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Reencuentrocon Velázquez

Las Meninas.

FRONTERA 41

ARTE

Me gusta reencontrarme con Velázquez. Siempre. Cualquier excusa es buena, ya sea frente a laexposición Fábulas de Velázquez que se exhibió en El Prado, o en la casi obligada cercanía cuando me

hallo de paso por Madrid y visito su "estudio", para ver cómo sigue pintando Las Meninas.

E F I C U B E R O(Escritora)

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ARTE

De repente, me planto por ejemplo antelos ojos de Felipe IV, e interrogo suaparente tedio, su apariencia de abu-lia y también me pregunto cómo seríaese fondo no pintado, que protegió alartista frente a sus adversarios, dejan-

do que expresara de una forma tan libre, frente a lasrigideces de la Corte, lo que aún nos emociona, nosdeja absortos siempre y asombrados… Me cae bieneste Rey taciturno y ausente, que asume su destinocon una incierta carga de silencios internos; deacompañada y prolongada soledad. Ante él, el tiem-po y el espacio se hacen cómplices para un legadoúnico que todos compartimos; en las salas delsueño, donde la irrealidad profunda nos atrapa consu carga real de estética y sentido, de pensamientoy arte más allá de los siglos pasados y presentes eincluso venideros. Dos personalidades confrontadas:Creador, Diego Velásquez; espectador, el Rey. El Pin-tor y el Monarca frente a frente, a solas con su carga,amando la creación y entregándose a ella sin reser-vas, desde el fuego secreto del instante: Uno, alplasmar la hondura, la levedad sutil, de lo observa-do, sin juzgar al modelo, entendiendo su épocadesde la interrogante sin respuestas, alimentandollamas de otra hoguera interior más reservada. Y elotro, a contemplar su decadencia, la suya personal,la de esa España, Oro en el Siglo del entendimiento;estaño en las gestiones y en la moral pacata y repre-sora. Con cierto acíbar de melancolía, busca en elpropio azogue, fijada su silueta melancólica en añosdiferentes, sucesivas etapas, consciente de estarsiendo atrapado por los pinceles, implacables y sa-bios, de la inmortalidad.

LÍQUIDO ASOMBROSOCasi táctiles, casi etéreas, casi realistas, casi abs-

tractas, respiro en estas obras sobre el líquido asom-bro de cielos transparentes surcados por matices deserena belleza, el cielo es de cristal o de carámbano,de traslúcida atmósfera, de tercera dimensión gua-darrameña, abierta a perspectivas de ahora mismo.Contemplo esa plata rosada de los atardeceres sevi-llanos que imprime a los ropajes de su tierna mode-lo, la Infanta Margarita, la de sus preferencias. Megusta el hombre, Diego, hasta en sus secretas ambi-ciones, largo tiempo esperadas. Me atrae su explo- Las Hilanderas.

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ARTE

ración indagatoria, sus desmitificaciones de dioses,tan humanos, de la complejidad de cada ser; suimantada postura ante la vida; que interroga, queausculta, que atraviesa verdades interiores, queahonda en deformidades que no están a la vistacomo espejo ominoso ante deformaciones que tansólo son físicas, envueltas éstas últimas en dignidady respeto. Ahí están sus bufones para corroborarlo.

En esta fragilísima suspensión de platea y esce-nario, se conforma el vacío. A veces es escueto; neu-tro el fondo y radical la forma. A veces es perfecto yotras, inacabado, con un punto de fuga que con-centra la huida. A veces, helicoidal, siembra de su-gerencias el proscenio y nos deja la duda de algunasclaves de interpretación. Planos sobre los planos. Sesabe que era culto, imposible no verlo en esos lien-zos que, aun en el libre trazo, no sostiene el azar. Sesabe que había leído Las Metamorfosis... ¿PlaneaOvidio sobre los círculos de Las Hilanderas? Imposi-ble saberlo, todos son deducciones. Algunos opina-rán que sí, por las correlaciones en lo representado.Otros, en cambio, aludirán a tramas más secretas,sólo su mente se halla en el misterio -perpetuo y elu-sivo- de la libre creación.

La rueca en el famoso cuadro, activa el movi-miento. Ángulos diferentes sobre el plano primero,el círculo primero de mujeres reales que trabajan -como está documentado- para la manufactura detapices de Santa Isabel. Cada expresión, de escorzo,de frente, de espaldas de perfil de cada una de lastejedoras, concentra la atención sobre ellas mismas,al tiempo que introduce a cada espectador al inte-rior del lienzo. Pueden narrar la acción, lo que suce-de, o pueden presentarla o simplemente dejan nues-tro libre albedrío en conjeturas ¿Explican, en unasuerte cinemática de realidad y ficción el Mito deAracne? ¿O simplemente, ajenas a la urdimbre, si-guen con su tarea tejiendo sobre el tiempo? Alfondo -otro círculo más- y otras espectadoras,damas de clase alta, trazan plano intermedio sobreficción y realidad, sobre el duro trabajo cotidiano y lavigencia o la ilusión del mito.

LA LEYENDASabemos bien la leyenda: Aracne, afamada teje-

dora de Lidia, jugando a tertuliana de ahora mismo,teje, en vez de filmar, al mismísimo Júpiter, plasman-do en los tapices los amores adúlteros del dios, la se-ducción constante del amador donjuán incorregible.La vengadora Palas-Minerva, hija del retratado, con-vertirá en araña a la insensata manipuladora, atra-pándola así en su propia y viscosa red divulgativa.

Velázquez tiende el hilo y nos une también a laventana donde hemos observado su quehacer deentomólogo sobre el espacio tiempo, sutil tela tejidapor las arañas de la inteligencia, de su creadora luzinterrogante. La audacia en los extremos de esosmatices que anuncian el impresionismo. La velocidadque en primer término imprime al movimiento de larueca, en un segundo, lo figurativo se diluye o des-aparece, dejando la acción misma, la abstracción delinstante. Está el dato material y concreto, la aparien-cia de precisión, lo narrativo, y luego existe lo con-tradictorio, la sugestión fugaz mediante un comple-jo juego de interrelaciones. Equilibrio, confrontación,la técnica precisa del oficio y la imaginativa libertaden esa multiplicidad espacial que atrapa con la fuer-za de las imágenes y que va más allá de los signifi-cantes o los significados.

¡Tan moderno e intemporal, tan de este nuevotiempo, jugando con lo ambiguo de la vida, con la ilu-soria realidad del mito, con ritmos distintos, con mi-nuciosas precisiones, con manchas que sugieren,perspectivas cambiantes, espacios que se engarzan al-ternando la fantasía con el mundo real, lo inacabadocon la perfección! Aquí diríamos,con René Char, "Ysólo los ojos son aún capaces de lanzar un grito…"

Sevillano Velázquez, acostumbrado a calibrar lavida desde las dos vertientes de su ciudad: Escapara-te y fondo, intimidad que hurta celosamente claves,espectáculo único mostrado sin reservas…Y, comodiría un amigo poeta y periodista, Antonio GarcíaBarbeito, sobre otro sevillano, ilustre, extraordinarioy único artista del toreo, en su artículo, Porque esArte: "Te hiela o te achicharra, nunca tibio, nada demedias tintas: Luz o infierno. Y lo mismo en perso-na, que las luces no le cambian el paso ni su vien-to…" Nadie cambiará nunca la realidad del mito, in-temporal y siempre renovado, tan vigente Veláz-quez… Porque es Arte. ■