a vueltas con el sujeto del feminismo
TRANSCRIPT
-
8/19/2019 A vueltas con el sujeto del feminismo
1/20
73
A con e l ~ representación de la lucha es muchas vueltas veces una lucha de representaciones.
sujeto del fem inism o George
Uno es demasiado poco, ydos es sólo una po sibilidad < .. 3.
Somos responsables de las fronteras.Somos fronteras.
Donna Haraway
Elena Casado Aparicio
E n las siguientes páginas me propon-go hacer un breve recorrido por al-gunas de las visiones del sujeto en
los discursos feministas No es una tarea sen-cilla ni, mucho menos, inocente. El dinamis-mo, la riqueza, la complejidad y la polifoníadesaparecen en las taxonomías políticas queintentan establecer genealogías, como bien nosadvierte flaraway (Haraway, 1996). Es más,cualquier taxonomía es una reinscripción de lahistoria; una reinscripción mediada, entre otras
cosas, por la intención que la guía. Y mi inten-ción — por qué ocultarla— es abordar la decons-trucción del sujeto feminista desde una posi-
ción paradójica marcada por mi compromisopersonal y subjetivo con el movimiento que(lo) constituye.
1 . De la «diferenciade género»..
D urante los años sesenta, con el mo-vimiento feminista de segunda ola,llamado así por su falta de con-
tinuidad histórica con el movimiento sufragis-ta, se reabre el debate de la posición social delas mujeres. En esos años, se inicia una impa-rable producción teórica, vinculada de unaforma u otra a una práctica reivindicativa, den-tro de una lógica que podríamos denominar deOtredad, esto es, de afirmación de un colecti-yo por oposición a su «contrario». El movi-miento de mujeres, ya desde algunas de las
ideas del sufragismo, venía a cuestionar deforma radical la supuesta universalidad delsujeto moderno. Si bien la razón ilustrada sehabía erigido en sujeto universal (y por tanto,
Elena Casado Aparicio. Universidad Complutense de Madrid.Política y Sociedad, 3 0 (1999), Madrid (pp. 73-9 1 )
-
8/19/2019 A vueltas con el sujeto del feminismo
2/20
asexuado, entre otras cosas), las manifestacio-nes prácticas de ese sujeto evidenciaban sudébito con unos sujetos portadores de unascaracterísticas particulares: hombres, blancos,occidentales, heterosexuales, burgueses y de
mediana edad, por ejemplo. La Ilustración sehabía olvidado de las mujeres o, según otrasinterpretaciones más valientes, se había levan-tado sobre la negación y la dominación delOtro. Se daban, así, los primeros pasos en ladeconstrucción del Sujeto -con mayúscula—, ylos diversos Otros encontraban el caldo de cul-tivo propicio no sólo para esa puesta en cues-tión, sino para afirmar, simultáneamente, suexistencia, su diferencia, su «ser sujeto». Noes extraño que se hable de movimiento de libe-
ración en estos años. S e trata de liberarse de ladominación masculina, pero de hacerlo dentrode la lógica del sujeto autónomo e indepen-diente, con igualdad de derechos y oportunida-des; en definitiva, el objetivo es ser sujeto dela historia, tanto de la individual como de lacolectiva
2La idea clave en esos momentos es la de
diferencia de género. Si bien dista bastante deser un concepto unívoco, lo que quiere dejarpatente es que la posición social y las consti-tuciones subjetivas de hombres y mujeres son
diferentes. Esa «diferencia» se explicará ape-lando, en unos casos, a la construcción socialdel género — y a presente en Simone de Beau-voir— , o a interpretaciones más cercanas aldeterminismo biológico en otros. Así, porejemplo, en el feminismo marxista y en elfeminismo radical ‘~ se defenderá la idea deconstrucción social a partir de la existentedivisión sexual del trabajo, tanto en su ver-tiente productiva como reproductiva ~, con laseparación entre ámbito público y privado que
conlíeva. El feminismo cultural, por su parte— a partir de los planteamientos de las radica-les, pero rompiendo con ellos en muchos sen-tidos (Echols, 1989)— hablará de «clasessexuales», lo que traduce que son las relacio-nes sexuales, y no las relaciones de produc-ción o las de reproducción, las que construyende forma diferencial a hombres y mujeres,otorgando a éstas un carácter subordinado. Sepasa así de la consideración del sistema capi-talista y/o la familia como «centros de opre-
sión fundamental», a plantear la sexualidadcomo ámbito productor de ordenamiento y jerarquización social. Su planteamiento está a
caballo entre el construccionismo social y eldeterminismo biológico, puesto que parten dela premisa de que la sexualidad masculina y lafemenina son radicalmente diferentes 6 Porotra parte, entre las corrientes que otorgan unmayor peso a la biología también encontra-mos diversos enfoques según se aborde ladiferencia entre hombres y mujeres poniendoel acento en la especificidad del cuerpo feme-nino ~, en la relación madre-hija 8 —elementoclave del universalismo psicoanalítico-, o enel orden simbólico femenino derivado de unaontología radicalmente diferente de las muje-res que requiere espacios discursivos y prácti-cas propias — el affidatnenío o el lenguajefemenino ~—.
El debate entre estas posiciones queda pían-teado en el seno del feminismo de los añossesenta como el debate del feminismo de laigualdad frente al feminismo de la diferencia.En el primer caso, la subordinación de la mujer,así, en singular, se explica por procesos socio-culturales de constitución del género a partir deuna matriz que se considera puramente biológi-ca, el sexo. En el segundo caso, se reivindica ladiferencia femenina, ontológica, frente a losestragos de la identidad masculina a lo largo dela historia. Las fronteras, sin embargo, no son
impermeables, pues el poder movilizador de«lo femenino» contagiará en algunos momen-tos a las defensoras de la igualdad, de la mismaforma que la necesaria reivindicación de dere-chos fundamentales también dejará su huellaentre las partidarias de la diferencia.
La concepción del sujeto que subyace a losplanteamientos del feminismo de la igualdades claramente moderna. Se trata de un sujetopuramente político que pretende alcanzar laigualdad entre hombres y mujeres y profundi-
zar así en la consecución del ideal ilustradocondensado en el lema igualdad, libertad y fra-ternidad. Hombres y mujeres no somos dife-rentes, dirán; debemos, por tanto, romper conlos mitos, los prejuicios y seguir avanzando enesa mayoría de edad que nos cortesponde atodos y a todas en tanto que criaturas raciona-les. El sujeto de las prácticas de la diferencia,sin embargo, es un sujeto ontológico: hombresy mujeres somos diferentes ‘~ y el objetivo, portanto, no es ya la igualdad, que supondría la
negación de esa constitución opuesta, sino laeliminación del sistema de opresión que se haconstruido sobre esa distinción.
~IM3IE&*,
-
8/19/2019 A vueltas con el sujeto del feminismo
3/20
A pesar de ello, ambos planteamientos pre-sentan algunos problemas comunes:
a) En primer lugar, en ambos enfoquessubyace la oposición binaria naturaleza-cultu-ra
1t, aunque en interpretaciones radicalmentediferentes. Por una parte, las partidarias delfeminismo de la igualdad, aun con toda sudiversidad, centran sus teorizaciones y susprácticas en el género, esto es, en la construc-ción sociocultural basada en la «realidad» bio-lógica -el sexo— , producto de la naturaleza. Nocuestionan, por tanto, ese par binario, sino quede lo que se trata es de romper con la estereo-tipación y la opresión que resulta de él. Es, enpocas palabras, un problema de incoherenciadentro de la lógica racional-humanista. Elcuerpo desaparece así de su discurso, quizáfruto de su abierta oposición al determinismobiológico dominante. Por otra parte, tambiénquienes se enmarcan en la práctica de la dife-rencia dan por sentado el par naturaleza-cultu-ra. En este caso, el género, concepto que estámucho menos presente en sus teorizaciones,no es más que el correlato bio-simbólico de lanaturaleza. Según esta interpretación, no hayun problema de inadecuación o de incoheren-cia, tal y como plantean las feministas de laigualdad, sino un problema de autoridad y deheterodesignación, una negación del valor delo femenino por parte del poder patriarcal.Hombres y mujeres somos diferentes, dirán, yde lo que se trata, por tanto, es de reivindicarel valor de la diferencia femenina, de la femi-neidad. El cuerpo, y sus supuestas característi-cas femeninas universales (la maternidad, porejemplo) están en el centro del discurso; altiempo que la desigualdad social se consideraun problema, según la radical formulación deClara Jourdan, de la democracia, no de lasmujeres (Jourdan, 1994).
b) En segundo lugar, ambos enfoques oscu-recen las diferencias entre las propias mujeres.En el feminismo de la diferencia porque sesupone que todas las mujeres son representan-tes de esa Identidad Femenina, esencial, uni-versal, radicalmente diferente, acallada a lolargo de la historia; identidad que debe recu-perarse mediante diversas estrategias conside-radas propiamente femeninas —affidamento,búsqueda de autoridad femenina, alejamiento
de los ámbitos «masculinos», comunidad ensentido fuerte, etcétera— 1 2 En el feminismo dela igualdad porque se obvian las dimensiones
simbólicas, y porque se supone que la cons-trucción social del género es homogénea paratodas las mujeres, que en ella no intervienenotros ejes de estructuración social y que, portanto, todas las mujeres comparten unos mis-mos intereses. En ambos casos se habla de LaMujer, del Patriarcado, como si de entidadesfijas, autoexplicativas, universales se tratara.Estas son, utilizando la terminología de Wool-gar, algunas de las «cajas negras» del feminis-mo (Woolgar, 1991).
c) Por último, la impronta determinista esevidente en las defensoras de la diferenciafemenina; se trata en este caso de un ciertodeterminismo biológico que, por s us similitu-des con las corrientes biologicistas de finalesdel XIX, es profundamente criticado por lasdefensoras de la igualdad. Pero tampoco éstasson ajenas a otra manifestación del determinis-mo —determinismo social, en este caso-, pues-to que presuponen, como veremos, que lasestructuras socioculturales tienen los mismosefectos sobre un colectivo homogéneo demujeres, al margen de la dimensión simbólica,por ejemplo.
Lo que subyace a estas tres cuestiones es lahomogeneización de la conciencia colectivafruto tanto de los planteamientos ilustradoscomo de la filosofía de la conciencia, ya seahegeliana -con su visión idealista de la dife-rencia— o positivista — co n su consideración dela conciencia unitaria como constituyente fun-damental de la identidad y la práctica del suje-to-. Esa homogeneización se deja sentir en lapolémica igualdad versus diferencia, formula-da algunos años más tarde como unidad versusdiversidad 1 3 Los pilares que cimientan la arti-culación homogénea de la conciencia colectivaen estos discursos feministas, con énfasis yacercamientos diferenciales, son tres concep-tos básicos profundamente interrelacionados:el sistema sexo/género, el concepto de intere-ses colectivos, en este caso, intereses de lasmujeres, y la idea de identidad colectiva comoSujeto fuerte. Vayamos por partes.
i) El sistema sexo/género entendido comopar indisoluble, profundamente arraigado en ladicotomía naturaleza/cultura, es una de las ins-cripciones “‘ fundamentales en esos primerosaños. Recordemos que el sexo es la matriz bio-lógica —«natural», «evidente», «incuestiona-b l e>— que sustenta la diferencia entre hombresy mujeres. A partir de ella, se ha construido el
~PbL¶EbM
-
8/19/2019 A vueltas con el sujeto del feminismo
4/20
género —categoría, por tanto, sociocultural—,que se traduce en la existencia de posicionessociales y subjetividades diferentes. La dife-rencia de primer orden se establece así frenteal Otro: hombre versus mujer, masculino ver-
sus femenino. Robert Stoller fue uno de susartífices al utilizarlo para abordar el conceptode identidad en el contexto de la práctica clíni-ca con transexuales. En su formulación el sexoaparece directamente relacionado con la biolo-gía, mientras que el género lo hace con la cul-tura. Así pues, y de forma paradójica, una delas inscripciones fundantes de la diferencia degénero surge de la misma frontera entre losgéneros: la manifestaciones de la transexuali-dad. Si hay individuos que a pesar de su perte-
nencia biológicamente determinada a un sexo,se identifican y construyen su subjetividad conlas referencias que le correspondería al sexoopuesto, se rompe la identificación mecánicaentre naturaleza y cultura; de ahí la pertinenciade la distinción entre ambos ámbitos (Stoller,1968)’~.
En el campo feminista, Gayle Rubin, par-tiendo de una lectura de Marx y Engels media-da por Lacan y Lévi-Struss, definió el sistemasexo/género como el sistema de relaciones
sociales que transforma la sexualidad biológi-ca en productos de actividad humana (Rubin,1975). Deseo sexual y género son productossociales relacionados con las estructuras deparentesco, que se convierten en la base delsistema patriarcal 1 6 Algunas de las manifesta-ciones de la existencia del sistema sexo/géne-ro es que las mujeres, las Otras, aparecen defi-nidas por su negatividad, esto es, por exclusióncomparativa con el elemento supuestamenteneutral, no marcado; así, lo femenino se
entiende como lo específico, lo particular,frente al universalismo del Uno 17 Consecuen-cias que se derivan de esa negatividad son elcarácter opaco de «las mujeres» y su perte-nencia a de una caótica, desorganizada y ano-nima colectividad, que se traduce en unaausencia de individualidad o incluso en unasubjetividad de sinécdoque, en la que «sermujer» se convierte en el eje estructurante fun-damental (Hartsock, 1989)19
La formulación del sistema sexo/génerogozó de un gran apoyo y el término corriócomo la pólvora convirtiéndose en un instru-mento fundamental de teorización y orienta-ción práctica, que permitía articulaciones
diversas. Entre el sexo, biológico, y el género,sociocultural, mediaba o bien una construc-ción social -es la interpretación del feminismosocialista y del feminismo radical— o bien unacorrelación bio-simbólica —interpretación del
feminismo cultural, del ecofeminismo y delpensamiento de la diferencia—. ji) La cadena «lógica» que se derivó de
aquí es que si existe un sistema sexo/género,que otorga a las mujeres un género a partir deunas características biológicas específicas yque, con ello, las sitúa en una posición subyu-gada en el contexto de unas relaciones patriar-cales, las mujeres —todas las mujeres, puestoque en todas las sociedades parece reproducir-se el mismo sistema de dominación— tendrán
unos mismos intereses, definidos por su deseode romper con esa fuente de categorizaciónsocial discriminatoria, y que se concretarán enel movimiento de liberación. Este concepto deintereses tiene antecedentes en la formulaciónmarxista «el ser social determina la concien-cia». Con ello se defiende que similares condi-ciones de vida, originadas por una posiciónsimilar en una estructura social particular,debido a la división del trabajo, dan lugar aunos intereses objetivos comunes y a una con-
ciencia que, a su vez, genera una determinadapráctica rebelde, contestataria y liberadora.Autoras feministas importantes, que en los pri-meros años, sobre todo, buscaron en las fuen-tes más cercanas para teorizar y fundamentarsu acción, recogieron ese concepto y pasaron ahablar de intereses de género. Ahora bien, estavisión presenta diferentes problemas.
En primer lugar, se ofrece una visión exce-sivamente ligada a la posición ocupada en ladivisión del trabajo. El movimiento de muje-
res, al recoger el concepto de intereses objeti-vos, heredaba también, de forma consciente ono, la centralidad del trabajo como «tecnolo-gía» propia de la modernidad. Feministas mar-xistas y radicales dieron un lugar privilegiadoa la producción-reproducción social. Esas rela-ciones de producción y reproducción -estaúltima utilizada indistintamente tanto en senti-do económico como en sentido sexual-repro-ductivo- aparecen como explicaciones de laopresión de las mujeres. Hecho el diagnóstico,sólo quedaba intervenir: estas ideas s e plasmanen reivindicaciones relati4as a la necesanatncorporación masiva de las mujeres alempleo, en debates sobre el carácter del traba-
-
8/19/2019 A vueltas con el sujeto del feminismo
5/20
jo doméstico y propuestas para su regulación,en el cuestionamiento del «contrato sexual»(Pateman, 1988), etcétera. Se trata de explica-ciones excesivamente deterministas y mono-causales que desconsideran otras motivaciones
o «fuentes de intereses». Planteada esta limita-ción, se resolvía con la diferenciación entreintereses «objetivos» e intereses «subjetivos»,en una nueva oposición binaria que consumala tradicional separación entre «lo externo» y«lo interno», lo «individual» y lo «colectivo»o, en definitiva, entre individuo y sociedad.Sin embargo, esta diferenciación no dejaba deser un espejismo, pues automáticamente nospodemos preguntar quién tiene capacidad paradistinguirlos y clasificarlos a uno u otro lado,esto es, quién y cómo consigue trascender esadistinción. La paradoja es que, si bien el femi-nismo rompió con este planteamiento dual aldefender que «lo personal es político», lo hizomanteniendo una visión excesivamente homo-génea del colectivo por el que hablaba al abor-dar los debates sobre la igualdad y la unidaddelas mujeres como colectivo oprimido (Young,1989; Fuss, 1989; Minh-Ha,1990).
Una segunda línea crítica a la virtualidadexplicatoria de los «intereses colectivos» es
que se supone que las condiciones de existen-cia ejercen una influencia uniforme en todoslos miembros del grupo, es decir, en todas lasmujeres, negando así en la práctica la existen-cia de otras «fronteras», pero también laimportancia de lo «subjetivo», de las construc-ciones de sentido -en cuanto que significadosque da cada sujeto, individual o colectivo, auna «misma» situación—, de las autoimágenes,de los valores éticos, etc.
iii) La defensa de esos intereses de género
sirve de base para una nueva cadena «lógica»que, en su versión más extrema, empieza y ter-mina con la defensa de una identidad colecti-va, de un sujeto fuerte. Ese sujeto colectivo,debido a condiciones de existencia similares— con lo que se hace abstracción de otras con-tradicciones sociales y se sientan las basespara la consideración de la diferencia de géne-ro como la contradicción social fundamental,en sustitución de la postulada por el marxis-mo- se supone portador de unos intereses de
género comunes, para cuya consecución seagrupa en un movimiento liberador, futura sín-tesis superadora de las relaciones de domina-ción existentes; un movimiento liberador lide-
rado por una vanguardia que tiene un accesoprivilegiado a la realidad — y , por tanto, a laverdad—, que se erige en portavoz del conflic-to, y que incluso puede llegar a dotarse de unaética o de un cierto estilo de vida coherentecon su planteamiento 2 QDesde las posiciones afines a la práctica dela diferencia se critica esa formulación de laidentidad femenina por considerarla una iden-tidad de dominio, por su heterodesignación, ypor favorecer un lenguaje de reivindicación yqueja que vuelve a ocultar la «verdadera»identidad femenina. Si prescindimos de lostoques más esencialistas, debemos admitir lapertinencia de tales acusaciones. Pero es que,además, desde mi punto de vista, esa cadena
argumentativa favorece la homogeneización,la estereotipación y se basa en una lógica uni-versalista racional-legal que hoy está ponién-dose en cuestión, sin que ello quiera decir quedebamos prescindir de cualquier tipo de refle-xión o acción orientada a ese campo concretode la vida social, sino que, simplemente, nocreo que debiera ser el único eje o el funda-mental sobre el que giren los planteamientosfeministas.
Ahora bien, en las formulaciones desde el
campo de la práctica de la diferencia el efectohomogeneizador se produce desde otra cadena«lógica» también cuestionable. Se parte de laafirmación de «lo femenino», radicalmentediferente de «lo masculino». Se pone en pri-mer plano «lo simbólico», que ocupa así ellugar de los intereses de género como factor deunificación. Las mujeres son diferentes de loshombres; el problema y la causa última de lasubordinación es que no han tenido autoridad.La maniobra necesaria, por tanto, es dotar a las
mujeres de autoridad,
y en tanto en cuanto sólolas mujeres van a otorgar autoridad a otramujer (por resistencia de los hombres, perotambién en virtud de ese límite ontológico quees el cuerpo femenino) se defiende la idea deaffidamento o mediación femenina que se con-creta en el eslogan «entre yo y el mundo, otramujer»21. La identidad se entiende como liber-tad de modificarse a si para reconquistar lo queestaba silenciado y oculto: el ser mujer.
Por lo demás, aunque las argumentacionesde las corrientes más vinculadas a la igualdady las de la práctica de la diferencia correspon-den a interpretaciones diferentes, la homoge-neización del colectivo mujeres y , con ello, la
-
8/19/2019 A vueltas con el sujeto del feminismo
6/20
afirmación de un Sujeto en el sentido fuerte escomún, así como el hecho de que puedenorientar tendencias normativizadoras. Laslimitaciones epistemológicas y políticas que sepueden derivar de todo ello son evidentes.
Sin embargo, creo que la problematización,en primera instancia, de la cuestión de los inte-reses de género —presente también entre lasdefensoras de las corrientes de la diferencia,aunque sobre bases menos economicistas— hade ser aún más profunda, puesto que parte depresupuestos lógicos cuestionables, ya que lapeor de las ilusiones, como señala Bloch, esconsiderar que podemos adquirir una ideaclara de cuáles son nuestros intereses y orien-tar nuestra conducta según ellos, como si lahumanidad estuviera compuesta «únicamentede voluntades regidas por la lógica», cuandoentre nuestra situación y nuestros actos mediaun complejo entramado de representacionessocialmente construidas (Bloch, 1988: 149).
Además de este espejismo, un último mitocomún insostenible es ese «ídolo de la tribu delos historiadores [que] tiene un nombre: laobsesión de los origenes» (Bloch, 1988: 27).En este mito de los orígenes, el término «ori-gen» puede hacer referencia tanto a la idea demomento fundante como a la de causalidad.En general, ambas acepciones solieron fundir-se en los discursos feministas, ayudando a ali-mentar las tendencias a la monocausalidad. Setrataba de encontrar la causa fundacional yfundamental de la opresión, la causa que sub-yuga y sobre la que se sustentan las relacionespatriarcales de dominación. Descubierta esacausa, levantado el antifaz, o bien el ordensimbólico caepor su propio peso22 o bien sóloresta modificar las estructuras que siguen sus-tentando
lacausa primaria
de sujeción:
el mer-cado laboral, la sexualidad, la socializacióninfantil. El problema es que en muchas deestas explicaciones se da por sentado precisa-mente lo que se pretende explicar, entrando enun círculo vicioso que puede pasar desaperci-bido. Por ejemplo, cuando se argumenta que labase de la subjetividad diferente de hombres ymujeres está en los procesos de socialización,se consideran factores explicativos las actitu-des, expectativas y roles sociales diferencialespara niños y niñas, que son precisamente loque se pretende explicar. Algo similar sucedeen complejo de Edipo del psicoanálisis, dondeel proceso de identificación-individuación,
profundamente marcado según el sexo, partede la consideración de la heterosexualidadcomo norma y de la identificación inmediatade una capacidad biológica — la capacidadreproductiva de las mujeres— con una capaci-
dad social — la crianza—, sin cuestionar lasbases sobre las que dicha identifiación seapoya 23~
2. - - a las «diferenciasentre mujeres»
H
emos visto cómo desde los años se-
senta, la frontera fundamental, porno decir la única, para la constitución del sujeto feminista, era la que separaba ahombres y mujeres, en la lógica del «Noso-tras» frente al «Ellos». El panorama se modifi-ca a mediados de los años 80 con la progresi-va aparición en el seno del propio movimientofeminista de diferencias entre las mujeres quelo componían. En Estados Unidos son princt-palmente las mujeres negras las que toman lapalabra para denunciar la centralidad en los
discursos de las mujeres blancas de clasemedia. Más tarde harán lo propio las mujereslesbianas, llamando la atención en este casosobre el heterosexismo o heterosexualidadobligatoria24, y después un sin fin de identida-des «fronterizas» —transexuales, queersTodo ello viene a sumarse a las corrientes depensamiento críticas de los metarrelatos y delconcepto de Sujeto. Las lecturas de los postes-tructuralistas, del deconstruccioinsmo y delpsicoanálisis van a abrirse paso en el ámbitofeminista.
El debate de igualdad versus diferencia,sin cerrarse ahí, deja paso a una nueva dico-tomía formulada en esos momentos en térmi-nos de unidad versus diversidad. La disputaahora es si las mujeres feministas debenponer el acento en las cosas que las unen o enlas que la separan. Mientras el debate teóricoseguía, la práctica dejaba claro que las dife-rencias estaban ahí y que no podía negárselas.Clases sociales, etnias, orientaciones sexua-les, creencias religiosas, edades, ideologíaspolíticas, etcétera irrumpen con fuerza en losgrupos de mujeres. Se abría por tanto unafisura importante en ese Sujeto homogéneo y
~PM5iM¡b
-
8/19/2019 A vueltas con el sujeto del feminismo
7/20
mítico — se empieza a sustituir «la Mujer» por«las mujeres»— del que se hablaba en el perío-do anterior.
El debate que está implícito supone un desa-fío importante a la teoría feminista en tantoque teoría liberadora de/para un determinadosujeto. No se trataba simplemente de adaptar-se a la diferenciación interna. No comparto,por ejemplo, la idea de Susan Bordo de quecuando apareció la diferencia en el seno delfeminismo, no exigía teorización sino simple-mente que se la escuchara para estar preveni-das ante los propios sesgos, prejuicios e igno-rancia (Bordo, 1989). Creo, más bien, que setrataba de una crítica profunda a la falacia delsujeto mítico y universalizante; una crítica quecomo vimos más arriba fue uno de los acicatesde los discursos feministas de los años sesentay que ahora se volvía contra sus mentoras. Nosólo era el sujeto androcéntrico el que velabalas diferencias y las revestía de valores supues-tamente neutrales y universales, sino que elpropio sujeto que el feminismo había construi-do mostraba esas mismas limitaciones con res-pecto a otras categorizaciones sociales, a otrasfronteras, a otras subjetividades. Es más, ladiferencia, como veremos, dejaba de situarse
entre identidades para habitar en el interior deellas (Butíer, 1989; Fuss, 1989) 2 5Se empezaban a cuestionar algunos princi-
pios fundamentales de la construcción de lasubjetividad y de la filosofía de la conciencia,hegeliana y/o positiva, a la que hacíamos refe-rencia antes. Los primeros pasos en la cons-trucción de la rebeldía feminista, como todaproducción humana, habían estado profunda-mente comprometidas con el contexto socialde su enunciación. Interesa especialmente
prestar atención al peso de las reglas de la lógi-ca, esto es, el principio de identidad (A=A), elprincipio de no contradicción (A no puede serno-A) y el principio del medio excluido (tododebe ser A o no-A). Los discursos feministaslas habían traducido en la constitución delsujeto «mujer», un sujeto idéntico, sin fisurasnt contradictorias e inserto en un sistemasexo/género que distinguía entre hombres ymujeres como categorías cerradas y mutua-mente excluyentes.
Una consecuencia paradójica 26 importantepara las prácticas discursivas feministas de esecarácter estable, inmóvil, «coherente», fuerte ybipolar de la identidad de género era la oculta-
ción de las diferencias entre mujeres y la cons-titución de un nuevo discurso, de una nuevaepisteme totalizante. Probablemente la dinámi-ca de la rebeldía y resistencia frente a la dis-criminación de las mujeres, de las «Otras», así lo requería en su frontal oposición al ordenestablecido. Pero con el paso del tiempo, trasun proceso de reificación reaparecen las luchaspor las representaciones, que revelan lashomogeneizaciones y aplanamientos presentesen su constitución, puesto que toda epistemerequiere, como señala Foucault, la supresiónde los discursos que difieren (Foucault, 1970).Las prácticas discursivas feministas, porsupuesto, no podían ser ajenas a este proceso.
En este contexto podemos situar algunas de
las críticas al ideal de comunidad, de «woman-hood», que van socavando el concepto delsujeto feminista. Iris Young, por ejemplo, ela-bora una durisima réplica filosófica y políticaal concepto de comunidad, a partir de dosideas fundamentales. En primer lugar, la ideade comunidad configura el deseo femeninocontra la alienación y el individualismo. Esedeseo de mutua identificación fue muy útil enun primer momento, como praxis rebelde, parael autoconocimiento y para la afirmación cul-
tural de los grupos de mujeres; pero, a largoplazo, se ha traducido en una indeseable yfalaz homogeneidad y ha contribuido a limitarla eficacia política al vaciar a esta instancia decontenido27. En segundo lugar, la presuposi-ción de la «comunidad» de mujeres ha dadolugar a una idealización psicológica y políticade las capacidades «femeninas» que, al darsepor sentadas, ha bloqueado el desarrollo demodelos de organización política alternativos.El problema fundamental es que el ideal de
comunidad participa de la «metafísica de lapresencia» (Derrida) o la «lógica de la identi-dad» (Adorno), esto es, de una metafísica queniega la diferencia. Esa metafísica consiste enun deseo de pensar que las cosas son una uni-dad, representándolas como totalidad, dejandolos procesos de construcción de sentido almargen del tiempo y del espacio y creandonumerosos dualismos en los que uno de lostérminos se autoproclama representante de latotalidad, frente a la particularidad y subordi-nación del otro (Young, 1989).
El debate unidad/diversidad, que había apa-recido en escena a principios de los añosochenta, va desembocando progresivamente
-
8/19/2019 A vueltas con el sujeto del feminismo
8/20
en la discusión sobre cómo tratar las diferen-cias, una vez se hace patente que no puedenreducirse sin más mediante ningún procesohomogeneizados Las implicaciones prácticasde la discusión no pueden pasarse por alto,
pues la pregunta que está sobre la mesa essobre qué bases sustentar la actividad feminis-ta, en otras palabras, y recogiendo el plantea-miento de Mary Eagleton, aparecen los «pro-blemas con los pronombres», esto es, cómocombinar cuestiones tan contradictorias comola necesidad de encontrar el coraje de decir«yo», la dificultad misma de decir «yo», laarrogancia del «yo», la intimidad del «noso-tras», la falsa unidad del «nosotras», la tenta-ción de decir «nosotras» cuando en realidaddebería ser «yo», la tiranía del «nosotras», lacompleja y ambivalente relación entre el«nosotras» y el «ellos/as», etcétera (Eagleton,1996:217). Nos encontramos así en los últimosaños con una tremenda complejidad en el plan-teamiento de la(s) identidad(es) y en el trata-miento de las diferencias 25 A riesgo de serexcesivamente sumaria, podemos señalar doscorrientes fundamentales: el antiesencialismoy el multiculturalismo.
Las posiciones antiesencialistas manifiestan
un profundo escepticismo hacia la identidad ylas prácticas de la diferencia, pues consideranque ambas son meras construcciones discursí -
vas. Brah, por ejemplo, y en sintonía con otrasautoras como Butíer, defiende la deconstruc-ción de «sexo» y «género» en tanto que cons-trucciones culturales relativas a relacionesentre objetos socialmente constituidos en con-textos especificables (Brah, 1993). La conclu-sión de este análisis llevado a su extremo esque la identidad, cualquier identidad, es inhe-rentemente represiva, al mismo tiempo que ladiferencia, cualquier diferencia postulada, esinherentemente excluyente.
El multiculturalismo es, en cierta medida, unavez más, la otra cara de la misma moneda. Partede una visión unilateralmente positiva de lasdiferencias de grupo y de las identidades colec-tivas. De esta forma, toda identidad se considera
digna de reconocimiento y toda diferencia,digna de afirmación, puesto que siempre presu-pone la existencia de un colectivo con determí -nados intereses al que se le debe reconocer elderecho a reivindicar sus especificidades.
Como crítica general a estos planteamien-tos, creo, con Fraser, que se desconsideran lasestructuras sociales de dominación y las rela-ciones sociales de desigualdad (Fraser, 1996).Por otra parte, aunque pertenece a un campodiferente, creo que cada uno de estos enfoques
pueden tener consecuencias éticas que seobvian. Todo ello queda resumido en el cuadrosiguiente:
De diferencia de género (60) a diferencias entre mujeres (mediados de 80)
Igualdad/diferencia
Ambos oscurecen lasdiferencias intra-grupo
u n id a d /d iv ers id a d a n tie se n cia lis m o /m u ltic u ltu ra lis m o
Escepticismo hacia laidentidad y la diferencia(construcciones discursivas)
Visión positiva de lasdiferencias de grupo y lasidentidades colectivas
tIdentidad: inherentemente represivaDiferencia: inherentemente excluyente
Cierta desconsideración de las estructurasy de las relaciones sociales de
*Toda identidad: digna de reconocimientoToda diferencia: digna de afirmación
sociales de dominacióndesigualdad
-
8/19/2019 A vueltas con el sujeto del feminismo
9/20
A vueltas con el sujeto del feminismo 8 1
La conclusión de Nicholson y Fraser es queestos debates han girado en tomo alo que ellasconsideran falsas antítesis (Fraser, 1991). Ensu opinión necesitamos volver a unificar laproblemática de la diferencia cultural con la
problemática de la igualdad social, además deelaborar visiones situadas del esencialismo ydel multiculturalismo (Fraser, 1996). Sinembargo, siendo un poco más atrevida, quizásea la propia lógica antitética la que se debaponer en cuestión, pues, en última instancia, esuna manifestación más del dualismo caracte-rístico de la filosofía occidental29
En ese movimiento de ruptura del paradig-ma, uno de los puntos de partida puede ser eldesafio a uno de los dualismos básicos denuestra tradición, esto es, el par hecho/valor.Como señala Flax:
«En filosofía, el ser (ontología) se hadivorciado del saber (epistemología) yambos se han separado bien de la ética,bien de la política. Kant bendijo estasdivisiones y las transformó en un princi-pio fundamental derivado de la estruc-tura de la mente. Una consecuencia deeste principio ha sido la conservaciónde la distinción cartesiana rígida entrehecho y valor en la filosofía anglo-ame-ricana cuyo efecto ha sido la relegación
del filósofo al silencio en cuestiones dela máxima importancia para la vidahumana».
Fax, 1983: 269.
Debemos enfrentar el reto de romper conla oposición objetivismo/relativismo, vincu-lada de una manera compleja y cuestionablecon el par hecho/valor 30 Si el feminismo dela igualdad y la teorías ligadas a las prácticasde la diferencia son ejemplos de los proble-mas derivados de posiciones objetivistas entanto que explicaciones monocausales quefundamentan cuasi-metanarrativas, algunosdiscursos postmodernos nos dejan sumidosen el relativismo más profundo. Esa oposi-ción binaria representa las dos caras de unamisma moneda que puede velar — y de hechovela— tanto las relaciones de dominaciónexistentes (Harding, 1989) como el caráctersituado de todo conocimiento. La disputaentre ambos polos no pueden ir más allá del
propio marco lógico que posibilita a ambos.Este es uno de las potencialidades del «cono-cimiento situado» de Haraway: una objetivi-dad consciente, encamada y necesariamenteparcial, junto con un relativo relativismo(Haraway, 1996).
En ese movimiento, no podemos confor-marnos con la afirmación ni la negación del«esencialismo». No nos sirve aferramos a élporque, como ya indica Foucault, no hay nin-guna providencia prediscursiva que dispongael mundo a nuestro favor, sino que el discursoes una violencia que le hacemos a las cosas(Foucault, 1973) y , además, porque como hanpuesto de manifiesto el feminismo y otrosmovimientos sociales, pertenecer a una cultu-ra no es participar de forma similar en susestructuras ni interpretar de forma homogéneasus significados. Pero tampoco podemos limi-tamos a una negación simplista o a una críticabanal de ese mismo esencialismo. Como seña-la Fuss, el esencialismo puede ser idealista omaterialista, progresista y reaccionario; puedeservir adiscursos de resistencia o a tendenciasmitologizantes. Sólo podemos hablar de esen-cialismos, en plural, sabiendo que no pode-mos ser completamente ajenos a ellos ~‘, ypreguntamos para qué sirven y qué ocultan,distinguiendo, como hace Fuss partiendo deLocke, entre un esencialismo de orden lin-giiístico y otro de orden ontológico (Fuss,1989).
Todo ello, nos lleva a concluir que tampo-co la corriente que se autodenomina antie-sencialista carece de problemas prácticos yteóricos derivados de su falta de reflexividada la hora de admitir su propia utilización deprincipios incuestionables — ya sea el sujetohablante de Lacan o el texto de Derrida— y desu concepción absolutamente negativa tantode la identidad como de la diferencia y . Unade las consecuencias de esto último puedeser el «todo vale», o en palabras de RosiBraidotti pasar de una «política de la locali-zación» a una «poética del relativismo», que,además anula gran parte de la virtualidad dela acción política, puesto que sólo parecehaber discursos que flotan en el aire y quemerecen la misma consideración ética y polí -tica. Los efectos más inmediatos pueden ser
la pasividad, el conformismo, la afirmacióndel sentido común como el más común de lossentidos.
-
8/19/2019 A vueltas con el sujeto del feminismo
10/20
82 Elena Casado Aparicio
3. Repensar el conceptode agencia: política
de la localización
E1 cambio de términos es ya signifi-cativo: hemos pasado de hablar deSujeto, con mayúscula o minúscula,
en singular — la mujer— o en plural —las muje-res— , en sentido fuerte o débil, a poner en cir-culación un nuevo significante, el de agencia.Como veremos, el cambio no es meramenteterminológico. El concepto de sujeto que herevisado en los párrafos anteriores era, cuandomenos, un «sujeto sujetado», un sujeto objeti-vado, puesto que estaba sometido a las condi-ciones de existencia o a una identidad fija einmutable. Era un sujeto al que hablaban otrosdiscursos. Incluso en ocasiones, como en elcaso de ciertos planteamientos del feminismocultural (MacKinnon, 1982), ese sujeto queda-ba sometido a la pura negatividad, al no ser, alno-sujeto.
Sin embargo, a pesar de ese cambio, la cate-goría «mujeres» sigue ocupando el espacio deuna unidad lingilistica: conceptualmente se
refiere a la heterogeneidad, pero semántica-mente marca una colectividad (Fuss, 1989).De ahí que prefiera utilizar el término «agen-cia». Este término puede resultar confuso encastellano, pues mantiene en esta lengua unacierta marca de acción pasiva y de privilegiodel objeto determinada por nuestro Agentegramatical. No es así en inglés, idioma del quese ha traducido. «Agency» y «agent», que tie-nen que ver con actuar, con hacer, con ser suje-to activo, pero también con ser intermediario ~Es la idea de mediación que vemos es Hara-way, entre otras. Prácticas, discursos, datosestán múltiplemente mediados; la nueva for-mulación de agencia, en lugar del sujetomoderno, trata de adaptarse mejor ala realidadque pretende describir.
Precisamente la mediación es una de lasideas subyacentes en las teorías feministaspostmodemas; implica la negación de presu-puestos ontológicos y metafísicos y aboga porla necesidad de una mayor responsabilidad yconocimiento del propio lugar de enuncia-ción. En cierta medida es una herramientapara huir tanto de los planteamientos moder-nos como de las consecuencias radicalmente
relativistas a las que algunas comentes post-modemas pueden conducimos. Todo ellopuede resumirse de alguna manera en el tér-mino politics of location, que traduciré comopolítica de la localizacion.
En esta aproximación podemos partir de ladefinición de Kaplan:
Como práctica de afiliación, identificalos ámbitos de diferencias y similitudeshistóricamente específicas entre mujeresen relaciones diversas y asimétricas, cre-ando historias, identidades y posibilida-des de alianzas alternativas.
Kaplan, 1994:139
La idea apareció por primera vez en letratmpresa en Adrienne Rich, aunque al parecerera un término utilizado por las feministasnegras que empezaron a plantear la existenciade diferencias entre mujeres en el feminismoestadounidense. En su artículo «Towards aPolitics of Location» defiende la necesidad deexplicitar la situación estructural de enuncia-ción y de realizar un movimiento de descen-tramiento, contemporáneo con la crítica aletnocentrismo, por ejemplo, para hacer frente
a los usos hegemónicos de la palabra«woman» en una sociedad racista y en la elitedel feminismo. Rich distingue entre mi cuerpoy el cuerpo, diferencia que representa la ten-sión entreesencialismo y constructivismo puessi el determinante «el» esencializa su objetomediante la universalización, el posesivo lodesencializa mediante la particularización. Lapolítica de la localización, según ella, debetender a mediar entre ambos (Rich, 1986;Probyn, 1989). Aunque el planteamiento delRich fue un primer paso importante, no estuvoexento de contradicciones ni de «puntos cie-gos» -como muestran las críticas que recibiópoco tiempo después— pues no dejaba de ocu-par una posición central de enunciación«hablando en nombre de» o situando el femi-nismo norteamericano en una posición para-digmática (Wallace, 1989).
A partir de los años 80 el concepto de polí -tica de localización va asentándose y cadaautora le da un contenido específico. Frente a
las visiones del cuerpo como atributo pura-mente biológico a las que hacíamos referenciaen las primeras páginas — sin apenas pertinen-
-
8/19/2019 A vueltas con el sujeto del feminismo
11/20
cia significativa en las corrientes del feminis-mo de la igualdad o con una única significa-ción que se constituye como ontología en elcaso de las teóricas de la práctica de la dife-rencia—, el cuerpo empieza a presentarse como
metáfora de nuestro carácter situado en eltiempo y en el espacio, y , por tanto, del carác-ter limitado de nuestra percepción y conoci-miento.Unido a esto, está el concepto de fron-teras, de márgenes; y las fronteras siempre sonpermeables, con lo que aparece el hibridismo,la identidad como proceso, el mestizaje. Repa-semos alguno de estos desarrollos.
Quizá la metáfora de Alcoff del tablero deajedrez sea una de las más clarificadoras paracomprender la virtualidad de la política de la
localización. Alcoff utiliza el tablero de aje-drez como metáfora de las estructuras socialesy de la «situación». El juego del ajedrez sedesarrolla en un tablero de dimensiones prees-tablecidas, dividido en cuadrículas de diferen-tes colores que señalan las diferentes posicio-nes que pueden alcanzar las piezas en susmovimientos. Pero además de estar fijado elespacio (se juega en el interior del tablero, sepuede expulsar a alguien que ocupa una casi-lía), también las piezas se someten a una
determinada estructura: hay piezas con posibi-lidad de mayor o menor amplitud de movi-miento, de mayor o menor arco y variedad; endefinitiva, hay un reparto jerárquico de dife-rentes poderes. Ahora bien, la estructura, losdiferentes poderes no implican que se sepadesde el principio el final de la partida másallá de que terminará cuando una pieza, seacual sea, un peón o la reina, consiga expulsardel tablero al rey del contrincante. A lo largodel juego, la posición cambia las relaciones.
En otras palabras, y fin de la metáfora, si laposición cambia la relación, eso quiere decirque las identidades siempre están en proceso(Alcoff, 1988).
En el mismo cQntexto que Alcoff, para deLauretis la interpretación de la política delocalización tiene que ver con la producciónsemiótica de la realidad, en la que el compro-miso personal y subjetivo se une a razones ycondiciones materiales de existencia para for -mar identidades individuales y colectivas, por
supuesto, sociales en ambos casos (de Laure-tis, 1992).El cuerpo, como hemos dicho, es otro de los
elementos centrales en estas nuevas interpreta-
ciones de la diferencia. Algo de todo esto esta-ba presente en la afirmación de Beauvoir deque la mujer no nace, sino que se hace. Ahorabien, ¿cómo es posible que «la mujer» llegue aser algo que ya es? Butíer recurre a Wittig y aFoucault para proponer una lectura de estacuestión (Butíer, 1996). Su respuesta es que enla conocida cita de Beauvoir están presentessimultáneamente dos consideraciones aparen-temente opuestas del género: el género comoconstrucción cultural y , de forma más sutil, elgénero como elección. Ahora bien, ¿cómo esposible que algo sea simultáneamente unaconstricción y una elección? La clave es quepodemos entender el cuerpo como situación, ypodemos hacerlo en un doble sentido: como
«locus de interpretaciones culturales» y como«campo de posibilidades interpretativas».Butíer rompe así la distinción cartesiana entresujeto o agente y objeto, puesto que somosambas cosas a la vez, o, en palabras de Latour,cuasi-objetos o cuasi-sujetos (Latour, 1993).Las construcciones de sentido, las acciones designificado, son un acto de poder, pero un actode poder al que no somos ajenos, en primerlugar porque nos «construye» («el lenguajenos habla»), pero también porque nadie es ino-
cente en esa construcción de significados yporque su modificación constante está sujeta alas negociaciones culturales en las que de unau otra forma participamos (Bruner, 1991). Nosencontramos, así, ante un «ser» (individual ocolectivo) mediado, «situado», esto es, un serque está, un ser que habita ~, que (se) narra.
Una de las consecuencias de las ideas implí -citas en las políticas de la localización es lareconceptualización del concepto de experien-cia. Y esto es así porque, como hemos visto, la
presuposición de la experiencia común de lasmujeres — tan to como condiciones objetivas deexistencia que generan unos determinadosintereses y conciencia, cuanto como afirma-ción de una ontología femenina— ha quebradocon las manifestaciones de las «diferencias».Sin eml5argo, los problemas derivados de unanoción de diversidad exclusivamente basadaen ladiversidad de experiencias no han pasadodesapercibidos en la teoría feminista. Unpunto de partida para interrogamos sobre el
concepto de identidad, y por ende el de sujeto,es la afirmación de Rodríguez Magdá de que«Seguramente las mujeres somos algo más que
- 34un nombre y algo menos que una esencia» -
-
8/19/2019 A vueltas con el sujeto del feminismo
12/20
Me interesan especialmente dos plantea-mientos, en cierta medida coincidentes, puestoque ambos tratan de dar una definición másajustada del concepto de experiencia vincula-da a la praxis, rompiendo la idea de que lacon-
ciencia precede a la acción, para presentar unarelación más compleja e interconstitutiva. Elprimero es el de Hrah, que distingue entre A.«el día a día de la experiencia vivida» (o bio-grafía individual) y 8. «la experiencia comorelación social» (las historias colectivas, elámbito socioestructural). Ambos son nivelesinterdependientes, pero no pueden reducirseuno a otro (ni 8 resulta de la suma de A ’, A”,A”..., ni cualquier A es la expresión directa deB). El segundo enfoque es de de Lauretis, que
define la experiencia como el «proceso por elcual se construye la subjetividad de todos losseres sociales... Es continuo, y su final inal-canzable o diariamente nuevo». Se trata, portanto, de un proceso siempre en marcha por elque la subjetividad se construye semiótica ehistóricamente. Esto, unido al compromiso
personal como elemento constitutivo de lasidentidades colectivas, nos da las claves pararepensar el concepto de agencia.
Otra serie de autoras han puesto el acento
más en los límites. Desde un enfoque semióti-co, belí hooks plantea que la lucha por nom-brar las localizaciones tiene lugar eh el len-guaje. Los márgenes se convierten así en ellugar de la represión y de la resistencia (hooks,1984). La misma idea de conflicto aparece enProbyn y Alarcón, cuando plantean que hayque reconocer los límites no como «diferen-cias míticas» que no se pueden «conocer» o«teorizar», sino como expresión de luchas quepueden historizarse ~. En una interpretación
similar, Fuss plantea que la identidad tiene sig-nificados múltiples y contradictorios. Identi-dad y esencia no son sinónimos per se, sinoque la historia occidental los ha hecho coinci-dir como imágenes reflejadas en un espejo.Pero, ¿acaso la identidad es «natural»? Su res-puesta es que, por el contrario, es un construc-to político, histórico, psíquico o lingúístico. Enningún otro momento de la historia se ha vili-pendiado o santificado tanto la identidad y suimportancia para nuestra teoría y práctica. Su
explicación es que el nexo entre identidad yacción política suele ser causal y estar teleoló-gicamente definido; una muestra de ello es quepara quienes practican la política de la identi-
dad, la identidad determina necesariamente laacción política 36 Su propuesta sobre la identi-dad es un «yo» que es efecto del lenguaje, node la esencia, y por tanto es siempre contin-gente y provisional. Cada uno de esos térmi-
nos alimenta dos interpretaciones: la primera,a partir de la idea de contingencia, afirma laexistenciade identidades múltiples que compi-ten y entran en conflicto; la segunda, privile-giando su carácter provisional, considera lasidentidades como construcciones políticas, portanto, históricamente provisionales y reempla-zables. Estas interpretaciones siguen situandola diferencia fuera de la identidad, en el espa-cio entre identidades, ignorando la radicalidadde la visión postestructuralista. Las teorías de
las identidades múltiples no desafían la com-prensión metafísica tradicional de la identidadcomo unidad.
Fuss defiende la idea de ficciones de identi-dad, no menos poderosas por el hecho de serficciones, en un mundo gobernado por lasrepresentaciones, casi virtual podríamos aña-dir. El propósito es romper con la tendencia ala sinécdoque, es decir, a tomar una parte o unaspecto de la identidad por el todo. La expe-riencia, por tanto, no es lo que el conocimien-
to pretende aprehender, ni el presupuesto mí -cial, sino que el conocimiento es el procesoactivo que produce sus propios objetos-sujetosde investigación y acción. Fuss nos recuerdaque Heidegger da la clave para conceptualizarla identidad al margen de la unidad y nos ofre-ce uná teoría de la identidad que rompe lalógi-ca aristotélica que opone identidad a diferen-cia. La identidad sólo aparece como unidad,pero contiene la diferencia como el predicadode su &herencia ficticia (Fuss, 1989).
La conclusión radical de todos estos plante-amientos con respecto a los enfoques anterio-res es que «womanhood» deja de considerarseuna pre-condición, sea cual sea la concepciónuniversalista que la sustente, y pasa a ser, encierto sentido, una meta multiforme, no consignificado en si misma, sino como expresiónhistóricamente mediada. Hemos pasado, pues,de un sujeto mítico a una agencia en constanteproceso de construcción y deconstrucción queadquiere sus significatividades en la praxis, en
los márgenes, en el in-berween. Hemos pasadotambién del mundo dicotómico al placer en laconfusión de las fronteras y a la responsabili-dad en su construcción (Haraway: 1996): la
-
8/19/2019 A vueltas con el sujeto del feminismo
13/20
A vueltas con el sujeto del feminismo 85
separación entre naturaleza y cultura, y con ellala que distingue sexo y género, ha dejado de serimpermeable si el que alguna vez lo fue. Ladeconstrucción postmodema de Hutíer, ya seaen la vertiente textualista heredera de Derrida o
en la del poder/saber foucaultiano, y el femi-nismo híbrido de Haraway son algunas de laspropuestas feministas que nos ofrecen los goz-
nes sobre los que abrir nuevas puertas. El dua-lismo naturaleza/cultura ha de reinterpretarse ala luz de la constante producción social de lonatural y la naturalización del orden social.Como resultado, sexo y género sólo pueden
interpretarse como construcciones «discursi-vas» encamadas y mediadas de forma múltiple.Los nuevos tiempos así nos requiebran.
Deconstrucciónpostmodema
BUILER
s4. Repaso de las«visualizaciones»
feministas de la agencia
«la Mujer» — o las mujeres—, co-mo sujeto mftico de la historia, haquedado maltrecha como visuali-
zación utópica del porvenir, de la actividadprometeica, del progreso, de la liberación, otrafuente interesante para comprender el alcancede estos cambios y es revisar cuáles son lasnuevas visualizaciones de la «agencia».
Antes de empezar este recorrido por los tro-pos del feminismo quiero detenerme un pocoen el planteamiento de Judit Butíer. Con eltérmino mujer nos referimos a una categoríasocial pero también a un sentido del yo, a unaidentidad subjetiva culturalmente construida ocondicionada. El término «mujer», señala, noes neutral, inocente ni universal; ha dejadofuera a algunas mujeres, por lo que o bien seamplía la categoría de forma que sea másinclusiva, esto es, se redefine por completo, o
bien se pone en cuestión el lugar ocupado poresa categoría como parte del discurso norma-tivo feminista. Eso nos lleva a preguntamosquién es el sujeto al que el feminismo preten-de liberar y , simultáneamente, si ya no haysujeto, quién es el agente de ese movimientode liberación. Si el género es básicamenteidentificación, y si la identificación no es otracosa que una fantasía dentro de otra fantasíaentonces «el género es precisamente la fanta-sía que se escenifica por y mediante los estiloscorporales que constituyen las significacionesde manera encarnada» (Butíer, 1989:334).Desde esta perspectiva, prácticas tan critica-das como el amaneramiento de algunos gays ytransexuales o las relaciones lésbicas butch-
femme, con su imitación del género revelan laestructura imitativa propia del género, y portanto su contingencia (Butíer, 1989:338). Suconclusión es que la noción de «parodia degénero» que defiende «no implica que haya unoriginal al que esas identidades paródicas imi-tan». La radicalidad de su planteamiento esque «la parodia se efectúa sobre la idea mismade un original» (Butíer, 1989:338). Sin embar-
Naturaleza-CulturaProducción social de lo natural y naturalización del orden social
Sexo-género:Construcciones «discursivas» encarnadas y mediadas de forma múltiple
CRISIS DE LA MODERNIDAD Y POST-(NO-)MODERNIDAD
Feminismo híbridoConocimiento situado
HARAWAY
-
8/19/2019 A vueltas con el sujeto del feminismo
14/20
86 Elena Casado Aparicio
go, parece omitir Butíer, esa parodia no seenmarca en un contexto neutro, sino en rela-ciones complejas de dominación. Quizá esasea la tragedia escondida tras ello. TampocoButíer es inocente.
Siguiendo algunas de las ideas de Latour,entre otros, sobre el poder de las representa-ciones, Braidotti escribe:
Una figuración no es una metáfora sinmas, sino un mapa cognitivo políticamen-te informado que lee el presente en térmi-nos de la situación en que se está inserto.Basada en la teoría de la «política de lalocalización» de Adrienne Rich, se haredefmido apartir de las nociones postes-
tructuralistas de discurso — hasta llegar a laidea de «conocimientos situados deDonna Haraway— como genealogías cor-poreizadas o responsabilidad encamada.
Braidotti, 1997:6
Puesto que comparto las ideas que estan enla base de la definición de Braidotti, consideroque puede ser clarificador a la hora de abordarlas nuevas conceptualizaciones en las teoríasfeministas hacer un breve repaso sobre cuálesson algunas de sus representaciones o visuali-zaciones más interesantes. No es éste uncampo de interés exclusivo del feminismo,sino que, por el contrario, algunas de las visua-lizaciones que recojo aquí se inscriben, de unaforma más general, bajo el epígrafe del paso dela lógica de la identidad a la lógica de la dife-rencia, de las fronteras extemas a las fronterasinternas como configuradoras de subjetivida-des e identidades colectivas.
Podemos dividir el conjunto de estas visuali-zaciones en varias categorías: visualizacionesexplícitamente multidimensionales, visualiza-ciones viajeras o de tránsito, visualizaciones«fronterizas» y metáforas híbridas. Para com-pletar este breve repaso, introduzco un conjun-to de visualizaciones de órdenes diversos bajola categoría de juegos con afijos.
En el primer grupo, el de las visualizacionesexplícitamente multidimensionales, la ideafundamental es la simultaneidad, la conviven-cia, de diferentes mediaciones sociales en laformación de la agencia. Ya no hay «contra-dicción fundamental» junto a«contradiccionessecundarias», sino que se entrecruzan, se
modifican unas a otras. Capitalismo, patriarca-do, colonialismo, heterosexismo etcéterageneran sus propias categorizaciones socialesen tanto que sistemas de dominación. Lossujetos se encuentran encasillados en una tupi-
da red tejida por todas ellas. Cada dimensiónnos otorga una subjetividad significativa deter-minada, que puede matizar, reforzar, desdibu-
jar o entrar en conflicto con las subjetividadesque resultan de otro sistema de dominación.Así, soy mujer, blanca, europea, y así sucesi-vamente. El sujeto queda, por tanto, dividido.Sin embargo, esas fracturas del sujeto siguensituándose entre identidades significativas
diferentes, no tanto en el seno de la identidadcomo tal. Se mantiene una cierta visión de uni-
dad categorial, aunque matizada; un hibridis-mo que parte de una cierta pureza, al menosepistemológica, previa. Incluyo aquí las for-mulaciones de «capitalismo patriarcal racial-mente estructurado» de Bhavnani y Coulson,el «feminismo del Tercer Mundo» de Moragay Smith ~ y las «clases político sexuales» deSofolius.
Un segundo grupo, en esta clasificación gra-dual, es el de las visualizaciones viajeras o detránsito. El centro de atención es la idea de
proceso, de tránsito, frente a visualizacionesmás esencialistas. La identidad, la subjetivi-dad, en definitiva, la agencia, es móvil y muta-ble; se transforma continuamente en el tiempoy en el espacio. Nuestra subjetividad siempreestá en proceso de construcción. Más aún en elcontexto de la globalización económica y delos procesos migratorios ~. Así, Lugones habladel «world traveller», del espíritu viajero, muydiferente al espíritu del turista. Clifford y Bau-man optan por la imagen del peregrino40; Brai-dotti, por la «subjetividad nómada» ~ Ahora
bien, inmediatamente surge una pregunta:¿qué es lo que queda cuando viajamos? Intuyoque la respuesta se sitúa en el marco de lanarratividad, del recuerdo 42, de la continuareinscripción de la historia.
Llegamos así al tercer grupo, el de las visua-lizaciones
-
8/19/2019 A vueltas con el sujeto del feminismo
15/20
toria y como identidades basadas en la diferen-cia, lo hacemos desde los márgenes de los dis-cursos homogeneizadores. Hooks describe elmovimiento «de los márgenes hacia el centro»,en una formulación similar a Spivak cuandohabladel «desplazamiento del centro a los már-genes» protagonizado por el «sujeto postcolo-nial». Lorde lo identifica como «la casa de ladiferencia», con su «Sister Outsider».
Por último, algunas autoras sacan el máxi-mo partido a la fuerza de la metáfora comovisualización compleja. Es lametáfora viva deRicoeur, la metáfora creadora de Lakoff. Es elhibridismo explícito, sugerente, polifónico,promiscuo. Está profundamente abierta a lareinterpretación constante. La pureza catego-rial ha quedado definitivamente desterrada, yen su lugar queda la «conciencia opositiva» deSandoval. Las más productivas y ricas son,
desde mi punto de vista, «el Otro Inapropia-do/Inapropiable» de Trinh Minh Ha, «elmundo zurdo» de Anzaldúa y Moraga, «lamestiza» de Anzaldúa y , por supuesto, el«cyborg» de Haraway, con su énfasis en elhibridismo, en la contradicción, en el oxímo-ron, en el carácter productor de cuerpos y sig-nificados presente en las fronteras, frente a laconsideración del cuerpo de la mujer comofrontera ontológicamente intraspasable en lasvisualizaciones relativas a la morfología feme-nina de Irigaray.
Quizá en este último grupo, aunque desdeplanteamientos epistemológicos bastante dife-rentes, y llevando el hibridismo a su extremocomo construcción puramente discursiva se
puedan incluir las «identidades como ficcio-nes» de Fuss y la formulación de «la políticaparódica de la mascarada» de Butíer.
Visualizaciones explícitamente multidimensionales
Bhavnani y CoulsonMoraga ySmith
Sofolius
Capitalismo patriarcal racialmente estructuradoFeminismo del Tercer Mundo
Clases político sexuales
Visualizaciones viajeras o de tránsito
Lugon esClifford y Bauman
Braidotti
El espíritu viajeroEl peregrino
Subjetividad nómada
Visualizaciones «fronterizas»
HooksSpivakLorde
De los márgenes al centroSujeto postcolonialLa casa de la diferencia
Metáforas
SandovalTrinb Minh Ha
Anzaldúa y MoragaAnzaldúa
HarawayFussButier
Conciencia opositivaEl Otro Inadecuado
El mundo zurdoLa mestiza
CyborgFicciónMascarada
‘Tbgab
-
8/19/2019 A vueltas con el sujeto del feminismo
16/20
En este repaso de las visualizaciones femi-nistas, hay toda una serie de conceptos que heagrupado bajo la categoría de «juegos con afi-
jos». Bajo ella aparecen concepciones de órde-nes muy diversos, que, según mi criterio, no
pueden incluirse en ninguna de las categoríasanteriores. En plena discusión sobre Moderni-dad versus Postmodemidad, surgen conceptoscomo sociedad postindustrial, postcolonialis-mo, transmodernidad, tardomodernidad, etcé-tera. A ello se une el cuestionamiento, cadavez más profundo, desde el feminismo —favo-recido por la fuerza de los movimientos degays, lesbianas y transexuales— de la divisióncartesiana explicitada en el «sistema sexo/
Donna Haraway hace referencia al nombre
del grupo de afinidad de su ciudad: FisiónImposible (Haraway, 1996). Un nombre quenos trae inevitablemente a la memoria lataquillera película Misión Imposible. Fisión
totalizante imposible para la misión imposi-ble de ser testigos o agentes modestos. Eso si,en un mundo que, como ella misma dice,necesita más que nunca de nuestra polifoníarebelde. Una rebeldía cyborg que nos com-promete de forma consciente, responsable,perversa e irónica.
NOTAS
Cuando hablo de sujeto en los discursos feministas
me refiero tanto al sujeto polftico como al sujeto episte-mológico. Ya Latour, a partir de una comparación entreBoyle y Hobbes, plantea que la lógica de la representa-ción que subyace al discurso de la ciencia y al de la polí -tica es similar (Latour, 1993). Sin embargo, aquí mereferiré específicamente al sujeto político en tanto que
sujeto de la praxis del movimiento de mujeres. Para unavisión específica de esta discusión en el terreno episte-mológico, ver el artículo de Amparo Gómez Rodríguezen este mismo volumen.
género». Sexo, género, compromiso político yopción sexual se entrecruzan para forjar nue-vas imágenes. Así, por ejemplo, Walker hablade «mujerismo» —«womanism»— y denomina asu agente «mujerista» —«womanist»—; para
Wittig la «lesbiana» es el sujeto feministapostmujer —«post-woman feminist subject»—;mientras que, para de Lauretis, se trata de un«sujeto excéntnco», esto es, el «sujeto mujerdel feminismo». En este mismo grupo pode-mos incluir la propuesta de Rodríguez-Magdáde un sujeto transmoderno capaz de asumir lacultura postmodema pero rescatando la posibi-lidad operativa, emancipatoria y crítica delsujeto femenino.
2 Mucho se ha escrito sobre la compleja relación
entre feminismo e Ilustración desde enfoques diferentes.Ver, por ejemplo, Amorós, 1994; Benhabib y Comella,1990; Heller, 1986.
Es el caso de Z. Eisenstein, 5. Rowbotham o 1 4 .Hartmann, entre otras; si bien la influencia de estacorriente sobrepasa las fronteras entrequienes se identifi-can con el marxismo y quienes lo critican abiertamente.
Recordemos, porejemplo, a K. Millet, 5. Firestoneo C. Delphy.
Las feministas radicales consideran que la familiaes el núcleo fundamental de la opresión de género que,además, se ve como la opresión que es la raíz de todaslas demás, incluida la de clase. De ahí s u carácter «radi-ca l» . La relación entre sistema capitalista y sistemapatriarcal es más compleja en el caso de las feministasmarxistas, que, si bien revisaron críticamente algunosaspectos de los planteamientos marxistas, no compartie-ron la jerarquía establecida por las radicales.
6 Podemos destacar entre sus representantes a A.Dworkin. K. Barry o parte, cuando menos, deltrabajo deA. Rich.
Este es desde entonces uno de los centros de aten-ción de parte del feminismo francés: L. lrigaray, A.Leclerc o 1 - 1 . Cixous.
N. Chodorow, C . Gilligan y toda lacorriente psico-analítica de Jas relaciones objetales.Por una parte, Luisa Muraro y las mujeres agluti-nadas en tomo a la Librería de Milán y, por otra, JuliaKristeva. Un buen resumen de estas posiciones puede
~2bE5Sb
Juegos con afijos
Walker MujeristaWittig Lesbiana (sujeto feminista postmujer)
De Lauretis Sujeto excéntrico o sujeto mujer del feminismoRodríguez-Magdá Sujeto transmodemo
-
8/19/2019 A vueltas con el sujeto del feminismo
17/20
encontrarse en un libro que ya en su título nos da unexcelente resumen de su propuesta: Nombrar el mundoen femenino (Rivera Carretas, 1994).
lO Una de sus críticas al feminismo de la igualdadserá precisamente que éstas se someten a la ontologíamasculina.
Emparentada, evidentemente, con la lógica dualis-ta cartesiana, con la tradición judeo-cristiana y con losplanteamientos platónicos.
2 Quizá esto explique en parte la gran acogida deestos planteamientos en el terreno de la «arqueología»:recuperarel papel de las mujeres ya sea en la historia delaciencia, en la antropología, en la literatura, en la histo-riografla, etcétera.
13 Esta homogeneización aparece también hoy en losenfoques multiculturalisías más simplistas
14 Utilizo el concepto de inscripción en el sentido quelo propone Latour (Latour, 1986).
‘~ Este proceso de creación de sentido mereceríamayoratención. Se trata de un proceso paradójico, pues-to que son los «monstruos», los «híbridos», quienescuriosamente contribuyen a teorizar las fronteras entrelos sexos-géneros. La paradoja es aán mayor, puesto queserán precisamente los grupos de transexuales, entreotros, quienes se presenten más tarde como metáfora dela necesaria deconstrucción de esas mismas fronteras quecontribuyeron a crear. Para una lectura del potencial delos «monstruos», ver el artículo de Donna Haraway eneste volumen.
6 Pero, como se preguntaran más tarde Haraway ymuchas feministas negras a raíz del planteamiento deRubin, «¿qué ocurre con esteenfoque cuando las mujeresno se encuentran en posiciones similares en la institución
del parentesco? En particular, ¿qué ocurre con la idea degénero si grupos enteros de mujeres y de hombres estánsituados fuera de la institución del parentesco, pero rela-cionados con el sistema de parentesco de otro grupo domi-nante?» (Haraway, 1996: 244). Damos, así, con otra de lasfuentes fundamentales en la deconstrucción del sujetofeminista. Para un magnífico repaso general de la genea-logia del concepto de género, verHaraway, 1 9 9 6 : cap. y.
“ Uno de los efectos curiosos de esto es la recurren-te identificación entre los estudios de género y los estu-dios de mujeres, como si los hombres estuvieran al mar-gen de esa mediación.
‘~ Explícitamente enunciada por el psicoanálisis.“
Podemos encontrar numerosos ejemplos de ello.Literatura (universal, del Siglo de Oro...) frente a litera-tura de mujeres — calificación ante laque se rebelan algu-nas escritoras—. Prensa frente a prensa femenina, al tiem-po que convive con prensa deportiva o «del motor»,definidas por la temática específica y no por el sexosupuestamentemayoritario de sus lectores...
20 Algunas muestras de esto cabe encontrarlas enalgunos argumentos utilizados en los debates sobre por-nografía, prostitución o fantasías sexuales tanto en Esta-dos Unidos como en nuestro pats.
21 Ver, por ejemplo, VV.AA. «El frual del Patriarca-do», El Viejo Topo, n. 96, Mayo, 1996.
22 Este es uno de los argumentos clave de las pensa-doras vinculadas a la Librería de Mujeres de Milán.
23 Esta es también, por ejemplo, una de las críticasfundamentales de Flax a las teóricas psicoanalíticas delas relaciones objetales (Flax, 1995).
24 La «opción sexual» contribuye sin duda alguna a
deconstruir la relación significante sexo-género, puestoque la reproducción se desliga en sus prácticas discursi-vas tanto del sexo como del género, al tiempo que lasupuesta complementariedad de los sexos queda puestaen cuestión.
25 La fragmentación interna del yo a manos del deseoen el psicoanálisis no es ajena a todo ello.26 Paradójica porque el movimiento de mujeres parte
del cuestionamiento del supuesto universalismo del suje-to moderno y en su lucha construye un nuevo sujeto pre-tendidamente universal ajeno a la diferencia.
27 También Fuss señala como el lema «lo personal espolítico’> tuvo efectos contradictorios, pues si bien con-tribuyó a romper la dicotomía público/privado, tambiénempujó en una dirección que vaciaba o difuminaba elcontenido de la acción política en sentido tradicional(Fuss, 1989).
28 Harding señala que debemos tener en cuenta la dis-
tinción entre las, a l menos, dos acepciones fundamenta-les de «diferencia»: 1) diferencia como diversidad, comovariación cultural, y 2) diferencia como sustento de rela-clones de dominación (Harding, 1989).
29 Otra fonna de plantearse el debate entre las con-cepciones de género presentes en el feminismo de laigualdad, la práctica de la diferencia y los plantearnien-tos postmodemos es considerar, como hace Di Stefano,que ha habido tres formas estrat