a sangre y fuego

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{ Guillermo Rodrigo 2º Bachillerato C A Sangre y fuego

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Page 1: A SANGRE Y FUEGO

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Guillermo Rodrigo2º Bachillerato C

ASangre

y fuego

Page 2: A SANGRE Y FUEGO

1. La obra: resumen y personajes2. Relación con el contexto histórico: la Guerra Civil española

a. Antecedentes e iniciob. Bandos

Intervención internacionalBando republicano:

Apoyos políticos y socialesLa revolución social de 1936División y luchas internasGobiernos posteriores a 1936

Bando sublevado:Apoyos políticos y socialesUnificación políticaEl Ejército de África y los guerreros marroquíesLa Iglesia y la cuestión religiosa

c. DesarrolloFases de la guerra Represión en las retaguardias

d. Consecuencias3. Opinión

Índice

Page 3: A SANGRE Y FUEGO

RESUMEN Y PERSONAJES

Page 4: A SANGRE Y FUEGO

Sobre el autor El libro comienza con un prólogo donde el autor, Manuel Chaves Nogales, se presenta y

explica lo que le llevó a escribir los relatos que componen el libro. Se define como un «pequeño burgués liberal, ciudadano de una república democrática y parlamentaria». «Antifascista y antirrevolucionario por temperamento», no quería que España fuese «ni colonia fascista ni avanzada del comunismo, ni tiranía aristocrática ni dictadura del proletariado».

Era periodista y escritor y trabajaba para el periódico Ahora en Madrid. Cuando empezó la Guerra Civil, apoyó a la República: «Hombro a hombro con los revolucionarios, yo, que no lo era, luché contra el fascismo con el arma de mi oficio.»

Pero «la estupidez y la crueldad se enseñoreaban de España». Decidió huir de España, hastiado de la guerra, ya que la violencia de ambos bandos (el suyo incluido) le hizo perder toda esperanza: «Me fui cuando tuve la íntima convicción de que todo estaba perdido y ya no había nada que salvar, cuando el terror no me dejaba vivir y la sangre me ahogaba. ¡Cuidado! En mi deserción pesaba tanto la sangre derramada por las cuadrillas de asesinos que ejercían el terror rojo en Madrid como la que vertían los aviones de Franco, asesinando mujeres y niños inocentes.»

Se exilió en París y allí escribió los nueve relatos que componen A Sangre y Fuego para retratar el horror de la España de aquella época.

Los relatos y personajes y algunos de los lugares son ficticios, pero están basados en hechos reales.

Los personajes "buenos" no serán los de uno u otro bando, sino aquellos que muestren un poco de humanidad. Algunos de estos se compadecen del enemigo (ej.: Rosario) y otros terminan muriendo en batalla sin tener ya ninguna esperanza en el futuro del país (ej.: Bigornia, Daniel).

Page 5: A SANGRE Y FUEGO

Madrid es constantemente bombardeado por los aviones fascistas. La Escuadrilla de la Venganza se dedica a mantener el nuevo "orden revolucionario" en la ciudad. Arabel es el jefe de la escuadrilla y Valero es un joven comunista miembro de las Juventudes Unificadas que colabora con el grupo. Los milicianos, temiendo que hubiese una "quinta columna" del ejército sublevado en Madrid, deciden convocar a militares para encarcelarlos con la excusa de pagarles. Entre los militares apresados está el padre de Valero, el cual no es liberado, ya que no tenían una relación muy estrecha. Los aviones de Franco empiezan a bombardear sin previo aviso causando una gran mortalidad. Esto causa una gran impotencia y sed de venganza en la ciudad y las milicias llevan a cabo un asalto a las cárceles. Los militares anteriormente apresados tienen oportunidad de salvarse y luchar por la República. Pero no lo hacen y finalmente son fusilados.

¡Masacre, masacre!

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Una cuadrilla de hombres armados dirigidos por un marqués andaluz van por su comarca "a la caza de los rojos". Entre los miembros de esta auténtica mesnada están los hijos del marqués (Jose Antonio, Juan Manuel y Rafaelito) y el pae Frasquito (cura) además de trabajadores del marqués, que afirman que van donde este les diga.

La crueldad está presente en todo el relato. Por ejemplo, Jose Antonio es capaz de compadecerse de una res moribunda pero mata a sangre fría a joven gitano asustado y herido al que había tomado como prisionero cuando se lo encuentran por el camino. El pae Frasquito nunca hace nada para evitarlo.

Rafaelito, en cambio, representa la compasión ya que pudiendo haber matado a un enemigo, no lo hace.

Llegan a un pueblo donde los rojos les tienden una emboscada. Se atrincheran en el ayuntamiento, amenazando con usar mujeres y niños como parapeto. Después llegan los falangistas y tras una sangrienta batalla, ganan los fascistas y los rojos son apresados y fusilados. En medio de la batalla Rafaelito se encuentra con Julián, cabecilla de los rojos, y después ambos son detenidos y llevados a Sevilla.

Julián será ejecutado mientras que Rafaelito, hastiado de la guerra y de la crueldad de unos y otros, huirá a Gibraltar.

La gesta de los caballistas

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Pedro y Jiménez eran unos milicianos de Madrid. Tenían su cuartel en un palacio transformado en ateneo anarquista. Una noche, Pedro vio a lo lejos una lucecita y pensó que alguien hacía señales al enemigo.Un general fascista (Queipo de Llano) desde Sevilla se dedicaba a insultar al bando republicano por la radio y a presumir de las atrocidades cometidas por su bando. Gracias a él los milicianos descubrieron que había un traidor en Madrid que había revelado que escondían munición en el Teatro Real.Pedro entonces confirmó que la lucecita que había visto era el traidor haciendo señales en Morse, así que Jiménez y él fueron a por el traidor. Descubrieron toda una red de espías fascistas y comenzaron a matarlos uno a uno. Desde una joven que estaba ahí por su novio hasta un anciano de un sanatorio.Pero cuando iban a por el último eslabón de la cadena, una ráfaga de disparos de sus enemigos acabó con la vida de Pedro y Jiménez.

Y a lo lejos una lucecita

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Una tropilla de la Columna de Hierro encabezada por el Chino e integrada en su mayoría por desertores del frente y delincuentes comunes, iba de pueblo en pueblo dedicándose al saqueo y al pillaje con la excusa de ser anarquistas que iban limpiando la retaguardia de fascistas. Entran en un music-hall de Valencia para emborracharse y aprovecharse de alguna mujer. En el local se encuentra Jorge (un aviador inglés voluntario que luchaba por la República, que en ese momento iba bastante borracho) y Pepita. Ambos son convencidos para acompañar a la Columna de Hierro.Llegan a un pueblo, Benacil, y pese a que Pepet (el alcalde republicano) se opone, terminan entrando en el pueblo. Entonces el comité de Benacil (donde se encuentran Pepet y Tomás, un joven socialista) decidió luchar contra los bandidos de la columna. Gentes del pueblo, socialistas y comunistas van a luchar contra los anarquistas. Los milicianos de la Columna toman la cárcel del pueblo para llevarse a los fascistas y fusilarlos. El pueblo de Benacil lucha contra ellos para evitar que se lleven a los fascistas. La confusión entonces es total. Pepita aprovecha para ayudar a los fascistas a escaparse mientras que los del mismo bando están matándose entre ellos. Luego le dice a Jorge que ella en realidad es una fascista infiltrada en el bando republicano.Después de todo esto, Jorge volverá a luchar en la aviación.

La Columna de Hierro

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El camarada Arnal era un artista al que la República le había encomendado la misión de salvar cuanto pudiera de la destrucción de la guerra.Los fascistas atacaban el pueblo de Briesca mientras Arnal y dos miembros del comité revolucionario de la localidad intentaban salvar sus tesoros artísticos. En la iglesia del pueblo, todo lo que no tuviera valor artístico o económico era quemado en la plaza. Llegaban al pueblo heridos y desertores del frente. Un comandante, que perseguía a los desertores, mató a uno de ellos y los demás le mataron a él.Antes de irse del pueblo Arnal escondió dos cuadros del Greco (este sería "el tesoro de Briesca").Arnal fue a Madrid donde constantemente llegaban voluntarios para defender a la República, aunque fracasaban. A raíz de todo lo que presenció allí y cada vez más desilusionado con su tarea de salvar el patrimonio, Arnal pensó que su trabajo ya no tenía sentido: la vida no parecía tener ningún valor, por tanto el arte tampoco.Hizo una especie de mapa que llevaba hasta el tesoro que había enterrado y luego dibujó por encima. Decidió alistarse y luchar en el frente para defender Madrid. Murió allí, llevándose el secreto del tesoro a la tumba. Desde ese día, Madrid empezó a resistir.

El tesoro de Briesca

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Mohamed, un marroquí que luchaba con el bando sublevado, fue herido y apresado por unos cabreros. Se lo llevaron al pueblo para decidir que harían con él, pero ahí nadie se ponía de acuerdo. Las autoridades republicanas querían llevarlo a Madrid y que allí fuera juzgado mientras que los anarquistas querían soltarlo (pero que luchase junto a ellos), los comunistas opinaban que debían curarle y hacerle luchar en el frente y, por último, la gente del pueblo simplemente quería matarlo. Y eso último hicieron.

Mientras, en un campamento de los sublevados, el caíd (jefe de "los moros") se entristecía ante la ausencia de Mohamed. Un militar español le prometió al caíd vengar la muerte de su soldado. Y eso hicieron y fueron avanzado fácilmente hasta llegar a Madrid. Allí se chocaron contra la resistencia de esta ciudad y fueron apresados y paseados cual trofeo por todo Madrid. La gente les miraba como seres de otro mundo mientras ellos desesperadamente se hacían pasar por "rojos". Pero finalmente, son todos ejecutados.

Los guerreros marroquíes

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Había comenzado la Guerra civil. A un hotelito de Miradores, en la sierra de Madrid, llegan las noticias del golpe de Estado por la radio. En él trabajan los socialistas Pascual, Rosario, Adela y Carmen. Muchos huéspedes celebran las noticias, entre ellos el señor Tirón.

Se crea un comité en el pueblo y los huéspedes del hotel quedan ahí atrapados. Pascual, Rosario, Adela y Carmen se marchan con los republicanos a defender la capital. Después de la victoria, las tres mujeres regresan al hotel cargando con el fallecido Pascual.

Los milicianos van por el pueblo matando a los "reaccionarios". El señor Tirón, atemorizado, se esconde en la cocina del hotel donde estaban las chicas y les pide que no lo delaten. Rosario decide denunciarle pero cambia de idea al presenciar un fusilamiento. Se compadece de Tirón y le ofrece el carnet de socialista de Pascual para que huya.

La guerra sigue. El señor Tirón se convierte en jefe regional de la Falange en Valladolid. Tras un desfile fascista, pronuncia un discurso sobre unos sucesos inventados ocurridos en Sanbrian. En realidad, los fascistas habían asesinado cruelmente a toda la población del pueblo pero él le da la vuelta a los hechos para dejar mal a los rojos y hacer creer que lo único que había pasado era que estos habían matado a un jefe falangista.

Mientras, Adela, Carmen y Rosario habían sido apresadas. Tirón después de pensárselo mucho y por calmar su conciencia, decide ir a la cárcel a por ellas. Pero ya las habían asesinado.

Viva la muerte

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Bigornia era herrero y mecánico, y anarquista desde siempre. Tenía muchos hijos (no todos con su mujer) y vivía en las afueras de Madrid en malas condiciones. El autor lo describe como "un ogro" "vital y alegre".

Al principio de la guerra, Bigornia colabora ilusionado en el asalto del Cuartel de la Montaña en Madrid contra los militares fascistas.

Bigornia vuelve a colaborar con la defensa de la República (esta vez en Extremadura), conduciendo un viejo tanque. Pero al ver a la gente huyendo cobardemente, Bigornia empieza a perder la fe en ganar la guerra e incluso en el anarquismo. De vuelta a casa, Bigornia se encuentra con una niña y luego con su madre y su hermanito, que huían del horror de la guerra. Bigornia se los lleva a su casa (aunque a su mujer no le hiciera mucha gracia).

Se queda por mucho tiempo en su casa, frustrado y triste, pero finalmente decide colaborar una última vez. Ayudaría con los tanques soviéticos. Pero allí termina de perder la poca esperanza que tenía. Una vez más se queda solo en un tanque (esta vez con el ruso Iván) en el campo de batalla, mientras el resto huyen. Allí muere.

Bigornia

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Consejo obreroLos protagonistas de este relato son Daniel, un obrero independiente que se negaba a seguir a los sindicatos y Bartolo, otro obrero, de pasado falangista. La acción se desarrolla en Madrid.Ante el temor de ser despedidos de su fábrica por "traidores" o "fascistas" ambos se afilian a la CNT, ya que un comité presidido por el comunista Carlos intentaba acusarlos. Este mismo comité, que ahora dirigía la fábrica en la que trabajaban, decide también la ejecución de Valentín, un capataz que en otros tiempos había explotado a los obreros.El comité celebró un juicio para Daniel y Bartolo.Bartolo fue defendido por los anarquistas de la CNT ante el comité y los comunistas, pero cuando se enteraron de que era falangista, los mismos anarquistas lo fusilaron.Por su parte, Daniel defendió su posición diciendo que él en su momento obedeció al burgués como todos los demás y que era libre y no estaba obligado a ser parte de ningún sindicato. Pero le despidieron, sin poder acusarle de nada más que de actuar por sí mismo. Se vio condenado a pasar hambre y para evitarlo tuvo que alistarse mientras algunas milicias, sindicatos y comités vivían bien. Murió en el frente. 

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PERSONAS REALES NOMBRADAS EN EL RELATO

En el libro aparecen referencias a personajes reales históricos de esta época, por ejemplo:

Francisco Franco: Militar y dictador entre 1936 y 1975. Nombrado en numerosas ocasiones.

Emilio Mola: militar y director del golpe de Estado de 1936 «…el recuerdo de la amenaza de Mola fallaba en su daño…»

Manuel Azaña: Presidente de la República “¡Three cheers for mister Azaña!”

Dolores Ibárruri La Pasionaria: militante del PCE. «El general rebelde iba volcando, como todas las noches, sus retahílas de injurias. «La canalla marxista…». «Esos hijos de la Pasionaria…». «Esos bandidos rojos…».»

Queipo de Llano: Militar fascista andaluz «—El general Queipo —decía el marqués— me llamó para decirme que si le ayudábamos estaba dispuesto a dejar limpia de bandidos rojos la campiña del condado.»

Buenaventura Durruti: líder anarquista. «Buenaventura Durruti, el cabecilla anarquista que había salido de Barcelona llevando tras sí a toda la canalla de los bajos fondos, se trocó rápidamente en el caudillo más inflexible y autoritario.»

Rafael Alberti, Bergamín y María Teresa León: escritores e intelectuales antifascistas. «Un grupo de intelectuales antifascistas en el que iban el poeta Alberti con su aire de divo cantador de tangos, Bergamín con su pelaje viejo y sucio de pajarraco sabio embalsamado y María Teresa León, Palas rolliza con un diminuto revólver en la ancha cintura, fue a rodear solícito al desolado francés.»

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RELACIÓN CON EL CONTEXTO HISTÓRICO: La Guerra Civil (1936-1939)

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ANTECEDENTES E INICIOCAUSAS DE LA GUERRA

Algunas causas que motivaron la guerra fueron las siguientes:

• Los problemas planteados en España ya desde el siglo XIX (cuestión religiosa, cuestión regional, cuestión social y agraria) seguían sin solución. Cambios constantes respecto a estos temas.

• La tensión provocada entre ideologías opuestas: fascismo y revolución obrera(comunismo/anarquismo), dentro y fuera de España y la falta de una clase media que apoyase una democracia parlamentaria liberal.

• La tradición golpista del ejército.

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«Ciudadano de una república democrática y parlamentaria. Trabajador intelectual al servicio de la industria regida por una burguesía capitalista heredera inmediata de la aristocracia terrateniente, que en mi país había monopolizado tradicionalmente los medios de producción y de cambio» En 1931 se declara la II Republica Española. Desde 1933 estaba gobernada por la

derecha (bienio radical-cedista,1933-35).

Los partidos de izquierda (republicanos, socialistas y comunistas) se agruparon en una coalición electoral, el Frente Popular, en enero de 1936. Inspirados por la III Internacional y para detener la amenaza fascista, el Partido Comunista propuso crear un Frente antifascista que uniera todas las fuerzas políticas liberales, republicanas y de izquierdas. La CNT no firmó el pacto pero recomendó a sus afiliados votar a la coalición.

• La coalición triunfó en las elecciones. Presidente de la República: Manuel Azaña y Presidente del Gobierno: Casares Quiroga.

Se fue produciendo una radicalización proletaria (comunistas y anarquistas) por una parte, y fascista (Falange Española, JONS) por otra.

• Intentos de revolución proletaria: Revoluciones de Asturias y Cataluña (1934), obreros de CNT y UGT contra el ejército.

«En Asturias los mineros han proclamado el comunismo libertario, y el ejército, por orden del gobierno, se ha incautado de las comunicaciones ferroviarias para hacer abortar el movimiento.» «¿Por qué les echó a ellos el patrón cuando fracasó la revolución de octubre?»• Quema de conventos y ocupación de tierras por jornaleros. • Asesinatos de líderes políticos de izquierda y derecha.

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TRAMA GOLPISTA CONTRA LA REPÚBLICA Su organizador y director hasta julio

fue el general Mola. El jefe que debía encabezar la

sublevación era el general Sanjurjo, exiliado en Portugal.

Contó con el apoyo civil de los partidos de derecha: CEDA, alfonsinos, carlistas y falangistas.

En caso de triunfo, los planes previstos oscilaban entre la dictadura militar y republicana, propuesta por Mola, para eliminar el peligro revolucionario del Frente Popular, y las diversas opciones de los implicados civiles: vuelta a la monarquía alfonsina, instauración de un régimen fascista o restauración carlista de la monarquía tradicional.

El 13 de julio moría asesinado Calvo Sotelo, líder de la derecha monárquica. Este fue el detonante que aceleró los preparativos para la insurrección militar.

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GOLPE DE ESTADO DE JULIO DE 1936 Sublevación militar. Fracaso parcial que condujo a la Guerra Civil.

«En una casetilla de entrevías un aparato de radio gritaba: —¡A las armas, ciudadano! ¡A las armas! ¡El ejército se ha sublevado contra el poder legítimo de la República! Cada vez eran más nutridos los grupos de obreros que acudían a conocer las noticias que transmitían por radio desde Madrid el gobierno y los líderes del Frente Popular.»

«La radio transmitía vagas referencias de una sublevación militar del ejército de África y apremiantes llamadas de los partidos políticos y los sindicatos a sus afiliados.»

«En Madrid, el cuartel de la Montaña había sido asaltado por el pueblo, que fusiló inmediatamente a los oficiales rebeldes. (…) El pueblo triunfaba. Después de vencer a los rebeldes en Madrid, los obreros, que se habían provisto de armas en los cuarteles asaltados, …» La toma del cuartel de la Montaña en Madrid por las fuerzas del orden leales y las milicias obreras fue determinante en el fracaso de la sublevación.

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REPUBLICANO SUBLEVADO

BANDOS

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Intervención internacionalLa «guerra de España», como se la llamó en el extranjero, tuvo una repercusión inmediata en las complicadas relaciones internacionales de la segunda mitad de la década de los años treinta. En Europa había ya un ambiente prebélico y existía una gran tensión política a tres bandas entre las potencias liberales democráticas (Gran Bretaña y Francia) las potencias fascistas (la Alemania de Hitler y la Italia de Mussolini) y la Unión Soviética de Stalin.

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APOYOS AL BANDO REPUBLICANO

LA UNIÓN SOVIÉTICALa URSS envió armas, combustible, consejeros militares y políticos. A cambio se benefició de las reservas de oro del Banco de España (el “oro de Moscú”).

«Aquí, en este hotelito humilde de un arrabal parisiense, viven mal y esperan a morirse los más diversos especímenes de la vieja Europa: popes rusos, judíos alemanes, revolucionarios italianos…»

PAISES «NEUTRALES»Francia e Inglaterra defendieron la no intervención en el conflicto. Un comité vigilaría que ningún bando recibiese ayuda exterior pero fracasó. El gobierno de Estados Unidos se declaró también neutral.

«Armas, cañones, tanques, aviones, tenemos al fin. Rusia, la patria del proletariado, nos manda cuanto necesitamos»«Estuvo en el campamento donde los oficiales y los mecánicos del Ejército Rojo adiestraban a los proletarios españoles en el manejo de los tanques...»

OTROS ESTADOS: México también apoyó la causa republicana en menor medida.

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LAS BRIGADAS INTERNACIONALESEl Komintern (Internacional Comunista) organizó las Brigadas Internacionales: 60.000 voluntarios de Europa y Norteamérica. Del reclutamiento y de los aspectos organizativos de las Brigadas Internacionales se encargaron dirigentes del Partido Comunista Francés. La inmensa mayoría de los que se alistaron fueron "voluntarios de la libertad" (como decía la propaganda republicana) llegados desde los países dominados por dictaduras y por el fascismo, como Alemania, Italia o Polonia, pero también de países democráticos como Francia (que aportó el mayor número de brigadistas, unos 9.000), Gran Bretaña y Estados Unidos (batallón Lincoln).

«Uno tras otro han muerto todos en combate. Formaban una escuadrilla de voluntarios que se ha batido heroicamente. Hasta que ayer cayó el último. ¡Unos tíos jabatos los ingleses!»

«Todas las tardes vuelve del frente deshecho; es un francés que ha venido a España para batirse por la revolución. Está al frente de una escuadrilla de aviones, pero no es aviador. En su país creo que era poeta, novelista o algo así.»

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APOYOS AL BANDO SUBLEVADO

ALEMANIA NAZI E ITALIA FASCISTALas razones por las que apoyaron al bando sublevado eran obvias: debilitar al comunismo internacional y dejar sin posibles aliados a las potencias democráticas europeas (Francia, Inglaterra) de cara a una guerra mundial.

La Alemania nazi financió al bando rebelde, envió tropas, armamento y la Legión Cóndor. La Italia fascista envió armas y tropas (73.000 soldados).

La cuantiosa ayuda se pagó en dinero y materias primas.

OTROS• Portugal (dictadura de Oliveira Salazar)• A pesar de la neutralidad del gobierno

norteamericano, la compañía Texaco suministró petróleo al ejército de Franco y Ford y General Motors le vendieron camiones.

• El Vaticano dio también su apoyo al bando sublevado.

«Los aviones italianos y alemanes comenzaban un terrible y sistemático bombardeo de la población» «una radio hacía sonar entre tempestuosos ruidos el Horst Wessel y después el Deutschland, Deutschland über alles»

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APOYOS POLÍTICOS Y SOCIALES El bando republicano estuvo constituido en

torno al Gobierno elegido democráticamente, formado por el Frente Popular, que era una coalición de partidos republicanos y de izquierdas: Izquierda Republicana y Unión Republicana, republicanos. Partido Socialista Obrero Español (PSOE), socialista.Partido Comunista de España (PCE, marxista-leninista) y el Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM, trotskista) , comunistas.Partido Sindicalista, de origen anarquista. Esquerra Republicana de Catalunya (en Cataluña), nacionalistas de izquierdas. (También se decantó por el bando republicano el Partido Nacionalista Vasco (PNV, nacionalista conservador).

Era apoyado por el movimiento obrero (comunismo, anarquismo) y los sindicatos UGT (vinculado al PSOE) y CNT (anarquistas), aunque estos perseguían realizar la revolución social.

BANDO REPUBLICANO

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LA REVOLUCIÓN SOCIAL (1936)

«Salud, camaradas! ¡Viva la revolución social!»

En los primeros meses el Estado republicano se desarticuló. Tras conocer la noticia de la sublevación militar, las organizaciones obreras (CNT y UGT) reclamaron "armas para el pueblo" para acabar con ella. La entrega de armas a los partidos y organizaciones obreras hizo que éstas constituyeran rápidamente milicias armadas para hacer frente a la rebelión en el terreno militar y para proceder a una profunda revolución social, desentendiéndose de las autoridades republicanas, a las que no derribaron.

«El cabo comandante del puesto de la guardia civil consultó por teléfono a Madrid y recibió la orden terminante de continuar a disposición de las autoridades locales, republicanos y socialistas. No pudo impedir que antes de que amaneciese el pueblo estuviese armado con cuantas armas se hallaron.»

«Madrid se despoblaba para ir a la sierra a defender la República. Hombres y mujeres, jóvenes y viejos, armados con fusiles que cogieron en los cuarteles, llegaban constantemente en decenas y decenas de camiones.»

«Casi todos ellos tocaban un fusil por primera vez en su vida, y por doquiera partían disparos involuntarios que originaban una gran confusión y algunas bajas.»

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«... uno de aquellos hombres vestidos de azul y con una gran estrella roja de cinco puntas sobre el pecho, uno de aquellos obreritos de la ciudad que en opinión del marqués eran los culpables de la rebelión de los campesinos»

«Tras los comunistas, fueron los recelosos hombres de la CNT y la FAI con sus insignias rojinegras.»

Los comités obreros que surgieron por todas partes eran autónomos y no reconocían límites a sus actuaciones,  pero la paradoja fue que al mismo tiempo la revolución no acabó con el Estado republicano, sino que simplemente lo ignoró y lo redujo a la inoperancia.

Además, algunas milicias aprovecharon la situación de revolución y guerra para sembrar el terror en la retaguardia. (Nota: Este tema está desarrollado más adelante).

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Como prueba del poder que tenían los nuevos comités, en el libro, el obrero Daniel, se queda sin trabajo solo por no haber sido miembro de ningún sindicato antes de la guerra, ya que ahora eran milicias y sindicatos los que tenían el poder en la práctica:

«¡El trabajo! ¡Bah! ¡Hay demasiados hombres que trabajen! El trabajo lo daban antes como una limosna los patrones; ahora lo dan como un premio los sindicatos.»

«Hoy, el obrero que no tenga su carné de un sindicato revolucionario es un paria»

«Ni había sido fascista, ni había pertenecido jamás a ningún sindicato amarillo. Se había limitado a desconocer y desacatar las organizaciones proletarias de la lucha de clases, a no secundar las huelgas y a procurarse mejoras económicas (...) Su rebeldía contra la disciplina proletaria y su desdén por los líderes obreristas estaban bien probados. Pero, a pesar de todo, era indiscutiblemente un obrero, un proletario ciento por ciento; ni un «cuchillo para los trabajadores» ni un «lacayo de la burguesía». ¿Tenían derecho a condenarle quienes en nombre del proletariado hacían la revolución y administraban la justicia revolucionaria? Todos, en el fondo de su conciencia, sabían que no. Le condenaron, sin embargo. ¿Por qué? Por lo mismo que condenaban antes la burguesía: por miedo. Miedo a la libertad. El miedo odioso del sectario al hombre libre e independiente. ¡Fue una lástima! El día en que el consejo obrero expulsó del taller al obrero tornero Daniel, se perdió la causa del pueblo. (…) porque el consejo obrero de una fábrica había tomado el acuerdo de expulsar a un obrero por el delito de haber defendido su libertad.»

Finalmente, el personaje tuvo que alistarse para poder sobrevivir «y murió batiéndose heroicamente por una causa que no era suya. Su causa, la de la libertad, no había en España quien la defendiese.»

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Con la revolución se colectivizó la tierra y la industria, los transportes públicos urbanos y ferrocarriles, y se encargaron del abastecimiento de alimentos.

«Los teorizantes de los partidos proletarios se aplicaban encarnizadamente a organizar lo que ellos llamaban el nuevo orden revolucionario, es decir, la edificación socialista. Desinteresados de las contingencias de la guerra y dando por descartada desde luego la victoria final, creaban a retaguardia de tan inconsistente ejército una burocracia formidable encargada de socializar o colectivizar la vida entera del país.»

«... si los ricos hacían una revolución, los pobres harían la suya, que más somos los pobres que los ricos y que a las malas podríamos con ellos. (...) Al principio todo fue bien. Echamos al cura y al cabo de la guardia civil. (...) Los del sindicato entraron en las casas de los ricos, se apoderaron de los bienes que habían dejado y los repartieron entre los pobres.»

«Un consejo obrero, formado por delegados de los talleres, desposeyó al propietario de la empresa periodística en que yo trabajaba y se atribuyó sus funciones»

La revolución llegó también a la vida cotidiana. Aquí podemos ver como los ricos se ven obligados a colaborar en las tareas domésticas de un hotel: «Ellas, las señoras, tenían que ayudar, ¿eh? La revolución social triunfaba y todos tenían el deber de trabajar. ¿Conformes? Pusieron a la esposa del comandante a pelar patatas, la señora de Tirón ayudó a encender la lumbre, y el propio señor Tirón, bromeando condescendiente, estuvo poniendo la mesa bajo la dirección de Adelita, que se reía de su torpeza, muy divertida al ver tan amable y dócil a un señor de tantas campanillas.»

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Como podemos ver el la historia, muchos edificios (conventos , palacios, …) tuvieron nuevos fines:

«Cuanto había de valor en la casona había sido robado o destruido. Clavado en la puerta había un papel en el que se leía: «Comité». Dentro, una mesa, papeles, muchos papeles, cajones rotos, casquillos de bala y, en la pared, una bandera rojinegra y unos letreros revolucionarios escritos con mucho odio y con muchas faltas de ortografía.»

«Ocupaba el cuartelillo la planta baja de un soberbio palacio en el que, bajo el control de la Federación Anarquista Ibérica (FAI), se había instalado un ateneo libertario con sus cocinas populares y su cuerpo de guardia, que, no se sabe por qué, son las piezas fundamentales en todo ateneo anarquista. Los vastos salones del palacio, cubiertos de ricos tapices, servían ahora de albergue a una oscura masa de familias aldeanas fugitivas de los pueblos invadidos por las tropas rebeldes.»

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Ante esta situación, el caos y el desorden imperaban en las filas republicanas, ya que la mayoría de los miembros de las milicias no tenían ninguna formación militar ni experiencia.

«Cazar aviones a tiros de pistola se le antojaba la cosa más natural del mundo.»

«Pálidos, desencajados, con el terror pintado en el semblante, llegaban a la plaza de Briesca los milicianos que venían del frente. (…) El aparato bélico del ejército rebelde les impresionaba terroríficamente, y a las dos horas de fuego los hombres más entusiastas, los obreros más conscientes y los más recios campesinos tiraban las armas y huían. «

«¿Cómo vais a defenderla [la revolución]? ¿Con qué? ¿Con esos cañones que no tiran, esos aviones que no vuelan y esos tanques que no andan? ¿Con quién? ¿Con esos obreros y esos campesinos que tienen miedo y huyen ante el enemigo? ¿Con esos revolucionarios que corren como gamos apenas aparecen cuatro moros?»

Tampoco tenían jefes, pues la mayoría de militares estaban con Franco. Y a costa de esto el bando sublevado avanzaba rápidamente.

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«De toda la España republicana llegaban millares y millares de hombres enrolados voluntariamente para combatir al fascismo. Los trenes militares volcaban día tras día sobre la capital masas compactas de combatientes reclutados en los últimos rincones de la Península. Las comarcas prósperas, Cataluña y Valencia, mandaban sus columnas de milicianos soberbiamente equipadas; las míseras aldeas de Castilla y Extremadura enviaban casi desnudos y armados con viejas e inservibles escopetas a sus hombres del campo, duros y secos como sarmientos, que por primera vez saciaban en los cuarteles de las milicias su hambre milenaria. La lucha contra el fascismo, predicada por villas y aldeas como se predicaba la guerra santa en los burgos medievales o en las cabilas africanas, levantaba en masa al pueblo y lo lanzaba en oleadas gigantescas sobre el frente. Sin ninguna eficacia. La punta de acero de las vanguardias fascistas hendía fácilmente aquel informe amasijo de voluntades fervorosas e indisciplinadas que apenas chocaban con la férrea disciplina y la técnica profesional del ejército sublevado perdían su fuerza imponente y se deshacían como la espuma. Unas tras otras, las columnas de milicianos quedaban aniquiladas tan pronto como entraban en fuego. El pueblo no sabía hacer la guerra. Los mejores se hacían matar estérilmente; los demás tiraban los fusiles y huían por Andalucía y Extremadura, primero, por toda Castilla la Nueva después; se repetía el patético espectáculo de la voluntad impotente de un pueblo que se lanzaba a la lucha armada en campo abierto sin disciplina y sin jefes; es decir, condenado de antemano al fracaso. Los verdaderos militares, los que lo eran de corazón y sabían a conciencia su oficio, estaban todos al lado de Franco. El improvisado ejército del pueblo no tenía ni jefes ni oficiales. Los pocos que por azar se quedaron al lado del gobierno de la República fueron desertando o sucumbieron en el empeño insensato de convertir en soldados a unos hombres que precisamente se alzaban en armas contra todo lo que fuese espíritu militar. Muchos de aquellos infortunados se hicieron matar por sus propias huestes aterrorizadas, a las que pistola en mano intentaban meter en fuego. La reacción de los milicianos cuando se sentían derrotados era fatal para ellos. «¡Hemos sido vendidos! —gritaban invariablemente—. ¡Fusilemos a los jefes!». Después, tiraban los fusiles y se volvían a Madrid a poblar los cafés y las cervecerías. Así fue avanzando el ejército de Franco casi sin encontrar resistencia.»

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DIVISIÓN Y LUCHAS INTERNAS: ANARQUISTAS –COMUNISTAS-GOBIERNOExistía un clima de desconfianza, enfrentamientos y lucha de poder no solo entre las instituciones republicanas y las organizaciones obreras, sino también entre estas, especialmente entre los anarquistas, por un lado, y los socialistas y comunistas, por otro. Incluso entre los comunistas existía división. Por un lado los comunistas del PCE, que seguían la doctrina oficial de la URSS, eran partidarios de llevar la guerra y la revolución de forma separada, así como la defensa de la Segunda República aunque fuera un "orden burgués". En el otro extremo, los comunistas trotskistas del POUM que, igual los anarquistas, eran partidarios de hacer la revolución a la vez que se hacía la guerra.

En el libro se puede ver esto. Por ejemplo, aquí discuten qué hacer con un marroquí al que han apresado:«Los delegados republicanos eran partidarios de que el prisionero fuera conducido hasta Madrid y entregado al gobierno; los anarquistas creían que lo lógico era dejarlo en completa libertad, para que se redimiera de su pasada servidumbre y se convirtiese en un libre y digno ciudadano de la libre Iberia; los comunistas estimaban que lo más razonable era curarle primero y luego inscribirle en las milicias y mandarle al campo para que luchase contra los rebeldes, debidamente vigilado, claro es. Y, finalmente, la voz del pueblo, expresada a gritos por el vecindario y los milicianos y responsables que se aglomeraban en la plaza, pedía unánimemente que se le entregase al prisionero para darse la satisfacción de matarlo.»

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Aquí podemos ver como republicanos, socialistas y comunistas se enfrentan con unos supuestos anarquistas que pretendían imponerse en el pueblo:

«Pronto los senderos de la huerta empezaron a poblarse de campesinos que, arrebujados en sus mantas y con su retaco bajo el brazo, acudían solícitos a defender «su» república, aquella república ideal con la que habían soñado de padres a hijos y que ahora querían arrebatarles de entre las manos por uno y otro lado. La vieja fe democrática tenía aún sus defensores. Mientras, en la casa del pueblo de Benacil, Tomás reunía a las juventudes obreras de la villa, socialistas y comunistas, y las arengaba para lanzarlas a la lucha contra los que hasta aquel día habían sido sus aliados y de la noche a la mañana se convertían en el más peligroso enemigo.»

«—Aquí no hay más autoridad que la del comité —insistió Tomás. —Yo me río de todas vuestras autoridades y de vuestros comités. Aquí no hay más voluntad que la del pueblo, y en nombre del pueblo fusilaremos a los presos fascistas o los pondremos en libertad según se les antoje a mis hombres, que son el pueblo en armas. ¿Te enteras?»

Ante tal confusión algunos no sabían ni qué estaban haciendo:—¿Qué pasa? El interpelado, un rudo huertano que acudía armado un rudo huertano que acudía armado de una vieja escopeta a defender «su» república sin saber a ciencia cierta qué clase de enemigo la amenazaba, contestó lacónicamente: —Que quieren asaltar la cárcel para apoderarse de los presos fascistas. —¿Pero quiénes son los asaltantes? —Unos bandidos fascistas. (Eran anarquistas)

—¿Y cómo han llegado los fascistas hasta aquí? —¡Ah! ¿Yo qué sé? Y echó a correr.El aviador inglés, estupefacto, se acercó a los grupos que, parapetados en los alrededores de la cárcel, hacían fuego contra los hombres de la Columna de Hierro.

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Ante esta situación de revolución y división interna en medio de la guerra se sucedieron varios gobiernos que intentaron reorganizar el Estado republicano:

• Gobierno de LARGO CABALLERO (1936-37) Con republicanos, socialistas, comunistas y anarquistas. El gobierno se trasladó a Valencia («cuando el gobierno de la República abandonó

su puesto y se marchó a Valencia, abandoné yo el mío») y dejó Madrid en manos de una Junta de Defensa.

Largo Caballero pretendía restablecer la autoridad del Estado republicano mediante la disolución de Juntas y Comités revolucionarios.

La ayuda soviética facilitaba que el PCE aumentara su poder en los órganos del Estado republicano. Esto desembocó en los sucesos de mayo de 1937 en Cataluña (insurrección de anarquistas y comunistas del POUM frente a comunistas del PSUC-PCE). Derrota de los libertarios y dimisión de Largo Caballero.

• Gobierno de NEGRÍN (1937-39) Con republicanos, socialistas, comunistas y nacionalistas. Dos estrategias: negociar la paz y, por tanto, la rendición, o alargar la guerra y

resistir con la esperanza de que estallara un conflicto europeo entre democracias occidentales y los regímenes fascistas.

Negrín plantea el programa de los Trece Puntos (mayo de 1938) como una oferta de paz al bando franquista, basada en el mantenimiento de la República y la convocatoria de elecciones libres.

Sublevación de Casado (marzo 1939): para negociar la paz con Franco, que la rechaza.

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Políticamente, estuvo integrado por la fascista Falange Española, los carlistas, los monárquicos alfonsinos de Renovación Española y gran parte de los votantes de la CEDA, la Liga Regionalista y otros grupos conservadores.

Socialmente fue apoyado por aquellas clases a las que la victoria en las urnas del Frente Popular les hizo sentir que peligraba su posición, como por ejemplo la Iglesia Católica.

BANDO SUBLEVADO El bando sublevado (que se llamó a sí mismo «bando

nacional»), estuvo organizado en torno a parte del alto mando militar, institucionalizado inicialmente en la Junta de Defensa Nacional, sustituida después del nombramiento de Francisco Franco como generalísimo y jefe del Gobierno del Estado.

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«Gran desfile fascista en la plaza Mayor de Valladolid. Media mañana, sol y repique de campanas. Bajo los portales, una muchedumbre silenciosa encuadrada por milicianos fascistas. En las primeras filas, niñas que agitan banderitas con los colores de la monarquía y señoras entusiastas con velo o mantilla que periódicamente se exaltan y vitorean con voces delgadas y quebradizas a los salvadores de España. (...) Desfilan primero los pedritos y luego los flechas, niños uniformados a la manera de Roma y de Berlín que juegan a ser soldados. Las fanfarrias hacen sonar el Giovinezza y el Horsts Wessel. Estallan los vivas a España y al Ejército Nacional. Vienen luego las centurias de la Falange Española cuidadosamente uniformadas y divididas en escuadras que evolucionan con matemática precisión a la voz de mando de viejos sargentos del ejército. Desde una tribuna que ha sido erigida en el centro de la plaza, un grupo de militares contempla con desdeñosa benevolencia la pintoresca bizarría de los jóvenes falangistas, pobres diablos civiles que en el fondo de sus covachuelas, detrás de sus mostradores o en la penumbra de sus almacenes habían soñado con ser militares y se hacen al fin la ilusión de serlo.»

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UNIFICACIÓN POLÍTICA: FET DE LAS JONS

«Los falangistas, irreprochablemente uniformados con sus camisas azules, sus gorrillos cuarteleros, sus correajes y sus pantalones negros, remedaban la tiesura y el automatismo militar con tanto celo, que los propios militares de profesión, al verles evolucionar, sonreían benévolamente.»

«[Los carlistas] peleábamos por nuestro Dios, nuestra Patria y nuestro Rey»

Franco concentró a falangistas y carlistas en un sólo partido: Falange Española Tradicionalista de las JONS (1937).

Único partido permitido. Su jefe fue Franco (muerto José Antonio

Primo de Rivera, líder falangista). El nuevo gobierno anuló toda la obra

política, social, religiosa y económica de la República.

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EL EJÉRCITO DE ÁFRICA Y LOS GUERREROS MARROQUÍES

El llamado Ejército de África se componía de tropas españolas y de la Legión y contrataba soldados locales marroquíes para la infantería y caballería, llamados Regulares.

El uso de mercenarios locales era común en las colonias (Marruecos entonces era un protectorado español). Unos 80000 marroquíes combatieron entre 1936 y 1939 en las filas de Franco.

En su mayoría voluntarios, se alistaban para ganar algo de dinero con el que alimentar a sus familias en Marruecos. La excusa de la "guerra santa" contra una República "atea" o "infiel" también convenció a muchos.

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«La llegada de los militares españoles a Ifni les había librado de tener que refugiarse en el Sahara perseguidos por el ejército francés, y aquellos indomables guerreros se habían puesto gustosamente al servicio de los militares españoles, que les ofrecían, junto con la ilusión de la revancha contra los franceses, los saneados pluses de las tropas coloniales y, sobre todo, el derecho a conservar las armas. Cuando los jefes militares del territorio les dijeron que tenían que ir a España a luchar contra los rojos apoyados por Francia y Rusia, aquellos guerreros natos, leales como buenos musulmanes a los pactos de amistad, se prestaron de buen grado a combatir.»

«El solo hecho de tener al alcance de sus fusiles a los europeos, a los infieles, a los dominadores del islam, valía la pena de arriesgar la vida. Y un buen precio para ella era el orgullo de verlos correr aterrorizados.» En esa época tenían fama de ser muy sanguinarios y muchos los veían como si vinieran de otro mundo:

«En realidad, la exhibición de los moros prisioneros no provocaba en la masa del pueblo una gran irritación contra ellos. El buen pueblo de Madrid consideraba a los moros —que hubieran podido entrar a sangre y fuego por sus calles y plazas— como a instrumentos inconscientes del mal que hacían. Desde su altiva superioridad de ciudadanos conscientes, los madrileños los miraban con más lástima que rencor, como a seres inferiores, pobres bestias azuzadas. Y al verlos prisioneros levantando grotescamente el puño, les daban cacahuetes, como hacían con las alimañas enjauladas en la casa de fieras del Retiro.»

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Aunque también hubo religiosos que estaban con el bando republicano:«.. había quedado en el sanatorio más que una hermana de la Caridad, sor María, que, convertida en la camarada María adscrita al Socorro Rojo Internacional y con su carné del Partido Comunista en el pecho, iba y venía de una cama a otra intentando vanamente apaciguar el furor político, el odio de clase de aquellos infelices.»

LA IGLESIA Y LA CUESTIÓN RELIGIOSA La revolución social en la zona

republicana hizo que la Iglesia viera peligrar todavía más su posición y privilegios en España.

Durante los primeros meses de la guerra en la zona republicana se desató una salvaje persecución religiosa con asesinatos, incendios y saqueos.

«Los tesoros de las iglesias, los conventos y los palacios pertenecían al pueblo, que no consentiría que nadie, con ningún pretexto, ni invocando ninguna autoridad, se los expropiase. (…) Los ornamentos del culto que careciesen de valor, las imágenes de factura moderna, los candelabros de latón, los viejos misales, todo lo que no tuviese cotización en el mercado profano, sería implacablemente destruido por medio del fuego. (...) ¡Ca, no señor! —decían los pueblerinos desconfiados—. Si no lo quemamos todo ahora mismo, tarde o temprano volverán a refregárnoslo por los hocicos. ¡Al fuego! ¡Al fuego!»

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Aunque la motivación religiosa no aparece en el pronunciamiento del golpe de estado en España de julio de 1936, la conversión del golpe de estado en una “guerra santa” en defensa de la religión, se produjo rápidamente, lo que resultó muy oportuno para legitimar el golpe militar. Así, se redactó la Carta Colectiva de los Obispos españoles (julio de 1937) defendiendo la rebelión del ejército y la guerra civil como una Cruzada religiosa en defensa de la fe y contra el comunismo ateo de la República.

El Papa Pío XI reconoció en 1937 al régimen franquista.

En el libro, esta Iglesia está principalmente representada por el pae Francisco, que por muy cura que fuese no perdía oportunidad para ir a matar republicanos…

«Mucho me gustaría ir a la caza de esos bandidos rojos, pero no me atrevo por temor de los hábitos. Luego dicen que los curas somos belicosos y sanguinarios… (...) Ni corto ni perezoso, el pae Frasquito, que lo estaba deseando, pidió una escopeta y una canana que se ciñó sobre la sotana, cambió el bonete por un sombrero cordobés y saltó gallardamente al lomo de un caballejo. —Conste —dijo— que el pae Frasquito no le tiene miedo ni a los rojos ni a los negros.»

«La hoja del cuchillo, tinta en la sangre de la bestia, se hundió en la carne del hombre, que al desplomarse quedó con los brazos estirados colgando de la cola del caballo a la que estaba maniatado. El cura vino corriendo a grandes zancadas y reprochó a José Antonio su arrebato. —Has hecho mal; debiste avisarme antes. ¿Para qué estoy yo aquí sino para arreglarles los papeles a los que tengáis que mandar de viaje al otro mundo?»

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Al margen de los falangistas, los militares y la Iglesia, a través de otros personajes de la historia se puede intuir la clara ideología tradicionalista, autoritaria y de derechas de este bando:

«El pueblo —replicó el marqués— siempre es cobarde y cruel. Se le da el pie y se toma la mano. Pero se le pega fuerte y se humilla. Desde que el mundo es mundo los pueblos se han gobernado así, con el palo. De esto es de lo que no han querido enterarse esos idiotas de la República.»

«Pídale usted a Dios, señorito, que las cosas vayan bien y los rojos no acierten a darle al señor marqués o a uno de ustedes; ellos, los rojos, tienen su idea y por ella se hacen matar; los nuestros, no; van a donde el señor marqués les manda. ¡Qué él no nos falte!»

«Corrió por Madrid el rumor de que el mismo duque de Alba, reproduciendo al cabo de los siglos un altivo gesto de la raza, había sido quien ordenó a los aviadores fascistas que destruyesen su propio palacio para que el fuego lo librase de la vergüenza de haber sido invadido por el pueblo, ...»

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«En la misa de los señores se quemaba alhucema y no incienso porque al señor marqués le molestaba el olor del incienso y el pae Frasquito no era demasiado intransigente en estas menudencias litúrgicas.»

«Los huéspedes del hotel, soliviantados por las noticias de la rebelión militar, celebraban jubilosos lo que iba a ocurrir en España. —¡Ya era hora de meter en cintura a esta canalla roja! —decía triunfante la señora de Tirón, mirando de reojo al mozo de comedor, como si aquel rudo doméstico afiliado a un sindicato fuese la imagen viva de la anarquía.»

«Se quedó dormido pensando en el porvenir glorioso que para la patria y para él se abría en aquellos instantes merced al ademán gallardo de los militares. Mientras él y los demás huéspedes del hotel dormían soñando un paraíso de desfiles marciales, jornales bajos, rentas altas, procesiones y fiestas de la raza, ...»

«Paco Citroen (…) estaba con los fascistas porque eran unos tíos castizos, y su grito de guerra era: «¡Los extranjeros son muy brutos! ¡Viva España!». Un curioso complejo de inferioridad nacional le hacía reaccionar salvajemente contra todo lo que no fuese típicamente español con una delirante xenofobia que le llevaba cuando estaba un poco borracho a dar gritos incongruentes»

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DESARROLLO DE LA GUERRA

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FASES

1936, división inicial:

España sublevada: Galicia, Castilla y León, norte de Extremadura, Navarra, la Rioja, Aragón occidental, Baleares (excepto Menorca), Cádiz, las capitales andaluzas de Granada, Sevilla, Córdoba, y el norte de África.

Regiones agrícolas importantes (70% de la producción agrícola), de escasa industria (20% de la producción industrial), zonas agrarias de pequeña propiedad, las más atrasadas y conservadoras.

España republicana: franja cantábrica (Asturias, Santander, Vizcaya, Guipúzcoa), Extremadura, Castilla-La Mancha (Castilla la Nueva), gran parte de Andalucía, Aragón oriental, Cataluña, y el litoral mediterráneo hasta Cádiz.

Regiones industriales y mineras, grandes ciudades, zonas agrarias más avanzadas (litoral mediterráneo) y zonas de gran propiedad y jornaleros.

Los relatos de A sangre y fuego tienen lugar en zona republicana (Madrid y alrededores sobre todo, Valencia y alrededores, Extremadura, etc.) pero también en zona sublevada (oeste de Andalucía, Valladolid, etc.).

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1936: Entre julio y noviembre, los sublevados se dirigieron hacia Madrid

desde Andalucía y Navarra, pero fracasaron en su intento de conquistar la capital.

Las tropas del norte de África, comandadas por Franco, cruzaron el estrecho de Gibraltar y avanzaron conquistando Andalucía occidental, Extremadura y Toledo (conquista del Alcázar) hasta llegar a Madrid.

«Partiendo de Ávila, las tropas rebeldes intentaban atravesar los puertos de la sierra para descolgarse sobre el valle, que estaba en poder de las fuerzas leales, y abrirse así un nuevo camino hacia Madrid.»

«El avance constante de las tropas coloniales desembarcadas en Andalucía exigía que el proletariado se organizase militarmente.»

«Salieron al fin de Madrid los famosos tanques dispuestos a cortar el avance de las tropas rebeldes que venían en son de conquista por Extremadura.»

«Así cayó Talavera y después Toledo. Ya las tropas rebeldes estaban a veinte kilómetros de la capital.»

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La batalla de Madrid tuvo lugar entre noviembre-diciembre de 1936. Las tropas de Mola, llegadas desde Navarra y las de Franco desde Toledo, sitiaron la capital española, que resistió.

«Los milicianos que hasta aquel instante habían huido siempre no huyeron aquel día. Resistieron por primera vez y, cuando comprobaron maravillados que se podía resistir, atacaron. Madrid, que debía haber caído al día siguiente, no cayó. Resistió un día, y otro, y otro, y una semana, y un mes…»

Guipúzcoa fue tomada por las tropas franquistas cerrando la frontera con Francia.

1937: Caída de la franja cantábrica: industria

vizcaína y minería asturiana. Para evitar la caída del frente norte, la

República lanzó dos ofensivas que fueron infructuosas: Brunete (Madrid) y Belchite (en Zaragoza).

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1938: El ejército republicano conquistó Teruel y

lo retuvo hasta que Franco lanzó la campaña de Aragón: atravesó el Maestrazgo y, en abril, llegó al litoral mediterráneo de Castellón.

El territorio republicano quedó dividido en dos: en un lado, Cataluña, y en el otro, Madrid, Castilla La Mancha, Andalucía oriental, Murcia, el centro y el sur de Valencia.

La batalla del Ebro (julio-noviembre de 1938) fue la última ofensiva republicana y acabó en fracaso. Supuso el hundimiento de la República y dio vía libre hacia Cataluña a las tropas franquistas.

1939: Franco ocupa Barcelona en enero y, en

febrero, toda Cataluña. Madrid en marzo; después la zona centro y

el litoral mediterráneo. El 1 de abril finalizó la guerra.

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REPRESIÓN EN LAS RETAGUARDIAS

«Hoy —siguió diciendo Tudela— se mata a los hombres como si fuesen ganado. Y bajando la voz añadió: —Aquí como allí; los míos como los suyos, compañero Carlos; en todas partes andan sueltos los asesinos.»

Es uno de los temas principales del libro y es ejercida por ambos bandos, contra miembros del bando contrario y también del propio.

La estimación de víctimas mortales en la Guerra Civil Española a consecuencia únicamente de la represión suele cifrarse en 200 000 personas.

De ellas, unas 50 000 serían las asesinadas en la retaguardia de la zona republicana, calculándose en 100 000 las asesinadas en la retaguardia de la zona sublevada, a las que hay que añadir unas 50000 ejecuciones en la represión franquista que siguió a la Guerra Civil.

Durante los primeros días de guerra, unas 50.000 personas que quedaron atrapadas en el bando contrario fueron ejecutadas mediante los paseos. Estos eran realizados por grupos armados que iban a buscar a la gente a sus casas o las cárceles donde se estaban presos y bajo el eufemismo de vamos a dar un paseo los llevaban a cualquier carretera o a las tapias del cementerio y los ejecutaban.

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También se producían sacas: excarcelaciones de presos que supuestamente iban a ser puestos en libertad pero que en realidad eran llevados al paredón y fusilados.

«—Vamos, niña. —¿Adónde? —A dar un paseo. —¡No! ¡No me maten! ¡Por Dios y por la Virgen, no me maten!»

«Qué se enteren tus vecinos de que te han despedido de la fábrica por fascista y verás lo que tardan las milicias en echarte mano y darte un paseo!»

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En el contexto de la guerra fueron muchos los que se aprovecharon para realizar este tipo de actos, a veces por venganza sin relación con la propia contienda:

«Expulsado por ésta [por la empresa], había vuelto al taller merced a la revolución y se obstinaba en mantener ciegamente en el consejo obrero el espíritu de revancha y el ansia vengativa. (...) - ¡Estaría bueno! La revolución ha triunfado para que yo, ¡yo!, pueda vengarme de esa canalla. Esto es lo único que me importa.»

Cuando una zona caía en manos de uno u otro bando, no tardaban en llegar los paseos. Especialmente cruel para la población fue el caso de las localidades que fueron intermitentemente ocupadas por ambos bandos, con las consiguientes y repetidas ejecuciones y venganzas.

«Absolutamente todos los vecinos que quedaron en el pueblo, habían estado al lado del comité revolucionario, unos por debilidad de carácter y otros muy complacidos. Todos habían presenciado impasibles los saqueos y matanzas o habían tomado parte activa en ellos. Eran unos canallas a los que había que fusilar en masa. (…) Cada vez que vea con el brazo levantado y la mano extendida a uno de esos que anduvieron con el puño en alto, le haré ahorcar. Sí, señor.»

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«En tres días impusieron los militares el orden (…). Los campesinos supervivientes volvieron dócilmente a sus labores. Ya no hubo más huelgas ni disputas por los jornales; se volvió a trabajar de sol a sol como era tradicional en el campo, y los puños cerrados de antes se convirtieron en brazos extendidos y manos abiertas. La guardia civil volvió a ser dueña y señora de los campos, y los falangistas organizaron meticulosamente la vida de los pueblos. Las mismas cárceles habilitadas por los rojos para encerrar a los reaccionarios fueron utilizadas por los fascistas como prisión para los rojos.»

«Antes de que la abandonasen del todo las fuerzas había recomendado a sus hijos: —Si vienen unos hombres malos no levantéis el puño, porque nos matarán; abrid la mano así. ¡Así! ¡Así!»

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En la zona republicana:

Aquí eran algunas de las milicias (independientes del Gobierno) las que usaban el pretexto de la guerra y la revolución para sembrar el terror. Aparecieron las checas o tribunales revolucionarios y se practicaron numerosas ejecuciones arbitrarias y extrajudiciales.

«No hay más táctica que la mía, el terror. Por cada víctima de los aviones, cinco fusilamientos, diez si es preciso. En Madrid hay fascistas de sobra para que podamos cobrar en carne.»

«En circunstancias normales los delitos que se os imputan serían sometidos a los tribunales ordinarios, pero la guerra, que ha llegado ya a las puertas mismas de Madrid, impide la función normal de la justicia. Se os va a someter inmediatamente a una justicia de guerra inexorable.»

Muchas estaban formadas por desertores del frente, que pretendían imponer el mismo miedo que habían sufrido allí.

«De entre estos milicianos que no tenían alma bastante para afrontar indefinidamente el peligro de la guerra en la primera línea, de entre los que volvían del frente íntimamente aterrorizados, se reclutaban los hombres de aquellas siniestras escuadrillas de retaguardia que querían imponer al gobierno, a los partidos políticos y a las centrales sindicales un régimen de terror, el pánico terror que íntimamente padecían y anhelaban proyectar al mundo exterior. Huyendo del frente se refugiaban en los servicios de control revolucionario de los partidos y los sindicatos que, recelosos de la lealtad de la policía oficial y de las fuerzas de seguridad del Estado, toleraban la injerencia de estas escuadrillas insolventes y autónomas en las funciones policíacas.»

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«Cada vez que a los milicianos se les presentaba un caso de duda, cuando no había pruebas concretas contra un sospechoso o cuando el inculpado creía haber desbaratado los cargos que se le hacían, el recuerdo de la amenaza de Mola fallaba en su daño y «por si era de la quinta columna» se votaba invariablemente por la prisión o el fusilamiento.»

«—Bueno, bueno: todos no van a ser fascistas —objetó Valero.—Todos, todos.»

Y otra vez la venganza…

«En las entrañas febriles de Madrid estaba fraguándose, sin embargo, una pavorosa reacción. Se estremecían de odio, desesperación e impotencia las células nerviosas de la revolución; hervían de furor los corrillos de milicianos y obreros en cuarteles, sindicatos, puestos de guardia, consejos obreros, comisarías y círculos políticos; en aquellos centros neurálgicos que bajo la apariencia mortal de la noche conservaban una vida intensa y reconcentrada, iba modelándose por instantes la imagen monstruosa de la represalia. (...) Se preparaba un asalto a las cárceles. En las comisarías de vigilancia, en los ateneos libertarios y las radios comunistas, se operaba el tránsito del verbo a la acción, del verbo nuevo a la vieja acción cainita. Los hombres de acción se aprestaban a la matanza.

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Algunos ni siquiera intentaban defender la República y solo lo usaban como excusa:

«La mayor parte de los componentes de aquella columna eran ex presidiarios acogidos al hospitalario pabellón rojinegro de los anarquistas. Gente toda salida de las cárceles o de los tugurios del Barrio Chino de Barcelona, que en los primeros momentos de la revolución se unieron a los honrados luchadores del pueblo y, mezclados con ellos, ...»

«Con el pretexto de limpiar la retaguardia iban por pueblos y aldeas cometiendo toda clase de abusos y crímenes. (...) Los pueblos castigados soportaban difícilmente aquellas expediciones de los desertores del frente, y, celosos de su lealtad al régimen republicano, reclamaban del gobierno que impidiese aquel azote. Pero el gobierno poco auxilio podía prestarles. Todas las fuerzas con que contaba estaban en los frentes, y cuando los hombres de la Columna de Hierro se presentaban en un pueblo, las autoridades locales tenían que pactar suministrándoles cuanto les pedían —armas, dineros, sangre— o luchar contra ellos a la desesperada.»

Los enfrentamientos entre milicias opuestas también sirvieron de coartada a episodios de represión sangrientos.

«Mis hombres tienen que cumplir su misión revolucionaria y es una estupidez que ustedes intenten oponerse. Los declararíamos contrarrevolucionarios y correrían la misma suerte que los fascistas.»

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Y obviamente, ningún favor le hacían a la verdadera causa republicana:

«—Los pueblos por donde pasan esos bandoleros se tornan fascistas. Esos canallas son los mejores propagandistas de Franco. Yo he visto a viejos republicanos demócratas auténticos renegar de la revolución y desear el triunfo del fascismo —replicó el tío Pepet. —Es el horror de la guerra lo que provoca esas reacciones. ¿Crees tú que del otro lado no hay gente de bien, conservadoras y católicas, a las que están convirtiendo en revolucionarias los asesinatos de los falangistas? Seis meses más de guerra y verías la inmensa mayoría de los revolucionarios de hoy convertirse en reaccionarios, pero también dentro de medio año, si la guerra continúa, no le quedarán a Franco más que sus asesinos pagados. Las poblaciones que al principio se pusieron a su lado suspirarán por un régimen de libertad y porque cese al fin el régimen de terror a que las tienen sometidas.»

«¡Yo soy fascista! ¿Te enteras? Eso que tú llamas el pueblo es una banda de asesinos. (…) ¿Te encuentras a gusto entre ellos? ¡Yo sí! ¡Yo los encuentro admirables! Pero no porque crea estúpidamente que van a redimir a la humanidad ni porque los considere capaces de otra cosa que de asesinar y robar, sino precisamente por eso, por su fuerza destructora, porque sé que ellos mismos son los que van a acabar con todos vosotros, con vuestra república y vuestra democracia. Yo no creo en el pueblo ni en sus virtudes. Creo en los héroes, en los hombres que saben mandar y obedecer y morir por su deber si es preciso; creo en los jefes y en los fascistas y en los militares.»

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En la zona sublevada:

Mientras que la mayoría de ejecuciones en la zona republicana se concentraron en los primeros meses, en la zona sublevada la represión siguió con dureza hasta mucho después de haber terminado la guerra y no terminó completamente hasta el fin del franquismo.

La brutal represión en la zona sublevada durante la Guerra Civil fue llevada a cabo principalmente por el ejército pero también participaron en ella las milicias de la Falange y los carlistas.

En esta represión se incluyen "ajusticiamientos legales", en cumplimiento de sentencias dictadas por tribunales militares afines al golpe de Estado, asesinatos sin ningún tipo de juicio (como los paseos), las sacas de presos, las desapariciones forzosas, etc. Sindicalistas, miembros de partidos republicanos, de izquierdas o nacionalistas y cualquiera que fuera acusado de apoyar la República o no luchar contra ella terminaba ejecutado.

Algunos ejemplos del libro:

« Los falangistas decidieron quedarse en el pueblo. (…) Formando varias patrullas tomaron las entradas y salidas de la villa y se dedicaron a ir casa por casa practicando registros y detenciones.»

«El castigo tenía que ser ejemplar. Las patrullas de falangistas entraban en las casas y se llevaban a los hombres que encontraban en ellas. A los que se cogía con las armas en la mano se les fusilaba en el acto.»

«Las patrullas de moros y legionarios, que les infligieron un castigo implacable. Los prisioneros fueron fusilados en racimos.»

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«La campaña de represión que las tropas, los requetés y la Falange hacían por los pueblos de la provincia volcaba diariamente sobre la capital una enorme masa de detenidos que tenían que ser alojados en los lugares más inverosímiles, y los grandes salones de baile del Variedades, poblados por una humanidad abigarrada de campesinos, obreros, señoritos rojos —que también los había—, viejos caciques de los pueblos que para su mal habían jugado a última hora la carta del Frente Popular, profesores azañistas, intrigantes, agitadores y periodistas republicanos, ofrecían un aspecto desconcertante y caótico.»

«Sin una vacilación alzó el puño tiznado y gritó: —¡Viva el Frente Popular! Un balazo en el pecho le hizo rodar desde la plataforma de la máquina al andén.»

« Los camiones que volvían del frente abarrotados de muertos y heridos se amontonaban en la plaza, donde eran acribillados por los fascistas del pueblo y de los contornos, que se habían parapetado en las ventanas y los tejados de las casas próximas.»

«La gente pacífica y cobarde de la ciudad veía pasar con embeleso a los famosos guerreros de la Legión, cuya legendaria ferocidad provocaba una extraña sensación de miedo y seguridad. Para acentuar esta impresión terrorífica, los legionarios, entre otras pueriles demostraciones, habían sustituido el asta de su bandera por una hecha con tibias de seres humanos.»

«Los que quedamos en el pueblo pusimos banderas blancas y nos encerramos en nuestras casas a esperar que llegasen las tropas. (…) Aquellas tropas de moros y renegados fueron casa por casa rompiendo las puertas a culatazos y matando delante de sus mujeres y sus hijos a cuantos hombres encontraron, jóvenes y viejos, amigos y enemigos, buenos y malos, rebeldes y sumisos. No quedó uno solo. En Sanbrian no quedó un solo hombre con vida. Tras los moros y los renegados venían los hijos de los señoritos, y como ya no había hombres que matar, mataron mujeres.»

También se nombran matanzas reales como la de Badajoz:

«Algunos paisanos suyos sabían que había estado en Badajoz, y a espaldas de ella hasta aseguraban que fue uno de los que cayeron en la horrenda matanza que hicieron los fascistas en la plaza de toros de aquella ciudad.»

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También aparece el tema de la manipulación, que fue muy usada durante la guerra y después por el régimen franquista:

• «—¡Eso no es verdad! A mí me consta… Uno de los jefes que estaban allí le miró con dureza y acercándole su cara lívida, cuidadosamente rasurada, le interrumpió: —A usted no le consta nada. ¿Se ha olvidado de que es jefe de la Falange Española? Ésas mujeres han cometido crímenes horrendos que van a pagar con sus vidas. Así lo ha decretado la superioridad. ¿Tiene usted algo que añadir?

• «—Lo de Sanbrian fue tal y como usted, señor Tirón, lo ha contado. Yo estuve allá. Y si no fue así, tendrá que venir algún vecino del pueblo a rectificarnos. Pero esté usted tranquilo, señor Tirón. Para eso nos tomamos nosotros el trabajo de que no quedase ni uno solo que pudiese contarlo.

Tirón, que sabía a qué atenerse respecto de la verdad histórica y la verdad verdadera, sofisticaba: —El hecho en sí poco o nada importa. A la historia lo que le interesa es su sentido, la significación histórica que pueda tener, y ésa no se la dan nunca los mismos protagonistas, sino los que inmediatamente después de ellos nos afanamos por interpretarlo. —Es decir: ¿qué me va usted a contar a mí, que estuve allí, lo que pasó en Sanbrian? —saltó Paco Citroen. —Y tú, Paco, reconocerás que aquello fue tal y como yo lo cuento y no como tú, aturdidamente, hubieras creído. Tú estuviste allí, pero para enterarte de lo que pasó te faltaba perspectiva histórica.»

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Los bombardeos

La principal novedad en el campo de la guerra aérea fue que por primera vez en la historia la aviación fue utilizada intensamente en misiones de bombardeo sobre la retaguardia. Así a partir de la guerra civil española las víctimas podían estar a centenares de kilómetros de los lugares del enfrentamiento bélico y ser sencillamente población civil indefensa.

Dado que la aviación militar española en julio de 1936 estaba obsoleta esto sólo fue posible porque ambos bandos recibieron ayuda de potencias extranjeras que aportaron sus modernos bombarderos.

El bando sublevado utilizó en repetidas ocasiones el «bombardeo de terror», cuyo único objetivo era la población civil para desmoralizarla y empujarla a la rendición.

En cuanto a las ciudades más devastadas por los bombardeos la lista la encabezan las tres principales ciudades republicanas: Barcelona, Madrid y Valencia.

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«Eran los aviones de Franco, volando a oscuras sobre Madrid sin que los descubrieran, los que la habían arrojado. Simultáneamente, en diez o doce lugares de la capital había ocurrido lo mismo. Una escuadrilla de aviones de caza volando a más de tres mil metros cuando ya oscurecía, aunque todavía no fuese noche cerrada, había arrojado sobre el centro de Madrid una veintena de bombas pequeñas, de cinco o diez kilos a lo sumo, que habían hecho una mortandad espantosa. Hasta entonces, los madrileños estaban acostumbrados al aparatoso bombardeo de los trimotores, que, precedidos de la señal de alarma, llegaban volando bajo y se limitaban a dejar caer dos o tres artefactos de cien kilos sobre objetivos determinados, el Ministerio de la Guerra, el cuartel de la Montaña o la estación del Norte. Aquel bombardeo a granel y por sorpresa era increíble. Nadie se explicaba cómo no había sonado siquiera la señal de alarma. Se ignoraba que aquella misma mañana un avión faccioso había incendiado en la floresta de la Casa de Campo el globo cautivo que con los aparatos registradores del ruido de los motores se elevaba todas las tardes en el cielo de Madrid para velar el sueño de los madrileños.»

«Madrid ardía por los cuatro costados. Una escuadrilla de aviones enemigos había arrojado en diversos lugares de la capital numerosas bombas incendiarias que prendieron en media docena de edificios y provocaron aquellas seis hogueras enormes que daban la impresión de que Madrid entero estaba ardiendo.»

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También podemos ver como vivía la gente ante los constantes bombardeos de los fascistas:

«Los sótanos, en los que a veces hay que permanecer durante toda la madrugada, se han ido haciendo habitables y ya hay en ellos colchones, mantas, cabos de vela y estufas; en todas las casas los inquilinos montan por turno una guardia nocturna que avisa a los que duermen cuando las sirenas de la policía esparcen la alarma por calles y plazas (…) Hay gente que se mete en las bocas del Metro arrollando a los niños y a los viejos con una precipitación indecorosa, y durante la madrugada, para las madres, es un tormento insufrible el tener que arrancar a sus hijitos de la cuna en que duermen y llevarlos, aprisa y corriendo, medio desnudos, a los sótanos, donde las criaturitas se pasan las horas llorando porque tienen frío y están asustadas.»

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La derrota de la República dio paso a la dictadura franquista (1939–1975).

Costes materiales y económicos muy elevados: un país en ruinas, infraestructuras devastadas, producción agraria e industrial hundida hasta los años cincuenta, …

En este sentido podemos ver en el libro como Arnal intenta salvar algo del patrimonio que pudo perderse: «Había sido designado por el gobierno para formar parte de la Junta de Incautación y Conservación del Tesoro Artístico Nacional. Le habían dado un automóvil y una escolta de milicianos armados con fusiles y le habían dicho: —Salve usted todo lo que buenamente pueda. (...) Había recorrido todos los pueblos de Castilla la Nueva intentando salvar de los azares de la guerra, de la destrucción y del robo, los inapreciables testimonios del glorioso pasado artístico».«Arnal contemplaba estúpidamente aquella formidable hoguera en la que se fundían las armaduras de los caudillos imperiales y se convertían en fugaces bengalas los lienzos de Goya y Velázquez».

CONSECUENCIAS

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• Hambre, miseria, racionamiento de alimentos.

• Costes financieros: endeudamiento de los dos bandos.

• Costes humanos: 145000 muertos en frentes de guerra. 135000 muertos represaliados. 35000-50000 fusilados por el franquismo (1939-45). 500000 exiliados. 300000 prisioneros de guerra hasta 1945.

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Esta lectura me ha gustado bastante. La escogí porque me interesaba la época en la que está ambientada y me ha parecido buena para aprender sobre la Guerra Civil.

Los personajes, tanto "buenos" como "malos", son lo que más me ha gustado, así como el estilo en el que está escrito, sobre todo en las descripciones.

También me ha gustado que sean varios relatos cortos y no una sola historia porque así no se hace nada pesada la lectura y sobre todo porque permite ver este conflicto histórico desde varias perspectivas.

En cuanto al contenido, me parece que el libro muestra muy bien que, como en cualquier guerra, en todos los bandos (independientemente de lo que defiendan) se cometen atrocidades en mayor o menor medida y que el mayor perjudicado por el conflicto es el pueblo, la «gente normal», que ven sus vidas destrozadas por el horror de la guerra.

OPINIÓN