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398.2C965c Cuentos, leyendas, anécdotas e historias de vida en los cantones de Escazú, Santa Ana y Mora de la Provincia de San José / comp. Santiago Quesada Vanegas; Elena Troyo Vargas. – San José, Costa Rica : Ministerio de Cultura y Juventud. Centro de Investigación y Conservación del Patrimonio Cultural: Imprenta Nacional, 2008. 201 p. ; il. : 8 ½ x 11cm

ISBN : 978-9977-59-201-5

1. COSTA RICA – CULURA POPULAR. 2. CUENTOS. 3. TRADICIONES CULTURALES – ESCAZU – SAN JOSE. 4. TRADICIONES CULTURALES – SANTA ANA – SAN JOSE. 5. TRADICIONES CULTURALES – MORA – SAN JOSE. 6. LEYENDAS. 7. ANÉCDOTAS. I. Quesada Vanegas, Santiago. II. Troyo Vargas, Elena. III. Título.

MCJ//ehc.2008

Primera edición 2008 Digitación de textos: Rodolfo Gutiérrez Cerdas, Santiago Quesada Vanegas, Ana Yancy Quintana Vargas.Diseño de portada y diagramación: Imprenta NacionalFotografías: Freddy Montero y Ana OssenbachNota: se respeta la integridad gramatical de los textos originales incluidos en esta obra.

MINISTERIO DE CULTURA Y JUVENTUD

CENTRO DE INVESTIGACIÓN Y CONSERVACIÓNDEL PATRIMONIO CULTURAL

CERTAMEN DETRADICIONES COSTARRICENSES 2006

CANTONES DE ESCAZÚ, SANTA ANA Y MORA,P R O V I N C I A D E S A N J O S É

Santiago Quesada Vanegas Elena Troyo Vargas

Editores

Contenido

PRESENTACIÓN 11

INTRODUCCIÓN 13

AGRADECIMIENTOS 17

ACTA DEL JURADO 19

CATEGORÍA CUENTOS Y LEYENDAS 23Primer Lugar: “De cómo mi abuela habló con la Llorona” 25Autor: Freddy Alvarado Elizondo

Segundo Lugar: “El misterio del árbol de jícaro” 28Autor: Joaquín González Ramírez

Tercer Lugar: “El misterio de la piedra blanca” 32Autor: Juan Antonio Céspedes Guzmán

CATEGORÍA ANÉCDOTAS E HISTORIAS DE VIDA 37Primer Lugar: “Botijas: en tinajas-zurrones y guacales” 39Autor: Francisco Montoya Ramírez

Segundo Lugar: “Historia, anécdotas de la vida de 42un escazuceño nato”Autor: Marvin Homer Chamorro Trejos

Tercer Lugar: “Recordando mi terruño” 68Autora: Virginia Bustamente Madrigal

CATEGORÍA LIBRE 73Primer Lugar: Colección de retahílas 75Autor: Raúl Campos Sandí

Segundo Lugar: “Doña Tere” 101Autor: Luis Femando Mata Araya

Tercer Lugar: “Carta a mi madre” 119Autora: Georgina Morales Morales

MENCIÓN DE HONOR 123

“Anécdota de una vivencia en el sur del país” 125Autor: Femando Araya Bolívar

“Las botijas” 133Autora: Estéfana Alfaro Miranda

“Un poquito de mi vida” 137Autora: María Luisa Bermúdez González

“Historia de vida de un niño sordo” 138Autora: Zoila Bermúdez Sandí

“Los duendes” 141Autora: María Eugenia Marín Córdoba

“El tesoro” y “La Fiesta Patronal” 143Autor: René Aguilar Hidalgo.

“Una mujer muy Baliente” 145Autora: Bernardita Hernández Segura

“El amor de la bruja Zarate” 149Autor: Daniel Alvarado Elizondo

“Historia de una vida” 151Autora: Iveth Alejandra Rojas Alvarado

“La batalla de Guayanquén” 154Autora Joanna Mora Solano

“El boyero escazuceño” y “Jacinto y Juana” 159Autor: Enrique Morales Hidalgo

“El árbol gruñón” 162Autora: Libia María Montero Umaña

“Es solo una niña” 163Autora: Ana Isabel Soto Quirós

“Los ranchos y sus gentes” 173Autora: María Murillo Pérez

“Rosario de mayo” 176Autora: Laura Herrera Marín

“Pólvora y juegos pirotécnicos de nuestro pueblo” 179Autor: Alberto Alpízar Villegas

“La historia desde una pulpería” 185Autora: Meredith Montes Badilla

“Mi viejo pueblo de Escazú” 187Autora: Zeneida Flores Valverde

“Mascarada: una tradición que se niega a morir” 188Autor: Raúl Alberto Fuentes Padilla

Bases del certamen 189

Lista general de participantes 205

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Presentación

El Centro de Investigación y Conservación del Patrimonio Cultural (CICOPAC) del Ministerio de Cultura y Juventud (MCJ) entrega a la comunidad costarricense el libro “Cuentos, leyendas, anécdotas e historias de vida de los cantones de Escazú, Santa Ana y Mora”, con los trabajos ganadores del Certamen de Tradiciones costarricenses 2006, realizado en los cantones de Escazú, Santa Ana y Mora de la provincia de San José.

Esta publicación es parte muy importante en la misión del CICOPAC en la salvaguarda cultural tanto del acervo del patrimonio histórico arquitectónico como en las manifestaciones del patrimonio cultural inmaterial nacional, siguiendo los postulados de la UNESCO en el documento “Convención para la salvaguarda del patrimonio cultural inmaterial 2003”, celebrada en París en su 32a reunión.

El CICOPAC considera que el patrimonio cultural inmaterial en nuestro país es diverso y es parte muy importante del desarrollo de las comunidades; impactado por influencias externas, estamos conscientes que debemos salvaguardarlo con el propósito de contribuir de manera significativa en el enriquecimiento de la diversidad cultural y la creatividad humana; elevando el nivel de conciencia en la comunidad costarricense en su importancia y de su salvaguardia, comprendiendo que cumple una trascendental función en el acercamiento, intercambio y entendimiento entre los miembros de una comunidad.

Con esta publicación nuestro propósito es contribuir al respeto y a la sensibilización de las comunidades costarricenses y, sobre todo, a la salvaguarda de este patrimonio.

Nuestro reconocimiento a todos los participantes en este certamen; con sus creaciones han contribuido a fortalecer la identidad cultural de los pueblos de nuestro país; y a todas las organizaciones que de una u otra forma apoyaron la realización de este certamen.

De parte del CICOPAC, seguiremos fortaleciendo este y otros proyectos que contribuyen a la salvaguardia del patrimonio cultural inmaterial de los pueblos costarricenses, es nuestra misión y la estamos cumpliendo.

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Introducción

El Certamen de Tradiciones Costarricenses se ha convertido es un medio para que cada las comunidad escriban su historia oral y de esta manera logre recuperar e interpretar la memoria popular, empleando una metodología de participación, donde son los propios actores quienes narran sus cuentos, leyendas, historias de vida y anécdotas.

Los trabajos presentados en esta publicación “Cuentos, leyendas, anécdotas e historias de vida de los cantones de Escazú, Santa Ana y Mora, San José”, están llenos de dinamismo, pasión, humor, tristezas; sentimientos que emanan de las voces de la comunidad, para poder contar su historia y se un instrumento de recuperación de la identidad histórica y cultural de los pueblos; de aquí podemos aprender del pasado, para entender el presente y consolidar nuestro futuro cultural.

Indicamos a los lectores que se ha respetado la integridad gramatical, incluyendo las expresiones y vocablos que utilizan los autores en sus obras.

En la Categoría Cuentos y leyendas tenemos el trabajo “De cómo mi abuela habló con la llorona” de Freddy Alvarado Elizondo, donde recrea desde una óptica diferente la leyenda de “La llorona”, de gran tradición latinoamericana, cargada de elementos propios de las costumbres e idiosincrasia de la comunidad de Escazú.

“Pero quizás no era solo eso lo encantador de visitarla, ni siquiera el entorno mágico e inmutable de aquella casita de barro, blanca de guarda azul, fabricada por mi abuelo para ella, cuando la desposó a sus quince años y oculta de toda mirada de civilización en medio de esas montañas olorosas a orquídeas y de los hermosos jardines que ella cultivó en aquel pedregal, ni el piso de tierra, ni las paredes encaladas, por donde se miraba el cielo averanado....”

En esta misma categoría tenemos el trabajo presentado por Joaquín González Ramírez titulado “El misterio del árbol de jícaro”, relato que recoge la triste historia de una mujer que, por salvarse ella misma, llegó a pactar con el diablo, leyenda que guarda tanto elementos reales como mágicos y religiosos, característicos de las comunidades rurales de nuestro país. “La bruja muy solemne le dijo: Una curación como la que usted requiere yo no la puedo hacer, pero sí sé, quien la puede curar. ¿Quién?, preguntó Verónica. El Diablo, le contestó la bruja con la mayor seriedad. Y ¿Qué hay que hacer para eso?, preguntó Verónica. Convocarlo, yo se lo puedo convocar, le dijo la mujer. ¿Cuánto me costaría?, volvió a preguntar la joven. Por convocarlo, lo que usted me quiera dar, por la curación, eso se tiene que entender usted con él, le respondió la vieja.”

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“El misterio de la piedra blanca” es un relato presentado por Juan Antonio Céspedes Guzmán que toma como punto de partida la muy conocida y misteriosa piedra blanca en las montañas de Escazú territorio de la bruja Zárate; conocer los secretos de tan misterioso sitio es el centro de este hermoso relato.

“-¿Y quién es la Tule Vieja? -le preguntó don Tuto-.-La Tule Vieja -contestó el duende- fue, en Escazú, la doncella más bella, que una noche se escapó de la casa gimiendo, gritando y llorando como loca porque, su prometido se le había ido. Y era ya avanzada la madrugada cuando, cansada de tanto gritar y llorar, la encontró la bruja Zarate quien, con la promesa de llevarla donde estaba su amor perdido, en el encanto de la Piedra Blanca terminó. Y ahí, sin poder salir nunca más, encantada está la que más bella fue.”

En la Categoría de Anécdotas e historias de vida tenemos el trabajo presentado por Francisco Montoya Ramírez “Botijas en tinajas-zurrones y guacales”; este relato nos cuenta la tradición de nuestros antepasados de “guardar” en las gruesas paredes de adobe, bajo el piso de madera o en algún lugar del patio de nuestras viviendas, el capital ahorrado producto de su tesonero trabajo, mostrando lo desconfiado de su actitud en el manejo de su dinero, fiel reflejo de una idiosincrasia que es parte de nuestras tradiciones y que dio lugar a innumerables situaciones, algunas trágicas y otras veces cómicas.

“¡Que emoción! Desenterrar una tinajita llena de monedas de oro, de esas monedas que los viejecitos de antes solían enterrar en sus nichos o alacenas. Incrustadas en las anchas paredes de la casa de adobe. Con un sistema bancario en ciernes y que de existir existía poquísima confianza, los viejitos de entonces se las tenían que ingeniar para de alguna forma poder guardar o mejor dicho esconder sus pequeños tesoros.”

Las anécdotas se suceden unas tras otras, en la historia de vida presentada por Marvin Homer Chamorro Trejos en su relato “Historia, anécdotas de la vida de un escazuceño nato”, de carácter autobiográfico; a través de sus propias vivencias nos regala una visión fresca que vivieron muchas personas en algunas comunidades rurales de nuestro país. “De casa de la familia Mena león nos trasladamos al centro de San Antonio, a la casa de don Rubencio Corrales (Q.d.D.g.), una enorme casa de adobe, allí me sentía mucho mejor, pasaban por el frente de la casa las primeras motocicletas, los primeros automóviles y las #cazadoras” o bus, carretas, caballos, era la vía principal, casi tenía los trece años de edad, ya me dejaban ir a visitar mis familiares a San Rafael, podía quedarme pernoctando los fines de semana, y los lunes me iba directamente para la escuela, igualmente ya podía bañarme en las pozas, con mis primos, hacer diabluras en los potreros, cazando ardillas, pájaros, barbudos –tiburoncito de agua dulce- guapotes, mojarras, cogiendo cangrejos…”

Otro de los trabajos que reflejan la nostalgia de los tiempos idos, es el relato de Virginia Bustamente Madrigal en “Recordando mi terruño”; en este trabajo recuerda con nostalgia sus vivencias en su San Antonio de Escazú.

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Pero, por esas sorpresas que muchas veces nos presenta la vida, mi padre de nombre Juan Bustamante Fernández, (“Dios lo tenga en la Gloria”), fue llamado para administrar una finquita pequeña situada en el pueblo de San Antonio de Escazú, Barrio Santa Teresa y propiedad de los señores Goicoechea Quirós; en ese entonces San Antonio no contaba con luz eléctrica ni carreteras como las de ahora, era un pueblo solitario y tranquilo, había en esa finca una casita de adobe con techo de teja de barro y pintada de color rojo con pisos de tierra y un corredor amplio sostenido al techo por horcones de madera rústica de los cuales colgaban grandes matas de guaria y bailarinas que daban un aire de belleza, y frescura a ese lugar.”

En la Categoría Libre destaca la colección de retahílas, presentada por Raúl Campos Sandí, compuesta por seis trabajos tituladas “Fiestas patronales”, “Bautizo”, “Especial”, “Aniversario”, “Boyeradas” y “Aventuras de boyero”; con un lenguaje popular rural que podría decirse está en proceso de extinción, las retahílas constituyen un recurso literario que expresa de manera humorística hasta los temas más serios, reflejando con ello la idiosincrasia de nuestro pueblo.

“Eran tan lindos esos viajes siempre los viviré añorando que hasta la carreta sin gueyes nos iba acompañando” “Boyeradas”

“Dejemen describir un verso Que traigo en el fondo del almaLo escribí con toda calmaCon el tiempo del universo Jue hace tantos añosQue astedes no lo van a crerTodas las migas recuerdo como si fuera ayer…”“Especial”

Por otra parte tenemos el trabajo presentado por Luis Fernando Mata Araya titulado “Doña Tere, maestra de la fe”, presentando de manera autobiográfica la vida de una dama de Escazuceña, relatando acontecimientos importantes de su propia vida.

“Además de doña Petra, la partera que me trajo al mundo, hubo en Escazú muchas otras. Yo recuerdo a doña Oliva Sandí, doña Pacífica Torres y a Lita Altamirano. La tradición de nacer en la casa continuó con mi primera hija maría de los Ángeles y también con Irma y Rita en cuyos partos fui ayudada por Pacífica Torres”

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Tenemos el trabajo elaborado por Georgina Morales Morales “Carta a mi madre”, donde la autora expresa sus recuerdos y sentimientos, a veces con dolor otras con nostalgia pero siempre admirando al ser querido que le inculcó valores, tradiciones y esperanzas.

“Mamá: eras estoica, dura y firme como un roble, recta, bonita, campesina con corte de princesa, líder nato que imponía respeto con solo su presencia, prudente, de pocas palabras, seria, triste, inquebrantable, tozuda, tremendamente dominante, sin dolo, ascética, controladora, fundamentalista, luchadora, honestísima (nos enseñaste a troche y moche a no mentir) algo de lo que estoy profundamente agradecida, ya que esto me ha hecho confiable para gran cantidad de gente; honradísima en lo material, económica, intangible, orgullosa, correctiva, moralista, excesivamente religiosa, reservada, introvertida, seca, fría, inexpresiva, poca para escuchar y especialista en aconsejar, represiva en lo sexual, no permitías que se hablara mal del prójimo.”

Esperamos que estos trabajos sean disfrutados por los lectores. Tal vez surgirán recuerdos de sus propias vivencias particulares y dentro de sus comunidades. Lo importante es que cada uno se motive para que las escriba y las comparte con su propia gente.

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Agradecimientos

El Centro de Investigación y Conservación del Patrimonio Cultural del Ministerio de Cultura y Juventud, agradece la valiosa colaboración en la realización del Certamen de Tradiciones Costarricenses efectuado en los cantones de Escazú, Santa y Mora, al señor Marco Segura, Alcalde del cantón de Escazú, al señor Ronal Traña, Alcalde de Santa Ana y al señor Félix Arburola, Alcalde de Mora, haciéndolo extensivo a los Concejos municipales respectivos.

Nuestro especial reconocimiento a todos los participantes del certamen que, con sus trabajos, han dado un aporte significativo a sus comunidades en la afirmación de su propia identidad cultural local.

Nuestro especial reconocimiento al señor Freddy Montero, Director de Cultura de la Municipalidad de Escazú, asimismo a la señora Amalia León, funcionaria de esa misma unidad. También nuestro reconocimiento a la señora Lidia Lacayo Mena, de la municipalidad de Santa Ana; a la señora Ana Ossenbach y al señor Gilberto Monge, miembros de la “Asociación de desarrollo específico pro rescate histórico, arquitectónico y cultural del cantón de Mora” (ADERHAC)

También nuestro agradecimiento a todas aquellas personas y entidades públicas y comunales que dieron su aporte en la promoción del certamen.

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Acta de premiación del Certamen

de Tradiciones Costarricenses en loscantones de Escazú, Mora y Santa Ana- 2006

Los suscritos, miembros del Jurado Calificador del Certamen de Tradiciones Costarricenses en su versión del año 2006, organizado por el Centro de Investigación y Conservación del Patrimonio Cultural del Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes y reunidos en San Pedro de Montes de Oca, dejamos constancia de lo siguiente:

1. El Jurado en una primera sesión de trabajo leyó, revisó y clasificó cada uno de los 118 trabajos presentados por los 58 participantes en el Certamen de Tradiciones Costarricenses de los cantones de Escazú, Mora y Santa Ana, de la provincia de San José.

2. En siguientes sesiones se procedió a analizar los aportes de los trabajos y se propuso la siguiente premiación en las categorías: 1. Cuentos y leyendas; 2. Anécdotas e historias de vida; 3.- Libre.

CATEGORÍA CUENTOS Y LEYENDAS

Primer lugar: “De cómo mi abuela habló con la Llorona”Autor: Freddy Alvarado Elizondo. Segundo lugar: “El misterio del árbol de jícaro”Autor: Joaquín González Ramírez. Tercer lugar: “El misterio de la piedra blanca”Autor: Juan Antonio Céspedes Guzmán.

CATEGORÍA ANÉCDOTAS E HISTORIAS DE VIDA

Primer lugar: “Botijas: en tinajas-zurrones y guacales”Autor: Francisco Montoya Ramírez. Segundo lugar: “Historia, anécdotas de la vida de un escazuceño nato”Autor: Marvin Homer Chamorro Trejos.

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Tercer lugar: “Recordando mi terruño”Autora: Virginia Bustamente Madrigal

CATEGORÍA LIBRE

Primer lugar: Colección de retahílas (“Fiestas patronales”, “Bautizo”, “Especial”, “Aniversario”, “Boyeradas”, “Aventuras de boyero”)Autor: Raúl Campos Sandí. Segundo lugar: “Doña Tere”Autor: Luis Femando Mata Araya Tercer lugar: “Carta a mi madre”Autora: Georgina Morales Morales.

Además, el Jurado consideró que los siguientes trabajos por su gran calidad se hacen merecedores de una Mención Honorífica:

• “Anécdota de una vivencia en el sur del país”, de Femando Araya Bolívar.

• “Las botijas”, de Estéfana Alfaro Miranda.

• “Un poquito de mi vida”, de María Luisa Bermúdez González.

• “Historia de vida de un niño sordo”, de Zoila Bermúdez Sandí.

• “Los duendes”, de María Eugenia Marín Córdoba.

• “El tesoro” y “La Fiesta Patronal”, de René Aguilar Hidalgo.

• “Una mujer muy Baliente”, de Bernardita Hernández Segura.

• “El amor de la bruja Zarate”, de Daniel Alvarado Elizondo.

• “Historia de una vida”, de Iveth Alejandra Rojas Alvarado.

• “La batalla de Guayanquén”, de Joanna Mora Solano.

• “El boyero escazuceño” y “Jacinto y Juana”, de Enrique Morales Hidalgo.

• “El árbol gruñón”, de Libia María Montero Umaña.

• “Es solo una niña”, de Ana Isabel Soto Quirós.

• “Los ranchos y sus gentes”, de María Murillo Pérez.

• “Rosario de mayo”, de Laura Herrera Marín.

• “Pólvora y juegos pirotécnicos de nuestro pueblo”, de Alberto Alpízar Villegas.

• “La historia desde una pulpería”, de Meredith Montes Badilla.

• “Mi viejo pueblo de Escazú”, de Zeneida Flores Valverde.

• “Mascarada: una tradición que se niega a morir”, de Raúl Alberto Fuentes Padilla

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Miembros del Jurado Calificadordel Certamen de Tradiciones Costarricenses 2006

Máster Guillermo Barzuna Pérez,

Licda. Patricia Araujo Aguilar,

Máster Carmen Murillo Chaverri,

Licda. Sofía Solano Acuña,

Lic. Fernando González Vásquez.

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C A T E G O R Í A

CUENTOS Y LEYENDAS

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De Cómo Mi Abuela Habló Con La LloronaPrimer lugar Autor: Freddy Alvarado ElizondoCantón: Escazú

Dedicado a mi abuela María Sandí, a mi esposa y nuestros hijos Josué y Mariana

María Sandí López era mi abuela, de tez morena como mi padre, cabellos grises, delgada, bajita, de manos fuertes y afanosas. Era oriunda de Piedras negras, pero mi bisabuelo se la trajo para Escazú cuando era solo una chiquilla, cuando niño la llamaba abuela de Calán, y muchos años más tarde la llamaron abuelita de las gallinas mis hijos Josué y Mariana. De tantos años que tenía, en ocasiones ella solía decir que se ponía a cavilar si sería que a Dios se le había olvidado que estaba ahí, en esa montaña donde vivía al final de la calle la laja, en un sitio tan recóndito que durante muchos años, no tuvo vecinos más cercanos, que los coyotes que andaban en los potreros carrereando los terneros o el león que se le comía las gallinas y que con su gran cabezota y sus manotas a veces la asustaba, cuando le aruñaba la puerta de la cocina en aquellas largas noches donde se quedaba sola en casa con la marimba de chiquillos mientras mi abuelo andaba largo trabajando. De hecho, yo mismo por mucho tiempo creí que era eterna, por los recuerdos tan lejanos de mi niñez que tenía de ella, cuando nos llevaba a mí y a una veintena de nietos subiendo y bajando trillos, cada uno con un saquillo al hombro, donde llevábamos por toda carga: el canasto de cuartillo, la faja hecha también de saco, y el almuerzo envuelto en hojas de plátano, que ella nos preparaba con una ligereza asombrosa antes de marchamos a través de aquellos cafetales inmensos, que en mi infancia cubrían San Antonio, a coger nuestros primeros cuartillos de café, entre aquellas calles de hojas esmeraldas y frutos encarnados, donde más nos desvivíamos por encontrar y atesorar guápiles, manitas, peinetas, chicharras secas y animalillos del monte o por comernos los granos de café como dulces golosinas, que por llenar el saquillo de café que llevábamos para recoger nuestra gran ganancia del día.

Llegó a alcanzar la avanzada edad de noventa y cinco años, en completo uso de todas sus facultades de buena campesina, desde rezar el santo rosario todos los días de su vida, palmear una buena provisión de tortillas de maíz en la serenidad de las madrugadas, hasta cuidar de cada una de sus gallinas, patos, gansos y chompipes, buscar siempre su leñita menuda para encender fácilmente el inextinguible fogón y todos los jueves, excepto el santo, calentar con brasas el antiquísimo homo de barro bajo la troja, donde horneaba aquellas inmensas tandas de pan casero, biscocho y rosquillas, que vendía a precios de antaño, para ganarse su platita, pues ella decía que una mujer siempre debía tener sus cinquitos, no solo para ayudar a su marido sino para atender sus necesidades y las cosas de la casa.

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Pero quizás no era solo eso lo encantador de visitaría, ni siquiera el entorno mágico e inmutable de aquella casita de barro, blanca de guarda azul, fabricada por mi abuelo para ella, cuando la desposó a sus quince años y oculta de toda mirada de civilización en medio de esas montañas olorosas a orquídeas y de los hermosos jardines que ella cultivó en aquel pedregal, ni el piso de tierra, ni las paredes encaladas, ni el techo de tejas rojas con aquellos tapicheles abiertos, por donde se miraba el cielo averanado inundado de nubes y salpicado de pericos escandalosos o en las noches despejadas la multitud de estrellas tintineantes en aquella profunda oscuridad, solo rota por la luz de unas cuantas candelas de llamas vacilantes, continuamente sacudidas por el fragor de mar del viento, que entraba sin permiso desde las ramas de los árboles cercanos, más aún, en mis recuerdos de niño, ahora a mis treinta y cinco años, me doy cuenta de que ni siquiera el río, que estaba a unos pasos del galerón donde guardaba mi abuelo la carreta y que saltaba ruidoso y juguetón por entre las piedras grises y verdes, envuelto en velos de espumas blancas a través de las pozas donde se bañaban los patos y donde tantas veces nos sentenciaron a no acercarnos, por temor a una cabeza de agua o abrirnos la cabeza en una piedra, me llenaba de más fascinación que ella misma, en aquellos días de serenidad y dicha, cuando vivía y nos contaba sus historias, recostada al calor de la lumbre del fogón que aún ahora debe hallarse encendido, en la misma esquina de la cocina como un recuerdo fiel de su presencia. Anuales

De todas las voces que nos ordenaban no acercarnos al río, no recuerdo haber escuchado la de mi abuela, para quien el río era un viejo conocido. Durante muchos años bebieron de sus claras aguas y en él se bañaron cada uno sus hijos e inclinada sobre sus piedras lavó sus ropas, pero a pesar de ello, aún siendo compañero de juegos y trabajos de la familia, mis tíos y tías siempre lo evitaron de noche, por aquella historia que solía contar mi abuela y la que prefería la chiquillada en aquellos momentos después de la comida, antes de irnos a la cama, mientras nos hallábamos abrigados solo por el resplandor de las candelas y la oscuridad insondable de la montaña llena de ruidos de animales ocultos y grillos desvelados.

Según contaba mi abuela, cuando ellos estaban recién casados, tenían un potrero que pegaba con una ladera de la montaña, a donde mi abuelo iba a dejar los bueyes poco antes de anochecer. En ese entonces como aún no tenían chiquillos, ella lo acompañaba, en especial porque se acordaba que hacía un par de años, que una crecida se llevó a un muchacho que intentó cruzar el río con su caballo, el cual por cierto pretendía a una muchacha del barrio, de ahí que a ella le daba mucho miedo que a su esposo le pasara lo mismo, porque era invierno y en esa época el río bajaba muy bravo.

Ese día estaban arriba del potrero buscando un ternero cuando miraron hacia el río y vieron un bulto blanco a la orilla. Cavilando que era el ternero mi abuela bajó para arrearlo a la casa mientras mi abuelo la esperaba arriba en tanto abría el portillo. Pero cuando ella estaba a unos pasos del bulto se le fue el aliento porque en lugar del ternero, vio a una señora muy bonita vestida de blanco. Solo pudo pensar que le había salido la llorona.

_No se asuste Mariquita_ le dijo ella, soy Martita la novia de Julián, el muchacho que se llevó el río, siempre vengo en las crecidas para ver si lo encuentro, pero no le cuente a nadie porque sino mi tata me muele a leño.

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_¡Ay muchacha de Dios, por poco me mata del susto!, quien le ha metido en su cabeza que lo va a encontrar así, ya eso pasó Martita, Julián era un buen muchacho, los hombres lo buscaron bastante pero no apareció, piense que Tatica Dios lo tendrá en sus manos y déjelo en paz. Usted es todavía bonita búsquese otro hombre que le haga olvidar y haga su vida.

_No puedo Mariquita yo le prometí que le sería siempre fiel y además anoche soñé con él, que me venia a buscar y me llevaba, por eso me vestí tan linda.

_¡Ah muchacha que ocurrencias!

_¡No le diga a nadie!, ¡ni a Don Neto por amor a Dios!

_Bueno, bueno, pero cuídate que te puede pasar algo por andar a éstas horas en éstas soledades a la orilla del río en crecida.

Cuando mi abuela regresó arriba y mi abuelo le preguntó quien le metió conversona allá abajo, a ella solo se le ocurrió decirle que era la llorona y que le dijo que tuviera cuidado con los chiquitos de que no se acercaran al río en crecida, porque si se los llevaba ella los recogía. Mi abuelo la miró fijamente pero ella no cedió, lo dijo como si tal cosa, así que él solo calló no dijo más y cuando después otras gentes mencionaron haber visto alguien cerca del río esa noche, mi abuelo se ponía muy serio y decía, que era la llorona y que le había hablado a su mujer.

Y esta última parte era la que contaba a sus hijos. Cuando ya estuvieron ellos grandes se animó a contar el resto. Aún así cuando le preguntamos por esa muchacha ella se pone misteriosa y dice que después de esa noche que conversó con ella no la volvieron a ver.

De ahí que otra vez nos deja a todos los presentes con la duda, así que por aquello, les recomiendo que mejor no se acerquen al río de noche.

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EL MISTERIO DEL ÁRBOL DE JÍCAROSegundo lugar Autor: Joaquín González RamírezCantón: Mora

LEYENDA

Cuando yo era niño, recuerdo que siempre como a las cinco de la mañana veía a mi abuela levantarse, coger tas llaves que acostumbraba meterse en la bolsa de sus delantales y dirigirse a un viejo aparador de cedro que había en la cocina, abrir una de sus ventanas de vidrio y sacar una jícara para tomar agua, hecho esto, volvía a guardar la jícara celosamente bajo llave. Un día le pregunté por qué ella siempre tomaba agua en esa jícara y me contestó que no me podía decir porque se rompía el hechizo. En mis años de infancia, ese ritual de mi abuela en mi mente infantil resultaba todo un enigma que yo me moría por conocer, máximo una vez qué mi mamá comentó que el agua que mi abuela tomaba de esa jícara era lo que hacía que ella se mantuviera saludable y joven, y a decir verdad, a pesar de que tenía más de ochenta años tenía una mente muy lúcida, llena de vitalidad y energía, acostumbraba a jactarse de que a su edad nunca se enfermaba ni de una gripe y la familia siempre le admiraba de que pese a su años tenía muy pocas canas. Un día en que se vino un temblor muy fuerte, como el viejo armario de cedro estaba renco, cayó al suelo, cuando lo enderezaron, se recogió un montón de vidrios rotos y vajillas quebradas, en cuenta la vieja jícara de mi abuela que quedó inservible. Durante varios días mi abuela pasó muy triste, adiviné que lo que más le dolía era la pérdida de la jícara, por lo que aproveché el hecho para preguntarle que si ahora que se había quebrado, me podía decir en qué consistía su hechizo, a lo cual ella accedió de buena gana como una forma de desahogarse de su irreparable pérdida y procedió a narrarme la siguiente historia:

Hace muchos años, cuando los españoles empezaron a llegar a Costa Rica, se asentó en lo que hoy es Santa Ana, un militar español que se adueñó de una extensión grande de tierras, ordenó a un batallón de soldados españoles que estaba a sus órdenes poner a los indios a hacer la casa en lo que sería su hacienda, desde la cual gobernaría los nuevos territorios conquistados para el reino de España. Se llamaba Jorge Figueroa, tenía esposa Elena Quintana y una única hija, muy bella y hermosa llamada Verónica, cuando el matrimonio llegó a Costa Rica, Verónica tenía quince años.

En España Verónica se había hecho novia de un soldado raso de muy mala reputación, conocido por ser mujeriego, irresponsable, aficionado al licor y pendenciero, a pesar de los ruegos de sus padres Verónica se las ingeniaba para verse a escondidas con su novio, cuando don Jorge se enteró de esta situación, se enojó mucho y decidió solicitar a su superior jerárquico en el ejército español ser trasladado a América a desempeñar cualquier cargo que tuviera a bien, fue así como a los pocos días, le llegó un oficio donde se le comunicaba su traslado a Costa Rica, don Jorge no lo pensó dos veces y con su esposa e hija se vino a vivir a nuestro país, feliz de apartar a Verónica de lo que consideraba una relación condenada al fracaso. Verónica era

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una muchacha alta, delgada, de pelo rubio, ondulado, ojos celestes, labios rojos y carnosos, se ajustaba perfectamente a los cánones clásicos de la belleza femenina, su salida abrupta de España la llenó de nostalgia y tristeza, lo cual le dio a su expresión un aire muy singular que resaltaba aún más sus encantos. Años después, frisaba Verónica los veintidós años cuando un día llegó a su casa, Manolo, el hijo de un rico comerciante español, con varios caballos y mulas cargados de encomiendas algunas de las cuales su padre había mandado a traer de España siete meses antes. Ese día a solicitud de don Jorge el joven se quedó durmiendo en la casa, al día siguiente saldría con rumbo a Cartago, su destino final no sin antes pasar por Aserrí donde debía dejar otras encomiendas. Cuando Verónica conoció al joven inmediatamente se sintió atraída por él, lo cual fue un sentimiento recíproco, el joven siguió frecuentando la casa y a los pocos meses se comprometieron en matrimonio. La felicidad de Verónica y la de sus padres era completa, el rostro de la joven recobró su sonrisa, doña Elena pronto mandó a traer de Madrid el vestido de boda de su hija y las familias de ambos jóvenes iniciaron los preparativos para el matrimonio.

Una hermosa mañana de noviembre Verónica se levantó llena de alegría porque ese día iría a la casa cural a hablar con el Padre acerca de los trámites para la boda. Después de hablar con el cura, Verónica pasó al consultorio del Doctor a retirar los resultados de unos exámenes que se había practicado por un nódulo que le había aparecido en un pecho, cuando llegó al consultorio, su asistente le comunicó que el Doctor no estaba pero que en cualquier momento llegaba que se sentara y lo esperara, Verónica lo esperó unos quince minutos pero como no venía, decidió irse y volver otro día, cuando salía del consultorio llegó el Doctor y éste la pasó inmediatamente a su oficina. ¡Qué dicha que vino!, le dijo gentilmente, me urgía hablar con usted, necesita operarse lo más pronto posible, debe coger un barco para España e internarse en la clínica de Madrid donde el Doctor Horacio Narváez, conocido mío le hará la intervención. Verónica se quedó muy seria y pensativa ante esta inesperada noticia. ¿Será posible posponer la operación?, le preguntó al Doctor, es que yo me caso ahora en Diciembre. Eso lo decide usted, yo sólo le digo que la operación urge porque es un asunto de vida o muerte, usted tiene cáncer avanzado de seno.

Verónica salió del consultorio del Doctor, aturdida por la noticia, no sabía que hacer, sentía que la cabeza le daba vueltas, en unos escasos instantes su vida había cambiado radicalmente. Se fue para la iglesia, estuvo rezando largo rato pidiéndole fortaleza a Dios para afrontar la situación, después se fue para su casa, se encerró en su habitación y lloró amargamente, no quiso comunicarle a sus padres ni a su novio tan infausta noticia. En la noche Verónica no pudo dormir, estuvo pensando en su desesperada situación, en eso recordó que un día había oído a una amiga decir que en Escazú había una bruja muy buena, que hacía curas milagrosas, decidió ir el día siguiente a la casa de su amiga a solicitarle la dirección de la bruja. Así lo hizo y dos días después estaba en la casa de la hechicera en Escazú, le contó a ésta su problema. La bruja muy solemne le dijo: Una curación como la que usted requiere yo no la puedo hacer, pero sí sé, quien la puede curar. ¿Quién?, preguntó Verónica. El Diablo, le contestó la bruja con la mayor seriedad. Y ¿Qué hay que hacer para eso?, preguntó Verónica. Convocarlo, yo se lo puedo convocar, le dijo la mujer. ¿Cuánto me costaría?, volvió a preguntar la joven. Por convocarlo, lo que usted me quiera dar, por la curación, eso se tiene que entender usted con él, le respondió

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la vieja. ¿Usted lo puede llamar ahora?, preguntó Verónica impaciente. Ahora no, pero si usted viene el próximo viernes trece de noviembre, en la noche, veré si la puedo ayudar. Aunque ese día era jueves cinco de noviembre, faltaban pocos días para el trece, a Verónica la espera se le hizo una eternidad, finalmente el viernes trece de noviembre, como alrededor de las ocho de la noche, Verónica llegó puntual a la casa de la hechicera, quien ya la estaba esperando, procedió a echar unos polvos en un brasero de la cocina, del que salió un montón de humo, pronunció una serie de conjuros mágicos y a los pocos segundos apareció en medio de ellas un hombre blanco, alto, delgado, muy elegante, de sombrero y vestido entero negros. Con una sonrisa en la boca, donde se veían unos dientes blancos muy hermosos, le preguntó a Verónica: ¿En qué puedo servirle? Verónica le contó su problema y el Diablo volvió a preguntarle: ¿Qué quiere usted que yo haga? ¡Que me cure! Exclamó Verónica, yo quiero vivir eternamente, no quiero envejecer, ni enfermarme nunca, ser eternamente bella, joven y saludable. Te puedo dar lo que me pides si me prometes que me regalas el alma de todos los hijos que en un futuro tengas, le dijo el Diablo. Lo prometo, le contestó Verónica sin pensarlo mucho. Así como lo ha solicitado, así te será hecho, le dijo el Diablo y desapareció.

Verónica salió de la casa de la bruja pensando en lo que había ocurrido, en un principio se sintió preocupada pero luego decidió no pensar más en el asunto, continuar su vida normal y dejar que las cosas cayeran por su propio peso, ya fuera que el Diablo la hubiera curado o no. A la mañana siguiente cuando Verónica se levantó, se examinó el seno y notó que la pelota que tenía había desaparecido, debe ser que el Diablo me curó, pensó.

Llegó Diciembre y con él la boda de Verónica, se fue a pasar la luna de miel y vivir a España, donde sus suegros le habían comprado una hermosa casa a la joven pareja. Un año después de su matrimonio Verónica quedó embarazada, tuvo una preciosa y saludable niña para alegría de sus padres, sin embargo unos veintidós días después de su nacimiento, enfermó y murió, esto llenó de tristeza a la pareja, unos meses después Verónica volvió a quedar embarazada, dio a luz un precioso varoncito, pero al igual que sucedió con la bebé anterior, el niño a los pocos días de nacido, enfermó y murió, Verónica tuvo un tercer bebé que corrió la misma suerte de sus hermanitos. Manolo el esposo de Verónica cansado de tener bebés que morían a los pocos días de nacido se hizo de otra mujer con la que tuvo un saludable y bello bebé que cada día que pasaba se ponía más fuerte y hermoso, por lo que terminó juntándose a vivir con su amante y abandonó a Verónica, ésta devastada por tan trágica suerte, decidió volverse a venir a vivir a Costa Rica a casa de sus padres, donde la gente ignoraba su trágica suerte. Con el paso del tiempo murieron sus padres y Verónica quedó en el mundo sola, triste y abandonada, aunque conservaba su habitual belleza y juventud y siempre le aparecían pretendientes, sabía que si no quería repetir las tristes experiencias que vivió en España, no podía volver a casarse. Un día atravesando la calle que está frente a la iglesia de Santa Ana, oyó cuando un viejito le decía a una viejita: “Qué raro esa mujer tan vieja y no envejece, no se enferma y no se muere”. Con el paso del tiempo fue muriendo toda la gente que constituía el mundo de Verónica, sus amigas, vecinos y familiares, llegó el momento en que Verónica se convenció de que su vida no tenía ningún valor, no tenía ningún sentido, se hundió en una tristeza y un abatimiento tan profundo, que su único deseo era morirse, lo malo es que no podía morirse.

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Un día en medio de su gran depresión Verónica pensó que tenía que haber algún remedio a su atribulada situación, pero ¿Cuál podía ser este remedio?, decidió ir a la Iglesia, confesarle sus pecados al Padre, contarle el pacto que había hecho con el Diablo y confiar en que con la ayuda de Dios, se pudiera solucionar su problema. Después de oír su confesión, el Padre cómo penitencia le puso rezar el Santo Rosario una vez por semana, hasta que comulgara, pero le dijo que no podía comulgar hasta que se enfermara o empezara a envejecer, porque sólo estas señales garantizarían que Dios había aceptado la confesión y el arrepentimiento de Verónica y que el pacto con el Diablo había sido deshecho. Verónica procedió como el sacerdote le había indicado, pero pasaron veinte años y Verónica durante todos esos años, no enfermó ni envejeció, desesperada de su situación intentó confesarse de nuevo con otros Sacerdotes, tal vez me encuentre con alguno que sea más indulgente pensó, pero misteriosamente cada vez que se iba a confesar, sucedía algo imprevisto y no se podía confesar, una vez tembló muy fuerte y el Padre suspendió la confesiones, otro día un Sacerdote dijo que se sentía indispuesto por lo que no iba a oír confesiones y así sucesivamente, a Verónica se le hizo imposible volver a confesarse, pese a sus múltiples intentos.

Transcurría una calurosa mañana del mes de abril, la vegetación se veía seca por doquier, ese año el verano había sido inclemente y la tierra en muchas partes mostraba grietas por la aridez. Verónica había decidido ir al río de Los Anonos a refrescarse un poco del bochorno del día, cuando caminaba por la orilla de un precipicio tuvo la idea de suicidarse tirándose al fondo del río, así lo hizo pero cuando su cuerpo llegó al fondo, salió a flote y no le pasó nada, caminó hacia la orilla, con el agua aún chorreándole en su vestido tuvo una idea. Ya sé lo que voy a hacer se dijo, voy a ir a alguna iglesia donde nadie me conozca, oigo misa y cuando el Padre empiece a dar la comunión, voy y comulgo, yo sé que comulgando, rompo el pacto con el Diablo y ya puedo llevar una vida normal, como cualquier persona, pero ¿A cuál iglesia puedo ir?, se preguntó Verónica, ah ya sé, voy a ir a la iglesia de Pacaca, ahí nadie me conoce y queda cerca de Santa Ana. Efectivamente el domingo en la mañana montó a caballo y se fue para Pacaca. Verónica oyó misa e hizo fila para comulgar, cuando el Padre le puso la hostia en la boca Verónica sintió como si le hubieran puesto una brasa hirviendo, salió corriendo de la iglesia a tomarse un vaso de agua, al costado norte de la iglesia encontró una india a la sombra de un árbol de jícaro, vendiendo agua de pipa en unas jícaras, Verónica desesperada, cogió una jícara de agua y antes de pagar se la echó a la boca, ante los ojos de la india, la joven se convirtió en un témpano de hielo, que rápidamente se fue deshaciendo en el árido suelo, las raíces sedientas del árbol de jícaro al instante absorbieron esa agua, lo único que quedó en el suelo fue la jícara con que Verónica se tomó el agua de pipa , la india recogió la jícara se tomó el resto de agua y a los pocos días notó que se había curado de la artritis que padecía, por lo que adquirió el hábito de seguir tomando agua en esa jícara, y este hábito fue pasando de generación en generación hasta llegar a manos de mi abuela, que por cierto poco tiempo después de que el temblor destruyó la jícara, murió mi vieja. En cuanto al árbol de jícaro, hoy en día cuando los biólogos lo examinan dicen: “Qué raro ese árbol tan viejo y no envejece, no se enferma y no se muere”.

Joaquín González Ramírez.

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EL MISTERIO DE LA PIEDRA BLANCA

Tercer lugarAutor: Juan Antonio Céspedes GuzmánCantón: Escazú

Tuto Yoyo era el mote de aquel Escazuceño valeroso que tuvo el ánimo de subir solo una noche a la montaña donde moran las brujas, los duendes y los fantasmas, y llegar, sin miedo, hasta los predios mismos donde campea la bruja Zarate. Fue este valiente hombre el que estuvo a punto de develar el misterio que está escondido en la gran Piedra Blanca de Escazú.

Contaba don Tuto, uno de los parroquianos más viejos de este lugar, que para los días martes y viernes, cuando eran de luna llena, las brujas, montadas en sus escobas de norte a sur Escazú sobrevolaban y por los techos de las casas pasaban, en las calles chiroteaban para terminar en la cúpula de la iglesia bien sentadas.

Una noche en que don Tuto tuvo que levantarse presuroso para hacer una necesidad en el cerco de su casa que retrete no tenía, dio la casualidad que quedó de cuclillas mirando de frente la imponente montaña que se levanta al sur y... cuál sería su sorpresa y asombro cuando en la lejana penumbra divisa cómo, por un boquete de la roca montañosa, centenares de brujas entraban y salían entre bandadas de cuervos y murciélagos que lo mismo hacían.

Don Tuto, hombre valiente y arriesgado, dos veces no lo pensó y, ciñéndose bien los pantalones, ponerse en camino a esas horas no le importó. Y fascinado por aquella negra boca que tantas brujas tragaba y escupía, hasta ahí se dirigió. Cuchillo y cubierta en faja metió, un poco de tabaco en su bolso echó, mirando al cielo se hincó, una oración rezó y, santiguándose, cuesta arriba en camino se puso.

Y sin quitar la vista a aquella ventana de las tinieblas y sin detenerse un momento subió y subió nuestro aventurero hasta jadeando llegar. Por el oscuro boquete quiso entrar, pero en ese preciso momento, un duende se le aparece para esta pregunta lanzar:

-¿Adonde caminas forastero noctámbulo?

-Quiero ver que hay en esa cueva de las brujas tan negra y profunda, -contestó don Tuto-.

-No es una cueva -dijo el duende-. Es un encanto. Y las brujas que en tropel veis entrar y salir son las hadas mensajeras de Zarate, la reina de las brujas. Y esta inmensa roca que miráis, del tamaño de toda esta montaña, es la Piedra Blanca, es pura piedra viva, que con el tiempo se cubrió de musgo y el musgo se convirtió en un frondoso bosque por donde trepa, como parásita, el bejo de yazú. Y en el centro y en lo profundo de esta gran piedra lo único que hay es un encanto, el encanto donde está encantada la Tule Vieja por obra de la bruja Zarate que la hechizó.

-¿Y quién es la Tule Vieja? -le preguntó don Tuto-.

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-La Tule Vieja -contestó el duende- fue, en Escazú, la doncella más bella, que una noche se escapó de la casa gimiendo, gritando y llorando como loca porque, su prometido se le había ido. Y era ya avanzada la madrugada cuando, cansada de tanto gritar y llorar, la encontró la bruja Zarate quien, con la promesa de llevarla donde estaba su amor perdido, en el encanto de la Piedra Blanca terminó. Y ahí, sin poder salir nunca más, encantada está la que más bella fue.

-Mientes muy mal, duendecillo infernal -replicó don Tuto-. ¿Acaso no sabes que esa doncella bella es María del Rosario que de mí se enamoró y después me traicionó? Mándala a llamar que me la quiero llevar. Y se metió el duende a lo más profundo del encanto para con el espanto pronto regresar. ¡Pero ya no era la bella María del Rosario! Ahora era la Tule Vieja fea que salía de ese mundo de los aparecidos y con una vigorosidad tan bestial y brutal que ni la fuerza de veinte caballos juntos la podían sosegar. Pero este espanto de las tinieblas no amedrantó a don Tuto quien, acordándose del mágico bejuco de yazú que por esos montes abundaba, en un santiamén uno cortó y con el mismo a la Tule amarró. Y fue así como este espantoso ser perdió su diabólico poder. La Tule, con el bejuco de yazú, amarrada quedó. Don Tuto de la montaña mansita la bajó, a su casa la llevó y hasta en la iglesia la metió.

Los serenos, que en la noche el espectro vieron, dijeron por un ventanal verlos entrar y cerca del altar mayor un ritual celebrar. Era ya 29 de septiembre, día del santo patrono de Escazú, san Miguel Arcángel. Y al ser las doce horas en punto de ese día de fiesta patronal era cuando entonces sí se oían las bombas de doble trueno tronar al tiempo que un cachiflín anunciaba que ya salía, por la sacristía, la mascarada bailando al son de la filarmonía, y bailando también don Tuto con la Tule Vieja que mansa la conducía.

Era el Escazú mágico de antaño que tanto cantara este viejo trovador. Era el Escazú alegre y pintoresco, tan lleno de color y sabor alrededor de su plaza, su escuela, su cabildo y su iglesia.

Reseña histórica.

Quienes tuvimos la dicha de conocer a don Tuto el juglar y de su boca sus hazañas contar, esta es la imagen que de él pudimos grabar: sobre su cabeza, un raído sombrero de pelo; un buen bigote le adornaba y la cachimba que no le faltaba; un viejo saco que siempre le abrigaba y el bastón en que se apoyaba cuando la reuma lo aquejaba. Y de la Piedra Blanca y su oscura cueva, en el misterio nos dejó; del bejuco de yazú, su magia y su virtud nos enseñó y, de la Tule Vieja, el ánima en pena de quien en vida María del Rosario se llamó.

Este relato, recogido en vivo de los labios de don Liborio Constantino de Jesús Fernández Delgado (Tuto Yoyo), en el año de mil novecientos sesenta y tantos, combina la historia de, su persona, de su visita a la Piedra Blanca y del bejuco que ahí nace, con el folclore, la tradición, la leyenda y el mundo imaginario de don Tuto. Separar estos elementos, separar estos géneros, sería desnaturalizar y falsificar lo que tienen de ciertos unos hechos y lo que tiene de maravilloso la fábula. Debemos cuidar, con celo, el regalo de este hombre que nació en Escazú el 22 de julio del año 1888 y murió en el mismo lugar el 12 de octubre de 1987. Más de noventa y nueve años vivió don Tuto que tanto del vino y la cachimba gustó.

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El dibujo de una bruja montada sobre su escoba en la portada es creación artística de Manolo Sandí Trejos. Es la bruja que lleva el escudo oficial de la Municipalidad de Escazú, por un certamen donde el ganador fue el dibujante y artista Sandí Trejos.

J.A.C.G.Escazú, 3-9-2006

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ANÉCDOTAS EHISTORIAS DE VIDA

C A T E G O R Í A

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BOTIJASEn tinajas-zurrones y guacales

Primer lugarAutor: Francisco Montoya RamírezCantón: Escazú

Luces misteriosas con destellos de un azul intenso que en forma intermitente se dejan ver a través de las rendijas de puertas y ventanas de las casas viejas, casi siempre en aquellas de adobe; y las más de las veces acompañados de espantos: Señal inequívoca de la posible existencia de una botija.

Luces y apariciones de espantos que llenaban de miedo a aquellos seres que en esos tiempos idos, miraban con asombro y un tanto de codicia y con ciertas ansias de un poco de riqueza fácil, a esas luces fantasmas y que después de todo con un buen cañazo de chirrite entre pecho y espalda, cualquiera sería capaz de hablarle al muerto.

Ese acto codicioso llegó a ser en cierta medida causa de la demolición, no solo de unas dos paredes, sino de la casa en su totalidad; y en la mayoría de los casos para quedarse al final, sin la bendita botija y solo una casita en ruinas. Casitas que llenaban de encanto el paisaje de su entorno. ¡Que pena!

¡Ha tiempos aquellos! Llenos de recuerdos y añoranzas, cuando comadres y compadres acurrucados a la vera del viejo fogón, de piedra muerta y tinamastes, sentados en taburetes de cuero sin curtir, cerquita del rescoldo de las brasas ya extintas, pues hace frío, y en susurros comentaban acerca de aquellas luces en esas casas viejas, llenas de misterio, y de la posible botija enterrada en sus viejas paredes.

¡Que emoción! Desenterrar una tinajita llena de monedas de oro, de esas monedas que los viejecitos de antes solían enterrar en esos nichos o alacenas. Incrustadas en las anchas paredes de las casas de adobe. Con un sistema bancario en ciernes y que de existir infundía poquísima confianza, los viejitos de entonces se las tenían que ingeniar para de alguna forma poder guardad o mejor dicho esconder sus pequeños tesoros. Con ese fin se valían de tinajas, zurrones y/o guacales. Dichos artefactos, una vez llenos de moneditas de oro se sellaban con el mismo barro que se utilizaba en la confección de los adobes; Y a enterrarlos donde nadie lo sepa. Esos artefactos se escondían entonces, o bien entre una alacena que luego se sellaba con una tabla la que a su vez se recubría de barro, de la misma consistencia que el del repello de las paredes, para así disimular su existencia; o se colocaba sobre los dinteles, piezas formidables de maderas especiales tales como el roble negro, el chirraca, el guapinol, el guachipelín o el cedro amargo, etc. Todos ellas piezas que se colocaban en la parte superior de los espacios donde luego se empotraban las puertas y ventanas y de esa forma se garantizaba el soporte necesario para sustentar el tremendo peso del adobe sobre esos espacios, que a su vez con sus vértices redondeados formaban parte del conjunto armonioso que caracteriza

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las paredes formidables del adobe; allí se escondía la botija. Dichos dinteles que fácilmente se podrían considerar en la actualidad como piezas de museo, de valor patrimonial, eran así mismo depositarios de una botija. En más de una ocasión sobre los linteles de una casa vieja de adobe se encontraron bien anidadas, un guacalito, o un zurrón y a veces una tinajita repletitos de oro; o en la de menos también cavaban un hueco en el cafetalillo y detrás de una cepa de guineo se enterraba la botija.

No cabe la menor duda, de que vecinos irresponsables y angurrientos fueron los responsables de darle el jaque-mate a muchas de las casitas de adobe, en su búsqueda de botijas. Sin ningún escrúpulo derribaban paredes, en su totalidad, para luego quedarse, los desafortunados, mirando hacia el ciprés; con el único consuelo de que sobre aquel montículo de adobes, ya en pedazos, sería muy bueno sembrar unas matas de ayote. ¡Qué mentalidad! Y ¡Qué descaro!

En aquella casa vieja, donde vive la viuda de aquel viejillo rico, que era muy agarrado. Tanto así que ni siquiera daba sal para un huevo, dicen las malas lenguas que hay una botija. Si la viuda estuviera de acuerdo, iríamos a medias, y si no hay nada pues no importa, ella se podría ir a vivir con su hija, su marido trabaja y son gente acomodada. Pues dele viaje y otra vieja casa que se la llevó la porra.

“Se nos da la espina” decían, que ese viejillo, ahora difunto, es el alma en penas que anda asustando, pues en vez de darle limosna a los pobres, prefirió enterrar la plata; ahora solo espera que alguien la desentierre y que por lo menos le paguen una misita para que su alma repose en paz.

En mas de una ocasión, al no disponer de una tinaja que era el cacharro preferido para enterrar el oro, se recurría entonces al zurrón, este último, en esos días tenían múltiples usos y eran de muy variados tamaños; desde los que se utilizaban para transportar granos y dulce a los mercados, engarzados sobre las monturas, albardas y/o aparejos sobre caballos, burros o mulas, hasta los más pequeños que se utilizaban como sembradores que atados a la cintura del agricultor se llenaban de semillas- maíz, frijoles, etc.- otros, aun más pequeños, se utilizaban para guardar candelas y fósforos y otros para enterrar el oro.

Al no disponer ni de tinaja, ni de zurrón se recurría entonces al humilde guacal, la parte mas gorda del calabazo. Este era otro artefacto que desempeñaba múltiples tareas: en los trapiches, para sacar el caldo hirviendo de las pailas o también para tomar espumas; en las cocinas para sacar el agua de los baldes y/o pilas en el momento de cocinar los alimentos. Algunas veces si no habían platos soperos, se recurría al guacal; Bueno hasta para beber chicha y muy a menudo para darle a los chiquillos el corte de pelo, estilo San Antonio- se coloca el guacal sobre la cabeza del chacalín y va tijera y en más de una ocasión para enterrar el oro. Eso sí con una buena tapa de barro encima.

No puedo concluir esta pequeña narración sin antes contar mi propia historia. A mí también, por desgracia, me toco la mala suerte de llegar tarde al festín. El rinconcito donde supuestamente se encontró, alguna vez una botija ya estaba vació. Eso aconteció después del terremoto de 1991. Como consecuencia de ese fuerte temblor gran parte de los repellos de las

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paredes en mi casita de adobe- la casa del molino- así descrita en el registro- puesto que en la mencionada casa existía in molino de trigo. Los primeros colonos residentes en San Antonia de Escazú traían el grano a esta casa para su molienda, pues ese trigo era cultivado por ellos en esa localidad.

Pues bien, una vez repuestos del susto del temblor y comenzada la tarea de reparación de los repellos de las paredes rotas, el señor que me ayudaba en dicha reparación, un incuestionable artífice del barro, de repente pego un grito mas que de asombro de alegría y me llamó para que así entre ambos pudiéramos ser testigos de lo que estaba por acontecer frente a semejante hallazgo. ¡Que ilusión! Encontrar una alacena, hasta ese momento nunca vista en esa pared resguardada con semejante tapa de madera, de seguro aquí hay una botija. Conteniendo la respiración y con intenso cuidado se removió le tapa cobertera y ¿cual no sería nuestro desencanto? Cero botija en medio de la alacena, había solo una gran pelota de barro, dura como el concreto.

Desde luego que ya muy antes, alguien había sido el afortunado. ¡Queseara de desencanto pusimos ambos! Ahora solo me quedó un pequeño espacio para colocar ahí un minúsculo pasito de la natividad.

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HISTORIA, ANÉCDOTAS DE LA VIDA DE UN ESCAZUCEÑO NATO

Segundo lugarAutor: Marvin Chamorro TrejosCantón: Escazú

PRÓLOGO.

Después de medio centenario de años, he decidido escribir parte de mi vida, que en su mayoría de mi infancia, adolescencia y juventud, fue muy atropellada, maltratada por ser de una clase social muy baja, pero, aunque de extrema pobreza, siempre mi espíritu de lucha me llevó a buscar los caminos sanos, de hacer el bien sin saber a quién.

- Si hurté frutas fueron travesuras de mi niñez y a veces porque no tenía que desayunar, almorzar o comer.

- En mi adolescencia me gané el sustento con el sudor de la frente.

- “Hoy no tengo de qué arrepentirme, con excepción de haber tenido que crecer en una familia desintegrada...!”

Todas mis vivencias, recuerdos, son basados en hechos reales, porque son los años los que se encargan de ir tejiendo, enriqueciendo el diálogo de mi relato de lo que ha pasado por mi vida a través del tiempo con todas mis vicisitudes.

Obviamente esta historia la dedico a mis seres queridos, a mi madrecita Flor, mi esposa Damaris a mis hijos e hijas, y en especial como un homenaje póstumo a la memoria de don Jaime Cerdos Mora.

El nombre de este prójimo es: Marvin Homer Chamorro Trejos. Nací el dieciséis de junio de mil novecientos cincuenta y cinco; mamá dice que vine al mundo el dieciséis de julio, para la celebración del día de la Virgen del Mar, y el suceso se dio en el Hospital San Juan de Dios.

Lo curioso es que la partida de nacimiento indica que fue en el centro de Escazú, mi natividad, con partera. Tal vez porque después que me parió mi madre, se la llevaron al hospital.

Originalmente me inscribieron como Marvin “Ornar”, luego aparecí como Marvin “Omer”,

- y finalmente cuando cumplí la mayoría de dad, al retirar mi cédula de identidad aparezco como Marvin “Horner” Chamorro Trejos. Todos estos datos aparecen en el asentamiento de la partida de nacimiento en el Registro Civil.

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- Igualmente mi mamita me dice: Marvin, usted legalmente es “ZÚÑIGA TREJOS”, pues su papá era hijo natural o extramatrimonial, aunque al pasar los años se enteró a través de mi familia paterna que el padre biológico de mi progenitor lo fue un músico muy reconocido en el ámbito nacional de apellido Mora, y si es así por ser nieto de Mora, si papá hubiese sido reconocido, entonces yo tendría que ser “MORA TREJOS”, pero para colmo de males aquí no termina esta maraña de los apellidos; don Alfredo Chamorro Zúñiga, mi papá, fue reconocido antes de cumplir la mayoría de edad, poco antes de contraer nupcias con mi progenitora, por don Antonio Chamorro Solano, quien no era su padre biológico.

- En su acta de nacimiento su nombre y apellidos son: “ELÍ ZÚÑIGA RODRÍGUEZ”, por ende si hubiera sido reconocido por su padre legítimo, sería “ELÍ MORA ZÚÑIGA”.

Mi mamita es Flor, “Flor de María ó Flor María”, Trejos Morales, conoció a mi papá, cuando él llegó procedente de San Juan del Murciélago (“Tibás”), a la empresa de buses de Escazú, como cobrador y luego terminó siendo chofer, así se conocieron y terminaron casándose en mil novecientos cincuenta y dos.

Tuve una hermana que cuenta mi familia murió a la edad de dos años, la llamaban Lorena, luego nací yo y a los dos años después Tony Bileiby ó “Bileybi”.

Para ese entonces nuestro hogar estaba situado en la línea divisoria entre San Rafael y Escazú, donde se ubica hoy el Restaurante Samurai; allí había una casa de abobe propiedad Daniel Mena, emparentado con la familia. Al frente vivían mis parientes maternos, abuela, tío, tía, tía abuela, primos, etc.

- En casa de sus descendientes, “familia Jiménez Flores”.

Una vez que tuve uso de razón, recuerdo que vivíamos en “Quinto Patio”, o sea del templo Católico de San Miguel de Escazú, dos cuadras al sur y media al oeste, un vecindario como el del (“Chavo del Ocho”), había mucha pobreza; el dueño fue (“Chalo Gato”), (Q.d.D.g.), nunca lo conocí por su nombre y apellidos, y es que apenas si acaso yo andaba por los cinco años de edad, allí en esos años de infancia por alguna discusión de mis padre, tomé la seria decisión de irme de la casa, no me acuerdo cuántas cuadras caminé con una ropa entre una bolsa de manigueta, creo que me alcanzó mi padre y me trajo de vuelta a la casa, lo que no se me olvida fue la fajeada de mi mamá, y ahora que menciono eso, donde yo moraba con mis progenitores, la casita era muy sencilla, de madera sin pintar, ventas de madera, puerta con picaporte por dentro y dos aldabas por fuera donde se le ponía el candado cuando nos ausentábamos, se componía de dos aposentos, el piso de tierra y, la letrina o escusado de hueco se encontraba a unos siete metros y era colectivo, lo visitaban las ocho o más familias que vivíamos en Quinto Patio. En la letrina se cayó un vecino de muy corta edad y murió ahogado (***), bastantes días le pedí a mis papas me acompañaran al servicio sanitario a raíz de esto.

El patio del vecindario de “Quinto Patio era enorme”, allí me la pasaba casi todo el día jugando. Recuerdo que una vez uno de los vecinos compró para un turno de San Miguel una java con muchos animales avícolas, no se por qué, pero, uno de los gallos no se llevaba bien conmigo, no le simpatizaba para nada, cada vez que me encontraba jugando me perseguía,

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mis papas no me lo querían creer, hasta que un día se me lanzo, me picó en una nalga, traté de quitármelo, corrí y con tan mala suerte que tropecé en una piedra que tenía una punta algo filosa y pegué mi frente, me causó una herida que me quedó marcada para el resto de mi vida.

- Me levanté y llegué pegando gritos a la casa, le conté lo sucedido a mamá, me echó un poco de agua y agarró un poco de café molido y me lo untó en la herida, me puso un pañuelo alrededor con un gran nudo atrás y así pase dos o más días con curaciones.

- Ah, se me olvida contar que luego de la curación me dio una paliza, alegando que eso me pasaba por estar molestando yo al animalito, por eso me había sucedido ese percance; desde entonces no me olvido de ese día.

- El gallo colorado, grande, fue a parar a la olla el mismo día, porque el vecino se enteró de la persecución y el accidente.

Lo último que recuerde de ese vecindario es, que un día que mi papá desde tempranas horas estuvo tomando licor en la Cantina La Central que todavía hoy esta diagonal al Parque de Escazú, atendida por Carlos Solís “Ceiba”, a la sazón, se le olvidó que me había llevado con él, y me tuvo sentado por más de tres horas en el quicio de la puerta, cuando salió casi de cuatro patas haciendo gesticulaciones, se me quedó viendo y, con un suspiro dijo,

- “que dicha que no me han robado a mi “negrito”...!

- ¡... pobrecito se me había olvidado...!

- Me levanté, me abrazó y a como pude llegamos a la casa. Unos días después no me acuerdo haber visto más en la casa la figura paterna.

A los quince o veinte días después del día que estuve en la cantina esperando a mi papá, mi madre empezó una noche a echar los enseres de la casa en unas cajas de cartón, le pregunté qué hace mamá..?, y su respuesta fue, “negrito” nos vamos de aquí, vamos a vivir donde doña Honoria Monge Bustamante.

- Efectivamente nos trasladamos a pié, quedaba a unos doscientos cincuenta metros al oeste de “Quinto Patio”, pasé a vivir de clase baja a clase media, aunque parezca mentira a tan solo un poco más de dos cuadras.

- Llegamos a la casa, la misma bien pintada, un color teja, ventanas de madera anchas, de tres aposentos, piso de la sala chorreado en cemento lujado, con ocre, otra parte sin lujar y la cocina de tierra, en la entrada principal colgaba una veranera en una esquina de la casa, sin olvidar que la situación económica no variaba, siempre en absoluta pobreza, nos la ingeniábamos para buscar alimentos, y lavando ropa, aplanchando en casas vecinas, mamá salía adelante conmigo.

- No lo pueden creer quienes lean esta anécdota, voy a tratar de plasmar tal cual era el servicio sanitario de nuestra vivienda, el cual sólo compartíamos con la familia Monge. Digo servicio sanitario..., porque para mí no era letrina o escusado, por lo moderno que me parecía, sobre todo en los años sesentas, en una zona rural, tenía yo los seis años de edad, era toda una novedad, iba a cada rato los primeros días de inquilinato, por supuesto; y era porque el

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servicio sanitario tenía una gran particularidad (**), la caseta toda en madera, techo de teja, planché de concreto con sentadero chorreado en cemento, debajo tenía tubos de alcarraza que pasaban bajo tierra hasta quedar pendientes, a unos ochenta centímetros de la rivera del río Catalina, donde salía la boca unos treinta centímetros; a un lado del servicio estaba colocado un balde plástico colgando de un mecate de cabuya, una llave de chorro con un tubo de cañería galvanizado; una vez que uno terminaba su necesidad, soltaba el balde y listo; hasta carbolina le echaba mi mamita para mantenerlo bien aseado(***).

No tengo idea cuántos años tenía de construido ese servicio, para aquel entonces ya tenía muchos años, lo oía de un hijo de doña Honoria. Por casi dos años lo utilicé ya que de allí, nos trasladamos a un lugar llamado (“El Chirca o Lotes Perú”).

- Viviendo en casa de doña Honoria fui por vez primera a la escuela. - como podrán captar ya no menciono la figura paterna-, llegué hasta el tercer grado en la Escuela República de Venezuela, luego me mandaron a la Venezuela Número Dos, por jurisdicción o razón de territorio.

La nueva escuela estaba en el límite entre San Antonio y Escazú.

De allí en adelante no es, sino hasta los once años que recuerdo, volvió mi papá a la casa y, a los trece años que al interponerme en un pequeño altercado entre él y mi mamá, se marchó para siempre como lo escucharán más adelante.

En (“Chirca o Lotes Perú”), estuvimos habitando una casa de don Genaro León, por unos dos años, esa casa estaba a unos dos kilómetros al sur del centro de Escazú, por lo que me tocó cuando se inauguró la Escuela República de Venezuela Número Dos, ir a esta noble institución donde me gradué de primaria.

- En la propiedad de don Genaro como tenía gran longitud, era un vecindario muy habitado, pero, yo me las ingeniaba y como atravesaba por el centro de la propiedad una quebrada, afluente del río Catalina, agua que sí se mantenía sin impurezas, ya que la utilizaban para riego de hortalizas, la cuidaban los agricultores en un gran trayecto, entonces me nació la idea de crear una poza para bañarme los fines de semana con algunos amigos, pues, donde don Genaro vivíamos ocho o más familias, o sea volví a caer al estrato social más bajo, con la mudanza, casa sencilla, pared medianera, letrina o escusado de hueco colectivo, pero, era feliz.

- Las familias eran numerosas de seis o siete hijos, madres solteras, viudas, divorciadas, y una que otra familia conformada, en el lato sentido de la palabra.

Allí también inicié mis primeras labores en el agro, sembré con el consentimiento de don Genaro, maíz, frijol, y unas matas de chile dulce.

- Al frente de calle de por medio había una finca de unas cuatro hectáreas dedicadas a la agricultura, en unas vacaciones de julio conseguí que don (“Queco”) Sandí, un agricultor de buen corazón, le pedí me diera la oportunidad de ayudarle y me enseñó a regar, sembrar hortaliza y amarrar culantro; tenia un gran tomatal, cebolla, culantro, lechuga, ajo, remolacha, zanahoria, coliflor, me levantaba dos veces por semana, temprano, a regar, pues tenía que

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hacerlo dos veces al día, por las mañanas de cinco y media a siete, y en las tardes de cinco y media a siete u ocho de la noche, con una linterna, dependiendo de la cantidad de agua que corriera por el cauce.

- Poco a poco fui aprendiendo el oficio como agricultor.

Andaba por los ocho años y unos meses de edad cuando una noche me dice mamá: (“Negrito”) nos vamos de aquí, vamos a residir a otra casa de don Genaro, allá por detrás del Country Club, calle a Guachipelín de San Rafael de Escazú, y como a las seis de la tarde llegó don Nato León Solís con su camión marca Chevrolet, anaranjado, y nos llevó del Chirca a unos tres y medio kilómetros hacia abajo: una propiedad llena de casas, no tenía donde distraerme, jugaba en la calle con los vecinos, a los meses, acercándose navidad, en vacaciones de fin de año, empezaron unos muchachos a jugar bola en propiedad de un señor (“Chopo”) Sibaja, pusieron marcos de caña de bambú, y me invité sólo, me arrimé un sábado y me inicié en el balompié; le imploré a mamá me comprara zapatos, medias y uniforme de fútbol, pero como éramos tan pobres, me decía:

- “es imposible papito...!”.

- “apenas gano para comer”.

- No podré olvidar jamás esa navidad, porque me enteré que mamá había localizado a papá, después de años de no verlo, vino a visitarme, me trajo los tacos de fútbol, las medias y un uniforme rojinegro.

- Los zapatos todos en cuero, clavados, con taquillos de cuero con tres enormes clavos.

- Un vecino tenía un equipo de niños, lo que llamaban (“mosquitos”), me enlisté y a los meses un domingo nos llevó el dirigente del equipo a conocer La Sabana, allí jugamos un partido, no tuve sosiego, porque a Cada rato bajaban y subían avionetas y aviones.

- Estaba todo asustado, primera vez que iba a la ciudad. Ver aquel campo tan grande y aterrizar y ascender avionetas y aviones, era algo extraño, yo los oía o los veía por los cielos;

- Pase muchos días pensando cómo hacían para volar esos aparatos...?

- Volvimos en otras oportunidades y me acostumbré, porque igual fue mi primer abordaje a la (“cazadora”) o autobús, era un mundo de fantasía que daba vueltas por mi mente.

- Cuando salía temprano de la escuela o me tocaba por la tarde, servía de lazarillo a don Genaro León, él era no vidente, por todo Escazú lo andaba, creo que era prestamista, a otras casas llegábamos y le dan comestible, ropa, entre otras cosas; el recorrido me lo enseñó nuestro dirigente deportivo Dimas Badilla León, -sobrino de don Genaro-, que me decía vamos a acompañar este viejillo, no se preocupe por el desayuno o el almuerzo, en muchas casas nos dan café, fresco, almuerzo y hasta para traer a la casa, si tienen ropa que le quede a usted, se la regalan también. Así me hice de un poco de ropa, zapatos y era menos lo que gastaba en alimentos en mi casa. Los fines de semana don Genaro me regalaba algunos colones que le servían de mucho a mamá.

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Tenía los nueve años cumplidos de edad, cuando, nuevamente nos mudamos de casa, nos trasladamos al centro de Escazú, cerca de la terminal de Buses, de la famosa Pulpería y Cantina La Violeta de don (“Lito”) Guzmán, cien metros al oeste y veinticinco sur, a unas casas que tenía don Francisco (“Paco”) Chavarría, famoso por su generosidad, para los días de celebración del Santo Patrono, San Miguel, junto con sus hermanas, destazaban reses y cerdos y mandaban llamar a las familias de escasos recursos económicos, entre esos estábamos mamá y yo; pasábamos comiendo olla de carne, bistec, cerdo, por una semana o más, pues, mi mamita colgaba la carne en un gran gancho, para que no se maleara, cocinaba con leña o carbón en un anafre; atrás de la casa lo que dividía la propiedad de don (“Paco”) con el Cementerio de (“Los Ricos”) ó Quesada, era una cerca, con algunas latas de zinc viejas, no puedo olvidar otra anécdota acaecida allí, porque mis padres medio se reconciliaron, papá vivió con nosotros unos meses, creo que dos meses; una noche llegó tan ebrio que prometió quitarnos la vida, hizo un escándalo que tuvimos que salir huyendo al ver que cogió un cuchillo de cocina, salimos por la puerta de atrás, mamá como pudo quitó o corrió una hoja de zinc y nos escondimos en el Cementerio.

- allí pasamos la noche recostados a una bóveda,

- supongo que era en época seca, porque no llovía en esos días.

- En la mañana nos acercamos a la casa y ya mi papá no estaba, había salido a trabajar, y, unos días después decidió mi progenitora que debíamos irnos de casa de “Paco” Chavarría.

Nos trasladamos de nuevo al (“Chirca ó Lotes Perú”), a otra casa de don Genaro León, un poco más decente era la vivienda, pero como siempre muy sencilla, ya para entonces tenía yo casi los once años de edad. Siempre fui de pocos amigos, pero, volví con mis viejos amigos, contados con los dedos de las manos, no queda de otra, soportarlos y que me soportaran, para entonces era más diestro para el trompo, canicas, y empecé el aprendizaje de bicicleta, si se le puede llamar así a un marco viejo herrumbrado, sin frenos, ni neumáticos, ni llantas, ni cadena.

- en otras palabras un marco con aros y manivela,

- era sólo para mantener el equilibrio, pero me entretenía, la llevaba como a un kilómetro arriba, desde la Pulpería de don Elías Flores, hasta la esquina donde hoy todavía hay un tanque de captación de agua, contiguo al conocido Restaurante (“Pollo Juancho, el más grande y más ancho”), me tiraba y venía frenando con los pedazos de zapatos de hule que me habían regalado y que ya no tenían suela, era nada más para disimular que andaba calzado.

- de esta manera aprendí a conducir bicicleta, porque después conseguí una de segunda en regular estado, cuando volví a trabajar.

- Por esos días un vecino que no le gustaba perder en el juego de trompo en pasa-raya..(**), Luis Salazar Mena, una tarde le gané su trompo, en la noche le quité la punta con un alicate, le puse otra, lo pinté de colores amarillo, rojo y verde, le afiné la punta en un molejón, y quedó “plumita”. Al día siguiente llegó Luis y me increpó, pidiéndome el trompo, que debía dárselo.

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- Le dije Luis, sea honesto, no tengo por qué entregarle algo que me gané, además ya lo cambié por este que tengo en la bolsa del pantalón y le mostré el trompo que transformé. Se fue, a los minutos regresó y sin decirme nada, me pegó una trompada por la boca, nos dimos de golpes, nos fuimos al suelo, y cuando vio que también perdía la pelea, no me explico cómo, sacó un puñal y me lo pasó entre la ceja y el párpado, y volvió a darme otra puñalada, entre el pómulo y el párpado inferior del ojo derecho. Salió corriendo y no supe de su existencia por casi dos meses. -me contaron que se fue para donde un pariente-.

- Pegué cuatro gritos, los hermanos Tobías y Elías, León Solís y un primo de ellos Carlos Solís, me auxiliaron, me echaban agua de un tubo que estaba quebrado cerca del tanque del Acueducto, me trasladaron al hospital en ambulancia, allí me cosieron, vendaron e inyectaron.

- cuando llegué a la casa y me vio mamá, se echó a llorar y fue a buscar a toda la familia de Luis, nadie sabía nada, Luis no estaba en el Barrio, pero, a los dos meses y unos días regresó, yo me hice el maje, andábamos con la paja tras la oreja, tanto él como yo, sabíamos que no era fácil olvidar el altercado, me comenzó a hablar, una tarde ya casi de noche, me lo encontré solo, cerca de! tanque, lo llame y le dije:

- “Este es el día de mi venganza...”

- nunca tuve problemas con nadie, no sabia lo que era un pleito a golpes, solamente la que libré con él”(***),

- Tenía tanta ira que lo agarré y empecé a darle a diestra y siniestra, por donde primero pudiera, muy extenuado, en el suelo lo así del pescuezo y lo sumergí en una zanja llena de yuyos, estaba a punto de cometer un homicidio, y no recuerdo quién me lo quitó y se lo llevó, yo me fui para la casa, la camisa y el pantalón más rotos de lo común, ensangrentadas las prendas, mi mamita se asustó mucho y me preguntó que había pasado.?, le conté lo sucedido y luego con el tiempo nos dimos la mano Luis y Yo, pero la amistad continuó de larguito.

Como repito, volví a trabajar con don (“Queco”) Sandí, con más dedicación y experiencia, por lo que me dedicaba a la siembra de legumbres y hortalizas, me ganaba unos cinco colones semanales.

Después doña Flor consiguió un contrato con los trabajadores de Jardinería La Rosa Linda, una empresa enorme con muchos empleados, todo lo que producía era para exportación, “flores, hortaliza, legumbres, entre otras”, se encontraba en los alrededores del cementerio de (“Los Pobres”) o Zúñiga, mejor dicho, el Cementerio se encontraba dentro de la finca La Rosa Linda.

El negocio de mi mamá consistía en la venta de café, empanadas, cajetas, algunos emparedados, almuerzos y fresco; el negocio era próspero, pero como todo, un buen día llegó a su fin, por una desgracia que me ocurrió.

Un sábado que iba todo contento a la Rosa Linda, con una bicicleta - americana- que compró mamá en una venta de garaje, casi regalada, bajando, se me enredó la cadena en el ruedo del pantalón y fui a chocar contra el portón de la entrada al cementerio Zúñiga.

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- salieron las empanadas, cajetas, frescos, emparedados y almuerzos, volando.

- Me quedé sin bicicleta porque iba muy rápido jugando de intrépido, con muchos raspones en las manos, codos, rodillas, en la cara y las costillas un poco averiadas.

- Lo que quedó de bicicleta me lo eché al hombro como pude, llegué a la casa, pase varios días todo adolorido y poniéndome paños de agua tibia, vinagre y una pomada que consiguió mi viejita.

Seguí ayudando a una vecina en la recolecta de café, huevos de gallina que hacían su postura en el cafetal, doña (“Chola”) Flores, tenía un hermano que vivía en un aposento atrás de su casa, don Eloy Flores, apodado (“Cachivache”), tenía un aspecto cadavérico, poco salía, y cuando uno se portaba mal, le decían:

- “i... ahora si, ahí viene cachivache...¡”

Tuve la dicha de caerle bien a doña (“Chola”), hasta le ofreció a mi mamá alquilarle por una cuota muy cómoda una casa de adobe que tenía desocupada, grande, con muchos aposentos; nos trasladamos en cuestión de minutos, ya que distaba de la casa de don Genaro a unos cincuenta metros.

- La acicalamos lo mejor que pudimos, en colores blanco y azul, una cal que nos regalaron y una planta llamada “azul de mata”...

- “¿pueden imaginarse cómo me sentía yo en esa casa...?,

- como gente adinerada...¡

- “ricachona”, no me faltaba comida, ropa, zapatos que me regalaban.

- mamá se las ingeniaba para moldearla a mi cuerpo, toda la cosía a mano.

Comencé a ahorrar algunos cincos en un chancho de barro, producto del trabajo y me compré mi primera mudada.

- Unos Jeans marca Jessy James, negros, una camisa a cuadros y unas botas de hule con forro, con tacón cubano.

Así conocí a mi primera pretendiente con once años y medio de edad; resultó ser prima hermana de uno de mis compañeros de escuela, de cuando en vez dizque se dedicaba a caminar la muchachita por mi Barrio, pasaba por el frente de mi casa, no sabía en cuál casa vivía yo, lo malo es que mi compañero le dijo que mi casa era una con grandes vitrales, color amarilla, de corredor volado, con plantas de tabacón, hortensias, mano de tigre y unas lindas mecedoras, por supuesto que no era mi casa, esa era la de doña (“Chola”), por lo que tenía que esconderme cuando sentía su presencia o algún “amigo”, me alertaba, porque la jovencita era entre clase media y alta.

Me gustaba mucho bañarme en tas pozas.

- Aprendí a nadar con un calabazo, en la poza llamada (“El Chumico”), ubicada arriba en los Altos de Lotes Perú.

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- Nos bañábamos en calzoncillo los varones y las mujeres en calzones, no existía malicia alguna.

- Muchos años después una de las chiquillas que se bañaba en calzones en la poza, fue mí novia por más de un año.

- Mi mamá que me advertía do los peligros, de que no me alejara de la casa, de lo contrario salía leñateada, me le escapé un día y, me fui a bañar a una poza que hicieron mis parientes, donde la Tía abuela Cristina Morales Jiménez, (Tinita. Q.d.D.g.), estaba con mis primos en la poza en el límite entre San Rafael y Escazú, donde se encuentra hoy el ya mencionado restaurante El Samurai, donde nací, en una casona de adobe, esquinera, frente a mis familiares maternos, la tía Tínita, mi abuela Francia Morales Jiménez ( Q.d.D.g.), mi hermano, tíos y primos.

- Feliz disfrutaba de un chapuzón cuando me sorprendió mamá, y va la regañada;

- Marvin: que le he dicho a usted sobre las pozas...?, me agarró y me pasó por todo el centro de Escazú, por el frente de la casa de mi pretendiente... hasta la casa me llevó en calzoncillo; Santo remedio... (***)

Lo último que me pudo pasar, por mi inocencia..., fue un día que me regalaron una llanta; de chapulín.

- Casi no me la aguantaba, le pedí a un vecino que me ayudara a llevarla a la pulpería de don Elías Flores, tardamos casi diez minutos en subir, cuando por lo general en cuatro minutos estaba uno en el negocio.

- Compré un pan, y le dije a Rafael León Ángulo, que era unos dos años mayor que yo, (Q.d.D.g.)

- “Rafel” Pa’ llegar más rápido echémosla a rodar..., y cuando tomó impulso esa llanta, quién la iba a parar...?, quebró unos diez tubos de cañería de los vecinos y gracias a Dios no venía nadie por la calle, porque las consecuencias hubiesen sido trágicas...

- Luego nadie supo quién o quiénes fueron los traviesos.

- No nos dio el maní..., jamás pensamos en que el vecindario se quedaríamos sin agua unos dos días, mientras reparaban toda la tubería, que se encontraba expuesta al aire libre a la orilla de las propiedades.

Casi tenía los doce años de edad cuando apareció nuevamente mi padre, don Alfredo, no vivimos más de tres meses después de su retorno, cuando nos dijo mi progenitor, “... nos vamos para San Antonio de Escazú...!, y como siempre una noche llegó el finado Nato León (Q.d.D.g.), cargó los “chunches, cherevecos o chécheres”, y vamos a conocer La Calle Campana, situada al extremo este del centro, al pié de un potrero empinado, en otra casa de don Daniel Mena, allí inicié una nueva vida. Tenían sólo un nieto llamado Orlando, como de mi edad, por lo que entablamos rápidamente una media amistad.

- Nos íbamos a volar flecha a! Potrero;

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- Me gustaba mucho el lugar por solitario, y la cantidad de árboles maderables, y frutales, había caña dulce, -blanca o rayada, muy suave-, mangos, nísperos, jocotes, cases, guayabas, guabas, zapotes y guisaros... obviamente teñía derecho a disfrutar de esas delicias...!, con medida, y como era el amigo del nieto de don Daniel Mena y de Engracia León, (Q.d.D.g.), e inquilino, no tenía problema alguno.

Una noche me desperté asustado por un tremendo golpe que me dieron en el pecho, entre las diez y doce de la noche aproximadamente: un sapo enorme fue el que me cayó, se había metido por entre las tejas, ya que había un paredón a la altura de la pared de la casa y el alero estaba al mismo nivel, donde iniciaba el cañal.

- tremendo susto me llevé

- desperté a mis papas y encendieron la canfinera para ver qué sucedía...?, cuando vi el “sapón”, casi me da un patatús, saltó y luego a escobazos lo sacaron de la casa.

Ahora que menciono la canfinera, en época de los sesentas, no existía el fluido eléctrico, no fue sino hasta los setenta que recuerdo cuando muchas casas ya se alumbraban con bombillo.

De casa de la familia Mena León nos trasladamos al centro de San Antonio, a casa de don Rubencio Corrales (Q.d.D.g.), una enorme casa de adobe, allí me sentía mucho mejor, pasaban por el frente de la casa las primeras motocicletas, los primeros automóviles y la “cazadora” o bus, carretas, caballos, era la vía principal, casi tenía los trece años de edad, ya me dejaban ir a visitar mis familiares a San Rafael, podía quedarme pernoctando los fines de semana, y los lunes me iba directamente para la escuela, igualmente ya podía bañarme en las pozas, con mis primos, hacer diabluras en los potreros, cazando ardillas, pájaros, pescando, barbudos -tiburoncito de agua dulce - guapotes, mojarras, cogiendo cangrejos, y hasta muchas veces por largo período, nos dedicábamos a comer lo que cazábamos o pescábamos, unos conseguían culantro, otros cebolla, chile dulce, sal, papas, chayotes, y hacíamos unas sopas...!, como para resucitar un muerto..(***), hasta arroz con cangrejo comimos muchas veces que ni en un restaurante moderno puede darse uno ese lujo, hoy en día. Hurtando un poco de todo eso donde la familia Segura Seco y la familia León Camacho, para sobrevivir, era mi modus vivendi.

No había terminado la primaria cuando en una trifulca entre papá y mamá, intervine y tomé la decisión, no se de dónde cogí valor y le dije a mi padre, “papá: o se va usted a me voy yo...”.

- A mamá también le manifesté: usted decide, se quedaba conmigo o prefiere a papá...?; siempre decía que no podíamos convivir bajo el mismo techo, siempre fueron muchos los problemas, todo por el desgraciado licor de don Alfredo; en el pleito no me percaté que por ayudar a mi mamá y quitarle el cuchillo a mi papá, me corté en la palma de la mano, al verme mi padre sangrar, me dijo...(***), (“Negrito...”, le prometo que mañana muy temprano ve voy, los dejo en paz, estaba muy ebrio, pero, cumplió lo prometido...

Ayudaba a mi mamá en los quehaceres del hogar y de vez en cuando iba a recolectar café con ella, así cumplí los trece años de edad, salí graduado de primaria casi a los catorce años de edad, de la Escuela República de Venezuela Número Dos, hoy conocida como (“Benjamín Herrera Ángulo”).

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Mi progenitora me matriculó en el Liceo de Escazú, recién se había inaugurado en ese año, donde se ubicó después la Municipalidad de Escazú, fui dos meses únicamente, el año entrante, me tocó en la segunda planta, y no me gustó.

Seguí recolectando café y decidí un día ir a la capital -San José-, a aventurar, quería estudiar mecanografía, me matriculé en la Escuela Smith Corona, muy cerca del Hospital San Juan de Dios, allí estaba en la primera planta la terminal de la Station Wagon de Alajuela, lo que en épocas pasadas fue la Funeraria Polini, me cuenta mi mamá.

Una noche salía de clases, cuando un compañero de unos veintidós años de edad, se me acercó y me dijo: “...¡No le gustaría trabajar como mensajero y conserje en Tienda La Sedería...!”; no recuerdo el nombre del compañero y... luego “... mi jefe...” en la Tienda.

Me apersoné al día siguiente, la tienda se ubicaba al costado sur del mercado central, sus dueños eran unos polacos, libaneses o judíos, no recuerdo su nacionalidad, de nombre Max Teittelbaum y doña Marta su esposa: don Max me presentó con el personal; y de una vez me quede trabajando, ese día empecé limpiando la entrada principal, las vitrinas y el pasillo principal, hice algunos mandados en el Mercado. Un día me mandó llamar don Max, yo me encontraba en la planta alta.

- Me dijo en tono enojado, ... Marvin...!, “¿que hace tanto allá arriba...?”. Le respondí: Vamos don Max, suba conmigo, habían baldes plásticos de cinco galones llenos de botones de todo color, o sea revueltos, las telas desordenadas, en mis ratos libres yo escogía los botones, los seleccionaba y echaba en otro bache, acomodé las telas, de manera tal que había mucho espacio y todo limpio, me abrazó el jefe y me dice: (“bajemos”), llamó al personal y le dijo;

- Este muchacho merece un aplauso, quiero que suban a la planta alta y vean lo que logró. Amén de que, de en hoy en adelante quiero que lo enseñen a cortar telas, que aprenda el nombre y variedad de las mismas, porque será otro vendedor más en la tienda.

Habían pasado poco más de dos meses, cuando le llegó a don Max una carta con una mala noticia, debía irse con urgencia a su país, con su esposa e hijos, y me dijo que regresaría, cerró el negocio un sábado, me pidió la dirección de mi casa para cuando regresaran volviera a trabajar en su tienda, estaría unos cinco meses fuera.

- Me canceló mis derechos laborales.

- Nos quedamos todos los empleados sin trabajo.

Me fui con mi tía Tinita al Costa Rica Tennis Club, a ayudarle en la Soda, durante cinco o seis meses estuve con ella; en algunos ratos que los socios jugaban tennis, me iba a juntar bolas y aprendí el oficio, posteriormente hasta raqueta y bolas tuve, jugué con muchos jóvenes que llegaron a ser grandes en el campo del Tennis.

- Ah, y me llegó la carta de don Max, pero nunca me la entregaron, no dieron razón de mi existencia.

- La carta fue devuelta y no supe más de don Max, ni de esposa.

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Me encontraba una noche comiendo, cuando me dice mamá, (“negrito”), creo que en estos días nos vamos de esta casa, y efectivamente de donde Rubencio Corrales, nos fuimos a Barrio el Carmen, a casa de don Abel León Bermúdez, fuimos a conocer la casa, si se le podía llamar así, era tipo rancho, de madera viejita, sin pintar, una puerta un poco deteriorada por el tiempo y una ventana de madera pequeñita, parecía de juguete, con tres aposentos en miniatura, y para colmo de males, a cambio de la renta, mamá tenía que lavar, planchar, preparar el almuerzo, comida, y desayuno para don Abel y su hermano Benigno; ellos vivirían en la misma casa, nos traslados dos días después, mamá y yo dormíamos en un aposento, en el otro los hermanos León, todo se tiznaba porque el techo estaba muy bajo, y al cocinar con leña, el humo algunas veces quería asfixiarnos.

Don Abel trabajaba en la Municipalidad de San José, era barrendero, y los fines de semana en el patio forrado con unas latas de zinc tenía una bodega donde fabricaba guitarras, violines, mandolinas y guitarrones.

(“Nino”) su hermano, fabricaba canastos y padecía mucho, su salud empeora día con día, decían que tenía pulmonía. Pidió que se le hiciera un aposento aparte, al lado arriba de la casa y como se pudo se le cumplió el deseo.

Así vivimos varios años y un día me dice don Abel, “... Marvin”... repare esta casa a su gusto, yo le ayudo y se la vendo dentro de un tiempo si me sale un negocio que tengo entre manos con una finca en Cimarrones de Siquirres, Limón...”. Le dije a don Abel que estaba bien, que algún día la propiedad sería mía...(***). Comencé la ampliación y remodelación, duré muchos años en eso, mientras tanto ya había dejado de ayudarle a la tía Tinita hacia pocos días.

Un fin de semana llegó mi primo Marco Antonio Casanova Trejos y me dice: “mi pri...”, le tengo un buen brete...!, es en un bufete de abogados, lléguese el lunes temprano, así lo hice, me presenté a la oficina del Licenciado Jaime Cerdas Mora, en los altos del Restaurante La Esmeralda, costado norte de la Catedral Metropolitana, donde sólo Mariachis encontraba uno a cualquier hora, en cualquier día.

Me dio empleo de mensajero, era un abogado muy bravo, tenía mucha clientela, hasta “indígenas” conocí en esa oficina, venían desde Talamanca, Limón.

No duré el año, porque un sábado al medio día me dijo: Marvin...” aquí tiene la carta de despido, venga la otra semana para cancelarle sus extremos o derechos laborales; fui despedido sin razón alguna según yo, y entonces conseguí trabajo unos días en el Restaurante La Cascada en San Rafael de Escazú y otros en El Chicote, en Sabana Norte, con los hermanos Fumero.

Andaba con los catorce, casi quince años de edad, fui jefe de bodega y de conserjes, tenía tres empleados al mando mío.

Me sentía acosado por una cocinera que siempre que iba a bañarme me decía, mi amor..., lo acompaño, yo quiero restregarle ese bello cuerpecito que algún día será mío.

- Tenía unos veintiocho años de edad la cocinera.

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- El parrillero, un hombre grandote, me decían que era homosexual, todos los días me preparaban buen desayuno, almuerzo y algunas veces comida.

- Me vivía diciendo que yo ere un joven bien parecido.

- Dichosa tu novia..., y se marchaba a sus deberes..., nunca me faltó el respeto como sí lo hizo la cocinera que mejor no cuento, porque no es recomendable para menores de edad.

A los seis meses me volvió a buscar mi primo Marco Antonio y me dijo: primo, otra vez don Jaime Cerdas necesita mensajero, y como yo quedé con la espinita, con esa inquietud del por qué me había despedido..., fui y hablé con el Licenciado, me manifestó que con gusto me emplearía de nuevo, pero, que yo no era persona de confiar, no podía darme el empleo; don Jaime déjeme defenderme, tengo derecho a una explicación de su parte.

- Diga usted me replicó: le pregunté, por qué dice usted que yo no soy persona de fiar...?, siempre donde he trabajado, lo hago con entereza, con honestidad, soy persona muy agradecida y mi mamá me enseñó e inculcó muchos valores..., soy pobre, pero honrado.

- Vuelve y me dice: Vea Marvin..., el problema es que Mena quien tiene muchos años de trabajar conmigo me dijo que usted se dejó algunas platas que clientes me dejaban cuando yo estaba fuera del bufete.

- ah no don Jaime, eso si que no, tráigame a ese carajo, y delante de él me vuelve a decir eso, pues, por eso me despidió usted...?,

- Bueno muchacho vuelva mañana, Mena viene temprano...

- Volví a la mañana siguiente, y me dice el don, ya llamé a Mena, no está en la casa, me dijo el papá que ya venía para la oficina, esperé en la sala, allí estuve en la sala de espera, cuando entra un cliente me preguntó si el abogado estaba, le respondí afirmativamente..., desde adentro la voz de don Jaime se escuchó fuertemente, pase..., el cliente entró habló con el licenciado.

- Minutos después me dijo el cliente dice Jaime que venga..., delante del cliente y de mi persona marcó un número telefónico don Jaime, yo lo notaba muy enfadado, cuando alguien al otro lado de la línea le contestó, nada más se dejó decir..., dígale a ese h...p..., que lo voy a matar si se arrima a la oficina, llamó a otro hermano y le dijo que no quería ver nunca más a ese malagradecido; como Mena estaba terminando su tesis de grado, que yo recuerde no volvió.

- Yo me quedé trabajando, y fue así como me enteré que para el Licenciado yo era el malo de la película...

Con don Jaime, trabajé de mil novecientos setenta y dos hasta mil novecientos noventa y tres, el once de noviembre que falleció, (Q.d.D.g.). Pasé a ser su mano derecha; él fue mi segundo padre, me dolió, me duele y seguirá doliendo su partida, se que partió al más allá, pero, continúa vivo en mi mente, corazón, siempre lo tendré presente como un hombre extraordinario, recto, humanitario como pocos hombres podrán existir en la Costa Rica de Hoy, con sus virtudes y sus defectos, un hombre insigne, luchador de las clases socales marginadas.

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- Me ayudó muchísimo; gracias a este gran hombre hoy soy lo que soy...

Don Jaime Cerdas fue fundador del Partido Comunista Vanguardia Popular, viajó o China, Cuba, la Unión Soviética, y otros países, fue sindicalista de los de verdad; lo fundó junto con su primo Manuel Mora Valverde, con quien por razones que no quiero mencionar aquí, terminó enemistado, hasta llegar a desconocerlo como primo, a odiarlo,- al igual que a Amoldo Ferrete y, a Humberto Vargas Carbonel y otros más para no citar nombres.

Fue fundador junto con su hijo Rodolfo Cerdas Cruz, del partido socialista Frente Popular Costarricense; la bandera que usó el partido era azul con una estrella roja. Yo me integré a las filas del movimiento juvenil, entre otros militantes que recuerdo de mí época estaban Antonio Álvarez Desanti, Luis Alberto Monge Fernández, los hermanos Chaves Cernas, entre muchos otros. Participé en mitines, reuniones que me gané un puesto como candidato a Diputado por San José, en mil novecientos setenta y ocho; ayudé mucho en la campaña política a José Pablo Azofeifa Camacho -hijo del ilustre filólogo don Isaac Felipe Azofeifa -(Q.D.D.g.), Quien iba en el primer puesto por la provincia de Puntarenas, igualmente ayudé a Fernando Bolaños Céspedes, catedrático, doctor en Derecho Laboral, candidato por el primer lugar por la provincia de Limón, seguros todos los militantes del partido -más quinientas personas allegadas- de que de que lograrían con Rodolfo Cerdas, ocupar un puesto al primer Poder de la República. Trabajamos arduamente por los tres, entre algunos de ellos me acuerdo de, don Jaime Cerdas Mora, el ex sacerdote Carlos Muñoz, Eduardo Doryan Garrón, su familia, José Joaquín Carrillo Soto (Q.d.D.g.), Mario Piedra, Mario Sampér, Marjorie Ross González, Leda Abdalá, María Eugenia Trejos, Jesús Calderón, Manuel Leitón Valverde, Alvaro Escamilla, Alessandro Tossati, Luis Alberto Jaén, Ezequiel Solano c.c (Chequelo); Jaime Allen Flores, unos (as), Salvatierra, Convertí, Villarreal.

Otros que no menciono, hoy son Honorables Magistrados de la Corte Suprema de Justicia, jueces, ingenieros, médicos, arquitectos, escritores y expertos en Ciencias Políticas.

Obviamente no llegué a ser diputado, solamente Rodolfo, sí salió por Corredores, Ciudad Neily, Puntarenas, Custodio Arias Ríos, como Regidor, y por Acosta otro cuyo nombre y apellidos no me viene a la mente.

Ya para mil novecientos ochenta y uno, el Frente Popular Costarricense había desaparecido, y nació el Partido Nacional Democrático, bandera anaranjada y blanco; mi último partido político con los Cerdas; fue un giro radical de trescientos sesenta grados, que incluso don Jaime no estuvo muy de acuerdo con el cambio, se discutió en muchas oportunidades antes de dar el saltó político, pero habían cabezas pensantes que recién ingresaban como militantes, y ni modo.

De repente aparecieron unos militantes Guanacastecos, lo que llamábamos una célula, con una base abierta en Nicoya. Volvieron a insistir con los candidatos por Limón y Puntarenas, por San José, Eduardo Doryan, por Heredia un señor Rosabal, y por Guanacaste el hijo de mama, desconocía yo mi nombramiento, estaba trabajando en Corredores con José Pablo Azofeifa,

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en unas fincas con unos parceleros, cuando regresamos me dieron la sorpresa y, a pesar de que encabezaba la papeleta por dicha provincia, no moví un dedo, ni me dejaron moverlo, políticamente hablando.

- Trabajé otra vez con Fernando en la provincia caribeña y al final con José Pablo en el Puerto.

- Del viaje a Corredores, Ciudad Neily, a donde los parceleros, tengo que contar que al regreso, llegamos a Pérez Zeledón y quedamos a la orden del Juzgado Penal, con arresto domiciliario, en una casa de la mamá de unos de los militantes del partido, todo porque estaba muy nublada la tarde, de repente oímos un ligero golpe, paramos y vimos un bulto atrás, habíamos atropellado un motociclista, fue traslado en ambulancia al Hospital, de San Isidro de El general, y mientras era investigado el caso, el Juez ordenó el impedimento, para que no nos diéramos a la fuga, era viernes, pasamos varios días en San Isidro, el miércoles por la noche nos llegó el dinero de por encomienda, llegamos a un arreglo extrajudicial con el atropellado; no me pude quejar del hospedaje, la comida, hasta ropa nos prestaron.

- por esos años ya este prójimo fumaba y como no teníamos ni un centavo en la bolsa del pantalón, esperamos la noche, y en el parque recogíamos las colillas de cigarrillos y con papel de pan hacíamos nuestros cigarrillos y de esa manera saciábamos el vicio; nos tuvimos que presentar ante el juez lunes, martes, miércoles y el jueves felizmente regresamos a San José.

- Ese jueves en la noche en el local del partido me dieron la noticia de que era candidato a diputado y encabezaba la papeleta por la provincia de Guanacaste.

- Fue una época muy linda, entre huelgas, mitines, discusiones políticas, intercambio de ideas, luchas constantes con personas que no tenían tierra, ni casa, logramos conseguir tierras en Buenos Aires, y Barranca de Puntarenas, la Juanito Mora y otras viviendas que se encuentran en el Roble, se logró a través de vivienda campesina o precarismo, hasta que llegó el día de las tan ansiadas elecciones de mil novecientos ochenta y dos; yo hice el cierre de mesa como Fiscal general, en Corredores, nos dieron casi la media noche.

- A primera hora nos trasladamos a San José, a esperar los resultados y sorpresa, fue un fiasco, nadie logró la diputación con lo que se trabajo en Limón, daba gusto ver todo un pueblo embanderado, igual Puntarenas, no fue suficiente la ardua labor proselitista desplegada por los candidatos y sus ayudantes de campaña; estábamos seguros de que Fernando y José Pablo serían diputados..., y tal vez por residuo saldría por San José, Eduardo Doryan, pero no se logró el cometido.

- El hijo de mama..., Marvin Chamorro, recuerdan...?, “era candidato por Guanacaste...”, por un pelo no llegué a ocupar una curul...; me decían..., Marvin: “que lástima si hubiera trabajo en su provincia unos días, por lo menos durante la campaña política, tal vez estarías en la Asamblea Legislativa...(***).

Ese año desapareció el Partido Nacional Democrático y pasaron años y decidí probar suerte en el Partido Unidad Social Cristiana, con tan mala suerte, que dependía de mi persona quién ocuparía el segundo lugar en la papeleta para Regidores, porque estaba fraccionado el

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Comité Cantonal en Escazú, eran dos grupos, había que elegir entre mi persona o Jacinto Solís -(“Chamillo”)- por lo que renuncié para cederle mi Campo en las elecciones noventa y cuatro - noventa y ocho.

Dios sabe por qué hace las cosas, no llegó Jacinto a ocupar un lugar en el Gobierno Local.

- Un partido que participó por primera vez, Yunta Progresista Escazuceña ocupó cuatro puestos en el ayuntamiento.

- Y por razones personales no quise volver a participar más en política.

Volviendo a los años setenta, un día don Jaime Cerdas, me pidió que me sentara porque quería hablar seriamente conmigo.

- Me dijo: Marvin: si usted no continúa los estudios, no lo voy a necesitar más, busco otra persona preparada, aquí yo no quiero vagabundos..., y mi respuesta fue muy sincera, don Jaime no cuento con recursos económicos suficientes, para estudiar...

- Eso no es problema, matricule y cuando tenga que pagar me avisa, lo hice, me canceló la matrícula, me compró los libros y cuadernos de la lista que me dieron en el Colegio Nocturno Justo Facio.

- Me aumentó el salario e inicié los estudios de secundaria y cursé en ese colegio los cinco años hasta obtener el título de bachiller.

Cuando me entregaron el título de bachiller lo primero que hice fue mostrárselo al gran Jefe..., me felicitó, me abrazó y dijo...! esto tenemos que celebrarlo...¡

- El fin de semana nos fuimos a almorzar a La Perla, y comenzamos a tomar whisky que en mi vida me había metido una borrachera como esa...

- El sábado continuó la celebración con un almuerzo que me tenía preparado su esposa doña Olinda Cruz López, y siguió la tómatinga, y decía doña Olinda..., ay Jaime la estas tomando en serio, vos jamás has tomado de esa forma...; “o fea”, no ves que sólo una vez se obtiene un título, y Marvin lo logró... (ese “o fea”,- era por lo de Olinda).

Continúo hablando de los años setenta y dos - setenta y tres, me dio por comprar unos zapatos muy finos, piel de lagarto, cosidos, los estrené una tarde de domingo que fui a una Discoteca “Shalakos”, y el lunes para impresionar un poco a mis compañeros y amigos de otros bufetes, los llevé para que los vieran, al ir en la tarde camino a mí casa, como a las cinco y media, estaba lloviznando, al cruzar la calle, corrí y cuando llegué a la otra acera, en la avenida central, unos veinticinco metros al oeste de la famosa Tienda La Esquina del Ahorro, el piso era de mosaico, oigan... “caí acostado, me fui resbalado y me le metí entre las piernas a una señora que por allí pasaba, y fuimos a dar hasta la puerta de un negocio de un abogado Llubere...”, como pude me la quité de encima, le pregunté que si le había pasado algo... y, con la mirada casi me mata, en puse en pié y dije, ... aquí es patitas para que te quiero...¡ Yo no sabía que los zapatos con suela de cuero cuando llovía era como andar como lora en mosaico, o con jabón en la suela...(****).

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Recuerdan que hablé de que don Abel, me vendía la casa...?, conseguí un préstamo y le compré la propiedad en la irrisoria suma de dieciocho mil colones, en mil novecientos setenta y ocho.

Pagué la deuda de la compra de la casa, y como don Abel se había ido para Cimarrones, con mi familia lo fuimos a visitar, me ofreció vender un lote, ya que tenía unas treinta hectáreas, mi tío Orlando Trejos no lo pensó dos veces para preguntarle el precio, y el lugar donde segregaría el lote, nos pusimos de acuerdo, nos dio el precio, treinta mil colones, nueve hectáreas, compramos por partes iguales, mi abuela Francia, mamá, mi hermano Tony, y mi tío Orlando. Siete mil colones cada uno, una tierra que al final de cuentas, tres años después quedó abandonado, la regalamos con todo y la casa que habíamos construido; nadie quería trabajarla, yo no podía ir a menudo, teníamos que caminar de la carretera principal hora y media hasta la finca.

- Luego don Abel vendió su finca y se fue para el centro de Cimarrones donde falleció en mil novecientos noventa y ocho ( Q.d.D.g.).

- Su hermano “Niño”, murió muchos años ates.

Por aquel año de mil novecientos setenta y ocho, no lo pueden creer pero no conocía a mi abuelo materno Miguel Angel Trejos Barrantes, él se fue a la Barra o Desembocadura del Río Pacuare, cerca de los Canales de Tortuguero, compró un terreno de doscientas hectáreas en los años cincuenta, y se fue a internar a esas montañas vírgenes, abandonando a mi abuela Francia Morales Jiménez, mi tío Orlando, la tía Aracelly y a mi progenitora Flor, desde entonces nadie sabía nada del abuelo; según mi abuela el tío tenía tal vez unos ocho años de edad cuando se perdió el abuelo, lo creían muerto.

Un día de tantos llegó un muchacho a San Antonio de Escazú, preguntando por la familia Trejos Morales..., dio con la abuela, le contó que venía de parte de Miguel Trejos, él era su hijo o hijastro (nunca supimos), el asunto es que e abuelo estaba vivo y quería que fueran a visitarlo...

- Se reunió toda la familia y por la sorpresa murmullos iban y venían...

- Será que el abuelo va patear el balde...?, tal vez nos quiere heredar, qué sabe uno...¡

La cuestión es que se fueron la abuela, mi tío Orlando con su compañera Teresa Gómez, mi mamá, mi hermano Tony, el primo Marco Antonio y su novia Terry..., por espacio de dos meses aproximadamente...

Mamá regresó al mes, con una carta escrita por Tony, dirigida a mí. En ella me contaba que era una jungla, como en las películas de Tarzán, que debía irme lo más pronto posible, porque no sabía de lo que me estaba perdiendo.

Me contó mamá que el abuelo en una borrachera con guaro “chirrite o contrabando”, de la contentera, sacó una carabina que tenía bien guardada y empezó a disparar a lo loco..., por poco mata al tío que le pasó cerca una bala.

Me contó que el abuelo no quería saber nada de la familia porque le habían dicho las malas lenguas que mi abuela Francia vivía hacía muchos años con un hombre menor que ella.

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- Resulta que ese hombre era Orlando Trejos, no era su amante como se lo contaron: el tío siempre veló por la abuela y gracias a ella, por su inteligencia, Orlando ahorró y compró varias propiedades en San Antonio.

En esa jungla se pierde hasta la noción del tiempo, no se percató el abuelo que habían pasado ya más de treinta años; luego fue fiesta, guaro, comida, cuando todo se aclaró, destazó una danta el abuelo y se la comieron asada.

- Después entre todos hicieron dos ranchos con caña de bambú y techo de paja, ya no querían regresar a la civilización...

Con mamá vino su hermano o hermanastro Julio. El se regresó dos días después a Pacuare, con él le mandé decir a la familia que solicité las vacaciones y me los concedió el gran Jefe.

- Un sábado abordé con mi mamita a las cinco de la mañana el primer bus para San José.

- A les seis y media estaba sentado en el bus de Siquirres- Limón.

- A las once estábamos en Siquirres, y de allí abordamos otro bus que nos llevó a El Carmen, llegamos a la una y media, nos vajamos y caminamos unos seiscientos metros hasta el río.

- Allí estaba un bote esperando la gente que iba para Freeman Uno y Freeman Dos.

- No cabíamos todos en el bote, por lo que le dije a mamá que no se preocupara, de todos modos mi primo Marco Antonio y mi hermano Tony llegaban a mi encuentro.

- No habían pasado quince minutos cuando oí los gritos, la algarabía, aparecieron con Julio.

- Un señor me ayudó a cruzar el río en un pequeño bote al otro lado.

- Fueron abrazos, saludos efusivos, y comenzaron a contarme todas sus anécdotas vividas en su poca estancia

- Iniciamos lo caminata, llevábamos una media hora de camino por un trillo, me decían tenga cuidado aquí hay muchas serpientes venenosas como la terciopelo, cascabel, bocaracá, en los árboles de cacao se camuflan, allí se confunden con las hojas y el fruto; más adelante a unos cuarenta y cinco minutos escuchamos un estrepitoso ruido,... quietos, nos dijo Julio..., esperemos a ver qué es..., y en un trecho limpio pasaban una manada de tepezcuintles, calculo unos cincuenta; en mi vida ojos vieron cosa semejante..., tantos animalitos juntos...; vi loras, pericos, pisotes y como se hacía tarde, se le vino la gran “ideota...” a mi primo Marco Antonio.

- Que la única manera de llegar más rápido a la finca del abuelo, era construyendo una balsa de yute- vástago-, con caña castilla.

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- Y de veras, manos a la obra..., con los cuchillos de veintiocho pulgadas que traían cortarnos una diez cañas de unos dos metros de largo y ocho vástagos de dos metros, incrustamos entre los vástagos las cañas y con tiras del mismo yute fuimos haciendo una especie de trenza de manera que la balsa quedara bien fuerte; ancha, seguros que yendo los cuatro río abajo resistiría el trayecto, según los grandes conocedores de la zona en pocos días.

- A Julio le pareció interesante la novedosa idea, a pesar de ser originario del lugar.

- Tardamos más media hora en construirla, la arrimamos y la bajamos con cuidado al río, Julio cortó cuatro cañas de unos cuatro metros de largo y nos dio una para que guiáramos la balsa según él.

- Nos lanzamos a la aventura, en segundos la balsa cogió una fuerza increíble por la corriente del río, yo creo que íbamos a unos cuarenta o más kilómetros, en algunos trayectos sin mentir calculo alcanzaba los setenta kilómetros y nos empezamos a encomendar al Señor, empezamos o sentir miedo, pero, no dábamos el brazo a torcer, cada uno quería mostrar valentía, yo trataba de tocar fondo y nada, íbamos a la mano de Dios...

- Como una hora después en una pendiente donde el agua se remolinaba chocó la balsa en una enorme roca que la hizo añicos, salimos volando y chupulún, de consumida, cuando logramos salir a flote cada uno buscó cómo llegar a la orilla del río, tenía tal vez cien o más metros de ancho, logramos llegar a la orilla unos al margen derecho y otros al izquierdo.

- Un señor que se disponía cruzar el río al margen derecho, pasó a Marcos y a Julio, en su pequeño bote, el señor nos dio una regañada por esa peligrosa odisea, que para entonces nadie lo había intentado, no le pasaba por su mente semejante proeza; una y otra vez con sus gestos repetía, no lo puedo creer..., si este río tiene partes de quince metros de profundidad, hay cocodrilos y otros bichos peligrosos y más abajo aunque no lo creyéramos tiburones.

- Ya eran pasadas las cinco y media de la tarde, le dimos las gracias al señor y nos aconsejó que no volviéramos a poner en riesgo nuestras vidas, porque éramos unos chiquillos y que si no corríamos en quince minutos más nos daba de noche.

- Encontramos el caminillo. Julio se guió por unos árboles y nos señaló que por allí cerca estaba el caserío de Freeman Uno...”.

- De cinco ranchos se componía la barriada...”, eran familias trabajadoras de la bananera..., nos arrimamos a un ranchito donde Julio tenía un conocido, apenas nos vio nos pasó adelante y nos invitó a comer arroz frijoles, plátano verde y huevo frito, con aguadulce, y allí pasamos la noche, le contamos nuestra aventura y por poco le da un paro cardiorrespiratorio.

- Por Dios... eso no se hace en este río tan caudaloso, con el agua de estos lados no se juega..., era conocido con el mote de (“Jupón”); se admiró de saber que (“Morrocoy”), como era apodado mi abuelo, tuviera familia que él no conociera.

- i... hombre..., yo creí que solo estabas vos Julio...!

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- Nos prestó unos sacos de gangoche y en unas hamacas hechizas nos acostamos; me costó mucho conciliar el sueño por la ropa interior y el pantalón mojados, los zancudos, purrujas y las bichitas que se arrastraban, pero, a eso de las once pudo más el cansancio, no supe más de mi existencia hasta otro día a las cinco de la mañana que nos llamó don (“Jupón”), desayunamos lo mismo, nos pusimos la camisa ya oreada, (por dicha mamá se había llevado mi mochila), por lo que tuve suerte de no perderla al caer al agua el día anterior.

- Ah, y los cuchillos quedaron en el fondo del río...

- Nos despedimos de “Jupón” y casi a las seis de la mañana llegamos a Freeman Dos, continuamos caminando, el buen Samaritano nos advirtió cuando nos despedimos de él, que tuviéramos cuidado con el León, yo lo tomé como una broma, y a unos minutos de Freeman Dos, escuchamos un rugido, más adelante vimos unas huellas, nos toparnos un hombre de unos cuarenta años de edad, y nos pregunto que hacía dónde nos dirigíamos...?.

- Julio le dijo... aquí nomás, a la Y Griega.

- pues, tengan cuidado anda el León muy cerca y es peligrosillo...

A eso de las nueve y media de la mañana mi primo, mi hermano y Julio empezaron a silvar, y al otro lado del río a unos trescientos metros le respondían de la misma forma; pasamos un rancho abandonado, y al otro lado del río estaba toda mi Familia, un botecito viejito amarrado a una raíz de un árbol esperaba. Julio se montó, lo acomodó nos subimos y al fin estuve en el tan soñado lugar, fueron abrazos, risas, hasta llantos, les invadía la preocupación de no saber nada de nosotros desde el día anterior por el peligro existente en una zona prácticamente virgen, debimos llegar el mismo día anocheciendo, desconozco las razones por las cuales tardamos más de lo que debíamos, porque en ningún lado nos detuvimos, más bien hasta la travesía en balsa de yute, nos aligeró, bueno, “eso creo”, pero en fin..., lo impórtame es que llegamos sanos y salvos...

Conocí al abuelo al que encontré en una corta de arroz a unos doscientos metros de su rancho, lo saludé, me abrazó y dijo:

- ¡... muchacho me alegro de conocerte...

- Sabe una cosa, usted tiene un cierto parecido a este viejo, cuando joven...

- Me quedé un rato sin quitarle la mirada y me preguntaba que lo haría irse a una selva como ésta...?, porque sólo habiendo matado a una persona, me iría a vivir a ese lugar...

A eso de las once de la mañana la abuela nos sirvió el almuerzo, arroz, frijoles, plátano verde, tortilla, y un buen trozo de carne ahumada; por supuesto que era de danta...

- El abuelo me regaló una ternera y ya toda la familia como repito, había sido heredada.

- El martes ya medio dominaba el bote con el remo, por lo que me atreví con mi hermano a las cinco de la mañana ir en busca de camarones, el abuelo nos explicaba el mecanismo para sacar ese crustáceo del río.

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- Igual aprendí a pelar cocos, a volar machete (“-chapear-“); me dediqué a pescar, terminamos un rancho que el tío construía...

En esas montañas inhóspitas conocí toda clase de animales, como congos, serpientes, chanchos de monte, tigrillos, peces, etc.

- No había visto en mi vida una culebra bécquer tan grande como la que mató el tío Orlando, medía unos siete metros y el cuero se lo quitaron y lo pusieron en un tronco a disecarlo, se había engullido un tepezcuintle y lo tenía casi entero cuando le dio muerte el tío...

Veintidós días pasé en la barra de Pacuare, los zancudos, las purrujas y mosquitos hicieron fiesta conmigo.

- Dormía en un camastro con un toldo, desde el momento que llegué y vi los ranchos construidos en pilares, me decía a mi mismo, qué ganas de ver una creciente de río en este lugar.

- Efectivamente unos días antes de regresar a mi querido hogar, una noche escuché un estruendo, luego de un aguacero con tormenta, casi no pude dormir del susto esa noche pensando que se podía llevar los ranchos la creciente y me decía el tío Orlando, mi hermano y primo, “mae” eso no es nada, espere que venga una cabeza de agua, nos van a juntar si es que queda algo de la familia..., al mar... al canal de tortuguero...

- Me levanté y todo alrededor lo había arrasado el furioso río.

- “¡... Al fin regresé a mi casa, no la cambiaría por nada del mundo, me levanté otro día como a las once de la mañana...!

- Hice un recorrido por el barrio, visité mis amistades, los conté del paseo, tenía una novia, su nombre Rita Sandí Mora, - era la primera novia formal, nuestro noviazgo duró muchos, muchos años, aún sin el consentimiento de sus papás.

- Ya la extrañaba, cuando la vi me llené de alegría, le dije que no tenía la idea de las malas noches que pasé en ese recóndito lugar del abuelo, les describí al abuelo, de cómo se vivía en esa jungla, de los peligros diarios que afronta el ser humano, de la crecida del río, la tormenta, la aventura de la balsa, creo que fuimos las primeras personas en la historia de Costa Rica, que vivimos la aventura de lo que hoy llaman el Carjack, o los rápidos...

No volví más donde el abuelo, la primera y última...

Unos años después muy enfermo lo trajimos unos días a San Antonio, no soportó ni una semana, por el frío y nos dijo que prefería irse a su tierra.

- En mil novecientos ochenta y dos, el diecisiete de diciembre falleció.

- Siempre hemos creído todos los familiares, que murió en manos homicidas.

- Le robaron mucho dinero de la venta de ganado vacuno y porcino.

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- Nos avisó su amigo “Jupón” del deceso, lo trajeron a la Morgue, y de allí hicimos las vueltas, lo trajimos al Templo Católico de San Miguel Arcángel y le dimos santa sepultura en el cementerio Zúñiga o más conocido como el de “Los Pobres”.

- Fui a Limón, hice los tramites de su sucesorio y la abuela, los tíos Orlando, Aracelly y mi mamá recibieron el dinero que le encontró “Jupón” entre su axila bien prensado, en una bolsa plástica y la entregó al O.I.J., que fue la única herencia, era una parte del dinero, no todo.

- Y de la finca, el ganado, los cerdos, caballos y otros animales que tenía el abuelo no supimos más...

De todas las andanzas entre política, trabajo y estudios, en mi loca juventud, conocí muchas muchachas, algunas las tuve de novias, y con dos tuve hija e hijo, nació primero Helen Chamorro Granados, y luego Johnnattan, quien no lleva mi apellido, no porque yo no quiera, sino por otras circunstancias.

- Igualmente como ya lo habrán observado, de mi hermano no hablé, sino después de que yo tenía unos diecisiete años de edad. El asunto es que mi hermano cuando tenía aproximadamente un año de edad, se lo llevó mi abuela Francia para Puntarenas, y no volví a saber nada de él, hasta los siete u ocho años, que regresaron a San José; yo creía que era tío mío, luego me explicaron la historia, él continuó viviendo con la abuela, y después de mil novecientos ochenta ambos vivimos con la abuela hasta que ella falleció.

Volviendo al tema de mi trabajo para el bufete Cerdas y Cerdas, don Jaime en una oportunidad se cayó una mañana en el baño, por lo que no llego a la oficina, me llamó doña Olinda y me contó la tragedia, lo hospitalizaron, creo que fue en mil novecientos setenta y cinco, por lo que su hijo Rodolfo me manifestó que tenía que buscar alguna persona que supiera bastante de abogacía.

- Había un muchacho Manuel Leitón Valverde, muy inteligente y bastante conocedor en la materia, que trabajaba para don Felipe Gallegos Iglesias, en el mismo edificio.

- Se comprometió que a ratos vendría a ayudarnos, y no pasó mucho tiempo, don Felipe estaba muy enfermo, falleció y entonces se vino a tiempo completo hasta mil novecientos ochenta y tres que pegó lotería, compró una finca en Guápiles y desde entonces radica en la zona atlántica, con toda su familia.

Don Jaime estuvo un años ausente, mientras tanto Manuel y yo, nos encargábamos de la oficina.

- Don Jaime en ese ínterin me obligó para que hiciera los trámites de admisión en la Universidad de Costa Rica.

- Manuel empezó a enseñarme el teje y maneje del notariado y abogacía.

- Un sábado que fui a dejarle al jefe varios documentos para que estampara su rúbrica me habló con tono nostálgico

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- Me dijo: Marvin, ya estoy muy cansado, como no puedo caminar, soy un inútil, no sirvo para nada..., sí no camino en unos días, soy capaz de pegarme un tiro..., pero, no le cuente a nadie, esto es un secreto entre usted y yo.

- Obviamente el día lunes lo primero que hice fue llegar a la oficina y contárselo a Manuel para no preocupar a su familia.

- Buscamos a la enfermera que lo atendía en una casa de campo donde estaba don Jaime, en Ciruelas de Alajuela, y le preguntamos que cómo iba la rehabilitación del jefe.

- Nos respondió; avanza positivamente, logrará en poco tiempo al menos dar sus primeros pasos.

- Le explicamos lo que pasaba por la mente del jefe, y pidió que le compraran una andadera.

- Efectivamente no pasaron tres semanas cuando llegué un viernes a verlo y me dice: Marvin, “aquí estoy dando mis primeros pasos, dentro de unos días vuelvo a la oficina, me hace mucha falta la oficina, los clientes, yo no puedo comer si no me gano el sustento trabajando”.

- Siempre se mantuvo al tanto de lo que se hacía en la oficina, vía telefónica, que debíamos hacer y qué no, en uno u otro caso de los tantos que tenía el bufete.

Volvió a la oficina y hasta su muerte usó andadera.

A Manuel lo he visto en varias oportunidades, cuando he ido a Guápiles.

Mi hermano Tony, trabajó en el bufete, se inició como mensajero en mil novecientos ochenta y dos.

- Aprendió un poco de mecanografía y notariado.

- Al irse Manuel de la oficina, quedamos solos con don Jaime, hasta mil novecientos noventa y tres, que por problemas personales dejó de trabajar para el Bufete.

Mi abuela Francia, también curiosamente se cayó en el baño una mañana.

- A los seis meses después de estar hospitalizada, falleció, el diecinueve de marzo de mil novecientos ochenta y tres.

- Me había propuesto antes de su muerte, construir una casa, ajustándola a las comodidades y necesidades de ella, mientras se encontraba hospitalizada, por lo que le dije a mi hermano que iniciáramos la construcción. - Medio sabíamos algo de albañilería y carpintería, y aún así nos atrevimos a iniciar la obra, en una propiedad que nos heredó el tío Orlando.

- como solamente trabajamos los fines de semana y feriados, tardamos en zanjear, en hacer la armadura, tirar cuerdas, formaletear, chorrear, pegar bloc, repellar, poner puertas, ventanas y baños y servicios sanitarios, dos años.

- Por lo que la abuela no conoció la casa.

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- Al fallecer la abuela nos dividimos la casa, mi hermano se quedó en la planta baja y yo en la segunda planta.

- Ahí viví huérfano de abuela más de dos años, ya que contraje matrimonio con Damaris Delgado Bustamante, el veintitrés de febrero de mil novecientos ochenta y cinco.

- Mi hermano se casó el catorce de febrero del mismo año.

En mil novecientos noventa y cinco que falleció la tía abuela Tinitia, en su novenario su hija Lidieth Mayela Barboza Morales, comentó que su mamá murió con el antojo de ver a alguno de sus hijos o familiar como artesano mascarero, porque le gustaban mucho los disfraces.

- Mis primos segundos, Juan Eduardo más conocido como Tito, Carlos Enrique y Olger, sus hijos, intentaron muchas veces fabricarlos, pero los intentos eran fallidos.

- “¡... Hacían muñecos de cartón con caña de bambú...!”.

- Me di por aludido del comentario y le dije la prima y primos citados... como pasado mañana es el novenario y cae sábado, yo me comprometo el domingo venir y fabricar máscaras para que la tía abuela desde el cielo nos verá y va a sonreír y nos felicitará y se sentirá no sólo feliz sino orgullosa de nosotros.

- Le encargué a “Tito” que me consiguiera barro de olla, papel maché..., compré la goma y el domingo como lo prometido es deuda, llegué a eso de las siete de la mañana, allí estaban “Tito”, Enrique y Olger, las primas, Elieth Mayela, su hija Sujey, María Eugenia, sus hijas, la esposa de “Tito”, su hija y no recuerdo cuantos güilas, parientes míos.

- Venga por aquí “Cuíco” me dijo Juan, vea lo que le tengo, eran dos o más carretillos de barro del bueno.

- Le eché un poco de agua, lo suavicé y les dije, manos a la obra.

- Como a las once de la mañana ya habíamos moldeado varias figuras, yo tenía la Giganta, Enrique el Macho de Montaña, Olger creo que una Calavera.

- “Tito” no pudo hacer nada, él sólo quería poner un poco de barro por aquí otro poco por allá, quítele un poco de nariz, póngale más boca, eso era lo que hacía, “Cuíco”, no me parece que le ponga tanto cachete a esa giganta, me decía, y con un cuchillo le rebanaba un poco y así siguió hasta desistir, y tomar la sabia decisión de retocar las figuras que teníamos fabricadas.

- Ya pulidas por sus manos, nos dedicamos todos a pegar papel sobre las figuras moldeadas en barro de olla, hasta las nueve o diez de la noche que decidimos descansar.

- “Les pedí que no tocaran nada...”, que yo volvería al día siguiente por la noche.

- Regresé, nos encontramos en la casa de Tito, en el patio tenía todo el desastre..., volvimos a empapelar y el sábado siguiente ya bien secas las figuras por el sol, “Tito” se encargaba de que les pegara todo el sol que se pudiera y, en la noche las tapaba con bolsas plásticas por si llovía.

- Ahora sí les dije... (***): Ustedes van a descubrir el secreto..., cómo desprender el papel del barro.

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- Una tarea nada fácil..., pero cuando vieron las figuras de papel fuera del barro..., brincaban de la emoción..., toda la familia se reunió, y dijeron todos sorprendidos, ahora sí; al fin tenemos disfraces...!

- Los pulimos, los pintamos y buscamos un amigo que nos hiciera unas armazones de varilla de hierro y así nacen los segundos disfraces del cantón..., ya que el primer mascarero fue don Pedro Arias Zúñiga, y se quiera o no, son los únicos y mejores disfraces que fabricó ese finado señor.

- Siempre le dije a mis primos, no me gustan las imitaciones.

- Los nuestros tienen que ser originales, no pueden parecerse, para que no los confundan ni en sus figuras ni en sus colores, con los del finado don Pedro.

- Con cinco disfraces salimos y recorrimos todo el cantón de Escazú, la gente salía de sus casas y se emocionaban, gritaban, corrían, los chiquillos se volvían locos...

- Luego los llevamos a unas fiestas patronales de San Miguel de Desamparados. Llegamos de paracaídas...!

- Para las fiestas del Santo Patrono de nuestro cantón (“San Miguel”), anduvieron toda una semana por las calles, en distintos horarios.

- Hasta Roxana de Guápiles fueron a parar, los llevé con Noé Armando Solís Marín, más conocido como “Tapas”, a unas fiestas; él tenía conocidos por allá..., en una excursión un domingo...

- Llegué a fabricar unos veinticinco figuras, como el diablo, la giganta, el gigante, la següa, la calavera, la bruja, entre muchos otros más.

Aprendimos a soldar, y a coser la ropa.

Cumplí mi promesa, y le dije a Enrique: ahora sí haga usted lo que quiera con esos muñecos.

Unos años después fabriqué los míos para prestarlos cuando se realizan turnos, ferias, para presentaciones escolares o colegiales, de bailes folklóricos.

Vuelvo a lo de mi matrimonio: Cuando me casé me llevé a Damaris a vivir a la casa que le había construido a la abuela, allí nació Marvin Jatniel en mil novecientos ochenta y nueve.

- luego remodelé una casita que tenía mi suegra para donársela a la hija menor y nos trasladamos en mil novecientos noventa a propiedad de mi suegra Virginia Bustamante Madrigal, y allí vivimos unos dos años.

- Construí mi casa con ayuda de mi suegro don Marino Delgado León y mi papá don Alfredo, “aleluya”, (“¡... Resucitó...!”). Recuerdan la edad que yo tenía cuando se fue de la casa...!?

- “Yo hice armadura, formaleta, mezcla, pegué bloc, repellé, puse los marcos de ventana, vidrios, y el piso de mosaico y cerámico”, claro, como reitero, con la ayuda de mi suegro y mi padre, mi suegro una gran albañil y mi papá que tuvo muchos oficios, entre ellos, albañilería

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y carpintería. Y aprendió el oficio, también y muy bien, de tener muchos hijos, conozco a Ricardo, me llevo muy bien con Osvaldo, Cinthia, Arlín Estefani y medio me llevo con Shirley... creo que tengo otra hermana de nombre Lorena a quien no conozco.

- Mi suegro quien tomaba bastante licor al igual que mi padre, dejó el vicio a los ocho días de que contraje nupcias con su hija.

- Y mi papá después de un largo internado en el “I.A.F.A.” -Instituto Antialcohólico y Farmacodependencia-, cuando nació Marvin Jatniel, dejó por dicha gracias a Dios el licor.

- En la casa donde vivimos de manera temporal, mientras ajustaba dinero para construir la nuestra, nació Francy María, en mil novecientos noventa y dos.

- Y, cuando estrenamos la casa donde actualmente vivo, nació el benjamín, Andrés, en mil novecientos nóvenla y tres.

- Hoy todos son estudiantes de secundaria.

- Como han podido apreciar, fui agricultor, vendedor, conserje, mensajero, artesano mascarero, soldador, sastre, albañil, carpintero, enchapador de cerámica, entre otros.

Pero bien: aquí termino esta historia diciendo que gracias a don Jaime Cerdas Mora, que aunque en vida de él, no pude darle el honor, sí donde Dios lo tenga, soy abogado y notario público, hace muchos años, y espero en el Creador, seguir sirviendo como lo hizo el gran jefe, a las ciases sociales más marginadas de nuestro país, y darle gracias a mi Diosito porque aquí estoy agradecido por todo lo que me la dado en la vida,

Fin...

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RECORDANDO MI TERRUÑOTercer lugar Autora: Virginia Bustamente MadrigalCantón: Escazú

Corría el año de 1948, el país atravesaba momentos difíciles ya que estaba en pleno auge la revolución del 48.

En ese entonces cursaba yo el tercer grado en la escuela República de Venezuela del cantón de Escazú ya que mi familia era vecina de esta comunidad, mi anhelo era concluir ese centro educativo mi sexto grado ya que contaba con el apoyo de grandes educadores Escazuceños, como don Benjamín Herrera Ángulo, las hermanas Gutiérrez y muchas personas más que forjaron desde mi infancia grandes valores morales y espirituales que aún guardo en mi memoria y en mi corazón.

Pero, por esas sorpresas que mucha veces nos presenta la vida, mi padre de nombre Juan Bustamante Fernández, (“Dios lo tenga en la Gloria”), fue llamado para administrar una finquita pequeña situada en el pueblo de San Antonio de Escazú, Barrio Santa Teresa y propiedad de los señores Goicoechea Quirós; en ese entonces San Antonio no contaba con luz eléctrica ni carreteras como las de ahora, era un pueblo solitario y tranquilo, había en esa finca una casita de adobe con techo de tejas de barro y pintada de color rojo con pisos de tierra y un corredor amplio sostenido al techo por horcones de madera rústica de los cuales colgaban grandes matas de guaria y bailarinas que daban un aire de belleza, y frescura a ese lugar. También existía un banco de madera colocado en el corredor servía de descanso a los visitantes, sus paredes siempre permanecían pintadas de azul y blanco, porque según sus dueños, esos eran los colores característicos del campesino.

En su interior se observaba una amplia sala y el techo sostenido por grandes vigas de madera y una espaciosa cocina en cuyo fondo se dejaba ver un fogón de ladrillo y arcilla, con un horno que servía para asar el pan y biscocho, y una chimenea que nos servía de calor en las frías noches de invierno, además de tres dormitorios, un baño pequeño y una letrina construida en el patio de la casa.

Todo para mi familia era una gran experiencia que compartíamos cada día. Esta finca estaba sembrada de café, árboles frutales y hortalizas que mi padre cuidaba con esmero; a su alrededor tenía una cerca de alambre sostenida a grandes árboles de jocote y anonas, que era la delicia de todas la personas que pasaban por ese lugar. En su interior un pequeño riachuelo la atravesaba en su totalidad, la cual facilitaba el riego tanto para la hortaliza como para los árboles frutales.

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Con el paso del tiempo comenzamos a ambientamos, a buscar amistad entre los vecinos que en esos tiempos eran muy acogedores, hasta llegar a convertir nuestro hogar en un punto central de identificación del barrio, hasta ponerle el nombre a esa esquina, la llamaban la esquina de Juan Bustamante.

Recuerdo la época de mi niñez en esa finca, como no había luz eléctrica nos alumbrábamos con canfineras que mi padre elaboraba con tarritos de lata y colocando de mecha un trozo de tela encendida que al rozarse con el canfín proyectaba una luz refrescante y agradable a la vista. Cuando llegaba la noche nuestra madre nos llamaba para rezar el rosario y damos una agua dulce caliente con tortilla, luego sentados en el corredor y a la luz de la luna, mi papá nos contaba cuentos de Brujas, del Cadejo, La Tulevieja; también compartía experiencias que había vivido como serenatero ya que a él le encantaba la música y así escuchándolo poco a poco y algunas veces con miedillo nos íbamos quedando dormidos hasta el otro día.

En esa casita mis hermanas, hermanos y yo, vivimos una infancia sana y feliz; recuerdo que a mis hermanos mayores les encantaba escuchar música, pero como en casa no teníamos radio, entonces bajaban hasta Escazú a la pulpería de los señores Roldan, frente a donde hoy se encuentra el Colegio del Pilar, ahí escuchaban música campesina, la charla de Concho Vindas, que era un humorista de ese tiempo, y luego entre esas calles barrealosas y oscuras regresaban a la casa muy contentos y a compartí con nosotros lo que habían escuchado.

También en esos tiempos era característico las reuniones de las amigas y amigos del barrio, por las tardes al regresar de la escuela y cumplir nuestras tareas, nos reuníamos para jugar, juntas organizábamos juegos de jackses, cromos, brincar mecate, rondas, chumicas que juntaban de los árboles y hasta de cocinita jugábamos, aprovechando los frondosos árboles de aguacatillo y anonas cubiertos por grandes chayoteras y matas de tacaco que nos servían de techo y escondite.

“Que feliz y sana fue nuestra infancia”, gracias a nuestros padres que sembraron en nosotros esos grandes valores de honradez, de respeto y de amor hacia los demás.

Ese espíritu de acogida que siempre caracterizó a mis padres. Recuerdo que nuestro hogar fue siempre un lugar de reunión no sólo de la familia ni de vecinos, sino del pueblo de San Antonio.

Allí llegaban músicos que nos entretenían con sus guitarras y marimbas, y porque no decirlo con sus canciones, ya que mi padre y mis hermanos eran amantes de la música y aprendieron a tocar varios instrumentos.

En nuestro hogar siempre hubo alegría ya que por ese don de hospitalidad característico de mis padres, todo el mundo era bien recibido.

Los peones de la finca, sus hijos, sus esposas, sus familiares y si alguien quería quedarse a dormir, se le hacía un campito dado que mis padres vivieron el carisma de la amistad.

Y ni para que decir de cuando empezaban las cogidas de café, llegaba gente de todas partes a pedir cogida. Recuerdo que mi papá con esa paciencia, iba anotando cada nombre y apellidos en una libreta de tiempo semanal, que compraba anticipadamente, y sólo los

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que estaban anotados se contrataban para las cogidas de café, ya que al finalizar el día cada recolector traía su saco de café a la carreta para ser medido en un cajuela especial que se exigía en cada finca, para luego ser llevado al beneficio.

Al final los cogedores de café recibían un tiquete por cada medida recolectada y al terminar la semana se contaban los tiquetes, y en esa libreta especial que mi padre llevaba ordenadamente se anotaba el salario total que luego era depositado en un sobre sellado y entregado a cada persona.

Esta época de las cogidas de café era algo especial para nosotros, recuerdo que mis hermanas y yo, nos levantábamos muy temprano, nos bañábamos y después del desayuno, nos íbamos al cafetal algunas veces estrenado canastos, lo cual nos sentíamos orgullosas.

Mi mamá se quedaba en la casa preparando el almuerzo que luego ella misma nos llevaría al cafetal, tortillas de maíz amarillo, arroz, frijoles, torta de huevo, papas con achiote: Todo el almuerzo iba envuelto en hojas de plátano, para nosotras era el manjar mas exquisito del día.

Por la tarde nos llevaban café con leche y tortillas de queso, y al finalizar el día, cansadas y picadas por los moscos, regresamos a la casa a descansar para madrugar al día siguiente.

Pero que alegría cuando al final de la semana recibíamos en un sobre la platita que habíamos ganado honradamente para darnos con ella, algún gustillo que se nos ocurriera, hasta íbamos a San José a hacer compras. Adquiríamos cosas que tal vez nuestros padres no podían damos.

Para nosotros esos tiempos de la recolección de café fueron inolvidables tanto por la parte económica como también por la oportunidad que tuvimos de compartir con muchas personas.

También recuerdo los tiempos de navidad que vivimos en esa finca al acercarse el mes diciembre nos reuníamos en familia para intercambiar ideas sobre la forma en que íbamos a diseñar el portal, y de esta manera todos los miembros, empezábamos nuestro trabajo, recolectando parásitas y musgos de los árboles; tiñendo el aserrín, haciendo encerados - papel maché con goma de almidón de yuca y ocre -, flores de papel, y figuritas de barro que nosotras mismas elaborábamos.

Le poníamos ayotes y cohombros, todo esto para embellecer el pesebre que era el centro de nuestra fe, cuando todo estaba preparado comenzábamos a trabajar, al terminar el portal, este era exclusivo y centro de atracción de amigos y vecinos.

En esos tiempos se acostumbraba para el 25 de diciembre salir a portalear, las familias enteras se reunían y recorrían las casas del pueblo visitando los portales, allí eran bien recibidos por sus moradores, los cuales ofrecían chicha, pan, biscocho o algún bocadillo hecho por las abuelas.

“El día que se rezaba en algún hogar era una completa romería”.

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Esto era una hermosa tradición que poco a poco se ha ido perdiendo, esa hospitalidad, ese calor de hogar que se vivía entre las familias, ese espíritu de navidad, hoy para muchos sólo queda en el recuerdo, aquel portal con olor a cohombro, que ha sido sustituido por el árbol del ciprés.

El verdadero sentido del pesebre ha sido cambiado por personajes ajenos a nuestras costumbres.

“Qué lástima...!”, que perdamos esas tradiciones.

Hoy también traigo a mi mente aquellos rezos al niño Dios, era una fiesta de familia que se preparaba anticipadamente.

Apenas pasaba la navidad, mi padre encargaba la pólvora, elemento indispensable en esta celebración.

Se contrataba un conjunto de música y un rezador que con gran respeto y devoción iba anunciado los misterios del Rosario, acompañado de canciones alusivas al Niño Dios y villancicos. Todo era lleno de alegría y al terminar el rezo, se repartía chicha, café, agua dulce, pan, biscocho, tamales y hasta algún traguito de “chirrite” que aparecía por allí.

La fiesta era grande, pero lo que más me llamaba la atención era el orden y respeto que en ella se vivía, la satisfacción de mis padres como cabezas de este hogar.

Pero, hoy al lado de mis hermanos y hermanas, recordamos con nostalgia aquella finca con sus cafetales que al caer las primeras lluvias en el mes de mayo se cubrían de florecillas blancas que parecían novias desfilando hacia el altar.

Hoy en día fueron arrancados desde sus raíces aquellos grandes árboles que daban albergue y alimento a la fauna autóctona de este pueblo.

Todo este lugar de paz y recuerdos para mí y la familia, donde una vez existieron anchos callejones por los cuales se escuchaba el trinar de las carretas recogiendo la cosecha, las casa de los peones autenticas joyas del pasado, y las amplias zonas verdes, donde corrimos mis hermanos, hermanas y yo, disfrutando durante mucho tiempo, hoy sólo es el recuerdo. Este lugar paradisíaco el cual se hubiera logrado plasmar en una pintura, ha dado campo al comercio y los grandes muros protegen lujosas y modernas residencias.

Muchas veces al lado de mis hermanas y hermanos recordamos esos viejos tiempos de nuestra niñez, adolescencia y juventud, momentos de alegría y tristeza que vivimos en ese viejo terruño.

Aún hoy en día y con el paso del tiempo esta esquina tan recordada por tanta gente sirve como punto de referencia, tal es así que al preguntar por una dirección de algún residente, es común que le digan: “... de la esquina de Juan Bustamante tantos metros...”.

Fin...

Virginia Bustamante Madrigal.

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LIBRE

C A T E G O R Í A

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COLECCIÓN DE RETAHILAS

Primer lugar Autor: Raúl Campos Sandí Cantón: Escazú

ANIVERSARIO

A la sombra de un manzanoEnfrente de la ventanaEstan reunidos los miembrosDe una familia galanaParece que estan de fiestaAsegun dijo mi mamaA mas de que estan cantandoEn una purifica llama---Nadie se va a rajarde pronto grito Carmelacon un guen discurso--vamos no tengan vergüenzaque diga algo Raultercio por alla Imeldadiunporsi ya esta calientecon dos o tres cervezasal punto se paro el mentaosi acomoda un poco la levale da un beso a la limetadis que pa quitase la penaluego se desparramaun saludo de siete leguas:Hay les van unas palabrasestimada parentelaestamos contentiticoscelebrando en esta fechael dia que se casoriaronel aguelo con la aguelapor eso con su permisotraigo afilada la lenguapa aturusales un discursoque no lo aguanta cualquierapoque es mas relargo

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que un viaje a la lunaa pie ida y vueltaSe conocieron los consortesDe años hace un aterroComo aterro jueron sus hijosComo aterro jueron sus nietosDon Cristóbal Sandi LeonEl hijo de Ñor SoteroSe enamoro de Ña JuliaAlli encomenzo el deseoDe hacer que Ñor jose MariaJuera su futuro suegroNo se perdia la misaNi procesión del entierroSolo por ver si la pollitaCaia en su gallineroCuando pasaba a la parDiosito eso era el cieloSin dase cuenta el nonecoDejaba con el dedo gordoUn gueco hecho en el sueloSe cruzaban una miradaY paticas pa que te quieroAl fin se llego el diaEn que alla por la tranqueraCuentan que en unas fiestasCon violin y con vijuelaTobal se hecho unos tragosDe cususa de cabezaDis que pa quitase los nerviosDis que pa tener mas juerzaYa medio encumbraoSe le arrimo a la muñecaAnsina con estas palabrasSe le declaro a su eternaJulita de toda el almaAy perdone la franquezaPero ya no aguanto masPorque aste me desconsuelaAste es la flor de mi vidaAste es como mi ronqueraPienso en ella todo el diaEn la noche me desvela

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Por eso con todo respetoY sus perjumenes en mis venasQuisiera que todos mis hijosJueran Sandi CabreraJulia lo vido de reojoTurbada de contenteraCon los cachetes coloradosMuerta de la vergüenzaSe acomodo los justanesDe adentro saco la juerzaContestándole a TobitaSea como aste lo quieraPero hable primero con tataQue se hagan las diligenciasQue nos den la bendiciónY ajilamos pa la iglesiaMerque rompope y guarapoUnos cuetes y bombetasVaya alistando el ranchoYo ya tengo tijeretaSe mancornaron y jueron felicesComo los cuentos de princesasSe dedicaron a tener hijosSe dedicaron a poblar la tierraVean si lo consiguieronQue ya no tenemos cuentaHay Sandices y CabrerasDe Escazu Hasta las fronterasEl dueño monte trujo a VirginiaA Francisco, Carmen a ImeldaEl león trujo a mariquitaA Isabel, Rigo y CarmelaAlgunos icen que a memoVenia vajando en la acequiaA Rosa y a Luisa CuentanNo hubo quien las trujeraSe vinieron con el ritmoAsegun de las malas lenguasDespués jue creciendoUna familia inmensaNietos bisnietos tataranietosUna manada enteraHay veces que nos reunimos

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Con marimbas y con cuerdasNos hechamos unas coplasY una que otra mistelaRemanecemos cantandoQue ñeques estas mejengasPor eso con gran cariñoDedico esta retajilaA los dos troncos aquí presentesY que estan de maravillaOrgulloso de arriba abajoDe ser parte de esta familiaSin ser un pretenciosoPor el apellido que llevo encimaQue vivan Cristóbal y JuliaY que tengan mucha vidaRaúl termino el discursoToditicos le aplaudieronLuego pidió otra angelicaEn la fiestilla siguieronCantando a todo galilloCarcajiandose de recuerdosQue lindas esas reunionesPalabra que las envideoOjala que otras familiasSiguieran con ese ejemploEscazu seria mucho mejorY el mundo sería mas gueno

MOCHIS

ANIVERSARIO

A la sombra de un manzanoEnfrente de la ventanaEstan reunidos los miembrosDe una familia galanaParece que estan de fiestaAsegun dijo mi mamaA mas de que estan cantandoEn una purifica llama---Nadie se va a rajarde pronto grito Carmela

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con un guen discurso--vamos no tengan vergüenzaque diga algo Raultercio por alla Imeldadiunporsi ya esta calientecon dos o tres cervezasal punto se paro el mentaosi acomoda un poco la levale da un beso a la limetadis que pa quitase la penaluego se desparramaun saludo de siete leguas:Hay les van unas palabrasestimada parentelaestamos contentiticoscelebrando en esta fechael dia que se casoriaronel aguelo con la aguelapor eso con su permisotraigo afilada la lenguapa aturusales un discursoque no lo aguanta cualquierapoque es mas relargoque un viaje a la lunaa pie ida y vueltaSe conocieron los consortesDe años hace un aterroComo aterro jueron sus hijosComo aterro jueron sus nietosDon Cristóbal Sandi LeonEl hijo de Ñor SoteroSe enamoro de Ña JuliaAlli encomenzo el deseoDe hacer que Ñor jose MariaJuera su futuro suegroNo se perdia la misaNi procesión del entierroSolo por ver si la pollitaCaia en su gallineroCuando pasaba a la parDiosito eso era el cieloSin dase cuenta el nonecoDejaba con el dedo gordo

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Un gueco hecho en el sueloSe cruzaban una miradaY paticas pa que te quieroAl fin se llego el diaEn que alla por la tranqueraCuentan que en unas fiestasCon violin y con vijuelaTobal se hecho unos tragosDe cususa de cabezaDis que pa quitase los nerviosDis que pa tener mas juerzaYa medio encumbraoSe le arrimo a la muñecaAnsina con estas palabrasSe le declaro a su eternaJulita de toda el almaAy perdone la franquezaPero ya no aguanto masPorque aste me desconsuelaAste es la flor de mi vidaAste es como mi ronqueraPienso en ella todo el diaEn la noche me desvelaPor eso con todo respetoY sus perjumenes en mis venasQuisiera que todos mis hijosJueran Sandi CabreraJulia lo vido de reojoTurbada de contenteraCon los cachetes coloradosMuerta de la vergüenzaSe acomodo los justanesDe adentro saco la juerzaContestándole a TobitaSea como aste lo quieraPero hable primero con tataQue se hagan las diligenciasQue nos den la bendiciónY ajilamos pa la iglesiaMerque rompope y guarapoUnos cuetes y bombetasVaya alistando el ranchoYo ya tengo tijereta

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Se mancornaron y jueron felicesComo los cuentos de princesasSe dedicaron a tener hijosSe dedicaron a poblar la tierraVean si lo consiguieronQue ya no tenemos cuentaHay Sandices y CabrerasDe Escazu Hasta las fronterasEl dueño monte trujo a VirginiaA Francisco, Carmen a ImeldaEl león trujo a mariquitaA Isabel, Rigo y CarmelaAlgunos icen que a memoVenia vajando en la acequiaA Rosa y a Luisa CuentanNo hubo quien las trujeraSe vinieron con el ritmoAsegun de las malas lenguasDespués jue creciendoUna familia inmensaNietos bisnietos tataranietosUna manada enteraHay veces que nos reunimosCon marimbas y con cuerdasNos hechamos unas coplasY una que otra mistelaRemanecemos cantandoQue ñeques estas mejengasPor eso con gran cariñoDedico esta retajilaA los dos troncos aquí presentesY que estan de maravillaOrgulloso de arriba abajoDe ser parte de esta familiaSin ser un pretenciosoPor el apellido que llevo encimaQue vivan Cristóbal y JuliaY que tengan mucha vidaRaúl termino el discursoToditicos le aplaudieronLuego pidió otra angelicaEn la fiestilla siguieronCantando a todo galillo

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Carcajiandose de recuerdosQue lindas esas reunionesPalabra que las envideoOjala que otras familiasSiguieran con ese ejemploEscazu seria mucho mejorY el mundo sería mas gueno

MOCHIS

AVENTURAS DE BOYERO Recorriendo los caminosDe mi linda costa ricaCavilando muy adentroUna idea no se me quitaDe escrevir en pocas letrasAventuras de guilillaPa enseñales a los motosA las mamas, a las hijasA los tatas, los aguelos,Y tambien a las vesitasQue bonita jue la crianzaEn mi hermosa patria ticaA las tres de la mañanaCon almuerzo y chuzo listoSe llamaban los gueisillosA veces medio ariscosPa amarralos, enyugalosY ponelos al caminoSon diez horas al recevidorHoy se entriega el cafesilloTrabajo duro pa tataVacilon pa yo chiquilloCuando todo estaba en puntoMama salia al portilloMe santiguaba un chorroE’veces,Tambien me daba un besillo“Pórtate bien chacalinHacele caso a tu tataSino cuando volvas

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Te van a estrenar la faja”Amenaza que jamasLlegaron a ponere en practicaNo porque yo juera un santoO porque no metiera la pataSino porque la aguela celiaSiempre nos alcaguetiaba...El que nos pusiera la mano encima

La trampa se lo llebaba.Enfilaba la sin - gueyesCon su dulce triquitraqueBajo el mantiao un mocosoEn brazos de morfeo yaceEs su servidor, que a pierna sueltaEl sueño matinal complaceGui guey, gui guey, gui gueyEsa..., Esa..., EsaHan pasao ya las horasEl sol sonrriente despuntaTata me dispiertaCon ojos de muncha ternura“Venga mijo a trompiar la canoa”,Una tortilla me untaDe natilla deliciosaEso si es natilla puraAcompañada e’torta e’gueboEl pintico y la aguadulceMe arrempujo unos gallitosHasta que la pansa este dundaLuego al son de las ruedasMarcando el paso la yuntaCamino a la par del troncoHaciendole tantas preguntasInocencia e’carajilloTonteras que mi mente abruman¿Qué por que el pasto es verde?¿Qué como se sostiene una estrella?¿Qué si puedo llegar a china....Haciendo un gueco en la tierra?Tata con harta pacenciaGui guey, gui guey, gui guey,Esa..., Esa...., Esa.

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Me va contestando todoAsegun como el lo piensa.Llegamos como a la nueveAl repasto de ñor ledesmaLugar para el descansoDe la familia boyeraAhí platican sudorososLos pesares del caminoEntre risas sus historiasEscuchamos sin respiroDe la tule, del cadejosDel dueño e’monte o del micoQue asusta a aquel que pasePor el palo e’chumicoQue se encuentra pa bajitoE’la casa e’nor melico,O del padre sin cabezaDe la llorona y su chiquitoDe la bruja de aserriO del indio e‘san isidroConversación que deleitaGrandesConversación que impresionaNiñosUn poco asustadosDe oyir tanta tonteraLas lombrices se despabilanEl hambre me desesperaMe siento a almorzar con ganasPa continuar la faenaSacamos los almuerzosLa alforjita viene llenaArrocito, frijolitosUna mazorca de elote tiernaChicharrones, chicasquil,Unas papitas enterasAguadulce con limonPa acompañar la meriendaDescansamos media horaY continuamos en la brega.Un rato caminandoOtro rato en la carretaEl trayecto se hace corto

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Del almuerzo... Hasta la entregaGranos rojos, granos de oroAdornadas cornamentasVan surcando en la llanuraSerpenteando en las laderasDibujando en la bajuraCon cadencia de caderasUna linea de troyanosCual zompopas veraraneras....Uno a uno los boyerosVan llegando hasta la metaCostruyendo su futuroPoco a poco con destreza....Entrgamos el cafesilloCajuela por cajuelaLa plata llega a la bolsaLa fe al alma llegaPorque tata recibe el frutoDe tanto que se friega“Ora pasamos al comisariatoA comprar la comedera”Yo no quepo en los calzonesDe tanta contenteraYa me gane de fijoUna melcocha la estrellaA mas de unas botas de hule,Que mama le dijeraQue me comprara, que urgianPa que yo a misa juera...Asi acompañando a tataArando nuestro senderoEnde que abri los ojosEnde que uso el celebroEn dias duros de solEn dias duros de inviernoQuiero dejar patenteCon orgullo sinceroLas dos verdades mas grandesQue en mi corazón encierro¡Que linda que es costa rica...Y yo también soy bollero!

MOCHIS

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ESPECIAL

Dejemen describir un versoQue traigo en el fondo del almaLo escrebi con toda calmaCon el tiempo del universoJue hace tantos añosQue astedes no lo van a crerTodas las migas recuerdoComo si juera sido ayerAsperando largos mesesComo asperando la cosechaLos frutos ya están de puntoDe punto ya esta la fechaYa floriaron los maisalesSe acabo la pensadoraEs momento de recebirAl que tre mi propia esenciaComo a eso de las docesEl dautor me noticeaYa nacio, nacio varonAsomese pa que lo veaMa le arrime a la criaturaPa veme pelo las pepasMe a pegao un suspiroteRajando pa que lo vieraLuego lo alce en mis brazosCon miedo que me se cayeraNo ven que soy primerizoY de esto a nadie la enseñan...A ser tata mijitos...No lo ve uno en la escuela.Cuando ya lo tenia en el pechoSenti una contenteraMe se paro todo el peloHasta me dio salideraQue cosa mas rebonitaSe siente por dentro y por jueraDe tener al chacalinQue mi esposa ese dia me dieraendespués me llamo el dautorme espió de arriba a abajome vido requeteraro

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que me asustaba, carastosme dijo salga pa jueratenemos que palabriarle agarro una habladeraque no le entendí ni papapor mas que me explicabanada le podía agarrartonces un poco intranquilole rogue al matasanoshágame un jaborcito...platiqueme en cristianoya luego se arrecostó en la sillacomo que la cosa no queríame chorrio que el hijo miouna enfermeda teniaque no me priocuparaque ‘bia que tener pacenciaque muchos la padecíanque era algo casualque el niño en la cunitaera un niño especiala mi se me apeloto la sangrelo que sentí no podía describilotanto alboroto y tanto sustoque me tenían el alma en vilocon una larga y otra cortacasitico me manda al asilomire de reojo al medicome estaba cayendo maltanto tiatro y tanta palabreriacomo desojando un tamaltodo pa decime....que mi hijo era especialcon tanto estudio, el babosoya devia velo sabíocomo no iva a ser especialsi RAÚL era el hijo miopa saber eso muchachiticono se necesita estudio formalpos un hijo unque al cielo vayasigue siendo especiala yo tuabia no entendiaporque era especial pal dautor

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hasta que con mucha pacenciael me lo esplico mejoral rato me cayo en la jupapor que les llaman especial s porque aprienden mas lentopor que es mas lento su caminaralgunos los llaman eseicionalotros los llaman discapacitaosaquellos que no tienen nombrelos tildan de retrasadoshay mi diosito del cieloa estos se les va la manoy no pueden entenderque son seres humanosiguales a yo y a asteque sienten las mesmas cosasa unos les gusta la musicaa otros les gusta las rosasque tienen sus sentimientostal vez mas que losotrosque entriegan su amor completoa cambio de ninguna cosaque tienen lagrimas propiasencima de los cachetesque el frió también les hielaque tienen también su pienseya es la ora de la oraque los dejemos de tildaren vez de medio espialoslos deberíamos ayudarque se sientan importantesque se sientan uno masde todos los endevidosde nuestra comunidacon los ojos de agua llenoscomo si juera un chaparronaquí te dejo mis versosque traiba en el corazónconfisgao RAÚL de mi almaquiero que vos sepasque tu tata y tu mamapor siempre los tendrasdispuestos a enseñate la vida

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pa que poco a poco aprendasa caminale sus recodosende hoy, hasta la eternida,con la ayuda de los maistrosde la familia y de los demasajilaremos segurospor el camino de la felicida...siempre con DIOS por delanteseñalándolos la verda.

MOCHIS 1993

BAUTIZO

Nos reunimos con cariñoLos amigos, el familiambreTatas, tios, primosEl compadre, la comadreNos hemos reunido toiticosPa darle la bienvenida a la feA esta nueva cristianaY pa jartarnos un caféComo no tengo ganasDe mucho platicarLe cedo a la homenajiadaEl derecho a palabriarAgarren asientos todosDejemen uno a miQuel discurso va a ser largoPues tras de que es mujerEs de apellido SandiCuando agarran el bejucoNo hay forma de ponele fin“Muy ajortunadas tengan todosMe siento muy dichosaDe haber recebio el bautizoTambién de ser parteD’esta familia tan numerosaPero antes de seguir adelanteDejemen que me presenteCarolina con K me llamoRamírez Sandi pa siempre

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Como hoy es un dia especialYo me siento como en la gloriaRegalemen un raticoPa contales de mi historiaHace diez meses y algoPor hay comenzó esta rosaMi tata metió la pataPor no decir otra cosaAsegun mama se cuidabaAsegun yo no tantoPorque desa fecha pa caSalió con pata de bancoComo se le atraso el mesAlgo le bia pasaoMama decía menopausiaTata decía gato encerraoEntonces pa estar segurosEl asunto jue dexaminaovieran que contenteraCuando vieron el resultaoNo ven que era yoLo que bian comenzaoPor jugar de quinciañerosEste par de agazapaosGueno gracias a DiosPues no les he contaoQue a mis tatas los amo muchoEnde el momento que me formaronLuego encomenzo mi mamaEn una rezaderaBajo todos los santosPa que yo bien nacieraSe asusto la condenillaPor andar de sinberguenzaendespués jue la guenaMama en puras carrerasTata no sabia que hacerCon tanta jodederaMama quería naranjasMango cele, manzana y vieran,Que un banano, que una papayaHasta le dio por comer tierraQue mama se siente mal

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Que le dio vomitaderaQue calambres mas refeosAdentro yo era la guenaAguantando tanto brincoTanta fregaderaTanto revoltijoTanta batideraIcen que los achaquesQue va era la jartaderaDe veras que pa nacerHay que tener pacenciaNo me lo van a crerPero si astedes vieranHay que amarrase las naguasHay que trelas bien puestasUn dia le da a mi mamaIse ponde un dautorQue de dautor no tenia nadaEra una vaca ese señorMe pusieron una chochadaQuesque pa vemen mejorYo en paños menoresComo me mando al mundo DiosAy ni pa que les cuentoQue solenne verguenzonAhí si me agarro tembladeraCuando aquel burro habloDijo que bia que sacamenA la juerza de mi rincónJuepucha susto me a daoEnainitica me para el corazónNi que decir de mamaSalió en un puro llantoMi tata a consolalaQue no se priocupara tantoQue ivan a ir a otro laoPa que se hiciera otro dexamenQue en el hospital tal vezPodrían desaminamenYo como gata de partoEn la panza rezo y rezoTodo el mundo opinabaYo tragando grueso

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Unos decían que siOtros decían que noA yo estaba rabiandoPero del gran verguenzonMe iban a fisgonear de nuevoEl condenao dautorCon ese aparatejoQuesque pa veme mejorCuando juimos al hospitalUno que llaman el mejicoMe volvieron a espiarMe resvisaron gueso por guesoMe oyeron respirarQue matasanos mas reguenoPa que mas vamos a hablarJue el que me salvo el pescuezoDespués jue mas tranquiloUna que otra carreraMama tenia que estar quietaPa que yo no me juera pa ajueraPero astedes la conocenCuando se trata de fiestasNo hay quien le pareLa vendita callejiaderaPero como oyi al dautorQue no saliera le dijo a mamaDe vez en cuando la asustabaPa que se quedara en la camaPasaron largos mesesComo una reina sin rajarOyendo cosas bonitasQue me decia mi papaPorque una unque este adentroYa le gusta conversarUsábamos el ombligo e mamaPa poder platicarCumplidos los nueve mesesAhí se tienen que agarrarEso jue todo un casoUn caso pa gozarYo quería salirQuería salir rapiditoMama llamo a mi tata

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En un puro quejidoYa vine dijo en un gritoSiento como un desgonseCHULIS ese es mi tataLlamate a la comadre ConceElla sabe de estoSiento que la bolsa se rompeConce no apareciaTata sudando frioYo con la jupa ajueraAquí si no me rioPor poquito me caigoCasitico me voy de hocicosTata ispiaba pa todo laoMama en un puro pujioQue se descuidan un pocoQue pego la jupa en un filoMi tata que me agarrabaVieran astedes que cuadroMama pujaba y pujabaLlamaban a mi hermano marcoMarquillo llego a la puertaSe quedo blanco blancoPobrecillo mi hermanilloImaginesen que ratoYo no paraba de reirGrandote la vaciladaDe tanta risideraHasta que estaba moradaCuando me tubo en sus manosTata se puso contentoYo jalaba y jalabaA mi pulmón no llegaba vientoQue llego la comadreSino con todo y todoNo estaria contando el cuentoYa no les digo masAstedes se imaginan el restoTener al tata por parteraNi al pior enemigo le deseo esoQuiero agradecer a todosPor acompáñame en este diaQue aparte del nacimiento

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Es el mejor de mi vidaPorque al ser bautizadaPaso a ser de la gran familiaDe mi Dios poderosoQue me regalo la vida miaYa suelto el bejucoPorque les veo cara de hambreAlgunos se están durmiendoEs mejor que me calleGracias por estar conmigoGracias por escuchamen

MOCHIS

FIESTAS PATRONALES

Sonaron cuetes y bombetasa las cuatro e’la mañanaque anuncian a todo darlas fiestas a la Santalos payasos, la cimarronaarrancan de la explanadarecorriendo todo el pueblocelebrando con alegre dianaa la Virgen de La’SuncionPatrona de PacacuaConocido como Villa Colondesde mis tataras tatarastataras,van llegando los pobladoresa participar de la jornadabajan de Tiquirrisi, de Rodeode Piedras negras, de Tabarciade Morao, de Corralarde Balsilla, de Cordelde Ticufres, de Piedra Blancade los altos de San Rafaelde La Trinidad, de Hateode Escazu y de Santa Anade LLano León, de Brasilde La Fila, de Quebrada Hondade Llano Grande, de Picagres,

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y del quinto de la chingadalos hombres bien catriniadosellas muy bien ataviadas.También los personajesdel puebloa la fiesta ninguno faltabaLoly siles con sus perrosJuan patilla la ayudabaTito duran y el indio MenaChirvaco, Maria Agüero y Piltrajaformaban los botones de rosaque las fiestas coloreaban.Onde esta el palo e’jicarasuavizando la mañanaacaloradase para Petra con su carretóna vender la granizadaTrujeron de San Joséangelica embotelladagalones de contrabandomedias de cola y zarza.Onde la familia Matamorosse cocino la tamaladaseis estañones hasta’l copeteno duraron nadala comida y los gallosa los Alpizar les tocabaalli mataron seis chanchospa surtir la chicharronadacinco estañones de chichacon dos meses de añejadavienen ha hacer las deliciasde toda la gente envitadatrujeron los caballitospa toda la chiquilladauna rueda de Chicagobastante descodaladaenvita a sacar temoresa la delirante muchachada.en medio e’la plazoletapuso Lilo Quezadael palo de la fortunapa que la suerte probaran

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algunos mandiludosque llenos de grasaterminabanal frente de la plazase ponían las tinajasuna con un guen premiootra con avispas se llenabanalgún valiente con los ojosvendadostenia que quebralassi le daba a la de las avispassu picada se llebabasin un cinco en la bolsay con toda la cara hinchadaLos jamelgos mas correlonesvan a la carrera e’cintasjinete y caballo en uno solotratando de agudizar la vistapa llevase uno e’los premiosmas el beso de una jovencitaque vestidas con susmejores galaslas caras bien maquilladitascon sus cabelleras trenzadasa manoporque jueron nombradas madrinashacen fila en la mesa prencipalofreciendo una hermosa vistaentriegan envuelto un regaloarrancando suspiros consus sonrisas.La bruja esta que ardelos orsequios como pan caliente---Cuatro mecates por un rialno sian agarraos, vengan y jueguenarrimesen, arrimesen, ya no quedanarrimesen, arrimesen, vengan coperenaquí viene el numero, cuarenta y unootra vez don Casimiro, que viejito...juepuchica suerte.En el galerón de las argollasla alegría se sientesacando puntería, que guenos premios

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botella e’rompope, conbillete de veintelléveselo pa la casa solo por un diezle queda bien a la doñita y la bolsano lo resiente.Arrimensen a la mesa e’bingopidan su cartoncilloen esta juega sin chingael premio esta grandecillogrita Miquelo Mazamorralo hace a todo galillodándole vuelta a la tómbolasacando los numerillosprimera bolita abranlos guachosvamos a todo mecateojos y oídos no se repiteva jugando y chocolatepar de patitos, la mas viejacuaracuacua, sólito el ochopalo y pelota, va cuatrenacuatro esquinas mata todoay no mas, hay no mas,grito Piguano voten hasta revisaloalguno que me las canteesta guena y se la ha llevaova jugando y va de nuevoestán listos cobradoresvenga venga cambie el cartónaquí todos son ganadores.A lao debajo de la iglesiase oyen algunos acordeses la guitarra de Chepe Sandicon la marimba de robleque sacan las penas del almacon su musica y sus cancionesya se espian alla por el puentelos caballos y sus trotesa los laos de la callela gente ansiosa esperael topela cocina esta que revienta

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son deliciosos los oloresarroz con pollo, sopae’mondongopicadillos y tamal de eloteolla’e carne, gallos de papalas tortillitas, los chicharronesvan llenando la jeta’e babasa mayores y a menoresa las diez de la mañanaen la plaza de deportesse enfrentan la Villa ySanta Anados rivales de renombreen la cancha esta PedroCamposcacho por sobrenombreparece que esta jumotengale cuidao a esehombrealgo esta reclamandohay pelea y despeloteque llamen la poleciaque venga a poner ordengarrotazos y pedradasde la bola... no quedani el nombrela mejenga estuvo guenisimael padre calmo el desordenpero un turno sin bochincheun’es turno, no señoresuna vez tranquilos los animosvamos pa misa, peliadoresdándose la mano como amigosrezan juntos...ganadores y perdedoressolo el albitrillo ya no se vese anda curando los chichonesjurándose por la madredel jefe políticono volvese a meter en estascustiones.Sonoras repican las campanasal punto seran las doces

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en el atrio de la iglesiase reparten las bendicionesel mesmesimo flacopadre Bolañosle ha tocao hacer los honoresde esparcir agua benditaa toditicos los pobladorespa que por medio de laVirgencitasean concedidos los favoresque golpiandose elpecho pidenlos humildes rezadoressegurisisimos que seranauxiliadospor los angeles bienhechores.Las fiesta siguen su cursopor toditos los corridoreshay alegría y hay bulliciohay chiquillos por montones--.Tata por lo que mas quierayo quiero qui’uste me compreun algodón de’sos de azúcaro un churro de’sos grandotes---Tome, manganson,coja esta pesetacómase el churro ycon lo que sobrecompre lo que quieramuchachiticocompre lo que quieraque ya sos hombre.---Mama, mama vea asteque matasmerquemos alguna paque nos adornela cerca de enfrente alos Aguilaresy pa’que en la llena tengamos flores.Enrique Morales Solisel ganado subastabael apodo de panza de huleen la espalda el cargaba

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siempre lo escogíanpor el vozarrón que manejabaen medio de cada gritosu chirrite se empujabacuando ya estaba jumocuando ya no ispiaba nadaa los proves animalesel genero les cambiaba ---llévense la vaquitavea que ubres decondenada...y era un toerete cimarronlo que panza de hule negociaba.El sol sumiso se va ocultandola tarde es pa los jóvenesojitos van y ojitos vieneninsinuándose sus amoresalla debajo de la enrramadase juran tiernos sus emocionesque luego serán recuerdosde’stos turnos tan gue......nisimos.Al filo de las ocho ocho y mediase oyen reventar dos cuetonesiniciando el juego de polvoracon luces multicolorescachiflines queiluminan el cieloel toro lleno e’ perseguidoresse anuncia de ‘sta manerael final de los fíestonesya se quedara para los jumassacase el lunes los gomonesy esperar hasta el próximo añolas fiestas patronalescon alegrías a montones.

MOCHIS

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DOÑA TERE, MAESTRA DE LA FE

Segundo lugar Autor: Luis Fernando Mata ArayaCantón: Escazú

La vida de una escazuceña que practica el verdadero amor por sus semejantes.

Me llamo María Teresa Marín Azofeifa, pero la mayoría de quienes me conocen me dicen «Doña Tere». Soy hija de Miguel y Josefa. Nací, en 1932, hace 74 años en el puro centro de Escazú, primer cantón de la provincia de San José, Costa Rica.

La gente con frecuencia se admira por la forma en que Dios, para su honra y su gloria, se manifiesta en mi vida, a favor de mis semejantes. El lo hace a través de su Hijo Jesucristo, y en el poder del Espíritu Santo.

Desde hace treinta años he tenido el privilegio de servir al Señor en sanidades, milagros y en la solución de situaciones, en apariencia, imposibles de resolver.

A veces he orado por alguien y Dios de inmediato bendice a esa persona con sanidad, reparándole un trabajo, restaurándole el hogar o alejándola de los vicios. Pero a veces la respuesta del Señor parece tardar un poquito, como para probar mi fe, o la fe de la persona por la que intercedo en oración.

En todos estos años de andar con el Señor he aprendido que no existen oraciones perdidas, o desechadas de parte de mi Dios, sino respuestas que nos parecen retardadas.

Dios escucha las oraciones y las responde a su tiempo. ¿A quien se le ocurre pensar que Dios es como una simple central telefónica, que cuando se satura rechaza unas llamadas, en tanto que otras se pierden?

Si la respuesta no se da cuando queremos, o creemos que la necesitamos, entonces nos desesperamos. A veces, como Marta y María cuando murió su hermano Lázaro, tratamos de medir y acelerar los pasos de Dios con nuestros limitados pensamientos, y a partir del calendario y el reloj.

¿Acaso Él, que hizo los cielos y la tierra, no es también el Señor del calendario y del reloj?

Hoy le tengo una buena noticia: el Señor continúa haciendo milagros y maravillas, pero las hace a su tiempo y según su voluntad, por su gracia, infinita misericordia y especialmente, atendiendo a la medida de fe que Él mismo ha depositado en nosotros.

Vida de milagros

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Mi vida misma desde el principio ha sido un milagro: cuando nací mi madre tenía 50 años y mi padre ya andaba con bordón. ¡Imagínese usted! Salí a la luz de este mundo antes de que las benditas puertas del vientre de mi madre se cerraran, y me convertí en la menor de seis hermanos.

El nacimiento, como todos en esa época, fue atendido por una partera, cuya sabiduría superó el riesgo que significaba concebir a los 50 años. Vine al mundo en un cuartito de madera propiedad de la Asociación Benéfica San Vicente de Paúl.

Eran cuartitos distribuidos como vagones en un tren, uno tras otro, y que se entregaban a familias muy pobres, como era el caso de nosotros, los Marín Azofeifa.

Allí, en dos habitaciones, nos acomodábamos ocho personas, unos en el suelo, otros en las camas.

En ese tiempo no había radio, menos televisión y ni siquiera teníamos luz. Nos alumbrábamos con candela y cocinábamos con leña que la gente tiraba a la orilla de las calles o en los cercos, donde se cogía café.

De niña me inculcaron la idea de un Dios castigador, me decían: no haga eso, porque Dios la está viendo y se enoja.

Aún así, a pesar de creer en un Dios tan bravo, ni papá ni mamá iban a misa, y como ellos no asistían, yo tampoco lo hacía, ni mis hermanos. Todos fuimos bautizados cuando pequeños e hicimos la primera comunión; pero sólo íbamos a la iglesia cuando alguien se casaba o se moría.

Esa era otra, porque con la muerte venían los entierros. Había dos clases, los entierros de pobres y los de ricos.

A los pobres los llevaban en hombros, metidos en un ataúd barato y en una pura carrera. Incluso a veces costaba encontrar gente que cargara al muerto.

Por eso, cuando apuramos a alguien muy lerdo nos dice: «Idiay, usted me lleva como entierro de pobre».

En los entierros de ricos había elegantes coches fúnebres tirados por enormes caballos percherones, que iban lentamente, al paso de un cortejo formado por gente bien vestida y perfumada.

A los percherones les colocaban enormes y graciosos penachos negros sobre sus cabezas, un adorno que los distinguía de los caballos normales.

Aún hoy día, y como recuerdo de esa época, en Escazú hay dos cementerios, uno para ricos y otro para pobres. A unos los enterraban en tumbas de cemento, cuidadosamente pintadas, con lápidas de mármol, entre floreros rebosantes de lirios y ahí los dejaban, en compañía de algún angelito de cerámica.

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A los pobres los enterraban en fosas de hasta tres metros de profundidad, bajaban el ataúd con mecates y luego de echar piedras y tierra encima, colocaban una sencilla cruz con el nombre del difunto.

Pasado cierto tiempo, si la cruz era de madera, se corría el riesgo de que se pudriera, o al metal lo carcomía el herrumbre. Un día de tantos alguien retiraba los pedazos de la cruz, los familiares perdían el rastro del difunto y este quedaba en el olvido.

Pero con el tiempo en los cementerios empezó a ocurrir un extraño fenómeno: los ricos empezaron a pedir, como última voluntad, que los enterraran en el cementerio de los pobres, tal vez como señal de humildad y de póstumo desapego por las cosas materiales.

Al contrario, las familias de muchos pobres, aunque tuvieran que pedir prestado, empezaron a sepultarlos en el cementerio de los ricos, como para dar al fallecido al menos un lujo de los tantos que careció en vida.

Hoy día no existen diferencias y la gente sólo habla del «cementerio de abajo» o el de «arriba».

Tiempos difíciles

Miguel, mi padre, cuando era joven y fuerte trabajó en construcción. Josefa, mi madre, veía por los «güilas» y atendía la casa.

El hombre al trabajo, en la calle, la mujer en la casa. Tal era la costumbre y la mentalidad de una época en que las mujeres ni siquiera tenían derecho al voto.

Mamá era pequeñita, descalza, gordita, morena, muy sociable y de buen carácter. Sin ningún problema se sentaba en el suelo a comer. A veces, mientras fumaba un cigarro envuelto en hojas amarillas, nos contaba que era hija natural de un indio de Talamanca. En ese tiempo se les decía hijos naturales a quienes nacían fuera de matrimonio.

De mi decía que cuanto yo iba a nacer, ella salió a la calle a las nueve de la noche. Se acostumbraba que las personas mayores anduvieran con un delantal muy grande. Esa noche llegó con el delantal donde sus amigas y estas le preguntaban: «hay Chepita, ¿qué andas haciendo ahí?». Ella respondía que ya estaba de parto. Y entonces, de inmediato, entre todos los vecinos le dieron víveres que recogió, extendiendo y doblando el delantal hacia ella, como si fuera un canasto.

Además de doña Petra, la partera que me trajo al mundo, hubo en Escazú muchas otras. Yo recuerdo a doña Oliva Sandí, doña Pacífica Torres y a Lita Altamirano.

La tradición de nacer en la casa continuó con mi primera hija María de los Angeles y también con Irma y Rita en cuyos partos fui ayudada por Pacífica Torres.

De papá recuerdo que era muy alto, blanco, usaba caites (especie de chancletas construidas con cuero curtido). Papá era muy bueno y tranquilo, su único vicio era fumar cachimba.

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La diversión de mis hermanos eran jugar trompo, irse a bañar a las pozas o a jugar mejengas a la plaza, donde ahora se encuentra el parque. Mis dos hermanas mayores se sentaban de noche cerca de la acera a cantar, a contar chistes, historias y adivinanzas a la luz de la luna.

También, yo chiquilla a como podía me metía entre el grupo, ahí escuchaba cuentos de miedo, de la Carreta sin Bueyes, el Cadejos, la Tule Vieja, el Padre sin Cabeza, La Mano Peluda y la Llorona.

Después no hallábamos como irnos para adentro y nos dormíamos con miedo de orinarnos en la noche, porque el excusado de hueco quedaba afuera, como a 50 metros de la casa. Hacer una necesidad a deshoras nos obligaba a caminar por un trillo en un puro temblor, iluminándonos con una candela que a veces se apagaba a medio camino.

Mis cinco hermanos pronto se hicieron grandes, se casaron y se fueron con sus familias. Cuando cumplí los siete años me mandaron a la escuela. Yo iba descalza, sin uniforme y con un cuaderno envuelto en un saquito de manta que me colgaba del hombro.

En la escuela

En la escuela República de Venezuela, allá por el año de 1939, se nos enseñaba a escribir con lápiz y un casquillo metálico que se mojaba en tinteros colocados en los pupitres.

Recuerdo que mi maestra fue la niña Isabel Echeverría, una muchacha muy bonita, alta, blanca, de ojos celestes. Me trataba muy bien. A veces llegaba su papá a darnos clases, pero era un señor muy bravo: al que se portaba mal lo agarraba de una oreja y lo dejaba sin recreo en un rincón.

Únicamente estuve en primer grado y no lo terminé, porque tuve que trabajar para ayudar a mis padres.

Por muchos años no supe lo que era leer y escribir. Un día clamé a Dios, le dije: «Señor, yo quiero leer Tu Palabra», y El en su misericordia hizo el milagro. Ahora hasta leo versículos desde el pulpito de mi iglesia.

Empecé a trabajar lavando, planchando y cuidando chiquitos en casas de vecinos y conocidos. Al principio, como era muy pequeña, una señora me ponía sobre un banco para que alcanzara la pila de lavar.

Durante horas restregaba y aporreaba ropa hasta que se me arrugara la piel de las manos, y me salieran ampollas en los nudillos por la acción de la lejía del jabón azul. Después la señora llegaba a revisar bolsas, puños y cuellos, hasta que todo quedara bien. Hacía esa labor todos los días, mañana y tarde. Me pagaban siete colones por mes.

Después en San José trabajé en la casa de don Antonio Arce, allá por la antigua farmacia Victoria, en avenida 10. Era una familia de 11 personas y hacía todas las labores. Lavaba a mano, para limpiar no había cepillo eléctrico y cocinaba con leña.

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De feria ahí vivía un muchacho muy charlatán que me daba bromas para asustarme. Un día le dije que me dejara en paz o lo iba a acusar y no volvió a molestar.

También trabajé para los dueños de la antigua Foto Pacheco, donde don Arturo Pacheco. Allí la cocinera me tenía entre ojos, por una hija mayor que yo y que estaba en el colegio.

Me tenía por menos, me daba muy poca comida, lo más feo, lo que nadie quería o estaban a punto de botar. Un día pasó la patrona, se quedó viendo hacia mi plato y exclamó: «¿idiay Teresa, no te dieron carne?».

Luego se quedó mirando el plato de la muchacha, hija de la cocinera, y ese sí tenía de todo y en gran cantidad.

Muy disgustada, la patrona le ordenó: «a partir de ahora vas a seguir llevando la comida para la mesa y yo voy a servirle a Teresa». Desde entonces seguí sentándome a la mesa con mis patronos, y comiendo de lo que ellos comían. De rato en rato, con el rabo del ojo observaba la cara de disgusto de la empleada y su hija, que continuaron almorzando en la cocina y sin chistar.

En ese tiempo yo ganaba diez colones por mes y poniéndole mucho llegué a quince.

Era otro Escazú

Cuando eso Escazú era muy grande en cuanto a tierras despobladas, tenía bosques donde trinaban los pajaritos, potreros con decenas de vacas y caballos, y ríos de aguas tan limpias, que desde la orilla se veían nadar los barbudos y olominas.

Recuerdo que por todo lado se veían mariposas de todos colores, los colibríes nunca faltaban en los jardines de las casas. En el verano era normal el ronco sonar de las chicharras, y en el invierno el canto de los yigüirros anunciaba los primeros temporales.

Escazú era un puñado de casas alrededor de la iglesia Católica. Sólo las calles principales estaban pavimentadas, el resto eran de tierra y piedra, con unos huecos que daban miedo, porque en invierno se convertían en grandes charcos. Era raro ver automóviles por las calles, la mayoría del transporte se hacía en caballo, en carreta y carretón. El aire era muy limpio, se apreciaba mejor que ahora la fragancia de las flores y el aroma a tierra mojada, cuando empezaba a llover.

A tres cuadras del centro era ya estar en el campo, a partir de ahí las viviendas empezaban a distanciarse las unas de las otras, esparcidas en fincas y conectadas por trillos y senderos de tierra. Casi a nadie se le ocurría, como ahora, irse a vivir a las montañas. Para construir se usaba el adobe, el bahareque y la madera.

Quienes tenían el privilegio de tener una finca, aunque fuera pequeña, podían vivir con cierta independencia, tenían huertas, árboles frutales y cosechaban café, caña de azúcar y maíz. Además tenían un gran solar o patio con gallinas, gansos y chanchos.

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Era una vida más económica, se viajaba a pie, se cocinaba con leña y carbón, el alumbrado era a base de candelas, aceite y canfineras.

En algunos sitios de Escazú se usaba «convidar» a los vecinos con alguna cosa que se hacía en un día especial, fuera jalea de guayaba, arroz con leche o algún picadillo de arracache.

Alguna gente practicaba el trueque en sitios donde no había pulperías, y -por ejemplo-, quien tenía maíz en mazorca lo cambiaba al vecino por café pilado, naranjas o por alguna gallina.

Conservación de alimentos

¡Ah tiempos! No se conocían las refrigeradoras y la gente debía inventar maneras de conservar los alimentos.

Cuando papá trabajaba en construcción, en la casa guardábamos la comida en un barril y guindábamos de ganchos las ollas con frijoles arreglados; el pan se colocaba en alforjas y también se ponía en alto, colgando de alguna argolla, lejos de cucarachas y ratones.

Como no teníamos refrigeradora, ni siquiera luz eléctrica, la carne se conservaba salándola y colocándola encima de la cocina de leña para que se ahumara, o se guindaba al sol en ganchos o alambres de púas.

Leche embotellada no existía como ahora, ni en bolsa, mucho menos en polvo. Para los que no tenían vacas había lecheros a los que se encargaba la leche y el queso. Los niños se mantenían con leche materna y los grandes, que yo recuerde, casi no tomaban leche.

Labores de casa

Para lavar se usaba lejía, jabón azul y de coco; también hojas de güitite y a la ropa blanca se le daba un bonito tono con una planta llamada «azul de mata».

La planchada era otra trifulca. Se usaban pesadas planchas de hierro que se calentaban sobre una lata de cinc a la que se ponía leña encendida debajo.

Se calculaba «a pulso» la temperatura de la plancha mojando un dedo con saliva y pasándolo rápidamente por la superficie metálica con que se planchaba. El oído debía estar atento al chasquido y muy afinado el sentido del tacto, los errores se pagaban con una ampolla en un dedo o un hueco en la ropa.

Como no teníamos tubería de agua mamá se iba con una batea grandísima y un enorme motete de ropa. Caminaba sosteniendo el peso con mucha facilidad sobre su cabeza casi un kilómetro, hasta una poza que estaba en el río de Melico Protti, allá para dentro de la Hulera.

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Los vecinos, que sí tenían tuberías, nos regalaban agua para tomar y bañarnos. También cuando llovía llenábamos ollas y estañones.

Disciplina familiar

Cuando alguno se portaba mal el castigo venía primero de mamá. Por ejemplo ella decía: «vaya y hágame tales mandados». Entonces yo salía corriendo y cantando todo lo que tenía que traer, para que no se me olvidara. No podían apuntarme nada en papelitos porque, recuérdese, no sabía leer ni escribir ni mis padres tampoco.

Después de dar la orden mamá echaba una saliva al suelo y yo debía llegar antes de que se secara. Salía como loca, corriendo por la calle y cantando la lista de las compras.

Apenas entraba a la pulpería y como era tan chiquitilla, debía golpear muy duro con las monedas los mostradores para llamar la atención del dependiente, de lo contrario sólo atendían a los más grandes y gritones.

Durante mi niñez no sufrí de maltratos, porque yo tenía mucho temor, hacía caso y mamá nos trataba con amor y consideración.

Sólo recuerdo que un día me mandaron a traer unos cigarros, resulta que me quedé mucho y un hermano mayor me dio dos fajazos. Y desde esa vez no recuerdo otro castigo. Por cierto que este hermano mío acaba de morir como de noventa años.

En media calle

Un día, alguien nos sobresaltó con la noticia de que debíamos desocupar el cuartito en el que vivíamos allá, a 50 metros de la pulpería El Oriente. Los de San Vicente de Paúl iban a vender la propiedad y además, por si acaso alguien se oponía, a los cuartitos los habían declarado inhabitables.

Entre los tres recogimos todo y nos fuimos para un ranchito de hojas de caña que hizo papá en una propiedad que nos prestaron. De un día para otro, nuestra dirección cambió al lado opuesto, allá por los cementerios. Pero una noche, poco tiempo después, alguien dejó una candela mal colocada y de repente todo alzó llama. Estábamos dormidos y el calor nos levantó gritando como locos «¡Fuegooo!, ¡Fuegoooo!».

Al no haber bomberos, hidrantes ni mangueras, los vecinos apagaron el incendio a punta de baldes de agua. Pero lo perdimos todo. De ahí nos trasladamos a San José a vivir por un tiempo donde mi hermano Toño, primero en La Sabana, después en barrio Cuba.

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Primer bus

El transporte entre Escazú y San José se hacía en una única cazadora propiedad de Lisímaco Brenes. Aldérico Salazar fue el primer chofer, sólo existía ese ruidoso aparato de carrocería de madera y un cobrador.

Habían cosas muy buenas en ese tiempo: los hombres ayudaban a las mujeres a subirse a la cazadora y adentro se ponían de pie para dejarles el campo. A los chiquitos, aún de cierta edad no se les cobraba, siempre y cuando viajaran en los regazos de un mayor.

También había incomodidades que hoy no existen: la gente no hacía fila en las paradas, sino que se apretujaba frente a la puerta del bus. Dentro del aparato se podía fumar durante el viaje y la gente viajaba con perros, gatos y hasta gallinas.

En ese tiempo a la gente le gustaba mucho caminar, de ahí que el transporte motorizado no era tan indispensable como ahora. Con frecuencia me iba con papá a pie hasta San José a visitar a Toño, y a veces me quedaba donde él por varios días.

Mamá era muy celosa conmigo, a diario se pasaba diciendo que me cuidara de los hombres, que muchos eran malos, peligrosos y que por aquí y que por allá.

Llega el amor

A los 12 años yo era una niña tímida que aún soñaba con tener una muñeca y ser como los demás niños que iban a la escuela, salía muy poco y cuando lo hacía era con mamá.

Fueron muy pocas las escapadas con mis hermanas, porque a ellas les gustaba mucho bailar, pero si iban conmigo no las dejaban entrar a los salones.

Un día empezó a llegar a mi casa Ezequías, un amigo de mi hermano Francisco. A los dos les gustaba la música y habían formado un grupo llamado Malecón que amenizaba los bailes en el salón El Jardín, situado a un par de cuadras al sur del colegio Nuestra Señora del Pilar.

Ezequías era diez años mayor que yo, pero cuando me conoció empezó a perseguirme, a tratar de hablar conmigo y me salía por todas partes; pero yo le huía, por miedo a las tantas cosas feas que me había dicho mamá de los hombres, además, aún no había desarrollado ninguna atracción hacia los muchachos.

Un día ese amigo de mi hermano se animó a pedirle la entrada a mamá, ¡Uyyyy, para qué lo hizo? Eso fue como alborotar un panal. Por supuesto que ella le dijo que no, que más adelante, que yo estaba muy chiquilla.

Por un tiempo el pretendiente se mantuvo alejado y dejó de visitarnos. A mi casa llegaban rumores de que tenía una novia aquí y otra allá. Pero al tiempo regresaría, esta vez con más insistencia, hasta que logró conquistarme y doblegar la negativa de mamá.

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Nos casamos cuando yo tenía 18 años y nos fuimos a vivir aquí mismo en Escazú, con mis dos padres, a un terreno propiedad de los papás de él.

Aún casada hubo señoras que me siguieron contratando para los oficios domésticos en sus casas. Ezequías trabajaba en enfermería en el hospital Calderón Guardia.

Así pasó el tiempo hasta que empezaron a llegar los diez hijos que completaron nuestra familia. A esta fecha llevo 54 años de casada.

A los cuatro años de haberme casado murieron mis padres, primero mamá, de neumonía. Al mes falleció papá de una especie de envenenamiento en la sangre.

Y, como si fuera poco, mi hermana Rita murió de pulmonía a los dos meses de enterrar a papá.

Ella estuvo internada en el San Juan al lado de mamá, y nos contó que la vio morir ahogada por el asma.

Y Rita sufría viéndola ahogarse. No podía ayudarla, porque también estaba también muy grave de los pulmones.

Al morir, Rita me encargó a sus cuatro hijos. Yo los cuidé durante los siguientes cuatro años.

Mueren dos hijos

Por ser tantos no voy a hablar en este relato de todos mis hijos, pero recordaré a María de los Angeles y a Rodolfo.

Marielos murió de hemofilia a los 22 años, estando recién casada y esperando su primer hijo.

Recuerdo que le habían detectado la enfermedad a tiempo. A partir de ahí los médicos le advirtieron lo peligroso que era para ella quedar embarazada...

La partida de Marielos fue para mi, como para toda madre, un golpe terrible. Únicamente me consuela saber que antes de partir ella había aceptado a Cristo, como Señor y Salvador.

Muchos años después murió Rodolfo. Empezó con dolor de estómago y diarrea. Los médicos decían que no tenía nada, sólo le mandaban medicinas contra la diarrea.

Rodolfito se revolcaba del dolor. La gente me recomendaba que lo llevara a sobar, porque era una pega. Pero la señora no lo hizo bien, de forma indirecta, en los brazos o los dedos, sino en el estómago y le reventó un intestino.

Murió a los 11 meses de nacido en el hospital San Juan de Dios y era el noveno de mis hijos.

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Con Marielos no fui a su entierro, al verla morir no resistí el dolor y me internaron para tratarme los nervios. Me trajeron a Escazú, donde mi hermano Toño, ahí me recuperé.

Cuando murió Rodolfito, Dios me dio fuerzas y pude ir a su entierro sin problemas. A los dos los dejé ahí, en el cementerio de los pobres, pero el recuerdo de Rodolfito y Marielos me acompaña siempre, dentro de mi corazón.

El cáncer

Cuando se vinieron esas muertes yo me guiaba únicamente por tradiciones religiosas, ignorante de los propósitos de Dios para mi vida. A pesar de todo El se mantuvo fiel, dándome fuerzas para seguir adelante.

Incluso yo me fumaba hasta dos paquetes diarios de cigarrillos. Ezequías, mi marido, además de fumar, tomaba y trasnochaba, como siempre ha sido la costumbre entre los músicos.

Un día empecé a adelgazar sin causa aparente, y cuando me di cuenta estaba en el puro hueso. La piel se me puso pálida, casi transparente y sentía un cansancio terrible. No tenía voluntad para nada.

Después de muchos exámenes y visitas al hospital, los médicos me encontraron un cáncer en el útero.

Llamaron a mi esposo, le dijeron que la enfermedad estaba muy avanzada, que sólo quedaba una pequeña esperanza en una operación.

Me operaron y luego continuaron el tratamiento con la Bomba de Cobalto, que cuando eso estaba recien llegada al país.

La «bomba» es un aparato metálico grandísimo, ahí me metían acostada en una camilla. Al encender ese chunche yo sentía un calor terrible, como un fuego que me quemaba el vientre.

El tiempo pasaba y aumentaban las citas al hospital, pero yo seguía cada vez más flaca y sintiéndome más débil, al punto de no tener voluntad ni para caminar por la casa.

A las cuatro semanas terminó el tratamiento, pero los médicos me seguían encontrando cada vez peor.

Sanidad divina

Un día, estando sola en la casa, me levanté sosteniéndome de las paredes. Prendí un televisor pequeñito, blanco y negro, que me habían regalado.

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Resulta que ahí, en un programa, estaba el Dr. Dobson orando por los enfermos. El dijo que podíamos ser sanados de cualquier enfermedad, que lo importante era tener fe.

Y que quien no tenía fe, que se la pidiera al Señor. Yo me puse de rodillas, coloqué una mano encima de mi estómago, la otra sobre el televisor y bajé mi cabeza...

Empecé a repetir la oración, porque en ese entonces ni siquiera sabía orar. De repente sentí una corriente eléctrica que sacudió mi cuerpo y en ese momento tuve la certeza de haber sido sanada.

Me sentía libre, fuerte, feliz, me levanté llena de ánimo y gozo a hacer el oficio, brincaba, saltaba, daba gracias a Dios y me puse a cantar, a terminar de lavar una ropa que ya se me estaba pudriendo, porque no había tenido voluntad para lavar ni tampoco plata para pagar a quien me ayudara.

A partir de esa sanidad sentí un deseo irresistible de ayudar a otros, también con problemas y enfermedades.

La invitación

Un día, un cristiano invitó a uno de mis hijos a su iglesia. El me pidió permiso para ir, pero le dije que no fuera, porque yo era muy católica. Y no fue.

El otro domingo lo volvieron a invitar y él se fue sin permiso. Luego se hizo cristiano y un Día de la Madre, me invitó al templo. Le volví a decir que no; pero en eso Ezequías, mi marido, intervino para que lo acompañara, me dijo que nada se iba a perder con eso.

Resulta que ese día, al entrar a la iglesia, estaban adorando y alabando a Dios y ahí sentí algo completamente diferente. Desde que entré sentí que mi corazón ardía. Había encontrado mi lugar.

Al final de la fiesta, el pastor invitó a los que estábamos a pasar al frente y acepté con mucho gozo al Señor en mi corazón.

Desde ese mismo momento hubo un cambio total en mi, se me quitaron las ganas de fumar, de ver telenovelas y un gran deseo de estar en las cosas de Dios y de servirle a El.

Al llegar a mi casa, encontré a mi esposo fumando y viendo televisión. Cuando me ofreció un cigarrillo le dije: «no, mira, ya no quiero fumar más». El se echó una gran risa y exclamó: «ahorita estás fumando otra vez»; pero se equivocaba.

Desde ese momento me sentí diferente, limpia, renovada, con deseos de estar orando, escuchando la palabra de Dios y predicando a todo aquel que me lo permita.

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Adiós a los bailes

El llamado era fuerte, dejé todo, las amistades, el gusto por la música y las conversaciones mundanas. Antes me gustaba bailar. Ahora me gusta danzar para el Señor. De mi vida pasada sólo me quedé con mi esposo y mis hijos.

De ahí en adelante continué asistiendo al templo cristiano. Empecé a llevar a una sobrina mía, Olga, quien sería la primera persona que Dios puso en mis manos para su servicio.

Dios la levantó de una cama donde ella estaba tullida, sin poder casi ni moverse. Oré por ella y Dios hizo el milagro.

Para esos días empecé una amistad con la hermana Julia, de las hermanas del Pilar. Como yo tenía tantos hijos, ella a nombre de su congregación me regalaba útiles escolares y ropa.

Un día de tantos me regaló una Biblia, con el encargo de que la leyera, y orara por una sobrina de ella que tenía cáncer en la garganta.

Aprendiendo a leer

Cogí la Biblia y le di las gracias; pero no le dije ni una palabra de que yo no sabía leer, ni escribir. Cuando llegué a la casa, empecé a hojear ese libro, a orar y a pedir a Dios que me diera la oportunidad de aprender a leer. Y Dios hizo el milagro, porque ahora puedo leer, escribir y la muchacha con cáncer, sobrina de la hermana Julia también fue sanada por Dios.

La misión que Dios me ha encomendado la empecé con los vecinos, duré tres meses orando por ellos para que se ablandaran sus corazones. Luego los invité a grupos de oración en la casa de dos plantas que alquilábamos, muy cerquita de donde vivo ahora.

Cuando eso me salió un padecimiento en el corazón. No podía levantar el brazo izquierdo, me dolía mucho el pecho, sentía dificultad para respirar y me resultaban difíciles labores tan sencillas como barrer, recoger cosas y tender la ropa.

En el San Juan de Dios me dijeron que tenía arritmia cardíaca y me tuvieron bajo observación una noche entera, con un aparato en el pecho, midiéndome los latidos del corazón.

No tenía miedo de morir, pero clamé por sanidad, porque sentía un compromiso con Dios para servirle a El y a muchas personas.

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Amenazas y gritos

Luego haría una labor de visita, casa por casa y así recorrí gran parte de Escazú. Casi siempre fui bien recibida, pero hubo ocasiones en que me atendía por puro compromiso, no me abrían y otros me decían que me fuera, que eso no les interesaba.

En una oportunidad me apedrearon la casa en pleno día, mientras estábamos reunidos en oración. Luego, un muchacho se metió a la propiedad con un machete, y amenazó con cortarme los alambres de la luz si seguía con las reuniones de vecinos.

Un día, el hermano de ese muchacho, me tiró una piedra y me la pegó por la espalda. La piedra rebotó y fue a dar al corredor de una casa y salió la vecina diciendo: «idiay, ¿por qué te apedrean si no le haces mal a nadie?».

Lo que hice fue pedir al Señor por los dos hermanos. Tiempo después el del machete llegó a pedirme perdón y asistí a su bautismo, en mi iglesia. Del otro sé que dejó de tomar y ya está en los caminos de Dios.

También es normal que la gente, apenas me ve salga huyendo o cierre la puerta, o cuelgan el teléfono cuando los llamo para hablarles del Señor.

No hizo caso y murió

En una ocasión le hablé de Dios a un muchacho, lo invité a la iglesia y me dijo: «ay señora, cómo cree usted que yo voy a pasarme toda una vida metido en la iglesia, todavía estoy muy joven para eso». Al poco tiempo se mató en un accidente.

He pasado por potreros, bajo la lluvia, arriesgando mi vida, huyendo del ganado, de perros bravos, entrando a casas en lugares muy incómodos, subiendo cuestas tremendas, pero nada de eso me pesa porque es para Dios.

He sufrido oposición en mi propia familia. Por ejemplo una de mis hijas era de otra religión que no tenía a Cristo como centro, pero ahora es creyente.

Tuve un yerno mormón, su conversión provocó que toda esa familia se convirtiera al Señor, incluso el hijo mayor ahora sirve en la alabanza de su iglesia.

¿Me peleaba con ellos? No. Lo único que hago es tratar a las personas con cariño y orar, orar mucho por ellas hasta que Dios toque sus corazones.

Y así, poco a poco, he perseverado en la obra de Dios, pese a los inconvenientes que se han presentado y de los cuales he salido adelante, porque, como dice la palabra, «somos más que vencedores».

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Aún en las iglesias hay una cuota de prueba y sufrimiento. He padecido el comportamiento incorrecto de algunos hermanos, por asuntos de envidia y orgullo espiritual.

Hay gente que se molesta cuando trabajamos de corazón, y damos buen testimonio. Yo no me paso metida en el templo, tengo claro que mi llamado es para visitar hogares, evangelizar, orar por enfermos y alentar a los caídos.

Parece mentira, pero cuando yo he estado enferma, si acaso el pastor acude a visitarme y darme aliento; me he sentido muy sola y me he quedado esperando a todas esas hermanas, que en los cultos las veo tan entusiasmadas, alabando y saltando con sus biblias y panderetas.

La voz de Dios

A todos aquellos que leen este testimonio, y que quizá no tienen la paciencia de leer la Palabra, ni participan en estudios bíblicos, yo les tengo una muy buena noticia: Dios los ama, y los ama así como están.

Y es más, Dios habla, y lo hace hoy como en los tiempos bíblicos, porque Dios es el mismo de siempre, por los siglos de los siglos.

Digo eso porque yo he escuchado la voz de Dios. ¿Yo? Si, yo, así como me ve usted de humilde y sencilla, porque para Dios todos somos iguales.

Recuerdo un día, que mientras aporreaba una ropa y oraba, tuve una visión de tres muchachas que servía en la iglesia.

Las veía subir y bajar en el aire, como si fueran un papalote, luego de un lado para otro, como mecidas por el viento. Y de seguido una voz llegó a mi mente diciéndome: estas tres jóvenes no están salvando almas porque dan muy mal testimonio en sus casas, ante sus familias.

En la iglesia las fui llamando, una por una. Una me dio la razón, admitió ser desobediente con su madre, la otra decía que trabajaba en una casa donde ponían música mundana y no se atrevía a evangelizar a esa familia, y la última dijo que ella estaba muy bien.

A partir de ese momento, la voz de Dios empezó a llegar a mi mente. Yo la oigo aquí, dentro de mi cabeza. Es suavecita y muy dulce. Cuando la escucho siento un quebrantamiento que me hace llorar al escucharla.

Me habla especialmente cuando estoy pasando por problemas. Me dice que soy su hija, que tengo que confiar en El, que El me cuida, que El me guía, que no tema porque El va a hacer maravillas en mi vida y en mi familia.

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Misiones especiales

A veces me dice que vaya a una casa, que toque la puerta, porque ahí necesitan de El. Yo lo hago siempre y me encuentro a personas enfermas, sin esperanza, muy necesitadas de Dios.

Cuando El me manda a algo tengo que hacerlo inmediatamente, me resulta imposible negarme a esa voz, tan suavecita y amorosa.

Ha sucedido que El me ha enviado a alguna casa y no he podido en ese momento; pero no me siento bien hasta cumplir con lo que me pide.

En Bellorizonte me dijo el copastor de la Iglesia Centroamericana: «doña Tere, hágame el favor, vaya a evangelizar al vecino mío, porque a mi no me hace caso, tal vez a usted la escuche».

Un día llegué a eso de las siete de la noche, el patio estaba muy oscuro. Yo conocí a la señora buena y sana cuando joven, y cual sería mi sorpresa que me la encontré tirada en una cama, ciega y paralítica.

Pero el asunto no terminaba ahí, porque a su lado, como si fuera un salón de hospital, estaba un hijo de ella con graves problemas en su columna que le impedían caminar y agacharse.

Empecé a hablarles del amor de Dios, de la salvación, a leerles pasajes de la Biblia. Al rato le dije que yo la conocía a ella, pero no me recordaba. Les pedí que aceptaran a Jesús en sus vidas, como Señor y Salvador. Dijeron que si.

Al tiempo me enteré de que Dios sanó al muchacho de su columna, y a la señora le restauró su visión. Al joven me lo topo en Escazú, caminando para arriba y para abajo, pero se esconde, porque no siguió en los caminos de Dios.

En otra oportunidad mi hija Irma me habló de una niña a la que le salían moretes por todo su cuerpo. Un médico dijo que era leucemia.

La chiquita no quería comer, se mantenía tirada en una cama, muy grave. La mamá pidió oración por la niña. Le dije que no podía ir en ese momento, pero que pediría a Dios por la salud de la chiquita.

Durante una hora clamé al Señor en la noche. Pude sentir la seguridad de que Dios sanaba a esa chiquita. Al otro día, en la mañana, la voz del Señor me dijo que leyera un versículo en el que me daba a entender que debía de ir a esa casa a evangelizar la familia.

Pero cuando llegué ya la chiquita estaba sana, el médico le había dado de alta y la gloria y la honra se la dieron a los doctores, y no a quien lo merecía, a mi Señor. Esa familia continúa apartada de Dios, deconociendo sus leyes y con la mirada puesta en los médicos.

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Ángeles y demonios

Una noche se había ido la luz en todo Escazú. En casa todos buscaban fósforos y candelas, pero no aparecían. En eso dije a mi hija Elizabeth: «voy a ir a la cocina a buscar».

De repente, a un lado de la cocina vi una aparición, era la figura de una persona alta, con vestiduras de encajes blancos hasta el piso de las que salía una luz como celeste brillante, pero no le vi la cara porque la mantenía baja, cubierta por el manto que resplandecía. Al verlo grité a mi hija: «¡Elizabeth, corre, vení a ver qué lindo lo que está aquí, un ángel!».

Todos se vinieron corriendo a verlo. Yo continuaba mirándolo. No se movía, estaba ahí quedito, de él continuaba saliendo una luz y una paz preciosas. Pero no era visible a los ojos de ellos, porque me preguntaban dónde estaba el ángel. Apenas ellos se fueron desapareció de mi vista.

También he visto la manifestación de demonios en mi propia casa. Un día estaba ministrando a un grupo de jóvenes, hace unos siete años. De repente, al poner mis manos sobre la cabeza de una muchacha, cayó al suelo pegando gritos.

Me arrodillé frente a ella y seguí ministrándola, reprendiendo en ella los espíritus raros que se manifestaban con movimientos de cuerpo, gritos y sus ojos casi se le salían de las órbitas.

Después de agitarse y gritar por un rato, de repente se quedó quedita. Cuando se paró, dijo que se sentía libre, tranquila, reposada, muy contenta y se convirtió a Cristo. Lástima, ahora está apartada.

Días después, alguien me contó que al escuchar los gritos, los vecinos iban a llamar a la policía, pensando que mi marido me estaba ahorcando.

Esa persona, que ya conocía de Dios, les dijo que dejaran eso quieto, que era una ministración de alguien con problemas de demonios y el asunto no pasó a más.

Otro día fui con tres hermanas a una casa, a orar por una muchacha de la que decían estaba poseída por un espíritu de hechicería.

Una de las tres que me acompañaban fue por curiosidad. Yo le dije que fuera, pero le advertí que se mantuviera cantando y orando, mientras se ministraba.

Le dije: «No importa que no se sepa muchos cantos. Con sólo que se mantenga repitiendo: la sangre de Cristo tiene poder...».

Mientras que una la sostenía, otra le decía al oído: «fueraaa, fueraaaa, demonioooo, tu no tienes que hacer nada aquí». Pero el diablo gritaba: «no, no, por favor, yo no me quiero ir...».

Y mientras eso ocurría, la muchacha curiosa debía de estar cantando, pero de repente sintió miedo, se quedó callada, luego se quitó de ahí y hasta quería salir corriendo del susto.

Gracias a Dios fue liberada la mujer del espíritu de brujería, luego de vomitar sangre y cosas raras.

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Una guerra de verdad

Los demonios no son cosa de película, son reales, existen y pueden influir, atormentar y atacar cuando la gente está fuera de la protección de Dios.

Los demonios son espíritus que cumplen misiones definidas por un líder: el diablo. La Palabra de Dios nos habla que el fin del diablo y sus demonios se resume en matar, robar y destruir.

La gente no lo sabe, pero estamos en constante guerra contra esos seres invisibles, todos los días, todas las noches, a todas horas y por eso debemos aceptar a Cristo como nuestro Salvador, obedecerlo como nuestro Señor y servirle a El.

Por eso debemos mantenernos orando, ayunando, clamando, trabajando en los negocios del Padre Celestial y El se encargará de protegernos y de administrar nuestros negocios.

En el salmo 34, se nos dice que: «el Ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen y los defiende»; el salmo 91 nos habla de que ángeles nos cuidarán de que nuestro pie no tropiece. Que no tropiece ¿en qué?, en las trampas de los demonios.

Pero las promesas de Dios, que son muchas y tienen que ver con protección, prosperidad, dirección, salud y, por supuesto, vida eterna, son para quienes se encuentran en Cristo.

Mensaje a los incrédulos

¿Por qué hay personas a las que el diablo y sus demonios nunca molestan? Porque ya esas personas son del diablo y participan de sus actividades, pero en su ignorancia no saben que están en peligro de ser robados, destruidos e incluso matados por aquel a quien sirven.

Si usted me dice: ¡Ay Tere, no me venga con cuentos! ¡Los demonios no existen! !EI diablo tampoco! ¡Mucho menos el infierno!

Entonces, si eso fuera así, Jesús habría mentido y todo lo que dice la Biblia no es cierto.

Dice usted que no cree en demonios pero fuma... ¡Ahí tiene a un demonio, carcomiendo su salud de poquito en poquito, hasta llevárselo a la tumba.

No cree usted en demonios pero toma licor... ¡ese es otro demonio¡ Y si a ese le agregamos otros espíritus, entonces usted se topará con gente que habla mal de los demás, dice mentiras, roba, le desea el mal a la gente, siente odio, rencor, ansiedad, temor, depresión, tiene malos pensamientos, practica pecados sexuales...

Una vez fui a visitar un hogar en donde el esposo era alcohólico, el hijo drogadicto y una hija tenía una enfermedad mental que la mantenía en silla de ruedas.

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Batalla espiritual

Me puse a orar por la muchacha, le puse la mano sobre cabeza y me quitaba con un fuerzón terrible, hasta me aruñaba la muñeca. Dios hizo una sanidad en la muchacha, pero hicieron falta más visitas a esa casa. No volví porque a la señora que me acompañaba le entró miedo, y no es conveniente llegar sola a ministrar enfermos ni cautivos.

También Dios se glorificó en la sanidad de una jovencita que tenía problemas en sus ojos. La operaron en Estados Unidos. A la hora en que la estaban interviniendo estuve orando en la casa y Dios hizo la obra.

También en la iglesia a la que asisto he participado en liberaciones de gente de toda clase.

Lo que más está afectando a los hogares es la infidelidad, el adulterio, la violencia doméstica y los vicios.

¡Cuidado con la hechicería!

En Escazú la hechicería es algo tremendo. A veces entro a una casa y de repente siento algo feo, como una opresión en la cabeza, seguida de ansiedad, de desasosiego y ganas de irme de ahí.

Una vez entré a la casa de una señora, y desde que llegué le dije: el ambiente de este lugar está muy contaminado, los aires están saturados de demonios, de espíritus malignos de opresión.

Cuando uno empieza a orar, la gente cambia de actitud, empiezan a mirar muy raro, a toser y Dios nos da el don de ciencia, que permite saber qué clase de espíritu es el que está dañando a la persona.

Como le digo, yo no tengo nada especial, soy una mujer humilde que aún sufre, ya no tanto con mis propios padecimientos sino con las dificultades de mis hijos.

Así como usted me ve, vieja y a veces achacosa, el Señor se glorifica en mi vida, enviándome a orar por las personas, a rogar por la sanidad de la gente en Su Nombre y a consolar a los afligidos, esa es mi misión y doy gracias a Dios por haberme escogido, pese a mis limitaciones. (Fin)

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CARTA A MI MADRETercer lugar Autora: Georgina Morales MoralesCantón: Santa Ana

Querida mamá:

Sé que ahora que estás en el cielo, donde ya nada te puede lastimar, podrás escucharme sin defenderte y ser receptiva para oírme y no tan extremadamente correctiva y moralista, actitudes ambas que me hicieron sentir tan lejos de ti afectivamente. Nunca sentí el calor de tu mirada, ni la actitud acogedora de tu cuerpo. Pero, lo más duro para mí, fue el necesitarte tanto y a la vez tenerte un tremendo miedo que rayaba en pánico. Después de que salí del convento fue cuando te conocí verdaderamente cómo eras. Cuánto me maltrató tu rechazo e incomprensión... Cuando me fui al convento, a los trece años, entonces era todavía muy niña para comprender quién y cómo eras, aunque las consecuencias buenas y malas de tu actitud ya iban conmigo y algunas de esas heridas por falta de amor tuyo aún sigo tratando de sanarlas. Me diste de comer religión y moral en exceso y cero amor. Nunca supe cómo eras por dentro y te moriste sin saber quién era tu hija. Cuando pusieron el último ladrillo en tu nicho, lloraba porque sentí que allí se acabó la esperanza de que conociéramos algo de nuestro interior en esta tierra. Nunca pude confiar ni descansar en ti. Te fuiste sin saber quién era tu hija. Dejaste en mí un gran vacío de amor humano.

Mamá: las pocas veces que me hablaste de sexo me repugnaba, porque me lo decías con tal misterio y dificultad que me hacías sentir muy mal. El día que me hablaste de la menstruación, dije para mis adentros: “A mí no me va a suceder eso, porque yo desde ahora le voy a pedir al Señor que no me ocurra”. De hecho, menstrué como a los quince años. Tu manera de ser, seca y fría, hizo que todos mis hermanos adoptaran esa misma actitud y, por lo tanto, tampoco me he sentido querida por ellos. Por eso, todavía, cuando asisto a una reunión en donde no conozco a nadie, me siento tremendamente sola. No nos enseñaste a expresamos nuestro amor. Tengo conciencia de mi soledad desde los nueve años. A causa de tu visión de Dios, tan castigadora y culpígena, pasé muchos años de mi vida padeciendo tremendos escrúpulos, que fueron para mí un verdadero infierno. Quería, con toda mi alma, amar a Dios y disfrutarlo con todo el potencial de amor que El me había dado y no podía, porque me sentía siempre mala y pecadora, palabras que aborrezco.

Mamá: eras estoica, dura y firme como un roble, recta, bonita, campesina con corte de princesa, líder nato que imponías respeto con solo tu presencia, prudente, de pocas palabras, seria, triste, inquebrantable, tozuda, tremendamente dominante, sin dolo, ascética, controladora, fundamentalista, luchadora, honestísima (nos enseñaste a troche y moche a no mentir) algo de lo que te estoy profundamente agradecida, ya que esto me ha hecho confiable para gran cantidad de gente; honradísima en lo material, económica, inteligente, piadosa, mujer de gran fe, correcta, sumamente preocupada del qué dirán, intangible, orgullosa,

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correctiva, moralista, excesivamente religiosa, reservada, introvertida, seca, fría, inexpresiva, poca para escuchar y especialista en aconsejar, represiva en lo sexual, no permitías que se hablara mal del prójimo. Recuerdo tu frase: “Del prójimo, si no se puede hablar bien, lo mejor es callar”.

Mamá: Creo que a lo mejor te fuiste frustrada porque no me pudiste meter en tu carril, pues salí tan terca y luchadora como tú, como para no dejarme amarrar bajo tus enaguas. Sólo que el cordón umbilical con que me alimentaste siguió conmigo y aún sigo en la tarea de cortarlo. Me ha costado mucho a lo largo de mi vida quitarme el bagaje negativo que echaste sobre mí. Cómo le agradezco al Señor que me haya separado a tan temprana edad de ti, porque desde aquel domingo doce de marzo de 1950, comenzó en mi vida el largo y arduo caminar hacia mi liberación interior y el acercamiento a Dios, a quien amo, degusto y disfruto, no al modo tuyo ni de la Iglesia, sino del modo que El me ha inspirado.

Como no lo supiste, porque nunca te lo pude contar mientras estuviste en esta tierra, porque tenía pánico de tu incomprensión, quiero que sepas que me casé, pero me separé de mi esposo al mes y medio, porque su amante me llegó con su niña en brazos, las constancias de nacimiento de esa niña y otra y fotos de los dos en distintos lugares, todo eso a los quince días de casada, en plena luna de miel. ¡Qué hubieras hecho tú, ante semejante situación, si eras tan celosa? Porque has de saber que te oí discutir algo con papá al respecto, estando yo muy pequeña. Creo que tenias celos de una cuñada, viuda, de papá. ¿Te imaginas las soledades, abandonos y tristezas que pasé? Pero tú nunca te enteraste de nada, porque el miedo a tus reacciones me lo impedía. Sólo quiero que sepas que mi vida no ha sido nada fácil. El liberarme de tus estigmas y de los del convento, donde eran tan legalistas y culpígenos como los tuyos, me ha llevado a tener tragos amargos, soledades inmensas y ríos de lágrimas. Busqué el amor humano por doquier y nunca lo encontré a la medida de mis ansias. Seguí caminando y buscando un amor incondicional y, finalmente, después de liberar mil barreras de mi interior, pude encontrarlo a plenitud en el corazón de Dios. Aunque ese encuentro a plenitud ha sido bastante reciente, lo disfruto y lo gozo como nunca he disfrutado nada semejante en la vida. Sé que ahora que estás cerca de El, sí me entenderás, porque ya no tienes las ataduras que te impedían verme como soy.

Siento que estoy viviendo el paraíso anticipado en la tierra. Camino con Dios por el ancho mundo. Lo percibo en todas partes, en las flores grandes y chiquitas, en las nubes, el sol, la luna y las estrellas, los ríos y los pájaros, la inocencia de los niños, el amor de las madres, el cariño y la picardía de mi perrito, cuyas monerías y ternura me hablan constantemente del amor y cercanía de Dios en mi vida. Lo amo y me ama. ¿Qué más puedo desear? Tengo al fin un amor incondicional y poderoso.

Mamá: ¿Cómo te sientes después de leer esta carta? ¿Te acuerdas de la que te escribí una vez, desde otro país, que te afectó mucho? Me dijiste que si no tenía algo mejor que decirte, que no te escribiera. Me contaste que la habías roto para que nadie la viera. Te decía entonces una décima parte de lo que te digo ahora. ¿Entiendes ahora por qué no podía

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abrirme contigo? Tú eras muy defensiva. Yo aprendí esa conducta de ti y vieras cómo me molesta ser así. Pídele al Señor que me ayude a liberarme de esto, porque me cuesta mucho relacionarme con las personas defensivas.

¿Sabes, mamá? Todo lo que me pasó contigo es lo que ha hecho posible que yo trabaje hoy en ayudar a los demás. El Señor lo permitió, para que, a través de mi liberación, ayudara a otros en el duro camino de sanar heridas del pasado y limpiar el camino para llegar a El.

Mamá: Mis hermanos están muy mal, a causa de lo mismo que hiciste conmigo.

Ruégale al Señor que los libere de todo el dolor que tú les causaste. Háblale de ellos. Sé que te escuchará.

Mamá: Te perdono. Ruégale al Señor que me ayude a liberar las heridas que todavía me aquejan.

Hoy puedo hablarte con toda la confianza de que nunca fui capaz. Me ha gustado mucho hacerlo.

Mamá: Gracias por los valores que me diste. Creo que ahora comprendes que, aunque te di muchos problemas, por rebelarme, eso fue lo mejor para mí; que no te defraudé y que, sobre todo, no defraudé al Señor en sus propósitos conmigo. Ruégale que le sea fiel hasta la muerte.

Te amo.

Soraya.

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MENCIONESDE HONOR

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ANÉCDOTAS DE UNA VIVENCIA EN EL SUR DEL PAÍS

Autor Fernando Araya Bolívar Cantón: Mora

DEDICATORIA

A todos los trabajadores bananeros que por diferentes motivos convivimos en el sur del país, logramos construir un pueblo de emigrantes y juntos hicimos de esas montañas un pueblo productor de gente decente y decidida cuyas fuerzas se traslado a nuestros hijos logrando rescatar que han salido muchos profesionales que han enriquecido Costa Rica.

INTRODUCION

Al escribir este relato con mis escasos conocimientos de la narrativa costumbrista de una vida en el sur del país, me remonte a los años de 1935, con la llegada de mi padre al sur del país, la necesidad de ganar mas dinero y empezar una vida, conllevo a que miles de costarricenses se embarcaran a buscar nuevos horizontes en las lejanas llanuras del país, el incremento de los salarios conllevo en forma masiva la llegada de todo tipo de mano de obra.

Muchos hombres murieron debido a la forma como se manejo el uso plaguicidas, insecticidas, fungicidas y otros químicos que se usaron en ese entonces.

Recuerdo que la aplicación era desmedidas sin control, ni advertencia, se llego incluso al envenenamiento de las fuentes de aguas, que eran pozos, ubicado a la par de los tanques donde se realizaba la mezcla de los productos usados para combatir la sigatoka, la bodega de almacenamiento se ubicaba a menos de 50 metros del agua potable.

ANÉCDOTA DE UNA VIVENCIA EN EL SUR DEL PAÍS

Por los años de 1935 llegue a la zona sur embarcándome en una lancha conocida con el mote del “poncho”, tres horas después, con el estomago vacio y mareado del fuerte oleaje, observando los delfines acompañando la lancha a través de las escotillas, llegamos al “pozo”, conocido en el mapa como puerto Cortez, pueblo de referencia y estadía para cualquier viajero que emigraba a la famosa zona bananera del sur, que estaba abriendo nuevas fincas bananeras y contratando peones de todo tipo de nacionalidades.

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En el “pozo”, se caracterizaba por existir cantinas alegradas con rockolas, que sonaban músicas rancheras, mujeres que te tomaban de la mano, para hacerte ingresar al negocio llamados puteros, los almacenes, cuyos dueños eran chinos que con su leguaje enredado y enfadado discutían con los clientes los precios de los artículos. En el parque del pozo, mire a ver si habían algunas caras conocidas de Alajuela, me alegraba cuando veía una persona blanca, sabía que era de la meseta central, pensé que me podían prestar ayuda, en este pueblo.

Los morenos con acento nicaragüense me miraban de reojo algunos con su botella de chirrite, bebida común de la zona, fabricada en alambique cerca del cauce del gran río Térraba, de aguas caudalosas y peligrosas. Cuando se hizo de noche pensando que solo contaba con veinte colones en la bolsa, me busque una pensión baratita y en la mañana buscar el embarcadero para cruzar el río e irme para palmar sur, donde se enganchaba trabajadores para trabajar en el cultivo del banano, palmar sur era la finca central y se localizaba la administración general de los bananales de la compañía bananera de Costa Rica. Esa noche fue larga, el cuarto tenía camarotes de madera únicamente, su costo era de tres colones la noche, alrededor existían de estos existían fondas que te servían arroz y frijoles, banano y un pedazo de salchichón y fresco, el costo según indicaba en la entrada del negocio era de un colón; la bulla era tal que me costo dormir, rocholas, gritos, el cauce del río, alaridos y gemidos, era difícil para un chiquillo de quince años acostumbrado a trabajar y dormir a partir de las 6pm en su casa adaptarse rápidamente al ambiente bananero existente; a las 5am estaba de pie camino al bote para cruzar el río de dos kilómetros de ancho, emocionado por las referencias de buenos sueldos me llevo a buscar la zona bananera. Era un joven de 1.80 de estatura, fuerte, cabello café, me distinguían en el bote, que iba repleto de morenos, algunos me miraba y me preguntaban de donde era, orgulloso respondía, de Alajuela en forma seca y tajante, en el camino con un grupo de aproximadamente de veinte personas, encontramos una rica y fresca banana, color amarillo y tapadas con hojas, la destapamos y comimos hasta saciarnos del fuerte gusto que sentíamos por esta fruta, después de quince minutos de saborear tan gustoso manjar que nos sirvió de desayunos emprendimos la caminata, algunos comentaban decir que en finca 18, estaban contratando peones, que el salario era bueno por quincena, a veces llegaba a 200 colones, le daban cuartos para dormir en barracones de dos pisos de madera, todas las chozas se construían así, para evitar las inundaciones en los meses de septiembre, octubre y noviembre.

Después de tanto andar, por fin llegamos a las oficinas de trabajo, en un segundo piso de un edificio de madera color amarillo, cuyas ventanas cerradas con cedazo y un fuerte olor a papel húmedo, se acerco un viejo enano de gruesos anteojos y de mala gana nos entrego la solicitud de empleo, documento grueso y blanco, pero tenía un problema me dije, no sabia leer, pero frente al aeropuerto había una reunión de personas, me arrime a vinear, en el centro estaba un tipo regordete de tez mestiza, cabello lacio, con peineta en la parte de atrás de su cabeza, {cabello levantado{, ojos negros y vivaces con movimiento de manos en forma pausada explicaba el proceso de llenar la solicitud.

Chucastro era una celebridad entre tanto analfabeto reunido en tomo a el, cobraba 10 pesos por solicitud, era amigo de los altos jefes de la Compañía, un accidente ferroviario lo había incapacitado a trabajar como cusuco en las líneas del ferrocarril, no se podía agachar,

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los pesos de los rieles y tablones lo inhibió la cintura, era común en estos sitios ver alcohólicos, enfermos de los pulmones, personas con brazos y piernas menos, sin empleo y esperanzas de ganarse algo para su sustento.

Según comentaba no se enfiebren con el brete puede ser dañino a la salud, cada trabajo era peligroso, el riego de insecticida, abono, corta, chapa y apuntala había que tener cuidado se refería.

Con nerviosismo le pregunte, que si un muchacho de 15 años le daban trabajo, moviéndose sobre sus hombros la cabeza me miro y dijo, cartaguito, ven acá, eres joven y lleno de ilusión, valiente entre los hombres, no hay ley que prohíba tu estadía acá, te voy hacer una recomendación personalmente con Eduardo Rivera, voy a hablarle para que te enganche en algo suave y te aclimatas a la zona.

El calor era insoportable, pero se alivianaba con las constantes lluvias que sucedían en el lugar.

No me cobro por llenar la solicitud, después me llevo donde Rivera, este era un hombre blanco, medio renco y orejón, me pregunto de donde venís vos, de Alajuela le dije, que sabe hacer, trabajar en hortalizas.

Contento me dijo que casualidad, siempre he deseado comer legumbres frescas, se que usted va cumplir, va lograr cosecharme verduras en la yarda de mi casa.

Mañana tempranito, en la clínica búscate a Carlos negro que es el dispensarista y le entregas esta nota que yo te envió.

Respire fuerte, dijo Carlos negro, hombre de mediana estatura, piel morena y cuidada, usando cremas y guantes dijo, tosa dándome una palmadita en la espalda es todo, se apresuro afirmar los papeles, déselo al capataz de finca 18 esta contratado cartaguito bienvenido al sur

EN FINCA DIECIOCHO.

Se nos envió en ferrocarril, que bulla decía un nica, el transporte no era de primera pero se gozaba, el vaivén de los carros y sentados en el suelo con la alforja como cabecera, viajamos en el carro 24, algunas letras y dibujos mal diseñados de mujeres y hombres, así transcurrió el viaje, el crujir de los rieles y el pito de la maquina negra 84, veíamos a los güilas y mujeres apostadas en las puertas de su casas, con delantales curtidos y panzonas, pelos crespos y añejas no hacían señales de adiós con los movimiento de labios y sonrisas francas, delataban sus dientes de oro, pensé de verdad se gana bien en estos lugares, la mayor parte de los piezas que viajaban a la par, mostraban sus dentaduras falto y llenos de caries sus dientes y moviendo sus brazos gritaban a flor de piel carajo.

Este era el ramal del ferrocarril, que comprendía Palmar, Golfito, Coto, Laurel y Bocas del torro en Panamá.

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Nos bajaron frente al comisariato allá nos esperaba el capataz, un hombre pequeño y gato, era menudo su contextura dijo llamarse Heriberto Solís, me comento que era de la zona de Villa Colon, cerca de Alajuela, que estando allá viajo al puerto del pacifico con su abuelo materno llamado T ática Alpízar, llevaban café y tamugas de dulces a vender a los ingleses, pero la necesidad de ganar mas y ayudar a su familia cuya prole eran 8 hermanos, se embarco al sur con otros 2 hermanos que breteaban en las bananeras y en las tardes cortaban pelos, el otro curaba dolores de estómagos y muelas.

Dijo mira cartaguito tené cuidado con el fondero, ese lo vas a ver sentado en una mecedora con un paño en el pescuezo, ay de aquellos que no cancelen los servicios de comida me comento.

El capataz nos entrego los cuartos, son 4 por bacher dijo y moviéndose rápidamente dijo los espero a las 4 a.m. para la distribución del brete, la fonda era grande en efecto, al fondo se miraba el fondero meciéndose en la silla y midiendo la estatura y cuerpo de cada uno de nosotros, como analizando a quien podía amedrentar, escuchando música, nadie absolutamente nadie podía perturbarlo, cuando uno reclamo el tipo de burra que sirvieron, arroz, frijoles y banano, casi frió, pregunto en forma seca y cortante. Quien dijo, Quien dijo, nadie absolutamente nadie hizo nada, Heriberto que estaba a mi lado me hizo una seña con el dedo índice que no hablara.

Afuera me comento Dios guarde le conteste a ese hombre, es el famoso cubillón, guanacasteco de sepa, hombre peleador, se dice que usa la oración del Duende solo.

JORNADA DE TRABAJO

A las 4 a.m. a bretear en los bananales estuviera lloviendo o no siempre era igual el trabajo, como yardero me correspondió poner orden en los alrededores de la casa, limpiar gallinero, chapear la yarda, lavar paredes y hacer drenajes cerca de la construcción.

En el campo las famosas cortas, hombres que recibían con sus hombros la fruta, y la descargaban en una carreta jalada por un chapulín se acostaban la fruta para ser llevada a los carros del ferrocarril.

Las famosas periqueras eran hombres manchados de color verde, debido a la aplicación de insecticidas, que sin protección alguna trabajaban con mangueras a presión y rociaban las matas de bananos para protegerlas de la sigatoka, al secarse estos fungicidas su piel y su ropa se tornaba verde.

Los carros se forraban con higuerillas que se sacaba de los tallos secos del banano, con familias enteras forraban por dentro los distintos carros para acostar el banano rumbo a Golfito, y no se maltratara.

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El trabajo era duro para los trabajadores pero se disfrutaba ganando buen dinero a cambio que se gastaba en el pozo, en las cantinas, debido a estos pagos quincenales, se comentaban que asaltaban trabajadores cuya pago era bueno debido a la cantidad de fallecidos encontrados debajo de las hojas de banano.

TURNO BANANERO.

Había llovido, pero las chozas donde se albergaba la comida y la cerveza estaban protegidas por los techos de palma que los organizadores habían construido con esmero.

Era un barreal casi parecido a un chiquero, con las botas de hule y los ruedos de los pantalones incrustados en ella se batía el barro, con la camisa enrollada al codo y el paquete de cigarros marca León sin filtro, fumaba sin parar y con la cerveza en la mano izquierda observaba un conato de pleito.

Había llegado el más pendenciero de toda la finca, se dejaban decir que era el coco, un hombre alto pelo lacio y una peineta en la parte trasera de su cabeza se inflaba la torosa, parte baja de la mandíbula, le decían por apodo Mario Cholo, y pidiendo hombre a grito se movía en el barrial y con sus botas salpicaba con fuerza pringando a todo el que estaba cerca; por espacio de varios minutos se prolongo la búsqueda de su contrincante, no mas, de a quince metros de distancia había otro, de contextura alta, tez blanca, miraba de reojo y saboreando poco a poco la cerveza que tenía en sus manos y calculando el momento preciso para atacarlo, le decían por mote, Mono Dormido, debido a sus ojos pequeños y hundidos se movía despacio y tranquilo.

Mario Cholo, tenía señales de peleas efectuadas como la pérdida de su labio inferior, arrancado de una mordida y denotaba una sonrisa eterna, su oreja partida, pómulo saltado y cejas con cicatrices varias, se paseaba con hidalguía por todo el barreal, en ese momento ninguno de los dos recordaba que eran compañeros de trabajo, estaban encendidos.

El turno era un medio para recoger fondos para el equipo de fútbol de la finca, mientras tanto yo miraba hacia otro extremo de la barraca para evitar cruzar la mirada con ambos y poco a poco me fui alejando del lugar.

A las siete en punto se empezó el baile peseteado las mejores mujeres vestidas de gala con colores fluorescentes adornadas con frutas en sus telas como sandía, bananos y mangos daban una ondulación de colores chillantes que afectaban la vista, su cuerpo se confundía con la oscuridad y sus enaguas pachucas se le notaba enormes traseros típico de la mujer guanacasteca y nicaragüense, y al son de la música brincando sobre el barro y salpicando pantalones y vestidos continuo el turno.

RELACIONES LABORALES

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La Compañía Bananera de Costa Rica, era una Transnacional de origen americano y logro un acuerdo comercial con el gobierno de González Flores de crear un enclave en las tierras del sur, las autoridades no tenían permiso de ingresar a sus fincas, era una prohibición. El beneficio mutuo era dar trabajo a miles de trabajadores de diferentes nacionalidades.

A través de este convenio se explotaría por 100 años las llanuras de Parrita, Palmar, Piedras Blancas; Coto y Laurel a través de un monocultivo como el oro verde banano.

Paso a paso se fue dejando estelas de pobrezas en cada zona explotada, terrenos áridos y escasos de nutrientes se termino la riquezas de estas tierras.

Las jornadas extenuantes de más 12 horas, seguros de vidas olvidados, centro de salud escasas, agua de posos sin tratamiento, casas de maderas sin protección al mosquito, condiciones de educación deplorables a los hijos de los peones.

Esto genero la creación del Sindicato de Trabajadores de Golfito que llego a convertirse en el sindicato más fuerte de Costa Rica, en los años setenta en las zonas bananeras.

ANTES Y DESPUÉS DE LA UTG.

El trato de los funcionarios que manejaban la CBCR, tenían demasiados poder, gozaban de muchos beneficios para ellos y sus hijos, casas ventiladas, con cedazos en las ventanas, comidas importadas, escuelas y centro de diversión, piscinas, luz en sus casas, eran uno de los apuntes enunciados.

En comparación con la plebe, vivían en tugurios desprovisto de lo elemental luz y agua en sus casas, escuelas y otras mejoras, ocasionó el descontento en el cuadrante.

Por los años cuarenta surgió una figura sindical llamado Isaías Marchena, hombre de tez blanca pequeña, en forma camuflada ingresaba dejando fuertes mensajes con los cocos de las fincas como cubillon, negra pollo, come gatos, toro y Chano Corrales, lograba calar sus mensajes en la clase trabajadora.

Estos sindicalistas triunfaron en la primera huelga bananera, lográndose mejoras en las casas, jornadas de trabajos, atención médica, servicios sanitarios, cedazos en las ventanas de las casas y otro.

En los años 70 tuvo su mejor participación, se logro los primeros plebiscitos, eran mejoras en salarios y forma de dirigir los jefes a la clase trabajadora.

El Secretario General se convirtió en Señor de las luchas bananeras, nombro coordinadores por fincas que adquirieron poder y mando, incluso decidían a quien contratar, afectando las relaciones con la compañía, esto causo que el sindicato se salió de su misión por la que fue creada, causando desconfianza en algunos trabajadores.

La parte laboral se vio en algunos casos con las manos atadas para tomar decisiones internas como despido y contrataciones de buenos elementos.

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ABANDONO DE LAS PLANTACIONES

En 1984. ya viejo, flaco y enfermo, después de 49 años laborando en Palmar Sur, un jueves 13 de marzo, recibí la noticia mas triste de mi vida, junto al menor de mis hijos, en la oficina de finca 13, que estaba despedido, es triste para un ser humano que desempeño diferentes labores en el banano cuya empresa fue mi vida, abandonar en forma tan abrupta la plantación no entendía lo que sucedía en ese momento, pero mi gran amor había claudicado.

Con la salida de la CBCR, el gobierno fue culpable del debacle se produjera en esa zona, al permitir el Ministro de trabajo que los funcionarios de la citada empresa no se presentara a negociar, dejando que la huelga se extendiera por 3 meses, dando paso al desarrollo de la enfermedad llamada sigatoka negra acabando con los bananales.

Otro error del entonces gobierno y cito al ministerio de cultura, fue permitir que dicha empresa se llevara el ferrocarril que era el acceso al puerto de Golfito y bocas del torro en Panamá, ésta vía permitía que los productos se pudieran transportar a los puertos y servia como medio de transporte a la zona.

Los proyectos que continuaron como siembra de cacao, banano y plátano no han fructificado debido al costo de transporte y ubicación de la zona.

Como posible solución para activar la zona es desarrollar el turismo ecológico, reactivar el aeropuerto, puerto cuyas instalaciones existen, pero hay que dotarlo de equipos de acuerdo a la época.

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Las Botijas.Autora: Estéfana Alfaro MirandaCantón: Escazú

Después de la Colonia, se repartían los terrenos de Costa Rica, para que los cultivaran, los campesinos sus sembrados, sus trapiches y sus vaquitas.

Por supuesto que vendían sus productos: ganado, quesos, dulce, maíz, etc. Todo esto daba su ganancia, no habían bancos, entonces, ¿dónde guardar el dinero?

Hacían baúles de madera para guardar la ropa y en el fondo el dinero, pero muy rápido se gastaba, pues metían mano, aunque tuvieran candado, mejor buscaron ocultarlo más.

Pensaron que era mejor ocultarlo en tinajas o vasijas de barro, que después de llenarlas con dinero, se ocultaban en cercas de piedra, paredes de las casas, en itabos viejos que tuvieran un hueco en la base de la cepa, en alguna esquina de la casa, debajo o dentro del fogón o en el cerco donde lo enterraban sembraban un árbol de aguacate o un naranjo para marcar el sitio donde lo enterraron.

Pasaban años y los viejitos, no se acordaban dónde estaban enterradas las botijas, por lo que quedaban abandonadas. Es así como nacieron las historias, leyendas y cuentos sobre las botijas.

Mi abuela dejó en el fogón de la cocina de la casa vieja, la primera que habitaron, una botija. Esta se accedía quitando una piedra, por allí dejaban caer la moneda y ésta rodaba hasta el fondo donde se encontraba la vasija. Muchos años después, cuando derrumbaron la casa, encontraron la botija. En esa misma casa vieja, en la parte de bahareque, en un horcón esquinero había otra botija.

En la última morada de mi abuela, también había una botija, cuando se vendió el terreno, se realizaron trabajos de movimiento de tierra, en esta ocasión no se pudo recuperar la botija porque se fugó. La gente aún dice, que existe un fantasma peludo que ronda por los terrenos.

Aquí, en Escazú, existían personas que alquilaban parte del solar para que los huaqueros buscaran botijas.

Los hijos de mi tío abuelo, al morir éste, vendieron el terreno. Los nuevos dueños, cuando realizaban el trabajo de movimiento de tierras, quedaron sorprendidos al ver en la pala del tractor dos botijas.

En San Antonio de Escazú, un señor de apellido Araya vendió un terreno muy valioso, pues tenía una naciente de agua cristalina, con el propósito de curar a su hijo, pero no lo hizo, ya que al verse con el dinero en mano, se arrepintió de su decisión, pues pensó que para eso

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existían los hospitales. Volviendo a la historia del terreno, cuando le echaron el tractor para hacer una casa, la que es ahora como un palacio, pues al remover la tierra salió una tinaja. ¡Qué suerte!

Dicen que las botijas, cuando pasa tiempo y el muerto o el ánima del muerto no la ha entregado, pasan a poder del Malo.

Las ánimas cuando quieren entregar el oro o sea la botija, se les aparece en forma de persona, una luz roja o hacen ruidos; algunas son agresivas, mueven árboles, ramas, o tiran algún objeto, emiten quejidos, se oyen pasos y voces.

A una persona en Escazú, hace algunos años, me contó que le hacían cosas raras, le tiraban piedras, los trastos volaban, los niños amanecían aruñados y sin cobija, lo peor que le hicieron, le tiraron un cuchillo de punta, por lo que consideró que ya era suficiente y se fue de la casa. Pero me contó que a pesar de todo, se fue de la casa con plata, pero no quiso contar cómo.

¡Qué de cosas se sabe de esas botijas! Pasean por la casa con una luz roja, señalando el lugar donde está el tesoro.

Los que buscan esos tesoros, les pasan chascos, con el que voy a relatar a continuación.

Había un trapiche, que molían todos los días, siempre regalaban las cachazas para que los vecinos se la llevaran para alimentar a los cerdos y las gallinas. El que jalaba esos desechos era un tontito, esos que tradicionalmente son blancos de los lugareños para molestarlos, se llamaba Luis, pero le decían Luisito Saca.

Para evitar que lo fastidiaran, Luisito Saca utilizaba un trillo por un potrero en una lomita, para transportar la cachaza, este potrero siempre tenía vacas, a la par del potrero existía un cañal que colindaba con un terreno que tenía una naciente, esta naciente es de esas en donde abunda el barro rojo. En el potrero dormían las vacas con su toro, rumiaban apaciblemente. Siempre Luisito Saca jalaba la cachaza por el potrero, con su balde en la mano derecha y en la otra una linterna de canfín, que apenas daba luz suficiente para iluminar el camino.

Al otro lado, en la calle, se divisaba la loma del potrero, por donde siempre caminaba Luisito. En las noches, entonces se veía de forma tenebrosa una luz débil que subía y bajaba por la loma, que al rato cruzaba hacia el sur.

Un grupo de vecinos que conversaban animadamente en el corredor de una casa, en esas bancas donde acostumbraban relatar historias de miedo y cosas de susto. En eso, el Sr. Salazar comenta- No se han fijado esa luz que pasa para allá y para acá en el potrero. ¿No será una botija?

-¿Cómo una botija?

-¡Pos no te acordás, onde aquel Espinosa allá abajo!

Dice el otro - Pos eso hace tiempo

-No, no, Chiverrón es bueno pa sacar.

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-A poco son pendejo y no le hablas.

-Claro que sí dice mi mama que mete los dedos en un tarro con agua y lleva algo bendito y le habla a la luz.

-¡Ay, eso tan valiente! ¡Cuidado te haces rico!

-Yo si me animo, vas a ver, mañana voy.

-Bueno está haciendo frío, mañana a madrugar.

-Bueno, hasta mañana. ¡Que te vaya bien con el muerto!

Se fueron a sus casas muy tranquilos, al día siguiente, llega Salazar con su tarrito de agua, un pañuelito con agua bendita, cruza la calle, se mete al cañal, brinca la zanja de la naciente, pasa al otro cañalillo, salta la cerca del potrero y se acuclilla para esperar a la luz.

-¡Aquí la espero, ya casi pasa, porque tiene que pasar!

- Nada de temblar, yo soy valiente.

Al rato, Luisito viene del trapiche, subiendo la loma lentamente y hablando consigo mismo, en su cavilaciones - esa vaca y el chancho pa qué las tienen, si comen tanto, ... bla, bla, bla.

En eso el Sr. Salazar, ve la luz venir.

-¡Ay, Ay!, allí la veo, valiente, valiente - se decía.

Se prepara el Sr. Salazar y cuando ve que la luz está bien cerca, brinca al frente de la luz, que no es otra cosa que Luisito Saca con su carga de cachaza, caé de rodillas haciendo los brazos en cruz diciendo - ¡Parte de Dios todo poderoso, si eres alma de este mundo o del otro, si es plata conmigo, si es promesa con otro!

No habiendo terminado de decir la retahíla, Luisito tira el balde de cachaza bañando al Sr. Salazar y sale corriendo pegando gritos de horror. Luisito corre despavorido brincádose a una vaca echada y cayendo encima de otra, el toro se levantó furioso mugiendo y salió detrás de Luisito, quién se brincó la tranquera, cayendo de bruces en un charco de barro y boñiga, sin pensarlo se incorporó y continuó su carrera hasta llegar a la casa.

Por otra parte el Sr. Salazar, al tratar de, brincar la cerca del cañal, quedó pegado del alambre de púas, desagarrándose el pantalón, continuó corriendo por el cañal sin fijarse por donde iba, cayendo ¡chupulún! en la zanja llenándose de un barro pegajoso amarillo, cuando se dio cuenta que llevaba un tarro de agua, al pasar al otro canal dijo - ¿Qué hago con este tarro? - lo tiró y salió a la calle, cruza la otra cerca y llega a la calle, toca la puerta y abre la mamá.

-¿Pero, qué es esto? ¿No entre, quién es usted?

-¡Mama, por Dios, soy yo!

-¿Cómo es esto? ¿Qué le pasó?

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-Pos fui a hablar a una luz de muerto.

-¿Qué, cómo en un barrial?

-No mama, ese tonto de Luis Saca cuñado de Villegas, que lo confundí con una luz de muerto y me pasó esto y esto...

-¿Pero muchacho, eso amarillo y tan feo?

-Pues de la naciente, allí donde los Indaleces, que frío, caliénteme un poco de agua en el balde, por lo menos para echarme en la espalda. ¡Qué vida ésta, por quererle hablar a un muerto!

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UN POQUITO DE MI VIDAMención de honor Autora: María Luisa Bermúdez Gómez Cantón: Escazú

San Antonio de Escazú

Barrio El Carmen

Un poquito de mi vida, si se contara toda sería una novela de muchísimos capítulos.

Nací el 21 de junio de 1926, la quinta de una familia, de escasos recursos, o sea muy pobres. Mi madre me decía, que en el embarazo y parto había sufrido mucho, pues ya mi hermana tenía nueve años, y en ese tiempo había tenido tres abortos, hasta unos gemelos. Nueve años después de mi hermana y gracias a los doctores don Mariano Figueres, el abuelo de Chema, y el doctor don Rafael Ángel Calderón Muñoz, o sea el abuelo de Fournier, que eran conocidos de mi abuelo y también de Escazú, con un largo tratamiento, me salvaron la vida. Pero que pasó, nací enferma, un jueves en la pura mañana, y viernes acentaron lo que era la partida, sábado, a las 10 de la mañana me bautizaron, para morir con el principal Sacramento. Pero ahí siguió la lucha medicina una tras otra. Como no morí, a los tres meses el día de San Miguel, me confirmaron, por si me moría fuera ya con los dos Sacramentos. Gracias a Dios y ellos aquí estoy. Cuando yo tenía 10 años mi hermana se casó, con un hombre rico, y se alejó totalmente de la familia, mi madre diario enferma y aparte de mi padre, y mis tres hermanos mayores había una menor y dos ancianos que estaban con nosotros.asumí una carga muy pesada, tenía toda la obligación, y madre diario enferma a los años cometí el gran error de mi vida, me casé con un hombre, chonete, tomador y machista tuve 16 hijos que me costó mucho criar, pero gracias a Dios y mi trabajo, todos se me criaron, ahora cinco viven aquí a la orilla y uno en el cielo, pues murió a los 27 años y Diosito lindo tuvo una gran misericordia de mi y de mis hijos, pues nos mortificó mucho la vida con su modo de ser y de vivir, y ahora el 15 de octubre cumple 8 años que jaló a la vida eterna gracias a Dios quedé como en la Gloria.

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HISTORIA DE UN NIÑO SORDOMención de honor Autora: Zoila Bermúdez SandíCantón: Escazú

PROLOGOLa presente historia de vida pretende demostrar la aprendido en la escuela de educación

especial llamada por nombre Fernando Centeno Güell de Guadalupe para aprender a tratarlo al niño en la casa, escuela, y todo lugar cada minuto de la vida.

Quiero dedicar esta historia a los padres de familia con niños con limitaciones auditivas, porque estas personitas no se pueden quedar sin estudiar por el futuro.

El nacimiento de mi sobrino Raúl

Nació el 14 de noviembre de 1974 en el Hospital México.

Ese día nació un niño muy bonito lleno del amor de Dios. Me alegré tanto de tener un nuevo sobrino en mi casa.

Mi hermana era muy trabajadora y responsable con el niño, pero cuando el niño fue creciendo mi mamá notaba a el niño que no oía porque cuando dormía no se despertaba con la buya y un día ella dijo “a mi no parece que ese chiquito no oye”.

¿Por qué preguntamos?

R/ Porque por mas fuerte que halamos no nos oye, si no hagamos una prueba llámelo por detrás y verá.

Fue cuando lo llevaron donde el médico al hospital México y lo trasladaron con el médico, audiometrista y en efecto el chiquito era con problemas audiovisual (sordo).

Los primeros años

Cuando él tenía tres meses de vida yo su tía Zoila estaba trabajando, y salí de mi trabajo que por cierto era una tienda, para cuidarlo ya que mi hermana trabajaba y se necesitaba una persona que pudiera hacerse cargo para cuando el tenía que ir a la escuela ya que era una responsabilidad muy fuerte.

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Me dio mucho gusto de hacerme cargo de un niño como este, porque yo aprendí mucho al lado de él, de manera que cuando lo enviaran a la escuela fue algo tan lindo a pesar de las burlas de la gente en todo lado. Porque él para comunicarse conmigo pegaba su grito de defensa propia. Y la gente lo veía como algo raro. Gracias a mi Dios que tan bueno fui superando esto y hací con tanta cosa.

Empezamos llevándolo en el año 1077, tenía 3 años de vida al maternal de la escuela y hací fue pasando el tiempo enseñándole muchos ejercicios para aprender los niveles de comunicación y también para que aceptara un audífono de cajita que tenía que usar siempre.

Ya en el otro año fue a pre kínder fue un poco duro ya que no aceptaba el audífono ni tampoco el tiempo de clase, como todo niño quería dormir y tomar su cuponcito de leche y jugar en la casa. Luego pasó en otro año y pasó a kínder ya se había familiarizado con la escuela y le gustaba más y hací fue llegando a primer grado y su preparatoria de la escuela, tomando en cuenta a mi para asesorarme con cursos de educación especial. Yo aprendí mucho quizá demasiado y también puse mucho empeño porque yo quería tener un sobrino que se valiera por si solo y aprendiera sus costumbres como por ejemplo lavarse los dientes, tender la cama, lavarse las manitas después de ir al baño, comer solito y jugar. Lo enseñé a hacer bodoquitos del papel, pegar frijoles, pintar y también dibujar. Le enseñé todo lo que yo aprendí también en los cursos para saber como tratar a estas personas con estos problemas de sordera. Bueno, fue pasando el tiempo y el niño avanzando cada año que pasaba y yo le ayudaba demasiado y sacó el sexto grado allí talvés con muchas limitaciones de cosas como material escolar y económico porque su papá lo abandonó cuando se dio cuenta de su problema auditivo. Pero, bueno, eso no fue motivo para meter al niño en un cuarto oscuro sin poderse preparar para valerse en el futuro.

Ahora él es un gran profesional cuando salió de la escuela especial pasó al liceo de Escazú y concluyó sus estudios en el año, 1992 a 1994. Noveno año y luego pasó al colegio Técnico Profesional de Educación Comercial y servicios en el año 95 al 97. Hasta sexto año de especialidad de contabilidad. Hizo prueba profesional, en el Banco Nacional de C. R.. Luego siguió estudiando en la Universidad San Marcos y también trabaja en las oficinas de Mas X menos haciendo la contabilidad de su trabajo. Gracias a Dios por el empeño y fuerza y las dificultades económicamente que él tubo cada momento. Bendiciones.

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LA LEYENDA DE LOS DUENDESAutora: María Eugenia Marín CórdobaCantón: Escazú(Basado en Hechos Reales)

1949

Mi hermana y yo teníamos que ir a encerrar las vacas al potrero, Eran como las diez de la mañana; nos fuimos pero dejamos al pequeño de 4 años en la casa, como nos quedamos cogiendo anonas, duramos como dos horas en volver; pero cuando llegamos nos dijo mama, entre enojada y asustada: “¿Y el chiquito? Se fue detrás de ustedes ¿Donde está?” y nosotras le dijimos que no lo habíamos visto, entonces nos mandó a buscarlo, nos fuimos calle arriba llamándolo, buscándolo por las cercas, en la montaña y no apareció, nos devolvimos a la casa por si había regresado, pero no, nos volvimos a buscarlo por los potreros, por los bajos, a los ríos y nada, y las horas pasaban, casi de noche y nadie lo había visto.

Mama decía que lo buscáramos en el potrero, de pronto, cuando subíamos una cuesta lo vimos, saliendo de una tranquera.

-“¡Jorge, Jorge! ¿Donde estaba?” le gritamos y al vemos, salió corriendo para adentro y nos pusimos a perseguirlo, cada vez mas lejos y ya estaba oscuro, al fin pudimos agarrarlo, se revolcaba, pateaba, daba manazos y no hablaba nada, entonces mi hermana dijo que seguro los duendes se lo habían llevado y agarrándolo bien empezamos a hacer la oración del padre nuestro, entonces se quedó quedito y ya pudo hablar, traía en la mano dos duraznos grandotes bien grandes, le preguntamos donde estaba y con quien estaba y quien le había dado duraznos entonces, con un suspiro nos dijo que unos chiquitos, lo habían invitado a comer duraznos y nos dijo:

-“¡Vamos, vamos a comer duraznos!”

Nos llevó por unos chárrales, bien largo, a donde estaba el árbol y nos decía:

-“¡Vean que ricos, como hay duraznos!” Pero nosotras no vimos, ni árbol, ni duraznos, solo en el suelo habían muchas semillas de durazno, como si muchas personas hubieran estado comiendo, entonces mi hermana dijo:

-“¡Salgamos corriendo!, porque esto es cosa de los duendes, como perdieron a Jorge, nos quieren perder a nosotras y si oyen voces, no hagan caso”. Pasamos por caminos de espinas ya de noche, hasta que salimos a la calle y salimos en carrera hasta la casa, mi hermana se llevó al pequeño en los hombros.

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Cuando llegamos, mi mamá se alegró de verlo y nos contó, que a una señora vecina, por irse a bailar, se le habían llevado los duendes al más pequeño de sus hijos, que aun no había aprendido a caminar, y que estaba histérica preguntando a los vecinos si lo habían visto. Entonces un viejito le dijo que tenían que ir haciendo bulla por las calles, con música y mandolinas, porque eso le gustaba a los duendes y era la única manera, de que dejaran ir al niño que se habían llevado y solamente con música podían recuperar al niño. ¡Tanto caminaron! cantando y orando, hasta que lo encontraron debajo de una piedra, rodeado de espinas bien protegido. Por eso mi mama tenía miedo de que los duendes se hubieran llevado a nuestro hermano y no lo devolvieran. Así que nunca lo volvimos a dejar solo.

Otra vez, mi papá se fue a dejar una vaca al potrero, allá por el tapezco, se llevó consigo a mi hermano mayor. Cuando se acercaban casi las cinco de la tarde, mi papa oyó la voz de mi hermana Ligia, que gritaba desde lejos: “Papaaaa, Papaaaa”. Mi papa dejó la vaca amarrada a un árbol y a mi hermano trepado en el árbol, mientras él iba a buscar a Ligia.

Se adentró en la montaña, pues oía la voz de mi hermana cada vez mas largo, “Papaaaa, Papaaaa”. Él le gritaba, que se quedara donde estaba hasta que el llegara, pero la voz de mi hermana se escuchaba, cada vez mas lejos en la montaña, cuando estaba mas oscuro y no la encontraba, se dio por vencido y exclamó:

-“¡Ah condenada mocosa! que se pierda, ya no la voy a buscar más, a la mano de Dios, que no se la coma el Lión, mañana bien tempranito antes de que amanezca, vengo para ver si la encuentro”. Con miles costos, llegó donde estaba amarrada la vaca, mi hermano que estaba subido en el árbol, ya estaba dormido. Cuando llegó a la casa, con todo su dolor le dijo a mi mama: “¡Para que dejaste a Ligia salir!, Allá se perdió en la montaña, no la pude encontrar”. ¿Cual Ligia? exclamó mi mama, Ligia esta durmiendo hace rato, mi papá asombrado dijo: “¡Que bandidos los duendes de veras que me vacilaron, bien vacilado!”.

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EL TESOROAutor: René Aguilar Hidalgo Cantón: Mora

Serafín Maduro, a quien cariñosamente le decíamos Chau-Chau, era un personaje como los que hay en todo pueblo, que la gente dice que les falta un tomillo o les sobran cuatro, un poco desconectado de la realidad, soñador, fantasioso y con una obsesión de encontrar una mina, entierro o huaca con toneladas de oro y así hacerse multimillonario, aunque ya había tenido varias experiencias en su búsqueda aún no lo conseguía.

A mi y a un grupo de amigos de los que recuerdo a Cristian, Jorge Yuca, Julio Pigua, Juá-Juá, Fabio Canfinera, Pie Grande, que cuando ingería cierta sustancia era todo un rollo, y otros que a la fecha no recuerdo, éramos felices escuchando las historias de sus aventuras, pues Chau-Chau era como quince años mayor que nosotros, de las que recuerdo, dice que cuando trabajaba en la Zona Sur, con la bananera, estaba a la orilla del río Térraba, ve bajar tres tinajas llenas de oro que hasta relumbraban, agarra un bote y comienza a perseguirlas y después de remar como una hora, cerquita y a punto de alcanzarlas, sale el “Diablo” del fondo del río y se las quita; susto igual ha tenido en la vida. Luego en Guayabo de Turrialba encontró una huaca con monos, tigres y lagartos de oro, en eso llegó la policía y se los quitó, y claro cerquita escondido el “Diablo”, en la Fila del Aguacate, después de escarbar como cinco metros, hay una piedra de oro como de medio quintal, en eso pasa un gringo y le ofrece cien dólares porque eso no es oro, cansado y para agarrar algo se la vende, pero cuando va a tomar el billete se le esfuma, porque el gringo se convierte en “Diablo”. Una vez, viniendo de Piedades como a las once de la noche, pasando por el cerro del Calvario ve una luz en media calle que se va moviendo hacia el cerro y al llegar a la cumbre lo primero que esta sentado sobre el tesoro es el “Diablo”, y así cada vez que encontraba un bodoque de oro el “Diablo” se lo quitaba. Eran tantas las historias de sus aventuras que poco a poco se nos fue metiendo en la cabeza que si lo acompañábamos en la próxima búsqueda, el “Diablo” no podría quitarle el oro. Chau-Chau como adivinando nuestros pensamientos nos dice, muchachos yo tengo un secreto que se lo dio el cacique Felipe de Quitirrisí a mi bisabuelo hace como cien años y que él me reveló antes de morir, aunque le prometí no revelarlo ya yo estoy viejo y cansado por lo que quiero encontrar ese tesoro y que el “Diablo” no me lo quite, pero para eso tengo que compartir el secreto con ustedes. Lo que el sapo quería, ni lerdos ni perezosos nos ofrecimos a trabajar compartiendo todos los peligros y ganancias también. Serio y misterioso Chau-Chau comienza a revelarnos el secreto, resulta que de aquí como a dos kilómetros en los altos, hay una piedra que le llaman la piedra del Indio, es muy grande y redonda y debajo de ella los Indios de Quitirrisí enterraron hace como cuatrocientos años todas las joyas y oro que tenían para que los españoles no se los robaran, eso sí ese tesoro lo cuida el “Diablo”. Nos preocupamos por la situación pero decidimos seguir adelante desconfiando un poco, por lo que fuimos a verificar una tarde si de verdad existía la piedra, en efecto ahí estaba por lo que seguimos con el proyecto, seriamos millonarios. A los dos días Chau-Chau nos reunió para explicarnos todo lo que teníamos que hacer para vencer el “Diablo” y sacar el tesoro, la lista era grande: sería un viernes a las

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doce de la noche, llevar tres matas de ruda, un rosario bendito hecho con cuentas de San Pedro, cuatro cruces de palma bendita, media botella de agua bendita, seis limones agrios partidos en cruz, un frasco de ceniza de la que botan después de la misa y como una ayudadita mas, veinte candelas de dinamita, Chau-Chau dice que con Triquitraque la puede conseguir, hicimos una vaca para comprarla. El viernes 13 de octubre, después de hacer otra vaca pasamos donde Marino y compramos cinco kilos de salchichón, diez bollos de pan y tres botellas de sirope, a las siete de la noche bien equipados con palas, picos, macanas, dos focos que medio alumbraban y diez sacos de gangoche para echar el oro salimos rumbo a hacemos millonarios. Llegamos como a las ocho, Chau-Chau dirige toda la operación, nosotros trabajamos, Yuca como es el mas valiente para trabajar hace el hueco debajo de la piedra para colocar la dinamita, se me olvidaba que también traíamos once candelas moradas para colocarlas encendidas alrededor de la piedra, Chau-Chau apura, porque a las doce se despierta el “Diablo”. Por fin faltando cinco para las doce prendo la dinamita y salimos todos en carrera a tirarnos en una zanja. Santísimo Dios, las Tres Divinas Personas, ¿que fue eso?, la bomba atómica, un terremoto, una lluvia de piedras, como atontados y golpeados salimos con los sacos a recoger el oro, pero nos vamos encontrando con un hueco de cinco metros de hondo y nada de nada, a Pie Grande se le baja la euforia y comienza a maldecir y llamas los diablos, a Yuca se le afloja la panza, Chau-Chau se enoja y saca el cuchillo para callar a Pie Grande, en fin una tragedia.

A las cinco de la mañana Cristian, Julio Pigua, Yuca y yo íbamos para Limón con solo los pases que nos financió René Aguilar para salvamos, a escondernos por lo menos un año en una finca bananera de Sixaola. Seguro ya hay orden de captura.

No aguantamos el año, a los ocho meses nos vinimos después de pasar hambre, frío y aguantar miles de piquetes de zancudos, preferible la cárcel que estar en la bananera.

Cuando llegamos a Villa Colón nos enteramos que no había ninguna causa en contra nuestra, que el señor dueño de la finca no puso ninguna denuncia a pesar de encontrar cinco vacas y dos caballos muertos y el potrero convertido en una calle, solo piedras, gracias a Dios no resultó muerta ni herida ninguna persona.

Hoy Chau-Chau no esta con nosotros, venció al “Diablo”, encontró el verdadero tesoro, esta a la par de Dios contándole que en la Tierra, en Villa Colón hay un montón de tontos que creyeron sus historias, seguro cuando mira para abajo y nos ve se echa una carcajada.

La piedra del Indio todavía existe como punto de referencia en los altos, Yuca tuvo un pequeño error, puso la dinamita en la piedra equivocada. Y como decía Serafín Maduro, alias Chau-Chau, Murió la Flor...

Después de veinticinco años, cuando nos reunimos, nos reímos al recordar semejante burrada.

Esta experiencia es un relato de Franklin Hernández Chicas.

Moraleja

A veces gastamos toda la vida buscando un tesoro sin damos cuenta de que el verdadero tesoro lo llevamos dentro. Debemos cuidarlo mucho para que el “Diablo” no nos lo quite.

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UNA MUJER MUY BALIENTEAutora: Bernardita Hernández Segura Cantón: Escazú

Creo que el titulo queda pequeño a lo que en realidad es una mujer ya que creo que todas tenemos algo de esta.

Podrían imaginarse a una mujer que hizo 13 casas, crió a 22 hijos: 7 de matrimonio y los de mas que por casualidades del destino llagaron a su vida y albergaba en su hogar y hoy en di todavía como hacia mi mama para darles d comer, vestirlos, mandarlos a la escuela con todo en lo que gastos y tiempo significaba y con razón lavaba ajeno, vendía comidas, cosía la ropa y hasta tenia una pulpería y poco a poco nos iba enseñando a cada uno de nosotros unos podían estudiar otros que trabajaban pero a todos nos dejo una gran enseñanza que querer es poder y valla que ella si quería. A esa mujer la recuerdan jalando bolsas llenas de verduras, algo loquísimo como lo es traer un tarro grande de helados lleno de huevos en vez de traerlos en cartones o hacer de la noche a la mañana un traje típico para que una de sus hijas lo llevara a la escuela de guachipelín el 15 de septiembre o viajar hasta la provincia de Cartago para llevarle la comida a uno de sus hijos el mas preferido, el ingeniero que le saco tantas lagrimas por haberse ido tan largo a estudiar pero lo compensaba por que era para su bien y por un futro mejor, además la recuerdo encendiendo candelas pidiéndole a Dios por cada uno de nosotros en es especial por el mayor que era como la oveja negra de la familia o sino pidiéndole a la Virgen de los Ángeles que cuidara al mas trabajador y el mas valiente de mis hermanos que este si no pudo estudiar por que por fuerza le tocaba que trabajar; en diferentes ocasiones la vi con su rostro enrojecido por las asoliadas que se llevaba buscando las vacas por que se avían escapado

Una vez venia yo del colegio de ezcazu en el bus de guachi cuando algo estaba hasiendo un freson cuando ya pudimos salir de la presa me di cuenta de que era mi mama toda atraveza con las vacas eso era alla por la calle del cementerio en la siguiente parada me vaje aun que mucha ayuda no le podia brindar yo por que siempre fuy la mas pendeja de todos mis hermnos, lo hise tan solo para que no se sintiera sola valla compania verdad. Ella siiempre que iva ala plaza dode vendian las vacas creo que era en alajuela nunca me llevo pero imagino que alla era donde ella consequia los ternros y los chanchos no se porque los que a ella mas le gustava llevar a la casa eran los que nadie queria, los gue nadie dava ni un cinco por ellos, ella se los traia y adivinen que no lo ban a crer pero los terneros dormian en la sala de la casa sí en la propi a sala de la casa. Diay como estaban enfermos ella los chiniava mucho recuerdo un día que todos dormiamos en un mismo cuarto y una noche los mas grandes enpezaron a contar el cuento de la segua y esos gritos qiue nos rajabamos del miedo hasta llorabamos en aquella oscuridad un escalofrio inmenso corria por todo mi cuerpo era espantoso pero el que narraba el cuento escucho un ruido y nos pidio que nos callaramos todos al mismo tiempo guardamos silencio para oir que era aquel sonido que cada vez se asercaba mas a nosotros

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como el cuarto no tenia puerta la cosa que benia entró al cuarto nada mas vimos unos ojotes que de inmediato nos hicieron enloqueser unos pasaban por ensima de los otros y ni para que la griteria aquello era de volver loco a cuarlquiera, a tal escandalo se levanto mi mama y ensendio la luz y pudimos ver de que era lo que se trataba: era el ternero que mami avia traido de la plaza valla susto. Despues todo eran rizas y más rizas tanto que nos tiraron agua para que nos quedaramos callados ya. Este ternero se curo y se comvirtio en un hermoso animal pero nunca dejo de traernos sustos por sus trabesuras le pusimos el nombre de alamar por que mas arriba vivia un muchacho con ese nombre que tenia una milpa muy buena ¿pues que creen? Era la preferida del ternero y siempre que lo buscábamos estaba alla metido trayendonos problemas con alamar ya el dueño de la milpa varias veses se vino a pelear con mami por el ternero, bueno como solo alla se iva a meter le pusimos alamar por tortero todos lo conocian, un día vino a guachi el dueño de la tienda de don ricardo cespedes con una de sus hijas y a ella le encanto la velleza del ternero [alamar] ella decia a su padre que se lo compra el señor a eso venia ya que en varias ocasiones lo havia visto pero ese día se lo llevo por que a su hija lo que mas le gusto fueron los grandez huevotes que alamar lusia, quien lo iva a decir aquel ternerillo que nadie daba ni un cinco mi mama lo cambi por una nevera para la pulperia y ni hablar del guirro es el ultimo chancho en nacer y el que nunca pega pero esos casos son los que le fasinaban a mi mama era como un reto que siempre le encanto llevar. Les voy a contar de torivio otro ternero blanco con café que tambien trajo mi mama este venia de las nuves de coronado ya se pueden inmaginar que clase de espesimen era este, estaba mas del otro lado que de la tierra. Bueno la cosa es que tambien dormia en la sala este si es si es cierto que no rrompia ni un plato con los cuidados que yo no se de donde mami los traia, una vez puso a orinar desde el mas chiquitillo hasta mi papa en un tarro y cundo ya havian pasado unos buenos dias llamo aunos de mis hermnos para que le alludaran a darle a toribio aquellos orines. Entre todos agarramos a toribio mientras ella le introducía por el osico al ternero una media de cocacola lllena de aquellos orines aquel ternero parecía que los ojos se le ivan a salir llego un momento en que los dejo en blanco ante tal medicina y callo al suelo como muerto y mami corrio y trajo las tapas de las ollas más grandes que tenia y pidio a mis hermanos que trajeran una lata de zin y unos palos para que entre todos le isieramos bulla al ternero e increiblemente se lebanto toribio y de hay en adelante poco a poco se curo como no mataba ni una mosca nos confiamos de el, y un día de tantos se perdio toribio fuymos a guachi, a los laureles, a escazu, por la paco, al alto de las palomas, por la granja chile y nada hasta pensamos que se lo abian rovado por que ya estava bonito, ahora si valia la pena. Cuando un día voy por detraz de las casas a traer una vaina de carao cuando veo que algo medio se moví adentro del tanque septico que estaba medio tapado me asome ¿y no se immaginan? El susto que me lleve al ver unos ojotes que decian “ayúdeme” era “toribio” ¿como se fue hay? No lo se lo importante es que aparesio y despues a ver como lo sacabamos de hay bueno a miles costos lo sacamos tenia toda la panza llena de gusanos al pobre se lo estaban comindo vivo bueno aquel remedio que un día le salvo la vida casi llevandoselo al otro mundo se lo volvieron aresetar pero esta vez por fura. Era tan fuerte el olor que no se aguntaba. Pronto lo mandaron a dormir al galeron y que dicha por que era fatal, el tiempo pazo se compuso y como era de costumbre termino en manos de don ricardo cespedes que se lo cambio a mami por un tele para nosotros despues por ver tele no queriamos hacer nada solo ver tele,

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se le ocurre a mami, la idea de traer un chancho en las condiciones que se podran imaginar, característico de ella. Bueno la cosa es que venia hasta con las caderas sueltas ella le amarro una tabla arriba como en el lomo y otra por debajo lo en sepolaba todo como si fuera um viejito cualquier cosa que le digeran que era bueno ella se lo hacia. Todo mundo tenia que ver con el, ya que llegaban a la pulperia y lo veian donde se anba arrastrando.

Como todo el mundo le preguntaba por el, le puso el nombre de “raymundo” en honor a todos los que preguntaban por el, raymundo como todo el mundo. Y se curó y ya saven donde fue a parar el chancho al pasar los años yo me pregunto ¿que si en todos los hogares sucedia lo mismo como en el mio?, También recuerdo a mi mama correr con gente para el hospital como si fueran algo de ella, donar la caja del entierro para alguien que yo no conocia ni siquiera ella.

Llegue averla en muchas ocasionnes rellenando con mescla los huecos de los block, de la casa que en ese momento estaba construyendo

En total fueron 13 casas las que ella construyo hasta que al querer terminar su propia casa ya que la de ella en la que tantas historias y anécdotas vivimos se la habían demolido para darle paso al bendito bulevar que aun en estos días se escucha en los proyecto de la municipalidad de Escazú ella ya havia pegado el azulejo de la cocina los cuartos no tenían las instalaciones hechas pero ella quería que su casa luciera un cristo grande en el segundo piso y así lo hizo lo que no pudo lograr fue poner el piso que ella quería ya que una inescrupulosa mocosa de papi rico venia ablando por celular en el carrazo que conducía e impacto el camión en el que ella con tanto sacrificio e ilusión traía el piso para su nueva casa que por cierto se fue con ella ya que quedo echo polvo en la pista frente a multiplaza todos sus afanes y sus luchas quedaron en nada, doña Mireya como todos la conocían y que la identificaban como una mujer muy valiente se fue pero en la memoria de los que la conocimos nos queda una gran reflexión si valdrá la pena luchar tanto en la vida hasta el punto de nunca sentarse a tomarse un cafecito tranquilo o bien decir me voy a dar un tiempito para mi tanto que lucho tantas lagrimas que derramo para que para que alguien sin escrúpulos tan solo porque les sobraba el dinero la aplastara como si fuera un perro que por sus influencias ni siquiera la encontraron culpable del horror que cometió esas son las cosas que pasan pero ni siquiera lo sucedido la entero para siempre porque en el recuerdo de su fortaleza y valentía vivirá en el recuerdo de todos aquellos que por algún motivo la conocieron tenemos la certeza de que alómenos si tenia que era una mujer muy valiente, y cada vez que pacen allá por multiplaza y vean el cristo en el segundo piso de una casa blanca recuerden a esta gran mujer tan valiente.

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EL AMOR DE LA BRUJA ZÁRATEAutor: Daniel Alvarado ElizondoCantón: Escazú

Hace muchos años en un pueblito rural llamado Rabo de Mico, que se encuentra a las faldas de la imponente Piedra Blanca vivía una muchacha que era lo que se conoce como un alma de Dios, se llamaba María Zárate, ella era muy gentil y siempre andaba con la risa a flor de labios y cantando, no era extraño verla jugando con los niños o sentada en el quicio de una puerta o bajo un árbol contándoles cuentos, todos en el pueblo la apreciaban y la reconocían cuando se iba acercando por esa risita refrescante que siempre la acompañaba.

Pero el Patas se sintió más incómodo que si hubiera dormido con un trompo en una bolsa con la acciones de Mariquita, y entonces pensó en hacer algo para molestarla.

Fue por ese entonces que a Rabo de Mico, llegó un extranjero rubio, de ojos azules, de hablar medio enredado, que tenía mucho dinero y que decía que venía del norte; este extranjero tenía enamoradas a todas las muchachas del pueblo por sus finas y elegantes ropas; pero le había puesto el ojo solamente a Mariquita, la cual se enamoró perdidamente de él.

Pero un día cualquiera el extranjero desapareció y Mariquita quedó abatida por el dolor pues esperaba un hijo de él, ella comenzó a ponerse triste y ya no era la misma que antes, se volvió solitaria, estaba muy deprimida a tal punto que dejó de jugar con los niños y ya no cantaba, a veces pasaba días sin probar bocado, se sentía muy mal porque para colmo de males la habían echado de su casa y en el pueblo su situación de madre soltera era comidilla de todo el mundo.

Tanta fue la tristeza que una triste tarde de octubre Mariquita perdió a su hijo, y entonces abatida por el dolor y la desesperación, subió a los Cerros de Estucurú y se abrazó a un higuerón, y lloró, lloró por frustración, por soledad, de tristeza, de desesperación, reclamándole a Tatica Dios porque la vida era tan cruel con ella.

Pasó llorando toda la noche y tan ensimismada estaba en su dolor, que no se dio cuenta que dónde había abrazado al árbol, le había clavado las uñas y que por ahí bajaba un hilito de savia que fue formando un pozo en suelo junto con sus lágrimas, el rocío de la noche también se fue acumulando ahí, cuando despuntó la aurora y un rayito de sol vino a tocar aquel pocito que se había formado a la par de Mariquita algo mágico sucedió de aquel pocito fue saliendo una vaina del tamaño de un hombre.

La vaina se fue abriendo poco a poco y salió un hombre de tez morena, ojos negros como la noche y cuya voz era como el trino de las aves, este hombre le dijo a Mariquita que Tatica Dios había visto lo que le había echo el Patas y que para recompensarla, lo había mandado a él para que la amará y le devolviera la alegría.

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Mariquita poco a poco fue recuperando la alegría y la belleza de su rostro, volvió a reír, cantar y jugar, y de nuevo era la Mariquita de otros tiempos, se pasaba visitando las pozas y los potreros con sus amigos y su amado.

Pero quiso el destino que el 12 de Junio en un turno, fuese apareciendo el extranjero que fue novio de Mariquita, y llenó de cólera porque la vio con otro le disparó a traición al novio de Mariquita, pero en lugar de caer el cuerpo inerte al suelo, este se convirtió en un montón de ceniza que se lo llevó el viento y lo esparció por todos los Cerros de Estucurú, en las hojas de los árboles, en las flores, en el ala de los gorriones, en las piedras del río, en la Piedra blanca, por todos los cerros quedó lo que alguna vez fue el novio de Mariquita.

Mariquita desperada llorando subió a los cerros y comenzó a llorar gritándole a Tatica Dios que por qué le daba la alegría para luego quitársela, que por qué era tan injusta la vida con ella. En esas estabas cuando va apareciendo Tatica Dios, con cara de apenado y cabizbajo y le dice que él no puede crear otro hombre igual porque como todas sus creaciones él era único, pero para recompensarla le concedería lo que le pidiera.

Mariquita le dijo que ella lo único que quería era poder estar eternamente con su amado, y es por eso que desde ese día, la mal llamada bruja Zarate vigila y protege los Cerros de Estucurú, no por ecología sino porque ha logrado ver en cada parte de ellos una parte de sus ser amado.

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HISTORIA DE UNA VIDA.SR. ALEJANDRO ROJAS BARRANTES.

Autora: Iveth Alejandra Rojas Alvarado Cantón: Mora

Desde su nacimiento hasta la actualidad ha sido residente en el caserío de Jaris de Mora, es el menor de los diez hijos de Belisario Rojas Retana y Cleotilde Barrantes Herrera. Desde su infancia, al igual que sus hermanos, fue educado en las labores de la agricultura, tradiciones y valores propios de su familia, sobresaliendo entre ellos la religión y los muy famosos mitos y leyendas de aquellos años de 1965.

A la edad de 10 años, Alejandro respetaba y temía a estos mitos y leyendas, ya que en ese tiempo se consideraban como fuertes y tormentosos castigos que sucedían cuando alguien no respetaba debidamente la religión.

En muchas ocasiones, las personas que antes vivían aquí comentaban si a alguna persona desgraciadamente se encontraba con personajes como: El Dueño del Monte, El Cadejo, Los Duendes, La Llorona, La carreta sin bueyes, El Padre sin Cabeza, La Tule Vieja, La Segua, El Perro Blanco o algún otro de tantos representantes de estas leyendas que sea como sea atormentaban a aquellas personas que se salían de los buenos caminos, o sea, los caminos de Dios.

Alrededor de los años 1971 y 1972, Alejandro con la edad de 17 años trabajaba en el campo con su padre, procesando caña de azúcar en el trapiche de bueyes o sembrando y cosechando café en un apartado de tierra para la venta y consumo de su familia.

Un día trabajando en su cafetal, haciendo la limpieza del mismo y dándole mantenimiento, escuchó unos ruidos extraños, esto le pareció muy raro porque estaba sólo en el lugar. Al rato de estar en su oficio divisó a lo lejos un bulto pequeño, oscuro pero con un poco de blanco grisáceo que se dispersaba por el lugar. En un momento la forma desapareció de su vista, pero de pronto se percató que una cosa mediana que le llegaba a la altura su cintura, con cabellos grises y ropajes rotos y sucios, arrastrados por el suelo, manos sucias, piel arrugada y un gesto de muerte, estaba junto a él, gimiendo y tratando de tocarle. Alejandro al ver a la famosa y temida Tule Vieja casi ni pudo moverse del susto. Sin embargo así como esta llegó, así desapareció.

Fue un momento aterrador para Alejandro, quien hasta pocos minutos después fue que recuperó el aliento y se marchó del lugar rogándole a Dios nunca más encontrarse con dicha señora. En esos momentos Alejandro no se imaginó lo que años más adelante le sucedería.

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En los años 1977 y 1978, ya él tenía de 22 a 23 años. Él y su hermano mayor Isaías, comenzaron a visitar algunas amistades en el centro de Jaris, pero ellos ya sabían que tenían una hora fija para estar en la casa; ya que su padre era muy estricto y si no llegaban a esa hora impuesta el castigo que les esperaría no era muy grato, aunque ellos ya fueran mayores de edad, no la pasarían muy bien si no cumplían con lo estipulado por su padre.

En este mismo año, en la pulpería de Doña Rosario, se comenzó a jugar caratas apostadas entre los vecinos, amigos y conocidos de los alrededores del barrio El Pito, donde vive Alejandro y su familia. Éste casi no jugaba, asistía a la pulpería a ver dichos juegos y solo de vez en cuando lo convencían de jugar una partida, pero aunque ya sabía que a las 7 p.m. tenía que estar en su casa una noche se dedicó tiempo y jugó 2 o más y se le pasó la hora de irse. Cuando se enteró que ya era tarde dijo: - Buenas noches, ya me voy - y salió del lugar con paso apresurado.

Al caminar un metro de la pulpería divisó un cachorro negro en la calle, al seguir caminando el animalito se dispuso a caminar junto a él. A Alejandro le parecía que el perro crecía cada vez un poco más, lo miró nuevamente y lo espantó; pero cuando continuó caminando este animal volvió a su camino y su tamaño era ya el doble. Cuando Alejandro estaba ya a 500 metros de su casa el perro ya medía un poco más de 50 cm y sus ojos contrastaban con un color rojo marrón como encendidos con un tizón.

Lo más malo era que conforme Alejandro caminaba y se acercaba más a su casa, el animal crecía mucho más y era más cercano el sonido de unas cadenas arrastrándose por la calle; en un momento el sonido rompió cuando un aullido resonó en su espalda. El corazón de Alejandro quería salirse de su pecho, nuevamente miró hacia atrás y el dicho animal ya medía casi el doble de su estatura, con los ojos rojos y brillantes como una estrella en luna llena. Alejandro estaba a 100 metros de su casa y en un momento desesperado rompió a correr aunque sus fueras eran en vano, ya que a pesar de su impulso sentía que sus pies eran muy pesados y que el camino se extendía de manera que nunca llegaría a su casa y cuanto más corría, más grande se hacía el animal negro de ojos rojos.

Para cuando logró llegar al patio de su casa el perro era más alto que la misma casa y como llegó corriendo tumbó la puerta de un golpe y éste cayó en la sala, al voltearse miró a la enorme criatura inclinada mirándolo fijamente a los ojos y el sonido de cadenas y el murmullo del viento se unían para hacer de aquella la noche más aterradora de su vida, no sabe como, ni cuando se quedó dormido.

Al otro día lo encontraron sus padres y hermanos tirado en la sala con la puerta bajo él, temblando y sudando frío. Al levantarlo soltó a llorar y a contar lo sucedido en la noche.

Sus padres le dijeron: - Eso le pasa por no obedecer a sus padres, por andar jugando y no tener temor de Dios y Éste le mandó al Cadejo para que deje de jugar y llegar tarde a la casa -. Desde ese momento Alejandro cada noche llega a las 6 p.m., reza el rosario y luego a acostarse a dormir y no pensar en lo que pasó para no tener alguna pesadilla. Al pasar los años escucha acerca de lo que a varias personas les ocurre por no hacer caso a sus padres o por el simple hecho de no hacer lo correcto; de cómo algún personaje les jugaba una mala

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pasada, aunque muchas veces en la noche, él mismo escuchaba el llanto inconsolable de La llorona, los gemidos de la Tule Vieja y el aullido del Perro Negro que lo escoltó aquella noche hasta su casa, cosa que nunca podrá olvidar, pero que le sirvió de lección para nunca más desobedecer a su padres ni a las cosas que le enseñaron.

En el año de 1986 Alejandro se casó con Aracelly Alvarado Sandy y comienza una nueva vida solo con su esposa, añorando tener una linda familia y haciéndola partícipe en su vida y ella en la suya. Ellos hablan de sus vidas y de lo que de ahora en adelante juntos querrán hacer.

Hoy en el año 2006, Alejandro y Aracelly con 51 años de edad tienen una vida plena, llena de amor, con dos hijos: Iveth Alejandra y José Alejandro de 19 y 16 años. Todos comparten la unión familiar y también han sido fieles testigos de las historias de vida de su padre y esposo, porque gracias a Dios don Alejandro mantiene una buena memoria y nos ha compartido sus relatos a mi madre, mi hermano y a mí, quienes estamos muy orgullosos de esa gran persona trabajadora, humilde, sencilla, honrada y responsable que siempre ha sido. Y es por eso que yo me he dedicado a escribir este relato de lo que fue una parte de la vida de mi padre que hoy, mañana y siempre agradeceré a Dios por darme la gran dicha de ser su hija. Y finalmente me despido.

Redactado por:

Iveth Alejandra Rojas Alvarado.

Jaris de mora. 2006.

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CUENTO: LA BATALLA DE GUAYANQUÉN.

Autora: Joanna Mora Solano Cantón: Santa Ana

Entre los pastos guayanqueníes, se ven como turbulencias las cabelleras agitadas de Tepey, Naja y Guyumé, sus sonrisas cortan el viento de aquellas tierras, bautizadas por innumerables ojos de agua y germinadas con el sustento diario de su pueblo, salido de sus propia tierra y consentido por la buena mano de los indios, Tepey y Naja son hijos del cacique Umáh, querido y admirado por su pueblo, Tepey está destinado a ser su sucesor, la tradición así lo dicta y Naja será la esposa de algún hombre de confianza de su padre y cuidará a los hijos que procreen, el padre de Guyumé es un jefe de combate, lleva constantemente a su hijo a los entrenamientos, el niño disfruta enormemente, juega con los puñales y los arcos a la puntería, es así como luego enseña a sus amigos y juegan a las batallas y cacerías.

Tepey busca siempre la compañía de Macai, un viejo agricultor que le ha enseñado a preparar la tierra en luna nueva y a sembrarla en cuarto creciente, el niño deja caer de entre sus deditos las semillas, en cada uno de los orificios que Macai ha hecho y las cobija con mucha soltura, pidiéndole al Dios de la Tierra, que esa sea una buena cosecha, el viejo solo lo mira...

Naja prefiere jugar con Guyumé, para ella es más entretenido disparar los arcos y cortar las nubes con sus flechas de hierro, montan a caballo por los pastizales y planean estrategias para huir en caso de que los enemigos ataquen, se revela contra las actividades propias de su linaje y detesta los vestidos bordados en oro con enorme pedrería, Rina, su madre se siente preocupada de no poder doblegar la voluntad de su hija, no pareciera ser una digna representante suya y no sabe si sabrá ocupar el lugar que le corresponde como hija del Cacique Umáh.

El cacique, ya ha percibido las inclinaciones de sus hijos y no permitirá que su familia pierda el aplauso de su pueblo, además no perderá el linaje que por años han conservado sus ancestros, ser cacique es una bendición de los dioses, que les prometen una muerte indolora y llena de honor. Según cuentan, cuando su abuelo murió, dos aves azules se llevaron su alma colgada entre sus patitas y desaparecieron entre las rocas de una montaña, haciendo llover y llenando los pastizales de verdor, ese año la cosecha fue espléndida.

Cruzando el mar, se encuentra la tribu de los georgenitas, especialmente guerreros, que han deseado por generaciones conquistar a los guayanqueníes, sus tierras tan fértiles, que no se comparan a las suyas tan arenosas y llenas de sal, son la envidia de este pueblo tan bélico, que no desea más que aumentar su riqueza, aunque sus arcas están repletas de tesoros adquiridos en guerras ganadas. El cacique Umáh, tuvo la visión de que esta tribu invadiría la suya en un futuro no muy lejano y esto le preocupaba frecuentemente, tenía que prepararse para el enfrentamiento y proteger a los suyos.

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Un buen día, contempló Umáh a su hijo, estaba trabajando al sol en los campos verdes y llenos de luz, se dio cuenta de que el muchacho era como una de esas rocas que se ven a lo lejos en sus montañas, fuerte y lleno de vigor, era extraño como unos días atrás apenas era un niño montado a su espalda, pensó que talvez el contacto con la tierra le había vitalizado y hecho crecer de esa forma tan rápida.

Por otro lado, Naja ya era una mujer, todavía no usaba sus trajes de gala, pero sus caderas eran anchas y sus pechos grandes como su madre, estaba lista para procrear.

Así que, Umáh decidió pedirle al padre de Guyumé, que entrenara a su hijo en el combate, pronto podría necesitarle, además Tepey iba a ser cacique y todos los caciques saben de guerras y batallas. También pidió a su esposa Rina, que preparara a Naja para el matrimonio, era preciso que conociera de sus obligaciones como esposa y que hiciera una serie de rituales que requerían bastante tiempo, él se encargaría de buscar un marido apto para ella.

Pronto la vida de ambos cambió, con sumo descontento, Tepey cambió sus instrumentos del trabajo en el campo por los de combate, aprendió a defenderse y a atacar, a usar puñales, espadas y arcos de flecha, en ocasiones imaginaba estar en el campo sintiendo el sol en su espalda y la tierra en sus manos, el olor de la tierra, era diferente al que emanan los cuerpos cuando sangran por alguna flecha o cuchillo encarnado, no germinaban los tallos con fruta, ni brotaban hojas de la tierra, no habían canto de yiguirros al aproximarse la lluvia, ni murmullo de los ríos, ni quietud de la laguna. Un día se percató de lo infeliz que era, de la forma en que había empezado a apretársele el pecho cada mañana de entrenamiento, se percató de que las aves eran más felices que él, volaban libremente sobre los campos y se bañaban en los riachuelos, mientras él, luchaba fuertemente contra su opositor.

Naja, no dejaba de reclamar por su matrimonio, escapaba cada vez que podía y pedía a los dioses, alguna enfermedad que la alejara de las danzas para la fertilidad y los baños en luna llena.

Se había corrido la voz, hasta llegar a oídos de los georgenitas, que los hijos del cacique, se estaban preparando para la madurez, que Tepey estaba aprendiendo la sabiduría de la lucha, que además era buen guerrero, muy acertado, buen dirigente y contaba con el respeto de los suyos, sus enemigos sabían que no era buen momento para atacar.

Pero un día sucedió la desgracia... no calculó Tepey el alcance de aquella flecha que llegaría a herirlo casi mortalmente, causándole altas temperaturas y un sueño en el que cayó profundo... era como caer de un precipicio sin fin, empezó Tepey desde su inconciencia a ver imágenes de su vida flotar; su vida en el campo, el viejo Macai, los días soleados, las tardes lluviosas, la joven que hacía vasijas de barro para acarrear agua, había llegado casi a olvidarla, aunque era incontenible la risa nerviosa que le provocaba cuando la sentía cerca y además recordó el bienestar, la sensación de libertad, la satisfacción que le generaba esa vida de campesino, no se sentía como atrapado en un cuarzo blanco, contrario a sus días de entrenamiento.

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No dudaron los enemigos en atacar Guayanquén, apenas supieron del estado de Tepey, sabían que el cacique estaría como muerto en vida por su heredero y una noche sin luna, entraron a sus costas, burlando la tranquilidad de los habitantes que dormían plácidamente, y se esparcieron por todo el lugar, pronto empezó la batalla, guayanqueníes y georgenitas enfrentados, unos para conquistar, otros para conservar lo suyo, sin embargo parecía difícil pelear sin estrategia y sin mando... a los días, la tribu de la tierra fértil, estaba marchita y sin aliento.

Fue por el mismo caos que nadie notó la ausencia de Naja, quien al lado de su inseparable compañero Guyumé, se puso al mando de su tribu, los que la pudieron contemplar luchar tan fuerte como cualquiera de ellos, cada espada en el pecho, cada flecha acertada, cada enemigo muerto, era un niño más, un anciano más, una madre más que recobraba su libertad y sus sueños, y fue así, como con grandes dificultades la tribu pudo expulsar a sus invasores enemigos de su tierra. A los días el pueblo parecía ir recobrando su equilibrio y sus habitantes la conciencia de un pueblo libre, cada uno sabía lo que su alma quería hacer de su vida. Tepey, por fin recuperado, había decidido continuar con su lazo íntimo con la Tierra, que lo protegía de la tristeza y la insatisfacción, tenía el espíritu de un pajarillo liberado de su jaula y la compañía de quien calmaría su sed, cuando el calor fuera insoportable. Naja, al lado de Guyumé, no cesaría de sus entrenamientos y sus luchas, y su padre no tendría más remedio, que aceptarle y nombrarle su heredera, aunque los dioses le negaran los privilegios prometidos.

El sol siguió saliendo todas las mañanas en el Guayanquén, la lluvia siguió cayendo por las tardes y la luna figuró por las noches en el cielo estrellado, las viejas generaciones fueron dando lugar a las nuevas y la sonrisa de aquellos personajes siguió cortando el viento, algunas veces por el nacimiento de un hijo, otras veces por las chispas de que sacan de lo cotidiano y otras simplemente por la alegría que da tomar el camino correcto, el camino del destino que cada uno lleva trazado en la palma de su mano.

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EL BOYERO ESCAZUCEÑO

Autor: Enrique Morales Hidalgo Cantón: Escazú

Por el cerro e la ventoleravan bajando los boyeros,con sus carretas pintadasy luciendo sus aperos. Los boyeros escazuceñosno se cambian hoy por nada,al ver cumplidos sus sueñosla yunta bien aperada. Bueyes bayos y barcinoscacho al tiro, cacho bajo,muy buenos para el trabajoy orgullo del campesino. Socale bien el barzónporque ya vamos bajando,ponele traba a las ruedasque te van atropellando. Unos van con sus cureñascargaditas de madera,y al lado e la carreteraestán las escazuceñas. Agarrate del buey viejoy yo te arreo el novillo,pa que salvés el pellejoPor si se salen del trillo.

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JACINTO Y JUANA

Autor: Enrique Morales Hidalgo Cantón: Escazú

En un pueblo de Santana, por cierto un tanto alejado,dos muy buenos campesinos, que mucho habían trabajado,emprendieron el camino, con rumbo a la Capitalpara pasarla mejor, de cómo la habían pasado. Le dijo Juana a Jacinto, no se si en serio o en broma:Yo las uñas me las pinto,con esmalte con aroma, ¿te gustan así. Jacinto?¿cómo me van a gustar? aunque lo digas en broma,si eso mucho tiempo toma, ¿hoy no vamos a almorzar?Juanita, ¿por qué has cambiado? ¿a quién vas a impresionar?A mi eso no me ha gustado,¿dónde aprendiste esas mañas?Hoy no vamos a almorzar por pintarte tus pestañas.Diay Jacinto en la ciudad hay que arreglarse a la moda,te cuento sin vanidad que me dicen “doña toda”.Juanita, no se que hacer ¿para qué te traje acá?Volvamos de nuevo al campo, a nuestro diario quehacer,a cuidar las gallinitas, el cerdo y nuestra vaquita.Jugaremos lotería, talvez pegamos, ¿quién quita?Pues yo al campo no me voy, yo no quiero regresar,es muy linda la ciudad, ya me voy a concertar.Jacinto quedate aquí, si hay trabajo para vos,te metes de “Chapulín” y así comemos los dos.Pero ¿cómo se te ocurre? Que yo me ponga a robar,me agarra la policía y a la cárcel voy a dar. Camisa blanca pa licho, la merco de buena tela,diay, como usté bien ha dicho, por si acaso va a la Escuela,pa Nicasio una carreta, que yo se la voy hacerpa que juegue y usté sepa que buen bueyero va ser,pa Chepe pantalón largo y con bolsa a los dos laosansina no pierde el vuelto, cuando va hacer los mandaos. Se dio cuenta usté, lo quiso Chepillo?Pero vía qué güila, ese confitero,enaidas lo coge el toro, por métese en el potrero,

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yo le dije que no juera, quédese en el corredorvía que por no haceme caso, le podía pasar lo pior. Y supo lo de Nicasio, que iba por los callejonescon un gran dolor de panza y juertes retorcijones?Jué que tomó algún purgante, o que tiene alguna pega?Sobalo hasta onde aguante, y que corra palla juera.Y si no se compusiera, dale leche de targuá,es muy buena, usté viera, pa quítale la diarrea. Si quiero que nos juntemos, pos ya mucho hamos hablao,pero que nos respetemos y nunca venga tarriao.Los seis meses en licor, ya los he dejao atrás,hoy sólo le ofrezco amor y con yo feliz serásvía que yo le ofrecí a usté:Rancho, gallinas y cabra, pos yo si soy de palabra, y nunca la dejaré.

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EL ÁRBOL GRUÑÓN

Autora: Libia María Montero Umaña Cantón: Santa Ana

Cierta vez dos yigüirros que volaban por un bosque se encontraron. Se conocieron, se contaron sus penas y luego de escucharse el uno al otro, y después de varios días de conocerse decidieron formar una familia.

Acordaron invitar a todos los pajaritos y animales del bosque a su boda y empezaron los preparativos.

Una tarde la dedicaron a pensar cuál sería el mejor lugar para vivir y criar a sus hijitos. El lugar que querían debía ser un maravilloso bosque donde hubiera bastantes flores, mariposas, un río y sobre todo un árbol bien frondoso con sus ramas bien verdes y que diera buenos frutos que fueran alimento seguro para su familia.

¡Es difícil!- dijo la yigüirra,- pues el hombre no cuida la naturaleza, ellos cortan los árboles, contaminan el agua, tiran basura por todas partes y no enseñan a sus hijos a cuidar su mundo y los niños nos maltratan, nos encierran en jaulas muy bonitas pero nos quitan la libertad que es lo más preciado para nosotros.

Luego de buscar en el bosque encontraron un árbol como el que ellos querían, verde, alto, con las ramas llenas de hojas.

Así, entonces fijaron la fecha para su boda.

Cuando decidieron hacer su nido encontraron que en éste árbol vivían un oso, una ardilla, y varios animales más. El oso les dio la bienvenida, lo mismo que la ardilla y los demás animales, pero advirtieron a la pareja de yigüirros que el árbol se estaba volviendo muy gruñón, que de todo se quejaba y que por lo tanto todos los animales debían abandonarlo y buscar otro árbol para vivir.

Así pues, todos los animales tuvieron que instalarse en otros árboles, pero para entonces los yigüirros ya tenían dos huevos en su nido y tendrían que esperar a que nacieran sus hijitos. Pero apenas nacieron los pajaritos también la familia de yigüirros tuvo que abandonar el árbol.

El árbol quedó muy tranquilo por un tiempo, pero como en la vida todo se paga, las termitas hicieron su aparición y empezaron a poblar el árbol, haciéndole más daño del que le hacían los otros animales.

Cuando el árbol gruñón se dio cuenta, las termitas lo estaban devorando. Sólo así pidió ayuda a los animales del bosque para que lo libraran de la plaga que lo estaba matando.

Todos los animales y pájaros del bosque acudieron al llamado del árbol y por fin ahuyentaron a las termitas. Fue entonces que el árbol se dio cuenta de que necesitaba de los demás. Se volvió más amigable e invitó a todos los animales a vivir en sus ramas.

Libia Mª Montero Umaña

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ES SOLO UNA NIÑA

Autora: Ana Isabel Soto Quirós Cantón: Escazú

Prologo

Este relato no es uno más de muchos., que sobre el tema de la guerra civil de 1948, se han dado a conocer en los últimos años sino más bien es el resumen de una experiencia vivida por una niña de nueve años.

La experiencia que pude constatar fue sin duda, conmovedora, infeliz y aleccionadora.

Digo conmovedora porque la vivió una niña de tan solo nueve años. Infeliz por los muchos e ingratos recuerdos que pudieron haber marcado para siempre la vida de esta niña. Y aleccionadora, porque esta niña, hoy adulta, aprendió a valorar lo que es vivir en paz, en justicia, y en una verdadera democracia.

La Historia.

Esta historia ocurre en un pequeño y hermoso país cuya superficie no supera los 52.000 kilómetros cuadrados.

A pesar de ser un país tan pequeño territorialmente, no limita en ningún sentido la amplia y espontánea personalidad de sus habitantes, con sus raíces y costumbres muy arraigadas, además de contar con una riqueza invaluable en su biodiversidad.

Fauna Flora y Vegetación.

Con el fin de preservar la fauna y flora original de este pequeño país se han creado 28 áreas que comprenden una superficie de 524.917 hectáreas; es decir, el 10.27% del territorio total.

Estas áreas protegen 12.000 especies de plantas, 848 de aves, 361 de anfibios y reptiles y 237 de mamíferos.

Por otro lado los parques nacionales y las reservas mantienen intactos los elementos de interés geológicos: (Volcanes» aguas termales, cuevas).

Valor panorámico: (Playas, cascadas).

Importancia histórica o arqueológica: (Campos de batalla, yacimientos de restos precolombinos).

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De interés conservacionista: (Las playas donde desovan las tortugas marinas y existen arrecifes coralinos, o las islas donde anidan colonias de pelícanos y tijeretas de mar).

Todo lo anterior en conjunto viene a conformar todos los elementos necesarios para considerar a este pequeño país, como un “paraíso” adornado además con una de las democracias más sólidas de América Latina.

Conchita.

Nuestra protagonista a quien llamaremos Conchita, nació en un lugar muy humilde siendo la tercera de cinco hijos. Por razones que no vienen al caso mencionar aquí, Conchita y su familia tenían que vivir con los padres matemos, o sea, los abuelitos de Conchita, que ya de por si eran una familia numerosa contándose seis hijos, madre y padre.

Don Gustavo.

El abuelo de Conchita a quien llamaremos Don Gustavo, administraba una finca con una muy grande y vetusta casa en donde habitaba toda la familia. Don Gustavo era una persona ana de ojos celestes Tes muy blanca, pelo canoso muy escaso, de contextura gruesa, muy humilde y bondadoso con un espíritu de servicio innato.

Sus seis hijos trabajaban para el gobierno de turno, desempeñando cada uno distintos puestos de acuerdo a su rango militar, pues en ese tiempo existía el ejército. Asi, uno era Capitán, otro Cabo, teniente, y hasta un Coronel, y el de menor rango era Chef en la escuela de policía.

Don Gustavo en su tiempo libre se dedicaba a hacer mandados de y para el cuartel, dándose a conocer entre todos los militares y empleados del gobierno al punto que el señor Presidente de esa época, escuchó hablar tanto de él, en donde se destacaba por su honradez y servicio a los demás, que se lo llevó a trabajar con el, como uno de sus guardaespaldas, ocupación que podía desempeñar sin menoscabar a su otro trabajo como administrador de la finca.

La Finca

La finca donde vivían Conchita y su familia era muy extensa. Estaba sembrada de pastos, caña de azúcar, café, y árboles frutales además de sendos potreros con algunos caballos, mulas y carretones, entre los que se encontraba una volanta o coche tirado por caballos.

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La Casa.

La casa de Conchita era antigua pero muy grande en donde la familia vivia cómodamente, la abuelita le encantaban las plantas y las flores por lo que poseía un hermoso jardín, que ocupaba el frente y el costado de la casa con flores multicolores como:

Nomeolvides, miramelindo, camelias, azalias, margaritas, rosas, claveles, nardos, petunias, y hasta las sencillas violetas que perfumaban el ambiente. Por la gran variedad de flores y árboles frutales que los había de naranjas, limones dulces, limones agrios, nísperos, mandarinas, jocotes, guayabas etc, abundaban las mariposas de bellos colores y no menos hermoso los pájaros que anidaban en las ramas de los árboles y cuyos cantos y trinos daban la sensación como de estar en un lugar encantado...

Juegos sanos y felices.

La vida de esta familia en la finca transcurría tranquila, apacible y Conchita junto a sus hermanos y primos hermanos disfrutaban con sus juegos y ocurrencias.

Recurriendo al ingenio fabricaban ellos mismos sus propios juguetes. Así fue como inventaron una especie de “trineo” con algunas reglas de madera, a la mejor imitación de los usados por los esquimales en el polo norte, y en cuya parte inferior le ponían candela para que resbalase en una pendiente que tenia el potrero, y con soto un empujón se deslizaba hacia abajo riendo a carcajadas. Luego se tumbaban en el zacate a buscarle formas a las nubes. También se deleitaban subiendo a los árboles frutales, pero especialmente a los de guayaba (fruta tropical e sabor agradable), cuya pulpa es usada en la elaboración de mermeladas. Cuando comían dicha fruta hasta mas no poder tomaban las más pequeñas y se hacían “guerra” unos a otros; por último al bajarse del árbol escogían la rama mas larga para “bracear” (deslizarse con los brazos uno a la vez) hacia la punta de la rama y dejarse caer.

Otras veces los hermanos mayores de Conchita, enlazaban un caballo a la volanta y daban un extenso paseo por la finca, haciendo las delicias de todos.

No menos divertido era ir a jugar de “asita”a una cueva que habían cavado entre todos debajo de la pendiente de donde se deslizaban con el trineo. Los niños habían logrado darte cierta dimensión a la cueva en cuyo interior pasaban largos ratos contando historias. Cuando a alguno de los niños se le ocurría contar historias de miedo era cuando salían corriendo para la casa.

Como ya sabemos Don Gustavo el abuelo de Conchita trabajaba para el gobierno de turno, y al mismo tiempo administraba la finca donde vivían, por lo que no eran ajenos a envidias; insultos y frases sarcásticas de los vecinos que los adversaban en política, y aunque nuestra protagonista era apenas una niña le afectaba emocionalmente, mas aun cuando empezaron a causar daños en la propiedad, destrozando la cerca, apedreando la casa o lanzando “bombas caseras”.

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A partir de ese momento, la vida de los integrantes de la familia protagónica en la finca cambió paulatinamente, el peligro acechaba, ya no podían divertirse tanto. Entonces optaron por ayudar en las labores de la casa, a escuchar los cuentos de la abuela, y a hacer sus labores escolares. Sin embargo al persistir esta situación, don Gustavo se vio obligado a pedir protección al gobierno por la responsabilidad que tenía respecto a la finca, pero sobre todo para proteger la integridad física de su familia.

El gobierno le asignó dos guardias que se turnaban entre sí: Uno de 6pm a 12 media noche y el otro de 12 media noche a seis de la mañana, con sus respectivas armas y municiones que se guardaban en un lugar seguro durante el dia. La familia de Conchita estaba mas tranquila, pero solo en parte, pues los vecinos se enojaron mas aun o quizás los corroía mas la envidia.

La Guerra Civil.

En el mundo hay cambios, evoluciones, progreso, retroceso, fenómenos naturales, desastres naturales, etc. Algunos de estos desastres son ocasionados por la mano del hombre, como son las guerras los atentados terroristas, secuestros, etc y que personalmente los podría definir como la manera mas brutal de solucionar cualquier mal entendido entre personas y países.

En el caso que me ocupa no fue la excepción: Una serie de irregularidades en el proceso electoral del año 1948, como la suspensión del conteo de votos, destrucción de documentación y la petición de nulidad de las elecciones presentada ante el congreso de esa época por un político de prestigio, provocaron acusaciones de fraude contra el partido en el gobierno.

Todo ello desembocó finalmente en la guerra del año 1948.

El sufrimiento de una Madre.

Como ya se ha mencionado, Conchita tenía una familia numerosa. Cuando estalló la guerra sus tíos debieron ir al campo de batalla, a excepción del tío que era Chef en la escuela de policía.

La abuelita de Conchita sufría mucho por sus hijos que se encontraban combatiendo.

En cierta oportunidad, y haciendo valedero el adagio de “no hay corazón traidor a su dueño” la abuelita no podía conciliar el sueño, estaba tensa y angustiada, por lo que quedó rezando y el resto de la familia se fue a descansar.

En las primeras horas de la madrugada se escuchó un claxon frente a la entrada de la finca causando un sobresalto y grito de la abuelita que dijo:” Ahí va uno de mis hijos herido...” y afectivamente así fue. El Que tenía rango de capitán fue herido en combate, una bala se le alojó frente al oído izquierdo pero sin consecuencias que lamentar.

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Así pasaron los días, que para el sufrimiento que agobiaba a la abuelita se le hacían eternos, esta situación influyó en el deterioro de su salud. La espera era larga. Era morir un poco cada día sin embargo la fe en Dios y sus oraciones le dieron fortaleza y el señor preservó la vida de sus hijos.

Fin de la Guerra.

Cuarenta y dos días duró la guerra, suficiente para desestabilizar las bases en materia social, política y económica de cualquier país.

Fue entonces cuando comenzó “la verdadera guerra” para la familia de Conchita, pues el conflicto había sido ganado por los adversarios políticos de esta familia.

Hostigamiento.

Como fue descrito arriba los vecinos de esta familia buscaron la manera de perjudicarlos.

Desfile de la Victoria.

El desfile de la victoria lo encabezaban grandes tanque de guerra blindados, con la bandera del líder ganador y mucha música. Necesariamente debían de pasar frente a la finca.

Una de las vecinas que le tenía mala voluntad a la familia de narras se paraba frente a los tanques haciéndoles señas para que se detuvieran y lo consiguió.

El objetivo de esta mujer era congraciarse con los ganadores diciéndoles que en la finca del frente había armas además de ser colaboradores del grupo perdedor.

Primera Patrulla.

Enrumbándose hacia la finca, hacían señales para que se les abriera el portón de entrada. Se les abrió, sitiaron la casa y pidieron requisar pues la información era que había armas.

Efectivamente, les dijo la abuelita, se las voy a entregar y al hacerlo, le preguntaban porqué las tenía, a lo que ella respondió: Hemos tenido que soportar actos vandálicos contra la propiedad, y para preservar nuestra familia, se han puesto dos guardias nocturnos.

La respuesta no convenció a la patrulla por lo que hicieron algunas preguntas como: Donde están sus hijos?, en que trabajan? etc... Registraron todas las habitaciones y se fueron.

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Segunda patrulla.

Cual no sería la sorpresa de esta familia al comprobar por la tarde que otra vez deseaban entrar a la finca, otros soldados distintos, pues la misma vecina se encargo de dar las mismas versiones anteriores. Así fue como al abrírseles el portón fueron un poco mas audaces pues sacaron hacia el frente a toda la familia, en este caso a los abuelos, tía con sus tres hijos, a la madre de Conchita con sus cuatro hijos, en total siete niños.

Una vez que sacaron a toda la familia sitiaron la casa y con sus ametralladoras abrieron fuego hacia el cielo raso suponiendo que los tíos estuviesen escondidos ahí.

Al formarse de nuevo y subir a la patrulla le pusieron un arma en el pecho al niño menor de cuatro anos para que dijera donde estaba su padre.

Aquel pequeño denotaba en su carita estar aterrado, no tanto por el arma en su cuerpecito sino por las duras palabras del soldado, con un léxico soez.

Don Gustavo fue torturado delante de la abuelita y los niños para que dijera donde estaban sus hijos. Por fin a no conseguir lo que buscaban se marcharon...

Una vez en la casa toda la familia comenzó a rezar pidiéndole al señor que ya los dejaran en paz que no volvieran mas y trataban de descansar pero sus nervios no los dejaban conciliar el sueño.

Tercera patrulla.

Al amanecer de un nuevo dia, la familia estaba reunida desayunando, cuando un ruido estruendoso les hizo brincar su corazón.

Esta vez no pidieron que les abrieran, ellos con un tanque de guerra botaron el portón y entraron. Entraron hicieron las mismas preguntas solo que mas violentos, se metieron a los dormitorios y con la culata del rifle levantaban los colchones siempre buscando armas.

Toda vez que registraron la casa sacaron a la familia al frente y con ametralladora dispararon a la cocina y todo lo que había en ella. La comida quedo esparcida en el suelo, los sillones y todos los muebles de la casa y como si fuera poco destrozaron el jardín, luego se dispersaron y le dijeron a la familia que volvieran a entrar para protegerse de la lluvia que había comenzado a caer.

Pasaron las horas y los niños se asomaron a la ventana para ver si ya la patrulla se había ido, al no ver a nadie decidieron dar una vuelta por los alrededores con el fin de buscar a su mascota llamada Canela.

Pasó el tiempo y los niños no regresaban, entonces Conchita por indicación de su mama fue acompañada de una prima a buscar a los niños y a la mascota.

Una vez fuera de la casa Conchita le aconsejó a suprima buscar una por un lado la otra por el otro.

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La Cueva.

Así fue como al pasar Conchita frente a la cueva que le servía para sus juegos de casita, fue arrastrada hacia adentro por alguien que le tapaba la boca.

Conchita no podrá olvidar nunca esa persona con traje de fatiga, una gorra caqui en su cabeza y sus ojos cubiertos por unos lentes bastante gruesos que hacían de su cara algo grotesco.

La intención de este soldado era muy obvia, y cuando casi lograba quitarle su ropa intima apareció el tío Chef que solo pudo llegar hasta la cueva en su frustrada huida. Al salir de su escondite se abalanzó sobre el soldado que había dejado su arma en el suelo, pero al rodar logró tomar de nuevo el arma y dar culatazos al tío Chef que sangraba por nariz y boca y quien gritaba a Conchita que corriera hacia la casa pero esta estaba petrificada, parecía que se le iban salir los ojos, de pronto reaccionó y comenzó a correr a todo le que le dieran sus piernas, pero una nueva desgracia se iba a suscitar, delante de ella corría un viejito que caía y se levantaba con gran esfuerzo ya que detrás de él le disparaban en sig sag como divirtiéndose de verlo caer, cuando logró entrar a la casa de Conchita se metió al dormitorio de la abuelita debajo de la cama y hasta ahí fue perseguido, disparándole toda una ráfaga de ametralladora quedando su carne y sangre dispersas en la pared.

A partir de ese momento para Conchita todo fue confusión y lamento pues sufrió catalepsia y de momento su familia no podía prestarle ningún tipo de ayuda dada las circunstancias que estaban pasando.

Al caer la tarde la patrulla empezó a retirarse, no sin antes llevarse presos al tío Chef con su cara rota y hasta sin sus dientes delanteros, y al abuelito Don Gustavo a quien daban empellones para montarlo en la patrulla.

Antes de salir el que parecía ser el jefe advirtió a las mujeres que volverían en la noche y que no iban a respetar ni a mujeres ni a niños.

Al Exilio.

Las mujeres y los niños debieron salir para donde unos parientes que vivían en otra provincia solo con lo que traían puesto pues casi toda la ropa estaba inservible.

Curación de Conchita.

Una vez que la familia de Conchita se instaló en casa de sus parientes esta fue llevada a una clínica en donde fue tratada de su enfermedad por un eminente neurólogo y al cabo de dos meses ya se encontraba bien de su estado cataléptico; pero a partir de ahí fue una niña triste, introvertida y tímida. Sin embargo en su vida de adulta y gracias a sus valores de niña supo canalizar positivamente todo ese cúmulo de sufrimiento.

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Epílogo.

Por la responsabilidad de dar cuentas a Dios en su tiempo, y a la justicia del hombre en la historia es por lo que sale a la luz este relato, cuyo enfoque principal es el de profundizar -mas que en el contenido del relato en sí- en el propósito de evaluar a conciencia la trascendencia de una guerra civil, que a la postre sirvió para dar a luz el legado de que hoy disfrutamos: el trabajo en paz y libertad aunado a una de las democracias mas sólidas de América Latina.

Autora: ASOQUI.

Bibliografía.

Fuente de consulta:

Enciclopedia de Costa Rica

Su Historia, Tierra y Gente.

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LOS RANCHOS Y SUS GENTES

Autora: María Murillo Pérez Cantón: Mora

Nos contaba papá de las pobrezas de antes y los que ellos habían pasado. La mamá de él era una indita de aquí, de Pacacua, se enredo con un señor alemán y nació él; luego la dejó y se casó con otra señora. Y a él le decían alemán pobre y a nosotros los hijos nos decían también alemancillos pobres.

Luego a mamita o sea la mamá de papá, tuvo mas hijos, pero cada uno con su tata, seguro era calientita.

Ellos, un día tenían que comer y que beber, otros días no tenían nada, pues como estaban muy pequeñillos y lo único que comían eran quelites, o sea puntas de ayote, de chayote, tococos, toritos, era puro monte, algo mas que ajustaban, hacían una torta de huevo con masa y la hacían pedacitos y la echaban en la sopa, claro era riquísima y a cualquiera le sacaba la anemia, no crean a mi me toco comer igual, pero era rico, también comí mucha sangre de res, pero había que mañanear para ir al Rastro en donde mataban el ganado y los chanchos. Yo me levantaba a las dos de la mañana y me iba con una señora, había que llevar tarros u ollas para que se le echaran, pero si uno llegaba a las cuatro de la mañana ya no había nada. A la sangre le echaban cominos, orégano y chicasquil, pero sabía de lo más rica. Mientras uno andaba en el Rastro la mamá se echaba unas tortillas, y nos comíamos unos gallos de sangre con café, y jale para la escuela, ya bien llenos. Esta escuela sirvió de cárcel para una política y para un 31 de diciembre los echaron afuera después de la misa de 12 de la noche, yo lo cuento porque a mi papá ahí lo tenían preso; En una revolución hace 57 años, con el tiempo fue la Municipalidad de Mora, y, ahora es la escuela de enseñanza, muy bien hecho porque aquí venimos a aprender personas tanto mayores como muchachos y niños.

La vida de ahora es muy diferente a la de antes, comenzando por las casas, antes lo que había eran ranchos cerrados de palos de pichón, o sean itabo. También se les ponían madero negro y guachipelín, era bonito porque ahí retoñaban y echaban hojas. El techo era de paja o sea cabeza de caña, pero eran muy fresquitos, otros ranchitos se cerraban con barro las paredes y cuando habían periódicos se les ponían para cerrar alguna rendija, y cuando ya uno sabía leer un poquito, ahí se entretenía, preguntando por tal palabra, todo era bonito, los pisos eran de pura tierra y uno los rociaba y bien barriditos, daba gusto esos ranchos, lo que pasaba es que muchos se quemaban.

Bueno como los ranchos se cerraban con palos entonces había en ellos mucho chapulines, grillos, garrobitos, chicharras y según épocas chicharrones que eran muy grandes. Como entre las tres y cuatro de la tarde ya se oscurecía, más si llovía, entonces empezaban a cantar los chapulines y los grillos, aquello parecía una orquesta.

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La mamá de papá sufrió mucho porque antes se llevaban los muchachos para el cuartel, el otro no le gustaba el trabajo y de ahí le pegaba a mamita y le tiraba los platos de comida en los pies. Y una noche oyeron a tío dando gritos y se levanto mamita asustada y era el espíritu malo que se estaba llevando. Lo agarró el diablo de los brazos y lo estaba sacando por una rendija y empezó mamita a tirar agua bendita, escapularios, rosarios y medallitas, y nada, dicen que cuando vieron lo tenia en el aire y un humarascal y puro azufre, entonces invoco la Santísima Trinidad y el Santísimo, y lo ha dejado caer y de mala suerte cayó encima de las piedras donde cocinaban, claro todo quemado y aruñado, y hablar nada, no le salían las palabras, nada más hacía señas, que con cachos, como si le estuviera poniendo los cuernos. Eso le pasó por malcriado con la mamá.

Ahora alisten sal y limón ácido. Pongan atención lo que le pasó a papá y los hermanos. Como eran tan pobres nunca comían carne ni muchas cosas, y el día que había carne seguro era una fiesta. Y seguramente eran dejados también; como se les había caído el fogón, cocinaban lo que hubiera en el suelo. Un día se fue papá y los hermanos a pasear un ratito porque había luna, lo mas bonito. Entonces mamita tenía unos granitos de frijoles y como estaba sólita los puso al fuego, les echo culantro y unos guineos, apenas se medio cocinaron cogió un caldito, se lo comió y se fue a acostar, lo medio apago el fuego y ya cuando llegaron papá y los demás, como estaba tan clarito se sentaron por ahí y sacaron fríjoles, pero decían que sabían tan ricos y la carnita estaba muy rica, entonces dijo uno -¿de dónde cogería mamá carne si no había nada?; bueno se chuparon cuanto huesito salía en el caldo, y se acostaron bien llenos. Otro día a las cuatro de la mañana, los despertó el gallillo, y lo primero que se acordaron fue de la comida de carne y de una vez le preguntaron a la mamá que de donde había cogido carne para los frijoles: se devolvió mamita y les dijo -¿nonecos, estaban soñando o fue que venían borrachos?; pero como había uno malcriado se devolvió y le dijo – “ah seguro fueron los angelitos que nos trajeron carne, como somos tan buenacitos”. Entonces se arrimaron a la olla y la destaparon y por encima andaba los pellejos, los que no se habían cocinado bien, estaban como cueros. Cuando mamita vio solo dijo –“¡Alabado sea Dios, La Santísima Trinidad!, Qué es eso, me voy a morir de asco que cochinada, son sapos que cayeron en los fríjoles, temprano estaban cantando debajo de la cama, boten esa suciedad, me voy a arrojar, como decían antes”. El malcriado dijo –“Dios libre que los boten, como no están ricos”, metió una cuchara y le salió todavía un pedazo de manita y empezó a chapárselo, “que rico, hasta que están mantecosos de gordura”. A los días vuelven a comer de noche, otra vez hicieron un caldito de quelites, pobrecitos fue peor o casi igual, cuando comió papá él creyó que eran rollitos de quelitas y todo contentico se paró con el plato en la mano y le dijo a mamita- “que duras que están los rollitos de puntas y como que muy tostados”, entonces le dijo la mamá- “no, Rafael eran solo dos rollitos, uno se lo a su hermanito y el otro yo me lo comí, entonces con el tizón prendido alumbró el plato y eran dos chapulines juntos, seguro cayeron en la sopa y los agarró papá con la cuchara y allá fueron a dar –“Dios mío, me voy a morir del estomago, todos los mordisquié y creyendo que eran Quelites se Chupó toditas las patillas y se había tragado todo el jugo, claro ya no fue solo él, fue mamita también y empezaron para adentro y para afuera y va de arrojar; Decía papá que como no había interiores, ya el cerco no tenia por donde ir, ya usted sabe a que, hasta que le corría por las piernas, si sé arrecostaban las arrojadas les andaban por el pescuezo y el pelo, y a como pudo papá cogió un cuchillo y agarro aquellos

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palos que cerraban el rancho y no les dejo una sola hoja y decía – “estos palos tienen la culpa”; y de veras estaban llenos de chapulines, “que asquerosidad, yo me hubiera quedado sin tripas del asco”, pero los pobres sapos y los chapulines les toco más feo, morir como no imaginaron nunca, que los llegaran a cocinar y por igual los chapulines. Yo con solo escuchar estas historias me muero de asco, ahora los que comieron los sapos y se chuparon el jugo de las patas de los chapulines pobrecititicos, algo de nunca olvidar y ¿ustedes qué piensan?.

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ROSARIO DE MAYO

Autora: Laura Herrera Marín Cantón: Santa Ana

¡Buenas noches! -¿es por aquí el rezo? Si pero diay no han llegado ni la rezadora ni la música, bueno yo mientras tanto voy a ir a la pulpe a traer una carguita de leña. -¿Cómo una carguita de leña? -Bueno una caja de fósforos. - ¡Ah. -Bueno aquí esta es mejor que prendamos las candelas de una vez. -Pero usted cree que desde ahora, si faltan un montón, yo no veo casi a nadie, será que no es aquí. -Yo vi en la pulpe un rótulo y sí, dice que a partir de hoy empiezan en Pozos, los rosarios a las siete. -Mirá ahí vienen la señora que toca la guitarra y otras más. -¿Por donde será la cosa? -Dicen que vamos a ir a algunas casas donde hay ancianos enfermos.

-¡Hay vean ahí traen la virgen!

-¿Cómo están? ¡Buenas noches! ¿Hace rato que están aquí?. -No acabamos de llegar.

-Bueno vayan prendiendo rapidito las candelas. -Ve, se lo dije, que las fuéramos prendiendo con tiempo.

-Bueno, vayan agarrando algunas de ustedes, las andas y no vayan a estar con el cuento de que no quieren soltar a la Virgen, unas la llevan un rato y otras otro rato. -Bueno, ¿ya terminaron de prender las candelas?.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espirito Santo... Con gran naturalidad hicieron todas las oraciones de rigor, para iniciar el Rosario, sin un error, sin una pausa, sin una duda, llenas de devoción y como debe ser. Sin esperar oímos la voz; Primer misterio.

Entre cantos, oraciones y empujones, empezamos a caminar, nos metimos por un portoncillo, siguiendo a las expertas, que sabían donde vivían cada uno de los ancianos enfermos, seguimos por una entrada donde nos topamos con palanganas, ropa tendida, lavadoras y perros amarrados, que no dejaban de ladrar, hasta que llegamos a la puerta de la humilde casa de un “viejito”, ¡Aquí traemos a la Virgen!, díganle otra vez ¡Que aquí traemos a la Virgen!

Que conmovía más aquel anciano, o aquel grupo de corazón humilde y sencillo, no sé pero sentía algo en mi corazón, mi garganta y mis ojos.

-A ver caminen, salgan ustedes primero.

Segundo misterio...

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Ya empezamos a tomar conciencia, de que íbamos en grupo, algunas empezaban apenas a saludarse, empezábamos a acomodarnos, unas cerca de la música, otras cerca de la Virgen y otras atrás estratégicamente, mientras se ponían al día con los últimos acontecimientos familiares o del pueblo.

¡Hay! Ya se me apagó la candela

-Güila, dele una botella plástica a ella para que meta la candela de por sí usted ni la va a usar.- Pero ¿No se derrite?. -No, si ya le corté el fondo.- Pero, no puedo poner la candela pasa recto -Vea envuelva la candela con este pedacito de papel periódico, ahora métala y sosténgala del “joyetico” - ¿Qué? - Que la coja del “joyetico” -¿De donde - De aquí, donde se enrosca la tapa. Ah, es que estas botellas de refresco para todo sirven, yo les corto el fondo y ya, así volcada, queda como una lamparita. -¡Hay corra! ¿qué se hicieron? ya nos dejaron botadas. -Allá van apúrese. ¡Dios te Salve, Salve María, llena eres de gracia!...

¿Por cual misterio vamos?, -por el segundo,- ¿todavía?. A ver, no entren todas, solo las que llevan la Virgen, porque se hace un molote en la sala y además patean todo el piso.

Las otras desde la calle siguen cantando y rezando.

Dios te Salve, Salve María llena eres de gracia... Sigamos.

La calle se iba haciendo cada vez más ancha, al oír los cantos la gente se asomaba por las ventanas.

La Virgen adelante, algunos niños se adelantaban con las velitas.

-A ver, por aquí. Tercer Misterio, en la entrada de la casa, había un altar, una mesita y sobre ésta un mantel con un encaje y un bordado de unas flores, un pequeño florero con flores plásticas, todo estaba preparado para la visita de la Virgen. Abrieron la puerta, y con gran dificultad acercaron al altar a una anciana, ¿cuántos años podrá tener?, miles de arrugas en su blanco y sereno rostro, con una expresión de pureza, con alma de niña, al acercarse a la imagen junto sus manos y se hizo un silencio...

Un Dios te Salve, Salve María, salía de sus labios, un canto lleno de verdad de fé sin dudas, una entrega total, en su mirada vi verdad. No terminaba aquel instante, no sé en mí cuanto tiempo pasó.

_¡Cuidado con ese caño!, despacio. Yo no me movía, no quería, pero como todos venimos con todos y nadie viene con nadie, cuando me di cuenta estaba parada sola, entonces me apuré para unirme de nuevo al grupo.

Cuarto Misterio...

¡Hay pero que frío está haciendo!, yo que no demuestro mi fortaleza aguantando frío, siempre llevo con qué abrigarme, sin embargo respeto y admiro a quienes se animan a ir a una procesión en la noche, con vestido sin mangas. -Venga mamá, que se está muriendo de frío, coja mi brazo, yo la caliento-. Hay gracias.

Dios te Salve, Salve María...

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-Hay muchacha yo agarrada no puedo caminar, mejor voy a ir rapidito a meterme a la próxima casa.

-Hay mire se le está quemando la botella, no vé que la cancela está muy pequeña, mejor apáguela.

-Vengan por aquí, vamos para aquella casa. ¡Idiay! todos se metieron a la casa.- Diay, sí por el frío.

Desde afuera se oía la guitarra y las voces entonando una canción, que casi nadie se sabía la letra, pero todos cantábamos.

Quinto Misterio. -Agarre de ahí, y lleven la Virgen al pequeño altar cerca de la gruta, la que está en el “planche” del parquecito. -Es que aquí es donde el padre da la misa, mientras construyen una capilla.

Una colección de sillas nos esperaban, en el pequeño planché, donde terminamos nuestro rosario y descansábamos de la caminada.

¿Qué? ¿Qué pasó?- Tómese rápido ese sorbo de aguadulce y vámonos, no ve que aquellas están furiosas, porque ellas son las que le ayudan al padre y estas otras no pidieron permiso para hacer el rosario ni para usar el planché.- ¡Pero si estamos en el mes de mayo!

Pero si la Virgen pide oración.

Pero...

¡Regina Sacratísima, ora pro nobis!

Laura Herrera M.

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PÓLVORA Y JUEGOS PIROTÉCNICOSDE NUESTRO PUEBLO

Autor: Alberto Alpízar Villegas Cantón: Santa Ana

Destellos de luces, dibujos multicolores y constante sonar de pólvora. Sí, este es un indicador que hoy en nuestro pueblo las fiestas patronales y otras celebraciones, están en su mejor momento.

Desde décadas, esto ha sido un constante disfrute, de niños y grandes, aunque en el pasado se notaba estallido de bombetas, cachiflines y triquitraques, el torito, la bola de fuego y las ruedinas.

Algo sobre la pólvora

La pólvora es una sustancia explosiva utilizada mayormente como propulsor de proyectiles en las armas de fuego y como propulsor con fines acústicos en juegos pirotécnicos. Está compuesta en determinadas proporciones por carbón, azufre y nitrato de potasio.

La combinación pólvora y otros elementos químicos con presencia de combustión producen luces multicolores, originándose así lo que comúnmente llamamos juego de pólvora.

Se dice que la pólvora fue inventada por los chinos para hacer fuegos pirotécnicos y armas; pero los persas y árabes la introdujeron a Europa alrededor de 1200. De aquí fue trasladada a América en la época de la conquista. En nuestro país ya a partir del año 1850, con los turnos que eran parte de la fiesta popular se quemaban los juegos de pólvora, así mismo, los juegos pirotécnicos llegaron a formar parte importante del programa de las llamadas fiestas cívicas nacionales.

Historia de las bombetas del 14 y el cordel del 15 de agosto

En el año 1948 por razones políticas da inicio lo que se denominó en ese entonces, la Revolución del 48. Esto hizo que Gregorio Alpízar “Goyo” conocido campesino agricultor de la comunidad, fuera uno de los enlistados para ir a “pelear” como él lo decía en ese momento. Goyo fiel religioso y devoto de la Virgen, decide hacer una promesa: “Si regreso con vida de

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la revolución pagaré todos los años, la pólvora necesaria para la celebración del día de la patrona”. Es importante saber que el 15 de agosto es el día oficial para la celebración de la fiesta en honor a la Virgen de la Asunción en Ciudad Colón.

Dichosamente Goyo regresó con vida como era su deseo y el de sus seres queridos. Es por esta razón que ininterrumpidamente desde el año 1948 y hasta la fecha, se revientan doce bombetas el 14 de agosto a las 12 M. D., fecha víspera del acontecimiento principal de la Virgen de la Asunción. El 15 de agosto, día de gran importancia para los creyentes de nuestra comunidad, después de la celebración de una Misa Solemne presidida normalmente por altas autoridades de la Iglesia Católica, se revienta nuevamente un cordel colocado alrededor del templo y que consta de unas doscientas bombetas sonando secuencialmente, seguido luego de 12 bombetas que en las alturas truenan dando así final a la celebración solemne.

Es importante mencionar en este relato, que Goyo (q.d.D.g.) en el año 1993 después de una enfermedad terminal, presenciando y escuchando el tronar de las bombetas del 14 de agosto, con lágrimas en sus ojos, me pregunta lo siguiente: ¿qué va a pasar con esta promesa y con estas bombetas, cuando yo no esté?, la respuesta mía no se hizo esperar: “Papá no se preocupe, que yo continúo la promesa y me encargo de que esta tradición no termine”. Es así como todavía hoy Goyo no deja de escuchar el tronar de las bombetas en la patria celestial.

A la par de los festejos en honor a la virgen, en nuestra comunidad se celebraban las llamadas fiestas patronales, a las que hoy se llaman simplemente “fiestas”. En ese entonces, la celebración se hacía en el centro y abarcaba la plaza con sus partidos de fútbol, los bailes populares en el antiguo mercado, las marimbas en las esquinas de las pulperías y los infaltables chinamos de comidas criollas combinadas con maní garapiñado, manzanas escarchadas, sorpresas, algodón de azúcar, churros, entre otros.

El juego de pólvora de las fiestas

Alrededor de las 8 de la noche reventaba la primer bombeta y en este mismo instante iniciaba el sonar de la alegre “cimarrona”, indicando que daba inicio el juego de pólvora. La mayoría de la gente dejaba sus puestos y se aglomeraba alrededor de la plaza de fútbol y empezaba el accionar nervioso y emocionado de Adán Badilla (q.d.D.g.) que por muchas décadas fue el encargado de la pólvora y los juegos de pólvora de dichos festejos. Luego de esto, la primera ruedina se hace presente en el centro de la plaza con constante luz de color amarillo acompañada de triquitraques; una vez finalizada la ruedina, se nota la gran inquietud de niños y jóvenes, en cierto modo atrevidos, ya que una bola va a hacerse rodar calle abajo frente a las gradas de piedra del antiguo templo; esta bola disparando perseguidores encendidos o cachiflines se hace presente en el gran alborozo del público espectador. Claro está, el nerviosismo era opacado con el gran placer de observar y escuchar esta bola de fuego. Así entre gritos y aplausos continúa el espectáculo; pero llegó el momento final y más importante, el torito va a ser encendido, gente corre a protegerse y otros, los valientes tratan de acercarse más al evento final. El torito es colocado en la espalda del valiente hombre que

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se atreve a transportar este animal de fuego, por los lugares más seguros para no provocar ningún incidente; cosa que nunca se cumplió porque la emoción del espectáculo era pasarlo por donde se encontraba la mayor cantidad de gente.

Era tal la euforia del transportador del torito que en varias ocasiones era introducido en los bailes populares que se realizaban en el antiguo mercado, esto provocaba un gran desorden, tanto que las chispas quemaban las medias y los estrenos de las damas danzantes en ese momento. Además se dice que muchos vivillos o aprovechados esperaban la entrada del torito al “salón de baile” para colarse sin pagar la entrada.

Debido a la gran popularidad de los festejos patronales en nuestro pueblo, era común ver muchos vecinos provenientes de lugares tales como Santa Ana, Belén, Puriscal, y La Guácima; y se cuenta la historia de una vecina proveniente de Belén, fiel seguidora de los juegos de pólvora, a la cual un perseguidor le dio alcance quemándole su estola, la cual era de estreno para esa gran ocasión.

Las mascaradas en el pueblo

Los payasos o mascaradas no pueden faltar en las celebraciones de nuestro pueblo. Aunque hoy ya casi no se escuchan, en tiempos pasados no podía faltar el sonido característico del cachiflín, hoy llamados cohetes. Si nos remontamos a cuatro o cinco décadas era común ver a don Chico Mendoza (hombre activo en el accionar de la comunidad), con un puñado de cachiflines haciéndolos sonar en cada esquina de las polvorientas calles, anunciando el recorrido del diablo, la giganta, la calavera, la segua, el torito, entre otros, para el disfrute de grandes y chicos.

Ayer y hoy

En el pasado, la pólvora y los juegos pirotécnicos eran de fabricación local y de modo artesanal. Los cantones fabricantes por tradición eran: Aserrí, Alajuelita, Escazú y Quircot de Cartago; de estos lugares se transportaban para las diferentes celebraciones en todo el país, y en el caso particular para nuestro pueblo Villa Colón.

Una gran mayoría de pobladores, hoy adultos de nuestro cantón, recordamos con nostalgia esos juegos de pólvora, con sus tradicionales ruedinas, cachiflines, lluvia, que ya son cosa del pasado; a cambio de esto, hoy disfrutamos de juegos pirotécnicos modernos, con pólvora importada de China, país que dio origen a la misma.

Esta milenaria cultura, a través de los años ha perfeccionado el arte de los juegos pirotécnicos, no solo suministrando espectaculares luces y formas, sino algo muy importante, la seguridad tanto en el manejo de este material como en el momento de su ejecución.

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Hoy día disfrutamos de las bellas formas y luces multicolores producidas por un pequeño volcán a una altura de 50 centímetros, como también disfrutamos de grandes bolas y coloridos dibujos en lo alto del cielo.

Debido a la gran seguridad y belleza de esta pólvora, en nuestro pueblo se ha fomentado un ya tradicional juego de pólvora en los diferentes hogares, esto produciendo en el mes de diciembre un mes lleno de luz y alegría que culmina con una gran actividad final en diferentes sectores el 31 de diciembre a las 12 de la noche.

Es de mucha importancia, aunque todos lo sabemos, que a la par de la gran satisfacción que producen los juegos pirotécnicos para nuestros sentidos, debemos extremar las precauciones con su uso.

La pólvora es para disfrutarla y recordemos siempre que: “LA LUZ ES VIDA”.

Autor Alberto Alpízar Villegas20 de setiembre, 2006

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LA HISTORIA DESDE UNA PULPERÍA

Mención de honor Autora: Meredith Montes BadillaCantón: Escazú

Salí muy tarde de mi trabajo en San Rafael de Escazú, luego de cruzar la carretera y pasar los quince minutos más largos de mi vida con un diluvio y un frío invernal ví con alivio el bus del Carmen aparecer entre la neblina. Adentro me encontré sin asientos vacíos y muchas personas de pie, cansadas y mojadas hasta los huesos cuyas miradas me decían que había desesperación en regresar a sus hogares.

En el viejo El Carmen la lluvia caía con más fuerza y el viento, como chiquillo malcriado trataba de volcarnos los paraguas. La calle del Chaparral, en ese entonces pedregosa se convirtió en un auténtico río cuya corriente arrastraba ramas, piedras y bueno, hasta personas.

La pulpería estaba abierta para alegría de muchos. Hacía un frío increíblemente más punzante que en San Rafael y la oscuridad de la noche cubría el cielo, las luces de los postes estaban encendidas. Con frío, mojada y con hambre subí las gradas pesadamente a ver si conseguía algo. Escuché unas sonoras carcajadas y a sabiendas de lo que puede ser decidí quedarme. Algunos vecinos en vez de seguir su camino prefirieron quedarse contando chistes y muchas historias personas, muchos, con las verduras de un lado y el aguacero del otro hablaron de cosas tan viejas como lo es el tiempo.

Algunos fumaban sabrosamente sus cigarros y otros aprovechaban en ayudar la economía del buen pulpero, cuyo nombre no recuerdo ya, compraban las chucherías que se les antojaba comer. Me quedé un rato deseando que la lluvia cayera con menos fuerza y volver a casa, a encontrarme con mi ropa seca, comida caliente y mi cobija, muchas historias contadas esa fría tarde rayaron en lo fantástico haciendo reir y otras provocaban el asombro. Pero una en especial fue contada por un viejo campesino, siempre sucio, con los pies descalzos, con un machete a la cintura y un sombrero tan viejo y desgastado como su dueño. Jorobado, con una sonrisa de oreja a oreja que enseñaba una dentadura completa y amarillenta, le dio el nombre de Abuelito Sonrisas entre los niños. Siempre llevaba un saco en la mano el cual llenaba con latas de cerveza o si tenía suerte algunas manos de guineos verdes, su voz, a veces inaudible lo obligaba a repetir partes de la historia. Espero que les guste como me gustó a mí.

Serían como las once de la noche. Regresábamos a casa yo y mis hermanillos. Hacía quince días que salimos muy temprano del beneficio de Escazú para San José con un grupo de carretas cargadas de café. Ese fue un fiestón. Sobre todo porque n fue mi Tata con nosotros así que nadie nos mandaría a callar ni nos diría que hacer. En la capital, o sea San José, disfrutamos del guaro legal como el de contrabando, las mujercillas y de las amigas, y como tenía mas que demostrar que éramos muy machos para las aventuras.

Esa noche nos dejaron en San Antonio y subimos a pie por los trillos alumbrados por una enorme luna llena. A pesar de todo lo que se contaba en ese entonces, la carreta sin güeyes no se apreció, y pasando por el puente que había a la por la escuela en ese entonces no se apareció la llorona, aunque si lo hizo no nos dimos cuenta.

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Pasando el puente vimos a un mujer guapa, con un cuerpo de sueño, llevaba en los brazos cruzados y se frotaba constantemente quitándose el frío y la cabeza agachada con una larga cabellera negra y rizada tapando su rostro.

-Dilicio, Chepe. Miren eso… -dijo mi hermanillo menor. Apuramos el paso y acercándonos a la muchacha. Ya detrás suyo empezábamos a piropearla con lo mejor que aprendimos en la jornada pasada, pero seguía así: silenciosa, nos dejó el corazón en la garganta viendo sus contoneos suaves y acompasados.

De repente salieron de su boca (y nos asustamos realmente) unos horribles relinchos como de una yegua loca que retumbaron en nuestras almas. Aflojó los brazos y con una mano se levantó su cabellera y vimos, horrorizados, un cráneo de caballo con carnes aún descomponiéndose, dientes amarillentos e inseguros, un par de ojos hundidos entre los huecos del hueso y una lengua pálida salía a un lado del espantoso hocico.

Se nos olvidó la borrachera y corrimos como locos tropezándonos con todo y empujándonos por no quedarnos atrás. Nos detuvimos por la escuela alando grandes bocanadas de aire creyendo haber escapado cuando escuchamos un estrépito de cascos de caballo venir en nuestra dirección. Ni lentos ni perezosos corrimos a toda velocidad dando gritos lastimeros y diciendo avemarías y rezos, pero era inútil: no resultaba porque no decíamos bien palabra alguna. Fue espantoso. Brincamos cercas y portones metiéndonos en cafetales y en fincas, escuchamos los cascos y sus relinchos que empezaba a llamarnos por nuestros nombres, sentía que caería muerto de un momento a otro. Subimos el portón de los Moras y paramos la oreja a ver si venía, miré las caras de mis hermanillos y vi que estaban blancos, casi muertos. ¡Por Dios! Ahí venía, sin tocar tierra, relinchando nuestros nombres… Nos hicimos tirados del portón a la calle y seguimos la carrera deseando llegar a la casa, íbamos llorando, empezamos a llamar a nuestros papás y a Dios olvidando los rezos. No se cómo llegamos, pero nos vimos brincando el portón de la casa, con los corazones casi muertos y con los pantalones sucios… sí señores: fue tal el susto que recibimos que orinamos y defecándonos en los pantalones.

Detrás venía ella, flotando alumbrada por una luz fantasmal. Corrimos las cien varas que hacían falta y viendo el espanto atravesar el portón agarramos la puerta de la casa a patadas y a gritar desesperados que nos abrieran. Cuando la vimos cruzar el puente y llegar al corredor, como no nos abrían hicimos tirada la puerta y cerrarla a como pudiéramos.

Mi tata llegó alumbrado como una candela y mamá venía detrás suyo hecho una furia por el escándalo que armamos, pero al vernos que estábamos hediondos y a lágrima viva y no podíamos hablar trataron de calmarnos. Lo último que recuerdo fue verme en los brazos de mi mamá lloriqueando como un niño. Cuando me desperté fue en mi cama, con mis papacitos a mi lado revisando mi temperatura, nos recuperamos rápido, pero nos volvimos más cuidadosos y no volvimos a darnos de muy machos ni a llegar después de ocultarse el sol.

La lluvia había terminado y la luz del alumbrado público descubría un pelillo de gato que caía ligera. El viejo caminó lentamente hasta su casa y desapareció en la oscuridad de sus paredes.

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“MI VIEJO PUEBLO DE ESCAZÚ”

Autora: Zeneida Flores Valverde Cantón: Escazú

¿Escazú, dónde están los frondosos árboles de tus montañas?

¿Qué se hizo el agua naciente de las lajas, esa agua cristalina y virgen que tomábamos hasta saciar nuestra sed?

¿Qué se hicieron esas viejas casas de adobes con sus corredores volados de rústica piedra de pisos o viejos ladrillos de la ladrillera que estaba antes de llegar a La Sabana?

No terminaría de preguntarte cuántos reclamos más. Sólo con nostalgia miro y contemplo paso a paso la enorme metamorfosis de este Escazú, y vivo de tus recuerdos que son lo único que se necesita para vivir de la manera que estamos viviendo los más viejos de este pueblo, era una vida honesta de mucha paz y solidaridad, sin bullicios, sin mallas de seguridad, donde los chiquillos jugueteaban en la calle sin peligro alguno, el adulto mayor lo cuidaba a uno de pasarlo por un río un poco crecido de una res brava por algún potrero que tenía una que pasar de un trillo resbaladizo, bueno de una serie de cuidados que necesita el pequeño.

Es triste ahora casi no se duerme oyendo las turbas por nuestras casas, el ruido de tanto carro, lo sucio de las cortinas y ventanas, polvo, grasa que continuamente hay que limpiar.

Quintas por los cerros de Escazú, hoteles, donde existieron los viejos trapiches hay centros comerciales, los galerones donde se guardaban las carretas y todos sus enseres hay modernas casas de extranjeros con sus piscinas y parrilladas, ¿Dónde están los viejos hornos encalados y los corrales de gallinas, y las señoras con sus alforjas de almuerzos para sus hijos y esposos?

Sólo nos queda encomendar al Todo Poderoso esos pasados restos de vida puramente humana y de conciencias transparentes, ya no hay delantales de pretina ni enaguas voladas ni los viejos sombreros de palma y pita que ellas usaban en sus labores.

Yo espero los diciembres por que todavía me los da Dios, pero jamás igual a antes, las viejas calles estaban llenas de enredaderas, de gallinas perfumadas, de blanco y azul, los girasoles de monte, pastoras y más pastoras por doquier, las calles se perfumaban tanto del colorido como de los aromas que desprendían esas flores, ellas que murieron también.

¡Adiós mi viejo Escazú déjame vivir de tus recuerdos!

Escrito por: Zeneida Flores Valverde (Panchita)

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MASCARADA: UNA TRADICIÓN

QUE SE NIEGA A MORIR

Autor: Raúl Alberto Fuentes Padilla Cantón: Escazú

Agradecimientos

Gracias Dios por haber nacido en un pueblo encantado enamorado de los tiempos de antaño, de gente amable trabajadora, gente de gran espíritu tan grande como sus montañas, como sus tradiciones.

Gracias Dios, por darnos un padre humilde zapatero, medio sastre, medio guarda, medio agricultor, medio jumas, pero muy padre; una madre que no conocí pero la perdono, unas tías de mano dura pero firme, con buen corazón pero escondido, con buenos hermanos, con una buena esposa amada y linda, retoños fortalecidos en un hogar humilde pero con amor.

Gracias Dios, por haber nacido en una época muy bella, de un pueblo con tradiciones que no mueren tras el paso de los tiempos y sus generaciones, gracias Dios por las carretas, por los bueyes, por los trapiches, los campesinos y las brujas; y sobre todo por las mascaradas, fiestas y felicidad de tiempos que no volverán.

Gracias dios, por mi gente, mis amigos, mis conocidos poco sobre todo gracias por darme el don de preservar algo tan tradicional en nuestro pueblo Escazú, como sus mascaradas; que la memoria no traicione a nuestros nietos, que el progreso no los ciegue y las páginas escritas en nuestras calles nunca las olviden.

Gracias Dios.

Raúl Fuentes.

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BASES DEL CERTAMEN

INTRODUCCIÓN

Las tradiciones en nuestro país se han ido perdiendo con el paso del tiempo, se han olvidado como elaborar los platos típicos: el pan casero, el biscocho; se han perdido los rezos y los turnos de pueblo en los que florecía y se evidenciaban la idiosincrasia costarricense.

Es por lo anterior que quisimos rescatar parte del folclor nuestro y por ello se decidió realizar una investigación sobre las mascaradas, principalmente por la cercanía de uno de los investigadores, con uno de los mascareros más conocidos actualmente de nuestro barrio Bello Horizonte.

Nos corresponde en este trabajo reconocer su labor como rescatadores del verdadero costarricense, de sus leyendas y tradiciones.

OBJETIVO GENERAL

Rescatar la cultura y tradición costarricense.

OBJETIVO ESPECÍFICOS

Dar a conocer la cultura de las mascaradas.

Brindar información sobre algunos mascareros del cantón de Escazú.

Conocer las diferentes técnicas de construcción de máscaras.

MARCO TEORICO

HISTORIA DE LAS MASCARADAS

Los payasos y las mascaradas son una antigua costumbre muy arraigada dentro del pueblo costarricense. Es común ver durante las actividades de las Fiestas Patronales (en honor al Santo Patrono de cada pueblo), ver corriendo a una gran cantidad de chiquillos por las calles detrás de un payaso. Generalmente los payasos bailan alegremente con la música de la banda.

La Giganta, el Diablo, la Muerte, el Policía, la Calavera, son algunos de los principales payasos.

Esta tradición se fundó con otra venida de los indígenas, que nuestros borucas mantienen viva y muy viva, así como su baile de los diablitos, que, según dicen, es el único baile americano en que los indios, los diablitos, vencen al toro, que representa al colonizados español.

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En esta vieja metrópoli, justamente donde hoy se encuentra la Basílica e los Ángeles, se formó ya desde la colonia un lugar único de reunión de culturas. Aquí convivían 3 pueblos distintos: los blancos, los indígenas y los negros africanos.

Rafael Ángel (Lito) Valerín es un nombre legendario, el nació en el Pueblo, hoy barrio Los Ángeles, en 1824. Era marimbero, sombrero, fontanero, relojero, hombre de mil habilidades. El fue, según la tradición, quien recogió la herencia de las mascaradas.

A comienzos del siglo XX, su herencia fue retomada por su hijo, Jesús Valerín.

Jesús Valerín murió en 1952, y su muerte coincidió con una tendencia en Parroquia por prohibir las mascaradas. En 1960, ellas desaparecieron.

Durante mucho tiempo, en esta tradición reinó el silencio.

En 1971, y por 7 años, la tradición de las mascaradas volvió a surgir en Cartago, para luego de nuevo interrumpirse. No fue sino hasta 1999, hace 6 años, que la tradición volvió a surgir con al apoyo del Colegio Universitario.

Pero años antes, otra figura se había destacado en este arte callejero en Cartago. Era Pedro Freer, un profesor de secundaria que se dedicaba a reparar muñecas.

Pedro Freer se trasladó, posiblemente a comienzos de los años 20, a San José, y puso su casa en los alrededores del Paseo de los Estudiantes.

Ya en 1910 había mascaradas en Barva de Heredia.

Uno de los personajes que se habían perdido y que hoy se están recuperando era el “enano”.

Pero fue Pedro Freer el que le dio vida a las máscaras en esta otra parte del Valle Central.

Los personajes tradicionales son: los diablos, los gigantes, figuras nacidas de las mas rancia tradición y recuperadas por este artesano.

Don Pedro siguió la vieja técnica, que hoy se enseña en las aulas universitarias.

Primero, se hace el diseño en barro. Es aquí donde vuela la imaginación. Luego la recubre con capas diversas de papel periódico y papel blanco o papel de bolsa de cemento y se deja secar al sol varias horas.

Al final el papel se desprende. En este caso la máscara está a medio terminar. Falta una última capa de papel y mucha pintura.

La fiesta de la mascarada se celebró el 30 de octubre del año pasado en el pueblo de Paraíso, donde nación en plena época colonial.

Aquí se encuentran los personajes de siempre: la muerte. el diablo, el que camina con los pies, procedente posiblemente de Francia.

“Pero también están los personajes que nacieron al calor de la experiencia costarricense, y que contienen una clara crítica social a las clases superiores, a la oligarquía.

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Por supuesto, no faltan los políticos. De ellos se burla el pueblo a su manera, trasmitiendo, no con palabras, sino con gestos y formas, una filosofía que se trasmite de generación en generación.” 1

“La tradición de la elaboración de las mascaradas festivas representa una de las manifestaciones culturales de la cultura nacional. En su diseño e historia encontramos la presencia de un rico acervo de conocimientos sincretizado y pluricultural donde el aporte del criollo, el negro y el indio se entretejen artesanalmente para crear un producto festivo sin igual, el cual al tomar las calles convoca a la reelaboración de los lazos de unidad social, mediante danza, la risa y la alegría colectiva.” 2

Así es como hoy corresponde conocer el trabajo de muchos mascareros, por los cuales se mantiene viva gran parte de una bella tradición milenaria.

Son muchos los mascareros conocidos en nuestros días entre ellos:

Pedro Arias: originario de San Antonio de Escazú. (Fallecido)

William fallas: Aserrí.

Olman Sánchez: Aserrí.

Enrique Barboza: Escazú.

Miguel Moreira: Barva de Heredia.

Rafael Corrales: Aserrí.

Pedro Alpízar: Santa Ana.

Raúl Fuentes: Escazú.

Marvin Chamorro: Escazú.

Mario Rodríguez: Pavas.

Gerardo Montoya: Escazú.

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BIOGRAFÍAS DE MASCAREROS

ENRIQUE BARBOZA MORALES:

Nace en Escazú un 11 de octubre de 1942, hijo de don Juan Barboza Arias y doña Cristina Morales Jiménez.

Gitarrista, peluquero, a dedicado una gran cantidad de tiempo en la elaboración de su gran familia, sus mascaradas de espíritu alegre, de gran vocación por lo que hace un pueblo como Escazú.

Su técnica mas usada es la fibra de vidrio y papel maché, algunos de sus personajes: Cantinflas, el chupacabras, el bebé, entre otros se han arraigado en su pueblo Escazú.

PEDRO ARIAS ZÚÑIGA /1901 – 1980)

Nace en San Antonio de Escazú, trabajó como agricultor y mayordomo de la iglesia del lugar. Fue uno de los mascareros más reconocidos de nuestro país, tan es así que el grupo Cantares le dedica una de sus obras musicales.

En vida incentivó con entusiasmo, en las nuevas generaciones, la tradición de las máscaras.

Heredó su arte a su hijo don Armando Arias.

Parte de su arte fue disfrutado por estadounidenses, debido a la participación del embajador de Estados Unidos en Costa Rica.

GERARDO MONTOYA ARIAS

Nació en San Antonio de Escazú, un 16 de mayo de 1954, hijo de don Jorge Montoya Vargas y de Marina Arias Castro, nieto de don Pedro Arias.

Su técnica para elaborar máscaras mas usada es la de papel y goma de almidón de yuca. Posee en su haber una gran cantidad de máscaras tradicionales.

MARVIN CHAMORRO TREJOS:

Este talentoso mascarero de San Antonio de Escazú, nacido en casa de adobe y techo de tejas, abogado por esfuerzo propio y mascarero por deseo de su abuela, hoy sigue haciendo máscaras en una técnica muy tradicional como es el papel y goma de almidón de yuca. Colaborando con la elaboración de máscaras en el cantón de Escazú con su amigo Enrique.

Remembranzas de la participación de las mascaradas en las fiestas del cantón

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Las mascaradas han sido parte importante en todas las fiestas ty turnos de pueblo, ellas son sinónimo de alegría y tradición; las mascaradas junto con las Bandas Municipales, conocidas en los pueblos como cimarronas, dan pie al alboroto los bailongos en la calle y avivan los corazones de los lugareños.

De todo esto queda siempre un recuerdo constante en las mentes de los pueblos, esto permite que no se pierda en su totalidad las tradiciones.

Un recuerdo de estas fiestas lo podemos observar en este extraído del Informador de Escazú:

“Durante las fiesta patronales siempre participaban los payasos –como se le ha llamado a las mascaradas- dirigidos por su creador Pedro Arias Zúñiga, los cuales divertían a grandes y chicos, y los juegos de pólvora, elaborados por el señor Rubén Agüero y sus dos hijos y Abel.

Las mascarada bailaba al son de la filarmonía de Escazú, dirigida por el recordado profesor Benjamín Angulo e integrada por músicos como: Sétimo Monge, los hermanos Aniceto y Zenón Bermúdez, Alberto Azofeifa (Manuz), Víctor Madrigal, Ricardo Marín, Rogelio Monge, Víctor castro (Negro Sara), los hermanos Ramiro y Luis Aguilar, Hilario Mendoza, Genaro castro, Juan Castro /Carrión), Peoquinto Carranza, etc.

Una o dos semanas antes de las fiesta patronales se acostumbraba hacer el denominado turno patronal, que servía para sufragar los gastos de la fiesta patronal, el 29 de setiembre,”

Nuestro querido cantón de Escazú, busca rescatar su folclor, para no perder su identidad, y los mascareros han hecho un gran aporte a ello.

METODOLOGÍA

Se realiza investigación de las mascaradas, mediante al señor Raúl Fuentes, el cual es mascarero de Bello Horizonte, se usan también informaciones de otras fuentes para realizar el trabajo escrito.

Se toman notas y se realiza un resumen de la información obtenida.

Se hace un trabajo de observación y práctica de elaboración de máscaras, con el señor Fuentes.

Se tomaron algunas fotografías para ilustrar el trabajo y otras se obtuvieron de internet.

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ELABORACIÓN DE MÁSCARA

Las mascaradas todas son d estos artistas, se llegó a conocer técnicas, materiales y utensilios o herramientas que se utilizan en su elaboración, los cuales son:

MATERIALES:

1. Barro.

2. Papel.

3. Verilla.

4. Goma (Almidón, cola blanca).

5. Pinturas.

6. Fibra de vidrio.

7. Resina.

8. Yeso.

9. Ligas.

10. Soldaduras.

HERRAMIENTAS:

11. Pinceles.

12. Gubias.

13. Paletas.

14. Brochas.

15. Tijeras.

16. Martillo.

17. Cuchillas.

18. “Gran imaginación”

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PROCEDIMIENTOS:

MASCARAS DE FIBRA DE VIDRIO:

1. Primero se elabora la figura que se desea realizar con barro, para ello se usan las manos, gubias, paletas y cuchillas, esto permite darle la forma que se desea.

2. Se enfibra (con fibra de vidrio), la base de barro.

3. Cuando está cerca se lija.

4. Finalmente se lija.

Se debe tener mucho cuidado con la manipulación de la fibra de vidrio, debido a que se pueden sufrir accidentes.

MÁSCARA DE PAPEL:

1. Primero se elabora la figura que se desea realizar con barro, para ello se usan las manos, gubias, paletas y cuchillas, esto permite darle la forma que se desea.

2. Se engoma el papel y se va colocando sobre la base.

3. Se realizan varias capas de papel, para cuando esté seca la máscara tenga cierta dureza.

4. Se deja secar, dependiendo del tiempo puede tardar varios días en secarse.

5. Luego se pinta,

A esta máscara se les coloca luego el armazón de metal y se le hace la ropa para terminarlas.

DISCUSIÓN DE RESULTADOS

Se revisaron los resultados, se pudo construir una máscara a base de papel, para presentarla en la exposición de la feria.

Se logró obtener información importante sobre los mascareros y su función como rescatadores de las tradiciones de nuestra tierra.

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Se consiguen experiencias de fiestas con mascaradas que permiten tener una mejor visión de las mismas.

Se determinan que dichos mascareros, no son solo artesanos, sino educadores del pueblo, pues permiten que la idiosincrasia costarricense se refleje en su trabajo.

CONCLUSIONES

Al terminar el trabajo podemos establecer las siguientes condiciones:

1. Las mascaradas son fuentes de tradición y cultura del costarricense, reflejan su idiosincrasia y forma de ser, ayudan a revivir leyendas y también se pueden convertir en una crítica social. (Máscaras de presidentes y expresidentes)

2. Escazú cuenta en su historia con grandes mascareros, como lo fue don Pedro Arias, y lo son su nieto Gerardo Montoya, Marvin Chamorro, Raúl Fuentes, entre otros.

3. Se conocieron dos formas de construcción de las máscaras, una a partir de fibra de vidrio y la tradicional de papel y goma.

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MINISTERIO DE CULTURA Y JUVENTUD

CENTRO DE INVESTIGACIÓN Y CONSERVACIÓNDEL PATRIMONIO CULTURAL

MUNICIPALIDAD DE ESCAZÚMUNICIPALIDAD DE SANTA ANA

MUNICIPALIDAD DE MORAADERHAC

INVITAN A PARTICIPAR EN EL

C E R TA M E N D E T R A D I C I O N E S C O S TA R R I C E N S E S 2 0 0 6

BASES DEL CERTAMEN

FECHAS IMPORTANTES DEL CERTAMEN

CATEGORÍAS Y PREMIOS

INICIO RECEPCIÓN DE TRABAJOS

CIERRE DE RECEPCIÓN DE TRABAJOS

DÍA DE PREMIACIÓN

21 DE AGOSTO 2006 29 DE SETIEMBRE 2006 14 DE OCTUBRE 2006

Categoría 1° lugar 2° lugar 3° lugarCUENTO Y LEYENDA ¢85.000,00 ¢65.000,00 ¢50.000, 00

ANÉCDOTAS E HISTORIAS DE VIDA

¢85.000, 00 ¢65.000, 00 ¢50.000, 00

LIBRE ¢85.000, 00 ¢65.000, 00 ¢50.000, 00

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¿QUE PROPÓSITOS TIENE EL CERTAMEN?

Recopilar, conservar y divulgar las tradiciones de los cantones de Escazú, Santa Ana y Mora, en cuanto cuentos y leyendas, anécdotas e historias de vida.

Reafirmar la identidad cultural de los habitantes de los tres cantones. ¿QUIÉNES PARTICIPAN?

Mayores de edad, originario de los cantones de Escazú, Santa Ana y Mora o al menos con 10 años de residencia permanente en estos cantones. ¿CÓMO DEBEN PRESENTARSE LOS TRABAJOS?

Los participantes pueden presentar uno o más trabajos en cualquiera de las categorías establecidas.Pueden presentarse escritos a máquina, o manuscrito (en tinta negra o azul de bolígrafo) en letra legible.No se admitirán trabajos presentados manuscritos en lápiz.La extensión de cada trabajo es libre. OTRAS CONDICIONES

Deben ser trabajos inéditos.Pueden participar en una o en las tres categorías.Todos los trabajos presentados al certamen pasaran a formas parte del Centro de Documentación del Centro de Investigación y Conservación del Patrimonio Cultural.No se devolverá ningún trabajo. EL JURADO

El jurado estará integrado por personas entendidas en la materia, nombradas por el Centro de Investigación y Conservación del Patrimonio Cultural.El jurado podrá declarar desierto alguno o todos los premios establecidos.El fallo del jurado será inapelable.El acta estará a disposición de los interesados en el Centro de Investigación y Conservación del Patrimonio Cultural. PREMIOS EN EFECTIVOLos premios en efectivo serán entregados posteriormente a la declaratoria de los ganadores, siguiendo los procedimientos administrativos del Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes.

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CERTIFICADOS DE PARTICIPACIÓN

El Centro de Investigación y Conservación del Patrimonio Cultural entregará un certificado de participación a cada uno de los concursantes. MENCIONES HONORÍFICAS

El jurado podrá recomendar la entrega de certificados honoríficos en las tres categorías. PUBLICACIÓN

El jurado podrá recomendar la publicación de los trabajos presentados en el certamen. ¿CUÁNDO SE HARÁ EL ANUNCIO DE PREMIACIÓN?

Se hará el sábado 14 de octubre en el parque de Escazú, a las 10 de la mañana, en un evento cultural. ¿DÓNDE ENTREGAR LOS TRABAJOS O PEDIR MAS INFORMACIÓN?

Centro Cultural Escazuceño, contiguo a la Municipalidad de Escazú. Teléfonos 228-5757, Ext. 288 / 213, de 8 a. m. a 4:30 p. m.

En la Municipalidad de Santa Ana con Lidia Lacayo Mena. Teléfono 282-7423, fax 282-5347

En la Municipalidad de Mora con Ana Ossenbach. Teléfonos 249-0934 / 350-5299

En el Centro de Investigación y Conservación del Patrimonio Cultural con Santiago Quesada y Elena Troyo. Teléfonos 223-2533 / 255-3523. Fax 256-4891 ¿CÓMO SE ENTREGARÁN LOS TRABAJOS?

Cada participante entregará sus trabajos dentro de un sobre cerrado (sobre blanco o de manila), junto con la boleta de inscripción; el sobre debe estar dirigido a:

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BOLETA DE INSCRIPCIÓN

CERTAMEN DE TRADICIONES COSTARRICENSES 2006ESCAZÚ, SANTA ANA Y MORA

Cada participante debe llenarla debidamente con letra clara y legible. Titulo del trabajo

Nombre y apellidos completos

Número de cédula

Cantón

Distrito

Dirección exacta

Teléfono: Fecha:

FIRMA:

RECORTAR ESTA BOLETA

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Nombre y apellidos del participante

Titulo del trabajo Cantón

1 Alfredo León Barboza Ernita abandonada Escazú

2 Ana Cecilia Hernández Roldán Relato Escazú

3 Ana Isabel Soto Quirós Es sólo una niña Escazú

4 Bernardita Hernández Segura

Una mujer muy valiente Nunca es tardeEl árbol de la esquina de la Municipalidad

Escazú

5 Daniel Alvarado ElizondoLa procesiónEl amor de la bruja Zárate

Escazú

6

Elsa Solís Córdoba

Historia de vidaMaría ZáratePiedra del MineroTatica DiosCuento

Escazú

7 Enrique Morales HidalgoEl Boyero EscazuceñoLa luna y el marJacinto y Juana

Escazú

8 Erika Kristina Mesén CastilloDesde mi aula.... una luz en el horizonte

Escazú

9 Estéfana Alfaro Miranda

Mi novia era una bruja El CopitoLas BotijasLindos Cerros de Escazú

Escazú

10 Fausto Montoya Flores

Un sueño Terruñadas La Piedra del PedoTerruñadas La MinaA Pedir la ManoLa NocheUn Paseo a Pico Blanco

Escazú

MINISTERIO DE CULTURA Y JUVENTUD

CENTRO DE INVESTIGACIÓN Y CONSERVACIÓNDEL PATRIMONIO CULTURAL

CERTAMEN DE TRADICIONES COSTARRICENSES 2006CANTONES DE ESCAZÚ, SANTA ANA Y MORA

L I S TA G E N E R A L D E PA R T I C I PA N T E S

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Nombre y apellidos del participante

Titulo del trabajo Cantón

11 Francisco Montoya RamírezBotijas: en tinajas-zurrones y guacales

Escazú

12 Francisco Quesada VargasLa Marimba en EscazúEscazú Tierra de Brujas

Escazú

13 Freddy Alvarado ElizondoDe Cómo Mi Abuela Habló con La Llorona

Escazú

14Gerardo Montero Quirós

Las Promesas de CampañaUna Adivina Genial

Escazú15

16 Idalíe Azofeifa Flores

Canción: Honor a PapáCanción: El Boyero FielPoema: Los Viejos rezos del NiñoPoema: Esperanza en el JornalPoema: Pies descalzosAnécdotas e historias de Vida

Escazú

17 Iris María Acevedo Amerling

La NochebuenaGloriaDoña SerenaLa Reina de la NocheDon Florindo

Escazú

18 Jaime González Solís La Tule ViejaAnécdotasLibre

Escazú

19 Juan Antonio Céspedes Guzmán El misterio de la Piedra Blanca Escazú

20 Kattia María Herrera Quesada Frutos del Amor Escazú

21 Luis Fernando Mata ArayaEscape hacia el olvidoDoña Tere, maestra de fe¿Te acordás Mamá?

Escazú

22 Manuel Enrique Sandí SolisVivencias de mi niñez con mi perro Búfalo

Escazú

23 María Eugenia Marín CórdobaLa Escuela y el Radio de “Galena”Anécdotas La Leyenda de los Duendes

Escazú

24 María Luisa Bermúdez Gómez Un poquito de mi vida Escazú

25 Marvin Homer Chamorro TrejosHistoria, anécdota de la vida de un escazuceño nato

Escazú

26 Meredith Montes Badilla Historia desde una pulpería Escazú

27 Nazario León ArayaMi cerrito LloraUn vals para mi pueblo

Escazú

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Nombre y apellidos del participante

Titulo del trabajo Cantón

28 Perla Emilia Tijerino Telles A mis abuelos Escazú

29 Raúl Alberto Fuentes Padilla Mascarada una tradición que se niega a morir

Escazú

30 Raúl Campos Sandí

EspecialEl BautizoAventuras de BoyeroAniversarioBoyeradasFiestas Patronales

Escazú

31 Víctor Eduardo Bermúdez Sandí Costumbres y Vivencias de mi vida Escazú

32 Virginia Bustamante Madrigal Recordando mi terruño Escazú

33 Zeneida Flores Valverde

Esto es real fue una noche de un 24 de octubreLas Cuatro Fincas de Tio JafetthLas Dianas de mi PuebloRinconcito de Nuestra Patria de Costa Rica Mi viejo pueblo de Escazú

Escazú

34 Zoila Paulina Bermúdez Sandí Historia de un niño sordo Escazú

35 Brandon Antonio Madrigal González Pensamientos para la vida Mora

36 Cecilia Ofelia Araya Bermúdez Todo por mi madre Mora

37 Fernando Araya BolívarAnécdota de una vivencia en el Sur del país

Mora

38 Ginnette Valeria Castro Loaiza Un pueblo llamado Bajo Loaiza Mora

39 Hazel Tatiana Carmona Mendieta Anécdotas e historia de vida Mora

40 Iveth Alejandra Rojas Alvarado Historia de una vida Mora

41 Joaquín González Ramírez El misterio del árbol de jícaro Mora

42 Luis Alberto Guzmán Leiva

Los esclavos Un cuento inventadoPoesíaPoesíaSegundo cuento inventado

Mora

43 María Murillo Pérez

La pulguita que quería pasear El Dueño del MontePoesíaLos Duendes Las CarretasLos Ranchos y sus Gentes

Mora

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Nombre y apellidos del participante

Titulo del trabajo Cantón

44René Aguilar Hidalgo

La rifaLa fiesta patronal El tesoro

Mora

Tony Alberto Aguilar SolísEl nacimiento de un mascarero en Ciudad Colón

Mora

45 Wendy Umaña Caicedo La tradición de Don Agustín Mora

46 Yendri Vanesa Loaiza Marín La historia de Bajo Loaiza Mora

47 Alberto Alpízar Villegas Pólvora y juegos pirotécnicos de nuestro pueblo

Santa Ana

48 Ana Cristina Hernández Quirós El nacimiento de la alfarería en Santa Ana

Santa Ana

49 Ana Luisa Monge NaranjoLas aventuras de Aneta: una especial carreta

Santa Ana

50 Dunia Cecilia Artavia Valverde La bondad personificada Santa Ana

51 Esteban Badilla Roldán La segunda oportunidad Santa Ana

52 Georgina Morales Morales Carta a mi madre Santa Ana

53 Joanna Mora SolanoEn la escuela...La batalla de Guayanquén

Santa Ana

54 Laura Herrera MarínRosario de mayoSanta Ana

Santa Ana

55 Libia Montero Umaña El equipo de baloncestoEl árbol gruñón

Santa Ana

56 Lillian Elizondo ValverdeLa MisiónEl Niño, la Muñeca, la Rosa...

Santa Ana

57 Marielos Madrigal Mesén La arranca del frijol Santa Ana

58 Marlon Mora Jiménez La historia de mi tío German Santa Ana

59 Nathalia Badilla Roldán Milagro de vida Santa Ana