17929533 poesía reinaldo arenas

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POESIA REINALDO ARENAS El fuero interior Antes que nada, quiero exponer el lugar desde el cual he visto esta película. Primero, desde un horizonte muy personal y familiar: vengo de una familia de izquierda que, digamos, ha avalado, con las mejores intenciones, los procesos revolucionarios y los líderes de izquierda en el mundo, particularmente la Revolución cubana y Fidel Castro. Es decir que crecí inclinado, como muchos de mi generación, hacia la figura de Fidel Castro y la Revolución cubana. Para nuestro imaginario, ambos representaban, entre tantas cosas, la lucha de David contra Goliat, así como un camino distinto y opuesto al capitalismo desenfrenado y a las grandes desigualdades sociales, más que persistentes, incrementadas en nuestra época. Debo aclarar que no creo, contrariamente a lo que suele afirmarse, que esta vocación izquierdista, al menos en el caso de mis padres, era sólo una moda pasajera, un sarampión curado o algo por el estilo. Se trataba de un hondo compromiso que muchos pagaron, semejantes a Arenas, con su vida, con sus cuerpos desaparecidos y torturados. Pueden preguntarle a mi padre, quien conoció el horror de los "campos de concentración" de la democracia venezolana de los sesenta. Segundo, el horizonte de nuestro presente en Venezuela. Sin caer en la paranoia de la pretendida cubanización inmediata del país (a despecho del anuncio de una temible purga dentro del partido oficial y de la descarada "toma" de todos los espacios políticos y sociales), viendo la película, no pude evitar relacionar esa historia personal ligada al destino de un país con la historia del nuestro y de nuestra vida política, no sólo presente, sino por venir. Es decir que a partir de las condiciones personales y de este país, creo que la película, además de sus cualidades como obra, nos sirve sobre todo para poner sobre la mesa la reflexión acerca de cómo cocinar o "atemperar" dentro de nosotros los deseos de justicia, cambio y equilibrio social sin caer en los excesos de los procesos revolucionarios; dicho de otro modo, cómo conciliar nuestras inclinaciones colectivas con nuestro fuero interno e individual; cómo puede llevarse a cabo plenamente una revolución respetando totalmente los derechos fundamentales del hombre, cosa hasta ahora imposible. Me parece, lejos de lo que había escuchado, una buena película. Aparte del valor plástico y fílmico de las escenas, aspecto que otros más conocedores de la materia que yo pueden resaltar, creo que es más que acertada la adaptación y selección que Julian Schnabel hizo de la autobiografía de Arenas. Desde luego, el director fue muy sensible y agudo al escoger como centro de su creación a Arenas, ya un prototipo de lo que podríamos llamar un héroe contemporáneo dada su homosexualidad, su vitalidad y escritura. Siempre ha sido así, pero hoy más que nunca: nadie como un artista controversial desde el punto de vista moral, sexual, político y estético, para desentrañar las prácticas morales, sexuales, políticas y estéticas de la sociedad. Mejor dicho, todo artista es en el fondo muy controversial porque desmonta, con sus propias prácticas y creaciones, los códigos éticos, políticos y estéticos dominantes, fuertemente vigilados y controlados por los organismos políticos y sociales, extremos y violentos en los regímenes totalitarios. Obviamente que esta personalidad impactante y conmovedora de Arenas está refrendada en la película por la excelente y ya inolvidable actuación de Javier Bardem. Ahora bien, a partir de todo ello el punto central de la película es el lugar de encuentro y desencuentro entre el individuo y el colectivo o la sociedad. Con frecuencia, particularmente en nuestro medio, la frase "derechos humanos" nos puede parecer algo trillada por manoseada, cuando no una "delicatesse" importada del primer mundo. De hecho, valdría la pena interrogarse si con ella la sociedad liberal y del capitalismo avanzado no ha cometido enormes fechorías. Sin embargo, no debemos olvidar que su significado esencial resguarda la cifra individual como el único ejercicio verdaderamente responsable y democrático: el libre albedrío. Ejercicio responsable porque nos permite disolver dos actitudes nefastas tanto de izquierda como de derecha: el "proceso" y el "sistema" respectivamente. Cuando no queremos encarar nuestra responsabilidad despersonalizando todo problema o conflicto dentro de los llamados procesos revolucionarios, se le echa la culpa al "proceso"; en el capitalismo, al "sistema". Es cierto que ambos reflejan bien que hay fuerzas "despersonalizadas" que se desatan, pero eso no puede prevalecer sobre el ejercicio del libre albedrío, siempre solitario, individual, aunque se ejerza influenciado por la colectividad, por el horizonte político e histórico donde nos encontramos. Hay un pasaje, ahora no sé si en la película o en libro, en el que Arenas exclama: "¿por qué nos odian tanto?". Por dudar. Lejos de la "ingenuidad" política que a veces se ha querido ver en Arenas, lo que no se le perdona es haber dudado, haber sido justamente inestable desde el punto de vista político. Pero como en Baudelaire, la inestabilidad, la ironía, la oscilación, son precisamente las actitudes privilegiadas para medir la intensidad de lo individual en un medio adverso, dominado exclusivamente por la mayoría o la minoría o, lo que es lo mismo, por una visión única, centralista y totalitaria. Puede que haya cosas de la película que nos distancien un poco: el español y el inglés hablados a la vez e indiscriminadamente, lo cual no podemos desligar del hecho de que se trata de una película cuya producción es globalizada, como toda mercancía de la actualidad. Así mismo, eché de menos la descripción más plena que conozco de Miami: su mal gusto dominante, sus potentados cubanos tan ignorantes y mezquinos como los comisarios y censores de La Habana dejada atrás. También me decepcionó un poco la pintura tan caracterizadora y algo distorsionada de Lezama Lima. A Reinaldo Arenas no le perdonaron dudar. Más aún: no le perdonaron crear, a partir del reconocimiento de la propia naturaleza cubana, orgánica, anímica, pagana, erótica e insular, una realidad distinta. Tanto el mundo comunista como el capitalista no le perdonaron el radicalismo irreductible de su fuero interior, su incapacidad para negociar con el poder o el éxito. No lo absolvieron por haber apostado todo, en detrimento del poder y el dinero, a favor del amor y la vida. Jorge Romero León. Ensayista http://noticias.eluniversal.com/verbigracia/memoria/N155/ci ne.htm#negar Autor: Reinaldo Arenas Sobre el sentido de la transgresión "Grito, luego, existo" Reinaldo Arenas (Antes que anochezca) I El eros de la escritura Reinaldo Arenas se entregó a la escritura con una voracidad y una osadía que no son extrañas a lo erótico; no sólo en su dimensión temática -que es bastante obvia, por cierto-, sino en un plano creador y subversivo que parece consustancial con la existencia misma del autor y de sus personajes: ni Celestino de Celestino antes del alba (1967), ni Fray Servando de El mundo alucinante (1968), ni Héctor de Otra vez el mar (1982), ni Juan de El portero (1989), conciben una vida ajena a una literatura que desestabiliza las certezas y cuestiona toda forma de poder.

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Sobre la poesía de Reinaldo Arenas

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POESIA REINALDO ARENASEl fuero interior

Antes que nada, quiero exponer el lugar desde el cual he visto esta película. Primero, desde un horizonte muy

personal y familiar: vengo de una familia de izquierda que, digamos, ha avalado, con las mejores intenciones, los

procesos revolucionarios y los líderes de izquierda en el mundo, particularmente la Revolución cubana y Fidel

Castro. Es decir que crecí inclinado, como muchos de mi generación, hacia la figura de Fidel Castro y la Revolución

cubana. Para nuestro imaginario, ambos representaban, entre tantas cosas, la lucha de David contra Goliat, así como un camino distinto y opuesto al capitalismo desenfrenado y a las grandes desigualdades sociales, más que persistentes,

incrementadas en nuestra época. Debo aclarar que no creo, contrariamente a lo que suele afirmarse, que esta vocación

izquierdista, al menos en el caso de mis padres, era sólo una moda pasajera, un sarampión curado o algo por el estilo. Se

trataba de un hondo compromiso que muchos pagaron, semejantes a Arenas, con su vida, con sus cuerpos

desaparecidos y torturados. Pueden preguntarle a mi padre, quien conoció el horror de los "campos de concentración" de

la democracia venezolana de los sesenta.

Segundo, el horizonte de nuestro presente en Venezuela. Sin caer en la paranoia de la pretendida cubanización inmediata

del país (a despecho del anuncio de una temible purga dentro del partido oficial y de la descarada "toma" de todos

los espacios políticos y sociales), viendo la película, no pude evitar relacionar esa historia personal ligada al destino de un país con la historia del nuestro y de nuestra vida política, no

sólo presente, sino por venir. Es decir que a partir de las condiciones personales y de este país, creo que la película, además de sus cualidades como obra, nos sirve sobre todo

para poner sobre la mesa la reflexión acerca de cómo cocinar o "atemperar" dentro de nosotros los deseos de

justicia, cambio y equilibrio social sin caer en los excesos de los procesos revolucionarios; dicho de otro modo, cómo

conciliar nuestras inclinaciones colectivas con nuestro fuero interno e individual; cómo puede llevarse a cabo plenamente

una revolución respetando totalmente los derechos fundamentales del hombre, cosa hasta ahora imposible.

Me parece, lejos de lo que había escuchado, una buena película. Aparte del valor plástico y fílmico de las escenas,

aspecto que otros más conocedores de la materia que yo pueden resaltar, creo que es más que acertada la adaptación y selección que Julian Schnabel hizo de la autobiografía de

Arenas. Desde luego, el director fue muy sensible y agudo al escoger como centro de su creación a Arenas, ya un

prototipo de lo que podríamos llamar un héroe contemporáneo dada su homosexualidad, su vitalidad y escritura. Siempre ha sido así, pero hoy más que nunca:

nadie como un artista controversial desde el punto de vista moral, sexual, político y estético, para desentrañar las prácticas morales, sexuales, políticas y estéticas de la sociedad. Mejor dicho, todo artista es en el fondo muy

controversial porque desmonta, con sus propias prácticas y creaciones, los códigos éticos, políticos y estéticos

dominantes, fuertemente vigilados y controlados por los organismos políticos y sociales, extremos y violentos en los

regímenes totalitarios. Obviamente que esta personalidad impactante y conmovedora de Arenas está refrendada en la

película por la excelente y ya inolvidable actuación de Javier Bardem.

Ahora bien, a partir de todo ello el punto central de la película es el lugar de encuentro y desencuentro entre el individuo y el colectivo o la sociedad. Con frecuencia, particularmente en nuestro medio, la frase "derechos

humanos" nos puede parecer algo trillada por manoseada, cuando no una "delicatesse" importada del primer mundo.

De hecho, valdría la pena interrogarse si con ella la sociedad

liberal y del capitalismo avanzado no ha cometido enormes fechorías. Sin embargo, no debemos olvidar que su

significado esencial resguarda la cifra individual como el único ejercicio verdaderamente responsable y democrático: el libre albedrío. Ejercicio responsable porque nos permite disolver dos actitudes nefastas tanto de izquierda como de

derecha: el "proceso" y el "sistema" respectivamente. Cuando no queremos encarar nuestra responsabilidad

despersonalizando todo problema o conflicto dentro de los llamados procesos revolucionarios, se le echa la culpa al "proceso"; en el capitalismo, al "sistema". Es cierto que ambos reflejan bien que hay fuerzas "despersonalizadas"

que se desatan, pero eso no puede prevalecer sobre el ejercicio del libre albedrío, siempre solitario, individual, aunque se ejerza influenciado por la colectividad, por el horizonte político e histórico donde nos encontramos.

Hay un pasaje, ahora no sé si en la película o en libro, en el que Arenas exclama: "¿por qué nos odian tanto?". Por dudar. Lejos de la "ingenuidad" política que a veces se ha querido

ver en Arenas, lo que no se le perdona es haber dudado, haber sido justamente inestable desde el punto de vista

político. Pero como en Baudelaire, la inestabilidad, la ironía, la oscilación, son precisamente las actitudes privilegiadas

para medir la intensidad de lo individual en un medio adverso, dominado exclusivamente por la mayoría o la

minoría o, lo que es lo mismo, por una visión única, centralista y totalitaria.

Puede que haya cosas de la película que nos distancien un poco: el español y el inglés hablados a la vez e

indiscriminadamente, lo cual no podemos desligar del hecho de que se trata de una película cuya producción es

globalizada, como toda mercancía de la actualidad. Así mismo, eché de menos la descripción más plena que

conozco de Miami: su mal gusto dominante, sus potentados cubanos tan ignorantes y mezquinos como los comisarios y

censores de La Habana dejada atrás. También me decepcionó un poco la pintura tan caracterizadora y algo

distorsionada de Lezama Lima.

A Reinaldo Arenas no le perdonaron dudar. Más aún: no le perdonaron crear, a partir del reconocimiento de la propia

naturaleza cubana, orgánica, anímica, pagana, erótica e insular, una realidad distinta. Tanto el mundo comunista

como el capitalista no le perdonaron el radicalismo irreductible de su fuero interior, su incapacidad para

negociar con el poder o el éxito. No lo absolvieron por haber apostado todo, en detrimento del poder y el dinero, a favor

del amor y la vida.

Jorge Romero León. Ensayista

http://noticias.eluniversal.com/verbigracia/memoria/N155/cine.htm#negar

Autor: Reinaldo ArenasSobre el sentido de la transgresión

"Grito, luego, existo"Reinaldo Arenas

(Antes que anochezca)

IEl eros de la escritura

Reinaldo Arenas se entregó a la escritura con una voracidad y una osadía que no son extrañas a lo erótico; no sólo en su dimensión temática -que es bastante obvia, por cierto-, sino en un plano creador y subversivo que parece consustancial con la existencia misma del autor y de sus personajes: ni

Celestino de Celestino antes del alba (1967), ni Fray Servando de El mundo alucinante (1968), ni Héctor de Otra vez el mar (1982), ni Juan de El portero (1989), conciben

una vida ajena a una literatura que desestabiliza las certezas y cuestiona toda forma de poder.

Se construye así una obra que revela el grado de transgresión que encarnan el eros de la escritura y la

escritura erotizada, al vincular el gesto creador a la fuerza liberadora de la imaginación, que alimentan tanto al deseo amoroso como al arte. Un ejemplo de esto se halla en El

mundo alucinante, luego de narrarse el fantástico encadenamiento de Fray Servando, cuando se advierte sobre

la ineficacia de la prisión frente al pensamiento:

Algo hacía que la prisión siempre fuera imperfecta, algo se estrellaba contra aquella red de cadenas y las hacía resultar mezquinas e inútiles. Incapaces de aprisionar… Y es que el pensamiento del fraile era libre (…) El pensamiento ligero

de entre aquellas barras de acero, saltaba por sobre las mismas narices de los carceleros.

El eros y la escritura constituyen manifestaciones de la libertad, y cuando la escritura deviene una experiencia erótica y lo erótico una escritura, la experiencia de la

libertad parece potenciada de manera extraordinaria. Si, como dice Octavio Paz, "El erotismo (…) es un disparo de

la imaginación frente al mundo exterior", ¿qué decir entonces de la escritura? Ambos son invención y creación;

ambos saben de la realidad de sus ficciones y, sobre todo, de la fugacidad de sus conquistas.

En efecto, tanto el eros como la escritura prometen sólo la plenitud en un instante. Arenas se refiere a ello cuando alude

a la fragilidad de las conquistas logradas por el deseo y la palabra. En un soneto con dejos conceptistas, publicado en

su poemario Voluntad de vivir manifestándose (1989), escribe:

Todo lo que pudo ser, aunque haya sidoJamás ha sido como fue soñado.

El dios de la miseria se ha encargadoDe darle a la realidad otro sentido.

Otro sentido, nunca presentidoCubre hasta el deseo realizado;

De modo que el placer aún disfrutadoJamás podrá igualar al inventado.

Cabe advertir, finalmente, que este eros de la escritura se caracteriza por una suerte de fatalidad: es incontenible y, a la

vez, es constantemente perseguido y castigado desde ámbitos más diversos que aquellos que alcanza a señalar la

crítica usualmente.

IIEn la tierra de los buscadores

En uno de los delirios de Fray Servando, el fraile encuentra a un poeta que habita "la tierra de los eternos buscadores". Dicho personaje se presenta persiguiendo incesantemente

una sombra, una ilusión de absoluto, lo eterno en el lenguaje. El es también, nos dice el narrador, el hombre más desgraciado, pues "sabe que su empresa trasciende el límite de lo humano". Esta dimensión trascendental de la escritura encuentra también su tragedia "en el reino de este mundo". Ejemplo de ello es la alusión al caso Padilla y a Guillermo Cabrera Infante, cuando el narrador cuenta que, al pasar el golfo de México, unos marineros "lanzan por la borda al

habanero Infante, que iba en calidad de literato y periodista, pues en medio de la tormenta se mantenía alejado,

componiendo un soneto al mar". Pero esta persecución ha sido ampliamente reseñada y ha servido bien a los editores.

Interesa más bien destacar la representación de otras manifestaciones de intolerancia que trascienden el ámbito

del totalitarismo y que bien alcanzan las costas de La Florida.

Celestino antes del alba, la primera novela de Reinaldo Arenas, se sitúa en la provincia de Cuba, un poco antes del

Batistato. La narración gira en torno a un niño que es acosado por su familia guajira y sus vecinos. Para sobrevivir

esta circunstancia opresiva, el niño imagina a Celestino, un ser puro que se dedica a escribir en trozos de papel, en los árboles y en el cuerpo de los animales. La escritura es en este caso una experiencia que libera de la bestialidad y la

violencia de lo cotidiano:

Todo el mundo sabe que Celestino es poeta. La noticia ha corrido por el barrio completo, y ya lo sabe todo el mundo. Mi madre dice que se muere de vergüenza y que no saldrá

más nunca de la casa, Adolfina dice que ésa era la causa por la que no puede encontrar un marido, y hasta mi abuela

muerta se ha encerrado en la prensa de maíz y dice que de ahí no saldrá ni aunque vuelva a vivir. Al abuelo ya los

lecheros no le compran la leche que dan las vacas, y cuando los lecheros pasan por frente a la casa nos tiran piedras y dicen: "Ahí viene la familia del poeta". Y se van riendo a

grandes carcajadas.

En esta medida, la persecución no proviene de un régimen totalitario, sino de la intolerancia de quienes rodean al

personaje: la madre, la abuela, el abuelo siempre con su hacha en mano, unos primos y los vecinos son hostigadores

eficaces: "'Eso es mariconería', dijo mi madre cuando se enteró de la escribidera de Celestino. Y esa fue la primera

vez que se tiró al pozo".

No encontramos aquí la vertiente heroica de cierto discurso homofóbico revolucionario, sino aquella violencia que nutre

el día a día de la pequeña historia y que reaparecerá en El palacio de blanquísimas mofetas (1975). El escritor, quien habita "la tierra de los buscadores", no hallará descanso en

ninguna orilla.

IIILa subversión de las formas

Arenas apuesta a un arriesgado experimento que subvierte los modelos literarios. Sus novelas ostentan la autonomía de

la creación, al violentar el modelo de la novela realista y jugar libremente con los "contextos históricos" y la tradición

literaria. Su reescritura de Cecilia Valdés (1839-1882) de Cirilo Villaverde, titulada La loma del Angel (1987), es quizás un ejemplo extraordinariamente divertido de lo

anterior. Es también el caso de su obra más conocida, El mundo alucinante.

Esta última novela se abre con una carta del autor dirigida a Fray Servando. Allí da cuenta de cómo se descubrió al

personaje histórico y cómo se reunieron los datos de su vida, pero esta voluntad objetiva y documental se fractura inmediatamente por las estrategias narrativas y por la

identificación del narrador con su personaje: "tú y yo somos la misma persona". Otras voces irrumpen en el relato. El

lector, por ejemplo, detiene la narración de Fray Servando para reclamar un discurso más realista: "Déjese de fanfarrias

y cuente las cosas tal como sucedieron", dice éste. Asimismo, otras referencias más oscuras aparecen

diseminadas en el texto, bajo la forma de un diálogo con interlocutores misteriosos a cuyas objeciones parece

adelantarse el narrador: "¿Y creerán ustedes que…?", "Mire usted…". Cabe preguntarse si acaso responde aquí el autor a la censura, en un diálogo imaginario con el poder, desde el

espacio liberador de la literatura.

Otro aspecto singular de la novela es que el capítulo uno se inicia tres veces, y en cada oportunidad, una voz narrativa distinta (yo, tú, él) toma la palabra. La tercera persona que entrega la base "objetiva" de la narración deviene entonces

una voz más y el lector queda a la deriva, entregado a la imaginación paranoica y contradictoria que gobierna el

texto.

Todos estos recursos narrativos no son más que la negación de la posibilidad de establecer una representación absoluta

del mundo o, dicho de otra forma, constituyen una evidencia de la imposibilidad de reconciliar cierta obra literaria con

verdades totales o totalitarias. La subversión de la forma es

por esto algo más que un ejercicio formalista; es un acto de subversión ideológica. En este sentido cabe recordar las palabras de Milan Kundera en El arte de la novela, quien

afirma:

…el mundo basado sobre una única Verdad y el mudo ambiguo y relativo de la novela están modelados con una

materia totalmente distinta. La Verdad totalitaria excluye la relatividad, la duda, y nunca puede conciliarse con lo que yo

llamaría el "espíritu de la novela".

IVDel infierno al purgatorio

Cuando Arenas llega a Miami, un tío le dice: "Ahora te compras un saco, una corbata, te pelas bien corto y caminas de una manera correcta, derecha, firme; te haces además una

tarjeta que diga tu nombre y que eres escritor".

¿Contra qué o quién se rebela Arenas? Si nos guiásemos exclusivamente por su dolorosa carta de despedida, la respuesta a esta pregunta adquiere visos de problema

personal, pero el conjunto de su obra parece apuntar a un objetivo más amplio y menos conciliador.

En El mundo alucinante encontramos un diálogo paródico con la Revolución cubana, cuyos signos encontramos en los sermones religiosos que desatan la furia del pueblo contra

los herejes / disidentes. Sin embargo, las amargas conclusiones del fraile (cambiar de gobernante es cambiar

de tiranía) tampoco dejan en pie las añoranzas representadas por lo que describe como las "veladas de llanto" de quienes

extrañan el Imperio.

Asimismo, las vicisitudes de los poetas de la corte, sujetos a la inquisición y a la voluntad de los gobernantes, descritos

en El mundo alucinante, deben ser leídas junto con las reflexiones en Antes que anochezca, sobre las miserias del mercado editorial: "yo, estando preso y confinado en Cuba, tenía más oportunidades editoriales porque, por lo menos,

allí no me dejaban hablar y las editoriales extranjeras podían poner que yo era un escritor que residía en La Habana",

escribe Arenas.

Si bien es cierto que lo personal es también político, pareciera que la dimensión de lo personal ha sido

notablemente empobrecida por algunas lecturas de la obra de Reinaldo Arenas. Es necesario comprender que el sentido

de su rebelión no se limitó a la circunstancia de una lucha contra el gobernante de turno. Escritura y subversión constituyen pues un continuo en una obra que, leída

cuidadosamente, tendrá la virtud de incomodar a los cuatro puntos cardinales .

Luis Duno Gottberg. Profesor Universidad Simón Bolívar

http://noticias.eluniversal.com/verbigracia/memoria/N155/cine.htm#negar

Autor: Reinaldo ArenasEl fuero interior

Antes que nada, quiero exponer el lugar desde el cual he visto esta película. Primero, desde un horizonte muy

personal y familiar: vengo de una familia de izquierda que, digamos, ha avalado, con las mejores intenciones, los

procesos revolucionarios y los líderes de izquierda en el mundo, particularmente la Revolución cubana y Fidel

Castro. Es decir que crecí inclinado, como muchos de mi generación, hacia la figura de Fidel Castro y la Revolución

cubana. Para nuestro imaginario, ambos representaban, entre tantas cosas, la lucha de David contra Goliat, así como un

camino distinto y opuesto al capitalismo desenfrenado y a las grandes desigualdades sociales, más que persistentes,

incrementadas en nuestra época. Debo aclarar que no creo, contrariamente a lo que suele afirmarse, que esta vocación

izquierdista, al menos en el caso de mis padres, era sólo una moda pasajera, un sarampión curado o algo por el estilo. Se

trataba de un hondo compromiso que muchos pagaron, semejantes a Arenas, con su vida, con sus cuerpos

desaparecidos y torturados. Pueden preguntarle a mi padre, quien conoció el horror de los "campos de concentración" de

la democracia venezolana de los sesenta.

Segundo, el horizonte de nuestro presente en Venezuela. Sin caer en la paranoia de la pretendida cubanización inmediata

del país (a despecho del anuncio de una temible purga dentro del partido oficial y de la descarada "toma" de todos

los espacios políticos y sociales), viendo la película, no pude evitar relacionar esa historia personal ligada al destino de un país con la historia del nuestro y de nuestra vida política, no

sólo presente, sino por venir. Es decir que a partir de las condiciones personales y de este país, creo que la película, además de sus cualidades como obra, nos sirve sobre todo

para poner sobre la mesa la reflexión acerca de cómo cocinar o "atemperar" dentro de nosotros los deseos de

justicia, cambio y equilibrio social sin caer en los excesos de los procesos revolucionarios; dicho de otro modo, cómo

conciliar nuestras inclinaciones colectivas con nuestro fuero interno e individual; cómo puede llevarse a cabo plenamente

una revolución respetando totalmente los derechos fundamentales del hombre, cosa hasta ahora imposible.

Me parece, lejos de lo que había escuchado, una buena película. Aparte del valor plástico y fílmico de las escenas,

aspecto que otros más conocedores de la materia que yo pueden resaltar, creo que es más que acertada la adaptación y selección que Julian Schnabel hizo de la autobiografía de

Arenas. Desde luego, el director fue muy sensible y agudo al escoger como centro de su creación a Arenas, ya un

prototipo de lo que podríamos llamar un héroe contemporáneo dada su homosexualidad, su vitalidad y escritura. Siempre ha sido así, pero hoy más que nunca:

nadie como un artista controversial desde el punto de vista moral, sexual, político y estético, para desentrañar las prácticas morales, sexuales, políticas y estéticas de la sociedad. Mejor dicho, todo artista es en el fondo muy

controversial porque desmonta, con sus propias prácticas y creaciones, los códigos éticos, políticos y estéticos

dominantes, fuertemente vigilados y controlados por los organismos políticos y sociales, extremos y violentos en los regímenes totalitarios. Obviamente que esta personalidad

impactante y conmovedora de Arenas está refrendada en la película por la excelente y ya inolvidable actuación de Javier

Bardem.

Ahora bien, a partir de todo ello el punto central de la película es el lugar de encuentro y desencuentro entre el individuo y el colectivo o la sociedad. Con frecuencia, particularmente en nuestro medio, la frase "derechos

humanos" nos puede parecer algo trillada por manoseada, cuando no una "delicatesse" importada del primer mundo.

De hecho, valdría la pena interrogarse si con ella la sociedad liberal y del capitalismo avanzado no ha cometido enormes

fechorías. Sin embargo, no debemos olvidar que su significado esencial resguarda la cifra individual como el

único ejercicio verdaderamente responsable y democrático: el libre albedrío. Ejercicio responsable porque nos permite disolver dos actitudes nefastas tanto de izquierda como de

derecha: el "proceso" y el "sistema" respectivamente. Cuando no queremos encarar nuestra responsabilidad

despersonalizando todo problema o conflicto dentro de los llamados procesos revolucionarios, se le echa la culpa al "proceso"; en el capitalismo, al "sistema". Es cierto que ambos reflejan bien que hay fuerzas "despersonalizadas"

que se desatan, pero eso no puede prevalecer sobre el ejercicio del libre albedrío, siempre solitario, individual,

aunque se ejerza influenciado por la colectividad, por el horizonte político e histórico donde nos encontramos.

Hay un pasaje, ahora no sé si en la película o en libro, en el que Arenas exclama: "¿por qué nos odian tanto?". Por dudar. Lejos de la "ingenuidad" política que a veces se ha querido

ver en Arenas, lo que no se le perdona es haber dudado, haber sido justamente inestable desde el punto de vista

político. Pero como en Baudelaire, la inestabilidad, la ironía, la oscilación, son precisamente las actitudes privilegiadas

para medir la intensidad de lo individual en un medio adverso, dominado exclusivamente por la mayoría o la

minoría o, lo que es lo mismo, por una visión única, centralista y totalitaria.

Puede que haya cosas de la película que nos distancien un poco: el español y el inglés hablados a la vez e

indiscriminadamente, lo cual no podemos desligar del hecho de que se trata de una película cuya producción es

globalizada, como toda mercancía de la actualidad. Así mismo, eché de menos la descripción más plena que

conozco de Miami: su mal gusto dominante, sus potentados cubanos tan ignorantes y mezquinos como los comisarios y

censores de La Habana dejada atrás. También me decepcionó un poco la pintura tan caracterizadora y algo

distorsionada de Lezama Lima.

A Reinaldo Arenas no le perdonaron dudar. Más aún: no le perdonaron crear, a partir del reconocimiento de la propia naturaleza cubana, orgánica, anímica, pagana, erótica e insular, una realidad distinta. Tanto el mundo comunista

como el capitalista no le perdonaron el radicalismo irreductible de su fuero interior, su incapacidad para

negociar con el poder o el éxito. No lo absolvieron por haber apostado todo, en detrimento del poder y el dinero, a favor

del amor y la vida.

Jorge Romero León. Ensayista

http://noticias.eluniversal.com/verbigracia/memoria/N155/cine.htm#negar

Autor: Reinaldo ArenasEl otro Reinaldo Arenas

René Fuentes Gómez

Sobre todas las cosas, Reinaldo Arenas fue un narrador de inagotables hallazgos, incluso hasta en los libros que han

sido publicados después de su muerte. También fue poeta, y en más de una ocasión dijo que su mayor aspiración era ser recordado por la poesía implícita en sus novelas y relatos.

Sin embargo, a medida que pasan los años, se habla más del Reinaldo disidente, homosexual y exiliado maldito que de

su obra literaria. Los "roles" públicos de su personalidad y la perpetuidad del régimen castrista son dos cortinas de humo que demoran el develamiento de su más entrañable política

como autor: mostrarle a sus lectores otra alternativa de libertad, y otro cause más lúdico para la sensibilidad y el

imaginario de los cubanos. Si uno lee, por ejemplo, su autobiografía Antes que anochezca o su novela póstuma El color del verano puede darse cuenta de que es muy difícil

discernir entre la ficción y el testimonio, porque él ha hiperbolizado la verdad hasta convertirla en un terreno fértil

para el desacato y las burlas más encarnizadas.

Inspiraciones furiosamente cronometradas

Para comprender la tragicomedia de este hombre que -por voluntad propia y ajena- se convirtió en personaje de las

circunstancias históricas y de su propia obra, quizás uno de los caminos más fiables es la poesía; genero que cultivó con paciencia, sin alardes, como si cada poema fuera otra página

de un diario: espejo y cerradura de su identidad más genuina. Voluntad de vivir manifestándose (Adriana Hidalgo

editora. Buenos Aires, 2001) reúne los poemas cortos que escribió durante los últimos veinte años de su vida. En el

prólogo, él mismo dice: "Los textos de este libro son inspiraciones furiosamente cronometradas de alguien que ha vivido bajo sucesivos envilecimientos. El envilecimiento de la miseria durante la tiranía de Batista, el envilecimiento del

poder bajo el castrismo, el envilecimiento del dólar en el capitalismo, y -como si eso fuera poco- he habitado los

últimos nueve años en la ciudad más populosa del mundo, que ahora sucumbe a la plaga más descomunal del siglo XX (el sida, enfermedad que padecía en su fase terminal). Las cuatro partes de este libro son los rastros depurados de un

período de tiempo que se extiende desde su radicación en La Habana en 1962 hasta su suicido el 7 de diciembre de 1990 en Nueva York; día que, por esos ajustes de cuenta que sólo el destino puede hacer, en Cuba era duelo nacional por otras

razones.

Cuando Reinaldo concibe la narración dentro de una perspectiva poética, como por ejemplo en la novela

Celestino antes del alba o en el relato "Bestial entre las flores", simplemente apuesta a un modo directo y febril de

decir las cosas. Permitiéndose hacer innumerables elipses en el argumento, burlar la censura y mostrar la verdadera

esencia de sus personajes (que en éstos y en otros títulos tan importantes como El mundo alucinante, poco o nada tienen que ver con la épica revolucionaria). Pero cuando escribe versos de rima libre o se adecua a una estructura métrica y

estrófica, evita metaforizar demasiado sus ideas; y las palabras llegan puntuales, como ceñidas a la necesidad de

un grito o una confesión.

Los poemas de la primera parte de Voluntad de vivir manifestándose pertenecen a las décadas del ´60 y del ´70, años en que fue confiscada en Cuba la propiedad privada nacional y extranjera, y quienes se quedaban en el país

tenían que hacerse milicianos o integrarse de algún modo al sistema. En ese contexto escribió "Desfile", versión

abreviada del relato "Comienza el desfile"; donde hay una convocatoria tumultuosa, congestionada además por los

recuerdos. En el poema, por el contrario, sólo se habla de la frustración de dos amantes separados por una realidad

agobiante: "Pero he aquí la ruta 32 no pasa. /¡Está desviada por la llegada de Brezhnev! /me grita el adolescente furioso, patéticamente enjaezado /con los aperos de la época". Como oposición a la rigidez y la escasez, uno de ellos imagina una

posible dicha lejos allí: "Al anochecer, sin embargo, tomaríamos un tren para Marruecos /o Amberes /(no ando muy bien en geografía), /desayunaríamos en Burdeos o en

Quién Sabe Dónde". Y, del mismo modo que en Celestino... se repite la letanía de un hacha que corta una y otra vez, aquí

"Hay niebla. /Hay niebla. /Y se oye más allá del mar el canto de una sirena de motor /tan imposible ya como las

homéricas".

Con un sentido del humor más diabólico, "Aportes" es una divertida comparación entre los sacrificios pasados por

Carlos Marx y los de un cubano común en los tiempos del socialismo: "Carlos Marx no conoció la retracción

obligatoria, /no tuvo por qué sospechar que su mejor amigo/ podría ser policía, /ni, mucho menos, tuvo que convertirse

en policía. (...) Que yo sepa /no sufrió un código que lo obligase a pelarse al rape /o a extirpar su antihigiénica

barba. /Su época no lo conminó a esconder sus manuscritos /de la mirada de Engels. /(Por otra parte, la amistad de estos

dos hombres/ nunca fue ´preocupación moral´ para el estado.)". Y los últimos versos terminan de confirmar que el

título del poema no es más que una rotunda ironía: "Todo eso que Carlos Marx pudo hacer ya pertenece a nuestra

prehistoria. /Sus aportes a la época contemporánea han sido inmensos."

Estos textos guardan un vínculo directo con la propuesta estética de Delfín Prats; otro poeta holguinero que fue muy amigo de Reinaldo, y que desde su primer libro (Lenguaje de mudos, Premio David, 1968) marcó a la joven poesía

cubana de entonces con un modo muy especial de disentir, de mezclar y encubrir el aguijonazo crítico con sutilezas

ambientalistas y amaneramientos. Un modo "fastidioso" de expresarse -que desde mucho antes- ya tenía en Virgilio

Piñera a un maestro, basta recordar poemas como "Vida de Flora" (1944) o "Palma negra" (1962).

Cuba y la noche

La segunda parte de Voluntad de vivir... es un conjunto de sonetos que fueron escritos entre 1969 y 1980, o sea: desde la publicación de la segunda novela de Reinaldo hasta su

partida al exilio. La comparación explícita de ese período de su vida con el infierno descrito por Dante no se fundamenta

básicamente en claves alegóricas ni en referencias circunstanciales, sino por el choteo y la burla hacia la

muerte física y el acoso progresivo de la muerte cívica que Reinaldo padecía. La luna es invocada en varios textos como un testigo incólume, a quien el poeta confía sus cavilaciones. Y la sátira esperpéntica de Quevedo y la

sencilla gravedad de Manrique y Martí son algunas de las compañías poéticas que sustituyen al Virgilio de La divina

comedia; presencias que no se corporizan pero que constantemente aparecen mezcladas o parafraseadas y

puestas en juego con un nuevo vigor: "¿Qué es la vida? ¿Un folletín? /¿Una especie de emblema azucarado? /¿Un

estornudo dado en el trajín / de la cola para optar por un candado?". En otros sonetos hay un epígrafe funciona

además como pie forzado en el primer cuarteto: "Sólo el afán de un náufrago podría /remontar este infierno que

aborrezco. /Crece mi furia y ante mi furia crezco /y solo junto al mar espero el día."

"Mi amante el mar" es intenso y extenso desahogo con un encabezado epistolar, donde la rima libre y la prosa poética alternan en varias estrofas; también es el único texto de la

tercera parte y un posible embrión de Otra vez el mar, novela que Reinaldo perdió y rescribió varias veces hasta su

publicación en 1982. Los poemas de la cuarta sección ilustran los últimos años de su vida. "Dos patrias tengo yo: Cuba y la noche" dice Martí en uno de sus más polémicos y citados versos, y Reinaldo lo repite reconociéndose en un

mismo dolor. Curiosamente, estos escritores tan diferentes, paradigmas además de posiciones políticas irreconciliables,

vivieron con un siglo de diferencia en Nueva York. Y los dos, por su sentido del deber (moral en Martí, hedonista en

Reinaldo), fijaron en la noche una zona de búsqueda para los códices de una territorialidad y un compromiso de

pertenencia que sólo son delimitables por la percepción humana de la poesía. Esa búsqueda, por encima de sus defensores y detractores, a Reinaldo Arenas le permitió

asumir la muerte "como algo cotidiano a lo que apostamos /un cuerpo espléndido o toda nuestra suerte".

http://www.secrel.com.br/jpoesia/bh6arenas.htm

Autor: Reinaldo ArenasReinaldo Arenas segundos "Antes que anochezca"

Antes que anochezca, película exhibida recientemente en algunas salas de Caracas,

basada en la autobiografía del novelista, ensayista y poeta cubano Reinaldo Arenas,

da pie a una reflexión en torno a la discriminación y violación de los derechos humanos

por razones de disidencia política y de orientación sexual. El foro convocado

en la Sala Margot Benacerraf por Amnistía Internacional, Acción Solidaria, Artistas por la Vida, Consenso VIH/SIDA y el Grupo 1o de Diciembre, además del apoyo de la 20th

Century Fox,contó con la participación, entre otros, de Luis Duno

Gottberg, Jorge Romero Leóny Rodolfo Izaguirre, quienes hoy vuelven sobre sus

ponencias para el lector de Verbigracia

¿Cómo satisfacer nuestros deseos de justicia y equilibrio social sin caer en los excesos

de los procesos revolucionarios?, se pregunta Jorge Romero León frente a las imágenes

del film de Julian Schnabel, Antes que anochezca. Y es que esta película, recreación

de la vida y obra del escritor cubano Reinaldo Arenas, trae al presente el conflicto de un hombre excluido de la

sociedad, cuya escritura y cuyo eros constituyen para Luis Duno Gottberg manifestaciones de la libertad: la suya -dice- es una literatura que "cuestiona toda forma de poder". Poder amparado en una revolución que Rodolfo Izaguirre devela

contradictoria,pues "niega la vida, ahora, para hacerla posible, después"

Negar la vida para hacerla posible

En mi intervención me referiré exclusivamente a los temas tratados por Julian Schnabel en su película. Hay en este foro

conocedores de la obra literaria de Reinaldo Arenas y especialistas en literatura cubana, muy en particular del

grupo Orígenes y de Lezama Lima. Ellos nos introducirán en este extraordinario e irrepetible momento de la vida

literaria de ese país.

Antes que anochezca no es una película grata. Su acción, como hemos visto, se sitúa en Cuba a finales de los años

sesenta, cuando se inicia el acoso a los artistas y homosexuales que culminó con el oprobioso acontecimiento

del puerto de Mariel y la expulsión conjunta de los homosexuales, los locos y los criminales. El film trata sobre la dignidad humana ultrajada, enajenada y condenada a la ignominia por una revolución que al proclamar un nuevo humanismo segregaba no sólo a quienes disentían de ella

sino a quienes manifestaban la "conducta impropia" de ser homosexuales. Trata sobre una aterradora contradicción, (una contradicción que ha pesado y sigue pesando mucho sobre mi propia circunstancia): la de una revolución que

niega la vida, ahora, para hacerla posible, después; y trata, también, sobre la trágica insularidad de quienes viven en

ella. Antes que anochezca, esta dura película de Julian Schnabel, muestra finalmente una afrenta, un escarnio: la vida del escritor cubano Reinaldo Arenas, víctima de la

intolerancia.

La homosexualidad ha sido perseguida, enjuiciada y condenada por todas las sociedades. En tiempos del

socialismo stalinista, era un delito que se pagaba con la cárcel; para el capitalismo, se trataba de una enfermedad calificada por la Asociación Psiquiátrica Norteamericana

como "desorden mental".Cuando se demostró en 1973 que el heterosexual

manifestaba las mismas perturbaciones que el homosexual en sus preferencias sexuales, los psiquiatras cambiaron su diagnóstico por el de "Disturbio de la orientación sexual".

De acuerdo con aquella Asociación, el homosexual ya no era un loco sino un perturbado. Posteriormente, hay que reconocerlo, la Asociación modificó sus anteriores

diagnósticos pero hubo un tiempo, en los años sesenta, en el que consultar a un psiquiatra norteamericano era lo último

que podía ocurrírsele a un homosexual. Para la beatería vaticana, con el Papa polaco a la cabeza, la homosexualidad "ofende a Dios" (y al Papa, puesto que es vicario de Cristo en la Tierra), lo que no deja de ser una inconsecuencia y un

disparate porque Dios no tiene sexo y hace muchos años que el Papa se olvidó del suyo. La ofensa a Dios resulta tan

aberrante como el delito en el socialismo stalinista o como el desorden mental en el capitalismo de hace cuarenta años

atrás.

En sus primeros tiempos, la Revolución cubana persiguió a los homosexuales quizás con más saña que a los disidentes políticos; pero no molestó, siendo homosexuales, a ciertos

jerarcas del régimen. El país se marcó con el rojo vivo de la ignominia y se arropó con la cobija de la simulación y del

fariseísmo, lo que determinó una terrible insularidad que hizo aún más dolorosa la circunstancia de ser, ese país, una

isla.

Bajo el autoritarismo, toda disidencia es peligrosa. ¡Con la Revolución, todo; contra la Revolución, nada! (Esto me hace recordar a Henry Ford y sus primeros automóviles:

"Usted puede pintar su Ford del color que quiera, ¡siempre que sea negro!").

Hace años en este Ateneo tuvo lugar un Encuentro con Armando Hart, entonces ministro de Educación de Cuba. En

un determinado momento y en alusión a la célebre declaración de Fidel de que los escritores cubanos podían

escribir sobre lo que quisieran, siempre que no fuera contra la Revolución, Armando, un hombre inteligente y culto,

cometió la tontería de preguntar: "¿Ustedes escribirían en contra de sus madres?". "¡Por supuesto que sí!", le contestamos. "Somos escritores y podemos escribir

perfectamente sobre una madre hija de puta".

¡Pero el tema mayor es el de la insularidad! La isla, la insularidad es un símbolo complejo que encierra varios significados. Juan Eduardo Cirlot en su Diccionario de

símbolos, refiere que para Jung, por ejemplo, la isla es el refugio contra el amenazador asalto del mar del

inconsciente; es decir, la síntesis de conciencia y voluntad. Para otros autores, la isla es concebida como el punto de

fuerza metafísico en el cual se condensan las fuerzas de la "inmensa lógica" del océano. Pero también la isla es un

símbolo de aislamiento, de soledad y de muerte, al punto que la mayor parte de las deidades de las islas tienen carácter funerario como Circe, pongamos por caso, la

legendaria maga de la Isla de Ea que convirtió en cerdos a los compañeros de Ulises.

Hay islas malditas en las que se producen apariciones infernales, encantamientos, tormentas y peligros; y hay islas bienaventuradas, con muchos pájaros y árboles perfumados que crecen en su interior y donde siempre hay dos ríos: el río de la juventud y el río de la muerte. El primero, por la fertilidad y el riego de la tierra; el otro, por el transcurso

irreversible y en consecuencia, por el abandono y el olvido. (Cirlot).

Geográfica y espiritualmente, Cuba ¡es una isla! ¡Es un país aislado, insular! Lo es, doblemente, a causa del criminal bloqueo decretado y sostenido por Estados Unidos desde

hace más de 40 años. Un bloqueo que, no obstante la solidaridad soviética, aisló aún más a lo que ya existía en

aislamiento. Y dentro de esta doble insularidad, la Revolución instauró otra insularidad que aísla todavía más a quienes disienten del régimen autoritario imperante y relega

a los homosexuales a la condición de parias. Si a la "conducta impropia" (un eufemismo cubano para no

nombrar a la homosexualidad), si a la conducta impropia agregamos la disidencia política, el homosexual cubano quedará sepultado ya no en un tercer estrato o nivel de aislamiento sino en una cuarta insularidad. El es cuatro

veces isla dentro de la isla. Aislado, bloqueado, disidente y homosexual. ¡Es demasiado para un solo hombre!

La ignominia de semejante aislamiento, se acentúa aún más cuando el perseguido, el humillado homosexual encarcelado

en la prisión de El Morro, es un escritor. Cuando el "marielito", la escoria, el apátrida que años más tarde

encontrará una muerte miserable en Nueva York, es un hombre que hizo de su vida lo que la Revolución le negó: un ejercicio de libertad creativa, imaginativa, política y sexual.

Una disidencia ante la censura, el hostigamiento y la pobreza. La actitud del poeta que se descubre a sí mismo y

adquiere conciencia de su identidad sexual al mismo tiempo que, creyendo encontrar en la Revolución su libertad, intenta

afirmar su vida a fin de hacer posible la vida misma de la Revolución pero sin saber que esa Revolución iba a

significarle la pesadilla de su propia muerte.

En la película Antes que anochezca, Javier Barden es Reinaldo Arenas. Nunca antes habíamos visto a un actor

capaz de desdoblarse e integrarse física y orgánicamente con la psiquis de su personaje. Lo mismo ocurre con los demás actores, particularmente con Johnny Depp como el travesti

Bon Bon, un personaje fascinante y como el Teniente Víctor.

Cada paso dado por Barden nos devuelve a una constreñida vida de pobreza: una infancia entre mujeres y muchachos

desnudos en el río; la Universidad de La Habana; la vocación de escritor, el encuentro con Lezama Lima y los poetas del grupo Orígenes; la exaltación de una revolución machista-leninista y el júbilo de la revelación homosexual.

Porque en Arenas se dan la mano una Revolución y una Revelación coincidentes, en principio, con el nuevo

humanismo, el nuevo hombre que surgiría con el socialismo. También yo, en Caracas, esperé durante largos años, con

fervor y gran entusiasmo a ese hombre libre y nuevo.

¡Pero la Historia me estafó! Dictadores como Stalin en la extinta Unión Soviética; el miserable Ceausescu en

Rumania; Kim Il Sung y sus gigantescas estatuas tan grandes como las hambrunas de Corea del Norte; Mao Tse

Tung y su oprobiosa revolución cultural o el propio Fidel en la Cuba insularizada, se encargaron de que no surgiera ese

hombre libre.

No lo fue Reinaldo Arenas, porque luego vendrán para él la cárcel, el oprobio y la indignidad del Puerto de Mariel

cuando el gobierno cubano, en 1980, metió en un mismo saco a locos, criminales despiadados, homosexuales, ¡y los

desterró!

En uno de los festivales de cine de La Habana, llegué a ver un impactante documental realizado por el ICAIC en el que una multitud asilada en la Embajada de Perú era abucheada, afuera, desde la calle, por la muchedumbre enardecida que

gritaba: "¡escoria!", "¡maricones!", "¡fuera!", con una ferocidad más propia del fascismo que del hombre nuevo

que iba a emerger de aquella revolución. Dos años después del bochornoso episodio de Mariel, Estela Bravo hizo en 16 mm un documental de 57 minutos titulado Los Marielitos, y

entrevistó a un grupo de estos seres exiliados en Estados Unidos. Todavía recuerdo la abrumada tristeza que flotaba

sobre ellos.

En la película de Julian Schnabel, la secuencia de la salida de Arenas por Mariel alcanza el escarnio, cuando el

funcionario lo obliga a caminar para constatar si en verdad es homosexual.

Después, es el destierro y finalmente la muerte por sida en Nueva York, asfixiado con una bolsa de supermercado en la

que puede observarse el slogan de amor hacia la Gran Manzana. Es una historia terrible la de Arenas. Cuando creyó encontrar la libertad allí lo estaba esperando la

muerte. Pero la mayor ignominia para él, de acuerdo a la película de Schnabel, debe haber sido la de tener que sacar

de la prisión los originales de su libro enrollados en los tubos que Bon Bon esconde en el recto.

Schnabel se apoya fundamentalmente en las "Memorias" escritas por Arenas, pero los conocedores de su obra literaria

dicen que obtiene también algunos relámpagos visuales extraídos de otras novelas o textos suyos e inserta, incluso,

el poema "The Parade Ends", de gran fuerza emotiva y visual.

Debe haber mucha amargura en el libro de Arenas, pero la película no juzga ni condena. Ese trabajo nos los deja

Schnabel a nosotros.

Simplemente, él ofrece una relación de hechos y acontecimientos descritos por Arenas tal como pudieron

haber ocurrido dentro del proceso de una revolución que, aislada trágicamente en su compleja insularidad, sigue empeñada en negar la vida creyendo que sólo así puede

hacerla posible.

Rodolfo Izaguirre. Crítico de cine

http://noticias.eluniversal.com/verbigracia/memoria/N155/cine.htm#negar

Autor: Reinaldo ArenasINTRODUCCION DEL SÍMBOLO DE LA FE

Sé que más allá de la muerte

está la muerte,

sé que más acá de la vida

está la estafa.

Sé que no existe el consuelo

que no existe

la anhelada tierra de mis sueños

ni la desgarrada visión de nuestros héroes.

Pero te seguimos buscando, patria,

en las traiciones del recién llegado

y en las mentiras del primer cronista.

Sé que no existe el refugio del abrazo

y que Dios es un estruendo de hojalata.

Pero

te seguimos buscando, patria,

en las amenazas del nuevo impostor

y en las palmas que revientan buldoceadas.

Sé que no existe la visión

del que siempre perece entre las llamas

que no existe la tierra presentida

Pero

te seguimos buscando, tierra

en el roer incesante de las aguas,

en el reventar de mangos y mameyes,

en el tecleteo de las estaciones

y en la confusión de todos los gritos.

Sé que no existe la zona del descanso

que faltan alimentos para el sueño,

que no hay puertas en medio del espanto.

Pero

te seguimos, buscando, puerta,

en las costas usurpadas de metralla,

en la caligrafía de los delincuentes,

y en el insustancial delirio de una conga.

Sé que hay un torrente de ofensas aún guardadas

y arsenales de armas estratégicas,

que hay palabras malditas, que hay prisiones

y que en ningún sitio está el árbol que no existe.

Pero

te seguimos buscando, árbol,

en las madrugadas de colas para el pan

y en las noches de cola para el sueño.

Te seguimos buscando, sueño,

en las contradicciones de la historia

en los silbidos de las perseguidoras

y en las paredes atestadas de blasfemias.

Sé que no hallaremos tiempo

que no hay tiempo ya para gritar,

que nos falla la memoria,

que olvidamos el poema, que, aturdidos,

acudimos a la última llamada

(el agua, la cola del cigarro).

Pero

te seguimos buscando, tiempo,

en nuestro obligatorio concurrir a mítines,

funerales y triunfos oficiales,

y en las interminables jornadas en el campo.

Te seguimos buscando, palabra,

Por sobre la charla de las cacatúas

y el que vendió su voz por un paseo,

por sobre el cobarde que reconoce el llanto

pero tiene familias…y horas de recreo.

Te seguimos trabajando, poema,

Por sobre la histeria de las multitudes

y tras la consigna de los altavoces,

más allá del ficticio esplendor y las promesas:

Qué es ridículo invocar la dicha

que no existe “la tierra tan deseada”

que no hallarán calma nuestras furias.

Todo eso lo sé.

Pero te seguimos buscando, dicha,

en la memoria de un gran latigazo

y tras el escozor de la última patada.

Te seguimos buscando, calma,

en el infinito gravitar de nuestras furias

en el sitio donde confluyen nuestros huesos

en los mosquitos que comparten nuestros cuerpos

en el acoso por sueños y aceras en el aullido del mar

en el sabor que perdieron los helados

en el olor del galán de noche

en las ideas convertidas en interjecciones ahogadas

en las noches de abstinencia

en la lujuria elemental

en el hambre de ayer que hoy hambrientos condenamos

en la pasada humillación que hoy humillados denunciamos.

en la censura de ayer que hoy amordazados señalamos

en el día que estalla

en los épicos suicidios

en el timo colectivo

en el chantaje internacional

en el pueril aplauso de las multitudes

en el reventar de cuerpos contra el muro

en las mañanas ametralladas

en la perenne infamia

en el impublicable ademán de los adolescentes

en nuestra voracidad impostergable

en el insolente estruendo de la primavera

en la ausencia de Dios

en la soledad perpetua

y en el desesperado rodar hacia la muerte

te seguimos buscando

te seguimos

te seguimos.

Central “Manuel Sanguily”

Consolación del Norte Pinar del Río.

Mayo de 1970.

Autor: Reinaldo Arenas