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Udelar 1908 el año inaugural

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1908 El año augural

Archivo General

Universidad de la República

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1908 El año augural

Archivo General

Universidad de la República

Vania Markarian

María Eugenia Jung

Isabel Wschebor

Aniversarios 2008 - Universidad de la República

Volumen I

Page 6: 6. Archivo General Udelar_ 1908 El Año Augural

© Universidad de la República, Montevideo, Uruguay, 2008.

Queda hecho el depósito que marca la ley

Impreso en el Uruguay, 2008

ISBN: 9974-0-0317-2

Page 7: 6. Archivo General Udelar_ 1908 El Año Augural

Tabla de Contenidos

Agradecimientos 9

Introducción 11

1. El impulso transformador y la gestión de Eduardo Acevedo 17 Documentos 33

2. La nueva Ley Orgánica 57 Documentos 69

3. El primer Congreso Internacional de Estudiantes Americanos 95 Documentos 107

Listado de documentos publicados 139

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Page 9: 6. Archivo General Udelar_ 1908 El Año Augural

A Gladys Fernández, del Archivo General de la Universidad,

por su amabilidad y colaboración en todas las etapas de este

trabajo.

A las archivólogas Adriana Juncal, Natalia Feippe y Margarita

Fernández por su aporte técnico, desde el Archivo General de

la Universidad, en todas las tareas de detección y descripción

documental.

Al director de la Biblioteca Nacional, Tomás de Mattos, y a la

directora del Archivo General de la Nación, Alicia Casas, por

ayudarnos a tener mejores condiciones de trabajo. A todo el

personal de esas dos instituciones por la misma razón.

A Jorge Ares Pons por acercarnos valiosos materiales de su co-

lección personal.

A la oficina del Rectorado, especialmente a Adrián Márquez, Juan

Queijo y Graciela Sapriza, por su confianza en nuestro equipo y

su permanente disponibilidad para trámites y consultas.

Agradecimientos

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Page 11: 6. Archivo General Udelar_ 1908 El Año Augural

Introducción

Se cumplen este año aniversarios importantes de cinco momentos centrales

en la historia de la Universidad de la República en el siglo veinte. En antici-

pación de los mismos, el Rectorado y el Archivo General de la Universidad

se propusieron sumar esfuerzos para realizar una serie de publicaciones de

recopilación documental que dieran cuenta de su relevancia en la trayectoria

de nuestra institución.

Al presentar la primera de esas publicaciones, parece pertinente hacer dos

comentarios preliminares sobre el enfoque asumido por el equipo de investiga-

dores encargado de la tarea. En primer lugar, queremos reconocer la atracción

de los números redondos y asumir sin timidez el ánimo celebratorio que in-

sufla esta iniciativa. En esa dirección, vale la pena aclarar que la opción por la

selección documental no trata de cubrir con un manto de objetividad nuestro

aporte a las celebraciones. Sabemos que, como todo emprendimiento de análi-

sis histórico, esta tarea implica recortes y opciones para separar del caudal de

documentos disponibles aquéllos que creemos mejor representan los procesos

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12 Universidad de la República | Aniversarios 2008

que estamos recordando. Al mismo tiempo, apostamos a que la circulación de

estos documentos habilite diferentes lecturas y promueva el debate sobre los

múltiples significados asignados al pasado a partir de los intereses y preocupa-

ciones del presente.

El segundo comentario es en realidad un reconocimiento a quienes nos

precedieron en el estudio de la historia de la Universidad de la República.

Entre ellos, cabe aquí el homenaje a Juan Antonio Oddone y Blanca París por

su pionera tarea de recopilación y análisis. Han pasado casi cuarenta años de

la primera edición de su obra sin que se produjeran trabajos similares por su

esfuerzo de síntesis y visión global. No son éstos los libros que llenarán ese vacío,

aunque la faena es urgente. Tratamos, sin embargo, de sumar en esa dirección,

eligiendo en cada caso unos pocos ejes temáticos que nos permitieran ahondar

en los procesos históricos representados en las fechas emblemáticas que estamos

conmemorando.

Con ese propósito, recorrimos numerosas instituciones, archivos, bibliotecas y

centros de documentación y tratamos de recoger de forma sistemática los rastros

del pasado. Los tres repositorios más importantes para esta publicación fueron

el Archivo General de la Universidad, donde consultamos las actas del Consejo

Central, el Archivo General de la Nación, donde accedimos a los expedientes de

la administración universitaria, y la Biblioteca Nacional, donde encontramos los

órganos estudiantiles y otras publicaciones vinculadas a la Universidad. Luego

de esa etapa de exploración documental, evaluamos y seleccionamos las fuentes

detectadas y nos abocamos a redactar breves introducciones que pusieran en

contexto nuestras recopilaciones.

En el caso de este primer volumen, dedicado al año 1908, el desafío prin-

cipal fue dar cuenta de un largo y complejo camino que tuvo entonces dos

grandes mojones. Efectivamente, este “año decisivo”, como lo llamaron París

y Oddone, se inauguró con el primer Congreso Internacional de Estudiantes

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Volumen I | 1908 13

Americanos y culminó con la aprobación de una nueva Ley Orgánica para la

Universidad. Con la voluntad filiatoria que caracteriza toda conmemoración,

podemos ver en esos hitos el germen de algunos rasgos perdurables de la vida

universitaria como el cogobierno estudiantil y la autonomía de las diferentes

ramas de la investigación y la enseñanza a nivel superior. Sin embargo, el

recorrido no puede dejar de notar que el clima de la época, sus impulsos y

sus frenos, hicieron de 1908 un año complejo en términos de construcción

institucional, desarrollo académico y diversidad de propuestas que estaban

a consideración de la comunidad universitaria y el elenco político nacional.

Ese año fue, en realidad, la culminación de procesos iniciados varios años

antes, por lo menos con la asunción de Eduardo Acevedo como Rector de

la Universidad en 1904 y en gran parte asociados a las circunstancias de su

alejamiento del cargo en 1907.

Por eso, el presente volumen se abre con un recorrido de los grandes cam-

bios del período 1904-1907, destacando la impronta que Acevedo, en apretada

colaboración con el gobierno de José Batlle y Ordóñez, impuso a la institución

tanto en sus aspectos docentes como de investigación científica, siempre con el

objetivo de transformar a la Universidad en un centro de creación y difusión del

conocimiento para toda la sociedad. En lo relativo a la docencia, la discusión

sobre la enseñanza secundaria, en esa época dependiente de la Universidad, la

modificación del régimen de exámenes y de asistencia, los nuevos planes y pro-

gramas, fueron algunas de las medidas que intentaron combatir la orientación

“profesionalista” hasta entonces predominante y acercar la educación superior

a nuevos sectores sociales. En el plano de la investigación, estrechamente rela-

cionado con la necesidad de ofrecer educación de alta calidad, debe destacarse

la creación de las nuevas facultades de Agronomía, Veterinaria y Comercio,

así como la reorientación de los programas aplicados en los demás centros, la

contratación de profesores extranjeros, entre otras decisiones que apuntaron a

hacer de la Universidad un actor imprescindible del desarrollo nacional.

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14 Universidad de la República | Aniversarios 2008

La segunda sección del libro se propone describir las grandes transforma-

ciones institucionales que trajo la Ley Orgánica de 1908, analizando tanto sus

aspectos de freno al proceso reformista anteriormente descripto como su calidad

de impulsora de cambios esenciales en el gobierno de la casa de estudios. En el

primer sentido, se destaca el desgajamiento de las nuevas facultades de la órbita

universitaria y la descentralización del proceso de toma de decisiones, asuntos

centrales en el definitivo alejamiento entre Acevedo y el nuevo gobierno nacio-

nal encabezado por Claudio Williman. En el segundo sentido, la novedad más

importante de la nueva ley fue sin duda la introducción de la representación

estudiantil, aunque todavía de modo indirecto, en las diferentes instancias de

dirección de la Universidad.

De ahí en más, el cuerpo estudiantil se convirtió en un protagonista fun-

damental de la vida universitaria y proyectó su influencia más allá de sus

puertas. De esos temas trata el tercer apartado de esta publicación, centrado en

el histórico congreso de estudiantes latinoamericanos que se celebró en enero

y febrero de 1908 en Montevideo. A instancias de la Asociación de los Estu-

diantes de Montevideo, delegados de varios países del continente debatieron la

problemática de la educación superior y exigieron participación en el gobierno

de sus instituciones. El congreso debe entenderse en el marco del muy activo

pero aún incipiente movimiento estudiantil uruguayo, sus reclamos dentro y

fuera de la institución, sus relaciones con otros actores políticos y sociales, las

muchas dificultades y logros de esta etapa fundacional.

Las breves páginas que abren cada uno de esos capítulos buscan simplemente

servir de guía y contexto para las selecciones documentales que las acompañan

y constituyen el grueso de esta publicación, con el objetivo de aportar mate-

riales para la discusión sobre el pasado, el presente y el futuro de nuestra casa

de estudios. Si la comunidad universitaria encuentra en este libro un insumo

para esas inaplazables discusiones, habremos cumplido con el propósito que

nos planteamos al unirnos a la celebración de los importantes aniversarios que

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Volumen I | 1908 15

se cumplen este año. Esperamos que los próximos cuatro volúmenes sigan co-

laborando en esa dirección.

Vania Markarian

Responsable del Área de Investigación Histórica

Archivo General de la Universidad de la República

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Notas sobre los criterios de edición

Se omitieron referencias a los aspectos formales de los documentos (sellos, membretes, etc.) para hacer más ágil la lectura. Con el mismo objetivo, se co-rrigieron algunos detalles de escritura en aquellos casos en que los errores eran obviamente involuntarios o el texto contenía formas en desuso que entorpecían la lectura. Al final de cada documento se agregó la referencia a la fuente de la cual fue tomado.

Dos símbolos que requieren explicación:

[…] fragmentos omitidos.

[abc] palabras agregadas por las autoras.

Page 17: 6. Archivo General Udelar_ 1908 El Año Augural

1 El impulso transformador

y la gestión de Eduardo Acevedo

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Durante todo este período, el desarrollo de la Universidad acompasó los

cambios económicos, sociales y políticos de Uruguay. Su primer impulso

transformador ha sido situado luego de la crisis de 1875, cuando el proceso

modernizador del país removió las bases tradicionales de la educación superior

de acuerdo al credo positivista encarnado por el Rector Alfredo Vázquez Ace-

vedo. Durante los años que Vázquez Acevedo estuvo al frente de la Universidad

(1885-93 y 1895-9), se revisaron sus fines, programas y estructura sentando las

bases de una institución “tecnocrática y utilitaria con acento profesionalista y

apolítico”, en palabras de Juan Oddone y Blanca París.1

Las primeras décadas del siglo XX profundizaron el proceso modernizador.

En ese contexto, la Universidad vivió un segundo momento reformista que, en

alguna medida, continuó la obra de Vázquez Acevedo. De esa manera, entre

1904 y 1907, durante el rectorado de Eduardo Acevedo, la institución inició

una nueva etapa de crecimiento y significativas transformaciones. El aumento

de la población estudiantil, que se duplicó entre 1903 y 1915, da una pauta

de este proceso expansivo y de la atracción que en ciertas capas de la población

ejercía el ideal de vida del profesional universitario.2

1 Juan Antonio Oddone y Blanca París, La universidad uruguaya del militarismo a la crisis 1885-1958 (Montevideo: Universidad de la República, 1971), XIV.

2 Ver José Pedro Barrán y Benjamín Nahum, Batlle, los estancieros y el imperio británico, Tomo 1: El Uruguay del Novecientos (Montevideo: EBO, 1979), 129-30.

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20 Universidad de la República | Aniversarios 2008

A partir de su asunción en agosto de 1904, las propuestas de Eduardo

Acevedo marcaron un cambio de rumbo en la discusión e implementación de

importantes reformas institucionales y de corte académico. Lo más sobresaliente

de esta etapa fue, sin duda, el fuerte replanteo de los fines de la enseñanza y del

papel global que la Universidad debía desempeñar en la sociedad. Se procuraba

dar una nueva orientación a la institución en aras de potenciar su expansión y

diversificación. En esa dirección estaban dirigidos los cuestionamientos cada

vez más persistentes que destacadas personalidades del cuerpo docente, inclui-

do Acevedo, habían comenzado a manifestar acerca del perfil “profesionalista”

dominante hasta el momento. Desde su visión, la institución debía ir más allá

de la formación de profesionales, convirtiéndose en un centro de generación de

cultura y de promoción científica con miras a alcanzar una mayor inserción en el

medio social. En esa misma línea estaban las palabras de Carlos María De Pena,

Decano de Derecho, quien en un informe presentado al Consejo Central en 1905

indicaba que la Universidad no debía resignar “bajo ningún pretexto los fines

de alta cultura: la investigación directa, la disciplina del saber, la aplicación del

método científico, la comparación de los resultados adquiridos y la adaptación

de todo eso al medio en que se vive.”3

En esa dirección general de transformar a la Universidad en un foco

de creación y propagación del conocimiento iban muchas de las reformas

planteadas y llevadas adelante con diferente grado de éxito en esta etapa.

Acevedo lanzó su plan de reformas apenas asumió el cargo de Rector. Ya en

la primera sesión del Consejo universitario a la que asistió en esa calidad,

presentó cuatro proyectos relativos a la modificación de los planes de estudios,

el abordaje de los aspectos edilicios de la Sección de Enseñanza Secundaria,

la reglamentación del ingreso a la misma y el sistema general de exámenes.

Pocos días después, el 17 de agosto de 1904, el Consejo sancionó los pro-

yectos referidos al examen de ingreso, el plan de estudios y el edificio para

3 Citado por J. A. Oddone y B. París, ob. cit., 355.

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Volumen I | 1908 21

secundaria. Entre el 23 y el 26 de setiembre de ese mismo año, se produjo

la discusión general y la aprobación del proyecto de reglamentación de

exámenes que tendría aplicación en la Facultad de Derecho y en la Sección

de Enseñanza Secundaria.4 Acevedo se preocupó también por la estructura

edilicia de la Universidad. En octubre de 1904, apenas finalizada la guerra

civil, se colocó la piedra fundamental de lo que sería el nuevo edificio de

la Facultad de Medicina, situado en la antigua Plaza de Frutos del barrio

La Aguada. En setiembre de 1905, comenzó a construirse sobre la calle 18

de Julio la nueva sede central de la Universidad y la Facultad de Derecho

y Ciencias Sociales.

El muy buen relacionamiento de la Universidad con el gobierno nacional

generó inmejorables condiciones para la realización de este proceso transforma-

dor. El plan de Acevedo gozó del apoyo político necesario y contó con un flujo

de recursos del gobierno central que fue decisivo para la rápida implementación

de los cambios propuestos. Como el propio Acevedo reconoció en su discurso

de inauguración de los cursos de 1905, “Ni una sola iniciativa del Consejo

Universitario ha encontrado resistencia en el seno del Poder Ejecutivo, y si en

algún caso la ha encontrado, ha sido para recibir más desarrollo”.5

A los efectos del presente análisis, es posible identificar dos áreas de aplicación

del plan de reorganización de Acevedo: una vinculada a los aspectos educativos

(fundamentalmente la modificación del régimen de promociones y calificaciones)

y otra ligada a la investigación (especialmente en lo relativo a la creación de

nuevas facultades de Agronomía, Veterinaria y Comercio).

4 Ver Libro de Actas de las Sesiones celebradas por el Consejo Universitario, N°12 (enero de 1903-abril de 1905), 8 de agosto de 1904, 313-5, Archivo General de la Universidad de la República, Montevideo.

5 Eduardo Acevedo, “La enseñanza universitaria en 1905”, en Anales de la Universidad 1906, T. XVII, N°81, 102-3.

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22 Universidad de la República | Aniversarios 2008

En el plano de la enseñanza, las transformaciones impulsadas abarcaron

desde los contenidos, planes y programas de estudio, hasta el reconocimiento

de la necesidad de mejorar la labor docente mediante la instrumentación de

instancias de formación pedagógica. El empuje reformador en esta área eviden-

ciaba una fuerte influencia de los métodos, orientaciones y técnicas provenientes

de Europa, particularmente de Alemania.6 En este marco, una de las notas

salientes fue la acentuación del carácter práctico de la enseñanza conteste con

el cuestionamiento a la orientación profesionalista entonces dominante en la

Universidad. Se instrumentaron cambios en los planes de estudio que incorpo-

raron como novedad el incremento de las horas de práctica y la obligatoriedad

de la asistencia a los cursos.

En concordancia con esos criterios generales, el decano de la Facultad de

Medicina, Alfredo Navarro, propuso la reforma integral del plan de estudios para

implementar el sistema de profesores agregados y acentuar el carácter práctico de

la enseñanza. Asimismo, en la Facultad de Derecho se impuso la obligatoriedad

de la práctica profesional y se llevó a cabo una importante reforma en la práctica

forense. Los cambios alcanzaron también a la Facultad de Matemáticas donde,

sobre la base de un ambiente de mayor apertura hacia el desarrollo técnico, se

encaró una reestructura que se ajustaba a la promoción de la actividad industrial

que auspiciaba el gobierno de Batlle. Además, el proyecto de convertir a la Es-

cuela de Artes y Oficios en Escuela Politécnica estaba dirigido a la coordinación

de la enseñanza industrial con la universitaria.7

Otro aspecto a ser destacado fueron las modificaciones que se procuró realizar en

la Sección de Enseñanza Media y Secundaria. Acevedo consideraba que era indispen-

sable la coordinación de todas las ramas de la enseñanza bajo la órbita de una única

dirección. En ese sentido y conforme con las intenciones del gobierno de Batlle y

Ordoñez, prestó especial atención al desarrollo de la educación secundaria y defendió

6 Ver J. A. Oddone y B. París, ob. cit., 71.

7 Ver ibídem, 65-7.

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Volumen I | 1908 23

que fuera mantenida bajo la dependencia universitaria. Durante su rectorado hubo

intentos de modificar ese tramo del proceso educativo introduciendo el concepto

de “enseñanza media” para diferenciarla de los años preparatorios del ingreso a las

carreras universitarias. El cometido de este ciclo sería profundizar el saber escolar y

aportar una educación que preparara y creara aptitudes para la “vida”.

Al mismo tiempo, el interés gubernamental por la difusión de la enseñanza

secundaria, que respondía en buena medida a la necesidad de dar cabida a las

aspiraciones de una clase media urbana en evidente ascenso, impactó en la interna

universitaria.8 La propuesta del Poder Ejecutivo de crear liceos departamenta-

les dio pié a un intenso debate acerca de sus fines. A partir de la iniciativa de

Batlle de destinar el sobrante de la conversión de deuda pública a la expansión

de la enseñanza media en el interior del país, el Consejo universitario estudió y

definió una propuesta de organización de “liceos de campaña”.9 Este proyecto

quedó finalmente trunco debido a las resistencias que generó, pero su discusión

evidenció el choque de dos concepciones pedagógicas: una que pretendía una

enseñanza media que promoviera una formación más amplia que la preparación

para las profesiones liberales y otra que bregaba por la creación de un bachillerato

semejante al que ya funcionaba en Montevideo. Fue la primera opción la que pre-

valeció y sobre la cual se fundamentó la instalación de los liceos departamentales

diez años después.10 Por el momento, a pesar de las intenciones manifiestas, de

los cambios de programas y del aumento de su alumnado, secundaria mantuvo

un perfil pre-universitario.

8 Ver J. P. Barrán y B. Nahum, ob. cit., 129-30.

9 Ver expediente titulado “Decretos del Poder Ejecutivo por los cuales se destina el sobrante de la Conversión y reembolso en títulos de la nueva deuda a la construcción y organización de las escuelas de Veterinaria y Agronomía y de los Liceos de Enseñanza Secundaria en los Departamentos de Campaña”, en Universidad de la República, 4 de agosto de 1906, Caja 91, Carpeta 13, Archivo General de la Nación, Montevideo. La conversión de deuda fue el resultado de una operación financiera del gobierno vinculada a la colocación del Empréstito de Conversión en París, con un monto de 32 millones de pesos destinado a rescatar deudas internas e invertir en obras públicas.

10 Ver J. A. Oddone y B. París, ob. cit., 61-2.

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24 Universidad de la República | Aniversarios 2008

Otra de las propuestas académicas y pedagógicas de mayor significación du-

rante el rectorado de Acevedo fue el cambio del régimen de exámenes vigente.

Este sistema estaba desde tiempo atrás sujeto a insistentes críticas por parte de

docentes y estudiantes. La iniciativa de Acevedo recogía dichas críticas, ejem-

plificadas en la propuesta del dir ector de la Sección de Enseñanza Secundaria,

Carlos Vaz Ferreira, quien en 1902 había planteado al Consejo la eliminación

del sistema de exámenes.11 Se buscaba así erradicar lo que se consideraba los

dos males principales que aquejaban a la enseñanza secundaria: el ausentismo

en las aulas y la excesiva preocupación de los estudiantes por prepararse para las

pruebas y no para “saber, y para entender, reflexionar, trabajar y practicar.”12

Acevedo recogió esta inquietud y propuso la “urgente reforma en los

planes y procedimientos de enseñanza y en la naturaleza de las pruebas de

suficiencia.”13 Su planteo fue discutido, modificado y sancionado por el Consejo

el 12 de diciembre de 1904 y finalmente aprobado por el Ejecutivo que decretó

su aplicación en forma de “ensayo”. El nuevo sistema preveía que aquellos

estudiantes que lograran una actuación satisfactoria durante el curso quedaran

exonerados de la obligación de rendir el examen final. Para medir la suficiencia

de los alumnos se proponía la instrumentación de ejercicios escritos así como

la evaluación de sus actuaciones orales en clase. En 1906, Acevedo valoraba

en forma muy positiva la aplicación provisoria del nuevo régimen destacando

el aumento notable de la “intensidad del estudio” y enfatizando su incidencia

en el incremento de la población estudiantil. De acuerdo con las estadísticas

universitarias, la Sección Secundaria había experimentado un crecimiento de

300 a 661 alumnos y la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales había pasado

de 49 a 143 estudiantes.14

11 Citado por J. A. Oddone y B. París, ob. cit., 291-5.

12 Ibídem.

13 E. Acevedo, “La enseñanza universitaria en 1905”, en Anales de la Universidad 1906, T. XVII, N°81, 105.

14 Ver ibídem.

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Volumen I | 1908 25

Los estudiantes también habían expresado su descontento con el sistema

de exámenes en diversas notas al Consejo y en sus medios de prensa. Habían

cuestionado especialmente la forma en que se llevaban a cabo los exámenes y los

procedimientos para conformar las mesas examinadoras, al tiempo que pedían

prórrogas de los períodos de prueba. En este sentido, habían sostenido que la

exclusión de las mesas de exámenes de los docentes que impartían lecciones

particulares fuera de la Universidad había provocado que el “personal idóneo

para formar dictamen sobre nuestra suficiencia se volviera muy reducido.”15 Ha-

bían denunciado asimismo que profesores titulares “remisos o poco cuidadosos

del cumplimiento de su deber que por desgracia son muchos” no concurrían

a los tribunales dando lugar a que las vacantes fueran llenadas por profesores

sustitutos muchas veces “incompetentes”.16

Pero pese a sus protestas contra el sistema en uso, los estudiantes miraron con

suspicacia la implementación del nuevo régimen y otros aspectos de las reformas

llevadas adelante por Acevedo: “Desde que se habló de reformas y desde que

algunas de ellas se hicieron conocer como; v.gr.: la relativa al horario continuo

de clases, pudimos cerciorarnos que eran planta extranjera que se quería hacer

vegetar en nuestro suelo. Su origen es bueno, es sano, es fecundo, no lo nega-

mos ¡pero, se pretende acaso implantar en nuestra libérrima tierra el régimen

establecido en la Alemania de los Moltke, de los Bismark, de los Guillermo II y

sus antecesores, en donde, todo hasta las conciencias están militarizadas”, afir-

maban.17 Las polémicas acerca de la exoneración del examen final continuaron

durante todo el período de su aplicación traspasando las fronteras universitarias

hasta el parlamento. Estos debates acompañaron el proceso de discusión sobre

la reorganización universitaria. Finalmente, el nuevo sistema no prosperó, entre

otras causas, por la resistencia que opusieron estudiantes y docentes. Luego de

15 Revista Estudiantil, 30 de mayo de 1904.

16 Revista Estudiantil, 30 de junio de 1904.

17 Revista Estudiantil, 20 de setiembre de 1904.

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26 Universidad de la República | Aniversarios 2008

la promulgación de la nueva Ley Orgánica de la Universidad, en diciembre de

1908, se retornó al régimen anterior.

Fue un fracaso del programa de Acevedo en uno de sus aspectos más im-

portantes, vinculado a la orientación general y el propósito de la enseñanza

universitaria en el país. En este sentido, es importante resaltar que ese programa

no trataba de eliminar los objetivos “profesionalistas” de la enseñanza superior

sino de transformarlos decisivamente. De modo similar, la diversificación de

las ramas de enseñanza e investigación, no atacaba la función tradicional de

la Universidad como formadora de las clases dirigentes sino que promovía un

concepto más amplio de quienes conformaban esos elencos y daba cuenta de la

importancia que habían adquirido nuevos sectores sociales en el país.

En este marco, empezó a evidenciarse una creciente preocupación por el

desarrollo científico, por su incorporación a la enseñanza universitaria y sus

aplicaciones generales. Este interés respondía a un ambiente de mayor apertura

hacia la ciencia aplicada, la investigación y la difusión de las nuevas técnicas.

Con este propósito, la Universidad recabó información acerca de los progresos

científicos y las instituciones que los lideraban en Europa y Estados Unidos. Al

mismo tiempo, se fomentó, mediante la autorización de licencias especiales, que

los docentes viajaran al exterior para especializarse, estableciendo contactos con

distintos centros de investigación y adquiriendo el instrumental necesario para

los institutos y laboratorios que por ese entonces se estaban creando en Uru-

guay. También se instrumentaron bolsas de viaje para que los recién egresados

pudieran acceder a estudios complementarios en el exterior.

La constitución de la Facultad de Agronomía y Veterinaria y de la Facultad

de Comercio, particularmente la primera, fue una pieza clave en este proceso

de transformaciones. El interés por los estudios vinculados a la agricultura y la

ganadería como forma de resolver los efectos negativos del proceso moderniza-

dor iniciado a fines del siglo XIX no era una novedad, ya que habían existido

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Volumen I | 1908 27

intentos anteriores del Poder Ejecutivo de organizar una escuela de agricultura

y una granja experimental.18 Pero las distintas iniciativas no prosperaron y fue

durante el gobierno de José Batlle y Ordoñez que se logró un marco propicio

para su concreción. El batllismo proponía un “modelo integrador” que, basado

en un extendido optimismo sobre las condiciones productivas del país, pretendía

superar la dicotomía entre ganadería y agricultura mediante la modernización de

las técnicas ganaderas y de los sistemas de cultivo. Estas mejoras se reflejarían en la

diversificación de las exportaciones cuyo excedente sería destinado a la importación

de maquinarias y de insumos destinados a la industria.19

En este contexto, debe entenderse el impulso a la constitución y promoción de

las nuevas disciplinas en el ámbito universitario. La creación de las Facultades de

Agronomía, Veterinaria y Comercio se aprobó en 1903. Sin embargo, no era aún claro

en el ámbito gubernamental cuál sería la naturaleza de las nuevas instituciones.20 La

Universidad y muy especialmente su Rector, insistió en que debían tener rango de

estudios superiores y reivindicó que quedaran bajo su órbita. Acevedo señaló en 1905

que un país cuyos principales productos exportables eran derivados de la ganadería

y la agricultura debía destinar esfuerzos y recursos a la proyectada Facultad “que le

den vida propia y exuberante”. Según el Rector, los estudios agronómicos y veteri-

narios abrirían un camino al hijo del estanciero y al hijo del agricultor, formando

“continuadores inteligentes” de la fuente de riqueza a la que por sus padres ya estaban

vinculados. Las acciones emprendidas desde la Universidad agilitaron el proceso de

instalación de las nuevas carreras bajo la idea de que su enseñanza a nivel superior

contribuiría a la sociedad y la economía nacionales. Las nuevas facultades asumirían

la misión de difundir la enseñanza agronómica y veterinaria, generar conocimientos

18 Ver Esther Ruiz y otros, Una poderosa máquina opuesta a la ignorancia: 100 años de la Facultad de Agronomía (Montevideo: Hemisferio Sur, 2007).

19 Ver ibídem, 6.

20 Esto se evidencia en la documentación gubernamental y universitaria donde, tanto antes como después de su creación, estos institutos figuran con distintas denominaciones: escuela, facultad, sección, etc.

Page 28: 6. Archivo General Udelar_ 1908 El Año Augural

28 Universidad de la República | Aniversarios 2008

científicos, aplicarlos a sus respectivos sectores y formar técnicos especializados con

el objetivo de modernizar e incrementar la producción agropecuaria.21

Ante la carencia de personal capacitado en nuestro medio, la Universidad

insistió en la contratación de especialistas europeos para acelerar el progreso

de la enseñanza de las nuevas ramas y garantizar al estudiantado la preparación

adecuada. “Es indispensable formar hombres superiores, y los hombres superiores

no se forman sino bajo la dirección de hombres superiores”, afirmaba Acevedo.22

En febrero de 1905, el gobierno autorizó a la Universidad a contratar profesores

en el extranjero. Inmediatamente se iniciaron diversas gestiones a través de las

legaciones uruguayas en el exterior. Las mismas tuvieron como resultado la

contratación del alemán Alejandro Backhaus23 para la dirección de Agronomía

y del estadounidense Daniel Salmon24 para la de Veterinaria.

Finalmente, en agosto de 1906, el Poder Ejecutivo decidió destinar el sobran-

te de la conversión y reembolso en títulos de la nueva deuda a la construcción y

organización de las Escuelas de Veterinaria y Agronomía, entre otros fines.25 El

mismo decreto establecía que dichas escuelas quedarían bajo la dependencia de la

21 E. Acevedo, “La enseñanza universitaria en 1905”, en Anales de la Universidad, T. XVI, N°78, 156-7.

22 Ibídem.

23 Backhaus nació en 1865 en Hesse, Alemania. Se recibió en la Real Schule de Alsfeld en estudios prácticos de agricultura y ciencias naturales. Estudio economía social en Lepzig en 1888. Fundó en una propiedad heredada una granja modelo y un instituto de enseñanza de jóvenes y chacareros. En 1891 fue profesor de agricultura en la Universidad de Gotinga y en 1896 en Konigsberg. Estudió ganadería y lechería en Inglaterra y Alemania, y trabajó en Rusia y Austria-Hungría. En 1906 estaba al servicio del gobierno de Prusia. Ver J. A. Oddone y B. París, ob. cit., 562.

24 Salmon había egresado de Cornell University en 1872. Estaba vinculado al gobierno de Estados Unidos, dirigiendo la sección Animal Industry desde 1884. Acreditaba numerosos trabajos científicos en el área de su competencia. Ver J. A. Oddone y B. París, ob. cit., 582-3.

25 Ver expediente titulado “Decretos del Poder Ejecutivo por los cuales se destina el sobrante de la Conversión y reembolso en títulos de la nueva deuda a la construcción y organización de las escuelas de Veterinaria y Agronomía y de los Liceos de Enseñanza Secundaria en los Departamentos de Campaña”, en Universidad de la República, 4 de agosto de 1906, Caja 91, Carpeta 13, Archivo General de la Nación, Montevideo.

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Volumen I | 1908 29

Universidad. Se concretaba de este modo la formación de las nuevas instituciones

como una única facultad dividida en dos secciones.26 En setiembre se aprobaron

los reglamentos, planes de estudio y presupuesto de los nuevos centros.27

La Sección de Agronomía adoptó una organización similar a la de las escuelas

alemanas, tanto en lo referido a los planes de estudio y al carácter eminente-

mente práctico de su enseñanza, como por la instalación de una granja experi-

mental adjunta.28 De acuerdo a la impronta de su flamante director, la escuela

desarrollaría en forma combinada la educación profesional y la investigación

científica. La importancia que Backhaus asignaba a los trabajos científicos fue

el fundamento de sus reclamos de adjudicar la dedicación total a los docentes

(en su mayoría alemanes) para que pudieran abocarse a las tareas de investiga-

ción. El 20 de febrero de 1907 se colocó la piedra fundamental del edificio en

los campos de Sayago y el 1 de marzo, con veintidós alumnos, comenzaron a

dictarse los cursos en la Quinta de Pereyra. A escasos dos años de su puesta en

marcha, la Ley Orgánica de 1908 desgajó Agronomía de la esfera universitaria.

Backhaus se mantuvo al frente de la institución que en agosto de 1909 pasó a

denominarse Instituto Nacional de Agronomía.

Como se señaló anteriormente, la idea de promover los estudios veterinarios

coincidió con el impulso gubernamental a la creación de la Escuela de Agronomía.

En un principio se pensó en crear un Servicio Veterinario encargado de la policía

sanitaria animal y de difundir en el medio rural los conocimientos científicos, zoo-

técnicos y veterinarios. Con este objetivo se otorgaron tres becas para cursar en la

Escuela de Veterinaria de la Universidad de la Plata, Argentina.29 Mientras tanto,

la Universidad, que estaba interesada en incorporar estos estudios, estructuró las

26 Ver Decreto del Poder Ejecutivo creando las Facultades de Agronomía y Veterinaria, en Uni-versidad de la República, 15 de setiembre de 1906, Caja 91, Carpeta 16, Archivo General de la Nación, Montevideo.

27 Ver J. A. Oddone y B. París, ob. cit., 563, y E. Ruiz y otros, ob. cit., 9-16.

28 Ver J. A. Oddone y B. París, ob. cit., 565-6.

29 Ver ibídem, 581.

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bases para organizarlos en forma anexa a la Facultad de Medicina. El proyecto fue

elaborado por el entonces Rector Claudio Williman y elevado en 1903 al Ministro

de Fomento. En noviembre de 1903 fue aprobado por el Poder Ejecutivo. En 1905

comenzaron los cursos en forma muy precaria. Ese mismo año se planteó la rees-

tructuración de la institución que en 1906, por resolución gubernamental, pasó a

formar parte de la Facultad de Agronomía y Veterinaria. El 1 de febrero de 1906,

el gobierno autorizó la contratación del Dr. Salmon como director y la adquisición

de los materiales necesarios para la puesta en marcha de los estudios. A partir de la

sanción de la Ley Orgánica de 1908, Veterinaria pasó a ser administrada con rango

de escuela por un consejo dependiente de un patronato integrado por hacendados,

veterinarios y su director.30

La otra nueva institución, la Facultad de Comercio, tenía antecedentes en

las cátedras anexas para la carrera de contador público que se impartían desde

1889 en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales. En 1901, su Decano,

Carlos María De Pena, propuso reorganizar los estudios de contabilidad. En

1903, durante el rectorado de Claudio Williman, se incluyó en el presupuesto

universitario la carrera de perito mercantil. En octubre de 1903, el Presidente

Batlle y Ordoñez firmó el decreto de creación de la Facultad de Comercio. Los

planes de estudio fueron elaborados siguiendo las orientaciones de Estados

Unidos y Europa, especialmente las recientes reformas aplicadas en Bélgica,

Alemania y Suiza. Los comienzos fueron difíciles debido a la carencia de recur-

sos y elementos básicos para la enseñanza teórico-práctica. Como en los otros

casos, la Ley Orgánica de 1908 la separó de la Universidad y la transformó en

la Escuela Nacional de Comercio.

El desgajamiento de las nuevas facultades evidenciaba la concepción susten-

tada desde el Ejecutivo, que les negaba el estatuto de facultades y las convertía

en escuelas técnicas. Al mismo tiempo, sostenía que las mismas debían estar

30 Ver ibídem, 583.

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dirigidas por comerciantes, industriales, hacendados y profesionales de cada

rama, en lugar de estar vinculadas al ámbito especializado en la producción y

difusión del conocimiento a nivel superior en el país.31 En este y otros aspectos,

la nueva institucionalidad universitaria marcó un cambio de rumbo y puso freno

al plan de transformaciones que Acevedo había tratado de llevar adelante con

el apoyo del gobierno de Batlle y Ordóñez.

31 Ver ibídem, 83.

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Documentos

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1. Proyecto de reglamentación de exámenes presentado al Consejo Universitario, setiembre de 1904.

El proyecto queda sancionado en esta forma: Reglamentación general de exámenes para la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales y Sección de Ense-ñanza Secundaria.

“1º. La suficiencia en las materias de los cursos universitarios se acredita por medio de exámenes, que podrán consistir en pruebas anuales de conjunto o en el juicio que, con arreglo al trabajo realizado durante el año, forme el profesor respecto del alumno en la forma que establecen los artículos siguientes.

2º. Cuando un alumno que haya ganado el curso y hecho los trabajos o ejercicios prácticos exhibidos, haya probado plenamente su suficiencia por su actuación en la clase, y demostrado además condiciones bas-tantes de laboriosidad y seriedad de conducta el profesor lo declarará así. El estudiante será, en tal caso, eximido de rendir la prueba de conjunto, de fin de año y quedará aprobado sin otra formalidad

3º. Los alumnos que en concepto del profesor no hayan merecido la declaración a que se refiere el artículo precedente deberán rendir la prueba de conjunto en las condiciones reglamentarias.

4°. Desde dos meses después de comenzado el curso estará habilitado el profe-sor para declarar que el alumno no se halla en las condiciones del artículo segundo, debiendo en consecuencia someterse a la prueba de conjunto.

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Esta declaración que será irrevocable deberá ser motivada por faltas de aplicación o de conducta en el estudiante que sea objeto de ella.

5°. Sin perjuicio de las declaraciones especiales que el profesor podría hacer en ejercicio de la facultad que le confiere el artículo segundo, la declaración general respecto de cuáles son los estudiantes que es-tán obligados o no a rendir la prueba de conjunto se hará dos meses antes de finalizar el curso. Pero si con posterioridad a esa declaración resultara que el alumno declarado apto hasta entonces no respondiere con sus trabajos, asistencia o conducta al premio recibido, podrá el profesor revocar el fallo.

6º. Los alumnos serán interrogados con frecuencia y practicarán también frecuentemente en clase, ejercicios escritos que serán conservados, así como otro trabajo susceptible de serlo.

7º. Los profesores llevarán un libro de anotaciones suficientemente amplias y de clasificaciones, del que llevará copia la Secretaría General. En las clases en que se realizasen trabajos auxiliares bajo la dirección de preparadores, éstos llevarán un libro análogo, que estará a disposición del profesor. Ambos serán visados mensual-mente por el Decano.

8º. El rector y el Decano visitarán las clases con la frecuencia posible pudiendo el primero, si lo creyere conveniente, designar otras personas para constituir una comisión de inspección. De las visitas e inspecciones se dejará constancia en el libro del profesor. Tanto el Decano como las comisiones nombradas especialmente, darán cuenta al Rector y éste al Consejo, del resultado de sus visitas a las clases.

9°. Al finalizar el curso, los estudiantes que no sean sometidos a la prueba de conjunto, pagarán, como los demás, los derechos de exámenes. Las declaraciones de suficiencia hechas por el profesor se asentarán en el libro de exámenes por la Secretaría de la Universidad, previo pago de derechos que se efectuará dentro de los plazos reglamentarios. El profesor podrá conceder las notas de sobresaliente, muy bueno o bueno dándose testimonio de estas notas a los alumnos.

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Disposiciones transitorias

10°. Mientras dure, con carácter de ensayo, esta nueva reglamentación, podrán los respectivos Decanos, con aprobación del Rector conceder a los actuales estudiantes libres, facilidades en lo que se refiere al orden establecido en el estudio de las distintas asignaturas con el fin de que puedan obtener matrícula de reglamentados en las clase; pero sin que puedan por ningún concepto, los estudiantes que se hallan en ese caso, rendir por año más asignaturas que las permitidas ni terminar el curso en menos años que los marcados por el Reglamento.

11°. Después del primer año de aplicación del presente reglamento, los Decanos informarán al Rector y éste al Consejo, sobre los resultados obtenidos en las respectivas Facultades.

12°. La clase de francés será objeto de una reglamentación especial.

[Tomado del Libro de Actas de las Sesiones celebradas por el Consejo Universitario, N°12 (enero de 1903-abril de 1905), 26 de setiembre de 1904, 341-3, Archivo

General de la Universidad de la República, Montevideo.]

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2. Discusión del proyecto de reglamentación de exámenes en el Consejo Universitario, setiembre de 1904.

Puesto en discusión general el proyecto de reglamentación de exámenes para la Facultad de Derecho y Sección de Enseñanza Secundaria formulado por el Señor Rector y el Doctor Vaz Ferreira hace uso de la palabra el Doctor Montero Paullier preguntando si el régimen proyectado será aplicable a los alumnos de los colegios habilitados como podría suponerse dados los términos del artículo sexto de la ley de veinticinco de Noviembre de mil ochocientos ochenta y nue-ve. El Doctor Acevedo manifiesta que no; que el proyecto establece una regla-mentación de excepción para los estudiantes matriculados en la Universidad y que por lo tanto no pueden acogerse a los alumnos de los colegios habilitados. Insiste el Doctor Montero Paullier en sus dudas acerca de la legalidad de tal reglamentación. Leído el artículo sexto de la ley citada el Señor Rector expresa que el inciso cuarto de dicho artículo, impone a los alumnos de los colegios habilitados la obligación de rendir exámenes de modo que es perfectamente legal su exclusión del régimen que se proyecta. El Doctor Vaz Ferreira agrega que dicha argumentación está robustecida por el artículo octavo de la misma ley que dice que los estudiantes de los colegios habilitados de la Capital deberán rendir sus exámenes en la Universidad Oficial y que los de los departamentos los rendirán ante los Tribunales nombrados por aquélla. El Doctor Montero Paullier acepta esas explicaciones indicando, sin embargo, la conveniencia de modificar la redacción del artículo primero lo que se hará en la discusión particular. Entrando a otro orden de consideraciones manifiesta que los informes que respecto de la benevolencia de las mesas examinadoras han dado en el seno mismo del Consejo personas que pueden conocer a fondo esas cosas, le sugieren el temor de que el mal se haga más grave cuando el profesor tenga el derecho de eximir del examen al alumno; que por lo tanto halla cierta contradicción entre señalar la debilidad de las mesas de examen como uno de los más serios defectos de la organización actual de la Universidad, y entregar sin embargo a cada profesor el derecho de aprobar por su solo juicio a los alumnos del aula respectiva. El Doctor Vaz Ferreira dice que la contradicción indicada no existe, que precisamente porque la debilidad de las mesas es origen de serios males –en la Facultad de Derecho– no en la de

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Preparatorios, –el régimen proyectado importará una mejora indiscutible, pues al menos se conseguirá que la indulgencia favorezca a estudiantes que asistan a la clase durante el año y no a estudiantes que preparan el examen en cinco o seis días o en quince a lo más–. Algo se habrá ganado, pues, con el nuevo procedi-miento. En cuanto a la Sección de Enseñanza Secundaria, el mal reinante en ella no es la flojedad de las mesas, sino la preocupación dominante del examen. Los estudiantes no se preocupan de saber sino de salir bien en la prueba. Todos sus modismos revelan ese estado de espíritu. Hablan siempre de las asignaturas que van a largar (éstas son sus palabras) palabras que revelan la idea de echar algo de adentro para afuera en vez de la acumulación de conocimientos que debiera preocuparles. La reforma proyectada debe modificar tal situación. Respecto del peligro que pueda haber en que sea una persona sola la que apruebe a los estudiantes, dice que ese peligro existe hoy mismo, pues bien sabido es que en los exámenes de alumnos reglamentados se impone siempre la opinión del profesor. El doctor Pena contesta algunas de las apreciaciones del Doctor Vaz Ferreira sobre las mesas examinadoras de Derecho considerándolas injustas. El doctor Vaz Ferreira expresa que las considera perfectamente fundadas, sobre todo, dice, en el hecho fundamental que interesa a su argumentación; a saber: que la barrera del examen no ha detenido en la Facultad de Derecho al peor de los estudiantes, a la inversa de lo que sucede en Preparatorios donde se dan esos casos por centenares. El Doctor De María dice que en su concepto los exámenes son un procedimiento que no ofrece garantías bastantes, que hay que sustituir-lo y que opina que el proyecto en discusión puede ofrecer, al menos, como lo ha dicho el Doctor Vaz Ferreira, la ventaja de que los estudiantes se sentirán estimulados a matricularse y a seguir los cursos con regularidad, trabajando durante el año. Votado en general el proyecto es sancionado.– Puesto en discu-sión particular son sancionados también los artículos primero a octavo después de sufrir modificaciones de forma en un extenso de cambio de ideas en el que tomaron parte todos los miembros presentes. La sesión se levanta a las seis y cuarenta y cinco minutos, resolviéndose continuar en la próxima la discusión particular de este asunto.

[Tomado del Libro de Actas de las Sesiones celebradas por el Consejo Universi-tario, N°12 (enero de 1903-abril de 1905), 23 de setiembre de 1904, 338-40,

Archivo General de la Universidad de la República, Montevideo.]

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2. Opinión estudiantil sobre la reforma del sistema de exámenes, agosto de 1905.

Toda obra nueva contiene errores y presenta dificultades para su realización;

unos y otras se notan por la experiencia y se corrigen con buena voluntad, obser-

vación y trabajo. Esperamos que los males expresados a continuación, se puedan

amenguar al menos, ya que no será posible eliminarlos por completo.

Quien mucho abarca, poco aprieta, dice el adagio vulgar. Los nuevos sistemas

universitarios no pueden prosperar sino a costa de los viejos. No se pasa brusca-

mente del día a la noche y de la noche al día sin atenuaciones e intensificaciones

de luces y de sombras.

De acuerdo con el régimen recientemente puesto en práctica, el 20 del

presente mes de Agosto, la mayoría de los catedráticos hará saber cuáles son los

estudiantes que por sus conocimientos y por su conducta se consideran dignos

de ser exonerados del examen, y también cuáles deben mostrar esa suficiencia

en la prueba del examen anual.

Consecuencia inevitable de un sistema, nada de particular tendría esta

noticia, si no hubiera que llamar la atención de quien corresponde sobre lo

desproporcionados que deberán resultar aquellos fallos, por las consideraciones

siguientes, sugeridas por la forma en que se ha repartido el trabajo de clases

que ha sufrido hasta tres subdivisiones.

En cada una de esas subdivisiones hay un grupo de estudiantes, pequeño si se

quiere, que ha tenido que ser examinado ligeramente en la misma materia por tres

distintas personas. La variedad de los examinadores podría ser útil en casos distintos

al que nos ocupa, pero en éste resulta sumamente perjudicial para el estudiante, sea

él aprobado o no lo sea. Así habrá grupos que darán un tanto por ciento escaso de

aprobados, mientras que otros llamarán la atención por las condiciones excelentes

que aparentemente manifiesten los que lo componen. En estas circunstancias, excu-

sado es decir que la susodicha competencia no dependerá de las mejores cualidades

intelectuales y morales de los agrupados, sino simplemente de la mayor o menor

bondad y hasta competencia del director de los grupos.

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Esto dará lugar a que en la misma Universidad, compañeros del mismo año de estudios y de la misma materia, sean tratados con suma desproporción, según el criterio de los jueces que les haya tocado en suerte.

El caso apuntado es gravísimo, aunque aparentemente no parezca y hay que tomar medidas para evitar fatales consecuencias.

Los catedráticos en propiedad son, sin duda, los que más derechos tienen sobre la cátedra que dictan, y los sustitutos, a su vez, tienen más derecho que nadie a llenar las vacantes que se produzcan. Pues bien, si se hubiesen dado facultades amplias a los primeros y si no se hubiese desairado a los segundos, unos y otros, de común acuerdo, hubiesen coadyuvado con el mayor celo y competencia a hacer más proficuos los resultados de una obra que a todos, au-toridades y estudiantes, interesa. No se ha hecho así y hoy es necesario buscar la incógnita al difícil problema que ante la vista se presenta.

Somos acérrimos enemigos del examen, ya sea oral, mixto o escrito, pero eso no obsta para que en presencia de algunos resultados contraproducentes nos rebelemos contra la propia opinión, en aras del mayor beneficio del mayor número de los estudiantes.

Cuando más se acerca el día del fallo, parece que se quisiera hacernos apurar tanto más la copa de la amargura y del desengaño; cuando los es-tudiantes se creían poder disponer de algún tiempo, para repasar con len-titud y paciencia lo anteriormente aprendido, vienen las largas prácticas obligatorias de hora y media a deshacerle todos sus planes. Estas prácticas resultan verdaderas clases orales; parecen ser más bien un aprendizaje para los futuros catedráticos sustitutos que, a continuar así, habrá necesidad de nombrar el año venidero. Se dirá que de esta manera se repasará con mayores ventajas, pero tenemos otra opinión formada al respecto. Lo que se hace es mantener al estudiante sin descanso, en un estado de tensión nerviosa con-tinua y obligarlo a someterse al fallo de bachilleres muy jóvenes, a veces, compañeros de ayer quizás, y con los cuales hoy puede estar en muy buenas o en muy malas relaciones.

[…]

Si los estudiantes reglamentados pueden y deben trabajar una hora y media en las clases prácticas, insistimos en lo que hemos dicho en el artículo anterior,

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vale decir: en que aunque más no sean como meros espectadores, los libres tie-nen necesidad de asistir a ellas, ya que en el examen se les exigirá una práctica bastante completa, quizá mayor que las exigidas en los años pasados, práctica que ellos no pueden hacer fuera de la Universidad.

No pecamos de exagerados al afirmar que el tiempo destinado a las prácticas es algo largo, pues un estudiante de cuarto año, por ejemplo, se ve obligado a destinar por semana cinco horas y media a las clases teórico-prácticas de zoología, química, mineralogía y cosmografía.

No obstante todo lo dicho, no estamos completamente en contra de un sistema en cuya insuficiencia no podemos ni queremos llegar a creer hasta que los verdaderos resultados no se palpen completamente.

Que por él se obliga al estudiante a estudiar más y con más provecho, es algo tan cierto, que nadie puede ponerlo en tela de juicio. El error está en que cada uno de los catedráticos lo ha entendido a su manera y que los compañeros no han sabido mostrar lo que valen y de qué son capaces en los momentos de prueba como los presentes.

Todos creen que las clases prácticas duran mucho tiempo y todos creen también que en determinadas clases teóricas la supresión del examen para los buenos estudiantes será un mito.

Lo práctico, lo justo, lo factible sería, que antes de dar su fallo, las varias personas que regentean una misma cátedra, hoy subdividida, se reunieran en consejo consultivo a fin de que con el mismo criterio, o al menos con uno muy semejante, fueran juzgados esos estudiantes de la misma Universidad, del mismo año de estudios y de la misma materia.

[…]

[Tomado de Revista Estudiantil, 5 agosto de 1905, 201-3.]

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3. Opinión de Acevedo sobre la creación de las nuevas facultades, 1906.

Nuevas Facultades

Desde mediados de 1904 funciona la Facultad de Comercio con una organiza-ción provisional que ofrece a la juventud estudiosa las carreras de contador, que antes se hacía en Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, y de perito mercantil. Ningún recurso ha concedido la ley de presupuesto para dar a esta nueva Facultad base amplia y práctica, de conformidad a los reglamentos administrativos de su creación. Los mismos profesores prestan sus servicios gratuitamente, a la espera de su regularización en la ley de presupuesto. No obstante los tropiezos inheren-tes a todo ensayo y la falta absoluta de elementos, los cursos de la Facultad de Comercio han funcionado con notable regularidad y los exámenes de fin de año han demostrado palpablemente la utilidad de esos cursos y el aprovechamiento de los alumnos. […]

La nueva Facultad responde a necesidades vivas y permanentes, y hay con-veniencia, por lo tanto, en dotarla de material de enseñanza, en remunerar a sus profesores y en contratar en Europa un director de gran competencia, que le dé una orientación fecunda en resultados prácticos.

En el corriente año quedarán inaugurados los estudios de veterinaria, de conformidad a resoluciones dictadas a fin de 1903 en los mismos momentos en que se creaba la Facultad de Comercio. Esos cursos se dictarán en calidad de anexos a la Facultad de Medicina. Hay evidente conveniencia en constituir una nueva Facultad con los estudios de veterinaria y los de agronomía, y en asociar la enseñanza relativa a las dos grandes fuentes de nuestra riqueza nacional. Comprendiéndolo así, el Consejo resolvió, en una de sus últimas sesiones del año próximo pasado, gestionar del Poder Ejecutivo la creación de la Facultad de Veterinaria y Agronomía con asiento en la escuela agrícola de Toledo y bajo la dirección inmediata de dos grandes profesores que se contratarían en Europa. La gestión está en trámite, y es de esperar que tenga el mejor resultado, dadas las manifestaciones favorables del gobierno y las repetidas pruebas que ha dado de atender las altas exigencias de la enseñanza universitaria.

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Un país cuyas exportaciones están casi totalmente constituidas por productos de la ganadería y de la agricultura, está obligado a dedicar a la proyectada Facultad elementos y recursos que le den vida propia y exuberante. No se trata de formar simples profesionales. Precisamente, la creencia de que se intenta tan sólo formar profesionales, que abran su estudio en las ciudades, ha dado y continúa dando base a muchas personas para creer que la Facultad de Veterinaria y Agronomía no puede ser verdaderamente fecunda. Invocan el hecho cierto de que algunos excelentes veterinarios nacionales han tenido que instalarse fuera del país por falta de trabajo. Felizmente, de algo más práctico se trata al solicitar la escuela agrícola de Toledo y la contratación de dos técnicos de renombre europeo: de abrir una carrera al hijo del estanciero y al hijo del agricultor, para que después de terminados los estudios, vuelvan a la estancia y a la chacra y apliquen allí sus conocimientos, en vez de sentarse en su bufete a la espera de una clientela problemática.

Esta gestión de la Universidad es muy amplia y abarca en sus lineamientos fundamentales otras más modestas, que también se encaminan a conquistar la escuela agrícola de Toledo, como, por ejemplo la del Departamento de Ganadería y Agricultura, que procura establecer allí una escuela de capataces. El cargo de capataz tiene una remuneración muy mezquina y es insuficiente a todas luces para servir de base a una gran escuela. Puede admitirse como parte integrante de la preparación que debe obtenerse en los cursos de agronomía y veterinaria, pero nada más. El alumno que a sus conocimientos teóricos agregue la práctica que pueden producir el trabajo directo del agricultor en terrenos apropiados y el trabajo directo del estanciero en haras de primer orden, tendrá las condiciones necesarias para formar todos los elementos subalternos que conceptúe útiles.

Aparte de estas grandes exigencias nacionales suficientes para dar vida robusta a las nuevas Facultades, actúa en nuestro país otra igualmente imperiosa para diversificar cuanto antes la enseñanza universitaria. El estanciero, el agricultor y el comerciante, apenas consiguen una posición desahogada, mandan sus hijos a la conquista de una profesión liberal. A la vuelta de varios años, resulta un médico, un abogado o un escribano, allí donde habría positiva conveniencia en que se formara una continuador inteligente de la fuente de riqueza a que ya está vinculado el padre con capitales fuertes e instalaciones valiosas.

Al mismo plan de diversificación de carreras, que abra rumbos más prácti-cos a la intelectualidad nacional, responde el proyecto de creación de la escuela

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politécnica […]. Con el concurso de un gran politécnico, de renombre europeo, podríamos organizar en la escuela de artes y oficios una verdadera facultad in-dustrial y artística, de fecunda actuación en el país.

No se extrañe que con frecuencia hable de la necesidad de contratar grandes técnicos de Europa. Es la única manera de que ciertas ramas de la enseñanza pro-gresen prontamente, y de que la población universitaria obtenga la preparación que requieren las tareas de la vida. Es la única manera de que los desembolsos del tesoro público sean verdaderamente remuneradores. No basta otorgar títulos o certificados de suficiencia. Es indispensable formar hombres superiores, y los hombres superiores no se forman sino bajo la dirección de hombres superiores. Puede decirse que unos cuantos miles de pesos consagrados a la contratación de grandes técnicos, constituirían para el Estado y para la Universidad la más incuestionable de todas las economías. Habría que aplicar este criterio con frecuencia para que las mismas Facultades existentes dieran todo el resultado que el país tienen derecho a esperar. Así, por ejemplo, en la Facultad de mate-máticas sería de inmensa utilidad la contratación de un arquitecto de renombre que dirigiera la cátedra de arquitectura y levantara el nivel artístico y el buen gusto en las construcciones.

Llenadas esas exigencias de las profesiones prácticas, habría llegado la opor-tunidad de acumular elementos y energías para la creación de otras Facultades, como, por ejemplo, la de filosofía y letras, que aunque no ofrezca hoy por hoy en nuestro país alicientes pecuniarios a la juventud, es absolutamente indispensable para complementar el desenvolvimiento vigoroso de la intelectualidad nacional y tendría seguramente, desde el primer día concurrencia de alumnos selectos.

[Tomado de Eduardo Acevedo, “La enseñanza universitaria en 1905”, en Anales de la Universidad, T. XVI, N°78, 153-7.]

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5. Decreto de asignación de recursos para las Escuelas de Veterinaria y Agronomía y los liceos departamentales, agosto de 1906.

Ministerio de Fomento.= DECRETO.= Montevideo Agosto 4 de 1906.= En virtud de lo dispuesto por art.17 de la ley de 23 de Enero del corriente año destínase el sobrante de la conversión y reembolso en títulos de la nueva deuda a la construcción y organización de las Escuelas de Veterinaria, Agronomía y de las destinadas al fomento de la educación secundaria y superior en los depar-tamentos de campaña; - Considerando que la Universidad ha propuesto en su nota de 20 de junio ppdo que las referidas Escuelas de Agronomía y Veterinaria sean comprendidas dentro de su jurisdicción indicando para la ubicación de las mismas una fracción de los terrenos de propiedad nacional situados a inmedia-ciones de la Estación Sayago.= Que de la comunicación pasada a este Ministerio por el de Hacienda con fecha 26 de junio ppdo resulta que el referido sobrante del Empréstito asciende a $691.992.00 […] destinados por ley a las obras de que se trata;= Que para la construcción de planos y organización de las Escuelas de Veterinaria y Agronomía es de suma conveniencia consultar a los profesores especialistas;= El Presidente de la República.=DECRETA,= Art. 1º. Las escuelas de Agronomía y Veterinaria quedarán bajo la dependencia de la Universidad; = Art. 2º. Destínase la cantidad de $691,998.00 […], sobrante de la conversión de la deuda creada por la ley de 23 de Enero del corriente año a la construcción y compra de útiles necesarios para aquellos edificios y los que deben servir para la instalación de catorce escuelas de enseñanza secundaria en los principales departamentos a instalarse en los pueblos y ciudades de los mismos.= Art. 3º. El Consejo Universitario presentará a la aprobación del Poder Ejecutivo un plan aproximado de la repartición de esos fondos entre las escuelas acompañado de un programa de organización de las mismas y de la distribución racional de locales después de consultar a los profesores especialistas de Agronomía y Veterinaria.= Art. 4º. El Departamento Nacional de Ingenieros procederá a confeccionar los planos correspondientes a dichas escuelas de acuerdo con las instrucciones que le sean transmitidas por el Consejo de Enseñanza Secundaria y Superior y que serán sometidos a la aprobación del P.E. y propondrá además el nombramiento del personal técnico que considere necesario para esos trabajo.= Art. 5º. Los

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gastos de construcción, organización e instalación de esos centros educacionales, como también el del personal técnico que considere necesario para la confección de los proyectos y dirección de las obras, se imputarán a la expresada cantidad;= Art. 6º. Destínase para la ubicación de las escuelas de Veterinaria y Agronomía, parte de los terrenos que posee el fisco a inmediaciones de la Estación Sayago, debiendo determinar oportunamente el área y la ubicación de las mismas, según resulta de los proyectos a estudio.=Artº.7º. Comuníquese BATLLE Y ORDOÑEZ.= J A Capurro.=

[Tomado de los expedientes de la Universidad de la República, agosto de 1906, Caja 91, Carpeta 13, Archivo General de la Nación, Montevideo.]

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6. Decreto de creación de las Escuelas de Agronomía y Veterinaria, setiembre de 1906.

Ministerio de Fomento Decreto Montevideo Setiembre 15 de 1906. Ha-biéndose dispuesto por el decreto de fecha 4 de Agosto ppdo que las Escuelas de Agronomía y Veterinaria estarán bajo la dependencia de la Universidad y Considerando que tal dependencia debe subordinarse a una organización especial semejante a la que tienen las actuales Facultades de la Universidad, en las que se cursa determinada enseñanza superior, cuyo aprovechamiento constatado habilita al individuo para el ejercicio de las profesiones científicas.– Que la complicación de servicios inherentes al plan general de organización y funcionamiento de la Sección de agronomía que acaba de aprobar el P.E. lo mismo que la reglamentación que se dará oportunamente a la enseñanza de la ciencia veterinaria, justifican acabadamente la solicitud que ha formulado el Consejo de Enseñanza Secundaria y Superior para que se establezca la Facultad de Agronomía y Veterinaria, con los cometidos legales de dirección y superin-tendencia que le son anexos.: El Presidente de la República haciendo uso de la facultad que le acuerda el Art. 11 de la ley de 14 de Julio de 1885.– Decreta –Artículo 1º. Créase en la Universidad de la República la Facultad de Agrono-mía y Veterinaria.– Artículo 2º. Destínase para la ubicación de las Escuelas de Veterinaria y Agronomía con sus instalaciones, campos de experimentación y granja o hacienda modelo, todos los terrenos de propiedad nacional situados a inmediaciones de la Estación Sayago.– Artículo 3º. Queda derogado el art.6º. del recordado decreto de fecha 4 de agosto ppdo– Artículo 4º. Comuníquese, etc.– Batlle y Ordoñez. Alfonso Pacheco.

[Tomado de los expedientes de la Universidad de la República, setiembre de 1906, Caja 91, Carpeta 16, Archivo General de la Nación, Montevideo.]

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7. Discusión de las bases para la creación de los liceos departamentales en el Consejo Universitario, octubre de 1906.

En discusión el proyecto de Liceos de E. Secundaria en campaña. El Sr. Navarro dice que consecuente con ideas que manifestó cuando se habló de este asunto hace algún tiempo en el Consejo, tiene que manifestar su disidencia radical con el referido proyecto. Considera que no responde a los verdaderos fines que debió tener en vista pues esa idea de abrir paso a los alumnos de los liceos para que ingresen a Veterinaria, Farmacia, etc., etc., es sencillamente agravar el mal de la raza, agregar bachilleres o pseudo bachilleres al sinnúmero que ya tenemos, aumentar la gran cantidad de profesionales que no conciben ya, que no pueden concebir la actividad sino en cargos oficiales. El que habla concibe de otro modo la misión de los liceos, los concibe difundiendo los be-neficios de una cultura general que lo habilite al joven para interpretar la vida para desarrollar su acción en muchos campos hoy cerrados a ella por falta de espíritu de investigación y de iniciativa. Las naciones no son grandes, no son fuertes por la capacidad de esa elite que se llama la clase dirigente; lo son por el caudal de fuerzas vivas que rodea y acompaña a ésta, en aptitud para inter-pretar sus ideas para aplicarlas y además con energía propia para explotar muchas fuentes de actividad y de progreso ignoradas en estos países nuevos, hasta que vienen del exterior los que han de descubrirlas y revelarlas. El plan peca por su armonía con ese error fundamental, y así se encuentra en él exceso de idiomas, exceso de literatura y exceso de composición, cuando debiera preferirse una enseñanza que desarrolle las aptitudes para la vida, despertando el espíritu de observación y de investigación. Del mismo modo, el plan exige títulos para el cargo de profesor de liceo: no debe ser así: esos universitarios van a formar nuevos bachilleres, van a malograr la acción de los liceos en lo que tiene de útil y de fecunda, van a agravar el mal reinante, el afán de ir a las profesiones libe-rales, no el de adquirir una cultura general que les permita ser útiles a la socie-dad y a sí mismos en esferas que reclaman desde hace tiempo en vano la pre-sencia de elementos dotados de esa cultura. El Señor Maggiolo contesta mani-festando que las ideas generales expresadas por el [ilegible] han recibido satis-facción en la base primera del proyecto. Que en cuanto a la base 6ª, que tanta

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oposición provoca en el Sr. Navarro no la merece, pues no hay que confundir ciertas profesiones en las cuales se hace notar efectivamente el mal a que se refiere aquél con otras que menciona la base 6ª., a las cuales hay aún convenien-cia en atraer elementos que tengan una preparación como la que se da en los liceos. Así no es un mal sino un bien que jóvenes bien preparados de los depar-tamentos vengan a cursar Comercio, Agronomía, Veterinaria y Farmacia, sa-liendo después de dichas facultades, en situación de prestar buenos servicios en la industria, en el comercio, etc. En ese sentido la base 6ª. está en armonía con el propósito feliz que se viene persiguiendo desde hace algún tiempo: el de poblar esas Facultades diversificando así las actividades de la juventud, absor-bidas hoy por dos o tres profesiones. Está en armonía, igualmente, con los procedimientos adoptados en otros países donde se ha procurado evitar en las diversas ramas de la enseñanza, esos fondos de saco que parecen un desideratum al Sr. Navarro, buscando por el contrario que de dichas ramas haya siempre una salida para las otras superiores. Así en Estados Unidos hay una especie de esla-bonamiento entre estos grados: Common School, higli schoole [sic], Colegio (que corresponden a nuestra enseñanza secundaria) y Universidades. Del Higli School [sic] correspondiente a los proyectados liceos, se pasa a los colegios. Es lo mismo que se ha planeado en la base 6ª. evitando que los que salen de los liceos y quieran dirigir su actividad a esas carreras que conviene difundir y estimular se encuentran con que una preparación más que suficiente para in-gresar a ellas les resulta nula en relación a dichos fines. El Sr. Pena dice que lamenta que no se haya presentado informe escrito sobre el proyecto pues con él hubiéranse aclarado muchas dudas, dejándose constancia además como con-venía, de los propósitos fundamentales de esa Comisión. Por su parte, puede decir que las ideas a que el proyecto responde y que inspiran los planes de es-tudios análogos en los pueblos más adelantados, en Norte América por ejemplo, no son nuevas para él. Hace la friolera de quince años, les dio forma por escrito en diversas publicaciones y hoy no sólo las encuentra adoptadas con el mismo carácter fundamental, sino, lo que es más raro, vaciadas en el mismo molde. La base 1ª. debiera satisfacer por completo los deseos del Sr. Navarro. Tomada del “informe de los diez” dice bien claramente lo que deben ser los Liceos con arreglo a lo que el mismo Sr. Navarro piensa. Dice que tienen por objeto pro-vocar la observación: “Base 1ª. Las escuelas de estudios secundarios que se de-nominarán “Liceos” tienen por objeto: provocar la observación, disciplinar el

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criterio por medio de una enseñanza general que prepare para el cumplimiento de los deberes de la vida y favorezca el desarrollo y la aplicación de las aptitudes individuales en las diversas manifestaciones de la actividad nacional”. ¿Qué más se puede pedir? Que a la palabra observación se agregue investigación pues nada impide hacerlo. Ahora en cuanto a declarar que esos estudios, que son más mucho más de lo que exigimos actualmente para ingresar a Comercio, Agro-nomía, Veterinaria, Farmacia, etc., no sirven de nada, eso es sencillamente absurdo, es de una injusticia irritante ¡Cómo! Dejamos entrar a esos estudios a jóvenes mucho menos preparados que los que van a salir de los Liceos, y a estos les negamos eso mismo, les diremos que de nada sirve la preparación adquirida, que han de empezar de nuevo la labor que ya realizaron! Esto es inadmisible. No hay que confundir el fin esencial de los Liceos determinado en la base 1ª. con la utilidad accesoria que les da la base 6ª. Lo fundamental es lo que la base 1ª. establece. Ahora que muchos de esos jóvenes que salen de los liceos quieren entrar a las Facultades que la base 6ª. enumera: pues que entren, no se ve con qué derecho se inhabilitará a esos jóvenes para ponerse en las mismas condicio-nes que otros menos preparados a quienes se concede dicho ingreso. En cuanto a hacer de la base 1ª. una verdad eso dependerá de los programas y de los pro-fesores. A este último respecto, el proyecto que se discute responde más a sus fines que la idea del Sr. Navarro. No quiere éste que se exija ninguna condición para ser profesor. Pero alguna condición de capacidad hay que establecer. El proyecto exige título de Facultad Superior o de Bachiller buscando además una garantía nueva en el examen de competencia en teoría y práctica de la Pedago-gía; título de maestro de tercer grado, agregando la exigencia de examen en las asignaturas a cuya enseñanza se aspire. ¿Falta algo ahí? Tal vez: el que habla había apuntado una adición en su repartido, estableciendo que el cargo de pro-fesor será desempeñado también por las personas que a juicio del Consejo dieran las pruebas de suficiencia que aquél determinará. Así estaría completa la base 10ª. pero en cuanto a suprimir toda restricción y toda condición para la provi-sión de esos cargos, repite que es inadmisible. El Sr. Irureta Goyena dice que el acompañará al Sr. Navarro en la idea de impedir que con los liceos aumente la plétora de profesionales de que indudablemente sufre el país; pero que entien-de que un fenómeno social tan complejo no puede suprimirse con un reglamen-to más o menos acertado. Además no ve qué fundamento aceptable se aducirá para negar a los que salen de los liceos el ingreso a los estudios a que se refiere

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la base 6ª. desde que la preparación que se obtenga en los liceos será igual o superior a la que hoy se exige para ese ingreso hay que concederlo. Para negar-lo sería preciso trazar programas radicalmente distintos para los liceos y eso ni el Sr. Navarro ni nadie podrá hacerlo. En vista de lo avanzado de la hora se suspende la sesión para continuarla el jueves a las 8 ½ de la noche. El acto termina a las siete cincuenta minutos.

[Tomado del Libro de Actas de las Sesiones celebradas por el Consejo Universita-rio, N. 13 (abril de 1905–junio de 1907), 11 de octubre 1906, 321-5, Archivo

General de la Universidad de la República, Montevideo.]

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8. Decreto de creación de los liceos departamentales, noviembre de 1906.

Montevideo, 25 de noviembre de 1906

El Gobierno con fecha 28 del corriente ha expedido el siguiente decreto.=

Ministerio de fomento.= decreto.= Montevideo, Noviembre 28 de 1906.= En cumplimiento del artículo 17 de la ley de fecha 23 de Enero del corriente año que autoriza al Poder Ejecutivo para destinar parte de los sobrantes de la operación de conversión de deudas al fomento de la Enseñanza Secundaria en Campaña;= Apreciado debidamente el plan que el Consejo d enseñanza Secun-daria y Superior ha sometido al gobierno sobre establecimiento de Liceos en la mayor parte de los Departamentos y;= Considerando que el desenvolvimiento de la enseñanza secundaria debe orientarse con rumbo hacia las grandes necesi-dades económicas del país, por exigirle así su progreso industrial y científico;= El Presidente de la República Decreta:= Artículo 1º.- Las escuelas de estudios secundarios que se denominarán Liceos tienen por objeto: Provocar la observación y disciplinar el criterio por medio de una enseñanza general que prepare para el cumplimiento de los deberes de la vida y favorezca al desarrollo y la aplicación de las aptitudes individuales en las diversas manifestaciones de la actividad económica.= Artículo 2º.- La dirección general, superintendencia económica e inspección de los Liceos corresponderá a las autoridades universitarias de Montevideo.= La Enseñanza en cada Liceo estará a cargo de un Director y de los Profesores que se consideren necesarios.= Estos Liceos se hallarán siempre provistos de los gabinetes, laboratorios, museos y bibliotecas que sean indispen-sables para enseñanza y para fomentar la ejercitación y aprendizaje individual o directo por el alumno y el estudio personal sobre cosas y fenómenos naturales; debiendo llevarse por los alumnos libros de notas que serán inspeccionados y visados por los profesores.= Artículo 3º.- Para ingresar a los Liceos, se requiere: doce años cumplidos de edad y haber terminado el tercer año del programa de las escuelas rurales o el quinto de las urbanas donde éstas funcionan o haber sido aprobado en un examen que comprenda todas las materias del programa de los cursos rurales.= Este examen será dado en el Liceo.= Artículo 4º. Los estudios

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de estos Liceos durarán cuatro años.= Artículo 5º.- Cada año comprenderá nueve meses.= Artículo 6º.- al terminar el curso de cuatro años y previa constancia de haber rendido las pruebas que el reglamento exija se expedirá un certificado de estudios de Liceo, que habilitará para el ingreso a las facultades de Comercio, Agronomía y Veterinaria, a los cursos de notariado, Farmacia, Odontología y Agrimensura; salvo las limitaciones que el consejo de enseñanza Secundaria y superior juzgue conveniente establecer para el ingreso a cada una de dichas carreras.= Los estudios practicados en los Liceos no se considerarán equivalentes a los del Bachillerato en Ciencias y Letras.= El Consejo determinará las condi-ciones en que se puedan complementar.= Artículo 7o.- La enseñanza que se dé en los Liceos comprenderá las siguientes asignaturas: Aritmética, Geometría, Álgebra, Ejercicios de Aritmética y Álgebra con aplicaciones al cálculo mercan-til y Nociones de Teneduría de Libros,- Geografía Descriptiva y elementos de Geografía Física,- Cosmografía, Dibujo, Física, Química, Nociones de Fisiología Humana e Higiene,- Historia Natural, (Sociología, Botánica, Mineralogía y Geología).- Lenguaje y Composición,- Francés, Nociones de Historia Universal y Americana,- Historia Nacional,- Enseñanza Cívica,- Nociones de Economía Política (Industrias Nacionales: Ganadería, Agricultura, Comercio, Industrias Fabriles, otras Industria),- Elementos de Fisiología (Psicología, Lógica y Meta-física) Moral,- Ejercicios Físicos.= Articulo 8º.- Los cursos de estas asignaturas serán diarios o alternos y se distribuirán en cinco períodos cuya duración será de una hora.= Los métodos y programas para la enseñanza serán formulados en armonía con los fines de los Liceos.= En el tercero y cuarto años los alumnos realizarán excursiones que durarán un mes, acompañados por los profesores de Ciencias Naturales. Estas excursiones tendrán por objeto especial el estudio de las particularidades que ofrecen el suelo y las industrias.= […] Artículo 10º.- Para ser Director de Liceo, se requiere:= Título de Facultad Superior o de Bachiller en Ciencias y Letras, o justificar capacidad que habilite para la enseñanza en los Liceos, debiendo darse en estos casos un examen de competencia en teoría y práctica de la enseñanza cuyo programa se formulará por el Consejo.= Se admi-tirán también los que tengan título de Maestro de 3er grado, pero el candidato dará además un examen complementario de suficiencia en las asignaturas a cuya enseñanza aspire.= También podrá encargarse la Dirección de los Liceos a perso-nas competentes de capacidad probada que puedan contratarse en el extranjero. El consejo de enseñanza Secundaria y Superior establecerá las condiciones de

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su nombramiento. Artículo 11º.- El nombramiento de Directores y Profesores será hecho directamente por el Consejo, el cual será Juez de la competencia y condiciones de cada candidato.= Artículo 12º.- Créanse diez Liceos, debiendo establecerse uno en Rivera y los nueve restantes en las ciudades más pobladas de la república.= […] Artículo 14º.- Del sobrante del empréstito de conversión se destina la cantidad de $ 118.000,00, para pago de instalación y de un trimestre de presupuesto provisional de los Liceos, mientras no se vote un presupuesto definitivo por el Cuerpo Legislativo. […] Artículo 15º.- El Consejo de Enseñanza Secundaria y Superior podrá celebrar los arreglos que estime conveniente para transformar en Liceos los Colegios Habilitados en los departamentos. Artículo 16.- Comuníquese, etc.= BATLLE Y ORDONEZ.= Alfonso Pacheco.

[Tomado de los expedientes de la Universidad de la República, noviembre de 1906, Caja 91, Carpeta 13, Archivo General de la Nación, Montevideo.]

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2 La nueva Ley Orgánica

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El rectorado de Eduardo Acevedo tuvo particular empatía con las políticas

llevadas adelante por el Presidente José Batlle y Ordoñez y su Ministro de Ha-

cienda José Serrato entre 1904 y 1907. La promoción de mejores condiciones ins-

titucionales para el desarrollo de nuevas ramas de conocimiento, el crecimiento

de las ya existentes, la expansión de la enseñanza secundaria y las reformas de los

planes de estudio –analizadas en el capítulo anterior– son algunos ejemplos de

la vinculación existente entre las políticas impulsadas por el primer gobierno de

Batlle y la expansión de la Universidad durante el mandato de Acevedo, dando

continuidad al proceso de modernización universitaria iniciado por el anterior

Rector, Alfredo Vázquez Acevedo, al amparo de la Ley Orgánica de 1885. La

asunción del ex-Rector Claudio Williman como Presidente de la República en

marzo de 1907 puso fin a la consonancia entre la política central del gobierno

y los proyectos de transformación universitaria.

Así, la etapa iniciada en 1907 estuvo marcada por enfrentamientos entre las

autoridades universitarias y el Poder Ejecutivo que culminaron con la renuncia

de Eduardo Acevedo en abril dicho año y la aprobación del proyecto de Ley

Orgánica de la Universidad impulsado por el Presidente Williman y su Ministro

de Industrias, Trabajo e Instrucción Pública, Gabriel Terra, en diciembre de

1908.32 La nueva legalidad de la Universidad puso freno al “proyecto acevedista”

y reorientó el desarrollo técnico y académico de la institución en el largo plazo.

32 El proyecto de reforma de la Ley Orgánica de la Universidad se encontraba desde hacía varios años encarpetado en la Comisión de Legislación de la Cámara de Diputados.

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Con la importante excepción de la autonomía con respecto al poder político,

que no estaba prevista en la ley de 1908, se sentaron entonces las bases de mu-

chos rasgos perdurables de la estructura y el funcionamiento de la Universidad.

La organización por facultades, la prevalencia de ciertas profesiones liberales

y sus respectivas corporaciones y la participación de profesores, egresados y

estudiantes en el gobierno universitario son algunos de los aspectos heredados

de esta carta orgánica.

Al mismo tiempo, cabe señalar que la nueva coyuntura y la disminución del

apoyo político y económico del Poder Ejecutivo no impidieron la continuación

de varias de las iniciativas mencionadas en el capítulo anterior. El freno más

significativo en términos académicos fue la transformación de Agronomía,

Veterinaria y Comercio en escuelas técnicas. Desde el punto de vista de la orga-

nización del gobierno universitario, el cambio más grande fue la consolidación

de los Consejos de las facultades como una fuerza de contralor inexistente hasta

el momento para la política universitaria central llevada adelante por Eduardo

Acevedo. Por último, las reivindicaciones en materia de autonomía política,

económica y administrativa existentes en el seno de la Universidad desde finales

del siglo XIX no estuvieron previstas en el proyecto aprobado, cuestión que

también denotó un triunfo del nuevo oficialismo gubernamental con respecto

a las autoridades universitarias acevedistas.

Este capítulo se centra en la discusión que redundó en la aprobación de esa nueva

Ley Orgánica universitaria en diciembre de 1908. Es importante recordar que hacia

comienzos del siglo XX la Universidad tenía menos de mil alumnos y formaba

principalmente a los jóvenes que luego integraron las sucesivas élites gobernantes.

Este fenómeno provocaba, por un lado, que la temática universitaria fuera de especial

interés para la clase política y, por otro, que las diferencias políticas existentes a nivel

gubernamental se tradujeran de manera expresa en el seno de la educación terciaria.

Así, se fue generando una intensa discusión pública, fundamentalmente a nivel par-

lamentario, que abarcó tanto los problemas de carácter estrictamente institucional

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y de gobierno universitario como diversos asuntos vinculados a las proyecciones de

dicha institución desde el punto de vista académico y educativo.

A comienzos de 1907, aparecieron en la prensa montevideana las primeras

declaraciones del Presidente Williman y el Ministro Terra sobre la reforma de la

Ley Orgánica de la Universidad. La reforma anunciada por el gobierno central

proponía la supresión del Consejo Universitario tal como existía hasta el momento

y la creación de Consejos por facultades que dependieran directamente del Poder

Ejecutivo. El Rector Acevedo reaccionó con rapidez y planteó al Consejo su posible

renuncia al cargo por considerar que la propuesta era condenable e inconsulta y que

había “en el fondo de esos proyectos una cuestión de animosidad personal contra los

hombres dirigentes de la Universidad”. Ante dichos planteamientos, la mayoría del

Consejo manifestó que acompañaría la medida propuesta por el Rector. El consejero

Pablo De María afirmó “que si en efecto el P.E. tiene la idea de suprimir en la forma

anunciada la autonomía universitaria, el Consejo debe asumir una actitud solidaria

con el Rector y los Decanos sea para retirarse, sea para mantenerse en sus puestos

respectivos, luchando por impedir que el proyecto se realice.”33

A fines de abril, el Rector fue convocado por el Ministro Terra para anunciarle

que el edificio universitario en construcción en la avenida 18 de Julio –origi-

nalmente destinado a la Facultad de Derecho– sería otorgado a la Facultad de

Matemáticas. Terra argumentó que los abogados eran sobreabundantes en el país,

mientras que “la cantidad de ingenieros [era] todavía reducida y los progresos

materiales del país [harían] crecer forzosamente la demanda de esta clase de

profesionales.”34 Por esa razón, consideraba que un nuevo establecimiento para

33 Libro de Actas de las Sesiones celebradas por el Consejo Universitario, N°13 (abril de 1905–junio de 1907), 11 de abril de 1907, 438-41, Archivo General de la Universidad de la República, Montevideo.

34 Expediente titulado “El Dr. Eduardo Acevedo renuncia como Rector y Profesor de Economía Política. Nombramiento interino del Dr. Ángel Maggiolo como Rector”, en Universidad de la República, Departamento de Secretaría General, 27 de abril de 1907, Caja 95, Carpeta 80, Archivo General de la Nación, Montevideo.

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la Facultad de Matemáticas era un objetivo prioritario para la nueva administra-

ción. Sin entrar en el debate de estos argumentos, es claro que la intempestiva

resolución del Poder Ejecutivo no podía tener otra consecuencia que consolidar

la voluntad de Acevedo de renunciar a su cargo.

La decisión del Rector puso fin a la fuerte resistencia que había encontrado

el Poder Ejecutivo para modificar el marco legal de la Universidad. Así, el 14

de mayo de 1907, a escasas dos semanas de la renuncia indeclinable de Acevedo,

Williman y Terra enviaron un mensaje a la Honorable Asamblea General con

el objetivo de dinamizar la discusión sobre la reforma de la Ley Orgánica. El

proyecto de ley fue retomado por la comisión parlamentaria pertinente y hacia

mediados del mes de enero de 1908 se inició en la Cámara de Representantes

una discusión que se prolongó durante todo ese año. El primer mensaje del

Poder Ejecutivo detallaba las orientaciones que pautarían el nuevo rumbo de la

Universidad, mientras el proyecto adjunto otorgaba sustento legal a estas con-

cepciones, muchas veces contrapuestas con las transformaciones universitarias

que se había impulsado en el período anterior.

Desde el punto de vista de la organización institucional, los temas más deba-

tidos fueron el concepto de autonomía, la creación de Consejos por facultades y

el otorgamiento del estatuto de escuelas a las nuevas Facultades de Agronomía,

Veterinaria y Comercio. Con respecto a cómo se votaba y conformaba el gobierno

universitario propiamente dicho, el asunto que concitó mayor polémica fue la

representación directa o indirecta de los colectivos de egresados universitarios

reunidos en la Salas de Doctores y de los estudiantes de cada centro.

De estas discusiones se desprende que las autoridades nacionales otorgaban un

sentido particular a la tan mentada “autonomía universitaria”. Tradicionalmen-

te, esta noción implicaba en seno de la Universidad una mayor independencia

tanto política como económica con respecto al Poder Ejecutivo. La propuesta

impulsada por Williman y Terra, en cambio, consideraba que la autonomía se

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definía en términos académicos y estaría asegurada por la creación de Consejos

por facultades y por la ampliación de “las bases [de] los cuerpos electivos con

la intervención directa y principal del profesorado en la marcha universitaria

y con el derecho del voto conferido a los estudiantes.”35 El objetivo era que los

problemas técnicos específicos de cada área fueran tratados en el seno de los

diferentes centros y no quedaran únicamente en manos del Consejo Central. En

el mismo sentido, el Rector sería directamente designado por el Poder Ejecutivo

y los Decanos serían nombrados a propuesta de cada facultad lo que reforzaba

la noción de que los principios autonómicos no estaban relacionados con una

independencia institucional de carácter político o económico, sino con el for-

talecimiento y las posibilidades de incidencia de los profesionales vinculados a

cada una de las instituciones.36

Hasta ese momento, el Consejo Universitario era la máxima autoridad de la

institución y estaba conformado por el Rector, los Decanos de Secundaria, Derecho

y Medicina y tres vocales designados por la Sala de Doctores, es decir la comunidad

de profesionales egresados de la Universidad. A su vez, la Ley Orgánica de 1885 no

preveía la designación directa del Rector sino que otorgaba a la Sala de Doctores la

potestad de proponer al Ejecutivo una terna de candidatos.

El mensaje de Williman y Terra implicaba cambios sustanciales en ese estado

de cosas con la idea de ampliar la autonomía de los diferentes centros a costa

de la autoridad central. No resulta sorprendente, por tanto, que su propuesta

provocara airadas reacciones entre los defensores del proyecto universitario

representado en la figura de Eduardo Acevedo. El diputado colorado Joaquín

de Salterain, portavoz en el parlamento de las posiciones acevedistas, citó en

sala las palabras del ex Rector, para quien la propuesta del Ejecutivo tendría un

35 Diario de Sesiones de la Cámara de Representantes, 14 de enero de 1908, 863.

36 La nueva ley otorgaba mayores atribuciones a los profesionales que desempeñaban su tarea como profesores en las facultades Derecho, Medicina y Matemáticas. La Sala de Doctores, compuesta también por aquellos profesionales que no tenían estatuto docente en la Univer-sidad tenía menos capacidad de incidencia en la votación de los consejos de cada facultad.

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efecto totalmente dañino, “envenenándose la tranquila atmósfera universitaria

con el factor de la política variable de cada momento. Si la Universidad debe

ser autónoma, hay que mantener nuestro viejo y prestigioso sistema de elección

por la Sala de Doctores, y asignar a la institución rentas propias en abundancia

que garanticen su autonomía económica.”37

El diputado Carlos Oneto y Viana, miembro de la comisión legislativa y uno

de los principales defensores del proyecto del Poder Ejecutivo en el parlamento,

respondió a las palabras de Salterain afirmando que era necesario “deslindar la

diferencia que existe…entre las Universidades libres, que viven con recursos

propios, que no dependen del Estado, que son las únicas, ellas mismas a quienes

compete elegir sus autoridades, y las universidades oficiales, cuyo presupuesto

es pagado con los dineros de la Nación, cuyos sueldos desde el Portero hasta

el Rector, figuran en el Presupuesto General de Gastos.”38 Según este y otros

partidarios del proyecto, la Ley Orgánica expresaría la autonomía de la Uni-

versidad a través de la descentralización de las decisiones en los Consejos de las

Facultades de Derecho y Ciencias Sociales, de Medicina y Ramas Anexas y de

Matemáticas, así como a través de la participación de profesores, estudiantes y

egresados en la elección de los diez miembros de cada Consejo.

El primero en manifestar su desaprobación ante este aspecto de la propuesta

del Ejecutivo fue el diputado nacionalista y ex Rector de la Universidad Alfredo

Vázquez Acevedo quien consideraba que “la facultad de Derecho, la de Medicina,

la de Matemáticas y la Sección de Enseñanza Secundaria forman un todo armó-

nico que obedece a un mismo espíritu, a las mismas tendencias, a las mismas

ideas. […] Cada Consejo y cada Rector –con arreglo al proyecto– gobernarán

su respectiva facultad como lo entiendan, con el criterio y con las ideas que

dominen en ellos. […] Habrá cuatro institutos distintos que marcharán cada

uno a su manera, en lugar de un solo instituto, como sucede hoy, que obedece a

37 Diario de Sesiones de la Cámara de Representantes, 11 de abril de 1908, 505.

38 Diario de Sesiones de la Cámara de Representantes, 23 de abril de 1908, 549.

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una dirección uniforme.”39 A los argumentos de Vázquez Acevedo se sumaban

las citas del informe realizado por Eduardo Acevedo a Joaquín de Salterain,

donde el ex Rector sostenía que “se engañan los que creen que el ingeniero o el

médico, por ejemplo, no pueden aportar concurso útil a la labor universitaria

del jurisconsulto.”40

En un ambiente intelectual todavía dominado por el positivismo, el principio

spenceriano de la “diferenciación de funciones” se convirtió en el fundamento

político para la organización de la Universidad como un “consorcio de facultades”,

en palabras de Blanca París y Juan Oddone. Fue también el fundamento teórico

para que las Facultades de Agronomía, Veterinaria y Comercio, creadas durante

el rectorado de Acevedo, cobraran estatuto de escuelas y quedaran al margen

de la estructura de gobierno universitario.41 El proyecto de Williman y Terra

explicaba claramente que “es en homenaje [a la ley spenceriana] que el Poder

Ejecutivo os propone la separación de los estudios de Agronomía, Comercio y

Veterinaria de la Universidad, que está dirigida hoy por abogados, por médicos

e ingenieros, para confiar aquella enseñanza a comerciantes, industriales, hacen-

dados y agrónomos porque es así como se multiplican los vínculos entre todos

los elementos componentes de un cuerpo social, haciendo más intenso y proficuo

el sentimiento de solidaridad y conquistando para la gran causa educativa el

contingente de otras fuerzas y la aplicación de nuevas energías.”42

Como se señaló anteriormente, el otorgamiento de estatuto de escuelas a

Agronomía, Veterinaria y Comercio, su exclusión del “consorcio de facultades”

y el fortalecimiento de la capacidad de incidencia de los abogados, los médicos y

los ingenieros pertenecientes a la Universidad a través de los diferentes consejos

39 Diario de Sesiones de la Cámara de Representantes, 14 de enero de 1908, 863. En la primera versión del proyecto la Sección de Enseñanza Secundaria también se constituiría como facultad.

40 Diario de Sesiones de la Cámara de Representantes, 11 de abril de 1908, 496.

41 Ver Juan Antonio Oddone y Blanca París, La Universidad uruguaya desde el militarismo a la crisis, 1885-1958 (Montevideo: Universidad de la República, 1971), 83.

42 Diario de Sesiones de la Cámara de Representantes, 14 de enero de 1908, 864.

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fueron los aspectos centrales en el cambio de orientación del Poder Ejecutivo

con respecto a cómo debía estar organizada la Universidad y en función de esto

cuáles serían sus funciones académicas y docentes.

Otros cambios sustantivos tuvieron que ver con la elección de autoridades y el

ejercicio del gobierno universitario, especialmente en relación a la participación

estudiantil. Al comenzar a discutirse las primeras versiones del proyecto, sus

detractores observaron que no se requería título facultativo a todos los miembros

de los Consejos, lo cual abría la posibilidad de que los estudiantes participaran

directamente en los mismos. El diputado Julio Ma. Sosa argumentó a favor de

esta posibilidad al afirmar que “si todos los miembros del Consejo –aún el re-

presentante del elemento estudiantil– deben poseer título universitario, no veo

qué interés podrán tener dichos estudiantes en hacer representar sus intereses

–que, en un caso dado, quizás no estuvieran estrictamente representados– por

una persona ya titulada, ajena a ellos mismos, en el Consejo de las Facultades.”

El representante colorado Manuel B. Otero respondió que “se puede admitir

que los estudiantes designen a una persona para que eventualmente sea partícipe

de sus aspiraciones dentro de los Consejos de las Facultades; pero que designen

a una persona que esté científicamente a la altura de los demás miembros de la

Facultad.”43 Ésta fue la propuesta que primó.

Otro de los aspectos que motivó la discusión con respecto a la conformación

del gobierno universitario fue la participación de la Sala de Doctores en la elec-

ción de los Consejos. En el proyecto, estos órganos tendrían diez miembros: seis

serían electos por los profesores de la facultad, uno por los estudiantes y los tres

restantes por la Sala de Doctores. Según el diputado Gregorio L. Rodríguez,

este nuevo sistema provocaría una pérdida de interés de las diferentes Salas por

las elecciones universitarias, dada la escasa representación que tendrían en los

Consejos. El diputado Oneto y Viana, informante de la Comisión de Instrucción

43 Diario de Sesiones de la Cámara de Representantes, 9 de mayo de 1908, 87.

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Pública, aclaró que el interés de la ley consistía en que “los profesores pudieran

primar en el Consejo, no sólo asegurándose un número en mayoría de miem-

bros representantes del profesorado, sino siendo ellos los únicos encargados

de elegirlo.”44 La Comisión consideraba que los universitarios conocían mejor

las aptitudes de los profesores postulantes al Consejo y que, en la práctica, los

profesionales que no desempeñaban funciones universitarias no solían participar

de manera activa en la democracia universitaria.

Por otra parte, el fundamento de la nueva carta orgánica de la Universidad

era crear las condiciones para que los integrantes de cada facultad tuvieran mayor

incidencia en la vida de la institución y en las definiciones con respecto a su

rumbo. Sin embargo, la discusión parlamentaria resultó en una reducción de la

cantidad de representantes elegidos por los profesores a cuatro miembros y un

aumento del número de consejeros elegidos por las Salas de Doctores. De esta

forma, los mecanismos de elección quedaban a medio camino entre las viejas

modalidades de designación de las autoridades universitarias y la nueva forma

organizativa propuesta por el Poder Ejecutivo. En la versión final de la ley, de

los diez miembros de cada Consejo, cuatro debían ser profesores de la facultad

y el resto debían ser profesionales titulados de la misma. Uno de los miembros

sería votado por los estudiantes adquiriendo de este modo derecho al voto, pero

restringiéndose su participación directa en los órganos de decisión.

La ley fue finalmente aprobada el 30 de diciembre de 1908. La separación de

las nuevas ramas creadas por el rectorado anterior y orientadas a diversificar los

estudios para contribuir al desarrollo agropecuario, industrial y comercial del

país, así como el otorgamiento de mayores espacios a las profesiones liberales

perfilaban un cambio de rumbo político de la Universidad. Estas transformacio-

nes afectaban tanto a la organización universitaria propiamente dicha como a la

definición del papel de la educación terciaria en la sociedad. ¿Debía la Universi-

44 Diario de Sesiones de la Cámara de Representantes, 9 de mayo de 1908, 93.

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dad formar a quienes luego ejercerían libremente las profesiones decimonónicas

o constituirían las élites de gobierno? ¿O también debía desarrollar en su seno

formaciones destinadas al desarrollo económico del país? La ley universitaria

de 1908 parece haber optado por la primera vía. La comunidad universitaria

siguió debatiendo sus consecuencias durante largas décadas.

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Documentos

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1. La renuncia de Eduardo Acevedo, abril de 1907.

El Sr. Rector dice que dos señores miembros del Consejo han pedido sesión extraordinaria y que sabiendo con qué objeto lo han hecho debe dar algunas explica-ciones previas. Un diario publicó el lunes la noticia de que el P. E. [Poder Ejecutivo] había resuelto la supresión de la Universidad y sus autoridades o sea del Consejo y del Rector, creando los Consejos de Facultad bajo la inmediata superintendencia del Ministerio. Que en ese proyecto, condenable en sí mismo, porque importa la supresión absoluta de la autonomía universitaria desde que las Facds. [facultades] serán simples oficinas administrativas dependientes del Ministerio, hay además una falta absoluta de consideración de las autoridades universitarias que ni siquiera por fórmula han sido consultadas al respecto, y a las que se mira como algo perjudicial, como algo que es necesario destruir de inmediato, pues en el suelto referido se revelaba bien claramente que había urgencia en destruir la actual organización universitaria. Que en presencia de tales hechos y sabiendo además que hay en el fondo de esos proyectos una cuestión de animosidad personal contra los hombres dirigentes de la Universidad, el que ha-bla resolvió presentar renuncia del cargo que desempeña y habiéndole manifestado su resolución a los Sres. Decanos, éstos agregaron que asumirían la misma actitud conviniendo en aplazarla hasta que hubiera una manifestación oficial en el sentido anunciado. El Sr. De María dice que él es uno de los que pidieron sesión y que lo hizo en conocimiento de lo que ha referido el Sr. Rector. Considerando que si en efecto el P.E. tiene la idea de suprimir en la forma anunciada la autonomía universitaria, el Consejo debe asumir una actitud solidaria con el Rector y los Decanos sea para retirarse, sea para mantenerse en sus puestos respectivos, luchando por impedir que el proyecto se realice. Por eso, pues, solicitó la sesión pero los informes que se le han dado respecto de la actitud del P.E., le hacen creer que si la idea en cuestión ha existido no se trata de

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realizarla de inmediato como parecía, por lo cual cree que el Consejo ha de mantenerse a la expectativa debiendo el Sr. Rector convocarlo no bien se produzca alguna novedad en el asunto. El Sr. Pena expresa que efectivamente sus informes lo autorizan para creer por lo menos que transcurrirá algún tiempo antes de que el proyecto de que se trata se realice por lo cual afirma también que el Consejo debe pasar al orden del día. El Sr. Irureta Goyena dice que desde que tuvo conocimiento de la actitud que el Sr. Rector y otras autoridades universitarias resolvieron adoptar, se formó la resolución de acom-pañarlos en ella, considerando que si en otros tiempos el hecho de haberse atribuido el P.E. el derecho de separar a un profesor, provocó el movimiento de reacción en la Universidad por todos conocido, la Supresión Completa de la autonomía universitaria que es lo que parece buscarse hoy justifica mucho más aún que se proceda en su forma. Considera, sin embargo, dudosos los informes a que se ha referido el Sr. Pena, informes que él por su parte ha recibido de otras fuentes, que debe aplazarse toda resolución. El señor Maggiolo dice que él quiere dejar constancia que al cambiar ideas con el Sr. Rector y los otros Decanos sobre el hecho de que se trata no abrió opinión sobre los proyectos que se atribuían al P.E. considerando, como lo dijo, que no era posible atri-buir tal importancia a un suelto de diario. El Sr. Rector contesta que al hablar de la coincidencia entre sus ideas y las de los Srs. Decanos se refirió tan sólo a la resolución de renunciar, pero que como las últimas palabras del Sr. Maggiolo pudieran hacerle aparecer procediendo con ligereza basado en simples rumores recogidos por un diario que le consta y así lo manifestó a los Srs. Decanos que el suelto en que se anunciaban los referidos proyectos fue escrito por el Dr. Amézaga por indicación con arreglo a los informes del Sr. Presidente de la República. El Sr. Navarro dice que quiere dejar establecido que en la conferencia del Sr. Rector con los demás decanos se acordó que renunciarían todos en el caso en que la noticia del Suelto referido, fuera exacta. EL Sr. García de Zuñiga se adhiere a esta manifestación.

[Tomado del Libro de Actas de las Sesiones celebradas por el Consejo Universita-

rio, N°13 (abril de 1905-junio de 1907), 11 de abril de 1907, 438-41, Archivo

General de la Universidad de la República, Montevideo.]

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El Sr. Rector da cuenta de que hace algunos días fue llamado por el Sr. Ministro Dr. Terra quien le manifestó que el P.E. [Poder Ejecutivo] tenía la idea de no construir la Facultad de Derecho, destinando, en cambio, el edificio en construcción a la Facultad de Matemáticas; que él, por su parte le hizo observar que la Fac. de Derecho necesita con tanta urgencia como las demás otro local, que la de matemáticas, si sus enseñanzas habían de ser prácticas y no como hasta hoy exclusivamente teóricas, reclama una vasta extensión de terreno en los alrededores de la Ciudad para instalación de máquinas, ejercicios sobre cursos de agua, etc., que por lo demás se podía responder sin grandes erogaciones a estas exigencias, suspendiendo las otras de los demás edificios que no han sido aún licitados. El Sr. Ministro prometió consultar al Presidente y comunicar la resolución del P.E. a la Universidad lo que se ha hecho en el mismo sentido por medio de la nota de que se da lectura. Esta nota, agrega, unida a la noticia que dio un diario recogida de labios del Presidente de la República respecto del proyecto de supresión del Consejo y del Rector, a la nota ya conocida sobre acumulaciones y a la interpelación que el mismo señor Ministro le ha hecho anunciando sobre el régimen de exoneraciones, le demues-tra que hay una evidente hostilidad a su persona en el actual gobierno, y con el deseo de impedir que ella perjudique a la Universidad ha resuelto eliminarse por lo cual ha elevado al P.E. su renuncia indeclinable. En consecuencia, él por su parte, no tiene nada que hacer en este asunto, pero cree que el Consejo debe trabajar para impedir que se realice lo que anuncia la nota, por lo cual cree que ésta debe pasar a Comisión. El Sr. García de Zúñiga dice que debe exponer al Consejo su actitud en este incidente; que el señor Ministro Terra lo llamó poco después de hacerse cargo del ministerio y le dijo que el P.E. entendía que no debía construirse la Fac. de Derecho, consultándolo respecto de si la de matemáticas podría ser instalada en el terreno destinado a aquélla, en la inmediaciones de la ciudad para ciertas instalaciones, que él mirando la cuestión desde el punto de vista, en cierto modo egoísta, de los intereses de la Fac. de matemáticas, le manifestó que tal proyecto era muy realizable, no habiendo dado antes cuenta al Consejo porque el señor Ministro le impuso reserva bajo su palabra. El Sr. Terra dice que no tiene objeto el pasar este asunto a informe de Comisión cuando el Sr. Decano de Matemáticas miembro del Consejo ha informado al Sr. Ministro contra las resoluciones del mismo Consejo y aún contra la ley, pues por ley está resuelta la Construcción de la

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Facultad de Derecho en el paraje en que ahora el P.E. quiere construir la Fac. de Matemáticas. El Sr. García de Zúñiga dice que él no era miembro del Consejo cuando se resolvió la ubicación de los edificios universitarios, replicando al Sr. Terra que eso no obsta para que el Sr. Decano, siéndolo ahora reconociera sus obligaciones de tal y por lo menos diera cuenta a la Corporación de lo ocurrido entre él y el señor Ministro. Se resuelve pasar el asunto a Comisión designándose para constituirla al Dr. Irureta Goyena y al Dr. Terra siendo sustituido éste por excusación, con el Dr. De María.

[Tomado del Libro de Actas de las Sesiones celebradas por el Consejo Universita-rio, N°13 (abril de 1905-junio de 1907), 25 de abril de 1907, 451-2, Archivo

General de la Universidad de la República, Montevideo.]

Montevideo, Abril 27 de 1907.- Exmo. Señor Ministro de Industrias, Trabajo e Instrucción Pública, doctor don Gabriel Terra. Presento renuncia del cargo de rector de la Universidad de la Montevideo, con que fui honrado por decreto del 3 de agosto de 1904, recaído al pie de la terna propuesta por la sala de doctores.

Quedan a la mitad del camino diez o doce obras e iniciativas de importancia, que exigirán por algún tiempo más la decidida consagración de energía de los decanos y mi intervención personal y directa. Basta leer, para persuadirse de ello, la memoria de 1906 que se está repartiendo

Estoy por lo tanto obligado a expresar las causas de mi actitud, por la responsabilidad a que podría dar margen el fracaso de algunas de esas obras e iniciativas, y porque con motivo de mi renuncia acaban de presentar por escrito las suyas dos eminentes compatriotas que han honrado grandemente la causa de la enseñanza universitaria durante mi rectorado los doctores Pena y Navarro, decanos de derecho y de medicina.

Y para explicar dichas causas con amplitud, presento también a V.E. renuncia del cargo de catedrático en propiedad de Economía Política y Finanzas, que vengo desempeñando desde hace veinte años sin interrupción alguna y con una consa-gración sólo explicable por el inmenso cariño que profeso a la enseñanza.

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Desde que se produjo el cambio en la presidencia de la república, hace cuarenta y tantos días, variaron fundamentalmente las condiciones del medio ambiente universitario.

Empezó el poder ejecutivo por comunicar una información oficial, de la que resultaba que el consejo universitario y el rectorado debían ser disueltos con verdadera urgencia, organizándose en su lugar consejos especiales de facultades, que dependerían del ministerio. Precisamente se elegía, para preconizar la grave reforma contra la vieja y prestigiosa autonomía universitaria, una opor-tunidad que si algo evidenciaba era la enorme labor del consejo universitario de enseñanza secundaria y superior. Vale la pena de agregar que en el mundo entero se manifiesta hoy una tendencia decidida a favor de la reconcentración de facultades en una universidad central, precisamente del modelo de la que funciona en Montevideo.

Pocos días después, comunicó oficialmente V. E. al rector, que el poder eje-cutivo juzgaba que la facultad de derecho debía ceder su edificio en construcción para asiento de la facultad de matemáticas. Observé a V. E. que la facultad de derecho tenía necesidad de un amplio local y que nada ganaría con el cambio la facultad de matemáticas, desde que ésta requiere para la debida reorganización de la enseñanza, vastos talleres que sólo pueden instalarse en superficies de tres o cuatro hectáreas.

Agregué que, en último caso, dentro de la ampliación proyectada del em-préstito universitario, habría combinaciones para construir un edificio más, des-tinando a ese objeto las sumas correspondientes a las obras no licitadas todavía. Ayer me trasmitió V. E. la resolución final del poder ejecutivo, concordante con la ya conocida. Invoca la nota que la facultad de derecho no necesita edificios que suponen un rendimiento de mil quinientos pesos mensuales, cuando el ministerio mejor instalado sólo paga doscientos treinta pesos mensuales, como si las oficinas de un ministerio pudieran parangonarse con el funcionamiento de dos facultades superiores.

Expresa también la nota que la prudencia aconseja la limitación de los gastos, ya que por errores lamentables ha resultado triplicado el costo de los edificios universitarios, como si no fuera cierto que la autorización de las obras y los respectivos contratos celebrados por el departamento nacional de ingenie-ros, han sido autorizados y [ilegible] por el mismo poder ejecutivo, cuyo alto

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poder, en su mensaje de octubre de 1907 y al inaugurar las sesiones ordinarias en 25 de febrero de 1907, pidió expresamente a la asamblea, con vivo interés, la ampliación del empréstito para pagar el excedente de gastos autorizados, ya que ni siguiera había que arbitrar nuevos recursos, desde que la universidad consideraba suficientes los actuales.

Casi en los mismos momentos en que llegaba esa nota, V. E. me pedía apre-suradamente los antecedentes relativos al régimen de exoneración de exámenes, invocando la inminencia de interpelaciones parlamentarias sobre un sistema de comprobación de aptitudes que el consejo resolvió ensayar de acuerdo con sus fa-cultades legales y con la autorización expresa y reiterada del poder ejecutivo.

Comprenderá V. E. que en tales circunstancias es imposible que un funcio-nario tenga tranquilidad y tiempo para proseguir trabajos que reclaman una consagración enorme. Dirían que al subir al poder el señor doctor Williman ha encontrado que todo el mecanismo administrativo marcha admirablemente con la excepción de la universidad, que constituye un grave lunar que es necesario y urgente extirpar. Hace diez meses tuvo lugar la colocación de la piedra fun-damental del mismo edificio que ahora se repite innecesario para la facultad de derecho y el señor doctor Williman, entonces ministro de gobierno, pronunció con tal motivo las siguientes palabras que eran fiel reflejo del notable entusias-mo con que el ex presidente señor Batlle y Ordóñez acompañaba la acción de la universidad:

“Con un criterio inspirado en propósitos de progresos, las autoridades universitarias comprendieron que no es suficiente la exuberancia de material científico de enseñanza y la existencia de valiosas bibliotecas, adquiridas con grandes sacrificios durante muchos años. Comprendieron que era indispensable también disponer de vastos locales y de instalaciones apropiadas, atendiendo y con razón preferentemente esa cuestión de vital interés para la institución uni-versitaria. La cuestión de la piedra fundamental de este futuro edificio destinado a las facultades de derecho y ciencias sociales y de comercio es un nuevo paso en la realización de ese anhelo, que acariciaron de tiempo atrás las autoridades de nuestro gran centro de enseñanza y que con encomiable empeño han logrado realizar las actuales salvando las muchas dificultades que con frecuencia se han presentado al quererse llevar a término los proyectos de construcción para las diversas facultades que constituyen nuestra universidad.

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“Corresponde ahora a las actuales autoridades superiores de nuestra uni-versidad, el honor y la legítima satisfacción de haber en definitiva resuelto el apremiante problema, presentándonos dentro de pocos años, varios grandes locales con destino especial para cada una de ellas, y en los cuales se podrá iniciar la nueva enseñanza universitaria de acuerdo con los métodos aconse-jados por la ciencia.

En cuanto al régimen de exoneración de exámenes, puedo decir que en países europeos que marchan a la vanguardia de la enseñanza, se considera ya resuelto el problema, en el sentido de que las pruebas diarias de capacidad que dan los alumnos en clase, valen infinitamente más que la preparación realizada en la víspera del examen. Podrá ofrecer graves defectos la forma de ejecución del régimen que actualmente se ensaya en la universidad. Pero el pensamiento a que responde ese régimen no tardará en imponerse a sus impugnadores con la fuerza abrumadora de las grandes conquistas de la ciencia de la educación.

Sea cual fuere la suerte de las reformas realizadas, es lo cierto que los infe-cundos, los que no saben lo que es realizar una obra, forman ya legión, y que los intereses permanentes de la universidad exigen la eliminación de personas a que responde esta renuncia.

Pido a V. E. quiera establecer la forma en que debo hacer entrega del recto-rado. Saluda a V.E. atentamente. Eduardo Acevedo

[Tomado de El Siglo, 27 de abril de 1907, 5.]

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2. La respuesta de Terra a Acevedo, abril de 1907.

Montevideo, Abril 27 de 1907

Han causado sorpresa al Poder Ejecutivo los motivos en que V.S. funda las renun-cias de los cargos de Rector y Profesor de Economía Política de la Universidad.

Empieza el señor rector por manifestar que el Poder Ejecutivo comunicó como información oficial que el Consejo Universitario y el Rectorado debían ser disueltos con verdadera urgencia, organizándose en su lugar Consejos especiales de facultades que dependerían del Ministerio, y esto encierra un malentendido porque el Poder Ejecutivo no ha formulado semejante comunicación.

Es cierto sí que el Poder Ejecutivo se preocupa desde hace algún tiempo de estudiar una nueva organización universitaria consultando los principios de la división del trabajo, de la especialización de las funciones y la conveniencia de incorporar nuevos elementos a la causa de la enseñanza –pero lejos de abrigar propósitos que afecten la llamada autonomía universitaria persigue con esa reforma dar más amplia base a lo que hoy no existe desde que el Consejo está actualmente completamente limitado en sus atribuciones por las leyes de 1885 y 1889, siendo público y notorio que hace años la Cámara de Senadores sancio-nó un proyecto que le devuelve algunas facultades, proyecto que ha quedado encarpetado en la Comisión de Legislación de la Cámara de Representantes.

El Poder Ejecutivo no ha resuelto todavía si ha de suprimir el cargo de Rector, si ha de crear o no el Consejo General sobre los Consejos de las Facul-tades, porque tal cosa depende de un acuerdo que tengo que celebrar con el Sr. Presidente de la República y francamente no me explico que el Dr. Acevedo, considerándose jefe de un organismo autónomo, se apresure a eliminarse de su alto cargo por simples noticias más o menos incompletas de la prensa. Es usted redactor de uno de los principales diarios del país y es demostrar muy poca fe en la influencia de la propaganda cuando todavía queda la amplia discusión del proyecto a remitirse en el seno de la Asamblea Legislativa, y ante su actitud de renuncia cabe suponer que este es el dilema: o cree que la H. A. General no atiende razones y acepta toda iniciativa del P. E. aunque sea mala, lo que constituiría una injuria que no debo atribuirle, o en realidad está convencido de

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que al retirarse del Rectorado no lleva la bandera de la autonomía universitaria que nadie ha pretendido menoscabar.

Agrega Ud. que en el mundo entero se manifiesta decidido a favor de la reconcentración de las facultades en una Universidad central, precisamente del modelo de la que funciona en Montevideo, y esta afirmación necesitaría ejemplos concretos admitirla, porque si es cierto que la ley de 1896, unió en Francia varios institutos, -verdaderas oficinas dependientes del P. E.- en una sola universidad, también lo es de que en aquel país la Universidad no es símbolo de autonomía o independencia porque la dinastía napoleónica creó la Universidad imperial como instrumento evidente del despotismo.

Llena de sorpresa que el Dr. Acevedo, cuya ilustración es notoriamente indiscutible, nos hable de un modelo común de Universidad que se sigue en Montevideo, siendo cierto que estas instituciones tienen en cada país, caracteres especiales, formas que son peculiares a cada pueblo y que provienen de múltiples factores tradicionales completamente distintos. Si no puede invocarse razona-blemente como causa de su renuncia la defensa de la autonomía universitaria, que será respetada en la reforma que propondrá el P. E. que lleva su espíritu liberal hasta dar representación a los estudiantes en los Consejos a crearse como ejemplo de democracia y escuela de civismo, tampoco es causa de renuncia el pedido de algunos datos que me vi obligado a hacer para resolver con acierto cuestiones que se me presentan como Ministro. Si usted cree que esos informes que como funcionario estaba obligado a dar y que nunca imaginé que pudieran afectar su tranquilidad, se solicitaban únicamente de la Universidad –único [ilegible] que el Dr. Williman encontró a la Administración– según sus palabras ud. está profundamente equivocado. De mi ministerio sé decir que todos los funcionarios que de él dependen, han tenido que responder en los cuarenta días que llevo en la Cartera, a múltiples cuestiones y tengo el placer de constatar que desde el Inspector de Instrucción Primaria, Dr. Abel Pérez J. Pérez, que casi diariamente concurre a mi despacho y que ha colaborado eficazmente con el proyecto de las ciento cincuenta escuelas, convertido en Ley de la República y que en estos momentos estudia con el que suscribe el medio de aumentar los sueldos de los maestros en todo el país y de crear escuelas nocturnas de adultos y especialmente para obreros en las capitales departamentales, -hasta el más humilde jefe de la más modesta sección de los servicios a mi cargo se muestran complacidos de que el actual gobierno se preocupe de los asuntos que con sus

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reparticiones se relacionan, con el interés y la actividad, que permite la reciente subdivisión de las tareas del ministro de fomento.

Excepcionalmente pues, el Sr. Rector invoca como motivo de su renuncia algunos informes que solicité de la Universidad y una entrevista en la que creí oportuno indicarle las razones que tenía el P.E. para preferir la instalación de la Facultad de Matemática a la de Derecho en el edificio que hoy se levanta en la calle 18 de Julio.

No consistió mi propósito en combatir la iniciativa de los edificios univer-sitarios inaugurados en la pasada administración por el actual presidente de la república en palabras que podría repetir hoy sin contradecirse en lo más mínimo. Mi propósito fue el de dar preferencia en la ubicación a la facultad que dentro de la tendencia moderna de la enseñanza conviene de primer término atender.

No hay más que un centenar de estudiantes de la Facultad de Derecho y no debe ser deseo de los poderes públicos de aumentar esa cifra, porque abo-gados hay de sobra y constituye su número un mal social, cuyo incremento es menester evitar y en cambio la cantidad de ingenieros es todavía reducida y los progresos materiales del país harán crecer forzosamente la demanda de esta clase de profesionales.

Esa razón de preferencia podrá ser discutida, pero de ninguna manera afir-mándose que dentro de los actuales recursos universitarios, ambas facultades podrían tener ubicación propia y por demás suntuosa.

Los recursos universitarios actuales provienen en cuanto a los edificios de un impuesto sobre la transmisión de la propiedad inmueble bastante gravoso y anti-económico y de otro impuesto sobre los depósitos judiciales, y sólo afectando a estas rentas por más de veinte años se podrá llevar adelante el plan lujoso de edificación que proyectaba el Sr. Rector de la Universidad.

El P.E. en sus vistas de conjunto se encuentra con mil necesidades que se relacionan muchas de ellas también con la enseñanza y no puede patrocinar la afectación de esas rentas sino elevándose a la vez por completo las más indispen-sables exigencias que es de su deber atender, y estas ideas de por sí respetables y que serán por otro lado tema de ulteriores debates en el seno del parlamento no podían tampoco originar la renuncia del Sr. Rector.

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Por la alta consideración que la persona de ud. me inspira, he meditado sobre los verdaderos motivos que pudieran influir en semejante decisión y creo encontrarlas en la implantación del régimen de las exoneraciones que ha inspi-rado entusiasmos dignos de mejor causa.

Ese régimen llevado a la práctica con un absolutismo inexplicable, ha sido condenado públicamente en forma más o menos franca por casi todos los pro-fesores, la prensa y la opinión en general, y el Rector que en un documento original adelantó su forma de pensar en el sentido de no aceptar el correctivo que todos aconsejan para evitar el derrumbe del crédito de nuestra primera institución de enseñanza, correctivo que consiste en los exámenes periódicos durante el funcionamiento de las clases, -tendrá inevitablemente que eliminarse como consecuencia lógica de su actitud extrema y radical.

Por esto es que el Poder Ejecutivo se ve obligado a aceptar la renuncia que Ud. presenta del cargo de Rector de la Universidad, no haciendo lo mismo con la del puesto de Profesor de Economía Política y Finanzas que desempeña con tanto mérito porque a su juicio no tiene razón de ser.

Y al llevar a su conocimiento tal resolución debo confesarle que no contesto la última expresión de su nota en la que habla de legiones de infecundos que no saben lo que es realizar una obra porque no comprendo lo que esa frase significa dentro de la serenidad de espíritu que es dable exigir a un alto funcionario.

En oportunidad comunicaré a usted la forma en que ha de entregar el Rectorado.

Saludo a Ud. atten.

Gabriel Terra

[Tomado de los expedientes de la Universidad de la República, abril de 1907, Caja 95, Carpeta 80, Archivo General de la Nación, Montevideo.]

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3. Mensaje del Poder Ejecutivo a la Asamblea General, mayo de 1907.

Montevideo, 14 de mayo de 1907

Honorable Asamblea General:

Remito a V. H., sometiéndolo a su alta consideración, un proyecto de ley que da una nueva forma orgánica a la Universidad de Montevideo, en armonía con los progresos de dicha institución y con las modernas exigencias de la enseñanza secundaria y superior.

No hace mucho tiempo que siendo el señor Nassi Ministro de Instrucción Pública en Italia, se dictó un reglamento para que las universidades, confiriendo mayores atribuciones al Gobierno en la elección de los rectores y del profesora-do; se suprimió el sistema de la terna, sustituyéndolo por el de nombramiento directo del Rector, dándose facultades al Ministro de Instrucción Pública para designar la comisión que determinará entre los pretendientes a las cátedras cuál debía ser el favorecido.

Comentando estas reformas, decía una de las principales revistas europeas, que ellas indicaban el triunfo en Italia de las mismas tendencias centralistas ya dominantes en Alemania y en Inglaterra.

Efectivamente, el doctor Bunge, enviado a Europa por el Ministro argentino doctor Osvaldo Magnasco para que estudiara los institutos de educación, de-muestra cómo en estos últimos tiempos, en las dos clásicas universidades inglesas de Oxford y Cambridge, la autonomía económica no escapa a la intervención y superintendencia del Gobierno, y el mismo doctor Bunge, hablando de las actuales universidades francesas, las denomina ‘hechuras del Estado’.

El proyecto que remito a V. H. se aparta de esa tendencia que considero inconveniente y que desde luego iría contra la corriente de aspiraciones hacia la autonomía, no convertidas aún en ley, pero que constituyen indiscutible-mente un ideal que se persigue y que, formando hermosa tradición, ha defen-dido los fueros del profesorado y el espíritu de iniciativa de las autoridades universitarias en las mismas épocas de mayor perturbación política.

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Respetada esta tradición de independencia, el Poder Ejecutivo ha querido avanzar dando más amplias bases a los cuerpos electivos con la intervención directa y principal del profesorado en la marcha universitaria y con el derecho del voto conferido a los estudiantes, no solamente como saludable enseñanza democrática, sino también como acto de justicia, que no es otro el que les da la representación genuina destinada muchas veces a llevar al seno de las auto-ridades la expresión de atendibles exigencias, y a consagrar entre los elementos que estudian y los que enseñan una perdurable solidaridad, que contribuirá en primer término al desenvolvimiento de la cultura y de la ciencia.

Pero las universidades en ningún país abarcan las enseñanzas de Agrono-mía, el Comercio y la Veterinaria, estudios que dan lugar pomposamente entre nosotros a la existencia de otras tantas Facultades.

Empezaríamos esa enseñanza de tal manera que resultaría inútil y con-traproducente, desde que una Facultad de Agronomía, no puede crearse sino para proporcionar los conocimientos más profundos o superiores de la ciencia agrícola. Fue M. Candel quien, en uno de los últimos Congresos Internacio-nales de enseñanza superior, promovió la cuestión de si convenía introducir las materias agrícolas e industriales en la enseñanza universitaria. Este punto puesto en debate en la reunión de notables especialistas, hizo que se recordara que la Universidad ‘Louvain’ era la única en el mundo que contaba con una Facultad de ciencias agrícolas, pero no para reemplazar a las escuelas primarias y secundarias de agricultura que actuaban al mismo tiempo con toda profusión y sí solamente para complementar y perfeccionar los estudios que en aquellas escuelas se iniciaban. El Congreso, después de estudiar el tema promovido por el Dr. Candel, emitió voto de que en las Universidades debía establecerse la enseñanza en materias agrícolas, industriales y comerciales, pero en un carácter superior y esencialmente científico.

Nadie podrá sostener que es esto lo que el país necesita por el momento, cuando lo que se pretende es precisamente lo contrario: es hacer enseñanza profesional, práctica, desalojando en absoluto todo propósito de especulación científica, o teoría pura, que sería una vanidad y un absurdo para nuestro país en el transcurso de muchos años todavía.

Mal podemos ambicionar la enseñanza superior cuando recién iniciamos a nuestra juventud en esas nuevas carreras, y debemos por ahora limitarnos a pretender que

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los que las sigan conozcan lo necesario para ser buenos capataces o administradores de establecimientos agropecuarios o buenos dependientes de comercio y nunca propender a crear otra clase de doctores en agronomía o en cuestiones comerciales que sólo servirían, dentro de nuestro medio, para cruzar con un título incómodo, por más honroso que fuera, una vida de esterilidad y de pobreza en compañía de las otras víctimas ya abundantes que forman el proletariado intelectual.

Pero además, Honorable Asamblea, es violar una ley que se impone a todas las sociedades y a todos los organismos, el reunir en un solo instituto toda la enseñanza de un país, como si aconsejaran ese plan centralista estrechos vínculos que no existen entre los estudios superiores y los simplemente profesionales y técnicos.

El mismo concepto de la Universidad, si bien es respetable por la tra-dición ante la realidad de lo que alcanza hoy el intelecto del hombre con los progresos de la ciencia, constituye un verdadero absurdo, que pudieron sostenerlo con sinceridad o sin ella los monjes que en la edad media en-señaban la Teología y la Retórica como La ciencia universal, único bagaje del saber humano, pero que es un contrasentido en el mundo en el que vivimos, que comprueba en todas sus manifestaciones de prodigiosos ade-lantos la verdad de la ley spenceriana, que señala un proceso cada vez más intenso de diferenciación en los órganos y las funciones. Es en homenaje a esa ley que el Poder Ejecutivo os propone la separación de los estudios de Agronomía, Comercio y Veterinaria de la Universidad, que está dirigida hoy por abogados, por médicos e ingenieros, para confiar aquella enseñanza a comerciantes, industriales, hacendados y agrónomos, porque es así como se multiplican los vínculos entre todos los elementos componentes de un cuerpo social, haciendo más intenso y proficuo el sentimiento de la solida-ridad y conquistando para la gran causa educativa el contingente de otras fuerzas y la aplicación de nuevas energías.

Fueron dos comerciantes de París, los señores Brodard y Legret, los que en el año 1820 fundaron la Escuela Especial de Comercio, cuando no tenía pre-cedentes esta enseñanza y se miraba con marcada aversión el positivismo de la carrera mercantil.

Fueron las Cámaras de Comercio, los sindicatos industriales, el patriotismo y la generosidad de negociantes enriquecidos por su inteligencia y espíritu de empresa, los que en Rouen, en Lyon, en Marsella y en Bordeaux crearon y

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dirigieron institutos análogos que, según la expresión de uno de estos hombres beneméritos, prepararon, al través del tiempo, a los buenos empleados, a los jefes esclarecidos, a los administradores d’élite, en una palabra, a los hombres de verdadero valer, que en la vida comercial y privada, así como en la vida pública prestaron grandes servicios a la Francia.

El verdadero promotor de esta enseñanza, en Alemania, es Shiebe, el fun-dador del Instituto Público de Comercio en Leipzig, antiguo negociante que, como lo recuerda un historiador, enseñaba con la palabra y con el libro, no una ciencia comercial convencional, pero sí lo que él había aprendido en su larga práctica de los negocios.

Casi todas las otras escuelas alemanas han sido fundadas y dirigidas también por comerciantes como en Inglaterra, en Austria-Hungría, en España […].

Todos estos antecedentes demuestran cómo es necesario respetar la ley de las especialidades y si desgraciadamente entre nosotros la iniciativa privada no se ha manifestado con el vigor con que aparece en las naciones europeas, al susti-tuirlas el Estado no debe ni puede prescindir, después de dar el primer impulso, de los que dentro del organismo social tienen la legítima representación de los intereses que estas escuelas están llamadas a fomentar.

Porque son estas corporaciones de comerciantes, hacendados o industriales, las que en la marcha de las escuelas ejercerán otra misión cuya importancia tiene su medida en la elevación de los sentimientos que la inspiran en la influencia bienhechora que ejercerá en el porvenir de los futuros educandos, y esta misión es la del patronato que se traduce en la colocación de los alumnos, que no se pueden dejar abandonados a sus propias fuerzas al terminar los estudios.

Las escuelas técnicas no deben permanecer aisladas del medio exterior, so pena de fracasar, y nada más lógico y conveniente que, al estudiante que ha de ser perito agrónomo o veterinario, vincularlo desde los bancos de la escuela a los poseedores de vastas extensiones territoriales, que si muchas veces no las cultivan es porque les falta el hombre que les inspire plena confianza para ponerlo al frente de los trabajos; nada más razonable que poner en contacto al que ha de pasar su vida como auxiliar o dependiente del comercio, con los que ya han triunfado en esa industria y que pueden directamente, o por intermedio de sus relaciones, indicar el camino seguro

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y aconsejar bien al que demuestra, como estudiante, condiciones para el triunfo en la lucha que sin cesar mantiene el intercambio de la riqueza.

Estas funciones del patronato están perfectamente organizadas en las escuelas europeas y nosotros las despreciaríamos si enfrente de los institutos técnicos no nos apresuráramos a separar a los médicos, ingenieros y abogados que hoy exclusivamente los dirigen, y que serán muy dignos y competentes para continuar enfrente de sus respectivas Facultades, pero, en general, son faltos también de aptitudes y de relaciones necesarias para presidir con éxito las nuevas orientaciones de la enseñanza comercial, agrícola e industrial.

[…] la Universidad, que entre nosotros se levantó como bandera salvadora de la civilización en el período álgido de las patrióticas tribulaciones de la Defensa, será lo que debe ser y lo que es en todas partes: la aproximación, el consorcio de las cuatro Facultades: la de Derecho y la de Medicina, la de Ingeniería y por algo transitorio la de Enseñanza Secundaria.

[…]

El Poder Ejecutivo hubiera deseado desde ya suprimir la enseñanza secun-daria oficial, porque tiene el convencimiento de que el Estado no debe suplir ni hacer competencia injusta a la iniciativa privada, cuando ella se revela con suficientes energías para cumplir satisfactoriamente con un servicio de interés social; y hoy ya se puede afirmar que no está lejano el día que se lleve adelante, por uniformidad de opiniones, la reforma que consiste en limitar la acción del Poder público en la enseñanza secundaria, a una actitud de simple vigilancia en las escuelas particulares y cuando más a intervenir en el plan de estudios para darle unidad, juzgar en las pruebas de suficiencia y exigir la enseñanza práctica de ciertos conocimientos.

El Poder Ejecutivo por el momento no cree oportuno prestigiar la realización de esa reforma radical, que se basa en el principio de libertad: no obstante, la facilita para dentro de algún tiempo, asegurando el triunfo de ese ideal al dividir los estudios en Preparatorios y Secundarios propiamente dichos.

Con esta subdivisión se obtendrán también grandes ventajas que consisten en no hacer trabajar a las nuevas generaciones más que lo indispensable para ejercer con plena conciencia las profesiones superiores, evitando el cansancio intelectual antes que el hombre se inicie en la verdadera lucha por la vida.

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[…]

Justo es que en los primeros años de ingreso en la Facultad de Preparato-rios todos los estudiantes se encuentren en las mismas aulas para recoger con idénticos programas aquellas enseñanzas rudimentarias de las ciencias y de las letras que es conveniente posean todos los ciudadanos y que son indispensables para el ejercicio de cualquier profesión, pero después de transcurridos tres años y cuando están bien definidas las inclinaciones de sus temperamentos y pueden saber dónde van, esas nociones deben profundizarse con arreglo a la idiosincrasia de cada uno; si el estudiante tiene amor a las ciencias médicas, lo que se impone es que preste su atención a los conocimientos que lo harán más apto, en el ingreso a la Facultad de Medicina, y si su espíritu lo lleva a las matemáticas, la enseñanza de los problemas de la ciencia de Pascal es la que debe preferirse para el futuro alumno de la Facultad de Ingeniería; y si se trata de un elemento pobre que no puede proseguir largas carreras porque tiene rápidamente que solucionar su situación económica o si es alguien que por su naturaleza no siente inclinación al estudio prolongado o no posee ca-pacidad suficiente para las carreras largas, lo conveniente es que no fracase, como sucede hoy, y se retire desmoralizado de los centros de enseñanza, y para eso es necesario que tenga abiertas las puertas de las escuelas de Comercio, de Agronomía y de Veterinaria, que le permitirán seguir una carrera corta pero bien útil para la sociedad en que vive.

De este modo se llenarán las cuatro condiciones que Juan María Bertini quería para la enseñanza secundaria: la primera, completar los conocimientos de las escuelas elementales; la segunda, el colocar a los jóvenes en condiciones de seguir un curso técnico o comercial, porque muchos de ellos están obligados, después de tres o cuatro años, a dejar todo estudio para entrar en una carrera profesional; la tercera, educar el sentimiento, ennoblecer el alma de los jóvenes, elevarlos sobre las preocupaciones vulgares, descubriendo en ellos la parte ideal; la cuarta, una distribución de las materias de tal manera que las más necesarias y eficaces para conseguir los fines que se acaban de exponer, estén colocadas en los tres o cuatro primeros años del curso.

La parte del proyecto que se refiere a las nuevas atribuciones conferidas a los consejos Universitarios no necesita mayores comentarios que los formulados en

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el mensaje de 10 de septiembre de 1904 y que el Poder Ejecutivo cree conve-niente dar por reproducidos.

No son los Altos Poderes del Estado los que están llamados a seguir paso a paso los planes de la enseñanza, modificados continuamente por los adelantos de la ciencia y los consejos de la práctica, para adaptarlos a las particularidades de nuestro medio, y desde que se constituyen corporaciones de especialistas y se les coloca al frente de los cuerpos universitarios, lo justo es, que salvando los derechos del Estado, se les confieran las más amplias facultades en las cuestiones técnicas que se desarrollen con el régimen de estudios, su duración, número, naturaleza, extensión de las materias y pruebas a rendirse para optar a los grados científicos, a los certificados y títulos.

Aprovecha la oportunidad el Poder Ejecutivo para reorganizar la escuela de artes y oficios, convirtiéndola en Escuela Industrial, con alumnos internos y externos.

[…]

La ley de Conversión autoriza al Poder Ejecutivo para invertir el sobrante de aquella operación financiera en la instalación de las Escuelas de Agronomía y Veterinaria y en el fomento de la enseñanza secundaria en el país. El Poder Ejecutivo considera prematuro e inconveniente el establecer liceos en todas las capitales departamentales, porque cree que para regiones de porvenir comercial, como las fronterizas, convendría antes que nada establecer escuelas elementales de comercio, y para regiones agrícolas, instituciones que de inmediato prepa-ren el perfeccionamiento de esa industria, que interesa al país principalmente, fundando las escuela que Alejandro Money, inspirándose en el ejemplo de la Bélgica, quería para todos los distritos rurales, como un medio de recoger e instruir a los jóvenes hijos de los cultivadores después que salen de la escuela primaria, para darles las nociones elementales de la ciencia agrícola, de la eco-nomía rural y de la veterinaria.

Es necesario pensar que el porvenir se nos presenta fácil por la riqueza sin igual de nuestro suelo, siempre que se favorezca el adelanto de las dos grandes industrias: la ganadera y la agrícola, y antes que nada, debemos preocuparnos de preparar a las nuevas generaciones para que aceleren esa evolución económica que ha de realizar, a no dudarlo, la grandeza de la República.

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El Poder Ejecutivo reitera a V.H. las expresiones de su alta consideración

CLAUDIO WILLIMAN

Gabriel Terra

[Tomado del Diario de Sesiones de la Cámara de Representantes, 14 de enero de 1908, 862-87.]

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4. Ley Orgánica de la Universidad de la República, diciembre de 1908.

Poder Legislativo

El Senado y la Cámara de Representantes de la República Oriental del Uru-guay reunidos en Asamblea General, etc., etc.,

DECRETAN:

Artículo 1 Créanse los Consejos Directivos de las siguientes facultades:

Derecho y Ciencias Sociales.

Medicina y ramas anexas.

Matemáticas.

Art. 2º Cada Consejo se compondrá de diez miembros y un Decano.

De los diez miembros cuatro deberán ser profesores de la respectiva Facultad y los demás tener título de la misma.

Art. 3º El Decano tendrá la presidencia del Consejo y ejecutará sus decisiones.

Art. 4º El Rector de la Universidad citará con quince días de anticipación, previa resolución del Consejo Universitario, a las personas con derecho a inter-venir en la elección de los Consejos, la que se efectuará en la siguiente forma:

En la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, cuatro miembros serán elegidos por los profesores y sustitutos, cuatro por los abogados, uno por los escribanos y otro por los estudiantes.

En la Facultad de Medicina y ramas anexas, cuatro por los profesores, susti-tutos, Jefes de Clínicas y Jefes de Laboratorio, tres por los médicos, uno por los farmacéuticos, uno por los dentistas y otro por los estudiantes.

A los efectos de este artículo se entienden por sustitutos aquellos que se encuentren en ejercicio de sus funciones, es decir, que concurran a la Universi-dad de acuerdo con las disposiciones reglamentarias, y por estudiantes los que

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comprueben con un certificado haber rendido examen en el año anterior a la elección de la misma Facultad.

Art. 5º El Poder Ejecutivo nombrará el Decano de cada Facultad, a propuesta del Consejo respectivo. El Decano deberá ser, además de profesor, abogado en la Facultad de Derecho, médico en la de Medicina, e ingeniero en la de Matemáticas.

Art. 6º Las tres Facultades constituirán la Universidad de la República, conjuntamente con la Sección de Enseñanza Secundaria.

Art. 7º Se constituirá el Consejo Universitario con los Decanos y un delegado de cada Consejo de Facultad.

Formará parte también de ese Consejo el Decano de la Sección de Enseñanza Secundaria y Preparatoria y un delegado del respectivo Cuerpo de Profesores nombrado por éstos.

Art. 8º El Rector de la Universidad será nombrado por el Poder Ejecutivo con la venia del Honorable Senado.

El Rector presidirá el Consejo Universitario y representará oficialmente en todos los actos y relaciones, a la Universidad.

También podrá concurrir a las sesiones de todos los Consejos de Facultad con voz y sin voto.

Art. 9º Los miembros de los Consejos de cada Facultad durarán cuatro años en sus funciones. Los Consejos se renovarán por mitades cada dos años, debiendo, al constituirse, sortearse los miembros que deben salir al cumplir el primer bienio.

En caso de vacancia, se procederá a la elección por el término complementario.

Art. 10. El Rector y los Decanos durarán tres años pudiendo ser reelegidos por una sola vez.

Para ser nombrado Rector se requiere título de abogado, médico o ingeniero.

Art. 11. Todos los Consejos y Decanos tienen por atribuciones, con referencias a sus respectivas Facultades, además de las que le confieren las leyes de Julio de 1885 y Noviembre de 1889 al actual Rector y al Consejo de Enseñanza Secun-daria y Superior, las de entender en todo lo concerniente a la extensión de las

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materias que hayan de cursarse por los estudiantes, para adquirir títulos tanto en la Universidad como en las Escuelas de Comercio, Agronomía y Veterinaria.

El Rector someterá al Poder Ejecutivo el plan que al respecto formula cada Consejo de Facultad, con informe del Consejo Universitario, para ser elevado a la Asamblea.

Art. 13. Son atribuciones del Consejo Universitario, además de las que se insertan en otros artículos de esta ley:

A) Elevar con informe al Poder Ejecutivo los planes de estudios, progra-mas y métodos de enseñanza que formule cada Facultad.

B) Reglamentar la percepción y administración de las rentas universita-rias y ejercer la superintendencia sobre la Contaduría y Tesorería de la Universidad, cuyos servicios quedan unificados, sin perjuicio de llevarse cuenta aparte a cada Facultad.

C) Informar anualmente al Poder Ejecutivo sobre el estado de la enseñanza secundaria y superior.

D) Elevar al Poder Ejecutivo los presupuestos de sueldos y gastos anuales.

E) Exonerar, de acuerdo con las disposiciones vigentes, de las cuotas por concepto de diplomas, matrículas y exámenes y otorgar bolsas de viaje, previo informe de los Consejos de las respectivas Facultades.

F) Fijar con aprobación del Poder Ejecutivo, los derechos universitarios.

G) Establecer las condiciones de admisión de toda clase de títulos pro-fesionales y certificados de estudios extranjeros previo informe de las respectivas facultades y con la aprobación del Poder Ejecutivo.

Art. 14. De las resoluciones de los Consejos de las Facultades podrá recu-rrirse al Consejo Universitario, requiriéndose para su revocación, la mayoría absoluta de los votos de los miembros que lo componen, es decir, cinco votos como mínimum.

Art. 15. En caso de enfermedad o ausencia del Rector, lo reemplazará el Decano más antiguo y si hubiera igualdad de tiempo, el que tuviera mayor antigüedad como profesor.

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En los mismos casos, tratándose de los Decanos, serán reemplazados por el profesor más antiguo que forme parte del Consejo respectivo.

Art. 16. Cada Facultad invertirá su parte de rentas universitarias en la forma establecida por las leyes anteriores. En igual forma será invertida la mitad de las rentas de la Sección de Enseñanza Secundaria y Preparatoria.

La otra mitad será distribuida por el Consejo Universitario entre las Facul-tades, en la forma y oportunidad de juzgue convenientes.

El Consejo Universitario rendirá cuenta al Poder Ejecutivo.

Art. 17. La Enseñanza Secundaria y Preparatoria se formará de la siguiente manera: El Consejo Universitario propondrá al Poder Ejecutivo cinco miem-bros de los cuales dos, por lo menos, serán profesores de aquella Sección y cada Consejo de Facultad propondrá un miembro.

Art. 18. El Consejo de la Sección de Enseñanza Secundaria y Preparatoria, dentro de los tres meses siguientes de su nombramiento, formulará una división de estudios en secundarios y preparatorios, debiendo adoptar, para los últimos, un plan distinto, según se dirija el estudiante a la Facultad de derecho, a la de Medicina o a la de Ingeniería.

Este plan de estudios será sometido al Consejo Universitario.

[Tomado de los expedientes de la Universidad de la República, diciembre de 1908, Caja 101, Carpeta 146, Archivo General de la Nación, Montevideo.]

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3 El primer Congreso Internacional

de Estudiantes Americanos

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La historia del movimiento estudiantil uruguayo puede rastrearse hasta la

fundación de la Universidad de la República a mediados del siglo XIX. Ya en esos

años los estudiantes participaban en los órganos de dirección de la institución e

intervenían en la elección de sus autoridades haciendo valer su opinión sobre los

más diversos temas educativos y académicos.45 La Ley Orgánica de 1885 marcó

un cambio en ese orden de cosas al privar a los estudiantes de toda interven-

ción directa en el gobierno universitario. El historiador estadounidense Mark

Van Aken atribuye esta pérdida de poder a la inexistencia de una organización

“que pudiera hablar con voz única por toda la juventud universitaria”. Era la

época de las sociedades culturales y los clubes literarios que trataban de incidir

en diferentes aspectos de la vida universitaria pero carecían de un programa

general de reforma.46

La gran transformación iniciada a fines del siglo XIX por el Rector Alfredo

Vázquez Acevedo se encauzó así al margen de la opinión estudiantil y algunas

veces en su contra. Por esa razón, un grupo de estudiantes decidió en agosto de

1893, en pleno proceso de mejoramiento edilicio, cambio de planes y apertura

45 Ver Juan Antonio Oddone y Blanca París, Historia de la Universidad de Montevideo: La Universidad vieja, 1849-1885 (Montevideo: Universidad de la República, 1963). Por ante-cedentes del movimiento estudiantil de principios del siglo XX, ver el capítulo 6 del primer volumen de la obra de los mismos autores La Universidad uruguaya desde el militarismo a la crisis, 1885-1958 (Montevideo: Universidad de la República, 1971).

46 Mark Van Aken, Los militantes: Una historia del movimiento estudiantil uruguayo desde sus orígenes hasta 1966 (Montevideo: Fundación de Cultura Universitaria, 1990), 15-8.

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de nuevas áreas de investigación y enseñanza, concentrar esfuerzos en la creación

de una única asociación con afiliados de todas las facultades y aún de los liceos

secundarios, que por entonces integraban la estructura universitaria.47

Esta primera Asociación de los Estudiantes de Montevideo no obtuvo demasiados

resultados inmediatos ni se convirtió prontamente en la principal portavoz de los

intereses estudiantiles. Con el tiempo, sin embargo, se transformó en el verdadero

germen del dinamismo juvenil que caracterizó a la vida universitaria en el siglo XX.

Aunque esa transformación tuvo que ver con una serie de cambios experimentados

por el cuerpo estudiantil en esos años, con su ampliación y diversificación social,

sus verdaderos artífices fueron los integrantes de un grupo de inquietos estudiantes

que se propusieron dinamizar la vida de la Asociación.

Entre sus iniciativas se destacó la fundación de la revista Evolución, que

comenzó a aparecer en octubre de 1905 y siguió editándose hasta 1909. Se

trataba de una publicación mensual sin una orientación ideológica o filosófica

determinada más allá de la obvia alusión positivista del nombre, todavía en boga

en la época. Se distribuía gratuitamente entre los miembros de la organización y

recibía colaboraciones de estudiantes de las diferentes facultades, además de sus

profesores más destacados, quienes eran invitados a exponer sobre una amplia

gama de asuntos y áreas del conocimiento. Entre sus editores más activos figu-

raban Miguel Becerro de Bengoa, Rodolfo Mezzera, Héctor Miranda, Baltasar

Brum y varios otros personajes que luego tuvieron una destacada actuación en

la vida pública nacional.

Desde el primer número, los responsables de Evolución establecieron claramente

su propósito de combatir la “desesperante frialdad e indiferencia” con que la “juven-

tud universitaria” había recibido la convocatoria de la Asociación desde el momento

de su creación.48 En los meses siguientes, la revista fue afirmándose en su llamado

47 Ver ibíd., 20-2.

48 Evolución, octubre de 1905, 1.

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a impulsar la transformación de la Universidad, señalando sus carencias y pidiendo

reformas en sus reglamentos y sistemas de enseñanza. En un principio, las quejas

se concentraban en temas puntuales como los exámenes orales en la Facultad de

Medicina o la selección de materias en la de Derecho, asuntos sobre los que, como se

vio en el primer capítulo de este libro, la opinión estudiantil cambió repetidamente.

También se reclamaban pases libres de tranvía y otras “ventajas materiales” para

los estudiantes y se rechazaba la asistencia obligatoria y demás reglas consideradas

discriminatorias contra el acceso al estudio de amplios sectores sociales.

Estos reclamos los fueron enfrentando con las autoridades universitarias, espe-

cialmente con el Rector Eduardo Acevedo, contra quien no escatimaron críticas y

reproches. Los editores de la revista también dirigieron sus armas críticas contra

los miembros del Consejo Central y los Decanos, a quienes acusaban de similares

arbitrariedades e injusticias en sus manejos de la casa de estudios. De esta forma, fue

quedando en claro que el motivo principal de su descontento radicaba en su total

exclusión de las instancias de dirección de la institución.49

En ese marco, y aprovechando que el gobierno de Claudio Williman propi-

ciaba la reorganización de la Universidad sobre nuevas bases, los líderes de la

Asociación de los Estudiantes dirigieron su demanda de participación al Mi-

nistro de Industrias, Trabajo e Instrucción Pública, Gabriel Terra. El petitorio,

presentado a comienzos de 1907, en plena crisis entre Acevedo y el gobierno

nacional, destacaba el clima de tensión que se vivía en la Universidad y señalaba

la responsabilidad de sus autoridades por mirar “con gesto desdeñoso los deseos

y aspiraciones de los estudiantes”. Reclamaba por ende que los órganos de di-

rección dejaran de ser “fortalezas cerradas” y se admitiera en ellos a “personas

nombradas directamente por los estudiantes”. El Poder Ejecutivo reaccionó favo-

rablemente y agregó a su proyecto de Ley Orgánica la participación estudiantil

mediante delegados en el Consejo Central y en los de las diferentes facultades,

49 Ver M. Van Aken, Los militantes, 28.

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argumentando que se trataba de un “acto de justicia” que permitiría mejorar

las relaciones entre profesores y alumnos.50

Mientras acompañaban el desarrollo de este trámite a nivel nacional,

donde todavía quedaba por escuchar la opinión del parlamento, los estu-

diantes uruguayos procuraban proyectar sus reclamos fuera de fronteras.

El mismo número de Evolución donde apareció el petitorio al Ministro

de Industrias, Trabajo e Instrucción Pública contenía la convocatoria de

la Comisión Directiva a la realización de un Congreso Internacional de

Estudiantes Americanos en Montevideo en 1908. Un artículo de Justino

Jiménez de Aréchaga explicaba que el objetivo no era solamente debatir

“cuestiones que afecten directamente al interés de esa juventud que se

desangra en las aulas”, sino que se trataba fundamentalmente de “predicar

el Evangelio de las nuevas verdades” a nivel continental.51 Es interesante

destacar que la convocatoria se dirigía a todo el hemisferio, sin atisbos de

críticas contra Estados Unidos ni en un sentido claramente antiimperia-

lista, todavía inusual en la época, ni rechazando su influjo en la formación

de la identidad latinoamericana como había hecho unos años antes el

prestigioso escritor José Enrique Rodó.

Así, en el llamamiento a “sus compañeros americanos”, Héctor

Miranda, presidente de la Asociación de los Estudiantes y director de

Evolución, convocaba a la “solidaridad” de la “gran patria americana”,

integrando a “todas las patrias que se extienden robustas y jóvenes desde

el Estrecho de Behring hasta el Cabo de hornos”. El joven estudioso del

proceso independentista realzaba la potencialidad de un territorio sin

explotar y realizaba una invocación épica a los héroes y la historia del

continente, sin detenerse demasiado en sus contradicciones y conflictos

50 Ver Evolución, abril de 1907, 122-4, y mayo de 1907, 189-90.

51 Evolución, abril de 1907, 65-7.

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internos.52 Desde esa halagadora mirada hacia el pasado, característica

de los centenarios de las independencias nacionales en América Latina,

el autor anunciaba con ilusión el comienzo de una nueva era. Para ter-

minar, Miranda depositaba sus esperanzas en la pujanza de la “juventud

de las aulas” del “nuevo mundo” aún cuando el resultado concreto de

su encuentro en Montevideo no fuera “ponderable en la balanza de los

esfuerzos colectivos”.53 Esta nota de cautela era en realidad una apela-

ción romántica a la capacidad de los jóvenes para dejar su impronta en

el ambiente receptivo de la época, marcado en Uruguay por el duradero

impulso del primer gobierno de José Batlle y Ordóñez.

Los varios documentos y artículos publicados en Evolución en los me-

ses anteriores al Congreso expresaban similares sentimientos de excitación

y confianza en la capacidad de los estudiantes del continente para llevar a

buen puerto la iniciativa de los uruguayos. Éstos, por su parte, se mostraban

orgullosos del desarrollo alcanzado por su Asociación (que había obtenido la

personería jurídica en junio de 1907) para cumplir en tiempo y forma con

los trabajos preparatorios y prever todos los avatares de la reunión. Contaron

con el decidido apoyo del gobierno nacional que les facilitó gestiones en el

exterior, les permitió usar edificios públicos y les proporcionó ayuda monetaria,

así como de las máximas autoridades universitarias, incluyendo las cordiales

palabras del Rector Francisco Soca en una de las recepciones ofrecidas en el

marco de la reunión. Pero fueron los jóvenes estudiantes de la Universidad

de la República quienes gestionaron los recursos, cursaron las invitaciones a

sus pares del hemisferio, plantearon el orden del día, armaron el programa de

52 Por los valiosos aportes historiográficos de Miranda, ver Elogio de los héroes y otros escritos (Montevideo: Barreiro y Ramos, 1912) y, fundamentalmente, La doctrina de la revolución: Centenario de las Instrucciones del año XIII (Montevideo: Comité de la Juventud, 1913). Su edición de este famoso documento artiguista fue reproducida en 1935 con prólogo de Juan Zorrilla de San Martín y en 1964, como parte de la “Colección Clásicos Uruguayos”, con prólogo de José Pedro Barrán.

53 Evolución, junio de 1907, 193-5.

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reuniones académicas y encuentros sociales, dispusieron de locales apropiados,

consiguieron el apoyo de la prensa local y realizaron una excelente edición de

sus actas apenas culminó el Congreso.

Luego de largos meses de preparativos, entre el 26 de enero y el 2 de febrero de

1908, se reunieron en Montevideo 113 representantes de siete países sudamericanos.

Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay, Perú y Uruguay presentaron delegados

propios. Cuba y Guatemala participaron a través de uruguayos, mientras Costa Rica,

Honduras y tres universidades de Estados Unidos enviaron mensajes de apoyo al

encuentro. El listado de delegados contenía los nombres de muchos miembros de

la próxima generación de dirigentes de América Latina, incluyendo tres futuros

presidentes de Brasil, Perú y Uruguay.54 Las completas y prolijas actas de las reunio-

nes muestran el sobresaliente papel de los uruguayos, junto a los representantes de

Argentina, Perú y Chile. Además de concurrir a las sesiones plenarias, los asistentes

se dividieron en varias secciones especializadas en sus áreas de estudio: ingeniería y

arquitectura, medicina, derecho y ciencias sociales, enseñanza secundaria, filosofía

y letras, comercio y agronomía y veterinaria.

En su conjunto, el Congreso cumplió con creces con las expectativas de sus

organizadores y participantes. Los analistas de la educación superior en Amé-

rica Latina lo consideran un firme antecedente del movimiento continental de

reforma universitaria que tuvo su eclosión en Córdoba, Argentina, diez años

más tarde.55 Aunque su celebración se inspiró en organizaciones como “Corda

Fratres”, una asociación europea a la que los uruguayos pertenecían desde 1907

y a cuyos congresos asistían desde 1906, el temario y los debates del Congreso

54 Se trata de Nereo Olivera Ramos de Brasil, Manuel Prado Ugarteche de Perú y Baltasar Brum de Uruguay. Ver M. Van Aken, Los militantes, 32-3.

55 Ver por ejemplo M. Van Aken “University Reform before Córdoba”, The Hispanic American Historical Review 51:3 (agosto de 1971), 447-62, y Carlos Tunnermann, Historia de la Uni-versidad en América Latina: De la época colonial a la reforma de Córdoba (San José de Costa Rica: Editorial Universitaria Centroamericana, 1991).

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de Montevideo estuvieron dominados por la experiencia y las expectativas de

las universidades del continente, especialmente las sudamericanas.

Cada una de las sesiones plenarias debatió un asunto central a partir de la

exposición introductoria de un delegado del país anfitrión. Entre los temas tra-

tados en esos encuentros se destacaban la búsqueda de un régimen de estudios

que facilitara el amplio acceso a la educación secundaria y superior, el reclamo

de ayuda económica y otros beneficios para los estudiantes, el grado de espe-

cialización que deberían tener los estudios preparatorios para la universidad,

las relaciones entre universidades estatales y privadas, el estrechamiento de

vínculos entre las instituciones de educación superior americanas y, subyacente

a todos los anteriores, la “representación estudiantil en los consejos directivos

de la enseñanza universitaria”.56

La propuesta sobre este último punto fue presentada en la sexta sesión plenaria

del Congreso por el delegado uruguayo Baltasar Brum y resultó, en perspectiva

histórica, el asunto más importante considerado por los estudiantes latinoamerica-

nos en 1908. En su disertación introductoria, Brum sostuvo que la exclusión de los

estudiantes del gobierno universitario era una rémora del pasado de la que había

que deshacerse prontamente. Afirmó también que la elección de representantes del

cuerpo estudiantil, lejos de promover el caos o la inoperancia, contribuiría a elimi-

nar las “luchas estériles” dentro de las universidades. Para terminar, anunció con

satisfacción el apoyo del gobierno uruguayo a la idea y animó a sus pares a reclamar

similares derechos en sus respectivas instituciones.57

El Congreso acogió con entusiasmo el planteo. Quienes intervinieron a con-

tinuación de Brum aportaron más argumentos en su favor y buscaron enraizar

en la historia, a veces forzadamente, el reclamo de participación. Las encendidas

palabras de los delegados de Argentina, Brasil y Perú mostraron que el tema

56 Evolución, junio de 1907, 195-6.

57 Evolución, marzo-junio de 1908, 106-6.

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104 Universidad de la República | Aniversarios 2008

del gobierno estudiantil estaba siendo considerado de forma simultánea en

otros países de la región. La moción del representante uruguayo fue aplaudida

calurosamente y adoptada por unanimidad, indicación de que se trataba de

una aspiración sentida por una porción significativa de los estudiantes latinoa-

mericanos. De hecho, la representación estudiantil se convirtió en una de las

banderas principales del movimiento de reforma universitario que hizo auge

en el continente en las décadas posteriores.

Casi un año después del Congreso, el parlamento uruguayo aprobó la nueva

Ley Orgánica de la Universidad de la República que preveía la participación de

los estudiantes. Los legisladores limitaron el proyecto original al determinar que

la representación sería ejercida por un egresado y que los secundarios no votarían.

De todos modos, se trataba de una decisión pionera en el contexto latinoame-

ricano, de un paso clave en la dirección del pleno cogobierno universitario y de

un indudable éxito de la Asociación de los Estudiantes de Montevideo.58

También en otros temas tratados por el Congreso de 1908 puede advertirse la

filiación reformista de los planteos de los delegados, aunque formulados aún de modo

incipiente o ambiguo. Así, por ejemplo, el rechazo a los exámenes y la defensa de la

asistencia voluntaria a clase podían expresar tanto la búsqueda de mejores condiciones

para el acceso a la educación de los sectores menos privilegiados de la sociedad como

el credo liberal e individualista de los estudiantes de la época. Del mismo modo, las

propuestas de creación de consultorios jurídicos gratuitos o de acercarse a los obreros a

través de conferencias públicas, planteadas en las sesiones de los grupos profesionales

en que se dividió el Congreso, podrían adscribirse a un programa embrionario de

“extensión universitaria” planteado en esa oportunidad.

Sería inexacto, empero, ver en estas iniciativas un radicalismo político que

el movimiento estudiantil sólo alcanzó en épocas posteriores. Los estudiantes de

1908 no propulsaban cambios sociales drásticos ni revoluciones de ningún tipo.

58 Ver M. Van Aken, Los militantes, 29-30.

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Su credo era liberal y su confianza estaba puesta en la evolución paulatina de las

sociedades de acuerdo a las leyes del desarrollo preconizadas por el positivismo. En

este sentido, cabe recordar que algunas mociones apoyadas por el Congreso, como

la promoción de universidades privadas en detrimento de las estatales, planteaban

una clara contradicción con los postulados del movimiento estudiantil que en

cierta medida surgió de esa instancia o buscó reconocerse en ella. Algo parecido

puede concluirse con respecto a otros postulados del reformismo universitario la-

tinoamericano de las décadas siguientes sobre los que el encuentro de Montevideo

no se expidió explícitamente, como el control de los mecanismos de designación

y renovación de los profesores o, aún más importante, una clara postulación de la

autonomía de la universidad pública frente al poder político.

Resulta interesante notar también que ciertos asuntos centrales de la vida

universitaria de entonces no merecieron una atención especial de los congre-

sales. Las formas de organización académica y las estructuras de la enseñanza

superior, por ejemplo, eran tema de fuerte debate público en Uruguay y otros

países del continente. De igual forma, la gravitación de la formación profesional

y la investigación universitaria en el desarrollo nacional y las relaciones entre

las instituciones educativas y el gobierno central fueron el eje de las enconadas

polémicas que produjo la propuesta de una nueva Ley Orgánica para la Univer-

sidad de la República. Los integrantes de la Asociación de los Estudiantes no

podían estar ajenos a estas discusiones. Sin embargo, el Congreso de 1908 trató

estos asuntos sólo de forma marginal y no se pronunció claramente sobre ellos,

con la parcial excepción de la discusión sobre la especificidad de los “estudios

preparatorios”. Por el momento, sus energías se concentraban en la defensa de

sus condiciones inmediatas de estudio y en el reclamo de participación en la

toma de decisiones cotidianas.

De todos modos, la apuesta al futuro de la lucha estudiantil en el continente

estuvo presente entre las preocupaciones de 1908. Con ese ánimo se decidió

crear la Liga de Estudiantes Americanos, en base al planteo de la uruguaya

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106 Universidad de la República | Aniversarios 2008

Clotilde Luisi, y realizar encuentros periódicos en diferentes ciudades del

continente (se efectuaron reuniones en Buenos Aires en 1910 y en Lima en

1912). El primer presidente de la Liga fue Héctor Miranda y su primera sede

fue Montevideo, en positivo reconocimiento a su precursora iniciativa de

coordinación americana. Esta organización se disolvió hacia 1914, luego de

una actividad moderada pero importante en la creación de focos de agitación

estudiantil en América Latina.

También la Asociación de los Estudiantes de Montevideo desapareció rápi-

damente luego del gran esfuerzo de 1908, tanto porque sus principales líderes

se dedicaron a la militancia supranacional como porque la descentralización de

facultades promovida por la nueva Ley Orgánica dificultó el funcionamiento de

una organización centralizada.59 El renacer del movimiento estudiantil uruguayo

en los próximos años fue protagonizado por una nueva generación de jóvenes

universitarios que no dudaron empero en reconocer sus antecedentes en el pionero

congreso de 1908 y la Asociación que lo había hecho posible.

59 Ver M. Van Aken, Los militantes, 42-3 y 47.

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Documentos

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1. Primer editorial de la revista Evolución, octubre de 1905.

“Evolución”

Doce años hace que surgió a la vida la “Asociación de los Estudiantes” y des-de su nacimiento hasta su actual época, ha llevado siempre una existencia muy débil, casi anémica, haciendo pensar, seriamente que ha nacido con un germen de descomposición que impide o dificulta el progresivo desenvolvimiento de su organismo.

Ante este hecho evidentemente anormal, ocurre preguntar lo siguiente: ¿cuál es el motivo, cuál es la causa, que obstaculiza el proceso evolutivo de aquella entidad, acreedora de las mayores simpatías y merecedora de los más sinceros aplausos? La causa es, lo diremos con toda franqueza, puesto que es la verdad y la verdad será la bandera de combate de nuestra propaganda, la más desespe-rante frialdad e indiferencia con que la juventud universitaria ha respondido a sus frecuentes llamados, negándole todo su valioso concurso a una institución que es símbolo de nobleza y que debería ser, por la naturaleza de sus elementos constitutivos, uno de los principales centros intelectuales del país y un órgano capaz de las conquistas más fecundas para la juventud estudiosa.

Desgraciadamente, lo confesamos, ha sucedido todo lo contrario. Todas las iniciativas felices, todas las ideas elevadas han tropezado siempre contra esa barrera insalvable, contra esa indiferencia crónica y no encontrando ambiente propicio para su desarrollo han tenido forzosa y lógicamente que caer, arras-

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trando en su caída pensamientos generosos y concepciones altruistas. Esta es la triste realidad de las cosas, pero a pesar de ello, a pesar de esa aleccionadora experiencia, la actual Comisión Directiva de la “Asociación de los Estudiantes” siguiendo la obra reparadora de la que le precedió y licuando contra grandes dificultades y graves prejuicios, no ha vacilado siquiera un solo momento en lanzarse a la realización de una nueva obra que consiste en la publicación, bajo los auspicios del centro que preside, de una revista que llevará por título el epígrafe de este artículo.

“Evolución” que es toda una síntesis luminosa, que nos trae a la memoria el nombre de uno de los más profundos pensadores de la humanidad y creador del sistema filosófico más racional, viene a llenar una necesidad sentida en nuestro ambiente universitario y será el estrado de donde irradiarán los rayos de las inteligencias más vigorosas y al mismo tiempo el defensor de la libertad y del derecho de todos los estudiantes.

Como el mercantilismo no ha sido inspiración de nuestra obra sino que, con ella sólo buscamos la difusión de ideas sanas y de sanos principios y especial-mente el engrandecimiento de una sociedad que está estrechamente vinculada al interés de los estudiantes, y como además nuestro éxito depende de la mayor circulación posible de la revista, hemos creído conveniente, y con ello damos cumplimiento a una disposición de los estatutos que rigen aquella institución, repartirla gratis entre todos sus socios.

El programa de “Evolución” es amplio y liberal y sus columnas están com-pletamente abiertas para todos aquellos que gusten de los placeres del espíritu y quieran honrarnos con sus producciones intelectuales. Teniendo en cuenta la liberalidad de nuestros propósitos y siendo por consiguiente enemigos declarados de todos los exclusivismos odiosos, hemos creído necesario e imprescindible que en la redacción de este periódico, estuviera representadas todas las Facultades en que se halla dividida la Universidad de la República, tratando de evitar de esa manera discusiones y de herir susceptibilidades que serían sin duda alguna, funestísimas para la consecución del fin que ardientemente anhelamos.

Con una acogida calurosa y favorable, ha sido recibida la idea de la publi-cación de la revista, en el seno de los profesores y sustitutos de nuestro primer centro de enseñanza y muchos hombres de ciencias y letras que han prometido colaborar con ella y ese cariñoso recibimiento es el estímulo más poderoso y el

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aliciente más fortificante, que no ha aguijoneado para llevar a la práctica este generoso proyecto, que será seguramente de trascendental importancia y utilidad para todos aquellos que dedican sus esfuerzos y actividades en la conquista de carreras liberales.

Si se tienen en cuenta los inconvenientes al principio señalados, se deduce en buena lógica que nuestra tarea será muy escabrosa y de ruda lucha, pero como la vida es una lucha continua y ansiamos vivir, no le tememos sino que, por el contrario, la desafiamos y haremos todo lo humanamente posible por salir victoriosos en la noble labor que voluntariamente nos hemos impuesto.

Tenemos un optimismo y una fe ciega en el triunfo de “Evolución”, porque ella importa un evidente progreso y negar el triunfo del progreso es ir contra una ley natural, pero si momentáneamente se desconoce esta ley, si nuestras previsiones fallan, si desgraciadamente la derrota es el coronamiento de nuestros esfuerzos, no importa: las derrotas no nos amilanan ni los triunfos nos envanecen.

SEBASTIAN PUPPO

[Tomado de Evolución, octubre de 1905, 1-2.]

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2. Convocatoria al Congreso Internacional de Estudiantes Americanos, junio de 1907.

El Congreso Estudiantil de Montevideo

LA ASOCIACIÓN DE LOS ESTUDIANTES DE MONTEVIDEO A SUS COMPAÑEROS AMERICANOS

Al dirigirnos por primera vez a los estudiantes americanos, nuestra palabra no debe tener el timbre grave de los mensajes de la diplomacia, el tono frío y solemne de los saludos académicos, sino la afectuosidad y el entusiasmo de los felices encuentros, la pasión y la cordialidad de los gratos acercamientos fraternales.

Los estudiantes de América debemos sentirnos hermanos en el presente, hermanos por la doble fraternidad de las tradiciones y de los ideales, como se sintieron hermanos nuestros abuelos, en las horas de hierro de nuestro pasado, hermanos por la doble fraternidad del dolor y de la gloria.

Hace cuatro siglos, cuando el cañón de los visionarios aventureros, tembló en el aire del nuevo mundo como un ruido de guerra y un anuncio de vida, era la Atlántida de la leyenda una tierra hermética y bárbara, sobre la que entre ruinas de esplendores pasados, dos sillas de oro mostraban al asombro de los recién venidos la gloria de México y de Tavantisuyu. Y vino la era de la sangre y del exterminio; y vino el conquistador con su casco de bronce; y las flechas de los dueños de América cayeron inútiles al pie de los briosos capitanes soberbios de valor y de audacia.

Y las viejas razas inclinadas sobre los surcos del mundo antiguo se irguieron de pronto para marchar en caravanas interminables, hacia la tierra fértil, hacia la tierra de las grandes esperanzas en que había oro para los codiciosos, aventuras para los arrogantes y suelo bueno para los trabajadores.

Vinieron las largas caravanas y su peregrinaje dura todavía. Todas las razas, todos los pueblos que Europa encerraba en el molde apremiante de sus mares y de sus montañas, enviaron hacia la tierra nueva, hacia la tierra nueva y bárbara,

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una ola de sangre y de vida, con intactas virtudes y con vicios arcaicos. Vinie-ron de remotas regiones en grandes puebladas los laboriosos y los inútiles, y su convoy extraño, en que cohabitan todos los heroísmos y todas las abyecciones, aún no se ha detenido.

Pero aunque la corriente europea no se haya detenido, aunque haya todavía argonautas en las comarcas calcinadas de nuestros abuelos y elementos diversos sigan incorporando su vitalidad a la vitalidad de la América, la América nueva ha creado ya pueblos nuevos, y las fronteras de las nuevas nacionalidades tienden a adquirir sobre el mapa relieve de definitivas.

El nuevo mundo en que esas nacionalidades han ido elaborándose, ha tenido durante cuatro siglos una existencia dolorosa, llena de sobresaltos y de inquie-tudes, primero en la hora trágica de la conquista, luego en la vida precaria de la colonia y por último en la era difícil de la disgregación metropolitana y de la reconstrucción interna.

Pero a pesar de todo, por encima de todo, como una especie de pensamiento superior que se cierne sobre las dificultades de la vida penosa, salvando la soledad de las selvas y el silencio agresivo de las montañas tanto como los sectarismos y las inquietas desconfianzas regionalistas, ha flotado siempre la idea de una solidaridad continental, la idea de una gran patria americana, conjunto armónico de todas las patrias que se extiendes robustas y jóvenes desde el Estrecho de Behring hasta el Cabo de Hornos; benigna tierra madre, fuerte y buena, millo-naria de bellos augurios, con sus pampas inmensas que quiebra el arado sabio e implacable, con sus salvajes sabanas en que duermen todas las riquezas a la espera de la hora vital de la siembra, con sus bosques de energías inverosímiles que aturdan el golpe del hacha que ha de abatir su imperio milenario; benigna tierra madre, madre de los estoicos, de los visionarios y de los mártires que piden el ritmo heroico del trovero o la ruda pujanza de los cantos de gesta; benigna tierra madre de Washington, de Juárez, de Bolívar, de Miranda, de Artigas, de San Martín, de Sucre, de Moreno, de O’Higgins, de Nariño, de Tiradentes; benigna tierra madre, fuerte y buena, con su noble legado de tradiciones y de heroísmos, de vicisitudes y de esperanzas.

Los estudiantes del Uruguay al invitar a nuestros compañeros del continente a concurrir al primer Congreso Internacional de Estudiantes Americanos, no hacemos otra cosa que interpretar ese pensamiento superior, dándole una for-

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ma tangible, obedeciendo a esa idea excelsa que busca la convivencia fraterna y armónica de todos los pueblos del nuevo mundo, idea que ha mucho late en el corazón de nuestros pueblos y que ha de marcar en un futuro no remoto la orientación definitiva de las cancillerías.

No formaremos, sin duda, un congreso de sabios ni de estadistas, porque nuestras cabezas no han encanecido todavía en la austera soledad de los laborato-rios o en el grave silencio de los gabinetes de trabajo, porque no conocemos aún esas devociones que convierten a los hombres de los siglos recientes en mártires de la gran religión de la verdad y de la ciencia. No vendremos con el gesto de los iluminados, con la feliz expresión de los sembradores, con la mirada satisfe-cha de los que saben de la labor y de la victoria. Pero mostraremos en nuestras pupilas, con rasgos indelebles y nítidos, la visión de los grandes trabajos, y de los grandes éxitos, la visión de los esforzados y de los triunfadores.

Habituados al recuerdo de nuestros abuelos, cuyas testas encanecidas dicen fatigas y victorias, familiarizados con las leyendas del siglo heroico, con sus virtudes y sus austeridades, aceptamos resueltos nuestra parte en la labor futura, y vamos a ella con la mente llena de idealismos y el corazón firme y robusto.

Iremos al Congreso, y se oirá entonces la palabra de los recién venidos, de los que llegan a la vida moderna con los oídos aún palpitantes con la grata música de los mitos añejos, aprendidos serenamente en una tarde de la Grecia presti-giosa y lejana, y con los ojos alucionados por una luz de las nuevas verdades, esas que nacieron en un calle de la vieja Lutecia, en un día de soñaciones y de embriagueces.

Iremos, y quizás el eco de los valles patrios recoja un timbre de vibración no conocida que vaya, de montaña en montaña, prolongando a regiones distantes la voz de los recién llegados.

Toda la tensión del joven pensamiento americano quizá pueda medirse en ese esfuerzo, y quizá se saque de las resoluciones del Congreso más de una enseñanza provechosa.

Quizá se note en esa juventud que ha de venir a nuestras playas con sus más recias armas y sus gestos más nobles, el signo que denuncie la palpitación de una ignorada vida intensa, el nacimiento de una voluntad continental brava y pujante, hecha de energía y de verdad, de belleza, de amor y de entusiasmo.

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Pero aún cuando la obra del Congreso no sea apreciable desde el punto de vista de su trascendencia científica, aún cuando sus trabajos y sus resoluciones sólo muestren una mentalidad neutra o pequeña, retardataria o utópica, crista-lizada en dogmas o sublimada por imposibles idealismos, aún cuando toda su labor se esfume en el vaivén de la nerviosa vida moderna y no sea ponderable en la balanza de los esfuerzos colectivos, aún entonces proclamaremos a este Congreso, bello y bueno, porque habrá mostrado a la América del mañana por la América del presente, sin mistificaciones y sin disfraces, habrá hecho posible apreciar la verdadera eficacia de las universidades, habrá establecido provechosas comparaciones de pueblos y de métodos, habrá hecho imperativo el estudio serio de las cuestiones pedagógicas, habrá creado una emulación noble y fecunda entre la juventud de las aulas americanas, habrá vinculado a todos los estudiantes en un abrazo grande y único, y habrá mostrado que por encima de las fronteras cubiertas de hierro, más alta que las fortalezas que anuncian las soberanías, más fuertes que los sillares de piedra de las cordilleras, más evidente que las selvas bárbaras y los ríos palpitantes y robustos, el nombre de la gran patria america-na priva sobre todas las patrias como la luz de los soles aislados priva la gloria armónica de las constelaciones.

Montevideo, Junio de 1907

HÉCTOR MIRANDA, Presidente.—Roberto Berro, Luis M. Otero, Baltasar Brum, Félix Boix, Raúl Braga, Héctor Ortiz Garzón, Julio Adolfo

Berta, Alfredo Etchegaray, Rafael Capurro.—Juan Antonio Buero, Secretario.

[Tomado de Evolución, junio de 1907, 193-5.]

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3. Reglamento del Congreso Internacional de Estudiantes Americanos, junio de 1907.

Reglamento y programa del congreso

Artículo 1°- El Congreso Internacional de Estudiantes Americanos inaugu-rará sus sesiones el día 26 de Enero de 1908, y las clausurará el 2 de Febrero.

ART. 2°- Serán miembros del Congreso los delegados de los núcleos estu-diantiles americanos que se adhieran a él.

ART. 3°- Todo estudiante americano, aun cuando no forme parte del Con-greso, puede presentar a éste cualquier trabajo de índole científica o de interés para los estudiantes americanos.

ART. 4°- Las adhesiones y los temas de los trabajos se recibirán hasta el 31 de diciembre de 1907.

ART. 5°- La Comisión Directiva de la Asociación de los Estudiantes de Montevideo, organizadora del Congreso, comunicará los temas de los trabajos a medida que se reciban.

ART. 6°- El congreso se dividirá en las siguientes secciones: 1ª.- Medicina; 2ª.- Derecho; 3ª.- Ingeniería y Arquitectura; 4ª.- Agronomía y Zootecnia; 5ª.- Comercio; 6ª.- Estudios Secundarios.

ART. 7°- Las secciones podrán subdividirse en los casos en que así fuera necesario, o refundirse dos o más en una sola.

ART. 8°- En la sección inaugural, se elegirá al Comité General que ha de dirigir las tareas del Congreso.

ART. 9°- El Comité General del Congreso estará compuesto de un Presidente, cuatro Vice-Presidentes y cuatro Secretarios.

ART.10°- Cada uno de los grupos o secciones elegirá en su primera reunión un Presidente, un Vice-Presidente y dos Secretarios.

ART. 11°- La Comisión Organizadora del Congreso hará entrega a la definitiva del mismo, de los trabajos, antecedentes, etc., en seguida de constituida esta última.

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ART. 12°- Las conclusiones a que arribe cada uno de los grupos del congre-

so se considerarán como conclusiones de éste, a no ser que a juicio del Comité

General no armonicen con las resoluciones a que el Congreso arribe en sus

asambleas plenas.

ART. 13°- El Congreso celebrará varias asambleas plenas, con concurren-

cia mínima de la mitad más uno de sus miembros, en que tratará los temas

siguientes:

a) Universidad oficial y universidad libre.

b) Sistema de exámenes y método de exoneración por el profesor.

c) Especialización y generalización de los estudios preparatorios.

d) Estudios libres y reglamentación obligatoria.

e) Unificación de los programas universitarios americanos.

f) Equivalencia de los títulos académicos.

g) Representación de los estudiantes en los consejos directivos de la

enseñanza universitaria.

h) Franquicias a los estudiantes.

i) Becas y bolsas de viaje.

j) Ejercicios físicos y celebración de torneos atléticos internacionales.

k) Glorificación de los prohombres americanos.

l) Adhesión a la “Corda Fratres”, Federación Internacional de los Estu-

diantes.

m) Fundación de la Liga de Estudiantes Americanos.

n) Intercambio de libros, diarios y revistas.

o) Organización de congresos periódicos de estudiantes americanos.

ART. 14°- Cada una de las agrupaciones estudiantiles que se adhieran al

Congreso podrá proponer temas de interés general para los estudiantes ameri-

canos, con el objeto de que sean tratados en asamblea plena.

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ART. 15°- La Comisión Organizadora recibirá los temas a que se refiere el artículo anterior hasta el 31 de Diciembre de 1907.

ART. 16°- El Comité General del Congreso señalará el orden en que los temas indicados por la ASOCIACIÓN DE LOS ESTUDIANTES de Montevideo y los que sean propuestos por las otras agrupaciones estudiantiles del Continente, deben ser tratados en asambleas plenas el Congreso.

ART. 17°- El Comité de cada sección hará lo mismo con los temas parti-culares de ésta.

ART. 18°- Las resoluciones del Congreso serán siempre tomadas a simple mayoría de votos.

ART. 19°- Los votos serán contados por miembros concurrentes y no por naciones.

ART. 20°- Las resoluciones del Congreso Internacional de Estudiantes Ame-ricanos serán publicadas oficialmente en la revista EVOLUCIÓN, órgano de la ASOCIACIACIÓN DE LOS ESTUDIANTES de Montevideo.

ART. 21°- El Congreso puede derogar a mayoría absoluta de sufragios cual-quier disposición del presente Reglamento.

Las comunicaciones deben dirigirse al Presidente de la ASOCIACIÓN DE ESTUDIANTES, calle Ituzaingó 105, Montevideo.

[Tomado de Evolución, junio de 1907, 193-5.]

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4. Artículos sobre el Congreso publicados en La Tribuna Popular y El Día, mayo y julio de 1907.

El congreso estudiantil

La Comisión Directiva de la Asociación de los Estudiantes, que preside el bachiller don Héctor Miranda, ha tomado varias iniciativas simpáticas y de verdadera importancia en el corto tiempo que lleva de actuación. En ese nú-mero colocamos la relativa a la celebración en Montevideo de un Congreso de Estudiantes Americanos.

La idea es generosa y amplia, noble y patriótica, y digna bajo todos los conceptos de un franco aplauso. Nosotros, que tenemos por norma de conducta obedecer los dictados de la justicia y que hemos censurado y censuraremos los extravíos de criterio de la juventud, hijos de su propia inexperiencia, de su misma generosidad, jamás de cálculos egoístas y mezquinos, creeríamos faltar a nuestros deberes si no la estimuláramos en el caso presente, dejando constancia expresa de nuestra adhesión incondicional al pensamiento. La Asociación ha designado comisiones especiales con el encargo de indicar los temas que han de ser objeto de deliberación en el Congreso, y estas comisiones han dado ya comienzo a sus tareas y celebrado diversas sesiones para dar cumplimiento a su cometido. En este trabajo se hallan actualmente empeñadas, a fin de que la conferencia, por el número e importancia de los temas, resulte lo que debe ser: un gran acto, un acto solemne y hermoso, en que se debatan las más arduas e interesantes cuestiones relacionadas con el porvenir intelectual de América.

La idea que nos ocupa no es nueva. Congresos de estudiantes se han celebrado en Cambridge, en Bruselas, en Marsella, sin contar el realizado el año pasado en Milán, al cual fue invitada y concurrió la asociación de Montevideo por medio de dos delegados, y en que se trató de hallar los medios de unificar, por medio de programas afines, los estudios universitarios del continente europeo.

Pero los congresos realizados hasta ahora lo fueron en Europa, y sus miem-bros estudiantes europeos o procedentes de diversas partes del mundo, mientras que aquel que nos ocupa tendrá por sede una ciudad de América y se com-pondrá exclusivamente de estudiantes americanos. Y en esa diferencia, en esta

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peculiaridad, reside a nuestro juicio la cualidad más resaltante y trascendente del que va a celebrarse.

En él se tratarán asuntos de orden pedagógico, cuestiones generales de pro-cedimientos y métodos, temas de interés científico particular para cada una de las secciones, que independientemente de los beneficios que puedan en lo futuro proporcionar, servirán para poner de relieve la capacidad de preparación de los estudiantes, naciendo de aquí un estímulo que tiene que ser saludable para todos y despertándose el ansia por sobresalir y descollar, que fue constantemente fuente fecunda de adelantamiento en los diversos órdenes de la humana actividad.

Todo ello tiene que traducirse en beneficio y utilidad para todos, porque no es posible dudar que del cambio de ideas, del choque de las opiniones encontradas, broten las soluciones más científicas, más verdaderas, más exactas y mejores.

Pero nosotros vemos en la conferencia proyectada algo más, que lo colocamos por encima de todo lo expuesto. Ese algo más, esa consideración que nos hace mirar con singulares simpatías la iniciativa de la Asociación de los Estudiantes y atribuirle un altísimo significado, es que el nuevo Congreso servirá para acortar las distancias que nos separan de los pueblos de América, para conocernos más de lo que nos conocemos, para apreciarnos mejor, para realizar más pronto los destinos solidarios que tenemos que cumplir con las demás naciones hermanas del continente.

Nuestro aislamiento hasta hoy ha sido casi absoluto con la generalidad de esos países. A pesar de todos los esfuerzos hechos con el intento de poner límite a tan extraña, a tan anómala, a tan perjudicial situación, esfuerzos bien meritorios que no se nos ocultan, vivimos intelectualmente a inmensa distancia de pueblos relativamente poco distantes, cuando todo género de razones, hasta razones de egoísmo, militan a favor de un intercambio más activo, de una compenetración mayor, de un conocimiento más acabado y perfecto de nuestras cosas y de nuestras necesidades, que sirvan para advertirnos a todos nuestra respectiva situación y para saber a donde deben dirigirse preferentemente nuestros esfuerzos.

En ese sentido, los estudiantes de hoy –que serán los gobernantes de mañana– van a realizar una obra eminentemente patriótica, de verdadera trascendencia, de alta finalidad; una obra que puede resultar fructífera y fecunda en bienes positivos para todas estas patrias de América, unidas en lo pasado por los lazos

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sagrados de la tradición y de la historia y ligadas en lo porvenir por los poderosos vínculos de un destino común.

“La Tribuna Popular” envía con tal motivo a la Comisión Directiva de la Asociación de los Estudiantes y a su digno presidente, a quien pertenece la hermosa iniciativa que da origen a estas líneas, sus más efusivas felicitaciones, y formula ardientes votos porque el éxito del primer Congreso de estudiantes que se celebrará en Montevideo esté a la altura del nobilísimo propósito que lo ha inspirado.

“La Tribuna Popular”. Montevideo.

[Tomado de Evolución, mayo de 1907, 188-9.]

El Congreso Internacional de Estudiantes Americanos

El concepto de las nacionalidades americanas se consolida y se engrandece; y por arriba de ese concepto, se consolida y se engrandece la concepción más vasta de la gran patria americana. Esa será sin duda la obra del siglo XX. A medida que los pueblos del continente vayan encontrando la fórmula definitiva de su estabilidad que les asegure la paz interna a la sombra del libre juego de sus libertades institucionales; a medida que el ideal democrático vaya cumpliendo su misión en las tierras largo tiempo azotadas por la barbarie, martirizadas por el prejuicio, extenuadas por el llanto, sacrificadas por el dolor; a medida que las agitaciones de la vida libre y los progresos de la idea republicana se gene-ralicen y se perpetúen; se acercarán las patrias y se fundirán los afectos, y todos los pueblos americanos han de comprender que tenemos todavía una deuda sagrada con nuestros mayores, que hace un siglo unieron sus esfuerzos heroicos para consagrar en el derecho y en el hecho la independencia continental, y para soñar con una tierra materna de la libertad donde sólo nacieran hombres libres de cerebro vigoroso, de noble y fuerte corazón.

Es evidente que ese concepto fecundo de solidaridad americana se difunde y se expande, y es evidente que los pueblos hermanos del continente se van conociendo

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y apreciando mejor. Y es ésta la hora en que el sentimiento de una marcha paralela de nuestros futuros destinos comienza a penetrar en el entendimiento de nuestros hombres públicos y en el pensamiento de la masa popular que comprende vagamente, que el porvenir exigirá el tributo de todos para la realización de un mismo ideal generoso y justiciero, la consagración de las más hermosas conquistas civilizatorias, vibrando al unísono en toda la extensión del mundo americano.

La Asociación de los Estudiantes ha tenido la feliz iniciativa de convocar para un Congreso a los estudiantes de todos los países americanos; ese Congreso que será el primero de esa índole que se realice en América, será también un vínculo más para estrechar esa solidaridad naciente, para hacer que las tendencias y los sentimientos y las aspiraciones mutuas se vayan conociendo y se vayan sintetizando en armonías fecundas y gratas para el anhelo colectivo. Con motivo del Congreso Médico realizado hace poco entre nosotros decíamos que sabemos mucho más lo que pasa en las naciones europeas que lo que sucede en las naciones americanas: conocemos a fondo puede decirse el movimiento social, político y literario de Francia, de Inglaterra, de Italia y mientras tanto no sabemos nada de lo que pasa en Perú o en Colombia.

El desconocimiento mutuo, el aislamiento casi absoluto ha sido la carac-terística de los pueblos americanos hasta los últimos tiempos, y puede decirse que la gran obra benéfica de la compenetración y del reconocimiento va siendo realizada por los Congresos, que desde el punto de vista exclusivamente prác-tico realizan una labor muy relativa, en cambio desde el punto de vista moral e intelectual realizan tarea honda y proficua: acercando a los hombres, disipando desconfianzas, cambiando impresiones y sentimientos, aprendiendo y enseñan-do a conocerse y a amarse. Ese ha sido sin duda el resultado más sólido de los Congresos Pan Americanos, de los Congresos Científicos y de los Congresos Médicos que se vienen celebrando cada vez con mayor frecuencia entre los pueblos del nuevo continente.

Pensando así no podemos menos que mirar con intensa simpatía la iniciativa de la Asociación de los Estudiantes. Todos los temas que desde ya se plantean, aparte de los otros que se podrán proponer son interesantísimos y algunos de palpitante actualidad, no sólo entre nosotros, sino en todos los grandes centros educacionales; podremos de esa manera conocer lo que piensan los estudiantes

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americanos de todas esas cuestiones que afectan hondamente el porvenir de la enseñanza de la juventud.

[…]

Como se ve, cada uno de los temas a tratarse, sin exceptuar uno solo, son realmente interesantísimos y las conclusiones a que pueda llegarse bastarán por sí solas para asegurar que el éxito del Congreso, dando de antemano por descontado que el éxito de concurrencia pueda darse ya por conseguido.

Pero aún en el caso de que desde el punto de vista exclusivamente profesional el Congreso fracasara, aunque nada o casi nada hiciera desde ese punto de vista práctico y positivo, siempre quedaría triunfante su obra de acercamiento, su obra de hermandad y de solidaridad americana. Y los mismos estudiantes así lo comprenden y así lo dicen en la brillante página en que invitan a sus compañeros del continente a concurrir al Congreso.

[…]

Felicitemos a la juventud y hagamos augurios felices para que realice su obra sagrada de entusiasmo y de amor.

“El Día” de Montevideo.

[Tomado de Evolución, julio de 1907, 257-9.]

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5. Sexta sesión del Congreso Internacional de Estudiantes Americanos, enero de 1908.

Sr. [Baltasar] Brum [delegado de Uruguay].—Señor Presidente, señores congresales, señores:

Aquellos ungidos que, desde sus impenetrables alcázares de piedra, exterio-rizaban, en la antigüedad, únicamente sus caprichos, a cuya voz se doblegaban las cervices de los más nobles, de los más fuertes, de los mejores, se han ido extinguiendo ante el progreso de la razón humana que, en todos los momen-tos, a todos los mandatos responde con la consciente interrogación ¿porqué? Y esa interrogación no ha menoscabado la disciplina administrativa porque los directores han sentido la necesidad de ajustar sus órdenes a los principios de justicia para precaver las trabas de una crítica sensata, que refrena los actos de despotismo y da más energía para la consumación de los preceptos buenos.

No ha sido sólo en el gobierno de los pueblos donde se ha realizado esa re-forma. En diversos órdenes de la actividad social, en las relaciones del trabajo, en las relaciones de la familia, se nota igual movimiento. Pero la evolución es lenta. Y ¡cosa curiosa! aún no se ha manifestado en el gremio estudiantil.

Los estudiantes, que velaron junto a la razón en la tenebrosa noche del fa-natismo, que respondieron a los primeros llamados de los apóstoles del 89, que siempre han caído en defensa de todas las libertades, y que últimamente, a pesar de los destierros siberianos y de las ejecuciones en masa, han corrido a sostener los principios que encarnaba la Duma, se han olvidado de obtener para sí las ventajas que han solicitado, y que han ayudado a conseguir para los otros.

Pero ahora que se han consumado las grandes empresas, que la libertad domina en los lineamientos de la vida, es necesario completarla, extendiéndola en los detalles, ornar, por decir así, el viejo edificio reconstruido.

________

La dirección de las cosas universitarias está confiada, en general, a los Consejos Superiores de Enseñanza. Poco habría que observar respecto a la idoneidad de sus miembros, pero no sucede lo mismo con la organización que los rige que puede considerarse anticuada y también irracional. Es en este sistema donde

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radica el mal que aqueja a los consejos, y ese mal nace precisamente de la abso-luta prescindencia del parecer de los estudiantes en su formación. Sus miembros son elegidos, o bien por el voto de los diplomados, o bien por la designación directa del Poder. La liberalidad del primer procedimiento sólo es aparente. Los diplomados permanecen alejados de las cosas universitarias, cuya marcha no les preocupa, y sólo concurren a votar cuando les impulsa algún móvil personal. De manera que los nombramientos quedan, en realidad, en manos del elemen-to directivo de las universidades, elemento que pudo haber sido liberal en su origen, pero que con el tiempo se vuelve conservador.

La segunda forma es inferior desde el punto de vista de la dignidad de la institución. Sus resultados son, sin embargo, idénticos, y en algunos casos peores. En efecto, los poderes públicos optarán o por respetar los círculos de personas espectables, casi siempre conservadoras, que se han refugiado en las universidades huyendo de las agitaciones políticas, o por removerlas. Entonces es posible que, si sus actos están inspirados en una moralidad superior, lleven a esos puestos no a los más competentes sino a sus mejores servidores. Pero en este caso podría afirmarse que esos ciudadanos serían combatidos por el elemen-to estudiantil que no admite otras imposiciones que las de la justicia, ni otros favores que aquellos a que da lugar el mérito. Y las agitadas oposiciones serían el resultado de ese sistema.

Por otra parte, ¿qué puede esperarse de esos consejos desvinculados del gremio estudiantil cuyas necesidades ignoran, y cuyas pretensiones no comprenden, imbuidos, como están en las viejas leyendas de indisciplina y revolución que se originaron, alrededor del espíritu justiciero de los estudiantes, en épocas en que reinaba la injusticia y en que era un crimen la investigación de la verdad? ¿Cómo es posible gobernar a los estudiantes con una institución organizada en la misma forma que hace cien años sin que exista una hostilidad latente, que aprovechará todas las ocasiones para manifestarse, y sin que sus actos bien o mal inspirados levanten, indistintamente, idéntica resistencia? Esa rivalidad desprestigia la institución, perjudica la enseñanza. Desprestigia la institución porque obliga a los estudiantes al empleo de medios violentos para neutralizar el efecto de medidas que consideran nocivas y que han sido confeccionadas en salas cerradas a donde no han podido llevar su voz para convencer o ser convencidos. Perjudica la enseñanza que se inmoviliza ante el temor a los repetidos conflictos. Si se llevan a la práctica algunas reformas, ellas van, siempre, señaladas con el

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índice de la impopularidad que las conduce fatalmente al fracaso antes que su bondad haya sido demostrada.

Esas dificultades se atenuarían, quizá desaparecieran, si se otorgara a los estu-diantes una representación propia en los consejos, o el derecho a intervenir en su formación. En el primer caso, el representante podría ser, o bien un estudiante, o bien un graduado en las mismas condiciones que los demás consejeros, pero elegido por el elemento estudiantil.

Quizá no se crea en la eficacia de ese procedimiento, pues podrían decir: o ese delegado se someterá a todas las exigencias de sus representados –careciendo, en este caso, de la tranquilidad de espíritu, de desapasionamiento que debería caracterizarlo– y entonces la situación quedaría agravada porque los estudiantes se agruparían a su rededor, de igual manera que, en épocas lejanas, los plebeyos romanos estaban siempre dispuestos a sostener todos los retos de sus tribunos; o, con conciencia perfecta de su deber, resistirá la influencia de las masas, apoyará las medidas justas aunque sus mandantes la rechacen, y, en este caso, también su sacrificio sería inútil porque no lograría el objeto propuesto, porque no evitaría los choques temidos.

Pero esa objeción se ha dirigido, en todos los tiempos, a los gobiernos represen-tativos, y la práctica ha probado que ella carece de fundamento. El representante, a quien supondremos por dignidad en el segundo caso, no obrará con la intransigencia, con el desprecio a la opinión de sus compañeros que se le atribuye. Está interesado, y es un sentimiento muy humano, en conservar su prestigio, la confianza con que ha sido honrado, y procederá con la prudencia necesaria para conciliar esa circunstancia con su rectitud. Intentará convencerlos. Y, puede afirmarse que, si la verdad está de su lado, no le faltará nunca en una asamblea de universitarios un núcleo sensato que lo comprenda, lo apoye y lo defienda.

Si se considera muy avanzada la reforma que conceda a los estudiantes una representación propia; si se teme renovar en la persona de ese delegado la ins-titución tribunicia, con todas sus turbulencias y las oposiciones sistemáticas, aún queda una fórmula aceptable pero conservadora: la que concede la entrada a los estudiantes en las salas de diplomados para el nombramiento de consejales. Sería un acto de estricta justicia y de alta política porque acostumbraría a la juventud estudiosa a posponer los intereses privados, la simpatía personal, a los intereses de la comunidad que son, en este caso, los de la enseñanza.

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La única objeción que podría hacerse a ese sistema es la referente a la in-fluencia decisiva que, por su número, tendrían los estudiantes en las salas de electores. No creo que ése sea un mal porque me parece preferible el voto de los estudiantes al de los titulados que si por algo se han distinguido hasta ahora es por su absoluta indiferencia, o por su escepticismo hacia las cosas universitarias. Pero esa objeción, en todo caso, no se dirige al fondo de la reforma y bastaría reglamentar el voto, limitarlo razonablemente para que desapareciere.

La reforma establecería entre estudiantes y autoridades universitarias esa solidaridad que debe reinar entre gobernantes y gobernados para que las obras de unos y otros crezcan fuertes y vigorosas. Las asperezas y desconfianzas que singularizan las relaciones actuales, y que nacen de un estado de cosas que implica el más profundo menosprecio a la opinión de los estudiantes, desaparecerían. Esos dos bandos que se agotan en luchas estériles combinarían armónicamente sus fuerzas en la conquista de un ideal que es común, aunque aparezca distinto por los defectos de organización.

La Actual Comisión Directiva de la “Asociación de los Estudiantes” de Mon-tevideo, iniciadora de un enérgico movimiento en pro de la dignificación de la juventud estudiosa, se ha preocupado de introducir en el organismo universitario esa reforma. Haciendo suyo un pensamiento manifestado en otra ocasión por uno de nuestros más talentosos compañeros, el bachiller Enrique A. Cornú, que tiene asiento en este Congreso, y en momentos en que el Poder Ejecutivo del Uruguay preparaba un proyecto sobre reorganización universitaria, se presentó al Ministerio de Industrias, Trabajo e Instrucción Pública solicitando, que en el proyecto en cuya confección estaba empeñado incluyera una disposición en que se estableciere que en el Consejo o Consejos universitarios tomen asiento una o varias personas nombradas directamente por los estudiantes, siendo renovadas con la mayor frecuencia posible.

En la notable solicitud, que fue redactada por el bachiller Héctor Miranda, Pre-sidente de la Asociación de los Estudiantes, y a quien todos vosotros conocéis por sus bellas iniciativas y fecundas obras, se manifiesta que “es necesario que se deje de mirar a los estudiantes como una masa inerte e inconsciente sin energías y sin ideas, sobre la que pueden probarse sin escrúpulos, todos los procedimientos, todas las disciplinas y esgrimir contra ellos la regleta de los pedagogos.” La Asociación de los Estudiantes cree que los delegados llevarán “al personal directivo la palabra

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de los estudiantes; la voz de los que sienten en carne propia el flagelo de todas las imprudencias y todas las inepcias de los que mandan.”

El Presidente de la República doctor Claudio Williman, profundo conocedor del medio universitario, y el entonces Ministro de Industrias, Trabajo e Ins-trucción Pública, Dr. Gabriel Terra, hombre de ideas avanzadas y que no temía romper con las tradiciones cuando lo exigía en la justicia, acogieron favorable-mente la petición de los estudiantes, y en el Proyecto de Ley que acompaña el Mensaje elevado con motivo de la reorganización universitaria, a la H. Cámara de Representantes se establecen los siguientes artículos: “Artículo 4°—Siete miembros del Consejo serán elegidos por mayoría de votos de los abogados, en la Facultad de Derecho; de los médicos y farmacéuticos en la Facultad de Medi-cina; de los ingenieros y arquitectos en la de Ingeniería, citados al respecto con quince días de anticipación por el Ministro de Industrias, Trabajo e Instrucción Pública. Los estudiantes de cada Facultad, que comprueben sus condiciones de tales con un certificado de haber prestado examen en el año anterior a la elección, serán citados para elegir el octavo miembro. Artículo 13—El cuerpo elector del Consejo Directivo de la Facultad de Enseñanza Secundaria se formará por los profesores de la Facultad integrado con los últimos veinticinco bachilleres. Uno de los miembros del Consejo será elegido por los estudiantes. Los estu-diantes, en esta Facultad, para tener derecho al voto, deben tener por lo menos tres años de estudios.”

En el Mensaje que acompaña el Proyecto de Ley citado, el Poder Ejecu-tivo funda esa innovación y, después de declarar que respeta la autonomía universitaria, agrega que “ha querido avanzar, dando más amplias bases a los cuerpos electivos con la intervención directa y principal del profesorado en la marcha universitaria; y con el derecho del voto conferido a los estu-diantes, no solamente como saludable enseñanza democrática, sino también como acto de justicia, que no es otro el que les dé representación genuina, destinada muchas veces a llevar al seno de las autoridades la expresión de atendibles exigencias y a consagrar entre los elementos que estudian y los que enseñan una perdurable solidaridad que contribuirá, en primer término, al desenvolvimiento de la cultura y de la ciencia.”

La “Asociación de los Estudiantes” ha conseguido para la juventud univer-sitaria del Uruguay una de las conquistas que más puede enorgullecerla por lo

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mismo que la eleva del estado de agrupación informe, inconsciente, al de entidad organizada, inteligente que interviene en la constitución de sus autoridades directivas, y que hace oír su voz pensadora en las resoluciones que ellas tomen, como corresponde a los que mañana marcharán al frente del movimiento inte-lectual del país, y que hoy constituyen una de sus más bellas esperanzas.

La “Asociación de los Estudiantes” de Montevideo que ama a sus hermanos de América ha querido que esa honrosa reforma sea conocida para que todos luchen por obtenerla. Y para ello la ha traído a este Congreso, donde el cerebro robusto y el corazón generoso de sus miembros la recogerán para sembrarla luego en la tierra de América, en esa tierra que fecunda siempre en su seno todas las libertades, todos los derechos.

En nombre, pues de la “Asociación de los Estudiantes” de Montevideo os propongo el siguiente voto:

El 1° Congreso Internacional de Estudiantes Americanos acepta como una aspiración que es de desearse sea llevada pronto a la práctica, la re-presentación de los estudiantes en los Consejos Directivos de Enseñanza Universitaria por medio de delegados, nombrados directamente por ellos y renovados con la mayor frecuencia posible.

(Aplausos)

Sr. Presidente.—Se va a leer el informe de los estudiantes del “Centro de Instrucción” de Arequipa, sobre este asunto.

Sr. Secretario.—(Lee:)

“Cuando las universidades son autónomas y están dirigidas por el conjunto de sus catedráticos, no teniendo en consecuencia sobre ellas, el Gobierno sino una supervigilancia muy restringida, no hay nada más importante para mante-ner su verdadero límite los derechos y obligaciones de los catedráticos y de los alumnos, que la representación de éstos en los consejos universitarios. Cuando no son autónomas, hallándose sometidas, directamente, a la acción del poder central, dictando éste sus reglamentos, señalando las cantidades que deben cobrarse por derechos de inscripción, matrícula y exámenes, redactando los programas, nombrando catedráticos y determinando su marcha de una manera inmediata, no tiene tal representación sino muy escasa importancia.

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La justicia que asiste a los estudiantes para el nombramiento de personeros en los consejos universitarios, no puede ponerse en duda, una vez que tienen dere-chos que defender y que esta defensa no es susceptible de ser llevada a efecto por toda la colectividad. Su utilidad tampoco puede colocarse en tela de juicio, ya que se evitarán muchos abusos de los catedráticos por medio de esta representación que, con voz y voto, tomará parte en las deliberaciones del consejo, intervendrá en la facción de reglamentos y programas y hará que se castiguen con estrictez las faltas cometidas por sus profesores, que generalmente quedan impunes; pues los encargados de su sanción no están libres de incurrir en ellas, hallándose por esta circunstancia inhabilitados para juzgarlas con imparcialidad.

Pero donde queda probado hasta la evidencia el importante papel que hacen los representantes de los alumnos en los consejos universitarios, es al fijarse que tendrán que intervenir en la renovación del personal docente, siempre que las cátedras se saquen a concurso, como parece que se acostumbra en todas, o casi todas, las universidades de América.

Debe procederse, pues, a dar representación a los alumnos en los consejos universitarios, sin los señores catedráticos abriguen temores de que se violen sus prerrogativas y facultades; pues mientras obren sujetándose a las disposiciones de la ley, mientras no menoscaben los sagrados derechos de la juventud, no deben esperar de ésta sino gratitud y aplausos.”

(Aplausos)

Sr. [Jorge] Cabral [delegado argentino].—Creo interpretar los deseos de toda esta asamblea, al pedir que proposiciones del género de las presentadas en el brillante y notable trabajo del bachiller Brum, que honran a este Congreso, no se discutan, se aclamen.

(Aplausos)

Sr. [Víctor Andrés] Belaunde [delegado peruano].—Voy a pedir, como lo ha hecho el señor Cabral, que se vote por aclamación las conclusiones presentadas por el señor Brum.

La representación de los alumnos en los consejos directivos de las universi-dades no es una innovación; es una reconquista; es la reconquista de un derecho que nos ha correspondido en el transcurso de los siglos.

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Las universidades americanas se fundaron sobre la base de la Universidad de Salamanca, y ésta copió a la Universidad de Bolonia. Y bien ¿Sabéis que era la Universidad de Bolonia? La Universidad de Bolonia era simplemente una confederación de Estudiantes. El gobierno estaba en manos de los alumnos. Por eso la Universidad de Bolonia es el tipo de la universidad democrática.

Un sabio profesor francés ha dicho que la Universidad de Bolonia estaba carac-terizada por la participación de los estudiantes en el gobierno del Studium.

En la historia de las antiguas universidades se reconoce dos tipos, dos mode-los: Bolonia y París. Ya habéis visto como en Bolonia la esencia de la institución universitaria estaba constituida por la absoluta intervención de los estudiantes en su gobierno. En París esta intervención no era tan considerable; pero también existió. La Universidad de París era una institución democrática.

Su gobierno no residía en los estudiantes; pero residía en los maestros más jóvenes, en los maestros, en la Facultad de Artes. Y la masa general de alumnos estaba organizada en distintas corporaciones, por facultades; corporaciones que tenían sus procuradores o representantes.

Veamos lo que pasaba en la Universidad de Salamanca, modelo de las univer-sidades americanas. El poder supremo residía en los claustros, en las asambleas de graduados y estudiantes. El Rector que era un alumno, dirigía la marcha de la institución y era elegido por sus camaradas en voto indirecto […].

Ya veis, por esta rápida reseña, que no podía ser más amplia la participación de los alumnos en el gobierno de la universidad […]. Pero hay más todavía y en esto la Universidad de Salamanca fue más allá que la Universidad de Bolonia. Los estudiantes intervenían en la provisión de las cátedras. Conocido el siste-ma español de las oposiciones; verdaderos torneos intelectuales que rompían la monotonía de la vida universitaria, dividían a los doctores y estudiantes en apasionados bandos y originaban luchas terribles a veces de lamentables con-secuencias. Pues bien; en esas célebres oposiciones tenían voto los alumnos, y era ese voto lo que daba a la institución sus rasgos característicos, sus genuinos aspectos buenos y malos.

Un enemigo tuvo la libertad estudiantil y por consiguiente el régimen de-mocrático de las universidades: la institución colegial. Fundados al principio los colegios sólo por móviles de beneficencia; sólo con la finalidad de dar alojamiento

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a los estudiantes pobres van tomando lentamente otro aspecto. Se convierten en instituciones docentes para suplir a la universidad y después para rivalizar con ella. El régimen colegial es la monarquía absoluta y la disciplina invencible; el régimen universitario es la democracia y la completa libertad y espontaneidad. Los colegios empiezan a progresar y van absorbiendo a la universidad que está en período de franca decadencia; pero no la absorberán del todo, no llegarán a extinguirla. Por ventura quedan estudiantes que no son colegiados; quedan los manteístas, los estudiantes libres, ellos conservarán los antiguos rasgos de la universidad medioeval desgraciadamente atenuados y sin energía.

Llega la época de la afirmación del poder del estado, del poder centralizador e intervencionista; se aproxima el apogeo del absolutismo y surge la universidad estrictamente oficial, creada por el estado y sometida al estado. Al frente de la universidad democrática, autónoma, turbulenta, establecida sobre la sociedad libre de los maestros y de los estudiantes aparece la Universidad de Alcalá. Sus estatutos son aprobados por el Rey y por el Papa. Su Rector es nombrado directamente por el Arzobispo de Toledo. El régimen colegial es su base. La institución universitaria se aparta de los principios democráticos. ¿Queréis seguir su marcha en este sentido? Contemplad la aparición del Santo Oficio y de la Compañía de Jesús; estudiad las relaciones de la inquisición con la universidad, la interdicción intelectual a que quedó condenada España por el cumplimiento del Index Expurgatorius, las absurdas medidas dictadas por Felipe II sobre los estudios en el extranjero; la fundación de los colegios de los Jesuitas, someti-dos a una disciplina más férrea que los otros colegios, sometidos a un régimen verdaderamente autocrático.

La Universidad de Salamanca, la universidad democrática, la verdadera universidad de los estudiantes, mantiene todavía su régimen, aunque falto de energías, en lucha contra la absorción de los colegios, la competencia de la Universidad de Alcalá y la más terrible competencia de los colegios jesuíticos. En este estado las cosas la institución es trasplantada a América. Se funda la Universidad de Lima en 1551.

La Universidad de San Marcos no pudo tener con la misma intensidad el carácter democrático de su modelo la Universidad de Salamanca; los tiempos habían variado; pero conservó sin embargo algunos rasgos de la universidad medioeval.

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He aquí las principales diferencias entre la célebre Universidad española y la Universidad limeña. El poder supremo en Salamanca residía en la asamblea de graduados y estudiantes. En Lima las asambleas y claustros eran formados sólo por doctores. El Rector en Salamanca era un alumno elegido por sus com-pañeros en voto indirecto. El Rector en Lima era doctor y debía ser elegido por los doctores. […].

Ya veis, pues, que al transplantarse la institución a América, las atribuciones de los estudiantes en la marcha de la universidad habían disminuido.

A riesgo de fatigaros voy a completar esta árida relación hablándoos de las oposi-ciones en América y de la lucha que sostuvo la Universidad de Lima para conservar sus prerrogativas en esta materia. Habéis visto que en Salamanca los alumnos tenían voto en las oposiciones. Al principio sucedió de la misma manera en Lima; pero a consecuencia de graves disturbios que se suscitaron con motivo de la provisión de algunas cátedras, la autoridad real creyó convenientes en 1676 expedir una cédula quitando el voto en las oposiciones, no sólo a los alumnos sino también a los doctores, y conferirlo únicamente a siete personas que ocupaban las más altas dignidades del virreinato […]. Esta medida concitó terribles resistencias en la Universidad y ved cómo ésta organiza la lucha para reconquistar sus antiguos fueros. En 1684 obtiene la expedición de una cédula por la cual tenían voto en las oposiciones 25 catedráticos y doctores y 4 alumnos de los colegios. No satisfizo esta concesión a la Universidad, que siguió luchando hasta que triunfó en 1687 con la expedición de otra cédula real que concedía voto en las oposiciones a todos los catedráticos y a 39 alumnos libres. Y ese fue, señores, el régimen que rigió hasta la independencia.

En síntesis podemos decir que en América durante el período colonial los estudiantes tenían participación en el gobierno de la universidad y en la forma-ción del cuerpo de profesores […]. ¿Por qué desapareció esta intervención en muchos respectos justa y saludable, al iniciarse el siglo XIX? Las causas fueron muchas; no es del caso exponerlas in extenso. Pero ha llegado el momento de reconquistar el antiguo sagrado derecho; ha llegado el momento de que se for-mule enérgica, unánimemente la aspiración de los jóvenes. Por eso yo felicito a la juventud uruguaya que ha obtenido esta conquista en su patria y ha for-mulado el principio para toda la América. Por eso me adhiero a la moción para que aclamemos las conclusiones del brillante trabajo de nuestro incomparable secretario, señor Brum.

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El derecho de los alumnos a intervenir en los consejos, nombrando sus re-presentantes en ellos, no puede ser discutido […].

El voto en las oposiciones es cosa diferente. El gran proyecto de reforma de la Universidad de Lima, formulado en 1771 por la junta de aplicaciones de los bienes de los jesuitas, quitaba ese voto a los estudiantes. No sé si tenía razón el proyecto. Yo hago ese recuerdo porque quiero realizar un acto de justicia hoy que hemos vuelto los ojos al pasado, quiero realizar un acto de justicia elogiando esa reforma que a fines del siglo XVIII pretendió establecer entre nosotros el estudio del derecho natural y del derecho de gentes; que pretendió introducir las nuevas teorías científicas, que preten-dió implantar el método de experimentación en las ciencias médicas; que pretendió establecer la institución de la biblioteca aula, de la biblioteca servida por profesores, de la biblioteca cátedra de bibliografía; que pretendió iniciar el estudio del derecho patrio y el estudio de las cosas americanas. El movimiento del año 1771 destruyó lo malo arrojando los jesuitas y formuló los principios de la obra futura; fue provechosamente destructivo y fecundamente constructivo. La reforma no se realizó inmediatamente, pero echó la semilla que había de germinar y convertirse en árbol frondoso. El pensa-miento de los hombres de 1771 fue muy grande para su época; y a fin de aquilatar su mérito, es necesario que tengáis en cuenta que fue anterior a los proyectos de reforma en las universidades de la Península Ibérica. Inclinémonos respetuosamente ante la memoria de esos hombres. La idea que ellos iniciaron tenía que realizarse años des-pués. La reforma vino y educó en los principios liberales a toda una generación, a esa generación que alimentó el pensamiento americano, a la que se debe la paternidad intelectual del movimiento de emancipación del nuevo mundo.

(El Presidente advierte al orador que ha transcurrido el tiempo re-glamentario.)

Sr. [Enrique] Rodríguez Castro [delegado uruguayo].—Yo me adhiero a la moción del señor Cabral, para que la proposición del señor Brum sea votada por aclamación.

Sr. [Juan Luis] Ferrarotti [delegado argentino].—Yo voy a robar unos minutos al Honorable Congreso.

Al fundarse la Universidad de La Plata, el doctor Joaquín V. González, una de las inteligencias más preclaras de mi país, y que se preocupa mucho de la enseñanza, prometió a los estudiantes darles mayor representación en los consejos

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directorios. Tengo el placer de hacer esta manifestación, para significar que el voto formulado por el señor congresal Brum, y al cual vamos a aclamar, va a ser recibido en nuestro país y que será práctico.

Sr. [Mauricio de] Lacerda [delegado brasileño].—Señor Presidente, señores delegados, y muy especialmente el señor Brum: la delegación brasilera adhiérese satisfecha a la moción de que se aclamen las proposiciones del señor Brum. Ya que nada se hace sin una razón justificada, diré algunos de los fundamentos que justifican, para la delegación brasilera, su voto.

Hasta hoy los poderes de los profesores han sido poderes excepción. Todas las sentencias tienen un recurso para los que se encuentran envueltos en sus mallas. Sólo para las de los profesores no hay apelación posible; ellas son extremas e irrecurribles; ora consagren la justicia, ya perpetren una iniquidad monstruosa y flagrante, ellas permanecerán rígidas y en pie, sin una apelación que haga posible las rectificaciones de las conciencias sublevadas y honestas; y lo que es aún más grave el mismo profesor una vez dictada la sentencia no tiene, para rectificarla o para separarla, el menor recurso. Una vez que afirma, sentencia irrevocable, inapelablemente.

Ahora bien, señores, los profesores pueden ser, en su calidad de hombres, de relativa perfección o de supina imperfección. En aquel caso la justicia es más probable que la injusticia; pero pregunto a todos los hombres de bien, a todas las conciencias sanas, y que ellas respondan, si somos o no variables en nuestras afirmaciones, en nuestros actos por nuestra eterna sujeción al error.

Eso ocurrirá con los más puros, los más apostólicos. Imaginad que Babel no será la justicia entregada a los no escrupulosos, a los parias del Bien, a los corsarios del Ideal, cuando no exista reparación posible, recurso, o una apelación proficua a las injusticias formidables, a los desaciertos que se deploran pero que no se remedian, a los atentados contra el Bien en su forma más astral y grandiosa: la Justicia! Ima-ginad, señores, ese Dies Irae entonado contra nosotros, las cenizas derramadas sobre nuestras cabezas; mirad nuestra aflictiva situación, colocados delante de profesores a quienes leyes, abstrusas e incalificables en nuestro tiempo, conceden el criterio de “infalibles” a hombres como nosotros, que si poseen buenas intenciones, están, también, por su naturaleza, sujetos ordinariamente a la falsedad y al error.

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Los estudiantes de mi país, sujetos a exámenes, no siempre son juzgados en estricta justicia; son juzgados o con demasiada benevolencia o con demasiada rigidez, y no pueden protestar, no pueden exigir reparaciones. Los estudiantes de mi país, cuando recurren a la prensa para tratar de reparar una ofensa recibida desde lo alto de la cátedra, encuentran siempre un código riguroso que los sujeta y los maniata, y no se les deja amplia libertad para responder a sus acusadores. En mi país, Sr. Presidente, es prohibido a los estudiantes murmurar siquiera de las sentencias de juzgamiento de sus méritos, y si murmuran contra esas leyes y contra esas disposiciones rigurosas en las 24 horas, quedan sujetos a suspensión por dos años y a otras penas no menos severas.

Es una tiranía incomprensible. Entre profesores y alumnos no hay, no debe haber superioridad ni autoritarismo. La superioridad debe ser puramente intelectual.

(Aplausos)

Señores, es una ardiente aspiración la que vais a consagrar. Elevaos antes de llevarla a término. Depuraos, porque, si estudiantes y profesores aún no se consideran como compañeros respetuosos, es debido a esa barrera insuperable, a ese quiste horripilante, que es necesario extirpar, que es necesario operar.

He ahí, señores, porqué votaremos por la aclamación de esa propuesta; ella no es sólo una aspiración de los estudiantes, sino también de los profesores: de unos por la seguridad de sus esfuerzos y del aprecio de los catedráticos; de los otros por la propia majestad de sus actos, que deben ser inspirados en el más puro ideal, porque solamente así se educan las generaciones para el verdadero Bien. Es ése un voto que deberíamos consagrar, arrodillados y contritos, como si fuéramos al oficio de alguna liturgia querida; deberíamos tomarlo tan sólo en la altura desde donde se cierne para llevarlo a más luminosas regiones, con la unción del sacerdote al elevar la hostia consagrada en las ceremonias de su culto.

Erguíos, pues, bañados, en la luz redentora de las grandes aspiraciones jó-venes de toda la América, para desengrillar esos miles de Prometeos atados al Cáucaso de un absolutismo horrendo; ungíos, porque sobre vosotros lloverán, en el futuro, las bendiciones de todas las conciencias buenas y rectas de todas las generaciones que, entonces, dejarán de ver en los profesores un verdugo probable, para verles y oírles como jueces cuya justicia no es infalible en sus

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Volumen I | 1908 137

decretos, puesto que tiene reparación cuando venga envuelta en pasiones e imperfecciones que la desfiguren.

–Señor Presidente: la delegación brasilera vota con el señor Cabral para que la proposición del digno delegado uruguayo señor Brum sea aclamada, por las consideraciones expuestas, y porque en nuestra tierra un estudiante, aun poseído de las más pura justicia, no pueda pronunciar con energía un j’acusse.

(Aplausos)

Sr. Presidente.—Se va a votar la moción del Sr. Cabral.

Si se vota por aclamación la conclusión del Sr. Brum.

(Así lo efectúa la Asamblea en medio de entusiastas aplausos.)

[Tomado de Evolución, marzo, abril, mayo y junio de 1908, 98-106.]

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Listado de documentos publicados

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1. El impulso transformador y la gestión de Eduardo Acevedo

Proyecto de reglamentación de exámenes presentado al Consejo Universitario (Libro de Actas de las Sesiones celebradas por el Consejo Universitario, N. 12 (enero de 1903–abril de 1905), 26 de setiembre de 1904, 341-3, Archivo General de la Universidad de la República, Montevideo).

Discusión del proyecto de reglamentación de exámenes en el Consejo Universitario (Libro de Actas de las Sesiones celebradas por el Consejo Universitario, N. 12 (enero de 1903—abril de 1905), 23 de setiembre de 1904, 338-40, Archivo General de la Universidad de la República, Montevideo).

Opinión estudiantil sobre la reforma del sistema de exámenes (Revista Estudiantil, 5 agosto de 1905, 201-3).

Opinión de Acevedo sobre la creación de las nuevas facultades (Anales de la Universidad, T. XVI, No.78, 153-7).

Decreto de asignación de recursos para las Escuelas de Veterinaria y Agronomía y los liceos departamentales (expedientes de la Universidad de la República, agosto de 1906, Caja 91, Carpeta 13, Archivo General de la Nación, Montevideo).

Decreto de creación de las Escuelas de Agronomía y Veterinaria (expedientes de la Universidad de la República, setiembre de1905, Caja 91, Carpeta 16, Archivo General de la Nación, Montevideo).

Discusión de las bases para la creación de los liceos departamentales en el Consejo Universitario (Libro de Actas de las Sesiones celebradas por el Consejo Universitario, N. 13 (abril de 1905–junio de 1907), 11 de octubre 1906, 321-5, Archivo General de la Universidad de la República, Montevideo).

Decreto de creación de los liceos departamentales (expedientes de la Universidad de la República, noviembre de 1906, Caja 91, Carpeta 13, Archivo General de la Nación, Montevideo).

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2. La nueva Ley Orgánica

La renuncia de Eduardo Acevedo (Libro de Actas de las Sesiones celebradas por el Consejo Universitario, N. 13 (abril de 1905–junio de 1907), 11 25 de abril de 1907, 438-41 y 451-2, Archivo General de la Universidad de la República, Montevideo; El Siglo, 27 de abril de 1907, 5).

La respuesta de Terra a Acevedo (expedientes de la Universidad de la República, abril de 1907, Caja 95, Carpeta 80, Archivo General de la Nación, Montevideo).

Mensaje del Poder Ejecutivo a la Asamblea General, mayo de 1907 (Diario de Sesiones de la Cámara de Representantes, 14 de enero de 1908, 862-87).

Ley Orgánica de la Universidad de la República, diciembre de 1908 (expedientes de la Univer-sidad de la República, diciembre de 1908, Caja 101, Carpeta 146, Archivo General de la Nación, Montevideo).

3. El Primer Congreso Internacional de Estudiantes Americanos

Primer editorial de la revista Evolución (Evolución octubre de 1905, 1-2).

Convocatoria al Congreso Internacional de Estudiantes Americanos (Evolución, junio de 1907, 193-5).

Reglamento del Congreso Internacional de Estudiantes Americanos (Evolución, junio de 1907, 193-5).

Artículos sobre el Congreso publicados en La Tribuna Popular y El Día (Evolución, mayo de 1907, 188-9, y julio de 1907, 257-9).

Sexta sesión del Congreso Internacional de Estudiantes Americanos (Evolución, marzo, abril, mayo y junio de 1908, 98-106).

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COLOFÓN

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