1- la condescendencia divina en la teología de la pastoral popular del padre rafael tello

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1 LA CONDESCENDENCIA DIVINA EN LA TEOLOGÍA DE LA PASTORAL POPULAR DEL PADRE RAFAEL TELLO 1 Pbro. Omar César Albado Publicado en: Vida Pastoral 281 (2010) 19-27 “La pastoral popular busca imitar la condescendencia divina […] La pastoral popular es una pastoral de condescendencia” (R. TELLO, La Nueva Evangelización, 87). “La pastoral popular parece moverse alrededor de tres centros: la condescendencia de Dios, los pobres y el pueblo” (R. TELLO, Cómo entendemos la pastoral popular, 1988, inédito). “La pastoral popular, que parece necesaria para una nueva evangelización de América, parte del amor misericordioso y busca acentuadamente imitar a la condescendencia divina” (R. TELLO, La Nueva Evangelización, 16). Estas frases pertenecen al padre Tello y destacan la importancia que el tema de la condescendencia tiene para la pastoral popular. ¿Cuál es la razón de esta importancia? ¿Por qué Tello insiste en que la condescendencia es uno de los centros alrededor del cual parece moverse la pastoral popular? Comencemos diciendo que Tello verifica la condescendencia al menos en dos momentos. El primero se refiere a Dios. Existe una infinita distancia de Dios a la creatura (que de suyo, por esencia, no es) que sería infranqueable si Dios no hubiese tomado la iniciativa de acomodarse (abajarse) por amor a la situación concreta del hombre para que el hombre pueda conocer y unirse a Dios. Este abajamiento alcanza su punto culminante en la encarnación de Cristo. Pero la condescendencia se experimenta también cuando se vuelve la mirada hacia el pueblo latinoamericano y argentino. Es un pueblo pobre, sometido, sufriente, muriente que encaja perfectamente con la descripción del siervo de Yahvé de Isaías; es un pueblo con una cultura propia (la popular) que lo distingue y diversifica de otras formas culturales. Para conocerlo y comprenderlo la Iglesia debe adaptarse a su modo de ser y, siguiendo la manera de actuar de Dios, acomodarse por amor a su situación concreta para ofrecerle la salvación. Estos dos registros teológicos permiten vislumbrar inicialmente la importancia del tema. La pastoral popular, imitando a Dios, se ocupa de los pobres del pueblo condescendiendo (abajándose) a su modo cultural para conocerlos y amarlos tal como Dios los ha puesto en la historia. Adentrémonos en la teología de Tello buscando una mayor explicitación de esta intuición original. 1 Agradezco a la Fundación Saracho, quien posee los derechos de autor de los escritos del P. Rafael Tello, haberme permitido utilizar los textos inéditos para escribir el presente artículo.

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Proponer desde los elementos brindados por Tello en su reflexión teológica la condescencia de Dios como un fundamento de todo obrar pastoral, pero particularmente de aquel que quiere realizar una pastoral popular. Poner de relieve que debemos amar a todos, especialmente a los hombres y mujeres de nuestro pueblo, como Dios nos ama a nosotros.

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LA CONDESCENDENCIA DIVINA EN LA TEOLOGÍA DE LA PASTORAL

POPULAR DEL PADRE RAFAEL TELLO1

Pbro. Omar César Albado

Publicado en: Vida Pastoral 281 (2010) 19-27

“La pastoral popular busca imitar la condescendencia divina […] La pastoral popular es

una pastoral de condescendencia” (R. TELLO, La Nueva Evangelización, 87).

“La pastoral popular parece moverse alrededor de tres centros: la condescendencia de

Dios, los pobres y el pueblo” (R. TELLO, Cómo entendemos la pastoral popular, 1988,

inédito).

“La pastoral popular, que parece necesaria para una nueva evangelización de América,

parte del amor misericordioso y busca acentuadamente imitar a la condescendencia

divina” (R. TELLO, La Nueva Evangelización, 16).

Estas frases pertenecen al padre Tello y destacan la importancia que el tema de la

condescendencia tiene para la pastoral popular. ¿Cuál es la razón de esta importancia? ¿Por

qué Tello insiste en que la condescendencia es uno de los centros alrededor del cual parece

moverse la pastoral popular?

Comencemos diciendo que Tello verifica la condescendencia al menos en dos

momentos. El primero se refiere a Dios. Existe una infinita distancia de Dios a la creatura

(que de suyo, por esencia, no es) que sería infranqueable si Dios no hubiese tomado la

iniciativa de acomodarse (abajarse) por amor a la situación concreta del hombre para que el

hombre pueda conocer y unirse a Dios. Este abajamiento alcanza su punto culminante en la

encarnación de Cristo.

Pero la condescendencia se experimenta también cuando se vuelve la mirada hacia el

pueblo latinoamericano y argentino. Es un pueblo pobre, sometido, sufriente, muriente que

encaja perfectamente con la descripción del siervo de Yahvé de Isaías; es un pueblo con una

cultura propia (la popular) que lo distingue y diversifica de otras formas culturales. Para

conocerlo y comprenderlo la Iglesia debe adaptarse a su modo de ser y, siguiendo la manera

de actuar de Dios, acomodarse por amor a su situación concreta para ofrecerle la salvación.

Estos dos registros teológicos permiten vislumbrar inicialmente la importancia del

tema. La pastoral popular, imitando a Dios, se ocupa de los pobres del pueblo

condescendiendo (abajándose) a su modo cultural para conocerlos y amarlos tal como Dios

los ha puesto en la historia. Adentrémonos en la teología de Tello buscando una mayor

explicitación de esta intuición original.

1 Agradezco a la Fundación Saracho, quien posee los derechos de autor de los escritos del P. Rafael Tello,

haberme permitido utilizar los textos inéditos para escribir el presente artículo.

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1.- La pastoral popular y la condescendencia divina

1.1.- Una actitud de Dios

La condescendencia es, ante todo, una actitud de Dios para con el hombre descripta en

la Sagrada Escritura de diferentes maneras. Es Dios quien sale al encuentro y se hace presente

en Israel para liberarlo de la esclavitud egipcia, quien le tiene paciencia en sus infidelidades y

perdona sus idolatrías, quien renueva la alianza con el pueblo prometiendo una presencia

única en los corazones de los creyentes. Y en los tiempos finales Cristo ha mostrado de un

modo peculiar y con variedad de de actitudes hasta dónde llega la cercanía de Dios para con

los hombres.

Esta presencia condescendiente no es un “parche” con el que Dios subsana alguna

deficiencia circunstancial o un mero correctivo que recuerda al hombre dónde está el camino

verdadero, sino el modo por el cual Dios quiebra la infinita distancia que tiene con la creatura.

Por tanto, es una presencia de amor en donde Dios se comunica de modo estable y habitual.

Así lo entiende Tello, para quien la condescendencia

“De suyo mira a la comunicación de la bondad de Dios a la creatura (la humanidad de

Cristo también es creatura); de aquí que a mayor comunicación (por ejemplo en la

Virgen) mayor condescendencia. Puede ocurrir que la creatura sea pecadora (per

accidens, porque el pecado le adviene a la creatura) y así la condescendencia se mira por

el abajarse al pecador. De este modo, Dios tiene admirable condescendencia hacia el

hombre pecador, pero de suyo tiene más condescendencia al que más se comunica aunque

no tenga pecado –la Virgen, por ejemplo” (R. TELLO, Pastoral popular y cristianismo

popular, inédito).

Se destaca aquí la gratuidad de la condescendencia, la cual no queda condicionada de

antemano por ninguna miseria humana, aún cuando consecuentemente se extienda al pecador.

Dios al manifestar su condescendencia no tiene en cuenta sólo ni principalmente al hombre

pecador, sino aquellas realidades (personas y acontecimientos) que responden con mayor

verdad a su voluntad salvífica (por ejemplo, la Virgen o los sujetos de la bienaventuranza en

donde no se habla en ningún momento que los pecadores son bienaventurados). El

fundamento de esta gratuidad remite a Cristo, quien se hizo pobre pero no pecador.

“La condescendencia divina mira de suyo al pobre (humilde) y se extiende también al

pecador. Pero no hay que igualar al pobre y al pecador (aunque éste tenga la mayor

carencia que es la de Dios). Cristo se hizo pobre, no se hizo pecador; proclamó

bienaventurados a los pobres, el pecador es más bien miserable; enseñó que el Reino de

los cielos es de los pobres, sería blasfemo entender que es de los pecadores en cuanto

tales, etc.” (R. TELLO, Pastoral popular y cristianismo popular).

Esto no quita que Dios tenga especial misericordia con los pecadores, pues de hecho la

pastoral popular trabaja donde hay pecado. Tello dirá comentando Rom 11,32: “La pastoral

popular es una pastoral de misericordia que busca y se inclina especialmente sobre los

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miserables, como Cristo que no vino a buscar a los justos sino a los pecadores” (R. TELLO,

Desgrabación clase 25 de septiembre de 1986, inédito). La misericordia, como veremos, es

una de las principales expresiones de la condescendencia divina. Pero ésta no queda

condicionada por el pecado, pues de suyo (la expresión es clave) tiene mayor

condescendencia quien, aún sin pecado, recibe más intensamente los bienes divinos.

1.2.- Cristo hace visible la condescendencia

La manifestación de Cristo en la historia humana es la piedra angular de la

condescendencia. Para Tello en Él Dios se abaja amorosa y complacientemente hacia toda

creatura, a todo lo que es bajo e inferior para comunicar su vida, su intimidad y propiciarle al

hombre la unión por gracia. Y por ello pertenece a la condescendencia toda la economía de la

encarnación. Sin duda son actos de la condescendencia divina los misterios de la Navidad y

de la Semana Santa, pero también lo son los misterios de la vida pública de Jesús en donde

pasó haciendo el bien a los hombres y curando sus dolencias. Su modo de estar entre la

multitud, su manera de tratar a los sufrientes y enfermos, su vida en pobreza y su convivencia

con los demás (comía con pecadores, fue a una fiesta de casamiento), su amor privilegiado

por los pobres son manifestaciones concretas de la condescendencia que muestran causal y

ejemplarmente el modo como Dios quiere estar presente en la historia de los hombres. Por

ello, “la encarnación del Verbo, que al hacerse carne y habitar entre nosotros, asume y salva,

asumiendo toda la debilidad del hombre, pone la plenitud de la perfección en Cristo, y en

Cristo son salvados y mirados con benevolencia todos los hombres” (R. TELLO, La Nueva

Evangelización, 88).

1.3.- La Virgen María

Junto a Cristo una presencia privilegiadísima de la condescendencia de Dios para la

pastoral popular es la Virgen. Ya vimos como en ella se da una mayor comunicación de los

bienes divinos y, por tanto, una mayor condescendencia. Al mismo tiempo, ella es percibida

como muy cercana a las alegrías y los sufrimientos de los hombres, como lo manifiestan las

numerosas advocaciones que pueblan nuestro continente, cada una de ellas con una historia de

salvación concreta.

Para Tello esta cercanía responde a un querer de Dios. “Viendo la cosa desde el modo

real como se desarrolló la evangelización de América Latina, la Virgen María tiene una

primacía especial en América Latina que proviene de la disposición de Dios. Dios le dio

América Latina a la Virgen, y esto hay que saberlo y acatarlo” (R. TELLO, Breve

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fundamentación de las peregrinaciones y misiones con la Virgen, Luján 2004). El querer del

hombre simple que ve a la Virgen como la Madre cercana y comprensiva no sólo no se opone

a la voluntad de Dios, sino que en verdad responde a un impulso del Espíritu. “Para la piedad

popular, la Virgen es asimismo el lugar donde se halla y se lo encuentra a Dios. Por eso va

ante todo hacia Ella (es hortus conclusus no en sentido excluyente -Ella y Dios solo con Ella-

sino en el sentido de que el pueblo en Ella lo encuentra a Dios)” (R. TELLO, Breve

fundamentación).

Por ello, la condescendencia tiene para Tello “su realización más alta y al mismo

tiempo su imagen, su tipo, su modelo -y por ello su fuente abundantísima- en la Virgen María,

unida a Cristo en un mismo decreto divino. Por eso el pueblo, y con él la pastoral popular,

vuelve sus ojos constantemente a Ella”. Así, sin que obste en nada la centralidad de

Jesucristo, la pastoral popular es una pastoral “de condescendencia a imitación de Dios Padre,

de bondad, de misericordia, de encarnación y de paciencia. Y por eso fuertemente mariana”

(R. TELLO, La Nueva Evangelización, 89).

1.4.- Los pobres

Los pobres, a quienes Dios les ha otorgado un trato preferencial, son vistos también

como objeto de la condescendencia divina. Juan Pablo II ha corroborado esta certeza en la

Homilía durante la misa celebrada en el hipódromo de Santo Domingo el 11 de octubre de

1984 cuando dijo: “[Dios] es el Dios de todos, pero otorga su primera misericordia a los

desposeídos de este mundo”.

Cristo ha hecho constatable esa misericordia en su propia existencia no sólo

haciéndose hombre, sino hombre-pobre. “La preferencia de Dios por los pobres [radica] en el

hecho de que Cristo se hizo pobre y a ellos les dio el Reino” (R. TELLO, Notas para una

pastoral popular, inédito). Por ello, para captar la condescendencia que Dios tiene con ellos

es necesario amarlos tal como son antes que hacer cosas. No se trata de fomentar un

pasivismo o una indiferencia frente a las necesidades concretas y reales de los pobres, sino de

no desvirtuar la intención de Dios y la vida misma de los pobres. “Antes que una opción por

el trabajo a favor de los pobres, es una opción preferencial por el amor a ellos. No basta obrar

por los pobres; primero hay que amarlos. Del amor surgen las obras. No debe haber trabajo

por otros motivos alejados del amor, ni amor sin obras, cuando ellas sean posibles” (R.

TELLO, Notas para una pastoral popular). En este mismo sentido una expresión que puede

parecer un poco dura pero que es profundamente evangélica señala que la pastoral popular, tal

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como la entiende Tello, “no atiende primeramente a objetivos de mejoramiento o excelencia

sino a la pobreza de los pobres” (R. TELLO, Cómo entendemos la pastoral popular).

1.5.- Consecuencias para la vida del hombre

La condescendencia no queda reservada para el ámbito divino y sobrenatural, sino que

repercute en las actitudes del hombre (y de la pastoral, dirá Tello más adelante), quien deberá

imitarla y traducirla en actos que la actualicen en un momento histórico determinado. “A la

condescendencia divina corresponde en el hombre la humildad (que la Sagrada Escritura

presenta muchas veces como pobreza y también como pequeñez o condición de siervo) y se le

opone la soberbia” (R. TELLO, Pastoral popular y cristianismo popular). En este nivel

práctico la adhesión a la condescendencia se verifica en el abajarse ante Dios y ante los

hombres, mientras que la oposición se resuelve en la búsqueda consciente de la propia

excelencia también ante Dios o ante los hombres. Tello señala algunos de los diversos modos

que puede revestir la soberbia: atribuirse un bien mayor que los demás, expresado por las

riquezas, la belleza, la religiosidad, la espiritualidad, de donde surge el apetito desordenado de

la propia excelencia; usar lo religioso para exaltación humana; creer que lo que se tiene es por

haberlo merecido, aún cuando se refiera a lo temporal, lo cual se da frecuentemente en el

calvinismo y en ciertos imperialismos.

En cambio la humildad es la que visibiliza en el espacio humano la condescendencia

divina, ante todo porque es la que Cristo asumió en su modo de vida. Pero se manifiesta

también en situaciones humanas donde lo único que se percibe es sometimiento y despojo. En

este contexto reflexivo toma una fuerza inusitada el amor privilegiado de Dios a los pobres,

vinculado a su raíz más teologal. “La humillación puede ser activa (humillarse) o pasiva (ser

humillado, los pobres tiene ésta en alto grado, por eso suelen ser objeto de mayor

condescendencia)” (R. TELLO, Pastoral popular y cristianismo popular). No sólo la

humillación voluntaria, sino también la impuesta puede ser motivo de una presencia

condescendiente de Dios. El pueblo judío reducido a esclavitud por los egipcios es un ejemplo

histórico-bíblico de humillación pasiva y, al mismo tiempo, de una intensa comunicación de

los planes escondidos de Dios a su pueblo por medio de su profeta Moisés, por lo cual no

resulta forzada ni extrapolada la aplicación que hace Tello al pueblo pobre de América Latina

y Argentina. La condescendencia, lejos de diluir el amor de Dios en una humanidad

indiferenciada, es asumida por la pastoral popular como una expresión de su preferencia

amorosa por aquellos que en nuestras tierras sufren las mayores humillaciones: los pobres.

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1.6.- Una pastoral de la condescendencia

La condescendencia repercute también en el modo de hacer la pastoral, pues ella debe

imitar y continuar la encarnación de Cristo insertándose en todos los grupos y pueblos. “La

pastoral popular es una pastoral de encarnación: de abajarse y tomar lo que es bajo. A este

aspecto de encarnación pertenece el poner al alcance de los pobres los sacramentos, prácticas

y agentes pastorales” (R. TELLO, La Nueva Evangelización, 88). Una pastoral de la

condescendencia deberá tener presente, al menos, dos manera de acercarse al pueblo pobre: el

sacramental y la misión. Haré una breve referencia a cada uno de ellos.

El camino sacramental que la pastoral popular toma amplía el de los siete sacramentos

en sentido estricto, que por supuesto también son tenidos en consideración (especialmente el

bautismo). Se trata de recuperar el valor sacramental de muchas realidades que en nuestro

pueblo remiten a lo sagrado y que no siempre son tenidas en cuenta. Tello enumera entre

ellos, además de los siete sacramentos, la Iglesia como sacramento universal de salvación, lo

sagrado sensible como signo de lo santo (la imagen, el agua bendita, la capilla, el sacerdote, la

“hermanita”, etc.) y todo lo de la naturaleza sensible que manifiesta a Dios (alimento, salud,

trabajo).

La convicción que late detrás de estas afirmaciones es que Dios salva por los signos.

En el signo, que es de orden natural o humano, Dios se hace presente dándole una carga

salvífica que por sí mismo no posee pero que en cierto modo está abierto a recibir. Esta es

también una clara manifestación de cómo la condescendencia divina quiebra con la infinita

distancia que media entre Dios y la criatura.

“Es decir que Dios es tan condescendiente que la realidad es como inducida o preparada

por sólo el signo de esa realidad. ¿Por qué la fe salva? O ¿cómo salva? La fe de suyo

como acto intelectual no pertenecería a un signo, pero la fe en cuanto se expresa a través

de una cosa sensible, por ejemplo de las palabras, sí es signo. Entonces así como Dios

salva en la fe, entendiendo, significando... Entendiéndolo a Cristo yo participo, creyendo

en Cristo yo participo de la salvación de Cristo. Cristo vino, vivió y se murió hace

muchos años y lejos. ¿Entonces cómo me uno yo? A través de la fe fundamentalmente.

Creyendo yo participo de la justicia que Cristo recibió y de la salvación de Cristo. Pero

no solamente es la fe como conocimiento mental sino la fe expresada a través de

fórmulas, de palabras o de hechos, de signos, de cosas sensibles. Por ejemplo, el bautismo

es un signo. Entonces la fe expresada se convierte en un signo y ese signo causa o efectúa

o produce la salvación. Es decir: Dios es tan condescendiente que a través de un signo, da

la realidad de la salvación” (R. TELLO, Desgrabación clase del 25 de septiembre de

1986).

Por su parte, la actividad misionera, en estrecha relación con el camino sacramental,

también se ve condicionada por la condescendencia. En Cómo entendemos la pastoral

popular Tello justifica esta posición desde algunos textos del magisterio de Juan Pablo II.

“Con una actitud misionera, „que comienza siempre por un sentimiento de profunda estima

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frente a lo que en el hombre había, por lo que él mismo, en lo íntimo de su espíritu ha

elaborado respecto a los problemas más profundos e importantes; se trata de respeto por todo

lo que en él ha obrado el Espíritu, que sopla donde quiere” (Redemptor hominis, 12). “La

misión no es nunca una destrucción” (Ib.)”.

La condescendencia en la pastoral popular está marcada íntimamente por la lógica que

introdujo la encarnación de Cristo en la historia. El pueblo pobre es contemplado por Tello

desde su asociación providencial al misterio de Cristo y comprendido teológicamente a partir

de él. Tello había dicho: “pertenece a la condescendencia toda la economía de la

encarnación”. Y economía es propiamente la que inauguró Cristo, pero también la que está

llamada a continuar la Iglesia y, en ella, la pastoral popular. Por ello, es posible afirmar que:

“La pastoral popular es verdaderamente una pastoral de la condescendencia divina porque

mira a los pobres y a los humildes (a los cuales suele darse una mayor comunicación del

bien divino); porque apoya su acción en la Virgen María, máximo signo entre las puras

creaturas de la condescendencia de Dios; y porque da suma importancia al camino

sacramental” (R. TELLO, Pastoral popular y cristianismo popular).

2.- Manifestaciones de la condescendencia

La condescendencia admite sin duda muchas maneras concretas de hacerse presente en

la historia humana. Presento aquí dos modos que en Tello asumen una peculiar importancia.

2.1.- La misericordia

Para Tello una de las manifestaciones que traduce de modo particular la

condescendencia es la misericordia. Decididamente afirma: “La pastoral popular es una

pastoral de misericordia” (La Nueva Evangelización, 88).

Las fuentes de las cuales se nutre para reflexionar sobre el tema son dos. Una, la

Sagrada Escritura. Allí encuentra un mosaico de expresiones que describen a un Dios que ha

puesto su prioridad en rescatar a los hombres de las garras de la miseria y del pecado. “Esta

misericordia se expresa en al Antiguo Testamento como bondad, amor, fuerte y firme, que

surge del que es fiel; se expresa además como cariño, ternura, comprensión afectiva, maternal,

piedad y compasión” (R. TELLO, Pastoral popular y cristianismo popular).

La segunda fuente es santo Tomás. Al encontrarse con los textos de la Suma Teológica

que atribuyen la primacía de la misericordia sobre el ejercicio de otras virtudes, Tello

comenta:

“Santo Tomás ya decía que la virtud mayor en el hombre es la caridad, pero de suyo y en

Dios, la virtud mayor y primera es la misericordia. Dios obra porque es misericordioso.

El corazón de Cristo es un torrente de amor y misericordia hacia los pecadores, hacia

todos, porque toda la humanidad es pecadora. La pastoral popular no afirma tanto la

acción del hombre para la salvación, sino que dice que es más poderosa la acción de Dios.

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Y Dios es amor misericordioso hacia la humanidad pecadora. La pastoral popular no

afirma tanto la acción del hombre para la salvación, sino que dice que es más poderosa la

acción de Dios” (La Nueva Evangelización, 107-108).

Teniendo como trasfondo esos mismos textos tomistas escribe en otra parte que la

misericordia “que cubre y sana la miseria del hombre, es la máxima virtud, mayor incluso que

la caridad, a la que Dios tiñe, da color y convierte en amor misericordioso” (R. TELLO,

Pastoral popular y cristianismo popular).

Por otra parte, y contrariamente a lo que podría pensarse, es la primacía de la

misericordia la que garantiza un orden más humano y más justo. Ella no es causa de

relajamiento o relativización de las leyes y de la moral, sino la expresión vital del corazón del

evangelio en donde se pide que nos amemos los unos a los otros.

“La misericordia cubre la miseria del miserable y al hacerlo lo reconoce como otro con

quien relacionarse, lo halla (como el Padre al hijo pródigo), rescata al bien del mal, juntos

dador y receptor de la misericordia viven un orden novedoso, más digno, más humano.

Reconocer a Dios como el amor misericordioso y entregar y dejar guiar la vida por él

„forma parte del núcleo mismo del mensaje mesiánico y constituye la esencia del ethos

evangélico‟ (DinM 3). Y por ello la auténtica misericordia es la fuente más profunda de la

justicia y en cierto modo de la igualdad” (R. TELLO, Pastoral popular y cristianismo

popular).

2.2.- La paciencia

La paciencia es también una manifestación de la condescendencia y Tello la relaciona

con el hiato posible entre el llamado oído y la respuesta de la conversión. Es decir, introduce

la problemática del tiempo transcurrido entre la aceptación de la fe y la plenitud de la

santificación. ¿Forma parte de la condescendencia divina ser paciente con el hombre que

habiendo recibido el germen de la fe difiere la conversión plena? Para Tello, sí. Y la

justificación teológica viene dada por la relación de las virtudes teologales entre sí. Escribe

Tello: “La fe de suyo se ordena a la caridad. Y ésta en estado o grado inicial se ordena a su

plenitud o perfección. Puede darse la fe sin caridad, que en ese caso no es virtud, pero es don

sobrenatural y salvífico infundido por Dios operante como tal, que conserva siempre su

ordenación a la caridad y a la caridad perfecta de la gloria” (La Nueva Evangelización, 88). El

fundamento de este análisis vuelve a ser santo Tomás en el tratado de la fe de la Suma

Teológica, especialmente II-II, q 6, a 2.

Por ello no resulta extraño afirmar que es propio de la paciencia sapientísima de Dios

la espera en la dilación de la conversión, luego de la respuesta de fe. En consecuencia, dado

que en la mente de Tello la pastoral popular debe imitar el modo de Dios para con los

hombres de nuestro continente y de nuestro país, ésta es una pastoral de paciencia como

espera de la conversión.

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3.- Conclusiones

La reflexión inclaudicable sobre el pueblo latinoamericano y argentino en su conjunto

(especialmente sobre los pobres, considerados el corazón del pueblo) condiciona el quehacer

teológico de Tello. Si bien la condescendencia es una actitud de Dios que se encuentra en la

revelación, Tello no la piensa aisladamente sino que la conecta con la realidad histórica. En

América Latina y Argentina se vuelve una categoría central porque existe un pueblo pobre del

cual la Iglesia tiene que ocuparse. La pastoral popular a imitación de Dios busca abajarse al

pobre del pueblo, configurado por una cultura popular que lo determina incluso en su modo

de vivir el cristianismo, para amarlo tal cual es y ofrecerle los bienes de la salvación. El

espíritu que anima a algunos párrafos de Aparecida (especialmente los números 391-398)

parece reafirmar las intuiciones de Tello y volverlas así más urgentes en orden a la nueva

evangelización.

Sin duda, son numerosas las cuestiones que quedan pendientes de ser tratadas y

explicitadas. En otro momento será necesario detenernos en lo que Tello entiende por cultura

y por pueblo, o en sus análisis sobre los pobres y la pobreza, o en su concepción de las

virtudes teologales vividas en el cristianismo popular. Sin embargo, lo expuesto aquí nos

aproxima al descubrimiento de un pensamiento sensible, profundo y original que procura

alcanzar una mirada evangélica y teologal sobre la historia de los hombres sin atarse a

esquemas preconcebidos.