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Memoria. Principales métodos de descontaminación de suelos
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4. PRINCIPALES MÉTODOS DE DESCONTAMINACIÓN DE SUELOS
Los métodos o tecnologías de saneamiento utilizan diferentes principios de acción para
recuperar suelos contaminados (físico-químico, biológico o térmico). Además, dependiendo de
la forma de implantación, estos métodos se pueden considerar in-situ o ex-situ. En cada uno de
los distintos procesos se habla de 4 aspectos distintos : Fundamentos, campo de aplicación,
costes y aspectos ambientales. De entre todos los posibles métodos de descontaminación sólo se
tratarán en este punto aquellos directamente competidores con la desorción térmica, es decir,
aquellos métodos que implican acciones en la zona no saturada del suelo.
4.1 PROCESOS FÍSICO-QUÍMICOS
4.1.1 Extracción de aire del suelo
• Fundamentos
La extracción de aire del suelo es una técnica de recuperación in situ aplicable
fundamentalmente a la zona no saturada. El principio de acción de esta técnica se basa en la
extracción de los contaminantes adsorbidos en las partículas del suelo, mediante volatilización o
evaporación. La extracción del aire se puede realizar mediante pozos verticales y/o tuberías
horizontales, en función de las restricciones impuestas por los edificios o infraestructuras
existentes en el emplazamiento. El aire con los contaminantes volátiles se dirige hacia los pozos
de extracción, que lo conducen a superficie, donde se trata en instalaciones de depuración
adecuadas (filtros de carbón activo, oxidación térmica, etc.). En ocasiones la extracción de estos
compuestos se puede favorecer mediante la inyección de aire a alto caudal a través de pozos de
inyección.
Dado que con esta técnica se persigue la volatilización de los contaminantes, las tasas de
inyección/extracción de aire son en general superiores a las aplicadas en la bioventilación. En
general, la extracción de aire se realiza de forma continua, hasta que la concentración de los
contaminantes en el aire extraído alcanza niveles mínimos y relativamente constantes. En estos
casos, la extracción de aire se recomienda realizar de forma intermitente, lo que mejora el
rendimiento dejando concentraciones residuales menores.
La extracción del aire puede llegar a ejercer una presión negativa sobre el agua subterránea, de
forma que ésta se puede desplazar hacia los pozos. En caso que esto pueda ocurrir, o que se
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quiera aplicar la extracción de aire a la zona saturada, se debe llevar a cabo la extracción previa
del agua subterránea.
• Campo de aplicación
Esta técnica es aplicable a suelos contaminados con sustancias volátiles y semivolátiles con
una presión de vapor de al menos 100 N/m2 y una constante de Henry superior a 0,01. A estas
condiciones responden algunos hidrocarburos derivados del petróleo (los de cadena inferior a 14
carbonos), algunos disolventes no clorados, hidrocarburos aromáticos policíclicos ligeros (de 2
anillos) y los compuestos organoclorados volátiles.
No es una técnica recomendable para el tratamiento de las fracciones pesadas de los
hidrocarburos derivados del petróleo (> C25), metales, PCBs o dioxinas. El espectro de
contaminantes tratables se aumenta (sobre todo para semivolátiles) mediante la extracción de
aire estimulada térmicamente mediante diversos métodos, tales como la utilización de
resistencias eléctricas, radiofrecuencias, campos magnéticos o inyección de aire caliente.
El uso de resistencias eléctricas para calentar el suelo se utiliza en suelos de baja permeabilidad
tales como arcillas y sedimentos de granulometría fina, ya que son medios bastante conductivos.
Los electrodos se sitúan directamente en las capas poco permeables y mediante el calentamiento
se seca el suelo, el cual acaba por fracturarse, aumentando la permeabilidad del mismo.
El método más común para el calentamiento es la inyección de aire caliente, el cual no necesita
instalaciones extras además de las necesarias para la extracción del aire del suelo.
La presencia de fase libre sobre la superficie freática dificulta su aplicación, por lo que es
aconsejable eliminar ésta antes de iniciar la extracción de aire del suelo mediante las técnicas
existentes a tal efecto.
Por otra parte, altas concentraciones de contaminantes orgánicos (orientativamente,
superior a 10.000 mg/kg) tienen un efecto negativo, incrementando el tiempo de tratamiento
y reduciendo el rendimiento de la técnica.
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A fin de facilitar el movimiento del aire inyectado, el suelo debe tener una permeabilidad
suficiente (orientativamente, una conductividad hidráulica mínima de 0,1 m/día). En caso de
tratar un suelo heterogéneo, es recomendable realizar estudios piloto previos, ya que la
existencia de zonas o estratos contaminados de baja permeabilidad puede provocar flujos
preferentes de aire a través de las zonas más permeables, disminuyendo considerablemente la
eficacia del tratamiento en las menos permeables. En todo caso, la permeabilidad del suelo puede
incrementarse mediante la técnica de fracturación.
En condiciones óptimas (suelos con una permeabilidad mayor de 3 m/día y con una
concentración de contaminantes orgánicos volátiles inferior a 3.000 mg/kg), se pueden alcanzar
rendimientos de recuperación superiores al 95%. Para alcanzar estos rendimientos es preciso un
plazo que, en condiciones medias, puede situarse entre 3 y 9 meses.
Además de la tipología y distribución espacial de la contaminación (en extensión y profundidad)
es necesario conocer los siguientes parámetros del suelo: estructura litológica, permeabilidad,
granulometría, porosidad efectiva, humedad, pH, temperatura.
Para garantizar la viabilidad de la aplicación de esta técnica, se deben realizar siempre
estudios piloto que permitan establecer los parámetros esenciales de diseño (caudales
de inyección/extracción y radio de influencia de los pozos).
• Costes
El rango típico de coste de aplicación de esta técnica varía de 10 a 15 € por m3, excluyendo
el tratamiento del aire extraído.
• Aspectos ambientales
El consumo energético de una unidad de extracción de aire intersticial se sitúa en torno a
0,01 kW·h por m3/hora de caudal nominal de aire. Los gases extraídos del suelo pueden
encontrarse en proporciones explosivas, por lo que es aconsejable disponer de equipos de
medición y control del riesgo de explosión. Pueden producirse molestias por ruidos y olores.
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4.1.2 Lavados de suelos ex – situ
• Fundamentos
El lavado de suelos es una técnica aplicada ex situ y basada en principios de acción físico-
químicos, mediante los cuales, los contaminantes adsorbidos en la matriz del suelo se tratan en
una solución acuosa. Se llevan a cabo procesos de disolución o suspensión en el agua de lavado,
la cual se depura posteriormente y, con frecuencia, se recircula como agua de proceso.
Antes del lavado propiamente dicho se suele proceder a una homogeneización del suelo, tras la
que se efectúa la separación de las partículas finas y las gruesas, aprovechando métodos basados
en la diferencia de densidades (hidrociclones, celdas de flotación, etc.) o de tamaños de
partículas (tamices y cribas, etc.).
A continuación, se deben realizar las consideraciones oportunas para ajustar el agua de lavado
(pH, agentes lixiviantes, surfactantes o quelantes) y así potenciar la disolución y puesta en
suspensión de los compuestos orgánicos y metales pesados del suelo que, de esta forma, son
transferidos a la solución de lavado. La elección de los aditivos y reactivos que se añaden al agua
depende de la naturaleza de la contaminación a tratar. En todo caso, la adición de estas
sustancias al agua de lavado repercute en una mayor complejidad del tratamiento de la misma,
así como en la posibilidad de que parte de dichas sustancias queden retenidas en el suelo.
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En suelos contaminados con múltiples sustancias de distintas características, la aplicación de la
técnica suele exigir un proceso secuencial en el que se utilizan diferentes soluciones de lavado.
• Campo de aplicación
Esta tecnología presenta ciertas limitaciones en cuanto a las características del suelo a tratar:
• El contenido en partículas finas debe ser limitado (diámetro inferior a 63 micras) ya que
la eliminación de los contaminantes adsorbidos a las mismas es de gran dificultad. El
contenido en finos suele estar limitado a un 20 – 30 %. En general, el rango óptimo de
tamaño de partículas se sitúa alrededor de 0,25 y 2 mm.
- Altos contenidos en sustancias húmicas y una elevada capacidad de intercambio catiónico del
suelo, dificultan la desorción de los contaminantes, reduciendo la efectividad del tratamiento
e incrementando su coste.
En principio, el lavado de suelos permite tratar un amplio espectro de contaminantes,
encontrándose su mayor eficacia en los compuestos orgánicos semivolátiles, hidrocarburos
derivados del petróleo, cianuros y metales pesados. No es un método eficaz para dioxinas y
PCBs, a menos que no se requieran rendimientos de descontaminación importantes.
Los rendimientos que se pueden obtener varían en función de los contaminantes a tratar. Así, los
compuestos orgánicos volátiles y sustancias altamente solubles se pueden eliminar hasta en un
100%, los hidrocarburos aromáticos policíclicos (PAHs) hasta un 98% y los metales pesados
hasta un 90%, orientativamente.
Para analizar la viabilidad de esta técnica se requiere conocer los siguientes parámetros:
- Tipo de suelo
- Granulometría
- Humedad
- Contenido de materia orgánica
- Capacidad de intercambio iónico
- pH
- Capacidad tampón
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• Costes
La inversión requerida por una planta de lavado de suelos depende de varios factores
(capacidad de tratamiento, procesos implantados, etc.). Es habitual manejar ratios de 10 a 40 €
por tonelada de capacidad anual de tratamiento.
Los costes de tratamiento dependen, entre otros, de la composición del suelo (contenido de finos
y materia orgánica), del tipo de contaminación y de los objetivos de descontaminación. Los
precios habituales para las situaciones más frecuentes son de unos 45-100 €/m3. Para
tratamientos complejos de suelos con alto contenido en fracción arcillosa el coste se puede elevar
hasta 200-300 €/m3.
• Aspectos ambientales
Las concentraciones residuales de contaminantes presentes en la fracción fina (la cual puede
representar hasta un 20-30 % del volumen original de suelo) exigen habitualmente tratarla
mediante otras técnicas o depositarla en un vertedero. El agua de lavado debe depurarse para su
posterior recirculación; este tratamiento da lugar a unos fangos que deben gestionarse como
residuo. Así, el factor ambiental principal a tener en cuenta durante la implantación de esta
tecnología es la producción de residuos, y en menor medida las molestias por ruidos.
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4.1.3 Extracción con disolventes
• Fundamentos
Esta técnica, aplicada ex situ, se basa en la extracción de contaminantes mediante la mezcla
del suelo (en estado sólido o en forma de fango) con un disolvente orgánico. El tiempo de
retención en el tanque depende del tipo de suelo y contaminantes, así como de las
concentraciones de partida de los mismos; orientativamente, se sitúa entre 10 y 40 minutos.
Es habitual someter al suelo a un pretratamiento de separación física, a fin de retirar materiales
extraños y las fracciones más gruesas. Ello contribuye además a acelerar la cinética de las
reacciones, disminuyendo el contenido en metales pesados particulados.
A diferencia del lavado de suelos, que emplea agua o una solución acuosa con aditivos, esta
técnica utiliza disolventes orgánicos, siendo los más frecuentes acetona, hexano, metanol, éter
dimetílico y trietilamina. En ocasiones, también se han utilizado gases licuados (dióxido de
carbono, propano, butano), aunque su manipulación y requisitos de seguridad complican
sensiblemente la operación.
Mediante evaporación se separa el suelo tratado de los disolventes que contienen la carga
contaminante. A continuación, el disolvente se lleva hasta un separador donde se produce el
tratamiento del mismo para eliminar los contaminantes, permitiendo su reutilización. El
tratamiento del disolvente se realiza mediante procesos físico-químicos (adición de otro
disolvente, etc.) o térmicos (destilación a alta presión y temperatura). El suelo tratado suele
lavarse con agua para arrastrar en lo posible los restos de disolvente que incorpora.
• Campo de aplicación
Esta es una técnica eficaz para tratar suelos contaminados por compuestos orgánicos como
PCBs, COVs, disolventes halogenados e hidrocarburos derivados del petróleo. También se
pueden extraer junto con los contaminantes orgánicos compuestos organometálicos.
Entre los factores que suponen una limitación para la aplicación de esta técnica, ya que
aumentan el tiempo de tratamiento, cabe señalar:
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- Alto grado de humedad
- Alto contenido en arcillas
- Presencia de detergentes y emulsionantes
- Presencia de plomo y otras sustancias inorgánicas
Si el diseño y operación del tratamiento es el óptimo, se pueden conseguir eliminar hasta un 90-
95% de los contaminantes para los que esta técnica es aplicable. La eficacia de la extracción para
contaminantes orgánicos de muy alto peso molecular o muy hidrofílicos es sensiblemente menor.
Para analizar la viabilidad de la aplicación de esta técnica es necesario conocer la distribución
granulométrica del suelo, su pH, contenido de materia orgánica y humedad, capacidad de
intercambio iónico y concentraciones de metales y compuestos volátiles.
• Costes
El coste estimado para esta tecnología depende del tipo de suelo y contaminantes a tratar, así
como de las concentraciones iniciales de éstos, factores que determinan los disolventes a utilizar
y el tiempo de retención en el tanque de extracción. De acuerdo con la bibliografía, el coste
puede variar entre 120 y 475 € por tonelada, situándose con frecuencia en el rango
120-250 €/ton.
• Aspectos ambientales
En la aplicación de esta técnica pueden quedar trazas de disolvente en el suelo tratado.
Además se debe tener en cuenta la toxicidad del disolvente utilizado y los residuos generados en
el tratamiento del mismo para su posterior reutilización. Puede requerir bastante espacio para su
ejecución.
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4.2 PROCESOS BIOLÓGICOS
4.2.1 Bioventilación
• Fundamentos
La bioventilación es una técnica de aplicación in situ que se centra en la recuperación de la
zona no saturada. La base de esta tecnología consiste en hacer circular aire limpio a bajo caudal a
través del suelo contaminado, con el fin de incrementar la concentración de oxígeno y estimular
la actividad microbiológica y los procesos de biodegradación.
A diferencia de lo que sucede en la técnica de extracción de aire del suelo, en la bioventilación
se debe inyectar exclusivamente el volumen de aire necesario para favorecer la actividad
biológica, tratando de evitar en lo posible la volatilización de los contaminantes. Por ello, suele
ser necesario realizar ensayos previos de tratabilidad para poder estimar los parámetros de la
instalación, en especial el caudal de aire a inyectar. El cálculo estequiométrico del oxígeno
necesario para la biodegradación suele ser ligeramente inferior al que se debe inyectar, ya que
existen factores del medio que condicionan el resultado del proceso, tales como las
características del suelo (permeabilidad, tamaño de partículas, humedad, etc.) y la temperatura.
En los casos en que se prevea que determinados compuestos volátiles no van a ser degradados,
es preciso instalar pozos de extracción para recogerlos. En este caso, el aire extraído debe
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tratarse posteriormente mediante la técnica más adecuada (filtros de carbón activo, oxidación
térmica, etc.). La extracción del aire se puede realizar mediante pozos verticales y/o tuberías
horizontales, en función de las restricciones impuestas por los edificios o infraestructuras
existentes en el emplazamiento.
Para poder alcanzar los objetivos de recuperación de un emplazamiento mediante bioventilación,
es fundamental tener en cuenta el radio de influencia (máxima distancia a la que, desde un pozo
de inyección o extracción, se puede inducir un caudal de aire suficiente para mantener tasas de
degradación aceptables en el suelo) como un parámetro de diseño clave.
El radio de influencia puede variar en función de diversos factores, tales como la permeabilidad
y humedad del suelo, contaminantes a degradar o plazo de recuperación. Suele variar entre 3 y
30 metros.
• Campo de aplicación
De forma general, la bioventilación es aplicable en suelos contaminados con compuestos
orgánicos biodegradables con una presión de vapor mayor o igual a 100 N/m2 y una constante de
Henry superior a 0,01. A estas condiciones responden algunos hidrocarburos derivados del
petróleo (los de cadena inferior a 25 carbonos), algunos disolventes no clorados e hidrocarburos
aromáticos policíclicos ligeros (de 2 anillos). La bioventilación no es efectiva para tratar suelos
contaminados con hidrocarburos pesados derivados del petróleo (> C30), PCBs o hidrocarburos
clorados. A pesar de que la bioventilación es aplicable a hidrocarburos ligeros derivados del
petróleo, éstos deben estar en fase vapor en la zona no saturada del suelo. En caso de que tales
hidrocarburos den lugar a producto en fase libre, éste debe ser retirado previamente a la
aplicación mediante las técnicas adecuadas a tal efecto.
Por otra parte, altas concentraciones de contaminantes orgánicos (orientativamente, superiores a
10.000 mg/kg) tienen un efecto negativo sobre la disponibilidad de la materia orgánica para los
microorganismos, retardando o deteniendo el proceso de biodegradación. Aunque no está
concebido para tratar suelos con contaminantes inorgánicos, la bioventilación puede provocar la
adsorción, acumulación y concentración de los mismos en macro y microorganismos por lo que
podría ser aplicable para la reducción de estos contaminantes en el suelo o como pretratamiento
del mismo. En todo caso, esta aplicación de la técnica está todavía en fase experimental.
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A fin de hacer posible el movimiento del aire inyectado, el suelo debe tener una permeabilidad
suficiente (orientativamente, una conductividad hidráulica mínima de 0,1 m/día). En caso de
tener que tratar un suelo heterogéneo, es recomendable realizar estudios piloto previos, ya que la
existencia de zonas o estratos contaminados de baja permeabilidad puede provocar flujos
preferentes de aire a través de las zonas más permeables, disminuyendo considerablemente la
eficacia del tratamiento en las menos permeables. En todo caso, se podría considerar la
aplicación de la fracturación de los estratos menos permeable para homogeneizar el suelo y
mejorar el rendimiento de la bioventilación.
Si el nivel freático se encuentra a menos de 3 metros de profundidad y se prevé un sistema de
extracción de aire mediante pozos, hay que analizar el efecto de ésta en el nivel freático, que
puede ascender sensiblemente, reduciendo el flujo efectivo de aire en el suelo no saturado. Así
mismo, es necesario estudiar la efectividad del sistema de inyección/extracción de aire en la zona
capilar, sobre todo en suelos de permeabilidad media-baja con el nivel freático próximo a la zona
a tratar.
En condiciones óptimas (suelos con una permeabilidad mayor de 3 m/día y con una
concentración de contaminantes orgánicos inferior a 3.000 mg/kg), se pueden alcanzar
rendimientos de recuperación del 90-95% para compuestos volátiles (BTEX) y superiores al
40% para hidrocarburos pesados (cadenas de más de 15 carbonos). En todo caso, para alcanzar
estos rendimientos es preciso un plazo relativamente dilatado que, en condiciones medias, puede
situarse entre 6 y 12 meses.
Además de la tipología y distribución espacial de la contaminación (en extensión y profundidad)
es necesario conocer los siguientes parámetros del suelo: estructura litológica, permeabilidad,
granulometría, porosidad efectiva, humedad, pH, nutrientes básicos requeridos, temperatura y
tasa de respiración. Puede ser necesario realizar ensayos de respiración in situ para calcular la
cantidad de oxígeno necesaria para que se desarrollen los procesos de biodegradación en óptimas
condiciones.
Si el objetivo de saneamiento (expresado en términos de contaminantes individuales) es inferior
a 0,1 ppm o se requiere un porcentaje de reducción superior al 95% (expresado en términos de
hidrocarburos totales derivados del petróleo), es necesario llevar a cabo estudios piloto en el
emplazamiento para comprobar la viabilidad de la aplicación de la bioventilación, ya que no
siempre la técnica se aplica en condiciones óptimas lo que dificulta alcanzar altos rendimientos.
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• Costes
El rango típico de coste de aplicación de la bioventilación varía de 30 a 60 € por m3, de los
cuales 10 a 35 € corresponden a la inyección y extracción de aire propiamente dichas
(excluyendo su tratamiento).
• Aspectos ambientales
El consumo energético de una unidad de extracción de aire intersticial se sitúa en torno a
0,01 kWh por m3/hora de caudal nominal de aire. Debe tenerse en cuenta que se pueden generar
molestias por ruidos y por olores.
4.2.2 Biopilas
• Fundamentos
Las biopilas constituyen una técnica de tratamiento biológico del suelo que puede aplicarse
tanto in situ como ex situ, si bien la segunda es la forma más habitual. El principio básico de
acción es la transformación de los contaminantes biodegradables del suelo en productos inocuos,
aprovechando para ello la acción (en condiciones controladas) de determinados microorganismos
presentes en el suelo.
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De cara a optimizar las condiciones de biodegradación y los consiguientes rendimientos de
tratamiento, se deben controlar diversos parámetros del suelo, entre los cuales cabe destacar los
siguientes:
- Estructura: debe ser homogénea y facilitar la acción de los microorganismos, para lo cual
puede requerirse la adición de enmiendas (serrín, etc.) y, en todo caso, la
homogeneización del suelo mediante mecanismos apropiados.
- pH: es un factor fundamental para el mantenimiento de la actividad bacteriana y debe
mantenerse en torno a pH neutro (en todo caso, entre 6 y 8). Si es necesario, se pueden
añadir al suelo agentes correctores del pH.
- Contenido en nutrientes: los valores de la relación C/N/P que habitualmente se requieren
para garantizar la biodegradación oscilan entre 100/10/1 y 100/1/0,5, dependiendo de los
contaminantes y los microorganismos implicados. En caso de que el suelo no presente el
equilibrio necesario de nutrientes, se debe modificar añadiendo fertilizantes.
- Humedad: los microorganismos requieren determinado grado de humedad para su
crecimiento, por lo que se debe evitar tanto el exceso como la falta de agua. El rango
óptimo suele estar entre el 40 y el 85% de la capacidad de campo, correspondiente a un
12-30% en peso, aproximadamente. Lo habitual es que se tenga que añadir agua al suelo
de forma periódica para mantener una humedad óptima.
- Temperatura: la actividad microbiana desciende significativamente por debajo de 10°C y
prácticamente desaparece a menos de 5°C. Por ello, si la temperatura ambiental es baja,
se debe calentar el suelo para evitar el descenso de la tasa de biodegradación o incluso la
detención del proceso. También deben evitarse temperaturas excesivamente altas (por
encima de 45°C desciende mucho la velocidad de crecimiento de las poblaciones
bacterianas habitualmente implicadas). Se recomienda mantener el suelo durante el
tratamiento a una temperatura comprendida entre 20 y 40°C.
- Poblaciones bacterianas: se encuentran típicamente en el rango 104-107 CFU/gramo de
suelo. Por debajo de 1.000 CFU/g de bacterias heterótrofas la biodegradación es
prácticamente inviable.
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En la tecnología de biopilas el suelo, una vez pretratado y homogeneizado (separación de
partículas gruesas y elementos extraños, trituración de bolos arcillosos y/o partículas gruesas del
suelo), se dispone en pilas con una altura de hasta 4 metros (es habitual no superar 2-3 metros)
sobre un sustrato impermeabilizado y dotado de un sistema de captación y evacuación de
lixiviados. En esta técnica, la aireación del suelo durante el tratamiento suele realizarse mediante
tuberías colocadas en la base que insuflan aire o lo aspiran, por lo que no se rotura (pilas
estáticas). También existen sistemas en los que, desarrollándose el proceso a cubierto (por
ejemplo, dentro de una nave), las pilas se airean con máquinas volteadoras similares a las
utilizadas en el compostaje de residuos. En todo caso, el sistema de pilas estáticas con aireación
forzada es el que permite un mejor control de las condiciones de degradación y de las emisiones
de compuestos orgánicos volátiles. Si éstos pueden suponer un problema, es preferible optar por
un sistema de aspiración con posterior depuración del aire extraído (con biofiltros o filtros de
carbón activo, por ejemplo). Si la temperatura ambiente es excesivamente baja, el sistema de
aireación forzada permite además inyectar aire caliente en el suelo para garantizar una
temperatura adecuada del mismo.
La tecnología precursora de las biopilas es el landfarming, en el cual el suelo, una vez pretratado
se dispone en camas con una altura máxima de unos 50 cm. El sustrato de las camas está
habitualmente impermeabilizado y dispone de un sistema de captación y evacuación de
lixiviados. Durante el tratamiento, el suelo se rotura periódicamente con medios mecánicos,
consiguiendo así la homogeneización y aireación del mismo. Es habitual tener que añadir agua
para mantener unas condiciones óptimas de humedad, lo cual puede efectuarse con un sistema de
riego, pulverizadores o aspersores. Cuando se alcanza el nivel de descontaminación deseado, el
suelo tratado se retira procediendo a formar nuevas camas con suelo contaminado. Es
conveniente dejar parte del suelo limpio para mezclar con el contaminado, de manera que se
mantiene la población bacteriana adecuada para la biodegradación.
Es frecuente que el agua de riego incorpore nutrientes y aditivos para estimular la
biodegradación. Para este fin es recomendable instalar un sistema por goteo que facilita una
distribución uniforme del agua en la pila, evitando arrastres de suelo por escorrentía. En algunas
plantas el lixiviado recogido se recircula, minimizando el consumo de agua. Es relativamente
habitual cubrir las biopilas con un plástico para controlar la evaporación de agua y la
volatilización de contaminantes, favoreciendo además la retención de calor en la masa.
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• Campo de aplicación
Las biopilas han demostrado ser eficaces para tratar suelos contaminados por hidrocarburos
derivados del petróleo y algunos pesticidas. En el caso del landfarming, la técnica opera con
mayor eficacia para los menos pesados (orientativamente, hasta C25) y puede tener limitaciones
o condicionantes en su aplicación para los más volátiles, si es preciso controlar las emisiones de
los mismos a la atmósfera. Para estos casos es recomendable utilizar las biopilas.
Los metales pesados, los compuestos orgánicos pesados (por ejemplo, PAHs de 4 y 5 anillos) y
los compuestos organoclorados o nitrogenados son difíciles de eliminar, pudiendo además
inhibir el proceso por ser tóxicos para los microorganismos. En primera aproximación,
concentraciones de hidrocarburos totales derivados del petróleo (TPH) superiores a 50.000 ppm
y/o concentraciones totales de metales pesados superiores a 2.500 ppm suponen la inhibición del
tratamiento hasta el punto de hacerlo inviable.
En cuanto a las características del suelo, son aceptables suelos granulares de todo tipo, si bien los
que poseen textura arcillosa o limosa son difíciles de tratar, conllevando un proceso muy lento,
incluso con roturación intensiva y adición de enmiendas. Para garantizar unas condiciones
aceptables de aireación, se recomienda que el suelo tenga una porosidad superior al 25%.
En suelos de adecuadas características, los hidrocarburos ligeros se eliminan en su práctica
totalidad, mientras que para las fracciones medias se llega a rendimientos del 95-97%; para las
fracciones pesadas es difícil superar rendimientos del 80-90%.
El tiempo necesario para dar por finalizado el tratamiento también depende de los factores antes
señalados, así como de los objetivos concretos de descontaminación establecidos. En suelos de
adecuadas características, el tratamiento de los contaminantes típicos puede durar entre 4 y 12
semanas (20 en ciertos casos) para alcanzar los niveles que permiten la reutilización del suelo.
Para contaminantes orgánicos pesados el tiempo de tratamiento puede sobrepasar un año, lo que
en muchas ocasiones hace económicamente inviable su aplicación.
Además de una completa caracterización de la contaminación del suelo (naturaleza y
concentraciones, presencia de sustancias tóxicas, COVs, contaminantes inorgánicos, etc.) se
deben tener en cuenta los datos clave del propio suelo (textura, contenido en nutrientes, pH,
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humedad y microorganismos presentes). Las condiciones ambientales del emplazamiento
(temperatura, precipitación, velocidad y dirección del viento, disponibilidad de agua, etc.)
también son importantes para diseñar el sistema de tratamiento
Es recomendable llevar a cabo ensayos piloto previos para calcular los parámetros de diseño
adecuados a cada caso concreto.
• Costes
Los costes de tratamiento dependen de la duración del mismo y de las concentraciones residuales
a alcanzar. Los rangos típicos para el landfarming se sitúan entre 30 y 60 € por m3 de suelo; para
el tratamiento mediante biopilas los rangos oscilan de 50 a 100 €/m3. El tratamiento de suelos
con compuestos muy poco biodegradables puede costar entre 100 y 150 € por m3.
• Aspectos ambientales
El almacenamiento y manipulación de los suelos contaminados pueden generar molestias
(emisiones de polvo y partículas, olores) si el sistema se desarrolla a la intemperie. En presencia
significativa de volátiles, las emisiones de éstos a la atmósfera sin depuración previa pueden
representar un impacto no despreciable. Las biopilas presentas menores requisitos de espacio que
el landfarming.
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4.3 PROCESOS TÉRMICOS
4.3.1 Desorción Térmica
A lo largo del presente proyecto se trata esta técnica de descontaminación en profundidad.
4.3.2 Incineración
• Fundamentos
La incineración es una tecnología de tratamiento térmico ex situ que se basa en la aplicación
de altas temperaturas (785-1.000°C) al suelo para volatilizar y oxidar los compuestos orgánicos
contenidos en el mismo. Para ello se requiere habitualmente un combustible auxiliar que permita
iniciar y mantener el proceso de combustión. Los gases procedentes de este proceso arrastran
parte de los contaminantes, por lo que deben depurarse antes de su emisión a la atmósfera, tanto
para eliminar partículas como gases ácidos (HCl, NOx y SOx).
Los hornos de combustión más frecuentemente utilizados responden a alguno de los siguientes
tipos:
- Horno de lecho circulante: utiliza aire a alta velocidad para generar turbulencias en la
zona de combustión y destruir los contaminantes. Opera a una temperatura ligeramente
inferior a la de otros incineradores (785-870°C), ya que produce una temperatura
uniforme en la cámara de combustión y en el ciclón, a la vez que mezcla completamente
los suelos durante la combustión. Ello reduce los costes de operación y las emisiones de
NOx y CO.
- Horno de lecho fluidizado: utiliza aire a alta velocidad para hacer circular y poner en
suspensión las partículas de suelo en un bucle de combustión, operando a temperaturas
hasta de 870°C.
- Horno de combustión por infrarrojos: es un sistema (generalmente móvil) que utiliza
electrodos de carburo de silicio y alimentación eléctrica para calentar los suelos a las
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temperaturas de combustión (hasta 1.010°C) en la cámara primaria. Los electrodos se
sitúan sobre una cinta que alimenta el suelo a tratar. Mediante una soplante se suministra
aire a lo largo de la cinta de alimentación para controlar la oxidación del suelo. En la
mayoría de los casos, se dispone una cámara de postcombustión para tratar el material
que no ha sido totalmente oxidado en la cámara primaria. Existe una unidad experimental
de infrarrojos que utiliza una resistencia eléctrica o tubos de uranio radiante para calentar
el material, operando a temperaturas de hasta 870°C.
- Horno rotativo: es la tipología de incinerador comercial más frecuente. El horno está
formado por un cilindro revestido interiormente con material refractario y ligeramente
inclinado que, al rotar, actúa como cámara de combustión a temperaturas de hasta 980°C.
Está equipado con una cámara de postcombustión y un sistema de tratamiento de gases.
• Campo de aplicación
La incineración se emplea para tratar suelos contaminados con compuestos orgánicos,
especialmente los derivados de explosivos, hidrocarburos clorados, PCBs y dioxinas.
Elevadas concentraciones de sodio y potasio dan lugar a escorias de bajo punto de fusión, que
pueden ser agresivas para el revestimiento refractario o formar partículas que obstruyen los
conductos del gas. La presencia de metales pesados en concentraciones significativas puede
generar escorias que requieran un tratamiento de estabilización antes del vertido. Los metales
pueden reaccionar con elementos como el cloro y azufre, formando compuestos más volátiles y
tóxicos que los originales. Además, los metales más volátiles (plomo, cadmio, mercurio y
arsénico) se incorporan a los gases de combustión, por lo que el sistema de depuración de los
mismos debe estar diseñado (en su caso) para poder eliminarlos.
El tamaño de las partículas del suelo a incinerar también presenta limitaciones, por lo que es
habitual someter al suelo a un pretratamiento que permita separar las impurezas y gruesos
(orientativamente, partículas mayores de 50 mm).
En condiciones adecuadas de operación, la eficacia de esta tecnología en la eliminación de los
contaminantes objetivo antes señalados supera el 99,99% y puede alcanzar niveles de reducción
Memoria. Principales métodos de descontaminación de suelos
Sergio Hurtado Melo 32
de hasta el 99,9999% para compuestos del tipo PCBs y dioxinas, tal y como se contempla en las
legislaciones. Se requiere conocer el tipo de suelo, su granulometría, humedad y poder
calorífico, así como los contenidos en metales pesados, sodio y potasio, a fin de poder ajustar
adecuadamente tanto el proceso de combustión como los sistemas de depuración de gases.
• Costes
Los costes de tratamiento identificados oscilan entre 150 y 1.800 € por m3 de suelo
contaminado con compuestos orgánicos clorados, siendo el rango más habitual de 150-450 € por
m3. Para suelos contaminados con PCBs o dioxinas el coste suele ser bastante más alto
(orientativamente, entre 2.700 y 5.000 € por m3 de suelo).
• Aspectos ambientales
La incineración genera una serie de residuos procedentes del tratamiento de los gases y de la
propia combustión (cenizas y escorias), que deben ser gestionados de acuerdo con sus
características. A diferencia de lo que sucede con la desorción térmica, la incineración destruye
la estructura del suelo, por lo que la reutilización del material sólido procedente del tratamiento
está limitada.