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“¿A QUIEN SE VA A CONSIGNAR?” REFLEXIONES SOBRE LA FUNCION JURISDICCIONAL EN AHUACATLAN1 Modesto Suárez Altamirano Universidad Iberoamericana/ Universidad Agraria de Chapingo El estudio del derecho como instrumento para la com- prensión de la organización sócial tiene ya una larga tradición. Baste mencionar, a manera de ejemplos, las obras de Fustel de Coulanges (1947), de Sir Henry Maine (1955) y de Emilio Durkheim (1967). Estas constituyen ahora estudios clásicos cuya perspectiva es sumamente amplia: la relación existente entre la religión y el derecho, en el primer caso, y la evolución de las sociedades, vista a través de lo jurídico, en el segundo y tercer casos. Hay, sin embargo, otro ángulo de tratamiento de lo jurídi- co que se coloca al nivel de las relaciones sociales cotidianas. Este segundo enfoque se inicia con los trabajos de Barton (1969 y 1973), a partir de los cuales surge una extensa literatura de la que únicamente mencionaré, a manera de ilustración, las obras de Adamson Hoebel (1970 y 1973), Max Gluckman (1955a) y Laura Nader (1969)2. Ambos enfoques son complementarios y deben relacio- narse. Pero esto es una tarea que corresponde hacer a las nuevas generaciones de científicos sociales interesados en tales problemas. El presente trabajo intenta una combinación de las dos perspectivas. Su objetivo no es otro que apuntar una dirección en el campo de la investigación social, que ha sido descuidada en México, pero que proporciona enormes posibilidades3.

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“¿A QUIEN SE VA A CONSIGNAR?” REFLEXIONES SOBRE LA FUNCION

JURISDICCIONAL EN AHUACATLAN1

Modesto Suárez Altamirano Universidad Iberoamericana/

Universidad Agraria de Chapingo

El estudio del derecho como instrumento para la com­prensión de la organización sócial tiene ya una larga tradición. Baste mencionar, a manera de ejemplos, las obras de Fustel de Coulanges (1947), de Sir Henry Maine (1955) y de Emilio Durkheim (1967). Estas constituyen ahora estudios clásicos cuya perspectiva es sumamente amplia: la relación existente entre la religión y el derecho, en el primer caso, y la evolución de las sociedades, vista a través de lo jurídico, en el segundo y tercer casos.

Hay, sin embargo, otro ángulo de tratamiento de lo jurídi­co que se coloca al nivel de las relaciones sociales cotidianas. Este segundo enfoque se inicia con los trabajos de Barton (1969 y 1973), a partir de los cuales surge una extensa literatura de la que únicamente mencionaré, a manera de ilustración, las obras de Adamson Hoebel (1970 y 1973), Max Gluckman (1955a) y Laura Nader (1969)2.

Ambos enfoques son complementarios y deben relacio­narse. Pero esto es una tarea que corresponde hacer a las nuevas generaciones de científicos sociales interesados en tales problemas.

El presente trabajo intenta una combinación de las dos perspectivas. Su objetivo no es otro que apuntar una dirección en el campo de la investigación social, que ha sido descuidada en México, pero que proporciona enormes posibilidades3.

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Parece importante aclarar algunas ideas sobre la metodo­logía empleada para la recopilación del material sobre el cual se fundamente este trabajo. El derecho puede analizarse desde varios ángulos o perspectivas, a) Puede ser visto como un con­tinente de relaciones jurídicas, dentro del que se encuentra un sistema de reglas preestablecido, que al estudiarse permite derivar o desprender soluciones o problemas planteados por la interacción de los sujetos de derecho, b) Puede estudiarse como un instrumento de control social, lo que implica tomaren cu en ta d e n tro del an á lis is o tro s e lem en tos que tradicionalmente conocemos por sociales, económicos, psico­lógicos, políticos, etc. Dicha perspectiva la han empleado los científicos sociales -algunos de ellos han sido citados más arriba-, c) Un tercer enfoque es tomar al derecho como las reglas que regulan el conflicto jurídico, tanto en su prevención como en su solución, entendido dicho término como una variante del conflicto general, cuya extremo es la guerra. El derecho, visto de esa manera, proporciona las normas que regulan los enfrentamientos civiles existentes entre los miembros de una sociedad, y procura evitarlos anticipándose a ellos. En este sentido el derecho es similar a las reglas del ajedrez, del fútbol americano, y otros juegos. Dadas las reglas, sobre ellas se trazan las estrategias y la tácticas para solucionar o prevenir los conflictos. El principal beneficio analítico de esta perspectiva es que las situaciones de conflicto tensionan las relaciones sociales hasta el punto que permiten verlas como si se tratara de una radiografía. Esa es la ventaja del estudio de casos, entendiendo por éstos los conflictos que surgen de una sociedad, su planteamiento y solución.

El punto de partida adoptado en la recopilación del mate­rial de campo, es el estudio de caso. Se relatan en total cinco casos. La temática, como se verá, abarca diferentes problemas; la idea es presentar un abanico más o menos representativo de las diversas posibilidades.Aspectos generales del municipio de Ahuacatlán

El municipio de Ahuacatlán se encuentra en la sierra norte del estado de Puebla. Está integrado por la cabecera municipal -Ahuacatlán-, seis pueblos y una ranchería. Su población

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comprende grupos indígenas de habla náhuatl y totonaca, que están distribuidos en los pueblos y rancherías subalternos, y en los barrios -Amealco y Pochálcatl- que rodean ePcasco” de la cabecera municipal. En este último viven la mayor parte de los mestizos del municipio, en lo que parece un reducto estratégico de dominación interétnica. La indigenidad de Ahuacatlán como municipio y la mestizidad de los habitantes del “casco”, es el aspecto externo más sobresaliente. Los elementos diacríti­cos de identificación cultural que el observador detecta más fácilmente son la lengua y el vestido. Las lenguas que se hablan dentro del municipio son el totonaco, el castellano y el náhuatl.

Entre la población mestiza, quienes dominan dos o tres lenguas son principalmente los comerciantes, que requieren conocer los elementos básicos de los idiomas indígenas para entenderse con su clientela. Entre la población indígena el bilingüismo y trilinguismo no es la regla general; al no disponer de datos estadísticos solamente indicaré que el bilingüismo en el núcleo indígena está asociado con la migración masculina de carácter temporal hacia otros estados de la república -en espe­cial Veracruz, Tlaxcalay el Distrito Federal-. En consecuencia, entre las mujeres y los niños el dominio del español es casi nulo.

El clima del municipio es templado, húmedo y lluvioso en verano, y frío v con lluvias en invierno. Se trata de una zona montañosa, comunicada por caminos reales y veredas4. Los poblados se han levantado en las partes altas de los cerros o en pequeños valles, como es el caso de la cabecera municipal de Ahuacatlán. Algunos caseríos rodean por lo general a los pueblos. Existen dos tipos de asentamiento: el disperso, que es mayoritario y resulta el patrón más frecuente entre la población indígena; el concentrado, cuya principal manifesta­ción es el llamado “casco” de la cabecera municipal, con calles empedradas y puentes de piedra que permiten cruzar en di­versos puntos el río que atraviesa la población. El patrón concentrado también aparece, en menores proporciones desde luego, en los diversos pueblos del municipio, particularente en las construcciones edificadas alrededor de la iglesia confor­mando una especie de plaza principal.

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La actividad económica puede dividirse en dos, de acuerdo a la población que la practica. La agricultura, repre­sentada principalmente por el cultivo de maíz, frijol, jitomate y otros vegetales, es la ocupación primordial de los habitantes indígenas. La artesanía -representada por carpinteros, cohete­ros y zapateros- y los servicios, que van desde la arriería, albañilería, carnicería hasta la cartomancia, son actividades practicadas básicamente por la población mestiza que habita el “casco” de la cabecera municipal.

Existe también otra actividad importante: la política. En ella participan tanto mestizos como indígenas mediante lo que puede llamarse una división geográfica y étnica del poder; aspectos que, en realidad, son las dos caras de una misma moneda. Hay, municipalmente hablando, dos niveles de poder. El primero, y el más elevado por supuesto, se localiza en la cabecera municipal -no por accidente se designa con ese nombre. Aquí el poder, el control de las decisiones sobre la vida política interna del municipio, se encuentra en manos de la población mestiza. Aun cuando en la actualidad el Presidente Municipal es una persona de ascendencia indígena, originario de San Marcos Eloxochitlán, población totonaca, no significa una apertura, en el camino del poder central de Ahuacatlán, hacia la población indígena. El presidente, según dicen despec­tivamente los propios mestizos de la cabecera municipal, es un “revestido”5. En otras palabras, la designación del actual Presidente Municipal fue hecha por mestizos, dentro de una coyuntura particular de la vida del municipio. El indígena participa en la política de sus barrios o de sus pueblos -y éste es el segundo nivel de poder-, articulados -y dominados- en los aspectos más relevantes al Ayuntamiento, dentro de un juego de autonomía política relativa cuya flexibilidad es mayor o menor según sea el grado de articulación anterior. En este sentido el municipio de Ahuacatlán es un interesante mosaico étnico y político. Política y etnia son dos elementos insepara­bles en este lugar.

Un factor importante que afecta a la política local es la política externa: estatal y federal; aunque es más fuerte en sus efectos cotidianos la primera que la segunda. De ella depende la

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elección del Presidente Municipal, que en un sistema político piramidal trastoca el resto de los niveles de la estructura.

Por razones metodológicas el tratamiento que se dará a los materiales de que se dispone será con un énfasis mayor en las relaciones sociales que se desarrollan en el interior de Ahuacatlán. En consecuencia, si en algún momento se pudiera sentir de la estructura de lo aquí escrito que Ahucatlán es un pueblo aislado y desvinculado de la economía y de la política regional y nacional, ello se explica, y justifica, con base al pre­supuesto metodológico antes mencionado.

Administrativamente hablando el municipio está dirigido por el Presidente Municipal, cuyas funciones, de acuerdo con la opinión del Secretario del Ayuntamiento6, son encargarse de todo lo administrativo y del mejoramiento del municipio. El Presidente Municipal encabeza, además, el Ayuntamiento que está integrado por siete regidores (el Presidente es el primero), propietarios y suplentes; un síndico, propietario y suplente; un Secretario; un Tesorero Municipal y por la Policía Municipal. En los pueblos subalternos hay Juntas Auxiliares Municipales, constituidas por un Presidente Auxiliar; cinco regidores (el Presidente Auxiliar es el primero), propietarios y suplentes, y un Tesorero Auxiliar.

La organización judicial es la siguiente. En la cabecera municipal hay un Juez Menor, que se encarga de lo civil y lo penal. Lo civil incluye: elaborar escrituras, medir terrenos, realizar apeos y deslindes, y conocer lo relativo a contratos. Su competencia territorial abarca todo el municipio, y su compe­tencia por cuantía es hasta 500 pesos. En lo penal conoce de lesiones que tardan en sanar menos de 15 días e impone multas hasta de 50 pesos. También conoce de lesiones que no dejan cicatrices perpetuas en la cara. Lo que exceda de su compe­tencia lo envía al Distrito, cuya sede está en Zacatlán7. También hay un Secretario del juzgado y un Juez de Paz. En los pueblos solamente hay jueces de paz, subordinados al Juez Menor de Ahuacatlán.

La organización para la investigación criminal está constituida por un Agente Subalterno del Ministerio Público, con su suplente. Sus funciones consisten en realizar la inves­

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tigación de los delitos y consignarlos al juez correspondiente. En los pueblos y en la ranchería hay agentes locales y están subordinados al Agente Subalterno y éste, a su vez, lo está al Distrito de Zacatlán.

Hasta aquí lo que corresponde a la división formal de trabajo administrativo, judicial y de investigación criminal. A continuación expongo los cinco casos que expresan conflictos de índole jurídica sobre diversas materias. Los casos expresan el funcionamiento cotidiano de las autoridades cuyas activi­dades formales se han expuesto anteriormente8.

1.- Caso del lesionado de un ojo.El día 8 de julio llegó a la Presidencia Municipal un indí­gena de San Andrés, y dijo al Agente del Ministerio Públi­co y al Comandante de Policía que quería que se le hiciera justicia. Se quejó de que le habían pegado con una piedra en el ojo derecho. Este ojo lo tenía completamente cerrado e inflamado; las mangas de su camisa estaban completa­mente m anchadas de sangre. Los in terpelados preguntaron al quejoso si ya había acudido a las autori­dades de San Andrés, a lo cual el indígena respondió que no. Entonces le dijeron, “debes ir allá”, y plantear el caso primero ante el Agente local y después él lo remitirá a la ‘Agencia’ de Ahuacatlán”. El quejoso dijo “si, verdad”, y se retiró. Posteriormente el Comandante comentó al Agente: “¡Que buen madrazo le dieron!”

2.- Caso de la vaquilla robada.Doña Isabel tenía un potrero de su propiedad en el poblado de San Andrés. El terreno lo heredó de su esposo - -hermano del ex-presidente Municipal de Ahuacatlán-, a quien mataron. El predio lo rentó Isabel a Manuel en la cantidad de 15 pesos mensuales por animal. Manuel encerró 7 animales a pastar en el potrero.Isabel tenía dos vacas pastando en el mismo predio, y a una de ellas le puso un lazo para distinguirlas de las de Manuel -en Ahuacatlán las reses no están marcadas, se les reconoce por sus características externas-. Esta vaca parió una vaquilla. Manuel reconoció, en un principio, que Isabel era la propietaria de la vaquilla, pero después , al­guien lo mal aconsejó de que se la apropiara.Isabel no radica en Ahuacatlán. Debido a una enfermedad ha pasado desde hace tiempo largas temporadas en la

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ciudad de México. Por ese motivo no podía cuidar del po­trero y lo encargó a Gerardo, su amante. Manuel no pagó la renta convenida por los pastos e Isabel decidió rescindir el contrato. Al abandonar el potrero Manuel se llevó la va­quilla.Por otra parte, Isabel vendió el terreno a diez indígenas de San Andrés, a quienes el gobierno les había entregado un ganado. Al parecer, disgustado por lo anterior, Manuel quitó dos postes del potrero con el fin de que los animales de los nuevos dueños invadieran y destrozaran las milpas vecinas. Los nuevos propietarios reclamaron a Manuel y éste los injurió.Como resultado de todo lo anterior Manuel fue acusado, tanto por los indígenas adquirentes del potrero como por doña Isabel. Los primeros por injurias y la segunda por el pago del precio de los pastos y la entrega de la vaquilla ro­bada. Manuel fue aprehendido y el caso se dividió en dos. El primero lo conoció el Presidente Municipal de Ahuaca- tlán. En la audiencia estuvieron presentes tres represen­tantes de los indígenas ofendidos, la esposa del acusado, su yerno y, probablemente, la esposa de este último. Se comenzó hablando en lengua indígena -totonaco-. El Pre­sidente escuchaba atento, y respondía a las diferentes in­tervenciones. Posteriormente se levantó y dijo algo en to­tonaco, y la audiencia concluyó. (Más tarde el Presidente indicó al autor que recomendó a Manuel no volver a hacer eso y pidió a su vez a los quejosos que le avisaran cuando ocurriera algún problema con el acusado; al levantarse, el Presidente concluyó diciendo: “Este asunto ya está arre­glado”).De ahí Manuel pasó con el Agente Subalterno del Ministe­rio Público -cuya oficina se encuentra en un privado que está dentro del salón que alberga las oficinas del Ayunta­miento-. En ese lugar se encontraba el Agente, el Secretario del Ayuntamiento -que auxilia al primero escri­biéndole a máquina las actas-; doña Isabel, don Gerardo, dos empleados de la primera que actuaron como testigos; Manuel, su esposa, el yerno del acusado y la hija de Ma­nuel -posiblemente la esposa del yerno-.El Secretario comenzó a levantar el acta, y hacía pre­guntas a cada uno de los acusadores. Se declaraba en cas­tellano y en totonaco. No había intérprete oficial -aunque se supone que el Secretario entiende el totonaco-. Los que traducían eran el indígena más amestizado -empleado de Isabel-, ésta y Gerardo que son, particularmente los dos últimos, completamente mestizos. La interpelación no era

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rigurosa ni estricta, cuando preguntaban al peón de doña Isabel, ella o el otro empleado respondían por aquél.El interrogatorio siguió adelante. Doña Isabel salió de la pequeña oficina, Manuel caminaba; en ocasiones veía des­preocupado hacia afuera, a través de la ventana. Más tarde regresó doña Isabel, y dijo algo a don Gerardo. Este intervino y mamtestó: ”la señora propone un arreglo: que se rompa el acta y que Manuel pague los pastos -en total 460 pesos- y entregue la cría de la vaca”. Manuel estuvo de acuerdo en entregar la vaquilla, pero no en pagar los pastos, porque él había cuidado los animales de doña Isa­bel. Esta dijo que no quería ir a Zacatlán, pues se perdía mucho tiempo “en subir y bajar”, y por eso prefería arre­glar las cosas.Al ver a Manuel renuente, don Gerardo pidió que se le amenazara con seguir las actuaciones en caso de que no aceptara el arreglo, “ya que a él no le preocupaba ir a Zaca­tlán”.Manuel hizo una nueva oferta: pagar los pastos hasta fines del mes de agosto. Don Gerardo dijo que no, porque el acusado ya no iba a volver. Isabel,en cambio, aceptó.Se acordó a propuesta de don Gerardo, que Manuel trajera la vaquilla a la Presidencia y se la entregara al Agente, para que éste, a su vez, se la entregara a doña Isa­bel mediante una acta. “Asi”, dijo don Gerardo, “Manuel no podrá decir después que le quitamos la vaquilla”. “Así -concluyó- se evitarán problemas, ya que Manuel entre­gará el dinero a fines de agosto”Al día siguiente, el 16 de julio, don Gerardo insistió al Agente que Manuel llevase la vaquilla a la Agencia -no quería que el Comandante fuese por ella-.3.- Caso del hermano que se burló de su hermana Una mujer se quejó de que su hermano se había metido con unos amigos a su jacal. Mientras los amigos se burla­ban9 de ella, el hermano se reía. El hermano fue llevado a la Presidencia Municipal, y se le encarceló. Este no quiso arreglarse en Ahuacatlán y el asunto se pasó a Zacatlán. Allá, cuando llegó la hermana, le dijeron que todo estaba arreglado. -Se piensa que el hermano dió dinero al Agente, porque no atendió la diligencia que se le envió-. Comentó el Presidente Municipal de Ahuacatlán, que el hermano debió ser castigado para que comprendiera que lo que había hecho no estaba bien, pero así “...puede ser que vuelva a cometer los mismos actos de nuevo”(10).

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4.- El caso de las dos niñas acusadas de quemar la casa de la abuelita.

El miércoles 16 de julio una señora indígena presentó, ante el Agente Subalterno de Ahuacatlán, la siguiente denun­cia: dos nietas suyas habían quemado su casa (la casa de la quejosa se encuentra, al parecer, a una distancia conside­rable de la casa de las acusadas). La denuncia se apoyó en el dicho de un testigo, también nieto de la quejosa -hijo de un hijo-, que tiene 7 años de edad (la construcción, de acuerdo con el hijo de la quejosa, tenía un valor de 3,000 pesos).La señora se volvió a presentar con su hijo, su nieto y un testigo más, el día 23 del mismo mes. También estuvieron presentes las dos menores acusadas -que tenían, aproxi­madamente, entre 9 y 10 años de edad-, acompañadas de su madre, una mujer y dos hombres. Las acusadas presen­taron como testigos a sus acompañantes, quienes afirma­ron que a la hora en que el incendio ocurrió, las menores estaban trabajando en el terreno de Rodolfo Suárez.El Agente estaba sentado sobre la mesa que le sirve de es­critorio. Las acusadas se colocaron del lado derecho (en el mismo lugar donde estuvo el acusado en el Caso de la va­quilla robada); la quejosa se encontraba frente al Agente. El Secretario, al lado derecho de este último, redactaba el acta correspondiente. El Secretario hizo algunas pregun­tas y el Agente las tradujo al idioma indígena; tradujo, además, las respuestas al español para que se incluyeran en el acta. Las menores no admitieron haber quemado la casa.El Agente se encontraba molesto: los testigos presentados apoyaban con sus declaraciones el dicho de cada una de las partes. “Alguno de ellos miente”, dijo el Agente, “y eso debe aclararse en Zacatlán”, concluyó. Sin embargo, a continuación el Agente propuso el siguiente arreglo: que las acusadas ayudaran a reconstruir la casa de la señora. Ellas aceptaron, pero la parte quejosa -a través del hijo- no: quería que se les castigara, “porque si no lo volverían a hacer”. El Agente se disgustó y habló otra vez de la posi­bilidad de consignar el caso a Zacatlán^‘pero”, preguntó el Secretario “¿a quién se va a consignar? Solamente que a los testigos”. El arreglo quedó en suspenso y se citó a las partes para una nueva audiencia a los dos días siguientes. El Agente dijo al autor que el padre de las acusadas, cuan­do la denuncia se formuló, no se encontraba en Ahuaca-

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tlán, había ido a Tlaxcala a trabajar por una temporada, pero vino para arreglar el caso. “Seguramente alguien le avisó”, concluyó.El Agente no creyó mucho en la versión del testigo presen­tado por la parte acusadora: “No vio lo que pasó, está re­pitiendo lo que el niño dijo”. Personalmente él pensaba que el niño había quemado la casa, pero se imputaba el hecho a las niñas “porque existe un pleito entre la familia” “Si no se quieren arreglar aquí, van a tener que ir a Zaca­tlán, y ahí no se van a topar con don Gilberto, sino con un licenciado”, expresó. El Secretario por su parte, indicó al autor que si no hubiesen aparecido los testigos de descargo las niñas hubieran sido aprehendidas.El 25 de julio, a las 12:30 horas, se presentaron en la “Agencia” un hombre y una mujer. La mujer, según decla­ró después el Agente al autor, era un testigo de descargo llevado por las acusadas. Estaban también los padres de las niñas. La ofendida no asistió a la audiencia. El Agente dijo que el caso se iba a quedar así hasta que acudiera la quejosa; pero si no lo hacía, ya no se le haría caso. El Se­cretario intervino y dijo que debía mandársele un citatorio para hacerle saber el testimonio de la mujer que indicó ha­ber visto a las niñas trabajando en el terreno de Rodolfo Suárez -situado en el pueblo de San Francisco- el día de los hechos. El argumento que esgrimió fue que debía hacerse así porque un testigo estaba mintiendo11.El caso concluyó de la siguiente manera: el tesugo adulto de la quejosa no vio a las niñas prender fuego a la casa. En cambio los testigos presentados por las acusadas indi­caron que las vieron trabajar en el terreno de Suárez en el momento que ocurrieron los hechos. El Agente concluyó: “Aquí no prospera el negocio, si quieren vayan a Zacatlán, para que vean que no tienen razón”. El hijo de la ofendida no quiso arreglarse en Ahuacatlán.5.- El caso de la abuelita lesionada12 “En Ahuacatlán, del Estado de Puebla, siendo las 11 once horas del día (30) treinta de julio de 1975 mil novecientos setenta y cinco, ante mi, Gilberto Sosa, Agente Sub del Ministerio Público de este lugar, comparece la Sra. MARIA DOMINGA y DIONICIO MAURICIO, con re­lación al problema que se les presentó estando él en estado de ebriedad, habiendo salido hella lecionada del brazo de­recho, y que se retira la demanda debido a que dionicio ya se comprometió a pagar las curaciones y a no volver a mo­lestar, asi mismo pide que se le castigue con cárcel para que quede escarmentado.

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El C. DIONICIO MAURICIO, manifiesta que el esta dis­puesto a pagar las curaciones de su abuelita, y que se com­promete a respetarla, que únicamente pide que su abuelita no se meta para nada con él en lo personal.Después de leida la presente la ratificaron y firmaron con los que supieron hacerlo. - Doy fé.

El Agente Sub del Ministerio Público Conforme ConformeMa. Dominga Mauricio Dionicio Mauricio-huella digital- -firma-

DiscusiónSe hará con base en los siguientes tópicos: la autoridad, el

procedimiento y las partes.1.- La autoridad. Es importante señalar que, de hecho, no

existe una competencia definida y clara entre las diversas auto­ridades de Ahuacatlán. El Presidente Municipal actúa como árbitro en controversias que son sometidas ante él, por ejemplo, los casos 2 -en su primera fase- y 3. Asimismo, el Agente Subalterno del Ministerio Público, arbitra todo tipo de problemas civiles -por ejemplo, el pago del precio adeudado por el consumo de los pastos del potrero de Isabel (caso 2); o bien, penales -como la acusación hecha por la abuela de las menores por el incendio de su casa (caso 4); la lesión ocasiona­da a la abuela por el nieto (caso 5) y el robo de la vaquilla (caso 2, en su segunda fase)-.

La autoridad es, en la mayoría de los casos, un árbitro, no un juez. De ahí que no importe mucho cuál sea la competencia formal que tenga cada funcionario.

Al ser un árbitro, la autoridad no dicta sentencias; cuando mucho propone a las partes los elementos substanciales de un arreglo. Es una autoridad que en ciertos momentos deja entre­ver rasgos de carácter paternal. Por ejemplo, la preocupación del Presidente Municipal porque el hermano que se burló de su hermana (caso 3) no fue castigado -el Presidente creía que po­siblemente el acusado dio dinero a las autoridades de Zacatlán- No hubo arreglo; en consecuencia, no hubo un extrañamiento mediante el cual se hiciera ver al acusado lo indebido de su

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acción. Por otro lado, la autoridad aparece como si estuviese desprovista de fuerza para imponer una conducta obligatoria, ya que ante un impasse en la controversia, el recurso disponi­ble es amenazar con enviar el asunto a Zacatlán. Baste mencio­nar el caso número 4, en el que el Agente dijo “si no se quieren arreglar aquí, van a tener que ir a Zacatlán....”.

Si la autoridad se define, en términos de derecho escrito -urbano-, como la persona que tiene poder de decisión y la posibilidad de hacerla ejecutar, ni el Presidente Municipal, ni el Agente Subalterno del Ministerio Público, en los casos que se han visto, tienen ese carácter.

2.- El procedimiento. Del análisis de los casos anteriores vemos que no se sigue un procedimiento preestablecido. Al no haber competencias definidas, tampoco puede haber procedimientos precisos. El procedimiento en Ahuacatlán se caracteriza por las siguientes fases. Primeramente, el plantea­miento del problema ante la autoridad; en segundo lugar, la proposición de arreglo, que puede ser hecha por cualquiera de las partes o por el funcionario; y, en tercer término, el arreglo propiamente dicho. El ofrecimiento de pruebas no existe como una etapa propia e independiente del procedimiento: está incluida en el planteamiento del problema.

Por otro lado, el procedimiento no está construido para llegar a la “verdad formal”, que en el derecho escrito se carac­teriza por ser un proceso de investigación -del cual derivó la investigación científica en las disciplinas humanas-. El funcio­nario de Ahuacatlán no procura allegarse otros elementos de juicio -situación por lo demás completamente comprensible, si se tiene en cuenta que la autoridad es en realidad un árbitro-. En consecuencia, en términos formales, no importa declarar a alguien como culpable o responsable, respectivamente, de un hecho antijurídico o de una deuda de carácter civil. Lo anterior queda ilustrado con el Caso de la abuelita lesionada (número 5) respecto del cual se asentó en el acta levantada por el Agente Subalterno lo siguiente: “.... con relación al problema que se les presentó estando él -el nieto- en estado de ebriedad, habiendo salido hella lecionada del brazo derecho....”. El lenguaje utilizado es semejante al que describe un accidente, no una con­ducta intencional.

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El objetivo del procedimiento es el arreglo y tiene las características que en seguida se enumeran:

a) Todo conflicto tiene arreglo. Incluso en las circunstan­cias más opuestas; por ejemplo, en el Caso de las dos niñas acusadas de quemar la casa de su abuelita (número 4), existe la posibilidad de arreglo. Ello no quiere decir que las partes lo acepten. (En el caso antes citado, el hijo de la quejosa no quiso arreglarse en Ahuacatlán). Pero el arreglo, en tanto solución posible a un problema, siempre es factible.

b) El arreglo tiene un contenido más o menos semejante al del término latino resolvere (resolver), que significa volver las cosas al estado en que antes se encontraban. El arreglo presupone una posición ante las relaciones sociales: los indi­viduos tienen que convivir. (Este punto se desarrollará un poco más en el apartado de conclusiones).

c) Aceptar el arreglo no significa admitir la culpabilidad o responsabilidad de determinado hecho. Situación explicable, toda vez que el objeto del procedimiento en Ahuacatlán no es establecer la “verdad formal”. De ahí que las partes se sientan con derecho a demandar y a contrademandar, aun en las cir­cunstancias de procedimiento más adversas. Tal es la actitud de Manuel, en el Caso de la vaquilla robada (número 2), cuando no acepta el arreglo en los términos propuestos por Gerardo a instancias de Isabel: no se consideraba obligado, a pesar de no haber pagado, a cubrir el precio de los pastos. Situación semejante se presenta en el último caso (número 5), al decir el acusado “....que está dispuesto a pagar las curaciones de su abuelita, y que se compromete a respetarla, que única­mente pide que su abuelita no se meta para nada con él...”

d) El arreglo es diferente del castigo. Se invoca este último cuando no se llega al primero. El castigo es un acto unilateral: tiene por base la decisión de una autoridad. El arreglo es un acuerdo bilateral: intervienen las voluntades de ambas partes en el conflicto.

3.- Las partes. La característica más importante de los casos presentados es que la parte procesal no es individual sino colectiva. En efecto, el litis consorcio, ya sea activo -deman- dante- o pasivo -demandado- es frecuente. Se trata de un litis

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consorcio peculiar, pues se constituye sin mayor formalidad que la presencia de los acompañantes del quejoso o del acusado; su integración puede variar de una audiencia a otra. El litis consorcio en Ahuacatlán es, en realidad, el reconoci­miento implícito de personalidad procesal a la familia nuclear, cosa explicable en una región de economía campesina. Como ejemplo de litis consorcio pasivo tenemos el Caso de la vaquilla robada, en el que Manuel integró una parte procesal colectiva de carácter pasivo con su esposa, su hija y su yerno. Al mismo tiempo que Isabel constituía un litis consorcio activo con Gerardo.Conclusiones

1.- El arreglo se funda en el principio de hacer posible la vida social sin cuestionar al sujeto demandado o acusado. Esta tesis implica la aceptación de que siempre hay una razón para actuar de un modo o de otro. En Ahuacatlán no existe el juez, como la autoridad que por propia decisión condena al responsa­ble de determinado acto. Por ejemplo, el juez del Estado, en materia penal, impone una sanción al culpable de un delito, por considerar que con ella se logrará reformar al delincuente. Por el contrario, el principio que subyace en la actuación de la auto­ridad como árbitro en Ahuacatlán, es el de que un sujeto puede desviar su conducta y causar un daño a otro; pero tal fenómeno, además de explicable, es natural, y la respuesta de la autoridad -árbitro en realidad- es buscar el compromiso del acusado -y en cierta forma también del demandante- de que no volverá a hacer lo mismo. En este último caso se trata de una solución social, que parte de una conducta reclamada, y que puede ser reprobada; no se parte, como en el primer supuesto, de una solución social que al ser alterada desemboca en la mo­dificación de la conducta individual. El mediador de Ahuaca­tlán no es juez; no es, para decirlo en el lenguaje de Foucault, panóptico

2.- La sociedad de Ahuacatlán no es un mundo de especia­listas. El Presidente Municipal, además de su encargo, es carni­cero y dedica varios días a la semana para la realización de esta actividad. El Agente Subalterno del Ministerio Público -que en este artículo es quizá la figura principal- es cohetero. Dedica las

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mañanas a su función pública y por las tardes fabrica cohetes y arma castillos de fuegos artificiales. Además, en sus ratos libres es, como dice él, sembrador13; prueba de ello son todos los conocimientos agrícolas que me comunicó durante nuestras entrevistas.

En otras palabras, al no ser especialistas, los funcionarios de Ahuacatlán participan más de la vida social de ese lugar. Todavía no están sentados en la torre del panoptikon (aunque el caso 1 demuestra ya la presencia de rasgos burocráticos)14.

3.- Por supuesto, el acusado tampoco está especializado como tal. El litis consorcio pasivo -que realmente es también activo- disminuye la carga y la presión que tendría de ser un acusado individual. El conflicto tiene un marco de referencia social, su solución es también social.

4.- Los casos incluidos en este trabajo, aunque superficial­mente tratados, sugieren una alternativa jurídica y social diferente a la de nuestra sociedad urbana, especializada y centralizada.

N O TA S1 El trabajo de campo base de este estudio tuvo lugar en los meses de julio

y agosto de 1975. El apoyo financiero que lo hizo posible fue otorgado por el entonces Centro de Investigaciones Superiores del Instituto Nacional de Antropología e Historia, siendo su director el Dr. Angel Palerm. En los casos relatados, he cambiado, por respeto, los nombres de los actores. Lo importante, para este trabajo, son los hechos sociales no la identidad de las personas.

2 Una lista bibliográfica bastante completa, en la que incluyen varios tra­bajos considerados ya como clásicos dentro de lo que se ha bautizado como Antropología Jurídica, se encuentra en Laura Nader (1965 y 1969)

3 Sobre este punto hago una breve reflexión en un artículo anterior diri­gido a juristas, especialistas en Derecho Agrario (Suárez, 1979)

4 Partiendo de la Ciudad de México la carretera pavimentada se termina en el pueblo de Zacatlán. De ahí a Ahuacatlán hay unos 30 kilómetros, de los cuales aproximadamente 17 se recorren por un camino de terra- cería de condición regular; los 10 restantes se caminan o se hacen a lomo de muía. En tiempo, la duración del viaje de Zacatlán a Ahuacatlán es de media hora a cuarenta y cinco minutos hasta el poblado llamado Xilot/ingo -caserío a donde llega el camión-; y de ahí a Ahuacatlán, una hora, si se cubre el trayecto en muía, o de una a cinco horas a pie, depen­diendo de si se tiene excelente o mala condición física.

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5 Esto es, un indígena que quiere volverse mestizo. La palabra denota que el cambio, en este proceso de aculturación individual y deliberado, no es “substancial”.

6 He preferido limitarme, para establecer la división formal de poder, a lo señalado por este informante, en lugar de recurrir a las leyes escritas. La razón metodológica es mostrar el contraste existente entre lo formal consciente, que tiene su fuente en la norma escrita, y lo informal incons­ciente.

7 Durante el tiempo de mi estancia en Ahuacatlán el Juzgado Menor no abrió sus puertas.

*8 La exposición de los casos sigue un orden cronológico: el de su recopila­ción. El relato trata, hasta donde fue posible, de reconstruir lo más fiel­mente los hechos observados por el autor y los recolectados a través de las narraciones de los informantes.

9 Esta palabra resulta ambigua, pues puede ser o un comentario despecti­vo o, tal vez, una injuria. De acuerdo con el contexto, el primer sentido parece ser el más cercano a los hechos.

10 El presidente no explicó cómo debía castigarse al hermano.11 Mi impresión es que el Secretario dijo eso porque yo estaba presente.12 Tomado del archivo de la Agencia Subalterna del Ministerio Público

de Ahuacatlán. Es transcripción literal.13 Sembrador, de acuerdo con don Gilberto Sosa, es aquel que cultiva la

tierra para sacar su gasto. Agricultor es el que puede almacenar maíz suficiente para atender sus necesidades y además vender el excedente.

14 No debe pasarse por alto que el derecho, en otros niveles que no han sido incluidos en el material de este artículo, es un instrumento de poder en manos del grupo mestizo. Solamente aquí, para el tema tratado, adopté el presupuesto metodológico de aislar los casos del resto de las relaciones sociales, para lograr destacar, mediante la simplificación y la exageración, los elementos_discutidos.

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(ed) The Ethnography o f Law, American Anthropologist Special Publication, VI. 67, No. 6, Part 2, pp. 3-32.

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SUAREZ ALTAMIRANO, Modesto (1979) Derecho agrario y cambio social en: Jurídica, Anuario del Departamento de Derecho de la Universidad Iberoamericana, No. 11, pp. 389-410.