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H I S T O R \ A de ARTIGAS SEGUNDA EDICIÓN AUMENTADA Y CORREGIDA VIDA # * * ESCENARIO * O'BRA * •&• * PENSAMIENTO TRASCENDENCIA

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H I S T O R \ A

de

ARTIGASSEGUNDA EDICIÓNAUMENTADA Y CORREGIDA

VIDA # * *ESCENARIO *O'BRA * •&• *PENSAMIENTOTRASCENDENCIA

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EDGARDO UBALDO GENTA

H I S T O R I Ade

ARTIGAS

AUMENTADA Y COEREGIOA'.;

Editorial F1OSENSA Se LAFOP I E D R A S 3 4 6M O N T E V I D E O1 9 5 0

ANAQUEL

HOMENAJE AL HÉROEEN EL

LPH1MER CENTENARIO DE-SU MUERTE

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Hecho el depósito que marca la leyTodos los derechos reservados

SEGUNDA EDICIÓN - CUARTO MILLAR

TODO EJEMPLAR VA NUMERADO

596

P R 1 N T E D I N U R U G U A Y

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UNION... PERO NO UNA UNION MEZQUINA...SINO AQUELLA QUE HACE EL INTERÉS MISMO, SINPERJUICIO DE LOS DERECHOS DE LOS PUEBLOS YDE SU LIBRE Y ENTERO EJERCICIO.

José Artigas.

EL SUELO NATIVO ES LA ÚNICA PROPIEDADPLENA DEL HOMBRE, TESORO COMÚN QUE A TO-DOS IGUALA Y ENRIQUECE. POR LO QUE PARADICHA DE LA PERSONA Y CALMA PUBLICA, NO SEHA DE CEDER NI FIAR A OTRO, NI HIPOTECARJAMAS.

José Martí.

SEÑALAR LOS ERRORES DE LOS TIEMPOS Y DELOS HOMBRES, JAMAS HA SIDO CALUMNIAR NIINJURIAR.

Juan Carlos Gómez.

NO ALTEREMOS LA VERDAD DE AYER PARADESFIGURAR LA VERDAD DE HOY.

Juan B. Alberdi.

LA FIGURA DEL AUTOR DE LAS INSTRUCCIONESDEL AÑO XIII HA IDO CRECIENDO HASTA AGIGAN-TARSE Y OCUPAR LA CUMBRE POLÍTICA DEL CON-TINENTE.

Eduardo Acevedo.

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CARACTERÍSTICAS DE LA OBRAI.—Muestra al héroe en sus proyecciones nacional yamericana, como fundador de la patria uruguaya yprecursor de las instituciones de libertad y justiciamás avanzadas de América.II.—Constata la trascendencia del artiguisma, dedu-ciendo la conducta y el ideal de nación, colocado enun horizonte de superaciones espirituales.III.—Está especialmente consagrada a la juventud,con sentido pedagógico actual, atendiendo:

a) el concepto positivo sobre la enseñanzade la historia, que aconsejó la revisión univer-sal de los textos de la materia;

b) la doctrina creadora, que muestra la in-fluencia de la voluntad en la dirección, magni-tud y sentido de los acontecimientos;

c) las causas que ligan la historia con lafilosoíía y la sociología, poniendo de mani-fiesto las pocas, grandes y elocuentes líneasfundamentales, en lugar ;del pormenor intras-cendente;

d) la orientación última en materia de dere-cho, tanto de la persona humana como de laconvivencia internacional.

IV.—Su importancia se acrecienta por tratarse de unaHistoria de lectura ejemplar, desde que está escritaen un lenguaje cuidadosamente depurado, con el estilo,de una obra de arte literario, y en cuyo fondo resal-tan y prevalecen los principios de la ética, en los quese funda la personalidad del héroe.V.—Aumenta el valor de este volumen, de más dedoscientas páginas en formato y tipo que favorecenla lectura, láminas de la iconografía artiguista, desubido mérito artístico.

Los editores

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PROEMIO A LA PRIMERA EDICIÓN

En momentos en que América y especialmente elUruguay, se apresta a conmemorar el primer centena-rio de la entrada de-Artigas al seno de la inmortalidad,consideramos útil esta ampliación que ofrecemos denuestros ensayos anteriores sobre el sentido ético yestético de. su historia, desde que las proyecciones fi-losóficas y literarias de las vidas ejemplares son elcomplemento idealista y emocional de su estudio me-ramente científico y, a la vez que iluminan con nuevaluz sus rasgos verdaderos, auxilian la función social dela docencia, porque acentúan el deseo de ajustar lapropia conducta a las normas superiores que fueron elacicate de sus sacrificios por la felicidad de lospueblos.

Así como creyó Miguel Ángel que toda esculturavive, con la gracia de sus formas completas, en laentraña del bloque, y que la misión del artista no esotra que desnudarla del amorfo ropaje que la protege yoculta, ocurre con las grandes figuras del pasado que,mientras las viste un manto espeso de pasiones, inte-reses y prejuicios, su individualidad, su actitud y suvida reales permanecen en la oscuridad, aguardandoque el cincel justiciero desbaste la caparazón deforme y

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surja por fin, a la luz, la proporción, la estatura, elgesto y el énfasis verdaderos.

De la misma manera, para que los americanos ysobre todo los rioplatenses, gocemos la actual etapa ad-mirativa por esa gran figura plástica casi desbrozadade lo que un día fausto ha de ser el Artigas cabal, se hizonecesario que talentosos e infatigables maestros de lahistoria labrasen, con acerada pluma, un trabajo derecreación admirable, por lo justo y verdadero. Hono-remos a tales mayores.

Fue por la sugestión creciente del procer, prontoredivivo, que brotaron nuestras exaltaciones literarias,iniciadas con los "Cantos a la Patria de Artigas", es-critos en edad infantil y editados, cuando cadetes, enla Escuela Militar de Montevideo. De entonces a lafecha no ha habido tribuna a los cuatro rumbos delUruguay donde no se haya levantado nuestra voz enel coro de su gloria. Nuestras campañas cívicas del"Artigas de Bronce", destinadas a erigir su estatuasobre los plintos de las ciudades del Uruguay y las denaciones hermanas, concitan, desde la infancia escolara la ancianidad venerable, a uno de los movimientosmás convincentes del prestigio del héroe en el espíritunacional y en la conciencia americana. Y, del "Him-no a Artigas" a la epopeya "La Platania", nuestra loasube sin cesar hacia el nimbo de ideales de su frente.Frutos de esa admiración hacia Artigas son la formay el aliento de este libro; obra de ideas cargadas deemoción, pero sin intenciones ocultas; clara, recta yvibrante cual la espada que heredamos del gloriosocaballero de la libertad.

A nuestros anteriores estudios sobre la magna fi-gura, se agregan aquí otros puntos de vista acerca deimportantísimas cuestiones, como, la de si Artigas me-rece el título de Fundador de la República Oriental del

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Uruguay, si su extrañamiento al Paraguay significa laresolución de abandonar la lucha por la causa de suspueblos y otras de tamaña trascendencia para el dic-tamen de la posteridad, presentadas hasta nuestrosdías por afamados historiógrafos con soluciones queahora conceptuamos desacertadas.

Nos pertenece la iniciativa de revisión de los tex-tos de Historia, que mereció por doquiera tan ampliaacogida, expuesta por nosotros ante la juventud de losInstitutos Normales al hacer entrega del mensaje quenos encomendara para ella el magisterio del Para-guay; conceptos que hizo conocer al país el diario"Imparcial" en su número del 31 de octubre de 1925.Y sin tilde de vanidad, creemos que esta obra es signode lo. que puede lograrse en la conciliación de laverdad pasada con su trascendencia espiritual.

Por consiguiente, hicimos abandono de anterioresjuicios que hoy, tras un severo análisis, no nos impre-sionan como francamente "artiguistas", es decir: exen-tos de interpretaciones negativas, desde que el clarí-simo pensamiento y la vida sin sombras del Héroeexpresaron siempre amor al semejante y cordialidadal extranjero; mientras que también señaló, con índicefirme, a sus ocasionales adversarios, que fueron go-biernos impopulares, sistemas de injusticia, regímenesde opresión. Es así que al influjo del propio Libertadornos hemos liberado de ideas y sentimientos que en elfondo o en la expresión no fuesen en absoluto ñeles ala memoria del Padre de la Patria y dignos de lajuventud, a quienes hacemos ofrenda de uno de nues-tros más depurados libros.

Nombramos a la juventud y creemos útil agre-gar unas palabras sobre el sentido de esta obra.Como se verá, con la lógica de los hechos en que

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descansa su probidad científica, hemos procuradocuidar la expresión y descubrir el principio, de modotal que creemos haber ensayado ese género literario-filosófico, poco común y a la vez más pedagógico,desde que aviva la imaginación y despierta sugestio-nes que concillan el provecho con la belleza de laHistoria.

En nuestros juicios hacemos primar la conductaobservada sobre la realidad cumplida, la califica-ción sobre el éxito, porque para nosotros el fundamen-to de cualquier doctrina política es la virtud.

El lector verá que todo el ideario de nuestro héroepuede reducirse a esta frase: libertad y unión para losrioplatenses, ya contra la dictadura de España, yafrente a la anarquía de sus hermanos, ora ante elimperialismo de Portugal.

Repetimos que sus enemigos no fueron nunca lospueblos, sino los gobiernos imperantes sobre ellos enlos períodos de su evolución que nos vemos obligadosa considerar, para comprender la razón y el significadode la epopeya artiguista. Por el contrario, ejemplari-zados por aquellos errores ansiamos, con nuestra fide-lidad al pensamiento del procer, enlazar a los descen-dientes de tales pueblos en una. armonía de naciones,entrevista por la mirada de águila de' quien sufrió porhaberse adelantado dos siglos al ritmo de la historia,

E. U. G.

*

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ACÁPITE DE LA SEGUNDA EDICIÓN

En el breve lapso del 19 de junio —aniversario, delnacimiento de Artigas— al 23 de setiembre de 1950; —centenario de su muerte— se agotaron los primeros mi-llares de esta "HISTORIA DE ARTIGAS".

Si por una divulgación acertada y profusa delideario del Héroe en la conmemoración secular, alcan-zó, su figura la magnitud apoteosica, no es menos cier-,te que ella ycr estaba esculpida en sus rasgos moralesY políticos con caracteres definidos, que concuerdancon las líneas que trazamos ayer, procurando erigir sufúlgida imagen en el verbo, con el mismo amor con quelo hicimos en el bronce.

Muchos marcan el tilde político del héroe; pocos, suacento'telúrico. Y ambos son inseparables en el com-pás de su gloria. Es el federalismo, sí; pero sobre todoes la platanidad. Y nosotros 'hemos procurado incidir'sobre tal característica, que hace de Artigas la figurahistórica más grande, noble y trascendental del Río dela Plata.. .

Todos sus grandes epítetos: padre de la patria,paradigna de hombredad, protector de los libres, pre-cursor del panamericanismo, máximo procer de la re-volución de mayo, apóstol y mártir de la hermandadrioplatense, venero de la conducta cívica y la convi-

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vencia internacional, numen de la democracia ameri-cana —no tienen nada de convencional o retórico, noson halagos al patriotismo o clamores del amor filial.No. Ellos brotan de mentes ilustres y responsables, devalores representativos y ajenos, de corporaciones doc-tas y distantes, que afirman, proclaman y exornan todoeso de magno y excepcional, que incide en gloria yresponsabilidad sobre su cuna, la nación uruguaya,cuyo significado político y cultural no es otra cosa quela fiel prolongación de aquella vida extraordinaria.

Y como creemos haber probado la trascendenciade esa gloria en el coro de la epopeya americana, alo largo del discurso de materias fundamentales queforman la "HISTORIA DE ARTIGAS", mantenemos casiinalterable el texto primicial en su segunda tirada, con-servando así en la literatura artiguista el carácter sin-gular que nos habíamos propuesto.

Aprovechamos la nueva ocasión para insistir enel anhelo genitor de esta obra: que las excelsas virtu-des de Artigas, que animan estas páginas, inspiren ala juventud la vocación inquebrantable de la libertady la justicia.

E.U. G.

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I

PROYECCIÓN FILOSÓFICA DE ARTIGAS

Su grandeza moral. - Espacio que abarca. - El Jefe delos Oriéntales. - Calidad 7 sentido de lo histórico. -

Ubicación de Artigas en la historia.

ARTIGAS: EL HOMBREDE LA LIBERTAD

Se ha dicho que el objeto de la vida es la con-quista de la felicidad. Pero toda limitación de laexistencia lo es de la dicha. Vale decir, que a ma-yor libertad, mayor felicidad.

Por tanto, los grandes benefactores lo son en lamedida de su tributo a la felicidad por la liberacióndel hombre. Y es con esa vara que mensuramos lajerarquía de nuestros héroes.

Pero libertar no es eximir, sino superar. Esemanciparse de pasiones e instintos que nos atana lo necesario y contingente. Se trata de una subli-mación espiritual por el conocimiento, que nos per-

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mite distinguir lo verdadero de lo falso, lo perma-nente de lo efímero, lo trascendental de lo fútil.

Artigas es, así, nuestro máximo héroe porqueno transige jamás con un procedimiento que no seajuste al principio, con una conducta que no res-ponda a la ética. Y en lo político, nunca limita elconcepto de patria con ninguna parcialidad en lointerno ni regionalismo en lo exterior. Su fin deindependencia en la unidad nacional y de confede-ración para las unidades independientes, lo exaltaa la máxima grandeza, desde que armoniza la liber-tad con la fraternidad humana.

En los documentos que nos ha dejado no ponelímites a esas dos ideas favoritas: libertad y feli-cidad. Él dijo: "El interés de América es el mío";"La libertad de América forma mi sistema", "Des-pliégúense las ideas que harán feliz la América delSur". Y al lado de esto: "Yo jamás dejaría de ponerel sello de mi aprobación a cualquier obra que ensu objeto llevase esculpido el título de pública fe-licidad"; "nuestros afanes por la común felicidad".Pero, por sobre todo, tanto él como los pueblos de-ben ceñirse a los preceptos de la más estricta mo-ral. He aquí una de sus frases broncíneas: "Elmundo entero venerará nuestras virtudes y la pos-teridad nos llenará de bendiciones".

HÉROE MORAL

El fin supremo del arte, según Tolstoy, no esla glorificación del éxito, sino la imagen de unalma capaz de compadecer y amar a sus persegui-dores.

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Sobre "Historia de Artigas"Comentario en 1(Revista Nacional", ór-

gano del Ministerio de Instrucción Públi-ca, de la pluma de su Director Honorariodon Raúl Montero Bustamante, Presidentede la Academia de Letras.

En la realización de este libro han intervenido porigual el poeta, el historiador y el filósofo. El poeta hapuesto el numen y el encendido acento que hace se echede menos la forma rítmica en estas páginas que, por mo-mentos, parecen estancias de un poema, o mejor de unaepopeya; el historiador ha agregado el rigor de la in-vestigación, la verdad del concepto y la autoridad deljuicio; el filósofo ha penetrado el sentido humano y so-ciológico del personaje, de su obra, de la época en queésta fue realizada y de su extensión en el tiempo, paracrear una doctrina de la que es eje el pensamiento arti-guista. ¿Qué mejor homenaje podía tributar el autor alhéroe, al caudillo y al hombre en el primer centenario dela muerte de Artigas que el que surge de estas páginasque deben ser leídas por jóvenes y viejos, éstos para ha-cer más hondo y firme el concepto que da fundamento ala tradición nacional, aquéllos para que aprendan a sen-tirla en toda su grandeza y en toda su trascedencia? Yagreguemos que debieran ser difundidas también fuera defronteras, porque esta síntesis histórica sociológica delsignificado de Artigas, leída en ambientes foráneos, tieneque contribuir a hacer más respetada y admirada la esen-cia histórica que sirve de fundamento a la sociedad orien-tal y a sus instituciones democrático republicanas. Estelibro es síntesis de cuidadosos estudios sobre el significa-do de Artigas en la historia de América realizados desdehace muchos años por el autor, que han dado ya lugar anotables ensayos. En cierto sentido, enrraizan tambiénestas páginas con la obra épica del autor, de caráctercíclico, que éste ha titulado "poemas amérícos", en que el

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poeta y pensador ha inoculado la esencia lírica y el con-cepto continental de que el Nuevo Mundo tiene en suentraña histórica tremendas fuerzas espirituales que, uni-das a las que proceden del mundo cristiano, han dadoorigen a su actual civilización y han preparado los ele-mentos de su futura grandeza basada en el orden jurí-dico y en el pleno desarrollo de las ideas democráticas quesembró Artigas. Establece el autor en este libro la pro-yección filosófica del Héroe Nacional que emana de sugrandeza real y tiene como escenario, no sólo las provin-cias platenses, sino toda la América española. Artigas esel primer caudillo del Río de la Plata; pero es tambiénuno de los grandes caudillos de América, si es que a lavoz caudillo se ha de dar la acepción de conductor depueblos y de creador de instituciones democráticas. Ensa-ya el autor la historia de Artigas y, sobre todo, de la di-fusión de su pensamiento y de su influencia y hace el exa-men filosófico de aquél para afirmar que Artigas "es unpensador del Estado moderno". Estudia luego los conflic-tos interprovinciales que destruyeron el concepto de fede-ración y convirtieron al Protector de los Pueblos Libresen estoico proscripto y "padre de los pobres", para definirluego en páginas magistrales la trascendencia americanadel artiguismo y glorificar en encendidas cláusulas a Ar-tigas redivivo y victorioso, después de un siglo de su me-lancólica muerte. La índole de estas notas bibliográficasnos impide hacer un análisis más detenido de este libroque, volvemos a repetirlo, debe ser difundido, dentro yfuera del país, a fin de que propios y extraños adquieranmás profundo y exacto conocimiento del carácter del Hé-roe Nacional y de la trascendencia histórica de su obra.

Editorial Florensa & Lafon — Piedras 346

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'Artigas" - Grandioso monumento ecuestre erigido en laplaza Independencia de Montevideo, obra del

escultor italiano don Ángel Zanelli.

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Y si la apasionada indulgencia de Bolívar llegóhasta perdonar, en el borde de la tumba, a todossus adversarios ¿qué pensamientos de generosidadno habrán nimbado la serena grandeza de Artigasen el instante de abandonar el mundo? Bolívar, enel pináculo de su desventura, no cesó de hablar has-ta morir. Artigas en la desgracia guardó un silen-cio de treinta años. Pero quien, en el apogeo delpoder, fue tan extrañamente magnánimo con susenemigos ¿cuánto perdón no habrá prodigado sinpalabras en esos seis lustros de dolor, de soledad ysilencio?

SU TRASCENDENCIA

La influencia de Artigas en el pasado se dila-tó hasta los Andes de San Martín, hasta el Potosíj ' la cuna de Bolívar, hasta Asunción y Río deJaneiro. Y aun a los centros principistas de la Amé-rica del Norte. Y todavía al corazón de España, de-Portugal y de Inglaterra.

Sus resonancias están aquí y allá, creciendo alritmo de la libertad en el planeta. El Uruguay eslibre y democrático por él y sus tenientes. La Ar-gentina es federalista por él y sus discípulos. YAmérica llegará a ser una gran fraternidad demo-crática y hasta .una confederación de libres, peroproclámese que estas ideas ya alentaron en él ysiguen palpitando en la mente de sus panegiristas.

LOS "ORIENTALES" DE ARTIGAS

Un pueblo se diferencia de una agrupación dehombres en que tiene conciencia de sí. O sea, que

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las manifestaciones de su vida no se dispersan, sinomás bien armonizan en un conjunto de caracte-rísticas singulares. Sus integrantes actúan comoseres homogéneos, con emociones y pensamientosque son de la comunidad. En cada circunstancia ya la vez, se sienten dichosos o infelices, exaltadoso deprimidos, libres o esclavos, satisfechos o des-conformes, siempre por una misma causa. Los pa-radigmas: héroes, estadistas, apóstoles, mártires,se veneran como un bien colectivo. También son amodo de denominadores comunes la tierra, el tem-peramento, los símbolos, el destino. Y cuando estetodo se hace evidente para todos, la muchedumbrees un pueblo.

Esto sucedió con los Orientales desde su pri-mer día.

Fue, antes, la naturaleza. Es la Banda Orientalel gran seno de un gran río. En ese recinto, la otraorilla no pudo extenderse para poblarla, al modo deun puente. Son demasiado anchos el Río-como-Mary sus mayores tributarios. Y Montevideo tuvo quenacer.de una expedición; fue un desprendimiento.Lo mismo le ocurrió al portugués con respecto a laColonia del Sacramento, dado la mucha distanciadel centro fundador.

De una y otra parte los soldados y sus familias,a la hora de partir para tan azarosas empresas, nodijeron "Hasta pronto", sino "Adiós". Como funda-mento económico, por ser este cercado mundo flu-vial una rica pradera, se le consagró naturalmentea1 la ganadería. Y también en lo militar y políticotuvo que ser algo aparte en el virreinato. Y fue una

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gobernación. Poco a poco los hijos de esa BandaOriental fueron sintiéndose y nombrándose los"Orientales". Y esa orientalidad se hizo más nece-saria, más fuerte y decisiva en las grandes pruebas.Entonces buscaron su conductor y, al hallarlo, sellamaron resueltamente los Orientales de Artigas.

LA ESCALA DE LA HISTORIA

El fundamento económico es apenas una sec-ción de la existencia. No es el único ni siquiera elmás importante. Consideramos insensato que se nosreduzca al plano bidimensional de la producción yel consumo. En la trinidad humana: física, bioló-gica y psíquica, los valores realmente trascenden-tales tienden cada vez más y afortunadamente ha-cia el último término, el de la dimensión supremade la vida. La actividad histórica del hombre exis-te en una tercera escala, donde también lo sitúansus cualidades políticas y su mundo cultural; todo,en suma, cuanto se halla más cerca del pensamien-to que del instinto, y sea más hijo del espíritu quede la materia.

EL JUICIO DE LOSGRANDES HECHOS

La ciencia de la historia ordena los hechos comola ingeniería los materiales, según el fin útil de susempresas. Pero si además de esto, los combina conun propósito de belleza, como ocurre en arquitectu-ra, entonces cumple una misión elevada de arte

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literario. Y si al tiempo de satisfacer un plan ver-dadero, provechoso y estético, procura dar con elsentido de lo que acontece, es llegado el feliz mo-mento en que la historia se hace filosofía.

Si bien la ciencia sociológica ha logrado apo-derarse de casi todo el campo racional que antesdescubrió la filosofía de la historia, queda libre alvuelo de la inteligencia el infinito espacio subjetivo,hipotético, conjetural, que si no se sustenta en los.inconmovibles pilares de la lógica, es inexhaustovenero del arte, al tiempo que un índice infatigablepara la conducta de los individuos y las colectivi-dades, en. cuanto trascienden sus especulacioneshacia los grandes principios que ennoblecen y jus-.tifican la vida del hombre en el mundo.

En todos los casos, la sustancia es el aconteci-miento histórico, el suceso influyente. Y si se trata,como aquí, de hallar una orientación en la historiade Artigas, interesan los hechos determinantes,positivos'y negativos de la conducta, el pensamien-to y la obra del Héroe de nuestros héroes.

HISTORIA Y PORVENIR

Se obra por instinto animal, o memoria de loconveniente; pero también por conciencia moral, omemoria de lo debido. Si, al decir de Bergson, laconciencia se manifiesta como facultad de memo-ria y de anticipación del porvenir, la conducta, enacción presente, permite que las enseñanzas delpasado obren sobre los acontecimientos futuros, o,en otros términos, que la historia se vaya creandoy superando a sí misma.

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En cierta interpretación de la mitología grie-ga, Prometeo significa "el que piensa antes" y suhermano, Epimeteo, "el que piensa después". Unorige, con ígnea voluntad, los acontecimientos pre-visibles. El otro, los padece. En la titánica luchaentre fatalidad y voluntad, aquél es autor; éste,actor. El primero hace historia; el segundo, crónica..Nosotros nos enrolamos en las filas de Prometeo.

En el acontecer hay dos valores diferenciables;uno es el azar; el otro, la voluntad humana. Elincesante progreso tiende a reducir el espacio delprimer factor y aumenta las posibilidades del se-gundo. Día llegará, lo esperamos, en que toda acti-tud histórica será la consecuencia justa de la apti-tud espiritual. Sobre la experiencia fecunda, elprincipio ético dará la norma para la conducta per-sonal y colectiva. Las lecciones del ayer propiciaránlos actos de hoy, influyendo en la creación del ma-ñana. No otra cosa ocurre en las previsiones de lacosecha, consecuencia de un conocimiento anteriory un trabajo actual para la siembra. En el "aquí"-o en el "ahora" el azar puede y suele mezclarse afavorecer o impedir el noble propósito. No obstante,pese a plagas e inclemencias, el hombre persiste ensu obra, cada vez con mayor pertinacia, en la con-vicción de que lo fortuito, el accidente, no malogranel lauro progresivo del fruto, que es lo fundamental.

Están, así, unidos: pasado, presente y futuro,en un devenir, que representaríamos con la figuradel móvil que transita de la conciencia de lo acae-cido a lo que puede suceder conscientemente; de la

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"lección" á lá "elección". Mejor todavía: de lo queestá en incesante proceso creador y, por ende, enadmirable posibilidad de llevar nuestro sello, cadadía con más firme nitidez.'

Pensamos que la historia no es ninguno de losextremos presentados como absolutos y oponentes:destino o azar, voluntad o sujeción. Como ocurrepara cada hombre, el porvenir de la humanidad esuna combinación, diríamos "artística", de causali-dad y casualidad, de libertad y contingencia.

El pasado no ha muerto, desde que aún obraen el presente que avanza. No habrá repeticiones,pero no hay interrupciones. Siempre existe relaciónentre lo que es y lo que será. En el ayer está unaporción que nos es ajena o que escapa a la concien-cia. Pero hay otra, rica y generosa, a nuestra dis-posición. Es lo que no fue y pudo haber sido.

Del mismo modo, en el mañana vive latente unamagnitud del acontecer que no dependerá de nues-tro esfuerzo o nuestro deseo actuante. Pero hayotra, de extraordinarias posibilidades y a nuestroalcance: es lo que podrá ser y será si lo queremos.

La posición excepcional del hombre en el uni-verso puede ser medida por el grado de libertad quemerece por su cultura y conquista con su sacrificio,y para el logro de la cual aplica y desarrolla susfacultades creadoras. De igual manera lá sociedad,un pueblo dado, vale de acuerdo a la escala de li-bertad, espiritual y material, por la que asciendeen los pasos del tiempo. Libertad nb es otra cosaque facultad para comprender y hacer su destino.

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EDGARDO UBALDO GENTA'

Ello reclama conocimiento, que es concienciare.Iraerrores.y aciertos de lo pasado; y[ voluntkd.'iparála superación de las dificultades y obstáculos $n,elpresente. Entonces, de la parte lúcida Me lovífúepudo haber sido y no fue, la iHimatnttad deducenormas para la etapa que no ha sido tbá^vía '̂Aper^que podrá ser en nuevos y mejores moldes.

¿Con qué se hará? ¿De qué modo, esa obra ne-cesaria, ineludible, que llamamos "porvenir"? Nos-otros decimos: como se encaran todas las empresas;con obreros capaces, resueltos y unidos en un planEn el pasado están los cimientos. Todo sillar quese asienta, cada pieza que se fabrica y pone en sulugar, no son ya presente, son pasado. Pero estánahí porque su concepción vivió antes como cosapor venir. Un plan nunca rígido, sino de grandeslíneas maestras, es lo necesario. Un pueblo, comoun hombre, deben ser conscientes del objeto de suvida. Así se favorece el cumplimiento de un destinocié nación.

Vivir del presente y en el presente, es no tenerlibertad, ponerse al margen del progreso. Pensar lopor venir y disponerse a transformarlo en acción,es adelantar la conciencia de cada uno, o la nacio-nal, hacia una nueva dirección del mundo cognos-cible, de sentido tetradimensional, cuyo buceo es lamayor aventura del espíritu. Hemos llegado a do-minar el espacio. Nadie puede negar la conquistadel tiempo. Otra más profunda visión de los grandeshombres, política, científica o artística, nos aseguraque la vida avanza delante de nosotros. Con la in-

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tuición del porvenir, con el sentido del tiempo, elgénero humano será cada vez más libre y, en con-secuencia, más feliz.

ARTIGAS: PARADIGMADE LA HISTORIA

Pintado este lienzo, esbozada la perspectiva,pongamos en su sitió la figura central. Digamos:¿cuál es la trascendencia de Artigas desde el puntode vista histórico? ¿Qué fue? ¿Qué nos dejó comonorma? ¿En qué medida su legado nos comprome-te? Si tanto le debió en el pasado ¿qué podrá deber-le el porvenir del Uruguay?

Para contestar preguntas como éstas es preciso,ante todo, rehacer la historia de Artigas, no sólo ensu dimensión del acontecer, sino por el sentido délos acontecimientos, procurando hallar el orden y lalógica de su vida, el enlace y desarrollo de los suce-sos en que fue actor principal, los móviles que loimpulsaron y que, traspasando nuestro presente,pueden aun servirnos de índice en lo voluntario yconveniente de nuestra marcha hacia el futuro.

Ante todo, afirmamos que no hay legado quepueda ceñir la vida del hijo. Para el Uruguay, elPadre de la Patria es el acicate de su libertad, nun-ca un dictador de su destino.

El pasado fue. Es decir: ya no podrá ser deidéntica manera.

Cuando hablamos de Artigas, de sus idealespolíticos, está lejos de nosotros la pretensión de

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volver sobre sus pasos. La palma de Gorgias seofrece, no al que rehace la huella, sino al que ade-lanta su propio pie en la dirección de una verdadmás lúcida. Estas son las palabras del gran ilumi-nado: "Sean los pueblos libres y decidan de susuerte". "Ofendería altamente a vuestro caráctery al mío, vulnerando enormemente vuestros dere-chos sagrados, si yo pasase a resolver por mí unamateria reservada sólo a vosotros".

En este maravilloso y fecundo estado de liber-tad en que nos deja Artigas, no reavivaremos las pa-siones de otrora, ni veremos otros adversarios yamigos que aquellos que se opongan o favorezcannuestra posición inquebrantable en el camino de lalibertad, que es disminución de necesidades y acre-centamiento de virtudes. En esa tarea, a la vez pe-dagógica y constructiva, el historiógrafo debe esfor-zarse por separar lo que ya fue de lo que debe ser;lo que perteneció a su época de lo que tiene signode eternidad y de infinito. Y ello se logra, con unospocos golpes magistrales, desbrozando lo político,de lo ético, los sucesos contingentes de los valoresinmutables.

De tal suerte, si bien los procedimientos delprocer como estadista o estratega, en su vida pri-vada y en la pública, cuando la fortuna o la des-gracia, son y serán siempre admirables, lo queprincipalmente gravitará en nuestra existencia denación es la actitud heroica en el acometimiento dela vida, la vocación de la libertad, el anhelo de jus-.ticia, el respeto de la persona humana, la constante

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xnilitancia por la cultura y el progreso, la concilia-ción de los ideales de confraternidad e independen-cia, la rectitud y abnegación en la conducta. Estoes Artigas y para siempre. Tal el paradigma queelevamos sobre el pedestal inconmovible de la pa-tria, que fue de nuestros padres y que será de nues-tros hijos.

FILOSOFÍA DE LOS ACONTECIMIENTOSESENCIALES

En historia, como en urbanística, no puede fal-tar el sentimiento de las grandes líneas. Por elloprocuramos poner en relieve, sobre lo innumera-ble y lo intrascendente, a los hombres realmentesuperiores, a los magnos acontecimientos y suscausas de orden trascendental. Se podrá argüir quefactores pequeños fueron a veces decisivos. Sí. Peroconvengamos que intervinieron a modo de ínfimoscontrapesos para desequilibrar y poner en juego losgrandes sistemas de fuerzas que ya estaban en ten-sión.

ARTIGAS Y EL URUGUAY,FILOSÓFICAMENTE GRANDES

El Uruguay es un país pequeño, en su espacioy en su economía. Pero al evolucionar la idea de lanacionalidad, antes limitada al modo de un com-partimiento estanco, hacia la de familia de nacio-nes de un mismo continente, una misma cultura yuna misma ideología, es indudable que los intereses

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y los riesgos comunes tienden a elevar también alplano dé todos cuantos valores esenciales favore-cen al conjunto. Hay tanta urgencia, por lo menos,en que la riqueza agropecuaria del Uruguay o elpetróleo de Venezuela o el caucho del Brasil o lamaquinaria de los Estados Unidos sean un bien deAmérica unida, como que Artigas y Bolívar, SanMartín y Rui Barbosa, Lincoln y Montalvo seanlevantados al plinto de todo el Nuevo Mundo.

Entonces se verá como el padre de una patriachica, por la grandeza de sus ideales de libertador,demócrata y federalista, se agiganta a impulsos deun interés genérico, hasta volverse el inspirador,no ya de los pueblos de las antiguas provincias uni-das del Plata, que eso fue ayer, sino de la herman-dad ilimitable de las naciones de América, que esopuede y debe ser la realidad del mañana.

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II

EL ESCENARIO, EL PROTAGONISTAY SU PUEBLO

£1 Rio de la Plata. - Orientales y Argentinos. - LaPlatania. - Esquema biográfico del Héroe. - El soldadode Artigas. - El primer gran caudillo del Rio de la Plata.

EL HÉROE

Si la filosofía de la Historia analiza la direc-ción y el ritmo de la libertad, cuya conquista esel fin de la sociedad humana; si ella estudia lascausas que aceleraron o retardaron su proceso, vo-luntaria o forzadamente, ninguna figura históricamás propicia para iluminar el pasado y sugerir nor-mas para el futuro de los pueblos del Río de laPlata, que la clara, bella y heroica de José Artigas.

ARTIGAS es uno de los mas puros, clarividen-tes y auténticos héroes del Nuevo Mundo.

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32 HISTORIA DE ARTIGAS

De él dijo el ilustre historiador Isidoro de Ma-ría: "Fue la primera y la más prominente figura denuestra revolución. Su vida pública y aun su vidaíntima, debe ser objeto de interés para sus conciu-dadanos, de estudio para el político y el filósofo,para el historiador y el biógrafo, ya se le contempleen el pináculo de su grandeza, ora en el pedestal dela adversidad".

Es un astro que aparece, deslumhra en el cénity se eclipsa, para reaparecer a cada gran hora desu pueblo, a la par de San Martín y Bolívar. Eshermano del mismo Washington. Porque no puedeimportarle a la ética que el paradigma de los liber-tadores americanos, para realizar su obra de justi-cia y libertad, haya tenido un pueblo tan inmensocomo los Estados Unidos del Norte, mientras que eldestino de Artigas fue idéntica causa en las Pro-vincias Unidas del Sur. Ni si el uno tuvo la dichade recoger el fruto de sus afanes en la unidad deuna gran nación, en tanto que el otro los vio agos-tarse y morir en la anarquía de unos estados des-unidos. En la balanza de la posteridad el mérito sejustiprecia por la jerarquía del alma, la profundi-dad del pensamiento, el sentido de la acción, lamagnitud del sacrificio. La calidad está sobre lacantidad. El espíritu, sobre la materia.

SU OBJETO: UNION E INDEPENDENCIA

EL RIO DE LA PLATA es una de las regionesmás importantes de América.

"Se trata de un territorio fluvial de unoscinco millones de kilómetros "cuadrados, mayor

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que todas las cuencas fluviales de Europa juntasy una de las más vastas y ricas del mundo. Abra-za cuanto es hoy la República Oriental del Uru-guay, se desborda de las provincias litorales argen-tinas y sus cabeceras se expanden, como rayos deun sol de ríos, al estado brasileño de Río Grande,las Misiones, el Paraguay, hasta Bolivia, Córdobay la Pampa. Fue un dominio guaraní y luego espa-ñol. Su importancia, desde todo punto de vista, diomotivo a rivalidades, conflictos y batallas entre lasnaciones más fuertes de la época, durante la con-quista y colonización del Nuevo Mundo: España yPortugal.

Cuando se afirmó la independencia, dos ciuda-des: Buenos Aires y Montevideo, eran las dos puer-tas del Río. Madre e hija. Unidas fueron tan pode-rosas que rechazaron a varias expediciones de Por-tugal, dos de Inglaterra y conquistaron su libertadde España. Pero de la abuela hispana, junto conextraordinarias virtudes, aquéllas heredaron su fer-mento anárquico e individualista, de modo que am-bos núcleos civilizadores no sumaron sus esfuerzosy grandiosas posibilidades; peor aún, se enfrenta-ron con una política de lo circunstancial y transi-torio, con olvido de lo esencial y permanente, cualera la unión en la independencia y para la demo-cracia, en una entidad naturalmente indivisibleen lo étnico, lo histórico, lo económico, lo estraté-gico y lo cultural.

Artigas es el profeta, el apóstol y el mártir deesa unidad rioplatense. Es el Federalismo hecho car-

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ne, pasión y sacrificio. Es el numen de los puebloshermanos del Río. Todo su principismo se mueveentre estos cuatro puntos cardinales: libertad,unión, igualdad, cooperación.

Por eso Artigas es un héroe sin patria, en laexpresión más justa de la palabra.

En vano los uruguayos pretenden encerrarloentre sus fronteras, que agranda su doctrina. Laobra, la política, los sentimientos y las ideas másfieles a la idiosincrasia de Artigas, cruzan los ríosdel Río y se difunden hacia los pueblos sin excep-ción del antiguo virreinato y las viejas ProvinciasUnidas. Es lo mejor, lo original y característico desu genio, la esencia de su personalidad en talessignos rediviva.

Para rehacer su imagen sin deformarla o re-ducirla, es preciso ir a buscar inmensos girones desu alma entre los archivos, los museos, las bibliote-cas, las tumbas de los pueblos limítrofes con la Re-pública del Uruguay. Para que ese símbolo palpite,es preciso concitar los innumerables recuerdos yleyendas del gauchaje, remover las cenizas de susantiguos campamentos, atesorar los crecientes im-pulsos fraternales que fulguran y se apagan, sindesaparecer jamás, entre las grandes ciudades de

- una y otra orilla.Si sé quiere torcer esa verdad, si hay recelo

-de sus vastas" proyecciones morales, si se pretenderesponder a intereses sospechosos de parcialidad,no se escriba la historia de Artigas. Todo lo que esgrande sobrecoge más o menos, según nuestra ver-dadera estatura. Artigas, desde el solio de su in-

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"Artigas en IB Cindadela de Montevideo'1 Oleodel lamoso artista uruguayo Juan Manuel filanes

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mortalidad, no ha de variar la magnitud ni el ful-gor de su bronce de acuerdo a la calidad de sus es-pectadores. Aun oculto por la incomprensión y lacalumnia, se erguirá tarde o temprano sobre el ho-rizonte de nuestras pampas, como esos ombúes gi-gantescos cuando la niebla se desvanece al levan-tarse el sol.

Defender o atacar a Artigas significa tanto co-mo decidirse a remover el fondo del sistema federa-lista, del que fue precursor y paladín. A compulsarpasiones y prejuicios locales para juzgarlos con lalente de los valores ontológicos que recrean lo ver-dadero y destruyen lo falso. A derribar fingidosapóstoles para erigir en sus pedestales a otrosauténticos héroes americanos. Someterse, tam-bién, al juicio de la obra de quienes supieron man-tener la unidad de las Américas Inglesa y Portu-guesa, aún al precio de la sangre, frente a los res-ponsables de la existencia de los estados dispersosde América Española, retardando por ende la uni-ble madurez del Nuevo Mundo. Y si luego de eseproceso histórico, jurídico, filosófico, resolvemosquedarnos con Artigas, ello nos impone una políticade tal magnitud y trascendencia que será forzosoproclamarnos los soldados de una reconstrucción dela perdida hermandad hispano-americana, nuncaopuesta a la continental para que sea artiguista,pero como condición necesaria a la existencia deuna América unida para la Humanidad.

También Bolívar soñó el enlace de los pueblosafines en una Gran Colombia. Y Morazán se sacri-ficó por un integral de los países centro americanos.

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Luperón y Martí defendieron la comunidad de lasAntillas. Y San Martín estuvo a un paso de rehacerel Tahuantinsuyo, nombre incásico que significa"los estados unidos", cosiendo con espada libertado-ra los destinos de Cuyo, Chile, Perú, y aun Ecuador,deslumhrado por la originaria fraternidad de losAndes.

Pero el paladín de una gran armonía de todoslos pueblos libres e independientes de las dos bandasdel Río de la Plata, de la "orientalidad" y la "argen-tinidad", atadas por el fatalismo de sus aguas, denuestra "anima parens", de la Platania, en fin, esArtigas.

LA PATRIA DE ARTIGAS

Cuando los adversarios del procer en la BandaOriental llaman a éste, con despecho, "el federalistaargentino", tienen su parte de razón. Y sólo parte;porque su doctrina no fue exclusiva de éste o aquélpueblo, sino para todos los del virreinato primicial,siendo a su pesar que apenas uno de ellos haya con-servado su sistema de gobierno. Pero, sí, es verdadque Artigas es demasiado grande para caber en elestrecho territorio a que quedó reducido el Uruguayy por la soberanía de cuyas antiguas fronteras ba-talló casi diez años. Es verdad que el artiguismovive en la organización institucional del gran puebloargentino. Cierto es que palpita el nombre de su pri-mera victoria en las estrofas inmortales del himnoargentino. No negamos que el símbolo excelso delescudo argentino: las manos enlazadas sosteniendoel gorro frigio, es el axioma gráfico de Artigas, su

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principio de "unión" en la "libertad". No es posibleocultar que es el nombre de su estirpe, el de un Ar-tigas, el grabado con signos indelebles en la Pirá-mide de Mayo. Nadie desconoce el coro de voces ar-gentinas que día a día, desde las provincias fluvia-les, sostiene su defensa y entona su epinicio. Peroaún así, la esencia del ideario de Artigas no ha en-contrado la forma que logre contenerla.

El vocablo "argento" es sinónimo de "plata".Pero él mundo platense no es sólo el argentino. Laparte no puede tener el privilegio de nombrar altodo. Entonces, para dar una idea clara de esa en-tidad telúrica y topográfica, étnica e histórica, reale ideal de nuestros padres, nos fue menester hallaruna palabra más justa, amplia, sugerente y evoca-dora: LA PLATANIA.

He ahí la verdadera patria de Artigas. El ilus-tre colombiano don Luis López de Mesa, en memo-rable discurso en el Senado de su noble país, dioesta definición de la patria: "Territorio que susten-ta un grupo humano asociado en nación por tradi-ciones y aspiraciones comunes, en que entran loselementos de tierra, estirpe, sociedad, asociaciónnacional, economía, cultura y'derrotero". Y estaentidad fue políticamente un hecho sobre toda laextensión geográfica definida por los más impor-tantes ríos platenses, cuando los días extraordi-narios de la famosa Liga Federal.

¡La Patria de Artigas! Él la recorrió al paso desu caballo y en todas direcciones. La defendió con suespada libertadora. La organizó con su genio insu-perado. La llenó con su inmenso prestigio. La santi-

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ficó con sus nobles ejemplos. Y aunque sus formasperecederas desaparecieron del enorme escenarioen 1820, no se crea que ha muerto su expresión fun-damental. Porque ella palpita y crece sin cesar des-de una y otra banda de los ríos del Río. Es una sumainterminable de recuerdos, de gestos vindicatorios,de homenajes de la palabra y el bronce. Más quesignos de justicia hacia su gran sombra protectora,son prenuncios de su futura victoria en la unidadespiritual de sus amados hijos.

Porque Artigas es el numen de nuestra unión,hermanos uruguayos, argentinos, paraguayos, boli-vianos y brasileños.

Brasileños, sí. A pesar de que Artigas fue elescudo de la herencia hispánica platense contra losataques del imperialismo portugués de la época ¿noes hermoso interpretar que el Grito de Ipiranga, ensu aliento más hondo, es como un "vade retro!" aesa vetusta política lusitana, clamor verdadera-mente americano y que halla su eco más recienteen la caracola del mármol impoluto del monumentoal Barón de Río Branco, erigido en la ciudad quefue cuna de Artigas? ¿No es un puente natural en-tre esas dos regiones madres, creadoras de pueblos,la Platania y la Amazonia, entre los gauchos deaquí y los de allá, ese gran Estado, oriental y pla-tense que se llama Río Grande, cubierto de tum-bas y tálamos y cunas de uruguayos y brasileñosunidos?

Bolivianos también. Porque vino de la ciudadde la Plata, la inmortal Chuquisaca, el renombrede nuestro Río. De su universidad famosa bajó

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la antorcha de Mayo en el puño de plata de Mo-reno, para encender al fin el corazón de Artigas.Y fue sobre la frente de plata del cerro Potosídonde Alvear y Díaz Vélez, delegados del Río dela Plata, fueron a pedir la espada de Bolívar parareivindicar a la cuna de Artigas, aherrojada conel último eslabón del imperialismo en América.¿Y no selló ese acto memorable, tácita pero defini-tivamente, la justicia de la causa de Artigas, elmáximo héroe de la platanidad, sobre el solio deargento de la naciente patria boliviana?

Paraguayos especialmente. "Mar del Para-guay" se llamó la parte del Atlántico donde el Ríodesemboca. "Río de la Plata" se nombraron una vezlos cursos fluviales del Pilcomayo y el Paraguay. Elvocablo "argentina" era, para quien la empleó ini-cialmente, el paraguayo Ruiz Díaz de Guzmán, todala vasta región que va del Chaco al Gran Estuario.Buenos Aires y Asunción fueron los núcleos funda-dores y capitales de casi todos los pueblos de lascostas rioplatenses. Y quien bebe las aguas del Pla-ta ¿negará que se difunden por su ser las esenciasmás íntimas de la naturaleza y el alma de la madretierra guaraní?

¿Y qué decir, sobre todo, de la hermandad uru-guayo-argentina, si cuatro siglos de historia comúnproclaman, por las bocas de sus grandes ríos, tam-bién comunes, que la identidad del pasado no essino el prenuncio de un mismo porvenir espiritual?

Hubo un momento estelar para la Platania.Ella ostentaba cuantos atributos configuran lá na-

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ción: un territorio, una tradición, un jefe, un ideal,un estatuto, una ciudad capital, una bandera. Loshistoriadores llaman a esa realidad "el apogeo deArtigas". El gran poeta don Arturo Capdevila ubicade este modo su ordenada máxima: "El ensueñooriental conoció un instante de plenitud: aquel enque Córdoba se plegó al movimiento artiguista".Y Córdoba era nada menos que el centro físico ycultural, no sólo de la tierra argentina, sino de laAmérica esencialmente austral.

No se puede hablar del Héroe sin evocar esanación. Y sólo evocarla, por cuanto la menor ideaoscura, la más pequeña causa de conflicto sería untorcedor despiadado que estrujaría las entrañasideales del paladín de la fraternidad de los pueblos,ayer unidos por él y hoy separados contra su pensa-miento. Y esa evocación debe tener el sentido masnoble, para ser fiel a su doctrina, profundamentemoral, de lección viva sobre los errores en que se di-vidieron ayer, para orientar la conducta que losestrechará mañana.

Ensayemos, así, la filosofía de nuestra historiarioplatense.

Descorrer el telón de mucho más de un siglo,que oculta del espectador actual la acción culmi-nante de Artigas en el escenario magnífico de laPlatania, será como representar a sus ojos una tra-gedia griega. ¿Dónde está, decid, ese nuevo Esquilo,capaz de animar con épica grandeza este inmensodrama de una nación y un héroe espiritualmenteredivivos?

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LA PLATANIA

LA PLATANIA se desarrolla como un abanicode ríos, cuyo eje, perfectamente orientado, es elenorme Paraná.

Esa entidad geográfica fue descubierta, con-quistada y colonizada por España. Uno de sus pro-cónsules ilustres, don Pedro de Mendoza, levantó lahoy ciudad de Buenos Aires como baluarte de so-beranía sobre la costa occidental del estuario, co-rrespondiendo al subordinado, capitán Juan de Ayo-las, erigir el asiento de Asunción, en el otro extremode la línea magnética platense. Estamos en 1536.

La orilla oriental no guardó menos testimoniosdel derecho español. Veinte años antes la sangre deJuan Díaz de Solís rubricó sus pergaminos de arenay granito. Guarniciones de Gaboto y Ortiz de Zara-te se apostaron en la costa. Y Hernandarias creó sucodiciada riqueza ganadera.

Pero Portugal miraba hacia el Plata y era suambición anexar al Brasil, su colonia, la BandaOriental del Río. Varias campañas, cuidadosamen-te preparadas, lanzó en procura de un baluarte fren-te a Buenos Aires, en la región de San Gabriel, aocho leguas apenas de la ciudadela hispana, enga-llada de justa indignación. En 1680 funda allí laColonia del Sacramento. En 1723 está sobre el mejorpuerto del Plata, en Montevideo. En 1735 se enseño-rea en San Miguel, extremo de la región lacustresobre el Atlántico. En 1761 domina el camino estra-tégico de la Angostura, de entrada a la boca delPlata, con su fortaleza Santa Teresa.

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Toda esta invasión lusitana por tierra, con susexpediciones navales combinadas; todo ese fortifi-car la costa del oriente del Río, promovió, fatalmen-te y en cada caso, una reacción militar y otra reac-ción diplomática. La parte guerrera fue hazaña delos vecinos del Río, españoles y criollos. En las bata-llas, a pesar del denuedo del adversario, siempre lovencimos. En las lides del derecho, no obstantenuestra justicia, ellos siempre resultaron triunfa-dores.

Las acometidas no fueron invariablemente desoldados. Para mayor desgracia ocurrieron tremen-das incursiones bárbaras, como las que iniciaronlos "mamelucos" a principios del siglo XVI quie-nes, provenientes de San Pablo, arrasaron VillaRica y otros pueblos del Paraguay. Un siglo mástarde corresponderá al blandengue José Artigasdefender la frontera de Río Grande de poderosasbandas de asalto a las haciendas del territorio delPlata.

Hay un hecho fundamental en estas penosasevocaciones. ¿De dónde salía toda esta fuerza deprotección del Río paterno? Dígase que eran hom-bres de Buenos Aires, Santa Fe, Corrientes, Paraná,Tucumán. Y aun las Misiones del Paraguay dabanmiles de soldados guaraníes, instruidos por los Je-suítas, que blandían alternativamente la cruz y laespada. El Alto Perú fue pródigo de su plata en apo-yo de tan justas empresas. Todo el mundo indo-es-pañol y rioplatense se concentraba, descendiendo alo largo de los grandes ríos de la patria: el Uruguayy el Paraná. Nacía la conciencia de la Platania.

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Y tanto avanzaron los portugueses sobre él do-minio español del Amazonas y el Plata, que el Bra-sil original había triplicado su territorio en 1751.Dos conductas traducen dos temperamentos. Mien-tras que Portugal tuvo un fin concreto de conquistay encauzó para lograrlo su extraordinaria habilidaddiplomática, verdadero privilegio racial, la negligen-te o confiada España tomó conocimiento tardío yconfuso, oponiendo una defensiva ineficaz, a taiexpansión en su perjuicio. De aquel lado, gobernado-res y capitanes concurrían a satisfacer los objetivosde un plan. De éste, hubo desinteligencia entre lametrópoli y su colonia. España se mantenía siem-pre en actitud de protección. Portugal, en el ataque.Y tres fuerzas sumaron sin pausa sus eficaces vec-tores en pro del segundo: la penetración de su len-gua, el desplazamiento de su economía y la invasiónarmada.

Al surgir Montevideo como avanzada de Bue-nos Aires en la soberanía platense sobre su bandaoriental, ya apareció, más ancho que el Río que ale-jaba las dos ciudades de un mismo origen, el ca-rácter español, en lo que tiene de inconforme y se-paratista. Fue a pesar de las muchas y extraordi-narias virtudes primigenias. O precisamente por suexceso. Pronto las dos llaves del Río alentaron ensu seno los gérmenes de una desinteligencia infaus-ta; lo que no impedía que acudiesen juntas a losnobles llamados de la sangre y el- destino.

Ese continuo rivalizar en las lides internas yese concurrir abrazados sobre el peligro común, alrepetirse con la pertinacia de una ley histórica, ha

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terminado por dar, a estadistas y filósofos, confian-za en las desinteligencias de la paz y fe en la con-ducta orientadora de las grandes pruebas. Es asíque, cuando las otras dos poderosas naciones queconquistaron América, Portugal e Inglaterra, inva-dieron el Plata para arrebatar a España una o am-bas hojas de la gran puerta marítima y estratégicadel Atlántico Sur, las dos pudieron salvarse por elnatural ejercicio de la fraternidad. Siempre la do-minación sobre la una duró el tiempo exacto quedemoró la otra en ofrecerle su comprensión y darlesu fuerza.

Con el progreso de ambas fue justo crear unvirreinato platensé, separándolo del andino y pe-ruano. Es natural que el Río se aparte de la Mon-taña a medida que crece. Y en la hora de la Inde-pendencia todavía éramos las Provincias Unidas delPlata. La mitad de sus pueblos respondían a lainfluencia vital de Buenos Aires. Pero los fluviales,los más "argentinos" por tanto, en su sentido deplatanidad, miraban hacia Montevideo, bajo la su-gestión del más notable de sus hijos: José Artigas.

En el reverso de la medalla, esa rivalidad es el"fatum" de la tragedia artiguista y causa de su des-enlace con el fin de la Platania. Tal funestaemulación sirvió de estímulo y —¡horror!— al de-cir de muchos historiadores, también instigó lasinvasiones portuguesas de 1811 y 1816. Así cayóArtigas, herido en el corazón por sus propios her-manos y compañeros de armas de las luchas contrael inglés y en las lides de la Revolución de Mayo.

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Pero no cayó de rodillas. Tendido cara al sol, bajoel huracán de su desgracia, sostuvo siempre en altola bandera de sus famosos principios éticos y de-mocráticos. Hoy, sus hijos, bendecimos tanta ener-gía, tamaña grandeza moral, ya que para mantenerel renombre de la patria, todavía en ésta edad detremendos conflictos ideológicos, nos basta conseguir empuñando ese mismo pendón de libertady justicia. Además, nuestro héroe no podía esca-par a lo que llamara Rodó "la expiación de lagrandeza". El suyo fue. el destino de todos loslibertadores de América. Derribado él, esta BandaOriental de la Platania, con su capital Montevi-deo, pasó a integrar el territorio colonial del Bra-sil con el sugestivo nombre de Provincia Cisplatina.¿Tanto por lo que debió al "cisma" con BuenosAires, como a la "plata" que antes fue soldaduray amalgama de pueblos?

En ese desdichado momento Artigas era ilustrepero temido prisionero del Paraguay, gobernadopor nuevos separatistas de la unidad originaria.Nada podía hacer por sus manos. Pero allá ha-bían quedado las simientes de sus ideales, regadaspor la sangre de pueblos agotados, pero jamás ven-cidos. Y la obra de la reconquista de la orientalidaddel Plata, en 1825, fue la insuperada epopeya delos tenientes de Artigas. Pronto la Banda occiden-tal corrió a la liza. Los días de glorioso sacrificiocoronados en Ituzaingó, nos enlazaron como en losfastos pretéritos. Antes habíamos ganado los.lau-reles de Rincón y Sarandí; después, la palma delas Misiones; sólo orientales en el campo de ba-

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talla, pero acompañados por el aliento de la otraorilla. La Platania renació con el ímpetu de loscombates. Pero en seguida llegó, con la paz, lahora de los tratados; y las hijas de España fueronotra vez abatidas en las justas de la diplomacia,en el principio artiguista de su unión, separándosedefinitivamente las dos bandas del Río en enti-dades políticas sin nexo, triunfando así el interésdel hijo de Portugal y la voluntad del represen-tante de Inglaterra.

Y véase lo extraordinario. Aun vencido Arti-gas y prisionero entre las rejas de verdura de laselva guaraní, en manos de Francia, que personi-ficaba el individualismo español, el gran federa-lista seguía espiritualmente victorioso. Porque consu sola presencia en lares paraguayos se estabacreando, por su influjo, el más apretado lazo quepudo atar a dos pueblos, a uno y otro extremo dela Platania. Pero vino la guerra al Paraguay; yaunque, ilusos, otros pueblos platenses creyeronhaberla ganado, en realidad despedazamos la uni-dad originaria, herimos el ideario de Artigas ycausamos tremendo dolor a la entraña eterna-mente viva de nuestra patria platense.

Sin embargo, cada vez que una profundaconmoción amenaza la libertad, hiere el senti-miento, tortura la carne de una u otra banda delRío, que Montevideo y Buenos Aires representancon honor, se produce en la otra la resonanciacónsona, lo que en la física es ya vibración simul-tánea de cuerdas, ya explosión simpática de infla-mables, que sólo ocurre con los cuerpos concer-

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tados y afines. Cifra y signo de una perduraciónesencialmente espiritual de la patria de Artigas.

En pocas palabras, José Artigas fue el brazodel corazón para los pueblos del Plata en las lu-chas de la independencia; y el cerebro más lúcidoen la empresa de estructurar para su felicidad, lasmás progresistas y democráticas instituciones.

Y aquí se impone una aclaración terminante:los aliados de Artigas, quienes le honraron con elbello título de Protector, fueron pueblos, multitu-des ansiosas de ser libres. En cambio, sus enemigosfueron gobiernos, ávidos de poder y dominación.Fue aquella una lucha de principios, de regímenes,de ideologías en pugna. No España, ni Portugal,ni Brasil, ni Buenos Aires. La masa de sus hom-bres nunca abrigó el más pequeño impulso de ven-ganza por lo que Artigas era o representaba.Fueron los antagonismos institucionales, la inerciamonárquica e imperialista, el furor del caudillis-mo ensoberbecido, las fuerzas creadoras de nues-tras patrias, a las que Artigas procuró encauzarcon diques de razón y justicia. No se culpe a nadiey, mejor, no se cultiven rencores por toda esaguerra al precursor de nuestras libertades. En lainfancia casi ignara y muchas veces bárbara, dela que salían los pueblos como de un letargo, aquelArtigas, aquel titán republicano, democrático, fede-ralista, romántico, culto e incorruptible, debióparecer hasta monstruoso y armado de peligros alver de materialistas, conservadores y déspotas. ¿Nonos dañaría el mismo sol, si apareciese de súbitoen mitad de la noche?

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Y ved esta importante constatación histó-rica: toda indebida conducta trae, en sí, el germende lo que habrá de oponérsele. El sistemáticoavance del portugués en el Plata fue el origen delartiguismo, rodela de su contención en las bandasfluviales pacientes; como es artiguismo toda reac-ción fraternal contra tan injusta política de partede los auténticos americanos del Brasil. Por cuan-to no es americano el concepto de la frontera - am-bición y la frontera - prevención; y sí lo es el de lafrontera - unión. Por eso América resulta ser ungran concierto de naciones en el que palpita, enespíritu y actitud, el ideario de Artigas.

ASCENDENCIA DE ARTIGAS

En 1726, al fundar el gobernador de BuenosAires, don Bruno Mauricio de Zabala, el baluartede Montevideo, entre los primeros pobladores vo-luntarios que trae de la otra orilla, figura unespañol, mitad soldado, mitad colono, dualidadbien sugestiva. Se llama don Juan Antonio Arti-gas. La etimología no podía serle más auspiciosa.La "artiga" no expresa una simple roturacióndel suelo. "Artigar" es, además de romper elterreno virgen, quemar antes la broza y dejarlopronto para la siembra. El vocablo "arte", de ars,tis, vale como "disciplina", "habilidad", "indus-tria", "conocimiento". Unamos ambas expresionesy observemos que gravita sobre el nombre delhéroe el sentido de una aptitud y un esfuerzo paravolver el erial en tierra de provecho...

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Algún signo dé superioridad, natural e irre-primible, mostraba el hidalgo, cuando un varóncomo Zabala lo nombró Alcalde del primer Cabil-do y, después, Capitán de los coraceros que mon-taban guardia en la erguida ciudadela. Los hijosde este Artigas eran todos bonaerenses. Y cuandollevaba ya ocho años de residencia y podía juz-garse cumplida su noble misión genitora, la esposapatricia, doña Ignacia Xaviera Carrasco, le da elbenjamín: Martín José, un oriental, quien ha demerecer, a su tiempo, los mismos cargos y honoresque su padre español.

De este criollo vino el procer máximo del Ríode la Plata, la encarnación del genio de su estirpe,el llamado a desbrozar una tierra noble, pero in-culta, de la maraña de servidumbre e incivilidadque la oprimía.

Vale decir, que el primer Artigas, el que trajode la orilla occidental a la oriental del Río susimiente predestinada, vino como fundador delbaluarte que fue base de la nacionalidad uru-guaya y destinado a la contención de las invasio-nes lusitanas. Ya veremos en qué circunstanciasel mismo pertinaz invasor determinará la carreragloriosa del ilustre nieto, en cuya vida se confun-den las hazañas de la epopeya con los martiriosde la tragedia.

Dice la correspondiente partida de bautismode la Iglesia Matriz:

"El día 19 de junio de 1764, nació José Ger-" vasio, hijo legítimo de don Martín José Artigas"y doña Francisca Antonia Arnal, vecinos de" esta ciudad de Montevideo; y yo, el doctor Pedro

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" García, lo bauticé, puse óleo y crisma en la Igle-" sia Parroquial de dicha ciudad, el 21 del expre-•" sado mes. Fue su padrino el doctor Nicolás Za-" mora." Aclaremos que Francisca Antonia PascualRodríguez es el verdadero nombre de la madre delprocer,

EL HÉROE CMOLLOJosé Artigas, como luce en todos los docu-

mentos con su firma, se educó en el convento delos padres franciscanos, recibiendo la mayor ilus-tración y cultura que podía proporcionar la coloniaa los hijos de las familias social y económicamentemás encumbradas.

Tales enseñanzas, lógicamente incompletas,pero sin lo libresco y excesivo de hoy, no obstabanel desarrollo de la personalidad. En una etapa detransición entre dos épocas, dos concepciones dis-tintas de la vida, dos regímenes trascendentales yen pugna, contrastaban en las colonias de Amé-rica: el espíritu conservador y el aliento revolu-cionario. Hasta en el ambiente familiar ello dabamotivo al permanente conflicto creador. Era comouna resonancia íie la Declaración de la Indepen-dencia de los Estados Americanos del Norte, pro-ducida el 4 de julio de 1776, y la de los Derechosdel Hombre y el Ciudadano, en la ConvenciónNacional Francesa de 1793. Pero la más hondapalpitación nos venía del propio seno de España,todavía señera en los destinos del mundo, comouna inquietud reformadora de las instituciones,con su proyección natural hacia sus hijos deAmérica. - -

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Ese eco tuvo por acá dos clases de intérpretes.La de los españoles liberales, unidos a los ameri-canos educados en España; y la otra, totalmentecriolla. Sus diferencias habrían de manifestarse enla misma Junta de Mayo y dar origen a rivalida-des y enconos. Entre aquéllos primará el atavismo,ya como intento a no desligarse de la metrópoli,ora en el sueño de mantener en estos lares el ré-gimen monárquico. Para tales revolucionarios elproblema era de libertad y no de independencia;un poder comerciar sin dictaduras, un derecho deaspiración a los cargos públicos y otros privilegiosdel español. Era más una conquista de bienes posi-tivos que de satisfacciones idealistas.

Artigas, en cambio, fue el arquetipo del crio-llismo, del americano de pura cepa. En él hallaronsu asta más digna todos los lábaros espirituales,románticos y verdaderamente nueve» de un granpueblo en su hora capital. Él simbolizó juntas- laLibertad y la Independencia en el Río de la Plata.

Hubo otros eminentes varones, pero nuncatan completos como Artigas. Moreno centralizó ysostuvo con dignidad y valor la idea de la inde-pendencia, mas no alcanzó a vislumbrar un sis-tema que pudiese impedir, con la rotura del nexoen España, aquélla de la unidad en América.Todavía admiramos sus radiosas ideas desde laspáginas de "La Gaceta". Empero, cegado por unapasión solar, probó en Cabeza de Tigre, haciendoajusticiar a hombres beneméritos como Liniers,que era pasible de exaltación inmisericorde. ¡Y

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hemos oído ál verbo de Mayo! Otros llegarán mu-cho más tarde y actuarán con menos apremio.Querrán mantener en América los privilegios dela Monarquía. Pero sobre sus inmensas virtudes yomitiendo las excusables fallas que los hicieronincompletos, está el sentido esencial de nuestrafilosofía rioplatense: no fueron héroes del Río dela Plata, cuya madre lo es de nuestros pueblos.Hubo, también, exponentes de vigorosa personali-dad en varias de sus expresiones preponderantes;el caudillo, el militar, el tribuno. Y ahí están losGüemes, los Balcarce, los miembros de la Junta.Artigas es todo eso a la vez. Los más se solevantany ensoberbecen contra España. Artigas es el intér-prete de una revolución ante el mundo.

Viene de familia patricia, en situación social,económica y políticamente espectable. Es hijo deun criollo, soldado y civilizador. Nació, creció, seeducó y actuó, siempre, junto a los cursos de la Pla-tania. Montevideo, Río Grande, Corrientes, Asun-ción, los puntos cardinales del Río, conocen susempresas. No amó la vida artificiosa de la Ciudad.Rehusó el gobierno y el fastigio. Prefirió la Cam-paña, el mando del ejército de la libertad, la sen-cillez del gauchaje, la austeridad espartana en lascostumbres. Bolívar y San Martín sintieron lapasión de las montañas; fueron cóndores de losAndes. Artigas fue el águila de las pampas, y susplintos dilectos fueron las más erguidas barran-cas del Paraná y el Uruguay, losados brazos delPlata.

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SOLDADO DE LA LIBERTAD

Es el 25 de Mayo de 1810.Todas las naciones hoy políticamente separa-

das, pero tributarias del Río, tienen ascendenciade Mayo. El Grito de Mayo es una gloria riopla-tense. De la capital del virreinato del Río irradia-ron los lampos de libertad hacia todos los hori-zontes dé la enorme cuenca. La idea de Morenosubió con Balcarce hasta el Alto Perú, hoy Bolivia;y con Belgrano hasta el Paraguay. Pero todo eseímpetu revolucionario no abarcó sino la BandaOccidental de las pampas de agua y limo. Eramenester asegurar la otra, la Oriental, depampas de granito, enérgicamente sometida ba-jo el virrey Elío. En su investidura se cen-tralizan ahora las potestades de la metró-poli, allá en plena crisis ante la espada deNapoleón. Y era Montevideo, "la muy fiel y recon-quistadora" cuando la invasión del inglés, su for-taleza segura e imponente. Las guarniciones enColonia, San José, Canelones y Maldonado, for-maban como un arco de seguridad sobre la cuerdatensa del estuario. La flecha reaccionaria, en elpuño del Cerro de Montevideo, apuntaba original-mente hacia el amenazador dominio de Portugal,pero en esa gran hora había cambiado de sentido,y amenazaba al corazón de Mayo. Se hacía nece-sario el hombre capaz de arrancar al valiente espa-ñol su arma cada día más inquietante. La JuntaRevolucionaria no tuvo peligro mayor, en calidad,en fuerza y en cercanía, todo a la vez. Ese hombre

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llegó como llovido del cielo. Era de los creadoresdel famoso regimiento de Blandengues, destinadoa la garantía del orden interior y la seguridad dela frontera y su actuación en el cuerpo había me-recido los mayores elogios por su probidad y recti-tud, alcanzando el grado de capitán y el cargóde ayudante mayor, la dignidad suprema a quépodía aspirar quien no fuera español de nacimiento.Cuando las invasiones inglesas se desempeñó congran brillo en la otra margen, en la defensa deBuenos Aires, y en ésta, en la de Montevideo.Émulo del teniente de Maratón, estuvo a punto deperecer trayendo a la Banda Oriental la noticiade la victoria sobre los invasores. Ese oficial, quéostentaba la máxima jerarquía criolla, que inte-graba el cuadro de brillantes militares de uno délos regimientos mejores de España en lares delRío, que de la seguridad buscaba la aventura, quedel suelo de sus padres corría al servicio del desus hermanos por la causa de la libertad ameri-cana; ese lírico, ese patriota, ese oriental, es JoséArtigas.

Ha llegado el momento en que va a entrarArtigas en la escena del procerato.

Hasta entonces su vida había transcurrido sinmayor oportunidad para el relieve de su genio. Susprimeros años, hasta la juventud, los pasó bajo laégida de sus padres y preceptores, ya en la "azo-tea de los Artigas", en el Sauce, hoy monumentonacional y meta de peregrinaciones patrióticas; yaen las aulas de Montevideo, con la mocedad doradade la época. ¡

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Su probada cultura quita valor a la ligereza dequien quiso ver en el ideario del procer la influen-cia de los brillantes secretarios que tuvo el méritode elegir. No. La exquisita espiritualidad, el hondopensamiento, el inflamado estilo, la socrática con-ducta fueron atributos propios, eminentes e inmu-tables de Artigas, cualquiera fuese el curso de sufortuna. De modo que, mientras sus colaboradoresfueron distintos en el correr de los años y en el

..mudar de los acontecimientos, las ideas y las acti-tudes de Artigas se mantienen constantes, incon-movibles, impolutas. Y su voz seguirá pregonando,con el mismo énfasis original, romántico y tribuni-cio que caracteriza a los más grandes varones dela Independencia Americana, hasta el umbral delostracismo. Siempre alta resonará esa voz, que cienpueblos escuchan, desde que pisa el solio de la Jun-ta de Mayo y promete a sus prohombres encenderen el oriente la antorcha de la libertad, hasta queenmudece a la orilla del alto Paraná en 1820.

Todavía seguirá vivo treinta años, siempremudo hasta la hora de morir, en 1850. Ya inter:'pretaremos el sentido trascendental de su silencio.'¿Silencio? No. Como esos ríos que desaparecen dégolpe, pero para seguir corriendo torrenciales bajóla superficie mudable de la tierra, y reaparecer maslejos, más impetuosos, sonoros y cargados de po-tencias vivificantes, también el acento de Artigas,depurado en los filtros del tiempo y enriquecido conel alma más recóndita de nuestro suelo, brota hoycomo trompeta de plata, en una diana de victoriaque no se apagará ya nunca.

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CULTURA DE ARTIGAS

Dígase bien claro que Artigas tuvo aficionesliterarias, como lo aseguran sus mejores biógrafosy lo muestran sus admirables cartas, muchos decuyos pensamientos merecen la calificación depoemas, tanto por la belleza de la forma como porla profundidad y sugestión del concepto. Palpita-ban en su alma y a la vez, un poeta y un filósofo.Eso es virtud de nuestra estirpe, en la que el verda-dero soldado no es el bárbaro agresor, sino el es-cudo de la cultura de un pueblo. En nuestros orí-genes helenos, Esquilo es al tiempo que padre de laTragedia, el gladio de los libres de Maratón. Cuan-do el apogeo de la latinidad, Marco Aurelio conciliola austeridad del mando con el grácil ejercicio de lafilosofía. En la vieja España, Garcilaso creó, entrecombate y combate, la nueva poética castellana;mientras que Cervantes, héroe en Lepanto, fundabacon el Quijote la arquitectura y el espíritu de nues-tra lengua. Aquí, en América, Ercilla esgrimió lapluma de La Araucania con la misma noble manoque blandía la espada civilizadora. Y Bolívar prime-ro y Martí después, fueron tan esenciales poetascomo extraordinarios libertadores.

De igual modo y digno heredero de semejanteraza, Artigas vivió como lo quería su nombre, li-brando la frondosidad de la palabra de confusión yaspereza, para que resaltase dignamente la calidadde su mensaje creador; artigando el terreno virgende la patria en procura de una siembra de grandesprincipios y conmovedores ideales. Vedlo así, en

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trance de inspiración sostenida, de suerte que susproyectos, sus epístolas y sus sentencias traducen yarmonizan el substrato de la cultura adquirida y elatuendo de su natural y fecundante lirismo.

En la etapa que padecemos, cruel y materia-lista, descreída e interesada desde muchos puntosde ver, resulta propósito difícil interpretar cabal-mente a estos seres de excepción, imaginativos yfervorosos, creadores e idealistas, de cuya maderade recio corazón y delicado perfume se han talladoen los siglos, por el escoplo de la divinidad, los masbellos arquetipos humanos: héroes y mártires, ar-tistas y profetas.

Se cumplió con Artigas esa relación cabalentre espíritu y sustancia, de la flor a su aroma. Siel alma era grande, el continente era hermoso.

Las descripciones que nos hacen cronistas con-temporáneos suyos, americanos y europeos, coin-ciden en afirmar la prestancia varonil de Artigas.Ni magro, pequeño y cetrino como Bolívar; ni cor-pulento y reposado como San Martín. Era el tipoideal del hombre caucásico; de estatura mediana,cuerpo esbelto, porte gentil, actitudes elegantes ymovimientos enérgicos y seguros. Lo notable era sucabeza, coronada de una cabellera nutrida, en ondascolor castaño con reflejos de oro. Solamente laspatillas limitaban el despejo del ovalado rostro, enel que se destacaban la frente ancha, los dulces ojosazules, la curvada nariz, la boca sensual y el men-tón voluntarioso. El sol y el pampero habían bron-;ceado su tez. Las largas y abundantes cejas, sepaTradas por dos arrugas verticales y sobre aquel pico

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y junto a aquel azul, eran como las dos alas de unáguila revolando sin tregua; como si su propio pen-samiento caudal se hubiese objetivado en un símbo-lo elocuente de potencia, majestad y elevación.

Así como Bolívar, sin ser un llanero, llegó ahacerse adorar por aquellos tremendos varones delos llanos de Venezuela, también.Artigas, sin ser ungaucho, fue el ídolo del gauchaje de las pampas ño-platenses. Ambos son exponentes del criollismo ame-ricano.: Así lo señala el General Vedia: "Le vi porprimera vez en una estancia a orillas del Bacacay,circundado de muchos mozos alucinados." Y paraque ello fuese posible, en medio de tan bravos hom-bres y naturaleza, se necesitaba ser un exponentede templado carácter, temerario valor, adaptaciónal medio, amor a la libertad, únicos títulos valede-ros al prestigio entre las inmensas llanuras fluvialesdel Río de cien ríos.

"Hablaba quedo y pausado" —afirma el sabioLarrañaga. Puesta en sus manos, primero la suertede los intereses familiares y más tarde la de su pue-blo, el sentido de la responsabilidad le puso un tonograve en la voz y en el gesto, adelantados como cen-tinelas de la emoción y el pensamiento. Con el cre-cer involuntario de su autoridad, se fue haciendomás reflexivo, austero y solemne. Es privilegio deAmérica. Todos sus eminentes soldados culminaronen apóstoles.

Al cabo de sus estudios, aquel hijo y nieto decapitanes sintió nítidamente vocación por las ar-mas. Fue como una adivinación de la gran hora quevéñía. Su poderoso instinto se anticipaba al llamadodé la acción. Y, todavía: urgido por esos deberes

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menudos que suelen mutilar las inclinaciones dé^biles y que son, empero, acicate de las resolucionesprofundas, trocó las horas tranquilas de su educa-ción y afanes en Montevideo por las azarosas enla Campaña, a objeto de proveer de frutos la ba-rraca de comercio paterna, ubicada a la vera de losmuelles. Según Cicerón, más que en el pensamien-to "es en la acción que la virtud se destaca".

EL HIJO DE MONTEVIDEO YLA CAMPAÑA DEL PLATA

Fue desde entonces para Artigas, un ir y venir•de a caballo sobre la dilatada desolación de las lla-nuras y extensiones apenas onduladas, a veces fra-gosas, atravesada de cursos y pantanos de los innu-merables tributarios del gran Río, hasta las másremotas cabeceras del Plata: las Misiones lindantescon el Paraguay, el Río Grande que penetra en elBrasil, la extensa Mesopotamia Argentina. Y era elfoco y el centro de sus afanes y sus caminos, eseMontevideo colonial y cada vez más crecido de in-dividualidad y poder, el mejor puerto de toda laPlatania, rival ahora del mismo Buenos Aires enel comercio de los productos rioplatenses. Pero silas ciudades no unian, la Campaña enlazaba con lostientos trenzados por las huellas de las carretascargadas de lana, cuero, tasajo, yerba, tabaco, ca-ña. Se comprende de todo este constante salir yvolver a Montevideo, que en el cénit de su carreramilitar y política, hubiese Artigas soñado que nin^guna otra Ciudad merecía, como su cuna, el honor

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de ser la capital de unos Estados Unidos del Río dela Plata. Por cuanto para él resultaba ser tan mag-no puerto y baluarte, el nexo de todas las provin-cias de la platanidad; algo así como su propio pe-regrinaje plasmando naturalmente en una concep-ción política: el federalismo.

¿Y qué otra cosa debe ser la capital en suesencia, si no foco de irradiación de la cultura ycentro de conjunción de la riqueza? Aquí había na-cido y palpitaba lo más suyo: sus padres, su hogar.Sin embargo allá estaban sus amigos, sus admira-dores, todos los pueblos que recorría y amaba. Deesta suerte, entre tales vínculos, sobre el bloque deun temperamento tan singular, se iba conformandola fisonomía procera, a los golpes de un buril pro-videncial.

Aquel trabajo que se dijera oscuro, vulgar yrutinario, de comunicación constante entre el cul-to ciudadano y los estancieros que dominaban conlos bastiones de sus fuertes viviendas las ondula-ciones y arterias del corazón platense; ese continuoreconocer parajes, cruzar vados, asimilar costum-bres e interpretar aspiraciones; este familiarizarsecon las ventajas o las dificultades de los ríos, las ba-rrancas de sus costas, los abrigos de sus montes yserranías; el permanente justipreciar recursos deunas y otras comarcas, tuvo necesariamente hondatrascendencia en su calidad de Caudillo. Si Monte-video forjó en Artigas el hombre de pensamiento, laPlatania lo templó para la eficacia de la acción. Laépoca lo hará el hombre de la libertad. He aquí labella trinidad de su destino.

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ARTIGAS Y SAN MARTIN

San Martín quiso, supo y pudo ser un General.El Ejército es unidad compleja, armónica, propor-cionada y cabal de fuerzas morales, intelectualesy materiales, obedeciendo al vértice de una volun-tad en la pirámide jerárquica. Portento de ciencia,carácter, método para volver homogéneo lo distin-to, para poner orden en el caos, para encerrar lomultiforme en lo uniforme, para someter las indi-vidualidades en la personalidad del todo. Milagrode la instrucción y la disciplina. Creado ese pro-digio, es menester conducir el vector resultante decuantas fuerzas lo integran, animarlo con la acele-ración de un ideal, aplicarlo en el punto decisivo, enel momento oportuno y desde una dirección con-veniente. Organizado con ciencia, debe ser emplea-do con arte. La destrucción del ejército enemigo essu exclusiva finalidad. En ello se juega el honor, lalibertad y la vida de la patria.

La gloria de San Martín fue crear el famosoEjército de los Andes, cruzar con él la Cordillera,aplicarlo en las victorias inmortales de Chacabucoy Maipú, conquistar así la libertad de Chile y re-montarse, en vuelo condorino de sus lábaros, al Pe-rú y aun hasta el Ecuador, en un grandioso sueñoemancipador para todos los pueblos hermanos delPacífico.

San Martín, formado en el ejército español, fueparadigma del soldado perfecto. Se hizo veterano enlas campañas de la metrópoli cuando todavía eramaestra del mundo. El personificó el método. Tuvo

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los medios. Tuvo el tiempo. Tuvo el espacio. Y tuvoel genio militar.

Artigas fue otra cosa y le. correspondió otromundo. No primaba en él la condición militar, sinoel genio político. Vistió el uniforme, pero no porque.fuese apasionadamente soldado, sino porque el em-pleo de la fuerza organizada era el único modo deimponer el orden en aquella campaña casi desierta,asolada por el indio bravo y el matrero; después,para emanciparla toda unida de la injusta dictadu-ra de Europa. Fue militar, antes para garantir elorden, luego para conquistar la independencia, enseguida para mantener la unidad. No hizo escuela,de las armas, pero sí de los pricipios. Falto de me-dios y de tiempo, debió lanzarse de súbito a la ba-talla, urgido por la angustia de los patriotas deMayo.

Sin menoscabo de la gloria ajena, su situaciónespecial sirve para medir la calidad de su gloria.La aptitud de los escuadrones de Blandengues, éncuyo regimiento se nutrió de nociones bélicas, nopudieron ser extendidas a las masas de campesinosque se agruparon alrededor de su bandera. Pelearoncon él y por él los arquetipos de la platanidad: elGaucho y el Indio de las llanuras. Y a veces todala gleba de sus pueblos en marcha lo siguió como aun profeta, en el pintoresco y conmovedor desordenque correspondía a la desesperación de la hora. Ylos acontecimientos aciagos le impusieron la guerrade recursos, el batallar sin reposo con fuerzas hete-rogéneas e improvisadas, contra ejércitos regularesy poderosos. Y será en uno de esos momentos crí-ticos que proclamará su preferencia de "unos pocos

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hombres; para sujetarlos en los regimientos", y noesa bandada, típica y caótica, que se llamó la Mon-tonera. Pero acosado hasta el fin por enemigos con-currentes y desde todas direcciones, no tendrá másesperanza de resistirlos que penetrando en las selvasdel Paraguay, sea para excitar el apoyo de sus an-tiguos aliados, tal vez a improvisar con indios gua-raníes las últimas armas de la Independencia ago-nizante. Mas los brazos de esas selvas lo aprisiona-rán para siempre.

Ya con piedra de los Andes o con limo delPlata, lo sublime radica en el pensamiento creador.El Paso de los Andes y el Éxodo del Pueblo Orientalson. igualmente páginas de oro de la epopeya deAmérica. Con Bolívar, los tres quijotes van a lájineta delante del pueblo que les cupo en suerte;y los tres, desde puntos distintos: los Andes, la Pla-tania y la Orinocia, han de encontrarse para fra-ternizar baj o el Panteón de nuestras máximasglorías.

EL SOLDADO DE ARTIGAS

¿Cuál fue el soldado de Artigas?Aquel Gaucho. Aquél Indio.El Gaucho conoció a Artigas en los rodeos, en

las yerras, en las domas; por las haciendas y lossaladeros. Se cruzó con él al paso de las tropas devacunos, lanares y yeguadas; en las correrías a losbandoleros y contrabandistas sobre la frontera don-de Artigas fue el custodio querido y respetado porlos hombres de bien. Sus manos muy blancas estre-

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chan fraternalmente las manos mas oscuras, reci-biendo con idéntica gratitud el mate dulce de laspaisanas y el amargo de los graves varones mele-nudos. En nuestras tierras y entre americanos notrascendió la diferencia de raza como problema so-cial. Hay gauchos rubios, que heredaron del espa-ñol el instinto del honor y el coraje; gauchos negros,descendientes de los esclavos del África y esclavosellos mismos, leales, simples, valientes y de corazóninfantil; hay gauchos mestizos, buenos y malos;pero todos son tremendamente corajudos y propen-sos a la rebeldía. Artigas amó sus ranchos de terrón,cubiertos con la paja brava del Río y armados conel ramaje retorcido y duro de los árboles de suscostas. Amó sus guitarras, sus canciones, sus creen-cias, sus costumbres, sus leyendas. Y para conciliaren su propio continente la prestancia del uniformede Blandengue con la pintoresca indumentaria delgaucho, para hermanar el soldado al montonero, envez del capote militar se puso el poncho, el alqui-cel del árabe sobre la casaca guerrera; y cubrió sucabeza con el sombrero paisano de alas anchas,hermano del chambergo romántico de la alferecíacastellana, y cuyos barboquejos afirmaban los gau-chos entre los dientes, en el revolar de las galopadassin freno. Y amó, en fin, el caballo criollo, que eracomo la mitad inferior de aquel centauro; pequeño,infatigable, sufrido, noble y fiel como el abueloárabe y el padre andaluz, manchado de todos los co-lores como fulgente de todas las virtudes. PorqueArtigas vivió treinta años de a caballo.

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El Indio supo que Artigas era misericordioso,que le subía del corazón una protesta viril contrael proceder de conquistadores, mitayos, encomen-deros y cuantos explotaban, perseguían y martiri-zaban al verdadero señor de América, desde hacíatres siglos, sin piedad y sin tregua. Que rechazabaindignado el terrible dilema del aborigen: ser bestiade trabajo o vivir perseguido como a fiera. Y en lasbronceas entrañas debió despertar una resonanciade ternura antes desconocida, aquel Tabaré real,de ojos azules, sangre española y espíritu america-no, que los hacía respetar, que se acercaba de pasoa sus tolderías, que escuchaba atento la voz profé-tica de los caciques, que aceptaba el trago de chi-cha de maíz en sus toscas escudillas de barro, quemiraba con amor y pena el desfilar de guaraníes,charrúas y guaicurúes contra el espejo de las lagu-nas y el friso de las cuchillas pampeanas, lanza enmano, sobre el caballo salvaje, en un cuadro a lavez bárbaro y conmovedor.

Llegará un día memorable, nunca lo suficien-temente justo en los anales reivindicadores deAmérica, en que habrá de esculpirse para su mayorejemplario, una frase de Artigas, la más sublimepronunciada por el hijo del conquistador sobre latierra de sus hazañas; "Los indios tienen el princi-pal derecho". Nadie dijo, tan clara y firmemente,tamaña verdad antes que él.

Pues bien: se fue estableciendo una confrater-nidad entre aquellos hombres, en aquel medio, enaquella hora. Una comunión entre el espíritu de

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Artigas y la xnasa.de su pueblo. La Platania entera,lo fue acercando a su corazón, inmenso y profundo.A su vez Artigas fue adaptándose a la vida de lacampaña, adquiriendo las cualidades de su mora-dor, haciéndose apto para las enormes marchas dea caballo, resistiendo con estoicismo las privacio-nes físicas y los sufrimientos morales, soportandocon semejante impasibilidad el fuego del sol y lasgélidas rachas del pampero. Y lo más importantede todo: aprendió el sentido, diríamos telúrico, de lalibertad que animaba en el instinto al hombre delas ilimitadas llanuras rioplatenses, el gran soldadoen potencia, que pronto llevará hacia todos los rum-bos, con el empuje de su naturaleza bravia, los prin-cipios fundamentales de la Revolución de Mayo,gloria imperecedera del Río de la Plata.

EL CAUDILLO DE LAINDEPENDENCIA

Tal suerte de varón no aceptaba al Jefe, en elléxico del arte militar. Cuando Napoleón, genio gue-rrero y arquetipo del profesional de las armas, in-vadió España, fue el pueblo quien derrotó a susmagníficas tropas en la que se llamó "guerra acuchillo", cumpliéndose la sublime respuesta dePalafox, que con tales palabras mostró el templé denuestros padres, al general granees que exigía larendición de Zaragoza. La aptitud de improvisaciónes característica de la raza, como lo es el arrebatopasional. El conductor de las fuerzas populares tie-ne, allá y aquí, un nombre: el Caudillo. Aquel sol-

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Córdoba ofrenda a Artigai, con una eipada de honor, lostítulos de General y Protector.- Año 1815.- Placa en bronce.

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dado del instante, difícil de sujetar, con, una intui-ción admirable de la dignidad humana, hacía unaelección tácita, espontánea y definitiva de su cau-dillo. Y a su vez el caudillo sabía, con pasmosanaturalidad, que lo era, que había nacido paraserio.

En nuestros días, un intelectual rioplaterisé,que presidió el Consejo de Educación de Santa Féjtuvo el hermoso gesto de adelantarse al prosceniofluvial proclamando que Artigas "es el fundador denuestro federalismo y el primer gran caudillo delRío de la Plata". Y se repetirá en la sesión solemnedel 23 de setiembre de 1950 de la Academia Argenrtina de la Historia, que Artigas es "el primer caurdille de la revolución argentina". Ya escucharemosmuchas eminentes voces argentinas sosteniendo esalúcida verdad en homenaje al gran procer, nuestromáximo libertador común.: Al clarín de Mayo respondió el alarido de la

montonera, en una empresa sin segundo, que luceun nombre lleno de sugestión: la patriada. El ilus-tre argentino doctor Alfredo Palacios, en resonantedisertación cumplida a1 fines de junio de 1947 en. lafamosa Universidad de San Marcos, en Lima, hizoun elocuente panegírico de aquella masa de despo-seídos que por todo el linde de la patria se al-zaba reclamando liberación y autonomía. "Hemoscondenado a la montonera sin oírla", afirmaba conrazón. Y deteniéndose en la figura de Sarmiento,dice de éste: "Desdeñó la tierra y no comprendió eipapel del gaucho y la montonera, que llevaban ensu entraña el instinto de libertad y el principio desoberanía, marcando así el destino de las democrar

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cías esenciales en el Río de la Plata". "El principiode la soberanía popular estaba en el pueblo queacaudillaba Artigas".

Fue una lucha del criollo altivo contra el es-pañol intransigente; prolongada entre el gobiernode la ciudad, ajeno a los grandes problemas socialesdel campo, y las masas del hombre de la tierra, an-sioso de justicia. Entre esos extremos, Artigas re-presentó y condujo tanto la parte de la Indepen-dencia como aquella de la Democracia.

Los hijos de las llanuras platenses, que se ju-gaban la vida a cada instante entre sus potros ce-rriles y sus toros salvajes, carniceros en su alimen-tación como los pumas y jaguares en las marañasde sus riberas; los hombres cuyos largos y filososcuchillos saltaban de las vainas a las manos por unamirada algo fija, por el tono un poco alto de la voz,por la más leve ironía en la sonrisa; los gauchosmelenudos como leones, férreos como el ñandubay,infatigables como el galope del sol en las cuchillas;los varones que en ese instante tiraban el lazo so-bre del testuz del bruto a la carrera, o descuereabanla res semiviva, o alzaban el adobe de sus ranchosen desafío al pampero, o recibían por turno la ca-labaza del mate amargo en la rueda patriarcal delos fogones; o jugaban al truco, o corrían la penca,o bailaban el gato, o escuchaban al payador; loshijos" de la Platania, en fin, al oír la clarinadade Mayo, se detuvieron de súbito, como si los hu-biese tocado el aliento de una divinidad.

Para saber lo que costó la patria, hay que sa-lir a caballo, cruzar la tierra desolada, cansarse

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hasta el martirio, sufrir el castigo de la lluvia, elfuego del sol o el látigo frío del pampero. Y todavíafaltarán el hambre, la desnudez, el desamparo. Ytodavía faltarán la opresión, la injusticia, el hosti-gamiento. Por último, la guerra, el peligro, la muer-t e . . . Recién entonces ciertas nobles palabras co-brarán su significación y belleza: Libertad, Demo-cracia, Heroísmo... Ahora es el momento de valo-rar la deuda de gratitud con el ayer y latrascendencia de nuestro propio paso en la direccióndel mañana.

Aquellos grupos de hombres, separados aveces por distancias de leguas, se sentían emperoatados por hilos invisibles y tenaces. Corría entreellos, en las grandes horas, como una onda telepá-tica, de sugestión colectiva. Un hecho notable, unaverdad poderosa eran intuidos simultáneamentepor todos los miembros físicamente separados dela gran familia de las pampas fluviales. La mu-chedumbre de los criollos, recobrada ahora su al-ma, se hizo multitud. Nacía la Patria.

Al unísono, desde el ejido de las ciudades ylos pueblos a los confines más remotos de la pla-tanidad, los gauchos de toda una expresión geo-gráfica, o pago, se concitaban en silencio en tornodel fogón principal de sus veladas. La noche se ibaen un aprestar de armas y aperos. A la hora pre-cisa, entre la oscuridad de la madrugada, salta-ban a caballo. No faltaba un solo varón. Estabanlos abuelos de barbas patriarcales; los hijos, delargos cabellos atados a nudo de vincha, los nietos

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infantiles, soltados prematuramente del regazomaternal. Mudos y sombríos rompían la marcha, altrote corto de los baguales. A la puerta de los ran-chos algún sollozo de china joven se ahogaba en. elseno de la paisana vieja, el alma curtida de sufrir.Apenas el grito del tero y el chajá, apostados en elmisterio, anunciaban el paso de las sombras...

¡Nación extraordinaria! En cada círculo déhorizonte había un gaucho más gaucho que losotros, más valiente que las armas, más hábil quéel mejor estratega. Todos lo sabían sin que nadielo dijese. Y cuando los demás se movían como alconjuro de una orden sobrenatural, él, sin compren-der por qué, pero seguró como la misma fatalidad,empuñaba su lanza, montaba su potro y se plan-taba quieto en su propia cuchilla, donde estaba élcentro de los rumbos. Y cuando el trompa del soltocaba diana en su círculo mágico, el flamantecaudillo rompía a su vez la marcha, sin volversepara confirmar que todo el gauchaje del pagoavanzaba sobre su huella; que ya no lo abandona-ría jamás, cualquiera fuese la fortuna de la empre-sa; que no obedecería otra voz de mando que lasuya; que no podría interrogarlo nunca sobre elnorte a seguir o la hueste a enfrentar. Emperotodos, sin excepción, intuían lo necesario: un gri-to de libertad los llamaba, y los caudillos localesconvergían hacia él, con la tácita consigna de lavictoria o la muerte.

¿Dónde estaba el centro de los centros dis^persos? . .;

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, No era la Ciudad, como en las horas de paz,en los afanes del comercio. En aquel tiempo sepasaba con breve transición del poblado al' desier-to, de la civilización a la barbarie. Pero lo terribleera el abismo espiritual que separaba al ciudadanodel campesino. Perdura todavía la desestimacióncon que éste escucha los desplantes de aquél encuanto lo siente en sus manos. El menosprecio delciudadano es quizá una reacción de cultura. Peropara el gaucho es una defensa de su instinto deindependencia. El gaucho adivina que la Ciudades recinto, encierro, limitación, gobierno, leyes,convencionalismo, astucia y trampa. Y él es lanegación de todo eso o en tales formas. El gauchoes la libertad hecha hombre.

Ya podía Buenos Aires erguirse con su trom-peta de Mayo en la boca del Río. Los ecos se apa-garían en los límites de su fuero vernáculo. Deahí que los lúcidos talentos de la Junta pusierontropas regulares a las órdenes de 3elgrano y Bal-caree. Pero al Caudillo de los caudillos ningunafuerza podían darle que ya él no la tuviera. Poreso Artigas, luego de cruzar de Buenos Aires, conunas pocas armas y algunos recursos que le pro-porcionara la Junta, fue a situarse junto al pa-terno Uruguay, en el mismo corazón de la Plata-nia. Y esperó su gran hora. En ese momento semovían hacia él y desde todas direcciones, lascolumnas de guerreros improvisados, los hijos dela tierra sedienta de redención.

Bien pronto tendría a su alrededor escuadro-nes de blandengues y legiones de paisanos; sóida-

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dos los unos, gauchos los más. Jano maravilloso,una cara miraba a la Ciudad y la otra, a la Cam-paña. Era la dualidad del Jefe y el Caudillo.

-El.l~l.de abril de 1811 el conductor flamantede la patria naciente, investido con los atributosde Mayo, daba en Mercedes su grito, el verdaderopara los Orientales, el único henchido dé ese po^der de sugestión que es privilegio de los grandes,emancipadores, y a cuyo conjuro avanzaban lasmultitudes de los pueblos. El lo ha dicho: "Preve-nían mis deseos y corrían de todas partes a hon-rarse con el bello título de soldados de la patria,organizándose militarmente, en términos que enpoco tiempo se vio un ejército nuevo, cuya soladivisa era la libertad".

Y así arengaba a los pueblos:"Unión, caros compatriotas, y estad seguros

de la victoria... y tiemblen esos tiranos de haberexcitado vuestro enojo, sin advertir que los ame-ricanos del sur están dispuestos a defender supatria y a morir antes con honor que vivir conignominia en afrentoso cautiverio."

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ni

APOGEO DE ARTIGAS Y CREACIÓN DE LAPLATANIA

Victoria de Las Piedras. - Éxodo del Pueblo Oriental. -El demócrata de los congresos. - Las Instrucciones del

Año XIII, - La Liga Federal y el Federalismo deArtigas.

UN DRAMA EN TRES ACTOS

Dijimos que la historia es arte.Hay un arte en el vivir, que surge de combi-

nar actitudes, experiencias, vínculos, trabajos,luchas, ideas, al impulso de nuestra libertad crea-dora. Y su recreación por el filósofo de la historiaes también obra artística, de la que surge a lavez un deleite estético y una enseñanza moral.

Nada más emotivo y sugerente que el episodioo la tragedia de todo un pueblo. Que el estudio desus personajes, alguno esencial, estos principales,aquellos secundarios; unos admirables, otros in-

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dignos. Que los móviles, la acción y la pasión delargumento. Hay divisiones en cuadros y actos, se-gún los períodos del tiempo. Son obras de ideas,pues queda siempre un pensamiento capital, queparece ser el eje del drama. Y su autor no es elazar, sino que éste es un actor más, preponderan-te a veces, pero no otra cosa. El escenario es elsuelo de la patria y el espectador, el resto delmundo. Y su crítico, el porvenir.

Tres etapas ofrece la epopeya de los pueblosdel Río de la Plata, que son los actos del drama deArtigas, obra de pasiones e ideas, en la que elprotagonista lucha y se sacrifica por sus magnosidéales: la libertad, el federalismo y la democracia.

Lo primero fue la lidia por la independenciade España, la que ciega de exasperación estimulóel avance del portugués sobre la frontera del Uru-guay, etapa que se coronó con la unidad de lasprovincias del Río, bajo la égida de Artigas; y vade la Revolución de Mayo a 1816.

Después viene la contienda de Artigas contra eldespotismo del gobierno de Buenos Aires; proble-ma de. familia que aprovechó de nuevo el portuguéspara' lanzarse sobre el Uruguay; aciagos aconte-cimientos que alcanzan hasta 1819.

, Por último, se precipita la derrota de Artigas,abandonado y hasta combatido por algunos de sustenientes, el fin de la Platania con la desunión delas •provincias de la Liga Federal, la prisión delHéroe en el Paraguay y el desgarramiento de laBanda Oriental del seno rioplatense, anexada al

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Brasil con él nombre de Provincia Cisplatina, porel año 1820.

Vendrá después la reconquista de 1825, reha-ciéndose la fraternidad del Plata. Pero Artigas noestará en el escenario. Serán los tenientes fielesá sus principios quienes obrarán por él. Pero esmenester que transcurra más de un siglo para quelos pueblos lleguen a interpretar la magnitud y elsentido de su verdadera victoria.

Son, así, como los tres actos de la tragediaclásica: la creación política de la Platania; las lu-chas por su libertad y unión; por fin la muerte dela gran nación platense, con la derrota física desu Héroe.

EL GRITO DE ASENCIO

Buenos Aires dio, en 1810, el Grito de Mayo.'. Pero Montevideo se alzaba todavía como po-deroso baluarte de España.

Sin embargo fue en esta orilla donde alboreóla libertad.

• El 21 de setiembre de 1808, ante los graveshechos provocados en toda Europa por las ambi-ciones imperialistas de Napoleón, se intensifica-ron las rivalidades entre las dos grandes ciudadesdel Plata, acrecidas por la disputa de merecimien-tos cuando las victorias sobre el invasor inglés,pero multiplicadas hasta la rotura por las discre-pancias en materia de autoridad, al quebrarse elvínculo político con la metrópoli, en manos déBonaparte. El Cabildo Abierto de Montevideo des-

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conoció, aquel día, su dependencia del virreinato,representado por Liniers, rodeando a su goberna-dor, Elío, y dando así un extraordinario y nuncaantes visto en estos lares, testimonio de soberaníae independencia. Además de su importancia comoantecedente primicial, expresivo de la facultadomnímoda de los pueblos, base de las institucionesamericanas, lo es del derecho de autonomía des-pertado en los del Plata; antecedente jurídico delsistema federalista, que alcanza en el ideal de Ar-tigas su vértice más rútilo. Artigas descuella, así,como el exponente más representativo de la volun-tad autonómica de la América austral.

Con una diferencia capitalísima: Artigas esy será siempre enemigo de la anarquía, de todaescisión que comprometa la integridad espiritualy aun jurídica entre los hermanos de la gran fa-milia rioplatense y la americana. Él sostendrá laautonomía pero sin la discordia^ Nunca nos fati-garemos de repetir el principio al que se reducetoda su doctrina: la unión en la independencia.

En vísperas de 1810 las Juntas de España, querepresentaban al gobierno real y metropolitano,sustituyeron a Liniers con Cisneros en el virreina-to del Plata y, en Montevideo, al gobernador Elíocon Soria y a éste con Vigodet. Pero esos cambiosno solucionaron la desinteligencia entre las Bandasfluviales. Por el contrario, al estallar el movimien-to emancipador de Mayo, el cabildo de Montevideo,bajo la primacía del partido español, no reconocióla autoridad de la Junta revolucionaria, sometién-

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dose al Consejo de la Regencia, instalado en Cádiz.El grupo patriota de Montevideo se debatía en laimpotencia. Pero la Campaña Oriental se estre-mecía en ansiedad renovadora, sólo esperando elpronunciamiento de los caudillos.

Al comenzar el año 1811 vuelve don Francis-co Javier de EIío con el título de Virrey del Río dela Plata y con tropas de refuerzo para la plaza deMontevideo, que se erige, así, en capital del VÍTrreinato. Orgulloso, autoritario y opositor acérri-mo del criollismo, se aprestó a hacer de esta ciu-dad su base de operaciones contra la Revoluciónde Mayo. Y es en tan críticos momentos que Ar-tigas abandona las filas del español, se presenta ala Junta de Buenos Aires, le ofrece su espada y suprestigio y la vivifica con la solemne promesa deconcentrar en un ejército la campaña oriental delPlata e impulsarla como un ariete contra los mu-ros de la fortaleza reaccionaria.

En ese preciso momento ün caudillo local,don Venancio Benavides, sueña con ser él, y nadiemás, jefe de los Orientales.

Es ésta una figura de bárbara grandeza. Ungaucho corpulento, de bellísima estampa, corajeilimitado y con renombre de jinete y baquiano.Representa la voluntad criolla, intuitiva, irrepri-mible. Todo el paisanaje de la dilatada regióndel Río Uruguay, entre el Negro y el Plata, convarios centros vitales: Mercedes y Soriano al nortey Colonia del Sacramento al sur, sienten su

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influencia. Ese don Venancio, personaje casi le-gendario, al declarar Elío guerra a Buenos Aires,le responde con una proclama de emancipación,algo así como un eco dé Mayo: . • -. :

Es el 28 de febrero de 1811. Son apenas unosescuadrones de gauchos crudos, armados de tra-bucos, tercerolas y lanzas de tacuara. La Historiay el Arte han recogido ese gesto heroico, grabán-dolo con trazos indelebles, ya en sus páginas degloria, ora en el lienzo famoso de un Herrera. Esel Grito de Asencio, la primicia guerrera de laBanda Oriental, su adhesión intuitiva y frenéticacon los principios y los hombres de la Revolución.Hoy, a orillas del arroyo Asencio, la RepúblicaOriental del Uruguay ostenta el primero de sushitos fundamentales. De este modo, uno de' losmás pequeños afluentes de la orientalidad guardauna de sus más grandes leyendas: "Aquí nació laPatria".

A R T I G A S E N L AHEVOLUCION D E MAYO

Colonia del Sacramento, el clásico bastión ,de

la soberanía platense, supo responder con noblezaal clamor de sus hermanos. Es justo destacar lavinculación profunda que existe entre BuenosAires y la Colonia,,en la que se guardan tres siglosde tradición heroica y rioplatense. El emisario dela Junta fue recibido con intenso júbilo porél partido criollo, a cuyo frente se puso el sacer-dote José María de la Peña, y aun el comandantemilitar de la plaza, don Ramón del Pino.

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Alarmado Elío por el grupo español de la Co-lonia, envió allá, en naves armadas, al famosoregimiento de Blandengues, mandado por el. bri-gadier Muesas. El ayudante mayor de la bizarratropa era nada menos que José Artigas. El ascen-diente de la fuerza aguerrida se impuso a los va-cilantes como del Pino. Pero ya Artigas había to-mado su decisión y, quitándose de las órdenes deEspaña, acompañado por el cura de la Peña y otroscriollos de ley, protegido por el más gallardo vas-tago de la familia de la Quintana, de abolengopatricio, cruzó el Río como Mar y fue a encendersu alma en el verbo flamígero de Mariano Moreno.

Pronto, investido con la autoridad de la Jun-ta Revolucionaria, Artigas vuelve a la BandaOriental, cruzando el Río Uruguay por la Calerade las Huérfanas en los primeros días de abril de1811.

En ese momento el caudillo don VenancioBenavides, al frente de medio millar de gauchos,derrota a los españoles en San José, en el Colla yse apodera, al fin, de la Colonia el 27 de mayo, Pe-ro nueve días antes Artigas había ganado la ba-talla de Las Piedras, conquistando con ello las pal-mas de coronel y afirmando su prestigio total eindisputable sobre la campaña Oriental. Enton-ces el orgulloso don Venancio, defraudado en sussueños de fastigio, herido en su vanidad de: cau^dillo en. prominencia, abandona esta orilla dondenada puede hacer a su deseo y busca el apoyo di-recto de Buenos Aires. Desaparece así del escena-rio rioplatense, para morir despechado en . la

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batalla de Salta, se dice que bajo el plomo de lascarabinas americanas. Artigas ignoró ése drama.Su espíritu de titán miraba hacia los más límpi-dos y dilatados horizontes. Su afán era la Patriapara América; y América para la Libertad.

Esa es la hora en que entran los Artigas alescenario prócero. Ellos dominan y cierran aquelarco que circunda al Montevideo español. Haciael este opera don Manuel Francisco Artigas, her-mano de José, quien se apodera de Minas, SanCarlos, Maldonado y la fortaleza Santa Teresa, eriel extremo oceánico de la costa del Plata. En elcentro está Manuel Artigas, primo hermano dellibertador y antiguo soldado de Belgrano, quien,con Benavides, derrota al ibero en San José; yallí cae, herido de muerte. La Junta inscribirá sunombre ilustre en la Pirámide dé Mayo. En el oes-te está José Artigas, decisivamente victorioso.

Pero la Junta toma un actitud inexplicable.Subordina al héroe bajo Rondeau, figura sin ascen-diente en aquel suelo. La injusticia de ese gobiernohacia el caudillo autonomista, cuyas ideas habríaconocido en su presentación a Buenos Aires, nocesará ya nunca.

Como bien saben los hombres habituados alejercicio del mando, el cargo no es por sí solo unafuerza de autoridad. Por otra parte Artigas no esun Benavides. Pronto será el verdadero Jefe de losOrientales, por la voluntad de ellos mismos; perosiempre sacrificará la pasión a los mandatos delsuperior deber, desoyendo, por el interés permá-

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nente de sus hermanos, las mezquindades de todacircunstancia.

LA VICTORIA DE LAS PIEDRAS

Artigas, con gran sentido estratégico, se haplantado en una posición central, en Canelones,y magnetiza y atrae todas las fuerzas disemina-das de americanos. Sus precursores, desde los gau-chos de Asencio a los bisónos soldados de SanJosé, quebraron el arco. Pero será la victoria deArtigas a las mismas puertas de Montevideo, elmáximo bastión ibero en estos lares, la que parti-rá la flecha iracunda y arrojará sus pedazos alRío. El mismo Rondeau se desprende de parte desus tropas para reforzar al hombre llamado porel destino. Para que el espíritu de la platanidadesté con él, combatirán en sus filas bizarros patri-cios argentinos. Las cenizas de alguno de ellos seguardan hoy en la urna del Soldado Desconocidode la Independencia. Lo que acaece suele ser tariarmonioso y cabal que nos afirmamos en ver cier-tas páginas de historia como magníficas obras dearte, que, negando la dictadura del azar, procla-man la libertad de una superior inteligencia.

A su vez, Elío organiza un destacamento desus mejores soldados, pone a su frente al capitánde fragata don José Posadas y, con ojo de lince,Je señala la misión principal, que destaca como laúnica digna de sus temores: destruir a Artigas. Vaa darse la primera gran batalla de la Revoluciónde Mayo.

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La expectativa es muy justificada. La camparña del Alto Perú había ahogado el idealismo de, lacausa en la sangre de los mártires de Córdoba,comprometido el éxito en Desaguadero y si venciQen Suipacha fue para ajusticiar a los jefes adver-sarios. En contraste con ese proceder, Bolívar lle-gará a su hora para inclinar, magnánimo, la :su$rj-te de la futura Bolivia del lado opuesto al muni-do del Plata. La otra expedición, la del Paraguay,se replegó vencida por el despertar del sentimientounitario y separatista. Allá fue el odio; aquí, laanarquía.

La tercera empresa, la más grande, pura, yfructuosa, será de Artigas. Sólo costó a la Juntaun puñado de valientes y unos pocos recursos. Ellase cumplió con el sacrificio de la otra Banda, porel gran denuedo de los Orientales, sin la más levemácula para los principios de la Revolución, sinque Artigas mostrase una sombra de resentimien-to con el gobierno que lo había desairado en unainjusta distribución del mando militar, ni un adar*me de venganza hacia el hispano vencido, apesarde las horcas que éste había mandado levantarenel recinto de Montevideo para castigo de los pa-triotas. ;

Es la mañana del 18 de Mayo de 1811. Cosaextraordinaria: va a cumplirse el primer año de laRevolución, Es el mes de la gloria. Ese mismo díaBuenos Aires se entera que el gobierno de la Ma>-dre. Patria cayó en manos de Bonaparte, impo-niéndose por tanto la urgencia de establecer unaautoridad que centralice la vida pública de las

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Primera estatua erigida a la gloria de Artigai, proyectadapor el gran artista uruguayo don Juan Manuel Blanet yejecutada en loi iamoioi taller si Coala, de Florencia(25 de Agosto de 1698)- Bronce consagrado en casi todas

las capitales de los pueblos de América.

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vincias del Río. Ya el 4 de marzo de 1811, mientra?el cadáver de Mariano Moreno bajaba al lecho d§lestuario platense desde la cubierta de la fragataque lo llevaba al exilio, era Artigas quien sosteníael aliento inmortal, antes suyo, en la garganta delmás bello afluente del Río-mar. El hombre de Ma-yo ha muerto de una enfermedad del alma. Los delpartido de Cornelio Saavedra, su antagonista, sonahora dueños de la situación. En el seno revolucio-nario se agita la anarquía. Dos bandos: los fede-rales y los unitarios, fermentan su encono e inicianla lucha. Artigas, entonces brazo de Mayo, será bienpronto el cerebro y el corazón del sistema federal.Por eso y a su turno caerá, como Moreno, desde elpuente del fastigio, para hundirse vivo en el mar deselvas del hermano Paraguay. Mientras tanto, si seapaga un hachón, es porque la mano providente yaestá encendiendo, con la chispa postrera, la nuevaantorcha que habrá de iluminar otra etapa del in-

. terminable progreso. La Libertad no se detiene conla caída de sus mártires.

Allá va el capitán Posadas. La Ciudad lo viopartir con la esperanza puesta en su imponentearreo. Artigas está cerca. Son mil españoles contramil americanos. El primero ha hecho pie en venta-josas alturas; el otro mueve unos pocos escuadro-nes, ocultando el resto en la contrapendiente. Loseuropeos se dejan atraer por esa mano tendida y,recién al abandonar su guardia dominante, ven lasfalanges de la mano oculta dispuestas a cerrarsepara el golpe mortal. Un repliegue a tiempo los

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ordena en cuadro sobre otra loma, próxima alpueblo de Las Piedras, Ahí fue a buscarlos Ar-tigas con sus infantes. Apesar del fuego de fu-silería y cañón que los fustiga, los patriotas al-canzan las líneas adversarias, las enfrentan yrompen con tal denuedo que Posadas mira ha-cia Montevideo e inicia su repliegue. Mas el pre-visor Artigas tenía apostado, en lugar y tiempo pre-cisos, a su hermano Manuel Francisco, y cargan susescuadrones sobre el español, en el ápice psicológi-co de la liza. Ha triunfado el genio militar sobre lamayor veteranía y el más poderoso armamento. Labatalla se inició poco antes del mediodía y eran lascuatro de la tarde cuando se rendía el ibero. El mag-nánimo vencedor quiso recibir la espada del venci-do de manos de un sacerdote, respetó la vida de susprisioneros, supo evitar inútil derramamiento desangre en la culminación de la lucha y consoló enla desgracia a los enemigos que habían puesto in-fame precio a su cabeza. Así escribía a la Junta deBuenos Aires, que lo subordinara injustamente auna autoridad menos capaz y a la que hoy sosteníacon la resonancia de su victoria: "Son los momentosen que me considero elevado por la fortuna al gradode felicidad más alto, si las armas de mi mando hanpodido contribuir a perfeccionar la grande obra delibertad de mi amada patria".

Con esta pureza de conducta salvó Artigas lacausa de la Revolución de Mayo en la hora máscrítica de su destino.

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SITIO DE MONTEVIDEO

De inmediato se adelantó con banderas desple-gadas a poner sitio a su ciudad natal, Montevideo,con la esperanza de rescatarla para los patriotascomo fruto de sus trabajos, derecho de su capacidady premio de su gran victoria. ¡Pero no! Para la Jun-ta, Artigas debía sembrar sacrificios y Rondeau,recoger palmas. Cuando éste vio rendido a Posadasy desmoralizada la plaza, supo decir candorosamen-te, señalando los muros del recinto: "Ahí están loslaureles que han de coronar nuestras frentes".

Pero si Buenos Aires era ingrata, la Campañafue justa. El renombre del Héroe corría por los ríosy las colinas de la Platania y su triunfo remozabael prestigio y la fuerza de la Revolución. Se conmo-vían ahora hasta el ceñudo Paraguay y la orgullosaCiudad de los Virreyes. Tanto relieve fue cobrandoel perfil del vencedor de Las Piedras, que en el ejem-plar del 21 de enero de 1812, afirma el cronista de"El Censor" de Buenos Aires: "He visto un ejércitode cinco mil hombres cantar el Himno a Artigascon lágrimas de entusiasmo". Decían las estrofasmarciales:

o"¡Bravos Orientaleshimnos entonad,que Artigas va al templode la Libertad!"

También los argentinos consagrarán en las es-trofas de su propio Himno Nacional la gloria de

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Artigas, hermanada a otros grandes éxitos de suhistoria:

"Ambas Piedras, Salta y Tucumán"

Desde la cumbre del Cerrito, Artigas domina laúltima ciudadela de los españoles en el Plata. Erasu deseo más fervoroso evitar calamidades entrepadres e hijos. Por eso exigió la entrega de la plazacon las más nobles palabras que salieron de labiosde un vencedor. Decía a Elío: "Reiné paz, señor; lapaz que deseo. Que nuestras bayonetas no vuelvana teñirse con la sangre de nuestros hermanos; yque esos vecinos cuya felicidad anhelo, disfrutende la bella unión que debe ligarnos".

Esas palabras: Bella Unión dieron nombre a unpueblo fundado en 1828 por Rivera, que fue princi-pal teniente de Artigas, en el sugestivo lugar dondese juntan tres países vinculados profundamente ala historia del Héroe: Uruguay, Brasil y Argentina.

Paz, libertad, unión. Esas serán constantemen-te sus miras. Pero sus adversarios no podrán com-prender tanta grandeza de alma, ni hablarán consu lenguaje. Elío procuró ganar tiempo, contestan-do con engaños. En rapto de desesperación por lainfortuna de los sucesos, el último virrey del Platase vengará en las familias de los patriotas de Mon-tevideo, expulsándolas a "la tierra de nadie", cru-zada de peligros. Entre ellas está la de Artigas. Yen un gesto vesánico, sabedor de las injusticias dela Junta para con el Héroe, espera atraérselo, ofre-ciéndole dinero, la más alta graduación militar yel comando de toda la Campaña. He aquí la res-

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puesta de Artigas: "El insulto que se le hace a mipersona y a los honrosos sentimientos que respiro,es tan indigno del carácter suyo como de mi contes-tación en la causa que sigo; y si algún día los ame-ricanos del sur nos vimos reducidos al abatimiento,hoy estamos resueltos a hacer valer los derechosque los tiranos nos tenían usurpados". Y termina:"Así, desprecie usted la vil idea que ha concebido,seguro de que el premio jamás será suficiente paradoblar mi constancia."

INVASIÓN PORTUGUESA

¿Cuál era en ese momento la conducta del go-bierno de Buenos Aires? ¿Acaso Artigas desprecia-ba dádivas y honores porque fuesen mezquinos allado de las recompensas que le debía la Junta deMayo, de la que había probado ser el máximo defen-sor? ¡No! Artigas, quijote de la más pura cepa ra-cial, obedecía siempre a la pureza de sus inspira-ciones naturales, a los impulsos de su genio. Encambio los demás se agitaban entre el torbellino delas pasiones. Y cuando ya caía Montevideo, como re-sultado indubitable de la lealtad, la constancia, laenergía y el triunfo de Artigas, la Junta pone a éstebajo la autoridad de Rondeau, cuya irresoluciónprolonga estérilmente la cosecha de sus frutos, losque el procer ansiaba dar para los silos morales dela misma Junta y la suerte de la naciente Revolu-ción. He aquí sus amargas y justas reflexiones: "Nosvimos empeñados en un sitio de cerca de cinco me-ses, en que mil y mil accidentes privaron de que se

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coronasen nuestros triunfos... ya porque el Ge-neral en Jefe creía se presentaban dificultades in-vencibles. . . ya, finalmente, porque llegó una fuer-za extranjera a llamar nuestra atención."

Para Artigas los españoles no eran extranjeros.¿Cuál era, entonces, esa fuerza extranjera, es decir:no americana en el sentido continental que todoslos grandes libertadores dieron al vocablo patria?

Era la eterna invasión del portugués, que avan-zaba de nuevo desde su dominio del Brasil, paraarrebatarnos mucho más que los frutos de la victo-ria sobre el español; a quitarnos la suspirada Inde-pendencia.

Locura de España fue, en menoscabo del hijo.Y en cuanto éste conjure el peligro, vendrá otra in-vasión todavía; locura de Buenos Aires en perjuiciodel hermano. Pero, en el fondo, no serán España niBuenos Aires los culpables, sino la pasión de susgobiernos, la ceguera de sus hombres dirigentes.La falta de habilidad política, el descuido de la es-trategia diplomática fue grave error de nuestrospadres, que condujo, en el norte y en el sur, a unareducción continua y alarmante del territorio y lasoberanía de los pueblos de América Española.

De hacerse dueño de Montevideo, el gran Arti-gas hubiese sido, desde Asunción al Plata, el hom-bre más poderoso de la Revolución de Mayo. Ver-dad que era el poder en manos de la virtud. Porqueel mismo Paraguay, tan hostil a Belgrano¿ no lo eracon Artigas. En diciembre de 1811 podía decirse ala Junta asunceña: "Los vecinos Orientales se con-

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sideran unos con los Paraguayos en todas sus rela-ciones." Y ese pensamiento primicial generará supostrero, cuando se decida a buscar en el seno gua-raní, diez años más tarde, teas con que mantenerencendida la libertad sobre las riberas de nuestrosgrandes ríos.

He aquí la razón de nuestra desdicha: Napo-león había invalido España y Portugal. Los prínci-pes de este último reino, don Juan de Braganza ydoña Carlota de Borbón huyeron al Brasil, dondeCarlota, de la sangre de los reyes de España, forma-lizó cuantas intrigas pudiesen entronizarla sobre eivirreinato rioplatense. El brigadier Elío, sintiéndoseimpotente para dominar la Revolución, aceptó elapoyo de las'tropas lusitanas que reiteradamente lefuera ofrecido. Entonces el capitán general don Die-go de Souza cruzó el Yaguarón a mediados de 1811,avanzó con un poderoso ejército por el clásico ca-mino de invasión de la Angostura, tomando sucesi-vamente Meló, Santa Teresa y Maldonado, y ame-nazando en dirección a Montevideo. °

El gobierno de Buenos Aires se mantiene inde-ciso. Promete a los Orientales un refuerzo de tropasque no envía. En su seno hay imperialistas, seduci-dos por la princesa Carlota. Envían una embajadade paz, pero sin éxito. El tiempo que se le obliga aperder, desespera a Artigas. La Campaña opone alinvasor una guerra de recursos y su consigna es"Morir con honor o vivir libres". Los oficiales sitia-dores, aunque padeciendo miseria, rehusan los suel-;dos que les envía la Junta y, admirada ésta, pro-clama al ejército Oriental "Benemérito de la Patria

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erí grado heroico". Los invasores portugueses ya vana unirse a los reanimados españoles. El momentoes terrible.

[ ¿Cómo conjura el peligro el gobierno porteño?De modo suicida. Abandona a los Orientales a supoca fuerza. El vencedor de Las Piedras se indignade una capitulación estipulada "sin la anuencia delos Orientales, cuya suerte era lo que iba a decidir-se". El doctor don José Julián Pérez fue comisio-nado por el gobierno de Buenos Aires para pactarcon Elío. Pérez concierta una entrevista con Arti-gas y Róndeau y ella se realiza sobre la línea delsitio, cuyo cerco levanta Rondeau el 14 de octubre,para volverse a Buenos Aires. El 10 de octubrede 1811, Artigas es proclamado Jefe de los Orien-tales, resolviéndose "no dejar la guerra de es-ta Banda hasta extinguir en ella a sus apreso-res, o morir dando con su sangre el mayor triunfo ala. libertad". Pero nada pudo impedir el entendi-miento de la otra Banda, sobre la base de que "nose reconocería jamás otra autoridad que la del vi-rrey, ni otro soberano que Fernando VII". La Re-volución estaba herida de muerte.

ÉXODO DEL PUEBLO ORIENTAL

En tanto el portugués devastaba la Campaña.Sus actos de vandalismo tenían aterrorizados a lospueblos. Artigas n8 tiene de dónde sacar recursosen aquella arrasada Banda Oriental. Su riquezaganadera fue llevada en masa a Río Grande. Nada

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más elocuente que las palabras ^^érpe^rsdtíireeste trágico momento: / I p''fr-\

"Pueblos enteros —afirma— Habían de s |r en-tregados al saco horrorosamente; pero kobré^toüpáanumerosa y bella población de extramuros,déMon^tevidéo se vio completamente saqueada^ de^^oíó^áí-Las puertas mismas y ventanas, las rejastodas^íae^ron arrancadas... los portugueses convertían enpáramos los abundantes campos por donde pasa-ban; y por todas partes se veían tristes señales dedesolación. Los propietarios habían de mirar el ex-terminio infructuoso de sus caros bienes cuandoservían a la patria como soldados... Los Orientaleshabían jurado en lo hondo de su corazón un odioirreconciliable, un odio eterno a toda clase de ti-ranía . . . y que afrontarían la muerte antes de de-gradarse del título de ciudadanos, que habían sella-do con su sangre".

¿Qué le queda por hacer a Artigas en situacióntan desesperada, entre dos poderosos enemigos,abandonado de su hermano, con un pueblo yacentey moribundo?

El dolor es la piedra de toque de las grandesalmas. La calidad y fuerza de su genio van a cul-minar en uno de los hechos más extraordinariosde la historia de América: el Éxodo del PuebloOriental.

Artigas, prefiriendo "la expatriación a la servi-dumbre", rompe a marchar. ¿Hacia dónde? Va a lolargo de los ríos paternos, seguro de que sus manesle serán propicios. Ya se detendrá sobre una de susaltivas barrancas y, desde allí, concitando a cuan-

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tas fuerzas pueda, volverá contra el enemigo de lapatria. Su idea es simple, clara, lógica. Y pone aitrote su caballo criollo.

¡Oh milagro! ¡oh portento! La nueva corre conla rapidez del relámpago. Por todos los caminos ya campo traviesa las familias se asoman penosa-mente al paso del célebre caudillo, a caballo, en ca-rretas, a pie. La patria entera se levanta de sus rui-nas y forma el cortejo sufriente y esperanzado de suhéroe. Es el David del despotismo. Es el Mesías de la.libertad. Y los enfermos, los lisiados, los viejos, lasmujeres, los niños, los Orientales todos, constitu-yéndose en una nación errante, emigran en pos delcaudillo predestinado a ser el Protector de los Li-bres del Sur. Y hasta los indios, los indomablesCharrúas, forman la retaguardia de aquellos diezy seis mil Orientales sin hogar y sin fortuna.

Tal épica resolución colectiva conmueve alHéroe. Su palabra es más digna que toda otra paradescribir y justipreciar el prodigio: "Ellos lo hanresuelto. Cada día veo con más admiración sus ras-gos singulares de heroicidad y constancia; unosquemando sus casas y los muebles que no podíanconducir, otros caminando leguas a pie por faltade auxilio o por haber consumido sus cabalgadurasen el servicio; mujeres ancianas, viejos decrépitos,párvulos inocentes acompañan e'sta marcha, ma-nifestando todos la mayor energía yresignación enmedio de todas las privaciones". .

Tres meses duró este peregrinar de un puebloa lo largo de su río, del que dio nombre a una

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gloriosa nación, cuna de Artigas. Durante la mar-cha, el acento del indeclinable principista no cesabade resonar. Decía: "Yo llegaré muy en breve a midestino con este pueblo de héroes". Y volviendo lacabeza hacia los Orientales, les repetía: "No quieroque persona alguna venga forzada; todos volunta-riamente deben empeñarse en su libertad". Y a losque avanzan a la vanguardia les señala unaetapa definitiva, el extremo desesperado pero su-blime: "En tanto en algún punto de América res-•piren las almas libres, desde allí esperarán el triun-fo de la justicia". Y mira hacia el Paraguay, propo-niendo a su gobierno "un plan combinado de ope-raciones". Y el Paraguay, ceñudo con los porteños,responde que "los ilustres, invencibles guerreros dela Banda Oriental, levantarán un padrón al firma-mento, que haga inmortal la memoria de ambosejércitos".

Es decir, que es casi un hecho la alianza entreel Paraguay y la Banda Oriental ante la primerainvasión portuguesa después de la Revolución deMayo. ¿Por qué no habría de serlo en 1820, cuandoel Héroe derrotado por la segunda invasión, tam-bién se dirige al hermano Paraguay?

Ahora ha pasado a la otra Banda, donde, "pa-ra proveer a su alivio y al premio de su heroico ydistinguido patriotismo", se le señala la región deYapeyú como campamento de su espera. Y es así,por ocurrencia del destino,- que la tierra que fuecuna de San Martín, es la elegida para abrir su senode amor al reposo del pueblo de Artigas.

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En tanto, el gobierno de Buenos Aires ha reac-cionado e impetra el abandono del territorio Orien-tal de mano de los portugueses, quienes, ."con nota-ble transgresión de los tratados", según protestade Artigas, siguen ocupando y saqueando toda laBanda. Se calcula en un millón de caballos y dosmillones de vacunos los arreados a Río Grande, adonde también fueron trasladados los principalessaladeros del Uruguay. Por eso se cantaba en losfogones, al son de las guitarras criollas:

"En Oriente se pierden los laurosque la Patria nos hizo ganar."

El último campamento de Artigas fue en lasorillas del arroyo Ayuí, afluente del río Uruguay,sobre la margen derecha. Con Artigas estaban susgrandes tenientes Rivera y Lavalleja, llamados abrillantes destinos. Por falta de armas, los patrio-tas se adiestraban con palos en las diarias evolucio-nes para mantener instrucción y disciplina. En pre-visión de más graves sucesos el gobierno de BuenosAires, aunque siempre receloso del prestigio deaquel noble titán de las libertades platenses, lonombra General en Jefe del Ejército Patriota de laBanda Oriental, luego de los informes favorablesde su agente don Nicolás de Vedia, que certificarasus inmaculados propósitos; mientras que "La Ga-ceta", el órgano oficial de prensa desde los días deMoreno, estampaba en signos lapidarios su dicta-men sobre las tropas "del valiente Artigas, de eseejército más glorioso que el de los atenienses bajolas órdenes del bravo Temístocles, cuando Atenas

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fue desgraciadamente ocupada por las armas de lospersas." .

Finalmente la cort^ portuguesa del Brasil, conintervención del ministro inglés en Río de Janeiro,firmó el cese de las hostilidades entre Portugal ylas Provincias Unidas. Los lusitanos abandonaronde nuevo la codiciada Banda Oriental, a la esperade otro momento más propicio, que fue cuando ladesinteligencia entre los pueblos del Plata se hizomás honda. Y provocando esa funesta política fra-tricida, se sometió al Héroe, a pesar de aquel nom-bramiento a la máxima autoridad, bajo las órdenesdel general Sarratea, su enemigo, y cuyos actostendieron, sin ningún pudor, a desmoralizar elejército, minando el prestigio de un jefe natural ysupremo, según el pronunciamiento de 1811.

"Yo me escandalizo —dice el Procer— cuandoexamino este cúmulo de intrigas que hace tan pocohonor a la verdad y forma un premio indigno demi moderación excesiva." Y coronaba su pensa-miento con estas palabras trascendentales: "En laconstancia del Pueblo Oriental sobre las márgenesdel Uruguay, se garantieron los proyectos de todala América libre."

ARTIGAS PALADÍN DELA D E M O C R A C I A

Entretanto Rondeau, vanguardia de Sarratea,sitia al ejército español de Vigodet, encerrado enMontevideo. En el último día de diciembre de 1812,las fuerzas de la plaza irrumpen en el campo de los

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patriotas. En el camino chocan con una compañíade soldados negros mandada por el capitán AntonioVidela. "Grita: viva el rey", le impetran, en tanto leapoyan la punta del acero en el pecho. ¡Viva la pa-tria!, exclama el valiente, y cae herido de muerte.En el Cerrito se desarrolla la batalla y el triunfocorona a los americanos.

Artigas regresa con cinco mil hombres y alcan-za el Paso de la Arena pocos días después de la vic-toria y su única exigencia, para garantir la frater-nidad de las armas, es que regrese Sarratea a Bue-nos Aires, medida que anhelan los más calificadosjefes sitiadores, y al cabo satisfecha. El 26 de febre-ro de 1813 es saludada la incorporación de Artigasentre vítores y dianas. Toda la Campaña Orientalestá otra vez a las órdenes del ilustre Caudillo.

"La libertad de América forma mi sistema yplantearlo es mi único anhelo." —expresa en fe-brero de 1813. Pero Artigas no se conforma sólo conla libertad. Quiere también la democracia. Y convo-ca a congreso nacional, que se inicia en las TresCruces el 5 de abril, designándose los cinco diputa-dos que representarán a los orientales en la Asam-blea Constituyente de las Provincias Unidas, insta-lada en Buenos Aires desde el 31 de enero. Es en tanmagna ocasión que Artigas propone normas de or-ganización institucional y principios de derecho quelo. hicieron famoso y por los cuales lo señala la histo-ria como uno de los más grandes precursores y pa-•ladines de la democracia en América.

"Reunidos los representantes del pueblo, Artigasdijo en su discurso inaugural:

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"Ciudadanos: el resultado de la campaña pa-sada me puso al frente de vosotros por el voto sa-grado de vuestra voluntad general. Hemos corridodiez y siete meses cubiertos de gloria y miseria, ytengo la honra de volver a hablaros en la segundavez que hacéis uso de vuestra soberanía. En ese pe-ríodo yo creo que el resultado corresponde a vues-tros grandes designios. El formará la admiración delas edades. Los portugueses no son los señores denuestro territorio. De nada habrían servido nuestrostrabajos si, con ser marcados con energía y cons-tancia, no tuviesen por guía los principios inviola-bles del sistema que hizo su objeto. Mi autoridademana de vosotros y ella cesa por vuestra presenciasoberana. Vosotros estáis en el pleno goce de vues-tros derechos; ved ahí el fruto de mis ansias y des-velos; ved ahí, también, todo el premio de mi afán.Ahora en vosotros está el conservarlo."

Pocos héroes han dicho más con menos pala-bras. Nunca la conducta del soldado frente al dere-cho, fue señalada con más claridad y belleza. Nohallarán los estadistas de nuestro continente ejem-plo más digno de sus mejores intenciones para la-brar la felicidad de los pueblos.

Así obraba Artigas en 1813. Sin embargo, hastaaquel momento, los más señeros conductores bre-gaban por establecer en la América austral el sis-tema monárquico. Todavía el 16 de mayo de 1815,en el memorial dirigido al ex rey de España, CarlosIV, viejo y caduco, y a su hijo el príncipe Fernando,por los diputados del Gobierno Provisional del Ríodé la Plata, guardado en los Archivos de'lá Nación

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Argentina, se clama: "Imploran de Vuestra Ma-jestad, como su Soberano, les otorgue el objeto de suardiente súplica". Y estampa el implorado: "LasProvincias del Río de la Plata han sido las prime-ras que postradas a mis Reales Pies, protestan queno han reconocido, ni pueden reconocer, otro sobe-rano legítimo, que yo." Y, por último, he aquí laclave del proyecto de Constitución Monárquica queconcebía aquella hora confusa: "La nueva monar-quía de América del Sur tendrá por denominaciónel Reino Unido del Río de la Plata, Perú y Chile","su pabellón será blanco y azul celeste".

Vale decir, que en toda la América austral, delPacífico al Atlántico, con el respaldo de varones tanprominentes como San Martín, Belgrano y Rivada-via, se sostenía que el soberano debía ser un rey.Para Artigas el único soberano fue siempre el pue-blo, del que proviene su autoridad y ante cuyos re-presentantes la declina. El libertador de México,Iturbide, termina en emperador. Bolívar opta porla república vitalicia de fuerte autoridad. No se

' trata de disminuir la gloria de estos grandes varo-nes, pero sí de justipreciar la calidad excepcional deArtigas. Y ni siquiera años más tarde, en el cele-brado Congreso de Tucumán de 1816, los dirigentesdel Río de la Plata se atreven a romper con la mo-narquía, contrariando los preceptos de Artigas, ilus-tre precursor de la democracia americana.

En aquel instante supremo, cuando del caos delas ideas y el tumulto de las pasiones, van a plasmarlas nacionalidades nuevas, los hombres vacilan en-

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Del escullor uruguayo don Edmundo frati. •en la Plaza de la Fraternidad de IB Habana.

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tre dos polos ideológicos: República o Monarquía,Federalismo o Unitarismo; es decir: entre Artigasy lo demás.

Las cláusulas que ofreció a los diputados de laBanda Oriental y que éstos aceptaron con entu^siasmo, son conocidas y admiradas bajo el rótulo deInstrucciones del Año XIII. Ellas se condensan enlos siguientes principios:

La independencia absoluta de la metrópoli.La confederación de todas las provincias del

Río de la Plata.La libertad civil y religiosa.En armonía con el Gobierno general, cada pro-

vincia tendría el suyo propio.El Gobierno se subdividiría en tres poderes:

legislativo, ejecutivo y judicial, independientes ensus facultades.

El Gobierno supremo sólo entendería en los ne-gocios de interés general, mientras que cada gobier-no provincial se consagraría a sus problemas par-ticulares. •

La Banda Oriental mantendría su soberanía,libertad e independencia; y tendría su ejercitópropio.

El despotismo militar sería aniquilado con tra-bas constitucionales que asegurasen la inviolablesoberanía de los pueblos.

La capital de la Nación no sería Buenos Aires.

Teniendo como antecedentes los postulados delas constituciones de los Estados Unidos de Américadel Norte, ni siquiera el gran Bolívar, que recién en