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saga covenant

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Sinopsis La historia se está repitiendo, y las cosas no salieron muy bien la última vez.

Alexandria no está segura de que vaya a llegar a su décimo octavo cumpleaños… a su

Despertar. Una olvidada y fanática Orden quiere matarla, y si el Concejo descubre alguna

vez lo que hizo en Catskills, estará perdida… y Aiden también.

Por si eso no fuera suficientemente aterrador, cada vez que Alex y Seth pasan tiempo

“entrenando” –lo que realmente es una palabra en código que Seth para ‘pasar tiempo

de acercamiento y charla uno-a-uno– ella termina con otra marca del Apollyon, lo que la

acerca al Despertar antes de lo previsto. Genial.

Pero mientras su cumpleaños se acerca, su mundo entero se hace añicos con una

sorprendente revelación y se ve atrapada entre el amor y el destino. Uno hará cualquier

cosa para protegerla. Otro ha estado mintiéndole desde el principio. Una vez que los

dioses se revelen, desatando su ira, vidas serán cambiadas irrevocablemente… y serán

destruidas.

Aquellos que sigan de pie descubrirán si el amor es realmente más fuerte que el destino.

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Agradecimientos

Traducción

NatyLRJ

Sherely

Leidy

Pandora

Adderly

Melody

Diseño

Karen.

NatyLRJ

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Tabla de Contenido Sinopsis ................................................................................................................................ 2

Agradecimientos .................................................................................................................. 3

Traducción ............................................................................................................................ 3

Diseño .................................................................................................................................. 3

Capítulo 1 ............................................................................................................................. 6

Capítulo 2 ........................................................................................................................... 20

Capítulo 3 ........................................................................................................................... 31

Capítulo 4 ........................................................................................................................... 48

Capítulo 5 ........................................................................................................................... 63

Capítulo 6 ........................................................................................................................... 76

Capítulo 7 ........................................................................................................................... 97

Capítulo 8 ......................................................................................................................... 114

Capítulo 9 ......................................................................................................................... 128

Capítulo 10 ....................................................................................................................... 139

Capítulo 11 ....................................................................................................................... 151

Capítulo 12 ....................................................................................................................... 163

Page 5: 03 Deity

5

Capítulo 13 ....................................................................................................................... 176

Capítulo 14 ....................................................................................................................... 187

Capítulo 15 ....................................................................................................................... 198

Capítulo 16 ....................................................................................................................... 212

Capítulo 17 ....................................................................................................................... 229

Capítulo 18 ....................................................................................................................... 244

Capítulo 19 ....................................................................................................................... 260

Capítulo 20 ....................................................................................................................... 270

Capítulo 21 ....................................................................................................................... 283

Capítulo 22 ....................................................................................................................... 299

Capítulo 23 ....................................................................................................................... 310

Capítulo 24 ....................................................................................................................... 328

Capítulo 25 ....................................................................................................................... 342

Capítulo 26 ....................................................................................................................... 355

Capítulo 27 ....................................................................................................................... 370

Capítulo 28 ....................................................................................................................... 384

Capítulo 29 ....................................................................................................................... 400

Capítulo 30 ....................................................................................................................... 415

Capítulo 31 ....................................................................................................................... 426

Capítulo 32 ....................................................................................................................... 439

Capítulo 33 ....................................................................................................................... 450

Capítulo 34 ....................................................................................................................... 461

Sobre la Autora ................................................................................................................ 475

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Capítulo 1

Traducido y corregido por: NatyLRJ

Seda roja colgaba de mis caderas, retorcida en un nudo ajustado que acentuaba mis

curvas. Mi cabello estaba suelto y sedoso sobre mis hombros como los pétalos de una

flor exótica. Las luces en el salón de baile captaban cada onda del material, así que con

cada paso parecía que estaba floreciendo del fuego.

Él se detuvo, sus labios entreabiertos como si el mero hecho de verme bastara para

dejarlo incapaz de hacer cualquier otra cosa. Un sonrojo cálido tiñó mi piel. Esto no iba a

terminar bien, no cuando estábamos rodeados de personas y él me estaba mirando de

esa forma, pero no podía forzarme a mí misma a irme. Mi lugar estaba aquí, con él. Esa

había sido la decisión correcta.

La elección… que no había hecho.

Los bailarines se detuvieron alrededor de mí, sus rostros escondidos tras deslumbrantes

máscaras enjoyadas. La cautivadora melodía que la orquestra estaba tocando se

deslizaba bajo mi piel y se hundía en mis huesos mientras los bailarines se apartaban.

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Nada nos separaba.

Traté de respirar pero él no sólo me había robado la respiración sino el aire mismo que

necesitaba.

Él que quedó allí, vestido en un esmoquin negro que se ajustaba a las líneas duras de su

cuerpo. Una sonrisa ladeada llena de travesura y alegría curvaba sus labios mientras que

hacía una reverencia y extendía su brazo hacía mí.

Mis piernas se sentían débiles mientras tomaba el primer paso. Las luces centelleantes

del techo me iluminaron el camino, pero lo habría encontrado en la oscuridad si hubiera

sido necesario. Los latidos de su corazón sonaban justo como los míos.

Su sonrisa se amplió.

Ése era todo el refuerzo que necesitaba. Fui hacia él, el vestido estirándose detrás de mí

en un río de seda carmesí. Él se enderezó, atrapándome por la cintura mientras enlazaba

mis brazos alrededor de su cuello. Enterré mi rostro en su pecho, sumergiéndome en la

esencia a océano y hojas ardientes.

Todo el mundo nos estaba mirando, pero no importaba. Estábamos en nuestro propio

mundo, uno donde lo que queríamos –lo que habíamos deseado por tanto tiempo- sí

tenía importancia.

Él rio roncamente mientras me giraba. Mis pies ni siquiera tocaban el piso del salón de

baile.

“Tan temeraria”, murmuró.

Sonreí en respuesta, sabiendo que él amaba secretamente esa parte de mí.

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Poniéndome en pie, agarró mi mano y puso la otra en la parte baja de mi espalda.

Cuando volvió a hablar su voz era un susurro bajo y apasionado.

“Te ves tan hermosa, Alex.”

Mi corazón se hinchó. “Te amo, Aiden.”

Besó mi frente y luego giramos en círculos. Parejas empezaron a unírsenos y capté

vistazos de amplias sonrisas y ojos extraños tras las máscaras –ojos completamente

blancos, sin irises. Esos ojos… sabía lo que significaban. Nos desplazamos hasta una

esquina donde oí gritos suaves viniendo de la oscuridad.

Mire la esquina sombría de la sala de baile. “¿Aiden…?”

“Shh.” Su mano se deslizó por mi espina dorsal y acunó mi nuca. “¿Me amas?”

Nuestros ojos se encontraron y se sostuvieron. “Sí. Sí. Te amo más que a nada.”

La sonrisa de Aiden se desvaneció.

“¿Me amas más que a él?”

Me quedé inmóvil en su abrazo repentinamente laxo. “¿Más que a quién?”

“Que a él”, repitió Aiden. “¿Me amas más que a él?”

Mi mirada se fue más allá de él de nuevo, a la oscuridad. Un hombre nos estaba dando la

espalda. Estaba presionado contra una mujer, sus labios en su cuello.

“¿Me amas más que a él?”

“¿A quién?” Intenté presionarme a él, pero me retuvo. La incertidumbre creció en mi

vientre cuando vi la decepción en sus ojos. “Aiden, ¿qué pasa?”

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“No me amas.” Bajó sus manos, retrocediendo. “No cuando estás con él, cuando lo

escogiste.”

El hombre se giró, encarándonos. Seth sonrió, su mirada prometiendo un mundo de

promesas oscuras. Promesas que yo había aceptado, que yo había escogido.

“Tú no me amas”, dijo Aiden una vez más, desvaneciéndose en las sombras. “No puedes.

Nunca podrías.”

Intenté alcanzarlo. “Pero…”

Era demasiado tarde. Los bailarines convergieron y yo estaba perdida en un mar de

vestidos y palabras susurradas. Los empujé pero no pude pasar a través de ellos; no

pude encontrar a Aiden ni a Seth. Alguien me empujó y caí de rodillas, la seda

rasgándose. Llamé a Aiden y luego a Seth, pero ninguno escuchó mis súplicas. Estaba

perdida, mirando fijamente los rostros escondidos tras las máscaras, mirando fijamente

ojos extraños. Conocía esos ojos.

Eran los ojos de los dioses.

Me enderecé en la cama, una partícula fina de sudor cubriendo mi cuerpo mientras mi

corazón intentaba salirse de mi pecho. Varios minutos pasaron antes de que mis ojos se

ajustaran a la oscuridad y pudiera reconocer las paredes desnudas de mi habitación.

“¿Qué diablos?”, recorrí la parte de atrás de mi mano por mi frente húmeda y caliente.

Cerré mis ojos aguados.

“¿Hmm?”, murmuró un Seth medio dormido.

Estornudé en respuesta, una y luego dos veces.

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“Eso es sexy.” Alcanzó ciegamente la caja de pañuelos. “No puedo creer que todavía

estés enferma. Ten.”

Suspirando, le recibí los pañuelos y acuné la caja contra mi pecho mientras sacaba unos

cuantos. “Es tu culpa ¡achu! Fue tuya la estúpida idea de ir a nadar en… achu- agua a 5°C,

idiota.”

“Yo no estoy enfermo.”

Me soné la nariz, esperando unos segundos más para asegurarme de que había

terminado de sacarme los sesos, y luego dejé caer la caja al suelo. La gripa apestaba. En

mis diecisiete años de vida nunca había tenido gripa, hasta ahora. Ni siquiera sabía que

podía tenerla. “¿Acaso eres tan malditamente especial?”

“Lo sabes”, fue su apagada respuesta.

Girándome, miré la parte de atrás de la cabeza de Seth. Se veía casi normal con su

cabeza en una almohada –mi almohada. No como alguien que se había convertido en un

asesino de dioses en menos de cuatro meses. Para nuestro mundo, Seth era algo así

como una criatura mitológica: hermosa, pero francamente mortal. “Tuve un sueño

extraño.”

Seth rodó. “Vamos. Vuelve a dormirte.”

Desde que habíamos vuelto de las Catskills1 hace una semana, él había estado detrás de

mí como nunca antes. No era como si no entendiera porqué, con todo ese rollo de las

Furias2 enfadadas y de mí matando a un puro. Probablemente no iba a dejarme fuera de

su vista nunca más.

1 Las Catskills son montañas que cubren gran parte del sudeste del estado de Nueva York.

2 Dentro de la mitología griega son tres deidades vengadoras también llamadas Euménides.

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“De verdad necesitas empezar a dormir en tu propia cama.”

El giró su cabeza ligeramente. Una sonrisa adormilada se extendió por su rostro.

“Prefiero tu cama.”

“Y yo preferiría que celebráramos la Navidad por aquí, y entonces conseguiría regalos de

navidad y podría catar canciones de navidad, pero no obtengo lo que quiero.”

Seth me empujó hacia abajo, su brazo un peso considerable que me tenía de espaldas.

“Alex, yo siempre consigo lo que quiero.”

Un leve temblor me recorrió la piel. “¿Seth?”

“¿Sí?”

“Estabas en mi sueño.”

Un ojo del color del ámbar se abrió. “Por favor dime que estábamos desnudos.”

Puse los ojos en blanco.

“Eres un pervertido.”

El suspiró lastimosamente mientras se movía más cerca.

“Tomaré eso como un no.”

“Tendrías razón.” Incapaz de volver a dormirme, empecé a morderme el labio. Tantas

preocupaciones surgieron que mi cerebro casi giraba. “¿Seth?”

“¿Hmm?”

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Lo vi hundirse más en la almohada antes de que continuara. Había algo encantador el

Seth cuando actuaba así, una vulnerabilidad y una puerilidad que no existía en él cuando

totalmente despierto. “¿Qué pasó cuando estaba luchando contra las furias?”

Sus ojos se abrieron en pequeñas rendijas. Esta era una pregunta que había preguntado

varias veces desde que habíamos vuelto de Carolina del Norte. El tipo de fuerza y poder

que había desplegado mientras encaraba a los dioses era algo que solo Seth, como un

Apollyon totalmente desarrollado, debería ser capaz de lograr.

¿Una mestiza no-despierta? Sí, probablemente no. Debí haber terminado con el trasero

rosado cuando peleé con las furias.

La boca de Seth se endureció. “Vuelve a dormirte, Alex.”

Se negaba a responder. De nuevo. Rabia y frustración se asomaron a la superficie. Me

quité su brazo de encima. “¿Por qué no me lo dices?”

“Estás siendo paranoica.” Su brazo aterrizó en mi estómago de nuevo.

Traté escabullirme de su agarre pero este se apretó. Apretando mis dientes, me giré y

me hice a su lado. “No estoy siendo paranoica, idiota. Algo pasó. Te lo he dicho. Todo…

todo se veía de color ámbar. Del color de tus ojos.”

El dejó salir un gran suspiro. “He oído que la gente en situaciones de alto estrés

incrementan su fuerza y sus sentidos.”

“No fue eso.”

“Y que las personas pueden alucinar bajo presión.”

Giré mi brazo de nuevo, por poco dándole a su cabeza. “No aluciné.”

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“No sé qué decirte.” Seth levantó su brazo y se giró sobre su espalda. “De todas formas,

¿vas a volver a clase en la mañana?”

Instantáneamente, una nueva preocupación apareció. Las clases significaban encarar a

todo el mundo -Olivia- sin mi mejor amigo. La presión creció en mi pecho. Cerré mis ojos

pero el rostro pálido de Caleb apareció, ojos muy abiertos sin ver y una daga Covenant

en su pecho. Parecía que sólo podía recordar cómo realmente se veía en mis sueños.

Seth se sentó, y sentí su mirada cavando hoyos en mi espalda.

“¿Alex…?”

Odiaba nuestro lazo súper especial, despreciaba absolutamente que todo lo que

estuviera sintiendo se introdujera en él. Ya no había tal cosa como privacidad. Suspiré.

“Estoy bien.”

Él no respondió.

“Sí, voy a ir a clase en la mañana. Marcus va a tener un ataque cuando regrese y se dé

cuenta de que no he estado yendo a clase.” Me dejé caer en mi espalda. “¿Seth?”

Inclinó su cabeza hacia mí. Las sombras ahogaban sus facciones, pero sus ojos

atravesaban la oscuridad. “¿Sí?”

“¿Cuándo crees que vuelvan?” Por ellos quería decir Marcus y Lucian… y Aiden. Mi

respiración se detuvo. Pasaba cada vez que pensaba en Aiden y en lo que había hecho

por mí, en lo que había arriesgado.

Recostándose en su lado, Seth se estiró hacia mí y tomó mi mano derecha. Sus dedos se

enlazaron con los míos, palma contra palma. La marca del Apollyon -la que no debería

estar en mi mano- se calentó. Miré nuestras manos unidas, para nada sorprendida

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cuando vi las líneas suaves -también marcas del Apollyon- haciendo su camino en el

brazo de Seth. Giré mi cabeza viendo como las marcas se regaban por su rostro. Sus ojos

parecían brillar. Habían estado haciendo eso mucho más últimamente -tanto lo de las

runas como lo de sus ojos.

“Lucian dijo que volverían pronto, posiblemente hoy más tarde.” Muy suavemente,

movió la yema de su pulgar sobre la línea de la runa. Los dedos de mis pies se curvaron y

mi mano libre se aferró a las mantas. Seth sonrió. “Nadie ha mencionado la Guardia

pura-sangre. Y Dawn Salmos ya regresó. Parece que la compulsión de Aiden funcionó.”

Quería liberar mi mano. Era difícil concentrarme cuando Seth jugueteaba con la runa de

mi palma. Él, por supuesto, lo sabía. Y siendo el cretino que era, lo disfrutaba.

“Nadie sabe lo que pasó realmente.” Su pulgar ahora trazó la línea horizontal. “Y así

seguirá siendo.”

Mis ojos se cerraron. La verdad de cómo el guardia pura-sangre había muerto tendría

que seguir siendo un secreto, o Aiden y yo estaríamos en grandes problemas. No sólo

casi nos habíamos liado en el verano -y entonces yo le había dicho que lo amaba, lo que

estaba totalmente prohibido-, había matado a un pura-sangre en defensa propia. Y

Aiden había usado la compulsión en dos puros para cubrirlo. Matar un puro significaba la

muerte para los mestizos, y los puros tenían prohibido usar la compulsión entre ellos. Si

cualquiera de las dos cosas salía a la luz, estaríamos totalmente jodidos.

“¿Eso crees?”, susurré.

“Sí.” La respiración de Seth se sentía cálida en mi sien. “Ve a dormir, Alex.”

Dejando que la calmante sensación de su pulgar contra la runa me arrullara, volví a

entregarme al sueño, olvidando momentáneamente todos los errores y decisiones que

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había hecho en los últimos siete meses. Mi último pensamiento consciente fue para mi

mayor error: no el chico al lado mío, sino el que nunca podría tener.

En un buen día normal odiaba la clase de trigonometría. La materia en sí me parecía

inútil. ¿A quién le interesaban las identidades pitagóricas cuando estaba asistiendo a

Covenant para aprender a matar cosas?, pero hoy mi odio alcanzaba el punto más alto

de todos los tiempos.

Casi todo el mundo me estaba mirando, incluyendo a la Sra. Kateris. Me hundí en mi

asiento, enterrando mi nariz en el libro que no podría leer incluso si Apolo descendiera y

me lo pidiera. Sólo un par de ojos me afectaban. El resto podía joderse.

La mirada fija de Olivia era dura, condenatoria.

¿Por qué, por qué diablos no podíamos cambiar de asientos? Después de todo lo que

había pasado, estar sentada a su lado era el peor tipo de tortura.

Mis mejillas ardían. Ella me odiaba, me culpaba por la muerte de Caleb, pero yo no lo

había matado, un daimon mestizo lo había hecho. Yo sólo había sido la que había

conseguido que se escapara del campus en pleno toque de queda por lo que parecía ser

una buena razón.

Así que de alguna forma, era mi culpa. Lo sabía, y dioses, haría cualquier cosa para

cambiar esa noche.

La explosión de Olivia en el funeral de Caleb era probablemente por lo que todos me

estaban mirando furtivamente. Si lo recordaba bien, creo que me había gritado algo así

como “tú eres el Apollyon” mientras yo la miraba boquiabierta.

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En el Covenant de Nueva York en las Catskills, los chicos mestizos creían que yo era

malditamente genial pero aquí… no tanto. Cuando encontraba sus miradas no la

evitaban lo suficientemente rápido para esconder su incomodidad.

Al final de la clase, eché mi libro en mi maleta y me apuré hacia la puerta

preguntándome si Deacon me hablaría en el siguiente período. Deacon y Aiden eran

polos opuestos en prácticamente todo, pero ambos parecían ver a los mestizos como

iguales –una cosa rara entre la raza pura-sangre-.

Los susurros me siguieron por el corredor. Ignorarlos era más difícil de lo que había

imaginado. Cada célula de mi cuerpo me pedía que los confrontara. ¿Y hacer qué?

¿Saltarles encima como una súper mono araña y echarlos a todos? Sí, eso no me ganaría

ningún fan.

“¡Alex! ¡Espera!”

Mi corazón se hundió con el sonido de la voz de Olivia. Aceleré el paso, prácticamente

arrollando a un par de mestizos que me miraban con grandes ojos asustados. ¿Por qué

me tenían miedo? No era yo la que iba a convertirse pronto en un Mata Dioses pronto,

pero oh no, ellos miraban a Seth como si él fuera un dios. Sólo unas puertas más y me

podría esconder en Verdades técnicas y Leyendas.

“¡Alex!”

Reconocí el tono de Olivia. Era el mismo que usaba siempre que ella y Caleb estaban a

punto de tener una de sus peleas: determinado y terco.

Mierda.

Ella estaba justo detrás de mí y yo estaba a sólo un paso de mi clase. No iba a llegar.

“Alex”, dijo, “necesitamos hablar.”

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“No voy a hacer esto ahora.” Porque realmente, realmente, que me dijeran que era mi

culpa que Caleb estuviera muerto no estaba en la lista de cosas que quería oír hoy.

Olivia me agarró del brazo. “Alex, necesito hablarte. Sé que estás enojada, pero no eres

la única que tiene permitido extrañar a Caleb. Yo era su novia…”

Dejé de pensar. Girándome, solté mi mochila en la mitad del pasillo y la agarre del

cuello. En un segundo, la tenía contra la pared y parada en las puntas de sus pies. Con

los ojos muy abiertos, agarró mi brazo e intentó alejarme.

Apreté solo un poco.

Por el rabillo del ojo vi a Lea, su brazo ya no estaba enyesado. El daimon mestizo que se

lo había roto había matado a Caleb también. Lea dio un paso adelante como si quisiera

intervenir.

“Mira, lo capto”, susurré roncamente. “Amabas a Caleb. ¿Y adivina? Yo también. Y lo

extraño, también. Si pudiera retroceder el tiempo y cambiar esa noche lo haría. Pero no

puedo. Así que por favor sólo déjame…”

Un brazo del tamaño de mi cintura salió de la nada y me hizo retroceder unos buenos

cinco pasos. Olivia cayó contra la pared, masajeándose la garganta.

Me giré y gemí.

Leon, el rey de la sincronización impecable me miraba incrédulo. “Realmente necesitas

una niñera profesional.”

Abrí mi boca, pero luego la cerré. Considerando algunas de las cosas que Leon había

interrumpido antes, no tenía idea de cuánta razón tenía. Pero luego me di cuenta de

algo más importante: si Leon había vuelto, entonces mi tío y Aiden también.

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“Tú”, Leon señaló a Olivia, “ve a clase.” Devolvió su atención a mí. “Tú vienes conmigo.”

Mordiéndome la lengua, agarré mi mochila del suelo y comencé mi caminata de la

vergüenza por el pasillo lleno de gente. Vi a Luke, pero apartó su mirada antes de que

pudiera descifrar su expresión.

Leon tomó las escaleras –los dioses sabían cuánto yo las amaba- y no hablamos hasta

que estuvimos en el lobby. Las estatuas de las furias ya no estaban, pero el espacio vacío

me hizo un nudo en el estómago. Volverían. Estaba segura de ello. Sólo era cuestión de

cuándo.

Él se alzó ante mí cuando se detuvo, casi 2m de puro músculo. “¿Por qué siempre que te

veo estás por hacer algo que no deberías?”

Me encogí de hombros. “Es un talento.”

Diversión renuente brilló en su rostro mientras que sacaba algo de su bolsillo trasero.

Parecía un pedazo de pergamino. “Aiden me pidió que te diera esto.”

Mi estómago se hundió mientras tomaba la carta, mis manos temblaban. “¿Él… él está

bien?”

Frunció el ceño. “Sí. Aiden está bien.”

Ni siquiera intenté ocultar mi suspiro de alivio mientras le daba la vuelta a la carta.

Estaba sellada con una estampa roja que parecía oficial. Cuando levanté la mirada, Leon

se había ido. Sacudiendo la cabeza, fui hacia uno de los bancos de mármol y me senté.

No tenía idea de cómo Leon se podía mover un cuerpo tan grande por ahí tan

sigilosamente. La tierra debería temblar a su paso.

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Curiosa, deslicé mi dedo bajo el pliegue y rompí el sello. Desdoblándola, vi la firma

elegante de Laadan en la parte de abajo. Examiné rápidamente el pergamino y luego

volví a leerlo.

Y lo leí una tercera vez.

Me sentí inaguantablemente caliente y fría al mismo tiempo. Se me secó la boca, mi

garganta se cerró. Temblores leves atravesaban mis dedos, haciendo que el papel

temblara. Me puse en pie y luego me volví a sentar. Las cuatro palabras de repetían ante

mis ojos. Eran todo lo que podía ver. Todo lo que me interesaba saber.

Tu padre está vivo.

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Capítulo 2

Traducido y corregido por: NatyLRJ

Con mi corazón acelerado, anduve de a dos pasos en dos. Vi a Leon cerca de la oficina

de mi tío y me eché una carrera. Él pareció levemente alarmado cuando me vio.

“¿Qué pasa, Alexandria?”

Patiné hasta detenerme. “¿Aiden te dio esto?”

Leon frunció el ceño. “Sí.”

“¿Lo leíste?”

“No. No era para mí.”

Apreté la carta contra mi pecho. “¿Sabes a dónde está Aiden?”

“Sí.” El ceño de Leon se volvió severo. “Volvió anoche.”

“¿Dónde está ahora mismo, Leon? Necesito saber.”

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“No veo por qué habría una razón por la que necesitaras tanto a Aiden como para

interrumpir su entrenamiento.” Envolvió sus gruesos brazos alrededor de su pecho. “¿Y

no deberías estar en clase?”

Lo miré fijamente un momento antes de girarme y echar a correr de nuevo. Leon no era

estúpido, así que no me había dicho accidentalmente donde estaba Aiden, pero no me

importaba lo suficiente para buscar la razón.

Si Aiden estaba entrenando sabía dónde encontrarlo. Una brisa fría y húmeda roció mis

mejillas mientras atravesaba las puertas del lobby y me dirigía a la arena de

entrenamiento. El cielo de un gris lechoso era típico de finales de noviembre, hacía que

el verano pareciera tan lejano.

Las clases de los estudiantes de niveles inferiores estaban siendo impartidas en las salas

de entrenamiento más grandes. Los ladridos impacientes del instructor Romvi detrás de

una de las puertas cerradas acompañaban mis pisadas por el corredor. Hacia el final del

edificio, pasando la habitación médica donde Aiden me había traído después de que Kain

me hubiera pateado el trasero en entrenamiento, había una sala más pequeña equipada

con las necesidades básicas y una cámara de privación sensorial.

Aun me faltaba entrenar en esa cosa.

Mirando por la ranura de la puerta, vi a Aiden. Estaba en la mitad de la estera,

enfrentándose a un saco de boxeo. Una fina partícula de sudor revestía sus músculos

fibrosos mientras se balanceaba, golpeando el saco varios metros hacia atrás.

En cualquier otro momento lo hubiera admirado algo obsesivamente, pero mis dedos se

contrajeron, apretando la carta. Me deslicé por el hueco y crucé la sala.

“Aiden.”

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Se giró rápidamente, sus ojos pasando de un gris claro a una sombra atronadora. Dio un

paso atrás, pasando su antebrazo por su frente. “Alex, ¿qué… qué estás haciendo aquí?

¿No deberías estar en clase?”

Alcé la carta. “¿Leíste lo que hay en esta carta?”

Puso la misma cara que Leon. “No. Laadan me pidió que me asegurara de que te

llegara.”

¿Por qué le había confiado a Aiden tremendas noticias? Ni siquiera podía empezar a

entenderlo a menos… “¿Sabías lo que había en esta carta?”

“No. Ella solo me pidió que te la diera.” Él se agachó, tomando una toalla de la estera.

“¿Qué tanto hay en la carta que te tiene persiguiéndome?”

Una pregunta estúpida totalmente insignificante llegó a la superficie. “¿Por qué se la

diste a Leon?”

Evitó mi mirada, quedándose quieto. “Pensé que era lo mejor.”

Mi mirada se deslizó de su cara a su cuello. Ahí estaba esa delgada cadena de plata otra

vez. Moría por saber qué era lo que usaba, ya que no era el tipo de chico que usa joyas.

Arrastré mis ojos de vuelta a su rostro. “Mi padre está vivo.”

Aiden ladeó la cabeza hacia mí. “¿Qué?”

Un sentimiento amargo se instaló en mi estómago. “Está vivo, Aiden. Y ha estado en el

Covenant de NY por años. Estaba ahí cuando yo estuve ahí.” Las emociones que sentí

cuando leí la carta por primera vez se arremolinaron de nuevo. “¡Lo vi, Aiden! Sé que lo

vi. El sirviente con ojos cafés. Y él lo sabía… sabía que yo era su hija. Por eso debe ser

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que siempre me miraba raro. Era probablemente por lo que me sentía tan atraída a él

siempre que lo veía. Yo sólo no lo sabía.”

Aiden parecía pálido bajo su bronceado natural. “¿Puedo?”

Le entregué la nota y luego lleve mis manos temblorosas a mi cabello. “Sabes, había algo

diferente en él. Él nunca parecía drogado como los otros sirvientes. Y cuando Seth y yo

nos estábamos yendo, lo vi peleando contra los daimons.” Hice una pausa, tomando un

gran respiro. “Yo sólo no lo supe, Aiden.”

Sus cejas se fruncieron mientras leía la carta. “Dioses”, murmuró.

Dándole la espalda, abracé mis codos. El sentimiento enfermizo que había estado

conteniendo fluía en mi estómago. La ira bullía en la sangre en mis venas. “Es un

sirviente, un maldito sirviente.”

“¿Sabes lo que eso significa, Alex?”

Lo encaré, sorprendida de encontrarlo tan cerca. Capté al unísono la esencia de su

afeitado y a sal de mar. “Sí, ¡que tengo que hacer algo! Tengo que sacarlo de ahí. No lo

conozco, pero es mi padre. ¡Tengo que hacer algo!”

Aiden puso ojos como platos. “No.”

“¿No qué?”

Dobló la letra con una mano y agarró mi brazo con la otra. Me apoyé en mis pies. “¿Qué

estás hac…?”

“No aquí”, me ordenó silenciosamente.

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Confundida y poco asombrada por el hecho de que Aiden estaba de hecho tocándome,

lo dejé guiarme a la oficina médica a través del pasillo. Cerró la puerta tras de él,

poniendo el seguro. Un calor incómodo recorrió mi sistema cuando me di cuenta de que

Aiden y yo estábamos solos en una habitación sin ventanas, y él acababa de echar el

seguro. Necesitaba controlarme porque esta era totalmente no el momento de mis

ridículas hormonas. Okay, realmente no había ningún momento para ellas.

Aiden me miró. Su mandíbula se flexionó.

“¿Qué estás pensando?”

“Uh…” di un paso atrás. No había manera de que admitiera eso. Entonces me di cuenta

de que estaba molesto –furioso conmigo. “¿Ahora qué hice?”

Puso la carta en la mesa una vez que me hube sentado. “No harás nada estúpido.”

Mis ojos se entrecerraron mientras le arrebataba la carta. “¿Esperas que no haga nada?

¿Y sólo dejar que mi padre se pudra en servitud?”

“Necesitas calmarte.”

“¿Calmarme? Ese sirviente en NY es mi padre. ¡El padre que dijeron que estaba muerto!”

De repente, recordé a Laadan en la biblioteca y cómo había hablado de mi padre como si

él estuviera aún vivo. La ira me consumía. ¿Por qué no me lo había dicho? Pude haber

hablado con él. “¿Cómo puedo calmarme?”

“Yo… no puedo imaginar por lo que estás pasando o lo que estás pensando.” Frunció el

ceño. “Bueno, sí que puedo imaginar lo que estás pensando. Quieres asaltar las Catskills

y liberarlo. Sé que es lo que estás pensando.”

Por supuesto que lo era.

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Empezó a acercase, sus ojos volviéndose plata brillante. “No.”

Retrocedí, aferrando la carta de Laadan. “Tengo que hacer algo.”

“Sé que crees que debes hacerlo pero Alex, no puedes volver a las Catskills.”

“No las asaltaría.” Rodeé la mesa mientras él se acercaba. “Pensaré en algo. Quizás me

meta en problemas. Telly dijo que todo lo que necesitaba era cometer un error más y

me enviarían a las Catskills.”

Aiden me miró fijamente.

La mesa ahora estaba entre nosotros.

“Si pudiera volver ahí, podría hablar con él. Tengo que hacerlo.”

“Absolutamente no”, gruñó Aiden.

Mis músculos se tensionaron. “No puedes detenerme.”

“¿Quieres apostar?” Empezó a rodear la mesa.

No realmente. La ferocidad de su expresión me decía que haría cualquier cosa para

detenerme, lo que significaba que tenía que convencerlo. “Es mi padre, Aiden. ¿Qué

harías tú si él fuera Deacon?”

Golpe bajo, lo sé.

“No te atrevas a traerlo a él en esto, Alex. No permitiré que consigas que te maten. No

me interesa por quién sea. No lo haré.”

Lágrimas quemaban en mi garganta. “No puedo dejarlo en esa clase de vida. No puedo.”

El dolor brilló en su mirada acerada. “Lo sé, pero él no vale tu vida.”

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Mis brazos cayeron a mis costados y dejé de intentar manipularlo. “¿Cómo puedes

tomar esa decisión?” Y las lágrimas que estaba luchando por contener se liberaron.

“¿Cómo puedo no hacer nada?”

Aiden no dijo nada mientras ponía sus manos en la parte superior de mis brazos y me

guiaba a él. En vez de ponerme directamente en su abrazo, se apoyó en la pared y se

deslizó por ella, llevándome con él. Estaba acunada en sus brazos. Mis piernas se

curvaron contra él, una de mis manos aferrada a su camiseta.

La bocanada de aire que tomé fue superficial, llena de una clase de dolor que no podía

dejar ir. “Estoy harta de que la gente me mienta. Todo el mundo me mintió acerca de mi

mama y ¿ahora esto? Creí que estaba muerto. Y dioses, desearía que lo estuviera,

porque la muerte es mejor que la vida que tiene que vivir.” Mi voz se quebró y más

lágrimas se deslizaron sobre mis mejillas.

Los brazos de Aiden me aferraron más fuerte, y su mano trazó un círculo relajante sobre

mi espalda. Quería dejar de llorar porque esto era de debiluchos y humillante pero no

podía parar. Descubrir el verdadero destino de padre era horrendo. Cuando la mayor

parte de las lágrimas cesaron, me alejé un poco y levanté mi mirada llorosa.

Ondas sedosas húmedas de cabello oscuro caían sobre su frente y su sien. La luz sombría

de la sala alcanzaba a resaltar esos pómulos y labios que había memorizado hacía tanto

tiempo. Aiden raramente sonreía de verdad, pero cuando lo hacía me quitaba la

respiración. Había habido unas pocas ocasiones en que había disfrutado esa sonrisa nada

frecuente; la última vez había sido en el zoológico.

Verlo de nuevo, realmente verlo, la primera vez después de que lo había arriesgado todo

para protegerme me hacía querer volver a llorar. Durante la última semana había

reproducido una y otra vez lo que había pasado. ¿Pude haber hecho algo diferente?

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¿Haber desarmado al guardia en vez de clavar mi daga en su pecho? ¿Y por qué Aiden

había usado la compulsión para proteger lo que yo había hecho? ¿Por qué arriesgaría

tanto?

Y nada de eso parecía importante ahora, no después de saber lo de mi padre. Me sequé

los ojos con las palmas. “Lamento haber… llorado sobre ti.”

“Nunca de disculpes por eso”, dijo. Esperaba que me soltara en ese momento, pero sus

brazos aún estaban alrededor mío. Sabía que no debía, porque traería un montón de

dolor más tarde, pero me relajé contra él. “Tienes una reacción reflejo a todo.”

“¿Qué?”

Bajó un brazo y tocó mi rodilla. “Es la reacción inicial. El pensamiento inmediato cuando

oyes algo. Actúas sobre eso en vez de pensar las cosas.”

Enterré mi mejilla en su pecho. “No es un cumplido.”

Su mano se movió a la parte de atrás de mi cuello, dedos enlazándose en el desorden de

cabello en mi nuca. Preguntándome si él era consciente de lo que estaba haciendo,

aguanté mi respiración. Su mano se apretó, sosteniéndome para que no pudiera

liberarme. No es como si lo hubiera hecho, sin importar cuán mal, cuán estúpido o

peligroso era.

“No es un insulto”, dijo suavemente. “Es sólo quién eres. No te detienes a pensar en el

peligro, sólo en lo que está bien. Pero a veces eso no... está bien.”

Reflexioné sobre eso. “¿Usar la compulsión en Dawn y el otro puro fue un acto reflejo?”

Se tomó lo que pareció una eternidad para responder. “Lo fue, y no fue lo más

inteligente, pero no podía hacer nada más.”

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“¿Por qué?”

Aiden no respondió.

No lo presioné. Encontraba confort en sus brazos, en la forma como su mano trazaba un

círculo relajante en mi espalda, más que en ninguna otra parte. No quería arruinarlo. En

sus brazos, yo estaba más tranquila –extrañamente. Podía respirar. Me sentí segura,

resguardada. Nadie más me ofrecía eso. Él era mi propia prescripción de Ritalin3.

“Convertirte en un centinela fue un acto reflejo”, susurré.

El pecho de Aiden subió y bajó bajo mi mejilla. “Sí, lo fue.”

“¿Lo… lo lamentas?”

“Jamás.”

Desearía tener esa clase de resolución. “No sé qué hacer, Aiden.”

Su barbilla bajó, rozando mi mejilla. Su piel era suave, cálida, conmovedora y calmante

todo a la vez. “Pensaremos en una manera de ponernos en contacto con él. ¿Dijiste que

no parecía como estuviera bajo los efectos del elixir? Podríamos enviarle una carta a

Laadan, ella podría dársela. Ésa sería la forma más rápida.”

Mi corazón hizo una danza feliz de lo más tonta. La esperanza se estaba extendiendo

fuera de control dentro de mí. “¿Nosotros?”

“Sí. Puedo hacerle llegar fácilmente una carta a Laadan, un mensaje. Es la forma más

segura por ahora.”

Quería estrujarlo pero me controlé. “No. Si te atrapan… no puedo permitir que suceda.”

3También llamado Metilfenidato es un medicamento que trata la hiperactividad.

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Aiden se rió suavemente.

“Alex, probablemente ya rompimos todas las reglas que hay. No me preocupa que me

pillen enviando un mensaje.”

No, no las habíamos roto todas.

Él se alejó un poco y pude sentir su mirada en mi rostro. “¿Creíste que no te ayudaría en

algo tan importante como esto?”

Mantuve mis ojos cerrados, porque mirarlo era mi debilidad. Él era mi debilidad. “Las

cosas son… diferentes.”

“Sé que las cosas han cambiado, Alex, pero siempre estaré aquí para ti. Siempre te

ayudaré.” Hizo una pausa. “¿Cómo puedes dudarlo?”

Como una tonta, abrí mis ojos. Me absorbieron ahí mismo. Era como si todo lo que había

sido dicho, todo lo que sabía no importara más. “No lo dudo”, susurré.

Sus labios se curvaron en un lado. “A veces sólo no puedo entenderte.”

“No me entiendo a mí misma la mitad del tiempo.” Bajé mis ojos. “Ya has hecho…

demasiado. ¿Lo que hiciste en las Catskills?”, tragué el nudo en mi garganta. “Dioses,

nunca te lo agradecí.”

“No…”

“No me digas que no vale que te lo agradezca.” Mi mirada fue a la suya, atrapándola.

“Salvaste mi vida, Aiden, a costa de la tuya. Así que gracias.”

Él desvió la mirada, sus ojos se fijaron en un punto más arriba de mi cabeza. “Te dije que

nunca dejaría que nada te pasara.” Su mirada volvió a mí y la diversión brilló en esas

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piscinas plateadas. “Parece que es más como un trabajo de tiempo completo, sin

embargo.”

Mis labios se curvaron. “Realmente lo he intentado, sabes. Hoy fue el primer día que

hice algo remotamente estúpido.” No mencioné la parte en la que había estado recluida

en mi habitación con una gripa de mil demonios.

“¿Qué hiciste?”

“Realmente no quieres saberlo.”

Se rió de nuevo. “Me imaginé que Seth estaría manteniéndote fuera de problemas.”

Dándome cuenta de que no había pensado en Seth desde el momento en el que leí la

carta, me puse rígida. No había pensado siquiera en el lazo. Maldita sea.

Aiden tomó aire y dejó caer sus brazos. “¿Sabes lo que esto significa, Alex?”

Luché por reponerme. Había cosas importantes con las que lidiar. Mi padre, el Concejo,

Telly, las furias, una docena o así de dioses enfadados y Seth, pero mi cerebro se sentía

como lodo. “¿Qué?”

Aiden miró hacia la puerta como si tuviera miedo de decirlo en voz alta. “Tu padre no era

un mortal. Es un mestizo.”

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Capítulo 3

Traducido y corregido por: NatyLRJ

No volví a clases. En cambio, fui a mi dormitorio y me senté en mi cama, la carta

descansando frente a mí como una serpiente lista para liberar su veneno. Estaba

descolocada por haberme enterado de que mi padre todavía estaba vivo y… me sentía

tan estúpida por no haberlo averiguado yo solita. La carta de Laadan no decía eso.

Obviamente, entendía por qué había soltado la bomba en una corta nota. ¿Cómo más

podría el Concejo haberlo puesto bajo su control? Y lo había visto pelear. Era como un

ninja con esos candelabros.

Mi padre era un mestizo. Diablos, probablemente había sido un Centinela, lo que

explicaba cómo mi mamá lo había conocido antes de conocer a Lucian.

Un mestizo.

¿Qué diablos era yo, entonces?

La respuesta parecía muy simple. Me recosté de espaldas, mirando fijamente el techo

sin verlo. Dioses, quería hablar de esto con Caleb, porque todo esto no podía ser cierto.

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Si un pura-sangre tenía hijos con otro puro tenían lindos bebitos. Un mestizo que se

enrollaba con otro mortal creaba un siempre útil mestizo. Pero una relación entre pura-

sangre y un mestizo –algo que estaba tan prohibido, que era tan tabú que no podía

imaginar una situación en la que un niño hubiera estado involucrado- creaba… ¿qué?

Me senté bruscamente, mi corazón palpitando. La primera vez que Aiden había estado

en mi dormitorio y lo había mirado –bueno, me lo había comido con los ojos, pero como

sea-, me había preguntado por qué las relaciones entre puros y mestizos habían estado

prohibidas por eones. No era que temieran tener Cíclopes, pero sí algo parecido.

Un pura-sangre y un mestizo creaban un Apollyon.

“Mierda”, susurré, mirando la carta.

Pero tenía que haber más que eso. Típicamente un Apollyon nacía cada generación, con

la excepción de Solaris y de su Primero, y de mí y Seth, lo que significaría que un puro y

un mestizo sólo habían tenido un niño un par de veces desde el tiempo en que los dioses

habían habitado la tierra. Tenían que haber habido más ocasiones. ¿O habrán matado a

esos bebes? ¿Por qué Seth y yo nos habíamos visto afectados? Obviamente sabían lo

que era mi papá ya que lo habían encerrado por quien sabe qué razón. Mi corazón se

encogió, al igual que mis puños. Empujé la ira a lo más hondo de mí para usarla más

tarde. Le había prometido a Aiden que no haría nada temerario, y la ira siempre me

llevaba a hacer cosas idiotas.

Un estremecimiento me recorrió la espina dorsal. Hubo un sonido en mi puerta, uno que

se parecía mucho al seguro siendo descorrido. Miré la letra mordiéndome el labio

inferior. Luego miré el reloj que estaba junto a la cama. Iba muy, muy tarde para el

entrenamiento con Seth.

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La puerta se abrió y se cerró. Cogí la carta, cerrándola con rapidez. Supe el momento en

que apareció en el umbral sin necesidad de alzar la mirada. Me hice más consciente de

mí misma y el aire se llenó de electricidad.

“¿Qué pasó hoy?”, preguntó con sencillez.

Había muy poco que podía ocultarle a Seth. Seguramente sintió mis emociones desde el

momento en que leí la carta y todo lo que había sentido mientras estaba con Aiden. No

sabía exactamente qué estaba causándolos –gracias a los dioses- pero Seth no era

estúpido. Estaba un poco sorprendida de que hubiera esperado todo este tiempo para

encontrarme.

Levanté la mirada. Parecía una de esas estatuas de mármol que adornaban todos los

edificios de por aquí, a excepción de que su piel tenía un color oro único –una perfección

de otro mundo. A veces parecía frío, imperturbable. Especialmente cuando el cabello

que llegaba hasta su cuello estaba recogido, pero ahora mismo caía libre, suavizando las

líneas de su rostro. Sus labios llenos estaban usualmente curvados en una sonrisa

presuntuosa, pero ahora estaban presionados en una línea tensa.

Aiden había sugerido que guardara para mí misma la carta y su contenido. Laadan había

roto dios sabe cuántas reglas al decirme lo de mi padre, pero yo confiaba en Seth.

Estábamos, después de todo, destinados a estar juntos. Hace un par de meses me

hubiera reído si alguien me hubiera dicho que estaríamos haciendo que sea que

estábamos haciendo. Había habido entre nosotros un disgusto mutuo desde que nos

conocimos por primera vez, y todavía teníamos unos cuantos de esos momentos épicos.

No hace mucho había amenazarlo con clavarle un puñal en el ojo, y lo decía en serio.

Silenciosamente, le di la carta.

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Seth la tomó, desdoblándola rápidamente con largos y ágiles dedos. Doblé mis piernas,

observándolo. No había nada en su expresión que delatara lo que estaba pensando.

Luego de lo que se sintió como una eternidad, me miró. “Oh, dioses.”

No era exactamente la respuesta que había imaginado.

“Vas a hacer algo increíblemente estúpido en respuesta a esto.”

Levanté mis manos. “Jesús, ¿acaso todo el mundo piensa que voy a cargar contra las

Catskills?”

Seth alzó sus cejas.

“Como sea”, gruñí. “No voy a atacar el Covenant. Tengo que hacer algo, pero no será…

temerario. ¿Contento? De todas formas, ¿te acuerdas del mestizo que pasamos cuando

estábamos viendo el Concejo el primer día?”

“Sí. Lo estabas acosando con la mirada.”

“Ése es él. Lo sé. Por eso es que me parecía tan familiar. Sus ojos.” Me mordí el labio,

desviando la mirada. “Mi mamá siempre hablaba de sus ojos.”

Se sentó a mi lado. “¿Qué vas a hacer?”

“Voy a enviarle una carta a Laadan, una carta para mi padre. Luego de eso, no lo sé.” Lo

miré. Mechones gruesos enmarcaban su rostro. “Sabes lo que esto significa, ¿verdad?

Que es un mestizo. Y esto…” Hice un gesto hacia nosotros. “Somos la razón por la que las

relaciones del tipo divertido entre mestizos y puros están prohibidas. Los dioses saben

qué pasará si un puro y un mestizo se enrollan.”

“Probablemente sea más que eso. A los dioses les gusta la idea de subyugar a los

mestizos. ¿Qué crees que les hacían a los mortales en sus mejores épocas? Los dioses

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subyugaron a los mortales hasta que se pasaron de la raya. Todavía tratan a los mestizos

como basura que sólo merece ser pisada.”

Dioses, ¿Seth era un odia-dioses o qué? Miré mi palma derecha, a la débil runa que sólo

Seth y yo podíamos ver. “Era él, mi padre, en las escaleras. No puedo explicarlo, pero lo

sé.”

Seth alzo la mirada en ese momentos, sus ojos eran una extraña sombra amarilla.

“¿Quién sabe esto?”

Negué con la cabeza. “El Concejo debe saberlo. Laadan lo sabe porque era amiga de mi…

de mis padres. No me sorprendería que Lucian y Marcus lo supieran también.” Fruncí el

ceño. “¿Recuerdas cuando escuchamos a Marcus y a Telly a escondidas?”

“Recuerdo haberte dejado caer.”

“Sí, lo hiciste porque estabas mirando a Boobs4.”

Abrió ojos como platos y soltó una carcajada sorprendida. “¿Boobs? ¿Qué?”

“Tú sabes… esa chica que estaba encima de ti todo el tiempo en las Catskills.” Cuando

sus cejas se alzaron, puse mis ojos en blanco. Claro, Seth tedría problemas recordando

cuál chica. “Me refiero a la que tenía, bueno, senos grandes.”

Su mirada se perdió en la distancia un momento y luego volvió a reírse. “Oh, sí. Esa…

espera un segundo. ¿Le pusiste Boobs?”

“Sí, y apuesto que tú ni siquiera recuerdas su nombre.”

“Ah…”

4 Es una broma privada. Boobs es una palabra informal para senos, y así es como Alex se refiere a la chica que

coqueteaba con Seth en el Covenant de NY.

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“Me alegro de que nos estemos entendiendo. De todas formas, ¿te acuerdas de que

Telly dijo que ya tenían a uno ahí? ¿Crees que estaba hablando de mi padre y de mí?” Si

Marcus y Lucian lo sabían quería golpear sus cabezas, pero confrontarlos pondría a

Laadan en peligro.

Seth bajó su mirada a la carta. “Eso tendría sentido. Especialmente considerando cuánto

Telly quería que fueras puesta en esclavitud.”

El ministro Telly era el líder del Ministro de todos los Concejos y lo había intentado todo

para echarme. Mi testimonio acerca de los eventos en Gatlinburg había sido un ardid

para que el Concejo entero pudiera votar en mi contra. Y yo de verdad creía que Telly

estaba detrás de la compulsión que habían usado en la noche en que casi me convertí en

una paleta humana. Si Leon no me hubiera encontrado me hubiera congelado hasta la

muerte. Luego había estado la noche en que me había dado el equivalente a un porro

olímpico para atraparme en una posición comprometedora con un puro. Habría

funcionado si no hubiese sido por Seth y Aiden.

Mis mejillas ardieron cuando recordé esa noche. Había más o menos molestado a Seth –

aunque no era como si él se hubiera quejado. Seth sabía que yo estaba bajo la influencia

del brebaje y había intentado controlarse, pero el lazo entre nosotros le había trasmitido

mi lujuria. Habría perdido mi virginidad si no hubiera terminado vomitando mis

buñuelos. Sé que eso molestaba a Seth. Se sentía culpable por haber cedido. Y el puño

de Aiden había dejado una marca en el ojo de Seth luego de que me descubrió en el piso

del baño… usando la ropa de Seth. Aiden no podía entender cómo lo había personado y

a veces yo tampoco. Quizás era por el lazo, porque lo que nos unía era muy fuerte.

Quizás era algo más.

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Y luego estaba el Guardia pura-sangre que había intentado matarme diciendo que

necesitaba ‘proteger a los suyos’. Sospechaba que el Ministro Telly estaba detrás de eso

también.

“¿Quién más sabe esto?” Seth me sacó de mis cavilaciones.

“Laadan le pidió a Aiden que me diera la carta, pero Leon no hizo. Leon dice que no la

leyó, y yo le creo. Estaba sellada. Mira.” Señalé el sello roto. “Aiden tampoco sabía qué

decía.”

La mandíbula de Seth se relajó. “¿Fuiste a Aiden?”

Sabía que necesitaba proceder con cuidado. Seth y yo no estábamos juntos ni nada, pero

también sabía que él no estaba tonteando con nadie ahora mismo. Los destellos de

lujuria que había sentido desde que volvimos de las Catskills sólo habían ocurrido

mientras estaba conmigo, sobre todo durante nuestras sesiones mano-a-mano. Seth era

ante todo un chico. Pasaba… mucho.

“Pensé que él lo sabría, teniendo en cuenta que Laadan le confió la carta, pero no era

así”, dije finalmente.

“¿Pero tú se lo dijiste?”

No había ningún punto en mentir. “Sí. Sabía que yo estaba alterada. Obviamente es de

confianza. No va a decir nada.”

Seth se quedó callado un breve momento.

“¿Por qué no me buscaste a mí?”

Oh, no. Me concentré en el piso, luego en mis manos y finalmente en la pared. “No sabía

dónde estabas. Y Leon me dijo dónde estaba Aiden.”

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“¿Intentaste siquiera encontrarme? Es una isla. No habría sido demasiado complicado.”

Puso la carta en la cama, y por el rabillo del ojo vi sus pies apuntando hacia mí.

Me mordí el labio. No le debía nada, ¿o sí? De todas formas, no quería herir sus

sentimientos. Seth quizás actuaba como si no tuviera ninguno, pero no lo sabía. “No

estaba pensando. No es la gran cosa.”

“Okay.” Se acercó y su tibia respiración me calentó la mejilla. “Sentí tus emociones esta

tarde.”

Tragué saliva. “¿Entonces por qué no viniste a buscarme?”

“Estaba ocupado.”

“¿Entonces cuál es el problema con que no te haya buscado? Estabas ocupado. ”

Seth quitó el cabello de mi nuca, poniéndolo sobre un hombro. Mis músculos se

congelaron. “¿Por qué estabas tan enfadada?”

Giré mi cabeza. Nuestras miradas se encontraron. “Sólo me enteré de que mi padre está

vivo, y de que es un sirviente. Eso es un poco emotivo.”

Sus ojos se oscurecieron a un ámbar cálido. “Ése es un buen punto.”

No había mucho espacio entre nuestros labios. Un repentino nerviosismo se apoderó de

mí. Seth y yo no nos habíamos besado desde el día en el laberinto. Creo que mi gripa lo

tenía asqueado, y no era como si yo lo hubiera presionado pero no había estornudado

desde la mañana. “¿Sabes qué?”

Sonrió ligeramente. “¿Qué?”

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“No pareces muy sorprendido de lo de mi padre. No lo sabías, ¿verdad?” Contuve la

respiración porque si sí lo sabía, ni siquiera sabría qué hacer. Pero no sería algo lindo.

“¿Por qué pensarías eso, siquiera?”, sus ojos se entrecerraron. “¿No confías en mí?”

“No. Lo hago.” Y realmente lo hacía… la mayor parte del tiempo. “Pero no estabas nada

sorprendido.”

Seth suspiró. “Ya nada me sorprende.”

Pensé en otra cosa. ¿Sabes cuál de tus padres era un mestizo?”

“Supongo que tuvo que ser mi padre. Mi mamá era una pura-sangre hasta la médula.”

No lo sabía. Pero de nuevo, sabía muy poco de Seth. Seguro, le gustaba hablar de sí

mismo, pero a un nivel superficial. Y luego estaba el mayor misterio de todos. “¿Cuál es

tu apellido?”

“Alex, Alex, Alex”, me reprendió poniéndose de rodillas.

Apreté mis manos, reconociendo el borde calculador de su mirada. El definitivamente

estaba tras de algo. “¿Qué?”

“Quiero intentar algo.”

Ya que estábamos en mi cama y Seth era un pervertido la mayor parte del tiempo, mi

nivel de sospechas estaba bastante alto. Se notaba en mi voz. “¿Qué?"

Me empujó hasta que estuve acostada. Se cernió sobre mí, una pequeña curvaba sus

labios. “Dame tu mano izquierda.”

“¿Por qué?”

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“¿Por qué diablos eres tan preguntona?”

Arqueé una ceja. “¿Por qué siempre invades mi espacio personal?”

“Porque me gusta.” Le dio unas palmaditas a mi estómago. “Y muy en el fondo te gusta

cuando lo hago.”

Presioné mis labios. Estaba bastante segura de que al lazo entre nosotros le gustaba.

Podía sentirlo ahora mismo. Prácticamente ronroneaba. Si me gustaba a mí o no era algo

que todavía estaba intentando averiguar.

“Dame tu mano izquierda”, me ordenó de nuevo. “Vamos a trabajar en tu técnica de

bloqueo.”

“Y tenemos que sostenernos las manos para hacerlo?” En mi cama, quería añadir.

“Alex.”

Suspirando ruidosamente, le di mi mano. “¿Ahora vamos a cantar?”

“Ya quisieras.” Se sentó a horcajadas, encerrando mis piernas. “Tengo una maravillosa

voz para cantar.”

“¿Tenemos que hacer esto ya? Realmente no tengo ganas después de todo lo que ha

pasado.” Practicar técnicas de bloqueo mentales requería concentración y

determinación, dos cosas que realmente no tenía ahora mismo. Bueno, para ser

honesta, la concentración era algo que no tenía la mayoría de los días.

“Ahora es el mejor momento. Tus emociones están por todas partes. Necesitas aprender

a controlarlas.” Seth agarró mi otra mano, enlazando sus dedos con los míos. Se inclinó

tanto que las puntas de su cabello acariciaban mis mejillas. “Cierra tus ojos. Imagínate la

muralla.”

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Cerrar mis ojos era algo que no quería hacer con Seth encima de mí. El lazo entre

nosotros se estaba haciendo más fuerte cada día. Podía sentirlo moviéndose en mi

pecho, zumbando hacia la superficie. Los dedos de mis pies se curvaron dentro de mis

medias esponjosas. El mismo sentimiento que había tenido el día que había explotado la

roca me inundó. Quería tocarlo. O el lazo quería que lo tocara.

Seth inclinó su cabeza hacia un lado. “Sé lo que estás sintiendo ahora mismo. Lo apruebo

totalmente.”

Mis mejillas ardían.

“Dioses, te odio.”

Él se rio. “Imagínate la muralla. Es sólida, no puede ser penetrada.”

Me imaginé la muralla de ladrillo. En mi mente, era rosa neón. Con brillantitos. Se los

puse porque me daban algo en lo que concentrarme. Seth había dicho que la técnica

podía funcionar contra la compulsión si era realizada correctamente, pero que cuando

estaba lidiando con emociones la muralla era construida a través del estómago y sobre

el corazón. El muro se formó primero en mi mente y luego lo desplacé hacia abajo

dándome una especie de armadura.

“Puedo sentirlo”, dijo Seth, moviéndose inquietamente sobre mí.

Esto realmente debía apestar para él, me mi cuenta. Él sabía que estaba todavía

obsesionada con Aiden, molesta por lo de mi padre y confundida por él. Y la única cosa

que yo captaba de él era cuando se sentía cachondo.

El maldito lazo -mi conexión con Seth- empezó a zumbar, demandándome que pusiera

atención. Era como una mascota molesta… o como Seth. Me preguntaba si podría usar el

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lazo para bloquear mis emociones. Abrí los ojos y empecé a preguntar pero luego cerré

la boca.

Seth tenía los ojos cerrados y parecía estar muy concentrado en algo. Sus párpados

revoloteaban de vez en cuando, sus labios en una tensa línea. Luego las marcas

florecieron en su piel moviéndose tan rápido que los glifos eran nada más que una

mancha borrosa que bajaba por su cuello bajo su camisa.

Mi corazón dio un salto. También el cordel saltó. Intenté liberar mi mano antes de que

esas marcas alcanzaran mi piel. “Seth”

Sus ojos se abrieron y miraron abajo. Las marcas brillaban en su piel. Un estallido de luz

ámbar radió de su antebrazo. Luchando por alejarme de ese maldito cordel, sólo logré

que presionara mis manos juntas.

El pánico se desató dentro de mí. “¡Seth!”

“Está bien”, dijo.

Pero no lo estaba. No quería que el lazo hiciera lo que sabía que iba a hacer. Y estaba

ocurriendo. El cordel dorado se amarró alrededor de nuestras manos, chasqueando y

brillando por mi brazo. Me eché hacia atrás tratando de alejarme pero Seth me sostuvo,

sus ojos enlazados con los míos.

“El cordel es el poder más puro. Akasha”, dijo. El Akasha era el quinto y final elemento, y

solo podía ser anejado por los dioses y el Apollyon. El matiz de los ojos de Seth se volvió

luminoso. Casi parecían dementes. “Espera.”

No me estaba dejando ninguna elección. Mi mirada fue a nuestras manos. Pulsando, el

cordel se apretó y brilló de un ámbar brillante. Un cordel azul salió del dorado dejando

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caer gotas de luz incandescente a la colcha. Vagamente, deseé que no se prendiera en

fuego. Eso sería difícil de explicar.

El cordel azul se movía dentro y afuera, aleteando. Me di cuenta de que era mío y de que

era más débil que el ámbar. Luego el azul saltó y pulsó. Mi mano izquierda empezó a

arder mientras la piel me picaba. Reconociendo la sensación, entré en pánico.

Me retorcí tratando de alejarme. No quería otra runa, y no habíamos sostenido nuestras

manos juntas tanto tiempo la última vez. Algo era diferente sobre esta. “Seth, esto no se

siente…” Mi cuerpo se sacudió, cortando mis propias palabras.

El cuerpo de Seth se tensó. “Dioses…”

Y luego lo sentí, akasha, pasando por los cordeles, dejándome y entrando en Seth. Era

como una marca de daimon, pero no dolorosa. No… esta era agradable, embriagadora.

Dejé de luchar, dejando que el glorioso tirón me arrastrara. No pensé en nada. No había

preocupaciones o miedos. El dolor en mi mano se desvaneció, dejando solo un

resquemor que se estaba expandiendo a todas partes. Sólo existía esto… y Seth. Mis ojos

se cerraron y un suspiró se me escapó. ¿Por qué había temido tanto esto?

Hubo un flash de luz que pude ver aunque mis ojos estaban cerrados. Seth dejó caer mi

mano y cayó sin fuerzas a mi lado. La cama seguía hundida a mis lados, donde había

puesto sus manos. Sentí su respiración en mi mejilla y se sentía como el tibio aire salado

que sale del océano.

“¿Alex?”

“¿Hmm?”

“¿Estás bien?” Puso sus labios en mi mejilla.

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Sonreí.

Seth se rio traviesamente, y luego su boca estaba yendo a la mía, y me abrí para él. Las

puntas de su cabello me hacían cosquillas mientras el beso de profundizaba. Sus dedos

bajaron el frente de mi blusa y luego se deslizaron por la piel desnuda de mi vientre.

Envolví mi pierna alrededor de la suya y nos estábamos moviendo juntos en la cama. Sus

labios estaban bailando por toda mi piel ruborizada mientras sus manos bajaban, sus

dedos encontrando el botón de mis jeans.

Un segundo después, hubo un golpe en la puerta y una voz de trueno. “¿Alexandria?”

Seth se quedó inmóvil sobre mí, jadeando.

“Tiene que ser una maldita broma.”

Leon volvió a golpear. “Alexandria, sé que estás ahí.”

Mareada, parpadee varias veces. Lentamente la habitación comenzó a enfocarse, justo

como la expresión contrariada de Seth. Casi me rio, pero me sentía… desconectada.

“Será mejor que le respondas, ángel, antes de que entre.”

Lo intenté, pero no pude. Tomé aire. “Sí.” Me aclaré la garganta. “Sí, estoy aquí.”

Hubo una pausa. “Lucian requiere tu presencia inmediatamente.” Otro silencio siguió.

“También quiere verte a ti, Seth.”

Seth frunció el ceño mientras el brillo de sus ojos se desvanecía. “¿Cómo diablos sabe

que estoy aquí?”

“Leon… sólo lo sabe.” Lo empujé débilmente. “Quítate.”

“Estaba intentándolo.” Seth se giró, sus manos recorrieron su rostro.

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Le hice una mueca y me puse en pie. Una ola de mareo me recorrió. Mi mirada se movió

de Seth a mi mano cerrada. Lentamente, la abrí. Brillando en azul iridiscente estaba un

glifo con forma de corchete. Ambas manos estaban marcadas.

Él se recostó en mi hombro. “Hey, tienes otra.”

Intenté pegarle y fallé por mucho. “Hiciste eso a propósito.”

Seth se encogió de hombros mientras se enderezaba la camisa. “No te importó,

¿verdad?”

“Ése no es el punto, cretino. No debería tenerlas.”

Levantó la mirada, sus cejas arqueadas.

“Mira, no lo hice a propósito. No tengo idea de cómo o por qué pasa. Quizás está

pasando porque se supone que así debe ser.”

“Los están esperando”, Leon gritó desde el pasillo. “El tiempo es esencial.”

Seth puso los ojos en blanco. “¿No pudieron haber esperado otros treinta o sesenta

minutos?”

“No sé qué crees que lograríamos con ese tiempo extra.”

Todavía algo mareada, me tambaleé cuando me puse en pie y miré mi camisa

desabotonada y a mi brasier. ¿Y eso cómo pasó?

Seth me dio una sonrisa diabólica.

Me peleé con los botones, poniéndome de mil colores. Mi ira hacia Seth humeaba

dentro de mí, pero estaba demasiado cansada para meterme en un encontronazo

verbal. Y además estaba Lucian. ¿Qué diablos quería?

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“Te pasaste uno”, Seth se giró y tomó el botón sobre mi ombligo. “Y deja de ruborizarte.

Todo el mundo va a pensar que no estábamos entrenando.”

“¿Lo estábamos?”

Su sonrisa se agrandó y quise golpearlo, pero usé el tiempo en peinarme el cabello y

alisar las arrugas de mi camiseta. Para cuando nos reunimos con Leon en el hall, sentía

que ambos nos veíamos bastante decentes.

Leon me miró como si supiera exactamente qué estábamos haciendo en el dormitorio.

“Qué amable de su parte unírseme.”

Seth metió sus manos en sus bolsillos.

“Nos tomamos el entrenamiento muy en serio. A veces nos metemos tanto en él que

nos toma unos minutos calmarnos.”

Mi boca se abrió. Ahora sí que quería golpearlo.

Leon miró mal a Seth y luego se giró rígidamente, gesticulando para que lo siguiéramos.

Fui detrás de los dos preguntándome porqué a Leon le importaría lo que hacía en mi

cuarto. Todo el mundo quería que abrazáramos nuestra naturaleza Apollyon. Luego

pensé en Aiden y mi corazón se paralizó.

Bueno, probablemente no todo el mundo.

Un sentimiento extraño y sinuoso se apoderó de mi estómago. ¿Qué acababa de pasar

ahí? Habíamos pasado de estar hablando a besándonos cuando nada similar había

ocurrido desde las Catskills. Miré mis manos.

El cordel súper especial sí había existido.

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Me sentí algo enferma cuando alcé la mirada y vi a Seth pavonearse por el hall. Con las

mejillas ruborizadas, parecía como si apenas pudiera contener la energía que pasaba a

través de él. La confusión se asentó. Toda la transferencia de energía se había sentido de

hecho muy bien, y también lo que había seguido, pero el rostro de Aiden me

atormentaba.

Seth me miró por encima del hombro mientras Leon abría la puerta. La oscuridad

acababa de empezar a asentarse pero la sombra que había en su rostro no era producto

de la noche.

Traté de construir el muro a mi alrededor.

Y fallé.

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Capítulo 4

Traducido y corregido por: NatyLRJ

Estaba exhausta para el momento en que me dejé caer el en asiento más lejano del

escritorio de Marcus. Esas escaleras habían sido una tortura pero estaba agradecida de

que nadie hubiera esperado que caminara hasta la isla donde Lucian vivía. No creo que

hubiera podido. Todo lo que quería era enrollarme e ir a la cama, a cualquier otra parte

menos a esta habitación iluminada.

“¿Dónde está todo el mundo?”, preguntó Seth, de pie detrás de mí. Sus manos

descansaban en el espaldar de la silla, pero sus dedos, tapados por mi cabello, estaban

presionados contra mi espalda. “Pensaba que el tiempo era esencial.”

Leon parecía orgulloso de sí mismo. “Debí haber confundido la hora.”

Una sonrisa cansada tiró de mis labios mientras subía mis piernas y las doblaba debajo

de mí. Como ya lo había dicho, Leon era el Rey de la Sincronización Impecable. Quizás

podría tomar una siesta antes de que los demás llegaran. Cerré mis ojos, apenas

poniéndoles atención a Seth y a Leon, que intentaban atacarse verbalmente.

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“La mayoría de los entrenamientos no tienen lugar en un dormitorio”, dijo Leon. “¿O han

cambiado la metodología drásticamente?”

Punto número dos por comentario mordaz para Leon.

“El tipo de entrenamiento que tenemos que hacer es poco convencional”, Seth hizo una

pausa y yo supe que tenía esa sonrisa horrible en su rostro. La que hacía que quisiera

golpearlo tantas veces. “No es como si un Centinela pudiera entender del todo la

cantidad de esfuerzo que requiere preparar a un Apollyon.”

Punto número tres por comentario mordaz para Seth.

Bostecé mientras me acurrucaba más en la silla, poniendo mi mejilla en el espaldar.

“¿Pasa algo malo, Alexandria?”, preguntó Leon. “Te ves horriblemente pálida.”

“Está bien”, respondió Seth. “Nuestro entrenamiento fue algo… agotador. Tú sabes, hay

que moverse mucho. Sudar, empuj…”

“Seth”, le espeté, dándole a regañadientes los puntos cuatro, cinco y seis a él.

Misericordiosamente, las puertas de la oficina de Marcus se abrieron y un montón de

gente entró. Primero fue mi tío pura-sangre, el Decano del Covenant de Carolina del

Norte. Detrás de él entró Lucian, mi padrastro pura-sangre, el ministro del Covenant de

Carolina del Norte. Estaba usando una de esas ridículas túnicas blancas, su cabello negro

cayendo por su espalda recogido en una correa de cuero. Era un hombre apuesto, pero

había siempre algo falso y frío en él sin importar cuán cálidas fueran sus palabras. Estaba

flanqueado por cuatro de sus Guardias como si esperara que una flota de daimons lo

atacara y le chuparan todo el aether. Supongo, teniendo en cuenta los eventos más

recientes, que no podía ser demasiado cuidadoso. Y detrás de él estaban el Guardia

Linard y Aiden.

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Evité su mirada y oré porque Seth tuviera su boca cerrada.

Marcus me miró mientras se sentada tras su escritorio, sus cejas subiendo con

curiosidad. “¿Estamos interrumpiendo tu siesta, Alexandria?”

No “¿cómo estás?” o “qué bueno que sigas viva.” Sí, él sí que amaba.

Leon se retiró a la esquina, cruzándose de brazos. “Estaban entrenando”, hizo una

pausa, “en su habitación.”

Quería morirme.

Marcus frunció el ceño pero Lucian -mi muy amado Lucian- tuvo una respuesta típica.

Sentándose en una de las sillas frente a Marcus, se arregló la túnica y rió. “Es de

esperarse. Son jóvenes y se gustan. No puedes culparlos por buscar cierta privacidad.”

No pude evitarlo. Mis ojos encontraron los de Aiden. Estaba de pie junto a Leon y Linard,

su mirada yendo por toda la habitación, deteniéndose en mí antes de seguir. Solté la

respiración que había estado conteniendo y me centré en mi tío.

Los ojos de Marcus eran como joyas de esmeraldas, justo como los de mi madre pero

más severos. “Destinados o no, las reglas del Covenant todavía se les aplican, Ministro. Y

por lo que he oído, Seth tiene dificultades permaneciendo en su habitación en su casa

durante la noche.”

Esto en serio no podía volverse más vergonzoso.

Seth se inclinó sobre el espaldar de mi silla y bajó su cabeza. Susurró en mi oído: “Creo

que nos han pillado.”

No había forma de que Aiden pudiera haberlo oído pero oleadas de ira brotaba de él,

tantas que Seth levantó su cabeza, encontró su mirada y sonrió.

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Había tenido suficiente. Sentándome derecha, quité el brazo de Seth de mi silla. “¿Nos

hemos reunido para hablar de esto? Porque, en serio, realmente prefiero la siesta.”

Marcus me miró fríamente. “De hecho, estamos aquí para discutir los acontecimiento

del Concejo.”

Hielo se deslizó en mi estómago. Intenté mantener el rostro en blanco pero mis ojos

fueron a Aiden. Él no parecía preocupado. De hecho, todavía estaba fulminando con la

mirada a Seth.

“Hay varias cosas que hemos descubierto sobre el viaje”, dijo Lucian.

Marcus asintió, sus dedos sosteniendo su barbilla. “El ataque daimon es una de ellas.

Sabemos que algunos pudieron planear los ataques.”

Mi mamá había sido uno de ellos. Había estado detrás del ataque en Lake Lure durante

el verano, la primera prueba de que los daimons podían formar planes cohesivos.

“Pero ese tipo de ataque a gran escala es… desconocido”, continuó Marcus, mirándome.

“Sé… sé que tu madre había insinuado que pasaría, pero que lograran algo de esa

naturaleza parece improbable.”

Aiden ladeó su cabeza. “¿Qué estás diciendo?”

“Creo que tuvieron ayuda.”

Mi corazón tartamudeó. “¿Del interior… de un mestizo o de un puro?”

Lucian resopló. “Eso es absurdo.”

“No creo que eso esté enteramente desencaminado”, dijo Leon, sus ojos entrecerrados

clavados en el Ministro.

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“Ningún mestizo o puro ayudaría voluntariamente a un daimon”. Lucian juntó sus

manos.

“Quizás no fue voluntario, Ministro. El puro o mestizo pudo haber sido coercido”,

continuó Marcus, y donde debí haber sentido alivio sólo sentí algo desagradable

asentarse. ¿Y si alguien de hecho los hubiera dejado pasar las puertas?

No. No había forma de que esa hubiera pasado. Si las sospechas de Marcus eran

acertadas, tenía que haber sido bajo coacción.

Marcus me miró. “Hay algo que tenemos que tener en cuenta por la seguridad de

Alexandria- Los daimons estaban allí por ella. Podrían volver a intentarlo. Capturar a un

Guardia o a un Centinela y hacer que los guíe a ella. Es algo de lo que tenemos que estar

conscientes.”

Me quedé inmóvil e imaginé que Aiden y Seth también. Los daimons no habían estado

tras de mí. Había sido una mentira que habíamos contado para que yo pudiera dejar las

Catskills inmediatamente después de que… había matado al Guardia pura-sangre.

“Estoy de acuerdo”, la voz de Aiden estaba remarcablemente llana. “Podrían hacer otro

intento”.

“Hablando de su seguridad”, Lucian se giró en su asiento hacía mí. “Las intenciones del

Ministro Telly fueron terriblemente claras, y si hubiera sabido lo que planeaba nunca

habría accedido a esa sesión del Concejo. Mi mayor prioridad es que ver que

permanezcas a salvo, Alexandria”.

Me removí incómodamente. Mientras crecía, Lucian nunca había siquiera pretendido

que se preocupaba por mí, pero desde que había vuelto al Covenant a finales de mayo

había actuado como si fuera su hija pródiga. No me engañaba. Si no fuera en segundo

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Apollyon no estaría acá sentado. ¿A quién engañaba? Probablemente me hubieran

comido los daimons en Atlanta.

Sus ojos encontraron los míos. Eran de un negro innatural, del color de la obsidiana y

fríos. Desde cerca no parecían tener pupilas. “Me temo que el Ministro Telly pudo haber

estado tras la compulsión y el desagradable intento de darte ese brebaje”.

Lo sospechaba, pero oírselo decir me hacía sentir mareada. Como la cabeza de todos los

Ministros, Telly ejercía mucho control. Si no hubiera sido por el voto de la Ministra Diana

Elder, yo hubiera terminado como sirviente.

“¿Cree que intentará algo más?”, era difícil no responder a la voz melódica y grave de

Aiden.

Lucian negó con la cabeza. “Quisiera decir que no, pero temo que intente otra cosa. Lo

mejor que podemos hacer en este punto es asegurarnos de que Alexandria no se meta

en problemas y no darle ninguna excusa para que la condene a la esclavitud”.

Varios pares de ojos se fijaron en mí. Disimulé otro bostezo y levanté mi barbilla.

“Trataré no hacer nada estúpido.”

Marcus arqueó una ceja.

“Eso sería lindo, para variar”.

Lo miré, frotándome la rodilla flexionada con la palma izquierda. La piel se sentía extraña

y hormigueaba.

“¿No hay un método más proactivo?”, preguntó Seth, recostándose en mi silla. “Creo

que todos estamos de acuerdo en que Telly intentará algo otra vez. No quiere que Alex

Despierte. Nos tiene miedo”.

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“A ti te tiene miedo”, murmuré, y luego volví a bostezar.

Seth inclinó mi silla hacia atrás, haciendo que cogiera los brazos. Me sonrió, lo que fue

raro teniendo en cuenta lo que dijo a continuación: “Casi llega a Alex. ¿Quién dice que

no ideará una trampa contra ella y ganar votos a su favor?”

“Diana nunca comprometería su posición para atender los deseos de Telly”, dijo Marcus.

“Wow. ¿Están en la fase de usar el primer nombre?”, pregunté.

Marcus ignoró mi comentario. “¿Qué sugieres, Seth?”

Seth empujó el espaldar de mi silla y se movió para estar a mi lado. “¿Qué tal si lo

quitamos de su posición? Entonces no tendría poder alguno.”

Lucian miró a Seth con aprobación y juro que Seth sonrió. Casi como si le hubiera llevado

un boletín con buenas calificaciones y estuviera a punto de conseguir una palmadita en

la cabeza. Raro. Raro y extraordinariamente aterrador.

“¿Estás sugiriendo un golpe político? ¿Qué nos rebelemos contra el Primer Ministro?”,

Marcus miró a Lucian con incredulidad. “¿Y no tienes nada qué decir?”

“Jamás querría rebajarme a algo tan de mal gusto, pero el Ministro Telly está chapado a

la antigua. Sabes que no hay nada que desee más que vernos atrasarnos como

sociedad”, replicó suavemente. “Iría a los extremos para proteger sus creencias”.

“¿Cuáles creencias, exactamente?”, pregunté. El cuero hacía sonidos poco atractivos

cuando me hundía en el asiento.

“Telly amaría que no tuviéramos que relacionarnos con los mortales. Si consiguiera lo

que quiere, no haríamos nada más que dedicarnos a adorar a los dioses”. Lucian alisó su

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túnica con una mano pálida. “Cree que el deber del Concejo es proteger el Olimpo en

vez de llevar a los nuestros al futuro y al lugar que nos pertenece”.

“Y nos ve como una amenaza a los dioses”, dijo Seth cruzándose de brazos. “Sabe que no

puede venir en pos de mí, pero Alex es vulnerable hasta que Despierte. Algo hay hacer”.

Hice una mueca. “No soy vulnerable”.

“Pero lo eres”, los ojos de Aiden eran gris plomo cuando se fijaron en mí. “Si el Ministro

Telly realmente teme que Seth sea una amenaza, entonces buscará sacarte de la

ecuación. Tiene el poder para hacerlo.”

“Entiendo eso, pero Seth no va a volverse loco con el Concejo. No va a intentar dominar

el mundo una vez que Despierte.” Lo miré. “¿Verdad?”

Seth sonrió. “Estarías de mi lado”.

Ignorándolo, envolví mis brazos alrededor de mis piernas. “Telly no puede borrarme sólo

con la excusa de ser una amenaza”. Pensé en mi padre. Sabía sin duda alguna que él

también estaba detrás de eso. “Tiene que haber algo más”.

“Telly vive para servir a los dioses”, dijo Lucian. “Si siente que ellos pueden estar

amenazados, esa es toda la justificación que necesita”.

“¿Acaso tú no vives para servir a los dioses?”, preguntó Leon.

Lucian apenas si miró en la dirección del Centinela pura-sangre. “Sí, pero también vivo

para servir los intereses de mi gente”.

Marcus se frotó la ceja con cautela. “Telly no es nuestra mayor preocupación. También

están los dioses”.

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“Sí”, asintió Lucian. “También está el problema con las furias”.

Me pasé la mano por la frente, obligándome a concentrarme en la conversación. Era una

gran cosa que incluso me incluyeran en esto, así que supuse que tenía que poner

atención y dejar la mordacidad al mínimo.

“Las furias atacan sólo cuando perciben una amenaza directa contra los pura-sangre y

los dioses”, explicó Marcus. “Su aparición en los Covenants antes del ataque daimon fue

un mero acto de precaución de los dioses. Fue una advertencia de que si no podemos

mantener a la población daimon bajo control, o si nuestra existencia es expuesta a los

mortales, ellos van a responder. Y cuando los daimons hicieron su ataque en el

Covenant, las furias fueron liberadas, pero fueron por ti, Alex. Aunque habían daimons

que pelear, te percibieron como la mayor amenaza.”

Las furias habían pasado a través de daimons y gente inocente en esos instantes

sangrientos después del ataque y habían venido por mí. No iba a mentir, nunca había

estado más asustada en mi vida.

“Volverán”, agregó Leon. “Es su naturaleza. Quizás no inmediatamente, pero lo harán”.

Mi cabeza estaba girando. “Eso me lo imaginé, pero no he hecho nada malo”.

“Existes, querida. Eso es todo lo que necesitan”, dijo Lucian. “Y eres la más débil de los

dos”,

También era la más dormilona de los dos.

Seth se balanceó en sus pies. “Si vuelven, las destruiré.”

“Buena suerte con eso”. Cerré mis ojos, dejando que descansaran de la fuerte luz. “Sólo

arderán y volverán ahí mismo”.

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“No si las mato”.

“¿Con qué?, preguntó Aiden. “Son diosas. Ningún arma hecha por el hombre o semidiós

las matará”.

Cuando abrí mis ojos, Seth estaba sonriendo. “Akasha”, dijo. “Eso las dejará fuera de

combate permanentemente”.

“No tienes esa clase de poder todavía”, declaró Leon, su mandíbula tensa.

Seth continuó sonriendo hasta que Lucian se aclaró la garganta y habló. “Nunca pude ver

a las furias. Habría sido algo… digno de ser presenciado”.

“Eras hermosas”, dije. Todos se giraron hacia mí. “Al principio lo eran. Nunca había visto

algo así. De todas formas, una dijo que Tánatos5 no estaría contento luego… de que me

deshice de ellas. Dijo algo sobre la ruta que los Poderes habían escogido y que yo sería

su herramienta. El Oráculo también dijo algo así, antes de hacer poof6.”

“¿Quiénes son los poderes?”, preguntó Leon.

Aiden asintió. “Esa es una buena pregunta”.

“Esa no es nuestra preocupación. Las furias sí”, respondió Lucian, desestimando el

apunte con un giro de su elegante muñeca. “Como Telly, están operando con base en

viejos miedos. Las furias son leales a Tánatos. Si vuelven, me temo que Tánatos no

estará muy lejos.”

5 En la mitología griega es la personificación de la muerte no violenta. En la mitología romana se le conoce como

Mors. 6 Se refiere al sonido que hacen las cosas al desaparecer. Poof, en inglés.

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Marcus dejó caer a su mano a su brillante escritorio de caoba. “No puedo permitir que

los dioses ataquen la escuela. Tengo cientos de estudiantes que proteger. Las furias no

discriminaron entre sus víctimas”.

No había mencionado ni una sola vez el mantenerme a salvo. Eso como que dolía. Quizás

estábamos emparentados, pero eso no nos convertía en una familia de verdad. Marcus

nunca me había sonreído, ni una vez. Realmente no me quedaba nadie. Eso hacía que

recuperar a mi padre fuera mucho más importante.

“Sugiero que movamos a Alex a un lugar seguro”, ofreció Lucian.

“¿Qué?”, mi voz se quebró.

Lucian me miró.

“Las furias saben que pueden encontrarte aquí. Podríamos llevarte a algún lugar

seguro”.

Seth se sentó en el brazo de mi silla, cruzando sus largas piernas en el tobillo. No parecía

estar sorprendido por nada de esto.

Golpeé su espalda, llamando su atención. “¿Sabías de esto?”, susurré.

No respondió.

La mirada que le di prometía problemas más tarde y no de los divertidos. Seth pudo

haberme dado al menos la cara acerca de esto.

Aiden frunció el ceño. “¿A dónde la llevarías?”

Mis ojos se fueron a él de nuevo. Los músculos de mi pecho se cerraron cuando nuestras

miradas se encontraron momentáneamente. En ese momento, si me concentraba lo

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suficiente, podía sentir sus brazos a mí alrededor. No era la mejor táctica cuando todo el

mundo estaba discutiendo mi futuro como si yo ni estuviera ahí.

“Mientras menos personas lo sepan, mejor”, Lucian replicó. “Estaría protegido por mis

mejores Guardias y por Seth”.

Marcus pareció considerarlo. “No tendríamos que preocuparnos porque las furias

atacaran aquí.” Miró en mi dirección, su expresión reservada. “Pero si deja el Covenant

ahora, no se graduará ni se convertirá en Centinela.”

Mi estómago dio un vuelco. “Entonces no puedo irme. Tengo que graduarme.”

Lucian sonrió y quise darle un puño. “Querida, ya no tienes que preocuparte por ser una

Centinela. Serás un Apollyon.”

“¡No me interesa! ¡Ser un Apollyon no es mi vida entera! Necesito convertirme en

Centinela. Es lo que siempre he querido.” Esas últimas palabras se asentaron

extrañamente en mi estómago. Lo que siempre quise fue tener opciones. Convertirme

en Centinela era el mejor de los males, en realidad.

“Tu seguridad es más importante que lo que deseas”. La voz de Lucian era dura,

devolviéndome a cuando era una niña que se inmiscuía en una habitación donde no

debía o cuando me atrevía a hablar sin pedir la palabra. Ése era el verdadero Lucian y se

salió de su fachada.

Nadie más se dio cuenta.

Apreté mis piernas hasta que me dolieron. “No. Necesito convertirme en Centinela.”

Busqué a Seth para que me ayudara, pero él estaba súbitamente interesado en las

puntas de sus botas. “Ninguno de ustedes lo entiende. Los daimons me quitaron a mi

mamá y la convirtieron en un monstruo. ¡Miren lo que me hicieron!” Luché por respirar,

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sabiendo que estaba a dos segundos de salirme de mis casillas. “Además, no importa

dónde me lleven, las furias me encontrarán. ¡Son diosas! No es como si pudiera

esconderme para siempre”.

Lucian me miró plenamente. “Nos daría algo de tiempo”.

La ira pasó a través de mí. Casi me salgo de la silla. “¿Tiempo para que Despierte? ¿Y

luego qué? ¿No te importa lo que me pase?”

“Tonterías”, dijo Lucian. “No sólo tendrás poder, Seth podría protegerlos a ambos.”

“¡No necesito que Seth me proteja!”

Seth me miró por encima del hombro. “Tú sí que sabes cómo hacer sentir a un tipo útil”.

“Cállate”, siseé. “Sabes lo que quiero decir. Puedo pelear. He matado daimons y luché

contra las furias y sobreviví. No necesito que Seth sea mi niñera.”

Leon resopló.

“Tú sí necesitas una niñera, pero dudo que él esté calificado para el trabajo”.

Aiden tosió, pero sonó un montón como una risa disimulada.

“¿Crees que puedes hacerlo mejor?”, la voz de Seth era casual, pero lo sentí tensarse.

También sabía que no le hablaba a Leon. “Porque eres bienvenido a intentarlo.”

Los ojos de Aiden pasaron de gris a plata. Sus labios llenos se curvaron en una sonrisa

mientras encontraba la mirada de Seth. “Creo que ambos sabemos la respuesta a esa

pregunta.”

Mi quijada llegó al suelo.

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Enderezándose, Seth cuadró los hombros. Antes de que pudiera decir algo, lo que sabía

que sería algo muy malo, salté del asiento. “No puedo dejar el…” Puntos rojos bailaron

ante mis ojos, haciendo que todo se viera borroso mientras mi estómago se inclinó

peligrosamente. “Wow…”

Seth estaba a mi lado en un instante, un brazo alrededor de mi cintura. “¿Estás bien’”,

me recostó en la silla. “¿Alex?”

“Ajá”, respiré, levantando lentamente la cabeza. Todo el mundo me estaba mirando

fijamente. Aiden había dado un paso adelante con ojos como platos. Mis mejillas

ardieron. “Estoy bien. En serio. Sólo algo cansada”.

Seth se arrodilló a mi lado, tomando mi mano. La presionó gentilmente mientras miraba

por encima del hombro. “Ha tenido gripa toda la semana”.

“¿Ha tenido gripa?”. Lucian frunció los labios. “Qué… mortal”.

Le lancé una mirada de odio.

“Pero nosotros… los mestizos no se enferman”, dijo Marcus, sus ojos entrecerrándose.

“Bueno, puedes decírle eso a la caja de Kleenex con la que he estado viviendo.” Me pasé

los dedos por el pelo. “En serio, ya estoy bien.”

Marcus se puso en pie de repente.

“Creo que hemos terminado por hoy. Estamos de acuerdo en que nada tiene que

decidirse en este momento”.

Lucian, que se había quedado callado y dócil, asintió.

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La discusión terminó y tuve un respiro momentáneo. No abandonaría el Covenant ahora

mismo, pero no podía sacudirme el miedo que me roía el estómago de que,

eventualmente, la decisión no sería mía.

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Capítulo 5

Traducido y corregido por: NatyLRJ

Me quedé dormida a la mañana siguiente y me perdí las primeras dos clases. Como que

funcionó porque no tuve que ver a Olivia después de intentar ahogarla el día anterior,

pero el cansancio de la noche anterior seguía aplastándome. Pasé el descanso antes de

las clases de la tarde discutiendo con Seth.

“¿Cuál es tu problema?”, empujó su silla hacia atrás.

“Ya te lo dije”, miré alrededor a la sala común escasamente llena. Era mejor que comer

en la cafetería donde todo el mundo nos miraba fijamente. “Sé que conocías el plan de

Lucian de ponerme en el Programa de Recolocación Apollyon.”

Seth gimió. “Vale. Bien. Quizás lo mencionó. ¿Y qué? Es una idea inteligente”.

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“No es una buena idea, Seth. Necesito graduarme, no andar escondiéndome.” Bajé la

mirada al sándwich frío que no había tocado. Mi estómago dio un vuelco. “No voy a

huir”.

Se recostó en la silla, entrelazando las manos detrás de su cabeza. “Lucian está

pensando en tus intereses.”

“Oh dioses. No empieces con la mierda de Lucian. No lo conoces como yo”.

“La gente cambia, Alex. Seguramente fue un gran cretino antes, pero ha cambiado”.

Le di una mirada y, de repente, ni siquiera sabía por qué estaba discutiendo. Mis

hombros se desplomaron. “¿Cuál es el punto, de todas formas?”

Seth frunció el ceño. “¿Qué quieres decir?”

“Nada”. Jugué con mi pitillo.

Se reclinó hacia delante, empujando mi plato. “Deberías comer más.”

“Gracias, papá”, le espeté.

Alzó sus manos, recostándose. “Relájate, conejito arrunchador”.

“Todo esto es culpa tuya, de todas formas”.

Seth bufó. “¿Cómo es esto mi culpa?”

Fruncí el ceño. “Nadie quiere matarte, pero eres tú el que tiene el potencial de borrar

del mapa a la Corte Olímpica. Pero no, todo el mundo es como ‘¡matemos al que no está

haciendo nada!’. Y tú puedes sólo largarte al atardecer mientras yo muero”.

Sus labios se curvaron de nuevo. “No me largaría si estuvieras muerta. Estaría triste”.

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“Lo estarías porque no serías el Matadioses.” Levanté mi sándwich, girándolo

lentamente. “Olivia me odia”.

“Alex…”

“¿Qué?”, alcé la mirada. “Me odia porque dejé que Caleb muriera”.

Sus ojos se entrecerraron.

“Tú no lo dejaste morir, Alex.”

Suspiré, de repente teniendo ganas de llorar. Esto oficialmente jodida. “Lo sé. La

extraño”.

“¿Has intentado hablarle?”

Abrió los ojos como platos ante la mirada que le di. Señaló el sándwich. “Come”.

De mala gana, tome un gran mordisco.

Seth arqueó una ceja al observarme. “¿Hambrienta?”

Tragué. La comida formó un nudo pesado en mi estómago. “No.”

No hablamos por unos cuantos minutos. Sin quererlo, giré mi mano izquierda y miré el

lugar donde la runa en forma de corchete brillaba suavemente. “¿Tú… tú hiciste esto a

propósito?”

“¿Qué? ¿La runa?”, tomó mi mano, sosteniéndola para que mi palma quedara hacia

arriba. “No, no lo hice a propósito. Ya te lo dije”.

“No lo sé. Parecía como si hubieras estado concentrando en algo cuando pasó”.

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“Estaba concentrado en tus emociones”, Seth pasó su pulgar alrededor del glifo, casi

tocándolo. “No te gusta, ¿verdad?”

“No”, susurré. Otra marca significaba estar un paso más cerca de convertirme en alguien

algo más. “¿Qué significa ésta?”

“La fuerza de los dioses”, respondió, sorprendiéndome, “La otra significa coraje del

alma.”

“¿Coraje del alma?”, me reí. “No tiene sentido”.

Su mano se deslizó a mi muñeca, sosteniendo su pulgar sobre mi pulso. “Hay cinco

marcas que el Apollyon recibe.”

Mi muñeca parecía muy pequeña, frágil incluso. “¿Las tuyas aparecieron antes de

tiempo?”

“No.”

Suspiré. “¿Qué pasó… entre nosotros anoche?”

Una sonrisa torcida se apoderó de sus labios. “Bueno, la mayoría lo llama besarse”.

“No es eso a lo que me refería.”

Liberé mi mano y froté mi palma sobre el borde de la mesa. “Lo sentí… la energía, o

como quieras llamarlo… la sentí dejarme y entrar en ti.”

“¿Te dolió?”

Negué con la cabeza. “Medio se sintió bien.”

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Sus fosas nasales se movieron como si oliera algo que le gustara. Luego, sin ningún aviso,

se reclinó sobre la mesa entre nosotros, agarró mis mejillas y acercó su boca a la mía. El

beso fue suave, juguetón y se sintió muy raro. El habernos besado la noche anterior

realmente no contaba -o al menos me había auto-convencido de eso-, así que este era el

primer beso real desde las Catskills, y era definitivamente una exhibición pública.

Y todavía estaba sosteniendo el sándwich en mi mano derecha. Así que sí, se sentía raro.

Seth retrocedió, sonriendo. “Creo que deberíamos hacerlo más seguido, entonces”.

Mis mejillas estaban ardiendo porque sabía que la gente nos estaba mirando.

“¿Besarnos?”

Se rió. “Me encantaría eso de besar más, pero me refería a lo que pasó anoche.”

De la nada, la ira se arrastró sobre mí. “¿Por qué? ¿Sentiste algo?”

Una ceja se arqueó. “Oh, sentí algo”.

Tomé aire y lo dejé salir lentamente. “Me refería a cuando sostenías mi mano y la marca

apareció. ¿Sentiste algo?”

“Nada de lo que quieras que te hable, aparentemente”.

“Dioses”. Aplasté el sándwich. Gotas de mayonesa se regaron sobre la bandeja de

plástico. “Ni siquiera sé por qué estoy hablándote”.

Seth exhaló suavemente. “¿Es el SPM7 o algo así? Porque tus cambios me humor me

están matando”.

7 Síndrome Pre-Mestrual.

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Lo miré fijamente un segundo, pensando wow, ¿de verdad acaba de decir eso? Y luego

eché mi brazo hacia atrás y le tiré el sándwich. Golpeó su pecho con un satisfactorio

plop, pero fue la mirada en su rostro mientras saltaba del asiento lo que casi me hizo

sonreír. Una mezcla de horror e incredulidad marcó sus facciones mientras se quitaba

trozos de lechuga y jamón de la camisa y los pantalones.

Sólo había un par de personas en la sala común, sobre todo pura-sangres más jóvenes.

Todos nos miraban con ojos como platos.

Tirarle un sándwich al Apollyon probablemente no era algo que debería hacerse en

público, pero no pude evitarlo: me reí.

Seth levantó su cabeza. Sus ojos eran un ocre furioso y caliente. “¿Te hizo sentir mejor?”

Mis ojos se aguaron de reírme tanto. “Sí, la verdad es que sí.”

“¿Sabes qué? El entrenamiento de hoy después de clases queda cancelado”. Su

mandíbula se tensó, y sus mejillas estaban sonrojadas. “Descansa”.

Puse mis ojos en blanco. “Como sea”.

Seth abrió su boca para decir algo más, pero se detuvo. Quitando los últimos pedazos de

jamón y queso, se giró y se fue. No podía creer que acababa de tirarle mi almuerzo a

Seth. Parecía algo extremo, incluso para mí.

Pero era gracioso.

Me seguí riendo.

“¿Vas a limpiar eso?”

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Salté en mi asiento y alcé la mirada. Linard salió de detrás de una de las columnas,

mirando el reguero en el piso. “¿Me estás vigilando?”

Sonrió tensamente.

“Estoy aquí para asegurarme de que estés a salvo.”

“Y eso da algo de miedo.” Empujé mi silla, agarrando una servilleta de la bandeja. Recogí

lo que pude, pero la mayonesa estaba pegada. “¿Es idea de Lucian?”

“No”. Cruzó los brazos. “Fue una petición del Decano Andros”.

Me quedé inmóvil. “¿En serio?”

“En serio”, respondió. “Deberías ir siguiendo. Tu siguiente clase empezará pronto”.

Asentí ausentemente, tiré la basura y cogí mi bolso. La orden de Marcus me sorprendía.

Esperaba que Lucian me mandara sus Guardias; él no querría que nada le pasara a su

precioso Apollyon. Quizás Marcus no me encontraba tan desagradable como yo creía.

Linard me siguió fuera de la sala común manteniendo una distancia prudente. Me

recordó el día en que había comprado el bote de los espíritus que Caleb y yo habíamos

lanzado al mar. El recuerdo me retorció el corazón y empeoró mi humor. Luego de un

rápido cambio a mis ropas de entrenamiento, entré en Combate. El Instructor Romvi

parecía excesivamente encantado con mi presencia.

Dejé caer mi bolso y me recosté contra la pared, pretendiendo que no me molestaba el

hecho de no tener nadie con quien hablar. La última vez que había estado en esta clase,

Caleb todavía estaba vivo.

Frunciendo los labios, dejé que mi mirada pasara por la pared donde se guardaban las

armas. Me había acostumbrado tanto a esta sala durante mis prácticas con Aiden que

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era como un hogar para mí. Parado cerca de esa pared estaba Jackson, que sonreía por

algo que otro mestizo le estaba diciendo. Luego me miró directamente y me sonrió

afectadamente.

Solía pensar que era sexy, pero en algún momento entre mi mamá daimon matando los

padres de su novia y la última vez que me lo había quitado de encima, había dejado de

tenerlo en un buen concepto.

Mantuve su mirada hasta que la desvió. Luego continué con mi examen detenido. Olivia

estaba al lado de Luke atando su cabello ondulado en una cola de caballo. Moretones

marcaban la piel color caramelo de su cuello. Bajé la mirada a mis manos. Yo había

hecho eso.

Dioses, ¿en qué estaba pensando? Culpa y vergüenza y me atravesaron. Cuando alcé la

mirada, Luke me estaba observando. Su mirada no era hostil ni nada, sólo… triste.

Miré hacia otra parte, mordiéndome el labio. Sí extrañaba a mis amigos. Y realmente

extrañaba a Caleb.

La clase empezó rápidamente, y aunque estaba cansada, me dediqué a fondo. Me

emparejaron con Elena para unas series de ejercicios y agarres que eran pan comido. Al

concentrarme en las diferentes técnicas, mi cerebro pudo finalmente desconectarse.

Aquí, en entrenamiento, no pensaba en nada. No había dolor o pérdida, no había

destino con el que lidiar ni padre al que salvar. Imaginaba que así sería ser un Centinela.

Cuando tuviera que ir de cacería no tendría que pensar en nada más que en localizar

daimons y matarlos. Quizás era la verdadera razón por la que quería convertirme en

uno; porque entonces podría seguir con mi vida… ¿y hacer qué? Matar. Matar. Y matar

un poco más.

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Eso no era lo que realmente quería, muy en el fondo. ¿Hasta ahora me estaba dando

cuenta?

Incluso lenta para mis estándares, era más rápida que Elena. Cuando empezamos a

hacer derribos y retrocesos, lo que consistía en que te tumbaran una y otra vez y en

intentar evitarlo, logré clavarla en el suelo, pero estaba siendo más lenta, cansándome.

Ella rompió mi agarre y giró sus caderas, poniéndome de espaldas. Mirándome desde

arriba, frunció el ceño. “¿Te… te estás sintiendo bien? Estás muy pálida.”

Realmente necesitaba googlear cuánto duraban los efectos de una gripa, porque esto

estaba volviéndose fastidioso. Todo lo que quería era irme a la cama. Antes de que

pudiera responder la pregunta de Elena, el Instructor Romvi apareció detrás de nosotras.

Ahogué un gemido.

“Si pueden hablar, quizás no están entrenando lo bastante duro.” Los ojos pálidos de

Romvi parecían glaciares. Amaba aterrorizarme en clase; estaba segura de que me había

extrañado. “Elena, sal de la estera.”

Ella se puso en pie y se escabulló, dejándome con el Instructor. Alrededor de nosotros,

otros estudiantes entrenaban. Me levanté y cambie el peso inquietamente,

preparándome mentalmente para lo que fuera que estuviera punto de tirarme. Le di la

espalda con las manos en las caderas.

Su mano golpeó mi hombro. “Uno nunca debe dar la espalda en la guerra.”

Liberándome de su agarre, lo encaré. “No me di cuenta de que estábamos en guerra.”

Algo brilló en sus ojos. “Siempre estamos en guerra, especialmente en mi clase.” Me

miró con desprecio, lo que era una costumbre común ya que era un pura-sangre que

había sido una vez Centinela. “Hablando de eso, es muy amable de su parte unírsenos

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finalmente, Alexandria. Estaba empezando a creer que pensaba que entrenar ya no era

necesario”.

Varias respuestas me picaban en la lengua, pero sabía que era mejor no dejarlas salir.

Parecía decepcionado. “Escuché que peleó en el ataque daimon”.

Sabiendo que mientras menos palabras usaba menos me pateaban el trasero, asentí

mientras me imaginaba un pegaso aterrizando en su cabeza y mordiéndole el cuello.

“También luchó contra las furias y sobrevivió. Sólo guerreros podrían presumir de tal

logro.”

Mi mirada se fue a donde Olivia y Luke me miraban desde el borde de la estera.

¿Cuántas veces había estado en esta posición? Pero esto era diferente, porque Caleb

solía estar con ellos.

“¿Alexandria?”

Me concentré en él, encogiéndome mentalmente. Una nunca debía dejar de mirar a

Romvi mientras hablaba. “Sí luche contra las furias”.

Interés brilló en sus ojos.

“Muéstreme lo que hizo”.

Cogida con la guardia baja, retrocedí un paso. “¿Qué quiere decir?”

Una pequeña sonrisa tiraba de sus labios. “Muéstreme cómo luchó contra las furias”.

Me remojé los labios nerviosamente. No tenía idea de cómo había luchado contra ellas y

sobrevivido, sólo que todo se había vuelto color ámbar, como si alguien hubiera

esparcido el color leonado por mis ojos. “No lo sé. Todo pasó tan rápido”.

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“No lo sabe”, alzó su mano y la manga de tu camisa estilo túnica se deslizó por su brazo,

revelando el tatuaje de la antorcha girada hacia abajo. “Encuentro eso difícil de creer”.

Experimenté un lapso momentáneo de sanidad. “¿Qué pasa con ese tatuaje?”

Su mandíbula se tensó, y esperé que atacara pero no lo hizo. “¡Jackson!”

Trotando sobre la estera, Jackson se detuvo y puso sus manos en sus estrechas caderas.

“¿Señor?”

Los ojos de Romvi se quedaron en los míos. “Quiero que luches”.

Miré la cara sonriente de Jackson. Lo que Romvi quería era que le mostrara cómo hacía

luchado contra las furias y sobrevivido, usando a Jackson para hacerlo. No importaba

con quién luchara: no podía mostrar lo que no sabía.

Mientras Romvi salía de la estera, se detuvo y le susurró algo a Jackson. Lo que sea que

estaba diciendo le sacó una sonrisa antes de que asintiera con la cabeza.

Pasándome la mano por la frente sudorosa, ralenticé mi respiración y traté de ignorar

los leves temblores que me recorrían las piernas. Incluso cansada podía ganarle a

Jackson. Era un buen luchador, pero yo era mejor. Tenía que serlo.

“Vas a estar adolorida al final de la clase”, se burló Jackson, crujiendo sus nudillos.

Alcé una ceja y le hice una seña para que avanzara con una mano. Quizás añoraba

demasiado una almohada pero podría derrotarlo.

Esperé hasta que estaba a sólo un pie de distancia antes de lanzarme en una ofensiva

brutal. Era rápida y ligera en mis pies. Él hizo una finta en una dirección para evitar un

empujón pero terminó con una patada lateral en su espalda. No mucho después, estaba

de espaldas, jadeando y sudando por una feroz patada giratoria.

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“¿Voy a estar adolorida?”, dije, de pie sobre él. “Nah, no lo creo.”

Respirando con dificultad, saltó y se puso en pie. “Espera y verás, nena.”

“¿Nena?”, repetí. “No soy tu nena”.

Jackson no me respondió. Lanzó una patada mariposa que yo evité. Esos golpes eran

brutales. Golpe tras golpe nos atacamos, cada uno más vicioso que el anterior. Estaba

ciertamente tomándomelo demasiado serio. No estaba tonteando con el idiota. Una

oscuridad extraña se apoderó de mí mientras bloqueaba unas series de patadas y golpes

que habrían hecho caer incluso a Aiden. Sonreí a pesar del sudor y a pesar de la forma

en que mis antebrazos dolían. Canalicé toda mi ira de antes en la pelea con Jackson.

Nuestro combate eventualmente llamó la atención de los otros estudiantes. Sólo me

sorprendí levemente cuando el primer puño de Jackson me dio en la mandíbula y el

Instructor Romvi no detuvo la lucha. Antes parecía estar divirtiéndose con la brutal

pelea.

¿Con que Jackson no iba a jugar de acuerdo a las reglas y a Romvi no le importaba?

Como sea. Retrocedió su puño de nuevo, pero esta vez cogí su mano y la giré hacia atrás.

Jackson rompió el agarre demasiado fácilmente, lo que mostraba que estaba llegando a

mi límite. Me mantuve de pie, vi las luces que habían en lo alto -¿o estaban en mis ojos?-

y con una poderosa patada en rotonda, agarré sus piernas. No hubo un momento para

celebrar su obvia derrota. Traté de saltar como me habían enseñado, pero agotada, fui

demasiado lenta. Su pierna atrapó la mía y aterricé de lado, inmediatamente

alejándome de su alcance.

“Estoy seguro de que no fue así como derrotaste a las furias”. El Instructor Rombi

sonaba pagado de sí mismo.

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No tuve un segundo para pensar cuanto desearía golpear a Romvi. Jackson se giró. Me

hice a un lado, pero su patada me dio en las costillas. Dolor explotó, tan inesperado y tan

intenso que me congelé.

Sintiendo que Jackson aún no había terminado, levanté mis manos pero eso pequeño

segundo me costó. El talón de Jackson pasó a través de mis manos golpeando mi

mentón y abriéndome el labio. Algo caliente se deslizó por el interior de mi boca, y vi

flashes de luz. Sangre; sabía a sangre. Y más allá de las luces parpadeantes vi la bota de

Jackson levantarse una vez más.

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Capítulo 6

Traducido y corregido por: NatyLRJ

Jackson iba a pisarme la cabeza.

Eso definitivamente no era parte del entrenamiento.

En el último segundo posible, alguien cogió a Jackson por la cintura y lo tiró a la estera.

Mis manos fueron a mi boca. Algo pegajoso y cálido las cubrió de inmediato.

Todo lo que saboreaba era sangre. Vacilante, pasé mi lengua por el interior de mi boca,

chequeando para asegurarme de que no había perdido ningún diente. Cuando me di

cuenta de que aún tenía el set completo me puse en pie, escupiendo sangre. Luego

arremetí contra Jackson.

No llegué muy lejos. El shock casi me puso de rodillas.

Jackson ya estaba ocupado defendiéndose de alguien, y ése alguien era Aiden. Olvidé el

dolor momentáneamente mientras me preguntaba vagamente de dónde había salido.

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Aiden ya no observaba mis clases. Ni siquiera me entrenaba, así que no era como si

tuviera una razón para andar por estas salas.

Pero estaba aquí ahora mismo.

Fascinada por la extraña mezcla de gracia y brutalidad, miré como Aiden levantaba a

Jackson de la estera por la camiseta. Sus caras estaban a milímetros. La última vez que

había visto a Aiden así de enojado fue cuando se había lanzado contra Seth la noche en

que me habían dado del brebaje.

“Así no se lucha con tus compañero”, dijo Aiden en una voz fría y baja. “Estoy segura de

que el Instructor Romvi te lo ha enseñado”.

Los ojos de Jackson se abrieron demasiado. Estaba en las puntas de sus pies, los brazos

colgando a sus lados. Fue ahí cuando me di cuenta que la nariz de Jackson estaba

sangrando, sangrando peor que mi boca. Alguien lo había golpeado, muy probablemente

Aiden, porque sólo un puro podría hacer eso y que nadie interviniera.

Lo soltó. El mestizo cayó de rodillas, acunando su rostro. Aiden se dio la vuelta, sus ojos

evaluando rápidamente los daños. Luego se giró hacia el Instructor Romvi, hablando

demasiado rápido y bajo para que la clase o yo lo entendiéramos.

Antes de darme cuenta de qué estaba pasando, Aiden cruzó la estera y agarró mi brazo.

No hablamos mientras me sacaba de la sala de entrenamiento. “Mi bolso”, protesté.

“Haré que alguien lo coja por ti”.

En el pasillo, agarró mis hombros y me giró. Sus ojos fueron de gris oscuro a plateado

cuando su mirada cayó en mis labios. “El Instructor Romvi no debió haber dejado que

llegara tan lejos”.

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“Ajá, no creo que le importara”.

Aiden maldijo.

Quería decir algo. Algo como ‘estas cosas pasan’… o al menos, como eso era de

esperarse ya que no tenía muchos amigos aquí. O quizás debería agradecerle, pero a

juzgar por la lucha de emociones en su rostro sabía que no lo apreciaría. Aiden estaba

furioso, furioso por todas las razones equivocadas. Había reaccionado como si un chico

normal me hubiera golpeado y no un mestizo. Como un pura-sangre, no tenía por qué

haber intervenido. Ése era el trabajo del Instructor. Aiden había olvidado eso en un

momento de completa ira desenfrenada.

“No debí haber hecho eso. Perdí los estribos”, dijo tranquilamente, sonando y viéndose

terriblemente joven y vulnerable para alguien que yo veía tan poderoso. “No debí

haberlo golpeado”.

Mis ojos se movieron a través de su rostro. Incluso aunque mi cara palpitaba, quería

tocarlo. Quería que él me tocara. Y luego lo hizo, pero no como yo quería. Poniendo su

mano en la parte baja de mi espalda, me guió hacia la oficina médica. Quería tocarme la

boca para ver qué tan mal estaba; aún mejor, quería un espejo.

La doctora sangre-pura le echó un vistazo a mi rostro y luego negó con la cabeza. “En la

mesa”.

Me encarame. “¿Va a dejar cicatriz?”

La doctora agarró una botella enturbiada blanca y varias bolitas de algodón. “Aun no

estoy segura, pero trata de no hablar ahora mismo. Al menos hasta que pueda

asegurarme de que no hay daño en el interior del labio, ¿okay?”

“Si deja una cicatriz voz a estar tan enfadada”.

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“Deja de hablar”, dijo Aiden, recostado contra la pared.

La doc le dio una sonrisa, aparentemente no muy curiosa del porque un puro me había

acompañado. Se giró hacia mí. “Puede que esto arda”. Pasó el algodón sobre mi labio.

¿Arder?, quemaba como loco. Casi me caigo de la mesa.

“Antiséptico”, dijo, dándome una mirada comprensiva. “Debemos asegurarnos de que

no se infecte. Entonces dejaría cicatriz”.

¿Quemar? Podía soportarlo. Le tomó a la doc un par de minutos limpiarme el labio.

Esperé, algo impaciente, por el veredicto.

“No creo que necesites puntos en el labio. Va a hincharse y estar sensible por un

tiempo”. Inclinó mi cabeza hacia atrás y tocó gentilmente mi boca. “Pero creo que vas a

necesitar un punto justo… bajo tu labio, aquí”.

Me estremecí mientras ella empezaba a tocar ése punto y me concentré en su hombro.

No muestres que te duele. No muestres que te duele. No muestres que te duele. La

doctora hundió sus dedos en el tarro café y presionó la piel desgarrada junta. Aullé

cuando un dolor escaldado radió por la piel bajo mi labio y se expandió por mi rostro.

Aiden dio un paso adelante, deteniéndose cuando se dio cuenta de que no había nada

que pudiera -o debiera- hacer. Sus manos cayeron a sus labios, y su mirada encontró la

mía, los ojos de un gris tormentoso.

“Sólo un poco más”, dijo tranquilizadoramente. “Luego habremos terminado. Eres

afortunada de no haber perdido un diente.”

Luego retorció la piel un poco más. Esta vez no emití ningún sonido pero cerré mis ojos

hasta que luces bailaron detrás de mis párpados cerrados. Quería saltar de la tabla y

encontrar a Jackson. Golpearlo me haría sentir mejor. Lo creía firmemente.

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La doc dio un paso atrás hacia los armarios. Volvió con una toallita húmeda y empezó a

limpiar la sangre, cuidadosa con el punto. “La próxima vez que la entrenes, sé un poco

más cuidadoso. Ella sólo será así de joven y bonita una vez. No se lo arruines.”

Mis ojos volaron a Aiden.

“Pero…”

“Sí, señora,” me interrumpió Aiden con una mirada torva.

Le sostuve la mirada.

La doc suspiró, negando con la cabeza otra vez. “¿Por qué ustedes los mestizos eligen

esto? Sin duda, la alternativa es mejor. De todas formas, ¿tienes alguna otra herida?”

“Uh, no”, murmuré. Las palabras de la doctora me sorprendieron.

“Sí”, dijo Aiden. “Mira el lado izquierdo de sus costillas”.

“Oh, por favor,” dije. “No es así de…” Mis palabras se cortaron cuando la doc levantó el

borde de mi camiseta.

Presionó mis costillas, moviendo sus manos por el lado. Sus dedos estaban frescos y eran

rápidos. “Ninguna está rota, pero esto…” Frunció el ceño, acercándose. Inhalando

bruscamente, soltó mi camiseta y encaró a Aiden. Pareció tomarle un momento

recuperar la compostura. “Sus costillas no están rotas, pero sí magulladas. Debería

tomárselo con calma por unos días. También debe evitar hablar mucho para no estirar el

punto”.

Parecía que Aiden quería reírse de la última sugerencia. En cuanto se mostró de acuerdo

con la doctora, ella abandonó la habitación rápidamente.

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“¿Por qué dejaste que creyera que tú hiciste eso’”, pregunté. “Ya ni siquiera me estás

entrenando”.

“¿No se supone que tienes que evitar hablar?”

Puse los ojos en blanco.

“Ahora cree que eres un gran matón con los mestizos o algo así”.

Señaló la puerta. “No estaría muy equivocada. Tu Instructor permitió que sucediera. La

doc probablemente atiende más casos como estos de los que quisiera.”

Y probablemente atendía muy pocos pura-sangre a quienes les importara lo suficiente

para asegurarse de que el mestizo estaba bien. Suspiré. “¿Qué hacías ahí, de todos

modos?”

Hubo un fantasma de una sonrisa. “¿Acaso no te dije que asegurarse de que estás a

salvo es un trabajo de tiempo completo?”

Empecé a sonreír, pero recordé rápidamente no hacerlo. “Auch”, ignoré su mirada

divertida. “¿Pero en serio, por qué estás aquí?”

“Sólo estaba por ahí y miré la sala”. Se encogió de hombros, mirando un punto sobre mi

hombro. “Te vi luchando y observé. El resto es historia.”

La verdad no le creía pero lo dejé pasar. “Hubiera aplastado a Jackson, ¿sabes? Pero esta

maldita gripa me ha pateado el trasero.”

La mirada de Aiden se posó en mí otra vez. “No deberías estar enferma”. Dio un paso

adelanto, extendiendo su mano y poniéndola cuidadosamente alrededor de mi mentón.

Frunció el ceño. “¿Cómo te enfermaste?”

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“No puedo ser el primer mestizo que se ha enfermado”.

Su pulgar se movió por mi barbilla, evadiendo el lugar sensible. Ése era Aiden, siempre

cuidadoso conmigo aunque sabía que era dura. Mi corazón saltó. “No lo sé”, dijo,

dejando caer su mano.

Insegura de qué responder, me encogí de hombros. “De todas formas, gracias por…

hmm… hacer que Jackson se detuviera.”

Una mirada dura, letal, atravesó su rostro. “Me aseguraré de que sea castigado por lo

que hizo. El Covenant tiene demasiados problemas sin que los mestizos intenten

matarse entre ellos.”

Toqué suavemente mi mentón e hice una mueca. “No sé si fue idea suya”.

Aiden tomó mi mano y la alejó de mi rostro. “¿A qué te refieres?”

Antes de que pudiera responder, un leve temblor recorrió mi espina dorsal. Segundos

después, la puerta de la sala voló. Seth entró, sus ojos muy abiertos y labios

presionados. Su mirada fue de mi labio a donde Aiden sostenía mi mano. “¿Qué diablos

pasó?”

Confusión y luego entendimiento aparecieron en el rostro de Aiden. Soltó mi mano y dio

un paso atrás. “Estaba luchando”.

Seth le lanzó una mirada mordaz mientras se acercaba a donde yo estaba sentada en la

mesa. Tomó mi mentón con dos dedos elegantes, justo como Aiden lo había hecho. Mi

corazón no tartamudeó, pero el lazo sí. “¿Con quién estabas luchando?”

“No es la gran cosa”. Sentí que mis mejillas ardían.

“No se ve así”. Seth entrecerró sus ojos. “Y te duele en otra parte. Puedo sentirlo”.

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Dioses, realmente necesitaba practicar en ese escudo.

“Gracias por vigilarla, Aiden.” Seth no dejó de mirarme. “Lo tengo bajo control”.

Aiden abrió la boca para decir algo pero luego la cerró. Se giró y dejó la habitación

silenciosamente. La urgencia de saltar de la mesa y correr detrás de él era demasiado

fuerte para ignorarla.

“¿Y qué le pasó a tu rostro?”, interrogó una vez más.

“Me la rompí”, murmuré, alejándome de él.

Seth giró mi mentón hacia un lado frunciendo el ceño. “Ya lo veo. ¿Realmente te lo

hiciste luchando?”

“Sí, fue en clase”.

Su ceño se acentuó. “¿Qué se supone que significa eso’”

Quité su mano y bajé de la mesa. “No es nada. Sólo un labio magullado”.

“¿Un labio magullado?”, me agarró por la cintura, haciéndome retroceder. “Juro que veo

la huella de una bota en tu mentón”.

“¿En serio… está así de mal?” Me toqué cautelosamente la barbilla, preguntándome qué

pensaría si viera la huella de la bota en mis costillas.

“Qué vanidosa”. Seth tomó mi mano. “¿Con quién estabas luchando?”

Suspiré y traté de liberarme pero fue inútil. Seth -y el lazo- querían que me quedara con

él. Apoyé mi mejilla contra su pecho. “No importa. ¿Y acaso no sigues enfadado porque

te tiré comida, de todas formas?”

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“Oh, eso no me tiene muy contento. Creo que la mayonesa mancha.” Su abrazo se aflojó

un poco. “¿Duele?”

No tenía sentido mentir, pero eso fue lo que hice. “No. Para nada.”

“Ajá”, murmuró contra la cima de mi cabeza. “¿Y con quién luchaste?”

Cerré mis ojos. Estando así de cerca de él, con el lazo y todo eso, era demasiado fácil

dejar de pensar. Justo como cuando luchaba. “Siempre me emparejan con Jackson.”

Al día siguiente después de clases husmeé por el centro de entrenamiento. Me sorprendí

a mí misma entrando en la habitación pequeña donde Aiden había estado cuando

descubrí lo de mi padre. Por supuesto, él ya no estaba ahí. No había nadie. Dejando caer

mi bolso justo al interior de la puerta, me acerqué al saco de boxeo que colgaba en la

mitad de la estera. Era una cosa vieja, andrajosa que había tenido mejores épocas.

Secciones del cuero negro habían sido arrancadas. Alguien había usado cinta aislante

para hacer parches. Pasé mis dedos sobre los bordes de la cinta.

La inquietud se deslizó por mi piel. La idea de volver a mi dormitorio y pasar tiempo en

soledad no me atraía. No había visto a Seth desde que me había acompañado ayer.

Supongo que todavía estaba molesto por el asunto del sándwich.

Empujé el saco con mis palmas, luego les di la vuelta. Dos glifos brillantes me devolvían

la mirada.

Mi mirada volvió al saco de boxeo. ¿Mi padre se había entrenado en este Covenant? ¿Se

habrá parado en esta misma habitación? Eso explicaría por qué habría conocido a mi

mamá tan bien. De nuevo, la melancolía me invadió.

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La puerta de la habitación se abrió. Me giré, esperando a ver al Guardia Linard, pero no

era él. Mi corazón hizo un corto y estúpido baile de felicidad.

Aiden entró en la sala de entrenamiento; la puerta se deslizó hasta cerrarse tras él.

Usaba el traje de los Centinelas: una camisa manga larga negra y pantalones negros. Lo

miré como una idiota.

La forma en la que mi cuerpo respondía a él -a un pura-sangre- era absolutamente

imperdonable. Lo sabía, pero eso no detenía la forma en que mi respiración se atascaba

o el calor que me recorría la piel. No me malentiendan, Aiden tenía un extraño tipo de

belleza masculina a su favor, pero era más que eso. Me entendía de formas en que poca

gente podía hacerlo. No necesitaba un lazo para hacerlo como Seth. Aiden me descifraba

mediante su inquebrantable paciencia… y no tomando en serio mis estupideces. Durante

el verano habíamos pasado horas juntos entrenando y conociéndonos el uno al otro.

Después de lo que había hecho para protegerme en Nueva York… y luego con Jackson,

ya no podía estar enfadada con él por el día en que me había dicho que no podía

amarme.

Aiden me miró curiosamente. “Vi a Seth entrar a la parte principal de la Isla Deity y no

estabas con él. Me imaginé que estarías aquí.”

“¿Por qué?”

Se encogió de hombros. “Sólo sabía que estarías en una de las salas de entrenamiento a

pesar de que se te dijo que tomaras las cosas con calma.”

Siempre que él lidiaba con algo iba a las esteras. Yo era igual, lo que me recordaba la

noche en que lo había atacado luego de saber el verdadero destino de mi mamá. Me

giré, pasando los dedos por el centro del saco de boxeo.

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“¿Cómo te sientes… tus costillas y tu labio?”

Ambos me dolían, pero me había sentido peor. “Bien”.

“¿Has escrito la carta para Laadan?”, preguntó luego de algunos segundos.

Mis hombros se desplomaron. “No. No sé qué decir.” No es como si no le hubiera

echado cabeza, pero ¿qué se le dice al hombre que creías muerto; al padre que nunca

conociste?

“Sólo dile cómo te sientes, Alex”.

Me reí. “No sé si quiere saber todo eso”.

“Sí lo quiere”, Aiden hizo una pausa y el silencio se alargó entre nosotros. “Has estado…

distraída estos días”.

Todavía lo estaba. “Es la gripa”.

“Parecía como si te fueras a desmayar en la oficina de Marcus y, admitámoslo, no hay

razón por la que no hubieras podido aplastar a Jackson ayer… o al menos haberte

quitado de su camino. Te ves agotada, Alex.”

Suspirando, lo encaré. Estaba recostado contra la pared, sus manos enterradas en sus

bolsillos. “¿Qué estás haciendo aquí?”, pregunté, deseando cambiar de tema.

La expresión de Aiden era astuta. “Observándote”.

Calidez revoloteó en mi pecho. “¿Realmente? Eso no es acosador ni nada.”

Una sonrisa pequeñita apareció. “Bueno, estoy de servicio”.

Miré la habitación. “¿Crees que hay daimons aquí?”

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“No estoy de caza ahora mismo.” Un mechón de cabello negro ondulado cayó en sus

ojos grises cuando ladeó su cabeza. “Me han dado una nueva asignación”.

“Cuenta”.

“Además de cazar, estoy cuidándote”.

Parpadeé y luego me reí tanto que me dolieron las costillas. “Dioses, de verdad tu vida

apesta”.

Frunció el ceño. “¿Por qué lo dices?”

“No puedes deshacerte de mí, ¿verdad?” Me giré hacia el saco, buscando un punto

débil. “O sea, no es como si lo quisieras pero sigues teniendo que cargar conmigo”.

“No creo que seas una carga. ¿Por qué creerías eso?”

Cerré mis ojos, preguntándome porqué lo había dicho siquiera. “¿Y Linard tiene una

nueva asignación?”

“Sí. No respondiste mi pregunta”.

Y no iba a hacerlo.

“¿Marcus te pidió que hicieras esto?”

“Sí. Cuando no estas con Seth, Linard, Leon o yo te vigilaremos. Es muy probable que

quien sea que quiere lastimarte…”

“El Ministro Telly”, añadí, cerrando mi puño.

“Quien quiera que quiso lastimarte en las Catskills intentará algo aquí. Y además están

las furias.”

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Empujé el saco de boxeo, haciendo una mueca cuando los músculos adoloridos de mis

costillas se estiraron. Debí haberlos vendado primero. Qué tonta. “Ustedes no pueden

luchar contra las furias”.

“Si aparecen, lo intentaremos”.

Sacudiendo la mano, di un paso atrás. “Morirán en el intento. Esas cosas… bueno, viste

de lo que son capaces. Si vienen sólo quítense de su camino”.

“¿Qué?”, la incredulidad se filtraba en su tono.

“No quiero que gente muera por nada”.

“¿Morir por nada?”

“Sabes que seguirán volviendo y no quiero que alguien muera cuando todo parece…

inevitable”.

La inhalación que tomó fue tan brusca que fue audible en la pequeña sala. “¿Estás

diciendo que tu muerte es inevitable, Alex?”

Empujé el saco de boxeo una vez más. “No sé lo que estoy diciendo. Olvídalo.”

“Algo… algo en ti es diferente”.

El deseo de huir de la habitación me llenó, pero en cambio lo encaré. Miré mis palmas.

Las marcas seguían ahí. ¿Por qué seguía mirándolas como si fueran a desaparecer o

algo? “Han pasado muchas cosas, Aiden. No soy la misma persona.”

“Eras la misma el día que te enteraste de lo de tu papá”, dijo, sus ojos volviéndose del

color de la tormenta.

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Mi estómago se llenó de ira que zumbaba por mis venas. “Esto no tiene nada que ver

con esto”.

Aiden se quitó de la pared, sus manos salieron de sus bolsillos. “¿Qué es esto?”

“¡Todo!”, me clavé los dedos en las palmas. “¿Cuál es el punto de todo esto? Pensemos

hipotéticamente por un segundo, ¿quieres? Digamos que Telly o quien sea no se las

arregla para esclavizarme o matarme y que las furias no me hacen trizas. De todas

formas cumpliré 18. ¿Así que cuál es el punto? Quizás debería irme”. Fui hasta donde

había dejado mi bolso. “Quizás Lucian me deje ir a Irlanda o algo. Me gustaría conocerla

antes de…”

Aiden me agarró del antebrazo, girándome hasta que lo encaré. “Dijiste que tenías que

quedarte en el Covenant para poder graduarte porque necesitabas convertirte en

Centinela más que cualquier otra persona en la habitación”. Su voz se hizo más grave

mientras sus ojos buscaban intensamente los míos. “Eras apasionada. ¿Eso ha

cambiado?”

Tiré de mi brazo pero él me sostuvo. “Quizás.”

Las mejillas de Aiden se ruborizaron. “¿Así que te vas a rendir?”

“No creo que sea rendirme. Llámalo… aceptar la realidad.” Sonreí, pero se sentía falsa.

“Eso es pura mierda, Alex”.

Abrí mi boca pero nada salió. Había peleado por quedarme en el Covenant para

convertirme en Centinela. Y en el fondo todavía quería serlo por mi mamá, por mí, pero

ya no estaba segura de que era lo que necesitaba. O con lo que podía estar de acuerdo,

siendo honesta conmigo misma. Después de ver esos sirvientes tirados en el piso y que a

nadie le importara… nadie los ayudó.

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No estaba segura de poder ser parte de nada de esto.

“Nunca has sido de las que se revuelcan en la autocompasión cuando las cosas se ponen

difíciles”.

Mi mandíbula chasqueó. “No me estoy revolcando en la autocompasión, Aiden.”

“¿En serio?” dijo muy suavemente. “¿Así como no te estás conformando con Seth?”

Oh, dioses míos, no quería oír esto. “No me estoy conformando”. Mentirosa, susurró

una voz malvada en mi cabeza. “No quiero hablar de Seth”.

Desvió la mirada por un segundo y luego se concentró en mí otra vez. “No puedo creer

que le hayas perdonado lo que… lo que te hizo”.

“Eso no fue culpa suya, Aiden. Seth no me dio el brebaje. No me forzó…”

“¡De todas formas no debió hacerlo hecho!”

“No voy a hablar contigo de esto”. Empecé a alejarme.

La mano a su lado se apretó. “¿Así que todavía estás… con él?”

Parte de mí se preguntaba qué le había pasado al Aiden que me había acunado en sus

brazos cuando le conté lo de mi padre. Había sido más fácil lidiar con esa versión. Pero

de nuevo, yo tampoco me estaba comportando como la persona que era antes. Y a una

parte de mí le gustaba la forma en la que dijo ‘él’; como si el mero nombre le hacía

querer golpear algo. “Define ‘con’, Aiden.”

Me miró boquiabierto.

Erguí mi cabeza. “¿Te refieres a si estoy tonteando con él o si somos sólo amigos? ¿O te

referías a si estamos durmiendo juntos?”

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Entrecerró sus ojos hasta que las rendijas brillaron de plata salvaje.

“¿Y por qué preguntas, Aiden?”, tironeé y él me soltó. “Cualquiera que sea la respuesta

ni siquiera importa”.

“Sí importa”.

Pensé en las marcas y en lo que significaban. “No tienes ni idea. No importa. Es el

destino, ¿recuerdas?” Intenté coger mi bolso pero me volvió a agarrar. Alcé la mirada,

exhalando suavemente. “¿Qué quieres de mí?”

La comprensión llenó su expresión, dulcificando el matiz de sus ojos. “Tienes miedo”.

“¿Qué?”, me reí, pero sonó como un graznido nervioso. “No estoy asustada”.

Los ojos de Aiden se desviaron por encima de mi cabeza y la determinación se asentó en

sus ojos. “Sí. Lo estás.” Sin decir nada más, me giró y me empujó hacía la cámara de

privación sensorial.

Puse ojos como platos. “¿Qué haces?”

Siguió arrastrándome hasta que nos detuvimos frente a la puerta. “¿Sabes para qué usan

esto?”

“Hmm, ¿para entrenar?”

Aiden bajó la mirada a mí, sonriendo tensamente. “¿Sabes cómo entrenaban los

guerreros antiguos? Solían pelear a Deimos8 y Fobos9, quienes usaban los peores

temores de los guerreros contra ellos en la batalla.”

“Gracias por la lección rarita de historia de los dioses, pero…”

8 También conocido como Dimo, era hijo de Ares -el dios de la guerra- y hermano de Fobos, y representa el terror.

9 La personificación del temor y el miedo, hermano de Dimo e hijo de Ares.

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“Pero ya que los dioses del Miedo y el Terror no han estado por aquí en un tiempo,

crearon esta cámara. Se cree que pelear usando sólo tus otros sentidos para guiarte es la

mejor manera de afilar sus habilidades y encarar tus miedos”.

“¿Miedo de qué?”

Abrió la puerta y un hoyo negro nos saludó. “Cualquier miedo que te esté reteniendo”.

Me pare en mis pies. “No tengo miedo”.

“Estas aterrorizada”.

“Aiden, estoy a dos segundo de…” Mi propio grito de sorpresa me sobresaltó mientras él

me arrastraba al interior de la cámara, cerrando la puerta tras él; sumiendo la habitación

en las sombras. La respiración se heló en mi garganta. “Aiden… no puedo ver nada”.

“Ése es el punto”.

“Bueno, gracias, Capitán Obvio”. Tanteé ciegamente, pero sólo sentí aire. “¿Qué esperas

que haga aquí dentro?” Tan pronto como la pregunta salió de mis labios, me asaltaron

todas las imágenes totalmente inapropiadas de todas las cosas que podríamos hacer

aquí.

“Pelear”.

Ok, eso apestaba. Inhalé, sintiendo la esencia de picante y a océano. Suavemente,

levanté mi mano. Mis dedos rozaron algo duro y cálido… ¿su pecho? Pero luego no había

más que vacío. Oh dioses, esto no iba a ser bueno.

De repente, atrapó mi brazo y me giró. “Ponte en posición”.

“Aiden, realmente no quiero hacer esto ahora mismo. Estoy cansada y me patearon el…”

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“Excusas”, dijo, su respiración peligrosamente cerca de mis labios.

Me bloqueé.

Su mano desapareció. “Ponte en posición”.

“Lo estoy”.

Aiden suspiró. “No, no lo estás”.

“¿Cómo lo sabes?”

“Puedo saberlo. No te has movido”, dijo. “Ahora ponte en posición”.

“Jesús, ¿eres como un gato que puede ver en la oscuridad o algo?” Cuando no

respondió, gemí y me puse en posición: brazos a media altura, y pies en su lugar. “Ya”.

“Necesitas encarar tus miedos, Alex”.

Entorné los ojos pero no vi nada. “Creí que dijiste que era intrépida”.

“Normalmente lo eres”. De repente, estaba justo frente a mí y su olor me distraía. “Que

es por lo que estar asustada ahora es tan duro para ti. Tener miedo no es una debilidad,

Alex. Sólo es un signo de algo que debes superar”.

“El miedo es una debilidad”. Esperando que todavía estuviera frente a mí, decidí seguirle

el juego. Lancé un codazo pero no estaba ahí. Y luego estaba en mi espalda, su

respiración bailando en mi cuello. Me giré, jadeando por aire. “¿Tú a qué le temes?”

Un whoosh de aire y estaba detrás de mí de nuevo. “Esto no es acerca de mí, Alex.

Tienes miedo de perderte a ti misma”.

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“Claro que no. ¿Qué estaba pensando?”, me giré, maldiciendo cuando se esfumó. Esto

me estaba mareando. “¿Así que por qué no me dices de lo que tengo miedo, oh-don-sin-

miedo?”

“Tienes miedo de transformarte en algo que no puedes controlar”. Tomó mi brazo

mientras me giraba siguiendo el sonido de su voz. “Eso te aterroriza”. Me dejó ir,

retrocediendo.

Tenía razón, y por eso ira y vergüenza me inundaron. En la oscuridad que me rodeaba

había una mancha más gruesa que el resto. Me tiré a él. Anticipando el movimiento, me

tomó por los hombros. Lo golpeé, dándole en el estómago y el pecho.

Aiden me empujó.

“Estás furiosa porque tengo razón”.

Un sonido ronco salió de mi garganta. Cerré mi boca y golpeé de nuevo. Mi codo le dio a

algo. “Un Centinela nunca tiene miedo. Ellos nunca huirían de sus problemas”.

“¿Estás huyendo de tus problemas, Alex?”

El aire se agitó a mi alrededor y salté, perdiendo por poco lo que seguramente era una

perfecta barrida. “¡No!”

“No lo parecía, dijo. “Querías aceptar la oferta de Lucian. ¿Visitar Irlanda?”

“Yo… estaba…” Maldita sea, odiaba cuando tenía razón.

Aiden se rió desde la oscuridad.

Seguí el sonido. Yendo demasiado lejos, demasiado enfrascada en mi ira, perdí el

equilibro cuando ataqué. Aiden cogió mi brazo, pero ninguno de los dos pudo ponerse

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en pie en la oscuridad. Cuando caí, él se vino conmigo. Aterricé de espaldas, con Aiden

justo encima de mí.

Cogió mis muñecas antes de que pudiera golpearlo de nuevo, sujetándolas sobre mi

cabeza bajo la estera. “Siempre dejas que las emociones saquen lo peor de ti, Alex.”

Traté de quitármelo, no confiando en poder hablar. Un sollozo me estaba subiendo por

la garganta mientras me retorcía bajo él, arreglándomelas para liberar una pierna.

“Alex”, me advirtió suavemente. Me presionó y cuando tomó aire, su pecho se elevó con

el mío. En la oscuridad pura de la cámara de privación sensorial, su respiración estaba

cálida contra mis labios. No me atreví a moverme. Ni un milímetro.

Su agarre en mis mulecas se aflojó y su mano se deslizó por mi hombro, acunando mi

mejilla. Mi corazón intentaba salirse de mi pecho en esos segundos y todos mis músculos

se congelaron con anticipación. ¿Iba a besarme? No. Mi labio estaba vuelto nada, pero si

lo hacía sabía que no podría detenerlo y eso estaba tan mal. Escalofríos descendieron

por mi espalda y me relajé bajo él.

“Está bien tener miedo, Alex”.

Liberé mi mano, queriendo alejarme de él tanto como quería quedarme justo donde

estaba.

“Pero no tienes nada que temer”. Bajó mi mentón con dedos gentiles. “¿Cuándo vas a

entenderlo?”, su voz era grave, ronca. “Eres la única persona que tiene el control sobre

lo que te convertirás. Eres demasiado fuerte para perderte alguna vez a ti misma. Lo

creo. ¿Por qué tú no?”

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Mi respiración era temblorosa. Su fe en mí era mi perdición. El nudo en mi pecho podría

levantarme de la estera. Pasaron varios segundos hasta que pude hablar. “¿Tú a qué le

temes?”, pregunté de nuevo.

“Creí que una vez dijiste que yo no le temía a nada”, se echó hacia atrás.

“Lo hice”.

Aiden se movió ligeramente y su pulgar acarició la curva de mi mejilla. “Le tengo miedo a

algo”.

“¿A qué?”, susurré.

Inspiró profunda, temblorosamente. “Tengo miedo de nunca poder sentir lo que siento”.

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Capítulo 7

Traducido y corregido por: NatyLRJ

El aire se tensó mientras intentaba respirar. Deseaba poder ver su rostro, sus ojos.

Quería saber qué estaba pensando en este mismo momento, quería tocarlo. Pero me

quedé acostada, mi corazón era la única parte de mí que se movía.

Su pulgar rozó mi mejilla una vez más. “Eso es lo que me da miedo”. Luego se quitó de

encima de mí. Retrocedió, la estera moviéndose bajo sus pasos inestables. “Estaré en la

otra sala de entrenamiento cuando estés lista… para volver a tu habitación”.

Hubo un breve flash de luz del exterior de las salas de entrenamiento cuando abrió la

puerta y luego la oscuridad me cubrió de nuevo.

No me moví pero mi cerebro pensaba a toda velocidad. Él tenía miedo de nunca poder

sentir lo que siente. Dioses, no era estúpida pero deseaba serlo. Sabía lo que él quiso

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decir y también sabía que no cambiaba una maldita cosa. Parte de mí estaba enojada

porque se atrevía a decirlo cuando todo lo que lograba era hacer mi pecho pesado con

un deseo doloroso; un deseo tan intenso que me podía aplastar bajo su peso. ¿Y por qué

admitirlo ahora cuando le había rogado que me dijera que sentía lo mismo que yo y él lo

había negado? ¿Qué había cambiado?

Y él tenía razón sobre lo otro. Estaba aterrorizada de convertirme en algo que no podía

controlar, de perderme a mí misma en el lazo, en Seth. Parecía como si incluso si

superaba todos los obstáculos en mi camino estaba ése, ése que no podía superar

siendo temeraria.

La puerta se abrió de nuevo y el murmuro suave de dos voces masculinas llenó la

habitación. Hubo una risa grave y profunda mientras la estera se hundía bajo sus pies.

Pude haber dicho algo pero estaba demasiado inmersa en mis propios pensamientos

como para susurrar siquiera una palabra.

Un segundo después, pies se enredaron en mis piernas y se oyó un aullido de sorpresa.

La estera se deslizó mientras el cuerpo caía medio echado sobre mí. Dejé salir un

“jumm” y quité las manos de mi pecho.

“¡Dioses, Alex!”, exclamó Luke, quitándose de encima y sentándose. “Hades santo, ¿qué

haces aquí?”

“¿Cómo supiste que era yo sólo tocando mis pechos?”, gruñí, echando un brazo sobre mi

rostro.

“Es un superpoder”.

“Wow”.

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Lucas resopló. Sentí la estera deslizarse cuando él encaró a su misterioso compañero.

“Hey”, dijo Lucas, “¿puedes dejarnos unos minutos?”

“Claro. Como sea”, respondió el chico, yendo hacia la puerta. La voz me era muy familiar

pero aunque lo intenté con todas mis fuerzas, no logré ubicarla.

“Pervertido”, dije. “¿Para qué has estado usando éstas salas, Luke? Qué travieso.”

Se rio. “Algo mucho más entretenido y normal que para lo que tú las has usado. Tú eres

la que está acostada en una sala de privación sensorial como una anormal. ¿Qué haces

tú aquí? ¿Haciendo planes contra el Covenant? ¿Meditando? ¿Dándote placer?”

Hice una mueca. “¿No tienes nada mejor que hacer?”

“Pues sí”.

“Entonces vete. Esta sala ya está ocupada”.

Luke suspiró. “Estás siendo ridícula”.

Encontré eso divertido considerando que él no tenía idea de por qué estaba sola como

una “anormal” en la sala de privación. Luke no tenía idea de qué había pasado aquí

dentro. Probablemente pensaba que me estaba escondiendo de todo el mundo o

teniendo alguna clase de ataque nervioso. Eso último todavía estaba colgando en el aire

y podía ser una posibilidad. Si Caleb me hubiera encontrado, lo habría sabido. Tomé una

respiración brusca.

Extrañarlo no se estaba haciendo más fácil, me di cuenta de repente.

“Apesta no tener amigos, ¿verdad?”, Luke preguntó luego de algunos segundos.

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Fruncí el ceño. “Sabes, gracias a dios no te puedes volver un terapista porque realmente

apestas en eso de hacer a la gente sentir mejor con ellos mismos”.

“Pero tú sí tienes amigos”, continúo como si no hubiera dicho nada. “Sólo parece que

nos has olvidado”.

“¿A quiénes?”

“A mí.”, Luke se estiró a mi lado. “Y también está Deacon. Y Olivia.”

Resoplé. “Olivia me odia”.

“No, ella no te odia”.

“Pura mierda”. Dejé caer mi brazo, encarándolo en la oscuridad. “Me culpa por la

muerte de Caleb. La oíste el día de su funeral y ayer en el pasillo.”

“Está dolida, Alex”.

“¡Yo también lo estoy!”, me senté, cruzándome de piernas.

La estera tembló cuando Luke rodó de lado. “Amaba a Caleb. Tan impráctico como eso

es para cualquiera de nosotros, lo amaba”.

“Y yo. Él era mi mejor amigo, Luke. Me culpa por la muerte de mi mejor amigo.”

“Ya no te culpa”.

Eché hacia atrás los cabellos que se salieron de mi cola de caballo. “¿Desde cuándo?

¿Desde las últimas 24 horas?”

Impertérrito, Luke se sentó y de alguna manera encontró mi mano en la oscuridad. “Ése

día que te buscó en el pasillo quería disculparse.”

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“Eso es gracioso porque recuerdo que dijo algo como que yo necesitaba controlar mi

dolor.” No quité mi mano de la suya porque se sentía bien que alguien me tocara sin que

algo rarito pasara. “¿Es esa una nueva forma de disculparse que desconozco?”

“No sé en qué estaba pensando. Quería disculparse, pero tú no dejabas de hablarle”,

Luke explicó suavemente. “Perdió el control. Fue una perra. Olivia lo sabe. Y golpearla en

frente de todo el mundo tampoco ayudó.”

La vieja Alex se habría reído de eso pero no me hacía sentir bien.

“Necesitas hablar con ella, Alex. Ambas se necesitan”.

Liberé mi mano y me puse en pie rápidamente. La sala de repente se sentía sofocante,

inaguantable. “No la necesito ni a ella ni a nadie”.

Luke estaba junto a mí en un segundo. “Y esa es probablemente la cosa más infantil que

has dicho alguna vez.”

Entrecerré mis ojos en su dirección. “Y tengo algo todavía más infantil para decirte. Estoy

a dos segundos de golpearte.”

“Eso no es muy amable”, Luke se burló, caminando a mi alrededor. “Necesitas amigos,

Alex. Por muy sexy que sea Seth, no puede ser tu único amigo. Necesitas alguien con

quien puedas llorar, alguien que no esté intentando meterse en tus pantalones.

Necesitas alguien que quiera estar cerca de ti no por lo que eres sino por quién eres.”

Mi mandíbula llegó hasta la estera. “Wow”.

Luke debió haber sentido mi respuesta atónita porque se rio. “Todo el mundo sabe lo

que eres, Alex. Y la mayoría creen que es súper genial. Lo que no creen que es genial –y

la razón por la que te están evitando- es tu actitud. Todo el mundo entiende que estás

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en duelo por Caleb y por lo que le pasó a tu mamá. Lo entendemos, pero eso no significa

que tengamos que tolerar que actúes como una perra constantemente.”

Abrí mi boca para decirle a Luke que no era la que se estaba portando como una perra,

que eran todos los que me habían tratado como un perro de tres cabezas desde que

había vuelto –e incluso antes de eso- pero nada salió. A parte de pasar tiempo con Seth

me había aislado de todo el mundo.

Y a veces era una persona horrible. Tenía mis razones –buenas razones- pero eran sólo

excusas. Un pecho se asentó en mi pecho.

En el silencio y la oscuridad rodeándonos, Luke me encontró y envolvió sus brazos

alrededor de mis tiesos hombros. “Bueno, quizás sí tenemos que tolerarlo un poquito.

Eres un Apollyon, después de todo.” Podía oír la sonrisa en su voz. “E incluso si has sido

una gran perra, aun te amamos y estamos preocupados”.

Se armó un nudo en mi garganta. Intenté contenerlo, pero sentí las lágrimas escociendo

mis ojos mientras mis músculos se relajaban. Mi cabeza encontró de alguna manera su

hombro y él me dio palmaditas tranquilizadoras en la espalda. Por un momento me

permití creer que Luke era Caleb y en mi cabeza pretendí que le contaba todo lo que

había pasado. Mi Caleb imaginario me sonrió, me apretó más fuerte y me ordenó dejar

de arruinar mi vida; dijo que sin importar lo que había pasado y todo lo que había

aprendido, el mundo no había terminado y no iba a hacerlo.

Y por ahora, eso parecía bastar.

Aiden me estaba esperando cuando finalmente salí de la sala de privación sensorial. No

dijo nada mientras salíamos. Ambos ya habíamos dicho demasiado, probablemente. No

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había incomodidad entre nosotros pero había un vasto sentido de… incertidumbre.

Aunque quizás era yo proyectando mis sentimientos en él.

Caminamos por el pasillo hacia los dormitorios. El viento levantaba arena y había un

sentimiento frío y húmedo en el aire mientras nos acercábamos al jardín.

Dos chicos puros estaban mirando fijamente la estatua en mármol de Apolo alcanzando

a Daphne cuando se convertía en árbol. Uno le dio un codazo al otro. “Hey, mira. Apolo

está teniendo una erección”.

Su amigo se rio. Yo rodé mis ojos.

“Alex”. Había algo en la voz de Aiden, una aspereza que me dijo que lo que sea que

estaba a punto de decir sería poderoso. Su mirada se movió a mi rostro, luego detrás de

mí. “¿Qué diablos?”

No era lo que estaba esperando.

Aiden pasó por mi lado, enfocado únicamente en algo que no era yo. Maldita sea. Me

giré. “Tú no… oh”.

Ahora había visto lo que había interrumpido a Aiden.

Dos mestizos cargaban a un Jackson apenas consciente –un Jackson apenas reconocible-.

Se veía como si se hubiera despertado en el lado equivocado de una golpiza10. Cada

centímetro visible de su piel estaba magullada o ensangrentada, sus ojos cerrados, sus

labios partidos y la marca profunda que le cruzaba la mejilla se veía sospechosamente

como una bota.

10

Es un juego de palabras. En vez que decir “se despertó del lado equivocado de la cama”, dice que se despertó del lado equivocado de una golpiza.

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“¿Qué le pasó?”, exigió Aiden, tomando el lugar de uno de los mestizos y prácticamente

soportando todo su peso.

El mestizo negó con la cabeza. “No lo sé. Lo encontramos así en el patio”.

“Y-yo… me caí.” Dijo Jackson, sangre y saliva goteando de su boca. Creo que había

perdido algunos dientes.

Una expresión llena de dudas pasó por el rostro de Aiden. “Alex, por favor vete

directamente a tu dormitorio”.

Asintiendo con la cabeza silenciosamente, me quité del camino. Todavía estaba enojada

con Jackson. Había tratado de pisarme la cabeza, pero lo que le habían hecho era

horrible y calculado. Comparado con el puño que Aiden le había dado cuando Jackson

había…

Mis ojos abiertos como platos encontraron los de Aiden por un segundo antes de que se

llevara a Aiden hacia el edificio médico. La conversación que tuve con Seth me vino a la

mente.

“¿Y con quién luchaste?”, me había preguntado.

“Siempre me emparejan con Jackson.”

Dioses, Seth había hecho esto.

Parecía que Seth me estaba evadiendo la mayor parte del tiempo, probablemente por el

incidente con el sándwich. Nuestras prácticas eran o canceladas o consistían en trabajar

en mis barreras mentales. Durante toda una semana siempre que lo veía le pregunté por

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Jackson. Él, con una mirada sorprendida, me decía que no lo había hecho. Yo no le creía

y se lo había dicho tal cual.

Me había mirado con el hermoso rostro en blanco y dicho: “¿Por qué haría tal cosa?”

No quería creer que lo había hecho porque quien sea que se lo había hecho a Jackson lo

había dejado fuera de combate por mucho tiempo. Su mandíbula estaba cerrada con

alambres y había oído que iba a necesitar bastante ayuda con sus dientes. Incluso

aunque sanaría más rápido que un mortal sabía que no iba a decir nada. El tipo parecía

muerto del susto.

E incluso si no quería creer que había sido Seth no podía dejar mis sospechas. ¿Quién

más le haría algo así a Jackson? Seth tenía un motivo, uno que me ponía enferma. Si lo

había hecho había sido por lo que él me había hecho en clase, pero ¿cómo podría hacer

algo tan… violento, tan inestable? Esa pregunta me atormentaba.

Lo bueno era que la mala vibra que se me había pegado a la piel como una manta se

había desvanecido. Una pequeña parte de mí extrañaba la compañía de Seth en las

tardes y la forma en que siempre se las arreglaba para convertirme en una almohada

humana por las noches, pero había otra parte de mí que se sentía algo aliviada. Como si

no se esperaba nada más de mí.

Incluso aunque nadie intentó matarme o drogarme, Linard y Aiden todavía me seguían. Y

cuando estaban ocupados era la enorme sombra de Leon la que me seguía. Me había

acostumbrado a pasar el tiempo en las salas de entrenamiento en los días en que Seth y

yo no entrenábamos. Sabía que Aiden me encontraría eventualmente ahí. No volvimos a

hablar de nuestros miedos, sino que sólo… tonteábamos… en la sala de entrenamiento.

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Sonaba ridículo pero era como en los viejos tiempos, antes de que todo se volviera tan

complicado. A veces Leon se nos aparecía. Nunca parecía sorprendido o sospechar algo.

Ni siquiera la última vez, cuando habíamos estado sentados recostados en la pared

discutiendo si los fantasmas existían o no.

Yo no creía en fantasmas.

Aiden sí.

Leon creía que ambos éramos unos idiotas.

Pero maldita sea, realmente lo deseaba. El sentarnos ahí y hablar. Sin entrenar. Sin

intentar usar Akasha. Esos momentos con Aiden, incluso cuando Leon se nos unía, eran

mi momento favorito del día.

No había vuelto a ahogar a Olivia pero las cosas estaban realmente incómodas entre

nosotras cuando la volví a ver, no que me hubiera sorprendido. Pero sí empecé a

almorzar con Seth en la cafetería. Al siguiente día Luke se nos unió, luego Elena y

finalmente Olivia. No hablábamos, pero tampoco nos gritábamos ni nada por el estilo.

Algunas cosas no cambiaron, sin embargo. Las vacaciones mortales de Navidad y Año

Nuevo pasaron rápidamente junto con la mayor parte de enero. La mayoría de los puros

seguían esperando que todos los mestizos se convirtieran en malvadas criaturas chupa-

aether y los atacaran. Deacon, e hermano de Aiden, era uno de los pocos que se atrevía

a sentarse junto a nosotros en clase o a hablarnos por el campus. Otra cosa que no había

cambiado era mi incapacidad para escribirle una carta a mi padre. ¿Qué debía decir? No

tenía idea. Todas las noches en las que estaba sola empezaba la carta y luego la

descartaba. Bolas de papel llenaban todo el piso de mi habitación.

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“Sólo escribe lo que sientes, Alex. Le estás dando muchas vueltas”, me había dicho Aiden

luego de que me había quejado. “Sabes que está vivo desde hace dos meses. Sólo tienes

que escribir sin pensarlo”.

¿Dos meses? No parecía ser tanto tiempo. Y eso significaba que tenía poco más de un

mes antes de Despertar. Quizás estaba tratando de hacer que el tiempo se detuviera. De

todas formas, mis sentimientos estaban a flor de piel y si mi padre era tan competente

como yo creía no quería que supiera que tenía problemas.

Así que después de practicar con Seth, recogí mi cuaderno y fui hacia una de las salas de

recreación más vacías. Arrunchándome en la esquina de un sofá rojo brillante, miré

fijamente la página en blanco y mordí un extremo del lápiz.

Linard se hizo en la puerta, viéndose aburrido. Cuando me pilló mirándolo, hice una

mueca y seguí mirando las líneas azules del papel. Luke me interrumpió un par de veces

tratando de que participara en un juego de hockey aéreo.

Cuando su sombra se posó en el cuaderno de nuevo, gemí. “No quiero…”

Olivia estaba frente a mí usando un espeso suéter de cachemir por el que empecé a

babear de inmediato. Sus ojos cafés estaban abiertos como platos.

“Uh… disculpa”, dije. “Creí que eras Luke”.

Se pasó una mano por su cabello ondulado. “¿Está intentando hacer que juegues skee

ball11?”

“No. Ahora está jugando air hockey”.

11

Es un juego arcaico tradicional parecido al boliche.

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Su risa sonó nerviosa cuando miró al grupo de los juegos arcaicos. Luego cuadró sus

hombros mientras señalaba el espacio al lado mío. “¿Puedo sentarme?”

Mi estómago dio un vuelco.

“Sí, si quieres.”

Olivia se sentó, pasando sus manos por piernas enfundadas en jeans. Pasaron varios

momentos entre nosotras en silencio. Ella fue la primera en romperlo. “¿Cómo… cómo

has estado?”

Era una pregunta capciosa y mi risa salió ahogada y dura. Llevé el cuaderno a mi pecho

mientras miraba a Luke. Él estaba pretendiendo no habernos visto.

Ella dejó escapar un suspiro y empezó a levantarse. “Está bien. Supongo…”

“Lo siento”. Mi voz baja, las palabras roncas. Sentí mis mejillas arder pero me obligué a

continuar. “Lamento todo, especialmente lo que pasó en el pasillo”.

Olivia apretó sus piernas. “Alex…”

“Sé que amabas a Caleb y que sólo estaba pensando en mi propio dolor”. Cerré mis ojos

y tragué el nudo en mi garganta. “Realmente desearía volver y cambiar esa noche. He

pensado un millón de veces en las cosas que pude haber hecho diferente.”

“No deberías… hacerte eso”, dijo suavemente. “Al principio no quise saber lo que

realmente había pasado, ¿sabes? Los detalles, quiero decir. Yo sólo no pude… lidiar con

eso por un tiempo, pero finalmente hice que Lea me contara todo hace como una

semana”.

Me mordí el labio sin saber qué decir. No había aceptado mi disculpa pero al menos

estábamos hablando.

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Tomó aliento, sus ojos brillando. “Me dijo que Caleb la salvó. Que tú estabas luchando

contra otro daimon y que si él no la hubiera agarrado, ella habría muerto.”

Asentí, apretando el cuaderno. Recuerdos de esa noche me inundaron, de Caleb

pasando frente a mí.

“Fue muy valiente, ¿verdad?”, su voz se quebró.

“Sí”, acordé apasionadamente. “Ni siquiera lo dudó, Olivia. Fue tan rápido y muy bueno,

pero el daimon… fue más rápido.”

Parpadeó varias veces, sus pestañas húmedas. “¿Sabes?, él me contó lo que pasó en

Gatlinburg. Todo por lo que tuvieron que pasar y cómo lo sacaste de esa casa”.

“Fue suerte. Ellos, mi mamá y los otros, empezaron a pelarse. No hice nada especial.”

Olivia ahí me miró.

“Pensaba lo mejor de ti, Alex.” Hizo una pausa, riéndose calladamente. “Cuando

empezamos a salir te tenía celos. Era como si yo no pudiera igualar todo lo que ustedes

tenían. Caleb te amaba de verdad”.

“Yo también”, respiré hondo. “Y él te amaba, Olivia”.

Su sonrisa era aguada. “Supongo que necesitaba culpar a alguien. Pudo haber sido Lea o

los Guardias que fallaron en no dejar que los daimons entraran. Es sólo que tú eres una

fuerza imparable, eres un Apollyon.” Rizos elásticos se mecieron cuando negó con la

cabeza. “Y…”

“Todavía no soy un Apollyon. Pero entiendo a lo que te refieres. Lo lamento.” Apreté el

alambre del cuaderno. “Sólo desearía…”.

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“Y yo lo siento.”

Alcé mi cabeza hacia ella.

“No fue tu culpa. Y fui una perra por culparte. Ése día en el pasillo quería disculparme

pero todo salió mal. Y sé que Caleb me odiaría por culparte. No debí haberlo hecho en

primer lugar. Estaba tan dolida. Lo extrañaba tanto”. Su voz se quebró y se giró,

respirando hondo. “Sé que son sólo excusas pero no te culpo”.

Lágrimas obstruyeron mi garganta.

“¿No lo haces?”

Olivia negó con la cabeza.

Quería abrazarla pero no sabía si eso estaría bien. Quizás era demasiado pronto.

“Gracias”. Había más cosas que quería decir pero no podía encontrar las palabras.

Cerró sus ojos. “¿Quieres oír algo gracioso?”

Parpadeé. “Aja.”

Girándose, me sonrió aunque lágrimas brillaban en sus ojos. “El día después de que

Jackson y tú tuvieron esa pelea todo el mundo estaba hablando de eso en la cafetería.

Cody iba pasando por ahí y dijo algo estúpido. No recuerdo qué, probablemente algo

sobre cuán genial es ser un puro.” Puso los ojos en blanco. “De todas formas, Lea se

puso en pie y le echó en la cabeza su plato entero de comida.” Una carcajada se escapó.

“Sabía que no debía reírme pero ojalá lo hubieras visto. Fue divertidísimo”.

Boqueé como un pez fuera del agua. “¿En serio? ¿Qué hizo Cody? ¿Lea se metió en

problemas?”

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“Cody empezó a insultarnos, diciendo que éramos un montón de paganos o algo así de

patético. Creo que le escribieron y la hermana de Lea no estaba muy contenta que

digamos”.

“Wow. No parece algo que Lea haría.”

“Está algo cambiada”. Olivia se tranquilizó. “Tú sabes, después de todo. No es la misma.

De todas formas, hay algunas cosas que necesito hacer, pero me… me alegro de que

hayamos hablado”.

Encontré su mirada y sentí que parte de la tensión desaparecía. No sería como antes, no

por un tiempo. “Yo también”.

Pareció aliviada cuando sonrió. “¿Te veo mañana en la cafetería para almorzar?

“Por supuesto. Ahí estaré.”

“Voy a irme la siguiente semana con mi mamá por las vacaciones de invierno. Hay unos

asuntos del Concejo que tiene que atender y quiere que vaya con ella, pero cuando

vuelva ¿podemos hacer algo? ¿Quizás ver una película o pasar el rato?”

Mientras que los mortales tenían las vacaciones de invierno en la semana de Navidad,

nosotros las teníamos durante todo el mes de febrero en celebración de las

Antesterias12. En los viejos tiempos el festival sólo duraba tres días y todo el mundo se

emborrachaba en honor a Dionisio. Era como el día de Todos los Santos y un Carnaval

unidos en una gran orgía. En algún punto los puros lo habían extendido a un mes entero,

se habían tranquilizado y lo habían llenado de sesiones del Concejo. Esclavos y sirvientes

12

Fueron un festival celebrado durante tres días del mes Antesterión -finales de febrero e inicios de marzo en nuestro calendario- en honor de Dionisio (Baco) en Atenas.

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solían poder participar, pero eso también había cambiado. “Sí, eso sería genial. Me

encantaría”.

“Bien. Te avisaré.” Olivia se levantó para irse pero se detuvo en la puerta. Girándose, me

dio una pequeña seña con la mano y una sonrisa tentativa antes de salir.

Miré mi cuaderno.

Algo del dolor y culpa que se me habían pegado después de la muerte de Caleb se

habían ido. Tomé una bocanada de aire y garabateé una nota corta para Laadan,

diciéndole que no se preocupara por el asunto de la bebida y agradeciéndole por lo de

mi padre. Luego escribí dos frases más bajo el breve párrafo:

Por favor dile a mi padre que lo AMO. Solucionaré esto.

Más tarde esa noche, sellé la carta y se la di a Leon, que estaba fuera de mi dormitorio,

con instrucciones explícitas de dársela a Aiden.

“¿Puedo preguntar por qué le estás pasando notas a Aiden?”, miró la carta como si fuera

una bomba.

“Es una nota romántica. Le estoy pidiendo que encierre en un círculo ‘si’ o ‘no’ si le

gusto”.

Leon me inmovilizó con una mirada insulsa, pero metió la nota en su bolsillo trasero. Le

di una sonrisa descarada antes de cerrar la puerta. Sentí como si un camión hubiera sido

quitado de mis hombros ahora que había escrito la carta. Girándome, me precipité hacia

el computador de escritorio. Mis pies desnudos se golpearon contra algo duro y pesado.

“¡Auch!”, saltando en una pierna, bajé la mirada. “Oh, dioses, soy tan estúpida”.

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El libro de Mitos y Leyendas me miró. Me agaché y lo cogí. De alguna forma, en medio

de toda esa locura me había olvidado de él. Sentándome, abrí la cosa llena de polvo y

empecé a buscar la sección que Aiden había mencionado en Nueva York.

No tuve éxito en la parte escrita en inglés. Suspirando, fui al inicio del libro y pasé las

hojas cubiertas de lo que parecía galimatías para mí. Mis dedos se detuvieron como cien

páginas después, no porque reconociera algo en la escritura, sino porque reconocí un

símbolo en la parte superior de la página.

Era una antorcha boca abajo.

Había varias páginas escritas en griego antiguo completamente inútiles para mí.

Deberían estar enseñando eso en vez de trigonometría en el Covenant, pero ¿qué sabía

yo? De nuevo, a los puros sí se les enseñaba.

Aiden la sabía, algo nerd de una forma totalmente sexy.

Si pudiera encontrar más cosas sobre la Orden, entonces quizás podría conseguir la

evidencia para probar que había algo realmente mal acerca de Telly y Romvi. No estaba

cien por ciento segura de que tuviera algo que ver con lo que había pasado, pero eso era

mucho mejor que la sugerencia de Seth.

Lo último que necesitaba era una sublevación… o a cualquiera de nosotros matando a

otro pura-sangre.

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Capítulo 8

Traducido y corregido por: NatyLRJ

Más tarde esa noche, cuando estaba medio dormida, oí el familiar click de mi puerta

abriéndose. Me apoyé en el codo, quitándome el desorden de cabello del rostro. El leve

temblor que me bajó por la espina dorsal me anunció que era Seth. Los seguros no

tenían nada que hacer con él; o los derretía o usaba el elemento aire para abrirlos desde

el otro lado.

Se detuvo justo bajo el umbral. Sus ojos eran un brillo tenue leonado en la oscuridad.

Sorprendida de verlo, me tomó unos segundos poder decir algo. “No deberías estar en

mi dormitorio a estas horas, Seth”.

“¿Acaso eso nos ha detenido antes?”, se sentó en el borde de mi cama y pude sentir su

mirada sobre mí. “Has estado de mucho mejor humor esta tarde”.

“Y yo que pensaba que estaba mejorando es eso de bloquearte”.

“Lo estás. Lo hiciste muy bien en la práctica hoy.”

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“¿Por eso estás aquí?”, oí que se quitaba los zapatos. “¿Porque ahora es menos probable

que te tire comida?”

“Quizás”. Pude oír la sonrisa en su voz.

“Estaba empezando a creer que tu cama te parecía más atractiva”.

“Me extrañaste”.

Me encogí de hombros. “Seth, sobre Jackson…”

“Ya te lo dije. No tuve nada que ver. ¿Y por qué haría yo algo tan, tan malo?”

“No sé por qué. ¿Quizás porque eres un psicópata?”

Seth se rio. “’Psicópata’ es una palabra un poco extrema. Eso sugeriría que no me siento

culpable por mis acciones”.

Arqueé una ceja. “Ése es mi punto”.

Cuando haló el cubre lecho, me deslicé y lo vi cubrirse las piernas. Se hizo de lado,

encarándome. “Sabes que tengo guardias. Sabrán que estás aquí”.

“Me crucé con Linard cuando entré”. Empujó un mechón de pelo que había caído en mi

mejilla, poniéndolo detrás de mi oreja. Su mano se quedó ahí. “Me dijo que estaba

rompiendo las reglas. Le dije que se jodiera”.

“¿Y qué respondió?”

La mano de Seth cayó en mi hombro, cubriendo la delgada tiranta de mi camiseta. El

lazo dentro de mí empezó a ronronear suavemente. “No se puso contento. Me dijo que

iba a reportárselo a Marcus”.

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Mi corazón saltó un poco. No dudaba que eso significaba que Aiden se iba a enterar,

Aiden ya debía conocer los hábitos de dormir de Seth. Nudos se formaron en mi

estómago y miré a Seth. No estoy con Aiden. No estoy con Aiden. No estoy haciendo

nada malo. La tensión todavía tensionaba mis músculos.

“No es como si Marcus pudiera evitarlo”. Se inclinó y me recostó suavemente hasta que

estuve de espaldas. Sus dedos se deslizaron bajo el tirante y temblé cuando sus ásperos

nudillos rozaron mi clavícula. “Sólo es el Decano”.

“Y mi tío”, señalé. “Dudo que le guste la idea chicos durmiendo en mi cama”.

“Hmm, pero no soy sólo cualquier chico”. Inclinó su cabeza. Su cabello cayó, tapando su

rostro. “Soy el Apollyon”.

Mi pecho aumentó bruscamente. “Las reglas… todavía se aplican a ti y a mí”.

“Ah, me acuerdo de una chica que no podría seguir ni una sencilla regla aunque su vida

dependiera de ello.” Ladeó su cabeza haciendo que su nariz rozara la mía. “Y creo que lo

que estamos haciendo, ahora mismo, es la regla menos escandalosa que has roto.”

Me ruboricé mientras ponía mis manos en su pecho, impidiendo que cruzara el par de

centímetros que nos separaban. “La gente cambia”, dije sin mucha convicción.

“Algunos sí”. Puso su brazo al lado de mi cabeza, apoyándose en él.

El lazo estaba empezando a volverse loco, demandando que le prestara atención. Los

dedos de mis pies se curvaron. “¿Viniste a hablar de las reglas que he roto o qué?

“No. De hecho tenía una razón para venir.”

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“¿Y esa es?, me retorcí incómodamente, tratando de ignorar la forma en que mi piel,

especialmente las palmas de mis manos, empezó a picar. Gracias a dios tenía una camisa

puesta.

“Dame un segundo”.

Fruncí el ceño. “¿Por qué…?”

Seth bajó su cabeza, rozando sus labios con los míos y estar atrapada entre querer cerrar

mi boca o abrirla para él era un sentimiento frustrante. Moría por estar cerca de él tanto

como moría por alejarme.

“¿Es por… por eso que viniste?” pregunté cuando alzó la cabeza.

“No era la verdadera razón”.

“¿Entonces por qué…?” Su boca interrumpió mis palabras y el beso se profundizó,

ahogando mis protestas. El lazo se intensificó mientras su mano bajaba por mi brazo,

sobre mi estómago y bajo el borde de mi camiseta.

Sonrió contra mis labios. “Tengo que viajar con Lucian durante el receso de invierno. No

volveré hasta finales de febrero.”

“¿Qué?”, el zumbido del lazo estaba volviéndose excesivo, haciendo que fuera difícil

concentrarse. Estaba algo sorprendida de que se fuera tan cerca de mi cumpleaños

número 18 porque me había imaginado que acamparía dentro de mi habitación hasta

que Despertara. “¿A dónde vas?”

“Al Covenant de Nueva York”, respondió, deslizando su otra mano dentro de mi cabello.

“Ha habido algunos problemas que demandan la atención del Concejo”.

Un poco del mareo cedió. “Quiero ir contigo. Mi padre está…”

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“No, no puedes ir. No estás segura allá.”

“No me interesa. Quiero ir. Tengo que ver a mi padre.” Por la mirada de Seth, sabía que

no estaba convenciéndolo. “Estarás ahí. Nada va a pasar. Y estaré menos segura aquí sin

ti”. Me dolió decir esas últimas palabras pero tiré el orgullo por la ventana. Ver a mi

padre era lo que importaba.

Los labios de Seth se curvaron, disfrutando ésa caricia a su orgullo. “Marcus le ha

asegurado a Lucian que estarás bien protegida. Tu querido pura-sangre se cortaría las

venas antes de permitir que algo te pasara.”

Lo miré con la boca abierta.

“¿Qué?”, subió su mano hasta que descansó bajo mis costillas. “Es la verdad. Y Leon y

Linard estarán aquí, cuidándote. Estarás bien.”

No tenía miedo de que me dejara sola. Sólo quería ver a mi padre. “Seth, tengo que ir”.

Besó mi labio inferior, que había cicatrizado sólo un poco. “No, no tienes que hacerlo. Y

no irás. Ni siquiera yo podría lograr que Lucian accediera a llevarte de nuevo a ese

agujero infernal.”

Mi mente se aceleró frenéticamente, intentando hallar una manera de convencerlo.

“Y ni siquiera pienses en escaparte porque todo el mundo espera que lo hagas. No creo

que pueda sentir mucho de ti ya que estaremos muy lejos, pero desde el momento en

que me vaya alguien te estará vigilando. Así que ni lo pienses. En serio.”

“No necesito una maldita niñera”.

“Sí, la verdad es que sí.” Sus labios encontraron mi barbilla a continuación. “La chica que

no podría seguir las reglas aunque su vida dependiera de ello todavía está dentro de ti”.

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“Eres un imbécil”.

“Me has llamado cosas peores, así que lo tomaré como un cumplido”. Sonrió aunque

sabía que sentía la furia creciendo dentro de mí.

“¿Cuándo te vas?”, pregunté, tratando de mantener mi voz firme.

“Me voy el sábado por la noche, así que estás completamente atrapada conmigo hasta

entonces”. Besó el hueco de mi garganta.

“Genial”, murmuré. Las clases se suspenderían el miércoles. Casi todos los puros se iban

a lujosas vacaciones, lo que significa que la mayoría de Guardias se irían, protegiéndolos.

Algunos de los mestizos estarían por ahí, cualquiera que todavía estuviera en contacto

con un padre mortal o uno pura-sangre. Todavía existía la posibilidad de que me pudiera

escapar, pero ¿cómo diablos iba a llegar a Nueva York? Ni siquiera tenía licencia de

conducir, pero ése era el menor de mis problemas.

Tendría que llegar a Nueva York sin que me mataran en el proceso.

Seth me besó de nuevo y debatí si halar un puñado de su cabello mientras que el lazo

hacía su mejor esfuerzo por ahogarme.

“¿Por qué tienes que ir, de todas formas?” pregunté cuando tomó una pausa.

Necesitaba algo -cualquier cosa- en la que concentrarme que calmara el lazo que se

seguía tensando y tensando.

Él entrelazó mechones de mi pelo alrededor de sus dedos. “Hay un problema con los…

sirvientes en las Catskills”.

“¿Qué?”, el miedo floreció en mi estómago, creciendo tan rápido como una mala hierba.

“¿Qué quieres decir?”

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“Algunos de ellos desaparecieron luego del ataque. Sus cuerpos no fueron encontrados y

ningún daimon escapó.” Otro beso rápido y profundo antes de que hablara de nuevo. “Y

algo parece estar mal con el elixir”.

“¿Sabes algo de los que desaparecieron?”, cogí su muñeca antes de que su mano subiera

más arriba bajo mi camiseta.

“No creo que tu padre esté entre los desaparecidos, pero apenas pueda confirmarlo te

lo haré saber”. Se inclinó y ya que yo había agarrado su muñeca no había forma de

impedírselo. “No quiero seguir hablando. Voy a estar fuera por semanas”.

Su peso me hacía extremadamente feliz y luché por poner atención. “Seth, esto… esto es

importante. ¿Qué pasó con el elixir?”

Suspiró. “No lo sé. No parece que esté funcionando tan fuertemente”.

“¿Tan fuertemente?”

“Sí, los mestizos… se están volviendo autoconscientes. Como los computadores en

Terminator”.

Extraña comparación, pero entendí a lo que se refería. Y wow, algo serio estaba

pasando. El elixir era una mezcla de hierbas y químicos que servían para mantener a los

mestizos complacientes y drogados. Sin él, dudaba que los sirvientes estuvieran muy

contentos con su vida. “Parece que aquí está funcionando”.

“Ése es el problema. Está funcionando en todas partes menos allá. El Concejo quieres

que nos aseguremos de que nada pase en Nueva York, especialmente después del

ataque.”

“¿Pero tú por qué tienes que ir?”

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“No lo sé, Alex. ¿Podemos hablar de esto luego?”, me miró, sus ojos brillando. “Hay

otras cosas que quiero hacer”.

El lazo zumbó en señal de aprobación.

“Pero…”

Seth me besó de nuevo y la mano en mi estómago hizo presión. Solté su muñeca

intentando quitármelo de encima, pero en cambio agarré su camisa. El aire alrededor de

nosotros parecía crepitar. Había algo creciendo dentro de mí, una advertencia de que el

maldito lazo estaba tramando algo para nada bueno.

Sentí el lazo surgir a la superficie antes de que abriera mis ojos. Luces azules y ámbar

emitían extrañas sombras a lo largo de la pared de mi cuarto. Me quedé paralizada por

un segundo. Era tan raro que nosotros fuéramos los responsables. Que incluso vinieran

de nosotros.

Me hizo panickear un poco.

Pero la mano libre de Seth estaba por todas partes, bajando por mi brazo, sobre mi

pierna, y nuestros lazos estaban girando juntos, conectándonos. Mis dedos aferraron su

camiseta y estaba acercándolo en un segundo y alejándolo después.

De repente, la piel bajo su palma quemó. Pequeños pinchazos de dolor me quitaron la

respiración. Sentí el murmullo creciendo en mi estómago, akasha pasando entre los

lazos. Un breve lapso de sanidad me recordó lo que había pasado la última vez que nos

habíamos tocado. Ambos, moviéndonos juntos en la cama, y había menos ropa para

quitar esta vez.

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El pánico clavó sus garras en lo más profundo de mí. No estaba lista para esto, con Seth.

Soltando su camisa, lo empujé lo suficiente para poder salir de debajo de él rompiendo

la conexión. Me puse de rodillas, aferrando mi estómago.

“Eso… dolió”.

Seth se veía mareado. “Lo siento, sólo pasó”.

Con las manos temblando, levanté mi camiseta para ver lo que sospechaba que estaría

ahí. Centrada sobre mi ombligo, justo bajo mis costillas había una marca brillante que

parecía dos chulos13 unidos en la punta.

“La marca del poder de los dioses”, susurró Seth sentándose. “Maldita sea, Alex, esta es

una grande. Mañana deberíamos intentar explotar algo. Sé que apestaste haciéndolo la

primera vez pero seguro que ahora sí funciona”.

No podía creer lo rápido que pasaba de querer poner las manos a la obra a querer

explotar algo. Seth parecía más emocionado por la runa que por cualquier otra cosa.

Diablos, sus ojos tenían esa mirada loca de nuevo.

Puso sus manos alrededor de la marca reverentemente. “Hay cuatro marcas que

aparecen primero: coraje, fuerza, poder e invencibilidad. Pero la del poder, esa es

akasha. ¿Ves cómo está aquí?” Intentó tocar la marca pero yo me alejé. Frunció el ceño.

“De todas formas, de ahí es de donde viene tu poder”.

También era donde el lazo dormitaba cuando no estaba intentando convertirme en una

hormona gigante. “¿Qué pasa cuando tienes la cuarta marca?”

Seth pasó una mano por su pelo, quitándolo de su cara. La luz de la luna traspasó las

persianas, cortando su rostro. “No lo sé. Las mías vinieron todas a la vez, pero 13

Se refiere a un símbolo como el swoosh de Nike. No conozco otra palabra y no sé si se usa fuera de mi país.

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aparecieron en ése orden: en ambas palmas, en el estómago y luego en la parte de atrás

de mi cuello. Luego en todas las demás partes”.

Mi boca se sentía seca de repente. Dejé caer mi camiseta y fui hacia el borde de la cama.

“¿Crees que voy a Despertar antes si la cuarta aparece?”

Alzó la mirada. “No lo sé, pero ¿sería tan malo?”

El mareo me invadió.

“Quizás deberíamos dejar de… tocarnos o lo que sea hasta que cumpla los 18”.

“¿Qué?”

“Seth, no puedo Despertar antes de lo previsto”.

Negó con la cabeza. “No lo entiendo, Alex. Las cosas serán mucho mejores cuando

Despiertes. No tendrías que preocuparte por Telly o por las furias. Diablos, ni siquiera los

dioses nos podrán poner un dedo encima. ¿Cómo eso no es algo bueno?”

No lo era porque una vez que Despertara había una gran posibilidad de que me perdiera

a mí misma en el proceso. Seth me había advertido hace tanto que sería como dos

mitades uniéndose, que lo que sea que él quisiera colorearía mis elecciones y decisiones.

No tendría control sobre mí o sobre mi futuro.

Y Aiden había tenido razón ése día en la cámara de privación sensorial. Me aterrorizaba.

“Alex.” Seth tomó mi mano con gentileza, amablemente. “Que Despiertes ahora sería lo

mejor para… nosotros. Podríamos incluso intentarlo. Ver si podemos hacer que aparezca

la cuarta marca. Quizás nada pase después de eso. Quizás Despiertes”.

Liberé mi mano. El anhelo en su voz me asustaba.

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“¿Estás… estás haciendo esto a propósito, Seth?”

“¿Haciendo qué?”

“¿Tratando de que Despierte antes al tocarme o lo que sea?”

“Te estoy tocando porque lo disfruto”, luego intentó acercarse de nuevo pero quité su

mano. “¿Cuál es tu problema?”, preguntó.

“Lo juro por los dioses, Seth. Si estás haciendo esto a propósito te destruiré.”

Seth frunció el ceño. “¿No crees que estas siendo un poco melodramática?”

“No lo sé”. Y la verdad no lo sabía. Mis palmas hormigueaban, mi estómago ardía y el

lazo estaba finalmente calmándose. “No has hecho nada conmigo excepto entrenarme

en semanas, y luego apareces de repente todo quisquilloso y sensitivo. ¿Y luego esto?”

“Estaba quisquilloso y sensitivo porque estaré fuera por semanas”. Seth salió de la cama,

levantándose en un movimiento fluido. “Y realmente no estaba evitándote. Sólo estaba

dándote algo de espacio”.

“¿Entonces por qué viniste aquí esta noche?”

“Cualquiera que haya sido la razón, claramente fue un error.” Se agachó a recoger sus

zapatos. “Aparentemente sólo estoy aquí por mis planes nefastos.”

Me bajé de la cama, abrazándome el pecho. ¿Estaba siendo paranoica? “¿Qué estás

haciendo?”

“¿Qué parece que estoy haciendo? No quiero estar donde no me quieren.”

Un sentimiento incómodo empezó a revolverse en mis adentros. “¿Entonces por qué

viniste si… no era por eso?”

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Levantó su cabeza, sus ojos una furiosa sombra ocre. Como un león que ha sido

arrinconado, atrapado entre querer correr y atacar. “Te extrañaba, Alex. Ése es el

porqué. ¿Alguna vez se te ocurrió?”

Oh, oh dioses. La culpabilidad hizo que me ruborizara. Ni siquiera lo había pensado. Me

sentí como la peor clase de perra.

Un segundo pasó y algo brilló en sus ojos. “Es Aiden, ¿verdad?”

Mi corazón tartamudeó.

“¿Qué?”

“Siempre se trata de Aiden.” Se rio, pero no había humor en su risa.

Esto no era sobre Aiden, no tenía nada que ver con él. Esto se trataba de Seth y de mí,

pero antes de que pudiera decir una palabra Seth desvió la mirada.

“Supongo que te veré cuando regrese”. Empezó a dirigirse a la puerta. “Sólo… sólo ten

cuidado”.

“Mierda”, susurré. Corrí alrededor de la cama bloqueando la puerta. “Seth…”

“Quítate de mi camino, Alex”.

Sus palabras me dolieron pero respiré hondo. “Mira, todo esto de las marcas y el

Despertar me asusta. Lo sabes pero… pero no debí haberte acusado”.

No hubo ningún cambio en su expresión. “No, no debiste hacerlo”.

“Y esto no tiene nada que ver con Aiden.” No tenía nada que ver, o al menos eso era lo

que me seguía diciendo a mí misma mientras agarraba su mano libre, y él se estremecía.

“Lo siento, Seth”.

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Miró fijamente algo detrás de mí, sus labios tensos.

“Realmente lo siento.” Solté su mano y puse mi cabeza contra su pecho.

Cuidadosamente, envolví mis brazos a su alrededor. “Es sólo que no quiero convertirme

en alguien más”.

Seth inhaló bruscamente. “Alex…”

Cerré mis ojos. Con o sin lazo, sí me preocupaba por él. Era importante para mí y quizás

había más en lo que sentía por él que lo que el lazo me hacía sentir. Quizás era que me

preocupaba por él como me preocupaba por Caleb. En cualquier caso, no quería herir

sus sentimientos.

Dejó caer sus zapatos y deslizó sus brazos a mi alrededor. “Me vuelves loco”.

“Lo sé”, sonreí, “el sentimiento es mutuo”.

Se rio y luego rozó mi frente con sus labios. “Vamos”, empezó a halarme hacia la cama.

Me quedé un poco atascada. No herir sus sentimientos no era lo mismo que terminar

con una marca en la nuca.

Seth se dejó caer, tirando de mí. “A dormir, Alex. Nada más… a menos que….”, su mirada

cayó a mi camiseta. “Sabes, deberías usar eso más a menudo. Deja muy poco a la

imaginación, lo que me agrada”.

Ruborizándome hasta las puntas del cabello, me subí rápidamente y me cubrí con las

cobijas hasta el mentón. Puso un brazo alrededor de mi cintura, acercándome. Su

respiración era estable. No como la mía, que parecía estar compitiendo con los latidos

de mi corazón. Y él sonreía suavemente, como si no acabáramos de discutir.

“Eres un pervertido”, le dije por millonésima vez.

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“Me has llamado cosas peores”.

Y tuve el presentimiento de que probablemente lo haría en el futuro, también.

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Capítulo 9

Traducido y corregido por: NatyLRJ

“Wow. Mira quién está sonriendo. El mundo se va a acabar.” Dos ojos plateados se

asomaron detrás de una mata de cabello rizado rubio, y Deacon St. Delphi sonrió

mientras se dejaba caer en el asiento a mi lado. “¿Cómo te va, mi mestiza favorita?”

“Bien.” Le eché un vistazo a mi libro de texto. Fruncí los labios. "Lo siento, sé que no he

estado muy conversadora”.

Se inclinó, dándome un codazo. "Lo entiendo".

Deacon lo hacía. Era probablemente por eso por lo que no me había presionado para

que hablara con él desde que había vuelto. Sólo se había sentado a mi lado en clase, sin

decir una palabra. No me había dado cuenta de que había estado esperando que me

acercara a él.

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Lo miré de nuevo. Eso es lo que pasaba con Deacon. Todos, incluyendo a Aiden, lo veían

como un playboy perezoso que no le prestaba atención a nada, pero era mucho más

observador de lo que nadie le daba crédito. Había tenido una etapa muy dura al crecer

sin sus padres, y yo creía que finalmente estaba saliendo de la etapa del partyboy al que

no le importa nada.

“¿Harás algo para las vacaciones de invierno?”

Rodó los ojos. “Eso requeriría que Aiden se tomara un tiempo libre, ya que no me deja

salir de esta isla sin él. Ha estado súper paranoico desde lo que pasó en las Catskills. Creo

que espera que daimons o las furias ataquen en cualquier momento”.

Me encogí. “Lo siento.”

“Lo que sea”, respondió. “No es tu culpa. Así que no voy a estar haciendo nada

emocionante. Oí que mi estimado hermano mayor está haciendo de guardia para ti”.

Puse mis ojos en blanco.

“¿Sabes?, los escuché a él y al decano hablando cuando visitó la casa”.

“¿Qué casa? ¿La cabaña de Aiden?”

Deacon arqueó una ceja. “No, la casa”. Vio mi mirada atónita y se apiadó de mí. “¿La

casa de nuestros padres? Bueno, en realidad es la casa de Aiden ahora. Está en el otro

lado de la isla, cerca de Zarak.”

No tenía ni idea de que había otra casa. Había dado por sentado que Aiden tenía la

cabaña y Deacon se quedaba en el dormitorio.

Ahora que lo pensaba, ¿por qué en el infierno Aiden vivía en esa pequeña cabaña si era

el dueño de una de esas casas enormes y lujosas en la isla principal?

Como si supiera lo que estaba pensando, Deacon suspiró.

“A Aiden no le gusta quedarse en la casa. Le recuerda demasiado a nuestros padres, y

odia todo estilo lujoso de vida.”

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"Oh", dije en voz baja, mirando al frente de la clase. Nuestro profesor siempre llegaba

tarde.

"De todos modos, volviendo a mi historia: los escuché hablando.” La silla y el escritorio

de Deacon hicieron un chirrido terrible cuando se acercó más a mí. “¿Quieres saber?”

Luke, que había estado sentado en el escritorio de Elena, nos miró. Sus cejas se

levantaron cuando nos vio.

“Por supuesto. Escúpelo”, dije.

“Algo está pasando con el Concejo que tiene que ver con los mestizos”.

“¿Algo cómo qué?”, le pregunté.

“No lo sé exactamente, pero sé que tiene algo que ver con el Concejo de Nueva York.”

Deacon desvió la mirada, centrándose en la parte delantera de la clase. "Me imaginé que

tú lo sabrías ya que estabas allí”.

Negué con la cabeza. Siempre había algo pasando en el Concejo, y era probable que

tuviera que ver con el elixir. Entonces me di cuenta de que Deacon seguía mirando al

frente de la clase. Seguí su mirada. Estaba mirando a Luke.

Y Luke le devolvía la mirada.

En la forma realmente intensa en que a veces yo miraba a... Aiden.

Mis ojos se dirigieron de nuevo a Deacon. No podía ver sus ojos, pero la punta de sus

orejas era de color rosa. Después de unos momentos algo demasiado largos para un tipo

que está mirando a otro tipo casualmente, Deacon se echó hacia atrás. Pensé en la voz

fantasma que había oído hablar con Luke en la sala de privación sensorial. Me había

sonado familiar... pero no podía ser.

“De todos modos”, Deacon se aclaró la garganta. “Creo que podría dar una fiesta para

los que se quedan durante las vacaciones de invierno. ¿Crees que Aiden se apunte?”

“Uh, probablemente no.”

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Deacon suspiró. “Vale la pena intentarlo”.

Miré a Luke de nuevo. “Sí, supongo que sí.”

“Esto no funciona”.

Seth hizo un sonido de impaciencia con su garganta. “Trata de concentrarte.”

“Lo estoy”, le espeté, empujando el pelo soplado por el viento fuera de mi rostro.

“Esfuérzate más, Alex. Puedes hacerlo”.

Me abracé a mí misma, temblando. Hacía mucho frío por las marismas. El frío y húmedo

golpe del viento eran fuertes en mi contra y el suéter no era de ninguna ayuda.

Habíamos estado en esto durante la mayor parte del sábado. Cuando Seth había

sugerido que trataría de explotar algo, yo había asumido que había estado bromeando.

Me había equivocado.

Cerré los ojos y me imaginé la gruesa piedra en mi mente. Ya conocía la textura, el color

arenoso y su forma irregular. Había estado mirando la maldita cosa por horas. Seth se

movió detrás de mí, tomando mi mano y colocándola contra el terreno donde la última

marca había aparecido. “Lo sientes aquí, ¿verdad?”

¿Sentir el lazo? Comprobado. También me gustaba el hecho de que él estaba

bloqueando la mayoría del viento.

“Bien. Imagínate el lazo desenrollándose, siente que vuelve a la vida.”

Tenía la sensación de que Seth estaba disfrutando esto demasiado, a juzgar por la forma

en que se apretaba contra mí.

“¿Alex?”

“Sí, siento el lazo”. Sí lo sentía abriéndose, deslizándose a través de mis venas.

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“Bien. El lazo no somos solo nosotros”, dijo en voz baja. “Es akasha, el quinto y último

elemento. Debes sentirlo en este momento. Toca dentro de él. Imagina lo que deseas en

tu mente.”

Quería un taco, pero dudaba que el akasha pudiera servirme uno de Taco Bell. Dioses,

haría cosas terrible por un Taco Bell ahora mismo.

“Alex, ¿estás prestando atención?”

“Por supuesto”, sonreí.

“Entonces hazlo. Explota la roca.”

Seth lo hacía parecer tan fácil. Como si un niño pudiera hacerlo. Quise darle un codazo

en el estómago, pero me imaginé la roca y luego me imaginé tirando del lazo con mi

mano. Lo hice una y otra vez. No pasó nada.

Abrí los ojos. “Lo siento, esto no está funcionando”.

Seth se alejó, rozando de nuevo los mechones más cortos de pelo que se le caían de la

cola de caballo. Puso las manos en las caderas y me miró fijamente.

“¿Qué?” Otra ráfaga de viento cortante me tenía retorciéndome para mantenerme

caliente. “No sé lo que quieres que haga. Tengo frío. Tengo hambre. Y vi que National

Lampoon’s Christmas Vacation14 estará en la TV, y por alguna extraña razón debo verla

ya que absorbiste todo el tiempo que la pusieron en TV durante la Navidad.”

Sus cejas se alzaron. “¿Mirar qué?”

“¡Oh, dios mío! ¿No conoces los juicios y aflicciones de la familia Griswold?"

“¿Eh?”

“Wow. Eso es algo triste, Seth.”

Hizo un gesto con la mano. “Eso no importa. Algo debe activar tu capacidad de penetrar

en akasha. Si tan solo...”. Una mirada pensativa se apoderó de su expresión, y luego

14

Es una comedia navideña dirigida por Jeremiah S. Chechik en 1989. Es considerada un ‘clásico moderno’ de navidad.

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juntó las manos. “La primera vez que lo hiciste, estabas enojada. Y luego, cuando te

fuiste toda ninja loca contra las furias, estabas enojada y asustada. Tú tienes que ser

presionada.”

“Oh, no, no, no.” Empecé a dar marcha atrás. “Sé a dónde vas con esto y no voy a hacer

esto contigo. Lo digo en serio, Seth. No te…”

Seth levantó la mano y el elemento aire me golpeó en el pecho, tirándome de espaldas.

La lucha contra el uso de elementos era algo en lo que había mejorado. Aproveché el

poder y luego sentí el lazo tensarse, luego un chasquido. Me doblé, rompiendo a través

de lo que parecían vientos huracanados. Al levantarme, mi pelo voló hacia atrás.

Iba a mutilar a Seth.

Y luego él estaba sobre mí, usando su peso, forzándome contra la gruesa hierba muerta.

Pequeños guijarros se clavaron en mi espalda mientras me retorcía debajo de él.

“¡Quítate, Seth!”

“Oblígame”, dijo, bajando su frente a la mía.

Incliné mis caderas, envolví mis piernas alrededor de su cintura y rodé. Por un segundo,

yo tenía la ventaja y quise envolver mis dedos helados alrededor de su cuello y ahogarlo.

No me gustaba ser inmovilizada o la sensación de impotencia que seguía. Y Seth lo sabía.

“No así”, gruñó Seth. Agarrando mis hombros, me volteó de espaldas. “Usa el akasha”.

Luchamos, rodando a través de pequeños arbustos. La frustración fue creciendo cada

vez más cada vez que me golpeaba la espalda, y empezaba a sentir una ira asesina.

Rabia, dulce y embriagadora, se precipitó a través de mí, retorciéndose alrededor del

lazo. Sentí como crecía. Mi piel hormigueaba. Las marcas del Apollyon quemaban y

latían.

Los labios de Seth se curvaron.

“Eso es todo. Hazlo”.

Grité.

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Y luego León estaba encima de nosotros agarrando a Seth por la piel del cuello y

lanzándole varios metros atrás. Él se retorció en el aire como un gato, aterrizando en

cuclillas. Las marcas del Apollyon salieron todas a la vez, desdibujándose a través de su

piel a velocidades vertiginosas. Él se concentró en León. Había algo mortal en sus ojos: la

misma mirada que le había dado al profesor después de que me había golpeado. Pensé

en Jackson.

Me puse de pie, corriendo hacia Seth.

“¡No! No, Seth!”

“Realmente no deberías haber hecho eso.” Seth avanzaba; sus intenciones eran claras.

León arqueó una ceja. “¿Quieres intentarlo, chico?”

“¿Quieres morir?”

“Basta”, susurré, metiéndome entre ellos. Miré por encima del hombro a León. El

Centinela pura-sangre ni siquiera parecía preocupado. Estaba loco.

“Leon, estábamos entrenando”.

“Eso no fue lo que me pareció". Por encima del amplio hombro de Seth, vi a varios

guardias y a Aiden dirigirse hacia nosotros. Tenía la esperanza de que apuraran el paso y

llegaran aquí antes de que uno de estos idiotas hiciera algo estúpido.

“Leon, él no me estaba haciendo daño”, traté otra vez.

“¿Qué te crees que vas hacerme?” Exigió Seth. “¿A mí?”

Él se quedó mirando a Seth. “Realmente crees que puedes vencerme, ¿no?”

“No lo creo”. Akasha, brillante y hermoso, rodeaba su mano derecha. El aire crepitaba

alrededor de la bola. “Lo sé.”

Esto era una locura. Agarré a Seth del brazo y una oleada de ira me golpeó. Yo quería

atacar a León, tenía que demostrarle que se estaba metiendo con la persona

equivocada, que yo era mejor que él. No se atrevería a tocarme otra vez. Le iba a

mostrar.

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“Adelante”, dijo León, su voz ronca.

“¡Hey!”, gritó Aiden. “¡Es suficiente!”

Seth y León se movieron al mismo tiempo, ambos golpeándome a un lado. La

combinación de sus brazos barriendo y golpeándose me envió volando hacia atrás. Me

golpeé con la roca que había estado tratando de explotar, cayendo sobre la parte

superior. Girándome para que el empapado lodo no me golpeara el rostro, aterricé en

mis manos y rodillas. El lodo helado saturó mis jeans y salpicó mi cara.

Aturdida más de pura rabia que por cualquier otra cosa, levanté la cabeza y miré a través

de mi pelo. ¿Qué demonios acababa de pasar? El haberme empujado había sido un

accidente, pero la violencia que había sentido no había sido mía.

Había sido de Seth.

No era como las veces que había tenido esos sexys destellos. Este había sido diferente.

Sentí lo que él sentía, quise lo que él quería. ¿Eso había ocurrido antes? No lo creía. Mis

manos temblaron.

Los guardias habían llegado a León. No estaba segura de si trataban de proteger a León o

a Seth. Aiden, sin embargo, fue tras el Apollyon, como yo debería haber sabido que haría

desde el momento en que nos divisó a través de la arena agitada por el viento.

Estaba segura de que Aiden sabía que lo que había ocurrido había sido un accidente,

pero se veía como si quisiera golpear a ambos chicos. Por los sonidos de su discusión y

empujones uno a otros, León culpaba a Seth. Seth culpaba a todos menos a sí mismo.

Los Guardias se veían cada vez más preocupados. Tambaleándome fuera de la marisma,

me dirigí hacia ellos mientras Seth trataba de eludir a Aiden.

Con los ojos brillantes, Aiden lo agarró por el cuello de la camisa y lo empujó varios

metros hacia atrás. Era como si ni siquiera viera el elemento más fuerte y más mortal

conocido por los dioses a pulgadas de distancia de su cuerpo, o no le importara.

“Ya es suficiente”, dijo Aiden, empujando a Seth mientras lo soltaba. “Lárgate”.

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“¿De verdad quieres involucrarte en esto?”, preguntó Seth. “¿Ahora mismo?”

“Más de lo que nunca te podrías imaginar”.

El akasha se apagó y Seth empujó a Aiden. “Oh, creo que sí puedo. ¿Y sabes qué?, es

algo en lo que pienso... siempre. ¿Entiendes a lo que me refiero?”

“¿Eso es lo mejor que tienes, Seth?”

Aiden se puso pie-a-pie con el Apollyon.

Y de repente, supe que no se trataba acerca de lo que acababa de suceder. Esto era más.

“Porque creo que tú y yo sabemos la verdad sobre eso.”

Oh, queridos dioses, esto se estaba convirtiendo en una pelea de chicos.

Seth se movió tan rápido que fue difícil verlo. Echó un brazo hacia atrás, apuntando justo

a la mandíbula de Aiden. Reaccionando con la misma rapidez, Aiden cogió el brazo de

Seth y lo lanzó hacia atrás.

“Inténtalo de nuevo, y no voy a parar”, advirtió Aiden.

Un segundo más tarde, chocaron. Ambos cayeron al suelo, rodando y lanzando golpes;

una mancha de trajes negros a medida que ambos ganaban y perdían la ventaja. Empecé

a avanzar, pero me detuve en seco. Ni siquiera estaban peleando como Centinelas. No

había nada gracioso en sus golpes o bloqueos. Peleaban como dos idiotas subidos de

testosterona, y tuve la enorme tentación de ir y patearlos a ambos en la cabeza.

Alcé mis manos al aire. “Tienen que estar bromeando.”

Los guardias y León salieron disparados hacia adelante, agarrando a los dos chicos. Les

tomó varios intentos tratar de que Aiden soltara a Seth. Un corte estropeaba su mejilla

derecha. Sangre emanaba de ella. Había una escisión en los labios de Seth.

“¿Ya terminaste?” León demandó, sosteniendo los hombros de Aiden unos pocos pasos

atrás. “Aiden, tienes que parar”.

Aiden se pasó el dorso de la mano sobre su mejilla mientras se quitaba la mano de León

de una sacudida. “Sí, terminé”.

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Los Guardias le estaban diciendo lo mismo a Seth, pero cuando lo soltaron, Seth se

disparó a su alrededor.

“¿Creen que te tengo miedo de que me castiguen por pelear? ¿A cualquiera de ustedes?

¡No pueden tocarme! Yo soy el mald…”

“¡Basta!” Grité. “¡Ya basta!”

Seth se quedó inmóvil, y varios pares de ojos se centraron en mí.

“¡Dioses! Estábamos entrenando. No hay ninguna razón para matarse entre sí por esto.”

Miré a Aiden. “No hay razón para hacer nada de esto. Sólo deténganse de una maldita

vez”.

La tensión seguía en el aire, pero Seth se retiró y escupió un bocado de sangre. A medida

que se arreglaba la camisa, las marcas comenzaron a desvanecerse. “Como había estado

diciendo, pero al parecer todos ustedes son demasiado estúpidos para entender,

estábamos…"

“Cállate, Seth.” Apreté mis puños.

Sus cejas se levantaron.

Aiden todavía parecía furioso. Sus ojos eran como charcos de plata, consumiendo todo

su rostro.

“Ya está hecho y se ha terminado, ¿de acuerdo?”, les dije, sobre todo a él. “Estoy bien.

Nadie ha muerto. Y si ustedes tres pueden lograr no tratar de matarse unos a otros, yo

me iré y tomaré una ducha, porque apesto”.

Leon movió los labios como si quisiera sonreír, pero después de que vio la mirada que le

lancé, su expresión volvió a la estoica con la que estaba familiarizada.

Me giré, temblando. Carámbanos se estaban formando en mis jeans.

Seth se dio la vuelta. “Alex…”

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“No” me detuve. No había manera de que regresara conmigo. Necesitaba estar lejos de

él; poner distancia entre su ira y yo antes de empezar a lanzar golpes. Tenía que

averiguar qué había pasado allí, por qué había sentido lo que Seth quería con tanta

fuerza.

"Alex", Seth gritó. "Por favor".

"Déjame en paz ahora mismo." Empecé a caminar de nuevo. "Ya he terminado con esto

por hoy. Lo digo en serio. He terminado."

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Capítulo 10

Traducido y corregido por: NatyLRJ

Seth sabía que no debía buscar mi compañía el sábado en la noche. Estaba agradecida

por eso porque no quería verle la cara. Sin embargo, sí abrí la puerta la noche del

domingo cuando de hecho tocó. Así fue como supe que venía a disculparse. Seth nunca

tocaba.

Sus manos estaban metidas en los bolsillos de sus jeans oscuros. El lado derecho de su

labio estaba hinchado.

"Hey," dijo, mirando por encima de mi cabeza.

"Hey".

Cambió el peso de un pie al otro.

"Alex, yo... lo siento por lo de ayer. No quise…"

"Basta", lo interrumpí. "Sé que estabas tratando de hacerme usar akasha y no tenías

intención de derribarme, pero ustedes estaban locos. Y no en el buen sentido, Seth. "

Una mirada tímida se deslizó a través de su cara.

"Lo sé, pero Aiden me enoj…"

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"Seth".

"Está bien. Tienes razón. Se acabó y está hecho. No quiero discutir esto contigo. Estoy

preparándome para irme. "Me miró entonces. "Pensé que sería agradable que me

acompañaras hasta el puente. "

"Sólo déjame agarrar algo para ponerme". Necesitaba hablar con él, de todos modos.

Después de que cogí una sudadera con capucha salimos del dormitorio en silencio. El

campus estaba oscuro, y sólo las sombras de las patrullas de los guardias se movían.

Cuando dejé escapar el aliento, se formaron pequeñas bocanadas en el aire.

"Sentí tú ira ayer".

"Estoy seguro de que cualquiera en un radio de diez millas sintió mi enojo ayer".

“Eso no es lo que quise decir.” Estábamos siguiendo la vía de mármol alrededor de la los

dormitorios, en dirección hacia el puente del edificio principal del Covenant.

“Realmente lo sentí. Quería golpear a León. Fue como... como si fuera mi ira”.

Seth no respondió mientras miraba hacia delante, con los ojos entrecerrados.

“Se fue tan pronto como dejé de tocarte, pero fue bastante raro.” Dejé de caminar

cuando el puente entró en mi visión. Estaban cargando con el equipaje en un Hummer15

negro. Agotamiento llenaba el aire, y varios guardias del Concejo estaban haciendo

guardia. “¿No tienes nada que decir sobre eso?”

Bajó la mirada hacia mí.

“Estuviste tan cerca de tocar akasha, Alex. Si León no hubiera intervenido, habría

sucedido.”

Como si esa fuera la cosa más importante que había sucedido. “Seth, ¿oíste una palabra

de lo que dije?”

15

Es una marca de autos todoterrenos.

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“Sí, y no sé por qué sentías mi cólera tan claramente.” Sacó las manos de sus bolsillos y

se cruzó de brazos. “Tal vez fue porque estaba tocando akasha. Te hizo entrar en

sintonía con lo que yo estaba sintiendo.”

Lo que había sentido no parecía molestar o realmente sorprender a Seth, pero para mí

era algo bastante importante.

“Cuando me Despierte, sentiré y querré lo que tú quieras. ¿No entiendes lo que digo? Ya

estoy queriendo lo que quieres.”

“Alex”. Dejó caer sus manos en mis hombros y me empujó contra su pecho. “No estás

Despertando. Deja de preocuparte.” Fruncí el ceño y me alejé. Me dejó ir.

“Pero en realidad está empezando a suceder, ¿verdad? ¿Con las marcas y ahora esto? Y

estoy como a solo un mes de distancia.”

“No es la gran…”

“Alexandria, estoy tan contenta de que hayas venido a despedirte de Seth”, dijo Lucian.

Me volví e inmediatamente fui envuelta en un abrazo débil. El olor a incienso y a clavos

me ahogó. “Ojalá fuera seguro llevarte. Aliviaría mis preocupaciones tenerte al lado de

Seth.”

Mis brazos se quedaron en mis costados, torpemente. Ugh. Odiaba cuando Lucian hacía

esto.

Me palmeó la espalda y se alejó, dirigiéndose a Seth. “¿Cuántos Guardias crees que

debería llevar?”

¿Lucian le estaba pidiendo a Seth su opinión? Qué. Diablos. Me volví hacia Seth

incrédula.

Seth se irguió.

“Por lo menos cinco, lo que dejaría a cuatro detrás para ayudar a mantener la guardia en

caso de que algo surgiera aquí.”

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“Bien. Tienes un buen ojo para liderazgo, Seth.” Lucian acarició su hombro. “Si

tuviéramos más Centinelas como tú, no tendríamos problemas graves con los daimons”.

Hizo una pausa, sonriendo. “Si tuviéramos más hombres como tú en el Concejo,

entonces nuestro mundo sería mucho mejor”.

Quería vomitar. No había manera de que Seth pudiera caer en este nivel épico de besa-

culo. Era tan obvio por la forma en que Lucian mostraba una sonrisa afectada y

arrulladora. Era evidente, pero por los dioses, Seth parecía como si acabara de recibir un

millón de dólares y le hubieran dicho que podía gastarlo todo en chicas y licor.

“Tendré que estar de acuerdo.” Seth sonrió con suficiencia.

Quería sacudir a Seth. Lo estaba considerando seriamente.

Lucian me encaró "Tú, querida, tienes suerte de que entre todos los mestizos, fuiste

bendecida como Apollyon y tengas a este joven como tu otra mitad.”

Hice una mueca.

A mi lado, Seth se quedó inmóvil.

“Los dejaré para que se digan adiós. Nos iremos en algunos momentos, Seth.”

Me quedé mirando la silueta de Lucian alejándose. Las vestiduras blancas fluían, nunca

se arrastraban por el suelo. Pensé en cómo había mirado el trono del Ministro Telly

mientras que yo daba mi testimonio en las Catskills. Nadie amaba el poder más que

Lucian.

“Sabes,” arrastró las palabras de Seth, “no tienes que estar tan conmocionada por lo que

Lucian dijo. Podría ser peor.”

Me eché a reír. “¿Hablas en serio?”

Seth frunció el ceño. "Sucede que creo que soy un muy buen partido.”

“Tú sueles creer que eres lo mejor que jamás ha respirado, pero eso no es de lo que

estoy hablando. Él estaba lamiendo tus zapatos, Seth. Está tramando algo.”

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“Él no estaba lamiendo mis zapatos.” Se cruzó de brazos. “Lucian cree que sé de lo que

estoy hablando. También aprecia lo que tengo para decir”.

“Tienes que estar bromeando.” Traté de no rodar los ojos.

“¿Por qué es tan difícil para ti creerlo?” Descontento irradiaba de su voz y su postura.

“Déjame hacerte una pregunta, Alex. Si Lucian o tu tío estuvieran diciendo cosas buenas

sobre Aiden, ¿te resultaría tan difícil aceptarlas?”

“¿Qué diablos se supone que significa eso?” ¿Y de dónde había salido? “Aiden es un

Centinela. Su capacidad para tomar decisiones o liderar es…”

“¿Qué crees que soy?” Seth inclinó la cabeza hacia adelante, con las cejas bajas. "¿Un

payaso en vez de un Centinela?"

Diablos. Vi mi error. “Eso no es lo que quise decir. Eres un Centinela. Uno malditamente

bueno, pero por favor dime que no confías en él.” Lo agarré del antebrazo y apreté.

“Eso es todo lo que quise decir.”

“Sí confío en Lucian, y tú también deberías. De todas las personas que te rodean, él es el

único que está tratando de hacer nuestro mundo diferente”.

“¿Qué?”

“Seth?” Llamó Lucian. “Ya es hora”.

“Espera.” Me aferré a su brazo. “¿A qué te refieres?”

Agitación voló en él mientras me miraba atentamente. “Me tengo que ir. Ten cuidado, y

recuerda lo que dije la otra noche. Ni siquiera pienses en tratar de llegar tú sola a Nueva

York.”

Lo fulminé con la mirada.

Un atisbo de una sonrisa se asomó. Comenzó a alejarse, pero se detuvo.

“¿Alex?”

“¿Qué?”

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Su boca se abrió mientras pasaba una mano por encima de su cabeza. “Ten cuidado, ¿de

acuerdo?”

Cuando asentí, metió la mano en el bolsillo y sacó algo pequeño y delgado.

“Casi se me olvida. Elegí este, así podremos hablar durante mi ausencia.”

Tomé el teléfono celular. No era uno de esas versiones baratas, y esperaba que tuviera

muchos juegos precargados en él. “Gracias”.

Seth asintió. “Mi número está programado allí. Ya tengo el tuyo.”

No había nada más que decir. Cuándo Seth llegó a la Hummer, Lucian lo palmeó en la

espalda de nuevo.

León apareció de repente a mi lado, mi guardaespaldas para volver al dormitorio, me di

cuenta.

Seth subió al Hummer, yéndose para abordar un jet privado en el aeropuerto en tierra

firme. Me miró mientras el vehículo empezaba a moverse.

Forcé una sonrisa antes de que Leon me guiara lejos del puente, pero bajo las lámparas

del techo, vi la breve mirada de decepción en el rostro de Seth. Y la sonrisa satisfecha en

el de Lucian.

Era extraño sin Seth cerca.

El lazo en mí se apagó, y estaba bastante segura de que si un dios apareciera frente a mí,

Seth no sentiría ni un atisbo de sorpresa. Había pasado sólo un día desde que me había

dejado, pero ya me sentía... normal. Como si me hubiera quitado un peso de los

hombros.

Y eso era extraño, porque mi mochila era ridículamente pesada con el libro de Mitos y

leyendas en él. Lo estaba llevando a todas partes con la esperanza de acaparar a Aiden

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con él cuando asumiera sus deberes de “niñera”. Ahora mismo León estaba detrás de

mí, a una distancia no muy discreta.

Me detuve en medio del camino del jardín y me giré.

“¿No tienes frío?”

León le echó un vistazo a la camisa de manga corta que llevaba puesta. “No. ¿Por qué?”

“Porque me estoy congelando.” Y así era. Yo estaba usando una camiseta sin mangas,

una manga larga térmica y un suéter, y todavía sentía frío.

León se detuvo a mi lado. “Entonces, ¿por qué estás afuera si hace tanto frío?”

“Desafortunadamente, salir a la calle es el único método de viajar a otras partes del

campus, a menos de que sepas algo que yo no.”

"O podrías hacernos un favor a todos y quedarte en tu dormitorio”, sugirió.

Tiritando, abracé a mis codos. “¿Tienes alguna idea de lo agradable que es poder hacer

algo que no sea entrenar o quedarme en mi habitación?”

“¿O pasar tiempo con Seth?”

Lo miré con atención, tratando de no sonreír. “¿Fue eso una broma? Oh, dioses. Lo fue”.

Sus rasgos se mantuvieron inexpresivos. “No hay nada acerca de ese muchacho que sea

motivo de risa.”

“Está bien.” Me di la vuelta y comencé a caminar. Esta vez León caminaba junto a mí.

“Realmente no te gusta Seth, ¿verdad?”

“¿Es tan obvio?”

Lo miré de reojo. “No. Para nada”.

“¿Y tú?”, Preguntó cuando doblamos la esquina del centro de formación. El viento del

mar era anormalmente brutal. “He oído rumores... de que dos Apollyons comparten un

poderoso vínculo. Debe ser difícil saber cómo te sientes de verdad sobre alguien si ese

es el caso”.

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Ahora esto era incómodo. No había forma de que hablara de mis problemas amorosos

con León, de todas las personas.

Suspiró profundamente mientras miraba a la estatua de Apolo y Daphne, tenía una

mirada lejana en el rostro. “Las emociones que son forzadas siempre terminan en

tragedia”.

Eso fue profundo. Otra ráfaga de frío viento cortó a través de mí. La mirada en el rostro

de Daphne era trágica. “¿Crees que Daphne sabía que la única manera en que podía

escapar de Apolo era que muriera?”

Él no contestó inmediatamente, y cuando lo hizo, su voz era ronca.

“Daphne no murió, Alex. Ella todavía sigue siendo como era el día... en que se perdió. Un

árbol de laurel”.

“Hombre, eso apesta. Apolo era un monstruo”.

“Apolo fue alcanzado por una flecha de amor y Daphne fue alcanzada por otra.” Miró

hacia abajo mientras hacía un gesto a la estatua. “Como dije, el amor que no es orgánico

en la naturaleza es peligroso y trágico”.

Echando mi pelo hacia atrás, miré la estatua de nuevo. “Bueno, espero no tener que

convertirme en un árbol.”

León chasqueó la lengua. “Entonces, presta atención a qué es necesario y qué es

capricho”.

“¿Qué?” Lo miré fijamente, entrecerrando los ojos. El sol había empezado a ponerse,

emitiendo un misterioso halo dorado sobre él. “¿Qué acabas de decir?”

Él se encogió de hombros. “Tu otra niñera está aquí”.

Distraída, me di la vuelta. Aiden estaba caminando por el camino. Mataría por verlo en

jeans otra vez. Hice una mueca. Bien, tal vez no matar, pero casi. Me giré de nuevo. León

se había ido.

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“Maldita sea”, murmuré, explorando las sombras que crecían a través de la playa y el

jardín.

“¿Qué?”, preguntó Aiden.

Mi pecho se agitó como siempre mientras me giraba y lo encaraba. Había una contusión

leve a lo largo de su mandíbula por su pelea con Seth. “Estaba hablando con León y él

sólo se desapareció ante mí.”

Aiden sonrió. “Tiene esa costumbre”.

“Es sólo que dijo algo…" Negué con la cabeza. “No importa. ¿Eres tú mi niñera por

ahora?”

“Hasta que decidas dónde te vas a quedar esta noche”, respondió. “¿A dónde vas?”

“Iba al centro de recreación, pero hay algo que quiero mostrarte.” Toqué el fondo de mi

bolso. “¿Estás listo?”

Sus cejas se levantaron. “¿Debería preocuparme lo que hay en tu bolso?”

Sonreí. “Tal vez.”

“Bueno, ¿qué es la vida sin tomar riesgos? ¿Necesitamos privacidad?”

“Probablemente”.

“Conozco un lugar.” Metió las manos en los bolsillos de su pantalón.

“Sígueme”.

Agarrando la correa de mi bolso, me ordené a mí misma controlarme. No estaba

hablándole sólo para poner comérmelo con los ojos o para coquetear. O para hacer

cualquier cosa que no se supone que debería hacer. Tenía un propósito, así que no había

razón por la que mi corazón debiera estar latiendo tan rápido.

No había ninguna razón en absoluto.

Aiden me dio un codazo después de unos minutos de caminata en silencio.

“Te ves diferente”.

“¿Sí?”

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“Sí, te ves más como...” Se quedó en silencio. Cuando volvió a hablar, el océano era rojo

dorado mientras el sol lentamente desaparecía en el horizonte. “Sólo pareces más

relajada”.

“Bueno, tengo un poco de tiempo para mí. Eso es relajante.”

Me pregunté si en verdad me veía diferente. No parecía así cuando me alisté ésta

mañana. La única cosa que realmente noté de que era diferente era que las marcas no

habían quemado o palpitado desde que Seth se fue.

“Oh, casi lo olvido. Tu carta fue enviada a Nueva York primero que el grupo que se acaba

de ir. Laadan debió recibirla ayer u hoy".

“¿En serio? Espero que mi padre... no sea uno de los desaparecidos.”

“¿Cómo sabes eso?” Sus ojos se entrecerraron. “No importa. ¿Seth?”

Asentí con la cabeza. “Me dijo que algunos de los sirvientes mestizos habían

desaparecido y que el elixir no estaba funcionando”.

Una mirada de preocupación oscureció sus ojos.

“¿Cuánto te ha dicho?”

“No mucho.”

Aiden asintió secamente. “Por supuesto que no. Algunos de los mestizos no están

respondiendo al elixir. Ha habido brotes de lucha entre los sirvientes, que están

rechazando órdenes de los Maestros y desapareciendo. El Concejo teme que haya una

rebelión, y el Covenant de Nueva York se ha debilitado desde el ataque. Y nadie sabe

exactamente cómo o por qué el elixir dejó de funcionar”.

Pensé en mi padre. ¿Era uno de los que habían desaparecido o estaba luchando? Sabía

que él tenía que ser uno en los que el elixir dejó de funcionar. “Yo debería estar allí”.

“Deberías estar en cualquier parte menos allá.”

“Ahora suenas como Seth.”

Sus ojos se estrecharon. “Por una vez, estoy de acuerdo con él.”

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“Eso es impactante." Mi mirada se posó en el edificio principal de la academia, y supe

inmediatamente a dónde íbamos.

“Me estás llevando a la biblioteca.”

La sonrisa regresó. “Es privado. Nadie está allí en este momento, y si nos descubren, tú

estás estudiando.”

Me reí entonces. “¿Y alguien va a creer eso?”

“Cosas más raras han pasado”, respondió mientras subíamos los escalones.

Pasamos a dos guardias apostados en la entrada. Desde el ataque que había tomado la

vida de Caleb, y el posterior en las Catskills, la seguridad estaba por las nubes. Volví al

día en que me habría quejado por esto porque haría mucho más difícil escabullirse. Pero

ahora, después de todo, estaba aliviada al ver los números cada vez mayores de

guardias.

Aire cálido nos saludó cuando entramos. En silencio, seguí a Aiden por el pasillo hacia la

biblioteca. Varios instructores aún estaban en sus oficinas, y pasamos unos cuantos

estudiantes que iban saliendo.

Aiden se adelantó y abrió la puerta de la biblioteca, siempre tan caballero. Sonreí

agradecida, di un paso al interior y entonces me detuve en seco.

Luke y Deacon estaban saliendo de detrás de una de las altas columnas, hombro con

hombro. Cuando nos vieron, juro que saltaron y se separaron al menos tres pies de

distancia.

“¿Deacon?” Aiden sonaba sorprendido. “¿Estás en la biblioteca?”

“Sí” Deacon se quitó la mata de rizos de su frente. “Estábamos estudiando para

trigonometría”.

Ninguno de ellos tenía un solo libro en sus manos. Miré a Luke expectante. Apartó la

vista, pero le temblaban los labios.

Los ojos de Aiden se agrandaron. “Wow. Estoy algo orgulloso de ti. ¿Estudiando?”

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Mantuve mi boca cerrada.

“Estoy pasando una nueva página y todo.” Deacon tropezó con su hermano mayor.

“Tomando mi educación en serio”.

Mi lengua estaba, literalmente, quemando por decir algo.

Aiden asintió hacia Luke con la cabeza. “Mantenlo alejado de los problemas, Luke.”

Oh cielos. Por la forma en que Deacon se balanceaba hacia atrás y adelante en sus pies

mientras Luke sonreía, me imaginé que Aiden no tenía idea de en qué tipo de

"problemas" esos dos se estaban metiendo. Las relaciones del mismo sexo en nuestro

mundo ni siquiera tenían un lugar en la lista de cosas tabú: era el hecho de que Deacon

era un puro y Luke un mestizo.

Y de todos los mestizos en el mundo, yo sabía cuán estúpido y peligroso era lo que

estaban haciendo. Le eché un vistazo a Aiden. Encontró mi mirada y sonrió. Mi estómago

dio un vuelco.

Estúpido y peligroso, pero eso no cambiaba como me sentía.

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Capítulo 11

Traducido y corregido por: NatyLRJ

Todavía estaba luchando por mantener mi boca cerrada cuando Aiden encontró una sala

de estudio vacía en la parte de atrás de la biblioteca, alguna parte cerca de los libros que

nunca leería y la sección de libros que nunca he escuchado. Dejó la puerta abierta, lo

que me alivió y decepcionó al mismo tiempo.

Sentándome, dejé caer mi bolso en la mesa. “Es realmente genial que Deacon esté

estudiando y todo eso”.

Aiden tomó el asiento al lado mío, girándose hasta que su rodilla presionaba la mía y

estábamos de frente. “¿Puedo hacerte una pregunta?”

“Claro”. Empuje el libro gigante y lo puse entre ambos.

“¿Parezco estúpido?”

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Mi mano se quedó inmóvil sobre el borde del libro. “Uh, ¿es una pregunta capciosa?”

Arqueó una ceja.

“No. No pareces estúpido”.

“Eso pensé.” Se acercó, quitándome el libro. Su mano rozó la mía mientras lo hacía,

enviando pequeños temblores a mis dedos. “Estaban estudiando tanto como nosotros”.

No estaba segura de cómo proceder, así que no dije nada.

Aiden miró el libro fijamente, sus cejas fruncidas. “Sé lo que mi hermano está haciendo,

Alex. ¿Y sabes qué? Me molesta”.

“¿Sí?”

“Sí.” Alzó la mirada, encontrando la mía. “No puedo creer que piensa que me importaría

si le gustaran los chicos o lo que sea. Siempre he sabido que era así”.

“Yo no lo sabía”.

“Deacon es bueno ocultándolo. ¿Qué me estas mostrando?”, preguntó. Me acerqué y

abrí la sección de la Orden de Tánatos. El entendimiento apareció. Volteo un par de

páginas antes de volver al inicio de la sección. “Siempre ha fingido estar interesado en

chicas y quizás también lo está, pero nunca me ha engañado”.

“A mí sí”. Vi un mechón de cabello ondulado caer sobre la frente de Aiden. Un impulso

loco de echarlo atrás me golpeó. “¿Así que nunca te ha dicho nada?”

Aiden resopló. “No. Creo que piensa que me enojaría o algo. No me interesa pero creo

que lo hace sentir incómodo. Tú sabes, hablar de ello. Así que yo hago como que no lo

veo. Supongo que me lo contará eventualmente”.

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“Lo hará”, me mordí el labio. “Pero… es Luke”.

Un músculo se movió en su garganta. “No me gusta el hecho de que pueda estar…

relacionado con un mestizo pero confío en que no hará…”. Se interrumpió, riéndose. “Sí,

bueno, no soy quién para sermonearlo sobre rollos entre puros y mestizos”.

Me ruboricé. Aiden alzó la mirada y nuestros ojos se encontraron. Abrió la boca pero la

cerró al instante. Se giró hacia el libro aclarándose la garganta. “¿La Orden de Tánatos?

No es exactamente lectura recreativa”.

De nuevo en tierra firme, asentí.

“Telly tenía tatuado éste símbolo en su brazo”. Señalé la antorcha con cuidado de no

tocarlo. “Y también lo tenía Romvi, quien por cierto, todavía me odia por si te lo

preguntabas. Y recuerdo que en la sección en la que hablaba del Apollyon mencionaba

que Tánatos mató a Solaris y al Primero. Quizás esta Orden tenga algo que ver con… lo

que pasó en las Catskills.”

La mano que estaba junto al libro se curvó en un puño pero Aiden no alzó la mirada.

“Que yo sepa la Orden ya no existe pero nunca se sabe”.

“Quizás esto pueda decirnos algo, pero yo no puedo leerlo”.

Sonrió levemente. “Dame un par de minutos. Leer esto no es precisamente fácil”.

“Ok”. Aparte del crujido de la puerta, la biblioteca estaba oscura y en silencio. No había

forma de que saliera. Saqué una libreta y un lápiz. “Haré como si… estudiara, o algo”.

Aiden rió. “Tú haz eso”.

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Sonreí mientras empezaba a hacer garabatos en la página blanca de la libreta. Era difícil

porque su rodilla estaba todavía tocando la mía, y quizás era mi imaginación pero

parecíamos estar acercándonos. Toda la parte inferior de su pierna estaba contra la mía.

Mientras Aiden leía, yo dibujé una mala versión de la estatua de Apolo y Dafne que

había afuera. Varias veces, Aiden le echó una ojeada e hizo comentarios sobre el dibujo.

En un punto se ofreció a pagarme clases de arte. Le di un puño en el brazo por eso.

Me rendí con mi obra maestra y miré la página en la que iba. Mientras miraba el símbolo

en cada página, sentí un nudo en mi garganta. En vez de pensar en Telly o en Romvi,

pensé en el puro que había matado en las Catskills. Me recosté en la silla y pasé las

manos por mis piernas. Enterrar una hoja en un puro se sentía muy diferente de

enterrarla en un daimon, incluso en un daimon mestizo.

Siempre había opciones y, una vez más, había elegido mal. De hecho, había tenido una

racha de malas decisiones en poco tiempo pero esta era la guinda del pastel. Pude

haberlo desarmado. Pude haber hecho otra cosa en vez de lo que hice. Lo maté y ni

siquiera sabía su nombre.

“Hey”, dijo Aiden suavemente. “¿Estás bien?”

“Sip”, levanté mi cabeza, forzando una sonrisa. “¿Ya encontraste algo?”

Me estaba observando intensamente. Podía sentirlo incluso mientras miraba mis manos.

“Sólo por qué la Orden fue establecida”, dijo. “Parece que fueron creadas por nosotros –

los pura-sangres– como una organización para mantener las viejas costumbres vivas y

para proteger a los dioses. Y parece que incluso algunos mestizos fueron iniciados en la

Orden.”

“Genial”. Deslicé mis manos sobre la mesa. “¿Los dioses necesitan protección?”

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“No en la forma en la que crees, sino más como proteger su existencia de los mortales y

de aquellos que puedan amenazarlos”. Aiden se giró hacia el libro, adelantándose varios

capítulos. “Dice que los miembros eran marcados, lo que explicaría el tatuaje si ellos sí

pertenecieran a la Orden. Pero hay algo más”.

“¿Qué?”, lo miré. “¿Qué es?”

Respiró hondo y deslizó el libro hacia mí. “Todos lo hemos malentendido. Es entendible

dada la forma en que está redactado. Mira esto.”

Aiden estaba señalando la sección sobre el Apollyon. “La reacción de los dioses,

particularmente de la Orden de Tánatos, fue rápida y justa. Ambos Apollyons fueron

ejecutados sin un juicio”.

Me recosté, el entendimiento sobreviviendo. “No fue Tánatos quien los mató sino la

Orden de Tánatos.”

Aiden asintió mientras volvía a la sección de la Orden. “Eso parece”.

“¿Pero cómo? Tanto Solaris como el Primero ya habían Despertado totalmente. Por la

forma en la que Seth habla, una vez que eso sucede nos volvemos indestructibles.”

Negó con la cabeza. “La Orden es muy mística, o al menos eso dice en esta sección.”

Puso su dedo sobre algo que se veían como arañazos de pollo para mí. “Se dice que la

Orden es ‘los ojos y la mano de Tánatos’. Hay algo aquí acerca de la Orden siendo

bendecida con ‘dagas sumergidas en la sangre de los titanes’.”

“¿Dagas sumergidas en la sangre de los titanes? ¿En serio? ¿Es el Apollyon alérgico a la

sangre de los titanes o algo así?”, negué con la cabeza. “Lo que no entiendo es, si tanto

los dioses como el Apollyon pueden usar akasha, entonces por qué los dioses –Tánatos–

necesitarían a alguien más para matar al Apollyon? Podrían sólo usar akasha.”

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“No lo sé”, dijo, mirándome. Sus ojos eran de un gris plomo. “Y encuentro difícil de creer

que Seth tampoco no lo sabría. ¿No te dijo que una vez que Despierte todo el

conocimiento de los anteriores Apollyons te será trasmitido?”

“Sí, lo dijo. Seth tendría que saberlo”. Un sentimiento incómodo clamó mi atención

mientras ponía mi barbilla en mi palma. Si Seth sabía todo lo que los Apollyons sabían,

entonces ¿ninguno de ellos descubrió que éramos producto de la unión entre un puro y

un mestizo? Y ¿no tendría alguno que saber sobre la Orden, especialmente si las vidas de

Solaris y el Primero se le habían transmitido a Seth cuando Despertó?

“¿Qué pasa?”, preguntó Aiden silenciosamente.

La ira se agitó, empujando el lazo. “No creo que Seth esté siendo totalmente honesto

conmigo”.

Aiden no respondió.

Respiré hondo. “No entiendo por qué me mentiría. Tal vez… tal vez nunca sumó dos más

dos.” Eso sonaba estúpido incluso a mis oídos, pero mi cerebro tenía dificultades para

creer que Seth ocultaría algo como esto. ¿Por qué lo haría?

Unos segundos pasaron antes de que Aiden hablara.

“Alex, si la Orden sí existe hoy en día entonces podrían estar detrás de los ataques en las

Catskills. Y si son los ojos y la mano de Tánatos te consideran una amenaza.”

Pensé en lo que la furia había dicho antes de intentar quitarme la cabeza: que yo era una

amenaza y que no era nada personal, pero intentar matarme era algo muy personal.

“¿Crees que las furias estaban ahí por el ataque daimon o por… mí?”

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Me froté la sien y cerré los ojos. Esto me estaba dando dolor de cabeza. “Hay tantas

cosas que no encajan… la Orden, las furias, Seth. ¿Por qué irían por mí en vez de por él?”

Aiden cerró el libro. “Necesito contarle esto a Marcus. Si la Orden todavía está viva,

bueno, esto es serio. Y si Telly es un miembro necesitamos tener cuidado.”

Asentí, abriendo mis ojos. Podía sentir su mirada en mí de nuevo. “Ok”.

“Y no quiero que vuelvas a la casa de Romvi”, continuó. “Hablaré con Marcus y estoy

seguro de que estará de acuerdo”.

“No debería ser difícil. Mañana es el último día antes de las vacaciones así que me la

saltaré. ¿Crees que la parte de los ‘ojos de Tánatos’ es literal? ¿Y que las dagas en

realidad están sumergidas en sangre de titanes?”

“Conociendo a los dioses diría que sí.” Hubo una pausa y luego Aiden avanzó y capturó

mi barbilla con las puntas de sus dedos. Lentamente giró mi cabeza hacia él. “¿Qué no

me estás contando, Alex?”

Un estremecimiento pasó por mi cuerpo. “Nada”, susurré, y traté de girar mi cabeza

pero me mantuvo inmóvil.

“¿Sabes que puedes contarme cualquier cosa, verdad?” Y sé que hay algo que me estás

ocultando.”

La advertencia de Seth de mantener las marcas en secreto se vio abrumada por el deseo

de contarle a algo lo que estaba pasando. ¿Y quién mejor que Aiden? Era la única

persona en este mundo en la que confiaba, especialmente considerando cuánto había

arriesgado por mantenerme a salvo. Seth no estaría feliz si se enteraba, pero una vez

más, no estaba particularmente contenta con él.

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“Está pasando”, dije finalmente.

Los ojos de Aiden buscaron los míos.

“¿Qué está pasando?”

“Esta… cosa friki.” Levanté mis manos con las palmas hacia arriba. Su mirada cayó sin

soltar mis manos, y cuando sus ojos encontraron los míos de nuevo, eran interrogantes.

“He empezado a tener las marcas del Apollyon. No puedes verlas pero ahí están, en

ambas almas. Y hay otra en mi estómago”.

Pareció cogido por sorpresa y soltó mi mentón aunque no se alejó. “¿Cuándo empezó?”

Desvié la mirada. ”La primera cuando estábamos lejos en las Catskills. Seth y yo

estábamos entrenando un día y me enojé. De alguna forma, exploté una roca y lo

siguiente que supe era que había un lazo viniendo de Seth y apareció una runa.”

“¿Por qué no me lo dijiste?”

“Bueno, realmente no nos estábamos llevando bien y tú estabas ocupado. Y Seth me

pidió que no dijera nada hasta que supiéramos qué estaba pasando”. Suspirando, le

conté las demás veces y cómo había visto mi propio lazo. Disgusto brotaba de Aiden en

oleadas para cuando terminé de contárselo. “Pasa cuando nos estamos… tocando a

veces. Seth cree que si consigo la cuarta marca en la parte de atrás de mi cuello,

Despertaré. Tal vez antes de tiempo, y está emocionado por esa perspectiva.”

“Alex”, respiró inestablemente.

“Sí, lo sé. Soy anormal incluso para los estándares de los Apollyons.” Me reí. “No quiero

la cuarta marca. ¿Sabes?, de hecho me gustaría seguir teniendo 17 y no volverme un

Apollyon. Pero Seth es como ‘esto sería lo mejor del mundo’.”

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“¿Lo mejor para quién?”, preguntó silenciosamente. “¿Para ti o para Seth?”

Me reí de nuevo pero mi extraño humor se desvaneció cuando recordé que sospechaba

que Seth hacía lo de las runas a propósito.

“¿Alex?”

“Seth dice que sería lo mejor para mí porque sería más fuerte, pero creo que él… creo

que él desea una dosis de poder. Me recuerda a los hermanos de Super Mario

recargándose o algo, porque puedo sentirlo –el akasha- pasando de mí a…” Mi boca se

abrió. “Hijo de puta”.

“¿Qué?”, Aiden frunció el ceño.

Mi estómago dio un vuelco. “La segunda vez que obtuve una runa estuve exhausta por

días.” Me senté derecha, mirando a Aiden mientras todo encajaba. “¿Recuerdas la noche

que nos encontramos en la oficina de Marcus? Otra runa acababa de aparecer y esa vez

fue diferente de las demás.” Sentí el calor llenando mis mejillas y recordé lo mal que me

sentí mientras pasó. “De todas formas, estaba muy cansada y me desconecté por días”.

Aiden asintió. “Lo recuerdo. Te veías bastante malhumorada.”

Mi malhumor me había llevado a la cámara de privación sensorial y… a los miedos de

Aiden susurrados. “Bueno, no te fue tan mal como a Seth. Le tiré un sándwich”.

Estaba intentando contener una sonrisa pero sus ojos brillaban. “Probablemente se lo

merecía”.

“Sí, pero dioses ¿eso es lo que va a pasar cuando Despierte?”. El temor pasó sus dedos

helados por mi piel. “Me va a drenar. No creo que ni siquiera se dé cuenta de eso”.

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Sus ojos brillaron con ira, diluyendo la suavidad que se había reunido en ellos. Sus manos

se curvaron en puños. “Lo que sea que sea que… ustedes estén haciendo para causar

esas runas tiene que parar”.

Lo miré con suavidad. “Ya lo decidí pero eso no va a impedir que suceda eventualmente.

¿Y sabes que es lo más retorcido? Mi mamá me advirtió que el Primero iba a drenarme.

Pensé que estaba actuando como un daimon desquiciado.”

Aiden recuperó la distancia que yo había logrado poner entre ambos. “No voy a dejar

que nada te pase, Alex. Eso va para Seth también.”

Wow. Mi corazón hizo algo loco ahí mismo. Y sonaba como si realmente creyera en que

podía hacerlo. “Aiden, no puedes detener esto. Nadie puede”.

“No podemos evitar que Despiertes pero la transferencia de poder sólo pasará cuando

se toquen después de que cumplas 18, ¿no? Entonces no se tocarán.”

No podía imaginar a Seth estando de acuerdo con la parte de ‘no tocarse’ pero lo

entendería una vez que supiera lo que podría hacerme.

“Lo entenderá”, dije. “Hablaré con él cuando regrese. Esto es algo que debemos discutir

cara a cara”.

Aiden no parecía convencido. “Esto no me gusta”.

“Él no te gusta”, señalé gentilmente.

“Tienes razón. No me agrada Seth pero hay más en esto”.

“¿No lo hay siempre?”, me moví suavemente y sentí su respiración en mis labios. Si me

moviera un centímetro, nuestros labios se tocarían. Y Aiden estaba de repente mirando

mi boca.

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“Hablaré con Marcus”, dijo, su voz ronca.

“Ya lo dijiste”.

“¿Ah sí?” Su cabeza se inclinó ligeramente. “Deberíamos regresar”.

Tragué saliva. Aiden no se movía y cada músculo de mi cuerpo me gritaba que cruzara

ése pequeño espacio entre nosotros, pero empujé la silla, haciendo un horrible sonido

chirriante. Me puse de pie. No parecía haber suficiente aire en la pequeña habitación de

paredes verde claro. Empecé a ir hacia la puerta pero me detuve cuando me di cuenta

de que había dejado mi bolso en la mesa. Me giré.

Aiden estaba frente a mí. No lo había oído levantarse o moverse hacia mí. Tenía mi bolso

en una mano, el libro ya estaba adentro. Y estaba de pie tan cerca que las puntas de sus

zapatos rozaban los míos. Mi corazón se aceleró y sentí como si una docena de

mariposas explotaran en mi estómago. Estaba medio asustada de respirar, de sentir lo

que sabía que no estaba permitido.

Puso la correa de mi bolso en mi hombro y luego corrió mi cabelló detrás de mi oreja.

Pensé que quizás iba a abrazarme o a zarandarme, porque siempre existía esa

posibilidad, pero luego sus manos se deslizaron sobre mi mejilla y su pulgar pasó sobre

mi labio inferior, cuidadoso con la cicatriz que había en el centro aunque el dolor había

pasado hacía mucho.

Inhalé bruscamente. Sus ojos eran plata líquida. Sabía que quería besarme, quizás hacer

más cosas. Mi piel picaba de anticipación, emoción y también mucho deseo. Y creo que

él estaba sintiendo lo mismo que yo, no necesitaba que un estúpido lazo de lo dijera.

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Pero Aiden no actuaría en consecuencia. Tenía el tipo de autocontrol que rivalizaba con

el de esas sacerdotisas vírgenes que servían en los templos de Artemisa. Y también

estaban todas las demás razones por las que él no podía, por las que yo no podía.

Aiden cerró sus ojos y exhaló bruscamente. Cuando sus ojos se volvieron a abrir, dejó

caer su mano y me dio una sonrisa breve. “¿Lista?”, preguntó.

Ya extrañaba su toque, y todo lo que pude hacer fue asentir. Seguí lanzándole miradas

furtivas y no parecía molesto, sólo perdido en sus pensamientos y quizás algo triste.

Aiden me acompañó hasta la puerta como si algún miembro loco de la Orden o una furia

fuera a saltar de un armario de suministros. El hall estaba casi vacío porque compartía el

primer piso con un montón de puros. Sus padres los habían recogido de clases el lunes,

adelantando las vacaciones de invierno. Asintió secamente y esperó hasta que cerré la

puerta y puse el cerrojo.

Dejando caer mi bolso al suelo, me senté y saqué el celular que Seth me había dado.

Sólo había un contacto en la agenda: Conejito Arrunchador.

No pude evitar reírme. Siempre parecía existir dos lados de Seth: el lado divertido y

encantador, el que podía ser paciente y gentil. Y luego estaba un lado completamente

diferente, el Seth que realmente no conocía, el que parecía contar sólo verdades a

medias y el que era la encarnación terrenal de todo lo que temía.

Respirando hondo, presioné el nombre y escuché el teléfono timbrar una, dos veces y

luego irse al saludo estándar del correo de voz.

Seth no respondió. Tampoco me devolvió la llamada en toda la tarde.

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Capítulo 12

Traducido y corregido por: NatyLRJ

No tenía idea de lo que Seth podría estar haciendo para que no me devolviera la

llamada. No era como si estuviera preocupada por su seguridad; Seth podía cuidar de sí

mismo, pero me preguntaba si todavía seguía enojado conmigo. Lo curioso era que, si no

lo estaba, iba a estarlo luego de que hablara con él.

Empujé a Seth fuera de mis pensamientos, lo cual fue sorprendentemente fácil cuando

entré a Verdades técnicas y Leyendas.

Deacon levantó la mirada, con una sonrisa mientras me sentaba a su lado. Me sorprendí

al verlo en el último día de clases. Me imaginé que, de todo el mundo, él buscaría la

manera de escaparse. “¿Cómo estuvo tu visita a la biblioteca? ¿Terminaste tu estudio?”

Miré a la parte delantera del aula. Luke estaba hablando con Elena, pero

estaba mirándonos -a Deacon- por el rabillo del ojo.

“¿Mi visita a la biblioteca?” Me enfoqué en Deacon. “¿Cómo estuvo la tuya?”

“Bien. Estudié mucho”.

Deacon ni siquiera perdió el ritmo.

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"Wow." Bajé la voz. "Es increíble teniendo en cuenta que ninguno de los dos tenía libros

para estudiar."

Deacon abrió la boca, pero la cerró.

Le guiñé un ojo.

Las puntas de sus orejas se pusieron de un rojo brillante. Dio unos golpecitos con los

dedos en la parte superior del escritorio. "Bueno, entonces." Una parte de mí quería

decirle a Deacon que Aiden sabía y que no tenía nada de qué preocuparse, pero ese no

era mi lugar. Aunque tal vez podría darle un empujoncito en la dirección correcta.

"No es gran cosa", le susurré. "Honestamente, a nadie aquí, puro o mestizo, le importa

eso. "

"No es así", él susurró en respuesta.

Levanté una ceja. "¿No lo es?"

"No." Deacon suspiró. "Me gustan las chicas, también, pero..." Su mirada encontró a

Luke. "Él es diferente".

Bueno, al menos no había estado completamente fuera de base cuando se trataba de las

preferencias de Deacon.

"Sí, Luke de seguro es diferente".

Deacon esbozó una sonrisa. "No es lo que piensas. No hemos hecho... nada".

"Lo que sea." Sonreí.

Se inclinó sobre la brecha entre nuestros escritorios.

"Es un mestizo, Alex. De todas las personas, creo que tú sabes lo peligroso que es".

Me eché hacia atrás y lo miré fijamente.

Deacon me guiñó un ojo y una sonrisa maliciosa cruzó su rostro. "Pero la pregunta es:

¿vale la pena romper la regla número uno o no?"

Antes de que pudiera abrir la boca para responder a eso, y honestamente no tenía idea

de qué decir, dos guardias del Concejo entraron en la clase, silenciando toda la

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habitación. Me moví en mi asiento mientras un malestar florecía, casi deseando poder

deslizarme debajo de la mesa.

El de pelo corto marrón escaneaba la habitación con los labios apretados en una línea

dura. Su mirada se posó en mí. La sangre se heló en mis venas. Lucian no estaba aquí,

y no reconocí a ninguno de los Guardias.

"¿Señorita Andros?" Su voz era suave, pero llena de autoridad. "Tiene que venir con

nosotros".

Cada maldito niño en la clase se volvió y me miró fijamente. Tomando mi bolso, me

encontré con los ojos muy abiertos de Deacon. Me dirigí hacia el frente de la clase,

forzando la sonrisa "lo que sea" en mi cara. Pero mis rodillas estaban temblando.

Que los Guardias del Concejo llamaran a alguien fuera de clases nunca era algo bueno.

Hubo un murmullo irradiando desde donde Cody y Jackson se sentaban. Yo los ignoré y

seguí a los guardias hacia afuera. Nadie habló mientras caminábamos por los pasillos y

era ridículo el número de pasos. El terror comenzó a tejer un camino dentro de mí.

Marcus no habría enviado a los guardias del Concejo para que me buscaran. Habría

enviado a Linard, o a León, incluso a Aiden.

Los Guardias del Covenant abrieron las puertas de la oficina de Marcus, y entré. Mi

mirada recorrió la habitación, rápidamente buscando al ocupante.

Mi paso vaciló.

El Primer Ministro Telly estaba de pie frente al escritorio de Marcus, con las manos

entrelazadas detrás de él. Aquellos ojos pálidos se agudizaron en el momento en que se

encontraron nuestras miradas. El gris parecía haberse extendido desde sus sienes desde

la última vez que lo había visto, ahora salpicando su cabello. En lugar de las túnicas

suntuosas que se había puesto en el Concejo, llevaba una simple túnica blanca y

pantalones de lino.

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La puerta se cerró con un suave clic detrás de mí. Me di la vuelta. No había Guardias, no

estaba Marcus. Estaba completamente sola con el imbécil Primer Ministro.

Genial.

"¿Va a sentarse, señorita Andros?"

Me di la vuelta lentamente, obligándome a tomar una respiración profunda. "Prefiero

estar de pie. "

"Pero yo prefiero que se siente", respondió sin inflexiones en la voz. "Tome asiento".

Una orden directa del Primer Ministro era algo que no podía rechazar, pero eso no

significaba que estuviera a punto de someterme sin más. Me dirigí a la silla lo más

lentamente posible, sonriendo para mis adentros cuando vi un músculo en su mandíbula

empezar a palpitar.

"¿Qué puedo hacer por usted, Primer Ministro?", le pregunté después de que hice un

espectáculo poniendo mi bolso junto a mis pies, alisando mi suéter, y encontrando una

posición cómoda.

Repugnancia llenó su mirada. "Tengo un par de preguntas para usted sobre la noche en

que dejó el Concejo".

"¿No debería Marcus estar aquí? ¿Y no tiene que esperar hasta que mi tutor legal esté

presente? Lucian se encuentra en Nueva York, donde usted debería estar".

"No veo ninguna razón para incluirlos en este… asunto indecoroso. "Volvió la atención al

acuario, viendo los peces por unos momentos mientras yo me sentía aún más incómoda.

"Después de todo, los dos sabemos la verdad".

¿Que era un gran cretino? Todo el mundo lo sabía, pero dudaba que eso fuera a lo que

quería llegar. "¿Qué verdad?"

Telly se echó a reír mientras se giraba. "Quiero conversar con usted acerca de la noche

en que los daimons y las furias atacaron al Concejo, sobre la verdadera razón por la que

huyeron."

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Mi corazón tartamudeó, pero mantuve mi rostro en blanco.

"Pensé que lo sabía. Los daimons estaban detrás de mí. Luego vinieron las furias. Verá,

para el final de la noche era terriblemente popular".

"Eso es lo que usted dice." Se inclinó contra el escritorio y tomó una pequeña estatua de

Zeus. "Sin embargo, un Guardia pura sangre fue encontrado muerto. ¿Tiene algo que

añadir a eso?"

Un sabor amargo se formó en la parte posterior de mi boca. "Bueno... hubo un montón

de puros y mestizos muertos. Y un montón de sirvientes muertos que a nadie le

importaron una mierda. Se hubieran podido salvar si alguien los hubiera ayudado. "

Él arqueó una ceja. "La pérdida de un mestizo es difícilmente asunto mío."

La ira tenía un sabor diferente en mi boca. Un sabor a sangre. "Docenas y docenas de

ellos murieron".

"Como he dicho, ¿cómo sería eso un asunto mío?"

Él me estaba provocando. Lo sabía. Y aun así quería darle un puñetazo.

"Pero estoy aquí por la muerte de uno de mis Guardias", continuó. "Quiero saber cómo

murió."

Fingí aburrimiento. "Ya le dije que probablemente tuvo que ver con los daimons que

pululaban en el edificio. Tienden a matar gente. Y las furias rasgaban personas."

La sonrisa en su rostro se desvaneció. "Él fue asesinado con una daga del Covenant".

"Bien." Me senté en la silla, ladeando la cabeza hacia un lado. "¿Sabe que los mestizos

pueden convertirse ahora?"

Los ojos del Ministro Telly se estrecharon.

Hice más lento mi discurso. "Bueno, algunos de esos mestizos fueron entrenados como

Centinelas y guardias. Llevaban dagas. Y creo que saben cómo utilizar las dagas,

también." Asentí con los ojos abiertos. "Probablemente fue uno de ellos."

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Sorprendentemente, Telly se rió. No fue una buena risa, más bien como una risa de Dr.

Malvado.

"¡Qué boca tiene! Dígame, ¿es porque piensa que está a salvo? ¿Que ser el Apollyon la

hace intocable? ¿O sólo es estupidez ciega?"

Pretendí pensar en ello.

"A veces hago cosas muy tontas. Esta podría ser una de ellas."

Él sonrió tensamente. "¿Cree que soy estúpido?"

Raro. Esa era la segunda vez que me preguntaban una versión de esa pregunta en las

últimas veinticuatro horas. Le di la misma respuesta.

"¿Es una pregunta capciosa?"

"¿Por qué cree que he esperado hasta ahora para preguntarle, Alexandria? Mire, sé

acerca de su pequeño vínculo con el Primero. Y sé que este tipo de distancia niega ese

vínculo." Su sonrisa se hizo real mientras mis manos apretaron los brazos de la silla. "Así

que, ahora mismo, no es más que una Mestiza. ¿Me entiende?"

"¿Cree que necesito que Seth me defienda?"

Los huecos de sus mejillas comenzaron a tornarse de color rosa. "Dígame lo que pasó

esa noche, Alexandria."

"Hubo un ataque daimon enorme del que traté de advertirles, pero me ignoraron. Dijo

que era una idea ridícula que los daimons pudieran hacer semejante payasada" hice una

pausa, dejando que ese golpe lo hundiera "Luché. Asesiné algunos daimons y derribé a

una furia o dos".

"Ah, sí. Usted luchó magníficamente por lo que escuché." Se detuvo, tocando su barbilla.

"Y luego un complot fue descubierto. Los daimons estaban tras el Apollyon".

"Exactamente".

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"Encuentro eso extraño," contestó, "teniendo en cuenta de que estaban tratando de

matarla a la vista de los guardias y Centinelas. Quienes, por cierto, son leales al

Concejo".

Bostecé ruidosamente, haciendo todo lo posible para demostrar que no tenía miedo,

mientras estaba temblando en mi interior. Si lo viera, entonces sabría que estaba en lo

cierto. "No tengo ni idea de lo que ocurre dentro de la mente de un daimon. No puedo

explicar eso."

Telly se apartó del escritorio, llegando a estar de pie delante de mí. "Sé que mató al

Guardia pura sangre, Alexandria. Y también sé que otro puro lo cubrió por usted."

Mi cerebro como que se vació mientras lo miraba. Terror, potente y fuerte, sacó el aire

de mis pulmones. ¿Cómo lo sabía? ¿La compulsión de Aiden había desaparecido? No,

porque estaría al frente del Concejo, esposada, y Aiden... Oh, dioses, Aiden estaría

muerto.

"¿No tiene nada que decir a eso?", Telly preguntó, claramente disfrutando este

momento.

Contrólate, contrólate. "Lo siento. Estoy un poco sorprendida".

"¿Y por qué estaría sorprendida?"

"Porque esa es probablemente la cosa más estúpida que he escuchado en mucho

tiempo. ¿Y ha visto a la gente que conozco? Eso es decir algo."

Apretó los labios "Está mintiendo. Y no es una buena mentirosa."

Mi pulso latía con fuerza. "En realidad, soy una gran mentirosa."

Él estaba perdiendo la paciencia rápidamente.

"Dígame la verdad, Alexandria."

"Le estoy diciendo la verdad." Obligué a mis dedos a relajarse en los brazos del sillón.

"Sé que no debo atacar a un puro, y mucho menos una matar a uno."

"Usted atacó a un Maestro en el Concejo".

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Mierda. "En realidad no lo ataqué, le impedí atacar a otra persona. Y bueno, aprendí la

lección después de eso. "

"Siento no estar de acuerdo. ¿Quién la ayudó a encubrirlo?"

Me incliné hacia delante en la silla. "No tengo ni idea de lo que está hablando."

"Está poniendo a prueba mi paciencia", dijo. "No quiere ver lo que va a suceder cuando

la pierda".

"Parece que ya la perdió." Miré alrededor de la habitación, obligando a mi corazón a

volver a la normalidad. "No tengo ni idea de por qué me está haciendo estas preguntas.

Y me estoy perdiendo el último día de clase antes de las vacaciones de invierno. ¿Va a

darme una excusa o algo así?"

"¿Cree que es inteligente?"

Sonreí.

La mano de Telly serpenteó tan rápidamente que ni siquiera tuve la oportunidad de

desviar el golpe. El dorso de su mano conectó con mi mejilla con fuerza suficiente para

voltear mi cabeza en un lado. Incredulidad y rabia mezcladas corrieron a través de mí. Mi

cerebro se negaba rotundamente a aceptar el hecho de que él me acababa de golpear,

que se atrevió a pegarme. Y mi cuerpo ya estaba demandando que le devolviera el

golpe, que lo tirara boca arriba. Mi puño prácticamente moría de ganas de conectar con

su mandíbula.

Me agarré a los bordes de la silla, frente a él. Eso era lo que quería Telly. Quería que le

contraatacara. Entonces tendría mi culo en una bandeja de oro.

Telly sonrió.

Le devolví el gesto, haciendo caso omiso al escozor de mi mejilla. "Gracias."

La ira estalló en el fondo de sus ojos. "Cree que es dura, ¿verdad?"

Me encogí de hombros. "Creo que se podría decir así".

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"Hay maneras de romperla, querida niña." Su sonrisa aumentó, pero nunca llegó a sus

ojos. "Sé que mató a un pura sangre. Y sé que alguien -otro puro o el Primero- la cubrió".

Un escalofrío me recorrió la columna vertebral, como dedos helados de pánico y terror.

Lo enterré, seguro para visitarlo de nuevo más tarde… si había un más tarde.

Arqueé una ceja. "No tengo idea de lo que está hablando. Ya le dije lo que pasó."

"¡Y lo que me ha dicho es una mentira!"

Salió inclinó agarrando los brazos de la silla. Sus dedos estaban a centímetros de los

míos, labios hacia atrás, la cara roja de ira. "Ahora dígame la verdad o que Dios me

ayude... "

Me negué a alejarme como quería hacerlo. "Se la he dicho."

Una vena apareció en su sien.

"Está pisando terreno peligroso, querida. "

"No tiene ninguna prueba," dije en voz baja, encontrando su mirada furiosa. "Si la

tuviera, ya estaría muerta. De nuevo, si fuera sólo una mestiza no necesitaría muchas

pruebas, pero para sacarme del cuadro necesita el permiso del Concejo. Ya sabe, siendo

el precioso Apollyon y todo. "

Telly se levantó de la silla, dándome la espalda.

Sabía que tenía que callarme. Burlarse de él era probablemente la cosa más estúpida

que podía hacer, pero no podía parar. La ira y el miedo nunca fueron una buena

combinación para mí.

"Lo que no entiendo es, ¿cómo sabe con tanta certeza que he matado a un pura sangre?

obviamente, no hay testigos de su muerte. Nadie me está señalando con el dedo." Hice

una pausa, disfrutando la forma en la que los músculos de su espalda se tensaron bajo la

túnica delgada. "¿Por qué usted...?”

Se dio la vuelta, con la cara impresionante en blanco. “¿Por qué yo qué, Alexandria?"

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Mi estómago se revolvió cuando me di cuenta. Mis sospechas habían sido correctas.

Miré sus elegantes manos.

"¿Cómo puedes estar tan seguro a menos que haya ordenado a alguien -a un Guardia-

atacarme? Entonces creo que estaría bastante seguro si ése Guardia apareciera muerto,

pero usted no haría eso, porque estoy segura de que el Concejo estaría bastante

molesto. Incluso podría perder su cargo".

Estaba tan ocupada regodeándome que ni siquiera lo vi moverse.

Su mano cogió la misma mejilla. La ráfaga de ardiente dolor me sorprendió. No fue un

golpe maricón. La silla se sostuvo en dos patas antes de volver hacia abajo. Las lágrimas

me picaron los ojos.

"Usted… usted no puede hacer esto", le dije, voz ronca.

Telly me agarró de la muñeca. "Yo puedo hacer lo que me plazca." Me arrastró hasta que

me puse en pie, sus dedos dejando moretones en mis brazos mientras me arrastraba a

través de la oficina de mi tío. Me empujó hacia la ventana que daba al patio.

"Dígame, ¿qué ve ahí?"

Parpadeé para contener las lágrimas que amenazaban con desbordarse. Estatuas, la

arena, y más allá, el océano rodaba y rodaba con fuertes olas.

La gente se dispersaba a través del campus.

"¿Qué es lo que ve, Alexandra?" Apretó su agarre.

Hice una mueca, odiando mi momento de debilidad. "No lo sé. Veo a la gente y la

maldita arena. Y el océano. Veo un montón de agua".

"¿Ve a los sirvientes?" Hizo un gesto hacia el atrio, donde un grupo de ellos

estaban esperando órdenes de su Maestro. "Me pertenecen. Soy dueño de todos ellos."

Los músculos de mi cuerpo se tensaron. No podía quitar la mirada de ellos.

Telly se inclinó, su aliento caliente en mi oído. "Déjeme decirle un pequeño secreto

sobre la verdadera naturaleza del viaje de su otra mitad para las Catskills. Ha sido

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contratado para encargarse de cualquier sirviente que esté liberado del elixir y se niegue

a someterse. ¿Lo sabía?"

"¿Encargarse de ellos?"

"Tome un poco de ese ingenio de tu boca y aplíquelo. Estoy seguro de que puede

entenderlo."

Pude, pero no pude creerlo. Había una diferencia entre esas dos cosas, porque entendía

lo que Telly afirmaba que Seth iba a derribar a cualquier mestizo que estuviera causando

problemas, pero Seth no estaría de acuerdo con algo como eso. Y También sabía que

Telly me decía que esto para quebrarme.

Estaba funcionando.

"Hay algo más que quiero decirle", dijo Telly. "Sí tengo un favorito de todos los

sirvientes, ya ve. Uno que solicité personalmente hace muchos años. ¿Sabía que conocí a

su madre y padre?"

Cerré los ojos.

"¿Qué, Alexandria? ¿Alguien ya sacó ése pajarito de la jaula?"

Soltó mi muñeca, riéndose entre dientes. "Pensar que su hermosa madre se contaminó

de ese modo para mezclarse con un mestizo. ¿Cree que ellos realmente se salieron con

la suya? Y ¿de verdad cree Lucian se ha olvidado de la desgracia que ella colocó sobre su

cabeza?”

Papá. Papi. Padre. Todos los títulos que no había querido decir realmente hasta que leí la

carta de Laadan. Pero ahora lo eran todo.

"Sé que él no significa nada para usted", Telly continuó. "Nunca lo conoció, pero sí sé

que todo lo que él encubrió tiene que significar mucho para usted. Y ¿qué dicen? ¿De tal

palo, tal astilla?”

La desesperación lavó cualquier alivio que sentí. Telly no iba a usar a mi padre en mi

contra: estaba a punto de usar a Aiden.

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Telly me dejó junto a la ventana, volviendo al centro de la habitación.

"Esta es su última oportunidad. Me iré pasado mañana, antes del amanecer, y si no se ha

entregado para entonces, no habrá más oportunidades. Esto podría terminar

fácilmente".

Ya ni siquiera sentía los latidos en mi rostro.

Telly sonrió, disfrutando de mi silencio.

"Admita haber matado al guardia, y no voy a presionar..." su labio se curvó, "a quién lo

encubrió. Y confíe en mí, voy a averiguarlo. Sólo hay unos pocos que he notado que han

tomado algún interés en usted, además del Primero. ¿Qué?" Él se echó a reír. "¿Piensas

que no había estado prestando atención?"

El aire escapó de mis pulmones tan rápido que me sentí mareada.

"Vamos a ver." Telly se tocó la barbilla. "Tenemos a su tío, que creo que se preocupa por

usted mucho más de lo que deja ver. Él estaba en Nueva York. Luego está ese centinela -

el que la encontró esa noche en el laberinto. ¿Leon? Luego el que se ofreció

amablemente a entrenarla. Creo que sería St. Delphi. Y luego está Laadan. Todos ellos

son sospechosos, y me aseguraré de que todos ellos sufran. Como el Primer Ministro,

puedo revocar la posición de Marcus. Incluso puedo remover la de Lucian. Puedo

presentar cargos contra el resto. Con todos los incidentes y disturbios recientes, sería

demasiado fácil".

Una masa de horror y frustración se había formado en mi garganta. Lágrimas se

formaron detrás de mis ojos en el mismo momento en que quise aplastar la cabeza de

Telly.

"Va a ir a la servidumbre y tomará el elixir. Si se niega, bueno, las cosas van a terminar

mal".

Mis manos se cerraron en puños.

"Usted es… repugnante."

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Telly se dirigió hacia mí, con la mano estirándose para golpearme de nuevo.

Cogí su muñeca, mis ojos se encontraron con su mirada, sosteniéndola. "He sido

golpeada lo suficiente, gracias."

Un alboroto en el pasillo llamó la atención de Telly y liberó su muñeca. La voz de Marcus

sonó fuerte, exigiendo la entrada a su oficina. Telly alzó una ceja. "Tiene hasta el

amanecer del viernes".

Las paredes se cerraron.

Telly sonrió mientras las demandas de Marcus se hicieron más fuertes. Ninguno de los

dos habló durante esos momentos.

"¿Por qué me odia tanto?", pregunté finalmente.

"Yo no la odio, Alexandria. Odio lo que es."

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Capítulo 13

Traducido y corregido por: NatyLRJ

A eso habíamos llegado porque yo era un Apollyon, porque me transformaría en un

Matadioses. Y supe entonces, sin duda alguna, que Telly era un miembro de la Orden.

En su cabeza él sólo estaba protegiendo a los dioses de una amenaza, y no veía nada

malo en lo que hacía.

Las puertas se abrieron mientras me giraba hacia la ventana, luchando por mantener el

control.

“¿Qué está pasando aquí?”, inquirió Marcus.

“Tenía algunas… inquietudes sobre la noche en que Alexandria dejó el Concejo”, replicó

Telly. “Al principio no fue muy cooperativa en cuanto a las preguntas, pero creo que sí

llegamos a un acuerdo. Luego de eso, fue sorprendentemente colaboradora.”

Sí, se lo inventó en mi cara.

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Me pregunté qué tan rápido podría sacar una de las dagas de Marcus de la pared y

clavarla en el ojo de Telly antes de que sus Guardias pudieran reaccionar. La tensión en

la habitación aumentó, las ondas ondulando en todas direcciones.

“¿Y por qué no estuve involucrado en este interrogatorio? O mejor aún, ¿por qué no

podía esperar hasta que Lucian volviera?”, Marcus dijo sin inflexiones pero reconocí el

filo en su voz. Los dioses sabían que lo había recibido innumerables veces. “Él es su

guardián y debió haber estado presente.”

Telly hizo tsk suavemente16.

“No era un interrogatorio formal o uno sancionado por el Concejo. Tenía unas cuantas

inquietudes que necesitaba aclarar. Por eso no fue necesaria su presencia o la de Lucian.

Eso, además del hecho de que soy el Primer Ministro y no necesito su permiso”.

Puso a Marcus en su lugar eficazmente.

“Alexandria”, dijo Telly. “Por favor no olvide lo que discutimos”.

No respondí porque todavía estaba considerando si podría o no apuñalarlo antes de que

los Guardias me derribaran.

El Primer Ministro Telly se disculpó en ese momento, lanzando cortesías con tal calma

que casi encontré difícil de creer que acababa de quitar la tierra bajo mis pies.

“¿Alexandria?”

La voz de Marcus rompió el silencio. “¿Qué quiso discutir contigo?”

“Tenía preguntas sobre lo que pasó en el Concejo”. Mi voz estaba innaturalmente ronca.

“Eso es todo”.

16

Se refiere a una especie de bufido que denota condescendencia.

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“¿Alex?”, dijo Aiden, y el corazón se me cayó a los pies. Por supuesto que estaba aquí.

“¿Qué sucedió?”

Encarándolos, usé mi cabello para ocultarles la mejilla que me escocía y mantuve mi

mirada fija en la alfombra. “Aparentemente, tengo una mala actitud. Tuvimos que

trabajar en ella”.

Aiden estaba de pronto frente a mí, alzando mi barbilla. Mi cabello se deslizó de mi

mejilla. La rabia explotó en él, tragándose el aire como un agujero negro de furia.

“¿Hizo esto?”. Su voz era tan suave que apenas la oí.

Incapaz de responder, desvié la mirada.

“Eso es inaceptable”. Aiden se giró hacia Marcus. “No puede hacer esto. Ella es una

chica”.

A veces Aiden olvidaba que también era una mestiza, lo que prácticamente anulaba todo

el asunto de “no golpear a una chica”. Como con Jackson. Como con la mayoría de

purasangres. Nuestra sociedad -nuestras reglas y cómo éramos tratados- apestaban. No

había palabras para describirlo.

Y de repente, mil preguntas surgieron pero una sobresalió. ¿Cómo podía seguir siendo

parte de este mundo? Ser una Centinela, de cierta forma, era apoyar la estructura social,

era básicamente decir que estaba de acuerdo con esto, pero no era así. Lo odiaba.

Sacudiendo mi cabeza, saqué esos pensamientos de mi mente por ahora. “Es el Primer

Cretino. Puede hacer lo que se le da la gana, ¿no?”

Marcus se veía estupefacto mientras seguía mirándome fijamente. ¿Realmente estaba

sorprendido por la violencia de Telly? Si ese fuera el caso, acababa de perder algunos

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puntos en inteligencia. Se giró hacia Leon. “Se suponía que ella no iría sola a ninguna

parte. ¿Por qué Telly pudo alcanzarla?”

“Estaba en clase”, respondió Leon. “Linard estaba esperando que saliera. Y nadie

esperaba a Telly. No con todo lo que está pasando en Nueva York”.

Marcus le dio una mirada peligrosa a Linard. “Si tienes que sentarte en clase con ella,

entonces hazlo”.

“No es su culpa”, dije. “Nadie puede vigilarme cada segundo del día”.

Aiden maldijo. “¿Eso es todo lo que harás? Es tu sobrina, Marcus. Él golpeó a tu sobrina y

¿esa es tu respuesta?

Los ojos de Marcus se oscurecieron a un verde brillante. “Soy muy consciente del hecho

de que ella es mi sobrina, Aiden. Y no creas ni por un segundo que encuentro nada de

esto”, me señaló con su mano, “aceptable. Contactaré al Concejo inmediatamente. No

me interesa que ella sea una mestiza. Telly no tiene derecho.”

Cambié mi peso.

“¿Al Concejo le va a importar? ¿En serio? Ustedes golpean a los sirvientes todo el

tiempo. ¿Por qué yo sería diferente?”

“No eres un sirviente”, dijo Marcus, lanzándose a su escritorio.

“¿Y eso hace que esté bien?”, grité, mis manos se curvaron en puños. “¿Está bien

golpear a los sirvientes por su sangre? ¿Y está mal porque yo tengo…?”, me interrumpí

antes de revelar demasiado. Todos los ojos estaban en mí.

Detrás de su escritorio, Marcus respiró hondo y cerró brevemente sus ojos. “¿Estás bien,

Alexandria?”

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“Estoy sencillamente genial”.

Aiden me tomó del brazo. “La voy a llevar a la clínica”.

Liberé mi brazo. “Estaré bien”.

“Te golpeó”, Aiden bullía, sus ojos brillaban.

“Y sólo será un moratón, ¿vale? Ése no es el problema.” Necesitaba salir de esta

habitación, alejarme de todos ellos. Necesitaba pensar. “Sólo quiero volver a mi

dormitorio”.

Marcus se congeló con el teléfono a medio camino de su oreja. “Aiden, asegúrate de que

llegue a su cuarto. Y quiero que se quede ahí hasta que averigüemos lo que Telly quiere

o hasta que se vaya. Contactaré a Lucian y al resto del Concejo”, dijo Marcus y su mirada

volvió a encontrar la de Aiden. “Lo digo en serio. No debe abandonar su habitación”.

Estaba muy ocupada pensando en todo lo que había pasado para que me importara que

Marcus me mandara a mi dormitorio. Y si Lucian se enteraba de lo que había pasado,

entonces Seth también lo haría. Al menos había una luz en medio de toda la porquería.

Si Seth estuviera aquí, probablemente mataría a Telly.

Marcus me detuvo en la puerta. “¿Alexandria?”

Me giré, esperando que hiciera esto rápido. Que me echara la bronca por enemistarme

con Telly, decirme que no lo volviera a hacer, y advertirme de mi mal comportamiento.

Encontró mi mirada. “Lamento no haber estado aquí para detenerlo. No volverá a

pasar”.

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Mi tío tenía un extraterrestre en su interior17. Parpadeé lentamente. Antes de que

pudiera decir algo, siguió haciendo su llamada. Medio aturdida, dejé que Aiden me

sacara de la oficina y me llevara por el corredor.

Una vez que la puerta en las escaleras se cerró tras nosotros, Aiden bloqueó el paso.

“Quiero saber qué pasó.”

“Sólo quiero volver a mi habitación”.

“No te lo estoy pidiendo, Alex”.

No respondí y finalmente se giró rígidamente y bajó las escaleras. Lo seguí lentamente.

Todavía había clases, así que la escalera y el primer lobby estaban virtualmente vacíos

con la excepción de algunos Guardias e Instructores. Caminamos de vuelta a mi

dormitorio en silencio, pero yo sabía que no iba a dejarlo pasar. Aiden estaba

comprándose tiempo, así que no me sorprendí del todo cuando me siguió dentro de mi

habitación cerrando la puerta tras él.

Dejé caer mi bolso y me pasé las manos por el pelo. “Aiden”.

Tomó mi mentón como había hecho en la oficina de Marcus, girando mi cabeza hacia un

lado. Su mandíbula se apretó. “¿Cómo pasó esto?”

¿Qué tan mal se veía? “Supongo que no respondí correctamente después de la primera

vez”.

“¿Te golpeó dos veces?”

17

Se refiere a que estaba como poseído por actuar así de extraño.

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Avergonzada, me liberé y me senté en el sofá. Estaba entrenada para pelear y

defenderme. Había sobrevivido a batallas con daimons con apenas rasguños. Toda esta

situación me hacía sentir débil e indefensa.

“No deberías estar aquí”, dije finalmente. “Sé que Marcus dijo que se aseguraran de que

me quedara en mi habitación pero no deberías ser tú.”

Aiden se puso en pie en frente de la pequeña mesa para café, las manos en sus caderas.

Su postura me recordaba tanto nuestras sesiones de entrenamiento -la que adoptaba

cuando sabía que estaba a punto a presionarme-. Iba muy en serio.

“¿Por qué?”

Me reí y luego hice una mueca. “No deberías estar cerca de mí. Creo que Telly tiene a

alguien vigilándome, a ambos.”

No había ni un poco de pánico en esos ojos plateados. “Necesitas contarme lo que pasó,

Alex. Ni siquiera pienses en mentirme. Lo sabré.”

Cerré mis ojos y negué con la cabeza. “No sé si puedo”.

Oí a Aiden moverse alrededor de la mesa y sentarse en el borde frente a mí. Su mano

presionó mi otra mejilla. “Puedes contarme cualquier cosa. Lo sabes. Siempre te

ayudaré. ¿Cómo puedes dudarlo?”

“No lo dudo”. Abrí mis ojos, avergonzada cuando sentí que estaban húmedos.

La confusión llenó su rostro. “¿Entonces por qué no me lo puedes decir?”

“Porque… porque no quiero que te preocupes”.

Aiden frunció el ceño.

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“Siempre estás pensando en alguien más cuando deberías estar más preocupada por ti

misma.”

Bufé. “Eso no es cierto. He sido realmente egocéntrica últimamente.”

Se rió suavemente, pero cuando el rico sonido se desvaneció, también lo hizo su sonrisa.

“Alex, háblame”.

El terror y pánico volvieron. No estoy segura de que se hubieran ido realmente. Las

palabras sólo salieron. “Telly lo sabe”.

Entrecerrar ligeramente sus ojos fue su única reacción. “¿Qué tanto?”

“Sabe que maté a un purasangre”, susurré. “Y sabe que o Seth o un puro lo cubrieron”.

Aiden no dijo nada.

Yo empecé a entrar en pánico. “Definitivamente es parte de la Orden, y creo que es el

que envió el Guardia a matarme. Es la única forma en que lo sabría a menos de que la

compulsión…”

“La compulsión no se ha desvanecido”. Aiden pasó su mano sobre su cabeza. Ondas

oscuras cayeron entre sus dedos. “Lo sabríamos. Ya me habrían arrestado”.

“Entonces la única forma en que podría saberlo es si él envió al Guardia a matarme.”

Aiden se tocó la nuca. “¿Estás segura de que lo sabe?”

Me reí ásperamente mientras señalaba mi mejilla. “Hizo esto cuando no quise

admitirlo”.

El plateado de sus ojos ardía. “Quiero matarlo”.

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“Yo también, pero eso realmente no va a ayudar”.

Me dio una sonrisa salvaje. “Pero nos haría sentir mejor”.

“Maldita sea, te has vuelto oscuro. Gracioso, pero oscuro”.

Aiden negó con la cabeza.

“¿Qué dijo exactamente?”

Le conté las preguntas que había hecho Telly.

“Sabes, lo único bueno de todo esto es que no piensa usar a mi padre en mi contra. Pero

dijo que si me entregaba, no iba a presionar para averiguar quién fue el puro que me

cubrió. Si no se lo digo, va a ir tras cualquier puro que parezca tolerarme: tú, Laadan,

Leon, incluso Marcus. Supongo que no cree que pueda con Seth o le tiene miedo”.

“Alex…”

“No sé qué hacer”. Me levanté del sofá, esquivándolo. Paseé por la salita, sintiéndome

encerrada. Me detuve de espaldas a Aiden. “Estoy jodida. Lo sabes, ¿verdad?”

“Alex, pensaremos en algo”. Lo sentí detrás de mí. “Este no es el fin. Siempre hay

opciones”.

“¿Opciones?”, me crucé de brazos. “Habían opciones cuando el Guardia intentó

matarme y elegí la equivocada. Cometí un gran error, Aiden. No puedo arreglarlo. ¿Y

sabes qué? Ni siquiera creo que a él le preocupe el Guardia”.

“Lo sé”, replicó suavemente. “Creo que envió a ese Guardia sabiendo que tú podrías

defenderte, que probablemente incluso lo matarías. Tiene sentido”.

Me giré.

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“¿Sí?”

Asintió con los ojos entrecerrados. “Es la trampa perfecta, Alex. Telly envía al Guardia a

matarte, sabiendo que hay una alta posibilidad de que pelees y lo mates en defensa

propia”.

“Y la defensa propia no significa nada en este mundo”.

“Exactamente. Así que Telly te tendría. Nadie podría detenerlo de matarte o al menos

ponerte en esclavitud. Te da el elixir y no Despiertas. Problema resuelto, excepto que

Telly no esperaba que un puro usara compulsión y te cubriera.”

Asentí. “Pero ahora sabe que alguien lo hizo”.

“No importa”, dijo Aiden. “Puede que lo sepa pero no tiene evidencias sin incriminarse a

sí mismo. Telly puede ser el Primer Ministro, pero ejerce el tipo de poder para ir detrás

de los mestizos indiscriminadamente. Puede acusarnos todo lo que quiera, pero no

puede hacer nada sin evidencia”.

Un vástago de esperanza nació en mi pecho. “Tiene mucho poder, Aiden. Tiene a la

Orden también y los dioses saben cuánta gente pertenece a ella.”

“No importa, Alex”. Aiden puso manos fuertes y gentiles en mis hombros. “Todo lo que

tiene ahora mismo es el miedo. Cree que puede asustarte hasta que admitas la verdad.

Está usando ése miedo en tu contra”.

“¿Pero y si sí va tras todo el mundo? ¿Qué hay de ti?”

Aiden sonrió. “Puede hacerlo, pero no va a llegar a ninguna parte. Y cuando no admitas

nada, volverá a Nueva York. Y estaremos listos si vuelve a intentar algo. Este no es el

fin”.

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Volví a asentir.

Aiden me miró directamente a los ojos. “Quiero que me prometas que no harás nada

estúpido, Alex. Prométeme que no te entregarás”.

“¿Por qué todo el mundo piensa que siempre voy a hacer algo estúpido?”

Su mirada decía que él no se lo tragaba. “Reacción reflejo, Alex. Creo que ya lo hemos

hablado”.

Suspiré. “No haré nada imprudente, Aiden”.

Aiden me miró fijamente por un segundo, luego asintió. En vez de relajarse como creí

que haría, pareció tensarse más. Exhaló bruscamente y luego asintió una vez más. Sabía

que lo que fuera que estaba pensando no era bueno.

Y cuando su mirada acerada encontró la mía, supe que había una buena probabilidad de

que él no creyera ninguna de las promesas que había hecho.

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Capítulo 14

Traducido y corregido por: NatyLRJ

Más tarde esa noche, mantuve el teléfono celular alejado a medio metro de mi cabeza y

aun así pude sentir como Seth gritaba en mi oído.

"¡Voy a matarlo!"

"Sí, no eres el primero en decir eso." Me bajé de la cama, frunciéndole el ceño a la

puerta. No necesitaba ir a comprobarlo para saber que León estaba justo afuera de mi

habitación. Gracias a los dioses la mayoría de los chicos se habían ido, porque tener a un

centinela personal como guardia me haría aún más freak. "Y es muy triste cuando yo soy

la voz de la razón."

"¿Qué más sugieres?" Él preguntó. "Él es el Primer Ministro, Alex. Es obvio que le ordenó

al Guardia que te atacara".

"Sí." Me dirigí a mi cuarto de baño, volviendo la cabeza hacia un lado. El lado izquierdo

de mi mejilla estaba rojo y levemente hinchado. Un poco de azul delineaba mi

mandíbula. El golpe de Jackson había sido peor. Telly golpeaba como una niña. Sonreí.

"Pero Aiden dijo que no…"

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"Aiden es un idiota."

Puse los ojos en blanco.

"De todos modos, ¿por qué no contestaste el teléfono ayer por la noche?"

"¿Estás celosa?"

"¿Qué? No. Fue muy raro."

Seth se rió. “Estaba muy ocupado y ya era demasiado tarde cuando tuve la oportunidad

de llamarte. ¿Me extrañaste o algo?"

En realidad no. Me aparté del espejo y entré al dormitorio. "Seth, ¿qué estás haciendo

realmente allí?"

"Ya te lo dije." Estática llenó la línea durante unos segundos. "De todas maneras, ¿es eso

realmente importante en este momento? Deberías preocuparte por Telly".

Me senté en el borde de la cama.

"Telly dijo que estabas allí para lidiar con los mestizos que estaban causando problemas

y no estaban respondiendo al elixir. ¿Es eso cierto?"

Silencio.

Nudos comenzaron a formarse en mi estómago.

"Seth".

Él suspiró en el teléfono. "Alex, ese no es el problema en estos momentos. Telly lo es".

"Ya lo sé, pero necesito saber qué estás haciendo allá." Arranqué un hilo suelto de la

colcha. "Mi papá... Yo sé que él no estaba respondiendo al…"

"Ni siquiera he visto a tu padre, Alex. Además, realmente no sé cómo es y Laadan no me

lo dice. Podría estar aquí. Podría haberse ido."

Ira y frustración se apresuraron a la superficie. "¿Qué les estás haciendo a los mestizos

que no responden al elixir?"

Un sonido de exasperación se escuchó a través del teléfono. "Lo que me ha ordenado

hacer el Concejo, Alex. Encargarme de ellos."

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La sangre se congeló en mis venas. "¿Qué quieres decir con ‘encargarte de ellos’?"

"Alex, eso no es importante. Mira, son sólo mestizos.”

"¿Qué diablos crees que somos?" Me levanté y empecé a caminar. Una vez más.

"Nosotros somos mestizos también, Seth."

"No", respondió sin alterarse. "Somos Apollyons".

"Dioses, me gustaría que estuvieras delante de mí".

"Sabía que me echabas de menos", dijo Seth. Podía escuchar su sonrisa.

"No. Si tú estuvieras delante de mí, te patearía, Seth. No puedes estar de acuerdo...

¡encargándote de esos mestizos! La palabra mal ni siquiera lo resume. Es repugnante,

asqueroso…".

"No voy a matar a nadie, Alex. Dioses, ¿qué es lo que realmente piensas de mí?"

"Oh." Me detuve, sintiendo mis mejillas colorearse de rojo.

Unos cuantos momentos pasaron en silencio. Sonaba como si Seth estuviera caminando

rápidamente en algún lugar. "Me gustaría estar en tu cabeza durante sólo una hora",

dijo riendo. "No. Olvida eso. No quiero. Matarías mi autoestima”.

“Seth…”

“Vamos a concentrarnos en lo importante aquí, que es Telly. Yo no creo que él no tenga

una maldita cosa. No mantendría esa amenaza de ir tras el puro responsable de la

compulsión sin tener alguna prueba.”

El miedo se disparó. "¿De verdad crees que tiene algo?"

"Telly es un montón de cosas, pero no es estúpido. Esperó hasta que supo que ni

Lucian ni yo estaríamos cerca de ti para hacer su jugada. No estaría sorprendido si Telly

hubiera planeado lo del elixir semanas atrás como un plan alternativo. Necesitaba una

distracción y consiguió una. Y Aiden tampoco es tonto", dijo. "Te dice lo que quieres

escuchar para que no hagas nada estúpido."

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Con una sensación de mareo, volví a sentarme.

"Mierda".

"Escúchame, Alex. Ninguno de ellos- tu tío o Aiden, es importante. Aléjate de Telly. Deja

que cumpla su amenaza, ya sea que tenga pruebas o no."

"¿Qué?" Me quedé mirando el teléfono como si de alguna manera pudiera verme, lo que

era un poco tonto. "Son importantes para mí, Seth."

"No. Aiden es importante para ti. En realidad, el resto no te podrían importar menos",

corrigió.

"¡Eso no es cierto!”

Seth se rió, pero no había humor en su risa.

"Alex, eres una mentirosa terrible."

¿Qué demonios? ¿Todos pensaban que era propensa a actos de estupidez y una

mentirosa terrible? Pero yo no estaba mintiendo. Laadan y Marcus eran importantes

para mí. Incluso León, aunque era un poco extraño.

Tomé una respiración profunda. "¿Así que piensas que Telly tiene algo?"

"No creo que Telly haría una amenaza vana y esperaría que tú te la creyeras. Mira todo

lo que ha hecho hasta ahora.”

Dejé caer mi cabeza en mi palma abierta.

"Seth, no puedo dejarlo ir tras ellos".

"Sí puedes y lo harás. Ellos. No. Son. Importantes. Tú lo eres. Nosotros lo somos."

"Odio cuando dices cosas como esa," bullí.

"Porque es verdad, Alex. ¿Por qué? Porque una vez Despiertes, podremos cambiar las

cosas." Seth hizo una pausa y luego bajó su voz. “No tienes ni idea de lo que la mayoría

del Concejo quiere que les hagan a los mestizos aquí. Por suerte, mi presencia parece

mantener a la mayoría de ellos a raya. Pero sí quieren matarlos, Alex. Pero sí quieren

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matarlos, Alex. Ellos ven a los mestizos como un problema que no tienen tiempo ni

mano de obra para resolver. Sobre todo ahora que los Daimons no dudan en atacar a los

Covenants."

"Pensé que no te importaban los mestizos." Levanté mi cabeza y miré la pared en blanco

al otro lado de la cama.

"No perder el sueño por sus vidas de mierda y estar bien con su exterminio, son dos

cosas diferentes, Alex".

"Dioses, Seth." Sacudí mi cabeza. "A veces no te conozco".

"Nunca has tratado de hacerlo”. Dijo sin asomo de ira. "Y eso realmente no importa en

estos momentos. Todo lo que importa es que te mantengas a salvo. Mira, me tengo que

ir. Sólo permanece en tu habitación, al menos hasta que Telly se vaya. Yo sé que tiene

que estar de vuelta por aquí porque están tendrán reunión el viernes."

"Está bien," le dije. "¿Seth?”

"¿Qué?"

Me mordí el labio, sin tener idea de lo que quería decirle. Había tantas cosas, y ninguna

de ellas era algo que estuviera dispuesta a discutir en estos momentos. "Nada. Yo... yo

hablaré contigo más tarde.”

Seth colgó, sin hacerme prometer que no iba a meterme en problemas. Creo que sabía

que mi palabra era tan buena como la suya.

Las siguientes veinticuatro horas pasaron dolorosamente lentas. No se me permitía salir

de mi habitación. La comida era traída por una de mis niñeras. Además de ellos, no tenía

visitantes. Aburrida a muerte, limpié mi cuarto de baño y reorganicé mi armario, lo que

terminó con la ropa esparcida por todo el suelo.

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Hubo un momento en el que el pánico abrió un agujero a través de mi pecho. ¿Estaba

tomando la decisión correcta al no entregarme?

Traté de llamar a Seth un par de veces, pero fue un fracaso total. Él eventualmente

devolvía la llamada justo después de que yo me había cambiado para ir a la cama. No

hablamos por mucho rato o sobre algo importante. Creo que estaba sorprendido de que

todavía siguiera en mi dormitorio y no hubiera hecho nada tonto todavía.

Tomó horas de dar vueltas a la deriva para quedarme dormida, pero pude dormir por

mucho tiempo. Me desperté cuando todavía estaba oscuro, la colcha retorcida alrededor

de mis piernas.

Observé las virutas de luz a través del techo, desapareciendo cuando la luna se sumergió

detrás de una nube fuera de mi ventana. Mi cerebro inmediatamente entró en modo

hiperactivo, repitiendo todo lo que había ocurrido con Telly, y luego con Aiden y Seth. ¿Y

si Seth tenía razón y Telly tenía una forma de descubrir que era Aiden? O incluso si no la

tenía, ¿qué si iba tras de él? Y no era sólo Aiden del que me preocupaba. ¿Qué diría de

mí si dejara que otros fueran perjudicados para que yo pudiera vivir hasta la próxima

vez? Porque habría una próxima vez: lo sabía. ¿Y quién arriesgaría su futuro y su vida

entonces?

No era correcto o justo.

Incorporándome, balanceé mis pies fuera de la cama y me puse de pie.

El aire gélido se propagó por mis piernas desnudas poniéndome la piel de gallina. Agarré

un suéter largo y grueso de la esquina de mi cama y lo deslicé sobre mi camiseta de

tirantes. Arrastrándome a la ventana, aparté las cortinas y miré detenidamente hacia

afuera. No podía ver nada en la oscuridad y ni siquiera estaba segura de lo que estaba

buscando.

"¿Qué estoy haciendo?", me pregunté a mi misma.

"Absolutamente nada si puedo evitarlo"

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Chillando, dejé caer las persianas y me di la vuelta. Con el corazón desbocado, miré de

reojo la alta silueta que ocupaba toda la puerta de mi dormitorio. Una vez que reconocí

quien era, no sirvió para calmar mi acelerado corazón. "¡Santos bebés daimons! Me

acabas de dar un ataque al corazón.”

Aiden dio un paso adelante, cruzándose de brazos.

"Lo siento."

Me aferré más al suéter, mirándolo. "¿Qué estás haciendo en mi habitación?"

"¿Tienes problemas con chicos estando en tu dormitorio ahora?"

"Ja. Ja." Me apresuré a mi mesita de noche y encendí la lámpara. El suave resplandor

llenó la habitación. "En realidad, nunca he invitado a Seth aquí. Él sólo se sintió como en

casa18. "

El fantasma de una sonrisa apareció en su cara. Como siempre, él estaba en su atuendo

de Centinela. Entonces me di cuenta. Me quedé boquiabierta.

"Estás trabajando, ¿no?”, demandé.

"Bueno, había una buena probabilidad de que trataras de escabullirte antes de que Telly

pudiera irse en la mañana. Estábamos tomando precauciones solo en caso de que lo

hicieras."

"¿Estábamos?" Escupí. “¿Hay alguien más aquí?”

"No, pero León lo estaba adentro justo después de que te quedaras dormida. Linard está

patrullando afuera." hizo una pausa. "Acabo de cambiar turnos con León. Lo siento si te

he despertado."

Me quedé mirándolo, estupefacta. “¿Ustedes se han estado cambiando de turnos aquí

mientras dormía? ¿Ayer por la noche también?"

Él asintió con la cabeza.

18

Se refiere a la fórmula de cortesía ‘siéntente como en casa’ que Alex nunca pronunció pero que Seth se autoconcedió.

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Afortunadamente Marcus sugirió la idea. De lo contrario, tengo la sensación de que

Linard hubiera tenido que perseguirte a través del patio y detenerte antes de que salgas

corriendo.”

"No soy estúpida" Mis dedos se crisparon alrededor de los bordes de mi suéter.

"¿Realmente crees que iría en busca de Telly en mitad de la noche?"

Él inclinó la cabeza hacia un lado. "Esto viene de la chica que una vez se coló del

Covenant para encontrar a un Daimon”.

Touché. "Lo que sea. No estaba planeando hacer algo así de nuevo."

"¿No?"

Negué con la cabeza. Había una parte de mí que lo había estado considerando.

"No podía dormir. Hay mucho sucediendo en mi cabeza."

"Eso es comprensible." Sus ojos flotaban sobre mí, instalándose en mi mejilla.

"¿Cómo está?"

Incliné la cabeza, protegiendo mi rostro.

"Está bien".

Apartó la mirada un momento y luego su mirada volvió de nuevo hacia mí. "Has pasado

por cosas peores, lo sé, pero aun así. No deberías lidiar con lo que él hizo… o con

Jackson. Con nada de esto, en realidad."

"¿Qué quieres decir?"

"Nada, sólo estoy divagando."

Los hombros de Aiden se relajaron mientras miraba alrededor de la habitación.

"Ha pasado un largo tiempo desde que estuve aquí. "

Seguí su mirada, que había aterrizado en mi cama. Un rubor caliente fue desde mi pelo

hasta la punta de mis dedos. La docena de imágenes más o menos intensas bailaron

delante de mis ojos, todas ellas completamente equivocadas teniendo en cuenta todo lo

que estaba pasando.

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"Era tu primer día de vuelta aquí", dijo, y apareció una pequeña sonrisa. "Había

ropa en el suelo entonces, también.”

Sorprendida, me concentré en él, el Aiden real completamente vestido. Por supuesto,

había estado en mi sala de estar pero tenía razón. No se había aventurado más allá del

sofá. "¿Te acuerdas de eso?"

Él asintió con la cabeza. "Sí, yo te estaba sermoneando".

"Después de que saqué a Lea de su asiento del cabello."

Aiden se echó a reír y ese sonido me hizo sentir cálida.

"Por fin lo admites.”

"Ella se lo merecía en ese tiempo." Mordí mi labio mientras lo miraba, su mirada

reuniéndose con la mía. ¿En qué estaba pensando ahora mismo? Me senté en el borde

de la cama. "No voy hacer nada, a pesar de que debería. No tienes que estar aquí."

Aiden se quedó en silencio un par de momentos, y luego se dirigió a donde estaba

sentada y se sentó a mi lado. El aire en la sala de repente se volvió más pesado, la cama

más pequeña. La última vez que estuvimos en una cama -y yo había estado tan cerca de

estar desnuda-, había sido la noche en su cabaña. Increíblemente, el recuerdo me hizo

sentir más cálida y nerviosa… mucho más nerviosa. Debería haberme quedado dormida.

"¿Por qué crees que deberías entregarte, Alex?"

Me deslicé hacia atrás y metí las piernas debajo de mí. La distancia ayudó un poco.

"Seth dice que hay una buena probabilidad de que Telly pueda probar que fuiste tú o

que hará un movimiento en contra de todos los sospechosos".

Se volvió, enfrentándome.

"No importa si lo hace, Alex. Entregarte a Telly significa tu final. ¿No lo entiendes?"

"Y no ir a Telly significa tu final, y el de cualquiera que él crea que me ha ayudado."

"No importa".

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"Hablas como Seth, como la vida de otros no es importante, pero la mía sí. Eso es

mierda." Me puse de rodillas, tomando una respiración profunda. "¿Y si Telly te hace

algo a ti? ¿O a Laadan o a Leon, o Marcus? ¿Esperas que yo esté bien con eso? ¿Qué viva

con eso?"

Los ojos de Aiden se oscurecieron.

"Sí, espero que vivas con eso."

"Eso es una locura." Me bajé de la cama, sintiendo la fiebre picante de la ira. "¡Estás

loco!"

Él me miró con calma. "Es la única manera".

"No puedes decir que mi vida es más importante que la tuya. Eso no está bien".

"Pero tu vida es más importante para mí".

"¿Te estás escuchando?" Me detuve frente a él, mis manos temblorosas. "¿Cómo

puedes tomar esa decisión por otras personas, por Laadan y Marcus?”

"Mira", dijo Aiden. Sus manos elevándose en el aire. "Enójate conmigo, golpéame. Eso

no cambia nada".

Me acerqué a él para empujarlo, pero no golpeándolo en realidad.

"Tú no pued...”

Aiden tomó mis dos muñecas y me arrastró a su regazo, cambiando mis muñecas a una

mano. Él suspiró. "No me refería a que realmente me golpearas."

Demasiado aturdida para responder, yo sólo lo miré. Nuestras cabezas estaban a sólo

unos centímetros de distancia.

Mis piernas se enredaron en las suyas, y luego extendió la mano libre, alisando el lío de

cabello en mi cara. Contuve el aliento mientras se aceleraba mi corazón. Nuestras

miradas se encontraron y sus ojos se volvieron mercurio.

Él tomó la parte de atrás de mi cuello. Escuché su inhalación brusca. Luego dejó libre mis

muñecas y me agarró de las caderas. Antes de que pudiera parpadear, yo estaba de

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espaldas, y Aiden se cernía sobre mí. Utilizando un brazo para sostenerse, bajó la cabeza

y rozó sus labios sobre mi mejilla hinchada.

"¿Cómo es que siempre terminamos de esta manera?”, preguntó con la voz áspera

mientras su mirada viajaba por mi cara y mi cuerpo.

"Yo no hice esto." Poco a poco, levanté mis manos y las coloqué sobre su pecho. Su

corazón dió un salto bajo mi palma.

"No. Esto es todo por mí". La mitad inferior de su cuerpo se desplazó hacia abajo.

Nuestras piernas se entrelazaron. Sus ojos buscaron los míos.

"Cada vez es más difícil. "

Mis cejas se levantaron y contuve una risita.

"¿Qué?"

Aiden sonrió y el alivio se veía en sus ojos.

"Parar antes de que sea demasiado tarde".

En un segundo, todo: la brecha que se había interpuesto entre nosotros el día que lo

había forzado a hacer esa estúpida elección, lo que había visto en las Catskills, el

desastre en el que estábamos, e incluso Seth, todo se desvaneció. Las palabras salieron

de mí en un apuro.

"No te detengas".

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Capítulo 15

Traducido y corregido por: NatyLRJ

Los ojos de Aiden parecían brillar desde adentro mientras me miraba. Como en la

biblioteca, supe que quería besarme. Su resolución se estaba desquebrajando y su

mano temblaba contra mi mejilla.

Deslicé mis manos por su firme estómago, deteniéndome sobre la cintura de sus

pantalones. Quería más que nada perderme en él, olvidarme de todo. Quería que él se

perdiera en mí.

Tomó aire bruscamente, sus labios entreabiertos. “Probablemente sería una buena idea

que Leon o cualquier otro te vigilara durante la noche.”

“Probablemente.”

Sus labios hicieron una sonrisa torcida y su mano dejó mi mejilla, descendió por mi

cuello y bajó por el cuello de mi suéter. Salté un poco cuando su mano pasó sobre mi

hombro. “Dicen que los hechos se comprenden mejor en retrospectiva”.

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No me interesaba la retrospectiva. Todo lo que me importaba era su mano sobre mi piel,

bajando el suéter por mi hombro. “¿Cuándo… cuándo llega la siguiente niñera?”

“No hasta mañana.”

Mariposas enloquecieron en mi estómago. Faltaban muchas horas para la mañana.

Muchas cosas podrían pasar en esas horas. “Oh.”

Aiden no respondió. En vez de eso, sus dedos pasaron sobre las marcas de mis brazos y

luego cerró sus ojos. Un estremecimiento recorrió su cuerpo entero, sacudiéndome

hasta las entrañas. Luego su cabeza descendió y ondas oscuras de cabello cayeron, pero

no lo bastante rápido para ocultar el hambre en su mirada.

Me tensé, mi pecho en un nudo. Su respiración era cálida y tentadora en mis labios, y

luego los rozaron muy suavemente. Ése simple acto me robó la respiración, el corazón.

Pero mientras se separaba, me di cuenta de que no podía robar algo que ya tenía.

Aiden rodó sobre su costado, llevándome con él. Puso un brazo debajo de mí,

aferrándome a su pecho con tanta fuerza que pude sentir el estruendo de su corazón.

Había algo bajo su camiseta que presionaba contra mi mejilla. Me di cuenta de que

estaba en su collar.

“¿Aiden?”

Bajó su barbilla a la parte superior de mi cabeza y respiró hondo. “Ve a dormir, Alex”.

Mis ojos se abrieron. Traté de levantar mi cabeza pero no pude moverme ni un

centímetro. “No creo que pueda dormir ahora.”

“Bueno, será mejor que lo intente.”

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Traté de escaparme pero movió su pierna, sujetando una de las mías entre las suyas. Mis

dedos aferraron su abrigo térmico.

“Aiden”.

“Alex”.

Frustrada, me alejé de su pecho. La risa de Aiden resonó en mí y aunque quería

golpearlo empecé a sonreír. “¿Por qué? ¿Por qué me besaste? Me refiero a que me

acabas de besar, ¿no?”

“Sí. No. Algo así.” Aiden suspiró. “Quise hacerlo”.

Mi sonrisa estaba empezando a volverse presuntuosa. Era como si hubiera una parte de

mí que no tenía percepción del mundo exterior o de todas las consecuencias, la parte

que estaba completamente controlada por mi corazón. “Okay. Entonces ¿por qué te

detuviste?”

“¿Podemos cambiar de tema? ¿Por favor?”

“¿Por qué?”

Su mano subió por mi espalda, ahondando en mi pelo y enviando escalofríos por mi piel.

“¿Por qué te lo pido amablemente?”

Estar así de cerca no estaba ayudando. Cada vez que respiraba, estaba llena de su loción

de afeitar y la esencia a sal de mar. Si me movía, eso sólo nos acercaba más. No había

forma de que me durmiera pronto.

“Esto está tan mal”.

“Eso es lo más cierto que has dicho esta noche”.

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Puse los ojos en blanco. “Y es totalmente tu culpa”.

“No voy a discutírtelo”. Aiden se acostó de espaldas y terminé clavada a su lado. Intenté

sentarme pero cerró sus brazos. Mi cabeza terminó en su hombro con mi brazo atrapado

contra su estómago. “Dime algo”, dijo después de que dejé de luchar.

“No creo que quieras que te diga algo ahora mismo”.

“Cierto”. Se rio. “¿A dónde quieres ser asignada cuando te gradúes?”

“¿Qué?”, fruncí el ceño. Aiden repitió la pregunta. “Sí, te oí, pero es una pregunta tan al

azar.”

“¿Y? Respóndela”.

Me rendí de intentar escapar y decidí sacar el mejor provecho de esta extraña situación

y me acurruqué más cerca. Probablemente lo lamentaría más tarde, cuando él

recuperara la cordura y me alejara. Los brazos de Aiden se apretaron en respuesta. “No

lo sé”.

“¿No lo has pensado?”

“No realmente. Recién llegué al Covenant ni siquiera pensaba que me iban a permitir

volver y luego me enteré de todo el rollo Apollyon.” Me detuve porque no estaba segura

de por qué no lo había pensado. “Supongo que sólo dejé de pensar que sería siquiera

una opción”.

Aiden soltó sus manos y empezó a trazar un círculo ocioso en la parte superior de mi

brazo. Era ridículamente tranquilizador. “Todavía es una opción, Alex. Que Despiertes no

significa que tu vida se va a acabar. ¿A dónde irías?”

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Deseando que hubiéramos tenido la precaución de apagar la luz antes de nuestro festín

improvisado de abrazos, cerré los ojos. “No lo sé. Supongo que escogería algún lugar en

el que nunca haya estado, como Nueva Orleans.”

“¿Nunca has estado allá?”, la sorpresa coloreaba su tono.

“No. ¿Tú sí?”

“He estado ahí un par de veces”.

“¿Durante el Mardi Gras19?”

Aiden tomó la mano que tenía en su estómago, enlazando sus dedos con los míos. Mi

pecho revoloteó. “Una o dos veces”, respondió.

Sonreí, imaginándome a Aiden cargando perlas20. “Sí, así que quizás un lugar parecido”.

“¿O Irlanda?”

“Tú te acuerdas de las cosas más extrañas que digo”.

Sus dedos se cerraron sobre los míos. “Recuerdo todo lo que dices”.

Sentí calor en todo el cuerpo y lo saboreé. Había dicho lo mismo el día del zoológico

pero de alguna forma lo había olvidado en el desastre de todo lo que pasó después de

eso. “Eso es algo vergonzoso. Digo muchas cosas tontas”.

Aiden se rio. “Sí dices algunas cosas bastante raras”.

19

Es un carnaval que se celebra el día antes del Miércoles de Ceniza y consiste en disfrutar de los placeres culinarios antes de la abstinencia de la Semana Santa y la Cuaresma. 20

He aquí a lo que se refiere: http://es.prmob.net/mardi-gras/neworleans/mi%C3%A9rcoles-de-ceniza-257989.html

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No pude rebatírselo. Nos quedamos acostados juntos en un silencio de camaradería por

un rato. Escuché los sonidos estables de su respiración. “¿Aiden?”

Giró su cabeza hacía mí. “¿Sí?”

Finalmente le di voz a algo que había estado molestándome por un tiempo. “¿Qué… qué

si ya no quiero ser un Centinela?”

Aiden no respondió inmediatamente.

“¿Qué quieres decir?”

“No es que no vea el propósito de ser un Centinela y todavía lo deseo, pero a veces

siento que ser un Centinela es estar de acuerdo con como son las cosas.” Respiré hondo.

Decir esto en voz alta estaba condenadamente cerca de la herejía. “Es como si ser un

Centinela significara que me parece la forma en que tratan a los mestizo y no… no estoy

de acuerdo.”

“Yo tampoco”, dijo suavemente.

“Me siento… terrible por pensar siquiera así, pero no lo sé.” Cerré mis ojos, parcialmente

avergonzada. “Pero después de que vi a esos sirvientes muertos en las Catskills, yo sólo

no puedo ser parte de esto”.

Hubo una pausa. “Entiendo a lo que te refieres”.

“Hay un pero, ¿verdad?”

“No. No lo hay.” Aiden apretó mi mano. “Sé que convertirte en Apollyon no es algo que

quieras, pero podrás estarás en posición de cambiar las cosas, Alex. Hay puros que te

van a escuchar. Y hay algunos que quieren que las cosas cambien. Si esto es algo que te

apasiona tanto deberías hacer lo que puedas.”

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“¿Eso no quiere decir que estaría eludiendo mis deberes de Centinela?” Mi voz sonaba

débil. “Porque el mundo necesita Centinelas y Guardias, y los daimons… matan

indiscriminadamente. No puedo sólo…”

“Puedes hacer lo que quieras”. Su tono estaba lleno de sinceridad, y quise creerle pero

no era el caso. Incluso como el Apollyon, todavía era una mestiza y no podía hacer lo que

me daba la gana. “Y no es eludir tu deber”, dijo. “Cambiar la vida de cientos de mestizos

tendrá un mayor impacto que cazar daimons”.

“¿Eso crees?”

“Lo sé”.

Algo de la presión se fue y bostecé.

“Marcus sabe que estoy aquí”.

Dudaba que Marcus supiera que Aiden estaba en mi cama. Quizás todo esto era un

sueño, decidí. Quise preguntarle por qué estaba aquí, de esta forma. No tenía sentido

pero no quería matar la calidez entre nosotros con preguntas arraigadas en lógica. A

veces la lógica estaba sobrevalorada.

Lentamente, abrí mis ojos y parpadeé. Los oscuros rayos de la madrugada se filtraban

por las cortinas. Pequeños puntos de polvo flotaban en el haz de luz. Un brazo pesado

descansaba sobre mi estómago y una pierna estaba sobre la mía, como si él hubiera

querido asegurarse de que no escapaba mientras él dormía.

Ni siquiera un dios podría moverme de esta cama o de sus brazos.

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Me deleité en la sensación de él presionado a mi lado, la forma en que su respiración

agitaba el pelo de mi frente. Anoche no había sido un extraño sueño. O si lo había sido,

no estaba segura de querer despertar. Quizás no había temido que me escapara

mientras él dormía: quizás él ansiaba mi cercanía como yo ansiaba la suya.

Los latidos de mi corazón de aceleraron aunque no me había movido. Allí tumbada,

mirando las pequeñas partículas de polvo, me pregunté cuántas veces había soñado

quedarme dormida y despertar en los brazos de Aiden. ¿Un centenar o más?

Definitivamente más. Mi garganta se cerró. No parecía correcto que jugaran conmigo

así, que me dieran un bocado de cómo sería un futuro con Aiden, algo que nunca podría

tener.

Mi pecho se llenó de dolor. Estar en sus brazos así dolía, pero no había ni un poco de

arrepentimiento. En el silencio de la madrugada, admití que no había forma de superar a

Aiden. No importaba lo que pasara de aquí en adelante, mi corazón seguiría siendo suyo.

Podía casarse con una pura y yo podría dejar esta isla para siempre y no importaría.

Contra todo sentido común, Aiden se había metido bajo mi piel, se había envuelto

alrededor de mi corazón e introducido en mis huesos. Era una parte de mí y…

Todo de mí –mi corazón y mi alma- siempre le pertenecerían.

Y era tonta por creer lo contrario, por siquiera barajar otro escenario. Pensé en Seth

entonces y el dolor en mi pecho reapareció, se hizo más interior y quemó como la marca

de un daimon. Lo que sea que tenía con Seth no era justo con él. Si de verdad se

preocupaba por mí, esperaba tener algún tipo de poder sobre mi corazón y

sentimientos.

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Cuidadosa para no despertar a Aiden, alcancé la mano que descansaba en mi cadera y

puse mi mano sobre la suya. Recordaría esta mañana para siempre, sin importar qué tan

corta o larga resultara ser.

“¿Alex?”, el sueño se colaba en la voz de Aiden.

“Hey”. Mi sonrisa era aguada.

Aiden se estiró a mi lado, levantando un brazo. No habló mientras le daba la vuelta a su

mano y agarraba la mía. Su mirada plateada se movió por mi rostro y me sonrió, pero su

sonrisa nunca alcanzó sus ojos. “Todo estará bien”, dijo. “Te lo prometo”.

Eso esperaba. Telly ya se había ido, sin mí. Apuesto que estaba furioso. No había forma

de saber qué haría ahora. Y si algo le pasaba a cualquiera de ellos quedaría en mi

conciencia. Me giré de lado, pero la posición era algo incómoda porque Aiden todavía

aferraba mi mano.

“Odias esto… no hacer nada cuando te sientes responsable por lo que pasó”.

Suspiré. “Soy responsable de esto”.

“Alex, lo hiciste para salvar tu vida. Esto no es tu culpa”, dijo. “Lo entiendes, ¿verdad?”

“¿Sabes si Telly ya se fue?”, pregunté en vez de responder.

“No lo sé, pero asumo que sí. Antes de que viniera aquí anoche, Linard dijo que no había

abandonado la isla mayor porque estaba en el Covenant.”

“¿Ustedes han estado vigilándolo a él también?”

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“Necesitábamos estar seguros de que no estuviera tramando nada. Los Guardias que

sirven a Lucian que se quedaron han sido una ventaja. Telly ha sido vigilado tan de cerca

que sé que cenó langosta al vapor anoche.”

Fruncí el ceño. Yo había cenado un sándwich frío. “Todos ustedes deberían empezar su

propio negocio espía”.

Aiden se rio. “Quizás en otra vida, y si consigo buenos aparatos.”

Esbocé una sonrisa. “¿Aparatos del tipo 00721?”

“Él tiene una moto BMW R1200 en ‘El mañana nunca muere’22”, respondió, sonando

anhelante. “Diablos, esa moto era genial”.

“Nunca la he visto… la película”.

“¿Qué? Eso es triste. Tendremos que arreglarlo”.

Me giré. La sonrisa que Aiden tenía ahora alcanzaba sus ojos, volviéndolos de un gris

jaspeado más suave. “No tengo ganas de ver una película de James Bond”.

Sus ojos se entrecerraron.

“¿Qué?”

“Nop. Esas películas me parecen aburridas. Igual que las de Clint Eastwood. Bostezo”.

“No creo que podamos seguir siendo amigos”.

21

Se refiere a las pelis de James Bond. 22

Es la décimo octava película del agente 007.

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Me reí y su sonrisa se agrandó. Esos hoyuelos aparecieron, y oh dios mío, había pasado

tanto tiempo desde que los había visto. Se sentía como toda una vida. “No sonríes lo

suficiente”.

Aiden arqueó una ceja.

“Tú no te ríes lo suficiente”.

No había tenido mucho de lo que reírme últimamente pero no quería pensar en esas

cosas. Aiden se iría pronto y todo esto era como una fantasía. Una que todavía no

estaba dispuesta a dejar ir. Nos quedamos así por un rato, hablando y sosteniendo

nuestras manos. Cuando llegó la hora de enfrentar la realidad, Aiden salió de la cama y

entró al baño.

La mañana había estado llena de opuestos: tristeza y felicidad, desesperación y

esperanza. Todas esas emociones variantes deberían haberme dejado exhausta pero me

sentía lista para ir… a trotar o algo.

Y nunca me sentía lista para trotar.

Un golpe en la puerta me sacó de mis pensamientos.

“Ese es probablemente Leon”, dijo Aiden desde atrás de la puerta del baño. El resto de

lo que dijo fue ahogado por un flujo de agua en el lavabo.

Gimiendo, salí de la cama y me ajusté el suéter. El reloj de la sala decía que sólo eran las

siete y media. Puse los ojos en blanco. El segundo día de las vacaciones de invierno y

estaba fuera de la cama antes de las ocho de la mañana. Había algo cósmicamente malo

en eso.

“¡Voy!”, grité cuando volvió a golpear. Abrí la puerta. “Buenos días, solecito”.

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Era Linard el que estaba en el pasillo, sus manos juntas detrás de su espalda. Sus ojos

pasaron sobre mi cabeza a escanear la habitación. “¿Dónde está Aiden?”

“En el baño”. Me hice a un lado, dejándolo entrar. “¿Telly se fue?”

“Sí. Se fue justo al amanecer”. Linard se giró hacia mí sonriendo. “Esperó, como ofreció,

pero no fuiste”.

“Apuesto a que estaba enfadado”.

“No. Creo que estaba más… decepcionado que otra cosa”.

“Qué mal. Es muy triste.” Esperaba que Aiden se apurara porque realmente necesitaba

bañarme los dientes.

“Sí”, dijo Linard. “Es terrible. Las cosas pudieron terminar fácilmente”.

“Ajá…”, fruncí el ceño. “Espera. ¿Qu..?”

Linard se movió rápido, como a todos los Guardias les enseñaban. Hubo un breve

segundo en el que reconocí que había estado en esta posición antes, excepto que esa

vez había habido adrenalina bombeando en mis venas. Entonces dolor ardiente explotó

en mis venas justo bajo mis costillas, cerca de la runa de poder, y todos los

pensamientos desaparecieron. Era la clase de dolor repentino y agudo que robaba tu

último aliento antes de que siquiera te dieras cuenta de que lo habías tomado.

Tropezando hacia atrás, bajé la mirada e intenté introducir aire a mis pulmones y

ponerle sentido al espantoso dolor pasando por mi cuerpo. Una daga negra estaba

metida en lo más hondo de mi cuerpo hasta la empuñadura. En un lejano rincón de mi

mente, supe que esta no era una daga ordinaria. Fue sumergida en algo…

probablemente sangre de Titán.

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Quería preguntar por qué pero cuando mi boca se abrió, sangre burbujeó y goteó.

“Lo siento”. Linard sacó la hoja. Me desplomé, incapaz de hacer un solo sonido. “Te dio

una oportunidad de vivir, por lo menos”, susurró.

“Hey, estaba esperando a Leon…” Aiden se detuvo en seco justo a un metro de nosotros

y luego se abalanzó sobre Linard. Un sonido inhumano salió de Aiden mientras envolvía

un brazo alrededor de la garganta de Linard.

Mi espalda golpeó la pared al lado del mostrador y las piernas me fallaron. Me caí

mientras aferraba mi estómago, tratando de detener el flujo. Sangre caliente y pegajosa

pasó entre mis dedos. Hubo un grito y luego un crujido enfermizo que marcó el fin de

Linard.

Aiden gritó por ayuda mientras se dejaba caer a mi lado, quitando mis manos

temblorosas y presionando las suyas contra la herida. Su rostro afligido se cernía sobre

el mío, sus ojos muy abiertos horrorizados. “¡Alex! Alex, háblame. ¡Háblame, maldita

sea!”

Parpadeé y su rostro tomó forma otra vez, pero estaba borroso. Traté de decir su

nombre pero una tos ronca y húmeda salió de mi cuerpo.

“¡No! No. No”. Miró por encima de su hombro a la puerta. Guardias se habían reunido,

atraídos por la conmoción. “¡Consigan ayuda! ¡Ahora! ¡Vayan!”

Mis manos cayeron a mis lados y luego un entumecimiento se asentó en mis huesos.

Nada realmente dolía, además de mi pecho, pero sufría por una razón diferente. La

forma en que se veía cuando se giró hacía mí y sus ojos fueron a mi estómago. Presionó

más fuerte. Su miraba era frenética, impresionada y aterrorizada.

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Quería decirle que todavía lo amaba –que siempre lo había hecho- y quería decirle que

se asegurara de que Seth no se volviera loco. Mi boca se movió, pero nada salió.

“Está bien. Todo va a estar bien”. Aiden forzó una sonrisa, sus ojos brillantes. ¿Estaba

llorando? Aiden nunca lloraba. “Sólo espera. Estamos consiguiendo ayuda. Por favor,

agapi mou. Espera por mí. Te prometo…”

Hubo un estallido seguido por un haz de luz brillante y cegador. Y luego no hubo nada

sino oscuridad, y estaba cayendo, girando y todo había terminado.

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Capítulo 16 Traducido por: Blair

Corregido por: NatyLRJ

El suelo bajo mi mejilla era húmedo y frío. Un aroma a almizcle llenaba el aire húmedo,

uno que me recordaba a estar en el interior de una caverna cubierta de musgo. Ahora

que lo pensaba, ¿no debería sentir frío? Este lugar era oscuro y húmedo, la única luz

provenía por altas antorchas saliendo de la tierra, pero me sentía bien. Me incorporé y

me aparté el pelo de la cara mientras me ponía de pie con las piernas temblorosas.

“Oh... oh, diablos no...”

Estaba en la orilla de un río, y al otro lado había cientos, si no miles, de personas –

personas desnudas- temblando, acurrucándose juntas.

El río de color ónix que nos separaba onduló, y la masa de gente se lanzó hacia delante,

extendiendo las manos y aullando.

Me estremecí, queriendo cubrirme los oídos.

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La gente de mi lado de la orilla se arremolinaba, algunos vestidos con el atuendo de

Centinela, otros en ropa casual. Sus condiciones variaban. Los que esperaban a la orilla

del río parecían ser los más felices. Otros parecían confundidos, sus rostros pálidos y sus

ropas manchadas de sangre.

Hombres vestidos con túnicas de cuero montaban caballos negros, pastoreando a los

más desafortunados, buscando en grupos. Supuse que eran guardias de algún tipo, y por

la manera en que algunos de ellos me miraban, me dio la impresión de que no debería

estar aquí, donde sea que esto estuviera.

Espera. Me volví hacia el río, tratando de ignorar a las pobres... almas... en el otro… oh,

dioses maldita sea. Este era el río Estigio, donde Caronte transportaba a las almas al

Inframundo.

Estaba muerta.

No. No. No. No podría estar muerta. Ni siquiera me había lavado los dientes, por el

amor de dios. No había manera. Y si yo estaba muerta, ¿qué haría Seth? Iba a volverse

loco cuando se enterar -si no lo había descubierto-. Nuestro vínculo disminuía con la

distancia pero, ¿podría haber sentido mi pérdida? Tal vez no estaba muerta.

Tirando de mi suéter, miré hacia abajo y maldije.

Todo el frente de mi camiseta estaba empapado en sangre- mi sangre. Entonces recordé

todo: la noche anterior y esta mañana con Aiden que había sido tan perfecta. Aiden -oh

dioses- me había rogado que aguantara y yo me fui.

La ira corrió a través de mí. "No puedo estar muerta. "

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Escuché una suave risa femenina detrás de mí.

"Cariño, si estás aquí, estás muerta. Al igual que el resto de nosotros. "

Me di la vuelta, lista para golpear a alguien en la cara.

Una chica que nunca había visto antes chilló en voz alta. "¡Lo sabía! Estás muerta".

Me negué a creer que estaba muerta. Esto tenía que ser un extraño dolor inducido por

una pesadilla. Y en serio, ¿por qué la chica estaba feliz de que estaba muerta?

"No estoy muerta". La chica estaba, probablemente, en sus veinte años, vestida con un

par de pantalones vaqueros que lucían caros, y sandalias de tiras. Apretó algo en su

mano. Pensé que era una pura sangre, pero la mirada abierta y simpática en sus ojos me

dijo que tenía estar equivocada.

"¿Cómo moriste?" Preguntó ella.

Abracé mi suéter.

"No morí."

Su sonrisa no vaciló. "Yo estaba de compras con mis guardias por la noche. Estos

zapatos," Ella sacó su pie, inclinándolo para que yo tuviera una vista de ellos. "¿No son

divinos?"

"Uh, sí. Esos zapatos son geniales. "

Ella suspiró. "Lo sé. Yo morí por ellos. Literalmente. Verás, decidí que quería usarlos a

pesar de que se estaba haciendo tarde y mis guardias se estaban poniendo nerviosos.

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Pero, de verdad, ¿por qué estarían un montón de daimons en la Avenida Melrose? "Ella

rodó sus ojos. "Me drenaron hasta secarme y aquí estoy, esperando el paraíso. De todos

modos, pareces un poco confundida."

"Estoy bien," dije en voz baja, mirando alrededor. Esto no podía ser real. No podía estar

atrapada en el Inframundo con Buffy23. "¿Cómo es que no te pareces a ellos?"

Ella siguió mi mirada y se estremeció.

"No se les ha dado esto." Una moneda de oro brillante yacía en su palma abierta. "Ellos

no pueden cruzar hasta que tengan pasaje. Una vez que coloquen esto en su cuerpo, se

verán frescos y nuevos. Y serán capaces de tomar el siguiente recorrido".

"¿Y si no consiguen una moneda?"

"Esperan hasta que lo hagan."

Ella se refería a las almas al otro lado del río. Temblando, les di la espalda y entonces me

di cuenta de que yo... yo no tenía una moneda. "¿Qué pasa si no consigues una

moneda?”

"Está bien. Y algunos de ellos acaban de llegar aquí". Ella colocó un brazo alrededor de

mis hombros. "Se necesita un par de días en la mayoría de los casos. A la gente le gusta

celebrar los funerales y esas cosas, lo que es totalmente una mierda para nosotros

porque tenemos que esperar aquí por lo que se siente como una eternidad." Ella hizo

una pausa y se echó a reír. "Ni siquiera te dije mi nombre. Soy Kari".

"Alex".

23

Se refiere al Cancerbero, el perro de tres cabezas de Hades.

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Ella frunció el ceño.

Puse los ojos en blanco. Incluso las personas muertas necesitaba una explicación. "Es la

abreviatura de Alexandria".

"No. Sé tu nombre.” Antes de que pudiera preguntar cómo sabía mi nombre, Kari me

alejó de un grupo de guardias con aspecto enojado que examinaban mi ropa arruinada.

"Sí que es un poco aburrido aquí abajo."

"¿Por qué estás siendo tan amable conmigo? Eres una pura".

Kari se rió. "Todos somos iguales aquí, cariño. "

Mi mamá había dicho eso una vez. Gracioso. Había tenido razón. Dioses, no podía

creerlo.

"Y además, cuando estaba viva... no los odiaba," continuó ella, sonriendo en voz baja.

"Tal vez era porque yo era un oráculo".

El shock hizo que mi boca cayera abierta.

"Espera, ¿eres el oráculo?"

"Está en mi familia."

Me incliné más cerca, inspeccionando el profundo color de su piel y sus ojos oscuros que

de repente parecían demasiado familiares.

"Tú no estás relacionada con la abuela Piperi, ¿no?"

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Kari se rió roncamente. "Piperi es mi apellido".

"Jod…"

"Sí, raro, ¿verdad?" Ella se encogió de hombros, dejando caer su brazo. "Tuve un gran

propósito en la vida, pero mi amor por todo tipo de zapatos terminó todo. Lleva el

término “zapatos matadores” a un nivel completamente nuevo, ¿verdad?"

"Sí," dije, enloqueciendo totalmente. "¿Así que eres el oráculo que se involuró en... lo

que sea que pasaba cuando la abuela Piperi falleció?"

Unos momentos pasaron y luego Kari suspiró. "Sí, lo hice... por desgracia. Nunca he sido

gran fan de la fe y el destino, ¿ves? Y las visiones... bueno, apestan la mayor parte del

tiempo." Kari me miró, sus ojos de obsidiana estrechándose. "Se supone que debes estar

aquí".

"¿Yo?" Chillé. Ay dios...

Ella asintió con la cabeza. "Sí. Esto… he visto esto. Quiero decir, sabía que iba a

conocerte, pero no tenía idea que sería aquí. ¿Lo ves? Los oráculos no sabemos cuándo

llegará su hora, lo cual apesta". Ella se echó a reír de nuevo. "Dios, sé lo que sucederá."

Eso sí me llamó la atención. "¿Lo sabes?"

Su sonrisa se volvió reservada.

Mis dedos se clavaron en mi suéter. "¿Y vas a decírmelo?"

Kari permaneció en silencio, y ¿qué importaba ahora que estaba teniendo un poco de

sentido? Ella era un oráculo y yo estaba muerta. No había nada que pudiera hacer,

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¿verdad? Sacudiendo mi cabeza, miré el resto del entorno. No podía ver adónde llevaba

el río; fluía hacia donde no había nada más que un agujero profundo, negro. A nuestra

derecha había una pequeña abertura, y un extraño resplandor azul emanaba de lo que

sea que estaba más allá de este lugar.

"¿Adónde va eso?", Le pregunté, señalando la luz.

Kari suspiró. "De vuelta, pero no es lo mismo. Serás una sombra si vas hacia allá, y eso

incluso si puedes pasar a los guardias".

"¿Los tipos en los caballos?"

"Sip. Yendo hacia abajo o hacia arriba, a Hades no le gusta perder ningún alma. Deberías

haber estado aquí cuando alguien trató de huir." Ella se estremeció con delicadeza.

"Asqueroso".

Una conmoción por el río hizo que nos diéramos la vuelta. Kari juntó las manos. "Dulces

dioses, ¡por fin!" Kari fue hacia la muchedumbre cada vez mayor de personas por el río.

"¿Qué?" Corrí tras ella. Los guardias de los caballos obligaron a la gente a formar filas en

ambos lados del río.

"¿Qué está pasando?"

Ella miró sobre su hombro hacia mí, sonriendo. "Es Caronte. Ya está aquí. ¡Es la hora del

Paraíso, baby! "

"Pero, ¿cómo sabes dónde va?" Luché para quedarme con ella, pero al llegar a la

periferia del grupo, me congelé. Oh, mierda.

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"Sólo lo sé", dijo Kari, empujando, pasado a los que supuse que no tenían dinero para su

pasaje. "Fue un placer conocerte, Alexandria. Y estoy un noventa y nueve por ciento

segura de que nos volveremos a ver." Entonces ella desapareció entre la multitud.

Demasiado ocupada con la escena que se desarrollaba, no le presté atención a lo que

dijo. El barco era más grande de lo que se mostraba en las pinturas. Era enorme, como

del tamaño de un yate, y mucho más agradable que la imagen vieja de una canoa rota

con la que estaba familiarizada, pintado de un blanco brillante y adornado con oro. A la

cabeza estaba Caronte.

Él sí lucía como esperaba.

La forma delgada de Caronte era ingerida por un manto negro que le cubría todo el

cuerpo. En una mano huesuda sostenía una linterna. Su cabeza toda envuelta se volvió

hacia mí y a pesar de que yo no podía ver sus ojos, supe que me vio.

En cuestión de segundos el barco fue invadido y deslizándose por el río, desapareció por

el túnel oscuro. No tuve ni idea de cuánto tiempo estuve allí, pero finalmente me di la

vuelta y corrí a través de la multitud. Dondequiera que miraba, había rostros. Jóvenes y

viejos. Expresiones aburridas o aturdidas. Había personas muertas vagando por todas

partes y yo estaba sola, completamente sola. Traté de hacerme lo más pequeña posible,

pero me topé con un hombro aquí, un brazo allí.

"Disculpe", dijo una anciana. El camisón rosa chillón empequeñecía su forma frágil.

"¿Sabes lo que pasó? Me fui a dormir y... me desperté aquí."

"Uh." Empecé a dar marcha atrás. "Lo siento. Estoy tan perdida como usted. "

Ella me miró perpleja. "¿Te fuiste a dormir, también?"

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"No." suspiré, girándome. "Yo fui apuñalada hasta la muerte".

Una vez que esas palabras salieron de mi boca quería retractarme, porque hicieron que

todo fuera real.

Me detuve fuera de la multitud de personas y miré mis pies descalzos. Quería

golpearme. Realmente había muerto.

Levanté mi cabeza, mis ojos se encontraron con la extraña luz azul. Si lo que dijo Kari era

cierto, esa era la manera de salir de esta... área. Y entonces ¿qué? ¿Sería una sombra por

toda la eternidad? Pero ¿y si no estaba realmente muerta?

"Estás muerta", murmuré para mí misma.

Pero comencé a ir hacia la luz azul. Mientras más me acercaba, más atraída estaba hacia

ella. Parecía que ofrecía de todo: luz, calor, vida.

"¡No vayas hacia la luz!" Una voz gritó, seguida por una risa… una risa traviesa, amada.

"Mienten acerca de la luz, ¿sabes? Nunca vayas hacia la luz."

Me quedé inmóvil, y si mi corazón aún hubiera estado palpitando, que no estaba segura,

se hubiera detenido en ese mismo momento. Como si estuviera moviéndome en

cemento, me volví lentamente.

No podía creer… no quería creer lo que estaba viendo, porque si esto no era real...

Él estaba de pie a unos pocos metros de distancia, vestido con una camisa blanca de lino

y pantalones. Su cabello rubio hasta los hombros estaba escondido detrás de las orejas,

y estaba sonriendo, sonriendo de verdad. Y esos ojos, del color del cielo de verano,

estaban brillantes y vivos. No como la última vez que los había visto.

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"¿Alex?", Dijo Caleb. "Te ves como si hubieras visto un fantasma."

Todos mis músculos se pusieron en acción de una vez. Me fui hacia él y salté.

Riendo, Caleb me atrapó por la cintura y me dio una vuelta. Fue como una presa

reventando. Me convertí en un gordo bebé chillando en menos de un segundo. Me

temblaba todo el cuerpo, no podía evitarlo. Él era Caleb. Mi Caleb, mi mejor amigo

Caleb.

"Alex, vamos." Él me puso en mis pies, pero todavía me abrazaba. "No llores. Ya sabes

cómo me pongo cuando lloras."

"Yo... lo siento." Nada en este mundo iba a romper el sólido agarre con que me aferraba

a él.

"Oh, mi dios, no puedo creer... que estás aquí."

Se alisó el pelo hacia atrás. "Me extrañaste, ¿eh?"

Levanté mi cabeza. "No es lo mismo sin ti. Nada es lo mismo sin ti." Me estiré, poniendo

mis manos sobre sus mejillas y luego en su pelo. Era carne y hueso. Real. No había

sombras bajo sus ojos y su mirada no era aquella cansada que había tenido después de

Gatlinburg. Las marcas se habían ido. "Oh, dioses. Estás aquí."

"Soy yo, Alex."

Al presionar mi mejilla contra su pecho, comencé a llorar de nuevo. Nunca en un millón

de años se me ocurrió que iba a llegar a verlo de nuevo.

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Había tantas cosas que quería decir. "No lo entiendo ", murmuré contra su pecho.

"¿Cómo puedes estar aquí? No has estado esperando todo este tiempo, ¿verdad? "

"No. Perséfone me debía una. Estábamos jugando Mario Kart Wii, y yo la dejé ganar.

Cobré a mi favor."

Me aparté, secándome las lágrimas de mi cara con el dorso de la mano.

"¿Tienen Wii aquí abajo?"

"¿Qué?" Él sonrió, y oh dioses, yo pensé que nunca volvería a ver esa sonrisa de nuevo.

"Nos aburrimos aquí. Especialmente Perséfone, cuando está por aquí durante estos

meses. Por lo general Hades no juega, gracias a los dioses. Él hace trampa."

"Espera. ¿Juegas Mario con Hades y Perséfone?"

"Yo soy una especie de celebridad aquí abajo gracias a ti. La primera vez que... llegué, fui

llevado directamente a Hades. Él quería saber todo sobre ti." Caleb se encogió de

hombros y luego me llevó de vuelta para otro de sus abrazos enormes.

"Dioses, Alex, quería verte de nuevo. No pensé que fuera a ser así."

"¿Tú cres?", le dije secamente. "¿Qué... ¿qué se siente?"

"No está mal, Alex. No está mal en absoluto". Dijo en voz baja. "Hay cosas que echo de

menos, pero es como estar vivo, sólo que no lo estás".

Entonces se me ocurrió. "Caleb, ¿mi... mi mamá está aquí?"

"Sí, lo está. Y ella es muy amable."

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Hizo una pausa, frunciendo los labios. "Realmente agradable teniendo en cuenta que no

me ha tratado de matar esta vez, ya sabes. "

Sentí náuseas, lo cual era extraño ya que se suponía que debía estar muerta. "¿Has

hablado con ella?"

"Sí. Cuando la vi por primera vez fue muy extraño, pero ya no es como era cuando nos

raptó. Ella es tu mamá, Alex. La mamá que recuerdas."

"Suenas como si la hubieras perdonado."

"Lo he hecho". Él limpió las lágrimas frescas en mis mejillas. "Tú sabes, no lo habría

hecho en vida, no en realidad. Pero una vez que finalmente aceptas toda esta cosa de la

muerte, como que te ilumina un poco. Y ella fue forzada a convertirse en daimon. Aquí

abajo no te culpan por eso."

"¿No?" Oh, dioses, iba comenzar a llorar de nuevo.

"No, en absoluto, Alex."

Algunos de los guardias se reunían cerca de nosotros. Me concentré en Caleb, con la

esperanza de que no nos separaran. "¡Tengo que verla! ¿Podrías llevar…? "

"No, Alex. Tú no puedes verla. Ella ni siquiera sabe que estás aquí, y eso es,

probablemente, lo mejor en estos momentos."

La decepción me inundó. "Pero…"

"Alex, ¿cómo crees que tu mamá se sentiría si supiera que estás aquí? Sólo hay una

razón para que estés aquí. Se enojaría".

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Maldita sea, tenía un punto. Pero yo estaba aquí, lo que significaba que estaba muerta.

¿No la vería pronto de todos modos? Esa lógica fracasó conmigo.

"Te he echado de menos," dijo de nuevo, y me trajo de nuevo hacia él.

Apreté el frente de su camisa, y las palabras que quería decir se derramaron

rápidamente.

"Caleb, lo siento mucho por todo. Lo que ocurrió en Gatlinburg y... y no le presté mucha

atención a por lo que estabas pasando después. Estaba tan centrada en mí misma."

"Alex…"

"No. Lo siento. Y lo que te sucedió a ti. No fue justo. Nada de eso lo fue. Y lo siento

mucho".

Caleb bajó su frente a la mía y juré que sus ojos brillaron. "No fue tu culpa, Alex. ¿De

acuerdo? Nunca pienses eso".

"Solo te extraño tanto. No sabía que hacer después de que… te fuiste. Te odiaba por

haber muerto." Me atraganté. "Y sólo te quería de vuelta."

"Lo sé."

"Pero yo no te odio. Te quiero."

"Lo sé," dijo de nuevo. "Pero necesitas saber que nada de eso fue tu culpa, Alex. Esto

estaba destinado a suceder. Lo entiendo ahora."

Me reí con voz ronca. "Dioses, suenas tan sabio. ¿Qué demonios, Caleb?"

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"La muerte me hizo sabio, supongo." Su mirada buscó mi rostro. "No te ves para nada

diferente. Simplemente parece... que ha pasado tanto tiempo desde la última vez que te

vi. "

"Tú te ves mejor." Tracé su cara con mis dedos, presionando mis labios juntos. Caleb se

veía maravilloso para mí. No había ni un atisbo de todo lo que había sufrido. Él parecía

estar en paz, de una manera que no lo había estado cuando estaba vivo.

"Yo sólo te echo tanto de menos".

Caleb me apretó más y se echó a reír.

"Lo sé, pero tenemos que parar con esta mierda de amistad, Alex. En primer lugar,

fuimos torturados por daimons juntos y ahora los dos hemos sido apuñalados. Estamos

tomando el ‘nosotros hacemos todo juntos’ a un nivel totalmente nuevo."

Las lágrimas corrían por mi cara, pero me eché a reír de nuevo. Se sentía tan cálido y

real. Vivo. "Dioses, yo realmente estoy muerta".

"Sí, algo así".

Sollocé. "¿Cómo que algo así?"

Caleb se echó hacia atrás y bajó su barbilla. Una sonrisa pícara tiró de sus labios. "Bueno,

hay un muy gran dios rubio levantando todo el infierno con Hades en estos momentos.

Al parecer, tú todavía estás en el limbo o algo así. Tu alma todavía está en tu cuerpo".

Mis entrañas se apretaron, y parpadeé.

"¿Qué?"

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Él asintió con la cabeza. "No vas a estar muerta por mucho tiempo. "

Me limpié debajo de mis ojos. "He estado aquí durante horas. Estoy bastante muerta".

"Las horas aquí son sólo unos segundos allá" explicó. "Cuando llegué aquí estaba

preocupado de que fuera demasiado tarde, de que Hades ya te hubiera liberado".

"¿No voy a permanecer... muerta?"

"No." Caleb sonrió. "Pero tenía que verte. Hay algo que tengo que decirte".

"Está bien." Una punzada de dolor en el estómago me sobresaltó. Me estremecí contra

él. "¿Caleb?"

"Está bien." Sus brazos larguiruchos me sostenían todavía. "No tenemos mucho tiempo,

Alex. Necesito que me escuches. A veces escuchamos cosas aquí abajo… sobre lo que

sucede allá arriba. Se trata de Seth."

Un ardor se encendió dentro de mí.

"¿Qué... qué pasa con Seth?"

"No lo sé, Alex. Él cree que está en control, pero no es así. No... No creas todo lo que

escuches. Aún hay esperanza".

Traté de reír, pero el ardor se estaba convirtiendo en una llamarada de grandes

proporciones.

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"Sigues siendo un… fanboy24 de Seth."

Caleb hizo una mueca. "Estoy hablando en serio, Alex."

"Está bien," susurré, apretando mi estómago. "Caleb, algo está mal...".

"Nada está mal, Alex. Sólo recuerda lo que dije. A veces la gente tiene problemas para

recordar todo después de este tipo de cosas. Alex, ¿puedes hacerme un favor?"

"Sí".

"Dile a Olivia que habría elegido Los Ángeles.” Caleb puso sus labios contra mi frente. "Lo

entenderá, ¿de acuerdo?"

Asentí con la cabeza, aunque no entendía por qué aferraba su camisa como si fuera a

salvar mi vida.

"Yo... yo se lo diré. Te lo prometo."

"Te quiero, Alex," dijo Caleb. "Eres como la hermana que nunca quise, ¿sabes?"

Mi sonrisa fue cortada por el fuego desgarrador en mis entrañas. "Te quiero, también."

"Nunca cambies como eres, Alex. Es tu pasión, tu temeraria fe, la que te salvará. La que

los salvará a los dos." El me abrazó con más fuerza. "Prométeme que no olvidarás esto".

A medida que el dolor se hacía más fuerte y mi visión se nublaba, me aferré a Caleb. "Te

lo prometo. Te lo prometo. Te lo…"

24

Un fan total y ridículamente de algo. En este caso, de Seth. Es una derivación de ‘fangirl’, que se usa para describir a las groupies de bandas o personajes.

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Y entonces me arrancaron de él, o al menos, así fue como lo sentí. Estaba girando y

girando, cayendo y golpeándome al mismo tiempo. El dolor lo era todo. Inundando mis

sentidos, alimentando el terror.

Mis pulmones quemaban.

"Respira, Alexandria. Respira."

Tragué saliva mientras abría mis párpados. Dos ojos totalmente blancos, sin irises o

pupilas, me devolvieron la mirada. Eran los ojos de un dios.

"Oh, dioses," susurré, y luego perdí el conocimiento.

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Capítulo 17 Traducido por: Leidy

Corregido por: NatyLRJ

La gente se movía. No los veía, pero podía oír sus pies golpeando en el azulejo, sus

voces bajas. Alguien rondaba cerca de la cama. Su respiración era uniforme y constante,

adormecedora. Olí el aroma de hojas quemadas y sal marina.

Una puerta se abrió, y la persona al lado de mi cama cambió. Se desvaneció después de

eso aquella bruma agradable. Cuando finalmente abrí mi ojos, se sentían como si me

hubieran cosido un cierre en ellos, y me tomó un par de intentos conseguir que mi visión

mejorara, las paredes blancas que me rodeaban eran simples y me aburrían. Reconocí la

habitación. No había ventanas, así que no sabía si era de noche o de día. Habían

recuerdos débiles de Linard y el dolor, y luego un destello de luz y una sensación de

caída. Después de eso, las cosas eran confusas. Me acordé de un olor a humedad y había

más, pero parecía estaba al margen de mis recuerdos.

Tenía la boca tan seca como la tela, mis extremidades parecían de madera. Un dolor

sordo latía en mi esternón. Respiré hondo e hice una mueca.

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"¿Alex?" Hubo un movimiento en el otro lado de mi cama, y luego Aiden salto a la vista.

Sombras oscuras florecían bajo sus ojos. Su pelo era un desastre, le caía en todas las

direcciones. Se sentó en la cama, cuidando de no moverme.

"Dioses Alex, yo...nunca pensé..."

Fruncí el ceño y me incline para tomar su mano, pero el movimiento tiró de mi

estómago. Tenía la piel estirada, lo que provocó un fuerte escozor. Di un grito ahogado.

"Alex, no te muevas demasiado."

Aiden puso su mano sobre la mía. "Te remendó, pero tienes que tomártelo con calma".

Miré a Aiden, y cuando hablé, mi garganta se sintió seca. "Linard me apuñaló, ¿no es así?

¿Con una maldita daga de Titán?"

Los ojos de Aiden brillaron con un oscuro gris atronador. Asintió con la cabeza.

"Rata bastarda", dije con voz ronca.

Su labio tembló con lo que dije. "Alex, yo... Lo siento mucho. Esto no debería haber

sucedido. Yo estaba allí para asegurarme de que estuvieras segura y…"

"Para. Esto no fue culpa tuya. Y obviamente estoy bien, en parte. Sólo no esperaba a

Linard… a Romvi, sí. ¿Pero a Linard?" Empecé a moverme, pero Aiden se movió más

rápido, empujando suavemente mis hombros hacia abajo.

"¿Qué? Puedo sentarme."

"Alex, tienes que permanecer inmóvil." Exasperado, negó con la cabeza. "Toma, bebe

esto." Tenía una taza delante de mi cara.

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Tomé el pitillo, mirándolo por encima del borde de la copa. El agua con sabor a menta sí

que sabía absolutamente deliciosa, y aliviaba el dolor de mi garganta.

Aiden me miró, bebiéndome como si nunca hubiera esperado verme de nuevo. Una

imagen de como se inclinaba sobre mí, herido y suplicante, pasó por mí cabeza. Una

serie de emociones se enfrentaban en su rostro ahora: diversión, cansancio, pero en

mayor parte, el alivio.

Alejo la copa de mí.

"Con calma".

Aparté las mantas hacia abajo, sorprendida al ver que llevaba una camisa limpia y la

sudadera gris que el Covenant por lo general entregaba. Haciendo caso omiso de la

punzada de dolor, detuvo el dobladillo de mi camisa. "Oh mierda."

"No es tan malo…”

Mis manos temblaban. "¿En serio? Porque creo que esto haría que James Bond se

sintiera orgulloso." La línea roja del corte era de dos pulgadas de largo y por lo menos

una pulgada de ancho. La piel alrededor de la marca era de color rosa y arrugada.

"Linard trató de destriparme."

Aiden tomó mis manos y las alejó de mi camisa. Luego tiró de ella hacia abajo y puso las

mantas a mí alrededor cuidadosamente. Nunca dejaba de sorprenderme lo... cuidadoso

y gentil que Aiden era conmigo. Me hacía sentir femenina, pequeña y acariciada.

Protegida. Cuidada.

Para alguien como yo, que nació y fue entrenada para luchar, ese suave trato me

deshacía.

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Un músculo se flexiono en su mandíbula. "Sí que lo intentó”.

Miré a Aiden, casi con temor. "Soy como un gato. Juro que tengo nueve vidas”.

"Alex". Levantó la vista, encontrando mi mirada. "Has utilizado todas esas vidas y

algunas más…”.

"Bueno..." El olor húmedo regresó.

Aiden ahuecó mi mejilla, y él calor irradió de mí. Su pulgar acarició mi mandíbula.

"Alex, tú...moriste. Moriste en mis brazos”.

Abrí mi boca, pero la cerré. La luz brillante y la sensación de caer no habían sido un

sueño extraño y había más... Lo sabía.

Su mano temblaba contra mi mejilla.

"El sangrado empezó tan rápidamente. No hubo suficiente tiempo”.

"Yo... no lo entiendo. Si morí, entonces, ¿cómo estoy aquí? "

Aiden miró hacia la puerta cerrada y exhaló lentamente. "Bueno, aquí es donde las cosas

se ponen extrañas, Alex”.

Tragué saliva. "¿Qué tan extrañas?"

Apareció una breve sonrisa. "Hubo un destello de luz…”

"Lo recuerdo."

"¿Te acuerdas de algo después de eso?”

"Recuerdo la caída y..." Hice una mueca. "No puedo recordarlo”.

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"Está bien. Tal vez debes descansar un poco. Podemos hablar de esto más tarde”.

"No, Quiero saberlo ahora." Conocía esa mirada. "Vamos, esto suena como que va a ser

interesante”.

Aiden se echó a reír, dejando caer su mano. "Honestamente, no lo habría creído si no lo

hubiera visto."

Empecé a rodar de lado, pero recordé lo de no moverme. Permanecer quieta iba a ser

un desafío. "La curiosidad me está matando."

Se acercó más, su cadera rozo mi muslo. "Después del rayo de luz, León estaba

agazapado sobre nosotros. Al principio, pensé que acababa de entrar a la habitación,

pero él no se veía bien. Alargó su mano hacia ti, y pensé que iba a revisar tu pulso, pero

te puso la mano en el pecho”.

Levante mis cejas. "¿Dejaste que Leon tocara un poquito?”

Aiden me miró como si quisiera reírse de nuevo, pero negó con la cabeza. "No, Alex. Él

dijo que tu alma estaba todavía en tu cuerpo”.

"Uh".

"Sí," respondió. "Luego me dijo que tenía que llevarte al hospital y asegurarme de que

los médicos comenzaran la cirugía para detener la hemorragia, que no era demasiado

tarde. No lo entendí porque tú... estabas muerta, pero luego vi sus ojos”.

"Sus ojos eran del todo blancos," susurré, recordando un breve vistazo de ellos.

"Leon es un dios." Miré a Aiden, incapaz de dar cualquier respuesta a eso. Mi cerebro

prácticamente se había apagado con ese pequeño pedazo de información.

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"Lo sé." Se inclinó sobre mí, alisando el pelo hacia atrás con su gran mano. "Todo el

mundo tenía más o menos la misma expresión cuando te traje aquí. Marcus había

llegado entonces... y los médicos estaban tratando de conseguir que me fuera. Algunos

estaban cerrando la herida. Otros estaban allí de pie. Fue un caos. Debes haberte… ido

un par de minutos, el tiempo que me llevó conseguir ir desde el dormitorio hasta el

hospital y el condenado León sólo apareció en medio de la habitación. Todo el mundo se

quedó helado. Se acercó a ti, puso su mano sobre ti otra vez, y dijo ‘respira’ ".

Respira, Alexandria. Respira.

"Y respiraste", dijo Aiden, con voz ronca mientras acunaba mi mejilla. "Abriste los ojos y

susurraste algo antes de quedarte inconsciente. "

Yo todavía estaba atrapada en toda la parte del dios.

"¿León es un... dios?” Él asintió con la cabeza.

"Bueno", dije lentamente, "santos daimons”.

Aiden se rió, realmente se rió. Era profunda y rica, llena de alivio.

"Tú... tú no tienes ni idea..." Evitó mis ojos, pasando una mano por su pelo. "No

importa".

"¿Qué?"

Su mandíbula se tensó, y negó con la cabeza.

Extendí mi mano y en el momento en que la toco, entrelazó sus dedos con los míos y me

miró. "Estoy bien ", le susurré.

Aiden me miró fijamente durante lo que pareció una eternidad.

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"Pensé que te habías ido… te fuiste, Alex. Habías muerto, y yo estaba... estaba

sosteniéndote y no había nada que pudiera hacer. No había sentido un dolor así.” Su

respiración se detuvo. "Desde que perdí a mis padres, Alex. No quiero volver a sentir

eso de nuevo… no contigo”.

Las lágrimas llenaron mis ojos. No sabía qué decirle. Mi mente seguía aturdida por

todo… mi cerebro estaba sobrecargado. Y él estaba sosteniendo mi mano, lo que no era

el evento más impactante del día de ninguna manera pero me afectó igual. Había

muerto. Y un dios que fue al parecer un Centinela aquí me trajo de vuelta, y todas esas

cosas. Pero era la forma en la que Aiden me miraba, como si nunca hubiese esperado

hablar conmigo de nuevo, ver mi sonrisa, ni escuchar mi voz. Parecía un hombre que

había estado al borde de la desesperación y lo habían alejado en el último segundo, pero

todavía sentía todas esas emociones terribles, todavía no podía creer que no había

perdido algo… que yo todavía estaba aquí.

Entonces me di cuenta de algo tan importante, tan poderoso.

Aiden podía decirme que no sentía lo mismo que yo. Él podría luchar contra lo que había

entre nosotros día y noche. Podría solo mentir de aquí en adelante. No importaba.

Yo siempre, siempre sabría la verdad.

Incluso si el espacio nos separaba o docenas de normas eran impuestas para

mantenernos separados, y aunque nunca pudiéramos estar juntos, siempre lo sabría.

Y dioses, lo amaba, lo amaba tanto. Nunca cambiaría. Había tantas cosas que yo no

estaba segura, especialmente en este momento, pero eso sí lo sabía. Antes de que

pudiera detenerla, una lágrima escapó, corriendo por mi mejilla. Cerré los ojos.

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Él aspiró otra bocanada de aire, ésta mucho más nítida, más rota. La cama se hundió

cuando se movió, y su mano se deslizó entre mi pelo, donde sus dedos se cerraron

alrededor de los mechones. Sus labios eran cálidos y suaves contra mi mejilla, besando la

lágrima hasta quitarla.

Me quedé muy quieta, temerosa de que cualquier movimiento lo alejara. Era como una

especie de criatura salvaje a punto explotar.

Cuando habló, su aliento bailaba sobre mis labios, enviando escalofríos a lo largo de mí.

"No puedo sentirme así otra vez. Simplemente no puedo". Estaba tan cerca, sosteniendo

mi mano con fuerza mientras deslizaba la otra fuera de mi pelo y trazaba una línea

invisible sobre mi cara.

"¿Estás bien?", me dijo. "Porque no puedo perder…”, se interrumpió, mirando hacia la

puerta. El sonido de unos pasos se acercaba. Sus labios se apretaron en una línea dura

mientras se volvía hacia mí. Dejó caer mi mano y se enderezó. "Hablaremos más tarde."

Me senté allí sin decir nada, con mi corazón agitándose espasmódicamente, y dije lo más

elocuente que se me ocurrió. "Está bien."

La puerta se abrió, y Marcus entro. Su camisa estaba medio salida y sus pantalones,

normalmente perfectos, estaban llenos de arrugas. Como Aiden, él parecía un desastre,

pero aliviado. Se detuvo al lado de mi cama, exhalando con fuerza.

Me aclaré la garganta. "Estas lleno de arrugas”.

"Estás viva."

Aiden se puso de pie. "Cierto. Sólo estaba informándola de todo”.

“Bien. Eso es bueno." Marcus se dirigió a mí. "¿Cómo te sientes, Alexandria?”

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"Bueno, supongo que, después de morir y todo eso." Me moví, incomoda con su

atención.

"¿Así que esta cosa de que León es un dios? No sabía que algún dios se llamara León. ¿Es

acaso el dios hijastro de algún pelirrojo del que nadie reclamó?"

Aiden se retiró a un rincón del cuarto, a una distancia mucho más apropiada para un

pura sangre. Inmediatamente extrañé su cercanía, pero mantuvo sus ojos en mí. Era

como si tuviera miedo de que desapareciera.

"Eso se debe a que Leon no es su verdadero nombre,", dijo.

"¿No lo es?"

Marcus se sentó en el lugar de Aiden. Extendió la mano, pero se detuvo y la bajó hacia

su regazo. "¿Quieres un poco de agua?”

"Hmm, claro." Un poco extrañada, miré como llenaba mi taza y la sostenía para que yo

pudiera beber. El extraterrestre dentro de mi tío obviamente lo tenía controlado.

Pronto, se abriría camino fuera de su estómago y bailaría tap sobre mi cama.

Aiden se apoyó contra la pared. "Leon es Apolo25”.

Me atraganté con el agua. Tosiendo, me agarré el estómago con una mano y la frente

con la otra.

"Alexandria, ¿estás bien?" Marcus puso la taza sobre la mesa y miró por encima de su

hombro a Aiden, que ya estaba junto a la cama. "Ve a buscar uno de los médicos”.

25

Apolo –dios griego del sol hijo de Zeus que suele aparecer como pastor. Es capaz de causar una muerte letal y dulce.

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"¡No!" dije con los ojos llorosos, sin aire. "Estoy bien. El agua simplemente se fue por el

conducto equivocado”.

"¿Estás segura?" dijo Aiden, viéndose desgarrado entre querer arrastrar a un médico

hasta aquí y confiar en mi palabra.

Asentí con la cabeza. "Sí, sólo fue que eso me sorprendió. Quiero decir, wow. ¿Están

seguros? ¿Apolo?"

Marcus me observaba con atención. "Sí. Él es definitivamente Apolo”.

"Dios m..." No había suficientes palabras en el mundo para hacerle justicia. "¿Explicó

algo?"

"No." Marcus metió la manta suelta a mí alrededor. "Después de que te trajo de nuevo,

dijo que tenía que irse y que volvería”.

"Como que se desapareció de la habitación." Aiden se frotó los ojos. "No lo hemos visto

desde entonces. "

"Y eso fue ayer", Marcus añadió.

"¿Así que he estado durmiendo durante todo un día?” Mi mirada fue a los dos.

"¿Alguno de ustedes ha dormido algo en todo este tiempo?”

Aiden miró hacia otro lado, pero Marcus respondió. "Muchas cosas han pasado, Alex. "

"Pero ustedes…"

"No te preocupes por nosotros," Marcus interrumpió. "Estaremos bien."

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Era más fácil decir que no me iba a preocupar por ellos que cumplirlo. Ambos se veían

terriblemente.

"¿Linard está… muerto?"

"Sí", dijo Marcus. "Estaba trabajando con… la Orden”.

Le eché un vistazo a Aiden, ahora recordando el crujido repugnante que había

escuchado. Si esperaba encontrar algo de remordimiento en su firme mirada, no lo

encontré. En realidad, la expresión de su cara decía que lo haría de nuevo.

"¿Y Telly?”

"Nunca aterrizó en Nueva York. Ahora mismo no tenemos idea de dónde está. El

Instructor Romvi también ha desaparecido”.

Marcus dejó caer las manos en su regazo de nuevo. "He hecho algunas llamadas y tengo

unos pocos Centinelas de confianza en busca de Telly en este momento”.

"¿De confianza como Linard?" Tan pronto como esas palabras salieron de mi boca, deseé

no haberlas dicho. Mis mejillas comenzaron a arder. "Yo... lo siento. Eso no estuvo bien.

No lo sabías.”

Los ojos verdes de Marcus brillaron. "Tienes razón. No lo sabía. Había un montón de

cosas de las que no tenía conocimiento. Como la verdadera razón por la que Telly dejó

Nueva York y el hecho de que ya has estado recibiendo las marcas del Apollyon”.

Oh, no. No me atreví a mirar a Aiden.

"No fue hasta hace un par de noches cuando fui consciente de que la Orden de Tánatos

podría estar involucrada", Marcus continuo, con los hombros rígidos. "Si hubiera

conocido la verdad antes, esto podría haber sido impedido”.

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Me retorcí tanto como pude. "Lo sé, pero si te hubieras involucrado en lo que sucedió

en Nueva York, entonces estarías en riesgo”.

"Eso no importa. Necesito saber cuándo este tipo de cosas sucedan. Soy tu tío,

Alexandria, y cuando matas a un pura sangre…”

"Ella lo hizo por defensa propia," Dijo Aiden.

"Y usaste la compulsión en dos puros para protegerla." Dijo Marcus mirando por encima

del hombro a Aiden. "Lo entiendo, pero eso no cambia el hecho de que necesitaba

saberlo. Todo esto creó la tormenta perfecta para que algo como esto pasara”.

"¿Tú no estás... enojado con Aiden? ¿No vas a entregarlo?"

"A veces dudo de sus habilidades de pensamiento crítico, pero entiendo por qué lo

hizo." Marcus suspiró. "La ley exige que lo haga, Alexandria. Incluso se exige que te

entregue, y al no hacerlo, me enfrentaré a cargos de traición. Así como Aiden se

enfrentará también a cargos de traición si alguien descubre lo que hizo”.

Traición era igual a la muerte para ellos. Tragué saliva. "Lo siento. Siento haber

arrastrado a todos ustedes en esto”.

Aiden dijo suavemente. "Alex, no te disculpes. Esto no es tu culpa”.

"No lo es. No puedes hacer evitar… lo que eres. "Los labios de Marcus se curvaron en

una media sonrisa. "No estoy de acuerdo con gran parte de las decisiones que has

tomado o con el hecho de que ambos me han mantenido ocultas muchas cosas

importantes, pero no puedo culpar a Aiden por hacer lo que yo hubiese hecho en la

misma situación. Soy tu tío, Alexandria, y puedo ser duro contigo, pero eso no quiere

decir que no me importe lo que te pase”.

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Aturdida en silencio, me quedé mirándolo. ¿Había malinterpretado totalmente todo lo

relacionado con este hombre? Porque en serio habría apostado mi vida a que no me

soportaba. Pero sólo había sido su versión de... ¿amor duro? Parpadeando para

contener las lágrimas, de repente quise abrazarlo. La mirada en el rostro de Marcus me

dijo que probablemente no se sentiría cómodo con eso.

Okay. Definitivamente no estábamos en términos de abrazarnos todavía, pero esto...

esto era bueno. Me aclaré la garganta. "Así que... wow. Leon es Apolo”.

Aiden sonrió.

Devolviéndole la sonrisa, de repente entre en pánico y me tomó un segundo para darme

cuenta del por qué. "Oh, mi dios." Empecé a sentarme, pero Marcus me detuvo. "Tengo

que llamar a Seth. Si el sospecha algo se debe estar volviendo loco, ni siquiera se

imaginan”.

La sonrisa de Aiden se desvaneció. "Si lo hubiese sabido… sentido a través de su enlace

ya estaría loco. Aun no lo sabe”.

Tenía un punto, pero todavía tenía que hablar con él.

"Creemos que lo mejor es que no le digas, no hasta que esté aquí con nosotros " Dijo

Marcus. "En este momento, no podemos permitirnos que se ponga como loco. Te llamo

anoche. Aiden le dijo que estabas durmiendo”.

Aiden puso los ojos en blanco. "Después de que se quejara de por que yo estaba

contestando el teléfono que él te dio, colgó. Parece que no sabía nada porque no podía

sentirte."

Sonaba como Seth. Aliviada, me acosté. "¿Sin embargo, alguien puede darme mi

teléfono? Si no sabe de mí, va a sospechar algo y golpeara a alguien."

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"Eso se puede arreglar."

“Entiendo", dijo Aiden, suspirando.

"Bien. Y mientras que vas entendiendo, ¿por qué no vas a tomar una ducha y descansas

un poco? No has dormido desde ayer en la mañana ", dijo Marcus. “Los Guardias de

Lucian están afuera de la puerta. Nadie va a conseguir llegar más allá de ellos”.

La única razón por la que confiaba en los Guardias de Lucian era por el hecho de que

sólo había una persona que quería que despertara mucho más que Seth, y ese era

Lucian. "¿Lucian sabe lo que pasó?"

Marcus se levantó. "Sí, pero estuvo de acuerdo con que sería prudente mantener a Seth

en la oscuridad por un tiempo”.

"¿Y confías en Lucian?"

"Confío en que él entiende que no se puede permitir ningún acto de represalias por

parte de Seth. Aparte de eso, no particularmente, pero tenía que saber lo de Telly. Tiene

algunos de sus Guardias en busca del Primer Ministro", hizo una pausa, y se pasó una

mano por el lado de su cara. "No te preocupes por ese tipo de cosas en este momento.

Descansa. Volveré más tarde. "

Todavía había un montón de preguntas, como ¿cómo eran los Centinelas en los que

Marcus confiaba? Y ¿cómo diablos íbamos a ocultarle un secreto como este a Seth? Pero

estaba cansada y me di cuenta de que ellos dos también.

Aiden se quedó después de Marcus se fue. Vino al lado de la cama, con su mirada

plateada flotando sobre mí.

"¿No has dejado esta habitación? ", le pregunté.

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En lugar de responder, se inclinó y puso sus labios contra mi frente.

"Voy a volver pronto ", prometió. “Sólo trata de descansar y no salir de la cama hasta

que alguien esté contigo”.

"Pero no estoy cansada, no realmente."

Aiden se río suavemente mientras se ponía de espaldas. "Alex, sé que puedes sentirte

bien, pero has perdido mucha sangre y acabas de tener una cirugía”.

Y me había muerto, pero pensé que no había sentido en que agregara eso. No quería

que Aiden se preocupara más de lo ya lo hacía, especialmente cuando se veía tan

agotado. "Muy bien."

Se apartó de la cama y se detuvo en la puerta. Mirándome, sonrió.

"No tardaré mucho."

Me acomodé de lado con cuidado. "No iré a ninguna parte”.

"Lo sé. Yo tampoco”.

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Capítulo 18 Traducido por: Blair

Corregido por: NatyLRJ

Dormí más de lo que esperaba. Cuando me desperté, la habitación estaba vacía y mi

teléfono celular había sido colocado en la mesilla de noche. Tenía la esperanza de que

Aiden estuviera descansando un poco, y de que Marcus también. Me senté, haciendo

una mueca cuando el movimiento tiró de la piel de los puntos de sutura.

Curiosa, inspeccioné la cicatriz de nuevo. Los mestizos eran notoriamente rápidos en

sanar y las dagas del Covenant estaban diseñadas para cortar limpiamente, pero tenía

que tener algún daño interno. ¿Había alguna manera de que Apolo me hubiese

arreglado un poco más? Porque dudaba de que los médicos pudieran revertir este tipo

de daños. Aparte de la sensación de letargo, me sentía... bien. Pero al mirar alrededor de

la habitación, algo se asomó en lo más recóndito de mis recuerdos. Se me olvidaba algo:

algo muy importante. Estaba en la punta de mi lengua al igual que cuando había estado

bajo la compulsión. Esto era diferente. Era como despertar y no ser capaz de recordar un

sueño.

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Suspirando, extendí la mano y tomé el teléfono celular. Sólo había una llamada perdida

de ‘conejito arrunchador’. Me acosté, y le devolví la llamada.

Seth contestó al segundo timbrazo.

"Así que, ¿estás viva?”

Mi corazón se volcó.

"Sí, ¿por qué no iba a estarlo?"

"Bueno, no he hablado contigo durante casi dos días," hizo una pausa. "¿Qué has estado

haciendo?"

"He estado durmiendo, sin hacer mucho."

"¿Durmiendo por dos días seguidos?"

Toqué mi cicatriz y me estremecí.

"Sí, eso es todo."

"Interesante..." Hubo un sonido sordo, como si algo se hubiera detenido por teléfono.

"¿Tú has estado durmiendo, pero Aiden tenía el teléfono?"

Mierda.

"Él ha sido mi niñera. No sé por qué contestó el teléfono cuando llamaste." Hubo otro

sonido apagado, y luego Seth gruñó. "¿Qué estás haciendo?"

"Poniéndome mi pantalón y es difícil hacerlo cuando estas sosteniendo un teléfono."

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"Um, ¿quieres que te llame después? ¿Cuándo no estés desnudo?"

Seth se rió. "No estoy desnudo ahora. De todos modos, tal vez tengamos algún extraño

malestar de Apollyon. He estado agotado por dos días, pero me siento bien ahora."

Así que él había sentido algo. Me mordí el labio. "¿Puedo hacerte una pregunta?"

"Dispara".

"Dijiste que cuando me despertara conocería lo que los Apollyons sabían en el pasado,

¿cierto?"

Hubo una pausa. "Sí, eso dije".

La inquietud torció mis entrañas.

"Entonces, ¿cómo es que no sabes acerca de que la Orden de Tánatos había matado a

Solaris y al Primero? ¿No viste lo que ellos vieron?"

"¿Por qué lo preguntas?", preguntó Seth.

Tomé una respiración profunda. "Porque no tiene sentido, Seth. Deberías saberlo. ¿Y

cómo es que no sabes que un mestizo y un puro pueden hacer un Apollyon? ¿Ninguno

de los Apollyons en el pasado había imaginado alguna vez eso?"

"¿Por qué preguntas acerca de esto…?" Una risa distintiva, muy femenina cortó sus

palabras. Cuando Seth habló de nuevo, sonó muy lejano y se oyó algo horrible muy

parecido a "compórtate".

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Me senté, aspirando el aire bruscamente mientras mi estómago gritaba en protesta.

"¿Con quién estás, Seth?"

"¿Por qué? ¿Estás celosa?"

"Seth".

"Espera un segundo", respondió él, y luego se oyó el ruido de una puerta al cerrarse.

"Maldita sea, hace frío aquí afuera."

"Mejor ten cuidado. No quiero que algo se congele y se caiga."

Él se echó a reír. "Oh, eso fue malicioso. Yo creo que estás celosa."

¿Estaba celosa de que él obviamente había estado desnudo con una chica? ¿Debería

estarlo? Pero no estaba celosa, más bien molesta. Molesta porque había sido apuñalada

y estuve unos instantes muerta mientras que Seth estaba allá jodiendo con chicas.

¿Y cómo podría estar celosa? Yo estaba enamorada de otro chico. Realmente no tenía

espacio para hablar. Pero no había estado desnuda con él, no en varios meses largos.

No desde que decidí ver lo que podría suceder con Seth.

Dioses, estaba tan confundida y no tenía idea de lo que estaba pasando y por qué

estaba sucediendo ahora.

"No estoy haciendo nada malo," Seth dijo después de un tramo de silencio.

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"Yo no he dicho que lo estés haciendo. Espera. Estás con Boobs26, ¿verdad?"

"¿De verdad quieres saber, Alex?"

No cuando lo pones así. Mordí mi labio, sin saber qué decir. De repente oí la voz de

Caleb en mi cabeza. Hay esperanza. Raro.

"Nunca dijimos que estábamos en una relación y, además, lo que sea. Tú estás allá. Yo

aquí. Y en una semana o así, voy a estar de vuelta. Y nada de esto va a importar".

Parpadeé. "¿Realmente, es ‘lo que sea’?”

Seth suspiró. "Sabía que él estaría a tu lado en el momento en que me fuera, haciendo

su molesta cosa melancólica, tratando de encontrar una manera de estar contigo. ¿Y él

contesta tu teléfono mientras estás durmiendo? Sí, es 'lo que sea' ".

Mi boca se cayó abierta.

"Eso definitivamente no está pasando aquí".

"Mira, no tiene importancia. Me tengo que ir. Voy a hablar contigo más tarde." Luego

colgó.

Me quedé mirando el teléfono durante varios minutos, un poco sorprendida y

perturbada. ¿Él me había dado permiso para hacer "lo que sea" con Aiden porque él

estaba haciendo "lo que sea" con Boobs? Dioses, ¿había muerto y regresado a un

universo alternativo?

26

Se refiere a la chica que Seth conoció en el Covenant de NY cuando estuvieron allá. Boobs es una palabra informal para senos. Ya sabemos de quién habla.

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La puerta se abrió entonces, y Aiden entró.

Poniendo el teléfono a un lado, estuve feliz de ver que parecía un poco más refrescado.

Su cabello rizado estaba húmedo alrededor de sus sienes y las sombras bajo sus ojos

habían disminuido.

"Hey, estás despierta." Se sentó a mi lado y la cama nos movió más cerca.

"¿Cómo te sientes?"

Me incliné lejos de él.

"Asquerosa".

Aiden frunció el ceño. "¿Asquerosa?"

"No me he lavado los dientes o lavado la cara en días. No te acerques a mí".

Él se echó a reír. "Alex, vamos."

"En serio, estoy asquerosa." Puse mi mano sobre mi boca.

Haciendo caso omiso de mis protestas, se inclinó sobre mí y rozó mi cabello grasiento.

"Estás tan hermosa como siempre, Alex."

Me quedé mirándolo. No debe salir mucho. Aiden arqueó una ceja. "¿Llamaste a Seth?"

No dispuesta a bajar mi mano, asentí con la cabeza.

Sus ojos bailaron. "¿Te pareció sospechoso?"

"No," dije de detrás de mi mano. "De hecho estaba con Boobs".

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Él parecía confundido. "¿Boobs?"

"Es una chica de Nueva York," expliqué.

"Oh." Aiden se inclinó hacia atrás. "¿A qué te refieres con que él estaba con esta chica?"

"¿Qué te parece?" Bajé mi mano.

"Oh, Alex, lo siento."

Hice una mueca. "¿Por qué lo sientes? Es ‘lo que sea.’ Seth y yo no estamos en una

relación". Pero él se había estado comportando así desde que había regresado al

Covenant. Empujé eso de mi mente, centrándome en algo más importante. "Tengo que

salir de la cama."

Algo brilló en el rostro de Aiden y luego negó con la cabeza. "Alex, realmente no

deberías hacerlo."

"Es realmente necesario".

Me sostuvo la mirada y luego pareció que lo conseguí. "De acuerdo, ven, deja que te

ayude."

La idea de él acercándose a mí cuando me sentía asquerosa no me atraía, pero no hubo

chance de discutir. Aiden me ayudó a salir de la cama y luego insistió en guiarme hacia el

pequeño baño. Casi esperaba que me siguiera al interior.

Cerrando la puerta detrás de mí, hice lo mío y miré la ducha con nostalgia. A Aiden le

daría un ataque si la encendiera. Miré hacia la puerta, debatiendo si él se atrevería a

entrar aquí. Aiden era demasiado santo.

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Decidí probar esa teoría.

Al segundo después de abrir la ducha, él gritó. "Alex, ¿qué estás haciendo?"

"Nada." Me quité la ropa, deseando tener algo limpio que ponerme.

"Alex" frustración coloreó su voz.

Sonreí. "Estoy tomando una ducha rápida. Estoy sucia. Necesito estar limpia".

"No deberías estar haciendo eso." La manija de la puerta tintineó. No estaba cerrada con

llave. "Alex"

"Estoy desnuda", le advertí.

El silencio y luego: "¿Se supone que eso debería hacer que no quisiera entrar ahí?"

Un rubor caliente cubrió mi cuerpo mientras miraba la puerta.

Hubo un suspiro audible. "Que sea rápido, Alex, porque voy a entrar ahí si no has

terminado en menos de cinco minutos".

Tomé la ducha más rápida de mi vida. Me sequé y vestí rápidamente, me deleité en la

sensación de estar limpia de nuevo, pero ducharse había consumido toda la energía que

había en mí. Me senté delante del lavamanos porque el retrete parecía muy lejos, y

empecé a cepillarme los dientes. Mi boca ya no se sentía como un mamut lanudo, pero

volví a mirar el lavamanos y me di cuenta de que tenía que volver a levantarme. Deseé

haberme quedado en la cama.

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Sabía que él estaría a tu lado en el momento en que me fuera, haciendo su molesta cosa

melancólica, tratando de encontrar una manera de estar contigo.

Cerrando los ojos, agarré el cepillo de dientes de plástico y extendí mis piernas.

Lo que sea. Tú estás allá. Yo aquí. Y en una semana o así, voy a estar de vuelta. Y nada de

esto va a importar.

Pasta espumosa corría por mi barbilla. ¿No importaría porque Seth estaría alrededor? ¿O

no importa porque en cinco semanas sería mi Despertar? ¿Era eso lo que Seth estaba

tratando de decir mientras Boobs hacía lo que fuera que estaba haciendo?

"¿Alex?" Aiden llamó a la puerta del baño. "¿Estás bien ahí dentro?"

Incliné la cabeza hacia la puerta cerrada. Más pasta de dientes salió de mi boca. "Estoy

cansada".

La puerta se abrió. La mirada de Aiden cayó y sus cejas se levantaron. Una lenta sonrisa

se apoderó de su rostro, suavizando la mirada dura que había en sus ojos desde que

desperté. Aiden se rio.

Algo revoloteó en mi pecho.

"Reírse de una chica muerta no es agradable."

"Te dije que deberías haberte quedado en la cama." La luz no dejó sus ojos mientras se

arrodillaba. Alargó la mano, limpiando la pasta de dientes de mi barbilla con el pulgar.

"Pero nunca escuchas. Aguarda."

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No era como si fuera a ir a ninguna parte, así que lo observé echar un vistazo al lavabo y

luego ponerse en pie. Aiden desapareció de nuevo en la habitación y volvió con dos

vasos de plástico y algunas toallas de papel unos pocos segundos más tarde.

Tomó el cepillo de dientes de mis manos y lo arrojó en el fregadero después de llenar el

vaso. "Aquí tienes".

Con las mejillas encendidas, lo tomé y tomé agua.

Aiden me entregó otro vaso vacío.

"Enjuaga y repite".

Lo fulminé con la mirada, pero secretamente hice una danza feliz en mi cabeza cuando él

se echó a reír de nuevo. Una vez que no tuve pasta de dientes cayendo de mi boca y mis

manos estuvieron vacías, Aiden se inclinó y deslizó cuidadosamente un brazo alrededor

de mí.

"Puedo ponerme de pie sin ayuda," me quejé.

"Claro que puedes." El pelo de Aiden me hizo cosquillas en mis mejillas. "Es por eso que

estabas sentada en el suelo del baño. Vamos, vuelve a la cama."

La puerta de la habitación principal se abrió.

"¿Qué está pasando?" La voz de Marcus sonó a través de la habitación. "¿Alexandria

está bien?"

Color carmesí manchó mi rostro entero.

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"Ella está bien." Aiden fácilmente me puso sobre mis pies. La piel sensible de mi

estómago se estiró un poco, pero mantuve mi expresión en blanco. No quería que

tuviera un ataque al corazón. Sólo está cansada", continuó, sonriendo mientras me

soltaba. "¿Estás bien para llegar de nuevo a la cama?"

Asentí con la cabeza. "No es mi culpa. Leon… Apolo -sea quien sea- no me arregló bien.

Los poderes de los dioses…"

"Sí te arreglé, pero estabas muerta. Dame un poco de crédito", dijo Apolo.

Salté, poniéndome la mano en el pecho. Apolo se sentó en el borde de la taza del baño,

una pierna cruzada sobre la otra.

A mi lado, Aiden se inclinó rígidamente. “Maestro”.

"Oh, mi dios," le dije. "En serio. ¿Estás tratando de matarme de nuevo, dándome un

ataque al corazón? "

Apolo inclinó la cabeza ante Aiden.

"Ya te lo he dicho. No tienes que hacer eso de ‘maestro’ y eso de la reverencia conmigo."

Pequeñas chispas de electricidad bordeaban esos ojos totalmente blancos. "¿Por qué

estás fuera de la cama? ¿No garantiza ser apuñalada algún tiempo de inactividad?",

sonrió a Aiden, que ahora estaba de pie. "Ella realmente es difícil de cuidar, ¿no es así?"

Aiden se veía un poco pálido. "Sí..."

"Yo... me sentía asquerosa."

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Apolo desapareció del cuarto de baño y apareció detrás de Aiden. Marcus dio un paso

atrás, con los ojos muy abiertos. Se inclinó también, y yo realmente pensé por un

momento que Marcus iba a caer de rodillas.

"Dioses", dijo Aiden muy bajito mientras me conducía fuera del baño.

Me quedé mirando el dios descomunal en el rincón de la habitación mientras subía de

nuevo a la cama. "¿Alguien sabía de esto?"

Apolo se deslizó a la cama. Era extraño mirarlo y ver algunas huellas de León. La cara era

básicamente la misma, pero más refinada, más nítida. El cabello que parecía de oro

hilado reemplazaba al corto pelo que le favorecía a Leon, cayendo justo por debajo de

sus anchos hombros. Y parecía más alto, si eso era posible. Era dolorosamente hermoso,

careciendo de los aspectos más ásperos, pero sus ojos... ellos me aterrorizaban. No

habían pupilas o irises, sólo esferas blancas que parecían llenas de electricidad.

El dios del sol.

Estaba mirando al dios del sol... y sin embargo, era como mirar a León. Era extraño que

un dios estuviera siquiera en la tierra, pero estar tan cómodo como Apolo parecía irreal.

Apolo arqueó una ceja mientras lentamente volvía la cabeza hacia Marcus.

"Sé que esto es un poco... chocante, pero lo que estaba haciendo requería que ocultara

quién."

Marcus parpadeó, como si él estuviera despertando de un sueño.

"¿Hay más como tú aquí?"

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Apolo sonrió "Siempre estamos cerca. "

"¿Por qué?", preguntó Aiden, arrastrando sus dedos por su pelo. Parecía un poco

descolocado también.

"Es complicado," Apolo dijo.

"Entonces, ¿fue León una persona real? ¿O tú tomaste el control de su cuerpo o algo

así?”, doblé mis piernas debajo de la manta. "¿O has sido León todo este tiempo?"

Las comisuras de los labios de Apolo se crisparon. "Existimos ambos en el mismo

cuerpo".

Lentamente, me estiré y empujé su brazo. Se sentía como carne real, caliente y dura.

Decepcionada, lo puyé27 de nuevo. Estaba esperando que pasara algo increíble -

celestial- al tocarlo. En su lugar todo lo que conseguí fue miradas extrañas de todo el

mundo en la habitación, incluyendo a Apolo.

"Por favor, deja de tocarme," Apolo dijo.

Agarré su brazo de nuevo. "Lo siento. Es sólo que eres real. Quiero decir, es sólo que yo

pensaba que ustedes realmente no estaban aquí".

"Alex". Aiden se sentó en el borde de la cama. "Probablemente deberías dejar de

tocarlo".

"Lo que sea." Dejé caer mi mano en mi regazo. Todavía tenía ganas de tocarlo, pensé, lo

cual era muy raro. Yo como que quería frotarme sobre él como un gato o algo... lo que

era aún más que extraño, un poco incómodo. 27

Pullar es tocar con un solo dedo -usualmente el índice- a alguien para llamar su atención.

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"Por lo general no", dijo Apolo, frunciendo el ceño. "Cuando estamos en la tierra

nuestros poderes son limitados. Todo sobre este lugar nos agota. Tenemos la tendencia

a alejarnos y si les hacemos visita, es sólo por un corto tiempo".

"¿Lo suficiente como para enrollarse con algunas chicas mortales?"

"¡Alexandria!", espetó Marcus.

Apolo me enfrentó. "No. Nosotros no hemos engendrado a ningún semi-dios en siglos".

Me estremecí cuando mi mirada se encontró con la suya.

"Tus ojos son en realidad condenadamente espeluznantes".

Parpadeó, y en un nanosegundo, sus ojos eran de un cobalto brillante e intenso.

"¿Mejor?"

En realidad no. No cuando él estaba mirándome de esa manera. "Claro".

Marcus se aclaró la garganta.

"Realmente no sé qué decir."

Apolo agitó su mano con desdén.

"Hemos trabajado juntos durante meses. Nada ha cambiado".

"No sabíamos que eras Apolo". Aiden se cruzó de brazos. "Eso lo cambia todo".

"¿Por qué?" Apolo sonrió. "Sólo no espero que estés tan dispuesto a entrenar conmigo

ahora."

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La piel alrededor de los ojos de Aiden se arrugó al sonreír. "Sí, puedes estar seguro de

eso. Todo esto es sólo... Quiero decir, ¿cómo no nos dimos cuentas?"

"Simple. No quería que ninguno de ustedes supiera nada. Hizo más fácil... adaptarse"

"Lo siento", lo interrumpí. Apolo arqueó una ceja, esperando. Sentí mis mejillas

encenderse. "Esto es realmente muy incómodo."

"Dilo." murmuró Apolo.

"Quiero decir, te he insultado de todas las formas. Múltiples veces. Como cuando te

acusé de perseguir a los niños y niñas, y de cómo se convertían así mismos en árboles

para escapar…"

"Como he dicho antes, algunas de esas cosas no son ciertas."

"¿Así que Daphne no se convirtió en un árbol para alejarse de ti?"

"Oh, mi dios," murmuró Aiden, frotando una mano a lo largo de su mandíbula.

Un músculo en la mandíbula de Apolo apareció.

"Eso no fue culpa mía. Eros me disparó con una maldita flecha de amor. Créeme, cuando

eres golpeado por una de esas cosas, no puedes evitar hacer ciertas cosas."

"Pero cortaste un poco de su corteza." Me estremecí de nuevo. "Y lo usaste como una

guirnalda. Es como un asesino en serie tomando objetos personales de su víctima... o sus

dedos."

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"Estaba enamorado", respondió, como si estar enamorado explicase el hecho de que la

chica se convirtió en un árbol para estar lejos de él.

"Ok. ¿Qué pasa con Narciso? El pobre chico no tenía idea…"

"Alexandria", suspiró Marcus.

"Lo siento. Es que no entiendo por qué no ha intentado golpearme o algo así."

"El día aún es joven", dijo Apolo, sonriendo cuando mis ojos se abrieron.

Marcus me miró.

"Estás aquí a causa de ella."

Apolo asintió. "Alexandria es muy importante".

Esto era extraño para mí.

"Pensé que los dioses no eran fans de los Apollyons".

"Zeus creó el primer Apollyon hace miles de años, Alexandria, como manera de asegurar

que ningún puro resultara demasiado poderoso y amenazara a la raza mortal o a

nosotros", explicó. "Fueron creados como un sistema de control y equilibrio. No somos

ni fans ni enemigos del Apollyon, pero los vemos como una necesidad que algún día será

necesaria. Y ese día ha llegado."

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Capítulo 19

Traducido y corregido por: NatyLRJ

“¿Por qué ahora?”, pregunté cuando nadie más habló. Creo que los puros estaban

deslumbrados. Apolo era como una estrella de rock para ellos, pero incluso con su

belleza de otro mundo todavía era Leon para mí.

“La amenaza nunca ha sido mayor”, respondió Apolo. Al ver mi confusión, suspiró.

“Quizás debería explicar algunas cosas”.

“Quizás sí”, murmuré.

Apolo se movió hacia la mesita de noche y levantó la jarra de agua. Oliéndola, la volvió a

dejar ahí. “Mi padre siempre ha sido… paranoico. Todo ese poder, pero todo lo que Zeus

siempre ha temido es que sus hijos le hagan lo que él le hizo a sus padres. Superarlo,

conquistar el Olimpo, matarlo mientras duerme… ustedes saben, el mismo viejo drama

familiar de siempre”.

Le di una mirada a Aiden, pero él estaba embobado con Apolo.

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“De todas formas, Zeus decidió que debía mantener a sus enemigos cerca. Por eso es

que devolvió a todos los semidioses al Olimpo y destruyó a los que no necesitaron su

llamado, pero se olvidó de sus hijos.” Apolo sonrió. “Todo ese poder, y a veces me

pregunto si Zeus se golpeó la cabeza cuando era bebé. Se olvidó de los Hematoi, los hijos

de los semidioses”.

Me reí pero Marcus miró al techo como si esperara que Zeus le mandara a Apolo un

rayo.

“Los Hematoi”, Apolo miró a Marcus y a Aiden intencionadamente, “son versiones

aguadas de los semidioses, pero ustedes son muy poderosos de su propia manera.

Francamente, sus números sobrepasan los de los dioses por miles. Si alguna vez hubiera

un intento de derribarnos, podría funcionar. Y los mortales no tendrían ninguna

oportunidad contra los Hematoi”.

“Pensé que ustedes, no sé, lo sabían todo. ¿No sabrían si estuvieran a punto de ser

derribados?”

Apolo se rio. “Las leyendas, Alexandria, son difíciles de separar de la verdad. Hay cosas

que sabemos, pero el futuro nunca está grabado en piedra. Y cuando se trata de

cualquier criatura viviente en este planeta, no podemos verlos ni interferir en ellos. Sí

tenemos… herramientas para vigilar las cosas.”

“Por eso es que el oráculo vivía aquí”, dijo Aiden.

De nuevo, hubo un cosquilleo en el fondo de mi mente. Algo acerca de un oráculo

apareció en mis memorias borrosas. Siguió fuera de mi alcance.

“Sí. El oráculo me responde a mí y sólo a mí”.

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“Porque eres un dios de profecías… además de de otras mil cosas”, añadí, uniéndome a

la conversación.

“Sí”. Volvió a la cama, inclinando la cabeza a un lado. “Una vez Zeus se dio cuenta de que

se había olvidado de los Hematoi, supo que tenía que crear algo que fuera lo bastante

poderoso para controlar a los Hematoi pero que no se pudiera reproducir como ellos”.

Marcus se sentó en la única silla vacía de la habitación. “¿Así que fue creado el

Apollyon?”

Apolo se sentó junto a Aiden, lo que realmente atestó la cama. “Un Apollyon sólo puede

nacer cuando la madre es Hematoi y el padre mestizo. Es el éter de una pura combinada

con el de un mestizo lo que crea al Apollyon. Es parecido a la forma en que nace un

minotauro. Los Apollyons no son nada más que monstruos en el esquema general de las

cosas.”

Le fruncí el ceño a su espalda. “Caramba, gracias”.

“Mezclar las dos razas estaba prohibido para asegurar que no habrían muchos y a los

Hematoi se les ordenó matar cualquier descendencia de un puro y un mestizo”.

Quedé boquiabierta. “Eso es terrible”.

“Quizás lo sea, pero no podemos tener una docena de Apollyons por ahí.” Me miró por

encima del hombro. “Dos ya son lo bastante malos. ¿Pueden imaginar si hubiera una

docena? No. No pueden. Y además, uno salió de cada generación como estaba planeado.

Aunque sí cometemos errores de vez en cuando”.

Estaba empezando a desagradarme Apolo. “¿Así que soy un monstruo y un error?”

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Me guiñó el ojo. “El error perfecto”.

Me alejé de él un poco.

La sonrisa alcanzó a llegar a sus vibrantes ojos. “Mientras que el Apollyon se comporte,

se deja que haga su deber. Pero cuando hay un segundo en la mezcla aumenta el poder

del Primero. Esto era algo que habíamos tenido en cuenta. Zeus cree que es alguna clase

de broma cósmica.”

Marcus se inclinó hacia delante. “¿Por qué permiten siquiera que el segundo viva si uno

ya es una amenaza?”

Temblé.

Apolo se puso en pie de nuevo, aparentemente sufriendo de un desorden de

hiperactividad. “Ah, verán: no podemos tocar al Apollyon. Sus marcas son… armas

contra nosotros. Sólo la Orden de Tánatos puede llevar a cabo un ataque exitoso contra

el Apollyon, y, por supuesto, un Apollyon puede matar a otro.”

Me estaba empezando a doler la cabeza. “Y Seth sabe esto, ¿verdad?”

“Seth sabe todo esto”.

Exhalé audiblemente. “Puede que lo mate”.

Apolo arqueó una ceja. “La humanidad y los Hematoi tienen algo temer más grande

que… lo de los daimons. Y por cierto, todo el problema con los daimons es culpa de

Dionisio28. Fue el primero en descubrir que el éter podía ser adictivo y tuvo que

28

También llamado Baco, es el dios del vino. Es célebre por sus borracheras.

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mostrárselo a alguien. Una vez que Dionisio se drogó con esa cosa, se mostró al Rey de

Inglaterra. ¿Sabes cuántos problemas causó?”

Era oficial. Los dioses eran niños demasiado grandes. “Bueno saberlo, pero ¿podemos

volver a la parte de ‘algo más grande que temer’?”

“El oráculo tuvo un profecía sobre tu nacimiento: que uno nos traería la verdadera

muerte a todos y el otro sería nuestro salvador”.

“Oh, dioses”, murmuré. “La Abue Piperi atina de nuevo”.

Apolo ignoró eso. “No pudo decir cuál, sin embargo. Y me puse cada vez más curioso.

Cuando Solaris apareció no había habido una profecía. Así que chequeé sus vidas –las de

ambos-. No había nada particularmente remarcable en ninguno de los dos.”

“Estás haciendo maravillas con mi autoestima, de verdad”.

“¿No le contaste a los demás dioses de Seth y Alexandria?”

“No. Debí haberlo hecho, y mi decisión no me ha ganado muchos fans.” Se cruzó de

brazos. “Pero después, hace tres años, el oráculo previó tu muerte si te quedabas en el

Covenant, lo que hizo que tu madre se fuera para protegerte. Aunque su profecía sí se

hizo realidad”.

Me golpeó entonces. “Porque volví al Covenant…”

“Y sí moriste”, terminó Aiden, sus manos cerrándose en puños. “Dioses”.

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“El oráculo nunca se equivoca”, dijo Apolo. “Te vigilé hasta la noche antes del ataque

daimon en Miami. Pensé que me habías sentido una vez. Estabas volviendo de la playa y

de detuviste justo frente a la puerta.

Abrí los ojos como platos. “Recuerdo haber sentido algo raro pero yo… no lo sabía.”

“Si tan solo me hubiera quedado cerca…” negó con la cabeza. “Cuando supe que el

Covenant te estaba buscando activamente, me disfracé como Leon para ver qué estaba

pasando. No tenía idea de que Lucian estaba al tanto de tu verdadera identidad”.

“Nunca se lo dije”, dijo Marcus. “Sólo lo sabía porque mi hermana me lo confió antes de

irse. Lucian ya lo sabía en ese entonces”.

“Interesante”, murmuró Apolo. “Sí creo que no soy el único dios dando vueltas por ahí”.

“¿No sabrías si hubiera dioses cerca?”, preguntó Aiden.

“No si no quisieran que yo lo supiera”, respondió. “Y podemos estar moviéndonos de un

lado para otro. Aunque no sé qué ganaría cualquier dios asegurándose de que los dos

Apollyon se encontraran”.

“¿Alguno busca venganza?”, pregunté.

Apolo se rio. “¿Cuándo no queremos vengarnos unos de otros? Estamos molestándonos

constantemente para no aburrirnos. No es difícil imaginar a alguno tomándoselo

demasiado en serio”.

“¿Pero qué hay que temer, Apolo?”, preguntó Marcus. “¿Por qué intentaría la Orden de

Tánatos eliminar a Alexandria si no ha hecho nada?”

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“No es a Alexandria a quien intentan estabilizar”.

“Es a Seth”, susurré.

Aiden se puso rígido. Sus ojos se volvieron de un gris tormentoso. “Siempre se trata de

Seth”.

“Pero no ha hecho nada”, protesté.

“Todavía”, replicó Apolo.

“¿Lo has, no sé, visto haciendo algo en el futuro?”

“No.”

“¿Entonces todo esto está basado en la loca Abue Piperi?”, me acomodé el pelo. “¿Y eso

es todo?”

Marcus entrecerró sus ojos. “Sí suena extremo”.

Apolo puso los ojos en blanco. “No pueden decirme que Seth no es una receta para un

desastre. Ya tiene el ego de un dios, y créeme, yo sé de eso. La clase de poder que un

Matadioses puede utilizar es astronómico e inestable. Ya está sintiendo sus efectos”.

“¿Qué quieres decir?”, preguntó Aiden.

“¿Alex?”, Apolo dijo suavemente.

Negué con la cabeza. Había momentos en los que cuestionaba la cordura se Seth e

incluso sus intenciones. Y también estaba Jackson. No podía probar que había sido él

pero… negué con la cabeza. “No. Él nunca haría algo tan estúpido”.

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“Qué tierno”. En un segundo, Apolo estaba frente a mí al nivel de mis ojos. “Que lo

defiendas aunque sé que no confías en él completamente. Quizás en algún momento lo

hiciste pero ya no”.

Abrí mi boca pero la cerré. Bajé la mirada a mis manos y me mordí el labio. Una vez más

algo parpadeaba en mi memoria. Tragué saliva.

“Debo irme ahora”, dijo Apolo suavemente.

Levanté la mirada, encontrando la suya. Apolo me daba miedo y me hacía cuestionar lo

genial que era pero como que me agradaba. “¿Volverás?”

“Sí, pero ya no puedo ser Leon. Mi coartada… murió y debo responder por no haberle

informado a Zeus lo que he estado haciendo. Probablemente me van a castigar”. Se rio

se su propia broma. Yo lo miré fijamente. “Soy Apolo, Alexandria. Zeus puede joderse”.

Marcus se veía otra vez como si quisiera meterse bajo la cama.

“Apareceré cuando pueda”. Se giró hacia Marcus. “También veré si puedo rastrear a

Telly. Oh, y averigua si puedes lograr que Solos Manolis sea transferido aquí desde

Nashville. Es un mestizo en el que puedes confiar.”

“He oído de él”, Aiden habló. “Es algo… franco”.

Apolo sonrió y luego, sin una palabra más, desapareció de la habitación.

“Bueno, sí que sabe cómo hacer una salida”. Aiden se puso de pie negando con la

cabeza.

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Marcus y Aiden hicieron planes para contactar a Solos pero yo sólo estaba escuchando a

medias. Parte de mí se rehusaba del todo a creer que Seth podría ser peligroso, pero

siendo honesta conmigo misma, no estaba tan segura. Había momentos en los que

realmente no sabía qué se le pasada por la cabeza o qué esperar de él. Ni siquiera podía

descifrar por qué confiaba tanto en Lucian, en un hombre tan plástico.

Ni siquiera me había dado cuenta de que Marcus se había ido hasta que Aiden se sentó y

puso su mano en mi mejilla. Me pregunté si se daba cuenta de lo mucho que me tocaba

últimamente. Era casi un movimiento inconsciente de su parte. Quizás lo hacía para

recordarse que estaba viva…

De repente, la niebla se desapareció de mis recuerdos. Me senté tan rápido que jadeé.

“¿Alex? ¿Estás bien?”, los ojos de Aiden estaban muy abiertos. “¿Alex?”

Me tomó varios segundos decirlo. “Recuerdo… recuerdo lo que pasó cuando morí”.

La mirada en su rostro decía que no había esperado que dijera eso. Su mano de deslizó

por la base de mi cuello. “¿Qué quieres decir?”

Lágrimas quemaban en mi garganta. “Estuve en el Inframundo, Aiden. Había un montón

de gente ahí esperando a pasar y guardias en caballos. Incluso vi a Caronte y su bote… y

su bote es mucho más grande y bonito. Había una chica llamada Kari que había sido

asesinada por daimons mientras compraba zapatos y…”

“¿Y qué?”, preguntó, gentilmente quitándome una lágrima.

“Dijo que era un oráculo. Que sabía que me conocería pero no así. Y vi a Caleb. Puse

hablar con él, Aiden. Dioses, se veía tan… tan feliz. Y juega Wii con Perséfone.” Me reí y

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me limpié la cara. “Sé que suena loco pero lo vi. Y dijo que mi mamá estaba ahí y que era

feliz. Me dijo que un dios grande y rubio estaba discutiendo con Hades por mi alma.

Debió haber sido Apolo. Fue real, Aiden. Lo juro.”

“Te creo, Alex”. Me acunó contra su pecho. “Cuéntame lo que pasó. Todo”.

Presioné mi mejilla contra su hombro, cerrando mis ojos. Le conté todo lo que Caleb me

había dicho, incluyendo lo que dijo sobre Seth. Cuando le pedí a Aiden que consiguiera el

número de Olivia para que pudiera darle el mensaje negó con la cabeza, con expresión

adolorida.

“Sé que quieres decírselo”, dijo “y lo harás, pero ahora mismo no queremos que muchas

personas se enteren de lo que pasó. No sabemos en quién podemos confiar.”

En otras palabras, no era Olivia de quien teníamos que preocuparnos pero no podíamos

correr el riesgo de que volviera a pasar. Odiaba la idea de no decírselo ya mismo porque

era importante, pero ¿cómo podría contárselo sin revelar lo que pasó? No podía.

“Lo siento, Alex”. Su mano pasó suavemente por mi espalda. “Pero tiene que esperar”.

Asentí.

Parte de mí se sentía peor después de darme cuenta de que había estado con Caleb

porque su pérdida estaba reciente de nuevo. Pero mientras Aiden me sostenía luego de

que me calmé, las lágrimas que llegaron, a pesar de todo, eran de felicidad. El dolor de la

pérdida de Caleb todavía estaba ahí, pero había disminuido por el conocimiento de que

estaba verdaderamente en paz, y porque también mi mamá lo estaba. Y ahora mismo,

eso era todo lo que importaba.

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Capítulo 20

Traducido y corregido por: NatyLRJ

Mi corazón estaba acelerado, mi sangre bombeando por mi cuerpo demasiado rápido

para alguien que había muerto y todo eso. Traté de no mirar a Aiden y fallé mientras un

Guardia entraba mis maletas en la casa de sus padres. Era medianoche y debería sentir

frío, pero me sentía ridículamente caliente. Especialmente después de que Deacon se

encontrara con nosotros en el porche con una ligera sonrisa en su rostro.

“Este es probablemente el lugar más seguro para esconderte mientras encontramos a

Telly y podemos determinar si alguien más tiene nexos con la Orden”. Marcus dejó caer

su brazo en mis hombros. “Una vez que vuelva de Nashville, te quedarás conmigo o con

Lucian cuando él vuelva de Nueva York”.

“Debería mantenerse lo más alejada de la casa de Lucian como sea posible,” dijo Apolo,

apareciendo de la nada. Varios Guardias retrocedieron, sus ojos muy abiertos y rostros

pálidos. Apolo sonrió. “A donde sea que esté Seth, sugiero que no esté Alexandria”.

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Cada puro y mestizo hizo una reverencia. También lo hice, olvidando los puntos que

estaban curando e hice una mueca.

“Necesitamos ponerle una campana,” murmuró Aiden.

Presioné mis labios para no reírme.

“De hecho”, Apolo arrastró las palabras, “está probablemente más segura aquí”.

Algo sonó como a que Deacon se estaba ahogando.

Marcus se recuperó más rápido que la última vez. “¿Has averiguado algo?”.

“No.” Apolo miró a Deacon curiosamente antes de que su mirada se quedara en Marcus.

“Quiero hablar contigo en privado”.

“Por supuesto”, Marcus se giró hacia mí. “Volveré en un par de días. Por favor escucha lo

que Aiden te diga y… trata de no meterte en problemas”.

“Lo sé. No se me permite salir o abandonar esta casa a menos de que Apolo me diga que

lo haga.” Esas fueron las palabras exactas de Marcus. Nadie podía sacarme de la casa a

excepción de Apolo, Aiden o Marcus. Ni siquiera los Guardias de Lucian. Si alguien más lo

intentaba tenía permiso para patear traseros.

Marcus le dio un asentimiento de cabeza a Aiden y se giró para irse. Pasando, Apolo nos

dio un saludo con dos dedos que se veía raro viviendo de él. En los últimos dos días me

había acostumbrado a sus apariciones aleatorias. Parecía que encontraba mucho placer

en casi matarnos a todos del susto cuando lo hacía.

“¿Estás lista?” preguntó Aiden.

Deacon arqueó una ceja.

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“Cállate”, dije mientras pasaba por su lado.

“No he dicho nada”. Se giró y me siguió al interior. “Vamos a divertirnos tanto. Como

una pijamada”.

¿Una pijamada en la casa de Aiden? Oh dioses, las imágenes que se me vivieron a la

mente me hicieron sonrojar.

Aiden cerró la puerta mientras los demás se iban y le dio a su hermano una mirada.

Deacon se balanceó en sus talones, sonriendo. “Sólo para que lo sepas, me aburro muy

fácilmente y te verás obligada a ser mi fuente de entretenimiento. Serás algo así como

mi bufón”.

Le hice pistola29.

“Bueno, eso no fue gracioso para nada”.

Aiden pasó por mi lado. “Lo siento. Probablemente vas a desear haberte quedado en la

clínica.”

“Oh, apuesto que no es el caso”. Deacon encontró mi mirada con una sonrisa traviesa.

“De todas formas, ¿celebraste el día de San Valentín cuando estabas visitando los barrios

bajos con los humanos?”

Parpadeé. “No realmente. ¿Por qué?”

Aiden resopló y luego desapareció dentro de una de las habitaciones.

“Sígueme”, dijo Deacon. “Esto te va a encantar. Lo sé.”

29

Es una señal obscena que se hace con el dedo corazón ;)

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Lo seguí por el corredor tenuemente iluminado que tenía escasa decoración. Pasamos

varias habitaciones cerradas y una escalera de caracol. Deacon pasó un arco y se detuvo,

tocando la pared. La habitación se iluminó. Era un solar típico con ventanas de cristal

que llegaban hasta el techo, mobiliario de mimbre y plantas coloridas.

Deacon se detuvo en una planta pequeña que estaba en una mesa de café de cerámica.

Parecía un pino miniatura al que le faltaban varias ramas. La mitad de las agujas estaban

tiradas dentro y fuera de la matera. Una esfera roja de Navidad colgaba de la rama

superior haciendo que el árbol se inclinara a la derecha.

“¿Qué te parece?”, preguntó Deacon.

“Hmm… bueno, es un árbol de Navidad muy diferente, pero no sé qué tiene que ver con

el día de San Valentín.”

“Es triste”, dijo Aiden, entrando a la sala. “Hasta da pena mirarlo. ¿Qué clase de árbol es,

Deacon?”

Él sonrió. “Se llama un árbol de navidad de Charlie Brown30”.

Aiden puso los ojos en blanco.

“Deacon lo saca cada año. El pino siquiera es de verdad. Y lo deja armado desde el día de

Acción de Gracias31 al día de San Valentín, que gracias a dios es pasado mañana. Lo va a

desarmar.”

Pasé mis dedos por las agujas de plástico. “He visto la historieta”.

Deacon echó algo de una lata de aerosol. “Es mi árbol AFM”.

30

Es el personaje principal de la historieta ‘Charlie Brown y Snoopy’. 31

La celebración tradicional estadunidense se celebra el cuarto jueves de cada noviembre.

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“¿Árbol AFM?”, pregunté.

“Árbol de los Festividades Mortales”, Deacon explicó y sonrió. “Cubre las tres

festividades principales. Durante el día de Acción de Gracias le pongo una esfera café,

una verde por Navidad y una roja para el día de San Valentín”.

“¿Qué hay de la noche de Año Nuevo?”

Bajó la cabeza. “¿Realmente es una festividad?”

“Los mortales creen que sí”, me crucé de brazos.

“Pero están equivocados. El Año Nuevo ocurre durante el solsticio de verano32”, dijo

Deacon. “Sus cálculos estás completamente erróneos, como en la mayoría de sus

tradiciones. Por ejemplo, ¿sabías que San Valentín no se trataba del amor hasta que

Geoffrey Chaucer hizo lo del cortejo en la Edad Media Alta?”

“Ustedes son tan raros”, le sonreí a los hermanos.

“Eso sí que somos”, replicó Aiden. “Vamos, te mostraré tu habitación”.

“Oye Alex”, me llamó Deacon. “Vamos a hacer galletas mañana porque es la noche de

San Valentín”.

¿Hacer galletas para San Valentín? Ni siquiera que había que existía ‘la noche de San

Valentín’. Me reí mientras seguía a Aiden fuera de la sala. “Ustedes son realmente

opuestos”.

“¡Yo soy más genial!”, gritó Deacon desde la sala de su árbol de Festividades Mortales.

32

El 22 de junio.

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Aiden se dirigió a las escaleras. “A veces creo que a uno de nosotros lo cambiaron al

nacer. Ni siquiera nos parecemos físicamente.”

“Eso no es cierto”, toqué la guirnalda decorativa que cubría la barandilla de mármol.

“Sus ojos son iguales”.

Me sonrió sobre su hombro. “Rara vez me quedo aquí. Deacon lo hace de vez en cuando

y miembros del Concejo de visita se quedan aquí a veces. La casa suele estar vacía”.

Recordé lo que Deacon había dicho acerca de esta casa. Quise decir algo pero no se me

ocurrió qué, así que lo seguí en silencio. En los últimos dos días Aiden había estado a mi

lado constantemente. Como antes del incidente de la puñalada hablábamos de cosas

tontas, fútiles. Y no había podido conseguirme el número de Olivia, sólo pudo conseguir

el de su mamá.

“Deacon se queda en una de las habitaciones del primer piso. Yo me quedaré aquí”.

Señaló la primera habitación, llamando mi atención.

La urgencia de ver su habitación fue imposible de resistir. Eché un vistazo al interior.

Como la de la cabaña, sólo tenía lo esencial. Había ropa pulcramente doblada en una

silla al lado de una cama de tamaño completo. No había fotografías o artículos

personales. “¿Ésta era tu habitación cuando eras niño?”

“No”. Aiden se recostó contra la pared y me miró con ojos resguardados. “Mi habitación

solía ser la que Deacon usa ahora. Está repleta con todas las cosas que Deacon necesita.

Esta era una de las habitaciones de invitados”. Se retiró de la pared. “La tuya está al final

del corredor. Es una habitación más bonita”.

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Salí de su habitación. Pasamos varias puertas cerradas pero una tenía puertas dobles

cerradas decoradas con incrustaciones en titanio. Sospechaba que había sido la

habitación de sus padres.

Aiden abrió una puerta al final del pasillo alfombrado y encendió la luz. Pasé a su lado

con la boca abierta. La habitación era enorme y hermosa. Una alfombra afelpada cubría

el suelo y pesadas cortinas boqueaban el ventanal y mis maletas de ítems personales

estaban organizadas cuidadosamente en un aparador.

Una TV pantalla plana colgaba de la pared y la cama era la bastante grande para cuatro

personas. Alcancé a ver un baño con una enorme bañera y mi corazón se aceleró.

Viendo mi expresión enamorada, Aiden se rio. “Me imaginé que te gustaría esta

habitación”.

Mire el interior del baño y suspiré. “Quiero casarme con esa bañera.” Me giré,

sonriéndole. “Esto es como uno de esos hoteles súper costosos, excepto que todo es

gratis”.

Él se encogió de hombros. “De eso no estoy seguro”.

“Quizás no es gratis para ti y toda tu infinita riqueza”. Fui hacia la ventana y abrí las

cortinas. Vista al océano. Lindo. La luna se reflejaba en las aguas quietas de color ónix.

“El dinero no es realmente mío. Es de mis padres”.

Lo que hacía que fuera suyo y de Deacon pero no lo presioné. “La casa es muy hermosa”.

“Algunos días más que otros”.

Sentí mis mejillas colorearse. Apoyé mi frente contra la fría ventana. “¿De quién fue la

idea de que me quedara aquí?”

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“Fue un esfuerzo conjunto. Después de… lo que pasó no había forma de que te quedaras

en el dormitorio”.

“No puedo quedarme aquí para siempre”, dije suavemente. “Una vez que la escuela

vuelva a empezar necesito estar en la otra isla”.

“Algo se nos ocurrirá para entonces”, dijo. “No te preocupes por eso ahora mismo. Es

más de medianoche. Debes estar cansada”.

Dejé caer las cortinas y lo encaré. Estaba junto a la puerta, sus manos cerradas en puños.

“No estoy cansada. Estuve encerrada en esa habitación de hospital y en esa cama por lo

que se sintió como una eternidad”.

Ladeó su cabeza. “¿Cómo te sientes?”

“Bien”. Me palmeé el estómago. “No estoy rota, ¿sabes?”

Aiden estuvo en silencio un par de segundos y luego sonrió un poco. “¿Quieres beber

algo?”

“¿Estás tratando de emborracharme, Aiden? Estoy sorprendida”.

Arqueó una ceja. “Estaba pensado en algo más como chocolate caliente para ti”.

Sonreí. “¿Y qué hay de ti?”

Se giró y salió de la habitación. “Algo que por mi edad ya puedo beber”.

Puse los ojos en blanco pero lo seguí fuera. Aiden sí me hizo chocolate caliente –con

pequeños malvaviscos- y él no bebió nada aparte de una botella de agua. Luego me llevó

a un pequeño tour por la casa. Era parecida a la de Lucian: espléndida y magnífica con

más habitaciones de las que nadie necesitaría en toda una vida y propiedades

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personales que probablemente valían más que mi vida. La habitación de Deacon estaba

cerca de la cocina, y se accedía a ella por una puerta decorada con titanio bajo las

escaleras.

Dando sorbos, me reí cuando Aiden trató de encender la esfera del árbol AFT de Deacon.

Paseé por la habitación buscando artículos personales. No había una sola foto de la

familia St. Delphi. Nada que probara que existieron siquiera.

Aiden estaba de pie en frente de una puerta cerrada, una habitación que no me había

mostrado en el mini-tour. “¿Cómo está el chocolate?”

Sonreí. “Perfecto”.

Puso su agua en la mesa de café y se cruzó de brazos. “He estado pensando bastante en

lo que dijo Apolo”.

“¿En cuál parte de toda esa locura?” Lo observe por encima del borde de mi mug

amando la forma como sonreía en respuesta a las cosas estúpidas que salían de mi boca.

Tenía que ser amor verdadero, decidí.

“No deberías quedarte con Lucian cuando vuelva”.

Bajé mi mug.

“¿Por qué?”

“No le falta razón sobre Seth. Estás en peligro por su culpa. Mientras más lejos de él,

más segura estarás.”

“Aiden…”

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“Sé que te preocupas por él, pero sospechas que Seth no ha sido honesto contigo.”

Aiden se levantó y se dejó caer en una silla. Su mirada cayó y pestañas oscuras

abanicaron sus mejillas. “No deberías estar cerca de él, no cuando puede volver e ir a la

casa de Lucian”.

Aiden tenía un punto. Se lo concedía pero dudaba seriamente que esa fuera la razón. “¿Y

te sientes así por lo que Apolo dijo?”

“No. Es más que eso”.

“¿No te gusta Seth?”, pregunté inocentemente bajando mi mug.

Apretó la mandíbula.

“Además de eso, Alex, no ha sido honesto sobre un montón de cosas. Mintió acerca de

cómo un Apollyon es creado, sobre la Orden, sobre que hay una buena posibilidad de

que… te esté haciendo esas marcas a propósito”.

“Vale, ¿además de esas razones?”

Me miró fijamente. “Bueno, no me gusta el hecho de que estás conformando con él”.

Puse los ojos en blanco. “Odio cuando dices eso”.

“Es la verdad”, dijo sencillamente.

Irritación empezó a burbujear bajo mi piel. “Eso no es cierto. No me estoy conformando

con Seth”.

“Déjame que te haga una pregunta, entonces”, Aiden se inclinó hacia delante. “Si

pudieras tener… a quien quisieras, ¿estarías con Seth?”

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Lo miré con ojos como platos, algo sorprendida de que siquiera lo hubiera traído a

colación. Y no era una pregunta justa. ¿Qué podía decir a eso?

“Exactamente”. Se volvió a recostar sonriendo con aires de suficiencia.

Una emoción violenta me poseyó. “¿Por qué no puedes solo admitirlo?”

“¿Admitir qué?”

“Que estás celoso de Seth”. Era uno de esos momentos en los que necesitaba callarme

pero no podía. Estaba enojada y emocionada a la vez. “Sólo estás celoso de que puedo

estar con Seth si quiero”.

Aiden sonrió. “Ahí. Lo acabas de decir tú misma. Estarías con Seth si quisieras estarlo.

Obviamente no quieres, así que ¿por qué estás con él? Te estás conformando con él”.

“¡Ugh!” cerré mis manos en puños y quise patear algo. “Definitivamente eres la persona

más irritante que conozco. Bien. Como sea. No estás celoso de Seth o del hecho de que

ha estado durmiendo en mi cama por los dos últimos meses porque por supuesto que no

deseas para nada que ese fueras tú.”

Algo peligroso brilló en sus ojos plateados.

Con las mejillas ardiendo, quise golpearme. ¿Por qué había dicho eso? ¿Para enojarlo o

para hacerme ver a mí misma como una cualquiera? Había logrado un poco de ambas.

“Alex”, dijo, su voz baja y engañosamente suave.

“Solo olvídalo”. Empecé a pasar por su lago pero su mano fue rápida. En un momento

estaba caminando y el siguiente estaba en su regazo. Lo miré con los ojos muy abiertos y

el corazón casi saliéndose de mi pecho.

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“Bien”, dijo, agarrando mis brazos. “Tienes razón. Estoy celoso de ese pequeño idiota.

¿Feliz?”

En vez de regodearme en la gloria de lograr que admitiera que tenía razón, puse mis

manos en sus hombros y disfruté de algo totalmente diferente. “Sigo… sigo olvidando lo

rápido que te puedes mover cuando quieres”.

Una sonrisa extraña y pequeña jugueteaba en sus labios. “No has visto nada aun, Alex”.

Mi pulso se puso en modo arresto cardiaco. Había terminado de discutir, terminado de

hablar en general. Otras cosas estaban en mi mente. Y sabía que él estaba pensando lo

mismo. Sus manos bajaron por mis brazos hasta mis caderas. Me acercó y la parte más

suave de mí presionó su dureza.

Nuestros labios no se tocaron pero el resto de nuestros cuerpos sí. Ninguno de los dos se

movió. Había algo primitivo en la mirada de Aiden, algo totalmente posesivo. Temblé, un

temblor de los buenos. Todo en lo que podía pensar era en lo bien que se sentía, lo

correcto que parecía que su cuerpo presionara el mío.

Acuné su rostro y luego deslicé mis dedos por su cabello, impresionada porque la

intensidad de lo que estaba sintiendo era más fuerte que cualquier vínculo con Seth.

Deliciosas sensaciones me invadieron mientras sus manos apretaban mis caderas, y

cuando se meció contra mí, la forma en que sus manos temblaron me deshizo

completamente.

“Hay algo que necesito decirte”, susurró, su mirada buscando la mía. “Algo que debí

haberte dicho…”

“No ahora”. Las palabras lo arruinarían. Traían la lógica y la realidad consigo. Bajé mis

labios a los suyos.

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Una luz del pasillo se encendió fuera de la habitación.

Me alejé de Aiden como si él estuviera en llamas. A varios pies de distancia luché por

recuperar el aliento mientras mis ojos se encontraban con los de Aiden. Se puso en pie,

su pecho subiendo y bajando bruscamente. Hubo un segundo en el que creí que iba a

mandarlo todo a la mierda y devolverme a sus brazos pero el sonido de pasos invasivos

le devolvió algo de cordura. Cerró sus ojos, echó su cabeza hacia atrás y exhaló

audiblemente.

Sin decir una palabra me giré y dejé la habitación. Pasé al lado de un Deacon medio

dormido y confundido en el corredor.

“Tengo sed”, dijo, frotándose los ojos.

Murmuré algo parecido a buenas noches y volé escaleras arriba. Una vez dentro de la

habitación, colapsé en la cama y miré el techo abovedado.

Cosas así sencillamente no deberían suceder entre nosotros. ¿Cuántas veces nos habían

interrumpido? No parecía importar cuán fuerte era nuestra conexión, nuestra atracción.

Algo siempre se atravesaba en el camino.

Totalmente vestida, rodé de lado y me acurruqué en posición fetal. Quería patear a todo

el mundo que creyó que quedarme con Aiden era una buena idea. Nosotros –yo- tenía

bastantes problemas ahora sin necesidad de lanzarme a Aiden.

Aunque no es como si realmente me hubiera lanzado a él esta vez… o la última vez. Oh

diablos…

Subí mi camiseta y sentí la cicatriz bajo mi caja torácica. El acto sirvió de doloroso

recordatorio de que mis problemas amorosos –o falta de ellos- no eran los más graves.

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Capítulo 21

Traducido y corregido por: NatyLRJ

Lo primero que hice cuando me levanté fue tomar un baño lujoso y adorable en la

enorme bañera. Me quedé en esa cosa hasta que mi piel empezó a arrugarse e incluso

así fue difícil salirme.

Era el cielo en un cuarto de baño.

Después de eso bajé las escaleras y encontré a Deacon echado en un sofá en la sala de

recreación. Quité sus piernas y me senté. Estaba viendo repeticiones de Supernatural.

“Buena elección”, comenté. “Soy dos hermanos que me gustaría conocer en la vida

real”.

“Cierto”, Deacon quitó sus rizos salvajes de sus ojos. “Es lo que veo cuando no estoy en

clase o pretendiendo estarlo”.

Sonreí. “Aiden te mataría si supiera que faltas a clase”.

Levantó sus piernas y las dejó caer a mi regazo. “Lo sé. He reducido mis faltas a clase”.

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También había reducido la bebida. Lo miré. Quizás Luke era una buena influencia para él.

“¿Vas a hacer algo especial por el día de San Valentín?”, pregunté.

Frunció los labios. “¿Y por qué preguntarías eso, Alex? Nosotros no celebramos el día de

San Valentín”.

“Pero tú sí. No tendrías ése… árbol si no lo hicieras”.

“¿Y tú?”, inquirió, sus ojos grises bailando. “Juraría que vi a Aiden en la joyerí…”

“¡Cállate!”, lo golpeé en el estómago con la almohada. “Deja de decir cosas como esas.

No hay nada entre él y yo.”

Deacon sonrió traviesamente y vimos el resto de los capítulos que había grabado. No fue

hasta la tarde que reuní el valor para preguntarle a dónde estaba Aiden. “Estaba fuera

con los Guardias la última vez que chequeé.”

“Oh.”

Parte de mí estaba contenta de que Aiden estuviera haciendo de niñera afuera. Mis

mejillas se encendían con sólo pensar en lo que había pasado en la silla anoche.

“Ustedes dos estuvieron despiertos hasta tarde”, dijo Deacon.

Mantuve mi expresión neutra. “Estaba mostrándome la casa”.

“¿Sólo eso te estaba mostrando?”

Sorprendida, me reí mientras me giraba hacia él. “¡Sí! Deacon, Jesús.”

“¿Qué?”, se sentó y quitó sus piernas de su regazo. “Era sólo una pregunta inocente.”

“Lo que sea.” Lo vi ponerse en pie. “¿A dónde vas?”

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“A los dormitorios. Luke todavía está allá. Eres más que bienvenida si quieres venir pero

dudo que Aiden te deje salir de la casa.”

Los puros y los mestizos podían ser amigos casuales, especialmente mientras estaban

juntos en la escuela, y muchos lo eran aunque no tantos desde los ataques daimon al

inicio del año escolar. Zarak no había dado ninguna de sus enormes fiestas últimamente,

pero un mestizo pasando el rato en la casa de un puro despertaría murmuraciones.

“¿Qué van a hacer?”, pregunté.

Deacon guiñó el ojo mientras salía de la habitación. “Oh. Estoy seguro de que haremos lo

mismo que tú y mi hermano estaban haciendo anoche. Tú sabes, me mostrará el

dormitorio.”

Varias horas más tarde, Deacon regresó y Aiden finalmente apareció. Evitó mi mirada y

fue directamente arriba. Deacon se encogió de hombros y me engatusó para que hiciera

galletas con él.

Cuando Aiden finalmente bajó, se quedó mientras Deacon y yo hacíamos galletas. Medio

lo miré boquiabierta, vestido en jeans y una camisa manga larga, por tanto tiempo que

Deacon me dio un codazo. Una vez Aiden se relajó empezó a bromear con su hermano.

De vez en cuando nuestros ojos se encontraban y electricidad pasaba por mi piel.

Después de comer nuestro peso bruto en masa para galletas, todos terminamos en la

sala echados en sofás más grandes que las camas de la mayoría de la gente. Deacon

controló la televisión por cuatro horas seguidas antes de arrastrarse a la habitación y de

que Aiden se saliera a hablar con los Guardias. Por qué, no tenía ni idea. Vagué por la

casa. ¿De qué había querido hablar Aiden antes de que yo le dijera que se callara?

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¿Había estado listo para hablar, como lo había implicado cuando estábamos en la

clínica? Inquieta, me encontré en la sala del árbol AFM.

Toqué la esfera y sonreí mientras se balanceaba de adelante hacia atrás. Deacon era tan

raro. ¿Quién tenía un Árbol de Festividades Mortales? Muy extraño.

Era tarde y debería estar en la cama pero la idea de dormir carecía de atractivo. Llena de

energía intranquila, paseé por la habitación hasta que me detuve frente a la puerta.

Curiosa y sin nada mejor que hacer, cogí la manija y la encontré abierta. Mirando sobre

mi hombro, empujé la puerta y entré a la habitación tenuemente iluminada. Entendí al

momento por qué Aiden la había dejado fuera del tour.

Todas las cosas personales estaban abarrotadas en la habitación circular. Fotos de Aiden

llenaban las paredes, narrando su infancia. Había fotos de Deacon como un pequeño

chico de apariencia precoz, su cabeza llena de rizos rubios y mejillas regordetas que

enmarcaban facciones delicadas.

Me detuve frente a una de Aiden y sentí mi pecho apretarse. Debió haber tenido seis o

siete años. Rizos oscuros caían por su rostro en vez de las ondas suaves que tenía ahora.

Era adorable: todo ojos grises y labios. Había una foto de él y Deacon. Aiden tenía por

ahí diez años y un brazo larguirucho sobre los hombros de su hermano menor. La

cámara los había capturado a ambos riéndose.

Esquivé un mullido sofá y levanté lentamente una foto enmarcada en titanio que estaba

en la repisa de chimenea. Me quedé sin aliento.

Era su padre: su madre y su padre.

Estaban detrás de Deacon y Aiden, sus manos en los hombros de los chicos. Detrás de

ellos el cielo era de un azul brillante. Era fácil decir a cuál chico prefería qué papá. Su

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madre tenía el cabello del color sedoso del maíz que llegaba más allá de sus hombros en

rizos elásticos. Era hermosa, todos los puros lo eran, con facciones delicadas y ojos

azules risueños. Era sorprendente, sin embargo, lo mucho que Aiden se parecía a su

padre. Desde el cabello casi negro hasta los ojos grises era una réplica exacta.

No parecía justo que sus padres hubieran sido llevados tan jóvenes, privados de ver sus

hijos crecer. Y Aiden y Deacon habían perdido tanto.

Pasé mi pulgar sobre el borde del marco. ¿Por qué había cerrado Aiden todos esos

recuerdos? ¿Venía aquí de vez en cuando? Miré por la habitación y vi una guitarra cerca

de un estante de libros y cómics. Esta era su habitación, me di cuenta. El lugar donde

creía que estaba bien recordar a sus padres y quizás sencillamente escapar.

Devolví mi atención a la foto y traté de imaginar a mis padres. Si los puros y mestizos

pudieran estar juntos, ¿habríamos tenido momentos como ese? Cerrando mis ojos,

intenté imaginarnos a los tres. No era difícil recordar a mi mamá ahora. Podía verla antes

de que se transformara, pero mi padre tenía la marca de la esclavitud en su frente y no

se desaparecería sin importar lo que hiciera.

“No deberías estar aquí”.

Sobresaltada, me giré aferrando el marco contra mi pecho. Aiden estaba en el umbral,

sus brazos a los lados. Pasó por la habitación y se detuvo en frente de mí. Su expresión

estaba en sombras. “¿Qué estás haciendo?”, demandó.

“Sólo tenía curiosidad. La puerta no estaba bloqueada”. Tragué nerviosamente. “No he

estado aquí mucho tiempo para nada.”

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Su mirada descendió y sus hombros se tensaron. Me quitó la foto de las manos y la puso

en la chimenea de nuevo. Sin hablar, se inclinó y puso sus manos sobre la leña. El fuego

nació y creció inmediatamente.

Avergonzada y dolida por su repentina frialdad, retrocedí. “Lo siento”, susurré.

Él tocó el fuego, su espalda tiesa.

“Me iré”, me giré y de repente estaba frente a mí. Mi corazón dio un vuelco.

Agarró mi brazo. “No te vayas”.

Busqué su mirada intensamente pero encontré nada. “Okay”.

Aiden respiró hondo y soltó mi brazo. “¿Quieres algo de tomar?”

Me abracé los codos y asentí. Esta habitación era su santuario, un memorial silencioso

de la familia que había perdido y yo lo había invadido. Dudaba que siquiera Deacon se

atreviera a entrar. Dejen que yo me encargue de profanarlo.

Detrás del bar, Aiden sacó dos copas de vino. Llenando los vasos me miró. “¿Vino está

bien?”

“Sí”, mi garganta estaba seca y apretada. “Realmente lo siento, Aiden. No debí haber

entrado.”

“Deja de disculparte.” Salió del bar y me tendió una copa.

Lo tomé, esperando que no notara el temblor de mis dedos. El vino era dulce y suave

pero no se asentó bien en mi estómago.

“No quise hablarte así”, dijo, moviéndose hacia el fuego. “Sólo estaba sorprendido de

verte aquí.”

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“Es… uh, una linda habitación.” Me sentí como una idiota por decir eso.

Sus labios se estiraron en las esquinas.

“Aiden…”

Me miró fijamente por tanto tiempo que pensé que no iba a hablar y cuando lo hizo no

fue lo que esperaba. “Después de lo que te pasó en Gatlinburg, recordé como había sido

para mí… lo de mis padres. Tuve pesadillas. Podía oír… oír sus gritos una y otra vez por lo

que sentía una eternidad. Nunca te lo conté. Quizás debí haberlo hecho. Pudo haberte

ayudado.”

Me senté en el borde del sofá, aferrando el frágil tallo del cristal.

Aiden encaró el fuego, tomando un sorbo de su vino. “¿Recuerdas el día en el gimnasio

cuando me contaste de tus pesadillas? Se quedó conmigo, tu miedo de Eric y de que

volviera”, continuó. “Todo lo que pensaba era ¿y si uno de los daimons hubiera

escapado del ataque de mis padres? ¿Cómo habría podido seguir?”

Eric fue el único daimon que escapó de Gatlinburg. No había dejado de pensar en él pero

oír su nombre me hizo un nudo en el estómago. La mitad de las marcas de mi cuerpo

eran gracias a él.

“Pensé en sacarte de ahí, en que llevarte al zoológico te ayudaría a sacártelo de la

cabeza pero tenía… tenía que hacer más. Contacté a algunos de los Centinelas de por

aquí. Sabía que Eric no habría ido muy lejos, no después de que saber lo que eras y de

que hubiera probado tu éter”, dijo. “Basándome en la descripción de Caleb y la tuya no

fue difícil encontrarlo. Estaba justo a las afueras de Raleigh.”

“¿Qué?”, los nudos se hicieron más grandes. “Raleigh está como a menos de 160

kilómetros de aquí.”

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Asintió. “Tan pronto como se confirmó que era él, me fui. Leon -Apolo- fue conmigo.”

Al principio no pude entender cuánto pudo haber hecho esto pero luego recordé esas

semanas después de que dije que lo amaba y él había terminado nuestros

entrenamientos juntos. Aiden tuvo el tiempo para hacer esto sin que yo lo supiera.

“¿Qué pasó?”

“Lo encontramos”. Sonrió sin humor antes de volverse hacia el fuego. “No lo maté ahí

mismo. No sé qué dice eso de mí. Para el final, creo que lamentó de verdad haber

conocido tu existencia.”

No supe qué decir. Parte de mí estaba sobrecogida porque el hecho de que había llegado

a ese extremo por mí. La otra parte estaba medio horrorizada por eso. Debajo de la

persona calmada y controlada que Aiden llevaba puesta había algo oscuro, un lado de él

que apenas vislumbraba. Miré su perfil, dándome cuenta de repente de que no había

sido justa con Aiden. Lo había puesto en un pedestal increíblemente alto donde era

absolutamente perfecto en mi mente.

Aiden no era perfecto.

Di un trago de mi vino. “¿Por qué no me lo dijiste?”

“No estábamos hablando en esa época y, ¿qué pude haberte dicho?”, se rió

ásperamente. “No fue una cacería de daimons normal. No fue un asesinato preciso y

humanitario como el que nos han enseñado.”

El Covenant básicamente nos enseñaba a no jugar con la presa, por así decirlo. Incluso

aunque el daimon estuviera más allá de toda salvación había sido una vez un puro… o un

mestizo. Aun así, incluso con lo perturbador que era saber que Aiden había

probablemente torturado a Eric, no estaba asqueada.

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Sólo los dioses sabían lo que decía eso de mí.

“Gracias”, dije finalmente.

Su cabeza se alzó hacía mí bruscamente. “No me agradezcas algo como eso. No lo hice

sólo por…”

“No lo hiciste solo por mí. Lo hiciste por lo que le pasó a tu familia.” Y supe que tenía

razón. No era tanto que lo hubiera hecho por mí. Era su forma de vengarse. Y en sus

zapatos yo probablemente habría hecho lo mismo y algo peor.

Aiden se quedó inmóvil. Las llamas le dieron un brillo cálido a su perfil mientras bajó la

mirada a su copa. “Estábamos visitando unos amigos de mi padre en Nashville. No los

conocía muy bien pero tenían una hija que era de mi edad. Pensé que sólo estaban de

vacaciones antes de que la escuela empezara, pero tan pronto como llegamos allí mi

mamá prácticamente me empujó en su dirección. Era una cosa pequeñita con cabello

rubio y ojos verdes”. Respiró hondo, sus dedos apretando el frágil tallo de la copa. “Su

nombre era Helen. Mirándolo en retrospectiva, sé por qué mis padres arreglaron que

pasara tanto tiempo con ella pero por alguna razón yo no lo entendía”.

Tragué. “¿Era tu prometida?”

Una triste sonrisa apareció. “No quería nada que ver con ella. Pasaba la mayor parte del

tiempo siguiendo a los Guardias mestizos mientras entrenaban. Mi madre estaba tan

enfadada conmigo pero recuerdo que mi padre se reía. Le decía que me diera tiempo y

que dejara que la naturaleza siguiera su curso. Que era todavía sólo un niño y que me

interesaban más los hombres peleando que las niñas lindas.”

Había un nudo formándose en mi garganta. Me recosté, la copa de vino olvidada.

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“Esa fue la noche en que vinieron”. Sus gruesas pestañas abanicaron sus mejillas

mientras su mirada caía. “Oí la pelea afuera. Me levanté y miré por la ventana. No pude

ver nada pero lo supe. Había estruendo abajo y desperté a Deacon. Él no entendía lo que

estaba pasando o porque lo estaba haciendo esconderse en el closet y cubriéndolo con

ropas.”

“Pasó tan rápido después de eso”. Tomó un generoso sorbo de vino y luego puso su

copa en el alfeizar. “Habían solo dos daimons pero controlaban el fuego. Mataron a tres

de los Guardias quemándolos vivos.”

Quería que se detuviera porque sabía lo que seguía pero él tenía que sacárselo del

pecho. Dudaba que alguna vez hubiera puesto esa noche en palabras y necesitaba lidiar

con ello.

“Mi papá estaba intentando atacarlos con el elemento, o al menos intentándolo. Los

Guardias estaban cayendo por doquier. Helen se despertó por la conmoción e intenté

que subiera pero vio a uno de los daimons atacar a su padre: abrirle la garganta justo

frente a ella. Gritó, nunca olvidaré ese sonido”. Una mirada distante pasó por su rostro

mientras continuaba, casi como si estuviera allí. “Mi padre se aseguró de que mi madre

se levantara de las escaleras pero luego no pude verlo más. Lo oí gritar y yo sólo”, negó

con la cabeza, “me quedé ahí parado. Aterrorizado”.

“Aiden, eras sólo un niño”.

Asintió ausentemente. “Mi mamá me gritó que llegara a Deacon y lo sacara de la casa

con Helen. No quería dejarla, así que empecé a bajar las escaleras. El daimon salió de la

nada y la cogió por la garganta. Estaba mirándome cuando le rompió el cuello. Sus ojos…

sólo se pudieron vidriosos. Y Helen… Helen estaba gritando y gritando. No paraba. Sabía

que la iban a matar también. Empecé a subir las escaleras y agarré su mano. Estaba en

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pánico, luchando contra mí. Nos hizo más lentos. El daimon nos alcanzó y cogió a Helen

primero. Se incendió. Sólo así.”

Jadeé. Lágrimas me quemaban los ojos. Esto… esto era más horrible de lo que me había

imaginado, y me recordaba el niño que el daimon había quemado en Atlanta.

Aiden se giró hacia el fuego. “El daimon fue por mí después No sé por qué me ahorró el

fuego y me tiró al suelo pero sabía que iba a drenar mi éter. Y luego vino un Guardia que

había sido quemado abajo. De alguna forma, a pesar de lo que tuvo que haber sido la

peor clase de dolor, se las había arreglado para subir y matar al daimon.”

Me encaró y no había nada más que dolor en su expresión. Quizás pena y

arrepentimiento, pero también algo de admiración. “Era un mestizo. Uno de los que

había estado siguiendo. Probablemente era de la edad que tengo ahora y en medio de

todo ese dolor, todavía cumplió su deber. Salvó mi vida y la de Deacon. Me enteré un

par de días después de que sucumbió a las quemaduras. Nunca pude agradecerle”.

Su tolerancia con los mestizos tenía sentido. Las acciones de ése Guardia habían

cambiado siglos de creencias en un pequeño niño, transformando prejuicios en

admiración. No había duda de por qué Aiden nunca veía diferencias entre puros y

mestizos.

Aiden se acercó a mí y se sentó. Encontró mi mirada. “Por eso elegí volverme un

Centinela. No tanto por lo que le pasó a mis padres, sino por ese mestizo que murió para

salvar mi vida y la de mi hermano”.

No sabía qué decir o si había algo que pudiera decir. Así que puse una mano en su brazo

mientras reprimía las lágrimas.

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Puso su mano sobre la mía y desvió la mirada. “Dioses, nunca le había hablado a nadie

de esa noche”.

“¿Ni siquiera a Deacon?”

Aiden negó con la cabeza.

“Me siento… honrada de que hayas compartido esto conmigo.” Apreté su brazo. “Sólo

desearía que nunca hubieras tenido que experimentar nada de eso. No fue justo para

ninguno de ustedes”.

Pasaron varios momentos antes de que respondiera. “Tuve justicia por lo que esos

daimons me hicieron. Sé que es diferente de con lo que tú has lidiado pero quería darte

esa justicia. Desearía habértelo dicho antes”.

“Muchas cosas estaban pasando en ese entonces,” dije. No estábamos hablando y luego

ocurrió la muerte de Caleb. Mi corazón no se encogió tanto como antes cuando decía su

nombre. “Entiendo lo que pasó con Eric”.

Sonrió un poco. “Fue un acto reflejo”.

“Sí”. Busqué algo que nos distrajera. Ambos lo necesitábamos. Mi mirada encontró la

guitarra acústica recostada contra la pared. “Toca algo para mí”.

Se levantó y la tomó reverentemente. De vuelta al sofá, se sentó en el suelo frente a mí.

Bajó su cabeza y mechones de cabello cayeron mientras jugueteaba con las clavijas del

mástil. Sus largos dedos arrancaron una nota de las cuerdas.

Miró hacia arriba, sus labios curvados en una media sonrisa. “Traidora”, murmuró.

“Sabías que no podría negarme”.

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Me recosté de lado. Mi estómago rara vez dolía pero me había acostumbrado a ser

cuidadosa. “Lo sabes”.

Aiden se rió mientras pasaba sus dedos por las cuerdas suavemente. Después de unos

momentos de ajustar el tono empezó a tocar. La canción era tan inolvidable como suave,

alzándose por un par de notas y luego sus dedos se deslizaron en acordes. Mis sospechas

fueron confirmadas. Aiden sabía tocar. No hubo un solo resbalón o una sola falla.

Me embelesó.

Descansé mi cabeza en la almohada, me curvé y cerré los ojos, dejando que la melodía

que llenaba la habitación se deslizara sobre mí. Lo que fuera que estaba rasgando era

calmante, la perfecta canción de cuna. Una sonrisa tiró de mis labios. Podía verlo con

claridad sentado en frente de un bar repleto, tocando y encantando a la gente en la

habitación.

Cuando la canción terminó, abrí mis ojos. Me estaba mirando, sus ojos tan suaves, tan

profundos, que nunca querría apartar la mirada. “Fue hermoso”.

Aiden se encogió de hombros y puso gentilmente la guitarra a su lado. Se estiró y tomó

la copa apenas tocada de mis dedos. Sus ojos me observaron mientras tomaba un sorbo

y luego la dejó de lado también. Minutos pudieron haber pasado mientras nos

mirábamos el uno al otro, sin hablar.

No supe qué me dio pero puse una mano en su pecho, junto a su corazón. Debajo de mi

mano derecha había algo duro y con forma de lágrima bajo su camiseta. Había sentido el

collar antes y nunca le había prestado atención de verdad, pero ahora había algo…

familiar sobre él.

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Di un grito ahogado mientras la comprensión me inundaba. Aiden me devolvió la

mirada, sus ojos increíblemente brillantes. Un estremecimiento bajó por mi espalda y se

extendió por mi piel a velocidad vertiginosa. Me estiré y deslicé mis dedos bajo la

delgada cadena.

“Alex,” Aiden ordenó, rogó, en realidad. Su voz era grave, ronca. “Alex, por favor…”

Dudé por un instante pero tenía que verlo. Sólo tenía que verlo. Cuidadosamente,

levanté la cadena. Me quedé sin aliento mientras la levantaba totalmente y la sacaba de

bajo su camiseta.

Colgando de la cadena plateada estaba la uña de guitarra que le había dado por su

cumpleaños. El día en que se la había dado me había dicho que no me amaba. Pero

esto… esto tenía que significar algo, y mi corazón estaba hinchándose, en peligro de

explotar.

Estupefacta, pasé mi pulgar sobre la pulida piedra. Había un pequeño agujero en la

punta donde la cadena pasaba.

Aiden puso su mano sobre la mía, cerrando sus dedos alrededor de la púa. “Alex…”

Cuando mis ojos encontraron los suyos había un nivel brutal de vulnerabilidad en su

mirada, un sentido de impotencia que yo compartía. Quería llorar. “Lo sé”. Y lo sabía.

Sabía que incluso si él nunca decía esas palabras, incluso si se negaba a hacerlo, todavía

lo sabría.

Sus labios se entreabrieron. “No pude engañarte tanto tiempo, supongo”.

Cerré mis ojos pero una lágrima se escapó y bajó por mi mejilla.

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“No llores”. Atrapó la lágrima con su dedo y puso su frente contra la mía. “Por favor.

Odio cuando lloras por mi culpa”.

“Lo siento. No quiero ser una llorona”. Limpié mis mejillas, sintiéndome tonta. “Es sólo

que… nunca lo supe de verdad”.

Aiden cogió mi rostro, presionando un dulce beso en mi frente. “Quería una parte de ti

conmigo siempre. Sin importar qué”.

Temblé. “Pero yo… yo no tengo nada tuyo”.

“Claro que sí.” Aiden pasó sus labios por mi mejilla húmeda. Una suave sonrisa llenó su

voz. “Tendrás un pedazo de mi corazón, todo, en realidad. Siempre. Incluso si tu corazón

pertenece a alguien más”.

Mi corazón dio un vuelco pero me quedé inmóvil.

“¿Qué quieres decir?”

Dejó caer sus brazos, echándose hacia atrás. “Sé que te preocupas por él.”

Sí me preocupaba por Seth, pero él no era mi corazón. Cuando Aiden estaba ahí, frente a

mí, la conexión entre nosotros era algo más que una profecía. Mi verdadero destino, el

real y no una ilusión. Las profecías son sólo sueños; Aiden era mi realidad.

“No es lo mismo,” susurré. “Nunca lo ha sido. Tú tienes mi corazón… y sólo quiero

compartirlo contigo.”

Los ojos de Aiden habían vuelto a ser plata líquida. Lo vi antes de que bajara la mirada.

Pasaron varios momentos antes de que sus ojos se alzaran y encontraran los míos.

Parecía haber una especie de batalla interna con la que luchaba. Cuando habló, no supe

si había ganado o perdido. “Deberíamos ir a la cama.”

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Me invadió la conmoción, ruborizando mi piel. Pero, ¿estaba sugiriendo que fuéramos a

la cama juntos o que deberíamos ir a camas separadas? Realmente no tenía idea, estaba

demasiado asustada de hacerme ilusiones, y, extrañamente, asustada de que ocurriera.

Era como si me hubieran ofrecido lo que había esperado por tanto tiempo de repente y

no tenía idea de qué hacer con él.

O cómo hacerlo.

Sus labios se curvaron y luego se puso en pie. Agarrando mis manos en las suyas me

levantó. Mis piernas se sentían débiles. “Ve a la cama,” dijo.

“¿Vas… vas a venir también?”

Aiden asintió. “Estaré arriba pronto”.

No podía respirar.

“Ve,” me urgió.

Y yo fui.

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Capítulo 22 Traducido por: Leidy

Corregido por: NatyLRJ

Estaba segura de que iba a tener un ataque cardíaco. Raras veces enfermedades

mortales nos aquejaban, pero ya que había tenido un resfriado imaginaba que todo era

posible.

Todavía no podía respirar.

Me lavé los dientes y me quité los enredos del pelo. Me quedé mirando la obscena cama

en medio de la habitación. No podía decidir qué ponerme. ¿O debería no llevar nada?

Oh dioses, ¿qué estaba pensando? No era como si fuéramos a tener relaciones sexuales.

Y si no íbamos a hacerlo y él me viera acostada en la cama desnuda… eso sería muy, muy

incómodo. Tal vez sólo quería pasar más tiempo conmigo. Incluso sin el problemita de

Seth, todavía estaba toda la cuestión evidente de que no podíamos de estar juntos.

Pero él tomaría la decisión. Había tenido la decisión en sus manos todo este tiempo.

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Me puse una camiseta de dormir y pantalones cortos, y luego me dirigí hacia la cama.

Entonces miré mis brazos. A la luz de la luna que entraba por la ventana, pude ver la piel

desigual, irregular. Aiden no quería ver eso. Así que me cambié rápidamente,

poniéndome una camiseta delgada de manga larga. Apunté todos los botones. Entonces

salté en la cama, me puse las mantas hasta la barbilla y esperé.

Hubo un suave golpe en la puerta unos minutos más tarde. "Pasa." Me estremecí por la

forma en que sonó mi voz.

Aiden entró cerrando la puerta detrás de él. Se había cambiado, también, a un par de

pantalones oscuros de dormir y una camiseta gris que dejaba ver sus musculosos brazos.

Tragué saliva nerviosamente y deseé que mi corazón redujera la velocidad antes de que

me desmayara.

Él me miró y se puso rígido. La habitación estaba demasiado ensombrecida para ver su

expresión, y me hubiera gustado porque podría haber tratado de averiguar qué estaba

pensando. Sin palabras, se dirigió a las ventanas primero y cerró las persianas. La

habitación estaba en la oscuridad más absoluta, y mis dedos se clavaron en el edredón.

Escuché ruidos alrededor de la habitación, y luego vi lo que parecía un suave resplandor.

Aiden trajo una vela a la cama, poniéndola sobre una pequeña mesa. Me miró, su

expresión suavizada por la luz de la vela. Sonrió.

Empecé a relajarme, la suave manta soltándose de mis dedos.

Cuidadosamente, sacó la colcha de su lado y se metió adentro, ni una sola vez

rompiendo el contacto visual. "¿Alex?"

"¿Sí?"

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Seguía sonriendo. "Relájate. Sólo quiero estar aquí contigo... si eso está bien, ¿de

acuerdo?"

"Está bien", le susurré.

"Bien, porque realmente no quiero estar en ningún otro lugar”.

Oh, el calor que inundó mi pecho podría haberme hecho flotar hasta las estrellas. Lo vi

acostarse a mi lado. Mi mirada se precipitó hacia la puerta cerrada a pesar de que sabía

que Deacon no estaba cerca de nosotros. Y no era como si ya no sospechara algo. O

como si le importara. Me mordí el labio, dándole un rápido vistazo a Aiden. El mentón

apuntaba hacia arriba y sus ojos ardían de un color plata, brillante e intenso. No podía

apartar la mirada.

Aiden respiró profundamente, y levanto el brazo más cercano a mí. "¿Vienes?"

Mi corazón se desbocó, y me moví hasta que mi pierna tocó la suya. Su brazo se acercó,

envolviéndose alrededor de mi cintura. Me guió hacia abajo para que me acurrucara

contra él, mi mejilla en su pecho.

Podía sentir su corazón latiendo tan rápido como el mío. Nos quedamos en silencio poco

tiempo, y en esos minutos, fue como estar en el paraíso. El simple placer de estar a su

lado se sentía tan bien que realmente no podía ser algo malo.

Aiden puso su otro brazo sobre mí, ahuecando mi mejilla en su mano. Su pulgar acarició

mi mandíbula. "Siento lo de ese día en el gimnasio. Por lo que dije, por lo mucho que te

dolió. Creí que estaba haciendo lo correcto."

"Lo entiendo, Aiden. Está bien.”

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"No está bien. Te hice daño. Sé que lo hice. Quiero que sepas por qué hice eso," dijo.

"Después de que me dijiste lo que sentías en el zoológico... se… se rompió mi

autocontrol.” No parecía de esa manera, pensé mientras continuaba. "Sabía que ya no

podía estar cerca de ti, porque sabía que te tocaría y no podría detenerme.”

Me levanté con la mirada fija en él y abrí la boca para decir algo que probablemente

habría arruinado el momento, pero no tuve la oportunidad. La mano de Aiden encontró

mi nuca y me tiró hacia abajo. Sus labios se encontraron con los míos, y al igual que

todas las veces anteriores, había algo indefinible pasando a través de nosotros. Hizo un

sonido contra mis labios, besándome duro y luego más y más fuerte.

Se echó hacia atrás lo suficiente para que sus labios rozaran los míos cuando habló. "No

puedo seguir fingiendo que no quiero esto… Que no te quiero. No puedo. No después de

lo que te pasó. Pensé... Pensé que te había perdido, Alex, para siempre. Y lo habría

perdido todo. Tú eres mi todo.”

Muchas emociones se elevaron en mí al mismo tiempo… Temor, esperanza y amor.

Tanto amor que todo lo que estaba fuera de nosotros desapareció en ese instante.

"Esto... esto es lo que has estado tratando de decirme”.

“Es lo que siempre he querido decirte, Alex.” Se sentó, arrastrándome con él. "Siempre

he querido esto contigo”.

Deslicé mis manos en sus mejillas, encontrando su ardiente mirada con la mía. “Siempre

te he amado”.

Aiden hizo un sonido estrangulado y sus labios estaban en los míos de nuevo. Su mano

estaba enterrada en mi cabello, manteniéndome quieta. “Esta no era mi intención... al

venir aquí.”

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"Lo sé." Mis labios rozaban los suyos mientras hablaba. "Lo sé."

Cuando me besó de nuevo, bajó su mano por mi espalda. El corazón me latió contra las

costillas cuando sus dedos dejaron mi rostro y viajaron hacia abajo. Se levantó justo lo

suficiente para quitarse la camisa y arrojarla a un lado. Mis manos se extendieron a

través de cada dura ondulación y lo besé hasta que su pecho se movió bajo mis labios y

susurró mi nombre casi como una súplica. Agarró mis brazos y volvió a mis labios.

Me salí de su agarre y levanté mis brazos sin decir nada. Él obedeció la orden silenciosa y

arrojó a un lado la camisa.

Sin previo aviso, estaba de espaldas, mirándolo. Sus manos se deslizaron sobre mi piel

desnuda mientras sus labios se sumergieron en mi garganta y sobre la curva de mi

hombro.

Besó cada cicatriz con ternura, y cuando llegó a la cicatriz que la hoja de Linard había

dejado, se estremeció.

Mis dedos se enredaron a través de su cabello como sosteniéndolo contra mí. Sus besos

me hacían cosas locas, extrañas y maravillosas. Susurré su nombre una y otra vez como

en una especie de oración desvariada. Y entonces estaba moviéndome contra él, guiada

por un instinto primitivo que me decía qué hacer. El resto de nuestras ropas terminó en

una pila en el suelo. En el momento en que nuestros cuerpos estaban a ras uno con el

otro, un sentido salvaje se apoderó de mí.

Nuestros besos se profundizaron, su lengua se apoderó de la mía, y me mecí contra él.

Todo esto era maravilloso, exquisitamente placentero. Aiden dejó besos por toda mi piel

ruborizada. Estaba perdida en sensaciones embriagadoras, completamente

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desprevenida. Esto podía no haber sido lo que pretendíamos, pero esto... esto estaba

sucediendo.

Aiden levantó la cabeza. “¿Estás segura?”

“Sí”, le susurré. “Nunca he estado más segura”.

Su mano tembló contra mi rostro ruborizado. "¿Te pusiste...?"

Estaba preguntando si me había puesto mi inyección… el control de la natalidad que el

Concejo ordenaba para todas las hembras Mestizas. Asentí con la cabeza.

Los ojos plateados brillaron. Su mano temblaba contra mi mejilla y sus ojos vagaron

sobre mí. Mi renovada valentía casi desapareció bajo su mirada escrutiñadora. De alguna

manera sintiendo mi nerviosismo, su beso fue suave y dulce. Fue muy paciente y

perfecto, desapareciendo la timidez hasta que me envolví alrededor de él.

Sentí que él estaba al borde del pánico por el conocimiento de que no había forma de

volver atrás, de no había forma de detenerse esta vez. Con un beso demoledor que me

dejó temblando, su mano vagó con gran lujo de detalles. Sus besos siguieron el mismo

patrón y cuando se detuvo, sus ojos suplicaron permiso. Ese momento simple, ese

pequeño acto trajo lágrimas a mis ojos.

No podía… no quería negarle nada.

Aiden estaba en todas partes… en cada toque, en cada suave gemido. Cuando pensaba

que no podía aguantar más, que sin duda me rompería, él estaba allí para demostrarme

que podía aún más. Cuando sus labios descendían sobre los míos otra vez, lo hacían con

un dejo febril.

“Te amo,” susurró. “Te he amado desde la noche en Atlanta. Siempre lo haré.”

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Jadeé contra su piel. "Te amo”.

Él se rompió. Sea cual fuera el control que tenía estaba envuelto a su alrededor

finalmente se escapó. Me deleité en ello, en la simplicidad pura de estar en sus brazos y

saber que sentía la misma intensa locura que yo. Se apoyó en su antebrazo mientras sus

besos tomaban el mismo sentido de urgencia que yo sentía y levantó la boca para

susurrar algo en un hermoso idioma que no entendí. Yo estaba casi sobre el borde,

corriendo hacia un final glorioso.

Estábamos rodeados por nuestro amor del uno por el otro. Se convirtió en algo tangible,

algo que electrizó el aire a nuestro alrededor hasta que estuve segura de que ambos nos

incendiaríamos bajo su poder. Luego, en un momento sin sentido de pura belleza, no

éramos un mestizo y un pura sangre, éramos simplemente dos personas locas y

profundamente enamoradas.

Éramos uno.

Me desperté un poco más tarde, escondida en los brazos de Aiden. La vela aún

parpadeaba junto a la cama. La manta se había enredado en mis piernas, y el edredón

estaba en el suelo. Me di cuenta de que había estado más o menos usándolo como

almohada. Levanté la cabeza y supe que nunca podría cansarme de mirarlo.

Su pecho subía uniformemente bajo mis manos. Se veía tan joven y relajado mientras

dormía. Cerradas ondas oscuras caían sobre su frente y sus labios estaban separados.

Me agaché y puse un suave beso en esos labios.

Sus brazos se tensaron inmediatamente, traicionando que no estaba tan profundamente

dormido como yo pensaba. Sonreí al ser atrapada. "Hola."

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Los ojos de Aiden se abrieron. "¿Cuánto tiempo has estado mirándome?”

"No mucho."

"Conociéndote," dijo arrastrando las palabras perezosamente, "has estado mirándome

desde que me quedé dormido”.

"Eso no es cierto." Me reí.

"Ajá, ven aquí.” Me recostó. Mi nariz rozó la suya. “No estas lo suficientemente cerca”.

Me moví más cerca. Mi pierna estaba envuelta en torno suyo. “¿Ahora sí?”

“Déjame ver”. Sus manos se deslizaron por mi espalda y descansaron sobre la curva de

mi cintura con la más mínima presión. “Ah, así está mejor,” dijo.

Me sonrojé. “Sí... sí, es cierto.”

Aiden sonrió de una forma lobuna y un malvado brillo llenó sus ojos de plata. Debí haber

sabido en ese momento que estaba planeando algo, pero este lado de Aiden… este lado

juguetón y sensual era desconocido para mí. Su mano se deslizó hacia abajo, provocando

un jadeo satisfecho de sorpresa. Se sentó en un movimiento fluido, rápido y me

encontré inesperadamente en su regazo.

No tuve ni un segundo para pensar. Aiden me besó, esparciendo todos mis

pensamientos o respuestas. La sabana se deslizó y me derretí contra él. Fue bastante

tiempo después, cuando el sol estaba a punto de levantarse y la vela hacía tiempo se

había terminado, que Aiden me despertó con suavidad.

“Alex,” rozó sus labios sobre mi frente.

Abrí los ojos, sonriendo. “Todavía estás aquí."

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Su mano acarició mi mejilla. “¿Qué otra cosa podría hacer?” Luego me besó, y los dedos

de mis pies se curvaron. “¿Creíste que me iría sin más?”

Me maravillaba el hecho de que podía pasar mi mano por su brazo sin que se alejara.

“No. No lo sé, la verdad.”

Frunció el ceño mientras trazaba la forma de mi pómulo. “¿Qué quieres decir?”

Me acurruqué más cerca de él. “¿Qué… que pasara ahora?”

Su mirada se llenó de entendimiento. "No lo sé, Alex. Tenemos que ser cuidadosos. No

va a ser fácil, pero... algo se nos ocurrirá.”

Mi corazón dio un vuelco.

Esta relación iba a ser prácticamente imposible en cualquier lugar al que quisiéramos ir,

pero no podía evitar la esperanza que crecía en mi interior o las lágrimas en mis ojos.

¿Estaba mal desear un milagro? Porque eso es lo que necesitaríamos para que esto

funcionara.

"Oh, Alex." Me tomó en sus brazos, sosteniéndome con fuerza contra él. Enterré mi cara

en el espacio entre su cuello y el hombro, inhalando profundamente. "Lo que hicimos…

es la mejor cosa que he hecho nunca y no fue solo una aventura”.

"Lo sé", murmuré.

"Y yo no voy a dejarte ir… no porque una estúpida ley que dice que no podemos estar

juntos."

Palabras peligrosas, pero me derretí por ellas. Puse mis brazos a su alrededor, tratando

de mantener los viejos miedos y preocupaciones a raya. Aiden estaba tomando un gran

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riesgo al estar conmigo… yo también, y no podía negar nuestros sentimientos por lo que

les pasó a Héctor y Keila. Ese miedo no era justo para Aiden ni para mí.

Aiden se puso boca arriba, poniéndome su lado. "Y no voy a perderte por Seth”.

Me quedé sin respiración. De alguna manera estaba tan perdida en Aiden que me había

olvidado por completo lo inolvidable: el hecho de que despertaría en dos semanas y

todas las consecuencias que eso acarreaba. El miedo supo a sangre en la parte de atrás

de mi garganta. ¿Y si eso cambiaba lo que sentía por Aiden?

Mierda. ¿Y si el vínculo transformaba esos sentimientos en sentimientos por Seth?

¿Y cómo demonios me había olvidado de Seth en primer lugar? ‘Ojos que no ven,

corazón que no siente’ no era una buena justificación. La cosa era que sí me preocupaba

por Seth… mucho. Una parte de mí aún lo amaba, a pesar de que quería hacerle daño la

mayor parte del tiempo. Pero mi amor por Seth no era nada como lo que sentía por

Aiden. No me consumía, no me daban ganas de hacer locuras, ser imprudente, y al

mismo tiempo, ser más prudente y más cautelosa. Mi corazón, mi cuerpo no respondían

de la misma manera.

La mano de Aiden rozaba mi brazo.

"Sé lo que estás pensando, agapi mou, zoi mou”.

Tomé una respiración profunda. "¿Qué significa eso?”

"Significa, 'mi amor, mi vida'."

Apreté los ojos para no dejar correr las lágrimas al recordar la primera vez que me había

dicho ‘agapi mou’. Dioses, Aiden no había mentido. Me había amado desde el principio.

Saberlo me llenó de firme determinación. Me levanté y lo miré fijamente.

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Él sonrió, y mi corazón dio un vuelco. Metió mi cabello detrás mi oído. Dejo ahí su mano.

"¿Qué estás pensando ahora?”

"Podemos hacer esto." Me incliné y lo besé. "Vamos a hacerlo, maldita sea."

Su brazo rodeó mi cintura. "Lo sé”.

"Dioses, sé que esto suena muy raro así que por favor no te rías de mí." Sonreí. "Pero he

estado... aterrorizada de Despertar, de perderme a mí misma. Pero... pero ya no lo

estoy. No voy a perderme, porque... bueno, porque lo que siento por ti no me dejara

olvidar quién soy."

"Nunca te dejaría olvidar quién eres,” dijo.

Mi sonrisa se extendió. "Dioses, estamos locos. Ya lo sabes, ¿verdad?"

Aiden se echó a reír. "Creo que somos buenos siendo locos, sin embargo”

Nos quedamos abrazados más de lo que debíamos. Estaba reacia a dejarlo ir y creo que

él lo estaba también. Rodando de lado, lo vi ponerse su ropa. Sonrió cuando me pilló.

Moví mis cejas. "¿Qué? Es una bonita vista”.

"Pervertida”, dijo, sentado a mi lado. Su mano se deslizó sobre mi cadera. Había algo

feroz en su mirada. “Lograremos esto”.

Me acurruqué más cerca de él, deseando que no tuviera que irse. "Lo sé".

Aiden me besó una vez más y susurró, "Agapi mou".

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Capítulo 23 Traducido por: Blair

Corregido por: NatyLRJ

Todo y nada cambió luego de tener sexo. No me veía diferente. Bueno, había una sonrisa

mentecata pegada mi rostro de la que no podía deshacerme. Además de eso, me veía

igual, pero me sentía diferente. Me dolían lugares que no tenía idea siquiera que

pudieran doler. Mi corazón también aleteaba cada vez que pensaba en su nombre, lo

que era tan de nena y aun así me encantaba.

Dejar que mi corazón en vez de mis hormonas decidiera cuando hacerlo hacía que lo que

Aiden y yo habíamos hecho fuera especial. Y cuando nos encontramos a lo largo del día,

las miradas robadas significaban más. Todo significaba más porque ambos estábamos

arriesgándolo todo y ninguno de los dos lo lamentaba.

Pasé la mayor parte de la tarde y la noche jugando Scrabble con Deacon. Creo que

lamentaba haberme invitado a jugar porque era uno de esos jugadores de Scrabble: los

que jugaban con palabras de tres letras siempre que podían.

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Había una parte de mí que seguía esperando que los dioses nos enviaran un rayo a

alguno de los dos después de haber roto finalmente las reglas, así que cuando Apolo se

apareció en nuestra cuarta ronda de Scrabble estuve cerca de tener un ataque al

corazón.

“¡Dioses!”, aferré mi pecho. “¿Puedes dejar de hacer eso?”

Apolo me miró con extrañeza.

“¿Dónde está Aiden?”

Deacon se puso en pie lentamente, se aclaró la garganta e hizo una reverencia. “Esto…

creo que está afuera. Iré a buscarlo”.

Miré la silueta de Deacon alejándose. Estaba sola con Apolo y no sabía qué hacer.

¿Debería levantarme y hacer una reverencia también? ¿Era de mala educación quedarse

sentada en la presencia de un dios? Pero entonces Apolo se sentó a mi lado, con las

piernas cruzadas, y empezó a jugar con las letras en el tablero.

Supongo que no.

“Sé lo que pasó”, dijo Apolo luego de un par de segundos.

Fruncí el ceño.

“¿De qué hablas?”

Señaló hacia el tablero con la cabeza.

Mi mirada cayó al juego y casi me desmayo. Había escrito SEXO y AIDEN con esos

estúpidos cuadraditos. Horrorizada, caí de rodillas y quité las letras del tablero. “¡Y-yo no

sé de qué hablas!”

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Apolo echó su cabeza hacia atrás y se rio entre dientes muy alto.

Creo que lo odiaba, fuera un dios o no.

“Siempre lo he sabido”, se recostó en el sofá, cruzándose de brazos. Sus ojos azules

ardían innaturalmente, brillaban desde el interior. “Sólo estoy sorprendido de que hayan

aguantado tanto”.

Boqueé como un pez fuera del agua. “Espera. ¿Esa noche cuando Kain regresó? Tú…

sabías que estaba en la cabaña de Aiden, ¿verdad?”

Asintió.

“Pero… ¿cómo lo sabes ahora?” Mi estómago se hizo un nudo. “Oh, dioses, ¿ha estado

espiándonos a lo dios o algo así? ¿Nos viste?”

Apolo entrecerró los ojos y giró su cabeza hacia mí.

“No. De hecho sí tengo mejores cosas que hacer.”

“¿Cómo qué?”

Sus pupilas empezaron a ser blancas. “Oh, no sé. Quizás localizar a Telly, mantener un

ojo en Seth y, si estoy con suerte, traerte de la muerte. Ah, y casi olvido hacer algunas

apariciones en el Olimpo para no tener a todos mis hermanos curiosos sobre lo que

estoy haciendo”.

“Oh. Perdón”. Me senté, sintiéndome mortificada. “Estás realmente ocupado.”

“De todas formas, puedo oler a Aiden en ti.”

Mi rostro se puso de mil colores.

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“¿Qué? ¿Qué quieres decir, puedes olerlo? Tío, me bañé.”

Apolo se inclinó, su mirada fija en la mía. “Cada persona tiene una esencia única. Si

mezclas la tuya lo suficiente con la de otra persona, es muy difícil quitarte su olor. La

próxima vez quizás quieras probar con jabón de marca en vez de esas lociones de baño

para niñas”.

Cubrí mi rostro en llamas. “Esto está tan mal.”

“Pero me divierte bastante.”

“Tú… ¿no vas a hacer nada?” susurré, levantando mi cabeza.

Puso los ojos en blanco. “Creo que ese es el menor de nuestros problemas ahora mismo.

Además, Aiden es un buen chico. Siempre te pondrá primero, pero estoy bastante

seguro de que se pondrá sobreprotector en algún momento.” Apolo se encogió de

hombros mientras yo lo miraba fijamente con la boca abierta. “Sólo tendrás que ponerlo

en su lugar.”

¿Apolo estaba dándome un consejo romántico? Este era oficialmente el momento más

raro de mi vida y eso ya era decir algo. Menos mal Aiden y Deacon regresaron y estuve

salvada de morir de la humillación.

Deacon metió las manos en sus bolsillos. “Voy a entretenerme con… cualquier cosa.

Eso.” Girándose, cerró la puerta luego de salir.

Había algo realmente extraño en la reacción de Deacon. Esperaba por su bien que no

hubiera hecho nada con Apolo. Podría terminar como una flor o el tronco de un árbol.

Aiden entró a la sala e hizo una reverencia. “¿Hay noticias?” preguntó sin dilación.

“Sabe sobre nosotros,” dije.

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Un segundo después, Aiden me puso de pie y se hizo delante de mí. Tenía dagas

Covenant en ambas manos.

Apolo arqueó una ceja dorada. “¿Qué te dije de lo de ser sobreprotector?”

Bueno, tenía razón. Con las mejillas ardiendo, agarré el brazo de Aiden. “Aparentemente

no le importa.”

Los músculos de Aiden se tensaron bajo mi mano. “¿Y por qué debería creerle? Es un

dios.”

Tragué saliva. “Bueno, porque si tuviera un problema con eso ya me podría haber

matado.”

“Es cierto.” Apolo estiró sus piernas y las cruzó en los tobillos. “Aiden, no puedes estar

sorprendido de que lo sepa. ¿Necesito recordarte nuestra caza especial en Raleigh? ¿Por

qué otra razón mataría un hombre a alguien que por amor? Y créeme, conozco la

magnitud de las cosas que la gente haría por amor”.

Las mejillas de Aiden se sonrojaron y se relajó un poco. “Lamento haber… sacado las

dagas, pero…”

“Lo entiendo.” Hizo un gesto para quitarle importancia. “Siéntate o lo que quieras.

Necesitamos hablar y no tengo mucho tiempo.”

Respiré hondo y me senté en mi lugar anterior. Aiden se hizo en el brazo del sofá detrás

de mí, manteniéndose cerca. “¿Qué está pasando?,” pregunté.

“Acabo de hablar con Marcus,” respondió Apolo. “Ha reclutado a Solos.”

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“¿Reclutarlo para qué?” miré a Aiden. Él desvió la mirada. Estaba mitad curiosa y mitad

enojada porque sabía que él no me había dicho algo. Le di un codazo. “¿Reclutado para

qué, Aiden?”

“No se lo has dicho, ¿verdad?” Apolo se alejó. “No me golpees.”

“¿Qué? Yo no golpeo a la gente así como así.” Ambos me dieron una mirada llena de

intención. Crucé los brazos para evitar golpearlos. “Bien. Lo que sea. ¿Qué está

pasando?”

Apolo suspiró. “Solos es un Centinela mestizo.”

“Caramba. Ya lo había imaginado.” Aiden me pegó con su rodilla. Le di una mirada

asesina. “¿Qué tiene que ver él con todo esto?”

“Bueno, estoy tratando de decírtelo.” Apolo se puso de pie fluidamente. “El padre de

Solos es un Ministro en Nashville. Es el hijo del Ministro: ha sido criado y educado con

mucho conocimiento de las políticas del Concejo.”

“Ajá,” dije lentamente. Que a los puros les interesaran sus hijos mestizos no era del todo

insólito. Raro, sí, pero yo era un ejemplo de eso.

“No todo el mundo en el Concejo es fan de Telly, Alex. Algunos incluso quisieran que lo

retiraran de su posición,” explicó Aiden.

“Y si recuerdo correctamente, la mayoría votó en su contra cuando pidió ponerte en

esclavitud.” Apolo miró por la ventana. “A esos miembros del Concejo, incluyendo al

padre de Solos, quién, por cierto, es blando cuando se trata de tratar a los mestizos, no

les sentará bien saber en lo que se está involucrando Telly. Tenerlos de nuestro lado es

una gran ayuda.”

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“¿A qué te refieres con que su padre es blando?”

Apolo me miró. “Es uno de esos que cree que los mestizos no deberían ser puestos en

esclavitud si no encajan en el molde de un Centinela o un Guardia.”

“Bueno, no pueden culpar a nadie por esa regla a excepción de a ustedes mismos.” La ira

creció en mi interior. “Son responsables por la forma en la que nos han tratado.”

Apolo frunció el ceño. “No tenemos nada que ver con eso.”

“¿Qué?”, el tono de Aiden estaba lleno de sorpresa.

“No somos responsables por la subyugación de los mestizos,” dijo Apolo. “De eso se

encargaron los puros. Crearon la separación entre las razas y la trasmitieron de

generación en generación por siglos. Todo lo que les pedimos fue que los puros no se

mezclaran con los mestizos.”

Esas palabras voltearon mi mundo de cabeza. Todo lo que me habían enseñado a creer

no era cierto. Desde que era una niña pequeña me habían dicho que los dioses nos veían

como inferiores y nuestra sociedad actuaba según esa creencia. “¿Entonces por qué…

por qué no han hecho nada?”

“No es nuestro problema,” respondió Apolo alegremente.

La ira me atravesó como una bala y me puse en pie. “¿No es su problema? ¡Los puros

son sus hijos! Igual que nosotros. Pudieron haber hecho algo hace siglos.”

Aiden agarró mi brazo.

“Alex.”

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“¿Qué esperabas que hiciéramos, Alexandria?”, dijo Apolo. “Las vidas de los mestizos

están literalmente un paso –un pequeño paso- por arriba de los mortales. No podemos

intervenir en cosas tan triviales.”

¿La esclavitud se cientos de mestizos era algo trivial?

Me liberé de Aiden y cargué contra Apolo. Mirándolo en retrospectiva no fue una buena

idea pero estaba tan enojada, tan sorprendida de que los dioses hubieran estado desde

el principio y hubieran permitido que los puros nos trataran como animales que podían

llevar en manadas. Una parte pequeña y racional de mi cerebro sabía que no debía

tomármelo personal porque así eran los dioses. Si no los involucraba directamente, no

les importaba. Era así de simple. La parte enojada le ganó a la racional.

“¡Alex!”, Aiden gritó, tratando de agarrarme.

Era mucho más rápida cuando quería serlo. No pudo detenerme. Logré estar a un paso

frente a Apolo antes de que levantara su mano. Me golpeé con una pared invisible. La

fuerza hizo que mi pelo se levantara.

Apolo sonrió. “Sí que me gusta tu temperamento luchador.”

Golpeé el escudo. Sentí el dolor en el pie. Cojeé hacia atrás. “¡Auch! Maldita sea, ¡eso

dolió!”

Aiden me sostuvo en un agarre firme. “Alex, necesitas calmarte.”

“¡Estoy calmada!”

“Alex,” Aiden me reprendió, obviamente tratando de no reírse.

Apolo bajó su mano pareciendo compungido. “Yo sí… entiendo tu ira, Alexandria. Los

mestizos fueron tratados injustamente.”

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Inhalé profundamente varias veces.

“Por cierto,” dijo Apolo, “la próxima vez que cargues contra un dios, y no sea yo, serás

destruida. Si no por el dios mismo, por las furias. Eres afortunada de que las furias y yo

no nos llevamos bien. Les encantaría ver mis entrañas esparcidas en el techo…”

“Bien. La capté.” Bajé mi pie adolorido. “Pero no creo que realmente lo entiendas. Ese es

el problema con ustedes, los dioses. Crearon todo esto y luego sólo lo abandonaron. No

se hicieron responsables por lo que pasó. Ustedes llevan el egocentrismo a un nuevo

nivel. Y todos nuestros problemas –los daimons e incluso la mierda con los Apollyons- es

culpa de los dioses. ¡Tú mismo lo dijiste! Si me preguntan, ustedes son condenadamente

inútiles el 99% del tiempo.”

Aiden puso su mano en mi espalda. Esperaba que me dijera que me callara porque le

estaba gritando a un dios pero eso no fue lo que hizo. “Alex tiene un punto, Apolo. Ni

siquiera sabía… la verdad. Hasta nos enseñan que los dioses decretaron la separación de

las razas.”

“No sé qué decir,” dijo Apolo.

Me pasé la mano por el pelo. “Por favor no digas que lo sientes porque sé que no sería

cierto.”

Apolo asintió.

“Bien. Ahora que han dicho lo que tenían que decir, volvamos al punto de esta visita.”

Aiden me arrastró al sillón, obligándome a sentarme. “Y en serio, Alex, nada de golpes.”

Puse los ojos en blanco. “¿O qué? ¿Vas a darme una tarjeta roja?”

La sonrisa de Aiden era desafiante, como si estuviera dispuesto a apostar y disfrutarlo.

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“Solos y su padre serán ases bajo la manga para asegurarnos de que Telly pierda su

posición de Primer Ministro y de que una investigación extensa se haga para determinar

cuántos miembros de la Orden hay por ahí. Y antes de que me preguntes por qué siendo

un dios no puedo simplemente verlo, te recuerdo que no somos omniscientes.”

“¿Por qué estaban preocupados acerca de cómo reaccionaría a eso?”, pregunté,

confundida. “Suena como algo bueno.”

“Eso no es todo”, Aiden respiró hondo. “El padre de Solos posee extensas propiedades

en varios estados, lugares donde podemos esconderte hasta que todos los miembros de

la Orden sean descubiertos.”

Parpadeé, segura de que los había oído mal. “¿Qué?”

“Lo peor que puede pasar ahora mismo es que Seth tome tu poder y se vuelva el

Matadioses,” Apolo se cruzó de brazos. “Por eso necesitamos asegurarnos de que estas

lo bastante lejos de él cuando Despiertes para que el lazo se rompa por la distancia y no

puedas conectar con él. No podemos confiar en él.”

“¿Por qué? ¿Por qué no podemos confiar en él? ¿Qué ha hecho?”

“Te ha mentido sobre un montón de cosas,” Aiden señaló.

Negué con la cabeza.

“Además de mentirme sobre cosas de Apollyon, ¿qué ha hecho?”

“No se trata de lo que ha hecho, Alexandria, sino de lo que hará. El Oráculo lo ha visto.”

“¿Estás hablando de esa mierda de ‘uno para salvar y uno para destruir’? ¿Por qué? ¿Por

qué sería ese el caso con Seth y conmigo si no somos el primer par de Apollyons?” me

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mandé el pelo hacia atrás, frustrada y llena de la necesidad de… proteger el nombre de

Seth. No es como si tuviera un buen nombre, pero de todas formas.

De repente, Apolo estaba arrodillado frente a mí al nivel de mis ojos. Aiden se tensó a mi

lado. “No perdí mi tiempo tratando de mantenerte segura y discutí con Hades por tu

alma sólo para que tú lo desperdicies todo por una confianza tonta e ingenua.”

Cerré mis manos en puños. “¿Por qué te importa siquiera, Apolo?”

“Es complicado”, fue todo lo que dijo.

“Si todo lo que puedes decir es que ‘es complicado’ entonces olvídalo. ¿Qué hay de la

escuela?”

“Marcus nos aseguró que te graduarías a tiempo,” dijo Aiden.

“¿Sabías esto?”

Asintió. “Alex, creo que es lo mejor.”

“¿Huir es lo mejor que podemos hacer? ¿Desde cuándo crees eso? Porque recuerdo que

me dijiste que huir no solucionaba nada.”

Los labios de Aiden se tensaron.

“Eso fue antes de que fueras asesinada, Alex. Antes de que yo…” se interrumpió,

negando con la cabeza. “Eso fue antes.”

Sabía lo que quería decir y me dolía. Me dolía porque tenía que preocuparse por mí pero

eso no extinguió mi ira por completo. “Debiste haberme dicho que esto era lo que

estaban planeando. Es lo mismo que Seth y Lucian planeando llevarme a algún país

lejano. Deberían incluirme en esos planes.”

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“Alexandria…”

“No.” Corté a Apolo y me levanté antes de que Aiden pudiera detenerme. “No voy a

esconderme porque hay una posibilidad de que Seth haga algo.”

“Entonces olvídate de Seth,” Aiden se levantó, cruzando los brazos. “Necesitas ser

protegida de la Orden.”

“No podemos olvidarnos de Seth.” Empecé a andar por la habitación, queriendo halarme

el pelo. “Si desaparezco de repente, ¿qué crees que haría Seth? Especialmente si no se lo

decimos, que es lo que ustedes están planeando.”

Apolo se puso en pie e inclinó su cabeza. “Esto sería mucho más sencillo si tuvieras una

personalidad agradable.”

“Lo siento, camarada.” Me detuve, encontrando los ojos plateados de Aiden. “Pero no

puedo estar de acuerdo con esto. Y si realmente creen que la Orden intentará algo,

entonces necesitamos la ayuda de Seth.”

Aiden se giró, sus anchos hombros tensos mientras gruñía. Normalmente estaría

molesta con este despliegue de testosterona pero sí, la verdad lo encontraba sexy.

El dios del sol suspiró.

“Por ahora ganas, pero si esto termina mal, como creo que lo hará…”

“¿Cómo podría pasar eso?”

“¿Además de lo obvio?,” Apolo frunció el ceño. “Si Seth hace lo que tenemos, los dioses

descargarían su ira en todos los puros y mestizos. Y, como lo estaba diciendo, si

llegáramos a ese punto no tendrías elección.”

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“¿Entonces por qué no dejas que la Orden me mate y ya? Eso solucionaría todos tus

problemas, ¿no?” No quería morir pero tenía sentido. Incluso yo podía verlo. “Seth no se

convertiría en el Matadioses en ese caso.”

“Como dije, es complicado.” Y entonces Apolo simplemente se desapareció.

Aiden exhaló audiblemente.

“Alex, no estoy de acuerdo con esto. Tienes que saber que sólo intentamos hacer lo

mejor para protegerte.”

Sexy o no, eso me molestó.

“No necesito que andes protegiéndome, Aiden. ¡No soy una niña!”

Estrechó sus ojos. “Yo de todas las personas sé que no eres una niña, Alex. Y estoy

condenadamente seguro de que no te traté como una anoche.”

Mis mejillas se ruborizaron con una mezcla de vergüenza y algo muy, muy diferente.

“Entonces no tomes decisiones por mí.”

“Estamos tratando de ayudarte. ¿Por qué no puedes verlo?” Luego sus ojos se

oscurecieron a un gris tumultuoso. “No te perderé de nuevo.”

“No me has perdido, Aiden. Te lo prometo.” Algo de la ira se desvaneció. Había miedo

detrás de su ira. Podía entenderlo. Era lo que dirigía mis rabietas regularmente. “No lo

has hecho y no lo harás.”

“Esa no es una promesa que puedas hacer. No cuando hay tantas cosas que pueden salir

mal.”

No sabía qué responder.

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Aiden cruzó la habitación, y me abrazó con fuerza. No se dijo un sola palabra en varios

segundos, sólo el sonido desigual de su pecho subiendo y bajando.

“Sé que estás enojada,” empezó, “y que odias la idea de que alguien te controle o te

obligue a hacer algo.”

“No estoy enojada.”

Él se alejó, arqueando una ceja.

“Bien. Estoy molesta pero entiendo por qué crees que debería esconderme.”

Me llevó de vuelta al sofá. “Pero no vas a hacerlo.”

“No.”

Aiden me sentó en su regazo, poniendo sus brazos a mi alrededor. Mi corazón dio un

vuelco y me tomó varios segundos acostumbrarme a este Aiden abiertamente afectuoso

que no se alejaba y mantenía su distancia.

“Eres la persona más frustrante que conozco,” dijo.

Puse mi cabeza en su hombro, sonriendo. “Ninguno de ustedes le está dando una

oportunidad a Seth, y no tengo ninguna razón para temerle.”

“Te ha mentido, Alex.”

“¿Quién no me ha mentido?,” señalé. “Mira, sé que no es una gran excusa y tienes

razón: me ha mentido. Lo sé, pero no ha hecho nada que justifique que salga corriendo y

me esconda. Tenemos que darle una oportunidad.”

“¿Y si tomamos el riesgo y estás equivocada, Alex? ¿Entonces qué?”

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Esperaba que no fuera el caso. “Entonces tendría que lidiar con ello.”

Su hombro se tensó bajo mi mejilla. “No me parece bien. Ya te fallé una vez y…”

“No digas eso.” Me giré, encontré su mirada y tomé sus mejillas. “No tenías ni idea de

que Linard trabajaba para la Orden. No tienes la culpa.”

Presionó su frente contra la mía. “Debí haber sido capaz de protegerte.”

“No necesito que me protejas, Aiden. Necesito que hagas lo que estás haciendo ahora

mismo.”

“¿Abrazarte?”, sus labios se curvaron. “Puedo hacer eso.”

Lo besé y mi pecho se oprimió. Ni en un millón de años me acostumbraría a besarle. “Sí,

eso, pero sólo necesito… tu amor y tu confianza. Sé que puedes pelear por mí pero no

necesito que lo hagas. Estos problemas… son míos, no tuyos, Aiden.”

Sus brazos se apretaron a mi alrededor, tanto que casi no podía respirar.

“Porque te amo compartimos los problemas. Cuando luchamos, luchamos juntos. Voy a

estar a tu lado sin importar nada, te guste o no. Eso es amor, Alex. Nunca tendrás que

enfrentar nada sola de nuevo. Y entiendo lo que estás diciendo. No estoy de acuerdo,

pero te apoyaré de cualquier forma que pueda.”

Estaba totalmente sin palabras. Realmente no había nada que pudiera responder a eso.

No era tan buena con las palabras, no con ese tipo, así que me envolví alrededor de él

como un pulpo súper amigable. Cuando se recostó me incliné sobre él, sin importarme

que todavía estuviera usando su traje de Centinela con dagas y todo. Pasó bastante

tiempo antes de que alguno de los dos hablara.

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“Seth realmente no es un mal tipo”, dije. “Puede ser propenso a momentos de gran

imbecibilidad pero no haría algo como deshacerse del Concejo.”

Los dedos de Aiden se deslizaron por mi mejilla. “No lo subestimaría tanto.”

Decidí no responder. Desde la llamada después del ataque de Linard no había oído de

Seth. Y ahora que me había calmado un poco empezaba a pensar lógicamente lo que

Apolo había dicho. “Todo el mundo le teme a Seth -los dioses, los puros y la orden- se

transformará en el Matadioses, ¿verdad?”

“Cierto”, murmuró. Su mano pasó por mi hombro, corriendo mi cabello.

“Bueno, ¿y si no se transforma en el Matadioses?”

Su mano se quedó inmóvil. “¿Te refieres a si detenemos la transferencia de poder? Eso

es lo que estamos intentando hacer al mantenerte lejos de Seth.”

“Dudo de verdad que ése sea el único propósito de alejarme de Seth.”

“Me pillaste,” dijo, y oí la sonrisa en su voz.

Levanté mi cabeza y decidí que era hora de ser honesta. Primero Aiden… y después Seth,

porque la última cosa que quería era que alguien saliera herido. “Me preocupo por

Seth… de verdad. Es importante para mí pero no es lo mismo. Sabes que no tienes nada

de lo que preocuparte, ¿cierto? Lo que Seth y yo teníamos… bueno, ni siquiera sé qué

era. No era una relación, no realmente. Me pidió que lo intentáramos y viéramos qué

pasaba. Y esto es lo que pasó.”

Aiden tomó un mechón de mi cabello entre sus dedos. “Lo sé. Confío en ti, Alex. Pero

eso no significa que confíe en él.”

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No había forma de hacerlo cambiar de parecer en esto. “De todas formas puedo hablar

con Seth y hacerle saber lo que está pasando con la Orden y lo que la gente teme.”

“¿Y piensas que estará de acuerdo?”

“Sí. Seth no me obligaría a hacer algo usando… el lazo en mi contra.” Besé su barbilla.

“Seth me dijo una vez que si se volvía… demasiado, se iría. Así que hay una salida.”

“Huh, ¿de verdad dijo eso?”, sus ojos ardían con plata. “Quizás no es tan malo.”

“No lo es.”

“No me gusta esto, pero como dije, te apoyaré de cualquier forma.”

“Gracias”, besé su mejilla de nuevo.

Un suspiró recorrió su cuerpo. “¿Alex?”

“¿Qué?”

Se reclinó, observándome a través de gruesas pestañas. “¿Se comieron toda la masa

para galletas anoche o de hecho hicieron galletas?”

Me reí del cambio de tema. “Hicimos algunas. Creo que quedan unas pocas.”

“Bien.” Puso sus manos en mis caderas y me inclinó hacia adelante, presionando

nuestros cuerpos juntos. “¿Qué es del día de San Valentín sin galletas?”

“Creo que los mortales ponen un montón de énfasis en el chocolate en esta época del

año.” Puse mis manos en sus hombros y todo lo de los dioses enojados, miembros de la

Orden, Seth y todo lo demás desapareció al fondo de mi mente. “Pero basta con

galletas.”

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Una mano se deslizó por la curva de mi espalda, enredándose en la masa de cabello

enredado y causándome un escalofrío. “¿Así que no hay ningún patético árbol de

navidad involucrado?”

“No hay tal cosa como un Árbol de Festividades Mortales.” Me quedé sin aliento cuando

guio mi boca había la suya, deteniéndose justo cuando nuestros labios se rozaron.

“Pero… pero estoy segura de que los mortales apreciarían la sugerencia del árbol.”

“¿De verdad?” presionó su boca contra una esquina de mis labios y luego contra la otra.

Mis ojos se cerraron y mis dedos se clavaron en su camiseta. Me besó lentamente,

poniendo todas sus pasiones no declaradas en esa única acción, y su poderoso cuerpo se

tensó bajo el mío.

No podía recordar de lo que estábamos hablando. Sólo existía la embriagadora tormenta

de sentimientos que me sometía. Este era Aiden, el hombre que había amado por lo que

sentía como una eternidad, en mis brazos y tocándome.

“Feliz día de San Valentín”, murmuró.

Aiden me sostenía cerca y aun así, en esos momentos, me mostraba más que sólo

decirme lo mucho que estábamos juntos en esto.

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Capítulo 24 Traducido por: Pandora

Corregido por: NatyLRJ

Había fantaseado tantas veces sobre cómo sería estar en una relación con Aiden. Había

habido días, no hace mucho tiempo, en los que habría eliminado esos sueños de mi

cabeza por parecer tan imposibles, pero por una semana viví esa fantasía al máximo.

Robábamos tantos momentos a solas como podíamos, llenándolos con besos profundos

y risas bajas. Y planes, incluso hicimos planes. O al menos tratamos de hacerlos.

Mi espalda se curvó y se me escapó una risilla sofocada.

“Oh, ¿así que eres cosquillosa?” Murmuró Aiden contra la sonrojada piel de mi cuello.

“Este es un desenlace muy interesante.”

Parecía que cuando estábamos juntos no podíamos mantener las manos lejos del otro

por mucho tiempo. Aiden tenía que estar tocando alguna parte de mí incluso si era solo

un ligero contacto de piel, su mano envuelta alrededor de la mía o nuestros cuerpos

sonrosados con las piernas entrelazadas, nosotros siempre nos tocábamos. Tal vez era

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porque él había luchado por evitarlo por tanto tiempo o tal vez estábamos locos,

intoxicados del simple hecho de yacer juntos y éramos adictos a ello. Nuestras piernas se

presionaban juntas y nuestras cabezas descansaban en el brazo del sofá en la sala de las

fotos familiares. Era seguro aquí porque nadie se atrevía a entrar. Lo que una vez fue el

santuario de Aiden, se convirtió en el nuestro.

Hoy no era diferente

Pero no todo era diversión. Mientras pasaban los días y sabía que se acercaba el regreso

de Seth, una energía ansiosa crecía en mi interior. También había una pizca de culpa

hundida en lo más profundo. A veces, cuando pensaba en él, recordaba esos destellos de

vulnerabilidad que había mostrado en las Catskills y el día después de que me habían

dado el brebaje. Seth era muchas cosas, casi un completo enigma a veces, pero bajo

todo eso era un chico… al que le importaba y se preocupaba por mí, tal vez más de lo

que yo lo hacía por él. Quizás no, pero no quería herirlo.

Me moví en el sofá junto a Aiden tratando de sacudir la oscura nube que

repentinamente se había asentado sobre mí. Hablar con Seth no sería fácil, pero de

nuevo, no tenía idea de cómo respondería. Él había estado con Boobs… así que tal vez

no sería tan difícil.

“Así que dime,” continuó Aiden perezosamente, arrastrándome hacia el presente, hacia

él, “¿dónde estaba ese lugar de nuevo?” Pasó sus dedos sobre mi estómago.

“No”, mis ojos se cerraron mientras mi corazón saltaba y ligeros escalofríos atravesaban

mi cuerpo.

“¿Aquí?”, sus dedos danzaron sobre mis costillas.

Más allá de las palabras, negué con la cabeza.

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“¿Dónde estaba ese lugar?”, sus ágiles dedos saltaron por mi barriga y por mi costado.

Mantuve mi boca cerrada pero mi cuerpo se sacudía mientras intenta contener mi

reacción natural. “¡Ajá! ¿Es este?” Incrementó la presión ligeramente.

Yo me retorcía pero él era implacable. Se rió cuando traté de empujarlo y me habría

caído al suelo si no fuera por su rápido movimiento.

“¡Detente!”, jadeé entre ataques de risa, “no puedo soportarlo.”

“Está bien, tal vez debería ser agradable.” Aiden me devolvió a su lado y se inclinó sobre

mí. Agarró un mechón de mi pelo y lo enredó entre sus dos dedos.

“De cualquier manera, de regreso a la cuestión. ¿Que otro lugar aparte de nueva

Orleans?”

Deslicé mi mano por su brazo, amando la manera en que sus músculos parecían

apretarse bajo la piel que yo tocaba. “¿Qué tal Nevada? No hay Covenants cerca, lo más

cerca que hay es la Universidad.”

Se inclinó hacia abajo, deslizando sus labios por mi mejilla. “¿Estás sugiriendo Las

Vegas?”

Puse mi cara más inocente.

“Bueno, habrá un montón de Daimons desde que a ustedes los puros les gusta festear

ahí, pero realmente no habrá ningún tipo de establecimiento Hematoi.”

“¿Primero Nueva Orleans y ahora Las Vegas?” Él deslizó sus labios de regreso y sus

dedos inclinaron mi cabeza hacia atrás. “Estoy empezando a ver un patrón aquí.”

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“No lo sé”, mi respiración se atoró mientras el presionaba hacia abajo. ”Tal vez no

puedes soportar Las Vegas.”

Aiden sonrió. “Me encantan los retos.”

Me reí pero todo el humor escapó en cuanto sus labios tocaron los míos de nuevo.

Podría besarlo para siempre. Eran besos gentiles al principio, suaves e interrogadores.

Mis dedos se hundieron en su pelo atrayéndolo más cerca y el beso se profundizó. Me

moví y envolví mis brazos a su alrededor, queriendo ser capaz de pausar el tiempo y

poder estar aquí para siempre, sintiendo su cuerpo amoldarse al mío, moldeándonos

juntos. Me congelé contra él.

La sensación deslizándose por mi espalda era inconfundible, las tres runas que habían

estado dormidas desde que Seth se fue despertaron en venganza, quemando y

hormigueando. La conexión volvió a la vida, respondiendo a su otra mitad.

Sus labios se movieron hacia abajo por mi cuello hacia mi clavícula. “¿Qué pasa?”

No había botón de pausa para el tiempo. Maldita sea.

“Seth está aquí, justo afuera.”

Aiden levantó su cabeza. “¿En serio?”

Asentí rígidamente.

Él juró por lo bajo y comencé a levantarme pero levantó su mano.

“Déjame revisar esto primero, Alex.”

“Aiden…”

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Descendiendo, atrapó mis hombros y me besó hasta que casi olvidé la manera en que la

conexión se movía en la punta de mi estómago.

“Sólo déjame revisarlo, ¿de acuerdo?”, susurró.

Asentí y lo vi atravesar la puerta. Con una rápida sonrisa tranquilizadora dejó el cuarto.

Probablemente era una buena idea que él fuera a recibir a Seth. Necesitaba unos

pequeños momentos a solas para reordenarme después de ese último beso.

Energía nerviosa me atravesó y la conexión se contoneó feliz. Agitada, me puse de pie en

un minuto y crucé la habitación. Seth estaba cerca, lo sabía en lo más profundo de mis

huesos. Me detuve frente a la puerta y contuve el aliento.

Estaban en el vestíbulo, solos y por supuesto, ya discutiendo. Rodé mis ojos.

“¿Piensas que no lo sé?,” oí decir a Seth con presunción. “¿Que no lo he sabido todo el

tiempo desde que me fui?”

“¿Saber qué?”, Aiden sonaba sorprendentemente calmado.

Seth se rió suavemente. “Puede que ella esté contigo ahora pero es solo un momento el

gran esquema de las cosas y los momentos terminan, Aiden. El tuyo lo hará también.”

Quería abrir la puerta y decirle a Seth que se callara.

“Suena como algo escrito atrás de una retorcida tarjeta de Hallmark33”, replicó Aiden,

“pero tal vez tu tiempo ya se ha acabado.”

33

Es la compañía fabricadora de tarjetas de felicitación más grande de los Estados Unidos. Existen algunas tiendas en Latinoamérica.

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Hubo un momento de silencio y pude imaginármelos a ambos. Aiden estaría mirando

fríamente a Seth, quien estaría sonriendo arrogante y disfrutando secretamente toda la

confrontación. A veces quería golpearlos a ambos.

“Eso realmente no importa”, dijo Seth. “Eso es lo que no entiendes: ella puede amarte y

aun así no importa. Nosotros nos pertenecemos, está destinado. Ten tus momentos,

Aiden, porque al final realmente no significan una condenada cosa.”

Eso era todo. Abrí la puerta e irrumpí en el vestíbulo. Ninguno de ellos se volvió y yo

sabía que me habían oído entrar en la habitación. Más allá de ellos podía ver la sombra

de los Guardias a través de las pequeñas ventanas, uno a cada lado de la puerta.

“¿De verdad crees eso?”, Aiden ladeó su cabeza. “Si es así eres un idiota.”

Seth sonrió. “Yo no soy el tonto aquí, puro. Ella no te pertenece.”

“Ella no le pertenece a nadie”, gruñó Aiden mientras sus manos se flexionaban en sus

caderas, donde normalmente colgaban sus dagas.

“Debatible”, dijo Seth, tan despacio que no estaba segura de haberlo oído

correctamente.

Me paré entre los dos idiotas antes de que alguno causara daños.

“No soy tuya, Seth.”

Seth finalmente me miró, sus ojos eran frío ámbar. “Necesitamos hablar.”

Lo necesitábamos. Miré al puro furioso a mi lado. Esto no iba a ser bonito.

“En privado”, agregó Seth.

“¿Que podrías necesitar decirle que no puedes decir frente a mí?”, preguntó Aiden.

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“Aiden”, gruñí. “Lo prometiste, ¿recuerdas?”. No necesitaba decir nada más, Aiden lo

sabía. “Necesito hablar con él.”

“Nada le va a pasar. No mientras esté conmigo.”

Me di la vuelta. “Sólo déjame agarrar mi abrigo. Traten de no matarse.”

“No puedo prometer nada,” Seth sonrió.

Agarrando mi abrigo de atrás del sofá, rápidamente me lo puse y volví al vestíbulo. Los

dioses sabían que un segundo de esos dos a solas era un segundo demasiado largo. Le di

a Aiden una mirada significativa mientras seguía a Seth hacia la puerta de en frente. No

parecía muy feliz pero asintió.

La brutal temperatura me quitó el aliento mientras salía. Era incapaz de recordar cuando

había sentido este frío en Carolina del Norte. Seth solo vestía una camiseta térmica y

nada más. Me preguntaba si recibiría acolchado climático una vez Despertara.

Los Guardias inmediatamente dieron un paso al lado revelando el fuerte sol de invierno

que iluminaba las tranquilas aguas. Al principio me asombré pero luego recordé de quién

eran esos Guardias: de Lucian.

Aiden se movía intranquilo, sus manos se abrían y cerraban a sus costados.

Seth le dio una fingida mirada de simpatía. “No te veas tan contento, Aiden.”

Pateé a Seth en la espinilla.

“¡Auch!”, siseó fulminándome con la mirada. “Patear no es agradable.”

“Contrariar a la gente no es agradable”, disparé de vuelta.

Aiden suspiró. “Tienen 20 minutos. Luego saldré a buscarlos.”

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Bajando las escaleras, Seth se inclinó ante Aiden y se giró. El viento atrapó y revolvió su

pelo. A veces olvidaba cuan… hermoso era Seth. Podría ganarle a Apolo. Ambos tenían

este tipo de fría belleza que no parecía real: perfecta, lejana y cercana al mismo tiempo.

Caí en un escalón junto a él, metiendo las manos en el bolsillo central de mi saco.

“No esperaba que regresaras tan pronto.”

Seth arqueó una ceja dorada. “¿En serio? No me sorprende.”

Mis mejillas se sonrojaron. No había manera de que él supiera lo que había ocurrido

entre Aiden y yo. El lazo no funcionaba a tantas millas. Tomando una profunda

respiración me preparé:

“Seth tengo que…”

“Ya lo sé, Alex.”

“¿Qué?”, me detuve alejando mi pelo de mi cara. “¿Sabes qué?”

Él me encaró y se inclinó hacia mí, su cara a solo centímetros de la mía. El lazo se volvió

loco dentro de mí, pero era manejable… mientras no me tocara. Oh, dioses, esto no iba a

ser fácil.

“Lo sé todo.”

“’Todo’ puede significar un montón de cosas”, me encogí de hombros, bizqueando

contra su dura mirada. “¿Qué es exactamente lo que sabes?”

Sus labios se torcieron en una pequeña sonrisa. “Bien, veamos, se acerca de eso”,

gesticuló hacia la casa Saint Delphi. “Sabía que iba a pasar.”

Sentí frio y calor a la vez. “Seth, realmente lo siento. No quería herirte.”

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Me miró fijamente un momento y luego se rió. “¿Herirme? Alex, siempre he sabido lo

que sientes por él.”

Está bien. Debía estar drogada con Crack cuando pensé que había visto vulnerabilidad en

Seth. Tonta de mí: él era el chico sin sentimientos, pero incluso para la arrogante y

molesta versión de Seth estaba tomándose esto sorpresivamente bien. Demasiado bien.

Mis sospechas surgieron. “¿Por qué estás tan relajado?”

“¿Debería estar molesto? ¿Eso es lo que quieres?”, ladeó la cabeza y sus cejas se

alzaron. “¿Quieres que este celoso? ¿Eso es lo que hace falta?”

“¡No!”, sentí mi rostro sonrojarse otra vez. “Yo solamente no esperaba que te lo tomaras

tan bien.”

Lo miré y luego un pensamiento me golpeó. “¿No vas a entregarlo, verdad?”

Seth sacudió su cabeza lentamente. “¿Cómo me beneficiaria? Estarías en servitud bajo el

elixir.”

Y no Despertaría, a lo que parecía reducirse todo y era lo suficientemente madura para

admitirlo. Me preguntaba que molestaría más a Seth: mi vida siendo virtualmente

acabada o que no Despertara. Desvié la mirada y me mordí mi labio.

“Seth, averigüé algunas cosas mientras tú no estabas.”

“También yo lo hice”, respondió sin inflexiones en la voz.

Eso era críptico. “Tenías que saber sobre la orden y cómo se crea un Apollyon.”

Su expresión no cambió. “¿A qué viene eso?”

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Empecé a frustrarme. “Una vez dijiste que cuando Despertaste supiste todo acerca de

los Apollyons previos. Uno de ellos tendría que saber sobre la Orden y sobre cómo

nacen. ¿Por qué no me lo dijiste?”

Seth suspiró. “Alex, no te lo dije porque no le vi el punto.”

“¿Cómo pudiste no verle el punto después de lo que me pasó en Nueva York? Si me

hubieras dicho sobre la Orden habría estado mejor preparada.”

Desvió la mirada, apretando los labios.

“Y te pregunte mientras estábamos allí si sabías qué significaba ese símbolo,” furia y

mucha decepción me abordaron. Ni siquiera traté de escudar mis emociones, “dijiste

que no lo sabías. Cuando te pregunté qué pasaba cuando un puro y un mestizo se

mezclaban, dijiste que suponías que tu padre era humano. Sabías la verdad. Lo que no

entiendo es por qué no me lo dijiste.”

“Me dijeron que no lo hiciera.”

“¿Qué?”, Seth empezó a caminar y me apuré para alcanzarlo. “¿Quién te ordenó que no

me lo dijeras?”

Miró fijamente la playa. “¿Importa?”

“¡Si!”, yo prácticamente gritaba. “Sí importa. ¿Cómo podemos tener algo si no confío en

ti?”

Sus cejas se elevaron. “¿Qué tenemos exactamente, Alex? Recuerdo haberte dicho que

podías elegir. No recuerdo haber pedido nombres34 o expectativas.”

34

Usa la palabra ‘tags’ que significa ‘etiquetas’, literalmente. Se refiere a ponerle un nombre a su relación: novios, amigos con derechos… etc.

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También lo recordaba. La noche en la piscina parecía haber ocurrido siglos atrás. Parte

de mi extrañaba a ese Seth juguetón.

“Y tú hiciste tu elección”, continuó Seth suavemente. “Hiciste tu elección incluso cuando

dijiste haberme elegido a mí.”

También recordaba esa rápida mirada satisfecha cuando le dije que lo elegía.

Sacudiendo mi cabeza busqué algo que decir. “Seth, yo…”

“No quiero hablar sobre esto”, se detuvo donde la arena chocaba con el pavimento. Se

inclinó y paso sus nudillos por mi mejilla. Retrocedí, sorprendida por el contacto y el

choque eléctrico que lo siguió. Seth bajó su mano mirando a las trasteras de las

pequeñas tiendas alineadas en el camino.

“¿Algo más sobre lo que quieras hablar?”

No había respondido la maldita pregunta pero sí tenía otra. “¿Viste a mi padre, Seth?”

“No”, encontró mi mirada.

“¿Lo buscaste, siquiera?”

“Sí. Alex, no pude encontrarlo. Eso no significa que no estuviera ahí.” Empujó hacia atrás

los cortos mechones que se habían escapado. “De todos modos, te traje un regalo.”

No estaba segura de haberlo oído bien, pero lo repitió y mi corazón se hundió. “Seth, no

deberías haberme comprado nada.”

“Cambiarás de opinión cuando lo veas”, una pequeña sonrisa tiró de sus labios.

“Créeme, este es un regalo de los que se reciben una vez en la vida.”

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Grandioso. Esto me hacía sentir mejor. Si me traía el diamante de la esperanza iba a

vomitar. Él y yo nunca estuvimos en una relación, pero la culpa aun retorcía mis

entrañas. Cuando lo miraba, veía a Aiden y cuando Seth me tocaba, sentía a Aiden. Lo

peor de todo era que Seth lo sabía.

“Alex, sólo ven.”

“Está bien”, inhalé profundo y luego presioné mis labios juntos. El viento que golpeaba

desde el océano era extremadamente frio y me estremecí en mi abrigo “¿Por qué

diablos hace tanto frío? Nunca suele ser tan frío aquí.”

“Los dioses están enojados”, dijo Seth y luego se rió.

Lo fulminé con la mirada.

Seth se encogió de hombros. “Están poniendo toda su atención en este pequeño trozo

de mundo. Es por nosotros, lo sabes. Los dioses saben que viene el cambio.”

“A veces realmente me asustas.”

Él se rió.

Le hice una mueca. Caminamos en silencio después de eso. Esperaba que camináramos

hacia la isla controlada del Covenant y cuando no lo hicimos pensé que nos dirigíamos a

la casa de Lucian, pero él me guio derecho a la ciudad y hacia la Corte, que era usada por

miembros del Concejo.

“¿Mi regalo está en la Corte?”

“Sí.”

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Honestamente nunca sabía qué esperar de Seth. Incluso con el lazo, no tenía ni idea de

lo que se le pasaba por la cabeza la mitad del tiempo.

El número normal de Guardias del Concejo estaba de pie dentro de la Corte, escondidos

de los turistas mortales. Tras ellos, los Guardias de Lucian bloqueaban la puerta. Se

hicieron a un lado, abriéndola para nosotros.

Me sobresalté. Sabía hacia dónde llevaban esa puerta y escalera. “¿Por qué estamos

bajando a las celdas, Seth?

“Porque voy a encerrarte y a actuar como un bicho raro.”

Puse los ojos en blanco.

Tomando mi codo me guió hacia adelante. Bajamos. Mis ojos se ajustaron a la oscuridad

del lugar. Viejas tablas crujían bajo nuestros pies. Las celdas no estaban bajo tierra; en

realidad estaban en el primer piso. La entrada principal daba al segundo piso, pero aun

así se sentía como si estuviéramos caminando a algún hundido y oscuro lugar.

Una luz tenue iluminaba el pasillo. Sobre el hombro de Seth pude distinguir varias celdas

alineadas en el estrecho pasillo. Me estremecí, imaginándome a mí misma atrapada en

una de ellas. Dioses ¿cuántas veces había estado cerca de terminar así?

Delante de nosotros, dos Guardias estaban frente a la última celda. Seth se acercó a ellos

y chasqueó los dedos. “Déjennos”.

Me quedé boquiabierta cuando los dos guardias se fueron. “¿Tienes poderes especiales

de Apollyon chasqueando los dedos?”

Inclino su cabeza hacia mí. “Tengo un montón de poderes especiales de Apollyon con los

dedos.”

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Lo fulminé con la mirada. “¿Dónde está mi regalo, pervertido?”

Seth retrocedió sonriendo. Se detuvo frente a la puerta de barras y extendió sus brazos.

“Ven a ver.”

Está bien, tenía curiosidad. Adelantándome, me detuve frente a la puerta y miré por

entre las barras. Boqueé como un pez fuera del agua mientras mi estómago se hundía.

Encogido en medio de la celda, con las manos y tobillos atados, el Primer Ministro Telly

nos miraba con los ojos en blanco. Su cara estaba vuelta papilla, apenas reconocible, y su

ropa colgaba sucia y desgarrada de su cuerpo.

“Oh, dioses, Seth.”

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Capítulo 25

Traducido y corregido por: NatyLRJ

Aturdida, retrocedí de la puerta de la celda. Todo lo que Apolo me había advertido se me

vino a la cabeza al instante. Todo el mundo había temido que pasara algo como esto,

todos menos yo, y aun así todavía encontraba difícil de creer que estuviera sucediendo.

“¿Qué hiciste?”, pregunté.

“¿Qué? Te traje un regalo… a Telly.”

Me giré hacia él, sorprendida de que tuviera que explicarle por qué esto estaba mal.

“Seth, la mayoría de los chicos le dan a las chicas rosas o perritos. No gente, Seth. No al

Primer Ministro del Concejo.”

“Sé lo que hizo, Alex.” Puso su mano sobre la cicatriz que Linard había dejado. “Sé que

ordenó esto.”

A través del pesado material, pude sentir la mano de Seth. “Seth, yo…”

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“Sentí algo cuando pasó… como que nuestro lazo había desparecido completamente,”

dijo suave y rápidamente. “No podía sentir tus emociones pero sabía que estabas ahí… y

luego no lo estuviste por un par de minutos. Lo supe. Y luego Lucian me lo dijo. Mi

reacción inicial fue enviarte sólo su cabeza pero luego se me ocurrió algo mejor.”

Me sentí físicamente enferma cuando miré a Seth. Y cuando miré Telly en la celda vi el

rostro hecho papilla de Jackson. Dioses, debía haber sabido que él lo sabría…y haría algo

como esto.

“No me tomó mucho encontrarlo”, continuó casualmente. “Y sé que habían personas

buscándolo. Leon,” se rió Seth, “¿o debería llamarlo Apolo? Sí, esta vez le gané. ¿Esos

dos días en los que no me llamaste? Eso fue todo lo que me tomó encontrarlo.”

El aire salió de mis pulmones. Mis venas estaban llenas de hielo.

Frunció el ceño. “Ordenó tu muerte, Alex. Pensé que te alegraría saber que ya no va a

ser un problema.”

Me giré hacia la celda. “Dioses, ¿Cómo es que las furias no han reaccionado a esto?”

“No soy estúpido, Alex.” Se movió hasta estar a mi lado, hombro con hombro. “Lucian

ordenó esto e hizo que sus Guardias lo llevaran a cabo. Yo sólo… me uní al paseo.

Inteligente, ¿verdad?”

“¿Inteligente?”, jadeé, alejándome de la celda, de Seth. “¿Así que esto fue idea de

Lucian?”

“¿Importa?”, se cruzó de brazos. “Telly trató de matarte, te mató. Por eso tiene que ser

castigado.”

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“¡Eso no hace que esto esté bien! ¡Míralo!”, señalé la celda, sintiéndome enferma.

“¿Qué le pasa?”

“Está bajo una compulsión un tanto fuerte para que no hable.” Seth se tocó la barbilla

pensativamente. “No estoy seguro de que esté pensando siquiera. De hecho, creo que

está algo frito.”

“Dioses, Seth. ¿Nadie te ha dicho que dos errores no hacen un acierto?”

Seth bufó. “Para mí dos errores siempre hacen un acierto.”

“¡No es gracioso, Seth!” Traté de calmarme. “¿Quién lo va a matar? ¿El Concejo puro?”

“No. El nuevo Concejo lo hará.”

“¿El nuevo Concejo? ¿Qué diablos es eso?”

Había frustración en sus ojos. “Necesitas entender por qué esto está sucediendo. Este

hombre sirve a los dioses, quienes te quieren muerta – a ambos-. Necesitamos

deshacernos de él.”

Me pasé las manos por la cabeza, queriendo arrancarme el pelo. “Seth, ¿esto fue idea de

Lucian o no?”

“¿Por qué importa? ¿Qué si fue él? Sólo quiere mantenernos seguros. Quiere cambiar las

cosas y…”

“¡Y quiere el trono de Telly, Seth! ¿Cómo no lo ves?” el frío se asentó en mis adentros

mientras lo miraba fijamente. Lucian quería poder y sacar a Telly era una forma de

lograrlo, pero eso no significaba que pudiera controlar completamente al Concejo… ¿o

sí? “No hay forma de que los dioses permitan esto. No quieren lo que Telly deseaba.”

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“¡Los dioses son los enemigos, Alex! No hablan con el Concejo pero sí hablan con la

Orden.”

“¡Apolo me salvó la vida, Seth! ¡No Lucian!”

“Sólo porque tienen planes para ti”, dijo, dando un paso adelante. “No sabes lo que yo

sé.”

Mis manos se convirtieron en puños. “¡Entonces dime lo que sabes!”

“No lo entenderías.” Se giró hacia la figura inmóvil en la celda. “No todavía. Ni siquiera te

culpo. Tienes demasiado de pura en ti, ahora más que nunca antes.”

Me estremecí. “Eso no fue… no fue justo.”

Cerró sus ojos y pasó su palma por su frente. “Tienes razón. No lo fue.”

“No puedes tenerlo aquí, Seth. Tienes razón. Tiene que ser castigado por lo que hizo

pero necesita un juicio. Mantenerlo así, bajo compulsión en una celda, está mal.”

Dioses, el día estaba jodido cuando yo era la voz de la razón.

Seth se giró hacia mí. Abrió su boca pero la cerró. “Ya he invertido demasiado en esto.”

El miedo se abrió paso por mi espina dorsal. Empecé a ir hacia él pero me detuve. Crucé

mis brazos sobre mi pecho. “¿Qué quieres decir?”

Intentó cogerme pero me alejé. Confundido, bajó la mano. “¿Cómo puedes querer que

viva?”

“Porque no nos corresponde decidir quien vive y quién muere.”

Frunció el entrecejo.

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“¿Y qué si nos correspondiera?”

Negué con la cabeza.

“Entonces no quiero hacer parte de eso. Y sabes que tú tampoco.”

Seth suspiró. “Alex, te estás entrenando para ser una Centinela. Tendrás que tomar

decisiones de vida o muerte todo el tiempo.”

“Eso es diferente.”

“¿Lo es?”, inclinó su cabeza hacia mí, su sonrisa presuntuosa borrando cualquier duda.

“¡Sí! Como un Centinela, mataré daimons. Eso no es lo mismo que jugar a ser jurado y

verdugo.”

“¿Cómo no ves que estoy haciendo lo que hay que hacer, incluso si eres demasiado débil

para hacerlo tú misma?”

¿Quién diablos era esta persona a mi lado? Era como intentar razonar con un lunático…

ahora sabía cómo la gente se sentía cuando trataban de razonar conmigo. La ironía era

un enemigo cruel, muy cruel. “Seth, ¿dónde están las llaves de la celda?”

Sus ojos se estrecharon. “No voy a dejarlo salir.”

“Seth”, timé un paso tentativo hacia él. “No puedes hacer esto. Tampoco Lucian puede.”

“¡Puedo hacer lo que se me dé la gana!”

Pasé a su lado e intenté coger la manija de la puerta, pero luego estaba contra la pared

opuesta y con Seth en mi cara. El miedo surgió en mi estómago mientras el lazo

zumbaba locamente. “Seth,” susurré.

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“Se queda.” Sus ojos eran de un cobre peligroso. “Hay planes para él, Alex.”

Tragué el sabor repentino de la bilis. “¿Qué planes?”

Su mirada cayó a mis labios, y un miedo totalmente nuevo me invadió. “Lo verás pronto.

No tienes que preocuparte, Alex, voy a encargarme de todo.”

Poniendo mis manos en su pecho, lo empujé varios metros hacia atrás. Shock y luego

rabia brillaron en sus facciones. “Estás chiflado, Seth. No hagas esto.”

Girándose, volvió a la celda y señaló a Telly. “¿Así que prefieres ver a esta cosa libre?

¿Libre para esclavizar a los mestizos, para que ordene matarlos? ¿Libre para que

continúe intentando asesinarte? ¿Y luego esperamos un juicio, un juicio manipulado

para proteger a los puros? Sólo van a darle una palmadita en la mano. Diablos, ¡quizás

incluso te ordenen que te disculpes por haber jodido sus planes de matarte!”

Me llené de ira. Di un paso adelante, pie contra pie. “¡No te importa lo que le pase a los

mestizos! ¡No tiene nada que ver con lo que estás planeando y lo sabes! Lo que estás

haciendo, lo que estás defendiendo está mal. Y no voy a…”

“Vete,” me cortó, su voz baja y furiosa.

Me levanté.

“No voy a dejar que hagas esto, Seth. No sé qué dijo Lucian que te convenció…”

“Dije que te fueras.” Seth me empujó, me empujó realmente fuerte. A duras penas

mantuve el equilibrio. “Quizás la próxima vez te traiga rosas o cachorritos.”

Eso me puso los pelos de punta, igual que la sonrisa que me dio. Tomó cada onza de mi

autocontrol girarme y alejarme. Fui hacia las escaleras. Como un millón de veces en mi

vida, no planeaba hacer lo que me habían ordenado pero por primera vez era

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probablemente lo correcto. Aiden y Marcus necesitaban saber lo que Seth y Lucian

estaban planeando. Quizás podrían detenerlo antes de que fuera demasiado tarde,

antes de que Seth participara en el asesinato del Primer Ministro y sellara nuestros

destinos.

Todavía tenía que haber esperanza para él. Seguro, estaba participando en algo loco

pero no épicamente desequilibrado. Técnicamente, Seth todavía no había hecho nada.

Como había dicho Caleb: todavía hay esperanza. Lo que sea que Lucian utilizaba para

manipular a Seth, como fuera que estuviera halando las cuerdas, tenía que ser eliminado

antes de que la historia se repitiera.

Abrí las puertas de la Corte y me encontré cara a cara con la raíz de todos mis

problemas.

Lucian estaba flanqueado por varios Guardias del Concejo, todos vestidos en esas

ridículas túnicas blancas. La sonrisa que se extendía por su rostro nunca alcanzaba sus

ojos. “Pensé que te encontraría aquí, Alexandria.”

Antes de que supiera qué estaba pasando, sus Guardias me rodearon. Extrañamente,

eran puros. Era una jugada inteligente, se lo concedía. “¿Qué está pasando, Lucian?”

“¿Cuándo me llamarás ‘padre’?.” Dio un último paso y se detuvo frente a mí. El viento

agitaba sus túnicas, dándole la apariencia de estar flotando.

“Hmm, ¿qué tal… nunca?”

Su sonrisa satisfecha siguió en su lugar. “Un día eso cambiará. Seremos una gran familia

feliz, los tres.”

Eso era perturbador. “¿Te refieres a Seth? Él es tan importante para ti como la justicia.”

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Lucian hizo tsk suavemente.

“Volverás a mi casa, Alexandria. No hay necesidad de que te quedes en la residencia St.

Delphi por más tiempo.”

Abrí mi boca para discutirle pero la cerré. No había forma de saber si Lucian tenía

conocimiento de mis sentimientos por Aiden, o si Seth le había dicho algo. Discutir solo

levantaría sospechas; no había nada que pudiera hacer para detenerlo. Me tragué mi

rabia y disgusto y di un paso adelante. “Sólo necesito recoger mis cosas.”

Lucian se movió al lado, haciéndome señas para que lo siguiera. “Eso no será necesario.

Seth recuperará tus pertenencias.”

Maldito sea. Me puse rígida cuando Seth salió por la puerta. No me dio una mirada y

pasó por mi lado.

Lucian le dio una palmadita en el hombro. “Nos vemos en nuestra casa.”

Seth asintió y bajó las escaleras. Ya en la acera miró arriba y me dio una sonrisa

sardónica antes de subir a uno de los Hummers estacionados en el bordillo.

“Ahora, mi querida, vendrás conmigo,” dijo Lucian.

Echando humo, pero incapaz de hacer una maldita cosa, seguí a Lucian y entré al otro

Hummer. Dios no quiera que Lucian caminara hasta su casa. Una vez había subido al

asiento trasero conmigo, estaba volviéndome loca por salir.

Lucian sonrió. “¿Por qué estás siempre tan incómoda a mi alrededor?”

Me giré de la ventana. “Es sólo que hay algo en ti.”

Arqueó una ceja.

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“¿Y eso sería…?”

“Bueno, eres como una serpiente pero babosa.”

Se recostó en el asiento mientras el Hummer se movía. “Qué tierna.”

Sonreí apretadamente. “Dejémonos de mierda, Lucian. Sé lo de Telly. ¿Por qué harías

algo que incluso yo creo que es estúpido y temerario?”

“La hora del cambio se acerca. Nuestro mundo necesita mejores líderes.”

La risa se me escapó antes de que pudiera detenerla. “¿Estás drogado?”

“Hemos tenido que vivir bajos las viejas leyes por demasiado tiempo, existiendo junto a

los mortales como si no fuéramos mejores que ellos.” Sus palabras destilaban asco.

“Deberían tomar el lugar de los mestizos, servir todas nuestras necesidades y caprichos.

Y cuando lo hagan, nosotros –los nuevos dioses- gobernaremos la tierra.”

“Dioses, estás demente.” No había nada más que decir. Y lo peor de todo es que la Abue

Piperi había tenido razón, pero, como siempre, había sido malinterpretada. La historia se

estaba repitiendo pero de la peor manera posible, y el mal se había escondido en las

sombras, actuando como un titiritero halando los hilos. Se había referido a Seth y a

Lucian. Me sentí enferma. Si tan sólo hubiera averiguado esto antes pude haber

impedido que llegara tan lejos.

“No espero que lo entiendas pero Seth sí lo entiende. Es todo lo que necesito.”

“¿Cómo te las arreglaste para que Seth te llevara la corriente?”

Estudió sus uñas. “El chico nunca tuvo un padre. Tu madre pura no quería nada que ver

con él. Supongo que lamentaba su relación con el mestizo pero no pudo deshacerse de

él mientras todavía estaba en su útero.”

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Me estremecí.

“Es seguro suponer que no fue una madre muy agradable,” continuó Lucian, “pero aun

así el chico se las arregló para impresionar al Concejo y entrar al Covenant. Tuvo una

niñez dura, siempre solo. Supongo que todo lo que siempre quiso fue ser amado.” Me

miró. “¿Pudiste hacerlo? ¿Darle la única cosa que siempre ha anhelado?”

De repente, supe sin duda alguna que Seth no le había dicho nada de Aiden. Pero ¿por

qué? Quitar a Aiden de la ecuación sólo le traería beneficios. ¿Podría ser que no lo había

hecho porque sabía que me heriría? Si era el caso, entonces Seth todavía estaba

pensando. No era una causa perdida, después de todo.

“Honestamente, eso espero. Seth es un buen chico.”

Mis ojos se abrieron como platos.

“Suenas… sincero.”

Lucian suspiró. “Nunca tuve un hijo propio, Alexandria.”

Me sorprendí. Lucian sí se preocupaba por Seth, y Seth lo veía como un padre, pero eso

no cambiaba lo que Lucian estaba haciendo. “Lo estás usando.”

El Hummer se detuvo detrás de la casa de Lucian. “Le estoy ofreciendo el mundo. Lo

mismo que a ti.”

“Lo que estás ofreciendo es la muerte segura para cualquiera que esté de acuerdo con

esto.”

“No necesariamente, querida mía. Tenemos partidarios en los… lugares menos

probables, un aliado muy poderoso.”

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La puerta se abrió antes de que pudiera responder. Un Guardia esperó a que saliera,

vigilándome cuidadosamente como si esperara que escapara, lo que había considerado

pero sabía que no lograría. Me llevaron a la casa rápidamente y luego me dejaron con mi

padrastro en el opulento hall de entrada.

“Es una lástima que tengas que hacer esto tan difícil, Alexandria.”

“Lamento arruinarles la fiesta pero no voy a apoyarlos. Y nadie más lo hará.”

“¿En serio? ¿Dudas de mis apasionadas palabras?” Su mirada fue a sus Guardias

mestizos. “Quiero darles una mejor vida a los mestizos.”

“Pura mierda”, susurré, y miré a los Guardias. Sus miradas condenatorias cuando me

miraron decían que le creían a Lucian. Y la verdadera pregunta era cuántos mestizos los

apoyaban. La cifra podría ser astronómica.

Lucian se rió. Fue un sonido frío, áspero. “Tú no tienes control sobre esto.”

“Eso lo veremos,” me estiré por el picaporte pero me congelé cuando lo giré y me di

cuenta de que estaba cerrado. Detestaba el elemento aire con todo mi corazón.

Lentamente, lo encaré. “No puedes encerrarme. Déjame salir.”

Lucia se rió de nuevo.

“Me temo que no podrás tener visitantes hasta que Despiertes, y tampoco esperes que

Apolo llegue. No podrá entrar a mi casa.”

Fruncí el ceño. “No puedes detener a un dios.”

Lucian parecía complacido mientras daba un paso al lado. Mi mirada fue a la pared

contra la que Seth había aprisionado a un Guardia una vez. Había una marca, un símbolo

crudamente dibujado de un hombre con cuerpo de serpiente.

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“Apolo no puede entrar a ningún hogar que lleve la marca de la Pitonisa de Delphi. Fue

creada hace tiempo como un castigo por romper las reglas del Olimpo. Lo gracioso es

que no lo sabía hasta hace poco.”

Tragué saliva. El dibujo parecía hecho en sangre. “¿Cómo… cómo lo averiguaste?”

“Tengo muchos amigos… con gran poder.” Lucian miró el dibujo, una pequeña sonrisa en

su rostro angular. “Tengo muchos amigos que te sorprenderían, querida.”

Sentí que los muros se cerraban y me quitaban el aliento. Estaba atrapada aquí hasta mi

Despertar. Debí haber escuchado a Aiden y nunca haber venido a esta casa. “No puedes

hacer esto.”

“¿Por qué no?” Fue hacia mí. “Soy tu guardián legal. Puedo hacer contigo lo que me

plazca.”

Mi temperamento se inflamó y estallé. “¿De veras? ¿Cuándo te ha funcionado eso

antes?”

“Antes no tenía a Seth y tampoco estabas tan cerca de Despertar.” Cogió mi barbilla,

clavándome los dedos. “Puedes luchar contra mí todo lo que quieras pero en un par de

días Despertarás. Primero conectarás con Seth, y lo que él desee, tú lo querrás. Y luego

tu poder se transferirá a él. No puedes detenerlo.”

Palidecí. “Soy más fuerte que eso.”

“¿Eso crees? Piénsalo, querida mía. Piensa lo que significa y si hay o no un punto en

luchar contra lo que está a punto de suceder.”

Sentí desasosiego pero mantuve mi expresión en blanco. “Si no me liberas te romperé el

brazo.”

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“Lo harías, ¿verdad?”, su aliento era cálido en mi mejilla. La bilis se me subió a la

garganta. “Solo hay una cosa en la que Telly y yo estábamos de acuerdo.”

“¿En qué?”

“Necesitas ser derrumbada.” Me dejó ir, la misma maldita sonrisa en su rostro. “Solo que

él lo hizo de la manera equivocada. No cometeré el mismo error que cometí con tu

madre. Le di demasiada libertad. Por ahora eres mía, igual que Seth. Y harías bien en

recordarlo.”

Retrocedí.

“Eres un hijo de perra.”

“Eso quizás sea cierto pero en un par de días, tendré el control sobre los dos Apollyons.

Entonces seré imparable.”

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Capítulo 26 Traducido por: Leidy

Corregido por: NatyLRJ

La cena fue difícil por varias razones. Había sólo tres de nosotros cenando en la larga

mesa rectangular, comiendo a la luz de las velas, como si nos hubieran arrojado a la

época medieval. Seth se dividía entre la compinchería y la fantasía de tener a papi

Lucian, quien se pasó la cena mirándome. Me negué a cualquier intento que Lucian hizo

para traerme a la conversación. No pude ni siquiera comer el delicioso bistec, lo que

apestaba.

Esta iba a ser mi última cena.

Lo sabía. Lo que estaba planeando mientras los miraba seguramente acabaría conmigo

siendo asesinada, pero la elección era clara: terminar así o ser parte de algo tan atroz

como la destrucción de los que no estaban de acuerdo con Lucian y esclavizar a la

humanidad. Porque eso es lo que planeaban, o al menos, Lucian. Lucian necesitaba a los

Apollyons -al Matadioses, por lo menos- para lograr esto. Tenía mucho sentido. Los

Apollyons se habían creado originalmente para mantener a los puros controlados, pero

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si él controlaba a los Apollyons entonces no tenía nada que temer. Una vez que

Despertara, Seth podría acabar con cualquier dios que no estuviera con Lucian,

haciéndolo prácticamente invencible. Era un plan brillante. Uno que sabía que Lucian

probablemente había elaborado desde el momento en que se dio cuenta de que había

dos Apollyons en una generación.

Darían una opción a los miembros del Concejo. Estar con ellos o caer. Con Seth teniendo

el poder Apollyon total, obtendría el poder del Matadioses y sería capaz de eliminar a

cualquier dios que estuviera en su contra. Aunque no es como si Lucian temiera a los

dioses. Una vez que Seth se convirtiera en el Matadioses, ningún dios sería lo suficiente

estúpido como para acercársele a una milla de distancia. La única amenaza serian los

miembros de la Orden, pero ellos también sufrirían un infierno tratando de derrumbar a

Seth. Lucian ya tenía Centinelas en busca de los miembros restantes. Me estremecí ante

lo que sabía que harían con ellos.

Y, sin embargo, por mucho que hablaran, sentí que había algo que ocultaban. Había algo

más y ahora sabía por qué Apolo había sido tan insistente en mantenerme a salvo.

"¿Cómo la Orden mató al primero y a Solaris?", pregunté, hablando por primera vez.

Lucian le arqueó las cejas a Seth mientras hacía girar la copa de cristal.

"Los agarraron inesperadamente." Seth miró su plato. "Les atravesaron el corazón al

mismo tiempo." Se aclaró la garganta. "¿Por qué lo preguntas?”

Me encogí de hombros. Sobre todo porque tenía curiosidad de cómo lo habían hecho

porque matar a dos Apollyons no era tarea fácil. Cuando no di una respuesta,

reanudaron su conversación.

Volví a mi a mi plato.

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Iba a hacer algo que nunca pensé que lo haría de nuevo. Iba a matar a un puro, a Lucian.

Mis dedos se cerraron sobre el cuchillo de la carne. Era la única manera de detener esto.

Sacando a Lucian, Seth se liberaría de su monstruosa influencia paterna. Y yo estaría

muerta, pero tal vez... tal vez Aiden y Marcus podrían detener la locura de Lucian. Valía

la pena intentarlo. No podía permitir que esto sucediera, y lo haría si me mantenían

aquí. Luego nadie podría detenerlos.

Esto era posiblemente lo más loco, más espontáneo e imprudente que jamás había

planeado, pero ¿qué otra opción tenía? Lucian ya controlaba a Seth y me podía controlar

a través de Seth si así lo quería. Ese era el temor del mundo… mi peor miedo.

Tenía que hacer algo.

"¿Me disculpan?", Le pregunté.

"No has comido nada." Seth frunció el ceño. "¿Te sientes mal?"

Caramba, ¿podría ser que había perdido mi apetito porque estaba rodeada de lunáticos?

"Sólo estoy cansada."

"Está bien", dijo Lucian.

Tratando de no pensar en lo que estaba por hacer, puse mi servilleta sobre el cuchillo y

lo deslicé, acomodándolo en mi manga. Mis rodillas se pusieron débiles. Matar en

batalla o cuando tenía que protegerme era totalmente diferente a esto. Una parte de mí

gritaba que esto estaba mal, igual de mal de lo que pretendían hacerle a Telly, pero ¿una

vida a cambio de proteger innumerables? Valía la pena.

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Okay. Dos vidas, porque en serio dudaba que fuera a salirme con la mía. Los Guardias

esperaban a las afueras del comedor. Si ellos no me mataban, el Concejo que Lucian

intentaba traicionar lo haría. Irónico.

Me acerqué a la mesa lentamente, calmando mi respiración y bloqueando mis

emociones. Tenía la fuerza suficiente para empujar el cuchillo por su espalda, y cortar su

médula espinal. Sería más fácil que ir a la garganta y los ojos, pero dioses, estaba

horrorizándome a mí misma sólo de pensar en ello.

Sólo hazlo. Llegué junto a Lucian y respiré profundamente mientras dejaba que el

cuchillo se deslizara hacia fuera de la manga. Luego, un tren de carga me estrelló contra

el suelo.

Golpeé las baldosas con un golpe audible. Seth cubrió mis piernas mientras giraba mi

muñeca hasta que grité y me vi obligada a dejar caer el cuchillo. Cuando traté de

torcerme para defenderme, un Guardia se precipitó en la habitación, pero Lucian

extendió una mano para detenerlo.

"¿Qué diablos te pasa?" Seth, preguntó con furia, y me dio una pequeña sacudida

cuando no respondí lo suficientemente rápido. "¿Estás loca?”

Mi corazón latía con fuerza contra mis costillas.

"¡Yo no soy la loca aquí!"

"¿De verdad? ¿No lo eres?" Su mirada se dirigió al cuchillo. "¿Es necesario que te lo

explique?”

"Encárgate de ella," Lucian se puso en pie y arrojó su servilleta de tela, su voz

inquietantemente calmada, "antes de que haga algo de lo que me arrepienta."

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Seth suspiró ásperamente. "Lo siento, Lucian. Voy a encargarme de esto. "

Tan sorprendida estaba que no podía hablar. ¿Estaba pidiéndole disculpas a Lucian?

Estaba en la tierra de los locos y no había forma de escapar.

"Tiene que aceptar esto," dijo Lucian. "No voy a vivir con el temor de ser asesinado en mi

propia casa. O ella se ajusta a lo estipulado o voy a tener que encerrarla".

Los ojos de Seth encontraron con los míos. "Eso no será necesario”.

Lo miré.

"Bien." Lucian sonaba más asqueado que asustado. Era como si le hubiera escupido en

lugar de tratar de matarlo. "Me retiro por esta noche. ¡Guardias!"

En una ráfaga de actividad, siguieron a Lucian fuera de la habitación. Algunos de ellos

eran puros. ¿Les había prometido algo por lo que valía la pena ir en contra del Concejo y

correr el riesgo de morir? Sabía lo que les había ofrecido a los mestizos.

Seth todavía me tenía en el suelo. "Eso fue posiblemente la cosa más estúpida que

alguna vez has tratado de hacer."

"Es una lástima que no funcionara."

Pareciendo incrédulo, me puso de pie. En el momento en que me soltó, me lancé a la

puerta. Me atrapó antes de que corriera fuera de la habitación, sujetando sus brazos a

mí alrededor. "¡Déjame ir!"

Tiré mi cabeza hacia atrás, apenas rozando la suya. "¡Déjame ir!"

"No hagas esto más difícil, Alex."

Luché por liberarme de su agarre. "Te está utilizando, Seth. ¿Por qué no te das cuenta?"

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Su pecho se levantó contra mi espalda. "¿Es tan difícil aceptar que Lucian se preocupa

por mí… y por ti?”

"¡Él no se preocupa por nosotros! Sólo quiere usarnos." Di una patada para impulsarme

con la pared, pero Seth lo anticipó y me dio la vuelta. "¡Maldito seas! ¡Eres más

inteligente que esto!"

Seth suspiró y comenzó a arrastrarme hacia el pasillo. "Eres una tontita a veces. No te

quieren para nada, Alex. ¡Nada! Juntos podremos cambiar nuestro mundo. ¿No es eso lo

que querías?" Habíamos llegado a la parte inferior de la escalera, y pateé la estatua de

algún dios que no reconocí. "¡Dioses! Ya basta, Alex. Para alguien que es tan chiquita

eres condenadamente pesada. No quiero subirte alzada.”

"Caramba, gracias. Ahora estas llamándome gorda".

"¿Qué?" Sus brazos se aflojaron.

Cerré mi codo en su estómago con tanta fuerza que el impacto hizo temblar todo mi

cuerpo. Seth se dobló, pero no me dejo ir. Maldijo violentamente, me giró y se dobló por

la cintura. Apretó su brazo sobre mi cadera y me tiró por encima del hombro. Antes de

que pudiera darme cuenta, atrapó mis piernas y las mantuvo presionadas.

"¡Bájame!" Golpeé su espalda con mis puños.

Seth gruñó mientras subía las escaleras. "En serio, no puedo creer que tenga que hacer

esto."

Continué mi asalto en vano. "¡Seth!"

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"Tal vez te mereces una paliza35, Alex." Riendo, tropezó cuando clavé mi rodilla en sus

riñones." ¡Ay! ¡Eso dolió!"

Estábamos haciendo el ruido suficiente como para despertar a todos los Guardias de la

casa, pero nadie intervino. Reconocí el pasillo de cabeza y Seth empujó las puertas. Era

mi antigua habitación en la casa de Lucian.

Seth irrumpió a través de la alfombra blanca que no definitivamente no estaba en mi

habitación cuando vivía ahí. En ese entonces, había tenido suelos desnudos que eran

fríos en el invierno. Me dejó bruscamente en la cama y luego, plantando las manos en

las caderas, dijo. "Compórtate."

Me puse en pie. Seth me tomó por la cintura y me empujó de nuevo hacia abajo con

poco esfuerzo de su parte. Una increíble cantidad de ira me llenó de energía, barriendo a

través de mí como una ráfaga de olas turbulentas. Y dejé que la furia se hinchara y se

extendiera como la marea.

"Estás siendo ridícula, Alex. Y necesitas calmarte. Estás haciendo que desee tener un

poco de Valium36.”

Mis manos se cerraron en puños. "Él te esta utilizando, Seth. Quiere controlarnos para

poder derrocar al Concejo. Quiere ser superior a los dioses. ¡Sabes que nunca van a

permitirlo! Es por eso que los Apollyons se crearon en primer lugar.”

Seth arqueó una ceja. "Sí, Alex, se por qué los Apollyons fueron creados al principio. Para

asegurarse de que no hubiera ningún puro que alcanzara el poder de los dioses y bla bla

35

Aquí usa la palabra ‘spank’ que se refiere a un manotazo… en las nalgas, usualmente *wink*. 36 Valium: droga con efectos tranquilizantes y sedantes.

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bla. Déjame hacerte una pregunta: ¿crees que a algún dios le importaría si murieras

luchando contra un daimon?"

"Obviamente les importa porque me trajeron de vuelta.”

Puso los ojos en blanco. "¿Y si no fueras el Apollyon, Alex? ¿Qué habría sucedido si

fueras sólo una mestiza normal? ¿Les importaría en absoluto si tú murieras?"

"No, pero…"

"¿Crees que eso está bien? ¿Que estés obligada a ser una esclava o una guerrera?"

"¡No! No está bien, pero los dioses no lo decretaron. Fueron los puros, Seth."

"Lo sé, ¿pero no crees que los dioses lo podrían haber cambiado si hubieran querido?”

Se acercó más y bajó la voz. "El cambio tiene que suceder, Alex."

"¿Y crees que Lucian realmente va a generar ese tipo de cambio?” Deseé que Seth

entendiera. "¿Que una vez que asuma el control total del Concejo va a liberar a los

sirvientes? ¿Qué aliviará a los mestizos de su deber?"

"¡Sí!" Seth se puso de rodillas delante de mí. "Lucian lo hará."

"Entonces, ¿quién va a luchar contra los daimons?"

"Habrá quienes voluntariamente luchen al igual que los puros lo hacen ahora. Lucian lo

hará. Todo lo que tenemos que hacer es apoyarlo."

Negué con la cabeza. "Lucian no se preocupa por los mestizos, solo se preocupa por él

mismo. Al final quiere poder esclavizar a los mortales en vez de a los mestizos. Él mismo

lo dijo."

Con un bufido de disgusto, se puso de pie. "Lucian no tiene intención de hacer tal cosa”.

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"¡Él me lo dijo en el coche!" Agarré sus manos, ignorando la forma en que el lazo dio un

salto. "Por favor, Seth. Tienes que creerme. Lucian no hará ninguna de las cosas que

prometió.”

Se me quedó mirando un momento. "¿Por qué te importaría siquiera si esclavizar a los

mortales fuera su plan? No lo entiendo. No pudiste soportar vivir entre ellos cuando te

tocó hacerlo. ¿Por qué quieres proteger a los dioses cuando la Orden te mató -te mató-

para protegerse? Y ¿tienes problema con unos cuantos puros muriendo en el camino?

Mira cómo te han tratado. No lo entiendo."

A veces no me entendía a mí misma. Los puros nos trataban como basura, y los Dioses…

bueno, eran tan culpables como los puros. Habían permitido que esto sucediera, pero

esto estaba mal. “Personas Inocentes morirán, Seth. ¿Qué piensas que los dioses harán?

Puede que no sean capaces de tocarnos, pero pueden ser vengativos y francamente

sádicos. Iniciaran un sacrificio de mestizos y puros. Apolo lo dijo."

Apretó mis manos. "Bajas de guerra… suele suceder.”

Las liberé. Mi estómago estaba hecho un nudo. "¿Cómo puedes ser tan indiferente?”

"No es que sea indiferente, Alex. Se llama ser fuerte”.

"No," dije en voz baja. "Eso no tiene nada que ver con la fortaleza.”

Seth se alejó de mí pasando la mano por su pelo, tirando de los mechones libres del lazo

de cuero. ¿Siempre había sido así? Siempre había tenido un grado de frialdad hacia mí,

pero nada como esto.

"Todo estará bien," dijo finalmente. "Te lo prometo. Cuidaré de ti”.

"No va a estar bien. Tienes que dejarme ir. Tenemos que estar lejos el uno del otro.”

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"No puedo, Alex. Tal vez el tiempo te hará olvidarte de él y... "

"¡No se trata de Aiden!"

Frente a mí, sus labios se torcieron en una amarga sonrisa cínica. "Siempre se trata de

Aiden. No te preocupan los mortales. Si a pesar de todo pudieras tenerlo y dejarnos

hacer lo que queremos, no te importaría.”

"Sí me importa. Vas a tener que matar a gente inocente para hacer esto, Seth. ¿De

verdad podrías vivir con eso? Porque yo no puedo.”

"¿Qué puro es realmente inocente?" preguntó, en lugar de responder mi pregunta.

"Hay puros que no quieren ver a mestizos esclavizados. Y sí, los dioses son un montón de

idiotas, pero eso es lo que son.”

"Ya hemos hablado de esto, Alex. No vamos a estar de acuerdo. Todavía no, por lo

menos. Pero tu cumpleaños es sólo en unos días. Lo entenderás después.”

Me quedé boquiabierta. "¡Seth, por favor, escúchame!"

Una máscara fría cayó sobre su rostro, bloqueándolo. "Realmente no lo captas, Alex. No

puedo… no te dejaré marchar.”

"¡Sí puedes! Es muy simple. Solo déjame salir de esta casa.”

Seth estaba delante de mí en un segundo. Agarró mis manos, presionando sus palmas

contra las mías. "No sabes cómo se siente ahora, pero lo sabrás. Mientras más marcas

tengas, más akasha hay para mí. Nada, nada se siente de esa manera. Es poder puro,

Alex. ¡Y ni siquiera has Despertado! ¿Te imaginas cómo será entonces?" sus ojos tenían

ese enloquecido destello, excesivamente apasionado. Lo había visto antes y lo había

desatendido. "No puedo renunciar a eso."

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"Dioses, ¿te estas oyendo? Suenas como un daimon anhelando éter”.

Sonrió. "No es nada como eso. Es mejor.”

Ahí fue cuando me di cuenta de que entre la influencia de Lucian y el encanto del

akasha, Seth se había tornado en algo peligroso. Apolo había tenido razón. Maldición. La

Abuela Piperi había tenido razón.

Y yo había estado tan, tan equivocada. Estaba en una posición precaria. Cualquier cosa

era posible y mi ritmo cardíaco se duplicó. Quería golpearme a mí misma por no dejado

que Apolo me escondiera lejos, pero cuando hizo la propuesta estaba concentrada en lo

que Lucian quería hacer. Estaba disgustada conmigo misma por el tiempo en que había

querido tirar la toalla. Huir no era algo que había jamás, pero ahora tenía que hacerlo

porque era la única cosa inteligente.

"Quiero que te vayas de mi habitación." Obligué a mis rodillas a que dejaran de temblar

y me enderecé. "Ahora".

"No quiero irme", respondió sin inflexiones en la voz.

El corazón me saltó a la garganta. "Seth, no te quiero aquí.”

Él inclinó la cabeza hacia un lado, asus ojos calentándose un poco. "No hace mucho

tiempo no tenías ningún problema con que estuviera en tu habitación... o en tu cama.”

"No tienes derecho a estar aquí. No eres mi novio."

Las cejas de Seth se levantaron. "Hablas como si lo que somos se pudiera simplificar en

etiquetitas. No somos novios. Tienes razón en eso."

Me aparté de la cama, mis ojos buscando desesperadamente una manera de salir de la

habitación. Sólo había un baño, closet, y una ventana. Y mi vieja casa de muñecas...

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¿Qué diablos estaba haciendo todavía aquí? En lo alto de la casa había una espeluznante

muñeca de porcelana que había odiado cuando era niña y que todavía odiaba.

Haciéndose detrás de mí, susurró en mi oído. "Somos la misma persona. Queremos y

necesitamos las mismas cosas. Puedes amar a quien quieras y puedes decirte a ti misma

lo que te plazca. No tenemos que amarnos el uno al otro; ni siquiera tenemos que

gustarnos. No importa, Alex. Estamos atados y la conexión es mucho más fuerte que lo

que sea que siente tu corazón.”

Girándome, puse espacio entre nosotros. "No. Esto es todo. Recuerdo la promesa que

me hiciste. No quiero hacer esto. Tienes que irte. No me importa donde vayas. Sólo

vet…"

“No me voy a ir," dijo.

El terror se convirtió en algo mucho peor y mucho más poderoso. El miedo se deslizó en

mí, mordiendo profundamente y difundiéndose por mis venas como veneno.

"Me lo prometiste, Seth. Me juraste que me dejarías si esto era demasiado. ¡No puedes

romper la promesa!"

Sus ojos se encontraron con los míos. "Es demasiado tarde para eso. Lo siento, pero esa

promesa es nula y vacía. Las cosas han cambiado.”

"Entonces yo me iré." Tomé una profunda respiración, pero eso no calmó el golpeteo en

mi pecho. "¡No puedes mantenerme aquí! No me importa que Lucian sea mi tutor legal.”

Echó la cabeza hacia un lado, y su mirada se volvió casi curiosa. "¿Crees que hay algún

lugar en este mundo en el que no pudiera encontrarte si así lo quisiera?”

"Dioses, Seth, ¿sabes siquiera que suenas como un acosador?”

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"Sólo estoy diciendo la verdad", respondió alegremente. "Cuando cumplas tus dieciocho

años, ¿qué es en cuánto? ¿Cinco días?, no tendrás ningún control sobre eso."

Mis manos se cerraron en puños. Dioses, odiaba cuando él estaba en lo cierto.

Especialmente cuando me daba miedo y Seth me daba bastante maldito miedo ahora.

No podía demostrárselo, así que me apoyé en la ira.

"¡No tienes ningún control sobre mí, Seth!”

Seth arqueó una ceja. Una lenta, pero malvada sonrisa se dibujó en su rostro.

Reconociendo su mirada, retrocedí, pero fue tan increíblemente rápido. Su brazo

serpenteó, capturándome por la cintura.

El instinto se hizo cargo. Mi cerebro se apagó y entré en modo de lucha. Dejé que mis

piernas se pusieran flácidas, y me convertí en un peso muerto en sus brazos. Seth

maldijo y cuando se agachó a cogerme, me levanté de un salto, golpeando con mi rodilla

su parte media. Un silbido de aire salió de sus pulmones mientras se tambaleaba hacia

atrás.

Girando, alcé mi brazo, pegándole en el pecho. No fue un golpe débil. Puse toda mi ira

en él y Seth cayó de rodillas.

Me lancé hacia la puerta, lista para abrirme camino fuera de la casa y hacia abajo en la

calle si era necesario.

Nunca lo logré… no en realidad.

Mis dedos se cerraron en torno al pomo de la puerta en el mismo instante en que se

sintió una oleada de electricidad en la habitación que levantó los vellos de todo mi

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cuerpo. Entonces, de repente, estaba volando hacia atrás. Había pelo alrededor de mi

cara, nublando mi visión.

Los brazos de Seth estaban alrededor de mi cintura y me sostenía contra su pecho.

"Sabes, me gustas más cuando estás furiosa. ¿Quieres saber por qué?"

Me retorcí en su abrazo, pero él aguantó, y era como tratar de mover un camión.

"No, realmente no me importa, Seth. Déjame ir.”

Él se río profundamente, y el sonido retumbó a través de mí.

"Porque cuando estás enojada, siempre estás a un paso de hacer algo irracional. Y así es

cómo me gustas."

Seth me soltó sin ninguna advertencia y se dio la vuelta. Lo vi en sus ojos y luego, en la

forma en que sus labios se abrieron. Panico congeló la sangre en mis venas.

"No lo…"

La mano de Seth salió disparada, envolviéndose alrededor de mi cuello. Las marcas del

Apollyon se dibujaron en su piel a una velocidad vertiginosa. Lo que existía en mí, esa

parte que se había creado para completarlo, respondió rápidamente. Las marcas volaron

por su brazo, llegando hasta sus dedos. Un segundo más tarde, luz ámbar crepitaba en el

aire, y luego un brillo azul más débil. Su mano trazó círculos, presionando, quemando la

piel de la parte posterior de mi cuello, creando la cuarta runa.

Hubo un segundo, justo antes de que mi cerebro se sobrecargara con las sensaciones, un

instante en el que me arrepentí de haber dejado que Seth se acercara tanto a mí, de

transformar el vínculo entre nosotros en algo que parecía irrompible. Él había planeado

esto todo el tiempo.

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Y entonces ya no pensaba más.

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Capítulo 27 Traducido por: Blair

Corregido por: NatyLRJ

Los ojos de Seth brillaron mientras la presión dentro de mí pasaba a través del lazo,

dejándome y yendo hacia él. De repente, una luz brilló desde cuatro puntos: mi

estómago, mis palmas, y ahora la parte trasera de mi cuello. El dolor pinchó a lo largo de

mi piel como una avispa furiosa y embotada. Mi cabeza se sentía pesada, mis piernas

débiles mientras el placentero tirón continuaba.

Su brazo libre me agarró justo cuando se doblaron mis piernas. Debí haberme

desmayado, por cuánto tiempo, no lo sé. Estaba de espaldas cuando la habitación volvió

a entrar en foco. Una espesa niebla estaba sobre mí, empujándome contra la cama.

"Ahí estás," dijo Seth. La mano que alisaba mi cabello tembló ligeramente.

Había un sabor extraño, casi metálico en la parte posterior de mi garganta.

"¿Qué... qué pasó?"

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Seth sacó la mano de mi pelo. "No Despertaste, pero..." Tomó mi mano y apretó la

palma.

La respuesta fue inmediata. Mi espalda se arqueó. Se sentía como si algo estuviera en mi

interior agarrando y luego tirando. No era doloroso, pero tampoco era agradable.

"Seth..."

Cuando la soltó, los hilos invisibles se cortaron. Me derrumbé, sin fuerzas y débil, y

Seth... se sentó en cuclillas, sosteniendo su mano delante de su rostro. Una

asombrosa expresión infantil llenó su rostro cuando la luz azul brillante cubrió su mano,

ardiendo más brillante que nunca antes.

"Akasha... esto es bueno, Alex. Es más... puedo sentirte bajo mi piel."

Aturdida, miré la bola de luz opaca y la excitación que emanaban los ojos de Seth. De

alguna manera supe, incluso mientras presionaba sus labios en mi mejilla, que Seth

había tenido el poder necesario para matar a un dios, aunque fuese por unos pocos

momentos.

Un rayo cayó más allá de la ventana, pero no fue más brillante que el último vistazo.

Sabía que tenía que salir de aquí, pero cuando traté de incorporarme, me sentí como si

estuviese pegada a la cama.

Él sonrió mientras se sentaba a mi lado, moviendo su mano a mi mejilla y giró mi cabeza

hacia él. Su pulgar se detuvo por encima de mi labio inferior. "¿Viste eso?"

Quería desviar la mirada, pero no podía y me sentí enferma. Un trueno ahogó el latido

de mi corazón.

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"Fue hermoso, ¿no? Tanto poder. Lucian se sentirá decepcionado de que no hayas

Despertado después de la cuarta marca, pero algo sucedió."

¿Qué significaba eso? No entendía y mis pensamientos estaban demasiado borrosos. El

lazo saltó cuando su mano se deslizó bajo mi cabeza y volvió a la runa en mi nuca.

"Esta es la runa de la invencibilidad", explicó. "Cuando Despiertes, se activará. Y

entonces los dioses no podrán tocarte."

Lo miré a los ojos y obligué a mi pesada lengua a funcionar.

"No... quiero que me toques."

Seth sonrió y las marcas regresaron, deslizándose sobre su tez dorada. Lo supe en el

momento en que nuestras marcas se tocaron. Él bajó la cabeza hasta que un soplo

separaba nuestros labios. Mis sentidos se volvieron locos. Electricidad saltó por mi piel y

más abajo.

"Eres tan hermosa así" murmuró, y presionó su frente contra la mía.

Lo que había en mí, lo que había entre nosotros, era desagradable. ¿Cómo no me había

dado cuenta antes? Había habido señales desde el principio. La noche en la que había

descubierto lo que era y Seth se había quedado atrás con Lucian. La necesidad de poder

de Seth y cómo mi respuesta hacia él parecía estar fuera de control, incluso cuando nos

quedamos por primera vez en el patio trasero unos meses atrás, y varias veces más.

Pensé en esa fugaz expresión de satisfacción que había visto cuando estábamos juntos

en la piscina y había decidido ver qué sucedía con él… lo había elegido. Y todo el tiempo

que había estado pasando con Lucian...

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Había estado tan ciega.

Los labios de Seth se presionaron contra mi pulso, que batía salvajemente, y me

estremecí, asqueada, enojada, aterrorizada e indefensa.

"No lo hagas", le rogué, antes de que el retorcido lazo entre nosotros volviera con tanta

fuerza que no podía decir dónde comenzaba él y dónde terminaba yo.

"¿No quieres esto? No puedes negar que una parte de ti me necesita."

"Esa parte no es real." Mi cuerpo estaba hormigueando, palpitando, y ansiándolo, pero

mi corazón y mi alma se estaban marchitando, enfriándose. Lágrimas llenaron mis ojos.

"Por favor no me hagas hacer esto, Seth." Mi voz se quebró. "Por favor."

Seth se quedó helado. La confusión nubló sus ojos, el brillo duro del ámbar del fuego

roto de dolor. "Yo... yo nunca te forzaría, Alex. No haría eso." Su voz era extrañamente

frágil, vulnerable e insegura.

Me puse a llorar. No sabía si era de alivio o porque sabía que muy en el fondo Seth

todavía estaba ahí en algún lugar. Por ahora.

Seth se sentó, pasándose una mano por el pelo.

"Alex, no... no llores."

Mis manos se sentían como bloques de cemento cuando las levanté y limpié mis ojos.

Sabía que no debía llorar delante de daimons, o mostrar debilidad y Seth... no era

diferente.

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Se agachó, pero se detuvo. Pasaron varios segundos antes de que hablara. "Se hará más

fácil. Lo prometo."

"Sólo vete", le dije con voz ronca.

"No puedo." Se sentó a mi lado, manteniendo una distancia prudencial entre nosotros.

"En el momento en que deje esta sala harás algo estúpido."

A decir verdad, estaba demasiado cansada para estar de pie, y mucho menos para

organizar una fuga audaz. Logré rodar sobre mi lado, lejos de él. El sueño no llegó

fácilmente esa noche. El único consuelo que me llevé fue que cuando cerré los ojos me

imaginé a Aiden. Y aunque la imagen no le hizo justicia, su amor hizo la única cosa que

había pedido.

No protegerme, sino darme fuerza para encontrar una salida de este lío.

Seth rara vez se alejó mi lado los dos días siguientes, mandando que trajeran comida a la

habitación, y me tomó esos dos días recuperar fuerza real. La última runa había tomado

más de mí que las otras, y sabía tal cual Seth había dicho que algo era diferente.

Sólo me extrajo Akasha una vez, cuando trajo a Lucian para que lo presenciara.

Seth había tenido razón. Lucian había estado decepcionado de que no había Despertado

todavía, pero había estado complacido por el nuevo poder que Seth había ganado, a

pesar de que había sido temporal.

Y dioses, Seth había parecido un niño mostrándole a su padre su preciado proyecto de

ciencias. Pensé que me sentiría asqueada de Seth, pero durante las largas tardes que

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pasó hablando conmigo mientras trataba de convencerlo de que me dejara ir, empecé a

sentir lástima por él.

Había dos lados en él, y el lado que había mantenido cerca de mi corazón se estaba

perdiendo ante su ansia de poder como un daimon con sed de éter. Quería arreglarlo de

alguna manera, salvarlo.

También quería estrangularlo, pero eso no era nada nuevo.

Durante la tarde de la segunda noche, una conmoción en la planta baja me sacó de la

cama. Reconociendo la profunda voz de Marcus, me puse de pie sobre mis débiles

piernas y me lancé hacia la puerta.

Seth estaba a mi lado en un instante, colocando una mano en la puerta. "No puedes."

Parpadeé y alejé el mareo. "Es mi tío. Quiero verlo."

"¿Desde cuándo?" Seth sonrió, y yo contuve el aliento, ya que me recordó al otro Seth,

uno que no me mantendría como rehén. "Lo odias."

"Yo... yo no lo odio." En ese momento, me di cuenta de que había sido una cretina con

mi tío. Por supuesto, él no era la persona más cálida, pero no me encerraba en una

habitación con un sociópata potencial. Juré que cambiaría... Si alguna vez lo llegaba a ver

de nuevo. "Seth, quiero…"

"¿Por qué se niegan a dejar que Marcus vea a su sobrina? ¿Hay algún problema?"

Mi aliento se atoró en mi garganta mientras presionaba mis manos contra la puerta,

debajo de las de Seth. La voz de Aiden fue como una explosión de luz solar y calor.

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Estaba muy cerca de patear a Seth en sus partes íntimas sólo para que se moviera, y él lo

debió haber previsto porque la advertencia en sus ojos me dijo que ni lo pensara.

"Está descansando, pero está bien. No hay necesidad de preocuparse," oí decir a Lucian

y luego su voz se desvaneció.

Tomando una respiración poco profunda, cerré los ojos. Aiden estaba tan cerca y sin

embargo, no podía llegar a él. Sabía que tenía que estar preocupado, suponiendo lo

peor. Si pudiera sólo verlo, hacerle saber que estaba bien... aliviaría un poco del dolor en

mi corazón.

"¿De verdad lo amas?" preguntó Seth en voz baja.

"Sí." Abrí los ojos. Su mirada era abatida. Gruesas pestañas le abanicaban las mejillas.

"Lo hago."

Poco a poco, levantó los ojos. "Lo siento".

Aproveché el momento. "Y me preocupo por ti, Seth. De verdad. Ver lo que estás

haciendo -en lo que te estás convirtiendo- me está matando. Eres mejor que esto, más

fuerte que Lucian."

"Soy más fuerte que Lucian." Él se apoyó en la puerta, mirando a través de ojos

entrecerrados. "Y seré más fuerte que un dios muy pronto."

Y eso fue todo. Seth no se movió de la puerta, y yo eventualmente me fui a la ventana

con la esperanza de tener un vistazo de mi tío y Aiden. El techo terracota de la biblioteca

bloqueaba la vista.

No volvimos a hablar.

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El tiempo se acababa y yo tenía que hacer algo.

Seth estaba ansioso a la mañana siguiente, incapaz de estarse quieto durante más de

unos pocos minutos. Su constante ritmo y movimientos bruscos estaban muy en

desacuerdo con su habitual gracia innatural. Tenía mis nervios de punta, y cada vez que

me miraba se me hacía un nudo de temor y sentía punzadas de miedo en mi garganta,

pero nunca se acercó a mí y no me tocó de nuevo. Seth sólo se mantuvo de espaldas,

mirando por la ventana en silencio, esperando.

La mañana después de la visita de Marcus, sentí que tenía que ver la runa de la parte

posterior de mi cuello de nuevo. Con mi energía a niveles normales, encontré un espejo

de mano y estiré mi cuello, girando hasta que la alcancé a ver en el espejo del baño. Era

azul pálido, con una forma en S que se cerraba al final. La runa de la invencibilidad. Me

estiré y la toqué. La piel de mis dedos hormigueó por el contacto.

Bajé el espejo al tocador y me di la vuelta. Mis ojos parecían muy amplios, casi

asustados. Habían sombras formándose debajo de ellos, opacando los irises marrones.

No era que mis ojos marrones fueran extraordinarios en primer lugar, pero caray.

La mirada asustadiza de mis ojos no se había ido, incluso después de que me había

duchado. Había un peso instalado en mis hombros, apretándome el pecho. Seth había

estado tratando de Despertarme todo este tiempo, como me temía. Me había mentido.

Empuje mi cabello húmedo. Por suerte no había tenido éxito, pero había algo que sin

duda era diferente. Podía sentirlo justo debajo de la piel.

Hubo un golpe en la puerta del cuarto de baño.

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"¿Alex?" Seth llamó y llamó de nuevo. "¿Qué estás haciendo ahí?"

Reuniendo fuerzas, me concentré en las paredes de color rosa neón y forcé un escudo

mental, dejándolo fuera.

Su suspiro fue audible. "Sólo estás bloqueándome para sacarme de mis casillas, Alex."

Le di a mi reflejo una sonrisa débil y luego abrí la puerta. Pasándolo de largo, tiré mi ropa

sucia en la esquina.

"¿Así que no vas a hablar conmigo?", preguntó.

Me senté en la silla y tomé un peine.

Seth se arrodilló delante de mí. "Ya sabes que no puedes permanecer en silencio por

siempre."

Peinando los nudos de mi cabello, decidí que podía intentarlo.

"¿Sabes cuánto tiempo vamos a estar juntos? Esto se tornará aburrido y viejo muy

rápido." Cuando no le respondí, me agarró la muñeca. "Alex, estás siendo…"

"No me toques". Liberé mi brazo, lista para usar el peine como un arma mortal si era

necesario.

Él sonrió mientras se levantaba. "Estás hablando."

Bajé el peine y me pude en pie de un salto.

"Me has mentido una y otra vez, Seth. Me usaste".

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"¿Cómo te usé, Alex?"

"¡Te acercaste a mí para tratar de Despertarme! Has utilizado esta estúpida conexión

contra mí." Respiré hondo. La traición se sentía como piedras en mi estómago.

"¿Planeaste esto tú solo, Seth? ¿Era esto lo que estabas pensando cuando estábamos en

las Catskills? ¿Cuándo me pediste que eligiera?"

Él se volvió hacia mí, con los ojos de un ocre feroz, enojado. "Esa no fue la única razón,

Alex. No es que importe ahora. Tú ya hiciste tu elección. Elegiste a Aiden, tan simple

como eso."

Ni siquiera pensé. Llena de rabia y dolor, me giré hacia él.

Seth cogió mi puño antes de que conectara con su rostro.

"No estamos entrenando, Alex. No estamos jugando. Vuelve a hacer eso, y no te

gustarán las consecuencias." Me liberó.

Retrocedí torpemente, medio-tentada de probar su advertencia con una patada en la

cara. Un llamado a la puerta de la habitación interrumpió muestra batalla de miradas.

Uno de los guardias estaba del otro lado, hablando demasiado bajo para que yo pudiese

entender.

Seth asintió con la cabeza y me miró. "Nos vamos en cinco minutos."

Mi corazón tartamudeó. "¿Nos vamos? ¿A dónde?"

"Ya lo verás." Hizo una pausa, con su mirada cayendo sobre mí. "Tienes cinco minutos

para ponerte algo decente."

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"¿Disculpa?" Llevaba pantalones vaqueros y un jersey de cuello negro. "¿Qué tiene de

malo lo que llevo puesto?"

"Vas a ser un Apollyon... mi compañera, por así decirlo. Debes usar algo mejor… algo con

clase."

No sabía qué parte de lo que había dicho me dio más ganas de darle un puñetazo. "En

primer lugar, no me digas lo que puedo ponerme. En segundo lugar, no soy tu

'compañera'. En tercer lugar, no hay nada malo en lo estoy usando. Y, por último, estás

loco."

"Ahora tienes cuatro minutos." Seth se dio la vuelta y salió de la habitación, cerrando la

puerta detrás de él.

Pasó todo un minuto mientras miraba la puerta cerrada. Entonces salté en acción. Corrí

a la ventana de la habitación y la abrí. Cuando era más joven, había utilizado esta

ventana para subir al tejado por encima de la biblioteca y mirar las estrellas. Sabía que

podía saltar. En realidad, el salto era más corto que el que había hecho en Miami.

Sin perder tiempo, me moví en la cornisa. Los músculos de mis brazos gritaron mientras

me bajaba lentamente. Dioses, la parte superior de mi cuerpo tenía trabajo por hacer.

Mis pies colgaban alrededor de la mitad de un paso desde el techo. Me sentí como un

ninja espía en ese momento. Empecé a sonreír, pero el familiar hormigueo se extendió

sobre mi piel me quitó la sonrisa.

Me deje ir.

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Unas manos sujetaron mis antebrazos y me arrastraron hacia arriba, de nuevo a través

de la ventana. Pateando y arremetiendo, luché como un animal salvaje hasta que Seth

me puso de pie de nuevo.

Me di la vuelta. "Todavía tenía tres minutos."

Una sonrisa reticente apareció en su rostro.

"Sí, y un minuto después de haber dejado tu habitación me di cuenta de que

probablemente ibas a tratar de escapar. ¿Lanzarse por una ventana es una mejor opción

que ponerte algo lindo?"

"No me estaba tirando por la ventana. Estaba escapando."

"Estabas en el proceso de romperte el cuello."

Mis manos se cerraron en puños. "Podría haber hecho ese salto, idiota."

Seth puso los ojos en blanco.

"Lo que sea. No tenemos tiempo ahora. Nos necesitan ya."

"No voy a ir a ninguna parte contigo."

Irradiaba frustración. "Alex, no te estoy preguntando."

Crucé los brazos. "No me importa."

Gruñendo bajo, se disparó hacia delante y agarró mi brazo. "Tú siempre, siempre tienes

que hacer todo tan condenadamente difícil." Comenzó a arrastrarme hacia la puerta.

"No sé por qué esperaba menos de ti. Parte de mí- y esto es enfermo, lo sé- está algo

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emocionado por la idea de que luches contra mí. Es entretenido. Es mejor que cuando te

quedas sentada sin hablar."

Retorcí sus dedos, pero no pude liberarlos. "Suéltame."

"Sí, eso no va a suceder."

Ya estábamos al final del pasillo, en la parte superior de las escaleras. Abajo lo único que

pude ver fue un pequeño ejército de guardias que nos esperaba.

"¿Qué demonios?" Clavé mis pies y me agarré a la barandilla con la mano libre. "¿Qué

está pasando?"

Exasperado, Seth me tomó alrededor de la cintura. Utilizando la fuerza bruta, me soltó

de la barandilla. "Ahora estás siendo tierna." Empezó a bajar las escaleras. Me

llevaba fácilmente a pesar de que mis zapatillas lo golpeaban cada paso.

La inquietud me llenó mientras veía algunas caras de los Guardias de Lucian y Seth me

arrastraba más allá de ellos. La calurosa luz del sol nos encontró en el exterior, y Seth no

me soltó hasta que me metió en la parte trasera de una Hummer que estaba

esperándonos. Y luego se sentó a mí derecha y cogió mis dos muñecas con una mano.

"Lo siento. Hay una buena probabilidad de que trates de tirarte de un coche en

movimiento."

Me miró, nuestras caras separadas por pulgadas. "Te odio."

Seth bajó la cabeza hasta que su mejilla presionó contra la mía. "Sigues diciendo eso,

pero ambos sabemos que no es verdad. No puedes odiarme."

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"¿En serio?" Le di un codazo en el estómago. Sirvió de muy poco. La Hummer comenzó a

moverse. "Lo que estoy sintiendo en este momento definitivamente no es cálido ni

lindo."

Se echó a reír, agitando el pelo alrededor de mi sien.

"No puedes odiarme. No eres así. Y pronto, seremos la misma persona. Fuiste creada

para mí por los mismos dioses que vamos a destruir desde hoy."

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Capítulo 28 Traducido por: Pandora

Corregido por: NatyLRJ

Las palabras de Seth me aturdieron, dejándome en silencio. Viejos miedos, nunca tan

lejos salieron a la superficie. No tenía control sobre este… destino. No tenía conciencia

de mi misma. Mi corazón se aceleró dolorosamente. No podía haber sido creada para él.

Él no era mi existencia.

Yo era mi propia existencia.

Continué diciéndome eso mientras Seth me llevaba desde la Hummer hacia la entrada

trasera de la Corte en la parte principal de la isla Deity. Tenía un enfermizo sentimiento

sobre esto, sabía que Telly estaba en una celda de este edificio y que algo horrible

estaba a punto de pasar. Podía sentirlo y no había nada que pudiera hacer.

Sosteniendo mi mano en un apretado agarre, él me guio a través del estrecho pasillo

hacia la sala de espera justo al lado de la sala de reuniones con cúpula abovedada. A

través de la puerta abierta pude ver que el lugar estaba lleno. Todos los puros que

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permanecían en la isla durante las vacaciones parecían estar allí, como muchos de los

Guardias y Centinelas mestizos, pero incluso más extraña era la presencia de los

mestizos que se habían quedado en la escuela. Luke estaba sentado detrás junto a Lea:

ambos parecían igual de curiosos que el resto, incluso un poco incomodos, como si se

sintieran fuera de lugar. ¿Qué estaban haciendo aquí? A los mestizos no se les permitía

nunca entrar al Concejo a menos que fueran convocados.

“¿Qué está pasando?” pregunté.

Seth mantuvo su mano en la mía, como si supiera que me marcharía si tenía la

oportunidad. “Lucian ha convocado una reunión del Concejo de emergencia, ¿ves?”

Gesticuló hacia la abarrotada habitación. “Todo el mundo está aquí.”

El Concejo llenaba el estrado de titanio y pude reconocer fácilmente la cabeza cobriza de

Dawn Samos sobre el mar de túnicas blancas. Sentí mi estómago retorcerse.

Mis ojos escanearon sus curiosas expresiones y luego me giré hacia la audiencia. Al

fondo estaba mi tío. Estaba de pie con sus brazos cruzados sobre su pecho. Había una

mirada dura y fría en sus ojos esmeraldas y junto a él había un hombre al que nunca

había visto antes. Era un mestizo alto construido como un Centinela, sus músculos

magros y torneados estiraban su uniforme negro. Su pelo castaño era largo y estaba

recogido atrás en una cola de caballo. Su piel era una mezcla de etnias, profundamente

curtida. Habría sido guapo de no ser por la dentada cicatriz que bajaba desde su ceja

derecha hasta su mandíbula.

Las puertas traseras se abrieron repentinamente y más entraron en la habitación. Aiden

estaba entre ellos. Mi corazón tronó en mi pecho cuando se detuvo junto a mi tío. Se

inclinó, sus labios moviéndose rápidamente. Marcus miraba fijamente hacia adelante

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pero el extraño asintió. Entonces Aiden se volvió y miró directamente hacia donde yo

estaba.

Seth me empujó hacia atrás antes de que Aiden nos viera. Le fruncí el ceño y él me

sonrió. “Somos invitados especiales” dijo.

“Ahí estás, mi niño” Lucian se dirigió a la sala de espera, su mirada fría se centró en mí.

“¿Alexandria ha sido agradable?”

“¿Tú qué crees?” espeté antes de que Seth pudiera responder.

Lucian me premió con una de sus sonrisas de plástico. “No eres ni tan sabia ni tan fuerte

como crees, Alexandria, pero pronto lo serás.”

Me tiré hacia él y Seth me detuvo y deslizó un brazo por mi cintura dejando mis brazos

completamente libres y hombre, traté de agarrar el cabello de Lucian… su rostro… lo que

pudiera atrapar.

“Tienes suerte de que nadie pueda ver lo que acabas de hacer.” Siseó Lucian. Se detuvo

frente a la puerta abierta, sus Guardias bloqueando la entrada. “O me vería forzado a

hacer algo al respecto. Asegúrate de que se comporte, Seth, y de que entienda las

consecuencias de actuar temerariamente.”

Seth me sostuvo, mi espalda contra su pecho, esperando hasta que Lucian y sus

Guardias alcanzaron el estrado. “Alex, no hagas nada de lo que te puedas arrepentir.”

Luché contra él, sin éxito. “No soy el que está a punto de hace algo que lamentará.”

Su pecho subió bruscamente. “Alex, por favor, si intentas correr mientras estamos ahí

afuera, si haces algo loco, estaré obligado a detenerte.”

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Mis movimientos cesaron. La cautela se apoderó de mí y me sentí como si nunca me

pudiera volver a sentir segura. “Me harías eso… ¿a mí?”

Pasó lo que pareció una eternidad antes de que respondiera. “No quiero, pero debo,” se

detuvo y dio otro fuerte respiro. “Por favor no me obligues.”

Un nudo se formó en mi garganta. “No estoy obligándote a hacer nada.”

“Pero lo haces,” susurró en mi oído, escalofríos bajaron por mi espalda. “Desde la

primera vez que te vi. Solo no lo sabías, así que, ¿cómo puedo realmente culparte?”

Lucian estaba tomando el estrado central, comenzando la sesión del Concejo. Todos los

ojos estaban sobre él. Nadie sabía del drama llevándose a cabo justo detrás de esas

paredes.

“No entiendo,” cerré mis ojos ante la oleada de lágrimas. “Seth, por favor…”

“Es esto.” Seth se movió un poco, presionando su mano sobre mi estómago, donde yo

sentía el lazo, cerca de la cicatriz dentada. “No sabes cómo es. Sentir tu poder y el mío

juntos, saber que solo se hará más fuerte. Es el éter, sí, pero también es akasha. Me

canta como una sirena.” Mi respiración se detuvo y tragué fuerte mientras el lazo

respondía a él.

Seth descansó su mentón encima de mi cabeza. “Incluso lo puedo sentir ahora… sé

cómo usarlo. Juntos, haremos esto juntos.”

Abrí mis ojos. “Dioses, suenas… demente, Seth.”

Sus dedos se curvaron en mi suéter. “La locura de un hombre es la cordura de otro.”

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“¿Qué? Eso ni siquiera tiene sentido.”

Se rio suavemente. “Vamos, está empezando.”

Solo así, Seth cambió. Tiró de mí hacia la puerta, donde permanecimos escondidos pero

podíamos oír lo que estaba pasando. Su agarre en mi mano se perdió, pero yo sabía que

no podría escapar; sabía que me detendría, dolorosamente si era necesario.

Los miembros del Concejo hablaban entre ellos y luego se callaron.

Lucian se deslizó hacia la parte frontal del estrado, juntando sus manos frente a él.

Un anciano y señorial Ministro habló primero, su voz ronca pero fuerte. “¿Ha habido

evidencia adicional indicando más ataques de Daimons?”

“¿O es el elixir?” preguntó otro, sus manos cerrándose sobre las barras de titanio del

estrado. “¿Estamos teniendo problemas aquí?”

Inmediatamente hubo un aluvión de preguntas desde la multitud y de los Ministros.

Algunas caras eran de pánico. Los ataques Daimon habían ocurrido demasiado cerca de

casa y la idea de que el elixir dejara de funcionar aterraba a aquellos que dejaban a los

mestizos hacer todo por ellos.

Me tensé y la peor, absolutamente peor idea se aferró a mí. “¿Qué estás pensando?,” la

voz de Seth fue baja, tranquila y en completo desacuerdo con lo que era capaz de hacer.

Marcus sospechaba de que los Daimons que atacaron al Concejo tuvieron ayuda y Seth

había sugerido que Telly había arruinado el elixir para crear una distracción, pero

mientras miraba a Lucian me pregunté cuanto sabía Seth realmente.

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Lucian, el perfecto puro en su prístina túnica blanca, contemplaba a la multitud cercana

al caos con una apretada casi sonrisa en su rostro. ¿Estaba Lucian detrás de todo esto?

¿Para crear caos? Porque recordaba una de mis lecciones de mitos y leyendas sobre

como las sociedades que estaban al borde del desastre eran más fáciles de controlar,

cambiar y manipular…. Y someter.

“¿Alex?”

Inhalando, sacudí mi cabeza.

“No convoqué esta sesión para discutir esas cosas,” comenzó Lucian. “Hoy es un día de

descubrimientos, mis compañeros de Concejo. Nuestro mundo está al borde de un gran

cambio, un cambio necesario, pero temido por algunos pocos. Hoy, esos que temen al

cambio, esos que han trabajado en las sombras para detenerlo, serán desenmascarados

y procesados.”

Mi aliento se detuvo. Telly. Pero, no lo veía por ninguna parte.

“¿De qué estás hablando, Lucian?” Preguntó un Ministro, su voz era clara pero tensa.

“¿Qué miedo y cambio es tan grande que hemos sido llamados tempranamente,

alejados de nuestras familias en vacaciones?”

Casi puse mis ojos en blanco ante la última parte.

Lucian permaneció erguido. Ahí fue cuando noté que al menos la mitad de los doce

estaban sonriendo. Lo sabían, apoyaban a Lucian. Esto no era un buen augurio.

Pero los otros no tenían ni idea.

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“Nos han enseñado a temer la posibilidad de dos Apollyons,” dijo Lucian. “Nos han

enseñado a verlos como una amenaza contra nuestra subsistencia y la de los dioses,

pero estoy aquí para decirles que, en lugar de temer, deberíamos alegrarnos. ¡Sí!

Alegrarnos de que tendremos un Matadioses para protegernos en pocos días.”

“¿Protegernos contra qué?” murmuré. “¿Ministros desquiciados?”

“Shh,” Seth me fulminó con la mirada.

Mi mandíbula dolió por apretar tanto mis dientes.

“Pero primero, debemos lidiar con algo que es desagradable y a la vez…” Puso una mano

sobre su pecho, “cercano a mi corazón, ¡Guardias!”

La puerta del otro lado se abrió y en una irónico giro del destino, los Guardias llevaron al

Primer Ministro Telly al centro del estrado. No pude evitar recordar cuando Kelia

Lothos, la mestiza que amaba a un puro, Hector, había sido llevada ante él medio

desnuda y encadenada.

El karma era una perra.

Eso no hacía que lo que estaba pasando fuera correcto, sin embargo. Me carcomía no

poder correr y advertir a todos sobre lo que pasaba, lo que podía sentir construyéndose

bajo mi piel.

Hubo un jadeo colectivo desde la audiencia y la mitad del Concejo cuando Telly fue

forzado a arrodillarse. Levantó la cabeza, pero sus vidriosos ojos no se fijaron en nada en

particular.

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“Este hombre ha confabulado contra las decisiones del Concejo y contra mi hijastra.” La

voz de Lucian era dura mientras sus labios retrocedían. “Y tengo pruebas.”

“¿Qué evidencia tiene?,” habló Dawn, sus ojos alternando entre Lucian y el Primer

Ministro.

El aliento de Seth bailó por la parte de atrás de mi cuello. Traté de alejarme pero él me

trajo de vuelta. Mi temperamento, mis nervios… todo estaba demasiado tenso.

“Durante la sesión del Concejo de noviembre, mi hijastra fue injustamente señalada.

Había sido llamada a asistir para dar testimonio de los infortunados eventos de

Gatlingurg. Sin embargo, el Primer Ministro Telly probó tener viles motivos.”

Nadie en el Concejo parecía muy preocupado. No estaba segura de si debía sentirme

triste o enojada sobre eso.

Lucian se volvió hacia Telly. Una verdadera sonrisa- una satisfecha- apareció en la cara

de Lucian. “Mi hijastra fue víctima de severos ataques. Algunos de ustedes…” miró sobre

su hombro al Concejo, “pueden considerar que esto no es relevante, pero no es solo una

mestiza. Ella será el próximo Apollyon.”

“¿Qué ataques?” pregunto un anciano Ministro. El bastón que apretaba en su mano

izquierda estaba igual de demacrado que su rostro.

“Fue puesta en una compulsión ilegal y abandonada en el frío para que muriera. Cuando

eso falló, intentó coaccionar al Concejo de los doce para ponerla bajo el elixir y

esclavizarla.” Anunció Lucian. “Cuando el Concejo no encontró razones para hacerlo, una

pura fue compelida a darle el Brebaje.”

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“Oh, Dioses” murmure, sintiendo arder mis mejillas.

“Alexandria era inconsciente de esto” continuó Lucian, ahora apelando a las mujeres del

Concejo. “Sabemos que le tendieron la trampa para encontrarla en una… situación

comprometedora con un puro.”

“Hijo de perra” susurré, el bastardo estaba jugando la carta familiar.

“No muy agradable” murmuró Seth.

Lo ignoré.

Dawn lucía pálida mientras miraba a Lucian. “Eso… Eso es repugnante.”

“Y eso no es todo.” Lucian se volvió hacia la audiencia, “cuando todo esto falló, el Primer

Ministro Telly le ordenó a un Guardia puro que la matara después del ataque daimon. Si

no hubiese sido por Aiden St. Delphi, quien usó la compulsión en dos puros, el Primer

Ministro habría tenido éxito.”

Mi corazón se estrelló contra mis costillas. Mientras mi boca se abría, entendí lo que

Lucian acababa de hacer: sacó el gato de la bolsa, haciéndolo sonar como si Aiden fuera

una clase de héroe, a sabiendas de lo que significaba para Aiden.

Un Ministro le dio a Aiden una mirada asqueada. “Eso es una acto de traición contra

nuestra especie y debemos lidiar con ello inmediatamente ¡Guardias!”

No, no, no.

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Mucha gente se volvió hacia donde yo sabía que Aiden estaba de pie. Los Guardias

avanzaron como si de pronto Aiden fuera la mayor amenaza. Rodearon a Aiden en

segundos, sus dagas listas para ser usadas.

Aiden estaba remarcablemente quieto. No había ni un rastro de emoción en su rostro u

ojos mientras los Guardias se acercaban a él.

No había manera de que yo dejara que esto sucediera. Di un paso adelante, pero Seth

me detuvo “No lo hagas, Alex.”

“¿Cómo puedes? Ejecutarán a Aiden por esto.” El pánico puro sabía a metal en mi

garganta. “Volvió a toda la sociedad en su contra con esas palabras.”

Seth no dijo nada.

“Esperen,” La voz de Lucian viajó por la sala deteniéndolos. “El puro no es nuestro

problema en este momento. Los atentados del Primer Ministro en las Catskills fallaron

numerosas veces, pero él no cesó en sus acciones. La buscó, dejando el Covenant de

Nueva York en estado de desorden para continuar amenazándola con la servidumbre.”

“¿Qué le pasó al Guardia que supuestamente la atacó?,” preguntó la Ministra que habló

primero.

“Se lidió con él,” respondió Lucian cambiando de tema antes de que se hicieran más

preguntas. “El Primer Ministro Telly actuó contra los deseos del Concejo y siguió

tratando de someterla a la servidumbre. Incluso fue atacada aquí, apuñalada por un

guardia mestizo al que le ordenaron hacerlo.”

“¿Y las pruebas?” preguntó el viejo Ministro “¿Dónde están las pruebas?”

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Lucian se volvió hacia Telly. “La prueba está en sus propias palabras, ¿no es así, Primer

Ministro?”

Telly levantó su cabeza “Es verdad. Fui contra lo que había votado la mayoría y ordené

el asesinato de Alexandria Andros.”

Hubo unas pocas miradas atónitas. Sabía que no eran en mi beneficio, pero sobre todo

porque Telly había admitido todo con demasiada facilidad. Ellos no sabían lo mismo que

yo, que el cerebro de Telly estaba probablemente frito por una fuerte compulsión.

Una discusión broto de los Ministros por varios minutos. Algunos querían acusarlo

inmediatamente -esos que habían sonreído antes-. Otros, aquellos que dudaba que

supieran lo que Lucian estaba haciendo, no veían cómo lo que él me había hecho era un

crimen. Había muy pocas leyes que protegieran a los mestizos.

“Aquí no habrá acusaciones,” la voz de Lucian silenció las discusiones. “El Primer

Ministro Telly será sentenciado hoy.”

“¿Qué?” dijeron varios Ministros a la vez.

“Me ha llamado la atención que el Primer Ministro está involucrado en la Orden de

Tánatos y varios oros miembros están planeando liberarlo,” hubo otra pausa. Lucian

sabía cómo impactar y atemorizar. “No hay tiempo para nada más, la seguridad de

Alexandria es lo más importante.”

Y ahora entendí el nerviosismo de Seth… todos los Guardias esta mañana. Lucian no

podía permitirse que la Orden arruinara esto. Él atacaría primero. ¿Y mi seguridad? Esto

no era sobre mi seguridad. Lucian estaba preocupado de que no me comportara antes

de que saliera al estrado porque Seth no podía controlarme… aún.

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“Esto no debía pasar, ¿cierto?”, susurré.

Seth no dijo nada.

Mi boca estaba seca. “Todos ustedes querían esperar hasta mi Despertar, pero están

haciendo esto por la Orden.”

Porque ¿no apestaría para Lucian que la Orden llegara antes de mi Despertar y matara a

uno de nosotros? Todos sus planes para nada.

Lucian se movió hacia donde nos escondíamos. “Este es un tiempo de cambio. Ese

cambio empieza ahora.”

“Somos nosotros,” dijo Seth, su mano tirando de la mía. ”Y queridos dioses, por favor,

compórtate.”

No tuve mucho tiempo para responder a eso, Seth comenzó a caminar y no tuve más

opción que seguirlo hacia la sala de la sesión.

El silencio que cayó cuando salimos era tan espeso que me ahogó. Todos los ojos

estaban en nosotros mientras hacíamos nuestro camino por las escaleras de mármol.

Nos detuvimos a poca distancia de Lucian y Telly.

Todos comenzaron a hablar a la vez

El Concejo se incomodó más y más, y moviéndose con nerviosismo en sus sillas. Un

murmullo recorrió a la multitud, creciendo mientras pasaban los segundos. Algunos se

pararon, sus rostros mostraban consternación y terror. ‘No hay razón para temer a dos

Apollyons’ mi feliz trasero. Ellos sabían. Algunos ahí en la audiencia reconocían el

peligro.

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Mi corazón intentaba salirse de mi pecho, e incluso cuando intenté detenerme a mí

misma, busqué a Aiden. Él estaba totalmente quieto. No estaba segura de si respiraba.

Nuestras miradas se encontraron y por un momento hubo alivio y luego ira mientras su

mirada de acero caía donde Seth sostenía fuertemente mi mano. Luego se movió, dando

un paso adelante. Marcus alzó un brazo para detenerlo. No estaba segura de si Aiden le

haría algún caso, pero lo hizo.

Solté el aliento que no sabía que estaba conteniendo.

“¿Qué es esto?” gritó un ministro. Yo había dejado de ponerles atención.

Lucian solo sonrió. Odiaba esa sonrisa. “Es nuestro momento de recuperar lo que es

nuestro por derecho: un mundo gobernado por nosotros sin responder a una secta de

dioses que no se preocupan de si prosperamos o perecemos. Un mundo donde los

mestizos no son esclavizados y están de pie a nuestro lado.” Varios susurros

sobresaltados lo interrumpieron, no me imaginaba por qué. “Pero donde los mortales se

arrodillen a nuestros pies como deberían. Somos dioses por derecho propio.”

Y ese fue justamente el motivo por el cual la mitad de la audiencia se puso de pie.

Palabras como “blasfemia”, “traición” y “locura” fueron arrojadas. Algunos de los

mestizos miraban a Lucian con curiosidad. Sus palabras tenían cierto atractivo para ellos,

pero eran tontos si le creían.

Los Guardias de Lucian y algunos que reconocí del Covenant se movieron hacia las

puertas traseras, bloqueándole a cualquiera el escape. Casi me reí. Creíamos que la

Orden tenía infiltrados en lo profundo del Covenant, pero Lucian realmente se había

superado. Era él quien se había infiltrado en el Covenant y en el Concejo.

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“Es tiempo de una nueva era” La voz de Lucian resonaba por toda la corte. “Incluso el

más bajo mestizo florecerá. Aquellos que lo hagan no caerán.”

Algunos miembros del Concejo retrocedieron. Cinco de ellos –los cinco que apoyaban a

Lucian– y al menos dos docenas de Guardias… y Centinelas.

Vislumbré a Aiden y al extraño moverse cerca del estrado pero luego los perdí de vista.

Concentrándome en lo que estaba pasando frente a mí, mientras sentía rabia y alarma

asentarse.

“Seth,” dijo Lucian quedamente. “Este hombre ha intentado acabar con la vida de

Alexandria varias veces. ¿Se le permite vivir?”

El ministro anciano se puso de pie, cojeando sobre el bastón. “¡Él no tiene opinión en

este asunto! Apollyon o no, él no decide quien vive o muere. Si el Primer Ministro Telly

ha atentado contra los deseos de los doce del Concejo, ¡entonces será juzgado por ése

mismo Concejo!”

Él fue ignorado.

Miré a Seth. “No,” susurré. “No. No respondas esa pregunta.”

Y yo fui ignorada.

Seth alzó el mentón mientras las marcas del Apollyon surcaban su rostro, ondulándose y

bajando por su cuello, bajo el cuello de su camisa. “No se le permite vivir.”

Los ojos de Lucian se llenaron de orgullo. “Entonces, es tuyo para que te encargues de

él.”

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El pánico agujereó mi pecho. Empuje lejos de Seth, poniendo todo mi peso en romper su

agarre. Él solo me sostuvo más fuerte. Sabía lo que intentaba hacer.

“¡No!” grité, aun tratando de liberarme. “Telly es un idiota, pero nosotros no decidimos

quien muere, Seth, eso no es lo que somos. No lo que el Apollyon es.”

“Chica tonta,” murmuró Lucian, solo para que nosotros lo oyéramos. “Eso no es lo que

un Apollyon decide, pero sí es lo que un Matadioses decide.”

“No lo escuches,” supliqué y me sacudí mientras su marca quemaba contra la mía. “Tú

no eres esto. Eres mejor que esto. Por favor.”

Seth me miró. Hubo un momento- breve pero lo hubo- en que la duda y confusión

cruzaron su rostro. Seth no creía completamente que estaba haciendo lo correcto. La

esperanza se apoderó de mí.

Agarré sus brazos. “Seth tu no quieres hacer esto, sé que no. Y sé que este no eres tú, es

el Akasha, lo entiendo. Y es él. Está usándote.”

“Seth,” urgió Lucian. “Sabes lo que tienes que hacer. No me falles. No nos falles.”

“por favor” rogué, sosteniendo su mirada mientras quería saltar sobre la derrotada

forma de Telly y romper el cuello de Lucian. “No nos hagas esto, a mí, a ti mismo. No te

conviertas en un asesino.”

Los labios de Seth se curvaron hacia arriba y se volvió lejos de mí, enfrentando al Primer

Ministro Telly. “Él no puede vivir. Ése es mi regalo para ti.”

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El horror se robó mi respiración y me golpeó. Esa era la diferencia entre Aiden y Seth. No

importa cuánto Aiden quisiera devolver el golpe o cuanto quisiera algo, él nunca me

arriesgaría. Y maldita sea, Seth sí.

Lo hizo.

Su mano se apretó en torno a la mía. Mi cuerpo se contrajo bruscamente mientras él

extraía Akasha directamente de mí. Me doblé sobre mí misma, captando solo un destello

de luz ámbar envolviendo a Telly. La última vez que había visto a Seth usar Akasha, había

sido azul, pero eso había sido antes de las cuatro marcas, antes de que él pudiera sacar

el poder del quinto elemento de mí.

Gritos llenaron el aire, no de Telly, pero sí del Concejo y la audiencia. Telly no tuvo

oportunidad de hacer un sonido. Una vez que Akasha lo golpeó cargado desde Seth de

mí, él simplemente dejó de existir. Fue borrado.

Vidrio roto cayó de la cúpula sobre nosotros. Llovieron fragmentos de vidrio, cortando

el aire sobre aquellos que no fueron suficientemente rápidos para quitarse de su

camino. Tres formas aladas cayeron por la apertura rugiendo de rabia.

Las furias habían llegado.

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Capítulo 29 Traducido por: Leidy

Corregido por: NatyLRJ

Las furias estaban en pleno modo de ataque. Su piel era de color gris y lechoso.

Serpientes salían de sus cabezas. Los dedos estaban extendidos en puntas filosas. Esas

garras podrían traspasar huesos y tejidos con facilidad.

Se dirigían hacia nosotros.

Sólo un par de segundos habían pasado desde el momento en que Seth había acusado y

asesinado a Telly. Una furia se liberó de sus hermanas y cayó sobre el público, emitiendo

gritos agudos.

Seth levantó el brazo. Akasha brotó de su mano, moviendo el aire a una velocidad

increíble. Primero golpeó a la furia en el pecho mientras la luz ámbar desaparecía. La

sorpresa hizo parpadear su monstruosa cara y luego su mandíbula se aflojó. La furia

cayó, dando vueltas como un pájaro con las alas cortadas a través del aire. Aterrizó sin

vida en un montón de gasa blanca, su piel gris y la carne inmóvil unos metros delante de

nosotros.

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Las dos furias restantes rondaban alrededor de la ventana rota. Su piel mortal se deslizó

sobre los monstruos del interior, y el terror pellizcó sus hermosas facciones.

"No es posible", una gritó, tirando de su pelo rubio hasta que las hebras colgaron de sus

dedos con garras. "¡No puede ser!”

"Pero así es," la otra agarró el brazo de su hermana. "Ha matado a una de nosotras."

Con mis piernas débiles, me enderecé y caminé vacilante. Las acciones de Seth me

habían debilitado y ahora no era rival para una marmota, mucho menos para una de las

furias en caso de que atacaran. Al darme cuenta de que Seth me había liberado, fui a un

lado de la tarima. Iba a morir. Estaba segura de ello. Mis gritos se unirían a los del

público... excepto que las furias no atacaron.

"Han iniciado una guerra contra los dioses," una siseó. Sus alas cortaron a través del aire

sin ruido. "No duden que ellos harán la guerra contra ustedes.”

La otra extendió sus musculosos brazos a lo ancho. "Los arriesgan a todos para

atiborrarse con un poder que nunca fue suyo. ¡Qué camino... qué camino el que han

elegido!”

Y luego se fueron.

El caos reinaba por debajo del estrado y en él. Telly no estaba. Allí solo había un montón

de cenizas. La bilis subió por mi garganta cuando me di la vuelta hacia el punto donde se

había arrodillado. Hacia la parte de atrás, oí ruidos de Guardias y Centinelas luchando

después de que bloquearon las puertas. Un Guardia cerca de nosotros fue golpeado.

Una de sus dagas golpeó el suelo. Me tambaleé por ella, envolviendo mis entumecidos

dedos alrededor de la empuñadura. Tenia que detener a Lucian. Estaba halando los hilos

de Seth.

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Me di la vuelta y encontré a Lucian hablando con el Concejo, soltando más cosas locas

que iban hacer que nos mataran a todos.

Seth estaba en frente de mí antes de que pudiera dar un paso hacia Lucian. Nuestros

ojos se encontraron antes de que arrancara la daga de mi mano. La arrojó a un lado

mientras avanzaba hacia mí. La frialdad se había deslizado sobre sus facciones. No

reconocí la mirada en sus ojos. Brillaban con violencia, casi luminosos. Esa admiración

estaba allí de nuevo… pero no era admiración.

Había confundido esa mirada. Era anhelo, codicia por más. Lo mismo que había visto

hace tiempo en los ojos de un daimon.

Desarmada y débil, supe cuando retirarme. Mi columna golpeó la pared. Desesperada,

busqué algo y encontré un candelabro de titanio. Lo agarré y se lo tire con ambos

brazos.

Lo apartó rápidamente y lo echó a un lado.

"Siempre tirando cosas," dijo, con voz gruesa y diferente. Ya no sonaba musical. "Qué

traviesa y juguetona eres, Alex.”

Aspiré entrecortadamente. "Este... este no eres tú.”

"Soy yo." Llegó hasta mí. “Y estos somos nosotros.”

La voz de Dawn lo distrajo. "¡Esto es traición!", dijo. El terror invadió sus ojos amatista.

Estaba temblando, abrazándose los codos. Otros ministros estaban detrás de ella con sus

rostros pálidos. "Esto es traición a los dioses, Lucian. Lo que nos pides no puede ser

aceptado.”

"¿Crees que no es necesario el cambio?," preguntó Lucian.

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"¡Sí!" Desplegó los brazos y los alzó frente de sí como si estuviera protegiéndose. "El

cambio es necesario. Los mestizos necesitan más libertad y elección. No hay duda de

eso. Tengo una media hermana que es mestiza. La quiero mucho y quiero una vida

mejor para ella, pero este... este no es el camino.”

Lucian ladeó la cabeza hacia un lado mientras pasaba sus manos sobre su blanca túnica.

"Y ¿qué pasa con los dioses, mi querida?”

Su respiración salió entrecortada cuando su columna se enderezó. "Son nuestros únicos

amos.”

Todas mis pesadillas se hicieron realidad. La historia se repetía. Seth se hizo a un lado,

enfrentando a los miembros del Concejo que no cedían a la voluntad de Lucian.

Lucian sonrió.

"¡No!" Mi voz sonó entrecortada mientras me deslizaba por la pared, lejos de Seth.

"Seth, ¡no lo hagas!"

Pero Seth estaba en piloto automático. Me agarró la mano de nuevo. Marca contra

marca. La presión me lleno y luego el lazo nació de nuevo, mandando akasha a través de

la unión. No hubo forma de llegar a él una vez que se llenó de poder, no hubo

compasión.

Seth sólo era la máquina de matar de Lucian.

Luz ámbar brillante estalló de su mano por segunda vez.

Los gritos se elevaron por encima del jaleo. Juré que pude escuchar a Lea por encima de

todos ellos. Sabía que no podía ser verdad porque todo el mundo estaba gritando. Yo

estaba gritando.

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Seth me soltó, y caí de rodillas, el olor a tela quemada y carne... carne quemada me

causó náuseas y asfixia. Donde una vez los siete habían estado de pie, sólo tres

quedaban acurrucados mirando a Seth con horror. Uno gimió, agarrándose el brazo

ennegrecido.

La Hermana de Lea, Dawn ya no estaba.

Lo había hecho, atacó al Concejo. Mis mejillas estaban húmedas. ¿Cuándo había

comenzado a llorar? ¿Importaba? No lo sabía.

La hermana de Lea se había ido.

Tape mi boca con mis manos, ordenándome a recobrar el control. Había que hacer algo.

Esto era malo –horrible- pero empeoraría una vez que Despertara. En medio del caos

podría escapar. No podría romperme ahora. Luchando para ponerme en pie, contuve la

respiración y corrí a las escalares mientras Seth me daba la espalda. Llegué a la mitad del

camino y unos brazos se envolvieron alrededor de mi cintura, levantándome. Calidez me

rodeó inmediatamente, mi cuerpo, mi corazón me dijeron quien me había agarrado.

Dulce alivio me inundó.

"Te tengo." Aiden me puso de pie. Sus ojos buscaron los míos intensamente. "¿Puedes

correr?"

Lo escuché como si estuviera a través de un túnel, y creo que asentí.

En cuestión de segundos, estábamos rodeados.

"Mierda." Soltó mi mano, bloqueando mi cuerpo con el suyo. Tensión en espiral rodo a

través de mi cuerpo.

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Me hubiera gustado haber tenido la previsión de encontrar la daga perdida, porque

entonces tendría al menos algo para protegerme de los Guardias de Lucian. No es que

hubiera sido capaz de hacer mucho con ella. Estaba tomando todo de mí estar de pie y

combatir el abrumador agotamiento que había venido cuando Seth tomó mi poder.

Entonces Aiden saltó. Girando alrededor, conectó su bota con la mandíbula del Guardia

más próximo, y luego se agachó bajo el brazo extendido de otro golpeándolo con un

feroz puño que lo hizo papilla. Sin perder el ritmo, cogió a otro con una patada en el

pecho, tirando al Guardia varios metros hacia atrás.

Había pasado tanto tiempo desde que lo había visto luchar. Había olvidado lo elegante y

rápido que era y me quedé asombrada. Ni un solo Guardia logró llegar más allá de él. Él

los había acribillado con sólo sus manos y patadas.

Uno de ellos, sin embargo, se puso sigilosamente detrás de nosotros.

El Guardia me agarró por detrás y empezó a tirar de mí hacia la tarima, hacia Seth y

Lucian. Con los brazos sujetados a mis lados, sólo fui capaz de golpear su pie con el mío.

Él gruñó y aflojó su agarre, pero eso fue todo.

Aiden se volvió a verme. Nuestros ojos se encontraron por unos breves segundos, y

luego su mirada cayó. Dejé que mis piernas se aflojaran. Aiden se movió tan rápido que

el aire se agito a mí alrededor. Un segundo más tarde, el Guardia cayó al suelo,

inconsciente.

"Bien", dije con voz ronca cuando Aiden me puso de pie.

Su sonrisa era tensa mientras me agarraba la mano, y nos fuimos corriendo por el pasillo

central. Mi tío y el desconocido estaban haciendo el trabajo con los guardias de la

puerta. En el suelo, Luke cuidaba de Lea; la mecía adelante y atrás mientras mantenía un

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ojo en la batalla. Cuándo nos vio, se levantó y puso a Lea de pie. Estaba histérica. No

creo que ella supiera siquiera lo que estaba pasando a su alrededor, ni siquiera cuando

el desconocido de la cicatriz arrojó una daga y le pegó a un Guardia que estaba justo a su

lado.

"¿Quién... quién es usted?", le pregunté.

Se inclinó y sonrió. "La mayoría me llama Solos."

"¿Solos de Nashville?"

Solos asintió, dio la vuelta y le dio un puñetazo a un Centinela que venía corriendo

contra nosotros. El puño mando el hombre a sus pies. Fue bastante épico.

"¿Vamos a salir de aquí?" Luke preguntó. Sostuvo a Lea cerca de él, sus movimientos

casi frenéticos. "Tenemos que salir de…"

El aire crujió. Hubo una luz que llenó toda la habitación. Cuando disminuyó, Apolo

estaba en el medio del pasillo.

“Váyanse,” dijo. “Salgan de la isla ya mismo. Lo mantendré a raya, les daré tiempo.”

"¡Alex!" rugió Seth.

Escalofríos pasaron por mi espina dorsal.

"Pase lo que pase, no se detengan. No se queden a ayudar,” Apolo ordenó antes de

darse la vuelta. "Vayan."

"Vamos." Aiden me tenía de nuevo. "Tenemos un coche esperando en la calle, en la

playa.”

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"¡Puedes correr, Alex!" la voz de Seth se alzó sobre el alboroto. "¡Corre todo lo que

quieras! ¡Te encontraré!"

Aiden me arrastró hacia la parte delantera de las puertas. Miré hacia atrás, viendo a Seth

de pie en el centro de la tarima, con el pecho agitado. El cuerpo de la furia yacía a sus

pies como un retorcido trofeo.

"¡Deténgalos!" Lucian ordenó, moviéndose detrás de Seth. "No dejen que salga de aquí."

Los Guardias delante de la tarima se volvieron y se congelaron. Luego se dispersaron

como cucarachas.

Apolo se movió por el pasillo. "Sí, eso pensé."

"¡Te encontraré! Estamos conectados. ¡Somos uno!" Seth todavía estaba gritando. Su

mirada se posó en el dios. Se burló. "¿Quieres pelear conmigo ahora, en tu verdadera

forma?”

"Voy a pelear contigo en cualquier forma, mocoso.”

Seth se rió. "No puedes matarme."

"Pero puedo golpearte hasta que se te salgan los mocos.”

Eso fue todo lo que oí. Estábamos fuera de la Corte, a la luz del sol. Puros y mestizos

salían detrás de nosotros. Seguimos corriendo. Luché para mantener el paso de Aiden,

respirando con dificultad. Apenas podía sentir mis piernas. Tropezando más de una vez,

Aiden me atrapó todas las veces, animándome. Entonces Marcus apareció a mi lado, y

sin una palabra, me levantó en sus brazos.

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Estaba indignada. Detestaba la idea de ser cargada, pero era más un estorbo de pie. Sólo

entonces me di cuenta de que las runas todavía quemaban y latían en mi piel. Mi

estómago comenzó a rodar violentamente.

“Voy a vomitar", jadeé.

Marcus se detuvo de inmediato, poniéndome sobre mis pies. Quedé de rodillas en el

intento de contener mi estomago para que no se vaciara afuera de una cafetería. Fue

rápido y potente, terminó apenas empezó, dejando mi interior dolorido.

"¡Alex!" Aiden regresó a nosotros.

"Ella está bien." Marcus me ayudó a ponerme de pie. "Ella está bien. Aiden, ve adelante.

Asegúrate de que tu hermano este allí y lleva a esos niños a un lugar seguro.”

Aiden gruño. "No voy a dejar…"

"Estoy bien. Ve.”

Obviamente estaba reacio a hacerlo. Aiden se tomo unos segundos más antes de darse

la vuelta e irse.

"¿Estás bien?" preguntó Marcus. "¿Alexandria?"

Asentí con la cabeza lentamente. Mis manos temblaban.

"Lo siento. Lo siento mucho.”

Los ojos de Marcus se suavizaron, posiblemente por primera vez desde que lo conocía.

Dio un paso adelante, envolviendo sus brazos a mí alrededor. Fue un breve abrazo, pero

firme y todo lo que debía haber sido. Y curiosamente, descubrí que era algo que había

estado anhelando.

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"Buenos dioses, muchacha," dijo con voz ahogada, y me soltó. "¿Crees que puedas

correr? No es muy lejos. Tenemos que volver a la casa de los St Delphi.”

Lágrimas desgarraban mi garganta mientras asentía con la cabeza. No era tan lejos, pero

el pobre hombre moriría si me seguía cargando. Esperando que mi estómago no

decidiera a saltar fuera de mí de nuevo, empecé a correr lo más rápido que pude.

La carrera casi me mata. Cuando finalmente llegamos a la arena, y estábamos corriendo

al viento mis músculos gritaban y protestaban. Seguí adelante, casi llorando cuando vi a

las dos Hummers negras... y a Aiden.

Se encontró con nosotros a mitad de camino, metiendo una botella de agua en mis

manos mientras yo me detenía. "Bebe despacio."

Bebí el agua mientras Aiden estrechaba mis hombros. Quería decirle que estaba bien,

que yo no era por quién debería estar preocupado, pero nos estábamos moviendo de

nuevo. Deacon estaba caminando sin para atrás del Hummer.

"¿Alguien me va a decir qué diablos está pasando?” Nos siguió más allá del primer

coche. "Lea esta histérica. Luke no quiere hablar. ¿Qué demonios pasó?"

"¿Metieron las maletas en los coches?" preguntó Aiden, tomando la botella de mi mano

antes de que olvidara la regla de beber despacio. "¿Todas, como dije?”

"Sí." Deacon pasó las manos por sus rizos, con los ojos muy abiertos e intensos. "¿Qué

pasó?"

Solos trotó hasta nosotros. "Va a tomar cerca de ocho horas llegar a donde debemos ir.

Tenemos por lo menos la mitad de ese tiempo antes de que tengamos que parar por

gas.”

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"De acuerdo", dijo Aiden. Me tomó del brazo en un apretón suave, sosteniendo la mayor

parte de mi peso. No me había dado cuenta de que me había apoyado en el Hummer. Su

mirada de preocupación cayó de nuevo en mí.

"¡Dime qué pasó!" Deacon gritó.

"Seth... Seth atacó el Concejo." Hice una mueca ante las palabras.

Deacon me miró con incredulidad. "Oh mis dioses.”

Me liberé de Aiden y miré en el interior de la Hummer. Apiladas en la silla de atrás

estaban unas maletas. Habían tenido todo planeado. Apartándome de la parte posterior

del coche, busqué a Seth. ¿Cuánto tiempo podría mantenerlo a raya Apolo?

Ellos estaban terminando los planes, y yo no dejaba de mirar las maletas. Obviamente

habían esperado atraparme en el Concejo de alguna manera, sin conocer el tipo de caos

que iba a entrar en erupción. ¿Qué habrían arriesgado para sacarme de allí? Su vida y su

integridad física, seguramente.

El viento se incrementó.

Aiden se dirigió de nuevo a mí con determinación y un solo propósito. "Tenemos que

salir ahora.”

Solos llamó a Marcus. "¿Estas listo para esto?”

"Vamos a salir de aquí," Marcus respondió, echándome un vistazo. "¿Puedes hacerlo?”

"Sí," dije con voz ronca, y luego aclaré mi garganta.

"Esto es una locura." Deacon abrió la puerta de atrás y empezó a subir. "Todo va muy

mal…"

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"¡No!" Aiden empujó a Deacon hacia el Hummer conducido por Solos. "Somos a los que

van a apuntar. Ve con Marcus. Luke, quédate con él.”

Muy serio, Luke asintió y se llevó a una Lea aun sollozando con él. Quería ir con ella.

Había perdido todo... y cada vez había tenido que ver conmigo. Primero mi madre había

matado a sus padres, y ahora Seth había matado a su hermana. La culpabilidad se volvió

nítida dentro de mí.

Deacon se detuvo. "No. Quiero…"

Aiden agarró a su hermano menor en un abrazo feroz. Susurraron algunas palabras, pero

no pude oír nada debido al viento. Empuje el pelo de mi cara y me di la vuelta hacia la

parte de la isla donde estaba el Covenant. Algo estaba sucediendo. Pude sentirlo. El aire

se llenó de electricidad, levantando los diminutos pelos de mis brazos.

Deacon se liberó de su hermano y dio media vuelta. Había lágrimas en sus ojos. Temía

por la vida de su hermano, y debería. Cuando Seth viniera por nosotros, y sé que lo

haría, nada podría detenerlo. Seth vendría por Aiden y por mí, e incluso tan fuerte como

era, Aiden no saldría victorioso de esa confrontación.

Mi corazón se hundió. No podía hacerles esto. "Aiden, no puedes venir conmigo. No

puedes hacer esto."

"No empieces," Aiden gruñó cuando me agarró del brazo. "Entra en el…"

Relámpagos estallaron en el cielo, rayos por encima de nosotros y hacia abajo,

golpeando frente a la costa del Covenant. A pesar de nuestra distancia desde el punto de

impacto, el destello de luz me cegó.

Solos se detuvo, a medio camino detrás del asiento del conductor. "¿Qué...?"

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El viento se detuvo. Fue innatural... igual que el silencio que descendió en la isla Deity. A

continuación, una oleada de gaviotas se dio a la fuga, graznando en estado de pánico.

Cientos y cientos de ellas sobrevolaron la zona, lejos de la isla.

"¿Qué está pasando?" susurró Lea. "¿Es él? ¿Viene?"

"No," dije, sintiéndolo en mi interior. "No se trata de Seth.”

"Tenemos que irnos ahora." Aiden empezó a tirar de mí hacia el lado del pasajero.

En un frenesí de actividad, todo el mundo saltó en sus respectivos coches. Detrás de

nosotros, las personas se reunieron en los porches de sus hogares. Los Guardias se

fueron dispersando a través de la playa. Todos miraban a través del tramo de mar que

separa las dos islas.

Tenía un mal presentimiento sobre esto.

Aiden dio un portazo y encendió el Hummer. Agarró mi mano. "Todo va a estar bien."

Famosas últimas palabras.

Una explosión nos sacudió los huesos y hubo un fuerte traqueteo del coche. Un chorro

de agua se lanzó por el aire en el otro lado de la isla, más grande que el edificio más alto

del Covenant, más grueso que dos de los dormitorios. La pared de agua se quedo quieta,

recordándome cómo Seth había jugado con el agua de la piscina.

Esto no iba a ser bueno.

Otra corriente estalló en el cielo y luego otra... y otro hasta más de una docena de las

paredes de agua salpicaban el paisaje. Poder recorrió el aire, deslizándose sobre mi piel,

enroscándose alrededor del lazo dentro de mí.

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Y en el centro de cada una de las corrientes, pude distinguir la forma de un hombre.

"Oh, mierda", susurré.

Aiden pisó el acelerador y el Hummer se tambaleó hacia delante. "Poseidón."

Me di la vuelta en el asiento, mirando el mar desde la ventana de atrás. Más allá de los

edificios formidables del Covenant, las paredes empezaron a girar en forma de embudos.

La sombra de un tridente gigante cayó sobre el Covenant y las puntas afiladas tocaron la

isla principal, causando la muerte de todos los que quedaban. Poseidón, el dios del mar,

el gran agitador de la tierra estaba muy enojado.

"Aiden...”

"Date la vuelta, Alex."

Mis manos se cerraron detrás del asiento. Los embudos formaban tornados gigantes

sobre el agua.

"¡Van a destruir todo! Tenemos que hacer algo.”

"No hay nada que podamos hacer." Con una mano, Aiden me agarró del brazo a medida

que llegaba al final del puente a la isla Bald Head.

"Alex, por favor."

No podía girarme. Por la manera en que los ciclones se movían, no parecía que Poseidón

perdonaría la isla mortal, pero cuando el primer embudo alcanzó el Covenant, mi pecho

se hinchó.

"¡No pueden hacer esto! ¡Esas personas son inocentes!"

Aiden no respondió.

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El agua se estrelló a través de las estructuras. Mármol y madera volaron en el aire. Los

gritos de las personas de la isla principal se quedaron metidos profundamente en mi

alma, donde el sonido permanecería por una eternidad.

Volamos a través de las calles de Bald Head, evitando por poco el asombro de los

peatones que miraban la explosión monstruosa de la naturaleza. Y cuando llegamos al

puente que conducía a la parte continental, vi el gran muro de agua retirarse. Ningún

edificio quedó en pie en la isla Deity. No había nada. Toda ella se había ido. El Covenant,

los edificios, las estatuas, puros y mestizos... todo había sido borrado en el océano.

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Capítulo 30 Traducido por: Adderly

Corregido por: NatyLRJ

Las horas pasaban en atónito silencio. Me sentía enferma, helada. ¿Cuántos habían

estado en la isla? Centenares de funcionarios e instructores habían permanecido el

Covenant durante las vacaciones de invierno, y muchas personas habían estado en sus

casas. Las manos me temblaban. Alisé mi pelo hacia atrás mientras Aiden jugueteaba

con la radio hasta que atrapó otra estación.

"...los meteorólogos dicen que una pared de agua de por lo menos treinta pies de altura

que barrió cientos de millas de la costa de Carolina del Norte fue producida por un

terremoto. Sin embargo, residentes de las islas vecinas salieron ilesos. Algunos han

informado haber visto un grupo de hasta una docena de ciclones, pero esos informes no

han sido fundamentados por la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica. Se ha

declarado estado de emergencia..."

Aiden apagó la radio. Entonces se estiró, pasando sus dedos por encima de mi brazo, de

mi mano. Había estado haciendo eso desde que nos metimos en el coche, como si

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estuviera recordándose a sí mismo que estaba sentada a su lado, que todavía estaba

viva después de que tantas vidas se hubieran perdido.

Apoyé la frente contra la ventana y cerré los ojos. ¿Poseidón había ido tras Seth y Lucian,

o Apolo había tenido alguna manera de prevenir esa destrucción total? Todo lo que

sabía era que Seth aún respiraba porque la conexión todavía estaba allí.

Al igual que había hecho durante el último par de horas, me imaginé una vez más mis

rosas y brillantes paredes y las reforcé con toda mis fuerzas.

"¿Cómo te sientes?" preguntó Aiden en voz baja.

Despegué mi cabeza de la ventana y lo miré. Todo en él estaba rígido y tenso, desde la

forma en que retenía el volante hasta la línea de su mandíbula. "¿Cómo puedes si quiera

pensar en lo que estoy sintiendo en este momento?”

"Vi cómo reaccionaste cuando... él extrajo energía de ti." Me echó un vistazo, sus ojos

plateados. "¿Ellos te... te lastimó cuando estabas con él?”

Estaba exhausta. Me dolía la cabeza y estaba bastante segura de que mis dedos estaban

entumecidos, pero estaba viva. "No. Él no me hizo daño. Y estoy bien. Tú no deberías

preocuparte por cómo estoy. Toda esa gente..." Sacudí mi cabeza, tragando la repentina

opresión en mi garganta. "Lo que hizo Lucian diciéndoles que utilizaste una compulsión...

Lo siento mucho."

"Alex, no tienes razón para disculparte. No fue tu culpa."

"Pero ¿cómo vas a poder volver? Ser un Centinela…”

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"Sigo siendo un Centinela. Y con todo lo que ha pasado, estoy seguro de que soy lo

último en lo que estarán pensando.” Él me miró. "Sabía que corría riesgos cuando lo

hice. No me arrepiento de ello. ¿Lo entiendes?"

Aiden no se arrepentía de ello ahora, ¿pero más adelante -si había un más adelante- y si

fuera juzgado por traición? Incluso si no lo fuese, sería despojado de sus funciones de

Centinela y condenado al ostracismo37.

"¿Alex?"

"Sí. Entiendo." Asentí con la cabeza como beneficio extra. "¿A dónde vamos?"

Sus nudillos se pusieron blancos. "Vamos a Athens, Ohio. El padre de Solos tiene una

casa en el borde del bosque nacional Wayne. Debería estar lo suficientemente lejos de...

él dependiendo de cuánto tiempo nos haya dado Apolo."

"Ya no lo siento." Habíamos dejado de referirnos de Seth por su nombre en voz alta,

como si al hacerlo de alguna forma pudiera aparecerse o algo así.

"¿Crees que puedas protegerte de él, que puedas mantenlo fuera?”

Le eché un vistazo al espejo retrovisor. La otra Hummer nos seguía de cerca. ¿Cómo lo

estarán llevando? ¿Lea?

"La distancia...”

“Él no debería de ser capaz de conectarse a través del lazo, si eso es lo que te preocupa.

Quiero decir, no pudo sentir nada cuando estaba en Nueva York, así que..."

"Eso no es lo único que me preocupa," respondió Aiden en voz baja. "Se trata de que son

ocho horas en carretera." Se sacudió el pelo de los ojos mientras miraba la luz del sol

37

En la antigua Grecia, destierro político al que se condenaba a algunos ciudadanos.

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que se ocultaba. "Vamos a parar en el camino. Lo más probable es que sea en

Charleston, para obtener gas y algo de comer. ¿Crees que puedas mantenerlo fuera

tanto tiempo?"

"Sí. Aiden... toda esa gente”. Mi voz se quebró como si tuviera anudada la garganta. "Ni

si quiera tuvieron una oportunidad."

Aiden me agarró la mano. "No es tu culpa, Alex. "

"¿No lo es?" Las lágrimas ardían en mis ojos. "Si los hubiera escuchado a ti y Apolo

cuando sugirieron que me fuera antes de que él regresara, esto no habría sucedido.”

"Eso no lo sabes."

"Sí, lo sé." Traté de liberar mi mano, pero Aiden la retuvo. Esperaba que fuera un buen

conductor con una sola mano. "Simplemente no quería creer que él... fuera capaz de

hacer algo tan terrible.”

Me apretó la mano. "Tenías esperanza, Alex. No se puede culpar a nadie por tenerla.”

"Una vez me dijiste que tenía que saber cuándo había que dejar de tener esperanza. La

esperanza que yo le tenía ya había pasado su fecha de caducidad para entonces."

Intenté sonreír y fracasé. "No voy a cometer el mismo error dos veces. Lo juro.”

Llevó mi mano a sus labios, colocando un dulce beso sobre de ella. "Agapi mou, no

mantengas este tipo de culpa tan cerca. Podrías haber elegido un camino diferente, pero

al final elegiste el que sentías que era el correcto. Le diste una oportunidad."

"Lo sé." Me concentré en el camino que tenía al frente, deseando que las lágrimas se

fueran. "Ya no están, ¿verdad? ¿El Covenant completo… incluso la isla Deity?"

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Dio un suspiro tembloroso. "Pudo haber sido peor. Eso es lo que me sigo diciendo a mí

mismo. En tan sólo unos pocos días más... si las clases hubieran comenzado..."

La pérdida de vidas habría sido astronómica. "¿Qué vamos a hacer? No puedo ocultarme

por siempre."

Lo que no estaba dicho yacía entre nosotros. En otras palabras, a menos que Seth

volviera en sí, lo que parecía muy poco probable, eventualmente él acabaría

encontrándome.

"No lo sé", dijo Aiden, mezclándose en el otro carril. "Pero estamos en esto juntos, Alex,

hasta el final.”

El calor volvió a mi corazón. Su mano se sentía tan bien en la mía, aunque todo lo que

nos rodeaba estaba tan increíblemente jodido, nosotros estábamos juntos en esto.

Hasta el final.

Estábamos en medio de la noche cuando llegamos a Charleston, Virginia Occidental y

estaba nevando ligeramente. Los vehículos rodaron hasta detenerse por las bombas en

frente de una de esas localidades que tienen el tamaño de un pequeño Wal-Mart38.

Necesitamos gasolinas y comida, y tal vez uno de esas cosas 5-Hour Energy39, también.

"Espera." Aiden buscó en el asiento trasero y sacó una de las dagas de hoz. "Por si

acaso."

Doblado cabía en mi bolsillo, con sólo la mitad de sobresaliendo. "Gracias."

38

Es una empresa minorista multinacional estadounidense que dirige las cadenas de grandes tiendas de descuento y tiendas de almacén. 39

Bebida energizante.

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Sus ojos se encontraron con los míos mientras me pasaba algo de dinero. "No tardes

demasiado tiempo, ¿de acuerdo? Parece que Solos va contigo.”

Miré hacia atrás. Él ya estaba esperando por el lado del pasajero. Marcus estaba jugando

con la bomba de gas como si nunca hubiera usado una antes. "¿Qué quieres?"

"Sorpréndeme." Sonrió. "Sólo ten cuidado."

Prometiendo que lo haría, me bajé de la Hummer y casi me comí el pavimento cuando

mi pie resbaló en una placa de hielo. "¡Dioses!"

"¿Alex?" Aiden llamó. "Estoy bien.” Incliné mi cabeza hacia atrás y cerré los ojos,

dejando que los pequeños copos de nieve cayeran sobre mi rostro. Hacía tanto, tanto

tiempo que no veía la nieve.

"¿Qué estás haciendo?", preguntó Solos, matando el momento.

Abrí los ojos y los obligue a ver su pecho. "Me gusta la nieve."

"Bueno, vas a ver un montón de nieve a donde vamos." Empezamos a cruzar el

estacionamiento, conscientes de los parches de hielo que estaban decididos a hacerme

caer. "Probablemente tienen un pie o más en Athens."

Por un momento, fantaseé sobre peleas de bolas de nieve y paseos en trineo. Estúpido

de mí por hacerlo, pero me ayudó a no enloquecer.

"No eres lo que esperaba," dijo Solos cuando llegamos a la acera cubierta de nieve.

Metí mis manos en mis bolsillos. "¿Qué esperabas?"

"No lo sé." Él sonrió, suavizando la cicatriz. "A alguien más alto."

Una pequeña sonrisa tiró de mis labios. "No dejes que mi tamaño te engañe."

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"Lo sé. He oído cuentos acerca de tus muchas aventuras, sobre todo la forma en que

luchaste en el ataque contra el Covenant de Nueva York. Algunos dicen que lo que eres

lo que te hace luchar tan bien.”

Me encogí de hombros.

"Pero yo les digo que tiene más que ver con el entrenamiento que otra cosa." Solos miró

detrás de él y luego su mirada sagaz se asentó en mí. "Tú y St. Delphi parecen ser muy

cercanos."

Mantuve mi expresión en blanco y me encogí de hombros otra vez. "Es todo bien para

ser un puro."

"¿Sólo eso?"

"¡Hey! ¡Esperen!” Deacon pisó un trozo de hielo grueso y se deslizó a nuestro lado como

un patinador profesional, sus ojos muy abiertos. "Lea quiere comer algo. Luke se va a

quedar con ella.”

Salvados por Deacon. "¿Cómo lo está llevando?"

Solos agarró la puerta, manteniéndola abierta para nosotros. "Durmió casi todo el

camino hacia aquí", respondió Deacon. "Desde que se despertó, en realidad no ha

hablado. Luke la convenció de que debía comer algo, así que vamos a compartir algunos

Cheetos40.”

Lo sentía por Lea y entendía su dolor. También Deacon lo hacía. Mi presencia

probablemente no sería lo mejor, pero Deacon... él sería bueno para ella.

40

Marca que engloba varios tipos de snacks de harina de maíz con sabor a queso.

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Me sacudí la nieve una vez dentro del cálido y lleno de luz centro de viajes. A excepción

del cajero de pelo grasiento y flacucho que estaba leyendo lo que parecía una revista

pornográfica, el lugar estaba vacío. Me gruñía el estómago, y me dirigí hacia los

refrigeradores. Aiden quería agua, por supuesto, pero yo necesitaba un poco de cafeína.

Solos se quedó con Deacon porque si aparecía algún daimon hillbilly41 Deacon sería el

que necesitaría ayuda. Tomé una botella de agua y una Pepsi, examiné la tienda. El

cajero bostezó y se rascó el pecho, sin alzar la mirada. Nieve comenzaba a caer en copos

grandes. Suspirando, ignoré el deseo de ver la nieve y arrastré los pies hacia el pasillo de

frituras. La parte de la tienda de los sándwiches hechos bajo encargo no estaba abierta,

así que nuestras opciones eran muy limitadas.

Un pesado olor a almizcle y humedad inundo el aire. Olfateé, encontrando el olor

extrañamente familiar. Pasé a un Deacon con sus brazos llenos.

"Será mejor que te des prisa. Solos se está poniendo nervioso acerca del mortal.”

Miré hacia la parte delantera de la tienda. "¿Qué? Sólo hay un tipo aquí.”

"Lo sé."

Sacudiendo la cabeza, agarré un paquete de carne seca y una bolsa de patatas fritas con

sabor a eneldo42. Baje la mirada a mis golosinas y decidí que necesitaba algo dulce.

Después de una breve parada en el área de barras de caramelo, regresé a la parte

delantera.

"Agradable de tu parte que te unas a nosotros", murmuró Solos. Una bolsa de

cacahuetes y una bebida energética estaban en sus manos. No le hice caso mientras

41

Término peyorativo usado en Estados Unidos para definir a los habitantes de ciertas áreas remotas, rurales o montañosas. 42

Es una hierba usada como condimento que proviene del Mediterráneo.

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Deacon miraba afuera. El cajero subió la mirada cuando le entregué mi festín de calorías,

pero no dijo nada. La gente era súper amable por estos lugares.

"Son $10.59," el hombre gruñó.

Buenos dioses. ¿Qué compré? Busqué en mi bolsillo el dinero que Aiden me había dado.

De repente, el olor a almizcle regresó, pero mucho más fuerte. Y entonces me acordé de

ese olor. Era el mismo olor de musgo del Inframundo. Las luces fluorescentes del techo

parpadearon una vez, luego dos veces.

"Oh dios," dije en voz baja, y mi corazón cayó.

Solos se quedó inmóvil a mi lado. "¿Qué pasa?"

"No se preocupen", dijo el empleado, mirando hacia las luces. "Sucede todo el tiempo

con la nieve. Los conductores chocan contra los postes de luz por la nieve negra que hay

ahí afuera. No deben ser de por aquí.”

El aire se espesaba a nuestro alrededor, llenándolo con la misma electricidad que había

envuelto la Isla Deity momentos antes de la llegada de Poseidón. El mortal no podía

sentirlo.

Hubo un estallido y chispas volaron. La cámara de seguridad junto a la puerta se detuvo

parpadeando en rojo mientras el humo emanaba de ella.

"¿Qué demonios?" El cajero se inclinó sobre el mostrador. "Ahora no he visto nada43

como eso antes."

No había visto nada44 como eso tampoco. Solos agarró el brazo de Deacon. "Es hora de

irnos." 43

Nuttin’ en el original. Se refiere al acento del llamado ‘Appalachian English’ propio de los estados noroccidentales.

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Con los ojos abiertos, Deacon asintió. "Lo que digas, hombre."

Dejando mis artículos en el mostrador, nos dirigimos a la puerta. Al diablo con los

alimentos. Definitivamente algo iba a pasar, algo... algo divino.

"¡Hey! ¿A dónde van? No…”

Un profundo gruñido interrumpió sus palabras. Nos detuvimos a unos cinco metros de la

puerta. Mi corazón saltó a mi garganta. El olor a perro mojado se fortaleció, y el vello de

mi cuerpo se erizó. Me di la vuelta lentamente y pasé mi mirada por la tienda. Me

agaché, envolviendo mi mano alrededor del mango de la cuchilla de la hoz.

Al lado de la sección de Twinkies45 y pastelitos, el aire brillaba. Formas distintivas de

huellas de botas grandes aparecieron, ennegreciendo el piso de vinilo, llenando el aire

con volutas de humo y azufre. La estrella de viajes blanca pintada en el vinilo burbujeó y

sacó humo.

Dos piernas recubiertas de cuero, caderas estrechas, y continuación, un amplio pecho

aparecieron de la nada. En el momento en que mi mirada fue a su rostro, creo que dejé

de respirar. ‘Oscuramente apuesto’ no le hacía justicia. ‘Pecaminosamente hermoso’ ni

siquiera se acercaba cuando se trataba de describir a este dios de cabello negro. El olor a

azufre y humo delató su identidad.

Hades era un tipo ardiente para ser un dios, y estaba segura de que estaba allí para

matarme.

Una escopeta se disparó, lastimándome los oídos y haciendo que saltara.

44

Nuttin’, también. 45

Son pastelitos rellenos de crema. En Colombia los conocemos como ‘Submarinos’.

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"No quiero nada de esta mierda aquí dentro." El cajero inclinó la pistola de nuevo. "La

próxima vez no voy a…"

Hades alzó una mano, y los ojos del cajero se pusieron en blanco en sus cuencas. Cayó al

suelo sin siquiera decir una palabra más. Hades sonrió, mostrando un perfecto juego de

dientes ultra-blancos. El Inframundo tenía un plan dental del demonio.

"Ahora, podemos hacer esto por las buenas o por las malas", dijo Hades, de forma

encantadora. Extrañamente, parecía tener un acento británico. "Todo lo que quiero es a

la chica."

Solos llevó a Deacon contra el filo del mostrador, bloqueándolo ahí, y bajando

casualmente sus cacahuetes y su bebida energética. "Eso va a ser un problema."

Hades se encogió de hombros. "Entonces será de la forma difícil."

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Capítulo 31 Traducido por: Leidy

Corregido por: NatyLRJ

No sonaban sus pasos cuando caminaba, y no me pareció para nada gracioso cuando

Solos intentó sacar a Deacon de la tienda y descubrió que las puertas de la tienda no se

abrían. Por el otro lado, Aiden y Marcus desesperadamente trataban de abrir las

puertas, yendo tan lejos como para tratar de tirarle un banco al vidrio reforzado, pero

fue en vano.

Las cosas fueron de mal a estábamos-jodidos en cuestión de segundos. Hades no estaba

solo, no nos habíamos olvidado del olor y gruñido animal de antes. Detrás de Hades, el

aire brilló antes de que aparecieran dos perros grandes de tres cabezas.

Uno era negro y el otro era marrón, pero ambos eran horribles. El pelo enmarañado les

cubría todo, a excepción de sus largos hocicos. Cada cabeza tenía una boca que podría

tragar entero a un bebe y sus garras parecían crueles y afiladas. Seis pares de ojos

brillaban color rojo rubí. Al final de cada cola de rata… había algo así como un látigo

militar, áspero y lleno de picos.

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Flanquearon a Hades, gruñendo y haciendo chasquidos en el aire.

Estábamos tan jodidos.

“Conoce a Muerte”, Hades señaló al perro negro, "y a Desesperación. Cerberos46 es un

orgulloso padre de sus dos hijos.”

“Lindos nombres,” dije con voz ronca, y luego mostré los dos bordes afilados de la daga

en forma de hoz.

“¿Quieres jugar, cariño?,” Hades ladeó la cabeza hacia un lado.

“En realidad no.” No estaba segura en cuál de ellos mantener un ojo.

“No es nada personal,” dijo Hades. “Pero no podemos permitir que el Primero se

convierta en lo que se ha temido. Él ya hizo su elección, y ahora debemos hacer la

nuestra.”

Tratar de matarme era definitivamente algo muy personal. Vi la barbilla de Hades subir

unas pulgadas y salté a un lado cuando Desesperación me atacó. Lanzándome por el

pasillo de los dulces, deseé que Solos pudiera proteger a Deacon. Cogí un estante y lo

tiré al suelo. Desesperación pasó sobre numerosas barras de dulce, sus garras rasgando

envolturas y chocolate. Tome hacia la derecha rápidamente y eché un vistazo por

encima de mi hombro.

Desesperación perdió el equilibrio y se deslizó hacia el refrigerador vertical,

estrellándose a través del vidrio. Botellas de refresco volaron por el aire, causando

efervescencia en el impacto. Aprovechando la situación, me di la vuelta y con una daga

corté la cabeza más cercana.

46

Cerberos es el can de Hades con tres cabezas y cola de serpiente.

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La hoja pasó limpiamente a través de los músculos y el tejido, y un grito más tarde,

Desesperación se convirtió en un perro de dos cabezas... hasta que del muñón comenzó

a crecerle otra maldita cabeza. Completamente restaurado, Desesperación me enseñó

los colmillos y pateó el suelo.

Retrocedí. “Perrito. Buen perro.”

Desesperación se agachó, y cada una de sus bocas dio un chasquido en el aire.

“¡Perro malo!”

Salí corriendo, golpeándolo con cajas de cerveza y cualquier cosa que pudiera coger. A

través de los estantes pude ver a Deacon de espaldas contra las puertas delanteras y

Aiden y Marcus tenían expresiones horrorizadas al otro lado. Solos se enfrentaba con

Muerte. Cortó las cabezas izquierda y derecha.

Y Hades, bueno, sólo estaba de pie en toda su gloria de dios malo.

“¡Apunta al corazón!,” Solos gritó en medio del caos. “¡El corazón en el pecho, Alex!”

“¡Como si no supiera dónde está el maldito corazón!” Simplemente no quería estar tan

cerca de esa cosa. Cogí velocidad cuando vi el área del comedor. Tuve una idea que no

era buena, pero era mejor que correr dando vueltas alrededor de la tienda con un pitbull

mutante persiguiéndome.

Salté sobre la fila de sillas y aterricé en la mesa. Girando, agarré la silla de metal y la

sostuve, con las piernas arriba. Desesperación saltó, limpiando el desorden de sillas y

aterrizó encima de mí. Él chilló y golpeó cuando las patas de metal se incrustaron

profundamente en su vientre bajo. El impacto rompió la mesa y los dos caímos, sus

garras pasaron muy cerca de mi cara. Todas las tres cabezas estuvieron a unas pulgadas

de quebrar mi nariz, y ese aliento pútrido y cálido casi me hace vomitar.

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Liberé mis caderas, me di la vuelta y me puse de pie. Desesperación se dejó caer de

espalda, agitando las patas en el aire. Contuve las ganas de vomitar, y me lancé sobre el

asiento de la silla. Mi peso envió el metal abajo, perforando la placa protectora de

hueso. Un segundo después, el perro no era nada: solo había un montón de polvo azul

brillante. Levante mi cabeza, y me di la vuelta.

“Uno menos...”

Hades dejó escapar un rugido de furia que sacudió los estantes e hizo que artículos de

todo tipo y tamaño cayeran al suelo.

Y luego desapareció.

“Bueno, eso fue fácil.” Dije mirando como Solos esquivaba una de las cabezas de la

Muerte. "¿Viste eso? Hades es una gallina tot… oh mierda.”

Estantes volaron por los aires, las sillas y las mesas se deslizaron por el suelo, arrojadas a

un lado por una fuerza invisible. El suelo tembló bajo mis pies mientras retrocedía. Ahí

fue cuando me acordé de que Hades podía hacerse invisible. El terror me inundó como

una ola oscura y aceitosa de calor.

“No es justo”, le dije, y luego mandé la daga a través de lo que pensaba que era un

espacio vacío.

Una mano invisible me cogió del brazo y lo torció. Llorando de dolor y sorpresa, dejé

caer la daga. Hades reapareció.

“Lo siento, cariño, todo se vale en la guerra.”

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Una luz cegadora llenó la tienda, seguida de un sonido de explosión. Entonces algo silbó

junto a mi mejilla. Vi un vislumbre de luz plateada antes de que Hades me soltara el

brazo y asiera una flecha que iba en su dirección.

“Artemis47, eso no fue muy amable.” Hades rompió la flecha en dos y la arrojó a un lado.

“Podrías sacarme un ojo con una de esas cosas.”

La risa femenina suave que le siguió sonaba como campanas de viento. A unos metros a

nuestras espaldas, con las piernas extendidas y un arco de plata en una mano, Artemis

se puso de pie. En lugar de los blancos vestidos de gasa por los que muchas diosas eran

conocidas, ella llevaba botas de combate y pantalones de camuflaje de un fuerte color

rosa. Una camiseta blanca completaba su conjunto de chica ruda.

Se tocó la espalda, tomando otra flecha de su caraj. "Retrocede, Hades.”

Los labios de Hades se tensaron.

Ella puso la flecha en su arco. "No atraparás la siguiente, Hades. Y no te la llevarás.”

Me alejé lentamente de la pelea de dioses, sin tener idea de por qué Artemis vendría en

mi ayuda. Por el rabillo de mi ojo, vi a Muerte derrumbarse finalmente. Recogí mi daga.

Hades dio un paso adelante, el azulejo se quemaba y humeaba bajo sus botas.

“¿Por qué intervienes, Artemis? ¿Sabes lo que va a pasar? Todos nosotros estamos en

riesgo.”

“Ella es del linaje de mi gemelo y nos pertenece.” Artemis haló la flecha hacia atrás,

lanzando su pelo rubio que le llegaba hasta la cintura sobre su hombro. "Lo que significa

47

Hermana melliza de Apolo y diosa de la caza y el arco.

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que ella es mi carne y hueso. Así que voy a decirlo una vez más por si acaso Perséfone ha

confundido ese cerebro tuyo: retírate.”

Mi boca se abrió. ¿Del linaje de apolo? Oh no... Oh, diablos no...

“¡No me importa si ella es la heredera del maldito trono, Artemis! ¡Debemos evitar que

el Primero gane el poder completo!”

Los dedos de Artemis se crisparon. “No la lastimarán, Hades. Eso es todo.”

Una mirada de incredulidad se apoderó de su oscuramente atractivo rostro.

“No le haría daño... no realmente. Podría llevarla al Inframundo. Ni siquiera le dolería.

Artemis, no podemos permitir que esta amenaza continúe. Se razonable.”

“Y yo no puedo permitir que le hagas daño. No está en discusión.”

“¿Correrías el riesgo de más destrucción? ¿Viste lo que Poseidón hizo hoy? ¿O estabas

demasiado ocupada cazando y jugando con tus consortes?”

Artemis sonrió. “Realmente no creo que quieras enojarme en estos momentos, Hades.

No cuando tengo una flecha que señala entre tus ojos.”

Él negó con la cabeza. “¿Sabes lo que Zeus hará si el Primero se convierte en el

Matadioses? Pones en riesgo nuestra descendencia y la de los mortales ¿y todo para

qué? ¿Por aguados lazos familiares?”

“Vamos a arriesgarlo todo por todo,” ella respondió en voz baja. “¿Sabes qué es lo

curioso de las profecías, tío?”

“¿Que siempre están cambiando?" Hades se burló. "¿O que no son nada más que un

montón de basura?”

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En cualquier otro momento lo hubiera aplaudido, pero al ver que Hades quería

matarme, no iba a celebrar nuestra opinión compartida y menos cuando se trataba del

Oráculo.

Artemis inclinó hacia atrás su brazo. “Que así sea.”

Furia salía de Hades como olas. Tragando con miedo, di un paso atrás. Me esperaba una

guerra sin cuartel de golpes entre los dos.

“Nunca debí haber permitido que su alma fuera liberada”, escupió Hades. “Apolo me

prometió que nunca llegaría a esto.”

“Todavía hay esperanza,” dijo Artemis.

Esas palabras despertaron algo en mí. Todavía hay esperanza. ¿La había? Había visto la

mirada en los ojos de Seth, hasta donde había ido cuando extrajo el Akasha de mí y

atacó al Concejo. Poseidón había eliminado el Covenant y habría hecho mucho más.

Más personas inocentes morirían. Personas que amaba morirían, todo para protegerme.

Miré de nuevo a las puertas. El pálido rostro de Aiden estaba al lado de Marcus. Me

habían creado, como un peón, para dar completo poder a Seth. No había nada que se

pudiera hacer al respecto. Ninguno de nosotros podría pasarse la vida ocultándose. No

funcionaría. Despertaría en poco más de un día. Seth me encontraría. Y todo acabaría.

Me sentí adormecida cuando me volví hacia los dos dioses y bajé la daga.

"Esperen." Mi voz salió apenas en un susurro, pero todo el mundo se quedó helado.

“¡No!” Gritó Deacon, tratando de librarse de Solos. “¡Sé lo que va a hacer! ¡Alex, no!”

Las lágrimas brotaron de mis ojos mientras miraba su expresión horrorizada. “No

puedo... no puedo dejar que lo que pasó allí suceda otra vez.”

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Deacon luchó contra Solos, sus ojos era de un feroz plata, al igual que su hermano, tan

parecido a él.

"No me importa. Matará a...” Tragó saliva, moviendo la cabeza. “No puedes hacer esto,

Alex.”

Mataría a Aiden.

Hades aplaudió. “¿Ves? Incluso ella entiende.”

Mi corazón se rompió.

Los ojos de Artemis se abrieron. “Alexandria, por favor, entiendo que tu parte mortal

exige que te conviertas en una mártir, pero realmente necesitas callarte.”

“La gente va a seguir muriendo. Y Seth me encontrará.” Apreté el botón del mango, y las

cuchillas salieron. “Lo vi. Él está…” No pude terminar. Decir que Seth estaba perdido era

demasiado definitivo y, en cierto modo, me rompía el corazón.

Los ojos de Hades se volvieron hacia mí. Brillaban con electricidad. Por un momento,

extrañé a Apolo. Al menos él atenuaba esos ojos cuando me miraba, haciendo que

parecieran normales. Hades no haría tal cosa. "Estás haciendo lo correcto", susurró

suavemente. "Y te prometo que no vas a sentir nada.” Extendió su mano hacia mí. "Va a

ser fácil, cariño."

La grieta en mi pecho se propagó, y parpadeé para contener las lágrimas. No era justo,

pero estaba en lo cierto. Heriría a Aiden y a Marcus y a mis amigos, pero también los

protegería. Esperaba que lo entendieran. Sobre los latidos de mi sangre, oí a Solos

gritarme. Poco a poco, levanté la mano.

“Eso es todo,” susurró Hades. “Toma mi mano.”

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Nuestros dedos estaban a sólo unos centímetros de distancia. Podía sentir su extraña

mezcla de calor y frío que me calaba hasta los huesos. Obligué a mi mente a estar vacía.

No podía permitirme pensar que lo que hacía porque me acobardaría.

“Hades”, Artemis lo llamó.

Se volvió ligeramente. “Quédate…”

Artemis lanzó la flecha y dió donde ella quería: entre los ojos de Hades. Luego él

simplemente desapareció… Como la abuela Piperi había desaparecido en el jardín el día

que me había dado su última profecía. El abrumador olor de paredes húmedas y

cavernas desapareció, y la flecha cayó en el linóleo.

Apreté mi mano sobre mi boca para detener mi grito. “¿Está... lo mataste?”

“No.” Artemis se rió. “Acabo de ponerlo fuera de combate por un tiempo.” Bajó el arco y

movió su muñeca. Las puertas se abrieron. Marcus y Aiden se precipitaron,

deteniéndose cuando vieron a Artemis. Ninguno de los puros parecía saber qué hacer.

Artemis puso la flecha en su caraj otra vez y le dio a Aiden una sonrisa un poco sexy.

“Se vuelven cada vez más deliciosos,” ronroneó.

Demasiado aturdida para ponerme celosa, me quedé mirándola.

“¿Por qué? Tenía razón. Soy demasiado riesgosa. Lo entiendo.”

Artemis centró en mí sus ojos blancos.

“Mi hermano no se ha arriesgado a la ira de Zeus para protegerte sólo para que tu

desperdicies tu vida.”

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Traté de ignorar el ciclón de furia que se construía detrás de mí. No quería enfrentarme

a Aiden.

“No lo entiendo. Nadie puede ocultarme para siempre. Seth me va a encontrar, y

entonces, ¿qué? Se convertirá en el matadioses y otro dios va a enloquecer y acabar con

una ciudad entera.”

Artemis se deslizó hacia mí, sus movimientos elegantes y completamente en desacuerdo

con su atuendo de princesa en combate. "O tú le darás algo de su propia medicina al

Primero y a todos los que creen que pueden derrocar a los dioses.”

"¿Qué quieres decir?," Marcus habló, rubor de color rojo brillante lo cubrió cuando

Artemis se volvió a él. Se inclinó profundamente y luego se enderezó. "¿Cómo puede

Alexandria pagarles con la misma moneda? Si Seth siquiera pone un dedo sobre ella una

vez que Despierte, se convertirá en el matadioses.”

“No necesariamente”, respondió ella sin inflexiones en la voz.

Parpadeé rápidamente. “¿Te importaría explicarlo?”

Artemis sonrió. Increíblemente, se volvió más hermosa... y espeluznante. “Es cierto que

mi hermano... tiene afecto hacia ti, pero eres un activo valioso para nosotros. Algunos

quieren verte muerta, es cierto. Hades volverá... eventualmente, al igual que el resto de

las furias. Pero vas a Despertar pronto y serás más fuerte, más fuerte de lo que te

imaginas.”

Todas mis respuestas listillas normales probablemente me ganarían una flecha en la

cabeza, así que no tenía idea de qué decir.

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Se detuvo frente a mí. Cuando extendió la mano y estrechó mi barbilla con sus suaves

dedos y fríos, quise alejarme. Ella inclinó mi cabeza hacia atrás. “Tienes una especie de

pasión imprudente. Te guía. Algunos lo ven como una debilidad.”

“¿No lo es?,” le susurré, incapaz de mirar hacia otro lado.

“No.” Ella me estudió como si pudiera ver mi interior, a través de mí. “Tienes los ojos de

un guerrero.” Su mano cayó y dio un paso atrás. "Las profecías siempre cambian,

Alexandria. Nada en nuestro mundo está escrito en piedra. Y el poder no fluye sólo en

una dirección. La clave es encontrar una manera de revertirla.”

Luego sólo desapareció.

Me toqué la barbilla. Mi piel se estremeció. Poco a poco, me volví hacia Aiden. “Debiste

haber visto los perros.”

Aiden agarró mis dos brazos, sus ojos eran como plata líquida. Me di cuenta de que

quería sacudirme. Había visto a través del vidrio lo que había tratado de hacer y Artemis

prácticamente me había tirado debajo del autobús. Mientras me miraba, era como si

hubiera olvidado a todos los demás en la tienda, que mi tío estaba allí, su hermano, y

Solos. Estaba así de enojado.

“No pienses en hacer algo tan estúpido nunca más.”

Aparté la vista. “Lo siento.”

“Entiendo que pensabas que estabas haciendo lo correcto,” dijo con los dientes

apretados. “Pero no era así, Alex. Sacrificarte no era lo que tenías que hacer. ¿Me

entiendes?”

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Marcus colocó una mano sobre su hombro. “Aiden, este no es el lugar. Tenemos que

irnos.”

Me quedé sin aliento mientras mis ojos se movían entre los dos. “No sé cómo vamos a

ganar esto.”

“Nadie gana si te suicidas.” Marcus dijo en voz baja. “Hay que irnos.”

Tomando una respiración profunda, Aiden dejó caer sus manos. Su mirada advirtió que

habría una charla más tarde, probablemente en el momento en que entráramos en el

coche. Solos esperaba junto a la puerta. Estrechó su mirada en Aiden mientras tomaba

un sorbo de su bebida energética.

“¿Estás bien?,” le preguntó Aiden a Deacon.

Él asintió con la cabeza lentamente. "Sí, estoy bien. Nada como presenciar un partido de

muerte entre los dioses cuando estoy tratando de conseguir Cheetos.”

Mis labios temblaron. Pobre Deacon. Aferraba la bolsa contra su pecho, además.

Los suaves ronquidos del cajero eran el único sonido. Recordando el propósito de venir a

este lugar, me apresuré hasta el mostrador.

“¿Qué estás haciendo?” Preguntó Aiden.

Deje un poco de dinero en el mostrador y cogí mi bolsa. “Tengo hambre.”

Aiden me miró un momento y luego una lenta sonrisa apareció en su rostro. Tal vez no

me había portado tan mal. A la salida, cogió un paquete de Hostess CupCakes48 del piso y

buscó mi mirada. “Yo también,” dijo.

48

Son unos pastelitos de chocolate rellenos de crema. En Colombia los conocemos como Pingüinitos.

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“Por lo menos yo pagué por mis cosas.”

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Capítulo 32 Traducido por: Blair

Corregido por: NatyLRJ

Sí me regañaron… demasiado. Y me lo merecía. Aiden estaba pasándola muy mal cuando

se trataba de mí últimamente. Entendía por qué -mis motivos-, pero estaba en

desacuerdo conmigo. Pero había sabido lo que estaba haciendo, y todavía tenía sentido.

No quería morir, pero no quería ver a nadie herido cuando entregándome podría

detener todo esto.

Hacia la segunda mitad del viaje, mientras los neumáticos devoraban los kilómetros, él

tomó mi mano y se aferró a ella. No me había perdonado, pero ya no quería sacudirme

más. Esa era una mejora. Todavía no estaba segura de si el tiro de Artemis a la cabeza de

Hades había sido un buen movimiento o no para el momento en que llegamos a Athens.

Altos pinos y montículos de nieve nos recibieron cuando llegamos a la casa de campo

situada en el borde del bosque nacional. Sin Marcus y el elemento aire, no habría habido

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forma de que nos hubiéramos movido sobre la carretera. Aun así, le llevó más de una

hora despejar la carretera.

La casa de campo era magnífica, hecha de troncos y rodeada por un porche. Si no

hubiera estado tan agotada, habría apreciado su belleza mucho más.

“¿Sabías que Athens es uno de los lugares más embrujados de Ohio?,” dijo Solos

mientras abría la puerta.

“Ella no cree en fantasmas.” Contestó Aiden mientras cargaba las maletas al hombro, sus

mejillas enrojecidas por el frío. Apenas pude advertirlo. Todo lo que quería era una cama

para dormir el resto del día.

“¿En serio?,” Solos sonrió. “Tendremos que llevarte al antiguo asilo para lunáticos de

Athens y ver si eso cambia tu opinión.”

“Suena bien,” murmuré, mirando a Luke y a Deacon acompañar a Lea al interior. “¿Cómo

vamos a estar a salvo aquí? ¿Qué le impide a cualquier dios venir y bombardearnos

desde la alfombra [de la entrada]?”

Solos frunció las cejas.

“Estamos a salvo aquí.”

“¿Cómo es eso?”

“Mira ahí arriba.” Aiden cambió las bolsas y señaló por encima de la puerta principal.

Tallada en la madera estaba la misma runa con forma de S que había en mi cuello.

“Apolo dijo que ningún dios que signifique una amenaza en contra de las personas que

habiten en esta casa puede pasar a través de ella.”

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“La runa de la invencibilidad.” Me froté la nuca distraídamente mientras pasaba por

encima del umbral. “No sabía que se podía colocarle una runa a una casa. Es bastante

útil.”

El interior era igual de hermoso. Amplias ventanas que dejaban entrar el último rayo de

la puesta de sol y pisos de madera pulidos hasta tal punto que brillaban. De alguna

manera me recordaba a la cabaña en Gatlinburg. Me estremecí.

“¿Estás bien?” Susurró Aiden, que venía detrás de mí.

Tragué saliva. “Sí, sólo estoy muy cansada.”

Solos nos mostró las habitaciones. Lea se instaló en la planta baja, junto con Marcus y

Luke. Deacon agarró el desván cerca de la sala de recreación y el resto de nosotros

fuimos a las habitaciones de arriba. Todo el mundo se acurrucó en pequeños grupos o,

como Marcus, miró por una de las ventanas, pareciendo perdido en profundas

reflexiones.

Aiden llevó mis maletas a un dormitorio con ambiente acogedor, de aspecto rústico y las

colocó junto a la cama. Dándose la vuelta, nuestras miradas se encontraron. Desde el día

en que me había ido con Seth no habíamos estado solos. El paseo en coche no contaba.

Habíamos estado huyendo por nuestras vidas después de presenciar una tragedia.

Besarse y tocarse no había estado en nuestras mentes.

En cierto modo la urgencia volvió en venganza.

Cruzó la distancia, ahuecando mis mejillas en sus manos. Sus dedos eran elegantes y

callosos tras años de formación. Me encantaban sus manos. Él inclinó su cabeza hacia la

mía, sus labios flotando a escasa distancia. “Más tarde”, prometió, y luego presionó sus

labios contra los míos.

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El beso fue suave y dulce, y demasiado rápido. Mis labios hormiguearon un rato después

de que él abandonó la habitación. ¿Más tarde? ¿Cómo podría haber un ‘más tarde’ en

una casa llena de personas? Me di una ducha caliente y dejé que el agua relajara mis

músculos adoloridos, una vez que había descubierto la manera de utilizar los tres grifos

de la ducha sin ahogarme.

Después, me puse una sudadera y le di a la cama una mirada anhelante mientras salía de

la habitación. Tenía algo que hacer antes de descansar.

Lea estaba sentada en la cama, con las piernas cruzadas mientras miraba hacia abajo a

su teléfono. Cuando llamé a la puerta abierta, levantó la vista. “Hey,” dije.

Ella me miró durante varios segundos que parecieron eternos y luego se aclaró la

garganta.

“Le envié un mensaje a Olivia en Vail, le dije que estábamos bien.”

“¿Sabe qué va a hacer?” Me senté en la cama junto a ella, corriendo mis manos a través

de la maraña húmeda que era mi pelo. Pensé en el mensaje de Caleb para ella. Con

suerte, se lo daría pronto.

“No. Su mamá...” su voz se quebró y tragó. “Su madre está enloqueciendo. Creo que van

a Nueva York.”

Pensé en mi padre, sintiendo que mi pecho se apretaba. ¿Volvería a verlo alguna vez?

Entonces me sentí mal por pensar eso. Lea había perdido a toda su familia. “¿Estarán a

salvo allí?”

El largo pelo cobrizo que había envidiado por años cubrió su cara mientras ella inclinaba

la cabeza hacia abajo. “Ella cree que sí. Me lo hará saber una vez que su madre sepa

más.”

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Asentí con la cabeza, dejando caer las manos en mi regazo.

“Lea, siento mucho lo que sucedió.”

Ella tomó una bocanada de aire que hizo temblar todo su cuerpo.

“Ya hemos hablado de esto.”

“Lo sé.”

Lea levantó la cabeza. Sus ojos color amatista brillaron con lágrimas. “Sé que no es tu

culpa. Lo que tu madre hizo o lo que... lo que Seth hizo. Cada muerte que he visto o

cercana ha tenido que ver contigo. No son tu culpa, pero aun así sucedieron.”

Aparté la mirada, sintiendo el peso de los últimos diez meses asentándose sobre mí. Diez

meses de muerte, empezando por mi madre en Miami, y sabía que aún no se había

terminado. Con los dioses interviniendo como lo hacían, con mi cumpleaños mañana y

con Seth allí afuera en busca de nosotros, no había terminado. Pero aun así lo que

estaba sintiendo no se comparaba con lo que Lea estaba pasando.

“Y no puedo... no puedo mirarte sin ver todas esas caras,” Lea susurró. “Lo siento. No te

culpo, pero yo... sólo no puedo mirarte ahora mismo.”

Asentí con la cabeza y me levanté.

“Lo siento mucho,” dije de nuevo. Era lo único que podía decir.

“Lo sé.”

Salir de su habitación no hizo que la culpa disminuyera. Meterme en la cama no hizo que

nada de lo sucedido desapareciera. Y mi culpa no era como lo que había sentido después

de la muerte de Caleb. Esto era como tener un niño que había hecho algo terrible y que

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todo el mundo me mirara, preguntándose adonde había salido todo mal. Culpable por

asociación.

Me giré de lado, frente a la ventana. La nieve seguía cayendo fuera. La naturaleza estaba

en su mejor momento porque era a la vez hermosa y mortal. Mirar la nieve borró de mi

mente todo lo que estaba sucediendo, dejando una fina capa de estática hasta que el

cansancio me venció.

Un beso ligero como plumas me despertó un poco más tarde. Abrí los ojos. Aiden me

sonrió mientras su pulgar trazaba la forma de mi pómulo. “¿Qué estás haciendo?” Le

pregunté adormilada. “¿Qué pasa si alguien te encuentra aquí?”

“Solos llevó a Deacon y a Luke a la tienda, ya que ha dejado de nevar un poco. Lea está

descansando y Marcus le está echando un ojo a algunas cosas.” Se acurrucó a mi

alrededor, encontrando mi mano y entrelazando sus dedos con los míos. “Y creo que ya

destapamos el pastel.”

Incliné mi cabeza hacia atrás, mis ojos buscando los suyos intensamente.

“¿Qué quieres decir?”

“Estamos en una casa llena de mestizos, con excepción de Marcus y mi hermano. A

Deacon seguramente no le importa y Marcus…”

“Mi tío es un seguidor de las reglas,” susurré.

Aiden rozó con sus labios la punta de mi nariz. “Marcus lo sabe, Alex. No es ciego.”

“¿Él está bien con esto?”

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“Yo no diría que está bien,” Aiden sonrió. “De hecho me golpeó cuando se dio cuenta.”

Me quedé mirando. “¿Qué?”

Él se rió entre dientes. “Sí, me dio un puñetazo en la cara cuando regresó de Nashville,

dos veces.”

“Oh dios...” Apreté los labios para contener la risa. No era divertido, pero lo era.

“El primer golpe fue porque estabas con Seth y Lucian. El segundo fue después de que se

dio cuenta de lo nuestro.”

“¿Cómo se enteró? Fuimos cuidadosos.” Y nosotros de verdad lo habíamos sido.

“Creo que era algo que venía sospechando desde hace un tiempo,” reflexionó. “Pero fue

cuando te fuiste que él se dio cuenta. Creo que fui bastante transparente durante esos

días.”

Quería aliviar las líneas de preocupación que habían aparecido en su frente. Habíamos

hablado de mi tiempo en la casa de Lucian en el camino hasta acá y le aseguré una

docena de veces o más que nadie me había hecho daño allí, pero él todavía seguía

molesto. Al igual que cuando había muerto, era algo que permanecería con Aiden.

“¿Qué te dijo?” pregunté finalmente.

“No creo que quieras saberlo. Fue una de las pocas veces que he escuchado a Marcus

maldecir.”

Sonreí bajando la mejilla de nuevo a la almohada. Los dioses sabían que yo estaba muy

familiarizada con Marcus cuando estaba enojado. “No pareces demasiado preocupado

porque lo sepa.”

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"No lo estoy. En estos momentos hay... problemas más apremiantes en los cuales

centrarse.”

¿No era esa la verdad? “Una parte de mí desea que nunca llegue el día de mañana.”

Él besó la parte superior de mi cabeza.

“Todo va a estar bien, Alex.”

“Lo sé.” Cerré los ojos y me acurruqué con él. “Es sólo que no sé qué esperar, ¿sabes?

¿Voy a amanecer convertida automáticamente en una patea-traseros o algo? ¿O

accidentalmente volaré a las personas con Akasha?” ¿O me conectaría con Seth? Eso ni

lo quería poner en palabras.

“Pase lo que pase seguirás siendo Alex... seguirás siendo agapi mou, mi vida. Sólo... no

vuelvas a asustarme como lo hiciste hoy, ¿de acuerdo? Todavía estamos en esto juntos.”

“¿Hasta el final?”

“Hasta el final,” susurró.

Unas malditas lágrimas corrieron a mis ojos. Me comportaba como una niña, pero esas

palabras eran perfectas, lo que necesitaba oír. “Hagamos planes otra vez. Me gustó eso.”

Mis cejas se levantaron cuando él se echó a reír de nuevo. “¿Qué?”

“Es que tú eres la última persona que planea algo.”

Sonreí porque tenía un punto.

“Pero me gustan este tipo de planes.”

“Está bien.” Movió el pulgar a lo largo del interior de la palma de mi mano. “He estado

pensando sobre el futuro… nuestro futuro.”

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Me encantó el sonido de ese ‘nuestro futuro’. Cuando Aiden lo decía parecía posible.

“¿Qué se te ocurrió?”

“Es más algo que he decidido.” Sacó su mano libre y me alisó el pelo. “Digamos que

todo se calma con la compulsión, ¿de acuerdo?”

No era probable, pero asentí.

“No quiero quedarme en nuestro mundo.”

Cogí su mano, bajándola adonde mi corazón latía con fuerza mientras me retorcía en su

abrazo. “¿Qué? ¿Qué quieres decir?”

Sus gruesas pestañas protegieron sus ojos. “Si nos quedamos en este mundo, el mundo

de los Hematoi, no podremos estar juntos. Habrán algunos a los que no les importará,

pero… es demasiado riesgoso, aunque nos las apañemos para ser asignados a la misma

área.”

El aire dejó mis pulmones mientras lo miraba fijamente.

“Pero si te vas nunca más podrás ser un Centinela, y lo necesitas.”

Levantó la vista, mirándome a los ojos.

“Sí lo necesito. Ser un Centinela es importante para mí, pero no es mi mundo, mi vida, ni

mi corazón. Tú lo eres. Y te quiero en mi vida, realmente en mi vida. Es la única manera.”

De repente me entraron ganas de llorar. Otra vez. Ni siquiera podía formar una palabra

coherente, y sabía que él podía sentir mi corazón golpeando contra su palma pero no me

importó.

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Aiden se inclinó, rozando sus labios sobre los míos. “Te amo, Alex. Daría todo por ti, y sé

que has estado pensando en ello, también, pero depende de ti.”

¿Podría renunciar a... esta inherente necesidad de ser una Centinela? ¿Podría dejar de

lado el deseo impulsado por años de tener un deber arraigado en mí, y la necesidad de

alguna manera de compensar lo que le pasó a mi madre?

Dejar este mundo requería adaptarme de nuevo en el mundo de los mortales, algo que

había hecho durante tres años y en lo que apestaba. Viejos temores aumentaron en ese

momento: años sin encajar, de ser siempre la freak, pasaron ante mí. Los mortales, en su

mayor parte, estaban naturalmente incómodos y al mismo tiempo atraídos a nosotros.

Era difícil estar cerca de ellos, siempre fingiendo.

Pero había estado pensando en un futuro que no incluía al Covenant o ser una Centinela.

Nunca pensé que podría ser posible, pero cuando miré a Aiden a los ojos y vi sólo amor -

amor por mí- supe que podía hacerlo. Podríamos hacerlo juntos. Aiden valía la pena.

Nuestro amor lo valía. Vivir como una mortal me había ahogado antes, pero ahora

podría proporcionar el tipo de libertad que anhelaba. Y juntos, nada parecía imposible.

Inclinando la cabeza, me encontré con su mirada plateada. Siempre me daba cuenta de

lo que Aiden estaba sintiendo por el color de sus ojos y ahora mismo estaba

arriesgándolo todo, y aun así dejándome elegir.

“Sí. Podría hacerlo,” le susurré. “Lo haría.”

Un estremecimiento sacudió el cuerpo de Aiden. “Casi temía que dijeras que no.”

Con ojos llorosos, ahuequé su mejilla. Su barba rozó mi mano. “Nunca podría decirte que

no, Aiden. No es que desee hacerlo. Pero... pero ¿qué pasará con Deacon y Marcus?

¿Cómo podemos hacerlo?”

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“Creo que podrían saberlo. Podemos confiar en ellos.”

Habían muchos ‘¿y si…?’ en este plan. ¿Cómo podríamos escapar del Covenant y de la

sociedad que probablemente estaría muy poco dispuesta a dejar que ninguno de los dos

se fuera? Necesitamos un plan, uno bueno para siquiera tener la oportunidad, pero en

ese momento, la idea en sí me inundaba de calor y mucha esperanza. Y la esperanza era

algo frágil pero me hacía seguir adelante.

Aiden bajó la cabeza, trayendo su boca a la mía. Hizo un sonido en la parte posterior de

su garganta mientras el beso se hacía más profundo. El tentativo toque dio paso a algo

infinitamente mayor. Cuando rodó su cuerpo, ajustándolo contra el mío como una cálida

manta, mi corazón tronó. Estaba sintiendo mucho y no lo suficiente… nunca era

suficiente. Había un anhelo, devastador y crudo, que nunca desaparecería. Perdí la

noción de las manos de Aiden y de cuántas veces nos besamos mientras nuestros

cuerpos se movían, y en aquellos momentos, finalmente encontramos una manera de

detener el tiempo.

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Capítulo 33 Traducido por: Adderly

Corregido por: NatyLRJ

Nada... Increíble sucedió en mi cumpleaños.

Durante toda la mañana, todo el mundo me miró como esperando que me brotará una

segunda cabeza o que comenzara a flotar hasta el techo. Y no me sentía diferente de la

noche anterior. No aparecieron más marcas del Apollyon. Las existentes no

hormigueaban. Traté de hacer levitar una silla en la cocina… no sucedió nada y me sentí

estúpida después. Por la tarde, toda esta cosa del Despertar me parecía muy

decepcionante.

“Hey”. Aiden asomó la cabeza en el dormitorio. “¿Estás ocupada, cumpleañera?”

Levanté la vista de la revista que Luke había traído de la tienda. “No. Sólo estoy…

escondiéndome.”

Aiden cerró la puerta detrás de él en silencio y sonrió. “¿Por qué te escondes?”

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Encogiéndome de hombros, cerré la revista y la tiré al suelo. “Me siento como un

Apollyon fracasado.”

“¿Por qué?” Se sentó a mi lado, sus ojos de un suave gris salpicado.

“Todo el mundo sigue mirándome, esperando a que algo suceda. Más temprano, Marcus

me miró fijamente por tanto tiempo que se quedó bizco. Y mientras Solos estaba

haciendo el almuerzo me preguntó si podía calentar la sopa con el elemento fuego.”

Parecía que Aiden estuviera tratando de no reírse.

Yo le di un golpe en el brazo. “No es divertido.”

“Lo sé.” Él respiró hondo, pero sus ojos bailaban con risa. “Está bien. Es un poco

divertido.”

Mis ojos se estrecharon sobre él. “Puedo tomarte, ¿sabes?”

Se inclinó, los labios curvándose en una sonrisa lobuna. “No puedes tomar lo que ya

tienes .”

Un sentimiento embriagador vino de saberlo, pero le di un puñetazo en el hombro de

todos modos. “Deja de tratar de engatusarme.”

“Tengo algo que quiero mostrarte.” Metió la mano en su bolsillo y sacó una pequeña

caja. “Y luego tienes que bajar y dejar de esconderte.”

Mis ojos estaban pegados a la caja. Era totalmente blanca pero tenía un lazo rojo atado

alrededor. Pensamientos de joyerías bailaban en mi cabeza. “¿Qué es eso?”

Aiden lo puso en mi mano. “Es tu cumpleaños, Alex. ¿Qué crees que es?”

Levanté la mirada, encontrando la suya. “No tenías que darme nada.”

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“Lo sé. Pero quise hacerlo.”

Deslicé la tapa, enganchando mi meñique en el suave material de la cinta de satén. Al

abrirla, inmediatamente me emocioné. “Oh, wow. Es...es tan hermoso.”

Protegido entre más satén había un cristal rojo oscuro con un intrincado diseño de una

rosa florecida tallada como si los pétalos buscaran el sol. Colgaba de una delicada

cadena de plata que complementaba su belleza. La arranqué de la caja. Luces

parpadearon y bailaron de la piedra preciosa y de inmediato me calentó la piel.

“Aiden, es... ¿dónde encontraste algo como esto?”

“Lo hice.” Las puntas de sus mejillas se sonrojaron. “¿Te gusta?”

“¿Tú hiciste esto?” Mis ojos se abrieron. Respiré un poco más fuerte. Era increíble que

pudiera crear algo tan asombroso. “¡Me encanta! ¿Desde hace cuánto llevas

haciéndolo?”

“Desde hace un tiempo,” dijo, sus mejillas enrojecieron aún más. “Después de que me

diste la púa, en realidad. No estaba seguro de sí... llegaría a dártelo alguna vez. Quiero

decir, sólo comencé un día a hacerlo y cuanto más iba tomando forma, más pensaba en

ti. Iba a dejarlo en tu dormitorio, pero luego pasó todo eso...” Se calló, viéndose

arrepentido. “Y ahora voy a callarme.”

Lo miré sin decir ni una palabra.

“¿Estás segura de que te gusta?”

Poniéndome de rodillas, tiré mis brazos alrededor de su cuello. Apreté la rosa en la

mano mientras besaba su mejilla. “Me encanta, Aiden. Es perfecta. Hermosa.”

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Se rió en voz baja, desenredando suavemente mi abrazo estrangulador. “Ven, déjame

ayudarte a ponértelo.”

Me di la vuelta obediente y levanté mi pelo. Aiden estrechó la cadena detrás de mi

cuello, dejando que la rosa de cristal descansará por encima de mi pecho. El peso se

sentía maravilloso. Extendí mi mano, pasando los dedos por los delicados bordes.

Entonces me giré y agarré Aiden.

Riendo, me agarró antes de que ambos cayéramos de la cama. “Supongo que sí te

gusta.”

Lo empujé hacia abajo y lo besé. “Lo amo. Te amo.”

Aiden levantó la mano, poniendo un mechón de mi pelo hacia atrás mientras su mirada

fundida traspasaba mi corazón. “Sé lo que estás pensando.”

“Las grandes mentes piensan igual.”

“Más tarde,” gruñó.

Comencé a protestar, pero me puso de pie. "Buu ."

Él me dio una sonrisa descarada. “Tienes que bajar.”

“¿Tengo que hacerlo?”

“Sí. Así que no discutas conmigo.”

“Bien. Sólo porque eres maravilloso y este collar es hermoso.” Hice una pausa, dándole

un golpe con mi cadera. “Y porque eres sexy.”

Aiden me empujó hasta la puerta de la habitación después de eso. Antes de llegar a las

escaleras metí el collar debajo de mi camisa. Puede que la gente supiera o sospechara

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algo pero no iba a difundirlo a pesar de que quería restregar el collar en la cara de todos

y hacer que lo admiraran.

Seguí a Aiden hacia la cocina. Mis pasos se desaceleraron cuando vi que todos estaban

reunidos alrededor de la mesa. “¿Qué está...?”

Deacon y Luke se hicieron a un lado. “¡Feliz cumpleaños!” Gritaron al unísono. Mi mirada

se posó sobre la mesa. Allí estaba un pastel de cumpleaños, decorado con dieciocho

velas encendidas y... ¿el hombre araña? Sip, era el hombre araña. Medias rojas y azules y

todo.

“Era eso o My Little Pony ,” dijo Luke, sonriendo. “Pensamos que apreciarías más al

hombre araña.”

“Además él es endiabladamente asombroso con todo eso de la escalada de edificios y

todas esas cosas,” añadió Deacon. “Tal vez algún día, cuando decidas Despertar, tú

también serás así de asombrosa.”

“Yo encendí las velas,” dijo Solos, encogiéndose de hombros. “Todas ellas yo solito.”

“Yo les di el dinero.” Marcus cruzó los brazos. “Por lo tanto, yo soy la pieza clave de todo

esto.”

“Y nosotros conseguimos los refrescos de uva.” Luke hizo un gesto hacia las botellas de

soda. “Son tus favoritos.”

“Esto... esto es... wow.” Mis ojos se encontraron con Lea, sentada detrás de Solos.

Llevaba el pelo recogido de la cara, los ojos todavía hinchados. Captó mi mirada y sonrió

un poco. “Esto es genial. Ustedes son increíbles. En serio.”

Deacon sonrió. “Tienes que soplar las velas y pedir un deseo.”

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¿Qué pedir? Sonreí. Eso era fácil. Conforme me acercaba a la mesa, apagué las velas y

deseé que todos lograran salir con vida de esto, incluyendo a Seth.

“¡Quiero la telaraña!” Deacon gritó y yo di un paso atrás, mientras sacaba un cuchillo de

tamaño gigante.

“¡Ostras!” Retrocedí hasta Aiden.

“Es su cumpleaños,” Luke le quitó el cuchillo. “Ella tiene que elegir qué parte quiere

primero.”

Me eché a reír. “Está bien. Él puede tener la telaraña. Me quedo con la cabeza.”

Nos pusimos a cortar el pastel y a pasar el refresco de uva. Me sentí abrumada por

todos. No esperaba nada en mi cumpleaños, excepto miradas extrañas, pero esto era

increíble. Era fácil olvidarse de todo lo que hoy simbolizaba. Aquí, rodeada de amigos, las

cosas eran algo... normales.

Normales para un grupo de mestizos y puros celebrando un cumpleaños.

Vale. No era normal en absoluto, pero era justo mi tipo de anormal.

Acurrucada en la mesa, nos reímos mientras compartíamos pastel y refresco de uva. Lea

se animó un poco, mordisqueando el glaseado. Los chicos siguieron molestándome por

no Despertar todavía y Aiden trató de detenerlos. Fue lindo verlo intentando no ser

demasiado defensivo o protector conmigo. No era como si lo necesitara pero creo que

era una segunda naturaleza para él. Era igual con Deacon… cuando Deacon no estaba

blandiendo un cuchillo de seis pulgadas.

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Hacia el final de la fiesta de cumpleaños, hubo un distintivo ¡pop! en la habitación. Todos

nos dimos la vuelta. Recé para que la runa de la casa hiciera su trabajo, porque

definitivamente había un dios aquí.

Apolo entró en la cocina. La primera cosa que noté fue que sus ojos eran de color azul y

no de ése blanco espeluznante. “¿Cómo está mi cumpleañera?”

Por alguna razón, me sonrojé hasta la raíz del pelo. “Pasándola bien, abuelito.”

Él sonrió mientras se deslizaba en el asiento a mi lado, fácilmente quitando el cuchillo de

los dedos de Deacon. “No luzco lo suficientemente mayor como para ser lo que soy para

ti.”

Eso era verdad. Parecía que estaba en sus veintitantos años, lo que hacía que todo fuera

más loco. “Así que ¿cuándo ibas a decirme que me engendraste?”

“Yo no te engendre. Engendre a hace siglos a un semidiós que eventualmente engendró

a tú madre.”

“¿Pueden dejar de decir 'engendrar'?” Preguntó Luke.

Apolo se encogió de hombros mientras cortaba un extremo del pastel. Le entregó el

cuchillo a un Deacon extrañamente sumiso. “No creí necesario decírtelo. No es como si

quisiera rozagantes y pequeñas bebés Alex en mis rodillas.”

La soda se atoró en mi garganta y casi la escupí. Alguien se rió, y sonó como a Luke. “Sí,

eso no va a suceder.”

“Mi hermana debió mantenerlo para sí misma.” Él tomó un bocado del pastel, hizo una

mueca, y luego apartó el plato. “Nuestro lazo familiar no es lo importante aquí.”

Fruncí el ceño.

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“¿Saben qué, chicos?” Solos les dio palmadas a los hombros de Deacon y Luke. “Apuesto

a que puedo derrotarlos a ambos jugando hockey de mesa y hacer que me llamen

mamá.”

Luke soltó un bufido. “No es probable.”

Solos arrastró a los chicos fuera de la habitación, pero Lea se recostó en la silla y cruzó

los brazos. Sus ojos desafiaron a cualquiera que le dijera que se fuera. Esa era la Lea con

la que estaba familiarizada.

“¿Te acuerdas cuando fuiste con Marcus después de que la Abuela Piperi nos dejara?”

Apolo tomó la botella de soda.

“Sí.” Le di un vaso y me pregunté a dónde iba con esto. “Es un poco difícil olvidar ese

día.”

“Hum.” Olió la parte superior de la botella, se encogió de hombros y se sirvió una

pequeña cantidad. “Bueno, entonces también deberías darte cuenta de que hay otro

oráculo.”

Le eché un vistazo a Marcus. Él arqueó una ceja mientras se apoyaba en el mostrador.

“¿Qué tiene el oráculo que ver con esto?,” preguntó.

Pensé en Kari. “Pero ella falleció, ¿no?” Después de algunas miradas extrañas, me

expliqué. “La conocí en el Inframundo. Dijo que sabía lo que iba a suceder.”

Apolo asintió. “Tuvo algunas visiones antes de su... partida. Probablemente tiene algo

que ver con tu propia visita intempestiva al Inframundo. Mira, lo que pasa con los

oráculos es que... son dueñas de sus propias visiones. Lo que ven no es visto por los

demás y yo sólo puedo ver lo que el oráculo me dice.” Levantó el vaso de plástico, tomó

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un sorbo, y de inmediato hizo una mueca. Supongo que el refresco de uva no era lo

suyo.

“Es parte de cómo funciona todo: por qué necesitamos un oráculo, en vez de que sólo yo

conozca el futuro,” continuó, mirándome. “¿Dijo algo mientras estabas ahí?”

Negué con la cabeza. “Sólo que sabía que iba a reunirse conmigo y... y que ella sabía

cómo terminaría. Y saber que termina realmente no me dice qué hacer.”

Apolo hizo una mueca. “Supongo que el oráculo muerto lo sabría. Y ni hablar de que

Hades me deje ir a hablar con ella ahora, no después de lo de mi hermana. Las profecías

están siempre cambiando. Nada está escrito en piedra.”

"Artemisa dijo eso." Aiden se sentó junto a Lea. “¿Ha cambiado la profecía?”

“No exactamente.”

Mi paciencia se estaba agotando. "Entonces, ¿qué está pasando, Apolo? Artemisa dijo

que aún había esperanza y mencionó algo acerca de la profecía. ¿Puedes, no sé, ir al

grano?”

“La nueva oráculo no ha tenido ninguna visión, así que la última está ligada a la que

murió. Tendremos que trabajar con lo que sabemos.” Sus labios se curvaron en una

media sonrisa. “Algunos de nosotros creemos que vas a ser capaz de detener a Seth. La

profecía…”

“Sé lo que la profecía dice: uno que salvar y uno que destruir. Lo entiendo, pero lo que

no entiendo es por qué cualquiera de ustedes se arriesgaría a que Seth se vaya todo

Godzilla sobre ustedes. Eliminándome a mí eliminan el problema.” Ignoré la mirada

peligrosa de Aiden mientras me levantaba. “Hay algo más. Tú sabes algo más.”

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“Y tú sabes que la profecía dice que sólo puede haber uno de ustedes. No hay forma de

evitar eso.” Apolo se inclinó hacia atrás, dejando caer sus brazos sobre el respaldo de su

silla. “¿Realmente crees que todo esto fue idea de Lucian? ¿Qué él sabía acerca de

ustedes sin que nadie le dijera? ¿Qué ha ganado tanto apoyo basado sólo en su

carisma?”

Comencé a pasear. “No le daría a Lucian tanto crédito.”

“Bien. Porque él ha tenido ayuda, estoy seguro de ello,” dijo Apolo. “Lo que significa que

detener a Seth de que se convierta en el Matadioses no soluciona el problema en su

conjunto. El dios detrás de esto acaba de encontrar otra manera de empujar a los

Olímpicos al borde de una guerra de todos contra todos, y si eso ocurre, se derramará en

el reino de los mortales. ¿Viste lo que Poseidón hizo? Eso será nada en comparación con

lo que puede pasar.”

“Eso es simplemente genial.” Iba a dejar un camino en el suelo de la cocina a la

velocidad que iba. “¿Tienes idea de quién es este Dios?”

“Hay muchos de nosotros a quienes les gusta causar discordia y caos por el simple gusto

de hacerlo.”

“Hermes,” dijo Marcus. Todos los ojos se volvieron hacia él. Él arqueó las cejas con

expectación. “Hermes es conocido por crear desorden y travesuras… caos.” Nadie dijo

nada. Marcus negó con la cabeza. “¿Alguno de ustedes presta atención en la clase de

leyendas griegas?”

“Hacer que Lucian le dé la espalda al Consejo y los dioses no es una travesura,” dijo

Aiden. “¿Y por qué Hermes querría eso? ¿No se pone a sí mismo a merced de Seth?”

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“No si Hermes controla a Lucian.” Me detuve. Una sensación de malestar se arrastró por

mi espina dorsal. “Lucian controla a Seth... completamente. Él estaría a salvo.”

“Hermes ha sido siempre la broma personal de Zeus y su saco de boxeo.” Apolo se

levantó y rodeó la mesa. Se detuvo en la ventana, pensativo. “Y en los últimos tiempos,

Hermes ha estado... perdido. No estaba al tanto de esto porque estuve aquí mucho.

Verás, todos vienen y van, pero nunca se alejan del Olimpo por mucho tiempo.”

Marcus se puso tenso. “¿Crees que es posible que Hermes haya estado vigilándonos?”

Nos miró por encima del hombro. Mechones de cabello rubio cayeron hacia delante,

protegiendo la mitad de su cara. “Como he dicho antes, si el otro dios se aseguró de que

no se cruzaran nuestros caminos, es posible. Tengan en cuenta que puede que no sea

Hermes. Podría ser cualquiera de nosotros. Sea quien sea tendrá que ser detenido.”

Me quedé mirándolo, preguntándome cómo Apolo esperaba que alguno de nosotros

detuviera a un dios. Sólo Seth podría y no estaba jugando en nuestro equipo en este

momento.

“¿Cómo puede ella detenerlo?,” preguntó Lea, con voz ronca. “¿Cómo puede ella

detener a Seth? ¿No es ese el punto de todo esto?”

Apolo le dio una pequeña sonrisa. “Ese es el punto. Alexandria tendría que matarlo una

vez que Despierte.”

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Capítulo 34 Traducido por: Melody

Corregido por: NatyLRJ

No pude haberlo oído bien. De ninguna manera. “¿Qué?”

Apolo se giró hacia la ventana. “Tendrás que matarlo, Alexandria. Como un Apollyon

serás capaz de hacerlo.”

La idea de asesinar a Seth me horrorizó y enfermó. De ninguna manera podía hacer eso.

Moví mi mano por mi rostro, sintiendo nauseas. “No puedo hacer eso.”

“¿No puedes?” Lea me miró, sus ojos brillando en la luz. “¡Él asesinó a mi hermana, Alex!

Asesinó a esos miembros del Concejo.”

“Lo sé, pero eso… no es su culpa. Lucian retorció su mente.” Y él dudó antes de matar al

Concejo. Lo vi. Por un momento, el Seth que yo conocía no quiso hacerlo, pero luego…

pareció emocionado. “No fue su culpa.”

Y sonó como si estuviera tratando de convencerme a mí misma.

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Los labios de Lea se apretaron. “Eso no significa que lo que hizo esté bien.”

“Lo sé, pero…” Pero no podía matar a Seth. Me senté pesadamente en la silla, mirando

los restos del hombre araña. “Tiene que haber otra manera.”

“Sé que una parte de ti se preocupa por él,” dijo Apolo tranquilamente. “Fuiste… hecha

para sentirte de esa manera. Una parte de él es tuya y viceversa, pero es la única

manera.”

Encontré sus ojos por un largo segundo, y luego Apolo desvió la mirada. Una sombra

cruzó su rostro. Un extraño, casi mal gusto brotó en la parte posterior de mi boca. “¿Hay

otra manera, Apolo?”

“¿Acaso importa?” Lea golpeó sus manos contra la mesa, haciendo que yo saltara.

“Necesita morir, Alex.”

Me estremecí.

“Lea,” dijo Marcus gentilmente.

“¡No! ¡No voy a callarme!” Se puso en pie de un salto, volviendo a la vida. “Sé que no

parece justo, Alex, pero Seth asesinó a esas personas… a mi hermana. Y eso no fue

justo.”

Mi garganta se cerró. Lea tenía un punto. No podía argumentar contra eso, pero ella no

vio lo que yo vi… y ella no conocía a Seth. Aunque tal vez ni siquiera yo lo conocía.

“Y apesta,” continuó Lea. Sus manos cerradas en puños que temblaban. “Incluso

pensaba que Seth era caliente, pero eso fue hasta que incineró a mi hermana. Te gusta.

Eso es genial. Eres una parte de él. Increíble. Pero asesinó gente, Alex.”

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“Entiendo eso, Lea.” Miré alrededor de la habitación, mi mirada deteniéndose en Aiden.

“Todos siguen diciendo que hay esperanza. Tal vez podemos salvarlo. Y Artemis

mencionó algo sobre el poder yendo en ambas direcciones. Tal vez hay algo sobre eso.”

Dolor brilló en sus ojos plateados, y entonces recordé sus palabras y lo que había

comprendido. A veces tienes que saber cuándo dejar ir la esperanza.

Ella contuvo bruscamente el aliento mientras luchaba claramente por contener su ira y

dolor. “Tú amabas a tu madre, ¿verdad? La amabas incluso después de que se convirtió

en un daimon.”

“Lea,” Aiden interrumpió bruscamente.

“Pero tú sabías que ella necesitaba… necesitaba ser detenida,” se apresuró antes de que

Aiden pudiera callarla. “Tú la amabas, pero hiciste lo correcto. ¿Cómo es esto

diferente?”

Retrocedí de la mesa. Sus palabras eran como un golpe en el estómago porque eran

ciertas. ¿Cómo era esto diferente? Hice lo correcto con mi madre, ¿por qué era tan difícil

para mí entender por qué había que hacer esto ahora?

“Creo que es suficiente por hoy,” intervino Marcus.

Lea se mantuvo firme en su posición por unos segundos más, pero luego salió de la

habitación. Una parte de mí quería ir tras ella y tratar de explicarse, pero tenía el

suficiente sentido común para saber que eso no sería inteligente.

“Ahora mismo ella está sumergida en la oscuridad,” dijo Marcus. “Está herida. Tal vez

más tarde entenderá que esto es duro para ti también.”

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“No tanto como lo es para ella.” Eché mi cabello hacia atrás. “Sólo no puedo… la idea de

matarlo me pone enferma. Tiene que haber otra manera.”

Apolo se deslizó hacia mí. “Todo esto… puede esperar. Hoy es tu cumpleaños, tu

Despertar.”

“Sí, bueno, no sé qué ocurre con eso.” Miré las runas en mis manos. Brillaban

débilmente. Nada había cambiado. “Me siento igual. Nada ha ocurrido.”

“¿Cuándo naciste?” Preguntó Apolo.

“Uh, el cuatro de marzo.”

Él arqueó una ceja. “¿Qué hora, Alexandria? ¿Cuál fue la hora de tu nacimiento?”

Apreté mis labios. “No lo sé.”

Una mirada dudosa cruzó el rostro de Apolo. “¿No sabes a qué hora naciste?”

“No. ¿La gente sabe eso?”

“Yo nací a las 6:15am,” dijo Aiden, tratando de esconder su sonrisa. “Deacon nació a las

12:55pm. Nuestros padres nos dijeron.”

Mis ojos se estrecharon. “Bueno, nadie me lo ha dicho… o lo olvidé.”

“¿Marcus?” Preguntó Apolo.

Él sacudió su cabeza. “No lo… recuerdo.”

“Está bien, obviamente no has llegado a la hora de tu nacimiento todavía.” Apolo se

alejó de la ventana. “Creo que hemos tenido suficiente charla seria por el día. Es,

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después de todo, tu cumpleaños. Un tiempo de celebración, no de hacer planes para la

batalla.”

Me estremecí.

“Estarás bien.” Apolo apoyó su mano en mi hombro y apretó. Eso era lo más cercano a

un consuelo que recibiría alguna vez de Apolo, y por mí estaba bien. “No sientes el lazo

desde donde estamos, así que él no puede conectarse contigo. Estarás bien.”

Continué observando el reloj. ¿Cuándo había nacido? No tenía idea. Eran casi las 8:30 de

la noche, y ni una maldita cosa había ocurrido. ¿Tal vez estaba haciendo algo mal?

“Detente.” Aiden tomó mi mano, alejándola de mi boca. “¿Desde cuándo te muerdes las

uñas?”

Me encogí de hombros. Estábamos sentados en un sofá en el pequeño invernadero.

Fuera de la ventana parecía haber un paraíso invernal. La noche ya había caído y la luz

de la luna se reflejaba en la intacta nieve que cubría el suelo y los árboles.

“¿Crees que soy débil?” pregunté.

“¿Qué?” Él tiró de mí de manera que estuviera en su regazo. “Buenos dioses, eres una

de las personas más fuertes que conozco.”

Miré la puerta cerrada, pero luego pensé oh, qué demonios. Permitiéndome relajarme,

descansé mi mejilla en su pecho y saqué la rosa de debajo de mi camisa. “No me siento

muy fuerte.”

Aiden puso sus brazos a mi alrededor. “¿Por lo que todos estaban hablando hoy?”

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Tracé con mis dedos los bordes de la rosa. “Lea tenía un punto, ¿sabes? Me enfrenté a

mi madre, pero no puedo… hacer eso con Seth.”

“Apolo tenía razón.” Posó su mentón sobre mi cabeza. “Él es parte de ti. En cierto modo,

es diferente de lo que ocurrió con tu madre.”

“Es diferente. Mi madre era un daimon y no existía manera de revertir eso.” Suspiré,

cerrando mis ojos. Vi el rostro de Seth mientras le rogaba, la indecisión en sus ojos. “Él

todavía está ahí, Aiden. Tiene que haber otra salida. Y creo que Apolo lo sabe, pero no

nos la está diciendo.”

“Entonces hablaremos con Apolo. Él mencionó el oráculo, y tal vez algo ha cambiado.”

Se movió ligeramente, y sentí sus labios en mi frente. “Pero si no existe otra salida…”

“Entonces tengo que enfrentarlo. Lo sé. Sólo quiero estar segura antes de que

decidamos que él debe ser… asesinado.”

Aiden posó una de sus manos sobre la mía. “Tal vez tenemos que echarle un vistazo a

este nuevo oráculo. ¿Quién sabe? Tal vez ella pueda decirnos algo, visiones o no.”

“Eso si es que podemos hacer que Apolo nos hable de ella.”

“Lo haremos.”

Le sonreí a Aiden. “Eres increíble.”

Él sonrió. “¿Qué te hace decir eso?”

“Sin duda eres el más… ¡au!” Siseé mientras liberaba mi mano de la suya. “Algo me

picó.”

Se enderezó un poco y agarró mi muñeca. “Alex, estás sangrando.”

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Pequeños pinchazos de sangre cubrían la parte superior de mi mano izquierda, pero eso

no era lo que estaba mirando. Había un glifo azul tomando forma, formando algo que se

veía como una nota musical.

Mi pulso latió con fuerza mientras me sentaba rápidamente, escaneando la habitación.

Un reloj con forma de búho mostraba eran las 8:47pm. “Está ocurriendo.”

Aiden dijo algo, pero otra ráfaga de calor, dolor ardiente picó justo debajo de esa marca,

y la sangre perló mi piel.

Me liberé de Aiden, mis piernas temblando mientras me paraba. “Oh mis dioses…”

“Alex…” Él se puso de pie, ojos muy abiertos. “¿Qué puedo hacer?”

“No lo sé. Yo no….” Di un grito ahogado cuando el dolor se disparó por mi brazo. Justo

frente a mis ojos, más sangre apareció. Sólo pequeñas gotas, como si estuviera bajo una

aguja tatuadora. “Oh dioses, las marcas… las marcas son como tatuajes.” Esto no había

ocurrido con las otras marcas… las que Seth había traído por adelantado.

“Dioses.” Aiden acercó a mí, pero yo me alejé. Él tragó mientras mis ojos encontraron los

suyos. “Alex, todo va a estar bien.

Mi corazón latía el doble de rápido. Terror puro inundó mi estómago. Las marcas

estarían en todos lados una vez se completaran, y estaban llegando muy, muy rápido.

Dolor se extendió por mi cuello, humedeciendo mi piel. Cuando llegó a mi rostro, grité y

golpeé el suelo. De rodillas, me doblé, mis manos cerradas en puños en el aire alrededor

de mis mejillas.

“Oh… oh hombre, esto va a explotar.” Luché por conseguir aire.

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Aiden estaba a mi lado inmediatamente, sus manos tratando de alcanzarme pero sin

entrar en contacto. “Sólo… respira profundo, Alex. Respira conmigo.”

Mi risa salió estrangulada. “No… no estoy teniendo un bebé, Aiden. Esto es…” Agudas

picaduras de dolor recorrieron mi espalda, y grité de nuevo. Puse mis manos en el suelo,

tratando de tomar una respiración profunda. “Está bien… está bien, estoy respirando.”

“Bien. Lo estás haciendo muy bien.” Aiden se acercó. “Lo sabes, agapi mou. Lo estás

haciendo bien.”

Mientras mi espalda se arqueaba, no se sentía así. Preferiría enfrentar cien daimons

hambrientos de éter más una legión de Instructores que esto. Lágrimas escaparon de

mis ojos cuando la marcación continuó más abajo. Mis piernas cedieron, y con ayuda de

Aiden, me acosté sobre mi estómago.

La puerta se abrió y escuché a Marcus. “¿Qué demon...? Oh, mis dioses, ¿está bien?”

Mi rostro dolía mucho por estar así pero la piel de mi espalda se sentía en carne viva.

“Mierda…”

“Está Despertando,” dijo Aiden, su voz tensa.

“Pero la sangre…” Oí a Marcus acercarse. “¿Por qué está sangrando?”

Me acomodé sobre mi costado. “Estoy siendo tatuada por un gigante, hijo de…” Otro

grito estrangulado cortó mis palabras mientras un tipo diferente de dolor se instalaba,

moviéndose bajo mi piel. Era como un rayo corriendo por mis venas, friendo cada

terminación nerviosa.

“Esto es… wow,” dijo Deacon, y abrí mis ojos. Había una completa audiencia en la

puerta.

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“¡Sácalos de aquí!” Grité, doblándome en el suelo. “¡Dioses, esto apesta!”

“Vaya,” oí murmurar a Deacon. “Esto es como ver a una chica dar a luz o algo así.”

“Oh mis dioses. Voy a matarlo.” Podía sentir las gotas de sangre estallando bajo mis

pantalones. “Voy a golpearlo…”

“Váyanse todos,” dijo Aiden entre dientes. “Esto no es un maldito espectáculo.”

“Y creo que él es como el padre,” dijo Luke.

Aiden se puso de pie. “Fuera. De. Aquí.” Unos segundos después la puerta se cerró. Creí

que estábamos solos hasta que escuché a Marcus hablar. “Ella es mi sobrina. Me

quedo.” Lo oí acercarse. “¿Se… se supone que sea así?”

“No lo sé.” La voz de Aiden sonaba tensa, cerca del pánico. “¿Alex?”

“Está bien,” respiré. “Sólo… sólo no hablen. Ninguno…” Se movió hacia el frente,

quemando mi piel. Me alcé, mis manos temblando.

Joder. No podía respirar. Todo era dolor. Iba a matar a Seth. Ni una vez me había dicho

que el Despertar se sentiría así: como si la piel estuviera siendo cortada de mis huesos.

Mi cuerpo se dobló cuando otra oleada de dolor me recorrió. No recordaba haber

golpeado el suelo o a Aiden poniéndome en su regazo, pero cuando abrí mis ojos, él

estaba ahí, sobre mí. La piel en alguna parte, ya no estaba segura dónde, se incendió.

Otra marca estaba siendo tatuada. No pude contener el llanto, pero cuando se escapó

de mis labios, no era más que un gemido.

“Está bien. Estoy aquí.” Aiden alisó el cabello de mi frente húmeda. “Ya casi termina.”

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“¿Sí?” Di un grito ahogado mientras lo miraba, apretando su mano hasta que sentí el

rozar de sus huesos. “¿Cómo mierda lo sabes? ¿Has Despertado alguna vez? Hay algo…”

Mi propio ronco, débil grito interrumpió mi diatriba. “Oh dioses, lo… lo siento tanto. No

pretendía maldecirte. Es solo que…”

“Lo sé. Duele.” La mirada de Aiden se desplazó sobre mí. “No debe faltar mucho.”

Cerré con fuerza mis ojos mientras me doblaba contra Aiden. Sus gestos calmantes

ayudaban a reducir algo del dolor. Me quedé inmóvil cuando una luz parpadeante brilló

tras mis párpados. Un sonido llenó mis oídos y pude ver de repente el lazo azul tan

claramente en mi cabeza.

Era como si hubieran encendido un interruptor.

Una estampida de información me llenó en un segundo. Miles de años de los recuerdos

de los Apollyons llegaron a mí justo como Seth me había advertido que harían. Como

una descarga digital, no pude seguir el paso. Las palabras estaban en un lenguaje

diferente, uno que Aiden hablaba hermosamente. El conocimiento de cómo nacía el

Apollyon me llegó, igual que la naturaleza de los elementos y del quinto y último.

Imágenes parpadeaban y luego desaparecían, sobre todo batallas ganadas y ahora

perdidas. Vi -sentí- el Akasha pasar por las venas de alguien por primera vez,

incendiando y destruyendo. Salvando todas esas vidas. Y los dioses… los vi a través de los

ojos de los Apollyons pasados. Había una relación ahí, tensa y llena de mutua

desconfianza pero la había… y luego la vi. Supe que era Solaris, lo sentí en lo más

profundo.

La vi entregando a un hermoso niño, alzando sus manos mientras susurraba palabras,

palabras muy poderosas. Salía Akasha de ella y supe en un instante que había entregado

al Primero. No para matarlo, porque había infinito amor en sus ojos, sino para

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subyugarlo, para detenerlo. Jadeé al entenderlo pero los años pasaron hasta llegar al

Primero… al Primero.

El lazo estaba chasqueando, pasando a través del tiempo y la distancia, buscando,

siempre buscando. No podía detenerlo, no sabía cómo. Un brillo de color ámbar lo

cubría todo. Un rostro brumoso entró en foco en un estallido de luces arremolinadas. El

arco natural de sus cejas doradas, el ladeo travieso de sus labios y la inclinación de sus

pómulos me eran dolorosamente familiares. No sabía dónde estaba. No debería estar

ahí. Estábamos demasiado alejados.

Pero al final del lazo vi a Seth y lloré.

Supe en un instante que la distancia entre nosotros no había significado nada para el

lazo. Quizás había disminuido nuestra habilidad de sentirnos pero no pudo evitar esto.

No con las cuatro marcas, no cuando había tomado de mi propio poder. Y supe también

que Seth había planeado esto… sólo en caso de que huyera.

Un pulso de luz pasó por el lazo y lo sentí -a él- traspasando mis barreras, llenándome,

volviéndose parte de mí. Sólo duró un segundo: un segundo y estaba rodeada por él. Yo

era él. No había yo en esto, no había espacio. Todo se trataba de él, siempre había sido

así.

Ya no podía respirar. Él estaba ahí, bajo mi piel, su corazón latiendo junto al mío. Sus

pensamientos estabas mezclados con los míos hasta el punto en que todo lo que podía

escuchar era a él.

Abrió sus ojos. Una luz que no había estado ahí nunca antes brillaba tras ellos.

Seth sonrió.

La luz crepitó y parpadeó y el mundo se deshizo.

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Estaba temblando… no. Me estaban sacudiendo. El dolor cedió lentamente, dejando un

crudo pinchazo que cubría cada centímetro de mi piel. Eso, también, se desvaneció

mientras mi cuerpo era mecido de adelante a atrás. Había voces zumbando en un

segundo plano, eclipsando unas palabras calmantes que alguien susurraba.

Respiré profundo por lo que se sentía como la primera vez. Había tanto en el aire a mi

alrededor. El perfume de un pino manchado en los bordes. La punta de mi lengua sabía a

especias y sal marina.

“Agapi mou, abre tus ojos y háblame.”

Mis ojos se abrieron. Todo… todo parecía diferente, más agudo y magnificado. Las luces

eran deslumbrantes y los colores brillaban en ámbar. Me centré en el hombre que me

acunaba. Ojos del color de la plata fundida me miraban fijamente. Se abrieron como

platos, las pupilas dilatadas. Shock llenó sus facciones.

“No.” Esa única palabra parecía haber salido de las profundidades del alma de Aiden.

Un estallido llenó la habitación. Pasos se acercaron. Las sombras se hicieron claras, una

brillando más que la otra.

Apolo miró por encima del hombro de Aiden y maldijo. “Suéltala, Aiden.”

Sus brazos se apretaron, en cambio, abrazándome a su pecho. Hasta el final, pensé…

estúpidamente valiente y leal hasta el final…

“Suéltala ya.” Una puerta se cerró en alguna parte detrás del dios brillante. “Está

conectada con el Primero.”

El Primero, mi razón de existir. Mío. Mi otra mitad. Estaba aquí, esperando. Ya dentro de

mí, viendo lo que yo veía, susurrándome, prometiéndome que vendría. Seth. Mío.

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Y todos iban a morir.

Sonreí.

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Visítanos en: www.literaturaromanticajuvenil.blogspot.com

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Sobre la Autora Seudónimos: J. Lynn

Jennifer L. Armentrout vive en Virginia Occidental

(EEUU).

Todos los rumores que hayas podido escuchar de este

estado son ciertos. Bueno, en su mayoría. Cuando no

está trabajando d uro en la escritura, pasa su tiempo

leyendo, saliendo, viendo películas de zombis y

haciendo como que escribe. Vive con su marido, el

perro de éste, llamado Diesel, y Loki, su perrita hyper

Jack Russell.

Su sueño de convertirse en escritora empezó en clases

de algebra, en la cual pasaba el tiempo escribiendo

historias cortas… lo que explica sus pésimas notas.

Jennifer escribe fantasía urbana y romántica para adultos y jóvenes.