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48 Concurso Coca-Cola Jóvenes Talentos Premio Relato Corto 17 Relatos finalistas 2007/2009

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48 Concurso Coca-Cola Jóvenes Talentos Premio Relato Corto

17 Relatos finalistas 2007/2009

1

ÍNDICE

Los seis primeros clasificados:

Página

1ª clasificada

Carlos Sosa Marrero, del Colegio Nuryana de La Laguna, Sta. Cruz de Tenerife (Islas Canarias).

El Hotel Fénix……………………………………………………………………………………….…………………. 3

2ª clasificada

Lizara García Angulo, del IES Sobrarbe de Aínsa, Huesca (Aragón).

Hay Basura. Mucha…………………………………………………………………………………………………… 7

3ª clasificada

Elisa Coterón, del Colegio Escolapios, Logroño (La Rioja).

Su propia realidad………………………………………………………………………..………………..………… 10

Del 4º al 6º clasificados, cuyos relatos resultaron seleccionados entre los seis finalistas

absolutos para ser valorados por el Jurado Estatal, ordenados alfabéticamente:

Castilla-La Mancha: Álvaro Hidalgo Robles, del IES Gabriel Alonso de Herrera, Talavera de la Reina.

El reflejo del muerto………………………………………………………………………..………………….…... 12

Castilla y León: Nerea Vega Lucio, del Colegio Espíritu Santo, Ponferrada.

Sin título………………………………………………………………………..…….…………………………………. 15

Comunidad de Madrid: David García Domínguez, del Colegio Agustiniano, Madrid.

El final del camino………………………………………………………………………..………………………….. 20

2

El resto de finalistas estatales, ganadores en sus comunidades autónomas,

ordenados alfabéticamente:

Andalucía: María Coronel Guisado, del Colegio Nuestra Señora del Rosario, Sevilla.

Maltrato………………………………………………………………………..………….……….…...................... 22

Asturias: Claudia Elena Menéndez, del IES Río Nora, Pola de Siero.

El misterio de la tumba……………………………………………………..…………………………….………… 24

Cantabria: Victoria Osorio Pavón, del Colegio La Salle, Santander.

Sin título………………………………………………………………………..………………………………………… 28

Cataluña: Julia Martínez Berengueras, del IES Llobregat, Sallent.

La competición que nunca soñé………………………………………..………………………………………… 30

Comunidad Valenciana: Paula Zambudio Quevedo, del Colegio Salesianos San Juan Bosco, Valencia.

La llave………………………………………………………………………..…………………………….…..………. 32

Extremadura: Santiago Tolosa Álvarez, del Colegio Ruta de la Plata, Almendralejo.

Sin título………………………………………………………………………..………………………………………… 35

Galicia: Alba Cambeiro Cernadas, del Colegio Manuela Rial Mouzo, Cee.

El abuelo………………………………………………………………………..……………………………………….. 38

Islas Baleares: Marta Mª Forgás Torres, del Colegio Santa María, Palma de Mallorca.

Sin título………………………………………………………………………..………………..……………………… 41

Navarra: Estefanía Rubio Alfaro, del IES Plaza de la Cruz, Pamplona.

El Concurso………………………………………………………………………..…………………………………….. 46

País Vasco: Ana Medía González, del Colegio Loinazpe BHI, Beasain.

No podía dejarte, sin antes hablar contigo………………………..………………………………..……….. 48

Región de Murcia: Rocío del Alba Martínez Ceballo, del IES Mediterráneo, Cartagena.

Un mundo mágico………………………………………………………..…………………………………………… 50

PRIMER CLASIFICADO

3

EL HOTEL FÉNIX

Carlos Sosa Marrero (Islas Canarias)

No había nada sobre el mostrador. Tan sólo una campanilla que se

encontraba en avanzado estado de deterioro. La agitó levemente, el sonido

fue tan suave pero a la vez tan elegante que por un momento pensó en

esos artistas de circo que había visto en su niñez ejecutando volteretas y

demás filigranas. Sin embargo, nadie acudió a su llamada. Así que la agitó

otra vez, pero con mayor vehemencia que antes. De detrás de una roída y

vieja cortina que daba paso a una habitación posterior a la recepción,

apareció sigilosamente un hombre alto y delgado, de piel blanca y con unas

inmensas ojeras.

- Buena noches, siento molestarle a estas horas pero mi familia y yo

buscábamos una habitación.

- La seis está libre – dijo con voz ronca - la última a mano derecha por este

pasillo. Tome la llave.

La cogió, le llamó mucho la atención, no tenía ni una traza de óxido, era

completamente dorada, muy bella, una belleza sobrenatural, de otro

planeta. Salió de la recepción y se dirigió a su automóvil. Le extrañó que

todavía no hubieran recogido los cubos de basura.

- Rosa, vamos, hay habitaciones libres, toma la llave, vete entrando con

Jorge mientras cojo las maletas. Es la número seis.

PRIMER CLASIFICADO EL HOTEL FÉNIX

4

Rosa despertó al pequeño Jorge que se había quedado dormido durante el

viaje y le cogió en brazos. Entró en el hotel, avanzó a lo largo del

enmoquetado pasillo y se situó delante de la última puerta.

Mientras tanto, Marcos bajó los bolsos de la baca a la que habían sido

atados a conciencia.

Todas las puertas tenían pegada una placa que indicaba el número de

habitación, pero la que se encontraba delante de Rosa no tenía, parecía

haberse caído. Introdujo la llave, creyó ver un pequeño resplandor pero

pensó que el sueño la estaba traicionando. La puerta chirrió al abrirse.

Parecía que nadie había entrado allí desde hacía mucho tiempo. No había

ventanas, ni ningún mueble, excepto dos camas cubiertas con unas colchas

color carmín llenas de polvo y una mesilla de noche de madera con un

teléfono. Jorge se bajó de los brazos de su madre y corrió a acostarse en la

cama que se encontraba más lejos de la puerta.

Marcos entró en la recepción con una maleta en cada mano.

- Por cierto, se me olvidaba decirle, si necesitan algo, mi nombre es Basilio

- Vale, gracias.

Marcos se dio la vuelta y se dirigió a su habitación. A sus espaldas, alguien

esbozó una sonrisa con la felicidad de un cazador cuando sabe que su presa

ha caído en la trampa.

Lo primero que noto Jorge al despertarse fue que la colcha con la que se

había tapado había quedado reducida a un montón de cenizas. También las

paredes y el techo se habían teñido de negro. Se asustó mucho.

- Mamá, papá, despertaos – dijo zarandeando ansiosamente a sus padres.

PRIMER CLASIFICADO EL HOTEL FÉNIX

5

- ¿Pero qué quieres? Todavía es muy temprano. ¿No estabas cansado

anoche? – dijo Rosa mientras se le escapaba un bostezo aún con los ojos

cerrados.

- Es que, la colcha, las paredes… es como, como si hubiese habido fuego.

- ¿Fuego?, ¿qué dices? Vuélvete a dormir.

- No, abre los ojos.

- ¡Es cierto Marcos! ¡Despierta! ¿Estás bien Jorge?

- Sí…

- Marcos, todo esto es muy raro, no tengo ni una quemadura. ¿Y tú?

- Tampoco… será mejor que salgamos de la habitación, a lo mejor tan solo

ha sido… no se puede abrir puerta, no se puede - dijo Marcos girando el

pomo bruscamente -. Tal vez, con el incendio la llave se ha quedado

atascada, la llave… parece no haberse quemado, sigue emitiendo ese brillo

tan carismático.

- Bueno, no sé Marcos, estoy muy asustada, podríamos llamar por el

teléfono, pero no sé si habrá línea.

Deslizó su mano sudorosa por la ruedecilla hasta marcar el número de la

policía. Se oyó una serie de largos pitidos hasta que por fin pudo distinguir

una entrecortada voz.

- Comisaría de Guadamonte ¿dígame?

- Verá estoy en el Hotel Fénix…

- Perdón, no le oigo ¿me decía?

PRIMER CLASIFICADO EL HOTEL FÉNIX

6

- Sí, estoy en el Hotel Fénix y…

- ¿En el Hotel Fénix? ¿Pero qué hace usted en un lugar como ese? ¿No ve

que está todo quemado?

- Sí, precisamente ése era el motivo de mi llamada, al parecer ha habido un

incendio esta noche y…

- ¿Esta noche dice?

- Sí.

- El Hotel Fénix se quemó hace trece años, tal día como hoy, por cierto.

- Pero si ayer estaba todo sin quemar. Incluso había un recepcionista,

Basilio se llamaba, él me dio la llave.

- Ahora que lo dice, creo recordar que el recepcionista del hotel por aquel

entonces también se llamaba Basilio. El problema es que murió en el

incendio. Fue una muerte trágica la verdad. Había terminado su turno y

estaba durmiendo en la habitación número seis si no recuerdo mal. No pudo

escapara del fuego ya que se quedó encerrado al no poder abrir la puerta.

Nadie fue a rescatarlo.

Se oyó un estruendo se había cortado la línea.

SEGUNDO CLASIFICADO

7

HAY BASURA. MUCHA

Lizarra García Angulo (Aragón)

No es sencillo percibirlo con tanta gente aquí, pero si te fijas… bien, es

preferible no fijarse. Hay colillas por doquier, polvorientas mesas, vasos rotos

de plástico y el suelo está pegajoso. A saber cuánta cerveza se ha caído. Es

un ambiente horrible. A las sillas les faltan patas, las paredes están tan

agrietadas que es un milagro que todavía no se hayan rendido a su destino y

sigan en pie.

A la gente no parece importarle. Bailan todos una danza frenética, al son de

esa música monótona y a todo volumen que tanto detestas. Casi te parece

que los latidos de tu corazón se adapten al ritmo de la melodía. Ríen y

cantan, se besan y bailan, gritan y chocan. Las copas pasan de mano en

mano y una llega a las tuyas. Tus manos son suaves, son blancas, los dedos

largos y las uñas cuidadas y, definitivamente, una copa no queda bien entre

ellas. Ríes a carcajadas cuando te susurran algo, y apuras el contenido

esbozando una sonrisa satisfecha y triunfadora.

Conforme oscurece, las copas se multiplican y las reacciones se exageran. Tú

bailas con unos, con otros, vas a la barra, vuelves y sigues bailando. Lo

haces con los ojos cerrados porque no soportas la luz de este local, que se

enciende y se apaga y tintinea, y que te duele. Pero lo aguantas porque es lo

que los demás esperan de ti. Porque es necesario que lo hagas.

Sonríes más, fingiendo una felicidad y una despreocupación que no sientes.

Arrugas tu pequeña y pálida nariz cuando te ofrecen a beber algo cuyo sabor

SEGUNDO CLASIFICADO HAY BASURA. MUCHA

8

(y composición) desconoces, pero es un gesto tan pequeño y dura tan poco

que es casi imperceptible y nadie lo detecta. Obviamente, vacías el vaso.

Cuando nadie te ve, o cuando crees que nadie te ve, consigues escabullirte y

te encierras en el baño, para vomitar. Al hacerlo sientes como si escupieras

tu nueva y carismática personalidad y volvieras a ser vulnerable. Es

demasiado fuerte para ti, no llevas el tiempo suficiente saliendo por la noche,

pero ¿cómo ibas a rechazarlo? También lloras un poco porque… porque te

apetece.

Cuando vuelves con el resto, el ambiente se ha animado aún más. En un

escenario apartado hay hombres y mujeres que giran la cadera y agitan los

hombros, que hacen movimientos imposibles para otros; volteretas hacía

delante, hacia detrás, y parecen no estar sujetos a la gravedad de este

planeta.

El volumen aumenta con disimulo, pero para cuando te das cuenta es ya un

estruendo que no te permite pensar con claridad, te molesta y hace que te

marees.

Sé que te sientes mal. Que aunque estés rodeada de gente te sientes perdida

y sola, que no sabes lo que hay que hacer después y que esto es lo que

buscabas, pero no lo que querías. Miras a tu alrededor con los ojos

enrojecidos, recorres con la vista este horrible lugar. Es deprimente, ¿qué

haces aquí?

Y entonces viene… ese y te agarra de las caderas. Tú le sonríes y te

ruborizas. Bailáis, pero tú sabes que sus intenciones no son buenas, mucho

menos castas. Al rato, te está besando y tú… te dejas.

Te coge de la mano y dice que salgáis fuera. No. No lo hagas. No quiero.

SEGUNDO CLASIFICADO HAY BASURA. MUCHA

9

¿Por qué se han vuelto así las cosas? Nos queríamos, ¿recuerdas? ¿Eras mi

amiga? Te has metido en una trampa y no sé si sabrás salir, porque créeme,

cuesta. ¿A quién quieres agradar? A mí me gustabas.

Cuando sales me ves. Sabes que te he estado observando toda la noche

desde esta esquina. Y me sonríes, con los ojos apagados, diciéndome que lo

nuestro ya nunca será como antes, que no quieres que lo sea, que eres feliz

así, ¿lo eres?

TERCER CLASIFICADO

10

SU PROPIA REALIDAD

Elisa Coterón (La Rioja)

Clara es una chica de diez años. Morena, de tez blanca, con unos ojos fríos

y distantes. De un color azul gélido como el hielo. Clara lleva una vida muy

triste. Su padre es un hombre cruel, ausente. Desde que empezó a beber,

maltrata a Lilith, su madre. Pero Clara no se quiere dar cuenta, ella no

quiere percatarse de su dura realidad. Ella vive en su propio planeta.

Alejada de su mundo, donde escapa de todo, donde se siente segura, feliz,

y la vida es de color rosa. Pero hay veces que le cuesta, los chillidos de su

padre borracho son demasiado fuertes. Los gritos de pánico de su madre

calan en lo más hondo de su corazón. Entonces Clara se encierra en su

habitación. Con los oídos tapados y tatareando su canción, se pone a dar

volteretas recordando su feliz y perdida infancia. Cuando el barullo cesa,

Clara sale corriendo de su casa dando sigilosos saltitos. Con una leve y

triste sonrisa se acerca al parque. Allí, se sienta en un columpio. Con los

ojos empañados y la mirada perdida, se balancea lentamente.

Cuando comienza a oscurecer decide volver a su casa. Todas las noches

sueña con el llanto de su madre y su cancioncita… Sola en un lugar, donde

todo es felicidad el sol brilla y no existe la oscuridad, la tierra está limpia y

ni rastro de basura hay… vivo sola en mi planeta… sola en mi planeta…

A la mañana siguiente, Clara desayuna un poco de leche fría, después,

entra en la habitación de sus padres. No hay rastro del borracho. Clara le

da un suave y delicado besito al cardenal de la mejilla de su mamá. Luego

se marcha al colegio. Allí, ella sigue aislándose en su planeta, donde todo es

una verde e inmensa pradera. Donde puede correr, jugar, reír, sentir el

TERCER CLASIFICADO SU PROPIA REALIDAD

11

viento… sentirse… libre. Clara se sienta en una esquina. No puede dejar de

pensar que el mundo es una trampa para ella, de la que le es imposible

salir. Clara, con la cabeza entre las piernas, tatarea su canción… Sola en un

lugar, donde todo es felicidad…

Por la tarde llega a su casa y de nuevo… el olor… a vodka y a sudor. Un

escalofrío recorre todo su cuerpo. De nuevo Clara se encierra en su

habitación y canta su canción mientras da volteretas… Pero hoy es distinto,

su padre grita más de lo normal. Su madre llora con una tristeza en el alma

que jamás había reflejado de tal manera… Pero Clara no puede… no quiere

aceptarlo y ella sigue cantando con su temblorosa voz…

Se oye un grito seguido de un estruendo… Clara siente miedo… Se hace el

silencio. Con el corazón en un puño, Clara sale de su lúgubre cuarto

abriéndose paso entre las basuras. No había rastro de su padre. Al llegar al

salón ve que su madre yace en el suelo. Un chorro de sangre le resbala por

las sienes. Clara acaricia el rubio y lacio cabello de su madre. Con miedo y

delicadeza, le coge la cabeza. Clara le da un suave besito en la mejilla, y

con los labios manchados de sangre, le susurra al oído: Tranquila mami…

No estás muerta, sólo dormida… ¿Verdad que sí? Yo estaré siempre

contigo… siempre…Y con la mirada perdida y balanceando la cabeza de su

mamá, canta:

- Vivo sola en un lugar, donde no existe la felicidad… el sol muere y

predomina la oscuridad… vivo sola en mi planeta, sola en mi planeta…

FINALISTA ESTATAL

12

EL REFLEJO DEL MUERTO

Álvaro Hidalgo Robles (Castilla-La Mancha)

El nerviosismo que me había acompañado durante los últimos días, pareció

esfumarse con el suspiro final antes de entrar en la sala, como las hojas de

aquella tarde de otoño, gris y apagada. Desde el momento en que la puerta

se abrió con un inquietante chirrido, me sentí observado por las personas

que había en la sala, que disminuían su amplitud considerablemente.

Agobiado, levante la cabeza y miré a mi alrededor. La estancia estaba

pintada de azul marino, lo que agravaba profundamente la penumbra que

inundaba a los presentes, postrados en las sillas, convirtiendo su contorno en

un mero borrón negro.

Alguien se levantó y abrió la persiana, provocando una fuerte sinfonía de

láminas que golpeaban entre sí. Entonces descubrí quién era el causante de

tal ruido, un hombre calvo, bajito y que portaba un ridículo mostacho negro

como el carbón que contrastaba fuertemente con el azul cristalino de sus

ojos. Por la forma de su traje beige, arrugado y descolocado, no podía haber

tardado más de dos minutos en vestirse. La decoración, sin embargo, era

perfecta para una notaría, sobria pero elegante.

En una esquina, una bonita estantería de pino estaba repleta de libros, cuyos

minúsculos títulos no alcanzaba a ver. Una esfera del planeta Tierra

adornaba una mesa central. El hombre calvo se sentó frente a ella. Con un

significativo carraspeo anunció que íbamos a comenzar.

Permanecí todo lo atento que pude durante su interminable perorata. Cuando

pronunció mi nombre, un brillo iluminó sus ojos, pero nadie pareció

FINALISTA ESTATAL EL REFLEJO DEL MUERTO

13

percatarse y pensé que por su mirada se había cruzado un despistado rayo

de sol. Con la habitual calma de la que había hecho gala, dijo que mi abuela

me había dejado un espejo y que se encontraba en la casa en la que

recientemente había perdido la vida.

Cuando dio por terminada la charla salí con aire decidido a la casa de mi

abuela. Un nauseabundo olor a basura me inundó. Ésta se agolpaba a ambos

lados de la puerta principal. Dudé de que hubiera estado allí cuando entré.

No, creo que no estaba… o sí. Sí. Sencillamente mi memoria me había jugado

una trampa. Fui acercándome a mi destino sin darme cuenta, cuando de

pronto un fuerte estruendo se oyó un poco más lejos y levanté la mirada en

el momento exacto de ver a un joven volar por los aires dando volteretas y

cayendo desplazado varios metros. Aceleré el paso pero cuando llegué una

multitud se había congregado en torno al chico, impidiéndome ver nada.

Solamente escuchaba rumores morbosos y, a pesar de que sabía que

después me sentiría mal, me marché.

Tardé unos minutos en llegar al bullicioso barrio. La muchedumbre

abarrotaba las calles con aire consumista, madres y padres a veces

acompañados por niños que se paraban en cada escaparate con una sonrisa

pícara y posteriormente entraban en la tienda. Eran siempre vigilados

estrechamente por arrugados ancianos sentados en bancos. Seguramente

porque se aproximaba la hora del cierre, un movimiento frenético de

personas se había apoderado de la calle, la gente chocaba continuamente

conmigo y, sin disculparse, proseguía su camino. Entré en la casa sin fijarme

en su decoración, quizá por la cantidad de veces que la había visto o por la

atracción de un paquete marrón apoyado sobre la pared del vestíbulo, que no

pude dejar de mirar. Recordé que el notario había mencionado que aquél era

el espejo y lo desembalé con rapidez. Era francamente bonito, a los lados, las

figuras de dos ángeles entrelazaban delicadamente sus manos, uniéndolos en

la parte de arriba.

De pronto, mi abuela apareció reflejada en él.

FINALISTA ESTATAL EL REFLEJO DEL MUERTO

14

- ¿Cómo puedo verte si estás muerta? – Pregunté temerosamente con una

voz fría y distante, todo lo contrario del trato que había tenido siempre con

ella.

- Los muertos nos comunicamos entre nosotros – Su voz era suave y

aterciopelada, un reflejo de su faz misma.

Entonces comprendí todo y el significado que había tenido ese accidente.

Recogí la mano que me tendía y penetré en el espejo.

Un crujido de madera tras el marco de la puerta dejó ver al hombre calvo,

que había observado la escena y ahora esbozaba una sonrisa de felicidad.

FINALISTA ESTATAL

15

SIN TÍTULO

Nerea Vega Lucio (Castilla y León)

Cuando encontraron a aquel niño, esa fría y oscura noche de invierno, tan

lleno de sangre que no se apreciaba ningún otro color en su rostro, tirado en

aquel callejón como si sólo fuese basura, Jacob no se podía ni imaginar lo allí

acontecido. Jacob era un policía recién entrado en el cuerpo. Aquel día no

debía haber pasado por aquel lugar, pero como una voltereta del destino,

algo le impulsó a hacerlo.

El policía se acercó al niño, que se volvió hacia él asustado.

- No te preocupes, no te haré daño - murmuró - ¿Cómo te llamas?

El niño le dirigió una mirada vacía y el joven pensó que en todo el planeta

jamás había visto unos ojos tan faltos de felicidad.

Jacob pensó que su mejor opción sería llevarlo a un hospital, volver a su casa

y desentenderse del tema. Pero la curiosidad por lo allí ocurrido (mezclada,

quizá, con lástima hacia el pequeño) le llevó a decidir que no sólo lo llevaría

al hospital, sino que también le pediría a su jefe que le asignase el caso. El

policía subió al niño al coche para cumplir su objetivo, no sin antes llamar a

central para informar del hallazgo, donde enseguida le confirmaron que

enviarían a un grupo de policías a investigar el lugar de los hechos.

Durante la trayectoria al hospital el policía realizó infructuosos intentos de

entablar conversación. Cuando empezaba a desesperar sonó la radio.

FINALISTA ESTATAL SIN TÍTULO

16

- Jacob, aquí Harry – dijo una voz en el aparato.

- Aquí Jacob, ¿qué ocurre? – fue la respuesta del joven.

- Tras diversos análisis hemos llegado a la conclusión de que esa sangre no

pertenece al chico, al que hemos identificado como Brian Green.

- ¿Y cuál es la procedencia de la sangre?

- Encontramos varios cuerpos descuartizados.

El estruendo de las revelaciones dejó a Jacob sin habla. ¿Qué había ocurrido?

Su primer día en el cuerpo y ya tenía que enfrentarse a un psicópata.

- ¿Jacob?, ¿Jacob, sigues ahí?

- Sí, ¿cuán…cuántos cuerpos había?

- Cuatro, hemos identificado tres de ellos gracias a sus pasaportes,

pertenecían a turistas españoles, dos hombres y una mujer. El cuarto es un

varón, pero aún no conocemos su identidad. ¿Te encargas tú del chico?

- Sí, acabamos de llegar al hospital.

- Bien, diez – cuatro.

Jacob, suspiró y se dio cuenta de que se había puesto nervioso. Se pasó una

mano por el pelo rubio, que estaba pegado a la frente a causa del sudor.

- Estúpido, ¿qué clase de policía eres? Te hablan de un asesinato y ya te

alteras – se regañó en voz alta.

Bajó del coche y abrió la puerta trasera para dejar salir a Brian, pero como

no se movió, el policía se vio obligado a cogerlo y llevarlo en brazos hasta la

recepción del hospital. Una vez allí le valió con enseñar la placa para que le

FINALISTA ESTATAL SIN TÍTULO

17

atendiesen ipso facto, recibiendo miradas cariacontecidas por parte de todos

los que habían llegado a urgencias antes que él y seguramente llevaban

varias horas esperando.

Tras un examen médico se decidió que el chico no tenía ninguna herida, al

menos física, pero presentaba numerosas cicatrices y vestigios de un brazo

roto mal curado. Los doctores optaron por dejarlo al menos 48 horas en

observación, por lo que instalaron al pequeño en la habitación 23. Jacob

decidió que era hora de enterarse de lo que había pasado… al menos

intentarlo.

- ¿Cómo estás? – murmuró.

- Tengo miedo – respondió Brian con voz trémula.

- No pasa nada, chaval – dijo Jacob, intentando aparentar una seguridad y

confianza que estaba lejos de sentir – Estando yo aquí no hay de que

preocuparse.

- ¿Cómo te llamas?

El policía reaccionó con sorpresa ante el repentino cambio del niño, pero no

dudó en responder.

- Jacob, pero puedes llamarme Jack.

- Va a venir a por ti, siempre viene a por los que se acercan a mí.

- ¿Quién va a venir a por mí?

- A él no le gusta que diga quién es, pero si te vas ahora quizás te deje

marchar.

- Yo no me voy a ninguna parte.

FINALISTA ESTATAL SIN TÍTULO

18

Justo en aquel instante al policía le sonó el móvil.

- Aquí Jacob.

- ¿Dónde estás?

- En el hospital, ya te lo dije Harry ¿Qué ocurre?

- Ya sabemos quién es el asesino.

- ¿Quién? ¿Cómo lo habéis descubierto? ¿Qué ocurrió?

- Tranquilo, las preguntas de una en una. Identificamos al cuarto cadáver

porque sus huellas estaban en el registro, era un tipo violento, maltrataba a

su mujer y a sus hijos. Cuando la madre de Brian desapareció fue el primer

sospechoso, pero no encontraron pruebas en su contra. Entonces sus hijos

tenían 3 y 7 años. Brian es el pequeño. Los niños se quedaron con su padre

que los maltrataba continuamente, por lo que lo chicos solo se tenían el uno

al otro, así que estaban muy unidos. Pero esta noche sucedió algo,

suponemos que Jeremy, el hermano de Brian, se defendió y, tras un

forcejeo, su padre lo mató. Encontramos su cuerpo enterrado en el jardín.

Ese fue el desencadenante. Brian, un chico ya muy traumatizado, perdió lo

único que le quedaba y decidió vengarse. Mató a su padre y lo descuartizó,

pero esos turistas, que habían alquilado unas habitaciones en su casa, le

pillaron in fraganti y se vio obligado a deshacerse de ellos.

- No puede ser. ¿En qué os basáis para llegar a esa conclusión?

- En el arma que mató a Jeremy hay huellas de su padre, lo cual señala

claramente que es el asesino, y éste, según la autopsia, murió mientras

dormía, por lo que al niño no le fue difícil acabar con él. Además, la casa

estaba cerrada y Brian era el único estaba allí.

- Pero sólo es un niño, ¿porque haría algo así?

FINALISTA ESTATAL SIN TÍTULO

19

- Tiene razones de sobra para ello, y tienes que tener en cuenta la sangre.

Los médicos la enviaron al laboratorio y nos han asegurado que pertenecía a

las víctimas.

- ¿Y qué dice el análisis del ángulo de las salpicaduras?

- Es inconcluyente.

- Pero entonces no podéis saber si es el asesino o sólo un testigo.

- Sí, pero el resto de pruebas lo señalan a él, y las heridas de los cuerpos

demuestran poca fortaleza física y mucha rabia. Lo siento Jacob, aunque no

lo queramos los indicios nos obligan a cerrar el caso. No hay nada más que

podamos hacer, se llevarán a Brian a un hospital psiquiátrico.

- De acuerdo. Adiós – respondió Jacob sin mucho convencimiento.

Enseguida llegaron para llevarse a Brian. Éste, al pasar, miró fijamente a

Jacob y le dedicó una sonrisa cansada.

- Tienes suerte, no vendrá a por ti – dijo el niño.

El policía resopló y supo que nunca más iba a volver a dormir tranquilo, pues

algo en esa conclusión no encajaba para él. No comprendía como un niño con

esa apariencia tan frágil, casi enfermiza, podía haber matado y

desmembrado a cuatro adultos, parecía casi imposible. Y luego estaba ese

brillo asustado de sus ojos, el miedo que transmitía su voz infantil. Aunque

quizás se temiese a sí mismo, a todo el mal de su interior, esa oscuridad que

no podía controlar.

Jacob comprendió que, desde ese momento, y por culpa de la trampa que su

curiosidad le había tendido, jamás sería capaz de descansar en su empeño

por saber lo que en realidad había ocurrido. Dio media vuelta y desapareció

entre la niebla y la lluvia de aquella fría y oscura noche.

FINALISTA ESTATAL

20

EL FINAL DEL CAMINO

David García Dominguez (Comunidad de Madrid)

En una época que no aparece en los libros, que nuestra lengua, antaño

atrevida, no se atreve a recordar, existía. Los hombres no recordáis esa

época porque no deseáis recordarla. Porque, en los albores de los tiempos,

la tuvisteis y la dejasteis escapar. Yo, Tierra, planeta milenario, lo recuerdo,

recuerdo lo que tuvisteis, lo que dejasteis escapar. Era un sentimiento, era

algo a la sombra de lo que se podía vivir. Era una palabra: felicidad.

Pero quizá no entendáis mi melancólico discurso: os lo explicaré. Desde

que, en el frío del espacio, una explosión me dio a luz con un furioso

estruendo, he visto pasar generaciones y generaciones de los vuestros,

atareados hombres, hoy jóvenes y fuertes, mañana, viejos y encorvados.

Erais mis hijos, hijos de mi sangre y parte de mi ser mismo. Erais mi

esencia, mi razón para girar y dar volteretas alrededor del Sol. Hoy sois los

hijos de mis lágrimas, vuestro es el reflejo del dolor de vuestra raza. Y sí,

digo bien: el dolor. Porque tras vuestra inexpresiva máscara de odio, se

esconde, como una bestia temblorosa, el dolor. El dolor por la caída de

vuestra raza, porque habéis sobrevivido durante mil, dos mil y tres mil

años, y lo hicisteis para sonreír, para llorar quizá… pero hoy, en el día que

escribo este discurso, que parece ser el último, parece que sólo lo hicisteis

para odiar. Para mataros. Para tenderos trampas entre vosotros.

Hoy soy un mundo brutal, en el que sólo los despiadados y los fuertes

tienen cabida. Empezó porque queríais poder. Vuestro deseo se trasformó

FINALISTA ESTATAL EL FINAL DEL CAMINO

21

en ansia. Vuestra ansia se transformó en un torrente que recorrió el mundo.

Y aquí desemboca ese torrente.

Vivís en distantes ciudades, tras muros construidos por el odio, discutiendo

cuál es la mejor de estas metrópolis, cuando, en realidad, todos sois lo

mismo: seres cuya bondad se esfumó hace tiempo, a quienes mantiene en

pie una oscura energía nacida de la ira, de la que no surge nada sino dolor

y tristeza. No podéis olvidar que son mis hijos, que me sobra una mirada

para saber que tras vuestra fría cortesía, sólo se esconde el hecho de que

no soportáis lo que habéis hecho… y que aún hacéis.

Alrededor de las ciudades hay solo campos de residuos, de basura que

vosotros mismos habéis ido acumulando.

Ya ni siquiera existen entre vosotros aquellos que creían en la libertad, en el

perdón o en el amor. Vosotros mismos los habéis silenciado, porque no eran

capaces de despreciar a los demás.

Y ésta es la causa de mi dolor. Que hayáis olvidado todas estas palabras,

que vuestro corazón esté tan vacío de sentimientos. La verdad es que temo

que hayáis olvidado el significado de la palabra “redención”. Porque, aun

oculto por las duras palabras que os dirijo, mi seno está ansioso por

acogeros. Quizá vuestra máscara pueda romperse, caer al suelo y

fragmentarse en mil pedazos. Y, cuando vuestras lágrimas, y no vuestra

sangre, empapen mi piel, os sonreiré.

No obstante, hay algo más que me aflige. Hoy, con esta carta, queridos

inquilinos, os pregunto: ¿Sirve de algo el poder por el que lucháis? ¿Sirvió

de algo alguna vez? Quizá no.

Entended esto, y aferraos a la mano que os tiendo.

FINALISTA ESTATAL

22

MALTRATO

María Coronel Guisado (Andalucía)

Hoy estás ahí, frente al espejo, observando tu reflejo. Hoy estás ahí,

contemplando cómo el tiempo ha pasado sin apenas darte cuenta, con la

mirada perdida intentando ver algo entre la oscuridad que te ayude, que te

inspire, que te diga qué vas ha hacer ahora. Ahora que todo ha terminado.

Sí, terminó. Ya no tienes que preocuparte por lo que pasará, por si esto le

agradará, por si habrás hecho algo mal, o por si simplemente hoy él no

estará de humor.

Porque ahora eres tú, y no “él y yo”.

Porque entre toda la locura del primer amor, el primer trabajo, apareció él.

Porque con apenas veinte años lo dejaste todo para seguirle.

Porque te prometió la luna, las estrellas, que viviríais en el planeta de la

felicidad.

Porque al poco tiempo todo se cayó por su propio peso, en medio del gran

estruendo de los sueños rotos…

Hoy todo ha pasado, todo está tranquilo por una vez, y sin embargo…

Sin embargo la felicidad no es completa, has vivido tanto tiempo para él

que parece que un poco de ti se iba con cada golpe…

FINALISTA ESTATAL MALTRATO

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Pero hoy lo vas a recuperar. Sacúdete toda la basura que quedó de él y vive

tú. Sé tú. Siente tú.

La niña está en el colegio, la casa está limpia y aún no has encontrado

trabajo. ¿Qué hacer? Sal fuera y demuestra lo que vales.

Pero la vida da vueltas, como un gran trompo que gira y da volteretas sin

cesar. A veces tendiendo trampas.

Sales a la calle, dispuesta a vivir por una vez. El sol, brillante, se cuela por

los cristales del portal. ¿Cómo era? “Ver la luz al final del túnel…”.

Pero él está ahí. Parado, quieto, sin mencionar palabra. Te mira, y en un

momento toda tu alegría anterior se pierde en esos ojos llenos de rabia.

Avanza un paso, no debería intimidarte, pero retrocedes. Y en un rápido

movimiento casi imperceptible, el frío entra en tu cuerpo seguido del dolor.

Un dolor de orgullo, más que físico.

Apoyada en el marco del portal, sangrando, débil, notando como tu vida se

va por cada puñalada, le miras. No, no es eso lo último que quieres ver.

Mira al Sol, luciendo firme ahí arriba, irónicamente.

Intenta atrapar todo lo que puedas de su luz ¡lucha! Oyes voces, gritos,

pero no a cámara lenta como en las películas, sino demasiado rápido. ¿Para

que escucharlas? Tú miras al Sol, brillante como nunca lo habías visto

brillar. Y de repente, todo se apagó…

FINALISTA ESTATAL

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EL MISTERIO DE LA TUMBA

Claudia Elena Menéndez (Asturias)

En aquel momento, yo, la detective Claudia Menéndez, me hallaba frente al

televisor, ojeando al mismo tiempo el periódico del martes pasado. Mi vida

era igual que el curso de un río; de mi casa al trabajo y del trabajo a mi

casa; ésta era un pequeño y humilde piso de los barrios conflictivos de

Gijón, pues mi situación económica no me permitía aspirar a más. Siempre

había querido ser detective, pues lo llevaba en la sangre, pero nunca había

tenido una oportunidad para dar a conocer mi figura como profesional,

sabía que si la suerte no me sonreía un poco, mi carrera como detective se

desvanecería.

Pero he aquí que mi vida daría un giro de ciento ochenta grados, a partir de

hoy, 7 de septiembre de 2007. Estaba ojeando el periódico, concretamente

la sección de “sucesos”, cuando una noticia llamó mi atención; se había

producido un robo en una de las tumbas egipcias más importantes del

mundo. Abrí los ojos de par en par, la cara se me iluminó, y mi imaginación

ya había echado a volar; ése era el golpe de suerte que yo necesitaba.

Organicé los preparativos y todo lo necesario. El 13 de septiembre ya había

aterrizado en el aeropuerto de El Cairo; llegué al corazón de la ciudad en

autobús y me alojé en un hotel. No era muy acogedor, pero eso no

importaba, me encontraba en una ciudad maravillosa, que me envolvía y

me transportaba a la época del Antiguo Egipto.

FINALISTA ESTATAL EL MISTERIO DE LA TUMBA

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Para trasladarme a la pirámide de Keops (lugar del hecho), necesitaba

alquilar un coche, así que me fui a alquilarlo a una tienda. El hombre que

allí se encontraba no me causó muy buena impresión, llevaba puestas las

típicas vestimentas egipcias, estaba muy moreno, tenía las facciones muy

marcadas, bigote y unas gafas de media luna, pero, sobre todo, una mirada

fría y penetrante. Olvidé este pequeño incidente y me dirigí a la pirámide.

Tenía ante mi una de las maravillas más importantes del mundo, cuando el

sol se ponía detrás de la pirámide se podía apreciar, justo encima de la

cúspide, el planeta Venus. Entré en la pirámide, a la sala del robo, la tumba

se encontraba abierta, habían robado gran parte del ajuar funerario del

faraón; aunque su cuerpo no yacía ahí, sentía ciertos escalofríos. Eché un

vistazo a mí alrededor. Esta fechoría había causado tal revuelo, que todo

estaba lleno de policías y medios de comunicación. Nada se salía de los

común, nada excepto… alrededor de la tumba había huellas, las fotografié y

las borré.

Con mucha discreción regresé al hotel y analicé las huellas, llevaban

impresas una palabra italiana. Al día siguiente contraté un guía que me

mostrara toda la pirámide, las reliquias que allí se encontraban eran de un

valor incalculable, el oro relucía a la luz del candelabro que sostenía el guía.

Me dirigí a él para preguntarle una cosa cuando… un momento, la cara del

guía me era conocida, facciones marcadas, bigote, gafas de media luna,

pero, sobre todo, aquella mirada fría que denotaba astucia, me recordaron

a ¡el hombre de la tienda de coches! No me parecía casualidad que él se

encontrara aquí, algo extraño sucedía con ese hombre, ¿me estaría

tendiendo una trampa? Bajé la mirada para que no notara mi miedo, pero lo

que vi lo culminó. ¡Las huellas que él iba dejando eran las que yo había

fotografiado! ¡Él era el ladrón!

Lo que sucedió a continuación fue inexplicable, él, poseído por un repentino

miedo, cogió el candelabro y echó a correr, dándome esquinazo, dejándome

allí, sola y a oscuras. Por primera vez en mucho tiempo, sentí cómo el

pánico se cernía sobre mí, nublando mis pensamientos, con la

desesperación de no saber cómo salir de allí. Pero yo no me rendía ante las

FINALISTA ESTATAL EL MISTERIO DE LA TUMBA

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dificultades, saqué una cerilla del bolso y la encendí, la llama estaba

inclinada hacía la derecha, eso quería decir que el aire provenía de la

izquierda, así que eché a andar en esa dirección. Mi corazón latía con

fuerza, mi respiración era entrecortada, a cada paso que daba mi miedo iba

en aumento.

Al cabo de un rato encontré una habitación que antes había pasado por alto,

entré en ella, y lo que vi me desconcertó, todo estaba lleno de desperdicios

y de basura, ¿por qué entré tanto oro, había una habitación con basura? Mi

instinto me decía que allí había algo, algo como… ¿una nota? Allí en la

esquina había una nota, la leí: “Puerto de Port Said. 10 h. 16 Sept”. ¡Los

ladrones tenían pensado huir esta noche! Me desplomé contra la pared,

pues sabía que era imposible que los capturara… entonces se oyó un

enorme estruendo, y la pared contra la que yo estaba apoyada se giró,

como movida por un resorte, llevándome hasta otra sala, que resultó ser…

¡en la que se había producido el otro robo! Los policías que allí se

encontraban se miraron, perplejos, buscando una explicación. Yo les conté

parte de mi historia, y ellos me guiaron hasta la salida. El sol iluminó mi

cara, ¡qué reconfortante era aquella sensación!

Regresé al hotel, y en una hora ya estaba de camino al puerto, tenía un

plan trazado. Una vez allí, me informé de qué barcos salían a las 10 horas

y, para mi sorpresa, sólo eran dos, uno hacia Turquía y otro hacia Italia,

imaginé en cuál iban los malhechores, pues aquellas huellas los habían

delatado, así que compré un billete para el barco con destino a Italia. Antes

de embarcarme le compré a un comerciante un cargamento de piedras y

otros objetos. A las 10 horas, el barco zarpó.

Sabía y era consciente de lo peligroso que resultaría llevar a cambo mi plan.

Comencé por buscar al hombre de la tienda de coches, iba acompañado de

otros hombres que debían ser partícipes de aquella fechoría. El hombre me

miró y echó a andar hacía mi; yo, con una prodigiosa voltereta, me

escabullí y me escondí en un hueco en el pasillo. Los ladrones se habían

dirigido a su camarote, al poco, volvieron a salir. Por fortuna, la puerta no

se había cerrado del todo. Entré en el camarote y comencé a buscar el

FINALISTA ESTATAL EL MISTERIO DE LA TUMBA

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tesoro, las manos me temblaban y un sudor frío recorría mi cara. ¡Al fin lo

encontré! Estaba escondido en un armario de doble fondo. Saqué todas las

joyas y las guardé en mi bolso, dejando en aquel lugar las piedras de aquel

comerciante, por si notaban la ausencia de las joyas antes de llegar a Italia.

Con mucha precaución regresé a mi camarote y desde allí llamé a la policía

italiana. Cuando llegamos al puerto, un séquito de policías estaba

esperando la llegada del barco. Capturaron a los malhechores que

maldecían y se lamentaban. Entregué a la policía el verdadero tesoro y les

informé de mi trepidante historia.

Me encontraba sentada junto a la ventana de mi nueva casa, contemplando

el brillo del mar. Me invadían una felicidad plena. El revuelo provocado por

este caso había sido tal, que había protagonizado las primeras páginas de

los periódicos. Ya había pasado un mes, y mi vida había dado un vuelco,

como yo deseaba. Pero la fama no me iba a cambiar, estaba muy orgullosa

de mí misma.

FINALISTA ESTATAL

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SIN TÍTULO

Victoria Osorio Pavón (Cantabria)

Era la primera vez que Isabel se quedaba sola en casa. Todavía sentía en su

mejilla el beso húmedo de su madre, que se apresuró a limpiar con la

manga de su pijama. Debía dormirse inmediatamente, lo había prometido.

Pero estaba tan asustada que decidió sentarse a leer en la mullida butaca

de su padre en el salón. Sus pies no llegaban al suelo, por lo que quedaron

colgando mientras el peso del grueso libro de cuentos descansaba en su

regazo.

Isabel oyó de repente el aullido del viento golpeando con furia los cristales

de su ventana. Se encogió en la butaca creyendo oír la voz de mil

fantasmas pronunciando su nombre. La niña se levantó rápido y se

apresuró a encender todas las luces de la casa, queriendo así mantener a

raya la oscuridad de la noche, que parecía querer tragársela.

La luz reconfortó a Isabel, que experimentó la felicidad de sentirse segura.

Decidió que era la hora de irse a la cama.

Apretó contra su pecho el libro de cuentos con un brazo mientras con la

mano del otro iba apagando una por una todas las luces. Se mordió el labio

inferior cuando sus ojos sólo vieron oscuridad y se apresuró a ir corriendo a

su habitación. Una vez refugiada entre las mantas de su cama, se confió a

cerrar los ojos con fuerza mientras deseaba con tesón que los monstruos de

debajo de su cama no decidieron salir a pasear aquella noche. Se encerró

en su planeta de fantasía y, casi sin darse cuenta, comenzó a dormirse.

FINALISTA ESTATAL SIN TÍTULO

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Despertó a Isabel un estruendo tan grande que creyó que sus tímpanos

explotarían dentro de sus orejas.

Abrió los ojos, temblando de miedo, y con lo primero que se encontró fue

con todos sus libros de cuentos desperdigados por el suelo como un montón

de basura. Se relajó un poco al comprender que había colocado mal el

último libro que había cogido y que por eso se habían caído todos. Los

monstruos de debajo de la cama seguían en su oscura guarida.

Se volvió a tumbar en la cama mientras el nudo de su garganta se iba

deshaciendo poco a poco. Cerró los ojos. Apoyó la cabeza en la almohada y

se resigno a escuchar cómo los fantasmas la llamaban desde el otro lado de

la ventana. Y cayó en la trampa. Inmediatamente Isabel recordó todo lo que

le asustaba. Desde la propia oscuridad, pasando por los monstruos, la

soledad, el dolor y, finalmente, la muerte. Isabel no pudo aguantar el

miedo. Se incorporó, alargó la mano y encendió la luz. Se sintió mejor,

mas el miedo no la abandonó del todo. Se quedó inmóvil por unos

instantes, agarrando con fuerza las mantas. Sintió una brisa gélida acariciar

su cara y, cuando se dio cuenta de que era un sudor frío, suspiró, abatida.

Aguardó a que su corazón dejara de latir desenfrenado para coger su

almohada y caminar despacito hacia el armario. Abrió la puerta del mueble

y se aseguró de que no había nadie dentro. Respiró hondo y se metió,

cerrando la puerta tras de sí. Apoyó la cabeza en el montón ordenado de

ropa de la izquierda y se abrazó a la almohada, aferrándose a ella con

fuerza. Sonrió satisfecha y sintió ganas de dar una voltereta. Había burlado

al miedo. Lo había dejado fuera.

FINALISTA ESTATAL

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LA COMPETICIÓN QUE NUNCA SOÑÉ

Julia Martinez Berengueras (Cataluña)

Era el gran día. En aquel momento yo no podía echarme atrás. Llevaba

tanto tiempo deseando aquella competición de atletismo. Pero en esos

instantes me sentía como un niño pequeño que no sabe hacer nada y que

sólo desea aprender cosas nuevas pero que no puede alcanzar a sus

compañeros de clase. Y allí estaba yo, pálida como la leche, vestida con los

shorts y una camiseta con el dorsal 105. Vi a mis compañeros empezando a

calentar, intenté acercarme, pero mis pies seguían sin querer moverse del

suelo, enganchados en aquella pista donde, años atrás, había competido en

cien metros lisos. Había sido el peor día de mi vida, porque, cuando nos

llevaba ni la mitad de los metros, tropecé con mi propio pie y caí de cara,

dejándome ahí unos cuantos dientes y mi dignidad. Aquel hecho me había

marcado para el resto de mi vida. Por eso tenía miedo en competir un año

después, porque aun tenía el estruendo del público (entre risas y gritos de

exclamación) en mis orejas y aún sentía mi cara sonrojándose. Poco a poco,

aquel horrible recuerdo, se fue de mi cabeza, dejando sitio a uno que me

transmitía más felicidad: el recuerdo de mi primer día de atletismo, unos

seis años atrás. Mis padres querían que yo hiciera atletismo, porque ellos

habían sido atletas, para ver qué tal lo hacía. Recuerdo muchos nervios,

pues tenía que pasar una prueba de nivel. Cuando me tocó hacerla a mí, un

hombre de pelo corto me dijo que hiciera una voltereta en la colchoneta. Lo

hice casi sin pensar, ya que mi madre se pasaba el día haciéndome

practicar y ya me salía del todo bien. De pronto, oí aplausos y el hombre

me sonreía. Me hizo hacer un par de ejercicios más y, finalmente, me puso

en le primer grupo. Fui la niña más feliz del mundo. Empecé a entrenar con

FINALISTA ESTATAL LA COMPETICIÓN QUE NUNCA SOÑE

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aquel grupo y a aprender muchísimo, mis padres estaban en una nube,

nunca se hubieran podido imaginar que yo haría algo así.

Oí un silbato. Tres minutos para la competición, con todas esas historias se

me había pasado el tiempo rapidísimo. Por fin, mis piernas se despegaron

del suelo y pude empezar a correr. Di sólo una vuelta y fui a estirar con los

chicos. Ellos hablaban de temas que a mi no me interesaban y no les hice

caso. Todos estaban alrededor de Mónica, aquella chica que se dedicaba a

tender trampas a los más pequeños del equipo. Todos querían ser sus

amigos. A mí, por suerte, o porque todavía no sabía quién era, nunca me

había hecho nada. Sólo un día, una amiga suya, intentó que le sacara una

uña postiza que se le había caído a la basura y ella no la quería coger. Hice

ver que no la oía y me fui.

Otro silbato. Dos minutos para la competición. Acabé mi calentamiento y

me puse en mi casilla de salida. El entrenador vino y dijo que corriéramos

hasta más allá de nuestros límites y que sólo pensáramos en ganar, en

nada más.

El último silbato antes de empezar. Todos en posición. Se oyó un “pum” de

pistola y la competición se dio por empezada. Todos empezamos a correr y

vi que estaba en el primer puesto, tenía que mantener el ritmo. De pronto,

noté que me faltaba aire, que mi cuerpo no podía. Paré, me fui a un lado de

la pista y allí pude empezar a ver lo que acababa de hacer. Me había

retirado, pero por el contrario, me sentía genial. Porque por una vez no era

la niña que mis padres querían que fuese, sino la niña que yo quería ser.

Ya no era aquella niña de otro planeta, que nunca estaba contenta, sino una

simple niña feliz. Llevaba tanto tiempo intentando cumplir el sueño de mis

padres que no me había acordado del mío: ser feliz. Entonces decidí

cumplirlo, y todo es posible si es lo que realmente quieres.

FINALISTA ESTATAL

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LA LLAVE

Paula Zambudio Quevedo (Comunidad Valenciana)

Se escuchó un terrible estruendo proveniente del otro lado del pasillo.

Ángela miró asustada a Jorge, que también parecía confuso. Dudaron unos

instantes, ya que pensaron que se había escuchado demasiado lejano,

como de otro planeta. Pero sólo estaba a unos metros de la clase donde los

dos amigos estaban. Ángela tomó la iniciativa y se adentró en la oscuridad

del pasillo, Jorge le dijo que por favor no fuera, que podía ser una trampa.

“¿Una trampa de quién, Jorge? Aquí no hay nadie” trató de tranquilizarle.

Él le rogó que cogiera algo, lo que fuera, por si realmente no estaban solos.

Pero a las siete y media de la tarde, en el pasillo de su instituto, no había

nada útil. Ni siquiera en las clases, y el colegio hacía ya media hora que

había cerrado sus puertas. “Y todo porque querías conseguir la maldita

carta de Cristian. Si cuando se la viste en las manos la escondió corriendo”.

Ángela le dijo que no se quejara tanto, que la tenía que conseguir. Se

fueron a comprobar si el despacho del jefe de estudios, por alguna

casualidad, estaba abierto. Porque allí, en un armario, estaban guardadas

las llaves de las taquillas de los doscientos alumnos del ciclo.

Jorge no paró de lamentarse hasta que llegaron a la puerta, donde se calló

de golpe. “Espero que no haya medidas de seguridad” consiguió decir.

“Pues las esquivaremos. Como en los Ángeles de Charlie, ¿Eh?” bromeó

ella. “Ya me explicarás cómo…” dudó él. “Dando volteretas, como la

replicante Pris en Blade Runner” dijo Ángela sonriendo. Jorge suspiró y la

empujó un poco hacía abajo. ¡Clic! Estaba abierta. Entraron juntos, dejando

atrás los cajones con los expedientes, la corchera con los horarios y las

fotos de las excursiones de fin de curso, para llegar al armario.

FINALISTA ESTATAL LA LLAVE

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Ángela buscó el armario donde pusiera “4ºC” en letras redondas y negras.

La llave tenía una etiquetita blanca, que decía “159”. El número de la

taquilla de Cristian.

Antes de salir comprobaron que, arriba del armario, la luz escarlata de la

alarma no estuviera intermitente. En la puerta, Ángela estaba nerviosa,

mirando al otro lado del pasillo. “Eh, no has hecho la voltereta” bromeó

Jorge. Ángela sonrió y se dirigió hacia las taquillas, que estaban justo antes

de la sala de profesores. Buscó el bloque que tuviera de la 140 a la 160.

Aunque ella sabía de sobra dónde estaba exactamente. Sacó despacio la

llave del bolsillo, y, temblando, abrió la taquilla. “¡Qué cerdo!” dijo

indignado Jorge. Y es que estaba llena de basura. Ángela removió aquel

desorden hasta que tropezó con un sobre blanco, bastante abultado.

La expresión de incomodidad de Jorge contrarrestaba con la felicidad de

Ángela. Se veía en el brillo de sus ojos, en la amplitud y tranquilidad de su

sonrisa. Se guardó el sobre cerrado en el bolso y le guiñó un ojo a Jorge.

Salió corriendo hacia la puerta del despacho mientras él cerraba la taquilla.

Le lanzó la llave y corrió hacia la puerta mientras ella la guardaba. Bajaron

a todo correr los dos pisos hasta llegar al patio. Se sentaron juntos en uno

de los bancos y recuperaron el aliento. Ángela sacó, muy temblorosa, las

tres hojas del sobre y, con un nudo en la garganta y la voz muy débil,

comenzó a leerla. Ponía, mucho más bonito y extenso, más o menos lo que

él le había dado a entender, la noche anterior, en aquel mensaje. “¿Qué vas

a hacer ahora?” se atrevió a preguntar Jorge. Hubo un silencio bastante

incómodo. Ángela levantó la cabeza, se incorporó y se froto los ojos, Jorge

se giró mirándola, esperando paciente su respuesta. “Pues… a ver…

respondérsela, ¿no?” dudó ella. “Pero no sé cómo… ¿le escribo una carta o

se lo doy a entender?” preguntó muy insegura. Jorge le levantó un poco la

cabeza para levantarle la vista y se quedó mirándola. “Pues no sé, como tú

quieras… si te atreves” respondió él. Se callaron durante un momento.

Viendo el ánimo de Ángela, Jorge se sintió mal. “Mira, el lunes en el recreo

le dices que quieres hablar con él” le explicó, e hizo una pausa, “os sentáis

tranquilamente en un banco y tú se lo explicas. Todo lo de esta excursión y

FINALISTA ESTATAL LA LLAVE

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lo que pienses añadir sobre vuestros sentimientos. Es fácil. ¿Tendrás el

valor suficiente?” preguntó con una sonrisa de ánimo. “No… mejor con una

carta” respondió insegura. Jorge se calló, dando a entender que la otra era

mejor opción. O por lo menos más romántica. Pero los dos habían elegido

escribir cartas. “Vale, la escribo esta noche y ya se la daré”. Decidió Ángela.

Jorge miró el reloj. Eran las diez menos cuarto. Le preguntó que cómo se la

iba a dar. Ella sonrió y le miró. “Mañana a la misma hora estaremos tú y yo

aquí. Y repetiremos la Operación Taquilla.” Dijo ella con la sonrisa más

grande. “De acuerdo, te estaré esperando…” sonrió él. Los dos se

levantaron y se fueron en dirección a la salida. Él le cedió el paso, y añadió,

muy bajito: “siempre…”.

FINALISTA ESTATAL

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SIN TÍTULO

Santiago Tolosa Álvarez (Extremadura)

Sonaban las campanas de la iglesia de San Telmo, las huestes enemigas

marchaban de la ciudad del Imperio, el planeta de las ciencias, o también

llamado Toledo.

Era una gran localidad llena de castillos, monasterios, escuelas, teatros...

Corría el siglo de las artes, de las letras, del saber...

Era una época dorada, de lujos y botines. Pero también la pasada guerra

dejaba grandes huecos en las vidas de los ciudadanos del lugar.

Poco afectado por las catástrofes y contento por los logros obtenidos tras la

lucha, un joven pintor de la ciudad se pasaba horas y horas en las calles de

Toledo, observando lugares que le servirían para sus obras.

Era un joven robusto, de cabellos negros, cuyos ojos verdes daban a su

rostro moreno un toque de alegría.

Interesado por el arte de la ciudad, reflejaba felicidad, un comportamiento

excéntrico, además de admirar las juergas y fiestas.

Sus cuadros eran muy conocidos por las altas autoridades y personas

apoderadas. El proletariado le llamaba “el pintor de la corte”, pero él

prefería que fuera llamado “el Greco”.

FINALISTA ESTATAL SIN TÍTULO

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El joven solía pasar las tardes de verano en la villa del Conde de Orgaz, su

mejor amigo. El conde era un señor preocupado por la pasado situación de

la ciudad imperial. Recogía a los niños huérfanos de la basura y escombros

y los acogía en su casa hasta encontrarles una familia o trabajo.

El Greco dejó poco a poco de pintar grandes obras, tan sólo plasmaba

retratos, posteriormente vendidos al Conde de Orgaz.

Durante meses y meses fue abandonando su talento, el mundo del arte y

los pinceles.

Una noche tan fría como la luna de enero, el señor de Orgaz avisó al joven

pintor para que fuera a su casa: un tema importante estaba quitándole el

sueño.

El chico paseó lentamente por las avenidas de la ciudad, saludando a los

monjes y dando algunas monedas a los desfavorecidos.

Al llegar a la casa de su viejo amigo, se topó con el Marqués de la Oliva en

la biblioteca de la mansión. El Greco pensaba y se temía que ese viejo

ricachón, malhumorado y empedernido le haría una trampa a Orgaz. Que el

marqués estuviera allí le hacia pensar que su guardia estaría realizando

algún acto extraño y el Conde no aparecía.

Mirando disimuladamente, el chico vio una carta posada sobre dos libros. Se

temía lo peor, sus manos sudaban y sudaban, su cabeza daba mil

volteretas, su corazón latía desmesuradamente...

De repente, el Marqués de Oliva se despidió un tanto frío del pintor y se

apresuró a tomar un carro dirección a Francia.

Minutos más tarde corría por todos los pasadizos de la casa buscando al

Conde. Pero no lo encontraba. Se pasó un rato buscándolo, pero no lo

encontró.

FINALISTA ESTATAL SIN TÍTULO

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Un estruendo le hizo correr a toda pastilla a los patios traseros. El Conde

yacía muerto en el suelo, herido de un tiroteo. El Marqués lo había matado.

El Greco lloró de pena y se dirigió a la biblioteca de la casa. De pronto se

dio cuenta de que la carta no estaba abierta. Sentado, junto a la chimenea,

la leyó tranquilamente. La carta contaba que el Conde había heredado la

fortuna del trono de Francia y que iba a marcharse a convertirse en delfín.

Le pedía que le acompañara a Francia siempre y cuando hubiera cumplido

un deseo suyo.

El Greco se quedó solo en la ciudad, sin dinero, sin amigos, tan sólo un

talento al que tenía que sacar fruto.

El joven se dirigió a su estudio en la iglesia de San Telmo, quitó el polvo a

su caballete y lavó los pinceles. Durante un año pintó el cuadro que le hizo

destacar en el mundo de las artes: “El entierro del Conde de Orgaz”. Con

una sonrisa y unas lágrimas de emoción, el chico, ya hecho un señor de los

pies a la cabeza, empezó a pintar todos los rincones de Toledo y así cumplir

el último deseo del Conde: reflejar la belleza de Toledo.

FINALISTA ESTATAL

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EL ABUELO

Alba Cambeiro Cernadas (Galicia)

El abuelo ya no está; pero aún siento su presencia en todos esos lugares

que llenaba con sus historias de planetas remotos.

El banco del jardín se quedó solo y aburrido.

Las tardes buscan el silencio para volver a oír el eco de sus palabras.

“Hace mucho tiempo – decía – hubo una guerra; y ya sabéis, todas las

guerras son crueles, pero ésta lo fue más, hermanos contra hermanos,

niños llorando a sus padres o aturdidos por el estruendo que producían las

bombas”.

Una tarde de verano, Tomás jugaba con su amigo Miguel en la playa para

ver quién era capaz de dar más volteretas en el agua.

- ¡Eh! ¡Has hecho trampa! ¡Has parado para respirar! – Decía Tomás.

- ¡No es verdad!

Y así estaban toda la tarde. Los dos amigos tenían doce años y vivían en un

pequeño pueblo de la costa. Tomás vivía con su hermana Isabel y con su

abuelo. Sus padres habían muerto años atrás, su padre, en una guerra

absurda, su madre por la miseria, el hambre y la enfermedad que ésta

generó.

FINALISTA ESTATAL EL ABUELO

39

Su abuelo, Bruno, lo era todo para Tomás e Isabel, ahora que estaba

jubilado pasaba la mayor parte del tiempo con los nietos. La dictadura se

había instalado en el país. Y Bruno procuraba vivir, aunque añoraba la

libertad.

Un día, a la vuelta de la playa, Tomás notó a su abuelo más triste y

apagado que de costumbre.

- ¿Qué te ocurre abuelo? Te veo triste.

- Nada hijo, cosas de mayores…

- ¡Nosotros ya somos mayores! Nos lo puedes contar.

Bruno sabía que tarde o temprano se lo tendría que decir.

- Veréis hijos, sabéis que en nuestro país hay una dictadura, pues en estos

casos siempre se crean dos bandos, los que están a favor de ella y los que

están en contra.

- Sí, ¿y que pasa?

- Pues que a los que estamos en contra nos quieren encarcelar. Alguien ha

dado el chivatazo de que este régimen no es de mi agrado y me meterán en

la cárcel.

- ¿Y qué haremos abuelo? - Preguntaron los dos.

- No lo tengo muy claro todavía, pero he hablado con los padres de Miguel y

Alicia, ellos lo saben y se han ofrecido a cuidar de vosotros.

- ¿Y dónde irás? - Preguntó Miguel.

- Vosotros tranquilos, yo estaré a salvo.

FINALISTA ESTATAL EL ABUELO

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Al día siguiente, Bruno y sus nietos hicieron el equipaje. Luego fueron a las

casa de sus amigos, allí se despidieron. Los tres se fundieron en un abrazo

sellado con lágrimas. Por primera vez conocieron el sabor de la despedida.

Pasó el tiempo y del abuelo no supieron nada. Sus amigos intentaban

tranquilizarles y hacerles la vida fácil.

Una tarde de otoño, Tomás salió a sacar la basura y vio que un hombre

caminaba hacia él. Esperó un poco a que se acercara más para poder verlo

mejor. No se podía imaginar la sorpresa que le esperaba. Allí estaba su

abuelo Bruno, algo más flaco y con una larga barba blanca, al verlo sintió

lástima y felicidad a la vez.

- ¡El dictador ha muerto! – fueron las únicas palabras que pudo articular.

Sus palabras siguen estando frescas en mí, y con ellas aprendí a apreciar el

valor de la libertad.

FINALISTA ESTATAL

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SIN TÍTULO

Marta Mª Forgás Torres (Islas Baleares)

Estábamos todos sentados alrededor de la hoguera, el fuego alumbraba los

rostros de los jóvenes formando sombras irregulares en sus semblantes.

Charlotte acababa de contar una historia llena de horror y tragedia. De

reojo vi como a Caleb se le iluminaban los ojos y como, poco a poco, en su

cara se dibujaba una media sonrisa de satisfacción. Levantó la mano al cielo

encapotado, y con ésta cerrada en un puño golpeó su palma izquierda

enérgicamente.

- ¡Me toca! - anunció Caleb - dejaos de mariconadas y abrir paso al

maestro.

Me miró misteriosamente y prosiguió:

- Hace aproximadamente dieciséis años, en este mismo pueblo tuvo lugar

una desaparición inexplicable. Se cuenta que el herrero de la aldea salió a

disfrutar con su hijo de un día soleado. Para entonces su jardín estaba

cuidado y se dejaba ver un pozo que ahora se encuentra oculto entre

matojos y malas hierbas. Para su desgracia, la pelota con la que jugaban al

fútbol fue a parar al pie del pozo y, en ese momento, el herrero quedó

preso bajo la melodiosa y dulce voz de una mujer. Él reconoció la voz de su

amada Beth y corrió precipitadamente junto al pozo esperando encontrar la

mirada histérica y suplicante de su mujer, pero no la halló. Se comenzó a

oír más fuertemente la armoniosa melodía: “im a nev, im a nev; samla

otisecen. Im a nev, im a a nev; samla otisecen”. El herrero no lograba

averiguar de dónde procedía aquella hermosísima voz, ya que dentro del

FINALISTA ESTATAL SIN TÍTULO

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pozo únicamente se divisaba el negro propio del lugar. De pronto, como

surgidos de la nada, aparecieron dos pálidos brazos raquíticos de mujer,

seguidos de un rostro demacrado y desfigurado y de una larga melena

negra rizada, para precipitar con un tremendo estruendo al herrero al

interior del frío pozo. No se ha vuelto a saber más del pobre herrero, pero

se dice que su hijo presenció el acontecimiento y que desde entonces la

felicidad se ha esfumado de su vida. Así que si queréis conservar la vida…

más os vale no acercaros a Western Street.

La fría mirada de Caleb se apaciguó y, poco a poco, la calidez retornó a sus

ojos. Adquirió una expresión de satisfacción al comprobar que muchos de

los presentes miraban con nerviosismo en todas direcciones. Me di cuenta

de que estaba jugueteando con uno de mis oscuros bucles, señal de que la

intranquilidad comenzaba a brotar dentro de mí.

- ¡Caleb, has estado genial, tu historia supera con creces la mía! Ha sido

súper inquietante, seguro que esta noche no lograré conciliar el sueño- dijo

Charlotte admirada.

- Gracias, la verdad es que no ha sido difícil meterse en el papel. Habéis

sido un estupendo público – Caleb estaba eufórico, se le veía con ganas de

saltar, bailar e, incluso, de hacer una voltereta.

- ¿A ti qué te ha parecido la historia Madi? Ha sido alucinante, ¿verdad? –

Charlotte estaba poniéndose muy pesada; lo cierto era que cuando se ponía

en ese plan de peloteo era inaguantable.

Ignoré la pregunta de mi amiga, estaba ausente, como dentro de una

burbuja compacta que no me dejaba conectar con el mundo exterior. Esa

calle, Western Street, me resultaba extrañamente familiar; sólo hacia dos

semanas que me había mudado a este pueblecito montañoso en las

Rocosas, así que desconocía la calle en la que se encontraba mi casa, pero

había algo en mi interior que me relacionaba con el mito de Caleb.

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No podía dejar de moverme, ya no aguantaba más en aquel lugar. Me

desplacé sigilosamente hasta la explanada situada detrás de las tiendas

para alcanzar mi SEAT rojo, aparcado junto a un contenedor de basura.

Creo que nadie notó mi ausencia, incluso Caleb pareció ignorar que ya no

me encontraba entre los presentes, ya que estaba muy ocupado atendiendo

a los elogios de Charlotte.

Recorrí la fría explanada sintiendo más intensamente la inquietud que me

invadía. Entré en el coche y encendí la radio con tal de distraerme, pero en

ese lugar no se sintonizaba ninguna cadena, así que empecé a tararear una

melodía cualquiera.

El trayecto hasta la humilde casita de mi madre se me hizo más largo que

nunca, ya que mi SEAT no podía alcanzar grandes velocidades, situación

que me exasperó.

Llegué a casa al cabo de unos cuarenta minutos, a esa hora ya no quedaba

ninguna luz encendida, excepto la del porche y un tenue haz proveniente de

la habitación de Chris. Todavía me impresionaba aquel enorme caserón,

enorme pero a la vez descuidado, los años le habían pasado factura… El

jardín no se asemejaba a tal: había matojos y malas hierbas por doquier, y

el balancín que se dejaba ver entre la maleza estaba en su mayor parte

oxidado.

Saqué las llaves de mi grueso anorak para abrir el portón, y crucé el

sombrío vestíbulo silenciosamente, con tal de no despertar a mamá, y subí

las escaleras de caracol que conducían a las habitaciones sintiendo bajo mis

pies la madera crepitante. Al caminar por el pasillo me crucé con Chris:

nuestras miradas chocaron – la suya, helada, me traspasó como una afilada

navaja -, me observó con desprecio pero a la vez respetuosamente, y

después apartó su mirada muerta de mí para meterse en su habitación y

cerrar de un portazo la puerta, dejando ver un póster en el se leía la frase

“KEEP OUT”.

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Me metí en mi habitación y antes siquiera de quitarme el anorak, me llegó

un mensaje al móvil; era de Caleb: “Por qué te has ido así, tan de repente.

Ya se que esta noche te he ignorado, lo siento. Estoy de camino. TQ”.

¡Oh, no! Lo que menos me apetecía en aquellos instantes era estar con

Caleb. Decidí no ponerme el pijama ya que mi novio se iba a dejar caer por

mi habitación dentro de unos minutos. No me dio tiempo de acabar de

pensar esto, cuando oí unos golpes fuertes y persistentes en la ventana:

- ¡Madi, ya he llegado, baja! – la voz de Caleb sonaba preocupada.

- ¡Ahora voy, no te muevas de allí, quédate donde estás! – fingí alegría y no

dejé ver mi disgusto.

Cogí mi anorak, dispuesta a bajar al jardín junto a Caleb, y descendí por las

retorcidas escaleras sin encender ninguna luz. Abrí la puerta que conectaba

con el exterior y me coloqué debajo del porche. Caleb no estaba en el lugar

en que lo vi desde la ventana de mi habitación. Me asomé para averiguar

dónde se encontraba ahora y me quedé petrificada al ver esa escena: Caleb

caminaba con paso firme y constante en un misma dirección, parecía que

sus pies de movieran al ritmo de alguna melodía. De pronto me percaté de

que se dirigía al patio trasero de la casa – lugar al que tenía

terminantemente prohibido acercarme - , sin vacilar. El viento empezó a

soplar más fuertemente y pude oír un leve susurro: “im a nev, im a a nev;

samla otisecen”. Aquella frase se repetía reiteradamente, cada vez más

alto, cada vez más insistentemente. A su vez, Caleb seguía avanzando en la

oscuridad, hacia ese prohibido patio. De golpe la llamada cesó y… cuando

me giré ya no pude volver a divisar a Caleb.

Mi cabeza no podía asimilar lo ocurrido, era un acontecimiento superior,

observé que en el cielo se podía ver el planeta Venus. Me dejé caer sobre el

balancín y oculté mi cara entre mis manos con el fin de llorar

desconsoladamente.

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Agudicé el oído y escuché vagamente unas silenciosas pisadas arrastradas.

De pronto, un fuerte contrapeso cayó al otro extremo del balancín,

dejándome así suspendida en el aire.

- Im a nev, im a a nev; samla otisecen: necesito almas, ven a mí, ven a mí,

tu novio también ha caído en la trampa, ¿no? Ha sido una dura perdida,

¿ahora me comprendes? – eran las primeras palabras que me dirigía Chris.

Se me encendió una bombilla y todas las piezas de aquella enrevesada

historia encajaron en mi mente: el pozo, el herrero desaparecido, el hijito

traumatizado, la chica enviada a casa de sus abuelos… todos esos datos

apuntaron a que mi familia había sido la afectada y a que las desapariciones

tuvieron lugar en el patio trasero de mi casa.

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EL CONCURSO

Estefanía Rubio Alfaro (Navarra)

Otro aburrido día de instituto. Suena el timbre y, como siempre, la gente

parece no enterarse. Me siento en mi pupitre. Todos los demás están de

pie, hablando, o mirando por la ventana y, como siempre, tres o cuatro

corren por la clase para pegarse. Entra la profesora en clase y todos se

sientan rápidamente. La gente sigue hablando y la profesora empieza a

explicar. Yo desvío la mirada hacia la ventana y observo por encima del

tejado del instituto un enorme cielo azul. Oigo mi nombre y miro hacia

delante, a la pizarra. Ejercicios uno, dos y tres de la página… Vuelvo a oír

mi nombre. Es la profesora. ¿Qué querrá ahora? Supongo que me soltará

una chapa y me dirá que atienda.

Me hace un gesto con la mano y voy hasta su mesa. La ignoro. Pesada. Me

dice que me han seleccionado para el concurso de redacciones y que tengo

que ir el sábado al instituto, a las diez y media de la mañana. Lo que me

faltaba. Vuelvo a mi sitio y otra vez desvío la mirada. La ventana. El cielo

azul, el tejado y la voz de la profesora entre cientos de susurros y cotilleos

de mis compañeros. Todos los días son iguales. Nunca pasa nada

interesante…

De pronto, un señor irrumpe violentamente en la clase. Juraría que es un

pirata. La barba, el sombrero, el parche, una cicatriz, la espada… no puede

ser, no existen. ¡Silencio! ¿Quién de vosotros, enclenques, es Fanny? Todo

el mundo me mira y yo esbozo una sonrisa nerviosa. Yo… digo. Me tiembla

la voz. Trago saliva. El pirata se acerca a mí y me agarra del brazo.

¡Suéltame! ¡Maldito…! Pone la espada en mi cuello y mi voz se quiebra.

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Salimos de clase. Subimos a un barco enorme e inmediatamente me veo

rodeada de un inmenso mar, navegando en un barco pirata. Siento mi

comportamiento princesa, yo… ¡qué lo sientes! ¿Acaso te parece normal…?

Un momento ¿princesa? El pirata asiente. Vos sois Ylunn, princesa de los

siete mares. Estáis aquí para salvar nuestro planeta. ¿Yo? Pero… por favor,

princesa, ya no queda vida en nuestros mares y hasta el más mínimo rincón

yace muerto. Llegamos a la playa. Y bajamos del barco. Acompañadnos

Ylunn, hasta la cueva del tesoro. Por un momento pensé que podía ser una

trampa, pero al ver tantos desperdicios en el mar, rechacé la idea. Está

bien, iré.

Caminamos durante un buen rato hasta llegar a la cueva. ¿Qué hago?

Debéis colocar la mano en la roca y desear que todo rebose de vida, y

debéis prometer que jamás arrojaréis al mar basura. Está bien. Nada más

decirlo, se oyó un gran estruendo y la tierra tembló. Di una voltereta al caer

al suelo y me levanté. La roca había dejado paso a una entrada secreta. ¡El

tesoro! ¡El tesoro de la felicidad! ¡Bien!

Fanny… Fanny… despierta.

Abro los ojos, sigo en clase y veo a la profesora. No puede ser, ¡me he

quedado dormida! Entonces observo a mi alrededor. Nada ha sido real, sólo

era un sueño. Deja la imaginación para el concurso de relatos, me dice la

profesora. ¡El concurso! ¡Sí! Mi historia la escribiré para el concurso, así

además de participar, enseñaré a todos que no hay que contaminar el

planeta. Aquella historia, sería perfecta.

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NO PODÍA DEJARTE SIN ANTES HABLAR CONTIGO

Ana Medía Gonzalez (País Vasco)

Tras oír un fuerte estruendo llegué a este lugar, me costó mucho esfuerzo

descubrir donde estaba. Todavía no estoy muy seguro, pero sé que no

existe el tiempo, y no sé ni si sigo en el mismo planeta, quizá sólo soy tu

propia imaginación.

No te he dicho quien soy, pero pronto lo descubrirás.

Nos conocimos hace mucho, en la escuela, y en muy poco tiempo nos

hicimos inseparables. Fuimos creciendo y conociéndonos más, confiábamos

el uno en el otro para todo.

Recuerdo con todo detalle nuestro primer beso. Fue algo muy especial, que

duró hasta que Marcos me tendió la trampa que nos convirtió en enemigos.

Llevábamos dos años saliendo y éramos muy felices juntos, pero Marcos no

soportaba eso. No sé si ya te habrás dado cuenta, pero era él quien rompía

las cartas que te mandaba, quien me mentía continuamente, diciéndome

que no me querías, y que estabas conmigo sólo por interés, su mayor deseo

era separarnos y finalmente lo consiguió.

Tras años separados, mi vida dio una voltereta, y pensando en ti cada vez

menos, conseguí casarme con una mujer fantástica y tener tres hijos,

aparentemente éramos una familia feliz, pero la felicidad se rompía cada

mañana; pensaba en ti y miraba a mi mujer, preguntándome a cuál de las

dos quería realmente.

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Al fin conseguí saber que la mujer de mi vida eras tú, pero ya no podía

hacer nada, solo quería pedirte perdón por todos mis errores y ser

perdonado; te escribí una carta, pero supongo que por miedo la tiré a la

basura; sin embargo no necesité hablar contigo para ser perdonado, porque

cuando te vi en mi funeral, llorando y disculpándote, me quedé tranquilo y

la felicidad invadió el fin de mi vida.

No se qué hiciste con tu vida, pero yo me arrepiento de haber sido tan

cobarde dejándote escapar y amando a la mujer equivocada. Aunque no

estoy seguro de cómo lo he hecho, sé que habrás entendido este mensaje,

quizás te ha hecho feliz o quizás no, pero no podía despedirme de ti para

siempre, sin antes contarte la verdad.

Todo esto sólo es un pequeño sueño, tu imaginación unida con la mía, pero

será suficiente para que los dos volvamos a ser amigos.

Algún día nos veremos, no quiero que vengas pronto, porque tienes que

hacer muchas cosas todavía, pero cuando estés preparada para el fin,

volveremos a estar juntos.

Un beso muy grande y sigue siendo como eres.

Tu primer amor, el que todavía piensa en ti.

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UN MUNDO MÁGICO

Rocio del Alba Martínez Ceballo (Región de Murcia)

Todos los niños y niñas, de pequeños, sueñan con que existe un mundo

mágico de secretos y sueños. Cuando crecemos, dejamos de creer en la

imaginación y dejamos de soñar… pero yo, a mis años, todavía creo que

existe un mundo encantado para nosotros solos, muy cerca nuestra, y para

demostrarlo, os voy a contar una bonita historia…

Cuentan que todo ocurrió un día lluvioso. Laura, una chica joven, estaba

encerrada en el ático de su casa contemplando la lluvia a través del cristal

de la ventana. Tenía un aire de melancolía y tristeza, sentía que la madre

naturaleza lloraba sobre ella. A veces se sentía desbordada por un mundo

tan lleno de problemas y tan pocas soluciones. Laura se encontraba absorta

en sus pensamientos cuando, de repente, un gran estruendo la sobresaltó.

¿Qué había sido aquello? Buscó por todo el ático hasta que lo encontró. Ahí,

agazapado tras un baúl, se encontraba un personajillo que la miraba

sonriente con sus ojos saltones. La chica se asustó al ver sus puntiagudas

orejas y su ropa tan extraña. Al notar su mirada, el duende se presentó.

- ¡Hola! Me llamo Charly. He venido porque me han encargado una

importante misión. ¿Quién eres tú?

- ¿Yo? Yo soy… eh, Laura… ¿De qué misión estás hablando? Eres un tipo

raro…

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- ¡Laura! Me hablaron de ti, sí, eres la chica a la que buscaba. Verás, soy un

duende de los sueños y mi misión no es tan rara como crees. Me envían los

ancianos a devolverles la ilusión a chicas como tú.

- ¿Cómo yo?- dijo ella extrañada.

- ¡Sí! Gente como tú que no sabe descubrir por sí sola las maravillas del

mundo, no hagas más preguntas, es hora de pasar a la acción, ¡dame tu

mano y te enseñaré cosas increíbles!

Dicho esto, el simpático personajillo la cogió de la mano y, de repente, la

tierra empezó a dar volteretas. Cuando abrió los ojos, descubrió que había

aterrizado en un extraño planeta, totalmente diferente al suyo. Aquí había

ríos, montañas, playas, campos y mares limpios en los que poder estar,

todo era luminoso y bonito… se podría decir que hasta se respiraba felicidad

en el ambiente.

Durante todo el día, el duende le enseñó el maravilloso lugar y, al hacerse

la noche, había peleado con dragones y malvados caballeros que hacían

trampa, había tomado el té con unas simpáticas princesas, había viajado al

futuro, descubierto la historia de unas gemelas perdidas, había hecho

amigos de todo el mundo… ¡y aún quería más! Por primera vez en mucho

tiempo, Laura se sentía totalmente feliz, lejos de su mundo de problemas,

rabia, basura y delincuencia. Pero por desgracia llegó la hora de llegar a su

casa…

- ¿Por qué tengo que volver? ¡Éste es el mundo que siempre he soñado!

- No te preocupes, Laura. Es hora de marcharse, pero podrás volver

siempre que quieras. Recuerdas que este mundo es tuyo, es parte de ti.

Cada vez que leas un libro, que vayas a ver una obra de teatro o que

escribas un cuento, viajarás al mundo que siempre soñaste con tu

imaginación.

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Tras estas palabras, el duende desapareció y ella se encontró de nuevo

tendida en el ático, con un libro junto a ella. Entonces comprendió que los

cuentos de hadas y el mundo de la magia y los sueños sí existen y habitan

dentro de nosotros. Desde entonces, para ella la imaginación siempre ha

sido la forma más gratificante de viajar más allá del mundo real, a un

mundo propio de magia y secretos, un mundo perfecto.