3. inda, matrimonios igualitarios

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  • 8/18/2019 3. Inda, Matrimonios Igualitarios

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    Psicoanálisis de las Configuraciones Vinculares, Tomo XXXIV, Nº 1, 2011, pp 49-69

    Matrimoniosigualitarios

    Norberto Inda *

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    (*) Licenciado en Psicología. Miembro Activo AAPPG.E-mail: [email protected]

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    «Hay dos cuestiones terribles: uno es no

    lograr lo que se desea, la otra es lograrlo».Oscar Wilde

    «La libido de todos nosotros oscila normal-

    mente a lo largo de la vida entre el objeto

     femenino y el masculino».

    Sigmund Freud 

     Introducción

    El reclamo por la igualdad en el derecho al matrimonio in-tenta combatir una desigualdad histórica: la estigmatizaciónde aquellos que no coinciden con la heterosexualidad comonorma –normal– al momento de la búsqueda en el placer sexual,en sociedades en que, domina el heterosexismo. Se trata dehacer legal –vía contrato matrimonial– lo que es real: el empa-rejamiento de personas del mismo sexo, a quienes hasta ahorael sistema jurídico les negaba su plena humanidad.

    Formar parte, pertenecer al conjunto de todos los que pue-den decidir la inscripción legal de una elección amorosa, su-

     pone por cierto, una ampliación de los derechos humanos, ycomo acto de los representantes de la democracia parlamen-taria, un legislar para todos, en el que ni la elección sexual, nila identidad genérica son variables definitorias. Un acto de

     justicia, en una sociedad en la que subsisten múltiples formatosde la injusticia, de la desigualdad.

    Y se reclaman los mismos derechos que tienen o tendríanlos heterosexuales. Una ratificación judicial de que anatomíano es –no debiera ser– destino. De que género no es –no de-

     biera ser destino. Lo que no implica irrelevancia en relación a

    los cuerpos erógenos, pero sí a la predeterminación de susderivas. Porque al decir de Fernández, A. (1993): «donde im- pera el destino, no hay subjetivación».

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    Preliminares

    Igualitario, se refiere, entonces, a una igualación de dere-chos y obligaciones, de estos matrimonios homos, a los ma-trimonios entre heterosexuales. Los legisladores argumentanla conveniencia de hablar de cónyuges o contrayentes en lu-gar de hombres y mujeres. No sólo porque ahora el casamien-to es entre dos varones y/o entre dos mujeres, sino también

     porque la nominación propuesta encuadra a este formato vin-cular por fuera de las determinaciones sexo-genéricas. Lanueva Ley, la 26.618, abre para muchos «el derecho a tener derechos».

    Los nombres proponen y disponen. Luego del entusiasmoque una medida de esta naturaleza despierta en tanto avancehacia la igualación, la equiparación política, es necesaria unademora en los nombres: Igualitarios y cónyuge. De esta últi-ma acepción estamos advertidos en su etimología, el Diccio-nario de Corominas destaca: Cónyuge, del latín conjux- ugis,«el que lleva el mismo yugo». Las escenas de la vida conyu-gal que se despliegan, por ejemplo, en un análisis, dan cuentaacabada de ese sentido. El de «igualitario», es un adjetivolegítimo en el sentido de que todos somos iguales ante la ley,y en ese sentido todos los matrimonios son o deberían ser igualitarios. El problema surge cuando esta adjetivación que-da pegada al matrimonio entre homosexuales, con la carga delo igual, en su deriva de idéntico, en la vertiente del narcisis-mo. La máxima «amarás al prójimo como a ti mismo», quetanto le molestaba a Freud, S. (1930), alertando como el pró-

     jimo a veces me ama, pero también me odia, me usa, me goza,etc. Nosotros hoy podríamos ligarlo a que el encuentro conotro, siempre supone el registro de una diferencia. Y que, a

     pesar de toda la tendencia a la igualación, al Uno (¿a la clase,al género único?) un encuentro –si lo hay– siempre es entredos, y a la opacidad fundamental que genera lo desconocido

    del otro y del sujeto mismo.

    Hasta ahora, los padecimientos de homosexuales y lesbia-nas, también de los transgéneros, no provienen del ejerciciode una sexualidad, sino de su cualidad de excluidos, o mar-

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    ginados de una pertenencia plena a la sociedad. Esta condición,al estilo de los supuestos bionianos, particularmente el de fuga yataque, fundó una discriminación negativa, y la unión que hacela fuerza frente a un medio adverso. Con frecuencia, la bandera

     política de las minorías –sexuales o no– se sostiene en la consig-na de la lucha contra la discriminación. Pero la discriminación,la particularización es condición de lo singular, y pasaporte im-

     prescindible para dar lugar a lo nuevo, y también para el trabajo psicoanalítico. El caso de los homosexuales fue inteligido, tam- bién, en algunos psicoanálisis, como paradigmático del vínculonarcisístico, es decir con un igual, en la medida en que la dife-rencia sexual sea la medida (¿única?) de la diferencia. Debiéra-mos preguntarnos por la pregnancia de algunos nombramientos:igualdad de derechos, no implica, no es lo mismo que la necesa-riedad de discriminar las particulares condiciones de existenciade los diferentes sujetos, así hablemos del sujeto del inconcien-te, como del sujeto del grupo.

    Conseguida la legalización en un código civil, y cierta le-gitimación de una elección sexual, se abre el espacio del con-flicto propio de cualquier agrupamiento humano. En este casola progresiva mengua de la descalificación exterior, puedeabrir una dimensión singularizante: visualizar, entender, ana-lizar la dinámica propia de un vínculo, donde las diferencias

     –ya no afincadas en la diferencia sexual– deberán hacer visi- bles de qué diferencias se trata cuando se trata de emparejar-se a otro. Para decirlo de otra forma, si el deseo parte de unacarencia que supuestamente un objeto, o el otro va a calmar,colmar, la tarea es de qué se trata en esta búsqueda de com-

     pletamiento, ¿Cuál será el entramado imaginario, el acoplefantasmático que garantice el lazo? Y por cierto, cuáles lasvicisitudes ¿particulares? de la relación sexual que no existe.

    Otro parámetro que conviene hacer jugar, es el de la bi-sexualidad, que en términos de identificación recíproca (Fe-

    renczi, S., 2006) consolida los vínculos amorosos, más alláde que la pareja esté formada por dos varones o dos mujeres,o por una mujer y un varón. Sabemos que los clientes de lastravestis son excluyentemente varones, muchos de los cualesforman parte de un matrimonio heterosexual estable. ¿Debié-

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    ramos catalogarlos como seres que desmienten la castración,que sus elecciones sexuales son oscilantes, o se trata de lí-neas de fuga con respecto a la coherencia establecida entresexo-género y deseo? Gomel, S. (2005) resalta la existenciade «legalidades heterogéneas actuando en simultaneidad» y

     propone no reducir la diferenciación sexual propia de la esce-na edípica como única determinación para la constitución sub-

     jetiva. Adelantándonos a algunas ideas freudianas de los próxi-mos párrafos, podemos preguntarnos ¿es posible reducir unencuentro sexual en su polimorfia, a la pertenencia unívoca aun género con sus pre-codificaciones? ¿No es acaso la bi-sexualidad, una de las maneras de inteligir al sujeto múltiple?Son preguntas que se actualizan y renuevan frente a las nue-vas configuraciones vinculares de los matrimonios igualitarios.

    Recordemos que a nivel del psicoanálisis, el paradigma dela diferencia es sexual. ¿Cómo operan, el ordenamiento fáli-co-castrado en una dupla donde no hay alguien que vía mas-carada, se hace el falo, frente al que cree portarlo? No se trataen el psicoanálisis ni de anatomía, ni de diagnósticos previos,sí de posiciones en lo sexual, teniendo en cuenta que esa ju-gada no tiene actores pre-destinados. En este triunfo del or-denamiento simbólico, no sólo sobre el plano sensible de laanatomía, sino del ordenamiento genérico, ¿cuál es el estatu-to de la diferencia?

     Los hechos

    Yo no he tenido acceso clínico a ninguna pareja ni sujetoque forme parte de un «matrimonio igualitario». En todos loscasos, se trata de uniones recientes. Contamos sí, en cambio,con trabajos y comentarios, de la clínica –individual y vincu-lar– y la teoría, de colegas en relación a estos vínculos. Mi

     propia experiencia incluye algunas consultas de parejas entre

    dos hombres. Las parejas entre homosexuales, esporádicas yestables, como sabemos, ya tienen una larga data. Cabe con-signar además, que, hasta el momento los pedidos de casa-miento civil son liderados por parejas con distintos tiempos

     previos de convivencia.

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    Tengo sí el mail de un ex paciente que me dice:

    «Querido Norberto: Desde ayer me he acordado muchode vos y de lo que hiciste para ayudarme en la vida a abrazar lo que quiero y defenderlo. Esta ampliación de derechos nome da cosas nuevas. Las confirma. Pero no todos tuvimos lasuerte de dar los pasos necesarios para aprender a no sóloaceptarnos, sino estar orgullosos y dispuestos a defender loque somos.

    Todos estos días en la plaza. Todos estos días en pequeñasescaramuzas de oficina, tratando de llevar luz allí donde eldogma cagó a piedrazos las lamparitas. Todos estos días to-mándome el trabajo de hablar con cada uno de esos grupitosde fundamentalistas con pancartas pidiendo una mamá y un

     papá. Cuando sólo quería insultarlos (y algunas veces lo hice).Todos estos días valieron la pena. Hoy estoy orgulloso del

     país que logra ponerse por encima de la media y legisla paratodos. Hay que seguir sin duda. Te mando un gran abrazo yel eterno agradecimiento por ese viaje maravilloso que fuemi análisis a tu lado, con tu ayuda. M.».

    Seguramente, este mensaje refleja el sentir de muchos varo-nes y mujeres que pelearon por la concreción de ese anhelo.Recibí este mail, al día siguiente de la aprobación, el 15 de

     julio del 2010, en la Cámara de Senadores, de la legalizacióndel matrimonio entre personas del mismo sexo. La aprobacióntuvo 33 votos a favor, 27 en contra, y hubo 3 abstenciones.Argentina se constituye en el décimo país en el mundo y elsegundo en América en legalizar el matrimonio igualitario, lue-go de Holanda, Bélgica, Sud-Africa, Noruega, Suecia, Finlan-dia, Portugal, España y Canadá. México lo legalizó sólo en elDistrito Federal.

    Pero, debiéramos no desestimar la totalidad del resultado:

    casi la mitad de los legisladores o no está de acuerdo con estaley, o se abstiene. Si se tratara de no pegar a los niños, laaprobación sería del 100%. Además, no todos los psicoana-listas, a pesar de Freud, visualizan la contingencia de la elec-ción sexual. Ni algunos de los imaginarios sociales, ni los

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    teóricos, y ni hablar de los religiosos, acuerdan con esta me-dida.

    Algunas de las ideas del analizante mencionado se repitenen los dichos de los nuevos contrayentes, que tuvieron unaenorme difusión mediática…. «Deseábamos formalizar nues-tra relación»; «Buscábamos un respaldo legal por los bienescompartidos»; «No ganamos una batalla, sino la guerra»;«Creemos que es una herramienta para volver al diálogo fa-miliar»; «No ser ciudadanos de segunda categoría»; «Algoque nos permita sostener el espacio de nuestra pareja», «Te-ner un lugar en el mundo»…etc., etc.. La presidente de Ar-gentina, Cristina Fernández, exclamó «más que una ley esuna construcción social de lo diverso, de lo múltiple».  Escierto, se trata de una ocasión histórica para la producción delo múltiple, frente a la hegemonía de lo Uno. También de lasconsecuencias que la pretensión de regularizar lo indomesti-cable de la sexualidad puede acarrear al interior de estos vín-culos, ahora entramables en un dispositivo matrimonial. Re-cordemos, entre nosotros el vínculo de pareja sigue siendo undador privilegiado de identidad y de pertenencia.

    Los carteles de la oposición que mencionaba mi paciente,en cambio reivindican «Yo quiero un papá y una mamá»; «Sólovarón y mujer»; «Este matrimonio es igualar dinero falso congenuino»…. Hombres a casarse, putos a curarse…etc., etc.

    En estos dichos, anatomía ES destino, y género también.Para ambas posiciones, se vuelve imprescindible la elucida-ción de la dimensión transubjetiva de las representaciones so-ciales en la armazón de la subjetividad.

    La aprobación de esta ley produjo muchos pedidos de ma-trimonio. Que en amplia mayoría de los casos se trataba de

     parejas con largas convivencias previas. Algunas cifras ma-

    nejadas por militantes de la LGBT (Liga Argentina de Gays,Bisexuales, Travestis, Transexuales) delatan que de esas pa-rejas, el 60% lo son de varones, y el 40% lo son de mujeres.

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     El matrimonio: genealogía mínima

    En relación a las formas de organizar las uniones matrimo-niales, la evolución implicó un alejamiento de los dogmas yun apoyo creciente en el Derecho positivo, es decir el pasajede la autoridad divina, a la autoridad de la razón.

     Nuestros antepasados puritanos presumían que los impul-sos fundamentales del hombre eran inmorales y debían ser amortiguados para encauzarlos hacia lo que se considera comobuena vida. Como vemos, los dispositivos tienen larga data.

    Esta actitud hacia la naturaleza humana que debe evitarseno se reduce a los antepasados. Es tan familiar que puedenaturalizarse, y quedar como un devenir inexorable. Recor-demos, la transacción sujeto-medio, una de las proposicionesmayores de Freud, S. en «El malestar en la cultura».

    En la civilización egipcia encontramos expresiones deandroginia dentro de su mitología (el dios Happi y la diosaIsis reunían –cada uno– los dos sexos), o característicashomofílicas en la civilización griega, donde la falta de inhibi-ciones sexuales era una manifestación más del énfasis a todolo humano, todo lo vital, incluido el sexo.

    Es en Grecia donde aparece la teoría de la intersexualidad humana: cada individuo posee uno y otro sexo en proporcio-nes diversas. Hermafrodito, es el hijo de Hermes y Afrodita.El ideal del amor, dirigido a los jóvenes varones, como partede la pedagogía y la práctica sexual pautada según el estatutodel objeto de dicha práctica. Recordemos que mujeres, niñosy esclavos eran de categoría inferior.

    En Roma, la homosexualidad no era tan difundida comoen Grecia, pero las relaciones sexuales entre varones eran con-

    sideradas normales aunque estaban más identificadas con ellibertinaje que con los sentimientos positivos.

    Es al libertinaje y al hedonismo a lo que, con el adveni-miento de la civilización cristiana –mejor dicho judeocristia-

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    na – se apunta, en forma dogmática, que el potencial sexualdebe estar volcado, exclusivamente, a su fin reproductivo. Seestablece una modalidad de sexualidad oficial, la heterosexua-lidad, legalizada por los lazos del matrimonio religioso comosacramento, o civil como contrato, y una firme condena mo-ral a cualquier clase de placer sexual. El periodo medieval

     –signado por la mirada religiosa– concede al marido el cuer- po, los bienes y los hijos de la mujer.

    A los seres humanos se les asigna una esencia sexual in-evitable que dependerá, de la anatomofisiologia de sus órga-nos genitales, y/o por su fórmula cromosómica.

    En relación a esta historia suscinta, la aprobación del ma-trimonio igualitario puede visualizarse como una novedad in-soslayable. Ya no se trata de hombre y mujer, sino de contra-yentes, por fuera de sexo y género. Pero también, como entodo proceso de normalización, como cualidad de lo institu-cionalizado, cabe interrogarse sobre las nuevas formas de en-cuadrar lo ingobernable del sexo.

    Estamos enfrentando dos cuestiones mayores: un relevode la heterosexualidad como norma, y un dispositivo, el ma-

    trimonio. O mejor, la correlación entre dos dispositivos.

     La norma heterosexual

    «Nombrar es aprisionar», advertía M. Foucault. Nuestrosdocumentos de identidad, a continuación de nombrarnos conun nombre que no elegimos, nos estampan un sexo: masculi-no o femenino. Lo cierto es que la sexualidad como práctica,como mandato, como fantasías, está, al menos en Occidente,en el meollo de toda definición identitaria. En el Registro Ci-vil, y en las teorías que nos describen-prescriben. Contraria-

    mente a la «hipótesis represiva» propuesta por Freud, S.,Foucault destaca que, particularmente durante los siglos XVIIIy XIX, se produce una puesta en discurso y una incitación ala confesión de las prácticas sexuales. La moral cristiana, y asu turno, el psicoanálisis, buscan en el sexo una verdad. Y

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    esta búsqueda, además de irse constituyendo en un meca-nismo de control, entroniza y a la vez, limita la sexualidad en su polimorfia. El dispositivo de la sexualidad modernaestá montado así: el sexo se vuelve conformador de identi-dad, la heterosexualidad se transforma en norma –normali-dad– y el dimorfismo sexual –heredero del darwinismo– queda naturalizado.

     Nombrar también es producir, hoy decimos, no hay identi-dad sin género. El exceso de significaciones que pesaba so-

     bre «sexo» (gonadal, corporal, genético, psíquico, social, cí-vico, etc.), propulsa a J. Money (1972) a importar la palabragénero, de la literatura a la medicina.

    Y comienza a denominarse género, a la construcción so-cio-cultural y pre-subjetiva de mujeres y varones, a partir desus diferencias anatómicas. Reservándose sexo, para la baseanatomo-fisiológica, o sexualidad, para las formas del logrode placer erótico. El proceso de entrada en la cultura es el delingreso al lenguaje y a los géneros. Y nuestra partición es

     binaria: mujeres y varones. La lógica binaria es la lógica de lacastración, según J. Laplanche.

    Los nombres producen y disciplinan. En 1870 (Katz, J.,1996), con la creación del nombre «homosexual», se abre, enoposición, el campo de la heterosexualidad. Y la modernidad inaugura la norma heterosexual como normalidad, lo que enforma automática envía a las formas del goce no heterosexua-les a la trasgresión o a la patología. Los destinos de lo otro, enla mirada del uno como eje, siempre suponen diferentes gra-dos de devaluación. Los géneros, herederos de este formatode binarismo también no podrían ser más que dos: femeninoy masculino.

    El matrimonio igualitario, recientemente sancionado, tie-

    ne antecedentes propiciatorios: en 1973, en su séptima edi-ción, el legendario DSM-4 elimina la homosexualidad como patología, y pone el foco, entonces, en las parafilias. Éstas,también llamadas perversiones, suponen conductas ligadas aformas del placer erótico, en las que ni el coito, ni lo genital

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    son los ejes que arquitecturan la sexualidad. Perverso poli-morfo era el niño freudiano, que jugaba voluptuosamente,

     perversos son los adultos que se demoran en travesuras quedes-estiman la cópula, y subrogan la función reproductora dela sexualidad. Pensar, también, es sospechar de los nombresde las cosas.

    Butler, J. (1990) enfatiza la idea de que ni el género, ni lasexualidad que genera son expresivos de ninguna esencia, sino«performativos». Es decir, no sólo implica que todo decir esun hacer, sino también una prescripción de un hacer determi-nado. Los comportamientos que se visualizan como «propios»de cada género, no son expresivos de ninguna esencia, sinoque esos comportamientos son el género que dicen expresar.

    Foucault, M. y a su turno Butler, J., resaltan la idea delsexo –y de los cuerpos– no como algo dado, sino construidossocialmente. El dispositivo que genera la «ficción reguladorade coherencia heterosexual» se vuelve un discurso hegemó-nico con tal fuerza que aun los mismos sujetos a los que con-dena pueden considerarlo verdadero. La fundación de una di-ferencia oposicional genera dos sexos ontológicamente dis-tintos, pero también desiguales –mujer y varón– naturalmen-te complementables. Esta operación reduce la polisexualidad al binarismo, atributivo y también jerárquico.

    El psicoanálisis, y luego los estudios de género, hicieronun mentís decisivo a la correlación armónica entre anatomía,identidad sexual y elección de objeto sexual. O dicho de otramanera, entre sexo, género y deseo. Freud, S. (1905) lo esta-

     blecía así «Para el psicoanálisis, la falta de toda relación dedependencia entre el sexo del individuo y su elección de ob-

     jeto, y la posibilidad de orientar indiferentemente esta últimahacia objetos masculinos o femeninos –hechos comprobadostanto en la infancia individual como la de los pueblos pare-

    cen constituir la actitud primaria y original, a partir de lacual se desarrolla luego el tipo sexual normal o el invertido».El objeto de la pulsión es contingente, no predeterminado,aunque el ordenamiento del Complejo Edípico hace las vecesde tope y se enrola con la prescriptiva heterosexual conocida.

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     No debiéramos dejar de consignar, o recordar, en este punto,que la trama edípica, supone siempre un complejo juego deelecciones de objeto e identificaciones en grados diferencia-les, más allá de los reduccionismos que la descomplejizan.Roudinesco, E. (1998), comenta que alternativamente «la teo-ría de la sexualidad puede tornarse normalizadota, y ser a lavez instrumento de la impugnación permanente de esa nor-ma».

    Más allá del dimorfismo (macho-hembra; femenino-masculismo, etc.), la sexualidad de los humanos plantea siem-

     pre inquietud, en parte por su dificultad y sus enigmáticosformatos.

    Staude, S. (2008) plantea que «la diferencia de los sexoses efecto de estructura por el hecho de que el humano es unser parlante» y, en relación a su construcción cultural, alertasobre «la imposibilidad de que ninguna de estas construccio-nes agote ni cierre un concepto unívoco sobre la diferencia...».Una militante travesti decía más simplemente «sexos y géne-ros hay tantos como personas». El rescate, el desafío de al-

     bergar lo singular también es la tarea para los nuevos matri-monios igualitarios, los conforme quien los conforme.

    La creciente casuística en el campo de transexualidades ytransgénero ilumina el campo proteiforme de la sexualidad humana. Freud, S. decía en las «Conferencias de Introduc-ción al Psicoanálisis» que «La elección de objeto homosexuales una ramificación regular de la vida amorosa».  No sóloquedan diluídas las diferencias entre neuróticos heterosexua-les y homosexuales, sino que ambas posiciones son conduc-tas sintomáticas, no estructuras. Además, no debiéramos ol-vidar que con frecuencia tendemos a visualizar los formatosde pareja, los dispositivos matrimoniales, y las dicotomías

     planteadas en el orden sexual, como hechos naturales, que

    siempre fueron así. Es decir, perdemos de vista su genealogíay su carácter de producciones socio-históricas. Las produc-ciones culturales tienen como característica principal el queno se vea que son construcciones culturales. Y last but not least, es imprescindible recordar que toda patologización de

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    formas del placer legaliza la intervención del poder médico, psicológico, etc.

     Dispositivos

    Dispositivo es una noción que inaugurara Foucault, M. en Arqueología del Saber (1985). Y que ha sistematizado Agam- ben, G. (2007) que define a los dispositivos como «un con- junto de discursos, instituciones, instalaciones arquitectóni-cas, decisiones, reglamentos, leyes, enunciados científicos,

     proposiciones filosóficas, morales, filantrópicas. Es la red quese establece entre esos elementos».

    El dispositivo tiene una función estratégica, generativa.Como el plus que producen los agrupamientos, el ejercicio desu poder produce sujetos dóciles, manejables. El matrimonioes un dispositivo social, así como la terapia de parejas es undispositivo clínico. En Foucault, M. el dispositivo vincula conla gobernabilidad, que ameritaría ser tenido en cuenta,recontextuado, en la conformación de lazos estables comolos de una familia, o una pareja. Que un vínculo se vuelvagobernable, supone cierta cristalización de expectativas y con-ductas. Una armonización entre desempeños de roles y la efi-cacia en los logros.

    Se relaciona también con lo que Hegel, F. (Agamben, G.,2007) llamó positividad, hablando de la religión positiva –adiferencia de la natural– que él describe como «Sentimientosimpresos en las almas mediante cohersión, y que de resultas

     producen mando y obediencia». Estas características ejem- plifican un modo de la gobernabilidad.

    El mandato bíblico de «no es bueno que el hombre esté solo» vehiculiza a la pareja como un destino casi propio de la

    hominización. Pero, a veces, esta positividad se vuelve unobstáculo para la libertad. Nosotros podríamos hablar de difi-cultad para la subjetivación: los hombres proponen, y los dis-

     positivos disponen. La obediencia, si bien puede implicar li-mitaciones, reaseguraría la pertenencia y el reconocimiento.

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    Recordemos, en ese sentido, algunas expresiones de los mili-tantes gays-lesbicos antes mencionadas.

    El dispositivo del matrimonio, sirvió también para ga-rantizar la división férrea y nada igualitaria de los géneros.El patriarcado naturalizó una relación asimétrica entre va-rones y mujeres, y el matrimonio fue también un medio dedominio.

    El dispositivo de la sexualidad, y del matrimonio, intentanencauzar la ingobernabilidad de la sexualidad, a través de for-mas discursivas y no discursivas que tienden a ontologizar las diferencias.

    Y ahora ¿qué?

    E. Roudinesco (2003) destacaba el caso de los homosexua-les que terminan reclamando la legalización de la unión civilcon sus parejas, como pasaporte de ingreso al orden burgués.Lo paradójico es que el deseo es pertenecer al mismo orden,que estigmatizó sus vidas, patologizó sus conductas, y en mu-chos casos las criminalizó. Como si todo el padecimiento delque fueron objeto por sus familias y la sociedad quedara anula-do por el gesto adaptativo de formar parte de sus instituciones.

    Tenemos como ejemplo de esa tendencia, el caso de lostravestis y transexuales que apuntan a la operación quirúrgi-ca de reasignación de sexo, que es, entre otras cosas, otraforma ilusoria de re-ivindicar un exclusivo orden de la hete-rosexualidad.

    El lugar que precede –ser hombre, ser mujer– constituye lasubjetividad, pero a la vez obstruye la subjetivación. Hay algode clausura en lo genital, si sólo habilita una sexualidad mo-

    nomorfa, en lugar de un erotismo caótico, polimorfo. Aquelque el mismo Freud insinuaba así: «El sentimiento de dichaocasionado por la satisfacción de un movimiento pulsionalindómito del Yo es incomparablemente más intenso que lasaciedad que procura una pulsión domesticada».

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    Los comentarios esperanzados de los recientes contrayen-tes destacan, en cambio, las ventajas no poco importantes queel casamiento legal viene a aportar: La inclusión de la parejay la familia en los sistemas contributivos de salud; la pensiónal sobreviviente, en caso de muerte de uno de los cónyuges;las cuotas alimentarias post-divorcio; los derechos sucesorios,etc., etc. La dimensión de lo autoconservativo, se amplía no-tablemente ahora que el derecho se alinea con la diversidad.

    Los homosexuales y lesbianas han ingresado al mundo ofi-cial, ahora tienen una pertenencia más completa. Varios delos consultados resaltaban, la posibilidad de que esta sanciónles permita reconciliarse con sus familias, o realizar una fies-ta de casamiento, y hasta poder reivindicarse frente a los pro-

     pios hijos. Esta inserción social ganada supondrá a cambiouna adhesión a las regulaciones propias de la sociedad, queahora les da existencia plena. En términos de P. Aulagnier (1988), este «Contrato narcisista» incluirá ganancias y cesio-nes. Para las parejas entre homosexuales, es el tiempo de co-secha, de un fruto largamente trabajado y anhelado. ¿Qué ten-drán que resignar o entregar homosexuales y lesbianas parala ganancia de ser considerados ciudadanos en igualdad?

    El matrimonio, que, al menos en Occidente fue la institu-ción que reaseguraba el sujetamiento de las mujeres, y la po-sición jerárquica de los varones (el jefe de la familia), supo-nía un contrato de fidelidad mutua. Pero en los hechos, se fuenaturalizando la doble moral sexual para los varones y la do-cilidad pedida a las mujeres, a costa de su propio erotismo. Yla división sexista de tareas: varón proveedor, mujer repro-ductora. Todo en formato dicotómico, roles opuestos, identi-dades conocidas y opuestas, garantía de una complementa-riedad que estructura al Uno, tan caro a la episteme de Occi-dente. Es el mismo modelo de pareja heterosexual heredado,y el matrimonio, los que reclaman actualizarse.

    Paradójicamente, la sanción de esta Ley de MatrimonioIgualitario hace luz sobre el formato desigual del matrimonioentre heterosexuales. Las bases del derecho de familia siguensiendo las mismas: prescripción de la monogamia, asentada

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    en relaciones sentimentales y de cuidado mutuo; crianza delos hijos, que se desarrolla bajo tutela del Estado. La cuestiónes que la diferencia de sexos como condición de la unión arras-tra desigualdades que quedaron naturalizadas: por ejemplo,la pregnancia del apellido paterno por sobre el materno; laguarda de los hijos pequeños otorgada a las madres, por fuerade su eficacia criadora; la férrea división de roles que sostie-ne la pregnancia –luego del divorcio– de las figuras de «ali-mentos» y «régimen de visitas» para el padre no conviviente;la no sanción aún del régimen de Tenencia Compartida enrelación a los hijos, etc. y los correlatos de formatos subjeti-vos que esos instituidos generan y hacen perdurar. Por algodecía Groucho Marx «El matrimonio es la principal causa dedivorcios».

    Tenemos necesidad de certezas, tal vez como resguardoidentitario, pretendiendo ratificar o refutar fuertemente algúnconcepto, alguna línea directriz. Aunque algunos tramos deeste trabajo pueden sonar a conclusiones cerradas, también y

     principalmente, frente a un acontecimiento como la sanciónde la Ley 26.618, valen más las preguntas que las respuestas.El entrecruzamiento entre dos dispositivos, el de la sexuali-dad y el del matrimonio, admite y espera trabajo teórico yclínico. Elucidar críticamente nuestras convicciones, ratifi-carlas temporalmente, o –como decía Wittengstein– arrojar la escalera que nos acercó a esos planos del entendimiento.

    A veces pasa que lo que se expulsa por la puerta reingresa por la ventana. En un comentario periodístico surge una pre-gunta ingenuamente válida, por parte del entrevistador: –Enlos divorcios de matrimonios igualitarios de varones, por ejem-

     plo ¿las juezas fallarán a favor del pasivo–? En el imaginarioque genera esa pregunta, no puede concebirse un vínculo di-ferente, tiene que haber un activo y un pasivo, no como ras-gos contingentes sino en su versión estabilizada, ontológica.

    El pensamiento binario no se rinde fácilmente, ni con una leyque cuestione y que ponga en duda ese mismo binarismo. La promulgación de la ley de Matrimonio Igualitario puede abrir camino a un acontecimiento, a un pensar nuevo, que segura-mente tendrá que lidiar con las tendencias reformistas,

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    Resumen

     El trabajo discurre en las consecuencias posibles del lla-mado Matrimonio Igualitario, a partir de la legalización en

     Argentina, del matrimonio civil entre homosexuales. Se co-rrelacionan el dispositivo de la heterosexualidad como nor-mativa y el dispositivo matrimonial, en relación a conceptosdel psicoanálisis y de las teorías de género. Y las derivasvinculares que esta modificación de la Ley puede acarrear,

    en relación a las nociones de sexo, género y deseo. Tambiénsobre el encuadre instituído del matrimonio tradicional.

    Palabras clave: Dispositivos. Matrimonio Civil. Heterosexua-lidad. Homosexualidad.

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    Summary Egalitarian Marriages

    The paper deals with the possible consequences of the socalled «Egalitarian Marriage», from the legalization of civilmarriage between homosexuals in Argentina (same-sex mar-riages). It is correlated the dispositive (device) of heterosexu-ality as a norm and the dispositive of marriage, in relation toconcepts from psychoanalysis and gender theories. And thelink derivations that can take place from the modification of the Law, in relation to the notions of sex, gender and desire.

     And also in regard to traditional marriage setting.

    Key words:  Dispositives. Civil Marriage. Heterosexuality.Homosexuality.

    Résumé Marriages Egalitaires

    Ce document traite des conséquences possibles de ce qu’on appelle «Mariage Egalitaire», après la légalisation dansl’Argentine de le mariage civil parmi des homosexuelles. On

     fait des corrélations entre le dispositif de l’hétérosexualité 

    comme une règle et le dispositif du mariage, par rapport desconcepts de la psychanalyse et des théories du genre. Aussi,les dérivations relationnels qui peut avoir après la modifica-tion de la Loi, par rapport a les notions du sexe, du gender et du désir. Et aussi, en relation au dispositif du mariage tradi-tionnelle.

    Mots clés: Dispositifs. Mariage Civile. Hétérosexualité. Ho-mosexualité.

    ResumoCasamentos Igualitários

    O artigo conjectura alguns das conseqüências posibles deo que da en llamar «Casamento Igualitário», depois da legis-lação em Argentina do casamento civil entre homossexuais. Secorrelaçoan o dispositivo da heterosexulidade como norma com

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    o dispositivo da casamento, desde os conceitos de psicanálisee as teorias de gênero. Além disso se propõe analisar as deri-vações que circulam no vinculo depois lá modificação da Lei,desde as noçaos de sexo, gênero, e desejo, mais também enrelação ao dispositivo do casamento tradicional.

    Palavras chave: Dispositivos. Casamento Civil. Heterosse-xualidade. Homossexualidade.