6764432 gramsci completo 2007

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Economa e ideologa

De la pgina www.gramsci.org.arLas siguientes notas son de Notas sobre Maquiavelo, sobre la poltica y sobre el Estado moderno. Cada nota tiene su ttulo en negrita. Apuntes sobre la poltica de Maquiavelo. El carcter fundamental de El Prncipe no es el de ser un tratado sistemtico, sino un libro "viviente", donde la ideologa poltica y la ciencia poltica se fundan en la forma dramtica del "mito". Entre la utopa y el tratado escolstico, formas bajo las cuales se configuraba la ciencia poltica de la poca, Maquiavelo dio a su concepcin una forma imaginativa y artstica, donde el elemento doctrinal y racional se personificaba en un condottiero [capitn] que representa en forma plstica y "antropomrfica" el smbolo de la "voluntad colectiva". El proceso de formacin de una determinada voluntad colectiva, que tiene un determinado fin poltico, no es representado a travs de pedantescas disquisiciones y clasificaciones de principios y criterios de un mtodo de accin, sino como las cualidades, los rasgos caractersticos, deberes, necesidades, de una persona concreta, despertando as la fantasa artstica de aquellos a quienes se procura convencer y dando una forma ms concreta a las pasiones polticas [1].

1 Ser necesario buscar en los escritores polticos que precedieron a Maquiavelo la existencia de escritos configurados como El Prncipe. Su misma conclusin est ligada a este carcter "mtico" del libro. Luego de haber representado al condottiero ideal, en un pasaje de gran eficacia artstica, Maquiavelo invoca al condottiero real que histricamente lo personifique; y es esta invocacin apasionada, que se refleja en todo el libro, la que le confiere precisamente el carcter dramtico. En los Prolegomeni de Luigi Russo, Maquiavelo es llamado el artista de la poltica y una vez se encuentra tambin la expresin "mito", pero no precisamente en el sentido arriba indicado.

El Prncipe de Maquiavelo podra ser estudiado como una ejemplificacin histrica del "mito" de Sorel, es decir, de una ideologa poltica que no se presenta como una fra utopa, ni como una argumentacin doctrinaria, sino como la creacin de una fantasa concreta que acta sobre un pueblo disperso y pulverizado para suscitar y organizar su voluntad colectiva. El carcter utpico de El Prncipe reside en el hecho de que un Prncipe tal no exista en la realidad histrica, no se presentaba al pueblo italiano con caracteres de inmediatez objetiva, sino que era una pura abstraccin doctrinaria, el smbolo del jefe, del condottiero ideal; pero los elementos pasionales, mticos, contenidos en el pequeo volumen y planteados con recursos dramticos de gran efecto, se resumen y convierten en elementos, vivos en la conclusin, en la invocacin de un prncipe "realmente existente". En el pequeo volumen, Maquiavelo trata de cmo debe ser el Prncipe para conducir un pueblo a la fundacin de un nuevo Estado y la investigacin es llevada con rigor lgico y desapego cientfico. En la conclusin, Maquiavelo mismo se vuelve pueblo, se confunde con el pueblo, mas no con un pueblo concebido en forma "genrica", sino con el pueblo que Maquiavelo previamente ha convencido con su trabajo, del cual procede y se siente conciencia y expresin y con quien se identifica totalmente. Parece como si todo el trabajo "lgico" no fuera otra cosa que una autorreflexin del pueblo, un razonamiento interno, que se hace en la conciencia popular y que concluye con un grito apasionado, inmediato. La pasin, de razonamiento sobre s misma se transforma en "afecto", fiebre, fanatismo de accin. He aqu por qu el eplogo de El Prncipe no es extrnseco, "pegado" desde afuera, retrico, sino que por el contrario debe ser explicado como un elemento necesario de la obra, o mejor, como el elemento que ilumina toda la obra y que aparece como su "manifiesto poltico".

Se puede estudiar cmo Sorel, partiendo de la concepcin de la ideologa-mito no lleg a comprender el fenmeno del partido poltico y se detuvo en la concepcin del sindicato profesional. Aunque es verdad que para Sorel el "mito" no encontraba su mayor expresin en el sindicato como organizacin de una voluntad colectiva, sino en la accin prctica del sindicato y de una voluntad colectiva ya actuante. La realizacin mxima de dicha accin prctica deba ser la huelga general, es decir, una "actividad pasiva" de carcter negativo y preliminar (el carcter positivo est dado solamente por el acuerdo logrado en las voluntades asociadas) que no prevea una verdadera fase "activa y constructiva". En Sorel, por consiguiente, se enfrentaban dos necesidades: la del mito y la de la crtica del mito, en cuanto "todo plan preestablecido es utpico y reaccionario". La solucin era abandonada al impulso de lo irracional, de lo "arbitrario" (en el sentido bergsoniano de "impulso vital") o sea, de la "espontaneidad" [2].

2 Habra que anotar una contradiccin implcita en el modo en que Croce plantea su problema de historia y antihistoria con respecto a otros modos de pensar del mismo autor: su aversin a los "partidos polticos" y su forma de plantear la cuestin de la "previsibilidad" de los hechos sociales (cfr. Conversazione critiche, serie primera. pp. 150-152, resea del libro de LUDOVICO LIMENTANI, La previsione dei fatti sociali, Turn, Bocca, 1907). Si los hechos sociales son imprevisibles y el mismo concepto de previsin es puro sueo, lo irracional no puede menos que dominar y toda organizacin de hombres es antihistrica, es un "prejuicio". Slo corresponde resolver en cada caso y con criterio inmediato, los particulares problemas prcticos planteados por el desarrollo histrico (Cfr. el artculo de CROCE, Il partito come giudizio e come pregiudizio en Cultura e vita morale) y el oportunismo es la nica lnea poltica posible.Pero puede un mito, sin embargo, ser "no constructivo" Puede imaginarse, en el orden de intuiciones de Sorel, que sea productivo en realizaciones un instrumento que deja la voluntad colectiva en la fase primitiva y elemental del mero formarse, por distincin (por "escisin"*), aunque sea con violencia, es decir, destruyendo las relaciones morales y jurdicas existentes? Pero esta voluntad colectiva as formada de manera elemental, no cesar sbitamente de existir, disolvindose en una infinidad de voluntades singulares que en la fase positiva seguirn direcciones diferentes y contradictorias? Al margen de la cuestin de que no puede existir destruccin, negacin, sin una construccin y una afirmacin implcitas, entendida sta no en un sentido "metafsico", sino prctico, o sea polticamente, como programa de partido. En este caso se ve con claridad que detrs de la espontaneidad se supone un mecanicismo puro, detrs de la libertad (libre impulso vital) un mximo determinismo, detrs del idealismo un materialismo absoluto.

* Para Sorel es vital que la clase obrera no establezca ninguna clase de compromiso con la burguesa, tanto en el dominio poltico (antiparlamentarismo) como en el dominio econmico (organizacin de la cooperacin obrera). La organizacin cooperativa posibilitara el paso del instinto de clase a la conciencia de clase del proletariado, vale decir, el triunfo de la "escisin" de la sociedad. Dicha escisin, "sin la cual sera imposible para el socialismo cumplir con su papel histrico", peligra a veces cuando la burguesa, temerosa de su futuro, cede en parte a las exigencias del proletariado. Esto explica la importancia que tiene en Sorel la teora de la "huelga general": "Gracias a ella el socialismo subsiste joven, parecen infantiles las tentativas encaminadas al logro de la paz social y las deserciones de los compaeros que se aburguesan, sobre no desanimar a las masas, las impelen ms la rebelda. En suma: la escisin no corre peligro de desaparecer" (SOREL: ob. cit., p. 123) (N. del T.).El moderno prncipe, el mito-prncipe, no puede ser una persona real, un individuo concreto; slo puede ser un organismo, un elemento de sociedad complejo en el cual comience a concretarse una voluntad colectiva reconocida y afirmada parcialmente en la accin. Este organismo ya ha sido dado por el desarrollo histrico y es el partido poltico: la primera clula en la que se resumen los grmenes de voluntad colectiva que tienden a devenir universales y totales. En el mundo moderno slo una accin histrico-poltica inmediata e inminente, caracterizada por la necesidad de un procedimiento rpido y fulminante, puede encarnarse mticamente en un individuo concreto. La rapidez se torna necesaria solamente cuando se enfrenta un gran peligro inminente que provoca la inmediata exacerbacin de las pasiones y del fanatismo, aniquilando el sentido crtico y la corrosividad irnica que pueden destruir el carcter "carismtico" del condottiero (tal es lo que ha ocurrido en la ventura de Boulanger). Pero una accin inmediata de tal especie, por su misma naturaleza, no puede ser de vasto alcance y de carcter orgnico. Ser casi siempre del tipo restauracin y reorganizacin y no del tipo caracterstico de la fundacin de nuevos Estados y nuevas estructuras nacionales y sociales, tal como en el caso de El Prncipe de Maquiavelo, donde el aspecto de restauracin slo era un elemento retrico, ligado al concepto literario de la Italia descendiente de Roma y que deba restaurar el orden y la potencia de Roma [3]; ser de tipo "defensivo" y no creativo original. Podr tener vigencia donde se suponga que una voluntad colectiva ya existente, aunque sea desmembrada, dispersa, haya sufrido un colapso peligroso y amenazador, mas no decisivo y catastrfico y sea necesario reconcentrarla y robustecerla. Pero no podr tener vigencia donde haya que crear ex novo una voluntad colectiva, enderezndola hacia metas concretas y racionales, pero de una concrecin y racionalidad an no verificadas y criticadas por una experiencia histrica efectiva y universalmente conocida.

3 Ms que por el modelo ejemplar de las grandes monarquas absolutas de Francia y de Espaa, Maquiavelo fue impulsado a su concepcin poltica de la necesidad de un Estado unitario italiano por el recuerdo del pasado de Roma.. Es necesario poner de relieve, sin embargo, que Maquiavelo no debe por ello ser confundido con la tradicin literario-retrica. Primero, porque este elemento no es exclusivo, ni an dominante, y la necesidad de un gran Estado nacional no es deducida de l, luego, porque el mismo reclamo a Roma es menos abstracto de lo que parece si es colocado puntualmente en el clima del Humanismo y del Renacimiento. En el libro VII del Arte de la guerra se lee: "Esta provincia (Italia) parece nacida para resucitar las cosas muertas, como se ha visto en el caso de la poesa, la pintura y la escultura", por qu no encontrara entonces la virtud militar?, etc. Habr que reagrupar las otras menciones del mismo tipo para establecer su carcter exacto.

El carcter "abstracto" de la concepcin soreliana del "mito" aparece en la aversin (que asume la forma pasional de una repugnancia tica) por los jacobinos, quienes fueron ciertamente una "encarnacin categrica" de El Prncipe de Maquiavelo. El moderno Prncipe debe tener una parte destinada al jacobinismo (en el significado integral que esta nocin ha tenido histricamente y debe tener conceptualmente), en cuanto ejemplificacin de cmo se form y oper en concreto una voluntad colectiva que al menos en algunos aspectos fue creacin ex novo, original. Y es necesario que la voluntad colectiva y la voluntad poltica en general, sean definidas en el sentido moderno; la voluntad como conciencia activa de la necesidad histrica, como protagonista de un efectivo y real drama histrico.Una de las primeras partes debera estar dedicada, precisamente, a la "voluntad colectiva", planteando as la cuestin: "Cundo puede decirse que existen las condiciones para que se pueda suscitar y desarrollar una voluntad colectiva nacional-popular?", o sea efectuando un anlisis histrico (econmico) de la estructura social del pas dado y una representacin "dramtica" de las tentativas realizadas a travs de los siglos, para suscitar esta voluntad y las razones de sus sucesivos fracasos. Por qu en Italia no se dio la monarqua absoluta en la poca de Maquiavelo? Es necesario remontarse hasta el Imperio Romano (cuestiones de la lengua, los intelectuales, etc.), comprender la funcin de las Comunas medievales; el significado del catolicismo, etc. Es necesario, en suma, hacer un esbozo de toda la historia italiana, sinttico pero exacto *.

* Recordamos a los lectores que Gramsci desarrolla in extenso estos problemas tanto en Los Intelectuales y la Organizacin de la Cultura, como en Literatura y Vida Nacional, editados ambos por Editorial Lautaro. Sobre las Comunas, cfr. Il Risorgimento (Edit. Einaudi), obra en la que Gramsci analiza las causas que impidieron a las Comunas superar la fase "econmica-corporativa" para constituirse en estados capitalistas plenos. (N. del T.),

Las razones de los sucesivos fracasos de las tentativas de crear una voluntad colectiva nacional-popular hay que buscarlas en la existencia de determinados grupos sociales que se forman de la disolucin de la burguesa comunal, en el carcter particular de otros grupos que reflejan la funcin internacional de Italia como sede de la Iglesia y depositaria del Sacro Imperio Romano. Esta funcin y la posicin consiguiente determinan una situacin interna que se puede llamar "econmico-corporativa", es decir, polticamente, la peor de las formas de sociedad feudal, la forma menos progresiva y ms estancada. Falt siempre, y no poda constituirse, una fuerza jacobina eficiente, precisamente la fuerza que en las otras naciones ha suscitado y organizado la voluntad colectiva nacional popular fundando los Estados modernos. Finalmente, existen las condiciones para esta voluntad?, o sea, cul es la actual relacin entre estas condiciones y las fuerzas opuestas? Tradicionalmente las fuerzas opuestas fueron la aristocracia terrateniente y ms generalmente la propiedad fundiaria [del suelo] en su conjunto, con el caracterstico elemento italiano de una "burguesa rural" especial, herencia de parasitismo legada a los tiempos modernos por la destruccin, como clase, de la burguesa comunal (las cien ciudades, las ciudades del silencio)*. Las condiciones positivas hay que buscarlas en la existencia de grupos sociales urbanos, convenientemente desarrollados en el campo de la produccin industrial y que hayan alcanzado un determinado nivel de cultura histrico-poltica. Es imposible cualquier formacin de voluntad colectiva nacional-popular si las grandes masas de campesinos cultivadores no irrumpen simultneamente en la vida poltica. Esto es lo que intentaba lograr Maquiavelo a travs de la reforma de la milicia; esto es lo que hicieron los jacobinos en la Revolucin francesa. En esta comprensin hay que identificar un jacobinismo precoz en Maquiavelo, el germen (ms o menos fecundo) de su concepcin de la revolucin nacional. Toda la historia de 1815 en adelante muestra el esfuerzo de las clases tradicionales para impedir la formacin de una voluntad colectiva de este tipo, para mantener el poder "econmico-corporativo" en un sistema internacional de equilibrio pasivo.* Ciudades del silencio (citt del silenzio) fueron llamadas por Gabriele D'Annunzio, en sus Laudi, las ciudades italianas que luego de haber conocido un periodo de pleno florecimiento en el pasado, decayeron y se redujeron a centros burocrtico-administrativos de escasa importancia. De su pasado esplendor an conservan rastros en los monumentos y joyas arquitectnicas, lo cual las convierte en centro del turismo mundial, por ejemplo: Ravena, Siena, Bergamo, etc. (N. del T.).

Una parte importante del moderno Prncipe ** deber estar dedicada a la cuestin de una reforma intelectual y moral, es decir, a la cuestin religiosa o de una concepcin del mundo. Tambin en este campo encontramos en la tradicin ausencia de jacobinismo y miedo del jacobinismo (la ltima expresin filosfica de tal miedo es la actitud malthusiana de B. Croce hacia la religin). El moderno Prncipe debe ser, y no puede dejar de ser, el abanderado y el organizador de una reforma intelectual y moral, lo cual significa crear el terreno para un desarrollo ulterior de la voluntad colectiva nacional popular hacia el cumplimiento de una forma superior y total de civilizacin moderna.** Gramsci hace mencin aqu, como es evidente, de la Teora del Partido de la clase obrera (N. del T.).

Estos dos puntos fundamentales: la formacin de una voluntad colectiva nacional-popular de la cual el moderno Prncipe es al mismo tiempo el organizador y la expresin activa y operante; y la reforma intelectual y moral, deberan constituir la estructura del trabajo. Los puntos concretos de programa deben ser incorporados en la primera parte, es decir, deben resultar "dramticamente" del discurso y no ser una fra y pedante exposicin de razonamientos.

Puede haber una reforma cultural, es decir, una elevacin civil de los estratos deprimidos de la sociedad, sin una precedente reforma econmica y un cambio en la posicin social y en el mundo econmico? Una reforma intelectual y moral no puede dejar de estar ligada a un programa de reforma econmica, o mejor, el programa de reforma econmica es precisamente la manera concreta de presentarse de toda reforma intelectual y moral. El moderno Prncipe, desarrollndose, perturba todo el sistema de relaciones intelectuales y morales en cuanto su desarrollo significa que cada acto es concebido como til o daoso, como virtuoso o perverso, slo en cuanto tiene como punto de referencia al moderno Prncipe mismo y sirve para incrementar su poder u oponerse a l. El Prncipe ocupa, en las conciencias, el lugar de la divinidad o del imperativo categrico, deviene la base de un laicismo moderno y de una completa laicizacin de toda la vida y de todas las relaciones de costumbres.

El nmero y la cualidad en los regmenes representativos. Uno de los lugares comunes ms triviales que se van repitiendo contra el sistema electivo de formacin de los rganos estatales sostiene que "en l es ley suprema el nmero" y que las "opiniones de un imbcil cualquiera que sepa escribir (y hasta de un analfabeto en algunos pases) valen, a los efectos de determinar el curso poltico del Estado, exactamente igual que las del que dedica sus fuerzas mejores al Estado y a la nacin", etc. *. Pero el hecho es que no es en modo alguno verdad que el nmero sea "ley suprema", ni que el peso de la opinin de cualquier elector sea "exactamente igual". Tambin en este caso los nmeros son un simple valor instrumental, que dan una medida y una relacin: nada ms. Qu es, por otra parte, lo que se mide? Se mide precisamente la eficacia y la capacidad de expansin y de persuasin de las opiniones de pocos, de las minoras activas, de las lites, de las vanguardias, etc., o sea, su racionalidad o historicidad funcional concreta. Eso quiere decir que no es verdad que el peso de las opiniones de los individuos sea "exactamente"" igual. Las ideas y las opiniones no "nacen" espontneamente en el cerebro de cada individuo: han tenido un centro de formacin, de irradiacin, de difusin, de persuasin, un grupo de hombres o incluso una individualidad singular que las ha elaborado y las ha presentado en la forma poltica de actualidad. La numeracin de los "votos" es la manifestacin final de un largo proceso en el cual la influencia mayor pertenece precisamente a los que "dedican sus fuerzas mejores al Estado y a la nacin"" (cuando de verdad lo hacen). Si este presunto grupo de ptimos, pese a las fuerzas materiales ingentes que posee, no tiene el consentimiento de la mayora, habr que juzgarlo inepto o no-representante de los intereses "nacionales", los cuales tienen que prevalecer al inducir la voluntad nacional en un sentido y no en otro. "Desgraciadamente", cada uno tiende a confundir su "particularidad" con el inters nacional, y a estimar, por tanto, "horrible", etc., que sea la "ley del nmero" la que decida; sin duda es mejor hacerse lite por decreto. No se trata, por tanto, de que el que tiene "mucho" intelectualmente se sienta reducido al nivel del ltimo analfabeto, sino de que el que presume tener mucho quiere quitar al "cualquiera" incluso la fraccin infinitesimal de poder que posee en la decisin del curso de la vida estatal.

* Hay formulaciones numerosas, algunas ms afortunadas que la aqu recogida, que es de Mario de Silva en la Crtica fascista, del 15 de agosto de 1932; pero el contenido es siempre igual.

Partiendo de la crtica (de origen oligrquico, no de lite) al rgimen parlamentario (y es notable que no se le critique porque la racionalidad histrica del consentimiento numrico queda sistemticamente falsificada por la influencia de la riqueza), esas afirmaciones triviales se extienden a todo sistema representativo, aunque no sea parlamentario y no est construido segn los cnones de la democracia formal. Tanto menos exactas son entonces esas afirmaciones. En estos otros regmenes el consentimiento no tiene, ni mucho menos, su fase final en el momento del voto. Se supone que el consentimiento ha de ser permanentemente activo, hasta el punto de que los que consienten pueden considerarse como "funcionarios" del Estado, y las elecciones son un modo de alistamiento voluntario de funcionarios estatales de un cierto tipo, sistema que en cierto sentido podra relacionarse (en planos diversos) con el self government. Como las elecciones no se basan en programas genricos y vagos, sino en programas de trabajo concreto inmediato, el que consiente se compromete a hacer algo ms que el corriente ciudadano legal, con objeto de realizar aquellos programas: se compromete a ser una vanguardia de trabajo activo y responsable. El elemento de "voluntariedad" en la iniciativa no podra estimularse de ningn otro modo en las grandes muchedumbres, y cuando stas no se componen ya de ciudadanos amorfos, sino de elementos productivos calificados, se puede apreciar la importancia que puede llegar a tener la manifestacin del voto. (C. XXX; M. 80-82) *.

* Estas observaciones podran desarrollarse ms amplia y orgnicamente, poniendo de relieve tambin otras diferencias entre los varios sistemas electorales, segn el cambio de las relaciones generales sociales y polticas: relacin entre funcionarios electivos y funcionarios de carrera, etc.

Concepcin del derecho. Una concepcin del derecho que ha de ser esencialmente renovadora no puede encontrarse ya de modo ntegro en ninguna doctrina preexistente (tampoco en la doctrina de la escuela llamada positiva, particularmente en la doctrina de Ferri). Si cada Estado tiende a crear y a mantener cierto tipo de civilizacin y de ciudadano (y, por tanto, de convivencia y de relaciones individuales), y tiende a provocar la desaparicin de ciertas costumbres y actitudes y a difundir otras, entonces el derecho ser el instrumento de esa finalidad (junto con la escuela y otras instituciones y actividades) y tendr que ser elaborado para que sea conforme a ese fin, mximamente eficaz y productivo de resultados positivos.

La concepcin del derecho tendr que liberarse de todo residuo de trascendencia y de absoluto; de todo fanatismo moralista, prcticamente; pero me parece que no se puede partir del punto de vista segn el cual el Estado no "castiga" (si este trmino se reduce a su significacin humana), sino que lucha meramente contra la "peligrosidad" social. En realidad, el Estado debe concebirse como "educador", en cuanto que tiende, precisamente, a crear un nuevo tipo o nivel de civilizacin. Del hecho de que se opere esencialmente sobre las fuerzas econmicas, que se reorganice y desarrolle el aparato de produccin econmico, que se innove en la estructura, no debe inferirse que los hechos de superestructura hayan de abandonarse a s mismos, a su desarrollo espontneo, a una germinacin casual y espordica. Tambin en este campo es el Estado un instrumento de "racionalizacin", de aceleracin y de taylorismo, obra segn un plan, presiona, incita, solicita y "castiga", puesto que, una vez creadas las condiciones en las cuales es "posible" un determinado modo de vida, la "accin u omisin criminales" han de tener una sancin punitiva de alcance moral, y no slo un juicio de peligrosidad genrica. El derecho es el aspecto represivo y regresivo de toda la actividad positiva de civilizacin desarrollada por el Estado. En la concepcin del derecho habra que recoger tambin, incorporndolas a ella, las actividades "de premio" para individuos, grupos, etc.; se premia la actividad laudable y meritoria, igual que se castiga la actividad criminal (y se castiga de modos originales, haciendo que intervenga, como sancionadora, la "opinin pblica"). (C. XXX; M. 88-89.)

Algunos aspectos tericos y prcticos del "economicismo". Economicismo --movimiento terico por el librecambio--, sindicalismo terico. Hay que estudiar en qu medida el sindicalismo terico se ha originado en la filosofa de la prctica y en qu medida se deriva en realidad de las doctrinas econmicas del librecambio, o sea, del liberalismo en ltimo anlisis. Por eso hay que estudiar si el economicismo, en su forma ms consumada, no es de filiacin liberal directa y no ha tenido ya, en sus orgenes mismos, sino muy pocas relaciones con la filosofa de la prctica, relaciones, en cualquier caso, slo extrnsecas y puramente verbales.

Desde este punto de vista hay que considerar la polmica Einaudi-Croce, determinada por el nuevo prlogo (de 1917) al volumen sobre el Materialismo storico: la exigencia suscitada por Einaudi de tener en cuenta la literatura histrico-econmica suscitada por la economa clsica inglesa puede satisfacerse en este sentido: que esa literatura, por una contaminacin superficial de filosofa de la prctica, ha originado el economicismo, por eso cuando Einaudi critica (de un modo, a decir verdad, impreciso) algunas degeneraciones economicistas est arrojando guijarros a su propio tejado. El nexo entre la ideologa librecambista y el sindicalismo terico es sobre todo evidente en Italia, donde es manifiesta la admiracin de sindicalistas como Lanzillo y Ca. por Pareto. La significacin de esas dos tendencias es, empero, muy distinta: la primera es caracterstica de un grupo social dominante y dirigente; la segunda, de un grupo todava subalterno que no ha conquistado an conciencia de su fuerza y de sus posibilidades y modos de desarrollo, razn por la cual no sabe todava salir de su fase de primitivismo.El planteamiento del movimiento librecambista se basa en un error terico cuyo origen prctico no es difcil de identificar: en la distincin entre sociedad poltica y sociedad civil, la cual deja de ser una distincin de mtodo y se convierte en y se presenta como una distincin orgnica. As se afirma que la actividad econmica es propia de la sociedad civil, y que el Estado no tiene que intervenir en su regulacin. Pero como en la realidad de hecho la sociedad civil y el Estado se identifican, hay que concluir que el mismo librecambismo es una "reglamentacin" de carcter estatal, introducida y mantenida por va legislativa y coactiva: es un hecho de voluntad consciente de sus propios fines, y no expresin espontnea automtica del hecho econmico. Por tanto, el liberalismo econmico es un programa poltico destinado a cambiar, en la medida en que triunfa, el personal dirigente de un Estado y el programa econmico del Estado mismo, o sea, a cambiar la distribucin de la renta nacional.

Distinto es el caso del sindicalismo terico en la medida en que se refiere a un grupo subalterno, al cual se impide con esta teora que llegue a ser jams dominante, que se desarrolle ms all de la fase econmico-corporativa para alzarse a la fase de hegemona tico-poltica en la sociedad civil y de dominio en el Estado. Por lo que hace al librecambismo, se tiene el caso de una fraccin del grupo dirigente que quiere reformar la legislacin comercial y slo indirectamente la industrial (puesto que es innegable que el proteccionismo, especialmente en los pases de mercado pobre y reducido, limita la libertad de iniciativa industrial y favorece morbosamente el nacimiento de los monopolios): se trata de una rotacin de los partidos dirigentes en el gobierno, no de la fundacin y organizacin de una nueva sociedad poltica, y an menos de un nuevo tipo de sociedad civil. En el movimiento del sindicalismo terico la cuestin se presenta con ms complejidad; es innegable que en l la independencia y la autonoma del grupo subalterno, que se pretende expresar, se sacrifican, en cambio, a la hegemona intelectual del grupo dominante, porque precisamente el sindicalismo terico no es sino un aspecto del liberalismo econmico, justificado con algunas afirmaciones mutiladas y, por tanto, trivializadas, de la filosofa de la prctica. Por qu y cmo se produce ese sacrificio? Se excluye la transformacin del grupo subordinado en grupo dominante ya porque el problema no se plantea siquiera (fabianismo, De Man, una parte considerable del laborismo), ya porque se presenta en formas incongruentes e ineficaces (tendencias socialdemcratas en general), ya porque se afirma el salto inmediato desde el rgimen de los grupos hasta el de la perfecta igualdad y de la economa sindical.

Es por lo menos sorprendente la actitud del economicismo ante las expresiones de voluntad, accin e iniciativa poltica e intelectual, como si esas expresiones no fueran tambin una emanacin orgnica de necesidades econmicas, y hasta la nica expresin eficaz de la economa; as tambin es incongruente que el planteamiento concreto de la cuestin hegemnica se interprete como un hecho que subordina al grupo hegemnico. El hecho de la hegemona presupone, sin duda, que se tengan en cuenta los intereses y las tendencias de los grupos sobre los cuales se ejercer la hegemona, que se constituya un cierto equilibrio de compromiso, o sea, que el grupo dirigente haga sacrificios de orden econmico-corporativo, pero tambin es indudable que tales sacrificios y el mencionado compromiso no pueden referirse a lo esencial, porque si la hegemona es tico-poltica no puede no ser tambin econmica, no puede no tener su fundamento en la funcin decisiva que ejerce el grupo dirigente en el ncleo decisivo de la actividad econmica.El economicismo se presenta bajo muchas otras formas, adems del librecambismo y del sindicalismo terico. Le pertenecen todas las formas del abstencionismo electoral (ejemplo tpico: el abstencionismo de los clericales italianos despus de 1870, que se fue atenuando progresivamente a partir de 1900, hasta llegar a 1919 y a la formacin del Partito Popolare: la distincin orgnica que hacan los clericales entre la Italia real y la Italia legal era una reproduccin de la distincin entre mundo econmico y mundo poltico-legal), las cuales son muchas, en el sentido de que puede haber semiabstencionismo, un cuarto de abstencionismo, etc. Se relaciona con el abstencionismo la frmula "cuanto peor, tanto mejor", y la frmula de la llamada "intransigencia" parlamentaria de algunas fracciones de diputados. No siempre es el economicismo contrario a la accin poltica y al partido poltico, aunque ste se considera mero organismo educativo de tipo sindical. Un punto de referencia para el estudio del economicismo y para comprender las relaciones entre la estructura y las superestructuras es aquel paso de la Miseria de la filosofa en el que se dice que una fase importante del desarrollo de un grupo social es aquella en la cual los componentes de un sindicato no luchan ya slo por sus intereses econmicos, sino por la defensa y el desarrollo de la organizacin misma *. Hay que recordar, junto con eso, la afirmacin de Engels de que la economa no es el motor de la historia sino "en ltimo anlisis" (en las dos cartas sobre la filosofa de la prctica publicadas tambin en italiano), lo cual tiene que relacionarse directamente con el paso del prlogo a la Crtica de la economa poltica, en el que se dice que los hombres toman conciencia de los conflictos que se realizan en el mundo econmico en el terreno de las ideologas.

En varias ocasiones se afirma en estos apuntes que la filosofa de la prctica est mucho ms difundida de lo que se admite. La afirmacin es exacta si se entiende que lo difundido es el economicismo histrico, como llama ahora el profesor Loria a sus concepciones ms o menos desmadejadas, y que, por tanto, el ambiente cultural ha cambiado completamente desde los tiempos en que la filosofa de la prctica empez sus luchas; podra decirse, con terminologa crociana, que la ms grande hereja nacida en el seno de la "religin de la libertad" ha sufrido tambin ella, como la religin ortodoxa, una degeneracin, se ha difundido como "supersticin", o sea: ha entrado en combinacin con el liberalismo econmico y ha producido el economicismo. Hay que examinar, sin embargo, si, mientras la religin ortodoxa se ha enquistado ya definitivamente, la supersticin hertica no conserva siempre un fermento que le permitir renacer como religin superior, o sea, si no son fcilmente liquidables las escorias de supersticin.

* Ver la afirmacin exacta; la Miseria de la filosofa es un momento esencial de la formacin de la filosofa de la prctica; puede considerarse como el desarrollo de las Tesis sobre Feuerbach, mientras que La Sagrada Familia es una fase intermedia e indistinta, de carcter ocasional, como se desprende de los prrafos dedicados a Proudhon y especialmente al materialismo francs. El prrafo sobre el materialismo francs es, ms que otra cosa, un captulo de historia de la cultura, y no un prrafo terico, como se interpreta a menudo, y como historia de la cultura es admirable. Recordar la observacin de que la critica contenida en la Miseria de la filosofa contra Proudhon y su interpretacin de la dialctica hegeliana puede aplicarse a Gioberti y al hegelianismo de los liberales moderados italianos en general. El paralelo Proudhon-Gioberti, a pesar de que representen fases histrico-polticas no homogneas, o hasta por eso mismo, puede ser interesante y fecundo.

Algunos puntos caractersticos del economicismo histrico: 1) en la investigacin de los nexos histricos no se distingue entre lo que es "relativamente permanente" y lo que es fluctuacin ocasional, y as se entiende por hecho econmico el inters personal o de un grupo pequeo, en sentido inmediato y "srdidamente judaico". O sea: no se tienen en cuenta las formaciones de la clase econmica, con todas las relaciones inherentes, sino que se toma el inters bruto y usurario, especialmente cuando coincide con formas delictivas contempladas por los cdigos penales; 2) la doctrina por la cual el desarrollo econmico se reduce a la sucesin de los cambios tcnicos ocurridos en el instrumento de trabajo. El profesor Loria ha hecho una exposicin brillantsima de esta doctrina, aplicada en su artculo a la influencia social del avin; el artculo se public en la Rassegna contemporanea de 1912 [146]; 3) la doctrina por la cual el desarrollo econmico e histrico se pone en dependencia directa de los cambios de algn elemento importante de la produccin, como el descubrimiento de una nueva materia prima, de un nuevo combustible, etc., el cual acarrea la aplicacin de nuevos mtodos en la construccin y la manipulacin de las mquinas. En estos ltimos tiempos se ha producido toda una literatura sobre el petrleo: puede verse como tpico un artculo de Antonino Laviosa en la Nuova Antologia, del 16 de mayo de 1929. El descubrimiento de nuevos combustibles y de nuevas energas motoras, corno el de nuevas materias primas para transformar, tiene, sin duda, gran importancia, porque puede alterar las posiciones de los diversos Estados; pero no determina el movimiento histrico, etc.

146 La tesis de Loria acerca de la funcin social del avin se basaba en la posibilidad de resolver el problema del hambre con grandes caceras de aves mediante redes.

A menudo se combate el economicismo histrico creyendo que se est combatiendo contra el materialismo histrico. Este es el caso, por ejemplo, de un artculo del Avenir, de Pars, del 10 de octubre de 1930, recogido en la Rassegna Settimanale della Stampa Estera, del 21 de octubre de 1930, pgs. 2303-2304, y que se cita aqu por tpico: "Hace mucho tiempo, y sobre todo despus de la guerra, se nos dice que las cuestiones de inters dominan a los pueblos y llevan el mundo adelante. Son los marxistas los que han inventado esta tesis, bajo el nombre, un poco doctrinario, de "materialismo histrico". En el marxismo puro los hombres, tomados en masa, no obedecen a las pasiones, sino a las necesidades econmicas. La poltica es una pasin. La patria es una pasin. Estas dos exigentes ideas no tienen en la historia ms que una funcin aparente, porque en realidad la vida de los pueblos, en el curso de los siglos, se explica por un juego cambiante y siempre renovado de causas de orden material. La economa lo es todo. Muchos filsofos y economistas "burgueses" han recogido esa copla. Nos explican orgullosamente con los precios del trigo, del petrleo o del caucho la gran poltica internacional. Se las ingenian para demostrarnos que toda la diplomacia est dominada por cuestiones de tarifas aduaneras y precios de coste. Estas explicaciones estn en auge. Tienen una pequea apariencia cientfica y proceden de una especie de escepticismo superior que quiere drselas de elegancia suprema. La pasin en poltica internacional? El sentimiento en asuntos nacionales? Vamos hombre! Eso es pasto para la gente comn. Los grandes espritus, los iniciados, saben que todo est dominado por el dar y el tener. Ahora bien, sa es una seudoverdad absoluta. Es completamente falso que los pueblos no se dejen guiar ms que por consideraciones de inters, y es completamente verdad que obedecen sobre todo a consideraciones dictadas por un deseo y una fe ardiente de prestigio. El que no entienda eso no entiende nada." La continuacin del artculo (titulado "La mana del prestigio") ejemplifica con la poltica alemana y la italiana la tesis, pues esas polticas seran de "prestigio", no dictadas por intereses materiales. El artculo contiene en poco espacio una gran parte de los motivos ms vulgares de polmica contra la filosofa de la prctica, pero en realidad la polmica no afecta ms que al economicismo tonto del tipo del de Loria. Por otra parte, el escritor no anda muy slido en su tema ni siquiera desde otros puntos de vista: no comprende que las "pasiones" pueden ser simples sinnimos de los intereses econmicos, ni que es difcil sostener que la actividad poltica sea un estado permanente de exasperacin pasional y de espasmo; precisamente la poltica francesa se presenta como una "racionalidad" sistemtica y coherente, o sea, depurada de todo elemento pasional, etc.

En la forma de la supersticin economicista, que es la ms difundida, la filosofa de la prctica pierde una gran parte de su expansividad cultural en la esfera superior del grupo intelectual, aunque la consiga en las masas populares y entre los intelectuales de perra gorda, los cuales no deciden nunca cansar el cerebro, pero gustan de parecer listsimos, etc. Como escribi Engels, es muy cmodo para muchos creer en la posibilidad de conseguir a bajo precio y sin ningn esfuerzo, al por mayor, toda la historia y toda la sabidura poltica y filosfica concentrada en alguna frmula. Una vez olvidado que la tesis segn la cual los hombres consiguen en el terreno de las ideologas conciencia de los conflictos fundamentales no es una tesis de carcter sicolgico o moralista, sino de carcter gnoseolgico orgnico, se produce la forma mentis que considera la poltica, y por tanto la historia, como un continuo march de dupes, un juego de ilusionismos y de prestidigitaciones. La actividad "crtica" se reduce as al desenmascaramiento de trucos, a suscitar escndalos, a presentar las cuentas a los hombres representativos.

As se olvida que siendo o queriendo ser el "economicismo" tambin un canon objetivo de interpretacin (objetivo-cientfico), la investigacin en el sentido de los intereses inmediatos tendra que ser vlida para todos los aspectos de la historia, para los hombres que representan la "tesis" igual que para los que representan la "anttesis". Se ha olvidado, adems, otra proposicin de la filosofa de la prctica: la que dice que las "creencias populares" o las creencias del tipo de las creencias populares tienen la validez de las fuerzas materiales. Los errores de interpretacin en el sentido de la bsqueda de intereses "srdidamente judaicos" han sido a veces groseros y cmicos y han reaccionado as negativamente sobre el prestigio de la doctrina originaria. Por eso hay que combatir el economicismo no slo en la teora de la historiografa, sino tambin, y especialmente, en la teora y la prctica de la poltica. En este campo la lucha puede y debe conducirse desarrollando el concepto de hegemona, tal como se ha dirigido prcticamente en el desarrollo de la teora del partido poltico y en el desarrollo prctico de la vida de determinados partidos polticos (la lucha contra la teora de la llamada revolucin permanente, a la que se contrapona el concepto de dictadura democrtico-revolucionaria, la importancia del apoyo dado a las ideologas tipo constituyente, etc.). Podra hacerse un estudio de los juicios emitidos a medida que se desarrollaban algunos movimientos polticos, tomando como tipo el movimiento boulangerista (de 1886 a 1890, aproximadamente) o el proceso Dreyfus, o incluso el golpe de Estado del 2 de diciembre (un anlisis del libro clsico sobre el 2 de diciembre [147], para estudiar la importancia relativa que se da en l al hecho econmico inmediato, y qu lugar ocupa, en cambio, el estudio concreto de las "ideologas"). Frente a esos acontecimientos, el economicismo se plantea la pregunta: A quin beneficia inmediatamente la iniciativa en cuestin? Y contesta con un razonamiento tan simplista cuanto paradjico. Beneficia inmediatamente a una determinada fraccin del grupo dominante, y para no equivocarse en esa eleccin seala a la fraccin que manifiestamente tiene una funcin progresiva y de control sobre el conjunto de las fuerzas econmicas. As se puede estar seguro de evitar el error, porque necesariamente, si el movimiento examinado llega al poder, la fraccin progresiva del grupo dominante acabar por controlar, a la corta o a la larga, el nuevo gobierno, y por hacer de l un instrumento para utilizar en beneficio propio el aparato estatal.

147 El 18 Brumario de Luis Napolen, de Karl Marx.

Se trata, pues, de una infalibilidad muy barata y que no slo carece de significacin terica, sino que tiene, adems, muy poco alcance poltico y escassima eficacia prctica: en general, no produce ms que sermones moralistas y cuestiones personales interminables. Cuando se produce un movimiento de tipo boulangerista el anlisis tiene que verificarse de un modo realista, segn las lneas siguientes: 1) contenido social de la masa que se adhiere al movimiento; 2) qu funcin tena esa masa en el equilibrio de fuerzas que va transformndose, como muestra por su mismo nacer el nuevo movimiento?; 2) qu significacin tienen, poltica y socialmente, las reivindicaciones que presentan los dirigentes y que consiguen consentimiento?; 4) examen de la conformidad entre los medios y la finalidad propuesta; 5) slo en ltimo anlisis, y presentada en forma poltica y no moralista, se formula entonces la hiptesis de que ese movimiento se desnaturalizar necesariamente y servir a fines muy distintos de los que esperan las muchedumbres que lo siguen. El vicio consiste en afirmar previamente esta hiptesis, cuando an no se tiene ningn elemento concreto (o sea, que parezca como tal con la evidencia del sentido comn y no mediante un anlisis "cientfico" esotrico) para fundarla, de tal modo que la hiptesis parece no ser ms que una acusacin moralista de doblez y mala fe o de poca inteligencia, de estupidez (para los que siguen el movimiento). La lucha poltica se convierte as en una serie de hechos personales entre los que ya se las saben todas, porque tienen el duendecillo bien guardado en la lmpara, y el burlado por los propios dirigentes y que no quiere convencerse de su incurable estulticia. Por otra parte, mientras esos movimientos no lleguen al poder, siempre puede pensarse que fracasarn, y algunos han fracasado efectivamente (el mismo boulangerismo, que fracas como tal y luego ha quedado definitivamente aplastado por el movimiento Dreyfus; o el movimiento de Georges Valois; o el del general Gaida); la investigacin debe, por tanto, buscar la identificacin de los elementos de fuerza, pero tambin la de los elementos de debilidad que contienen en su interior; la hiptesis "economicista" afirma un elemento inmediato de fuerza, a saber: la disponibilidad de cierta aportacin financiera directa o indirecta (un gran peridico que apoye el movimiento es tambin una aportacin financiera indirecta, y no pasa de ah). Es demasiado poco. Tambin en este caso el anlisis de los diversos grados de correlacin de fuerzas tiene que culminar en la esfera de la hegemona y de las relaciones tico-polticas.

[...] Un elemento que hay que aadir como ejemplificacin de las teoras llamadas de la intransigencia es el de la rgida aversin de principio a los llamados compromisos, la cual tiene como manifestacin secundaria lo que podra llamarse el "miedo a los peligros". Est claro que la aversin de principio a los compromisos est unida con el economicismo, porque la concepcin en la que esa aversin se funda tiene que ser la conviccin frrea de que existen para el desarrollo histrico leyes objetivas del mismo carcter de las leyes naturales, y, adems, la persuasin de un finalismo teleolgico anlogo al religioso: como las condiciones favorables tendrn que producirse fatalmente y como ellas determinarn, de un modo ms bien misterioso, acontecimientos palingenticos, es no slo intil, sino incluso perjudicial, toda la iniciativa voluntaria que tienda a predisponer dichas situaciones segn un plan. Junto a esas convicciones fatalistas los intransigentes tienen, por otra parte, la tendencia a confiar "luego", ciegamente y sin criterios, en la virtud reguladora de las armas, lo cual no carece de cierta lgica y coherencia, porque estn pensando que la intervencin de la voluntad es til para la destruccin, no para la reconstruccin (la cual, en realidad, est ya en acto en el momento mismo de la destruccin). La destruccin se concibe as mecnicamente, no como destruccin-reconstruccin. Esos modos de pensar no tienen en cuenta el factor "tiempo", y no tienen en cuenta, en ltimo anlisis, ni la misma "economa", en el sentido de que no comprenden cmo los hechos ideolgicos de masa van siempre retrasados respecto de los fenmenos econmicos de masa, y cmo, por tanto, en ciertos momentos el empuje automtico debido al factor econmico se frena, se detiene o hasta queda momentneamente destruido por elementos ideolgicos tradicionales; por eso tiene que haber una lucha consciente y preparada para hacer "comprender" las exigencias de la posicin econmica de masa que pueden contradecirse con las directivas de los jefes tradicionales. Una iniciativa poltica adecuada es siempre necesaria para liberar el empuje econmico de los obstculos de la poltica tradicional, para cambiar, esto es, la direccin poltica de ciertas fuerzas que es necesario absorber para realizar un bloque histrico econmico-poltico nuevo, sin contradicciones internas, y como dos fuerzas "semejantes" no pueden fundirse en un organismo nuevo sino a travs de una serie de compromisos o por la fuerza de las armas, ponindolas en un plano de alianza o subordinando la una a la otra mediante la coercin, la cuestin consiste en saber si se tiene esa fuerza coactiva y si es "productivo" emplearla. Si la unin de dos fuerzas es necesaria para vencer a una tercera, el recurso a las armas (si es que de verdad se tiene esa posibilidad) es pura hiptesis metdica, y la nica posibilidad concreta es el compromiso, porque la fuerza se puede utilizar contra los enemigos, pero no contra una parte de s mismos que se quiere asimilar rpidamente y de la que se necesita "buena voluntad" y entusiasmo. (C. XXX; M. 29-37; son dos apuntes.)

Lucha poltica y guerra militar. En la guerra militar, logrado el fin estratgico, destruccin del ejrcito enemigo y ocupacin de su territorio, se da la paz. Es preciso sealar, por otro lado, que para que concluya la guerra basta con que el fin estratgico sea alcanzado slo potencialmente; o sea, basta con que no exista duda de que un ejrcito no puede combatir ms y que el ejrcito victorioso "puede" ocupar el territorio enemigo. La lucha poltica es enormemente ms compleja. En cierto sentido puede ser parangonada con las guerras coloniales o con las viejas guerras de conquista, cuando el ejrcito victorioso ocupa o se propone ocupar en forma estable todo o una parte del territorio conquistado. Entonces, el ejrcito vencido es desarmado y dispersado, pero la lucha contina en el terreno poltico y en el de la "preparacin" militar.As, la lucha poltica de la India contra los ingleses (y en cierta medida de Alemania contra Francia o de Hungra contra la Pequea Entente [Checosl.-Yugosl.-Rumania, contra austrohngaros, 1920-21] ) conoce tres formas de guerras: de movimiento, de posicin y subterrnea. La resistencia pasiva de Gandhi es una guerra de posicin, que en algunos momentos se convierte en guerra de movimiento y en otros en guerra subterrnea: el boicot es guerra de posicin, las huelgas son guerra de movimiento, la preparacin clandestina de armas y de elementos combativos de asalto es guerra subterrnea. Hay una forma de "arditismo"*, pero es empleada con mucho ponderacin. Si los ingleses tuviesen la conviccin de que se prepara un gran movimiento insurreccional destinado a destruir su actual superioridad estratgica (que consiste, en cierto sentido, en su posibilidad de maniobrar a travs de lneas interiores y de concentrar sus fuerzas en el punto "espordicamente" ms peligroso) con el ahogamiento de masa (es decir, constrindolos a diluir sus fuerzas en un teatro blico generalizado en forma simultnea) les convendra provocar la salida prematura de las fuerzas combatientes indias para identificarlas y decapitar el movimiento general. As, a Francia le convendra que la Derecha nacionalista alemana fuese envuelta en un golpe de Estado aventurado que impulsara a la presunta organizacin militar ilegal a manifestarse prematuramente, permitiendo una intervencin afortunada desde el punto de vista francs. He aqu por qu en estas formas mixtas de lucha, cuyo carcter militar es fundamental y el carcter poltico preponderante (toda lucha poltica tiene siempre un sustrato militar), el empleo de los "arditi" demanda un desarrollo tctico original, para cuya concepcin la experiencia de guerra slo puede dar un estmulo y no un modelo.

Nota * Durante la guerra mundial ( 1915 -1918) se denomin "arditi" a los grupos de elite especializados en las acciones rpidas y peligrosas, separados de la tropa por insignias diferentes y un rgimen particular. (N. del T.).

La cuestin de los comitadjis * balcnicos merece un tratamiento aparte, ya que estn ligados a condiciones particulares del ambiente fsico-geogrfico regional, a la formacin de las clases rurales e igualmente a la eficiencia real de los gobiernos. Lo mismo para el caso de las bandas irlandesas, cuya forma de guerra y de organizacin estaba ligada a la estructura social de ese pas. Los comitadjis, los irlandeses y las otras formas de guerra de guerrillas deben ser separadas de la cuestin del arditismo, si bien parecen tener puntos de contacto con ella. Estas formas de lucha son propias de minoras dbiles pero exasperadas, contra mayoras bien organizadas, mientras que el arditismo moderno presupone una gran reserva, inmovilizada por diversas razones pero potencialmente eficiente, que lo sostiene y lo alimenta con aportes individuales.

Nota * Se llamaban as las bandas de combatientes regulares que operaban en la pennsula balcnica y preparaban la lucha contra los turcos (N. del T.)

La relacin existente en 1917-18 entre las formaciones de "arditi" y el ejrcito en su conjunto puede conducir y condujo ya a los dirigentes polticos a errneas formulaciones en sus planes de lucha. Se olvida: 1) que los "arditi" son simples formaciones tcticas que presuponen un ejrcito poco eficiente, mas no inerte por completo, puesto que si la disciplina y el espritu militar se relajaron hasta aconsejar una nueva disposicin tctica, a pesar de todo existen en cierta medida, y, en correspondencia con ella, se da justamente la nueva formacin tctica; de otra manera se producira inevitablemente la derrota y la fuga; 2) que es preciso no considerar al "arditismo" como un signo de la combatividad general de la masa militar, sino por el contrario, cono un signo de su pasividad y de su relativa desmoralizacin. Esto sea dicho manteniendo implcito el criterio general de que los parangones entre el arte militar y la poltica deben ser establecidos siempre cum grano salis, es decir slo como estmulos para el pensamiento y como trminos de simplificacin ad absurdum. En efecto, en la militancia poltica falta la sancin penal implacable para quien yerra o no obedece exactamente, falta la ley marcial, sin contar con el hecho de que la disposicin de las fuerzas polticas no es ni de lejos comparable al encuadramiento militar.

En la lucha poltica, adems de la guerra de movimiento y de la guerra de asedio o de posicin, existen otras formas. El verdadero "arditismo", o sea el "arditismo" moderno, es propio de la guerra de posicin, tal como se revel en 1914-18. La guerra de movimiento y la de asedio de los perodos precedentes tenan tambin, en cierto sentido, sus "arditi". La caballera ligera y pesada, los bersaglieri, etc., las tropas veloces en general cumplan en parte una funcin de "arditi"; as, por ejemplo, en el arte de organizar las patrullas estaba contenido el germen del arditismo moderno. En la guerra de asedio dicho germen exista ms que en la guerra de movimiento: servicio de patrullas ms extendido y, sobre todo, el arte de organizar salidas y asaltos imprevistos por medio de elementos escogidos.

Otro elemento digno de tenerse presente es el siguiente: en la lucha poltica es preciso no imitar los mtodos de lucha de las clases dominantes, para no caer en fciles emboscadas. En las luchas actuales este fenmeno se verifica con mucha frecuencia. Una organizacin estatal debilitada es como un ejrcito que ha perdido todo su vigor; entran en el campo los "arditi", o sea, las organizaciones armadas privadas que tienen dos objetivos: hacer uso de la ilegalidad, mientras el Estado parece permanecer en la legalidad, como medio de reorganizar al mismo Estado. Creer que a la actividad privada ilegal se puede contraponer otra actividad similar, es decir, combatir el arditismo con el arditismo es algo estpido; significa creer que el Estado permanecer siempre inerte, lo cual no ocurre jams, al margen de las otras condiciones diferentes. El carcter de clase lleva a una diferencia fundamental: una clase que debe trabajar todos los das con horario fijo no puede tener organizaciones de asalto permanentes y especializadas como una clase que tiene amplias disponibilidades financieras y no est ligada, con todos sus miembros, a un horario fijo. A cualquier hora del da y de la noche, estas organizaciones convertidas en profesionales, pueden descargar golpes decisivos y utilizar la sorpresa. La tctica de los "arditi" no puede tener por lo tanto la misma importancia para una clase que para otra. Para ciertas clases es necesaria, porque le es propia, la guerra de movimiento y de maniobra que, en el caso de la lucha poltica, puede combinar con un til y hasta indispensable uso de la tctica de los "arditi". Pero fijarse en un modelo militar es una tontera: la poltica debe ser tambin aqu, superior a la parte militar. Slo la poltica crea la posibilidad de la maniobra y del movimiento.

De todo lo dicho se advierte que en el fenmeno del arditismo militar es preciso distinguir entre funcin tcnica de arma especial ligada a la moderna guerra de posicin y funcin poltico-militar: como funcin de arma especial el arditismo existi en todos los ejrcitos que participaron en la guerra mundial; como funcin poltico-militar existi en los pases que tenan como expresin un ejrcito nacional poco combativo y un Estado Mayor burocratizado y fosilizado en la carrera.

A propsito de las comparaciones entre los conceptos de guerra de movimiento y guerra de posicin en el arte militar y los conceptos correlativos en el arte poltico, hay que recordar el librito de Rosa [148 Rosa Luxemburg, La huelga general.], traducido al italiano en 1919 por C. Alessandri (tradujo del francs).

En el librito se teorizan un poco precipitada y hasta superficialmente las experiencias histricas de 1905: pues Rosa descuid los elementos "voluntarios" y organizativos que en aquellos acontecimientos fueron mucho ms numerosos y eficaces de lo que ella tenda a creer, por cierto prejuicio suyo "economicista" y espontaneista. De todos modos, ese librito (y otros ensayos de la misma autora) es uno de los documentos ms significativos de la teorizacin de la guerra de movimiento aplicada al arte poltico. El elemento econmico inmediato (crisis, etctera) se considera como la artillera de cerco que abre en la guerra una brecha en la defensa enemiga, rotura suficiente para que las tropas propias irrumpan dentro y obtengan un xito definitivo (estratgico) o, por lo menos, un xito importante segn la orientacin de la lnea estratgica. Como es natural, en la ciencia histrica la eficacia del elemento econmico inmediato se considera mucho ms compleja que la de la artillera pesada en la guerra de maniobra o movimiento, porque este elemento se conceba como origen de un efecto doble: 1) el de abrir brecha en la defensa enemiga tras haber desorganizado al enemigo mismo, hacindole perder la confianza en s, en sus fuerzas y en su porvenir; 2) el de organizar vertiginosamente las tropas propias, crear los cuadros o, por lo menos, poner inmediatamente en su puesto de encuadramiento de las tropas dispersas a los cuadros propios (elaborados hasta entonces por el proceso histrico general); 3) el de crear inmediatamente la concentracin ideolgica de identidad con la finalidad buscada. Era sta una forma de frreo determinismo economicista, con el agravante de que sus efectos se crean rapidsimos en el tiempo y en el espacio; por eso se trataba de un misticismo histrico propiamente dicho, expectativa de una especie de fulguracin milagrosa.

La observacin del general Krasnov en su novela, segn la cual la Entente (que no deseaba una victoria de la Rusia imperial para que no se resolviera definitivamente a favor del zarismo la cuestin oriental) impuso al Estado Mayor ruso la guerra de trincheras (absurda, dada la enorme extensin del frente desde el Bltico al Mar Negro, con grandes zonas pantanosas y de bosque), mientras que la nica posibilidad era la guerra de maniobra, es una afirmacin pura y simplemente estpida. En realidad el ejrcito ruso intent la guerra de movimiento y de rotura del frente, sobre todo en el sector austriaco (pero tambin en la Prusia oriental), y tuvo xitos brillantsimos, aunque efmeros. La verdad es que no se puede elegir la forma de guerra que se quiere practicar, a menos que uno tenga desde el primer momento una superioridad aplastante sobre el enemigo, y son sabidas las enormes prdidas que costaron la obstinacin de los Estados Mayores en no reconocer que la guerra de posiciones quedaba "impuesta" por la correlacin general de las fuerzas en pugna. Pues la guerra de posiciones no consta slo, en efecto, de las trincheras propiamente dichas, sino de todo el sistema organizativo e industrial del territorio que se encuentra a espaldas del ejrcito de combate, y la imponen especialmente el tiro rpido de los caones, de las ametralladoras, de los mosquetones, y la concentracin de armas en un determinado punto, as como la abundancia de suministro, que permite sustituir rpidamente el material perdido a raz de un hundimiento del frente y una retirada. Otro elemento es la gran masa de hombres que intervienen en las formaciones de primera lnea, de valor muy desigual y que, precisamente por eso, tienen que actuar como masa. As se ha visto cmo en el frente oriental una cosa era irrumpir en el sector alemn y otra irrumpir en el austriaco, y que incluso en el sector austriaco, una vez reforzado por tropas alemanas elegidas y mandado por alemanes, la tctica de asalto se sald con un desastre. Lo mismo se vio en la guerra polaca de 1920, cuando el avance que pareca irresistible fue detenido ante Varsovia por el general Weygand al llegarse a la lnea mandada por oficiales franceses. Los mismos tcnicos militares, ahora obsesionados por la guerra de posicin igual que antes lo estaban por la de movimiento, niegan que este tipo tenga que considerarse eliminado de la ciencia de la guerra; slo que en las guerras entre los Estados ms adelantados industrialmente y en civilizacin, la guerra de movimiento tiene que considerarse como reducida ya a una funcin tctica ms que estratgica, o sea, a la posicin en que antes se encontraba la guerra de asedio respecto de la de maniobra.

La misma reduccin hay que practicar en el arte y en la ciencia de la poltica, al menos por lo que hace a los Estados ms adelantados, en los cuales la "sociedad civil" se ha convertido en una estructura muy compleja y resistente a los "asaltos" catastrficos del elemento econmico inmediato (crisis, depresiones, etc.): las superestructuras de la sociedad civil son como el sistema de trincheras de la guerra moderna. As como en sta ocurra que un encarnizado ataque artillero pareca haber destruido todo el sistema defensivo del adversario, cuando en realidad no haba destruido ms que la superficie externa, de modo que en el momento del asalto los asaltantes se encontraban con una lnea defensiva todava eficaz, as tambin ocurre en la poltica durante las grandes crisis econmicas; ni las tropas asaltantes pueden, por efecto mero de la crisis, organizarse fulminantemente en el tiempo y en el espacio ni --aun menos-- adquieren por la crisis espritu agresivo, y en el otro lado, los asaltados no se desmoralizan ni abandonan las defensas, aunque se encuentren entre ruinas, ni pierden la confianza en su propia fuerza y en su propio porvenir. Es verdad que las cosas no quedan como estaban antes de la crisis econmica, pero no se tiene ya el elemento de rapidez, de aceleracin de tiempo, de marcha progresiva definitiva, como lo esperaran los estrategas del cadornismo poltico [149].

149 El general Cadorna fue el jefe del Estado Mayor del Ejrcito italiano durante la Primera Guerra Mundial. La crtica militar posterior ha tendido a salvar las concepciones estratgicas del general, probablemente por motivos polticos. Gramsci aplica el trmino "cadornismo poltico" a la visin mstica, extremista y economicista de la huelga general porque se atiene, verosmilmente, a la estimacin popular de la estrategia de Cadorna como una irresponsable expectativa, a la vez eufrica e inerme, de la autodestruccin (batalla de Caporetto).

El ltimo hecho de este tipo en la historia de la poltica han sido los acontecimientos de 1917. Ellos han marcado un giro histrico decisivo en el arte y en la ciencia de la poltica. Se trata, pues, de estudiar con "profundidad" cules son los elementos de la sociedad civil que corresponden a los sistemas de defensa de la guerra de posicin. Se escribe aqu intencionadamente "con profundidad", porque esas cuestiones han sido ya estudiadas, pero desde puntos de vista superficiales y triviales, al modo cmo ciertos historiadores del vestido estudian las extravagancias de la moda femenina, o bien desde un punto de vista "racionalista", o sea, con la conviccin de que ciertos fenmenos se destruyen en cuanto que se explican "con realismo", como si fueran supersticiones populares (las cuales, por lo dems, tampoco se destruyen con slo explicarlas). (C. XXX; M. 65-67.)

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Magyar Szemle" [8] que en Italia el "Parlamento, que al principio estaba, por as decir, fuera del Estado, se transform en un valioso colaborador, puesto que ha sido insertado en el Estado y ha sufrido un cambio en su composicin".

Nota 8 Artculo reproducido en la "Rassegna della Stampa Estera", del 3 de enero de 1933.

Que el Parlamento pueda ser "insertado" en el Estado es un descubrimiento de ciencia y de tcnica poltica digno de los Cristbal Coln del autoritarismo moderno. Sin embargo, la afirmacin es interesante para ver de qu manera conciben prcticamente al Estado muchos polticos. Y en realidad hay que plantearse esta pregunta: "Los Parlamentos forman parte de la estructura de los Estados, an en aquellos pases donde parecen tener el mximo de eficiencia?, o bien, qu funcin real cumplen? y si la respuesta es positiva, de qu manera forman parte del Estado y desarrollan su funcin particular? Sin embargo, aun cuando desde un punto de vista orgnico no formen parte del Estado, tiene alguna significacin estatal su existencia? Y qu fundamento tienen las acusaciones lanzadas al parlamentarismo y al rgimen de los partidos, que es inseparable del parlamentarismo? (fundamento objetivo, se entiende, es decir ligado al hecho de que la existencia de los Parlamentos, de por s, obstaculiza y retarda la accin tcnica del gobierno).

Es comprensible, porque el rgimen representativo puede polticamente "provocar fastidio" a la burocracia de carrera; pero no es sta la cuestin. El problema consiste en analizar si el rgimen representativo y de partidos, en lugar de ser un mecanismo idneo para escoger a los funcionarios electos que integren y equilibren a los funcionarios burocrticos designados impidindoles petrificarse, se ha convertido en una dificultad, en un mecanismo de contramano y por qu razones. Por otro lado, una respuesta afirmativa a estas preguntas no agota la cuestin, ya que an admitiendo (lo que es admisible) que el parlamentarismo se ha convertido en algo insuficiente y hasta daoso, no por ello hay que deducir que el rgimen burocrtico sea rehabilitado y exaltado. Es preciso analizar si el parlamentarismo y el rgimen representativo se identifican y si no es posible una solucin diferente, tanto del parlamentarismo como del rgimen burocrtico, con un nuevo tipo de rgimen representativo.

Analizar las discusiones suscitadas en estos aos a propsito de los lmites de la actividad del Estado: es la discusin ms importante de doctrina poltica y es til para indicar los lmites entre liberales y no-liberales. Puede servir de punto de referencia el librito de Carlo Alberto Biggini, Il fondamento dei limiti all'attivit dello Stato [9]. La afirmacin de Biggini de que existe tirana slo cuando se quiere reinar fuera "de las reglas constitutivas de la estructura social" puede tener implicancias muy diferentes de las que Biggini supone, si por "reglas constitutivas" no se entienden los artculos de la Constitucin, como parece no entender el mismo Biggini (tomo los elementos de una recensin de "Italia che scrive" de octubre de 1929, escrita por Alfredo Poggi).

Nota 9 Citt di Castello, Casa Ed. "Il Solco", p. 150.

El Estado, en cuanto es la misma sociedad ordenada, es soberano. No puede tener lmites jurdicos; no puede tener lmites en los derechos pblicos subjetivos, ni puede decirse que se autolimita. El derecho positivo no puede ser lmite del Estado ya que puede ser modificado en cualquier momento por el Estado mismo en nombre de nuevas exigencias sociales. Poggi responde coincidiendo con estas afirmaciones y sealando que estn ya implcitas en la doctrina del lmite jurdico. Mientras exista un ordenamiento jurdico, el Estado estar constreido por l; si lo quiere modificar, lo sustituir por otro ordenamiento, lo cual significa que slo puede actuar por va jurdica [pero como todo lo que hace el Estado es por ello mismo jurdico, se puede continuar as hasta el infinito]. Analizar en qu medida las concepciones de Biggini son marxismo camuflado y hecho abstracto.

Para el desarrollo histrico de estas dos concepciones del Estado debe ser interesante el librito de Widar Cesarini-Sforza [10]. Los Romanos crearon la palabra ius para expresar el derecho como poder de la voluntad y concibieron el orden jurdico como un sistema de poderes no contenidos en su esfera recproca por normas objetivas y racionales; todas las expresiones usadas por ellos como aequitas, iustitia, recta o naturalis ratio, deben entenderse en los lmites de este significado fundamental. El cristianismo, ms que el concepto de ius ha elaborado el concepto de directum en su tendencia a subordinar la voluntad a la norma, a transformar el poder en deber. El concepto de derecho como potencia est referido slo a Dios, cuya voluntad deviene norma de conducta inspirada en el principio de la igualdad. La iustitia no se distinguir en adelante de la aequitas y entre ambas implican la restitudo que es cualidad subjetiva del deseo de conformarse a lo que es recto y justo. Extraigo estos elementos de una recensin (en "Leonardo" de agosto de 1930) de Gioele Solari, que hace algunas ligeras objeciones a Cesarini-Sforza.

Nota 10 "Ius" et "directum". Note sul'origine storica dell'idea di diritto, in-8va. Bologna, Stabl. Tipogra. Riuniti, 1930.

En las nuevas tendencias "jurdicas" representadas especialmente por los "Nuovi Studi" de Volpicelli y de Spirito, hay que destacar como elemento crtico inicial, la confusin entre el concepto de Estado-clase y el concepto de sociedad regulada. Esta confusin es notable especialmente en la memoria La libert economica, desarrollada por Spirito en la XIX reunin de la Sociedad para el progreso de las Ciencias en Bolzano en septiembre de 1930 e impresa en los "Nuovi Studi" de setiembre-octubre del mismo ao.

Mientras exista el Estado-clase no puede existir la sociedad regulada sino metafricamente, es decir, slo en el sentido de que el Estado-clase es tambin una sociedad regulada. Los utpicos, en cuanto expresaban una crtica de la sociedad existente en su poca comprendan bastante bien que el Estado-clase no poda ser la sociedad regulada; tan es as que en los tipos de sociedades representadas por las diversas utopas, se introduca la igualdad econmica como base necesaria de las reformas proyectadas. Ahora bien, en esto los utpicos no eran utpicos, sino cientficos concretos de la poltica y crticos congruentes. El carcter utpico de algunos de ellos estaba dado por el hecho de que consideraban que se poda introducir la igualdad econmica mediante leyes arbitrarias, con un acto de voluntad, etc. Sin embargo, conserva su exactitud el concepto, que se encuentra tambin en otros escritores de poltica (aunque de derecha, o sea en los crticos de la democracia, en cuanto ella se sirve del modelo suizo o dans para considerar el sistema razonable para todos los pases), de que no puede existir igualdad poltica completa y perfecta sin igualdad econmica. En los escritores del 1600 ya se encuentra este concepto, por ejemplo en Ludovico Zuccolo y en su libro Il Belluzzi y creo que tambin en Maquiavelo. Maurras considera que en Suiza es posible dicha forma de democracia, justamente porque existe una cierta mediocridad del poder econmico.

La confusin entre Estado-clase y sociedad regulada es propia de las clases medias y de los pequeos intelectuales, quienes veran con agrado cualquier equilibrio que impidiese las luchas agudas y las catstrofes; es una concepcin tpicamente reaccionaria y regresiva.

Me parece que lo ms concreto y sensato que se puede decir a propsito del Estado tico y de cultura es lo siguiente: cada Estado es tico en cuanto una de sus funciones ms importantes es la de elevar a la gran masa de la poblacin a un determinado nivel cultural y moral, nivel (o tipo) que corresponde a las necesidades de desarrollo de las fuerzas productivas y por consiguiente, a los intereses de las clases dominantes. La escuela como funcin educativa positiva y los tribunales como funcin educativa represiva y negativa, son las actividades estatales ms importantes en tal sentido. Pero en realidad, hacia el logro de dicho fin tienden una multiplicidad de otras iniciativas y actividades denominadas privadas, que forman el aparato de la hegemona poltica y cultural de las clases dominantes. La concepcin de Hegel es propia de un perodo en el cual el desarrollo en extensin de la burguesa poda aparecer como ilimitado, de all que pudiese ser afirmada la tica o universalidad de la misma: todo el gnero humano ser burgus. Sin embargo, en la realidad slo el grupo social que se plantea el fin del Estado y el suyo propio como una meta a alcanzar, puede crear un Estado tico, tendiente a poner fin a las divisiones internas de dominados, etc., y a crear un organismo social unitario tcnico-moral.

La doctrina de Hegel sobre los partidos y las asociaciones como trama "privada" del Estado, deriv histricamente de las experiencias polticas de la Revolucin francesa y deba servir para dar una mayor concrecin al constitucionalismo. Gobierno con el consenso de los gobernados, pero con un consenso organizado, no genrico y vago como se afirma en el instante de las elecciones. El Estado tiene y pide el consenso, pero tambin lo "educa" por medio de las asociaciones polticas y sindicales, que son, sin embargo, organismos privados, dejados a la iniciativa privada de la clase dirigente. Hegel en cierto sentido supera ya, as, el puro constitucionalismo y teoriza el Estado parlamentario con su rgimen de los partidos. Su concepcin de la asociacin no puede menos que ser todava vaga y primitiva, oscilante entre lo poltico y lo econmico, segn la experiencia histrica de la poca, que era muy restringida y daba un nico ejemplo completo de organizacin, el "corporativo" (poltica injertada en la economa).

La Revolucin francesa ofrece dos tipos prevalecientes: los clubes, que son organizaciones no rgidas, tipo "asamblea popular", centralizadas por ciertas individualidades polticas, cada una con un peridico que mantiene despierta la atencin y el inters de una determinada clientela marginal, que luego sostiene las tesis del peridico en las reuniones del club. Cierto es que entre los concurrentes asiduos de los clubes deban existir grupos restringidos y selectos de personas que se conocan recprocamente, se encontraban afuera y preparaban la atmsfera de las reuniones para sostener una u otra corriente segn los momentos y tambin segn los intereses concretos en juego.

Las conspiraciones secretas, que tuvieron tanta difusin en Italia antes de 1848, habran de desarrollarse en Francia despus del Termidor, entre los partidarios de segunda lnea del jacobinismo; con muchas dificultades en el perodo napolenico, por el celoso control de la polica, con ms facilidad de 1815 a 1830 bajo la Restauracin, que fue bastante liberal en la base y no tena ciertas preocupaciones. En el ltimo perodo mencionado surgi la diferenciacin del campo poltico popular, que es ya notable en las "jornadas gloriosas" de 1830, ao en el cual afloran las agrupaciones que se venan constituyendo desde quince aos antes. Despus de 1830 y hasta 1848, este proceso de diferenciacin se perfecciona y produce tipos bastante completos como Blanqui y Filippo Buonarroti.

Es difcil que Hegel pudiese conocer profundamente estas experiencias histricas, que eran en cambio ms ntidas en Marx [11].

Nota 11 Sobre esta serie de hechos analizar como primer materia, las publicaciones de Paul Louis y el Dictionnaire politique do MAURICE BLOCK: para la Revolucin francesa, especialmente Aulard. Ver tambin las notas de Andler al Manifiesto. Para Italia, el libro de LUZIO sobre La massoneria e il Risorgimento, muy tendencioso.

La revolucin producida por la clase burguesa en la concepcin del derecho y por ende, en la funcin del Estado, consiste especialmente en la voluntad de conformismo (y, por consiguiente, tica del derecho y del Estado). Las clases dominantes precedentes eran en esencia conservadoras en el sentido de que no tendan a elaborar un acceso orgnico de las otras clases a la suya, vale decir no tendan, "tcnica" e ideolgicamente, a ampliar su esfera de clase: concepcin de casta cerrada. La clase burguesa se considera a s misma como un organismo en continuo movimiento, capaz de absorber toda la sociedad, asimilndola a su nivel cultural y econmico: toda la funcin del Estado es transformada; el Estado se convierte en "educador", etc.

Cmo se produce una detencin y se retorna al concepto del Estado como fuerza pura? La clase burguesa est "saturada"; no slo no se expande, sino que se disgrega; no slo no asimila nuevos elementos, sino que se desprende una parte de ella misma (o al menos los desprendimientos son enormemente ms numerosos que las asimilaciones). Una clase que se considere a s misma como pasible de asimilar toda la sociedad y que al mismo tiempo sea capaz de expresar este proceso, llevar a la perfeccin tal concepto, hasta el punto de concebir el fin del Estado y del derecho, devenidos intiles por haber agotado su razn de ser y haber sido absorbidos por la Sociedad civil.

Se puede demostrar que el concepto comn de Estado es unilateral y conduce a errores maysculos, partiendo del reciente libro de Daniele Halvy, Dcadence de la libert, de la cual he ledo una resea en las "Nouvelles Litteraires". Para Halvy, "Estado" es el aparato representativo; y l descubre que los hechos ms importantes de la historia francesa desde 1870 hasta hoy no son debidos a iniciativas de organismos polticos derivados del sufragio universal, sino a organismos privados (sociedades capitalistas, Estados Mayores, etc.) o a grandes funcionarios desconocidos por el pas. Pero esto slo significa que adems del aparato gubernativo, debe tambin entenderse por "Estado" el aparato "privado" de "hegemona" o sociedad civil. Hay que mostrar cmo de esta crtica del "Estado" que no interviene, que est a la cola de los acontecimientos, nace la corriente ideolgica dictatorial de derecha, con su reforzamiento del ejecutivo, etc. Sin embargo, sera preciso leer el libro de Halvy para ver si l tambin ha entrado por esta va, lo cual en principio no es difcil dado sus antecedentes (simpatas por Sorel, Maurras, etc.).

Curzio Malaparte, en la introduccin a su libro sobre la Tcnica del golpe de Estado, parece afirmar la equivalencia de la frmula "Todo en el Estado nada fuera del Estado, nada contra el Estado" con la proposicin "donde existe la libertad no existe el Estado". En esta proposicin, el trmino "libertad" no es entendido en el significado comn de "libertad poltica, vale decir de prensa, etc.", sino como contrapropuesto a "necesidad" y en relacin a la proposicin de Engels sobre el paso del reino de la necesidad al reino de la libertad. Malaparte ni siquiera ha sospechado el significado de la proposicin.

En la polmica (por lo dems superficial) sobre las funciones del Estado (y entindase, del Estado como organizacin poltico-jurdica en el sentido estricto) la expresin de "Estado-veilleur de nuit" [sereno] corresponde a la italiana de "Stato-carabiniere" y quiere significar un Estado cuyas funciones estn limitadas a la tutela del orden pblico y del respeto de las leyes. No se insiste en el hecho de que en esta forma de rgimen (que por otro lado no existi jams sino corno hiptesis-lmite, en el papel) la direccin del desarrollo histrico pertenece a las fuerzas privadas, a la sociedad civil, que es tambin Estado o mejor, que es el Estado mismo.

Parece que la expresin veilleur de nuit que deba tener un sentido ms mordaz que la de "Stato-carabiniere" o de "Estado gendarme", es de Lasalle. Su opuesto sera "Estado-tico" o "Estado intervencionista" en general, aunque existen diferencias entre una y otra expresin. El concepto de Estado tico es de origen filosfico e intelectual (propio de los intelectuales: Hegel) y en verdad, podra ser unido al de Estado-veilleur de nuit, ya que se refiere por sobre todo a la actividad autnoma, educativa y moral del Estado laico, contrapuesto al cosmopolitismo y a la ingerencia de la organizacin religioso-eclesistica, como residuo medieval. El concepto de Estado intervencionista es de origen econmico y est vinculado por un lado a las corrientes proteccionistas o del nacionalismo econmico y, por el otro, a la tentativa de hacer asumir a un determinado personal estatal, de origen terrateniente y feudal, la "proteccin" de las clases trabajadoras contra los excesos del capitalismo (poltica de Bismarck y Disraeli).

Estas diversas tendencias pueden combinarse de diferentes maneras y de hecho se han combinado. Naturalmente, los liberales ("economistas") estn por el "Estado-veilleur de nuit" y desearan que la iniciativa histrica fuese dejada a la sociedad civil y a las diferentes fuerzas que all pululan siendo el "Estado" el guardin de la "lealtad del juego" y de sus leyes. Los intelectuales hacen distinciones muy importantes cuando son liberales y tambin cuando son intervencionistas (pueden ser liberales en el campo econmico e intervencionistas en el cultural). Los catlicos desearan un Estado intervencionista totalmente a su favor, a falta de esto, o all donde son minora, exigen el Estado "indiferente", para que no sostenga a sus adversarios.

Es preciso meditar sobre este argumento: la concepcin del Estado gendarme-guardin nocturno (apartando la especificacin de carcter polmico: gendarme-guardin nocturno...) no es, por otro lado, la nica concepcin del Estado que supera las fases extremas "corporativo-econmicas"?

Estamos siempre en el terreno de la identificacin de Estado y gobierno, identificacin que precisamente representa la forma corporativo-econmica, o sea, la confusin entre sociedad civil y sociedad poltica, ya que es preciso hacer constar que en la nocin general de Estado entran elementos que deben ser referidos a la sociedad civil (se podra sealar al respecto que Estado = sociedad poltica + sociedad civil, vale decir, hegemona revestida de coercin). En una doctrina del Estado que conciba esto como pasible de agotamiento parcial y de resolucin en la sociedad regulada *, el argumento es fundamental. El elemento Estado-coercin se puede considerar agotado a medida que se afirman elementos cada vez ms conspicuos de sociedad regulada (o Estado tico o sociedad civil).

Nota * Como es evidente, con la expresin "sociedad regulada", Gramsci quiere hacer referencia a la sociedad sin clase, donde la anarqua de la produccin ha desaparecido y una serie de funciones cumplidas antes por el Estado pasan a ser desempeadas por diversas organizaciones del pueblo, preparando as la extincin del Estado (sociedad poltica). (N. del T.).

Las expresiones "Estado tico" o "sociedad civil" quieren significar que esta "imagen" del Estado sin Estado estaba presente en los ms grandes cientficos de la poltica y del derecho en cuanto se colocaban en el terreno de la ciencia pura (utopa pura, por estar basada en el presupuesto de que todos los hombres son realmente iguales y, por consiguiente, igualmente razonables y morales, es decir, pasibles de aceptar la ley espontneamente, libremente y no por coercin, como impuesta por otra clase, como algo externo a la conciencia) .

Es preciso recordar que la expresin de "guardin nocturno" para el Estado liberal es de Lasalle, vale decir, de un estatista dogmtico y no dialctico (examinar bien la doctrina de Lassalle sobre este punto y sobre el Estado en general, en contraste con el marxismo). En la doctrina del Estado-sociedad regulada, de una fase en la que "Estado" ser igual a "gobierno" y se identificar con "sociedad civil", deber pasarse a una fase de Estado-guardin nocturno, fase de una organizacin coercitiva que tutelar el desarrollo de les elementos de sociedad regulada cuyo continuo incremento reducir progresivamente las intervenciones autoritarias y coactivas del Estado. Pero esta perspectiva no puede hacernos pensar en un "nuevo" liberalismo, puesto que ella conduce al comienzo de una era de libertad orgnica.

Si es verdad que ningn tipo de Estado puede dejar de atravesar una fase de primitivismo econmico-corporativo, de esto se deduce que el contenido de la hegemona poltica del nuevo grupo social que ha fundado el nuevo tipo de Estado debe ser fundamentalmente de orden econmico. Se trata de reorganizar la estructura y las reales relaciones entre los hombres y el mundo econmico o de la produccin. Los elementos de superestructura no pueden menos que ser escasos y su carcter ser de previsin y de lucha, pero con elementos "de plan" an escasos. El plan cultural ser sobre todo negativo, de crtica del pasado, tender a hacer olvidar y a destruir. Las lneas de la construccin sern todava "grandes lneas", esbozos, que podrn (y debern ser cambiadas a cada momento para que coincidan con la nueva estructura en formacin. Esto justamente es lo que no se verifica en el perodo de las Comunas; o mejor, la cultura, que permanece como funcin de la Iglesia, es de carcter antieconmico (con respecto a la economa capitalista naciente), no est dirigida a dar la hegemona a la nueva clase, por el contrario tiende a impedir que sta la adquiera. El Humanismo y el Renacimiento son por ello reaccionarios ya que indican la derrota de la nueva clase, la negacin del mundo econmico que le es propio.

Comienza: 162

Las costumbres y las leyes. Es una opinin muy difundida, o mejor es una opinin considerada realista e inteligente, aquella segn la cual las leyes deben estar precedidas por las costumbres, que la ley es eficaz slo en cuanto sanciona las costumbres. Esta opinin va contra la verdadera historia del desarrollo del derecho, que demand siempre una lucha para afirmarse y que en realidad es una lucha por la creacin de una nueva costumbre.

En la opinin citada existe un residuo muy evidente de moralismo extrao a la poltica. Se supone que el derecho es la expresin integral de la sociedad, lo cual es falso. Expresiones ms autnticas de la sociedad son en cambio aquellas reglas prcticas de conducta que los juristas llaman "jurdicamente indiferentes" y cuyo mbito cambia con el andar de los tiempos y con la extensin de la intervencin estatal en la vida de los ciudadanos. El derecho no expresa toda la sociedad (para la cual los violadores del derecho seran seres antisociales por naturaleza o disminuidos psquicos), sino la clase dirigente, que "impone" a toda la sociedad las normas de conducta que estn ms ligadas a su razn de ser y a su desarrollo. La funcin mxima del derecho es la de presuponer que todos los ciudadanos deben aceptar libremente el conformismo por l sealado, en cuanto todos pueden transformarse en elementos de la clase dirigente. En el derecho moderno, por lo tanto, est implcita la utopa democrtica del siglo XVIII.

Sin embargo, existe algo de verdad en la opinin de que la costumbre debe preceder al derecho. En efecto, en las revoluciones contra los Estados absolutos existan ya como costumbres y como aspiraciones una gran parte de lo que luego se transforma en derecho obligatorio. Con el nacimiento y el desarrollo de las desigualdades, el carcter obligatorio del derecho fue creciendo, as como creci el mbito de la intervencin estatal y del obligacionismo jurdico. Pero en esta segunda fase, an afirmando que el conformismo debe ser libre y espontneo, se trata de otra cosa muy diferente: se trata de reprimir y sofocar un derecho naciente y no de conformar.

El tema entra en otro ms general, que es el de las diversas posiciones que ocuparon las clases subalternas antes de convertirse en dominantes. Ciertas clases subalternas, a diferencia de otras, deben tener un largo perodo de intervencin jurdica rigurosa y luego atenuada. Existe diversidad tambin en los modos: en ciertas clases el fenmeno de expansin no cesa jams, hasta la absorcin completa de la sociedad; en otras, al primer perodo de expansin sucede un periodo de represin. Este carcter educativo, creador, formativo del derecho, no fue suficientemente puesto de relieve por ciertas corrientes intelectuales: se trata de un residuo de espontanesmo, de racionalismo abstracto que se basa en un concepto optimista "in abstractum" y fcil de la "naturaleza humana". A estas corrientes se les plantea otro problema: el de saber cul debe ser el rgano legislativo "en sentido amplio", es decir, la necesidad de llevar las discusiones legislativas a todos los organismos de masa. Una transformacin orgnica del concepto de referndum, manteniendo, sin embargo, el gobierno la funcin de ltima instancia legislativa.

Arte poltico y arte militar. El escritor italiano de temas militares, general De Cristoforis, en su libro Che cosa sia la guerra, dice que "por destruccin del ejrcito enemigo" (fin estratgico) no se entiende "la muerte de los soldados, sino la disolucin de sus vnculos como masa orgnica". La frmula es feliz y puede ser empleada tambin en la terminologa poltica. Se trata de identificar cul es en la vida poltica el vnculo orgnico esencial, que no puede ser considerado slo en sus relaciones jurdicas (libertad de asociacin y reunin, etc., con la secuela de partidos y sindicatos), ya que se radica en las ms profundas relaciones econmicas, en su funcin social dentro del mundo de la produccin (formas de propiedad y de direccin, etc.).

Quin es legislador? El concepto de "legislador" no puede dejar de ser identificado con el de "poltico". Ya que todos son "hombres polticos" todos son tambin "legisladores". Ser necesario, sin embargo, hacer algunas distinciones. "Legislador" tiene un preciso significado jurdico-estatal, es decir, significa aquellas personas que estn habilitadas por las leves para legislar. Pero puede tener tambin otros significados.

Todo hombre en cuanto es activo, o sea viviente, contribuye a modificar el ambiente social en el que se desarrolla (a modificar determinados caracteres o a conservar otros), tiende a establecer "normas", reglas de vida y de conducta. El mbito de las actividades podr ser mayor o menor, as como mayo