55201 mujeres, varones y filosofía · 2011-02-02 · mosa de hobbes: «el hombre es un lobo para...

25
Filosofía moderna 106 L lamamos Ilustración al período del siglo xviii caracterizado por importantes descubrimientos científicos y el desarrollo de la téc- nica (sobre todo en Gran Bretaña), por el ascenso de la burguesía y la instauración de democracias (como en el caso de Francia) y por una síntesis de empirismo y racionalismo en el campo de la filosofía (llevado a cabo por Kant en Alemania). Las ideas de igualdad, libertad y fraternidad se hacen consigna en Francia para los varones propietarios, a la vez que otros colectivos recla- man ser considerados dentro del grupo de iguales, libres y fraternos; fue el caso de las mujeres que continúan y amplían las argumentaciones que Poullain y Mary Astell habían empezado a formular en el siglo xvii. Así, no sólo se reivindica la educación, sino también la ciudadanía, el derecho a participar en la elaboración de las leyes. Pero todas estas reivindicaciones no son admitidas por la mayoría de filósofos y legisladores, por lo que la polémica no ha dejado de crecer hasta nuestros días. La Ilustración TEMA 8 >> Louis-Léopold Boilly, Llegada de una diligencia a París (1803).

Upload: lyhuong

Post on 09-Oct-2018

215 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Filosofía moderna

106

L lamamos Ilustración al período del siglo xviii caracterizado por importantes descubrimientos científi cos y el desarrollo de la téc-nica (sobre todo en Gran Bretaña), por el ascenso de la burguesía

y la instauración de democracias (como en el caso de Francia) y por una síntesis de empirismo y racionalismo en el campo de la fi losofía (llevado a cabo por Kant en Alemania).

Las ideas de igualdad, libertad y fraternidad se hacen consigna en Francia para los varones propietarios, a la vez que otros colectivos recla-man ser considerados dentro del grupo de iguales, libres y fraternos; fue el caso de las mujeres que continúan y amplían las argumentaciones que Poullain y Mary Astell habían empezado a formular en el siglo xvii. Así, no sólo se reivindica la educación, sino también la ciudadanía, el derecho a participar en la elaboración de las leyes. Pero todas estas reivindicaciones no son admitidas por la mayoría de fi lósofos y legisladores, por lo que la polémica no ha dejado de crecer hasta nuestros días.

La IlustraciónTEMA 8

>> Louis-Léopold Boilly, Llegada de una diligencia a París (1803).

107

BiografíaJean-Jacques Rousseau nació en Ginebra en 1712 en el seno de una fa-milia con cualidades artísticas: su madre tenía destreza para pintar, cantar, tocar el laúd y escribir versos; su padre, cuyo ofi cio era el de relojero, fue durante un tiempo profesor de baile; una tía le inculcó la pasión por la música. La madre de Rousseau murió al nacer éste, lo que en su etapa adulta fue vivido por el autor como culpabilidad. Cuando tenía diez años su padre huyó de Ginebra para evitar la acción de la justicia por haber herido a un vecino en una disputa. Rousseau queda bajo la custodia de un tío que lo manda a estudiar con un cura rural, cuya esposa lo trataba como si fuese su hijo.

Su primera experiencia de la injusticia tuvo lugar cuando fue azotado por algo que no había hecho: romper las púas de un peine. Esta vivencia marca un antes y un después en su vida, según él mismo confi esa:

Allí acabó la paz de mi vida infantil. A partir de ese momento dejé de disfrutar de la pura felicidad, y aún hoy siento que los gratos recuer-dos de mi infancia se detienen ahí.

Más adelante, entró como aprendiz de un grabador muy bruto que le enseñó a codiciar, mentir y robar.

La imagen que ofrece de sí mismo Rousseau es el de un continuo do-liente y víctima. Pero había situaciones en las que se sentía en paz: cuando estaba en el campo y podía entregarse a la perezosa negligencia, seguir sus impulsos y remar por un lago. Nos dice:

Una vez dejado mi bote a merced del viento y del agua, me aban-doné a ensoñaciones que, pese a toda su necedad, eran de extraordina-ria dulzura. A veces gritaba de emoción: ¡Oh naturaleza, oh madre

RousseauUna marisabidilla es el azote de su marido, de sus hijos, sus amigos, sus criados […]. Fuera de casa siempre es ridícula […]. Todas esas mujeres con grandes talentos nunca infunden respeto sino a los necios.

Emilio o De la educación

Cuando obra bien, el hombre sólo depende de sí mismo y puede afrontar el juicio público, pero obrando bien, la mujer sólo cumple la mitad de su tarea, y no le importa menos lo que se piensa de ella que lo que en efecto es. De donde se deduce que el sistema de su educación debe ser en este punto contrario a la nuestra: la opinión es la tumba de la virtud entre los hombres, y su trono entre las mujeres.

Emilio o De la educación

>> Rousseau.

Filosofía moderna

108

mía, aquí me encuentro bajo tu sola protección! Aquí no hay ningún hombre sagaz y vil que se interponga entre tú y yo.

La naturaleza parecía ser lo único que calmaba el turbulento espíritu de Rousseau. Por el contrario, las relaciones con los humanos eran para él causa de desasosiego. Hume lo describe como alguien decidido a hundirse en la soledad. A pesar de que el encuentro entre ambos había sido bastante empático, tan sólo transcurridos tres meses, Hume dice de él:

Durante todo el curso de la vida, sólo ha sentido; y a este respecto, su sensibilidad llega a un punto que va más allá de cualquier ejemplo que yo haya visto; pero todavía le produce un sentimiento más agudo de dolor que de placer. Es como un hombre despojado no sólo de sus ropas, sino de su piel y puesto en tal situación a luchar con los violentos y borrascosos elementos, tal como perpetuamente perturban el mundo inferior.

La salud física tampoco le acompañó. Vivía obsesionado con su enfer-medad, que él consideraba singular, por lo que recomendaba que le fuese hecha la autopsia después de su muerte para saber más de ella. La enferme-dad era la constricción de la uretra, lo que le producía retención de orina, goteo y una hernia que le exigía apretarse el abdomen para vaciar su vejiga.

Su vida amorosa empieza cuando tiene dieciséis años y se enamora de Mme. Warnes, que se convierte en su amante. Más tarde tuvo relaciones amorosas con Mme. D’Houdetot. Pero la relación más duradera fue con la lavandera Th érèse Levasseur a quien conoció a la edad de treinta y dos años y a quien describe como «celosa, estúpida, chismosa y mentirosa». Tuvo cinco hijos, ninguno de ellos deseado, y los cinco fueron a parar al hospicio. Rousseau, preocupado por la educación, dejó que sus hijos se criasen en el hospicio, argumentando que él era pobre y ellos ilegítimos y, además, que Platón recomendaba que los hijos no conociesen a los padres y fueran criados por el Estado. Por último –prosigue en las justifi caciones– a los niños no les gusta la vejez, y él ya era viejo.

Los últimos años de la vida de Rousseau transcurren entre la pobreza, la soledad y la angustia. Esta situación queda refl ejada en su obra: Enso-ñaciones de un paseante solitario. A su muerte, las opiniones a favor y en contra del fi lósofo se suceden. Madame de la Charrière (Belle von Zuylen) publica en un periódico un artículo titulado: «Todo es moda», donde cri-tica la «moda» de defender a Rousseau después de su muerte. Madame de Staël, defensora de Rousseau, ejerció la censura tal como se acostumbraba en la época: compró todos los periódicos en los que aparecía el artículo para que así nadie pudiera leerlo.

El contrato social y el contrato sexual: antecedentes históricosLas teorías del contrato social afi rman que la sociedad humana se rige por un contrato o pacto entre los individuos. Los defensores de estas teorías no consideran que este pacto haya tenido lugar en un momento histórico, al

OBRAS

– Julia o La nueva Eloísa

– Ensoñaciones de un paseante solitario

– Discursos sobre el origen y desigualdad entre los hombres

– El contrato social

– Emilio o De la educación

El hombre ha nacido libre y por doquiera se encuentra sujeto con cadenas.

ROUSSEAU

La libertad no descenderá hasta el pueblo, es el pueblo el que tiene que ascender hasta la libertad.

EMMA GOLDMAN

Tema 8LA ILUSTRACIÓN

109

igual que tienen lugar otros pactos, sino que consideran la sociedad como si realmente hubiese ocurrido ese pacto. Esta teoría surgió en los siglos xvii y xviii y constituyó una crítica moderna a la autoridad divina. La fe basada en la autoridad divina ya no fundamenta el conocimiento, sino que éste tiene, para bien y para mal, la razón y la experiencia humanas como elementos (así lo hemos visto a propósito de las teorías empiristas y racionalistas). De modo similar, la vida política ya no está garantizada por Dios, sino que, también para bien y para mal, se funda en un contrato entre humanos. Todos los autores del contrato establecen la dicotomía entre el estado de naturaleza y el estado de civilización o cultura. La línea divisoria la marca el contrato. Esta fi cción del estado de naturaleza estuvo propiciada en gran parte por la experiencia del descubrimiento de América. Los descubridores y quienes les acompañaban polemizaban acerca de la naturaleza de las gentes que acababan de conocer. Para unos eran auténticos humanos no corrompidos por la civilización; mientras que para otros eran unos brutos cercanos a los animales con los que difícilmente se podía tratar.

El contrato social ya había sido formulado en el siglo xvii por los em-piristas Hobbes y Locke.

Hobbes (1588-1679)Vivió la época eufórica e incierta de la revolución científi ca en cuyo método se basó para el estudio de la sociedad. De origen inglés, viajó por Europa continental, donde conoció a Descartes y Galileo. En Francia escribió su obra más importante: Leviatán. En ella utiliza para el conocimiento de la vida social el mismo método que Galileo estaba utilizando para el conocimiento de la naturaleza. Así, el método constaría de dos pasos: descubrir las partes mínimas del objeto (las causas) y descubrir cómo a partir de las causas se genera algo.

>> Café Procope de París, siglo XVIII, con Buffon, Gilbert, Diderot, D’Alembert, Marmontel, Le Kain, Rousseau, Voltaire y D’Hollsach.

Filosofía moderna

110

En la vida social las partes mínimas son las pasiones: el amor y el odio. Todos somos iguales ya que tenemos las mismas pasiones. Como todos somos iguales, todos deseamos o amamos las mismas cosas y, al no haber sufi cientes, luchamos unos contra otros por ellas. De ahí la frase más fa-mosa de Hobbes: «El hombre es un lobo para el hombre». Tal es el estado de naturaleza, en el que no hay normas, ni leyes, ni poder; todo se rige por la exteriorización de las pasiones.

Esta situación es de libertad, pero también de inseguridad. Para salir de ella, es necesario el contrato social, mediante el que dejamos de ser libres, pero habitamos un mundo más seguro. Damos toda nuestra liber-tad a un poder absoluto que nos garantice nuestra seguridad. En el esta-do de naturaleza no existe la familia, sólo la relación entre madre e hijo. La madre puede ser la biológica o alguien que decide criar a la criatura. Aquí tenemos un primer problema de la defi nición general de Hobbes del «hombre como lobo para el hombre», pues si tal cosa fuese siempre así, no habría crianza, dado que ésta siempre supone un compromiso y múltiples sacrifi cios: un ocuparse de los otros antes que de uno mismo; de manera que en el estado de naturaleza existe también lo que podríamos llamar un estado de contrato no explícito: el de la crianza. Por lo tanto, si existe ésta, la afi rmación de Hobbes no incluiría a quienes deciden criar. Cuando una criatura nace, dice Hobbes, la madre puede criarlo o abandonarlo para que lo críe otro, luego quien cría, durante el tiempo de cuidado de la cria-tura, necesariamente tendría que suspender esa tendencia egoísta, ha de dejar de ser «lobo», al menos para quienes dependen de él para vivir, cosa que Hobbes no advierte.

Según Hobbes, la familia como tal comienza a existir después del pac-to o contrato social y la autoridad en ella, en principio, corresponde tanto al padre como a la madre, pero como es imposible obedecer a dos amos, el soberano la hace recaer en el padre. En el estado de civilización el in-dividuo conserva la libertad en la familia; pues puede decidir con quien casarse, dónde vivir, qué comer, cómo tratar a sus hijos, etc.

Mary Astell responde a Hobbes que precisamente es en el ámbito fa-miliar y de la casa donde las mujeres no tienen ni seguridad, ni libertad; pues aunque el marido puede ser castigado si mata a la esposa, nada le ocurre si la priva de toda libertad.

Locke (1632-1704) Utiliza los mismos conceptos que Hobbes pero con signifi cado diferente: el estado de naturaleza no es un estado de lucha, sino de derecho natural: a la vida, a la libertad y a la propiedad basada en el trabajo. Los humanos tienen una moderación natural. La primera sociedad constituida en el estado natural es la conyugal. De ella surgió la comunidad entre padres e hijos, amos y siervos. El estado de civilización no es un vuelco del estado natural, tal como enseñaba Hobbes, sino un perfeccionamiento necesario, debido a que el estado natural tiene excepciones; pues, aunque pocos, hay quienes no respetan los derechos naturales y entonces es necesario contar con un juez imparcial para los casos de litigio. Y en el caso de que no se respeten las decisiones acordadas por el juez, disponer de una fuerza que obligue a acatarlas.

>> Locke. Grabado.

Tema 8LA ILUSTRACIÓN

111

El gobernante no es el soberano, ya que la soberanía reside en el pue-blo. El poder ha de estar dividido para evitar abusos: legislativo, ejecutivo (que incluye el judicial) y federal (declarar la guerra, concertar la paz y establecer alianzas con otras comunidades). A Locke, la idea del monarca absoluto le parece una contradicción, pues al no estar limitado su poder, se le permite vivir en estado de naturaleza.

En su análisis de las teorías del contrato social la fi lósofa Carole Pa-teman manifi esta que estas teorías, aunque en principio puedan parecer neutrales (esto es, formuladas para toda la humanidad tanto para varones como mujeres), quienes pactan son sólo algunos varones, no todos; pero todas las mujeres están excluidas del pacto. Por ello, Pateman sostiene que el contrato social lleva implícito un contrato sexual, una especie de pacto no explícito mediante el cual los varones (bien es cierto que sólo quienes son propietarios) pactan excluir a las mujeres de ese contrato, de manera que…

…las mujeres no son parte de ese contrato originario a través del cual los hombres transforman su libertad natural en la seguridad de la libertad civil. Las mujeres son el objeto del contrato […]. Pero si las mujeres no toman parte en el contrato original, si no pueden to-mar parte, ¿por qué los teóricos clásicos del contrato (con excepción de Hobbes) hacen del matrimonio y del contrato matrimonial parte de la condición natural? ¿Cómo puede suponerse, sin embargo, que seres que carecen de capacidad para realizar contratos siempre lleven a cabo este contrato? [texto 1, p. 114].

Rousseau sigue con el esquema de la división entre estado de naturaleza y estado de civilización, pero invirtiendo los términos de Hobbes. Las artes y las ciencias nos llevan a una vida de disimulo, de artifi cio, de mera apa-riencia. Mejor es la vida en estado de naturaleza en la que no había ni ins-tituciones, ni leyes, ni bienes, ni ambición, ni egoísmo, un estado en el que el individuo es bueno. La propiedad nos empuja a abandonar la «buena» vida natural para establecernos la «mala» civilizada. (Recordemos que, por el contrario, para Locke la propiedad privada era un derecho natural.) Así es cuando un individuo «tras cercar una porción de tierra, tuvo la ocurrencia de decir esto es mío y tropezó con gente lo sufi cientemente obtusa como para hacerle caso». La propiedad privada es el origen de todos los males so-ciales; no los clérigos y tiranos como pensaban el resto de los ilustrados.

En opinión de Rousseau, los individuos somos una mezcla de senti-miento y razón. En el caso de los varones, la educación debe fomentar ese sentimiento natural para llegar a la sabiduría y la bondad; en el caso de las mujeres la educación debe reprimir los sentimientos naturales para que fl orezcan los de los varones. Las niñas han de ser orientadas hacia la función de buenas esposas y madres, puesto que…

…el mejor antídoto contra la degradación moral es el atractivo de la vida doméstica […]. Cuando la familia es viva y animada los quehaceres domésticos resultan lo más querido para la mujer y el más delicioso entretenimiento para el marido.

El gobernante no es el soberano, ya que la soberanía reside en el pueblo. El poder ha de estar dividido para evitar abusos.

Filosofía moderna

112

La civilización debe promover una vida natural para los varones y esto hace necesario que las mujeres no se desarrollen más que para la vida do-méstica. Así:

La mujer está hecha especialmente para agradar al hombre; si el hombre debe agradarle a su vez, es una necesidad menos directa; su mé-rito está en su potencia, agrada por el sólo hecho de ser fuerte. Convengo que no es ésta la ley del amor, pero es la de la naturaleza, anterior al amor mismo.

El varón necesita ser educado en la libertad para después poder ejer-cerla, mientras que la mujer, al no tener derecho a la vida política, según Rousseau, sino obligación de la vida doméstica, necesita ser adiestrada en la obediencia y la paciencia. La naturaleza de las mujeres y la de los varones es diferente. Los varones han de desarrollar la suya en la política, mientras que las mujeres en la casa [texto 2, p. 115].

Estos varones son los sujetos del contrato social mediante el cual cada individuo varón cede su poder natural a favor de la comunidad. La sobe-ranía reside en la Asamblea, que es la expresión de la voluntad general, la cual no es igual a la voluntad de todos, sino de todos aquellos que desean lo mejor; son quienes están informados, educados y votan libremente y de modo directo, no por delegación en representantes. Mediante la vo-luntad general se sale de la corrupción y puede recuperarse parte de esas bondades naturales perdidas en el curso del desarrollo de la civilización: se recupera el varón bueno y libre.

Rousseau es el teórico de la democracia radical y, aunque parezca con-tradictorio, de la exclusión de las mujeres de esa democracia. La demo-cracia y la libertad es asunto de la política, y ésta compete a los varones; la sumisión es asunto de la vida doméstica y ésta compete a las mujeres.

>> Louis Léopold Boilly, Reunión de artistas en el estudio de Isabey (1798).

Tema 8LA ILUSTRACIÓN

113

La familia y la exigencia de obediencia de las mujeres a los varones tienen lugar en el tránsito desde el estado de naturaleza al social, en el llamado estado «presocial». Este pacto de sujeción que Rousseau no admite entre varones, lo admite entre un varón y una mujer. Así, tal como dice Rosa Cobo, «la mujer –dependiente y subordinada– está defi nida desde el es-tado presocial, mientras que el varón –libre e igual– está defi nido desde el estado de naturaleza. Cada sexo posee una naturaleza específi ca, surgida en diferentes momentos del estado de naturaleza y cada naturaleza sirve de soporte respectivo a los dos espacios que forman el modelo político anhelado por Rousseau».

Críticas a la mujer doméstica roussoniana: Madame de la Charrièrey Mary Wollstonecraft

Madame de la Charrière (Belle von Zuylen) (1740-1805) Protestó contra la defensa que se hizo de Roussseau cuando éste murió. Ella no estaba de acuerdo con la continua quejumbre de Rousseau ni con sus teorías. Madame de la Charrière no creía en el determinismo de la naturaleza para explicar las diferencias entre varones y mujeres, sino en las desigualdades sociales y discriminaciones sostenidas durante largos períodos de tiempo. Dice:

Nada hay en la constitución de un varón o de una mujer que a priori determine sus habilidades.

De modo que las diferencias son fabricadas por el mundo en el que vi-vimos. Si Rousseau pretende que las chicas permanezcan en la ignorancia, ella mantiene:

Todas las habilidades del varón y de la mujer son las mismas, y si la habilidad racional del varón es más perfecta, es sólo como resultado de la educación y sólo de la educación.

En su novela Th ree Women (1796) pone en boca de la protagonista que quiere «acabar de una vez por todas con los prejuicios acerca de las carac-terísticas específi cas del sexo». Para conseguir esto, coge un chico y una chica gemelos y se propone educarlos exactamente igual: vestimenta igual y dar al chico nombre de chica y viceversa. Zuylen quería mostrar que el sexo no determina la identidad del individuo.

Entendió la diferencia sexual que Rousseau asentaba en la naturaleza como una mera etiqueta, como algo artifi cial, como un proceso que está en continuo cambio. Zuylen escribió en una ocasión que para ser libre hay que sacudir las etiquetas. Para ella «lo que es propio de la mujer y lo que es propio del varón» no son más que el resultado de entrenamientos a los que somos sometidos desde el nacimiento, a base de colocarnos eti-quetas que nos identifi can como varones o como mujeres, empezando por el nombre.

>> Madame de la Charrière. Retrato de Maurice Quentin de la Tour.

Filosofía moderna

114114

Mary Wollstonecraft (1759-1797) Ataca a Rousseau desde posturas roussonianas. Confi esa que siempre había estado un poco enamorada del fi lósofo y que, por tanto, siente un gran frau-de cuando lee el Emilio o De la educación. Esta obra le parece insultante para las mujeres, debido a que Emilio había de ser educado en la libertad y en el estímulo de su curiosidad natural, mientras que Sofía debía ser educada en la sujeción y en la obediencia. Wollstonecraft, en sintonía con el pensamiento ilustrado, consideraba la educación una herramienta poderosa para la mejora de la sociedad y que ésta debe ser tanto para varones como para mujeres.

Su primera obra lleva por título Pensamientos sobre la educación de las hi-jas. En ella empieza a desarrollar ideas que serán clave para su obra posterior, Vindicación de los derechos de la mujer, donde critica a Rosseau, especialmente la educación de las mujeres en «modales» más que en virtud, en la apariencia más que en la bondad en sí. Rousseau había dicho que la dependencia de la opinión es la tumba de la virtud de los varones, pero es el trono para las mujeres; es decir, los varones deben juzgar por sí mismos, mientras que las mujeres deben juzgar por lo que otros juzgan [texto 3, p. 115].

Wollstonecraft critica la «mala fe» de Rousseau, pues primero éste dice cómo deben ser cada uno de los dos sexos y luego dice que son así por natu-raleza. Se dice cómo debe ser la mujer, se la educa para que sea así y luego se dice que se la educa así porque es así. Se construye el estereotipo, se fabrican copias mediante educación, opinión y leyes y, para fi nalizar, se dice que la copia es el estereotipo. Así, la Sofía de Rousseau no existe más que en la ima-ginación de Rousseau, nos dice Wollstonecraft. Las mujeres no se comportan como Rousseau nos dice. Los varones se comportan con las mujeres como la aristocracia con el pueblo: manteniéndolas en la ignorancia. Siguiendo en la línea de Poulain, Wollstonecraft sostiene que la razón tiene que aplicarse en la crítica social, en la lucha contra los prejuicios que enturbian la justicia.

La obra Vindicación… tuvo muy buena acogida en toda Europa y Es-tados Unidos. Pronto fue traducida a cinco idiomas diferentes. Pero unos años más tarde su fi gura cayó en desgracia; su autora fue objeto de insul-tos («hiena con faldas» la llegaron a llamar) a lo largo del siglo xix (siglo fuertemente misógino). Sin embargo, Flora Tristán se entusiasmó con la obra y lamentó las calumnias que tuvo que sufrir la autora. A ella misma le costó mucho trabajo encontrar el citado libro, dado que «no se difunde –explica– porque todo el mundo dice que es muy malo».

ACTIVIDADES

PARA COMPARAR

TEXTO 1

Los argumentos de los teóricos del contrato social sobre el estado de natu-

raleza fuerzan la exclusión de las mujeres de la participación en el contrato

original. Pero ¿qué sucede con el contrato matrimonial? Si las mujeres han

>> Mary Wollstonecraft y portada de su obra Vindicación de los derechos de la mujer.

Tema 8LA ILUSTRACIÓN

115115

sido forzadas a subordinarse a los varones y si naturalmente carecen de las

capacidades del «individuo», también carecen de las capacidades necesarias

para pactar en el contrato original […]. Los teóricos contractualistas simul-

táneamente niegan y presuponen que las mujeres pueden hacer contratos.

PATEMAN, El contrato sexual

PARA COMENTAR

TEXTO 2

La búsqueda de las verdades abstractas y especulativas, de principios y

axiomas en las ciencias, todo lo que tiende a generalizar las ideas no es de

la incumbencia de las mujeres; sus estudios deben remitirse a la práctica; a

ellas corresponde hacer aplicación de los principios hallados por el hombre,

y a ellas hacer las observaciones que conducen al hombre al establecimien-

to de los principios. Todas las refl exiones fi losófi cas de las mujeres deben

tender, en lo que no atañe de modo inmediato a sus deberes, al estudio de

los hombres o a los conocimientos agradables que sólo tienen el gusto por

el objeto, porque en lo tocante a las obras de genio, éstas superan su capa-

cidad; tampoco tienen sufi ciente precisión y atención para triunfar en las

ciencias exactas, y, en cuanto a los conocimientos físicos, ve más objetos

aquel de los dos que es más activo, el más emprendedor, aquel que tiene

más fuerza y que la ejerce más juzgando las relaciones de los seres sen-

sibles y las leyes de la naturaleza. La mujer, que es débil y que no ve nada

fuera de sí misma, aprecia y juzga los móviles que debe poner en práctica

para suplir su debilidad, y esos móviles son las pasiones del hombre […] Es

preciso que con sus palabras, con sus acciones, sus miradas, sus gestos,

ella sepa darle los sentimientos que a él le agradan sin que parezca que ni

siquiera piensa en ello.

ROUSSEAU, Emilio o De la educación

TEXTO 3

Este desprecio del entendimiento en las primeras etapas de la vida tiene

consecuencias más funestas de lo que comúnmente se supone, porque el

pequeño conocimiento que las mujeres de mente poderosa alcanzan es, por

distintas circunstancias, de una especie más inconexa que el de los hom-

bres y se adquiere más por simples observaciones de la vida real que de

comparar lo que se ha observado de modo individual generalizando los re-

sultados de la experiencia mediante la especulación. Llevadas por su situa-

ción dependiente y sus ocupaciones domésticas a estar más en sociedad,

lo que aprenden es a retazos y como, en general, el aprender es para ellas

➤ Lee los dos textos y averigua en

qué año fue escrito cada uno de

ellos.

➤ ¿Qué concepto de humanidad

se desprende de cada uno de los

textos?

➤ Cita dos ideas de cada uno que

pervivan en la actualidad.

➤ La autora habla de contrato

matrimonial. ¿Cuáles serán los

términos de ese contrato en la

actualidad?

➤ Busca datos sobre la historia de

nuestro país acerca de cuántos

años hace que las mujeres pueden

realizar otros contratos, además

del matrimonial.

➤ ¿Crees que dos personas mayores

de edad y con facultades mentales

aceptables pueden realizar

cualquier tipo de contrato?

➤ Los contratos de maternidad por

alquiler de útero, así como los de

los matrimonios entre personas

del mismo sexo son legales en

algunos países actualmente.

Escribe tres argumentos a favor y

tres en contra respecto a cada uno

de ellos.

Filosofía moderna

116116

algo secundario, no siguen ninguna línea con ese perseverante ardor ne-

cesario para dar vigor a las facultades y claridad al juicio. En el estado pre-

sente de la sociedad, se requiere un pequeño aprendizaje para respaldar el

carácter de un caballero, y se obliga a los niños a someterse a unos cuantos

años de disciplina. Pero en la educación de las mujeres, el cultivo del enten-

dimiento siempre se subordina a la adquisición de ciertas dotes corporales.

Aun así, debilitado por el confi namiento y las nociones falsas de modestia,

se impide al cuerpo alcanzar esa gracia y belleza que nunca manifi estan los

miembros relajados y a medio formar. Además, en las jóvenes no se ponen

de manifi esto sus facultades mediante la emulación y al no contar con estu-

dios científi cos serios, si tienen una sagacidad natural, se inclina demasiado

pronto hacia la vida y los modales.

MARY WOLLSTONECRAFT, Vindicación de los derechos de la mujer

PARA REPASAR

Defi ne estado de naturaleza.

Señala las diferencias entre el estado de naturaleza de Hobbes y de Rousseau.

¿Qué es la voluntad general?

¿Qué aspecto de la fi losofía de Rousseau critica M. Wollstonecraft?

>> Revolución francesa (1787-1799). Reunión de la Asamblea Constituyente, la noche de agosto de 1789, para la abolición de los privilegios.

Tema 8LA ILUSTRACIÓN

117

BiografíaImmanuel Kant nació en Konigsberg en 1724 en una familia de nueve hermanos. Él mismo expresa que se sentía orgulloso de sus padres por su rectitud, propiedad ética y orden. Su madre muere cuando él tiene trece años y nunca dejó de emocionarse al recordarla. Fue ella quien había formado su carácter y quien había puesto parte de los cimientos de lo que él sería. Paseaba frecuentemente con su hijo enseñándole a identifi car las plantas y contándole todo lo que sabía de la estructura de los cielos. Recordando estos paseos, Kant decía:

Muchas veces me llevaba consigo fuera de la ciudad, atraía mi atención sobre las obras de Dios, hablaba con devota complacencia de su omnipotencia, sabiduría y bondad e imprimió a mi corazón una profunda reverencia hacia el creador de todas las cosas. Nunca olvidaré a mi madre, pues sembró y abonó en mí la primera semilla de bondad, abrió mi corazón a las impresiones de la naturaleza, estimuló y amplió mis ideas, y sus enseñanzas han ejercido sobre mi vida una infl uencia duradera y total.

Quizá Kant estaba evocando estos paseos cuando en su obra Crítica de la razón práctica dice:

Dos cosas llenan la mente de admiración y respeto […]. Los cielos estrellados sobre mí y la ley moral […] Las veo ante mí y las asocio di-rectamente con la consciencia de mi propia existencia […]. La primera parte del lugar que ocupo en el mundo exterior sensible […] aniquila por así decir mi importancia como criatura animal […]. La segunda, por el contrario eleva infi nitamente mi valor como inteligencia por me-dio de mi personalidad, en la cual la ley moral revela una vida inde-pendiente de toda animalidad y aun de todo el mundo sensible.

El padre de Kant falleció cuando él tenía veintiún años. Kant escribió entonces:

KantLa felicidad no es un ideal de la razón, sino de la imaginación.

Fundamentación de la metafísica de las costumbres

El varón ama la paz del hogar y se somete gustoso al gobierno de su mujer, simplemente para no verse molestado en sus asuntos; la mujer no teme la guerra doméstica, que practica con la lengua, y para la cual la naturaleza le dio su locuacidad y emotiva elocuencia, que desarma al varón.

Antropología

>> Immanuel Kant.

Filosofía moderna

118

Año 1746, 24 de marzo, a las cuatro treinta de la tarde, mi amado padre fue llamado a las cuatro de la tarde por una muerte santa. Que Dios, ya que en vida no le concedió el disfrute de la felicidad, le permita, por tanto, participar ahora de la felicidad eterna.

A pesar de tanta gratitud hacia sus padres, no recuerda su infancia como particularmente feliz, sino más bien como una etapa dura:

Muchas personas imaginan que los años de su juventud son los más agradables y mejores de sus vidas, pero en realidad no lo son así. Son los que producen más perturbaciones, pues entonces nos halla-mos bajo estricta disciplina, rara vez podemos elegir nuestros propios amigos y aún más raramente podemos disfrutar de nuestra propia libertad.

Aunque no recordaba su niñez y juventud como etapas felices, sin em-bargo consideraba que la infancia debía ser educada de un modo discipli-nado y frío. En este sentido, criticaba la educación que la clase trabajadora daba a sus hijos jugando con ellos…

…como monos, acariciándoles, besándoles y bailando con ellos. Creen, en efecto que están haciendo un favor a sus hijos corriendo siempre a su lado cuando lloran y jugando con ellos, etc.; pero no hace sino aumentar el llanto.

Consideraba que las novelas eran perjudiciales para los niños, así como para los adultos. Las novelas distraen y…

…el curso de nuestro pensamiento se hace fragmentario, hasta el punto de que dejamos que las ideas de uno y el mismo objeto jueguen en nuestra mente de un modo disperso en vez de combinarlas de acuer-do con la unidad del entendimiento.

Tampoco para Kant la música era digna de admiración; era la más agradable de las artes, pero también la inferior dado que, según él, se limitaba a meras sensaciones. Además, la música podía tener el peligro de formar un carácter afeminado. A pesar de todo, él asistió a algún concierto hasta que escuchó uno en memoria de Mosés Medelson que le aburrió soberanamente, pues le «pareció un profundo quejido».

Kant era frío y cordial con sus amigos; en las cartas que intercam-bia con ellos sólo se refi ere a cuestiones fi losófi cas, y prescinde de toda confi dencia personal. De la amistad no tenía buen recuerdo, pues su madre había muerto por contagio de una amiga. Ésta había enfermado gravemente debido al abandono de su esposo. Quería morir y rehusaba tomar medicinas. La madre de Kant, utilizando la misma cuchara que la enferma, tomó la medicina en un último intento de convencerla, se contagió y al día siguiente murió. Kant se expresa sobre la amistad de la siguiente manera en su Antropología:

>> Mozart acompañado de la cantante Caterina Cavalieri. Grabado.

Tema 8LA ILUSTRACIÓN

119

La amistad es una restricción de sentimientos favorables a un único sujeto y le es muy agradable a aquel a quien se dirigen, pero también una prueba de falta de generalidad y de buena voluntad. Esto es mu-cho mejor, y no tener amigos pero estar igualmente bien dispuesto para con todos es lo más noble. Mediante aquélla uno elude el deber general. Todas las cofradías son camarillas. Quien tiene amigos y poder es muy peligroso. Un príncipe no debe tener ataduras, pero tampoco ser indi-ferente.

Su control de las pasiones le hacía parecer un hombre alegre y feliz, pues rara vez se le veía turbado. A pesar de esto, era de un carácter hipo-condríaco que él mismo explicaba anatómica y fi siológicamente:

Debido a mi hundido y estrecho pecho que deja poco espacio para el movimiento de mi corazón y mis pulmones, tengo una predisposición natural a la hipocondría, que en años pasados llegó a traducirse en cansancio de la vida. Pero la refl exión de que la causa de esta opre-sión del corazón quizás sólo fuese mecánica y no pudiese ser eliminada, pronto hizo que no le prestase atención, y mientras sentía la opresión en el pecho, en mi cabeza reinaban la paz y el buen humor, que se comunican a la sociedad, no (como es normal entre los hipocondríacos) mediante humores cambiantes, sino intencional y naturalmente.

[…] El ejercicio intelectual […] puede contrarrestar las molestias que sólo afectan al cuerpo. La opresión no ha desaparecido, pues su causa reside en la estructura de mi cuerpo. Pero he conseguido dominar su infl uencia sobre mis pensamientos y acciones apartando mi atención de este sentimiento como si no me afectase en absoluto.

Kant sitúa la hipocondría en un lugar intermedio entre la cordura y la locura. A pesar de su hipocondría, él nunca estaba enfermo realmente, pero tampoco se sintió bien. Para mantener su salud, ordenó su vida ri-gurosamente. Consideraba que su salud dependía del clima. Consultaba frecuentemente veletas, termómetros, barómetros e higrómetros. También extremaba las precauciones para no sudar nunca. El control de la respira-ción era otra de sus cautelas.

El pensamiento abstracto también constituía un ingrediente de sa-lud, pues, a su juicio, para un estudioso pensar es un alimento sin el cual no puede vivir. Pero el pensamiento era incompatible con otras actividades también saludables. Si uno se concentraba en pensamientos mientras comía, podía sufrir de hipocondría y si lo hacía mientras pa-seaba, vértigo.

La fi losofía era un medio para alargar la vida. Ahora bien, distinguía entre fi losofía y fi losofar. Esta segunda era de efectos más profundos.

Filosofar, que como resultado no hace de uno un fi lósofo, es, por tan-to, un medio de defensa contra muchos sentimientos desagradables y al mismo tiempo, un despertar de la mente, que en su preocupación produ-ce un interés independiente de los incidentes externos y que precisamente por esta razón, aunque sólo como juego, es sin embargo fuerte y sincero y no permite que cese la fuerza vital. En cambio, la fi losofía que tiene

OBRAS

– Crítica de la razón pura

– Crítica de la razón práctica

– Crítica del juicio

– La religión dentro de los límites de la mera razón

– Antropología desde el punto de vista pragmático

– Observaciones sobre lo bello y lo sublime

– Fundamentación de la metafísica de las costumbres

No hay barrera, cerradura ni cerrojo que puedas imponer a la libertadde mi mente.

VIRGINIA WOLF

Filosofía moderna

120

puesto su interés en el fi n último de la razón (que es una unidad absoluta) comporta un sentimiento de poder que en cierta medida muy bien puede compensar la debilidad corporal de la vejez por medio de la apreciación racional del valor de la vida.

Kant y la IlustraciónKant defi ne la Ilustración como «la salida del hombre de su autoculpable minoría de edad». Y añade: «minoría de edad signifi ca la incapacidad de servirse de su propio entendimiento sin la guía de otro». Uno mismo es culpable de esta minoría de edad cuando la causa de ello no reside en la carencia de entendimiento, sino en la falta de decisión y valor para servirse por sí mismo de él sin la guía de otro. ¡Sapere aude! ¡Ten valor de servirte de tu propio entendimiento!: he aquí el lema de la Ilustración.

Kant constata que quienes no son ilustrados, quienes permanecen en un estado de minoría de edad mental, lo hacen por comodidad; les falta valor y decisión, no capacidades, porque siempre es más cómodo que otros piensen por nosotros mismos que hacerlo de un modo independiente. Para Kant, contrariamente a otros con-temporáneos suyos, la Ilustración sólo compete a los va-

rones. Sus contemporáneas científi cas, como la señora Dracier (experta en física), le parecían seres monstruosos. Igualmente monstruoso le pareció la libertad de las mujeres que muchas contemporáneas suyas venían recla-mando de acuerdo a los principios ilustrados.

La razón ha de servir a los varones no sólo para conocer el mundo y sacar mayor benefi cio de los recursos de la naturaleza, sino también para organizar la sociedad. En tiempos de Kant la Ilustración se había desa-rrollado fundamentalmente en Francia e Inglaterra. En el primer caso, se había centrado en la implantación de nuevas instituciones políticas y en una crítica a la tiranía de la superstición y de la religión; mientras que en Inglaterra sus mejores éxitos habían venido a partir del conocimiento del estudio de la naturaleza y del desarrollo de la tecnología que había traído el cambio del antiguo modelo de ciencia de Aristóteles por el modelo mo-derno de Newton. Alemania era todavía preilustrada durante la vida del fi lósofo: ni su desarrollo científi co, ni político podían considerarse ilustra-dos. La burguesía aún no había aparecido como clase fuerte; antes bien, el feudalismo y las actividades productivas basadas en la agricultura siguen siendo los epicentros del poder y de la economía.

La fi losofía de Kant va a centrarse en resolver la pregunta siguiente: ¿De qué es capaz la razón? La razón estaba dando espectaculares resulta-dos en el estudio de la naturaleza y en la construcción de aparatos (suma-dora mecánica, barómetro, telescopio, olla de presión, máquina de vapor, termómetro de mercurio, submarino, fórceps, globo aerostático, telar me-cánico, refrigerador, lentes bifocales, etc.) que permitían un mejor cono-cimiento de ella, así como de su explotación y disfrute; pero no parecía

>> Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano. Acta aprobada en Francia por la Asamblea Constituyente el 26 de agosto de 1789. Sus diecisiete artículos defi nían los derechos del ciudadano y de la nación.

Tema 8LA ILUSTRACIÓN

121

tan claro si podía ocurrir lo mismo en otros ámbitos como en el campo de nuestra conducta y regulación de la vida social y política. Así, ¿podemos decir que un sistema político es más razonable que otro, o que una con-ducta es más o menos razonable que otra? En todo caso, ¿cuáles son los criterios que establecemos?

Kant se pregunta si la metafísica puede ser ciencia. Constata una serie de diferencias entre la ciencia de su tiempo y la metafísica. La física y las matemáticas progresan, van cerrando etapas y abriendo otras nuevas, mientras que en la metafísica no se veía este progreso. Además, los cientí-fi cos de cada época están de acuerdo en unos mínimos. Hasta el Renaci-miento el acuerdo residía en suscribir los principios de Aristóteles de que el mundo era fi nito, que el mundo por encima de la Luna era diferente al terrestre (al de debajo de la Luna), y que el método de conocimiento era la recogida de datos de la experiencia; mientras que en la época de Newton todos los científi cos están de acuerdo en que el mundo es infi nito, que rigen las mismas leyes para el mundo supralunar que sublunar y que el método científi co es el hipotético deductivo. Frente a esto, la fi losofía si-gue dando vueltas a los mismos problemas que en la época de Aristóteles y con las mismas o similares polémicas sin cerrar ninguna etapa. ¿Estas diferencias se deben a que la fi losofía está atrasada respecto a la ciencia y todavía no ha ocurrido «la revolución fi losófi ca» como en cambio sí ha ocurrido «la revolución científi ca»? ¿O es la fi losofía diferente a la ciencia? Kant resuelve de una manera afi rmativa la última cuestión: la fi losofía es diferente de la ciencia. Pero para ello recorre un largo camino en el que en primer lugar se pregunta cómo es la ciencia; a continuación analiza si la fi losofía puede proceder como la ciencia.

¿Cómo es la ciencia? La razón teóricaKant responde que la ciencia consta de juicios sintéticos a priori. Sintéticos quiere decir que amplían nuestro conocimiento sobre el mundo y a priori que no necesitamos de la experiencia para saber que son verdad. Veamos cómo llega Kant a esta conclusión. Kant parte de una doble división entre los juicios: analíticos/sintéticos y a priori/a posteriori.

Los juicios analíticos son aquellos en los que el predicado está conte-nido en el sujeto (verdades de perogrullo, podríamos decir). El ejemplo clásico es: el todo es mayor que la parte. Si alguien sabe lo que es «todo», sabe también que tiene que ser mayor que la parte, si no no sería «todo». Sería una contradicción si decimos que el todo no es mayor que la parte.

Los sintéticos son aquellos que, por el contrario, nos dan informaciones nuevas. Por ejemplo: el armario es verde. «Verde» no está incluido en el con-cepto de armario, puede ser de otro color: marrón, azul, negro… y seguir siendo armario. No hay contradicción alguna si decimos que no es verde.

Recapitulando: en los analíticos el predicado está incluido en el sujeto, y si los negamos incurrimos en contradicción; mientras que en los sinté-ticos el predicado no está incluido en el sujeto, y los podemos negar sin incurrir en contradicción.

En los juicios a priori podemos saber de su verdad sin recurrir a la experiencia, como es el caso de los analíticos. En los juicios a posteriori

Con las piedras que con duro intento los críticos te lanzan, bien puedes erigirte un monumento.

KANT

Filosofía moderna

122

es necesario remitirnos a la experiencia para saber de su verdad, tal como ocurre con los sintéticos.

Luego, los juicios analíticos son a priori y los sintéticos son a poste-riori. Éste es el planteamiento con el que se encuentra Kant. Pero Kant cruza la clasifi cación y establece que los juicios de la ciencia son sintéticos a priori. Sintéticos, porque nos dan nueva información sobre el mundo, y a priori, porque no necesitamos de la experiencia para saber que son verdaderos. Así, si decimos que la recta es la distancia más corta entre dos puntos, este juicio es sintético porque en el sujeto recta no está incluido el predicado distancia, y es a priori porque podemos saber que es verdad sin necesidad de la experiencia.

Ahora bien, ¿cómo podemos llegar a formular estos juicios de la cien-cia, los sintéticos a priori? Han de darse dos tipos de condiciones: de orden empírico y de orden trascendental. Por ejemplo, para el caso de la visión, las condiciones de orden empírico son disponer de una adecuada visión, de una cierta cantidad de luz, de una determinada distancia con el obje-to…; mientras que las transcendentales son siempre las mismas cuando se trata de la percepción corporal. Con respecto a la visión, son el espacio y el tiempo; cualquier cosa que veamos tenemos que hacerlo en un espacio y en un tiempo. Si decimos que hemos visto algo y nos preguntan cuándo y dónde, y respondemos que nunca y en ningún lugar, entonces es que no lo hemos visto. Con ello Kant pretende zanjar una discusión que ya había empezado el siglo anterior entre empiristas y racionalistas: ni sólo los sen-tidos, ni sólo la razón, dirá Kant; la ciencia necesita de ambos.

Kant establece las condiciones transcendentales que nos posibilitan la sensibilidad y el conocimiento científi co para indagar si es posible la cien-cia metafísica. Expone estas condiciones transcendentales en Crítica de la razón pura. Son las siguientes:

♦ Condiciones trascendentales de la sensibilidad: espacio y tiempo.♦ Condiciones trascendentales del entendimiento: categorías.♦ Ilusiones trascendentales de la razón: ideales de la razón pura.

El espacio y el tiempo son tratados por Kant en el apartado de la Crítica de la razón pura titulado: «Estética trascendental». Tal como hemos visto en el ejemplo anterior de la visión, las condiciones transcendentales de la sensibili-dad son el espacio y el tiempo para el caso de la sensibilidad externa, y el tiem-po para la sensibilidad interna. Sensibilidad externa se refi ere al tacto, vista, oído, gusto…; sensibilidad interna se refi ere a lo que podríamos llamar estados emocionales, como recuerdos, melancolías, alegrías… que acontecen siempre en el mismo espacio, nuestro cuerpo, pero se diferencian en el tiempo.

Las categorías son estudiadas por Kant en el apartado: «Analítica tras-cendental». Los humanos, además de sentir, pensamos y emitimos juicios a partir de las informaciones de la sensibilidad. Para ello nos servimos de los conceptos que analizan y agrupan nuestras sensaciones. Los conceptos son como redes que lanzamos para pescar realidad. Existen, según Kant, dos tipos de conceptos: los empíricos y los a priori. Estos últimos son los que reciben el nombre de categorías.

El débil tiembla ante la opinión, el sabio la juzgay el hábil la dirige.

MARIE-JEANNE ROLAND

Sólo hay una religión verdadera, pero pueden haber muchas especiesde fe.

KANT

Tema 8LA ILUSTRACIÓN

123

Las categorías o conceptos puros, como también las llama Kant, no proceden de la experiencia, sino que están en el entendimiento, del mismo modo que los sentidos están en el cuerpo. Así, vemos de una determinada manera (cada animal ve a su manera dependiendo de cómo tenga confi gu-rado el sentido de la vista en este caso) por las características peculiares de nuestro órgano de la vista y pensamos de una determinada manera por las características de nuestro entendimiento, por las categorías. Para Kant hay doce categorías, porque doce son los posibles juicios que podemos hacer. Así, por ejemplo, si tenemos un juicio hipotético del tipo: si quieres ser feliz, busca el placer, estamos refi riéndonos a la categoría de causa, puesto que situamos el placer como causa de la felicidad. Las categorías y mane-ras de ordenar las aportaciones de los sentidos son las siguientes: totalidad, pluralidad, unidad, realidad, negación, limitación, sustancia, causa y reci-procidad, posibilidad, existencia y modalidad.

Kant nos dice que la sensibilidad sin la organización de las categorías es ciega y que las categorías sin la aportación de los sentidos son vacías. Lo que co-nocemos del mundo se llama fenómeno y este conocimiento es posible debido a que encajamos la información de los sentidos en las categorías mentales.

Los ideales de la razón pura o principios reguladores de la razón prác-tica son estudiados por Kant en el apartado: «Dialéctica trascendental». La razón tiene como tarea ir agrupando y organizando lo aportado por los sentidos; cada vez quiere hacer generalizaciones más amplias, pero llega un momento en que ya no puede generalizar más cuando quiere formular cosas tales cómo si el mundo es eterno o tuvo un comienzo, si nuestra alma es mortal o inmortal, si Dios existe o no. No puede responder a estas preguntas porque no cuenta con ninguna experiencia ni sobre el comienzo del mundo, ni sobre nuestra alma, ni sobre la existencia de Dios. Son pre-guntas que van más allá de lo fenoménico, de lo que puede aparecer ante nuestra experiencia: caen dentro de lo nouménico, de lo que no puede aparecer y, por tanto, no podemos organizar; pertenecen al campo de lo nouménico, lo que nos gustaría conocer pero no podemos. Dios, alma y mundo son los llamados ideales de la razón pura.

Queremos y no podemos; entonces, ¿nos olvidamos de ellos?, ¿no nos hacemos más preguntas debido a que no podemos contestarlas? La respues-ta de Kant es que no, que aunque no podamos contestarlas de una manera científi ca, esto es, enunciando juicios sintéticos a priori, es inevitable que nos las hagamos y podamos contestarlas racionalmente de modo ético, no científi co. No podemos hablar de estos temas (Dios, alma y mundo) como hablamos del movimiento de los planetas, por ejemplo; pero tenemos que suponer algo acerca de ellos, porque nos sirven para regular nuestra vida moral, para la razón práctica, para ayudarnos a portarnos bien.

Dios, alma y mundo no podemos conocerlos, pero tenemos que «su-poner» que existen.

La moral. La razón prácticaKant, al referirse a la razón teórica y a la razón práctica, no entiende dos tipos de razón, sino una única razón que realiza dos actividades diferentes, a saber, la actividad teórica de la razón que, como hemos visto, establece

>> Immanuel Kant. Grabado de Birck.

Filosofía moderna

124

las leyes de la naturaleza, y la actividad práctica, que dice cómo hemos de comportarnos. En el primer caso estamos hablando de juicios descripti-vos, de la ciencia; en el segundo, de juicios prescriptivos, de mandatos, de la moral.

La moral ordena, no describe, se rige por imperativos. Este manda-to, en el caso de Kant, se denomina imperativo categórico. Categórico quiere decir que no depende de nada, no tenemos que actuar para evitar o conseguir algo, sino porque debemos hacerlo así. Si actuásemos de un determinado modo para evitar ser criticados, para congraciarnos con alguna amistad, para retener un amor…, no estaríamos actuando bien. Sólo actuamos bien cuando hacemos lo que debemos por deber. ¿En qué consiste este actuar por deber? Consiste en actuar de tal modo que la norma que emplean los varones para actuar en un momento dado pueda ser elevada a ley universal, esto es, válida para todos los varones y para siempre. Kant pone el siguiente ejemplo para ilustrar en qué con-siste el imperativo categórico en la Fundamentación de la metafísica de las costumbres:

[Uno] se ve apremiado por la necesidad de pedir dinero en présta-mo. Bien sabe que no lo podrá pagar, pero sabe también que nadie le prestará nada como no prometa formalmente devolverlo en determina-do tiempo. Siente deseos de hacer tal promesa; pero aún le queda con-ciencia bastante para preguntarse: ¿no está prohibido, no es contrario al deber salir de apuros de esta manera?

Supongamos que decida, sin embargo, hacerlo. Su máxima de ac-ción será ésta: cuando me crea estar apurado de dinero, tomaré a prés-tamo, aun cuando sé que no lo voy a verifi car nunca, y prometeré el pago. Este principio de egoísmo o de la propia utilidad es compatible con todo mi futuro bienestar. Pero la cuestión ahora es ésta: ¿es todo ello lícito? Transformo, pues, la exigencia del egoísmo en una ley uni-versal y dispongo así la pregunta: ¿qué sucedería si mi máxima se tor-nase en ley universal? En seguida veo que nunca puede valer como ley natural universal, ni convenir consigo misma, sino que siempre ha de ser contradictoria. Pues la universalidad de una ley que diga que quien crea estar apurado puede prometer lo que se le ocurra proponiéndose no cumplirlo, haría imposible la promesa misma y el fi n que con ella puede obtenerse, pues nadie creería que recibe una promesa y todos se reirían de tales manifestaciones como de un vano engaño.

¿Para que nos sirven Dios, alma y mundo en nuestra vida moral? Una de las preguntas que nos hacemos es si Dios existe. La razón

no nos sirve para aclararnos y saberlo a ciencia cierta, pero tenemos que suponer que hay un ser perfecto para que nosotros creamos que podemos llegar a serlo e ir perfeccionándonos a lo largo de nuestra vida.

Hemos de suponer que el alma es inmortal, que nuestras renuncias a lo agradable y placentero por cumplir el imperativo categórico tendrán una recompensa en la vida eterna.

Decidimos que el mundo se rige por leyes mecánicas de causa-efecto, tal como nos había dicho Descartes. Recordemos que Hume consideraba

Si actuásemos de un determinado modo para evitar ser criticados, para congraciarnos con alguna amistad, para retener un amor…, no estaríamos actuando bien. Sólo actuamos bien cuando hacemos lo que debemos por deber.

Tema 8LA ILUSTRACIÓN

125

que nuestra creencia en la causalidad no era algo científi co que pudiéra-mos argumentar racionalmente, sino que estaba basada en la costumbre, producto de la repetición. Así, suponemos que las leyes del mundo exter-no se suceden según mecanismos de causa-efecto, que impera la necesidad o, dicho de otro modo, que en la vida moral de los varones tenemos que suponer que rige la libertad.

¿Qué es la libertad para Kant? La libertad es una cualidad de la volun-tad de los varones a la hora de cumplir el imperativo categórico. Consiste en no dejarse infl uir por nada ni nadie; antes bien, decidir de una manera totalmente fría e independiente qué es lo que debemos hacer en cada mo-mento; lo cual es lo mismo que seguir el imperativo categórico.

La humanidad, que no es una sino dosYa hemos dicho anteriormente que Kant reservaba la ilustración, la cien-cia y la moral para los varones, aunque sin decirlo de una manera explíci-ta, pues para esto tenemos que ir a otras obras suyas como Antropología y Observaciones sobre lo bello y lo sublime.

En la época de Kant muchas mujeres y algún varón consideraban que la libertad tendría que alcanzar por igual a varones y mujeres. Muchas de estas últimas la ejercieron de una manera práctica. El apogeo de los debates feministas es contemporáneo a la época de mayor producción fi losófi ca de Kant (entre 1760 y 1790). Sin ir más lejos, su amigo Hippel publicó por esos años: Sobre la mejora de la condición de las mujeres, obra de la que Kant hizo caso omiso, así como también de las críticas que en su época recibieron sus concepciones sobre las mujeres. Veamos cuáles eran éstas.

En Observaciones acerca de lo bello y sublime nos dice que el primero que empleó la expresión de «bello sexo» para referirse a la mujer no imaginó el alcance de su ocurrencia, pues…

…sin tener en cuenta su semblante [de las mujeres] más expresivo y simpático que el del sexo masculino, y sin olvidar tampoco la secreta virtud mágica que hace inclinar nuestra pasión a su favor, quedan rasgos en el carácter emotivo de este sexo [el femenino] que lo hacen bello.

Por otra parte, lo sublime agrupa a las cualidades del sexo masculino.

El bello sexo tiene sin duda tanta inteligencia como el masculi-no, sólo que es una inteligencia bella; la nuestra debe ser una inte-ligencia profunda, como expresión para signifi car lo mismo que lo sublime.

Kant pasa inmediatamente a aclararnos en qué consiste esa diferente inteligencia:

Es particularmente propio de la belleza en todas las acciones, que muestren ligereza en sí mismas y parezca que deban realizarse sin un

Filosofía moderna

126

esfuerzo penoso. En cambio, los esfuerzos y la superación de las difi culta-des despiertan admiración y pertenecen a lo sublime. Una refl exión pro-funda y un tratamiento largo y continuado son nobles, pero pesados y no se corresponden bien con una persona en la que los atractivos naturales no deben mostrar otra cosa que no sea una naturaleza bella.

Por si nos quedaba alguna duda de lo que dice, nos pone los siguientes ejemplos:

Una mujer que tenga la cabeza llena de griego, como la Sra. Dacier, o que mantenga discusiones profundas sobre mecánica, como la marquesa de Chatelet, únicamente puede en todo caso tener además barba; pues éste sería tal vez el semblante para expresar más ostensiblemente el pensa-miento profundo, para el que ellas se promocionan.

Respecto a los conocimientos geográfi cos, ante un mapa desplegado,

las mujeres pueden sentir admiración hacia el globo terráqueo pero no se interesarán por las divisiones de estos países, su industria y sus gobernan-tes. Suponemos que esto pertenece ya al ámbito de lo sublime. Y una vez dicho a lo que no debe dedicarse una mujer, sólo nos queda saber cuál es su objeto más pertinente de estudio:

El contenido de la gran ciencia de la mujer es ante todo el ser hu-mano y, entre los seres humanos, el varón.

Si hay en Kant una diferencia de inteligencia basada en criterios esté-ticos también hay una diferencia en cuanto a la virtud. Quien había for-mulado que sólo se podían califi car de acciones morales aquellas realizadas por puro deber nos dice ahora que la virtud de la mujer es también una virtud bella frente a la del varón, que es una virtud noble. Las mujeres deben evitar el mal no porque sea injusto, sino porque es feo. Para las mu-jeres nada de obligatoriedad, nada de principios. Según Kant, lo contrario a lo bello es lo repugnante, de ahí que el mayor insulto a la mujer sea llamarla «asquerosa». Por eso la limpieza fi gura entre la virtudes de primer orden de la mujer.

Luisa Posada Kubissa no sólo ve una contradicción entre los ideales de la Ilustración mantenidos por Kant y la irritabilidad del autor respecto a la emancipación de las mujeres, sino que lanza la hipótesis de que su visión de las mujeres infl uye en aspectos de su fi losofía que, sólo en apa-riencia, nada tendrían que ver con estas preocupaciones kantianas de que las mujeres sabias deben ser barbudas.

En efecto, el subtexto de género apuntado por Posada estaría en el punto de unión entre la sensibilidad y el entendimiento. En la prime-ra versión de la Crítica de la razón pura lo encuentra en la imaginación, mientras que en la segunda, en el entendimiento. Este destronamiento de la imaginación se debería al intento de Kant de eliminar de su episte-mología una instancia que está asociada con lo femenino, lo irracional, lo ilusorio. Autores de su época, como Jacobi, afi rman explícitamente que la imaginación es una cualidad anímica «típicamente femenina», recoge

>> Mujer aristócrata cantando unaromanza, acompañada del piano.Grabado, La Ilustración Artística, 1884.

Tema 8LA ILUSTRACIÓN

127

Posada Kubissa. Además, señala el posible paralelismo entre lo sensible y lo inteligible con el varón y la mujer.

Kant apunta dos soluciones respecto a la cuestión en Observaciones so-bre lo bello y lo sublime:

♦ La pareja unida confi gura una persona moral, porque aquí se unen el entendimiento del varón y la sensibilidad de la mujer.

♦ En la pareja la mujer manda y el varón reina. Reinar exige una visión racional, mientras que mandar es una inclinación ciega; re-lación que remite a la dicotomía sensibilidad/entendimiento. La sensibilidad sin el entendimiento es ciega y el entendimiento sin la sensibilidad está vacío [texto, p. 130].

En otro campo de investigación, Sheila Lintott utiliza la fi losofía de Kant para la comprensión de fenómenos actuales ligados a problemas con la imagen corporal; en este sentido desarrolla importantes refl exiones sobre el concepto de sublime en Kant y la anorexia nerviosa que en la mayoría de los casos afecta a las mujeres jóvenes. La autora parte de la diferen-ciación kantiana entre lo bello y lo sublime para indicar que no son los ideales estéticos de belleza los que presionan a las mujeres, en su mayoría, hacia el cuerpo imposible, sino el ideal estético más interno de lo sublime. Kant nos dice que la belleza (asociada con las mujeres, como hemos visto) nos da un sentimiento de placer, y este placer es corto, libre, sin ningún propósito.

Lo sublime, según Kant, también nos permite un placer desinteresado, pero la diferencia estriba en que no es directo, sino indirecto. La expe-riencia de lo sublime es simultáneamente de atracción y repulsión; no es tanto de positivo placer como de admiración y respeto, y debe ser llama-do placer negativo. Existen dos clases de sublime: lo matemáticamente sublime y lo dinámicamente sublime, que es lo absolutamente grande. Lo matemáticamente sublime surge, por ejemplo, cuando contemplamos las nubes, vemos también el cielo y nos damos cuenta de que no pode-mos abarcarlo, nos frustramos por esa imposibilidad de abarcarlo en su totalidad. En este momento de frustración nace lo sublime. No podemos percibirlo, pero sí concebirlo. Nos damos cuenta de que nuestras capa-cidades mentales van más allá de nuestros sentidos. Lo dinámicamente sublime se refi ere a aquello que tiene gran poder. Así, las tormentas y vol-canes. Ante estos fenómenos también nos sentimos débiles, pues pueden destruirnos a nosotros mismos. El elemento de miedo es necesario para lo dinámicamente sublime. Pero es un miedo especial, ya que es un miedo «pensado» más que «sentido». Una experiencia semejante nos pone frente al dato de nuestra debilidad, y, sin embargo, es una experiencia positiva, porque también nos evidencia nuestra fuerza física y mental. Como seres físicos que somos, no podemos combatir con las fuerzas de la naturaleza, pero podemos reconocer que una parte de nosotros mismos es superior a estas fuerzas de la naturaleza.

Es así que la experiencia de lo sublime es un proceso de autoconoci-miento, nos damos cuenta de que el objeto de la naturaleza es sublime y

Kant nos dice que la belleza nos da un sentimiento de placer, y este placer es corto, libre, sin ningún propósito.

Filosofía moderna

128

de que lo sublime reside en nosotros mismos, dado que podemos trascender nuestras natu-rales inclinaciones y, en casos extremos, resis-tir totalmente a ellas. Aprendemos que una parte de nosotros es fuerte.

Respecto a la relación entre lo sublime y la anorexia, Lintott señala que ésta es defi -nida habitualmente como una preocupación exagerada con la comida, la dieta y la imagen corporal. Aunque etimológicamente signifi -ca falta de apetito, la persona anoréxica no tiene falta de apetito, sino que el apetito es su razón de ser. Su vida tiene sentido como una lucha contra el apetito, su aspecto no es más que el símbolo de su fuerza de voluntad interna. Así, podemos entender los desór-denes alimenticios como motivados por lo sublime en el sentido siguiente: yo, que ne-cesito alimentarme para vivir, puedo domi-

nar esa necesidad natural, bien prescindiendo de todo alimento, bien disfrutando el alimento sin cuidar de alimentarme, valga la redundancia. Quienes tienen desórdenes alimenticios, al igual que quien es víctima de una tormenta, no se da cuenta de la fuerza de su voluntad; de que, aunque su cuerpo se destruya, no puede destruirse su espíritu. Es típico que la persona anoréxica prepare excelentes comidas para sus amigos que ella no come; la comida es importante para ella. La meta de un desorden alimenticio es la total dominación de la mente sobre el cuerpo.

Según Lintott, quien hace dieta es diferente en clase y grado de quien tiene un desorden alimenticio. En el primer caso, se desea que el apeti-to desaparezca, mientras que quien tiene un desorden alimenticio de-pende de su hambre para su identidad. Quien hace dieta considera que debe conformarse físicamente con los modelos externos. Por el contra-rio, quien tiene un desorden alimenticio piensa que debe mostrar estos ideales a través de la delgadez. Su protesta es motivada por su rechazo a hacer de su cuerpo algo del agrado de los demás. Es un rechazo a la minucia de la belleza como elemento para satisfacer a otros. La belleza como medio para agradar a otros tiene un nulo interés, al igual que en Kant la experiencia de lo sublime convierte en despreciables nuestras preocupaciones habituales.

La conclusión que extrae Sheila Lintott es que los desórdenes ali-menticios no son consecuencia de una preocupación de la belleza mar-cada por los modelos, sino que son resultado del autocontrol para ser socialmente aceptable. No hay un contínuum entre comer sin preocu-pación, comer con dieta y sufrir desórdenes alimenticios. Éstos no son debidos a los ideales estandarizados de belleza, sino a un rechazo de ellos. Quienes escogen este camino expresan su poder exhibiendo lo que podríamos llamar «poder mental». Así, para un tratamiento efi caz hace falta convencer a las personas anoréxicas de que tienen otros cami-nos para expresar su poder sin recurrir al control corporal. Se les deben

>> La condesa de Chinchón. Retrato de la esposa de Godoy realizado en el año 1800 por Goya.

Tema 8LA ILUSTRACIÓN

129

facilitar otros caminos de acceso a lo sublime que no sean tan destruc-tivos: «un desorden alimenticio es la respuesta a la falta de autonomía» nos dice Lintott.

Los juegos kantianos para dejar a las mujeres fuera del conocimiento y de la ética tienen también un contrapunto en la fi gura de Hippel, quien en la obra ya mencionada anteriormente, Sobre la mejora de condición de las mujeres, afi rma que «todas las mujeres, con excepción de las reinas, son consideradas como menores hasta que se mueren». Hippel pone de ma-nifi esto que el estado de derecho no trata por igual a varones y a mujeres. Nos dice:

Ya no vivimos en tiempos en los que se pueda convencer al otro sexo de que el no poseer la mayoría de edad les es ventajoso, que este estado de dependencia es más agradable y les produce menos problemas que una emancipación que las sobrecargaría con responsabilidades, problemas y con miles de incomodidades de la vida burguesa.

No encuentra ventajas en la situación de las mujeres, ni aún en la mejor de las posibles: mujer burguesa a la que los varones consideran el bello sexo y hacia la que despliegan modales galantes. Hippel se muestra incendiario contra la belleza y la galantería cuando propone «destruir la bastilla de la galantería en la que se encuentra el sexo bello».

Tampoco universaliza la supuesta debilidad física femenina que aque-jaba a algunas mujeres burguesas, al encontrar mujeres de todas las cultu-ras que trabajan duro: «la clase trabajadora no conoce ninguna enferme-dad femenina». La debilidad mental la atribuye Hippel a la falta de edu-cación. Y es, precisamente, en el ámbito del proyecto educativo donde le falla la teoría emancipatoria. Para él, la educación será igual para niños y niñas hasta la edad de los doce años, pero nada dice de cómo debe-ría continuar. En esta primera etapa la educación estará en manos de las mujeres. Además de maestra para la primera infancia, Hippel encuentra adecuadas para las mujeres las profesiones de maestra de baile y canto, y ginecóloga.

Kant tuvo que conocer los argumentos de Hippel, pero siguió la co-rriente del movimiento que se opone a la educación de las mujeres, tanto en la teoría como en la práctica.

Cavana da cuenta de la abundante bibliografía en la Alemania de fi nales del xviii contra la educación de las mujeres. Los maridos pierden más que ganan con una mujer erudita. El ilustrado Heinrich Campe es-cribe respecto a este asunto:

¿Crees tú que a un marido al que le sirven comidas demasiado saladas o quemadas, o cuando no se cuida el orden de la casa, ni la colada, o cuando se gasta demasiado se le puede compensar por medio de una conversación erudita?

La buena vida, la vida confortable para el varón sería incompatible con la compañía de una esposa culta.

Ignoramos nuestra verdadera estatura hasta que nos ponemos de pie.

EMILY DICKINSON

Filosofía moderna

130130

ACTIVIDADES

PARA COMPARAR

Según el ejemplo que pone Kant de quien pide un préstamo sabiendo que no va a pagarlo y prometiendo hacerlo, describe una situación en la que debe decidirse qué hacer y razona la conducta que habría que seguir de acuerdo con el imperativo categórico.

PARA COMENTAR

TEXTO

Indagar antes de casarse las cualidades morales de un varón, principalmente

si es joven, no es nunca cosa de una mujer. Cree ésta poder corregirle; una

mujer razonable, dice, puede disipar a un hombre corrompido, juicio en el que

se encuentra las más de las veces engañada de la manera más lamentable. A

esta clase de opiniones pertenece también la de aquellas confi adas que creen

que pueden dispensarse los extravíos de esta clase de hombres antes del ma-

trimonio, porque si no se han simplemente agotado, tendrán con su mujer

bastante para satisfacer este instinto. Las pobres niñas no refl exionan que el

libertinaje en este asunto consiste en la variedad de goce, y la monotonía del

matrimonio hará que aquellos retornen a su vida anterior.

KANT, Antropología

PARA REPASAR

Di si son verdaderas o falsas las siguientes afi rmaciones:

Para Kant la fi losofía es una ciencia. El mundo que podemos percibir recibe el nombre de nouménico. Nuestro objetivo es alcanzar la felicidad. El conocimiento aportado por los sentidos es sufi ciente para nues-tro conocimiento del mundo.

Se puede demostrar racionalmente la existencia de Dios. El principio de libertad es aplicable por igual a todos los humanos.

Defi ne qué signifi can, en general, las siguientes palabras: estética, analítica y dialéctica.

¿Qué desarrollo tienen los anteriores conceptos en las fi losofías de Pla-tón y de Kant? Establece todas las analogías y diferencias posibles.

Dios, alma y mundo son las tres sustancias cartesianas de las que tanto Hume como Kant se ocupan. Elabora un cuadro de triple entrada en el que en las fi las pongas: Dios, alma y mundo, y en las columnas: Descartes, Hume y Kant. A continuación rellena las casillas explicando brevemente qué signifi cado tenía cada uno de estos conceptos para los autores.

Redacta las relaciones que existen entre el concepto de sustancia de Aristóteles y la de Decartes, Hume y Kant.

➤ Parafrasea el texto kantiano.

➤ ¿Crees que actualmente se sigue

dando en las chicas esa creencia de

la que habla Kant?

➤ ¿En qué supuestos se funda esta

creencia?