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Un montón de curvas y un rectoSábado 23 de marzo de 2013 Se acabó el duro invierno, que tampoco fue tan duro y llegó el buen tiempo de la primavera, que tampoco fue tan primaveralA las nueve y media quedé en el primer punto de encuentro con los dos Jordis. Jordi BMW llegó puntualmente y Jordi Suzuki llegó tres minutos más tarde sobre la hora convenida. Antes de ponernos en ruta para llegar puntualmente al segundo punto de encuentro, en donde nos esperaba el resto de la expedición, nos acercamos a la gasolinera de la nueva Feria de BCN para controlar los neumáticos de la Suzu. Una vez preparados y con el reloj en contra abrimos los tres gas y fuimos en busca de la AP-7 a un ritmo más bien alto. Resultado, llegamos con cinco minutos sobre el tiempo previsto. El resto de compañeros estaban tomando un café desesperados en el interior de la cafetería. En el momento que apareció Jordi BMW todos salieron desesperados y ávidos de moto al exterior. Saludos y presentaciones y la larga fila de nueve aguerridos moteros nos pusimos en

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Un montón de curvas y un recto… Sábado 23 de marzo de 2013

Se acabó el duro invierno, que tampoco fue tan duro y llegó el buen tiempo de la primavera,

que tampoco fue tan primaveral…

A las nueve y media quedé en el primer punto de encuentro con los dos Jordis. Jordi BMW

llegó puntualmente y Jordi Suzuki llegó tres minutos más tarde sobre la hora convenida. Antes

de ponernos en ruta para llegar puntualmente al segundo punto de encuentro, en donde nos

esperaba el resto de la expedición, nos acercamos a la gasolinera de la nueva Feria de BCN

para controlar los neumáticos de la Suzu.

Una vez preparados y con el reloj en contra abrimos los tres gas y fuimos en busca de la AP-7 a

un ritmo más bien alto. Resultado, llegamos con cinco minutos sobre el tiempo previsto. El

resto de compañeros estaban tomando un café desesperados en el interior de la cafetería. En

el momento que apareció Jordi BMW todos salieron desesperados y ávidos de moto al

exterior. Saludos y presentaciones y la larga fila de nueve aguerridos moteros nos pusimos en

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marcha para afrontar la dura ascensión del gran macizo del Montseny por su vertiente…

(Perdonad, se me ha ido la olla, es que estoy leyendo un libro sobre la ascensión al Everest y

de ahí las comparaciones).

El trayecto hasta las faldas del Montseny no tiene la mayor relevancia. Mantuvimos en todo

momento un ritmo tranquilo y respetable con todas y cada una de las normas de circulación.

Lo más destacable era los movimientos mareantes que tuve que realizar para ir grabando a mis

compañeros y que luego Primario tuvo a bien contarme en el almuerzo. El pobre debía sentirse

como los pilotos de aviones de la segunda guerra mundial cuando les perseguía un zero

japonés y no sabían a ciencia cierta por dónde iba a aparecer el “maldito japo” (pido desde

aquí humildemente excusas al grupo por mis “mareantes maniobras cinematográficas” que

entorpecieron la concentración y formación del grupo”)

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De la ascensión al Montseny destacamos entre todos el buen estado del asfalto, la nula

humedad del firme y, sobre todo, la irresponsabilidad de más de un ciclista. Alguno realmente

inconsciente y sin el mayor apego a su propia vida. Creo que todos llegamos a la misma

conclusión cuando nos encontrábamos a más de uno en medio de la calzada o a abundantes

grupos que invadían el carril contrario y que no eran conscientes de lo que les podía venir en la

siguiente curva. Una auténtica temeridad y que nos puso nervioso a más de uno al adelantarlo

y yo me incluyo en este grupo.

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Poco más recuerdo de la ascensión. Recuerdo que Docmolins salió disparado como siempre

que ve una carretera sinuosa y a Rethane le faltó tiempo para ir tras él, al igual que Primario. El

resto ascendimos con un ritmo más tranquilo detrás de Jordi BMW hasta que se sintió

agobiado de que todos fuésemos comiéndole la oreja y nos dejó paso. Entonces fue mi turno

de guiar el segundo pelotón y aunque ya había perdido el rastro de los primeros comencé a

disfrutar mucho empalmando curvas tras curvas sin apenas circulación. Hasta que en un

momento dado me pasé de frenada y me comí una curva a izquierdas y tiré “recto” clavando

frenos.

Tampoco es que fuese exagerado la maniobra ya que me dio tiempo a tomar la curva y seguir

trazando pero ya bajé el ritmo y me desconcentré después del susto. Minutos más tarde y

después de un cruce y de no ver el rastro de los primeros creía que habíamos errado el camino

y me detuve en el primer espacio que encontré. Pero los que me seguían de cerca continuaron

y sólo se detuvo Raúl. Le expliqué que creía que nos habíamos equivocado y me dijo que no,

que ya estábamos llegando. Volvimos a la ruta y en nada llegamos al parquin exterior del

merendero y allí estaban el resto de componentes esperando pacientemente nuestra llegada.

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Las mejores mesas del local estaban ocupadas por grupos de ciclista y algún ecoturista. En

nada nos prepararon una mesa en la entrada y sin más dilación degustamos unas estupendas

butifarres amb mongetes, mejores conversaciones y sonoras carcajadas. Sobre todo cuando se

me ocurrió contar que me había hecho un “recto” mientras subía… Mutis en la mesa, nadie

hablaba y todos me miraban con absoluta incredulidad. Para colmo se me ocurrió preguntar

que quién iba detrás de mí y las carcajadas resonaron en toda la montaña. Reconozco que

aquello sonó más a lenguaje carcelario, jabón en las duchas y fiesta en Sitges… , pero que yo

recuerde en el mundo de la moto cuando uno se “marca un recto” es que se ha pasado de

frenada y se ha comido la curva. Y si quería saber quién me seguía era para saber si se había

dado cuenta no con intención de notar su cálido aliento en mi cuello… Puntualizaciones a parte

la verdad es que todos, y yo el primero, reímos ampliamente.

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Cuando dejamos de reir fue cuando comenzamos a ver cómo, a través de las ventanas, se iba

extendiendo una extensa niebla. La dichosa niebla nos hacía menos gracia que adelantar a los

incoscientes ciclistas.

Volvimos a nuestras fieles monturas,con el estómago lleno, las pilas recargadas y con mucha

prudencia nos pusimos en marcha. A penas se veía al compañero que te precedía. Era una

niebla bastante espesa y que comenzó a disiparse cuando comenzamos la bajada hacia

Viladrau. La niebla no duró mucho tiempo, pero tocó los cojones, como siempre, para qué

engañarnos.

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Alguien se marchó despreocupadamente y volvió sobre sus pasos en busca de su casco

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En la bajada los dos Jordis, indistintamente y en su momento, tuvieron dos buenos sustos que

hay que mencionar. El primero no fui testigo. Al parecer Jordi Suzuki se encontró a un

cabronazo enlatado tomando la curva por su carril. Por suerte no pasó a mayores. Pero a Jordi

BMW, cuando más o menos el grupo iba compacto y a un buen ritmo se encontró a tres

energúmenos que creían que la carretera era el circuito de Montmeló. Los tres trazaron la

curva totalmente dscolgados y con la rodilla a un palmo escaso del suelo. El primero, que iba

en una Ducati, llevaba el cuerpo sobre el carril contrario y si Jordi no llega a rectificar el

accidente es mortal. Pero es que se hubiesen caído los otros dos imprudentes que seguían al

de la Ducati porque iban pegados uno tras otro. Demencial.

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Entre la digestión de la butifarra que comenzaba a hacerme efecto y el susto de Jordi el ánimo

se me cayó a los pies y ya no tenía ganas de seguir montando en moto. Reconozco que ya no

disfrutaba y que si no hubiese sido por Jordi, que ejercía de moto escoba, me hubiese

descolgado completamente del grupo. No sólo no disfruté absolutamente nada del retorno del

Montseny por la otra cara, la de Montanyà, sino que para colmo, cuando ya estábamos casi

terminando aparecen tres BMW con acompañantes y la primera, una RT, empezaba la

ascensión por el carril contrario. ¡Olé tus huevos moreno! Por suerte, este percance no

representaba un gran peligro porque había bastante visibilidad y hay que reconocer que el

piloto de la RT rectificó enseguida, no como el “capullo” de la Ducati.

Pocas curvas antes de terminar el descenso alcanzamos a Jordi Suzuki que nos estaba

esperando pacientemente y los tres llegamos hasta el resto de compañeros que nos esperaban

en la larga recta que lleva hasta las puertas de Palautordera. No sin antes confundirnos Jordi

BMW y yo al detenernos al lado del primer grupo de motos que vimos y que confundimos con

nuestros amigos. Para disimular les saludamos educadamente y continuamos hasta que

encontramos a nuestros compañeros. Charlamos y comentamos incidencias y anécdotas y

volvimos a crucificar a los esforzados ciclistas que seguían por el centro de la calzada, con dos

cojones, y nos despedimos todos hasta la próxima.

En Palau Nacho se separó del grupo y luego, poco a poco, el grupo se fue disgregando. Jordi

BMW se despidió yendo por la costa y me imagino que Rethane y Primario se desviarían hacia

el Vallés y el resto hacia Barcelona. Al final sólo quedábamos Raúl, Jordi Suzuki y yo. Raúl

también se desvió hacia el Vallés y Jordi y yo nos sumergimos en la gran urbe después de unos

225 km en los que hubo de todo, cosas buenas y no tan buenas. Muchas curvas y, sobre todo,

un “recto”… un “recto” que a buen seguro que me recordarán en futuras salidas…