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1 SOUTHEAST REGIONAL OFFICE FOR HISPANIC MINISTRY THE SOUTHEAST PASTORAL INSTITUTE 7700 SW 56TH STREET MIAMI, FLORIDA 33155 4. LA MISERICORDIA EN EL NUEVO TESTAMENTO PRESENTACIÓN No hay don mayor para el creyente que saberse pecador perdonado por el Dios de la misericordia. Pero aunque Dios es misericordioso con todos, no todos viven la misericordia como don. Quien aún no se reconoce pecador, no puede experimentar el gozo de la reconciliación con el Padre de la misericordia (Jn 9,39). Sólo quien se sabe pecador-perdonado puede decir junto al salmista: “Dad gracias a Yahveh, pues su misericordia es eterna” (Sal 107, 1). El creyente que se reconoce necesitado de misericordia, es alguien que ha tomado conciencia de lo mucho que le falta crecer en la fraternidad, en estar atento a las faltas que hace, dice o piensa y en el bien que deja de hacer a otros, muchas veces por no estar atento a las necesidades de su entorno. Hay quienes, en cambio, centrados en sus propios intereses, olvidan que fuera de sí hay un mundo necesitado de solidaridad y compasión. Muchos han olvidado o desconocen que el pecado es ruptura consigo mismos y con Dios y que “la paga del pecado es muerte” (Rom, 6,23). La cultura actual, marcada por una globalización y un individualismo consumista que hace de las personas objetos funcionales del mercado, puede hacernos creer que los marginados y los sufrientes de hoy son consecuencia de sistemas ajenos y que no tenemos nada que aportar, pero en realidad, está en nosotros mirar nuestro entorno cotidiano y orientar nuestra vida hacia el servicio de los demás. Con seguridad, si miramos nuestra vida desde esta perspectiva, serán muchos los que podrán ayudarnos a ver un mundo de necesidades concretas en las que podemos ayudar a en nuestro entorno y con ellos, crecer en experiencias de vida más humanas y en experiencias de Dios más auténticas. CONTENIDO: 1. La misericordia en los evangelios 2. La misericordia en las epístolas 3. El Dios de la Misericordia EL AÑO DE LA MISERICORDIA ORACIÓN Quiero imitarte Señor. Dame el que yo pueda sentir tus sentimientos, los sentimientos de tu Corazón con que amabas al Padre (Jn 14,31) y a los hombres (Jn 13,1 Enséñame a ser compasivo con los que sufren (Mt 9,36; 14,14ss. 32; 20,34; Lc 7,13); con los pobres, con los leprosos, con los ciegos, con los paralíticos; muéstrame cómo manifestabas tus emociones profundísimas hasta derramar lágrimas (Mt 9,36; Mt 14,14; 15,32; 20,34; Lc 7,13; 19,41; Jn 11,33; 35,38) Eras duro, cierto, para quienes tienen malos intenciones; pero también es cierto que con tu amabilidad atraías a las multitudes hasta el punto que se olvidaban de comer (Mt 3,20); que los enfermos estaban seguros de tu piedad para con ellos (Mt 9,36); que tu conocimiento de la vida humana te permitía hablar en parábolas al alcance de los humildes y sencillos; que ibas sembrando amistad con todos (Jn 15,15), Haz que nosotros aprendamos de ti en las cosas grandes y en las pequeñas, siguiendo tu ejemplo de total entrega al amor al Padre y a los hombres, hermanos nuestros, sintiéndonos muy cerca de ti. Pues te abajaste hasta nosotros, siendo al mismo tiempo tan distantes a ti, Dios infinito. Extractos de la “Invocación a Jesucristo Modelo” del P. Pedro Arrupe, S.J.

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SOUTHEAST REGIONAL OFFICE FOR HISPANIC MINISTRY

THE SOUTHEAST PASTORAL INSTITUTE 7700 SW 56TH STREET MIAMI, FLORIDA 33155

4. LA MISERICORDIA EN EL NUEVO TESTAMENTO

PRESENTACIÓN

No hay don mayor para el creyente que saberse pecador perdonado por el Dios de la misericordia. Pero aunque Dios es misericordioso con todos, no todos viven la misericordia como don. Quien aún no se reconoce pecador, no puede experimentar el gozo de la reconciliación con el Padre de la misericordia (Jn 9,39). Sólo quien se sabe pecador-perdonado puede decir junto al salmista: “Dad gracias a Yahveh, pues su misericordia es eterna” (Sal 107, 1).

El creyente que se reconoce necesitado de

misericordia, es alguien que ha tomado conciencia de lo mucho que le falta crecer en la fraternidad, en estar atento a las faltas que hace, dice o piensa y en el bien que deja de hacer a otros, muchas veces por no estar atento a las necesidades de su entorno. Hay quienes, en cambio, centrados en sus propios intereses, olvidan que fuera de sí hay un mundo necesitado de solidaridad y compasión. Muchos han olvidado o desconocen que el pecado es ruptura consigo mismos y con Dios y que “la paga del pecado es muerte” (Rom, 6,23).

La cultura actual, marcada por una globalización y

un individualismo consumista que hace de las personas objetos funcionales del mercado, puede hacernos creer que los marginados y los sufrientes de hoy son consecuencia de sistemas ajenos y que no tenemos nada que aportar, pero en realidad, está en nosotros mirar nuestro entorno cotidiano y orientar nuestra vida hacia el servicio de los demás. Con seguridad, si miramos nuestra vida desde esta perspectiva, serán muchos los que podrán ayudarnos a ver un mundo de necesidades concretas en las que podemos ayudar a en nuestro entorno y con ellos, crecer en experiencias de vida más humanas y en experiencias de Dios más auténticas.

CONTENIDO:

1. La misericordia en los evangelios 2. La misericordia en las epístolas

3. El Dios de la Misericordia

EL AÑO DE LA MISERICORDIA

ORACIÓN

Quiero imitarte Señor. Dame el que yo

pueda sentir tus sentimientos, los sentimientos

de tu Corazón con que amabas al Padre (Jn 14,31)

y a los hombres (Jn 13,1

Enséñame a ser compasivo con los que

sufren (Mt 9,36; 14,14ss. 32; 20,34; Lc 7,13); con

los pobres, con los leprosos, con los ciegos, con

los paralíticos; muéstrame cómo manifestabas tus

emociones profundísimas hasta derramar

lágrimas (Mt 9,36; Mt 14,14; 15,32; 20,34; Lc 7,13;

19,41; Jn 11,33; 35,38) Eras duro, cierto, para

quienes tienen malos intenciones; pero también

es cierto que con tu amabilidad atraías a las

multitudes hasta el punto que se olvidaban de

comer (Mt 3,20); que los enfermos estaban

seguros de tu piedad para con ellos (Mt 9,36);

que tu conocimiento de la vida humana te

permitía hablar en parábolas al alcance de los

humildes y sencillos; que ibas sembrando amistad

con todos (Jn 15,15),

Haz que nosotros aprendamos de ti en las

cosas grandes y en las pequeñas, siguiendo tu

ejemplo de total entrega al amor al Padre y a los

hombres, hermanos nuestros, sintiéndonos muy

cerca de ti. Pues te abajaste hasta nosotros,

siendo al mismo tiempo tan distantes a ti, Dios

infinito.

Extractos de la “Invocación a Jesucristo Modelo”

del P. Pedro Arrupe, S.J.

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II. ¿QUÉ NOS DICEN LOS SIGUIENTES TEXTOS?

PARA COMPARTIR:

1. ¿Alguna vez te has sentido como el hijo menor? 2. ¿Alguna vez te has sentido como el hijo mayor? 3.

¿Cuál es el error de ambos hijos? 4. ¿Qué es lo mas importante que devuelve al Padre al hijo pródigo?

EL PADRE MISRICORDIOSO

En aquel tiempo, se acercaban a Jesús todos los publicanos y los pecadores para oírle. Y

los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: Éste acoge a los pecadores y come con

ellos. Jesús les dijo esta parábola: Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo al

padre: "Padre, dame la parte de la herencia que me corresponde." Y él les repartió la

herencia. Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano

donde malgastó su herencia viviendo como un libertino. «Cuando hubo gastado todo,

sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad. Entonces, fue y

se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar

puercos. Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie

se las daba. Y entrando en sí mismo, dijo: "¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en

abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le

diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame

como a uno de tus jornaleros." Y, levantándose, partió hacia su padre. «Estando él todavía

lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente. El

hijo le dijo: "Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo."

Pero el padre dijo a sus siervos: "Traed aprisa el mejor vestido y vestidle, ponedle un

anillo en su mano y unas sandalias en los pies. Traed el novillo cebado, matadlo, y

comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la

vida; estaba perdido y ha sido hallado". Y comenzaron la fiesta. Su hijo mayor estaba en el

campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y las danzas; y llamando a

uno de los criados, le preguntó qué era aquello. Él le dijo: "Ha vuelto tu hermano y tu

padre ha matado el novillo cebado, porque le ha recobrado sano." Él se irritó y no quería

entrar. Salió su padre, y le suplicaba. Pero él replicó a su padre: "Hace tantos años que te

sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para

tener una fiesta con mis amigos; ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu

herencia con prostitutas, has matado para él el novillo cebado!" Pero él le dijo: "Hijo, tú

siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero convenía celebrar una fiesta y

alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido,

y ha sido hallado. Lc 15,11-32

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III. PROFUNDIZAMOS

1. LA MISERICORDIA EN LOS EVANGELIOS

Los Evangelios nos hablan de la vida de

Jesús, una vida desarrollada bajo el signo de la misericordia de Dios. Dios interviene en la historia de la humanidad encarnándose. ¿Acaso puede haber una intervención divina más misericordiosa que esa? La vida de Jesús es el cumplimiento de la promesa y de la salvación (Mt 1,22) en el marco de una historia de compasión de Dios por la humanidad (Lc 1,50-78). 1 1.1. EN LA ENCARNACIÓN DE DIOS

La encarnación de Dios ocurre mediante un linaje grande como el de Aarón (Lc 1,6) y de David (Mt 1,20; Lc 127; 2,4) pero también mediante gente sencilla y devota como Zacarías e Isabel (Lc 1,5), Simeón y Ana (Lc 2,25-38), así, los poderosos son humillados y los pobres son enaltecidos (Lc 1,52) La presencia humana de Dios en Jesucristo es la consumación del plan de Dios esbozado desde el Génesis. Dios mira el mundo y se compadece de él.2

1 Cf. KASPER, Walter, “La Misericordia”, Basauri, 2015, P. 68

2 El misterio de la encarnación nos revela cómo mira Dios al mundo

y nos muestra “cómo las tres Divinas Personas miraban toda la planicie o redondez de todo el mundo llena de hombres... Ver las personas, las unas y las otras: y primero las de la haz de la tierra en tanta diversidad, así en trajes como en gestos, unos blancos y otros negros, unos en paz y otros en guerra, unos llorando y otros riendo, unos sanos y otros enfermos, unos nasciendo y otros muriendo....

1.2. EN EL NACIMIENTO DE JESÚS

Desde su nacimiento, Jesús y su proyecto son recibidos con hostilidad por muchos: no encuentra sitio en la posada antes de su nacimiento en Belén y sólo unos pastores van a recibirlo. Debe huir a Egipto a causa del infanticidio ordenado por Herodes. Simeón advierte a su madre que una espada atravesará su corazón y la sombra de la cruz se proyecta desde el principio de su vida (70). Sin embargo, Dios asume la condición humana del lado de los pobres y de las víctimas de la injusticia. Dios no nace en un palacio, ni tiene un ejército que lo defienda o lo proteja. Corre peligro y su cuidado depende tan solo de María y José. Lo que pareciera ser ante los ojos del mundo como un plan condenado al fracaso es ante los ojos de Dios el camino de la redención. Es mediante la compasión que Dios nos enseña a ser auténticamente humanos, no mediante la imposición, la riqueza, el poder… La debilidad, la pobreza, la carencia, son elevados por Dios a nivel de redención al ser asumidos por él como modo de vida: Dios salva en la debilidad de las personas y nos muestra su salvación a través de su misericordia, dicho en otras palabras: fuera de la misericordia no hay salvación. El misterio de la natividad nos revela cómo en la noche y el silencio del mundo, aún sin merecerlo y sin esperarlo, Dios ama y redime, aunque sólo unos pocos lo sepan. Es un acto de pura misericordia y bondad.

1.3. EN LA VIDA PÚBLICA DE JESÚS:

a. Jesús anuncia a misericordia. Jesús es el rostro humano de la misericordia de Dios Esa es la gran verdad que anuncian los evangelios.

En Marcos y por Lucas esa misericordia es

expresada mediante el anuncio de reinado de Dios que hace Jesús (Mc 1,1-14). Este enuncio se realiza con signos que devuelven la dignidad a las personas y nos muestran que Jesús vino a “anunciar la buena noticia a los pobres y a proclamar el año de gracia del Señor” (Lc 4, 18-21). Por su parte, Mateo nos explica que es por Jesús que los ciegos

Todas las gentes en tanta ceguera... Cómo hablan unos con otros, cómo juran y blasfeman etc. Así mismo lo que dicen las Personas Divinas, es a saber: `hagamos redención del género humano'" (San Ignacio de Loyola EE 102, 106, 107).

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ven, los cojos andan, los leprosos son sanados, los sordos oyes, los muertos reviven y a los pobres les es dado el Evangelio. Todas estas son acciones y signos de la misericordia de Dios. Toda la actividad pública de Jesús está signada por el amor y la misericordia frente a las diversas manifestaciones de miseria humana.

Sería un error pensar que los actos misericordiosos de Jesús con los necesitados son signos una facultad sobre-humana que no pueden ser realizados también por otro discípulo o seguidor suyo. Todo lo contrario, los signos y prodigios que obra son posibles gracias a la fe de las personas que ponen su confianza en él y él mismo les encomienda a sus discípulos hacer lo mismo (Mc 6,18; Jn 14,12) pues, todos tienen que conocer y experimentar el amor de Dios. Por eso Jesús, después de curar al endemoniado que quería seguirle por agradecimiento, le ordena con decisión: "Vete a tu casa con los tuyos y cuéntales todo lo que el Señor, compadecido de ti, ha hecho contigo" (Mc 5,19). Con estas palabras parece como si nos quisiera ofrecer la clave para entender todos sus signos en su significado más profundo. Es el Padre el que actúa en él (Jn 5,17) y el que en su persona manifiesta visiblemente su misericordia.3

Pero Jesús no solo sana a los enfermos (Mc 2,17; Lc 5,21), también devuelve la dignidad a los que son excluidos a causa de no cumplir con los parámetros morales o religiosos en su tiempo y ofrece reconciliación a quienes tienen necesidad de perdón y comprensión. Así lo demuestra su actitud llena de indulgencia y de favor con los pecadores, que encuentran en él un "amigo" (Lc 7,34), y con los que no tiene ningún reparo en tratar, a pesar de los recelos de muchos, llegando incluso a sentarse a su mesa (Lc 5,27-32; 7,36-50; 15,1-2; 19,1-10). 4

b. Con sus palabras. Jesús con sus palabras comunica claramente el significado de la misericordia de Dios, especialmente a través de parábolas que la gente comprende.

3 A. Sisti en http://www.mercaba.org/ DicTB/M/misericordia.htm

4 Idem.

Las llamadas

parábolas de la misericordia (Lc 15,3-20) las dice Jesús para justificar su compasión y condescendencia con publicanos y pecadores (Lc 15,1-2). Las dos primeras, la de la oveja extraviada y la de la dracma perdida (15,3-10), son analogía de la alegría que causa en el cielo el hallazgo-conversión, aunque sea de un solo pecador. Para Jesús, los que no merecen misericordia según los fariseos son comparables con la oveja o la dracma perdida y hallada. La tercera, muestra cómo un hijo pródigo y libertino es esperado afanosamente por su propio padre, que espera su retorno y que, al divisarlo de lejos, se llena de compasión y corre a abrazarlo (Lc 15,11-32). Es la imagen más viva del amor ilimitado del Padre celestial. Jesús enseña que Dios es como un Padre que ansiosamente espera el regreso de su hijo y, al verlo de lejos, «siente compasión» corre a su encuentro y corre a su encuentro (Lc 15,20). Estas tres parábolas, usadas por Jesús encierran el sentido más profundo de su concepción de Dios: un Padre Misericordioso.

Ustedes saben que se dijo 'ojo por ojo, diente por diente'. En cambio Yo les digo: No resistan a los malvados. Preséntale la mejilla izquierda al que te abofetea la derecha y al que te arma pleito por la ropa, entrégale también el manto. Si alguien te obliga a llevarle la carga, llévasela el doble más lejos. Dale al que te pida algo y no le vuelvas la espalda al que te solicite algo prestado… …Ustedes saben que se dijo ' Ama a tu prójimo y guarda rencor a tu enemigo' pero Yo les digo: Amen a sus enemigos y recen por sus perseguidores".(Mt. 5,38-48)

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Hay otra parábola no menos importante; la de los jornaleros de la viña (Mt 20,1-16). Jesús presenta un nuevo ejemplo de que la salvación no se obtiene por méritos ni esfuerzos propios, sino por la misericordia de Dios: “Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia” (Rom 9,15). En la parábola, no ganaron más los que trabajaron todo el día que los que sólo trabajaron un poco al final. Este acto de injusticia ante el criterio común es el criterio usado por Dios según Jesús. Dios es misericordioso sin que los receptores de su misericordia lo merezcan. Con esto, Jesús no dice nada distinto a lo que ya formaba parte de la tradición de Israel. Ya estaba escrito: “Voy a hacer pasar toda mi bondad delante de ti, y delante de ti pronunciaré mi nombre. Tendré misericordia de quien yo quiera, y tendré compasión también de quien yo quiera.” (Ex 33,19). Ahora Jesús lo dice de la siguiente manera: “Estos postreros han trabajado una sola hora, y los has hecho iguales a nosotros, que hemos soportado la carga y el calor del día” el dueño de la viña responde: “Amigo, no te hago agravio; ¿no conviniste conmigo en un denario? Toma lo que es tuyo, y vete; pero quiero dar a este postrero, como a ti. ¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienes tú envidia, porque yo soy bueno? Así, los primeros serán postreros, y los postreros, primeros: porque muchos son llamados, mas pocos escogidos” (Mt 20:12-16) Esta pregunta final de Jesús sigue siendo vigente y puede ayudarnos a purificar nuestra imagen de Dios: ¿Te molesta que Dios sea bueno?

c. Con sus acciones, signos y gestos. Jesucristo es la imagen viva de Dios, que nos muestra cómo es Dios a través de gestos y signos concretos. Él es misericordioso en sus gestos palabras y acciones como lo es su Padre. Todas las sus acciones expresan la misericordia divina aunque no sean calificadas así por los evangelistas5 pero sin duda que tiene gestos, acciones y signos que expresan su clara predilección por los pobres, los pecadores, los enfermos y los excluidos, pues “toda carne verá la salvación de Dios” (Lc 3,6). Así como el Padre tiene preferencia por los débiles, Jesús muestra abierta predilección por ellos.

El evangelio de Lucas pone en boca de Jesús: “Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los que están enfermos. No he venido a llamar a justos,

5 Cf. LEÓN DUFOUR, Xavier, “Vocabulario de Teología Bíblica” Herder,

Barcelona 1982. Pág 545.

sino a pecadores al arrepentimiento”. (Lc 5,31-32). Jesús se muestra misericordioso y compasivo ante la multitud hambrienta, ante la mujer cananea, ante el ciego de nacimiento, ante sus victimarios. Se muestra compasivo ante los enfermos (Mt. 14: 14; 20: 34; Mr. 1: 41) y necesitados (Mt. 15: 32: Mr. 6: 34) y ante el sufrimiento y el hambre (Lc. 7: 13) Perdona a sus victimarios y a Pedro.

Nadie puede negar que la predilección de Jesús por los pobres fue escandalosa para el sistema político y religioso de su tiempo (Lc 4,18; 7,22) y fue la causa principal del conflicto que lo llevó a la muerte en la cruz. Fue una predilección escandalosa porque Jesús no sólo trata con compasión a los pecadores, sino que los llama sus amigos (Lc 7,34) y no guarda las apariencias ni se avergüenza al frecuentarlos (Lc 5,27.30; 15,1s; 19,7).

Aunque es misericordioso en general con las multitudes (Mt, 9,36; 14,14; 15,2) dirige su atención a personas en situaciones concretas, se deja implicar en sus sufrimientos y realiza signos de salvación por medio de la fe (Lc 7,13; 8,42; 9;38-42) d. Con su persona. Jesús no sólo anuncia la Buena Noticia de la misericordia del Padre, sino que la vive. En él, la misericordia de Dios tiene rostro humano. Bien pone en su boca Mateo “Vengan a mí los que están cansados y agobiados porque soy manso y humilde de corazón” (Mt 11,29)

Los evangelios nos presentan a Jesús como un hombre de sentimientos profundos, capaz de compadecerse (Mt 9,36) y hasta llorar por el sufrimiento de la gente (Jn 11,35). A esa clase de sentimientos y actitudes es a la clase de sentimientos que coinciden con el modo de ser de Dios y se nos invita a dejarnos transformar por ese modo particular de ver el mundo. El que así lo vive tendrá el ciento por uno en esta vida y la vida eterna, no sin enfrentar antes la mentalidad estrecha y hostil de grupos que rechazan la misericordia inmerecida de Dios (Mc 10,28-31) (Hch 10,38).

En los evangelios vemos cómo todos los que recurren a él lo hacen como si se dirigieran a Dios mismo, invocando su misericordia (Mc 9,22; 10,47-48; Mt 9,27; Lc 17,13; 18,38-39), suplicándole: "¡Ten compasión de mí, Señor!" (Mt 15,22; 17,15; 20,30-

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31). Ante su súplica, Jesús se conmueve por todos, sea cual sea su enfermedad o su necesidad. Marcos lo expresa diciendo que Jesús era “movido” por la compasión (Mc 1,40-45; 5,19; 6,34; 8,2; Mt 9,36; 14,14; 15,32; 20,34; Lc 7,13).

1.4 LA NOVEDAD DEL MENSAJE DE LA

MISERICORDIA EN JESUCRISTO:

Como hemos estudiado en temas anteriores, el Antiguo Testamento ya nos habla abiertamente del Dios de la misericordia, entonces, ¿qué novedad trae Jesús? Que la misericordia es definitiva y para todos. Jesús rompe con el “negocio” de dosificar la misericordia de Dios de acuerdo a los méritos o sacrificios o a los pertenecientes a un pueblo o religión. Todos pueden acceder a la misericordia de Dios por pura mediación suya, de forma gratuita e ilimitada. No hay lugar para excluidos, ni hay privilegios para los autollamados justos. En Jesús, los destinatarios principales del reino son ahora los pecadores, pues los sanos no necesitan al médico (Lc 5,31; 19,10. Los justos ya han recibido su paga.

Jesús revela que Dios no guarda ira contra el pecador, sino que espera pacientemente su regreso a casa con los brazos abiertos. Esta imagen ocupa el centro del mensaje de Jesús sobre Dios. Para Jesús Dios es Padre, pues sólo el amor del padre o la madre pueden explicar la incondicionalidad y la gratuidad del amor de Dios. Si somos hijos suyos ¿cómo podrá odiarnos? Dios no quiere que pequemos porque hagamos algo contra él, sino porque hacemos lo que nos perjudica a nosotros mismos. Por eso, Dios se entristece y trata de rescatarnos y cuando uno de sus hijos regresa hay más alegría en el cielo por él que por noventa y nueve justos que no necesitan salvación. El Dios cristiano no es un ente inmaterial o una mera energía, sino que es un Padre-Madre que nos ama y vela por nosotros. Dios cuida de nosotros aún más que a los pájaros el campo, que aunque no cosechan, tienen su alimento (Mt 6,25-34). De modo que hasta los cabellos de nuestra cabeza están contados. (Mt 20,2s)6

6 Cf. KASPER, Walter, “La Misericordia”, Basauri, 2015, P. 68

2. LA MISERICORDIA EN LAS EPÍSTOLAS

A los largo de sus cartas el Nuevo

Testamento nos presenta a Cristo como rostro de la misericordia divina.

“Cristo, habiéndose hecho en todo

semejante a los hermanos y habiendo experimentado en su propia carne la dureza del sufrimiento humano” (Heb 2,17-18), con esta experiencia acepta libremente morir en la cruz por la redención del mundo. Es también éste —más aún, éste sobre todo— un testimonio de su amor misericordioso, que no ha disminuido con su ascensión al santuario celestial, en donde está sentado a la derecha del Padre como "sumo sacerdote misericordioso y fiel" (Heb 2,17), al que podemos dirigirnos "a fin de obtener misericordia y hallar la gracia del auxilio oportuno" (Heb 4,16).7

Cristo es “Imagen de Dios invisible, primogénito

de toda la creación” (Col 1,15; cf 2 Cor 4,4), el Hijo unigénito del Padre, "el resplandor de su gloria y la impronta de su ser" (Heb 1,3). Cristo nos revela el misterio del “Padre de las misericordias" (2Cor 1,3; Sant 5,11), que otorgó su misericordia a Pablo (lCor 7,25; 2Cor 4,1; ITim 1,13) y la promete a todos los creyentes (Mt 5,7; ITim 1,2; 2Tim 1,2; Tit 1,4; 2Jn 3). Más que cualquier otro atributo divino, todo el NT muestra que Cristo con sus palabras, pero sobre todo con su vida, es realmente la imagen viviente del Padre, "rico en misericordia" (Ef 2,4).8

La Misericordia se ríe de la Justicia

San Pablo, mientras que por un lado insiste en subrayar la absoluta gratuidad del don de la misericordia divina, que se lleva a cabo en la redención realizada por Cristo (Rom 9,15, con palabras sacadas de Ex 33,19; Rom 4,4, Tit 3,7), por otro lado llega a afirmar, paradójicamente, que en su providencia "Dios encerró a todos en la desobediencia para tener misericordia con todos" (Rom 1,32; cf Gál 3,22).9

7 Cfr. A. Sisti en http://www.mercaba.org/ DicTB/M/misericordia.htm

8 Idem

9 Idem

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Para los bautizados, en particular, el mismo

apóstol recuerda que "éramos, por naturaleza, objeto de la ira divina, igual que los demás. Pero Dios, rico en misericordia, por el inmenso amor con que nos amó, nos dio vida juntamente con Cristo..., a fin de manifestar en los siglos venideros la excelsa riqueza de su gracia mediante su bondad para con nosotros" (Ef 2,3-5.7). Por lo que a él se refiere, bendice y da gracias desde lo más profundo de su corazón a "Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, padre de las misericordias y de todo consuelo, que nos consuela en todos nuestros sufrimientos para que nosotros podamos consolar a todos los que sufren con el consuelo que nosotros mismos recibimos de Dios" (2Cor 1,3-4). Es maravilloso este despliegue del amor misericordioso del Padre, que en Cristo se derrama sobre los hombres bajo la forma de aliento y de consuelo y se difunde de un individuo a otro para remontarse luego a la fuente en forma de bendición y de acción de gracias

3. EL DIOS DE LA MISERICORDIA

Decir que Dios es justo y que es misericordioso

no son cosas contrarias, sino dos palabras con un mismo sentido.

La justicia de Dios es la misericordia, es decir, restituir lo que se ha perdido, dar a quien necesita. No está bien entender que Dios es misericordioso a veces, cuando no se “comporta” como juez. La justicia y la misericordia en Dios no son variaciones

de su “humor”, pues Dios es misericordioso obrando con justicia y es justo obrando con misericordia. En consecuencia, la justicia de Dios no es otra cosa que su misericordia. Por eso la justicia de Dios no debe ser entendida como imparcialidad, pues siempre muestra su favor de forma especial con quienes tienen mayor necesidad. (Lc 1,46-55).

En Jesucristo, Dios estableció una nueva alianza, rompiendo así el velo que ocultaba a Dios de los hombres (Mt 27,51) y se abrieron los cielos para que por medio de él todos fuéramos reconciliados de una vez y para siempre con Dios (Mt 3,17). Por eso, las condiciones para recibir misericordia o para ser justificados no dependen del cumplimiento de las leyes y ritos de la antigua alianza ni de pertenecer al pueblo de Israel o asistir al Templo de Jerusalén, sino por la fe en Jesucristo

Esta es la diferencia entre quien tiene y no tiene fe en el Dios de la misericordia: Mientras el no creyente pone la confianza en sus propias fuerzas y se priva del gozo de la reconciliación10. el creyente recibe la misericordia como don y gracia inmerecida porque se sabe pecador y el perdón es anhelado, y recibido como don y no como derecho connatural11, entonces la misericordia de Dios ilumina la vida del hombre y lo hace pleno de gozo.

Un Dios difícil de aceptar

“Cuando se hace justicia, se alegra el justo y tiembla el malhechor” (Prov 21,15). Un Dios justo, pero inmisericorde produce temor en los pecadores (al no poder esperar compasión) y alegría en quienes se creen justos, porque esperan que Dios realice justicia, o mejor dicho, “venganza” contra sus enemigos. (Sal 137,8-9)

El Dios justo es el Dios que conviene a los “buenos” o a los bendecidos por Dios o a quienes saben y cumplen las normas externas de la religión. Pero esta conveniencia no radica que sean realmente sean justos y estén justificados realmente por sus obras, “porque el justo cae siete veces” (Prov 24,16) ni porque sean realmente buenos, pues “nadie es bueno, sino sólo uno, Dios” (Mc 10,18), sino porque su concepción religiosa y su imagen de Dios les hace creer que tienen licencia para juzgar y condenar a los

10

Es como el que echa las perlas a los cerdos (Mt 7,6)- 11

Así como la mujer adúltera a la que mucho se le perdonó

porque mucho amó (Lc 7,47)

Decir que Dios es misericordioso nos

revela Buenas Noticias:

a) Dios es Misericordioso no sólo para

quienes esperan su misericordia, sino

también para quienes no la esperan también.

b) Aunque dependa de nosotros aceptar su

misericordia, todos somos necesitados ella y

por tanto amados por Dios. c) La

misericordia de Dios es eternamente

estable (Ex 34,6-7), es decir,

no depende de la empatía con alguien, sino

de Dios que siempre es misericordioso. d)

No hay falta o pecado que su amor y su

misericordia no puedan superar.

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otros por haber sido sus víctimas, por no pertenecer a su grupo religioso o por no vivir según sus parámetros.

Decir y asumir las consecuencias de creer en

Dios Misericordioso, paradójicamente, en vez de ser Buena Noticia para los que se creen justos, es motivo de escándalo. No tiene esto nada de extraño, al contrario, es lógico que los pecadores se alegren y que los “justos” se sientan burlados si los segundos se han esforzado para ser, según ellos, merecidamente justificados, pero en cambio ven que los primeros reciben el perdón de forma inmerecida.(Mt 20,1-16). Es por eso que los principales enemigos del Dios de la Misericordia a lo largo de la historia han sido “los buenos”. En tiempo de Jesús vemos cómo los escribas y fariseos (los buenos de la época), no pararon hasta darle muerte, pues decían: “Conviene que muera uno solo por el pueblo y no perezca todo la nación”(Jn 11,50). El escándalo de Jesús resultaba una amenaza para el orden establecido y había que detenerlo a cualquier precio. Y es que podemos cometer fácilmente el error de entender la misericordia de Dios con cierto romanticismo ingenuo sin asumir las consecuencias de creer en un Dios que es siempre misericordioso. En la parábola del Hijo Pródigo a través del hermano mayor Jesús nos explica claramente la actitud de los justos ante el amor inmerecido de Dios hacia el pecador: El hermano mayor no puede alegrarse del perdón que el Padre da al hijo menor porque su sentido de justicia se lo impide. No es justo que quien abandonó la casa del Padre buscando su propio interés, sin ningún mérito y sin merecerlo, no sólo sea perdonado, sino recibido con una fiesta mientras que para él, que fielmente ha permanecido con su Padre, no se le ha dado ni un cordero para comer con sus amigos.

Es más difícil creer en el Dios que no castiga al malvado, que permite que ocurran cosas que juzgamos malas en el mundo, que no impone su reino a la fuerza, que permite que su Hijo sea torturado y crucificado por sus propios hermanos y que deja en nuestras manos la tarea de construirlo. Es más conveniente creer en un Dios mago, capaz de violentar las leyes naturales, de pasar por encima del libre albedrío de las personas, de solventar nuestros problemas sin nuestra participación, pero sobre todo, en un Dios que hace justicia (entendida como venganza) de nuestros enemigos y hace que les vaya mal. Pero ese no es el Dios cristiano. Nuestro Dios es

un Dios que permite el sufrimiento de “los buenos” y no guarda rencor contra el pecador, sino que espera pacientemente su regreso a casa.

Entonces: ¿Por qué esperar en el Señor?

Porque “Pues vale más un día en tus atrios que mil en mi estancia; o pisar el umbral de la casa de Dios que morar en la tienda del malvado.” (Sal 84,11) La relación con el Dios de la misericordia no pasa por el interés de la recompensa, sino por el gozo del agradecimiento, por la plenitud de una relación filial, por el gozo de una vida en fraternidad.

Llamados a ser perfectos Cuando decimos que no hay camino para llegar al

Padre fuera de Jesucristo, no estamos limitando la expresión a una confesión verbal de fe, sino a que no hay camino para llegar al Padre si no es siguiendo a Jesucristo, esto es, actualizando sus signos y sus gestos con los pobres y pecadores. No todo el que diga Señor, señor… Por eso, reconocer a Jesucristo como Señor no es otra cosa que vivir la misericordia. Pero ¿Cómo se vive la misericordia? En primer lugar, reconociendo que, aunque no somos todo lo buenos y generosos que podemos ser, Dios nos ama y perdona incondicional y gratuitamente, aún sin merecerlo. La aceptación de ese perdón de Dios nos sana, nos libera y nos hace sanar y liberar a otros. Y en segundo lugar, siendo perfectos como el Padre, es decir, siendo misericordiosos como lo es el Padre. Jesús nos enseña que la perfección no está en el cumplimiento de Ley, sino en la práctica de la misericordia, sólo así podemos a orar como nos enseñó el Señor diciendo: “perdónanos así como nosotros perdonamos”.

A modo de síntesis podemos decir que se vive la misericordia aceptándola como don, aun cuando no ha sido pedida, recibirla con humildad y agradecimiento y dándola a quienes más la necesitan.

Volver a Dios, volver al Padre, es la experiencia de fe más plena, pero sólo puede darse cuando se abren los ojos a la realidad, así como cuando el Hijo Pródigo comprendió que se había deshumanizado al partir buscando una mejor vida fuera de la casa del Padre y entiende que hasta los empleados en la casa de su padre tienen una vida más humana que él lleva. (Lc 15, 11-32)

Vivir la misericordia de Dios es, primeramente, reconocer el camino hecho lejos de Dios, lejos del Padre, es el de una vida desvirtuada, y sin embargo, encontrase con el Padre con los brazos abiertos esperando nuestro regreso al llegar de vuelta a casa.

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