como dice el mismo autor,atropelladamente, nos dice el fraile de Castiello que «sus versos loshan clasificado entre la prosa elegante y esmerada, como elegantes yesmeradas aparecen otras composiciones poéticas del ilustre Jovino.

Introducción XXXIII

7.7. EL REAL INSTITUTO

El Real Instituto Asturiano de Náutica y Mineralogía, la obramás querida por él, fue inaugurado en Gijón el 7 de enero de 1794.Comenta Fr. Martínez Noval la ‘Oración Inaugural’ pronunciada porsu gran patrono, discurso que sería un canto a la sabiduría, que ya,dice Jovellanos satisfecho, se podría encontrar aquí sin abandonarla patria, sin tener que peregrinar en busca de ella por países leja-nos, como lo hiciera Pitágoras.

Recuerda nuestro agustino que este centro y su prosperidadconstituía la única ambición de Jovellanos, siendo la biblioteca unode sus principales desvelos, lo que le dio añadidas preocupaciones.Quería Jovellanos adquirir obras científicas publicadas en el ex-tranjero, pero ello había de hacerse con permiso del inquisidor ge-neral, que esperaba conseguir por medio del cardenal Lorenzana,que ocupaba la importante sede de Toledo. «Con gran sorpresa detodos, se denegó el permiso, fundándose para esto el eminentísimocardenal en que había en castellano muy buenas obras para la ins-trucción particular y enseñanza pública.» Y comenta Fray Bernardola contrariedad y decepción que produjo tal negativa en aquel espí-ritu noble y sensible, amante de la verdad, aunque él estaba segurode que ninguna barrera podría impedir la llegada de los nuevostiempos ilustrados.

También le dio problemas el cura de Somió, que era comisa-rio de la Inquisición, a propósito de los libros que tuviera la biblio-teca del Instituto. Habiendo sido sorprendido por Jovellanos dichocura en ese recinto, que él quería llenar de luz e incomprensible-mente no le dejaban, le dijo que sin licencia suya no volviese a entraren ella. Empezó desde entonces el protector a temer por su Instituto,pero él lo defendería hasta morir en la brecha. Sabía que su causaera santa.

7.8. LA RELIGIOSIDAD DE JOVELLANOS

El capítulo VII de la entrega que Fray Martínez hizo a la re-vista España y América está dedicado todo él a la religiosidad de

XXXIV JOVELLANOS

Jovellanos. Se le acusaba a nuestro querido D. Gaspar de irreligioso,de ser propagandista de ideas contrarias a los verdaderos principiosde la religión católica. A tales acusaciones contesta Fray Bernardo:«¡Qué lejos estaba el ilustre gijonés de profesar las ideas que se leatribuían!» y dice de él que tenía «un corazón creyente, que esperaen Dios y en su amorosa providencia». Recoge también las palabrasque Jovellanos dice de sí mismo a un amigo: entretanto «sufre, ca-lla, espera, lee y reza», «recorriendo los salmos que convienen a unpenitente». Es más, su vida en el cautiverio de Bellver asemejase ala de los cristianos más austeros: acude a misa cada quince días, haleído por segunda vez la Biblia y tiene por toda lectura piadosa elque, según su estimación, es mejor de los libros no canónicos: elKempis, su antiguo amigo.

Era Jovellanos religioso sin afectación, nos dice el agustino deCastiello, y en sus escritos familiares aparece como nota culminanteun respeto grandísimo a las creencias y prácticas religiosas. Para ha-cer ver la actitud profundamente religiosa de nuestro justo varón,cita el P. Bernardo un fragmento del testamento que el católico ilus-trado hizo en el año 1807: «Declaro –dice– que desde mi primeraedad y por todo el curso de mi vida he profesado y actualmente pro-feso con sincera y constante fe la santa religión católica, apostólicaromana, creyendo, como firmemente creo y confieso, todos los dog-mas y artículos que su santa Iglesia tiene y confiesa; y que es mi de-seo, así como he nacido y vivido, permanecer y morir en su santogremio y en la comunión de los fieles que la profesan, a cuyo fin im-ploro también la protección e intercesión de la bendita Virgen María,Madre de Dios y protectora de los hombres, para con su Hijo santí-simo, Jesucristo, mi Señor, piadoso Redentor, en cuya intercesiónconfío que, por el mérito e infinito valor de su preciosa sangre, la-vando las manchas de mi alma, le abrirá las puertas del Cielo, paraque goce de la presencia divina en la eterna bienaventuranza».Conoce Jovellanos perfectamente el lenguaje de la religión católica,ya que en ella se educó y en ella hizo estudios superiores, habiéndorecibido la sagrada tonsura, rito preparatorio de las órdenes meno-res. Estaba ya dispuesto a disputarse la canonjía Doctoral de Tuy,cuando sus amigos y alguno de sus parientes le disuadieron a quecontinuase la carrera eclesiástica.

Introducción XXXV

Después de leer estos textos ¿cómo no va a decir Fray MartínezNoval que no se caiga en «la ridiculez de considerarlo como peligro-so para las creencias y tradiciones cristianas», como había quienesinteresadamente lo afirmaban? Admite, sin embargo, que puede ha-ber «frases y trozos que no suenan bien», pero el fraile, como siem-pre, lo justifica, porque «cada cual habla forzosamente la lengua desu época», asumiendo la opinión que al respecto da el Sr. Menéndezy Pelayo cuando dice de Jovellanos que «en aquella alma heroica yhermosísima (quizá la más hermosa de la España moderna) nunca,ni por un resquicio, penetró la incredulidad», siendo lo más carac-terístico de su persona «el vivo anhelo de la perfección… iluminadacon la luz divina de la doctrina de Jesucristo».

7.9. HÉROE DE LA PATRIA

Llegando ya a los últimos años de la vida de D. Gaspar, co-menta Fray Bernardo Martínez Noval su postura frente a la inva-sión napoleónica, honrándole con el merecido título de héroe de lapatria.

Destaca ahora nuestro fraile agustino el rechazo de Jovellanos,que está en Jadraque, invadida ya España por los ejércitos france-ses, cuando le piden que vaya a Asturias para tranquilizar los áni-mos de aquellos habitantes, contestando que «consideraba vano elempeño de reducir con exhortaciones a un pueblo tan numeroso yvaliente y tan resuelto a defender la libertad». Así mismo, nos re-cuerda que quisieron hacerle Ministro del Interior para que lograrael orden en España, pero él piensa que precisamente el desordenque reina es la mejor prueba del furor que incita a los españoles.Llegan a nombrarle, sin su consentimiento, para ocupar este minis-terio. Al rey José le decía que se lo impedía la salud aceptar tan hon-roso puesto, pero lo que le impulsa a ello era su repulsa al invasor ysu fidelidad a la patria.

Interviene su íntimo amigo, el conde de Cabarrús, para lle-varle a las filas de los afrancesados, lo que le condujo a la rupturatotal con él: no podía ser amigo de Jovellanos quien careciera deamor patrio. Le dice a Cabarrús que puede entender que al principio

XXXVI JOVELLANOS

haya abrazado el partido menos justo, pero que le siga y trate dejustificarle cuando ya no le queda otra salida al invasor que la con-quista de la nación, esto es lo que ni el honor ni la razón podríandisculparlo. Lo consideraba apóstata de la patria.

Un paso más en su entrega al servicio público lo da cuandosus paisanos de la Junta General del Principado de Asturias le nom-bran para que junto con otro nos representase en el gobierno cen-tral. Confiesa él mismo su perplejidad por haber aceptado tal cargo,pero al fin, dice, el amor a la patria venció su repugnancia y sus re-paros, renunciado, eso sí, a la asignación que por dietas le darían.Destaca el P. Bernardo acerca del Jovellanos de este momento suenorme trabajo en Madrid y el ingente esfuerzo en quien ya tenía65 años. Leyendo sus escritos y correspondencia hay que decir delilustre gijonés que fue uno de los primeros patriotas, uno de los pri-meros defensores de la independencia nacional. Cuando se consti-tuyó la Regencia, lo que Jovellanos cosecharía de su entrega a lacausa de la libertad como miembro de la Junta Central no sería sinoingratitud, calumnia y vilipendio, siendo escarnecido junto con losdemás verdaderos y más legítimos defensores de las grandezas pa-trias. En cartas escritas a un amigo se percibe la amarga desilusiónde su espíritu.

7.10. JOVELLANOS REPRESENTANTE DE ASTURIAS EN LA JUNTA CENTRAL

Después de haber leído esta semblanza de Jovellanos, escritapor Fray Bernardo Martínez Noval, hay que concluir que más quebiografía es un canto de alabanza, hecho por un entusiasta y con-vencido jovellanista de Valdesoto, publicada en 1911 para honrarlocon motivo del centenario de su muerte. Y podemos terminar conpalabras de este fraile agustino de Castiello afirmando de este in-signe patricio gijonés que en su avanzada edad no disponía más quede su preclara inteligencia, de su heroico corazón, que era tambiéngrande, saturado de patriotismo, de amor a España, por cuya feli-cidad había sacrificado su vida, sus intereses, su salud, todo su pa-trimonio. Murió como mueren los buenos, pero sin encontrar quienllenara el enorme vacío que dejaba con su muerte.

Introducción XXXVII

Es indudable que Jovellanos es una de las principales gloriasde Gijón y también una importante riqueza de Asturias. Fray Ber-nardo nos ha presentado a este ilustre gijonés como portador de va-lores sublimes. Su vida es una invitación a vivir en la verdad, en lajusticia, en la rectitud, en la buena conducta, en la inteligencia, enla entrega y en el servicio al bien común, libre de cualquier interésbastardo. Además, ha luchado por aquello en lo que creía, ha resis-tido firme el embate no sólo de sus enemigos de aquí de adentro,sino de los que llegaron de afuera invadiendo nuestras tierras.Luchó para vivir en la libertad personal y luchó por la libertad detodos asumiendo, estando ya viejo y enfermo, el compromiso polí-tico que le confío la Junta de Asturias. Para los creyentes es tambiénuna lección de fe. Nuestro fraile de la Orden de San Agustín, obispoque sería de Almería, destaca también en él su gran fuerza interiorque, en gran medida, piensa él, le da su fe cristiana. Es esta una bio-grafía que nos descubre sobre todo el espíritu interior que animó aeste nuestro personaje, que vivió una vida de una inagotable fe-cundidad, que, tanto por lo uno como por lo otro, es sencillamenteseductora, capaz que crear admiradores, y, quizás, capaz así mismode incitar a algunos a ser discípulos de este Jovellanos que fue so-bre todo maestro de sabios consejos, de buenos sentimientos y ex-celentes comportamientos.

XXXVIII JOVELLANOS

JovellanosFR. BERNARDO MARTÍNEZ NOVAL, O. S. A.

El 27 de Noviembre de 1811 bajaba al sepulcro el hombre que ha-bía representado las últimas energías de un pueblo varonil,

grande, patriota, gobernado hasta los albores de 1789 por el más ex-perto de los Borbones. Y bajaba al sepulcro lleno de pesadumbre,con muy pocos amigos que le consolaran, como si la soledad y eldesamparo fueran el único patrimonio de su vejez. El pueblo cuyasvirtudes cívicas tan de cerca había admirado, aquella raza vigorosacuyas conquistas llegaron hasta los confines de la tierra, hallábaseya convertida en juguete de la ambición. Pudo aplicársele a la po-bre España el epitafio escrito años después sobre sus casi humean-tes despojos:

Roto el respeto, la obediencia rota, de Dios y de la ley perdido el freno, vas marchando entre lágrimas y cieno y aire de tempestad tu rostro azota.

[Gaspar Núñez de Arce]

El hombre que, según dictamen de la más severa crítica, ha-bía sido «religioso sin afectación, ingenuo, sencillo, amante de laverdad, aficionado al orden, suave en el trato, firme en las resolu-ciones, incansable en el estudio, fuerte para el trabajo», después dehaber recibido los últimos auxilios de la Religión, dejaba de existir,preso de mortales melancolías por los infortunios en que hallábaseenvuelta su querida Patria. Era quizás el postrer eslabón de la áu-rea cadena que había unido muchas edades llenas de gloria,… y quedestruíase para siempre por la rapacidad del tirano, por el egoísmoy la ineptitud de nuestros gobernantes. Don Gaspar Melchor deJovellanos es un genio cuya historia no se ha escrito sino despuésde haber estudiado las vicisitudes de muchas épocas, porque veíaen lontananza todos los acontecimientos desarrollados en días pos-

teriores. La crítica ha tenido que rendirse ante la realidad en la formapresentada por el más sincero de nuestros patriotas. En él se recon-centran muchas edades y abarca muchas generaciones; su vida esla vida del que sucumbe en los fragores de la lucha, pero coronadassus sienes con la aureola de la inmortalidad5.

El pueblo astur, y con éste la nación española, tributan al in-signe patricio los homenajes de gratitud y respeto quo se tributa alos héroes. Adelantóse la memoria de su fallecimiento, porque en éltodo se confunde. Su muerte presentíase desde que la Patria vio en-negrecido su suelo con la más infame de las traiciones. Rindamostambién al héroe el tributo de admiración, tejiendo en torno suyo lahumilde corona formada por los cantores de sus grandezas. Haypara ello materiales abundantísimos, porque es mucho lo que el ilus-tre gijonés ha dejado a la posteridad. Su cuna y su juventud, su la-bor, sus persecuciones, su patriotismo y sus virtudes, quizás seanlos principales puntos de vista que ofrezca a los lectores.

4 JOVELLANOS

5 «Jovellanos –ha escrito uno de sus más entusiastas admiradores– quieredecir, no este o aquel error, ni esta o aquella preocupación de su siglo, de su gene-ración o de su escuela, que llevó en sus acarreos el tiempo; no. Jovellanos quieredecir, para el que debidamente lo analiza, religión sin supersticiones, patriotismosin patrioterías, ilustración sin descreimiento, reformas sin revoluciones, orden sinarbitrariedad, autoridad sin despotismo, libertad sin licencia, justo medio sin ex-tremos viciosos, sentido moral y sentido común, honradez y caballerosidad, en unapalabra, españolismo en todo el sentido propio, genuino, tradicional y castizo delhistórico modo de ser de esta tierra hidalga, que ha sabido dar como nadie almundo el ejemplo vivo de una democracia práctica, elevada y gigante, encarnadaen las formas populares hasta no más de la libre y gloriosa Monarquía española».A. Pidal y Mon.

I

Memorias familiares

El incansable jovellanista don Julio Somoza nos ofrece copiosísi-mos datos, que fácilmente podrá recoger el historiador y el crí-

tico para juzgar al hombre «en quien la virtud y el talento logran sumás alta personificación». Entre estos datos aparecen las Memoriasfamiliares del consejero fidelísimo, escritas «para servir a sus com-patriotas o de enseñanza o de escarmiento»6. En ellas dice que sufamilia «era contada entre las nobles y distinguidas de la villa deGijón, desde los fines del siglo XV». Don Juan García de Jove, doñaAldonza Fernández de la Bandera, doña Isabel Ramírez de las Alas,don Fernando, doña Lucía de Jove y don Francisco de Llanos Tejera

6 SOMOZA, Julio: Jovellanos. Nuevos datos para su biografía. Recopilados porDon… Adornados con la genealogía de Jovellanos, su retrato hecho por Goya, el facsímilde su firma, su escudo, escribanía y sillón, y su sepulcro.- Madrid, Rubiños, impresor.Biblioteca de La Propaganda Literaria de La Habana, 1885. (Habana, 1884), pág. 1,«Memorias familiares» escribe:

«Si alguno pensare que a esto (a escribir sus Memorias) me mueve el orgu-llo o el deseo de alta fama, se engaña; porque no conozco el primero, ni tengo enqué fundar el segundo. Y aunque es para mi muy dulce la esperanza de que minombre no quedará enteramente sepultado en el olvido, no es porque crea que serécelebrado con aplauso, sino recordado con lástima y ternura. Habiendo deseadollenar las obligaciones de mi estado en todos los puntos de mi vida, y habiendoprocurado contribuir al bien de mi Patria con todas las fuerzas de mis cortos ta-lentos, que desee a lo menos la buena memoria de mis compatriotas, y aunque cualla solicito, no puede ser atribuido a vanidad, ni ser condenado como ligereza.Porque si nos está recomendado el cuidado de nuestro buen nombre y fama, el de-seo de alcanzarla por honestos medios, no puede no ser contado en el número delas virtudes».

forman los primeros sillares de esta gran familia, cuyos últimos des-cendientes, don Francisco G. Jove y Carreño y doña Francisca JoveRamírez, cuidaron de educar muy cristianamente a sus hijos e ins-pirarlos aquellos sentimientos religiosos que tanto habían de con-tribuir a que uno de ellos sufriera con resignación las amarguras deque había de estar saturada su vida7.

Fueron trece hermanos, y de éstos cuatro murieron en la in-fancia; no cita sus nombres. Los nueve restantes eran don Miguel,fallecido a los dieciocho años de dolencia no conocida por los mé-dicos; doña Benita, señora de raro talento y virtud; doña Juana Ja-cinta; doña Catalina de Sena; doña Josefa, a cuyas virtudes tributajustísimos elogios; don Alonso, don Francisco de Paula, don Gaspary don Gregorio.

La brevedad me obliga a omitir los pormenores que el cariñofraternal ha dedicado a cada uno de los que aquí se mencionan; bás-tenos saber que todos ellos han sabido conservar las virtudes mo-rales y entereza de espíritu que caracterizaron al prisionero deBellver. Hay, sin embargo, una nota que debe reproducirse, por larelación íntima que guarda con el único convento agustiniano queexistía en Gijón en aquella época. Véase lo que sobre el particularescribió el mismo Jovellanos:

«La última hermana fue doña Josefa, distinguida en su juven-tud por su extraordinario talento y gracias, y en el resto de su vidapor su caridad y virtud ejemplar. Había nacido después que yo, ydada en matrimonio a don Domingo González de Argandona, Procu-rador general en Corte del Principado de Asturias sin la aprobaciónde los parientes, que desdeñaban este enlace como poco correspon-diente al lustre de la familia; pero con juicioso acuerdo de mis padres,que prefirieron a esta consideración de vanidad el aprecio de las re-comendables cualidades con que Argandona realzaba su noble, aun-que menos ilustre nacimiento. Trasladada a vivir en la Corte, fue allítan amada de su marido como generalmente estimada, así por suagradable trato […], como por su recomendable conducta […].

6 JOVELLANOS – B. Martínez Noval

7 Obras publicadas e inéditas de D. Gaspar Melchor de Jovellanos.- Col. hecha eilustrada por Don Cándido NOCEDAL.- Madrid, M. Rivadeneyra, Impresor-Editor,1858-1859.- T. I, pág. VI.

»Tuvo mi hermana en este matrimonio tres hijos: dos hem-bras, doña Vicenta y doña Isabel, que fallecieron antes de llegar a lapubertad, y un póstumo, que nació y murió a pocos días de lamuerte de su padre. Tantas y tan graves pérdidas hicieron en suánimo la más viva impresión. Después de pasar algunos años en lacasa paterna cuidando de la administración de sus fincas […], se re-tiró a vivir en Oviedo y gozar allí la compañía de nuestra hermana,la condesa de Peñalva. Allí, no sólo estableció una vida retirada ydevota, sino que fue el ejemplo y se hizo como la directora de todaslas señoras del pueblo que estaban animadas del mismo espíritu.Ardiendo en la más pura y activa caridad, después de pasar en eltemplo la primera parte del día, destinaba todo el resto a asistir yconsolar a las infelices de su sexo, que por reclusas en la cárcel o enla galera, o por dolientes en el hospital, excitaban más vivamente sucompasión. Su caridad era tan discreta como su virtud ilustrada ysólida. No se contentaba con socorrer a estas infelices, sino que lasinstruía enseñándoles y explicándoles la doctrina cristiana; las acon-sejaba dándoles oportunos documentos de virtud y conducta, y lasconsolaba con amigables exhortaciones a la paciencia y resignación.Pero, sobre todo, cuidaba de inspirarles amor al trabajo, y cono-ciendo que la ignorancia y la ociosidad eran el primer origen de susdesgracias, no sólo les representaba los bienes del honesto trabajo,sino que enseñaba a hilar, hacer calceta y coser a las que no sabíanestas labores, y buscaba y proporcionaba a todas trabajo para esti-mularlas más y más con el aliciente de la ganancia. A su ejemplo sededicaron otras señoras a ayudarla en tan piadoso ejercicio, ycuando pudo concebir la esperanza de dar alguna consistencia a esteestablecimiento de caridad, buscó para su apoyo la autoridad pú-blica. Valióse, a este fin, de don Carlos de Simón Pontero, que comogobernador del Principado y Regente de su Real Audiencia no sóloabrigó el pensamiento, sino que aprobó una especie de Reglamentoque mi hermana formara, y encargó la dirección espiritual de estainstitución al Doctor don Félix de Bobes, cura rector de la parroquiade Santullano, extramuros de Oviedo. Así siguió por algunos añosmi hermana dirigiendo esta piadosa y útil asociación, animando alas demás asociadas en este piadoso ejercicio y aumentando cadadía su número, sus medios y su fruto, con gran provecho y edifica-

I. Memorias familiares 7

ción del público, cuando su particular director, el Canónigo digni-dad de Oviedo don Lucas Zarzuelo, sujeto de más celo y virtud queilustración, hallando los progresos de virtud que su hija de confe-sión hacía en la virtud y creyendo conducirla a mayor perfección enel claustro, le inspiró, o si nació de ella, le fomentó el deseo de reti-rarse a él; y como si no hubiera abandonado el mundo la que sóloveía en él las miserias y aflicciones de sus prójimos para socorrer-las y consolarlas, o como si pudiese haber una virtud más sublimeque la caridad, que es la mayor, y la fuente y apoyo de todas las vir-tudes cristianas, acordaron que tomase el velo en el convento de re-ligiosas recoletas de San Agustín de Gijón, situado en terreno de micasa y contiguo a ella. Poco tiempo antes esta buena hermana, quesiempre me distinguió en su amor de todos los hermanos, me habíadescubierto su deseo de retirarse al claustro, y yo le había repre-sentado tan fuertemente mi desaprobación, que me pareció rendidaa mis razones. Díjela que, retirada ya de todo trato, enteramente de-dicada al ejercicio de la caridad, y cuando conocía el copioso frutoque de ella y de su ejemplo resultaba en favor de tantas infelices,privarlas de su auxilio y consuelo para sepultarse en un claustro, nopodía nacer de alta inspiración y lo debía mirar como efecto de suextraviada imaginación. Pero, pasado algún tiempo, fuese que nopudo reprimir la vehemencia de su deseo, o que su director la in-dujo a ejecutarle, ello es que lo verificó súbitamente y con tanto se-creto, que, aunque avisado el mismo día, procuré estorbarlo pormedio de una enérgica carta a su director, ya, cuando yo la escribía,estaba mi hermana cubierta con el velo a pocos pasos de mi casa8.Tan decidida fue su resolución, que antes de venir al convento ha-bía ya distribuido todos sus bienes entre sus parientes más necesi-tados, salvo los que destinó: 1.°, para la dotación de una escuelapara la enseñanza de veinticuatro niñas huérfanas, que antes habíafundado y fomentado; 2.°, para la de un Penitenciario en el mismoconvento; y 3.°, la casa y hacienda llamada de Las Figares que nosdejó a nuestro hermano Francisco de Paula y a mi, y al que de los

8 JOVELLANOS – B. Martínez Noval

8 En el archivo del Convento de Agustinas existen algunos datos (pocos),en los cuales consta que tomó el hábito el 6 de Julio de 1793; al siguiente año hizosu profesión religiosa el día 7 del mismo mes de Julio.

dos sobreviviese. Su vida en el convento fue ejemplarísima. Fallecióen él en 1807, en olor de santidad, y su sólida virtud, unida a su ex-traordinario talento, después de haberle conciliado la veneración desus hermanas y de todo el pueblo, dejaron en pos de sí una memo-ria que durará, entre los moradores de Gijón, mientras fuese en élapreciada la virtud. En sus últimos días fue afligida de una agudí-sima enfermedad, a que pudo dar causa la pena que le causó miarresto y traslación a Mallorca, porque el amor que nos habíamosprofesado, había crecido y fortificádose con el trato, siendo yo laúnica persona de quien recibía visitas en el convento, y a quien re-curría diariamente para ejercitar su ardiente caridad; y sería muyingrato a su tierno cariño si, escribiendo las Memorias de mi vida, noconsagrase a la suya estas pocas líneas, regadas con mis lágrimas»9.

I. Memorias familiares 9

9 SOMOZA, Julio: Jovellanos. Nuevos datos… .«Memorias familiares», págs. 5-7.En las Memorias no se desciende a particularidades que no sabía o que no

ha querido descender Jovellanos. Son curiosas y útiles para la biografía que haya dededicarse a la ejemplar religiosa agustina.

En Junio de 1793 celebraron Capitulo las monjas de Gijón, y aunque era aúnnovicia, se determinó lo siguiente: «La Madre Josefa de San Juan Bautista, desdeel día que profese, será Depositaria». El 26 de Junio de 1797 fue nombrada Prioradel Convento, dispensando el Sr. Obispo los años que le faltaban de religión. Ejercióeste cargo hasta el 19 de Noviembre de 1799, en que hizo renuncia del priorato, noobstante faltar sólo siete meses para completar el trienio. En el nuevo Capítulo la hi-cieron Tornera, uno de los principales cargos de la Comunidad, y en los Capítulosde 1802 y 1805 fue nombrada Consultora.

Soy deudor de estos detalles a la actual Priora de las Agustinas, y esperome faciliten otros más importantes para la historia de aquel Convento.

Una de las religiosas Agustinas de Gijón, que murió hace dos años, a los no-venta de edad, decía a sus hermanas de hábito (sin duda por haberlo oído a las an-tiguas de su tiempo) que la Madre San Juan era mortificadísima, y se cita el hechode usar siempre pañuelos de lana, no obstante gastarlos todas las demás de hilo.Cuando cobraba algo de las muchas rentas que sus bienes producían, con muchahumildad suplicaba a la Madre Priora diese (si le parecía bien) algún extraordina-rio a toda la Comunidad.

Durante el noviciado fue cuando manifestó su deseo de fundar las escue-las para las veinticuatro niñas pobres. Lo llevó a cabo, y aún existe, a pesar de ha-berse perdido algunas de las casas que había destinado para la pensión de lamaestra, gasto de material, para un vestido que anualmente daba a las niñas y parauna parte de la dote cuando tomaran estado.

Parécenos perfectamente justa la contrariedad de Jovellanosal privársele de la hermana querida, modelo de tan acrisoladas vir-tudes. En su lenguaje no se refleja más que un sentimiento tambiénjusto; pero no califica, ni podía calificar, la resolución de «abusivosprocedimientos en el confesonario», como lo calificara el ilustre au-tor de Las Amarguras. Aquella contrariedad en nada había desvir-tuado el amor primitivo: las almas buenas son siempre generosas,y la virtud sabe rendirse ante los misteriosos designios de laProvidencia. La Madre San Juan fue en el claustro un modelo de vir-tudes evangélicas; por eso su vocación no ha podido ser el productode imposiciones caprichosas; en éstas, tarde o temprano, se ve la in-tervención del hombre, descúbrese y llega al fin el arrepentimiento;las cosas violentas, por lo general, no subsisten. ¿Para qué censuraral Clero en un asunto como éste, y a qué confundir con la realidad loque no deja de ser una mera hipótesis?

Todos los biógrafos convienen en hacer resaltar, de un modoindiscutible, las extraordinarias dotes de inteligencia, de rectitud,de religiosidad, y la buena índole que distinguían a Jovellanos desdesu niñez. Esto mismo impulsó a sus padres a imbuirle la idea deabrazar el estado eclesiástico, contando como base el beneficio deSan Bartolomé de Nava, cuya presentación pertenecía, por derecho,a doña Isabel de Jove Ramírez, Abadesa del Monasterio de SanPelayo, de Oviedo10. Cursó las primeras letras y latinidad en Gijón,filosofía en Oviedo, leyes y cánones en Ávila, y de aquí pasó a Al-calá de Henares a perfeccionar sus estudios. Consiguióle una becaen el Colegio Mayor de San Ildefonso el venerable prelado abulensedon Romualdo Velarde y Cienfuegos, entusiasta y decidido protec-tor de todo lo grande, y extremadamente generoso para sus paisa-

10 JOVELLANOS – B. Martínez Noval

10 SOMOZA, Julio: Jovellanos. Nuevos datos… «Memorias familiares», pág. 7.manifiesta:

«D. Alonso, antes de la muerte de mi hermano Miguel, fue destinado a laiglesia, y provisto en el beneficio de San Bartolomé de Nava, que le presentó nues-tra tía doña Isabel de Jove Ramírez, Abadesa del Monasterio de San Pelayo deOviedo. Pero muerto el hermano primogénito y recayendo en él el derecho de su-cesión, renunció el beneficio. Ofrecióse después a nuestro hermano Francisco dePaula, que ya destinado a la marina, no le quiso admitir. Vino, por lo tanto, a re-caer la presentación en mí, que entonces acababa da cumplir trece años».

nos, los jóvenes de Asturias. Había recibido ya Jovellanos la primeratonsura y estaba dispuesto a disputarse la canonjía Doctoral de Tuy,cuando sus amigos y alguno de sus parientes le disuadieron a quecontinuase la carrera eclesiástica, persuadidos de que su labor ha-bía de ser mucho más útil y beneficiosa para la familia y para laPatria, de emprender otros rumbos más en armonía con las necesi-dades de la época.

El Sr. Nocedal, menos escrupuloso que don Julio Somoza, noha vacilado en hacer suyas las frases de Ceán Bermúdez, en las quese describe el carácter de Jove Llanos. Y ha tenido sobrada razón alprescindir de los móviles de la gratitud, porque en las mismasMemorias, y en los escritos del austero magistrado se descubre su re-ligiosidad sin preocupación, su sencillez y su fortaleza para el tra-bajo. ¿Y por qué hemos de poner en duda lo demás que de él diceel agradecido y consecuente compañero? Le estudió muy de cerca,y aun cuando la gratitud se muestre en ocasiones legítimamenteexagerada, no será lícito poner en duda su testimonio. A Ceán de-bió acudir con mucha frecuencia el insigne apologista de JoveLlanos, Sr. Nocedal, como han acudido la mayoría de los biógrafos,por la razón sencilla de haber conocido más de cerca que ningunoal que se constituyera en su protector y maestro. Pero aun el Sr.Somoza, cuya labor jovellanista puede considerarse como una delas primeras de cuantas se han publicado hasta el presente, si en oca-siones prescinde del fiel discípulo de Jove Llanos, es sólo con elplausible fin de robustecer sus apreciaciones, utilizando los riquísi-mos veneros de información que le suministran las obras y apuntesinéditos de su biografiado.

Previas estas observaciones, se pueden señalar los rasgos fun-damentales y característicos del ilustre gijonés, que consistieron enla suavidad de su condición, en la firmeza de carácter, en ser agra-decido a sus bienhechores, de ánimo candoroso y recto, «aunquedemasiado tenaz en sus propósitos». «La flaqueza de elogiarse», quele atribuye el Sr. Nocedal, tiene su explicación. O no era su intentoentregar al público los trabajos en que aparecen tales elogios, o in-trodujo aquellas frases laudatorias una mano extraña, don Rafaelde Villarmil, continuador, según observa el Sr. Somoza, del curso de«Humanidades castellanas», en el que se alude al Delincuente hon-

I. Memorias familiares 11

rado. Pero aun en el supuesto de que estas apreciaciones no satisfa-gan a muchos, no parece inverosímil lo apuntado por el Sr. Nocedal,cuando dice que todos los hombres tienen sus flaquezas, y que endon Gaspar aparecen rasgos de candorosa sencillez, muy compati-bles con el lenguaje empleado en el seno de la amistad o de su pro-pia familia11.

No se nos dice con exactitud cuál haya sido el móvil que le in-dujo a dejar la carrera eclesiástica. Los consejos de sus amigos y eldecidido empeño de su tío el duque de Losada, parecieron influiren su ánimo de una manera quizás decisiva.

Negar que haya sentido dentro de su corazón la llama deamores lícitos parecería absurdo. En una gran parte de sus compo-siciones poéticas se descubre al hombre que ama, y, a veces, sin seramado. Los delicadísimos versos que dedica a Galatea, a Enarda, aClori y aquellos en que se conduele de que «amor» le haya arrojadode su dulce imperio, etc., etc., son indicio de estas debilidades queen un día llegaron como a apoderarse del poeta. Él mismo lo decla-raba a su hermano. «Mis versos, dice, contienen una pequeña his-toria de mis amores y flaquezas; mira tú si, estando yo arrepentidode la causa, podré hacer vanidad de sus efectos12. Por lo común, a

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11 SOMOZA DE MONTSORIU, Julio. Las amarguras de Jovellanos. Bosquejo biográ-fico con notas y setenta y dos documentos inéditos.- Gijón, Imp. de Anastasio Blanco,1889. Págs. 10-11. Somoza comenta:

«No es que desdeñara la celebridad; no, seguramente. A largo trecho, vis-lúmbrase en sus escritos esta natural aspiración. Unas veces escribe a su hermanoPaulino, dándole a entender que se contentaría con que un árbol recordase a la pos-teridad su nombre, llamándose el sauce de Jove Llanos. Otra, discurriendo con elCorregidor de Gijón sobre inscripciones, le significa que quedaría sobrado recom-pensado si la puerta de la villa pudiera llamarse la Puerta de Jove Llanos. Y en la ad-vertencia testamentaria que hace a sus parientes para que perpetúen su apellido,y en la triste celebridad que anuncia para el castillo de Bellver, por haber sido suprisión; y en las frases de júbilo con que le acogen los aragoneses en Zaragoza y enTarazona, parece transparentarse el justo y legitimo deseo de aspirar al aplauso delos contemporáneos y venideros».

12 Obras publicadas e inéditas de D. Gaspar Melchor de Jovellanos. «Discurso pre-liminar» por Cándido NOCEDAL.- T. I, págs. LIV, 2 y 5.

Hablando «A Paulino» de sus versos, le dice con delicadísima ingenuidad ycandor:

cualquiera de estas composiciones, sigue un pronto arrepentimiento». Eranel fruto de sus ocios juveniles. Los escondía, no sólo de la vista delpúblico, sino también de la mayor parte de sus amigos13.

«Viéronlos solamente aquellos pocos a quienes una íntima ysencilla amistad y una perfecta confrontación de sentimientos y deideas tuvo siempre abiertas las puertas de mi corazón. Por lo demás,estos versos han sido siempre un misterio ignorado y escondido».Nada le obligaba tanto a esconderlos como el asunto sobre que ge-neralmente recaían.

En estas y otras declaraciones que contiene la carta escrita asu hermano mayor don Francisco de Paula ¿no se traduce que la afi-ción y los entretenimientos juveniles eran el móvil único de todossus versos, sin concretarse a personas amadas, y que sólo existieranen la fantasía del poeta? Pareceríame esto lo probable y, si se quiere,lo más seguro. En las imprudentísimas y extemporáneas adverten-cias que le dirigía el señor Peláez Caunedo insinúase, con bastanteprecisión, lo que fue Jove Llanos en su misma juventud. «Me acon-

I. Memorias familiares 13

… Si os reprendierepor libres y sencillos,y el tono licenciosoculpare acaso esquivo,decidle solamenteque fuisteis concebidos,unos del ocio blandoen medio del descuido,otros de los negociosen medio del bullicio,y otros, al fin, en mediodel fuego más activode amor, y en el tumultode los años floridos.

13 (Ibidem, pág. 5). Lo dice él mismo:

Vivid por tiempo largo,contentos y escondidos,en el virtuoso pechode mi caro Paulino.

seja que cuide de gobernar mi casa y tomar estado. El primer con-sejo viene a tiempo, porque no vivo de diezmos y cobro mi sueldoen vales; el segundo tarde (era en 1799), pues quien de mozo no seatrevió a tomar una novia por su mano, no la recibirá de viejo de lade tal amigo».

Dada su seriedad, su constancia en el trabajo, sus ocupacio-nes y sus costumbres austeras, es de suponer que el cambiar deEstado no ha sido el producto natural de amorosas conquistas parael porvenir, ni el deseo de buscar una vida menos casta que la delsacerdocio14. No habrá, por lo tanto, inconveniente alguno en seguirla opinión, más en armonía con sus resoluciones, de que murió cé-libe, por creer que, habiendo recibido la primera tonsura, parecíamás digno consagrarse voluntariamente a la castidad15.

14 JOVELLANOS – B. Martínez Noval

14 BAUMGARTEN, H, Revista Contemporánea, t. XII. Madrid, núm. 47, noviem-bre y diciembre, 1877.

Creo inadmisible lo escrito por H. Baumgarten, por considerarlo destituidode todo fundamento. El escritor alemán dice que el duque de Losada y el marquésde Casa-Tremañes, tío y primo respectivamente de Jovellanos, le aconsejaron queno siguiese la carrera eclesiástica, «que empezaba en aquel tiempo a oscurecersepor causa de la tendencia marcadamente anticlerical del rey, como lo probaba elhaber sido nombrado Aranda presidente del Consejo de Castilla. Hasta entoncessólo los clérigos habían sido promovidos a esta dignidad, la más alta del Estado;en Aranda se vio el primer presidente seglar del alto Consejo, siendo sus senti-mientos tan favorables al poder temporal y tan decididamente contrarios a las tra-diciones jerárquicas, que hizo en el acto que la carrera jurídica fuese antepuesta a lade la tonsura. La mayor parte de estas afirmaciones parécennos gratuitas, desti-tuidas de fundamento y en pugna con el carácter y la seriedad de Jovellanos.

15 Obras publicadas e inéditas de D. Gaspar Melchor de Jovellanos. T. I. «Discursopreliminar» por Cándido NOCEDAL. Pág. LIV.

II

Vida pública

Lo que apellidaremos vida pública de Jovellanos no empieza, puededecirse, hasta el año de 1768. Aunque en su delicadísima epístola

al Agustino P. Miguel Miras le dice que desde Alcalá de Henares:

… trepar osé al Parnaso por cima de escarmientos. Imberbe aún, y falto de inspiración y fuego, tenté del sabio Apolo subir al trono excelso.

su nombre apenas había salido de las aulas universitarias. Admi-rábanle sus maestros y la bulliciosa y siempre alegre juventud com-plutense, pero no la sociedad, a cuyo saneamiento tanto había decontribuir el ilustre gijonés.

Carlos III, cuya rectitud y grandeza no es fácil discutir, cua-lesquiera que hayan sido sus debilidades, nombró a Jovellanos al-calde de la Sala del crimen y oidor sucesivamente de la Audienciade Sevilla. La conducta del recto magistrado, su proceder, sus des-velos en la capital andaluza necesariamente habían de producir enel Monarca la satisfacción que produce siempre la incondicionadaesclavitud del vasallo al cumplimiento del deber.

Los días que el joven jurisconsulto permaneció en la ciudadde sus amores pareciéronle muy cortos. ¿Qué significan diez añostranscurridos todos ellos en un ambiente de felicidad, de satisfac-ciones íntimas, de labor constante, sin los recelos, sin los temores de

un porvenir saturado de innobles concupiscencias? Pero la fideli-dad obligábale a seguir incondicionalmente las disposiciones delMonarca. Sabedor éste de las bellísimas prendas que caracterizabanal noble funcionario público, le confirió en Madrid el delicadísimoempleo de alcalde de Casa y Corte.

La capital de España no era, no podía ser el ensueño de Jove-llanos. Deseaba otra vida más oculta, menos expuesta a las intrigasde la Corte, más en consonancia con sus ideas, con sus sentimientos,con su carácter. Su corazón habíase movido constantemente a im-pulsos de la gratitud, ¡y tenía que abandonar a tantos amigos, y se-pararse de aquel ambiente donde se había desarrollado su alma!Dejaba en Sevilla a sus maestros, a sus artesanos, a sus pobres, a losque formaban como una parte de su propio ser. Este sentimiento, lahonda pena que lo produjo aquella forzosa separación, la insinúa de-licadísimarnente en las sentidas estrofas dirigidas a sus amigos. Sedespidió de todos, y quizás para siempre, con

… el corazón cubiertode triste luto y del continuo llantoprofundamente aradas mis mejillas…

Ya entonces parece como que adivinaba las amarguras delporvenir.

¡Ay! ¿dónde iré á esconder, de ti distante y de tu dulce vista, mi congoja? ¿En qué clima, del mundo hallar pudiera algún solaz esta ánima mezquina? Sumergido mi espirtu en un profundo golfo de congojosos pensamientos, va mi cuerpo arrastrado al albedrío de los crueles hados…

Y describe luego en la maravillosa epístola la rapidez con quelas mulas le apartan de la hermosa Betis; la voz del rudo mayoral,el ruido de las discordes campanillas, el chasquido del látigo, elronco y amenazante grito del blasfemo zagal y el confuso tropel con

16 JOVELLANOS – B. Martínez Noval

que las ruedas, deslizándose sobre el carril pendiente y pedregoso,vuelven raudas en el eje rechinante, destrozando a un tiempo suoído y su corazón. Para aquella alma no había consuelo ni en los ale-gres campos, ni en la bulliciosa juventud, ni en las verdes laderasdonde jugueteaba el tierno corderillo.

Ni toda, en fin, la gran naturaleza, en su estación más rica y deleitosa,le causa algún placer al alma mía.

Después de dedicar dulcísimas frases a los seres queridos queabandonaba, pregunta el poeta:

¡Ay ¿dó lo arrastra su fatal destino?

Llévale, se dice a sí mismo, como presintiendo el porvenir

… a que en afán continuoespere la vejez, la edad del llanto,de cuidados y males combatida,y de los dulces años con la tristeremembranza, más triste y congojosa.Vendrá en pos de ella, aunque con lento paso,la perezosa muerte, único puertoa los extremos males…

Ya le veremos, transcurridos treinta años, volver a Sevilla des-trozada el alma por la ingratitud y la envidia, por la pérfida astuciade sus émulos y por la debilidad de proscritos gobernantes. Pero yano encontraba allí al prior Agustiniano, a su dulce Miguel

… gloria y honor del hispalense suelo, de pundonor y de amistad dechado, tesoro de virtud y de doctrina oculto empero en ejemplar modestia, y abierto sólo al pecho de Jovino,

II. Vida pública 17

ni al amado Caltaxar, buen esposo, buen padre y buen patriota; ni asu querido Isidro, apoyo de la santa virtud; ni a muchos de los com-pañeros de su edad florida, pedazos de su alma y dulces amigos.

Pero ¿a qué adelantar acontecimientos, si Sevilla nos ofrececopiosísimos datos de su labor?

Los cantores más imparciales de las glorias de Jovellanos ape-nas comprenden cómo aquella poderosa inteligencia ha sabido co-locar la toga del jurisconsulto a una altura casi incomprensible enuna época de continuas incertidumbres, y revelarse al mismo tiempoeminente en casi todas las manifestaciones del saber humano.

Preocupóle grandemente el estudio práctico de la economíapopular, y sus primeros ensayos consistieron en establecer escuelaspatrióticas de hilaza, en la introducción de un nuevo método depoda en los olivos y en la elaboración del aceite, producto de capi-talísima importancia en la región andaluza. Afanóse de igual modopor mejorar las tierras, los instrumentos de labranza y las pesque-rías. Procuró asimismo introducir el uso de prados artificiales, bus-cando en esta forma el bienestar de los pueblos. ¡Pocas gracias queSevilla entera se apresurase a concederle un puesto honroso en lasociedad de Amigos del País! Llevóle allí la labor inmensa realizadaen beneficio de la región. Ninguno como Jovellanos podía ostentartítulos que mejor acreditaran la justicia de su nombramiento.

Lo que más lo enaltecía quizás fuera el ejercicio de la miseri-cordia. Jovellanos era naturalmente compasivo, hasta el punto derenunciar en favor del pobre los honorarios inherentes a su empleo.Y eso que vivía en una posición muy poco desahogada. No obstantesu relativa penuria, encontraron cerca de él las clases más humildesde la sociedad un alma noble, caritativa y tierna, que supo remediarangustias y repartir consuelos. ¡Son tan raras estas virtudes cuandono se posee un corazón amoldado a las exigencias de la vida cris-tiana…!

Con sus consejos y bajo su dirección aumentaron notable-mente las artes y la industria doméstica. Su domicilio, aunque hu-milde, aunque pobre, fue como el centro al cual acudieron los sabios,los amantes de la literatura y los hombres de ciencia; unos y otrosafanábanse por pertenecer a la escuela del intachable magistrado.Hay que repetir –terminemos con la generalidad de sus admirado-

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res– que la vida de Jovellanos en Sevilla fue fecunda en verdaderassatisfacciones, y es porque hallaba en el trabajo su principal y máslegítima satisfacción.

Así se comprende que su traslado a la Corte de España pro-dujera un sentimiento universal entre los artesanos y labradores quebuscaron su protección y su consejo; entre los delincuentes cuyascárceles visitaba; entre los literatos, entre los hombres de gobierno,entre los verdaderos patriotas y entre los amigos que tan de cercahabían estudiado al varón justo, de irreprensible conducta, al deci-dido protector de todo lo grande. Y se comprende también la pro-funda pena que ha querido y que en parte ha logrado exteriorizaren la sentida carta a sus amigos de Sevilla. Jovellanos era agrade-cido y no se olvidaba de los que le hicieron feliz en la ciudad de susencantos.

De su larga correspondencia en Sevilla nos falta todo, o casitodo. De conservarla, ¡cuántas cosas podrían decirse! Allí es donderedactó, luminosísimos informes con el objeto de mejor la situacióneconómica del campesino y hacer menos amarga la vida del obrero,la vida de la clase media, obligada a veces a entregar a la usura elsudor de muchos años. En estos escritos se ve al hombre que estudiadesde cerca, en el terreno de la realidad, las vicisitudes del labrador,cuyos desvelos recibían una remuneración quizás insignificante.Compara Jovellanos en sus informes hechos con hechos, para, de-ducir consecuencias lógicamente encaminadas al desarrollo, v. gr.,del cultivo del aceite en la región andaluza, «donde la cosecha formaun ramo casi tan considerable y tan digno de la atención del Go-bierno como la del trigo». En el estudio informatorio sobre el esta-blecimiento de un Montepío en la ciudad de Sevilla, se descubre alsociólogo cristiano que busca por todos los medios la desapariciónde lo que con justicia llama «verdadero azote de las sociedades an-tiguas y modernas».

La necesidad de establecer un Montepío era evidente. ¡Y cómodescribe los verdaderos orígenes de todos estos establecimientos debeneficencia popular! El Emperador Tiberio, para prevenir las fata-les consecuencias originadas de la usura, abrió generosamente elerario público, y mandó distribuir entre las personas más adeuda-das grandes sumas de dinero, sin otra obligación que la de resti-

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tuirlo a los dos años, pero sin rédito alguno y bajo la seguridad deciertas fianzas. Con esto cesaron los clamores y evitóse que un grannúmero de ciudadanos quedara reducido a la última miseria. «Estaexperiencia –dice el autor– pudo haber dado a los romanos la ideade un establecimiento constante de esta clase que sirviese en todotiempo de freno contra las usuras y moderase los altos intereses deldinero; mas parece que esta gloria estaba reservada para la Romacatólica».

Extiéndese luego en disquisiciones llenas de sabiduría; estu-dia los orígenes de los primeros Montepíos creados en Italia, enFlandes, en Alemania y, por último, en nuestra Península; consignalas reglas por las que se gobernaron; habla de las agitadísimas cues-tiones habidas con motivo del interés y la resolución del ConcilioLateranense; analiza el régimen interno de los de Madrid y Grana-da, su organización, su estructura, etc., etc., para señalar las distin-tas bases que podían establecerse en el de Sevilla16.

«La prodigiosa flexibilidad y extensión de aquel entendi-miento» refléjase en todas sus obras: en la carta dirigida a don PedroR. de Campomanes, donde le incluye el original proyecto de Bancosde giro; en el notabilísimo dictamen «sobre el estado de la sociedadmédica de Sevilla y del estudio de medicina en aquella Universi-dad». Era ya el hombre cuya inteligencia extendíase con maravillosarapidez por la sobrehaz de los conocimientos humanos. Sus cartas,sus informes, sus estudios eran el reflejo de la fecundidad inagota-ble que en él descubrieron sus amigos, sus admiradores, sus bió-grafos, y más tarde sus adversarios.

A la ociosidad la había declarado guerra eterna. Las cuestio-nes jurídicas, las económicas, las de investigación, las de agricul-

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16 Obras publicadas e inéditas de D. Gaspar Melchor de Jovellanos. T. I.«Discursopreliminar» por Cándido NOCEDAL. Pág. IX, afirma:

«Encarecer cuánto se afanó por el establecimiento de un hospicio que lle-nase las grandes condiciones que él se proponía, es imposible. No parece sino queya leía en lo porvenir aquella alma elevada, movida por la caridad, los problemassociales que a algunos espíritus atrevidos estaba reservado plantear. Parece queadivinaba ya su inteligencia que andando los días habían de tener las casas de mi-sericordia un importante fin de gobierno, mayor aún que en los tiempos antiguos».

tura, las artes, el comercio, la industria, formaban, ya se ha dicho,una parte principalísima de sus estudios; pero el hombre necesitaalgún descanso, alguna distracción, algún alivio, porque las ener-gías intelectuales, por robustas que aparezcan, tienen sus límites.Estos momentos de reposo los invirtió Jovellanos «en la poesía amo-rosa» (aunque le pareciese «poco digna de un hombre serio»), enarrancar a su lira estrofas de infinito valor, o en encauzar las nece-sarias corrientes del teatro por las sendas que mejor se ajustara a lavida de los pueblos y al constante ejercicio de la virtud.

Es muy de lamentar que no conozcamos la fecha fija en quefueron trazadas todas sus composiciones poéticas. Este conoci-miento nos serviría para esclarecer dudas difíciles de resolver sin elconcurso de factores ciertos. El poderoso numen de Jovino llegabaya a lejanas tierras. Bien claramente se descubre en su epístola a losamigos de Salamanca:

… aquel jovinocuyo nombre, hasta ahora retiradode la común noticia, ya resuenapor las altas esferas, difundidoen himnos de alabanza bien sonantesmerced a vuestros cánticos divinos,y vuestra lira al sonoroso acento.

sin embargo, no es fácil distinguir las diversas fases del poeta porel desconocimiento de los datos concisos a que alude H. Baum-garten.

Era Jovellanos de los que predicaban con el ejemplo. En lahermosa epístola que acaba de citarse proponíase un objetivo emi-nentemente moralizador: ensalzar la virtud y deprimir el vicio.Encargaba al agustino P. D. González, su querido y fecundo Delio,que asociara su musa a la moral filosofía:

… y canta las virtudes inocentes que hacen al hombre justo y le conducen a eterna, bienandanza. Canta luego los estragos del vicio, y con urgente

II. Vida pública 21

voz descubre a los míseros mortales su apariencia engañosa, y el veneno que esconde, y los desvía dulcemente del buen sendero, y lleva al precipicio.Después con grave estilo ensalza al cielo la santa religión de allá abajada, y canta su alto origen, sus eternos fundamentos, el celo inextinguible, la fe, las maravillas estupendas, los tormentos, las cárceles y muertes de sus propagadores, y con tono victorioso concluye y enmudece al sacrílego error y sus fautores.

Al ardiente Batilo mándale que aplique a sus labios la sonantetrompeta para entonar hechos ilustres. Le pile que cante las gloriasde Sagunto y de Numancia, la derrota de las huestes berberiscas,los triunfos de Pelayo, las hazañas, las lides, las victorias que al im-perio de Carlos y de la Iglesia sujetaron un nuevo mundo más pin-güe y opulento. Al caro Liseno, por fin, le advierte que

… ya es tiempo de proscribir los vicios indecentes que manchan nuestra escena… Ensalza la virtud, persigue el vicio, y por medio del susto y de la lástima purga los corazones…

A los tres amigos les dice, por último, que pueden bajar alzueco humilde y describir con voz picante las costumbres domésti-cas, sus extravagancias y sus vicios.

Seguid, pues, este rumbo. ¡Qué tesoros descubriréis en él! ¡Será el teatro escuela de costumbres inocentes,de honor y de virtud!…

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Y a las palabras añadió las obras. Desde las columnas de estarevista hiciéronse muy acertadas reflexiones al hablar de Jovellanoscomo poeta, y hay que repetir que Juvenal hubiera envidiado algran satírico gijonés. Citáronse algunos de «sus entretenimientos ju-veniles». En muchos de sus versos se refleja la grandeza de un almaque sabe sentir y trasladar al papel la inmensidad de su dolor. Ensus arranques líricos se descubre al genio que se remonta hasta lasinaccesibles regiones de otra vida saturada de incomprensibles be-llezas. Mas esto no bastaba. Había que penetrar en la escena, susobras tenían que repercutir en el teatro para hacer amable la virtud,para ensalzar la inocencia y destruir el despotismo.

No importa que se repita algo, cuando menos, de lo escrito ennuestra publicación al estudiar a Jovellanos en sus relaciones con lapoesía; lo requiere el carácter de estos apuntes y su estancia en laciudad de Sevilla. Fue allí donde trazó el maravilloso drama en quehizo resaltar la discreción que ha de presidir en todo tiempo cuandose trate de aplicar las leyes. El Delincuente honrado, no obstante «lascontroversias y deserciones algo difusas», fue, según el mismoSr. Nocedal, la obra mejor escrita en aquellos tiempos. Colocó a su au-tor a una altura envidiada por muchos de sus contemporáneos. Nopodrá negarse que el teatro de entonces se vio enriquecido con unnuevo género de literatura, en el cual se discutían los más hondosproblemas jurídico-sociales. Aún transcurridos muchos años nos sor-prende la admirable trabazón de aquella obra, su finalidad y la deli-cadeza con que se discuten las disposiciones del soberano. Hay queadmitir que el crimen deja de serlo por las circunstancias y la diver-sidad de factores que han intervenido en su perpetración. Bien diceel Sr. Somoza que Jovellanos se adelantó a la crítica moderna. Las sa-bias observaciones del nobilísimo Torcuato constituyen las normas yprocedimientos jurídicos del porvenir. Don Simón representa unaedad que se extingue: «yo quisiera a los ministros de justicia más du-ros, más enteros. ¡Si tú hubieras alcanzado los ministros de mi tiempo![…] ¡Oh! ¡aquellos sí que eran hombres en forma!… Entonces se ahor-caban hombres a docenas… ¿Querrás creerme que, hablando la otranoche don Justo de la muerte de mi yerno, se dejó decir que nuestralegislación sobre duelos necesitaba reforma, y que era una cosa muycruel castigar con la misma pena al que admite un desafío que al que

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lo provoca? ¡Mira tú qué disparate tan garrafal! ¡Como si no fueseigual la culpa de ambos!» El esposo de Laura sostiene, por el contra-rio, como adelantándose a su tiempo, otras teorías más conformes conel carácter y aun el espíritu de las leyes. La buena legislación debeatender a todo, sin perder de vista el bien universal. «Si la idea quese tiene del honor no parece justa, al legislador toca rectificarla.Después de conseguido se podrá castigar al temerario que confundeel honor con la bravura. Pero mientras duren las falsas ideas, es cosamuy terrible castigar con la muerte una acción que se tiene por hon-rada. Si el reptado (que mata a su enemigo) fue injustamente provo-cado; si procuró evitar el desafío por medios honrados y prudentes, sisólo cedió a los ímpetus de un agresor temerario y a la necesidad deconservar su reputación, que se le absuelva. Con eso nadie buscarála satisfacción de sus injurias en el campo, sino en los tribunales; ha-brá menos desafíos o ninguno; y cuando los haya, no reñirán entre síla razón y la ley, ni vacilará el juez sobre la suerte de un desdichado».

Sabido es de todos que durante su permanencia en Sevillacompuso también el Pelayo, escrito, según él mismo dice, atropella-damente, en medio de una multitud de ocupaciones a que le teníansujeto el capricho o la necesidad. Trató de corregir los defectos deque adolecía, pero con poco fruto, porque los vicios originales deuna obra nunca ceden a la corrección. Sus versos los han clasificadoentre la prosa elegante y esmerada, como elegantes y esmeradasaparecen otras composiciones poéticas distintas del Pelayo. Las hayque acaso no revelen otra singularidad que el conocimiento de lassílabas que las componen, la cultura que en ellas se destaca y el len-guaje escogido que en todas aparece. De aquí lo convenientísimoque nos sería conocer la fecha exacta en que fueron trazadas las queapellida entretenimientos juveniles. Conoceríamos al aficionado yelocuente rimador y al verdadero poeta, porque existe una distan-cia incalculable entre el Paular y varios de sus entretenimientos; esla distancia que separa al poeta del hombre instruido.

Su traslado a la Corte constituye una nueva fase de su vidapública. La tranquilidad va alejándose poco a poco del corazón deJovino, por lo mismo que su figura adquiere cada día mayor relieve.Los hombres grandes son los que sufren, pero el sufrimiento noeclipsa su grandeza.

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III

Nuevos proyectos

La vida de Jovellanos fue en Madrid una vida de continuo movi-miento, de labor perseverante y de una constancia sólo conce-

bible en personas dotadas de sus energías. A él acudieron loshombres de mayor relieve en aquella sociedad, persuadidos de que,en su proceder, reconocía como base segura la meditación y el estu-dio, factores importantísimos para la solución de los múltiples pro-blemas que se le presentaban.

Ejerció en la capital del reino el delicadísimo y engorroso cargode Alcalde de Casa y Corte, no por su voluntad, sino por elección di-recta del mismo Rey. A muchos de sus contemporáneos les hubieraengreído la distinción de que era objeto el insigne jurisconsulto; peroJovellanos hubiera preferido permanecer en la ciudad de sus amores,al lado del Sacro Betis, sin intervenir de nuevo en la fiscalización deasuntos cuya índole apena a los caracteres bondadosos como el suyo;nada más lejos de las aficiones de Jovellanos que la investigación y co-nocimiento de asuntos criminales. Agréguese a esto el malestar que leproducía la sola idea de vivir en un ambiente saturado de putrefac-ción moral, donde las pasiones recibían acaso su aliento vivificador dela política y del egoísmo, tan incompatible con los intereses patrios.

Su nombre y fama extendíanse con maravillosa rapidez den-tro y fuera de nuestro territorio. Nada tuvo de extraño que las cor-poraciones, así científicas como literarias, se apresurasen a admitirleen su seno. De sus servicios nos habla el mismo autor con la senci-llez que caracteriza sus escritos familiares.

El antipático empleo que se le confirió al ser trasladado deSevilla a Madrid duró bien poco, pues al año y medio pudo ya res-

pirar tranquilo y desaparecía la pesadumbre que le atormentaba. En1780 fue promovido al Real Consejo de las Ordenes militares y ar-mado caballero de Alcántara. «Tomé –dice– posesión de mi plazaen Julio del mismo año. En 1778 había sido nombrado individuo dela Sociedad patriótica de Madrid y de la Real Academia de laHistoria, y en 1781 fui admitido en la Real Academia Española ynombrado académico de honor, y después consiliario de la de lasNobles Artes, y concurrí con frecuencia y aplicación a los trabajosde estos ilustres cuerpos. En 1782 hice, en virtud de Real orden, lavisita del Real Convento de San Marcos de León, de la Orden deSantiago, cuya nueva biblioteca fundé y cuyo archivo hice arreglar.En el mismo año pasé, de Real orden, al principado de Asturias conencargo de disponer el señalamiento, apertura y construcción de uncamino de cinco leguas, desde el puerto de Gijón hasta la ciudad deOviedo. Reconocí y señalé la línea é hice levantar el plano del ca-mino y sus obras, nombré una Junta y formé la correspondiente ins-trucción para la dirección de ellas; en 18 de Septiembre coloqué laprimera piedra de la puerta que da entrada a Gijón, y dando prin-cipio a los trabajos por sus dos puntos extremos, continuaron sin in-terrupción hasta quedar concluida una hermosa y sólida carretera,con tres puentes, tres fuentes, muchos murallones de retén y otrasobras de comodidad y ornato. En 1783, después de informar al go-bierno sobre la continuación del mismo camino hasta la ciudad deLeón, y sobre la necesidad de abrir otros dos por los puntos deLeitariegos y Ventaniella, para dar a los concejos de Oriente yPoniente de Asturias comunicación con Castilla, formé, de Real or-den, una instrucción general para la dirección, construcción, con-servación y adorno de aquellos y otros caminos, cuenta y razón defondos destinados a ellos, establecimiento de peones camineros, ca-sas de posta, posadas, portazgos, pontazgos y demás relativo a suobjeto.

»En el mismo año fui nombrado ministro de la Suprema Juntade Comercio, Moneda y Minas, al despacho de cuyos negocios asistícon asiduidad mientras residí en Madrid.

»En 1789 fui nombrado por Su Majestad para visitar el colegiomilitar de la Orden de Calatrava en la Universidad de Salamanca yarreglar su disciplina interior y estudios, cuya misión desempeñé

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desde Abril hasta Agosto de 1790. Al mismo tiempo fui encargadode disponer la construcción de un nuevo colegio para mi Orden deAlcántara. Obtenido el terreno y señalado el sitio por el IlustreAyuntamiento de Salamanca, llamé un arquitecto de Madrid, quelevantó el plan de un hermoso edificio; formé la Junta que debía en-tender en dirección de la obra, y le dejé la correspondiente instruc-ción impresa; hice la solemne colocación de su primera piedra y sedio principio a los trabajos; pero ruines intrigas […] lograron em-bargarlos, y privaron al colegio de una decorosa y cómoda morada,y a la ciudad de Salamanca de uno de sus mejores ornatos».

De buena gana reproduciría el resumen completo de los ser-vicios prestados por el incansable hombre público durante perma-nencia en Madrid. Verificada la reproducción, no había lugar asiniestras interpretaciones, y conoceríamos una de las fuentes másauténticas a que han acudido sus biógrafos; pero sería esto una tareaalgo pesada que produciría en los lectores el natural cansancio.Bástenos saber que a su regreso de Salamanca, donde, además delas comisiones que se citan, desempeñó la no menos importantede arreglar el archivo del convento de Comendadoras de Sancti-Spíritus, disponíase a salir para Asturias con el objeto de estudiarlas ventajas que podía producir el cultivo del carbón de piedra,cuando surgió contra él la primera intriga fraguada por sus émulosen la misma Corte. Esta intriga surgió, y era natural, consecuenciadel confinamiento del conde de Cabarrús, y fue el principio de laspersecuciones que se insinuarán en otros artículos. La figura delgran jurisconsulto sobresalía demasiado entre los hombres de sutiempo, y vino, como en multitud de casos, la denuncia anónima, yejerció ésta el necesario influjo en el ánimo del Rey. Apresuróse, noobstante, Jovellanos, a demostrar la injusticia de sus acusadores; heaquí sus palabras: «En la noche del solemne día de San Luis me ha-llé –dice– con una Real orden en que, suponiéndose que había aban-donado la comisión de la visita (a Salamanca) y vuelto a Madrid sinpermiso de Su Majestad, se me mandaba que inmediatamente merestituyese a Salamanca. Contesté en la misma noche, demostrandocon la orden del Consejo que, lejos de abandonar mi comisión, con-cluida ya, había vuelto a dar cuenta en él de la visita y del plan deestudios formado para el arreglo del Colegio de Calatrava, y con la

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real licencia, expedida por el ministro de Marina, de donde dima-naba la comisión de Asturias, que no había vuelto sin permiso.Descubierta que fue la impostura, se revocó la orden; pero se meprevino que, dado que hubiese cuenta de mi primera comisión, pa-sase inmediatamente a Asturias a desempeñar la segunda.

»Convencido, por este incidente, de que no se me quería en laCorte y de que la última orden era un honesto destierro de ella, yno descontento de ir a vivir en mi casa y trabajar en beneficio de lanación, pasé a Asturias, y desde luego emprendí la visita de todaslas minas de carbón de piedra que se cultivaban en sus diferentesconcejos, reconocí su situación, anchura, calidad de sus carbones,facilidad de su saca y transporte, sus precios al pie de la mina y pun-tos de extracción, fletes de conducción por mar, objetos y puntos deconsumo interior y exterior, con lo demás necesario al buen desem-peño de mi cargo».

Este primer destierro (disimulado con la ratificación de la Realorden de examinar las minas de Asturias) tuvo que producir hondapena en el corazón, siempre generoso, de Jovino. Trabajó, no obs-tante, con indiscutible celo, como lo demuestran los brillantísimosinformes remitidos a Madrid el año de 1791.

Todo iba transcurriendo con aparente calma, y Jovellanos,como olvidándose de la conjura contra él tramada, prosiguió sus ta-reas, altamente beneficiosas para los colegios militares de Santiagoy Alcántara establecidos en la Universidad salmantina, y sucesiva-mente las del camino o carretera de Asturias y León, obra de utili-dad indiscutible para el comercio entre las dos provincias.

La aspiración que más hondamente preocupaba a Jovellanosera el establecimiento del Instituto que lleva su nombre. En 1793logró, por fin, formar el plan de su acariciado centro docente y es-tablecer el orden, método, disciplina y estudios que en él habíande seguirse. «Aprobado todo por Su Majestad, y removidos dife-rentes obstáculos que se oponían a la ejecución, verifiqué, dice, lasolemne instalación de aquel establecimiento y la apertura de susestudios el 7 de Enero de 1794. A la enseñanza de las Matemáticaspuras, Cosmografía y Navegación, Lenguas y Dibujo natural ycientífico, agregué en 1796 la de Humanidades castellanas en unplan que abrazaba, no sólo los principios de Gramática general,

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propiedad de la lengua, Poética y Retórica castellana, sino tambiénlos de Dialéctica y parte de Lógica que pertenece a ella». Pocosaños después agregó las asignaturas de Geografía histórica, la deFísica experimental y la de Química. Pero a la implantación de es-tos estudios habían precedido otras comisiones honrosas y otrosnombramientos que nos indican la importancia de don Gaspar.Entre los últimos figura su nombramiento como embajador deRusia, sustituido, sin llevarlo a efecto, por el de ministro del Reyy consejero de Estado.

Aquí termina lo que llamaremos primera etapa de la historiade Jovellanos después de su regreso a Madrid, después de su tras-lado de la Audiencia de Sevilla a la corte de España. ¡Y cuántos epi-sodios se esconden en los ligeros apuntes que él mismo legó a laposteridad!

No hace falta llegar al extremo de aplaudirlo todo, de defen-derlo todo, de no separar actos de actos, lo bueno de lo menosbueno, o, si se quiere, de lo censurable, para que la figura de Jove-llanos pase a la historia como una de las más grandes de su siglo.Mas ¿para qué no distinguir entre lo injustificado de su primera se-paración de la Corte y los elogios dirigidos al célebre Cabarrús?¿Para qué no extrañarnos de algunos de sus informes, teniendo pre-sentes las circunstancias de la época en que los redactaba? Que sucultura era universal no hay que dudarlo. Parece imposible, repeti-remos con uno de sus biógrafos, que el cronista de la arquitecturasea el profundo jurisconsulto y canonista eminente; que el inspiradopoeta del Paular sea el sabio economista; que escribiera con igualacierto y con la misma superioridad sobre literatura y artes y sobrela conservación y aumento de nuestra ganadería y la extracción ycontratación de nuestros productos. Tan pronto se remonta a las in-accesibles regiones de la filosofía, como desciende al examen de lanaturaleza, donde descubre la diversidad de formas que acaso nin-gún otro haya podido descubrir.

Todo esto no impide el que la crítica halle alguna vez peque-ñas sombras debidas a las circunstancias que rodearon al autor, sinque por eso deje de resplandecer la verdad encubierta por alguiencon las penumbras de un celo exagerado o de interpretaciones ten-denciosas.

III. Nuevos proyectos 29

Soñaba Jovellanos con el engrandecimiento de su país, con lasmejoras de que era susceptible el puerto de Gijón, con abrir a la ju-ventud un campo dilatadísimo por medio de la enseñanza, sin losdispendios que, indudablemente, se originarían de trasladarse aotros puntos donde las necesidades de la vida habían de ser muchomayores e inasequibles, por consiguiente, a la no muy desahogadacomposición de sus compoblanos. ¿Quién no reconoce las inmen-sas ventajas que había de reportar al comercio la comunicación di-recta de las dos provincias limítrofes, Asturias y León, tal cual lasdescribe Jovellanos en los luminosísimos informes enviados alSuperintendente general de Caminos? A pesar de todo, hubo de sos-tener una oposición rudísima originada por sus mismos paisanos,alguno de los cuales no vaciló en verter contra Jovino las más soecescalumnias, sin otro fundamento que la envidia. «El genio del país,escribía a su hermano Francisco de Paula, no puede cambiarse, yesa perpetua lucha de unos con otros, ese devorarse por la envidiay los celos, es, a mi ver, una de las cosas que hacen más ingrata esaresidencia a los que han vivido por acá largo tiempo. Podrá haberen estos países menos caridad, pero hay más urbanidad, y atención;podrá haber menos humanidad, pero el disimulo toma muchas ve-ces la apariencia de ella, y esto hace el trato menos desagradable yrepugnante que donde el parentesco y la amistad no eximen de es-tos rencores personales que excita el espíritu de partido, agitado porla envidia y mala emulación».

A un hombre menos enérgico, más tímido en sus resolucio-nes, no tan conocedor de las debilidades humanas ni del carácterpeculiar de sus compatriotas, le hubiera producido marcado des-aliento la ruda oposición que se le hacía. Pero Jovellanos trabajabacon verdadera fe, y de sus trabajos puede decirse que no recibiríaotra recompensa que la satisfacción que produce el cumplimientodel deber con el ejercicio de la virtud.

Hay que advertir que por su carácter, por sus opiniones, porsus ideas distinguíase de los críticos de su tiempo. Su vasta ilustra-ción hacíale mirar las cosas bien distintamente de los pensadores deaquellas edades; se adelantaba a su siglo, veía en el porvenir la des-trucción de una gran parte, de las opiniones sostenidas hasta la úl-tima etapa del siglo XVIII, y esta anticipación prodújole muy crueles

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amarguras. Era un innovador, pero razonable. Su modernismo ca-recía aún de un terreno propio y de un ambiente que le permitieradesarrollarse con espontaneidad y valentía. Pero el innovador deayer sería, no lo dudemos, el reaccionario de hoy; las doctrinas porél sustentadas constituirían ahora el mejor medio de resolver loshondos problemas que agitan a las sociedades presentes.

En 1785 emitió el notabilísimo informe relativo a la publica-ción de un estudio, acerca del cual habíanse suscitado multitud decontroversias. Me refiero a las Memorias del marqués de Pombal,que el Consejo se había servido remitirle para que diese su dicta-men. ¿Se ajustaba el libro a la verdad histórica? No, porque «altera,desfigura, supone o niega los hechos a su albedrío para completarla invectiva del héroe, a cuya memoria había asestado sus tiros».¿Era oportuno prohibir su publicación en España? No, entre otrosmotivos, porque es «una historia harto cabal y bien tratada del rei-nado de José I, a cuyo carácter guarda todo el decoro convenientela parcialidad del autor»; porque «en las piezas justificativas que sehallan al fin de cada tomo hay muchas estimables, inéditas y con-venientes a la historia de nuestros tiempos»; porque «conviene re-gular por máximas muy severas la prohibición de unas obras que,aunque defectuosas, puedan traer grande utilidad a nuestra litera-tura»; por último, porque «en toda la obra no encuentro cosa que seoponga al dogma, a las leyes ni a las regalías de Su Majestad». Dela lectura de todo el dictamen se desprende el gran miramiento delcensor y su juicio imparcial cuando se trata de recoger obras quepuede muy bien utilizar el público. Pero de haberse publicado todoel informe, no hay duda que hubieran surgido graves controversiasy que sería un nuevo pretexto para anatematizar el muy poco disi-mulado liberalismo del autor.

Concedido de buen grado que en las Memorias apareciesencensuras exageradas y hechos accidentalmente disconformes con laverdad histórica; ténganse muy en cuenta los atropellos a que hadado lugar el tristemente célebre político lusitano, y se le escatima-rán con harto fundamento algunos de los elogios que se le tributanen el Informe. Nada significa el que la fama de Pombal «haya llegadoa la apoteosis por medio de uno de los mas brillantes centenarioscelebrados en nuestra época»; la sentencia dictada el 12 de Enero de

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1759 sería siempre «el mayor padrón de ignominia para su memo-ria»; no es raro festejar los mayores crímenes, con evidente menos-precio de la justicia.

Entre los datos que nos suministra en lo que podría llamarsesu hoja de servicios se menciona la inauguración solemne de suquerido Instituto; pero nada dice de los graves disgustos quehubo de experimentar para ver aquel centro de enseñanza a la al-tura a que había soñado elevarlo su ilustre fundador. El alma delgran patricio rebosa de júbilo en toda aquella Oración inauguralpronunciada el 7 de Enero de 1794. «¿Hay por ventura sobre latierra –preguntaba a su numeroso público– cosa más noble y maspreciosa que la sabiduría? Ya no tendréis que abandonar vuestrapatria para alcanzarla, ni que peregrinar en pos de ella, buscán-dola, como Pitágoras, en países remotos». Mas era evidente quela sabiduría necesitaba medios para su desarrollo. El nuevo centroy su prosperidad constituían la ambición única de Jovellanos; en-tre esos medios incluíase la rica biblioteca con que pensaba do-tarle. Adquirir obras científicas publicadas en el extranjero erauno de sus ideales. Muchas de estas obras, aunque científicas, nopodían introducirse en España sin la licencia del inquisidor ge-neral. Jovellanos, respetuoso, como de costumbre, con las autori-dades de la Iglesia, acudió a su paisano el cardenal Lorenzana,bien persuadido de que se le concedería la licencia que solicitaba.Es de advertir que las obras pedidas se entregarían solamente alos profesores del establecimiento. Con gran sorpresa de todos, sedenegó el permiso, fundándose para esto el eminentísimo carde-nal en que había en castellano muy buenas obras para la instruc-ción particular y enseñanza pública.

La contrariedad que experimentó con la negativa del arzo-bispo de Toledo fue muy grande. «¿Qué dirá de él –pregunta– lageneración que nos aguarda, y que, a pesar del despotismo y la ig-norancia que la oprimen, será más ilustrada, más libre y feliz que lapresente? ¿Qué barreras podrán cerrar las avenidas de la luz y lailustración?» Estos desahogos indican bien claramente el estado psi-cológico del gran patriota, y a su vez las circunstancias dificilísimascon que había de tropezar antes de reducir a la practica sus vastosproyectos.

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Mirábasele desde el incidente y reclusión de Cabarrús con nodisimulada sospecha, sin otros motivos probables que el no serhombre de su tiempo. Asalariados espías fiscalizaban su procederaun en el escondido destierro de Gijón. ¡Y cuántas mezquindadesse ocultaron en aquella época bajo el asqueroso sudario de la adu-lación, sin que de ellas hiciese el menor aprecio la maledicencia pú-blica o privada! La persecución promovida contra Jovellanos llegabaa lo inverosímil; ya lo veremos mas adelante. El siguiente episodioes una de las muchas pruebas que podrían aducirse. «El cura deSomió (comisario de la Inquisición) hizo a Mr. Gravier (avecindadoen Gijón) varias preguntas acerca de los libros de la biblioteca delInstituto Asturiano, en tono de dar cuidado a éste. Dígale que estésin cuidado…, que vea quién entra; que no permita que nadie, entono de registrar o reconocer los libros, copie el inventario, comoparece se solicitó ya». (Y al día siguiente, por la siesta, añade):

«Fui al Instituto y hallé al cura de Somió leyendo en Locke.No pude esconder mi disgusto, pero le reprimí hasta la hora. Dadaslas tres salí con él: díjele que no me había gustado verle allí; quecierto carácter que tenía (el de comisario de la Inquisición) me ha-cía mirarle con desconfianza y aun tomar un partido muy repug-nante a mi genio, y era prevenirle que sin licencia mía, no volviesea entrar en la biblioteca. Le sorprendió; protestó que sólo le habíallevado la curiosidad; que no tenía ningún encargo; que otras veceshabía venido y se proponía volver y le era muy sensible privarse deaquel gusto, aunque cedería por mi respeto […] Díjele que su apli-cación no sería frustrada, que le proporcionaría los libros que qui-siese. Pidióme la Vida de Cicerón, y se la ofrecí, y nos separamos sindisgusto».

Este incidente tuvo que surtir su efecto en el ánimo de Jove-llanos. No se le ocultaba la antipatía de que era objeto su Institutopor parte de algunas personas de verdadera influencia social y, loque es mas sensible, paisanos suyos, a quienes tanto favorecía laconsolidación de este centro. «¿Qué será esto? –preguntábase– ¿Porventura empieza alguna sorda persecución contra el Instituto? ¿Deeste nuevo Instituto, consagrado a la ilustración y al bien público?¿Y seremos tan desgraciados que nadie pueda asegurar semejantesinstituciones contra semejantes ataques? ¡Y qué ataques! Dirigidos

III. Nuevos proyectos 33

por la perfidia, dados en las tinieblas, sostenidos por la hipocresíay por la infidelidad a todos los sentimientos de la virtud y la hu-manidad. Pero ¡guárdense! […] Yo sostendré mi causa […] Ella essanta… Nada hay en mi institución, ni en la biblioteca, ni en misconsejos, ni en mis designios, que no sea dirigido al único objeto dedescubrir las verdades útiles. Yo rechazaré los ataques, sean los quefuesen, y si es preciso moriré en la brecha».

La lucha reservábase para el porvenir; no terminaría con esteincidente, ni con la negativa del cardenal Lorenzana, ni con el disi-mulado confinamiento a que dio lugar la reclusión de su gran amigoel conde de Cabarrús. Y no era sólo el Instituto contra quien iban di-rigidos los hipócritas disparos de la persecución que lamentaba. Yale veremos devorar penas propias.

Los documentos que acaba de publicar el ilustre jovellanistaSr. Somoza y los libros publicados en fechas anteriores, suministranal historiador datos abundantísimos que le hacen seguir paso a pasolas huellas del gran hombre que tan desinteresadamente se sacrificópor todos, sin recoger apenas de sus sacrificios más que ingratitu-des. Hubo de lamentar un abandono en el que hubiera sucumbidode no acudir al poderoso auxilio de la fe cristiana. Pero no es nece-sario adelantar acontecimientos. Aún no hemos visto el para mu-chos discutible Informe presentado a la Sociedad Económica de Madridy al Supremo Consejo de Castilla.

34 JOVELLANOS – B. Martínez Noval

IV

El Informe

La publicación del monumental estudio sobre la Ley Agraria fueobjeto de reñidísimas controversias y suscitó contra Jovellanos

prejuicios y censuras que circunstancialmente tuvieron acaso plenajustificación. Pero, como en todas las cosas no bien entendidas por lageneralidad de los oyentes, al lado de estas censuras aparecieronelogios llevados a una exageración casi inverosímil.

No es posible hacer un resumen del grandioso proyecto, nisiquiera señalar los distintos obstáculos que, según el ilustre juris-consulto, debían removerse para imprimir el desarrollo que nece-sitaba entonces la agricultura española. «Si las leyes –dice– parafavorecer la agricultura deben reducirse a la protección del interésparticular de sus agentes, y si el único medio de proteger este inte-rés es remover los estorbos que se oponen a la tendencia y movi-miento general de su acción, nada puede ser tan importante comoindagar cuáles sean estos estorbos y fijar su conocimiento». Los re-duce a tres principalísimos: unos provienen de la legislación de en-tonces; otros, los que se oponían a las opiniones de la época, y losterceros los encontraba en la misma naturaleza del suelo. Entre losestorbos de la primera clase, que llama políticos, o derivados de lalegislación misma, señalaba los terrenos baldíos que, por una espe-cie de desidia política, se habían dejado sin dueños ni colonos; lastierras concejiles, la abertura de las heredades, la protección parcialdel cultivo, la Mesta, la amortización, las dificultades relativas a lacirculación de los productos de la tierra y las contribuciones, exa-minadas con relación a la agricultura.

En cuanto a los estorbos morales, le era muy difícil concretar

su pensamiento de tal suerte que los comprendieran todos, «porquelos orígenes de la opinión son muchos y muy varios, y acaso tam-bién muy altos y escondidos». «La agricultura en una nación –dice–puede ser considerada bajo dos grandes aspectos: esto es, con rela-ción a la prosperidad pública y a la felicidad individual. En este sen-tido, la opinión sólo puede oponerse de dos modos a la agricultura:o presentándola a la autoridad del gobierno como un objeto secun-dario de su valor, y llamando su primera atención hacia otras fuen-tes de riqueza pública, o presentando a sus agentes medios menosdirectos y eficaces, o tal vez erróneos, de promover la utilidad delcultivo y el aumento de las fortunas dependientes de él, porque enuno y otro caso la nación y sus individuos sacarán de la agriculturamenos ventajas, y será por consiguiente, menor la prosperidad deunos y otros».

Señala, finalmente, los estorbos físicos o que se derivaban dela naturaleza misma de nuestro suelo. Los reducía a dos clases: unosque se oponen directamente a la extensión del cultivo, y otros que,oponiéndose a la libre circulación y consumo de sus productos, cau-san indirectamente el mismo efecto.

Los medios a que haya de acudirse para remover esta clase deestorbos, los indica el autor del informe con datos copiosísimos quereflejan un conocimiento amplio del problema que se planteaba yun estudio del porvenir, cuya exposición franca y sincera tuvo quepreocupar necesariamente a los que desconocían las reñidas cues-tiones que habían de suscitarse en tiempos no lejanos.

Los espíritus mezquinos creyeron ver en el famoso proyectoal revolucionario del siglo XIX, y los admiradores del movimientoiniciado por la Convención francesa, los economistas formados a lasombra de aquel movimiento, encontraron en Jovellanos al restau-rador único de la riqueza nacional. Según el punto de vista en que secolocaran los adversarios o los defensores del ilustre gijonés, así de-ducían consecuencias que alarmaban a unos o aplaudían otros.

Entre los estorbos políticos figuraba la amortización, base fun-damental de las controversias promovidas entre los distintos ban-dos en que apareció dividida la opinión pública. Voy a reproducirlos conceptos emitidos por Jovellanos para que desapareciese estemal, y de su lectura no es difícil que cada uno se forme ideas pro-

36 JOVELLANOS – B. Martínez Noval

pias y juicios basados en la realidad de los hechos. ¡Otra sería quizála situación económica de la Iglesia en España de haberse escuchadoalgunas de las observaciones del insigne jurisconsulto! En sus aser-tos hay frases molestas e impropias, si se quiere, de la cultura de unhombre tan comedido como Jovellanos; pero la expresión del pen-samiento es al fin y al cabo un accidente que no destruye la realidadde las cosas. Acudo a los lectores para que se constituyan en juecesde esta afirmación, una vez que hayan examinado con imparciali-dad los conceptos emitidos por el autor del informe.

Estudiados con detención los estorbos de la Mesta, señalabaJovellanos otro más grave, más urgente y más pernicioso a la agri-cultura. «No se correría –dice– entre nosotros tan ansiosamente allenar la cofradía de la Mesta si al mismo tiempo que las leyes faci-litan de una parte la acumulación de la riqueza pecuaria en un cortonúmero de cuerpos y personas poderosas, no favoreciesen por otrala acumulación de la riqueza territorial en la misma clase de perso-nas y cuerpos, alejando siempre del cultivo y de la ganadería el in-terés individual y convirtiendo a otros objetos los fondos y laindustria de la nación».

Juzgaba, desde luego, imposible favorecer igualmente el in-terés individual con menoscabo de la acumulación de propiedadesterritoriales, porque esta acumulación no se concebía sin el reco-nocimiento de la desigualdad de fortunas, lo cual constituye el ver-dadero origen de los muchos males que afligían a los cuerpospolíticos. La acumulación de estas riquezas la consideraba comoun mal necesario; pero por lo mismo tenía más cerca de sí el reme-dio. Aunque todo ciudadano puede aspirar a la riqueza, la naturalvicisitud de la fortuna la hace pasar rápidamente de unos a otros.No es consistente esta acumulación cuando se trata de particula-res. No tenía el Estado por qué preocuparse de estas riquezas, sinode las vinculadas a determinados cuerpos y familias y que exclu-ían para siempre a los particulares del derecho de poseerlas «y queuniendo el derecho indefinido de aumentarla a la prohibición ab-soluta de disminuirla, facilitan una acumulación indefinida y abrenun abismo espantoso que puede tragar con el tiempo toda la ri-queza territorial del Estado». Una gran parte del suelo español ha-llábase como reconcentrado en determinadas entidades o personas

IV. El Informe 37

jurídicas. El de Galicia casi todo venía a estar en poder de comuni-dades, iglesias, monasterios y lugares píos, y el resto, en el de gran-des títulos y caballeros de dentro y fuera de la provincia. «Este mal,dice, es tanto más notable cuanto que se trata de una provincia quealimenta la décima parte de la población del reino». Como conse-cuencia natural de aquellas acumulaciones seguíase el encareci-miento de las propiedades, puesto que la escasez o la abundanciaoriginan el valor de lo que se vende o se compra. Las tierras alcan-zaron en España un precio fabuloso, y era debido a la escasez en elcomercio, y ésta se derivaba de la enorme cantidad de terrenoamortizado. Añádase a la carestía el producto exiguo del capitalque hubiera de invertirse en la compra de estas propiedades.Cuando el dinero empleado en tierras da un rédito crecido, la im-posición del capital es una especulación evidentemente útil y prove-chosa, como sucedía en la América septentrional; cuando el réditoes moderado debe emplearse con mucha prudencia, pero cuandoeste rédito se reduce al mínimo posible, o nadie hace semejante im-posición (en tierras), o se hace solamente como una especulaciónde orgullo y vanidad, como en España.

Eran las consecuencias naturales de esta situación anómala:primero, que los capitales, huyendo de la propiedad territorial, bus-caran su empleo en la ganadería, en la industria, en el comercio oen otras inversiones más lucrosas; segundo, que nadie enajenara sustierras sino en extrema necesidad, porque no había esperanza devolverlas a adquirir; tercero, que nadie comprara sino en el caso ex-tremo de asegurar una parte de su fortuna; cuarto, que, siendo ésteel primer objeto de los que compraban, no había interés en mejorarlo comprado, o porque cuanto más se gastaba en adquirir tanto me-nos quedaba para mejorar, o porque, a trueque de comprar más, semejoraba menos; quinto, que a este propósito de acumulación se-guíase el de amortizar lo acumulado, porque ninguna cosa estabamás cerca del deseo de asegurar la fortuna que el de vincularla;sexto, que creciendo por este medio el poder de los cuerpos y fami-lias amortizantes, aumentaría necesariamente la amortización, por-que cuanto más se adquiría disponíase de más medios de adquirir,y porque no pudiendo enajenarlo una vez adquirido, la riqueza au-mentaba indefinidamente; por último, porque este mal comprendía

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así las grandes como las pequeñas propiedades comerciales: aqué-llas, porque eran accesibles a posición de cuerpos y familias pode-rosas, y éstas, porque, siendo mayor el número de los que puedenalcanzarlas, su carestía vendrá a ser mucho mayor.

Los inconvenientes que de la amortización se originan para elcultivo de la tierra los estudió también Jovellanos, fijándose en laimposibilidad o en el poco interés que pondrían en ello sus posee-dores. «En el caso, dice, de que la necesidad o el capricho les mo-viese a promover el cultivo, o establecerían en sus propiedades unacultura inmensa y, por consiguiente imperfecta y débil, como su-cede en los cortijos y olivares cultivados por los señores o monaste-rios de Andalucía, o preferirán lo agradable a lo útil, substituyendolos bosques de caza, las dehesas de potros, los plantíos de árbolesde sombra y hermosura, los jardines, los lagos y estanques de pesca,las fuentes y cascadas y todas las bellezas del lujo rústico a las sen-cillas y útiles labores de la tierra. Como resultado natural de todoesto seguiríase que los propietarios se limitarían a vivir muy holga-damente de sus rentas, y toda su industria la cifrarían en aumen-tarlas; y no ofreciendo la agricultura utilidad de ningún género, loscapitales huirían no sólo de la propiedad sino también del cultivo, yla labranza, abandonada a manos débiles y pobres, sería débil y po-bre como ellas». «¿Cuál es, pregunta, la provincia en que la mayor ymejor proporción de la propiedad territorial no esté amortizada?¿Cuál en la que el precio de las tierras no sea tan enorme que su ren-dimiento apenas llegue al uno y medio por ciento? ¿Cuál aquella enque las rentas no hayan subido escandalosamente, en que las here-dades no estén abiertas, sin población, sin arbolado, sin riego y sinmejoras; en que la agricultura no esté abandonada a pobres e igno-rantes colonos, y en que el dinero, huyendo de los campos, no seemplee en otras profesiones y granjerías?»

De todas estas y otras consideraciones análogas, y del estudioparcial en que se encontraba nuestra agricultura, deducía la urgen-cia de aplicar los principios de la desamortización a las entidadesciviles y eclesiásticas, sin preocupaciones ni miramientos, porqueasí lo exigían los intereses patrios.

En el examen de los bienes que poseía el clero regular se emi-ten juicios que no dejan de llamar la atención, como cuando dice

IV. El Informe 39

que estos bienes eran más bien patrimonio de la nobleza que delclero, y que pertenecían al Estado más bien que a la Iglesia. Da comorazón principalísima que la mayor parte de los antiguos monaste-rios fueron fundados y dotados para refugio de las familias, y lespertenecían en propiedad. Nada tienen de extraño muchas de estasafirmaciones, presupuesta la refundición de más de 400 en las igle-sias y monasterios de Galicia, de los 18 al de Samos, de las 35 al deSan Martín de Santiago y más de 40 al de Celanova. Pero esta mu-chedumbre de conventos no indica que sus tierras perteneciesen alEstado. Eran muchísimas veces compras tan legítimas como las delos particulares, y, sin negar que hubiese alguna donación, esta cir-cunstancia no indica que los monasterios no fuesen verdaderos pro-pietarios de las tierras que cultivaban.

En cuanto al clero secular, dice que sus adquisiciones fueronmás legítimas y provechosas en su origen, aunque funestas tambiénen su desarrollo. Estos bienes adjudicados al clero los conceptúa«como una especie de ofrenda presentada en los altares de la reli-gión para sustentar su culto y sus ministros». Examina la índole deestos bienes y deduce que el clero gozaba de sus propiedades contítulos justos y legítimos, bajo la protección de las leyes, y que eran,por lo tanto, inviolables sus derechos.

No aparece clara la distinción hecha por Jovellanos entre losbienes de los regulares y los del clero secular; y dada la trascen-dencia de su estudio, considerábase peligrosa la diversidad esta-blecida en el estudio sobre el origen de aquellos bienes, algunos delos cuales, los de los monasterios, podrían, a su juicio, pasar a ma-nos del poder civil, puesto que los consideraba como propiedadesde la nación. ¿A qué no lamentar tales conceptos en un hombrecomo Jovellanos?

Desde luego no quería que la Sociedad Económica, a la cualpertenecía, consagrase su pluma al desprecio de los institutos mo-násticos, cuya santidad respetaba, como el autor del informe y cu-yos servicios hechos a la Iglesia en casos bien críticos reconocía yconfesaba claramente. «Pero en la precisión de descubrir los malesque afligían a la agricultura, ¿cómo puede callar, dice, unas verdadesque tantos varones santos y piadosos han pronunciado? ¿Cómopuede desconocerse que nuestro clero secular no es ya ignorante ni

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corrompido como en la Edad Media; que su ilustración, su celo, sucaridad, son muy recomendables, y que nada le puede ser más inju-rioso que la idea de que necesite tantos ni tan diferentes auxiliarespara desempeñar sus funciones?» ¿Y cómo es posible, preguntare-mos ahora, compaginar estas ideas con el carácter sobrio, amantede la justicia, con la religiosidad y respeto que tanto enaltecía a lapersona de Jovellanos? El clero secular no podía ver con aversiónque se aumentaran los operarios evangélicos; la Iglesia aplaudía lalabor de esos institutos, y el campo de acción que podía cultivarsepor unos y otros era inmenso. Había asilos, había lugares de cari-dad, había centros de ilustración entregados a los institutos religio-sos y adonde no podía extenderse la gestión benéfica del cleroparroquial porque se lo impedían otras atenciones muy propias desu elevado ministerio. ¿No se multiplicaban entonces como se mul-tiplican ahora los organismos del Estado? ¿Para qué no conceder ala Iglesia la libertad de acción que exigía y exige su creciente des-arrollo? Es lamentable que Jovellanos formulara aquellas pregun-tas, porque su procedencia fue un nuevo título que se apropiaronpersonas de ideas bien distintas a las del severo jurisconsulto. ¿Quéextraño es que se le mirase con no disimulada prevención, que seemitiesen juicios poco favorables a su persona? Que sus ideas nohayan sido las que prevalecieron en años posteriores, ¡ojalá que hu-bieran prevalecido!, es indudable; pero de ellas se valió el radica-lismo latente ya en el último tercio del siglo XVIII para producir lasrevoluciones y los latrocinios consumados más adelante.

No predicaba Jovellanos el despojo de los bienes de los mo-nasterios: «Sea, dice, de la autoridad eclesiástica regular cuanto con-venga a la existencia, número, forma y funciones de estos cuerposreligiosos». Pero los despojos habían de venir, y vinieron, sin las sal-vedades propuestas en la Ley Agraria.

Al clero secular le dice que el cuidado de sus propiedades erauna distracción embarazosa para sus ministros, y que su mismadispensación podría ser un cebo para la codicia y un peligro parael orgullo de los débiles. «¿No será, pues, más justo esperar de sugenerosidad una abdicación decorosa que le granjeará la gratitud yveneración de los pueblos, que no la aquiescencia a un despojo quele envilecerá a sus ojos?» No temía que se recibiera con repugnan-

IV. El Informe 41

cia la ley de la amortización, antes bien creyó que si Su Majestad sedignase de encargar a los reverendos prelados de las iglesias quepromoviesen por sí mismos la enajenación de sus propiedades te-rritoriales para volverlas a las manos del pueblo, bien fuese ven-diéndolas o convirtiendo su producto en imposiciones de censos oen fondos públicos, o bien dándolas en foros o en enfiteusis perpe-tuos y libres de laudemio, correrían ansiosos a hacer este servicio ala patria con el mismo celo y generosidad con que la han socorridosiempre en todos sus apuros.

En el caso de que el clero secular se negara a la desamortiza-ción de sus propiedades, proponía que se le prohibiera aumentarlas,y la prohibición de este aumento la tenía por indispensable. Quientan fuerte se mantuvo contra la filosofía descreída y el racionalismo,repetiremos con su biógrafo don C. Nocedal, no supo mantenersefirme contra la secta de los economistas. ¡Qué deslices tan dolorososse contienen en los conceptos que emite el intachable y recto magis-trado! «Levantara hoy cabeza, decía en 1809 el escritor antes citado,y acaso mudaría de opinión». Será cierto que las corporaciones nosacaban de la tierra todo el fruto que sacaría el propietario particu-lar, pero es aún más cierto que con privarlas del derecho de poseerempeoró la suerte de los pobres. «¿Qué es de los colonos y arrenda-tarios de escaso haber y cortos medios, pregunta el gran apologistade Jovellanos, qué de los jornaleros desde que tierras pertenecientesa los conventos y catedrales han pasado a manos de gentes que lasesquilman y estiman la renta hasta donde pueda dar de sí el capital?¿Qué es de ellos, desde que en lugar de entenderse con un monaste-rio, naturalmente desinteresado, han de habérselas con un particu-lar, con razón empeñado en aumentar la herencia de sus hijos y supropio regalo?» ¡No pasaron al pueblo aquellas propiedades, no po-día adquirirlas el mediano labrador, el pequeño industrial, el hu-milde artista, sino que fueron patrimonio de unos cuantos, por serlos únicos que disponían de suficiente capital para adquirirlas! Lasclases medias no mejoraban, y, en cambio, las menesterosas vieronempeorada su existencia. Y no penetremos en otra clase de conside-raciones; baste decir que con la desamortización violenta han des-aparecido los grandes monumentos del arte cristiano, que constituíanuna de las principales riquezas de la nación española.

42 JOVELLANOS – B. Martínez Noval

Nocedal adopta el criterio único que puede y debe adoptarseal hacer un estudio sintético de la obra de Jovellanos lo juzga conarreglo a la época en que fue escrito, y, mirado por este prisma, creeimposible dejar de tributarle muy justos elogios. ¿Tuvo él, acaso, laculpa de que hubiese llegado una época en que, sin variar las leyesprotectoras de la amortización en todos sus órdenes, se atropellaranlos derechos adquiridos y se perturbara con eso la vida social? ¿Fueél la causa de que se despojase a la Iglesia de todos sus bienes sinsu consentimiento, de que se haya arrebatado sus rentas a las casasde caridad, de que se hubiese atentado a las propiedades colectivas,abriendo ancha puerta a los ataques contra la propiedad individual?No: las tierras concejiles cuya venta propone, las consideró de pro-piedad tan sagrada como la de los particulares; el remedio para laexcesiva amortización eclesiástica lo entregó a la Iglesia, y al Reysólo correspondía promoverlo, nunca ejecutarlo. De haber seguidoaquellas enseñanzas, otra sería la situación económica de nuestroclero; viviría quizá libre de esa esclavitud que continúa sometién-dole a los caprichos del Estado. En este sentido, serían hoy injusti-ficadas las censuras dirigidas al insigne gijonés. Tuvo un defecto:adelantarse a su época, señalar los enormes destrozos que habíande sobrevenir a todo el clero. Sus ideas parecían avanzadas, peroantes de emitirlas estudió muy detenidamente los grandes proble-mas del porvenir y los conoció muy a fondo, y de este conocimientoaducía dos cosas: la manera de favorecer la agricultura patria y desalvar a la Iglesia española del inminente naufragio en que había desucumbir. No se le creyó iluso, sino partidario más bien de aquellaeconomía política engendrada en el seno del materialismo. He aquíel gran error.

En resumen, terminaré, con su biógrafo antes citado: El informesobre la ley Agraria puede presentarse como modelo así por la clari-dad y sencilla elegancia del lenguaje, como por la profundidad delas ideas; así por el acierto en recorrer y presentar los males, comopor el tino en señalar los remedios. En esto último será lícito no opi-nar siempre como opinó Jovellanos, pero merecen nuestro respetoopiniones sinceramente profesadas y vigorosamente expuestas.

IV. El Informe 43

V

Un ministro adelantado a su tiempo

El entusiasta jovellanista don Julio Somoza publicó últimamenteun nuevo libro, en el que se coleccionan los Documentos para es-

cribir la biografía de su ilustre compatriota don Gaspar MelchorJovellanos17. Estos documentos constituyen el mejor comentarioque puede hacerse a la gran obra realizada en vida por el sufridoprisionero de Valldemuza y Bellver y son a la vez como el comple-mento de otros libros, saturados de erudición, que en fechas ante-riores entregara al público el gran panegirista de las amarguras deJovellanos. Basta seguir el camino abierto por el Sr. Somoza paraformarnos una idea bastante cabal de las múltiples injusticias deque fue objeto el insigne gijonés.

Jovellanos, como ya se ha dicho, se adelantó a su tiempo, y delas ideas y malestar que empezaban a sentirse en las postrimeríasdel siglo XVIII dedujo lecciones muy provechosas, aunque atrevi-das, imprudentes y temerarias para los que desconocían la verda-dera situación política y religiosa del reino. ¡Cuándo estudiaremosen lo presente las vicisitudes del porvenir! La falta de este estudioes lo que acarrea los trastornos sociales que se registran en las his-torias de todos los pueblos.

Inútil me parece advertir que el proyecto de Ley Agraria me-reció la aprobación unánime de la Real Sociedad Económica Matri-tense de Amigos del País: el 4 de Noviembre de 1794 manifestábale

17 SOMOZA GARCÍA SALA, Julio; Documentos para escribir la biografía de Jove-llanos, recopilados por…., correspondiente de la Real Academia. de la Historia.- Madrid,imprenta de los Hijos de Gómez Fuentenebro, 2 vols., 1911.

haber desempeñado a satisfacción de todos sus miembros el penosoy delicadísimo cargo que se le confiara, y que «era acreedor a que laSociedad, con las más vivas expresiones de agradecimiento, les dieselas gracias por este trabajo, dirigiendo al Consejo sin ningún reparocopia certificada de su informe, gloriándose de haber dado cumpli-miento a las serias y rectas ideas que aquel Supremo Tribunal se pro-puso». El sentir de cuantos prácticamente dirigían o habían de dirigirlos destinos de la nación era éste; la Ley Agraria considerábase «sindisputa el fundamento de la felicidad del Estado y de todos susmiembros». El autor del informe habíase limitado, desgraciadamentea consignar hechos y a prevenir males, a señalar dolencias y a sumi-nistrar remedios productores de su curación. ¿No se había sentidoen España el duro golpe que hizo se desquiciara hasta en los mismosfundamentos la sociedad francesa? Empezaba el filosofismo a ense-ñorearse de los mismos directores del estado español; Jovellanos pre-veía tremendas catástrofes, y lo que se propuso no fue otra cosa quemostrar la parte débil y enfermiza del organismo patrio para ampu-tar lo que debiera amputarse, para introducir suavemente reformasque, con el tiempo, solicitaría la misma Iglesia.

Hallábase tranquilo en la misma villa de sus amores, consa-grado a su instituto, devorando penas, repartiendo consuelos, sinrecibir algunas veces más que inesperadas ingratitudes, y orde-nando los interesantísimos apuntes, en los que se descubre al granobservador de la naturaleza, de sus productos y del porvenir delas regiones que había recorrido, de las costumbres populares, etc.,o bien redactando luminosísimos informes con el fin de sanear elteatro, las diversiones públicas, o realizando proyectos relativos ala prosperidad de su provincia y comarcas limítrofes, cuando «uncapricho de la Corte» le separa de tan agradables y provechosasocupaciones. Godoy, el tan discutido ministro de Carlos IV, le co-municaba que era necesario se sacrificase en los altares del biencomún aceptando el nombramiento de embajador de España en lacorte de Rusia por exigencia de la nación.

La carta en que Jovellanos participaba su agradecimiento alPríncipe de la Paz no dice que las intrigas palaciegas fuesen el mó-vil de aquel nombramiento, ni se descubren tampoco estas intrigasen la correspondencia que se cruzó entre ambos personajes.

46 JOVELLANOS – B. Martínez Noval

Jovellanos, sin rehusar el sacrificio que se le pedía, limitóse aexponer los graves inconvenientes que le asistían para la admisióndel nuevo cargo: su edad, sus ocupaciones y las tareas de utilidadcomún a que por entonces se dedicaba. Eran éstas la apertura de ca-minos que favoreciesen las industrias comerciales en el reino deLeón y aún en los pueblos de Extremadura, el desarrollo de la en-señanza y otras ocupaciones que creía de mayor utilidad que cual-quier otro destino, por brillante que pareciese18.

La contestación de Godoy está concebida en términos los másamistosos. No accede a las peticiones que su amigo le hace porque«la situación de Europa y la de nuestra patria tiran impetuosamentedel seno del reposo a los hombres que pueden causar su prosperi-dad. Usted sabe, continúa Godoy, cuánto nos importa la amistad dela Rusia, y que, por desgracia, no hemos tenido un hombre que nossaque de la ordinaria relación entre las Cortes. Considere, pues, concuánto interés llamará el bien público a su persona en aquel destino;

V. Un ministro adelantado a su tiempo 47

18 SOMOZA GARCÍA SALA, Julio; Documentos… I, págs. 187-188, Jovellanos es-cribe a Godoy:

«Mi venerado favorecedor: ¡Qué gracias no deberá un hombre obscurecidopor la calumnia al generoso protector que con tan tierno cuidado ha reparado suopinión y suerte! V. E. me ha dado de un golpe más de lo que faltaba a mi felici-dad. ¿Podré yo, sin ser importuno, implorar todavía su protección para conser-varla? V. E. no ignora que mi pobreza, mi edad, mis hábitos de vida y la mismaoscuridad en que he pasado estos últimos siete años de ella me hacen casi incapazde vivir en una corte extranjera. Suponiendo, pues, mi absoluta resignación de ser-vir a S. M. hasta mi último aliento en cualquiera destino, y de complacer a V. E. entodo cuanto me mandare y quisiere ocuparme, ¿no podré yo pedirle que se dignede abatir su favor hasta mis humildes deseos?

Yo estoy plantando aquí un establecimiento de educación cual V. E. desea, yque con su protección podrá servir de modelo a los muchos que necesita la naciónpara ilustrarse. Voy a emprender un camino que hará industriosas, comerciantes yricas a todas las provincias del reino de León y aún aquella en que V. E. ha nacido.Acabo de abrir una correspondencia con V. E. sobre los medios de difundir la buenainstrucción, y de ella diré a V. E. cuanto mi experiencia, mis estudios y observacio-nes me han enseñado; y en estos y en otros objetos proporcionados a mi genio, amis cortos talentos, y aún a la índole de mi celo, puedo tal vez, si V. E. los protege,ser más útil que en cualquiera brillante destino. Piénselo, pues, V. E. mejor, y decidade mi felicidad y de mi suerte, contando siempre con mi resignación y ardiente de-seo de complacerle…»..

pero yo, que amo los talentos y deseo consultarlos, no quisiera tam-poco que se me separasen. ¿Habría, pues, otro medio para que ustedsirviese más inmediatamente al bien común? Véalo usted, y si nohalla o no quiere decirme otro que el de su comisión, trate de anu-larlo, pues de esta vez ha de salir usted de su retiro. Contésteme us-ted con la franqueza que ve en mí, y créame que mi ánimo no tieneotras ideas. Usted lo conocerá si me trata más, y sé que ocuparé ensu opinión un lugar cual se debe a la amistad desinteresada y ge-nerosa».

Jovellanos contestó a esta carta con la nobleza que caracterizaa los corazones generosos. En esta contestación tampoco aparece nise descubre la más leve sombra de hipocresía. Rindióse al que tanfranca y desinteresadamente se brindó como amigo suyo. ¿Seríacierto que en las gestiones de Godoy se ocultaban la intriga y el mal-vado propósito de separar a Jovino de la Corte de España y, lo quees aún más lamentable, de la hermosa villa de sus amores, de aquelrincón de Asturias donde tranquilamente se deslizaba su existen-cia? La crítica suele en ocasiones exagerar hechos cuyas aparienciasno siempre se ajustan a la realidad. Pero dejemos a un lado cuestio-nes que empequeñecen, y cuya veracidad se oculta en el misterio delas cosas humanas, para admirar los arranques sublimes que brotandel corazón, siempre noble, de Jovellanos. «Mi venerado, mi amadoprotector –escribía al ministro de Carlos IV–: ¿Diré a V. E. que valemás para mí su preciosa e inestimable carta que todas las embaja-das y todas las fortunas del mundo? ¡Ojalá pudiera yo grabar en éstalos tiernos sentimientos que ha excitado en mi corazón! ¿Y por ven-tura me deja ella otro arbitrio que el de arrojarme enteramente enlos brazos de Vuecencia? Sí, mi amado Excelentísimo, hable V. E. yserá obedecido. Si Petersburgo estuviese a doble distancia; si suclima fuese el de los polos; si en ellos me esperasen la aflicción y lamuerte, nada me arredraría tratándose de servir a mi patria y res-ponder a la generosidad de V. E.

«Voy a arreglar los negocios que están a mi cuidado, a despa-char un informe que V. E. sabe me está pedido por Marina; y si an-tes no se me previniese otra cosa, dispondré en todo el mes mipartida e iré a renovar ante V. E. los sentimientos de aprecio y gra-titud que ha sabido inspirarme, y, sobre todo, la oferta de una amis-

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tad eterna y constante, que es lo mejor que tengo, y con la cual serésiempre de V. E. el más rendido servidor y fiel amigo».

Jovellanos, según se ve, poníase incondicionalmente a las ór-denes de Godoy; no rechazaba cualquier sacrificio, por duro que pa-reciese, con tal de ser útil a la patria, y desde luego hubiera salidopara Rusia si cambios políticos no hubiesen frustrado aquel nom-bramiento.

En 28 de Marzo de 1798, el embajador Tuguet había, proba-blemente, conseguido su objeto de separar a Godoy de la Secretaríade Estado; no indicaba otra cosa el Real decreto por el que se apar-taba al ministro de la dirección de los negocios públicos. Pero an-tes de su caída dirigió a Jovellanos la carta cuyos conceptos dieronlugar a muy distintas interpretaciones y pudieron haber influidoen el ánimo del mismo rey para, a los pocos meses, separar de sulado al duque de Alcudia19. Ya no era la revocación del nombra-miento para la embajada en San Petersburgo lo que le anunciabaGodoy, sino otro ascenso en el que probablemente jamás soñaraJovellanos desde su primera separación de la corte. «Amigo mío,decíale el Príncipe de la Paz: Ya está usted en el cuerpo de los cinco;el Ministerio de Gracia y Justicia está destinado para usted, y la na-ción recibirá el bien que su talento va a producirle. La ignoranciase desterrará y las formas jurídicas no se adulterarán con los pre-textos de fuerza y alegatos, de partes opresivas de la inocencia,venga usted, pues, cuanto antes; desde aquí arreglará lo que digahay pendiente»20.

Esta resolución ha merecido muy justos elogios aun de aque-llos que menores simpatías demostraban por el tan zarandeado fa-vorito del rey. Godoy nada había recibido de Jovellanos ni le conocíamás que por la fama de su saber o intachable integridad: nada, tam-poco, significaron para el valido las insistencias de la reina, a la cual

V. Un ministro adelantado a su tiempo 49

19 En las Memorias de Godoy se dice que escribió a Jovellanos en los siguien-tes términos: «Venga usted, pues, amigo mío, a componer nuestro directorio mo-nárquico». No es inverosímil que Jovellanos haya enseñado esta carta a algúnamigo imprudente y que, divulgada la especie, se la hiciera llegar a conocimientodel rey, pero en forma muy distinta: «a componer nuestro directorio ejecutivo».

20 Ibidem, pág. 190.

desagradaba la elevación de Jovellanos; quiso asociarse en el go-bierno de personas tan dignas como el ilustre gijonés y don Fran-cisco Saavedra. Procuraron éstos inaugurar una nueva política, perolas dolencias de la patria habían llegado a un extremo de muy di-fícil curación. Bien pronto surgieron conflictos que pusieron a Jove-llanos en el duro trance de emitir opiniones (y, si le hubiera sidoposible, dictar sentencias) de las cuales se valían sus émulos paraamedrentar al indeciso rey Carlos IV. Y, al efecto, con motivo deuna competencia surgida entre el gobernador eclesiástico de Grana-da y la Inquisición de aquella ciudad, Jovellanos creyóse en el deberde manifestar al monarca lo que era el Tribunal de la Inquisición.Sus declaraciones levantaron pueriles protestas engendradas en elseno de la hipocresía. Aparentaron escandalizarse los que segura-mente habían elaborado el desmoronamiento de la nación. ¡Cuán-tas cosas, cuántas verdades se ocultan en el manifiesto a pesar dela dureza de expresión que en él aparece!21

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21 Ibidem, págs. 208-212, Jovellanos en una Representación decía:«Señor: La jurisdicción del Tribunal de la Inquisición no es privativa, sino

acumulativa. No es propia, sino delegada. No es absoluta, sino limitada: en su ejer-cicio, porque debe ejercerse juntamente con el Ordinario o persona que nombrare,y en su objeto, porque está reducida a las causas de fe.

Aun en estas, lo está al conocimiento de los delitos de herejía y apostasía.Sólo puede proceder previas dos delaciones: prender, cuando estén bien averigua-dos, y castigar cuando el reo estuviese confeso o fuese plenamente convicto.

Que en la materia de la disputa, el derecho de conocer que se le dio, dejósalvo el derecho original de los obispos por las bulas de Pío IV y Gregorio XV; queaunque se dice revocado, esta revocación no se publicó, ni consta a los prelados nia nadie, pues que los documentos citados por el Inquisidor general prueban sóloque se trató de revocar; y pues que no se hizo, prueba también que no se tuvo nipor justo ni por conveniente; que además de la bula del gran Benedicto XIV, renovólas antiguas y preservó los derechos episcopales.

Que además de esto, la Inquisición nunca pudo proceder por sí sola a la pu-blicación de tales edictos: primero, porque su jurisdicción no es para disponer ni de-clarar, sino para castigar y corregir, pues que puede castigar los herejes, mas nodeclarar las herejías; segundo, porque si no puede juzgar sin la concurrencia delOrdinario, menos podrá mandar y disponer sin ella; tercero, porque no se trata dedelito perteneciente a su jurisdicción primitiva, esto es, de delito contra la fe, sinode uno que pueda cometerse, salva la buena creencia; cuarto, porque la solicitaciónsólo supone lujuria, y si la lujuria hiciese sospechosos en la fe, ¡Dios mío!, ¿cuántos

Hay que admitir un hecho indiscutible para los mismos apo-logistas de Jovellanos y de su obra. No hay duda de que las opinio-nes del sabio jurisconsulto tuvieron que poner en guardia a muchos,no acostumbrados a ver en el porvenir la solución de los complica-dos problemas que surgieron en el reinado de Carlos IV. Profesaba

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no caerían en las garras del Santo Tribunal?; quinto, porque su fundación, o, por me-jor decir, su fuero, no es real ni local, sino personal, y por tanto sus providencias nodeben recaer sobre cosas ni lugares, sino sobre personas.

Que fue fundada a los fines del siglo XV, y coetánea a la expulsión de losjudíos. Su objeto, proceder contra los que, habiendo abjurado el judaísmo en pú-blico, le profesaban en secreto. Sus fórmulas se acomodaron a este objeto, y de ahíel misterio de sus procedimientos. De aquí la infamia que cubrió a los descen-dientes de estos conversos, reputados por infames en la opinión pública. Las leyesla confirmaron, aprobando los estatutos de limpieza de sangre, que separó a tan-tos inocentes, no sólo de los empleos de honor y confianza, sino de entrar en lasiglesias, colegios, conventos y hasta en las cofradías y gremios de artesanos. Deaquí la perpetuación del odio, no sólo contra la Inquisición, sino contra la religiónmisma, y la obstinación en su antigua creencia, bien descubierta cuando la expul-sión de los moriscos a la entrada del siglo pasado, y eternizada irremediablementedespués.

Que la fe ya tiene poco que temer de los herejes, y nada de los judíos, peromucho y todo de los impíos. Que no sólo tiene que temer de los que hay en el senode la nación, que, por la misericordia de Dios, serán muy contados, sino de los queno pertenecen a ella, pues en las gacetas, los diarios, los libros y folletos extranjeroscunden, sin remedio, las doctrinas impías, y entre las varias gentes que vienen acorrer por España y los empleados en destinos diplomáticos y objetos de comercioe industria, hay y puede haber muchos de estos propagandistas.

Que contra tamaño mal es corto dique la Inquisición: primero, porque susindividuos son ignorantes y no pueden juzgar sin los calificadores; segundo, por-que lo son estos también pues no estando dotados, los empleos vienen a recaer enfrailes, que lo toman solo para lograr el platillo y la exención de coro; que ignoranlas lenguas extrañas; que solo saben un poco de Teología escolástica y de moralcausista; y aún en esto siguen las encontradas opiniones de su escuela; tercero, por-que esto hace necesariamente lentos y vacilantes unos juicios que exigen resolu-ción y celeridad; cuarto, que sólo podría oponer un remedio eficaz la jurisdicciónde los obispos, más natural, más autorizada, más grata y respetable al público ymás llena de humanidad y mansedumbre, como emanada del poder que les hadado el Espíritu Santo; quinto, que los obispos, ayudados de sus vicarios genera-les, de sus cabildos y del respetable cuerpo de sus párrocos, podrían extender lavigilancia hasta los últimos rincones de sus diócesis, perseguir la impiedad en susguaridas y aplicar los remedios más prontos y eficaces; sexto, que esto es todavía

aquél ideas muy distintas a las de muchos de los prohombres en-cargados de regir los destinos de la nación. En algunos de estos pro-hombres se reflejaba casi inconscientemente un radicalismo análogoen el fondo al de la revolución francesa, y en otros, por el contrario,un espíritu tan intransigente, aún en cuestiones dogmáticas, que lesparecía ver como mermada la independencia nacional por el merohecho de negarse a la persona del rey las prerrogativas del pontifi-cado. Recuérdese al efecto lo ocurrido al fallecer el Papa Pío VI, y severán las disposiciones tan poco favorables al mantenimiento de ladisciplina eclesiástica aun entre los menos sospechosos de herejía.

A una gran parte de los amigos de Jovellanos mirábaseles porlos buenos con marcada prevención, y habrá que admitir que élmismo rindió algún tributo a las ideas de su siglo, sin que por eso

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más necesario en cuanto a la prohibición de libros, porque requiere providenciasprontas para que no cundan, y el método de la Inquisición no las permite; séptimo,que esto lo conoce el mismo inquisidor general en la carta dirigida al ministro deEstado […], en que propone el establecimiento de una mesa censoria.

Todo clama por la reintegración de los obispos en sus derechos perdidos ysu jurisdicción usurpada, y más que todo, las circunstancias del día, en que la con-servación de la fe va estar librada sobre su celo y autoridad. A la muerte del SantoPadre un horrendo cisma amenazará a la Iglesia. Si se verificare, el rebaño de cadanación tendrá que acogerse y reunirse bajo sus pastores y moverse y apacentarseal sonido de su silbo.

Aún evitado el cisma, existirá la misma necesidad. Los Papas ya no tendrándominios temporales, y con todo, pugnarán por conservar sus cardenales, su cu-ria, sus congregaciones, su autoridad, sus bulas, sus dispensas, y aun pugnaránpor extender sus facultades para sacar mas lucro de ellas porque éste está en la con-dición y en el orden natural de las cosas humanas ¿Cuál es, pues, la necesidad delos Estados en tal situación? Reducirlos al ejercicio de las funciones esenciales dela primacía de la Iglesia, aquellas que ejercieron por espacio de ocho siglos; reinte-grar en su autoridad a los obispos; reducir a su jurisdicción los frailes y las que connombre de exentos no reconocen ningún superior en la nación. En una palabra: nobuscar fuera nada de lo que, según la religión de Jesucristo, los cánones reconoci-dos por la Iglesia y antigua y venerable disciplina, se puede hallar dentro, esto es,en los obispos y pastores, depositarios de la fe, y en V. M. que es el protector natode la Iglesia, defensor de los cánones y padre y consuelo de sus pueblos.

Por tanto, reduciendo mi dictamen, propondré a V. M. el plan de diferentesdecretos, para que, viéndolos, examinándolos y meditándolos, elija el que fueremás conforme a sus reales y piadosas intenciones». Jove Llanos [1798].

dejara de ser el hombre de creencias profundamente religiosas. Ellenguaje de la ley Agraria y las excepciones hechas en aquel pro-yecto, privando a los institutos monásticos de la facultad de adqui-rir por medios legítimos, ya se ha dicho que no se compaginaba conlos principios de justicia que caracterizaron su proceder. En el ma-nifiesto que dirigió al monarca señalando los entrometimientos yaun los abusos de la Inquisición, también se descubren expresionesduras y poco respetuosas para algunos de los que constituían aquelaugusto, aunque no impecable tribunal; en sus apreciaciones apa-rece la antipatía con que miraba la subordinación a otros jueces dis-tintos de nuestro episcopado, y la poca o ninguna simpatía por elclero regular que formaba el Santo Tribunal de la Inquisición.

Todo se explica satisfactoriamente colocándonos en el puntode vista en que se colocaba el digno ministro de Carlos IV al pla-near reformas que consideró imprescindible llevar a cabo para elsaneamiento y mejora de la vida nacional. Entraba en su mente, nosólo la reforma en los estudios y universidades, sino el que laInquisición misma, ya que no fuera dado el suprimirla, sentenciaseconforme a las reglas establecidas por el derecho común. No olvi-demos que la influencia del jansenismo era enorme, que lo invadíatodo, sin excluir las altas esferas de la sociedad religiosa. Bien escierto que la casi totalidad de los procesos seguidos por la Inqui-sición en aquella fecha los apellidaron «pura burla» escritores nadasospechosos. Todo aquello, unido a los elogios que Jovellanos tri-butaba a muchos de los jansenistas, entre los cuales figuraba su granamigo, el tan discutible obispo de Osma, don Antonio Tavira, unode los corifeos del jansenismo español; la seriedad con que desem-peñó el delicadísimo empleo que se le había conferido y, en su con-secuencia, los muchísimos abusos que había quitado en Gracia yJusticia; los chanchullos de la Corte, más frecuentes que en ningunaotra dependencia del Estado; las intrigas palaciegas y las maquina-ciones de Caballero y demás personajes que medraban al lado delrey, hizo que la exoneración de Jovellanos fuese un hecho y que seretirara nuevamente a la villa de Gijón, no habiendo ejercido másque siete meses el alto cargo que se le había conferido por expresavoluntad do Godoy y debido, quizá, a los desinteresados consejosde Cabarrús.

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No le esperaban a Jovellanos una vida tranquila ni la admi-ración y el respeto de sus compatriotas. El expediente confeccio-nado a la sombra de la calumnia llegaría a su término allí dondesoñaba encontrar amores y el reposo que tanto había menester sufatigado espíritu. El canónigo Inguanzo, Peláez, Caunedo, JoséNavia y, ¡lo que parece increíble!, el monumento que en 1798 le ha-bía erigido la Diputación general de Asturias suministraban los co-piosos materiales con que apareció instruido el infame proceso,cuyo final fue la sentencia anónima fulminada contra el personifi-cador de la justicia. Una mano criminal acumuló nuevos materia-les en el proceso a que se alude. Circuló por Asturias El Contratosocial, traducido a nuestro idioma. En el libro hacíanse grandes elo-gios de Jovellanos; encontrábanse en él notas que positivamenteperjudicaban al ex ministro del rey. ¿Qué más podían apetecer susémulos para el logro de sus malévolas aspiraciones? Jovellanosapresuróse a manifestar al Monarca los males gravísimos que po-drían originarse de no impedir prontamente la circulación del libro.«Señor, escribía al monarca el 26 de Marzo de 1800: Un extranjeroque arribó a este puerto (Gijón) la semana última aseguró en él queacababa de imprimirse en Francia una traducción castellana de laobra intitulada El Contrato social, y que en ella se habían insertadoalgunas notas que deben ser más peligrosas y subversivas que lamisma obra, pues que censuraban el gobierno de España y la con-ducta de los ministros de Vuestra Majestad. Indicó también que aestas inventivas se mezclaban algunas expresiones de elogio alusi-vas al actual ministro interino de Estado y a mí, las cuales en talobra y en tal materia deben ser más injuriosas aún que las mismascensuras, y, por lo mismo, sólo pudieron estamparse con el artifi-cioso y depravado designio de denigrar nuestra reputación. Portanto, aunque no haya visto este libro ni podido adquirir de él otranoticia, me apresuro, lleno de inquietud y amargura, a elevarla ala suprema atención de Vuestra Majestad: primero, a fin de que, sifuese de su real agrado, mande dar las más prontas y eficaces pro-videncias para estorbar la entrada de libro tan pernicioso en susdominios; segundo, para que mande inquirir su autor e imponerleel condigno castigo; tercero, para prevenir su real ánimo contracualquiera mala impresión que pueda dirigir la calumnia contra un

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ministro a quien Vuestra Majestad honra actualmente con su con-fianza, y contra otro cuya conducta irreprensible y laboriosa, em-pleada por el largo espacio de treinta y tres años en el real servicioy el bien del público, le ha hecho también acreedor al buen con-cepto de Vuestra Majestad y a su alta protección».

En la Corte se tenía noticia de todo lo que Jovellanos parti-cipaba al rey para prevenir ulteriores trastornos; así aparece en lacomunicación de Urquijo fechada el 3 de Abril de 1800. ¿Este cono-cimiento no indica la vigilancia extrema a que se hallaba sometido elilustre prisionero de Gijón? Sí lo indica; y a este conocimiento siguióel anónimo, y al anónimo las averiguaciones reservadísimas, y a lasaveriguaciones el cautiverio.

En los autos del expediente consta, según lo manifestado alministro Caballero por el juez A. Lasauca, que no eran ciertas lasacusaciones formuladas contra Jovellanos. «Su conducta particularen Gijón, decía el juez, no he sabido que dé ocasión por ningún ca-pítulo a hacerse reprensible. Se mantiene sin fausto alguno, con muypoca familia, que todavía ha disminuido últimamente, y no deja deextrañarse que, a lo menos por decoro, no sostenga alguna mayorostentación. Entregado al estudio, reduce su diversión a algunos ra-tos de paseo, dedicando otros a procurar el adelantamiento de la fá-brica de la nueva casa del Instituto, a mejorar el aspecto público dela villa y hermosear sus inmediaciones, en que por su influjo y di-rección se ha plantado de pocos años a esta parte un crecido númerode árboles, habiendo facilitado la salida de las aguas en un terrenopantanoso próximo a la villa, en el que en el día se cogen abundan-tes cosechas de maíz.

»Trata poco con las gentes del pueblo, y en las conversacionesfamiliares con los que diariamente concurren a su casa no sé que semezcle a descubierto en los asuntos del público, aunque se cree, conno poco fundamento, que secretamente se le consultan los más yque se manejan con su dirección, pues no puede disimular la extre-mada pasión a su patria y el ansia desmedida de engrandecerla porcuantos caminos le sea posible, sin reconocer que la esterilidad desu suelo, la mala disposición de su puerto, que sólo admite embar-caciones menores, con una entrada harto peligrosa, y todas las de-más circunstancias que le acompañan, lo hacen incapaz de grandes

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incrementos; debilidad común a casi todos los naturales de aquellavilla y por la que el Sr. Jovellanos se ha acarreado la emulación, nosólo de los forasteros, sino también de algunos de sus mismos pai-sanos, o porque juzgan de su patria con menos preocupación, o por-que han experimentado los perjuicios que ha producido en algunasocasiones el figurarla más opulenta o el quererla engrandecer másde lo que permite su situación».

A todo esto se reducen las reservadísimas informaciones quepor encargo, o sin encargo, del rey pedía el ministro Caballero. Másadelante figuraron en el expediente otras pequeñeces no compro-badas, como las de haberse dicho si el acusado pretendía alguna dis-tinción y preferencia en las procesiones públicas, y otras nimiedadesde igual índole. De lo que se trataba era de perder al hombre hon-rado y de oprimirlo como al mayor de los criminales. La trama ur-dida se llevó a efecto y las injusticias llegaron a lo inverosímil.

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VI

El confinamiento en Mallorca

Aún no había amanecido el 13 de Marzo de 1801, y en Gijón seatropellaban los más elementales principios de la justicia. Sin la

más leve sombra de proceso inquisitorial –lo dice claramente en sudefensa dirigida al rey–, Jovellanos fue conducido al monasterio deValdemuza para purgar allí delitos que ni las mismas maquinacio-nes palaciegas habían demostrado.

Los episodios acaecidos en la noche memorable del 17 deMarzo, ninguno los describirá tan bien como el propio don Gaspar;no acudo a testimonios extraños ni hay para qué someternos a su-posiciones frecuentemente gratuitas cuando tenemos a la vista, cercade nosotros, el testigo y narrador de aquellos acontecimientos. Car-los IV era débil, pero no injusto; inepto y vacilante en sus resolu-ciones, pero no déspota ni conculcador consciente de la justicia. Yal monarca acudió Jovellanos para que viese si en su conducta exis-tía la menor sospecha, el más leve indicio de culpabilidad a que ha-llábase sometida su honra. En las manifestaciones dirigidas al rey yen sus escritos será donde encontremos las vicisitudes de su prisióny la historia íntima de sus dolores:

«Señor –dice–: Sorprendido en mi cama al rayar el día13 de Marzo último por el regente de la Audiencia de As-turias, que a nombre de V. M. se apoderó súbitamente de mipersona y de todos mis papeles; sacado de mi casa antes deamanecer el siguiente día, y, entre la escolta de soldados que latenían cercada, conducido por medio de la capital y pueblosde aquel principado hasta la ciudad de León; detenido allí y

recluso en el convento de franciscanos descalzos por espaciode diez días sin trato ni comunicación alguna; llevado despuésentre otra escolta de caballería y en los días más solemnes denuestra religión por las provincias de Castilla, Rioja, Navarra,Aragón y Cataluña hasta el puerto de Barcelona; entregadoallí al capitán general y de su orden nuevamente recluso en elconvento de Nuestra Señora de la Merced, y, finalmente, comosi se quisiera dar un nuevo ejemplo de rigor en mí, o como siyo no fuese digno de pisar el continente español, embarcadoen un correo, trasladado a Palma, presentado a su capitán ge-neral y conducido al destierro y confinación de esta Cartuja,he sufrido con resignación y silencio por espacio de cuarentadías todas las fatigas, vejaciones y humillaciones que puedenoprimir a un hombre de honor; he pasado por el bochorno deaparecer como reo en medio de mi nación, que me vio llevarcon escándalo a más de doscientas leguas de mi domicilio yarrojar a estotra parte de sus mares, y, por fin, estoy padecien-do en una vergonzosa reclusión las más crueles privaciones,sin saber cuál pueda ser la causa de tan duro e ignominiosotratamiento.

Pero en medio de esta amargura, lo que pone el colmoa mi desgracia y hiere más vivamente mi corazón es la dolo-rosa idea de haber perdido la gracia de V. M. y el concepto defiel y reconocido vasallo suyo. Porque, Señor, ¿cómo será po-sible que a nombre de V. M. se hayan cometido en mi personatan rigurosos y no vistos atropellamientos si antes no se hu-biese preocupado su real ánimo con la imputación de algúndelito que me hiciese digno de ellos? Ni ¿cómo cabría en la su-prema justicia de V. M. ni en la rectitud de su piadoso cora-zón que mandase tratar tan ignominiosamente a un vasalloque algún día poseyó su augusta confianza, si no hubiese sidorepresentado a sus ojos como reo de alguna gravísima culpa,y tal que se le expusiese a los extremos de su real indignación?

Mas ¿cuál, Señor, puede ser este delito de que se pre-tende acusarme? Si es conocido, si está probado, ¿cómo es queno se empezó interrogándome acerca de él, haciéndome elcargo o cargos que se crea resultar contra mí, oyendo mis sa-

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tisfacciones y admitiéndome aquella defensa que el derechonatural y positivo conceden y que V. M. no niega al más infe-liz de sus vasallos?

Y si no hay todavía pruebas de tal delito, si ha sido con-cebido por alguna grosera equivocación o figurado y su-puesto por algún delator calumnioso, como no puedo dejarde temer, ¿por qué en vez de inquirir y averiguarlo se ha em-pezado despojándome de mi libertad, de mi estado, de todosmis derechos? ¿Por qué, arrojándome del suelo de mi patria,desterrándome a una isla remota, confinándome en una tristereclusión y condenándome a tanta vergüenza y tantas priva-ciones? ¿Por qué al mismo tiempo que se me da el conceptode delincuente se me pone a tanta distancia y en tan absolutaimposibilidad de ser acusado y defendido? ¿Por qué, en fin, atoda indagación, a toda acusación, a todo juicio, se ha hechopreceder una pena tan acerba y tan infamatoria?

Porque, Señor, cuando yo, olvidado de los nobles prin-cipios de mi educación, de las altas obligaciones de mi estadoy, lo que es más, de los íntimos sentimientos de amor que pro-feso a V. M. y de gratitud a las bondades que ha derramadosobre mí, hubiese tenido la desgracia de incurrir en algunaculpa, ¿cuál no debería ser su enormidad para correspondera pena tan acerba y exquisita como la que se ha ejecutado enmi persona; a una pena que, robándome mi honor y estado,me ha puesto en una verdadera muerte civil, y que me hu-biera quitado mil veces la vida natural si el valor que me ins-piran mi inocencia y mi confianza en la justicia de V. M. no mehubiese confortado y hecho superior a ella?

Acaso, Señor, para justificar tan rigurosos procedimien-tos, se habrá creído que mis delitos y sus pruebas se hallaránen mis papeles, los cuales, tal vez con este fin, se ocuparon sú-bitamente y sin excepción alguna. Pero, Señor, si antes de estaocupación no existían contra mí pruebas de ningún delito,cómo es que por alguna aparente sospecha o por alguna de-lación calumniosa se ha tomado conmigo tan violenta y ex-traña providencia? Pues, ¡qué!, allanar la casa de un hombreque está en plena posesión de su inocencia, escudriñar hasta

VI. El confinamiento en Mallorca 59

sus últimos retretes, invadir y ocupar sin distinción alguna to-dos sus papeles, unos papeles en que debían estar consigna-dos, no sólo sus intereses, sus derechos, sus escritos y el frutode sus estudios y trabajos, sino también sus pensamientos, susaficiones, sus flaquezas, las confianzas de sus amigos y pa-rientes y, en una palabra, los más íntimos secretos de su con-ciencia y de su vida, ¿no habrá sido lo mismo que invadir yviolar el más sagrado de todos los depósitos? ¿No habrá sido,profanar, atropellar y hollar con los pies la más preciosa de to-das las propiedades, la más íntima, la más religiosa, la másidentificada con la vida y existencia del hombre? Y cuando elmás glorioso título de V. M., como soberano y padre de susvasallos, es el de protector de esta sagrada propiedad, que lasleyes de todas las naciones y las máximas de todos los go-biernos han mirado siempre como libre y exenta de toda ju-risdicción, de toda inspección, de todo insulto, ¿cómo se pudointerponer su augusto nombre para autorizar en quien menoslo merecía una violación tan escandalosa?

No me quejo yo, Señor, tan amargamente de esta vio-lencia porque tema el escrutinio de mis papeles, pues másbien lo celebraría, si celebrar pudiese que bajo el piadoso nom-bre de V. M. se ofreciese a los ojos de la nación un ejemplo tannuevo de opresión y arbitrariedad, un ejemplo que habría lle-nado de aflicción a todos sus fieles vasallos, cuya libertad,cuya seguridad, cuya propiedad personal y doméstica hansido violadas en la mía. Y digo, Señor, que lo celebraría por-que ¿qué se hallará en mis papeles sino una no interrumpidaserie de testimonios que acreditan mi inocencia y la integri-dad de mi vida, consagrada por espacio de treinta y cuatroaños al servicio de V. M. y al bien común? ¿Qué se hallará sinolos continuos esfuerzos de mi celo, siempre y constantementedirigidos al bien y a la gloria de mi nación? ¿Qué se hallarásino que mis estudios, mis meditaciones, mis escritos, mis via-jes y todos los pasos y acciones de mi vida han sido siempreregulados por tan dignos objetos? Y pues me debe ser lícitogloriarme de ello, cuando tan cruelmente se trata de ennegre-cer mi reputación, que ha sido siempre el ídolo de mi vida, y

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hoy es el único patrimonio que deseo conservar, ¿que se ha-llará en mis papeles sino que, desempeñando con exactitud ointegridad los distinguidos cargos y comisiones que la piedadde, V. M. y de su augusto padre se dignaron confiarme, y con-sagrando mi celo y mis pobres talentos al bien de mi patria,he logrado labrarme esta reputación pura, y sin mancha quehoy hace mi único consuelo, y que jamás me robará ni man-cillará la calumnia, si la protección y justicia de V. M. no meabandonaren?

No quiera Dios que V. M. atribuya a orgullo esta seguri-dad. En medio de la ignominia y abatimiento en que me hallosumido, mal pudieran caber en mi alma tan livianos sen-timientos. No, Señor; estoy muy lejos de creerme libre de im-perfecciones, flaquezas y defectos, y antes reconozco que minatural flaqueza y docilidad me pueden haber hecho incurriren ellos más frecuentemente que a otro alguno. Pero en me-dio de este sincero reconocimiento, mi razón y mi concienciame autorizan para asegurar a V. M. que el más riguroso exa-men de mi conducta y mis escritos, nunca, ¡nunca!, podráacreditar que yo, ni como ciudadano, ni como magistrado, nicomo hombre público, ni como hombre religioso, haya come-tido jamás advertidamente el menor delito que me hiciere in-digno de la gracia de V. M. y del aprecio de la nación.

Esto es, Señor, lo que me inspira seguridad y lo que mehace llegar a los pies de V. M. con tanta confianza. No lapongo, ciertamente, en mi mérito, que al cabo no es otro quehaber cumplido fielmente con las obligaciones de mi estado.Pero la pongo en la protección y justicia de V. M., que nopuede permitir que la calumnia triunfe de mi inocencia, y me-nos abandonar a un vasallo que, consagrado desde su primerajuventud al servicio de V. M., después de haber llenado dig-namente los cargos de ministro de la Real Audiencia de Se-villa, de alcalde de Casa y Corte, de consejero de Órdenes, desecretario de Gracia y Justicia, y desempeñado con celo y des-interés muchas arduas e importantes comisiones; después, enfin, de haber obtenido los más honrosos testimonios de apro-bación y aprecio, así de V. M. y de su augusto padre como de

VI. El confinamiento en Mallorca 61

la opinión pública, se hallaba en sus cincuenta y ocho años,consagrando el último tercio de su vida a mejorar la educa-ción pública y a perfeccionar un establecimiento que VuestraMajestad fundó y se dignó confiar a su celo, y que, si no le fal-tare su protección, será algún día el más glorioso monumentode su reinado.

En fe, Señor, de estas verdades, que estoy pronto a se-llar con mi sangre, recurro humildemente y lleno de confianzaa V. M., no ya para implorar su gracia, sino para reclamar susuprema justicia. Si he sido calumniado, yo me ofrezco a con-fundir y desvanecer cualquiera imputación calumniosa quese haya levantado contra mí; pero si alguna material equivoca-ción o aparente sospecha han dado causa a mi desgracia, yome ofrezco también a desvanecerlas, y en cualquier caso, a jus-tificar, plenamente ante Vuestra Majestad que, lejos de mere-cer el riguroso tratamiento con que estoy oprimido, he sidosiempre, por mi inocencia, mi fidelidad, mis servicios y por laplena integridad de mi conducta, acreedor a la gracia deVuestra Majestad y al aprecio de la nación.

Asi, pues, ruego humildemente a Vuestra Majestad que,obrando según los principios de equidad y justicia, insepara-bles de su piadoso corazón, se digne mandar: Primero, que sialgún delito se me hubiese imputado ante Vuestra Majestad,se me haga, desde luego, cargo de él, y se me oigan mis defen-sas, según las leyes. Segundo, que cualquiera juicio que contramí se haya de instaurar, se instaure y siga, no ante comisio-nados o Juntas particulares, sino ante algún tribunal pública-mente reconocido, ora sea el Consejo de Estado, de que soymiembro; ora el de Órdenes, como caballero profeso de la deAlcántara; ora ante el Consejo Real, que es el primer tribunalcivil de la nación; ora, en fin, pues que se me ha trasladado aesta isla, ante el Acuerdo de su Real Audiencia, pues en ella ocualquiera otro estoy pronto a responder de mi conducta.Tercero, que declarada que sea mi inocencia, de que estoy bienseguro, se digne Vuestra Majestad, no sólo reintegrarme en miantiguo estado, sino también reparar íntegramente y en laforma que más fuese de su Real agrado la nota de baldón que

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tantas violencias y atropellamientos cometidos en mi personahaya podido causar en mi reputación y buen nombre. Así loespero de la justicia y rectitud de Vuestra Majestad, por cuyavida y prosperidad quedo rogando fervorosamente al cielo.

Cartuja de Valldemora (sic), en Mallorca, a 24 de Abrilde 1808.-

A. L. R. P. de V. M.- Gaspar de Jovellanos».

He reproducido íntegramente la representación que el atribu-lado prisionero dirigió a su rey, en la esperanza firme de que se in-coaran, cuando menos, los trámites que por su naturaleza exige elconocimiento del delito. Pero se tropezaba con la pusilanimidad, laineptitud y el abandono del infeliz Carlos IV y con la probable as-tucia de la reina y de sus aduladores. Bien seguros podríamos estarde la absolución de Jovellanos si el rey hubiera conocido la instanciaque se le dirigía. Mas no era posible: los émulos de Jovino eran losmás interesados en ocultar las injusticias que se cometieron y con-tinuaban cometiéndose en nombre del monarca, y se cuidaron deencarcelar también a sus adictos y a los enérgicos defensores de suinocencia. La persona encargada de hacer llegar hasta el rey la res-petuosa y valiente solicitud escrita desde Mallorca persistió en sustemores, quedaron rotos los estrechos vínculos de la amistad y dela sangre, y el miedo y el egoísmo dejaron que la injusticia atrope-llara al inocente22.

Sabedor Jovellanos de los incidentes ocurridos con la primerarepresentación, insistió de nuevo, y el 8 de Octubre de aquel mismoaño mandó un segundo memorial, no menos respetuoso ni menosenérgico que el anterior. En él se dibujan las inauditas arbitrarieda-des, las violencias y los monstruosos atropellos cometidos en nom-bre del Rey, y el prisionero implora del monarca, no el perdón ni laclemencia, sino la justicia, «no sólo para mi, dice, sino para mi na-ción, porque no hay un hombre de bien en ella a quien no interese

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22 Obras publicadas e inéditas … . T. I, pág. 618a. Jovellanos escribe: «Había ofrecido el marqués de Valdecarzana, mi primo, ponerla en manos

del rey; llegada que fue, no se atrevió a presentarla, y como Arias de Saavedra hu-biese salido ya desterrado a Sigüenza, tampoco pudo proporcionar su entrega» […]

mi desagravio. La opresión de mi inocencia amenaza la suya, y elatropellamiento de mi libertad pone en peligro y hace vacilante lade todos mis conciudadanos».

El resultado fue nulo, y el ministro Caballero continuaba sulabor nefanda, sin que hubiera un hombre cerca del rey que mirasepor los fueros de la justicia, vilmente ultrajada en el inocente Jove-llanos. Don José Sampil, capellán del afligido prisionero, fue el en-cargado de que llegasen al monarca estas dos representaciones; sehabía ofrecido a marchar desde Gijón a Madrid para ponerlas enmanos del rey. Hubo de traslucirse el designio de su viaje; partierondos postas, una al camino de León y otra a Sigüenza, en busca deSampil; no dieron con él, pero al entrar en Madrid fue sorprendidocon las representaciones por los esbirros del juez de policía Mar-quina, arrestado en la cárcel de Corona, oprimido allí con molestosinterrogatorios y amenazas por espacio de siete meses, y al fin lle-vado por alguaciles a Asturias y confinado a la capital, con obliga-ción de presentarse diariamente al obispo, sin poder hacerlo en sucasa ni en la de Jovellanos.

La Audiencia de Barcelona arrestaba al mismo tiempo a donAntonio de Arango, sin otras razones que el de haberse encontradoentre sus documentos una carta amistosa, pero indiferente, dirigidaa Sampil, y el ser mayordomo del marqués de Campo-Sagrado, granamigo de don Gaspar. «El autor de la representación era yo, escribeJovellanos, y en mí fue castigado con mayor rigor el enorme delitode haber reclamado en ellas la justicia del rey. El 5 de Mayo de 1832,el sargento mayor de dragones don Francisco del Toro vino a arran-carme de la tranquila y santa reclusión en que estaba y me trasladóal castillo de Bellver».

¡Qué conjunto de iniquidades se descubren en el sombrío, cua-dro descrito por aquel hombre lleno de energías, pero desesperan-zado ya ante la resistencia y la procacidad de sus émulos! ¡Nisiquiera se le permite que el rey conozca los admirables escritos tra-zados con el único objeto de que se le hiciera justicia! Por el contra-rio, se le arranca violentamente de la soledad, donde su alma habíaencontrado amigos fieles, conocedores de los secretos del corazón,que le consolaban en sus amarguras, en sus penas, en sus descon-suelos, ayudándole a levantar el espíritu a otras regiones de infinita

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dulzura, donde Dios juzgará las mismas justicias. Porque Jovellanosera feliz viviendo con los monjes de Valldemuza; en aquel santo mo-nasterio no habían penetrado las mezquindades ni las miserias quedestrozan el alma. Todo era Dios, todo sacrificio y amor al prójimoy aborrecimiento de lo que acaba para poseer más tarde lo que notermina. El trabajo, el estudio, la meditación, el silencio, las alaban-zas a Dios, eran las ocupaciones de aquellos santos religiosos y cons-tituían como el ambiente puro, saturado de infinitas bellezas, queel ilustre prisionero deseaba para sí. Pero aquella felicidad no podíaser el patrimonio de quien había heredado el sufrimiento. En 4 deMayo de 1802, el gobernador del castillo de Bellver comunicó «aloficial empleado en la custodia y reclusión del Excmo. Sr. donGaspar Melchor de Jovellanos» órdenes severísimas a fin de quemantuviese «dos centinelas, la una situada en la puerta de la habi-tación que está destinada para dicho señor, la que no permitirá seacerque persona alguna a ella», y la otra, «encima de la muralla, enfrente de la ventana de dicha habitación del Sr. Jovellanos». El go-bernador del castillo limitábase a tomar todo género de precaucio-nes para que el prisionero estuviese «sin comunicación, y privadodel uso del papel, tinta, pluma y lápiz»; cumplía órdenes que enigual fecha le había transmitido el capitán general de Mallorca, donJuan Miguel de Vives.

Hubo un momento en que se esperaba fuese mitigado el rigorde aquella obscura cárcel donde Jovino devoraba sus penas: lo des-cribe él mismo con ese lenguaje sincero, como es el lenguaje delalma: «El viaje de los reyes padres a Barcelona, para celebrar el ma-trimonio de los desgraciados príncipes de Asturias, me hizo espe-rar que, a lo menos, se mitigaría algún tanto el rigor de mi encierro;pero sucedió lo contrario. En el solemne día 14 de Octubre desti-nado para celebrar el cumpleaños y las bajas del príncipe y para de-rramar con profusión las gracias que alcanzaron a los más infelicesdelincuentes, y al mismo tiempo en que las salvas de la plaza y lasbanderas de los buques empavesados anunciaban tan grande cele-bridad y alegría, un nuevo destacamento de distinta tropa subía elcerro para relevar el antiguo, y otro gobernador venía a reemplazaral que antes mandaba el castillo. Entrados en él, un riguroso registrose hizo en mi cuarto, cama y muebles, y se estrechó más y más el ri-

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gor y la vigilancia de mi encierro. Fue ocasión de esta nueva vio-lencia una orden del ministro Caballero, en que, suponiéndose que yohabía hecho dos representaciones a su majestad, se culpaba al capitán ge-neral y al gobernador de falta de vigilancia en mi custodia y se lesencargaba el cumplimiento de las órdenes anteriores23. No pudiendoreferirse esta orden a las representaciones del año anterior, pues queellas habían dado motivo a mi traslación a Bellver, y no habiendohecho yo, ni por mí ni por interpuesta persona, ninguna otra repre-sentación, di por seguro que se había inventado tan indigna false-dad para agravar, en vez de dar alivio, a mi triste situación.

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23 Ibidem. T. I. «Apéndices a la Memoria en defensa de la Junta Central»,págs. 582a, 582b, 618b:

«El rey sabe que el Sr. D. Gaspar Melchor de Jovellanos ha hecho dos re-presentaciones, sin embargo de estarle estrechamente prohibida toda comunicacióny el uso de papel, tinta, pluma y lápiz, como se previno a V. E. en 21 de Abril úl-timo. Esto prueba evidentemente falta de cuidado, exactitud y vigilancia en el go-bernador u oficial encargado de la custodia de dicho señor…; por lo que S. M. hacea V. E. inmediatamente responsable de cualquiera falta que en esta materia lleguea notarse en adelante, pues tiene las facultades necesarias para remover los suje-tos encargados de la custodia del Sr. Jovellanos que no le merezcan confianza yreemplazarlos con otros que sean de su mayor satisfacción».

Esta Real orden la comunicaba el ministro Caballero al capitán general deMallorca el 7 de octubre de 1802, precisamente cuando iban a celebrarse las bodasa las que alude Jovellanos.

El general Vives, por su parte, encargaba al gobernador del castillo el másexacto cumplimiento de lo que la Real orden se contenía y le mandaba hiciese un«escrupulosísimo reconocimiento en la habitación de dicho señor, sin dejar escon-drijo libre de ello, para ver si se hallaba tintero, pluma, lápiz o papel». (13 de octu-bre de 1802).

A varias dudas propuestas al ministro Caballero por el capitán general, con-testó aquel que S. M. ha extrañado que se haya detenido V. E. en resolverlas, puesestando privada a dicho señor comunicación, es claro que ni la del criado se halla ex-ceptuada de aquella regla. (2 de Febrero de 1803).

El 10 de Mayo de 1803 el general Vives escribía al gobernador del castillo:«Al Sr. D. Gaspar Melchor de Jovellanos le hará Vm. saber que, cuando le acomodepueda confesarse, como y según antes lo acostumbraba, o bien más a menudo, sile pareciere: pero debe Vm. estar advertido que antes de entrar el confesor o oírlese le deberá tomar la palabra, in verbo sacerdotis, de no tratar más con dicho señorque de aquellos casos y negocios pura y precisamente de confesión».

Hallábame yo entonces enfermo de resultas de la inflamaciónde una parótida junto a la oreja izquierda, que, producida por lafalta de ejercicio y por el calor y poca ventilación del cuarto en quevivía encerrado, había hecho necesaria una operación dolorosa paraabrir el tumor, y una larga curación para cerrar la herida. Con estemotivo, el comandante interino de la plaza, don Juan Villalonga,presentó, con certificación de facultativos, la necesidad de que seme permitiese algún desahogo y ejercicio, remitiendo el expedienteal capitán general, que se hallaba en mahón, para que le dirigiese ala corte. Pero hablaba para sordos; estos oficios no tuvieron contesta-ción alguna, ni yo el menor alivio.

Un principio de cataratas que asomó el año siguiente en misojos, por efecto de la misma situación, confirmado con dictamende facultativos, movió al capital general a que solicitase para míel permiso de tomar baños de mar. Defirió la Corte a esta instan-cia; pero señalándose para los baños un sitio a la vista del paseo ycamino público de Portupí, y las más indecentes precauciones parami custodia, rehusé con indignación este alivio, queriendo más pri-varme de él que ofrecerme en espectáculo de lástima y desprecio ala vista de las gentes24.

El permiso de baños, renovado por la Corte, aunque con lasmismas precauciones, se verificó en el año siguiente en lugar, másretirado y oportuno, y desde esta época los baños sirvieron de pre-texto para que pudiese pasar en compañía del capitán de la guardiala mayor parte de las tardes, «único alivio que disfruté, más bien de-bido a la humanidad del general Vives que a indulgencia de misopresores».

»En una palabra, para pasear un poco dentro del castillo, paraconfesarme, para hacer testamento, para comunicar en cartas abier-

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24 Ibidem T. I. «Apéndices a la Memoria en defensa de la Junta Central».Págs. 582b, 583a.

El general Vives daba cuenta al gobernador del castillo de la comunicaciónrecibida de Madrid, concediendo, en su virtud, licencia «para que cuando le aco-mode pueda tomar los referidos baños de mar», advirtiendo que «ha de acompa-ñarle, junto con Vm., el oficial de guardia, y además dos soldados de la misma, encalidad de asistente» (20 de Septiembre 1803).

tas con mis hermanos sobre negocios de familia, fueron necesariasórdenes de la Corte, cuyo indecente tenor hacía patente a todo elmundo la bajeza con que el marqués Caballero servía al odio im-placable de los autores de mi desgracia»25.

Juntamente con los dolores morales experimentó Jovellanosamarguras muy intensas que destrozaban todo su ser. Ya no era elsilencio de muchos que se apellidaron amigos suyos, ni las insidiasde sus émulos, ni la crueldad de sus perseguidores ni la ingrati-tud de los representantes del poder, lo que le atormentaba. En losprimeros años de su reclusión habían demandado la clemencia losdos seres más queridos que Jovellanos dejaba en la tierra al serconducido a Valdemuza. Eran sus hermanas Sor Josefa de San JuanBautista y Catalina de Sena Jovellanos. En 29 de diciembre de 1802habían acudido al rey para pedirle rendidamente se dignara miti-gar el rigor con que era tratado su hermano en el castillo de Bellver,donde carecía de ventilación, de ejercicio y de los medios necesa-rios para curar sus achaques y conservar su existencia. «No extra-ñará a V. M., decían, que estas afligidas hermanas, que no tienenotro consuelo en su avanzada edad que la compañía de su hermano,a quien aman, ni otro alivio en las necesidades de su respectivo es-tado, se postren a sus reales pies como a su señor natural y padre, yle ruegan humildemente y con el mayor rendimiento que, por unefecto de la bondad y humanidad de su corazón, se digne mandarsea puesto en libertad de respirar aires puros y hacer ejercicios, seaen aquella isla, o donde fuese la voluntad de V. M., ya que no po-demos atrevernos a pedir sea en su casa, aunque en ella estaríapronto a obedecer las reales órdenes de V. M., como en el castillo deBellver». No hay para qué decir que la súplica corrió la mismasuerte que las representaciones del hermano; mas confiaba éste vol-ver a su hogar para vivir tranquilo al lado de la virtuosa doña Cata-

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25 Ibidem. T. I. «Apéndices a la Memoria en defensa de la Junta Central».Pág. 583a.:

«Le permite S. M. que (Jovellanos) pueda testar como solicita, y comunicarsobre esto con sus hermanos y apoderados por medio de cartas que ha de dirigirabiertas a V. E., y después de sacar copia de ellas y quedarse con éstas, V. E. me re-mitirá las originales, también abiertas y con cubierta cerrada de V. E.». (Real ordendel Ministerio de Gracia y Justicia para el capitán general de Mallorca. 20 de Junio de 1804).

lina de Sena y admirar los ejemplos de abnegación y de virtud queadmiraron en sor Josefa de San Juan las religiosas agustinas del con-vento de Gijón.

¡Pobre alma cuando ve desvanecidas sus últimas ilusiones! Lasanta religiosa había fallecido mientras que Jovellanos gustaba re-signadamente el pan del destierro; el 3 de Julio de 1807 dejaba deexistir en el convento de agustinas la superiora ejemplar; subía alcielo para implorar del Señor lo que no se le había concedido en latierra.

El Sr. Posada, amigo fiel de Jovellanos, encargóse de comuni-carle la dolorosa pérdida que acababa de sufrir. En la contestaciónal amigo se reflejan las admirables virtudes y la santa vida del re-cluso de Bellver: «Por fin, señor canónigo mío, fue usted para nos-otros el portador de malas nuevas, no porque se hubiese descuidadode correr la que usted nos da en la última de las dos que recibimosel viernes, sino porque el correo se esperó a traer juntas cuatro va-lijas. Pudo ser providencial, pues que al lado de la amargura se ha-llaron los dulces consuelos con que usted supo templarla. Es precisobuscar en la religión el mayor de todos, o más bien el único, puesque fuera de ella nada hay que no agrave la pena de ver la sucesivadesaparición de una familia tan numerosa y santa, habiéndose lle-vado Dios lo mejor de sus individuos y dejado para llorarlos a unoque no existe ya para el mundo y a una hermana achacosa y másvieja, que tampoco existe para el mundo ni para él. Vae solí!, dijo eltexto sagrado; pero también el mismo dice que no está solo aquel aquien Dios asiste, y Kempis, el nunca bien admirado Kempis, quiereque se le diga: In te superonmnia sperare, fortissimum solatium servo-rumtuorum».

Tengo que omitir millares de episodios ocurridos durante suprisión.

Sonó, por fin, la hora marcada por la Providencia para derro-car el despotismo de unos y hacer patente la inocencia de otros. Perosin la ruidosa caída de Carlos IV, ¿quién sabe si la obcecación hu-biera llegado al extremo de prolongar indefinidamente las amargu-ras de Jovino hasta sepultarle entre los escombros de la injusticia?

«¡Sacadme, Señor, había repetido muchas veces, de las garrasdel hombre falso y malvado que, sordo a la voz de la compasión y la

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humanidad, oye sólo la de mis perseguidores, para agravar nochey día la amargura de la situación en que me han puesto!»

El 5 de Abril de 1808 amaneció para Jovellanos el día ventu-roso en que aparecieron rotas las duras cadenas de su cautiverio;sus continuas plegarias y las de sus amigos llegaron a enterneceramorosamente el corazón de Dios.

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VII

La espiritualidad de Jovellanos

Dulcificáronse las penas de Jovellanos durante su destierro en laisla de Mallorca merced a la caritativa intervención del santo re-

ligioso, a cuyas piadosas estratagemas debiéronse los libros, lápiz,tintero, papel y pluma, de que careció por algún tiempo el cautivode Bellver. La reclusión de don Gaspar hubiera sido insoportable dehabérsele privado de los libros, del estudio, de las ocupaciones men-tales, que constituían como una parte indivisible de su ser, de todasu vida.

¡Y qué escritos tan maravillosos los que trazó en su prolon-gado destierro!

En el infame anónimo dirigido a los reyes por alguien en cuyocorazón se ocultaba la envidia, se dijo de Jovellanos que «entregadocon tesón a la varia lectura de libros de nueva mala doctrina, hizotan agigantados progresos, que casi se le puede tener por uno de loscorifeos o cabezas del partido de esos que llaman novatores, de losque, por desgracia y tal vez castigo común nuestro, abunda en es-tos tiempos nuestra España, que antes era un emporio del catoli-cismo», etc.

Este era, el lenguaje de algunos, y vino a constituir como elmedio del que se valían los mismos directores de la opinión públicapara acusar de irreligioso al ex ministro del rey, innovador de lascostumbres y propagandista de ideas contrarias a los verdaderosprincipios de la religión católica. El hacinamiento de semejantescombustibles produjo, según era de esperar, el incendio de la pa-sión, que sólo llegó a extinguirse mediante el arbitrario confina-miento a la isla de Mallorca.

¡Qué lejos estaba el ilustre gijonés de profesar las ideas que se leatribuían! Sus escritos, sobre todo los pertenecientes a las últimas eta-pas de su vida, nos dicen con toda evidencia lo que daba por su-puesto en 1795: «No necesito –decía– hacer profesión de fe; está hechacon mis principios y mi conducta, que todo el mundo conoce». En lascartas dirigidas desde el destierro a sus amigos se descubren hermo-sísimos rasgos de un corazón creyente, que espera en Dios y en suamorosa providencia. «Si usted me pregunta, escribía a uno de estosamigos, si dura todavía aquella esperanza (de redención), no sabréqué decirle, aunque bien sé que no ha revocado el propósito, y tam-bién porque pone toda su confianza en quien todo lo puede […] Entretanto, sufre, calla, espera, lee y reza». (Habla en tercera persona, perorefiriéndose a sí mismo). No olvidaba Jovellanos lo que era y lo quesignificaba el perdón de las injurias. «Alguna vez, recorriendo lossalmos que convienen a un penitente, tropieza en el inveteravi interinimicos meos; y luego le sale al paso aquel erubescant, et conturben-tur… et convertantur, etc.; y esto último es lo que les desea más de co-razón». (1 de febrero de 1804). ¡Y cómo separa lo quo perece, lo que seagosta, de lo que jamás se extingue! «Virtud, instrucción: he aquí loque siempre dura; con estos vestidos, que nunca se gastan, el hombreestá seguro de que nunca se verá en cueros». (28 de Marzo de 1801).Su vida en Bellver asemejábase a la de los cristianos más austeros.«Acudo, dice, a la Mesa sagrada cada quince días; he leído de se-gunda vez toda la Biblia; he decorado un salterio, acomodado a misolicoro, y por toda lectura piadosa tengo el mejor de los libros no ca-nónicos, Kempis, mi antiguo amigo». (Agosto, 1805).

En la correspondencia con el Sr. Posada hay trozos saturadosde devoción en los cuales se descubre la grandeza de un alma queeleva al cielo dolientes suspiros e implora humilde la divina cle-mencia. Hay que leer la paráfrasis al salmo Judica me, Deus, escritaacaso cuando mayores eran sus amarguras. Da principio a la pará-frasis con la entonación de un canto dirigido a Aquel «a cuya vozse inclinan los ángeles del cielo y obedecen los elementos de la tie-rra». «Ven, pues, Dios mío, exclama, y desde el trono de tu luz in-marcesible vuelve hacia mí tus ojos y mira el desamparo en queestoy y la oscuridad y los horrores de que me han rodeado mis ene-migos». «¿A quién, pregunta, acudiré sino a ti, y dónde buscaré

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apoyo sino en ti, Señor, que eres escudo y protección de los inocen-tes y amparo y consuelo de los oprimidos?

»Bien conozco, Dios mío, que nada se hace sobre la tierra sin elconcurso de tu adorable Providencia, y por eso, rendido a tus santosdecretos, sufro con resignación y paciencia el peso de humillacióny amargura que oprime mi alma. ¡Ah! ¡Cómo no la sufriré cuandorecuerdo tantas y tan graves ofensas como he cometido contra ti, miCriador, mi Redentor y Salvador misericordioso, las cuales, aleján-dome de Ti, me hacen indigno de tu protección y digno de mas acer-bas y durables penas! ¡Cómo no lo sufriré, cuando en esta mismatribulación veo brillar tu misericordia, pues que me ofrece la dichosaocasión de humillarme y padecer por Ti, y de purgar alguna partede mis culpas, y de purificar mi alma para que pueda un día parecermenos manchada ante tu divida presencia y ser menos indigna detu misericordia! Pero, ¡oh buen Dios!, Tú sabes que no son las cul-pas contra Ti cometidas, y de las cuales Tú solo eres el juez supremo,las que pretenden los hombres castigar en mí. No pudiendo arras-trarme a sus consejos de iniquidad, han conspirarlo contra mí, y afalta de motivos, por oprimirme y perderme, su maldad los ha fra-guado, buscando en la calumnia los que no hallan en la verdad».Así continúa el cántico de alabanzas mezclado de acentos de com-pasión y de misericordia. «Espera, pues, alma mía, dice al fin, y con-fía en Dios, que se dolerá de tu aflicción y te librará de las garras detus enemigos. Espera en tu Dios, que Él te dará tiempo para que re-conozcas y experimentes sus misericordias y para que le confiesesy adores su santo nombre; y, restituyendo a tu corazón la paz, y laalegría a tu semblante, creas que Él será siempre para ti, como hastaahora fue, tu Dios bueno y misericordioso».

En la sentida epístola que desde Bellver dirige a su fiel amigoel canónigo de Tarragona, aparece, por una parte, el hombre que su-fre, que llama infeliz su suerte, mas, por otra, se descubre un almaque, como avergonzándose de su pusilanimidad, se eleva a otras re-giones más puras, donde reina la verdad.

… ¿Infeliz…?¿Acaso puede un inocente serlo?Con la virtud, con la inocencia, puede

VII. La espiritualidad de Jovellanos 73

morará el infortunio. El justo cielo no lo permite, caro Posidonio. Él las sostiene, las conforta y tiende para apoyarlas su invencible mano.

Repite al amigo hallarse tranquila su conciencia, que nada leturba: ni el remordimiento, ni la imagen del crimen, ni la ingratitud,ni la traición; no se agita en sus senos ninguno «de los verdugos delas almas viles».

Remontándose a las misteriosas cumbres de la vida sobrena-tural, descubre en ellas el poder de Dios, su justicia y todas sus per-fecciones.

… que esta pura emanación de la divina Esencia, este sutil y celestial aliento que nos anima y nos eleva, nunca podrá ser entre muros ni con hierros encadenado ni oprimido.

Unida el alma a los coros angélicos, penetra con rapidez enlas puertas eternales, donde encuentra su patria y adora al supremoHacedor de todo lo creado. ¿Es esto esclavitud, pregunta entonces.No, se dice, y

por más que esta porción de polvo y muerte yaga en estrecha reclusión sumida, libre será quien al eterno alcázar puede subir; al Protector, al Padrede la inocencia y la virtud postrado extático adorar y ver el rayo que arde en su mano omnipotente, cómocontra la iniquidad vibrado, llena de espanto a la calumnia…

Cuenta, por último, las vicisitudes de su larga carrera, empleadaen hacer bien a todos y en profesar la religión augusta de sus mayores.

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… Tú de la atroz calumnia el grito infamedesmentir puedes; sabes que mis días,partidos siempre entre Minerva y Temis,corrieron inocentes, consagradossólo al público bien. Viste que en ellossumiso y fiel la religión augustade nuestros padres, y su culto santo,sin ficción profesé; que fui patronode la verdad y la virtud, y azotede la mentira, del error y el vicio; …

Jovellanos era religioso sin afectación, y en sus escritos fa-miliares aparece como nota culminante un respeto grandísimo alas creencias y prácticas de la religión católica. En 1807, aunque nonecesitaba hacer profesión pública de estas creencias, quiso, noobstante, que apareciera en su testamento la costumbre laudabilí-sima de invocar, ante todas las cosas, el santo nombre de Dios trinoy uno, su Creador y misericordioso Salvador, en cuya santa pre-sencia estaba confiado, y cuya infinita bondad y asistencia implorapara su último fin. «Declaro –dice– que desde mi primera edad ypor todo el curso de mi vida he profesado y actualmente profesocon sincera y constante fe la santa religión católica, apostólica ro-mana, creyendo, como firmemente creo y confieso, todos los dog-mas y artículos que su santa Iglesia tiene y confiesa; y que es mideseo, así como he nacido y vivido, permanecer y morir en susanto gremio y en la comunión de los fieles que la profesan, a cuyofin imploro también la protección e intercesión de la benditaVirgen María, Madre de Dios y protectora de los hombres, paracon su Hijo santísimo, Jesucristo, mi Señor, piadoso Redentor, encuya intercesión confío que, por el mérito e infinito valor de supreciosa sangre, lavando las manchas de mi alma, le abrirá laspuertas del Cielo, para que goce de la presencia divina en la eternabienaventuranza», etcétera.

Era su voluntad que el entierro se hiciese «sin distinción,pompa ni asistencia alguna»; que de ser sepultado en la Cartuja deJesús Nazareno, como él lo mandaba, en el caso de que fallecieseen la isla de Mallorca, se cantara, además del oficio de sepelio, otros

VII. La espiritualidad de Jovellanos 75

dos en Gijón, uno de ellos en la iglesia parroquial y el otro en elconvento de agustinos, «ambos sin convite ni distinción alguna».Además de estos oficios fúnebres, disponía se dijesen algunas mi-sas por el eterno descanso de su alma, «para lo cual dejo en Mallor-ca 50 libras del país, y en Gijón 50 ducados de vellón». Estas misasdeseaba las aplicaran los sacerdotes que los albaceas creyesen másnecesitados. Dejaba, por último, 800 ducados para el socorro de ni-ños pobres.

En sus diarios nada hay más frecuente que el consignar cómoel día de tantos oyó misa en la iglesia de tal pueblo, y este acto dereligión no se limitaba a los días festivos, sino también a otros mu-chos de su particular devoción o que evocaban a su mente especia-les recuerdos.

Entre sus muchos escritos descuella la Memoria sobre educaciónpública, aplicada a las escuelas y colegios de niños. Las principalescuestiones que le pareció más práctico remitir a la docta corpora-ción mallorquina fueron las siguientes: si la instrucción pública erael primer origen de la prosperidad de un estado; si el principio deesta instrucción se hallaba en la educación pública; cuál era el esta-blecimiento más conveniente para dar esta educación; qué ramosabrazaba la enseñanza; qué dotación debía señalarse para su soste-nimiento, y cómo podría contribuirse a su realización. Establececomo dato indiscutible ser muchas las fuentes de la prosperidad so-cial, pero dice que todas nacen de un mismo centro, y este centro noes otro que la instrucción pública. Ella es la que las descubrió, y aella todas están subordinadas. La instrucción dirige sus raudalespara que corran por varios rumbos a su término; remueve los obs-táculos que puedan obstruirlos o extraviar sus aguas; es la matriz,el primer manantial que abastece estas frentes. Con la instruccióntodo se mejora y florece; sin ella todo decae. ¿No es ella, preguntaJovellanos, la que desenvuelve las facultades intelectuales y la queaumenta las fuerzas físicas del hombre? La razón sin ella es una an-torcha apagada; con ella alumbra todos los reinos de la naturaleza,y descubre sus más ocultos senos, y la somete a su albedrío. La ins-trucción mejora el ser humano, el único que puede ser perfeccio-nado por ella, el único dotado de perfectibilidad. Este es el mayordon que recibió de la mano de su inefable Creador. ¿No es la igno-

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rancia el más fecundo origen del vicio, el más cierto principio de lacorrupción? ¿No es la instrucción la que enseña al hombre sus de-beres y la que le inclina a cumplirlos?

Habla de un género de instrucción que trastorna los princi-pios más ciertos, desconoce todas las verdades más santas, sostienelos errores más funestos, alucina, extravía y corrompe los pueblos.Esta clase de instrucción la llama «delirio».

En el estudio y exposición de la ética señala el origen de lasociedad civil, «cuyos deberes, como derivados de la ley natural,no pueden ser desconocidos ni dudosos». Al descubrir «la sofiste-ría moderna», oculta en el Contrato Social, y los derechos intangi-bles del hombre, proclamados por la revolución francesa, dice que«so pretexto de amor al género humano y de conservar a sus indi-viduos la integridad de sus derechos naturales, una secta feroz ytenebrosa ha pretendido en nuestros días restituir los hombres a subarbarie primitiva, soltar las riendas a todas las pasiones, disolvercomo ilegítimos los vínculos de toda sociedad y envolver en uncaos de absurdos y blasfemias todos los principios de la moral na-tural, civil y religiosa. Semejante sistema no pudo caber ni aun enlos extravíos de la razón. Fue aborto del orgullo de unos cuantosimpíos que, aborreciendo toda sujeción, buscaron su gloria y su in-terés en la subversión de todo orden social; y dando un colorido dehumanidad a sus ideas antisociales y antirreligiosas pretenden ilu-dir a los incautos, cuyo consuelo aparentan desear y cuya miseria ydestrucción secretamente meditan. Enemigos de toda religión y detoda soberanía, y conspirando a envolver en la ruina de los altaresy los tronos todas las instituciones, todas las virtudes sociales, nohay idea liberal y benéfica, no hay sentimiento honesto y puro alque no hayan declarado la guerra, que no hayan pretendido borrardel espíritu de los hombres. La humanidad suena continuamenteen sus labios, el odio y la desolación del género humano bramansecretamente en sus corazones».

Entre las asignaturas que el autor del Tratado teórico práctico deenseñanza estimó más importantes, figura la «Moral religiosa». Hayque leerlo con la atención debida para que cada uno juzgue de lasideas de Jovellanos con desapasionamiento, fijándose principal-mente en las teorías de educación por él sustentadas.

VII. La espiritualidad de Jovellanos 77

«Entre todos los objetos de la instrucción, siempre será el pri-mero la moral cristiana; estudio el más importante para el hom-bre, y sin el cual ningún otro podrá llenar el más alto fin de laeducación.

La enseñanza de la moral cristiana presupone el conocimientode los misterios de la religión que estableció su divino Autor. Se debedividir en cinco partes: el catecismo común, el catecismo histórico,el símbolo de la fe, la historia del Nuevo y Viejo Testamento y la lec-tura de la Santa Biblia. En la meditación de los santos evangelios ve-rán los jóvenes confirmados y sublimemente expuestos aquellospreceptos de la ley natural y eterna que el Criador grabó en nuestrasalmas. Verán cómo Jesucristo, lejos de alterar o destruir los artículosde esta ley, vino sólo a ilustrarla y perfeccionarlos. Verán cómo to-dos los pasos, todas las acciones, todas las palabras de este divinoMaestro, las virtudes que ejercitó, los prodigios que obró, los ejem-plos y documentos que nos dejó fueron dirigidos a la perfección deesta doctrina. Verán, en fin, cómo después de haberla confirmadocon la santidad de su vida, la consagró con la paciencia y voluntariosacrificio de su muerte, dejándonos en una y otra un perfectísimodechado de santidad, de mansedumbre y de beneficencia, y mar-cando el camino que deben seguir cuantos aspiren a santificarse ymerecer la eterna recompensa, que prometió a los justos».

Basta con lo dicho para dejar como indiscutible y cierta la re-ligiosidad de Jovellanos. ¿A qué acumular citas cuando disponemosde sus obras, en muchas de las cuales se contienen los preceptos mássublimes de la religión? Acúdase adonde se quiera para atenuar, sies posible, los procedimientos contra él seguidos desde el año de1801, pero no caigamos en la ridiculez de considerarlo como peli-groso para las creencias y tradiciones cristianas. Los que mejor lehan estudiado convienen, es verdad, en admitir que en algunos desus escritos hay frases y trozos que no suenan bien, pero sin repa-rar «en que cada cual habla forzosamente la lengua de su época»,como muy discretamente ha dicho el Sr. Menéndez y Pelayo. Pudoen su juventud dejarse arrebatar del hispanismo reinante, y hablarcon mucha pompa de las puras decisiones de nuestros concilios nacio-nales; pudo recomendar, más o menos a sabiendas, libros galicanosy hasta jansenistas; pudo mostrar desapego y mala voluntad a la es-

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colástica; pero ¿quién, pregunta el eximio escritor santanderino, selibró entonces de aquel escollo? En Rousseau, al cual gratuitamentese le suponía adicto, no hallaba más que «impertinencias bien es-critas, muchas contradicciones y mucho orgullo, como de espíritususpicaz, quejumbroso y vano». La revolución francesa la conside-raba verdadera ruina, y calificó de «bárbaros» a sus autores. «El fu-ror de los republicanos franceses, decía, nada producirá sinoempeorar la raza humana y erigir en sistema la crueldad, cohones-tada con formas y color de justicia y convertida contra los defenso-res de la libertad». De las resoluciones en el gobierno nada buenopodía esperarse; consideró siempre inicua la guerra civil, y la ideade propiedad colectiva, «como un sueño irrealizable». De Franciadijo proféticamente que quedaría «república, pero débil, turbada, yexpuesta a la tiranía militar; y si la vence, recobrará luego su es-plendor».

El insigne polígrafo termina la valiente defensa de Jovellanosdiciendo que cuanto más se le estudia, más se adquiere el conven-cimiento de que en aquella alma heroica y hermosísima (quizá lamás hermosa de la España moderna) nunca, ni por un resquicio,penetró la incredulidad. Por eso, cuando se elogie al varón justo eintegérrimo; al estadista, todo grandeza y desinterés; al mártir dela justicia y de la patria; al gran orador, cuya elocuencia fue dignade la antigua Roma; al gran satírico, a quien Juvenal hubiera envi-diado; al político; al padre y fautor de tanta prosperidad y de tantoadelantamiento, no se olviden sus biógrafos de poner sobre todasesas eminentes cualidades otra mucho más excelsa, que levantán-dole inmensamente sobre los Campomanes y Floridablancas, es lafuente y raíz de su grandeza como hombre y como escritor, y la queda unidad y hermosura a su carácter y a su obra, y la que le selva delbajo y rastrero utilitarismo de sus contemporáneos, hábiles en tra-zar caminos y canales y torpísimos en conocer los senderos pordonde vienen al alma de los pueblos la felicidad o la ruina. Y esanota fundamental del espíritu de Jovellanos es el vivo anhelo de laperfección moral, no filosófica y abstracta, sino «iluminada con la luzdivina, que sobre sus principios derramó la doctrina de Jesucristo,sin la cual ninguna regla de conducta será constante ni verdadera».Esta sublime enseñanza dio aliento a Jovellanos en la aflicción y en

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los hierros. No quería destruir las leyes, sino reformar las costum-bres, persuadido de que sin las costumbres son cosa vana e irrisorialas leyes.

Y a este hombre se le sepultó en obscura cárcel, mientras quela fortuna sonreía a muchos que años después, o en los días en quese multiplicaban las amarguras de Jovellanos, franqueaban al in-vasor las puertas de la patria y entregábanle los tesoros de la fe ca-tólica!

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VIII

No cesan los problemas. La guerra

Voy a terminar estos apuntes señalando algunos de los principa-les acontecimientos que aparecen en la última fase de la vida de

Jovellanos. Me ceñiré, como de costumbre, a sus escritos, en los cua-les se refleja su gran amor a las instituciones patrias y la profundamelancolía que hubo de apoderarse de su espíritu ante los gravesproblemas surgidos desde Mayo de 1808.

«El 5 de Abril de este mismo año llegó, dice, al capitán gene-ral y a mí la Real orden en que nuestro amado Fernando VII que-brantaba mis cadenas, pero en cuyas menguadas frases, su infameministro, el marqués de Caballero, había cuidado esconder lo másprecioso de la justa y piadosa voluntad del soberano». La Real or-den se limitó a decir que el rey se había dignado levantar el arrestoque sufría en Bellver y que se le permitía volver a la corte. LograbaJovellanos su libertad pero no la demostración absoluta de su ino-cencia26. El escandaloso aparato con que fuera conducido a la isla

26 La inocencia, aunque no demostrada como el prisionero lo exigía, era in-discutible.

SOMOZA GARCÍA SALA, Julio; Documentos…, II, págs. 351-352, Domingo Garcíade la Fuente en carta a Rosendo Sieres le decía:

[…] «Fue un feliz regocijo (la libertad de Jovellanos) para toda la isla, quea una voz clamaban: ¡Viva el señor Jovellanos y viva la inocencia! Con estos acla-mas lo siguió el pueblo hasta la posada, donde inmediatamente le pusieron guar-dia de honor de una compañía entera con bandera desplegada y toda la música delregimiento de Betschart (suizos); enseguida vino a visitarlo el general y su segundoO’Nelli, con todos los cuerpos formados de Suizos, Voluntarios de Aragón, Borbón,Milicias y Húsares españoles, y toda la flor de la ciudad.

de Mallorca, la rigurosa prisión que le hicieron sufrir por espacio desiete años eran hechos públicos cuyo origen tenía que buscarse enlas calumniosas imputaciones que contra él se habían suscitado.Mientras no desapareciesen los documentos en que se consignabansemejantes calumnias, la opinión y buen nombre de don Gasparquedarían envueltos en la incertidumbre. Para eso solicitaba nue-vamente de su rey se depurasen aquellas imputaciones y se some-tiese a cualquier tribunal la conducta pública y privada del acusado,para que se hiciese luz, para que no quedase tan impune y arbitra-riamente maltrecha la justicia27. Bien sabía que el resultado de esteexamen severo e imparcial había de ser la anulación del expedientesecreto contra él instruido, abusando del augusto nombre de Car-los IV, la restitución de todos los papeles desaparecidos en la nochememorable del 3 de Marzo de 1801, «la indemnización de las per-sonas que habían sufrido por mi causa, y lo demás que el nuevo reyestimase necesario para la completa reintegración de mi estado ybuen nombre».

Los íntimos de Fernando VII fijáronse, más bien que en la jus-ticia atropellada, en proporcionar nuevas humillaciones al ya caídoduque de Alcudia. ¿Cómo había de permitir Caballero la reintegra-ción del buen nombre de Jovellanos, si esto sólo bastaba para ponermás de relieve la pérfida conducta del intrigante ministro? Pero aun-que el monarca tratase de conocer a fondo los extremos señaladosen la humilde y respetuosa solicitud que el 18 de Abril le dirigíaJovellanos, todo era tarde. «El infeliz Fernando VII caminaba alabismo en que lo precipitaron su buena fe y la horrible perfidia delque se apellidaba su mejor aliado y amigo».

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[…] En los días siguientes, y con recado previo, la Ciudad, Cabildo ecle-siástico, Consulado, Universidad literaria, comunidad[es] regulares y SociedadPatriótica, que después envió a S. E. (Jovellanos) el titulo de socio de mérito». Cartade D. Domingo García de la Fuente. Mallorca 30 Abril de 1808.

27 SOMOZA DE MONTSORIU, Julio. Las amarguras…págs. 142-143.La Representación fue remitida al célebre Canónigo D. J. Escoiquiz, por me-

dio de D. Juan María de Tineo. No obstante, la sentida Carta Confidencial queJovellanos dirigió al tan discutido Canónigo, es muy verosímil que éste dejara decumplir la misión que se le confiaba.

No hay para qué seguir el doloroso calvario que recorrió el excautivo de Bellver desde su salida de Mallorca hasta que llegó aJadraque. Antes de abandonar aquella isla, testigo de tantas dolen-cias, fue a visitar el monasterio de Valdemuza y pasar la SemanaSanta entre aquellos piadosos anacoretas, que con tanta caridad lerecibieron siete años antes y tantas muestras de amor y compasiónle dieron mientras vivió en su compañía. «Acogiéronme, dice, conlágrimas de la más tierna alegría, y me dieron nuevos testimoniosde su benevolencia y caridad». Pero, de haber ocurrido a tiempo lastragedias desarrolladas en Madrid el execrable día 2 de Mayo, la ele-vación de Murat a la regencia de España, la prisión y destierro dela real familia «y el dolor y espanto con que todos temblaban ya porla libertad y vida de nuestro amado rey», se hubiera quedado entresus monjes y entre sus amigos, para no ver ni oír hablar de las amar-guras de la patria. Mas era necesario partir y volver a Gijón paraconsagrarse a su amado Instituto, a su escuela, a sus alumnos y a laprosperidad de su pueblo.

Bellver, sin embargo, dejaba en Jovino las huellas del sufri-miento, y había que reparar las fuerzas perdidas, atender a la saludy diferir por algún tiempo el viaje a su idolatrada Asturias. EnBarcelona fue Jovellanos objeto de admiración, como lo fue asi-mismo en la invicta Zaragoza. ¡Cuánto sentía el heroico Palafox quedon Gaspar no se constituyera en consejero suyo!

En Jadraque, donde encontró el reposo que anhelaban su es-píritu y su salud, tan quebrantada por el prolongado y monótonoaislamiento de Mallorca, recibió el fatal mensaje en el que se le co-municaba que el duque de Berg quería que se pusiese inmediata-mente en camino para la Corte. El porqué no lo decía el ministroPilluela; mas «fue una orden que puso en la mayor premura miespíritu; por lo mismo que estaba resuelto a no desviarme unpunto de la línea que me prescribían la lealtad y el honor, cono-cía los peligros a que esta firme resolución me exponía. Pero laProvidencia, que nunca abandona al hombre de bien, me ofrecióen el decadente estado de mi salud el medio más honesto de con-ciliar mi constancia con mi fidelidad». A este recurso, desgraciada-mente cierto, apeló en las contestaciones dadas a Piñuela, O’Farrily Mazarredo.

VIII. No cesan los problemas. La guerra 83

A la invitación del gran duque de Berg para que Jovellanos setrasladara a Madrid siguió la de D. M. J. de Aranza, en la que se ledecía ser los deseos del emperador que pasase a Asturias para tran-quilizar los ánimos de aquellos habitantes y se entregasen todos «asus labores y ocupaciones domésticas», con lo cual prestaría a la pa-tria un gran servicio y «merecería siempre el aprecio de S. M. I. y R.por lo mucho que se interesa en la tranquilidad pública y en la feli-cidad de los españoles». Se le comunicaba además que estaba des-tinado para ministro del rey José. Jovellanos limitóse a dar lasgracias oficialmente por las lisonjeras frases que en nombre del em-perador se le dirigían y a insistir en que el delicado estado de su sa-lud era incompatible con cualquier otra ocupación, por fácil quepareciese. Pero en carta particular manifestó bien claramente aAranza cuán lejos estaba de admitir ni el encargo de pasar a Asturiasni la cartera del Interior que se le ofrecía. «Consideraba vano el em-peño de reducir con exhortaciones a un pueblo tan numeroso y va-liente y tan resuelto a defender su libertad». «Aun cuando la causade la patria, escribía particularmente a Mazarredo, fuese tan deses-perada, sería siempre la causa del honor y la lealtad, y a la que atodo trance debía preciarse de seguir un buen español». «La nación,añade, se ha declarado generalmente, y se ha declarado con unaenergía igual al horror que concibió al verse tan cruelmente enga-ñada y escarnecida. El desorden mismo que reina en sus primerospasos es la mejor prueba del furor que los incita. Hacerla retroceder,ya no es posible […] La causa de mi país, como la de otras provin-cias, puede ser temeraria, pero es, a lo menos, honrada, y nuncapuede estar bien a un hombre que ha sufrido tanto por conservarsu opinión arriesgarla tan abiertamente cuando se va acercando altérmino de su vida».

Como el principal objeto de los que se titulaban amigos su-yos consistía en reducirle a formar parte de las ya numerosas le-giones de políticos y aun de literatos que engrosaban las filas delrey José, el 7 do Julio de 1808 nombróse a Jovellanos, contra su vo-luntad, ministro del Interior. Los motivos de salud le impulsaronnuevamente a declinar el honroso puesto que se le confiaba. Asíaparece en la comunicación oficial dirigida al mismo rey en 16 deJulio del año citado. Lo que más sintió Jovellanos fue que el decreto

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de su nombramiento se publicase en la Gaceta de Madrid con el delos demás ministros; los que no le conocían ni estaban enteradosde su repulsa, podrían desconocer su fidelidad.

Entre los muchos personajes de la época que pretendieronatraer a Jovellanos al nuevo partido figuraba el conde de Cabarrús,amigo íntimo del insigne gijonés, al cual llamó éste «hombre ex-traordinario, en quien competían los talentos con los desvaríos, ylas más nobles cualidades con los más notables defectos». En la co-municación que Cabarrús le dirige en 29 da Agosto de 1808, decíadel rey intruso que era «el hombre más sensato, el más honrado yamable que haya ocupado el trono. Los deseos del conde estabanharto conocidos: aumentar las filas francesas con hombres de la re-putación y prestigios de don Gaspar. En la contestación dada desdeJadraque por Jovellanos, la ruptura con el antiguo amigo es com-pleta: juzgaba la amistad incompatible con la falta de amor patrio.Téngase presente que la ruptura tuvo lugar después de la batallade Bailén.

«Que Vm., decíale Jovellanos, haya abrazado el partido me-nos justo, puede hallar disculpa en la fuerza de las circunstancias.Que le siguiese después y mientras creyó que la flaqueza de la na-ción y los artificios de su opresor podían hacerla doblar la cerviz ysufrir el nuevo yugo, era ya una consecuencia del primer paso, y enél la compañía de algunos hombres de mérito pudo también coho-nestar su conducta. Pero que en medio de la ruina de este partido,deshecha la fuerza que los sostenía, desengañada y vigorosamentepronunciada la nación, y repelido con el silencio más profundo ycon las demostraciones más claras el nuevo jefe por su pueblo, porsu nobleza, por sus magistrados, Vm. no sólo le siga, sino que pre-tenda justificarle con todos sus horribles designios, y a pesar de lastristes consecuencias que nos anuncian; que Vm. le siga, cuando yano queda al opresor otro recurso que conquistarnos, cuando se co-noce la necesidad de esta conquista, cuando prevé y afecta llorar loshorrendos males que serían consecuencia de ella […] esto es lo queni el honor ni la razón podían disculpar jamás. ¿Por ventura no tieneVm. una patria? ¿Y cuál será esta sino la que le acogió en el desam-paro de sus primeros años, la que le dio una familia, un estado, unafortuna, unos amigos y una reputación distinguidos? ¿Y no recono-

VIII. No cesan los problemas. La guerra 85

cerá Vm. ninguna obligación hacia esta patria tan generosa?, ¿nin-gún vínculo que le una a su suerte?, ¿ninguna prenda que le hagainteresarse en su libertad y en su gloria?»

En párrafos sucesivos rechaza los posibles pretextos de Caba-rrús para afiliarse al partido de Napoleón. Señala con claridad losmotivos que impulsaron e impulsan a nuestro pueblo a oponerse aFrancia. «Lidia –dice– por sus propios derechos, derechos origina-les, sagrados, imprescriptibles, superiores e independientes de todafamilia o dinastía. España lidia por su religión, por su Constitución,por sus leyes, sus costumbres, sus usos; en una palabra, por su li-bertad, que es la hipoteca de tantos y tan sagrados derechos. Españajuró reconocer a Fernando de Borbón; España le reconoce y le reco-nocerá por su rey mientras respire; pero si la fuerza la detiene, o si lapriva de su príncipe, ¿no sabrá buscar otro que la gobierne?» Al re-paro de que el rey José se vea en la precisión de conquistar a Españaa viva fuerza, «a pesar de la humanidad de su corazón», preguntaJovellanos que quién forzaba al intruso a derramar nuestra sangre.«El –dice– se nos ha presentado como redentor, pidiéndonos que leadmitamos como rey. Hémosle rehusado ambos títulos. Vuélvase,pues, a su trono, y habrá hecho lo que exige la justicia».

Los siguientes apóstrofes no podían tener réplica, y tuvieronque penetrar hondamente en el espíritu de Cabarrús. «Pero demosque el bárbaro pundonor napoleónico le fuerce a conquistar laEspaña. ¡Qué! ¿También Vm. será forzado por la necesidad a ayu-darle en la conquista? ¡Insensato! ¿Adónde está aquella razón pe-netrante que veía a la mayor distancia la luz de la justicia? ¿Dóndeaquella tierna sensibilidad que le hacía suspirar a los más ligerosmales de la nación? Pues ¡qué!, cuando vuelva José a talar nuestroscampos, a incendiar nuestras villas y ciudades, y cuando, con laespada en una mano y las cadenas en otra, venga a hacer esclavosa los que no han querido ser sus súbditos, ¿Vm. precederá al ejér-cito conquistador que vendrá robando a nuestros infelices labra-dores sus granos, sus bueyes, el fruto todo de su sudor paraalimentar a los feroces vándalos que le compongan? Y mientrasellos hundan sus alfanjes en el corazón de los que Vm. llamó ami-gos, ¿Vm. estará al lado de estos monstruos calculando el valor desus fortunas dilapidadas? […] ¿Y entonces dirá Vm. que viene a

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presentarnos la única tabla de nuestra salvación? ¿Y entonces seatreverá todavía a invocar el nombre de la amistad? No, no; en-tonces será Vm. un hombre execrable y execrado de su patria, desus conciudadanos y más que de nadie de sus amigos. Sí, lo será,yo se lo juro; yo, que jamás veré la amistad donde no vea la virtud, yque, aborreciendo con todo el rencor de que es capaz el corazónhumano la injusticia y la iniquidad, no podré mirar a Vm. sinocomo un vil y odioso enemigo».

Por lo mismo que el conde había acudido a los recursos deuna amistad antigua, Jovellanos apeló a un lenguaje duro, enérgico,avasallador, claro y conciso, el que se merecía el apóstata de la pa-tria. «Si los atroces proyectos del conquistador, decía, son frustra-dos por el valor de nuestros bizarros defensores, ¿dónde volveráVm. entonces sus ojos? ¿A Napoleón, a José? ¡Oh! Ellos desecharána Vm. desde que no le hayan menester. ¿A España? Pero España noquerrá ni deberá recibir al hijo espurio e ingrato que pretendió de-vorar sus entrañas. Sus amigos mismos le vomitarán y llorarán aver-gonzados de haber tenido este nombre. Desconocido de la naciónque vendió y abandonó, […] Vm. vagará errante, sin familia, sin pa-tria, sin amigos, y en el fuego de su imaginación, y en la claridadmisma de su corazón, hallará todos los estímulos que le arrastren atoda la rabia y furor del despecho».

Las amenazas resultaron inútiles, pero se cumplieron los va-ticinios. Cabarrús murió en Sevilla solo y execrado de todos.

En Jadraque dio ya principio la correspondencia con monsieurHolland sobre los tristes acontecimientos que venían desarrollán-dose en toda la Península. No vacila Jovellanos en confesar a suamigo que la lucha empeñada ya en aquella fecha revestía caracte-res muy peligrosos; pero advierte que los esfuerzos que se hacíanpara salvar a la patria eran tan generales y enérgicos, «tan aguija-dos por el dolor de la injuria, tan animados por la esperanza queinspira la justicia», que alejaban todo temor de sucumbir en ella.Aprovechábase para recomendar a M. Holland la defensa de nues-tra causa, «que es la del honor, de la justicia y de la humanidad»;los auxilios del gobierno inglés los consideró Jovellanos «tales y tanfuertes, que nos ayudarán a triunfar de los tiranos de Europa y ser-virán para atar la España y la Inglaterra en un vínculo de amistad

VIII. No cesan los problemas. La guerra 87

tan leal y duradera cual conviene al noble y firme carácter de una yotra nación».

La guerra, el Gobierno central, las Cortes, la Constitución,Asturias, son materiales que aparecen en la correspondencia familiarcon M. Holland. Jovellanos franqueóse con el amigo porque la gra-titud lo exigía. El joven inglés, agradecido por su parte a la benevo-lencia que don Gaspar le había dispensado en Gijón, franqueábasea la vez con el ilustre anciano28. La diferencia de edad significabamuy poco; lo que se pretendía, lo que se buscaba, era la aniquila-ción de las fuerzas napoleónicas y ver a España libre de la esclavitudque traidoramente se le venía preparando.

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28 Ibidem, págs. 381-385. Fragmento de carta dirigida por Lord Holland aJovellanos, 12 de Septiembre de 1808:

«Es verdad que desde el tiempo en que tuve el honor de conocerle en Gijóny se sirvió V. E. recibir con tanto agasajo a un muchacho de 19 años, he buscadovarias ocasiones, pero en balde, para hacerle conocer que no se me había escapadocuánto debía apreciar una tal distinción. Juzgue, pues, cómo había de sentir esedesacierto, cuando tal cual progreso que hice en la lengua castellana me dejaba vera cada paso las luces y talentos del que me había dispensado sus favores; y en misegundo viaje en España, cuando me aprendieron por la primera vez su injustapersecución, con ánimo de manifestarle la admiración que me había causado sufirmeza me puse a buscar medios, si tal vez me fuese posible lograrlos, para acer-tar el reparo o al menos, el alivio de sus trabajos […] Cuando, pues, se declaró ladesgraciada guerra entre nuestras patrias, estando en Lisboa, tuve una oportuni-dad de escribir a lord Nélson, que mandaba en el Mediterráneo, de pintarle las per-secuciones que estaba V. E. padeciendo y de pasarle un plano muy exacto delcastillo en que estaba encerrado, encareciéndole lo glorioso y lo útil que le resulta-ría si acaso pudiese libertarle de sus opresores. Por desgracia, antes de haber reci-bido mi carta, había ya salido del Mediterráneo [….]».

IX

La Junta Central

«Por fin, la nación española se va a juntar en Cortes. ElReal decreto que las anuncia para el próximo agosto se lee yacon entusiasmo en todas partes […] Al contemplar esta grandeidea, mi corazón salta en el pecho de alegría, viendo acercarseel momento que tan ardientemente había deseado. Despuésde haber sido el primero a proponer a la Suprema Junta Gu-bernativa la necesidad de anunciar a la nación unas Cortes ge-nerales; después de haber procurado demostrar la justicia yutilidad de esta medida; después de haber promovido con elmás puro celo los decretos que acordaron y fijaron su convo-cación, y de haber cooperado por espacio de ocho meses contodas las fuerzas de mi espíritu para el arreglo de su organi-zación y la preparación de sus trabajos, ¿qué me quedaba quedesear, sino el ver empezada esta gran obra?»

Así empieza el gran Jovellanos su Memoria en defensa de la JuntaCentral, escrita en Muros de Noya el 2 de septiembre de 181029.

29 Ibidem. T. I. «Discurso preliminar». Por Cándido NOCEDAL. Págs. XLIX-L. La llama D. C. Nocedal oración elocuentísima, la más patética y tierna y

vigorosa que recordamos en idioma español, y comparable con las más renom-bradas del príncipe de los oradores del Lacio. […] estilo elegante y sencillo, vue-los elevados y majestuosos arranques, nunca reñidos con la dicción pura ylimpia, claridad portentosa, método ordenado y lógica irresistible, son las dotesque principalmente resplandecen en aquel precioso modelo de castellana elo-cuencia.

Su simpatía por la celebración de aquellas asambleas nacionales sedemuestra en las palabras que acabamos de reproducir y en el lu-minoso epistolario dirigido a M. Holland meses antes de la publi-cación del decreto a que se hace referencia.

Jovellanos negose rotundamente a seguir el nuevo partido aque dio lugar la apostasía más o menos encubierta de los que seapellidaran patriotas, pero no a trabajar por el bien de España, cuyaesclavitud íbase fraguando a toda prisa, ya por las enormes fuer-zas militares de que disponía el invasor, ya por los personajes deverdadero renombre que constituyeron un día el cuerpo ministe-rial de Carlos IV, para adherirse poco después a las ambiciones deFernando VII.

Encontrábase aún muy tranquilo en Jadraque, cuando se le no-tificó que la Junta general del Principado de Asturias le designabapara ser uno de los individuos del gobierno central. El nombra-miento estaba fechado el 3 de septiembre de 1808. «Por más –diceJovellanos– que este distinguido testimonio del aprecio de mis pai-sanos fuese tan grato para mi corazón, confieso que me hallé muyperplejo en la aceptación de tan grave cargo, por juzgarle muy su-perior al estado de mis fuerzas. Contaba ya sesenta y cinco años; deresultas de los pasados males y molestias, mi cabeza no quedó ca-paz de ningún trabajo que pidiese intensa y continua aplicación, ymis nervios, tan débiles e irritables, que no podían resistir la más pe-queña alteración del espíritu […] Pero al fin, el amor a la patria ven-ció mi repugnancia y mis reparos, y resignado a sacrificar en suservicio cualquiera resto que hubiese quedado de mis débiles fuer-zas, admití el nombramiento, renuncié la asignación de cuatro milducados que se nos señalaban por dietas y despaché el correo con larespuesta de mi aceptación»30. Don Gaspar regresó a Madrid des-pués de un prolongado e injusto cautiverio. ¡Qué emociones experi-mentaría su corazón al ver que la Corte de España habíase visto en elduro trance de abandonar el suelo patrio para rendir ominoso vasa-llaje al despotismo del extranjero! ¡Madrid sin sus reyes, y la patria alborde del abismo! Los grandes patriotas como Jovellanos eran los

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30 Ibidem. T. I. «Memoria en defensa de la Junta Central», págs. 538-539.

únicos capaces de calcular la magnitud de tan inesperados aconteci-mientos; pero las almas mezquinas que medraban a la sombra delpoder hallábanse muy satisfechas, prodigando fementidos elogios alos conculcadores conscientes de las grandezas patrias. ¡Y qué cal-vario tan doloroso el que esperaba a los respetables miembros de lanueva Junta! Aranjuez, Toledo, Talavera, Trujillo, Sevilla, Sanlúcar,Puerto de Santa María, Isla de León y Cádiz fueron las etapas quehubo de recorrer la Junta central, para recibir, por último, como re-compensa de su labor, los amargos frutos de la calumnia, que cons-tituyen con bastante frecuencia el premio de los corazones generosos.

Hay que ver lo muchísimo que trabajó Jovellanos para nor-malizar, en cuanto las circunstancias lo permitían, la reorganizaciónde las asambleas nacionales, presentar normas fijas que fuesen comola base de la futura restauración española, y de este conocimiento yde sus escritos y de su correspondencia surgirá la persuasión íntimade haber sido el ilustre gijonés uno de los primeros patriotas, unode los primeros defensores de la independencia nacional. La reu-nión de las Cortes era, en efecto, uno de sus ideales. ¡Y cómo le pre-ocupaba la demora de aquellas asambleas! Eran urgentes, pero sureunión no podía verificarse sin orillar otros peligros.

«Las cosas tienen muy buen semblante, le escribía M. Hollandel 21 de mayo de 1809; pero, ¡por amor de Dios!, no tarden Vms. enanunciar las Cortes, y si es todavía posible apresuren la celebraciónde ellas. Sabe Vm., y se lo digo reservadamente, que ya estaba or-ganizada una revolución en Madrid antes de salir Vms. de Aranjuez,para entregar el gobierno de la corte a una Junta independiente de lacentral, cuyos vocales habían de jurar no dejar el mando sino a unasCortes generales del Reino. Si los franceses se retiran, como desea-mos y creemos, no aguantarán las provincias, y menos la corte, latardanza de muchos meses; y no se pueden ponderar las conse-cuencias de una muerte violenta de la Junta.» Demasiado sabíanJovellanos y sus compañeros íntimos que las impaciencias de mu-chos podían ser causa de nuevos trastornos; pero había a la vez otraopinión muy refractaria al pensamiento y ansiedades de M.Holland, dado el curso tan halagüeño que tomaba la defensa de lanación. No faltaba quien oyera «con sobresalto» el nombre deCortes, y entre éstos figuró el mismo conde de Floridablanca.

IX. La Junta Central 91

Llegó por fin la fecha de la convocación, que llama Jovellanosle grand affaire. Mas hubo, hay que decirlo, quien, no habiendo po-dido estorbar la convocatoria, echó mano de toda clase de recursospara impedir que se llevara a efecto. Pero las maquinaciones e in-trigas resultaron nulas. «El paso está dado, y nadie será capaz devolverse atrás sin riesgo de romperse la cabeza. La cosa, a la verdad,presenta no pocas dificultades en su arreglo; pero ninguna hay queno pueda ser vencida, si vencerla se quiere».

Hubo, no obstante, momentos en que estas dificultades deja-ron de orillarse por falta de voluntad o por la misma índole de laJunta, y las primeras ilusiones de Jovellanos desvaneciéronse pau-latinamente, sobre todo a medida que el enemigo se apoderaba denuestros poblados y el malestar cundía entre los mismos campesi-nos. «Todo lo hemos perdido, escribía el 2 de Febrero de 1810: es-tado, honor, patria, existencia; todo lo hemos perdido […]. Ya lostiene usted (los franceses) en torno de Sevilla, y aunque en cortonúmero, el terror los precede y el abatimiento los espera, acompañay sigue. Y, lo que no se puede decir sin lágrimas, los facciosos, talvez agitados por ellos (los franceses), rasgan el corazón de la pa-tria y la inhabilitan para la defensa, y los que con tan buen celocomo poca fortuna la hemos defendido, nos hallamos perseguidos,escarnecidos y hechos la execración de los pueblos y la risa de losmalvados […]».

La Junta Central puede decirse que en aquella época se en-contraba como en su período agónico; su disolución se iba prepa-rando, aunque con relativa lentitud. El mismo Jovellanos escribíaen la fecha ahora citada que cuando ninguno había pronunciado elnombre de regencia, el pequeño Palafox la reclamó en un escrito sa-turado de exageraciones que hizo se difundiera por casi todas lasprovincias de España.

Esta petición fue secundada por el Consejo, el cual atreviósea acusar a las Juntas provinciales de administrar pésimamente losfondos públicos que recogían para el sostenimiento de la guerra. Ladivisión entre el Consejo y las Juntas se hizo inevitable, y el escritode la Romana, leído ante los miembros de la Central, aunque pro-dujo no pequeño disgusto, quedó, no obstante, sin satisfacción nirespuesta «por la debilidad en que había caído nuestro cuerpo».

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Como la formación de la Regencia, proclamada por muchos,no parecía viable, se apeló a reconcentrar el gobierno ejecutivo,cuyo primer plan fue obra del mismo Jovellanos. Pero no se llevóa efecto, porque se reconcentraba en cierta manera todo el poderde la Comisión ejecutiva. Así las cosas, se formó un segundo planmuy embrolladamente, mas la Junta mostróse bastante generosapara no excluir de la Comisión al hombre que tantos perjuicios lehabía causado.

La opinión de constituir una Regencia fue ganando terreno enel sentido de ser necesaria una acción común y de acudir a cuantosmedios sugiriera el patriotismo para no provocar obstáculos, muyperjudiciales en circunstancias tan difíciles. Se nombró al efecto, y laJunta Central dio por terminadas sus penosísimas y enojosas gestio-nes. Pero antes de disolverse estableció bases fijas, cuyo cumpli-miento tenían que jurar solemnemente los que formaran la Regencia.Eran preceptos estrictamente obligatorios el mantener en toda su pu-reza la religión católica, apostólica, romana; la expulsión del enemigodel suelo patrio; colocar en el trono de España a Fernando VII, y «noquebrantar ni permitir que se quebrantasen las leyes, usos y cos-tumbres de la monarquía».

Así coronó aquel cuerpo respetable las funciones de su au-gusto ministerio, procurando salvar a la patria de la horrible anar-quía en que sus enemigos internos la tenían envuelta, y habiendocumplido el sublime juramento que hizo en Aranjuez, de «no oír niadmitir proposición alguna de paz sin que se restituyese a su tronoel soberano legítimo, y sin que se estipulase por primera condiciónla absoluta integridad de España y de sus Américas, sin la des-membración de la más pequeña aldea»31. Pero tan extraordinariossacrificios olvidáronse muy pronto. Cuando las pasiones se enar-decen, la profanación de lo más sagrado es un hecho que impune-mente se consuma; todo aparece como envuelto en la sombra delolvido, si es que, como en aquella ocasión, no se despacha la ingra-titud a su gusto, vilipendiando, calumniando, escarneciendo a los

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31 Ibidem. «Discurso preliminar» por Cándido NOCEDAL.- T. I, págs. XLV-XLVI.

verdaderos y más legítimos defensores de las grandezas patrias. Noha sido otro el final de aquella Junta, formada por miembros tan dig-nos como el ilustre gijonés32.

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32 SOMOZA GARCÍA SALA, Julio; Documentos para escribir la biografía deJovellanos… pág. 438 y ss.

A la llegada de Jovellanos y de su fiel compañero el ilustre marqués de CampoSagrado a la bahía de Cádiz en la fragata Cornelia, remitieron al director del Diario deCádiz un luminosísimo escrito rechazando vigorosamente las calumnias dirigidas porel populacho vil (y por los que los alentaban) contra las gestiones de la Junta central.Pero ni el gobernador ni la Junta superior de gobierno dieron la licencia necesariapara la publicación del escrito. He aquí lo que en él se decía: «señor redactor: Entre-tanto que la falta de viento favorable nos detiene en esta bahía, los rumores que correnen esa ciudad contra los individuos que compusieron la pasada Suprema JuntaCentral, llegan aquí, para hacernos más penosa nuestra situación. Pudiéramos des-preciar las imputaciones que difunden, o por vagas, pues que no determinan cargosni señalan delincuentes, o por inverosímiles, porque son indignas de toda creencia oasenso racional; pero nuestra delicadeza no nos permite callar, en medio de tantas ytan indiscretas hablillas. Si las calumnias de los enemigos de la Junta han podido ex-citarlas, y las últimas desgracias del ejército hacerlas admitir, estamos bien ciertos deque, pasada la primera sorpresa, la verdad ocupará su lugar en la opinión pública, lacual, investigando tranquilamente las causas y los instrumentos de aquellas desgra-cias, hará la justicia que es debida a un gobierno compuesto de honrados y celosospatriotas, a quienes pudieran faltar luces, medios y fortuna para hacer que los ejérci-tos de la patria triunfasen siempre de los enemigos, pero nunca faltó ni el deseo másvivo, ni la aplicación más constante, ni la firmeza más enérgica para proporcionarlesesta ventaja. Llegará, sin duda, un día en que, sin necesidad de apologías ni mani-fiestos, la nación reconozca los servicios que le han hecho estos dignos patriotas; peroentretanto, nuestro pundonor y nuestra conciencia no nos permiten esperar un juiciotan tardío. Por lo mismo, con la confianza que ellos nos inspiran, apelamos al juicio denuestros contemporáneos, y si entre los ruines calumniadores o detractores alucina-dos de la Junta Central hay alguno que se atreva a censurar la conducta pública delos dos individuos que hemos venido a ella por representación del Principado deAsturias, desde luego le desafiamos y provocamos por medio de este escrito a quedeclare los cargos que pretendiera hacernos, bien sea ante el Supremo Consejo deRegencia, o ante el tribunal que Su Majestad se dignase nombrar, o bien por mediodel Diario de Vm., o de cualquier otro escrito público, pues en cualquiera forma quesea estamos prontos a desmentirle y confundirle demostrando que en nuestros es-critos y nuestras opiniones, y todo el curso de nuestra conducta pública, no sólo he-mos acreditado constantemente la más asidua aplicación, el más heroico desinterésy el más sincero patriotismo, sino que por ellos nos hemos hecho tan superiores atoda censura como acreedores al apremio y gratitud de la nación.

Lejos ya del sitio prefijado para las contiendas políticas, y con-dolido cada vez más de las desgracias nacionales; el ex cautivo deBellver comunicó a su amigo sincero, a M. Holland, sus impresio-nes relativas a la labor y vicisitudes de las Cortes generales. ¡Y quédesilusión amargaba su espíritu!

Desde luego advertía que le causaba mucha pena su organi-zación, no porque la Regencia no hubiese adoptado las bases queacordó la Junta central al disolverse, sino por la forma libre y con-fusa en que las Cortes se constituyeron. Confirmaron interinamentela Regencia, pero dejando un poder ejecutivo puramente nominal,puesto que no le daban intervención alguna en la confirmación delas leyes, ni veto, ni sanción, ni revisión, ni nada. Quedaba aquel po-der no sólo débil, sino refundido substancialmente en el legislativo.Se constituyeron en una sola cámara, sin haberse establecido nin-guna especie de doble deliberación, y como la mayor parte de lasresoluciones se tomaban sin discusión seria, al golpe, sin el examenprevio, era muy de temer que «si siguen así puedan resultar algu-nas de grave inconveniente. Hayle ya en cuánto al juramento, com-puesto de seis artículos y, sin embargo, acordados al golpe. En elprimero, que declara la soberanía de la nación, sin explicación al-guna, se destruye nuestra antigua constitución; y aunque envuelveun dogma generalmente reconocido por los políticos en la teórica,era cosa muy grave para presentarle, desde luego, a una nación queno le conocía, ni penetraba su extensión en la práctica. Pedir de an-temano el reconocimiento de la constitución que se hiciere, de unaconstitución no conocida, y que los mismos que la han de hacer nohan ideado ni discutido todavía, parece cosa poco cuerda, sobre nonecesaria, porque aun hecha y presentada esta constitución, todociudadano tendrá el derecho de jurarla o no, y de pasar a vivir bajode otra, si aquella no le conviniere. Hase, sin embargo, jurado a pasollano por todo el mundo, y sólo el marqués del Palacio propuso al-gunas dudas mal dirigidas y sostenidas por él y con demasiada se-veridad tratadas por la asamblea.»33

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33 Cartas de Jovellanos y Lord Vassall Holland sobre la Guerra de la Independencia(1808-1811). Pról. y notas de Julio SOMOZA.-Madrid, Imp. de Hijos de GómezFuentenebro, 2 vols., 1911. Págs. 524-525.

A la declaración de la libertad de imprenta no ocultó Jove-llanos su descontento, y lo juzgó un asunto poco meditado. «Lasideas de Juan Jacobo y de Mably, y aun las de Locke, Harrington ySidney, de que estaba imbuida la pequeña parte de los jóvenes queleían, las consideraba poco a propósito para formar la constituciónexigida entonces. «No tenemos, por lo tanto, que esperar las lucesque nos faltan de la libertad de la imprenta, y tenemos, más bien,mucho que temer si nos vienen de afuera; que no se descuidaránnuestros enemigos de aprovecharse de este medio para difundir lasque nos dañan, ni de comprar instrumentos que las apoyen. Todoesto, oh mi buen amigo, me llena de aflicción y me tiene en sobre-salto. «Mi deseo, añade, era preparar por medio de nuestro plan unaconstitución modelada por la inglesa y mejorada en cuanto se pu-diese, y a esto se dirigía la forma que ideábamos para la organiza-ción de la asamblea».34 Para Jovellanos la constitución nacional «essiempre la efectiva, la histórica, la que no en turbulentas asambleas,ni en un día de asonada, sino en largas edades, fue lenta y trabajo-samente educando la conciencia nacional, con el concurso de todosy para el bien de la comunidad; constitución que puede reformarsey mejorarse, pero que nunca es lícito, ni conveniente, ni quizá posi-ble, destruir, so pena de un suicidio nacional, peor que la mismaanarquía. «¡Qué mayor locura, exclama, que pretender hacer unaconstitución como quien hace un drama o una novela».

Tengo que prescindir de los mil episodios y bárbaros atro-pellos cometidos desde el abandono de la Isla de León hasta el 6de Agosto de 181135, día feliz, en que llegaba don Gaspar a la villade sus amores. Qué experimentaría su alma al verse estrechadopor fieles amigos, pero sin la concurrencia de aquellos seres inol-vidables que formaron como una parte esencial de su vida, no losabemos. La iglesia de Gijón fue el primer punto que visitó Jove-llanos; quería dar a Dios gracias infinitas por las misericordias quele había prodigado durante tan larga como dolorosa peregrinación.A esta visita siguieron después otras y otras, pero no la de sus her-manos, no la del convento de Agustinas para escuchar el tan an-

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34 Ibidem, pág. 525.35 SOMOZA DE MONTSORIU, Julio. Las amarguras…, pág. 206.

helado parabién que le dirigiera la santa religiosa cuyas virtudestantas veces había admirado el noble Jovino. La muerte habíaseapoderado, uno tras otro, de todos aquellos seres; apenas había unlenitivo que calmara las amarguras de un corazón nacido para elsufrimiento.

«Milord, –escribía el 17 de aquel mismo mes al amigo delalma–: Después de once años de ausencia, persecuciones y traba-jos, estoy otra vez en mi escondrijo de Gijón, tan ansioso de hallaren él el descanso que mis muchos años y mi degradada constitu-ción física necesitan, como incierto de conseguirle. Llegué a be-sar esta cuna el 7 de este mes, y no pasaron ocho días sin que noshiciesen temer una nueva invasión. Más que el peligro, que porahora no es inminente, son de temer las falsas alarmas, no ya delpueblo sólo, más aún del gobierno, que, por avisos pocos segurosde reuniones y movimientos del enemigo, toma precauciones queasustan, tanto por su aparato como por su precipitación; defectonacido del mismo cuidado de evitar el descuido absoluto, que essu contrario. […] En medio de esto, no envidio otra situación, ysólo me falta, para gozarla de lleno, que ni los amigos ni los ene-migos se empeñen en inquietarla».36 En la misma carta hace alu-sión a otra escrita por Mr. Holland el día 12 de Julio, y al hablar delos desórdenes que empezaban a producirse en las Américas, cen-sura fuertemente la ambición de los criollos y pone de manifiestola ingratitud de los que en circunstancias tan difíciles desgarrabancon sus hechos el corazón de la madre patria. «La situación, dice,es crítica; los medios, pocos; las necesidades, inmensas. […] Tengosobre mi corazón la insurrección de América, de que Vm. me ha-blaba, y no puedo dejar de detestar y odiar con todo él a los quela fomentan. Dícenme que Blanco es uno de sus más ardientes so-pladores; […] si es cierto lo que oigo contar de sus discursos, nohallo dictado bastante negro con que caracterizar su conducta.Fomentar este fuego en un extraño, fuera imprudencia; en un na-cional es una cruel indignidad. No basta para disculparla suponeruna cabeza llena de manía y cavilaciones democráticas, porque de-ben callar los estímulos de la opinión donde hablan los sentimien-

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36 Cartas de Jovellanos…, pág. 541.

tos de la probidad. Prescindiendo de los principios de esta defec-ción de nuestros hermanos, basta poner los ojos en sus autorespara calificarla. No son los pobres indios los que la promueven:son los españoles criollos, que no pelean por sacudir un yugo quedesde el principio se trató de hacer ligero, sino por arrebatar unmando que envidian a la metrópoli. ¿Qué pueden pedir que no leshayan dado o estén prontas a dar las Cortes? Dice usted que losderechos que no les den, los tomarán; pero ¿no los han tomado sinpedirlos? Ni es justicia todo lo que parece: hay razones de conve-niencia pública que alteran sus reglas. Los principios son siempreciertos; pero la política no es una ciencia, ni por consiguiente, tieneprincipios; sus máximas pueden ser siempre ciertas en la teórica,pero no siempre en su aplicación. ¿Aprobaría usted que se diese apaíses tan distantes y poblados, y que cada día lo serán más, que seles diese una representación numéricamente superior a la del con-tinente, con indistinta inclusión de todas las castas? ¿La absolutaexclusión de los continentales para todos los empleos? ¿No pedi-rían, después, la traslación del gobierno a aquella parte del mun-do? No, amigo mío, no; no son éstas las cuestiones del día, por másque lo parezcan. Se trata de una escisión, de una absoluta inde-pendencia, y sobre esto es la lucha. Yo no sé quién la fomenta; séque sin ajeno auxilio no pueden vencer en ella los insurgentes.Estoy muy lejos de atribuir este ruin designio al gobierno inglés;no sólo le creo ajeno de su generosidad, sino también de su sabi-duría. Sé muy bien que Pitt fomentó la insurrección de la AméricaMeridional; sé que hubo, y acaso hay, miras, si no de dominio, depreponderancia comercial y exclusiva con ella. Pero cualquiera queen la actual situación del viejo mundo piense en la independenciageneral del nuevo, será un hombre vacío de todo principio de pru-dencia y virtud; dividiría en dos partes la especie humana; arma-ría para siempre la una contra la otra; y si las guerras de nación anación son hoy tan horrendas y funestas, ¿qué sería entonces lamedia humanidad contra la otra media? Tarde o temprano, éstafuera su suerte. La ambición dividiría allí el mando y los imperios,pero la misma levantaría un Bonaparte que, después de devastarsus porciones, las reuniese bajo un yugo de fierro. Tengo, por lotanto, gran consuelo en saber de usted las miras benéficas de su

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gobierno hacia España; pero quisiera que los comerciantes ingle-ses no la frustrasen por su codicia. […]»37

Tres meses tan sólo permaneció Jovellanos en el pueblo natal,en la villa de sus ilusiones. La restauración de su amado Instituto,convertido en guarida del extranjero, fue la principal labor de aquelgran patriota durante su estancia en aquella villa. Pero el enemigo,aprovechando los desaciertos e ingratitud de nuestros gobernantes,penetró nuevamente en la región asturiana. Jovellanos no disponíaen su avanzada edad de otros recursos que los de su preclara inte-ligencia, los de un corazón heroico, grande, saturado de patriotismo,de amor a España, por cuya felicidad había sacrificado su vida, susintereses, su salud, todo su patrimonio, y estos recursos los entregóa un pueblo que tan gallardamente había defendido en las pasadascenturias su libertad, su independencia, vilmente ultrajada por eldespotismo y la fuerza bruta. Para enardecer a aquel pueblo y con-ducirle a la victoria, Jovellanos arrancó a su lira el último canto, encuyas vibrantes estrofas refléjase aún la fogosidad del poeta y elacendrado amor a las tradiciones patrias.

A las armas, valientes astures;empuñadlas con nuevo vigor;que otra vez el tirano de Europael solar de Pelayo insultó.

Evoca las gloriosas lides libradas en el suelo asturiano por de-tener el rápido vuelo de las águilas de Roma y aquellos dos siglosde tenaz resistencia, que bastaron para destruir la loca ambición dela señora del Tíber. Y más tarde les recuerda que,

Cuando suevos, alanos y godos inundaban el suelo español; cuando atónita España rendía la cerviz a su yugo feroz;…………………………………

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37 Ibidem, págs. 545-546.

vuestros padres, alzados en Arbas, refrenaron su insano furor.

Covadonga, el Auseva, Pelayo, los inmortales triunfos ani-quiladores del poderío musulmán, aparecen sublimemente dibuja-dos en el himno guerrero, y pregunta a sus astures:

Y hoy que viene un villano enemigo libertad a robarnos y honor, ¿en olvido pondréis tantas glorias?, ¿sufriréis tan indigno baldón?………………………………………Cuando os pide el amor sacrificios, cuando os pide venganza el honor, ¿cómo no arde la ira en los pechos?, ¿Quién los brazos nerviosos ató?

Pero los recursos de la elocuencia, de nada o de muy poco sir-ven sin la salud y cuando la robustez y las fuerzas físicas han des-aparecido. Toda resistencia por parte de Jovellanos resultaba inútil.Abandonó a la fuerza, dirigió un adiós triste, como precursor de ma-yores desventuras, a su amada villa para buscar provisionalmenteotro refugio donde poder llorar a solas las desgracias de su patria.La Providencia disponía, en efecto, que aquel adiós fuese el último.Llegó extenuado al Puerto de Vega el 14 de Noviembre de 1811, y el27 del mismo mes exhaló su último suspiro en la casa de su fielamigo don Antonio Trelles Osorio.

Había de morir muy lejos de los suyos, desterrado, huérfano,sin hogar y sin otros consuelos que los que le prodigaron las almasbuenas, pero confortado su espíritu con los auxilios de la religión.A su fallecimiento había precedido la convicción cristiana de estarmuy contados los días de su existencia. Murió como mueren losbuenos, pero sin encontrar quien llenara el enorme vacío que dejabaen su mente.

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Apéndice

Fr. Bernardo Martínez Noval, O. S. A.(Obispo de Almería)

Castiello, Valdesoto, (Siero), Asturias, (1868-1934)

FAUSTO VIGIL ÁLVAREZ

Cronista de Siero

Fr. Bernardo Martínez Noval, O. S. A.*

(*) Bio-bibliografía recogida por Fausto VIGIL ÁLVAREZ, Cronista de Siero, enNotas para una Bio-bibliografía de Siero (Asturias). Santander, Aldus, S.A. de ArtesGráficas, 1949. Págs. 192-200.

Este ilustre hijo de Siero y de San Agustín vino al mundo en elbarrio de Castiello, feligresía de Valdesoto, a las cuatro de la

tarde del día 30 de abril de 1868, siendo sus padres Manuel MartínezPalacio y Joaquina Noval Nosti, él humilde jornalero y ambos ex-celentes cristianos. El 2 de marzo de 1870 quedó huérfano de ma-dre, no tardando en serlo de padre, que dejó este mundo a loscuarenta y ocho años, pues falleció el 20 de abril del mismo año,cuando el chico aún no cumpliera los dos años de edad.

No le faltó ni a él ni a otro su hermano, llamado José, un débilauxilio: el de sus pobres tíos Bernardo Noval, que a la vez era su pa-drino, y Ramona Noval, hermana de su madre, los que con grancariño se hicieron cargo de aquéllos pobres huerfanitos. El niñoBernardo, muy niño aún, inició sus estudios primarios en la escuelade Valdesoto, siendo muy notados los progresos que hacía, como lodemostraba la gran estima de que gozaba de su maestro y compa-ñeros. Por ello muy pronto estuvo en magníficas condiciones paracomenzar el estudio del latín, lo que verificó en la cátedra de Pola deSiero, recibiendo las lecciones del excelente preceptor don RafaelAlonso Parúas, y después del que sucedió a este señor, don JoaquínRodríguez Fuente, que estaban encantados del valer del muchacho,de su constancia en el estudio y de la bondad de su carácter, siempresereno, formal y virtuoso. Resultado: que muy pronto estuvo en es-tado de dejar la cátedra, para dedicarse a estudios más superiores.

Yo le he oído en cierta ocasión que era su deseo, entonces, in-gresar en la Orden dominicana; pero hubo de hacerlo en la agusti-niana por una circunstancia fortuita, que explicaba así:

Solían –decía– llegar a la Pola todos o casi todos los años al-gunos frailes dominicos y agustinos –siempre de estas Órdenes– abuscar a los chicos que de la preceptoría quisieran ingresar en aque-llas religiones, y el año en que él estaba en posición de verificarlono vino el dominico. Esto le decidió a irse con el agustino, porqueno quería pesar más tiempo sobre sus pobres y buenísimos tíos, que

harto hacían con soportar las cargas familiares más obligadas, quemal podían satisfacer.

Con el agustino marchó a Valladolid, ingresando en aquel no-viciado en julio de 1884, haciendo la profesión el 18 de julio del año1885, cursando los dos primeros años de Filosofía. El tercero de estaciencia y el primero de Teología los cursó en La Vid (Burgos), paracontinuar el segundo y tercero en el Escorial.

En el verano de 1891 fue destinado a las Misiones de Filipinas,y en el convento de la capital de aquel Archipiélago terminó la ca-rrera. Allí dijo su primea Misa, en la que fue padrino su hermanoen religión y paisano; el ilustre Fr. José Rodríguez Fombella.

La humilde vida religiosa no fue de reposo para este hijo deSiero, pues inmediatamente fue destinado a Pampanga, el 30 de di-ciembre de 1892. En septiembre de 1893 le enviaron de cura a LaPaz, de donde fue trasladado a Candala en julio de 1894 y enviado,a principios de diciembre del mismo año, a Santa Rita, en donde es-tuvo hasta el mes de agosto de 1895, en que fue nombrado para di-rigir la parroquia de Porac.

Dada su acrisolada virtud no será preciso manifestar que entodas aquellas parroquias fue un apóstol y un verdadero padre, aquien sus feligreses reverenciaban sinceramente, obedecían y res-petaban, pagando con esta moneda sus bondades, los sacrificiosconstantes que por ellos hacía y los favores de todo género, que ja-más les regateaba.

Que se le respetaba sobremanera y obedecía ciegamente de-muéstralo el hecho de que en varias ocasiones este insigne sierensehizo abortar conatos de rebelión intentados contra España, y hasta,llegada a iniciarse aquella, logró que se sometieran, deponiendo lasarmas, que ya habían sido empuñadas. Cuando estalló la última yrabiosa rebelión, que después, y con intervención de los EstadosUnidos, acabó con la soberanía española en el lejano Archipiélagomagallánico, nada le hubiera ocurrido a poder ser evitado por susfeligreses; pero, impotentes éstos para librarle de lo que habían de-terminado los elementos dirigentes de la revolución, hubo de sufrirla misma suerte que sus hermanos en religión y demás religiosos, yfue hecho prisionero por los tagalos el 3 de junio de 1898, sufriendocon paciente resignación todas las penalidades del cautiverio y las

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Barrio de Castiello, en Valdesoto, lugar de nacimiento de Fray Bernardo Martínez Noval

privaciones y molestias a todos impuestas, amén de los insultos, ve-jámenes y burlas de todo género, hasta lograr la deseada libertad,que no gozó sino por el mes de diciembre del siguiente año de 1899.

En cuanto quedó libre fue enviado a Hong-Kong, con ordende que se dedicara a perfeccionarse en el idioma francés e inglés, afin de que estuviera en debidas condiciones para desempeñar lasfunciones que las jerarquías de la Orden agustiniana habrían de en-comendarle. No será necesario siquiera insinuar que puso en el es-tudio todo su entusiasmo y su constancia toda, logrando lo que sedeseaba de él: que llegó a dominar completamente aquellos idiomas,en los que se expresaba tan perfectamente como en el vernáculo.

Al trasladar a España su residencia el Definitorio de la Pro-vincia del Santísimo Nombre de Jesús de Filipinas en 1901, el PadreBernardo ocupó el de Secretario general, en el que trabajó con la ac-tividad que le caracterizó siempre y con la perfección que puedesuponerse, dada la superior cultura del humilde fraile, hasta el añode 1909.

Durante este tiempo no se dio punto de reposo para desem-polvar documentos de los archivos de la Orden, que su gran talen-to supo aprovechar para escribir gran número de trabajos de muyvariado género, muchos de ellos relacionados con la historia de laOrden de San Agustín, aclarando puntos y dando a conocer otrostotalmente ignorados.

Del cargo de Secretario general pasó en dicho año de 1909 alde primer Definidor, en cuyo oficio permaneció hasta que en 1913fue designado Provincial, demostrando en tan alto puesto que ha-bía sido muy acertada tal designación, puesto que rigió con ex-traordinaria habilidad la extensísima Provincia Agustiniana delSantísimo Nombre de Jesús, desempeñando su cometido de modoperfectísimo.

En cuanto se posesionó del elevado cargo comenzó a prepa-rarse para hacer la Santa Visita que prescriben las Constitucionesorgánicas agustinianas, y que él, además, juzgaba de absoluta con-veniencia y casi necesaria, emprendiendo a los pocos meses el viajea Roma para ser recibido por Su Santidad Pío X en audiencia espe-cial. Inmediatamente partió de la ciudad vaticana hacia Austria yPolonia, para, atravesando el continente asiático en el ferrocarril

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transiberiano, llegar a China y realizar la visita a las Misiones deHunan septentrional. Inició la visita por este Vicariato por el cariñoque el ilustre visitador había sentido siempre por aquellos heroicosmisioneros que, tan lejos de la patria amada y ajenos a todo cuantono fueran sus obligaciones misionales, laboraban, incansables y ce-losos, en la caritativa obra de evangelizar e instruir a los naturalesde aquellos extensos territorios.

Terminada esta visita al Vicariato de Hunan, continuola enFilipinas con la de colegios y conventos y más tarde la realizó ins-peccionando los colegios, las residencias y conventos de España.

Había comenzado esta visita en el año de 1914, extendiéndolaa las Misiones de América en el de 1916.

Durante su Priorato fundó varios colegios, entre ellos los deCeuta y Santander, y Residencias, Ribadeo y Cádiz entre ellas, y seabrieron al culto los hermosos y capaces templos de San José, enBilbao y San Agustín, en San Pablo (Brasil). Todo esto habla muyalto y claro de su caridad, su temperamento activo y su celo en prodel nombre y bienestar de la insigne Orden de San Agustín, con loque procuró el bien espiritual y aun el material de los numerososindividuos a quienes alcanzaban los beneficios de sus fundaciones.

Sus méritos, su ciencia y su virtud, su actividad, sus padeci-mientos y los importantísimos servicios prestados hiciéronle acree-dor al honrosísimo título, de Maestro en Sagrada Teología, con elque le distinguió el Superior General de la Orden de San Agustín.

Por todas aquellas estimadísimas prendas fue escogido paradesempeñar el oficio de Superior de la Residencia de San Manuel ySan Benito, de Madrid, donde colaboró con el Padre Font, fundadorde la importantísima institución social-católica de los Talleres deCaridad de Santa Rita de Casia, en el funcionamiento y desarrollode la misma, que pasó a regentar, dirigiéndola desde el fallecimientodel Padre Font, acaecido en 1908. Asombra la activísima labor reali-zada por el Padre Bernardo en la dirección de esa institución bené-fico-social. Llegó a lograr de los Sumos Pontífices grandes privilegiosque le aseguraron existencia canónica y la civil alcanzada de losPoderes públicos.

Funciona aquella asociación en todas las parroquias de Ma-drid, se ha extendido por la mayor parte de las provincias de España

Apéndice. Fray Bernardo Martínez Noval 109

y aun se han organizado instituciones similares en París y en mu-chas poblaciones de las Repúblicas hispano-americanas. La obra desus amores, como la llamaba nuestro ilustre paisano, sigue pujante yvigorosa su vida religioso-social y continúa sembrando beneficiosincalculables sobre los humildes.

Sus persistentes trabajos en el desempeño acertadísimo de loscargos que la Orden le otorgara no han podido restarle tiempo paradedicar a otros voluntarios menesteres, ya que se ocupó de fundar elArchivo Histórico Agustiniano, revista que pretendía fuese así comoBoletín Oficial de las tres Provincias Agustinianas de España, paradesarrollar, como creía que era necesario, y mejorar las condicionesy vida de la revista España y América; fundar asimismo el BoletínMensual de los Talleres de Santa Rita, que tituló Vestir al desnudo, y pro-ducir tantas y tantas obras, así científicas como literarias, que salie-ron de su brillante y fértil pluma.

Laborando en los talleres de Santa Rita y rigiendo la Resi-dencia madrileña de San Manuel y San Benito le sorprendió su nom-bramiento para la Sede episcopal de Almería. Si el Padre Bernardonos hubiera dicho la impresión que la tal noticia le hubo producido,seguramente que la asimilaría a una titánica lucha entre dos gigan-tes: uno, el voto de ciega obediencia prestado en solemnísimo día;otro, su humildad, –que el sabio y virtuoso, como él era, siempre eshumilde–, que en otra ocasión le hiciera resistir, y triunfar en su re-sistencia, a aceptar la diócesis de Orihuela […].

La muerte, que nada ni a nadie respeta, llamó a las puertas delPalacio Episcopal de Almería, a las cuatro y cuarto de la tarde deldía 25 de junio del año de 1934, para llevarse hacia un mundo mejoral insigne agustino, a quien había postrado en el lecho traicionerabronconeumonía.

Las campanas del templo catedralicio dejáronse oír anun-ciando al pueblo almeriense el triste desenlace y lo propio hicieronlas de todas las parroquias, capillas y conventos de la capital. Fue laseñal para que frente al Palacio Episcopal se congregaran infinidadde personas para desfilar ante el cadáver, desgranando fervorosasoraciones por el descanso eterno del gran Prelado, comentándosela serena placidez del fallecido señor en las últimas horas y postre-ros momentos de su vida terrena.

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Iglesia parroquial de San Félix, de Valdesoto

A poco más de las diez de la mañana, presintiendo su muerte,pidió se le administrara la Extremaunción, ya que había sido viati-cado con anterioridad. Seguidamente, con entereza, que era su ca-racterística, pidió unos documentos, respecto a los cuales dioalgunas órdenes. Después solicitó –pasaba poco más de una horadel mediodía– del señor Obispo de Guadix, que no le abandonaba niun momento, le diera la absolución, y rogó fuesen recitadas las ora-ciones pro difuntis, mandando lo hicieran en alta voz para poder oír-las bien. Una hora antes de su fallecimiento dejó de hablar, porhaber entrado en el período agónico, para, a la hora ya dicha, expi-rar con la tranquilidad del justo.

Habilitado de capilla ardiente el Salón del Trono del Palacioy llevado allí el cadáver del Padre Bernardo, una verdadera multi-tud de almerienses invadió el amplio local para besar el anillo pas-toral que el difunto conservaba en el dedo, viéndose muchísimoshombres y mujeres del pueblo arrodillados, rezando con gran fer-vor por el insigne Prelado, que habíase comportado con todos comoun verdadero y cariñoso padre. Para darse borrosa cuenta de laenorme afluencia de diocesanos que deseaba rendir tributo de ado-ración al sabio Pastor, postrándose ante sus yertos despojos, bastarádecir que hubo necesidad de requerir a algunos guardias para man-tener el orden, pues en ocasiones era realmente imposible entrar aPalacio o salir de él. Los guardias cumplieron maravillosamente yel desfile resultó imponentísima manifestación de duelo, que duróhasta bien entrada la mañana del día 27, fecha señalada para las exe-quias y entierro del ilustre agustino.

Y no se hablaba en Almería de otra cosa que del señor Obispopara ponderarle, muy merecidamente. Verdad es que a esto contri-buía, y no poco, el que se hubieran sabido las disposiciones de sutestamento, que respiraban humildad y bondad, y, como conse-cuencia de ellas se llegaba a la conclusión lógica, y muy cierta, deque el fenecido Prelado moría tan pobre, que no dejaba ni aun lo ne-cesario para pagar las pequeñas deudas que de ordinario tiene unacasa en donde se viva con exagerada economía, ni para sufragar losgastos de su entierro y funeral.

Sus disposiciones testamentarias, cuya primera lectura emo-cionó a cuantos las conocieron, se reducen a lo siguiente:

112 JOVELLANOS

Pide perdón a todos, sin conceder el suyo, porque no se con-sideró jamás ofendido por ninguno de sus fieles; manda que su fu-neral sea humilde y que en él no haya oración fúnebre; que lasalhajas que dejare a su óbito sean devueltas a las personas que selas habían regalado, pues nunca las consideró como propias, sinocomo tenidas en usufructo; que su biblioteca particular (que era es-cogida, copiosa y variada, lo digo por haberla conocido y por habertrabajado en ella) sea devuelta a la Orden agustiniana, de quien lahabía recibido, y que los muebles (pocos y bastante pobres, segúnhe visto) queden a beneficio de la mitra almeriense.

El día 27 de aquel mes de junio fueron, queda dicho, los fune-rales, en los que ofició el señor Arzobispo de Granada, con asisten-cia de los de Guadix y Tabora, Gobernador civil de la provincia,Alcalde de Almería, Presidente y Magistrados de la Audiencia,Presidente v Diputados provinciales, autoridades militares, maríti-mas, docentes, altos Jefes de Hacienda, Guardia civil y Carabineros;Colegios de Abogados y Procuradores, Médicos y Practicantes, Cuer-po consular, Cruz Roja, etc., etc., y tan enorme gentío, que no fue po-sible que pudieran entrar todos en el templo catedralicio, teniendoque permanecer en el exterior una muchedumbre más numerosa quela que había logrado penetrar en la iglesia. Por ello fue dificilísimoorganizar los duelos, hasta el punto de que el que esto escribe, quefiguraba en uno de ellos, vióse separado de sus compañeros, sin po-der reunirse con ellos, hasta que se verificó la asociación del cadá-ver, que se había llevado a la catedral momentos antes de comenzarlos oficios. En la capilla ardiente se habían rezado Misas desde quedieron las campanadas de media noche y en todas ellas se repartie-ron muchísimas comuniones.

La asociación recorrió el mismo itinerario que el de la proce-sión del Corpus, pero en sentido inverso, hasta volver a la catedral,de donde saliera el inanimado cuerpo del virtuoso señor Obispo,amortajado con las vestiduras episcopales y en ataúd descubierto,mientras la aviación militar evolucionaba sobre las calles del trán-sito; distinción ésta, lo mismo que la asistencia de todas las auto-ridades, que, por las circunstancias políticas de la nación, dicemucho, y sin palabras, de la simpatía del difunto Prelado, al quetanto quería el pueblo almeriense. Esto mismo quedó suficiente-

Apéndice. Fray Bernardo Martínez Noval 113

mente demostrado si digo que (yo lo he visto), cerró sus puertas elcomercio y en los Consulados se izaron a media asta las banderasde sus respectivos Estados.

Nueva dificultad para entrar en el templo catedralicio: Mien-tras se celebraba la asociación se llenó la iglesia de público, y, claroestá, fue imposible que pudieran entrar más personas en ella. Hartose consiguió con lograr que lo hicieran las autoridades, y no todas,y los duelos, para presenciar el sepelio, que se verificó, según dis-posiciones testamentarias, en la capilla de San Indalecio, Patrono yprimer Obispo de la Diócesis, que antiguamente se llamaba CoraBachana.

El Padre Fr. Bernardo rigió la Diócesis de Almería poco másde doce años. Durante este tiempo realizó muy importantes obrasde caridad, contribuyendo con ello a que tanto el clero como los de-más diocesanos le tomaran extraordinario afecto. En su pontificadofue construida la iglesia de San Agustín, se instalaron en Almeríalos franciscanos y se construyó e inauguró el monumento al Cora-zón de Jesús en el cerro de San Cristóbal.

Convirtió en algo que con verdad podía llamarse casa, el des-tartalado caserón donde el activo Fr. Bernardo encontró instalado(!!!) el Seminario diocesano de San Indalecio, centro docente que re-organizó, modificándolo muy profundamente.

Su obra cumbre fue la celebración del Sínodo Diocesano, quese reunió en junio del año de 1929; dictándose en él normas y dis-posiciones para el gobierno de la Diócesis almeriense, sustituyendoa muchas de las ya muy anticuadas del último que se había cele-brado no menos de 294 años antes, el 24 de mayo de 1635.

Para que el Padre Martínez Noval no encontrara nada de faltaen Almería hasta fue objeto de un atentado, allá por el mes de abrilde 1933. A media noche fue lanzado un petardo por alguien al quemolestaba una procesión de penitencia que había de salir a las tresde la mañana de la Catedral con la imagen de un Cristo que en di-cha iglesia es muy venerado. La procesión salió, la presidió el señorObispo, y, según una carta de éste que me dirigió a los pocos díasdel suceso, a ella acudió muchísima más gente que otras veces, aña-diendo: «El petardo ha servido como cohete anunciador de la pro-cesión. Estalló a las 23 horas y 55 minutos y el gentío fue enorme».

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Capilla de Castiello (Valdesoto). Siero

Por cierto que en la misma carta me escribía, refiriéndose alpetardo, que sólo causó desperfectos en unas ventanas del Palacio:«No me plasmó ni poco ni mucho». […] «Ni siquiera se me ocurrióque el ruido, fenomenal, fuera de un petardo. Lo oí, sin preocu-parme de más».

El Ayuntamiento de Siero acordó, en mayo de 1922, dar sunombre a la calle que desde antiguo se designaba con el nombre deConvento; pero, por no sé cual causa, ni se colocó placa alguna quelo indicara y hasta oficialmente se sigue llamando a aquella vía conel antiguo nombre.

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Obras de Bernardo Martínez Noval *

I. El Concordato de Francia en peligro.II. El Catolicismo en Francia.

III. Personaje misterioso.IV. San Juan Bautista de la Salle y el Instituto de las Escuelas

Cristianas.V. El Marqués de Casariego.

VI. Cuestiones económicas acerca de los cementerios.VII. A propósito de la ruptura de relaciones entre la Santa Sede y el

Gobierno francés.VIII. Las Órdenes de la iglesia anglicana.

IX. Boletín Canónico (en varios volúmenes de España y América).X. El nuevo General de los Agustinos, Padre Tomás Rodríguez.

XI. Los Talleres de Caridad de Santa Rita. XII. Un Agustino ilustre: El asturiano Padre José Lobo.

XIII. Godoy y su tiempo. XIV. Acomodémonos. A propósito de la Biblioteca Gil.XV. Primer Sínodo de Madrid-Alcalá.

XVI. Un pueblo suicida.XVII. Injustificadas censuras: España en la conquista de América.

XVIII. La Orden de San Agustín y los trágicos sucesos de China.XIX. El Escorial y los Agustinos.XX. Jovellanos.

XXI. La fundación de los tres Caviggioli.XXII. La obra de Duchesne.

* Tomadas de Fausto Vigil en la obra señalada. Referencias literales.

XXIII. El Excmo. y Rdmo. Señor Obispo de Salamanca, Padre Val-dés Noriega.

XXIV. Por los fueros de la verdad. En las Misiones de Hunan.XXV. Crónica española.

XXVI. Una Institución que desaparece: El Padre Tirso López.XXVII. Post bellum (serie de artículos).

XXVIII. Una gloria agustiniana: El Padre Zacarías Martínez, Obispode Huesca.

XXIX. Las Misiones de la provincia del Santísimo Nombre de Jesúsentre infieles.

XXX. Los Agustinos en América.XXXI. Devocionario y mes de Santa Rita.

XXXII. Apuntes históricos de la Provincia Agustiniana del SantísimoNombre de Jesús.

XXXIII. Vestir al desnudo (Boletín de los Talleres de Santa Rita).XXXIV. Archivo histórico agustiniano (revista).XXXV. Historia de las Misiones agustinianas en China.

XXXVI. Memoria para el capítulo provincial de 1918.

Entre las Pastorales que escribió y publicó, conozco las si-guientes:

1. Primera Carta Pastoral, con motivo de la toma de posesióndel Obispado de Almería (27 de diciembre de 1921).

2. Con motivo de los centenarios de la canonización de santosespañoles (15 de mayo de 1922).

3. Con motivo de haber terminado la Santa Visita (30 de no-viembre de 1922).

4. La Confesión, su necesidad y efectos, con motivo de la SantaCuaresma (22 de febrero de 1923).

5. El por qué del pesimismo reflejado en nuestra última carta.El Episcopado ante el Gobierno de la nación. Es necesario ha-blar claro, en vista de los peligros religiosos que amenazan.Labor protestante (22 de mayo de 1923).

6. La fe cristiana, principio de regeneración social. En el pre-sente Adviento (15 de diciembre de 1923).

118 JOVELLANOS

7. Peligros ciertos y precauciones tibias. En el tiempo santo deCuaresma (1 de abril de 1924).

8. En el presente Adviento. Cómo Dios castiga nuestras infide-lidades (30 de noviembre de 1924).

9. Exhortación Pastoral con motivo del Carnaval. Verdadera re-generación. Excesos del Carnaval. Santa Cuaresma. Celo sa-cerdotal (11 de febrero de 1925).

10. Pastoral en la Pascua de Pentecostés. El Espíritu Santo en laIglesia de Dios y en las colectividades humanas. Deberes detodos (5 de mayo de 1925).

11. En el presente Adviento. La ignorancia religiosa y sus efec-tos en relación con la decadencia de los Estados (30 de no-viembre de 1925).

12. Renovaciones peligrosas. Libertades falsas y esclavitudesciertas (26 de abril de 1926).

13. En el aniversario de nuestra consagración Episcopal (30 denoviembre de 1920).

14. …………. (2 de marzo de 1927).15. En el VI aniversario de nuestra consagración Episcopal (30

de noviembre de 1927).16. Al aproximarse el tiempo Santo de Cuaresma. El paganismo

que revive. Santa Cuaresma. Labor sacerdotal. La Oraciónpor los pecadores (11 de febrero, de 1928).

17. Con motivo del próximo Adviento. La paz huye de las al-mas, cuando Dios no es glorificado. Algunos toques de sis-temas de perversión moral (30 de noviembre de 1928).

18. Exhortación Pastoral. La Santa Cuaresma (9 de febrero de 1929).19. …………… (8 de marzo de 1929).20. Aviso Pastoral (14 de marzo de 1929).21. …………… (23 de octubre de 1929).22. Con motivo de la Santa Cuaresma. La nave portadora de la fe

y de las buenas costumbres, combatida. La voz de la Iglesiacontra el vestir inmodesto. Cooperación necesaria (25 de fe-brero de 1930).

23. En el Adviento de 1930. Recuento ilusorio de las fuerzas dis-ponibles para la lucha, si se carece de la unión que la Iglesiapide a sus hijos (30 de noviembre de 1930).

Obras de Bernardo Martínez Noval 119

24. En el Adviento de 1931. XV CENTENARIO DE LA MUERTE DE SAN

AGUSTÍN. Santa Mónica, modelo de madres cristianas. EnAurelio Agustín, los amores terrenos trocados en amores ce-lestiales (8 de diciembre de 1931).

25. Con motivo del próximo Adviento de 1933. Obras de tinie-blas y oscuridades que cubren el horizonte de la vida cris-tiana (13 de noviembre de 1933).

26. En la Cuaresma de 1934. Jesucristo, camino, verdad y vida(4 de marzo de 1934).

Son incontables, además, los trabajos de colaboración en mul-titud de revistas y periódicos españoles y americanos.

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Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias

Publicaciones

1. DISCURSOS de Puerto de Vega.- Gijón, Foro Jovellanos, 1996.- 32págs.; 20 cm. (AGOTADO).

2. CARANTOÑA, Francisco.- La estancia de Jovellanos en Muros deGalicia.- Francisco Carantoña.- Gijón, Foro Jovellanos, 1997.-56 págs., il.; 24 cm. (AGOTADO).

3. SAGREDO, Santiago.- Jovellanos y la educación en valores: (antece-dentes en la reflexión y práctica de un Ilustrado).- Prólogo porFrancisco CARANTOÑA.- Gijón, Foro Jovellanos, 1998.- 139págs.- 24 cm. Trabajo premiado en el Concurso Nacional«Contribución de la obra de Jovellanos y del pensamientoilustrado español a la mejora de la enseñanza en España».(AGOTADO).

4. MORATINOS OTERO, Orlando, CUETO FERNÁNDEZ, Vicente.- Bi-bliografía jovellanista.- Prólogo, Ana Rodríguez Navarro; ilus-traciones, Juan MARTÍNEZ RIONDA y Nacho NORIEGA IGLESIAS.-1ª ed.- Gijón, Foro Jovellanos, 1998.- 277 págs., il., 24 cm. + 1cd-rom. ISBN 84-920201-4-8.

5. JOVELLANOS, Gaspar Melchor de.- El «Diario» de los viajes.-Introducción, selección, estudios y notas de Jesús MENÉNDEZ

PELÁEZ.- Gijón, Foro Jovellanos, ALSA Grupo, 1998.- 238 págs.,il.; 25 cm. (AGOTADO).

6. CASO GONAZÁLEZ, José Miguel.- Biografía de Jovellanos; adapta-ción y edición de María Teresa CASO; prólogo, Jesús MENÉN-DEZ PELÁEZ.- Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principadode Asturias, 1998. - 122 págs., il. ; 24 cm. (AGOTADO) Hay 2ºedición revisada. Véase nº 18.

7. BOLETÍN Jovellanista.- (Vid. apartado BOLETÍN JOVELLANISTA)8. JOVELLANOS y el siglo XXI.- Conferencias organizadas por la

Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias.- Gijón,Foro Jovellanos del Principado de Asturias, 1999.- 106 págs.;24 cm.- Contiene los textos de las conferencias pronunciadaspor Francisco ÁLVAREZ-CASCOS, Fernando MORÁN LÓPEZ,Agustín GUZMÁN SANCHO, Antonio del VALLE MENÉNDEZ yMaría Teresa ÁLVAREZ GARCÍA.

9. CORONAS GONZÁLEZ, Santos M.- Jovellanos, justicia, estado y cons-titución en la España del Antiguo Régimen.- Gijón, Fundación ForoJovellanos del Principado de Asturias, 2000.- 353 págs., 28 h. delám.; 24 cm.- Obra galardonada con el Premio de InvestigaciónFundación Foro Jovellanos. ISBN 84-607-0169-7

10. INFORME de la Sociedad Económica de Madrid al Real y SupremoConsejo de Castilla en el expediente de Ley Agraria / extendido porsu individuo de número el Sr. D. Gaspar Melchor de Jovellanos.-Gijón, Fundación Foro Jovellanos, 2000.- 192 págs.; 21 cm. + 1folleto. Reprod. facs. de la ed. de Palma, Imprenta de MiguelDomingo, 1814.

11. BOLETÍN Jovellanista. (Vid. apartado Boletín Jovellanista)12. GUZMÁN SANCHO, Agustín.- Biografía del insigne jovellanista Don

Julio Somoza y García-Sala, correspondiente de la Academia de laHistoria, Cronista de Gijón y de Asturias, escrita y anotada porAgustín Guzmán Sancho, para la Fundación Foro Jovellanos delPrincipado de Asturias.- Gijón, Fundación Foro Jovellanos delPrincipado de Asturias, 2001.- 427 págs., il.; 24 cm. ISBN 84-607-2737-8.

13. ÁLVAREZ VALDÉS Y VALDÉS, Manuel.- Jovellanos: enigmas y cer-tezas. Pról. de Gonzalo ANES Y ÁLVAREZ DE CASTRILLÓN.- Gijón,Fundación Alvargonzález y Fundación Foro Jovellanos delPrincipado de Asturias, 2002.- 585 págs. + 2 hh.- 24 x 17 cm.ISBN 84-922-159-2.

14. JOVELLANOS y la Educación Física.- Estudio introductorio, selec-ción y comentarios de José Gerardo RUIZ ALONSO.- Gijón, Fun-dación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, Real Grupode Cultura Covadonga y Fundación Ángel Varela, 2002.- 154págs.- 24 cm. ISBN 84-607-6207-6.

122 JOVELLANOS

15. ADARO RUIZ, Luis.- Jovellanos y la minería en Asturias.- Gijón,Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, UniónEspañola de Explosivos, S.A., 2003.- 481 págs. il.- 23,5 cm.ISBN 84-933191-0-4.

16. Homenaje al Ateneo Jovellanos.- «La muerte ‘civil’ de Jovellanos.Mallorca, 1801-1808)». (Conferencia pronunciada por Teresa CasoMachicado en el castillo de Bellver (Mallorca) el día 21 de marzo de2003).- Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado deAsturias, Ateneo Jovellanos, 2004.- 44 págs.- 23,5 cm.- D.L. AS-870/2004.

17. CIENFUEGOS-JOVELLANOS GONZÁLEZ COTO, Francisco de Borja.-Memorias del artillero José María Cienfuegos Jovellanos. (1763-1825).- Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado deAsturias, Ideas en Metal, S.A., 2004.- 293 págs. il.- 23,5 x 17 cm.ISBN 84-933191-1-2.

18. CASO GONZÁLEZ, José Miguel.- Biografía de Jovellanos; adapta-ción y edición de María Teresa CASO; prólogo, Jesús MENÉNDEZ

PELÁEZ.- Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado deAsturias, 2005. - 145 págs., il.; 24 x 17 cm. ISBN 84-933191-2-0

19. CASO GONZÁLEZ, José Miguel, CANGA, Bernardo y Carmen PI-ÑÁN.- Jovellanos y la naturaleza; prólogo Jesús MENÉNDEZ PELÁEZ.-Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias,2006 – XXX págs., il.; 24 x 17 cm. ISBN 84-933191-3-9

Fundación Foro Jovellanos. Publicaciones 123

Boletín Jovellanista

(Todos los números disponibles en: www.jovellanos.org)

BOLETÍN Jovellanista.- Año I, nº 1.- Gijón, Fundación ForoJovellanos del Principado de Asturias, 1999.- 125 págs. [Publicaciónnúm. 7]. (AGOTADO)

BOLETÍN Jovellanista.- Año II, nº 2.- Gijón, Fundación ForoJovellanos del Principado de Asturias, 2001.– 177 págs. [Publicaciónnúm. 11]. (AGOTADO)

BOLETÍN Jovellanista.- Año III, nº 3.- Gijón, Fundación ForoJovellanos del Principado de Asturias, 2002.- 242 págs.

BOLETÍN Jovellanista.- Año IV, nº 4.- Gijón, Fundación ForoJovellanos del Principado de Asturias, 2003.- 276 págs.

BOLETÍN Jovellanista.- Año V, nº 5.- Gijón, Fundación ForoJovellanos del Principado de Asturias, 2004.- 318 págs.

BOLETÍN Jovellanista.- Año VI, nº 6.- Gijón, Fundación ForoJovellanos del Principado de Asturias, 2005.- 486 págs.

Este libro se terminó de imprimir, con el patrocinio de la Fundación Municipalde Cultura del Ayuntamiento de Siero (Asturias), el día 6 de Agosto de 2006 en loor de Jovellanos, en el CXCV aniversario de la llegada de aquel insigne

repúblico a su villa natal de Gijón, en Asturias, después de diez años de ausencia y siete de injusta y rigurosa prisión

en la Isla de Mallorca.

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Hízose la impresión, con especial esmero,

en los talleres de Gráficas Ápel, de Gijón.