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Page 1: 4 - Algunas características de la teología afectiva según el padre Rafael Tello

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ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DE LA TEOLOGÍA AFECTIVA SEGÚN

EL PADRE RAFAEL TELLO1

Pbro. Omar César Albado

Publicado en: Vida Pastoral 288 (2010) 20-25

Si el padre Tello concibe la pastoral popular como una manifestación de la

condescendencia divina y una preocupación por volverse al hombre concreto, ella no

podrá dejar de buscar y favorecer un conocimiento afectivo-connatural de ese hombre

y no solamente por vía especulativa-teórica. Propiciará un juicio donde prevalezca el

amor por el cual se ama la realidad tal como se presenta, intentando descubrir sus

tendencias más profundas para potenciarlas. En relación a este tema cerrábamos el

artículo anterior con un interrogante ¿por qué es tan significativo el conocimiento

afectivo en la teología de Tello? Hoy nos proponemos presentar algunas de las líneas

más características de la cuestión en el teólogo argentino.

1.- Un modo de conocer a Dios

Ante todo la teología afectiva es un modo de conocer a Dios. Aún cuando en

la pastoral popular del padre Tello tenga un papel preponderante, el conocimiento

afectivo no es patrimonio exclusivo de un sector social o de una cultura determinada.

Precisamente en el artículo anterior señalábamos que Tello lo consideraba formando

parte de la misma disposición interna de la revelación divina. Pertenece al

cristianismo (tomado en su sentido más amplio) como un elemento estructurante, pues

en definitiva nadie se salva si no hace un acto de amor por el cual puede alcanzar el

perdón y la unión con Dios. Para Tello la principal tarea de la teología y la pastoral es

facilitar esta unión por el amor, pues “el cristianismo mira a la unión con Dios, a algo

que corresponde al orden de la gracia, que Dios da. El cristianismo se opone al

mundo. Ser cristiano es participar de Dios […] Nos unimos a Dios por medio de las

virtudes teologales de las cuales las principales son la fe y la caridad. Ser cristiano es

de algún modo opuesto al mundo. Es esencial al cristianismo eso. Y estar unido a

Dios por la fe y la caridad” (R. TELLO, desgrabación clase 17 junio 1999, inédito).

1 Agradezco a la Fundación Saracho, quien posee los derechos de autor de los escritos del P.

Rafael Tello, haberme permitido utilizar los textos inéditos para escribir el presente artículo.

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Indudablemente el conocimiento afectivo es para todos y en él las virtudes

teologales juegan un papel muy destacado, pues por ellas recibimos un conocimiento

de Dios al cual no tenemos acceso por ningún otro camino. Creer en Dios, esperar en

Él, amarlo implican para Tello asumir una actitud de absoluta disponibilidad frente al

misterio, sin que sea posible propiciar acepción alguna de persona. Concretamente

refiriéndose a la fe dice que ella “formalmente (no solo la del pueblo) es agarrarlo,

comprenderlo a Dios. Eso es la teología afectiva: agarrarlo a Dios […] La fe es

comprender la grandeza, la magnificencia, y sin embargo comprender que está cerca

del hombre y agarrarse a Dios, prenderse de Dios. Eso es fundamentalmente la fe. Y

eso lo puede tener el pueblo o el teólogo” (R. TELLO, desgrabación clase 21

septiembre 2000, inédito).

2.- Así conoce el hombre de pueblo

Pero de un modo particular el conocimiento afectivo es propio del hombre

sencillo de nuestro pueblo. Lo puede tener el teólogo tanto como el hombre de pueblo,

pero dirá Tello, “yo creo que el pueblo más sencillo lo tiene con más fuerza que el

teólogo. Confía, se agarra, se prende a Dios” (R. TELLO, desgrabación clase 21

septiembre 2000, inédito).

Hay en el conocimiento afectivo una intensidad que no está condicionada por

la especulación. Por el contrario, la presencia excesiva de esta última puede desvirtuar

y volver incomprensible un modo de entrar en contacto con lo divino por considerarlo

menos ilustrado y poco conceptual. Sin embargo, el hombre de pueblo conoce a Dios

y a todas sus obras con una especie de teología afectiva, en donde no es tan

importante la comprensión del dato revelado cuanto el movimiento por el que se

produce la unión o se genera la tendencia hacia el mismo.

En el origen de esta afirmación encontramos la percepción novedosa que tiene

el padre Tello del cristianismo popular, fruto de su experiencia histórica y de la

evangelización que recibió el pueblo, marcado esencialmente por una concepción que

comprende la realidad con parámetros distintos a los conceptuales y científicos. La

crítica de Tello a una pastoral que prioriza la “formación” y que acusa al hombre del

pueblo de ignorante y vago por resistirse a ella se corresponde con una manera de

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entender la cultura y la teología. Sí, detrás de la divergencia de opiniones nos topamos

con una concepción de Dios y del hombre.

Cuando la cultura eclesiástica quiere transmitir al pueblo esa “formación” no

logra percatarse que se trata de algo ajeno y en cierta medida opuesto a él. Incluso,

señala nuestro teólogo llevando el argumento hasta las últimas consecuencias, el

intento bien intencionado de adaptar esa enseñanza para volverla comprensible sigue

sin respetar las tendencias más profundas por las cuales el pueblo conoce a Dios y a

sus obras. Dirá Tello: “la vulgarización sigue perteneciendo a la doctrina “culta” y

está muy lejos de la verdadera cultura popular” (R. TELLO, Iglesia y sectas, 9). Y aún

cuando el pueblo pueda entender esa “formación” terminará por no aceptarla porque

no es suya, no le pertenece, y sentirá que le viene dada desde “fuera”. Por el contrario,

“el hombre de nuestro pueblo percibe a la Iglesia como realidad sobrenatural, de

Cristo, y juntamente conoce (no científicamente) al pueblo, comunidad en la que vive,

y de la que es parte estructurante la Iglesia” (R. TELLO, Iglesia y pueblo, 19, inédito).

De modo que desde esta concepción para la pastoral popular “trabajar para acrecentar

la fe del pueblo no es que el pueblo sepa muchas cosas, mucha catequesis, no. Es que

conociéndolo a Dios, se agarre, se adhiera a Dios” (R. TELLO, desgrabación 21

septiembre de 2000, inédito). No es suficiente propiciar una difusión masiva de las

verdades religiosas, sino que se debe suscitar una teología afectiva que formule dichas

verdades de acuerdo con la cultura del pueblo.

3.- Así debe conocer el hombre de Iglesia al pueblo

La importancia de este tipo de conocimiento es indudable para cualquiera que

haya tenido la intención de trabajar con el pueblo. Sólo es posible asimilar sus modos

de ser, de vivir y de sobrevivir metiéndose en medio de su vida. No es suficiente

conocerlo por el estudio o pretendiendo que se sumen a los esquemas o estructuras

que le son culturalmente extraños, sino interesarse por sus problemas, por las

vicisitudes que determinan su cotidianeidad para captar algo sobre el sentido y razón

de su existencia. Dada la importancia de esta actitud nunca será suficiente la

insistencia: “el hombre de Iglesia debe conocer al pueblo como lo conoce el mismo

hombre de pueblo (no desde “afuera”, desde una posición apartada) y conociendo al

concreto pueblo cristiano de que se trata, conocer a la Iglesia de Cristo tal como es y

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Él quiso fundarla, por lo tanto con un modo de ser y una virtualidad que se adaptan a

dicho pueblo” (R. TELLO, Iglesia y pueblo, 21, inédito).

Una consecuencia ineludible para quien se incorpore a este camino es la

conversión de sus estructuras mentales y espirituales. Sabemos por experiencia que

aquellos que se acercan a trabajar con el pueblo deben complementar e incluso

modificar sus hábitos intelectuales para comprender la realidad que deben enfrentar.

La advertencia del padre Tello sigue siendo actual: “Es cierto que el camino de

conocer al pueblo para poder llegar al hombre será tal vez dificultoso y exigirá

cambios notables en la formación y modos de actuar de los hombres -varones y

mujeres- de mayor peso en la Iglesia visible, pero eso no justifica la falta de esfuerzo

en recorrerlo” (R TELLO, El cristianismo popular según las virtudes teologales, 154,

inédito). La teología afectiva no sólo nos regala una perspectiva novedosa para

considerar la realidad pastoral, sino que nos exige cambiar radicalmente algunas

concepciones que obstaculizan nuestra manera de relacionarnos y de servir al pueblo.

4.- Como la madre ama al hijo

Cuando Tello tiene que caracterizar el modo cómo se da la unión por amor que

posibilita el conocimiento afectivo pone como ejemplo la relación que se da entre la

madre y su hijo.

Su argumentación comienza destacando que la madre conoce a su hijo teórica

y doctrinalmente, y en base a ese conocimiento sabe lo que tiene que hacer, por

ejemplo, para educarlo. Pero el conocimiento más profundo es el práctico, aquel por

el cual lo siente al hijo. Eso resuena en ella, se hace presente de un modo intuitivo en

su interior e inmediatamente traduce ese sentimiento en gestos y palabras. No podrá

dar razones de por qué actúa así, pero sabrá en su interior que es lo correcto. Lo

mismo ocurre con el conocimiento sobre Dios. Se puede tener un conocimiento

teórico de Dios o se puede tener un conocimiento semejante al que la madre tiene con

su hijo. Es allí donde entra la teología afectiva. La madre conoce al hijo de un modo

afectivo y porque le tiene ese afecto con sólo verlo ya sabe cómo está o qué le pasa.

Es el amor lo que resuena en su interior y le da un conocimiento mayor. Lo mismo

ocurre con Dios. El hombre que es tomado por Dios en la fe conoce a Dios, aunque no

sepa dar razones, pues goza de un conocimiento amoroso por una intimidad con lo

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divino que supera cualquier elaboración intelectual o especulativa. Nuestra gente, dirá

Tello apoyado en esta comparación, “tiene de Dios un conocimiento afectivo: Dios es

amor y siéndolo es el Bien infinito. La bondad de Dios se hace manifiesta en la

bondad de las creaturas, este es el camino que debe usar la pastoral popular” (R.

TELLO, El cristianismo popular según las virtudes teologales – La caridad, 199,

inédito).

El conocimiento afectivo crea una relación de intimidad donde el amor pasa a

ser objeto de conocimiento y no simplemente un medio para conocer. El ejemplo de la

madre y el hijo es ocasión para mostrar como el conocimiento por amor intensifica el

modo de conocer, otorgándole una plenitud que por la sola vía intelectual no

alcanzaría. Así cuando la afectividad ocupa un lugar preponderante en la manera de

acercarse a los objetos ella “tiñe, modifica y acrecienta el conocimiento, le da un tono

que lo hace como nuevo y distinto; pues promueve una nueva y más cercana

consideración del sujeto y eventualmente un nuevo conocimiento; sin que sea de suyo

causa de error sino, más bien al contrario, de mayor comprensión de la verdad del

objeto amado. Así es por ejemplo el amor de la madre por su hijo o el amor del hijo

por su madre” (R. TELLO, La Virgen de Luján, con su presencia religiosa es

formadora del pueblo de la nación argentina, 7, inédito). En el modo de conocer del

hombre de cultura popular se percibe esta relación con las realidades conocidas y nos

obliga a valorar y repensar las personas y los acontecimientos de esta cultura con

otros criterios teológicos, los cuales no siempre coincidirán con los de teología

especulativa.

5.- Cuál es la función de la teología especulativa

Ahora bien, ¿qué lugar ocupa la teología especulativa? ¿No queda desvirtuada

y desplazada por una experiencia subjetiva de la gracia que caprichosamente se llama

teología? ¿No se termina por confundir los términos?

Ante todo conviene advertir que Tello tenía presente la posibilidad de una

confusión y por ello en muchas ocasiones prefiere hablar de conocimiento afectivo

más que de teología afectiva. Expresamente señala que “así como en la teología

especulativa hay formas que no llegan al rango de ciencia (la retórica, la dialéctica o

tópica) así también en el conocimiento afectivo -llamado así porque en él juega un

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papel determinante el amor, la voluntad o afecto- se dan algunas cosas que no llegan

al rango de ciencia, por lo que preferimos hablar de conocimiento afectivo, más que

de teología afectiva. (R. TELLO, Iglesia y pueblo, 8, inédito).

Sin embargo, aún cuando el conocimiento afectivo no alcance el rango de

ciencia en sentido estricto, por su característica de tendencia amorosa es el que

condiciona cualquier tipo de conocimiento teológico. En verdad no puede haber

teología en sentido estricto si no tiene su origen en el conocimiento afectivo,

precisamente porque la teología no es consecuencia de una deducción lógico-racional

sino fruto de un encuentro vital con el Dios misericordioso y salvador que se hace

presente en Jesucristo. Precisamente para Tello el conocimiento fundante de los

Apóstoles se asienta en esta convicción. “Todos los Apóstoles (que deberían ser

testigos) tuvieron un conocimiento afectivo que culminaba en una experiencia de

Cristo y por él de Dios („el que me ve a mí ve al Padre‟). Esa experiencia les daba

certeza, por lo que su teología -conocimiento de Dios- podía ser considerada doctrina,

doctrina sacra” (R. TELLO, Iglesia y pueblo, 68, inédito). Por otra parte, la afirmación

de lo afectivo no invalida la presencia de otros conocimientos que los Apóstoles

podían tener de índole religiosa, filosófica, científica o meramente tomados de la

experiencia humana y que “como instrumentos ponían al servicio del conocimiento

afectivo y experimental, sacando de él muchas conclusiones plenamente válidas por

su certeza, con lo que iban constituyendo una doctrina o teología ejemplar para toda la

Iglesia” (R. TELLO, Iglesia y pueblo, 69, inédito).

Pero esta convicción se traslada en última instancia para toda la reflexión

teológica. De hecho, Tello señalará que detrás de las elaboraciones de santo Tomás,

de san Buenaventura, de san Bernardo y, por supuesto, de los Santos Padres siempre

nos encontraremos con una teología afectiva que será condición de posibilidad para

una teología especulativa fecunda y permanente. Y ello tiene que ver con una actitud

que la misma Iglesia fomentó desde los inicios, pues ella “construyó una teología

especulativa, pero siempre reconociendo su fuente en el testimonio primordial de los

Apóstoles que se apoyaba en su conocimiento dilectivo y experimental de Jesucristo y

de Dios” (R. TELLO, Iglesia y pueblo, 69, inédito).

Sólo si mantenemos la teología especulativa en estricta dependencia de estos

presupuestos podremos valorarla positivamente en sus argumentaciones de claro tono

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racional, pues siempre el conocimiento especulativo y científico será una perfección

nueva que se añadirá con posterioridad al afectivo. De ningún modo se descarta la

incorporación de los avances de la ciencia en cualquiera de sus ramas, pero ellos

nunca podrán reemplazar la función del amor en el conocimiento de Dios y de los

hombres. De un modo particular Tello aplicará está conclusión en relación al pueblo

concreto argentino y latinoamericano: “Tanto el conocimiento del pueblo como el

conocimiento de la Iglesia pueden ser útilmente complementados por un

conocimiento “científico” de cada uno de ellos, lo que en el caso de la Iglesia exigirá

ciertamente una doctrina y una disciplina teológica. Ese conocimiento puede ser

condicionante, pero no determinante de la actitud práctica” (R. TELLO, Iglesia y

pueblo, 21-22, inédito).

6.- Conclusiones

Las características presentadas destacan que en el pensamiento del padre Tello

la teología o el conocimiento afectivo es fundamento ineludible para hablar bien tanto

de Dios como del hombre de pueblo. Sin duda, no se trata de un sentimentalismo

vago que se resuelve en un misticismo abstracto sin ninguna relación a la condición

social de los hombres o a los procesos históricos por ellos vividos. Más bien se refiere

a un conocimiento vivo que intenta compenetrarse del modo de ser del hombre de

pueblo por vía de connaturalidad amorosa, que procura captar su verdad en su

concreción cultural y no sólo como una abstracción intelectual. No rechaza de

antemano los aportes de los distintos tipos de conocimientos científicos, pero los

ubica en estricta dependencia del amor que tiñe, modifica y acrecienta el

conocimiento. La misma teología especulativa es considerada insuficiente si carece de

esta actitud básica y determinante del posterior hacer teológico. Con ello se aleja tanto

del racionalismo como del espiritualismo y se ubica en la línea de la más auténtica

tradición patrística y medieval, pero reinterpretada a partir de la originalidad que nos

brinda la historia y la cultura concreta del hombre de pueblo que habita en tierras

argentinas y latinoamericanas.