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Expediente N° 2020-325 Sentencia N° 2020-379 Voto N° 2020-425 Sentencia 379-2020. Tribunal Aduanero Nacional. San José a las diez horas con veinte minutos del día once del mes de setiembre del año dos mil veinte. Recurso de apelación por XXX, cédula 05-0XX9-0XX5 contra la resolución de la Aduana de Limón número RES-AL-DN-1175-2020 del día trece del mes de abril del año dos mil veinte. RESULTANDO: I.- Con resolución número RES-AL-DN-2503-2019 del 18 de octubre de 2019, la Aduana de Limón inicia procedimiento administrativo sancionatorio contra el agente aduanero XXX, al considerar que eventualmente cometió la infracción administrativa estipulada en el artículo 236 inciso 25 de la Ley General de Aduanas (en adelante LGA), toda vez que como Agente Aduanero declaro incorrectamente el nombre del consignatario en la Declaración Única Aduanera de Tránsito Interno N° 006-2019-1XXXX1 del 18 de octubre de 2019, por lo cual solicitó una rectificación al amparo del artículo 90 de la Ley General de Aduanas, que fue acogida por la Aduana con Resolución RES-AL-DN-2335-2019 del 04 de octubre de 2019. (Folios 20 a 29) 1

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Expediente N° 2020-325 Sentencia N° 2020-379

Voto N° 2020-425

Sentencia 379-2020. Tribunal Aduanero Nacional. San José a las diez horas con veinte minutos del día once del mes de setiembre del año dos mil veinte.

Recurso de apelación por XXX, cédula 05-0XX9-0XX5 contra la resolución de la Aduana de Limón número RES-AL-DN-1175-2020 del día trece del mes de abril del año dos mil veinte.

RESULTANDO:

I.- Con resolución número RES-AL-DN-2503-2019 del 18 de octubre de 2019, la Aduana de Limón inicia procedimiento administrativo sancionatorio contra el agente aduanero XXX, al

considerar que eventualmente cometió la infracción administrativa estipulada en el artículo

236 inciso 25 de la Ley General de Aduanas (en adelante LGA), toda vez que como Agente

Aduanero declaro incorrectamente el nombre del consignatario en la Declaración Única

Aduanera de Tránsito Interno N° 006-2019-1XXXX1 del 18 de octubre de 2019, por lo cual

solicitó una rectificación al amparo del artículo 90 de la Ley General de Aduanas, que fue

acogida por la Aduana con Resolución RES-AL-DN-2335-2019 del 04 de octubre de 2019.

(Folios 20 a 29)

II.- Mediante resolución número RES-AL-DN-1175-2020 del día trece del mes de abril del año dos mil veinte, la Aduana de Limón emite acto final del procedimiento administrativo

sancionatorio contra el agente aduanero XXX, declara al agente de aduanas responsable

por la comisión de una infracción administrativa estipulada en el artículo 236 inciso 25 de la

LGA, al haber transmitido con errores la Declaración Única Aduanera de Tránsito Interno N°

151231 del 02 de octubre de 2019, por lo que le impone una multa de $500. (Folios 58 a 65)

III. Con escrito recibido por la Aduana de Limón en fecha 08 de mayo de 2020, el agente

aduanero interpone el recurso reconsideración y apelación en contra del acto final RES-AL-DN-1183-2020 argumentando: (Folio 73-75)

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Expediente N° 2020-325 Sentencia N° 2020-379

Voto N° 2020-425

-Alega nulidad del elemento motivo del acto dictado por la aduana, al carecer de

un análisis sobre la existencia de la culpa.

-Que no basta con demostrar la realización material o real del hecho, sino que

debe demostrarse por principio de inocencia la existencia de voluntad consciente

y culpable.

-Que la aduana no determina la culpabilidad, se conforma con describir el

resultado y se limita a la condición de auxiliar del sujeto activo.

-Que no se juzga la conducta, sino que la aduana utiliza un símil basado en

sentencia del Tribunal Aduanero.

-Solicita el desistimiento del procedimiento y el archivo definitivo del expediente.

IV.- Con resolución N° RES-AL-DN-2594-2020 del 08 de julio de 2020, la Aduana de Limón

rechaza el recurso de reconsideración y confirma la sanción impuesta, procede a emplazar

al recurrente para que, dentro del plazo de diez días hábiles siguientes contados a partir de

la notificación, reitere o amplié sus argumentos ante el Tribunal Aduanero. (Folio 76-86)

V.- El agente de aduanas imputado se apersona en esta instancia, reitera los argumentos ya

establecidos. (Folios 97-100)

VI- Que en las presentes diligencias se han observado las prescripciones legales en la

tramitación del recurso de apelación.

Redacta el MDT, MDE, licenciado Dick Rafael Reyes Vargas; y,

CONSIDERANDO:

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Expediente N° 2020-325 Sentencia N° 2020-379

Voto N° 2020-425

I.- La litis: La imposición de la multa al agente de aduanas de conformidad con el artículo

236 inciso 25 de la LGA, por declarar incorrectamente el nombre del consignatario en la

Declaración Única Aduanera de Tránsito Interno N° 151231 del 02 de octubre de 2019.

II.- Sobre la admisibilidad del recurso de apelación. Procede a revisar de seguido el

Tribunal los presupuestos procesales necesarios para constituir el presente procedimiento

válido y tener por admitido el recurso de apelación. El recurso de apelación fue presentado

dentro del término de ley regulado en el artículo 198 de la LGA, lo que es visible a folios 72 y

79, además quién lo interpone cuenta con la capacidad procesal para intervenir en el

procedimiento en su condición de agente de aduanas imputado.

III. Sobre las nulidades. Estima este Tribunal, como contralor de legalidad, que en primer

término debe avocarse a revisar la actuación administrativa, determinando si en la especie

se han violentado los principios procesales esenciales que todo acto administrativo debe

salvaguardar en aplicación del principio de legalidad y del debido proceso, pronunciándose

sobre la existencia o no de nulidades en el caso concreto, ya que observa este Tribunal una

falta de motivación y una deficiente imputación de los hechos que se le atribuyen al

recurrente en el acto inicial y por los cuales se le sanciona en el acto final del procedimiento,

al considerar que la Aduana de Limón no ha brindado la debida justificación ni

puntualizado de manera clara, precisa y circunstanciada, cuál es la o las obligaciones

previamente establecidas, que ha violado el auxiliar con los actos que se le atribuyen, y por

ende cuál ha sido el bien jurídico tutelado que ha puesto en riesgo o ha quebrantado, y que

lo hacen merecedor de la multa que se le impone en este caso, en razón de lo cual se avoca

este Colegiado al estudio de los vicios de nulidad.

En el ámbito administrativo, el Derecho Sancionador tiene como finalidad mantener el orden

del sistema y reprimir por medios coactivos aquellas conductas contrarias al Ordenamiento

positivo; este poder sancionador es aquel en virtud del cual “pueden imponerse sanciones a

quienes incurran en la inobservancia de las acciones u omisiones que le son impuestas por

el ordenamiento normativo administrativo, o el que sea aplicable por la Administración

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Expediente N° 2020-325 Sentencia N° 2020-379

Voto N° 2020-425

Pública en cada caso”1 De esta forma, las sanciones administrativas son expresión de un

legítimo poder jurídico, el cual se encuentra destinado a velar por el interés general,

específicamente el garantizar el mantenimiento del propio orden jurídico-administrativo. Este

poder, al cual se le conoce como “potestad sancionadora de la Administración”, es una

manifestación del ius puniendi del Estado, en razón de la cual se justifica la acción

represora2 en la esfera de los derechos de los administrados, con base en el interés común

que se pretende proteger. Así, a la Administración se le atribuye dicha potestad con el fin de

mantener el orden público y asegurar el cumplimiento de determinadas relaciones y

disposiciones, aspectos que se encuentran ligados al criterio de eficiencia de la

administración:

“De lo anterior derivan dos elementos que componen la potestad sancionadora:

a) la actividad limitadora de la Administración y, b) el mantenimiento de un

determinado orden (Ver CARRETERO PEREZ (Adolfo) y CARRETERO

SANCHEZ (Adolfo). Derecho Administrativo Sancionador, Madrid, Editoriales de

Derecho reunidas (EDERSA), 2da. Edición, 1995, p.79). En lo que al primer

elemento se refiere, debemos recordar que la libertad jurídica no es absoluta,

sino relativa, condicionada, pues siendo el Estado quien la reconoce al traducirla

en derechos subjetivos, también puede intervenir sobre ella, configurándola por

medio de normas. En cuanto al segundo, es indudable que el fin al que tiende esa actividad limitadora es la defensa directa e inmediata del orden jurídico, entendido como una situación objetiva definida por las normas que otorgan derechos e imponen deberes a los particulares.” (El resaltado

no es del original)3

1 ESCOLA, Héctor. Compendio de Derecho Administrativo. Tomo I. Buenos Aires, Argentina: Editorial Desalma. 1984, p. 2072 “…potestad de signo auténticamente represivo, que se ejercita a partir de una vulneración o perturbación de reglas preestablecidas" Cano Campos Tomás. Derecho Administrativo Sancionador, Revista Española de Derecho Constitucional, Madrid, Nº 43, enero-abril de 1995, p.339.3 Dictamen de la Procuraduría General de la República, número C-340-2002 del 16 de diciembre de 2002.

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Voto N° 2020-425

De esta forma, es en ejercicio de esta potestad que la Administración puede imponer

sanciones a los administrados por las transgresiones que del Ordenamiento Jurídico éstos

cometan, pero únicamente cuando previamente se encuentren tales conductas tipificadas como infracción a través de un tipo legal, se determina la responsabilidad del infractor, no existan eximentes de responsabilidad y se pueda reprochar como conocedor de su obligación. Para ello es preciso que se haga una relación

circunstanciada de los hechos, debiendo señalar la administración las razones por las cuales

no solo esos hechos encuadran en un tipo sancionatorio, sino que además se le hace saber

al sujeto al que se le dirige la sanción su eventual nivel de responsabilidad desde el inicio del

procedimiento y con ello cumplir a cabalidad el debido proceso con absoluto resguardo del

derecho de defensa, en un contradictorio para que finalmente la administración determine si

efectivamente le es reprochable la conducta, lo que no sucede en la especie.

Bajo ese entendimiento, la imposición de una sanción administrativa será resultado de la

transgresión de una norma previamente establecida y de la necesaria violación del bien

jurídico protegido por la misma, todo lo cual ha de encontrarse debidamente justificado por

parte del ente que pretende aplicar la potestad sancionadora. Así, se justificará la puesta en

marcha del engranaje que constituye la potestad sancionadora de la Administración cuando

se verifiquen los elementos fácticos y normativos que justifiquen dicho accionar, en relación

con el tipo infraccional establecido por el Ordenamiento Jurídico, situación que como se

analizará de seguido, no se cumple en relación a la imposición de las sanciones de marras.

Como se puede apreciar, todo procedimiento sancionatorio se encuentra sujeto a principios que aseguran que las infracciones administrativas y sus respectivas sanciones se encuentren previstas en una ley formal, garantizando el respeto a la seguridad jurídica de los administrados, y que conozcan con certeza el ámbito de lo lícito y lo ilícito, y a su vez se elimine cualquier atisbo de arbitrariedad del órgano sancionador competente, aspectos que en la especie son violentados ante la falta de motivación y

precisión de la Aduana de Limón, al formular los cargos que le atribuye al recurrente.

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Voto N° 2020-425

Habiendo establecido el ejercicio de la acción desplegada por el A Quo, y teniendo claridad

de las garantías que protegen a todo imputado por hechos que pudiesen llegar a generar la

imposición de una sanción administrativa, resta analizar las actuaciones del A Quo en la

especie, bajo el lente de dichos principios, con el fin de establecer el vicio de que adolecen

los actos dictados por la Aduana de Limón.

En esa línea, tenemos que desde el momento mismo de dictar el acto de apertura de un

procedimiento sancionador, debe la Autoridad Administrativa consignar la adecuada intimación e imputación de los cargos que se atribuyen al investigado, individualizando las

conductas y hechos que le son achacables como incumplidos, y exponiendo de manera

clara cuáles son las obligaciones previamente establecidas que se consideran infringidas,

las cuales deber guardar relación con el tipo sancionador administrativo que estima típico de

la conducta u omisión tenida por irregular, lo mismo que ha de informarse al sujeto

investigado las pruebas en que sustenta los cargos imputados.

Siendo que la motivación del acto se encuentra en una relación directa con los derechos de

intimación e imputación, que forman parte de los derechos al debido proceso y de defensa,

según los cuales no es válido iniciar un procedimiento mediante observaciones abstractas,

generales o indeterminadas, que impidan al sujeto destinatario del acto conocer a cabalidad

los hechos y normas en que se fundamenta dicha acción administrativa; esto se realiza a

través de un formal traslado de cargos, donde ha de formularse de manera expresa,

concreta e integral las razones por las cuales se ha dado inicio a un procedimiento, la

normativa infringida y el bien jurídico violado, que en definitiva culminará con la imposición

de una sanción, ello en aras de que el sujeto pasivo tenga la posibilidad de conocer qué hechos se le imputan, cuál obligación concreta ha infringido, cuál bien jurídico ha quebrantado y la responsabilidad que se le achaca, mediante la puesta en conocimiento

del objeto, carácter y fines por los cuales se abre el respectivo procedimiento administrativo.

En ese sentido, no se trata de referenciar hechos y normas de manera general, sin

establecer un análisis de esos hechos y esas normas en relación con el tipo objetivo; ni

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Voto N° 2020-425

tampoco de señalar además, el cuadro normativo que regula la eventual responsabilidad del

sujeto, sin puntualizar como se concreta respecto de los hechos que se le endilgan.

Nuestro Tribunal Constitucional se ha dado a la tarea de delimitar los derechos de intimación

e imputación dentro del procedimiento administrativo:

“a) Principio de intimación: consiste en el acto procesal por medio del cual se

pone en conocimiento del funcionario la acusación formal. La instrucción de los

cargos tiene que hacerse mediante una relación oportuna, expresa, precisa,

clara y circunstanciada de los hechos que se le imputan y sus consecuencias

jurídicas. b) Principio de imputación: es el derecho a una acusación formal, debe

el juzgador individualizar al acusado, describir en detalle, en forma precisa y de

manera clara el hecho que se le imputa. Debe también realizarse una clara calificación legal del hecho, estableciendo las bases jurídicas de la acusación

y la concreta pretensión punitiva. Así el imputado podrá defenderse de un

supuesto hecho punible o sancionatorio como en este caso, y no de simples

conjeturas o suposiciones.”4

Así, mediante tales derechos se persigue, no solamente que al sujeto pasivo le sean

comunicados los hechos que se le imputan y que son fundamento fáctico del procedimiento,

lo mismo que la especie normativa aplicada, ello en aras de que ejercite su defensa, sino

que busca también, que exista identidad entre la imputación realizada y lo que finalmente

será resuelto. En relación al primero de los objetivos, la Administración debe intimar los

cargos de forma particularizada, ya que, no es viable que el administrado deba “averiguar” o

“adivinar” cuáles son los cargos que se le atribuyen, dado que tal individualización fáctica y

normativa forma parte de los deberes procedimentales de la Administración. Por otro lado,

tampoco es aceptable que la intimación se realice mediante la simple remisión a informes o

dictámenes que consten en el expediente, ya que, por el contrario, el acto inicial deberá

4 Sentencia número 632-99 de las 10:48 horas del 29 de enero de 1999.

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Voto N° 2020-425

contener una descripción de los hechos que interesan ser establecidos a través del

procedimiento, aunque los mismos estén basados en dichos informes o dictámenes.

Teniendo claras tales garantías, como requisitos de todo procedimiento administrativo,

considera este Tribunal que en autos se ha verificado su inobservancia, por lo que ha de

decretarse la nulidad de las actuaciones, dado que, tal y como lo ha expuesto la

Procuraduría General de la República, “si dentro del desarrollo del procedimiento

administrativo se patentiza algún tipo de violación al derecho de defensa contenido dentro

del principio del debido proceso, la Administración debe anular el respectivo acto, así como

las actuaciones y resoluciones posteriores, fase procesal a la que se debe retrotraer dicho

procedimiento.”5

Como se ha venido exponiendo, en la especie se investigan presuntas irregularidades

fundamentadas en el numeral 236 inciso 25) de la LGA, por lo que necesariamente la

Aduana de Limón estaba en el deber, desde el acto de apertura, de establecer cada uno de

los hechos, conductas u omisiones atribuibles al tipo sancionador, obligaciones concretas

violadas, así como dar a conocer las pruebas en que se fundamentaba, precisamente para

permitirle al auxiliar de la función pública aduanera investigado, formular una defensa

adecuada y atinente al cuadro fáctico imputado, con el fin de respetar el debido proceso y el

derecho de defensa que rigen este tipo de procedimientos administrativos, tal y como se

señaló supra.

Se puede constatar en autos que desde el dictado del acto inicial, la Autoridad Aduanera

se limita a establecer que el imputado incurrió en la infracción del artículo 236 inciso 25) de

la LGA, por errar en el nombre del consignatario en la declaración aduanera de tránsito

interno, lo que en su momento lo llevó, a solicitar una rectificación del DUA en ese sentido,

sin entrar a analizar la naturaleza del error y la modalidad de declaración aduanera, que

conlleva necesariamente puntualizar las obligaciones emergentes del declarante en relación

con el régimen jurídico aduanero, y en concreto respecto al régimen de tránsito y

5 Ver Dictamen número C-072-2006 del 27 de febrero de 2006.

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considerando que en este caso, el declarante del régimen lo es un agente aduanero y no un

transportista aduanero, por así permitirlo la normativa aduanera como un caso de excepción.

Así las cosas, debió la Aduana señalar sus deberes y responsabilidad en cuanto a esa

declaración concreta, las obligaciones a las que estaba sujeto y que en criterio de la aduana

se estiman quebrantadas y el error cometido para determinar su responsabilidad y

consecuentemente la posible imposición de la sanción que se pretende, lo que se echa de

menos en dicho acto, toda vez que la administración se limita a realizar un señalamiento

general del cuadro normativo que regula a los auxiliares de la función pública aduanera y

sus obligaciones básicas conforme con el artículo 30 de la LGA y demás normas que

regulan su actuación ante el Servicio Nacional de Aduanas, haciendo referencia también al

artículo 86 de la LGA sobre los requisitos que por regla general deben contener las

declaraciones aduaneras, pero sin precisar, ni exponer en concreto la relación de tales

disposiciones generales con el desarrollo normativo concreto del régimen de tránsito y su

declaración aduanera contenidas además a nivel reglamentario, como lo es el artículo 265

del RLGA, que refiere a los datos que debe contender esta declaración concreta, máxime

que el recurrente en su primer escrito presentado ante la aduana, argumentaba en ese

sentido. Y analizar también la responsabilidad de un agente como declarante del tránsito

aduanero interno, conforme el artículo 37 de la LGA, aspectos todos concernientes a la

tipicidad objetiva, cuyo abordaje no realiza la aduana de Limón. Debió además, la aduana,

señalar con base en dichos elementos, cuál fue en el caso concreto la falta al deber de

cuidado del agente aduanero que generó la incorrecta declaración de nombre del

consignatario, y acreditar cuáles acciones debió haber tomado en consideración para

cumplir con lo que el Ordenamiento Jurídico le demandaba y de esta forma haber declarado

correctamente, aspectos con base en los cuales la Autoridad Aduanera debe establecer la

posible relación personal entre acción y resultado, brindando no solamente el aspecto fáctico

de la imputación, sino las consideraciones por las cuales podrían configurarse los elementos

cognitivos y volitivos, y la previsión concreta del resultado que el imputado tuvo que tener al

momento de diligenciar la Declaración Aduanera de cita, todo ello bajo el respeto del

principio constitucional de inocencia, garantía que obliga a la Administración a demostrar en

el acto final que nos encontramos ante una acción típica, antijurídica y culpable.

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De esta forma, desde el inicio del presente procedimiento, se ha privado al imputado el

conocer clara y detalladamente cuáles son los hechos y su correspondiente valoración, que

se le están endilgando y por los que se le sanciona, dado que la Administración se limita a

hacer una referencia genérica a las conductas tipificadas por los infracciones de cita, sin

especificar cómo es que en el caso concreto en la declaración, se materializa el supuesto

error, situación que definitivamente deja al afectado en estado de indefensión, ya que al no

conocer los hechos imputados no tiene certeza de si los mismos son o no atribuibles, o bien,

si a pesar de ser cometidos por él, le resultan eventualmente reprochables, toda vez que no

se analizar las obligaciones del agente su participación y responsabilidad en el error

cometido.

Resulta evidente que en la presente litis, el agente investigado se le ha privado desde la

primicia de las actuaciones sancionatorias, de conocer de manera clara, precisa y

circunstanciada cuáles son los hechos u omisiones sancionables que se atribuyen por el tipo

administrativo sancionador, considerado por la Autoridad Aduanera como incumplido, dado

que la Aduana de Limón omite señalar claramente y de manera separada las conductas u

omisiones reprochables, así como los elementos probatorios en que se sustenta y las

consecuencias represivas que en el caso conllevan, de acuerdo el tipo sancionador y la

posible sanción aplicable, frente a una serie de obligaciones que el ordenamiento jurídico le

impone como declarante del tránsito, careciendo lo actuado en autos de una motivación

adecuada con las exigencias de este tipo de procedimientos.

A través de la presente litis, el A Quo asume generalidades respecto de los errores

supuestamente cometidos, olvidándose que estamos ante el ejercicio de la potestad punitiva

en manos de la Administración y por ende debe resguardar los garantías y principios

esenciales del Derecho Penal, siendo que de la simple lectura de las resoluciones que

conforman el presente asunto, se determinan inconsistencias desde el acto de apertura, por

la falta de precisión de los supuestos errores u omisiones cometidos en la Declaración

Aduanera, lo que conlleva también problemas en la atribución de los cargos, lo cual acarrea

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una indudable indefensión a la parte, ya que no se le comunican claramente los hechos

atribuidos. Además, lo actuado por la Administración imposibilita a este Colegiado

establecer la verdad real de los hechos, siendo este principio el objetivo fundamental de todo

procedimiento administrativo.

Así las cosas, debió la Administración indicar en forma motivada, desde la apertura del

procedimiento, no sólo los hechos que consideraba eventualmente sancionables, y su

adecuación típica, sino realizar la valoración respectiva, de cómo en la especie se materializa la vulneración del régimen jurídico, de tal forma que el recurrente en el

momento del ejercicio de su defensa, pudiera considerar, referirse, analizar y rebatir todos y

cada uno de los argumentos que le imputa la Administración, sabiendo cual es la eventual

responsabilidad que de esos hechos se le atribuye. Es importante recordar que dada la

naturaleza del procedimiento que nos ocupa, la carga de la prueba no corresponde al

investigado, sino a la Administración, máxime que en la especie se le está imponiendo una

sanción al administrado.

Todo lo anteriormente expuesto respalda la falta de una adecuada y precisa imputación de

los cargos al recurrente, generándose a su vez una inconsistente e insuficiente motivación

que le ha provocado indefensión a partir del inicio mismo del procedimiento sancionatorio,

donde dicha actuación vicia de nulidad todo el procedimiento, por lo que no puede este

Colegiado ante tales insuficiencias, dejar de advertir el vicio grave en las presentes

actuaciones del A quo y declarar la nulidad de todo lo actuado a partir del acto inicial

inclusive.

Debe tenerse presente que la motivación de los actos administrativos resulta ser una

exigencia del debido proceso, que resguarda a su vez el derecho de defensa del

administrado; debe ser entendida como la justificación que ha de rendir la correspondiente

Autoridad Administrativa al momento de emitir sus actos, resultando necesario indicar todas las razones que llevan al dictado de determinado acto administrativo, con el fin de que

el administrado conozca con exactitud y certeza la voluntad de la Administración, dado que

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Voto N° 2020-425

las decisiones que la misma adopte afectarán necesariamente sus derechos. De esta forma,

la motivación se encuentra ligada a la causa del acto administrativo, es su manifestación

externa, por medio de la cual, se logra tener conocimiento de todos y cada uno de los aspectos que han sido tomados en consideración para el dictado del acto específico ,

lo cual para el caso concreto se omite por completo respecto al precedente probatorio sobre

el error en el nombre del consignatario que llevó al propio agente a solicitar su corrección.

La motivación del acto bien podría caracterizarse como una “revelación de razones”,

concretamente las que han llevado a la Administración Activa a tomar determinada decisión

en concordancia con el objeto del procedimiento que le es puesto bajo su conocimiento.

Resulta ser una obligación de la Administración y un mecanismo de defensa y protección

jurídica del administrado, quien conociendo los fundamentos que llevan al dictado del acto,

podrá interponer las defensas que considere pertinentes en el momento oportuno. Al

respecto, la jurisprudencia constitucional ha señalado:

“En cuanto a la motivación de los actos administrativos se debe entender como

la fundamentación que deben dar las autoridades públicas del contenido del acto

que emiten, tomando en cuenta los motivos de hecho y de derecho, y el fin que

se pretende con la decisión. … implica una referencia a hechos y fundamentos

de derecho, de manera que el administrado conozca los motivos por los cuales ha de ser sancionado o por los cuales se le deniega una gestión que afecta sus intereses o incluso sus derechos subjetivos". (Resolución

7924-99, en igual sentido 6080-2002 y 13232, todas de la Sala Constitucional)

(El resaltado no es del original)

De esta forma, el artículo 166 de la Ley General de la Administración Pública (en adelante

LGAP) establece:

“Habrá nulidad absoluta del acto cuando falten totalmente uno o varios de sus

elementos constitutivos, real o jurídicamente.”

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Por su parte, el artículo 223 de la Ley señalada, sanciona con una nulidad de carácter

procesal la omisión de tales formalidades indicando:

“1. Sólo causará nulidad de lo actuado la omisión de formalidades sustanciales

del procedimiento.

2. Se entenderá como sustancial la formalidad cuya realización correcta hubiera

impedido o cambiado la decisión final en aspectos importantes, o cuya omisión

causare indefensión.” (El resaltado no es del original)

Finalmente, el artículo 136 inciso 2) de la LGAP define los alcances de la motivación:

“La motivación podrá consistir en la referencia explícita o inequívoca a

propuestas, dictámenes o resoluciones previas que hayan determinado

realmente la adopción del acto, a condición de que se acompañe su copia.”

De esta forma, para el caso concreto tenemos que, para determinar la procedencia de la

infracción imputada, debió el A Quo precisar y concretizar los hechos que se atribuyen al

recurrente, con los elementos probatorios de respaldo, posibilitando el ejercicio de una

defensa adecuada y acorde a los hechos atribuidos, en el sentido de individualizar a la

imputada, describir en forma detallada, precisa y claramente los hechos acusados,

realizando una clara calificación legal de los mismos, dado que para que una persona pueda

defenderse es imprescindible que exista algo de qué defenderse, es decir, que se le atribuya

haber hecho algo o haber omitido hacer en el mundo fáctico, con consecuencias jurídico-

sancionatorios, en ajuste a la naturaleza de la presente litis, todo lo cual se echa de menos

en el presente asunto.

En consecuencia de conformidad con lo expuesto y a tenor de lo dispuesto por los artículos

11, 39 y 41 de la Constitución Política, artículos 11, 128, 131, 132 y 133 y concordantes, y

artículos 158 y siguientes 165 a 172, 182 y 223 de la Ley General de la Administración

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Expediente N° 2020-325 Sentencia N° 2020-379

Voto N° 2020-425

Pública y la aplicación de los principios de reiterada cita, consideramos que la Aduana de

Limón en su actuación generó indefensión al interesado, al existir una falta de motivación en

lo actuado y consecuentemente una insuficiente e imprecisa intimación e imputación de

cargos, siendo procedente anular todo lo actuado a partir del acto inicial inclusive.

En razón de lo resuelto no se entran a considerar los demás argumentos de la parte

recurrente.

POR TANTO:

Con fundamento en el artículo 104 del Código Aduanero Uniforme Centroamericano,

artículos 198, 204 y 205 de la Ley General de Aduanas, por unanimidad este Tribunal

declara la nulidad de todo lo actuado a partir del acto inicial, inclusive. Remítase los autos a

la oficina de origen.

Notifíquese al recurrente al medio señalado correo electrónico: [email protected] y a la Aduana de Limón por el medio disponible.

José Ramón Arce BustosPresidente

Elizabeth Barrantes Coto Alejandra Céspedes Zamora

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Expediente N° 2020-325 Sentencia N° 2020-379

Voto N° 2020-425

Shirley Contreras Briceño Luis Alberto Gómez Sánchez

Dick Rafael Reyes Vargas Yamileth Miranda Carvajal

Nota del redactor MDT, MDE, licenciado Dick Rafael Reyes Vargas. Comparte el suscrito

lo resuelto y en general las consideraciones apuntadas salvo lo apuntado en el párrafo

siguiente.

En la página 09 la frase, ubicada a partir de la línea 00 que dice: “…por así permitirlo la

normativa aduanera como un caso de excepción.”. Sobre el punto ya se ha manifestado el

suscrito en el voto salvado a la resolución 116 del año 2020.

Además, estima el suscrito que, aparte de las nulidades apuntadas, existe otra relativa al

ejercicio de la competencia por el órgano actuante, conforme las consideraciones que se

indican en los párrafos siguientes.

Nulidad por vicio en la competencia. Dispone el artículo 129 de la Ley General de la

Administración Pública que el acto debe dictarse por el órgano competente y por el servidor

regularmente designado al momento de dictarlo. De forma tal que, dictado el acto, como en

el presente caso, por sujeto no habilitado al no concurrir el presupuesto de hecho

establecido en la norma para su intervención legal, se genera un vicio en elemento formal

sujeto del acto administrativo y en el motivo mismo.

Consiste el vicio en el hecho de que, el caso, aparece el Subdirector General de Aduanas o

el Sub Gerente de la Aduana dictando el acto INICIAL o el FINAL o ambos del

procedimiento, o la resolución que conoce y resuelve el recurso de reconsideración. En

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Voto N° 2020-425

efecto, a la fecha de intervención de la instancia de cita, disponía el numeral 12 de la Ley

General de Aduanas que La Dirección General de Aduanas estará a cargo de un Director

General y de un Subdirector y que él último sustituirá al primero en sus ausencias. Dispone

además la norma sobre el Subdirector que desempeñara, además, las funciones que se le

otorguen por vía reglamentaria o aquellas que le delegue su superior sea el Director. Por su

parte, el Reglamento a la Ley de cita se limita a reiterar lo ya dispuesto cuando dispone que

el Subdirector está subordinado al Director General y lo reemplazará en sus ausencias,

agregando que, para que opere dicho reemplazo, bastará la actuación del Subdirector para

luego reiterar lo relativo a la posibilidad de ejercer funciones mediante delegación agregando

que tales podrán ser temporales o permanentes. En idéntico sentido y respecto de las

Aduanas, sus gerentes y subgerentes dispone el numeral 35 del RLGA, por lo que a los

efectos del presente análisis es indiferente si el mismo se origina en la Aduana o en la

Dirección General de Aduanas.

De las normas de cita importante hacer dos distinciones respecto de la actuación del

Subdirector. La primera cuando actúa en razón de la “ausencia” del Director y segundo

cuando lo hace por “delegación” sea esta temporal o permanente.

En el primer caso, la ausencia del Director (o Gerente de Aduana) puede ser temporal como

por ejemplo en los casos de vacaciones, incapacidad por enfermedad, suspensión

disciplinaria para el ejercicio del cargo; o puede serlo también permanente cuando muere,

renuncia o es destituido y no existe nombramiento de sustituto por el resto del periodo de

nombramiento o ad interin; finalmente dicha ausencia puede ser de naturaleza legal como

por ejemplo en los casos de impedimento, excusa, recusación, etc., casos en los cuales el

funcionario debe ausentarse (alejarse, separarse) del conocimiento del asunto específico y

debe ser, como bien indica el RLGA reemplazado por el Subdirector (o Subgerente de la

Aduana). Importante señalar que es única y exclusivamente en los supuestos de éste primer

caso en análisis, es decir, el de la “ausencia” respecto del cual el Reglamento a la Ley

General de Aduanas Decreto Ejecutivo Numero 25270 (RLGA) en su artículo 8 (35 en caso

de las Aduanas) dispone que: “Para que opere dicho reemplazo bastará la actuación del

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Subdirector (Subgerente en caso del art. 35).”. Lo anterior no significa que, en los

asuntos e que intervenga no deba dejarse constancia de las razones de su intervención, sino

y más bien dicha disposición lo está en función de lo innecesario de acto de investidura

alguno u otro de esencia autorizativa a los efectos, pues responde a la lógica de la

naturaleza de su función. No obstante, el señalamiento del presupuesto de hecho especifico

que en cada caso autoriza su intervención, si debe ser señalado a los efectos de la eventual

comprobación del motivo del acto en lo que a la competencia concierne cuando tal sea

impugnada por parte interesada alegando la inexistencia de dicho motivo (art. 133 LGAP),

dado que tal no constituye siquiera un acto discrecional sino un elemento del acto y aun

siendo tal es objeto de contralor por el superior en la vía recursiva o por el Juez de lo

Contencioso.

En el segundo caso, la delegación, sea ésta temporal o permanente, debe ser conteste con

lo estatuido en los numerales 89 a 92 de la LGAP y darse por escrito. Tener claro, tal cual se

indicó supra que no aplica en éste supuesto el artículo 8 del RLGA cuando dispone que:

“Para que opere dicho reemplazo bastará la actuación del Subdirector.”, pues tal

reemplazo únicamente opera en materia de ausencia.

Contestes con los antecedentes jurídicos de cita y sus consideraciones expuestas, en el

caso observa el suscrito la intervención del Sub-Director General de Aduanas, cuando dicta

la resolución inicial, final o la resuelve el recurso de reconsideración sin que en las mismas

se mencione justificativamente en forma alguna, los presupuestos de hecho que respalden la

intervención del funcionario, por lo que carece el acto de motivo respecto de la competencia

ejercida. Lo anterior constituye un vicio de nulidad absoluta, que debe declarase a los

efectos de subsanar el procedimiento y lograr el fin propuesto como en efecto hace el

suscrito.

Nótese, como el Sub Gerente es pleno conocedor de lo señalado cuando, en la segunda de

las consideraciones del acto inicial lo hace ver, al indicar que, solo es competente en

ausencia del Gerente, sin embargo, para nada señala que exista tal ausencia, como la razón

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Voto N° 2020-425

de su actuación, lo que si hace en el primero de los considerandos de las resoluciones RES-

AL-DN-0559 Y 1183-2020 cuando arguye, en una incapacidad médica y en otra disfrute de

vacaciones del Gerente, como justificante de su actuar competencial. Así las cosas, a los

efectos de su actuar en el acto inicial, resulta entonces injustificada y consecuentemente

arbitraria su competencia al dictarlo.

DICK RAFAEL REYES VARGAS

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