2011_historia de masones nueva españa

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De herejías y heterodoxias. Historia de la Masonería en la Nueva España Daniel Santillana Introducción Calificar como heterodoxo a un sistema de pensamiento o a una ideología supone, de forma inmediata, el reconocimiento de otra práctica que, como en un espejo, es, por contraposición, una ortodoxia. Las heterodoxias son, parafraseando a León Tolstoy, múltiples; la ortodoxia, única. En este trabajo estudiaré una heterodoxia: la Masónica. En el trasfondo, existirá, claro está, una referencia —siquiera sea velada— a la ortodoxia cristiana, pues únicamente con relación a ella la Masonería adquiere sentido como heterodoxia (por supuesto, desde su propio punto de vista, ni una ni otra, se autocalifican como tales). 1

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De herejías y heterodoxias. Historia de

la Masonería en la Nueva España

Daniel Santillana

Introducción

Calificar como heterodoxo a un sistema de pensamiento o a una ideología

supone, de forma inmediata, el reconocimiento de otra práctica que, como en

un espejo, es, por contraposición, una ortodoxia. Las heterodoxias son,

parafraseando a León Tolstoy, múltiples; la ortodoxia, única.

En este trabajo estudiaré una heterodoxia: la Masónica. En el trasfondo,

existirá, claro está, una referencia —siquiera sea velada— a la ortodoxia

cristiana, pues únicamente con relación a ella la Masonería adquiere sentido

como heterodoxia (por supuesto, desde su propio punto de vista, ni una ni otra,

se autocalifican como tales).

Me ceñiré a un periodo histórico: finales del siglo XVIII y primeras

décadas del XIX. Y a un espacio: el del virreinato de la Nueva España. Lo que

también me obligará a realizar un breve repaso por las condiciones sociales,

políticas y religiosas que prevalecían en las posesiones españolas en América

antes del inicio de los movimientos de independencia.

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Origen

Una vez desechadas las falsas concepciones acerca de los orígenes

ancestrales de la Masonería (derivados, en cierto sentido, de los discursos del

caballero Andrés Miguel de Ramsay pronunciados en Londres en 1736 y 371) la

historia oficial de la misma establece, actualmente, que los antecedentes del

movimiento pueden distinguirse ya alrededor del siglo VII A.C. Así lo asienta

Iván Herrera Michel, quien en su libro Historia de la Masonería, afirma que:

La génesis de estos grupos de trabajo que se dedican a la construcción en Europa, y que de acuerdo a la tradición, derivaron en lo que es hoy la Masonería, se encuentra entrelazada remotamente con los cuerpos de arquitectos que acompañan a las Legiones Romanas desde el siglo VII antes de la era actual, posteriormente, en el siglo VI, con unos arquitectos ubicados en una Isla del lago Como, al norte de Italia, luego con los monjes Benedictinos del VII al XII, y, por último, con los gremios de constructores que cultivaron el arte y el negocio de la edificación en Europa en la baja Edad Media y el Renacimiento2.

Precisamente en el otoño de la Edad Media aparecieron en Inglaterra los dos

libros, que según Herrera Michel, constituyen los primeros códigos que regulan

la vida de la comunidad francmasona: son éstos el Poema o Manuscrito Regio

o Manuscrito de Halliwell (1380) y el Manuscrito Cooke (1420)3. Poco tiempo

después, en Alemania, se da a conocer el Estatuto de los Canteros Alemanes

(1453)4.

El Manuscrito de Halliwell, afirma Herrera Michel,

es un poema de 794 versos [que] contienen ricas lecciones éticas y

1 Iván Herrera Michel, Historia de la Masonería, volumen 1, 2ª edición, revisada por José Morales Manchego, Gran Oriente Latinoamericano, Barranquilla, 2006, p. 10.2 Loc. cit.3 Ibíd., p. 22.4 Loc. cit.

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armonizadas enseñanzas de tolerancia y fraternidad, tendiendo un puente entre la [antigua] Masonería Operativa, a la que se refiere, y la Especulativa que practicamos5.

La distinción entre la Masonería Operativa y la Especulativa se establecería en

el transcurso del siglo XVII.

En el siglo XVII, los gremios de operarios de la construcción

(organizados en talleres a los que denominaban logias) evolucionan. De su

sectarismo inicial, basado en el sistema de santo y seña para el acceso, se

transforman en grupos que se abren, selectivamente, a trabajadores que no

desempeñan una labor relacionada estrictamente con la construcción.

De esta forma, a lo largo del siglo XVII, paulatinamente, las Logias

(también llamadas Obediencias) fusionan la jerga propia de la albañilería con

un contenido moral totalmente nuevo. Mantienen sin embargo, la relación

personal (maestro-aprendiz) propia de las guildas medievales. Rescatan,

también, la organización en Logias no del todo cerradas, y muchos de los

símbolos, tradiciones, referencias culturales y leyendas que, conjeturaban, los

mantendrían en contacto con las pretendidas raíces ancestrales de sus

creencias. Una de sus tradiciones de supuesta raigambre atávica es la

Parábola de Hiram6, que forma parte del Manuscrito Cooke. La Parábola de

Hiram se ha transformado, con el paso de los siglos, en parte fundamental de

las ceremonias de iniciación masónica. En el Rito Escocés, por ejemplo, la

muerte de Hiram se dramatiza como capítulo especial del ingreso de nuevos

miembros.

5 Ibíd., p. 25. 6 V. Sergio Magaldi, Le fonte tradizzionali della leggenda di Hiram, Roma, Ottobre 2001, p. 3. <http://www.sergiomagaldi.it/Articoli/files/Fonti%20tradizionali%20della%20leggenda%20di%20Hiram.pdf> (19 de mayo de 2010) En la Masonería se denominan ritos tanto a las prácticas propias del culto, como los gobiernos masónicos institucionalizados en cada país. Para distinguir las dos acepciones, usaré mayúsculas al referirme al Rito como forma de gobierno.

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Las cofradías masónicas especulativas ya plenamente escindidas de las

operativas, se propagaron por Europa, durante el siglo XVIII. Su expansión fue

muy rápida. Según el relato oficial de una de las dos principales ramas de la

Masonería inglesa, ésta se habría iniciado en Londres en julio de 1717, cuando

los parroquianos de cuatro diferentes bares, que eran las sedes de sus

respectivas Logias, se unieron para formar la Gran Logia de Londres. De esta

forma, aseguran, se inició el llamado Rito de York.

Los escoceses, sin embargo, tienen su propia versión sobre el

nacimiento de la Masonería especulativa. Aseguran que la Logia de Escocia

nació en 1714. De allí el apelativo de “antiguos” o “escoceses” que se atribuyen

a sí mismos7.

El Rito escocés señala que los Yorkinos se constituyeron en Logia “por

sí y ante sí”. Lo anterior en oposición al principio Masón, según el cual, una

Logia no estará legítimamente establecida sí no la reconoce otra más antigua y

que haya sido fundada, a su vez, según los protocolos sancionados. De allí el

apelativo de “Aceptados” que los escoceses se atribuyen a si mismos. De tal

forma que, afirman ellos, sin excepción, son espurias todas las Obediencias

avaladas por la Gran Logia de Londres, puesto que ésta ni es antigua, ni es

reconocida.

En cualquier caso, lo cierto fue que la Masonería especulativa según el

Rito de York, se habría de propagar rápidamente por el viejo continente.

Pronto, alcanzaría España8. De hecho, de acuerdo con diversos testimonios, la

primera hermandad Masónica organizada en el extranjero y reconocida por la

Gran Logia de Londres fue la de Madrid, fundada el año de 1729, y “que figura

7 Iván Herrera Michel, Historia de la Masonería, volumen II, revisado por José Morales Manchego, Gran Oriente Latinoamericano, Barranquilla, 2006, p. 17. 8 Herrera Michel, Historia de…., volumen I, p. 28.

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en la Pine’s engraved list of Lodges con el número 50”9. Disuelta ésta, ocuparía

su lugar una Logia de Gibraltar, la Lodge of St. John of Jerusalem (7 de marzo

de 1729), la cual fue registrada con el número 51 en el mismo padrón10.

Ritos

Como afirmé anteriormente en nota a pie de página, al hablar de rito, en el

mundo masónico, es necesario distinguir sus dos acepciones.

Algunos ritos comprenden las formas de ponerse de pie, de colocar las

manos; otros prescriben los procedimientos que han de seguirse en la

aceptación de nuevos miembros, etc. La reunión de Logias que siguen los

mismos o semejantes ritos se institucionaliza en uno o varios Ritos nacionales

autónomos: “la autoridad reconocida por cada uno [de ellos] es la única que

tiene derecho de constituir masones, promulgar decretos para el mismo y

conferir grados de su jerarquía”11. Entre los Ritos nacionales destacan, como ya

mencioné, el de York, el Rito Escocés Antiguo y Aceptado, el de Memphis, y el

Rito Mexicano.

Los Masones suelen referirse a sí mismos como “sociedad de amistad”

que conduce al individuo “hacia el camino perfecto y el armónico

desenvolvimiento”12. O, también,

como el punto de reunión de una clase de hombres unidos entre sí, por

9 José Ferrer Benimeli, La Masonería española en el siglo XVIII, Siglo XXI, México, 1974, p. 48. (Historia)10 —— Evolución histórica de la Masonería española. Llegada de la Masonería a España. <http://masonerialiberal.com/adjuntos/fichero_43_20060615.pdf> (14 de Junio de 2010).11 Raquel O. Barceló, “La iniciación, un rito de paso en la Masonería: la muerte simbólica”; en Patricia Fournier, Carlos Mondragón [et. al.] (coordinadores), Ritos de Paso, Arqueología y antropología de las religiones, vol. III, ENAH, México, 2009, p. 186.12 Loc. cit.

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los lazos de la estimación y la amistad; cuyos trabajos se reducen a arrancar al hombre del estado de la barbarie, para conducirlo al de civilización, y civilizado, llevarlo a la perfección pasándolo por el crisol de las pruebas, que haciéndolo virtuoso, lo hacen feliz13.

El perfeccionamiento al que se refiere Mateos en la cita anterior, testimonia una

visión evolucionista de la realidad antropológica. Los Masones acentúan cada

uno de los grados de la evolución individual, mediante el cumplimiento de un

rito.

En la masonería, cada escalón de la evolución humana, significa el

acceso a un nivel espiritual superior al cual se ingresa tras abandonar un nivel

material e inferior. En este sentido, todo grado conseguido supone una muerte

simbólica. El ascenso es, entonces, ascesis. Un sendero de muerte-

renunciación a lo material que arranca cuando el aspirante realiza el rito de

iniciación. Iniciación en la que se combinan símbolos masculino-activos (el

novicio expresa su deseo de ser admitido en la Logia) representados por el

compás que penetra la escuadra. A su vez, la escuadra o montaña es un

símbolo femenino-pasivo (el Espíritu desciende sobre el novicio) que al recibir

al espíritu se abre, y permite diversos niveles de elevación al iniciado.

Iniciación

No obstante que, como ya decía, cada Rito es diferente, existen, sin embargo,

algunos principios que todos comparten. Por ejemplo, en todos se realizan

ceremonias para la integración de nuevos miembros. En general, estas

solemnidades se llevan a cabo en un lugar especial. Casi siempre en salones

13 José María Mateos, Historia de la Masonería en México desde 1806 hasta 1884, La Tolerancia, México, 1884, p. 8.

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(que difieren sólo por su arquitectura y decoración; no por su funcionalidad)

compuestos de dos secciones: una, que actúa como umbral o limen, por el cual

el novicio hace su ingreso; otra donde es recibido por los miembros

reconocidos que lo examinarán. La primera de estas secciones, sirve,

entonces, de espacio previo a la integración de quien ha manifestado su deseo

de ser admitido en la Logia (y que en el contexto de la ceremonia de

integración es metaespacial y metemporalmente valorado). En dichos salones,

que en el Rito Escocés Antiguo, se denominan “gabinetes de meditación” el

novicio evalúa con cierto detenimiento el paso que está a punto de dar. En los

“gabinetes de meditación” destacan los pisos ajedrezados, la oscuridad, y las

dos columnas (que corresponden a las del templo de Salomón: “la del lado

derecho, [a la que] puso por nombre Jaquín, y [la del] izquierdo [a la que] llamó

Boaz”14). Los “gabinetes de meditación”, en general, comparten una misma

decoración: esqueletos, mortajas, paños negros, y féretros cuya misión es dar

pie al memento mori del neófito.

En todos los Ritos también está presente la noción del Ojo de Dios que

observa desde los cielos; así como las estructuras arquitectónicas que hacen

referencia al Egipto faraónico (obeliscos, pirámides, etc.).

Los “Antiguos Límites”

Los Ritos se distinguen unos de otros por los grados que comprende la escala

de cada una de sus distintas estructuras jerárquicas. Sin embargo, existen

ocho “Antiguos Límites” o “Antiguas Leyes de la Masonería”, que, en teoría, no

14 —— 1ª de Reyes 7:21; en Santa Biblia, trad. Reina-Valera, Revisión 95, Sociedades Bíblicas Unidas, Corea, 2001.

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pueden ser soslayados, ni alterados por ninguna autoridad Masónica. Los

“Antiguos Límites” son:

1. El monoteísmo, simbólicamente expresado en el Libro de la Ley.2. La creencia en la persistencia de la personalidad, simbolizada en la Leyenda del Tercer Grado.3. El simbolismo del Arte Operativo. 4. El Secreto.5. La democracia como fundamento de las relaciones fraternales.6. La reunión de los Masones en Logias presididas por su Maestro y dos Vigilantes.7. El Masón debe ser adulto, varón y libre.8. No debatir asuntos políticos ni religiosos.15

Los “Antiguos Límites” determinan lo que la Masonería es. De ellos, destaco el

que ocupa el quinto lugar. Éste sustenta la ideología antimonárquica que

distingue al movimiento.

De acuerdo con la noticia que proporciona el alegato de José Martínez

de Pedrera, fiscal que llevó el caso contra Juan Gustavo Nordingh de Witt,

“ejecutado con calidad de infame en la ciudad de Mérida Yucatán, virreinato de

Nueva España, el 9 de Noviembre de 1810”, los desórdenes políticos en la

Nueva España no eran “obra de una noche [sino] de muchos años”, tal como lo

ejemplificaba lo acaecido desde que el “primer inventor de la Secta

Francmasónica Oliverio Cromwell [hacía] ciento y setenta y más años había

trastornado la Francia y la Europa”16.

Desde luego, la relación de igualdad que estatuye Pedrera (y en esto

seguía el Centinela contra Franc-masones traducido por fray José Torrubia en

175217) entre la Masonería y la actividad de Cromwell, hace énfasis en la

O leyenda de Hiram.15 —— “Cuestionario previo al ingreso de los Maestros Masones al grado de Maestro Secreto”, <www.vision masonica .org/ cuestionario _ previo _al_ ingreso _d.htm > (27 de enero de 2010) 16 El Marqués de Valdelomar, Fernando VII y la masonería. Españoles: Unión y Alerta, Editorial Prensa Española, Madrid, 1970, p. 177.17 Centinela contra franc-masones discurso sobre su origen, instituto, secreto y juramento, traducido del italiano por José Torrubia, Imprenta de don Agustín de Gordejuela, Madrid, 1752, pp. 43, 68 y ss.

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oposición de estos al sistema monárquico.

En 1794, fue enjuiciado por la Inquisición el francés Juan Laussell quien

había sido cocinero mayor del virrey Juan Vicente Güemes y Pacheco de

Padilla segundo conde de Revillagigedo (virrey de Nueva España de 1789 a

1794). En dicho proceso, con respecto al sentimiento antimonárquico de los

masones, Laussell habría sostenido

con tenacidad que los Reyes eran unos tiranos, y que los franceses habían hecho bien en sacudir el yugo de la opresión y quitado la vida al suyo; y no los tontos de los españoles que querían que las potencias aliadas aniquilasen la Francia para reducirla al antiguo pie de la monarquía18.

A pesar de su antimonarquismo, y no obstante el quinto “límite”, la Masonería

no es una institución que favorezca la democracia puesto que enfatiza la

separación entre iniciados y profanos. Tal separación está sustentada en el

misterio doctrinal y el secreto de sus estructuras institucionales; ambos

comprendidos en el “límite” número cuatro.

La organización jerárquica de las Obediencias obstaculiza, me parece, la

práctica democrática de la Masonería. En ella, a pesar de que su estructura

central se articula en torno a organizaciones de base llamadas Logias, existe,

como dije anteriormente, una escala jerárquica de diversos grados o niveles de

iniciación, compromiso, conocimiento, ascesis, y evolución antropológica (que

en algunos Ritos se compone hasta de treinta y tres niveles). De tal suerte que

el Gran Maestro se convierte en el dirigente indiscutible de toda la Obediencia.

La estructura vertical de cada Logia no implica, sin embargo, la sumisión

total de los integrantes de la misma. La Masonería sostiene, en este sentido, un

18 José Antonio Ferrer Benimeli, Masonería e inquisición en Latinoamérica durante el siglo XVIII, Universidad Católica “Andrés Bello”, Caracas, 1973, p. 53.

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criterio de verdad relativa, contrario al de la verdad revelada de las iglesias

cristianas. Por tal razón, a lo largo se su historia, ha sido un grupo traspasado

por múltiples corrientes. De hecho, los diferentes Ritos son una expresión del

reconocimiento a su diversidad. La noción de verdad relativa ha dado pie a la

división y enfrentamiento entre masones de distintas tendencias.

En la Nueva España hubo masones regalistas hostilizados por masones

independentistas. Y, más tarde, ya en el proceso de formación de la Nación

mexicana, los masones liberales combatieron arma en mano a sus hermanos

masones de tendencia conservadora. Con respecto a esta particularidad, José

María Mateos detalla que:

Las tendencias de los fundadores de la Masonería en México eran liberales; pero lo eran en el sentido español, es decir, excusándose de dar parte a los mexicanos, y los pocos que eran admitidos, se puede asegurar, sin temor a equivocarse, que pertenecían a familias nobles y españolizadas19.

Lo mismo sucede cuando nos referimos a la praxis masónica. Sin dejar de

reconocer que en este asunto como en los otros, no existe uniformidad, creo

necesario destacar que, en general, en México, la mayoría de las Logias

desarrollaron una práctica eminentemente política. Sobre sus distintos

pareceres políticos, José María Mateos asienta:

Contra la prohibición que establecen los estatutos masónicos para promover en Logia cuestiones religiosas o políticas [los masones mexicanos] fijaron su programa sobre la base del sistema representativo y la reforma del clero, según había sido ya iniciada en las Cortes de Cádiz y en este sentido iniciaron sus trabajos20.

Uno de sus propósitos al reunirse consistió, entonces, en intervenir activamente

en el devenir histórico de la Nueva España con el fin de cambiar o conservar

19 Mateos, Historia de la Masonería en México…, op. cit., p. 12. 20 Ibíd., p. 13.

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sus estructuras sociales, económicas y políticas.

No obstante que, como asienta José María Mateos, la actividad política

contraviene el “límite” número ocho, desde su establecimiento en nuestro país

la Masonería mexicana se dedicó, fundamentalmente, a este tipo de actividad.

Por tal motivo, sus primeros prosélitos fueron básicamente militares y políticos,

tanto nacionales como emigrados. Por ejemplo (según afirma Mateos) el cura

Miguel Hidalgo y Costilla (1753-1811)21; y Claudio Linati Prevost (1790-1832),

quien introdujo a nuestro país el arte de la litografía y quien junto con el cubano

José María Heredia (1803-1839) fundó El Iris, primer periódico de literatura,

arte, ciencia y política editado en México después de la independencia. Masón

fue también el italiano Orazio de Attelis marqués de Santangelo22, quien

intervino activamente en la política mexicana durante el periodo presidencial de

don Guadalupe Victoria, asimismo destacado masón. Juárez, Maximiliano de

Habsburgo y Porfirio Díaz fueron, también, tres distinguidos masones

mexicanos.

Educación

Otro aspecto relevante de la praxis de la Masonería ha comprendido su

participación en la modernización de los sistemas educativos. Heredera del

iluminismo, ha manejado la metáfora de la contraposición entre luz,

conocimiento, sabiduría en combate constante contra las tinieblas, el fanatismo

21 Rogelio Aragón asienta en su artículo “La masonería en las revoluciones decimonónicas de México” que, aunque “Mateos afirmó categóricamente que Hidalgo fue iniciado en la primera Logia establecida en 1806 en la Ciudad de México […] no ofrece la más mínima referencia documental o bibliográfica para avalar su dicho”. Aragón crítica a los historiadores que han reproducido esta hipótesis “basados sólo en el texto de Mateos”. Vid. Rogelio Aragón, “La masonería en las revoluciones decimonónicas de México”. Hispania Nova. Revista de Historia Contemporánea 8, (2008), p.7. 22 “Breve historia de la Masonería mexicana”. CLIMA, México, <http://espanol.geocities.com/informes/Masoneria/historia_mexico.html> (10 octubre 2008)

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y la ignorancia. De acuerdo con esta metáfora, la luz es el conocimiento

verdadero, es decir, el conocimiento profundo del Arquitecto del universo y su

obra.

El conocimiento, por su misma naturaleza, según la Masonería, implica

también un sentido de purificación. La purificación es, entonces, un proceso

que culmina en la aprehensión de la naturaleza íntima del cosmos.

Aprehensión que no puede alcanzar quien no ha seguido un camino de

ascesis. En este sentido se expresó Diego de la Granja en sus declaraciones

hechas durante el juicio que siguió contra él, el Santo Oficio de Lima, Virreinato

del Perú en los años de 1773-77, en ellas, cuestionado acerca del método que

siguen los masones para integrar un nuevo prosélito a su comunidad, dijo:

que luego que se daban [algunos] golpes con la mano, se abría la puerta, y se manifestaba un hombre muy respetuoso y severo, el cual pregunta al que toca la puerta, qué es lo que busca. Y entonces responde busco la luz, fundado en el Evangelio que dice: pedid y se os concederá. Y entonces dice el portero: Para llegar a ver esa luz hay muchos trabajos que sufrir, y tormentos que pasar, que son oscuridad muy grande […] y amagos que causan mucho terror al que entra, para que por medio de estos tormentos se purifique y pase a ver la luz23.

Educar para arrancar al hombre de las garras del fanatismo, la oscuridad y la

ignorancia, se convirtió en una de las actividades primordiales de la Masonería.

Por la misma razón, y dado que identificaban el fanatismo con los sectores más

retrógrados de la clerecía católica, en nuestro país, los masones propugnaron

por un sistema educativo laico, obligatorio y gratuito. Para ello, elaboraron un

proyecto de altruismo y ayuda entre sus miembros. En este mismo sentido,

declaran todos los individuos juzgados en el Tribunal de la Inquisición. Por

ejemplo, el pintor veneciano Felipe de Fabris en el proceso que siguió contra él

23 Ferrer Benimeli, Masonería e inquisición …, op. cit., p. 34.

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la Inquisición de la Nueva España en el año de 1785, afirma: “centenares de

años ha que introdujeron los mortales esta sociedad de amistad, ligándose y

estrechándose por un Rito sencillo o pura ceremonia de sociabilidad que los

une en la amistad, y trato mostrándose gratos y afables en todas las

ocurrencias de necesidad como Hermanos y Amigos”24.

Prohibiciones y condenas

Debido a la acelerada expansión de la Masonería por la Europa del siglo XVIII,

el papa Clemente XII se sintió obligado a emitir una bula proscribiéndola. Es la

bula In eminenti apostolatus specula (1738). En ella, Clemente XII califica a la

Masonería como opuesta a “l'integrita Della Religione Ortodossa”, de la cual él,

aunque indigno, era guardián por voluntad de la Divina Providencia25. El papa

aducía dos razones principales para su condena: en primer lugar, la

consideraba un peligro que atentaba contra la salvación del alma, y la autoridad

del Estado: “Doppo aver riflettuto e ponderato el rilevanti danni originati quasi

sempre da quelle associazioni o combriccole non solo contro la pace dello

stato, ma anche contro la salvezza delle anime…”26. En segundo lugar, el papa

afirmaba que el secreto con el que se cubrían quienes se unían al grupo se

debía a su lejanía de la luz divina y su pertenencia al reino del mal: “che le

persone sagge e pie considérano l'iscriversi ad una tale societá equivalente al

lo sfidare il marchio d'infamia della malvagitá e della corruzione. In veritá, se

24 Ibíd., p. 42.25 Constituzione Apostollica, “In eminenti apostolatus speculla” di Clemente XII, (28 aprile 1738), <www.massoneriascozzese.it/documenti/bolla_ in_eminenti .pdf > (20 enero 2010)26 Loc. cit.

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esei non facessero nulla di male, non odierebbero tanto la luce”27. Por lo tanto,

concluye, cualquiera que

sotto qualsiasi causa o pretesto, abbia l'audacia o la libertá di iscriversi nella detta societá di Massoni [...] oppure diffonderla, appoggiarla, favorirla, accoglierla o nasconderla [...] ed egualmente ordino che nessuno inciti altri, li istighi, li inviti, li persuada ad iscriversi a simili associazioni [...] sotto pena di scomunica per tutti i suddetti trasgressori, che vi incorrono ipso facto, senza altra spiegazione, e da questa scomunica nessuno potrá ricevere la grazia dell'a assoluzione, se non da noi o dal Romano Pontefice allora regnante, eccetto in articulo mortis28.

Y autoriza, por último, ante sospecha de herejía, a proceder contra el

transgresor y punirlo “anche ricorrendo all'ausilio del braccio secolare”.

Prohibiciones y condenas en la Nueva España

Durante el siglo XVIII y primeros años del XIX, la condena contra la Masonería

se explicó, oficialmente, en los reinos pertenecientes a la corona Española, por

el rechazo de esta hermandad a la autoridad monárquica y eclesiástica. El

secreto (“límite” número 4) fue otra razón que esgrimió el poder para justificar la

proscripción de las Logias.

El carácter hermético de la Masonería ha sido un arma de doble filo,

pues por una parte los ha protegido contra los embates de sus enemigos y por

otra parte, simultáneamente, ha permitido que dichos enemigos puedan

atribuirle un carácter ominoso29. Tal es la explicación que proporciona Felipe de

Fabris durante su proceso. El pintor, en una de sus declaraciones, explica que:

el ruido grande y penetrante que hace esta sociedad, o compañía de

27 Loc. cit.28 Loc. cit.29 Ferrer Benimeli, Masonería e inquisición …, op. cit., p., 72.

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los llamados Libres Muradores, o Franc-Masones en lengua francesa, ha dado mucho que murmurar, pensándose siempre siniestramente y echándolo a la peor parte según acostumbra la peble, la cual siempre sospecha cosa mala en todo aquello en que se usa, o interviene un misterio o secreto; pero cuántos centenares de años ha que introdujeron los mortales esta sociedad de amistad, ligándose y estrechándose por un Rito sencillo o pura ceremonia de sociabilidad que los une en la amistad, y trato mostrándose gratos y afables en todas las ocurrencias de necesidad como Hermanos y Amigos30.

En igual sentido se expresa el decreto de Fernando VI contra los masones

emitido en 1751. En dicho decreto se asienta:

Hallándome informado de que la invención de los que se llaman Franc-Masones, es sospechosa a la Religión y al Estado, y que como tal está prohibida por la Santa Sede debajo de excomunión, y también por las Leyes de estos Reinos, que impiden las Congregaciones de muchedumbre, no constando sus fines e institutos a su Soberano: He resuelto atajar tan graves inconvenientes con toda mi autoridad, y en consecuencia prohíbo en todos mis Reinos las Congregaciones de los Franc-Masones, debajo de la pena de Real indignación […]31.

Así pues, para Fernando VI, el secreto constituye el principal motivo para

proscribir la Masonería. La prohibición se justifica, según su católica majestad,

por el desconocimiento que el Soberano tiene de sus fines y estatutos.

El secreto organizativo de las Obediencias permitió, ciertamente, que algunas

de ellas participaran en diversas conspiraciones contra el poder civil o religioso

establecido. Sirvió, de igual forma, para que, encubiertamente, determinadas

potencias las dotaran de poder económico político para desestabilizar a la

corona española.

La Masonería en Nueva España y el virrey Revillagigedo

30 Ibíd., p. 42. 31 Ibíd., p. 15.

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La persecución contra la Masonería hace evidente que ésta estuvo vigente en

los reinos pertenecientes a la corona española desde fines del siglo XVIII. En

este sentido, dos ejemplos son relevantes para ubicar los años en que los

masones estaban desplegando, ya, cierta actividad en América. El primero

corresponde al juicio que siguió el Santo Oficio de Lima, Virreinato del Perú,

contra Diego de la Granja, en los años de 1773-77. El segundo, al proceso

contra Felipe de Fabris en la Nueva España, en el año de 1785, que

corresponde al gobierno del virrey de Gálvez.

Desde luego, aquel o aquellos grupos iniciales parecen haber sido

demasiado pequeños, y haber estado compuestos mayormente por franceses e

ingleses que, aparentemente, no realizaron las debidas instancias para obtener

las patentes que los constituirían en Logias. Por tales motivos, sus actividades

se reducían a pláticas, entre compatriotas, sobre política internacional. Esta

situación inicial experimentó un giro relativo cuando llegaron a la Nueva

España algunos masones franceses en el séquito que acompañaba al virrey

conde de Revillagigedo (quien, como mencioné anteriormente, gobernó la

Nueva España de 1789 a 1794).

Desde el inicio de su gobierno, el conde de Revillagigedo se vio obligado

a enfrentar la oposición de dos poderosas instituciones de fuerte presencia

criolla. Por una parte, la del Ayuntamiento de la Ciudad de México al que la

probidad del virrey disgustó. Y por otra parte, la del cabildo Eclesiástico de la

Ciudad de México.

En 1794, el virrey Juan Vicente Güemes y Pacheco de Padilla segundo

conde de Revillagigedo fue convocado a España antes del término de su

gestión que había sido provista para extenderse durante un quinquenio.

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Destituido por decisión de Manuel Godoy favorito de Carlos IV, el conde de

Revillagigedo estuvo sujeto al juicio de residencia pública, procedimiento

universalmente aplicable a los más altos cargos de la administración colonial,

según la legislación hispana. En este caso, el querellante contra la actuación

del ex-virrey fue el gobierno de la Ciudad de México.

En el juicio de residencia contra Güemes y Pacheco destacan como

demandantes, distinguidos masones miembros de la elite económica de la

Ciudad de México y que tenían en sus manos el control del Ayuntamiento. Ellos

fueron, de acuerdo con Miranda Pacheco que sigue a John Kicza: “Manuel de

Luyando, José Mariano Mimiaga, marqués de Ulapa […] y Mariano Moreno de

Monroy Guerrero y Luyando”32.

Los conflictos entre el virrey y el ayuntamiento se originaron por el tesón

que puso el conde en la reorganización los cuerpos administrativos de la

ciudad de México para hacerlos más eficientes y modernos. Empeño que, en

última instancia, atentó contra las redes de corrupción de la elite criolla que

controlaba los altos puestos burocráticos de la ciudad.

El Ayuntamiento, por su parte, había sentido que el autoritarismo del

virrey menoscababa su control de la ciudad, afectando los negocios que

realizaba a la sombra del poder. En el juicio, el gobierno de la ciudad sustentó

su querella argumentando “las crecidas cantidades que se gastaron en todas

las obras [realizadas en la ciudad por órdenes del exvirrey], el modo y la forma

como se hicieron estos gastos, y el despojo que en todo de causó a la ciudad

[…]”33. A pesar de los cargos que el Ayuntamiento hizo en contra del conde, El

32 Sergio Miranda Pacheco, “El juicio de residencia al virrey Revillagigedo y los intereses oligárquicos en la Ciudad de México”. Estudios de Historia Novohispana 29, (julio-diciembre 2003), p. 65. Mateos identifica como activos masones a estos funcionarios. Vid. Mateos, op. cit. p. 9. 33 Miranda Pacheco, op. cit., p. 50.

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Consejo de Indias lo absolvió en 1803. En su sentencia, El Consejo condenó,

asimismo, a los demandantes a pagar el costo total del juicio.

El fin del gobierno del conde de Revillagigedo se precipitó cuando Godoy

decidió prestar oído a los rumores acerca de la actitud del virrey, en relación

con la crisis producida por la revolución francesa. El cabildo Eclesiástico de la

Ciudad de México fue responsable de la difusión de dichos rumores y de la

creación de la atmósfera de alarma que ellos propiciaron. En particular, fue

determinante en este sentido el disgusto que el arzobispo y exvirrey de Nueva

España, Alonso Núñez de Haro y Peralta (1729-1800) expresó en una misiva

que dirigió al rey de España. Núñez de Haro acusó al virrey de mantener una

“dudosa moralidad”, Moralidad ambigua que la corte entera asumía junto con el

virrey, pues “todo su séquito tenía fama de ser una tropa de libertinos”. Y en

cuanto a asuntos concernientes a la fe “daban de qué hablar algunas

expresiones suyas poco piadosas y su desconsideración para con el Santo

Oficio”34. En aquella carta, el arzobispo también culpó al virrey “de estar

contaminado con las máximas de los filósofos del siglo, y de simpatizar con los

sucesos revolucionarios de Francia”35.

El motivo real del disgusto de Núñez de Haro se originó en la política del

virrey que buscaba, de acuerdo con el sentir de la casa de los Borbón

españoles, subordinar la iglesia al estado; y hacerle patente, a la jerarquía, el

acatamiento que debía a su gobierno, como representante que era del trono. El

cabildo eclesiástico acusó al virrey de simpatizar o, por lo menos, tolerar la

heterodoxia. Manuel Godoy utilizaría la denuncia de Núñez de Haro para

34 Núñez de Haro, 27 de enero de 1792, cit. p. Francisco Escamilla González, José Patricio Fernández de Uribe (1742-1794). El cabildo eclesiástico de México ante el Estado Borbónico, CNCA, México, 1999, p. 201. (Vidas para leerlas) 35 Ibíd., p. 202.

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afianzar su propia política.

La situación del gobierno de Revillagigedo se complicó, cuando, a raíz

de la ejecución de Luis XVI en 1793, estalló la guerra (1793-95) entre España y

la Convención Revolucionaria Francesa. El inicio de dichas hostilidades

conmovió hondamente a la capital de la Nueva España. Godoy decidió,

entonces, aprovechar aquella coyuntura para acelerar el relevo del conde. En

su lugar fue nombrado virrey don Miguel de la Grúa Talamanca de Carini y

Branciforte primer marqués de Branciforte, cuñado y protegido de Godoy.

En aras de ejecutar la política de seguridad del reino definida por Godoy,

el nuevo virrey se encargaría de enfatizar el reproche que el cabildo

eclesiástico de la Ciudad de México había hecho a Revillagigedo.

Para Branciforte la heterodoxia tenía dos componentes: uno religioso (la

masonería), y otro político (republicanismo), que se volvían concretos en la

persona del ciudadano francés (el sustantivo “ciudadano” ha de entenderse, en

este contexto, como aquella persona que ha repudiado su natural condición de

súbdito). En la lógica de Branciforte, la lenidad con la que, según su punto de

vista, su predecesor había abordado la disidencia durante su mandato, sólo

podía tener una explicación: Revillagigedo mantenía similares opiniones. Por

esta razón, destaca en una carta dirigida a Godoy, el apelativo de “francmasón”

que en la Nueva España se otorga al conde de Revillagigedo:

Nada más te digo [informa a su cuñado] que todos aquí detestan [a Revillagigedo], llamándole unos jacobino, otros francmasón, por haberle visto seguir en este mando las máximas de Aranda, a quien llama su padre, amigo, maestro y protector; y atribuyen más a malicia que a ignorancia el haber dejado esto enteramente indefenso en el actual estado de guerra36.

36 Cit. p. Luis Navarro García, “México en la política de Godoy”. Revista de estudios Extremeños, LVII: 3 (2001), p. 1159.

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Para Branciforte, el ambiente político enrarecido que notaba en la Nueva

España era producto de la presencia de los ciudadanos franceses. Presencia

que había sido tolerada por Revillagigedo. En este sentido se pronuncia el

marqués en una carta al duque de Alcudia, en la cual afirma:

Advertí desde luego que […] los franceses establecidos en esta capital vivían libres a la sombra de un disimulo indulgente, diametralmente opuesto a las sabias, justas y saludables deliberaciones que se tomaron en España contra estos hombres fanáticos y seductores. Ratifiqué mis juicios cuando leí el dictamen que puso el fiscal de los Civil don Lorenzo Hernández de Alva (…) y cuando examiné otros expedientes relativos a varias tertulias perniciosas y lances públicos ocurridos entre algunos franceses y españoles, cuya secuela terminó mi antecesor, contentándose con prevenir apercibimientos y combinaciones37.

Para conjurar el peligro, Branciforte movilizó la Sala del Crimen y la Inquisición

promoviendo un feroz acoso a los disidentes en tanto duró la guerra contra

Francia (1793-95). La cacería contra los inconformes se agudizó, sobre todo, a

raíz de la aparición de pasquines antimonárquicos en algunos edificios del

centro de la ciudad de México. Branciforte, afirma Luis Navarro, ordenó,

entonces, “la prisión de todos los franceses residentes en Nueva España,

mientras que la Inquisición celebró un auto de fe contra varios de ellos y algún

adherido español, tachados unos de herejes y otros de francmasones”38.

Curiosamente, los juicios emprendidos contra los masones se centraron en

aquellas personas que habían estado al servicio de Revillagigedo, mientras

pasaban por alto a los criollos que controlaban el Ayuntamiento de la Ciudad de

México. Me parece que, con estos autos, se trataba más bien, de terminar de

socavar el poder del grupo político al que pertenecía el exvirrey, y

37 Nicolás Rangel, Los precursores ideológicos de la guerra de independencia, 1789-1794; cit. p. Antonio Ibarra, “Conspiración, desobediencia social y marginalidad en la Nueva España: la aventura de Juan de la Vara”. Historia Mexicana, XLVII: 183 (1997), p. 13.38 Navarro García, op. cit., p. 1160.

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simultáneamente, de apuntalar el poder de Branciforte, lo que significaba, en

última instancia, asentar el poder de Godoy.

En la atmósfera de paranoia, como la denomina Gabriel Torres Puga39,

por los juicios contra los franceses, fray Servando Teresa de Mier pronunció su

sermón sobre la Virgen de Guadalupe, el 12 de diciembre de 1794. Aquel

hecho involucraría a una parte de la elite religiosa de la Nueva España en otro

escándalo legal.

En 1795, Godoy al que entonces se comenzó a denominar “El Príncipe

de Paz” consiguió un arreglo con Francia, que dio fin a la guerra. Con la

conclusión de las hostilidades también cesó la persecución contra los

franceses. Las sentencias dictadas por Branciforte contra los “jacobinos” y

“francmasones” no tuvieron efecto, por decisión del ministro de Estado40. Los

procesos concluyeron con la deportación a España de los reos para la revisión

de sus causas41. Algunos de ellos lograron su libertad y otros, incluso, la

restitución de sus bienes salvo lo correspondiente a los gastos generados por

el proceso en su contra. Torres Puga concluye que el clima de terror creado

desde la cumbre del poder virreinal sirvió, por una parte, para unificar al

segmento más ilustrado de la sociedad novohispana contra el autoritarismo de

la corona. Aunque al mismo tiempo es necesario reconocer, afirma Torres

Puga, que Branciforte también “logró consolidar el discurso antirrepublicano y

antifrancés, misoneísta y xenófobo que tanto se escucharía en las bocas de

realistas e insurgentes después de la invasión napoleónica”42.

La Masonería durante la guerra de Independencia39 Gabriel Torres Puga, “Centinela mexicano contra francmasones: un enredo detectivesco del licenciado Borunda en las causas judiciales contra franceses de 1794”. Estudios de Historia Novohispana 33, (julio-diciembre de 2005), p. 6.40 Ibíd., p. 30.41 Loc. cit.42 Ibíd., p. 91.

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La Masonería terminaría de establecerse en territorio de la Nueva España en

1812 gracias a “la llegada de las tropas expedicionarias de la Península

mandadas a contener el progreso del movimiento a favor de la independencia,

[y] en las que venían algunos jefes y oficiales masones”43.

Rogelio Aragón afirma que, a principios de 1812, cierto capitán español,

adscrito al puerto de Coro, Venezuela, obtuvo información fidedigna acerca de

las Logias Londinenses organizadas por los rebeldes novohispanos. El capitán

informaría a través de una carta, al virrey de la Nueva España, los nombres de

los conspiradores, entre los cuales destacaban: “fray Servando Teresa de Mier,

Miguel Santa María —el diplomático que en 1836 firmaría el tratado de paz y

amistad entre México y Nueva España— Vicente Acuña —deportado de Nueva

España en 1809 por ser partidario de Iturrigaray— José Herrera, Joaquín

Lacarrera y el Marqués del Apartado”44.

Antes de ser fusilado acusado de conspiración contra la corona, Vicente

Acuña reveló, continúa Aragón, la existencia de Logias en las ciudades de

Veracruz y Guadalajara.

Al parecer (pero Mateos y la página electrónica del Centro

latinoamericano de información masónica —CLIMA— difieren en ciertos

detalles), la primera Logia reconocida la fundó Enrique Muñiz en la Calle de las

Ratas (hoy Bolívar) número 5, domicilio del regidor Manuel Luyando. La

organización de esta Logia estuvo a cargo de Enrique Muñí. A ella

pertenecieron “algunos regidores entre los cuales se contaban el mismo

Luyando, el marqués de Uluapa, Lic. Verdad y otros [lo cual] hace comprender

43 Mateos., op. cit., p. 12.44 Rogelio Aragón, op. cit., p. 4.

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bien, la parte activa que el Ayuntamiento de México tomó a favor de la

Independencia”45. Al mismo tiempo, estos nombres, más los de Hidalgo y

Allende (que Mateos menciona a continuación) nos ayudan a entender el papel

de los masones en la Independencia.

En 1812, se promulgó la Constitución española en la Nueva España.

Las leyes del reino ampararon, por primera vez, la libertad de pensamiento.

Ramón Cerdeña y Gallardo, canónigo de la catedral de Guadalajara y Capellán

de Honor de Su Majestad en esa ciudad, fundó, en 1812, la primera Logia

veracruzana, la de los “Caballeros Racionales”46, aprovechando el marco legal

que la Constitución establecía. Mateos afirma que, un año después, en 1813,

se estableció “la Masonería en la América Septentrional, de una manera

regular, bajo la denominación de Rito Escocés”47.

De 1814, año en que la Constitución liberal fue abolida a 1820 en que la

ley fue reestablecida, la Masonería continuó sus trabajos, si bien estos se

realizaron de forma clandestina, debido a la persecución de que fue objeto por

parte del Tribunal del Santo Oficio48.

El Santo Oficio sin embargo, fue informado, en 1816, acerca de la

multiplicación de las Logias en Veracruz.

Después de 1816, la vinculación real o imaginaria de los insurgentes con

la Masonería, asienta Aragón, obligó al gobierno virreinal a reforzar sus

medidas contra ella. El consejo de la Regencia de España renovó y amplió la

prohibición de 1751. Además, continúa Aragón, se estableció un incentivo

económico a favor de los denunciantes49.

45 Mateos, op. cit., p. 9.46 Aragón, op. cit., p.5. 47 Mateos, op. cit., p. 12.48 Ibíd., p. 13.49 Aragón, op. cit., p. 6.

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Posteriormente, ya consumada la Independencia, en 1821 se fundaría,

en la ciudad de México la Logia de “El Sol”.

La supervivencia y expansión de las Logias primero en Nueva España y

después en el México Independiente forma parte de la modernización política

del país. La historia de las Logias da cuenta del proceso mediante el cual se

originaron los primeros partidos políticos modernos mexicanos. Antes de la

formación de los partidos, la Logia constituyó, me parece, el único camino para

que los programas de los diferentes grupos de poder alcanzaran algún nivel de

realización. Los grupos secretos funcionaron, entonces, como espacio de

definición ideológica y de articulación de prácticas políticas. La clandestinidad

en la que se ocultaban les permitió mantenerse vigentes y cohesionados a

pesar de la persecución.

Como grupo organizado, los masones contribuyeron a la independencia

de América. Sin embargo, su particular participación en las luchas libertarias de

la primera parte del siglo XIX fue importante en la medida en que lograron

articularse con los movimientos sociales de masas. Unión que,

indiscutiblemente, fue decisiva para la obtención de la independencia política

de nuestro país.

Conclusión

En los apuntes anteriores he pretendido demostrar que, en la Nueva España, la

ortodoxia religiosa fue encarada por visiones alternativas. En nuestro caso, en

concreto, por la Masonería. Desde luego, ante la fuerza coercitiva desplegada

por los tribunales religiosos, la Masonería tuvo que ampararse en la

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clandestinidad de sus ceremonias. El secreto fue, como ya decíamos, un arma

de dos filos para las Logias, pues por una parte los puso a salvo del

aniquilamiento, pero por otra parte, la rodeó de un aura siniestra. El secreto los

preparó, también, para jugar un papel protagónico en los procesos políticos que

determinarían los últimos años del virreinato y el nacimiento de la nueva

nación.

Acaso el sentido de este y otros estudios semejantes sea el de rescatar

la heterogeneidad y la alteridad de la historia cultural mexicana; y demostrar,

así, que la historia de México no corre por una sola vía, sino que, por el

contrario, está formada por una multiplicidad de voces.

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