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Enfasls Carlos Dore Cabral , Por Bernardo Vega La idea de crear la comunidad de América del Norte, que incluiría a Canadá, Estados Unidos y México, ya ha sido planteada anteriormente. Esta nueva contri- bución trata de ensanchar el concepto para incluir a Centroamérica y el Caribe. Como modelo, la Unión Europa, y como resultado, la Comunidad del Norte del Hemisferio Occidental (CNHO). 4-Cultura: La actualización de un concepto 26-Migración haitiana y Ciencias Sociales 2 GLOBAL Por Carlos Dore Cabral

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, . Enfasls

Ajustes culturales Así como el filósofo Claude Levi Straus, con su sentencia de que lo natural es lo que se hace y lo cultural cómo se hace, zanjó el debate sobre la universalidad de la cultura, Silvia Torres-Saillant, con su afirmación en este número de Global de que "si la cultura salvara a los pueblos, ya todos los pueblos se habrían salvado, dado que no existe pueblo sin cultura", pone fin a la confusión acerca de la función de la cultura, función que el Estado dominicano había oficializado usando como divisa la frase del pensador Pedro Henríquez Ureña, "sólo la cultura salva a los pueblos", pero sacándola fuera de su ineludible contexto. Asimismo son pertinentes las críticas del profesor de la Universidad de Syracuse -y uno de los líderes de la diáspo­ra dominicana- al Estado que fomenta una política apoyada en concepciones culturales excluyentes y que oculta la hibridación de los valores y comportamientos que conforman lo dominicano. Mientras "el espacio cultural de la Cofradía de los Congas del Espíritu Santo de Villa Mella" es exaltado por la Unesco -¡en la primera proclamación de patrimonio intangible que hace esta institución en 2001!- a obra maestra del patrimonio oral e inmaterial de la humanidad, el Teatro Nacional de la República Dominicana aún no se honra y enorgullece llevando a sus escenarios el trepidar de los palos de Pío Brazobán y Sixto Minier. Bienvenidas sean por igual la confianza y la esperanza de Torres-Saillant en queel Estado dominicano, después de la segunda mitad de 2004, haya comenzado a practicar una política cultural más inclusiva, en la cual lo nacio­nal esté lleno de toda su heterogeneidad. Hay que advertir, sin embargo, que para que esto sea posible no basta con que los nuevos regentes del Estado convengan con esa nueva concepción; es preciso que los escogidos para ejecutarla estén de acuerdo con ella y dispuestos a realizarla. Quienes creen que la cultura es estática y que su patrimonio es sólo lo tangible, lo monumental, no pueden eje­cutar unos lineamientos que entiendan que la cultura se transforma y que su patrimonio se nutre también de lo intangible: de las tradiciones, de los valores, de los comportamientos ... de la gente. Quienes creen que la cultura nacional se reduce a la contribución de una etnia, pueblo o nación, no pueden poner en práctica unas posturas que reconozcan que la cultura nacional es un híbrido resultado de varios aportes.

Carlos Dore Cabral

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4-Cultura: La actualización de un concepto Por Silvio Torres-Saillant Todavía predomina en los círculos de la sociedad

dominicana consagrados a la "promoción cultural"

una lógica que reduce la noción de cultura a las

letras, las "bellas artes" y la erudición. Este artículo

propone, muy al contrario, difundir un concepto libre

de los protocolos de exclusión fomentados hasta

ahora para llegar a un concepto: el que dice que una

cultura será eficiente en la medida en que prepare

a una población para lidiar efectivamente con las

exigencias que le presenta su hábitat.

12-EI Estado dominicano del siglo XX Por Leopoldo Artiles Este trabajo sostiene la hipótesis de que el Estado

dominicano fue construido como una estructura polí­

tica de carácter patrimonialista, clientelista yautorita­

rio. Con el paso del tiempo, esta estructura mantiene

una relación tensa con la democracia, obstaculizando

su potencial y bloqueando las posibilidades de cons­

truir un Estado más coherente con los principios cons­

titucionales e impidiendo un desarrollo de formas de

representación más eficaces y auténticas.

26-Migración haitiana y Ciencias Sociales Por Carlos Dore Cabral

2 GLOBAL

Este no es un artículo sobre la presencia haitiana en

la República Dominicana, sino una breve historia

de cómo los científicos sociales dominicanos han

estudiado este fenómeno. Para hacerla se ha pro­

cedido de la forma que aconsejaba uno de sus más

importantes cultores, Isaiah Berlin, "adentrándose

en las mentes y puntos de vista de las personas que

las sostuvieron, así como en los contextos sociales y

culturales de los que formaban parte".

IDO 38-EI merengue, símbolo de identidad nacionál

Por Darío Tejeda La trayectoria del merengue ilustra una de las gran­

des paradojas de la historia dominicana y, en gran

medida, latinoamericana: aquella en que un fenóme­

no que al principio fue aborrecido por la elite intelec­

tual, terminó convirtiéndose en un emblema de la

identidad nacional. Hoy se cumplen 150 años de la

primera aparición en un medio de comunicación de

un escrito relativo a este género.

48- El modelo europeo para el Norte del Hemisferio Occidental

Por Bernardo Vega La idea de crear la comunidad de América del Norte,

que incluiría a Canadá, Estados Unidos y México, ya

ha sido planteada anteriormente. Esta nueva contri­

bución trata de ensanchar el concepto para incluir

a Centroamérica y el Caribe. Como modelo, la Unión

Europa, y como resultado, la Comunidad del Norte

del Hemisferio Occidental (CNHO).

INFORME ESPECIAL Aportes del Foro de Biarritz a la gobernabilidad

Global recoge tres trabajos sobre la relación entre

forma de gobierno y gobernabilidad, presentados en

elll-Encuentro del Grupo de Biarritz, organizado por

Funglode. Estos textos abren un debate al presentar

tres aportes muy significativos, dos con posturas

opuestas, pero ambos provenientes de experiencias

personales en el ejercicio del poder desde el Estado,

y el tercero referido al poder creciente de los medios

de comunicación y de la información sobre la gober­

nabilidad. Introducción de Rafael Toribio.

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60-Cien años del Bloomsday Por Frank Báez Rosario El 16 de junio de 2004 se festejó el centenario del

Bloomsday, celebración del día en que está basada

la novela Ulises, de James Joyce. Este artículo hace

un recorrido de la efeméride, desde las rimbom­

bantes festividades de la conmemoración hasta el

origen de la fecha de la cita amorosa entre el escritor

irlandés y la que después sería su futura esposa.

68-Los Estados árabes contra Palestina Por Miguel Ángel Bastenier Los palestinos nunca han visto con entusiasmo la

fundación en su seno de un Estado verdaderamente

independiente y mucho menos que corriera el ries­

go de ser democrático. Hoy, con la desaparición del

fundador del hecho mitológico palestino, Yasir Ara­

fat, esto es tan cierto como lo era en 1948, cuando

paralelamente a la proclamación formal del Estado

de Israel nació la reivindicación nacional del pueblo

refugiado y guerrillero.

74-Universidad y desarrollo humano en un contexto global

Por Inmaculada Madera Desde la perspectiva de la complejidad, esta refle­

xión pretende ser una aproximación pro positiva a

los fenómenos sociales en general y a la Universidad

dominicana en particular, analizando sus procesos

intrínsecos de evolución y su interacción con el

entorno, así como su impacto actual y potencial en

el desarrollo humano.

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LA ACTUALIZACIÓN DE UN CONCEPTO Por Silvio Torres-Saillant Fotos: Pedro Jaime Fernández

Todavía predomina en los círculos de la sociedad dominicana consagrados

a la IIpromoción cultural" una lógica que reduce la noción de cultura a las

letras, las "bellas artes" y la erudición; noción que hoy ha perdido vigencia.

La cultura criolla -en la expresión amplia de su complejidad, riqueza y

variedad - permanece desconocida por los estamentos oficiales formal­

mente responsables de promoverla. Este trabajo trata de difundir un con­

cepto libre de los protocolos de exclusión, fomentados por los regíme­

nes anteriores, para llegar a un concepto: el que dice que una cultura

será eficiente en la medida en que prepare a una población para lidiar

efectivamente con las exigencias que le presenta su hábitat.

1 estribillo que reza "Qué cultura va a tener si

nació en los carbonales", en un vallenato titulado "La gota fría" popularizado por el cantante colom-

biano Carlos Vives, recoge la tesis de que mientras más humilde la procedencia de la persona, menor su grado

cultural. El vocablo latino cultura, derivado del verbo colere, tie­

ne originalmente un significado religioso y otro agrícola. Se rinde culto a tal o cual divinidad así como se cultiva la tierra (Corominas y Pascual 1980:228-89). Temprano

en la lengua española la acepción agrícola engendró

metafóricamente una asociación con el esmero social o

intelectual y el refinamiento del individuo. Así lo regis-

4 GlOBAL

tra el Diccionario de Autoridades publicado por la Real Academia en 1726 (Real Academia 1964:699).

Se hizo común la definición de cultura como el "mejo­ramiento de las facultades físicas, intelectuales y mora­

les del hombre" (Casares y Sánchez 1963:245; Moliner 1966:841) y "el cultivo del espíritu" por vía de "las crea­

ciones del lenguqje, la literatura, el arte, la ciencia, la filosofía, la moral, el derecho, la sociedad y el Estado"

(U.T.E.R.A. 1951 :833). Al asociarse al perfeccionamiento individual mediante la erudición, dicha definición abrió

un esquema cuantitativo que estipulaba el nivel cultural de una persona a partir de su mayor o menor formación

intelectual.

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Una mujer concentrada en un video-juego en

la comunidad de Mata los Indios.

Página anterior: hermano de Sixto Miniere con la Cofradía del Espíritu Santo

portando un crucifijo, en la comunidad de Mata los Indios, en Villa Al tagracia.

Es decir, una persona con educación universitaria

aventajaba en cultura a quien apenas hubiera cursado

la primaria. Como los humildes carecen de los recur­

sos para costear una buena instrucción, bien se podía

dudar de la cultura que pudiera tener un individuo

nacido "en los carbonales".

El esquema antes descrito daba a la minoría ilustra­

da, en base a su presunta elevación espiritual, un ran­

go superior al del grueso de la cuidadanía. Legislaba

que a la élite docta le tocaba dirigir la sociedad o por

lo menos ocupar en ella una posición de privilegio.

Confería a los cultos la potestad de dictarles pautas

al resto de la población, a la cual no le reconocía con­

dición cultural. Afincado en su medular prejuicio de

clase, llegó a señalar "la irrupción de las masas en la

sociedad" como una causa de la "la crisis de la cultura

en nuestra época" (U.T.E.R.A. 1951 :834).

Este esquema elitista también promovía el etnocen­

trismo y el autodesprecio, pues el mismo raciocinio

que postulaba la superioridad de la minoría docta con

respecto al ciudadano común también se extendía a

la superioridad de las sociedades occidentales con res­

pecto a aquellas que gozaban de menor prestigio en el

plano de la erudición y las artes a escala internacional.

De ahí que todavía hoy cualquier persona dominicana,

sin excluir a los doctos, acepta que la cultura europea

supera a la suya. Se trata de una herencia colonial que

inculca el autodesprecio e induce a aceptar axiomática­

mente la superioridad cultural de sus antiguos amos.

Sin vigencia Con el surgimiento de la culturología en las Ciencias

Sociales y más recientemente la rama interdisciplina­

ria llamada estudios culturales, ya la visión elitista

y etnocéntrica de la cultura ha perdido vigencia. Se

entiende que todo pueblo tiene cultura y que no existe

la superioridad de una cultura con respecto a otra. En

su definición académica actual, cultura no significa eru­

dición. Compuesta tanto por elementos materiales como

inmateriales, la cultura consiste en "los patrones de vida

complejos desarrollados por los humanos y transmitidos

a través de las generaciones", incluyendo "las normas,

las costumbres, los hábitos, el lenguaje y los artefac­

tos" (Raque 1994:443). Una cultura será eficiente en la

medida en que prepare a una población para lidiar efec­

tivamente con las exigencias que le presenta su hábitat.

6 GLOBAL

Desde que el antropólogo británico Edward Burnet

Tylor, hace ya más de 130 años, describió la cultura

como un "complejo entero que incluye conocimientos,

creencias, arte, moral, ley, costumbres y todas las otras

capacidades y los hábitos adquiridos por el ser humano

como miembro de la sociedad", las definiciones suce­

sivas han recalcado insistentemente su complejidad.

(Tylor 1958:1).

Un texto divulgador de lo que se ha venido a llamar

"teoría cultural" explica que la cultura "comienza en

el punto en que los humanos sobrepasan los límites

de la herencia natural que les ha sido dada" (Edgar y

Sedwick 1999:101-02). La cultura, entonces, se cimenta

sobre la base de la coexistencia material y psicológica

de los individuos que constituyen una sociedad. Se

ubica en la especificidad histórica de un conglomerado

humano en su lugar y tiempo determinados pero sin

atribuirle cualidades eternas ni transcendentales. Se

sabe "por los records prehistóricos e históricos que los

patrones culturales de toda sociedad están constante­

mente cambiando" (Vogt 1968:554).

La cultura entonces es fluida. Su naturaleza cam­

biante se hace aún más patente en la era de las compu­

tadoras, las telecomunicaciones, Internet y las demás

tecnologías que acortan las distancias y subrayan la

textura transnacional de la vida moderna. La cultura

urbana de nuestros abuelos poco se asemeja a la de

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nuestros hijos. Se podría decir otro tanto de la rural. Las sociedades política y económicamente dependientes, como la dominicana, se hacen necesariamente porosas

a las influencias externas. Hospitalaria a lo extranjero, la República Dominicana depende económicamente del turismo, las remesas monetarias de los emigrados y las

zonas francas, tres fuentes que por su naturaleza colo­can al país en contacto ineludible con fuerzas culturales

externas. Vale agregar la práctica ya común de vender las empresas del Estado y grandes trechos del territorio nacional a inversionistas foráneos, añadiendo variables a la mutabilidad de los procesos culturales.

En desuso Ha caído en desuso la visión que presentaba la cultura

como un proceso de refinamiento a través del cual el individuo se hacía superior a sus compatriotas. También se volvió obsoleta la noción que equiparaba la cultura

con el bien, un conjunto de saberes y preceptos que ennoblecían a la persona. En la novela El asesino ciego (2001 ), que le mereció a la canadiense Margaret Atwood el prestigioso premio Booker, la narradora rememora la idea de cultura de su abuela Adelia: "Ella procuraba la cultura, lo que le daba cierta autoridad moral. Ahora ya no; pero para entonces la gente creía que la cultura te

hacía mejor - una mejor persona ... Todavía no habían vis­to a Hitler en el teatro de la opera" (Atwood 2001: 59).

Fieles ante el altar de la Virgen de la Altagracia en la comunidad

de Mata los Indios.

Para los especialistas resulta ingenuo atribuir rectitud

moral a todo lo relacionado con la cultura. La cultura no es inherentemente buena. Su textura moral dependerá

del contexto particular que la produzca.

También hay que mirar con cautela la supuesta uni­dad cultural que normalmente atribuimos a las socieda­des. Muchas veces, detrás de la apariencia de unidad

se esconde un prontuario de crueldad. Si los mayas en Quintana Roo, Península de Yucatán, comparten con el

Distrito Federal los patrones generales de una cultura mexicana unitaria, la homogenización que creó esa uni­dad no se dio sin grandes cuotas de violencia. Hoy los dominicanos viven el merengue como una expresión cultural intrínseca de la identidad nacional, pero los

estudiosos enseñan que ese ritmo le debe su vigencia a una cruenta dictadura. Si yo miro con sospecha a un pretendiente de mi hija a quien se le conoce cierta predi­

lección por lo gallos, mi reacción responderá al impacto que tuvo en los gustos de la población la ocupación norteamericana de 1916 a 1924, cuando el béisbol favo­

recido por los invasores efectivamente reemplazó a la

gallera como pasatiempo favorito del país. Debido a que las élites tienen el poder para legitimar

las formas culturales de su preferencia, en ocasiones

grupos pertenecientes a los estratos menos privilegia­dos de la sociedad necesitan luchar para legitimar sus expresiones con el fin de aumentar su aceptación. El

éxodo dominicano hacia los Estados Unidos, que ha incrementado el poder adquisitivo de comunidades mar­ginales poseedoras de formas culturales anteriormente

menospreciadas, ha logrado inyectar vigor a la música de palos, al gagá y a la bachata. Estos y otros ritmos

asociados a poblaciones rurales y mayormente negras, han ganado el favor colectivo de la población gracias al

influjo de los emigrados. En fin, no tiene nada de nítido

el origen de las formas culturales que hemos llegado a reconocer como propias de nuestro "carácter nacional".

¿Cultura que salva? La fachada del edificio central de la Secretaría de Esta­

do de Cultura de Santo Domingo despliega un rótulo de gruesas letras que forman el lema "Sólo la cultura salva a los pueblos". Sacado fuera de su imprescindible contex­to en un escrito de Pedro Henríquez Ureña, dicho postu­lado constituyó un credo para el primer funcionario que ocupó el puesto de Ministro de Cultura de la República

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Dominicana. He aquí un juicio típico del mismo: "La cul­tura es un elemento fundamental de liberación, reafirma

la identidad y fortalece el espíritu. Sin cultura ninguna nación puede salir adelante" (Raful 2003 :8).

Vale la pena hurgar en estas extrañas afirmaciones

porque la idea de cultura que tenga un ministro habrá de impactar directamente en las políticas culturales pro­movidas por su gestión. A final de cuentas, será la pobla­

ción quien pague las consecuencias de dicha idea. Si la cultura salvara a los pueblos, ya todos los

pueblos se habrían salvado dado que no existe pueblo sin cultura. Pero aparte de eso, poca gente sensata se atreverá a darle a la cultura ese monopolio salvador.

La sobriedad analítica más bien se inclinaría por for­talecer la economía, la ley, la justicia social, los ser­

vicios de salud, la educación y los demás renglones constatables del mejoramiento social colectivo.

También valdría la pena averiguar de qué nos salva­

ría la cultura y si tal cosa tiene precedente verificable. La cultura española, con su cante jondo, sus zarzuelas, su Siglo de Oro y su Arcipreste de Hita no se salvó de

la Inquisición, la perversidad colonialista o la barbarie franquista. La cultura dominicana con toda su riqueza, desde el lirismo de Salomé Ureña hasta la suculencia

del sancocho, no nos evitó la masacre de 1937, la vio­lencia generalizada de la dictadura ni el envilecimiento

colectivo de los 12 años. Ni Beethoven, ni Goethe, ni Novalis, ni Rilke le ahorraron a los alemanes la desgra­

cia de delinquir contra la humanidad durante el período nazi. Tampoco la poesía de la PU~iade, ni el espíritu de joie de vivre, ni el cinéma verité, ni el nouveau roman

ayudaron a Francia a abstenerse del oprobio colonial o de colaborar con la depravación hitleriana. La grandeza cultural de Italia, que lideró el llamado Renacimiento y

la comedia del arte y el prodigio culinario de las pastas, no cerró las puertas al advenimiento del fascismo .

En fin, nos falta noticia del primer pueblo cuya cultu­

ra lo haya salvado del crimen, la indignidad y la deshu­manización. Denunciando la caducidad y la perversidad

del concepto que circunscribe la cultura a la erudición y el supuesto refinamiento, Antonio Gramsci decía en

1916: "Hay que perder la costumbre y dejar de concebir la cultura como saber enciclopédico en el cual el hombre

no se contempla más que como un recipiente que hay que llenar con datos empíricos, con hechos en bruto e

inconexos que él tendrá luego que encasillarse en el cere-

8 GLOBAL

bro como en las columnas de un diccionario para poder contestar, en cada ocasión, a los estímulos varías del mundo externo. Esa forma de cultura es verdaderamen­

te dañina, especialmente para el proletariado. Sólo sirve para producir desorientados, gente que se cree superior

a los demás porque ha amontonado en la memoria cierta cantidad de datos y fechas que desgrana en cada ocasión para levantar una barrera entre sí y los demás"

(Gramsci 1970:15).

Sus males La cultura ni nace al margen de la sociedad que la

produce ni se exime de sus valores. Retrato de una for­mación social determinada, refleja sus correspondientes

males. La sociedad hebrea de la época de Moisés era misógina y esclavista. Por eso en el décimo de los man­damientos recogidos en el "Deuteronomio" Jehová sólo

habla a los varones, declara a la hembra propiedad del varón y legitima la esclavitud. Dirigiéndose al varón

libre, le ordena: "No codiciarás la mujer de tu prójimo, ni desearás la casa de tu prójimo, ni su tierra, ni su sier­vo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno ni cosa alguna de tu prójimo" (Deuteronomio 5.21).

A! carecer la sociedad hebrea antigua, milenios atrás,

de la sensibilidad que sociedades contemporáneas hemos venido desarrollando acerca de la dignidad humana de

los discapacitados, sus textos culturales reflejan despre­cio por las personas con limitaciones físicas o mentales como queda claro en el libro de "Levítico". La cultura

recoge los prejuicios, las pequeñeces y las imbecilidades de la formación social de cuyo seno emerge.

En su ensayo El espíritu y las maquinarias, el texto de donde sale la frase usada en el rótulo arriba mencio­

nado, Henríquez Ureña afirma: "Sigo impenitente en la arcaica creencia de que la cultura salva a los pueblos",

haciendo gala de su sobriedad intelectual al admitir el arcaísmo de su juicio. Pero no se queda circunscrito al pensamiento anticuado. Aunque no llegara a moderni­

zar su concepto de cultura, por lo menos se alejó del juicio que le atríbuía virtud al añadir: "Y la cultura no

existe, o no es genuina, cuando se orienta mal, cuando se vuelve instrumento de tendencias inferiores, de ambi­

ción comercial o política" (Henríquez Ureña III:308; Collado 2002:33). Leídas en su adecuado contexto,

estas palabras nos revelan su desinterés en presentar­

nos la cultura como algo externo a la sociedad que la

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El "colmadón" también forma parte de la cultura dominicana.

produce. Se desprende del párrafo recién citado una consideración que condiciona la cultura a las fuerzas

sociales que la pueden afectar y hasta desvirtuar. En su informe sobre desarrollo humano para el año

2004, el PNUD (Programa de la Naciones Unidas para

el Desarrollo) plantea lo siguiente: "Si el mundo desea lograr los Objetivos de Desarrollo del Milenio yerradi­car definitivamente la pobreza, primero debe enfrentar

con éxito el desafío de construir sociedades inclusivas y diversas en términos culturales; esto no sólo es nece­

sario para que los países puedan dedicarse a otras prio­ridades, tales como el crecimiento económico y la pres­

tación de servicios de salud y educación para todos los ciudadanos, sino porque permitir la expresión cultural plena de toda la gente es en sí un importante objetivo del desarrollo" (PNUD 2004: v).

El concepto de cultura que abrace el Estado Domini­cano podrá aliarse o reñirse con las exhortaciones del

PNUD. El primer líder de la Secretaría de Cultura en ese momento se dejaba guiar por una lógica enemiga de los preceptos adelantados por el PNUD. Ello se deduce

hasta de las evidencias que aducía para defender su gestión: "Nosotros hemos presentado espectáculos en

el río Masacre. Muchos dicen que son los más gran­des presentados en esos lugares. Eso quiere decir que

vemos a la frontera como un sitio donde debe florecer la cultura" (Raful 2003:9).

Evidentemente es grande el pavor que provoca la premisa que traslucen las citadas palabras. Al jactarse

de llevar conciertos a la frontera para que allí florezca la cultura, nos está definiendo la zona como un lugar,

igual que los carbonales de Carlos Vives, desprovisto de cultura. Despliega de esa manera su convicción de que

para haber cultura en la frontera debe ser traída, como en paracaídas, desde la capital.

Dicha convicción lastima potencialmente a los gru­

pos diferenciados étnica o socialmente en la población como los habitantes de los barrios marginados, los dominico-haitianos, los dominican-yorks y aquellos a

quienes las instituciones oficiales históricamente han relegado al fondo de la escala social. La misma se ciñe a la nefasta presunción de que la cultura reside en la masa

encefálica de escritores, artistas y funcionarios, ubicando a la ciudadanía en la categoría de mera receptora.

Además, reedita el superado esquema compuesto por una minoría productora de cultura y una mayoría que

pasivamente la consume. Peor aún, al partir del postu­

lado de que ciertas zonas del país no tienen cultura, se pierde lastimosamente la oportunidad de averiguar qué

manifestaciones se dan en ellas y de qué manera podrían integrarse al saber existente sobre las diversas regiones donde dominicanos de distintos colores y orígenes socia­

les inventan día a día lo que necesitan para hacerse "el mundo vivible y la muerte afrontable", citando la defini­ción de cultura articulada hace poco por Aímé Césaire en

conversación con Maryse Candé (Louis 2004). Es decir, de nuevo se derrocha la ocasión de comple­

tar el cuadro cultural de la nación toda y se refuerza

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un modelo cultural excluyente que muy poco tiene de nacional. Así, la cultura dominicana -en la expresión amplia de su complejidad, riqueza y variedad- permane­ce desconocida por los estamentos oficiales formalmen­te responsables de promoverla.

Confiamos en que, con la llegada de nuevas autori­dades el 16 de agosto de 2004, se haya inaugurado la difusión de un concepto de cultura dominicana libre de los protocolos de exclusión fomentados por los regíme­nes anteriores. Esperamos que cobre vigencia, como en otras partes del Caribe, el estudio de nuestra hibridación como consecuencia de la compleja historia de donde surgimos después de experiencias de conquista, domina­ción colonial, cruce interracial y constantes movimien­tos poblacionales de emigración e inmigración.

Apoyo con énfasis de aquellos estudiosos que acon­sejan adentrarnos en nuestro proceso difuso y pleno de criollización en el que ninguno de los componentes de nuestra constitución étnica se puede rastrearverticalmen­te hacia un comienzo puro. Nos vendría bien la metáfo­ra deleuziana del rizoma -una serie de ramificaciones horizontales que se multiplican en el contacto con cada nueva rama- según la ha adoptado el novelista, pensa­dor y poeta martiniqués Edouard Glissant al rechazar la noción de mezcla que se imagina como un punto medio entre dos extremos puros (Glissant 1997 140).

Lejos de plantearse el rastro vertical hacia un fondo originario, el esquema rizomático contempla la infinitud de interconexiones que desata el proceso de criolliza­ción. Pero, independientemente de la estrategia analítica que se adopte, importará la medida en que el Estado dominicano se comprometa con una idea de cultura que no agreda conceptualmente a la población que intenta describir. Su éxito residirá en dar con un lenguaje y una práctica distanciadas de la lógica excluyente que tradi­cionalmente se ha enseñoreado sobre las instituciones encargadas de la promoción cultural.

Tampoco hay que reinventar la rueda. Se puede comenzar por hacerle algún caso al dinamismo que ha adquirido el pensamiento actual sobre la cultura en el ámbito internacional.

Silvio Torres-Saillant es catedrático Asociado del Departamento de

Inglés y Director del Programa de Estudios Latinoamericanos de la Uni­

versidad de Syracuse y funge como subdirector de la revista Latino Stu­

dies. Fundador y ex director del Instituto de Estudios Dominicanos de

10 GlOBAL

la Universidad Municipal de Nueva York, sirve en la Junta de Directores

del New York Council for the Humanities y el Proyecto de Recuperación

de la Herencia literaria Hispana en Norteamérica de la Universidad de

Houston, además de co-dirigir el Comité de la MLA sobre las Literaturas

de la Gente de Color en los Estados Unidos y Canadá.

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Millan Press and The Free Press, 1968. 554-58.

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CLA VESDELMUNDO • Las propuestas más innovadoras

• Los análisis más profundos

• Los temas de hoy

En la página que Funglode publica en el periódico Hoy Los trabajos de un extenso y cualificado grupo de colaboradores que proceden de las más diversas áreas del conocimiento

Yen la web:www.funglode.orgldavesdelmundo

/

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dominicano del siglo XX Por Leopoldo Artiles

Este trabajo sostiene la hipótesis de que el Estado dominicano fue cons­

truido como una estructura política de carácter patrimonialista, clientelis­

ta y autoritario, con liderazgos de tipo tradicional y caudillista, y que

rasgos básicos de esta estructura se han ido transformando en el tiempo

para adaptarse a incrementos de complejidad de la estructura administrati­

va del Estado y al desarrollo del proyecto democrático más amplio. Estas

fornlas patrimoniales y neopatrimoniales mantienen una relación tensa

con la democracia, obstaculizando el potencial de ésta y, al final, blo­

queando las posibilidades de construir un Estado más coherente con los

principios constitucionales que constituyen la base legal de su legitimi­

dad, e impidiendo por ende un desarrollo de formas de representación

más eficaces y auténticas.

La primera parte de este trabajo versa sobre el siglo XIX, revista Globol NO.-2 de julio-septiembre 2004, pp. 44-53.

12 GLOBAL

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Rafael Leónidas T rujil lo Molina sa liendo de su automóvil, detrás lo aco mpaña Joaquín Balaguer. Foto: Arch ivo de la Nación.

S e puede afirmar que las características del Esta­do dominicano durante los primeros 15 años del

siglo XX fueron una derivación de las del siglo XIX en su forma más madura: la desarrollada durante la

dictadura de Lilís. En términos generales mostró todas sus debilidades ante el empuje de la hegemonía nor­teamericana contra los poderes europeos. En efecto, el

endeudamiento externo del Gobierno y la fragilidad de sus instituciones crearon las condiciones para una cre­

ciente intervención del Gobierno de los Estados Unidos en las finanzas dominicanas, a partir de los Protocolos del 31 de enero de 1903 y el del 7 de febrero de 1905,

el primero para resolver las diferencias con la Santo Domingo Improvement Company, acreedora del Gobier­no desde las administraciones de Ulises Heureaux, y el segundo para poner bajo el control del gobierno de

Estados Unidos la administración de las deudas interna y externa del gobierno dominicano, a través del control

de las aduanas. A estos protocolos se le sumó la Convención firmada

por ambos gobiernos el 8 de febrero del año 1907, que prohibía al gobierno dominicano incrementar su deu­

da pública o modificar su régimen arancelario sin la aprobación de las autoridades de Estados Unidos. Con

ello se afianzó el control casi absoluto de las finanzas

dominicanas (Espinal, ob.cit., p.94-95).

14 GLOBAL

Hubo a seguidas muchos signos de inestabilidad polí­

tica, como en 1911 el asesinato por sus rivales políticos del presidente Ramón Cáceres (quien había participado en el atentado que puso fin a la vida del dictador Uli­

ses Heureaux en 1899), sucesivos gobiernos y golpes de Estado y luchas entre caudillos regionales, culminan­

do con el derrocamiento del presidente limenes por el jefe de las Fuerzas Armadas, general Desiderio Arias,

hechos que evidentemente precipitaron la ocupación norteamericana del país el 16 de noviembre de 1916, un

año después de la ocupación militar de Haití. Esta ocupación tuvo claras consecuencias para la

materialidad institucional del Estado dominicano, pues los norteamericanos acometieron una reorganiza­

ción que incluyó: 1) modernización del servicio civil; 2) reorganización y profesionalización de las Fuerzas

Armadas ; 3) construcción de un sistema de comu­nicación interregional mediante la construcción de

caminos que unieron las regiones del país; 4) estable­cimiento de una Ley de Registro de Tierra; 5) asiento

de las bases para la creación de oficinas o ministerios encargados de organizar la educación, la salud y las

relaciones laborales, con el establecimiento de las

leyes que habilitarían estos aparatos estatales. Más allá del carácter positivo que podamos verle a

estas transformaciones, los norteamericanos las impusie-

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El Presidente Joaquin Balaguer paseando por el Pa rque del Mirador en 1982, en Santo Domingo.

Foto: Archivo de la Nación.

Página anterior. El Ejército Dominicano (1904-1906) antes de la intervención norteamericana.

Foto: Archivo de la Nación. Abajo, una unidad de Caballería de la Infanteria de Marina pasando por

una de las puertas colonia les de la ciudad de Santo Domingo. Foto: Archivo de la Nación.

ron de manera autoritaria, dándole un papel estelar a la Guardia Nacional (el nuevo ejército) en este proceso, lo cual no sólo contribuiría a reforzar la "tradición autori­

taria" invocada por Oviedo (1986), sino que contribuiría a crear el sujeto que plasmaría en su persona y sus

acciones dicha tradición: el general Rafael Leonidas Trujillo. Este artículo no va a explayarse en lo que significó la ocupación en cuanto a los cambios de la

estructura económica y de clases; basta decir, citando a José Oviedo, lo siguiente: "El carácter no nacional de la economía agro-exportadora, la limitación prácticamente

total del capital productivo al capital transnacional, jun­to a la apropiación del Estado por parte de Estados Uni­dos, no pueden verse sino como un bloqueo a la indus­trialización y a la expansión del mercado interno, que a

su vez bloqueó la expansión de la burguesía industrial y comercial, así como la clase media emergente, limitan­

do la clase obrera al capital productivo azucarero. La ocupación norteamericana, si bien impulsó una relativa modernización, no alteró el carácter predominante del campesinado, sino que más bien consolidó al capitalis­

mo como dominante pero a base de la consolidación del nexo Capitalismo-Precapitalismo. La escasa expansión de la producción y del mercado capitalistas permitió la continuidad de la economía de subsistencia como

una actividad fundamental a través de todo el territorio

social, colocó el horizonte social de las mayorías a nivel del bohío-aldea ..... (Oviedo, 1986:111-112).

Con el fin de la ocupación norteamericana no termi­nó la influencia de esta nación; por el contrario, conti­nuó con la renovación de la Convención de 1907, con

la firma de un acuerdo con el Gobierno norteamericano por parte del primer presidente electo en el período de la post-ocupación, Horacio Vásquez. El gobierno de Vásquez se registra como uno de relativa estabilidad social y económica, pero sus maniobras políticas y constitucionales y las de sus aliados para lograr la ree­

lección inmediata chocaron con una fuerte resistencia de la oposición, apoyada tácitamente por Trujillo, el jefe del Ejército.

Cuando una conspiración llamada "Movimiento Cívi­co del 23 de Febrero", encabezada por Rafael Estrella

Ureña, líder del Partido Republicano, fuerza la renuncia y el exilio de Vásquez, deja el camino allanado para que Trujillo acompañe su candidatura presidencial con la de

Estrella Ureña como vicepresidente, marcando el inicio de la llamada "Era de Trujillo".

Pronto el primero se desembarazaría del segundo e iniciaría una dictadura con características prácticamente totalitarias: la pobre distinción entre lo público y lo pri­

vado siguió teniendo el matiz de la apropiación privada de lo público, permitiéndole a Trujillo amasar, tanto por la fuerza como por medios legales, una gran fortuna personal, la mayor que dominicano alguno haya hecho

hasta esos momentos, compuesta de propiedades en tie­rra, industrias y firmas comerciales l ; pero a la vez, lo

"público", encarnado en el Estado trujillista, se tragó, por así decir, la vida privada de los ciudadanos, que casi no

guardó secretos alojo avizor y vigilante del Estado a tra­

vés de las nuevas tecnologías de poder activadas por el partido único: Partido Dominicano (nótese que el nombre

es el del gentilicio nacional), los servicios policiales y de espionaje, el control del tránsito (o control de la circula­

ción de los cuerpos mediante el monopolio estatal de los pasaportes internacionales y los permisos internos) y el

sistema de registro y documentos de identidad2•

Durante su régimen se desconocieron los derechos

ciudadanos fundamentales, la prensa estaba firmemente controlada, se eliminó la oposición política y el uso de la represión sirvió como instrumento de sometimiento,

15

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aunque se deben también reconocer los elementos de

hegemonía cultural e ideológica que el régimen cons­

truyó por medio de las publicaciones, el control de las

escuelas, de los medios de comunicación masivos exis­

tentes y el constante ritual de legitimación del régimen

y de la persona del dictador.

Durante este régimen, que duró 31 años, no sólo se

reescribió la historia nacional para hacerla coincidir con

el período del trujillato, sino que se hizo una intensa

propaganda en tomo a la recuperación de la "soberanía

financiera" de la nación con la readquisición del control

de las aduanas por parte del Estado dominicano y el pago

de la deuda externa. Estos logros se concretaron a raíz

del "Tratado Trujillo-Hull", firmado el 24 de septiembre

de 1940 y ratificado el 15 de febrero de 1941. Con ello,

Trujillo lograba como jefe del Estado unas dimensiones

míticas que fueron creadas y reforzadas por la sistemá­

tica propaganda del Estado y el culto a la persona del

dictador. Se solía comparar el período del régimen con

los períodos anteriores de caos financiero, político y

social, como una forma de resaltar la excepcionalidad

del dictador.

Cuatro prácticas fundamentales Se ha estilado el uso de la categoría de neopatrimonialis­

mo para identificar el tipo de dominación que caracteriza

regímenes como el de Trujillo. El politólogo norteamerica­

no Jonathan Hartlyn atribuye al neopatrimonialismo dos

características: " .. .la centralización del poder en manos

del gobernante, quien busca reducir la autonomía de sus

seguidores generando lazos de lealtad y dependencia,

regularmente a través de complejos vínculos de patrón­

cliente, y al mismo tiempo confundiendo los intereses

públicos y privados en la administración. En el nivel

ideal típico, los regímenes neo patrimoniales pueden

distinguirse claramente de aquellos basados en la auto­

ridad racional-legal y en la ley impersonal, así como de

los regímenes que se legitiman con medios ideológicos"

(Hartlyn, 1998: 14-14, trad. LA). Más adelante, este autor

identifica el término neopatrimonialismo, siguiendo la

terminología de Max Weber, con el de neosultanismo.

Lo problemático de este tipo de dominación o de régi­

men es que puede coexistir tanto con regímenes franca­

mente autoritarios como con regímenes democráticos,

entendiendo estos últimos fundamentalmente como los

basados en la soberanía del pueblo delegada a través de

16 GLOBAL

procesos competitivos de elección periódica de autorida­

des. En consecuencia, el patrón de dominación neopatri­

monialista entra en una relación tensa con la democra­

cia, imprimiéndole al régimen la preeminencia de cua­

tro prácticas fundamentales: 1) el conflicto político no

se puede definir fácilmente en términos ideológicos o

programáticos, sino más bien en términos de quién que­

da fuera o dentro de la distribución del botín político;

2) el presidencialismo puede convertirse fácilmente en

un patrón de dominación presidencialista, reforzando

los atributos del régimen patrimonial; 3) la oposición

política usualmente enfoca la conducta en términos

legales en un esfuerzo de ganar el poder, sin embargo,

una vez en el poder, esta fuerza se fragmenta en torno

Manifestantes en la Fortaleza Ozama durante la Guerra de Abril de 1963. Foto: Bernard Diederich.

al dilema de orientar la conducta desde el patronazgo

hacia la ideología o hacia el imperio de la ley, y 4) el

neopatrimonialismo inhibe el efectivo ejercicio de la

ley, no sólo en relación al funcionamiento de la burocra­

cia estatal, sino ampliamente con respecto al acceso a la

justicia y a la protección de los derechos del acusado.

De esta manera, el neopatrimonialismo y la democracia

coexisten de manera inestable y crítica, constituyendo

regímenes híbridos no-consolidados (Ibid, p.15).

Esto último nos ayuda a entender las características

más sobresalientes del régimen de Trujillo, considerán-

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dolo como una forma fundamentalmente neopatrimo­ni alista de régimen autoritario.

De fundamental importancia para el régimen de

Trujillo era el control que el caudillo tenía del aparato del ejército, un poder que fue heredado de la ocupación norteamericana. Esto explica, en gran medida, la acele­

rada, muchas veces ilegal y violenta concentración de la riqueza en la persona del dictador durante los 32 años que duró su dictadura: "Desde un principio el régi­men de Trujillo fue un régimen de rapiña. Su ambición

sin límites lo llevó a buscar el control de todos los nego­cios que había en el país en el momento de su llegada al Poder y, finalmente, terminó consiguiéndolo." (Moya

Pons, 2002:514).

El ex-presidente Juan Bosch habla a sus acólitos durante una actividad política en Santo Domingo,

en 1965. A su derecha el coronel Francisco Caamaño, líder de la Revolución de Abril.

Ahora bien, este afán de riqueza desmedido produjo como consecuencia el desarrollo de una forma peculiar de "capitalismo", el cual se levantó sobre el desfalco, el

monopolio forzoso de actividades productivas básicas, dando lugar sin embargo a la necesidad que tenía la riqueza personal del dictador de desarrollar también la riqueza nacional: "Ahora bien, en su afán por aumentar

su riqueza personal, Trujillo tenía frente a sí la enorme tarea de desarrollar la riqueza nacional pues la suya necesariamente debía provenir de ésta. y de ahí su vigo­

roso empeño por continuar con la política de fomento

agrícola y de obras públicas iniciada por los gobiernos anteriores. Tal como dijeron sus panegiristas a lo largo

de los 32 años de su régimen, el Gobierno de Trujillo

llevó a cabo el más grandioso plan de obras públicas y de construcciones jamás realizado en la República Domi­nicana hasta entonces." (Ibid., p.515)

Este esfuerzo de creación y concentración de riqueza

fue paralelo al esfuerzo por fortalecer las estructuras administrativas del Estado. En este sentido, la dictadu­ra de Trujillo representó un incremento considerable de la complejidad administrativa del Estado domini­cano en comparación, por ejemplo, con lo logrado en este terreno durante la dictadura de Ulises Heureaux. Es este el dato que lleva a muchos analistas a conside­

rar que con la ocupación norteamericana y el trujillato se conforma lo que se conoce como el "estado moder­no" dominicano.

Por otra parte, si juzgamos el régimen por su creación de agencias estatales, tendremos que supera por 6 al

período de mayor crecimiento institucional en el siglo XIX, 1844-1855. Es más, el total de instituciones crea­

das antes de 1930 suman 25, superando sólo en tres las creadas durante el trujillato.

Un Estado más complejo Cuando el régimen de Trujillo colapsa en 1961 a raíz del ajusticiamiento del dictador, del aislamiento internacio­

nal del régimen por su reiterada violación de la norma internacional (el atentado contra el presidente Rómulo Betancourt figura entre los hitos de la irreversible deca­dencia del trujillato), y por la larga recesión económica

provocada por bajos precios en el mercado internacio­

nal para las exportaciones del país, y agravada por el embargo impuesto por la Organización de Estados

Americanos, quedará un Estado mucho más complejo

en términos administrativos, con una base económica incrementada por la expropiación de las cuantiosas propiedades del dictador, pero frágil en cuanto a legiti­

midad, debido a la inhabilitación, temporal al menos, de

sus recursos de gobernabilidad. La inexistencia de un sistema de partidos después de

la desaparición del que fuera partido único, el Partido Dominicano, dificultó durante el período 1961-1966 la constitución de una clase política capaz de hegemo­nizar políticamente el país. Los breves siete meses del

primer gobierno libremente elegido después de más de

17

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30 años, el de Juan Bosch, tuvieron poco efecto en mate­ria institucional, aunque sí un efecto significativo en la constitución de una conciencia política democrática que

eclosionó en la insurrección constitucionalista de abril del 1965, frustrada por la segunda ocupación norteame­ricana del siglo XX.

El pacto que puso fin a la insurrección de abril de 1965 y que tuvo como consecuencia inmediata la ascen­

sión al poder del doctor Joaquín Balaguer, líder del Partido Reformista (PR), tras ganar las elecciones acorda­das con las fuerzas de ocupación y la Organización de

Estados Americanos (OEA) al profesor Juan Bosch, líder del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), dio lugar

a la aparición y lento desarrollo de una democracia de carácter neopatrimonial.

Ya conocemos las consecuencias de la vinculación

del neopatrimonialismo con la democracia: se inhibe el desarrollo y la protección de los derechos ciudadanos y el respeto inequívoco a la ley y su forma más sintética,

la constitución; se refuerza un patrón de dominación presidencialista que a su vez se apoya en un sistema de partidos con liderazgos personales que se alimenta del

clientelismo, el mismo que a su vez permea el Estado privilegiando a los grupos cercanos al poder presiden­

cial y al poder del partido, excluyendo así a la mayoría; y, finalmente, los conflictos no se definen en términos programáticos ni ideológicos.

En el tenor de las claves conceptuales que se están mane­jando, se podría considerar pues, en principio, el balaguera­

to (término con el cual designamos el régimen de Balaguer fundamentalmente en sus primeros 12 años, 1966-1978),

como la transición de un régimen neopatrimonialista auto­ritario, como fue el de Trujillo, a un régimen neopatrimo­nialista de carácter democrático. Haciendo, claro está, la salvedad de que en este período el componente democráti­

co estaba fuertemente subordinado al componente patrimo­nialista y autoritario (herencia del trujillato, pues algunas

de sus prácticas así como de sus personeros sobrevivieron en el régimen de Balaguer), representado por un liderazgo

presidencialista y carismático, significativamente apoyado en el poder militar, y sustentado en una estructura estatal cuyos poderes legislativo y judicial eran sólo nominalmen­te independientes.

Pero, en contraste con el trujillato, durante el balague­

rato hubo cierto desarrollo de instancias de la sociedad

civil y el Estado que marcan grandes diferencias entre

18 GLOBAL

el segundo y el primero. En primer lugar, en virtud de la profundización del proceso sustitutivo de importacio­

nes, se constituyó un empresariado industrial significa­tivo, que creció en conjunto con el empresariado comer­

cial y financiero, y según algunos autores, subordinado a éste. Por otro lado, bajo el balaguerato se estableció

una vinculación fuerte entre el empresariado nativo y el capital extranjer03.

Si bien se puede aducir que este desarrollo fue de

alguna manera dependiente del Estado, que no sólo con­tribuyó con el marco legal que le dio viabilidad, sino

que también aportó las divisas necesarias por vía del control de casi un 70% de la producción y exportación

de azúcar, convirtiéndolo en cliente de muchas de las actividades y ramas desarrolladas por el empresariado,

lo cierto es que esta situación está muy lejos del control monopólico sobre la economía ejercido por el trujillato, el cual, así como desarrolló la riqueza nacional para el

provecho de Trujillo, su familia y sus pocos asociados, también castró el desarrollo de un empresariado nacio­nal relativamente independiente.

Por otra parte, aún con la tensión existente entre las instancias estatal y social, durante el balaguerato se des­

plegó significativamente el espacio de lo público como lugar de deliberación; en otras palabras, la opinión

pública, mediante el creciente ejercicio del derecho a la libre expresión y la libertad de prensa consagrados

constitucionalmente. Repetimos que este desarrollo no estuvo libre de tensiones y de frecuentes intentos de acallar a la prensa e inclusive de asesinatos de conno­

tados periodistas que desdicen de la impresión de que existiese un ejercicio de la libertad de expresión y de prensa libre de peligros.

Pero de nuevo, las diferencias con el trujillato en

este dominio son tajantes, pues éste ejercía un absolu­to control sobre la prensa y reprimía las diferencias de opinión implacablemente.

Terreno político En el terreno político, a pesar de la fuerte represión con­tra los partidos de la izquierda política (aunque no sólo

limitada a ésta), que tenían conculcado su derecho a la asociación política legal y, por lo tanto, a su participa­

ción legal en el sistema político; a pesar de la escasa credibilidad de las instituciones del sistema electoral,

que puestas al servicio del régimen y sumadas al apoyo

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De izquierda a derecha: José Francisco Peña Gómez, Salvador Jorge Blanco, Antonio Guzmán Fernández y Jacobo Majluta, en 1979. Foto: Archivo de la Nación.

militar, lograron dos reelecciones consecutivas a base

del aislamiento forzoso de las fuerzas de la oposición legal; con todo yeso, es evidente que durante el bala­guerato se logró constituir una oposición política que,

al fi n del período, inauguraría, con el ascenso del PRD al poder en 1978, la emergencia de un sistema multi­

partidista con tendencia a la bipolarización (Jiménez Polanco, 1999:189- 198).

Mientras, en términos de la gestión administrativa, el balaguerato se caracterizó por un estilo de manejo presupuestario altamente centralizado por el presidente

de la República, sin que los términos del presupuesto constituyeran límite alguno a sus decisiones de trans­ferir fondos de una cuenta a otra, o de incumplir lo

presupuestado para algunas instituciones.

El presidente Balaguer encabezó una administración muy austera, que sacrificaba las necesidades de aumen­to salarial del funcionariado para economizar recursos

al máximo. Estos recursos se destinaban a sus siempre cuantiosos planes de inversión en infraestructura, los

cuales manejó sin los debidos concursos abiertos, ape­lando al llamado criterio de "grado a grado" para con­ceder los contratos de construcción.

En virtud de que Balaguer legitimó su autoridad a través del mantenimiento de redes clientelistas, y esto

se combinaba con la vulnerabilidad ética de una buro­cracia mal pagada y crecientemente poco profesiona­

lizada, la corrupción en gran escala hizo presa de su

administración, tanto en el plano civil como el militar. A! final de su tercer período de Gobierno, la corrupción

era un mal que la población rechazaba abiertamente, convirtiéndose inclusive en tema de campaña electoral.

En el terreno social se evidenció un crecimiento impre­sionante de la clase media, en virtud de los resultados

del proceso sustitutivo de importaciones, el amplio gas­to estatal en obras de infraestructura y la expansión del comercio. Si tenemos en cuenta las teorías de la ciencia política que atribuyen a la clase media efectos democra­

tizadores aunque no radicales en la sociedad (sirviendo como "colchón" entre las dos clases que presuntamente representan los extremos rico y pobre en la estratifica­

ción), podemos concluir que el crecimiento de ésta es

tanto un recurso de estabilización del balaguerato en su clímax, como un elemento de su desplazamiento políti­

co. Esto se evidenció en la coyuntura de las elecciones de 1978, cuando el Gobierno de Balaguer, con la cola­

boración de las fuerzas militares, intentó suspender el conteo de los votos, al hacerse evidente claramente la

victoria del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), con su candidato Antonio Guzmán.

Ascenso del PRO Se puede decir que con el ascenso del PRD al poder en 1978 empieza a completarse el modelo de democracia neopatrimonial, pues sin renunciar a los elementos

patrimoniales típicos ya señalados, las administraciones

19

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perredeístas cumplen la tarea de restituir, de manera fác­

tica más que de principio, las libertades ciudadanas vio­ladas por el balaguerato. La primera administración del PRD, encabezada por el hacendado Antonio Guzmán, se

destacó por liberar a los presos políticos, introducir cam­bios en el aparato militar tendentes a su despolitización y la legalización de todos los partidos de izquierda (Bala­

guer había iniciado este proceso con la legalización del Partido Comunista Dominicano-PCD).

El gobierno de Guzmán es un ejemplo de los límites que impone la forma neopatrimonial a una administra­

ción que había ascendido al poder con la promesa de robustecer la democracia. Su administración se caracte­

rizó desde un principio por el nepotismo, desengañando las expectativas de que un gobierno del PRD introduci­ría criterios técnicos y de mérito para la escogencia de los funcionarios. Por otro lado, nada se hizo sustancial­

mente para modernizar la estructura administrativa del Estado, sino que más bien se amplió la red clientelista y el uso de los recursos del Estado para integrar a la

nómina pública a simpatizantes de su tendencia en el partido. Fue así como la administración había nombra­

do 8,000 nuevos empleados antes del primer año de Gobierno. El número total de la nómina aumentó de 129,161 empleados a 201,301.

Esto se combinó con una cuenta de gastos corrientes que consumía un 85% de los ingresos del gobierno, impidiendo que quedaran suficientes recursos para la

inversión pública y para la contrapartida de los nume­rosos préstamos que tomó el Gobierno (Moya Pons, ob. cit., p.552-553).

Por otro lado, en la administración de Guzmán se evi­denció el mal que tanto se había criticado al balaguerato: la corrupción que el mandatario, en su discurso de inau­guración, había jurado combatir allí donde surgiese.

La aparición de ese problema arrojó una lección importante: que no es suficiente invocar la honradez de los individuos para reducir la corrupción, siendo como

es el resultado de una estructura estatal que funciona

sobre la base del tratamiento de la cosa pública como privada (patrimonialismo) y del intercambio de acceso a

los recursos públicos a cambio de favores políticos, llá­mese militancia partidaria, colaboración a la campaña, donaciones a la Presidencia, etcétera.

La segunda administración del PRD, encabezada por

el doctor Salvador Jorge Blanco, que se proyectaba

20 GLOBAL

como el gobierno que haría reformas sustanciales para promover la "democracia social", se vio empantanada

por la crisis fiscal que, en gran parte, había sido provo­cada por la administración anterior, y tuvo que encarar

lo que en Latinoamérica vino a conocerse como los procesos de estabilización y ajuste estructural impul­

sados por el Fondo Monetario Internacional, con el fin declarado de convertir a las economías y estados

latinoamericanos en agentes capaces de pagar sus cuan­tiosas deudas externas. Pero este proceso fue más lejos,

pues el discurso económico-político de entonces, que fue denominado neoliberalismo, propugnaba una trans­formación de la relación entre el Estado y la economía

que acabaría dando fin al proteccionismo estatal que había impulsado por décadas los llamados procesos sus­titutivos de importaciones.

Se planteó como necesaria la apertura de los países al mercado mundial para integrarse en un sistema de libre

competencia donde cada nación debía maximizar sus ventajas comparativas dándole poder al sector privado.

Esto implicaba sacar al Estado del ámbito de la asigna­ción-distribución de recursos y erigir el mercado como

principio regulador de los intercambios económicos. Se "decretó" el fin del intervencionismo estatal, se

proclamó a los cuatro vientos la necesidad de empe­

queñecer el Estado haciéndolo más eficiente en la parte concerniente a la regulación legal y garantía de

la propiedad y las transacciones. Más tarde, cuando la retórica del libre mercado puro probó ser insuficiente

en un campo limitado de políticas sociales que se con­centrarían en la reducción focalizada de la pobreza, se apostó por el fortalecimiento de los servicios públicos

de salud y el apoyo a la educación, convirtiendo esta disposición en la panacea para combatir la pobreza,

siguiendo el modelo de capital humano construido por el economista norteamericano Gary Becker.

Reducción de protagonismo Para el Estado dominicano, la era de los ajustes estruc­

turales significó la reducción de su protagonismo en el área económica, sobre todo en lo tocante a la propiedad

de empresas propias -la mayoría de ellas prácticamen­te quebradas- y su retirada definitiva del negocio del

azúcar, y por tanto, una no muy querida aceptación de los proyectos de privatización de las empresas esta­

tales que el neoliberalismo global estaba predicando

Page 23: 0004

El ex-presidente dominica no Juan Bosch, a la derecha, da la mano al candidato presidencia l del Partido de la Liberación Dominicana, Leon el Fernández, durante las actividades de cierre de campaña en

mayo de 1996

en el mundo. Esto dio como resultado un Estado más débil, dada la circunstancia de que, como se vio en los dos períodos siguientes de Balaguer (1986-1990, 1990-1 994) Y finalmente en el período bajo la adminis­tración del PLD encabezada por el presidente Leonel Fernández Reyna (1996-2000), el Estado dominicano, al tiempo que perdía sus fuentes propias de extracción

de recursos y divisas (como lo fue el Consejo Estatal del Azúcar durante mucho tiempo, y en segundo término las empresas reunidas en la Corporación Dominicana

de Empresas Estatales y la Corporación Dominicana de Electricidad), no reemplazaba de manera proporcional esa pérdida con mayor presión impositiva, la cual inclu­sive en su mejor momento, bajo la administración de Fernández, no pasó de un 15% sobre el PIE, cuando lo recomendable sería por lo menos un 18%.

En cuanto a las transformaciones institucionales que el Estado dominicano debía experimentar a tono con la llamada "segunda generación de reformas", fue muy poco lo que se logró con el llamado proceso de reforma y modernización del Estado, debido al reducido nivel de acuerdo entre las élites políticas dominicanas.

La administración de Fernández Reyna, que había llegado al poder en virtud de las alianzas que permi­tían el sistema de doble vuelta, propuso una extensa agenda de modernización del Estado. Para llevar a cabo este proceso se requería introducir una profunda refor-

ma fiscal consensuada con todos los partidos, pero las Cámaras Legislativas, en las que el partido del Gobierno estaba en minoría, la bloquearon.

No obstante, hubo cambios en la estructura del Esta­do que acontecieron durante este período. Los princi­pales fueron el nombramiento de los miembros de la Suprema Corte de Justicia según los términos de la refor­ma de la Constitución en 1994, que creaba el Consejo Nacional de la Magistratura4

, que hizo de la elección de los jueces un proceso más plural y abierto, y acrecentó la independencia del Poder Judicial cumpliendo con una demanda muy sentida de la sociedad civil y buena parte de la sociedad política dominicanas; la promulga­ción y aplicación de la Ley de Reforma de la Empresa Pública, que abrió así el camino de la capitalización-pri­vatización de las empresas estatales, fundamentalmente CDE, CORDE, CEA y los aeropuertos; y la eficientización de los servicios a la ciudadanía en el campo de la expe­dición de pasaportes, de la cédula de identidad, y del pago de impuestos. Se destaca aquí la creación de una Dirección de Impuestos Internos que engloba oficinas que antes estaban dispersas, haciendo así más eficaz la recaudación.

Asimismo, la administración de Fernández organizó múltiples instancias de debate sobre temas de moderni­zación a través de la Comisión Presidencial de Moderni­zación y Reforma del Estado (COPRYME).

21

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Sin embargo, la limitación que tuvo este Gobierno por

su escasa representación en el Congreso no le permitió avanzar en la conformación de un Estado que lo habili­

tara para encabezar los procesos de desarrollo y moder­nización del país, que deben ser llevados a cabo para adaptarlo a las demandas y condiciones del siglo XXI.

Intento reeleccionista El paso a una nueva administración del Partido Revo­

lucionario Dominicano (PRD) en el año 2000 revelaría que el espíritu de la reforma tenía mucho por delante

para vencer. El ascenso de esta organización, la mayor en términos de votantes en el país, después de haber

estado 14 años en la oposición y tras la muerte de su líder histórico días antes de las elecciones legislativas y municipales de 1998, José Francisco Peña Gómez, repre­sentó para muchos una esperanza de dar continuidad y

mejorar lo logrado en los últimos años, no sólo en el plano del crecimiento económico, sino en e! plano del desarrollo institucional del Estado.

El hecho de que el ingeniero Hipólito Mejía fuera el presidente, y contara con una larga experiencia empresa­

rial, y que la doctora Milagros Ortiz Bosch fuera la vice­presidenta (primera en la historia del país, que contaba con una larga experiencia política como militante impor­

tante de su partido y senadora con un ejercicio muy bien valorado por diversos sectores políticos y civiles,

e incluso no poca experiencia empresarial y gerencial), inspiraba la confianza en la continuidad y mejoria de las reformas y e! crecimiento, en la medida en que ambos

no parecían representar e! "populismo" que había carac­terizado al PRD en sus anteriores administraciones5.

Aún reconociendo que ese rasgo populista, en conso­nancia con el neopatrimonialismo, no es exclusivo del PRD, e! caso es que por ser un partido masivo de fuer­te poder de interpelación de los sectores populares de

la nación, en su administración no sólo incrementó la nómina pública para integrar a parte de sus activistas

al tren estatal, sino que también incrementó e! nivel de endeudamiento del Estado dominicano.

Pero lo más preocupante ha acontecido en el terreno institucional, pues reformas clave logradas en el año

1994, como la de las elecciones generales mediante el sistema de colegios cerrados y la prohibición de la ree­

lección sucesiva, fueron eliminadas por el Congreso de

mayoría perredeísta en 2002.

22 GLOB.A.L

Debe apuntarse que este hecho no tuvo el consenso absoluto del PRD, pues muchos de sus líderes y voceros

más importantes se manifestaron de manera abierta en contra de la segunda contrarreforma, en virtud del prin­

cipio anti-reeleccionista que dicho partido ha ostentado históricamente a pesar de no tenerlo, en ese momento,

incorporado en sus estatutos. Este fue el "huevo de la serpiente" que se manifiesta

como una de las mayores crisis de! Partido Revoluciona­

rio Dominicano, cuando al final se ha evidenciado que, tras estas contrarreformas, anidaba el proyecto reeleccio­

nista de! presidente Hipólito Mejía. Esto prácticamente dividió al partido, que tras una larga lucha interna que

determinó la separación temporal de sectores importan­tes del mismo, y tras pasar por dos primarias convocadas por grupos en pugna, uno de ellos, el del propio presiden­te Hipólito Mejía -el Proyecto por Hipólito-PPH- (quien

resultó ser de nuevo su candidato), fue derrotado convin­centemente por e! Partido de la Liberación Dominicana y

su candidato, e! ex presidente Leone! Fernández Reyna, con un 57% de los votos computados.

No se pueden ignorar como factores de esta derrota del PRD los efectos del manejo de la crisis bancaria que explotó en 2003. Quedará como tarea pendiente

para analistas futuros el dilucidar las verdaderas cau­sas de las decisiones que la administración tomó en

los momentos más graves de la crisis, como fue la de devolver todos los depósitos de la mayor entidad ban­

caria envuelta en la crisis, el Baninter, y los fuertes compromisos asumidos por el Banco Central para redu­

cir el aumento del circulante resultante ocasionando el llamado "déficit cuasi-fiscal ".

Pero todavía más difícil será dilucidar la causa de la decisión que terminó sepultando las aspiraciones de la administración de Mejía de repetir en el poder, que

fue la re-estatización de las dos terceras partes del sis­tema de distribución eléctrico, dando al traste con un

acuerdo con el Fondo Monetario Internacional y provo­cando una aceleración de la devaluación de la moneda

hacia límites nunca antes vistos y extremadamente perniciosos para la economía.

La interrogante de Oviedo (2001) sobre si el Estado dominicano de hoyes un Estado del siglo XIX para las

circunstancias del siglo XXI es altamente pertinente. Como él mismo ha afirmado en un artículo periodístico

en 2003, reiterando de manera más general el argumen-

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Felipe González, ex-presidente español, en el centro, es aplaudido por el presidente electo de República Dominicana, Leonel Fernández, a la izquierda, y el presidente dominicano Hipólito Mejía, luego de

una conferencia en el Senado de la República, en 2004.

to de la primera publicación sobre la persistencia del

clientelismo, dice: "En la República Dominicana actual,

las expectativas de acceso privilegiado a cargos y recur­

sos del Estado a través de la política dominan la políti­

ca, activadas en distintos grados por los partidos".

En este país no se entiende, como lo señala el autor,

que allí donde ha habido desarrollo se ha limitado el

clientelismo. De la misma manera se puede decir que

donde ha habido desarrollo se han dejado atrás las

peores fo rmas patrimonialistas de organizar el Estado,

dando paso a reformas que refuercen la independencia

de los poderes, que mejoren las relaciones de representa­

ción y que afiancen los debidos procesos de ley.

Como hemos visto, sólo el poder judicial ha experi­

mentado una reforma profunda que, sin embargo, se

ve frecuentemente amenazada por una regresión al

estado anterior.

En este trabajo se ha sostenido la hipótesis de que el

Estado dominicano desde sus inicios fundacionales en el

siglo XIX, fue construido como una estructura política

de carácter patrimonialista, clientelista y autoritaria, con

liderazgos de tipo tradicional y caudillista, y que rasgos

básicos de esta estructura se han ido transformando en el

tiempo para adaptarse a incrementos de complejidad de

la estructura administrativa del Estado, y para adaptarse

al desarrollo del proyecto democrático más amplio.

Se ha mantenido, siguiendo el razonamiento como

Hartlyn, Oviedo y Brea, que estas formas patrimoniales

y neopatrimoniales mantienen una relación tensa con

la democracia, obstaculizando el potencial de ésta y, al

final, bloqueando las posibilidades de construir un Esta­

do más coherente con los principios constitucionales

que constituyen la base legal de su legitimidad, e impi­

diendo por ende un desarrollo de formas de representa­

ción más eficaces y auténticas.

Es por ello que a inicios del siglo XXI no podemos

hablar en la República Dominicana de la existencia de

una burocracia racional y eficiente ni de una carrera

administrativa en el Estado invulnerable a los cambios

de administración. Tampoco podemos hablar de un

Estado con capacidades institucionales y coherencia sufi­

ciente para enfrentar retos como el de la reducción de la

pobreza, el analfabetismo y los bajos índices de salud,

por no haber asimilado aún los recientes modelos de ges­

tión pública basados en la evaluación de los resultados.

Asumir modelos como los de agendas estratégicas y

evaluación por resultados implica también aceptar que el

Estado, en su estructura administrativa, debe operar con

el principio de la separación entre lo político y lo adminis­

trativo, y que la selección del personal, lejos de hacerse

siguiendo la lógica de la distribución del "botín político",

debe seguir el principio del mérito y la igualdad.

De todo ello se desprende el corolario de que los ser­

vicios sociales que brinde el Estado deben beneficiar a

todos los ciudadanos independientemente de cuál sea la

bandería política que ostenten. Esto sugiere que los estu­

dios sobre el Estado que se elaboren en el futuro inme­

diato tienen que orientar su interés hacia la evaluación

de los progresos hechos en las instituciones particulares

en estos aspectos, y establecer las oportunidades y ries-

23

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gas que se presentan al reduplicar los casos exitosos en

otras instituciones. También estos estudios debieran tomar en cuenta la

naturaleza y evolución de la clase política dominicana. Aunque en este trabajo este punto no se tocó, resulta

evidente para muchos (incluyendo al autor de esta monografía) que la clase política dominicana presenta un grave retraso su visión de la política en el marco del

Estado moderno, con respecto a la clase económica y los grupos organizados de la sociedad civil.

Aquélla es una clase que parece no poder concebir la política al margen del clientelismo y del patrimo­

nialismo, porque inclusive considera que comportarse de manera contraria a estos patrones podría significar

su muerte política. En la medida en que ésta sea una creencia ampliamente compartida, esta clase política no podrá apostar, ni aunque lo formule en un discurso de deseo, por una modernización seria del Estado domini­cano con todo su engranaje.

Los estudios sobre el Estado dominicano debieran considerar y ponderar, pues, escenarios de cambio de la mentalidad de la clase política, junto con los escenarios

de cambio institucional, aplicando los modelos que la sociología política y la ciencia política pone a nuestra disposición, como serían, por ejemplo, el modelo del

interés público, el de la elección racional, así como, en otra vertiente, los modelos de cambio identitario y cam­

bio de valores. En otro orden, los análisis también debieran consi­

derar el peso de las demandas y condiciones que están forzando al Estado dominicano al cambio, so pena de caer en situaciones de ingobernabilidad grave. Entre estas condiciones y demandas están:

• Institucionalización definitiva del servicio civil y la carrera administrativa, los cuales ya están plantea­dos como proyecto y que, sobre todo la segunda, cuenta con unos niveles de realización incipientes

aunque precarios. • Reformas que establezcan mecanismos de rendición

de cuentas a la ciudadanía sobre la debida ejecución

presupuestaria y la definición y ejecución de los pro­yectos estatales en diálogo con la ciudadanía.

• Reformas que introduzcan niveles prudentes de des­centralización de las decisiones ejecutivas, de modo

que se reduzca la dependencia en el Ejecutivo y, por

lo tanto, el presidencialismo.

24 GlOBAL

• Dotar al Estado de capacidades institucionales ade­

cuadas para diseñar y ejecutar políticas de reducción de la pobreza a través de la mejora de los servicios

de salud y de educación, que deben pasar a ser prio­ridad en la agenda político-social.

Se trata pues de contribuir a la construcción de un Estado que sirva a los propósitos de potenciar el ejercicio

de los derechos civiles, políticos y sociales que siguen definiendo, a pesar de los contratiempos, los fines de la política como actividad a la vez racional y responsable.

Leopoldo Artiles es sociólogo por la UNPHU (1978), maestría en Ciencias

Sociales, Flacso-México (1982), y doctorado por la Universidad de Minneso­

ta (2002). Ha publicado sobre temas de educación, comunicación y análisis

del discurso, ideologías empresariales y políticas, y movimientos sociales.

Ha enseñado sobre resolución de conflictos y mediación. Es profesor de la

Escuela de Sociología de la Universidad Autónoma de Santo Domingo e

investigador del Centro Poveda.

Notas J "El crecimiento del imperio económico de Trujíllo llegó a ser tan

grande, que al final de su vida controlaba cerca de un 800/0 de la

producción industrial y sus empresas daban ocupación a un 45%

de la mano de obra activa en el país, lo que unido a su control

absoluto del Estado, que empleaba a un 15% de la población acti­

va, hacía que un 600/0 de las familias dominicanas dependieran

de una manera o de otra de su voluntad. Todo esto, unido a un

sistema de impuestos y las ' contribuciones del Gobierno, cuyos

fondos él manejaba absolutamente, hace verosímil la observación

de un testigo que llegó a decir que durante su Gobierno se llegó al

extremo de que los dominiCanos no podían comer, calzar, vestir o

alojarse sin que de alguna manera Trujillo o su familia resultaran

beneficiados. Desde un principio, el Gobierno Dominicano fue

una maquinaria al servicio de su engrandecimiento personal y la

reconstrucción del Estado fue un pretexto para el enaltecimiento

de su gloria." (Moya Pons, 2002:5 J 8).

2 Se puede decir que el control que el régimen de Trujillo ejercía

sobre el discurso privado y público revistió caractelÍsticas tota­

litarias. Esta vigilancia era tan fuerte en la ciudad como en las

zonas rurales: "Los campesinos recuerdan con temor el control

opresivo del Estado sobre el habla, los elaborados mecanismos de

vigilancia, y las honibles consecuencias que podía tener el menor

lapso lingüístico. No sólo expresiones de oposición política, sino

cualquier ocurrencia verbal podía tener consecuencias tristes.

Quizás más desconcertante aún era el conocimiento de que los

conocidos, amIgos, vecinos y aún anteriores esposos(as) podrían

Page 27: 0004

denun ciar a uno, quizás con falsa información, para obtener

beneficios del régimen o simplemente debido a celos o animosi­

dad. La vigilancia era, según se dice, más intensa en los pueblos,

renejando la mayor presencia del Estado allí, la facilidad con que

se implantaban espías (por .::jemplo, como mendigos, limpiabotas

o empleados de compai1ías), y la mayor frecuencia de manifes­

taciones y reuniones políticas controladas por el Estado. Otras

manifestaciones opresivas de control discursivo bajo Trqjillo eran

las vinualmente obligatorias placas, fotografías y botones con la

imagen de Trqjillo que podían encontrarse probablemente en la

mayoría de los hogares dominicanos durante el régimen. Muchos

dicen que si un guardia veía que no había manifestación algu­

na de este tipo en tu hogar, tú podrías ser sospechoso." (Turits,

2003 :228- 229, traducción de! autor)

l ... .. tras el reformismo, desde el Estado se estimuló un proceso de

relativa modernización de la burguesía tradicional dominicana,

que determinó un cambio en sus patrones de comportamiento

político y económico. Al estimular la industri ali zación sobre las

premisas referidas, el Estado facilitaba la estructuración de un sec­

tor industrial relativamente importante, aunque éste mantuviera

su dependencia del capital comercial y de! gran capital internacio­

nal." (Lozano, 1985:107)

4 El Co nsej o Nacional de la Magistratura está integrado por siete

miembros: 1) el Presidente de la República, 2) el Presidente del

Senado, 3) un senador de un partido dist in to aI del Presidente

del Senado, 4) el Presidente de la Cámara de Diputados, 5) un

diputad o distinto del anterior, 6) el Presidente de la Suprema

Corte de Justici a , 7) un Magistrado de la Suprema Corte quien

actuaría como Secretario . Distinto a como fuera en la Consti­

tución ante rior a la reformada de 1994, este Consejo es el que

tiene .la atribución de elegir a los miembros de la Suprema Cor­

te de Justicia, en vez de ser la atrib ucion del Senado, como lo

era en la Constitución de ] 966, haciendo de la Suprema Corte

de Justicia un órgano sometido a la voluntad del Senado. Por

otro lado, se co nsagró la inamovilidad de los jueces. La reforma

de 1994 también le confirió a la Suprema Corte de Justicia la

atribució n de designar los jueces a nivel nacional. Esto defini ­

tivamente sacaba los nombramientos de la jud icatura del botín

político (S alcedo, 2002). Puede dec irse que esta fue una de las

reformas más signitlcativas (tal vez la más significativa) becha a

uno de los poderes del Estado con sentido republicano y liberal,

contrario a la lógica del neopatrimonialisl11o. Sin embargo, esta

lógica aún en este aspecto sigue presente como se evidenció en

la elección de los jueces para cubrir tres vacantes en septiembre

de 2001, y los intentos desde el Senado para recortar la indepen­

dencia del poder judicial (Ibid., pp.53-58) .

5 Asumimos aquí una noción de populismo muy lata, referida

principalmente a un patrón de gastos por parte del Estado que

no respeta los principios de la disciplina tlscal para satisfacer

demandas históricamente pospuestas de las masas pobres de un

país. Reconocemos los límites de esta detlnición que, sin embargo,

para e! caso que nos ocupa, cumple el cometido de describir un

patrón de gestión tlscal y de gastos del Estado. (Ver Dore Cabral,

] 999:pp.45)

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25

Page 28: 0004

~

MIGRACION HAITIANA y CIENCIAS SOCIALES Por Carlos Dore Cabra!

Este no es un artículo sobre la presenCIa haitiana en la República

Dominicana, sino una breve historia de cómo los científicos sociales

dominicanos han estudiado este fenómeno. Si se estuviese obligado a

ubicarla disciplinariamente se diría que pertenece al área de la historia

de las ideas. Y para hacerla se ha procedido de la forma que aconsejaba

uno de sus más importantes cultores, Isaiah Berlin, "adentrándose en las

mentes y puntos de vista de las personas que las sostuvieron, así como

en los contextos sociales y culturales de los que formaban parte".

26 GLOBAL

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La búsqueda hecha conforme al procedimiento ber­liniano nos habla de varios períodos. El primero se inicia en la década de 1930 y culmina en la de

1940 y se caracteriza en su primer lustro por el interés de alertar al Estado y la población sobre los peligros de haitianización y en el último por la misión de justificar

el genocidio de 1937. El segundo corre de la década de 1940 a la de 1960 y es aquella etapa en que se crea y consolida la ideología anti-haitiana y racista anti­

negra. El tercero se mueve de la década de 1960 a la

de 1980 y su signo es revisar y desmontar uno por uno los elementos que constituyen esa ideología. El cuarto

comienza en la década de 1980 y llega hasta fines del siglo XX, en el cual ya la revisión de los conocimientos pasados no es el norte de las investigaciones, sino más bien el interés de una descripción explicativa de esa pre­

sencia tal y como se comporta en los momentos en que los estudios tienen lugar.

Al final de este ensayo cualquier experto en el tema migratorio advierte que las Ciencias Sociales domini­

canas están atrasadas en el estudio de este fenómeno,

pues aún no salen decididamente de sólo ver y estudiar elementos relacionados con su faceta de inmigración laboral, sin fijar su atención en otras áreas del mismo fenómeno que son predominantes en los estudios moder­

nos sobre migración, como son la identidad y la integra­ción, la comunidad étnica, la segunda y tercera genera­

ciones, el retorno, el capital social, la transnacionalidad, las relaciones Estado-inmigración y Estado-emigración,

las asociaciones de migrantes ... Pero quizás la encuesta nacional de la población

haitiana en la República Dominicana con que probable­

mente se inicia un quinto período de estos estudios, sea la base para la modernización de las Ciencias Sociales dominicanas que bregan con la migración haitiana.

El inicio de los estudios Los estudios sobre la presencia haitiana en la República

Dominicana se inician en el siglo XX, aunque este fenó­

meno social es anterior al inicio de esa centuria. Inves­tigaciones históricas, socio-históricas y de historia eco­

nómica realizadas el siglo pasado (Cassá, Moya Pons, Peña Batlle, Silié) ofrecen datos e indicios sobre flujos

poblacionales de la parte oeste hacia la parte este de la Isla Hispaniola, desde mucho antes de que éstos comen­

zaran a indagarse. Asimismo, los archivos de secretarías

28 GLOBAL

de Estado como las de Agricultura e Inmigración, de Relaciones Exteriores, de Justicia y de instituciones

como la Policía Nacional y de los ayuntamientos e iglesias de provincias fronterizas anteriores a 1900, con­tienen informes, sentencias, querellas, registros, estadís­

ticas, que sugieren frecuentes salidas de nacionales de Haití a la República Dominicana y regresos de éstos a

Haití e incluso de asentamientos en tierras dominicanas de nacionales haitianos, anteriores (y diferentes) a los llamados bateyes azucareros y cafetaleros 1.

El momento en que se iniciaron esos estudios puede ubicarse en la tercera década del siglo XX2. En el pri­

mer lustro del decenio de 1930 se hicieron indagacio­

nes y publicaciones muy discretas, que no sólo estaban movidas por el interés de conocer cómo se comportaba la presencia haitiana de antes y de ese momento. Aun­que esos trabajos se apegaban a las rigurosidades técni­

cas e intelectuales prevalecientes en aquellos tiempos, sus fines eran de carácter político e ideológico.

Intelectuales como Ramón Emilio Jiménez, a la

sazón secretario de Estado de Educación, Vicente Tolentino Rojas, entonces director General de Estadís­

ticas, y Manuel Arturo Peña Batlle, quien todavía no estaba incorporado al régimen de Rafael 1. Truj illo , a

no ser como miembro de comisiones relacionadas con la cuestión fronteriza, fueron las mentes y las plumas

más destacadas de ese primer momento. Los trabajos de Jiménez y de Tolentino Rojas busca­

ban poner en conocimiento del Gobierno y de la pobla­ción cuál era la magnitud presente y en perspectiva

de los asentamientos de haitianos en el país. Para esos fines, desde la Secretaría de Estado de Educación se envío a los inspectores de esa cartera un cuestionario

para determinar el estado de la presencia de nacionales de Haití en las escuelas fronterizas dominicanas3• Ade­más, en los boletines o anuarios de esa Secretaría se

daba cuenta de los procesos de dominicanización de la educación en la frontera: nuevas escuelas, cambios de nombres de los poblados y creación y difusión de poe­

sías, canciones e himnos de carácter patrióticos que se difundían en las zonas cercanas a Haití.

La Dirección General de Estadísticas realizaba estu­dios demográficos, cuyas fines eran determinar la signi­

ficación de los haitianos en la población de la República Dominicana, en aquel entonces y en el futuro. Era tam­

bién el momento en que Peña Batlle producía algunas

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de sus interpretaciones históricas sobre el papel jugado por Haití en el destino de la nación dominicana.

En el segundo lustro de la década de 1930, los traba­

jos sobre la presencia de haitianos estuvieron condicio­nados por el genocidio de 1937 llevado a cabo contra los nacionales del país vecino asentados en la frontera.

La mayoría de esos estudios perseguía justificar esa acción. En ese momento hay un intelectual que destaca por encima de todos los que se dedicaron a esa labor

a través de artículos de periódicos y folletines: Joaquín Balaguer, quien pronuncia charlas y publica ensayos al respecto en el país y en el extranjero, tarea que conclu­

ye en su obra La realidad dominicana, publicada con posterioridad, en la década de 1940.

En las dos décadas siguientes, la labor intelectual rea­lizada en el país sobre Haití estuvo dirigida a crear las

bases y desarrollar los elementos nodales de la ideología anti-haitiana y racista anti-negra que aún pervive y pre­domina. Únicamente se conoce un trabajo publicado en esa época en el país que difiere de esas ideas. Es una car­

ta escrita por Juan Bosch a Héctor Inchaústgui Cabral,

Emilio Rodríguez Demorizi y Ramón Marrero Aristy,

que fue publicada con su respuesta en forma de folleto por una editora de La Vega, bajo el título de Dos cartas

para la Historié.

El resto de ese tipo de escritos publicados durante esos 20 años servia al propósito de establecer el "otro", anta­gónico y diferenciador, que se entendía necesario para

el desarrollo y fortalecimiento de la identidad cultural y

nacional. El primer trabajo de importancia en esa línea, después de terminada la década de 1930, fue el discurso

pronunciado por Peña Batlle, con motivo de la fundación de la provincia San Rafael, en 1941; especie de clarinada

y de programa, que sirvió de inspiración y orientación a

quienes lo siguieron en esa labor. En ese lapso se desarrollaron estudios que cubrían

los distintos aspectos a través de los cuales se vertebra esa forma de pensar la cuestión dominico-haitiana. Los

elementos jurídicos, políticos e históricos de la frontera, los culturales, que se focalizan en el lenguaje y en las costumbres, los religiosos, los raciales y los puramente históricos, que no sólo se encontraban en exposiciones

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dedicadas a ellos sino también en textos que explican los avances del régimen trujillista en sus esfuerzos por

contrarrestar los efectos sobre el país de la presencia haitiana y en las polémicas de autores dominicanos con los del país vecinoS.

Los estudios post-Trujillo Después de la desaparición de la dictadura de Rafael L.

Truj illo , a inicio de la década de 1960, se produce un cambio que modifica radicalmente el sentido de los estu­

dios sobre los vínculos de Haití y sus pobladores con la

República Dominicana. La producción que había tenido lugar durante las dos décadas anteriores se somete a

una revisión despiadada que desmonta uno por uno los pilares que sostenían la ideología reciamente articulada en aquel tiempo, no dejando nada en pie y conforman­do sobre sus despojos una suerte de contra ideología no anti-haitiana y no racista anti-negra.

Esta transformación encuentra su explicación no sólo en razones intelectuales y técnicas, sino también polí­ticas e ideológicas. La desaparición de la dictadura de

Trujillo creó un ambiente político en el que las críticas a cualquiera de los elementos de su sistema parecian cier­tas, justas y progresistas -lo fuesen o no-, lo cual estimu­

ló y sostuvo ese quehacer y el nivel de su radicalidad. Además, esa guerra intelectual, político-ideológica,

aparentaba desenvolverse contra posturas del pasado, que no se desarrollaban más allá de aquel día en que el régimen dictatorial cayó, que lucían muertas para siem­

pre. La realidad era que esas ideas seguían permeando y siendo predominantes en la sociedad, sólo que en ese

entonces nadie las defendía. Lo que sucedía era que sus creadores, aún vivos, sus sostenedores o simples seguidores estaban colocados a la defensiva. Era como si entendieran que en un contexto socio-histórico y político-cultural tan adverso no tenía sentido librar esa

batalla o temían hacerlo. Lo importante de ese hecho a los fines de este artí­

culo, es que esa revisión crítica y recreación de nuevas posiciones político-ideológicas no se daba en el marco

de un debate que permitiera reflexionar a ambas partes sobre los argumentos del contrari06•

Los realizadores de esa tarea eran en su mayoríajóve­nes (y algunos no tan jóvenes) historiadores, sociólogos

y de otras disciplinas sociales adscriptas o cercanas, en

términos teórico-metodológicos, al marxismo. Este es

30 GLOBAL

otro elemento que explica que las variables político­ideológicas estuviesen presentes en la labor intelectual

que desarrollaban. Por aquel entonces, ser marxista difícilmente se redu­

cía a una postura frente al conocimiento, sino que impli­

caba normalmente una militancia más global frente a las distintas esferas de la sociedad y del mundo. O sea,

que la revisión crítica y la reconstrucción teórica e ideo­lógica que realizaban eran sólo una parte de una lucha

más general nacional e internacional. No se trataba pura y simplemente de demostrar equivocado el viejo pensa­

miento y establecer uno nuevo. Era más lo que se busca­ba. Se perseguía contribuir desde ahí con un proceso de

cambio más general de la sociedad, donde el todo socio­económico y político-cultural fuera removido. Eran así de radicales los términos de las confrontaciones, de las

que no escapaba el frente de las ideas7•

Durante los 20 años que dura ese proceso hay muchas desigualdades en los momentos de la incorporación y

en las señas intelectuales y políticas de sus participan­tes, en las orientaciones y en las calidades de las obras

que se realizan, en la continuidad de los trabajos que parten de ellos; pero ninguna de esas diferencias anula el propósito común -intencional o de hecho- de revisar

lo escrito en los 20 años anteriores y suplantarlo. Durante la primera de esas dos décadas, la genera­

lidad de los profesionales o estudiosos o intelectuales que se dedican a esa labor proceden del exilio político a

que obligó el régimen de Trujillo a sus opositores. La convulsión política que signó el primer lustro de

la década de 1960 lo convierte prácticamente en perdido

para los fines de esta evaluación, a menos que se fije la atención en obras ya realizadas y divulgadas en esos

primeros cinco años por los dos únicos sobrevivientes intelectuales y políticos de ese exilio, que fueron Juan Bosch y Pedro Mir8, y, en la discreta pero significativa

labor realizada en ese mismo período por Hugo Tolen­tino Dipp. Me refiero, en el caso de los dos primeros,

a obras históricas que no estaban dedicadas al tema haitiano, pero que sí hacían un inmenso ruido a ele­

mentos nodales del compacto armazón ideológico que sobre la identidad nacional y cultural se había creado

a lo largo de las décadas de 1930, 1940 Y 1950. Los juicios de Bosch acerca de la revolución haitiana y de

su líder Toussaint Loverture, uno de los tres genios

políticos que ha producido América, como decía ese

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auto r, distan mucho de los que se podían encontrar en la bibliografía histórica del período mentad09•

El libro Tres leyendas de colores de Mir se publica des­pués de 1965, pero su contenido son las mismas charlas que dictaba a cientos de jóvenes que, en grupos más pequeños, se reunían con él en la Universidad Autóno­ma de Santo Domingo (UASD), no en sus aulas ni en sus salones de conferencias, sino entre las matas de mangos de solares aledaños al pequeño edificio donde se aloja­ban la Escuela de Sociología, la Escuela de Idiomas y el Instituto de Sismología de esa institución; charlas en las que exponía una interpretación de las participaciones raciales en la historia de Santo Domingo muy distinta a las conocidas en los textos de los 30 años anteriores.

Tolentino Dipp, de su lado, escribe y publica en ese primer lustro sus apuntes biográficos de Gregorio Luperón, con el que ganó el concurso organizado por el gobierno de Juan Bosch con motivo del primer cente­nario de la Restauración, pero, quizás más importante que eso, pronuncia y publica una charla sobre la nación dominicana en la Universidad Autónoma de Santo Domingo. En ambos textos replantea muchos de los énfasis históricos que se habían hecho hasta entonces sobre el proceso, lento y doloroso, como lo califica, de formación de la nacionalidad dominicana 10.

En el segundo lustro de la década de 1960, después de los acontecimientos de Abril de 1965, un grupo de figuras política e intelectualmente menores comienza una labor que se hace sistemática acerca de elementos importantes de la predicha ideología. El mismo Tolenti­no Dipp, Federico Henríquez Vásquez, Emilio Cordero Michell y Franklyn Franco Pichardo dan los primeros pasos en las revisiones históricas, que durante toda la década de 1970 continuarán, desde la Historia misma, desde la Sociología y desde otras Ciencias Sociales.

Asimismo, a finales de los 60 y a principios de los 70

aparecen tres textos, que son los primeros antecedentes de un tipo de estudio distinto, que intenta establecer, mediante procedimientos estadísticos y sociológicos, la realidad de la presencia haitiana de ese momento. Se tra­ta de un primer esfuerzo por cuantificar la mano de obra haitiana en el mercado laboral dominicano realizado por la Oficina Nacional de Planificación (ONAPLAN), de los trabqjos de campo y consiguientes análisis realizados acerca de la industria azucarera, por un equipo de sociólo­gos encabezado por André Corten y constituido por Isis

Duarte y Magda Acosta y de la encuesta que, sobre la inmigración haitiana hacia la República Dominicana, realizó el equipo del Instituto Dominicano de Estudios Aplicados, dirigido por Frank Marino Hemández.

Pero es en la segunda parte de ese período, en la déca­da de 1970, en la que se crean las condiciones intelec­tuales y político-ideológicas que hacen de esa revisión y reconstrucción críticas del pensamiento sobre la nación una labor más consciente y más en consonancia con los elementos heurísticos de la época. En ese momento retoma al país un grupo de jóvenes que había adquirido su formación básica bajo el régimen de Trujillo y que antes, durante o después de la Revolución de Abril de 1965, decide realizar o completar su educación superior en Latinoamérica y Europa.

El grupo Roberto Cassa, Rubén Silié, Lil Despradel, José del Cas­tillo y Walter Cordero son los nombres más destacados de los miembros de ese grupo que, durante ese período, se dedican a tratar temas directamente relacionados con la presencia haitiana 11. El primero hace una lectu­ra crítica de la historia nacional, a la vez que produce ensayos con la intención de desvelar cómo se constitu­ye la ideología anti haitiana y racista anti-negra. Silié aplica los principios de la escuela de los Anales al siglo XVIII del Santo Domingo español en un contrapunteo -más en el proceso de investigación, que en el proceso de exposición- con lo que sucedía en esa misma época en el Santo Domingo francés, haciendo explícitos los movimientos poblacionales que ya se producían de un lado a otro de la isla. Despradel elabora una periodiza­ción del antihaitianismo dominicano, que aún mantie­ne su validez, y del Castillo hace estudios definitivos sobre la contratación de braceros cocolos 12 y haitianos a principios del siglo. Cordero es quien más lejos llega entonces, y todavía, en desentrañar el carácter univer­sal, no sólo anti-haitiano, del racismo en la República Dominicana.

Pero todavía en esta etapa se escriben y publican cuatro trabajos, los cuales son una suerte de transición entre este período y la creación de un nuevo tipo de búsqueda, que aparentemente se conforma con descri­bir y explicar cómo se desenvuelven los procesos de desplazamientos humanos de la parte oeste a la parte este de la Isla Hispaniola.

31

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Dos de esos estudios ya han sido citados. Ellos son el de José del Castillo sobre la contratación de braceros a principios del siglo XX y el de José Israel Cuello sobre la matanza de haitianos de 1937. En ambos casos se trata de una escrupulosa presentación de informaciones inéditas sobre esos temas encontrados en los archivos de esas épocas, de tal forma expuesta que parecen ser los datos por sí mismos, más que los autores, los que construyen y narran esas realidades.

Los otros dos trabajos son las tesis de grado de Sociología de Frank Báez y Wilfredo Lozano, luego publicadas como libros. El primer texto es una explica­ción sociológica de la industria azucarera dominicana y el segundo de la primera intervención militar de los Estados Unidos de América a la República Dominicana entre 1916-1924, lapso imposible de estudiar sin bregar con el tema de la producción de azúcar de caña. Los datos que contienen son de carácter secundario, pero expuestos en un marco teórico-metodológico que los convierten en obras originales y novedosas.

Su interés primero y único, al menos expresamente, en el caso de Báez, era ofrecer una descripción de la evo­lución socioeconómica y política de la industria azucare­ra en la República Dominicana, y, en el caso de Lozano, dar una explicación del significado de esos ocho años de ocupación militar americana en el tipo de desarrollo capitalista de este país.

Cambios de fin del siglo En las dos últimas décadas del siglo XX se producen cam­bios que se orientan en dos sentidos diferentes. Uno que altera varios de los elementos que habían caracterizado los estudios inmediatamente anteriores. Primero, la revi­sión y reelaboración críticas de la producción anterior a 1960 sobre ese tema dejan de ser el propósito principal de los investigadores, que ahora están más interesados en una descripción explicativa de esa presencia tal y como se comporta en los momentos en que los estudios tienen lugar. Segundo, la Historia y la Critica Histórica dejan de ser las disciplinas predominantes de esos estu­dios, para ocupar su lugar la Sociología y la Antropolo­gía. Tercero, mientras la generalidad de los resultados de los estudios anteriores a la década de 1980 servían para reforzar la nueva forma de analizar la relación con Haití y la presencia de sus nacionales en tierra dominicana,

los resultados de los que se ejecutan después de iniciado

32 GLOBAL

ese decenio se podían utilizar para orientar el trazado de políticas relacionadas con esa presencia.

En el otro sentido, esos cambios tienen que ver con el surgimiento de una contra critica dirigida a revisar la producción que tiene lugar en las décadas de 1960 y 1970. Esta labor se refuerza con la decisión de grupos editoriales de volver a publicar parte de la producción que sobre el tema se había elaborado o publicado bajo el régimen de Truj illo , sobre todo los libros de Peña Batlle. La maduración de dos procesos, uno político y otro intelectual, hacen posible esos cambios. El fin del Gobierno termidoriano de los 12 años de Joaquín Balaguer, con el triunfo electoral del Partido Revolucio­nario Dominicano en 1978, es un momento importante para los afanes nacionales de una sociedad más abierta y, en consecuencia, más adecuada al surgimiento y a la difusión de nuevas ideas, al planteo y desarrollo de cualquier tipo de debate, y al uso de los conocimientos científicos en la elaboración de políticas sociales y económicas.

La década de 1980 puede considerarse aquella en que se comienzan y se terminan los estudios sociológicos y antropológicos de la presencia haitiana en los ingenios azucareros de la República Dominicana. Sus metas son crear conocimientos técnicamente aplicables a los cam­bios que se requieren en la industria del azúcar de caña, a la vez que establecer su significado en el conjunto , social y cultural de la nación.

Este primer proyecto lo realizaron varios equipos de investigación e investigadores individuales. De ellos destacan tres grandes trabajos: el realizado por el Fon­do para el Avance de las Ciencias Sociales, bajo el títu­lo de El Batey y dirigido por Frank Moya Pons, con un equipo de analistas sociales constituido por Fernando Ferrán, Martín Murphy y Carlos Dore Cabral; la inves­tigación de Frank Báez Evertsz, Braceros haitianos en

la República Dominicana y la investigación de Martín Francis Murphy, Historical and Contemporary Labor

Utilization Practices in the Sugar Industries 01 the

Dominican Republic.

El primero de estos trabajos se hizo por encargo del Cons{jo Estatal del Azúcar en 1983, con un financiamien­to del Banco Interamericano de Desarrollo. El segundo fue la tesis que presentó el autor para aspirar a doctor en Sociología en la Universidad Nacional Autónoma de México y su primera edición data de 1984. El tercero fue

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la tesis que presentó el autor para optar al título de doctor en Antropología en la Columbia University, en 1986.

Estos tres trabajos se complementan entre sí, sien­do el que dirigió Moya una minuciosa investigación

de las condiciones socio-económicas existentes en los bateyes de los ingenios del Consejo Estatal del Azúcar; el de Báez se focaliza en estudiar la lógica de la migra­

ción laboral de Haití hacia la República Dominicana, y el de Murphy establece una comparación entre el uso de la mano de obra haitiana en los ingenios del Estado, de las empresas privadas dominicanas y las empresas

privadas extranjeras. Existen otros estudios menores realizados por las

instituciones mismas del sector azucarero, por las ONG que se ocupan de trabajar con los inmigrantes y refugia­dos haitianos en el país y por estudiosos, cuyos ensayos

encontraban cabida en revistas que se pueden conside­rar como especializadas en es.e tipo de temas, como es

Estudios Sociales l3•

Preguntas sin contestar A los finales del decenio de 1980 y a lo largo de la déca­

da de 1990, los estudios aludidos van dejando preguntas sin contestar que son asumidas por algunos de esos espe­

cialistas. Se producen dos direcciones básicas de investi­gación a partir de esas cuestiones. Una que tiene que ver con las otras áreas de la economía nacional a que se va

extendiendo la mano de obra haitiana en dimensiones significativas. Así, los estudios sobre la presencia haitia­na salen de los ingenios azucareros y se dirigen, primero,

hacia la producción cafetalera, con los resultados de una encuesta realizada y analizada por Wilfredo Lozano y Frank Báez. Más adelante, el mismo Lozano, en el marco de sus estudios sobre los jornaleros agricolas,

se dedica a desentrañar en una nueva encuesta y consecuente análisis, las características de la presencia haitiana en el arroz. Finalmente, en esa línea, Rubén Silié y Carlos Segura comien­

zan a estudiar los conglomerados de haitianos en las zonas urbanas, sobre todo los que se con-centran en la industria de la construcción.

La otra línea de investigación tiene que ver Con la extensión de la presencia haitiana, pero no en términos de la estructura geográfica o económica de la República Dominicana, sino

de la extensión de los haitianos a través de sus

.? , .

hijos nacidos en este país, ya sea de parejas de haitianos,

de partjas de haitianos y de dominicanos, e incluso de

parejas de descendientes de haitianos, o sea, de parejas de dominicanos de ascendencia haitiana. Carlos Dore

Cabral ha sido el único de los especialistas mencionados que se ha dedicado, de manera continua y sistemática, a estudiar a los dominicanos de ascendencia haitiana, que han sido colocados, a diferencia de otras descendencias de extranjeros, en la condición del único grupo étnico­cultural que forma parte de la población dominicana.

En cuanto al otro tipo de investigación que se produ­ce en las décadas de los 80 y los 90, que consiste en una contra crítica de aquellos trabajos que se elaboran

y publican en las dos décadas anteriores y que sólo cuen­ta con una obra realmente importante. Me refiero a El

ocaso de la nación de Manuel Núñez, que se publica a

inicios de 1990. Antes de ella, algunos articulistas, en exposiciones de menos monta, se habían ocupado de

j ,

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aspectos relacionados con la inmigración de haitianos, pero ninguno de esos artículos periodísticos ni todos juntos, llegaba a lo que podría considerarse una crítica

consistente de los estudios en las décadas de 1960 y 1970. Es más, ni siquiera eran una crítica correctamente articulada a uno solo de los aspectos de esos estudios.

El libro de Núñez es diferente, pues consiste básica­mente en eso, en una crítica exhaustiva de todo lo que

se había escrito en aquel período y aún después sobre el tema, tanto en términos de revisión crítica de la lite­

ratura anterior a la década de 1960, como en términos de unas Ciencias Sociales que crean conocimientos téc­

nicamente aplicables y que desvelan el significado del fenómeno que estudian.

La debilidad de ese otro tipo de estudios consiste en que se trata de un solo estudio y que este se reduce a una crítica, a partir de la cual no se elabora un nuevo conocimiento que sea capaz de explicar, desde su pro­pia óptica teórica e ideológica, los nuevos fenómenos

que comporta la presencia de haitianos en la República Dominicana a principios del siglo XXI. Esto no lo logra la obra de Núñez ni en su segunda edición, ampliada y

corregida, donde revisa las críticas que había formulado hace 10 años e incorpora las que hace a los trabajos que

se producen en las décadas de 1980 y de 1990. Después de esta última edición de El ocaso de la

nación, se han publicado algunos ensayos de cierta importancia por otros autores que se mueven en la mis­ma línea de pensamiento que él, pero reducidos al área

legal y tratando un aspecto específico de la cuestión, que es el de la nacionalidad de los descendientes de haitianos nacidos en la República Dominicana. A pesar

de esas limitaciones, es necesario tenerlos en cuenta si se quiere tener una idea exhaustiva de los así llamados estudios sobre la presencia haitiana en la República Dominicana. Sus autores son prestigiosos juristas, como Lupa Hernández Rueda y Peligrín Castillo.

Asignaturas pendientes Si la situación de los estudios de la presencia haitiana

en la República Dominicana, descrita y explicada hasta aquí, es la que existe a principios del siglo XXI, cualquier

conocedor de las teorías de las migraciones puede darse

cuenta que las Ciencias Sociales dominicanas están muy atrasadas en el conocimiento global del fenómeno de

la inmigración haitiana hacia la República Dominicana.

34 GLOBAL

En realidad no se ha pasado, después de tantos años estudiándolo y con tan variadas formas de estudiarlo,

de lo que se puede considerar la primera parte o etapa de ese conocimiento, que consiste en validar que el pro­

ceso migratorio tiene lugar y establecer la naturaleza y la lógica de la inserción de esa fuerza de trabajo en la economía dominicana. No se ha ido mucha más allá,

si exceptuamos los estudios sobre los dominicanos de

ascendencia haitiana y la situación de la mujer haitiana y dominicana de ascendencia haitiana.

Es que modernamente los estudios migratorios siguen teniendo como base esa primera etapa sin la cual es imposible avanzar hacia otros niveles, pero sus preocu­

paciones centrales hoy día son otras, como los procesos de identidad e integración de los migrantes y sus descen­dientes, los negocios étnicos, las del capital social, el

papel de las remesas al país de origen, el transnacionalis­mo, las organizaciones de los migrantes, las relaciones

entre los inmigrantes con el Estado que lo recibe y las relaciones de los emigrados con el Estado desde dónde

salen. En ninguno de estos y otros posibles aspectos específicos generados por los procesos migratorios han incursionado las Ciencias Sociales dominicanas, en el

caso de la presencia haitiana en la República. Sólo en el recién iniciado siglo XXI se ha realizado la

primera encuesta de carácter nacional y con vocación de representatividad entre los haitianos que viven y tra­

bajan en la República Dominicana, a través de la que se pueda dar cuenta de cuál es su realidad completa, no parcial, como ha sido hasta ahora. Este estudio fue reali­

zado por la sede dominicana de la Facultad de Ciencias Sociales de América Latina (FLACSO) y dirigido por Rubén Silié con la participación de Antonio Morillo,

Brígida García y Carlos Dore Cabral. De este esfuerzo sin precedentes en los estudios migra­

torios llevados a cabo en la República Dominicana sólo

se ha publicado un informe preliminar y muy rudimenta­rio de los resultados. La base de datos que se construyó

con esa investigación, sin embargo, puede contribuir a

que las Ciencias Sociales dominicanas acometan estu­dios sectoriales mucho más a tono con la actual evolu­

ción de las investigaciones sobre los desplazamientos poblacionales en el mundo y que ofrezca un saber más profundo sobre lo que ha significado y significa la pre­

sencia de los nacionales de la parte este de la Isla Hispa­

niola en la República Dominicana.

Page 37: 0004

Carlos Dore Cabral es secretario de Estado, director de la Dirección

de Información, Análisis y Programación de la Presidencia (DIAPE). Licen­

ciado en Sociología, es especia lista en estudios políticos, sociología de las

mig raciones y procesos de urbanización. Ha sido durante 15 años profesor

universitario, ha hecho aportes de interés sobre la cuestión rural en la Repú­

blica Dominicana y ha escrito varios libros, entre los que destacan The Urban

Caríbbean: Trol1sitiol1 to the New Global Economy y Problemas sociológicos de

fin de siglo.

Notas 1 Antes de la inmigración laboral hait iana hacia la República Dominicana

y COllcomÍtantemente con ésta, hubo fluj os signitlcativos de nacionales

de Hai tí , a los cuales la teoría de la migración llama asentamientos de

colonización y que suden producirse entre paises que tienen la misma

lrontera . Este parece haber sido un movimiento poblacional incesante

desde tiempo no establecido y que sólo detuvo, momentáneamente, el

genocidio de 1937.

, Hay estudios importa ntes sobre la cuestión dominicano-hait iana ante­

riores a 1930, pero que se refieren sobre todo a la cuestión de los límites

fronterizos y a los procesos histó ricos comunes a ambos países, sin entrar

1"11 los aspectos que tienen que ver con los movimientos poblacio11ales

entre las dos naciones.

J Este cuestionario fue mostrado por el autor a un inspector de educaci ón

que residía en el municipio de Las Matas de Farfán y a quien entrevistaba

en la segunda mitad de los 80, con el propósito de conseguir información

privilegiada acerca de los movimientos oficiales en los años anteriores al

genocidio. Ese cuestionario circul ó, según el infonnante .Y según lo que el

auto r pudo establecer en el Arcbívo General de la Nación, también él través

de los inspectores del Parüdo Dominicano. Aparentemente ese instrumento

se estuvo aplicando durante el lustro de 1930- 1935 y en los primeros años

del lustro 1935-1940 y sus preguntas perseguían medir el nivel de haitia­

nización de las escuelas de la frontera .

4 La versión más socorrida sobre los orígenes de esa carta y su respuesta, es

que en ocasión de un Congreso de periodistas que hubo en La Hahana en la

década de J 940, Trujillo envió esa delegación, que más que de periodistas,

era de funcionarios, porque allí se concentraba la más fuerte oposición a

su régimen y eran necesarias mentes y voces con suficiente inÍ()mlacÍón y

talento para defenderlo, pero, además ellos todos eran amigos o conocidos

del famoso cuentista domin icano. Se asegura que se reun ieron esa noche

y que alguna propuesta le hicieron ellos a Bosch, pues de otra forma no se

explica que éste d~jara su posición por escrito, en la que es claro que no

tenía intención de volver al pais, del cual se sentía tan It::ios, expresa en la

cana, como un hombre de Alaska. Se ha llegado a decir que en aquella oca­

sión se le ofreció, al ya dirigente del PRD, la Presidencia de la Repúbl ica.

5 Durante la segunda parte de la década de 1940, en los inicios de la Gue­

rra Fría que sigue al momento de apertura propiciado por los acuerdos

de los aliados en Yalta y Teherán, varios abogados e intelectuales domini­

canos, cuya rebeldia contra el régimen era conocida , flleron enviados a

puestos en la judicatura situados en la frontera. Una de sus misiones era

escribir textos periodísticos, ensayos o folletos sobre sus observaciones de

aquellas zonas. Dos de los jóvenes intelectuales de aquella época que se

vieron obligados a hacerlo fueron Freddy Prestol Castillo y Nesto r Caro .

En esas circunstancias se conciben y probablemente se escriben la novela

El Masacre se Pasa a pie del primero y los cuentos Ba/sié del segundo.

El sentido críUco de la primera dio lugar a que sólo se conociera en la

década de 1970. Otras ohras literarias también sirven al conocimiento de

las características de la presencia baitiana en el país, como las novelas de

Ramón Marrero Aristy Ova y la de Francisco Moscoso Puello, Cmías y

bueyes, así corno el famoso cuento de Juan Bosch, Luis P ie.

6 Los períodos de conformación de la ideología y la contra ideología naciona­

les referentes a Haití y a la presencia haitiana en la República Dominicana se

dan en ambientes políticos intelectualmente cen'ados, independientemente de

las diferencias de razones que los provocan. Lo mismo que se dice en el texto

con relación a las limitaciones del periodo de las décadas de 1960 y 1970, se

puede decir con reladón al período de las décadas de 1940 y 1950.

'1 En una situación de esa naturaleza era muy difícil detenerse a ver y ana­

lizar los ma tices y a reconocer las áreas comu nes existentes entre uno y

otro de los puntos de vista en pugna.

s La idea es de .losé Israel Cuello en conversaciones privada s con el

autor de este artículo.

" Igual efec to p ro ducia la lectura de su cuento Luis Pie, cuando se

relaci onaba con el tratamiento que oficia lmente se les ofrecía a los

picadores de caña haitianos.

lO Este autor ya bahía escrito en 1959 su tesis para alcanzar el grado de

Doctor en Derecbo de la Universidad de París, sobre los orígenes históricos

y jurídicos de los estados haitiano y dominicano. En la década de 1970

in icia un trabiUo que promete monumental sobre el papel de la raza en la

histo ria de Santo Domingo, pero del mismo, hasta ahora, sólo ha publica­

do el primer tomo en 1974.

11 Hay otros autores que no reúnen todas las características predichas

en el texto para ser considerados miembros de ese grupo, pero que sí

expusieron nuevas ideas y sacaron a la luz nuevas informaciones sobre

el tema de Haití y su presencia en el país, como es el caso de los historia­

dores formados en Estados Unidos, Frank Moya Pons y Antonio Lluberes

Navarro y el antropólogo asimismo formado en ese pais Fernando Ferrán;

también es d caso de José Israel Cuello y Carlos Dore Cabral, quienes

habían adquirido su fo rmación, hasta ese momento, en el país, el prime­

ro trabiUó los arch ivos de Julio Ortega Frier sobre los acontecimientos

fronterizos que se produjeron en el aiío de 1937 y el segundo sobre la

iden tidad nacional y cultural de los dominicanos, Además, es en esa déca­

da que se desarrollan nuevas líneas de investigación en diversas áreas

cuando contribuyen directamente con ese proceso de revisión : las inves-

35

Page 38: 0004

tigaciones en musicología de Fradique Lizardo y Dagoberto Tt:jada, en

religiosidad popular de June Rosenberg, Geo Ripley, Martha E!len Davies

y Carlos Esteban Drive y en arqueología social y antropología social

de Marcio Veloz Maggiolo, Renato Rimolí y Fernando Luna Calderón.

Además, entonces se publican algunos textos claves al respecto, como el

Código Negro Carolingio.

J2 Es la denominación que se aplica en la República Domínicana para n'fe­

rirse a los nativos de las islas del Caribe del Este que migraron al país a

inicio del siglo XX y a sus descendientes que nacieron en este país.

13 Entre éstos hay que destacar porque se trata de la continuidad de una

línea de investigación iniciada por los mismos autores, el libro de José

Israel Cuello acerca de los contratos de braceros posteriores a 1937 hasta

los últimos realizados bajo el gobierno de Joaquín Balaguer .Y los estudios

de José del Castillo sobre el significado del crecimiento físicos de los

ingenios azucareros durante y después de la intervención norteamericana

de 1916-1924. Y los dos tomos de Bernardo Vega sobre Trujillo y Haití,

donde recoge o glosa importantes documentos de los primeros siete aüos

de la dominación tnüillista relacionados con el tema haitiano. En su caso

no se trata de la continuidad de una línea de investigación, como en el

de Cuello y del Castillo.

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ese momento por Ramón Emilio Jiméncz).

Page 39: 0004

ros para un estreno

aportes para el avance

temas para el progreso

propuestas para la cultura

INDUSTRIAS CULTURALES Retos para el desarrollo cultural

"

;-~.; "") --, \ "7 ,1 . .... , , j

I

I1lNDACJONCLOBAL DEMOCRACIA y DESARROLLO

Identidad y proyecto de nación Cuatro pensadores desentrañan el tema como el inicio de un

proceso permanente y continuado de reflexión sobre tan relevante cuestión.

Industrias culturales: retos para el desarrollo cultural Cinco expertos analizan la importancia de la industria cultural, sus implicaciones como ente de desarrollo en sentido general y sus aplicaciones prácticas en áreas como el turismo, la artesanía

LIteratura dominicana en los Estados Unidos

los medios audiovisuales. Historia y t rayectoria de la diáspora Intelectual

FUNDACION GLOBAL DEMOCRACIA Y DESARROLLO

Literatura dominicana en los Estados Unidos El fruto de un seminario que reunió en Funglode a un notable grupo de escritores, agentes culturales, profesores universitarios y profesionales de diversas ramas interesados en el enfoque histórico y evaluación objetiva del rol de nuestros connacionales residentes en

Estados Unidos en el desarrollo y auge de la literatura dominicana.

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eren~ue Símbolo de identidad nacional Por Daría Tejeda (Imágenes cedidas por el autor)

La trayectoria del merengue ilustra una de las grandes paradojas de la

historia dominicana y, en gran medida, latinoanlericana: aquella en que

un fenómeno que al principio fue aborrecido por la elite intelectual ter­

n1inó convirtiéndose en un emblema de la identidad nacional. La primera

aparición de un testimonio escrito relativo al merengue se produjo hace

150 años. Esto implica reconocer que es un ritmo más antiguo que el

bolero, el son, el tango, el jazz y el blues; motivo suficiente para que sea

considerado como patrimonio musical de la humanidad.

38 GLOBAL

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39

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Julio Alberto Hernandez

Qué gran contraste: mientras que cuando nació el

ritmo era aborrecido como peste diabólica por la intelligentia de la llamada sociedad de primera,

150 años después las muchachas de la burguesía piden a sus padres celebrar sus bodas con el merengue. y no sólo eso: es un fresco y activo producto de exportación

cultural del país, tan sabroso y pegajoso que la carismá­tica figura del jet set latinoamericano Emilio Azcárraga Jean -una de las personas más ricas del continente- , ha

celebrado en México sus dos nupcias a ritmo del género musical más emblemático de los dominicanos. Se puede mencionar, de paso, que en el último tercio del siglo XX el merengue pasó a ser, también, una nueva fuente de hacer fortuna.

La trayectoria del merengue ilustra una de las gran­des paradojas de la historia dominicana y, en gran medi­

da, latinoamericana: aquella en que un fenómeno que al principio fue aborrecido por la elite intelectual, terminó

convirtiéndose en un emblema de la identidad nacional. Nada como esto puede ilustrar mejor la tradicional sepa­

ración entre elite y pueblo. Le correspondió a un poeta, Eugenio Perdomo - por

demás nacionalista a carta cabal, hasta morir en el patí­

bulo por defender la patria amada-, dar la primicia: el

merengue existía y estaba enraizándose en el pueblo.

40 GLOBAL

Juan Francisco Garcia.

Bajo el seudónimo El Ingenuo y en un periódico fecha­

do el 26 de noviembre de 1854, publicó en la entonces naciente República Dominicana el primer testimonio conocido sobre el género, y se refirió a él como "una

confusión, un laberinto continuo", para terminar lla­mándolo "maldito merengue".

Por su parte, uno de los más conspicuos intelectuales del país, guarecido bajo el seudónimo de Emmanuel,

lo llamó "hijo digno del diablo". Fue nada más y nada menos que Manuel de Jesús Galván (autor, a posteriori,

de la famosa novela romántiea Enriquillo). Lo tildó de "torpe merengue aborrecible", y a seguidas propugnó "que el bárbaro merengue desaparezca".

Esa fue, tal vez, una de las pocas coincidencias entre El Ingenuo y Emmanuel, pues, por lo demás, eran polí­

ticamente contrarios: el primero, liberal; el segundo, conservador. Pocos años después de la aparición publica

del ritmo, durante el breve lapso de la anexión del país a España, el primero murió fusilado defendiendo la causa

nacional; el segundo estaba en el bando contrario. Pero no nos extrañe esta coincidencia: los intelec­

tuales tanto conservadores como liberales opusieron

resistencia al merengue durante los períodos llamados de la Primera y la Segunda República, hasta 1916. A

otro pensador de la sociedad de primera, identificado

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El merengue se ha asentado profundamente en las bases de la cultura popular.

Página 45: Pareja de bailarines, con atuendos ti picos dominicanos.

41

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Detalle de la obra La fiesta del centenario, de Julio Senior (1944).

El merengue se impuso en el pueblo dominicano y de la más humilde sala de bachata pasó triunfalmente al salón aristocrático

con el seudónimo de Heliodoro, los bailes de meren­gue le parecieron "faltas de decencia, de decoro y de miramientos", considerando un "detestable baile de tan poco gusto", que propuso desterrarlo. Varios le

hicieron coro, con términos autoritarios, propios de la ideología conservadora.

Pero Ulises Francisco Espaillat, sin duda uno de los grandes civilistas dominicanos y a quien nadie osaría

acusar de autoritario, llegó más lejos : a mediados de los años 70 del siglo XIX, planteó que "lo expulsáramos por completo del país", y no sólo de la buena sociedad,

aunque admitía que el merengue era "el favorito" en la

pujante provincia Santiago, capital de la Banda Norte. Todavía en 1939, Flérida de Nolasco lo consideró

"una danza pobre y de invención vulgar", y dudó de

su originalidad. No fue hasta casi un siglo después de su primera mención en el país cuando empezaron a

aparecer algunas plumas defendiéndolo. Ramón Emilio

42 GLOBAL

Una pareja bailando merengue de salón en 1955.

Jiménez, en tono idílico, consideró en 1953 que "en sus

notas y en el rito de sus actitudes danzantes, vive hecho aromas de sueño, el espíritu nacional".

El prolífico historiógrafo Emilio Rodríguez Demorizi testimonió en los años 70 del siglo XX lo que hacía mucho tiempo era un hecho: "El merengue se impuso

en el pueblo dominicano y de la más humilde sala de bachata pasó triunfalmente al salón aristocrático".

El destacado escritor y pianista Manuel Rueda escri­

bió: "La acusación de indecencia deseaba anular su posibilidad de cuestionamiento. A nombre de la moral se trataba de imponer silencio a una clase explotada en

exceso; y lo curioso era que dicha acusación de inde­cencia no provenía de la Iglesia, sino de los políticos. La vulgaridad y el desenfreno en el merengue vendrían

después, desde esas mismas clases que lo condenaban y

comenzaron a usarlo para influir de una manera directa

en el pueblo que lo había creado e impuesto".

Carta de ciudadanía Por diversas fuentes y hechos sabemos que el meren­

gue se conoció en distintas partes del Caribe durante el siglo XIX, lo que en cierto modo le daba una dimensión

regional. En Cuba se menciona en 1847 en un escrito de

Bartolomé José Crespo titulado Las habaneras pintadas

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Grupo de jovenes baila an imadamente en uno de los loca les de la capital.

por sí mismas en miniaturas (Imp. De Oliva, La Habana). Pero por una u otra razón, el ritmo no se desarrolló en Cuba. En Puerto Rico se mencionó en 1849 en un bando

del gobernador de la isla, Juan de la Pezuela, en el cual se prohibía que fuera tocado en las fiestas. Tampoco en

la Isla del Encanto el merengue pudo desarrollarse como una expresión de su cultura nacional. En Haití, a su vez, el merengue o meringa adquirió su propio estilo, llegan­do incluso a ser considerado como una danza nacional,

según indica el historiador haitiano Jean Fouchard en su libro La Meringa, danse nacionales d'Haiti, publica­

do en Canadá en 1976. Pero al día de hoy, sabemos que los rastros del meren­

gue que quedan en ese país vecino son las influencias

que el ritmo dominicano ejerció a mediados del siglo XX en la conformación del kompa, el género musical

más popular en Haití en la actualidad. Sin lugar a dudas, donde el merengue sí adquirió

carta de ciudadanía fue en la República Dominicana, estableciendo en nuestro territorio su sede indiscutible.

Para eso debió, primero, asentarse profundamente en la cultura popular. Los registros más antiguos sitúan

su presencia tanto en la Banda Sur como en la Banda Norte, que era como se subdividía políticamente el terri­

torio nacional durante el siglo XIX. En la primera está

Su nivel de aceptación popular fue tal que, incluso, en el transcurso del tiempo surgieron distintas variantes regionales de merengue, a medida que éste fue adaptándose a las condi­ciones, usos y costumbres locales.

documentado en lugares como Santo Domingo y Baní, y en la segunda en Santiago de los Caballeros, Puerto Plata, Moca y Bonao.

Así, transmitiéndose como se transmite toda tradi­ción, de generación en generación, su nivel de acep­

tación popular fue tal que, incluso, en el transcurso del tiempo surgieron distintas variantes regionales de

merengue, a medida que éste fue adaptándose a las con­diciones, usos y costumbres locales. Fradique Lizardo y

otros investigadores reportaron estilos tales como el cibaeño, el liniero (de la Linea Noroeste), el redondo (en

Samaná), el ocoeño, el de atabales, y el pri-pri o palo

echao, cada uno con ciertas características rítmicas, ins­

trumentales y danzarias propias.

Así las cosas, el merengue se convirtió en un símbo­

lo nacional dominicano. Desde finales del siglo XIX,

43

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en un contexto de inestabilidad política, disputas

caudillistas y luchas nacionalistas, surgieron músicos populares como Francisco (Ñica) Lora, Antonio (Toña)

Abreu, Lolo Reynoso, y otros, que se hicieron famosos en la composición de merengues, especialmente por su dominio del acordeón, instrumento que sustituyó a las

cuerdas en la época post-restauradora, durante el últi­

mo tercio de la citada centuria.

El símbolo patriótico Entre los años 1916 y 1924, durante la primera ocupa­ción estadounidense, el merengue se constituyó en un

arma simbólica de la nacionalidad usurpada. Muchos sintieron expresados en él sus sentimientos patrióticos. Surgió un grupo de músicos nacionalistas que dejaron saber su oposición a la Ocupación a través de la música. El merengue fue bienvenido en los salones de la aristo­cracia, lo que se relaciona con el furor nacionalista desa­tado por la presencia de las tropas extranjeras. Frente a éstas, el merengue devino en un símbolo generalizado

de unificación e identificación nacional, un ente de

exaltación patriótica. Desde entonces, principalmente, el ritmo se hizo una

tradición vinculada a la identidad dominicana, un sím­bolo de la nacionalidad. Músicos de carrera como Este­ban Peña Morell, Juan Francisco (Pancho) García, Pablo

Campos, Juan Bautista Espínola, Rafael Ignacio y Julio Alberto Hernández, produjeron un cambio importante al asumir el merengue como elemento de composición

de la música académica y al componer piezas con sus conocimientos profesionales. Ellos iniciaron la moderni­

zación del género. Julio Alberto Hernández, uno de los pilares de este

proceso, indicó que los músicos nacionalistas quisieron "perpetuar los giros autóctonos del país, utilizándolos

como base de nuestras composiciones, buscando con ello crearle a nuestro pueblo una voz propia que lo dife­renciara de las demás culturas de América, para que el

mundo, a través del merengue típico, llegara a conocer el alma festiva de los dominicanos".

Lo paradójico del caso fue que también los marines estadounidenses utilizaron el merengue en sus celebra­ciones, lo que dio como resultado el nombre de pam­

biche para una variedad del ritmo ya conocida -pues su estructura se corresponde con el estilo denominado

merengue liniero- y que era de su preferencia por su

44 GLOBAL

Francisco (Nico) Lora, músico popular de finales del siglo XIX.

lentitud y suavidad. J. M. Coopersmith afirmó que "a los infantes de marina estadounidenses se les hacía

muy difícil bailar el rápido merengue".

En la cultura de masas Otros factores de indudable preponderancia de la vigen­cia, difusión e internacionalización del merengue han sido el nacimiento del disco, la radio y la televisión durante el siglo xx. La llegada del disco y del fonógra­

fo a Dominicana encontró al ritmo ya asentado en la cultura popular. La radio sirvió para que la audiencia se ensanchara en proporciones inéditas. Esta fue la base

social para el nacimiento del espectáculo y del mercado de la música, con lo cual el merengue se anotó un doble

triunfo: se insertó en la sociedad de consumo y entró en

la llamada cultura de masas. Por otro lado, está claro que el poder político ejerció

un papel insoslayable en la consolidación del meren­

gue en la sociedad. La costumbre del dictador Rafael 1. Trujillo de bailarlo en las fiestas donde acudía y de

promoverlo apoyando las grandes orquestas, que sir-

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"Fiesta campestre", mural de Jase Vela Zanetti (1950), en el Salan de la Cultura de la Universidad APEe.

vieron muy bien a su imagen grandilocuente y a sus estrategias propagandísticas, aceleró su difusión en los salones aristocráticos.

Lo lamentable es que, hasta ahora, Trujillo constitu­ye el referente político de los merengueros, pues los mandatarios demócratas no se han identificado tanto con el género como lo hizo aquél. Sin embargo, el ritmo ha jugado -y sigue jugando- un papel político relevante en la cultura popular, a tal punto que en las recientes elecciones nacionales, un tema de merengue se convirtió en el eslogan de campaña del doctor Leonel Fernández, sobrepasando en acogida el lema oficial de campaña. La cultura popular se impuso.

Un símbolo cultural Dos fenómenos recientes, la diáspora e Internet, se han sumado a los vectores que han contribuido a darle al merengue una mayor magnitud social, dirección tecno­lógica y sentido de pertenencia. El proceso de disper­sión de la población dominicana por el mundo, con el

disco a mano, ha llevado el merengue a los lugares más

remotos, a tal punto que si al principio la música africa­na lo influyó, hoyes él el que influye en África.

La red de redes ha permitido la conexión instantánea con el ritmo, especialmente útil en lugares donde las emisoras de radio no lo tocan o donde la diáspora y sus descendientes no pueden tener a las bandas de meren­gue amenizando fiestas periódicamente.

No hablemos ya de grandes escenarios fuera de la isla, pues hace rato que el merengue estrenó el Pala­dium, el Radio City Hall y el Madison Square Garden de Nueva York, y campos de fútbol de casi todas las capitales de Latinoamérica y de España. La trayectoria musical de Puerto Rico, Venezuela y Haití en el siglo XX no puede explicarse sin hacer referencia al meren­gue y a sus cultores.

Decir que el merengue cumple 150 años de aparición pública implica reconocer que le lleva en antigüedad al bolero, al son, al tango, al jazz, al blues, y que supera en por lo menos un siglo al rack y a la salsa; motivos más que suficientes para que sea considerado como un patrimonio musical de la humanidad.

45

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Juan Luis Guerra ha exportado el merengue a gran pa rte del mundo.

Como expuse en mi libro La paslOn danzaria, un ritmo que inicialmente fue rechazado por la élite que

concentraba propiedades, poder y status privilegiado, finalmente fue interiorizado por los diversos grupos étni­

cos y sociales que históricamente conformaron la socie­

dad dominicana, y con ello atravesó todas las fronteras de clase, etnia y género, y pasó triunfante la prueba del

tiempo, para formar parte del conjunto de prácticas que tipifican la cultura dominicana y ser un símbolo eficaz

de la identidad nacional.

46 GLOML

Darío Tejeda estudió Ciencias Políticas (Universidad Autónoma de

Santo Domingo), postgrado en Historia y Geografía del Caribe (Universidad

Católica Santo Domingo), y maestría en Artes con especialidad en Estudios

Caribeños (Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe). Galar­

donado con el Premio Internacional de Musicología Casa de las Américas

(La Habana 2001) por La pasión danzaria. Premio nacional de Ensayo (Uni­

versidad UCE 2001) por La escritura múltiple. Director del Centro Nacional de

Documentación Musical y del Instituto de Estudios Caribeños.

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Informe especial

GOBERNABILIDAD TRES APORTES DEL FORO DE BIARRITZ

Introducción de Rafael Toribio

Es consustancial al régimen democrático que todo gobierno tenga que en­

frentar problemas para mantener la estabilidad y el favor de la ciudada­

nía, concretada en el respaldo a sus ejecutorias. Unas veces estos proble­

mas se originan en el ámbito político institucional, pero en otras ocasiones

están determinados por factores económicos o sociales. Son los llamados

problemas de gobernabilidad. Recientes acontecimientos ponen en eviden­

cia la existencia de una profunda crisis de gobernabilidad en los sistemas

políticos de la región. Se está haciendo cada vez más frecuente que gober­

nantes surgidos de un gran apoyo popular, al poco tiempo vean reducido

ese apoyo de forma drástica. Algunos tienen dificultad para terminar el pe­

ríodo para el que fueron electos, y todos tienen que enfrentar permanen­

temente conflictos de estabilidad política y descontento social porque la

ciudadanía siente que sus expectativas y sus demandas no son satisfechas

de manera adecuada y oportuna.

La gobernabilidad, para ser comprendida en su justa dimensión y, sobre

todo, enfrentada con éxito, tiene que ser asumida como una situación que

depende del funcionamiento adecuado de los actores e instituciones más

importantes del sistema político, aunque normalmente esté referida al re­

sultado de las relaciones entre Gobierno y Congreso, es decir, entre el Po­

der Ejecutivo y el Poder Legislativo. Surgida en cualquiera de los ámbitos,

político, institucional, social o económico, se manifiesta en la capacidad

del gobierno de producir resultados. Por eso se da esa asociación entre for­

ma de gobierno y gobernabilidad, en el entendido de que la manera en que

Page 50: 0004

Informe especial

se organiza y distribuye el poder y se relacionan el Ejecutivo y el Congre­

so tiene mucho que ver con la última.

Aunque la forma de gobierno preponderante desde la independencia de

cada país en nuestra región ha sido el Presidencialismo, no es menos cier­

to que el modelo parlamentario siempre se ha visto como un referente del

cual se pueden adoptar algunas fórmulas que contribuyan al fortalecimien­

to de la gobernabilidad. La mirada hacia el Parlamentarismo se ha hecho

más intensa en la medida de que nuestros gobiernos, organizados baj o el

sistema presidencialista, tienen cada vez más dificultad de asegurar la es­

tabilidad política y la satisfacción de expectativas y demandas de la pobla­

ción. En este número de Global se recogen tres trabajos sobre la relación

entre forma de gobierno y gobernabilidad, presentados en el 11 Encuentro

del Grupo de Biarritz, organizado por la Fundación Global Democracia y De­

sarrollo, celebrado en agosto pasado en el país. Aunque el tema tendrá que

seguir discutiéndose, estos trabajos representan tres aportes muy signifi­

cativos, dos con posturas opuestas, pero ambos provenientes de experien­

cias personales en el ejercicio del poder desde el Estado, y el tercero re­

ferido al poder creciente de los medios de comunicación y de la informa­

ción de los ciudadanos sobre la gobernabilidad

El ex presidente de Colombia Ernesto Samper, después de fundamentar

las dificultades cada vez más crecientes que experimenta el presidencialis­

mo para asegurar la gobernabilidad, se muestra inclinado a incluir algunas

instituciones del sistema parlamentario. No propone la sustitución del pre­

sidencialismo por el Parlamentarismo, sino la introducción de elementos del

segundo para fortalecer la capacidad de gobernabilidad del primero. Por su

parte, otro ex presidente, Patricio Aylwin , en esta caso de Chile, realiza una

argumentada defensa del presidencialismo sobre el parlamentarismo, pre­

cisamente porque a su juicio tiene mayor capacidad de asegurar la gober­

nabilidad, además de ser el que se corresponde con nuestra tradición y cul­

tura políticas. El tercer trabajo, de la firma Newlink Political Consulting &

Research, nos presenta las contribuciones de la comunicación y los medios

de información a la gobernabilidad, partiendo de un concepto amplio de

ésta, que no se agota en las relaciones entre el Ejecutivo y el Legislativo.

Estos trabajos, además de adelantar posiciones, quieren representar una

invitación a que se asuma en el país este interesante debate.

Rafael Torib io es licenciado en Ciencias Políticas,director del Centro de Gobernabilidad de INTEC y ex-rector de

esta misma institución.

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PRESIDENCIALISMO, PARLAMENTARISMO Y GOBERNABILIDAD Por Aylwin Azócar Ex presidente de Chile

Presidencialismo, parlamentaris­

mo y gobernabilidad es, sin duda,

un tema de enorme interés tanto

teórico como práctico, que se abor­

da a menudo con pasión por poli­

tólogos y por políticos.

Permítanme hacer mi modesto

aporte a este debate desde el pun­

to de vista de mi experiencia como

parlamentario y gobernante en

Chile. Aunque, sin duda, lo que pa­

so a exponer ha sido pensado sobre

la base de esa experiencia y no tie­

ne pretensiones de universalidad,

creo que responde a criterios gene­

rales y confío que merezca vuestra

benévola consideración.

Anticipo desde luego y sin rodeos

mi conclusión, para luego formular

las razones en que la fundo.

Al parecer contra la corriente

predominante, soy un decidido par­

t idario"del régimen presidencialista

para nuestros países de América

Latina . Fundo esta posición en las

siguientes consideraciones:

1° El presidencialista es el régimen

que corresponde a la tradición

histórica de nuestras naciones

desde su nacimiento como esta­

dos soberanos. En el caso de Chi­

le, es el que han consagrado to ­

das las Cartas Fundamentales,

desde la Constitución de 1818

hasta la de 1980, pasando por las

de 1833 y 1925, que han regido la

mayor parte de nuestra vida in­

dependiente;

2 e Nuestros países tienen una cultu­

ra "presidencialista" que conduce

a que -generalmente- se profese

especial consideración a quien

desempeña la Presidencia de la

República y que, por lo mismo, es

"Jefe del Estado", del que se es­

pera la solución de los problemas

colectivos y al que se le recono­

ce -en algunos casos- el carácter

de líder de las esperanzas nacio­

nales y -en otros- el de arbitro

superior de los conflictos que di­

viden al país;

3° A lo largo de la historia de cada

una de nuestras naciones -en

unas más, en otras menos- se ha

tendido a personalizar los ideales

de los pueblos en los líderes que

los encarnan. Lo que ha ocurrido

en los inicios con los grandes cau­

dillos que encabezaron la lucha

por la independencia, ha seguido

ocurriendo -con modalidades y

grados diferentes- en la evolu­

ción política de nuestras nacio­

nes. En algunos de nuestros paí­

ses o en determinados casos,

esos personajes se han converti ­

do en dictadores; en otros, han

cumplido la misión de orientar o

dirigir sus procesos de reformas

sin caer en dictaduras ni caudi­

llismo;

4° La experiencia del régimen par­

lamentario en el mundo muestra

que ha sido eficaz y durable en

naciones en que existen pocos

partidos políticos -sólo dos, o dos

importantes y uno o dos de me­

nor relevancia- y en que tales

partidos son fuertemente disci­

plinados y con liderazgos claros y

estables. Es el caso del Reino

Unido, de la República Federal

Alemana y de la España posterior

a Franco.

Es evidente que estas caracterís­

ticas no se dan en la gran mayo­

ría de nuestros países latinoame­

ricanos, donde generalmente el

régimen de partidos no se carac­

teriza por su solidez y los hábitos

de la vida política están marca­

dos por los lideratos personalis­

taso En Chile hay actualmente

siete partidos políticos: cuatro

forman la coalición de Gobierno,

dos la Alianza opositora y el sép­

timo es el Partido Comunista.

Puede argüirse que esta no es la

regla general en Latinoamérica.

Es cierto, pero también lo es que

en la mayoría de nuestros países

los partidos políticos carecen de

una sólida tradición de disciplina

y suelen exhibir fracciones inter­

nas y lideratos personalistas que

debilitan su capacidad de asegu­

rar a sus países gobiernos esta­

bles y eficientes.

En nuestros hábitos políticos -lo

digo por Chile y estoy seguro que

vale para casi todos nuestros paí­

ses- las faltas de un parlamenta­

rio a la disciplina partidaria casi

Page 52: 0004

nunca son sancionadas: senado­

res y diputados se sienten casi

dueños de su sillón parlamentario

y no entienden que se lo deben a

su partido. Un Primer Ministro o

Jefe de Gobierno cuya perma­

nencia dependiera del apoyo dis­

ciplinado de su mayoría parla­

mentaria estaría permanente­

mente expuesto a ser objeto de

presiones provenientes de secto­

res de su propia base de susten­

tación política y, en consecuen­

cia, carecería de la independen­

cia necesaria para gobernar co­

mo se debe.

5 o Creo muy difícil que en nuestros

países -desde luego en Chile- pu­

diera darse una convivencia pací­

fica, constructiva y sin serios

conflictos, entre un Presidente

de la República elegido por el

pueblo y un Primer Ministro o Je­

fe de Gobierno que no dependie­

ra de aquél, aun cuando fueran

del mismo partido.

Pienso que el cargo de Presiden­

te de la República imprime ca­

rácter e impone a quien es elegi­

do para desempeñarlo un com­

promiso existencial con el desti­

no de la patria. Tan alta respon­

sabilidad requiere independen­

cia. Es bueno y necesario que el

gobernante escuche las distintas

opiniones, de amigos y adversa­

rios; pero en definitiva es él

quien debe adoptar las decisio­

nes importantes, conforme a los

dictados de su propia conciencia.

Es esa su responsabilidad supe­

rior como Jefe de Estado. Nunca

debe olvidar que si bien es el lí-

der de una tendencia u orienta­

ción de Gobierno, es al mismo

tiempo el Presidente de todos sus

compatriotas.

6 o Es frecuente oír severas criticas

al régimen presidencialista, al

que se acusa de autoritario o ce­

sarista y se le atribuyen las prin­

cipales falencias de nuestra de­

mocracia. No comparto esas crí­

ticas. En efecto:

a) Pienso que nada justifica atri­

buir mayor legitimidad demo­

crática al Parlamento que al

Jefe del Estado, si ambos son

elegidos por sufragio univer­

sal. El hecho de que el Congre­

so sea representativo tanto de

la mayoría como de la minoría

-carácter propio de su compo­

sición colegiada y de su natu­

raleza deliberante y aconseja­

ble para el buen ejercicio de

su función legislativa- no le

concede mayor legitimidad de­

mocrática que la que al Presi­

dente de la República otorga

el voto de la mayoría absoluta

de sus conciudadanos, puesto

que la democracia consiste

precisamente en el gobierno

de la mayoría -sobre la base

del respeto a los derechos de

la minoría-y la función ejecu­

tiva requiere, por su naturale­

za, fácil y oportuna capacidad

de decisión;

b) No me parece debidamente

fundamentado, ni menos jus­

to, vincular las crisis de gober­

nabilidad al régimen presiden­

cialista . Creo que ellas pueden

producirse tanto en regímenes

presidencialistas como en regí­

menes parlamentarios y que

hay más posibilidad de que

ocurran en estos últimos;

c) No me parece justa la opinión

de que el sistema presidencia­

lista impida "el libre juego de

alternativas de gobierno y de

oposición que son la esencia

misma de la democracia". Tan­

to el sistema presidencialista

como el parlamentario son es­

pecies de regímenes democrá­

ticos de gobierno, que se ge­

neran libremente a través del

sufragio universal. La expe­

riencia histórica de nuestros

países demuestra que en los

regímenes presidencialistas

imperantes, muchas veces go­

biernos de un signo político

han sido sucedidos por gobier­

nos de tendencia opositora. Si

en alguna parte u ocasión se

ha vulnerado la libre expresión

de la voluntad popular, ello no

puede atribuirse al régimen

político, sino a abusos o defec­

tos ajenos a éste; y

d)Tampoco considero justo decir

que en el régimen presidencia­

lista la elección del Presidente

de la República sea "un juego

de todo o nada: el que gana se

queda con todo y quien pierde,

lo pierde todo". No sé si hay al­

gún ordenamiento constitucio­

nal que así lo establezca; pero

si así ocurriera, es evidente

que tal régimen no sería de­

mocrático. Pero eso no es de la

naturaleza del régimen presi­

dencialista, que para ser de-

Page 53: 0004

mocrático supone una equitati­

va distribución de los poderes

entre el órgano ejecutivo y el

legislativo.

Las consideraciones precedentes

en apoyo al régimen presiden­

cialista de gobierno para nuestros

países -lo que yo defiendo en el

mío- no significan ni expresan plena

satisfacción con el sistema impe­

ran te en Chile, ni en cada uno de

nuestros países.

En el caso de mi patria -no me

corresponde opinar sobre naciones

hermanas- soy partidario de intro­

ducir a nuestro actual sistema pre­

sidencialista algunas reformas para

hacerlo más democrático y eficien-

te. Entre otras, he propuesto las si­

guientes:

1 0 Hacer coincidir el periodo presi ­

dencial con el parlamentario.

Creo que el mejor sería un perio­

do común de cuatro años;

2 o Robustecer y regular las atribu­

ciones fiscalizadoras de la Cáma­

ra de Diputados, para hacerlas

más expeditas y eficaces; y

3 o Otorgar al Senado la facultad de

realizar debates y acordar suge­

rencias o recomendaciones, sin

fuerza obligatoria , sobre asuntos

importantes de interés nacional.

Para concluir, permítanme una

observación final. Sin duda el régi­

men polítlco y su regulación insti-

tucional son muy importantes para

el buen funcionamiento de una so­

ciedad. Pero ninguna Constitución

ni ley pueden suplir lo que me

atrevería a llamar la cultura políti­

ca de una nación, constituida fun­

damentalmente por su espíritu de­

mocrático y participativo, su res­

peto a las instituciones, sus hábi­

tos de comportamiento y su dispo­

sición al entendimiento o los con ­

sensos. Los mecanismos constitu­

cionales y legales pueden favore­

cer o estimular estas virtudes, pe­

ro en ningún caso reemplazarlas.

El problema, más que jurídico, es

de cultura colectiva.

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PARLAMENTARI SMO: ¿UNA SALIDA A LA CRISIS DE GOBERNABILIDAD DE AMÉRICA LATINA?

Por Ernesto Samper Ex presidente de Colombia y presidente de la Corporación Escenarios

América Latina atraviesa por una

seria crisis de gobernabilidad. Des­

pués de largos esfuerzos por rede­

mocratizar sus sistemas políticos, la

región enfrenta tres grandes ame­

nazas para su estabilidad política:

la que resulta de la presencia de

ciertos riesgos asociados con la glo­

balización, como la corrupción, el

narcotráfico, el terrorismo y el ar­

mamentismo; una que surge de las

tensiones y rupturas sociales resul­

tantes de la aplicación del modelo

neoliberal de desarrollo, y una ter­

cera que nace de la propia incapa­

cidad de los actuales sistemas polí­

ticos latinoamericanos para enf ren­

tar los desequilibrios resultantes de

las dos anteriores.

Por los mismos canales abiertos

de ~ globalización por donde hoy

circulan libremente bienes, servi­

cios , informaciones y hallazgos

tecnológicos, también lo hacen,

con dinamismo inusitado, drogas,

armas, corruptos, terroristas, bie­

nes y servicios ilegales, cuyos mer­

cados conforman el cuadro crítico

de una "patología de la globaliza­

ción," que afecta a todos los países

latinoamericanos. Se tra ta de una

nueva forma de inseguridad hemis­

férica que no respeta fronteras. La

incapacidad del modelo neoliberal

de desarrollo iniciado en los años

80 produjo tensiones y conflictos

que dificultaron la redistribución

del ingreso en las renovadas demo-

cracias latinoamericanas. Las pro­

testas sociales se han converti do

en el común denominador de lo

que podría denominarse "democra­

cia callejera", que ha llegado in­

cluso a producir cambios de go­

biernos elegidos democráticamen­

te, como sucedió recientemente

en Ecuador y Bolivia.

Partidos, congresos y gobiernos

se han visto desbordados por estas

manifestaciones patológicas de la

globalización y las rupturas sociales

resultantes de la crisis del modelo.

Puede decirse que por estos desa­

justes no asimilados la democracia

latinoamericana se está bloquean­

do; la idea según la cual bastaba

sólo un poder Ej ecutivo fuerte para

manejar estas situaciones comienza

a ser cuest ionada a medida que los

poderes propios de los regímenes

presidencialistas vigentes muestran

su incapacidad para gobernar.

Como resultado de esta impoten­

cia, de la burocratización de los

cuadros políticos, la fragmentación

de los partidos, la ineficiencia de

las políticas públicas y la inflación

legislativa, han resurgido el popu­

lismo y el autoritarismo típicos de

mediados del pasado siglo.

La sustitución del concepto de

voluntad ciudadana por el del po­

der del mercado y el cambio corre­

lativo del concepto de ciudadano

por el de consumidor, llevó del po­

pulismo de Estado al populismo de

mercado y de los estados populistas

de antaño a los estados impopula­

res contemporáneos. En síntesis, la

crisis del sistema representativo y

del presidencialista enmarcan la

crisis política latinoamericana.

La crisis del sistema representa tivo El sistema representativo permitió

durante el siglo XIX estructurar una

forma de acción política basada en

el funcionamiento de los partidos,

intermediarios entre la ciudadanía

y el Estado. El representativismo

hizo crisis al terminar el siglo XX co­

mo consecuencia del debilitamien­

to de los partidos, la transforma­

ción del Estado y la sustitución del

concepto del individuo como desti­

natario último de la acción política

por el de una sociedad civil consti ­

tuida por organizaciones no guber­

namentales que, sin asumir ninguna

responsabilidad política, comenza­

ron a reemplazar a los partidos en

su función intermediadora.

También influyó la progresiva

desnaturalización del rol de cada

rama del poder público: las funcio­

nes se han venido confundiendo a

costa del espacio asignado original­

mente al poder legislativo. En efec­

to, el Poder Ejecutivo recibió facul­

tades constitucionales o excepcio­

nales para expedir normas, poderes

reactivos para vetarlas y proactivos

para proponerlas al Congreso de

Page 55: 0004

manera excluyente y exclusiva.

(Shugart, 1997).

La crisis del sistema representati­

vo es también la crisis de la política

en un medio donde, paradójicamen­

te, cada día hay más democracia y

menos política. Entre los factores

que afectan la vigencia de los parti­

dos se encuentran el auge de la vi­

deo política , la generalización de la

antipolítica y el aparecimiento de la

denominada subpolítica.

La videopolítica plantea la alian­

za entre lo mediático y lo político;

se trata de la proliferación de vi­

deocandidatos que desarrollan vi­

deocampañas a través de las cuales

inundan a los ciudadanos de mensa­

jes con un fuerte impacto visual y

muy poco contenido. El fenómeno

de la antipolítica se genera cuando

la estrategia se fundamenta en la

descalificación de "los políticos" y

de "la política" y se apela al resen­

timiento de la gente por la política

tradicionaL El discurso emocional

de lo antipolítico, basado en dividir

el mundo entre buenos y malos, ha

venido reemplazando el discurso bi ­

nario de la guerra f ría. La subpolíti­

ca, finalmente, es ejercida por la

sociedad civil, a través de sus orga­

nizaciones no gubernamentales

(ONG) o sociales (ONS) que repre­

sentan una caótica gama de intere­

ses no articulados.

Estas tres formas alternativas a

la política representativa tradicio­

nal comparten la característica co­

mún de no estar acotadas por nin­

guna forma de responsabilidad para

qUienes las ejercitan. A pesar que

el remedio para esta desinstitucio-

nalización de la política no es aca­

bar con los partidos, ello no signifi­

ca que estos no deban asumir su

cuota de culpabilidad en el abando­

no de los espacios que hoy son ocu­

pados por estos nuevos actores po­

líticos, en la medida en que las vie­

jas identidades partidistas han sido

reemplazadas por nuevas afinida­

des religiosas, ecológicas, étnicas e

incluso deportivas.

El sistema presidencialista la tinoamericano La historia del presidencialismo lati­

noamericano es la de una reiterati­

va cadena de refrendaciones y con­

tradicciones, de presidentes que os­

cilan entre la omnipotencia y la im­

potencia. (O'Donnell, citado por J.

Linz en Linz y Valenzuela, 1994).

Cuando los presidentes caen en des­

gracia, reaparece la necesidad de

buscar formas más parlamentarias

de gobierno y cuando los mandata­

rios son populares surgen las pro­

puestas para reforzar sus poderes y

reelegirlos de manera inmediata. La

permanencia del modelo presiden­

cialista en América Latina es mate­

ria de examen permanente a medi­

da que la tendencia universal, clara

y definida, se orienta hacia la con­

formación de nuevos regímenes par­

lamentarios. En una muestra de 43

democracias consolidadas entre

1979 y 1989 se encontró que 34 de

ellas habían optado por un sistema

parlamentario y apenas cinco por

uno presidencialista.

El examen de los posibles oríge­

nes del presidencialismo latinoame­

ricano puede explicar sus propias di -

ficultades actuales. Algunos justifi­

can el presidencialismo en la necesi­

dad de contar con un ejecutivo fuer­

te para poder combatir las desigual­

dades. Las ci f ras sobre las condicio­

nes actuales de inequidad hacen

irrelevante cualquier comentario.

Otros analistas sitúan los oríge­

nes del presidencialismo latinoame­

ricano en los primeros gobiernos de

corte militar y autori tario que ca­

racterizaron las primeras formas de

gobierno de nuestras repúblicas.

Convertidos en gobernantes, los mi­

litares ganadores de las guerras de

la independencia habrían encontra­

do en esta manera centralizada de

ejercer su poder la forma más efec­

tiva de asegurar su permanencia.

Orden, militarismo y presidencialis­

mo forman parte de esta trilogía tí­

picamente latinoamericana de con ­

cebir gobernabilidad y política.

El caudillismo latinoamericano y

sus distintas formas de expresión,

como el mesianismo o las dictadu­

ras populistas, encuentran antece­

dentes válidos en estas primeras

formas de gobierno republicano. En

la génesis del presidencialismo lati ­

noamericano queda claro que este

tiene más que ver con la etiología

de la autoridad presidencial que

con las reglas institucionales para

ejercerla (A. Valenzuela, en Linz y

Valenzuela, 1994).

Algunos encuentran el origen del

sistema presidencialista latinoame­

ricano en la influencia del propio

sistema presidencialista norteame­

ricano. Las discusiones sobre presi­

dencialismo y parlamentarismo han

oscilado entre los extremos del sis-

Page 56: 0004

tema presidencialista de los Esta­

dos Unidos y el parlamentarista del

Reino Unido. En Europa el debate

distingue entre el sistema británico

de parlamentarismo puro, el del

"voto constructivo" de Alemania y el

semi presidencialismo francés de la

V República .

El sistema presidencialista lati­

noamericano, inspirado de alguna

manera en el de los Estados Unidos,

presenta diferencias de fondo; no

cuenta con el sistema de "frenos y

contrapesos" del régimen federal

norteamericano que balancea el

poder presidencial, la presencia de

una Corte de Justicia que unifica su

jurisprudencia y congresos que re­

presentan los intereses concretos

de la sociedad. El presidencialismo

latinoamericano se ejerce a través

de esquemas territorialmente cen­

tralizados de poder y apelando a

Congresos cuyos miembros ejercen

de manera personalizada unos man­

datos mediatizados por la interfe­

rencia presidencialista que juega

con sus lealtades partidistas. Los

presidentes latinoamericanos ejer­

cen una serie de facultades presi­

denciales, empezando por la regla­

mentación de las leyes, que no tie­

ne el presidente norteamericano.

Como consecuencia de este desa­

juste institucional, América Latina

ha sufrido en la segunda mitad del

siglo pasado un enfrentamiento de

sus poderes ejecutivo y legislativo

cada 14 meses. (Pérez-Liñán,

2003). Se trataría de verdaderos

"choques de trenes institucionales"

que en no pocas ocasiones se han

tratado de solucionar cercenando

las facultades del Congreso o impi­

diendo la continuación del mandato

presidencial a través de juicios de

carácter político.

El desarrollo no controlado del

sistema presidencialista ha impedi­

do la conformación del libre juego

de alternativas de gobierno y de

oposición que son la esencia misma

de la democracia. La dinámica per­

versa del presidencialismo atenta

contra la alternatividad democráti­

ca. Todo está dispuesto para que el

partido que gana las elecciones,

con el presidente a la cabeza, se

aplique sistemáticamente a desdi­

bujar, minimizar o debilitar a los

partidos perdedores.

El presidencialismo inhibe la ne­

cesaria confrontación de proyectos

alternativos que oxigenan la demo­

cracia a través del juego dialéctico

entre opciones legítimas de gobier­

no y oposición. A diferencia del sis­

tema parlamentario, la elección

presidencial es un juego de todo o

nada: el que gana se queda con to­

do y el que pierde, lo pierde todo,

empezando por su credibilidad co­

mo alternativa política.

En la raíz de la crisis por la que

atraviesa el sistema presidencialista

se encuentra el conflicto entre la

legitimidad resultante de la elec­

ción providencialista y plebiscitaria,

por mayoría absoluta, del Presiden­

te de la República y la del Congreso

por mayorías proporcionales o rela­

tivas. El problema es cómo combi­

nar la estabilidad que aseguran las

mayorías absolutas con la equidad

implícita en las reglas de proporcio­

nalidad aplicadas a las elecciones

legislativas; esta legitimidad dual

asegura en la mayoría de los casos

que los presidentes sean elegidos

con congresos enemigos.

Al contrario del pensamiento co­

mún según el cual los grandes lide­

razgos para los momentos de crisis

se consolidan a través del modelo

presidencialista, existen ejemplos

mundiales de líderes surgidos del

modelo parlamentario como Wins­

ton Churchill, Willy Brandt, Marga­

ret Thatcher o Felipe González.

El término fijo e inmodificable

del período presidencial se encuen­

tra en la raíz misma de la crisis pre­

sidencialistas; por cuenta de esta

inflexibilidad muchos presidentes

deben esperar la terminación de su

período sin contar con apoyo políti­

co suficiente para gobernar. La ine­

xistencia de mecanismos institucio­

nales para resolver este tipo de

conflictos -como la disolución del

Congreso, la convocatoria anticipa­

da de elecciones o el voto de cen­

sura constructivo- ha llevado a que

las crisis latinoamericanas se re­

suelvan a través de expedientes au­

toritarios como las dictaduras mili­

tares o las explosiones populares de

descontento.

La historia demuestra que cuan­

tas veces se ha presentado este ti­

po de enfrentamientos de poderes,

el impasse se ha tratado de solucio­

nar iniciando juicios políticos parla­

mentarios contra el presidente o a

través del cierre, por parte de este

último, del Congreso.

Directamente asociado con el

problema del período fijo se en­

cuentra el de la reelección presi-

Page 57: 0004

dencial en los sistema presidencia­

listas. La figura de la reelección in­

mediata, que en la práctica equi­

vale a una extensión plebiscitaria

del período presidencial, desequili­

bra de manera peligrosa el juego

democrático convirtiéndolo en una

apuesta peligrosa de un solo actor

fuerte contra otros candidatos des­

protegidos.

La figura de la reelección choca

con las posibilidades de una verda­

dera renovación política que permi­

ta a las nuevas f iguras competir en

igualdad de circunstancias con pre­

sidentes que detentan todo el poder

político. En el sistema parlamenta­

rio este problema se resuelve supe­

ditando la reelección del ejecutivo

a la supervivencia democrática de

la coalición que lo apoya. En tales

circunstancias lo que facilita la ree­

lección no son las condiciones per­

sonales del mandatario sino su ca­

pacidad para relegitimar su progra­

ma y su equipo de gobierno.

La prohibición absoluta de la

reelección presidencial puede re­

sultar tan conveniente en la lógica

de un sistema presidencialista que

se caracteriza por el apego al "con­

tinuismo" y la propensión de mu­

chos dirigentes a quedarse en el

poder, como antidemocrática a la

luz de un sistema parlamentario

donde lo que se reelige no son las

personas sino los programas y los

equipos para desarrollarlos.

Federalismo, presidencialismo y parlamentarismo El federalismo norteamericano ha

sido considerado como un contra-

peso legítimo del presidencialismo

de Washington. La realidad es que

el presidencialismo de los Estados

Unidos nació del federalismo. La

Constitución de Filadelfia fue en la

práctica un acuerdo entre estados

soberanos para que un delegado

presidencial administrara, desde

Washington, temas comunes como

el comercio y la defensa. Estas ra­

zones explican por qué los regíme­

nes parlamentarios no deben iden­

tificarse apelando a las relaciones

históricas entre presidencialismo y

federalismo, con los regímenes po­

líticos centralizados al estilo lati­

noamericano; al contrario, el parla­

mentarismo permite una expresión

mucho más orgánica de los intere­

ses regionales a través de las coali ­

ciones parlamentarias. Alemania es

un buen ejemplo de un sistema

fuerte federal y parlamentario.

En América Latina nos estamos

quedando con lo peor del sistema

presidencialista norteamericano. Y

aunque es claramente entendible el

papel unificador del presidente en

países donde los enfrentamientos

regionales, étnicos o religiosos com­

prometen la unidad nacional, Amé­

rica Latina no confronta este tipo

de realidades desestabilizadoras.

América Latina ha funcionado

como una verdadera fragua étnica

donde se funden las diferencias ra­

ciales. Existen situaciones de con­

flicto pero ninguna de ellas alcanza

los grados de exacerbación nacio­

nalista de los países balcánicos. El

presidencialismo ha sido utilizado

en América Latina para debilitar las

regiones y sojuzgarlas en aras de

unos intereses nacionales que siem­

pre coinciden con los de las elites

de las capitales dominantes.

Cuatro etapas Es posible identificar cuatro etapas

en la evolución de los partidos en

América Latina. Un período que

comprende desde la época de su

nacimiento en el siglo XIX hasta

mediados del XX, que puede identi ­

ficarse como la fase del "caudillis­

mo"; la etapa ideológica de los años

60, cuando nuestras colectividades

se dividieron alrededor de los polos

ideológicos de la Guerra Fría; la era

reformista de los años 70 y 80, in­

fluida por el patrón modernizador

de las tecnocracias partidistas, has­

ta llegar a los años 90, cuando bus­

caron ponerse a tono con los proce­

sos redemocratizadores.

El problema de los partidos lati­

noamericanos es que cada día se

parecen más a la idea que la gente

tiene de ellos: la opinión pública

piensa que no se preocupan por el

bienestar general y, en no pocas

ocasiones, es cierto. La fragmenta­

ción, desideologización, polariza­

ción y volatilidad de los partidos la­

tinoamericanos conforma hoy un

cuadro de crisis que abarca desde

la anarquía multipartidista del sis­

tema de partidos brasileño hasta el

derrumbe de las dos grandes colec­

tividades partidistas venezolanas,

pasando por el anquilosamiento

ideológico del los regímenes parti­

distas colombiano y costarricense.

Con el esquema de que "quien gana

se queda con todo", el presidencia­

lismo redujo el juego político.

Page 58: 0004

La literatura política reciente

muestra claramente que una de las

consecuencias negativas del excesi­

vo poder presidencialista es que

tiende a debilitar los partidos en la

medida en que la política se hace

través del poder ejecutivo y -en un

número significativo de oportunida­

des- a espaldas de los congresos

respectivos.

La demostrada capacidad de un

presidente, en un sistema presi­

dencialista, para interferi r la disci ­

plina de los partidos, puede ser

contrarrestada con un sistema de

listas cerradas con voto preferente

y umbrales mínimos de votación

que obligan a la conformación de

alianzas estratégicas propias de los

sistemas parlamentarios más pu­

ros. El fortalecimiento de unos po­

cos partidos permite convertir las

elecciones legislativas en una

oportunidad para someter a con­

sulta popular el libre juego de fac­

ciones y mat ices dentro de las

fuerzas partidistas.

La política de "puestos y recursos

públicos" es la forma más socorrida

en los regímenes presidencialistas

para asegurar las lealtades políti­

cas. Esta atomización lleva a que

los legisladores tienden a refugiarse

en la representación de sus intere­

ses locales o regionales en desme­

dro de los compromisos nacionales.

Una muestra reciente sobre sis­

temas políticos en América Latina

determinó, para más de dos terce­

ras partes de los partidos analiza­

dos, que existe una relación inver­

samente proporcional entre poder

presidencial y partidos fuertes.

Algunas personas se preguntan,

con cierta razón, si la solución

frente a las deficiencias de los par­

tidos propias de los actuales regí­

menes presidencialistas de América

Latina es evolucionar hacia unos

sistemas parlamentarios que insti ­

tucionalizarían y fortalecerían el

esquema que precisamente se criti ­

ca. Esta crítica envuelve una para­

doja que debe aclararse. Es eviden­

te que estamos ante un círculo vi­

cioso: los partidos no son fuertes,

transparentes ni dinámicos porque

el sistema presidencialista está di­

señado precisamente para debili­

tarlos, corromperlos y anularlos. En

la medida en que se garantice que

puedan regresar a su condición de

interlocutores válidos de la polít i­

ca, necesariamente tendrán que

volver a disciplinarse, moralizarse

y fortalecerse.

El semi parlamentarismo: ¿una salida?

Es claro que la combinación de un

presidencialismo fuerte con multi­

partidismo fraccionado, indiscipli­

na partidista y federalismo no re­

gulado está afectando seriamente

las posibilidades de gobernabilidad

en América Latina. Se impone una

revisión de sus regímenes políticos.

La pregunta es: ¿podría el semi par­

lamentarismo ser una salida via­

ble? Trataremos de responder este

interrogante en la última parte de

este ensayo.

En la esencia de la recomenda­

ción parlamentaria se encuentra la

lógica incontestable de devolver la

política a su foro natural del Con-

greso y sacarla de su inestable de­

pendencia de la capacidad de líde­

res mesiánicos o carismáticos. La

adopción de formas parlamentarias

de gobierno ha sido la condición

del éxito de procesos de transición

entre regímenes autoritarios y de­

mocracias incipientes, como suce­

dió en la transición española re­

ciente.

América Latina podría ensayar

un nuevo esquema de semipresi­

dencialismo manteniendo los atri­

butos propios del presidencialismo

en ciertas materias como el control

del orden público, la negociación

internacional, el manej o de la polí­

tica criminal y la iniciativa, no ex­

cluyente, en materias fiscales y de

planeación. Es una apuesta difícil

pero insoslayable para preservar su

futuro político que, lamentable­

mente, no se observa despej ado.

La división entre regímenes par­

lamentarios y presidencialistas no

es en la práctica tan nítida. Cada

sistema político incorpora elemen­

tos propios de uno y otro régimen .

Se trata entonces de sugerir las re­

formas que permitirían acercar los

sistemas políticos latinoamericanos

a la realidad según la cual más del

80% de los ciudadanos viven en de­

mocracias parlamentarias. O el he­

cho de que 28 de los 30 países en el

mundo con mejores registros de

comportamiento económico estén

siendo gobernados por sistemas

parlamentarios.

Existen elementos sustanciales

que definen cada modelo. El es­

quema presidencialista puro se ca­

racteriza por la existencia de un

Page 59: 0004

Jefe de la Rama Ejecutiva que ac­

túa, simultáneamente, como Jefe

de Estado y Jefe de Gobierno a tra­

vés de un presidente, elegido por

un período fijo y quien nombra de

manera absolutamente libérrima a

su Gabinete. En el sistema parla­

mentario, por el contrario, están

separadas las funciones del presi­

dente y el jefe de Gobierno. Mien­

tras el primero es elegido de mane­

ra directa, el segundo es nombrado

por el presidente y ratificado por el

Congreso o directamente nombrado

por éste. Congreso y presidente son

elegidos en elecciones concurren­

tes. El jefe del Ejecutivo puede ser

reemplazado en cualquier momen­

to por una nueva coalición de go­

bierno que lo legitima. Es caracte­

rística también del sistema parla­

mentariola consagración de instru­

mentos institucionales para la su­

peración de crisis políticas que in­

cluyen la posible remoción del jefe

de Gobierno a través del voto de

censura, la posibilidad de anticipa­

ción de las elecciones generales y

la consiguiente disolución anticipa­

da del Congreso para relegitimar

los mandatos vigentes.

El sistema parlamentario de

Francia podría ser un modelo para

empezar a aplicar el parlamentaris­

mo en América Latina. El presiden­

te es elegido por un período fijo

que garantiza la continuidad. Si la

coalición mayoritaria es adversa al

presidente, este acepta "compartir"

con la oposición el gobierno a tra­

vés de lo que se conoce como la co­

habitación. Cuando las mayorías

presidenciales coinciden con las

parlamentarias, el sistema opera

como un régimen presidencialista,

cuando difieren funciona como uno

de corte parlamentarista.

Es claro que en América Latina

las prácticas parlamentarias po­

drían ser introducidas manteniendo

algunos elementos del presidencia­

lismo (Linz y Valenzuela, 1994). En

cualquier caso, el nuevo sistema

debería mantener las dos formas de

representación, el sufragio propor­

cional para garantizar el acceso de­

mocrático de las minorías en la

conformación del congreso y el de

mayorías simples para la elección

de presidente de la República. Las

dos elecciones deberían ser concu­

rrentes el mismo día para garanti­

zar la sincronía entre el gobierno y

la oposición que lo fiscaliza.

El modelo semi presidencialista

acuñado por el profesor Duverger

en 1980 propone un presidente ele­

gido democráticamente por mayo­

rías simples que responde ante un

órgano legislativo elegido de mane­

ra diferente. Otros autores men­

cionan como elementos de este sis­

tema híbrido la dependencia del

propio gabinete de la coalición par­

lamentaria (Sartori, 2001).

La idea, generalmente aceptada

por una parte considerable de la

opinión pública latinoamericana

según la cual, aunque el sistema

parlamentario presenta evidentes

ventajas institucionales, el presi­

dencialismo está fuertemente

arraigado por razones tradiciona ­

les que nacen de nuestra propia

idiosincrasia, está cambiando en la

medida en que las cada día más

frecuentes crisis de gobernabilidad

en el área, provenientes de los

conflictos sociales resultantes de

la quiebra del modelo de desarro­

llo y de la expresión violenta de las

patologías globales, aconsejan una

revisión a fondo de los sistemas

políticos presidencialistas que han

demostrado su total incapacidad

para gobernarnos. El semiparla­

mentarismo podría ser una salida a

esta difícil coyuntura.

Page 60: 0004

~

COMUNICACION y MEDIOS DE INFORMACION, ¿ALIADOS DE LA GOBERNABILIDAD O RES PONSABLES DE LA INGOBERNABILIDAD?

Por Newlink Political Consulting & Research

Es más que evidente que América

Latina atraviesa en la actualidad

por una seria crisis de gobernabili­

dad. Hasta hace poco la goberna­

bilidad se definía como la necesi­

dad de establecer una relación

compat ible entre parlamento y

poder ejecutivo, a través de coali­

ciones que garantizaran apoyo le­

gislativo. 1 Los problemas de go­

bernabilidad eran serios, ya que el

multipartidismo y complejas leyes

electorales afectaban el funciona­

miento de sistemas presidencialis­

tas. No sólo resultaba difícil con­

seguir mayorías, sino también for­

mar coaliciones de apoyo al poder

ejecutivo.

Si bien lograr la gobernabilidad

en ese contexto de presidencialis ­

mo y sistemas multipartidarios era

compleja, la situación actual es

más difícil por la explosión de or­

ganizaciones de la sociedad civil y

por el rechazo generalizado hacia

los part idos políticos.

En la nueva realidad latinoame­

ricana, la gobernabilidad ya no es

simplemente cuestión de contro­

lar el parlamento. Implica además

lidiar con aquellos grupos que ase­

guran "gobernar desde las calles".

En algunos casos se han producido

situaciones en las que gobiernos

elegidos democráticamente en las

urnas y con apoyo parlamentaria

han sido derrocados por movi­

mientos callejeros. 2

En resumen, varios de nuestros

gobiernos se encuentran práctica­

mente maniatados; la debilidad de

nuestras instituciones es notoria y

los ciudadanos pierden día a día

confianza en la clase política y en

el propio sistema democrático. Los

resultados del más reciente estudio

realizado por el PNUD sobre la de­

mocracia en nuestra región son ver­

daderamente preocupantes.

Lograr hoy gobernabilidad en

América Latina y el Caribe implica

mucho más que formar coaliciones

de apoyo. Se trata de desarrollar

además relaciones armoniosas con

la sociedad civil y sus organizacio ­

nes, que cada día demandan res­

puestas inmediatas a los reclamos

de los ciudadanos que defienden.

Conservar esta nueva gobernabili­

dad es el desafío más grande al

que se enfrentan los gobiernos de

la región.

La compleja situación que mina

la posibilidad de lograr la goberna­

bilidad en la región se ha visto

afectada aún más por el papel que

vienen cumpliendo los propios par­

tidos políticos y los medios de co­

municación.

En muchos de nuestros países,

los partidos son estructuras viejas

que no han sabido avanzar al mismo

ritmo que lo hacen las organizacio­

nes de la sociedad civil. Son mu­

chos los dirigentes que aún no lle­

gan a comprender que las decisio­

nes políticas no se originan ya en

los comités políticos de los parti-

1 El presidencialismo en América Lati na se ha caracterizado en las últimas dos décadas por un forcejeo constante entre el e jecutivo y el

legislativo , particularmente en aque llos países donde el poder ejecutivo no lograba una mayoría o cuya mayoría era relativa . La caracterís­

tica multipartidaria de la democracia en la región dificulta aun más la posibilidad de una colaboración estable entre estos dos poderes . Por

otra parte, casi todas las instituciones políticas se vieron afectadas por este multipartidismo; por ejemplo, los nombramientos al sistema ju ­

dicial se vieron comprometidos por la constante necesidad de "cuotear" todos los cargos públicos para obtener apoyo . En algunos casos ex­

tremos como el boliviano en el 2003 , se dio la paradójica situación -a pesar de que el Ejecutivo logró controlar dos tercios del Parlamento

a través del "cuoteo"- en que el Gobierno carecía de poder para gobernar.

2 Esto describe la situación sucedida en Argentina, Bolivia y Ecuador, pero que podría ocurrir en otros lugares precisamente por el apa­

rente divorcio entre partidos y sociedad civil y por la debilidad de las instituciones tradicionales de la democracia latinoamericana. La fuer­

za de la movilización callejera se ha visto especialmente favorecida por la debilidad de las fuerzas policiales afectadas tanto por la corrup­

ción y la falta de entrenamiento como por la preocupación constante por los derechos humanos . En este contexto, los presidentes carentes

de fortaleza institucional y en algunos casos apoyados simplemente por la popularidad en las encuestas , han cedido las calles al desorden a

cambio de mantenerse en el poder.

Page 61: 0004

dos, sino que hoy nacen de las ex­

pectativas y las exigencias de los

ciudadanos. De ahí la necesidad de

mantener una línea de comunica­

ción de doble vía entre partidos y

electores; entre gobierno y gober­

nados.

En algunos países, además, los

medios de comunicación han sido

acusados de promover el descré­

dito de los partidos y del sistema

político. En otros los medios han

contribuido a legitimar las de­

mandas de grupos de la sociedad

civil. Algunos inclusive argumen­

tan que los medios de comunica­

ción se han convertido en agentes

de desestabilización. Sin embar­

go, los medios de comunicación

también han jugado un papel im­

portante que los ha llevado a asu­

mir roles que impulsan la transpa­

rencia en la gestión pública. En

otras palabras, los medios de co­

municación se han tomado en se­

rio el papel de ser el cuarto poder

del Estado, muchas veces impul­

sando investigaciones de actos de

corrupción que, sin su denuncia,

quedarían impunes. Desde cual­

qUier punto de vista, lo cierto es

que los medios en América Latina

han jugado un papel importante

que impacta la gobernabilidad.

El objetivo de este breve ensayo

es el de responder a la pregunta:

¿Son la comunicación y los medios

de información aliados de la gober­

nabilidad o, por el contrario, res­

ponsables de la ingobernabilidad?

Analicemos algunos antecedentes

que nos permitirán contextualizar

el debate. Luego podremos plan-

tearnos algunas ideas y conceptos

para que los medios de comunica­

ción en la región contribuyan a la

gobernabilidad democrática.

Para analizar el papel de los me­

dios en la región en lo que a la

construcción de la gobernabilidad

democrática se refiere, debemos

primero evaluar el desarrollo de las

comunicaciones a partir de:

• El papel que éstas vienen desem­

peñando en países democráticos.

• La aparición de la televisión en

los años 50.

• El avance vertiginoso de la tec­

nología y los sistemas de infor­

mación.

• La importancia creciente del pe-

riodismo de investigativo.

La observación más importante se­

ría que los medios y los avances

tecnológicos recientes han modifi­

cado la forma de hacer política, ya

no sólo en América Latina, sino en

el mundo entero.

En Estados Unidos, gobiernos,

candidatos y políticos se han visto

afectados por investigaciones pe­

riodísticas en los últimos 40 años.

La prensa escrita jugó un papel cla­

ve en la renuncia de Richard Nixon,

cuando dos periodistas del Was­

hington Post detallaron los porme­

nores de las actividades ilícitas de

la campaña de reelección de ese

presidente, en el escándalo del

Watergate. 3 El papel jugado por los

medios llevó también al desarrollo

de mecanismos de respuesta, como

el llamado "spin control".

En otras palabras, la mayor capa­

cidad de los medios ha producido

toda una industria para influir o

controlar la forma de informar so­

bre cualquier gestión gubernamen­

tal. El resultado es un balance o

acomodo extraño entre los medios

de comunicación y los gobiernos.

En el contexto norteamericano,

los medios se convirtieron en una

de las instituciones más temidas

por los políticos, porque el acceso

fácil a la información amenaza la

necesidad de la clase política de

controlar el flujo de información.

Esta situación se ha acentuado aún

más con el desarrollo de nuevos

medios vía Internet, donde ya no

son sólo los periodistas los que ac­

ceden a información antes restrin­

gida, sino también cualquier ciu­

dadano. Hoy vivimos en un mundo

con ciudadanos más y mejor infor­

mados. Los acontecimientos se su­

ceden en tiempo real y es en tiem­

po real que los habitantes del

mundo se informan, se comunican

y definen sus percepciones acerca

de la realidad, hasta convertirlas

en la realidad misma.

Pero volvamos al análisis inicial

para entender el papel de los in­

terlocutores políticos frente al

desarrollo de los medios.

Quienes nunca consideraron que

la televisión llegaría a influir de

manera fundamental sobre el acon­

tecer político, por considerarla so­

fisticada y costosa, jamás imagina­

ron ver antenas de televisión y de

cable en medio de las poblaciones

empobrecidas en nuestros países.

Hoy esos mismos líderes son incré­

dulos antes las posibilidades de una

nueva transformación de la políti­

ca, pese a ser testigos de la expan-

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FUNGLODE FUNDACIÓN GLOBAL DEMOCRACIA y DESARROLLO

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Page 64: 0004

Integración económica

El modelo eur pa ra el Norte del Hem isferio Occidenta I Personalidades como el profesor Robert Pastor, quien trabajó en la

Casa Blanca para el Presidente Carterr o Jorge Castañeda, el ex canciller

mexicano, plantearon una idea similar: la creación de la comunidad de

América del Norte, que incluiría a Canadá, Estados Unidos y México.

Esta nueva contribución trata de ensanchar el concepto para incluir

a Centroamérica y el Caribe. Como modelo, la Unión Europa, y COlll0

resultado, la Comunidad del Norte del Hemisferio Occidental (CNHO).

Por Bernardo Vega

Muchas dirán que el planteamiento que se hace en este artículo es puramente teórico, de reali­

zación imposible, que representa una sugeren­cia no realista, un sueño, una utopía. Una quijotada. Sin embargo, ¿quién hubiese dicho en 1945, al finali­zar la II Guerra Mundial, que después de dos guerras

entre sí, con apenas 20 años de distancia entre ellas, surgiría el libre comercio y la libre movilidad de la

mano de obra y del capital entre Francia y Alemania?

¿Quién hubiese pensado que hoy día en una Unión Europea que se acaba de ampliar para incluir a los

antiguos países de Europa del Este, existiría un Banco Central Regional, una moneda común que sustituiría

al marco, al franco y a la peseta, un Parlamento y una legislación comunitaria que implican que toda Europa

ha aceptado ceder soberanía nacional para que aspec-

48 GLOBAL

tos fundamentales de su vida sean decididos no a nivel

nacional, sino a nivel de la comunidad? ¿Quién hubiese dicho hace 40 años, en 1964, que

en nuestro país el turismo representaría el sector más

importante de todos, con un 18% del PIE Y que la agro­pecuaria bajaría para apenas significar un 5%? ¿O que nos convertiríamos en una economía de servicios, y no

de producción primaria? ¿Quién hubiese imaginado en 1964 que un país que

vivia del azúcar, el café y el cacao, 40 años después, depen­

dería del turismo, las remesas y las ensambladoras? ¿O quién hubiese conjeturado en 1945 que las colo­

nias británicas del Caribe no sólo serían países inde­

pendientes, sino que conformarían una comunidad

económica basada en el libre comercio y también una coinunidad política? ¿Y quién, en 1974, hubiera sospe-

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Page 66: 0004

Las telarañas de los tratados

actualmente en vigencia no son

las formas adecuadas de

promover el libre comercio

en nuestro hemisferio.

chado que el comunismo en Europa caducaría debido a una implosión interna?

la respuesta es que nadie hubiese pensado que todo eso era posible, por lo que se pide indulgencia ante esta

propuesta. Se trata de algo que no ocurrirá ni en el cor­to ni en el mediano plazo. Yo, personalmente creo que no lo veré, quizás mis hijas y con toda probabilidad mis nietas, pues es algo no sólo plausible, sino política y económicamente conveniente a esta región en que los canadienses, americanos, mexicanos, centroamericanos

y caribeños nos ha tocado vivir.

Proceso de integración los economistas que han desarrollado y propagado la teoría del libre comercio y los que concibieron los princi­pios de la integración económica, plantearon un proceso

de integración que tendría esencialmente 4 etapas: 1. El libre comercio de mercancías entre un grupo de

países, eliminándose los aranceles, las cuotas y otras trabas. Es lo que hoy día se conoce como Tratados de Libre Comercio (TlC). Es el caso de Canadá, Méxi­

co y Estados Unidos (el NAFTA) y el recién firmado acuerdo entre República Dominicana, Centro américa

y Estados Unidos, así como los acuerdos bilaterales entre nuestro país y Centroamérica y nuestro país con CARICOM.

2. Unión Aduanera. la adopción por un grupo de países de un arancel común externo. El grupo de naciones que ya firmó el libre comercio posee un mismo aran­

cel único con respecto a productos que provengan de terceros países. En esta unión aduanera los productos

de terceros países llegan a la región por cualquiera de

sus países, pues pagan el mismo impuesto, no importa por donde entren. los ingresos aduaneros son compar­

tidos entre los miembros de la unión. Es el caso de la Unión Aduanera Centroamericana.

3. En el Mercado Común, se permite el libre movimien­

to de la mano de obra entre los países de la región,

50 GLOBAL

así como del capital. Es el caso del Mercado Común Europeo, donde un portugués podía decidir vivir y

trabajar en Alemania, por ejemplo. 4. En la Unión Económica, se adopta una moneda

común, el caso del euro, se armonizan las políticas económicas, fiscales y sociales y se decide ceder sobe­

ranía a favor de organismos regionales, como el caso del Parlamento Europeo. Ese proceso puede eventual­

mente terminar en una unificación política al estilo

de una Federación o Confederación de Países, como es el caso de Estados Unidos, México y Suiza, donde

una serie de estados se confederaron para crear un solo país, manteniendo cada uno, sin embargo, cier­

ta autonomía política. la teoría económica plantea que el libre comercio

entre países ricos y pobres puede provocar un proceso de polarización de los beneficios a favor de los prime­

ros. Con la unificación política de Estados Unidos, des­pués de su Guerra Civil, por ejemplo, el distanciamiento

económico entre el Sur agrícola y el Norte industrializa­do se acentuó, en vez de reducirse; y lo mismo ocurrió

con la unificación política entre el Norte y el Sur de Ita­lia. Esa misma teoría plantea la necesidad de que exista simultáneamente la libre movilidad no sólo de bienes,

de servicios y de capital, sino también de la mano de obra, para que así se beneficien todos los países.

Para evitar esa polarización se han establecido varios mecanismos de compensación que, desde el principio,

fueron adoptados por la UE: 1. Una menor velocidad por parte de los países pobres

en lo referente a su obligación de abrir sus econo­

mías al comercio regional. Es lo que en nuestro hemisferio los países pequeños del Caribe han deno­minado tratamiento diferenciado y asimétrico y que

insisten debe de existir dentro del ALCA, es decir, en el acuerdo que eventualmente crearía el libre comer­

cio desde Canadá hasta la Argentina. En Europa recibieron ese tratamiento Grecia, España, Portugal y Turquía.

2. Creación de un fondo, con recursos de los países más

ricos de la comunidad, para ser invertido en obras de infraestructura física en las naciones menos desarro­

lladas. Con recursos alemanes, franceses, etcétera, se financiaron carreteras y otras obras públicas en Espa­

ña, país que condicionó su incorporación a la comu­nidad a que se estableciese el "Fondo de Cohesión"

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El grupo de firmantes del TLC en 1992, encabezado por el presidente de Estados Unidos, George Bush, de pie en el centro.

Pág ina anterior: Escul tu ra del Euro en el Banco Central Europeo, Frankfurt/Main, Alemania central.

para obras de intraestructura. De ese fondo también se nutrieron Grecia, Irlanda y Portugal.

3. Utilización de fondos parecidos para programas de educación vocacional en los países menos desarro­llados. Aplicando estos principios, la Unión Europea se ha

convertido en el único proceso exitoso de integración económica hasta la fecha. No sólo la región ha crecido, sino que la distancia entre países pobres y ricos se ha reducido, de forma tal que los miles de españoles, tur­cos y griegos que se fueron a trabajar a Alemania en los años 70 han vuelto a sus respectivos países, encon­trando empleo bien remunerado.

El miedo a la migración masiva dentro de la comu­nidad económica, que prevaleció cuando se firmó el

Tratado de Roma en el año 1957, ha desaparecido. La migración, legal o ilegal, se reduce y hasta se revierte como resultado del acercamiento entre los niveles de salarios e ingresos de los países miembros. En la Unión Europea de hoy día tan sólo un 2% de la población busca empleo en otro país de la comunidad. En los Estados Unidos un 10% de la población busca empleo en otro Estado de la Unión. John Kenneth Galbraith, economista nacido en Canadá y profesor de Harvard recordaba: "Me crié en el Suroeste de Ontario donde se nos enseñó que el patriotismo canadiense no debe­ría de aguantar más de un diferencial salarial de cinco dólares. Si era mayor, nos íbamos a trabajar a Detroit". Los dominicanos que toman la yola no han oído hablar

de Galbraith, pero siguen su consejo.

51

Page 68: 0004

La Unión Europea se ha convertido en el único proceso exitoso de integración económica del mundo hasta la fecha. No sólo la región ha crecido, gracias a su integración, sino que la distancia entre países pobres y ricos se ha reducido sustancialmente.

Puerto Rico es un buen ejemplo de cómo el libre movimiento de la mano de obra, junto con aportes económicos federales para promover la educación y la infraestructura física e incentivos fiscales, recrearon en el Caribe la experiencia de la integración económi­ca europea. Allí hasta ha tenido lugar, al igual que en Europa, un flujo migratorio al revés, desde el continente

americano hacia la isla.

Sólo la etapa inicial En contraste, en la parte Norte del hemisferio occidental

no se han seguido los principios de la teoria económi­ca antes expuesta. Tan sólo se han puesto en vigencia acuerdos de libre comercio; es decir, la etapa inicial,

mas no las posteriores. En Europa, desde la firma del Tratado de Roma se plantearon los objetivos de las eta­

pas ulteriores. En nuestra región, Estados Unidos man­tuvo una política de apertura comercial exclusivamente a escala mundial, es decir a través del GATT y la OMC

hasta 1982, cuando por primera vez creó privilegios regionales por medio de la Iniciativa de la Cuenca del Caribe (CBI) y luego firmó su TLC con Israel. Más tarde surgió el TLC entre Canadá y Estados Unidos, luégo un acuerdo tripartito entre estos dos países y México; más

tarde un acuerdo entre Canadá y Costa Rica y entre México y Centro américa y, finalmente, un Tratado de

Libre Comercio entre Centroamérica, República Domini­

cana y Estados Unidos. Cuando Washington y Ottawa negociaron con Méxi­

co, el tratamiento diferenciado y asimétrico fue muy débil en lo que se refiere a una menor velocidad para

que México se abriese al libre comercio. El NAFTA fue el primer acuerdo importante de libre comercio entre

países ricos y uno pobre y ese principio apenas se apli-

52 GLOBAL

có. Aunque en el NAFTA existe el Banco de Desarrollo de Norteamérica, éste no cuenta con recursos para

construir obras públicas en México o invertir allí en la educación, pues está limitado a proyectos medioambien­

tales en la frontera. El presidente Salinas, para convencer al Congreso

norteamericano sobre las bondades del NAFTA, plan­

teó que la opción norteamericana era crear posibilida­des de empleo para los mexicanos en México, o sufrir

aumentos en la migración ilegal. Pero en realidad, y a

pesar del NAFTA, la emigración ilegal por la frontera mexicana, lejos de reducirse, ha aumentado durante los primeros 10 años de su implementación. Los pequeños campesinos productores de maíz del Sur, por ejemplo,

no pudieron competir con las importaciones norteame­ricanas y optaron por emigrar.

Los estudios serios que se han efectuado sobre el

impacto del NAFTA sobre México durante sus primeros diez años (de 1994 a 2004) indican! que aunque los bene­

ficios para México exceden las pérdidas, y aunque el comercio regional (México-Canadá-Estados Unidos) ha

crecido enormemente y el propio NAFTA ha contribuido a la mejoría del sistema político mexicano, no es menos

cierto que, como ya era anticipable por lo que indica la teoría económica, ha aumentado la distancia entre los

niveles salariales de México y Estados Unidos. Además, mientras entre los años 1994 y 2002 surgie­

ron en México 500,000 nuevos empleos industriales, muchos de ellos gracias al NAFTA, en la agricultura

se perdieron 1.3 millones de empleos. El aumento de la productividad tampoco se ha reflejado en el nivel real de sueldos. La migración ilegal ha aumentado, el

medio ambiente se ha degradado y la deforestación ha crecido. El NAFTA, además, ensanchó la brecha entre los niveles de ingreso de los Estados del Sur y los del Norte de México.

Se supone que el ALCA sustituirá los ya múltiples

acuerdos sub-regionales, como el NAFTA y como el de Centro américa y nosotros con Estados Unidos, pero toda­

vía se desconoce el contenido real del ALCA y su fecha de puesta en vigencia es también muy incierta. Además,

el propio ALCA no pasará de ser un simple tratado de

libre comercio a escala hemisférica, sin las antes referi­das etapas posteriores de integración económica.

En conclusión, las telarañas de Tratados de Libre

Comercio actualmente en vigencia no son las formas

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Patio interior del Parlamento Europeo, en Estrasburgo.

adecuadas de promover el libre comercio en nuestro hemisferio, como ya lo demuestran los 10 años de expe­riencia de México.

La propuesta La propuesta de este artículo es que aprendamos de los europeos y establezcamos la Comunidad del Norte del Hemisferio Occidental (CNHO), que estaría integrada por Canadá, Estados Unidos, México, Centro américa (incluyendo Panamá), República Dominicana, Cuba, Hai­tí y los países del Caribe angloparlante. Esta no es una idea nueva y ni siquiera totalmente mía. Ya personalida­des como el profesor Robert Pastor, quien trabajó en la Casa Blanca para el Presidente Carter, ha planteado la creación de la comunidad de América del Norte2

, pero que incluiría tan sólo a Canadá, Estados Unidos y Méxi­co. Jorge Castañeda, el ex canciller mexicano, también ha planteado una idea similar. Mi contribución es la de ensanchar ese concepto para incluír a Centro américa y el Caribe.

En esta Comunidad del Norte no sólo existiría el libre comercio de bienes (sujeto al tratamiento diferencial y asimétrico), el libre comercio de servicios y capitales, sino que prevalecería también el libre movimiento de mano de obra, o por lo menos un tratamiento migrato­rio muy especial para los mexicanos, centroamericanos y caribeños por parte de Canadá y Estados Unidos y que

podría incluir programas de trabajadores temporeros y la legalización de los indocumentados.

Nótese que la AFL-CIO, el principal grupo sindical norteamericano, ha cambiado de actitud y ahora favo­rece la migración. Existiría un arancel común externo y eventualmente se adoptaría el dólar como moneda regional en base a que todos compartiríamos propor­cionalmente los beneficios del señoreaje, a pesar de la tendencia secular del dólar canadiense de depreciarse con relación al dólar americano. El profesor Herbert Gruber de Canadá ha propuesto la adopción de una nueva moneda, al estilo del euro y que se denominaría "amero". Canadá y Estados Unidos aportarían recursos para mejorar la infraestructura física y la educación del resto de la comunidad, fondos que podrían ser adminis­trados por el BID.

Dado que actualmente la oposición a este esquema es muy fuerte tanto en Canadá como en Estados Uni­dos -la misma oposición que existía en Europa hace 50 años en torno a las mismas ideas- y dada la gran canti­dad de recursos que tanto Estados Unidos como Canadá tendrían que transferir al resto de la región, es lógico que esta comunidad tenga limitaciones geográficas, pues mientras más regiones y países abarque, más difíci­les serían los problemas a resolver. Pero además existen otros factores adicionales para justificar esta selección y esta limitación geográfica.

53

Page 70: 0004

l. La cercanía geográfica. Se trata de todos los países

que componen el Norte del hemisferio occidental.

2. Factores geopolíticos. México, Centroamérica y el

Caribe son considerados como el backyard (el jardín

de atrás) de Estados Unidos, como dicen los académi­

cos norteamericanos. No es éste un concepto inven­

tado recientemente por un político dominicano en

viaje por Europa. También se nos considera la "blan­

da barriga" de Norteamérica y, además, constituimos

la segunda y tercera frontera de Estados Unidos.

En términos militares y geopolíticos es una zona

muy estratégica para Washington. No es una coinci­

dencia que absolutamente todas las intervenciones

militares norteamericanas en nuestro hemisferio han

tenido lugar en México, en dos países centroamerica­

nos, en Cuba, en Haití (tres veces), en la República

Dominicana (dos veces) y en Granada.

3. Estados Unidos posee bases militares en Guantána­

mo y Puerto Rico. Esta última isla, parte de las Islas

Vírgenes y Navassa son parte integral del territorio

norteamericano.

4. Si nos olvidamos de las Islas Malvinas, los únicos

países en este hemisferio que junto con Canadá han

sido y son parte de la Mancomunidad Británica, con

una vieja tradición de vinculación a Inglaterra, están

en el Caribe.

5. En todo nuestro hemisferio los países cuya mayor

proporción de población reside en Canadá y Estados

Unidos, son los del Caribe, Centro américa y México.

Muchos de estos emigrantes ya son ciudadanos cana­

dienses o norteamericanos con derecho a votar en

esos países. Ese voto es importante en Montreal, Mia­

mi, California y Nueva York, para citar sólo algunos

lugares. Son muchos los oficiales electos en Canadá

y Estados Unidos que son de origen caribeño, cen­

troamericano o mexicano.

6. En comparación con el resto del hemisferio occiden­

tal, la mayor proporción del comercio de Estados

Unidos y Canadá es precisamente con el Caribe,

Centro américa y México, y esa proporción tiende a

aumentar con el tiempo.

7. Los mayores flujos turísticos de Canadá y Estados

Unidos son con México, Centro américa y el Caribe.

8. De la misma forma que en Europa se inició la inte­

gración con la creación de la comunidad del carbón,

poco después del fin de la Segunda Guerra Mundial,

54 GLOBAL

un plan energético de la Comunidad podría abarcar

los recursos de Canadá, Estados Unidos, México y

Trinidad y Tobago.

Bajo este esquema de la Comunidad del Norte del

Hemisferio Occidental (CNHO), el libre comercio real­

mente beneficiaría a todos. No bajo el ALCA, o bajo una

telaraña de acuerdos sub-regionales como los que ya

han firmado Canadá, Estados Unidos y también México

con Centro américa y el Caribe. Lo que hay que hacer

es profundizar la integración económica y no seguir

ampliándola geográficamente, pues mientras más países

estén envueltos, más difícil será la profundización, es

decir, el paso de simples TLC a una comunidad econó­

mica.

En Europa los siete países fundadores profundizaron

su integración hasta crear la Comunidad Europea y sólo

recientemente auspiciaron la ampliación para incluir a

12 países de Europa del Este. El ALCA no es incompati­

ble con la Comunidad del Norte del Hemisferio Occiden­

tal, pero mientras más se atrase la comunidad y más se

adelante el AL CA, más difícil será crear la primera.

Reiteramos que somos los primeros en reconocer la

oposición a estas ideas tanto en Estados Unidos como

en Canadá, no sólo parlamentaria, sino también de la

opinión pública. En Canadá hay más cohesión social

que en Estados Unidos y existe el bloque quebecois,

pero Europa ha demostrado que la identidad cultural

puede mantenerse. En Estados Unidos se teme que la

migración hispana dé al traste con la identidad nacio­

nal. En Canadá y México se teme al dominio ameri­

cano, no sólo cultural, sino también de sus recursos

naturales. La política externa de Canadá es diferente a

la de Washington y ésta de la de México. Ni en nuestro

tratado con Centro américa y Estados Unidos ni en el

ALCA existe una cláusula democrática y esa debe de

existir en la Comunidad, como existe en la OEA.

Pero hay que tener visión de futuro y comenzar a con­

vencer a la gente de que éste es el verdadero camino a

seguir. lean Monnet, el padre de la integración europea,

sugería que había que dar varios pasos colectivos que

provocasen una reacción en cadena, donde un cambio

induciría a otros cambios. Yo quisiera pensar que he

contribuido con un pequeño paso individual.

* Versión corregida de una conferencia pronunciada ante la

Cámara de Comercio Domínico-Canadiense en agosto de 2004.

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Sede de la Organ ización Mundial del Comercio, en Ginebra, Suiza.

Bernardo Vega es licenciado en Economía por el Wharton School de la

Universidad de Pennsylvania. Es Miembro numerario de la Academia Domini­

cana de Historia, y principal ejecutivo de la Fundación Cultural Dominicana.

Es autor de más de 40 libros, la mayor parte de ellos sobre historia domini­

cana, aunque también ha escrito novela, análisis económicos y obras sobre

Arqueología. Fue embajador dominicano ante la Casa Blanca y director del

periódico El Caribe.

Notas

WORLD TRADE ORGANIZATlON ORGANl ATlON MONDlALE DU COMMERCE ORGANIZACIÓN MUNDIAL DEL COMERCIO

ICarnegie Endowment for International Pea ce, NAFTA's Promi­

se and Reality, 2004.

2 Pastor, Robert, Toward a North American Community, Institu­

te for International Economics. Washington, 2001.

55

Page 72: 0004
Page 73: 0004

las palabras

2 O O 5, el año de

El Quijote Por J. R. Lantigua

"Y así, por mis valerosas, muchas y cristianas hazañas he merecido andar ya en estampa en casi todas o las más naciones del mundo: treinta mil volúmenes se han impreso de mi historia, y lleva camino de imprimirse treinta mil veces de milla­res, si el cielo no lo remedia': (Quijote, TI, 16).

n enero de 1605 se publicó la primera parte de

El Quijote. Algunos cervantinos creen que su

autor pensó inicialmente escribir una novela cor­

ta. Otros, sin embargo, son del parecer de que desde el

principio Miguel de Cervantes Saavedra se propuso la

realización de una novela extensa.

Poco importan ya estos pareceres. El Ingenioso Hidal­

go Don Quijote de la Mancha fue estableciéndose, al

paso de los años y los siglos, como una de las grandes

obras maestras "de cuyo espíritu la humanidad vive eter­

namente sin saciarse" (P.Hazard). Su autor ha quedado

consagrado definitivamente como el más genial escritor

de las letras españolas y una de las cumbres, quizá el

que más, de las letras universales, muy a pesar de que

Dámaso Alonso afirmara, con razón, que El Quijote es

un libro muy español y, por tanto, localista, pero la

historia de sus aventuras plantea un cuadro de virtudes

y utopías que permite que la obra termine siendo "la

más sagaz indagación en el corazón inmutable del ser

humano".

Cuatrocientos años se cumplen ahora de esta memora­

ble efemrh ide literaria. y por tal motivo este 2005, que

apenas iniciamos, es en todo el orbe hispánico el Año de

El Quijote. Para celebrarlo a todo lo grande, el presiden­

te del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero,

convocó en octubre pasado un encuentro en Madrid a

todos los ministros de Cultura hispanohablantes, que por

disposición del Rey Juan Carlos fueron designados miem­

bros del Comité de Honor de la celebración.

De esta manera, la Declaración de Madrid, firmada

por los responsables de Cultura de los países de habla

hispana (incluyendo Guinea Ecuatorial, que tiene el

español como lengua madre), establece que El Quijote

sea considerado Invitado de Honor de todas las ferias

internacionales del libro de Iberoamérica durante el año

2005, expresando en la referida declaración "su satisfac­

ción por la continuidad y brillantez de la creación litera­

ria en español que se reconoce El Quijote como una de

sus obras esenciales, pero que recoge en la actualidad

la enorme diversidad de culturas de nuestros pueblos y

en esa diversidad fundamenta su riqueza".

Los ministros de Cultura han invitado a todas las cul­

turas del planeta a celebrar los 400 años de El Quijote y

a releerlo una vez más para que continúe formando par­

te de nuestro patrimonio colectivo y para seguir apren­

diendo de sus tan humanas aventuras, de modo que sea

un punto de referencia de los valores que nos unen.

Las publicaciones La avalancha de reediciones de El Quijote, con distintas

variantes, pueblan desde el último trimestre del año

recién transcurrido las librerías de España, y la fiebre

cervantina ha comenzado a cubrir toda Hispanoamérica,

esperándose que aumente la incidencia editorial de este

gran clásico universal en los meses del presente año.

Entre esas tantas ediciones, mostremos a los lectores

de Global la realizada conjuntamente por el Instituto Cer­

vantes, el Centro para la Edición de los Clásicos Españo­

les, la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales y

Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, quienes han uni­

do esfuerzos y conocimientos para ofrecer la que conside­

ran edición definitiva de la inmortal obra de Cervantes.

57

Page 74: 0004

La edición está dirigida por Francisco Rico, experto en

la literatura del Siglo de Oro y una de las máximas auto­

ridades en la obra de Cervantes. Esta reimpresión permite

al lector disfrutar de este libro fundamental, presentado

en dos volúmenes y con las siguientes características:

• Texto rigurosamente fijado y establecido.

• Las anotaciones resuelven todos los problemas y

aportan toda la información para una perfecta com­

prensión del texto.

• Contiene más de 100 láminas con la indumentaria

del Siglo de Oro, mapas, itinerarios, reproducciones

de los libros de Don Quijote, y planos de la venta.

• Es una verdadera enciclopedia cervantina a cargo de

más de un centenar de especialistas.

• Comentario capítulo por capítulo.

• Repertorio comentado de refranes. Otra edición que circula es la de Editorial Crítica,

igualmente cuidada por Francisco Rico. La edición viene

precedida de un estudio preliminar del fenecido filólogo

Fernando Lázaro Carreter (Las voces del Quijote), y pró­

logos de Jean Canavaggio, Sylvia Roubaund y Anthony

Clase. Trae las siguientes particularidades:

• Texto crítico y anotado, con índice completo.

• Edición en el formato de la princeps, con los graba­dos de la primera edición española ilustrada.

• CD/ROM con texto informativo y base de datos exhaustiva con una guía de uso.

• Carpeta con las dos únicas ilustraciones de Gaya al Quijote reproducidas a su tamaño con calidad de

original (La aventura del rebuzno y Visión de Don

Quijote).

Los Ministros de Cultura hispanohablantes que asistie­

ron a Madrid para preparar los fastos conmemorativos

de este cuarto centenario de El Quijote recibieron una

edición especial limitada titulada El Pequeño Quijote,

58 GLOBAL

con los capítulos del uno al siete, en edición especial

de sólo 500 ejemplares ordenada por la Presidencia de

España, la cual fue entregada personalmente por el jefe

del gobierno Rodriguez Zapatero (Prólogo de Manuel

Ramos, Ilustraciones de Ramón Pérez Carrió, Ediciones

Linteo, 2003; 91 pp).

Por otro lado, la Real Academia de la Lengua presentó

en el recién celebrado Congreso Internacional de la Len­

gua, efectuado en Rosario, Argentina, el pasado noviem­

bre, una edición asequible y popular de El Quijote, que

cuenta con un prólogo de Mario Vargas Llosa, estudios a

cargo de Martín de Riquer, Francisco Ayala, José Manuel

Blecua, Guillermo Rojo, José Antonio Pascual, Margit

Frenk y Claudia Guillén, además de las notas al texto

de Francisco Rico, infaltable en todas las ediciones que

se hacen de El Quijote. Contiene un glosario general con

más de 7,000 entradas de palabras, locuciones, prover­

bios y refranes propios de la obra cervantina.

El Quijote ha sabido conquistar al mundo entero y es

quizá, junto con la Biblia, la obra que se ha traducido

a mayor cantidad de idiomas. Todos los grandes escrito­

res han rendido homenqje a esta novela que relata las

andanzas de un hidalgo castellano. Don Quijote y San­

cho Panza encarnan los dos tipos del alma española: el

idealista y soñador que va en pos de imposibles quime­

ras y el práctico y fatalista.

Releer El Quijote, difundir sus valores y establecerlo

en los dominios de nuestras querencias mas entrañables,

es la tarea común de este 2005, el Año de El Quijote, en

el cuarto centenario de su primera publicación.

Recomendamos como lectura adicional la obra Refra­

nes, dichos y sentencias del Quijote, de J. Leyva, una

selección comentada de los proverbios que se encuen­

tran diseminados en el Quijote (Ediciones Libro-Hobby,

España: 2004; 319 pp).

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FUNGLODE FUNDAC ION GLOBAL

D EMOCRACIA y DESARROLLO

Building Strategic Partnerships for Development: Dominican Republic

- New York State

Publicaciones FUNGLODE La Fundación Global Democracia y Desarrollo apoyando su rol de investigación, análisis, producción y difusión del conocimiento, presenta a la sociedad nacional e internacional su acervo editorial, resultados de investigaciones, proyectos, actividades y trabajos realizados por grupos profesionales de la institución e instituciones aliadas.

NUEVAS PUBLICACIONES:

Literatura dominicana en los Estados Unidos, historia y trayectoria de la diáspora intelectual. Franklin Gutiérrez. Marianela Medrano, Héctor Amarante y Pedro

Antonio Valdez, 2004.

Identidad y Proyecto de Nación Josefina Záiter, Federico Henríquez Gratereaux, León David y Manuel

Meceiras Fafián • Prólogo de David Álvarez Mar tín. 2004.

PUBLICACIONES ANTERIORES:

Encuesta sobre

HÁBITOS DE LECTURA en República Do",;"ic. ,, ~

República Dominicana: estrategia nacional de desarrollo y competitividad. Joaquín Vial· Pró logo de Jeffrey Sach,,2004.

Encuesta sobre hábitos de lectura en República Dominicana, 1003

La construcción de una alianza estratégica: República Do minicana ~ Estado de la Florida, 2002.

_ .... \

El petróleo y su incidencia en la economía y el desarrollo de la

República Dominican~ 2003.

Unacárn:to.l testigo de la historia

Las zonas francas en el Siglo XXI: opciones estratégicas para competir globalmente María Elizabeth Rodríguez, 2004.

Una cámara testigo de la historia: el recorrido dominicano de un cronista extranjero 1951-1966. Bernard Diederich, 2003.

Industrias Culturales: retos para el desarrollo cultural.

Carlos Santos, 2004.

La República Dominicana: preparación para el mundo

interconectado. Geoffrey Kirkman, 2004.

Islam, terrorismo y los conflictos del Medio Oriente, Gema Martín Muñoz, Waleed Saled Alkalifa 2003.

Democracia en el siglo XXI: experiencias y desafíos de

Iberoaméric~ 1001.

tNOUSTI<!A';,CUL TURA!t;:5 ....... f"".oI,~.,,¡,..,.,¡:

PUBLICACIONES PERIÓDICAS

Revista Global

Foreign Policy, en español, 2004. Madrid: Fundación para las Relaciones Internacionales y el Diálogo Exterior (FRIDE).

Foreign Policy es la revista más reconocida sobre políticas, economías, e ideas globales. Su misión es difundir la d inámica del mundo internacional, en particular, cómo el proceso de integración global está reformando las naciones, instituciones, cul turas, y, fundamenta lmente, nuestro diario vivir.

Foreign Affairs en español. 2004. México: Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM).

Cada número consiste de trabajos originales escritos especialmente para esta revista, y con artícu los publ icados en números recientes de Foreign Aflairs traducidos al español.

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• len ,.., anos

del

BLOO SDAY Por Frank Báez Rosario

El 16 de junio de 2004 se festejó el centenario del Bloomsday, celebración

del día en que está basada la novela Ulises de James Joyce. Este artículo

hace un recorrido de la efeméride, desde las rimbombantes festividades

del centenario hasta el origen de la fecha centrada en una cita amoro­

sa entre el escritor irlandés y su futura esposa. ¿Qué inspira a un genio

a desarrollar su obra de arte? ¿Cuál es la vigencia del Ulises? ¿A qué

se debe la admiración suscitada por figuras tan disímiles como Marilyn

Monroe y John Cage? Con los años, el Bloomsday ha traspasado las fron­

teras literarias y el 16 de junio se ha convertido en una de las fechas

primordiales de la contemporaneidad cultural.

60 GLOBAL

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El 16 de junio pasado se celebraron los cien años del Bloomsday. Para los que están familiarizados

con la novela Ulises, esta fecha debe resultar tan memorable como para un físico la tarde en que le cayó

a Newton la manzana en la cabeza. El Bloomsday es la celebración del día en que se sitúa todo el desarrollo de la novela Ulises, del escritor irlandés James Joyce, una de

las obras que más ha influido la literatura de todas las len­guas. Las técnicas empleadas en cada capítulo han sido

adoptadas por cientos de escritores y se han incorporado a la música, al teatro, al cine y a la cultura popular.

El Bloomsday -día de Bloom- se festeja desde hace

casi 50 años. Se le llama así por el apellido del prota­gonista del Ulises, Leopold Bloom, aunque también se trata de un juego de palabras que involucra Doomsday

-que significa día del juicio final- y Bloomsday -que traducido literalmente significa día del florecer-o

Este año pasado, admiradores de la novela celebra­ron masivamente el centenario. De un evento sencillo que incluía rituales tales como beberse una cerveza en el hotel Ormond 1 o emprender la lectura de la novela,

se ha pasado a un evento multitudinario, que en esta

ocasión incluyó estrenos de películas, documentales, simposios, puestas en escena de obras, exposiciones iti­

nerantes y reediciones del libro. En Dublín la celebración comenzó el 1 de abril y fina­

lizó el 30 de agosto. En la mañana del 16 de junio los organizadores ofrecieron un desayuno gratis, en la calle

O'Connell, para 10,000 turistas procedentes de todo el

mundo. Durante el transcurso del día se dictaron entu-

62 GLOBAL

Arriba, James Joyce. A la derecha, la esta tua del autor de Ulises en Q'Connell St., apodada "Prick

with the Stick". Página anterior, tumba de Joyce en Zurich, por lan MacCandless ..

siastas conferencias y se leyeron pasajes de la obra. La presidenta de Irlanda, Mary McAleese, asistió a una

de estas lecturas. Figurantes ataviados como los per­sonajes de la obra se paseaban entre la multitud que aprovechaba para fotografiarlos y aplaudir sus represen­

taciones. Además, las calles, los edificios municipales y los monumentos que se mencionan en la obra fueron

restaurados y adornados con elementos alusivos a la época. De noche, en una pantalla gigante ubicada sobre

el río Liffey, se presentaron imágenes de Joyce y poco después la película Ulises, de Joseph Strick.

Con los años, la fama del Ulises ha aumentado con­

siderablemente. Se han vendido millones y millones de ejemplares, ventas inicialmente estimuladas primero

por prohibiciones y censuras, y posteriormente hasta por el visto bueno de personalidades y artistas influyen­

tes. Los artistas y los intelectuales de renombre siempre suelen colocar al Ulises entre sus cánones literarios. Hay cientos de biografías y estudios lingüísticos realiza­dos por mentes tan lúcidas como la de Carl Jung o la de

Umberto Eco. Al parecer, resulta de buen gusto y signo de intelectualidad evidente colocar Ulises en una biblio­

teca, aunque haya sido en el pasado un libro acusado de obscenidad. Tan sólo hay que pensar en las 721,620

libras esterlinas (casi un millón y medio de dólares) que

se pagaron hace poco por una carta original de Joyce, o en las últimas películas referentes a sus obras que han

sido protagonizadas por astros del cine2•

Ante todo esto, la pregunta obligatoria es ¿se está

leyendo el libro o el libro es un pretexto para impulsar

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toda una industria? La respuesta es ambigua. Por ejem­

plo, una de las organizadoras del Bloomsday responde que comenzó su lectura, pero que se le hizo complicado continuar. Esta repuesta es común, no solamente en los

lectores, sino también en críticos y escrítores reconoci­dos. Esto tiene antecedentes anecdóticos en una confe­rencia que el autor pronunció sobre Ibsen cuando tenía

18 años. Al concluir su ponencia, se oyó gritar: "¡Joyce, ha sido espléndido, pero estás loco de remate!"3. Aque­

llos que le aplauden y le celebran no lo hacen por propia

convicción, sino más bien por un respeto que es similar al que se siente frente a una figura de poder.

Acerca del Ulises, Joyce le escribió a un amigo: "He metido tantos enigmas y rompecabezas que tendrá ata­reados a los profesores durante siglos discutiendo sobre lo que quiere decir, y ese es el único modo de asegurarse la inmortalidad."4 Esta profecía fue expresada de manera irónica y, como se puede observar, se ha impuesto.

La intención del Ayuntamiento de Dublín es loable.

Con este evento millonario se trata de incentivar la lectura del Ulises en un público acostumbrado a con­sumir novelas compradas en supermercados y pelícu­

las de Hollywood. Una de las autoridades locales de la capital irlandesa decía que con estas actividades se trataba de recuperar el legado de uno de sus genios.

Decir esto es acertado e inteligente, pero los escritos de Joyce muestran una dirección menos oficialista.

Sus trabajos, y sobre todo el del Ulises, se fundamentan en críticas abiertas al nacionalismo, al catolicismo y a la mentalidad regional de sus contemporáneos irlandeses.

Por esta razón resulta paradójico lo que hoy en día se ha convertido el Bloomsday, y la misma figura de Joyce.

Primera cita Como génesis de estas celebraciones se halla un encuen­tro amoroso de vital importancia: la primera cita de Nora Barnacle con James Joyce. La cita tuvo lugar el

jueves 16 de junio de 1904, día en que se desarrolla el Ulises. Pero elaboremos esto un poco. En el año 1904,

Joyce cuenta con 22 años, acaba de retornar de París y

ha comenzado la redacción de la novela Stephen Hero5•

Anteriormente había realizado dos viajes a París don­

de había pasado la mayor parte del tiempo leyendo en bibliotecas. Durante la segunda estadía recibe la noticia

de que su madre está al borde de la muerte. Ésta, des­pués de una larga agonía, muere el 13 de agosto del

64 GLOBAL

año 1903. Como se observa en los primeros capítulos del Ulises, la muerte de Mary Jane Joyce afectaría nota­

blemente al escritor, aunque no sólo lo haría de manera sentimental, sino también en otros planos existenciales; hasta se podría decir que su muerte se vincula a una cri­sis que Joyce estaba padeciendo en ese momento y que

hallaría su resolución en el exilio. A lo largo de todo el Ulises se nota esa desorientación en Stephen Dedalus, el alter ego de Joyce (el apellido Dedalus hace referen­

cia a dédalo o laberinto).

El 10 de junio conoce a Nora Barnacle, una joven camarera de pelo cobrizo que provenía de una región

irlandesa llamada Galway. Joyce la vio cuando ella caminaba sola por la calle Nassau. Se acercó tímida­mente y le dirigió la palabra. Joyce llevaba puesta una gorra de navegante; ella, al ver ese detalle y sus ojos azules, supuso que se trataba de un marinero sueco.

Acuerdan salir el 14 de junio, pero ella no asiste a la cita y deja plantado a Joyce en la esquina de Merrion Square. Al día siguiente el escritor le envía la siguien­

te nota: "Debo estar ciego. Estuve mirando mucho rato una cabeza de cabellos rojo oscuro, pero llegué a la conclusión de que no eras tú. Me fui a casa com­

pletamente desconsolado. Me gustaría encontrarme contigo, pero tal vez no lo deseas. Espero que tengas

la amabilidad de aceptar la cita ¡si es que no te has olvidado de míl"6. Finalmente, Nora accede a salir. Se citan entonces el jueves 16 de junio de 1904.

¿Qué pasa el 16 de junio de 1904? ¿Por qué esa fecha es tan determinante para Joyce? Bueno, Joyce se

enamora. Pero no sólo se enamora, sino que se siente correspondido y comprendido en un Dublín que cada día se le hacía más difícil de soportar. En su biografía

sobre Joyce, Richard Ellmann anota: "Situar el Ulises en esa fecha fue el tributo más elocuente -aunque indirec­to- que Joyce rindió a Nora: era un reconocimiento del efecto determinante que tuvo sobre su vida su relación

con ella. El 16 de junio entró en contacto con el mundo

que le rodeaba dejando atrás la soledad que siempre sin­tió desde la muerte de su madre. Más adelante le diría a

Nora: Tú hiciste de mí un hombre'. El 16 de junio fue el día que separó a Stephen Dedalus, el joven rebelde, de Leopold Bloom, el marido complaciente."7

Desde ese día saldrían constantemente por las calles

de Dublín. Nora, en los tiempos en que vivía con su tío

en Gal\.vay, se vestía de hombre para encontrarse con

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La familia Joyce en Feldkirch: James, Lucía y Nora Joyce.

un muchacho del que estaba enamorada. No llegaría a

esos extremos con Joyce, pero eso da a entender lo ver­

sátil y resuelta que era. Al recibir las pasionarias cartas

que le mandaba el escritor, ella intentaba responderle

con ingenio y en cierta ocasión lo hizo con una carta

copiada de algún manual de correspondencias. Dicha

carta fue analizada por Joyce y un amigo hasta que se

percataron del engaño.

Hay un pasaje del Ulises que transcurre en una cima

denominada Howth, la cual ofrece una vista panorámi­

ca del mar, la ciudad y la bahía. Seguramente Nora y

Joyce estuvieron durante esos días en ese sitio, y ese

evento fue elaborado posteriormente en la novela. El

pasaje es el siguiente: "Escondidos bajo los helechos

salvajes en Howth. Debajo de nosotros, bahía, cielo dor­

mido. Ni un ruido. El cielo. La bahía violeta hacia la pun­

ta Lion. Verde junto a Drumleck. Verdiamarilla hacia

Sutton. Campos submarinos, las líneas de un leve pardo

en la hierba, ciudades sepultadas. Haciendo almohada

de mi chaqueta ella tenía el pelo, tijeretas en las matas

de brezo mi mano bajo su nuca me vas a desarreglar

toda. ¡Oh prodigio! Blandafresca de lociones su mano

me tocó, me acarició: sus ojos en mí sin apartarlos.

Arrebatado yací sobre ella, sus carnosos labios abiertos,

besé su boca. Ñam. Suavemente me dio en la boca la

galleta de anís caliente y masticada. Pulpa nauseabun­

da que su boca había mascado dulce y agria con saliva.

Alegría: la comí: alegría. Vida joven, sus labios que me

dio en hociquito. Labios blandos, calientes, pegajosos,

gelatinogomosos. Flores eran sus ojos, tómame, ojos

aceptadores. Unos guijarros cayeron. Ella siguió tumba­

da. Una cabra. Nadie. Arriba entre los rododendros de

Ben Howth andaba una cabra con paso seguro, dejan­

do caer sus pasas. Emboscada tras helechos ella se rió

en caliente abrazo. Locamente yací sobre ella, la besé:

los ojos los labios, el cuello estirado, latiendo, pechos

de mujer llenando su blusa de velo de monja, gruesos

pezones erguidos. Caliente la lamí. Me besó. Fui besado.

Cediendo toda me alborotó el pelo. Besada, me besó."8

Durante esos meses Nora procuraba reiterarle que esta­

ba interesada en él, pero Joyce generalmente actuaba de

manera excéntrica y le enviaba cartas donde con una

sinceridad desaforada explicaba que rechazaba todo el

orden social de la época. Nora hasta llegó a preguntarse

si su novio estaba loco; sin embargo, siempre contestaba

sus cartas afirmativamente. Estos reiterativos sí tendrían

un valor sin precedentes en Joyce y en su obra, como

por ejemplo en el último capítulo del Ulises -el famoso

monólogo de Molly Bloom- que finaliza de la siguiente

manera: "Y luego le pedí con los ojos que lo volviera a

pedir sí y entonces me preguntó si yo quería sí decir sí

mi flor de la montaña y primero le rodeé con los brazos

sí y le atraje encima de mí para que él que me pudiera

sentir los pechos todo perfume sí y el corazón le corría

como loco y sí dije sí quiero Sí."9 De esta manera acaba

el Ulises, repitiendo los sí de Molly Bloom que se aseme-

65

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jan a los de Nora Barnacle en esos días, y mucho más

aún si se piensa en el sí de mediados de septiembre, cuan­do Joyce le preguntó en una carta si estaba dispuesta a abandonarlo todo y partir al exilio con él.

Francesca Romana Río, en su libro Vida y obra de James Joyce, comenta esta situación: "Cuando hacia mediados de septiembre Joyce propuso a Nora huir con

él hacia las tierras del exilio, no le propuso al mismo tiempo pasar también por el ayuntamiento y por la

parroquia antes de partir. Se sobreentendía que Nora aceptaba seguirlo libremente sin consagración ni legali­

zación de un lazo que para Joyce era tanto más fuerte y válido cuanto más libre y contrastado. Su manera de

actuar, de hecho, suscitó muchas críticas en un Dublín católico y victoriano. Nora fue considerada una mujer de baja estofa y él un desvergonzado presuntuoso."IO

Antes de su partida, Joyce le escribía a Nora cartas de este estilo: "Anoche. Mientras te esperaba, me sentí aún

más inquieto. Me parecía estar librando por ti una batalla contra todas las fuerzas sociales y religiosas de Irlanda, y sentí que no tenía en qué apoyarme salvo en mí mismo. No hay vida aquí, ni moralidad, ni honestidad. La gente

vive toda su vida bajo el mismo techo y al final están tan separados como siempre ... El hecho de que puedas elegir

así y ponerte a mi lado en mi azarosa vida me llena de orgullo y alegría. Permíteme, queridísima Nora, decirte lo

mucho que deseo que compartas cualquier felicidad que me aguarde, y asegurarte mi gran respeto por ese amor tuyo que deseo merecer y corresponder."!!

A finales de septiembre el viaje estaba decidido, aun­que en alguna parte de su corazón Joyce pensaba que Nora, al igual que Evelin (protagonista de uno de los

relatos de Dubliners), no se atrevería a subir al barco. Llega entonces el ocho de octubre, día en que la pareja abandona Dublín. Joyce logró reunir dinero suficiente para los pasajes de barco, pidiendo la colaboración de

amigos y hasta de reconocidas figuras literarias. Como Joyce no quería que su padre supiera que se estaba esca­

pando con una mujer de clase social inferior, deciden subir al barco por separado. Primero sube Joyce y al

rato sube Nora. Richard Ellmann comenta lo que sucede después: "La pareja llegó a Londres. Ninguno de los dos

confiaba plenamente en el otro. Cuando llegaron a la

ciudad, Joyce dejó a Nora en un parque para ir a visitar a Arthur Symons. Ella creyó que nunca volvería. Pero

no sólo volvió sino que, para sorpresa de sus amigos y

66 GLOBAL

tal vez de sí mismo, se quedó con ella para siempre. En

cuanto a Nora, iba a ser tan sólida como una roca por el resto de sus días."! 2

¿Mil años del Bloomsday? Cada persona se define para siempre en un momento especial de su vida. Para San Agustín fue el momento

en que entró a la fe cristiana. Para William Burroughs el disparo accidental con que mató a su esposa, luego

de que ésta se pusiera un vaso en la cabeza y él fallara

la puntería. Para James Joyce y Nora Barnacle fue el encuentro del 16 de junio de 1904. Por cierto, esta cita

se relaciona con otro encuentro real que la literatura ha mitificado: el encuentro de Dante Alighieri con Beatriz dei Bardi. El poeta italiano la vio por primera vez cuan­do ésta tenía nueve años. Quedó enamorado, y cuando Beatriz murió se propuso decir de ella lo que jamás fue

dicho de ninguna. Y lo hizo. Al igual que lo hizo Joyce en el Ulises y en diversos textos con respecto a Nora.

¿Perdurará el Ulises? ¿Se continuará leyendo en los

próximos milenios? ¿O simplemente se quemará en un fuego tan voraz como el de la librería de Alejandría? Res­ponder a esta pregunta es, más que todo, un ejercicio de

fe o una apuesta. En el tercer capítulo del Ulises, Stephen

Dedalus medita sobre la posteridad y observa el proceso: "Cuando uno lee esas extrañas páginas de uno que desa­pareció hace mucho uno se siente uno con uno que una vez."!3 Por más que se reconozcan las innovadoras técni­

cas y el carácter enciclopédico, hay un humanismo que

recorre de extremo a extremo las 783 páginas del libro. Ulises está llamado a perdurar y a ser enriquecido con los entusiastas lectores de cada nueva generación. Se puede

tomar una tijera y recortar el libro, extrayendo el virtuo­sismo, las referencias personales y colectivas, los artifi­cios de cada párrafo, y todavía se mantendrá una historia

arquetípica y representativa de nuestra civilización. Con respecto al Bloomsday, creo que las conmemora­

ciones van a continuar por un largo tiempo, pero que con los años los joyceanos, como los conocemos hoy,

van a ser cada vez menos, hasta extinguirse. El libro va a presentar otra perspectiva y se abrirá a nuevas posibili­

dades y a otros enfoques e interpretaciones. Yo apuesto a que Ulises va a perdurar más que Dublín. Yo apuesto

al tiempo circular. Así como yo he de volver a escribir este artículo, Joyce y Nora van a volver a pasear juntos

por las calles del Dublín de 1904.

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Frank Báez Rosario es poeta, narrador y psicólogo. Ha publicado dos libros: Jarrón y otros poemas y Lola, además de una serie de cuentos, poemas, ensayos y traducciones tanto en revistas nacionales como inter­nacionales. Trabaja en el área de la investigación social.

Notas 1 En el bar del Hotel Ormond es donde transcurre el cap ítulo

11 del libro. En este lugar el protagonista de la novela, Leopold

Bloom, come y bebe sidra.

2 Ewan McGregor, reconocido actor escocés, hace el papel de

James Joyce en la película Nora de Pat Murphy, de 2000.

1 Citado en James Joyee, Vida y obra, de Francesca Romana Paci,

p. 63; ver también Centenary Bis/ory of ¡he literGly and historieal

society.

4 Carta a Benoist-Méchin. Citado en el estudio introductorio del

Ulises, J. Joyce, Editorial Lumen, Tusquet editores, 1996, p. 790.

s Esta novela es el borrador de A Portrait of the Artist as a Young

mano Joyce contaba que había arrojado el manuscrito al fuego, en

un momento de rabia, dejando para la posteridad las páginas que

Nora pudo rescatar. Este texto fue publicado en 1944.

G James Joyee, Richard Ellmann, p. 179.

"/ Ibid.

B Ulises, James Joyce, p. 248.

9 ¡bíd., p. 788.

10 James Joyee. Vida y obra, Francesca Romana Paci, p. J 24.

11 James Joyce, Richard Ellmann, p . 200.

12 Ibíd., p . 204.

13 Ulises, James Joyce, p. J 10.

Bibliografía CHOZA, JACINTO y CHOZA, PILAR, Ulises, un arquetipo de la existencia

humana, Editorial Ariel, S.A., Barcelona, 1996.

ELLMANN, RICJlARD, James Joyee, Editorial Anagrama, Barcelona, 2002.

JOYCl', JAMES, Ulisses, The Moder libraly, New York, 1992.

JOYCE, JAMES, Ulises, Editorial Lumen, Tusquet editores, 1996.

JOYCE, JAMES, A portrail of Ihe artist as a Young man, Dover Publi­

cations, inc., New York, 1994.

JOYCE, JAMES, Dubliners, Dover Publications, inc., New York, 1992.

ROMANA PAel, FRANCESCA, James Joyee. Vida y Obra, Ediciones

Nexos, 1987.

67

Page 84: 0004

,

LOS ESTADOS ARAB S CON

Por Miguel Ángel Bastenier

Al contrario de lo que mucha gente cree, que juzga únicamente la

situación a partir de la retórica al uso y el sentimiento sincero e indiscu­

tible de la opinión pública de los Estados árabes del Machrek -Oriente en

árabe-, los vecinos de Palestina nunca han visto con entusiasmo la fun­

dación en su seno de un Estado verdaderamente independiente y mucho

menos que corriera el riesgo de ser democrático, porque veían en el mismo

un atentado contra su seguridad y, especialmente, una enmienda a la tota­

lidad contra su estructura oligárquica y autoritaria. Y hoy, con la agónica

desaparición del fundador del hecho mitológico palestino, Yasir Arafat,

ello es tan cierto como en 1948, cuando paralelamente a la proclamación

formal del Estado de Israel, puede sostenerse que de una manera explícita y

autónoma nació la reivindicación nacional del pueblo refugiado y guerrillero.

68 GLOBAL

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PALESTIN

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El presidente Bill Clinton camina junto al Rey Hussein de Jordania, el Premier israelí Yitzhak Rabin, el líder palestino Yasser Arafat, y el presidente egipcio Hosni Mubarak, durante las conversaciones de paz

en la administración Clinton.

Página anterior. Arriba izquierda, soldados israelíes patrullan un camino durante la guerra de 1948-49. Derecha, Nasser con mandos del ejército egipcio. Abajo izquierda, Faisal AI-Husseini, cuando era un

niño, junto a sus hermanos y su tío Farid. Derecha, acuerdo de Camp David, 1978.

En la madrugada del 15 de mayo de 1948, el líder

sionista David Ben Gurion leía por la radio en un museo de Tel Aviv la proclama fundadora del

Estado de Israel. Las hostilidades entre los inmigrantes

judíos y la población autóctona habían estallado meses antes, tras la aprobación el 28 de noviembre de 1947

en la asamblea general de la ONU del plan de partición de Palestina. Un 55% de los 25.000 kilómetros cuadra­dos de la Palestina bajo mandato británico se asignaba

a los sionistas y el resto, con la salvedad de Jerusalén -que habría de quedar bajo control de la propia organi­zación internacional-, debía conformar el Estado árabe. Esa proclamación, que coincidía con la expiración del mandato británico y la retrocesión a la ONU de toda

responsabilidad sobre el territorio, era la señal para que los ejércitos de los países árabes limítrofes -Egipto, Siria, Líbano, y Transjordania, más los de Irak y Arabia

Saudí que no tenían frontera con Palestina- invadieran el país; junto a ellos operaba una fuerza irregular pales­

tina, cuyos objetivos escasamente coincidían con los de los Estados árabes. Ninguno de los contendientes,

salvo esa escuálida guerrilla local, quería que llegara a existir el Estado palestino. Los atacantes pretendían

asegurarse el control del territorio más extenso posible,

70 GLOBAL

o, mejor, negar a los demás ese acceso. Irak lo hacía, en

cambio, desde una cierta subordinación a los intereses de Amman, basada en la solidaridad hachemí de sus

familias reinantes.

La derrota Sólo cuando la guerra acabó en catástrofe -nakba, en árabe- con la derrota de todos los invasores, se le ocu­

rrió al rey Faruk de Egipto inventarse un Gobierno pro­visional palestino en la franja de Gaza, que milagrosa­mente retenía sus tropas, dirigido por Amin al Huseini,

el antiguo gran muftí de Jerusalén. Así quedaba claro el carácter totalmente subsidiario que la creación de Palestina podía tener para el mundo árabe.

De igual forma, los 700,000 u 800,000 refugiados

que originó el conflicto tuvieron que ser alojados en zonas fronterizas de los países limítrofes, en campos

miserables a cargo de la ONU, que creó en 1949-1950

una nueva agencia al efecto. Esa población, para la que los campos se han convertido hoy en gigantescas ciu­

dades de latas, en algunos casos de cientos de miles de habitantes, se cifra ya en cerca de cuatro millones de desplazados. Y, salvo Jordania, que ha concedido

la nacionalidad a los así instalados, el resto de países

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El ministro de defensa israelí, Moshe Dayan, a la derecha, y el general Rehavam Zeevi en la villa Banias, 1967.

71

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El general del ejército israelí Ariel Sharón, en el centro, y al tos ofi ciales llegan a la base del ejército en el Desierto del Neguev, en junio de 1967.

árabes ha mantenido desde entonces en sus alojamien­

tos de fortuna a los refugiados, para que constituyeran

una acusación y condena permanentes contra el Estado

judío, del que gran parte se había visto obligada a huir.

El refugiado palestino era un spot de publicidad políti­

ca, antes que una persona.

La creación en el año 1964 de la Organización para

la Liberación de Palestina (OLPj, la entidad llamada a

representar al pueblo palestino, no fue sino un expe­

diente del presidente egipcio Abdel Nasser. El Irak

nuevamente revolucionario, que había derrocado a la

monarquía en el mes de julio de 1958, tonteaba con la

idea de crear un Gobierno palestino en el exilio, y al

presidente egipcio de ninguna manera podía convenirle

perder la mano. Esa OLP existía para que no ocupara

su lugar otra organización que pudiera tomarse en

serio el hecho palestino, como competidor de las forma­ciones estatales árabes. y sólo la guerra de 1964, con

una catástrofe de proporciones ya incalculables -la

derrota en seis días de Egipto, Siria y Jordania frente

al nuevo Israel de los militares-, podría hacer de la

OLP un agente político independiente. Yasir Arafat fue

el responsable de que Palestina fuera capaz de rescatar

su destino.

La OLP, en razón de su mismo éxito popular, tenía

marcado un rumbo de colisión con el Estado que desde

1950 había cambiado su nombre de Transjordania -más

allá del Jordán- a Jordania porque en la guerra de 1948

había adquirido, con la anuencia de Israel, el territorio

72 GlOBAL

de Cisjordania, de unos 5.000 kilómetros cuadrados,

más la Jerusalén árabe. Ambas partes coincidían en su

apreciación de lo nacional palestino, si bien cada una

con acento muy diferente. El rey Hussein entendía

que los palestinos formaban parte de su nación, y la

OLP de Arafat, que era Jordania la que pertenecía a su

mundo. Ese mal encuentro de voluntades de ecumenis­

mo incompatible estalló en septiembre de 1970 con la

masacre y expulsión de la guerrilla del país jordano, y

su precaria recolocación en Líbano, donde faltaba mate­

ria prima nacional para oponérsele. Es probable que en

los conflictos de Jordania y Líbano, en este país sobre

todo de mano siria, hayan muerto más palestinos que

en todos los enfrentamientos terroristas o militares con

Israel. Ha sido la revancha geopolítica del Estado con­

tra el movimiento. Cuando Siria y Egipto desencadenaron la guerra de

octubre de 1973, lo hicieron tanto para recuperar el

territorio perdido en 1967 como para devolver el prota­

gonismo político internacional a los Estados sobre los

movimientos. A finales de los años 70, el presidente

egipcio Anuar el Sadat negociaba con Israel en nombre

de los palestinos sin preguntarles a éstos qué opinaban.

Jerusalén, por su parte, gobernada por el ultra Menajem

Beguin,reforzaba el aislamiento de la OLP accediendo

tan sólo a tratar lo bilateral con Sadat de forma que

Israel abandonara el Sinaí en el periodo 1979-1982, a

cambio de un tratado de paz que retiraba a Egipto del

frente contra el Estado sionista. Arafat sabía que ya no

Page 89: 0004

El presidente de los Estados Unidos, Bill Clinton, firma el Tratado de Paz del Med io Oeste con el Primer Ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y el líder pa lestino Yasser Arafat.

cabía pensar en medirse militarmente con Israel. Sólo

podía quedar la política. Enjunio de 1982, Israel invadía el Líbano con el pro­

pósito público de liquidar a la OLP, y aunque obtenía el

éxito militar previsible, fueron las dos superpotencias quienes impidieron el descabello. Arafat era evacuado con 12.000 guerrilleros perdiendo sus bases en el país,

sin que los Estados árabes mostraran mayor desasosie­go, apenas alterado por fuertes descargas retóricas, ante

las bajísimas horas de la organización palestina.

Indiferencia Pasividad y retórica han sido las constantes del conflic­to, porque la opinión pública del mundo árabe obiigaba a sus líderes a proclamar la palestinidad esencial de sus sentimientos, unida a la imposibilidad galopante de

mover un dedo. y así seguiría siendo ante una primera

y segunda Intifada y con el permanente chorreo más que goteo de colonos en Cisjordania y Jerusalén Este,

que vulneran varias convenciones de Ginebra y un lar­go etcétera de resoluciones de la ONU.

La decrepitud de la autonomía palestina, deplorada

en lo humano por Mubarak de Egipto, Asad de Siria, Abdalá de Jordania y hasta en su día Sadam Husein de

Irak, sirve a los intereses geoestratégicos de los Estados vecinos, y en especial de Egipto, la potencia regional

siempre aspirante a una hegemonía que nunca puede alcanzar del todo. Un Estado palestino, y peor aún si

fuera democrático, es lo que no quieren los árabes adya-

centes por temor al pluralismo al que, con todas las difi­cultades y teniendo que sobrevivir entre ruinas, está más acostumbrado el pueblo palestino que cualquiera de las

sociedades árabes limítrofes. Arafat no sufría por la fal­ta de democracia, pero no por ello fue menos elegido en

unas verdaderas elecciones y no hay por qué dudar de que su sucesión se haga con las aportaciones necesarias

de luz y taquígrafos como para inquietar a algunos. Pero el mayor aliado de esos Estados árabes es el

Israel ultra del primer ministro Ariel Sharon. Su nega­tiva a negociar (mil veces expresada en declaraciones

apenas maquilladas, como tantos otros harían en su lugar) nada que no sea la rendición del pueblo palesti­no, al que sólo ofrece retales de país con los poderes de

un municipio en bancarrota, es la mejor garantía de que nunca habrá un Estado árabe en Cisjordania dotado de auténtica soberanía.

y pese a tanto enemigo, o supuesto amigo con desig­

nios no confesados, el movimiento palestino, hoy huér­fano de su inventor, Yasir Arafat, no parece, sin embar­

go, en trance de desaparecer. Eppur si muove.

Miguel Ángel Bastenier es licenciado en Historia y en Derecho por la

Universidad Central de Barcelona, grado en Lengua y Literatura Inglesa por

Cambridge, y grado en Periodismo por la Escuela Oficial de Periodismo de

Madrid. Desde 1994 se ocupa de la subdirección de Relaciones Internaciona­

les de El País. Experto en Política Internacional, es autor de los libros La guerra

de siempre, Palestina-Israel: la Casa de la Guerra (ambos sobre el conflicto de

Próximo Oriente) y El Blanco Móvil. Curso de Periodismo.

73

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• • Qutopolesls

Universidad y desarrollo huma

Por Inmaculada Madera Imágenes fractales: Pedro Jaime Fernández

no en un lobol

contexto 9

Trasmitir, resguardar y desarrollar el saber universal es misión fundamental

de la universidad. Como fenómeno social, esta organización reproduce

los sistemas complejos de la sociedad, caracterizados por ser abiertos.

Desde la perspectiva de la complejidad, esta reflexión pretende ser

una aproximación propositiva a los fenómenos sociales en general y

a la universidad dominicana en particular, analizando sus procesos

intrínsecos de evolución y su interacción con el entorno, así como su

impacto actual y potencial en el desarrollo humano.

74 GLOBAL

Page 91: 0004

\

75

Page 92: 0004

En la "era virtual", las nuevas relaciones mundia­

les han develado la complejidad creciente de la sociedad global. Así, fenómenos contradictorios

conviven en interacción dialéctica, generando realida­des impredecibles: al tiempo que surgen oportunidades,

se profundizan brechas y dicotomías. Esta realidad hace del presente un espacio de retos e incertidumbres. La equidad -en todos los órdenes- sigue siendo el mayor

desafío. Hoy, descifrar nuevas secuencias para el desa­rrollo humano, de la sociedad y de sus organizaciones,

es objeto de estudio impostergable de las Ciencias. El desarrollo social está condicionado por la satis­

facción de las necesidades humanas en un contexto de carácter sostenible. En lo particular, este desarrollo va a depender del grado de oportunidades, competencia y libertad de cada ser humano para transformar sus cir­cunstancias (Amartya Sen, 2000), construir una nueva

realidad que satisfaga sus necesidades y compartir ese conocimiento con otras personas y comunidades. Para esto, el hombre toma la cultura 1 como medio, a fin de operar desde ella, sobre ella y en ella, construyéndola

y construyéndose. Trasmitir, resguardar y desarrollar ese saber univer­

sal, catalizador principal del desarrollo, es misión funda­

mental de la Universidad. Como fenómeno social, esta organización reproduce los sistemas complejos de la sociedad, caracterizados por ser sistemas abiertos. Está

compuesta por múltiples elementos objetivos y subjeti­vos, que al combinarse en forma intencional o aleatoria, definen su naturaleza. Al mismo tiempo, está sometida

a la influencia constante de las necesidades sociales y a la dinámica propia del mundo contemporáneo. Desde la perspectiva de la Complejidad2

, esta reflexión pretende una aproximación propositiva a los fenómenos sociales en general y a la Universidad en particular, analizando

sus procesos intrínsecos de evolución, su interacción con el entorno, así como su impacto actual y potencial en el desarrollo humano.

La complejidad: una nueva visión Para comprender y transformar la multidimensionalidad

de la realidad universitaria, resulta útil interpretarla a

partir de paradigmas inherentes a los sistemas comple­jos y el caos3 que los acompaña. Investigaciones como

las de Ilya Prigogine -Premio Nóbel 1977- propician

un marco teórico para este análisis. Estos estudios han

76 GLOBAL

develado que el mundo del determinismo es tan común como el mundo del indeterminismo. La inestabilidad reina en la naturaleza y en la sociedad como referente

de su estabilidad. Caos y homeostasis, entropía y auto­poiesis, son factores transversales al desarrollo de los

sistemas naturales y sociales, a sus procesos y organiza­ciones. La Universidad, en tanto sistema social, compar­te similares características, condicionantes y dinámicas

(Portuondo, 2003).

De acuerdo al segundo principio de la termodiná­mica, en todo sistema aislado -donde no entra ni sale materia4 ni energía- la entropíaS tiende a un

máximo, hasta alcanzar el equilibrio termodinámic06•

Sin embargo, en el Universo, sistemas heterogéneos sobreviven, conviven y se desarrollan. ¿Qué hace fac­

tible trascender el juego de la entropía? Hay sistemas capaces de auto-organizarse, manteniéndose alejados del equilibrio termodinámico: las estructuras biológi­cas, sociales y psicológicas. Esto es posible porque no

son estructuras aisladas, son sistemas abiertos que se desarrollan gracias a su constante intercambio con el medio. El ser humano, la sociedad y sus organizacio­

nes se comportan como sistemas abiertos: mantienen intercambio de materia, energía e información con el

entorno, construyendo permanentemente sistemas de comunicación basados en redes.

Prigogine y Stengers explican el proceso de auto­organización: en circunstancias particulares, ocurre una leve excitación en la estructura y organización

del sistema, la cual se amplifica, originando una gran

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fluctuación (fenómeno no lineal), que se estabiliza por

los intercambios con el entorno. Estas pequeñas des­viaciones aparecen en puntos denominados críticos o

de bifurcación, alterando la uniformidad del sistema y determinando su evolución (Prigogine y Stengers,

1990; Prigogine, 1993). En estos puntos el sistema se comporta caóticamente, entendiendo el caos no como lo antagónico del orden - que corresponde al desorden-, sino como la negociación del orden (Munné, 1994). Al tratarse de fenómenos no lineales, el caos presente no es absoluto, lo que hace posible el reordenamiento

del sistema. Se experimenta un desarrollo a partir de la secuencia orden-ciclos-caos-orden, que prepara las condiciones óptimas para su auto-transformación y

autoorganización: "La aparición espontánea de nuevas estructuras y de nuevos modos de comportamiento en sistemas lejos del equilibrio"(Capra, 1996). Visto de este

modo, el hombre, los fenómenos sociales, las institucio­

nes y organizaciones, evolucionan a partir interaccio­

nes dinámicas dadas por contradicciones generadas al

interior del sistema mismo y su relación e intercambio

con el entorno. Virtualmente, existe una infinidad de soluciones posi­bles para su estabilización, pero el sistema privilegia un grupo reducido y en torno a ellas se estabiliza: los

atractores. Prigogine advierte que en los puntos críticos (donde

el caos se genera) también suelen aparecer los llama­dos atractores extraños (Sanz B, 2002). Estos presen­tan una forma geométrica extremadamente compleja, normalmente fractal. Descubiertos por el matemático Benoit Mandelbrot, los fractales7 son figuras de forma

irregular, interrumpida o fragmentada, que presentan la misma morfología cualquiera que sea el nivel de

Fractal basado en la formu la de Mandelbrot. La imagen anterior es un acercamiento y las tres posteriores son al ejam ientos del misma fractal.

Página anterior, fractal basado en la formula de Mandel.

77

Page 94: 0004

análisis con que sean observados (Mandelbrot, 1987).

En el contexto social, pueden corresponderse con reali­dades sistémicas, cuya naturaleza y características se reproducen en todas las escalas del fenómeno, tales

como la cultura, el conocimiento y la propia sociedad.

El conocimiento: atractor fundamental La vida es un proceso continuo de aprender y de apren­der a aprender. Esta realidad conduce el desarrollo humano a través de la Historia. Al observar el devenir del hombre como fenómeno complejo, se hace posible identificar el "atractor dominante" en la auto-organiza­

ción progresiva de los sistemas sociales. Hace unos 400,000 años, entre las especies en evolu­

ción se verificó una diferenciación esencial en determi­nados organismos: su capacidad de aprender, transfor­

mar su entorno y transferir el conocimiento construido. La Antigüedad conoció fenómenos fundamentados en

saberes compartidos y difundidos a lo largo y ancho

de la tierra conocida: el mundo helénico, el mundo

romano. La Edad Media engendró la "Universitas",

78 GLOBAL

expresión primigenia del saber universal organizado. La búsqueda sostenida del hombre moderno redimen­siona los límites del planeta, revoluciona los esquemas

de relaciones y pensamiento, estableciendo el culto a la ciencia y la razón.

La post-modernidad teoriza la impermanencia y la construcción del conocimiento como paradigma trans­versal a la dinámica económica, social y cultural. En

todos los casos, un binomio común hilvana el desarrollo de las sociedades a lo largo de siglos: el conocimien­t08 compartido como base de la cultura universal y el carácter universal de la cultura. Los grandes aciertos y

desaciertos de la humanidad se han caracterizado por su naturaleza global y su vínculo con el conocimiento.

Esta realidad evidencia el atractor dominante de la organización humana: el conocimiento objetivo y cons­

ciente -sus manifestaciones y aplicaciones en los distin­tos órdenes de la vida- , que impulsa el desarrollo del

ser, de la cultura, de la sociedad. Son hechos de carácter cognitivo, espontáneos o inducidos, los que alteran la

uniformidad de un sistema social, dando origen a su

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proceso de auto-transformación. En su intercambio con un entorno plural (local, regional, global), el sistema se estabiliza en un nuevo estadio de realización, generan­

do saberes que propiciarán futuros desarrollos. Así, el conjunto "conocimiento-cultura" en el hom­

bre, la organización, la comunidad local, la sociedad global, las generaciones, representan una circularidad

ascendente, con características de fractal analizado a dife rentes niveles de su morfología. La Universidad, por su origen y misión, se inscribe dentro de esa espi­

ral, como organización social con capacidad de autoor­ganización, auto-desarrollo y perpetuación a partir del

conocimiento y la cultura.

Sistemas sociales complejos Para completar una visión de los sistemas sociales des­

de la perspectiva de la complejidad, conviene conocer los resultados de estudios realizados por Humberto

Maturana y Francisco Varela. En su obra De máqui­

nas y seres vivos (1994), explican la autopoiesis como la cualidad propia de sistemas abiertos cuya función

esencial es la de reproducirse a sí mismos de forma recurrente (comportamiento fractal). Esta teoría refiere exclusivamente fenómenos de la naturaleza viva, mas

resulta interesante observar la realidad social a partir de sus principios.

Los sistemas autopoiéticos, por su carácter abierto y homeostático, cuando se encuentran alejados del equili­brio maximizan su capacidad de procesar información,

auto-organizándose. Mantienen su individualidad, auto­nomía y autogobierno respecto al entorno, al tiempo

que utilizan sus redes de intercambio de información para recibir las señales externas e identificar regularida­des. Así orientan favorablemente sus procesos de cam­

bio, creando modelos de actuación sobre el mundo real en forma endógena y proactiva. Si realizan cambios

conservativos, sólo se modifican las relaciones entre sus componentes.

Si son innovadores, cambian los componentes y la forma de auto-reproducción, verificándose la evolu­

ción (Diegoli, 2003). Como resultado de una historia de interacciones recurrentes, el sistema se desarrolla en

79

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forma congruente con su medio como fenómeno com­plejo adaptativo, logrando su "acoplamiento estructu­ral" (Maturana y Varela, 1994).

Podría decirse que no sólo el ser humano, también los grupos, organizaciones e instituciones sociales se comportan como sistemas con propiedades auto-poié­

ticas y auto-organizativas, con potencial de auto-pro­ducción, auto-transformación y aut6destrucción. Lo

significativo es que, al ser sistemas creados de forma

artificial, resultaría necesario definir e imponer desde el exterior restricciones de no-equilibrio que incidan

sobre la estructura y la organización del sistema y per­mitan su acoplamiento estructural (Portuondo, 2003).

De este modo puede inducirse una transformación orientada por criterios que propicien el desarrollo a todos los niveles. En el caso particular de la Univer­sidad, las restricciones de no-equilibrio que permitan

actualizar su potencial transformador, precisan como referentes tanto su propia misión histórica, como las tendencias y desafíos del entorno.

De lo local y lo global , En este recorrido a través del paradigma de la comple­

jidad se han extrapolado cualidades propias de siste­mas complejos autopoiéticos a los fenómenos sociales. Desde este punto de vista, la Universidad sería enten­

dida como una red de interacciones sociales que se producen y reproducen (fractal) a través del tiempo y el espacio, evolucionando y generando evolución

(atractor). Resultaría necesario, entonces, comprender la configuración interna de la Universidad, la compleji­dad de sus relaciones, e identificar el elemento que en su reproducción permanente la caracteriza, confirién­

dole cualidad de atractor potencial del desarrollo. Durante mucho tiempo el aprendizqje ha sido consi­

derado como factor clave en este proceso. Pero el apren­dizaje no requiere necesariamente de la construcción de conocimiento, sino más bien de su reproducción. Los

procesos básicamente reproductivos tienen escasa rela­ción con el desarrollo. La evolución de las sociedades y

las organizaciones tiene que ver con la capacidad del ser humano de comprender y apropiarse de la naturaleza, de

su realidad, y transformarla, a la vez que se transforma a sí mismo. Por lo tanto, una "sociedad del conocimiento"

se construye con algo más que aprendizajes: es necesaria la producción de saberes compartidos.

80 GLOBAL

Producir saberes significa penetrar la esencia de la realidad objetiva, convertirla en un modelo abstracto de carácter semiótico y hermenéutico, creando nueva cultura. Esta acción describe una de las funciones sus­

tantivas de la Universidad: la investigación, la cual se articula a la docencia y la extensión, a fin de transmi­tir y dar aplicación práctica al saber construido. Estos

procesos se particularizan en tres sujetos dinámicos: profesores, estudiantes y administrativos, quienes inte­

ractúan entre sí y con el entorno, en un constante

aprender y enseñar. La complejidad del sistema, sus relaciones internas

y externas, así como los recursos que precisa para su funcionamiento, requieren considerar como función

primordial una gestión innovadora. Este conjunto de componentes e interacciones en convivencia dialéctica y evolutiva definen la configuración de la Universidad como sistema complejo autopoiético.

Como señalan los teóricos de la complejidad, un siste­ma autopiético, en este caso la Universidad, aprehende cualidades vida-vida tales como inteligencia, intencio­

nalidad, auto-corrección y auto-preservación, y admite condicionamientos externos que guían su desarrollo,

generan cambios y oportunidades. Este potencial trans­formador sólo se hace efectivo cuando, de manera inten­cional, la institución universitaria define y orienta su

configuración interna y sus relaciones con el entorno, tomando en cuenta criterios de pertinencia, equidad y calidad, de cara a la excelencia.

Dados los desafíos del presente y el rol potencial de la Universidad en su resolución, se impone analizar las

condiciones que presenta la Universidad dominicana y su contexto actual.

Entropía En este país, al igual que en otros de la región, los sistemas universitarios presentan características entró­

picas: la gestión reducida a funciones administrativas, investigación científica escasa o nula y una actividad estudiantil memorística, con ausencia de creación de

saberes. El docente privilegia el conocimiento de la

ciencia que imparte, con frecuencia obsoleto, y el tra­bajo metodológico de los aprendizajes es obviado: no

se le enseña al estudiante a aprender. La atención a las relaciones y la comunicación entre los actores es

mínima y la vinculación universidad-sociedad se pier-

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de, debido a una práctica de extensión poco articulada y una pertinencia cuestionable. Existe, además, una

alta resistencia al cambio y las acciones innovadoras y pro-activas son poco frecuentes.

Desde el punto de vista de la Teoría de Fractales, la pro­blemática de la Universidad dominicana es una represen­tación a escala de debilidades fundamentales en su socie­

dad. Estudios recientes resumen las actuales condiciones socio económicas, resaltando su crisis generalizada. Entre otros factores, un creciente nivel de desempleo, escasas posibilidades de generación de ingresos, la devaluación

de la moneda, la inflación, las consecuencias transversa­les del decrecimiento económico y una deuda externa

amplificada, matizan la atmósfera del país. Se destaca la pérdida de competitividad de la Repú­

blica Dominicana a nivel mundial en distintos renglo­

nes. Se acentúa el efecto de la entrada de competido­res extranjeros intra y extra región, o el impacto de la

crisis internacional (Martínez, 2004). Mientras tanto, la realidad devela la ausencia de pla­

nes mixtos, colaborativos, integradores y estratégicos para organizar el desarrollo general y establecer focos de excelencia. La atención habría de centrarse en ren­

glones clave de la economía, que garanticen el posi­cionamiento en áreas de fortaleza, eleven el nivel de

"competencias-país" y propicien el Estado de Bienestar.

Estos factores del entorno inciden en el desarrollo de la Universidad y ésta, a su vez, dinamiza la autoorganiza­ción y el desarrollo social, en virtud de sus competen­

cias y cualidades como sistema complejo autopoiético. Si el entorno carece de elementos que enriquezcan

y estimulen el desarrollo del sistema Universidad, su dinámica autorreguladora mantendrá un carácter con­

servador: no habrá cambio. Esto se agudiza ante un claro vacío de restricciones externas dirigidas a liberar intencionalmente su potencial transformador.

En una perspectiva ampliada, la Universidad del Siglo XXI recibe la influencia de un contexto geográfi­

co y cultural que integra y trasciende el espacio local: la aldea global. Esta condición incide en sus procesos

de autopoiesis con intensidad creciente, imponiendo nuevas regularidades. La actual estructura mundial

está regulada por las leyes de un mercado desigual , donde el concepto "Sociedad del Conocimiento" desta­

ca como signo de los nuevos tiempos. En su carácter auto-reproductor, el conocimiento y su universalidad se redescubren como "atractor dominante" del desarro­

llo, asumido con frecuencia en calidad de mercancía. Este escenario presenta nuevas condiciones a las uni­

versidades : la redefinición de las fronteras del planeta; el valor económico otorgado al conocimiento, la ciencia

y la tecnología (capital humano); el desarrollo de las

81

Page 98: 0004

comunicaciones y la información; nuevos modelos de producción basados en las "nuevas tecnologías", y el

fuerte impacto del desarrollo sobre el medio ambiente. Son también significativos los cambios cualitativos y

cuantitativos del panorama demográfico mundial, las nuevas relaciones de género y la reestructuración de las relaciones entre los países, originando la internacio­

nalización de la justicia, de la economía, de la guerra y

el terrorismo, el "mercado mundial del conocimiento y

la información", lo que conlleva la internacionalización

de la educación y la cooperación. El "paradigma de la globalización" pretende gene­

ralizar la expresión de estos factores en todos los con­

tinentes. La realidad es su impacto desigual en países de distinto nivel de desarrollo y entornos culturales diferentes. Estas particularidades se expresan en los ámbitos político, social, económico, cultural y educati­vo. Se espera que los países periféricos se inserten con

Fractal basado en la fórmula de Karl Geigl.

82 GLOBAL

cierto éxito en el mundo globalizado, que sus poblacio­

nes accionen en entornos complejos y diversos, que sean más que consumidores dependientes de la aldea global y alcancen nuevos niveles de desarrollo.

Una nueva reflexión La Universidad juega un papel fundamental en ese pro­

ceso y para ello precisa reorientar sus valores y modos de actuación. Esto requiere una nueva reflexión, una

visión integradora de su compromiso con el desarrollo

nacional, dentro de una perspectiva global. Su res­ponsabilidad con los sujetos sociales exige impulsar procesos formativos -a lo largo de toda la vida- que

propicien competencias profesionales y humanas, que favorezcan la criticidad y la tolerancia, la creatividad y la investigación, la flexibilidad y la capacidad de adaptación, el emprendedurismo y la auto gestión, la habilidad para aprender a aprender y también

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la posibilidad de resolver problemas, condiciones

imprescindibles en el presente.

La necesidad de cambios llega hasta la forma en

que la Universidad asume su misión histórica y reali­

za su oferta de servicios. Es fundamental la transfor­

mación de los esquemas institucionales hacia mode­

los flexibles, adaptables, tanto en la gestión como

en la currícula, la incorporación de las tecnologías

de información y comunicación a sus funciones y el

incremento de los niveles científicos y la producción

de conocimiento que favorezca el desarrollo.

De igual modo, la manera en que se comunica

la Universidad al interior y con el entorno requiere

de innovaciones que generen comunidades y redes,

alianzas, liderazgos, procesos de colaboración y

sinérgicos en todas direcciones.

Las restricciones que impone el entorno actual supo­

nen desafíos complejos para los países en desarrollo :

Otro fractal basado en la fórmu la de Ka rl Geigl.

¿está preparada la Universidad dominicana para dar

respuesta a este reto? La Universidad es un sistema capaz de auto-repro­

ducir la cultura y el desarrollo, de auto-organizarse y

contribuir a la auto-organización social. Esto acontece

en un contexto dicotómico -lo local y lo global- en espa­

cios concretos y abstractos -lo real y lo virtual-, y en

sociedades contradictorias y complementarias -el mun­

do central y el periférico-o En todos los casos, existen

oportunidades, capacidades y competencias que, estraté­gicamente articuladas, favorecen el cambio. En general,

el sistema universitario dominicano requiere una mayor

conciencia y nuevas competencias para poder actuar efi­

caz y eficientemente como atractor del desarrollo.

El entorno global y la realidad nacional han impuesto

restricciones que obligan a las instituciones de Educa­

ción Superior a realizar transformaciones. Se han iden­

tificado las principales deficiencias de la Universidad

83

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en el ámbito local y mundial. La globalización, en su proceso de divulgación de principios y "neovalores",

demostró la eficacia de las TIC en los procesos de información y formación. Sus dicotomías han per­mitido transparentar la brecha del desarrollo. Se ha humanizado su concepto y promovido la cooperación

local, regional e internacional. Como respuesta a los procesos globales, las universidades en el mundo han

desarrollado mecanismos de internacionalización y cooperación interinstitucional.

Esto ha permitido a las instituciones y países hacer uso de una globalización solidaria y, desde lo local,

apropiarse de las competencias que le permitan des­plazarse desde un paradigma educativo centrado tradicionalmente en intereses nacionales a uno con­templando la sociedad mundial.

El Sistema de Educación Superior Dominicano

cuenta con un organismo y un marco regulador que permite su organización. Se dispone de instituciones de educación superior públicas y privadas ubicadas en todo el territorio nacional y el país posee una

joven población de estudiantes, docentes y adminis­trativos universitarios, con experiencias para compar­tir y un gran potencial de desarrollo.

Esta reflexión ha pretendido validar la importancia del conocimiento y la cultura en el desarrollo huma­no, así como papel fundamental que en ello juega la

Universidad. Para lograr una trasformación del sistema social, sería preciso introducir cambios sustantivos en

la educación dominicana, cuya discusión sería objeto de otro análisis. En lo que respecta a la Educación Superior, sería oportuno llevar a cabo -tanto en el sistema en general como en las universidades en par­ticular- acciones que operen como restricciones de no-equilibrio que impulsen:

• El avance de la integración vertical del Sistema Edu­cativo Nacional, propiciando una mayor sinergia.

Las universidades precisan implicarse en este desafío, tomar iniciativas y ofrecer soluciones.

• La profundización del compromiso estatal con la Educación Superior como sistema universitario, pro­piciando su desarrollo colectivo y el de las institucio­

nes. Las universidades requieren un mayor respaldo técnico y financiero.

• El fortalecimiento del rol del la Secretaría de Estado de Educación Superior, Ciencia y Tecnología, como

84 GLOB.A.L

organismo promotor del desarrollo del Sistema Nacional de Educación Superior, con énfasis en la investigación, la apropiación de la Ciencia y la Tec­

nología, la gestión del conocimiento, así como la creación y mantenimiento de una cultura de colabo­ración, innovación, pertinencia y calidad. Para esto

es importante la implementación de planes y proyec­tos en forma organizada, sistemática e inclusiva.

• Una nueva actitud de las universidades, reconocien­

do su rol en el proceso de desarrollo y conciliando

intereses individuales con los de la sociedad en gene­ral. Se impone la reconceptualización de la misión

histórica de la Universidad, armonizada con las misiones particulares de las instituciones.

• La transformación del discurso y la práctica cen­trada en la competitividad de las instituciones que componen el Sistema Nacional de Educación Supe­

rior, evolucionando hacia prácticas que propicien la elegibilidad y acciones colaborativas, que articulen las fortalezas propias y del conjunto, y permitan un

desempeño superior, más calidad y un mayor impac­to en el desarrollo nacional e internacional.

• La formulación de proyectos pedagógicos institu­cionales, orientados a la pertinencia, la calidad, la equidad y la inclusión, con enfoque local, regional y

global de la realidad educativa y profesional.

• El desarrollo de focos y centros de excelencia, gru­pos de reflexión y equipos de desarrollo al interior de las universidades y proyectos de cambio. Las universidades necesitan identificar sus fortalezas y

recursos (tecnológicos, humanos y de conocimien­to) y articularlos para el desarrollo de mejores prác­

ticas compartibles.

• La incorporación de la dimensión internacional (internacionalización), la cooperación y las relacio­nes interinstitucionales en la práctica universitaria.

Es esta estrategia la que garantiza la integración de las universidades en la dinámica global, participar de redes y fondos para el desarrollo, a la vez que

recibe y transfiere experiencia y conocimiento.

• El establecimiento de la investigación como un eje transversal del proceso educativo y como parte de su misión, enfatizando las áreas fundamentales en la

dinámica nacional (por ejemplo, Educación, Salud, Turismo, Telecomunicaciones). Esto implica el mejo­

ramiento de la infraestructura tecnológica.

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Fractal basado en fórmulas de Polinomios.

• La integración de las Tecnologías de Información y Comunicación (TIC), los entornos y comunidades

virtuales, a la vida institucional, académica, adminis­trativa y de servicios, privilegiando los procesos, no

los medios. Es recomendable, además, una aproxima­ción a los métodos de Educación a Distancia, para

favorecer la cobertura, la equidad y la inclusión de

poblaciones en condiciones especiales. • La implantación de procesos de capacitación docente,

fundamentados en la cooperación, el uso de las TIC y

el componente investigativo, operando como atractor del proceso evolutivo institucional.

• La redefinición de los sistemas de gestión, incor­porando nuevas competencias y reordenamientos estructurales y de organización que permitan la

óptima apropiación de los procesos de desarrollo ins-

. . . .. ' . . .....

titucional. Esto incluye la auto gestión y el trabajo colaborativo.

• La creación de sistemas de calidad dentro de las insti­tuciones.

• El desarrollo de nuevas relaciones y formas de comu­nicación e intercambio con los estudiantes, los egre­sados, el entorno local, regional e internacional.

La Universidad, "ayuntamiento de maestros y escola­res que es fecho en algún lugar con voluntad e enten­

dimiento de crear saberes" (Alfonso X, El Sabio, Siglo XIII), expresa una dimensión particular y única del frac­

tal clave de la autoorganización social: el conocimiento; y el presente reclama comunidades de saberes orienta­

das a la excelencia humana, capaces de equilibrar el

caos y de trascender la entropía: universidades para el

desarrollo humano en un entorno global.

85

• ••• 4 • • ••• • •• •

Page 102: 0004

/ -( ,

Otro fractal basado en la formu a , I de Mande!.

86 GLOBAL

Page 103: 0004

Inmaculada Madera es licenciada en Educación, menciones Ciencias

Sociales y Orientación por la UNPHU. Estudió Gestión y Liderazgo Universita­

rio en el Centro IGLU Brasil (OUI), postgrado en Alta Gestión Empresarial y

Maestría en Gerencia y Productividad, en la Universidad APEC y postgrados en

Planificación y Gestión de Proyectos de Desarrollo, en la UNED, España e Inte­

gración Regional y Relaciones Económicas Internacionales, en la Universidad

de Barcelona. Es vicerrectora para Asuntos Internacionales de la Universidad

APEe. Actualmente desarrolla su tesis doctoral en Ciencias Pedagógicas, en el

marco de la Teoría de la complejidad y el desarrollo de la Educación Superior.

Notas 1 A lo largo de este articulo la cultura es entendida en su senti­

do más amplio, como la manifestación y resultado de la acción

humana en la transformación de la naturaleza y de la huma­

nidad misma, por lo que incluye la ciencia, la tecnología y el

arte. Refiere a elementos espirituales, materiales y psicológicos,

valores, creencias, sentimientos, así como la expresión de impre­

siones y sensaciones que el ser humano recibe en su relación

con el entorno.

2 La complejidad se refiere a la condición en la que el cosmos

- a pesar de que el principio cuántico (todo interactúa con todo)

lo integra en una realidad única - es demasiado rico y variado

como para ser entendido por rutas lineales simples, que no con­

ducen ni a novedades ni a asombros. Algunas porciones del

cosmos se entienden mediante dichas rutas, pero los fenómenos

más intrincados sólo se pueden entender por sus patrones gene­

rales, pero no en detalle. La teoría de la complejidad, dentro de

la mecánica estadística (capítulo de la física), se preocupa del

estudio de los atractores asociados a sus dinámicas y de la teo­

ría de la innovación, de la auto-organización, del aprendizaje,

de la adaptación, de los sistemas disipativos (relacionados con

la segunda ley) y no-lineales, de las transiciones de fase (en

especial las que ligan la fase caos con la fase orden), de las

roturas de simetría en condiciones alejadas del equilibrio, de

la emergencia de nuevos fenómenos a partir de redes y de inte­

racciones. Para entender muchos fenómenos hasta ahora mal

explicados, la ciencia se inclina hacia la teoría del caos, de los

fractales y a de la complejidad (Glosario von der Becke, 1999).

] Caos, en la mitología posterior a la época griega, es la materia

informe de la que fue creado el cosmos u orden armonioso (Enci­

clopedia Microsoft Encarta, 2002).

4 Téngase en cuenta que materia aquí se refiere a sustancia,

dado que la energía es materia también, pero se pretende pre­

sentar la teoría según sus autores.

'i Puede entenderse como el grado de desorganización.

Ú Un sistema está en equilibrio termodinámico cuando no se obser-

va ningún cambio en sus propiedades termodinámicas, es decir,

el sistema no intercambia calor. Esto significa su parálisis y su

eventual destrucción.

7 Su ausencia de frontera y límite real les han convertido en punto

de partida para el desarrollo de la lógica difusa.

I! Conocimiento entendido como un concepto y muItidimensional,

saberes construidos a partir de la integración de la experiencia

mental, emocional y sensorial de los seres humanos.

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FOREIGN AFFAIRS EN ESPAOOL

Foreign Affairs presenta trabajos originales y artículos publicados en números recientes de la versión inglesa, traducidos al español. En menos de dos años, la revista está reconocida como un nuevo e influyente foro internacional por toda Latinoamerica y España.

Nacida en diciembre de 2000, Foreign Affairs es una plataforma que da espacio a un debate aplazado dentro de Alll1érica Latina y que fomenta el diálogo ibero e interamericano con el mundo globalizado. Sin privilegiar un enfoque coyuntural o noticioso sino uno de largo alcance, esta tribuna sirve para reflexionar sobre la proyección de América Latina hacia el mundo y la visión que éste tiene de ella.

Distribu ida en República Dominicana por

FUNDAcrON GLOBAL DEMOCRACIA y DESARROLLO

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