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1 ENTRAR EN EL MUNDO DEL RELATO L a magia de un relato reside en su capacidad para construir un mundo 1. Una frase basta. «Al principio creó Dios el cielo y la tierra. La tierra era una soledad caótica... » (Gn 1,1). Una frase, y el narrador abre un espacio que el lector y la lectora están invitados a habitar. El poder de atracción del relato es el de desplegar un mundo que el lector va a recorrer, un mundo poblado de personajes arrastrados en una ac- ción en la que el narrador ha preparado sorpresas y consecuencias. Porque solicita la imaginación del lec- tor, el relato, mediante un guiño, hace viajar en el espacio y el tiempo. La magia del «érase una vez ... ». Ahora bien, obseNándolo más de cerca, reco- rrer el mundo del texto no es una operación tan sencilla como parece. Pues este mundo de ficción que el relato propone al lector y que despliega ante él es una construcción compleja. Se compo- ne de una intriga, una red de personajes, una ges- tión del tiempo, una lectura del espacio, un siste- ma de valores y un código de comunicación. Se teje con lo dicho y con lo no dicho, con avances y retrocesos. Esta construcción tiene sus luces y sus sombras. 1. Este texto es la repetición abreviada de las páginas con que comienza la obra de D. MARGUERAT (ed.), Quand la Bible se racante. Lire la Bible, 131. París, Cerf, 2003, pp. 9- 37. Agradecemos al autor y al editor habernos permitido re- producirlo. 6 Tomemos el relato bíblico de los orígenes (Gn 1- 3). Las figuras convocadas por el texto afluyen: el agua y lo seco, la tierra y el cielo, el mundo vegetal y el animal; después, frente a la pareja humana pri- mordial, el surgimiento de lo prohibido, la inteNen- ción de una serpiente que habla, la transgresión sorprendida por un Dios que se pasea por el jardín de las delicias. Un código de representaciones, propio del universo mítico, da forma al relato. Cual- quier texto alinea una serie de figuras dispuestas según un código, y este código debe ser descifrado o, en todo caso, aprendido por el lector, de suerte que no confunda el relato de los orígenes con un curso de historia o de geografía. Pues es el lector o la lectora el que despliega el mundo del texto mediante la operación de lectura. Son ellos los que dan vida a este mundo a partir de lo que el texto dice, y también de lo que no dice, pero presupone implícitamente. El semiótico italia- no Umberto Eco ha desarrollado en su libro Lector

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1ENTRAR EN EL MUNDO DEL RELATO

La magia de un relato reside en su capacidad para construir un mundo 1. Una frase basta. «Al principiocreó Dios el cielo y la tierra. La tierra era una soledad caótica...» (Gn 1,1). Una frase, y el narrador abreun espacio que el lector y la lectora están invitados a habitar. El poder de atracción del relato es el de

desplegar un mundo que el lector va a recorrer, un mundo poblado de personajes arrastrados en una ac-ción en la que el narrador ha preparado sorpresas y consecuencias. Porque solicita la imaginación del lec-tor, el relato, mediante un guiño, hace viajar en el espacio y el tiempo. La magia del «érase una vez... ».

Ahora bien, obseNándolo más de cerca, reco-rrer el mundo del texto no es una operación tansencilla como parece. Pues este mundo de ficciónque el relato propone al lector y que despliegaante él es una construcción compleja. Se compo-ne de una intriga, una red de personajes, una ges-tión del tiempo, una lectura del espacio, un siste-ma de valores y un código de comunicación. Seteje con lo dicho y con lo no dicho, con avances yretrocesos. Esta construcción tiene sus luces ysus sombras.

1. Este texto es la repetición abreviada de las páginascon que comienza la obra de D. MARGUERAT (ed.), Quand laBible se racante. Lire la Bible, 131. París, Cerf, 2003, pp. 9-37. Agradecemos al autor y al editor habernos permitido re-producirlo.

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Tomemos el relato bíblico de los orígenes (Gn 1-3). Las figuras convocadas por el texto afluyen: elagua y lo seco, la tierra y el cielo, el mundo vegetaly el animal; después, frente a la pareja humana pri-mordial, el surgimiento de lo prohibido, la inteNen-ción de una serpiente que habla, la transgresiónsorprendida por un Dios que se pasea por el jardínde las delicias. Un código de representaciones,propio del universo mítico, da forma al relato. Cual-quier texto alinea una serie de figuras dispuestassegún un código, y este código debe ser descifradoo, en todo caso, aprendido por el lector, de suerteque no confunda el relato de los orígenes con uncurso de historia o de geografía.

Pues es el lector o la lectora el que despliega elmundo del texto mediante la operación de lectura.Son ellos los que dan vida a este mundo a partir delo que el texto dice, y también de lo que no dice,pero presupone implícitamente. El semiótico italia-no Umberto Eco ha desarrollado en su libro Lector

Armando Noguez
MARGUERAT, D., CB 127 (2005) 6-22.
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in fabula (1985) la noción de «cooperación inter-pretativa del lector». Con ello se refiere a que eltexto, para ser leído, requiere por parte del lectoruna cooperación activa, un trabajo de desencripta-ción que todo autor aguarda y espera. Más aún: elnarrador, si quiere ser entendido, tendrá que favo-recer y guiar este trabajo del lector, sin el cual eltexto permanece muerto.

Entre el texto y el mundo del relato se interponeuna operación, que es la operación de lectura, PO[la cual el lector logrará construir y habitar el univer-so que le propone el texto. Por tanto, el texto es eseyacente que la lectura despierta. Ha escapado a suautor y a sus lectores originales (aquellos para losque el texto estaba originalmente escrito), para ter-minar su recorrido en la recepción que le ofrece ellector. Sucede así que «el texto, huérfano de su pa-dre, el autor, se convierte en el hijo adoptivo de lacomunidad de los lectores» (Paul Ricoeur).

Pero, ¿sobre qué elementos trabaja la lectura?¿Qué estrategia adopta el narrador para orientar lalectura? ¿Cómo imprime el ritmo a su narración?¿Por qué medios desencadena la adhesión o la re-pulsa hacia sus personajes? ¿Cómo hace conocersu sistema de valores? ¿Qué oculta al lector? Éstees el tipo de preguntas por las que se interesa elanálisis narrativo.

El análisis narrativo se aplica a determinar me-diante qué procedimientos el narrador construye unrelato en el que la operación de lectura va a liberar eluniverso narrativo. Proporciona los medios para iden-

tificar la arquitectura narrativa del texto que, median-te el acto de la lectura, va a desplegar este mundo alque el lector o la lectora son convocados a entrar.

Mi propósito es introducir al análisis narrativo pre-sentando su historia, su alcance y las herramientasque ha forjado. Esta introducción se desarrollará encinco tiempos. El primer tiempo define la búsquedadel análisis narrativo comparándolo con otras apro-ximaciones, teniendo en cuenta el hecho de quetoda lectura se define por el conjunto de preguntasque dirige al texto. El segundo tiempo describe bre-vemente la historia del análisis narrativo, para hacercaptar cuáles son los factores que han conducido alsurgimiento de este nuevo tipo de lectura. El tercertiempo será metodológico: ¿cuáles son los instru-mentos conceptuales forjados para esta lectura? Elcuarto ilustrará el camino con la ayuda de ejemplos.Una conclusión evaluará finalmente las posibilidadesofrecidas por este tipo de lectura.

Antes de entrar en materia, planteemos algunasdefiniciones. Se llama relato a todo discurso queenuncia hechos articulados entre sí mediante suce-sión en el tiempo (orden cronológico) y por vínculosde causalidad (orden de configuración). A diferen-cia de la descripción (<<el hombre caminaba a la ori-lla del mar»), el relato necesita como mínimo unaacción causalmente vinculada a la precedente. Lanarratividad es el conjunto de las característicaspor las que un texto (o una obra) se da a conocercomo relato. El estudio científico de la narratividades el objeto de una disciplina llamada narratología.

La búsqueda del análisis narrativoEl texto bíblico, como cualquier texto, se presta a

varias lecturas. Ninguna puede pretender ser la lec-tura «buena», que excluiría cualquier otra, por la

sencilla razón de que cada lectura tiene su búsque-da propia. Toda lectura se define por la pregunta quedirige al texto. Y, como es evidente, la respuesta ob-

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tenida depende de las preguntas. Una lectura psico-lógica de la Biblia recopilará en el texto los indiciosque le permitan percibir en la escritura el surgimien-to de lo inconsciente; no podría sustituir a otra lectu-ra que, por ejemplo, se interesara en indicar las se-ñales de la construcción retórica del texto. Cadalectura se presenta ante el texto con una demanda;esta petición plantea una serie de preguntas para lacual ha forjado herramientas metodológicas.

LOS ELEMENTOS DE LA COMUNICACIÓN

¿Qué busca el análisis narrativo? Su especifici-dad aparece en la comparación con otros dos tiposde lectura de la Biblia: el análisis histórico-crítico yel análisis estructural (o semiótico). Para hacermecomprender, adopto el esquema del lingüista RomanJakobson, que formaliza la comunicación verbal 2•

Cuando alguien (el emisor) dirige un mensaje aotro (el receptor), el acto de comunicación puedeser esquematizado como sigue:

contexto

emisor -----i.. meJsaje ----i.. receptor

cóJ¡90

Cualquier mensaje verbal tiene una doble dimen-sión: el contexto y el código. Si yo digo "puente», to-dos me entienden, porque saben diferenciar el fone-ma [puente] de [fondo] y de [su)3; tenemos en comúnun código lingüístico. Pero si se me comprende es

2. Ensayos de lingüística general. Barcelona, Seix Ba-rral, 1975.

3. El autor juega con el sonido «o» de la pronunciaciónde las palabras francesas: pont, fond y son (N. de los T.).

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porque se sabe que la palabra "puente» designauna obra que franquea un río; el contexto al que re-mite la palabra nos es igualmente común. Por tanto,un mensaje verbal tiene dos caras: por una parte re.-mite al contexto, es decir, al mundo representado (sufunción por otra remite a un conjunto designos verbales regido por un código lingüístico (sufunción metalingüística). Estas dos dimensiones es-tán alineadas sobre el eje vertical (contexto-mensa-je-código), que se llama eje de la representación.

Esta doble dimensión de la comunicación verbalpermite captar el objetivo del análisis histórico-críti-co y el del análisis estructural, y mostrar que se si-túan en trayectorias diferentes.

El análisis histórico-crítico (o crítico-histórico) res-ponde a la pregunta: ¿qué dice el texto?Se centra enla función referencial, polo norte del eje de la repre-sentación: se trata de reconstruir históricamente elcontexto al que remite el texto. A esta pregunta aña-de: ¿en qué tradiciones se basa el autor ya quiéndestina su escrito? Es la postura del periodista: ¿quédice el testigo y cuál es la fuente de su información?

El análisis estructural (o semiótico) responde ala pregunta: ¿cómo genera sentido el texto? El tex-to es leído como un sistema de señales del que hayque captar su organización en red. Se sitúa así enel polo sur del eje de la representación. Es la pos-tura del gramático: ¿cómo se organiza el discurso?

El análisis narrativo no se sitúa ni en el polo delcontexto ni en el del código. No hay que buscarloen el eje vertical de la representación, sino en el ejehorizontal (emisor-mensaje-receptor), que es el ejede la comunicación. Su pregunta es: ¿qué efectoproduce el texto en el receptor? La investigación seinteresa por la forma en que el emisor comunica sumensaje al receptor: versa sobre la configuraciónque permite al mensaje alcanzar su efecto sobre él.

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Es la postura del informático: ¿por qué canales pa-sa la comunicación?

Insisto: cada conjunto de preguntas tiene su le-gitimidad, pero ninguno aporta los mismos resulta-dos. Es por la fecundidad de su conjunto de cues-tiones y por las cualidades de sus herramientas porlo que se evalúa un tipo de lectura.

LA FRACTURA ORIGINARIAEn el punto en que nos encontramos se plantea

una pregunta que parece sencilla, pero que no loes: ¿qué es lo que el análisis narrativo entiende pormensaje?

Partamos de una constatación evidente: hay milmaneras de narrar la misma historia. Éstos son dosejemplos.

Primer relato. Durante una hermosa tarde deprimavera, Nata/ia pasea y cruza sobre el puenteque salva el río. Observa la corriente de agua y laespuma que se produce cuando el agua choca conuna piedra. ¿No hay un pez allá tras la piedra? Na-talia se inclina, se inclina aún más, pero de repen-te pierde el equilibrio y va a caer al agua. Se aga-rra con todas sus fuerzas a la barandilla del puente,pero pronto sus brazos flaquean; quiere gritar, peroel miedo se le anuda en la garganta, va a caer enla burbujeante agua... es entonces cuando alguienque pasa se precipita, la sujeta por los hombros yla echa hacia atrás. Ya está segura.

Segundo relato. Ayer, a las 11,45 h, la pequeñaNatalia Tremblay, de 5 años, ha estado a punto decaer desde el puente del río de las Truchas. Por for-tuna, un paseante que asistía a la escena pudo re-tener a la chiquilla antes de que cayera al agua,abundante en ese lugar. Natalia ve que no ha sidomás que un susto.

El contenido informativo es idéntico en ambosrelatos, pero no sucede lo mismo en cuanto a suefecto. El primero dramatiza la caída y adopta elpunto de vista de Natalia (su proyecto, su miedo, suliberación por un desconocido). El segundo relatotrata el drama a distancia, adoptando más bien elpunto de vista del salvador (¿el periodista le ha pre-guntado?). Es posible distinguir un contenido infor·mativo, que se corresponde con el significado, y laconfiguración narrativa, que se corresponde con elsignificante. Esta distinción tiene la mayor impor-tancia, pues el análisis narrativo nace de ella.

En efecto, cualquier nueva lectura nace de unaseparación originaria. El análisis narrativo sitúa sufundamento en un gesto de fractura. SeymourChatman es su autor, cuando en su estudio Sto'1and Discourse (1978) propuso separar sto'1 y dis-course, igual que se distingue el significado del sig-nificante. En español hablaremos de «historia na-rrada» (sto'1) y «narración» (discourse).

LAS «FRACTURAS»HISTÓRICO-CRíTICA y SEMiÓTICAEl análisis histórico-crítico nació en el siglo XIX de la frac-

tura entre el texto bíblico y su tradición de interpretación; deahora en adelante, para ser entendido, el texto tendría que ser si-tuado en su medio histórico de producción. Comprender elevangelio de Mateo necesita recuperar su lenguaje y su cultura.

El análisis estructural nació, a raíz de los trabajos del lin-güista F. de Saussure, de la fractura entre la palabra y la lengua,que aísla la lengua de su contexto de comunicación; desde en-tonces, para ser entendido, el texto tendría que ser consideradoindependientemente de cualquier noción de autor. El lector sóloes dueño de la lectura. La semiótica del discurso es una co-rriente del análisis estructural inspirada por las investigacionesde A. 1. Greirnas. Se distingue por los trabajos de los investiga-dores agrupados bajo el nombre de CADIR, en Lyon. (Cf. Se-miótica. Cuadernos Bíblicos, 59. Estella, Verbo Divino, 2002').

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La «historia narrada» es el contenido informati-vo (idéntico) de los dos relatos de la desventura deNatalia. Este concepto se aplica al significado, esdecir, a los acontecimientos narrados, abstraídosde su disposición en el relato y reconstruidos en suorden cronológico. La «narración» designa la confi-guración propia de cada relato. El concepto se apli-ca al significante, es decir, al modo de exposiciónde la historia narrada. Simplificando mucho pode-mos decir que los evangelios sinópticos presentantres variaciones en la narración de la misma histo-ria narrada.

Al plantear esta distinción, Chatman enunciabael axioma fundamental de la narratología. El análi-sis narrativo se dedica a observar cómo el narradornarra la historia contada con vistas a sus lectores;la estrategia que desarrolla al construir su relato se-ñala lo que se denomina retórica narrativa.

AUTOR IMPLÍCITOY LECTOR IMPLÍCITO

¿Quién es en la narratología el emisor y el re-ceptor del mensaje?

Por emisor, la narratología no considera al autorhistórico de la obra, por ejemplo el evangelistaMateo. En efecto, la narratología postula que no esposible conocer a este desaparecido autor. Por elcontrario, ha dejado tras él la obra que leemos. Yesta obra, como cualquier obra, «habla» indirecta-mente de su autor. Los narratólogos han inventadoel término autor implícito (o implicado) para desig-nar la imagen que el autor da (también a pesar su-yo) de sí mismo en su obra. El autor implícito es laimagen literaria del autor; dicho de otra manera, elautor tal y como se da a conocer a través de sus

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elecciones de escritura. Por tanto, se designa porautor implícito el artesano de la estrategia textualtal y como se manifiesta en la obra.

¿y el receptor? El razonamiento es idéntico. Noestamos en condiciones de conocer a los destina-tarios históricos a los que, en el siglo 1, estaba des-tinado el evangelio de Mateo. El lector histórico senos escapa. Por el contrario, es posible delimitar lafigura del lector implícito (o implicado), que es laimagen del lector que se puede reconstruir a partirdel texto. El lector implícito es el auditorio en que sefijó el autor en la comunicación narrativa. Así, ellector implícito del evangelio de Mateo conocía laEscritura (no había ninguna necesidad de explicar-la); conocía los elementos de la historia judía, comola identidad del rey Herodes (no se proporciona nin-guna presentación suya en Mt 2,3); sin embargo,ignora el hebreo (Mt 27,33.46). Por tanto, es posi-ble inventariar las competencias de saber requeri-das de él por el narrador. Pero, más ampliamente,el lector implícito es el receptor ideal construido porel texto, el lector apto para captar todos los signifi-cados en la perspectiva inducida por el autor. Porconsiguiente, el lector real (usted y yo) es invitadoa asumir el puesto del lector implícito, es decir, aentrar en la estrategia de lectura inducida por el au-tor implícito. Incluso se puede decir que el texto,por la acción que ejerce sobre el receptor, constru-ye a su lector modelando su cultura y su sistema devalores.

UNA BÚSQUEDA ESPECíFICA

Lo que se ha dicho hasta aquí ayuda a com-prender dónde se sitúa el análisis narrativo y dóndeno. Su conjunto de preguntas apunta al efecto bus-cado por el texto sobre el lector. Del mismo modo

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que la crítica histórica se ha interesado en la perso-na del autor y en las circunstancias históricas de sutrabajo, de la misma manera el análisis narrativoparticipa de un desplazamiento del interés en direc-ción al lector. Es el acto de lectura, los indicios so-bre los que el lector trabaja y las condiciones en lasque opera, las que focalizan toda la atención.

Digámoslo ya, aunque volveré sobre ello: fijar loque es la búsqueda del análisis narrativo es tambiénhablar sobre lo que no es. En este caso, la funciónreferencial del mensaje (la relación con el contexto)escapa a la narratología. Verificar si el relato dice laverdad o reconstruir la realidad histórica de la quehabla no le compete. La narratología describe laforma en la que la crucifixión de Jesús es (diversa-mente) narrada por los evangelistas, pero no esta-blece la relación entre el relato y los hechos históri-cos a los que hace alusión. En efecto, su fijación enla narratividad le prohíbe remontarse por este ladode la historia narrada y pronunciarse sobre la natu-raleza de los hechos relatados. Esta problemáticapertenece al campo de la crítica histórica.

Sin embargo, en un punto la narratología da enel clavo. Cuando renuncia a reconstruir al autor y allector históricos en beneficio de la imagen del autory el lector implícitos, es preciso reconocer que lanarratología está en lo cierto. Abandona la ingenuaconfusión histórico-crítica entre el plano literario yel histórico: es correcto pensar que no conocemosde Mateo más que su texto, y que un autor se cali-fica por la orientación que da a su obra. Es igual-mente cierto decir que los lectores implícitos de suevangelio se parecen más a la imagen que nos ha-cemos de ellos, o a los rasgos que quiere modificaren ellos, más que al retrato «certificado» de susdestinatarios históricos. No poseeremos nunca másque la imagen construida por el texto de un autor yde los lectores a los que se dirige. Saber si estasimágenes coinciden con la realidad histórica es unacuestión que, en el caso de los escritos bíblicos, noestamos en condiciones de resolver, a falta de in-formación exterior a los textos.

Si la narratología se interesa por el arte de na-rrar, ¿desde cuándo se dirige hacia la Biblia?

La narratividad revisada

¿De cuándo data la narratividad bíblica? ¿En-cuentra su origen cuando se fijan los primerosgrandes ciclos narrativos (el de David, el del éxodo,el de Abrahán o el de Jacob)? ¿O bien nace bajo lapluma de Robert Alter, quien en 1981 publica Elarte del relato bíblico, primera monografía que seaproxima a la narratividad bíblica como un fenóme-no literario (cf. pp. 50 Y 56)?

El fenómeno literario del narrar no ha esperadoa Robert Alter para existir, pero el concepto apare-

ce con él. El movimiento que impulsa Alter adquiriráconsistencia muy rápidamente en Estados Unidos,dando nacimiento a una verdadera corriente de lec-tura, el narrative criticism (análisis narrativo). Peroesta corriente no inventa nada. Redescubre, conayuda de herramientas que forja para esta tarea, dequé se compone el milenario arte de narrar. Estearte es constitutivo de la tradición bíblica, de la fe deIsrael, igual que de la fe de los primeros cristianos:Israel primero y después el primer cristianismo vi-vieron de formular su identidad mediante el relato.

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Es este proceso de memoria narrativa, retomado sincesar en la reformulación de los relatos y en la re-escritura «midrásica», el que ha permitido primero ala fe judía y después a la cristiana rememorar losacontecimientos fundadores del pasado.

RELATO Y ENCARNACiÓN

Ahora bien, este recuerdo no hace surgir un pa-sado muerto: establece la pertinencia teológica delos acontecimientos pasados para comprender elpresente. Recordar el Éxodo celebra la memoriadel Dios al que Israel debe su existencia. Relatar lavida de Jesús permite identificar al Cristo al que lacomunidad ora y al que cree presente. En resumen,tanto para Israel como para la Iglesia, la narrativi-dad es un vehículo literario del mensaje de salva-ción. Es también la mediación de la identidad cre-yente: decirse el pasado es decir lo que ha hechode nosotros. Narrar es decirse.

Subrayo de paso la dimensión teológica de lanarratividad bíblica: la narratividad no es más queuna envoltura del mensaje. Si los judíos y los cris-tianos narran historias es porque creen en un Diosque se revela en la historia. Narrar historias es ha-cer memoria de lo que ha acontecido en la historia.El relato es el testimonio obligado de un Dios quese da a conocer en la densidad de una historia dehombres y mujeres, una historia vivida. He aquí porqué la salvación se expresará en una historia: el re-lato es el vehículo privilegiado de la encarnación.

LOS COMIENZOS

Pero volvamos a los comienzos del análisis na-rrativo. Los años 1980 marcan el arranque de un

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reconocimiento de la narratividad bíblica como fe-nómeno literario digno de ser estudiado científica-mente; de repente, estos milenarios relatos se vieronrevisados por sabios interesados en desmontarlospara descubrir su mecanismo. Veremos que el aná-lisis estructural (o semiótico) había ejercido de pre-cursor. Pero el libro de Robert Alter presagia per-fectamente en lo que se va a convertir el análisisnarrativo; merece la pena detenerse en él.

El autor no es un teólogo, sino un especialista enliteratura, de cultura judía: conoce tanto el «midrás»como los escritos de Homero, y cita tanto al exegetaIbn Ezra como al novelista Charles Dickens. El inte-rés que le lleva hacia el texto es claramente literario,lo que tiene como efecto sacar a la Biblia del aisla-miento cultural donde se encuentra encerrada parasumergirla en el gran río de la narratividad mundial.Su pregunta: ¿cómo los procedimientos narrativosen uso en la literatura antigua y moderna emergenen el texto sagrado? Aquí se percibe cómo el narra-tive criticism va a nacer en una encrucijada de inter-disciplinariedad, donde literatos, lingüistas y exege-tas se encuentran ligados por un interés común.

El aparato de lectura análisis narrativo seconstruyó en Estados Unidos, desde donde ha llega-do hasta nosotros. Se aprovecha del pragmatismoamericano y del poder de integración que reina alotro lado del Atlántico. Pero es preciso señalar inme-diatamente que esta nueva lectura utiliza los frutos detrabajos teóricos producidos por especialistas del len-guaje en el mundo entero: en Francia por Gérard Ge-nefte (narración e intertextualidad) y Paul Ricoeur (latemporalidad narrativa); en Alemania por WolfgangIser (el concepto de lector); en los Estados Unidos porSeymour Chatman (la retórica narrativa), Wayne Bo-oth (la ironía) y Boris Uspensky (la poética del relato).Aunque es de origen americano, el análisis narrativose sitúa en la confluencia de múltiples intuiciones. Sin

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embargo, muy pronto los narratólogos americanospresentaron este tipo de lectura como un modelo ex-haustivo y autónomo, llamado a sustituir cualquierotra lectura; posteriormente veremos por qué yo nome incorporo a este argumento publicitario.

ANÁLISIS NARRATIVOY ANÁLISIS ESTRUCTURAL

El libro de Alter se editó a comienzos de los años1980. El momento no es casual. ¿Qué periodo lehabía precedido? En Francia, los años 1970 repre-sentan los días gloriosos de la semiótica del discur-so, que analiza el funcionamiento del texto a partirde sus unidades mínimas de significación (el diccio-nario de A. J. Greimas y J. Courtes, Sémiotique, espublicado en 1979). En los Estados Unidos, la at-mósfera es la pérdida de credibilidad de la críticahistórica; existe un cansancio de esta investigacióndel pasado, que no ofrece la actualidad de los tex-tos bíblicos, y se está a la búsqueda de lecturas al-ternativas. A pesar de una escasa recepción de lateoría semiótica, el interés al otro lado del Atlánticova a conducir hacia las lecturas «pragmáticas»; conello se designan las lecturas cuyo eje es el efectodel texto sobre los destinatarios: retórica y análisisnarrativo. El análisis narrativo examina con qué es-trategia el narrador ejerce sobre el lector el efectoque guiará su entrada en el mundo del texto. Suhermano gemelo es el análisis retórico, que lleva acabo una operación similar sobre los textos argu-mentativos: ¿Cómo organiza el autor su discursocon vistas a persuadir al oyente-lector? El análisisretórico se aplicará con éxito a las cartas de Pablo.

Ya he dicho que el análisis semiótico (o estruc-tural) había desempeñado el papel de precursor. Elanálisis narrativo ha tomado mucho de él. Igual que

la semiótica, considera el texto en su forma final,sin tener en cuenta su historia, su genealogía; notrata de separar los elementos tradicionales de lospasajes debidos a la actividad del autor, como haceel análisis histórico-crítico. El texto es recibido talcomo se ofrece a la mirada del lector. Es acogidocomo una totalidad significante, en una perspectivaque se llama sincrónica (el texto puesto linealmente)y no diacrónica (el texto visto a partir de su genea-logía). Igual que la semiótica, el análisis narrativoobserva cómo el texto construye progresivamentesus valores y sus contenidos. Se interesa por aque-llo que hace que se mantenga unido el relato (la in-triga) y discierne el papel capital que desempeñanlos personajes en la historia narrada.

Pero, en un punto esencial, el análisis narrativorompe con la percepción semiótica. Esta última con-sidera la lectura como el único careo entre el texto yel lector. El autor ha desaparecido; cualquier recursoa su intención en la escritura es repudiado; a partirde ese momento, nadie «puede concluir diciendo:Aquí vemos claramente el sentido del texto» 4. Laslecturas pragmáticas, por el contrario, no aíslan elenunciado textual de su contexto de comunicación;el texto da testimonio de una voluntad de comunicarsobre la que no se puede saltar. Por tanto postula-

4. Cito aJean Delorme: "El texto profundiza una llama-da a la interpretación que no puede ser colmada, dicho deotra manera, a un sujeto que habla visitado por una palabraque éste no podría dominar [...] aunque no podamos concluirdiciendo: vemos aquí, claramente, el sentido del texto, heaquí lo que hay que comprender» (Prólogo a F. MARTIN, Pourune théologie de la lettre. Cogitatio Fidei, 196. París, Ceri,1996, p. VI). La herencia de la semiótica en el análisis na-rrativo se manifiesta tanto en el nivel sintagmático (la nociónde intriga retoma el programa narrativo de Greimas) comoen el paradigmático (la tipología de los personajes está he-redada de Vladimir Propp).

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mos que una intención de autor rige la escrituradel texto; la construcción del relato denota una es-trategia de comunicación, una retórica narrativa que

apunta a programar la lectura. ¿De qué herramien-tas dispone el narrador para concebir su estrategiade comunicación? Es importante presentarlas ahora.

LA INTENCiÓN DEL AUTORLa «intención del autor» de la que se habla aquí debe ser en-

tendida en el sentido de la narratología, y no de la psicología. Nose trata del autor real (histórico), al que se remonta la paternidaddel texto, sino del autor implícito, sujeto de la estrategia de escri-tura. Atribuirle una intención postula que el texto está redactadocon vistas a ser descifrado de una determinada manera, y que esta

programación de la lectura se descubre por indicios de compren-sión inscritos en el mismo texto. Desde un punto de vista narrato-lógico se hablará de la intención de la obra, más que de la inten-ción autorial, siguiendo la tipología de Umberto Eco, Les limitesde l'interprétation. París, Grasset, 1992, pp. 29-32 (ed. española:Los límites de la interpretación. Barcelona, Lumen, 1992).

Las herramientas del análisis narrativoLa narratología ha definido una serie de con-

ceptos operatorios que corresponden a los mediosde los que dispone cualquier narrador para cons-truir su relato. Estos conceptos son seis. El caminodel análisis narrativo consiste en sondear el texto,a fin de identificar cómo el narrador, en la narra-ción, ha hecho uso de estas seis «herramientas» 5.

PRIMER CONCEPTO: LA INTRIGA

¿Qué es lo que proporciona al relato su unidad?Siguiendo una definición tomada de Paul Ricoeur,se denomina intriga a la colocación sistemática delos elementos que constituyen la historia narrada.La intriga es este movimiento integrador del relatoque enlaza entre sí una serie de acciones y hacede ella una historia continua.

5. Para una presentación de los procedimientos del aná-lisis narrativo, cf. D. MARGUERAT / Y. BoURQUIN, Cómo leer losrelatos bíblicos. Iniciación al análisis narrativo. Santander,Sal Terrae, 2000.

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El interés para el estudio de la Biblia salta a la vis-ta, pues Jos grandes libros narrativos consisten enuna serie de episodios más o menos vinculadosunos con otros. Hay una unidad propia en cada enti-dad narrativa, pero igualmente una unidad del relatoportador. En el seno de los capítulos 1-11 del Géne-sis, cada episodio tiene su propio argumento (la crea-ción, la caída, Caín y Abel, etc.); pero estos episo-dios están englobados en un argumento más amplio,que es la historia de los orígenes, donde desempe-ñan un papel específico; de esta manera se puedehablar de una evolución del relato entre Génesis 1 yGénesis 11, Yexaminar de qué se compone.

Esta constatación es mucho más cierta para losevangelios, en los que las entidades narrativas sonaún más pequeñas. El análisis narrativo distingueentre una intriga episódica, limitada al microrrelato(parábola, relato de milagro, controversia, etc.), y laintriga unificadora, que es la del relato portador. Laintriga episódica de Lucas 7,1-10 (la curación delsiervo del centurión) se focaliza en la movilizacióndel poder de Jesús; la de Lucas 7,36-50 (Jesús y lamujer pecadora) se centra en el reconocimiento del

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perdón como gracia liberadora; pero estos dos mi-crorrelatos están reunidos en una secuencia queconduce al lector de 7,1 a 7,50, yen la que la intri-ga tematiza el reconocimiento de la autoridad pro-fética de Jesús. Las dos intrigas episódicas estánasí dominadas por la intriga unificadora de la se-cuencia de Lucas 7. Otras combinaciones son po-sibles, como el entrelazamiento de las intrigas, delas que el evangelista Marcos es un especialista; loveremos con un ejemplo más adelante (p. 17).

La narratología dispone de varios modelos de es-tructuración de la intriga. El «esquema quinario» se-ñala cinco momentos: situación inicial-nudo-accióntransformadora-desenlace-situación final. Otros pre-fieren un modelo ternario: complicación-transforma-ción-resolución. Cada modelo intenta evaluar el lu-gar dominante que adquiere, en el seno del relato, laacción transformadora que relata. La idea subya-cente es que todo relato da cuenta de una transfor-mación, o de una adquisición, o de una pérdida; escontar esta transformación lo que hace que el hechode narrar encuentre su legitimidad.

SEGUNDO CONCEPTO:LA GESTiÓN DE LOS PERSONAJESSi la intriga constituye el esqueleto del relato,

los personajes son su ropaje. Con algunos rasgos,el relato hace vivir a una serie de personajes, quepone en interacción. En el evangelio, todos los per-sonajes están cualificados por la relación que seestablece con el héroe principal, Jesús. Pueden en-trar en una tipología: el héroe, el antihéroe, el cóm-plice o el oponente.

El análisis narrativo manifiesta un prodigioso in-terés por examinar cómo el narrador construye suspersonajes. ¿Los bosqueja con un rasgo (persona-

je llano) o da cuerpo a su retrato (personaje redon-do)? ¿Qué dice de ellos? Ahora bien, las modalida-des del hablar son tanto más significativas que elhablar mismo. ¿De dónde procede la informaciónsobre los personajes que se ofrece al lector? ¿Pro-cede de otro personaje?, ¿del narrador? Evidente-mente, la fuente es indicadora del estatuto y la fia-bilidad de la información. Tomemos la murmuraciónde la muchedumbre en torno a Jesús y a Zaqueo:«Se ha alojado en casa de un pecador» (Lc 19,7).Esta crítica no tendrá el mismo crédito que el enun-ciado del narrador: «Estaban oyendo todo esto losfariseos, que eran amigos del dinero» (Lc 16,14).Los narratólogos hablarán en el primer caso de unenunciado intradiegético (la muchedumbre es unpersonaje interno a la historia narrada, llamadatambién diégesis); en el caso del enunciado del na-rrador, éste no pertenece a la historia narrada, sehablará así de una instancia extradiegética. Volve-ré después sobre ello (p. 19).

El narrador puede usar igualmente ardides des-lizando al lector una información de la que priva alos personajes de la historia narrada o frustrar al lec-tor privándole de un dato que los personajes tienena su disposición. En la historia de los discípulos deEmaús (Lc 24,13-35), el narrador utiliza a veces estaestratagema. Comunica al lector la identidad del via-jero que se une a los discípulos, Jesús, pero obser-va que éstos lo ignoran (24,16). Más tarde narraráque Jesús enseña a los dos discípulos «lo que de-cían de él las Escrituras» (24,27), pero no apunta na-da al lector sobre el contenido de esta enseñanza 6.

6. En el primer caso (información ofrecida al lector, pero dela que el personaje de la historia narrada está privado) se diráque le narrador ofrece al lector una posición superior a la delpersonaje. En el caso contrario (el personaje sabe, pero no ellector), el lector tiene una posición inferior a la del personaje.

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Resulta apasionante preguntarse por el (los) efec-to(s) a que apunta este doble equilibrio en la distri-bución de la información.

TERCER CONCEPTO: LA FOCALlZACIÓN

Este concepto responde a la pregunta: ¿quiénve en el relato? Gérard Genette (Figures 111, 1972)ha forjado un vocabulario que permite identificartres tipos de inclusión narrativa. Se hablará de foca-lización interna cuando el narrador nos asocia a lainterioridad de un personaje (<<se dijo a sí mismo»).La focalización externa coincide con lo que consta-taría cualquier espectador de la escena ((entró enla casa»). La focalización cero corresponde a unavisión de gran angular, que abole los límites deltiempo y el espacio ((estaba enfermo desde hacíamucho tiempo y venía de lejos»). Insistiré más tardeen este juego de focalizaciones (cf. p. 18).

CUARTO CONCEPTO: LA TEMPORALIDAD

Se dice que la temporalidad, junto con la relaciónde causalidad, forma parte de la definición del relato.El tiempo se inscribe en la pasta misma del rela-to. ¿Cómo? El relato no hace más que referir unasucesión de acciones ngadas entre sí en el tiempo,juega con el tiempo. Más precisamente: el relato re-sulta de un juego que se instaura entre dos tiempos.Está, primeramente, el tiempo de la historia narra-da, fijado por el calendario, que el lector puede re-construir según las indicaciones que le proporcionael narrador. En segundo lugar está el tiempo del re-lato, es decir, el tiempo que emplea el relato en con-tar las cosas. Estos dos tiempos no coinciden, yelrelato jugará con estas distorsiones entre el tiemponarrado y el tiempo en que se narra.

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El juego con el tiempo, que despliega la retóricanarrativa, puede intervenir sobre dos registros, elorden o la velocidad.

En el registro del orden, el regreso hacia atrás oanalepsis recuerda el pasado (caso típico: las citasde la Escritura en el Nuevo Testamento); el caso in-verso será la proyección hacia el futuro o prolepsis(caso típico: los anuncios de la pasión-resurrec-ción). En ambos casos se percibe que la adminis-tración del tiempo contribuye a la significación, yaque apela a una intriga pasada o a una intriga futu-ra con vistas a ofrecer sentido al presente.

Segundo registro: la velocidad. Yo puedo narraren tres páginas un incidente de cinco minutos o re-sumir en una frase lo adquirido en diez años ((se ca-saron y tuvieron muchos hijos»). El tiempo que narrapuede cambiar así de amplitud e ir del episodio (laescena) al sumario (que sintetiza varias acciones). Elsumario es conocido en los evangelios (Mc 4,33-34;Jn 2,24-25; cf. también Hch 2,42-47); las genealogí-as se afilian al mismo procedimiento. La velQcidadmáxima del relato es /a elipsis, que pasa un periodoen silencio. De hecho, un relato varía constantemen-te su velocidad, y cuanto más quiere el narrador in-sistir, más ralentiza el ritmo. El interés concedido porel narrador a algunos periodos se concreta en la im-portancia de las secuencias que les dedica, mientrasque comprime otras en breves noticias.

QUINTO CONCEPTO: EL MARCO

El color de un relato depende frecuentementede los rasgos, aparentemente anodinos, por losque el narrador fija un marco: el momento, el lugar,el contexto social. No es indiferente que Judasabandone a Jesús para traicionarlo mientras quese hace de noche (Jn 13,30), que el primer exor-

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cisma de Jesús en Marcos se produzca en una si-nagoga (Mc 1,21) o que el primer convertido de Pa-blo sea un proconsul romano (Hch 13,12).

Con los autores bíblicos, el marco narrativo re-viste frecuentemente una dimensión simbólica conla que la lectura debe contar. Pero habrá que estaratentos a la manera en que cada narrador interpre-ta el simbolismo al que recurre. En Juan, la nochesimboliza la oscuridad del hombre privado de la luzde la revelación. En Marcos, la sinagoga es un lu-gar de enfrentamiento de los poderes para la sal-vación del hombre. En los Hechos de los Apósto-les, la conversión del oficial romano significa elinterés del Imperio por el Evangelio.

SEXTO CONCEPTO:EL PUNTO DE VISTA DEL NARRADOR

Ningún narrador, y singularmente el narrador bí-blico, es neutral. ¿Qué sistema de valores subyace

a la narración? ¿Dónde se percibe la ideología queexiste en el relato? ¿Qué jerarquía de valores pre-senta, a veces subrepticiamente? Pues existe suti-leza, por parte del narrador, para inducir al lector auna simpatía o antipatía respecto a un personajede la historia narrada. ¿Cómo procede?

Dos medios están a su disposición. Bien el na-rrador procede a un comentario explícito: "Los fari-seos, para ponerle a prueba, dijeron a Jesús... ».Bien el narrador usa de lo que se ha convenido enllamar un comentario implícito: agrupamos bajoesta expresión los procedimientos retóricos quejuegan con lo que no se dice, a saber, el simbolis-mo, la ironía o el malentendido. El cuarto evangelioes particularmente rico en este procedimiento deescritura que presupone un estado de connivenciacon el lector. Por ejemplo, el lector de Juan no seengaña con el malentendido en el que cae Nicode-mo (Jn 3,4.9); hacer de la cruz el lugar de exalta-ción de Jesús es un procedimiento de la ironía joá-nica, que el evangelista no explicita nunca (Jn 3,14;8,28; 12,32; etc.).

Cuatro ejemplosSe habrá constatado hasta qué punto los pro-

cedimientos narrativos iluminados con la ayuda delos seis conceptos enumerados revelan, por partede los narradores, la sugerencia de un recorrido desentido. Desearía concretar ahora la aportación delanálisis narrativo aplicando cuatro procedimientosen los que la narratología, desde mi punto de vista,permite un trabajo original sobre el texto. Estas ilus-traciones tendrán que ser forzosamente sumarias.Conciernen a la articulación de las intrigas, el juegode los enfoques, la diferenciación de las instancias

narrativas y la reevaluación del fenómeno de la re-dundancia literaria.

LA ARTICULACiÓN DE LAS INTRIGAS(Me 5,21-43)

La secuencia narrativa de Mc 5,21-43 ha llama-do desde hace mucho tiempo la atención de losexegetas por el hecho de su compleja estructura: elrelato centrado en la reanimación de la hija de Jai-

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ro (5,21-24.36-43) es interrumpido a lo largo del ca-mino por el episodio de la curación de la mujer conpérdidas de sangre (Mc 5,25-34). El texto presenta,por tanto, el caso de un microrrelato engarzado enuna secuencia narrativa más amplia. A la preguntapor saber lo que constituye la unidad de la secuen-cia, la exégesis responde frecuentemente con quelos protagonistas son dos mujeres y observa enambos episodios la recurrencia de la cifra doce(5,25.42): la mujer sufre desde hace doce años y lahija de Jairo tiene doce años de edad.

El análisis narrativo observa desde cerca laconstrucción del texto. Las dos intrigas se articulanuna con la otra; como ocurre frecuentemente en eldispositivo de engarce, la intriga del relato interiorestá al servicio de la intriga del relato exterior. Eneste caso, el levantamiento de la hija de Jairo co-necta narrativamente con el modelo de fe que re·presenta la mujer con pérdidas de sangre (5,34: «Tufe te ha salvado»). A partir de ese momento, la con-minación hecha a Jairo (5,36: «No temas, sólocree») puede apoyarse en el ejemplo que el relatoacaba de desplegar: el padre es invitado a dar prue-bas de esa fe que la mujer acaba de manifestar.

La cuestión no es la de saber si Jairo está o noal corriente de la escena que se ha desarrolladoentre Jesús y la mujer. Preguntarse en estos térmi-nos vuelve a reconstruir los hechos narrados y ajuzgar la veracidad del relato a partir de una re-construcción histórica. La narratología desplaza elproblema al nivel de la relación narrador-lector. Lainformación sobre la fe de la mujer ha sido propor-cionada al lector en los versículos 28-34, si bien elencadenamiento de una intriga con la otra puededesarrollarse. En consecuencia, habrá que estaratentos a la relación del modelo de fe que orques-ta el narrador entre la mujer con pérdidas de san-gre y el hombre que es el jefe de la sinagoga.18

Por tanto, la unidad de la secuencia 5,21-43 nose refiere solamente a las dos mujeres, sino a lacuestión de la fe. El narrador ha trabajado el reco-rrido de la mujer con pérdidas de sangre, la cual, deuna creencia cuasi supersticiosa en el poder mila-groso de Jesús (v. 27), llega ante él a la confesiónde «toda la verdad" (v. 33).

EL JUEGO DE LAS FOCALlZACIONES(Me 5,25-34)

Detengámonos en el relato de curación del queacabamos de hablar (5,25-34) para observar cómose lleva a cabo el juego de las focalizaciones.¿Quién ve en este relato?

El texto comienza con una focalización cero enlos versículos 26-27a: la información proporcionadaal lector sobre el pasado médico de la mujer trans-grede el marco temporal del relato; emana del na-rrador omnisciente. Sigue una cascada de focaliza-ciones internas, que nos asocia sucesivamente a lainterioridad de la mujer (<<se dijo", v. 28; «sintió", v.29), y después a la interioridad de Jesús (<<Jesús sedio cuenta», v.. 30). Los versículos 30b-32a tienenuna focalización externa, lo que corresponde a loque todo espectador podría observar (Jesús «sevolvió... preguntó... "; «sus discípulos le replicaron...pero él miraba alrededor"). El texto vuelve a lasfocalizaciones internas sobre Jesús (<<a ver si des-cubría", v. 32) y sobre la mujer (<<sabiendo lo quehabía pasado», v. 33), para desembocar en una fo-calización externa: la mujer le dijo «toda la verdad",y Jesús la declara salvada (w. 33b-34).

Esta gran habilidad del narrador Marcos no dejaindiferente al narratólogo, que se pregunta sobre elefecto de estos rápidos cambios de focalización.Porque Marcos es un especialista del género. Se-

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ñalemos que es raro que el lector del evangelio seaasociado, como aquí, al debate interno de Jesús.Tres observaciones hacen que se vea claramentela forma en que el dispositivo narrativo trabaja en laconstrucción del sentido.

- El lector está asociado a dos interioridades (lamujer y Jesús) de las que los discípulos son priva-dos; su incomprensión (v. 31) no indica estupidez,sino que señala la anomalía de una curación obte-nida (v. 29) y recibida (v. 30) en secreto.

- La sucesión de las focalizaciones internas yde la focalización externa final (w. 33b-34) señalacómo se inscribe narrativamente el recorrido deeste relato, que es un paso de la creencia secretaa la confesión pública de la verdad.

La fuerte expresión «le contó toda la verdad» (v.33) resume este recorrido sobre el que Jesús poneel nombre de fe; es un paso del registro del cuerpo(v. 29) al de la palabra verdadera (v. 34).

LA DIFERENCIACiÓN DE LAS INSTANCIAS(Le 7,1-10)

El relato de la curación del criado del centuriónde Cafarnaún (Lc 7,1-10) es extraño. ¿De quiéntrata de verdad: del criado o de su señor? ¿Se tra-ta igualmente de un relato de curación? Pues, delenfermo, el texto no dice casi nada, y nadie le com-padece; su curación ni siquiera será contada, sinosolamente constatada (v. 10: «Los enviados encon-traron sano al criado»). El texto habla del centurión,pero sin que esté presente; no está nunca ante Je-sús, y sin embargo su palabra ocupa el terreno na-rrativo (w. 6-S; cf. v. 3). Por tanto, la presencia delcenturión está asegurada por una mediación de lapalabra, que inscribe de entrada el relato bajo el

tema de la paradoja ausencia-presencia. Lucas7,1-10 es la historia de un no encuentro logrado porel rodeo de una palabra.

La mediación de la palabra es doble, y es ahí adonde quiero ir: la primera mediación (w. 4-5) estáasegurada por los notables judíos, que se expresanen su nombre y hablan del centurión en tercera per-sona: «Merece que se lo concedas...». La segundamediación (w. 6-S) está asegurada por los amigos,pero éstos no hacen más que vehicular el discursodel centurión enunciado en «yo». En efecto, unasutileza del texto griego se escapa a la traducciónespañola: el griego atribuye claramente este dis-curso al centurión. Traducción literal: «El centuriónenvió amigos diciéndole (legan auto, v. 6b)>>. Noson los amigos los que se expresan, sino el centu-rión a través de ellos. ¿Qué desplazamiento deno-ta este cambio de instancia narrativa?

Los notables defienden la causa del centuriónante Jesús (v. 4): «Merece que se lo concedas".¿En qué se fundamenta, según ellos, esta digni-dad? Se apoya en el hecho de que ama a Israel yha construido una sinagoga. Dicho de otra manera:los notables establecen la exterioridad religiosa delcenturión y marcan un campo simbólico del espa-cio; está fuera, pero ha mostrado méritos al cons-truir un interior (sinagoga, sinagogé, significa eti-mológicamente «asamblea»).

La segunda mediación de la palabra está ase-gurada por sus amigos (¡), que repercuten su dis-curso en los versículos 6b-S. ¿Qué dice él? Afirmaque no es digno (en contra de las palabras de losnotables) de recibir a Jesús, pero propone un me-dio de intervenir estableciendo una correlación consu experiencia militar. El principio que aplica es elde la eficacia de la palabra a distancia: él, un oficial,tiene la costumbre de mandar y de contar con elcumplimiento de sus órdenes a distancia.

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Esta segunda mediación va a permitir a Jesúsmaravillarse de esta fe ejemplar con un enunciadoque subvierte el campo simbólico del espacio esta-blecido por los notables judíos: «Os digo que ni enIsrael he encontrado una fe tan grande» (v. 9). Di-cho de otra manera: éste, que es pagano, por tan-to exterior a la alianza de la salvación, demuestraser en verdad más «interior» desde el punto de vis-ta de la fe que aquellos que, por su pertenencia aIsrael, están dentro de la alianza. Mediante estedeslizamiento en el nivel de las instancias narrati-vas se percibe mejor cómo el cambio de discursoha instalado en el relato un cambio de perspectivaen el orden de la salvación. Lucas 7,1-10 no es lahistoria de la curación de un siervo, sino el accesode un pagano a la fe.

REEVALUACIÓN DEL FENÓMENODE REDUNDANCIA LITERARIA

Este punto merecería por sí mismo un largo de-sarrollo. Me contentaré con sugerir las nuevasperspectivas y las promesas que el análisis narrati-vo abre en este terreno.

Se llama redundancia a la repetición de un mis-mo dato en el seno de la misma obra. En crítica li-teraria clásica, la redundancia es tratada C€lmo undoblete. La repetición del relato de la multiplicaciónde los panes (Mc 6 y 8) o la triple descripción de laconversión de Pablo en Damasco (Hch 9; 22 Y 26)están consideradas como azares de la composi-ción literaria. El principio que reina es que repetir elmismo relato en la misma obra no podría ser unaelección del autor, sino que resulta de una coacciónimpuesta al autor por su tradición. La «crítica de lasfuentes» aplica a este fenómeno una aproximacióndiacrónica (¿qué fuentes diferentes explican esta

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múltiple aparición?) y un tratamiento comparativo(las divergencias de una versión con respecto a laotra se explican por la coacción ejercida sobre elnarrador por su documentación). En todo caso, el fe:nómeno de la redundancia pasa por una anomalíaliteraria.

La perspectiva narratológica, aligerada de cual-quier preocupación genealógica, es diametralmen-te opuesta. Al no especular sobre la situación decoacción o de libertad del autor frente a sus fuen-tes, confirma el hecho de la redundancia y se pre-gunta por su significado. Una vez más, ésta es lapregunta que le interesa al análisis narrativo:«¿Cuál es el efecto del texto sobre el lector?»

El cambio de óptica que supone este desplaza-miento del conjunto de cuestiones resulta promete-dor. Entonces se plantean las preguntas siguientes:¿cuál es el Jugar en que surge cada relato dentro laintriga del libro? ¿Qué papel atribuir en la obra a lainsistencia sobre este episodio? Entre el primer y elsegundo surgimiento, ¿qué es lo que el lector haentendido que modifica la comprensión del relato?¿Se pueden explicar las divergencias de una ver-sión a otra a partir del cambio de protagonistas o deauditorio en la historia narrada? ¿Qué progresiónde la intriga explica estas diferencias? ¿Presuponeel narrador el conocimiento del primer relato en laescritura de la segunda versión?

Concretamente se señalará que el primer relatode la multiplicación de los panes (Mc 6,30-44) sedesarrolla en tierra judía, mientras que el segundo(8,1-10) tiene lugar en el territorio pagano de la De-cápolis. El primero está destinado a Israel; el se-gundo a los no judíos. Entre ambos tiene lugar lacontroversia de Jesús con los fariseos a propósitode la cuestión de la pureza, en la que Jesús recha-za los ritos de pureza alimentaria (7,15). La barreraque separa lo puro de lo impuro, a Israel de las na-

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ciones, es discutida, por tanto, entre los dos rela-tos. A partir se ese momento comprendemos porqué el episodio debe ser repetido: está destinado

igualmente a los paganos; a ellos es a quienestambién se ofrece este símbolo de la palabra abun-dante. La redundancia tiene sentido.

Como conclusión, una evaluaciónComo hemos dicho, toda lectura se define por la

serie de preguntas que la conduce ante el texto.¿Cómo evaluar las potencialidades y los límites dela búsqueda específica del análisis narrativo de losrelatos bíblicos? Cuatro observaciones esbozarán,como conclusión, esta evaluación.

UN SENCILLO APARATO DE LECTURAEl análisis narrativo ofrece un aparato de lectu-

ra y un lenguaje técnico que no suponen un tecni-cismo abrumador. Los conceptos esenciales hansido presentados aquí. Esta sencillez no es unaventaja menor, y hay que reconocer que no se pue-de decir lo mismo de todas las lecturas.

RECUPERARLA COHERENCIA NARRATIVA

El desplazamiento de la serie de preguntas so-bre el texto llevado a cabo por el análisis narrativotrata naturalmente de renovar la aproximación a losrelatos revelando tensiones internas: el Pentateucoy el cuarto evangelio en particular. Su estudio haestado dominado durante mucho tiempo por la «crí-tica de las fuentes». Entiendo por ello ese caminodiacrónico que explica las tensiones de un escritopor la presencia de fragmentos tradicionales inte-grados por el narrador en su composición. Este tra-bajo, necesario, ha sido llevado a cabo. Una nuevaperspectiva de lectura llevará a nuevos resultados.

La lectura del cuarto evangelio es un claro ejem-plo de ello. R. Alan Culpepper ha abierto magistral-mente una línea de lectura narrativa en su ya clási-co libro Anatomy of the Fourth Gospel (1983). Apartir de su impulso, hoy hay que volver a examinarla función del prólogo (1,1-18) en el cuerpo delevangelio. Se ha estudiado mucho el origen de estefragmento tradicional que el evangelista, enmen-dándolo, ha situado a la cabeza de su escrito. Pero,¿cuál es su función en este lugar estratégico delcomienzo? La categoría de «pacto de lectura» re-sulta útil aquí, por cuanto designa un prólogo en elque el narrador fija las claves de lectura de su rela-to. El prólogo desempeña seguramente este papelde orientación del lector en los umbrales del evan-gelio. De igual manera, no es preciso repetir hoy elrecorte de los discursos de despedida (Jn 13-17)en estratos sucesivos, sino plantear la hipótesis derelecturas sucesivas de un discurso por otro en elmismo núcleo del evangelio. En resumen, hay quellegar a integrar las tensiones y las fracturas de unrelato en el seno de un modelo de relectura inter-pretativa, más que desmembrarlo exacerbando susdiscordancias internas.

TEOLOGíA Y NARRATIVIDAD

El análisis narrativo permite apreciar cómo unateología se expresa narrativamente. Desconfiemosdel teólogo que, porque él mismo es un hombre depalabra, se fije en los enunciados de los discursos

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y subestime el potencial interpretativo del narrar. Elanálisis narrativo nos hace caer en la cuenta deque la construcción de una intriga, el dispositivo deuna red de personajes, la gestión de la temporali-dad y la semantización del espacio son tan indica-tivos de la intención teológica como una formula-ción doctrinal o una confesión de fe.

En mi opinión, es hacer justicia a los autores bí-blicos instruirse en las herramientas que ellos utili-zaron para construir su relato, aun cuando la teori-zación narratológica les fuera extraña. Hoy secomienza a medir el perjuicio que ha sufrido poreste hecho la lectura de Lucas-Hechos, un escritoacusado de mala teología por exegetas que se hanlimitado a estudiar los discursos descuidando laconstrucción narrativa de la obra.

¿Hay que postular por ello que los autores bíbli-cos redactaban sus textos teniendo en su mente unaparato metodológico tan complejo? Seguramenteno. Van Gogh no tuvo nunca en su mente los crite-rios que usaron después de él los críticos de suscuadros. No queda sino pensar que aplicaban, enparte conscientemente, normas de construcciónnarrativas que se encontraban también en loscuentos populares. Pertenecen al arte milenario denarrar.

ANÁLISIS NARRATIVOY CRíTICA HISTÓRICA

He dicho que el análisis narrativo no basta porsí mismo. Insistamos. Afirmar que el narrador com-

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pone su relato con vistas a ejercer un efecto sobreel lector vuelve a postular una connivencia entre elnarrador y el lector. Esta connivencia reside en lapertenencia a una cultura común, que hace que sele entienda tanto en el código lingüístico como en elcontexto del mensaje. Más de un siglo de críticahistórica ha mostrado hasta qué punto el contextode comunicación de los escritos bíblicos está histó-rica y culturalmente situado. Ahora bien, la búsque-da de códigos de comunicación no puede ahorrarun conocimiento de la cultura del autor y de los lec-tores. El evangelista Mateo y sus lectores tienen encomún un conocimiento de la Escritura, de la histo-ria y de la cultura judías, así como una concienciadel conflicto que opone a la Iglesia y a la Sinagoga.Reconstruir su cultura común necesita el recurso ala crítica histórica.

La distancia temporal que nos separa de la re-dacción de los escritos bíblicos hace necesario unconocimiento del contexto original de comunicacióndel texto. Lo que yo afirmo aquí no es compartidopor todas las corrientes del movimiento americanodel narrative criticism; corrientes derivadas amplíanla parte del lector hasta considerarlo como el únicocriterio de verdad en la lectura (pienso en la «críti-ca de la respuesta del lector», la reader responsecriticism).

A mi entender, articular una serie de cuestioneshistóricas y un estudio de la narratividad es meto-dológicamente posible. Teniendo en cuenta la natu-raleza histórica de los textos bíblicos, la operaciónes no sólo deseable, sino indispensable.

Daniel MARGUERAT