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ABDEL Dedicado a los culpables de nacer en otro sitio.

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ABDEL

Dedicado a los culpables de nacer en otro sitio.

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Vivo en un cementerio, aunque no soy un muerto. Soy un hijo del desierto, escondido entre las tumbas de Marbella. Mi padre está en la cárcel. Yo soy un menor de edad en un país extranjero, inmigrante ilegal, y sin documentos que me identifiquen. La policía me busca. Una banda de traficantes me busca.

No tengo más ropa que la que llevo puesta. No he comido en tres días. Tengo miedo, mucho miedo.

Nací en el desierto, en una jaima de una caravana de tuaregs .

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Recuerdo a mi madre, Amina, muy lejanamente. Murió a manos de los soldados marroquíes antes del Ramadán de 1984. La echo de menos.

Los tuareg somos un pueblo nómada , y nos movemos de acá para allá con nuestros rebaños de ovejas y cabras .

Vivimos en un mar de arena llamado Sáhara, en donde en lugar de islas hay pozos y oasis. Navegamos a lomos de caballos y camellos.

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Nos llaman “hombres azules” porque los mantos teñidos con los que nos cubrimos del sol van coloreando nuestra piel.

Los hombres de la caravana siempre me trataron como un mayor. Mi padre me enseñó a manejar la honda y Ben Abjahah, considerado un hombre sabio por las tribus beréberes, se ocupó de mi educación.

“TENÍA LA COLECCIÓN DE LIBROS MÁS GRANDE QUE JAMÁS HE VISTO”

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La muerte de Ben fue como una señal para mi padre. “Nos vamos, Abdel. Haremos un largo viaje hasta España. Pase lo que pase, nunca será tan difícil como vivir ocultos entre las dunas”.Así que nos pusimos en marcha con una de las últimas caravanas tuaregs que atrevesaban el desierto.

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Nuestra primera parada fue Uarzazat, allí nos despedimos del desierto y de los hermanos beréberes. Después cruzamos la cordillera del Gan Atlas y llegamos a Marraquech, “casi me faltaba el aire cuando recorríamos las calles de la medina, los zocos, la plaza Djemaa el Fna.

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Tardamos tres semanas en llegar a Tánger y lo primero que supimos fue que no podíamos entrar en españa tan fácilmente. “Necesitábamos un billete para cruzar el estrecho”.

“ESPAÑA ESTABA AHÍ, CASI AL ALCANCE DE LA MANO”

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Cruzaríamos el estrecho de Gibraltar escondidos,…, no podríamos volver atrás porque mi padre tenía pendiente una condena en Marruecos por traidor.

“Mi padre y yo fuimos los primeros en saltar al agua” . En cuanto desembarcamos echamos a correr mientras la Guardia Civil detenía a los que iban llegando a la orilla.

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Esto era España. Europa. Nuestro sueño hecho realidad. Cientos de veces habíamos hablado de ello en el desierto, y por fin empezábamos una nueva vida en un país amigo y poderoso. Los españoles eran hermanos de sangre. Un pueblo hospitalario.

Vivimos ocultos y comiendo de lo que cogíamos en los campos. Al cabo de una semana, empezamos a pedir trabajo por las granjas y las casas de las afueras de los pueblos. Estuvimos tres semanas dando vueltas pero no conseguimos nada. “LOS ESPAÑOLES SON PACÍFICOS, PERO TIENEN UN MIEDO INEXPLICABLE A LOS EXTRAÑOS”.

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Dos meses después, nos encontramos con Omar, le contamos nuestra historia, que entramos ilegalmente y que necesitábamos trabajo. Omar nos dijo que hablaría con su patrón, Jorge Meléndez. Estaban construyendo un chalé . Las condiciones eran muy duras y el salario bajo. “Aquí trabajamos de sol a sol, no quiero haraganes en mi casa. Dormiréis en el sótano y mi ayudante os proporcionará la comida. No podréis salir en ningún caso porque no puedo arriesgarme a que os descubran”.

Mi padre aceptó de inmediato. Teníamos: casa, comida, trabajo y la promesa de un contrato de trabajo que nos permitiría conseguir la residencia.

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A mi me encargaron pequeñas tareas fuera de la casa. Para ello aprendí a andar en bicicleta. La construcción avanzaba y yo podía defenderme muy bien en español. Un día me preguntó Jorge Meléndez si sabía leer y yo, deseando ir a la escuela le dije que no. Así que a partir de ese momento, dos o tres veces por semana, llevaba un sobre grande al puerto de Marbella, se lo entregaba a El Chino y regresaba con otro para Meléndez.Mientras tanto la impaciencia me consumía por saber cómo iban nuestros papeles pero mi jefe siempre decía “no te preocupes, la tramitación es muy lenta pero pronto estarán”.Mientras mi padre trabajaba y trabajaba.

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Comencé a sospechar y a buscar en los cajones hasta que descubrí que mis jefes tenían varios pasaportes con nombres diferentes. Una noche los seguí con mi bicicleta y vi como escondían el paquete que había recogido en el cementerio.

Así que decidí contárselo a mi padre.Repentinamente me enviaron con mi padre a recoger el último paquete. Mi padre entendió que era una trampa y salimos del puerto por separado.Uno de los dos debía salvarse para ayudar al otro en caso necesario.

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Ahora vivo en el cementerio, mi padre está en prisión y yo no sé como ayudarlo.

Las cosas están comenzando a cambiar, he conocido a Alicia y Miguel y han prometido ayudarme.Estamos pensando un plan para que los traficantes, mis antiguos patronos, sean detenidos. Será peligroso pero debo intentarlo por mi padre que sigue encarcelado.Pero las cosas no salieron como pensábamos, me descubrieron, me ataron y amordazaron y me introdujeron en el maletero de su coche. “Sabía que era el final y no podría hacer nada por mi padre”.

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Por suerte Alicia y Miguel han avisado a la policía. Y consiguen liberarme. Ahora estoy en un centro de acogida para menores, mi padre se va a declarar culpable para que no deporten a Marruecos y yo he comenzado a ir al colegio. Tengo a mis amigos españoles y un futuro.