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Natividad del Señor/ Misa del Gallo 24-25 de diciembre de 2007
La homilía de Betania
Hay al final de las homilías, una del padre Vélez que se refiere a la Misa de la Aurora.
A su vez, y las hemos marcado con dos asteriscos junto a sus nombres, el padre
García-Moreno y don Pedro Rodríguez han escrito sobre la Misa de la Vigilia de la
Navidad. El resto comenta la Misa del Gallo. También don Gustavo Vélez
1.- POR NOSOTROS SE ENCARNÓ NUESTRO DIOS
Por Gabriel González del Estal
2.- ¿SEREMOS CAPACES DE RECONOCERLE?
Por José María Martín OSA
3.- SIN LUGAR EN LA POSADA
Por Gustavo Vélez, mxy
4.- ¡SE HACE NIÑO!
Por Javier Leoz
5.- SALVADOS POR LA ESPERANZA(**)
Por Antonio García Moreno
6.- HERMANOS DEL BUEY Y DE LA MULA
Por José María Maruri, SJ
7.- EN EL SILENCIO TOTAL DE UNA NOCHE
Por Ángel Gómez Escorial
LA HOMILÍA MÁS JOVEN
NACIÓ UN NIÑO
Por Pedrojosé Ynaraja
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LECTIO DIVINA: EVANGELIO Y ORACIÓN
VIGILIA DE NAVIDAD: LA ALEGRÍA DELA FE (24-XII-1960) (**)
Por Pedro Rodríguez
MISA DE LA AURORA
NAVIDAD, ¿PARA QUÉ?
Por Gustavo Vélez, mxy
1.- POR NOSOTROS SE ENCARNÓ NUESTRO DIOS
Por Gabriel González del Estal
1.- Es evidente que el gran misterio de la encarnación de Dios en el hombre Jesús
de Nazaret se realizó en un tiempo y en un espacio único e irrepetible. Pero no es
menos evidente que los frutos de aquella encarnación única e irrepetible deben extenderse a
los hombres de todos los tiempos. Dios se encarnó por todos nosotros y para todos nosotros.
Pero la encarnación de Dios no es únicamente asunto de Dios, sino que, para que sea eficaz,
debe ser también asunto y responsabilidad nuestra. Si nosotros no aceptamos nuestra
responsabilidad, el misterio de la encarnación se vacía, al menos en parte, de su contenido
original y pleno, porque no alcanza el objetivo que Dios, al encarnarse, se propuso. Dios se
encarnó para que todos nosotros pudiéramos vivir como auténticos hijos suyos. Mientras haya
millones de personas, como las hay, que vivan y mueran sin haber podido disfrutar de la
gracia salvadora de Dios, la encarnación de Dios no ha alcanzado aún el objetivo último que
Dios se propuso, al encarnarse. Los males del hombre son producto de los pecados del
hombre. Dios vino para liberarnos del pecado y para que tuviéramos vida y vida abundante.
Pero mientras nosotros nos empeñemos en seguir revolcándonos en nuestro pecado y en
nuestra ambición, estamos haciendo imposible que el proyecto de Dios se haga realidad entre
nosotros.
2.- Dios no quiere la muerte, ni la miseria de nadie ; somos nosotros los que, con nuestro
egoísmo, con nuestro orgullo y con nuestra ambición desmedida, hacemos imposible la
encarnación de Dios en nuestras vidas. En esta nochebuena, el niño del portal nos habla de
humildad, de ternura, de pobreza y de amor. Son los platos más sabrosos que podemos
comer en esta noche especial. Humildad para reconocer el pecado que aún anida en nuestro
corazón y para reconocer la inmensa miseria que nuestros pecados están sembrando en
nuestro mundo. Ternura para saber compadecernos del que sufre, en el alma o en el cuerpo,
para no pasar nunca indiferentes ante tantos samaritanos que se desangran y mueren de
hambre y de dolor cada día. Pobreza, sobriedad, para no caer en las garras del consumismo,
mientras tantas personas no tienen lo mínimo necesario para poder vivir con un poco de
dignidad. Amor, porque si no amamos al hermano que vemos necesitado, no podremos ver al
Dios que quiso encarnarse en la debilidad de un niño. Sí, la mejor prueba de nuestro amor a
Dios es el amor que regalemos a nuestro prójimo.
3.- No olvidemos nunca, y menos en esta noche santa, que Dios no sólo se encarnó por
nosotros, sino que quiere encarnarse en cada uno de nosotros, en el altar de nuestro
corazón. Ofrezcámosle la posada de nuestro corazón, pidámosle que se quede a vivir con
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nosotros y entre nosotros y prestémosle nuestras manos para barrer este mundo nuestro. Y
hagámoslo todo con humildad, ternura y amor.
2.- ¿SEREMOS CAPACES DE RECONOCERLE?
Por José María Martín OSA
1- ¡Feliz Nochebuena! ¿Qué significado damos a este deseo? La clave está en cómo
recibimos nosotros la llegada en toda su humildad del Niño-Dios. Toma nuestra condición, "se
hace hombre para divinizarnos a nosotros", según San Agustín. Ahora Jesús viene a nosotros
y podemos descubrirle en los pobres y necesitados. Muchas veces no le queremos ver
cuando llama a nuestra puerta, le rechazamos como fueron también rechazados José y María.
Este es el gran drama del hombre: el rechazo de Dios y del hermano. Es significativo ver cómo
tuvieron que ir fuera de los muros de la ciudad, cómo los primeros que se dieron cuenta del
nacimiento de su hijo fueron los excluidos de aquella época, los pastores, quienes, según
Joaquín Jeremías, eran mal vistos porque nunca participaban del culto como los demás y
vivían al margen de los demás. O más bien eran ellos marginados por los poderosos. Su trono
fue un pesebre, su palacio un establo, su compañía un buey, una mula… ¡Por algo quiso Dios
que fuera así!
2.- Dios se acerca al hombre hasta el punto de hacerse uno de ellos. Pero sólo los
humildes, los pastores, fueron capaces de descubrirlo. Viene a nosotros, pero tenemos que
abandonar todos nuestros prejuicios para que podamos reconocerle en los pobres y
necesitados de ayuda. Que no nos pase lo que a le señora de este cuento:
“Era la noche de Navidad. Un ángel se apareció a una familia rica y le dijo a la dueña de la
casa:
--Te traigo una buena noticia: esta noche el Señor Jesús vendrá a visitar tu casa.
La señora quedó entusiasmada: Nunca había creído posible que en su casa sucediese este
milagro. Trató de preparar una cena excelente para recibir a Jesús. Encargó pollos,
conservas y vino importados.
De repente sonó el timbre. Era una mujer mal vestida, de rostro sufrido, con el vientre
hinchado por un embarazo muy adelantado.
--Señora, ¿no tendría algún trabajo para darme?
Estoy embarazada y tengo mucha necesidad del trabajo.
--¿Pero esta es hora de molestar? Vuelva otro día, respondió la dueña de la casa. Ahora
estoy ocupada con la cena para una importante visita.
Poco después, un hombre, sucio de grasa, llamó a la puerta.
--Señora, mi camión se ha arruinado aquí en la esquina. ¿Por casualidad no tendría usted
una caja de herramientas que me pueda prestar?
La señora, ocupada como estaba limpiando los vasos de cristal y los platos de porcelana, se
irritó mucho:
-- ¿Usted piensa que mi casa es un taller mecánico? ¿Dónde se ha visto importunar a la
gente así? Por favor, no ensucie mi entrada con esos pies inmundos.
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La anfitriona siguió preparando la cena: abrió latas de caviar, puso champaña en el
refrigerador, escogió de la bodega los mejores vinos, preparó unos coctelitos.
Mientras tanto alguien afuera batió las palmas. Será que ahora llega Jesús, pensó ella
emocionada y con el corazón acelerado fue a abrir la puerta. Pero no era Jesús. Era un niño
harapiento de la calle.
Señora, déme un plato de comida.
--¿Cómo te voy a dar comida si todavía no hemos cenado?
Vuelve mañana, porque esta noche estoy muy atareada.
Al final, la cena estaba ya lista. Toda la familia emocionada esperaba la ilustre visita. Sin
embargo, pasaban las horas y Jesús no parecía. Cansados de esperar empezaron a tomar
los coctelitos, que al poco tiempo comenzaron a hacer efecto en los estómagos vacíos y el
sueño hizo olvidar los pollos y los platos preparados.
A la mañana siguiente, al despertar, la señora se encontró, con gran espanto frente a un
ángel.
--¿Un ángel puede mentir? Gritó ella. Lo preparé todo con esmero, aguardé toda la noche y
Jesús no apareció. ¿Por qué me hizo esta broma?
-- No fui yo quien mentí, fue usted la que no tuvo ojos para ver, dijo el ángel. Jesús estuvo
aquí tres veces, en la persona de la mujer embarazada, en la persona del camionero y en el
niño hambriento. Pero usted no fue capaz de reconocerlo y de acogerlo”.
3- No seamos pesimistas en este día. Es un día de alegría, pues hay muchos que saben
reconocerle, que le han reconocido a lo largo de la historia. Hoy, como dice San Agustín “Dios
se ha hecho hombre para divinizarnos a todos”. Quiero terminar con esta felicitación del Santo
obispo de Hipona
“Celebremos el nacimiento del Señor con la asistencia y el aire de fiesta que merece.Escuchad, justos: ha nacido el Justificador.Escuchad, débiles y enfermos: ha nacido el Sanador.Escuchad cautivos: ha nacido el Redentor.Escuchad, hombres libres: ha nacido el Liberador.Escuchad, cristianos todos: ha nacido Cristo.(San Agustín, Sermón 184,2)
¡Feliz Nochebuena!
3.- SIN LUGAR EN LA POSADA
Por Gustavo Vélez, mxy
1.- “Mientras estaban allí, le llegó a María el tiempo del parto y dio a luz a su
primogénito… porque no tenían sitio en la posada”. San Lucas, Cáp. 2. Apenas un
adverbio: “Mientras estaban allí, a María le llegó el tiempo del parto”. El evangelista indica así
a Belén. Y en Belén una gruta, donde los pastores del contorno se guarecían con algunos
ganados.
Después nosotros hemos embellecido todos los pesebres del mundo, revistiéndolos de
coloridos adornos.
“Porque no tenían sitio en la posada”, continúa san Lucas. Martín Descalzo describe el “khan”
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oriental de ayer y aún de hoy, como un patio cuadrado, rodeado de altos muros. En el centro
solía haber una cisterna, en torno a la cual se amontonaban camellos, asnos y ovejas. Los
viajeros, acostumbrados a la intemperie en muchas circunstancias, dormían en cobertizos, o
bien campo raso.
2.- Es de suponer que José tenía en Belén amigos y parientes. Pero con motivo del censo, las
casas de familia y aun los albergues estarían al tope.
Espacio siempre había en las posadas orientales para uno o más huéspedes. Sitio físico sí,
pero María y José buscaban ante todo privacidad y silencio. Entonces allí, sobre un reducido
espacio geográfico, se cruzaron el paralelo de nuestra pequeñez y el meridiano de la infinita
bondad de Dios. Diversas tradiciones adornaron este episodio, señalando que la pareja
nazaretana, mendigaba hospedaje de puerta en puerta y era rechazada con insultos. Que los
tomaron por maleantes entre tantos forasteros que atiborraban el poblado. De allí nació la
piadosa práctica de “Las Posadas”, donde se ora y se consideran las incomodidades de José
y María en aquel trance. Comparando a la vez, la actitud de los habitantes de Belén con
nuestras fallas ante el amor de Cristo.
Pero en relación al misterio de la Natividad, es preferible otra lectura, más simple y por lo
tanto más teológica: Dios se hizo hombre en unas circunstancias comunes y corrientes. Que
ese Niño era el Mesías, anunciado por los profetas, la Segunda Persona de la Santísima
Trinidad, consustancial con el Padre…es un lenguaje posterior, tomado de la reflexión
comunitaria. Al comienzo de toda esta maravilla hubo únicamente una pareja joven, buscando
sitio para pasar la noche, luego de varias jornadas de camino.
3.- Belén era entonces un pequeño poblado de unas doscientas casas, apiñadas sobre un
cerro. En las colinas próximas los bancales de olivos se abrían paso entre las rocas. Aquí y
allá, higueras y más lejos, viñedos, trigales y rebaños.
Pero Belén, “capullo de rosa, prendida sobre la airosa cúpula de la madrugada, capital de la
alegría, esquina do la hidalguía de Dios desposó mi nada”, existe en el corazón de cada
creyente.
De niños edificamos allí esa aldea de modo indestructible, con trozos de inocencia y jirones de
ilusión, que una fe elemental ató a nuestra historia. Y allí regresamos cada Navidad, aunque
harapientos, desde parajes muy distantes, donde hemos padecido hambre y sed.
4.- La fiesta de hoy nos invita a abrir el corazón para hospedar a Dios. Más tarde Jesús les
dirá a sus discípulos: “Si alguno me ama, guardará mi palabra y mi Padre le amará y haremos
morada en él”.
Y abrir el corazón quiere decir mantener presente al Señor, cultivar con Él una amistad
irrompible. Significa vivir al estilo de Jesús, haciendo siempre el bien, como Él nos enseñó.
4.- ¡SE HACE NIÑO!
Por Javier Leoz
¡Alegrémonos, hermanos y amigos! ¡Celebremos el amor de Dios! ¡En la profundidad
de esta oscura y esperada noche, Dios ha nacido! ¡Dios se ha hecho Niño! ¿Puede
hacer algo más Dios por nosotros? A este momento, culminante y final del adviento,
nos estábamos preparando desde la contemplación, la conversión, el asombro, la
oración y con la compañía de María. ¡Ha nacido el Salvador! ¡Aleluya, aleluya!
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1. En estas horas de la noche, no nace un gran filósofo, historiador, líder o científico; en estos
instantes de gran emoción para los creyentes, no se acerca al mundo un poderoso hidalgo ni
rey de tierras y feudos.
-Quien nace y se revela es el AMOR que se hace hombre
-El amor con la pancarta de la humildad;
-La ternura con el reflejo y la impronta magnífica de Dios.
¿Qué tenemos de bueno para que, el Señor, se aproxime de estas maneras hasta nosotros?
¿Qué pretende Dios con este descenso tan vertiginoso, humano y divino a la vez?
2.- El Nacimiento de Cristo nos trae en esta noche muchas vivencias y otras tantas
sensaciones personales y comunitarias: si Dios se hace hombre, es porque el día a día del
ser humano, está abocado y llamado a Dios.
Si Dios, viene hasta nosotros (Niño, pequeño, infante, débil) es para que comprendamos que,
en la pequeñez, está la autopista y la puerta para llegar y encontrarse con El.
¡Que gran regalo y qué gran sacramento! ¡Dios en un pesebre! Y, en ese pesebre, en esta
noche santa, se iluminan las cavernas más oscuras de la humanidad. En ese establo, el
hombre aprende la lección más magistral bajada desde el cielo: el AMOR de un Dios.
Hoy, con el Nacimiento del Señor, Dios no nos da ninguna fórmula mágica para ser felices. En
cada uno de nosotros, en los que estamos aquí y ahora, esta la decisión de aceptarle o
rechazarle; de adorarle o de buscarnos a nosotros mismos; de llevarle la ofrenda de nuestra
existencia o de negarle hasta el más insignificante detalle.
3.- Si, amigos. La Navidad es el gran regalo de Dios a la humanidad. Una humanidad, que en
números, acontecimientos, y en formas, está condicionada por la violencia, el desasosiego, la
intranquilidad, la pobreza, la injusticia… (pongamos todo lo que queramos). ¡Cómo no
agradecer a Dios que, a través de Jesús, contemple en primera línea nuestros sufrimientos y
éxitos, nuestras fatigas y nuestras penas, nuestras caídas o nuestras alzadas!
4. Hoy, damos gracias a Dios. Los ojos de Jesús, serán los ojos de Dios en la tierra. Los
brazos de un Niño, serán los brazos del amor de Dios en el mundo. Los pies de un Infante,
serán pies de Dios que nos acompañen en nuestro caminar. El corazón de Cristo, será el latir
del mismo Dios en medio de un mundo, que en cuestiones de fe y de amor a Dios, se
encuentra con un constipado demasiado severo y prolongado.
¡Bendita sea esta noche! ¡Noche santa y dichosa!
Que Jesús, en estas primeras horas de su presencia en medio de nosotros, nos lleve al
descubrimiento de la belleza de Dios.
Que Jesús, en los brazos de María y bajo la mirada serena de José, nos haga renacer en
nuestra fe. ¡Cómo no conmovernos ante este Misterio! ¿Cómo no intentar de nuevo ser
portadores de verdad, de bondad, de solidaridad y de perdón, cuando vemos todo ello
desbordado y desbordando sobre cuatro tablas cruzadas en un pesebre?
¡Feliz noche, Señor! ¡Bienvenido a esta tierra! Te adoramos y te bendecimos. Te
amamos y creemos profundamente en Ti. Tú eres el Hijo de Dios. Que seas la salvación que
el mundo espera y necesita.
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5.- HOY QUISIERA SER PASTOR
Ser el primero en llegarme hasta Ti, SeñorY bendecir tu NombreY arrodillarme con lo todo lo que soy, pienso y tengoY postrarme, sabedor, de que mi corazóna veces anda demasiado perdido en las montañas del mundo.HOY QUISIERA SER PASTOR, SEÑOR Y, en medio de la noche fría,que fueran mis palabras calor en tu regazoY, que en la oscuridad y silencio de tu Nacimiento,fuese mi FE lámpara que iluminaselas sombras y los rostros de este establo.¿ME DEJAS SER PASTOR, SEÑOR?No tengo más riqueza que la vida que Dios me ha dadoNi más dulce, que la alegría de tu alumbramientoNi más apoyo, que el saber que Tú has venido a nuestro lado HOY QUISIERA SER PASTOR, SEÑORPor ello mismo, he dejado los valles de mi comodidadPorque, la noticia que tus Ángeles me han dado,ha rebasado con creces,la importancia de todo lo que yo estaba haciendo ¡DÉJAME SER PASTOR, EN ESTAS HORAS, MI SEÑOR!Me ha costado esfuerzo llegar hasta BelénMe he perdido por otros senderoscon los que el maligno me tentaba para alejarme de tu sendero.Pero lo importante, Señor,es que he tocado tus divinas sienes;que he alcanzado ese rincón del amor y de ternuraque, los tiempos antiguos, nos anunciarony los cuales reyes, patriarcas y profetas...desearon vivir. ¡QUIERO SER PASTOR, SEÑOR!Y cuidarte en esta Noche Santacomo quien sabe, que de su rebaño,eres el más bello Corderoque, entre maderas nació,y en dos maderos se desangrará hasta morirpor dar al hombre, un eterno vivir.¡DEJAME, TE LO RUEGO, SER UN PASTOR!Y, a cambio de mi adoración y confianza,dame, Tú Señor, lo que es tu gran tesoro y secreto:AMOR Y SOLO AMOR DE DIOS
5.- SALVADOS POR LA ESPERANZA (**)
Por Antonio García Moreno
1. Genealogía de Jesús.- El pasaje del evangelio de hoy, nos introduce en el tiempo previo
e inmediato al nacimiento de Jesús. Y, a diferencia de San Lucas, quien recibe un mensaje del
Cielo es San José y no la Virgen María. Así tenemos dos visiones de una misma realidad,
correspondientes al objetivo que cada evangelista se ha propuesto. En el caso de San Mateo
su evangelio arranca de la base del Antiguo Testamento y se dirige de forma inmediata a los
judíos de su tiempo, que son los primeros destinatarios. Ante el pueblo elegido, los hijos de
Abrahán, era necesario demostrar que Jesús era descendiente del primero de los patriarcas y
a quien el Señor Yahvé promete un gran pueblo, una descendencia numerosa como las
estrellas de los cielos y como las arenas de los mares. Por otro lado, era preciso que
perteneciera a la casa de David ya que sería un hijo suyo el que reinaría para siempre y
sobre todas las naciones. Una promesa que repite el arcángel Gabriel a la Virgen al decirle
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que su hijo ocupará el trono del rey David, su padre, y reinará en la Casa de Jacob. Ambos
objetivos se logran por medio de la genealogía presentada, donde se inicia por Abrahán y se
termina por José
Jesús, el Hijo de Dios, lo es según la carne de Abrahán, y también de David, según aparece
en su árbol genealógico, con una larga serie de hombres y mujeres, que figuran en las
páginas de la Historia de salvación. Son tres bloques de catorce personajes cada uno, dato
que recalca la presencia de David, pues su nombre se escribe con letras que expresan en
hebreo dicho número catorce. En ellos se refleja la humanidad con sus luces y sus sombras,
tanto en los hombres como en las mujeres. El último eslabón es José, el esposo de María “de
la cual nació Jesús, el llamado Cristo”. Con estas palabras se destaca que el nacimiento de
Jesús fue diverso. Es decir, San José es sólo su padre legal y de él recibe ante los judíos su
condición de descendiente de David.
2. El anuncio a José.- La segunda parte nos refiere el anuncio del ángel a San José. Él era
el esposo de María, es decir su prometido ya que aún no se habían celebrado las nupcias y
no convivían como marido y mujer. Son momentos difíciles para aquel hombre justo, ya que
no comprendía la situación del embarazo de María. No le cabía en la cabeza y no aceptaba
culpa alguna en su esposa. Por eso decide abandonarla y no denunciarla, persuadido como
estaba de la inocencia de María. Ella mientras tanto guardaba silencio, convencida de que
Dios no los abandonaría. Creía firmemente en el Señor, y esa fe era al mismo tiempo una
segura esperanza.
Cuando el ángel le comunica al patriarca en sueños lo ocurrido, también él cree en el
increíble mensaje recibido. Entonces su fe se convierte en esperanza y, sin dudarlo ni
preguntar nada, recibe a la Virgen y lo llamó como el ángel le había dicho “Enmanuel” que
significa “Dios-con-nosotros”. Además, como era costumbre entre los judíos le pone un
segundo nombre, el indicado por el mismo ángel, el dulce nombre de Jesús, que significa el
que salva.
Con este pasaje de la Misa de la Vigilia de Navidad se inicia este tiempo de paz y de alegría.
La esperanza ha comenzado a concedernos participar de la dicha eterna que esperamos.
Demos gracias a Dios y recordemos que esa esperanza, que nace de la fe, nunca puede ser
individual. Así nos lo recuerda el Papa en su encíclica Spe salvi, “Salvados por la esperanza”,
n. 48: “Nuestra esperanza es siempre y esencialmente también esperanza para los otros; sólo
así es realmente esperanza también para mí. Como cristianos, nunca deberíamos
preguntarnos solamente: ¿Cómo puedo salvarme yo mismo? Deberíamos preguntarnos
también: ¿Qué puedo hacer para que otros se salven y para que surja también para ellos la
estrella de la esperanza? Entonces habré hecho el máximo también por mi salvación
personal”.
6.- HERMANOS DEL BUEY Y DE LA MULA
Por José María Maruri, SJ
1.- En el portal de Belén hay ya tanto pastor y tanto rey que si cabremos, pero apretándonos
todos vamos a entrar a pedir al Niño Dios que si no sabemos ser hermanos de esos hombres
que nos apretujan, al menos nos haga hermanos del buey y de la mula, que, a su modo,
saben convivir y servir a un mismo Señor.
Y así, ante Dios hecho uno de nosotros, nadie puede quedarse indiferente. Todo el mundo
tiene que definirse. De esto tenemos símbolos en los evangelios de estos días. Los pastores
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abandonan y van a Belén. La estrella se pone en camino y arrastra a los Magos de Oriente.
Los posaderos cierran sus puertas a la Madre y al Niño. Herodes se inquieta y teme por su
trono. Todos se definen.
Dios hecho hombre, hermanándonos por ser hermano común nuestro es el Misterio Central
de nuestra Fe. O lo creemos o no. Si no lo creemos cerremos las puertas y ventanas como
tantos vecinos de Belén. Pero si lo aceptamos no tenemos más remedio una postura
congruente con nuestra Fe.
2.- Navidad para los que no creen puede ser motivo de borrachera y gamberrismo, para
nosotros no. Navidad es Dios hecho carne de nuestra carne, como un hermano de sangre. Un
hermano tan hermano de cada uno de nosotros que se toma libertad de sentarse en la butaca
junto a la mía y decirme que es hermano mío, y que tiene otros hermanos que lo son también
míos. Nos de su Padre, que lo es también mío. Poco más nos dice. Es machacón hasta
hacerse molesto.
3.- Este Niño Dios es un niño bueno, no le oímos en lloreras ni en rabietas, porque no le
entendemos o no queremos escucharle a la primera. Sabe esperar y se duerme en nuestros
brazos porque confía en cada uno de nosotros. Confía que al fin va a triunfar su bondad y
nuestra bondad, su generosidad y la nuestra.
Ignacio de Loyola, machacón como buen vasco tiene el mal gusto de poner en la meditación
del Nacimiento estas frases: “Mirar como caminan para que el Señor sea ‘nascido’ en suma
pobreza y a cabo de tantos trabajos para morir en cruz y todo esto por mi”.
4.- Este nacimiento de Dios es algo personal mío. No tenemos derecho a descafeinarlo
diluyéndolo como algo que es de todos, es de cada uno. Y el Niño Dios espera, y el vasco
machacón, que “ese por mi”, que emerja todo el amor de que soy capaz. Y que ese amor se
convierta en verdadera fraternidad entre el Señor y nosotros. Y entre nosotros… y nosotros.
Un amor que vence todo recelo, rencor, intereses creados, todo aquello que impide que
seamos un pueblo de hermanos, como la Iglesia que Jesús soñó, tal vez desde el pesebre de
Belén. ¡Feliz Nochebuena a todos!, a nosotros aquí presentes, a los pastores de Belén, a los
Reyes que vendrán y a la mula y el buey y a todos los que con su vida buena dan calor al
Niño Dios. ¡Feliz Navidad!
7.- EN EL SILENCIO TOTAL DE UNA NOCHE
Por Ángel Gómez Escorial
1.- Hay un dicho popular que dice, tras producirse un momento de gran silencio en una
conversación ruidosa y muy animada entre varias personas, “que ha pasado un ángel”. No sé
si en el origen de esa frase está el momento, único y cósmico, de silencio que experimentó la
Tierra y toda la creación –aquí en este planeta y en todos los mundos-- momentos antes del
Nacimiento de Jesús en Belén. La propia liturgia de la Navidad recoge ese hecho. Y creo que,
cuando el Dios creador de todo, iba a incorporarse a la existencia histórica de sus criaturas, la
naturaleza tuvo que asumir tal cambio con, casi, un silencio de estupor.
Pienso, asimismo, que también tuvo que acontecer un gran silencio, o una quietud de
personas, animales y elementos, en aquellos segundos que mediaron entre el ofrecimiento a
María del arcángel Gabriel y su sí, libre, de aceptación. Y es que en todas las transiciones de
los elementos naturales, que, sin duda, tienen mucho de cósmico, de afirmación de todo el
universo, hay una quietud que es preludio del cambio. No sé si habréis notado, en la orilla,
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cuando el mar se queda quieto, casi inmóvil, con olas mínimas, en los instantes anteriores a
un gran levante u otro tipo de tempestad.
Los evangelios y escritos apócrifos, que florecieron en el cristianismo de los primerísimos
años, hay muchas narraciones maravillosas sobre aquellos momentos, tanto en el Nacimiento
del Salvador, como en su Anunciación: las florecillas crecían abundantemente de manera
inmediata y el Niño Dios, todavía un bebé, ya jugaba a construir crucecitas en el taller de su
padre. La verdad es que –nos lo dice el Antiguo Testamento—Dios se nos acerca en medio
de un leve susurro de viento y el Ungido aparecerá tan suavemente que ni siquiera tronchará
la caña ya casi rota. Por eso las manifestaciones de Dios serán así: grandiosas por su
sencillez. Y es que, nosotros mismo en nuestro tiempo, acostumbrados al ruido permanente, a
la música de alto volumen, aplicada a la intimidad de nuestros oídos, por unos inmisericordes
auriculares, si llegáramos a notar un silencio total y armónico, escoltado por el brillo de los
astros más lejanos, también nos quedaríamos perplejos, aunque no nos asustaríamos, nos
extrañaríamos…
2.- No seré yo quien os pida silencio en esta noche de alegría, pero pienso que todos, hoy
también, habremos apreciado el silencio grande preludio de las grandes cosas. Ha sido --¿a
qué si?—un momento antes del inicio de esta Misa del Gallo. Ya la mayoría estábamos
colocados esperando el comienzo. Todo ha quedado en silencio durante unos instantes. Y yo
he recordado el silencio cósmico de Belén… Os decía que no os iba a pedir silencio en esta
Noche que celebramos el Nacimiento del Dios hecho Hombre para nuestra salvación. Y, sin
embargo, si os querría decir que deberíamos buscar, con más frecuencia, ese silencio que
nos acerca, que nos funde con Dios. Y que siempre llega como preludio de una comunicación
importante con el Creador. Y es que –yo creo—si guardamos silencio y nos tranquilizamos
totalmente desde dentro hacia fuera, Dios aparece. Podemos escucharle. Por que, ya os
decía, Dios llega en el silencio, en el susurro del viento, en la serenidad de un corazón bien
abierto a la paz y la concordia.
3.- Junto con la especial belleza del templo, hoy, aquí y ahora, con los adornos, los manteles,
los ornamentos de gran fiesta, han brillado como nunca las lecturas que acabamos de
escuchar. Isaías nos ha dicho que “el pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande”…
Y esa luz, el Dios vivo que ha bajado a la tierra, ilumina todo lo oscuro que puebla nuestro
mundo, el de ahora y el de antes. La carta de Pablo a su discípulo querido, Tito, anuncia que
la Gracia de Dios ha aparecido para toda la humanidad. Y esa Gracia está presente desde
esta noche entre todos nosotros. San Lucas describe el viaje a Belén y el Nacimiento del
Salvador fuera de la posada. Es un relato que nos emociona porque está presente en
nosotros desde nuestra niñez. Y las imágenes didácticas de los nacimientos están basadas,
fundamentalmente, en ese relato de Lucas. Luego, cuando termine nuestra celebración, si
nos acercamos al Belén que la parroquia ha montado y le miramos con atención veremos que
es una representación en figuras de lo que Lucas nos viene contando desde hace siglos y
siglos. Yo, además, he apreciado un especial silencio mientras escuchábamos absortos y el
silencio se podía tocar con las manos en las pausas que hacían lectores y ministros…
4.- Revindiquemos el silencio profundo y positivo con el que Dios se manifiesta. No es el
silencio de los amordazados y el silencio de los mudos de miedo. Es el silencio de la espera
tranquila pero mejor escuchar a Dios. Qué desde hoy, ya que nos ha nacido un Salvador,
sepamos interpretar los silencios de Dios. Son anticipo de algo grande. Estad seguros. Y
ahora recibir mi más fuerte abrazo de hermano que se siente feliz… ¡Feliz Noche Santa! ¡Feliz
Navidad.
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LA HOMILÍA MÁS JOVEN
NACIÓ UN NIÑO
Por Pedrojosé Ynaraja
1.- La noche mejor para el cristiano es la de Pascua, no hay que olvidarlo. Cuesta aceptarla,
es un misterio espectacular, solemne, trascendentalísimo. La de Navidad es diferente. Un
resucitado asombra e impone reverencia. Un niño, no.
Nació un Niño. Decimos hoy que nos ha nacido un Niño. Nos, para nosotros. Un elefante
puede valer mucho, pero no sabríamos donde colocarlo. Un niño cabe en un rincón
cualquiera. Un hombre adulto puede fruncirnos el ceño, puede enfadarse con nosotros. Un
niño no. Puede molestarnos con sus lloros, pero nunca enojarnos. A poco que le miremos nos
sonríe. Un niño lo acepta todo el mundo. Aunque pueda ensuciarse o babee. Hoy nosotros
celebramos, aceptamos y acogemos a un Niño. Este Niño es el misterio más misterioso que
pueda entregarnos Dios. Pero como es un niño, no nos cuesta aceptarlo. Como es un niño,
por muy divino que afirmemos es, podemos hablar de Él, enseñar sus imágenes, invitar a
celebrar su nacimiento. Es la gran ventaja de la Navidad. Una fiesta muy nuestra a la que
podemos convidar a los que, aparentemente, no son de los nuestros.
2.- En la primera lectura aparecen imágenes literarias de objetos que para mí, que soy viejo,
sin llegar ni mucho menos a centenario, me son muy conocidas. Desde Isaías hasta hace
poco tiempo, esos instrumentos de labranza se utilizaban entre nosotros. No os los explicaré,
mis queridos jóvenes lectores, si queréis saber como eran, consultad alguna enciclopedia.
En Roma hay un gran monumento llamado Ara Pacis. Lo hizo el Senado en honor de la paz
que había proporcionado el emperador. Los orientales, que fundamentan tanto su saber en la
simultaneidad, seguramente disfrutarán contemplándolo y, al hacerlo, se sentirán
trasportados a Belén.
El camino desde Nazaret a Belén seguramente lo hizo el Santo Matrimonio acompañados de
un borriquillo, por el camino paralelo al Jordán, en su mismo valle. Era lo habitual. El más
recto, cruzando Samaría no era frecuente, resultaba antipático y hasta peligroso. Fueron,
pues, muchos kilómetros los del viaje, algo así como 130.
3.- Ahora hay que leer pausadamente el segundo texto de la misa. Como quien al entrar en
un restaurante lee la carta. De lo que pida dependerá la satisfacción que sienta al consumir
los manjares. Una mala elección puede arruinar una comida. Hoy en día se escribe, y
supongo se habla, del enojo que para muchos supone la Navidad. Seguramente que no se
acercan a ella leyendo antes el "menú del día", que nos ofrece el texto de San Pablo.
4.- Llegó el momento. Lo vivieron en la intimidad. Según explican antiguas tradiciones, y que
todos los iconos cuentan, cuando María notó que los síntomas del parto le anunciaban que
estaba próximo a llegar, José inexperto para estos menesteres marcho presuroso a buscar
una comadrona que la atendiera, pero cuando llegó con dos de ellas, el Niño ya había nacido.
Se le había acabado el Adviento al esposo. La Madre, fatigada, debía reposar. Los iconos
nos pintan a las matronas lavando a la Criatura. Después María lo dejó reposar en un
pesebre. No por ser la madre de Dios dejaba de sentir la fatiga propia de las labores del
parto. Descansar entre pajas era un buen colchón en aquellos tiempos. En el Belén actual la
gente busca en la cripta de la basílica cristiana, la más antigua que se conserva, la famosa
estrella, no está mal hacerlo. Pero lo que merece más credibilidad arqueológica, es la pared
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donde estuvo el pesebre, situada a tres o cuatro metros. Cuando uno está allí hay que
meditar lo que aconteció. Hay que respirar profundamente, para cargar los pulmones
espirituales de esperanza.
Belén actual está separado por un gran muro, el de la vergüenza le llaman acertadamente.
Algún día caerá, como derrumbaron el de Berlín. El Belén místico, pero real, actual es
cualquier sagrario. El Belén místico actual, el pesebre místico, es cualquier alma que comulga
con devoción. La contemplación, el rezo, la emoción, son la paja acogedora.
5.- El Niño de Belén iba vestido, nos lo dice el Evangelio. María era mujer previsora y lo
envolvió en los pañales que había preparado (seguramente que tampoco sabéis lo que estos
son, según me cuentan, yo mismo los llevé. Preguntad a vuestros mayores. A pocos
kilómetros, cuatro o cinco, pasando por los campos de Rut, se llega al Bet-Sahur, allí donde la
tradición sitúa a los pastores que durmiendo al raso, fueron despertados por los ángeles y
escucharon el primer villancico que en el planeta tierra se cantó. Nosotros en la misa
repetiremos el texto. Cantad el Gloria de tal manera que ellos, en su realidad celestial, os
acompañen, o que vosotros, mis queridos jóvenes lectores, lo cantéis pretendiendo sea el
acompañamiento de lo que entonaron, aquella noche ellos.
Os lo digo por experiencia, la Navidad en soledad buscada y escogida, es la experiencia más
maravillosa que uno pueda experimentar.
LECTIO DIVINA: EVANGELIO Y ORACIÓN
VIGILIA DE NAVIDAD: LA ALEGRÍA DELA FE (24-XII-1960) (**)
Por Pedro Rodríguez
Evangelio meditado y escrito para la prensa hace (casi) cincuenta años, en la época de
Juan XXIII. Hoy es un testimonio de la continuidad de la liturgia y de la meditación del
Evangelio en el tránsito del Misal de San Pío V al de Pablo VI. La fecha que se hace
constar es la del domingo en que se publicó en los periódicos.
San Lucas 2, 1-14:
En aquellos días se promulgó un edicto de César Augusto, para que se empadronase todo el
mundo. Este primer empadronamiento se hizo cuando Quirino era gobernador de Siria. Todos
iban a inscribirse, cada uno a su ciudad. José, como era de la casa y familia de David, subió
desde Nazaret, ciudad de Galilea, a la ciudad de David llamada Belén, en Judea, para
empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta. Y cuando ellos se encontraban allí,
le llegó la hora del parto, y dio a luz a su hijo primogénito; lo envolvió en pañales y lo recostó
en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el aposento.
Había unos pastores por aquellos contornos, que dormían al raso y vigilaban por turno su
rebaño durante la noche. De improviso un ángel del Señor se les presentó, y la gloria del
Señor los rodeó de luz. Y se llenaron de un gran temor. El ángel les dijo:
—No temáis. Mirad que vengo a anunciaros una gran alegría, que lo será para todo el pueblo:
hoy os ha nacido, en la ciudad de David, el Salvador, que es el Cristo, el Señor; y esto os
servirá de señal: encontraréis a un niño envuelto en pañales y reclinado en un pesebre.
De pronto apareció junto al ángel una muchedumbre de la milicia celestial, que alababa a Dios
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diciendo:
“Gloria a Dios en las alturas
y paz en la tierra
a los hombres en los que Él se complace”.
Vigilia de Navidad: la alegría de la fe (24-XII-1960)
Lo que sucedió aquella noche tenía tras de sí nueve meses de historia en el seno de una
Virgen de Nazaret —a la que llaman “¡Bendita!” todas las generaciones (cfr. Lc 1, 48) — y el
cúmulo de los siglos en la historia (en realidad prehistoria) de la humanidad postrada. Y. sin
embargo, san Lucas, el evangelista, que conoció lo profundo de los hechos en coloquio con la
Virgen Madre, nos desconcierta en su sobriedad narrativa. Abrimos su Evangelio por el
capítulo segundo, como hace la Iglesia en la Misa del Gallo: “José, como era de la familia de
David, subió desde Nazaret, ciudad de Galilea, a la ciudad de David llamada Belén, en Judea,
para inscribirse en el censo con su esposa María, que estaba encinta. Y estando allí,
aconteció que se le cumplieron los días del parto, y dio a luz a su Hijo primogénito, y lo
envolvió en pañales, y lo recostó en un pesebre, porque no hubo para ellos sitio en el
mesón…” (Lc 2, 4-7). .
Después del pecado de origen, en los albores de la historia humana, la Humanidad andaba
por caminos de muerte. Pero comenzó el diálogo entre el hombre y Dios. “Sal de tu tierra, y de
tu clan, y ponte en camino a la tierra que yo te mostraré" (Gen 12, 1). “Tu descendencia será
como las estrellas del cielo y las arenas del mar” (Gen 22, 17). De momento, es un pequeño
pueblo, insignificante: unas tribus nómadas, a las que Yahvé-Dios hace objeto de su
predilección —de sus caricias y de sus exigencias. .
La historia de este pueblo es la historia de la proximidad de Aquel que sigue siendo el tres
veces Santo: el Separado, el Trascendente, el que habita en una gloria inaccesible. Pero hay
hombres enviados —patriarcas, profetas — que señalan un tiempo futuro en el que alguien —
el Mesías — volverá a anudar Eternidad y Tiempo. Y se espera el momento como a ciegas,
buceando en las Escrituras. Y en un Adviento de siglos, los israelitas piadosos rezan a Yahvé
para que precipite los tiempos y la Humanidad entera recobre la amistad de Dios. .
Lo que no podía imaginar Israel es lo que de hecho ocurrió en aquel día —tan lejano y hoy
tan próximo — al filo de la medianoche. Estaba escrito, ciertamente. Isaías (9, 5) lo había visto
en lontananza. "Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado. Sobre sus hombres, el
imperio. Y su nombre, Consejero maravilloso, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de la paz”.
Estaba escrito, pero se dio aquí, de manera eminente, lo que es propio de todas las promesas
divinas: que rebosan generosidad. Dios siempre da más de lo que los hombres esperan. Por
eso la profecías sólo se entienden a partir de su cumplimiento. Los hombres esperaban a un
hombre de Dios y vino ¡Dios hecho Hombre! Más vale decirlo así, de una vez y llanamente:
“Tanto amó Dios al mundo, que le dio a su Hijo Unigénito” (Jn 3, 16). Finalidad del don: “para
que todo el que crea en él no perezca y tenga la vida eterna”.
Aquella noche acabó la lejanía, incluso la proximidad. Comienza la intimidad de Dios con su
criatura. En el Dios-hecho-hombre se consumó la prehistoria e hizo eclosión en el tiempo el
Amor eterno de Dios: el Verbo se hizo hombre — ¡carne!, dice Juan con tremendo realismo —
y habitó entre nosotros (Jn 1, 14). Ya no son mensajeros, es Dios mismo el que viene. En
adelante, Dios vivirá entre los hombres siendo hombre sin dejar de ser Dios. “Un Niño nos ha
nacido”. He aquí el misterio de la Navidad: un Niño, que es Dios, Jesús el Cristo, Jesucristo,
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que viene a traernos el Amor Misericordioso de su Padre-Dios.
(**) Tanto don Pedro Rodríguez como don Antonio García-Moreno basan sus
comentarios en la Misa vespertina de la Vigilia de la Navidad. Por ello los dos
comentarios pueden servir para inspirar los comentarios homiléticos respecto a
dicha Vigilia. De todos modos, son también válidos para la Misa del Gallo.
MISA DE LA AURORA
NAVIDAD, ¿PARA QUÉ?
Por Gustavo Vélez, mxy
1.- “Cuando los ángeles los dejaron, los pastores se decían unos a otros: Vamos
derechos a Belén a ver lo que ha pasado y que nos ha comunicado el Señor”. San
Lucas, Cáp. 2.
En un establo, sobre unas pajas solloza un niño. Olor a hierba seca...Es de madrugada. El
buey y el asno, compañeros de hospedaje, olfatean el amanecer. José y María, alegres y
angustiados a la vez, contemplan en la penumbra al Mesías recién nacido, al Salvador. Nos lo
ha dicho un escritor: “Si Cristo nace mil veces en Belén, pero no en ti, seguimos eternamente
perdidos”.
Cristo nace en nosotros por la fe. Pero ésta nos la han definido de tantos modos, que al fin y
al cabo comprendemos muy poco. Es claro, sin embargo, que se parece mucho al amor.
Quien ama, cree. Y en Navidad todos removemos los escombros del pasado y suspiramos por
un poco de fe, esa fe sin culpa ni remordimientos, que tuvimos antaño. Volvemos a mirar a
Dios como a un amigo, que viene de visita para comunicarnos muchas cosas. Volvemos el
corazón hacia la Iglesia, rememoramos la infancia y nos sentimos nuevamente hijos de Dios y
hermanos de ese Niño que nace en Belén.
“Nos ha nacido un Salvador”. Fue el mensaje del Ángel a los pastores. Es el mensaje para
todos nosotros en esta tibia Navidad. Para algunos esta es una frase hueca sin repercusión
alguna en la vida ordinaria. ¿Será que, esclavos de tantas cosas y encerrados en nosotros
mismos, no hemos dejado espacio a la esperanza?
2.- Tal vez los cristianos somos culpables que del mundo no aguarde al Salvador. Porque
ansiamos que El venga a establecer un reino de abundancia material, de paz y de justicia
social, entendidas a nuestro modo. Sin embargo, todas las cosas que puede soñar el “hombre
económico” del momento, no llegarán, si una conversión interior que nace de acoger a Cristo
como el único Salvador.
Cristo nace en nosotros cuando vivimos plenamente el amor del hogar. Cuando somos
sinceros, sin tener nada que ocultar. Cuando nos esforzamos por ayudar al prójimo. Cuando
compartimos generosamente con los que tienen menos. Cuando oramos en familia. Cuando
buscamos los sacramentos, no como un impuesto que se paga al Señor, sino como un
encuentro con El, nuestro Padre.
3.- Es Navidad. ¿La lista comprometedora de aguinaldos para amigos y parientes? ¿Un
tiempo gris e ineficaz como tantos del año? ¿La excursión y las vacaciones? ¿Un programa
egoísta que nos dejará un balance de tedio? ¿Una fiesta más?
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Existe en nuestro idioma una palabra, que encierra lo que sentimos los creyentes ante el
nacimiento de Jesús: Perplejidad. Hermosa palabra además. Muy cercana al asombro, a la
admiración, al no saber explicar ese algo que nos ha inundado la vida. De allí, dice un autor
puede nacer muy fácilmente la religión. Así como de la curiosidad nació la filosofía. Es decir,
el hombre perplejo está dispuesto a creer. Mucho más si lo que está contemplando es una
desbordante expresión de amor.
Pero es necesario acercarnos al misterio. Bien sea ante el rutinario pesebre familiar. Mediante
la lectura del Evangelio, por un cuidadoso examen de conciencia, o la gozosa celebración de
los sacramentos. Nos ha nacido un Salvador. San Pablo en su carta a Tito lo define como “la
bondad de Dios, el amor al hombre”. Pero quizás muchos de nosotros no nos hemos
enterado. Y si Cristo no nace para nosotros, seguiremos perdidos… ¿Hasta cuándo?
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