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Envejecimiento activo: un reto individual y social Active aging: individual and social challenges Mª Dolores ZAMARRÓN CASSINELLO Universidad Autónoma de Madrid. [email protected] Sociedad y Utopía. Revista de Ciencias Sociales, n.º 41. Mayo de 2013 (pp. 449-463) Fechas: Entrada: 21-02-2013; Aceptado: 08-04-2013 / ISSN: 2254-724X

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Envejecimiento activo: un reto individual y social

Active aging: individual and social challenges

Mª Dolores ZAMARRÓN CASSINELLO Universidad Autónoma de Madrid. [email protected]

Sociedad y Utopía. Revista de Ciencias Sociales, n.º 41. Mayo de 2013 (pp. 449-463) Fechas: Entrada: 21-02-2013; Aceptado: 08-04-2013 / ISSN: 2254-724X

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RESUMEN

El envejecimiento de la población ha supuesto que los políticos cambien de estra-tegias dirigidas a los mayores. El reto ya no es aumentar la esperanza de vida sino

la esperanza de vida libre de discapacidad. En este contexto surge el paradigma

del envejecimiento activo definido como “el proceso a lo largo de la vida en el que se optimiza el bienestar físico, social y mental con el fin de extender las expectati-vas de salud, la participación y la seguridad y, con ello, la calidad de vida según se envejece”. Los determinantes del envejecimiento activo serían: económicos, socia-

les, físicos, de salud y servicios sociales, personales (psicológicos y biológicos) y

comportamentales (estilos de vida). En base a ellos, la forma en la que envejece-mos dependerá tanto de las medidas socio-políticas que se lleven a cabo en un

determinado país como de las acciones individuales que cada uno adopte a lo largo del ciclo vital en interacción con su entorno para mejorar su propia forma de enve-

jecer.

PALABRAS CLAVE

Envejecimiento activo, ciclo vital, bio-psico-social

ABSTRACT

The population aging has driven politicians into changing their strategies for the elderly. The challenge now is not only to increase life expectancy, but life expec-

tancy free of disability. In this context arises the active aging paradigm defined as

"the lifelong process which optimizes the physical, social and mental health in or-der to extend the expectations of health, participation and security, therefore, the quality of life as you age”. The determinants of active aging would be: economic, social, physical, health and social care, personal (psychological and biological) and

behavioral (life styles). Based on this, the way we age will depend on the socio-political measures applied in a specific country and the particular actions that each

individual will adopt along its life, in interaction with its environment, to improve its

own way of aging.

KEY WORDS

Active aging, life cycle, bio-psycho-social

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1. INTRODUCCIÓN

A lo largo del siglo XX y lo que llevamos del XXI, la esperanza de vida al nacer se ha duplicado en los países desarrollados. Este hecho se debe, en gran parte, a la mejora de la situación socioeconómica, de las condiciones medioambientales, de los tratamientos médicos y de la asistencia sanitaria (Eurostat, 2011). Al mismo tiempo se ha producido un descenso de la natalidad y todo ello ha supuesto un envejecimiento significativo de la población. En el caso de España, la esperanza de vida al nacer se cifra en 81,9 años (79 los hombres y 85 las mujeres) (OMS, 2012) y la tasa de fertilidad en 1,38; produ-ciéndose la circunstancia de que alrededor del 18% de los españoles son mayores de 65 y el 5,3% tiene más de 80 y las perspectivas de futuro son que este porcentaje se incrementará hasta el punto de que en el 2060 España será el país de la UE con un mayor porcentaje de octogenarios (14,2%); por delante de Italia (14,1%) y Alemania (13,5%) (Eurostat, 2012).

Como consecuencia, en las últimas décadas la estructura de nuestra sociedad también ha variado más que nunca. Han cambiado las estructuras familiares, los roles, hábitos higiénicos, sanitarios, educativos y laborales. Aunque no cabe duda que todos estos cam-bios son positivos, también suponen un desafío a la ciencia y a la sociedad ya que la edad está asociada a la enfermedad y ésta a la discapacidad; produciéndose, al mismo tiempo que la población enve-jece, un aumento de personas con limitaciones funcionales. Desde esta perspectiva, el indicador de la Esperanza de Vida libre de Disca-pacidad (EVLD), que hace referencia a la esperanza de vida saluda-ble, es un indicador que cobra cada vez más relevancia ya que da cuenta de la “calidad” de vida más que de la “cantidad”.

En 2010 el número de años de vida saludable (al nacer) se esti-mó en 61,7 para los hombres y 62,6 años para las mujeres en la Unión Europea (Eurostat, 2011), lo que representa aproximadamente el 80% y el 75% de la esperanza de vida total para hombres y muje-res. En España la esperanza de vida libre de discapacidad (2010) se estima en 63,9 años para las mujeres y 64,4 años para los hombres. Si tenemos en cuenta que los hombres viven, de media, 79 años y las mujeres 85, las mujeres tendrán 6,5 años más de morbilidad y disca-pacidad que los hombres. Es decir, según los datos, los hombres vi-ven menos pero con mejor calidad de vida que las mujeres. Segura-mente debido a una mayor prevalencia de enfermedades de huesos y

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articulaciones por parte de las mujeres. Por ejemplo, la artrosis o la osteoporosis son enfermedades que afectan mucho más a las muje-res, sobre todo después de la menopausia, produciendo, en muchos casos, una limitación de la movilidad a quien las padece.

Aumentar la vida saludable es uno de los objetivos principales de la política sanitaria de la OMS, dado que no solo mejoraría la situación de las personas mayores, sino que también implicaría la reducción de los gastos sanitarios. El verdadero reto para la sociedad y la ciencia no es el del incremento de la esperanza de vida sino de la esperanza de vida saludable. Ampliar la esperanza de vida libre de discapacidad supondría reducir el costo social y producir un mayor bienestar y cali-dad de vida a los ciudadanos.

Pero el envejecimiento, además de constituir un fenómeno de la población, también representa un fenómeno individual y su estudio se debe abordar desde una perspectiva bio-psico-social; Y, aunque, hasta hace unas pocas décadas, ha sido la biología la que ha prevale-cido en el estudio del envejecimiento (Birren,1960), en la actualidad existe un consenso científico en que el ser humano en interacción con su ambiente a lo largo del ciclo vital construye, en gran medida, su propia forma de envejecer; y que aunque es verdad que el individuo nace con una carga genética que influye en su longevidad, esa in-fluencia genética representa un 25% dejando un 75% a factores con-ductuales y ambientales (Kirkwood, 2005). De ahí que exista una gran variabilidad en las formas de envejecer representadas como vejez “normal” “patológica” y con “éxito” (Baltes y Baltes, 1990a); las variables bio-psico-sociales determinan el modo en que envejecemos y las acciones del individuo en interacción con su ambiente serán las principales responsables del mismo.

2. ENVEJECIMIENTO ACTIVO

Aunque tradicionalmente muchas de las teorías psicosociales so-bre la vejez la han abordado desde una perspectiva de la desvincula-ción en el sentido de que en esta etapa de la vida las personas mayo-res deben retirarse de la vida activa y prepararse para el momento de la muerte, en los treinta últimos años, como consecuencia de la evi-dencia empírica de las diferentes formas de envejecer, se ha roto con ese enfoque negativo y surge un nuevo paradigma que ha venido tomando distintos nombres: “saludable” (OMS, 1990), “buen enveje-

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cer” (Fries, 1989), “con éxito” (Rowe y Khan, 1997; Baltes y Baltes, 1990a), “competente” (Fernández-Ballesteros, 1996) o “activo” (OMS, 2002). El concepto ha ido evolucionando, desde la definición de la OMS de 1990 de envejecimiento saludable (centrado en la salud), hacia un modelo mucho más integrador como el de envejecimiento activo (OMS, 2002) definido como “el proceso a lo largo de la vida en el que se optimiza el bienestar físico, social y mental con el fin de extender las expectativas de salud, la participación y la seguridad y, con ello, la calidad de vida según se envejece” (p.26). Asume el mo-delo de Kalache y Kickbuschy (1997), considerando el envejecimiento como un proceso que se inicia en el nacimiento y cuyo éxito depende-rá de las transacciones del individuo con el ambiente donde se desa-rrolla. Desde esta perspectiva, el envejecimiento no solo es cuestión de edad, ni tampoco del azar o de la suerte, sino que las formas de envejecer y la enorme variabilidad existente dependerán de la optimi-zación de los recursos del individuo durante la infancia y adolescen-cia, de maximizar dichos recursos a lo largo de la edad adulta y de mantener un óptimo funcionamiento en la vejez.

Sustituye la planificación estratégica sobre las personas mayores basada en las “necesidades”, por la basada en los “derechos” de in-dependencia, participación, dignidad, atención y auto-desarrollo. Res-petando la igualdad de oportunidades y de trato en todos los aspec-tos de su ciclo vital.

El objetivo es extender la productividad, independencia y calidad de vida a edades avanzadas. Además de seguir siendo activo física-mente, es importante permanecer activo social y mentalmente, parti-cipando en actividades recreativas, de voluntariado o remuneradas, culturales, sociales, y educativas. Ofreciéndoles al mismo tiempo una adecuada protección, seguridad y atención médica cuando lo necesi-tan.

En la figura 1 se presentan los determinantes del envejecimiento activo de forma circular para indicar las múltiples direcciones en las que actúan tanto desde el individuo (recursos personales y conduc-tuales) como desde el contexto (sistemas sociales, ambientales, eco-nómicos y de servicios sanitarios y sociales), dentro del marco condi-cionante que generan la cultura y el género. En la tabla 1 se presen-tan los factores o variables asociadas a cada uno de los determinan-tes del envejecimiento activo descritos por la OMS, 2002.

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Figura 1: Determinantes del envejecimiento activo (OMS, 2002)

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Tabla 1: Determinantes del envejecimiento activo (OMS, 2002)

Determinantes transversales Cultura

Género

Determinantes relacionados con los sistemas sociales y sanitarios

Promoción de la salud y prevención de la enfermedad

Servicios curativos

Asistencia de larga duración

Servicios de salud mental

Determinantes conductuales Tabaquismo

Actividad física

Alimentación sana

Alcohol

Medicamentos

Cumplimiento terapeútico

Determinantes relacionados con facto-res personales

Biología y genética

Factores psicológicos (inteligencia, autoeficacia, afrontamiento, control)

Determinantes relacionados con el entorno físico

Entornos físicos

Seguridad en la vivienda

Caídas

Agua limpia, aire puro, alimentos

Determinantes relacionados con el entorno social

Apoyo social

Violencia y abuso

Educación y alfabetización

Determinantes económicos Ingresos

Protección social

Trabajo

2.1. Definición empírica del envejecimiento activo

¿Cuántas personas disfrutan de un envejecimiento activo? La respuesta no es fácil. Fernández-Ballesteros, en una revisión sobre diferentes investigaciones dirigidas a esclarecer este tema, encontró una enorme variedad en los resultados sobre la prevalencia del enve-jecimiento activo. El porcentaje de personas que envejecen con éxito, en los estudios descritos fue muy variado, oscilando entre un 12 y un 50%. Según Fernández-Ballesteros (2009), la enorme amplitud de la horquilla se debe sobre todo a las diferentes formas de operativizar el envejecimiento activo en función del concepto de partida, ya que los ingredientes o variables utilizadas para medirlo han sido muy diferen-tes. Hay autores que lo han evaluado unidimensionalmente (por

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ejemplo: capacidad funcional) o multidimensionalmente (salud, fun-cionamiento cognitivo, físico, social, emocional…). Obviamente, la prevalencia de personas que se sitúan en dicha categoría varía en función de las exigencias marcadas como criterio del concepto.

La conclusión a la que llegó esta autora fue que los criterios ge-neralmente aceptados (parcialmente o en su conjunto) para identifi-car el envejecimiento activo son: condiciones de salud, funcionamien-to físico, funcionamiento cognitivo, afecto positivo y participación social.

También la edad, el nivel de educación y el método utilizado fueron variables responsables de los diferentes resultados encon-trados.

El equipo de Fernández-Ballesteros ha puesto en marcha varias investigaciones longitudinales para analizar el concepto y sus deter-minantes. Para ello se utilizaron dos muestras de sujetos: 55-75 años y de 90 y más años, los cuales tenían su capacidad cognitiva preser-vada.

Las variables utilizadas por el grupo más joven (55-75 años) para definir el concepto fueron: “no necesitar ningún tipo de ayuda”, “no tener ningún problema de salud”,” poder valerse por sí mismo”, “cali-ficar la salud como “buena” o “muy buena”, “haber obtenido en el MMSE una puntuación superior a 27”, “ estar “bastante” o “muy” sa-tisfecho con su vida” y” realizar más actividades productivas que la media del grupo”. El porcentaje de individuos de 55-75 años que pre-sentaron envejecimiento activo con estos criterios fue del 27%. A los 4 años solo el 30% de ellos siguieron disfrutando dicha categoría. Realizar actividades de ocio y la capacidad de aprendizaje asociativa, de atención y concentración fueron las variables tomadas en la línea base que mejor predijeron el envejecimiento activo a los 4 años de seguimiento. En el caso de los individuos de 90 y más años –con los que se utilizaron criterios menos exigentes- (“bastante o muy satisfe-chos con sus vidas”, “percibir su salud como buena o muy buena”, “no tener dificultades en la realización de las actividades de la vida diaria” y “tener una puntuación en el MMSE ≥26”), el porcentaje fue del 28% y al año de seguimiento, el 40% de los que disfrutaban de envejecimiento activo dejaron de hacerlo. De ellos, perdieron signifi-cativamente más mujeres que hombres dicha categoría. Los mejores predictores -tomados en la línea base- del envejecimiento activo de los nonagenarios (al año de seguimiento) fueron la capacidad auditiva

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informada por los sujetos, la capacidad de aprendizaje asociativo, concentración y atención y la frecuencia en que realizan gestiones propias. Es decir determinantes de salud, de actividad cognitiva y de actividad productiva (Zamarrón, 2010).

Serían necesarias más investigaciones longitudinales, además del seguimiento de las que están en marcha, para comprobar si los de-terminantes encontrados se replican en las nuevas y se mantienen en los seguimientos de las que ya están iniciadas.

2.2. Promoción del envejecimiento activo

Según el modelo de envejecimiento activo descrito anteriormen-te, éste dependerá tanto de las medidas socio-políticas que se lleven a cabo en un determinado país como de las acciones individuales que cada uno adopte para mejorar su propia forma de envejecer.

A nivel político sería necesario impulsar medidas que proporcio-nen su apoyo en las áreas de sanidad, economía, trabajo, educación, justicia, vivienda, y transporte, respaldando la participación de los mayores en los diferentes aspectos de la vida comunitaria. Este obje-tivo se sustenta en tres pilares básicos: Salud: prevenir y reducir la discapacidad, las enfermedades crónicas y la mortalidad prematura. Los sistemas sanitarios y sociales públicos y privados deberían colabo-rar en la promoción de la salud y la prevención de la enfermedad, estableciendo programas que fomenten hábitos de vida saludables. Participación: Se debe facilitar que las personas mayores sigan con-tribuyendo productivamente en la sociedad en actividades tanto re-muneradas como sin remunerar. Las políticas de envejecimiento acti-vo deberían ir dirigidas a incentivar a los empleados a retrasar su jubilación y a los empresarios para que contraten y mantengan a los mayores en sus trabajos. Asimismo, la creación de oportunidades para el voluntariado sería fundamental para que los mayores se com-prometieran con estas actividades que forman parte del envejeci-miento activo ya que, además de proporcionar una gran ayuda para la sociedad, también los individuos que participan en ellas se benefi-cian enormemente mejorando no solo sus habilidades y relaciones sociales, sino que el hecho de sentirse más útiles ayudando a los de-más, mejora su satisfacción con la vida, autoeficacia y control perso-nal. Igualmente, promocionar contextos educativos –como las univer-sidades de mayores- para facilitar el aprendizaje continuo de los ma-yores, son aspectos todos ellos fundamentales que facilitan que los mayores sigan siendo productivos y participando de la sociedad. Se-

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guridad: Las políticas y programas deben abordar las necesidades sanitarias, sociales, económicas y de seguridad física para los mayo-res, garantizando su protección, su dignidad y su asistencia. Se debe apoyar a los familiares que cuidan de ellos. La incorporación de la mujer al ámbito laboral en los últimos años ha supuesto que el cuida-do informal a través de las familias, muchas veces sea insuficiente. El Estado debe establecer una legislación y una base financiera para proporcionar los servicios adecuados de atención a largo plazo.Pero las políticas que fomentan el envejecimiento activo no serían efectivas si el individuo no hiciera nada por beneficiarse de ellas y así optimizar su forma de envejecer. El individuo puede hacer mucho para enveje-cer mejor. Ya hemos comentado que el envejecimiento es un proceso que depende de las transacciones del individuo con su ambiente a lo largo del ciclo vital. Potenciarlo dependerá de lo que haga a lo largo de su vida. Obviamente, “cuanto antes mejor”. Pero eso no quiere decir que no se pueda hacer nada cuando uno ya es mayor. Nunca es demasiado tarde; se puede hacer mucho después de los 65 años para disfrutar de un mejor envejecimiento. Los cambios positivos en los estilos de vida valen la pena a todas las edades; así como también seguir participando activamente en la sociedad, trabajando, cuidando nietos, haciendo tareas de voluntariado, participando en programas educativos, de ocio, etc. Existe una amplia evidencia empírica que muestra la efectividad de las intervenciones con mayores. (Braveman, Egerter, & Williams, 2011; Peel, McClure, & Bartlett, 2005). La OMS (2002) propone cuatro políticas de acción para la promoción de los factores individuales que determinan el envejecimiento activo: (1) reducir los factores de riesgo asociados a enfermedades e incremen-tar los de protección de la salud a través de hábitos saludables y ejer-cicio físico; (2) promover los factores de protección del funcionamien-to cognitivo; (3) promover las emociones y un afrontamiento positivo; y (4) promover la participación psicosocial. En primer lugar, la promo-ción de la salud y la prevención de la enfermedad ponen de relieve la importancia que tienen los estilos de vida (ejercicio físico, dieta, no fumar, beber moderadamente, la adherencia al tratamiento, etc.). Las personas mayores que han adoptado estilos de vida saludables com-paradas con las que no lo han hecho aumentan, de media, en más de 7 sus años de vida libre de discapacidad (Fries, 2002).Por otra parte, el declive cognitivo que ocurre con el paso del tiempo puede ser compensado con ejercicios. La actividad intelectual a lo largo de la vida reduce el declive cognitivo asociado a la edad y se considera un factor de protección de la demencia (Fratiglioni et al, 2004). Los pro-gramas de psicoestimulación cognitiva han mostrado su efectividad incluso en personas con inicio de demencia (Zamarrón y col , 2008; Calero y Navarro, 2007; Stern, 2002; 2003). Así mismo, la auto-

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eficacia para envejecer o la percepción de control interno son buenos predictores de envejecimiento activo (Burns y Seligman, 1989). Va-riables de personalidad como el optimismo y el pensamiento positivo están asociadas a satisfacción con la vida en la vejez. La actitud o afecto positivo es un protector contra el declive físico y funcional en mayores. En este sentido, el estudio longitudinal sobre los ensayos escritos por las monjas de una congregación (Snowdon, 2003), in-formó que aquellas que en su juventud expresaron emociones positi-vas en sus escritos, vivieron de media 6,9 años más que las que fue-ron más negativas en sus narraciones. Se puede intervenir en todos estos factores personales; ayudando a los mayores a fomentar emo-ciones positivas, promover un mayor control personal y sentido de autoeficacia y enseñándoles a enfrentarse a situaciones difíciles como la jubilación, muerte de un ser querido, problemas de salud, etc.Finalmente, el modelo de envejecimiento activo enfatiza la impor-tancia de las relaciones sociales, la competencia social y la participa-ción. La integración social además de ser fundamental para el desa-rrollo psicológico también es importante en el retraso de la depen-dencia y la longevidad (Zunzunegui, 2005). Asimismo, la participación social mejora el sentimiento de autoeficacia y control personal. Pro-mover los comportamientos pro-sociales y la participación social es uno de los retos del envejecimiento activo. En este sentido es muy importante la promoción de contextos educativos para los mayores que faciliten el aprendizaje continuo a lo largo del ciclo vital.Un hecho fundamental a tener en cuenta en todo programa de promoción del envejecimiento activo, es la eliminación de estereotipos negativos en torno a la vejez y el envejecimiento (Fernández-Ballesteros, 2009). Como ha quedado de manifiesto en muchas investigaciones, existen estereotipos negativos por parte no solo de los más jóvenes sino también de los mismos mayores, de sus cuidadores y de los profesio-nales (Fernández-Ballesteros, 1992; Palmore, 1999; Nelson, 2002). Estas creencias no hacen justicia a las diversas formas de envejecer, sino que solo dan cuenta de un envejecimiento patológico e incapaci-tante dejando de lado a la mayoría de personas mayores que cursan un envejecimiento mucho más satisfactorio y positivo. Las imágenes negativas pueden ser una barrera que impida la participación de los mayores en la sociedad. Debemos, por tanto, hacer un esfuerzo por fomentar una imagen de la vejez adecuada a la realidad y desarrollar programas educativos dirigidos a superar los estereotipos negativos hacia las personas mayores (Plan de Acción para las Personas Mayo-res, 2003-2007).

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Hay muchos programas que se han puesto en marcha para fo-mentar el envejecimiento activo, sin embargo, la mayoría se centra en el fomento del ejercicio físico, dejando a un lado la promoción de factores psicosociales.

Por otra parte y, aunque existen programas multidimensionales como “vivir con vitalidad” (Fernández-Ballesteros, 2005) que han mostrado su eficiencia y eficacia en la mejora significativa de las ca-pacidades psicológicas y conductuales entrenadas, son pocos los pro-gramas que han publicado resultados a este respecto. Sería necesa-rio llevar a cabo más valoraciones de los programas así como del se-guimiento de los mismos para comprobar si los efectos son duraderos en el tiempo (para una revisión ver Fernández-Ballesteros, 2009).

3. CONCLUSIÓN

La situación demográfica actual ha llevado a plantear, a los más importantes organismos internacionales, la necesidad de dar un giro en las estrategias a desarrollar con las personas mayores. Ante dicha necesidad, surge el concepto de envejecimiento activo que considera el envejecimiento en un sentido positivo; reconociendo los derechos de los mayores y apostando por su participación activa en todas las áreas donde se desenvuelven. Los expertos coinciden en que el enve-jecimiento activo es un concepto biopsicosocial y, por tanto, no se reduce al mantenimiento de una buena salud libre de discapacidad, sino que también implica el mantenimiento óptimo de aspectos psico-lógicos y sociales.

Según la OMS (2002), los determinantes del envejecimiento acti-vo serían económicos, sociales, físicos, de salud y servicios sociales, personales (psicológicos y biológicos) y comportamentales (estilos de vida). Es decir, considera determinantes individuales y contextuales o externos al individuo. Por tanto, para potenciarlos los políticos debe-rían poner los medios necesarios para facilitar que los ciudadanos actúen de una manera óptima en su propio envejecimiento.

En definitiva, el fomento del envejecimiento activo dependerá de factores socio-políticos e individuales. Las administraciones públicas deben poner en marcha medidas que garanticen la sanidad, seguri-dad y participación de los mayores en los diferentes aspectos de la vida comunitaria, y los individuos, por su parte, amén de la genética

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que cada uno tenga, envejecerán mejor o peor en función de la tra-yectoria de vida que elijan. Si a lo largo de su vida adoptan estilos de vida adecuados, fomentan sus capacidades cognitivas y psicológicas y continúan implicados en la sociedad también en la vejez, ayudarán a que su envejecimiento sea más satisfactorio que si sus hábitos son poco saludables, no ejercitan sus capacidades y se desvinculan de la sociedad cuando llegan a mayores.

Por último, aunque existe un consenso científico sobre la defini-ción teórica del envejecimiento activo, las diversas investigaciones al respecto no son comparables (distintas definiciones empíricas, edad y nivel de educación de los sujetos o métodos de evaluación). Sería necesario poner en marcha más investigaciones longitudinales para dar luz sobre este nuevo concepto y sus determinantes.

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