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    the contradiction between the absence of a notion of existential continuity related to a remote originand the everyday and short term notion of indigenous identity which is experienced as essential.

    Key words: Ethnography. Archaeology. Huarpes. Cuyo. Ethnogenesis.

    Los huarpes, signados como primitivos habitantes de la regin de Cuyo al momento de laconquista espaola, han sido considerados extintos o desaparecidos como etna desde el sigloXVII, en un debate etnogrfico que qued tempranamente clausurado sobre este tpico hacia ladcada de 19501 y que con pocas excepciones ha tenido escasa renovacin posterior2. Pero desdemediados de la dcada de 1990 se observa en distintas reas y grupos de la regin la emergenciao parcial visibilizacin de identificaciones huarpes e indgenas. Este proceso ha sorprendido alcampo acadmico, entre otras cosas porque la cuestin huarpe se consideraba dirimida en el terrenoarqueolgico o en la investigacin etnohistrica sobre fuentes coloniales tempranas, haciendo casoomiso de las prcticas, actitudes, memorias o discursos de actores sociales actuales o contempo-rneos. La secular carencia en Cuyo de investigaciones antropolgicas basadas en trabajo de campoetnogrfico, ha contribuido a la reproduccin de una narrativa oficial de extincin indgena que,

    invocando cnones cientficos, neg la produccin cultural popular o subalterna e incluso ciertasfuentes histricas y voces disonantes dentro de las elites locales (Escolar 1997, 2003).

    El propsito del presente artculo es analizar la actual produccin y reproduccin de sentidosde pertenencia aborgenes en Cuyo, poniendo en foco el papel que en este proceso tiene la tensine imbricacin entre discursos acadmicos que en general negaron contradictoriamente su existen-cia contempornea y prcticas nativas que, tambin contradictoriamente, marcan una continuidadaborigen. Para ello me basar en mis experiencias de campo en Calingasta, en la Provincia de SanJuan, en testimonios de informantes nativos y en el anlisis de textos de arquelogos profesionalesy legos que investigaron o escribieron sobre los vestigios del rea3.

    En Calingasta, departamento cordillerano del suroeste de San Juan, se despliegan numerososvestigios de sociedades aborgenes que habitaron la regin hasta 8.000 a.p. tales como petroglifos,pinturas rupestres instrumentos lticos, cermica, canales, trazados viales, restos de viviendas ymomias que han sido objeto de la indagacin arqueolgica al menos desde el siglo XIX4. Estosobjetos han sido el referente de un complejo dilogo entre interpretaciones arqueolgicasacadmicas, literarias y nativas, que impacta fuertemente en la dinmica de etnognesis huarpe oindgena que se verifica en la regin desde la dcada de 1990. La hiptesis que manejamos es quela contradictoria imaginacin arqueolgica resultante de estos intercambios, firmemente incorpo-rada en las representaciones que construyen las poblaciones locales sobre su propio devenircolectivo, constituye un campo de disputa por la hegemona cuyo eje es el debate sobre la identidadindgena de las poblaciones subalternas. Como complemento de esta hiptesis, proponemos quelas aporas que genera la confrontacin entre perspectivas cientficas y nativas sobre la historia

    aborigen local, en especial en lo que atae a definir la continuidad o bien alteridad de laspoblaciones actuales respecto de los aborgenes de antao, se inscriben en un escenario donde laepistemologa cede paso a la ontologa y el discurso cientfico cobra un status anlogo a la magiacomo principio de interpretacin y percepcin.

    ARQUEOLOGAS EN PUGNA

    Varios aos antes de comenzar mis investigaciones formales en Calingasta, de viaje en elValle durante el verano de 1991, me accident al caer de un caballo. Los enfermeros de la salitasanitaria del pueblo de Barreal, no acertaron en curar la gran hinchazn de mi mano derecha,

    algunos de cuyos huesos haban quedado dislocados. Tres das despus y ante la evidencia de que

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    el problema iba en aumento, acept la derivacin de algunos pobladores (incluyendo un enfermero)al compositor, de seguras habilidades curativas sobre estructuras seas de hombres y animales.

    Se unt las manos en un aceite balsmico, sencillo y profesional, y luego de musitar y ensayaralgunos signos en el aire, tir de mis dedos de improviso, acomodando aparentemente la mano ensu posicin correcta, en un clmax de dolor y alivio. No pasaron dos horas hasta que la mano,

    afortunadamente abierta, comenzara a recuperar su dimensin original. El compositoramablemen-te deneg el dinero y, luego de mi agradecimiento, volvi presto a la cosecha.Ocho aos ms tarde, ya como investigador en campaa, indagando el incipiente proceso de

    emergencia de identidades huarpe o genricamente indgenas en el rea, me encontrabarecuperando el aliento a la sombra de los retamos que circundaban un cinago5, nico manchnverde en decenas de kilmetros de piedra en la Precordillera del Tontal. All, habindose abiertoun dilogo directo sobre el origen indgena de los pobladores locales, uno de mis compaerosnativos, el Indio (tal era su apodo) se revel como hijo de aquel compositor y mostr muchointers en hablar del origen de las capacidades de su padre. Segn su relato, la adquisicin da lasmismas estaba directamente ligada a un evento profusamente evocado en las narrativas de lospobladores del Valle de Calingasta: la exhumacin en 1969 de un conjunto de ms de diez momias

    en el sitio Los Morrillos, en el piedemonte de la Cordillera de Ansilta, por parte del arquelogosanjuanino Mariano Gambier.El indio cont que las momias, bajadas a lomo de mula, fueron acondicionadas en un galpn

    de Barreal, donde los arquelogos las sometieron a misteriosos procedimientos, antes de serderivadas a la ciudad de San Juan. Su padre sin embargo, bajo la anuencia de un cuidador cmplice,habra sido la nica persona que pudo ingresar secretamente al recinto durante tres noches seguidas.All, su tacto pudo explorar las condiciones de esas anatomas que, inanimadas, libremente seofrecan a la experimentacin. Zafando, dislocando, y sobre todo desarmando y armando huesosy tendones, falanges y carpos, el fnebre mecano se repiti cada una de esas tres noches, hasta quelas momias fueron transportadas finalmente a San Juan. Pero, como insinu el Indio, dejaron enmanos del compositorno slo el conocimiento sino una capacidad mgica de curar las afecciones

    seas de cuerpos de humanos, vacunos o equinos.La narracin de las momias como muchas otras que se desplegaban en el campo era parte

    de una larga y elptica respuesta a mi pregunta ms o menos explcita respecto de la existenciacontempornea o actual de indios. Como percib entonces, las momias y cuerpos calificadoscomo de indios eran un referente importante del debate soterrado que emerga cada vez con msfuerza, sobre su propio carcter aborigen. Debate en el cual la produccin de sentido sobre prcticasy objetos culturales tanto de los aborgenes del pasado, como de s mismos o sus ancestros mso menos prximos tena una importancia fundamental.

    En otra expedicin a la misma rea, arribamos con un baqueano a una cabaa de piedra juntoa la ladera de un cerro, que estaba siendo refaccionada por dos peones. A la noche, mi observanciaprotocolar del silencio durante el resto de la jornada junto a otros usos baqueanos predispusofavorablemente a nuestros anfitriones a hablar con la confianza propia de los encuentros entrecompadres. Bast que insinuara mi inters por conocer el campo, la vida y costumbres de su gentey la historia de los antiguos6, para que el dilogo se coloreara, luego de una inmersin enproblemticas locales. Uno de los peones narr cmo al refaccionar la cabaa un mes antes, habanhallado el cuerpo enterrado de un indio, que tena un costado chamuscado porque justo all, antesde que fuera construida la cabaa, haba un fogn donde arrieros o cazadores paraban a alojar. Esterelato abri una ansiosa descripcin de los indicios indgenas, mencionando la existencia de unaprofusin de sitios y objetos arqueolgicos de hallazgo cotidiano y estableciendo subrepticiascomparaciones entre la vida aborigen y los actuales habitantes del rea. Los indios eran represen-tados analgicamente a los pobladores actuales, como primitivos ocupantes de alojos que usaban

    en la actualidad; cazando guanacos, tal como ellos; tejiendo ponchos, mantas y gorros de lana comolos que ellos o sus padres usaban; fabricando boleadoras, pan, moliendo granos en morteros de

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    piedra, como sus abuelos. Y sobre todo, forzados al rudo trabajo en el campo, expuestos al fro,temporales, accidentes, hambre y sed, tal como ellos se representaban su propia condicin en elcampo. A mi pregunta respecto de por qu el cuerpo haba sido hallado en ese sitio distante delValle, me respondieron que Seguro que al pobre lo agarr el hielo cuando lo han mandado alcampo... los haran trabajar mucho [a los indios]... por eso se moran por aqu. Y por qu en el

    campo? Y, trabajando... como nosotros ahora. Sin embargo, nada de esto fue suficienteprembulo para autoadscribirse explcitamente como indgenas; por el contrario las preguntascomenzaron a dispararse hacia m: Quines, eran los indios? Por qu estaban ac?. De lamomia slo quedaba un trozo de gruesa cermica en un rincn de la cabaa. Uno de los peonesse la haba llevado en el anca del caballo para venderla, explotando as un lucrativo y tradicionalnegocio del rea andina sanjuanina.

    El hallazgo de cuerpos enterrados, momias, fardos o urnas funerarias es un hecho bastantecorriente entre los habitantes del Valle de Calingasta, tanto por la actividad de huaqueros en lasmontaas como ms frecuentemente como subproducto de la labranza de los campos y larealizacin de canales en pueblos de los oasis irrigados, que en general han sido asiento depobladores aborgenes desde tiempos prehispnicos. Numerosos informantes refieren ese tipo de

    hallazgos, que han derivado en su venta, atesoramiento, denuncia a museos locales o el provincial,o han sido cubiertos nuevamente para no alterar la paz de los difuntos. En la actualidad, lasmomias son uno de los principales objetos arqueolgicos que impactan en la reflexin de muchoshabitantes del rea sobre una posible continuidad biolgica y cultural con aborgenes prehispnicosy ulteriormente, en la elaboracin de nociones de identidad o ascendencia aborigen. Pero lasmomias han sido tambin, histricamente, el ncleo de la produccin arqueolgica profesional uoficial, que invariablemente tendi a establecer una distancia radical entre las poblacionesaborgenes productoras de esos vestigios arqueolgicos y los actuales pobladores.

    La bsqueda y exhumacin de momias ha sido sin duda la actividad ms taquillera de laarqueologa profesional sanjuanina. Explorar enterratorios o inhumaciones individuales ymltiples de aborgenes, extrayendo abundantes cuerpos y ajuares fue prctica corriente entre

    viajeros y arquelogos desde mediados del siglo XIX7. En 1914 Salvador Debenedetti, comotitular de una misin del Museo Etnogrfico de la Facultad de Filosofa y Letras de laUniversidad de Buenos Aires a los Valles Preandinos de San Juan, tuvo como principalprctica arqueolgica la exhumacin de restos mortuorios excavando para ello decenas detumbas para incorporarlos a las colecciones del Museo. Posteriormente, el descubrimiento de lamomia del Cerro del Toro en 1964 por andinistas sanjuaninos propiciar el nacimiento de laarqueologa acadmica provincial. El rescate de la momia el cuerpo congelado y casi intactode un aborigen con su ajuar, semienterrado junto a un recinto pircado prximo a 6380 mts. s.n.mdio lugar a la creacin de una agencia arqueolgica sanjuanina, a cargo de Mariano Gambier, elactual Instituto de Investigaciones Arqueolgicas y Museo (IIAM), dependiente de la Univer-sidad Nacional de San Juan8.

    Pero la exhumacin de las momias de Los Morrillos por el propio Gambier y Pablo Saccheroen 1969 se constituy finalmente en el hito que dio literalmente cuerpo a la Arqueologaprovincial y las vitrinas del IIAM perfilando a la arqueologa como un saber de estadoprovincial. El titular del IIAM, Mariano Gambier, fue el principal responsable en la elaboracinde un discurso oficial sobre el pasado aborigenayudado en esta tarea por su colaboradora, laetnohistoriadora Catalina Teresa Michieli. En su perspectiva, las culturas aborgenes autctonasestn radicalmente separadas de las prcticas culturales contemporneas y no han dejado suimpronta en el presente. La cultura huarpe se presenta degradada frente a la incaica, cuyaimposicin previa a la llegada de los espaoles es postulada como nico hecho importante en lahistoria de los huarpes (Gambier 1993)9. La extincin de los huarpes es dada como un hecho en

    el perodo colonial temprano, en fechas tan tempranas como 1630 primero por su consabidotraslado forzado a Chile y luego por mestizaje o bien por aculturacin (ibid.).

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    Pero ms all de los argumentos cientficos invocados que en rigor no alcanzan para postularuna taxativa discontinuidad cultural o biolgica de las poblaciones cuyanas actuales con losaborgenes prehispnicos las perspectivas discontinuistas, su argumentacin y contradiccionestienen un origen ms remoto.

    Si analizamos dos de los ms importantes estudios arqueolgicos realizados en el rea:La

    Cultura de Los Morrillos (Gambier 1985),Investigaciones Arqueolgicas en los Valles Preandinosde San Juan (Debenedetti 1917), por ejemplo, es posible observar notables coincidenciasheursticas y retricas. En la estructura de ambos libros, el anlisis arqueolgico esta enmarcadoy precedido por una descripcin geogrfica del rea y una breve pero contundente descripcin dela vida actual de sus pobladores. Aunque esto puede parecer slo una presentacin formal de susinvestigaciones, centradas en la excavacin y anlisis tipolgico de sitios y artefactos, constituyeen realidad un anticipo de un marco interpretativo y procedimientos heursticos comunes.Invariablemente, aunque postulen la tajante alteridad entre los pobladores actuales y los prehist-ricos, cuando los autores arriesgan interpretaciones sobre la dinmica sociocultural y econmicade los grupos productores del material arqueolgico, recurren a analogas directas con las prcticasde los habitantes del rea contemporneos de sus investigaciones. Finalmente,

    Debenedetti construye en principio una brecha entre la poblacin aborigen y los actualeshabitantes de Calingasta e Iglesia, con el argumento de que stos eran o parecan ser chilenos.

    ...nuestros esfuerzos tendientes a descubrir, en el fondo de las tradiciones locales, un valorpositivo que nos permitiera establecer correlaciones, han sido estriles. Por todas partes y enlas cosas todas aparece constantemente la influencia de los pueblos de allende la cordillera(Debenedetti 1917: 18-19).

    Pero fuera de este cristal de nacionalidad, la discontinuidad cultural con los aborgenes delpasado argumento central para negar el carcter aborigen de los actuales pobladores se hace

    difcilmente sostenible. Debenedetti invariablemente observar la similitud entre prcticas actua-les y las que atribuye a los aborgenes. En principio, la ocupacin y distribucin en el espacio, eluso del suelo y la forma de las viviendas10: En los mismos parajes o en sus inmediacionesestuvieron tambin ubicadas las viejas poblaciones. Ningn cambio fundamental se ha operado enla comarca (Debenedetti 1917:17).

    Los poblados actuales se encuentran superpuestos o junto a los restos de ocupacionesaborgenes; lo mismo ocurre con los campos de cultivo e inclusive con las viviendas. La nicadiferencia sustancial que Debenedetti observa, invariablemente, es la aparente reduccin de lasreas cultivadas en comparacin con la superficie irrigada en el pasadohecho deducido por laabundancia en el entorno de los actuales oasis de restos de canales de riego a cotas mayores quelas actuales. Las viviendas no solamente estn ubicadas en los mismos parajes, sino que su

    arquitectura, tecnologa y materiales son asimiladas a algunos tipos frecuentes de construccionesprehispnicas. Refirindose a las ruinas de Angualasto, en el norte de San Juan, Debenedetticonsidera que los recintos, aparentemente antiguas viviendas, estn construidos con el mismo tipode adobones o tapias de barro amasado que las de los pobladores actuales (Debenedetti1917:136) e incluso tienen las mismas dimensiones (Debenedetti 1917:140). Tambin, tanto enAngualasto como en las dems localidades de los Valles de Iglesia y Calingasta que visit, laspuertas estn orientadas hacia el este para protegerse de la accin de los vientos (Debenedetti1917:75). En Barreal, Debenedetti afirma observar los ltimos vestigios de las viviendasindgenas e interpreta que:

    Fueron como los ranchos actuales de adobes crudos, techadas con una mezcla de barro, paja,caas y otros vegetales. Quiz como en las construcciones actuales, anexos a los ranchos o

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    formando parte de ellos, existieron esos raros tipos de habitaciones secundarias cuyas paredeseran de jarillas atadas entre s con tientos de cuero y que son conocidos con el nombre deramadas (Debenedetti 1917:20)11.

    Adems de la similitud en las viviendas, diversos objetos utilizados por los indios mantenan

    su uso vigente entre los pobladores. Tal es el caso de los ponchos tejidos de lana de guanaco y vicua(Debenedetti 1917:70) o de algunos enseres domsticos, como mates y tinajas anlogas a las queformaban parte del ajuar de una momia exhumada en Calingasta (Debenedetti 1917:64).

    Segn describe Debenedetti y yo mismo he comprobado en la actualidad la continuidaden la utilizacin de objetos indgenas se da en ocasiones literalmente, mediante la apropiacin deutensilios arqueolgicos que los pobladores actuales recogen como los morteros o conanas depiedra y los reciclan o reutilizan para los mismos fines.

    Otro aspecto en donde implcitamente se seala cierta continuidad cultural con los aborgenesson las prcticas y saberes de los pobladores locales. Las interpretaciones que ofrecen los guas yacompaantes nativoslocales, por ejemplo, nutren las explicaciones del propio Debenedetti. Estees el caso de la ubicacin de petroglifos en sitios arqueolgicos de Cordillera como Las Burras,

    cuya aridez y falta de recursos no parecen ofrecer, en principio, una explicacin plausible, por loque son interpretados como obra de cazadores y los sitios como seguros paraderos de caza. Peroesta interpretacin est informada por una analoga con los actuales cazadores nativos.

    Sabido es que en las proximidades de las vertientes andinas es donde nuestros paisanosrastrean mejor las tropillas de guanacos o avestruces que, casi siempre, a la misma hora y enlas mismas pocas, bajan de los ridos cerros en busca de agua.Por tales razones creemos que los petroglifos responden a escenas de la vida de cazadores, ala cual an hasta nuestros das estn muy habituados los pocos habitantes de aquellasinhospitalarias comarcas (Debenedetti 1917:124)12.

    El argumento maestro que Debenedetti utiliza para postular la discontinuidad cultural de laspoblaciones actuales con las aborgenes, la chilenizacin de la regin, se destruye cuando el autorargumenta que los vnculos transcordilleranos entre poblaciones del occidente y oriente andinosconstituyen una constante eco-cultural desde tiempos prehispnicos. En efecto, los movimientostranscordilleranos que l observa son anlogos a

    las relaciones recprocas mantenidas en los tiempos prehistricos por los pueblos de ambasladeras de la cordillera andina, en lo que se refiere a la provincia de San Juan y posiblementea las inmediatas (Debenedetti 1917:161)

    Debenedetti hallar profundas similitudes entre vestigios prehispnicos locales con otros delnorte Chico y Grande de Chile y observar un uso humano sostenido durante milenios de los pasosutilizados contemporneamente para el intercambio entre las vertientes oriental y occidental de laCordillera. EnLa Cultura de los Morrillos Gambier (1985) utiliza principios de analoga muysimilares a los de Debenedetti13. Destaca como hechos centrales de la dinmica de los cazadores-recolectores Morrillos (entre el 6000 y 2000 a.c.) y los grupos aborgenes que los precedieron ysucedieron, a la trashumancia y ocupacin estacional de microambientes entre el piedemonte y losvalles interandinos de la Cordillera, y los contactos o identidad cultural con grupos que hacan lopropio desde la banda occidental de los Andes.

    Esta dinmica, que a la postre es considerada como promotora de una comunidad cultural devarios milenios (o bien fruto de un origen comn), tiene como explicacin las determinacionesimpuestas por las condiciones geogrficas y ecolgicas.

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    El hecho real y verdico es la comunidad de espacios durante una parte del ao para unaactividad fundamental como la de la cacera y todos sus efectos, por lo que debe suponerseque hubo necesariamente una tcita distribucin de campos durante esta etapa. Las relacionesentre los grupos de una y otra banda debieron estar reguladas por las condiciones climticasdel sector y su repercusin en las pasturas y en consecuencia por la cantidad de animales

    disponibles. La identidad de rasgos culturales permite establecer un origen comn y/o uncontacto estrecho durante algunas pocas que permitieron plasmar la identidad (Gambier1985:162).

    La analoga con los actuales grupos trashumantes argentinos y chilenos es planteada enforma directa. La causa es la ausencia de lluvias estivales en la banda occidental que obligara alos animales de caza a buscar pasturas de veranada en la Cordillera tal como

    ...obliga actualmente a los pastores de esa regin a migrar con su ganado a los valles por lafalta de pasturas. La migracin es una exigencia irreversible para el ganado y la fauna deambas bandas cordilleranas. Fue tambin una exigencia de todos los tiempos como lo sigue

    siendo ahora (Gambier 1985:160).

    En esta perspectiva, la instalacin humana actual y el aprovechamiento de recursos se apegaa esta dinmica estacional del mismo modo que entre los cazadores recolectores de antao. Lo quedescribe como uso trashumante actual de distintos pisos ecolgicos y microambientes a travs defincas y puestos en las reas bajas, puestos en los valles interandinos y alojos en las vas intermediasparecen coincidir con la funcionalidad trashumante atribuida a los cazadores Morrillos ...sobre labase de un campamento semipermanente, campamentos estacionales y paraderos transitorios decacera y recoleccin (Gambier 1985:165).

    Para Gambier, al igual que para Debenedtti, una serie de importantes prcticas culturales,econmicas y ecolgicas de los pobladores contemporneos se asemejan a las de los indgenas

    arqueolgicos. Pero existe un marcado contraste entre el modo mecnico en que son planteadasestas continuidades y la alteridad radical axiomticamente establecida entre aborgenes y actualespobladores, en trminos de adjudicacin identitaria. Lo nico que se plantea como francamentediscontinuo en la larga historia de la ocupacin humana en el rea, es la identificacin comoaborigen o indgena de los habitantes, que se supone quebrada en un tiempo mtico que enDebenedetti parece coincidir con el adevenimiento de los chilenos y en Gambier con la conquistaespaola.

    Contrariamente, las interpretaciones nativas a menudo invisten a sus propias prcticasculturales y los materiales arqueolgicos del rea como pruebas no tanto de un pasado indgenaarcaico, sino de la continuidad de poblamiento y del carcter o ascendiente indgena de los actualeshabitantes. Y con frecuencia, estos monumentos de continuidad son los mismos sitios y objetos quelos arquelogos han instituido como referencias de culturas y sociedades prehistricas desapare-cidas, discontinuas o sin vnculo aparente con las poblaciones actuales.

    De hecho, tambin muchos de los tpicos interpretativos de los arquelogos son anlogos alos de los baqueanos y arrieros como los que oficiaban de guas y ayudantes en sus expediciones.Los pobladores locales no slo posean sus propias interpretaciones sobre el pasado basadas en elmaterial arqueolgico, sino que stas eran frecuentemente adoptadas, las ms de las veces en formaimplcita, por los propios arquelogos profesionales. La representacin de las viviendas indgenasal modo de las actuales, el uso de sitios con petroglifos como estaciones de caza en la montaa; ladinmica de la trashumancia y desplazamientos estacionales a los altos valles de la Cordillera,como los actuales pastores y ganaderos; la logstica y el sistema de produccin en torno a sus

    asentamientos como semejante a la de los actuales puestos de pastores o alojos de arrieros en lamontaa; la ingeniera hidrulica y las tcnicas de agricultura. Estos tpicos, entre otros,

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    conforman un conjunto de representaciones arqueo-etnogrficas que provienen tanto de laanaloga que el arquelogo efecta entre las prcticas de poblaciones antiguas y contemporneas,como de las explicaciones y representaciones de los propios guas y colaboradores locales.

    Al mencionar mi inters en la poblacin indgena, actuales o ex arrieros y baqueanos deCordillera me referan la existencia de numerosos rastros de actividad aborigen y casas de indio.

    Las casas de indio eran descriptas como cuevas naturales o parcialmente excavadas en alerosrocosos, algunas de gran amplitud, que se encuentran tanto en las quebradas que se internan en losAndes, en algunos sitios del piedemonte, como en altos valles y faldas montaosas. Muchas de ellasse hallaran a unos 4000 metros de altitud, en las inmediaciones de los picos Aconcagua yMercedario. Los informantes afirmaban que en general estn hbilmente acondicionadas y puedenser muy amplias (tanto para proteger a una tropa entera de mulas), aunque su entrada puede ser muypequea o escondida a la perspectiva de las rutas habituales que atraviesan los pasos de laCordillera. Tambin mencionaban otros rastros que indicaran que haba muchos indios en lazona: canales, petroglifos, caminos que unen campos del piedemonte cordillerano donde a su veztambin hay casas de indio o restos de construcciones depirca. Estas casas de indio estn engeneral ubicadas en lugares aptos para invernar ganado, no muy lejos de vegas y arroyos, reparadas

    de los agentes climticos, y donde hoy da habitan gran cantidad de guanacos, aunque algunas estnen lugares de difcil acceso, lejos de insumos esenciales como el agua y la lea. Pero en uno y otrocaso, los baqueanos se sienten aptos para reconstruir sus circuitos de aprovisionamiento, elaprovechamiento de recursos, la probable logstica de caza, recoleccin, agricultura o el carcterestratgico de su ubicacin para el ocultamiento o defensa de sus moradores. El uso del trminodomstico casas para referirse a dichos sitios arqueolgicos y la familiaridad con su ubicacin,caractersticas y potencialidades estratgicas y logsticas, seala en realidad un hecho central: lascasas de indio o sus reas circundantes han sido utilizadas con relativa continuidad como refugioo vivienda por parte de arrieros, cazadores o pastores seminmades hasta las primeras dcadas delsiglo XX o incluso hasta la actualidad. Como he podido comprobar personalmente estos sitios, porsu facilidad de aprovisionamiento de lea y agua o la disponibilidad de abrigos constituyen

    generalmente ptimos alojos que los viajeros aprovechan como campamento entre las durasjornadas de la Cordillera. Otras casas de indio han servido y an sirven tambin de asiento a lospastores seminmades que afluyen durante el perodo estival desde la vertiente occidental de laCordillera instalndose con sus rebaos en los valles interandinos, en el piedemonte o incluso enla precordillera.

    Las casas de indio coinciden en general con el tipo de sitios excavados por los arquelogoscomo aleros rocosos o enterratorios, tales como los Morrillos, o grutas de los vallesinterandinos como la Colorada de la Fortuna o la Casa de los Guapos entre otros14. El uso modernode estos sitios ha sido reconocido por los arquelogos que los investigaron como una ocupacinespordica que contamin, deterior y eventualmente destruy las evidencias arqueolgicas de lossitios, sin ningn vnculo cultural o de otro tipo con las poblaciones prehispnicas o aborgenes.Salvador Debenedetti y Mariano Gambier considerando invariablemente extinguidos a los indios,calificaban a los ocasionales ocupantes contemporneos como pastores, chilenos e inclusocontrabandistas (Debenedetti 1917, Gambier 1986).

    Pero contrariamente a esta perspectiva, los nativos baqueanos y arrieros y cazadores localessealan a muchas casas de indio como vivienda de sujetos considerados indios, contemporneosde su infancia o juventud, al tiempo que parecen concebir la continuidad en la utilizacin de lasmismas (o de los recursos de sus inmediaciones) como una forma de vnculo histrico con losantiguos. Algunos relatos por ejemplo refieren una singular continuidad en la utilizacin de sitioscon petroglifos. Las Piedras Pintadas eran un conjunto de grandes rocas ubicadas en unas colinasridas unos kilmetros al norte del poblado de Barreal, cubiertas de petroglifos, que segn la

    tradicin local estaban a la vera del camino del Inca15

    . Durante un viaje en procura de una secretacasa de indio, un baqueano local que se adscribe como huarpe me coment que de nio participaba

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    en una recogida anual del ganado semi-cimarrn evento central en la economa y sociabilidadde las poblaciones locales, que actualmente ha disminuido en importancia16 que se realizaba enun rea cercana a las Piedras Pintadas. Como una explicacin del carcter indgena de dichospobladores afirm que en dichas recogidas los viejos extraan las firmas o marcas para elganado de las inscripciones que se encontraban en las Piedras Pintadas, a la sazn no muy lejos del

    rea donde se realizaba la recogida. As, el principal objetivo econmico-poltico de la recogidala definicin de la propiedad familiar o individual del ganado mostrenco o pariciones recientesmediante el sealamiento con una marca particular estaba directamente vinculada a los petroglifos,y especialmente, los petroglifos eran investidos como conjunto de signos para representar laidentidad de los propietarios.

    Esta explicacin ofrece una nueva perspectiva sobre un fenmeno que produjo algunasquejas y luego un novedoso inters en los arquelogos que dieron cuenta de los petroglifos en laregin: la realizacin de petroglifos modernos sobre o junto a los antiguos, atribuidos a pastores,arrieros o cazadores o incluso acampantes (Debenedetti 1917, Ardissone y Grondona, 1953;Gambier, comunicacin personal; Podest y Rolandi 2001). Estos petroglifos han sido descriptoscomo imitaciones de los anteriores, signos de la liturgia cristiana o bien marcas para el ganado que

    arrieros o ganaderos impriman en la roca. Pero si bien estas inferencias pueden ser totalmenteciertas, el anlisis de la superposicin de petroglifos de las mismas basado en tipologas de rasgosde cultura material o contextos socioeconmicos de produccin no alcanzan para dirimir losalcances del sentido que pudo tener para sus realizadores la prctica de inscribir marcas, copiardiseos, etc. en dichos sitios menos an si sus autores se identificaban como arrieros, cazadores,cristianos o aborgenes. Independientemente del grado en que los signos modernos no aborge-nes se inspiran o no en los considerados aborgenes Cul es el valor de esta activa interaccin,de este dilogo intertemporal con los signos producidos por los antiguos? Ms all de que ciertosmotivos de los petroglifos hayan sido utilizados como firmas, o que al revs, los arrieros oganaderos inscribieran all sus propias marcas Cul es el sentido de esta reutilizacin de losmismos monumentos como canal o soporte para plasmar, proyectar, reciclar u obtener signos

    producidos a travs de largos perodos de tiempo? Hasta qu punto los vestigios arqueolgicoshan sido letra muerta para las representaciones nativas del pasado, antes o despus del advenimien-to de la arqueologa como disciplina cientfica?

    Esta ambigua representacin nativa del devenir de las sociedades aborgenes en las actualespoblaciones y su contradictoria formulacin entre la marcacin y la invisibilidad tnica, tiene unejemplo cabal en la disposicin del denominado cementerio de los indios de Barreal.

    En mis viajes de investigacin a Barreal record que siendo nio haba conocido un cerrodenominado el Colorado, al pie de la precordillera, cuya cumbre plana se afirmaba era asiento deun enterratorio indgena prehispnico. Al visitar el sitio en la dcada de 1990, comprob queadems del posible enterratorio en la cumbre ahora plagado de huecos que delataban excavacionesexistan otros vestigios y cementerios. Por una parte, petroglifos e indicios de enterratorios en lasinmediaciones de la base del cerro y pinturas rupestres modernas a la entrada de dos pequeascavernas, imitando los diseos prehispnicos inscriptos en las grutas de Los Morrillos. Por la otra,dos cementerios cristianos, uno de los cuales se hallaba en uso y el otro pareca abandonado desdela dcada de 1960, a juzgar por las inscripciones de sus cruces. Posteriormente, comprob tambinque este sitio arqueolgico haba sido descripto e investido como smbolo del pasado indgenaarcaico provincial desde mediados del siglo XIX por Sarmiento (1966[1850]), Rickard (1863) yDebenedetti (1917) y que inclua, adems de petroglifos y enterratorios aborgenes, un tramo devialidad incaica y los posibles restos de una tambera (Debenedetti 1917).

    Al inquirir a informantes locales sobre qu parte de todo el conjunto constitua el cementerioindgena, llam mi atencin la ambigedad con que ellos sealaban como locacin del cementerio

    de los indios al rea general del Colorado, sin hacer una distincin sobre si esta denominacincorresponda al asentamiento supuestamente prehispnico o se extenda a los otros dos cementerios.

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    Pero lo que ms me sorprendi fue que, al intentar lograr una mayor precisin, la mayora delos entrevistados sealaba como especfico cementerio de los indios no tanto el rea de enterratoriosprehispnicos, sino al cementerio cristiano en desuso, un pequeo recinto pircado cuya mayorproporcin de tumbas y aparentemente las ms antiguas databan de las primeras dcadas delsiglo XX. Carlos, un informante joven que se considera a s mismo descendiente de indios, atribuye

    la denominacin indgena de este cementerio al hecho de que, segn l, parece ser de la familiaextensa Surez y a otras connotadas como indios o sus descendientes. Esta explicacin parececonsistente con las versiones que sealan a los Surez, especialmente los ms ancianos, comoindios; baqueanos y arrieros para quienes los animales, como refiere otro informante, no tienensecretos, expertos rastreadores que no hablan nunca y son muy tmidos.

    La taxativa distincin arqueolgica entre indgenas y actuales pobladores quedaba al menosrelativizada por la continuidad de uso del espacio del Colorado como cementerio hasta la actualidady la continuidad del sentido ritual adscripto al sitio17. Pero la definicin indgena del cementeriorelativamente moderno, trasladaba adems la adscripcin indgena a ancestros muy recientes ocontemporneos de los actuales pobladores y contribua an ms a disolver la alteridad atribuidaa los pobladores actuales respecto de los aborgenes. Tampoco las distinciones de cultura material

    entre los vestigios prehispnicos (urnas, momias, ajuares) y modernos (cruces, fretros y mauso-leos), o el carcter cristiano de las tumbas, eran argumentos para que los informantes descalificaranel carcter indgena de esos muertos.

    Pero cul es el origen del nuevo cementerio de los indios? En el informe de Debenedetti de1917 se describen con detalle unas construcciones ubicadas en el mismo sitio en que hoy seencuentra el cementerio (Debenedetti, 1917:23), denominadas en la poca Tambera del Inca oCasa del Inca (y a la vera del Camino del Inca18). La descripcin y la planta dibujada porDebenedetti corresponden casi exactamente, en ubicacin, orientacin, forma y materiales, almuro de piedra cuadrangular que rodea el cementerio de los indios y slo ha cambiado el interior,que carece de los muros que subdividan originalmente el recinto en seis. Es decir, la Tamberaparece haber comenzado a ser utilizada como cementerio por pobladores locales poco despus de

    la exploracin de Debenedetti en la zona, en las dcadas de 1910 o1920.Este asunto del cementerio de los indios es revelador del tipo de vinculaciones entre usos del

    pasado y metacultura que los actores operan al convertirse en agentes de la emergencia orearticulacin de sentidos de pertenencia aborgenes. En primer lugar, muestra que ciertos sitiosarqueolgicos, lejos de la visin arcaica construida por arquelogos e intelectuales provinciales,son lugares de continua ocupacin y uso, generalmente mediante prcticas asociadas a las de laocupacin humana pasada. En segundo trmino, ilustra que los actores resignifican productiva-mente los materiales arqueolgicos, creando o reproduciendo sentidos diferentes o inclusoopuestos a aquellos elaborados por los arquelogos. Tercero, al contrario que la doxaarqueolgico-etnogrfica regional, evidencia que los sentidos producidos pueden ser los de continuidad y no deruptura con el pasado aborigen. Cuarto, sugiere que los sitios arqueolgicos que se perfilan comoms significativos para las narrativas y usos del pasado aborgenes nativos en el rea coincidengeneralmente con aquellos que han sido investigados por los arquelogos. Quinto, nos ensea quela arqueologa popular local habilita como indgenas tanto vestigios culturales de poblacionestradicionalmente consideradas arqueolgicas como etnogrficas o histricas. Particular-mente, este movimiento tiende a definir o marcar como indgenas a vestigios de la actividad depoblaciones de arrieros, mineros y cazadores de las primeras dcadas del siglo XX: alojos obaleaderos19 de la cordillera, restos de viviendas y canales en los oasis del Valle, o, como hemosvisto, cementerios; objetos de uso cotidiano en la poca, como morteros o filtros de piedra. Estasinterpretaciones son consistentes con una de las principales constantes en las memorias indge-nas locales: la asociacin metafrica y metonmica entre lo indgena y la cultura, economa y

    sociedad de los pobladores rurales del rea en las primeras dcadas del siglo XX (Escolar 2001).Es decir, son a menudo los pobladores contemporneos del viaje de Debenedetti a los que el

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    arquelogo consideraba no indios quienes son progresivamente constituidos como su referenteindios puros en las actuales retrospectivas aborgenes locales.

    MAGIA, HEGEMONA Y ETNOGNESIS

    El principal escollo cognitivo para el anlisis de un proceso de emergencia de identidadestnicas como el huarpe es comprender cmo determinados actores pueden restituir un vnculovivido como primordial de continuidad con grupos que los consensos hegemnicos en que estosmismos actores se insertan postulaban extinguidos. Cmo ciertas personas pasan a considerarnatural su vnculo con poblaciones aborgenes que probablemente el grueso de la poblacin ymuchos de ellos consideraran extintas hasta hace pocos aos?

    En trabajos anteriores y en la primera parte de este artculo, enfatic el modo en que talesprocesos suponen la produccin de discursos metaculturales y usos del pasado que habiliten dichasidentificaciones, disputando y eventualmente negociando con discursos y representacioneshegemnicas. Sin embargo, en casos como el estudiado-ms all de aquello que en una primera

    instancia puede ser considerado como visibilizacin, produccin, articulacin o invencin desentidos de pertenencia tnicos-llama la atencin el marcado contraste entre los alternativospostulados en disputa. Lo que cualquier debate sobre este tema lleva invariablemente a discutir enmbitos locales, particularmente intelectuales o acadmicos, es la simple existencia o inexistenciade aborgenes contemporneos en la regin, no aceptndose, como esta dicotoma impone,respuestas intermedias. Como hemos visto las descripciones o evidencias que postulan lainexistencia o discontinuidad radical de los indgenas cuyanos con las actuales poblaciones, no sontan distintas de aquellas que muchos de los actuales pobladores marcados como criollos, utilizanpara marcar o argumentar su condicin o ancestra indgena. Lo que parece estar en juego entonces,en este caso, no es tanto o no slo diferencias valorativas y en sentido amplio epistemolgicas(sobre los procedimientos legtimos del conocer y definir lo verdadero) sino tambin el mismo

    status de realidad o existencia asignado a los referentes y objetos del conocimiento.En este sentido, deseo indagar cmo los sujetos del emergente huarpe tienden a salvar esta

    brecha cognitiva y cuasi ontolgica apelando entre otros recursos a explicaciones mgicas,representaciones sobrenaturales y relatos chamnicos de adquisicin y transferencia de conoci-mientos, poderes y capacidades.

    Uno de los aspectos ms recurrentes en mi investigacin sobre las identidades huarpes eindgenas tanto en Calingasta como en otras reas de Cuyo, incluyendo comunidades y organiza-ciones urbanas, es la asociacin de lo indgena con una variada gama de manifestacionessobrenaturales. Relatos sobre la accin de aparecidos, el diablo, salamancas y fantasmas,animales raros, luces, voces o sonidos extraos, alternan con otros sobre magia, brujera,adivinacin, curacin y, en general, poderes extraordinarios en algunas personas. Tan abigarradoabanico de tpicos podran ser desde luego abordados desde muy distintas perspectivas deinvestigacin mereciendo aproximaciones ms especficas que las que aqu efectuar: deseocentrar mi anlisis sobre el valor y uso de la apelacin a este tipo de manifestaciones en lasexplicaciones o representaciones de la presencia actual de lo indgena. No ser mi prioridad ni esnecesario que lo sea para el argumento a desarrollar evaluar si estos eventos responden arealidades en s mismas, sino que tomar como eje al grado y tipo de eficacia social de lasexperiencias y discursos que los toman o imaginan como referentes.

    En general, comentarios sobre eventos sobrenaturales surgen en las conversaciones de modoespontneo como hechos inmediatamente asociados al significante indgena, aunque en la mayorade los casos este nfasis contradice la falta de explicaciones respecto de por qu se establece este

    vnculo.Muchos relatos que responden a la inquietud del investigador sobre la siginificacin de lo

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    indgena en la actualidad mencionan animales extraos, aparentemente hbridos de distintas especieso que se transforman a medida que caminan o corren, que aparecen en medio del campo y se acoplanal andar de los jinetes, o se suben al anca de los caballos, para luego desaparecer sin dejar rastros. Sealude tambin recurrentemente la aparicin de un guanaco de gran alzada o de pelo blanco, con uncomportamiento inusual, al que las balas no le penetran o que provoca que el fusil se atasque.

    Otro comentario habitual al indagar sobre la presencia o identificacin indgena contempo-rnea, particularmente entre los viejos baqueanos, es la aparicin en el campo de formas luminosasen determinados lugares y situaciones. Un anciano y prestigioso baqueano narraba que en nochecerrada, una extraa niebla lo llev a perderse hasta que apareci con su caballo en medio delcementerio de los indios. All observ luces que recorran el cementerio, flotando en el aire, hastaperderse nuevamente en la tierra. En otras oportunidades luces semejantes hicieron huir a militaresque atravesaban la zona. Estas manifestaciones son relatadas por gran nmero de informantes y sonexplicadas de diferentes maneras, pero las ms habituales, junto con la luz mala o seales queindican la ubicacin de tesoros enterrados de monedas de oro o plata, se vinculan al pasadoindgena. Se sindican las luces como entierros de indgenas con ajuares de artefactos de piedrao metal precioso, o bien como el espritu de los mismos indios, en especial de brujos.

    Pero si lo indgena es vinculado a menudo a distintos tipos de eventos sobrenaturales, existetambin una marcada tendencia a atribuir capacidades extraordinarias a personas que se consideraposeen un contacto privilegiado con los mismos. Estas personas son signadas no como las nicasen vivir este tipo de experiencias, sino como quienes han sido transformadas por ellas, adquiriendopoderes, conocimientos o capacidades especiales adscriptas directa o indirectamente a ancestrosindgenas. En un extremo de la escala, se explicara de este modo el conocimiento o la intuicinde algunos baqueanos y rastreadores extraordinarios para encontrar ganado perdido en laCordillera, hallar los pasos apropiados en condiciones adversas, predecir los cambios climticoso curar las enfermedades de los animales. En el otro extremo, algunos de ellos son consideradosbrujos, poseedores de capacidades de curar o provocar enfermedades o incluso la muerte,adivinar el futuro, producir fenmenos climticos, hacer aparecer animales u objetos o volar.

    En general, los viejos baqueanos tienden a marcar como sobrenaturales sus habilidades y enmayor o menor medida suelen ser considerados del mismo modo por las otras personas. Muy amenudo insisten en que su capacidad de encontrar animales perdidos es un don sobrenaturalproducto de su acuerdo con el diablo, o que el viento o algo les habla mientras cabalgan y les dicepor dnde fueron las bestias, dnde tienen que pasar y dnde pueden encontrar peligro. Elcentenario Ramn Castillo contaba que el diablo era bueno y lo ayudaba, que le hablaba cuandoestaba en su rancho, limitndose l a tomar la preocupacin de no mirarlo ni contestarle. Estarelacin, comentaba, haba surgido cuando Castillo se dedicaba al rastreo de ganado en laCordillera. Durante semanas vagaba slo por la montaa; los rastros del ganado ya estabanborrados, pero Castillo segua la voz del diablo que lo acompaaba durante todo ese trayecto,indivndole qu ros, pasos y quebradas haba que seguir hasta dar con las vacas en algn recnditovalle. La capacidad de estos baqueanos es descripta como una suerte de intuicin ampliada, unaconexin ntima con la naturaleza y una empata con el pensamiento de los animales que lespermitira predecir sus actitudes.

    Esta concepcin remeda de un modo singular la relacin que Harvey Feit (2000) observaentre poder y conocimiento entre los cazadores Cree Waswanipi del subrtico. Los Cree consideranque el xito en la caza sucede cuando consiguen ligar sus pensamientos y acciones a unordenamiento o flujo trascendental de la vida y la naturaleza que est guiado por seres sobrenatu-rales poderosos. La buena suerte como una forma concreta de poder, se manifiesta segn Feit enel conocimiento del futuro, la capacidad de predecir eventos o situaciones la cual est evidentemen-te basada en saberes ecolgicos, climticos y etolgicos ancestrales de larga duracin cuya

    adquisicin, como en el caso de los baqueanos, se obtiene en el campo a travs de la experienciadirecta, la imitacin de las prcticas de los ancianos y la escucha de sus relatos de caza. Como para

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    el caso de los prestigiosos baqueanos la bsqueda de animales o tambin la cacera, el xito en lacaza entre los cree es connotado con ribetes shamnicos, como un designio de poderes superhumanos,al que es posible acceder a travs del pensamiento, la intuicin y la sintona con una relacinarmnica entre la naturaleza, los hombres y lo sobrenatural20.

    En el caso de los viejos baqueanos, estos saberes o capacidades son definidos o connotados

    en la actualidad, por una gran parte de los pobladores locales, como de origen indgena. Esto nonecesariamente ocurre con los propios baqueanos, quienes suelen mantener una actitud msambigua sobre su adscripcin indgena. Pero lo interesante para los fines de este trabajo, es quetanto estas personas como as tambin los brujos o curanderos, son en general definidos comoindios, o los detentores contemporneos de una esencia indgena que puede ser tambin definidaen trminos culturales o biolgicos. Las capacidades curativas, de adivinacin, de incidir en lasfuerzas de la naturaleza, son asociadas en general, al menos en la actualidad, a ancestros o espritusindgenas que pueden manifestarse en forma visible o bien transmitir poderes o conocimientosa travs del contacto o proximidad con objetos arqueolgicos, y en algunos casos la mera presenciadel receptor en sitios arqueolgicos.

    Uno de los eventos ms habituales mencionados para esta adquisicin de poderes o

    conocimientos son las salamancas, fiestas o reuniones fantasmales que son percibidas como reales,en lugares que en general coinciden con sitios arqueolgicos o son sindicados por los habitanteslocales como antiguos mbitos ceremoniales indgenas. Segn expresaba un adscripto huarpe quese reconoca como medio brujo del rea de Guanacache en el norte de Mendoza donde seobserva un importante movimiento de reivindicacin huarpe (Escolar 1999) las salamancas,aunque a veces asociadas a la presencia del diablo, seran la continuidad de ceremonias indgenasrealizadas en lo que fueron sitios de culto. Constituiran eventos adonde las personas pueden acudirpara obtener conocimientos sobre materias particulares o recibir poderes especiales. Para quien seacerca, el aspecto, vestimentas, lenguaje y actitudes de los participantes no se distinguen del de losactuales pobladores. Reciben hospitalariamente al recin llegado, convindandole con comida,bebida, baile e incluso cama y cuarto para descansar. Pero a la maana siguiente el invitado se

    despierta en medio del monte o el mdano, sin rastro alguno de los eventos de la noche anterior,y las masitas que haba guardado en sus bolsillos se han convertido en bosta de vaca.

    Nuestro informante, sin embargo, no atribua sus propias capacidades extraordinarias a lasalamanca, sino como muchos otros, a la recurrente aparicin de luces voladoras o rastreras, cuyaescala va del tamao de una bolita hasta el de un mnibus, y que a menudo lo siguen o se leatraviesan en su camino en la noche. As explica sus poderes, que le permiten por ejemplo predecirel futuro o curar a los animales con slo observar su rastro, aunque como en general manifiestanaquellos que creen tener este tipo de facultades, no sabe el origen real ni la explicacin de susresultados: Usted que dira si le cuento que yo curo las enfermedades de los animales con sloverle el rastro? Miro el rastro y s que tiene una enfermedad y lo curo, pero no s por qu 21.

    Pero si las luces son consideradas por este informante, como por muchos otros, como elvehculo tpico de adquisicin de poderes, los mbitos en que stas se manifiestan son por logeneral, al igual que las salamancas, sitios arqueolgicos o sitios considerados como antiguoslugares de culto indgenas.

    Las capacidades especiales y fenmenos sobrenaturales tienden a ser vinculados entoncesdirecta o indirectamente a sitios y vestigios arqueolgicos indgenas.

    Por un lado sujetos asociados a marcas o identificaciones indgenas y la posesin de poderessobrenaturales suelen haber tenido un vnculo pblico y reconocido con restos arqueolgicos.Hombres ancianos o de edad mediana que se adscriben o son adscriptos como indios (o se preciande serlo) y como brujos, o poseedores de capacidades sobrenaturales, han sido a menudo baqueanoso colaboradores locales de arquelogos que excavaron en el rea, o bien poseen gran conocimiento

    de la arqueologa local.En la introduccin de su informe sobre los Valles Preandinos de San Juan, Debenedetti

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    reconoca en Don Segundo Araya uno de sus estrechos colaboradores y guas (1917:5). Segundoviva en una finca junto al principal sitio con vestigios de artefactos y viviendas de los antiguospobladores indgenas de Barreal que Debenedetti imaginaba como semejantes a las actuales yposea ya experiencia en el rescate de artefactos y momias para coleccionistas tales como DesiderioAguiar. Pero actualmente Segundo no es recordado como auxiliar de arquelogos sino como el ms

    famoso brujo local y como autntico indio. Segn abundantes relatos Segundo fallecido haceaproximadamente dos dcadas curaba cualquier tipo de enfermedad, haca aparecer a voluntadextraos animales u objetos.Tambin se converta l mismo en animal o volaba, especialmente juevesy viernes, por encima de la Cordillera hasta Chile para visitar a su hermana. El baqueano,autoadscripto como huarpe que nos llevara a buscar una casa de indio y relatara el uso contempo-rneo de los petroglifos de las Piedras Pintadas, por ejemplo, afirma haber sido uno de los operariosen las excavaciones de Gambier en Los Morrillos y se jactaba de haber removido parte de las momias,del mismo modo que otros ex colaboradores que son signados por los pobladores locales comoindios o medio indios, cosa que parece tener su correlato en otras reas de la provincia22. Elcompositor de huesos mencionado al comienzo de este artculo tambin deba su poder de curacin,segn el relato de su hijo, al contacto y manipulacin de las momias de Los Morrillos, como un don

    obtenido en circunstancias extraordinarias, dbilmente enmascaradas por la condicin de aprendi-zaje que intentaba figurar como un burln metamensaje a la incredulidad del interlocutor.Adems, los vestigios arqueolgicos indgenas constituyen para muchos pobladores una

    fuente de zozobra y al mismo tiempo de progresiva identificacin con un pasado o presenteaborigen a travs de la supuesta aparicin de imgenes de indios que son interpretadas comoportadoras de mensajes para los actuales pobladores considerados sus descendientes.

    Desde los ltimos aos de la dcada de 1990 he tomado nota de abundantes relatos ycomentarios sobre la supuesta aparicin de fantasmas de indgenas en sitios arqueolgicos. Estasapariciones han sido interpretadas por los actores de distintos modos: como reclamos a los testigosde una actitud de compromiso en defensa del patrimonio arqueolgico contra lo que es percibidocomo una expoliacin y profanacin a cargo a huaqueros y arquelogos de la ciudad; como

    mandato poltico de asumir una postura activa frente a la prdida de acceso a recursos naturalesde las comunidades locales en manos de actores externos, como agencias ambientalistas y genterica de la ciudad; y como reclamo de asumir un vnculo esencial de identificacin respecto delos antiguos aborgenes.

    Las apariciones, segn quienes dicen haberlas visto o escuchado a testigos remedan siemprea indgenas hombres, solos, con una vestimenta particular (en general una falda de plumas deavestruz) y el torso desnudo. No se trata habitualmente de imgenes tenues, sino de lo que aparentaser una presencia concreta y real.

    Junto un gran enterratorio indgena en Sorocayense, en el Valle de Calingasta, un pobladorcoment que doblando un recodo de una barranca de greda se encontr repentinamente con unaespecie de habitacin o carpa de cueros y palos, y un indgena que lo miraba; recuerda conaprehensin los detalles de la ornamentacin del sujeto y la vivienda, vestimenta, enseres oamuletos que colgaban de los palos y una vasija de cermica. Fue a buscar ms gente pero cuandovolvi no haba nada, salvo, enterrada al costado de la barranca, la vasija. Este es slo uno de losnumerosos relatos de apariciones o almas en pena que pobladores vecinos del lugar dicen haberobservado en los ltimos aos, y que atribuyen a un fuerte avance de fincas de cultivo y otras obrassobre el antiguo enterratorio. Los vecinos, lejos de acudir a instituciones acadmicas o guberna-mentales, acudieron a denunciar la situacin a una comunidad huarpe con sede en la ciudad de SanJuan para que arbitre medios para hacer cesar las profanaciones a sus ancestros.

    En general, las almas o apariciones son interpretadas como guerreros, lderes o brujosen actitud de custodiar un rea determinadaque posee sitios arqueolgicos o se considera fue

    asiento de alguna accin blica contra conquistadores espaoles. En muchos casos se adivina unasuerte de mandato poltico que promovera una actitud reivindicativa en la defensa de territorios,

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    patrimonio o la asuncin de una identificacin aborigen ms all de seculares temores. Estainterpretacin es ms directa entre dirigentes indgenas, rurales y tambin urbanos, quienes suelenasumir que recibieron algn mandato de este tipo para liderar sus comunidades en pos dereivindicaciones indgenas.

    En el contexto de un proceso activo de etnognesis impugnado por una doxa secular que

    postula la inexistencia del grupo o identidad referencial, estas nociones constituyen para susprotagonistas una legitimacin del sentimiento de ser indios pese al poder normativo de losconsensos hegemnicos de su extincin.

    Como hemos visto en la primera parte de este trabajo, la continuidad con los indios o antiguospuede ser connotada a travs de operaciones metaculturales que asimilan sus prcticas con las delas poblaciones actuales. Por definicin, toda disputa de hegemona cultural implica ciertapromiscuidad, imbricacin y dilogo entre los discursos, prcticas y significados puestos en

    juego, como as tambin, un margen en el cual los sentidos contrahegemnicos emergentes, entrminos de Raymond Williams (1987), son inconmesurables respecto de los hegemnicos yrompen su (siempre provisorio) orden, racionalidad y coherencia. Pero tambin para adquirircapacidad de orientar en un determinado sentido acciones y percepciones colectivas precisan ser

    articulados en una cierta lgica, mnimamente estructurados de modo de poder ser comunicados,percibido, interpretados y legitimados entre los sujetos.Desde una perspectiva, el proceso de emergencia aborigen y huarpe en Cuyo puede

    analizarse y comprenderse como un proceso vigente de disputa, construccin y negociacincolectiva de sentidos indgenas sobre sus prcticas culturales y su pasado por parte de un sectorcreciente de las poblaciones rurales subalternas de San Juan y norte de Mendoza. Pero estaexplicacin no alcanza para comprender cmo los actores viven un proceso de transformacin desu identidad colectiva que, aunque tomando elementos residuales y remitindose a memoriascolectivas de larga duracin, precisa apoyarse en supuestos y categoras de realidad especficaspara quebrar el guin hegemnico instalado en su propia conciencia y en las de los dems. El puntoes, entonces, Qu supuestos permiten a los actores subsumir o superar la contradiccin entre la

    ausencia inicial de continuidad existencial respecto de los aborgenes del pasado remoto y laarticulacin veloz, cotidiana y de corta duracin de sentidos de pertenencia indgena vividos comoprimordiales? Junto al papel central que atribuimos al campo de las prcticas metaculturales,memorias y usos del pasado, la comunicacin con lo sobrenatural opera como eje de lo que parafraseando a Ernesto Laclau podramos considerar una suerte de sutura ontolgica de laemergencia indgena. La interaccin entre estos dos modos de argumentar, representar y legitimarla continuidad con los indios del pasado es la clave para entender la emergencia de identifica-ciones aborgenes, cuya vivencia como naturales e inmemoriales parece chocar fuertemente conla velocidad con que han aparecido segn la imaginacin histrica hegemnica.

    COMENTARIOS FINALES

    Si la arqueologa europea decimonnica propugn el rescate de restos materiales de culturasnobles (por ejemplo piezas grecolatinas o medievales) como monumentos de continuidad demodernas naciones y pueblos con aquel pasado glorioso, en San Juan la arqueologa provincialtermin monumentalizando los vestigios indgenas como definitivas lpidas de los pueblos yculturas aborgenes. En ambos casos podra afirmarse que se constituyeron monumentoscivilizatorios, aunque en San Juan no terminaron testimoniando la asimilacin o continuidad en lacomunidad nacional o provincial de los pueblos y culturas autctonas sino su sacrificio mtico ysustitucin por pueblos y culturas de origen europeo.

    Pero la monumentalizacin arqueolgica de los aborgenes sanjuaninos contribuy tanto asustentar la narrativa de su extincin como a instituir perdurablemente lo huarpe en diversos

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    sentidos. Instalando el pasado huarpe como un tropo romntico de la provincialidad, Construyendoun objeto (o sujeto) huarpe e indgena cuyano con una carnadura material, legitimado a travsde tpicos, argumentos y retricas cientficas que, ms all de su eventual proyeccin a un pasadoarcaico, constituy un fuerte referente en las representaciones de la poblacin y cultura popular.Enriqueciendo, en fin, un capital simblico que en ciertas condiciones podra ser reapropiado,

    reciclado por diversos actores, permitiendo ulteriormente arribar a conclusiones contrarias a laideologa de sus artfices.As, los restos materiales de los grupos que habitaron la regin y muchas de las actuales

    prcticas culturales de los grupos subalternos rurales son el referente para dos memorias opuestasen sus conclusiones, aunque eventualmente coincidentes en muchos de sus referentes: aquella dela construccin de la nacin (o provincia) blanca y la de la continuidad aborigen y la reivindicacinde sus derechos eminentes en dicho territorio. Y as, si la emergencia huarpe es articulada en granmedida por argumentos sobrenaturales o explicaciones irracionales y extraempricas, no lo hasido menos, en muchos sentidos, la operacin secular de invisibilizacin y/o extincin de losindgenas sanjuaninos.

    No es casual entonces que en el relato del compositor y en menor medida de otros brujos,

    que sean las momias, o los vestigios materiales de las poblaciones aborgenes, el vehculoprivilegiado (y el objeto explcito e implcito de disputa) del restablecimiento metacultural osobrenatural de la existencia indgena. El cuerpo huarpe-indgena haba sido virtualmenteescamoteado de la comunidad provincial, al mismo tiempo que su espritu se debata vital en laliteratura verncula o en otros registros no acadmicos desde el siglo XIX. Y la voluntad onecesidad de restituir de un ser indio necesariamente debe unir convincentemente doscorporalidades, las de los muertos y las de los vivos. Si para la arqueologa provincial las momiasse constituyeron en una suerte de monumento de la extincin de los indios, en la percepcin de lospobladores parecen revertirse como contrapruebas de su continuidad. Esta contradictoria signifi-cacin otorgada a las momias-monumentos y otros objetos arqueolgicos en Calingasta ha tenidoal parecer su correlato en mbitos ms amplios de la provincia de San Juan. Trabajos que aunque

    postulando extinguidos a los huarpes describen su modo de vida como indgenas sanjuaninos,de lectura obligatoria en muchas escuelas, han sido interpretados por muchos adherentes huarpesy numerosos comprovincianos de extraccin popular como prueba de su directa ancestrahuarpe. La visin de las momias y otros objetos arqueolgicos expuestos en el Museo del IIAMde San Juan, han provocado en muchos visitantes locales especialmente contingentes escolaresla conviccin de una ascendencia aborigen, sustentada en percepciones raciales que homologan losrasgos fenotpicos de las momias con los propios. Con su integridad que parece desafiar el paso deltiempo, los indios o huarpes se tornan de algn modo presentes como verdaderos cuerposindios, fsicos fcticos, tctiles, mmicamente materiales.

    Creo que esta homologa y a la vez contradiccin y dilogo entre la arqueologa y saberespopulares que remiten sus conclusiones al mismo tipo de referentes y en parte representacionesy teoras para sustentar la inexistencia o existencia de identidades, expresa el punto nodal de ladisputa de hegemona en torno a las identificaciones indgenas.

    Como afirm Ernest Renan en 1882 para el caso de las naciones, ninguna identidad tnicaefectiva puede sustentarse slo en una nocin de verdad emprica y mucho menos en la verdadcientfica, sea esta etnogrfica, arqueolgica o histrica (Renan 2000 [1882]). La existencia defactores estructurales o condiciones macro de distinto nivel y especificidad no alcanzan paraproducir de suyo las identificaciones y sentidos de pertenencia tnicos, sino se verifican esos actosde afirmacin voluntaria y afectiva, que los instituyan como sentimientos y percepciones ms quecomo argumentos y explicaciones. Por eso mismo, tambin, no hay un nico argumento, un criteriouniversal o transhistrico que pueda utilizarse para impugnar o validar de una vez y para siempre,

    en forma unvoca, la legitimidad de la afirmacin de una pertenencia tnica, al menos cuando estas

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    adscripciones constituyen tpicos importantes en disputas por la hegemona. Porque su efectividaden esa disputa estar dada precsamente por la capacidad de eludir una racionalidad oficial.

    Tomado en su contexto, en el relato de las momias encontramos la representacin de algo msque la adquisicin de poder mgico por un curandero. Como vimos al principio de este artculo,el relato estaba enmarcado en una bsqueda de la opinin nativa sobre el pasado indgena, sus

    representaciones del vnculo con el mismo, y la posible existencia de sentidos de pertenenciaindgenas. Ms an, en ese viaje, el narrador mismo performativizaba los tpicos locales de laiconografa cultural de lo indgena: el rastreo, la habilidad ecuestre y el estoicismo; el silencio, laintuicin y astucia para la caza sin otros elementos que boleadoras y perros y hasta al arreglocorporal, con su cabello renegrido lacio y largo hasta los hombros y la observancia de unaideologa baqueana vinculada al saber de los antiguos (Escolar 2001).

    Lo que en trminos del emergente indgena parece estar representado en el relato sobre laadquisicin del poder curativo del Compositor es cmo el serindgena ligado al mbito de losagrado puede ser restaurado aunque aparentemente no exista actualmente como tal en el mundofenomnico. As como los espritus aborgenes transmiten la capacidad curativa, tambin permitencurar otra herida, restituyendo como un don de sus ancestros la identidad indgena. Una

    representacin semejante, sugiero, parece estar expresada en el devenir brujos e indios porparte de algunos baqueanos, o en la recepcin de mandatos de ancestros indgenas entre los actualespobladores. Mientras que Gambier o Debenedetti, basndose en sus hallazgos arqueolgicos,niegan todo resabio indgena en la poblacin contempornea a la hora de asignarles identidad, susantiguos guas (y en gran medida inspiradores tericos, a partir de la familiaridad con los mismossitios y monumentos) terminan asumindose o siendo asumidos por los pobladores locales comoindios y/o brujos.

    Las experiencias sobrenaturales operan como argumento importante de la emergenciaindgena en la medida que permite a los actores subsumir la contradiccin entre la ausencia inicialde una nocin de continuidad existencial respecto de un origen remoto y la articulacin cotidiana

    y de corta duracin de sentidos de pertenencia indgenas vividos como primordiales. Este modode argumentar o representar la continuidad con los indios del pasado constituye una clave paracomprender la rpida emergencia de pertenencias aborgenes, cuya vivencia como naturales yeternas parece contradecir la veloz marcha con que han aparecido aparentemente de la nada.

    Recibido: mayo 2003.Aceptado: octubre 2003.

    AGRADECIMIENTO

    Agradezco los comentarios y sugerencias de los evaluadores de Relaciones. Los contenidos son de miexclusiva responsabilidad.

    NOTAS

    1 Cabrera 1929; Morales Guiaz 1938; Canals Frau 1941, 1944, 1946; Vignati 1940, 1942, 1953; MoralesGuiaz 1938.

    2 Rusconi (1961), Fernndez (1989), Prieto (2000) y antes Metraux (1929) y Bialett Mass (1985 [1904]),han contribuido a relativizar el supuesto de extincin temprana de los huarpes describiendo significativastradiciones y prcticas de origen indgena en el rea huarpe hasta el siglo XIX, aunque sin asumir en ningncaso la existencia de una identificacin tnica ms all del siglo XVII. La negacin de toda proyeccin deidentidades huarpe ms all de comienzos del siglo XVII sigui siendo sostenida por algunos especialistas

    en etnohistoria huarpe (Michieli 1983, 1996) y la mayora de los arquelogos regionales (por ejemploGambier 1993, Brcena 1998, 2002; Garca 2002).

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    3 Salvo indicacin en contrario, no se analizar entonces el contenido cientfico de estos aportes arqueol-gicos sino su carcter genrico de produccin cultural e ideolgica.

    4 Si consideramos los aportes descriptivos y exploraciones realizados tanto por arquelogos profesionalescomo amateurs (Khn 1914, Debenedetti 1917, Gambier 1974, 1976, 1985, 1993, Sarmiento 1947[1866],1966 [1850], Rickard 1863, Aguiar 1898, 1904). Para una resea amplia del desarrollo de la arqueologaprofesional en Cuyo consultar la sntesis de Roberto Brcena (1989).

    5 Trmino local por cinaga: denomina a los terrenos hmedos o pequeos oasis abundantes en pastosque suelen hallarse en las zonas ridas de montaa, formados generalmente por la emergencia de corrientesde agua semisubterrneas.

    6 Atendiendo a la necesidad de anlisis de las condiciones de emergencia tnica, cuando se trataba de nuevosinformantes o entrevistados, no mencionaba los trminos indios o huarpes o cualquier otra categora deidentificacin colectiva, para detectar si emergan precisamente de modo ms o menos espontneo sinmediaren la medida de lo posibleinterpelacin de mi parte.

    7 Entre los casos registrados durante ese siglo estaran los de Francis Rickard (1863), Domingo F. Sarmiento(1947 [1866], 1966 [1850]) y Aguiar (1904).

    8 La disputa en torno a la potestad provincial sobre las momias ha calado en la memoria de la arqueologaregional. Mientras Roberto Brcena asigna a Juan Schbinger (Mendocino) la coordinacin del rescate yestudio de los restos (Brcena, 1989:23) laRevista Ansilta, canal del IIAM, lo menciona slo como unparticipante ms de los trabajos complementarios de rescate en pie de igualdad con los andinistas, elagente de polica Araya y el representante del gobierno de la Provincia (Revista Ansilta de Arqueologa

    y Humanidades 3:26, marzo/abril de 1994). La momia, finalmente fue captada como patrimonioarqueolgico provincial, siendo su titular oficial u oficioso Mariano Gambier hasta la actualidad.

    9 Aunque no hay dudas de la presencia incaica en la regin al menos durante medio siglo, sigue discutindosela forma y grado de dominacin que habran impuesto los incas y cules habrn sido los alcances de suinfluencia cultural. Para una discusin sobre el particular consultar Brcena 1989, 1992, 1998, Parisii1992, Gambier y Michieli 1992, Silva Galdames 1992, Michieli 2000.

    10 Aquello que Marcel Mauss (1971) identificaba como el ncleo de la morfologa social, en su famosoensayo sobre las variaciones estacionales en la sociedad esquimal.

    11 nfasis nuestro.12

    nfasis nuestro.13 No se encuentran sin embargo en el texto del arquelogo sanjuanino referencias a los aportes deDebenedetti.

    14 Y es a partir de los restos asociados a esos sitios que Gambier elabor las teoras, clasificaciones y lneastemporales de la Cultura de Ansilta (agrcola) y la Cultura de Morrillos (cazadora-recolectora) en unperodo de poblamiento desde 9000 aos hasta el 2000 antes del presente aproximadamente.

    15 Desde principios del siglo XX fueron estudiadas por Khn y Debenedetti, entre otros, como uno de losexponentes de la influencia diaguita en el Valle de Calingasta. En 1998 la mayora de ellas fueronextradas clandestinamente con sierras especiales y transportadas en camiones. Segn informes recientes,serviran de ornamentos en un hotel de la localidad de Calingasta, cabecera del Departamento homnimo.

    16 Cf. Escolar 1997. Esta prctica consiste en la reunin del ganado que se deja slo pastoreando en grandesextensiones de cordillera, precordillera y piedemonte, a veces durante un ao o dos. La recogida es

    realizada generalmente de una manera cooperativa entre distintos grupos familiares, que rastrean el ganadodurante das o semanas y lo renen en un punto, en donde se lo cura, se capa algunos ejemplares, se les cortanlos cuernos, se cuentan las pariciones y se lo marca en rituales de apropiacin, para luego volverlo a soltar.En el mismo movimiento de bsqueda de ganado se realizan caceras de guanacos. La recogida es unaoportunidad para intercambiar bienes e informacin, realizar alianzas, planificar ciertas tareas a futuro.

    17 La continuidad de uso de sitios como enterratorio y vivienda a lo largo de milenios ha sido sealada porGambier, en especial para el caso de Los Morrillos.

    18 Sarmiento (1947 [1866]) tambin seal que en el rea existan construcciones denominadas Tamberadel Inca o Casa del Inca.

    19 Sitios aptos para el acecho de guanacos para su caza con fusil.20 Inclusive, de un modo semejante a lo relatado por Castillo, la buena suerte puede ser considerada fruto

    de indicaciones de viva voz por parte de una divinidad o ser espiritual (Hallowell, en Feit 2000:4). Como

    dice un cazador:

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    Cuando quiere obtener un alce piensa en l, y luego como si alguien le estuviera hablandosobre l, dnde ir y qu hacer. Y luego est seguro de atraparlo. A veces suea con l, perootra veces escucha sobre l, como si alguien estuviera hablndole, dicindole a dnde ir(Ottereyes Jr. en Feit 2000:9)

    21 Como afirma el antroplogo Jos Jorge de Carvalho (1993) basado en su propia capacidad adivinatoria conel juego de caracoles y quienes dicen poseer poderes curativos, o de incidir en la naturaleza, como por

    ejemplo hacer llover, afirman que ellos no saben la razn de su xito; a lo sumo realizan algn tipo de ritual,que puede haber sido transmitido por algn pariente de mayor edad o adquirido de una potenciasobrenatural. En el clebre ensayo El hechicero y su magia Claude Levi-Strauss explica el poder deQuesalid por la eficacia simblica, la creencia en tal poder que lleva finalmente a curar. Pero como nosrecuerda de Carvalho, Quesalid no sabe al final si tiene o no poderes, pues de su narracin se desprendeque una persona puede tenerlos aun cuando sean para ella un enigma.

    22 En el Departamento de Iglesia, al norte de San Juan, un viejo baqueano que hoy esgrime con orgullo suidentidad huarpe fue tambin uno de los principales guas de Gambier en sus exploraciones en dicha rea.

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