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Orientaciones MD 2015 / 13 7 D. 27 del tiempo ordinario / B 4 octubre 2015 En la lectura del evangelio de Marcos, propio del ciclo B, leemos hoy las palabras de Jesús sobre el matrimonio y el divorcio. Estas palabras están en la base de la posición de la Iglesia sobre el tema. No hace falta decir que el matrimonio y el divorcio son hoy cuestiones vivas y difíciles, en nuestra Iglesia y en nuestra sociedad. Podemos decir que es uno de los temas, quizá el que más, que enfrenta a la sensibilidad de la gente de nuestra cultura actual con la posición teológica y moral de la Iglesia. En los pocos minutos de la homilía no podemos atender todos los aspectos de una cuestión tan delicada y compleja. Sí que podemos, sin embargo, subrayar los puntos fuertes del mensaje cristiano. LOS CREÓ HOMBRE Y MUJER. POR ESO… Los fariseos recuerdan a Jesús la legislación permisiva de Moisés sobre el divorcio. Jesús desautoriza la ley y alude al principio: Al principio de la creación Dios «los creó hombre y mujer…». Este «al principio» es la razón última de la posición radical de Jesús y ha marcado el pensamiento y la praxis de toda la Iglesia. Jesús cita el pasaje del Génesis que leemos en la primera lectura. Este pasaje subraya, de una manera plástica, por un lado, la igualdad entre el hombre y la mujer (Esta sí que es hueso de mis huesos…); y, por otro, su superioridad y su dominio sobre todos los animales (…puso nombre a todos los animales… pero no encontraba ninguno como él que lo ayudase…). El texto acaba con las palabras citadas por Jesús: Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne (primera lectura y evangelio). Jesús no se presenta aquí como quien da una nueva norma. Alude al «prin- cipio», es decir, a la manera de ser del hombre y de la mujer tal como salieron de las manos de Dios. Se refiere a la íntima constitución del hombre y de la mujer, creados por Dios a su imagen y semejanza, hechos el uno para el otro en una unión de amor, de entrega, de vida compartida, abierta al bien mutuo, a la donación de la nueva vida a los hijos, al creci- miento conjunto en la vida familiar. Ponemos este mensaje de Jesús en el contexto global de sus palabras. Jesús habla del amor a Dios y del amor a los demás, y es siempre radical porque habla del corazón, de la actitud de los hombres ante la vida, de los otros, de uno mismo; y es radical también, pero no solo, cuando ha- bla de la pareja. Es «el Evangelio de la Familia», como dice el Sínodo de

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MD 2015 / 13 7

D. 27 del tiempo ordinario / B 4 octubre 2015

En la lectura del evangelio de Marcos, propio del ciclo B, leemos hoy las palabras de Jesús sobre el matrimonio y el divorcio. Estas palabras están en la base de la posición de la Iglesia sobre el tema. No hace falta decir que el matrimonio y el divorcio son hoy cuestiones vivas y difíciles, en nuestra Iglesia y en nuestra sociedad. Podemos decir que es uno de los temas, quizá el que más, que enfrenta a la sensibilidad de la gente de nuestra cultura actual con la posición teológica y moral de la Iglesia. En los pocos minutos de la homilía no podemos atender todos los aspectos de una cuestión tan delicada y compleja. Sí que podemos, sin embargo, subrayar los puntos fuertes del mensaje cristiano.

LOS CREÓ HOMBRE Y MUJER. POR ESO…

Los fariseos recuerdan a Jesús la legislación permisiva de Moisés sobre el divorcio. Jesús desautoriza la ley y alude al principio: Al principio de la creación Dios «los creó hombre y mujer…». Este «al principio» es la razón última de la posición radical de Jesús y ha marcado el pensamiento y la praxis de toda la Iglesia. Jesús cita el pasaje del Génesis que leemos en la primera lectura. Este pasaje subraya, de una manera plástica, por un lado, la igualdad entre el hombre y la mujer (Esta sí que es hueso de mis huesos…); y, por otro, su superioridad y su dominio sobre todos los animales (…puso nombre a todos los animales… pero no encontraba ninguno como él que lo ayudase…). El texto acaba con las palabras citadas por Jesús: Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne (primera lectura y evangelio). Jesús no se presenta aquí como quien da una nueva norma. Alude al «prin-cipio», es decir, a la manera de ser del hombre y de la mujer tal como salieron de las manos de Dios. Se refiere a la íntima constitución del hombre y de la mujer, creados por Dios a su imagen y semejanza, hechos el uno para el otro en una unión de amor, de entrega, de vida compartida, abierta al bien mutuo, a la donación de la nueva vida a los hijos, al creci-miento conjunto en la vida familiar. Ponemos este mensaje de Jesús en el contexto global de sus palabras. Jesús habla del amor a Dios y del amor a los demás, y es siempre radical porque habla del corazón, de la actitud de los hombres ante la vida, de los otros, de uno mismo; y es radical también, pero no solo, cuando ha-bla de la pareja. Es «el Evangelio de la Familia», como dice el Sínodo de

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es2014. Es un mensaje positivo, jubiloso, el anuncio de la belleza del amor pleno entre el hombre y la mujer, abierto al bien de los hijos, de la Igle-sia y de la sociedad. La mirada cristiana sobre el amor conyugal subraya dos acentos. Por un lado el antropológico: es la realización verdadera y humana de la vida de pareja, el amor mutuo, total. Y por el otro, el teo-lógico: este amor participa del amor mismo de Dios, que nos ama como Padre, y hace a los esposos colaboradores suyos en la misión de dar vida humana y cristiana a sus hijos.

VERDAD Y BELLEZA DE LA FAMILIA Y MISERICORDIA PARA CON LAS FAMILIAS HERIDAS Y FRÁGILES (SÍNODO DE LA FAMILIA, NÚM. 23)

Esta frase del Sínodo define su aportación específica en un tema hoy tan vivo. El mensaje sobre el amor conyugal pleno e indisoluble, con su gran-deza y sus exigencias, no ha de llevar a la Iglesia a la condena y la exclu-sión de los que no viven según este mensaje, sino a la misericordia, a la acogida y al acompañamiento. Yendo a la raíz evangélica, la verdad de Jesús sobre el amor conyugal y su rechazo del divorcio no niega la otra verdad de Jesús mismo, su apertura misericordiosa a todos, la acogida de todos y la llamada constante a la conversión y a la vida cristiana.

PERFECCIONAR Y CONSAGRAR CON SUFRIMIENTOS AL GUÍA DE SU SALVACIÓN

La carta a los Hebreos nos ayuda a poner el mensaje evangélico en su contexto teológico global: Dios… para llevar a una multitud de hijos a la glo-ria…; no solo a la gloria plena del cielo, sino a la gloria de una vida fiel amorosa, generosa día tras día, en todos los ámbitos de la vida, también en el ámbito conyugal y familiar. La carta dice algo sorprendente y ad-mirable: Juzgó conveniente… perfeccionar y consagrar con sufrimientos al guía de su salvación. Apliquémoslo a nuestro tema: Jesús es el Esposo que ama a la Iglesia, a la humanidad, a todos nosotros; se entrega por ella hasta los sufrimientos y la muerte en cruz, y así es llevado a la perfección y abre él mismo el camino de la Vida. Su palabra es él mismo, dándose hasta la muerte y la resurrección. Todos estamos llamados a participar de esta en-trega amorosa, difícil, jubilosa, portadora de vida. Amor conyugal pleno.

Gaspar Mora

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1lectura: Génesis 2,18-24 Y serán los dos una sola carne.

Estamos ante la segunda narración de la creación del libro del Génesis. Des-pués del solemne relato del capítulo primero, estructurado en un marco de siete días y en el que Dios, por la Pa-labra, crea toda la realidad; el capítulo segundo tiene una perspectiva diferen-te. Aquí Dios actúa como un alfarero que modela con arcilla a todos los se-res de la creación. El hombre es capaz de dar nombre a la realidad creada por Dios, pero no puede encontrar nada

que sea capaz de ayudarlo y de hacerle compañía.

Es por iniciativa divina que Dios toma una parte del hombre para hacerle una compañera que pueda llenar la necesi-dad de ayuda y de compañía que expe-rimenta. Solo entonces reconoce con un grito de entusiasmo que hay alguien que es verdaderamente como él con quien poder compartir la vida y llenarla de sentido. Y es don del Dios creador.

2lectura: Hebreos 2,9-11 El santificador y los santificados proceden todos del mismo.

La carta a los Hebreos es una espléndida y compleja homilía cristiana. En el frag-mento que nos ofrece el leccionario de hoy hallamos una reflexión hecha a par-tir del salmo 8 que lleva al autor a ver el plan de Dios: Jesús, que era el Hijo, fue rebajado y hecho por un tiempo inferior a los ángeles, mensajeros de Dios, que le son próximos; pero este movimiento de descenso fue seguido de otro de ascen-so a Dios: «Lo vemos ahora coronado de gloria y honor». Esto se ha producido para que se cumpliera el plan misterioso de Dios, que es motivado por el amor: «Por la gracia de Dios, ha padecido la

muerte para bien de todos». El sentido de este movimiento viene dado por la voluntad salvífica de Dios que quería «llevar a una multitud de hijos a la glo-ria». Aquí está la voluntad misteriosa de Dios–«juzgó conveniente»–que pasa por los caminos misteriosamente huma-nos del sufrimiento, que se convierten en una «consagración» sacerdotal que permite que Jesús haga de mediador definitivo ante Dios. El beneficio para la humanidad es increíble: hemos recibido el privilegio de ser llamados «herma-nos» de Jesús.

3lectura: Marcos 10,2-16 Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.

El evangelio de hoy nos presenta la enseñanza de Jesús sobre el divorcio y

casarse de nuevo. En un mundo como el nuestro donde hay tantas personas

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scristianas que se han divorciado y vuelto a casar, un texto como este hace abrir heridas antiguas y hurga en sentimien-tos de fracaso.

Hemos de señalar que Jesús es cuestio-nado por los fariseos sobre el divorcio, pero él se pone a hablar del matrimo-nio. El divorcio era un hecho aceptado por los judíos en tiempo de Jesús, lo que ocasionaba discusión eran las causas que permitían que un hombre –no una mujer– se divorciara. Los fariseos espe-raban que Jesús tomara partido (en la interpretación del Deuteronomio 24,1) por una de las dos grandes escuelas de la época: la de Shammay, estricta, o bien la de Hillel, permisiva.

La cuestión sobre si «es lícito» es inver-tida por Jesús, que contrapone Deutero-nomio 24 a Génesis 1–2: antes de la for-mulación de la ley está la historia de la creación; más antiguo que la legalidad del divorcio es el matrimonio. La punta del texto es la afirmación del matrimo-nio como proyecto para toda la vida de dos personas en una unión profunda en «una sola carne». Incluso padres y ma-dres han de ser abandonados para que se pueda realizar esta nueva relación, que es atribuida a la voluntad del mismo Dios. Jesús hace aquí una interpretación realmente atrevida: la ley dada por Moi-sés ha de ser leída con otra luz.

Antes de debatir sobre las posibles causas del divorcio, los fariseos han de entender que el matrimonio es un don de Dios que se remonta a la creación: este es el proyecto original de Dios. Otra cosa es que exista la «dureza de cora-zón» –en tiempo de Moisés y hoy– que

lleva a los divorcios.

Después de este debate la narración evangélica nos presenta la bella histo-ria de Jesús y los niños, que nos enseña algo sobre la importancia de los niños y sobre la naturaleza del Reino de Dios y, también, sobre los matrimonios, los que triunfan y los que fracasan.

Señalemos que Jesús dice que «de los que son como ellos es el reino de Dios». En el mundo antiguo los niños no tie-nen estatus ni derechos, y son conside-rados un estorbo. Pero Jesús piensa de manera diferente: la voluntad de Dios se realiza en personas que son como los niños: que no tienen poder, que son vulnerables, débiles y que a menudo son considerados un estorbo.

La observación «el que no acepte el rei-no de Dios como un niño, no entrará en él» nos dice que los niños son un ejemplo de aquellos para los cuales el reino está pensado, y que su manera de recibirlo será modelo para los adul-tos. El peso de la afirmación recae en el verbo «aceptar» y no en la inocencia de los niños. Jesús no habla de una ca-racterística idealizada de los niños, sino de la recepción del Reino por parte de personas sin poder, sin pretensiones y sin demandas. El Reino de Dios viene como gracia pura e inesperada a perso-nas que se encuentran por los caminos de la vida. Esta imagen formidable de los niños, rechazados en el mundo an-tiguo, que son queridos y bendecidos por Jesús, ofrece apoyo tanto a los que viven felices en el matrimonio como a los afligidos por la separación.

Joan Ferrer

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● (Este domingo empieza el Sínodo sobre la Familia)

Hoy domingo contemplamos a Jesucristo, que es buscado por los fariseos que lo quieren poner a prueba en el tema del divorcio. Y la res-puesta de Jesús no deja de sorprendernos: «Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre». Nos sorprende porque Jesús habla claro, pero más aún por la actualidad que tienen estas palabras en nuestros días. Y más todavía en este domingo en el que empieza el Sínodo sobre la fami-lia. Hoy es un buen momento para pedir al Espíritu Santo que acompañe e ilumine las mentes y los corazones de nuestros pastores, de los obis-pos de todo el mundo para que, junto con el santo padre, sean capaces de dar respuesta a los nuevos retos que hoy se plantean las familias cristianas, y nuestra sociedad actual.

● (La pregunta insidiosa de los fariseos)

Volviendo al inicio del evangelio, en este camino que Jesús hace a Jerusalén, se encuentra con la pregunta llena de malicia de los fariseos. Y está llena de malicia porque ya saben lo que piensa Jesús sobre la fidelidad matrimonial. Jesús, en la respuesta que da a los fariseos, solo entiende el divorcio desde la mentalidad de corazón endurecido de los mismos fariseos, y como un precepto que Moisés da ante la terquedad de su pueblo. Conviene no olvidar que la ley del divorcio estaba, muy a menudo, a favor del marido dejando a la mujer infravalorada. Por esto Jesús ya está indicando que esta ley, defendida por los fariseos, es una excepción ante la decadencia moral, la dureza de corazón.

Jesús medita bien su respuesta. Vuelve a los inicios del mismo pro-yecto de Dios, el que hemos escuchado en la primera lectura. La rela-ción tan íntima entre el hombre y la mujer creados a su imagen y seme-janza. Y llegará a decir lo mismo que nosotros hemos proclamado: «Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne». La ley que nos viene a traer Cristo es la Ley del Amor. El matrimonio, en este sentido, como sacramento, encuentra la más plena expresión de amor en la donación mutua, que se convierte en signo del amor de Dios para con cada uno de nosotros: de fidelidad, de entrega, de servicio. En definitiva, de amor.

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● (La pregunta de los mismos discípulos ante la cuestión)

Curiosamente este tema interesa también a los discípulos, y vemos como ellos, en la intimidad con el Maestro, le vuelven a preguntar sobre la familia y sobre el divorcio. Y realmente, aún sorprende más la firmeza de Jesús al insistir en la unidad del matrimonio, en la fidelidad de los ca-sados. Este es el ideal que Jesús da a entender a sus discípulos. Este es el proyecto de Dios pensado en el sacramento del matrimonio.

● (La grandeza del matrimonio y la realidad de nuestra sociedad)

A pesar de la dificultad y del sufrimiento que atraviesan muchos miembros de parejas casados y abandonados injustamente por el otro, como comunidad cristiana y como Iglesia no podemos dejar perder este ideal de la fidelidad y comunión matrimonial, como un gran tesoro que hemos de defender. Pero entendiendo también cada una de las reali-dades que se dan y que sufre cada uno de los hijos de Dios. Hay situa-ciones tan difíciles que solo Dios es capaz de juzgar. Por esto, conviene que recemos por las familias y las ayudemos, que recemos por el Papa y los obispos en este Sínodo, para que traigan la luz del Espíritu en estos momentos en los que se vive aún más el drama del divorcio y de las se-paraciones. Que como comunidad cristiana sepamos estar al lado de los que más sufren en estos casos. Y que no nos cansemos de recordar que el proyecto de Dios empieza en el Amor.

● (El que no acepte el Reino de Dios como un niño, no entrará en él)

Como punto final, no me dejan indiferente las últimas palabras de Jesús: «Dejad que los niños se acerquen a mí, no se lo impidáis». Real-mente ellos son la riqueza de la familia. Un don de Dios que cambia la vida de la pareja porque la enriquece en el amor fecundo y generoso. Ellos son, muchas veces, los que más sufren las consecuencias de los divorcios y las separaciones, de la ruptura de la familia. Realmente aquí está la preferencia de Jesús por los más pobres, por los que son trans-parentes y limpios de corazón, como los niños. Que esta Eucaristía que celebramos nos ayude a ponernos en actitud humilde ante Dios, como hijos suyos que somos.

DaviD Álvarez

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HOJA PARA LA CELEBRACIÓN

Con licencia eclesiásticaCentre de Pastoral Litúrgica Misa Dominical 2015 / 13 19

4 de octubre de 2015D. 27 DEL TIEMPO ORDINARIO / B

La gracia y la paz de Dios, nuestro Padre, y de Jesu-cristo, el Señor, esté con todos vosotros.

(– Convocados por Jesucristo, formando su comuni-dad, hemos venido hoy a la iglesia. Traemos aquí, cada uno de nosotros, nuestras alegrías y nuestras preocupaciones y angustias. Y traemos también, en nuestro corazón, las alegrías, las preocupacio-nes y las angustias del mundo entero. Con toda confianza, sabiéndonos hermanos los unos de los otros, y hermanos también de todos los hombres y mujeres del mundo, nos disponemos gozosamente a escuchar la Palabra de Jesús y a alimentarnos con su Cuerpo y su Sangre).

A. penitencial: Pongámonos ahora en silencio ante Dios y reconozcamos nuestros pecados. (Silencio).

− Tú, que has sido enviado a sanar los corazones afligi-dos. SEÑOR, TEN PIEDAD.

− Tú, que has venido a llamar a los pecadores. CRISTO,

TEN PIEDAD.

− Tú, que estás sentado a la derecha del Padre para interceder por nosotros. SEÑOR, TEN PIEDAD.

Dios todopoderoso tenga misericordia…

Gloria

Colecta: Oremos (pausa). Dios todopoderoso y eterno, que con amor generoso desbordas los méritos y deseos de los que te suplican,

derrama sobre nosotros tu misericordia, para que libres nuestra conciencia de toda inquie-

tud y nos concedas aun aquello que no nos atreve-mos a pedir.

Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

* * *

1. lectura (Génesis 2,18-24): Con la primera lectura, nos si-tuamos hoy en el principio del mundo, cuando Dios crea todas las cosas y, como culminación de todo, crea al hombre y a la mujer. Es un gran proyecto de amor.

Escucha, Padre, nuestra oración, y condúcenos siempre con tu amor. Por Jesucristo, nuestro Señor.

* * *

2. lectura (Hebreos 2,9-11): La segunda lectura nos invita a mirar hacia Jesucristo, y a agradecer la vida nueva que nos ha dado con su muerte en cruz.

Oración universal: Con la confianza que nos da Jesucristo muerto y resucitado, presentemos al Padre nuestras plegarias diciendo: ESCÚCHANOS, PADRE.

1. Por el papa Francisco y por los obispos que hoy comien-zan en Roma el Sínodo de la familia. Que el Espíritu de Dios los ilumine en su reflexión, para el bien de todo el pueblo cristiano. OREMOS:

2. Por nuestras familias y por todas las familias. Que puedan vivir su relación con paz y alegría, incluso en medio de las dificultades, y sean así un buen testimonio del amor de Dios. OREMOS:

3. Por las familias que sufren a causa de la pobreza, la enfermedad, las guerras o la desunión. Que encuentren la fortaleza y la ayuda que necesitan para salir adelante. OREMOS:

4. Por los niños y niñas que tienen que trabajar y no pueden jugar y educarse como merecen. Que sean liberados de esta situación dolorosa y puedan crecer felices. OREMOS:

5. Por todos nosotros. Que demos siempre un buen testi-monio del amor de Dios, sobre todo ante los que están más alejados de la fe. OREMOS:

Prefacio dominical I

Padrenuestro: Como Jesucristo nos ha enseñado, fieles a su palabra, nos atrevemos a decir:

Poscomunión: Oremos (pausa). Concédenos, Señor todopoderoso,

que de tal manera saciemos nuestra hambre y sed de estos sacramentos,

que nos transformemos en lo que hemos recibido. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Despedida: Hermanos y hermanas, anunciad a todos la alegría del Señor resucitado. Podéis ir en paz.

SUGERENCIAS PARA LOS CANTOS

Entrada: Toda la tierra te adore, MD 4-2 (604-2) / CLN A16; Como brotes de olivo, MD 205 (805); Juntos como herma-nos, MD 35 (635) / CLN 403; Alrededor de tu mesa, MD 71 (671) / CLN A4.

Responsorial: *Que el Señor nos bendiga 119 (719).

Aleluya: MD C4 / CLN E4.

Comunión: Bendigamos al Señor, MD 182 (782) / CLN 707; Unidos en ti, MD 181 (781); En la fracción del pan 167 (767) / CLN O5; Hambre de Dios 171 (771) / CLN O13.

Final: Que el Señor nos bendiga, MD 119 (719).

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