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1 El de la Ciudad Pregonero

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1El de la CiudadPregonero

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3El de la CiudadPregonero

PresentaciónAlberto Zepeda LaraDirector del Archivo General Municipal de Puebla

Érase una vezEl cabildo, “El libro que contiene los Patronatos” y las Reformas Borbónicas en la Puebla de los ÁngelesFrances Ramos

Dádivas del Cielo: devociones y oficios en la Villa de Orizaba, 1735-1805Gabriela Huerta Martínez

Santa Apolonia: Una mirada a la relación entre un oficio y la religiosidad en la Puebla de los ÁngelesReyna B. Vázquez GonzálezLuis Adrián Rodríguez CortésLiliana Carranza Anaya

Congregación de la Virgen del Pópulo, una devoción de la élite poblanaVerónica Ramos Benítez

Disfrute visualMaría Aurelia Hernández YahuitlCarlos Cruz Estrada

Breves De archivística La descripción en fotografía.Apuntes desde la ArchivísticaCarlos Garrido Vargas

tiemPo De liBrosSilva Meza León

Galería De PersonajesPintores Barrocos Donato Ubaldo Hernández FloresArturo Córdoba Durana

Diseño editorialElizabeth Horta Pérez

encargado de Despachode la subdireción de imagen

Juan Carlos Figeroa Cortéz

Iglesia del Perpetuo Socorro,se aprecia la imagen de la

Virgen del Perpetuo Socorro.AGMP, Material gráfico,

JMM-265. 1984-1987

imaGen en PortaDa

DePartamentoDe imaGen

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5El de la CiudadPregonero

H oy es difícil imaginar al Ayuntamiento poblano acudir como cuerpo colegiado y en representación de la Ciudad a una ce-remonia religiosa en la catedral de Puebla o participar en la solemne procesión de Corpus Christi, portando las varas del

palio bajo la cual el obispo lleva la custodia con la hostia consagrada; o bien, implorando la protección de San Francisco de Asís y San Nicolás Tolentino contra los terremotos que causan grandes estragos a la Ciudad Angélica. Sin embargo, antes de que las Constituciones de 1857 y 1917 proclamaran la separación formal y definitiva del Estado y la Iglesia no fue así, estando obligadas las autoridades municipales a participar en un nutrido calendario litúrgico y congraciarse con los numerosos santos y advocaciones divinas a quienes tenía jurada fidelidad por ser sus santos patronos, tema por demás interesante que aborda la presente edición de El Pregonero de la Ciudad, el que es desmenuzado por connotadas especialistas cuya temática fue su línea principal de investigación, como pasó con Frances Ramos con el libro de Patronatos del Archivo General Municipal de Puebla, o Gabriela Huerta que analiza las devociones carmelitanas de la villa de Orizaba en la segunda mi-tad del siglo XVIII; por su parte, Verónica Ramos nos recuerda el importante culto que tuvo la Virgen del Pópulo en el templo del Espíritu Santo, mismo recinto donde los barberos y los flebotomianos novohispanos se pusieron bajo el amparo de Santa Apolonia, como nos lo recuerdan Reyna Beatriz Vázquez, Luis Adrián Rodríguez y Liliana Carranza; artículos de fondo que forman parte de la sección Érase una vez del Pregonero.

Las demás secciones del Boletín: Galería de Personajes Históricos, disfrute Visual y tiemPo de libros contribuyen con sus aportes al mejor conocimiento y disfrute de las devociones y patrocinios que tuvo en el pasado Puebla, la misma ciudad que es hoy Patrimonio del Mundo. En breVes de arcHiVística, el maestro Carlos Garrido Vargas abunda sobre de la descripción archivística de la foto-grafía.

Hacemos votos, por no decir oraciones, aunque la intención sea la mis-ma, para que la presente edición contribuya al mejor conocimiento del pa-sado luminoso de nuestra monumental ciudad.

Alberto Zepeda LaraDirector del Archivo General Municipal de Puebla

Presentación

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7El de la CiudadPregonero

Y LAS REFORMAS BORBÓNICAS

El CabildoQUE CONTIENE LOS PATRONATOS”

“EL LIBRO

Puebla de los ÁngelesEN LA

Frances L. Ramos1

E n 1769, Antonio Basilio de Arteaga y Solórzano, el regidor más antiguo de la Puebla de los Ángeles, presentó una his-toria masiva de las obligaciones ceremoniales del gobierno municipal. Con más de 500 fojas manuscritas, el volumen

contiene información valiosa sobre las responsabilidades de los ediles de Puebla, empezando por donde deben reposar durante las procesiones, hasta el código de vestimenta adecuado para los honores fúnebres reales. El volumen contiene en su mayoría transcripciones de las Actas municipales del siglo XVI y XVII, en las cuales se establecieron las devo-ciones y prácticas ceremoniales del cabildo. Formó así el llamado “Libro de Patronatos”, donde se confirmó “la costumbre,” un concepto casi sagrado para los ediles de la “segunda ciudad” del virreinato.2

Aunque Arteaga y Solórzano estaba interesado principalmente en crear una herramienta de referencia para los regidores, también concibió el man-uscrito como una manera de defender las ceremonias acostumbradas del gobierno municipal. En 1765, Carlos III (1759-1788) envió a José de Gálvez a la Nueva España para acelerar el establecimiento de milicias profesionales, ver la viabilidad de la creación de nuevas jurisdicciones políticas o Inten-dencias y crear una oficina de Contabilidad General para supervisar el gasto municipal. El 28 de Septiembre de 1768, el gobierno municipal de Puebla recibió una carta del asistente de Gálvez, José Antonio de Areche, quien Gálvez había puesto a cargo de revisar las finanzas de los ayuntamientos a lo largo del virreinato. Con la intención de reducir del gasto, Areche solicitó in-formación respecto a las obligaciones ceremoniales de la ciudad, incluyendo los “Patronatos”, o los Santos Patronos de la ciudad. Específicamente, so-licitó información acerca de cuándo y por qué el Cabildo eligió a sus Santos Patronos y cuales conmemoraciones habían sido ordenados por el monarca u otros superiores como, el virrey o el Consejo de Indias.3

Es posible que Arteaga y Solórzano sentía una responsabilidad personal para defender la cultura ceremonial del cabildo y frenar la ola de cambio. Extrema-damente piadoso, el regidor más antiguo empezó “El libro que contiene los patronatos” con poemas elogiando a cada uno de los Santos Patronos de Puebla y siguió con las transcripciones de sus privilegios fundacionales, incluyendo el decreto concediendo a Puebla el título de “Más Noble y Leal ciudad”. El regidor dividió el resto del volumen en tres secciones distintas. La primera se centró en las ocasiones obligatorias, las cuales el cabildo apoyaba con unas subvenciones; todos los miembros del cabildo estaban obligados a participar en estos eventos, junto con dos maceros cargando las mazas ornamentadas que representaban la autoridad del cabildo. La siguiente sección contiene los eventos donde el ca-bildo asistía pero sin “la formalidad de mazas” y asistencia financiera. La última sección incluye eventos extraordinarios como las entradas virreinales y episco-pales y las exequias reales y juras del rey.4

1. Doctora en Historia, profesora de la Universidad de Florida2. AGMP, Patronatos,vol. 1. 1769.3. José Antonio de Areche al cabildo, ciudad de México, 28 Septiembre 1768, AGMP, Reales Cédulas, vol. 10, f. 358 vta.4. AGMP, Patronatos,vol. 1. 1769.

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8 9El de la CiudadPregonero

Comenzando el tomo con una transcripción de los privilegios fundacionales de Puebla, Arteaga y Solórzano afirmó lo que la mayoría de los vecinos de Pueb-la seguramente entendían; el cabildo representaba la ciudad. Los regidores par-ticiparon con orgullo en una amplia variedad de ceremonias públicas, y al asistir a un evento con portadores de maza salían en “cuerpo de ciudad”. Frecuente-mente, la documentación se refiere al cabildo como la “Más Noble ciudad», o incluso simplemente como la “Nobilísima” o «Más Noble”. Cuando miembros del cabildo mostraban su riqueza y poder a través de la ceremonia, esto se re-flejaba positivamente sobre Puebla. La portada del volumen pone el orgullo del gobierno municipal fuera de duda. Aparece una pintura encantadora del escudo de armas de la ciudad, el mismo emitido por Carlos V en 1538 que luego decoró las mazas ceremoniales del cabildo.

No está claro si el cabildo envió extractos del volumen a Gálvez o Areche, pero dado todo lo que el cabildo tenía por perder, no es una casualidad que Arteaga y Solórzano de-cidió compilar el manual durante la Visita General (1765-1771). En 1765 el cabildo de Puebla gozó de la protección de diecisiete santos patronos, lo que significa que en diecisiete días asistió a una misa y sermón en honor de un santo patrón y participó en “cuerpo de ciudad” en una procesión. Miembros del cabildo también asistieron en otros eventos por orden de la corona o para el propósito de inspirar devoción y dar un buen ejemplo para la población. Dicho todo esto, el cabildo pasó un mínimo de cin-cuenta días cada año participando en ceremonias públicas.5

Miembros del cabildo también organizaron y asistieron en una gran variedad de ocasiones ex-traordinarias que a menudo requerían semanas de planificación. Cuando obispos entraron en la diócesis de Puebla por primera vez, el gobierno municipal participó y ayudó con una subvención. Las epidemias y las hambrunas requerían pro-cesiones de apaciguamiento, y los concejales a

menudo tomaron la iniciativa en la organización de estas manifestaciones. Nuevos virreyes, por otra parte, pasaron por Puebla en promedio cada seis a siete años, y el cabildo celebraba con grandes entradas triunfales y ban-quetes que duraban varios días.

De vez en cuando, el cabildo recibió cédulas orde-nando la conmemoración de un evento especial para la familia real, como el nacimiento de un príncipe, un ma-trimonio, unas honras fúnebres, o la aclamación de un nuevo rey, lo cual hacía con la participación y ayuda del cabildo eclesiástico. También, a veces el cabildo secular y eclesiástico se juntaba a conmemorar una victoria militar con una misa de gracias. A mediados del siglo XVIII, el go-bierno municipal de Puebla pasaba 14 por ciento del año atendiendo a su calendario ritual, pero frecuentemente pasaba mucho más tiempo en las actividades ceremonials cuando se considera estos eventos “extraordinarios”.6

En la junta de 20 de Febrero de 1770, los regidores votaron a crear una versión abreviada del “Libro que contiene los patronatos.” Significativamente, Arteaga y Solórzano tuvo la esperanza de que de esta manera los patronatos no serían alterados, y sugirió dar una copia a cada regidor.7 Sin embargo, está claro que Arteaga y Solórzano también esperaba frenar los planes de los reformistas borbónicos. El día 13 de Enero de 1773, el contador general quién Gálvez había instalado, Francis-co Antonio Gallareta, colocó límites a la cantidad que el cabildo de Puebla podía gastar en muchas de sus con-memoraciones anuales y redujo el número de sus santos patronos por seis, argumentando que el cabildo nunca hizo juramento oficial para honrar a esos seis y, por lo tanto, no actuaban como auténticos Santos Patronos de la ciudad.8 Nueve meses después, Arteaga y Solórzano anunció la realización del nuevo manual, que utilizó para resistir las reformas de Gallareta.9 En 1776, Gallareta es-cribió una carta al cabildo asombrado que, a pesar de las nuevas órdenes acerca de sus fiestas y sus santos pa-tronos, el cabildo insistió en celebrar todas sus ceremo-nias públicas en la misma forma. Con el fin de preservar sus “patronatos,” el gobierno describió en gran detalle los orígenes de cada devoción.10

Pero aunque los ministros reformistas se quejaban de la testarudez del cabildo poblano, permitieron la continuación de muchas prácticas tradicionales. Aunque el cabildo ya había renunciado su juramento a Santa Rosa (uno de los seis previstos para la eliminación) como resul-tado de una disputa con el convento del mismo nombre,

AGMP, Patronatos, vol 1. 1769

AGMP, Patronatos, vol 1.foja 7 fte.

5. AGMP, Patronatos, vol. 1, 1769, Libros varios vol. 20, ff. 31 v-123 v.

6. AGMP Patronatos, vol. 1 y vol. 2, 1769. Libros varios, vol. 9 y 20 7. AGMP, Patronatos, vol. 2, f. 349 vta. 17738. AGMP, Actas de Cabildo, vol. 55, f. 14 vta., 16 de Enero 1773.9. AGMP, Actas de Cabildo, vol. 53, f. 113 vta., 30 de Septiembre 1773.10. AGMP, Actas de Cabildo, vol. 55, ff. 187 fre.-187 vta., 20 de Julio 1776.

Érase una vez

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continuó celebrando su fiesta, pero sin la subvención de 25 pesos. También siguió celebrando los días de fiesta de San Felipe de Jesús, San Nicolás de Tolentino y San Francisco Xavier, uno de los fundadores de la Sociedad de Jesús (ahora honrado en el convento franciscano de Santa Bárbara). Aún más significativo, según ordenanzas municipales impresos en 1787, el cabil-do continuó donando 25 pesos para sus fiestas anuales. Los únicos santos

patronos eliminados por los reformadores que perma-necieron fuera del calendario ritual eran Santa Teresa y San Juan de la Cruz, los fundadores de la orden de Carmelitas Descalzas.11 Es posible que la orden religiosa, con su aversión al mundo material, se negó a solicitar y conservar el apoyo del cabildo

El cabildo defendió las devociones de la ciudad en varias formas. Mientras que los asistentes de Gálvez in-sistían que la ciudad debía limitar el número de sus santos patronos, el cabildo agregó a un nuevo santo patrono a

su calendario ritual. En 1771, los regidores eligieron a Nuestra Señora del Rosario en el convento de Santo Domingo. Significativamente, el cabildo decidió elegir a la santa con una subvención de 25 pesos anualmente hacia su festividad el 1 de enero para garantizar el buen gobierno y para bendecir a los recién elegidos alcaldes ordinarios.12 Durante un periodo intenso de imposiciones que amenazaban la estabilidad del cabildo y su cultura devo-cional, el cabildo decidió elegir una santa patrona para proteger al gobierno municipal y asegurar su éxito.

Aunque los reformistas trataron de cambiar la cultura devocional del ca-bildo, se enfrentaron con una fuerte resistencia de parte de los concejales poblanos. Arteaga y Solórzano funcionó como el líder de este batalla, y “El Libro que contiene los patronatos”, como su arma principal. El manuscrito no solo justificó la importancia de todas las fiestas (dando una descripción detallada de sus orígenes), permitió a los escribanos del cabildo formar una versión abreviada para el uso eficiente de los regidores. Aunque Gálvez, Areche, y Gallarete trataron de imponer el absolutismo en la ciudad de Puebla, el cabildo no lo permitió en su cultura sagrada.13

El cabildo defendió las devociones de la ciudad en varias formas.

11.Mariano Enciso y Texada, Ordenanzas que debe guardar la Muy Noble y Leal ciudad de la Puebla de los Ángeles, Puebla de los Ángeles: Oficina de Don Pedro de la Rosa,

1787, pp. 79-88.12.Ibid, 79-80.

13.Para más sobre la cultura sagrada de la ciudad de Puebla, véase Frances L. Ramos.

(2012). Identity, Ritual, and Power in Colonial Puebla, Tucson: University of Arizona Press.

E l estudio de la fuente documental Consolidación de Vales Reales de Puebla (1804-1809) resguardada en el Archivo General Mu-nicipal de Puebla, proporciona una vasta gama de temas de estu-dio, están los de orden económico y social así como las funciones

de la Iglesia dentro del circuito de flujos crediticios, pero también ofrece posibilidades para analizar la espiritualidad y las devociones de la sociedad novohispana en torno al culto católico. Esta fuente surgió a partir del pro-ceso de las Reformas borbónicas, implementadas en las colonias españolas con la aplicación del decreto de 1805, que requería la enajenación de los bienes de las obras piadosas.

A partir de la conquista espiritual las ideas religiosas traídas desde Europa se fusionaron a la nueva sociedad novohispana. Las parroquias, iglesias y templos no sólo congregaban a la comunidad, sino que con-formaban un espacio religioso en el que la población y la praxis espiri-tual, es decir confesiones, fiestas, procesiones y rituales estructuraban y delimitaban territorios e identidades.1

La presencia del clero se justificaba a partir de la pública utilidad que comprendía las necesidades básicas como el socorro del alma, la aportación de los sacramentos y el honor local, la obediencia al rey, la educación y la caridad. Para sostenimiento de todo ello existían diversos mecanismos como limosnas, donaciones y la fundación de obras piadosas. Esto implicó la con-jugación de sentimientos sociales y de acciones económicas, políticas y reli-giosas en donde las misas y rezos para la liberación de las almas entretejían lazos y relaciones afectivas, devociones e intereses económicos, garantizado así la base material de la iglesia.2

De la fuente documental de Vales Reales, interesa revelar cómo el conven-to carmelitano de Orizaba se fundó en razón de la utilidad pública para los borbones, a partir del carisma de pobreza, castidad y obediencia de la orden,

devociones carmelitanas de la villaDádivas del cielo:

de Orizaba del obispado de Puebla, 1735-1805

1. Cervantes Bello, Francisco, coord., “La iglesia en la conformación del territorio, Reflexiones en el caso del obispado de Puebla, siglo XVI-XIX”, en Puebla: Territorio y globalización, Puebla, Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades, 2009, pp. 23-26. 2.Carbajal López, David, “Entre la utilidad pública, la beneficencia y el debate: la limosna en Orizaba, 1700-1834” en Estudios de Historia Novohispana, Universidad Paris I Panteón-Sorbona, Sevilla, México, v. 43, julio-diciembre, 2010, pp. 11 y 64.

Gabriela Huerta Martínez

Érase una vez

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12 13El de la CiudadPregonero

cualidades ejemplares para una sociedad profundamente religiosa como la no-vohispana, destacando las maneras en que las devociones de santos se relacio-naban con las actividades y sustento económico de aquella villa.

La fundación del convento de “San Juan de la Cruz” de Carmelitas Des-calzos de Orizaba data de 1735, perteneciente a la Provincia de San Alberto que logró fundar 16 conventos más en la Nueva España, entre 1586-1745. La importancia de ellos correspondió en gran medida a la devoción de la virgen del Carmen y su escapulario. Su popularidad se debió a los milagros que se le atribuían y que fundamentaban su devoción no sólo en aquellos lugares donde los carmelitas poseían conventos, sino prácticamente en todo el reino español y sus colonias. La difusión a partir de sermones, crónicas y oraciones le dio preeminencia como la intercesora de sufragios y milagros.3

La sustentabilidad del

una forma de redimir el almaconvento carmelita :

La ubicación geográfica de Orizaba y las características climáticas cálidas y lluviosas, con tierras fértiles y aptas para la agricultura, así como su cerca-nía con Jalapa, Córdoba y Veracruz dieron como resultado su consolidación tanto económica como social, punto clave para la justificación del estableci-miento del convento carmelitano.4

El desarrollo de Orizaba se fortaleció con la introducción de cultivos tro-picales como la caña de azúcar; con el tiempo y de manera paulatina esta villa se convertiría en un centro de comercialización y distribución de pro-ductos agrícolas. La arriería y el comercio de alimentos, los oficios de pana-dero y operario, así como la organización del monopolio estatal del tabaco contribuirían al despunte de la región.5

Con la producción manufacturera de herramientas y utensilios emplea-dos en la labranza y la cría de ganado, artesanos y profesionales de élite estimularon la industria de la trasformación y los servicios. Carpinteros, he-rreros, artesanos del cuero y la piel y herradores fabricaban los implemen-tos necesarios para el trasporte de mercancías, cubriendo principalmente la demanda de estos productos en la propia jurisdicción regional. Todo esto permitía sostener a un clero numeroso y realizar celebraciones ostentosas del calendario litúrgico.6

El catolicismo en Orizaba se manifestaba no solamente en los espacios sagrados, sino en los espacios públicos, ambos se expresaban de manera fastuosa; algunas veces se daba por motivos religiosos, como las proce-siones, funerales, fiestas patronales, rituales de la cuaresma; otras eran de

orden civil como los pronunciamientos y triunfos militares.7 La orden car-melita participaba de forma diferente de estas festividades populares, pues sus votos no les permitían salir del claustro por lo que la población más que verlos, los escuchaba.8

En el pensamiento novohispano, hacer una buena obra implicaba recibir una recompensa que garantizara alcanzar la gloria celestial. Existió una di-versidad de obras pías en la Nueva España que abarcaban desde dotes de muchachas pobres y huérfanas hasta fundaciones de hospitales y monaste-rios, la única condición era “la dependencia de un capital invertido”.9

Las capellanías eran otra modalidad de obras piadosas, con ellas se ga-rantizaba tanto el buen morir del fundador como el sustento vital del ca-pellán, quien gozaba del beneficio. En el caso del convento carmelitano, fueron las fundaciones que se promovieron con mayor frecuencia.10 Esta modalidad residía en la celebración de cierto número de misas anuales en una determinada capilla, iglesia o altar, sostenida por la renta de los bienes monetarios o muebles que se especificaban. En su mayoría los capitales de las fundaciones piadosas se utilizaron para el otorgamiento de un emprésti-to; ésta última forma de inversión se apegó a los mecanismos crediticios de la época.11 La práctica de encomendarse a un santo era común para quienes guardaban una relación especial con las devociones; las había destinadas contra enfermedades, tormentas, terremotos, inundaciones y toda clase de desastres e infortunios, contribuir a la difusión de su culto era importante.

Aunque los orizabeños tenían como santo patrono de su parroquia y de toda la villa a San Miguel Arcángel, los carmelitas descalzos desde la fun-dación del convento trataron de inculcar entre los pobladores a sus santos predilectos, así como el culto a las devociones Marianas y Cristológicas, a la Santísima Trinidad, al Espíritu Santo, a los Ángeles y otras vinculadas a la liturgia, la eucaristía y los ministros de Dios. De igual manera impulsaron la devoción de santos propios cuya vida se les ofreció como modelo religioso, ubicando en primer lugar a San José por el fervor personal de Santa Teresa trasmitido a toda la orden carmelitana. En el fondo de Consolidación, el señor José Gorozpe, en 1747, muestra el apego a Santa Teresa fundando una capellanía con el principal de 1,400 pesos para que, de sus réditos, se dijeran misas cantadas en los días siguientes de su festividad.12

Destacan las misas a San José, siendo el patrono por excelencia de los carpinteros por su oficio, y por extensión de todos aquellos trabajos manuales.

3. Victoria Moreno, P. Dionisio, Los Carmelitas Descalzos y la conquista espiritual de México,

1585-1612, México / Porrúa, 1966, pp. 114 y 195. 4. Blázquez Domínguez Carmen, “Breve

historia de Veracruz”, El Colegio de México, Fideicomiso Historia de las Américas,

Fondo de Cultura Económica, Coord. Alicia Hernández Chávez, México, 2000, p. 17.

5. Ribera Carbó, Eulalia, Herencia colonial y modernidad burguesa en un espacio

urbano. El caso de Orizaba en el siglo XIX, México, Historia urbana y regional, Instituto

Mora, 2002, pp. 32 y 41. 6. Valle Pavón, Guillermina del, “Ocupación

y especialización en la Villa de Orizaba en 1791” en Carlos Contreras Cruz y Carmen Blázquez Domínguez Coords. De Costas y

Valles, Ciudades de la provincia mexicana a finales de la Colonia., México, UV, UNAM,

Instituto Mora, pp. 217-218.

7.Carbajal López David, El sable y crucifijo, Religiosidad y vínculo con el clero de los hombres de armas del centro de Veracruz, 1820-1836., en: Ulúa revista de historia, sociedad y cultura, Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales, enero-junio 2006, Universidad Veracruzana, año 4/ numero 7 p. 60.8. Carbajal López David, “Procesiones: Espacio, Religión y Política en Orizaba, 1762-1834”, en Relaciones 124, vol. XXXI, otoño 2010, Univerté Paris, 1 Pantheón-Sorbona pp. 20-27.9.Ibíd. p.35.10.Cervantes Bello, Francisco J. “Las capellanías en la Puebla de los Ángeles: Una apreciación a través de los censos, 1531-1620, en la Nueva España” en Pilar Martínez López-Cano, Gisela Von Wobeser y Juan Guillermo Muñoz coords., Cofradías, capellanías y obras pías en la América colonial, México, UNAM, 1998, p. 174.11.Wobeser, Gisela von, “Las capellanías de misas: su función religiosa, social y económica en la Nueva España” en Pilar Martínez López-Cano, Gisela Von Wobeser y Juan Guillermo Muñoz coords. Cofradías, capellanías y obras pías en la América colonial, México, UNAM, 1998, p.120-121.12.AGMP, Junta Subalterna de Consolidación, vol. 2, ff. 301 fte. .-301vta.

Orizaba espacio geográfico y económico idóneo para la fundación del convento

Érase una vez

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14 15El de la CiudadPregonero

Desde esta idea el patronazgo se pudo fusionar en Orizaba a la vez que se popularizaban gran parte de sus actividades económicas relacionadas a labores artesanales como carpintería, herrería, talabartería, etcétera.

La devoción a San José queda ejemplificada en 1770 con las capellanías que fundaron Josefa Joaquina Rodríguez con el principal de 3,000 pesos y con sus réditos para que se celebrasen 40 horas con sus misas y sermones, seis misas

el día de San José, otra el día de su patrocinio y de los desposorios, además de tres restantes en la infraoc-tava.13 Y la que en 1782 fundó Pascuala del Espíritu Santo, india cacique con el principal de 200 pesos y con sus réditos anuales tres misas rezadas al señor San José el 19 de marzo.14

Otra devoción importante fue el de la imagen de Nuestra Señora de la Soledad, patrona de los tab-aqueros. A ella se le atribuye el logro exitoso de la germinación de la planta; la veían como protecto-ra directa del sustento de Orizaba.15 Un ejemplo de apego a esta advocación es la capellanía fundada en 1787 por Santiago Contreras y María Teresa Sánchez esposos, con el capital de 800 pesos para que con sus réditos se hicieran misas cantadas cada año, una el 18 de diciembre con ministros y seis cada mes du-rante un año, en el sexto día en el altar de Nuestra Señora de la Soledad del convento.16

También se fundaron capellanías para contribuir en las misas de cele-bración del ritual de la cuaresma, por ejemplo Gertrudis Villafaña con el principal de 200 pesos para que con sus réditos se le cantara una misa con ministros al Señor de la Suerte, el segundo viernes de cuaresma con órgano, repique y ocho velas.17

En términos generales los carmelitas tenían la obligación, a partir de las fundaciones de capellanías de realizar aproximadamente 77518 misas al año en la iglesia del convento con distintas solemnidades. Es de llamar la atención que dentro de las misas que tenían como obligación hacer los padres carmelitas a partir de las fundaciones, hay pocas a la devoción de la Virgen del Carmen; una posibilidad es el tardío establecimiento del conven-to por lo que no tuvo un impacto directo en él, o que la población de Orizaba tenía arraigadas otras advocaciones.

Por otro lado respecto a las cofradías, ningún autor consultado hace ref-erencia a la existencia de alguna dedicada a la Virgen del Carmen. En un estudio de cofradías de Veracruz se localiza en 1750 una dedicada a esta imagen en Jalapa, quizás por la cercanía a Orizaba.19 Es probable que esto

influyera para que no figurara con tanta relevancia; sin embargo esta afirmación tiene que estudiarse con mayor profundidad.

El establecer con exactitud la devoción que los carmelitas inspiraron en la sociedad novohispana es complejo; no obstante, las donaciones que recibieron mediante los testamentos y la fundación de capellanías dan una clara idea de la confianza que hacia ellos tenía la sociedad de Orizaba. En el imaginario colectivo se encontraba la idea de que nadie mejor que ellos lleva-rían a cabo las obligaciones de las capellanías, rezos y misas, administrándolas con un estricto orden y una gran devoción. Tomado de García Díaz, Bernardo, Orizaba

/textos de investigación Bernardo García Díaz, Laura Zeballos Ortíz Archivo General del Estado de Veracruz, 1991, p. 12

Esquema cronológico de las fundaciones y su advocación a los que se le dedicaron los Conventos de la Provincia de San Alberto de

Carmelitas Descalzos en Nueva España.

ConventoAño de

fundaciónAdvocación

México 1586 San SebastiánPuebla 1586 Nuestra Señora de los RemediosAtlixco 1589 Nuestra Señora de Natividad de AtlixcoValladolid 1593 Virgen de la SoledadGuadalajara 1593 Nuestra Señora de la ConcepciónCelaya 1597 Nuestra Señora de las NievesSanto Desierto de

Cuajimalpa, Tenancingo (trasladado en 1796)

1605 Nuestra Señora del Carmen

Coyoacán 1613 San Ángelo Mártir. Señora Santa Ana (1633)

Querétaro 1614 Santa TeresaSalvatierra 1644 San ÁngeloTacuba 1689 San JoaquínToluca 1698 Purísima ConcepciónOaxaca 1699 Santa VeracruzOrizaba 1735 San Juan de la CruzSan Luis 1738 San ElíasTehuacán 1745 Nuestra Señora del Carmen

Tomado de García Hernández, Marcela Roció, Vida espiritual y sostenimiento material en los conventos de religiosos de la orden del Carmen descalzos en la Nueva España: Las capella-nías de misas siglo XVII y XVIII, UNAM, Facultad de Filosofía y Letras, Maestría en Historia de México, 2003, 7p.

13. Ibíd., f.304 vta.14. Ibíd., f.305 vta.

15. Ayer y hoy de la Iglesia católica en México Espacio para la historia del catolicismo y la

actualidad de la Iglesia católica. Consultado en: http://historiareligiosademexico.blogspot.com/2009/10/la-patrona-jurada-del-tabaco.

html.7el mayo de 2018.16. AGMP, Junta Subalterna de Consolidación,

vol. 2, f. 306 fte. 17. ibíd., f. 301 vta..

18. Ibíd., f. 300 fte.- 306 fte.19. Martínez Domínguez Héctor, Las Cofradías

en México (1700-1859), México, Universidad de Veracruz, 1976, p. 80.

FUENTE: http://www.regmurcia.com/servlet/s.Sl?sit=a,96,c,522,m,1075&r=ReP-6898- DETALLE_REPORTAJESABUELO

http://www.regmurcia.com/servlet/s.Sl?sit=a,96,c,522,m,1075&r=ReP-6898-

DETALLE_REPORTAJESABUELO

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17El de la CiudadPregonero

Santa Apolonia: Una mirada a la relación

entre un oficio y la religiosidad en la

Puebla de los Ángeles.

E ste breve artículo trata la relación entre los sangradores (barberos y flebotomianos) de la ciudad de Puebla y santa Apolonia, es de-cir, de un oficio y su santo patrono. Relación

particular para el ejercicio de artes y oficios que, si bien continúa vigente, era esencial en la identidad de gre-mios y cofradías en la Colonia, fenómeno que a su vez, constituye uno de los elementos que expresan la impor-tancia de la religión en tal contexto.

Dada la identificación común que se le atribuye a algunos santos con oficios determinados, como la de santa Cecil-ia con los músicos o san Pascual con los cocineros, pudiera pensarse que estas devociones fueron impuestas a los distin-tos grupos de trabajadores por una autoridad eclesiástica o monárquica, como parte del control que la Corona española ejercía sobre artes y oficios. No obstante, puede afirmarse que estas veneraciones para encomendar la prosperidad y efectividad de un oficio fueron una costumbre que supera en antigüedad, en primer lugar, a instituciones como el Real Consejo de Castilla y el Consejo de Indias (correlato novo-hispano del primero), encargadas de “consultar al rey los nombramientos de sujetos que habrían de desempeñar las funciones atribuidas a los distintos cargos de gobierno, justi-cia, hacienda, empleos militares, dignidades eclesiásticas”1, entre otras y, también más allá de la primera legislación cas-tellana que reguló el ejercicio de barberos y flebotomianos, la Pragmática de 1500.2

Antes de proseguir conviene referirnos brevemente a las diferencias más importantes entre los flebotomia-nos y los barberos, ambos llamados sangradores.

Reyna Beatriz Vázquez GonzálezLuis Adrián Rodríguez CortésLiliana Carranza Anaya1

Los flebotomianos fueron hombres cuyo quehacer estaba vinculado al de médicos y cirujanos, de quienes acataban sus prescripciones, realizando tratamientos externos que, en la mayoría de los casos tuvieron como fin devolver la salud a quienes, se pensaba, la habían perdido por un desequilibrio de los humores conteni-dos en el cuerpo –flema, bilis negra, bilis amarilla y san-gre--. A grandes rasgos puede decirse que ejercían de forma legal, pues habían sido certificados por el Real Tribunal del Protomedicato de México (órgano español que, entre otras funciones, controlaba las profesiones médicas) realizaban sangrías (mediante cortes en las venas y ocupando sanguijuelas que succionaban de for-ma transdérmica la sangre, principalmente) y atendían diversos problemas bucales (el más común eran las ex-tracciones dentales).

Los barberos, la contraparte, estaban autorizados para afeitar con navaja y tijera, pero realizaban los mis-mos trabajos que los flebotomianos, aunque de forma ilegal, sin estar certificados por el Protomedicato.

Un dato más que conviene señalar es que, a fines del siglo XVIII, eran pocos los sangradores en com-paración con el número de habitantes de la ciudad de Puebla, poco más de 55 mil3, pues eran 12 flebotomi-anos quienes seguían las prescripciones de menos de 20 médicos y cirujanos en total (por ejemplo, en Real Hospital de San Pedro, el más importante de la Puebla colonial, había sólo dos médicos y dos cirujanos; así, no es de extrañarse que hubiera un número mayor de quienes ejercían sin título, los barberos, unas decenas.4

1. Reyna Beatriz Vázquez González, doctora en Historia por la Universidad Metropolitana.2. Cfr. Vázquez González, Reyna Beatriz, De la cirugía a la medicina quirúrgica en Puebla, 1768-1832, México, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, Fomento Editorial, Puebla, 2017, p. 144.3.Thomson, Guy, P. C., Puebla de los Ángeles. Industria y sociedad de una ciudad mexicana, 1700-1850, Puebla, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, Gobierno del Estado de Puebla, México, Universidad Iberoamericana Puebla, Instituto de Investigaciones José María Luis Mora, 2001, p. 232.4. AGMP, Expedientes, vol. 222, legajo 2679, ff. 318-363.

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18 19El de la CiudadPregonero

En la sacristía del Templo del Espíritu Santo, jus-to en el centro de un arco de medio punto que se encuentra sobre sobre la puerta por donde, en el siglo XVII, se llegaba a un colegio que servía para la difusión del cristianismo y que en 1790 pasó a ser el Real Colegio Carolino (es decir, en un sitio importante, sagrado) se puede observar una significativa obra de arte pintada por Juan de Villalobos,5 la imagen de Santa Apolonia, pero ¿qué significado social podemos pensar que tuvo a fines del siglo XVII y hasta, por lo menos medi-ados del siglo XIX?

En el siglo III de nuestra era, Dionisio (entonces obispo de Alejandría) en una carta dirigida a Fabio (obispo de Antioquía) dio testimonio de la vida y los méritos que, a fines del siglo X, llevaron a la canon-ización a Apolonia de Alejandría:

En ese tiempo Apolonia […] era considerada im-portante. Estos hombres la agarraron también y con repetidos golpes romp-ieron todos sus dientes. Entonces amontonaron palos y encendieron una hoguera afuera de las puertas de la ciudad, amenazando con quemarla viva si ella se negaba a repetir, después de ellos, palabras impías, como blasfemias contra Cristo o invocación a dioses paganos. Por petición propia, fue entonces ligeramente liberada, saltando rápidamente en el fuego, quemándose hasta la muerte.6

De acuerdo a la cita, se deduce que santa Apolonia no pertenece al grupo de patronos que se buscan por llevar un tipo de vida similar al de los grupos que se acogen a su intercesión, sino por su actitud frente al dolor provocado por la tortura y, por lo tanto, cabe suponer que quienes

la invocaban lo hacían más pensando en soportar el dolor producido por las enfermedades y los tratamientos dentales (generalmente extracciones y la forma como se realizaban) que en la curación.

Si bien, no consta que en la ciudad de Puebla haya existido un gremio de flebotomianos como tal, la formación de los flebotomianos se desarrollaba

basada en la estructura clásica de los gremios-cofradías, según la dinámica maestro-aprendiz.

Además a finales del siglo XVIII, se mostraron como una organización conjunta para exigir a las autoridades de la Nueva España el reconocimiento de los derechos que les otorgaba la pragmática de 1500.7

Otra característica que nos muestra la semejanza entre la organización de los flebotomianos en Puebla y las cofradías europeas es la devoción mediante las novenas, tal es el caso de la Novena a la gloriosísima Santa Apolonia virgen y mártir, abogada en los males de muelas, compuesta por un sacerdote su devoto, en el año de 1776.8

Los primeros indicios que resaltan la importancia de la santa para los poblanos, como se ha mencionado, son el valor artístico y la ubicación de la obra dentro del Tem-plo del Espíritu Santo; un tercer elemento relacionado con los dos anteriores, es la concentrada ubicación de los sangradores en las calles contiguas al templo.

Barberos y flebotomianos se procuraron el recurso que tal vez fue el más importante dentro una sociedad poblana fervientemente católica (los registros parro-quiales muestran que prácticamente todos recibían el viático antes de morir). Tal recurso fue el espiritual, traducido en rezos en torno a una imagen a partir de la última década del siglo XVII pudiéndose encontrar que, a mediados del siglo XIX, decenas de sangra-dores continuaban ubicados en las calles contiguas al templo, hoy más conocido como “La Compañía”.

El vínculo entre la imagen, su ubicación y la ubi-cación de los sangradores puede explicarse si se piensa que los sangradores, más que situarse en torno a una imagen, fueron ellos mismos quienes patrocinaron la presencia de la imagen dentro del recinto sacro, dado que para su construcción el templo requirió del apoyo de la sociedad poblana (como la de los gremios) la cual tuvo dos etapas (1583-1600 y 1746-1767).

De tal modo, a la identificación de una zona es-pecífica en donde se asentaron los sangradores en la ciudad de Puebla (flebotomianos y barberos) ha podi-do dársele una explicación.

Santa Apolonia en Puebla El caso de

5. Agradezco al maestro Gustavo Mauleón Rodríguez las imágenes y los datos propor-cionados sobre el pintor Juan de Villalobos

quien al morir, en 1724, dejó un total de 38 cuadros firmados incluido el de santa

Apolonia.6. Giorgi, Rosa, Santos, Barcelona, Editorial

Electa, 2004, p. 43.

7. AGMP, Expedientes, vol. 222, legajo 2679, f. 320 vta.8. Novena a la gloriosísima Santa Apolonia virgen y mártir, abogada en los males de muelas, compuesta por un sacerdote su devoto, Puebla de los Ángeles, reimpreso en las oficinas de los herederos de la viuda de Miguel Ortega, 1776.* Agradecemos a Noemí Abolnik Ovadieff su trabajo como correctora de estilo.

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21El de la CiudadPregonero

VIRGEN DEL PÓPULO,CONGREGACIÓNLA DE LA

ÉLITE POBLANA UNA Devoción DE LA

Verónica Ramos Benítez1

1 Maestra en Historia por el ICSYH “Alfonso Vélez Pliego” Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.

L a advocación Mariana de la Virgen del Pópulo o del Pueblo, tiene su origen en Italia con la Salus Populi Romani venerada en la basílica de Santa María la Mayor de Roma, este ícono romano data del siglo X.3 El Salus Populi Romani es una de las llama-

das “ imágenes de Lucas” la leyenda dice que la imagen fue pintada por el evangelista. La propagación del ícono en espacios de ocupación romana es reflejo de la extensión del culto a María, que obedece a aplicar una imagen de acuerdo al esquema explicativo de “Madre”, ya que consiste en la Virgen cargando al niño Jesús, la fama temprana de la imagen se puede me-dir por la reproducción de réplicas.

Los jesuitas se encargaron de proteger y propagar el cul-to mariano, la devoción de la Virgen de María era para los jesuitas un recurso eficaz para el adoctrinamiento y educación según sus principios. Los jesuitas fomentaron la devoción de la Vir-gen del Pópulo en el último tercio del siglo XVI, el principal i m p u l s o r fue Francisco de Borja cuando fue Superior General de la Compañía de Jesús. La primera copia autorizada del Salus Populi Romani fue en 1569, por el papa Pío V, a petición de Francisco de Borja, a partir de este momento se realizaron siete copias que fueron enviadas a templos de la orden jesuita en Europa y las misiones en América.

El establecimiento de congregaciones marianas4 fue una manera de pro-pagar el culto a la Virgen. Las funciones medulares de estas corporaciones era en primer lugar dar culto y glorificación de la Virgen María, la realización de ejercicios espirituales encaminados a la salvación del alma, así como la realización de obras piadosas y sobre todo frecuentar algunos sacramentos como la comunión.

Pertenecer a estas asociaciones religiosas permitió el goce de indulgencias5 y gracias. Las indulgencias fueron una forma de promover la piedad, la devoción y la unión cristiana, además estimularon un sentido de privilegio y corporativis-mo esencial porque mientras más importantes eran las corporaciones religio-sas, las gracias ofrecidas a sus miembros eran también mayores.

Los jesuitas pretendieron a través de las congregaciones marianas brindar una educación religiosa más completa, las prácticas religiosas en estas aso-ciaciones les ayudarían a regular su vida política y socialmente. La creación de las diversas congregaciones jesuitas tenía que ver con el concepto de que no era factible pensar en una sociedad homogénea, por ello la Compañía de Je-sús buscó educar dirigentes para una sociedad diferenciada, cada grupo social seguiría una línea de conducta propia, según su condición social.6 Los jesuitas tenían presente que su misión debía ir mucho más allá de la enseñanza en sus colegios, su mensaje debía llegar a todos los grupos sociales. Su sistema se basaba en la formación de grupos dirigentes, líderes que darían ejemplo con su propia vida, preparados para transmitir el mensaje de vida cristiana a otros.

Virgen del Pópulo. Autor Anónimo, siglo XVIII. Óleo sobre tela.2

1.Maestra en Historia por el ICSYH “Alfonso Vélez Pliego” Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.2.https://lugares.inah.gob.mx/museos-inah/museo/museo-piezas/8517-8517-10-241522-virgen-del-popolo.html?lugar_id=475

3. Vélez, José Javier y Echeverría Goñi, Pedro Luis. “Un importante legado de dos clérigos en Estavillo (Álava). Los orantes y un cuadro romano de la Virgen del Pópo-lo.” ArsBilduma 1 (2010). Universidad del País Vasco, Revista del Departamento de Historia del Arte y Música de la Universi-dad del País Vasco. p. 354.Una congregación estaba compuesta por seglares y religiosos, tenía sus pro-pias reglas, era precedida por un superior competente y erigida por el Padre General de los jesuitas.5. Las indulgencias era otorgadas por el Papa, su principio era redimir o perdonar la pena o castigo que conlleva el peca-do. Se otorgaban en el entendido de que existía un tesoro de méritos acumulados por Cristo y los santos. Este tesoro se podía transferir a otras personas o almas que cumplían castigos en el purgatorio y que no tenían ni méritos, ni gracias propios suficientes para lograr su salvación.6.Aguilar Guzmán, María del Carmen. “Una religiosidad cuestionada: Las polémicas sobre los cultos y devociones jesuitas. Ciudad de Puebla, 1765 -1808”. Tesis de Maestría en Humanidades. UAM - Iztapalapa. 2009. p. 74.

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22 23El de la CiudadPregonero

Estas congregaciones se erigieron en los colegios jesuitas para confor-marse por sus estudiantes, pero su influencia no sólo se quedo en estos recintos ya que los hombres principales de las ciudades buscaron ser miem-bros. En la ciudad de Puebla, las congregaciones jesuitas eran la Congre-gación de la Esclavitud fundada en 1665 para esclavos negros y mulatos, la Congregación de la Virgen de Dolores con sede en el Colegio de San Idel-fonso y la Congregación de Nuestra Señora del Pópulo cuyo altar se ubi-

caba en el templo del Colegio del Espíritu Santo.La devoción mariana es evidente en los tem-

plos jesuíticos, por ejemplo en la Iglesia del Es-píritu Santo, de sus ocho altares, seis estaban dedicados a temas marianos. El primero del lado del Evangelio era el de Santa María la Mayor co-nocida como Nuestra Señora del Pópulo, el si-guiente altar del mismo lado era el de la Luz, el tercero estaba dedicado a Guadalupe. Del lado de la Epístola (antes de la expulsión de los je-suitas) se estaba elaborando un altar en honor a la virgen de Dolores, y en el espacio restante estaba dedicado a los Cinco Señores (santa Ana, san Joaquín, san José, la virgen María y Jesús) y junto a este se encontraba una imagen de Nues-tra Señora de la Encarnación.

[En uno de los] ocho altares [de la Iglesia del Espíritu Santo] quedó el de Nuestra Señora llamada…del Pópulo, bajo esta advocación estaba erigida en este altar, una ilustre Con-gregación en que estaban escritas las personas de primera distinción que tenían en ella sus ejercicios con mucha devo-ción y su gobierno estaba en dos Prefectos, uno religioso y otro secular y había fundadas en ella… obras pías, una de las cuales era dotar huérfanas…8

La imagen de Nuestra Señora del Pópulo según Mariano Veytia era de más de una vara de alto, con un gran marco y adornos de plata protegida por un cristal, el mismo lienzo estaba adornado de joyas y perlas. Este altar era el primero del crucero del lado del Evangelio que posteriormente se cambió de lugar por la necesidad de espacio para el gran número de reli-quias que tenía el colegio del Espíritu Santo. La congregación tenía para el adorno y servicio de su altar varias piezas de plata, un frontal, blandones y demás piezas.9

Templo del Espíritu Santo en Puebla sede de la Congregación de Nuestra Señora del

Pópulo.7

La élite urbana estableció un vínculo estrecho con la orden jesuita, este ex-tracto social se sintió atraído por su flexibilidad de pensamiento, para estos religiosos el orden espiritual no se separaba del orden material, es decir el pro-greso material no estaba peleado con el perfeccionamiento espiritual. Entre los ricos y poderosos la influencia de los jesuitas se suscitó, en gran medida por la organización institucional y el crecimiento económico de la orden.

La congregación de Nuestra Señora del Pópulo se estableció en la ciudad de Puebla alrededor de 1580 y para el siglo XVIII, se conformaría con la élite urba-na. Muchos de sus congregantes fueron parte de la oligarquía gubernamental, pertenecieron al cabildo civil, ocupando cargos como alcaldes y regidores. A continuación se muestra una tabla de algunos congregantes principales que formaron parte del Ayuntamiento de la ciudad de Puebla.

NOMBRE DEL CONGREGANTE DE NUESTRA SEÑORA DEL

PÓPULO10

CARGO QUE OCUPÓ DENTRO DEL AYUNTAMIENTO Y OTROS

PUESTOS DE IMPORTANCIA

Castro Andrade Nicolás Regidor interino 1723 -1744

Fernández Rondero Pedro Regidor interino 1730 – 1736

Gómez de Vasconcelos y Bravo de Lagunas Francisco Xavier ( Marqués

de Monserrate)

Alcalde ordinario 1692 Medio racio-nero 1718. Racionero 1719. Tesorero de catedral 1734. Chantre y Arcedia-

no 1735. Deán 1744.

González Maldonado Francisco Regidor interino 1730 – 1740

Gorospe e Irala José Martín de Regidor interino 1714 – 1726.

Larrasquito Francisco José de Regidor 1761-1766

Mendivil Francisco de Regidor 1760 - 1766

Pardiñas Ildefonso.(Conde de Castelo)

Alcalde ordinario 1733

Toledo José Regidor y Alguacil Mayor 1764 -1776

Torija y Rojo Manuel de Regidor interino 1714 – 1721

Vallarta y Palma Alonso Regidor interino 1714 – 1726

Veytia y Linaje José

Alcalde ordinario 1719 Justicia Mayor 1722 – 1723. Oidor de la Real Audien-cia 1728. Superintendente de la Casa

de Moneda 1732.7. www.wikipedia.org8. Fernández de Echeverría y Veytia, Ma-

riano. Historia de la fundación de la Ciudad de Puebla de los Ángeles en Nueva España;

su descripción y presente estado. Tomo I. México. Talleres Labor. 1931. p. 414.

9. Ibídem. p. 415.10. BJML – BUAP. Fondo Jesuita. Micro-film. 149. Actas de elección de prefecto y oficiales de la Congregación de Nuestra Señora del Pópulo. Año 1712-1766.

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24 25El de la CiudadPregonero

La congregación del Pópulo tuvo una homogeneidad social, sus miembros formaron parte de la élite urbana del siglo XVIII, algunos de ellos fueron al-

caldes ordinarios, regidores u ocuparon otros puestos en la administración pública como el caso de José Sagardi que en 1716 desempe-ñaría el cargo de contador de azogues y Ber-nardo Antonio de Ley quien fue abogado de la Real Audiencia y Fiscal de azogues y alcaba-las; también encontramos a eclesiásticos del clero secular como Vicente Fernández Ron-dero canónigo de catedral, otros fueron es-cribanos y notarios como Diego Antonio de Bermúdez de Castro, según los registros fue congregante de 1739 a 1744. Otro personaje relevante en la congregación del Pópulo fue Mariano Fernández de Echeverría y Veytia. 12

La organización interna de la congre-gación del Pópulo era similar a la de otras

hermandades, se basaba en una estructura jerarquizada, donde la máxi-ma autoridad era el Prefecto permanente o espiritual, cargo ocupado por un Padre de la Compañía. Debajo de él se encontraba la figura del Prefecto temporal el cual se encargaba de las acciones de gobierno de la congregación, pero siempre bajo la aprobación del Prefecto espiritual, cabe mencionar que los congregantes indicados en la tabla anterior lle-garon a ocupar el cargo de Prefectos temporales. Dentro de la congre-gación también existía la figura del Asistente Mayor y Protector, el cual asumía las funciones del Prefecto temporal en su ausencia. Otros cargos

Detalle de la firma de José Veytia y Linaje.

11

fueron los de asistentes de iure, consiliarios, secreta-rio, los que reparten los santos, el velador y prior de difuntos, el encargado de cuidar las patentes14 y libros, el escribano para los negocios de la congregación, el recaudador y el velador de fiestas y convites, ocupan-do el escalafón menor estaban los sacristanes.

La congregación de la Virgen del Pópulo fue el lugar adecuado para quienes coincidían en doctrinas y devo-ciones similares, pero sobre todo fue un espacio de socia-bilización donde se establecieron las redes ideales para mantener o lograr el posicionamiento social. Fue un lu-gar de convivencia y asociación, donde los jesuitas pobla-nos entablaron los vínculos políticos, sociales y económi-cos necesarios para su misión.

La disolución de la congregación se dio como conse-cuencia de la expulsión de los jesuitas en 1767, los con-gregantes nada hicieron para restablecerla al regreso de la Compañía de Jesús, el culto público a la Virgen del Pó-pulo ceso, al ser una devoción exclusivamente de un gru-po pequeño y no ser un culto multitudinario como otras devociones jesuitas, cuya fervor o devoción alcanzó a po-pularizarse entre otros grupos sociales como el caso de la Virgen María bajo la advocación de la Luz. A partir de 1767 con el decreto de la expulsión, los cultos y las fiestas de algunas devociones jesuitas se debilitaron pero al mis-mo tiempo se fortalecieron otras como la de san Ignacio de Loyola, san Francisco Javier y el Sagrado Corazón de Jesús. Es posible que la devoción hacia la Virgen del Pó-pulo se diera a partir de entonces en recintos privados.

Escudo de armas de Idelfonso Pardi-ñas, conde de Castelo, miembro de la Congregación de Nuestra Señora del

Pópulo.13

11.AGMP. Actas de Cabildo, vol. 40, f. 399 fte.12. Únicamente es mencionado en los

registros del Fondo Jesuita para el año de 1763 ocupando el cargo de Consiliario fte.

13. AGMP. Actas de Cabildo, vol. 55, f. 351 fte.

14. Una patente se expedía para acreditar la pertenencia a cofradías y congregaciones, contenía los derechos y obligaciones de los miembros además del sumario de indulgencia que obtenían.

La congregaciónde la Virgen

del Pópulofue el lugar

adecuado para quienes coincidían

en doctrinas y devociones similares,

pero sobre todo fue un espacio de

sociabilización donde se establecieron las redes ideales para mantener o lograr el posicionamiento

social.

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26 27El de la CiudadPregonero

ADVOCACIONES Y

Devociones

Grabado que representa a San Isidro Labrador, al fondo se observa la ciudad de Madrid, en el ángu-lo superior derecho está representada la Santísima Trinidad y la virgen María, enfrente unos ángeles aran la tierra. Al centro, San Isidro Labrador

AGMP, Reales Cédulas, vol. 4 f. 214 fte.

Grabado de San Cayetano. 1773

Litografía en una invitación con la virgen de la Inmacu-lada Concepción de María, coronada por estrellas sobre una media luna y acompañada de un ángel; está pisan-do una serpiente que lleva en la boca una manzana.

Se trata de una invitación hecha por el convento de la Concepción, para asistir a la procesión en honor a la Concepción Inmaculada de María.

AGM, Documentos de Cabildo vol. 122 f. 166 fte.

AGMP, Patronatos vol. 2 f. 363 fte.

Ma. Aurelia Hernández Yahuitl Carlos García Estrada

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28 29El de la CiudadPregonero

Jóvenes integrantes de una cofradía participando en la procesión del vi-ernes santo, sobre la avenida Reforma.

AGMP, Material gráfico, RCB- 082. 1993-1996

Procesión del viernes santo.

AGMP, Material gráfico, RCB- 084. 1993-1996

Procesión a San Miguel Arcángel.

AGMP, Material gráfico, RCB- 087. 1993-1996

Grabado de la imagen de San Diego de Alcalá perteneciente a la orden franciscana, se observan unos rayos que representan su santidad y un escudo de la orden franciscana; en la parte inferior un águila sobre un nopal devorando una serpiente, alusivos a la fundación franciscana en la provincia de México. En las esquinas cuatro cruces de San Andrés y dos cruces griegas al centro.

AGM, Documentos de Cabildo vol. 101 A f. 225 fte.

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31El de la CiudadPregonero

U na de las funciones archivísticas más importantes es sin lugar a dudas la descripción. Hace algunos años se le daba simple-mente el calificativo de documental, por ser básicamente apli-cada a la descripción de documentos. Sin embargo, hoy en

día hablamos de descripción archivística con lo cual ampliamos los sujetos posibles, ahora no sólo podemos describir documentos –descripción docu-mental- sino funciones; instituciones que custodian documentos; personas o familias; lugares u objetos, entre otros.

A ésta, tiempo atrás, también se le denominaba como catalogación, con-cepto este que si bien se sigue utilizando en el mundo de la archivística, lo cierto es que es un tanto impreciso. Nosotros no catalogamos –los biblio-tecarios sí y parece ser que de ahí tomamos prestado el concepto-, más bien, describimos y como resultado podemos obtener algún instrumento de descripción como lo es la guía, el inventario o el catálogo.

La descripción no es otra cosa que la elaboración de una representación exacta de lo que se está describiendo (documentos, funciones, sub fun-ciones, instituciones, etc.) con miras a hacer accesible dicha información a diferentes tipos de usuarios (internos y externos) y para diferentes usos (control y localización, investigación, difusión, trazabilidad, entre otros).

Ahora bien en el mundo de las fototecas o de centros que custodian documentos fotográficos, aunque también de algunos Archivos, es re-currente encontrar que no existe una cierta homogenización a la hora de hacer descripción de fotografía, a la cual denominan como catalogación. Así mismo, es común encontrar que dicha función se realiza describiendo documento por documento lo cual resulta una locura, por lo menos para instituciones que custodian grandes volúmenes de documentos.

Por otra parte, dichas descripciones dejan de lado los contextos de producción o de creación –en el caso de colecciones-, mismos que nos aportan información relevante para entender el conjunto documental (fondo o colección). Y aquí un breve comentario. Es también común encontrar, sin caer en generalizaciones, que dentro del ámbito de la gestión del documen-to fotográfico, existe confusión a la hora de hablar de fondo y colección, utilizando ambos conceptos indistintamente.

Volviendo al tema es importante mencionar que, como se hace en la ar-chivística, se propone que el documento fotográfico sea descrito de forma multinivel (fondo, sección, serie, unidad documental), de lo general a lo par-ticular. Es decir, primero describir el conjunto documento, el todo, –fondo o colección-, y después, de acuerdo a las características de los documentos fotográficos, la necesidades de consulta y acceso, objetivos institucionales, etc., definir que agrupaciones deberían ser descritas hasta llegar a la pieza documental y qué instrumento de descripción se pretende obtener (guía, inventario o catálogo).

Este tipo de descripciones, multinivel y de lo general a lo particular, nos permitirán de igual forma describir los contextos de producción de los que hablábamos –el brasileño André Porto habla de contextos archivísticos- tales como quién o quiénes produjeron o crearon dichas agrupaciones documen-tales; su historia archivística o biográfica; fechas extremas; volumen, soporte y medidas; estado de organización; derechos patrimoniales y morales; entre otros. Ello no se logra, o no del todo, cuando se hacen descripciones de documento por documento.

Por otra parte, es necesario, independientemente del tipo de instrumen-to que se pretenda elaborar, hacer una planeación respecto a qué grupos documentales serán descritos y qué tipo de instrumento de descripción se pretende obtener. Por más que se pretenda, no siempre será viable la elaboración de catálogos, aunque es una práctica recurrente en fototecas, ello implica recursos materiales y humanos con los que a veces no se cuenta, dejando en la orfandad otras agrupaciones documentales que se quedan a la espera de ser descritas y con ello no son accesibles a los usuarios.

Es cierto,como lo señala Jesús Robledano (citado en Sánchez Vigil y Salvador Benítez, 2013, p. 51), que “…no resulta fácil consensuar un modelo descripti-vo que responda a la variedad de intereses y entidades de gestión: museos, archivos históricos y administrativos, archivos de prensa, publicidad, editoria-les, bancos de imágenes, archivos de fotógrafos, etc.”, sin embargo, en la ar-chivística existen normas que podríamos utilizar para llevar a buen puerto la descripción de documentos fotográficos claro está haciendo adaptaciones de acuerdo a las características de estos documentos y utilizando otras normas para complementar, toda vez de que normas como la ISAD (G), por ejemplo, no está pensada para describir fotografías o colecciones.

Carlos Garrido Vargas1

apuntes desde la archivística.La descripción en fotografía:

1. Licenciado en historia por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla; Máster en Gestión Documental y Administración de Archivos por la Universidad Internacional de Andalucía; y diplomado en Gestión, Preservación y Difusión de Archivos Fotográficos por la Universidad Autónoma de Barcelona.

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También es cierto que habría que valorar la viabilidad de aplicar normas que contemplan una cantidad enorme de elementos a describir y que en muchos casos no están pensadas para describir el conjunto sino la unidad documental (simple o compuesta) ¿En verdad es viable utilizar veinte, treinta o más elementos para describir una sola fotografía? Yo creo que no.Podría-mos pasarnos toda una vida intentando describir cada uno de los elementos. En ese sentido habría que, de acuerdo al instrumento de descripción que pretendemos obtener, definir los elementos mínimos y necesarios para una guía, un inventario o un catálogo.

Por último, y sin entrar en detalle, es importante mencionar que algunos autores que tratan sobre gestión de fotografía en España, hablan de “análisis de fotografía” y proponen algunos elementos a incluir a la hora de hacer

descripción de documentos fotográficos. Desde mi entendimiento, considero que no es viable a la hora de hace descripción documental toda vez que esos elementos que se proponen están más relacionadas, por ejemplo, con el o los discur-sos que una (s) fotografía (s) puede o pretende transmitir para quienes la observan y en eso de los discursos existen muchas corrientes.

Si la descripción es la elaboración de una representación, este tipo de análisis nos llevan, así lo considero, no a la elaboración de una representación sino de una interpretación de lo que la fotografía nos quiere o intenta decir y no de lo que en sí se está representando en ella. Más bien, creo que ese tipo de análisis deberían ser llevados a cabo por estudiosos de la fo-tografía, no necesariamente por archivistas, con miras a la elaboración de, por ejemplo, análisis iconográficos, ontológicos, etc.

Hay mucho por discutir en relación a la fotografía y, entre otras cosas, sobre la de-scripción en torno a este tipo de documentos. Es necesario desarrollar teoría y metodología, con miras a una cierta homogenización, para la gestión del documento fotográfico. En ese sentido, aunque existen otras disciplinas del conocimiento, considero que la archivísti-ca nos puede aportar una serie de elemen-

tos teórico-metodológicos necesarios para una adecuada gestión de la fotografía como docu-mento y como documento de archivo, no sólo en Archivos sino en otras instituciones que tienen a su cargo el conservar el patrimonio fotográfico de nuestras instituciones y, por ende, del país.

La Biblioteca del Archivo General Municipal presenta para este número del Pregonero, sobre el tema “Advoca-ciones y devociones”, la propuesta de las lecturas siguientes, mismas que aportarán información, conocimiento y entretenimiento.

TIEMPO DE LibrosMaría Silvia Meza León

Barroeta, Samuel.

San Ignacio de Loyola: una vida, no una de tantas. Universidad Iberoamericana, plantel Golfo Centro. México 1997. P. 77.

922[.22]/B2771/1997

Contiene una breve síntesis de la vida y obra de San Ignacio de Loyola y la fundación de la orden jesuita.

Breves de ArchivísticA

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34 35El de la CiudadPregonero

FERRANDO Roig, Juan Iconografía de los santos. Omega. España, 1998. P. 301

731.8 /F372i /1998 En esta obra se incluye la investigación Iconografía de los santos en España. Cita el autor los atributos interesantes que artista imprime o esculpe en cada santo. PERERA Lozano, Mónica / Ramírez Domínguez, Brenda Stephany / Corro Fernández, María Guadalupe

De santos y milagros: fiestas y tradiciones de Tlapanalá. Gobierno del Estado de Puebla. México, 2008 P. 115

808.803 1/ P47s /2008 La obra trata los relatos de los Santos y sus milagros en Tlapanalá, Puebla

RUBIAL García, Antonio

La justicia de Dios: la violencia física y simbólica de los santos en la historia del cristianismo. Trama. México, 2011 P. 268

270.04 / R8961j / 2011

Estudio de la utilización de la violencia en la historia sagrada del cristianismo en Occidente; anécdotas de las bases teológicas.

Hernández Sánchez Adriana, coordinadora.Barrio rojo: San Antonio. El Errante editor. México, 2011. P. 393

711.59 09 724 8 / H47b /2014El barrio, su arquitectura, reconstrucción, costumbres y sus habitantes, relatos y anécdota en torno a San Antonio.

TIEMPO DE LIBROS

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37El de la CiudadPregonero

A l ser tema principal de la presente edición del Pregonero de la Ciudad las devociones religiosas de la ciudad en la Puebla novohispana, se seleccionó a algunos de los magistrales pintores que en la ciudad de Puebla dejaron su impronta en los lienzos que plasmaron temas

marianos y personajes claves del nutrido santoral cristiano, contribuyendo con su pincel a acrecentar el fervor del pueblo por sus santos y devociones tutelares; dando a conocer así las siguientes semblanzas biográficas.

GALERIA DE

Personajes HISTÓRICOS

PINTORES BARROCOS

Miguel MateoMaldonado y Cabrera

Nace en la ciudad de Antequera, Oaxaca en 1695, pintor de cámara del arzobispo de México, Manuel José Rubio y Salinas. Se le atribuyen cerca de 300 obras, siendo su pintura Nuestra Señora de Guadalupe la que tuvo a la vista el Papa Benedicto XIV quien, admirado, exclamó que nunca antes en ninguna nación había ocurrido un milagro como el del cerro del  Tepeyac, en la Nueva España, convirtiendo con ello a Cabrera en el pintor de cabecera de la Guadalupana. Destacó en el género del retrato, proyectando a los sujetos y pintando

su individualidad. A él se deben los magníficos retratos de Sor Juana Inés de la Cruz, Sor Francisca Ana de Neve y Sor Agustina Arozqueta, religiosas sobresalientes por su intelecto, belleza y obra. Otros retratos importantes son los de: Doña Bárbara de Ovando y Rivadeneira y su ángel de la guarda, Doña Luz de  Padilla  y Gómez de Cervantes —que se encuentra en el Museo de Brooklyn— y Fray Toribio de Nuestra Señora; El Vía Crucis en la Catedral de Puebla y la Virgen del Apocalipsis en la Pinacoteca Virreinal; así como el San Ignacio de Loyola, La Conversión de San Francisco de Borja y La Oración del Huerto, entre otros. En el año de 1753 funda la primera academia de pintura en México

Colaboró junto a otros pintores en un estudio de la sagrada tilma, escribió un libro titulado Maravilla Americana y conjunto de raras maravillas observadas con la dirección de las reglas de arte de la pintura; realizó las pinturas de castas que se exhiben en el Museo Nacional de Arte y la Casa de América en Madrid. En la Catedral se exhibe una pintura de la Virgen de Guadalupe en la capilla que se destina a su culto; otras pinturas de su autoría son una Santa Gertrudis la Magna, y un San José con el niño Jesús.

Su obra puede ser vista y admirada en varios museos y pinacotecas de México y el extranjero. Muere en la ciudad de México en el año de 1768.

Donato Ubaldo Hernández FloresArturo Córdoba Durana

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38 39El de la CiudadPregonero

JoséRodríguez Carnero

Nace en la ciudad de México en 1649 es bautizado el 21 de noviembre de ese mismo año, hijo del pintor Nicolás Rodríguez Carnero (también nombrado Nicolás Rodríguez Carnero de Aguilar) y de Catalina Morales (que a veces encontramos como Catalina de Sena o de Sayavedra) medio hermano del jesuita Juan (Ignacio) Carnero, este último hijo del segundo matrimonio de Nicolás Rodríguez Carnero con Bernarda Pinto. La cercanía de la fecha de su nacimiento con la festividad de “todos los santos”, puede indicar el por qué quedo incorporado a su nombre a manera de apellido aquello de “de los Santos”.

En 1674 realiza las pinturas de un retablo contratado con el ensamblador Manuel de Velasco para el colegio de San Pedro y San Pablo, siendo obras tempranas en su producción; a esta etapa pertenecen el Sueño de San José ubicado actualmente en el Museo Nacional del Virreinato de Tepotzotlán, los retratos de Palafox y del arzobispo de México, Fray Marcos Ramírez de Prado, que se conserva en la catedral metropolitana, y una Virgen de Guadalu-pe, hecha “a devoción del licenciado don Diego de Mora y Medrano, el 17 de enero de 1676”, que se guarda en la sacristía de la parroquia de San Agustín Tlaxco, en Tlaxcala.

Entre las obras que realizara en la ciudad de Puebla tenemos que destacar los nueve grandes lienzos que deco-ran la nave, crucero y cabecera de la célebre capilla del Rosario del templo de Santo Domingo, consagrada en 1690.

La alegoría titulada Triunfo de la Compañía de Jesús que se encuentra en la sacristía del templo de los jesuitas, la Vida de la Virgen María en la sacristía de la iglesia de San Antonio, el retrato del obispo Manuel Fernández de Santa Cruz que se encuentra en la galería de prelados del cabildo de la catedral angelopolitana y una pintura en el Museo Regional del Centro INAH en Puebla.

En 1684 abandonó la Ciudad de México para radicarse definitivamente en Puebla, ya que Rodríguez Carnero figura al lado de los pintores poblanos Antonio de Santander, Juan de Villalobos, Cristóbal Talavera, Jerónimo Gómez, Pascual Pérez, Manuel Marimón y Rafael Peña en la solicitud presentada ante el alcalde mayor de Puebla, Juan Joseph de Veytia y Linaje, para la admisión y aprobación de las ordenanzas que los mismos, a semejanza de las elaboradas por los pintores y doradores de la ciudad de México, habían formulado para el régimen y buen go-bierno del gremio y unión que de dichas artes pretendían fundar en esa ciudad de Puebla. Tras vivir casi cuarenta años en Puebla muere el 3 de septiembre de 1725.

Cristóbalde Villalpando

Nace en la ciudad de México en 1649. Se  le considera uno de los pilares de la pintura colonial y «el pintor por excelencia» de la etapa barroca en la Nueva España. Sumamente prolífico, nació en la ciudad de México y se dedicó a expresar su arte principalmente en composiciones monumentales, en las que es notoria su evolución: desde el uso de tonos oscuros y sombríos hasta la aplicación de

colores de enorme luminosidad, como en Apoteosis de la Eucaristía, realizada en 1688 para la Catedral de Puebla.

Residió en Puebla desde (1697 a 1710) pintando obras para conventos e iglesias de la ciudad de México, Guadalajara y Puebla. En la Catedral de México realizó: La Iglesia militante, La Iglesia triunfante (1684-1685), El apocalipsis de San Juan y La oración de San Miguel; en el Colegio de Tepótzotlan se hallan veintidós telas que representan la vida de San Ignacio; en el Museo Nacional de Guatemala, quince cuadros con la vida de San Francisco, que decoran los claustros del convento franciscano de la Antigua; en la Catedral de Puebla, La Gloria (en la cúpula de la capilla de los Reyes) y Mujeres del Antiguo Testamento, entre otros. Muere en la ciudad de México el año de 1714.

GALERÍA dE pERsonAjEs

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40 41El de la CiudadPregonero

Miguel GerónimoZendejas

Nace en 1724, hijo de Lorenzo de Zen-dejas, comerciante de artículos reli-giosos. Desde pequeño mostró actitud para el arte, por lo que ingresó a trabajar a talleres como aprendiz de Pablo Talavera, Gregorio de Lara Priego y fue primer oficial de José Joaquín Ma-gón. Se casó con Brigida Priego, con quién tuvo cuatro hijos, tres de ellos fueron pintores y uno dedicado a la vida religiosa. Se dice que era un hom-bre ameno y culto, pero tenía un carácter bromista, que con frecuencia se refleja en detalles de sus pinturas, por ejemplo, en la pintura de Don Juan de Palafox, en la mano derecha se observan seis dedos.

Conocido especialmente por la serie de lienzos de la nave de la capilla de Acatzingo, pintada de 1775 a 1778, por el retablo de la iglesia de San José de Puebla (1780), por la decoración mural del Coliseo de Puebla (hacia 1797) y por su reconocido conjunto llamado El Almacén (1797),

Algunas de sus pinturas más destacadas son las siguientes: Patrocinio de la Virgen María, La vida de San Francisco, Retrato de Juan de Palafox y Mendoza, Don Juan de Palafox rodeado de alegorías y emblemas, La vida de San Felipe Neri, San Juan Nepomuceno, El Patrocinio de San José, La resurrección de Cristo, San José como patrón del mundo, La Sagrada Familia, Anunciación a San José, El profeta Jeremías, San Ignacio de Loyola, El bautismo de Jesús por San Juan y la Visitación de la Virgen a su prima Isabel, entre muchas otras más. Muere en el año de 1815.

Diego de Borgraf

Nace en Amberes, Bélgica en 1618, hijo de Luis Borgraf y Juana Rubens, se traslada a la Nueva España en 1640 acompañando al sequito de Juan de Palafox y Mendoza, la obra de Borgraf en Puebla es abundante (1643-1686); algunas de sus pinturas más representativas es el retrato que hizo de Palafox y Mendoza que se encuentra ubica-do en la sala capitular de la Catedral, así como una de la Virgen de la Inmaculada Concepción, San Ildefonso y Santa Leocadia en el templo de la Santísima, La fla-gelación de Cristo en la sacristía del convento de San Francisco en Tlaxcala. De su obra se conoce la pintura de San Francisco de Asís en éxtasis y San Antonio de

Padua, entre otras. Es considerado el primer artista barroco que pinta en la ciudad de Pue-

bla, a diferencia de sus predecesores que fueron influenciados por el estilo manierista, Borgraf presenta un estilo que mezcla lo europeo con lo asimi-lado en la Nueva España.

Su obra presenta una marcada influencia de artistas como Pedro García Ferrer y Sebastián López de Arteaga, es contemporáneo de otros grandes pintores como Cristobal de Villalpando y Baltasar Echave Rioja.

De las obras que se le atribuyen destacan dos lienzos en la iglesia de San José, que representan a María entre sus padres y La Huida de Egipto, Muere en la ciudad de Puebla, el 10 de mayo de 1686, descansando sus restos en el templo de San Agustín.

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42 43El de la CiudadPregonero

José Magón

Pintor y poeta, desarrolló su carrera en la ciudad de Puebla. Heredero de la tradición artística Angelopolitana, probablemente aprendida de Luis Berrueco, se le considera como el máximo pintor poblano de su época, gracias a su novedosa interpretación del gusto local mezclado con las novedades iconográficas que se expresaba en la ciudad de México. Su

habilidad fue reconocida por las jerarquías eclesiásticas, en especial por el obispo Domingo Pantaleón Álvarez de Abreu, quien le hizo varios encargos para la diócesis poblana,

Sufrió de epilepsia, mal que por entonces se creía endémico. Se sabe que tuvo varios hijos, sobresaliendo entre ellos Joaquín Magón, homónimo de su padre, quien también se dedicó a la pintura y fuera perseguido por la Santa Inquisición, como lo serían dos siglos después sus descendientes Enrique, Jesús y Ricardo Flores Magón, insignes luchadores sociales y periodistas revolucionarios.

La obra de José Joaquín Magón es numerosa, encontrándose en varias colecciones del país y del mundo. Sus lienzos más importantes se localizan en las iglesias de Ocotlán (Tlaxcala), Tochtepec, Tecamachalco, y en diversas partes de las ciudades de Puebla y México, e incluso en Madrid (España). Magón fue el pintor preferido de los carmelitas poblanos, logrando su pincel dar forma visual a los controvertidos argumentos que situaban el origen de la orden carmelita a manos del profeta Elías, lo que hizo del pincel de Magón un argumento válido en la defensa de sus principios fundamentales. Su maestría en el manejo de los colores (brillantes y puros) y como dibujante, le valieron para ser elegido el pintor del arco triunfal con el que la ciudad de Puebla, celebró en 1760 la proclamación de Carlos III como Rey de España.

Luis Berrueco

Pintor de origen poblano de la primera mitad del siglo XVIII, quien casara en cuatro ocasiones en las primeras dos décadas de dicho siglo. Cabe la posibilidad de que fuera pariente de los pintores Diego, José Mariano, Miguel y Pablo de apellido Berrueco. Su actividad artística la desarrolló entre 1715 y 1750, conservándose la mayor parte de su obra en las ciudades de Puebla y Atlixco, notándose la influencia de Cristóbal de Villalpando en las figuras de ángeles y arcángeles que pintó, aun cuando se sabe aprendió el oficio con el mestizo Juan Correa. En Puebla tenemos a Nuestra Señora de la Luz, firmada en 1717, del templo parroquial de La Cruz; los monumentales lienzos: San Miguel del Milagro, El Cenáculo, El Lavatorio, con recuadros de la Curación de un ciego y la Resurrección del hijo de la viuda de Naín, y El Patrocinio de la Inmaculada Concepción sobre el Cabildo Angelopolitano de la catedral angelopolitana. De él se conocen también las series dedicadas a la Vida de San Francisco de Asís del convento de Huaquechula y la Vida de San Juan de Dios del antiguo hospital de Atlixco, realizada conjuntamente con Pablo Talavera. Otras pinturas suyas son la Santa Bárbara del templo anexo, Los mártires cristianos del convento de San Francisco de Puebla, la Magdalena penitente del convento franciscano de Tehuacán, el San José con San Francisco y Santa Clara del mismo convento, el Patrocinio de Nuestra Señora del Carmen para el propio convento carmelita, el Nacimiento de la Virgen María del antiguo convento de Santa Mónica de Puebla, hoy Museo de Arte Religioso; así como las espléndidas Virgen de la Luz y Santa Rosalía del actual Museo Universitario de Puebla, obras en las que se puede apreciar muy ben su exquisito gusto por la belleza femenina, cuidando el trazo de los rostros y vestimentas de estas imágenes. Obras suyas llegaron incluso a Tenerife, merced al comercio con las Canarias, localizándose allá un San Agustín, una Guadalupana y una Dolorosa, firmadas por el pintor, siendo varios los lienzos de su autoría que se encuentran en colecciones privadas.

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Bibliografía

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Cibergrafía:

132.247.171.154:8080/bitstream/Rep.../El%20arte%20colonial%20en%20Puebla..pdfcatarina.udlap.mx/u_dl_a/tales/documentos/lha/perez_d_j/capitulo2.pdfhttps://artecolonial.wordpress.com/.../zendejas-de-la-pena-miguel-geronimo-de-pintor/www.analesiie.unam.mx/index.php/analesiie/article/download/1784/1771https://artecolonial.wordpress.com/2011/01/14/rodriguez-carnero-jo-se-pintor/lugares.inah.gob.mx/museos.../8066-8066-10-6814-sueño-de-san-josé.html?...https://www.museocjv.com/nicolasrodriguezjuarezpintores.htm

Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, 1997, vol. XIX, núm. 70, pp. 45-76.www.flickr.com/photos/eltb/6282227860/www.pinterest.es/pin/423760646171588818/?lp=true

L os restos mortales de Carmen, Máximo y Aquiles Serdán regresaron a la capital del estado tras un proceso de restau-ración realizado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), a través de la Coordinación Nacional de

Conservación del Patrimonio Cultural.

El Ayuntamiento de Puebla junto con los tres poderes del Estado montaron guardia de honor en el marco del 156 Aniversario de la Ba-talla del 5 de Mayo a los restos óseos de los hermanos Serdán. Los cuales estuvieron expuestos en el Salón de Cabildo durante dos días 5 y 6 de mayo. El día 7 fueron trasladados a lo que fuera su casa, actualmente Museo de la Revolución Mexicana.

LOS RESTOS MORTALES DE CARMEN, MÁXIMO Y AQUILES SERDÁN

Regresan a Casa

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46 47El de la CiudadPregoneroDisfrute Visual

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