12pf clase 11a: los primeros dos pasos para vencer

34
Curso Básico Bíblico LAS 12 PIEDRAS FUNDAMENTALES CLASE 11A: 3 PASOS PARA VENCER (Pasos 1 y 2 ) © La Familia Internacional Editado por http://audioconectate.net Junio de 2011

Upload: audioconectate

Post on 27-Mar-2016

220 views

Category:

Documents


1 download

DESCRIPTION

Curso Básico Bíblico LAS 12 PIEDRAS FUNDAMENTALES Editado por http://audioconectate.net © La Familia Internacional Junio de 2011 alegrarnos. Tenemos soluciones porque conocemos al gran dador de soluciones: Jesús. I NTRODUCCIÓN Las pruebas son inevitables Ser alegre  

TRANSCRIPT

Curso Básico Bíblico

LAS 12 PIEDRAS FUNDAMENTALES

CLASE 11A: 3 PASOS PARA VENCER

(Pasos 1 y 2 )

© La Familia Internacional

Editado por http://audioconectate.net

Junio de 2011

(Clase 11A-1 BÁSICA)

Superar conflictos, 1ª parte

TRES PASOS PARA VENCER (1ª parte)

INTRODUCCIÓN

El dolor es común a todos los seres humanos

Entre las parábolas que repiten los maestros chinos figura la de una mujer que

perdió a su único hijo. Estaba atormentada por el dolor. Hizo de su pena un muro

de lamentación. Por fin acudió a ver a un viejo filósofo lleno de sabiduría, que le

dijo: «Te devolveré a tu hijo si me traes unas semillas de mostaza. Sin embargo,

las semillas deben proceder de un hogar donde nunca haya habido ninguna

pena». Rápidamente se lanzó a buscar las semillas, y se fue de casa en casa. En

cada una de ellas le dijeron que habían perdido a algún ser querido. «Qué egoísta

he sido en mi aflicción —reflexionó—. El dolor es común a todos los seres

humanos».

LOS VAIVENES DE LA VIDA

Ser alegre

Dios no es un Dios triste. Es un Dios alegre, que quiere que seamos felices. La

Biblia dice:

Salmo 144:15. Bienaventurado el pueblo que tiene esto; bienaventurado el

pueblo cuyo Dios es el Señor.

Aunque de cuando en cuando todos enfrentamos dificultades y problemas, tenemos

mucho de qué alegrarnos. Tenemos soluciones porque conocemos al gran dador de

soluciones: Jesús.

Las pruebas son inevitables

Aunque el Señor quiere que seamos felices, hay momentos en que no resulta tan

fácil. Algunas personas piensan que en el momento de aceptar a Jesús se acabaron

todos sus problemas y que a partir de entonces, todo va a marchar de maravilla.

Salvarnos no nos hace exentos de problemas y contrariedades.

Un adagio reza: «No hay testimonio sin prueba ni triunfo sin dificultad ni victoria

sin batalla».

Jesús vertió Su sangre y murió en la cruz para salvarnos. Él ganó la batalla librada

por nuestra vida eterna. Pero cuando de nuestra vida cotidiana se trata, todos tenemos

batallas que librar.

¿Qué pasaría si un soldado dijera: «Me enrolé en el ejército. ¿Por qué habría de

combatir?» Si ese es precisamente el motivo por el que alguien se enrola: para

combatir. Y nosotros estamos en una guerra espiritual en la que el Diablo nos va a

presentar batalla.

1 Timoteo 6:12. Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna, a

la cual asimismo fuiste llamado, habiendo hecho la buena profesión delante de muchos testigos.

2 Timoteo 2:3–4. Tú, pues, sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo.

Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado.

Un viejo axioma militar que data de la Primera Guerra Mundial dice: «El enemigo

no abre fuego hasta que sales de la trinchera». El enemigo no sacó la artillería pesada

y te soltó una bolea de munición hasta que saliste de la trinchera y te lanzaste al ataque

sobre su territorio. Ahora que transitas por el sendero del servicio al Señor, es de

esperarse que enfrentes batallas.

TIPOS DE DIFICULTADES

Podemos dividir nuestras pruebas o dificultades en tres categorías principales: los

de orden físico; los causados por nuestros errores o por actos intencionados o

impremeditados o por terceros; y los ataques espirituales exteriores.

(1) Complicaciones de orden físico

La mayoría de la gente sufre debilidades, limitaciones o dolencias físicas en algún

momento u otro, o quizás estamos escasos de dinero o padecemos alguna otra

carencia material.

Filipenses 4:12. Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por

todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad.

Eso lo escribió el apóstol Pablo, así que evidentemente él pasó por lo mismo.

(2) Las debilidades de la naturaleza humana

Romanos 7:18–19. Yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien;

porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago.

Hebreos 12:1b. […] Despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante,.

El Señor nos creó a cada uno con características diferentes y ha dispuesto que

tengamos nuestros defectos particulares, que no son otra cosa que debilidades de la

naturaleza humana, fallos y defectos, como el egoísmo, la pereza y la envidia. Los

«pesos y pecados que nos asedian», y con los cuales tenemos que lidiar todos los días.

Eso nos mantiene en forma, espiritualmente hablando, pues hace que sigamos siendo

combativos y nos obliga a depender del Señor.

También estamos sujetos a sufrir problemas a causa de los actos de terceras

personas, ya sean intencionados o no. Puede que se demore el bus y eso nos haga

llegar tarde a una cita. Tal vez alguien nos pidió prestado algo y no nos lo devolvió.

Los ejemplos son interminables.

(3) Los ataques espirituales

Luego están los ataques externos. El Diablo procura derrotarnos, obstaculizarnos y

desmoralizarnos. Ya somos salvos. Le pertenecemos al Señor para siempre. Pero el

Diablo nos teme y sabe que a causa de ti y de tu testimonio, otros se le escaparán de

sus garras. ¿Qué hace entonces al respecto? Trata de contrariarnos y detenernos. Y

una de sus armas preferidas es el desaliento. Gracias a Dios que tenemos la

solución: la fe. Más adelante en la clase vamos a profundizar en el tema de cómo

desbaratar las maquinaciones del Diablo, pero por ahora, nos basta con recordar

que ya somos vencedores:

1 Corintios 15:57. Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por

medio de nuestro Señor Jesucristo.

NO HAY NINGUNA PRUEBA QUE NO PODAMOS SOPORTAR

Todos pasamos tribulaciones. Ya sea que enfrentemos pruebas a causa de ataques

espirituales, o lidiemos con nuestras debilidades humanas o problemas de orden físico

o material, todos padecemos dificultades. Eso sin mencionar los errores que

cometemos o los sufrimientos que nos ocasionan los errores de los demás, etc.

Cualesquiera que sean las contrariedades a las que te enfrentes, recuerda siempre

que el Señor está contigo y tiene para ti la victoria. Los avatares de la vida sí pueden

superarse confiando en Él y acudiendo a Él en busca de ayuda. La Palabra de Dios nos

promete:

1 Corintios 10:13. No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana;

pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino

que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis

soportar.

Si alguna vez te sientes abandonado y solo, que eres el único que está pasando por

tantas dificultades y que por culpa de tus errores atraviesas peores momentos que el

resto de la humanidad, recuerda que muchas otras personas se han sentido igual alguna

vez. Y así y todo, han salido adelante. El Señor no te va a dificultar las cosas más de lo

que eres capaz de sobrellevar. Siempre te dará una salida.

Pruebas de fuego: ¿Cómo reaccionamos?

1 Pedro 4:12. Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese.

1 Pedro 1:7. Para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el

oro que es perecedero, aunque se pruebe con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo.

A veces el Señor permite que nos sucedan ciertas cosas que no entendemos para

ponernos a prueba. Nos hace pasar por los fuegos purificadores que suponen esas

pruebas.

Ciertas cosas nos sobrevienen para mantenernos estrechamente ligados al Señor: las

enfermedades, dificultades y problemas. En otros casos ocurren para acercarnos a los

demás. En otros más, para mantenernos humildes. A veces suceden para llevarnos a

orar. Hay toda suerte de motivos por los que tenemos contrariedades. Lo cierto es que

las pruebas y tribulaciones nos hacen bien. Ya hablaremos de eso más adelante.

El dolor, los sufrimientos, los sacrificios y pesares que nos aquejan sacan a relucir

lo mejor de nosotros: la dulzura, la compasión, la ternura, la humildad, el amor y la

consideración por los demás. Eso siempre y cuando amemos al Señor y acudamos a Él

en medio de nuestras penalidades. Él nos dice:

1 Pedro 4:19. Los que padecen según la voluntad de Dios, encomienden sus

almas al fiel Creador, y hagan el bien.

Si a raíz de nuestras tribulaciones aprendemos y maduramos, en lugar de

amargarnos nos volvemos mejores.

«Gracias a Dios por esta silla de ruedas»

El Dr. Hubert Davidson había ido a visitar a la famosa poetisa Myra

(pronúnciese Maira) Brooks, autora de la obra titulada El toque del Maestro.

Cuando ya se marchaba, Myra dio una palmadita en el brazo de su silla de ruedas,

al tiempo que exclamaba: «¡Y gracias a Dios por esto!"» ¡Qué llamativo, que se

mostrara agradecida por una silla de ruedas! Pero la verdad es que su talento

había permanecido oculto en la época anterior a la silla de ruedas. En vez de dejar

paso a la amargura, ella escogió un camino mejor. A raíz de ello, un maravilloso

ministerio abrió nuevas sendas de bendición para ella. Sus poemas han sido una

inspiración para el mundo entero.

Una relación más estrecha con Jesús

Salmo 55:22. Echa sobre el Señor tu carga, y Él te sustentará; no dejará para

siempre caído al justo.

Recuerda que cualesquiera que sean las dificultades a las que te enfrentes, ellos

pueden traducirse en una relación más estrecha y profunda con el Señor. Cuando estás

en apuros y clamas pidiendo ayuda, Él te responde. Y cuando le des ocasión de

consolarte, orientarte y guiarte, Su presencia se hará vívida y real. Por muchas

tribulaciones que sufras, Él estará contigo para ayudarte, consolarte y darles propósito

y sentido.

Hebreos 13:5. Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque Él dijo: «No te desampararé, ni te dejaré».

Tres pasos para vencer

Cualquiera que sea el origen de lo que te aflige o te perjudica, si pones en práctica

lo que ya has aprendido a lo largo de nuestras clase, darás con la solución. En

términos generales podríamos decir que la solución es «permanecer estrechamente

ligado al Señor». Eso es cierto, pero nos parece que resultaría útil ser un poco más

específicos. Sean cuales sean tus dificultades, si sigues estos pasos con oración,

tienes garantizada la victoria.

Paso 1. Determina cuál es el problema

Paso 2. Encuentra la solución

Paso 3. Sigue adelante

(Clase 11A-2 BÁSICA)

Superar conflictos, 1ª parte

TRES PASOS PARA VENCER (1ª parte)

PRIMERO: DETERMINAR CUÁL ES EL PROBLEMA

El primer paso es determinar la naturaleza del problema.

a) PREGUNTA AL SEÑOR ACERCA DE TU IMPEDIMENTO

Cuando alguien se enfrenta a una crisis o dilema, prueba o privación —sea de la

naturaleza que sea—, ¿qué es lo primero que debe hacer? ¿Quejarse? ¿Alterarse y

enojarse porque las cosas no salen de acuerdo a lo esperado? Por supuesto que no.

Cuando las cosas no nos van bien, independientemente de cómo nos sintamos, una

de las primeras cosas que debemos hacer es preguntar al Señor cuál es el origen o

causa del problema o dificultad, si nosotros mismos hemos cometido algún error y qué

enseñanzas quiere Él que saquemos al asunto.

Puede haber muchos motivos por los que ha surgido una dificultad. Seas tú o no el

causante de ella, siempre conviene tomar tiempo para orar y preguntar al Señor por

qué sucede tal o cual cosa. Es provechoso tener en cuenta al Señor en todo momento y

preguntarle el porqué de las cosas.

Salmo 143:10. Enséñame a hacer Tu voluntad, porque Tú eres mi Dios; Tu buen espíritu me guíe a tierra de rectitud.

Mateo 6:10. Venga Tu Reino. Hágase Tu voluntad, como en el Cielo, así también en

la tierra.

b) LEE LA PALABRA

Busca en la Palabra de Dios los consejos y orientación que necesitas para salir de tu

impasse. Pide al Señor que te hable por medio de Su Palabra.

2 Timoteo 3:16–17. Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar,

para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.

Salmo 119:105. Lámpara es a mis pies Tu palabra, y lumbrera a mi camino.

Busca situaciones o problemas similares en la Palabra. Cobra ánimo leyendo la

Palabra.

También pueden encontrar buenos consejos en publicaciones basadas en las

Escrituras, como las que se ofrecen en combinación con este curso: Claves para

descubrir la verdad y los libros de la colección Actívate. Cada obstáculo, una

oportunidad contiene un caudal de consejos.

La riqueza de la Palabra

Hace algún tiempo un hombre mayor que vivía en Nueva Jersey hizo un

curioso descubrimiento al hojear una antigua Biblia familiar. La había heredado

muchos años antes, de una tía suya que había muerto. En una parte de su

testamento decía: «A mi querido Esteban Marsh le dejo mi Biblia familiar y todo

lo que contiene, junto con el restante que haya quedado luego de cancelar los

gastos de mi funeral y todas las deudas justas y legales que yo tuviese

contraídas». Luego de realizados los pagos y de arreglar todos los asuntos

pendientes, el sobrino recibió unos pocos centenares de dólares y el viejo tomo

mencionado en el testamento.

Cuando se le acabó aquel dinero su único sustento provenía de una modesta

pensión y durante más de 30 años vivió en la pobreza. Un día, mientras limpiaba

el desván haciendo preparativos para mudarse a la casa de su hijo --donde

esperaba pasar la vejez--, encontró en un baúl la vieja Biblia que había heredado.

Al abrirla, descubrió con asombro un gran número de billetes entre sus páginas.

Había en total más de 5.000 dólares. Tenía en sus manos una riqueza que podía

haber disfrutado todos aquellos años.

c) RECONOCE LA GUERRA ESPIRITUAL

Tu temible enemigo ya fue vencido

Dios, Jesús, los ángeles buenos y los santos difuntos no son los únicos moradores

de la dimensión espiritual. También existe un anverso, un lado oscuro encabezado

por el Diablo, que es tu archienemigo, y que cuenta con la asistencia de seguidores,

diablos subalternos y demonios para realizar sus perversas fechorías. El Diablo (en

griego: diabolos) es el ser angélico caído que constituye el enemigo supremo de

Dios y del hombre. Él se opone de plano a todo lo que Dios representa y a todo lo

que se propone. Desde el comienzo mismo, en el Huerto del Edén, el Diablo ha

intentado engañar a todas las almas vivientes.

Apocalipsis 20:10a. El diablo que los engañaba...

Apocalipsis 12:10. Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: «Ahora ha

venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de Su

Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche».

A veces las dificultades que se nos presentan no son causadas por otras

personas ni por nuestros pecados; son parte intrínseca de la lucha espiritual

que se libra en el plano invisible a los ojos del hombre.

Efesios 6:11–12. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar

firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre

y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de

las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes [espirituales].

Por eso el Señor nos promete:

Isaías 59:19b. Vendrá el enemigo como río, mas el Espíritu del Señor levantará

bandera contra él.

Lucas 10:19. He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará.

También nos advierte:

Efesios 4:27. Ni deis lugar al Diablo.

1 Pedro 5:8–9a. Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como

león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe.

La tentación de Jesús

Jesús fue llevado por el Diablo al desierto, donde lo tentó. El Diablo hasta

llegó a tener control sobre el cuerpo de Cristo durante un breve tiempo. Sin

embargo, aun bajo el ataque del enemigo, no se sometió a él, sino que lo resistió

con la Palabra de Dios, hasta que éste se dio cuenta de que Jesús no iba a ceder,

entonces se dio por vencido.

Mateo 4:1–11. Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado

por el diablo. Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo

hambre. Y vino a Él el tentador, y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di que estas

piedras se conviertan en pan». El respondió y dijo: «Escrito está: ―No sólo de pan

vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios‖». Entonces el

diablo le llevó a la santa ciudad, y le puso sobre el pináculo del templo, y le dijo:

«Si eres Hijo de Dios, échate abajo; porque escrito está: ―A Sus ángeles mandará

acerca de Ti, y, en sus manos te sostendrán, para que no tropieces con Tu pie en

piedra‖». Jesús le dijo: «Escrito está también: ―No tentarás al Señor tu Dios‖».

Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del

mundo y la gloria de ellos, y le dijo: «Todo esto te daré, si postrado me

adorares». Entonces Jesús le dijo: «Vete, Satanás, porque escrito está: ―Al Señor

tu Dios adorarás, y a Él sólo servirás‖». El diablo entonces le dejó; y he aquí

vinieron ángeles y le servían.

Es de notar la forma en que Jesús devolvía el golpe con la Palabra: «Escrito

está».

Mantente alerta a las maquinaciones del Diablo

2 Corintios 2:11. No ignoramos sus maquinaciones.

La Palabra de Dios nos advierte que no ignoremos las maquinaciones del Diablo.

Así que, aunque no nos gusta hablar de él y preferiríamos hacer hincapié en lo

positivo, es imperativo saber reconocer al Enemigo y sus tretas a fin de poder

combatirlo y vencerlo.

¿Qué son entonces las «maquinaciones del Diablo»? ¿Por qué medios intenta

contrariarnos, detenernos, obstaculizar nuestro avance, etc.? A continuación

detallamos algunas de sus artimañas más comunes:

Se empeña en valerse de nuestras debilidades, fallos o vicios. Por ejemplo, alguien

puede tener tendencia a quejarse algo en lo que todos caemos de vez en cuando

aunque sea más saludable física y espiritualmente tener una actitud positiva:

Nehemías 8:10b. No os entristezcáis, porque el gozo del Señor es vuestra fuerza.

Puede que el Diablo tiente a un quejumbroso ocasional a quejarse de continuo, lo

cual lo llevará a una vida de infelicidad e incluso a la depresión. Generalmente, el

Diablo nos ataca por medio de nuestros pensamientos: Esa es la puerta por donde se

cuela. Gracias a Dios, sin embargo, podemos cerrársela por medio de las Escrituras,

como hizo Jesús.

Intenta apartarnos de los demás: Esta es una estratagema típica del Diablo: acusa a

los hijos de Dios y nos exagera lo que hacen los demás. Procura tomar algo que

alguien ha dicho para tergiversarlo y agrandarlo para que suene mucho peor de lo que

es. Incluso intenta lo mismo ante Dios respecto de cada uno de nosotros. Es experto en

encontrar faltas y fallos y constantemente se empeña en acusar a los demás y

conseguir que nosotros culpemos a quienes nos rodean de todo lo que anda mal.

Generalmente parte de lo que nos dice nuestro adversario espiritual es cierto: no

podría conseguir que nos creyéramos sus mentiras si no las entremezclara con algo de

verdad que nos lleve a creer que sus falsedades también son ciertas. Hay, pues, que

estar en guardia.

Santiago 4:7. Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros.

Mayor es el que está en vosotros

I Juan 4:4. Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo.

Jesús es nuestro abogado defensor ante Dios, que es nuestro Juez. Nos defiende de

todos los dardos de fuego del Maligno, el fiscal, el acusador de los santos, el propio

Satanás. En el nombre de Jesús ostentamos poder sobre el Diablo y podemos ordenarle

que se marche. (Véase Santiago 4:7 más arriba.)

El Señor, Sus ángeles y nosotros formamos una fuerza más poderosa que el Diablo

y sus demonios. Satanás tiene que obedecer las órdenes que le impartimos en el

nombre de Jesús. Puede que nos enfrente por un tiempo, pero tarde o temprano le toca

someterse.

Filipenses 2:10. Para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla.

Advertencia: Las Escrituras nos exhortan a no ignorar las maquinaciones del

Diablo. Dicho de otro modo, tenemos que estar prevenidos de sus artimañas. Pero eso

no significa que debamos sumirnos en el estudio de su modus operandi a tal punto que

se convierta en una fascinación por el mal.

No te dejes engañar por el Enemigo

Ciertos mineros y colonizadores de la Columbia Británica se vieron en la

necesidad de desmantelar un fuerte para servirse de la madera, los materiales

eléctricos y la plomería. Mientras trabajaban en ello hicieron un asombroso

descubrimiento. Al desmantelar la cárcel vieron que tenía pesados herrajes

fijados a las puertas, y barras de hierro de dos pulgadas sobre las ventanas. Pero

las paredes de la celda estaban hechas de cartón prensado —arcilla y papel— y

habían sido pintadas de manera que parecían de hierro. Alguien que les diera un

buen empujón, sin mucha fuerza, podría haberlas tumbado fácilmente. Pero nadie

lo intentó porque no lo creyeron posible. Muchos cristianos están presos de

temores que son en realidad insignificantes si se arremete contra ellos. Satanás no

puede impedir el paso a un hijo de Dios, pero le encanta poner barreras de cartón

en el camino del creyente para inducirlo a pensar que no hará progreso alguno en

la dirección que indica la voluntad de Dios. Cuando empujemos con fe contra

ellas, estaremos libres.

d) ASUME LA RESPONSABILIDAD QUE TE QUEPA

Algunas personas son propensas a culpar a los demás de sus adversidades. «¿Por

qué a mí, Señor? Yo no lo hice. Me lo hicieron a mí. Yo no tuve la culpa. Es culpa de

fulano, es culpa de Mengana. Ellos tienen la culpa. Ellos me indujeron a hacerlo».

¿Cómo vas a crecer espiritualmente o aprender algo que el Señor quiera enseñarte si

culpas farisaicamente a los demás de todas tus desdichas y no asumes la

responsabilidad que te cabe por tus propias dificultades?

Aunque no seas el culpable directo de algo, de todos modos tienes que asumir la

responsabilidad por tu situación y empeñarte en hallarle una solución.

Independientemente de quién haya sido el causante del apuro por el que pasas, culpar

a los demás no contribuirá a resolverlo. Concéntrate en buscar la solución en vez de en

encontrar al culpable.No te apresures demasiado a juzgar y culpar a los demás.

Mateo 7:3–5. ¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no

echas de ver la viga que está en tu propio ojo?¿O cómo dirás a tu hermano:

Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo?¡Hipócrita! saca

primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano.

Es muy propio de la naturaleza humana buscar a quien culpar de nuestros

fallos y penalidades. El truco de pasarle la pelota al vecino se ensayó por primera

vez en el Huerto del Edén. Es la primera línea defensiva de la que se vale el

hombre cuando está en aprietos: Culpar a los demás.

Miren lo que pasó en el Edén: Cuando Dios descubrió que habían pecado,

Adán le respondió impetuosamente: «Fue mi esposa: ella lo hizo». Eva entonces

alegó: «Fue culpa de la serpiente. Ella lo hizo». La serpiente a su vez

prácticamente le echó la culpa de todo a Dios.

Génesis 3:12-13. El hombre respondió: «La mujer que me diste por

compañera me dio del árbol, y yo comí». Entonces el Señor Dios dijo a la mujer:

«¿Qué es lo que has hecho?» Y dijo la mujer: «La serpiente me engañó, y comí».

Para la mayoría de las personas, pasarle la pelota al vecino y culpar a los

demás es casi una reacción automática, un mecanismo de defensa.

Si quieres hacer progresos es esencial asumir la responsabilidad que te quepa.

Ninguna persona que continuamente culpa a los demás de los malos momentos que

pasa va a poder crecer y hacer progresos espiritualmente. Uno mismo tiene que asumir

la error.

Para que el Señor pueda perdonarte, es preciso confesar la parte que te toca en el

fallo todos han pecado, incluido tú, porque la Escritura dice: «Si confesamos

nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de

toda maldad» (1 Juan 1:9). Pero si no confesamos nuestros pecados, si ni siquiera

consideramos que haya sido culpa nuestra, ¿cómo puede el Señor perdonarnos?

Sé sincero contigo mismo

Además de gloriarnos de nuestros logros, también debemos estar abiertos a

confesar nuestros errores y tratar de rectificarlos. Pero, como suele decirse, las

palabras más difíciles de pronunciar en cualquier idioma son: «Me equivoqué». Y

a quien más nos cuesta confesarlo es a nosotros mismos. No nos gusta admitirnos

a nosotros mismos nuestros errores, pecados y metidas de pata. A veces resulta

muy desalentador, humillante y bochornoso. La cuestión es que nunca

conseguiremos la victoria hasta que encaremos las cosas con franqueza y

confesemos. «El que encubre sus pecados —dice la Palabra— no prosperará;

mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia» (Proverbios 28:13).

Otro motivo por el que es imperativo que confesemos nuestros pecados es que

nos ayuda a mantenernos humildes. Nos beneficia ser francos con nosotros

mismos, con los demás y con el Señor. Para eso se necesita una humildad que

solo el Señor puede darnos. Porque la naturaleza pecaminosa innata del hombre

lo lleva a querer que lo elogien, y eso le impide confesar.

Que Dios nos ayude, pues, a ser sinceros con nosotros mismos, con los demás

y con Dios. Como dijo Shakespeare: «Si eres capaz de ser veraz contigo mismo,

no podrás ser falso con ningún otro hombre». Sincérate.

e) PIDE CONSEJOS de personas profundas en el señor. Pide a otros que oren

contigo.

En muchos casos la gente se aboca a resolver o superar su problema por su cuenta.

Sin embargo, a veces puede resultar difícil resolver ciertas cosas sin ayuda. Es

probable que cuanto más te preocupes por el asunto y cuanto más vueltas le des en

tu cabeza, más confundido/a termines. En cambio, si haces lo que recomiendan las

Escrituras y dejas que alguien te ayude a sobrellevar esas cargas, tal vez obtengas

ayuda y superes el conflicto mucho antes. Es lo que la Escritura llama consejo

piadoso.

Proverbios 11:14. Donde no hay dirección sabia, caerá el pueblo; mas en la multitud de consejeros hay seguridad.

Proverbios 19:20. Escucha el consejo, y recibe la corrección, para que seas

sabio en tu vejez.

Proverbios 17:17. En todo tiempo ama el amigo, y es como un hermano en tiempo de angustia.

Proverbios 27:9. El ungüento y el perfume alegran el corazón, y el cordial consejo del amigo, al hombre.

Un sabio consejo: Al pedir consejo a alguien, asegúrate de que sea una persona

fuerte en el terreno espiritual, que no se vea afectada negativamente por el problema.

Romanos 15:1a. Así que, los que somos fuertes debemos soportar las flaquezas

de los débiles.

Breve sinopsis del primer paso: Determinar cuál es el problema

Hemos examinado el primer paso. Repasemos rápidamente cómo podemos hacer un

diagnóstico acertado de lo que nos aflige o perjudica.

a) Pregunta al Señor acerca de la situación de apuro en que estás. Pídele que te

diga si has obrado mal y si eso esa es la causa del ahogo en que te encuentras. O si hay

algún otro motivo o alguna enseñanza que quiera impartirte.

b) Lee la Palabra. Busca casos o problemas similares en la Palabra y toma nota de

cómo se llegó a la solución de los mismos. Deja que la Palabra te guíe, te consuele y te

depure.

c) Reconoce la guerra espiritual. Mantente alerta a las maquinaciones del Diablo,

que suele valerse de nuestras debilidades, flaquezas o pecados asediantes. Recuerda en

todo momento que el poder del Señor es mucho mayor que el del Enemigo. Resiste al

Diablo y huirá. No te dejes fascinar por sus artimañas.

d) Asumir la responsabilidad de tus acciones es esencial si quieres hacer progresos.

No culpes a los demás. Concéntrate en hallar la solución; no en encontrar chivos

expiatorios a quienes cargar la culpa.

e) Pide consejos a gente fiel al Señor; lo que se conoce como consejo piadoso. Pide

a alguien que ore contigo. Al pedir consejo, asegúrate de que sea una persona

espiritualmente fuerte que no se vea dañada por el problema que le describas.

SEGUNDO PASO: DAR CON LA SOLUCIÓN

El segundo paso es dar con la solución.

a) ORA Y PIDE AYUDA AL SEÑOR

Como vimos antes, todos pasamos por momentos de pruebas y necesidad. Cuando

esos momentos se presentan, el Señor es más que capaz de prestarnos auxilio. De

modo que una de las primeras cosas que debemos hacer cuando nos enfrentamos a una

dificultad de cualquier índole es pedir ayuda al Señor. Pide con la certeza de que Él es

capaz de ayudarte y que lo hará.

2 Samuel 22:7. En mi angustia invoqué al Señor, Y clamé a mi Dios; El oyó mi

voz desde su templo, Y mi clamor llegó a sus oídos.

Salmo 34:4. Busqué al Señor, y Él me oyó, y me libró de todos mis temores.

Salmo 50:15. Invócame en el día de la angustia; te libraré, y tú me honrarás.

Hebreos 4:16. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.

Echa mano de Sus fuerzas

Un niño pequeño se esforzaba por levantar un objeto muy pesado. Al entrar en

la habitación y advertir la dificultad de su hijo, el padre le preguntó: «¿Estás

empleando todas tus fuerzas?» «Claro que sí —respondió el pequeño con

irritación». «No es cierto —acotó el padre—. No me has pedido que te ayude».

Deja que el Señor te levante

Durante la construcción de uno de los puentes del East River en Nueva York,

los ingenieros se quedaron desconcertados al no poder retirar una vieja barcaza

hundida que se había atascado en el lecho del río. Las máquinas de gran potencia,

los cables de acero, las grúas y los remolcadores no conseguían remover aquel

obstáculo.

Un muchacho recién egresado de la escuela técnica pensó que podía resolver el

problema. Al bajar la marea, hizo trasladar una gran barcaza hasta el sitio del

hundimiento. A los lados de la misma se ataron varios cables cuyos extremos

opuestos se fijaron a la embarcación hundida. Al subir la marea del Atlántico, la

barcaza se elevó con ella, arrastrando consigo la vieja lancha sumergida. El joven

ingeniero había supeditado la tarea a la fuerza inconmensurable del mar.

b) CONFIESA TUS PECADOS AL SEÑOR Y, DE SER NECESARIO, A

LOS DEMÁS

Salmo 97:10a. Los que amáis al Señor, aborreced el mal.

Nunca podrás corregir la falta o encontrarle la solución al problema si te niegas a

reconocer su existencia e insistes en que está todo bien. Eso no resuelve el problema

para nada. Es más, lo agrava. Nunca obtendrás la victoria sobre ese problema mientras

no te niegues a encararlo y confesarlo.

Proverbios 28:13. El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los

confiesa y se aparta alcanzará misericordia..

El Señor nos promete el perdón y en Su Palabra, Dios nos dice de todas las maneras

posibles que tengamos fe en que podemos librarnos de nuestros defectos. Sin embargo,

esa liberación depende de que estemos dispuestos a ser francos y confesar nuestros

pecados y fallos.

Si accedes a reconocer y afrontar tu fallo, estarás entonces en condiciones de

abordarlo y superarlo. Confiesa ante el Señor tus pecados y pídele que te perdone.

Confesar nuestras faltas a los demás

Santiago 5:16. Confesaos vuestras faltas unos a otros, y orad unos por otros,

para que seáis sanados. La oración eficaz y fervorosa del justo puede mucho.

Hay ocasiones en que además de referirle al Señor nuestros pecados, la situación

amerita que los confesemos a quienes se pueden haber visto afectados por ellos.

De haber personas que se han sentido ofendidas por nuestras acciones, es menester

disculparnos ante ellas. Si has hecho algo de lo que debes arrepentirte, no dudes en

expresarlo.

La oración de arrepentimiento de David

El Salmo 51 es una expresión bellísima de arrepentimiento por haber pecado.

c) Aborda el asunto con actitud FIRME Y DECIDIDA. No te des por vencido

Una vez que has reconocido que tienes un defecto y lo has confesado, es preciso

enfrentarlo con resolución. Cuando estés resuelto a superar algo que te perjudica

espiritualmente y clames al Señor con todo el corazón para que te libre de ello, Él

hará Su parte y cumplirá Sus promesas:

Ezequiel 36:26. Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros.

2 Corintios 2:14. A Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo

Jesús, y por medio de nosotros manifiesta en todo lugar el olor de Su

conocimiento.

El Señor será fiel en responder a la oración y cumplir con Su parte del trato. Pero

después, tú tienes que cumplir con la tuya haciendo un esfuerzo por despojarte de los

viejos patrones y malos hábitos de conducta. Su Palabra dice:

Efesios 4:22–24. En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo

hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el

espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.

2 Corintios 10:3–5. Aunque andamos en la carne, no militamos según la carne;

porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios

para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se

levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo,

No necesariamente se libra uno de esas cosas de la noche a la mañana. En muchos

casos, toma tiempo.

Puede suponer una lucha…

Si conseguir la victoria supone una lucha encarnizada, puede que sea porque el

Señor te está probando para ver cuánto la quieres y cuánto estás dispuesto a luchar por

ella antes de premiarte y dártela. Ahora bien, si cumples con tu parte, el Señor sin

duda cumplirá con la Suya y saldrás airoso. Así que no te des por vencido.

1 Timoteo 6:12. Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna, a

la cual asimismo fuiste llamado, habiendo hecho la buena profesión delante de

muchos testigos.

Efesios 6:10–11. Hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de Su

fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo.

Gálatas 6:9. No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos.

No dejes de poner empeño

El hecho de haber orado para que el Señor te ayude a superar determinada

deficiencia o adversidad, no significa que automáticamente vayas a superarla, sobre

todo si has tenido cierto hábito o actitud durante mucho tiempo. Cuando tomas

conciencia de que has tenido una actitud errada ante algo y te arrepientes y el Señor

te libra, vuelves a comenzar con una hoja en blanco. Pero dado que los patrones

con que te manejas te han llevado en cierta dirección durante mucho tiempo o

tienes hábitos negativos muy arraigados, debes aprender a conducirte de otra forma

e incluso a pensar de otra forma en muchos aspectos.

Puede que te caigas y te levantes algunas veces antes que puedas transitar un trecho

largo sin tropiezos. En ese sentido, tal vez te toque pagar por tus pecados luchando

contra ellos durante algún tiempo. Pero si perseveras, el Señor te recompensará por tu

determinación —a veces tan pronto que será verdaderamente milagroso— y verás que

esos viejos hábitos se van haciendo cada vez más débiles.

Proverbios 24:16. Siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse; mas los impíos

caerán en el mal.

Proverbios 4:18. La senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto.

«Ve a la hormiga»

«Ve a la hormiga... mira sus caminos y sé sabio» (Proverbios 6:6).

Un rey solía contar a sus amigos una anécdota de su juventud: «Cierta vez,

huyendo de mis enemigos, tuve que refugiarme en un edificio en ruinas, donde

pasé muchas horas sentado a solas. Quería desviar la mente de mi desesperada

situación, así que fijé la vista en una hormiga que ascendía por una elevada pared

transportando un grano de maíz más grande que ella. Conté cuántas veces tuvo

que reiniciar su tarea antes de llegar a la meta. ¡El grano se le cayó al suelo

sesenta y nueve veces, pero el insecto perseveró y en el septuagésimo intento

logró su propósito! Contemplar aquello en aquel momento me llenó de valor.

Nunca olvidé su enseñanza».

Lucha: Sacúdete y encarámate.

Un agricultor que vivía en una zona en la que años antes había habido minas

de oro tenía un perro. Un día en que el agricultor salió de paseo por el monte con

su perro, este cayó en uno de los muchos pozos de minas abandonadas que había

en el sector. Aunque el pozo estaba seco y era bastante estrecho, no era

demasiado profundo, por lo que perro logró sobrevivir a la caída sin romperse

ningún hueso. El agricultor escuchaba a su perro ladrar lastimeramente desde el

fondo del pozo, pero no conseguía descender por su estrecho diámetro para

sacarlo. Después de estudiar cuidadosamente la situación, el agricultor decidió

que lo único que podía hacer era acabar con el sufrimiento del animal lo antes

posible. Optó por sepultarlo en aquel viejo pozo para no prolongar su agonía.

Volvió a la granja a buscar unas herramientas. Al volver se dispuso rápidamente

a echar tierra en el pozo con una pala.

Al principio, cuando la tierra le caía encima en medio de la oscuridad, el perro

se asustó. Sin embargo, a medida que el agricultor echaba paladas de tierra sobre

el lomo del animal, este se la quitaba de encima sacudiéndose y luego se

encaramaba sobre ella. Los terrones iban cayendo sobre él una y otra vez. El

perro parecía decirse a sí mismo: «Sacúdete y encarámate... sacúdete y

encarámate ... sacúdete y encarámate». Pese a los golpes de los terrones y a lo

desesperada que se veía la situación en las tenebrosas profundidades del pozo, el

perro se sobrepuso al pánico y no dejó de sacudirse la tierra y encaramarse sobre

ella hasta que al fin se puso al alcance del agricultor, quien con gran alegría lo

sacó del pozo.

d) ASUME UNA ACTITUD POSITIVA

Filipenses 4:8. Hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo

justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad.

Todos pasamos por experiencias en las que albergamos pensamientos negativos en

vez de escuchar al Señor. Si tus pensamientos no son acordes con la Palabra, o te

causan descontento y amargura, te producen insatisfacción e infelicidad o te llevan a

tener una actitud criticona para con los demás, no provienen del Señor y debes

reprender al Enemigo en el nombre de Jesús cuando Él te tiente con esos pensamientos

negativos.

I Juan 4:1. Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de

Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo.

Romanos 12:9b. Aborreced lo malo, seguid lo bueno.

Muchas personas se sienten culpables por tener pensamientos desdeñosos o

pecaminosos. Pero como dice el viejo adagio: «Aunque no puedas evitar que los

pájaros te revoloteen alrededor de la cabeza, sí puedes impedir que te aniden en el

pelo». Pensar fugazmente en algo malo no es pecado; albergarlo y darle cabida

permanente en nuestro pensamiento sí. Resiste esos pensamientos negativos y piensa

positivamente.

Cuando se está en un cuarto oscuro, uno no trata de espantar de él la oscuridad.

Simplemente enciende la luz y esta disipa el negror. Llénate la conciencia de la luz

divina y las tinieblas se desvanecerán. La forma de librarse de la tentación y de los

pensamientos negativos es pensar en cosas buenas, abrigar pensamientos inspirados

por Dios. Si te pones a leer la Biblia, oras y piensas en Jesús, no te quedará tiempo

para pensar en otras cosas. Por eso Isaías dice:

Isaías 26:3. Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti

persevera; porque en ti ha confiado.

Si vigilas tus pensamientos y tus palabras y nutres el corazón y la mente con el

Señor y Su Palabra, estarás bien protegido, fortificado y rodeado por los ángeles

guardianes de Dios. Al mismo tiempo te verás libre de la estática confusa y criticona,

de las acusaciones y dudas que provienen del Diablo.

e) ALABA AL SEÑOR. SONRÍELE A LA VIDA

Una de las cosas más importantes que alguien puede aprender en la vida es a

contentarse con cualquiera que sea su situación, ya de abundancia ya de escasez.

Filipenses 4:11. No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a

contentarme, cualquiera que sea mi situación.

1 Timoteo 6:6. Gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento.

Todos necesitamos aprender a apreciar las bendiciones que Dios nos concedido. El

Señor quiere que pensamos en lo positivo y que procuremos no dar lugar a

pensamientos negativos, a las pruebas, dudas y temores con los que el Diablo trata de

angustiarnos. Piensa en todo lo bueno que posees.

Cuando Jonás finalmente clamó: «La salvación es del Señor», el pez que se lo había

tragado lo vomitó.

Jonás 2:9–10. «Yo con voz de alabanza te ofreceré sacrificios; Pagaré lo que

prometí. La salvación es del Señor». Y mandó el Señor al pez, y vomitó a Jonás en tierra.

Aunque Dios permita que el Diablo te envíe una marejada de tormentos que te

engullan, tienes que seguir alabando al Señor. El Diablo no lo soporta y los tormentos

y contratiempos tampoco. ¡Dios te librará! Por contrario, si te hundes en la

autocompasión y te dedicas a quejarte y a dudar, te hundirás más o más hasta ir a parar

al fondo del mar.

Cuando el Enemigo te induzca a deprimirte o te incite a ponerte criticón o

quejumbroso acerca de algo, devuélvele el golpe alabando al Señor y recordando lo

privilegiado que eres.

Salmo 150:6. Todo lo que respira alabe al Señor. Aleluya.

A todos nos vendría bien alabar más al Señor y ser más positivos. Agradezcámosle

la buena salud de la que disfrutamos. Podríamos padecer toda suerte de problemas.

Alabemos, pues, al Señor por las bendiciones con las que sí contamos.

Mantengámonos positivos, agradecidos y alabando a Jesús.

Siempre que puedas, expresa tus alabanzas verbalmente, preferiblemente en voz

alta. Manifestarlas mentalmente está bien, pero a veces no basta. Hay que decirlo en

voz alta, porque si otras personas te escuchan les expresas que estás confiando en el

Señor. Demuestra tu confianza en la Palabra y en que crees en la alabanza.

Salmo 71:8. Sea llena mi boca de Tu alabanza, de Tu gloria todo el día.

Salmo 34:1. Bendeciré al Señor en todo tiempo; Su alabanza estará de continuo en mi boca.

David: Un buen ejemplo de alabar al Señor en medio de las tribulaciones

El pobre del rey David tenía muchas aflicciones al igual que nosotros, y

también sus quejas. Los salmos siempre me han consolado, pues cada vez que he

pasado por momentos difíciles y me he quejado, me acuerdo que él a veces tenía

el mismo defecto. En más de una ocasión pensó que estaba acabado. En cierta

oportunidad dijo: «Al fin seré muerto algún día por la mano de Saúl» (1 Samuel

27:1). En esa ocasión no manifestó mucha fe, ¿verdad? Pensó que seguramente

moriría a manos de sus enemigos. Pero no fue así. Murió en paz cuando era ya

octogenario. Sus enemigos nunca llegaron a matarlo y todas las angustias que

pasó a raíz de eso fueron en vano. Así que más le hubiera valido no haberse

preocupado, como no debería preocuparme yo.

Lo lindo de todos los salmos de David y de todas las ocasiones en que se

deprimió, lloró, se quejó, clamó y se lamentó, es que nunca se quedó sumido en

eso. Siempre se sobrepuso y terminó en una nota positiva. Quizás el Señor

permitió que sufriera todos esas pruebas y tribulaciones para que escribiera sobre

ellas y nos enseñara que se puede salir de ellas acudiendo al Señor.

Un enfoque positivo

Entre los estudiantes de una conocida universidad había uno que caminaba

ayudándose de muletas. Era una persona extraordinariamente cordial y optimista,

por lo que se había ganado el respeto entre sus compañeros. Cierto día uno de los

estudiantes le preguntó cuál era el origen de su deformidad.

Parálisis infantil —fue la corta respuesta que dio, evidenciando pocos deseos de

profundizar en el tema.

Luego de haber padecido una desgracia tan grande, ¿cómo puedes enfrentar el

mundo con tanta alegría? —volvió a preguntarle su compañero.

—Verás —replicó el joven cristiano, sonriendo—, es que la enfermedad no me

llegó nunca al corazón.

Breve resumen del segundo paso: Busca la solución

Repasemos lo que hay que hacer para hallar la solución.

a) Ora y pide ayuda al Señor. Pídele que te resuelva el problema. A veces no tenemos

porque no pedimos.

b) Confiesa tus pecados al Señor y, de ser necesario, ante los demás. Naturalmente, no

podrás hacerlo a menos que admitas tus errores. Recuerda que Jesús te perdonará. Las

claves para alcanzar el perdón son el arrepentimiento y la confesión. Ten en cuenta

también que a veces —sobre todo si tus acciones han ofendido a alguien— necesitas

confesarlo ante el afectado y disculparte con él.

c) Aborda el asunto con actitud resuelta y no te des por vencido. A veces, para

superar un mal hábito, lleva tiempo cultivar uno bueno que lo desplace. En el ínterin

tendrás que superar las pruebas que se te presenten. Pero sigue adelante. La victoria es

de quienes perseveran.

d) Piensa positivamente. Si te llenas la mente de cosas buenas, no habrá lugar para las

dudas y el desaliento del Diablo. Al lidiar con esas cosas, emplea la Palabra.

Memoriza y recita Escrituras. Canta canciones edificantes.

e) Alaba al Señor. Mantén una actitud optimista. Muchas veces se llega a la victoria

por el descuidado sendero de la alabanza.

12 Piedras Fundamentales – Suplemento de apuntes para la clase 11A

Tres pasos para vencer, 1ª parte

Superar conflictos, 1ª parte

Objetivo: Determinar debilidades o dificultades y superarlas.

Versículos clave

Hebreos 12:1b. Despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante.

Salmo 55:22a. Echa sobre el Señor tu carga, y Él te sustentará; no dejará para siempre caído al justo.

Isaías 40:31. Los que esperan al Señor tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán.

Lecturas recomendadas de la Biblia

Noé: Génesis 7 – 9

PLEGARIA Y ALABANZA: «GUÍAME»

Señor, concédeme la bendición de recibir este día en paz. Ayúdame en todo a confiar

en Tu sagrada voluntad. Revélame Tu voluntad a cada hora del día. Bendice mis

tratos con quienes me rodean. Enséñame a encarar todo lo que el día me depare con

paz interior y con la firme convicción de que Tu voluntad nos rige a todos. En todos

mis actos y palabras guía mis pensamientos y sentimientos. En situaciones

imprevistas, que no me olvide que todas son creadas por Ti. Enséñame a actuar con

firmeza y con prudencia, y que no encone ni avergüence a los demás. Dame la fuerza

para soportar la fatiga de la jornada con todo lo que esta traerá aparejada. Dirige mi

voluntad, enséñame a orar, reza Tú en mí.

Drizdov Philaret (1782-1867)

MEDITACIÓN: MENSAJE DE JESÚS PARA MOMENTOS DIFÍCILES

Aunque permanezcas estrechamente ligado a Mí y te apacientes de Mis Palabras, es

inevitable que pases por algunas tempestades y tengas algunas dificultades. El solo

hecho de permanecer a Mi lado y embeberte de Mi Palabra no las hará desaparecer,

pero sí te ayudará a sobrellevarlas. Mis Palabras son como un instrumento eficaz que

puede emplearse de muchas formas. Cuando estés en medio de una tormenta, te

servirán de resguardo y cobijo. Cuando tengas frío, te servirán de abrigo. Cuando

tengas hambre te darán alimento. Cuando estés fatigado, te darán descanso. Cuando

estés inmerso en la neblina, iluminarán tu sendero y te ayudarán a ver por donde

transitas.

Al escalar la montaña, deja de mirar hacia abajo y a tu alrededor, al suelo y las rocas

debajo de ti. Más bien mira hacia arriba siempre que puedas. Mira hacia el hermoso

cielo y las cumbres montañosas a las que quieres llegar. Eso te reanimará, te refrescará

y te dará las fuerzas para seguir un poco más.

Casi no advertirás la senda pantanosa, porque estarás mirando hacia arriba. Estarás

contemplando Mi rostro y observando el hermoso cielo azul. Estarás mirando hacia

adelante, y mientras tengas esa vista, estos pequeños problemitas no te abatirán. Eso es

una promesa.

CONOCIMIENTOS DE LA BIBLIA: ESCUCHAR A DIOS

La clave de la grandeza de las vidas de muchos de los hombres y mujeres de fe que ha

habido a lo largo de la historia (e incluso hoy en día), es que dependían del Señor, le

prestaban oído y seguían Sus instrucciones. A continuación, tres ejemplos:

A Noé el Señor le indicó que construyera el arca. Nunca antes había visto un barco.

¿Cómo pudo hacerlo?

Noé pasó tiempo con el Señor. No solo veía en términos generales la inminencia de la

catástrofe que el Señor iba a desatar por medio del diluvio. Tampoco le bastaba la

motivación de querer salvar a su familia. Necesitaba instrucciones muy detalladas para

realizar la obra que el Señor le había encomendado. Y eso le llevó tiempo.

Tuvo que estudiar los materiales que usaría. Tuvo que tener en cuenta qué materiales

soportarían las inclemencias del tiempo. El Señor le dio instrucciones muy concretas,

porque él se las pidió. Tuvo que tener en cuenta también la forma en que uniría los

materiales, con qué los pegaría, con qué los recubriría, qué sustancias y maderas

emplearía para impermeabilizarlo. Todos esos detalles tuvo que preguntárselos al

Señor, que Él a su vez le dio las indicaciones pertinentes, le señaló dónde conseguirlos

y en algunos casos hasta cómo. Todo eso llevó tiempo.

Tuvo que obtener las especificaciones exactas, el largo del arca y luego dividirlo por

una medida específica que le diera la cantidad de piezas de madera que precisaba.

Tenía que cortar y encastrar cada tabla en el lugar preciso. Tuvo que haber tenido un

plano, un esquema de cómo iban a encajar todas las piezas.

No pudo haberse limitado a cortar un árbol y comenzar a clavarlo contra otro trozo de

madera sin tener un plano o croquis general. Un barco así nunca se habría mantenido a

flote. Nunca habría tenido la resistencia para soportar los tremendos oleajes del

diluvio. Nunca habría podido alojar a todas las criaturas en los diversos

compartimentos que tuvo que acondicionar para atender sus necesidades particulares.

Todo eso llevó tiempo y oración. Requirió que prestara oído y tomara nota

meticulosamente de lo que el Señor le decía para no olvidárselo. Varias veces a lo

largo del recuento, se lee: «Dijo, pues, Dios a Noé», es decir que le dio instrucciones.

Y varios versículos más adelante remata diciendo: «Y lo hizo así Noé; hizo conforme

a todo lo que Dios le mandó» (Génesis 6:13,22).

Nos conviene, pues, seguir ese buen ejemplo, tal como hizo referencia a él el Señor en

Su Palabra. «Mas como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre»

(Mateo 24:37). En estos Postreros Días, debemos cultivar el hábito de escuchar al

Señor y recibir nuestras instrucciones de Él, igual que hizo Noé.

Samuel fue sacerdote, profeta y juez. En 1 Samuel 3 se hace un recuento de cómo

recibió Samuel su llamamiento del Señor. La clave es «Habla, porque tu siervo oye».

El profeta Jonás escuchó la voz del Señor, pero le costaba obedecerla. Lee su historia

en el libro de Jonás y toma nota de que no fue liberado del vientre del gran pez hasta

que hubo clamado: «La salvación es del Señor». La alabanza en muchos casos es la

vía a la victoria.

Suplemento

CONFÍA; SIGUE LUCHANDO; ¡SIGUE ADELANTE CON DIOS!

Un hombre que hacía violines se había pasado toda su vida buscando la clase de

madera que le sirviera para construir violines de una resonancia particularmente

bella y encantadora. Por fin la halló, cuando llegó a sus manos la madera

proveniente del límite exacto donde los árboles ya no pueden crecer por la

excesiva altitud, en las montañas rocosas, a 3.600 metros de altura sobre el nivel

del mar. En esas regiones, donde el viento sopla de manera tan violenta y

constante que, en la parte que da hacia el viento, a los árboles no les crece

corteza, donde todas las ramas están inclinadas hacia el mismo lado, y donde un

árbol tiene que pasar su existencia de rodillas para poder sobrevivir, allí es donde

nace, vive y muere la madera para violines de mayor resonancia del mundo.

***

Un viejo diácono siempre concluía su oración, al cierre de la reunión de los

miércoles, con las mismas palabras: «Además, Señor, limpia de telarañas mi

vida». Esas telarañas eran las cosas que no debían existir, pero que se habían

acumulado a lo largo de la semana. Uno de los asistentes a las reuniones terminó

hartándose de la mención semanal de las telarañas, y cuando el diácono volvió a

hacer la misma oración, se incorporó de un salto y gritó: «¡No, Señor, no las

quites! ¡Mata de una vez a la araña!» Eso era lo que hacía falta.

***

Se dice que si se pone una rana en un recipiente de agua caliente, saltará de él. En

cambio, si se la coloca en un recipiente de agua fresca y se lo calienta

gradualmente, la rana se deja cocinar. Por lo visto, no es capaz de darse cuenta

cuándo la temperatura del agua ya no le permite sobrevivir. Cuando se nos

presenta la tentación de cometer algo claramente condenable, la mayoría de las

personas logra resistirla. Lo que ocasiona que muchos se aparten de Dios es el

alejarse imperceptiblemente día a día. La mejor protección contra eso es salirse

de la olla apenas el agua comienza a entibiarse.

***

Dijo el Dr. Will Mayo:

«He visto pacientes que estaban condenados a morir indefectiblemente. Sabíamos

que no podrían seguir con vida. Pero he visto entonces que un religioso se

acercaba a ellos y lograba lo que nosotros éramos incapaces, a pesar de haberlo

intentado con todos los medios profesionales a nuestro alcance. Algo, sin

embargo, despertaba en ellos una chispa inmortal y, desafiando todo

conocimiento médico y toda lógica materialista, esos pacientes lograban seguir

con VIDA».

Los hermanos Will y Charles Mayo, ambos médicos, son fundadores de las

clínicas Mayo, de fama mundial.

***

Al igual que las nubes no indican la inexistencia del sol, las tormentas de la vida

no sugieren la ausencia de Dios.

***

Oliver Cromwell envió a su secretario a Europa con una misión importante. El

hombre pasó la noche en un pueblo costero dando vueltas en la cama sin poder

dormir.

Era una vieja costumbre que un sirviente durmiera en la misma habitación, y en

esta ocasión el sirviente dormía profundamente. Al cabo de un rato, el secretario

despertó a su sirviente y este le preguntó por qué que su amo no podía dormir.

—Temo que algo resulte mal en nuestra misión diplomática —fue la respuesta.

—Mi señor —dijo el sirviente—, ¿puedo preguntarle algo?

—Por supuesto.

—¿Gobernaba Dios el mundo antes que naciéramos?

—Claro que sí.

—¿Y lo gobernará después que hayamos muerto?

—Claro que sí.

—Entonces, mi señor, ¿por qué no deja usted que Dios gobierne también el

presente?

El secretario recobró la fe y la paz, y en pocos minutos él y su sirviente estaban

profundamente dormidos.

***

Un día, mientras el evangelista y predicador inglés Charles Haddon Spurgeon se

dirigía a su casa fatigado y deprimido luego de un arduo día de trabajo, recordó el

versículo: «Bástate Mi gracia» (2 Corintios 12:9). De inmediato se imaginó a sí

mismo como si fuera un pececillo del Támesis, preocupado por secar dicho río si

continuaba bebiendo tanta agua cada día, que de pronto escuchara a su padre

Támesis decir: «Bebe, pececito, bástate mi caudal».

También imaginó a un ratoncito en los graneros de José, en Egipto, temeroso de

acabar con las provisiones y morir de hambre si continuara comiendo el maíz

necesario para cada día, a quien José, al percibir su temor, podría haberle dicho:

«Alégrate, ratoncito, mis graneros te bastan».

***

El azul del cielo es más grande que las nubes.

***

La hora más oscura no dura más de sesenta minutos.

***

Cuando se tiene auténtico amor por los demás, es mucho más fácil dejar pasar las

cosas. En el colegio se dice que uno pasa de un grado a otro. Cuando viaja en

automóvil, sabe que está moviéndose porque pasa de largo lo que está a la vera

de la carretera. Así se sabe que se está haciendo progresos: uno va dejando cosas

atrás.

Lo mismo sucede con nuestra vida espiritual. Cuando dejamos pasar cosas y no

nos preocupamos tanto por ellas, demostramos que hemos hecho progresos.

Cuando no guardamos rencor a alguien por algún comentario hecho a la ligera o

alguna tontería que cometió o algo que dijo, cuando no nos ponemos muy

susceptibles ni nos alteramos ni nos resentimos por eso, estamos dejándolo atrás.

«El amor cubre multitud de pecados» y nos da la gracia para dejar pasar las

cosas, para perdonar a los demás así como sabemos que nosotros necesitamos que

nos perdonen.

***

Un niño pequeño estaba sentado con aire tranquilo en el asiento de un tren que

unía dos ciudades del Oeste norteamericano. Era un día caluroso, polvoriento,

muy incómodo para viajar, y aquel trayecto en particular ofrecía tal vez la

jornada de viaje más aburrida de toda la región. De todos modos, el pequeño

seguía sentado pacientemente, observando impasible los campos y los postes de

alambrada que velozmente quedaban atrás. En determinado momento una

anciana maternal se inclinó sobre él y le preguntó compasivamente: «¿No estás

cansado del largo viaje, cariño, y del polvo y el calor?» El niño la miró con rostro

radiante, y le respondió con una sonrisa: «Sí, señora, estoy un poquito cansado.

Pero no me importa mucho, porque mi padre estará esperándome cuando

lleguemos». Qué bello es reflexionar así, que cuando la vida parezca agotadora y

monótona, como suele suceder a veces, podamos mirar hacia adelante llenos de

optimismo y confianza, y decir, como aquel muchachito, que «no importa

mucho», ¡pues nuestro Padre, también, estará esperándonos al final de nuestro

viaje. Allí estará nuestro Padre esperándonos... ¡gracias a Dios!

***

Nadie puede acumular provisiones de gracia para el futuro, así como nadie puede

comer todo lo que necesitará en los seis meses siguientes, ni almacenar de una

vez en sus pulmones todo el aire que necesitará durante una semana. Debemos

sacar del caudal inagotable de Dios la gracia que necesitemos día tras día.

***

«Confianza» es la palabra que se usa en el Antiguo Testamento; «fe» es su

equivalente en el Nuevo Testamento. «Creer» es la precursora de ambas. Creer es

algo que se hace con la mente; la fe y la confianza, surgen del corazón.

John Paton estaba traduciendo las Escrituras al idioma del país donde servía de

misionero, y durante mucho tiempo buscó una palabra equivalente a «fe». Los

nativos no tenían una palabra equivalente a «creer». Cierto día, mientras

trabajaba en su traducción, un nativo entró en su habitación, muy cansado, y se

tiró en una silla apoyando los pies en otra, comentándole que se sentía muy bien

al «apoyar todo su peso» en las sillas. El Dr. Paton anotó la palabra que el nativo

había usado para decir «apoyar todo su peso». Había encontrado el término que

equivalía a «creer». (Hechos 16:31; Romanos 10:9-10)

***

Dicen que el incendio que destruyó la mayor parte de Londres, después que los

horrores de la peste bubónica hubieran diezmado la población, fue tal vez lo

mejor que pudo pasarle a la ciudad, pues eliminó por completo los viejos

edificios infestados de ratas portadoras de la peste, desinfectó la ciudad al acabar

con toda la putrefacción dejada por la plaga y la purificó por completo. De no

haber sido por aquel acontecimiento, Londres, que era un gran centro mundial de

comercio, podría haber infectado al mundo entero. En su momento, el fuego que

destruyó Londres fue visto como un holocausto catastrófico, pero ahora se le

considera una bendición que barrió con las plagas del pasado. Tanto la plaga

como el incendio dieron la impresión de ser los juicios de Dios que se

descargaban sobre una malvada generación de londinenses, pero tal como sucede

en la mayoría de los misericordiosos juicios divinos, a la larga resultaron ser

castigos benditos que limpiaron y purificaron a Sus hijos y produjeron un cambio

positivo.

***

El Dr. Handley Moule, obispo protestante de Durham (EE.UU.), visitaba Stanley

luego de una terrible explosión en una mina de carbón. Se dirigió a los mineros

agrupados en la boca de la mina, entre los cuales había familiares de los hombres

que habían quedado sepultados abajo. Dijo: «Es muy difícil para nosotros

entender por qué pudo haber permitido Dios que se produjera algo tan terrible,

pero conocemos al Señor y confiamos en Él, y sabemos que todo está bajo su

cuidado. Tengo en mi casa un viejo señalador de libros, que me regaló mi madre.

Es de seda, y si observo la parte del revés, no veo más que hilachas

entrecruzadas. Parece algo mal hecho. Daría la impresión de haber sido cosido

por algún inexperto. En cambio, si le doy vuelta, aparece en hermosas letras

bordadas la frase: ―Dios es amor‖. Hoy estamos observando esta situación por el

lado que no debemos. Algún día la veremos desde otro punto de vista y entonces

entenderemos».

***

¿Alguna vez ha vuelto adonde tenía estacionado su auto y se ha encontrado con

que le han puesto una multa? Es una experiencia que no provoca ninguna

satisfacción. Durante años tuve la costumbre de estacionar mi automóvil en una

calle lateral cerca de mi casa, en Chicago. Ni yo ni otros que estacionaban por allí

habían sido multados jamás, ya que no existía ninguna prohibición que lo

impidiera. Una mañana, cuando me marchaba, encontré que había sido multado.

Pagué los tres dólares de multa. Durante un tiempo tuve dificultad para encuadrar

aquella multa dentro de la categoría de todas las cosas redundan en bien de los

hijos de Dios. Hasta que transcurridos unos días vi la mano de Creador en aquel

incidente. Durante una tormenta en la soplaron feroces vientos, un roble

gigantesco cayó justo en el lugar donde durante años había estacionado mi

automóvil. Si hubiese estado en el sitio de costumbre habría sido aplastado.

Humildemente di gracias a Dios de que nada que se considere casual puede

suceder a Sus hijos, a los que «conforme a Su propósito son llamados».

***

Nadie puede impedir que se le presenten tentaciones, pero no tiene por qué ceder

ante ellas. Como dice un viejo adagio: «No podemos evitar que los pájaros

revoloteen sobre nuestra cabeza, pero sin duda, podemos evitar que aniden en

ella».

Dicho de otro modo, podemos evitar que esas avecillas que representan nuestros

problemas y conflictos se instalen y acomoden en nuestra mente hasta apoderarse

de nosotros. Debemos seguir resistiéndolas y espantándolas hasta demostrarles

que no nos vamos a rendir ni entregar. Entonces se darán por vencidas y nos

dejarán tranquilos.

Tratemos, pues, de hacer frente a nuestras pruebas y tentaciones sin caer en ellas

y ceder ante ellas. El Señor dice que nunca nos dará más de lo que podemos

resistir, sino que siempre nos ofrecerá una salida. De algún modo nos lo facilitará

o al menos nos ayudará a sobrellevarlo. Véase 1 Corintios 10:13.

A continuación un relato que ilustra este principio:

Cierta vez aprendí una lección gracias a nuestro perro. Mi padre solía poner un

trocito de carne o de galleta en el platillo del perro y le decía: ¡No!, con lo que el

perro sabía que no debía tocarlo. Pero el animal jamás miraba la comida. Parecía

saber que si lo hacía la tentación de desobedecer sería demasiado grande, así que

se quedaba mirando fijamente a mi padre. Es una buena enseñanza para todos. No

dejemos de mirar nunca el rostro de nuestro Señor.

RÍOS DE LA MONTAÑA

POBRE DE MÍ

Extractos de un artículo de David Brandt Berg

El problema es que cuando estamos deprimidos, si empezamos a hablar del asunto,

generalmente terminamos haciendo públicas nuestras quejas y dudas y pregonamos el

derrotismo.

Nos ponemos a cantar «pobre de mí» porque queremos que nos presten atención y se

compadezcan de nosotros. Normalmente ese es el motivo. Cuando los hijos de Israel

se quejaban en el desierto, pretendían que Moisés y el Señor se apenaran de ellos.

(Véase Éxodo 16:2-3.) En esos casos, nuestro orgullo ha quedado maltrecho, nuestro

ego ha sufrido un revés, nuestra confianza en nosotros mismos ha quedado un poco

endeble, y empezamos a dudar de si todo lo que hemos creído hasta entonces habrá

estado equivocado. Llegamos a creer que nunca acertamos. Entonces vienen don

Duda, su mujer y sus hijos, junto con don Diablo y su esposa y sus diablitos.

Tomamos asiento y los invitamos a debatir el asunto. Y en un abrir y cerrar de ojos,

empezamos coincidir con ellos. «Es cierto. En realidad nunca he sido muy buen

cristiano. ¿Cómo podría Dios valerse de mí? Mi vida no es que sea muy victoriosa ni

exitosa que digamos. Estoy muy lejos de ser perfecto. Soy una calamidad. Mejor me

doy por vencido».

Eso sucede porque ponemos los ojos en nosotros mismos en vez de fijarlos en el

Señor. Hacemos introspección en vez de mirar al Cielo. Pensamos tanto en nosotros

mismos, en nuestras faltas, falencias, errores y pecados, que el ego acaba por tirarnos

abajo. El Diablo es capaz de decirte muchas verdades horribles acerca de ti mismo, eso

sin contar las mentiras. Total que si empiezas a prestarle oído, la cosa no tiene fin. Si

le escuchas, él tergiversará las cosas de manera que parezcas mucho peor de lo que

eres, lo cual ya es bastante odioso.

Luego empiezas a escuchar a algunos de tus críticos. A veces hasta puede que algún

amigo o familiar haga algún comentario sin querer o tú lo malinterpretes. El Diablo

exagera el asunto hasta que quedas completamente abatido y tienes ganas de rendirte.

Una pequeña duda, un ligero temor, unas pocas quejas, una pizca de desaliento,

pueden crecer y multiplicarse hasta dejarte completamente derrotado y ejerciendo una

influencia terrible en los demás. Inicialmente parece bastante inocente y el Diablo trata

de persuadirte de que no es tan grave, pero su fin es amargo.

O se va en una dirección o se va en la otra. No hay cómo estarse quieto. O escalas y

alcanzas la cima, o te hundes y te deslizas hacia abajo sin remedio. Y cuando uno

empieza a caer en picada, no hay donde detenerse. No lograrás frenar hasta que des

contra el fondo, a menos que te arrepientas, le des un corte al asunto, pidas a Dios que

te perdone y eches por la borda toda la sarta de mentiras del Diablo, así como también

tus dudas, temores y abatimiento. No superarás el mal momento a menos que sigas a

Jesús y Su Palabra y te aferres a Sus promesas. El futuro es tan prometedor como las

promesas de Dios. Debes mantener la vista fija en Jesús: no hay otra cosa en qué

fijarla que no sea la fosa, el sombrío abismo de la nada.

A veces no sabemos a quién creer: unos te dicen: «¡Aguanta!»; y otros, «¡Abandona!»

Pues verás que tomando cada frase en su debido contexto las dos están acertadas.

Debemos abandonar esas malditas dudas, temores, desalientos y cargas diabólicas que

nos impone el Diablo y aguantar aferrados al Señor. Súbete al carro del Señor y te

llevará a los Cielos. Nada te detendrá. En cambio, si te cargas con las piedras que el

Diablo quiere echarte encima, te hundirás irremediablemente. Échalas por la borda,

déjalas atrás y sigue adelante con el Señor.

Tal vez pienses que el Señor no es capaz de sobrellevar la carga de algunos de tus

problemas. Algunas personas son así. Me recuerdan a la anécdota que me contaron

hace muchos años. Un tipo iba cruzando un río congelado, temeroso de que el hielo se

quebrara y al caer al agua se ahogara. Gateaba cautelosamente cuando escuchó un

ruido a la distancia. Se dio la vuelta y vio una yunta de caballos que venía hacia él

tirando de lo más campantemente de una carreta cargada de hierro, todo por el mismo

hielo sobre el que él gateaba con tanto miedo. Les diré una cosa. Dios es capaz de

sobrellevarlo. Él puede con cualquier carga que quieras echarle encima.

No te quedes ahí parado. ¡Haz algo! ¡Canta, grita, alaba al Señor, recita Escrituras!

¡Devuélvele el golpe al Diablo! ¡Repréndelo con la Palabra! Eso hizo Jesús cuando el

Tentador lo acechó en el desierto. Le citó las Escrituras: «¡Escrito está!» (Mateo 4:3–

10.) El Diablo es mentiroso y padre de mentira, y no puede resistir la Palabra. «Resiste

al Diablo y huirá de ti» (Santiago 4:7). Se da la vuelta y pone pies en polvorosa. Ponte

el yelmo de la salvación y la coraza de justicia; toma el escudo de la fe para apagar los

dardos de fuego del Maligno; cíñete con la verdad; cálzate con el Evangelio de la paz;

empuña la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios, y penétrale el corazón al

Diablo. (Véase Efesios 6:10–17.) ¡Échalo! Dile que no tienes parte con él y que él no

tiene parte contigo.

Luego ponte a trabajar. Conversa con otras personas sobre Jesús y la Salvación. Sé

positivo. Ayuda a alguien. Dedícate tanto a resolver los problemas ajenos que no

tengas tiempo de pensar en ti mismo. Ocúpate tanto de hacer feliz a alguien que no

puedas menos que ser feliz tú mismo.

Habla de Jesús. Habla de la Palabra de Dios. Habla de las necesidades ajenas. Habla

de cosas buenas. «Todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo

puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo

digno de alabanza, en esto pensad» (Filipenses 4:8). No hables mal de nadie, ni

siquiera de ti mismo. (Tito 3:2.)

Guarda la fe. Mantén los ojos puestos en Jesús. Ocúpate de ayudar a quien lo necesite

y olvídate de ti mismo. ¡Por supuesto que eres un fracaso! ¡Claro que eres una

calamidad! Todos lo somos. Cuando nos ponemos a mirarnos a nosotros mismos, ahí

sí que nos deprimimos.

¡Sigamos adelante con Dios! Él es el único que puede lograrlo y te sacará adelante si

le das una oportunidad. Aférrate a Su Palabra. Deja de esforzarte y deja que Dios lo

haga. Hay un viejo himno que dice: «Él me sostiene». Yo no puedo sostenerme solo.

No puedo ayudarme a mí mismo. Solo Dios puede hacerlo. Él es mi única esperanza.

«A Aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante

de Su gloria con gran alegría, al único y sabio Dios» encomienda tu camino, tu vida, tu

mente, tus pensamientos, tu tiempo (Judas 24–25). «Sé a quién he creído, y estoy

seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día» (2 Timoteo 1:12).

Únicamente Él puede hacerlo. Solo tienes que darle una oportunidad. Mantén los ojos

puestos en Jesús. Hablemos de Jesús. Hablemos del amor, de Su amor.

Solo Jesús, solo Jesús satisface.

Toda carga se deshace

cuando abrigo la confianza

de que Jesús me acompaña.

PRUEBA DE LA CLASE 11A, «SUPERAR CONFLICTOS: TRES PASOS PARA VENCER, 1ª

PARTE», DE LAS 12 PIEDRAS FUNDAMENTALES

NOMBRE FECHA:

1. Explica brevemente cuál es el problema o defecto más grave que enfrentas en

este momento. (No hace falta contar detalles personales que prefieras mantener

en privado.)

2. ¿Qué versículo te da la tranquilidad de que el Señor va a resolver el problema?

3. ¿Has rezado pidiendo al Señor que te ayude a superar esa dificultad o

complicación?

4. En general, cuando nos enfrentamos a un problema, el primer paso es establecer

cuál es. ¿Cómo podemos hacerlo? (Pista: Salmo 143:10)

5. ¿Cuál es el primer lugar donde buscar orientación para ayudarnos a hacer frente

a nuestros defectos? (Pista: Salmo 119:105)

6. ¿Quién es el «acusador de los hermanos»? (Pista: Apocalipsis 12:10)

7. ¿Cómo reacciona el Diablo cuando lo resistimos? (Pista: Santiago 4:7)

8. ¿Conviene pedir consejo y oración a otras personas? (Pista: Proverbios 27:9b)

9. ¿Tiene alguna importancia a quién le pedimos consejo? (Pista: Romanos 15:1a)

10. ¿Por qué es importante confesar cuando hemos obrado mal? (Al Señor y en

algunos casos pedir perdón a las personas agraviadas). (Pista: Proverbios 28:13,

Santiago 5:16)

11. Filipenses 4:8 contiene una lista de cosas en las que debemos meditar. ¿Cuáles

son?

12. A la hora de buscar soluciones para superar nuestros defectos, ¿cuál es la

principal fuente a la que debemos acudir? (Pista: Salmo 50:15; Salmo 32:8)

¿HUBO ALGO DE LA CLASE QUE NO ENTENDISTE BIEN O QUE TE SUSCITÓ

INTERROGANTES? DE SER ASÍ, EXPLÍCALO A TU GUÍA.