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LA TEOLOGÍA AFECTIVA COMO MODO DE CONOCIMIENTO DEL

PUEBLO EN LA PASTORAL POPULAR DEL PADRE RAFAEL TELLO1

Pbro. Omar César Albado

Publicado en: Vida Pastoral 287 (2010) 24-28

El principal propósito de la pastoral popular es acercarse al pueblo para

conocerlo y amarlo tal cual es, intentando así imitar a Jesús que, según nos cuenta el

evangelio, tiene un amor de predilección por las multitudes abandonadas y olvidadas,

aquellas que andan por la vida como ovejas sin pastor. Los relatos evangélicos

también nos hablan del trato especial que profesaba a los pobres y marginados, del

modo cómo se ocupaba de ellos, de cómo curaba sus enfermedades y de cómo

perdonaba sus pecados. Sin duda, esas multitudes se sentían y se sabían amadas por

un Dios que no les ponía condiciones ni se manejaba con argucias legales, sino que

simplemente era misericordioso con sus pecados y se abajaba a su condición sin

escandalizarse.

La multitud del evangelio tiene algún parecido con el numeroso pueblo que

hoy habita en nuestras tierras argentinas y latinoamericanas: es pobre, oprimido,

simple y está marginado del mundo de los que saben. La Iglesia reconoce, como lo

hizo el mismo Jesús, que allí están los preferidos de Dios y por ello los ama de un

modo privilegiado, haciendo suyas las palabras de Juan Pablo II cuando dijo que “el

Papa, la Iglesia y su jerarquía quieren seguir presentes en la causa del pobre” (Santo

Domingo, Homilía de la misa para la evangelización de los pueblos, 11 de octubre de

1984, 5).

Esta descripción y esta preocupación la encontramos como una constante en

muchos de los escritos del padre Tello. Dirá que en el continente latinoamericano

debemos reconocer la existencia de un pueblo nuevo surgido de la conquista y la

colonización compuesto por “grandes multitudes, mayoría de pobres, desposeídos y

dominados, y por lo mismo desconocidos en su dignidad personal” (R. TELLO,

Pastoral popular y evangelización, nota g, 370, inédito), lo cual nos brinda la

1 Agradezco a la Fundación Saracho, quien posee los derechos de autor de los escritos del P.

Rafael Tello, haberme permitido utilizar los textos inéditos para escribir el presente artículo.

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posibilidad de hacer una pastoral basada en la “humanidad, caridad y misericordia

para con las gentes sencillas” (R. TELLO, Ubicación histórica, 81, inédito).

Ahora bien, estar cerca de estas multitudes pobres y atenderlas para darles los

bienes de Dios implica conocerlas adecuadamente para no equivocarse en lo que se

pretende ofrecer. ¿Cómo hace un hombre de Iglesia para comprender correctamente a

esta multitud? ¿Hasta dónde es posible conocerla en su sentir y en sus anhelos más

profundos? ¿Existe algún criterio que nos oriente en este sentido? ¿Tiene la teología

algo que decir al respecto?

1.- Un pueblo pobre, sometido y cristiano

Lo primero que encontramos es que para Tello la multitud no es una masa

indiferenciada que ignora cuál es el sentido de su vida, dejándose arrastrar

arbitrariamente por el poder demagogo de los gobernantes de turno y que se

constituye sólo como una suma de individualidades sin conexiones entre sí. En verdad

esta multitud, dirá Tello, es un pueblo que se caracteriza por ser “una comunidad

humana, donde debe ser respetada la dignidad y libertad de todos” (R. TELLO,

Cuestiones de cambio social, 207, inédito). “El pueblo está constituido por personas

individuales -que son las que piensan y aman- pero no es un simple agregado, un

mero amontonamiento de ellas, sino que está formado por una organización o

estructuración social” (R. TELLO, Iglesia y pueblo, 81, inédito), Es comunidad

humana porque tiene un estilo de vida a partir del cual organiza y jerarquiza los

valores que rigen su existencia, aunque esto no siempre sea percibido en todas sus

consecuencias por aquellos que tienen otros criterios culturales. Es pobre y sometido,

pero sabe que quiere vivir en libertad y ser reconocido como hombre.

Para Tello la conformación de esta comunidad humana que es el pueblo con su

cultura tiene origen en el descubrimiento de América y en la primera evangelización,

surgiendo como fruto de la acción conjunta de la Corona y de la Iglesia. “La cultura

popular, es decir del pueblo, nace con el mismo pueblo, pues lo conforma. El pueblo

nace de la acción natural política de la sociedad colonizadora y de la acción religiosa

y sobrenatural de la Iglesia que comunica la fe y bautiza. La cultura popular se

compondrá así de dos elementos: uno natural y humano, otro sobrenatural y divino. Y

en éste radican energías que perfeccionan a aquél (cf. GS 42), lo purifican, fortalecen,

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elevan y fecunda” (R. TELLO, Pastoral Popular, nota e, 90-91, inédito). Es lo que

Tello llama el surgimiento de un “pueblo nuevo”, que no es sólo indígena, pero

tampoco tomado absolutamente por lo español.

Por el bautismo el “pueblo nuevo” recibe la fe y es cristiano. La cultura

popular no es simplemente una manera de vivir en este mundo, sino que es también

un modo de creer y de entender a Dios, lo cual se expresa concretamente en el

cristianismo popular como peculiar forma de vivir la vida cristiana que se da en

nuestro pueblo. Por ello el corazón del pueblo (y por tanto de la cultura popular), su

elemento formador determinante es el cristianismo popular. “No el cristianismo sino

el cristianismo popular (el cristianismo sin determinaciones culturales no parece

existir en esta tierra por lo menos en dimensión colectiva, social), el cual es

cristianismo verdadero, como lo reconoce el Magisterio universal” (R. TELLO,

Evangelización y cultura, 151, inédito). “De la cultura propia del pueblo nace el

cristianismo popular, verdadero cristianismo pero distinto” (R. TELLO, Evangelización

y cultura, 176, inédito).

Conocer a las multitudes que pueblan nuestro suelo es para Tello conocer al

pueblo y a su cultura. Es un paso necesario que debe dar todo aquel que pretenda

acercarse al hombre concreto y no quedarse en una abstracción que puede resultar útil

en el orden de la erudición, pero carente de eficacia en la acción pastoral. Tello es

contundente en este aspecto cuando afirma que “pretender llegar al hombre sin

conocer al pueblo o “medio histórico” (cf. G.S.53) que lo ha conformado, es vano y

puede ser presuntuoso. Es cierto que el camino de conocer al pueblo para poder llegar

al hombre será tal vez dificultoso y exigirá cambios notables en la formación y modos

de actuar de los hombres -varones y mujeres- de mayor peso en la Iglesia visible, pero

eso no justifica la falta de esfuerzo en recorrerlo” (R TELLO, El cristianismo popular

según las virtudes teologales, 154, inédito).

2.- Valor de la teología afectiva

Hablar de teología afectiva no es hacer lugar a un sentimentalismo sin

fundamento doctrinal, sino darle primacía en la acción pastoral al amor

misericordioso tal como nos lo enseña el mismo Jesús en el evangelio. No es una

propuesta vaga y abstracta para vivir sin compromiso histórico y social, sino asumir la

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responsabilidad de amar a Dios y al prójimo por sobre todas las cosas en el tiempo

histórico que nos ha sido dado para vivir. Tello actualiza la propuesta evangélica

propiciando una teología afectiva que tenga en cuenta a la multitud de Argentina y

América Latina que toma como identidad histórico-cultural la de ser un pueblo.

Ante todo quisiera recordar que el cristianismo pone de manifiesto la primacía

del amor por sobre el hacer. Agustín lo enseña cuando comenta el evangelio de san

Juan: “Suprime a los desgraciados: se habrán acabado las obras de misericordia. ¿Se

extinguirá también el fuego del amor?”. El amor no queda atado absolutamente a las

carencias materiales o espirituales del hombre sino que principalmente tiene por

objeto al hombre en sí mismo, a aquel que por ser creación de Dios debe ser amado

sin tener en cuenta su condición social o su situación miserable. Es claro que con esto

no se pretende ignorar el amor predilecto que Dios tiene por los pobres o anestesiar el

alma ante el sufrimiento de los otros o propiciar una actitud pasiva o de complacencia

ante a la injusticia, lo cual sería desvirtuar y falsear esta doctrina. Un texto del padre

Tello hablando del trabajo entre los pobres profundiza esta línea de reflexión: “Antes

que una opción por el trabajo a favor de los pobres, es una opción preferencial por el

amor a ellos. No basta obrar por los pobres; primero hay que amarlos. Del amor

surgen las obras. No debe haber trabajo por otros motivos alejados del amor, ni amor

sin obras, cuando ellas sean posibles” (R. TELLO, Notas para una pastoral popular,

inédito). Hay una primacía del amor que busca imitar a Dios y no exonerar al hombre

de su responsabilidad histórica.

Una consecuencia de esta enseñanza se refleja en la concepción de la teología

que Tello desarrolla al poner el énfasis en la primacía del amor por sobre la

especulación. El Documento de Puebla invitaba a tener presente esta preeminencia al

destacar que “para desarrollar su acción evangelizadora con realismo, la Iglesia ha de

conocer la cultura de América Latina. Pero parte, ante todo, de una profunda actitud

de amor a los pueblos. De esta suerte, no sólo por vía científica, sino también por la

connatural capacidad de comprensión afectiva que da el amor, podrá conocer y

discernir las modalidades propias de nuestra cultura, sus crisis y desafíos históricos y

solidarizarse, en consecuencia, con ella en el seno de su historia” (397). Si falta esta

connaturalidad amorosa no tendremos necesariamente un conocimiento falso del

pueblo y su cultura, pero sí casi con seguridad una comprensión insuficiente.

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Podemos darle prioridad a una búsqueda más especulativa y especializada para

aproximarnos a la intuición vital que guía a la cultura popular, dejando no en el olvido

pero sí para un segundo momento el acercamiento por el amor. Sin embargo, Tello

recuerda que aún cuando “esa percepción global es susceptible de recibir muy

diversos análisis racionales, cada uno ellos, -aunque facilite una comprensión analítica

y racional de esa cultura- no puede expresar más que algunos aspectos de ella” (R.

TELLO, Pastoral popular, nota e, 94, inédito).

De ningún modo debemos considerar la teología afectiva como un

conocimiento de segundo orden, como si se tratara de una hija bastarda de la teología

especulativa. Tiene su valor propio, pues tiene como punto de partida conocer aquello

que en primer lugar se ama. Dice Tello: “Conocimiento afectivo o amoroso no se dice

porque sea un conocimiento intelectual que recibe un impulso mayor o más fuerte de

la voluntad, que lleva a centrarse más en el objeto conocido […] Es decir, lo conocido

no es simplemente un objeto cualquiera sino un objeto-amado, que es conocido en

cuanto tal” (R. TELLO, Iglesia y pueblo, 40. 41, inédito).

3.- Las fuentes de la teología afectiva

En la disposición de la revelación divina encontramos el principal camino para

fundamentar el conocimiento afectivo. “La revelación es objeto de un conocimiento

afectivo más que de un conocimiento meramente intelectivo, y como en el

conocimiento afectivo el amor pasa a formar parte del objeto conocido, el amor con

que se ama a Dios que se revela, influye decididamente en la fe” (R. TELLO, La

pastoral popular y Santo Domingo, 195, inédito). Cuando Dios se propone ofrecer la

salvación no lo hace transmitiendo un conocimiento conceptual sino atrayendo al

hombre hacía sí como fruto de su amor sobreabundante. Es esa atracción la que

genera un modo de conocer, cuyo principio se encuentra en Dios y que invita al

hombre a ponerse en camino hacia él. “El cristianismo no es la revelación de una

verdad para que conociéndola racionalmente el hombre vaya hacia ella ayudado por la

gracia o favor de Dios (en este caso sí el conocimiento especulativo sería lo primero y

más importante), sino que al contrario es una atracción y un impulso, el comienzo de

un movimiento hacia Dios Salvador y, como el hombre es una creatura intelectual y

libre, ello va acompañado de la revelación de la verdad para que consciente y

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libremente, ayudado por la gracia, se dirija hacia Aquél que lo atrajo” (R. TELLO,

Iglesia y pueblo, 71, inédito).

A su vez, la revelación es el fundamento primero en el que se sustenta el acto

de fe. En su instancia inicial y constitutiva el creyente no pone su fe en un texto

escrito (aunque posteriormente puede ser de ayuda para confirmar o acrecentar lo que

ya ha recibido como un don) sino en Dios mismo. La fe es para Tello es “un

conocimiento vivo y sobrenatural por su origen que procede de la misma vida teologal

del cognoscente (sería totalmente diferente el conocimiento científico de la Palabra de

Dios de un hombre que no tiene fe verdadera) y que toca, afecta o determina esa

misma vida” (R. TELLO, Iglesia y pueblo, 25, inédito). Un hombre se aferra a Dios

porque toca su vida. Alguien que tiene vida comunica a nuestra existencia el anhelo

por la vida y le da sentido. Por ello, en esta concepción de la fe el primer movimiento

hacia Dios no es el de entenderlo conceptual o racionalmente, sino el de amarlo.

Tello recuerda, siguiendo la enseñanza de Agustín y Tomás, que el acto de fe

en su estructura teologal incluye tres aspectos, íntimamente relacionados entre sí

aunque se distinguen: el primero y más importante, pues determina el grado de fe, es

la adhesión a Dios y a lo que Él revela; luego sigue la comprensión de Dios o de

aquello que Dios ha revelado; y, por último, la tendencia, el movimiento hacia Dios

en donde el hombre se entrega con su inteligencia y voluntad. La acentuación del

segundo o del tercer aspecto es lo que da origen a dos tipos de teología o a dos modos

de conocer a Dios. “La fe es constituida fundamentalmente por la adhesión de Dios.

El desarrollo racional del segundo aspecto, la comprensión de Dios y la Revelación,

da nacimiento a la teología especulativa. El conocimiento que resulta de la tendencia

o unión con el objeto revelado, que es un bien para el sujeto, es el constitutivo de que

se puede llamar teología afectiva” (R. TELLO, Iglesia y pueblo, 29, inédito).

A partir de este análisis del acto de fe encontramos una cierta contraposición

entre afectivo y especulativo, al punto que podríamos afirmar que según cómo

creamos será nuestra teología. Pero esto debe comprenderse no como una oposición

lisa y llana, sino como una distinción que nos ayuda a valorar otro tipo de

conocimiento que habitualmente queda olvidado en la Iglesia por el peso que tiene

una teología más intelectual e ilustrada. A la hora de hacer teología Tello rescata el

amor en su valor específico y distintivo y no como la culminación de un proceso

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conceptual en donde la inteligencia sigue teniendo el predominio y dando el impulso

final. “El conocimiento especulativo tiene como finalidad al mismo conocer, el

conocimiento afectivo es un saber que confirma o acrecienta el amor, el aprecio, la

unión, la penetración amorosa en lo amado, la posesión de lo amado” (R, TELLO,

Iglesia y pueblo, 48, inédito).

4.- Algunos interrogantes

La teología afectiva es un modo de conocimiento que brota del mismo ser de

Dios. Indagar en ella es indagar en la intimidad de Dios, descubrir sus intenciones

para con la humanidad y tratar de ponerlas en práctica. Tello pone aquí el énfasis

cuando sienta las bases de su teología de la pastoral popular y nosotros hemos

presentado la importancia que tiene en orden a la evangelización y conocimiento del

pueblo.

Sin embargo, quedan algunos interrogantes por responder. ¿Por qué es tan

significativa la teología afectiva para conocer al pueblo? ¿Qué pasa con los saberes de

las otras ciencias? ¿Dónde queda ubicada la teología especulativa? ¿Cuál es su

función? En definitiva, ¿cuál es su originalidad, por la cual pretende quedarse con la

primacía del saber teológico? Dios mediante, trataré de responder a estas preguntas en

el próximo artículo.