a qué llamamos ficción

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La pregunta por la ficción 21/04/2012 / Por Sofía Di Scala Hay tantas formas de entender la naturaleza de la ficción como ficciones. Si –como creía Saer–, “la ficción se mantiene a distancia tanto de los profetas de lo verdadero como de los eufóricos de lo falso”, ¿cuál es su lugar frente a lo que llamamos “realidad”? ¿De qué manera la ficción afecta nuestro modo de experimentar el mundo? Si alguien me pregunta qué es la ficción, lo más probable es que responda lo mismo que respondiera San Agustín cuando le preguntaron acerca del tiempo: mientras nadie me lo pregunta lo sé, pero si quiero explicárselo a quién me lo pregunta, ya dejo de saberlo. Hablamos de ficciones todo el tiempo: no sólo cuando leemos una novela o vamos al cine, sino también cuando le contamos a alguien nuestros proyectos, inventamos historias para que los chicos se duerman o reproducimos los comentarios de algunos políticos. Lejos de ser algo opuesto a lo que llamamos “real”, tanto “ficción” como “realidad” conforman el complejo entramado de nuestras vidas. Entramado que no es posible destejar con facilidad y encontrar de qué ovillo nació una u otra ya que, en verdad, el único lugar del que pueden nacer es la experiencia misma, que solemos clasificar de diversas maneras a fines de ordenarla un poco. Sin embargo, no debemos perder de vista que hasta la distinción misma entre realidad y ficción forma parte de esa necesidad de clasificación que nos es tan característica. Un dato curioso es que el término “realidad” recién se comenzó a utilizar en lengua española dos años después de que Cervantes publicara el Quijote. Esto no quiere decir que la ficción se vuelva realidad o la realidad ficción, sino que es precisamente en ese cruce (muchas veces inexplicable) donde se desarrolla nuestra existencia. En rigor, intentar dar cuenta de este cruce podría incluso resultar iluminador a la hora de entender en

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Conceptos básicos sobre la

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La pregunta por la ficcin

21/04/2012 / Por Sofa Di Scala

Hay tantas formas de entender la naturaleza de la ficcin como ficciones. Si como crea Saer, la ficcin se mantiene a distancia tanto de los profetas de lo verdadero como de los eufricos de lo falso, cul es su lugar frente a lo que llamamos realidad? De qu manera la ficcin afecta nuestro modo de experimentar el mundo?

Si alguien me pregunta qu es la ficcin, lo ms probable es que responda lo mismo que respondiera San Agustn cuando le preguntaron acerca del tiempo: mientras nadie me lo pregunta lo s, pero si quiero explicrselo a quin me lo pregunta, ya dejo de saberlo.

Hablamos de ficciones todo el tiempo: no slo cuando leemos una novela o vamos al cine, sino tambin cuando le contamos a alguien nuestros proyectos, inventamos historias para que los chicos se duerman o reproducimos los comentarios de algunos polticos. Lejos de ser algo opuesto a lo que llamamos real, tanto ficcin como realidad conforman el complejo entramado de nuestras vidas. Entramado que no es posible destejar con facilidad y encontrar de qu ovillo naci una u otra ya que, en verdad, el nico lugar del que pueden nacer es la experiencia misma, que solemos clasificar de diversas maneras a fines de ordenarla un poco. Sin embargo, no debemos perder de vista que hasta la distincin misma entre realidad y ficcin forma parte de esa necesidad de clasificacin que nos es tan caracterstica. Un dato curioso es que el trmino realidad recin se comenz a utilizar en lengua espaola dos aos despus de que Cervantes publicara el Quijote.

Esto no quiere decir que la ficcin se vuelva realidad o la realidad ficcin, sino que es precisamente en ese cruce (muchas veces inexplicable) donde se desarrolla nuestra existencia. En rigor, intentar dar cuenta de este cruce podra incluso resultar iluminador a la hora de entender en qu sentido intuimos que si bien la ficcin es parte de la realidad, no siempre la realidad es parte de la ficcin. (Como me dijera alguien hace poco: uno no quiere vivir siempre en ficciones. Sin embargo, la idea misma de que podamos vivir sumergidos en la ficcin, como si se tratara de un mundo completamente apartado del mundo real, es en s misma una ficcin, aunque fomentada por un miedo bien real).

Ms que preguntarnos entonces qu es la realidad y qu es la ficcin, debiramos preguntarnos qu sera de la realidad sin la ficcin y qu de la ficcin sin la realidad. Esta ltima pregunta nos permite sentir el problema, que quizs sea lo mismo que Agustn de Hipona sintiera con respecto al tiempo, lo que es muy difcil, no s si imposible, poner en palabras.

Si asumimos este nuevo punto de partida, lo que debiramos pensar entonces es qu es lo que conforma ese entramado entre ficcin y realidad, lo que tal vez pudiera decirnos algo acerca de cmose conforma. Dijimos que en la base de ese entramado encontramos la experiencia, que si bien nombramos en singular es mltiple: experimentamos la rutina tanto como los sueos, las canciones que escuchamos y el pasto hmedo bajo los pies. Pero tambin, podramos decir, experimentamos las palabras, las ideas, los proyectos.

Con respecto a estos ltimos, hablar en trminos de experiencia y no de vivencia, puede sonar raro, porque solemos distinguir sin saber por qu entre lo que experimentamos y lo que vivimos. Como si lo primero tuviera un menor peso vivencial, por llamarlo de alguna manera, mientras que lo segundo sera ms profundo o arraigado. Lo que se puede apreciar mejor con un ejemplo: no es lo mismo afirmar que se ha experimentado el dolor, a que se lo ha vivido (y, si quisisemos establecer incluso un mayor contraste, si dijramos que se ha vivido en el dolor). Lo que en todo caso parecera perderse es la continuidad de lo experimentado, mientras que en la vivencia, dicha continuidad permanecera implcita.

Reflexionar acerca de la distincin entre experiencia y vivencia es un modo adecuado para reconducirnos a nuestra pregunta acerca del entramado entre realidad y ficcin. Si nos ponemos del lado de las clasificaciones ordenatorias, uno podra querer decir que mientras que la realidad se vive, la ficcin se experimenta. Esta quizs sea una de las razones implcitas de que por qu las distinguimos. Sin embargo, podramos aqu parafrasear la misma pregunta que ya nos hiciramos antes: qu sera de lo vivido sin lo experimentado y qu de lo experimentado sin lo vivido?

Tanto ficcin y realidad, como vivencia y experiencia, devienen entonces inseparables, lo que no significa idnticas. Ahora, qu es lo que las une? La respuesta quizs resulte ms evidente que lo que se espera: las une su potencia narrativa, que nos permite pasar de una a otra, a travs de una infinidad de relatos posibles.

Es precisamente el relato, el hilo con el que tejemos (y destejemos) nuestras vidas. Relato que se encuentra presente en nuestras descripciones de nosotros mismos, en las descripciones que los dems hacen de nosotros, en nuestras descripciones acerca de ellos, etc. De ms est agregar la importancia de las descripciones que hacemos constantemente de todas las cosas que experimentamos y vivimos, de los colores y sabores, de las formas y texturas. A su vez, cada una de ellas se torna una muestra infinita de relatos mltiples, recurriendo a las ejemplificaciones y metforas, entre tantos otros recursos.

A travs de los relatos, podramos decir, la ficcin deviene un modo de acceso a lo real. En este sentido, y como afirmara Maritegui, la ficcin no es libre: su destino es revelarnos lo real, acercarnos a una manera de entenderlo que se encuentra lejos de las teorizaciones abstractas. Pues ni la verdad como correspondencia, ni la verdad como creencia justificada logran explicar de forma integral sus mltiples dimensiones. Menos an la apelacin a una nica verdad, con mayscula; en todo caso, una de las potencialidades ms notables de la ficcin es, podramos decir, la constitucin de una verdad subjetiva pero no por ello privada, sino ms bien dependiente de las experiencias individuales y colectivas, de un saber (pero tambin de un no saber) compartido, que nos abre a una experiencia de la verdad que slo puede alcanzarse a travs del entramado entre realidad y ficcin que estamos explorando.

El modo de acceso de la ficcin en lo real podra describirse tambin como mirada, una determinada forma de ver y entender el mundo y nuestras experiencias y vivencias en l. Mirada que es no unvoca, sino que puede moldearse a travs de la experiencia, tanto de lo vivido como de lo imaginado. La ficcin no es libre, retomando la idea de Maritegui, porque se encuentra anclada en lo real. No constituye, como algunos han querido sealar, un mundo posible, ni sus objetos lo son. Pero esta falta de libertad no es su drama (como acusa Maritegui) sino, por el contrario, constituye su condicin de posibilidad. Es precisamente el anclaje de la ficcin en lo real el modo de acceso a nuestra libertad, que alcanza su forma plena en esa verdad subjetiva, que tiene algo de universal singular, de la que ya hemos hablado. En ese caso, podramos decir, el drama de la ficcin consiste ms bien en un sacrificio.

En otras palabras, la ficcin no es solamente una forma de escribir y de leer, sino una forma de mirar, que se traduce en una actitud frente a la vida y frente a la muerte. Por esta misma razn, la ficcin es una potencia que tenemos todos. Hay quienes de ella hacen literatura, otros harn cine, otros ciencia. No hay expresin humana en la que no se encuentre el trazo de la ficcin, por ms abstracta que parezca. La ficcin, en este sentido, es siempre democrtica.

Sin embargo, no hay claves secretas para desarrollar su potencialidad. No hay manuales (aunque se haya escrito mucho) sobre lo que podemos llamar el arte de la ficcin. Cada uno debe encontrar en s mismo, las formas de vida de sus ficciones, los modos en que la sensibilidad y el entendimiento se conjugan en su interior, dando forma a su mirada sobre las cosas, desde lo ms pequeo hasta lo ms trascendente. No se puede, en fin, aprender la ficcin, de ah que sea una capacidad o potencia, como prefieran, ms que un conjunto de saberes que pueda conocerse y transmitirse. La ficcin, en otras palabras, no es un idioma, que se pueda estudiar y perfeccionar.

Si bien la ficcin es una potencia que tenemos todos, no significa que todos la vivamos de la misma manera. Lo que es perfectamente entendible, pues lo mismo ocurre con lo real. Acaso diramos que todos vivimos la misma realidad? Y, sobre todo, diramos que la vivimos de la misma manera? Difcilmente. Hay parecidos de familia entre los distintos modos, prcticas culturales compartidas que hacen que nuestra realidad nos resulte ms parecida a la que vive un europeo, por caso, que a la que vive un japons. Quizs, por esta misma razn, habra que dejar de hablar en trminos de realidad y ficcin, para hablar mejor de ficciones y realidades, pero recin ahora que hemos introducido el sentido de estos plurales, es que su uso se volvera significativo.

As entendida, la ficcin (quizs a diferencia de la literatura, pero esto cabra tambin discutirlo) no es un talento. Es un uso particular del lenguaje, lo que no la convierte en otro lenguaje. Mejor dicho: no hay tal cosa como un lenguaje de la ficcin. Por el contrario, accedemos a ella a travs del mismo lenguaje que accedemos a lo real.

Precisamente por ello, la ficcin puede funcionar en lo real. Vale insistir una vez ms en que dicho funcionamiento no se reduce al literario: la ficcin funciona polticamente tanto como artsticamente, sin descuidar incluso su funcionamiento cientfico. Insisto en que se entienda de esta manera, pues no es mi intencin sostener algo parecido a un principio de metaficcin, donde la realidad imita la ficcin, o incluso algo todava ms radical: que todo es ficcin. Lejos estoy de la idea de Wilde, de que tanto la vida como la naturaleza en su totalidad son copias del arte, as como tampoco quisiera comprometerme con la idea contraria. Lo que est mal en una u otra variante es la tajante divisin que presuponen, limitndose las dos a un modo especfico en que ficcin y realidad se vinculan. Definiremos a este modo como una lgica del espejo. Esa lgica, en todas sus formas, no puede sino daar, pace Wilde, nuestra comprensin del complejo entramado entre ficcin y realidad, que opera siempre en nuestra vida y en la de los otros.

Hay entonces alguna otra lgica de la ficcin que nos permita definirla? Lo dudo. En materia de estas indagaciones, creo que todo intento de responder a la pregunta qu es resulta tan intil como desesperante (aunque cuando pueda constituir un buen punto de partida, siempre y cuando se lo sepa abandonar rpidamente). Es mejor preguntarse de qu modo la ficcin accede a lo real, o bien de qu manera logra su funcionamiento. Pero cabe anticipar que aqu tampoco la respuesta puede ser exhaustiva. Una mirada, un libro, un sueo, una siesta (como crea Anas Nin), un viaje en bote, una textura, un comentario, un almanaque, un rbol, una cancin, pueden convertirse en las puertas de acceso. Nada es ajeno a la ficcin. Eso tambin, podramos decir, es parte de su drama tanto como de su potencia.

Muchas veces se ha asociado a la ficcin con la mentira o la falsedad. Como si lo ficcional se opusiera a lo verdadero. Pero esto no es as. Ha sido la lgica del espejo la que ha derivado en una lgica de la oposicin, quizs porque la va negativa resulta ms conveniente para alcanzar ciertas definiciones. Como el proceso que se diera en la transicin entre la mitologa griega y la filosofa antigua, pasando de una lgica de la ambigedad en la primera, como crea Jean-Pierre Vernant, a una lgica de la no contradiccin en la segunda. Tengamos en cuenta que ya Aristteles nos hablaba de ficcin como mmesis, como copia de lo real. Las clasificaciones, a diferencia del vino, no suelen mejorar con los aos, sino que se solidifican, lo que dificulta su posterior desprendimiento.

Ahora, si recordamos su etimologa, la ficcin no slo remite a la simulacin o el fingimiento, sino tambin a la accin de formar y modelar. Como podrn advertir, ha sido la primera de estas acepciones la que ha dominado nuestra concepcin de la ficcin, mientras que se le ha prestado muy poca atencin a la segunda. Sin embargo, considero que esta es una va ms promisoria para reflexionar acerca de estas cuestiones. Pues son precisamente nuestras experiencias y vivencias, con sus sensaciones, nuestros pensamientos y sentimientos acerca de ellas, las que se moldean a travs de las ficciones. Algo cambia cuando nos abrimos a la ficcin, ya sea una perspectiva o punto de vista, o bien algo ms radical y profundo en relacin con nuestra concepcin previa de las cosas. Puede ser tambin un matiz y, como le ocurriera a Dorita en su visita al Reino de Oz, lo que antes veamos en blanco y negro se transforma en colores.

A su vez, las ficciones pueden incidir en nuestras conductas, modificar nuestros hbitos y creencias, ampliar nuestros puntos de vista. Sin nimo de entrar aqu en una discusin especfica acerca de los juicios morales, sin duda las ficciones pueden intervenir en ellos, redefinirlos o sencillamente llamarnos la atencin sobre algo que no habamos notado antes.

No hay manera de anticipar los mltiples efectos que pueden desprenderse de nuestra apertura a la ficcin, pero es indudable que vale la pena correr el riesgo de fomentarla, de no dejar esta potencia adormecida, de conquistar una mayor consciencia de ella. Como dijimos antes, no hay mtodo para hacerlo, cada uno tendr que ir encontrando en su interior su propio modo.

En este sentido, toda reflexin filosfica seria sobre la ficcin no debiera perder de vista el impacto que sta tiene sobre los sujetos, ya que de nada sirve pensarla como un fenmeno abstracto del lenguaje, como un mero juego de palabras o bien como un decoro del idioma. Este punto, que puede parecer trivial, no siempre suele ser tenido en cuenta por los filsofos que, a fuerza de querer encajar los fenmenos de estudio en una determinada teora o sistema, terminan convirtindolos en piedra.

Entre ellos, hay quienes se han preguntado si, adems de incidir en nuestros hbitos y conductas, la ficcin puede incrementar nuestro conocimiento. Estn quienes se niegan rotundamente, dejndole la soberana a la ciencia y quienes estn convencidos de que s. Las aguas se vuelven a dividir tajantemente en este punto, como si la ficcin no atravesara tambin la ciencia, acaso qu es un gas ideal? Recordemos una vez ms que la ficcin no es solamente ficcin literaria, y que no es necesario escribir una novela sobre el gas ideal para que ste se vuelva una ficcin.

Ahora, la pregunta acerca de si la ficcin puede incrementar nuestro conocimiento es tramposa, pues habra que preguntarse a su vez, nuestro conocimiento de qu? Del mundo, de la realidad? Como si tales nociones fueran ms fciles de definir que la de ficcin. Por ende, sospecho que esta no es la mejor forma de encarar la cuestin. Por otro lado, si quisiramos profundizar seriamente en ella, tendramos que analizar primero qu entendemos por conocimiento, lo que nos llevara a una larga reflexin acerca de la cual los filsofos ya han discutido mucho.

Sin duda alguna aprendemos de las ficciones, por lo que partir de esta premisa bsica resulte quizs un modo alternativo, y ms conveniente, de plantear el problema. Nuevamente, no es fcil responder cual es el estatuto de lo que aprendemos, porque eso depender de cada uno, de sus antecedentes, su cultura, etc. Volvemos aqu a la cuestin del drama de la ficcin, pues aquello que aprendemos tambin estar relacionado con los distintos modos de funcionamiento que esta adopte. En este sentido, la experiencia de la ficcin no es como la experiencia cientfica, que est puesta a disposicin de una hiptesis especfica y de la cual se espera un resultado unvoco. Con la ficcin, podramos decir, nunca sabemos qu nos mostrar el experimento.

Por otro lado, aquello que aprendemos de las ficciones no siempre es traducible en trminos de conocimiento. Ya hemos dicho que las ficciones pueden moldear nuestras creencias, as como tambin pueden incidir en nuestras emociones, lo que podra ser visto como un tipo particular de aprendizaje. Nuestras emociones pueden refinarse, magnificarse, extenderse, a travs de la ficcin, lo cual tambin es una forma de entender el anclaje de esta en lo real y, en lo que podramos llamar a grandes rasgos, nuestra vida prctica.

Por esta razn, no logro entender a algunos filsofos que suelen distinguir entre emociones producto de la ficcin y las que no lo son, como si existieran emociones reales y emociones ficticias. Acaso alguien ha experimentado alguna vez una emocin ficticia? Cmo sera? An cuando quisiramos mantener algn tipo de distincin entre ambas, esta no sera la mejor forma de hacerlo pues, en todo caso, lo que cambia es el medio que produce la emocin y no la emocin en s. Si pensramos en una mquina de experiencias que nos hiciera sentir un cosquilleo en la planta de los pies, acaso diramos que la cosquilla que sentimos es ficticia? En absoluto. Creo que esta es una distincin clave, a la que es necesario prestarle una mayor atencin cuando reflexionamos acerca de la ficcin.

Sin embargo, identificar la ficcin con una mquina de experiencias tampoco sera correcto, porque reinstalaramos (an sin quererlo) la dicotomizacin entre experiencias y vivencias, ficciones y realidades, que hemos querido deconstruir. Es preferible pensar la ficcin como una especie de dispositivo, el cual puede incluso atravesar la metfora misma de la mquina de experiencias.

Por ltimo quisiera destacar que, para entender el funcionamiento de las ficciones, es imprescindible orientarnos hacia el sujeto, que puede ser individual o colectivo, pues las ficciones tambin atraviesan las culturas y pueden contribuir a construir estereotipos, unas veces justos y otras no tanto. Dicho giro hacia el sujeto es, a su vez, un giro hacia las implicaturas prcticas de la ficcin, lo que debiera ser uno de los ejes fundamentales del anlisis, no slo para el filsofo interesado en estas cuestiones, sino para cualquier persona que se decida a explorar estos rincones del pensamiento.

Sin duda alguna habra mucho ms para decir acerca de la ficcin y, si alguien me preguntara ahora mismo, luego de haber escrito estas pginas, qu entiendo por ella, muy probablemente volviese a responder lo mismo que al principio, con el agregado de que ahora advierto que, al igual que lo que ocurre con el tiempo, es su carencia de definicin lo que constituye su gracia. Deca San Agustn que si nada pasara no habra tiempo pasado y que, si nada existiera, no habra tiempo presente. Parafraseando a Agustn podramos concluir entonces que sin la vivencia de lo real no habra experiencia de la ficcin y que sin la potencia de la ficcin no habra relato posible de lo real.