7 - no le pongan el corazón a las riquezas

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1 NO LE PONGAN EL CORAZÓN A LAS RIQUEZAS: LA POSICIÓN DE RAFAEL TELLO FRENTE LA CULTURA MODERNA 1 Pbro. Omar César Albado Vida Pastoral 302 (2011) 4-10 En el artículo anterior (Vida Pastoral, 299) distinguíamos entre orden real y orden personal y decíamos que el primero privilegia las cosas por sobre las personas. Siguiendo los lineamientos del padre Tello ubicábamos a la cultura moderna generando precisamente ese orden real y viviendo en él. Pero ¿por qué Tello afirma que la cultura moderna favorece ese orden real? En la entrega de hoy daremos algunos elementos que nos permitan esbozar una respuesta a este interrogante. Por eso, en primer lugar, nos detenemos a analizar el significado de “cosas”, término que aparece ligado constantemente al de “real”. En un segundo momento me pareció apropiado presentar la posición de Tello frente a la cultura moderna. Finalmente, los dos últimos parágrafos estarán dedicados a bosquejar las primeras líneas con las cuales nuestro autor elabora su reflexión y su juicio sobre la cultura moderna. 1.- Significado de la palabra “cosas” Ante todo conviene hacer una aclaración. Cuando Tello señala la preeminencia de las cosas por sobre las personas no hay que entenderlo como si hablara exclusivamente de los elementos materiales que rodean a un sujeto. “Cosas” no es en primer lugar el mundo de objetos que el hombre utiliza para vivir (por ejemplo, los utensilios cada vez más sofisticados por el avance de la tecnología), sino la conformación de un orden social en donde lo más importante es que el hombre se someta al poder del dinero, de la producción, del comercio, del mercado y, en definitiva, a las instituciones creadas para sostener este orden. La significación del término “cosas” se amplia y profundiza para referirse a un sistema que apunta “en último término a sostener un orden de leyes e instituciones o a procurar la producción u obtención de bienes materiales, o a asegurar la prestación de servicios útiles, y a todo esto el Concilio llama orden real, es decir de cosas, destinado a salvaguardar cosas” (R. TELLO, Fundamentos de una Nueva Evangelización, Tomo I, nota 33, inédito). La simple explicación de la palabra nos ubica en un universo que sobrepasa ampliamente la referencia más acotada al mundo de los objetos y nos adentra en la compleja trama de la modernidad que no se desarticula sólo con una crítica coyuntural. 2.- La posición de Tello frente a la cultura moderna Criticar a la cultura moderna no es ninguna novedad. Teólogos de distintas clases han estudiado el fenómeno y marcaron claramente algunos de sus límites. Quizás el tema más tratado fue el del ateísmo, aunque muchos concentraron sus críticas sobre el individualismo y sus nefatas consecuencias. También se escuchan voces alertando sobre un mundo cada vez más encerrado en una concepción mercantilista del hombre y de la sociedad. Pero en todos estos análisis encontramos un común denominador: la certeza de que la cultura moderna, una vez corregidas sus desviaciones, puede ser utilizada para la evangelización del hombre. En esta concepción la cultura moderna tiene algunos aspectos que son malos, pero también muchos buenos y sobre ellos debería trabajarse para promoverlos y rescatar sus valores positivos. En general hay una mirada positiva sobre ella, porque son mucho más los bienes que produce que los males. En Tello también encontramos una crítica a la cultura moderna y un tratamiento exhaustivo de las distintas cuestiones que surgen de ella. Pero a la hora de realizar un discernimiento global sobre la misma y de considerar sus posibilidades de convertirse en un instrumento apropiado para la evangelización su juicio es negativo. En esto consiste su originalidad y su audacia. Proponía en una clase del año 1999: “Yo tengo otra posición, personal mía, que se basa en el estudio histórico, en el desenvolvimiento histórico de la cultura moderna, que me lleva a pensar que la cultura moderna es sustancialmente mala, porque para desarrollarse en lo que ella busca, que es la riqueza, usa elementos buenos” (R. TELLO, Desgrabación clase 11 de febrero de 1999, inédito). Para Tello el engaño consiste 1 Agradezco a la Fundación Saracho, quien posee los derechos de autor de los escritos del P. Rafael Tello, haberme permitido utilizar los textos inéditos para escribir el presente artículo.

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En el artículo anterior (Vida Pastoral, 299) distinguíamos entre orden real y orden personal y decíamos que el primero privilegia las cosas por sobre las personas. Siguiendo los lineamientos del padre Tello ubicábamos a la cultura moderna generando precisamente ese orden real y viviendo en él. Pero ¿por qué Tello afirma que la cultura moderna favorece ese orden real? En la entrega de hoy daremos algunos elementos que nos permitan esbozar una respuesta a este interrogante. Por eso, en primer lugar, nos detenemos a analizar el significado de “cosas”, término que aparece ligado constantemente al de “real”. En un segundo momento me pareció apropiado presentar la posición de Tello frente a la cultura moderna. Finalmente, los dos últimos parágrafos estarán dedicados a bosquejar las primeras líneas con las cuales nuestro autor elabora su reflexión y su juicio sobre la cultura moderna.

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NO LE PONGAN EL CORAZÓN A LAS RIQUEZAS: LA POSICIÓN DE RAFAEL TELLO FRENTE LA CULTURA MODERNA1

Pbro. Omar César Albado Vida Pastoral 302 (2011) 4-10

En el artículo anterior (Vida Pastoral, 299) distinguíamos entre orden real y orden personal y decíamos que el primero privilegia las cosas por sobre las personas. Siguiendo los lineamientos del padre Tello ubicábamos a la cultura moderna generando precisamente ese orden real y viviendo en él. Pero ¿por qué Tello afirma que la cultura moderna favorece ese orden real? En la entrega de hoy daremos algunos elementos que nos permitan esbozar una respuesta a este interrogante. Por eso, en primer lugar, nos detenemos a analizar el significado de “cosas”, término que aparece ligado constantemente al de “real”. En un segundo momento me pareció apropiado presentar la posición de Tello frente a la cultura moderna. Finalmente, los dos últimos parágrafos estarán dedicados a bosquejar las primeras líneas con las cuales nuestro autor elabora su reflexión y su juicio sobre la cultura moderna.

1.- Significado de la palabra “cosas”

Ante todo conviene hacer una aclaración. Cuando Tello señala la preeminencia de las cosas por sobre las personas no hay que entenderlo como si hablara exclusivamente de los elementos materiales que rodean a un sujeto. “Cosas” no es en primer lugar el mundo de objetos que el hombre utiliza para vivir (por ejemplo, los utensilios cada vez más sofisticados por el avance de la tecnología), sino la conformación de un orden social en donde lo más importante es que el hombre se someta al poder del dinero, de la producción, del comercio, del mercado y, en definitiva, a las instituciones creadas para sostener este orden. La significación del término “cosas” se amplia y profundiza para referirse a un sistema que apunta “en último término a sostener un orden de leyes e instituciones o a procurar la producción u obtención de bienes materiales, o a asegurar la prestación de servicios útiles, y a todo esto el Concilio llama orden real, es decir de cosas, destinado a salvaguardar cosas” (R. TELLO, Fundamentos de una Nueva Evangelización, Tomo I, nota 33, inédito). La simple explicación de la palabra nos ubica en un universo que sobrepasa ampliamente la referencia más acotada al mundo de los objetos y nos adentra en la compleja trama de la modernidad que no se desarticula sólo con una crítica coyuntural.

2.- La posición de Tello frente a la cultura moderna

Criticar a la cultura moderna no es ninguna novedad. Teólogos de distintas clases han estudiado el fenómeno y marcaron claramente algunos de sus límites. Quizás el tema más tratado fue el del ateísmo, aunque muchos concentraron sus críticas sobre el individualismo y sus nefatas consecuencias. También se escuchan voces alertando sobre un mundo cada vez más encerrado en una concepción mercantilista del hombre y de la sociedad. Pero en todos estos análisis encontramos un común denominador: la certeza de que la cultura moderna, una vez corregidas sus desviaciones, puede ser utilizada para la evangelización del hombre. En esta concepción la cultura moderna tiene algunos aspectos que son malos, pero también muchos buenos y sobre ellos debería trabajarse para promoverlos y rescatar sus valores positivos. En general hay una mirada positiva sobre ella, porque son mucho más los bienes que produce que los males.

En Tello también encontramos una crítica a la cultura moderna y un tratamiento exhaustivo de las distintas cuestiones que surgen de ella. Pero a la hora de realizar un discernimiento global sobre la misma y de considerar sus posibilidades de convertirse en un instrumento apropiado para la evangelización su juicio es negativo. En esto consiste su originalidad y su audacia. Proponía en una clase del año 1999: “Yo tengo otra posición, personal mía, que se basa en el estudio histórico, en el desenvolvimiento histórico de la cultura moderna, que me lleva a pensar que la cultura moderna es sustancialmente mala, porque para desarrollarse en lo que ella busca, que es la riqueza, usa elementos buenos” (R. TELLO, Desgrabación clase 11 de febrero de 1999, inédito). Para Tello el engaño consiste

1 Agradezco a la Fundación Saracho, quien posee los derechos de autor de los escritos del P. Rafael

Tello, haberme permitido utilizar los textos inéditos para escribir el presente artículo.

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precisamente en que la modernidad utiliza instrumentos buenos para alcanzar sus fines que son malos y que la crítica teológica a la modernidad no alcanza a percibir que no es suficiente aplicar correctivos. Por ello sostendrá que la cultura moderna “debe ser depurada, es cierto, de excesos y errores que se le van advirtiendo. Pero con ello no se ve que dichos excesos y errores son esenciales a la cultura moderna y por eso no son pasibles de total corrección. Por ejemplo son inherentes a la cultura moderna el secularismo, el individualismo, el orden social real, y con ello la injusticia, la no igualdad, la violación de la libertad, de la dignidad, etc.” (R. TELLO, Anexo XI. Cultura, 27, en “Pueblo y cultura I”, Buenos Aires, Patria Grande-Saracho, 130).

Ahora bien, ¿cómo sostener esta posición sin sucumbir a un escepticismo que nos paralice y nos haga pensar que ya no podemos hacer nada? Nosotros estamos habituados a vivir en los parámetros que impone la modernidad y a movernos dentro de ellos. Si estos parámetros no se pueden utilizar porque son nocivos, ¿qué nos queda? ¿La desesperación? ¿O atrincherarnos en un grupo reducido que mantiene viva la fe en medio de una sociedad hostil, como ocurrió en los primeros años del cristianismo? Tello no acepta ninguna de estas alternativas por varias razones.

En primer lugar porque para Tello la crítica furibunda a la modernidad no implica el fin de la historia, pues frente a ella existe otra que tiene su propia escala de valores y que en su configuración cultural no ha eliminado a Dios. Estamos hablando de la cultura popular. Con su juicio terminante sobre la modernidad Tello no nos lanza al vacío sino que nos recuerda que se puede vivir de otro modo, que es incluso cristianamente más pleno, y que ese modo de vida es patrimonio del pueblo. Nunca puso de manifiesto la malicia de la cultura moderna por un simple afán de erudición o por un anhelo de novedad teológica dejando al que lo escuchaba o leía sin ninguna alternativa válida. La razón de la crítica a la modernidad es la existencia del pueblo, la convicción de que Dios y la Virgen han suscitado en estas tierras una resistencia original a un proyecto cultural que deja a Dios de lado y que destruye a la mayoría de los hombres. Es decir, la crítica a la modernidad no lleva necesariamente a las catacumbas sino al reconocimiento de un pueblo que en su cultura vive un cristianismo popular. Esta opción es válida al menos para América Latina.

En segundo lugar porque Tello no está condenando a los hombres que viven en la cultura moderna, sino haciendo un juicio de valor sobre un movimiento histórico. Esta distinción puede parecer bizantina, pero sin embargo es de mucha utilidad. La malicia de la modernidad en sus fines no se traslada inmediatamente a los actos de los hombres, pues no necesariamente alguien tiene que obrar en el sentido que le marca la cultura imperante. El hombre es libre y no se puede afirmar absolutamente que una tendencia cultural por más poderosa que sea anule esa libertad. Sin duda, en ocasiones la condiciona pero nunca la borra. Tampoco es un juicio sobrenatural sobre el hombre. Es decir, no se lo manda al cielo o al infierno porque eso corresponde sólo a Dios. Es un juicio sobre la tendencia que produce lo que Tello llama la “cultura social”, la cual marca un contexto fuerte de sentido en el que el hombre puede obrar o no. Pongo a continuación una cita de Tello que me parece importante para aclarar el tema a pesar de su extensión. Tengamos en cuenta lo que dijimos en un artículo anterior sobre la cultura subjetiva (cf. Vida Pastoral, 296) pues nos ayudará a comprender la intención de nuestro teólogo. “Hay que tener en cuenta que vamos hablando de cultura subjetiva, que como cultura es un hecho social que sobreexcede al individuo y le transmite una modalidad de obrar, pero de tal manera que el individuo no queda limitado a lo que la cultura social le da, sino que puede obrar otra cosa desde su mismo ser personal. En otras palabras, que hay un modo de obrar que procede del ámbito o cultura social y otro que procede de los principios internos del individuo (por ejemplo, la sociedad transmite un modo de obrar secular que se centra en las cosas de este mundo y el individuo además -y procediendo de sus propios principios interiores- puede poner actos referidos a Dios o a algo que trascienda a este mundo). Nosotros no negamos los actos personales procedentes de lo propio de cada persona, pero aquí nos referimos a los actos impulsados por la cultura social, lo que hace posible que la cultura sea secularista o individualista y que algunos hombres en su proceder personal no lo sean. Esto es muy importante tenerlo en cuenta” (R. TELLO, Anexo XI. Cultura, 25, en “Pueblo y cultura I”, 129-130).

Reconozco la dificultad de aceptar todo lo que ha sido expuesto en este párrafo. A muchos les parecerá una posición extremadamente radicalizada. Pero es la posición de Tello y en algún momento la teníamos que manifestar con todas las letras. Algunos podrán pensar que pedagógicamente convenía presentarla un poco más adelante, cuando otras nociones estuviesen más asentadas. Pero ocurre que estamos frente a una de esas ideas que por su audacia nos resultan siempre indigeribles, más allá del

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momento en que la expliquemos y de la pedagogía que empleemos. Preferí ubicarla aquí para que todo lo que digamos de ahora en más entre en este molde. Sólo espero que el lector no abandone la lectura en este punto y tenga la paciencia de avanzar sobre una doctrina que es ardua pero no menos ortodoxa y liberadora.

3.- La cultura moderna como fruto de un proceso histórico

Ahora sí nos preguntamos: ¿cómo descubre Tello el orden real de la cultura moderna? ¿Cuáles son los elementos que se deben tener en cuenta para juzgarla? Tello propone un doble camino para criticar los fines de la modernidad: el de la revelación y el de los propios valores culturales humanos. Dejando para otro momento la presentación del camino que ofrece la revelación optamos aquí por el segundo, que no es otro que el camino de la historia. La cita de la charla de 1999 puesta un poco más arriba nos muestra la importancia que la historia tiene para Tello. Allí decía que su juicio sobre la modernidad estaba asentado “en el estudio histórico, en el desenvolvimiento histórico”.

La opción no es caprichosa ni circunstancial. A lo largo de la obra de Tello es muy común encontrarnos con estudios históricos minuciosos que se proponen encontrar el origen de una actitud cultural no en causas teóricas sino en opciones existenciales. En una de sus clases afirmó claramente el convencimiento de que si hay cultura hay historia y viceversa. “La cultura depende a su vez en gran parte de la historia. Todo núcleo histórico va a producir una cultura” (R. TELLO, Desgrabación clase 25 de agosto de 1994, inédito). Esta afirmación nos permite ampliar la idea y sostener que en Tello el conocimiento de la historia es uno de los principales elementos para comprender no sólo la cultura moderna, sino también la popular. Tello se adentra en la historia para bucear en las culturas y se preocupa por conocer los modos culturales porque están insertos en la historia. Esta relación tan estrecha de ida y vuelta convierte al estudio de la historia en un camino privilegiado para juzgar sobre los modos de actuar y descubrir las características peculiares de las distintas culturas, pues en ellas se ponen en juego las diversas subjetividades y las búsquedas comunes de los hombres.

Una precisión importante: Tello no se acerca a la historia para estudiarla como una sucesión cronológica de hechos (que por supuesto no desdeña) sino para analizarla atendiendo especialmente a los procesos humanos y seculares que la van configurando como una realidad cultural. En este sentido, la historia será estudiada no como cronología sino como proceso. No se trata de indagar sólo en las épocas recientes, como si los anhelos de los hombres se hubiesen originado en dos o tres generaciones anteriores a la nuestra. Hay que animarse a hurgar en un pasado que no siempre trae consigo presagios venturosos y buscar la raíz en orígenes más remotos. La historia nos alcanza ese conocimiento y ella debe interesar a la Iglesia no para acrecentar su erudición académica sino para evangelizar con mayores frutos. En un apunte inédito titulado Consideración de nuestra historia Tello sienta claramente este principio al inicio del escrito, en el número 1: “Aquí consideramos la historia no por sí misma sino en función de la nueva evangelización. Es lo que hizo el Papa al lanzarla en Santo Domingo en octubre del 84. Y con razón pues la evangelización es gracia, pero la gracia supone la natura, y la natura y su acción no se presentan concretamente sino modificadas, determinadas, por la historia y la cultura” (cursiva en el original).

Volviendo la mirada a la cultura moderna, que es el tema que nos ocupa, encontramos que Tello la estudia como un proceso histórico. ¿Qué entiende por proceso histórico? “Un movimiento que tiene un punto desde el cual parte y otro hacia el que se dirige, con un sentido determinado” (R. TELLO, Sobre cultura moderna. Cuadernillo complementario 2, 68, inédito). Para Tello la cultura moderna no está manejada por el azar o por el arbitrio de fuerzas desconocidas, sino que tiene intenciones bien precisas que buscan concretarse en las sociedades. Son esas intenciones las que se propone descubrir con el estudio del proceso histórico.

4.- El hecho inicial de la cultura moderna

La cultura moderna, dirá Tello, tiene su hecho inicial con la aparición del hombre burgués. Desmenucemos esta aseveración.

¿Qué es el hecho inicial? “No debe ser entendido como un hecho puntual que se da en un momento corto y preciso de la historia sino, al contrario, como un fenómeno, un proceso histórico muy largo, con cambios internos, con límites imprecisos, que puede abarcar desde plena Edad Media hasta el siglo XVII” (R. TELLO, Sobre cultura moderna. Anexo 1 al cuadernillo complementario 2, inédito). El hecho inicial no es claro y distinto. Si ponemos la mirada en él no vamos a descubrir a la

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modernidad tal como la vivimos hoy, ni tampoco como se vivió en el siglo XIX. No podemos decir que el hombre burgués del siglo XI es igual que el ejecutivo del XX, pero las pretensiones y actitudes del primero sientan las bases de un nuevo modo cultural desconocido hasta entonces.

¿Por qué Tello pone el inicio de la modernidad a finales del siglo X, cuando nos encontramos en pleno corazón de la Edad Media? ¿No dominaba en esta época sin discusión la cristiandad? ¿Por qué responsabiliza al hombre burgués de ser el iniciador de una nueva cultura? Fundado en estudios de historiadores medievalistas (como Régine Pernoud y Jacques Le Goff) Tello muestra cómo el gran renacimiento económico del siglo XI favorece la aparición del comerciante o mercator, único sujeto que en la sociedad medieval no tenía un trabajo productivo. No era herrero ni constructor; tampoco un soldado o un clérigo. Contrariando la tendencia de la época su actividad se centraba en el intercambio, la ganancia y el dinero. Es en este período que comienzan a conformarse las grandes ciudades, en un estilo desconocido hasta entonces por el dominio de la vida rural. Los comerciantes las elegirán para su asentamiento y lentamente se inicia una transformación por la cual la acumulación de riquezas tendrá una primacía vital hasta ahora desconocida. Por supuesto, no tiene punto de comparación con el capitalismo actual y se seguía teniendo presente el “bien común” de la población por sobre el individual. Pero, dirá Tello, las bases estaban echadas. “Este hecho toca muy en lo profundo del hombre y por ello la actividad comercial toma una gran dimensión, aparece el gran comercio manejado ya por hombres enriquecidos y sedentarios” (R. TELLO, Sobre cultura moderna. Anexo 1 al cuadernillo complementario 2, inédito).

¿Por qué Tello da tanta importancia a este hecho inicial? En el citado Cuadernillo complementario 2 da algunas razones que sintetizo a continuación:

1. Toca tendencias y atracciones muy profundas en el hombre. Unas naturales, establecidas en la misma creación; otras, fruto del pecado original;

2. La conquista no es través de la violencia sino de la transacción y el mercado, promoviendo grandes negocios, el advenimiento de los banqueros y los inicios del sistema financiero, instrumentos inéditos de dominación;

3. Este hecho tiene una gran fuerza germinal, de crecimiento evolutivo, con capacidad de expansión (no violenta e instantánea, sino progresiva y paulatina, pero con un horizonte histórico muy amplio), con inmensa capacidad de adaptación y finalmente de creación de cultura, esto es, de valores y estructuras sociales así como también de modos comunes de actuar.

En definitiva, ¿qué encuentra Tello en este hecho inicial? La manifestación de una tendencia por la cual el hombre comienza a ponerle el corazón a las riquezas. No es que antes no existiesen los codiciosos que querían convertirse en ricos a toda costa. Pero hasta este momento era un comportamiento individual, visto negativamente por el conjunto de la sociedad. El hombre burgués comienza a instalar el afán de riquezas como un modo cultural, como una manera estructural de vivir. Esta es la novedad que introduce. Resuena aquí la sentencia de Jesús en el evangelio de que no se puede servir a Dios y al Dinero (cf. Mt 6,24). La cultura moderna marcada por este hecho inicial adorará como a su dios al Dinero y en esto consiste su malicia esencial. La reflexión teológica de Tello nunca perdió de vista esta perspectiva, considerada medular a la hora de emitir su juicio sobre la modernidad.

5.- Conclusión

Estos son los elementos iniciales de la crítica de Tello a la cultura moderna. No es una crítica fácil de exponer por la complejidad del tema y por la permanente conexión que hay que mantener con la cultura popular, verdadero objetivo de la reflexión teológica de Tello. Por otra parte, la exposición deberá ser pausada y tranquila sobre todo para no traicionar el pensamiento original de nuestro teólogo. Será tarea de otros artículos profundizar en temas más particulares, ahondando en los distintos argumentos teológicos que allí se propongan. Pero se trata de una reflexión ineludible si damos por sentado que estamos llamados a hacer una nueva evangelización en el continente latinoamericano.