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Acontecimento político Raúl Prada Alcoreza 1

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¿Qué hay de nuevo en los procesos desatados en Bolivia, Ecuador y Venezuela? ¿Qué los distinguen de otros procesos? Algo que llama la atención es que son procesos vinculados a sus procesos constituyentes, procesos que terminan elaborando sus constituciones como un acto multitudinario de participación. Intentan con esto inaugurar un nuevo tiempo, abren un nuevo horizonte histórico y cultural. Otro rasgo de estos procesos que emergen de la crisis profundas de sus Estado-nación. Esto en el caso boliviano de una manera evidente, también en el caso ecuatoriano, con sus propias particularidades, aunque no podemos decir lo mismo con el proyecto bolivariano, pues este refunda el Estado-nación, con una perspectiva más propia, más popular, recuperando el proyecto bolivariano de integración.

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Acontecimento político

Raúl Prada Alcoreza

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Índice:

¿Qué es la política? I

Plan de trabajo 5

¿Qué es la política? II

Nacimientos de la política 21

¿Qué es la política? III

Las ficciones del realismo político 59

Defensa crítica del proceso 92

Reflexiones sobre el “proceso” de cambio 105

La convocatoria del mito 124

Defensa de la revolución bolivariana 154

Paradojas de la “revolución”

Conservadurismos recalcitrantes

El concepto de modernidad 187

Crítica al esquematismo maniqueo 211

El meandro de los gobiernos progresistas

Conservadurismo de los intelectuales 271

Subversión comunitaria

Propaganda, imperio e imperialismo 316

Expropiación de lo común

Lo común no es estatal ni privado 324

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Potencia y trama política

Intuición subversiva

Los tejidos y nudos de los entramados sociales 350

Drama y retórica de un gobierno reformista

Umbral y horizonte político 362

Trama política y potencia social

Balance y perspectivas del gobierno “progresista 367

Ceremonialidad y comedia política 386

Un discurso anacrónico 390

Poniendo los puntos sobre las íes

Retórica y realidad del discurso gubernamental 392

Incertidumbres y vicisitudes políticas 398

La política como campo de fuerzas 403

Crisis militar y colonialidad 409

Estado-nación versus Estado plurinacional 412

Dirigencia de llunk’us 415

El dedo en la llaga 418

¿Qué sentido tienen las elecciones? 424

Dedicado a los y las nuevas combatientes, heterodoxos, iconoclastas, destructores de imperios y de estados, quienes

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inventan los nuevos horizontes de emancipaciones y liberaciones múltiples.

Política, democracia y crisis

¿Qué es la política?

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¿Qué es la política? I

Plan de trabajo

Esta pregunta parece reiterativa y en los distintos contextos desde que Nicolás Maquiavelo escribiera El príncipe y los Discorsi. Cuatro siglos después se publica un libro de Hannah Arendt que lleva el título interrogativo de ¿Qué es la política? Se trata de un libro armado por Ursula Ludz, socióloga alemana, recompilando los trabajos de Hannah Arendt destinados a un proyecto que titularía Introducción a la política. Libro que nunca va a concluirse. El libro armado sale a luz en 1993 bajo el título en alemán Was ist Politik? Ahora volvemos hacer la misma pregunta ante los contradictorios y complicados acontecimientos que se dan en el proceso boliviano, ecuatoriano y venezolano. Vale la pena hacerse la misma pregunta y tratar de responderla a partir de estas últimas experiencias en Sud América. Algo nos acerca a los escritos de Maquiavelo, ese algo es que el escritor florentino parte de la experiencia que tuvo en los ámbitos de poder y decisión, así como en su experiencia en el manejo de los asuntos públicos, también en los temas militares. Esta experiencia lo llevó a hacer una profunda reflexión sobre los alcances de estos temas, abriendo definitivamente la visibilización y el conocimiento de ese ámbito que se llamará modernamente política. En pocas palabras Maquiavelo parte de la experiencia turbulenta de los principados, de la naciente razón de Estado, de los manejos y procedimientos de los poderosos, de su relación con el pueblo; es decir, enfrenta los problemas de su tiempo. Algo que tenemos que hacer ahora, enfrentar los problemas políticos de nuestro tiempo.

Podríamos decir que Maquiavelo abre un campo de análisis y reflexión, sobre todo abre una problemática, descubre una problemática; esta es la del manejo de la gente, que hoy podríamos llamar el del gobierno de los hombres, mejor de los humanos, pero también la problemática asociada a las relaciones de dominación o de dominio, que hoy claramente podríamos llamar, las relaciones de poder. Relacionada a estas problemáticas abre también la temática de la relación con el pueblo, del consenso, que hoy podríamos identificar con la problemática de la legitimidad. A Maquiavelo se lo conoce por relacionar la política como el arte de del juego entre el consenso y la fuerza, entre la legitimidad y la coerción. Sin embargo, lo que importa es comprender que estos campos del gobierno de la gente, del dominio, del gobierno, de la legitimidad y la fuerza tiene su historia, su larga historia, que este ámbito de la política tiene su

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genealogía, que debe ser analizada de acuerdo a los contextos y los periodos históricos. Esto quiere decir también que el perfil de las problemáticas cambia, no es el mismo en un tiempo y en otro. Es muy aleccionador evaluar las distintas formas como se han acercado a los campos problemáticos de la política distintos autores y corrientes, la forma que lo abordan es ilustrativa del perfil y el horizonte político en cuestión. No podemos hacer un repaso exhaustivo y una comparación minuciosa de los distintos desplazamientos, empero si podemos seleccionar algunas miradas y enfoques característicos de las épocas, logrando vislumbrar sus cambios, sus contrastes y transformaciones. Empero lo más importante no es esto; no se busca una exposición académica, lo que se quiere es conseguir dibujar el perfil, el contenido, la composición de las problemáticas políticas que hoy se enfrentan en las experiencias de los procesos boliviano, ecuatoriano y venezolano. Averiguar qué enseñanzas nos dan para la comprensión histórica de la política y de lo político.

Entonces el ensayo tiene dos partes; una que tiene que ver con un análisis comparativo de los enfoques políticos, de acuerdo a los contextos y periodos; la otra, la más importante, que tiene que ver con las enseñanzas de los procesos en curso en Bolivia, Ecuador y Venezuela. En la primera parte se ha escogido el propio enfoque de Maquiavelo como fundador de una manera de ver, de comprender, de analizar los campos problemáticos de lo que se va a llamar modernamente la política, a diferencia de lo que los clásicos denominaban con este nombre1. Por razones de tiempo y de espacio, vamos a saltar a los teóricos de la razón de Estado como Juan Bodino, Tomas Hobbes y otros que trabajan el tema del Estado como razón, pero también como necesidad. Vamos a intentar tocar este tema en la discusión, pero en este momento no nos vamos a detener en la evolución de este enfoque. Nos interesa contrastar el enfoque de Maquiavelo con enfoques dinámicos de la política, con aquellos enfoques que están imperiosamente necesitados de vislumbrar lo nuevo, de construir lo nuevo, con los enfoques que podemos llamarlos revolucionarios, que persiguen abolir el viejo régimen e inaugurar uno nuevo. Estos son importantes pues nos muestra un aspecto que el mismo Maquiavelo había contemplado, la relación con el pueblo, la participación del pueblo, no sólo en el logro del consenso y de la legitimación sino en cuanto despliegue de la fuerza necesaria popular, en la comprensión de la democracia como pueblo armado.

1 Cuando hablamos de los clásicos nos referimos a la tradición tanto latina como medieval que trabaja los escritos de Platón y Aristóteles sobre el concepto de política.

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El otro enfoque abordado es el marxismo, sus distintas corrientes, sobre todo atender la versión leninista; esto por sus vinculaciones y preocupaciones relacionadas a la acción, sus esfuerzos de articular teoría y práctica. Los problemas que plantea Vladimir Ilich Lenin son nuevos, el desafío de una revolución proletaria en un país periférico, de mayoría campesina. Los problemas que plantea una transición como la dictadura del proletariado, las tareas que debe asumir un gobierno obrero y campesino, cumpliendo tanto con temas pendientes como por tópicos relativos a la transformación y la construcción del socialismo. ¿Cómo se enfrenta la cuestión agraria y la problemática campesina? ¿Cómo se enfrenta la guerra imperialista y sobre todo la guerra desatada por los llamados rusos blancos, apoyados por los países imperialistas? ¿Qué se hace cuando fracasa la revolución obrera en Europa? Estos problemas tienen que ver con las dinámicas de la política, las dinámicas relacionadas con las tareas de transformación y de construcción. No son los mismos problemas, empero hay una analogía sobresaliente con la problemática que aborda Maquiavelo, esto es la construcción de la nación, incluso tendríamos que decir, desde la perspectiva actual, la construcción del Estado-nación. Aunque éste, específicamente, no es un problema de los bolcheviques, pues ellos tienen la tarea de la construcción de la patria socialista, del Estado socialista, en las condiciones problemáticas que se dan en la flamante Unión Soviética. La analogía está en la construcción de lo nuevo. Por eso mismo, el problema se convierte en un problema de convocatoria, o lo que los mismos bolcheviques van a llamar de hegemonía, aunque la hegemonía se restrinja, en ese momento a la alianza obrero campesina, a la hegemonía proletaria respecto a las clases explotadas. Todavía no se trata del concepto de hegemonía que ha de elaborar Antonio Gramsci en los Cuadernos de la Cárcel. Este acento en la política como espacio y tiempo, como experiencia, como ámbito de dispositivos para la transformación viene dado en estos enfoques.

No nos apresuremos a señalar que los enfoques relativos a la razón de Estado son conservadores, comparados a los enfoques revolucionarios. Sencillamente se trata de otros problemas, de otra problemática y por lo tanto de otro análisis y otra forma de interpretación, así como otra manera de resolver teóricamente estos problemas. Reduciendo esquemáticamente nuestra interpretación, podemos decir que el problema de Hobbes es cómo lograr la paz en ambiente de guerra permanente, sobre todo de una guerra de todos contra todos. Por lo tanto, cómo elevar un poder sobre todos que garantice la paz; un poder que a la vez los represente, pero a la vez exprese la ley y el orden ante los cuales deben subordinarse todos.

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En esta tesis se supone que para lograr la paz se requiere de un poder, de un poder supremo y superior, de un poder que exprese la voluntad de todos, que sea como síntesis y delegación de la voluntad de todos. En cambio, en los bolcheviques el problema era cómo destruir un Estado burgués y cómo construir un Estado en transición hacia el socialismo. A propósito, es tremendamente ilustrativo la forma cómo Lenin se plantea el problema y como propone resolverlo, por lo menos teóricamente. Esta es la discusión que emprende en el Estado y la Revolución.

Después del enfoque de Lenin sobre esta problemática política de la revolución, hemos seleccionado abordar el enfoque que desarrollo Hannah Arendt. En este caso no por su vinculación con la problemática política revolucionaria, con el eje problemático de la dinámica política transformadora, sino por el balance que hace de las dramáticas experiencias políticas del siglo XX, por sus reflexiones sobre la violencia, la condición humana y la temporalidad. Sobre todo por su pregunta: ¿Qué es la política? Pregunta que es abordada desde la mirada fenomenológica y existencial. Quizás podríamos decir desde la problemáticas que plantea una contemporaneidad incierta, la misma que goza, sin embargo, de una acumulación de experiencias, de una extensión enorme de las interpretaciones teóricas, y sobre todo de un horizonte de mundo, el mundo moderno, el mundo moderno en su propio acabamiento, que significa tanto consolidación como clausura. Nos interesa este balance porque hace la evaluación desde otro lugar, distinto a los lugares y territorios de la comprensión política como revolución, aunque su reflexión y análisis también busque abarcar estas experiencias y problemas. No nos interesa Hannah Arendt como lugar final desde dónde se valoriza la historia política; no compartimos la posición de esta filósofa y política, sino interesa sobre todo por el contraste que se hace evidente entre enfoques, además de mostrar claramente una de las tendencias más eruditas del mundo moderno, de la academia, de la filosofía. Mostrando también los alcances de la preocupación filosófica y política de un mundo logrado en su dominación y ordenamiento institucional.

En el transcurso, desde el enfoque de Lenin hasta el enfoque de Hannah Arendt, se han dado, como en el caso de las teorías de la razón de Estado, algunos desplazamientos teóricos en los marxismos, como es el caso de Antonio Gramsci. También hay incidencias y desplazamientos teóricos de la forma de asumir el marxismo en América Latina. No hablamos, a propósito, de un marxismo latinoamericano, esta denominación resultaría polémica ante la

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variedad de corrientes marxistas. Interesan los escritos que tienen que ver con la acción política, pues es este el punto de vista que hemos privilegiado en el análisis de la política como experiencia histórica, pero también como expresión y pensamiento.

Sin embargo, por lo que hemos anunciado, la evaluación crítica de procesos políticos en Sud América, nos interesa detenernos en el análisis de los planteamientos políticos que se desarrollan desde los movimientos indígenas y los movimientos sociales contemporáneos. Desde la guerrilla zapatista hasta el proceso constituyente boliviano se han desplegado nuevas hipótesis sobre la condición política. Hay como un replanteamiento de lo que es la política, a partir de consideraciones que tienen que ver con las tareas de descolonización y con la exigencia básica de la participación, la autogestión y el autogobierno. La democracia deja de ser concebida homogéneamente como un ejercicio de la conquista y ampliación de derechos para llegar a ser pensada como condición plural y el ejercicio plural de la democracia. Por lo tanto, los problemas del poder, de la mantención en el poder, de la conservación del poder, del uso del poder para la transformación, cambian. Ya no estamos ante el problema de la institucionalidad sino ante el problema de constitución plural de subjetividades. En resumidas cuentas se trata de un problema civilizatorio.

Indudablemente los discursos críticos desde la descolonización, desde la interpelación descolonizadora, ayudan a establecer perspectivas de evaluación de los procesos en cuestión. Aunque no sólo, pues también se requiere de otros parámetros evaluadores, por ejemplo los relativos a la propia genealogía política, reviviendo los problemas de legitimación, consenso, hegemonía, también razón de Estado, así como los problemas de transición. Sin embargo, no hay que olvidar que estos recursos, el relativo a la arqueología de los enfoques, es un ámbito del análisis. Interesa pasar a la evaluación de las prácticas, de las experiencias fácticas, de la materialidad histórica y política, de la historia efectiva de los procesos en cuestión. Eso corresponde a una segunda parte de este ensayo.

La historia efectiva de los procesos políticos y sociales

¿Qué hay de nuevo en los procesos desatados en Bolivia, Ecuador y Venezuela? ¿Qué los distinguen de otros procesos? Algo que llama la atención es que son procesos vinculados a sus procesos constituyentes, procesos que terminan elaborando sus constituciones

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como un acto multitudinario de participación. Intentan con esto inaugurar un nuevo tiempo, abren un nuevo horizonte histórico y cultural. Otro rasgo de estos procesos que emergen de la crisis profundas de sus Estado-nación. Esto en el caso boliviano de una manera evidente, también en el caso ecuatoriano, con sus propias particularidades, aunque no podemos decir lo mismo con el proyecto bolivariano, pues este refunda el Estado-nación, con una perspectiva más propia, más popular, recuperando el proyecto bolivariano de integración. Se caracteriza a los tres procesos como los más radicales, en comparación con lo que sucede en Brasil y en Argentina, que tienen ribetes más reformistas, sobre todo en Argentina, que no termina de salir de “eterno retorno del peronismo”.

Los procesos boliviano, ecuatoriano y venezolano, obviamente son diferentes, responden a sus historias y contextos, aunque hay analogías fuertes en el caso boliviano y ecuatoriano, por el tema indígena, la descolonización y el Estado plurinacional, además de sus concepciones civilizatorias alternativas del suma qamaña y el suma kausay, traducidos como el vivir bien y el buen vivir. ¿Cómo podemos apreciar estas diferencias, aunque también sus analogías? Podemos recurrir a la comparación de sus constituciones, pero esto no es suficiente. Es importante evaluar la dinámica molecular de sus procesos y de sus crisis de Estado para poder encontrar las singularidades de los procesos y las formas políticas que adquieren sus diferencias. Es indispensable comprender la composición de los sujetos sociales, actores y protagonistas de los procesos, sus relaciones en el campo político, su confrontación con las instituciones y el Estado, pero también sus vínculos con estas estructuras. Es primordial dimensionar las posibilidades, las potencialidades, las capacidades, que entran en juego en la dinámica de la movilización y el conflicto. También es importante contar con las figuras de las formas de organización desplegadas, compararlas con organizaciones tradicionales, distinguir sus transformaciones, pero también la forma como se politizan las multitudes. ¿Cómo entra en conflicto este magma candente con el Estado? Y en este sentido, ¿cómo se plasman y se expresan las vivencias colectivas en las constituciones?

Por lo tanto es indispensable efectuar un análisis comparativo de los procesos boliviano, ecuatoriano y venezolano. En este análisis comparativo se incluye no solamente lo fáctico, la dinámica molecular de los procesos, la materialidad política de los mismos, sino también lo imaginario, la institución imaginaria de la sociedad y del poder. Partimos del supuesto de que el ser humano no solamente es racional, político, lingüístico, simbólico, como se lo ha definido en

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distintas circunstancias, a partir de la perspectiva de diferentes teóricos y teorías, sino que es también y sobre todo un ser imaginario, que está constituido primordialmente por esta facultad, la facultad imaginaria. Hablamos de un ser que se constituye en la dimensión imaginaria, gracias a esta dimensión se constituye subjetivamente, constituye su subjetividad. Es esta facultad humana la que sostiene la facultad racional, la acción política, las estructuras lingüísticas, los sistemas simbólicos, también las instituciones, la sociedad y el Estado. Las experiencias humanas son profundamente imaginarias; están no solamente atravesadas por lo imaginario, sino también que son interpretadas en el sentido de la pre-comprensión por la facultad imaginaria. La vivencia humana no solo que es somatizada sino también semantizada por ese articulador que es la imaginación2. Particularmente interesa esta facultad por las connotaciones en las relaciones de poder. Haciendo paráfrasis a Cornelius Castoriadis podemos hablar de la institución imaginaria del poder3. Por eso es importante comprender los imaginarios sociales y colectivos inherentes a los procesos en cuestión.

A estas alturas de los acontecimientos, nos preguntarnos por los procesos en cuestión, pero también por la comprensión que tenemos de lo que llamamos proceso. ¿Es posible preguntarse por la estructura del proceso? ¿Cómo puede haber una estructura en un proceso que siempre está cambiando, fluyendo, desplegando, desenvolviéndose? A veces la teoría y la metodología de investigación son sorprendentes por los usos conceptuales que hace; estructura, sistema, combinando estos términos con historia y movimiento. No dejan empero de ser atinadas y hasta ordenadores estos usos, nos obligan a auscultar la composición de los procesos, también la diferencia de los procesos en el tiempo y en el espacio, dependiendo de los contextos. Es muy posible que no podamos sostener lo de estructura y lo de sistema, pues el flujo de los procesos exige más bien figuras plásticas y mutantes; empero podemos usarlas como referentes metodológicos para aproximaciones interpretativas y de enfoque de los procesos, sobre todo en determinadas coyunturas que llamaremos críticas. Las crisis ponen en cuestión las estructuras, los sistemas y las instituciones; sería complicado sostener la figura de la estructura de la crisis, menos pretender encontrar un sistema en la crisis, aunque se puede tener un enfoque sistémico de la crisis. Mucho más complicado pretender encontrar la institucionalidad de la crisis; empíricamente las crisis son crisis institucionales. Empero para no embarcarnos en una tarea filosófica y epistemológica de buscar la 2 Revisar de Raúl Prada Alcoreza La subversión de la praxis. Episteme 1988. La Paz. 3 Revisar de Cornelius Castoriadis La institución imaginaria de la sociedad. Siglo XXI. México.

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figura plástica apropiada para hablar del proceso y de la crisis, usamos críticamente esos conceptos de estructura y de sistema como conceptos metodológicos de aproximación, bajo las condicionalidades histórica, transformadoras, de que las estructuras y los sistemas cambian en el proceso mismo.

Entonces volvamos a la pregunta general, ¿cuál es la composición de los procesos en cuestión? De esta pregunta podemos hacer una aproximación: ¿Cuáles son las estructuras de los procesos, dependiendo de las coyunturas? De aquí podemos pasar a otras preguntas: ¿Hay una diferencia estructural de los procesos o hay una diferencia histórica, dependiendo de sus contextos? ¿Cuáles son las características de sus movimientos sociales y de las relaciones de estos movimientos con el Estado y la sociedad? ¿En qué consiste su interpelación al capitalismo? Y quizás las preguntas más importantes se centren en las preguntas sobre los desenlaces de los procesos: ¿Qué pasa con los procesos? ¿Cuál es su ruta? ¿Dónde van? ¿Qué significan las contradicciones inherentes al proceso? ¿Qué pasa con el Estado? ¿Por qué no se puede desmantelar esta fabulosa maquinaria?

El análisis comparativo de los procesos nos permite mirar la interioridad de los procesos también desde una perspectiva externa, desde la perspectiva de otros procesos. Este procedimiento se puede diseñar de la siguiente manera, haciendo una paráfrasis a la metodología sistémica de Niklas Luhmann: un proceso le presta su complejidad a otro proceso para ser interpretado4. Y obviamente, estos tres procesos no pueden comprenderse aislados de los que pasa en el mundo, en el contexto de la crisis mundial del capitalismo, de la crisis de dominación mundial, de la crisis de la modernidad.

Hipótesis interpretativa sobre la política

Antes de terminar el plan de trabajo, debemos hacer conocer nuestras interpretaciones sobre la política, respondiendo a la pregunta inicial: ¿Qué es la política?

A propósito quisiéramos colocarnos en el momento de ruptura epistemológica, que suponemos que se da con los escritos de Maquiavelo, principalmente El príncipe y Los Discorsi. ¿Por qué ruptura epistemológica? Porque hay un cambio de problemática y de comprensión del problema, un horizonte de visibilidad y de decibilidad distinto. Partimos del estudio de Claude Lefort, quien nos

4 Revisar de Niklas Luhmann La ciencia de la sociedad. Antrhropos 1996; México.

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dice, en su monumental obra sobre Maquiavelo, que el escritor florentino se coloca en un punto de desplazamiento, de quiebre, de inflexión, entre dos grandes comprensiones de lo político, la tradicional, que se debe a los clásicos griegos, y la moderna, la que se va construir precisamente a partir del desplazamiento teórico que produce Mauiqvelo5. Con este apego o punto de partida, nos separamos de la interpretación de Michel Foucault, quien considera a Maquiavelo todavía un escritor atrapado en las concepciones tradicionales de la política, profusas en su época, que Maquiavelo no puede considerarse un teórico del Estado, como son los autores que van a trabajar la razón de Estado. Creemos que esta interpretación, esta lectura, fuertemente vinculada a las teorías del poder que el propio Foucault desarrolla, se concentra mucho en los diagramas de poder que encuentra, de alguna manera correspondientes a las grandes teorías sobre el Estado y la gubernamentalidad, la monarquía patrimonial, la monarquía absoluta, obsesionadas por la territorialidad; la República, preocupada por la seguridad; y el bio-poder, que se corresponde con las teorías neoliberales, que tiene como referente a la población, las políticas de población6. Ciertamente si evaluamos desde la perspectiva de la genealogía del Estado y de las formas de gubernamentalidad, es complicado situar a Maquiavelo como teórico del Estado. Pero, si entendemos que los ámbitos de lo político abarcan mucho más que la cuestión estatal y la cuestión gubernamental, que llevan más allá las propias relaciones de poder, que le dan precisamente una plasticidad y flexibilidad asombrosa, podemos comprender bien que lo que se produce en Maquiavelo es precisamente una ruptura con las concepciones filosóficas, morales y éticas sobre la política, que formaban parte de una tradición, alimentada durante lo que se llama el Medioevo. Que es precisamente esta concepción nueva, moderna de la política, la que va liberar una reflexión y análisis más propio sobre el Estado. Entonces vemos meridianamente la razón por la que el escritor florentino causa un torbellino de pasiones durante siete siglos. Nuestro punto de partida se resume a lo siguiente: Maquiavelo inaugura la comprensión moderna de la política.

¿En qué consiste esta comprensión moderna de la política? La política ya no puede ser deducida de la justicia, tampoco de la ética y de la moral. La política no está vinculada al bien común. Si bien la política

5 Claude Lefort: Le travail de l’oeuvre machiavel. Gallimard 1986 ; París. Hay una traducción al castellano, empero sin la primera parte mas bien antológica de varios autores. El título es Maquiavelo. Lecturas de lo político. Trotta 2010; Madrid. 6 Revisar de Michel Foucault Seguridad, territorio, población. Fondo de Cultura Económica 2004; Buenos Aires.

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no se reduce a un juego de fuerzas, la correlación de fuerzas termina siendo una condición de posibilidad del desenlace político. La política no se reduce al juego de fuerzas porque también juega un papel importante la astucia; es decir, un cierto saber, un cierto conocimiento, de la gente, de los entornos, de las armas, del territorio, de los pueblos, de la relación con los otros estados. De lo que se trata es de comprender los métodos y procedimientos desplegados por los que tienen el mando, pero también de comprender las coyunturas de su utilidad y alcance. No hay recetas, sino complejidades, también singularidades, que terminan incidiendo de una determinada manera sobre las fuerzas, pero también sobre el territorio y sobre todo el pueblo. De lo que se trata es de contar con la experiencia de la política y elevarla a comprensión práctica para la acción. En este sentido El príncipe es un manifiesto político, según la interpretación de Luis Althusser7. Empero, los escritos de Maquiavelo no pueden reducirse sólo al valor candente de un manifiesto, pues comprenden varias dimensiones, varios tejidos entrelazados. No se renuncia a la interpretación teórica; al contrario se busca comprender las situaciones concretas donde las articulaciones de la acción derivan en desenlaces de alcance, como por ejemplo la conservación del poder. Althusser decía que Maquiavelo, antes que Antonio Gramsci, es un pensador de la relación concomitante entre coerción y hegemonía, de su combinación dialéctica. Pues vemos en los últimos capítulos de El príncipe una evidente preocupación de Maquiavelo de la relación entre el príncipe y el pueblo, apostando por la legitimidad del nuevo príncipe, no sólo sobre las armas y las fuerzas, sino sobre una composición potenciada del pueblo con las armas, convirtiéndose en la más importante de las fuerzas de defensa. Entonces la política no se reduce a las fuerzas, sino que define un campo de acciones y de saberes, de prácticas y de conocimientos, íntimamente vinculadas a la participación del pueblo, a su relación con el príncipe en la fundación del Estado. Lo que hoy podríamos decir lucha de clases.

Desde esta perspectiva la política no es la teoría del Estado sino la lucha que funda el Estado, es la acción que compromete la expresión de la voluntad popular y pueblo en acción. Algunos intérpretes de Maquiavelo han encontrado en esta vinculación el llamado a la nación, sobre todo cuando Maquiavelo llama a luchar contra los “barbaros” extranjeros que dominan y subyugan Italia. La nación aparece como el reconocimiento dramático del nosotros frente al invasor. La política entonces es asumida como espacio-tiempo de acciones y prácticas que ponen en juego saberes y conocimientos en

7 Revisar de Louis Althusser Maquiavelo entre nosotros. AKAL; Madrid.

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la perspectiva de una fundación. Antonio Gramsci interpretaba esta característica de los escritos del escritor florentino convirtiéndolo en un teórico de la praxis. No vamos a discutir esta interpretación como de un marxismo antelado de Maquiavelo, sin embargo, queda claro que el escritor florentino elabora una teoría práctica de la política en tanto teoría de la acción. Esta característica no deja de ser ilustrativa de uno de los rasgos sobresalientes del escritor florentino, entre múltiples rasgos develados por sus intérpretes. Esto nos lleva comprender que estamos ante una textura literaria de varias capas entrelazadas, nos lleva ante un autor que tiene múltiples propósitos en sus escritos principales, propósitos que vienen dados desde la minuciosa detallada critica que realiza frente a los prejuicios de su tiempo sobre el poder y la política. Por lo tanto asume una posición crítica a las concepciones, ideologías y teorías en boga. El procedimiento de esta crítica puede ser sumamente sinuoso por los contradictorios ejemplos que utiliza a lo largo de los primeros capítulos de El príncipe. Según Claude Lefort es el método que emplea para mostrar lo insostenible de las creencias y prejuicios de su tiempo sobre el poder, para descartar tesis asumidas en su tiempo, incluso comportamientos cristalizados, casi reiterativos en los gobernantes. Se trata de un método pedagógico que ha confundido a muchas generaciones de intérpretes, analistas y detractores. El asombro de los siglos de interpretaciones de los escritos en cuestión se evidencia en las dicotómicas caracterizaciones del escritor florentino por parte de generaciones de intérpretes; se ha calificado a Maquiavelo de todo, desde la encarnación del demonio hasta de continuador de la corriente filosófica cínica. Estas interpretaciones exacerbadas y apresuradas han sido las que han derivado en esa reducción pragmática y utilitarista de que la política se restringe lograr el fin por cualquier medio posible. El fin justifica los medios. Tesis que ciertamente no se encuentra en el escrito florentino sino en esa corriente detractora, reduccionista y utilitarista del maquiavelismo, que puede entenderse como un uso perverso de la fama y no de los escritos de Maquiavelo. A propósito de este equívoco, hay que decirlo de una buena vez, el maquiavelismo no pertenece a la órbita de Maquiavelo.

Hablando del tejido de los escritos de Maquiavelo, de las capas entrelazadas, podemos encontrar, en una lectura deconstructiva, varias dimensiones posibles. Haciendo una recapitulación, podemos decir que entonces hay una dimensión pedagógica en los escritos; es esta sedimentación la que sostiene el desplazamiento, la ruptura, con el horizonte de comprensión tradicional. Hay una dimensión descriptiva de todo lo que hace a la política; no solamente los

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métodos, los instrumentos, los procedimientos empleados, sino los contextos, los escenarios, los entornos involucrados, los problemas que se enfrenta, las formas cómo se logra el poder, las formas de conservarlo, las formas de perderlo. También los tipos de principado, los tipos de Estado; los que se fundan en la violencia, los que se fundan en la ley, los que se fundan en la fe, los que se apoyan en el pueblo, los que se apoyan en las armas. Los perfiles individuales de los príncipes, inclinados a la virtu o a la fortuna. La flexibilidad o dureza de adecuación de los príncipes a las nuevas circunstancias. Las remembranzas históricas, las innovaciones. También las relaciones con los estados extranjeros, las relaciones con los mercenarios, con los Condonttieri, la relación con el pueblo armado. Cómo se puede ver el ámbito de la política no se reduce a un plano, el que se pueda escoger o privilegiar según la perspectiva, sino que la política comprende una pluralidad de planos condicionantes en el momento de la acción.

Hay una dimensión teórica de la política, cuando Maquiavelo lanza sus propias interpretaciones y tesis sobre la política, como comprensión práctica de las relaciones de poder, de dominación, pero también de emancipación, de fundación de lo nuevo. Esta dimensión se encuentra un poco dispersa en los escritos, pero aparecen como conclusiones ilustrativas de arduas exposiciones. Son importantes retomarlas pues ayudan a comprender el alcance de la irrupción de Maquiavelo en la concepción moderna de la política.

También hay una dimensión referida a la acción innovadora, a la acción transformadora, a la convocatoria, una dimensión donde se manifiesta el proyecto político convocando al nuevo príncipe, a la nación y al nuevo Estado. Podríamos llamar a esta dimensión propiamente política, en el sentido pleno del desplazamiento de las acciones transformadoras, lo que el propio Lefort, también más tarde Jacques Rancière, llama lucha de clases.

Esta apertura de la teoría política moderna se caracteriza por develar los rasgos dinámicos de la política, problemáticos, cambiantes, las características explosivas de la política, distanciándose de la comprensión tradicional de la política como equilibrio. Que algunas corrientes características de la ciencia política hayan reducido la teórica política a la ciencia del Estado y busquen recetas de equilibrio, postulando el orden, es precisamente un retorno a los prejuicios clásicos de la comprensión de la política, empero buscando mas bien satisfacer un interés denostado, la conservación de las instituciones. Se trata de una posición conservadora, mas bien “policial” que

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política, como dice Jacques Rancière8. De todas maneras el desplazamiento teórico producido por Maquiavelo también comprende estas comprensiones y conocimientos de las dinámicas institucionales. Lo que importa es visualizar el alcance de la apertura política y la comprensión de la política moderna.

Se ha dicho desde el enfoque weberiano que la modernidad produce no sólo la desacralización y el desencanto, sino también la autonomización de la política y la autonomización de la economía. Habría que discutir estas tesis, pues lo que se ve también es una politización de ámbitos sociales y económicos, ahora, una politización de los ámbitos culturales, territoriales y ecológicos, así como también una irradiación de la economía a los distintos ámbitos del desenvolvimiento social, político, cultural, territorial y ecológico. No es posible separar estos mapas, así como lo han pretendido las ciencias clásicas de la modernidad, pues se encuentran intersectados y entrelazados. Por lo tanto, podemos decir que, la política es una perspectiva transversal de la modernidad, así como la economía es otra perspectiva transversal de la modernidad.

La experiencia social de la política y la experiencia social de la economía han constituido memorias contradictorias, que en todo nos muestra el recorrido convulso de la política y el recorrido no menos problemático de la economía; es decir, hablamos de la marcha despiadada a la acumulación y a concentración. La mundialización capitalista habla de ello, también las convulsas vivencias políticas de las sociedades modernas. La historia de las luchas sociales, de las luchas económicas y de las luchas políticas nos muestra la imbricación profunda de estas experiencias. Hay una gran conquista de la modernidad que resume estas imbricaciones, la conquista democrática, basada en el pre-juicio de la igualdad, en la pre-comprensión de la igualdad, que se convierte en juicio y en comprensión de la igualdad, en conquista de derechos y en transformaciones políticas. La democracia y la profundización de la democracia es producto de las luchas y conquistas sociales. La democracia tiene que ser leída políticamente, económicamente y socialmente. Claro que se expresa en sus logros jurídicos como derechos y garantías constitucionales, pero indudablemente se trata de un acontecimiento político y social.

No pude confundirse la democracia con el liberalismo; el liberalismo comprende teorías liberales, pero sobre todo un posicionamiento institucional, una forma gubernamental de administrar el Estado y 8 Revisar de Jacques Ranciére El desacuerdo. Política y filosofía. Nueva Visión 1996. Buenos Aires.

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liberar el mercado, basándose en los derechos fundamentales del individuo. Claro que el liberalismo supone la democracia, pero se trata de una manera de reducir la democracia al equilibrio institucional y a la garantía de los derechos individuales. El liberalismo se convierte en una contención institucional, jurídica y gubernamental de la democracia, de las posibilidades y potencialidades de la democracia. El liberalismo es una forma de atomizar el pueblo.

Volviendo a la pregunta ¿qué es la política? Debemos resolver un problema planteado por Rancière. Él diferencia entre política y policía; la política es asimilada a la democracia, que pone en suspenso los mecanismos de dominación, y por lo tanto tiene que ver con lucha de clases; la policía es la represión de la política, es la apuesta institucional del orden; la tarea de la policía es mantener y conservar el orden. El estudio de Claude Lefort sobre Maquiavelo nos muestra que la comprensión política que abre el escritor florentino es incluir ambos espacios de acciones y prácticas, de procedimientos y normas, al campo político. La política contendría una contradicción y dualidad inherentes, la política supone tanto las actitudes y acciones encaminadas a conservar el poder, así como también comprende las actitudes, las acciones y prácticas encaminadas a desmontar el poder, construir un nuevo Estado, incluso conformar un contrapoder y trascender las relaciones de poder. La política comprende los pequeños detalles, las decisiones coyunturales, los acuerdos, incluso secretos, los convenios formales e informales, las movidas de pasillo y las firmar públicas, los perfiles de los gobernantes, los entornos, los movimientos y los posicionamientos milimétricos. La política comprende el poder y el contra-poder, la hegemonía y la contra-hegemonía, el espacio de acciones conservadoras, así como el espacio de acciones revolucionarias. La política es una experiencia y vivencia intensa de las sociedades modernas, de las masas, de las clases y de las comunidades. La experiencia política también ha mostrado contrastes y paradojas; cuando los que se situaban en el espacio de acciones interpeladoras y revolucionarias toman el poder se ven impelidos al pragmatismo o el realismo politico ante la tarea de conservar el poder, de defender su gobierno y terminan ingresando al espacio conservador. Estos temas son sobresalientes por las contradicciones inherentes y por los dilemas que plantea: transformar o conservar, cambiar o dilatar, institucionalizar o abrirse a la participación. La política entonces supone ambas disposiciones, ambos agenciamientos. La política plantea de fondo la cuestión del poder, concebida como mapas de relaciones de fuerza, tanto desde la perspectiva de las dominaciones, como desde la perspectiva de las

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resistencias y emancipaciones. La política se mueve en esa contradicción que la desgarra, la cuestión que sitúa a los pueblos, las comunidades, las clases, las multitudes ante dilemas que comprenden contrastes profundos, selecciones y elecciones diferentes, conservar o cambiar. Los mismos sujetos sociales están constituidos por ambas inclinaciones, son conservadores y son revolucionarios, están atravesados por imaginarios contradictorios. Pueden comportarse de una determinada manera en un escenario y pueden comportarse de otra manera en otro escenario. Esto nos lleva a la comprensión de sujetos múltiples, de distintos posicionamientos del sujeto; una cosa es el sujeto de la movilización, otra cosa es el sujeto de la organización, otra cosa es el sujeto individual, por ejemplo, los dirigentes. La política comprende tanto la reproducción del poder así como la transformación del poder, incluyendo la utopía de liberarse de las relaciones de poder como dominación.

Desde Maquiavelo varios teóricos coincidieron en el juego político y la combinación específica y singular de la coerción y el consenso; Gramsci y Althusser recogen este aporte del escritor florentino. No parece reducirse la política a esta composición contradictoria, parece más bien que hay una matriz más compleja que sostiene ese juego de la coerción y el consenso, es la matriz contradictoria y convulsa de la dominación y la emancipación. El ser humano moderno parece desgarrado por esa contradicción constitutiva de su subjetividad, deseo de dominar y deseo de emanciparse; pulsiones, si podemos hablar así, que tienen que ver también con otras, deseo del amo y deseo de ser libre. ¿Cómo se resuelve esta convulsión? Si revisamos la historia de las crisis políticas, sociales y económicas, esta contradicción parece no resolverse. En los momentos más intensos las crisis empujan a las masas, las multitudes, las clases explotadas, los pueblos colonizados a emanciparse de sus cadenas; empero, este mismo flujo magmático arrastra composiciones que cuando cristalizan reproducen la pulsión de dominación. Esto se ve más claramente cuando el proceso conduce a la toma del poder, cuando los revolucionarios se transforman en funcionarios y se ven ante la tarea imperiosa de defenderse. Incluso cuando el gobierno revolucionario despliega su programa de transformaciones se encuentra como obligado a recurrir a la violencia para imponer su programa de transformaciones. El recurso a la violencia, aunque esta sea revolucionaria es complicada pues arrastra rápidamente hacia la necesidad de dominación. Lo paradójico de todo esto es que la violencia no solamente se aplica a los enemigos de la revolución, a las viejas clase dominantes, sino también y sobre todo a los estratos más comprometidos con el proceso y el programa revolucionario, que

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reclaman consecuencia y transformaciones radicales. Entonces el gobierno revolucionario se ve obligado a reprimir a los sectores de avanzada porque exigen la continuidad, la permanencia, el carácter interrumpido de la revolución. Este es uno de los síntomas característicos en todos los procesos revolucionarios, que podemos seguirlos, sobre todo los que son más ilustrativos desde la revolución francesa hasta los procesos contemporáneos, pasando por las llamadas revoluciones socialistas. Ocurre como cuando después de la explosión volcánica el magma tiende a solidificarse.

¿Se puede salir de este círculo? ¿Se puede escapar de estos avances y retornos? ¿De estas transgresiones y después restauraciones? Es algo que no se puede responder sino auscultando la matriz misma de la política a partir de una mirada acuciosa de las experiencias políticas más intensas vividas. Es indispensable un saber y conocimiento, una comprensión de esta convulsión intima del ser humano moderno, de su constitución subjetiva íntima. Pero también es indispensable un saber y un conocimiento, una comprensión descriptiva de las dinámicas de las relaciones de poder especificas que entran en juego en coyunturas y contextos determinados. No se puede seguir caminando a ciegas respecto a estos problemas, embarcándose en procesos, atrapados por los ritmos indetenibles de los mismos, arrastrados por condicionamientos y estructuras incontrolables. Sorprendiéndose después de los desenlaces de los resultados paradójicos producidos.

La política entonces es una de las experiencias primordiales constitutivas del ser humano moderno cuyas condiciones y causas profundas desconocemos. Ante los desafíos del presente, ante la magnitud de la crisis civilizatoria, de la modernidad, del capitalismo, ante la envergadura de la crisis ecológica, estamos obligados a escapar de esta aparente condena de dejar la suerte de los procesos al juego del azar y de la necesidad. No se trata de ninguna manera de controlar el azar sino de comprender la determinación de ciertas condiciones subjetivas y la dinámica molecular de las relaciones de poder. Esta comprensión, cocimiento y saber puede ayudar a incidir en el curso mismo de los procesos.

Apuntes para una introducción a la política de Hannah Arendt

Reflexiones de fragmento 1

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Como clausura de este plan de trabajo y haciendo un círculo, retomando la pregunta filosófica con la que comenzamos, vamos a discutir las interpretaciones y tesis que despliega Hannah Arendt ante la pregunta de ¿qué es la política? Hannh Arendt escribe en su primer fragmento que:

1. La política se basa en el hecho de la pluralidad de los hombres. Dios ha creado al hombre [Mensch.], los hombres son un producto humano, terrenal, el producto de la naturaleza humana. Puesto que la filosofía y la teología se ocupan siempre del hombre, puesto que todos sus enunciados serían correctos incluso si sólo hubiera un hombre, o dos hombres, o únicamente hombres idénticos, no han encontrado ninguna respuesta filosóficamente válida a la pregunta: ¿Qué es la política? Peor todavía: para todo pensamiento científico sólo hay el hombre —tanto en la biología o la psicología como en la filosofía y la teología, así como para la zoología sólo hay el león. Los leones serían una cuestión que sólo concerniría a los leones. En todos los grandes pensadores —incluido Platón— es llamativa la diferencia de rango entre sus filosofías políticas y el resto de su obra. La política nunca alcanza la misma profundidad. La ausencia de profundidad de sentido no es otra cosa que la falta de sentido para la profundidad en la que la política está anclada.

¿Qué significa decir que la política se basa en la pluralidad de los hombres? Un poco más adelante Hannah Arendt nos va a decir que la política no es algo constitutivo del hombre, no es como la esencia del hombre, pues el hombre es a-político. La política acontece entre-los hombres. En esa interrelación, en esa intersubjetividad es donde se da la política. Es en el espacio de los ámbitos de relaciones entre los hombres que se produce ese acontecimiento que es la política. La política supone relaciones, siendo además la política un mapa de relaciones, relaciones que adquieren una significación propia de la política, que según la filósofa tiene que ver con la diversidad, pero también con el reconocimiento de la igualdad, valor que sustenta a la democracia misma.

La filosofía no sabe lo qué es la política, la representación universal del hombre no le ayuda, la concepción de una naturaleza humana no le ayuda, la representación del hombre hecho a la imagen de la soledad de Dios no le ayuda. Todo esto aleja a la filosofía de la comprensión de la política. No hay hombre, lo que hay es una pluralidad de humanos que entran en relación y es en esa interrelación dónde se constituyen como sujetos y subjetividades. Es esa pluralidad existencial y esa pluralidad de relaciones la que da lugar al acontecimiento político, entendido como revelación de la pluralidad misma. En relación a la comprensión de la política, la filosofía nos muestra la falta de sentido para la profundidad en la que la política está anclada. Los enunciados de la filosofía política son

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superficiales, no logran penetrar en la insondable matriz donde se construye la política. A propósito, la pregunta que debemos hacernos es: ¿si lo que se requiere, lo que reclama Hannah Arendt, es un pensamiento pluralista que logre pensar la pluralidad del acotamiento?

En el siguiente apartado continúa:

2. La política trata del estar juntos y los unos con los otros de los diversos. Los hombres se organizan políticamente según determinadas comunidades esenciales en un caos absoluto, o a partir de un caos absoluto de las diferencias. En la medida en que se construyen cuerpos políticos sobre la familia y se los entiende a imagen de ésta, se considera que los parentescos pueden, por un lado, unir a los más diversos y, por otro, permitir que figuras similares a individuos se distingan las unas de las otras.

En esta forma de organización, efectivamente, tanto se disuelve la variedad originaria, como se destruye la igualdad esencial de todos los hombres. En ambos casos, la ruina de la política resulta del desarrollo de cuerpos políticos a partir de la familia. Con esto ya se da a entender lo que en la imagen de la Sagrada Familia es simbólico, la opinión de que Dios ha creado no tanto al hombre como a la familia.

Este párrafo es más claro: La política trata del estar juntos. Esta conjunción hace a la política. ¿Es entonces la multitud la condición manifiesta de la política? La respuesta parece afirmativa cuando se añade a la condición del estar juntos la figura de y los unos con los otros diversos. Hay pues un caos constitutivo de la política; empero la ruina de la política comienza cuando se organizan los cuerpos políticos a partir de la familia. Es cuando se juega a ser Dios y se persigue crear al hombre. El arquetipo de la sagrada familia inaugura un imaginario circunscrito al orden patriarcal. Aunque esto último no escribe Arendt, da entender que los cuerpos políticos que se conforman a partir de la familia se alejan de la pluralidad e instituyen una homogeneidad desigual.

3. Cuando se ve en la familia más que la participación, esto es, la participación activa, en la pluralidad, se empieza a jugar a ser Dios, es decir, a hacer como si naturaliter se pudiera escapar del principio de la diversidad. En vez de engendrar a un hombre, se intenta, a imagen fiel de sí mismo, crear al hombre.

Desde un punto de vista práctico–político, sin embargo, la familia adquiere su arraigado significado por el hecho de que el mundo está organizado de tal modo que en él no hay ningún refugio para el individuo, para el más diverso. Las familias se fundan como albergue y fortificación en un mundo inhóspito y extraño en el que

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uno desea establecer parentescos. Este deseo conduce a la perversión fundamental de lo político, porque, a través de la introducción del concepto de parentesco, suprime, o más bien pierde, la cualidad fundamental de la pluralidad.

Otra cosa que queda claro en este párrafo es que Hannah Arendt concibe al individuo como átomo de esta diversidad y este caos constitutivo; lo que niega el cuerpo político es precisamente es esta individualidad. Se concibe al mundo como inhóspito donde no hay refugio para el individuo, lo que lleva a establecer parentescos. Este arcaísmo disuelve al individuo y lo integra en cuerpos, en comunidades. Integración que suprime la cualidad fundamental de la pluralidad. En esta apreciación se nota la perspectiva liberal de Hannah Arendt, el punto de partida de la política en el individuo, en la individualidad. Sin embargo, lo inquietante de esta perspectiva es que conecta a la individualidad con la pluralidad y la diversidad, no con el espacio homogéneo de la concurrencia, como en el caso del liberalismo clásico.

4. El hombre, tal como filosofía y teología lo entienden, sólo existe —o se realiza— en la política con los mismos derechos que los más diversos se garantizan. En esta garantía voluntaria y en la concesión de una exigencia de igualdad jurídica, se reconoce que la pluralidad de los hombres, que deben su pluralidad únicamente a sí mismos, tiene que agradecer su existencia a la creación del hombre.

El desafío del acontecimiento político a la filosofía es grande, cuestiona su representación mayúscula, el hombre, quién existe en la política con los mismos derechos, sujeto que exige la igualdad jurídica. Desde este punto de vista, la multiplicidad singular de los hombres debe agradecer a la creación de la universalidad homogénea del hombre; naturaleza abstracta que los hace existir. Empero, a pesar de este salto de lo singular a lo abstracto, al concepto de hombre, la política no puede ser atrapada. El acontecimiento plural de la política demuele el mito de la soledad del hombre al hacer evidente la proliferación de formas humanas, concretas y culturales. La política asoma en esa elocuencia magnífica de los diversos.

5. La filosofía tiene dos buenos motivos para no encontrar nunca el lugar donde surge la política. El primero es:

a) Zoon politikon.: como si hubiera en el hombre algo político que perteneciera a su esencia. Pero esto no es así; el hombre es a–político. La política nace en el Entre–los–hombres, por lo tanto completamente fuera del hombre. De ahí que no haya ninguna substancia propiamente política. La política surge en el entre y se establece como relación. Así lo entendió Hobbes.

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b) La representación monoteísta de Dios, a cuya imagen y semejanza debe haber sido creado el hombre. A partir de aquí, ciertamente, sólo pueda haber el hombre, los hombres son una repetición más o menos afortunada del mismo. El hombre creado a semejanza de la soledad de Dios es la base del hobbesiano state of nature as a war of all against all. Es la guerra de uno contra todos los otros, que son odiados porque existen sin sentido — sin sentido para el hombre creado a imagen de la soledad de Dios.

La solución de Occidente a esta imposibilidad de la política dentro del mito occidental de la creación es la transformación de la política en historia o su sustitución por ésta. A través de la representación de una historia universal la pluralidad de los hombres se diluye en un individuo humano que también se denomina humanidad. De ahí lo monstruoso e inhumano de la historia, que al fin se impone plena y brutalmente a la política.

No hay un animal político, no se trata de una propiedad esencial del ser humano. La política aparece como relación, acontece en la relación entre la pluralidad de seres humanos. El no mirar esta manifestación relacional, esta experiencia política estructurada en los ámbitos de las relaciones humanas, entre humanos, ha alejado a la filosofía de la posibilidad de encontrar el lugar de la política.

Otra cosa que ha alejado la comprensión de la política es la imagen monoteísta de Dios. El hombre al ser hijo de Dios hereda su soledad inmensa. Bajo esta condición no pude sino entrar en guerra con los demás hombres, que no pueden ser vistos sino como enemigos. La relación con los demás hombres es concebida entonces como guerra, en tanto se parte de un antagonismo primordial. Para esta comprensión bélica de las relaciones humanas la política viene a ser la continuación de la guerra por otros medios. Llama la atención que Michel Foucault haya caído también en esta tradición, que no es otra cosa que la tesis invertida de Carl von Clausewitz, que dice que la guerra es la continuación de la política por otros medios. Ambas tesis se complementan, pues ya la política es percibida como disputa, como polémica. En cambio la política pensada desde el pensamiento pluralista, pensada como acontecimiento plural, se abre a la comprensión de relaciones no antagónicas y no hay necesidad de suponer una guerra inicial. En el nacimiento de la política se dan pluralidad de relaciones, que han tenido que ser de apoyo, de solidaridad, de cohesión, de colaboración, para poder permitir la existencia, la continuidad y la reproducción social. No se descartan de ninguna manera relaciones conflictivas, polémicas, contradictorias y hasta antagónicas, sino que estas se dan en un conjunto múltiple de relaciones, que plantean precisamente la complejidad de la política.

6. Es tan difícil darse cuenta de que debemos ser realmente libres en un territorio delimitado, es decir, ni empujados por nosotros mismos ni dependientes de material dado alguno. Sólo hay

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libertad en el particular ámbito del entre de la política. Ante esta libertad nos refugiamos en la «necesidad» de la historia. Una absurdidad espantosa.

La política requiere de la condición de posibilidad de la libertad, de la existencia de humanos libres, humanos con derecho a la palabra y que no se encuentren sometidos a nadie. Humanos que puedan hablar y actuar, deliberar y aventurarse. Este acontecimiento de la palabra y de la acción entre hombres iguales es primordial en la práctica política. Empero frente a esta irrupción creativa de la política, la angustia del hombre solitario, que no asume la contingencia y el azar de la libertad, lo lleva a resolver el problema por la tesis de la necesidad, sobre todo por la necesidad histórica, por la interpretación teleológica, que exige encaminar las acciones a la realización de fines supremos. Esta interpretación concibe a la política como medio.

7. Podría ser que la misión de la política fuera elaborar un mundo tan

transparente para la verdad como la creación de Dios. En el sentido del mito judeo–cristiano esto significaría: el hombre, creado a imagen de Dios, ha recibido una fuerza generadora para organizar al hombre a semejanza de la creación divina. Esto probablemente es un disparate. Pero sería la única demostración y justificación posible de la idea de una ley natural.

En la absoluta diversidad de todos los hombres entre sí, que es mayor que la diversidad relativa de pueblos, naciones o razas; en la pluralidad, está contenida la creación del hombre por Dios. Ahí, sin embargo, la política no tiene nada que hacer. Pues la política organiza de antemano a los absolutamente diversos en consideración a una igualdad relativa y para diferenciarlos de los relativamente diversos.

Dos ideas fundamentales hay que rescatar de este parágrafo; una, que la historia, lo que llamamos modernamente la historia, en tanto razón inherente a la temporalidad de los acontecimientos y sentido de los mismos, también entendido como memoria y espíritu, es decir, cultura y comunidad, está íntimamente imbuida por el mito judeo-cristiano de la creación, de la imagen divina y de la realización de la verdad. De alguna manera, la historia moderna reproduce la figura providencial del mito judeo-cristiano, ciertamente desacralizado, convirtiendo el designio de la escritura en astucia de la razón. Esta interpretación nos lleva a comprender que la filosofía de la historia, incluyendo al materialismo histórico, no hace otra cosa que seguir el significado de la providencia concebida ahora como sentido de la historia. La historia vendría a ser no solamente otro mito, un mito moderno, sino una hermenéutica teleológica, donde una “religión” desacralizada sustituiría a la política, al negar la libertad y el azar a nombre de la necesidad.

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La otra idea es que la mayor diversidad, la absoluta diversidad, se encuentra entre los individuos, que son absolutamente singulares, únicos. Que esta absoluta diversidad es organizada por la política teniendo en cuenta su igualdad relativa, en tanto su condición humana, distinguiéndolos de la relativa diversidad como pueblos y naciones. La democracia se funda entre los absolutamente diversos y no entre lo relativamente diverso. Este segundo caso no corresponde a la política sino a las relaciones entre Estados.

Hannah Arendt comprende la política como acción libre, de seres humanos libres, que ponen en actividad la palabra, la reflexión y la deliberación, que desencadenan acciones consensuadas que ejecutan decisiones y voluntades plurales. La política en el sentido moderno es el ejercicio de la democracia, es la democracia misma, la realización elocuente de la pluralidad. Cuando no hay palabra, cuando no se permite el despliegue libre, la realización de la libertad, no hay política. Lo que se dan son formas de despotismo, de tiranía y de autoritarismo, encaminándose en los casos más extremos al totalitarismo.

¿Qué es la política? II

Nacimientos de la política

Una nota necesaria sobre descolonización

Ciertamente la problemática de este ensayo trata de la política, en sentido moderno, tiene como tarea responder a la pregunta qué es la política después de la experiencia de los movimientos sociales anti-sistémicos contemporáneos y los movimientos indígenas, sobre todo teniendo las experiencias de Sudamérica, la boliviana, la ecuatoriana y a venezolana, respondiendo también a la pregunta implícita de qué es el poder en estas latitudes, cómo funciona, cuál es la lógica y la forma de las estructuras y relaciones de poder, además de qué es el Estado, por qué no puede desmantelarse y por qué se traga a los gobiernos progresistas, contrastando con los alcances y los horizontes que abren los movimientos sociales antisistémicos, con vocación autogestionaria, con capacidad de autoconvocatoria y autogobierno. La tesis de este ensayo supone que la política, en sentido moderno, en la periferia del sistema-mundo capitalista nace con las luchas anticoloniales. Se constituyen sujetos políticos en la experiencia de las resistencias a la dominación colonial, durante las crisis coloniales, abriendo el espacio histórico de las emancipaciones de las estructuras coloniales y diagramas de poder colonial. Estas luchas se hacen evidentes a lo largo del siglo XVIII, en cuanto guerra indígena

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anticolonial en la región pan-andina; esta guerra anticolonial es retomada por los criollos y los mestizos del continente en guerra por la independencia con un contenido liberal y en los códigos republicanos. En el intervalo la revolución francesa hace emerger el contenido social de la revolución política, planteando de manera universal los derechos del hombre. El iluminismo y la ilustración asociados a las ideologías que acompañan a la convulsión política y discursiva de la revolución se irradian y es retomado tanto por los insurrectos afros, esclavizados por el descomunal capitalismo en expansión, como por los criollos y mestizos americanos. La política adquiere las dimensiones de las transformaciones sociales, incluyendo la conquista de los derechos civiles y políticos, sin dejar su matriz anticolonial. Esto condiciona la experiencia y el ejercicio político en las periferias pero también abre la posibilidad de la conexión de las luchas emancipatorias entre el centro y en las periferias, entre el norte y el sur, del sistema-mundo capitalista.

Ante la crisis estructural del capitalismo, ante la crisis civilizatoria de la modernidad, ante la crisis ecológica, no se puede sino pensar en una articulación integral y global de las luchas anticapitalistas. También es importante comprender que en las periferias se cuentan con densos contingentes demográficos urbanos, directamente afectados por las condicionantes de la modernidad, aunque esta sea una modernidad barroca o abigarrada. Esta situación exige construir alternativas de transición integrales, diferenciales y complementarias. Esta es la razón por la que se requiere una discusión integral entre descolonización, crisis del capitalismo y crítica de la modernidad.

Este el contexto histórico del presente en el que se mueve nuestro debate sobre las experiencias políticas. Estas condiciones históricas van a ser retomadas en la reflexión y análisis de la política a partir de las experiencias mencionadas, los discursos políticos emancipatorios y de lucha, además de considerar las reflexiones teóricas sobre la política.

Antes de comenzar queremos dejar en claro nuestra posición sobre la tarea primordial de la descolonización. En tanto el mundo contemporáneo ha sido construido por la expansión capitalista, a partir del procedimiento violento de la colonización, las emancipaciones de las dominaciones polimorfas capitalistas y modernas pasan necesariamente por la descolonización. No cabe duda que esta es la tarea fundamental de la política contemporánea. Entendemos por descolonización la deconstrucción y la destrucción de los mecanismos de dominación heredados de la colonia, basados

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en la geopolítica de la racialización, de la subordinación, el sometimiento y el despojamiento de territorios y recursos natrales. La colonización y la colonialidad implican colonialismos internos, modulación de los cuerpos, internalización del poder en los sujetos, fragmentación de los imaginarios y subordinación a la comunicación mediática. La descolonización exige una subversión múltiple contra modernidad y el capitalismo, para eso se requiere una deconstrucción y destrucción de la modernidad, de sus mitos, relaciones y estructuras. Esto exige una crítica demoledora de la modernidad, por eso mismo un conocimiento de sus lógicas, de sus funcionamientos, de sus irradiaciones, sobre todo de sus formas de totalización y universalización. Estas tareas deconstructivas no se pueden efectuar adecuadamente si se da una actitud de reclusión local, buscando un refugio en la exaltación propia de lo local, tampoco si se persigue una desconexión absoluta con el debate sobre la crisis de la modernidad. Decimos esto porque en el presente emergen movimientos populares de descolonización, entonces la crítica deja de ser meramente teórica y adquiere características políticas, es decir de acción multitudinaria. Se da entonces un escenario de luchas descolonizadoras contemporáneas. El desemboque de la acción exige la revisión de los discursos de la descolonización, sobre todo de los discursos teóricos. Al respecto podemos identificar tres tendencias sugerentes, en todo un panorama de variaciones discursivas más o menos locales; estas tendencias han aportado al debate de-colonial y postcolonial, sin embargo, a la luz de las experiencias de la movilización, incluso de gobiernos que cuentan con constituciones que se reclaman descolonizadoras, estas tendencias descolonizadoras teóricas puede convertirse en posicionamientos limitativos de la lucha descolonizadora. Una de estas tendencias tiene que ver la invención de un localismo puro, no contaminado, como si la modernidad no la hubiera atravesado. La otra tiene que ver con el retiro del debate sobre la modernidad, en algunos casos, también el retiro de las discusiones sobre la crisis del capitalismo, pretendiendo la fundación de otro saber y otra epistemología sobre las bases del olvido del presente. A lo mucho que ha llegado esta tendencia es a ofrecernos una versión racionalista de la teología de la liberación. Una tercera tendencia tiene que ver con el desplazamiento de la reflexión crítica hacia los proyectos diseñados en encuentros alternativos regionales. Hay una riqueza propositiva y una apertura epistemológica a pensar desde el sur en este trabajo descolonizador; sin embargo, su irradiación y repercusión no ha trascendido de las organizaciones, academias y dirigencias vinculada a los foros sociales; no se ha logrado afectar el ámbito de las costumbres y los habitus, de las

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prácticas y de las relaciones. Una cuarta tendencia tiene que ver con el ámbito académico, en el cual se ha logrado abrir un espacio sobre los estudios poscoloniales; estas investigaciones han permitido recuperar las problemáticas identitarias de las sociedades poscoloniales y la pervivencia de relaciones coloniales; también su búsqueda de saberes testimoniales han ayudado a hacer otras lecturas de la realidad social, incorporando la voz y el comportamiento de sujetos afectados y en lucha por sus derechos. Lo complicado de estos estudios es que se quiere construir un conocimiento de la colonialidad desentendiéndose de la modernidad y el capitalismo, lo que contrae limitaciones en el develamiento de la problemática.

Sin desmerecer los aportes que pueden haberse dado en estas expresiones críticas descolonizadoras, creemos que son todavía incompletas y limitativas para la acción política, pues conducen a una suerte de desarme frente a la conflagración con la herencia colonial y de las formas de colonialidad, frente a las propias condicionantes, mutaciones y transformaciones de la modernidad. Resulta difícil admitir que las interpretaciones de un localismo puro, de la teología de la liberación, de los desplazamientos investigativos y conceptuales regionales hacia una perspectiva desde el sur, así como los aportes hacia una epistemología propia, además de la investigaciones académicas que se concentran el fenómeno de la colonialidad como si fuese un fenómeno único, independiente de la modernidad y el capitalismo, sean la ultima palabra ni abarquen toda la complejidad concomitante entre colonialidad, modernidad y capitalismo. La apertura a un horizonte epistemológico emancipado de la modernidad, de la colonialidad y del capitalismo, va ser un producto colectivo y de múltiples acontecimientos liberadores. Los aportes intelectuales son eso, aportes a una discusión necesaria.

Lo que importa en todo caso es retomar el debate abierto por estas tendencias descolonizadoras en el contexto del debate abierto contra la modernidad y el capitalismo. Es importante no perder de vista no solo la perspectiva anticapitalista y de crítica de la modernidad, sino también abordar la crítica desde las experiencias de la interculturalidad y de las modernidades heterogéneas. Al respecto la corriente de la subalternidad hindú enseñan un abordaje de consecuencias políticas, aportando con saberes de contraculturas y contra-hegemonías de las resistencias heterogéneas de sujetos sociales atravesados por la modernidad múltiple, resistiendo a las formas de dominación. Esto se lo hace tocando los nudos problemáticos de la subalternidad, las dominaciones polimorfas y las

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modernidades abigarradas. Por otra parte es urgente actualizar la discusión comprendiendo el aporte y los desplazamientos que producen los movimientos sociales antisistémicos y los movimientos indígenas recientes.

En Bolivia, el gran tema transversal a la Constitución es la voluntad y la tarea de descolonización. ¿Qué se entiende por descolonización? Literalmente significa desandar el camino de la colonización y de la colonialidad, des-construir lo que ha conformado el colonialismo y la colonialidad, por lo tanto emanciparse de las relaciones y estructuras de dominación colonial. El camino de la descolonización parece ser largo, pasa por varias etapas; además la colonialidad sobrevive y continua incluso después de la independencia. La interpelación indígena a los Estado-nación y a las sociedades nacionales devela la subsistencia de complejas relaciones coloniales, cristalizadas en las mismas instituciones nacionales. Las repúblicas desconocerían los derechos de las naciones y pueblos indígenas. Estos derechos han sido logrados después de una larga lucha en los organismos internacionales y en el espacio nacional, como el dado en los procesos constituyentes. Ahora se trata de institucionalizar estos derechos, de convertirlos en ley, en práctica, en hábitos y en habitus. Esto requiere transformaciones institucionales, construir el pluralismo institucional que sostenga la propia construcción del Estado plurinacional comunitario y autonómico, que es el camino de transición optado por la Constitución y el recorrido descolonizador diseñado por este instrumento matriz de las normas, las leyes y las instituciones del nuevo Estado.

La descolonización también significa una lucha anticapitalista, pues la colonización se explica como procedimiento violento de la expansión capitalista. Colonización y capitalismo forman parte del mismo proceso de conformación del sistema-mundo capitalista y de la geopolítica de dominación mundial. Una lucha anticolonial tiene que ser consecuentemente anticapitalista y una lucha anticapitalista tiene que ser consecuentemente anticolonial. No se pueden separar estas luchas ni estos conceptos, forman parte de lo que se conoce mundialmente como modernidad. Por lo tanto la descolonización significa también una crítica de la modernidad y una orientación civilizatoria que atraviese la modernidad y abra un horizonte más allá de la modernidad misma.

Arqueología de la política

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El problema es el lenguaje, pues nacemos en los lenguajes y desde ellos nombramos el mundo. Eso decía Emile Benveniste9. También podríamos decir que se trata de lenguajes y de mundos; hay que entender que los leguajes sufren las transformaciones temporales, hay historia de los lenguajes. Los lenguajes se transforman y con ellos también los conceptos. Entenderemos los conceptos no tanto como estructuras categoriales, como pretendía KarelKosik10, sino como estructuras ideacionales, estructuras imaginarias que responden al conocimiento de estructuras experimentadas, estructuras fácticas, que corresponden a los referentes del mundo, de la naturaleza, de la ética, de la estética, de la historia, de la política. Todos estos referentes obviamente son discutibles, pues también son ideas de lo que llamamos realidad, también filosóficamente ser. Parece que no es posible separar lo imaginario de la realidad, pues vivimos esa realidad y la experimentamos recurriendo a las imágenes que obtenemos de ella. Empero, en este caso, no interesa una discusión ontológica sobre las condiciones del conocimiento; lo que interesa mas bien es una comprensión arqueológica del saber político.

Hemos distinguido el sentido moderno de la política de sus sentidos y significados medievales y antiguos, sobre todo para resaltar las experiencias y la problemática política en la modernidad, experiencias y problemática que se sostienen en la experiencia de la mundialización, de la vertiginosidad y de las transformaciones de las propias experiencias y de las instituciones. Sobre todo interesa esa inmediata concomitancia entre política, democracia, revolución y crisis. No se están negando otras experiencias de las relaciones y estructuras de poder, del gobierno de la gente y de las cosas, sino que se entiende que los códigos, los valores, las concepciones de estas experiencias son diferentes; son comprensibles en sus propios horizontes histórico-culturales. Estas significaciones de los órdenes de poder deben abordarse a partir de sus propias problemáticas; no se trata de exportar, de ninguna manera, problemáticas modernas a otros horizontes histórico-culturales, reduciendo sus particularidades a único horizonte-cultural, que es el moderno. De esa manera terminamos por no comprender nada, ni el presente, ni la modernidad, tampoco su crisis, ni menos los sentidos y significados de las problemáticas de poder de la antigüedad.

9 Los trabajos más conocidos en castellano de Emile Benveniste son Problemas de lingüística general, t. I (1966). Tr.: México, Siglo XXI, 1974.Problemas de lingüística general, t. II (1974). Tr.: México, Siglo XXI, 1979.Vocabulario de las instituciones indoeuropeas (1969). Tr.: Madrid, Taurus, 1983.10 Ver de KarelKosikDialéctica de lo concreto.

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Por otra parte el término de política (polis) es heredado de la Grecia antigua. De alguna manera cuando usamos la palabra política traemos a colación los sentidos iniciales, los sedimentos más arcaicos, empero lo hacemos cuando ya el uso práctico del término ha sufrido transformaciones lingüísticas y conceptuales. Las experiencias romanas, de la república y del imperio, las experiencias de la cristianización de Europa y posteriormente de parte del mundo colonizado, transforman los sentidos y significados del manejo del poder y de su legitimación. El renacimiento, el humanismo y sobre todo las crisis de las instituciones medievales y de las sociedades tradicionales, la emergencia de la modernidad sobre las ruinas de la antigüedad, las luchas emancipatorias anticoloniales, la rebeliones sociales y políticas, el nacimiento de la democracia moderna, vuelven a transformar los sentidos y las significaciones de las relaciones y estructuras de poder, con una fuerte interpelación a las formas de dominación, abriendo causes a nuevas subjetividades que reclaman libertades y derechos colectivos e individuales. Por eso los intérpretes radicales van a concebir la política como lucha de clases, profundización de la democracia, revolución y crisis de las instituciones que sostienen las dominaciones polimorfas. Sin embargo, también hay otras consideraciones sobre la política; una muy conocida tiene que ver con el Estado, con la estructura e institucionalidad de un orden que se separa de la lucha de clases y se plantea el problema de la conservación del poder y del equilibrio. Empero hay una concepción de la política, que comparten sorprendentemente derechas e izquierdas, es la concepción de la política como hostilidad contra el enemigo público. Habría política en tanto este identificado el enemigo y se plantee un combate con éste. Carl Smith expresa sistemáticamente esta tendencia al comprender la política como hostilidad; comparten esta comprensión de la política las corrientes marxistas leninistas. Al respecto se puede hacer todo un recorrido de Lenin a Mao. Por lo tanto, en sentido moderno estamos ante toda una arqueología de la política que por lo menos tiene que ver con tres ejes paradigmáticos de la política; el principal despliega toda una concepción emancipatoria de la política; otro eje importante, desde el punto de visto de la acción, es la comprensión de la política como hostilidad a partir de la identificación del enemigo; un tercer eje de fuerte influencia es el que tiene que ver con el Estado. Este último eje político se ha desarrollado como ciencia política, también es retomada como filosofía política.

Ante la crisis de la modernidad, la constatación de modernidades heterogéneas, la crisis estructural del capitalismo, sobre todo en sus graves síntomas de crisis ecológica, ante la emergencia de nuevos

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movimientos sociales antisistémicos, indígenas, ecologistas, feministas y diversos, vale la pena preguntarse sobre las posibilidades de la emergencia de otra experiencia de la política y por lo tanto otro sentido alternativo y alterativo de la política. Por eso es indispensable auscultar en la experiencia de los movimientos sociales antisistémicos contemporáneos, en los movimientos indígenas, en los movimientos ecologistas, en los movimientos feministas y en los movimientos diversos, la existencia de una nueva posibilidad política. También y en la misma perspectiva es menester revisar la elaboración crítica al respecto. Interesa la crítica deconstructiva de Jacques Derrida, sobre todo sus reflexiones sobre lo político. Esta hermenéutica deconstructiva desteje los entramados inherentes a la textura de la escritura política.

La auscultación de los movimientos indígenas contemporáneos pasan necesariamente por el viaje interpretativo de sus memorias largas, este viaje nos lleva necesariamente a revisar los acontecimientos históricos inaugurales de las luchas y levantamientos anticoloniales. Esta genealogía de los movimientos indígenas nos plantea uno de los desafíos más importantes de la contemporaneidad y de la crisis de la modernidad, esto es encontrar y descifrar las otras subjetividades constituyentes e instituyentes alternativas al sujeto moderno por excelencia, el individuo. La comprensión de los significados histórico-políticos e histórico-culturales de las comunidades va permitirnos otra perspectiva de interpretación de la crisis del capitalismo y de la modernidad, va permitirnos visualizar las potencialidades y posibilidades de emancipación y de proyección civilizatoria alternativa para el mundo.

La política, más allá del amigo y enemigo

El concepto de lo político se ha estructurado a partir de esa dicotomía del amigo y enemigo, primordialmente a partir de la identificación del enemigo. Como si se hubiera hecho política contra el enemigo, de la misma manera como se le ha hecho la guerra. Desde esta perspectiva habría pues un continuo entre guerra y política, política y guerra. Izquierdas y derechas parecen compartir este arquetipo. Empero, este modelo es el único posible para la política, en todas sus versiones, incluyendo a la política en sentido pleno, lo que comprende la lucha de clases y las luchas por las emancipaciones. Jacques Derrida pone en cuestión esta estructura en Políticas de la amistad, hace una interpretación crítica, deconstructiva, de los sedimentos discursivos que sostienen la historia de la política pensada a partir de

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la diferenciación amigo/enemigo. En esta deconstrucción se abre a otras posibilidades de concebir la política, ya no desde la dicotomía amigo/enemigo, poniendo en consideración también la interpretación crítica de las políticas de la amistad. Ahí aparece la figura alterativa de la mujer como absoluta alteridad, también aparecen consideraciones criticas de las éticas, alumbrando otras posibilidades de las experiencias humanas, afectivas, lúdicas, estéticas, éticas y lúcidas. Es conveniente un repaso por estas perspectivas que posibilitan la comprensión de la política ya no como la continuación de la guerra por otros medios, ya no como identificación del enemigo, sino en términos de las políticas de la amistad11.

El primer capítulo lleva el sugestivo título de Oligarquías: Nombrar, enumerar, contar. Comienza con una frase, atribuida a Aristóteles, que la recoge Montaigne, la frase dice:

Oh, amigos míos, no hay ningún amigo.

A lo largo del texto, para no entrar en la discusión del origen de esta frase, pues se convierte en rumor, que atraviesa los tiempos, Derrida figura un cuadro donde el sabio moribundo reúne a los amigos para decirles eso, que no hay ningún amigo. La discusión sobre los significados de esta frase forma parte de las reflexiones del texto. Esta frase es contrastada con la de Nietzsche, quien se expresa de manera opuesta, empero con la misma lógica:

Oh, enemigos, no ha ningún enemigo.

Esta frase también tiene su cuadro y su personaje, se trata del loco viviente. Ambas frases nos dicen que no hay amigo, que no hay enemigo. Haciendo con esto desaparecer la política como confrontación. Las significaciones de las implicaciones de que no haya enemigo también son expuestas y reflexionadas a lo largo de la interpretación crítica. En ambos casos lo que llama la atención es que no se tenga en cuenta a la mujer, en a consideraciones de la amistad. ¿Es que la mujer no pude ser amigo? ¿Tampoco enemigo? Lo que pone en juego las estrategias de la fraternidad, las formas de la amistad entre hombres. ¿Por qué la mujer es tan difícil de asumir por la filosofía?

Este es el tema, ¿cuáles son los límites de la amistad? Cuando entra la mujer, más allá del erotismo y la religión, ¿qué espacio abre? ¿Qué clase de relación? No hablamos sólo de la amistan entre mujeres, la sororidad, sino lo que políticamente propone su presencia activa, su

11Jacques Derrida: Políticas de la amistad. Trotta 1998; Madrid.

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interpelación. ¿Qué forma de política se libera? ¿Más allá del amigo y enemigo? ¿Más allá de la confrontación? No parece tratarse del retorno al matriarcado, como utopía buscada en el pasado más remoto, sino otra forma de relación, construida como contrapoder. ¿Más allá de los constructos histórico-culturales de género, de sexo? ¿A qué clase de subjetividades ingresaríamos? Al respecto, también debemos preguntarnos sobre los alcances demoledores de la des-patriarcalización, demoledores en cuanto a la historia de la institucionalidad, la institucionalidad como agenciamientos concretos de poder. Entra también en juego la familia, las figuras de la familia.

La liberación femenina da lugar a otro comienzo, pues demuele no sólo las estructuras institucionales, sino los arquetipos sobre los que se han basado estas estructuras y estas instituciones. Hablamos de la posibilidad de la construcción de otras relaciones, prácticas y concepciones de la política, hablamos de la política no patriarcal, tampoco conformada en base a la identificación del enemigo y la dicotomía amigo/enemigo. Esta posibilidad, la posibilidad de esta experiencia también tiene que ver con otra atmósfera de sensaciones y sensibilidades, también otra ética. La pregunta es pertinente: ¿Cómo sería el mundo sin las instituciones patriarcales, fundadas en esta matriz y arquetipo del poder que es el patriarcalismo? Esta pregunta induce a otra: ¿Cómo serían los sujetos y las intersubjetividades en este mundo des-patriarcalizado? Estos temas son fuertes e importantes en lo que respecta al horizonte abierto por el debate de la descolonización, por las exigencias políticas de la descolonización. Las formas de la dominación colonial, formas múltiples, son relaciones de poder que atraviesan los cuerpos e inscriben en ellos historias políticas, también modelaciones e identidades, constructos culturales. La dominación masculina sobre las mujeres, el cuerpo de las mujeres, pasa por estas construcciones culturales y modelaciones. ¿Qué pasa cuando las mujeres se liberen de estas representaciones sociales, de estos constructos culturales, de estas identidades, qué potencialidades se liberan, no sólo en las mujeres sino también en los hombres.

Estos problemas nos llevan a volver a la cuestión de la genealogía del Estado. Esta institución macro-política, que también corresponde al imaginario del poder, que es el gran cartógrafo y la instrumentalización compleja de las tecnologías de poder que atraviesan los cuerpos. No sólo entendido como un instrumento separado de la lucha de clases, para mejor servir a la burguesía dominante. Sino una maquinaria fabulosa construida sobre la experiencia política de la modulación y modelación de los cuerpos,

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podríamos decir colonización de los cuerpos. Con estos tópicos la problemática de la colonización se agranda enormemente, pues se encuentra íntimamente vinculada con la expansión y proliferación de las tecnologías de poder, tecnologías de poder que tenían que atender a las tareas de domesticación de los cuerpos en los extensos territorios conquistados y colonizados. Ya no se trata solamente de disciplinar los cuerpos, sino inscribir en ellos formas de comportamiento de subordinación, sometimiento, supeditación, convertirlos en cuerpos marcados, pero también aptos no solo para el trabajo y la producción sino también como flujos de energía, como recursos biológicos, de los que se puede absorber información genética y prácticas útiles a la acumulación y concentración del poder.

Entonces se trata de pensar la posibilidad de una práctica y concepción política sobre la base de la descolonización radical, que pone en suspenso los múltiples mecanismos de dominación que atraviesen los cuerpos. La liberación entonces de las potencialidades corporales, estéticas, éticas, creativas, de nuevos ámbitos de relación, de nuevos espacios de prácticas, de nuevos imaginarios, universos simbólicos, lingüísticos y figurativos. Un nuevo horizonte político, de la política y de lo político, de las prácticas, de las fuerzas y de las relaciones, un mundo alternativo, otra alternativa civilizatoria y cultural, ya no estructurados en la dicotomía amigo/enemigo, sino más allá. ¿Qué es el más allá del amigo/enemigo? Esta es una pregunta primordial cuando nos preguntamos sobre los umbrales y horizontes de la política. Será una pregunta latente a lo largo del análisis.

Nacimientos y emergencias

No vamos a buscar el momento histórico del nacimiento de la política, política en sentido moderno, pues este momento tiene que ver mas bien con acontecimientos un tanto dispersos y otro tanto concomitantes. Hablamos entonces de un conjunto de condiciones que se dan en ese proceso constitutivo e instituyente de la modernidad. Por lo tanto se trata de momentos. ¿Cómo se articulan estos momentos? ¿De qué depende? ¿Un tejido invisible que anuda los eventos o se trata de la manera cómo se asumen los hechos en la memoria, en la imaginación, en el discurso y en las transformaciones institucionales? Se trata de desplazamientos institucionales como los dados en las monarquías patrimoniales (siglos XI-XIII), acontece la formación de los Estados territoriales, la formación de las monarquías

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absolutas (siglos XIV-XVII), el desplazamiento del peso del comercio del Mediterráneo al Atlántico, el descubrimiento y la Conquista del quinto continente (1492). También el logro de la circunnavegación con la expedición de Magallanes-Elcano y el dominio de los océanos y mares del mundo (siglo XVI). Las guerras civiles inglesas que llevaron a constituir la república (1642-1646, 1648-1649). La crisis de las monarquías absolutas (siglos XVII-XVIII), la crisis de las administraciones coloniales españolas y portuguesas (siglos XVII-XVIII), la independencia de las trece coloniasde norte américa del Imperio británico (1775-1783), la rebelión indígena en los Andes (1781), la revolución francesa (1789), la independencia de Haití del dominio francés (1795), las independencias de las colonias españolas de América (siglo XIX).Todos estos entontecimientos tienen que también interpretarse a partir del acontecimiento cultural que se da en el norte de Italia, conocido como el renacimiento, entendido como un retorno a los clásicos griegos y latinos (siglos XV-XVI). No se trata sólo de múltiples desplazamientos y transformaciones en distintos planos y niveles sociales, políticos y económicos, sino también de movimientos culturales que se abren a un nuevo clasicismo y al humanismo.Ahora bien, el caso del renacimiento y de la reforma (1517) tiene que evaluarse también a partir de las resistencias que provocan, sobre todo la reforma que provoca una reacción de la Iglesia Católica que se conoce como contrarreforma. Aunque la contrarreforma comienza un poco antes que la reforma luterana, en realidad se trata de una reacción de la Iglesia Católica contra los movimientos protestantes, un tema que lo tenía pendiente ante las corrientes que consideraba herejes y de interpretación de la Biblia no autorizadas por el papado. Lo que interesa es comprender la marcha de procesos contradictorios, que expresan ciertamente la lucha de intereses, la lucha de clases, las luchas institucionales y contra-institucionales, la aparición profusa, multitudinaria e interpeladora del pueblo.

También conveniente comprender cómo estos acontecimientos son asumidos por unos y por otros, cómo ingresan a las memorias y a los imaginarios, cómo impactan en las representaciones y comportamientos colectivos. ¿De qué manera van adquiriendo una textura, una composición? ¿De qué manera llegan a ser una narrativa? Es de esperar que estos tejidos no se den en el momento mismo de los acontecimientos, sino que ocurren subjetivamente, en la conformación de las memorias, en la construcción de los significados y de las interpretaciones sociales. Seguramente, entrado el siglo XIX se tiene ya una certeza de una experiencia vivida, sobre todo ante la evidente configuración de las ciudades modernas, la

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experiencia vertiginosa que se vive, la transformación de las sensibilidades estéticas, la vivencia de las transformaciones y los trastrocamientos de las viejas instituciones, el peso de la imprenta, de la comunicación, del arte, de las universidades, de la académica moderna, que tienen la capacidad de acumular conocimientos, distribuir saberes, desarrollar investigaciones, abrir perspectivas teóricas, poner en conflicto a las facultades y responder, a través de los filósofos, teóricos, ideólogos, escritores y artistas a los desafíos de la experiencia dramática de los cambios y de la velocidad de los ritmos. En ese abigarrado contexto bullente se constituyen los sujetos modernos, las subjetividades modernas, las intersubjetividades correspondientes a las experiencias y a las relaciones dadas en la modernidad. Este fenómeno no acontece solamente en Europa, sino en el mundo entero.

Ocurre que se forman múltiples certezas sobre el mundo, se conforman múltiples memorias sobre el mundo, se construyen concepciones sobre el mundo y la mundanidad. Es de esperar que estas certezas, estas memorias, estas concepciones, sean contradictorias, pues pugnan por el sentido legítimo del mundo, empero, a pesar de esta compulsa, se tiene como el mismo referente. Se tiene consciencia del mundo y que habitamos y vivimos dentro del mismo. Hay que relacionar entonces la modernidad y la mundanidad, aunque no son lo mismo se correlacionan, uno es un fenómeno transcultural, el otro es un fenómeno geopolítico y de representación compartida. Aunque vivamos de una manera singular el mundo, a partir de nuestros particularismos, nuestros contextos, nuestras coyunturas, nuestros localismos, lo cierto es que vivimos el mundo a nuestra manera; el mundo se realiza a partir de nuestras actividades y nuestras prácticas, de nuestras manipulaciones, laburos, producciones, relaciones y circuitos. Somos seres en el mundo, aunque también somos sujetos en la modernidad, es decir sujetos modernos, a pesar de todos los contrastes que se den y puedan dar. A estos contrastes la corriente de la subalternidad hindú le llama modernidades heterogéneas.

Modernidades heterogéneas en América Latina

Bolívar Echeverría define la múltiple modernidad de América Latina. Expone que:

Para desarrollar esta idea se puede decir que son tres los estratos principales de determinación identitaria que entran en juego desde el

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pasado en la realidad histórica actual de la América Latina, tres estratos que corresponden a también tres distintos momentos de configuración histórica de la modernidad latinoamericana. La primera modernidad que está allí y que constituye el estrato tal vez más determinante, el que con más frecuencia domina en la identificación de las formas reproducidas por la cultura latinoamericana, sería la modernidad barroca, la que proviene de la época que se extiende desde finales del siglo XVI hasta mediados del siglo XVIII y cuya función fundante de identidad no ha podido serle arrebatada hasta ahora. También está allí el estrato de otra modernidad que fue muy importante en la historia de la América Latina y que determina todavía el modo como se vive hoy en ella; se trata de la que vino con el segundo shock de modernización, el impuesto por el Despotismo Ilustrado y que corresponde a la época en que la España borbónica intentó dar un trato propiamente colonial al continente. Es una modernidad de otro tipo que reorganizó a la sociedad latinoamericana ya desde la primera mitad del siglo XVIII y que se continuó hasta después de las guerras de Independencia. Tendríamos después una tercera modernidad, que determina también como un estrato histórico vigente la auto-identificación de los latinoamericanos y que vino con el siguiente shock de modernización en los tiempos de la instauración de los múltiples Estados latinoamericanos; es la modernidad republicana o nacional, que ha prevalecido durante el siglo que va de mediados del siglo XIX hasta mediados del siglo XX. Estas serían las tres modernidades históricas que pueden reconocerse hoy, con su gravitación histórica inconfundible, sobre la modernidad actual de la América Latina12.

Bolivar Echeverría reconoce tres formas de modernidades básicas en América Latina, la modernidad marroca, la modernidad de la ilustración y la modernidad republicana. Estas modernidades se asientan sobre civilizaciones tradicionales construidas en base al cultivo y las identidades conformadas en estas culturas agrícolas. Recurriendo a Fernad Braudel habla de la civilización del maíz, la civilización del trigo, la civilización del arroz; nosotros también podríamos hablar de la civilización de la papa. Claro que ninguna de estas civilizaciones es sólo de estos cultivos, al contrario estos cultivos sostienen una diversidad de cultivos, con lo que se abren ordenes de relaciones en torno a los productos agrícolas. Ahora bien, con la conquista, la colonización, la expansión del capitalismo, la modernidad, estas civilizaciones son destruidas, en tanto sistemas-mundoreginales, arrinconadas, fragmentadas y mantenidas como fijaciones. La modernidad capitalista no va dar ninguna oportunidad para la regeneración de estos proyectos civilizatorios, ni permitir su actualización, su dinamismo intercultural. Sin embargo, la multiplicidad y heterogeneidad de las modernidades en América Latina va recrear espacios de articulación de estos proyectos

12Bolivar Echeverría: Crítica de la modernidad capitalista. Vicepresidencia del Estado. Presidencia de la Asamblea Legislativa Plurinacional 2011; La Paz. Pág. 251-252.

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civilizatorios en términos interculturales y como irradiaciones políticas emancipatorias. A estas multiplicidades modernas las caracteriza Bolívar Echeverría como estrategias alternativas de sobrevivencia en la modernidad capitalista, estrategias que dan lugar a formas de mestizaje. Abría que matizar esta afirmación de Bolívar Echeverría puesto que paralelamente a los procesos de mestización se da en algunas regiones y países proyectos políticos descolonizadores estrechamente vinculados a la reivindicación de las identidades indígenas.

Empero de lo que se trata en nuestro análisis es comprender la función de estas condicionantes de posibilidad histórica en la formación de los sujetos de las luchas sociales, de las luchas emancipatorias y las luchas descolonizadoras. Estas luchas son los ámbitos de desenvolvimiento de la política, de la lucha plural de la política, de la lucha plural democrática, por los derechos múltiples y por la incidencia popular en las formas políticas. El nacimiento de la política, en sentido moderno, esta asociada con la constitución de estos sujetos y estas subjetividades combativas. Hay una invención de la política, como dice Marie Danielle Démelas13. Las experiencias de la modernidad y de la mundanidad son asumidas en tanto acciones de interpelación, como posibilidades de construcción alternativas. La vivencia de la modernidad es requerida como crisis y da lugar a la crítica.

Las historias en América Latina parecen las de una crisis permanente, sus formas estatales, administrativas e institucionales no parecen consolidarse, parecen vivir una constante interpelación de los sujetos sociales que ponen en cuestión precisamente su legitimidad. ¿A qué se debe esta temporalidad problemática? ¿Resistencia a ser incorporada plenamente a la modernidad capitalista, por lo tanto a la búsqueda insaciable de alternativas, como parece sugerir Bolívar Echeverría? ¿O mas bien se debe a la estructura de la geopolítica del sistema-mundo capitalista, precisamente a la forma de estar incorporada, como periferia? A propósito es conveniente comprender la constitución de los sujetos que van a colocarse precisamente como cuestionadores de las formas modernas que pretenden la dominación y la hegemonía. El perfil de estos sujetos nos muestra las formas de experimentar la política. Un tema que debe ser analizado con detenimiento es el que precisamente toca Bolívar Echeverría al mostrar el cambio de la modernidad barroca a la modernidad de la ilustración; las políticas borbónicas ocasionan una modificación considerable en las formas de administración colonial, ocasionando levantamientos y movilizaciones. Quisiéramos detenernos en este punto y auscultar los tempranos levantamientos indígenas del siglo XVIII en los Andes.

13 Revisar de Marie Danielle Démelas La invención política: Bolivia, Ecuador, Perú en el siglo XIX. Instituto Francés de Estudios Andinos e Instituto de Estudios Peruanos.

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¿Qué es lo que se produce a lo largo de los siglos XVI y XVII coloniales? ¿Lo qué llama Bolívar Echeverría modernidades barrocas? ¿Lo que llama Serge Gruzinski la otra modernidad articulada por españoles y portugueses? ¿El mestizaje profuso de las comunidades indígenas sobrevivientes al etnocidio y genocidio? ¿El replanteo de la cuestión nativa en la perspectiva de un renacimiento indígena y un nuevo humanismo, ya no solamente europeo sino ahora mundial? ¿Un pacto colonial, que comprende autonomías indígenas y la participación de la nobleza indígena en las estructuras de poder y en la administración colonial? ¿La incorporación del trabajo indígena a la extracción minera, principalmente de la plata y el oro, lo que significa la incorporación de la explotación colonial a las órbitas del capital? ¿Qué crisis se gesta en estos siglos? ¿La crisis viene por la crisis de la minería de la plata? ¿La crisis viene por la crisis económica del Imperio Español? ¿La crisis viene por la toma de España por el ejército francés y los virajes hacia una modernización de la ilustración? Estas preguntas son importantes para comprender la crisis desatada a lo largo de la segunda mitad del siglo XVIII, para comprender los levantamientos indígenas panandinos y comprender la constitución del sujeto político indígena. Si este sujeto estaba vinculado a un proyecto de reconstitución, a un proyecto milenarista, por lo tanto ya afectado por el imaginario cristiano, mesiánico, a un proyecto convocativo como el de Tupac Amaru o a un proyecto de nuevo tipo, es una discusión aparte, que se la puede tener en cuenta; empero lo importante es obtener el perfil del campo político abierto y de la constitución subjetiva que abre la posibilidad a la politización de los temas relativos a la crisis colonial.

Uno de los sujetos mencionados en los levantamientos indígenas es la comuna, el común, que se refiere a la comunidad, a la asamblea comunitaria, a las decisiones consensuadas entre parcialidades de los ayllus. Son las comunidades las que se rebelan a las mediaciones entre las autonomías coloniales indígenas y la administración colonial, que se rebelan contra las exacciones y los tributos, los diezmos, contra los párrocos, los caciques y los funcionarios locales. Este es un sujeto colectivo, que no muestra ciertamente el perfil de la subjetividad individual liberal. ¿Habrá que esperar lo que ocasiona la modernidad de la ilustración despótica borbónica para que se den lugar estas subjetividades individuales? Esta subjetividad individual va a ser patente en los levantamientos criollos del siglo XIX, cuando el discurso de la ilustración forme parte de la interpelación independentista. Los perfiles singulares que aparecen son el de los líderes y dirigentes, que más que ser un perfil del individuo, del sujeto individual de derechos, son perfiles que encarnan, por decirlo así, las voluntades colectivas. Sus nombres cambian, ya no son nombres cristianos, sino nombres autóctonos, nombres de guerra. Son la serpiente luminosa, que anuncia el pachakuti, el retorno del ciclo. Estas subjetividades son asombrosas por el juego afectivo que connotan y el movimiento de las identidades. Se trata de pliegues afectivos comunitarios, pero también de proyectos políticos, que

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tienen que ver con el discurso de que ahora nos toca gobernarnos, ahora nos corresponde, ahora es cuando, ahora es nuestro tiempo, nuestro ciclo. ¿Este es un proyecto que corresponde a un nacionalismo indígena? ¿Es un proyecto que corresponde a la utopía de reconstitución que transita una modernidad barroca? El historiador Sinclair Thomson deja pendiente las respuestas, pues es muy difícil descifrar el significado político de los levantamientos indígenas del siglo XVIII. Lo más probable, como el mismo historiador aprecia, es que se hayan dando tendencias concurrentes en los levantamientos, sin que ninguna de ellas se imponga hegemónicamente14. Lo que si se puede decir es que se trata de subjetividades que se conforman en la crisis colonial, que corresponde a la invención política indígena que comprende un imaginario anticolonial, a la lucha contra las dominaciones coloniales, a la lucha por el reconocimiento de los derechos colectivos y territoriales de comunidades y pueblos nativos. La totalización de este proyecto se mueve en un intervalo incierto que se configura como retorno del Inka y como reacomodo de las relaciones en términos igualitarios15. Quizás lo de la comunidad imaginada como nación esté más cerca del proyecto de Tupac Amaru, pero estos perfiles no pueden ser definidos en las construcciones políticas de los levantamientos del siglo XVIII. En todo caso debemos aclarar que la cuestión nacional también corresponde a una proyección mas bien liberal que comunitaria.

En todo caso, hablando en lenguaje político, se puede decir que el pueblo en los levantamientos indígenas son las comunidades rurales enfrentando a los vecinos de los pueblos y de las ciudades. Como dije alguna vez, se trata del enfrentamiento de dos espacios tiempos, dos concepciones espaciales, las territorialidades indígenas enfrentando a la cartografía colonial16. La guerra indígena anticolonial es una lucha política en pleno sentido de la palabra pues es una lucha contra formas de dominación, en este caso coloniales. El nacimiento de la política, en sentido moderno, en las periferias del sistema-mundo capitalista, en sus periodos tempranos, corresponde a una lucha anticolonial. La demanda de libertad se refiere a desmontar estos mecanismos de dominio colonial. No se trata por cierto de demanda de libertades individuales como en caso de la modernidad de la ilustración, sino de libertades colectivas, de libertades comunitarias, de libertad de autogobierno, de libertades territoriales. Las subjetividades colectivas y comunitarias son la matriz de la política y la lucha anticolonial. Este es el referente que no puede olvidarse, incluso para entender las contradicciones de la guerra de la independencia y de la genealogía de los Estado-nación subalternos.

14Revisar de Sinclair Thomson Cuando sólo reinasen los indios. La política aymara en la era de la insurgencia. Muela del Diablo 2006; La paz. 15Revisar de Sinclair Thomson el capítulo Proyectos de emancipación y dinámica de la insurrección indígena (I). Ob. Cit. 16Ver de Raúl Prada Alcoreza Genealogía del poder. Episteme. La Paz.

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¿Qué nos enseñan los levantamientos indígenas pan-andinos del siglo XVIII? Primero que hay una serie de pronunciamientos y después de levantamientos, en el contexto de formaciones enunciativas que articulan tanto las profecías milenaristas, derivadas de una forma de asumir el cristianismo, sincretizado con las cosmovisiones precolombinas, con proyectos políticos que van desarrollándose hacia el planteamiento del retorno del Inka, que podemos llamar de reconstitución. Esos proyectos políticos pueden comprenderse e interpretarse en el contexto de lo que llama Bolívar Echeverría modernidad barroca. Los sublevados tenían pleno conocimiento de su relación de vasallaje con la corona española, también se entiende su pertenencia al mundo de entonces. Las obligaciones impuestas a las comunidades a través de la encomienda, la mita y otras tributaciones e impuestos, además de servicios, tenían que ver con la formación de relaciones integradas al mercado, principalmente la mita minera, que tenía que ver con el mercado de minerales. Pero también nos muestra la historia de estas relaciones el funcionamiento pervertido de la administración local, sobre todo por el papel que cumplen las autoridades locales y regionales. La corrosión de las instituciones y su permeabilidad a la corrupción hablan de las tempranas concomitancias entre poder y las relaciones perversas que llamamos genéricamente como corrupción. Lo primero que denuncian los dirigentes sublevados son estas anomalías y el incumplimiento de las normas establecidas. En principio los levantamientos se dan a nombre del rey contra las autoridades locales. También al principio se da una suerte de alianza con los criollos, que también tenían contradicciones con los españoles peninsulares, empero esta alianza es altamente compleja y generalmente va tender a su ruptura, en la medida que los propios movimientos se van radicalizando. Esto se observa sobre todo en la segunda etapa de los levantamientos, particularmente en el cerco a La Paz, aunque también se anuncia con los sucesos en Oruro, con cierta antelación. En este caso la guerra anticolonial asume las características de lo que se puede llamar una guerra de razas, apreciando las significaciones histórico-políticas de esta confrontación. Sin embargo también hay que anotar las grandes ambivalencias discursivas de la revuelta, cuando los líderes del levantamiento se preocupaban por la legitimidad de su posición y por su relación con el cristianismo. También se observa las diferencias de tendencias si venían de líderes vinculados a la nobleza indígena o si se constituían como expresión de las comunidades de base, los ayllus. En este segundo caso los comunarios estaban propiamente interesados en recuperar la tierra y los territorios, entrando tempranamente en confrontación con los hacendados criollos. Se puede notar la diferencia de tendencias y de proyectos si comparamos el proyecto integracionista de Tupac Amaru y el proyecto radical de separación y escisión de Tupac Katari, aunque también Tupac Katari tiene un comportamiento ambivalente con los curas. También se pueden notar contrastes entre los planteamientos de Tomas Katari y Tupac Katari, sobre todo porque en el primero se observa su predisposición a corregir las anomalías de la

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administración colonial, levantando la propia legalidad y legitimidad del rey. Sin embargo estos contrastes no se los puede descifrar si es que no se abarca el despliegue de todo el proceso del levantamiento, incluyendo sus distinciones temporales, regionales y locales, además de la misma evolución del enfrentamiento de los levantamientos. Esto es precisamente lo que vamos a tratar de hacer apuntando a develar el campo político que se abre con esta rebelión indígena.

Sinclair Thomson en su revisión de los proyectos de emancipación pan-andinos escribe:

Los proyectos anticoloniales, tal como los concebimos aquí, son aquellos que desafían explícita y conscientemente los fundamentos del orden político colonial: la soberanía española y la subordinación política de los indios. El desafío a ambas condiciones podía implicar cualquiera de los siguientes elementos: (1) el repudio o desplazamiento del rey de España (al remplazarlo, por ejemplo, por un rey Inka); (2) el rechazo de la subordinación política indígena (sea a través de la subordinación de los españoles o de la equivalencia entre los dos pueblos); y (3) la afirmación de la autonomía indígena (a través del rechazo a la corona y a las autoridades españolas en territorio americano, y en este caso, en territorio andino). Es importante señalar que, según estos criterios, los proyectos anticoloniales no siempre implicaban un repudio directo al monarca español. La agenda de eliminar o dominar a los colonos españoles y de dotar a los indios de una condición de igualdad, o bien de rechazo a las autoridades coloniales regionales, no siempre fue acompañada de un antagonismo explícito o de referencias directas a la corona17.

El proyecto del retorno del Inka, el rechazo a la subordinación política indígena y la afirmación de la autonomía indígena dibujan las tendencias en el campo político pan-andino. Lo que importa es comprender la formación del campo político pan-anadino como respuesta a la dominación colonial, la estructuración de la rebelión a lo largo del siglo XVIII, la constitución de sujetos y subjetividades que van alimentar a la rebelión con voluntades, imaginarios y acciones. Ciertamente el desarrollo de los levantamientos indígenas comprenden un proceso complejo y hasta contradictorio; la relación con el rey, al que no se lo veía nunca y de quién se tenía una idea tan vaga y vivía tan lejos, que parecía más bien un fantasma, es obviamente ambigua. Podía en un momento ser sustituido por un rey real y legitimo, el Inka. El hablar a nombre del rey contra las autoridades locales no niega el carácter anticolonial de las luchas; el problema de la totalización de la rebelión, de las consecuencias políticas en lo que respecta a la organización del Estado y de la sociedad, en lo que respecta a la legitimidad última, va estar pendiente. Empero, se va configurando la solución en la medida que se radicaliza el movimiento. Lo que importa de las insurrecciones 17Sinclair Thomson; Ob. Cit.; pág. 174.

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indígenas del siglo XVIII es que tocan las matrices de poder del capitalismo y la modernidad, el colonialismo. Podemos decir que el la lucha anticolonial es la base de la política en las periferias del sistema-mundo capitalista, es el sustrato más profundo, que le da una perspectiva a las luchas sociales. No se podrían vislumbrar los límites y los alcancesde las corrientes políticas y las luchas que se dan posteriormente si no comprendemos la apertura históricade los levantamientos indígenas del siglo XVII. El carácter problemático de la política moderna asoma con toda la complejidad de la lucha contra las dominaciones y la exigencia de libertades, derechos, además de la constitución de las subjetividades y sujetos rebeldes.

Respecto a la importancia de los levantamientos indígenas del siglo XVIII,importancia en la configuración de la política, por lo tanto de las luchas descolonizadoras, de las luchas sociales, de las luchas nacional-populares de los países andinos, vamos adelantar una interpretación genealógica de la historia política de Bolivia. Recogemos esta interpretación en una hipótesis sobre el acontecimiento político.

Hipótesis

El nacimiento de la política en la región andina se da con las insurrecciones indígenas del siglo XVIII, la matriz de la política en esta región se encuentra en este substrato de la historia moderna. Política en tanto cuestión de poder y de emancipaciones, política como espesor dinámico de las luchas sociales, por lo tanto que comprende en su geología sedimentada varias capas, las mismas que recoge la memoria larga de los levantamientos, delas rebeliones y las insurrecciones. Después de la insurrección indígena anticolonial del siglo XVIII se van a dar otros campos políticos en el contexto de otra modernidad, la relativa a la ilustración, fuertemente vinculada a un programa liberal, basada en el principio de individualización ciudadana, apuntando a la independencia a la conformación de la república. Nos encontramos ante otro imaginario y a un replanteamiento de la política, configurada en el espacio de las comunidades imaginadas, las naciones. La guerrilla de los 15 años y la guerra de la independencia se mueven en esta formación discursiva liberal. Se trata ciertamente de una lucha por la emancipación de la corona española, por lo tanto de una guerra anticolonial, empero lo que llama la atención es que esta guerra de la independencia criolla ignore la insurrección indígena el siglo anterior, como si lo que ocurriese en el siglo XIX y lo que ocurrió en el siglo XVIII no tuvieran conexión. Era difícil para los criollos y mestizos liberales comprender la insurrección comunitaria indígena. El desencuentro no solamente político sino también epistemológico se ahondó con la llegada de la ilustración.

Un tercer campo político se abre con la guerra del Chaco y sus consecuencias traumáticas. Podemos hablar de la formación de un

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campo político correspondiente a las luchas sociales ya la lucha nacional-popular. Es cuando se da se dan las formaciones de grandes organizaciones sindicales, de los partidos marxistas y también del partido nacionalista, se desatan luchas sociales, económicas y políticas de envergadura, que cuestionan el Estado oligárquico, es decir la forma del Estado-nación liberal dominado por la oligarquía minera. Este periodo de luchas sociales, que expresan un discurso marxistas, como la escrita en la Tesis de Pulacayo, que también expresan un discurso nacionalista que persigue recuperar la soberanía y los recursos naturales, soberanía enajenada por el llamado super-Estado de los “barones del estaño”, culmina en la revolución nacional de 1952 y en los 12 años que dura el periodo de los gobiernos nacionalistas revolucionarios. Tenemos aquí otro imaginario, de clase y nacionalista, tenemos también otra formación discursiva, marxista, mejor dicho obrerista, y nacional-popular. Por lo tanto también nos encontramos ante un nuevo replanteamiento de la política. En alguna la literatura política e histórica contemporánea se considera esta temporalidad histórica como si fuese el único intento de modernización del Estado y la sociedad. Empero podemos decir con Bolívar Echeverría que se trata de la modernidad de los Estado-nación; se trata de una modernidad institucional que intenta encaminarse por la industrialización para escapar de la dependencia económica, basando su gestión política en medidas de nacionalización. La política es marcada por la lucha de clases, el proyecto socialista, pero también por la convocatoria popular a la defensa de la nación y sus recursos naturales. Se trata de otra “episteme” en tanto circulación de saberes, una “episteme” que llamo boliviana, pues se pone como en el centro del debate la pregunta de ¿qué es ser boliviano? Ante esta pregunta se responde con el desafío de atrevamos a ser bolivianos18. En este caso también llama la atención la desconexión con la insurrección indígena des siglo XVIII, con la lucha anticolonial indígena. Cómo si quedara resuelta la cuestión colonial con la interpretación del problema del poder y de las dominaciones desde la lucha de clases, por lo tanto subsumiendo la cuestión indígena en la figura del proletariado o de la alianza obrero campesina. No sólo los marxistas ignoraron la insurrección del siglo XVIII, las exigencias históricas del levantamiento, el profundo carácter anticolonial de las luchas políticas, sino también los nacionalistas; el discurso del nacionalismo revolucionario supuso que la cuestión indígena se resolvía con el proceso de mestización que acompañaba a la formación de la consciencia nacional.

Como se puede ver estos tres campos políticos no se logran conectar, salvo que se entienda que hay alguna conexión con las interpretaciones que se hacen en el discurso nacionalista de los 15 años de la guerrilla y de la guerra de la independencia, así también salvo se entienda como alguna conexión el indigenismo que incorpora 18Revisar de Sergio Almaraz Paz Obra completa. Plural. La Paz.

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el nacionalismo en su proyecto de mestización. Se puede hablar de una desconexión de imaginarios, no se da un diálogo entre horizontes históricos culturales. Para que ocurra esto habrá que esperar la crisis de la década de los setenta, cuando irrumpe el discurso katarista interpelando al Estado y a la nación boliviana, retornando a la memoria larga indígena. Empero el dialogo intercultural se comienza a dar en la década de los noventa, después de la marcha indígena de tierras bajas por el territorio y la dignidad. A lo largo de los noventa se produce como una reflexión popular sobre el fracaso de los proyectos políticos y la necesidad de abrir un nuevo horizonte; esta reflexión también es asumida teóricamente y termina formando parte del debate en las organizaciones sociales, sobre todo indígenas y campesinas. La apertura y vivencias intensas de un nuevo horizonte político se despliegan durante las luchas y los movimientos sociales anti-sistémicos de 2000 al 2005, horizonte político ciertamente intercultural, a diferencia de los otros campos políticos anteriores. Se toma plena consciencia del significado histórico político de la insurrección indígena del siglo XVIII, de la exigencia profunda del proyecto descolonizador, de la necesaria articulación de la descolonización y de la mirada indígena a las otras luchas, sobre todo nacional-populares.

La política en este cuarto campo político, en este horizonte descolonizador, asume la pluralidad de las luchas, incorporando la lucha primordial por la madre tierra, en plena crisis estructural del capitalismo, crisis que tiene connotaciones destructivas ecológicas. La política se mueve en un pensamiento pluralista que piensa precisamente la pluralidad de los acontecimientos, la multiplicidad de singularidades, las conexiones interculturales, por eso mismo busca realizar las luchas en un mapa de transformaciones pluralistas del Estado y la sociedad. Estas son las razones de la complejidad de la Constitución Política del Estado Boliviana, lugar donde se logra transcribir los mandatos de los movimientos sociales y de las naciones y pueblos indígenas originarios, incluyendo temas pendientes de transición, tareas que tienen que ver con concepciones nacional-populares. Se trata de una Constitución intercultural y de transición, una Constitución que establece las características de las transformaciones en la transición. Hablamos de una transición pluralista, la invención de una nueva forma de Estado plurinacional comunitario y autonómico, también los referimos a una transición que conecta el modelo productivo con el vivir bien, como alternativa civilizatoria a la modernidad, al capitalismo y al desarrollo. Los ejes de la transformación política plurinacional, territorial, autonómica, comunitaria y productiva, también se halla contrastados por temas no superados, que tienen que ver mas bien con normativas conservadoras en el terreno del órgano ejecutivo, del órgano legislativo, órgano judicial y órgano electoral, copiando estructuras parecidas a la anterior Constitución y de otras constituciones liberales, como lo de la Procuraduría. Sin embargo, también es una Constitución que avanza en el sistema político, entendido como

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democracia participativa, como ejercicio plural de la democracia, directa, representativa y comunitaria. Se trata de una Constitución que exige la construcción colectiva de la decisión política, de la ley y de la gestión pública.

Esta complejidad del campo político y del horizonte político abierto quizás también pueda explicarnos las razones de las profundas contradicciones del proceso de cambio, también las razones del retroceso del gobierno ante las tareas que exige la Constitución. Ante la episteme intercultural abierta retrocede al folklore y reduce la emancipación cultural al simbolismo y la escenificación. En otras palabras, retorna al mestizaje, descartando la posibilidad de un gran diálogo intercultural y a la gran tarea de construir una institucionalidad intercultural. Ante la tarea de las transformaciones pluralistas, renuncia a la construcción de un pluralismo institucional y opta por restaurar el Estado-nación. Ante la tarea de la transformación comunitaria, se desliga de esta responsabilidad y prefiere optar por la defensa de la propiedad privada de la tierra, particularmente de la que siguen siendo latifundios. Ante la tarea de la descentralización administrativa política y la construcción de las autonomías, retrocede en todo prefiriendo anclarse en un centralismo obsoleto e ineficiente. Respecto a la tarea del modelo productivo, que tiene también que ver con la industrialización, empero conectada a la soberanía alimentaria, retrocede a la repetición devastadora del modelo extractivista. Respecto al modelo alternativo del vivir bien, lo usa como discurso en las presentaciones internacionales, sin tener ninguna repercusión en las políticas públicas nacionales. Frente a este problemática, en vez de debatir y discutir, de hacer participes a los movimientos sociales de las dificultades, prefiere retroceder a una solución “técnica”, a un empobrecido pragmatismo y realismo político, que les da una tranquilidad momentánea, empero termina colocándolos frente al proceso, en contra del mismo proceso.

Estas contradicciones y estos desenlaces conservadores forman parte de la cuestión política, de la problemática política, de la política en tanto relaciones de poder, estructura y diagramas de fuerza, que no sólo corresponden al ámbito del país sino también a las relaciones internacionales y con orden de dominación mundial. Una de las preguntas que tenemos que responder en relación a esta problemática de los retrocesos es ¿qué es el poder?, acompañada por otras preguntas, ¿cómo funciona?, ¿por qué no se puede desmantelar e Estado-nación y construir el Estado plurinacional comunitario y autonómico? ¿Por qué el Estado se traga a los gobernantes, conductores, a los que deberían transformar, en cambio los transforma y los convierte en los engranajes de estructuras y de relaciones de poder que parecen incontrolables? Estos temas tienen que ver con el tópico político que llamamos en la introducción, en el plan de trabajo de ¿Qué es la política?, la parte de la política que tiene que ver con la conservación del poder. Cómo dijimos, la política esta desgarrada por dos tendencias dicotómicas, la conservación del

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poder y la destrucción del poder, la administración de los humanos y de las cosas o el camino de las emancipaciones múltiples.

Ahora bien, de qué depende lo que pueda ocurrir con el proceso. El horizonte pluralista e intercultural de la política se ha abierto, el recorrer esta distancia hacia el horizonte depende vivir plenamente la política, las luchas y transformaciones abiertas por la política en su sentido pluralista intercultural, en su sentido de transición hacia otro modelo civilizatorio. Se trata de asumir las tareas comprometidas, la descolonización, el desmantelamiento del Estado-nación, la construcción del Estado plurinacional comunitario y autonómico, el modelo productivo, la soberanía alimentaria, la armonía con los ciclos vitales de la madre tierra. Empero para esto es menester desarticular las prácticas y habitusde las formas de hacer gestión tradicionales, por así decirlo, desmontar las estructuras y relaciones de poder que sostienen estas prácticas y este habitus. Esto significa la crítica radical al discurso justificativo del gobierno y de los gobernantes, la crítica al pragmatismo y realismo político optado, que encubre la restauración del Estado-nación y la subordinación a las empresas trasnacionales extractivistas.

Con esta interpretación marcamos una diferencia radical con la tesis de la conspiración, que considera un lugar primordial a las conspiraciones, a los grupos de conspiración, incluso a los secretos pactos. Esta tesis también deriva en la explicación de la decadencia de las revoluciones a través de factores subjetivos como la traición. Con esto se les atribuye un papel preponderante y determinante a los conspiradores, como si tuvieran en sus manos las riendas de la historia. Nada más desesperado y fácil que estas interpretaciones para explicar las contradicciones de los procesos. Los conspiradores son uno de los factores en la multiplicidad de factores que intervienen en los desenlaces de los procesos, no son de ninguna manera de los factores determinantes. La complejidad de los procesos se explica a partir de sus condiciones de posibilidad histórica, de las estructuras inherentes, los ámbitos de relaciones, las prácticas y claro también la constitución de sujetos y subjetividades. En el caso de los procesos revolucionarios y los que se proponen transformaciones, sus contradicciones, incluso sus retrocesos y decadencias, estos desenlaces deben explicarse a partir de la estructuras, relaciones, diagramas de poder, que juegan un papel no solamente en las resistencias institucionales al cambio, sino también la cooptación e integración de los revolucionarios precisamente a estas estructuras, relaciones y diagramas efectivos. La crisis, en este caso la crisis del Estado, tiene que llegar a ser tan profunda que desmantele estas estructuras, relaciones y diagramas. Parece que para efectuar esta tarea se requiere de saberes que sean capaces de descifrar la lógica inherente de estas estructuras, relaciones y diagramas de poder, un nuevo saber que circule y sea producto de la participación colectiva y comunitaria. No se puede seguir actuando a ciegas ante acontecimientos políticos estructurados por diagramas de poder y

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relaciones de fuerza que se ocultan en la maquinaria de las instituciones y en la profusión de las prácticas.

Acontecimientos políticos inaugurales de la política

La insurrección pan-andina

El historiador Sinclair Thomson describe las características del proceso insurreccional anticolonial del siglo XVIII de una manera sobresaliente por su manejo de las fases, estructuras e imaginarios involucrados; en su evaluación de los proyectos de emancipación y dinámica de la insurrección indígena comienza con la experiencia política de la comunidad Chuani de Ambaná, en la actual provincia de Larecaja. Escribe:

En la comunidad Chuani de Ambaná (Larecaja), entre fines de los años 1740 y principios de los años 1750, salió a la luz un proyecto radical inspirado en la conspiración de Azángaro en los años 1730. Bajo el liderazgo de los Palli, los indios de Chuani rechazaron a la autoridad local tanto civil como eclesiástica, y difundieron sus mensajes de “redención” por todo el distrito. El objetivo del movimiento era de “acabar o dominar los viracochas”, para restituir la libertad a los indios. Creían que eran los redentores, “ellos son redentores del pueblo y a fuerza de rigor harán vencimiento a todos y aún los de la provincia, por que a ellos les toca el mandar”19.

Los levantamientos y pronunciamientos son anticipados por la crisis de dominación, manifestada primero por los conflictos institucionales e intra-comunales, después por las consecuencias del reparto tributario y el fin de las mediaciones. La crisis de la dominación viene acompañada por una crisis de legitimidad; se cuestiona la perversión de las representaciones de mediación entre las autonomías indígenas coloniales y la administración colonial. Se incrustan en estas mediaciones personajes que venían de la nobleza indígena, también mestizos que aprovechan a través de matrimonios para habilitarse como caciques. También se cuestiona a caciques que se aprovechaban de su representación para esquilmar a las comunidades y enriquecerse a costa de ellas. Después el cuestionamiento se extiende a los párrocos y a las autoridades civiles coloniales. Son las comunidades las que se encargan de interpelar y juzgar la los caciques, los representantes, las autoridades civiles y eclesiásticas. Se produce una difusión de los pronunciamientos, que poco a poco se convierten en convocatorias al levantamiento.

El segundo momento excepcional en que surgió un proyecto identificable como anticolonial fue el cerco de Chulumani en 1771. Menos de dos años antes, el levantamiento del pueblo de Sicasica fue

19Sinclair Thomson: Ob. Cit.; pág. 175.

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también provocado por la explotación del Corregidor Villahermosa y sus agentes en el sistema de repartos, y sin embargo no hay evidencias de que su dirigente, Alejandro Chuquiguaman, buscara el derrocamiento de la dominación colonial o la eliminación de los españoles como metas de la movilización de los ayllus20.

En cambio:

El liderazgo y la insurrección de Chulumani adquirieron una naturaleza aún más radical. La movilización de Yungas había sido premeditada, y dio lugar al surgimiento de un grupo de dirigentes comunales – que no eran caciques y en su mayoría no habían sido antes autoridades comunales – que se lanzaron a organizarla y dirigirla21.

Fueron las comunidades la base de la movilización, también entregaron su perspectiva a los levantamientos, una perspectiva radical en relación a lo que había que hacer, la perspectiva del autogobierno. La rebelión de yungueña fue abiertamente anticolonial, las comunidades se organizaron para gobernar el territorio liberado.

El tercer momento excepcional de naturaleza radical y anticolonial se dio a principios de noviembre del mismo año (1771), cuando los comunarios de Pacajes se levantaron atacando a su Corregidor Josef del Castillo y tomando el poder en la capital provincial de Caquiaviri. La muerte del corregidor y de varios de sus lacayos en Jesús de Machaca fue una reacción espontánea, en ocasión de las festividades de Todos Santos, en contra del trato violento que había dispensado a los comunarios reunidos en el pueblo. Aunque sin duda esta confrontación estuvo llena de significación política, no hubo un proyecto político comunal que animara o dirigiera el ataque. Un compromiso más explícito con opciones y programas políticos claros habría de emerger después de la matanza, cuando los comunarios de Caquiaviri se vieron de pronto con el poder en sus manos, y tuvieron que enfrentar el inesperado desafío de gobernar22.

Se dan rebeliones locales como núcleos profundos de la crisis y focos de irradiación, se trata de eventos que muestran los alcances de la crisis de la administración colonial, empero todavía eventos de convocatoria restringida. Aunque se dan intensas experiencia de la inversión de valores. Es el caso de la indemnización de españoles y 20Ibídem: Pág. 177. 21Ibídem: Pág. 177. 22Ibídem: Pág. 181.

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mestizos que son obligados a formar parte de la comunidad, de las parcialidades del ayllu, a vestir con vestimenta autóctona, vistiendo mantas, camisetas y monteras, en tanta las mujeres de axsu.

El movimiento de Tomas Katari en Chayanta podría haber añadido leña al fuego de la visión de que una nueva era estaba comenzando. Las batallas de Katari contra los funcionarios regionales y locales abusivos comenzaron en 17777, cuando luego de regresar de un notable viaje a pie hasta las cortes de Buenos Aires, proclamo: “Ahora traigo nuevo mando del señor virrey, que ya no ha de ser como antes todo landroncio”. Bajo la conducción de Katari, la autonomía indígena parecía estar volviéndose una realidad hacia 1780: las comunidades obligaron a renunciar a los caciques ilegítimos que actuaban en complicidad con el corregidor; depusieron al propio Corregidor Joaquín Alós y actuaron con el fin de impedir que los sucesores designados por las autoridades asumieran el cargo; en ausencia del control colonial efectivo, Katari llego a gobernar la provincia prácticamente por sí mismo23.

La rebelión en Chayanta y la dirección de Tomas Katari nos muestra una fase intermedia del proceso de la rebelión indígena. Se recurre a la autoridad del virrey para deponer a las autoridades locales y cambiar la situación de los abusos en la región; se convierte en la autoridad en toda la región por el lapso que dura la ocupación indígena, llevando a cabo una especie de autogobierno. Sin embargo, no está cuestionada la autoridad del virrey tampoco la colonia. Estos hechos nos muestran las ambivalencias de la rebelión; en principio son rebeliones locales, llegan a ser incluso regionales, empero en esta etapa no prospera un cuestionamiento a la totalidad de la dominación colonial.

El 4 de noviembre de 1780, José Gabriel Tupac Amaru capturó al corregidor de la provincia de Tinta, Antonio de Arriaga, e inició su movimiento como heredero de la corona de los reyes nativos del Perú. Aunque no anunciará públicamente su separación de la corona de España, se comportó como un solo monarca lo haría, y la población reconoció de inmediato sus aspiraciones reales. TupacAmarú comenzó asegurándose victorias militares y la adhesión de los indios, mestizos y criollos en el distrito sur de la ciudad del Cuzco. Un inicial momento culminante. En el que al parecer se 23Ibídem: Pág. 198.

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confirmó la abrumadora superioridad de las fuerzas indígenas y la naturaleza providencial de su movimiento, llegó a ser tan intenso que quizás infundió en los participantes una cierta complacencia acerca de la continuación de la guerra. No fue capaz de capturar la estratégica ciudad capital; pero las provincias del sur se entregaron a las tropas indígenas leales al Inka. A lo largo de la lucha, su arraigo político se extendería hasta Arica, Tarapacá y Atacama en la costa; los valles de Charcas como Larecaja, Yungas y parte de Cochabamba hacia el este; y hacia el sur hasta Jujuy y Salta, con ecos en Mendoza en el nuevo Virreinato de Río de la Plata. El movimiento también cosechó simpatías en la sierra central y norte del Perú, y sus repercusiones se sintieron incluso hasta el Virreinato de Granada de Nueva Granada en el extremo norte24.

Con la dirección de Tupac Amaru y ciertamente la rebelión propiamente pan-andina que dirigió, se llega al nivel de mayor convocatoria y proyección de los levantamientos indígenas, también se llega a la proyección política mayor cuando se convierte en la figura de retorno del Inka, sustituyendo prácticamente al mismo res, y anuncia la conformación de un inmenso Estado que abarcaría desde las costas del pacífico hasta la el Paititi, es decir la Amazonia. La convocatoria a todos los nacidos en el continente, indios, criollos, mestizos, afrodescendientes, mulatos para conformar una unidad en contra de los españoles peninsulares puede entenderse como el proyecto político de mayor alcance durante el siglo de la rebelión indígena.

La violencia estalló en Oruro el 10 de febrero, en medio del pánico por una oleada de rumores de que el corregidor y su facción de europeos iban a atacar a los miembros de la milicia criolla y acabar con sus adversarios. Luego de un confuso incidente, una revuelta plebeya de criollos, mestizos y cholos se amotinó e incendió la casa de un comerciante peninsular en la que se habían refugiado muchos europeos con sus caudales. A la mañana siguiente, once españoles y cinco esclavos habían perecido como resultado de las quemaduras y golpes. En una asamblea improvisada, la multitud proclamó su voluntad de que el prominente criollo Jacinto Rodríguez sea el nuevo corregidor y que los europeos abandonen la ciudad de inmediato o se los mate. A medida que transcurrió el día, miles de comunarios convergieron en la ciudad, en apoyo a sus camaradas o “hermanos”,

24Ibídem: Pág. 200-201.

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en el lenguaje de Tupac Amaru, y en defensa del nuevo corregidor. Se veían indios y criollos abrazándose en las calles25.

Lo que se observa en la toma de Oruro es la inmediata alianza entre indios, criollos y mestizos contra los europeos. Sin embargo, una alianza frágil, que no llega a durar, debido a las diferentes percepciones sobre los desenlaces del conflicto. Los indígenas de las comunidades no van a tardar de entrar en contradicciones con criollos y mestizos; estos últimos toman la decisión de sacar a los indígenas de la ciudad cuanto antes. Uno de los temas en conflictos es el de la tierra; las comunidades exigían la devolución de tierras, esto afectaba también a propietarios terratenientes criollos y mestizos. Para los criollos y mestizos estaba bien sacar a los españoles, pero no veían con buenos ojos las pretensiones comunitarias sobre la tenencia de la tierra. Estas contradicciones terminaron rompiendo la alianza inicial.

Si bien la rebelión con Tupac Amaru fue la más extensa y comprometió al mundo pan-andino, además fue la que contó con un proyecto político en pleno sentido de la palabra, apuntando a la totalización de la rebelión y la conformación de otro Estado, la rebelión dirigida por Tupac Katari, más concentrada en la región del Altiplano norte y sitiando a la ciudad de La Paz, correspondió a la etapa más radical del proceso de la rebelión indígena. También fue como el momento de clausura de la insurrección indígena en el siglo XVIII, aunque siguieron los levantamientos esporádicos y locales después de la muerte del líder. Las características de esta última etapa del proceso de la rebelión indígena del siglo XVIII son sintomáticas, muestran elocuentemente la fuerza del levantamiento indígena, pero también, al mismo tiempo profundos contrastes, debido a comportamientos ambiguos del propio líder, además de evidenciar una composición de alianzas que no terminó de solidificarse.

El historiador al que seguimos, Sinclair Thomson, escribe sobre Julián Apaza, en un apartado sugestivo que titula Manifestaciones de la “Serpiente Resplandeciente”, lo siguiente:

Hacia principios de 1781, podemos imaginar que Julián Apaza, a la madura edad de 30 años, era un hombre curtido por años de

25Ibídem: Pág. 207.

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dificultades personales y dotado de una larga experiencia. Como forastero comunario de un ayllu rural del altiplano, fue criado y vivió en las circunstancias más exigentes y empobrecidas. Sufría de una enfermedad física, quizás una poliomielitis infantil, que dejó algo retorcidas sus piernas y brazos. Sin embargo, su energía física no parece haber disminuido con ello, y siempre estuvo a la altura de su intensidad de carácter. Sin duda, había desarrollado desde temprana edad un sentido de autoconfianza. Si trabajó en un ingenio de minerales, como rumoreaba, habría conocido de primera mano el poder económico criollo y los rigores de una proto-industria colonial. Como comerciante itinerante, habría sido expuesto a las duras condiciones de los caminos. Sin duda estaba acostumbrado a tratos bruscos con los otros indios, cholos y mestizos que llevaban sus caravanas de llamas o recuas de mulas por las mismas rutas, y a través de sus encuentros habría escuchado historias acerca de los rincones más distantes del reino. En sus viajes, ha debido conocer mucho sobre la vida de la gente que residía en el altiplano y en los valles interandinos, y ha debido visitar otras ciudades coloniales además de La Paz. Habría adquirido un amplio conocimiento de los modos de dominación colonial cotidianos y sutiles, así como de los sufrimientos comunes de los indios, sus miedos y resentimientos, y su aspiración liberarse del “pesado yugo”26.

El dibujo de este semblante es un buen comienzo para comprender el protagonismo que va jugar Julián Apaza en la etapa más radical del proceso de la rebelión indígena, sido oriundo comunario, es decir plebeyo y no descendiente de la nobleza indígena. Adquiere el nombre de Tupac de Tupac Amaru y el de Katari de Tomas Katari, los otros líderes de la rebelión que le antecedieron. Es el encargado de llevar adelante la continuación de la rebelión, quizás en momentos difíciles debido la derrota de Tupac Amaru. La tarea más complicada, a unprincipio, ha debido ser convencer a las comunidades, a sus jilakatas y malkus, de que era el encargado de continuar la rebelión. Para eso contaba con una carta interceptada de TomasKatari dirigida a TupacAmaru. Seguramente que no fue fácil ganarse el liderato, fue un trabajo arduo, incluso mantener la unidad de la confederación que sitiaba la ciudad de La Paz. Empero el hecho que un liderato haya surgido desde las bases expresa el carácter de esta etapa de la rebelión y las razones de su radicalización. A propósito Sinclair Thomson anota que:

La formación política de Julián Apaza deriva claramente de la fase aguda de las luchas comunales (ocurrida cuando él era adolescente), 26 Siclair Thomson; Ob. Cit.; págs. 224-225.

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que culminó en los levantamientos de los pueblos de SicaSica en 1769 y de Yungas y Pacajes en 1771. En 1781, la mujer de Apaza, Barolina Sisa, declaró que él había estado preparando el movimiento durante diez años27.

A lo largo del proceso de la rebelión la misma había combinado dos interpelaciones, la de las comunidades y la de las estructuras y redes donde se asentaban los lideres. Se ha visto que los comunarios tendían a la radicalización del proceso, en tanto que los líderes tendían a mantener las alianzas. Esta vez tanto la interpelación de las comunidades como la interpelación del líder coincidieron. Fue indudablemente la etapa más radical del proceso de la rebelión indígena durante el siglo XVIII, pero también no dejó de mostrar sus propias ambigüedades. Como en el caso de la rebelión de Tupac Amaru no se tomó la ciudad del Cuco, Tupac Katari tampoco llegó a tomar la ciudad de La Paz. Ambas tomas eran indispensables en la estrategia militar, prácticamente se dejó pasar el tiempo, dándole la oportunidad al ejército español que llegó del sur a socorrer a la ciudad sitiada. Este es un tema que quedó pendiente en el análisis y en la historia; se debe abordar la respuesta a esta cuestionante de manera abierta y analítica. Puede ser que haya habido desacuerdos internos en la confederación de mandos que situaban a las dos ciudades; sin embargo, este hecho forma parte de la complejidad del proceso de la rebelión pan-andina. Otro tema complicado es la relación con la religión católica; las rebeliones no se desprendieron de los imaginarios cristianos, recurrieron a éstos tanto en forma sincrética como directa. Esto se ve en la relación que tenía Tupac Katari con los curas que asistieron en el campamento militar indígena. Sin embargo, estas ambivalencias no opacan de ninguna manera la conducción de la rebelión indígena y del sitio a la ciudad de La Paz, sino que muestran el desarrollo del proceso en esta etapa, su desenvolvimiento molecular, avanzando, emancipándose de las ataduras coloniales. Todo esto forma parte de la complejidad y riqueza del levantamiento indígena del siglo XVIII.

La revolución negra

¿Qué es el colonialismo? Esta pregunta es grave, sobre todo cuando se tiene que responderla ante los abominables hechos de la esclavización, del comercio de esclavos y la trata de humanos reducidos a las condiciones de la mayor bestialidad inimaginables. La

27Ibídem: Pág. 225.

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realidad supera a la imaginación. Por otra parte hablamos de bestialidad, no de animalidad, pues los animales son otra cosa; la bestia es la invención humana más atroz. Quizás es la realización de sus más terribles pesadillas. La pregunta también es: ¿de qué es capaz el hombre? No estamos hablando de la mujer, pues ellas, la pluralidad, han sido reducidas también por la dominación masculina a distintas condiciones de subalternidad, de sumisión y de goce. ¿Cómo llegaron a inventarse un régimen tan espantoso como el comercio de esclavos y la cruel esclavización de la modernidad y de los orígenes del capitalismo? ¿Qué los empujo a cometer semejantes crímenes en tan gigantesca escala? ¿El dinero? ¿La ganancia? ¿La abismal diferencia de poder, es decir de dominio, basado en la superioridad en los mares y en la tecnología militar?

Con la conquista del quinto continente, Abya Ayala, se generaron transformaciones en la estructura y correlación de fuerzas en el mundo; Europa salió de su aislamiento por el Atlántico, convirtiéndose la península de Eurasia en el centro y el eje de los nuevos circuitos mercantiles. Abya Ayala fue desbastada de norte a sud, de este a oeste, generando el despoblamiento a consecuencia del genocidio y etnocidio sumados. Esto fue francamente problemático incluso para los regímenes coloniales pues ya no contaban con mano de obra servil en vastos espacios geográficos, tanto para el trabajo de las minas como para el trabajo de las plantaciones. El dominico Bartolomé de las Casas preocupado por la desaparición de la población indígena, y ante la descomedida y reiterativa violencia de los conquistadores, quienes no cumplían ni con las leyes coloniales, que protegían a los indígenas como vasallos del rey, leyes de indias; el dominico, quién había logrado convencer a los reyes de que los indígenas eran humanos y tenían alma, propuso para salvar a la población indígena ante los atropellos que no parecían detenerse, que se trajesen esclavos del África para realizar las duras tareas a que eran sometidos los indígenas. Comenzaron los españoles, después les siguieron los portugueses, continuaron los holandeses, franceses e ingleses. Se convirtió el tráfico de esclavos en el negocio más rentable, además de traer efectos multiplicadores con el trabajo esclavo, energía productiva no-pagada, sobre todo en las plantaciones.

El vaciamiento del África negra, el traslado de grandes contingentes de hombre, mujeres y niños, arrancados de sus aldeas, hacia el nuevo continente y sus islas del caribe, fue producto de una gigantesca empresa descomunal, que involucraba a la marina de varios países europeos, en mutua competencia. Muchísimos murieronprimero en el

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transcurro del viaje por tierra; después en los calamitosos depósitos de humanos, donde los hacinaban; seguidamente, en las estructura de los barcos, donde prácticamente los tapiaban en estrechos espacios. Esta iniquidad fue cambiada por subidas temporales a la cubierta, para elevar la moral depresiva de los esclavos. Este era el momento que algunos aprovechaban de liberarse de este infierno; muchos esclavos transportados, para escapar de esta condena inaudita, se arrojaban al mar a la menor oportunidad. El costo de muertes fue muy alto en este comercio de esclavos, compensado, según los cálculos mercantiles de los esclavistas negreros, con la venta de los cargamentos. Este crimen de lesa humanidad, esta deuda irremediable nunca fue pagada por Europa y los otros países involucrados en el comercio de esclavos, como Estados Unidos de Norte América. Tuvieron los propios esclavos que revelarse para conquistar su libertad.

La historia de la revolución negra de Haití es una de las más profundas y reveladoras del nacimiento de la política moderna, del alcance de las conquistas democráticas y de las conquistas de los derechos humanos, del sentido histórico que adquirieron, para no ser meras abstracciones en los discursos y en las constituciones. En cierto sentido, en términos de la concreción de la significación histórica, el significado de la emancipación alcanzó con a revolución negra mayor profundidad que la revolución francesa debido al carácter descolonizador de la revolución, a la elevada liberación que lograba la rebelión de los esclavos, al admirable gesto liberador de los humanos más destruidos y condenados de la tierra, reducidos a propiedad absoluta de los amos esclavistas, reducidos a la condición deshumanizada de meros instrumentos de trabajo, a la condición más inhumana y brutal que se puede imaginar. El grito de la revolución negra viene desde la herida más profunda, más desgarrada, desde el abismo más oscuro del ser humano. Acompañando a las conquistas más democráticas de la revolución francesa, los derechos del hombre, la igualdad, la fraternidad y la solidaridad, la abolición de la monarquía y las aristocracias, entre ellas la aristocracia de sangre, se levantaron los esclavos de la isla la Española, del lado de la posesión francesa. Quemaron las plantaciones de caña de los colonos blancos, expulsándolos de sus propiedades, haciéndolos huir, devolviéndoles la violencia que ellos cristalizaron en sus huesos, arrinconándolos a las ciudades y a los puertos, tomando territorios y hasta poblados. Así comenzó la larga guerra civil de Haití que duraría como una docena de años.

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Hay que aprender de estos conmovedores acontecimientos, que son como los dolores de parto de la modernidad, hay que penetrar hasta la raíz de la convulsión misma, de la potencia social de la revolución negra, para comprender la capacidad creativa de los explotados de la tierra, convertidos en insurrectos. La lucha por la igualdad nunca se hubiera entendido a cabalidad si no hubiera sido por estos hombres y mujeres de color que exigieron este reconocimiento de igualdad, en sentido pleno y concreto, en el sentido profundo de la conmovedora condición humana, con la abolición de la esclavitud. Tocaron lo más irracional de los prejuicios humanos de entonces, el prejuicio racial, por el color de la piel. Interpelaron incluso a los revolucionarios de París, a la Convención, a la Constituyente, al Directorio, pero sobre todo a los revolucionarios de París, los san culottes, al pueblo trabajador parisino, que empujó a la Asamblea a apoyar a los insurrectos negros, a sus demandas por la abolición y el reconocimiento a la igualdad. Esta alianza entre explotados fue clave para extender la fuerza de combate del ejercito negro de Toussaint L’Overture, que venció al ejército monárquico francés, al ejercito colonial inglés, al ejército español y, por último, con la continuidad de la lucha al mando de Dessalines, al ejército napoleónico invasor.

Esta historia de la revolución negra ha sido ocultada o disminuida a acontecimiento local por la llamada historia universal, historia oficial de la legitimación del orden mundial, del orden imperialista, por el intencional ocultamiento de los historiadores de la modernidad. Son pocos los historiadores que han sacado a luz las grandiosas dimensiones de esta revolución, entre ellos el conocido historiador marxista C.L.R. James, quien en su famoso libro Los jacobinos negros28 devela el papel crucial de la revolución negra en la configuración de un mundo post-esclavista, en el transcurso de la transformación de la re-configuración europea y posteriormente americana. ¿Cuánto se les debe a estos revolucionarios de color en la historia de las conquistas democráticas? Es indudable su gran aporte en la lucha anticolonial y descolonizadora, incluso en la arqueología de las teorías de la descolonización. Esto es importante decirlo pues hay algunas corrientes académicas y algunos intelectuales contemporáneos que se creen los portadores de las teorías de la descolonización. No solamente esta es una muestra desproporcionada de falta de humildad sino una manifestación de desprecio académico por los movimientos, procesos y discursos descolonizadores, íntimamente arraigados con estos acontecimientos transgresores de órdenes de dominación colonial, con estas 28C.L.R. James: Los jacobinos negros. Toussaint L’Ouverture y la revolución de Haití. Fondo de CulturaEconómica 2003; México.

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insurrecciones y guerras anticoloniales. Uno de los creadores del discurso descolonizador y de las bases de la teoría descolonizadora es pues Toussaint L’Overture. En su correspondencia se encuentra expuesta con suma claridad las tesis más caras de la descolonización. Esto se debe sobre todo a la lucidez crítica contra el régimen esclavista, basada precisamente en la experiencia desgarradora y destructiva de la esclavitud. Experiencia que permite abrir a la mirada los lugares y las escenas más degradantes donde puede ser arrojado el ser humano. La convicción por la emancipación de los esclavos, no sólo de la isla, sino incluso de los que se encontraban en América, era en él una convicción por la emancipación humana. No podía separar la lucha de los esclavos de la lucha por las emancipaciones de la humanidad de las cadenas de sus dominaciones, impuestas por los amos, patrones y burgueses. No era pues el proletariado obrero la última de las clases, los que nada tenían que perder, sino estos proletarios esclavos, convertidos en propiedad, susceptible de destrucción, reducidos a la condición de meros instrumentos de trabajo, despreciados y maltratados, como no se lo hace con las máquinas; oprimidos bestializados por la violencia colonial y esclavista. Eran los esclavos los que debían liberar al mundo de las dominaciones que se asientan sobre la matriz colonial. No podía haber paz mientras no se reconociese la plena libertad y por lo tanto la igualdad entre los humanos, cobre todo el reconocimiento de esta condición a los humanos reducidos a esclavos. No puede haber una sociedad libre basada en el régimen esclavista, base del sistema colonial. Como republicano fincó sus esperanzas en la república francesa; empero cuando el proceso revolucionario derivó en una curva regresiva, cuando los jacobinos llegaron a su límite con el laberinto del terror, sin atreverse a seguir a los comunistas, a lossan culottes, por lo tanto quedando solos, aislados de las masas revolucionarias, comenzó la etapa reaccionaria del proceso.Esta etapa fue conducida por la nueva burguesía, que apartó a las masas de toda influencia en el Congreso, llevando al proceso al termidor y después al régimen bonapartista. Toussaint vio el peligro de una intervención napoleónica y el retorno a la esclavitud de sus compatriotas liberados, seres humanos ya en armas y trabajadores libres. Esta situación lo obligó a tomar toda la isla, la parte española de Santo Domingo, para evitar o contener el desembarco de las tropas napoleónicas.

Esta sensibilidad ante las variaciones de las coyunturas de un proceso dramático lo llevó a entender que la garantía de la abolición de la esclavitud no se logra sólo con la ley abolicionista, el reconocimiento de libertad para los esclavos, por parte de la república francesa, sino

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que era necesario garantizar la abolición en el tiempo. Esto significaba la independencia y la construcción de una república negra. A esta conclusión no llegó Toussaint L’Ouverture, pues se mantuvo fiel hasta el final a la república francesa; fue su comandando Dessalines quién comprendió más radicalmente la situación y supo sacar las consecuencias de las enseñanzas de la guerra anticolonial que llevaron a cabo.

Historia y emancipación

C.R.L. James condensa la historia de la revolución de los esclavos de Haití en las primeraspáginas de su libro de la siguiente manera:

En 1879, la colonia de Santo Domingo de las indias occidentales francesas representaba las dos terceras partes del comercio de Francia con el exterior y era la isla comercial más importante para el tráfico de esclavos europeo. Era parte integrante de la vida económica de la época: la mejor colonia del mundo, el orgullo de Francia y la envidia de todas las demás naciones imperialistas. Toda su estructura reposaba sobre el trabajo de medio millón de esclavos29.

En agosto de 1791, a dos años de la revolución francesa, los esclavos se revelaron. El combate duró 12 años, hasta la declaración de Independencia. El ejército de esclavos derrotó paulatinamente, primero a los blancos colonos de la isla y propietarios de plantaciones, después al ejército monárquico francés, resistieron a la invasión española, a la armada británica que lanzó sobre la isla, en plena crisis, una expedición de 60 000 hombres; por último vencieron a la expedición napoleónica de tamaño similar a la británica, comandada por el cuñado de Napoleón Bonaparte. La derrota del ejército de Bonaparte desembocó en 1803 en la creación del Estado negro de Haití. Se trata de la única revuelta de esclavos en la historia que salió con éxito. Los problemas que tuvo que enfrentar la revolución muestran patentemente los grandes intereses que estaban en juego. Lo que llama la atención es la potencia de transformación de la energía emancipatoria liberada; de esclavos temerosos ante la sólo presencia de un hombre blanco, se convirtieron en una fuerza revolucionaria capaz de derrotar a las potencias europeas dominantes de entonces30.

29 C.R.L. James: Ob. Cit.; pág. 17.30Ibídem: Pág. 17.

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La expedición de Cristóbal Colón fue primera que desembarcó en estas islas paradisiacas del Caribe, primero en la isla de San Salvador, después en la Isla que será bautizada como la Española, donde se encuentra Haití. Los españoles preguntaron dónde había oro y los nativos le señalaron la gran isla donde se encontraba el precioso metal, isla donde ahora se encuentran Haití y Santo Domingo, bautizada en el desembarco de los conquistadores como la Hispaniola. Se trata de una de las islas grandes del Caribe, en comparación se puede decir que es de un tamaño equivalente a la isla de Irlanda31.

Refiriéndose a este momento el autor de los Jacobinos negros escribe:

Los españoles, los europeos más adelantados de la época, se anexionaron la isla, la llamaron la Hispaniola, y asumieron la protección de los atrasados nativos. Introdujeron el cristianismo, el trabajo forzado en las minas, el crimen, la violación, los perros asesinos, las enfermedades desconocidas y la hambruna planificada (mediante la destrucción de los cultivos para que los rebeldes murieran de hambre). Estos y otros requisitos de la civilización superior redujeron la población nativa de entre medio a un millón de habitantes a 60 000 en 15 años32.

Bartolomé de las Casas, un sacerdote dominico, contando con la experiencia dramática de la población nativa en la colonia, viajo a España para defender la abolición de la esclavitud de los nativos. La pregunta que les hizo a los monarcas es: ¿cómo iba a perdurar la colonia sin los nativos? Todo lo que recibían como paga los nativos era la cristianización y se encontraban obligados a trabajar en las minas. Los monarcas accedieron al pedido. La corona abolió los repartimientos, el trabajo forzado; empero esto quedó en los papeles, pues los encargados de los trabajos y a economía siguieron practicando el trabajo forzado, a pesar de las disposiciones de la corona. Bartolomé de las Casas abrumado por la contundente realidad, donde veía la desaparición de la población nativa, sugirió la idea de importar robustos esclavos del continente africano. En 1517 Carlos V autorizó la exportación de 15 000 esclavos a la isla de Santo Domingo. De esta manera el sacerdote y el rey trajeron a esta parte del mundo el comercio de esclavos33.

Llegaron a las islas del Caribe toda clase de forasteros y aventureros, venían a la Española desde las islas cercanas; eran cazadores, 31Ibídem: Pág. 21.32Ibídem: Pág. 21. 33Ibídem: Pág. 22.

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cultivadores de café y algunos ganaderos. Los españoles decidieron dar guerra sin cuartel a estos advenedizos, optaron por matar a las cabezas de ganado. Ingleses, francés y españoles se entrabaron en una lucha despiadada que desgarró a la isla, hasta que en 1695 el Tratado de Ryswick, suscrito entre España y Francia,otorgó a Francia la posesión legal de la parte occidental de la isla. Una vez que se asentaron los colonos se necesitó cada vez más cuerpos y brazos para descargar su energía en los duros trabajos requeridos; se decidió traer contingentes de esclavos del África. Vinieron por centenares de miles a poblar la isla, transformando su composición demográfica34.

Un cuadro devastador de este comercio de esclavos dibuja C.L.R. James:

Los traficantes de esclavos saquearon las costas del golfo de Guinea. Devastaban una zona y a continuación proseguían su marcha hacia occidente, y a continuación hacia el sur, década tras década, desde el Niger hasta las riberas del Congo, desde Loango y Ángola hasta el cabo de Buena Esperanza, y en 1789 habían llegado incluso a Mozambique, en la costa oriental del África35.

Los traficantes de esclavos se abalanzaron sobre aldeas campesinas, que tenían una mejor organización que los pueblos de campesinos europeos para la agricultura. Destrozaron estos sistemas de cultivos, empujando a poblaciones a la hambruna y a la degradación. Los humanos eran cazados en el interior, atados los unos a los otros en columnas, cargados con pesadas piedras para evitar tentativas de fuga, obligados después a emprender el largo camino hasta el mar, incluso de cientos de kilómetros en muchos casos. La parte despiadada la cargaban los enfermos y los débiles, se desplomaban para morir en la selva. Una vez sufrido estos dramáticos percances, eran transportados hasta la costa en canoa, tendidos en el fondo de las embarcaciones durante días que parecíanimperecederos, con las manos atadas, los rostros expuestos al sol y a la lluvia tropical, las espaldas sobre el agua acumulada en la concavidad de las canoas. Cuando por fin se llegaba a los puertos de embarque, se los encerraba en “empalizadas” para ser inspeccionados por tratantes de esclavos. De este modo millares de seres humanos se aglomeraban en estos “antros de putrefactos”, en los que se dice que ningún europeo podía mantenerse de pie por más de un cuarto de hora sin desmayarse. Los africanos también se desmayaban, pero se

34Ibídem: Pág. 22.35Ibídem: Pág. 23.

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recuperaban o morían. El número de bajas en las “empalizadas” llego a rondar por el 20%36.

Cuando se emprendía el viaje por mar, en los barcos, se comprimía literalmente a los esclavos en galerías escalonadas. A cada esclavo de le asignaba un espacio reducido apenas de un metro y medio de largo por un metro de alto. Se puede comprender que las revueltas en los puertos y a bordo de los navíos eran incesantes. Por eso se tomaron medidas; se encadenaba a los esclavos, la mano derecha a la pierna derecha, la mano izquierda a la pierna izquierda, enganchándolos en fila a largas vigas de hierro. Puede uno imaginarse el infierno vivido en esas embarcaciones, donde los esclavos prácticamente tapiados, apenas podían moverse. Se los sacaba para limpiar los cubículos y volverlos a meter37. Cuando se llegaba a destino del mercado de esclavos, eran subidos a cubierta donde eran minuciosamente examinados, antes de ser comprados.

Podemos decir que el infierno volvía a comenzar en el nuevo mundo donde fueron vendidos los esclavos. Ahora comenzaba la faena del trabajo forzado, plagado de múltiples violencias. El trabajo en las plantaciones era extenuante, la noche era relativamente un sosiego, empero cuando amanecía maldecía el comienzo del día que los condenaba al tormento rutinario del trabajo esclavo. Eran castigados por cualquier falta con azotes de látigo que restañaban en sus espaldas, que no solamente los dejaba mal trechos sino a veces los mataba. El Código Negro de Luis XIV trató de corregir este martirio, disminuyendo los castigos, los azotes, y determinando horas de comida y descanso. Empero fue un saludo a la bandera, pues los que deberían llevarlo a cabo no cumplían, siguieron con sus prácticas de violencia descarnada. In embargo, a pesar de esta destrucción sistemática de toda humanidad, los esclavos recurrieron para escapar de esta condena a la danza y a los cantos. No se pudo aplacar el sueño de emancipación, este sueño reapareció en el culto del vudú, cuando bailaban y cantaban su letra favorita:

Eh! Eh! Bomba! Heu! Heu!

Canga, bafio té!

Canga, mouné de lé!

Canga, do ki la!

Canga, li!36Ibídem. Pág. 24.37Ibídem: Pág. 25.

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Canción que quiere decir en la traducción: Juramos destruir a los blancos y todas sus posesiones; mejor morir, que faltar a este juramento.

Estratificación social en la colonia esclavista

En las colonias es importante tener en cuenta la estratificación racial, pero también la estratificación social, estratificaciones que conformaban estas sociedades de profundos contrastes, construidas al calor de violencias desmedidas y avances intensos del capitalismo y sus mercados. En el caso de Haití, el contraste mayor se daba entre blancos europeos y esclavos africanos; empero, en ambos conjuntos el cuadro no era homogéneo. Estaban los colonos propietarios de plantaciones, empero, como encima de ellos se encontraban los funcionarios y los militares de la monarquía; no todos del mismo rango. Entre los colonos había grandes, mediano y pequeños propietarios. Debajo de los colonos blancos, había otros blancos que no eran propietarios y vivían en las ciudades; algunos de ellos funcionarios de bajos puestos, comerciantes, artesanos, incluso marginales. Entre blancos y esclavos africanos, había quienes no eran ni blancos ni negros, estos son las diversas tonalidades de los mestizos. Algunos llegaron a ser propietarios de plantaciones y ricos comerciantes, incluso se formaron profesionalmente en París; había abogados. Empero la masa de mestizos se encontraba también en las ciudades cumpliendo labores en los intersticios del mercado, incluso llegaban a puestos de funcionarios o de empresas comerciales. El mestizo adquiría un código racial mas o menos positivo en la medida que se acercaba su tonalidad de piel al blanco, en tanto que adquiría un código racial negativo en la medida que su tonalidad de piel se acercaba al negro. Se llegó al colmo de hacer una clasificación detallada de estas diversas tonalidades. En el conjunto de los negros, tampoco había homogeneidad; aunque la masa se encontraba en los esclavos africanos trabajadores de las plantaciones y del campo, había esclavos privilegiados, si se puede hablar así, que tenían tareas domésticas en casa de los patrones. Con el tiempo también aparecieron los esclavos libertos, así como los que escaparon al monte en busca de su libertad, los cimarrones. Algunos de los esclavos con ciertos privilegios y tiempo se llegaron a formar, aprovechando el aprendizaje de la lectura y de la escritura. Uno de ellos fue Toussaint L’Ouverture.

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Hay que interpretar el desafío de la composición social de las sociedades coloniales. Estamos hablando de islas donde prácticamente han desaparecido las poblaciones nativas; entonces sobre los cementerios indígenas se estructuraron estas sociedades. Bartolomé de as Casas no pudo salvarlos en estos lugares tropicales, fueron sustituidos por las poblaciones africanas y los afrodescendientes. En estas sociedades coloniales lo que nunca hay que perder de vista es que es la energía expropiada de los cuerpos de los esclavos la que dado lugar a la dinámica económica, social, política y cultural de las estructuras e instituciones coloniales. El dominio colonial se inscribe en estos cuerpos y los engancha o todo el circuito económico y comercial del Atlántico, a todo el proceso de acumulación de capital, por lo tanto a la formación de las burguesías europeas comerciales, mercantes y marítimas, también a la burguesía financiera.

Los colonos eran la clase dominante en Haití, empero no eran la clase dominante en Francia. La clase dominante en Francia era la burguesía configurada en todos sus estratos. Desde la comercial hasta la industrial, pasando por la marítima y comenzando a traspasar los propios limites de la burguesía industrial, la formación de la burguesía financiera, en el marco de las nuevas finanzas del sistema capitalista. Son las burguesías marítima y la comercial las que van a incidir en el curso de los acontecimientos de la guerra anticolonial de Haití; sus decisiones, en una etapa avanzada de la guerra y en una etapa regresiva de la revolución francesa, van a provocar la caída de Toussaint L’Ouverture y el curso a la independencia de Haití, conducido por Dessalines, que se va a entronar como rey de la nación independiente. Los colonos blancos fueron la causa inmediata del levantamiento de los esclavos, la explotación desmedida de estos colonos sobre sus propiedades humanas es la causa de esta acumulación de odio y deseo de venganza, base pasional de la acumulación de fuerzas en tal intensidad que van a estallar convertidas en una rebelión imparable.

¿Cómo explicar esta estructura racial y social colonial? Los colonos no son bien vistos en Francia, ni en la Francia monárquica, ni en la Francia republicana, aunque van a ser los que aparen y sostengan a la decrépita nobleza francesa, en sus últimos días. Son como los nuevos ricos, que, cuando contaban con suficiente dinero, se iban a París o al interior, vivían de sus rentas, dejando administradores de sus plantaciones en la isla. Otros, que no gozaban de este atesoramiento, se quedaban administrando directamente sus plantaciones, optando por viajar de vez en cuando, también

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mandando a sus hijos a estudiar en París. Empero, la presencia de estos colonos dependía de la ocupación militar y de la burocracia gobernante, quienes estaban directamente vinculados con las estructuras de poder de la monarquía, después de a república. Los funcionarios y militares de alto rango se sentían estar por encima de los colonos, aunque dependieran de sus sueldos. Es posible, que algunos de ellos hayan cruzado la línea y se hayan convertido también en propietarios de plantaciones y de esclavos. Sin embargo, administraban, en todo caso un régimen esclavista.

Como dice C.R.L. James, las dos terceras partes del comercio francés dependían de la isla. Podemos entonces decir que se trata de una economía capitalista asentada en la explotación de los esclavos. La economía capitalista tiene en sus cimientos las cavernas de la esclavización. Se sostiene en este despojamiento. Esta es la razón de la manera desesperada con la que se aferraron a la colonia y se embargaron en una guerra desgastante. Lo que ocurre con Francia monárquica, también ocurre con Gran Bretaña y Holanda, aunque con sus diferencias y contextos propios. También ocurría con España y Portugal, sólo que en este caso, hablamos de estados territoriales coloniales, empero con menor desarrollo capitalista, quizás estancados en un capitalismo comercial con incipiente desarrollo industrial, por lo tanto no pudiendo ser suelos del centro de la acumulación ampliada de capital.

Lo que interesa en estas anotaciones es observar que no se puede comprender a estas sociedades coloniales y sus estratificaciones independientemente de lo que ocurre en el mundo de los circuitos donde están integradas. Se trata de flujos y circuitos, flujos de muerte, cuando se trata de la desaparición de las poblaciones nativas; flujos del tráfico humano, cuando se trata del transporte y asentamiento de contingentes de esclavos en las plantaciones y en las minas; flujos de colonizadores, cuando se trata de la llegada de los blancos a las islas. También se trata de circuitos, circuitos dinerarios y de mercancías; circuitos de navegación, que articulan las islas al continente dominador;circuitos militares, cuando se trata de las expediciones punitivas. En el curso de la guerra anticolonial, se va a tratar también de alianzas; alianzas entre esclavos y cimarrones, al principio; alianzas de esclavos con negros libertos, alianzas de esclavos con mestizos; aunque también, en ciertos momentos de la guerra, alianza de esclavos con republicanos blancos, que eran en gran parte habitantes urbanos. En el caso de los delegados enviados por la república, en su momento de mayor radicalidad, incluso

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alianzas entre el ejercito negro y altos funcionarios y oficiales del ejército francés, sobre todo en la lucha contra los británicos.

¿Cómo se forman las clases sociales? ¿Cómo se forman las estratificaciones? ¿Cómo se forma la estratificación y la estructura social racial? Estos fenómenos no pueden explicarse a partir de la tesis del determinismo económico; no es el modo de producción el que explica la formación de clases sociales, sobre todo tratándose del modo de producción capitalista. El modo de producción puede consolidar y petrificar a las clases sociales, pero no las inventa. Este es un fenómeno que tiene que comprenderse a partir de sus actos constitutivos. Ya lo decía Thomson cuando ventilaba su interpretación de que la lucha de clases es la que crea a las clases sociales. Es pues una acción violenta y de dominación la que funda a la clase dominante y a la clase dominada. Es la conquista de las islas del caribe, el genocidio y el etnocidio sobre las poblaciones nativas, el despojamiento de sus tierras y recursos, el tráfico de esclavos, el asentamiento de propietarios de plantaciones, acompañados de las instituciones administrativas, como acontecimientos de irrupción, los que se colocan como condicionantes históricas y políticas en la constitución de las clases, de las razas, en la formación de las estructura sociales coloniales.

La colonización no solamente debe verse como la expansión del capitalismo, como procedimiento violento de conquista y despojamiento, no solo debe entenderse como forma de dominación basada en la inscripción y marca de los cuerpos, codificados en la diferencia jerarquizada del color de piel, legitimando el mismo acto de conquista y dominio, sino también debe comprenderse como acontecimiento avasallante de formación de sociedades nuevas, asentadas en suelos conquistados. Sociedades que pueden caracterizarse de barrocas por el tipo de composiciones sociales estratificadas que conforma, por las mezclas que ocasiona, por la yuxtaposición de flujos, de circuitos, de alianzas, incluso de instituciones complejas. A la luz de la experiencia de las islas del caribe, podemos ver que se trata de una sociedad totalmente nueva, debido a la desaparición de los pueblos nativos; una sociedad compuesta por esclavos, en la base, por colonos, en la cúspide, pasando por libertos, cimarrones, mestizos, estratificaciones de blancos. No se ve aquí yuxtaposición de temporalidades, como en el caso de las colonias en Mesoamérica y en los Andes. Se trata de una colonización en sentido pleno de la palabra; adaptación al paisaje y adecuación del medio a los requerimientos del mercado capitalista.

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Transformación del medio y también transformación de las mismas poblaciones migrantes, de las mismas clases.

Con la colonización observamos un fenómeno peculiar. Se forman sociedades nuevas, que no son pre-capitalistas, como se las ha calificado en cierta literatura marxista, sino todo lo contrario, son la plena consecuencia de la expansión capitalista; se forma sociedades nuevas, limítrofes, de avanzada, con estas combinaciones y composiciones arrojadas por los requerimientos del mercado. Son sociedades como un espejo del futuro en los horizontes del mismo capitalismo. Esto es lo que arma el capitalismo; arrasa la tierra conquistada e instala sus artefactos, sus flujos, sus migraciones, sus circuitos. Instala su propia historia desentendiéndose de las historias pasadas, de sus herencias, de las que no puede escapar en Europa y en las regiones donde perduran las sociedades antiguas. El modo de producción capitalista no hay que verlo en los talleres de las fábricas, como se ha acostumbrado a hacerlo, sino en estas colonias, donde se ofrece de manera descarnada. La misma proliferación de las fabricas y talleres, su mismo desarrollo, la revolución industrial, no podrían explicarse sin esta expansión violenta de la colonización.

El capitalismo es eso, despojamiento, no solo explotación, migración y flujos, asentamientos coloniales, utilización extrema de los cuerpos en la forma de trabajo esclava, implantación de una maquinaria social adecuada plenamente al mercado, a los requerimientos del mercado y del capital. Marx se equivocó en este tema al focalizar su análisis en Europa y creer que el origen del capitalismo se generó en la península de Eurasia. No, el capitalismo sólo es explicable como sistema-mundo. La extrema forma del capitalismo es el colonialismo y la colonización modernos. En las experiencias coloniales se alojan los secretos del capitalismo, sus orígenes y su fin.

A estas alturas hay que hacer una anotación. La experiencia mundial de la expansión del capitalismo y la modernidad a través de los procedimientos de la colonización, la experiencia desbocada del capitalismo en su plenitud, destilando sus distintas formas, abriéndose camino con las armadas, las conquistas, los despojamientos, las migraciones, los tráficos de esclavos, los circuitos mercantiles, las transferencias de recursos naturales, nos muestra que de lo que se trata en el fondo no es de apropiación de tiempo no pagado a los obreros empleados. Esta medida no hace otra cosa que ratificar la mirada aritmética de la economía política clásica. El tiempo es una medida; esta medida oculta lo que está ocurriendo realmente. Aunque clasifiquemos el tiempo a partir de la diferencia en tiempo

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excedente y tiempo necesario, no se resuelve el problema. No es de tiempo de lo que se apropia la máquina capitalista, sino de energía, de energía humana y de energía en todas sus formas encontradas en la naturaleza. La esclavización, el comercio de esclavos, la incorporación del trabajo esclavo, muestra patentemente a cuerpos humanos reducidos a meros portadores de energía, la misma que se transfiere a través del trabajo. Humanos sin derechos, convertidos en propiedad de los patrones, se articulan como recursos energéticos, recursos vivos, en este caso, a los flujos y circuitos del capitalismo. Lo mismo ocurre con los obreros; aunque obtengan un salario, son convertidos mientras se emplean sus cuerpos en el taller de la fábrica en meros portadores de energía, la que es apropiada, privatizada, usada en el proceso de producción.

La metafísica de la economía política, de la contabilidad económica, ha borrado esta evidencia indudable al obviar este acontecimiento material, reduciendo el acontecimiento a una contabilidad del tiempo, a una medida. Marx cayó también en esta metafísica. Por eso su critica de la economía política no pudo romper los propios marcos de la legitimación de la producción basada en la explotación del proletariado, también, como hemos vistos, la violenta explotación desmesurada de los esclavos. Cuando basamos la crítica al sistema mundo-mundo capitalista, al modo de producción capitalista, inherente al sistema-mundo, quizás su núcleo orgánico, en la apropiación de la energía humana y de la naturaleza podemos destrozar los límites del marco de legitimación de la explotación capitalista. Recién la crítica adquiere su plenitud materialista, en cuanto lectura de la potencia inherente a los cuerpos humanos y a los seres naturales.

El capitalismo se apropia de la vida y de la energía. Privatiza los ciclos vitales y se apropia de la energía, de los flujos energéticos, de las distintas formas de energía, las introduce a sus múltiples procesos de producción y transformación de la materia. Se apropia de la potencia humana en el trabajo, de las capacidades que expresan esa potencia. Transfiere la potencia humana al ciclo de producción, esta potencia forma parte inherente de este proceso; las transformaciones producidas en el proceso, las realizaciones de estas transformaciones y cristalizadas en productos, son apropiadas, se privatizan, son propiedad de empresarios y de empresas. Pero esto no detiene la circulación y los flujos, la energía circula en todas las formas. La energía circula y la materia se transforma. Si dejara de circular energía el capitalismo caería de por si como un castillo de naipes.

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La energía es la clave en el proceso de producción, empero no se concibe este hecho, menos se lo contabiliza, a no ser reducido a medidas de volúmenes o de fuerzas. También, como hemos visto, la economía política clásica, reduce la contabilidad a otra medida, la del tiempo. La economía monetarista es más pragmática, asume la medida del dinero, como equivalente general. La medida suprema del capitalismo. El tiempo ya es una medida, se mide el tiempo aritméticamente, y se valora el tiempo en dinero. Toda esta contabilidad esta sostenida en la metafísica de la economía política. Esta es la manera de borrar la dinámica material de la energía y de la vida. Pues si se pusiera al descubierto, se pondría en evidencia los costos materiales del capitalismo. Este sistema de producción no puede desarrollarse sin destruir la vida, la naturaleza, para apropiarse de la energía que contienen.

La energía circula en la tierra en forma de ciclos, se reproduce. Cuando se trata de lo que se identifica en la jerga de recursos no renovables, cuando se habla de yacimientos, nos referimos a largos procesos de formación, de consolidación, de sedimentación, de formación de bolsones y vetas, de distribución geológica. En todas sus formas hablamos de energía. La energía que contiene y desprende el ser humano tiene su propia modalidad, sobre todo por las características de este ser colectivo y social. No sólo se trata de desgaste psíquico y físico, de acuerdo a la caracterización del trabajo de la economía política, hablamos de saberes, conocimientos, destrezas, habilidades, culturas, hablamos del intelecto general, también de formas de asociación y acumulación de energía. El problema es que cuando esta energía es desviada de sus ciclos vitales, de la reproducción de la vida, se está afectando a los mismos, ocasionando entropía, pérdida irremediable de energía, destrucción de sus ciclos. El capitalismo crea entropía, desperdicia energía con el objeto de acumular una ilusión, la medida de una medida, el dinero. Claro que se produce transformaciones materiales, como las de la revolución industrial y la revolución cibernética, empero estas transformaciones son como dispositivos tecnológicos para seguir efectuando los mismo, la apropiación de energía con fines privados, sacándola de sus ciclos vitales, produciendo entropía y ocasionando desequilibrios que son como las condiciones de posibilidad de la muerte, la desaparición de la vida y de la energía.

Visto desde este punto de vista, el capitalismo es no sólo un modo de producción sino también una maquinaria contable, una maquinaria contable que hace desaparecer la misma materialidad de la producción, la convierte en un presupuesto de lo único que interesa,

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la contabilidad de la acumulación dineraria. ¿Cómo ha podido caer el ser humano en tan extraña sociedad de la contabilidad dineraria? Todo se convierte en un presupuesto de esta metafísica aritmética, incluso las propias satisfacciones de necesidades, el bienestar; todo esta destinado a valorizar el dinero. Hay dos caminos complementarios que se pueden tomar en este momento; el de la critica a la metafísica de la economía política; también el de la critica materialista al des-potenciamiento de la vida y de los ciclos vitales, a partir de la destrucción de la energía y sus condiciones de reproducción que ocasiona el capitalismo. Optamos, en principio por lo segundo. Esta critica la retomaremos más tarde, pues debemos volver a nuestro asunto.

Estos problemas son muy pertinentes para entender lo que pasó en Haití. Primero entender que estamos ante una sociedad nueva, armada a partir de flujos migratorios, por o tanto estamos ante una composición barroca, que responde a las transformaciones globales del capitalismo, a sus productos sociales más liminares y también a sus deshechos. Este tema estuvo en la cabeza de Toussaint L’Ouverture, sobre todo cuando vencieron a la armada británica, cuando enfrentaban la preparación de la expedición napoleónica. Había preguntas que lo atormentaban, un a de estas era: ¿Es posible mantener las alianzas conformadas durante la guerra? Con mulatos, con mestizos, con negros libertos, con blancos, a los que se respetó su propiedad en las plantaciones; hablamos de los que volvieron y se mantuvieron bajo el gobierno afro. Hasta el final se mantuvo firme intentando mantener las alianzas, escribiendo a Napoleón Bonaparte en este sentido, explicándole que era la única manera de que la isla se mantenga vinculada a la república. Napoleón o entendió nada, ya se encontraba embarcado en una etapa regresiva de la revolución, optó por la estrategia de la burguesía mercante, sentar la mano a los esclavos alzados, volverlos a someter a la esclavización, después de una guerra de exterminio. ¿Tenía razón Toussaint? La otra pregunta, entre tantas, era: ¿Ha llegado el momento re romper las alianzas y conformar un Estado negro? ¿Romper con los mestizos y los blancos; contraponer a la guerra de exterminio del imperialismo con otra guerra de exterminio de los blancos?Es Dessalines quien tomó esta determinación; en cambio Toussaint fue apresado y deportado, encarcelado hasta su muerte.

El otro tema, el de la lectura del capitalismo desde el des-potenciamiento de los cuerpos, desde la destrucción de la energía y de los ciclos vitales, también es importante. Sobre todo para encarar la experiencia global del capitalismo, su expansión mundial, la

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formación del sistema-mundo, basados en la materialidad de la destrucción de la vida y de la energía.

Las sociedades coloniales nos muestran temprano la violencia desmesurada de esta destrucción, en los lugares donde se plasma el capitalismo en su forma descarnada. La tesis es la siguiente: El colonialismo no solamente es la avanzada del capitalismo, también la matriz en la que el capitalismo encuentra la fuerza de su expansión, sino también es el futuro del capitalismo. El capitalismo lleva a esto, a la explotación por despojamiento; esto lo ha hecho en la inmensa llamada periferia del sistema-mundo, que en realidad es su tierra nueva, su tierra prometida, su verdadero territorio. También lo esta haciendo ahora en los espacios del llamado centro del sistema-mundo, que en realidad no es otra cosa que centro de acumulación. Descarga su furia financiera en las sociedades europeas y norteamericanas, castigando a las llamadas clases medias, además de los trabajadores. El capitalismo no subsistir puede sin crecer y para crecer tiene que destruir, incluso en los lugares donde afinca su acumulación y atesoramiento. El futuro del capitalismo es la recolonización global del planeta.

La revolución de los esclavos

Del libro de referencia, Los jacobinos negros, la parte más intensa corresponde al relato de los acontecimientos de la larga guerra anticolonial de los esclavos. C.R.L. James comienza así este relato:

Los esclavos trabajan en la agricultura y su objetivo, como el de los campesinos revolucionarios en todas las latitudes, era el exterminio de sus opresores. Pero sus condiciones de vida y de trabajo, hacinados por centenares en las inmensas factorías que se extendían por la Llanura del Norte, los aproximaba al proletariado moderno más que a cualquier grupo de trabajadores de la época, y el levantamiento fue, por tanto, un movimiento de masas metódicamente preparado y orquestado. Sabían por amarga experiencia que las tentativas aisladas estaban condenadas al fracaso, y en los primeros meses de 1791 se preparaban para la revolución en Le Cap y sus alrededores. El vudú era la herramienta de la conspiración38.

Boukman, un papaloi o alto sacerdote, era el líder de la insurrección. Boukman era capataz de una plantación,por sus contactos tanto con

38Ibídem: Pág. 91.

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blancos como mulatos se encontraba informadosobre la situación política de la isla. La atmósfera era como de espera de un levantamiento; por eso, a fines de junio de 1791, los blancos de Le Cap y alrededores se encontraban preparados y a la expectativa. El plan subversivo había sido forjado con antelación y convocando a una gran mayoría de los esclavos; el plan contemplaba la exterminar de los blancos y apoderados de la colonia39.

El relato del estallido del levantamiento que hace C.R.L. James es elocuente:

En la noche del 22 de agosto estalló una tormenta tropical, acompañada de relámpagos, ráfagas de viento y densos chaparrones. Valiéndose de antorchas para alumbrar su camino, los líderes de la revolución accedieron a un claro de los densos bosques de Mourne rouge, una montaña que rodeaba Le Cap. Boukman impartió allí las últimas instrucciones y, tras el conjuro del vudú, tras sorber sangre de cerdo sacrificado, sugestionó a sus seguidores por medio de una plegaria en criollo que, como de tanto de cuanto se dice en ocasiones semejantes, ha llegado hasta nosotros. “El dios que creó el sol que nos alumbra, que riza las olas y gobierna las tormentas, aunque oculto tras las nubes, nos contempla. Ve todos los actos de los blancos. El dios de los blancos incita al crimen, pero el dios de los negros inspira la bondad. Nuestro buen dios nos ordena vengar nuestras ofensas. El dirigirá nuestras armas y nos ayudará. Derribemos el símbolo del dios blanco que tan a menudo nos ha obligado a llorar, escuchemos la voz de la libertad, que habla en el corazón de todos nosotros”.

El símbolo del dios de los blancos era la cruz que todos ellos, católicos, llevaban alrededor del cuello40.

Las tropas que defendían las inmediaciones de las plantaciones cercanas se retiraron a Le Cap para defender más bien la ciudad, donde la gente andaba asustada y temerosa. Muchos propietarios huyeron hacia la ciudad dejando a la suerte a las plantaciones. Una vez que se vio que la revuelta prosperaba, Toussaint, que tenía contactos con los líderes, decidió unirse, aconsejo a su propietaria, Bayou de Libertas, que se retirara a Le Cap para protegerse y refujiarse, mandó a su propia familia a un lugar seguro, y se integró a la rebelión. Hasta ese momento se había quedado a cuidar la plantación y a madame De Libertas. Desde ese instante la vida de Toussaint cambiará radicalmente, convirtiéndose en el estratega 39Ibídem: Pág. 91.40Ibídem: Pág. 95.

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indiscutible de la guerra anticolonial. C.R.L. James dibuja el semblante de Toussaint de una manera ejemplar:

La persona que tan metódicamente había decidido unirse a la revolución era un hombre de 45 años, edad avanzada para aquellos tiempos, el pelo ya gris, al que todos conocían como Old Toussaint, el viejo Toussaint. Sobre el caos de Santo Domingo de aquel momento y de años posteriores sentaría las bases de un Estado negro que perdurará hasta hoy en día. Desde el momento que se unió a la revolución se convirtió en líder, y progresó, sin encontrar gran rivalidad, hasta desempeñar un papel protagonista41.

La guerra se desató, las masacres de un lado y otro se sumaban; eran más despiadados los blancos, que incluso asesinaban a los esclavos de las plantaciones que se acercaron asustados, encontrándose ante las plantaciones devastadas. El líder de entonces, Boukman cayó peleando valerosamente; como trofeo la asamblea exhibió en Le Cap su cabeza decapitada. Los blancos en guerra incluso la emprendieron contra los mulatos, a quienes asesinaban en las ciudades. Los mulatos, que no habían visto con buenos ojos la revuelta de los esclavos, terminaron revelándose en el oeste. Se concentraron en Croix-des-Bouquets, un distrito ubicado a cinco kilómetros de la capital. Rápidamente formaron un núcleo organizativo de dirigentes, de los cuales el más sobresaliente era Rigaud, hijo de un hombre blancoy una mujer negra. Educado en Burdeos, aprendió el oficio de orfebre, además de contar con instrucción militar. Sirvió como voluntario en el ejército francés combatiendo en la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos. Llegó a ser oficial interino y prestó servicios en Guadalupe42.

La guerra anticolonial, su largo proceso, muestra distintas fases, así como sus inherentes complejidades. El levantamiento mulato no se sumó de manera inmediata a la rebelión de los esclavos; al contrario, en principio se aliaron a los monárquicos contra los republicanos, además de defenderse también de la insurrección negra. Las contradicciones entre esclavos y mestizos, comprendiendo a los mulatos, eran evidentes. Fue un lento proceso de maduración hasta reconocer al enemigo principal, por así decirlo. En una etapa avanzada de la guerra, sobre todo cuando la lucha estaba bajo la dirección de Toussaint, se articuló la alianza entre esclavos, negros libertos, mestizos y mulatos, además de blancos republicanos. El movimiento de las alianzas a lo largo del proceso muestra el carácter

41Ibídem: Pág. 96.42Ibídem: Pág. 101.

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de la fase de la guerra anticolonial, la intensidad de la lucha, además del avance del mismo proceso. Toussaint era muy consciente de este devenir y fue cuidadoso en el manejo de las alianzas. Cuando la república declaró la abolición de la esclavitud, en una coyuntura de radicalización de la propia revolución francesa, empujada por los san culottes, por la multitud plebeya de París, que reconoció en los propietarios a los mismos aristócratas, enemigos de la revolución, a los aristócratas de sangre, los mestizos y mulatos se dieron cuenta que su alianza con los monárquicos no era otra cosa que extender la discriminación racial, a pesar de los acuerdo desesperados a que llegaron los blancos monárquicos con ellos, a un principio. El ejército mestizo jugó un papel preponderante en la lucha y expulsión de los británicos de la isla.

El itinerario de las alianzas es como el de una curva que comprende la acumulación de fuerzas, en los momentos más intensos de la lucha y la disociación de fuerzas, en los momentos dónde se ponía en mesa los intereses particulares. Sólo al final de la guerra anticolonial, cuando Toussaint va a ser apresado y exilado, cuando Dessalines se convierte en el conductor de esta etapa contra la expedición napoleónica, se toma la decisión de la exterminación de los blancos y su expulsión definitiva de Haití. Esta experiencia tan intensa nos muestra la complejidad del proceso y los recorridos laberínticos de la política. Los cambios se producen tanto en Haití como en Francia, también en el contante europeo. La derrota de los jacobinos, por lo menos de los radicales, así como el aislamiento de las masas por la política regresiva de la nueva burguesía, va incidir en el destino del decurso de la guerra anticolonial y en la suerte de la propia nación de Haití.

Las preguntas al respecto son: ¿Tenía razón Toussaint al insistir en las alianzas o Dessalines que opta por un Estado negro en alianza con los afrodescendientes? ¿Depende sólo de su intuición o de las coyunturas y contextos internacionales? Para entender lo que ha ocurrido debemos introducir el factor de la geopolítica británica, que quería perjudicar a Francia quitando de su dominio y control a la isla de Santo Domingo. Una vez derrotados los británicos por ejército de esclavos y mulatos, van a proponer primero a Toussaint el apoyo si se independizan, después a Dessalines. El primero se niega, pues no confiaba para nada en los imperialistas, el segundo, a pesar de sus primeras reticencias, termina aceptándola al final. A los británicos no les interesaba la prosperidad de la isla, buscaban el dominio de los mares y del comercio mundial. Una vez independizada Haití y convertido en emperador Dessalines, Haití queda aislada de los

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circuitos del mercado. Las potencias europeas no iban a apoyar a un Estado negro.

En este contexto lo que llama la atención es lo que pasa después respecto a las independencias americanas. En principio, británicos y estadounidenses contraen acuerdos comerciales con Haití; en cambio, cuando se producen las independencias del resto de países americanos, sobre todo en lo que respecta a Bolívar que tiene contactos con Dessalines y es apoyado por él, las repúblicas latinoamericanas no establecen una alianza estratégica con Haití. Es más, los acuerdos comerciales van a prosperar con el imperialismo británico, en pleno auge de la revolución industrial. Estos hechos nos muestran también el carácter de las independencias latinoamericanas; en estos casos no se produce una radicalización de los procesos inherentes a las guerras de independencia, sino mas bien, el control cae en manos de los criollos y mestizos, quienes no tenían interés en resolver la independencia por la vía de la radicalización, es decir, en unos casos por la vía de la emancipación indígena, en otros, por la vía combinada con la emancipación de los afrodescendientes. Incluso la mantención de la esclavitud siguió en los propios periodos republicanos en algunos de los casos más notorios.

En el caso pan-andino la rebelión indígena había sido derrotada a finales del siglo XVIII, cerrándose de esta manera la vía radical de los procesos. Fueron las burguesías comerciales, sobre todo portuarias, además de las oligarquías criollas las que tomaron la iniciativa y las riendas de la guerra de la independencia. Por eso también se explica por qué no estaban interesadas en proyectos como la gran Colombia de Bolívar, que les parecía un proyecto utópico y quizás atentatorio a sus intereses. En el caso boliviano, tampoco se puede decir que los quince años de guerrillas y de las llamadas republiquetas, sobre todo la de Ayopaya, encarna un proyecto radical. Los guerrilleros estaban ligados al ejército argentino de Belgrano y del gaucho Guemes, así como a intereses profundamente locales en el combate con la administración colonial y el ejército español. De los comandantes, el más radical era el llamado comandante Tambor Vargas, pero tampoco expresaba él un proyecto radical, aunque si tenía en mente la lucha por la patria.

Tampoco se puede decir que los liberales independentistas eran los jacobinos criollos o mestizos del continente americano. Tenían mas bien una idea general de la república, quizás mas bien normativa, contando con una ideología liberal matizada. No se les puede pedir

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una reflexión profunda sobre la cuestión indígena y el problema de la colonialidad. El tutor y mentor de Simón Bolívar, Simón Rodríguez, tenía una idea más elaborada de las reformas liberales, empero las mismas no se llevaron a cabo, sobre todo por resistencias de las oligarquías regionales, cuya base económica se sustentaba en la propiedad latifudinaria y en la explotación de las poblaciones y campesinos indígenas.

A estas alturas debemos decir que no toda crisis deriva en un proceso revolucionario, tampoco no todo proceso revolucionario deriva en una independencia o, dicho de manera general, en una victoria política, llegando a la situación de Estado o disolución del Estado. Parece que los procesos revolucionarios son mas bien escasos; muchas crisis se resuelven de otra manera, a través de pactos. En la región pan-andina a finales del siglo XVIII se vivió un proceso revolucionario, se abrió la lucha y el levantamiento indígena a una guerra anticolonial, empero esta no culminó con la victoria indígena, tampoco con la independencia. Durante en el siglo XIX se dio lugar la guerra de guerrillas y prosperó esta crisis y contienda bélica en la guerra de la independencia. Empero es difícil hablar en este caso de un proceso revolucionario. Los pueblos y naciones conquistadas no estaban involucrados en la contienda anticolonial, tampoco las clases explotadas. Fue una guerra contra la corona española conducida por las clases pudientes de criollos, acompañados por los mestizos, comunidades indígenas formaron parte esporádicamente del apoyo a la guerrilla, también grupos indígenas formaron parte del ejército independentista, como también formaron parte del apoyo al ejército realista. Las naciones y pueblos indígenas no estuvieron involucradas como proyecto político. Empero la guerra de la independencia derivo en la formación de repúblicas criollas. Estas repúblicas criollas se sostuvieron sobre pactos.

Los procesos revolucionarios emergen desde lo más profundo de las matrices sociales, ocasionadas por desgarradoras contradicciones, encontradas diferencias, explotaciones y dominaciones de unas clases sobre otras, de una nación sobre otras, de Estado sobre los pueblos y las sociedades. Son las clases explotadas y pueblos dominados los que se levantan y empujan el proceso que emerge de la crisis en una temporalidad intensa. Cuando no ocurre esto, cuando no solamente las clases explotadas son dominadas sino sometidas a la disgregación y silencio, las clases dominantes logran capear el vendaval y dirigir el decurso de los acontecimientos de acuerdo a sus intereses. Las clases logran formar pactos entre ellas y con ciertos estratos y grupos de las clases dominadas; en este caso, la crisis no

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deriva en un proceso revolucionario sino en un conflicto de otras proporciones, susceptible de ser manejado mediante acuerdos. Las contradicciones entre criollos y españoles no responden a un antagonismo irreconciliable sino a competencias y concurrencias en relación al monopolio del mercado, así como al control de la tierra y del gobierno. La contradicción antagónica se hizo sentir en el siglo XVIII entre pueblos indígenas y españoles, incluso, en momentos radicales de la conflagración, entre indígenas y criollos, así como entre indígenas y mestizos. En el siglo XIX estas contradicciones no fueron el eje de la guerra de la independencia. No hubo clases explotadas y pueblos dominados que empujaran el proceso adelante. Las republicas criollas fueron, como hemos dicho, producto de pactos. Se apresaron a entablar relaciones comerciales con la potencia industrial dominante, Gran Bretaña, y desecharon toda lucha anticolonial y antimperialista. En este contexto, se puede ver que no les podía interesar una alianza estratégica con Haití, las islas del caribe, incluso no podía interesales una integración una integración de las repúblicas nacientes, menos aún un alianza con el continente martirizado del África. La consciencia antimperialista de Toussaint L’Ouverture no estaba presente en la cabeza de los caudillos liberales de estas repúblicas criolla, salvo quizás, en determinados momentos, en Simón Bolívar.

¿Qué es la política? III

Las ficciones del realismo político

Dedicado a Rebeca Delgado

El realismo político

Vamos a hablar de los límites del realismo politico. El realismo político más que una teoría es una perspectiva, una manera de apreciar la llamada “realidad”, que no es otra cosa que una representación; en este caso una representación disminuida a lo que se considera “realidad”, es decir, la percepción conformista de las condiciones dadas. Las condiciones objetivas y subjetivas dadas, aparecen entonces como límite impuesto por la “realidad”. Esta tesis es un poco como el complemento simétrico de la tesis del fin de la historia; esta última tesis propone el fin, el acabamiento, la realización plena de la historia; no hay un más allá. La anterior tesis, la del realismo político, propone el fin de las posibilidades, de las potencialidades, de las capacidades creativas. Las condiciones están dadas como una regla eterna impuesta por la providencia de la historia, que para los

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realistas es una especie de fatalidad. Entonces la tesis conservadora del fin de la historia tiene su complemento en la tesis del realismo político del fin del comienzo, la inmovilidad de las condiciones. Ambas tesis son conservadoras.

Ahora bien, el realismo político tiene varios modos de expresión; uno de los más conocidos es la onda descriptiva, que se esmera en hacer descripciones de lo que hay, de lo que se cuenta, de los recursos. La onda descriptiva llega al extremo de reducir las descripciones a las cifras; adquiere una forma de exposición aparentemente estadística, pues usa cuadros e indicadores; pero esto no es más que forma descriptiva reducida a lo conmensurable. Está muy lejos de usar las teorías estadísticas, sobre todo el tratamiento de los problemas de medida y las exigencias en la construcción de indicadores. Es pues una pose de legitimación esta pedantería de las exposiciones oficiales, llenas de cifras, para cubrir sus vacíos cualitativos. Pero, bien, resulta que uno de los modos del realismo politico es esta forma descriptiva de la “realidad”. Otro modo es el formalismo, defensor del institucionalismo y seducido por las apariencias; la apariencia de seriedad, por ejemplo. Esta es quizás la posición más conservadora del realismo político, pues considera a las instituciones como eternas y garantizadoras del orden. De aquí al prejuicio jurídico, como núcleo de la “realidad” social no hay más que un paso; este modo jurídico, que se presenta, en principio como respetuoso de las leyes y las reglas, termina, en la forma de su adulteración, en la manipulación mañosa de las leyes y las reglas. También hay otros modos de expresión del realismo político; daremos el ejemplo de uno más, con pretensiones teóricas; se trata de la perspectiva lineal de la historia. En este caso se concibe un tiempo lineal y sucesivo; sobre este presupuesto se construye la teoría la “revolución” por etapas. Ésta también es una posición conservadora, pues aplasta la potencia social, desconociendo la complejidad del espacio-tiempo concreto de lo histórico social.

En la contemporaneidad, también durante gran parte del siglo XX, sobre todo durante las experiencias “revolucionarias”, el realismo político sirve y ha servido, para limitar las posibilidades de las “revoluciones”. En Bolivia, durante la experiencia del llamado “proceso” de cambio, que todavía vivimos, el realismo político ha detenido la fuerza social de las movilizaciones anti-sistémicas y ha limitado al máximo las posibilidades de las transformaciones institucionales. El realismo político, después de haber sido apoyado y promovido en todas las instancias institucionales, en todas las políticas públicas, después de siete años de gestión, se encuentra en

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crisis, interpelado, ante la imposibilidad de explicar la “realidad” de los conflictos y contradicciones, sobre todo la evidencia de sus propias imposibilidades, al no poder reducir lo que llama “realidad” al prejuicio de sus representaciones conservadoras.

El conflicto de los “libres pensantes”

El planteamiento de reconducción ha causado no solo zozobra en los y las llunk’u, aduladores y apologistas, sino también hilaridad y desesperación. Ya perdieron los estribos. El ataque se dirige a Rebeca Delgado, cuya actitud digna y valiente no sólo les molesta sino les cuestiona, pues desmorona su máscara de “disciplina”, al descubrir no sólo el más indigno servilismo, sino haberse entregado al más descarado prebendalismo y clientelismo, impulsado por la cúpula gobernante, particularmente por el vicepresidente. La desesperación del vicepresidente y candidato a su reelección inconstitucional es notoria, hasta turbadora; ha dicho que las “bartolinas”, las mujeres campesinas afiliadas a la CNMCIOB “BS”, así conocidas, que se oponen a su candidatura, son de derecha. En su imaginario frenético se ha convertido en el referente de lo que es izquierda y lo que es derecha; en esto, en estas clasificaciones insólitas, en esta exaltadas definiciones del enemigo, ha ido más lejos que George Busch, cuando en la declaración de la guerra infinita contra el terrorismo, después del 11 de septiembre, ha dicho que el que no está con nosotros, refiriéndose al gobierno estadounidense, es enemigo. El vicepresidente dice prácticamente lo mismo, sólo que con el aditamento de decir que las y los que no están con su candidatura son de derecha. En su imaginario se ha convertido en el referente supremo de lo que es izquierda y lo que es derecha. Nadie antes, ni el más alucinado fanático, se le ha ocurrido semejante clasificación e identificación política.

¿Por qué se hace esto? No basta decir que es extravagante esta definición de izquierda y derecha; es menester comprender por qué se llega a este extremo, sin guardar las apariencias ni recato alguno. ¿Qué hay detrás? ¿Por qué el vicepresidente se ha vuelto tan indispensable, que el mismo llega al extremo de afirmar que los y las que están en contra de su candidatura son de derecha, sin que nadie del gobierno, del MAS, tampoco el mismo presidente, digan nada; mas bien parecen apoyarlo y defender esta insólita postura? ¿Depende tanto el presidente del vicepresidente? ¿Depende tanto el gobierno del vicepresidente? Incluso el Congreso y los demás órganos de poder del Estado. ¿Ocurre lo mismo con el MAS?

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Ante semejantes preguntas sólo podemos proponer una hipótesis de interpretación.

Hipótesis

Ante la premura de gobernar y administrar el aparato público desde el 2006, se tuvo que tomar decisiones sobre la base de dos alternativas: 1) El camino de la utopía; es decir, de la construcción alterativa y alternativa; o 2) el camino del realismo político; es decir, la modificación paulatina y diferida de lo que hay. La decisión no era fácil, por lo menos en el sentido de aceptar lo que parecía más plausible a los ojos de los conductores. Se requería una argumentación que justificase la decisión. La construcción de esta argumentación estuvo en gran parte a cargo del vicepresidente; esto debido a su formación académica y el manejo de teorías, que se pueden considerar “revolucionarias”. No es que se inclinase por las consecuencias de estas teorías, sino que las teorías sirvieron de premisas para sacar otras consecuencias, sobre todo introduciendo el supuesto de que las condiciones objetivas y subjetivas no estaban dadas. La conclusión realista fue que se tiene el Estado para transformar; esta es la “realidad”, lo demás es “utopía”, en el sentido de irrealizable. A partir de esta conclusión se podía considerar una estrategia “pragmática”, que se basa primordialmente en un camino de reformas, que preparen el camino para cambios, más radicales, más adelante. Entonces las transformaciones se podían diferir; lo que importaba, por el momento, era administrar bien lo que se había tomado, el Estado.

Empero, como se está en el tiempo “real” de la historia concreta, no en el tiempo imaginario de la teoría, había que enfrentar mandatos de los movimientos sociales; estos mandatos se encontraban en la Agenda de Octubre; que puede resumirse a dos consignas, la nacionalización de los hidrocarburos y la convocatoria a la Asamblea Constituyente. Estas tareas encomendadas por el pueblo no se podían eludir; exigían desde ya ir un poco más allá del realismo político. Las tareas fueron asumidas por el gobierno; empero, acompañadas con la dosis de “pragmatismo”. El resultado fue una combinación extraña de invención y realismo político. Las dos medidas, la nacionalización de los hidrocarburos y la convocatoria a la Asamblea Constituyente, tuvieron que ser corregidas constantemente desde la perspectiva del realismo político. Por eso se llegó a los contratos de operaciones que disminuyeron los alcances del Decreto “Héroes del Chaco”, por lo tanto, restricción de la misma nacionalización. También por eso se

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limitaron los alcances de la Asamblea Constituyente, después, se limitaron los alcances de la misma Constitución.

Hay que anotar que hay por lo menos como dos planos que hay que distinguir; una cosa es lo que se planea y otra cosa es la práctica. Las “lógicas” de las prácticas no responden a la lógica de la teoría, a la lógica de la estrategia planeada. Las prácticas despiertan otros juegos, otros sentidos, otras consecuencias. El “pragmatismo” desencadenó otros decursos no-planeados. En poco tiempo el gobierno se encontró atrapado en “contradicciones” no predichas, antagonismos dramáticos, difíciles y hasta imposibles de solucionar por la vía del realismo político. Ante semejantes desafíos el ideólogo del realismo elaboró una teoría, expuesta en Las tensiones creativas de la Revolución43. Nuevamente se tranquilizó a los gobernantes, autoridades, representantes y dirigentes; estamos ante tensiones creativas en el seno del pueblo. Sin embargo, si bien el discurso era tranquilizador, no podía, no tenía los recursos, para domesticar la dinámica incontrolable de los conflictos. Sin embargo, se siguió adelante con esta tranquilizante y adormecente explicación.

Se puede observar entonces que el teórico del realismo político juega un papel importante, no sólo en la “ideología” pragmática del gobierno y del MAS, sino también como premisas para las políticas públicas que se implementaron, así como para el desarrollo legislativo desplegado. También jugó un papel importante en el enfrentamiento de los conflictos; se encontraron los argumentos para justificar la represión y los deslindes con sectores populares y con pueblos indígenas. El problema radica en que el contraste es cada vez mayor entre lo que se esperaba y lo que resultó como consecuencia de las políticas públicas y el desarrollo legislativo aplicados. A tal punto que podemos decir, sin temor a equivocarnos, que asistimos a una crisis política del llamado “proceso” de cambio. A estas alturas, vale preguntarse: ¿es conveniente seguir manteniendo este realismo político y el “pragmatismo”? ¿No es más bien aconsejable hacer una evaluación crítica del “proceso” en curso, y quizás buscar otra perspectiva teórica y política, que abra el decurso de otras alternativas prácticas? ¿Por qué insistir en la misma perspectiva, que parece que lleva a un desastre político? ¿Por qué hay tanta resistencia a deliberar y reflexionar sobre estos temas?

La teoría del realismo político fue indispensable para un gobierno que había optado por el “pragmatismo”, la cautela política, el reformismo.

43 Álvaro García Linera: Las tensiones creativas de la Revolución. La quinta fase del proceso. Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia.

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Si la opción hubiera sido otra, seguramente esta teoría hubiese sido inútil, hasta peligrosa. Después de dos gestiones de gobierno el uso del realismo político no parece lograr los resultados esperados, fuera de haber ayudado a administrar el aparato de Estado tomado. Este uso ha desatado problemas no contemplados por la estrategia “pragmática”. Sin embargo, para el gobierno sigue siendo indispensable este realismo político; ahora por razones justificadoras, pues se ha decidido seguir adelante, a pesar de todo, con la continuidad de la misma estrategia “pragmática”. Esta es quizás la razón por lo que la presencia del vicepresidente se vuelve obsesivamente indispensable para los gobernantes, sobre todo para el presidente.

Ahora bien, ¿en el conflicto interno reciente, calificado como el de los “libre pensantes”, por qué se ataca, por parte del gobierno y los voceros oficiales del Congreso, con tanta vehemencia, a la diputada Rebeca Delgado? ¿Por qué causó tanto malestar la revisión del Proyecto de Ley de Extinción de Bienes, efectuada por parte de Rebeca Delgado, cuando fungía de presidenta de la cámara baja? ¿Por qué provoca semejantes ataques desproporcionadas cuando observa el procedimiento inconstitucional de la reelección del presidente y del vicepresidente? ¿Por qué se le acusa de todo, hasta de la incoherente y desvariada acusación de “golpista”, cuando la diputada promueve reuniones de reflexión, de análisis y de deliberación sobre el “proceso” de cambio? ¿Qué representa Rebeca Delgado para el imaginario adormecido de los defensores fanáticos de la estrategia del realismo político, defensores, mas bien, de una práctica política reducida al clientelismo y prebendalismo? Rebeca Delgado es una amenaza para esta práctica prebendal y clientelar, para este conformismo cómodo, para este “pragmatismo”, que adquiere ribetes corrosivos en su ejercicio oportunista. No se puede perdonar a alguien que desde las propias filas no es cómplice de lo que acontece. Se entiende entonces la conmoción que provoca en espíritus conformes, que ya se habían acostumbrado al usufructúo de su mayoría absoluta aplastante, la que no les exigía mayor esfuerzos en las aprobaciones legislativas. El ataque es despiadado, sin miramientos, se opta por la guerra sucia; a esta labor descomedida se presta incluso la ejecutiva del Ministerio de Transparencia y Lucha contra la Corrupción. Se habla de delito de influencias, cuando se olvidan de toda la corrosión prebendal y clientelar practicada extensamente en el Congreso, en el gobierno y el toda la institucionalidad del Estado. Esta práctica es conocida y experimentada por los y las que ahora denuncian, como gran cosa, el supuesto delito de influencias, exigiendo auditoría a la gestión de

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Rebeca Delgado, cuando ésta prácticamente se la hizo cuando entregó la presidencia de diputados. Sin embargo, no se hace auditoria de las gestiones del Congreso; la Contraloría brilla por su ausencia. No hay resquemor en acusar sin mirarse a sí mismos; no hay pudor de hablar de inconducta sin atender a las propias conductas. Estamos ante un mundo cambalache, problemático y febril.

¿Cuáles son los escenarios hipotéticos en el futuro inmediato? Empezaremos con lo probable. Dadas las circunstancias, que las expresaremos en términos de correlación de fuerzas, es probable que el gobierno y la mayoría congresal impongan la continuidad del realismo político, acompañado con su consecuente “pragmatismo”, ya maleado, convertido en oportunismo, prebendalismo y clientelismo. Seguiremos con lo menos probable. El otro escenario, menos esperado, es que se llegue a un acuerdo por efectuar una evaluación crítica del “proceso”, se logre la deliberación colectiva de las organizaciones sociales, del MAS, y de las instancias estatales, buscando salidas a la crisis política. Ahora continuamos con lo improbable. El tercer escenario no parece posible, por el momento; hablamos de la reconducción del “proceso”, contando con una movilización general que nos saque del adormecimiento, del conformismo y de las complicidades múltiples. Logrando operar intervenciones democráticas participativas en transformaciones institucionales, apuntando a la transición transformadora y la construcción del Estado plurinacional comunitario y autonómico.

Como no somos partidarios del realismo político, apostamos; en primer lugar, por la reconducción del “proceso”; en segundo lugar, por la posibilidad de un consenso. En cambio, luchamos consecuentemente contra la continuidad del realismo político, que consideramos nos lleva al derrumbe de lo que queda del “proceso” de cambio.

Crítica al esquematismo maniqueo

Asistimos desde hace un buen tiempo a una reducción juzgadora que llamaremos maniqueísmo. Decimos que se juzga, pues se ha sustituido el análisis por el “juicio”, en el sentido jurídico, incluso de condena, no en el sentido racional. Para este maniqueísmo el mundo se divide entre buenos y malos, entre justos e injustos, entre realistas y utopistas, entre amigos y enemigos; en fin, la lista puede ser larga. Entonces los maniqueos se colocan del lado de los buenos, de los

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justos, de los realistas, de los amigos; los demás son condenados. El gobierno ha hecho gala de este maniqueísmo, llevándolo al extremo de la vulgarización; la llamada oposición de derecha también lo hace, reclamándose de institucionalista y defensora del Estado de Derecho; incluso las izquierdas, sobre todo tradicionales, son maniqueas cuando anteponen su proyecto “revolucionario” como valedero, descalificando lo que ocurre efectivamente. Una de las formas de expresión del maniqueísmo se muestra en la simple hipótesis de la teoría de la conspiración; el supuesto es que hay grupos de conspiradores que dirigen la historia; de aquí se deduce la conclusión de que hay traidores; en nuestro caso se dice que hay traidores del “proceso” de cambio. Entonces toda la explicación histórica se reduce a personas, al problema de las personas, de lo que son y de lo que no lo son. Esta explicación maniquea de la teoría de la conspiración se parece al guión de una novela, pero sin los atributos literarios e intuitivos de la novela.

El acontecimiento político es complejo, supone multiplicidades de singularidades, por lo tanto de posibilidades; no puede reducirse a la perspectiva insuficiente del realismo político, menos al cuento sospechoso de la teoría de la conspiración. El decurso de un “proceso” no depende de personas, de lo que hagan o dejen de hacer, sino que se encuentra “producido”, por así decirlo, por múltiples composiciones, juegos, interrelaciones, que podemos identificar hipotéticamente como “estructuras”, puestas en práctica, puestas en escena, alianzas, relaciones, intereses, conflictos, lucha de clases, guerra anti-colonial. Dicho en términos resumidos, no aconsejables para tratar la complejidad, en relación a la incidencia en el “proceso” nos enfrentamos a “estructuras” y mapas institucionales, a subjetividades constituidas, a relaciones enquistadas y dominaciones internalizadas. De lo que se trata, con el objeto de incidir en el acontecimiento, es de desmantelar estas estructuras, estas instituciones, de suspender las relaciones enquistadas, estas relaciones de dominación internalizadas. Ahora bien, estas tareas no se efectúan solas, como vanguardias incomprendidas, insufladas de gran voluntad. Las incidencias son posibles si se logra compartir perspectivas críticas y voluntades de cambio con los colectivos sociales, si se participa en las dinámicas moleculares sociales, que son como la materialidad social e histórica de la alteratividad y de la creación de alternativas. De lo que se trata entonces es de compartir, convivir, con las dinámicas moleculares, buscando que su alteratividad micro-social, se convierta, en un momento, en alteratividad molar, transformando las instituciones y las “estructuras”.

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¿Qué queremos decir con todo esto? Que los llamados “procesos” políticos y sociales, encaminados a transformar, no se dan por los buenos deseos de las vanguardias, ni tampoco como resultado de una estrategia “revolucionaria”, se dan como acontecimientos en momentos de crisis múltiple del Estado, de las representaciones, de los valores institucionalizados, obviamente en el contexto de la crisis orgánica del capitalismo, dependiendo de su ciclo vigente. Lo que se experimenta como “proceso” es lo que compartimos como acontecimiento; no se trata de que sea una condición dada, como en el caso de las hipótesis del realismo político, sino de una complejidad, la misma que hay que comprender y entender en sus dinámicas moleculares y molares. Por lo tanto, no es, de ninguna manera, pertinente, desentenderse del “proceso” experimentado, sino de vivirlo plenamente buscando romper las resistencias y los obstáculos históricos. Parafraseando nuevamente a Albert Camus44, si los “procesos” de cambio caen en la decadencia, debemos sufrir con el “proceso”, no alegrarse de su decadencia, sacando lecciones de esta experiencia dramática. En otras palabras, de lo que se trata es de prolongar su decurso buscando la oportunidad de realizar sus posibilidades y potencialidades.

44 Albert Camus: El hombre rebelde. La frase completa es: Lo difícil es asistir a los extravíos de una revolución sin perder la fe en la necesidad de ésta. Para sacar de la decadencia de las revoluciones lecciones necesarias, es preciso sufrir con ellas, no alegrarse de esta decadencia. Esta reflexión de Camus aparece también como cita en el libro Réquiem para una republica de Sergio Almaraz Paz, al inicio del capítulo El tiempo de las cosas pequeñas.

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Defensa crítica del proceso

La vida no es esquemática, menos se nos presenta como una película en blanco y en negro; incluso, en este caso, hay tonalidades entre el blanco y el negro. Cuando intervienen los colores como señales, no sólo hay un intervalo de tonalidades, sino muchos intervalos posibles, una gama abierta de posibilidades, de juegos, de combinaciones y composiciones. Si a todo esto le añadimos espesores e intensidades, la proliferación creativa de las variedades posibles es, por decir algo, infinita. En política es insostenible moverse esquemáticamente, mucho peor si se ofrece como alternativa la polaridad pura del blanco o el negro. Sin embargo, lo que decimos no puede usarse como argumento para apoyar el oportunismo y el “pragmatismo” vulgar de los políticos. Hablamos de cosas distintas; el primer tópico tiene que ver con la complejidad, en tanto el segundo tópico tiene que ver con la inconsecuencia, el aprovechamiento del momento en beneficio de objetivos pedestres, el uso de la ocasión para lograr ventajas “tácticas”. De lo que estamos hablando ahora es del primer tópico, de la complejidad que hay que enfrentar como desafío, de las exigencias de esta complejidad a políticas comprometidas con emancipaciones y liberaciones.

En relación a estos desafíos de la complejidad como realidad, en coyunturas determinadas y en periodos dados, descartamos, de entrada, dos posiciones, que parecen contrarias, empero se complementan. Hablamos, por un lado, del esquematismo político, del contraste polarizado, de lo uno o lo otro, ambos opciones puras; y hablamos, por el otro lado, del oportunismo, que considera que todos los movimientos son posibles, como en una simulación contante, todos los medios son validos, con tal de conseguir los fines perseguidos. En el último caso, el oportunismo se combina con un maquiavelismo vulgar. Aparentemente ambas opciones son opuestas, el esquematismo y el oportunismo, empero extrañamente se complementan. El esquematismo político, que tiende a polarizar, que muchas veces se combina con el ultimatismo, anula la posibilidad de la acción, del movimiento y del desplazamiento político; fija el dilema en una estática abstracta, como si se tuviera que esperar que se cumplan las condiciones para decidir entre lo uno o lo otro. Muchas veces esta posición se convierte en una espera eterna. El oportunismo, en cambio, acepta cualquier situación para intervenir, se camufla con mucha facilidad, se mueve en un permanente simulacro, todas las opciones son validas, se puede juntar lo uno y lo otro, por más contrastadas que se encuentren. Si bien el esquematismo estanca la acción política, el oportunismo disemina la

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política en múltiples puntos de aprovechamientos y astucias, puntos que se conectan por curvas sinuosas. En ambos casos, la política como emancipación, como suspensión se los mecanismos de dominación, como efectuación radical de la democracia, no se realiza. O queda fijada en una suspensión eterna de un dilema irresoluble o se diluye en la nada mediante la efectuación compulsiva de conductas puntuales, de “tácticas” singulares, de astucias momentáneas.

El ejercicio de las políticas emancipatorias requiere responder a la complejidad del momento, de la coyuntura, del periodo, del proceso. Obviamente que no se puede perder de vista los campos encontrados, los frentes de lucha, la diferencia de los proyectos de sociedad; por lo tanto, no se puede dejar de distinguir las opciones enfrentadas. Todas las acciones tácticas están íntimamente vinculadas a las estrategias, todos sus movimientos se despliegan de acuerdo a los proyectos emancipatorios; no hay en ningún momento una renuncia a la emancipación, a la liberación. No se parece en nada al “pragmatismo” vulgar, al llamado realismo político. A diferencia del esquematismo político y el ultimatismo, no se inmoviliza, sino que se desplaza actuando sobre las condiciones histórico-políticas concretas, adecuando sus recorridos sin perder la perspectiva contra-hegemónica y de contra-poder. No se renuncia a la política, sino que se la realiza en el espacio-tiempo en el que se mueve, no disemina la política, sino que articula sus pasos y movimientos en función de los proyectos sociales. Su perspectiva es crítica y su actitud contestataria, no cede a las veleidades del poder, ni se apacigua en los momentos de transición; al contrario, se mantiene vigilante ante la posibilidad de quedarse atrapada en las redes institucionales del poder. De lo que se trata no es de reproducir el poder, sino de destruirlo, de liberar la potencia social, de la que se alimenta el mismo poder.

Las políticas emancipatorias tienen que responder a la estructura de la complejidad de la coyuntura, tiene que asumir las condiciones de posibilidad histórica en las que se mueve, lo que equivale a reconocer el “principio de realidad”, y, al mismo tiempo, tiene que buscar desplazar, cambiar, las condiciones de posibilidad, incidiendo en la creación de las condiciones apropiadas. Comprender la estructura de la coyuntura es como tener una memoria del periodo, tener un mapa, una cartografía, del contexto, a los que pertenece la coyuntura, en tanto secuencia de coyunturas, también en tanto territorios y espacios más o menos amplios que contienen al contexto. De la misma manera, se debe tener en cuenta no sólo lo que comúnmente

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se llama “realidad”, sino también la “realidad” efectiva, el campo de posibilidades abierto. En este sentido, se entiende que las políticas emancipatorias requieren una comprensión, así como también el entendimiento, del proceso, es decir, del desplazamiento del espacio-tiempo político, de las dinámicas inherentes al espaciamiento mismo del proceso, a sus ritmos, intensidades, expansión, alcances y cambios. El proceso como producción histórica. Por lo tanto, el proceso entendido como acontecimiento y el acontecimiento como espacio-tiempo de múltiples singularidades. En esta perspectiva y desde este enfoque es menester una mirada teórica del proceso, la conceptualización de su desplazamiento, de su espaciamiento, de sus dinámicas, concibiendo también sus contradicciones, los obstáculos históricos, las resistencias y las posibilidades abiertas.

Al respecto quizás sea conveniente contar con una genealogía de las políticas emancipatorias, así como una genealogía específica del proceso político en cuestión, el que toca entender, el que se vive como “realidad” empírica y “realidad “efectiva. Comprendemos genealogía como acoplamiento de los conocimientos eruditos y las memorias locales, acoplamiento que permite la constitución de un saber histórico de las luchas y la utilización de ese saber en las tácticas actuales45. Entonces un enfoque adecuado, entre otros que pueden haber y asumirse, es el genealógico.

El proceso en cuestión es de por sí complejo y problemático, pertenece a varias historias, por así decirlo, el ciclo de larga duración, el ciclo de mediana duración y el ciclo de corta duración; en el mismo sentido, forma parte de interpretaciones sedimentadas de larga y reciente data. Hablamos de la memoria larga, la memoria mediana y la memoria corta. Nos referimos en otros textos a estas memorias como memoria indígena, memoria nacional-popular y memoria reciente de los movimientos sociales46. El proceso nombrado como de cambio se mueve en distintos planos y temporalidades; recoge los ciclos de larga duración, los ciclos de mediana duración y los ciclos de corta duración, que lo atraviesan como condicionamientos de múltiples temporalidades, interpretadas desde distintas memorias y subjetividades. Usando los conceptos propuestos por Boaventura de Sousa Santos, el proceso se vive y se experimenta abiertamente desde una ecología de los saberes y desde una ecología de las temporalidades47. La experiencia plural del proceso dibuja su propia

45 Esta definición se encuentra en Defender la sociedad. Curso del Collège de Fance (1975-1976) de Michel Foucault. Fondo de Cultura Económica 2000. Buenos Aires. Pág. 22.46 Raúl Prada Alcoreza: Horizontes de la descolonización. Plural 2013; La Paz. 47 El milenio huérfano. Ensayos para una nueva cultura política. Trotta 2005; Madrid.

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complejidad dinámica. Las políticas emancipatorias requieren comprender y reconocer estas dinámicas moleculares, actuar en los distintos planos y temporalidades, incidir en la pluralidad de subjetividades, encarar la comunicación con ellas de tal forma que haga posible su participación plural, la construcción de consensos y composiciones dinámicas, el ejercicio plural de la democracia.

Ahora bien, el proceso de referencia es el que experimentamos a partir de sus propios devenires y acontecimientos, de sus propias contradicciones inherentes; proceso abierto por las formas de movilizaciones prolongadas de los diferentes sectores sociales del campo popular. Proceso en el que también se enfrenta el desafío de gobernar, mejor dicho de construir una gubernamentalidad de las multitudes, una democracia plural. Desafío al que no se ha respondido adecuadamente, pues el curso de los eventos políticos derivó en la reproducción de la forma liberal de gobernar, en los marcos del Estado-nación. Quizás sea esta la dificultad mayor que enfrentan los movimientos sociales; ¿cómo cruzar ese límite impuesto por las condiciones estructurales del poder? ¿Cómo cruzar el límite que se comporta como una barrera donde se rebota y se repite la reproducción del poder y la reproducción del Estado? Todas las revoluciones se han estrellado con esta barrera, al llegar al límite, no pudieron cruzarlo, rebotaron. Ante esta historia de las revoluciones, ¿hay que renunciar al proyecto emancipador, al proyecto de liberación? ¿Es esta una utopía, que aparece como horizonte lejano, pero que no puede alcanzarse? ¿Tiene razón el realismo político y el “pragmatismo” de sentido común cuando dice que lo único real es el Estado y hay que usarlo para transformar, aunque esta transformación se efectúe de una manera diferida y contradictoria? ¿O, al final, cuando se opta por el realismo político ya se experimenta el rebote, el retroceso, por no haberse atrevido a cruzar el límite y entrar a otro espacio-tiempo de agenciamientos? Estas preguntas son cruciales, deben ser tratadas en toda su extensión y consecuencias. Por otra parte, es importante comprender que si bien los procesos son productos de composiciones intensas de dinámicas sociales moleculares, éstos se convierten, en su periodización, en condicionamiento histórico y político, en un desplazamiento espacial y temporal que articula de una determinada manera sus componentes, sus ciclos, sus memorias, sus subjetividades, sus dinámicas moleculares. Las políticas emancipatorias tienen que actuar reconociendo las singularidades del proceso; actuar en el proceso, desentendiéndose del mapa de sus singularidades, como si el proceso fuese homogéneo, parecido a otros, interpretado desde universales, es preparar errores y derrotas. Tanto el realismo político como la

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perspectiva opuesta, la perspectiva esquemática, perspectiva polarizante, que empuja al ultimatismo, a escoger entre lo uno o lo otro, toman el proceso en el sentido homogéneo, compuesto por tendencias y figuras universales. Ambas son interpretaciones que anulan la pluralidad del acontecimiento.

Mientras se vive y se experimenta un proceso político es indispensable actuar en su complejidad singular, no ignorar tanto su complejidad y su singularidad cuando entra en contradicciones y tiende a deshacerse, suponiendo que se puede inventar procesos con sólo imaginarlos. La incursión en los procesos, el activismo político, equivale a entender que su defensa sólo es posible mediante su profundización. La defensa de un proceso exige entonces una actitud crítica, la defensa no es posible de una manera acrítica, reduciendo la defensa a la apología del gobierno. Esta no es una defensa del proceso, sino que se ha reducido la defensa del proceso a la defensa de un gobierno entrabado en sus propias contradicciones; cuando de lo que se trata es desmontar los obstáculos, desmontar las resistencias institucionales y estructurales, desmontar las estructuras de poder heredadas y sus habitus concomitantes. La crítica permite enfrentar los obstáculos y las herencias estructurales de las dominaciones polimorfas; en cambio, la apología del gobierno supone que la llegada al Estado es el fin del proceso, el logro supremo del proceso, su realización. La apología es una manera de terminar con el proceso, es la expresión del Termidor48. Por eso, la apología es no solamente conservadora y termina siendo restauradora, sino que acaba con el proceso mismo, lo termina. Es una renuncia a las transformaciones.

Por otro lado, abandonar el proceso, porque se lo considera acabado por sus contradicciones proliferantes, en la perspectiva de abrir otro proceso, es también terminar con el proceso a cambio de una ilusión. El otro proceso no aparece por arte de magia, ni por un deseo recóndito que ocurra, ni por el ejercicio voluntario. El proceso político de transformación ha sido gestado largamente, como por acumulación de crisis múltiples, en distintos niveles, acumulación de experiencias y formas de organización, formas de interpelación, de movilizaciones prolongadas. Mientras otro proceso no se dé efectivamente, y esto puede durar un dilatado tiempo, no se puede abandonar el proceso que se vive, por más contradictorio y deteriorado que se encuentre. Esto también significa terminar con el proceso. Es como dice Albert Camus:48 Termidor, término relativo a la Revolución francesa, término referido a la actitud política de terminar con la revolución.

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Lo difícil es asistir a los extravíos de una revolución sin perder la fe en la necesidad de ésta. Para sacar de la decadencia de las revoluciones lecciones necesarias, es preciso sufrir con ellas, no alegrarse de esta decadencia49.

El activismo político emancipatorio es crítico y contestatario, enfrenta a los apologistas y a los ultimatistas, ambos termidorianos del proceso, ambos universalistas. Cuando se trata de reconocer la singularidad del proceso a partir de su pluralidad componente, buscar su prolongación creativa profundizando sus posibilidades emancipatorias. La defensa del proceso no es la defensa del gobierno ni del Estado; es esta la reducción institucional de los apologistas. La defensa del proceso no es la defensa de una ida no realizada, de una utopía traicionada; esta es la reducción abstracta de los ultimatistas. La defensa del proceso es la defensa de las posibilidades de transformación inherentes todavía al devenir intenso y contradictorio del proceso, la defensa de las posibilidades del cambio social, defensa de las posibilidades creativas en la perspectiva de las emancipaciones y liberaciones múltiples. La defensa del proceso es la defensa de las praxis comunitarias, colectivas, sociales, feministas, diversas. La defensa del proceso es, en cierto sentido, contra-gubernamental y contra-estatal; es la defensa de la apertura y el desplazamiento a otras formas de composiciones de cohesión social, de articulación “política” o post-política, más allá del Estado moderno y del Estado-nación. Esta transición posmoderna, pos-capitalista y de-colonial es la perspectiva subversiva del Estado plurinacional comunitario y autonómico, reducido por los apologistas a la representación folklórica del mismo Estado-nación; Estado plurinacional descartado por los ultimatistas en la búsqueda del Estado socialista traicionado, a pesar de qué este fue experimentado, se hundió en el drama sus contradicciones por no haber salido del circulo vicioso de la reproducción del Estado.

Los apologistas y ultimatistas se mueven en la misma episteme universalista, historicista, moderna; su diferencia radica en que son dos expresiones, aparentemente opuestas, del mismo suelo epistemológico. El desplazamiento del Estado plurinacional no puede decodificarse ni comprenderse desde la episteme moderna, forma parte de otra modo de pensar, es una representación política que forma parte de la epistemología pluralista50. Es difícil que apologistas y ultimatistas comprendan el desplazamiento teórico y político del

49 Albert Camus: El hombre rebelde. 50 Ver de Raúl Prada Alcoreza Epistemología pluralista y descolonización. Para su publicación en Bolpress; La Paz.

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Estado plurinacional, pues ellos piensan el Estado como unidad homogénea, universal, como síntesis social; no pueden pensar las unidades heterogéneas, plurales, singulares, como composiciones creativas de las dinámicas sociales moleculares. Apologistas y ultimatistas son modernistas, creen que son anticapitalistas, sin embargo, reviven alguna de las formas consumadas del capitalismo, por la vía de la reforma o la vía “revolucionaria”, reducida ésta también al telos socialista, que no es otra cosa que el mismo modo de producción capitalista donde la burguesía es sustituida por la burocracia del Estado.

Entonces las políticas emancipatorias están lejos del dilema ultimatista del todo o nada, también lejos del “pragmatismo” del sentido común de todo vale, el juego de las pequeñas tácticas y las puntuales astucias, pues el fin justifica los medios, enunciado del maquiavelismo vulgar. Las políticas emancipatorias hacen estallar las pluralidades y singularidades, ocultadas por la represión universal y homogeneizante del pensamiento moderno. Las políticas emancipatorias requieren moverse en el devenir del acontecimiento, comprendido como desplazamiento de múltiples singularidades. Requiere actuar en la variación de ritmos y de los intervalos de las ondas de los procesos, buscando sus desplazamientos, sus transformaciones y trastrocamientos, las rupturas iniciales que cruzan las líneas e inician otros agenciamientos. Cuando se habla de defensa crítica del proceso se habla de esta actitud abierta a las posibilidades, a las fuerzas de la potencia social.

En el proceso político boliviano, la defensa del proceso pasa por la defensa del germen del Estado plurinacional comunitario y autonómico, que se encuentra en la Constitución, en los territorios indígenas, en las resistencias comunitarias, en la defensa de los derechos de los seres de la madre tierra, en la defensa de la democracia participativa y pluralista, en la defensa del ejercicio de la democracia directa, de la democracia comunitaria y la democracia participativa. La defensa entonces de la participación social en la construcción de la decisión política, en la construcción de la ley, en la construcción de la gestión pública. La defensa de los derechos fundamentales, de los derechos de las naciones y pueblos indígenas originarios, de los derechos de las mujeres, de los derechos de las diversidades, de los derechos de los trabajadores y el proletariado nómada, de los derechos de los seres de la madre tierra. La defensa de las dinámicas asambleístas, deliberativas, colectivas, de la construcción de consensos, defensa de las movilizaciones, de los ejercicios participativos y democráticos en el despliegue de las

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transformaciones especificas y singulares. La defensa crítica del proceso es la defensa de la potencia social contra las usurpaciones y suplantaciones de representantes y funcionarios, de políticos que hablan a nombre del pueblo, a nombre de los movimientos sociales, a nombre de la sociedad. Es defensa de la potencia social contra las estructuras de poder y relaciones de dominación heredadas, contra las prácticas burocráticas de gobierno, contra las prácticas despóticas de los jefes, contra la dominación masculina, contra la política beligerante de definición del enemigo externo e interno, que corresponde al enunciado de la política como hostilidad, política experimentada en sentido moderno, enunciado vanguardista y estatalista, a la vez. Este enunciado ha sido compartido tanto por Nicolás Maquiavelo como por K. von Clauzewitz, tanto por Lenin como por Carl Smith, tanto por bolcheviques como por los nazis, tanto por liberales como por “revolucionarios”. Esta forma de política tiene como matriz la fraternidad masculina, la dominación patriarcal, donde la guerra es el recurso inicial y final de la concurrencia de las fuerzas.

No se trata de descartar la posibilidad del enfrentamiento, que siempre está presente, tampoco de descartar una guerra emancipatoria, que puede desatarse como defensa contra la violencia de las dominaciones, sino de interpelar al paradigma de la política, que toma a la guerra como inicio o final de la misma, convirtiendo la beligerancia en el procedimiento primordial, por medio del cual se depura a enemigos internos y se ataca a enemigos externos, buscando conservar el monopolio y el control del poder. Este sentido de la política es conservador, conserva el Estado, y anti-emancipatorio. Incluso puede llegar a simular que emplea los procedimientos de la depuración y de la destrucción para lograr la emancipación buscada, cuando efectivamente descarta las emancipaciones al apropiarse de su representación. Por lo tanto, se trata de buscar la “política” más allá de la política, la política más allá de la fraternidad masculina, la política más allá de las estructuras patriarcales. La política ya no como representación y delegación sino la “política” como participación plural, como construcción colectiva, la “política” como autonomía, en el sentido de autodeterminación.

La degradación de la política, como definición, identificación y combate con el enemigo, ha llegado a tal punto que es usada en el sentido más pedestre y policial del término, no sólo depuración del enemigo interno y destrucción del enemigo externo, sino la extorsión del enemigo indefinido, que puede variar desde el catalogado como delincuente, hasta el demandante de democracia interna, pasando por los supuestos conspiradores, incluyendo a los defensores críticos

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del proceso, desde los catalogados como resentidos, hasta las mujeres indomables. La degradación de la política es notoria cuando se incorpora a abogados extorsionadores en los mecanismos represivos, quienes se convierten en “defensores del proceso”. Estos “defensores”, calificados por un ex-ministro de gobierno como “profesionales”, se dan el tupe, desde las celdas, donde se encuentra recluidos, de denunciar al ministro de gobierno, que los llevó a la cárcel y les inició un juicio, de ser agente de la embajada estadounidense. Ellos dicen que cumplieron órdenes, acusan al ministro y no dan nombres de quienes les dieron las órdenes. Esta gente “profesional” está disponible al servicio de cualquier gobierno, son incorporadas por su perfil osado, por su subjetividad sin escrúpulos, a los aparatos represivos. Son como los torturadores que han seguido sirviendo a distintos gobiernos. No se hacen problema de que los gobiernos sean diferentes y hasta opuestos, lo importante es ejercer la “profesión” represora y extorsionadora al servicio de celosos y paranoicos gobernantes. Se ha llegado muy lejos en el deterioro y la degradación de la política en tanto definición del enemigo, se han borrado las fronteras de lo lícito y lo ilícito, de lo legal y lo ilegal; se ha llegado lejos cuando vemos que estos personajes inescrupulosos y estas “profesiones” coercitivas se han convertido en “defensores del proceso”. De la usurpación e impostura de políticos astutos, de funcionarios, burócratas, jefes, que sustituyeron a los movimientos sociales y simulan la escena “revolucionaria”, pasamos a la usurpación e impostura grotesca de los “profesionales” de la extorsión, convertidos en paladines de la “defensa del proceso”. La política de la hostilidad se ha convertido en el mejor instrumento del diagrama de poder de la corrupción y la economía política del chantaje.

Los que pueden hablar con propiedad de la defensa del proceso son las y los movilizados, las y los insurrectos, las y los interpeladores, las y los que resisten a la distorsión de la política y la usurpación del proceso por “profesionales” de la extorsión y astutos políticos. Son las comunidades indígenas que resisten a la destrucción de su territorio, son las mujeres más pobres del mundo51, reducidas a la subalternidad más oprobiosa, son el proletariado nómada, que hacen un recorrido itinerante en la oferta del trabajo del capitalismo salvaje, son el pueblo que se levanta contra medidas monetaristas como las del “gasolinazo”, son las y los que abrieron este proceso usurpado, luchando y entregando su gasto heroico. Todas ellas y ellos son el

51 Las mujeres más pobres del mundo, descripción usada por Gayatri Spivak. Crítica de la razón postcolonial. Akal; Valencia.

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contenido ético y la potencia del proceso, la posibilidad de la re-conducción del proceso.

La defensa crítica del proceso enfrenta la problemática del poder, de las relaciones de dominación, de las estructuras y diagramas de fuerza, que atraviesan los cuerpos modulándolos en adecuación a las estrategias de domesticación, disciplinamiento, control, simulación. En lo que respecta al Estado-nación y a la sociedad moderna, estas estructuras y diagramas de poder parecen tan inscritas en los cuerpos, tan internalizadas en las subjetividades, en los habitus y prácticas, en los imaginarios sociales, que parecen forman parte de la “realidad natural”, de condiciones históricas fosilizadas, que parecen hacer imposible sus transformaciones. El mensaje del realismo político respecto a esta constatación es que hay que aceptar lo que hay y actuar bajo la determinación de sus condiciones. Acompaña al realismo político una suerte de mentalidad oportunista, que se presta a apoyar esta versión “ideológica” del fetichismo del poder; una de las consignas de este oportunismo es que todo tiene que cambiar para que nada cambie; la política del gato pardo. Se trata de la adecuación a la fuerza dominante del momento. Otra versión, menos relevante del oportunismo, empero, de efectos masivos, es la actitud servil a los nuevos amos; cuyas expresiones son la sumisión, la adulación, el servilismo. Estas dos formas de respuesta a la irrupción de la plebe, de la insurrección de las multitudes y de la movilización prolongada, son no solo conservadoras, pues se adaptan a los cambios para detener sus alcances, sino son formas destructivas e inhibidoras del impulso popular, por lo tanto son formas demoledoras del proceso. La primera forma, la relativa a la simulación y adaptación, termina mimetizándose a tal punto que convierten a la política de gobierno en una constante puesta en escena, en una teatralización donde todo cambia en la escena, pero no pasa nada en la “realidad”. La segunda forma, llamada popularmente “llunkerio”, termina creando atmósferas de pleitesía, climas de alabanza, espacios de propaganda, que desconectan al gobierno de la “realidad”. Se puede comprender que ambas formas oportunistas forman parte de la gama de posicionamientos apologistas. Aunque el oportunismo no cuente necesariamente con un discurso explicativo y auto-justificativo, dejando este papel a la apología con pretensiones teóricas, es de las prácticas más difundidas en el campo burocrático y en el campo político. En los gatos pardos y en los “llunkus” encuentra la posición apologista a la masa de seguidores, que aplauden y actúan en consecuencia de lo que entienden, a su modo, la “defensa del proceso”.

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Fuera del consabido enfrentamiento con las clases dominantes, las oligarquías regionales, y sus expresiones políticas, hay que considerar seriamente el enfrentamiento constante, permanente, minucioso y detallado, con la masa difundida de las formas del oportunismo, pues estas masivas prácticas de mimetismo y de adulación se han convertido en el principal obstáculo a las transformaciones que empuja el proceso de cambio. El apologismo, en general, y el oportunismo, en particular, consideran que el proceso está en ascenso, se encuentra como en una quinta o sexta fase ascendente, que el punto de inflexión ya se ha dado, se ha dado la bifurcación, se pasó por la consolidación del proceso, ahora se avanza en la resolución de las tensiones creativas. Que el Estado plurinacional se ha conformado, por lo tanto se ha cumplido la revolución democrática y cultural. Ahora compete cumplir con tareas económicas y administrativas que aprovechen el crecimiento y redistribuyan adecuadamente los ingresos, cumpliendo con los derechos establecidos en la Constitución. Si esta es la situación, los que critican, los que interpelan, los que resisten, están fuera de escena; son llamados conspiradores, resentidos, infiltrados, agentes del imperialismo, libres pensadores. Como puede verse este posicionamiento, que combina el apologismo, el realismo político, el “pragmatismo” de sentido común, con el oportunismo de simulación y el oportunismo adulador, es un Termidor, una manera de terminar con el proceso. La “defensa del proceso” por parte de este apologismo político es una terminación del proceso mismo. La “defensa del proceso” los lleva a la represión, a la descalificación, a la persecución, a emplear métodos de coerción y de cooptación. Procedimientos justificados por la “defensa del proceso”. Nada se tiene que cambiar, nada se tiene que corregir, nada se tiene que re-conducir. Los problemas que se enfrentan son tensiones creativas. De esta forma la “defensa del proceso” se convierte en la culminación del proceso mismo.

El discurso apologista y la masa de comportamientos de simulación y de pleitesía institucionalizados, con los que se cruza, terminan reforzando las estructuras de poder establecidas, termina reproduciendo el Estado en sus formas más teatrales, en la ceremonialidad del poder, tanto espectacular así como minuciosa y detallada, tanto como escenificación gigantesca así como drama cotidiano, detallado, puntual. A los apologistas y oportunistas lo que les interesa es convencer y convencerse que las cosas son como dicen que son. Este es el efecto de la representación; el efecto práctico es el reforzamiento del Estado y de las estructuras de poder y dominación. Por una parte se construye una ilusión, por otra parte

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se construye un aparato represivo, tan grande como el tamaño de la propia ilusión. El aparato represivo no solamente sirve para el enemigo externo, sino sobre todo para el enemigo interno, para el control, la vigilancia, la persuasión de los propios, y cuando las cosas van más lejos, para la depuración. Entonces las tareas de transformación son sustituidas por las tareas policiales, represivas, de espionaje, de control y vigilancia. El Estado en cuestión se convierte en un Estado paranoico, una fortaleza rodeada por la proliferación de conspiraciones externas e internas.

Ahora bien, la aparición del discurso apologista y de las prácticas oportunistas se han dado, a partir de un determinado momento, en todos los procesos revolucionarios. El impulso de las luchas que abren el proceso irradia su fuerza y su espíritu a un principio; empero, a partir de un punto de inflexión, como que se tiende mas bien a restaurar el Estado, a reforzar las estructuras de poder y dominación, a conservar lo que se tiene y no arriesgarlo, a optar por la defensa del Estado, ha reproducir las mismas tácticas represivas que otros gobiernos, que los gobiernos depuestos, aunque se lo haga en otro contexto. ¿Por qué sucede esto? Las “vanguardias”, usemos esta palabra aunque no nos guste, para ejemplificar, son desplazadas, son sustituidas por camadas de obedientes, por funcionarios burocratizados, por perfiles represivos, por personajes sin escrúpulos, por serviles y oportunistas. Esto puede suceder desde un principio, al día siguiente de la toma o la llegada al poder, o puede tardar un tiempo previo, donde se vive la primavera del entusiasmo. Cada proceso tiene su propia historia singular. ¿Después de la tormenta viene la calma y las aguas vuelven a su sitio? ¿Después del entusiasmo vuelve el apaciguamiento y la “racionalidad”? ¿Por qué ocurre esto, de tal forma que no se pueda escapar a esta trama dramática, donde no se tiene un final feliz? Para responder a estas preguntas no caigamos en la ingenua hipótesis de que si hubieran sido otros hombres hubiera sido otra cosa. Las personas le dan su carisma, inciden en las características subjetivas, producen ciertos desplazamientos, que hacen distintos a los procesos, empero la trama parece sucederse de todas maneras. No es un problema de personas, otras hubieran quizás dado otro carisma, incidir en otras características subjetivas, ocasionar otros desplazamientos, empero, en algún momento se enfrentan al mismo problema, la reproducción del Estado y de las estructuras de poder y dominación. El problema no es de personas, sino de mapas institucionales mantenidos, estructuras y diagramas de poder conservados, Estado restaurado. Si una revolución, si un proceso de transformación, no desmonta estas

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estructuras de poder, termina tragada y subsumida a la lógica de la reproducción de poder.

La defensa crítica del proceso lucha en los lugares, los territorios, los espacio-tiempo con los que se cuenta, enfrenta los problemas singulares que emergen en el desplazamiento del proceso; comparte las desilusiones y desencanto popular ante la experiencia de un proceso contradictorio y un gobierno teatral, perdido en el laberinto de su soledad52; también se anima cuando las organizaciones sociales salen a las calles, denuncia, resiste, interpela, cuando las comunidades indígenas defiende sus territorios, cuando el pueblo defiende la Constitución contra la impostura de un gobierno que promueve leyes inconstitucionales, cuando el pueblo defiende nuevamente los recursos naturales contra parciales y mediáticas nacionalizaciones. La defensa crítica del proceso no renuncia a la utopía, no deja de concebir la lucha por las emancipaciones múltiples, por las liberaciones heterogéneas, por la descolonización radical. Respecto al proceso que se vive, aunque las evidencias muestran el declive y desmoronamiento del proceso, quizás hasta su propia muerte anunciada, no acepta esta evidencia como fatalidad, sino como desafío, como una convocatoria al gasto heroico. El “realismo” de la defensa crítica del proceso es el de la consigna de 1968 heroico: Seamos realistas, pidamos lo imposible53. Aunque parezca imposible la reconducción del proceso, la defensa crítica del proceso apuesta a este imposible. La realidad se realiza a veces por el lugar de lo improbable y por lo inesperado de lo imposible.

Reflexiones sobre el “proceso” de cambio54

Supongo que lo que interesa a la carrera de filosofía de la UMSA, que es la auspiciadora de este seminario, que precisamente pretende reflexionar sobre el proceso político. No tanto así como efectuar reflexiones políticas, sino teóricas, aunque, como dice Françoise Lyotard, la filosofía hace política. Intentaremos entonces una reflexión teórica sobre el llamado proceso de cambio. ¿Qué es entonces lo primero que tenemos que poner sobre la mesa de reflexión acerca del proceso? ¿La caracterización del proceso? ¿Las 52 Alusión al Ensayo de Octavio Paz: El laberinto de la soledad.53 Seamos realistas, pidamos lo imposible; consigna de los estudiantes parisinos movilizados del mayo de 1968.54 Esta es la ponencia para el seminario sobre Reflexiones del proceso de cambio, organizado por la Carrera de Filosofía de la UMSA, el 16 de mes de Mayo de 2013, y realizado en el salón de la Vicepresidencia. Se puede considerar este documento como el segundo autocrítico; el primero es Epistemología, pluralismo y descolonización.

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contradicciones del proceso? ¿Un análisis comparativo con otros procesos políticos? ¿Cómo caracterizar el proceso? ¿A partir de cómo la definen sus protagonistas? ¿A partir de la crisis de dónde emergió? Comenzaremos por definir la crisis de donde emergió el proceso; entonces comenzaremos por la caracterización de la crisis.

Como estamos en un seminario de filosofía, que se propone reflexionar sobre el proceso político, debemos priorizar, se supone, la reflexión teórica; entonces es conveniente definir dos conceptos iniciales de la reflexión, crisis y proceso. Etimológicamente crisis quiere decir momento decisivo, situación inestable; viene del latín crisis y del griego krísis, que significa punto decisivo, viene de krínein, que quiere decir separar, decidir55. Desde la perspectiva médica se ha hecho hincapié en el sentido de descompensación fisiológica; una ruptura del equilibrio fisiológico. De ahí al concepto de crisis en la teoría de sistemas no hay mucho trecho; la teoría de sistemas habla de crisis cuando el sistema, los subsistemas componentes, los intercambios entre ellos, la retroalimentación con el entorno, ya no puede darse; ya no hay posibilidades de reproducción del sistema. El sistema entra en crisis. Ciertamente es un concepto abstracto, tiene el sentido de crisis estructural y sistémica. Jürgen Habermas  la ha usado en este sentido, dándole también la tonalidad de problemas de legitimación. El marxismo se ha referido a la crisis haciendo referencia a la crisis estructural y orgánica del capitalismo, crisis descifrada a partir de la contradicción entre fuerzas productivas y relaciones de producción, interpretada a partir de las dificultades para mantener la tendencias ascendentes de las tasas de ganancia; crisis que también es entendida, en un marco general, como crisis de acumulación, crisis de sobre-producción, también crisis de la reproducción del modo de producción capitalista. De aquí, se pasa a las consecuencias políticas y a las crisis sociales; las crisis políticas son entendidas como crisis del Estado, las crisis sociales son interpretadas desde la intensidad de la lucha de clases. Los análisis políticos, casi en general, hablan de crisis refiriéndose a hechos diferentes; crisis de gobierno, crisis de representación, crisis del sistema de partidos políticos, crisis coyunturales específicas. Como se podrá ver, el término crisis se presta a un abanico polisémico amplio; empero, de todas maneras, no pierde su raíz; momento decisivo, situación inestable, incluso momento de ruptura, de separación.

En Bolivia se ha hablado de crisis de una manera connotativa más o menos amplia; se ha hecho alusión a una crisis múltiple del 55 Ver de Guido Gómez de Silva Breve diccionario etimológico de la lengua española. El Colegio de México.

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Estado, caracterizando al Estado como Estado colonial, aunque la referencia se la hacía al Estado-nación. En este contexto connotativo, la referencias más puntuales se dirigían a la crisis del modelo neoliberal, a la crisis de los gobiernos neoliberales, a la crisis de representación, a la crisis del sistema de partidos; aunque también las connotaciones alcanzaban a la crisis de la sociedad y el Estado boliviano. Interesa detenerse en estas lecturas de la crisis o, mas bien, en esta lectura del acontecer político desde la crisis.

Como se trata de reflexiones teóricas, que también llamaremos problemas filosóficos, relativas a la experiencia del proceso de cambio, vamos a tratar de identificar problemas teóricos en los análisis, las interpretaciones y los discursos referidos a la contingencia política, social, económica y cultural del proceso. En adelante haremos un repaso a lo que consideramos los principales problemas teóricos del análisis y de la crítica de la política.

Un primer problema aparece con el atributo mismo de las teorías; se trata de cuerpos hipotéticos y de tesis que arman explicaciones lógicas de los acontecimientos que observan, convertidos, si se quiere, en “objetos” de estudios. El problema no se encuentra en que los acontecimientos se conviertan en “objetos” de estudio, sino en la forma como lo hace y lo logra esta mirada, que es la teoría. La teoría forma parte del mundo como representación. Para que se entienda bien, no se desecha la teoría, el servicio de la teoría en la construcción de explicaciones y en la formación del conocimiento; el problema radica en el uso que se hace de la teoría. Los usos teóricos, al otorgarle una significación estructurada a los acontecimientos que estudian, terminan no sólo representando estos acontecimientos, en forma de recortes de realidad, sino que son concebidos como si funcionaran desde la lógica preformada por los cuerpos teóricos. Las analogías encontradas entre lógicas teóricas y las “secuencias” de los procesos inherentes a los acontecimientos ayudan a esta sustitución de los procesos por las lógicas. Indudablemente estas “reducciones” ayudan a explicar los hechos, los sucesos, los eventos y los acontecimientos, a través de la comprensión de relaciones, de estructuras, de sistemas, de composiciones más o menos complejas. Sin embargo, no hay que olvidar nunca que, el acontecimiento no es representación, no es “realidad”, que es otra representación, sino la diferencia absoluta irreductible. Por otra parte, la misma teoría experimenta su propia transformación; las teorías concurren mejorando, adecuando, desplazando, renovando e inventando nuevas explicaciones. Ciertas teorías quedan rezagadas en relación a la aparición de nuevas

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problemáticas, que son el resultado del desplazamiento de los horizontes de visibilidad y decibilidad de la experiencia. Otro problema radica entonces en las resistencias de las teorías a quedar descartadas; se empecinan por mantenerse, creando, como dice Karl Popper, hipótesis ad doc56. Al respecto de este empecinamiento, obviamente no se trata del empecinamiento de las teorías, pues éstas no son sujetos, como suelen convertirlas, por una especie de fetichismo teórico, sino del empecinamiento de los sujetos que usan las teorías. Cuando esto ocurre, se da lugar como a por lo menos tres desfases; primero, en relación a la que identificamos anteriormente, el desfase entre representación y acontecimiento; segundo, el desfase entre teoría y problemática; tercero, el desfase entre la problemática misma y otras problemáticas posibles, que se encuentran opacas o invisibles a la mirada teórica.

En relación a estos desfases, los mejores “instrumentos” para recorrer estas distancias y re-articular los desfases son: en primer lugar, la intensidad y la expansión de la experiencia social; en segundo lugar, la crítica. La virtud de la crítica es que hace visible las problemáticas, identifica los límites de las teorías y busca replanteamientos estructurales. La vitalidad de la experiencia social es que extiende, desplaza, los horizontes de visibilidad y decibilidad, por un lado, y profundiza los espesores de la subjetividad. Ambas, la crítica y la experiencia, nos permiten, posibilitan, no solamente desplazar los horizontes epistemológicos, sino también y sobre todo, replantear las relaciones y articulaciones entre teoría, experiencia, subjetividad y la experiencia de los acontecimientos.

Como dijimos a un principio, la discusión que nos trae es política; entonces también hablamos de la pasión política, de la pasión como substrato de la política. El discurso político es mucho menos cuidadoso que el discurso teórico; no se hace problema si se trata de representaciones, si estas representaciones son cuestionables y contraen problemas de configuración. Usa el discurso como si éste hablara directamente de “realidades”; no hay ni siquiera una pretensión de verdad, sino, mas bien, una pretensión de “realidad”. El discurso político está directamente vinculado con la fuerza que se emplea respecto a las materias y objetos de poder. El discurso político acompaña a la fuerza; no está para demostrar su verdad, sino está para legitimar la fuerza que se emplea. Entonces, cuando tratamos con el discurso político, no solamente respecto al horizonte de las representaciones, sus límites, en relación a la complejidad del acontecimiento, sino cuando estamos ante los límites 56 Ver de Karl Popper Lógica de la Investigación científica. Taurus; Madrid.

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mismos de una “ideología”, en pleno sentido de la palabra, como fetichismo del poder, estamos ante un discurso que se considera la expresión misma de la “realidad”, produce “realidades”.

El discurso político es un dispositivo para la acción, no se plantea problemas de verdad, no tiene exactamente pretensiones de verdad, sino que, le interesa directamente incidir en los hechos. Si el discurso político alude a teorías, no lo hace tanto para manifestar su pretensión de verdad, tampoco para reflexionar sobre su propia actuación, sino que usa los fragmentos teóricos como herramientas en su disposición para la acción. Ahora bien, el discurso político puede entrar a la acción con pretensiones emancipatorias o, en su caso, de manera opuesta, puede hacerlo con pretensiones institucionales, buscando el apoyo a las políticas públicas. En ambos casos, el discurso político forma parte de la acción; en un caso, contestataria, o, de lo contrario, reforzando la institucionalidad del Estado. Lo que hay que tener en cuenta es esta característica del discurso político; desde esta perspectiva parece vano entrar en debate teórico o, si se quiere, científico con el discurso político. Aunque se dé una especie de comunicación, incluso se den respuestas por parte del discurso político, esto no quiere decir que asistimos a un debate teórico o científico, sino a un intercambio discursivo donde no se modifica el funcionamiento de la política, que produce “realidades”, tampoco el funcionamiento y las lógicas teóricas, que produce verdades. Las prácticas políticas se fortalecen, por la manera cómo manejan las teorías; las fragmentan y las usan para apoyar los propios objetivos, que son mas bien posicionamientos. Las teorías terminan vulgarizadas y de alguna manera devaluadas por este uso político; rara vez ocurre que el uso de las teorías, en los escenarios políticos, derivan en una interpelación con efectos políticos demoledores, obligando a modificaciones en las prácticas políticas. Cuando esto ocurre es que las prácticas políticas, el estilo coyuntural y periódico, correspondiente a una época, se encuentran en crisis.

Por eso, cuando nos invitan hablar del proceso de cambio, es decir, del proceso politico que se vive en Bolivia desde inicios del siglo XXI, debemos contextualizar los ámbitos de la reflexión y la discusión. Preferimos, en principio, separar, metodológicamente, el ámbito teórico del ámbito político, para después enfocar sus zonas de yuxtaposición.

Una mirada teórica sobre el llamado proceso de cambio

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De entrada tenemos un problema teórico; proceso es un concepto teleológico, supone una finalidad, a la que se llega precisamente mediante un proceso, que pasa por etapas de aproximación. El proceso procesa, por así decirlo, las condiciones de posibilidad histórica, los medios, las fuerzas involucradas, llevándolas hacia el fin propuesto. Se trata de una producción histórica. A propósito, el concepto de proceso es concomitante con el concepto de producción. Si estas son las características del concepto proceso, se entiende que se tienda a evaluar el proceso de acuerdo a las finalidades propuestas. No es esta valorización de ninguna manera un contra-sentido, sino mas bien algo coherente con el concepto mismo de proceso. El problema no radica ahí, sino en llamar proceso al acontecimiento político experimentado. La ventaja del concepto de acontecimiento es que no es teleológico; no supone ningún propósito, ni de la providencia ni de la historia. El concepto de acontecimiento, como multiplicidad y pluralidad de singularidades, está abierto a distintas contingencias, a diferentes posibilidades, a la aleatoriedad misma de múltiples juegos de fuerzas.

Si queremos salir del acto de juzgar el proceso, juzgar en el sentido jurídico del término, como tarea de jueces, ya sea para bien o para mal, negativamente o positivamente, observando sus desviaciones o, en su caso, haciendo apología de su consecuencia, debemos, en primer lugar dejar de hablar de proceso. Debemos decir categóricamente que no hay proceso; lo que hay, es ciertamente un acontecimiento político, en el que estamos insertos, lo que hay es una lucha entre tendencias encontradas, además de una lucha de estas tendencias en relación a las condiciones de posibilidad histórica, que casi todas ellas llaman “realidad”. Condiciones de posibilidad que las tendencias tratan de controlar o inducir para lograr sus propósitos. Lo que ocurra no depende de sus voluntades sino del juego azaroso de las fuerzas, de las contingencias, y, ciertamente, de la dosis de consecuencia que se imprime en las acciones, dependiendo de una suerte de acumulación y disponibilidad de fuerzas.

Es preferible entonces tratar de comprender la complejidad del acontecimiento político, que se vive desde el 2000, que buscar juzgarlo, de una u otra manera. Con este propósito intentaremos proponer algunas hipótesis interpretativas del acontecimiento político.

Hipótesis

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1. Lo que se experimenta como acontecimiento político es una lucha no sólo de tendencias voluntarias y conscientes, inherentes a los partidos, las organizaciones, los movimientos sociales, las clases sociales, naciones y pueblos, sino la lucha de estas tendencias con las condiciones de posibilidad, los desplazamientos materiales y subjetivos, que no controlan. Entonces se da como una concurrencia de desplazamientos materiales y subjetivos no controlados y tampoco suficientemente visibilizados, desplazamientos que inciden en el decurso de la actualización concreta de la complejidad en las coyunturas sucesivas.

2. En la interpretación del acontecimiento político es imprescindible identificar las tendencias en juego y la disponibilidad de fuerzas con las que cuentan; además es indispensable identificar algunas de las condiciones de posibilidad histórica y de los desplazamientos materiales y subjetivos en curso, por lo menos los que parecen de mayor condicionalidad e incidencia.

3. De las tendencias concurrentes, la que cuenta con mayor disponibilidad de fuerzas, por lo menos hasta ahora, es la tendencia oficial, la gubernamental y la estatal; tendencia dominante en el escenario. Sin embargo, esto no quiere decir que controle las condiciones de posibilidad y los desplazamientos materiales y subjetivos concurrentes. Tampoco que logre vencer y dominar a las otras tendencias en juego. Por eso la tendencia dominante está sujeta a contingencias, así como a sus propias pugnas internas. Muchas de sus acciones desatan consecuencias inesperadas para los propios actores oficiales.

4. Por lo menos desde el 2009, desde la segunda gestión del gobierno popular, la otra tendencia, con disponibilidad de fuerza, si se puede hablar en singular y no en plural, como corresponde, no es, desde nuestro punto de vista, la llamada “derecha”, que comprende a los partidos conservadores, ligados a las oligarquías regionales, a la burguesía y a los terratenientes, aunque como clases sociales sigan contando con un dominio económico apreciable. La tendencia con disponibilidad de fuerza, por lo tanto, con capacidad de incidencia, corresponde a las organizaciones sociales que se ha colocado en posición crítica y demandante respecto al gobierno. De entre estas organizaciones hay que destacar a las organizaciones indígenas y la las organizaciones sindicales, aglutinadas en la COB. Fuera de estas organizaciones

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sociales, han tenido incidencia intermitente y coyuntural, otras organizaciones como los comités cívicos y gremialistas. Estas incidencias en los acontecimientos se comprueba en determinadas coyunturas intensas, como la que corresponde al levantamiento popular contra el “gasolinazo”, que obligó al gobierno a retirar la medida; también en el Conflicto del TIPNIS, sobre todo con la llegada de la VIII marcha indígena, que obligó al presidente a promulgar una ley en defensa del TIPNIS; así como la actual movilización y huelga indefinida de la COB, que obliga al gobierno a revisar y discutir su promulgada ley de pensiones.

5. La otra tendencia con disponibilidad de fuerza y capacidad de incidencia son las clases económicamente dominantes, como la burguesía, los agro-industriales, los banqueros. La burguesía recompuesta, que no necesariamente se confronta con el gobierno, al contrario, ha optado por incidir en sus políticas públicas, sobre todo económicas; tiene una comprobada incidencia en el decurso de los acontecimientos.

6. En el contexto internacional, del cual Bolivia forma parte ineludible, las empresas trasnacionales, el sistema financiero internacional y el contexto del orden mundial, conforman lo que podemos llamar las estructuras condicionantes en el mercado mundial y en el orden mundial y regional. Estas estructuras condicionantes llegan a convertirse en tendencias en juego, en el contexto del país, a través de los agentes y agenciamientos operativos.

7. En el mismo contexto internacional, mas bien regional, debemos citar a otras estructuras condicionantes, cuya presencia trata de compensar la influencia y la incidencia de las estructuras condicionantes internacionales, dominantes y hegemónicas. Estas estructuras de compensación son los gobiernos afines de la región, los organismos de integración, como el ALBA, el UNASUR y el CELAC, además del MERCOSUR y la Comunidad Andina.

8. Ciertamente también se encuentran como tendencia de incidencia, en este contexto de tendencias en juego, la que comúnmente se ha identificado políticamente como “derecha”; hablamos de partidos políticos conservadores. Aunque debilitados desde el 2008, tienen representación en el Congreso, en menos de 1/3,

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además de controlar dos gobernaciones, fuera de la vocería que adquieren en los medios de comunicación.

9. Otra tendencia, cuya disponibilidad de fuerza es mas bien local que “nacional”, con cierto impacto regional, es la relativa a un posicionamiento de centro, con variantes de centro-izquierda y variantes de centro-derecha, por las últimas alianzas electorales logradas.

10. En lo que respecta a las condiciones de posibilidad histórica,

podemos nombrar a la condición estructural de Bolivia en la geopolítica del sistema-mundo capitalista. Como parte de las periferias y su condicionamiento histórico como país condenado al extractivismo, al modelo primario exportador, y al Estado rentista, la dependencia ha llegado formas extremas, limitantes, obstaculizadoras y generando un circulo vicioso gravitante.

11. Otra condición de posibilidad histórica tiene que ver con lo que llamaremos la historia de las estructuras subjetivas de las sociedades, de las naciones y de los pueblos. Estas estructuras subjetivas son como las memorias de estas sociedades, de estas naciones y de estos pueblos; pero, también sus estados de ánimo. Como dijimos en otro texto57, cuando hablamos de estructura lo hacemos metafóricamente, mucho más cuando nos referimos a estructuras subjetivas. No podrían darse tales estructuras, ni como una macro-estructura que comprenda la memoria y el estado de ánimo de un pueblo, ni como micro-estructuras que se hallaran inscritas en cada uno de los individuos. Sencillamente se trata de una manera de organizar la explicación y el análisis, corriendo el riesgo de convertir a la estructura en un sustituto del sujeto, sujeto de la filosofía o de la psicología, convirtiéndola en algo así como la combinatoria inherente al funcionamiento de una composición dada; en este caso de una multiplicidad de subjetividades. Recurrimos auxiliarmente y provisionalmente a este concepto de estructura para usarlo como nombre comodín, como nombre de algo, en este caso de experiencias, memorias y ánimos de pueblos. Lo que interesa es esto último, pues, suponemos, que las experiencias, las memorias y los ánimos, de las sociedades y de los pueblos, se sedimentan y estratifican en sus imaginarios, de tal

57 Este texto es Hacia una teoría de la sociedad alterativa. Todavía no publicado, se encuentra en elaboración y revisión. Será difundido en Horizontes nómadas, también en Bolpress.

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suerte que se convierten como en condiciones de posibilidad subjetivas.

12. Otra condición de posibilidad histórica tiene que ver con el mapa institucional, en otras palabras, la cobertura institucional en relación a la extensión de la misma sociedad. El mapa institucional puede abarcar más o menos la extensión misma de la sociedad, puede capturar torrentes constantes de las dinámicas moleculares sociales, en zonas más o menos extensas de la reproducción social; en este sentido incide preponderantemente en la orientación de la reproducción social, convirtiéndola en el substrato primordial del Estado. Cuando el mapa institucional tiene una cobertura tan grande como la extensión misma de la sociedad, el Estado habría integrado a la sociedad a la reproducción misma del Estado; hablaríamos de un Estado realizado y consolidado. Este es el objetivo de los que propugna la consolidación del Estado-nación. En todo caso, un mapa institucional extenso y articulado, un Estado-nación integrado, hacen de maquinarias abstractas de poder lo suficientemente gravitantes como para incidir en el decurso de los acontecimientos, sin necesidad de controlarlos.

13. Otra condición de posibilidad histórica puede ser nombrada como mapa de las organizaciones sociales, que hacen como contraste del mapa institucional. El accionar de las organizaciones sociales, su convocatoria, sus demandas, sus movilizaciones y luchas, puede oponerse a los agenciamientos concretos de poder de las instituciones, por lo tanto, puede desordenar la consistencia del mapa institucional, o, en su caso, de manera distinta, en por lo menos, algunos casos, puede reforzar los efectos de poder del mapa institucional.

¿Cuál es el problema de este cuadro de hipótesis? En primer lugar que es un cuadro, por lo tanto una pintura y un punteo de tendencias y de condiciones de posibilidad histórica, a las que se ha llegado analíticamente, diferenciando, líneas, aspectos y tópicos, incluso temporalidades. Una vez hecho esto, son como fichas de un rompecabezas, a las que hay que volver a reunir encajando, para armar el cuadro. El problema es que se le atribuye “vida” propia a cada una de estas fichas separadas, como si estuvieran animadas y fuesen autónomas, cuando esto no ocurre en absoluto. En “realidad” estas fichas separadas ni tienen vida propia, ni son autónomas, ni funcionan separadas. No hay fichas

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separadas, todo ha funcionado efectivamente como conjunciones complejas y articuladas; no hay tal separación analítica. Esto es parte del fetichismo teórico, del que hablamos al principio. Por lo tanto, si asumimos el acontecimiento como configuración espacio-temporal, como matriz múltiple y compleja, en la cual nos encontramos insertos, no es posible pensar analíticamente, separando piezas, para estudiar sus relaciones y causalidades. Es menester pensar pluralmente el acontecimiento como multiplicidad de singularidades.

Con esta aclaración y esta advertencia, podemos aproximarnos a éstos propósitos del pensamiento pluralista, usando las hipótesis, en hipotéticos movimientos, flujos, torrentes singulares, en constante composición y re-composición.

Aproximaciones al acontecimiento político

Quiero retomar esta aproximación al acontecimiento político recordando una apreciación altamente, sugerente y esclarecedora, que pronuncio Vicky Ayllón en la presentación de un libro de Luis Tapia sobre los grupos roqueros de la ciudad de el Alto y la Ciudad de la Paz58. Vicky Ayllón dijo que el problema de dar nombres a los grupos, de nombrarlos, no sólo cómo se nombran a sí mismos, de acuerdo a la identificación de su banda, sino el nombre que les atribuye el autor, al calificarlos de underground, es hacerlos existir de esa manera, atribuirles un sentido, el valorado por el investigador; además el nombrar a unos y no nombrar a otros, es como hacerlos existir a unos y condenar a la in-existencia a otros, por lo menos a aquella existencia documentada por los libros59. Por lo demás, el libro de Luis Tapia es el resultado de una investigación vivencial, pues el investigador era amigo de los grupos roqueros y los visitaba donde tocaban. Además de mostrarnos otra de las facetas de este teórico e investigador, el libro tiene la virtud de alumbrar en la oscuridad refugiada del underground de los jóvenes rebeldes. Volviendo a Viky Ayllón, quiero tener en cuenta esta observación, pues cuando escribimos sobre el acontecimiento político, también nombramos y terminamos dando existencia escrita a lo que nombramos, atribuyéndole un sentido, el del analista, teórico, intérprete,

58 El libro fue editado y publicado por Autodeterminación. 59 He recurrido a mi memoria, tratando de rescatar, no literalmente lo que dijo Viky Ayllón, sino interpretando lo que dijo, el significado de sus comentarios y observaciones. Es difícil recordar los términos literales de su exposición.

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escritor y activista. Se produce entonces una “captura” de las experiencias múltiples y singulares en el sentido teórico asignado. De alguna manera esta significación se convierte en código de intercambio, en sentido compartido, en la medida que los textos se difunden y son apropiados. Puede ocurrir, a su vez, que los textos difundidos sean usados por otros portadores de discursos, entonces los sentidos que circulan vuelvan a ser “capturados” por otras composiciones discursivas. Pero, lo que interesa, en este caso, es que las singularidades del acontecimiento son “capturadas” por otras singularidades, conformando composiciones, de sentido, que llegan a ser políticas, debido al uso en el tráfago de las fuerzas. ¿A dónde apuntamos con esto? No es posible decir la verdad del acontecimiento político, pues tal verdad no existe; lo que se dan son distintas perspectivas, dependiendo de los referentes. Algunas perspectivas son más compartidas que otras, en la medida que su uso sea más difundido, además de lograr mayor “captura” que otras perspectivas.

Al respecto, no estoy seguro del alcance de la difusión de los análisis críticos del colectivo Comuna respecto al seguimiento de los movimientos sociales del 2000 al 2005, tampoco de la expansión de las “capturas” logradas de las singularidades de los acontecimientos; empero, de alguna manera, sus libros fueron referencia para la academia y la discusión política. En este sentido, es conveniente revisar los sentidos y significaciones teóricas y políticas asignadas por Comuna al acontecimiento político de las movilizaciones sociales de ese periodo. Algo que se compartió con otros colectivos y activistas, además de los voceros de las organizaciones sociales involucradas, además de organizaciones políticas, es haber nombrado esta experiencia multitudinaria como proceso. Entonces ya este concepto conducía la interpretación y el análisis en una dirección teleológica; el proceso semi-insurreccional, pues así se hablaba y se escribía, conduce los levantamientos, las rebeliones, las resistencias, las luchas, las movilizaciones, hacia finalidades inscritas en la memoria indígena y en la memoria popular. Estas finalidades no podían ser otra cosa que la descolonización y la nacionalización de los recursos naturales; de estas finalidades, compartidas por las organizaciones sociales, se encontraron otras finalidades más definidas y de efecto estatal. Hablamos de las figuras concebidas de la transformación estatal. Al principio estas figuras tenían que ver con las distintas perspectivas de lo que se entendía por descolonización, por una parte, y nacionalización, por otra parte.

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Por ejemplo, el CONAMAQ entendía por descolonización la reconstitución del Collasuyu y del Tawantinsuyu; el CIDOB ya había trabajado la idea del Estado plurinacional; las organizaciones campesinas hacían hincapié en la reforma agraria, aunque compartían distintas propuestas sobre la transformación del Estado, desde las propuestas por las organizaciones indígenas hasta las propuestas socialistas, pasando por la consolidación del Estado-nación. Las organizaciones sindicales de los trabajadores no abandonaron el horizonte definido por sus tesis legendarias, el socialismo, aunque también compartían fuertemente la idea de la consolidación del Estado-nación, recurriendo a su memoria nacional-popular.

La forma como se llega a definir la finalidad del Estado plurinacional social-comunitario, fue lograda en reuniones, seminarios, talleres, conferencias y “congresos” del Pacto de Unidad. A esta significación del proceso se llega por el camino de “capturas” de singularidades. Son las organizaciones sociales, las dirigencias de estas organizaciones, los asesores de las organizaciones, las ONGs de apoyo, los dispositivos de “captura”, que coadyuvan a componer una interpretación más o menos compartida. Es así como la finalidad del Estado plurinacional social-comunitario fue asumida orgánicamente. Es así también como el proceso fue interpretado como una producción política del Estado plurinacional social-comunitario. Empero, que la finalidad compartida orgánicamente por el Pacto de Unidad sea la del Estado-plurinacional social-comunitario no quiere decir que el Pacto de Unidad controlaba todas las variables en juego en el contexto de las fuerzas; era la voluntad del Pacto de Unidad, que de ninguna manera garantiza per se que el decurso de los acontecimientos desatados conduzca a tal finalidad. Este decurso no depende de la voluntad orgánica, incluso si llegara a comprometer y convencer a otras fuerzas, como ocurrió en la Asamblea Constituyente, sino del juego y del peso de las fuerzas puestas en juego, de las tendencias, su gravitación, y de las condiciones de posibilidad histórica, la condicionalidad e incidencia de las mismas. Por eso, podemos decir que lo que hacen el Pacto de Unidad y, después, la Asamblea Constituyente, en este recorrido, también Comuna, es estructurar una voluntad, interpretando el acontecimiento político como proceso. El MAS, como “partido” político, va terminar de asumir, en su generalidad, este discurso, “capturando” también sentidos y singularidades. No vamos a detenernos en cómo haya entendido el MAS la finalidad

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Estado plurinacional comunitario autonómico, que corresponde a los desplazamientos logrados en la Constitución respecto del Estado social comunitario del Pacto de Unidad. La interpretación oficial más se parece a la “captura” del símbolo caudillo de la gama de significaciones del proceso, que ya era una interpretación teleológica del acontecimiento político experimentado multitudinariamente. Lo que interesa, por el momento, es que se construye un sentido común sobre el acontecimiento experimentado colectivamente, se le llama proceso, al que se le asigna una finalidad, el Estado plurinacional comunitario y autonómico.

Los límites de este sentido común, de esta interpretación compartida, de esta lectura del acontecimiento como proceso, aparecen prontamente ante las dificultades evidentes de construir un Estado plurinacional comunitario y autonómico. Lo sugerente, ante la constatación de los problemas de la interpretación, son las hipótesis ad hoc que se crean, para conservar a la interpretación construida. El gobierno dice que ya se ha logrado el Estado plurinacional comunitario y autonómico; la crítica, que llamaremos de “izquierda”, dice que no se ha alcanzado este objetivo, que más bien nos mantenemos en el Estado-nación, restaurado y consolidado. La derecha asume que eso que tiene ante los ojos es el Estado plurinacional, aprovechando sus resultados para criticarlo, buscando, mas bien, restaurar el Estado de derecho. En otras palabras, todos asumen la finalidad enunciada como referente suficiente para evaluar el proceso. De esta manera, todos terminan juzgando el proceso desde la perspectiva de su finalidad.

Como dijimos, el acontecimiento no se reduce al proceso; hay un campo de posibilidades abierto. Por donde vaya el decurso, depende de las contingencias, la disponibilidad de fuerzas de las tendencias y de la gravitación de las condiciones de posibilidad históricas. Esto no quiere decir que no se tengan objetivitos, que no se tengan finalidades, tampoco, mucho menos, que haya que renunciar a la voluntad. Lo que no se puede hacer es reducir la complejidad del acontecimiento a la idea de una secuencia preformada, la de proceso por ejemplo, y confiar, que como estamos en un proceso, la secuencia de los eventos seguirá la lógica de una producción planificada. Como no ocurre esto, cuando los hechos contrastan con la idea de proceso, sobre todo con sus finalidades no logradas, las tendencias en pugna generalmente

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recurren a explicaciones fáciles. La tendencia radical tiende a explicarse la no realización plena del proceso debido a inconsecuencias, incluso a traiciones; la tendencia conservadora, ya acomodada en el gobierno, tiende a explicar la incomprensión de la crítica debido a una conspiración interna, que termina apoyando a la derecha derrocada. Las pugnas internas al bloque “revolucionario” arrecian, a pesar de los esfuerzos por acallarla y ocultar la presencia de tendencias. Lo que comúnmente se llama “derecha”, se explica lo que ocurre como si hubiera esperado que pase; dice que no podía ser de otra manera, cuando el Estado se hace cargo de la economía, vuelve a comprobarse que es un mal administrador. A la “derecha” todo le parece el fracaso del socialismo; entonces cree volver a ratificar sus aseveraciones sedimentadas en su concepción de fin de la historia; el mundo no puede llegar a ser otra cosa de lo que es.

Se trata de distintos planos, por así decirlo. Un plano o plano-meno, plano de intensidad, es el del acontecimiento; otro plano, mas bien de representación, el que corresponde a la idea que se tiene del acontecimiento, que en este caso es la idea de proceso, donde se presenta la voluntad estructurada como programa, finalidad, constitución. Pretender mantener la idea que se tiene, en este caso, la de proceso, a pesar de las contrastaciones, es un suicidio. Lo aconsejable es conocer mejor la complejidad del acontecimiento, mejorar las representaciones que se tienen, adecuar la voluntad estructurada y la estructura de la voluntad a la complejidad puesta en juego, adecuar las finalidades, mejorando también las formas de intervención y los agenciamientos de transformación. Lo que importa es comprender mejor cómo funcionan las fuerzas puestas en juego, cómo funcionan las dinámicas moleculares, cómo funcionan las composiciones moleculares, también cómo funcionan las composiciones molares. En una coyuntura concreta, un periodo y contexto específicos, qué efectos institucionales se dan, qué efectos transformadores provocan las movilizaciones, cuáles son las consecuencias del forcejeo entre el mapa institucional y el mapa de las organizaciones.

Ahora bien, este saber del acontecimiento no es deducción teórica, sino efecto de la acumulación de la experiencia activista y de los movimientos sociales. Este saber colectivo puede convertirse en teoría; esto ayuda a tener una comprensión novedosa del acontecimiento y de la experiencia social de las

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recientes movilizaciones y luchas. Esta dinámica interpretativa forma parte del aprendizaje social y colectivo, del desplazamiento de los horizontes de visibilidad y decibilidad, de la acumulación de experiencia. Ante esta exigencia, esta vertiginosidad y volatilidad de la imaginación social, inducida por los desplazamientos de la experiencia, se oponen desesperadamente resistencias representativas, que se adhieren a lo que pretenden que son cuerpos fijos teóricos, verdades eternas. Es de estas posiciones conservadoras, de esta ilusión de verdad, de las que se alimentan los “aparatos ideológicos” del Estado, ahora tomados por los “revolucionarios”. Esta es una negativa al aprendizaje y una clara muestra de la convicción de que se trata de defender el poder tomado, por lo tanto una renuncia a las transformaciones.

Sin embargo, el mismo peligro la experimenta el ala radical del proceso; al mantenerse en esta representación teleológica del acontecimiento politico. Tampoco quiere aprender de la experiencia al explicar lo que acontece por las inconsecuencias y traiciones. Hay que abandonar definitivamente la teoría de la conspiración. No sirve, es pueril y simple, como para ayudar a comprender la complejidad, el juego de las fuerzas, las dinámicas moleculares y molares, las relaciones y las estructuras de poder en juego.

En relación a lo que acabamos de escribir, es menester proponer un segundo grupo de hipótesis; ahora de carácter dinámico, ya no como cuadro.

Hipótesis dinámicas

1. El acontecimiento politico que vivimos, cuya referencia inicial acordada es fines del siglo XX y principios del siglo XXI, acontecimiento múltiple en cuanto a la proliferación de hechos, eventos, sucesos y desplazamientos diversos, acontecimiento registrado en la experiencia plural de las multitudes, sociedades, pueblos, clases sociales, se mueve en un espacio-tiempo curvo, no-lineal, que no se reduce tampoco a un solo plano, sino mas bien comprende múltiples planos en un espesor magmático.

2. Cuando estalló la guerra del agua, entre fines de 1999 y principios de 2000, había distintas posibilidades de secuencias contenidas; una de ellas, es la experimentada. La experiencia vivida se resume

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en la siguiente secuencia: La primera victoria del bloque popular, de la Coordinadora del Agua y por la Defensa de la Vida; la renuncia del gobierno de coalición a la Ley de Agua; la aceptación, a regañadientes, de la salida de la empresa trasnacional del agua, Aguas del Tunari, subsidiaria de la  Bechtel; la continuidad de la movilización general hasta la segunda guerra del gas, mayo y junio del 2005, pasando por la primera guerra del gas, en octubre del 2003, la caída del gobierno de Sánchez de Lozada, la primera sucesión constitucional, la renuncia de Carlos Mesa, la segunda sucesión constitucional; la victoria electoral del MAS, la asunción del gobierno por el primer presidente indígena. Como otros decursos posibles, se podría dibujar, por ejemplo, el siguiente: el gobierno de coalición podía no sólo aceptar lo que aceptó, sino podía revisar su política privatizadora, amortiguando sus impactos, buscando resolver el conflicto social. ¿Qué hubiera pasado si los gobiernos de coalición hubieran aprendido la lección de la derrota, en vez de insistir en el proyecto, de una forma represiva, acusando a los dirigentes de las movilizaciones como terroristas, incluso narcotraficantes? Por otra parte, ¿qué hubiera ocurrido si no se daban las movilizaciones, bloqueos y sitio de ciudades, indígenas y campesinos de septiembre de 2000? Decimos eso, pues en la CSUTCB se dio al respecto una discusión; no todos estaban de acuerdo con la movilización y el sitio. En la discusión se impuso la tendencia radical, que terminó conduciendo la movilización, los bloqueos y el sitio a las ciudades. La proximidad entre uno y otro evento, la guerra del agua y el sitio a las ciudades, terminó impregnando a los acontecimientos, a los movimientos sociales involucrados, un halo de corriente incontenible, de rebelión desbordante indetenible. Lo que vino después contó con este impulso de continuidad semi-insurreccional. Lo que queremos decir es que, si se dio lugar la secuencia de eventos que se sucedieron no fue porque había una lógica inscrita en un proceso desenvuelto en la historia reciente, sino porque en el contexto de las fuerzas en pugna, de las tendencias evidenciadas, de las condiciones de posibilidad histórica y las condiciones de posibilidad subjetivas constatadas, las fuerzas insubordinadas, rebeldes, movilizadas, lograron mantener la convocatoria abierta de la movilización, radicalizando sus objetivos. Ante este desafío popular, las fuerzas que defendían a los gobiernos de coalición recurrieron a la represión ascendente, llegando, de este modo, a la masacre en la ciudad de El Alto, en octubre de 2003. Este fue un momento no sólo de alta intensidad de las luchas, quizás el de más alto nivel, sino también una coyuntura de encrucijadas,

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además de punto neurálgico de decisiones. ¿Qué hubiera pasado si la toma de la ciudad de La Paz por medio millón de movilizados y movilizadas, que bajaron de la ciudad de El Alto, hubiera tomado el Palacio Quemado? Lo que querían algunos grupos radicalizados. ¿Qué hubiera pasado si el alto mando del ejército hubiera decidido defender al gobierno de Sánchez de Lozada, intervenir, generando una escalada de violencia ascendente de la represión? ¿En ambos casos, guerra civil? ¿Si esto ocurría, cuál hubiera sido el desenlace? En todo caso, es de prever que cualquier modificación en los hechos ocasionaba desplazamientos en los sucesos, aunque sean estos desplazamientos próximos a los hechos acaecidos. Lo que finalmente sucede no acaece por el decurso o la implicación de una lógica histórica implacable, sino por la combinatoria de singularidades, que al moverse, ocasionan distintos desenlaces.

3. Con esto no se quiere decir que todo es azar y aleatoriedad, que estamos ante potencias ciegas e incontrolables; no, de ninguna manera. El acontecimiento conjuga, combina, contiene, múltiples singularidades en juego y en constante composición, desprendidas de sus dinámicas moleculares; esto es contingente. Empero, en el contexto de estas combinaciones, juegos de fuerza y composiciones, entre la voluntad organizada y estructurada de movimientos sociales, organizaciones y pueblos, las acciones múltiples de la movilización general intervienen afectando al conjunto de las combinaciones, empujando a su incidencia en un determinado sentido. En la medida que esta voluntad organizada tiene una amplia y profunda convocatoria, cuenta con una acumulada disponibilidad de fuerzas, entonces su participación e incidencia en el decurso de los acontecimientos es preponderante.

4. El desenlace de los acontecimientos no es controlable; no es posible una ingeniería social que controle todas las variables intervinientes y pueda producir los hechos planificadamente. Lo que se puede es, de alguna manera, prever una banda de probables y posibles resultados, como una curva contingente de eventualidades efectivas.

Conclusiones

Ahora bien, dónde nos conducen los dos grupos de hipótesis que presentamos. En primer lugar, que hay que renunciar a la

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teleología; dejar de proponerse finalidades, a partir de las cuales juzgamos y evaluamos el proceso, que es la metáfora teleológica, que sustituye al acontecimiento, reduciéndolo a la lógica histórica preformada. Este fue el error del socialismo, llamado científico, que no abandonó la concepción del socialismo utópico, que el mismo criticó. También puede ser el error del proyecto de construcción del Estado plurinacional comunitario y autonómico, como otra alternativa, más completa y compleja, pos-capitalista, que la diseñada por la dictadura del proletariado. Hay que aprender de las revoluciones llamadas democráticas de los siglos XVIII y XIX; ante la complejidad del acontecimiento político, social, económico, cultural, ecológico, es preferible establecer el punto de partida, con las reglas del juego bien establecidas; lo que venga después, dependerá de el ejercicio democrático, del juego de fuerzas, de los consensos que se formen. Las reglas del juego democráticas fueron la igualdad política y jurídica, con la ampliación al voto universal, incluso el pluralismo liberal. Entre las reglas del juego de un proyecto descolonizador y pluralista, además de social y ecológico, deben plantearse la igualdad y equivalencia de las mismas condiciones de posibilidad para las culturas, las lenguas, las instituciones propias, las naciones y los pueblos; además de plantearse la igualdad económica y social para todos, como garantía de las mismas condiciones de posibilidad. Por otra parte, es indispensable reconocer y garantizar los derechos de los seres de la madre tierra, comprendiendo a los ciclos vitales. En cuanto respecta al mapa institucional, se debe conformar una cartografía de nuevas instituciones, de organizaciones sociales, de organizaciones populares y de pueblos, de organizaciones de las diversidades subjetivas, que garantice el ejercicio de la democracia participativa, directa, comunitaria, representativa de todos.

La convocatoria del mito

Aproximaciones a la figura del caudillo y a la revolución bolivariana

De acuerdo a la etimología, mito es el relato tradicional relativo a seres sobrenaturales, o a los antepasados o héroes de un pueblo.

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Mythos, del latín tardío, quiere decir cuento; y mýthos, del griego antiguo, significa fábula60. Como se puede ver, la raíz de la palabra mito nos lleva a la significación del relato imaginario sobre los orígenes del cosmos o sobre los orígenes de los pueblos, también relato de la epopeya de los héroes primordiales. Paul Ricoeur entiende que se trata de una trama, de una narración, que articula el principio, la mediación y el desenlace de un texto, en la configuración de una totalidad; es un modelo de concordancia. Emile Durkheim encuentra en el mito la estructura que sostiene valores y la cohesión social61. Para George Sorel el mito es como una intuición social que convoca a la acción62. Claude Levi-Strauss estudia los mitos como estructuras de racionalizaciones que diferencian y encuentran analogías, que clasifican plantas y animales, que construyen calendarios, usando la fuerte narrativa de imágenes y figuras arquetípicas, las que sufren metamorfosis y cambios63. Para una de las corrientes hermenéuticas, dedicadas al estudio e interpretación de los mitos, el mito es la matriz de la cultura, de la narrativa, del imaginario, que es como la totalidad de sentidos de la que nunca salimos64. Como se puede ver, estamos ante una gama de interpretaciones del mito; empero, en todas ellas, el mito cobra relevancia; ya sea como relato primordial; ya sea como estructura cultural subyacente; ya sea como imaginario total, que es como decir que nacemos en lo imaginario, que nacemos en el mito; ya sea como intuición convocativa a la acción. Nosotros usaremos la figura del mito en este último sentido, empero, sin descartar los otros usos e interpretaciones del mito.

¿Por qué es importante analizar los acontecimientos desde esta perspectiva? Se acostumbra a analizar la experiencia política desde una perspectiva que llamaremos objetiva, tomando en cuenta la descripción de los hechos, eventos, secuencias, contextos y coyunturas políticas; usando modelos analíticos y teorías explicativas, que orientan el análisis a dar cuenta causalidades, de estructuras subyacentes, de contradicciones dialécticas, de enfrentamientos de bloques. No desechamos la utilidad de estos análisis; sin embargo, notamos que muchas veces se quedan sorprendidos y sobrepasados por el desborde de acontecimientos políticos inéditos. Sobre todo estos análisis se quedan un tanto atónitos ante la presencia de figuras políticas carismáticas, que subjetivan los enfrentamientos 60 Guido Gómez de Silva: Breve diccionario etimológico de la lengua española. Fondo de Cultura Económica, El Colegio de México; México. 61 Ver de Emile Durkheim: Las reglas del método sociológico. Fondo de Cultura Económica 2001; México. 62 George Sorel: Reflexiones sobre la violencia. Alianza Editorial 1976; Madrid.63 Claude Levi-Strauss: Mitológicas, cuatro tomos. Siglo XXI; 1976; México. 64 Ver de Gilbert Durand De la mitocrítica al mitoanalisis. Anthropos 1993; Barcelona.

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políticos, las luchas sociales, sintetizando densamente el acontecer político en el dramatismo de sus personalidades.

La política, en tanto campo de prácticas y de acciones, y lo político, en tanto campo de distribución de fuerzas, posiciones, dispositivos y agenciamientos, además de instituciones, no son acontecimientos políticos que solamente pueden describirse y explicarse desde una exterioridad académica. La política es una experiencia fuertemente subjetiva; se vive la política pasionalmente, se figura la experiencia política en los imaginarios sociales. Determinados acontecimientos políticos, como las rebeliones, las movilizaciones, las revoluciones, despiertan entusiasmo; otros acontecimientos políticos, como la crisis, el desgaste y el deterioro de los referentes de las expectativas, incluyendo la inercia misma en la que cae la rutina política, desencantan. Estas experiencias no se hacen inteligibles si es que no se consideran la constitución y des-constitución de subjetividades, si es que no se comprende el espesor de la experiencia política. Claro que es indispensable estudiar las políticas públicas, las prácticas, las relaciones y las estructuras en su manifestación objetiva; empero esto no basta. Nos quedaríamos en una descripción que trata a la política como una exterioridad o en una explicación abstracta, que no deja, en todo caso de ser pedante.

La figura del caudillo es indudablemente un acontecimiento político, es un lugar de condensación de la experiencia política, una subjetivación concentrada de de las tensiones y contradicciones políticas, a tal punto que todos sus actos, incluso los más insignificantes, no solamente se convierten en actos públicos, esto ya lo sabíamos, sino se convierten en signos políticos. Adquieren significación, connotación, irradian en el ámbito social, apropiándose del sentido y de los significados de los fenómenos políticos no personalizados. El carisma es seductor y atrayente, se concierte en un núcleo gravitatorio, que captura los entornos, haciéndolos circular alrededor. Lo que importa, en el análisis de estos acontecimientos políticos, centrados en la emergencia carismática, no es, obviamente, descartarlos o reducirlos, menospreciando el caudal emotivo y afectivo de las vivencias políticas, sino, al contrario, tomarlos en cuenta como fenómenos integrales, que logran develar el juego intenso de las fuerzas, sus composiciones y relaciones, sobre todo sus pliegues subjetivos. Los acontecimientos políticos, centrados en el carisma, deberían ser mas bien privilegiados en el análisis.

Ahora bien, el mito no es algo que está en nuestras cabezas, tampoco es una estructura abstracta; el mito es producido y reproducido en la

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dinámica de las relaciones lingüísticas, discursivas, imaginarias, afectivas, pasionales de la gente. Se figura, configura y refigura en la dinámica de estas relaciones. Son los sujetos sociales los que crean y recrean el mito, así también son los que terminan atrapados en sus redes. Creen que nacen en el mito, que se mueven en el interior de su esfera, y que lo que les ocurre se explica por la trama del mito. Entonces el mito tiene que ser entendido como una estructura imaginaria, construida y reconstruida en las dinámicas relacionales de los sujetos sociales. Hay pues como una “economía política” del mito, si nos excusan de hablar así; donde el mito pretende diferenciarse, separarse, autonomizarse, respecto a sus productores, a sus imaginadores, sobre quienes terminan actuando como una “ideología”65. De lo que se trata es de efectuar una crítica de la “economía política” del mito, como de toda economía política, en el contexto de su generalización. Empero, esto no significa decir que el mito es un fantasma; al contrario, es una estructura y un ámbito de relaciones dinámicas, que actúan en el cuerpo, induciendo comportamientos y conductas. De lo que se trata es de comprender estas dinámicas relacionales que sintonizan subjetividades, la del caudillo y la del pueblo.

El mito del caudillo

El mito es una trama y un entramado; una trama pues es un tejido, una narrativa, una textura de hilos sensibles e imaginarios, hilos que se encuentran en los filamentos más recónditos del cuerpo; un entramado pues en el mito también se entrelazan tramas. Quizás por eso, el mito se remonta al origen, explica el cosmos por este origen, pero también nuestra tragedia en el acontecer del mundo. El mito avizora entonces, descifrando en las convulsiones de esa matriz, el anuncio de nuestra emancipación. El mito es poderoso pues es la captura de la totalidad por medio del inmediato e intenso procedimiento de la intuición. Sólo la estética y el arte podrían acercarse a una experiencia parecida. El mito remueve nuestras fibras, conmueve nuestro cuerpo, lo empuja al abismo de la nada, otorgándole la plenitud del sentido en su propia caída, en la experiencia de la caída, vivida como una resurrección.

El mito cohesiona, sostiene la consistencia perdurable de la comunidad, al otorgarle una identidad descomunal, a la altura de los dioses o de las fuerzas creativas. El mito comunica en la iniciación al 65 Ver de Raúl Prada Alcoreza La colonialidad como malla del sistema-mundo capitalista. Horizontes nómadas, Bolpress, 2012; La Paz.

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hombre, a la mujer, al guerrero, a la tejedora, con las fuerzas inmanentes del devenir, devenir animal, devenir planta, devenir agua, devenir fuego. El mito es un torbellino pasional sublime, es una hermenéutica sensible del acontecer. Si clasifica es porque todo se conecta, no se divide; no es pues una analítica, sino más bien una “síntesis”; empero una “síntesis” en tanto “experiencia” de la metamorfosis o la metamorfosis hecha “síntesis” mutante.

El mito es memoria, pero, se trata de una memoria simbólica, de una memoria alegórica, cuya narrativa figurativa concibe el tiempo, el transcurrir del tiempo, como una actualidad pura, un acontecimiento fabuloso que repite el eterno retorno del origen. Hay toda clase de mitos experimentados por los pueblos; mitos cósmicos, pero también mitos históricos; mitos del origen del fuego, de la caza, de la agricultura, de la civilización, pero también mitos mesiánicos. El padre y la madre, después de muertos, se convierten en mitos; los padres y madres vivos son vistos como mitos vivientes. Los guerreros se convierten en héroes, los héroes condensan la historia en su epopeya. Los conductores de la guerra anticolonial son nombrados como libertadores; sus nombres y sus perfiles se convierten en la razón de ser las naciones liberadas. Los libertadores se institucionalizan, sus fantasmas acompañan los actos cívicos y adornan las paredes de las oficinas públicas. De alguna manera sus fantasmas han sido domesticados. Sin embargo, pueden reaparecer cuando son convocados nuevamente en la actualización de antiguas luchas.

El mito que revive Hugo Chávez Frías es el del libertador Simón Bolívar. La tarea del libertador ha quedado inconclusa, no hay integración, la constitución de la Patria Grande no se ha realizado. Los pueblos liberados enfrentan ahora otra guerra anti-colonial o, si se quiere, la continuidad de la guerra de la independencia; se trata de la guerra contra la dominación imperialista y el control hegemónico del capital. El golpe del oficial Hugo Chávez es contra la oligarquía entreguista de los recursos naturales, la partidocracias y la corrupción de la clase política. Este gesto es un acto heroico, que convoca a la guerra a las clases populares, gesto que reclama su despertar ente la crisis y decadencia de la república. Años después, la victoria electoral de Hugo Chávez se explica tanto por la convocatoria del mito, así como por la crisis política de Venezuela. Las clases populares respondieron al gesto, a la irradiación del gesto, al golpe de cabeza, efectuada por oficiales intrépidos y grupos de izquierda radicales. La figura del libertador se convirtió en un proyecto: La República Bolivariana de Venezuela. Este proyecto se plasma en la Constitución,

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que da nacimiento a la quinta república, que ya no ansia una institucionalidad liberal, como en el caso del libertador, sino que busca una transformación socialista. La Constitución es integradora, es participativa, profundiza la democracia, la soberanía adquiere connotaciones omnipresente, recupera los recursos naturales para los venezolanos, se plantea la redistribución del ingreso y la inversión social, enfrentando de cara la estructura de las desigualdades, además de proponerse la integración Latinoamericana y del Caribe. Después de promulgada la Constitución, el gobierno, el partido, los intelectuales comprometidos, las organizaciones sociales, se dan la tarea de definir el nuevo proyecto socialista, nombrado como socialismo del siglo XXI. Las tareas de construcción socialista, las definiciones de este socialismo del siglo XXI aparecen en los planes de desarrollo. En la segunda victoria electoral de Chávez se define el carácter socialista de la revolución bolivariana.

El mito ha removido el suelo y la geología de la formación histórica, social, económica y política venezolana. Después de Chávez Venezuela ya no será la misma; es otra, bolivariana y socialista, tiene como tarea la integración y la igualdad social. Se ha dado una sintonía armoniosa y pasional entre el que encarna el mito y las multitudes, el pueblo, las clases populares. Esta sintonía ha sido acompañada por la organización de movimientos sociales de magnitud, las comunidades, las misiones, la formación masiva de líderes, la inversión social. El golpe militar reaccionario del 2002 se enfrentó a un pueblo organizado, empoderado, convocado, consciente de la certidumbre de los tiempos de cambio y de su responsabilidad histórica. La gigantesca movilización popular derrotó al golpe reaccionario de la oligarquía rentista. Esta victoria popular y el retorno al poder de Hugo Chávez le dio un impulso inmenso a los ritmos del proceso politico y social. El mito se convirtió en el entrañable sentido del proceso, en el intérprete de los acontecimientos, incluso en la significación de la compleja búsqueda de un nuevo horizonte socialista.

No creo que la experiencia del proceso revolucionario bolivariano se pueda explicar por interpretaciones “racionalistas” que desprenden las tesis del partido de vanguardia, tampoco creo que cubra la complejidad del proceso explicaciones economicistas, del tipo contradicción entre fuerzas productivas y relaciones de producción, así mismo, son insuficientes tesis como las de la autonomía relativa de la superestructura. Del mismo modo, del otro lado, debemos descartar las tesis simplistas de los apologistas del culto de la personalidad, que convierten al caudillo en el protagonista absoluto

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de la historia. El caudillo, como veremos más adelante, es una relación entre el mito, la memoria intuitiva, y lo popular, relación afectiva y pasional; relación que emerge de una sintonía entre el flujo figurativo del caudillo, sus discursos, sus acciones, sus gestos, que conforman una narrativa carismática, y los imaginarios populares, las pasiones y expectativas populares, prácticas y habitus populares, que interpretan la narrativa carismática como una convocatoria y una anunciación. El secreto entonces se encuentra en la alteridad popular, que despierta ante el sonido y el simbolismo irradiante del mito.

Los apologistas del caudillo

En este texto no está en cuestión el caudillo; él vive su vida, de una manera propia o impropia, auténtica o inauténtica, lo hace apasionadamente y hasta dramáticamente. Él es, queriéndolo o no, el caudillo; éste imaginario patriarcal cristalizado en los huesos de los humanos desde épocas antiguas. El problema son los apologistas, quienes apuestan con todas sus fuerzas y sus argumentos al caudillo; el caudillo se convierte en sentido de sus vidas, en anhelo encarnecido. Lo invocan y convocan. Para los apologistas el caudillo se convierte una figura explicativa histórica, una figura que hace inteligible el conflicto social y el conflicto político. El caudillo es la razón de ser de los apologistas. A sus ojos el caudillo se convierte en la síntesis suprema histórica, política, social, cultural, psicológica, de las masas, del pueblo. Le otorgan una materialidad vital omnipresente en los acontecimientos, de tal forma que lo convierten en el motor de todo, casi como Dios maquinizado, Deus machina. Para las tesis de los apologistas el caudillo es como el núcleo de un sistema de órbitas; somatizan, simbolizan, subjetivaban, al extremo la historia, que ésta se resume a las compulsiones, pulsiones, afectos del caudillo.

En las tesis de los apologistas del caudillo han desaparecido las dinámicas sociales, las dinámicas políticas, las dinámicas económicas, las dinámicas culturales, los ciclos del capitalismo, las contradicciones histórico-políticas. Todo se resume a una épica, a la epopeya colosal de un enfrentamiento entre el héroe supra-histórico, el caudillo, que es como el bien supremo, contra la monstruosidad de la maquina descomunal y despiadada de la opresión forastera. Los apologistas han construido un nuevo mito fabuloso, el mito de una guerra cósmica entre el caudillo y el fantasma del imperio; otra vez, el bien absoluto en guerra contra el mal absoluto. No vamos a criticar el

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maniqueísmo inscrito en esta suerte de teoremas mitológicos, sino vamos a anotar lo que hacen desaparecer.

Con estas tesis sobre el caudillo heliocéntrico desaparece la política. Ya no hay política sino “religión”, o un sustituto de la religión. Ha desaparecido la política como campo de fuerzas, como dinámicas moleculares de cohesión y descohesión, como “concentración”, si se puede usar esta palabra, de enfrentamientos económicos, sociales, culturales, territoriales; por lo tanto como diferencias, aunque también como contradicciones. Ha desaparecido la política como dinámica histórica especifica, en su contexto y singularidad. Ha sido convertida, como dijimos, en una epopeya, en una épica, en un mito. Si algo nos dejó el marxismo es precisamente el análisis de las relaciones; el capital como relación, el Estado como relación, la política como proceso de relaciones mutantes. Esta herencia es significativa, a pesar de que los marxistas partidarios hayan vuelto a convertir al marxismo en una “religión”, terminando de endiosar a los teóricos de esta formación enunciativa dialéctica, sobre todo a los conductores de las revoluciones. Tal parece que la mitificación y el maniqueísmo forman parte de los recursos imaginarios más a la mano, muy afines a la reproducción de las estructuras de poder interpeladas. Pues bien, se trata de desplegar este análisis relacional; se trata de analizar, de desmenuzar, los procesos políticos en la composición de sus dinámicas moleculares, en los ámbitos de relaciones en curso, en las coyunturas y contextos específicos, en las singularidades de sus contradicciones.

Desde esta perspectiva, desde el análisis relacional, el caudillo aparece no como el núcleo, el centro, de un sistema de órbitas, sino también como una relación. Relación entre una conformación popular y el mito que anida en su memoria, mito patriarcal, milenarista, ancestral, mesiánico. Cuando se produce la sintonía entre esta memoria y la presencia carismática de un personaje público, cuyo accionar discursivo y práctico, deriva en interpelación, entonces el mito retorna, se encarna, adquiere nombre, perfil propio, se actualiza en una figura. El caudillo es un invento del imaginario popular y el pueblo es el referente de caudillo, el interlocutor, el espacio de irradiación discursiva y afectiva. No se crea que el caudillo haya buscado estos efectos; los caudillos son como las casualidades creativas; aparecen como meteoritos que atraviesan el cielo e impactan en las aguas estancadas de la rutina política de las clases dominantes. Los caudillos no se crean por programa, como proyectos planificados, ni por el deseo de políticos, sino aparecen como lo que son, como acontecimientos políticos. Son vanos los esfuerzos por

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sustituirlos cuando desaparecen. No hay otros. No porque son sustanciales, únicos, sino porque su acontecer, que responde a la sintonía con las masas, a la relación de lo popular con su mito, como memoria, se da, ocurre, en determinadas circunstancias y bajo determinadas condiciones de crisis. No porque alguien es parecido al caudillo, comparte su ideal, deviene de su etnia, va poder sustituirlo, tiene la posibilidad de ser un caudillo. Este supuesto es la base de la pretensión de muchos; empero se equivocan. No han comprendido el ámbito relacional, la singularidad del momento del campo de fuerzas, que han dado lugar a ese acontecimiento político que llamamos caudillo.

Entonces de lo que se trata es de comprender las dinámicas, las relaciones, las contradicciones, la singularidad de la crisis, que ha hecho aparecer esa relación de lo popular con su memoria. Ahora bien, esta relación carismática, expresa, de una determinada manera, las otras relaciones de sus contextos; las relaciones de poder, las relaciones económicas, las relaciones sociales, las relaciones culturales. La explicación no se encuentra en el caudillo, convertido en una figura que hace inteligible la realidad, como hace el discurso de los apologistas, sino en estos ámbitos de relaciones, en el momento de sus contradicciones y diferencias, además de sus conexiones y entrelazamientos. El caudillo es una figura más, una relación más, en este ámbito de relaciones; es una figura que debe ser también explicada, no es la explicación misma.

El problema no es el caudillo, que vive su vida, como dijimos, sino los apologistas, quienes reinventan el mito sobre la base de la invención del imaginario popular. Lo reinventan “teóricamente” para sostener tesis épicas. Al contrario de lo que creen, esta narrativa no enaltece, no enriquece, la figura del caudillo, sino la simplifica, la convierte en una figura estereotipada, algo así como ocurre con las caricaturas de los dibujos animados respecto a lo que representan, características abstractas y aisladas de valores; bueno, malo, o de sentimientos, orgullo, odio, egoísmo, ambición. Le quitan lo humano que tiene, sus dilemas, sus contrastes y contradicciones, sus debilidades y sus fortalezas, sus experiencias dramáticas de cargar en su cuerpo una compulsa de fuerzas que lo excede. Un análisis de estas figuras carismáticas, más apegadas a la descripción que al mito, ayudaría a comprender mejor las contradicciones en las que se embarcan y avizorar potencialidades emancipadoras de las multitudes, de lo popular, de las clases “subalternas”, que no dependan de la vida dramática del caudillo.

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Recorridos y desafíos de la revolución bolivariana

Vamos a intentar abordar una aproximación al proceso revolucionario bolivariano de Venezuela. No es fácil, pues, a pesar de la información con la que se cuenta, no solamente de fuentes primarias y secundarias, sino de encuentros de análisis, de debate y reflexión, falta una experiencia directa en el lugar de los acontecimientos66. Por eso considero que es un riesgo atreverme a desplegar una aproximación al proceso bolivariano; sin embargo, dadas las circunstancias y el avance de la polémica en Bolivia, me siento obligado a decir algo, sobre todo después del fallecimiento del líder y el símbolo de la revolución bolivariana, Hugo Chávez Frías. Para tal efecto, cuento con textos de análisis, además de la colaboración y las correcciones de mis amigos/amigas y compañeros/compañeras de lucha, Edgardo Lander, Víctor Álvarez y Alexandra Martínez; los tres venezolanos y ciudadanos de la Patria Grande.

Dibujo del contexto en la historia reciente

Víctor Álvarez escribe en La transición al socialismo de la revolución bolivariana67 lo siguiente:

Hugo Chávez ganó las elecciones de 1998 con la promesa de convocar una Asamblea Nacional Constituyente para redactar una nueva Constitución, refundar la República y derrotar los flagelos de la pobreza, la desigualdad y la exclusión social. Aunque en las elecciones presidenciales de 1998 se escuchan algunos planteamientos en torno al “nuevo socialismo” y al “socialismo del siglo XXI”, el discurso electoral de Chávez se concentra en el “Poder

66 Conocedor de esta queja, mi amigo y compañero de lucha por la emancipación de los pueblos de Abya Ayala - el quinto continente, que comprende tanto a llamada Norteamérica como a la llamada Latino América y el Caribe, toponimia que se refiere en realidad a la geografía de parte de Norteamérica, México, Centro América, Sud América y las islas del Caribe -, Edgardo Lander, me invitó a visitar Venezuela, hacer una escala en Caracas y visitar experiencias populares como las de las Comunidades, conocer algunas de las Misiones, además de asistir a foros y seminarios. Esto hubiera suplido, en parte, la falencia mencionada arriba, falencia por la que no me atrevía a opinar sobre la experiencia de la revolución bolivariana. No puede asistir a tan gentil invitación, indispensable por cierto, pues se me cruzó el apoyo a elaborar colectivamente con las organizaciones indígenas de la región andina, agrupadas en la CAOI, un Proyecto de Ley de la Madre Tierra para seis países. Este proyecto de ley todavía está inconcluso; es ciertamente indispensable culminarlo. Me arrepiento entonces no haber aprovechado esa valiosa oportunidad. Ahora hubiera contado con esta aproximación empírica.67 Víctor Álvarez R.: La transición al socialismo de la revolución bolivariana. Texto digital, en circulación en la Fundación Rosa Luxemburgo.

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Constituyente”. Las primeras ideas68 de la Revolución Bolivariana se encuentran en los documentos la “Agenda Alternativa Bolivariana” y “Una Revolución Democrática. La propuesta de Hugo Chávez para transformar a Venezuela”69.

Los fundamentos de la revolución bolivariana serán desarrollados en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, aprobada en 1999, así como en los lineamientos del Plan de Desarrollo Nacional 2001-2007. En ese momento, la convocatoria al pueblo radicaba en impulsar la “democracia participativa y protagónica”70. Siguiendo el diagnóstico Víctor Álvarez anota:A partir de la crisis e inestabilidad políticas que comienzan con el Golpe de Estado de 2002, se recrudecen con el paro patronal y el sabotaje petrolero de 2003 y terminan con el Referéndum Revocatorio de 2004, el proceso se radicaliza y aparecen las primeras críticas directas al imperialismo y al capitalismo. Es en el Taller de Alto Nivel de Gobierno, realizado el 12 y 13 de noviembre de 2004 en Caracas, cuando se presenta el “Nuevo Mapa Estratégico”, en cuyo contenido se comienzan a perfilar cambios significativos en relación con la orientación de la Revolución Bolivariana (Chávez, 2004). En esa oportunidad Chávez esboza una primera idea del socialismo que en las próximas elecciones presentaría como opción: “(…) el tema del control social, es básico para la nueva sociedad que tenemos que construir, porque siempre el socialismo ha tenido el problema de que el Estado maneja recursos, pero nunca la población ha tenido el control de esos recursos” 71.

El balance de Víctor Álvarez continúa:En la Conferencia de la Red de Intelectuales en Defensa de la Humanidad, a finales de 2004, y en el acto de instalación de la IV Cumbre de la Deuda Social, el 25 de febrero del año 2005, Chávez hizo un llamado más explícito a inventar el socialismo del siglo XXI, sin que se llegará a avanzar más allá de estas referencias aisladas en el contenido de esos discursos. Lo cierto es que desde la aprobación de la Constitución de 1999, hasta la presentación del Primer Plan

68Véase al respecto: Movimiento Revolucionario 200. “Agenda Alternativa Bolivariana. Una propuesta patriótica para salir del laberinto. Julio 1996. Analitica.com. “Una Revolución Democrática. La propuesta de Hugo Chávez para transformar a Venezuela” 1998. En: http://www.analitica.com/bitblio/hchavez/programa.asp.

69 Ibídem. Pág. 3. 70 Ibídem. Pág. 3.71 (Nuevo Mapa estratégico, 2004, 62). Ibídem. Pág. 3.

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Socialista de la Nación en 2007, no se plantea formalmente la transformación del capitalismo rentístico en una nueva sociedad socialista. El énfasis se pone en la recuperación de los precios del petróleo y el control de la empresa estatal petrolera (PDVSA) en manos de la tecnocracia, con el fin de financiar la inversión social y reactivar la economía. En el primer período gubernamental de Chávez, la prioridad fue reducir los altos niveles de desempleo, pobreza y exclusión social72.La identificación del momento de definición es importante:

Pero es en las elecciones presidenciales de diciembre 2006 cuando surge el planteamiento de declarar el carácter socialista de la Revolución Bolivariana. Luego de siete años en el poder, Chávez planteó abiertamente la orientación socialista que en adelante le daría a su gobierno y, al calor de la campaña electoral como candidato a la reelección presidencial, el líder de la Revolución Bolivariana planteó claramente que “quien vote por Chávez estará votando por el socialismo”.

La demoledora consagración electoral puede ser descifrada como un apabullante respaldo a la orientación socialista del gobierno. La declaración del carácter socialista de la revolución Bolivariana se formalizó en el segundo período presidencial, cuando la Asamblea Nacional aprobó con rango de Ley el “Primer Plan Socialista de la Nación 2007-2013”. Es en este documento donde se destacan los lineamientos generales que guían la construcción del Socialismo del Siglo XXI: nueva ética socialista; suprema felicidad social; democracia protagónica revolucionaria y modelo productivo socialista. También, en este documento se forjan los lineamientos generales de las políticas y estrategias que en adelante serán diseñadas y ejecutadas para avanzar en la construcción del socialismo venezolano73.

Víctor Álvarez dice que:La definición de socialismo se desarrolla posteriormente y se encuentra plasmada en el parágrafo 14 del artículo 4 de la Ley de Comunas:

“Socialismo: Es un modo de relaciones sociales de producción centrado en la convivencia solidaria y la satisfacción de necesidades materiales e intangibles de toda la sociedad, que tiene como base fundamental la recuperación del valor del trabajo como productor de bienes y servicios para satisfacer

72 Ibídem: Págs. 3-4.73 Ibídem. Pág. 4.

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las necesidades humanas y lograr la suprema felicidad social y el desarrollo humano integral. Para ello es necesario el desarrollo de la propiedad social sobre los factores y medios de producción básicos y estratégicos que permita que todas las familias y los ciudadanos y ciudadanas venezolanos/venezolanas posean, usen y disfruten de su patrimonio o propiedad individual o familiar, y ejerzan el pleno goce de sus derechos económicos, sociales, políticos y culturales. Con la creación del Sistema Económico Comunal se plantea avanzar en la transformación del capitalismo rentístico en un modelo productivo socialista, con base en nuevas formas de propiedad social en manos de los trabajadores directos y las comunidades organizadas”74.Hugo Chávez, para su tercer mandato, como resultado de las elecciones presidenciales de octubre de 2012, expuso su propuesta “Para la Gestión Bolivariana Socialista 2013-2019”. Propuesta en la que se proyecta una nueva etapa para la Revolución Bolivariana, caracterizada por el fin a las concesiones al sector capitalista, apoyándose en el nuevo marco legal y entorno institucional que se aprobó a los largo del segundo mandato para diseño y ejecutar medidas realmente revolucionarias que permitan la creación de nuevas formas de propiedad social que sean la base para la organización y empoderamiento de los productores directos y la comunidad organizada. En la exposición de su Programa de Gobierno 2013-2019, Chávez plantea claramente lo siguiente:“No nos llamemos a engaño: la formación socioeconómica que todavía prevalece en Venezuela es de carácter capitalista y rentista. Ciertamente, el socialismo apenas ha comenzado a implantar su propio dinamismo entre nosotros. Este es un programa precisamente para afianzarlo y profundizarlo; direccionado hacia una radical supresión de la lógica del capital que debe irse cumpliendo paso a paso, pero sin aminorar el ritmo de avance del socialismo”75.

El problema de estas tareas es la transición, la forma como se lleva a cabo la transición, cómo se conduce la misma, de qué manera se identifican las áreas de transformación, sus ritmos y sus diferencias. A propósito, Víctor Álvarez anota lo siguiente: Ahora bien, en el período de transición de la economía capitalista a la economía socialista será necesario delimitar los sectores económicos

74 Ibídem. Págs. 4-5.75 Ibídem. Pág. 5. (Chávez, 2012: 2).

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que el Estado se reserva por razones estratégicas, tales como petróleo, gas, industrias básicas, electricidad, telecomunicaciones, ferrocarriles, metros, puertos y aeropuertos, etc. Al mismo tiempo, será necesario dejar claro en cuáles sectores se permitirá y fomentará la inversión privada nacional y extranjera. Pero lo más importante es identificar los sectores, ramas y productos, comenzando por la producción de las materias primas, bienes intermedios y demás insumos que se requieren para fabricar los componentes de las canastas alimentaria y básica, cuya producción debe quedar bajo el control de los trabajadores directos, los consumidores y la comunidad. En palabras del propio Chávez: “Debemos crear un nuevo modelo productivo, un nuevo modelo de relaciones de propiedad social, directa o indirecta, colectiva y comunal, fundamentados en proyectos eminentemente socialistas”.76

La conclusión de esta parte inicial del balance plantea el problema de la transición:Pero estas definiciones no son precisamente las que han guiado a la Revolución Bolivariana desde su origen. Los triunfos en las elecciones presidenciales de 1998, 2000 o 2006 no constituyen la toma del poder por un partido nítidamente proletario o campesino, con un programa de gobierno que responda a sus intereses de clase. Más bien, fueron el triunfo de una coalición de fuerzas políticas, sociales y económicas en las que coexisten campesinos, obreros y empleados públicos; profesionales y técnicos de la clase media; pequeños, medianos y hasta grandes empresarios conformados por terratenientes, industriales, comerciantes y banqueros que, una vez ganadas las elecciones, comenzaron a pugnar por lograr mayores espacios de poder e instaurar o mantener su dominio a nivel nacional, estatal o municipal; pero que, en la medida que la Revolución se fue radicalizando comenzaron a desmarcarse hasta declararse abiertamente de oposición. En esa coalición de fuerzas políticas favorables al gobierno que ha logrado la mayoría en el parlamento venezolano, las organizaciones obreras, campesinas o sociales no han sido las fundamentales, ni las de mayor fuerza y autonomía como para imponer su programa o agenda por encima de la de otras organizaciones políticas, grupos económicos u organizaciones de

76 Hugo Rafael Chávez Frías. Acto de Firma de Compromiso Socialista de los candidatos del PSUV [en línea] www.abn.info.ve/noticias.php?articulo.

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base. Por el contrario, las organizaciones obreras y campesinas y los movimientos sociales han sido apenas un apoyo complementario, nada imprescindibles para asegurar la toma del poder político por la vía electoral. Esta realidad se expresa en el debate sobre los diferentes modelos para construir el socialismo venezolano. Se enfrentan las tesis que defienden el viejo dogma de la propiedad estatal sobre todos los medios de producción, hasta las que justifican el apoyo público al capital privado, pasado por las propuestas de priorizar una nueva economía social y popular en manos de los trabajadores directos y de la comunidad organizada77.

Es ilustrativo el balance que hace Víctor Álvarez de parte del proceso de la revolución bolivariana. Tomando nota y registrando nuestras impresiones, diremos que: 1. Al parecer la revolución bolivariana aparece como proceso

constituyente, como desborde del poder constituyente, como interpelación al estado de cosas, a las estructuras de poder, a la desigualdad social, a la oligarquía parásita, a la economía extractivista y el Estado rentista.

2. Se gesta entonces una nueva Constitución, ideando una nueva república, la quinta, cuya composición y contenido responda a la “ideología” bolivariana, basada en el pensamiento de Simón Bolívar, pensamiento actualizado al siglo XXI, transformando su horizonte liberal en un horizonte socialista.

3. La oligarquía y la burguesía rentista venezolana reaccionan ante el avance político popular con un golpe de Estado y boicot a la producción del petróleo. Las tensiones y contradicciones sociales y políticas llegan a un punto máximo. El intento de restauración de la oligarquía y la burguesía es desbaratado por la movilización popular en defensa del presidente Hugo Chávez y por el contragolpe de las Fuerzas Armadas.

4. A partir de esta victoria política y militar popular el proceso se radicaliza. Claramente se propone la transición al socialismo. Se piensa en un socialismo de nuevo cuño, llamado socialismo del siglo XXI. Lo sugerente de este socialismo no está tanto en nombrarse como del siglo XXI, donde una mayoría de comentaristas hacen hincapié, sino en las formulaciones concretas; en la propiedad social sobre los factores y medios de producción básicos y estratégicos que permita que todas las familias y los ciudadanos y ciudadanas venezolanos/venezolanas posean, usen y disfruten de su patrimonio o propiedad individual o

77 Ibídem. Pág. 6.

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familiar, y ejerzan el pleno goce de sus derechos económicos, sociales, políticos y culturales. También con la creación del Sistema Económico Comunal se plantea avanzar en la transformación del capitalismo rentístico en un modelo productivo socialista, con base en nuevas formas de propiedad social en manos de los trabajadores directos y las comunidades organizadas.

5. En este transcurso y ante estas tareas aparecen las dificultades y obstáculos de la transición. Las alianzas políticas en el poder no son las más adecuadas para esta transición y la profundización del proceso. Los sectores que tienen mayor incidencia en el gobierno y en la institucionalidad estatal no son las clases sociales que pueden sostener la construcción del socialismo, el proletariado y los campesinos, tampoco los sectores más populares de las urbes. Se da entonces como una limitación de los alcances y una disminución de los ritmos del proceso, a pesar de los beneficios obtenidos por la inversión social.

6. Hablando de los alcances cualitativos del proceso y de las transformaciones estructurales, se constata que no se ha salido de la economía extractivista y del Estado rentista, que todavía está pendiente la conformación del modelo productivo, orientado a la soberanía alimentaria, basado en gran parte en la propiedad social y la organización comunitaria. Esta constatación fue compartida por el mismo Hugo Chávez.

Devenir revolucionario

A estas alturas del partido, como dice el refrán popular, aludiendo a la experiencia vivida, en este caso experiencia de la humanidad, si podemos hablar así, no es conveniente insistir en la repetición acrítica las formaciones enunciativas y discursivas que dieron lugar a las revoluciones del siglo XX. Mucho menos caer en la apología de estas revoluciones y las que se están dando a fines del siglo XX y principios del siglo XXI. De lo que se trata, indudablemente, es aprender de la experiencia. Replantearse los antiguos problemas heredados y avizorar la nueva problemática. De nada nos sirve el fundamentalismo racionalista78, menos el fundamentalismo investido de místico; tampoco nos sirve la apología y la defensa 78 Está en preparación un ensayo sobre los fundamentalismo racionalistas, dedicados en gran parte a las corrientes y fracciones marxistas.

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propagandística, inútil para abordar los problemas del presente. Estas composturas se convierten mas bien en obstáculos para encarar los problemas y encontrar salidas; se trata ciertamente, en el mejor de los casos, de obstáculos epistemológicos, en el peor de los casos, de obstáculos políticos, pues optan por el autoritarismo secante y formas verticales de centralización de la decisión política, pasando por obstáculos que llamaremos “ideológicos”, debido a las reiterada fetichización de los objetos de poder. Dejemos, entonces, todo esto a un lado. Encaremos los problemas y desafíos desde perspectivas móviles y dinámicas, perspectivas críticas, que se esfuercen por encontrar las estructuras de los problemas, las resistencias de las estructuras de poder subyacentes, los anacronismos insertos en los procesos críticos y de transformación.

De principio, no es ciertamente el fundamentalismo racionalista el que puede ayudarnos en este abordaje crítico e integral, pues el “pecado” de este fundamentalismo racionalista es que parte de un modelo ideal; todo lo que se separa de este modelo es objeto de “crítica”, es errado, es desviación, distorsión, incluso traición. El fundamentalismo racionalista ha reducido los ámbitos de “realidad” al plano racional, haciendo gala, de una manera vulgar, de la tesis hegeliana de que todo lo real es racional y de que todo lo racional es real. Los distintos ámbitos y planos, sedimentaciones, complejidades de la “realidad”, no pueden reducirse al plano racional, independiente de qué racionalidad estemos hablando, ni de qué paradigma y episteme se trate. La complejidad, que tomaremos como sinónimo de “realidad”, excede en mucho, desborda cuantitativa y cualitativamente, si podemos hablar así, a los esquemas de la racionalidad, por más ricos y dinámicos que sean.

Para los casos que nos ocupan, las revoluciones del siglo XX y principios del siglo XXI, ya no es posible juzgarlas a partir de modelos preformados. Las revoluciones son lo que fueron y son lo que son. Responden a acontecimientos compuestos por multiplicidad de singularidades, procesos singulares, dinámicas moleculares, campos, correlaciones, diagramas de fuerzas, que devienen composiciones históricas, políticas, sociales, económicas y culturales, también singulares. La pregunta, respecto a estos acontecimientos, no es ¿por qué se desviaron del modelo?, sino ¿cómo llegaron a ser lo que fueron y lo que son?, también ¿qué dinámicas, qué estructuras, qué campos de relaciones, qué correlación de fuerzas, derivaron en la resultante, en la formación revolucionaria, con todas las aberraciones que pueda contener? Se pueden extender estas preguntas a otras más específicas: ¿por qué se impusieron y no fracasaron, como en

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otros muchos casos? ¿Por qué perduraron en el tiempo que pudieron mantenerse? ¿Por qué otras siguen perdurando, a pesar de los grandes obstáculos y bloqueos? ¿Por qué las llamadas revoluciones del siglo XXI adquieren un perfil ambiguo, abigarrado y cómo de búsqueda?

En relación a la primera parte de estas preguntas mantendremos, en principio, una hipótesis de trabajo: Las revoluciones socialistas no podían ser sino lo que han sido, el “modelo” real, singular, en cada caso: no podían ser lo que deberían ser según el modelo ideal. La correlación de fuerzas, la composición de las dinámicas moleculares y molares experimentadas, los alcances de la crisis del capitalismo, del Estado, del imperialismo, del colonialismo, los alcances de las propias organizaciones revolucionarias involucradas, derivaron en lo que lograron sus fuerzas. La hipótesis de la conspiración no es aconsejable para explicar estos resultados, la hipótesis de la traición no ayuda a comprender la complejidad de las dinámicas y de los procesos insertos en estos acontecimientos revolucionarios. Aunque hubiera habido mejores conductores, una mejor dirección, lo más probable es que los resultados se hubieran aproximado a lo ocurrido, aunque posiblemente de una mejor manera, con una experiencia más auténtica. Lo mismo podemos decir de las revoluciones del siglo XXI, sobre todo de las que se proponen un horizonte plurinacional. Como por ejemplo, la revolución indígena - es esta la que se experimenta en Bolivia -, es lo que puede ser de acuerdo a la correlación y composición de fuerzas, a pesar del grotesco enfrentamiento paradójico con las naciones y pueblos indígenas en el conflicto del TIPNIS y en los conflictos en tierras altas, sobre todo con el tema de la minería. En lo que respecta a Venezuela, la revolución bolivariana, que se propone un socialismo del siglo XXI, que supere los límites del socialismo real del siglo XX, también se ha topado con contradicciones y dilemas, aunque se nota el alcance mayor, más extenso, del impacto social de la revolución, sobre todo por el empoderamiento, la participación popular y la formación masiva de líderes, en las comunidades y misiones. Al respecto, la pregunta es: ¿cómo estas revoluciones llegaron a ser lo que son? También: ¿Cuáles son las dinámicas moleculares y molares, los procesos singulares, las estructuras, los diagramas de poder, las limitaciones inherentes, que llevaron a las resultantes histórico-políticas que se experimentan?

Sabemos que esta hipótesis es cruda, no permite otras posibilidades, las deja en la virtualidad de la posibilidad, sólo toma como “real” lo que definitivamente se ha realizado. Sin embargo, como hipótesis de trabajo nos ayuda a enfocar el análisis de las formaciones

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revolucionarias concretas respecto a la composición de sus dinámicas y procesos singulares, no en contraste con los modelos ideales.

En relación al segundo grupos de preguntas, más específicas, dejaremos que el análisis de este ensayo pueda decir algo, tocando los problemas concretos con los que se enfrentan los procesos revolucionarios, además de hurgar en las descripciones más detalladas de algunos aspectos del proceso mismo.

Recogiendo, ahora, el balance que hace Víctor Álvarez de la revolución bolivariana, la primera hipótesis interpretativa que planteamos es: La formación de la consciencia política, de la voluntad política, social y popular, transferida a la Constitución, al desarrollo legislativo y a las transformaciones institucionales, aunque sean parciales, incluyendo la nacionalización del petróleo, el control de PDVSA, la redistribución del ingreso, encarando en gran escala la inversión social, se desenvolvió más rápidamente que las transformaciones estructurales del modelo extractivista y rentista de la economía, también de la política, por cuanto esto afecta al mismo perfil del Estado.

Una de las explicaciones, hipotéticas por cierto, es que las estructuras del modelo extractivista y rentista y del modelo de Estado, burocrático y subalterno, tienen una más larga duración; su ritmo de transformación es más lento y más difícil. Las estructuras del modelo extractivista y rentista resisten los cambios, también las estructuras del modelo de Estado burocrático y subalterno resisten a las reformas y transformaciones institucionales. Hay como hábitos cristalizados en las prácticas de los funcionarios, también, por esto mismos, habiutus internalizados en funcionarios y ciudadanos, subjetividades conservadoras reproducidas en el campo burocrático, en el campo político, pero, también, en el campo escolar. Así mismo se dice que, no es posible cambiar, de la noche a la mañana, la división del trabajo internacional, la división del mercado internacional, asignada por la geopolítica del sistema-mundo capitalista. Qué estos cambios sólo se pueden dar mundialmente. Esta tesis entra en contradicción con la tesis de soberanía, que al mismo tiempo se sostiene. ¿Cómo puede haber soberanía si se mantiene incólume la dependencia de las llamadas periferias a los centros del sistema-mundo capitalista? La soberanía no puede ser solamente política y jurídica, también requiere ser económica. Se descartan propuestas como las de conformar una economía endógena, aunque no lo hagan de manera directa, sino se diga que corresponde para una siguiente fase. Se dilata una efectiva transformación productiva y a gran escala,

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experimentando proyectos locales y dispersos, fragmentados, no realizados de manera integral. No se hacen los esfuerzos de impacto extensivo de lograr la soberanía alimentaria; estos proyectos también son locales y dispersos. El grueso de la estructura económica sigue en la inercia reproductiva de la economía extractivista y rentista. ¿Es qué es imposible, por de pronto, en el momento presente, lograr su modificación y transformación?

Víctor Álvarez nos describe una característica problemática en lo que respecta a las alianzas políticas y al peso político de las alianzas. No son los sectores populares, el proletariado y el campesinado, los que tienen una participación decisiva en el gobierno, sino los sectores empresariales que, en principio, se han acercado al gobierno e incorporado a sus políticas, aunque algunos de estos sectores hayan abandonado después el gobierno y se hayan pasado a la oposición, cuando el proceso se ha venido radicalizando. No es que sólo las estructuras extractivistas y rentistas, las estructuras del Estado burocrático, se resisten a cambiar, sino que el perfil de las alianzas políticas es todavía conservadora en relación a las tareas de transformación de estas estructuras. Esto nos traslada directamente a los problemas de la herencia burocrática, de los estilo de gubernamentalidad heredada, de gestión centralizada y administración pesada. Nos encontramos todavía lejos del ejercicio de una democracia participativa, de la gestión social y comunitaria. ¿Es que estos ejercicios y prácticas son difíciles de implementar? ¿Se requiere más tiempo? ¿Se requiere formación de la gente que se involucraría en la gestión participativa? Los conflictos puntuales entre comunidades y burocracia se han dado en relación a los proyectos, a la ejecución de proyectos, a la asignación de recursos, al mismo control de los proyectos.

Tal parece que estas alianzas perdurables con las reminiscencias de las viejas élites, esta reincorporación de los especialistas y técnicos de las burocracias perecederas, terminan reforzando las resistencias, la inercia, la reproducción, la sedimentación geológica, de la estructuras del modelo extractivista y rentista, así como las estructuras fosilizadas el Estado burocrático. Estas formas de gobierno o, mas bien, estas composiciones inherentes a estas formas liberales heredadas, no condicen con la necesidad de trastrocar estas prácticas, estos habitus, estas relaciones burocráticas, esa pesada maquinaria administrativa; no condicen con la necesidad de inventar nuevas formas de gestión, formas dinámicas y participativas, formas donde la administración de las ejecuciones sea una experiencia colectiva y de control social. La gestión burocrática y liberal no

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condice con la autogestión, la cogestión, la gestión comunitaria y la gestión participativa. Por lo tanto, lo que ponen en mesa estas cuestiones de gestión, de dilemas de la gestión, que pueden ser resumidas al dilema de reproducir una gestión burocrática heredada, especializada en la administración de normas, o inventar una gestión dinámica movilizadora de colectivos y comunidades, las que se apoderen de la gestión, de la administración, de la ejecución, así como de la corrección y retroalimentación, de una manera social, como aprendizaje social, como dinámica social, que compromete al conjunto con la obra, sin delegar la responsabilidad y el control a los especialistas. No se trata de descartar a los especialistas y técnicos; la diferencia radica en que éstos no son los encargados de dirigir, de hacer, de ejecutar, de informar, sino son dispositivos requeridos bajo el control y la participación social.

Desde esta perspectiva, no es que las estructuras del modelo extractivista y rentista, del Estado burocrático, tengan más larga duración, en tanto que la formación de la consciencia interpeladora, la formación de la consciencia histórica, situada en el momento crítico y de emergencia popular, es más bien de corta y de mediana duración, sino que las estructuras del modelo extractivista y rentista, del modelo de Estado burocrático, se reproducen precisamente por la concomitancia de estas alianzas conservadoras, de estas conservaciones del trajín del viejo aparato de Estado, de estas prácticas y habitus del campo burocrático. Por lo tanto, el conflicto ya no se sitúa sólo en el enfrentamiento de clase, en el enfrentamiento político con el bloque de la derecha, sino en los espacios de los engranajes del Estado. Este enfrentamiento es crucial, pues se trata de modificar el contenido, la composición y la ingeniería de los engranajes institucionales, en el caso que se requiera una intervención de desplazamiento más dilatada, o se trata de trastrocar los mismos mecanismos, la arquitectura, la estructura, la ingeniería misma del mapa institucional. El destino del proceso revolucionario se traslada a estos escenarios. Es inútil responder a estos desafíos con propaganda y apologías; esto sólo sirve para convencer a los convencidos y a los no completamente convencidos de los avances efectuados, empero no inciden en lo mínimo en los avances que hay que efectuar.

Los que desdeñan estas tareas urgentes, los que incluso consideran peligroso cualquier observación al respecto, cualquier crítica, develan que se han colocado en la posición conservadora de mantener la inercia del Estado, de contentarse con lo logrado, aunque éste sea sólo el principio de una agenda de transformaciones imprescindibles.

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No se puede confundir el análisis de una coyuntura del proceso con otro, de una fase del proceso con otra; esto equivale a considerar que los problemas siguen siendo los mismos, que el cuadro no ha cambiado, que la lucha con el bloque de la derecha es la misma que antes. Esto equivale a situarse en la trama de una narrativa estereotipada donde se ungen como héroes incontestables, caballeros de triste figura, entrabados en una batalla interminable contra los monstruos del mal. No ven su propia quimera, no ven que las herencias conservadoras se encuentran en ellos mismos, que el combate entonces es también contra esta quimera, que acompaña los habitus y prácticas burocráticas.

Este es quizás el tema más importante de la experiencia de los procesos revolucionarios, aquí se encuentra la raíz de su propia crisis, cuando se topan con las resistencias estructurales de las formas institucionalizadas del Estado que se quiere demoler. En estas situaciones, aparece una tendencia “pragmática” de sentido común, que considera que hay que defender lo avanzado, defender la colina tomada, no arriesgarse en pasos audaces, no tomar todavía otras colinas, utilizar los instrumentos estatales para transformar, aunque estos instrumentos formen parte de la “caja de herramientas” del viejo Estado. No ven que estos instrumentos, cuando funcionan, reproducen el viejo Estado, no construyen el nuevo. La tendencia de seguir transformando, que se basa en la tesis que la mejor defensa es transformar, es más bien minoritaria, sujeta a sospecha, acusada de que termina favoreciendo a la conspiración de la derecha. La tendencia “pragmática” mayoritaria termina imprimiendo su sello al curso del proceso, termina reforzando una posición ambigua a mitad del camino, a mitad del puente. Las políticas públicas terminan siendo una mezcla entre lo nuevo y lo antiguo, los espacios institucionales son espacios de tensión entre la administración normada y las innovaciones incorporadas. Los esfuerzos ya no se los dedica a las transformaciones institucionales, sino a la propaganda, a la publicidad, a la lucha “ideológica”.

A mediano y largo plazo, estas ambigüedades deterioran, confunden, merman y carcomen las fuerzas de la transformación, que detenidas en una inmovilidad expectante o distraídas en campañas electorales, terminan relegando la oportunidad de transformaciones institucionales para otro momento, de un futuro incierto. No se puede pues soslayar, en el análisis de coyuntura, la caracterización de las contradicciones en el momento, el cuadro cambiante de las contradicciones de las fases del proceso. Los que se quedan con una fotografía anterior se quedaron con la imagen de un corte anterior,

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rumiando el recuerdo de ese presente anterior, sin lograr experimentar plenamente el presente efectivo que se vive.

La base social de la revolución bolivariana

Alexandra Martínez caracteriza la procedencia de los migrantes rurales a las urbes de Venezuela, en Horizontes de transformación del movimiento urbano popular79, de la siguiente manera:

Venezuela, como país dependiente de la renta petrolera, vivió en el siglo pasado un gran éxodo campesino que recompuso la distribución de su población, actualmente urbana en 90%. Los pobladores que llegaron a las ciudades, se ubicaron en asentamientos improvisados, no planificados, en los alrededores de la zona plana de la ciudad, en las montañas que la bordean (las periferias en las zonas geográficamente mas riesgosas, menos estables y menos accesibles). El éxodo masivo del campo a la ciudad ocurrió en el marco del auge, construcción y hegemonización del imaginario desarrollista, en el cual la renta petrolera y las promesas de la redistribución del ingreso construyeron un discurso de bonanza, riqueza y progreso; de definitiva entrada a la “modernidad”80.

Le sigue un dibujo genealógico de la relación entre estos pobladores migrantes y la génesis de la ciudad misma:

En estos “márgenes” de las ciudades se conformaron las amplias zonas populares. Allí, los habitantes comenzaron a construir algo más que viviendas o ranchos; comenzaron a construir ciudad. Por un lado, levantaban la ciudad “moderna”, en calidad de mano de obra; esa ciudad de la riqueza proveniente de la renta petrolera. Pero, por otro lado, montaban la ciudad informal, la ciudad “otra”, la que hasta hace algunos años no aparecía en los mapas, la de los márgenes; la ciudad de la exclusión, pero también la ciudad cantera para posibles transformaciones81.

Se conformaron las Asambleas Barriales de Caracas como organizaciones sociales de defensa popular frente a las políticas neoliberales que se venían implementando. Estas formas de organización participativas, auto-gestionarías y deliberativas desplazaron las formas de ejercicio de la política, cambiando radicalmente el perfil de la intervención social. Alexandra Martínez nos dice que estos cambios se manifiestan en “el caracazo”:

El 27 de febrero de 1989, ocurre “el caracazo”; un levantamiento popular sin direccionamiento politico clásico de ninguna organización, 79 Alexandra Martínez: Horizontes de transformación del movimiento urbano popular. En Alternativas al capitalismo, colonialismo, del siglo XXI. Fundación Rosa Luxemburgo, Abya Yala, 2013; Quito. 80 Ibídem: Págs. 259-260.81 Ibídem: Pág. 260.

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que cuestiono profundamente los cimientos de lo que se suponía era el modelo de “democracia liberal” latinoamericano, en el que se promulgaba la coexistencia, complementariedad y cooperación entre las clases sociales, como mito pacificador y encubridor de las profundas desigualdades existentes. Fueron los pobladores y pobladoras urbanas quienes protagonizaron esta revuelta82.

“El caracazo” es quizás el antecedente más importante de la historia reciente, de la historia de la revolución bolivariana. Aquí se gesta la base social de la revolución bolivariana, esta experiencia de la revuelta popular es constructiva de la nueva subjetividad popular. Una subjetividad que deja de ser subalterna y tiende a forjar su propia autonomía. Desde esta perspectiva, no se puede decir, como se acostumbra, que los movimientos sociales en Venezuela fueron formados desde arriba, desde el Estado, como si fueran promovidos estatalmente. Esto no es cierto; en esta tesis hay como un intento de sobrevalorar el papel del gobierno popular, el papel del presidente bolivariano. Los movimientos populares no pueden formarse desde arriba, nacen del propio enfrentamiento con las estructuras de dominación, con los aparatos burocráticos que subordinan y marginan a los estratos sociales populares. Nacen en la consecución de sus demandas por mejorar sus condiciones de vida, demandas de vivienda, de tierra, de servicios, de educación, de salud, de trabajo, de medio ambiente sano. Los movimientos populares nacen en la experiencia de las luchas concretas, de luchas por derechos específicos democráticos y humanos. Lo que ocurrió es que estos movimientos populares se encontraron en el camino con la interpelación carismática, con la convocatoria del mito, produciéndose la sintonía explosiva entre lo popular y la interpelación carismática. ¿Se puede decir que el movimiento bolivariano es como la síntesis de estos dos desplazamientos, la constitución del movimiento popular y la emergencia de la figura y el discurso carismático? Depende que queramos decir con síntesis; preferimos hablar de conexión, de sintonía, de articulación, de relación dinámica y complementaria.

Estos movimientos populares urbanos son territoriales, se forjan en los barrios. Alexandra Martínez da una descripción de estas territorialidades urbanas organizativas:

Los barrios se han conformado en el contexto de procesos de ocupación, cuya característica fundamental es la autoconstrucción progresiva a partir de ocupaciones de terreno que no pertenecen, de derecho, a sus pobladores. Estos asentamientos urbanos populares han sido la respuesta desde la gente; la solución habitacional, al margen del financiamiento de planes públicos y privados83.

82 Ibídem: Págs. 260-261.83 Ibídem: Pág. 262.

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Los barrios se conforman tanto en la lucha por la inclusión social como en la lucha por la identidad, por el reconocimiento de una cultura urbana popular:

En gran medida, desde los barrios, las luchas por la democratización de la ciudad surgen con fuerza, en un doble movimiento. Por un lado, exigen el acceso a la ciudad: a la tenencia de la tierra, al acceso a la vivienda, a los servicios básicos (luz, agua, transporte). Son luchas por la inclusión (en algunos casos, en términos de acceso a la redistribución de la renta, para tener la posibilidad de tener un nivel de consumo que nunca han experimentado). Por otro lado, las luchas apuntan al reconocimiento y la identidad: el reconocimiento del barrio como espacio territorial, generado desde sus pobladores y pobladoras, con construcciones culturales, saberes, formas de organización, de resistencia y de vida. Es la pelea por la existencia de un modo de vida distinto al impuesto por el imaginario desarrollista, capitalista y neoliberal84.

Una combinación de lucha contra las desigualdades, por lo tanto lucha por la igualdad social, lucha democrática por excelencia, y lucha por la identidad, la cultura propia, por lo tanto, lucha por un proyecto civilizatorio alternativo a la modernidad y al desarrollismo. La identificación, que hace Alexandra Martínez, de estas tendencias y composiciones en el movimiento popular urbano, nos ayuda a comprender mejor las dinámicas sociales que sostienen a la revolución bolivariana. Podríamos decir que sería prácticamente imposible un acontecimiento político como el de Hugo Chávez sin la experiencia y la emergencia de movimientos sociales que interpelan el orden institucional existente, particularmente estos movimientos urbanos que jugaron y juegan un papel primordial en la defensa y la continuidad del proceso. Se trata de movimientos que tienen un carácter más de base, tiene que ver con la organización territorial de los barrios. Por lo tanto también se trata de una gestión territorial, de una gestión comunitaria, de la generación de formas de participación y control social. De acuerdo a las formulaciones específicas del socialismo del siglo XXI, de índole más bien práctica que teórica, en esta experiencia de base territorial se encuentra el sostenimiento de un nuevo proyecto socialista, basado en la propiedad social y en la propiedad comunitaria. Las posibilidades de este socialismo del siglo XXI no están pues en la retórica oficial y de los apologistas, quienes, a pesar de sus esfuerzos, no terminan de explicar cuál es la diferencia entre el socialismo real del siglo XX y el socialismo del siglo XXI, sino en la construcción colectiva de la igualdad social y la identidad cultural, construcción que se hace efectiva cuando la participación, la formación, la propiedad social y comunitaria, el control social son los ejes cardinales de esta edificación.

84 Ibídem: Pág. 263.

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Relación con el Estado: posibilidades y tensiones

El problema en esta transición es entonces la relación con el Estado. Alexandra Martínez nos dice a propósito:

Teniendo como marco el proceso político venezolano, la relación con la institucionalidad forma parte del campo de tensiones en el que se desarrolla la organización urbana y la apuesta por la construcción de otra ciudad; pero, al mismo tiempo, constituye una disputa permanente a la gestión única estatal. Por una parte, es innegable que distintas políticas y propuestas organizativas promovidas desde el gobierno, han generado y permitido amplios espacios de movilización y participación, antes inexistentes. No obstante, estas mismas propuestas pueden llegar a institucionalizar y burocratizar la expresión popular. En la experiencia del movimiento de pobladores, el desafío ha sido pasar de la organización promovida desde el Estado a la construcción de movimiento social, con espacios de autonomía, de construcción y orientación colectiva y propia, donde la relación con el Estado sea desde el dialogo entre sujetos políticos. Por ello, para las organizaciones urbanas las ideas de autogestión, cogestión y cogobierno pasan a ser apuestas fundamentales para pensar cualquier transformación85.

Este es el lugar problemático de las transformaciones en las transiciones, el lugar o la zona de los relacionamientos con la institucionalidad. Los movimientos sociales se enfrentan a estructuras normadas y administradas de acuerdo a las lógicas de gestión establecida. Estas estructuras no soportan otras formas de gestión, sobre todo aquellas que requieren una amplia democratización de las decisiones, la participación y deliberación colectiva, la agilización no burocrática de las asignaciones y los recursos. La centralización de las órdenes y la relación vertical del manejo administrativo choca con la descentralización y horizontalidad de voluntad colectiva, con la deliberación asambleísta, la gestión comunitaria y el control social. Hay pues una clara necesidad de transformaciones institucionales, de construir otro mapa institucional, adecuado a las dinámicas sociales moleculares autogestionarias. En esta zona de tensiones y contradicciones micro-políticas se encuentra el secreto de la transformación, de la continuidad y profundización del proceso. Si no se llega a cambiar la maquinaria institucional se detiene la iniciativa y creatividad popular, delegando la iniciativa a las burocracias. Es el momento, el punto de inflexión, donde se estataliza el proceso revolucionario, reproduciéndose un mapa institucional parecido al anterior, sólo que con más inclusión social. Cuando de lo que se trataba es de las transformaciones institucionales, de la emancipación y liberación social, de la emergencia de la sociedad alternativa, integrando en sus dinámicas sociales formas políticas democráticas y 85 Ibídem: Pág. 268.

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participativas. Evitando la autonomización de lo político y la consecuente subordinación de la sociedad al Estado.

Alexandra Martínez identifica tres ejes del activismo y gestión de lo urbano-popular:

Tres son las líneas claves para impulsar las políticas populares en materia urbana:

• Lucha contra el latifundio urbano y la especulación inmobiliaria. Democratización de la ciudad.

• Transformación de barrios y ciudad: poder popular, justicia territorial y reivindicación del hábitat popular.

• Producción popular del hábitat: producción socialista de la ciudad86.

Conclusiones

Hugo Chávez forma parte de América Latina y el Caribe, del espacio-tiempo del quinto continente, del espesor histórico-político del continente de los mestizajes barrocos y de la ancestral identidad indígena. Nuestra historia abigarrada, exuberante y heterogénea, historia que se condensa en el dramático recorrido de nuestros héroes y heroínas, mayormente incomprendidos, empero intrépidos y temidos, incluso en su tiempo, que es otro, diferente al nuestro, desde donde los rememoramos. El caudillo que nos ha abandonado y, a la vez, se ha cobijado en la interioridad misma de nuestra memoria y nuestro reconocimiento, es parte de esta historia intempestiva, donde se mezcla la aventura y la resistencia indomable indígena. Es también la migración obligada africana, la otra manifestación morena, que denuncia los orígenes violentos del capitalismo, el comercio sin precedentes de esclavos, y la reiteración de estos orígenes, de esta desposesión y despojamiento, en el despliegue compulsivo de la acumulación de capital. Hugo Chávez es la memoria actualizada de las gestas audaces por emancipaciones y liberaciones soñadas. En este sentido, América Latina y el Caribe es la utopía, el territorio de la utopía. No en vano, el quinto continente, Abya Yala para los pueblos indígenas, América para los modernos, se convierte en el referente de la utopía; este es el lugar del no-lugar, del ninguna parte. Aquí ocurre

86 Aportes al Programa de la Patria, 2012. Ibídem: Pág. 270.

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lo imposible. Por eso Macondo de los Cien años de soledad87, por eso también la escritura pasional y ética de un Ché Guevara, escritura como gramática de la guerrilla permanente. Hugo Chávez, este oficial latinoamericano se rebela, como otros oficiales nacionalistas y anti-imperialistas, como es el caso de Lázaro Cárdenas, y buscan expresar abiertamente su descontento, la rebelión recóndita que les viene de la tierra, de la experiencia de sus pueblos, donde nacieron. Todos los latinoamericanos y caribeños somos, de alguna manera, así, aunque algunos, la minorías privilegiadas no quieran reconocerlo, pues pretenden imitar lo que no son, la imagen consumista de la burguesía euro-céntrica y norteamericana hegemónica. Las mayorías lo son, quizás de una manera espontanea y hasta “inconsciente”, viven esta mezcla de una manera apasionada, sin entender completamente lo que pasa. Empero lo primordial es que se trata de una experiencia histórica turbulenta, de una aventura interminable, de una búsqueda insaciable de utopías, de proyectos libertarios, de sueños despiertos, de fábulas de ciudades perdidas, de leyendas de riqueza como la del dorado. Sobre todo, en esta historia de múltiples recorridos, en esta multiplicidad temporal, que a veces se presenta como simultaneidad, en vez de sucesiva, lo que late, si se puede hablar así, como duración, como desplazamiento de la memoria, como intuición del tiempo vivido, es lo que llama Georges Bataille el gasto heroico88. La entrega pasional sin retorno. Esta es la razón por la que quizás fue a buscar el Che Guevara la muerte en le Higuera. En el caso de Chávez la muerte lo encontró a él en los momentos cruciales de la revolución bolivariana. No deja de ser una tragedia a pesar de que se diga que Chávez vive en nosotros, pues se trata de la continuidad de la convocatoria del mito, de la relación entre memoria y presente popular, de la decodificación multitudinaria de los signos carismáticos. ¿Quién va a seguir con esta comunidad simbólica? ¿O se trata mas bien de continuar sin el mito, continuar por caminos más “racionales”, cuya convocatoria no sea carismática, sino organizacional? Sin embargo, no podemos olvidar que no solamente hay el mito del caudillo o el caudillo como reverberación del mito, sino otros mitos; Sorel consideraba, en sus tiempos, el mito de la huelga general como una gran convocatoria proletaria en lucha contra la burguesía y el capital. Para este autor polémico el mito es voluntad social, convocatoria ética a la movilización general. ¿Cuál es el mito que va a continuar como convocatoria popular? ¿El mito del caudillo sin el cuerpo del caudillo, el caudillo mas bien diseminado en todos, internalizado por los cuerpos de las multitudes? ¿El mito como

87 Novela de Gabriel García Marques.88 Ver de Georges Bataille La Parte Maldita. La cuarentena 2007; Buenos Aires.

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mandato, en el mejor de los casos, como Constitución, como tarea, la construcción socialista?

Lo que está pendiente no es simple. Fuera de ganar la elecciones, la principal tarea es transformar el modelo económico extractivista y cambiar el modelo de Estado rentista. La consecuencia de esta tarea primordial es la transformación estructural e institucional, conformar un nuevo mapa institucional, donde la institucionalidad sea más bien dinámica, promueva la participación, la gestión y el control social. La otra tarea imprescindible es la transformación de las ciudades, la construcción de urbes del vivir bien, que tienen que ver con las líneas que anotamos anteriormente: Lucha contra el latifundio urbano y la especulación inmobiliaria; democratización de la ciudad; transformación de barrios y ciudad, poder popular, justicia territorial y reivindicación del hábitat popular; producción popular del hábitat: producción socialista de la ciudad. Por otra parte se tienen las tareas de la integración. Materializar el proyecto del sucre, la contra-monea, y el Banco del Sur, la alternativa financiera al sistema financiero mundial. Ambos proyectos no han sido asumidos en su plenitud, ni de acuerdo a cómo fueron concebidos. Su manejo burocrático ha repetido las formas del sistema financiero tradicional y siguen subordinándose al sistema financiero internacional. El ALBA todavía sigue circunscrita a un área de intercambios, de complementariedades, de actividades menores, que no sustituyen al extensivo espacio del mercado mundial. La economía sigue regida por los circuitos monetarios y de circulación, condicionados por la división mundial del trabajo, el comercio mundial y el sistema financiero internacional. UNASUR no debe repetir la historia de las instituciones de integración burocratizadas, donde la integración termina en las oficinas de integración. La integración no es nada sino es integración de los pueblos, no de los estados, menos de sus organismos burocráticos. Lo mismo podemos decir del CELAC. Al respecto, no cabe duda; América Latina y el Caribe deben integrarse, formar un bloque, que no sea sólo un bloque económico alternativo, tampoco sólo un bloque politico alternativo; debe convertirse en un bloque civilizatorio alternativo, convocando a la integración de los pueblos del sur del mundo, apuntando a conformar una organización de naciones unidas del sur, como había pensado Hugo Chávez, empero convocando a los pueblos del norte, que también se encuentran sometidos por el imperialismo financiero, para conformar un mundo alternativo al capitalista.

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Defensa de la revolución bolivariana

Ya van a ser quince años de la revolución, la misma que comienza en 1998, cuando Hugo Chávez gana las elecciones por primera vez. Se trata de una revolución que ha venido profundizándose, en la medida que ha venido avanzando y sorteando dificultades, desafíos y amenazas. La contingencia de la lucha, de las contradicciones, de las resistencias de las clases dominantes, vinculadas a las estructuras de poder dominante mundial, le ha dado ritmo y su propia velocidad a la revolución. La Asamblea Constituyente y la aprobación de la Constitución bolivariana (1999) fue un paso decisivo para inaugurar un nuevo horizonte constitucional, en la consecución de una autentica soberanía e independencia, en la perspectiva de una democracia participativa, abriendo los primeros senderos a las transformaciones sociales. Ante esta transformación constitucional y normativa, seguida por la recuperación del recurso petrolero, rescatando PDVSA de las manos y el control de una tecnocracia al servicio de las empresas trasnacionales, la burguesía venezolana y los dispositivos de intervención del imperialismo efectuaron un golpe de Estado el 2002. El fracaso del golpe frente la movilización popular y la respuesta de las fuerzas armadas en defensa del presidente constitucional, apresado por los golpistas, radicalizó el proceso revolucionario. La derecha intento continuar con la vía escogida de violencia boicoteando la producción petrolera (2003). Su derrota, como consecuencia del fracaso del saboteo efectuado, que duró varios meses, radicalizó la nacionalización de los hidrocarburos y apresuró el control de la empresa estatal del petróleo. Sobre todo después del referéndum revocatorio (2004), de la cual sale fortalecido Chávez, se toma la iniciativa de encaminarse al socialismo. A partir de entonces se crearon las condiciones para definir la ruta socialista, que pretende ser diferente a la experiencia del socialismo real del siglo XX. Se comenzaron con definiciones de este nuevo socialismo, llamado del siglo XXI. Empero los pasos más certeros fueron los efectos masivos de la inversión social, la conformación de las comunas y de las misiones, además de la formación de líderes en gran escala, abriendo espacios de formación y de universidades populares.

Ciertamente, el proceso de la revolución bolivariana tropieza con problemas y contradicciones. Uno de los problemas principales es salir del modelo extractivista y del Estado rentista; otro problema es

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avanzar efectivamente en el ejercicio de la democracia participativa, el control social y la autogestión comunitaria. Una de las contradicciones tiene que ver con la preservación de formas de Estado burocrático, en contraste de la necesidad de gestión social y comunitaria. Empero, no por estos problemas y esta contradicción, la revolución se ha detenido. Al contrario, la experiencia de la revolución ha adquirido intensidad, sobre todo por el replanteamiento de la estrategia de la derecha, que ha mantenido, en las últimas dos elecciones, unidad, un solo candidato, apoyada por la intervención indisimulada de la burguesía internacional. El fallecimiento de Chávez ha dado un nuevo ímpetu al frente de derecha, creyendo que sin el caudillo podía tener mejor chance; sin embargo, la respuesta compacta del pueblo venezolano, consciente, organizado y movilizado, ha podido conservar la victoria electoral anterior, cuando Chávez todavía vivía. Esto no lo ha podido aceptar el frente de derecha, tampoco la burguesía internacional. Sospechando que esto podía ocurrir, el frente conservador no firmó el compromiso de aceptar los resultados de las votaciones; ahora los impugna, exigiendo una auditoria voto a voto, además de tener el tupe de exigir al poder electoral de que no posesione al candidato ganador como presidente, poniendo en cuestión el mismo sistema electoral, que es el más moderno del mundo y, según las instituciones y organismos que la evaluaron, entre ellos Jimmy Carter, confiable y satisfactorio.

A muchos llama la atención que las distancias se hayan acortado; la diferencia de más del 10% se acortó a menos del 2%. Sin embargo, hay que anotar que el candidato victorioso obtuvo la mayoría absoluta, es decir, más del 50%. Además esta victoria se logró con Chávez ausente, lo que ya era de por sí difícil, a pesar de la delegación a Maduro de continuar con la revolución, transfiriendo la candidatura a la presidencia en su persona. Sin embargo, no se puede descuidar, no se puede obviar que el margen de diferencia es pequeño, lo que habla de una polarización en el seno de la sociedad. La pregunta entonces es: ¿Qué pasó? ¿Por qué una parte del pueblo, porque es así, pues la burguesía no es tan numerosa, votó por el candidato opositor? Este dato exige evaluar aspectos del proceso que no convencen, que no seducen, que inducen a ponerse en contra, que mantienen y conservan formas y prácticas políticas anteriores. Esta evaluación es indispensable, sobre todo aceptar la crítica y autocrítica. Estos mecanismos son los mejores dispositivos de la profundización del proceso, de la defensa del proceso, buscando corregir los errores y las contradicciones. Ahora bien, la crítica debe venir acompañada por profundización de la democracia, por el

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ejercicio de la democracia participativa, además por el cambio de formas de gestión, pasando a la autogestión y a la cogestión. En este contexto, quizás la tarea más difícil es efectuar las transformaciones institucionales y estructurales que ayuden a salir del modelo extractivista y del Estado rentista, encaminando un modelo productivo, eco-industrial y de soberanía alimentaria.

¿Si hay una victoria electoral, como resultado de las últimas elecciones, por qué hablar de la defensa de la revolución bolivariana? Se ha puesto en evidencia la guerra declarada de la burguesía internacional a la revolución bolivariana. Por otra parte, para el orden de dominación mundial imperial, para el sistema financiero mundial, para el control monopólico de las empresas trasnacionales, es un objetivo estratégico el despojamiento y desposesión de los preciados recursos y la reserva de petróleo más grande del mundo. En contraste, un objetivo claro de la revolución bolivariana es la integración continental por la construcción de la Patria Grande. Este objetivo no es de ninguna manera bien visto por el imperialismo, el orden mundial imperial, la dominación del sistema financiero mundial, que azota con sus medidas a Europa e irrumpe en el mundo con la forma de acumulación especulativa. Estas son ya tres razones para defender la revolución bolivariana. Los pueblos latinoamericanos y del Caribe debemos defender la revolución bolivariana. Debemos defenderla haciendo la revolución en nuestros países, que es la mejor manera de defensa de la revolución, debemos defenderla movilizándonos, impidiendo, interpelando, denunciando, las maniobras del imperialismo, de la burguesía mundial y del orden de dominación internacional.

La defensa no puede convertirnos en apologista. Este sería un error, una muestra de debilidad, creyendo que la apología ayuda a la defensa. Nada más equivocado. La revolución de por sí es crítica, crítica del poder, crítica de la dominación; la revolución sólo puede alimentarse de la crítica, de la autocrítica, pues eso ayuda a develar, visibilizar contradicciones y errores, a corregirlos, a tomar conciencia de la complejidad del proceso y de las tareas transformadoras. Cuando un proceso, que se dice revolucionario, descarta la crítica, es un síntoma de regresión, de una clausura de la voluntad seguir adelante, creyendo que a lo que se ha llegado ya es el fin. Confundiendo que la defensa del proceso es la defensa ciega de todo lo que hace el gobierno. Nada más equivocado, el proceso es un proceso transformador, que transforma instituciones, estructuras, prácticas, incluso debe transformar al mismo gobierno. La defensa del

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proceso es la defensa del cambio permanente, defensa de la crítica y de la democracia participativa.

Un objetivo primordial de la revolución bolivariana es el socialismo. Independientemente de nuestra discusión, la discusión en los movimientos sociales anti-sistémicos, sobre la experiencia del socialismo real, sobre si el socialismo no es nada más que la otra cara de la misma medalla, la otra cara del modo de producción capitalista, un capitalismo sin burgueses, un capitalismo de Estado, lo que importa son los objetivos prácticos de la revolución; control social, empresas comunitarias, autogestión y autodeterminación comunitaria, igualación de las condiciones de posibilidad social. Este socialismo práctico o efectivo es lo que importa. Esta transformación social en curso, esta posibilidad de transformaciones sociales, tiene que ser defendida por todos, frente a la expoliación del capitalismo financiero y del capitalismo trasnacional que se enriquece por despojamiento y desposesión.

Hay que apoyar a las comunas, que son las formas organizativas sociales más avanzadas de la revolución. Hay que apoyar al poder social, que es la institución y la instancia diseñada precisamente para dar poder efectivo a las organizaciones sociales, empero tiene que pasar necesariamente por su desburocratización. Hay que apoyar ciertamente al Partido Socialista Unificado de Venezuela (PSUV), al presidente Maduro; empero, este apoyo no puede dejar de ser crítico. El apoyo efectivo y solidario de los y las activistas del mundo es no sólo movilizar la defensa de la revolución bolivariana en cada uno de los países, sino también canalizar apoyos políticos y técnicos, participando en debates sobre la construcción del socialismo y la profundización del proceso, proponiendo proyectos, coadyuvando con apoyo concreto en todos los terrenos. Veámoslo así, la revolución bolivariana tiene que ser vista como la posibilidad del recomienzo de la revolución mundial contra la dominación y el control del capital, contra el dominio de la especulación financiera internacional, contra el orden de la dominación imperial. Nadie puede ser ajeno de lo que pasa en Venezuela, el destino de la revolución bolivariana está ligada al destino de las revoluciones en nuestros países y la posibilidad de una confederación de los pueblos del mundo.

En el ojo de la tormenta

Después de las elecciones en Venezuela se vive una ofensiva del frente conservador liderado por Henrique Capriles Radonski.

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Aprovechando el estrecho margen de cercanía respecto al candidato ganador, reconocido por el poder electoral, se ha animado a impugnar los resultados, desconociendo el mismo veredicto de la Corte Nacional Electoral (CNE), a la que reconocieron los mismos opositores en variadas elecciones, nacionales, municipales y parlamentarias. La CNE ha sido reconocida por distintos organismos internacionales y ONGs, los cuales han validado la modernidad tecnológica del mecanismo electoral venezolano, su idoneidad y transparencia. El desconocer a la CNE apunta a destruir la legitimidad no solamente de la última elección, sino del conjunto de elecciones que ha administrado este órgano de poder. Haciendo un recuento de los eventos que se han venido sucediendo desde la penúltima elección hasta la reciente, se puede entrever la preparación de un desconocimiento del ordenamiento jurídico y de la Constitución, pertrechado por la burguesía venezolana, los grupos de poder, nacional, regional e internacional. Desde su derrota en el golpe de 2002 y el fracaso del sabotaje petrolero organizado por la derecha, no se ha descansado por tratar de detener el avance de la revolución bolivariana. Después de un tiempo, hay que reconocer que el frente conservador ha aprendido a hacer bloque único; en las dos últimas elecciones le ha dado resultado esta cohesión. En la última, frente a Nicolás Maduro, ha aprendido a desenvolverse en el juego de espejos, buscando parecerse a aspectos del programa bolivariano, formas de expresión y símbolos del movimiento bolivariano. Sin embargo, esta simulación no es más que una estratagema electoral, pues el programa efectivo entre manos es revertir los logros sociales, políticos y económicos de la revolución. Además, la simulación se muestra como lo que es, discurso fofo y vacío. El ex-candidato del frente conservador hace gala de aspavientos, hasta de enojos, empero, su discurso no deja de ser un discurso lleno de generalidades sin contenido. ¿De qué Venezuela habla cuando habla del país? Se nota que de la Venezuela de la que habla es un esqueleto que está en su imaginación; no puede darle cuerpo, pues no conoce la Venezuela concreta, de carne y hueso, de ritmo y musicalidad, no conoce lo nacional-popular. Por eso sus críticas a la revolución no pasan de lugares comunes, corrupción, autoritarismo, dictadura, inseguridad; no puede darle un referente concreto a su crítica. Si lo hiciera, si fuese sincero, si diría lo que piensa, seguramente saldría una concepción antipopular y racial, pero, sobre todo, una concepción que considera que lo único real es el capitalismo y que hay que seguir las reglas del juego de la geopolítica del sistema-mundo capitalista, bajo el dominio del sistema financiero internacional y el monopolio de las empresas trasnacionales. Empero, el discurso real no puede ser

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emitido, pues no es electoral; se perderían votos. Si bien se ganaría en concreción y estaríamos ante un discurso que dice algo, pues cree en algo y lo transmite, no sería convocativo. La derecha ha optado por el discurso de la simulación; este discurso es electoral, pero no dice nada. Sólo queda en la memoria un conjunto de expresiones acaloradas y comportamientos en forma de aspavientos, que no dicen nada, salvo el desacuerdo con los resultados electorales, la desesperación de no haber logrado ganar al adversario.

Se entiende entonces la jugada exasperada del todo o nada. No es fácil mantener un frente unido de derecha, debido a los intereses en juego, los grupos de poder, que no coinciden en todos los temas, que tienen sus perspectivas propias. Al final son 14 años de gobiernos bolivarianos, que, a pesar de las dificultades y las contradicciones, han venido avanzando en la transformación de la sociedad y del Estado en Venezuela, aunque en este último aspecto sea más de forma que de contenido, igualando las condiciones sociales, ampliando la inversión social, la organización y la formación popular. Se trata del perfil de una burguesía, como muchas burguesías latinoamericanas, acostumbradas a gobernar impunemente a favor de sus intereses oligárquicos y sobre todo a favor de los intereses de las empresas trasnacionales; esta burguesía no puede aceptar, que la plebe impoluta irradie, se abra espacio, influencia, se articule con expresiones políticas populares, irrumpa en los palacios del poder.

Toda revolución es difícil y complicada, sobre todo cuando se asume el poder. Pues ahí comienzan las contradicciones más profundas; es muy difícil deshacerse de las viejas prácticas políticas, del aparato y las costumbres burocráticas, de las mediaciones representativas e institucionales. Se hace evidente la dificultad de construir la autogestión, la cogestión, la autodeterminación, el autogobierno local comunitario. Se cometen muchos errores en el camino, es difícil lidiar con los propios, sobre todo cuando están en función de gobierno. Hay como una tendencia a dilatar y diferir las transformaciones; cosa que parece adecuado a un sentido común “pragmático” y del realismo político. Empero, esta actitud es la más peligrosa en el curso de un proceso de transformaciones, pues no solamente lo atenúa, sino que termina jugando en contra, pues crea insatisfacciones populares, además de perder tiempo, no aprovecharlo, creando las condiciones para una contraofensiva conservadora.

Es posible que una serie de factores de este tipo se haya acumulado y de lugar a desavenencias, como para explicar la disminución de la votación bolivariana, poniendo en peligro la propia continuidad del

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proceso. Estos factores negativos, estos factores conservadores dentro del proceso mismo, tienen que ser puestos a luz. Es menester la crítica y la autocrítica, para corregir los errores, para retirar del camino los obstáculos conservadores, dentro el propio proceso. Es urgente entender que una revolución no avanza sino por la constante y permanente manifestación de la voluntad de cambio, que se enfrenta al mundo, a la realidad dada, a las estructuras de poder locales, regionales y mundiales. La revolución no espera, hay que hacerla en el momento, a cada momento; no se puede dejar para mañana nada. Mañana puede ser tarde. Sólo la entrega y el sacrificio de todos los comprometidos con la revolución pueden impulsarla adelante, hacia su propia profundización. Por eso, es peligrosa la actitud de los celosos apologistas, que no quieren ninguna crítica; solo defensa, sólo propaganda, sólo canto a los logros. Sin crítica una revolución no avanza, retrocede y termina debilitada cuando hay que enfrentar a la contraofensiva de la derecha.

Diagnósticos de la coyuntura

Salim Lamrani hace un balance de lo sucedido en la última elección. Nos presenta 25 verdades sobre las elecciones presidenciales en Venezuela89. Estas son expuestas de la manera siguiente:

1. Nicolás Maduro consiguió 7.505.338 votos, o sea el 50,66% de los sufragios.

2. Henrique Capriles consiguió 7.270.403 votos, o sea el 49,07%.

3. 38.756 electores votaron blanco o nulo, o sea el 0,26%.

4. La participación electoral fue de un 78,71%.

5. Sólo 234.935 votos, es decir un porcentaje de 1,59%, separa a ambos candidatos.

6. Todas las encuestas de opinión que daban a Maduro vencedor con un margen de 10 a 20 puntos resultaron erróneas.

7. El estrecho margen no pone en tela de juicio la legitimidad de Nicolás Maduro. A guisa de comparación en Francia, en las últimas elecciones presidenciales de mayo de 2012, la diferencia entre François Hollande y Nicolas Sarkozy sólo fue de un 3,28%.

89 Ver Rebelión; Venezuela. Página web. Abril 2013.

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8. Maduro triunfó en 16 Estados de los 24.

9. Capriles consiguió la victoria en 8 Estados.

10. Los observadores internacionales, entre ellos la Unión Europea y la Unión de Naciones Suramericanas, reconocieron la transparencia de los escrutinios.

11. Henrique Capriles se niega a reconocer la victoria de su rival hasta que haya un recuento de votos.

12. Nicolás Maduro aceptó el recuento de votos.

13. Max Lesnik, director de Radio Miami, donde vive una fuerte comunidad venezolana favorable a Capriles, declara que el estrecho margen confirma la validez de las elecciones. Según él “nadie asaltaría un banco para robar mil dólares cuando tiene la posibilidad de robar un millón. Nadie organizaría un fraude para conseguir menos de 300.000 votos”.

14. A guisa de comparación, en octubre de 2012 Hugo Chávez derrotó a su rival Henrique Capriles con 8.191.132 votos, o sea un total de un 55,07%.

15. Capriles obtuvo 6.591.304 votos, o sea un 44,31%.

16. 1.599.828 votos separaban a ambos candidatos, o sea un porcentaje de un 10,76%.

17. La participación electoral fue de un 80,48%.

18. Chávez consiguió la victoria en 21 Estados.

19. Capriles sólo ganó en tres Estados.

20. Así, en el espacio de seis meses, el campo chavista perdió 685.784 votos.

21. Por su parte, Capriles ganó 679.099 votos.

22. La inmensa mayoría de los 685.784 electores que votaron por Chávez en octubre de 2012 eligieron a Henrique Capriles el 14 de abril de 2013.

23. A pesar de las impresionantes políticas sociales a favor de las categorías más desfavorecidas que permitieron reducir la pobreza y elevar el nivel de vida de los más desheredados de modo sustancial, resulta evidente que un número importante de ellos eligieron votar al candidato de derecha.

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24. La campaña electoral de 2013 del candidato, mucho más agresiva que la de 2012, fue todo un éxito.

25. En cambio, la campaña electoral del nuevo Presidente de la República Bolivariana de Venezuela fue un estrepitoso fracaso.

Este diagnóstico sucinto de los resultados electorales deja claro lo que implican los mismos, también deja claro que el chavismo perdió votos; se dieron desplazamientos del propio campo al otro frente. Este hecho no puede explicarse sólo con sorpresa y delegación de la culpabilidad a los sectores que abandonaron el campo popular, como lo ha hecho Diosdado, presidente de la Asamblea legislativa, pues, lo que ha ocurrido no se explica si no se toman en cuenta errores y contradicciones en el gobierno, en el PSUV y en el bloque popular. Tampoco explica que la derecha tenga una convocatoria tan amplia, que es prácticamente la mitad del electorado. No basta acusar a la campaña mediática, nacional e internacional, ni a las manipulaciones y simulaciones de la derecha. Estos argumentos no explican por qué una parte del pueblo no se convence ni se deja seducir por la revolución bolivariana. Al respecto, si bien una etapa de la conformación y de la consolidación del bloque popular está generada por la experiencia de las confrontaciones; es cuando se cohesiona, se identifica y se forma el núcleo del bloque popular. Sin embargo, la confrontación no puede seguir siendo el procedimiento más usado en etapas posteriores del proceso, cuando se requiere ganar a sectores populares, que todavía están atrapados en las redes de las estructuras de poder y dominación de la burguesía. Sobre todo cuando hablamos de profundización democrática, del ejercicio de la democracia participativa, cuando entendemos que no puede haber construcción del socialismo, la transición al socialismo, sino mediante el ejercicio dinámico de la democracia, como dice Samir Amin, entonces es indispensable concentrarse en el diálogo, en el debate, en el convencimiento, de sectores populares no persuadidos. Parece que estos procedimientos de apertura no son los usuales; generalmente los procedimientos de confrontación, de la fase de formación y consolidación, son los que adquieren raigambre y perduran imponiendo una conducta política mas bien hostil. No se trata de bajar la guardia, sino de combinar formas de comunicación, intercambiar experiencias, perspectivas y concepciones, buscando construir nuevos horizontes de saber compartidos. La transición al socialismo no es posible confrontando a la otra mitad de la población, a no ser que se quiera repetir las amargas experiencias del socialismo del siglo XX. Si bien la confrontación es con la burguesía, quizás no con toda, como ocurría en la revolución china, que concibió una alianza estratégica con parte de lo que llamaba burguesía nacional, la confrontación no es conveniente con sectores populares, incluyendo lo que se viene en llamar “clases medias”, además de estratos sociales pobres.

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Por otra parte, el aprendizaje de la experiencia de las revoluciones socialistas del siglo XX, nos debería haber enseñado que la burocracia se convierte prácticamente en una clase dominante. Cuando se afirma en el poder, se afinca en el mismo, y termina orientando las políticas hacia la conservación del poder y sus privilegios. Esta es una de las contradicciones más fuertes en las experiencias de las construcciones del socialismo real. Estas configuraciones políticas y de re-clasificación social no pueden repetirse en las revoluciones llamadas del socialismo del siglo XXI, a no ser que se quiera repetir los escenarios y desenlaces conocidos. La orientación de conservar el poder, de proteger los intereses burocráticos, lleva a tomar medidas antipopulares, que empujan a sectores populares a abandonar el bloque popular.

En relación a estos temas y problemas, algo que llamó la atención Víctor Álvarez90, es la débil incidencia en el partido de gobierno de las organizaciones de los trabajadores y de los campesinos. El socialismo, como se entiende, de acuerdo a la teoría, es una perspectiva proletaria y de los campesinos pobres, quienes hegemonizan el frente popular. No se trata de descartar la presencia de otros sectores populares, al contrario, se trata de conformar una composición que garantice el contenido de las transformaciones. La presencia irradiante e influyente del proletariado y de los campesinos pobres es como un requisito histórico-político de la transición al socialismo.

Yendo a otro diagnóstico, Carlos Meneses Reyes, en Se impone la autocrítica Bolivariana, artículo de Rebelión, plantea, además de la autocrítica, algunos desplazamientos en las políticas públicas. El diagnóstico económico del autor señala los nudos gordianos del problema latente y desenvuelto:

Resulta agobiante lo de una deuda pública (sea en bolívares o en dólares) venezolana de doscientos diez mil millones, con pagos vencidos de diecisiete mil millones. Lo de un déficit fiscal de del 12% del PIB; con inflación del 28% y devaluación del 45.6%.

Estos últimos datos son alumbradores respecto de la crisis económica nacional, los alcances de la crisis y sus repercusiones. ¿Cómo se ha podido llegar a semejante deuda, al tamaño del déficit fiscal, a la proporción de la inflación, y, en consecuencia a la devaluación, que terminó impactando negativamente en el poder adquisitivo de las familias populares?

En lo que respecta a los desplazamientos en políticas públicas, propone:

90 Ver de Víctor Álvarez R.: La transición al socialismo de la revolución bolivariana. Texto digital, en circulación en la Fundación Rosa Luxemburgo.

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En el plano político (el desplazamiento) va a la consolidación de la organización política popular y de masas; primando la erradicación del clientelismo burocrático y la corrupción.

En el plano económico, a la consolidación de los instrumentos constitucionales.

Un poco más abajo, dice que:

Se impone la racional expropiación y cierre de empresas privadas de capital nacional e internacional, que no comulguen con el servicio público esencial popular. La carta constitucional bolivariana supera lo del clásico bien común, liberal manchesteriano.

Se impone la consolidación del sistema de economía mixta (capital privado y estatal), con miras al servicio público esencial popular. Esta re-inmersión garantizará el tope o control a la fuga de capitales privados. Aunque las exportaciones no petroleras han sido bajas; la dependencia económica y fiscal, cuyos ingresos dependen en un 97% de exportación del petróleo; no es una calamidad, es un vehículo de aprovechamiento revolucionario circunstancial. Lo de “vehículo” es profano, pero grafica movilidad, cambio, sustitución. Proyecta en la dinámica que genera la autocrítica, la corrección a que cambie el actual panorama de un 70% de productos agrícolas importados.

Estas medidas son puntuales. Ayudan a definir ciertas rutas de corrección y re-conducción; empero no son suficientes, sino se tiene una estrategia integral respecto a los procesos involucrados en la transición, los distintos planos de intervención que configuran la complejidad dinámica de la “realidad”. En relación a este requerimiento, la pregunta es: ¿Se cuenta con esta estrategia integral? Teniendo en cuenta lo que se tiene como dispositivos políticos, la Constitución y el programa de gobierno, la otra pregunta es: ¿Son suficientes? Para responder a estas preguntas haremos una evaluación del programa de gobierno, en el marco de la Constitución; entendiendo, además, que la Constitución define un horizonte. Es en ese horizonte de transición donde es necesaria la radicalización del proceso, que en el decurso del cumplimiento constitucional, donde la lucha de clases arreció, ha empujado al bloque popular a definir la ruta socialista.

Pero, antes de aventurarnos en esta tarea, nos detendremos en reflexiones con la izquierda sobre la crisis política, particularmente en reflexiones con la izquierda radical, aquella que mantiene una perspectiva crítica del proceso. Hablamos de radical en pleno sentido de la palabra, no solamente por el radicalismo de las posiciones, sino porque se exige tocar los problemas de raíz. Esta izquierda tiene la virtud de concentrarse en los problemas que detienen la marcha de la revolución, en las contradicciones inherentes y denuncia la preservación de formas de poder y de la dominación capitalista.

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Muchas veces lo hace de una manera esquemática y abstracta, empero estas falencias no le quitan su virtud.

Reflexiones con la izquierda

Hablamos de esa manera, refiriéndonos a la izquierda, a todas las formas y características de izquierda, incluyendo, sobre todo, a las posiciones radicales; a estas posiciones contundentes, pues son las que empujan adelante, exigen consecuencia y denuncian las debilidades de todo proceso de transformación. Hablamos a las organizaciones sociales, ejes articuladores de los movimientos sociales, sobre todo a las organizaciones más profundas, más consecuentes, más críticas, que ponen en evidencia las contradicciones recónditas del proceso.

Ya tenemos en la memoria, debido a la experiencia histórica de las luchas sociales y políticas, la experiencia de desenlaces desfavorables a la profundización de procesos populares y sociales. Teniendo en cuenta esta memoria y esta experiencia, debemos saber que, frente a la derecha no podemos actuar sino como un frente único de izquierdas, de los movimientos sociales anti-sistémicos. Ahora bien, esto no quiere decir, de ninguna manera, rebajar y disminuir la critica al gobierno popular; al contrario, frente a los errores, a las ambivalencias, hasta retrocesos, incluyendo restauraciones, posiciones conservadoras, prácticas prebéndales, clientelares, y hasta corruptas, hay que ser intransigentes. No se pueden tolerar estas debilidades de los procesos, estas posiciones contrarias al mismo proceso, pues estas carcomen las fuerzas, las fortalezas, del proceso, de las organizaciones y de los movimientos sociales. Ciertamente, es como estar en dos frentes. Pero, no se puede hacer otra cosa que pelear en ambos.

Lo que no se puede hacer es caer en el fundamentalismo intelectual; creer que por que se tiene razón se puede actuar independientemente de la mayoría, que puede todavía estar convencida por un populismo ambivalente, por un “pragmatismo” de sentido común. No se puede sustituir el campo de la correlación de fuerzas, que es el campo político, con el mapa abstracto de los principios de la razón. Este camino lleva a convertirnos en un grupo radical de convencidos, con fuerza del entendimiento, empero sin fuerza política. Si la responsabilidad es prolongar el proceso de transformaciones, profundizar la revolución, liberarla de sus contradicciones profundas, estas tareas no se las puede efectuar sin

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la mayoría, sin la actuación, sin el desenvolvimiento de la mayoría. La tarea es convencer a la mayoría, interactuar con las mayorías, aprender con las mayorías, de que la continuidad de la revolución sólo es posible con las trasformaciones estructurales e institucionales del proceso.

Esta apreciación política, que todavía es general, ciertamente solo puede contrastarse en los contextos y coyunturas concretos. Esta tarea es de los que viven y experimentan esas condiciones, esas situaciones, la intensidad de las luchas, en contextos concretos. Son los grupos más críticos, son las organizaciones más críticas, son las tendencias más radicales, las que están en mejor condición de interpretar la coyuntura y el contexto concreto, de actuar de manera específica, si es que no se mantienen en los esquematismos reduccionistas.

Pasando al tema en cuestión. En Venezuela se vive una situación beligerante; pues el frente conservador a decidido una contraofensiva violenta y descalificadora de la democracia efectiva, la que se ha venido configurando desde 1999, después de promulgada la Constitución. La fuerza de esta contra-ofensiva radica en que cuenta con un caudal de votos importante, casi la mitad del electorado. Empero, en la medida que no ha logrado ganar las elecciones, no puede impugnar los resultados, salvo bajo el supuesto de fraude electoral. Esto es precisamente lo que conjetura que ha pasado; empero esta conjetura no ha sido verificada. No parece serlo por las características del sistema electoral venezolano, por la tecnología de conteo y de comprobación. Mientras no pueda comprobar el frente conservador que esto ha ocurrido, sus actuaciones terminan siendo inconstitucionales y antidemocráticas. Sus actuaciones forman parte de una campaña de descalificación del sistema democrático logrado. Y obviamente forma parte de una campaña contra-revolucionaria. Estas actitudes quieren terminar con la revolución.

Ante esta situación evidenciada, la izquierda no puede equivocarse. Actuar contra la contra-ofensiva de la derecha, contra la contra-revolución en marcha, es una tarea primordial. Esto no quiere decir que se deja la crítica a las posiciones titubeantes, dilatadoras, restauradoras, contradictorias, burocráticas; de ninguna manera. De lo que se trata es de luchar por mantener la posibilidad de continuar, de prologar la profundización del proceso. La defensa del proceso no es la defensa del gobierno, la defensa del proceso es la defensa de la posibilidad de seguir transformando, de hacer las transformaciones

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que no se han hecho, de reencausar el proceso que se encuentra en el decurso de sus propias contradicciones.

La Liga de los Trabajadores por el Socialismo de Venezuela (LTS) ha hecho una declaración, a propósito de la coyuntura intensa que vive Venezuela. Esta declaración se titula: Ante el ajustado triunfo de Maduro: No permitamos que la crisis del chavismo la capitalice el imperialismo. En la declaración se caracteriza a la coyuntura como tensión política; se dice que:

El cimbronazo político se transformó en crisis abierta con el desconocimiento del resultado electoral por Capriles Radonski, exigiendo el conteo de la totalidad de las urnas con el argumento de que hubo anormalidades en las votaciones y hasta arguyendo que han ganado laselecciones. En esto cuenta con el apoyo del imperialismo norteamericano.

Ante los hechos de violencia desatada por la derecha, la declaración es categórica:

Desde la Liga de Trabajadores por el Socialismo (LTS) rechazamos categóricamente estos ataques reaccionarios y completamente antipopulares, incluso con ribetes de xenofobia hacia losmédicos cubanos que allí laboran. ¡Hay que hacerle frente! El pueblo organizado en los barrios, llamando a asambleas, mediante discusiones públicas y abiertas, ha de definir los métodos para pararle la mano a estas acciones. Los módulos de barrio adentro –y demás instalaciones deportivas o educativas, si fuese el caso– son una conquista social del conjunto del pueblo trabajador y pobre, y como tal deben ser defendidos.

La declaración de la LTS dice que esto no es defender al gobierno de Maduro, sino defender la conquista de los trabajadores y del pueblo. Esta posición se expresa distinguiendo una y otra cosa:

La defensa de los centros de salud públicos no significa en modo alguno el apoyo políticoal gobierno nacional, no hay que estar con Maduro para hacerle frente a estos ataques, se trata de una posición clara de defensa de lo que constituyen conquistas sociales del pueblo trabajador y pobre, por lo que llamamos en estos casos específicos a un frente único de clase, obrero ypopular, para pararle la mano a estos ataques, con los métodos de los trabajadores y el pueblo, con base en la democracia obrera y

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popular para definir la orientación política y las acciones a tomar, sin que implique necesariamente una subordinación al esquema de movilizaciones ordenadas por el gobierno de Maduro.

El diagnóstico de las elecciones se resume en el subtítulo: La derecha capitalizó electoralmente la crisis del chavismo. La explicación de esta capitalización tiene que ver con las medidas antipopulares que se vio obligado a tomar Maduro, en su interinato, dada la inflación y la crisis económica:

La crítica situación de la economía llevó al gobierno a tomar medidas antipopulares yanti-obreras en pleno período electoral: en menos de cien días a cargo del gobierno interino, Maduró aplicó dos fuertes devaluaciones de la moneda, lo que se hizo sentir rápidamente con el aumento directo de los precios de bienes de consumo masivo. El gobierno se equivocó en que estas medidas antipopulares no iban a tener consecuencias electorales.

Una descripción más detallada es la siguiente:

Si bien el chavismo ganó en las grandes barriadas populares de las principales ciudades, –como por ejemplo en la populosa Catia y en las partes más pobres de Petare de la gran Caracas- se hizo notar la baja de votos en estas regiones, y el mismo fenómeno se observó en importantesconcentraciones obreras, como en los estados de Aragua y Carabobo, y ciudades como Guayana centro de las grandes industrias básicas, pero no precisamente por abstención sino que casi en la misma medida que caían los votos de Maduro crecían los de Capriles, comparado con las elecciones presidenciales de 2012.

Esta explicación y esta descripción son sumamente importantes, pues ilustran sobre las condiciones económicas sobre las que se desenvuelven los acontecimientos en cuestión; la inflación y la crisis económica. La pregunta que viene de golpe es: ¿Por qué hay crisis económica en Venezuela, teniendo en cuenta los grandes ingresos del Estado, debido a los elevadísimos precios del petróleo? Ciertamente lo que ocurre en Venezuela se da en el contexto de la crisis mundial financiera y de la crisis estructural del capitalismo. Empero se podían tomar medidas anti-crisis de carácter popular y no caer en las recetas monetaristas, de impacto impopular. ¿Por qué se tomó la medida de devaluación sabiendo que esto iba a incidir en los precios de los productos de la canasta familiar? ¿No había otra salida? ¿Se confió en el prestigio del líder desaparecido? ¿Por qué no se discutieron las

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medidas con el pueblo, primordialmente con los trabajadores? ¿Acaso la Constitución no establece el ejercicio de la democracia participativa y protagónica? ¿Por qué no se es consecuente con la Constitución? Estas son de las contradicciones del gobierno popular.

El discurso de defensa gubernamental no habla de estas causales. La acusación de golpista a la derecha no resuelve estos problemas; puede encubrirlos, pero no hacerlos desaparecer. Llamemos a esta crisis estructural local, que es parte de la crisis general del capitalismo, crisis del modelo extractivista y del Estado rentista. No se puede escapar de la crisis a pesar de los altos precios de las materias primas. El hecho de que la mayor parte de la estructura económica recaiga en el modelo primario exportador, es una condición material y latente de la posibilidad de la crisis económica con características locales. La forma rentista de administrar el excedente es una condición política y latente de la posibilidad de la crisis. La búsqueda de soluciones monetaristas no hace otra cosa que agudizar y desatar esta posibilidad. Las soluciones monetaristas descargan sobre el pueblo el peso de la crisis y de la inflación. Este análisis va más lejos que solamente explicar las razones de la disminución de votos para Maduro, comparando con la última elección con Chávez presente. El análisis habla de los límites estructurales del Estado rentista y el modelo extractivista, también habla de los límites políticos de un gobierno que se debate en el intervalo ambivalente de populismo y construcción del socialismo. La crisis entonces es más profunda que una asonada provocada por la derecha, como segunda fuerza electoral. Lo que haga la burguesía venezolana, la oligarquía local, en concomitancia con el imperialismo, tiene que ver con su papel en la lucha de clases y su desempeño reaccionario en la lucha anti-imperialista. Este comportamiento como que es, de alguna manera, esperado. Lo que está en cuestión es el papel del gobierno popular y del bloque popular. No solo por lo que tiene que ver con haber empujado a parte del electorado afín a la convocatoria del contrincante, sino por haber mantenido, durante catorce años, sobre todo los que vienen después de la Constitución, la inercia del Estado rentista y el modelo extractivista, estructuras políticas y económicas de la dependencia. No se trata de salir de la noche a la mañana del modelo extractivista, sino de definir una transición sostenible, tanto en lo que respecta al mismo modelo extractivista, así como al propio Estado rentista. Transición que no puede dejar de estar acompañada por la efectiva democracia participativa, la autogestión y la cogestión social.

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No se trata solamente de errores políticos, sino que en el proceso no se está pudiendo resolver temas como la conducción colectiva y social del proceso, que sigue en manos de la burocracia. Esta conducción colectiva tiene sus formas de organización: las comunas, los sindicatos de trabajadores, las organizaciones campesinas, el poder territorial de los barrios. Estas son las fuerzas profundas de una revolución, que además dice que se encamina a un socialismo, cuya base se encuentra en la propiedad social y en la gestión comunitaria. A estas alturas, no se pueden repetir las formas de conducción dadas en la experiencia del llamado socialismo real, más aún, cuando el socialismo que se busca es el socialismo del siglo XXI. La defensa de una revolución se encuentra en la potencia social; entonces, se trata de liberar esta potencia, de desatar su creatividad. Para que esto se dé es indispensable su empoderamiento efectivo en la conducción colectiva del proceso.

Estos son los problemas que han sido constantes en todas las revoluciones del siglo XX; ahora reaparecen en las revoluciones del siglo XXI. Si no se logran resolver, es probable que se repitan desenlaces parecidos a los acaecidos en la historia. Lo que está ocurriendo en Venezuela no es solamente un fenómeno coyuntural y local; es un problema estructural de las revoluciones. En Venezuela también se juega con el decurso de las revoluciones en ciernes en el mundo, particularmente en América Latina y el Caribe. Esta tarea involucra a todos, incluyendo, sobre todo, a las posiciones radicales. Pues si estas posiciones no logran incidir en los acontecimientos, no logran salir de los límites grupales, del discurso iluminista, entonces, esta inhibición es parte del drama, de la irresolución del problema. No basta tener razón o creer que se la tiene, la política es una correlación de fuerzas; es importante entonces incidir en la acumulación de fuerzas y en la resultante de las mismas.

La política no se restringe, ni mucho menos, a los principios de la razón. La política se mueve, como hemos dicho, en un campo de distribución de fuerzas, de dispositivos y agenciamientos de poder, así como de resistencias. La política se alimenta, por así decirlo, de pasiones, de imaginarios, de esperanzas, expectativas, de convocatorias, de simbolismos, mitos y alegorías. Las dinámicas políticas, moleculares y molares, articulan, por así decirlo, distintos planos, distintos ámbitos, distintos campos; juegan, casi aleatoriamente, con diferentes composiciones y combinaciones, dependiendo de los contextos y las coyunturas. La comunicación política con los pueblos, con los sectores populares, con el proletariado, no puede reducirse a una interpelación racional. Por eso

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nunca es suficiente la denuncia, la diferenciación, la distinción de los programas y de las tendencias. El fundamentalismo racional no convoca, salvo en los ámbitos académicos. Incluso para comprender la complejidad de la “realidad” que toca analizar, no es suficiente el entendimiento y el uso de la razón. El uso crítico de la razón ayuda a contextuar y des-contextuar las teorías en uso, ayuda también a abrirse a otras formas de comprensión de la “realidad”, incorpora las formas intuitivas, las memorias, los saberes, las relaciones con lo popular, además de incorporar la dinámica misma primordial de la experiencia. La mayoría de los grupos radicales, de los cuales no hay que dudar sobre su dedicación, consecuencia y compromiso, pecan, por así decirlo, de fundamentalismo racionalista; terminan siendo grupos de convencidos, sin incidencia en la lucha efectiva política. Terminan aislados, en los márgenes o en los rincones del campo político, por más lúcidas que sean sus intervenciones. Precisamente por el valor ético y moral, por el coraje, la consecuencia y el compromiso, es indispensable que estos activistas, además de hacer uso de la razón, es imprescindible que pasen al uso crítico de la razón, abriéndose a la experiencia de los distintos planos de comprensión de la “realidad”, así como abriéndose a las diferentes “facultades” en juego en los sujetos sociales.

En todo caso, es importante detenerse en los análisis de la izquierda radical, que además de crítica, tiene el valor de aportar con apreciaciones más reveladoras que las descripciones de los discursos apologistas, que sólo ven el problema en la derecha. La Liga de Trabajadores por el Socialismo hace apreciaciones sobre las tendencias encontradas en el chavismo, contradicciones agudizadas después del fallecimiento del caudillo. Esta descripción de la pugna interna, aunada a las contradicciones en el seno del pueblo, en el bloque popular, da un panorama de lo que está puesto en juego en la coyuntura. El documento citado dice:

Cínicamente Diosdado se pregunta cómo es posible que el pueblo explotado vote por los explotadores, cuando se trata de uno de las conspicuas figuras que más se han enriquecido en todo este período. Como ha sostenido un analista “La herencia electoral que Chávez le dejó a Nicolás Maduro y la dirigencia del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) quedó sensiblemente mermada y sin su valor para contener a una masa que puede presionar peligrosamente ante ingentes requerimientos de la economía popular” (El Mundo, 16/04). Pero las tensiones internas que se puedan desarrollar dentro del PSUV no solo vendrán entre las distintas fraccionesexistentes, sino también de las propias bases del chavismo que,

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cansadas de seguir siendo furgón de cola de los altos burócratas, puedan salir con más fuerza a protestar por lo que se les ha venido negando, y exijan que se tomen medidas por izquierda frente a la nueva situación económica ypolítica.

Del diagnóstico que hace la declaración, saca una conclusión de los posibles desenlaces:

Los acontecimientos muestran que la transición a una etapa post-chavista será traumática. El resultado electoral está actuando como un gran catalizador de la crisis política que significa para el régimen bonapartista, centrado en la figura presidencial, la desaparición física de Chávez, mostrando que este no puede ser reemplazado. El bonapartismo no es solo un proyecto político sino también y fundamentalmente de liderazgo.

El triunfo pírrico de Maduro implica que el suyo será un gobierno débil, pues tendrá que lidiar no sólo con una oposición envalentonada y que busque jaquearlo permanentemente con el apoyo de Estados Unidos, sino también con las peleas dentro del propio chavismo. Pero fundamentalmente estará sometido, sin lugar a dudas, a la resistencia de sectores de la clase trabajadora que saldrá con más fuerza a pelear por sus demandas y por mejores condiciones de vida. Más aún si, como todo indica, Maduro se verá gobierno obligado a aplicar medidas de ajuste por la grave situacióneconómica que atraviesa el país, sin contar ni de lejos con la legitimidad y autoridad de Chávez, que a la vez que concentraba las expectativas de una resolución de las demandas de los explotados a través de la acción del gobierno, era capaz de derrotar y “disciplinar” a los sectores en lucha quequisieran ir más allá. Es muy probable que vayamos a una liberación de energías e iniciativas para lucha de clases, de parte de los explotados y pobres.

Tomando en cuenta este análisis y la conclusión a la que deriva, podemos, a su vez, sacar algunas otras conclusiones. No es pues suficiente unir y cohesionar al bloque popular en defensa de la revolución bolivariana, no es suficiente lograr un frente único de izquierda que enfrente la asonada de la derecha. Pues allí, en el poder de las oligarquías, de la burguesía, de la estructuras de poder y dominación mundial, se encuentra parte del problema y de los desafíos que afrontar. La otra parte del problema se encuentra en la composición se fuerzas, de tendencias, de posiciones, dentro del bloque popular; el problema es complicado cuando la hegemonía del

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bloque popular la tienen posiciones que consideran que lo que se ha logrado como avances y transformaciones es casi como el fin del proceso; lo que queda es defenderlo. Se trata de sectores que tienen una concepción de la política, como dice el documento de la LTS, “bonapartista”; por lo tanto fuertemente ligados al prejuicio burocrático y de la mediación institucional. Estos sectores están muy lejos de comprender el carácter emancipador de la autogestión, la auto-determinación, el ejercicio efectivo, no discursivo, de la democracia participativa y el control social. Están también lejos de comprender que la lucha contra el capitalismo no es discursiva y de declaraciones anti-imperialistas, que se rasgan las vestiduras, empero no son efectivas en la de-construcción del imperialismo, sino que se trata de trastrocar las relaciones de producción capitalistas, las relaciones sociales que se mueven en el imaginario del desarrollo y el progreso, ilusiones del capital. Se comprende pues que la lucha interna es mucho más difícil y compleja; sobre todo porque está llena de incomprensiones, de incomunicaciones y desinformación, además de los ataques de la nomenclatura y de los apologistas a los y las activistas críticas. Pero, también, sobre todo, por lo que dijimos, que muchas veces el activismo radical peca de fundamentalismo racional. Sin embargo, esta tarea no deja de ser indispensable cuando está en juego el destino del proceso, es decir, el curso y desenlace del proceso.

¿De qué depende entonces modificar el mapa de la correlación de fuerzas, el mapa del juego de las posibilidades más probables? ¿De qué depende la realización de la posibilidad de prolongar el proceso de transformaciones hacia su ruptura radical, transformando estructuralmente el mapa institucional? ¿De qué depende pasar del empoderamiento popular, del comienzo emancipatorio, a la liberación efectuada? La composición de creencias, de sentidos comunes, de certezas, en el campo popular, requiere de una revolución cultural, usando un concepto tan caro de Mao Zedung, a la vez tan claro, de las tareas a seguir. Mao Zedung buscaba con la revolución cultural transferir el poder en manos de la burocracia a los consejos de trabajadores, campesinos y estudiantes; también se enfrentó a las herencias culturales y filosóficas de los confusionistas, incrustadas en las formas de pensar y en las costumbres, además de combatir el pragmatismo y el diletantismo. Es indispensable la emancipación de los mitos, que aunque convoquen a las masas, terminan atrapándola en una red de dependencia paternal. Es indispensable liberar las potencialidades creativas populares, abriendo las experiencias sociales no solamente al uso crítico de la razón, de las teorías, sino también de los saberes, de las culturas locales, de las memorias.

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Esta revolución cultural, cuyas consecuencias políticas son de largo alcance, no puede dejar de estar acompañada por la conformación efectiva de lo que se llama el poder social; es decir, la autonomía, la autogestión, la autodeterminación, territoriales de las comunas, de las organizaciones sociales y de las organizaciones barriales. La construcción de la gestión colectiva de la política es como la condición de posibilidad histórica-política para salir del Estado rentista y del modelo extractivista, para transitar hacia una forma de gestión y administración que deje de ser Estado y comience a ser asociación libre de productores, como había soñado Marx un día.

Programa de Gobierno para el período 2013-2019

El programa de gobierno dejado por Hugo Chávez para la gestión 2013-2019 se concibe como:

Un programa de transición al socialismo y de radicalización de la democracia participativa y protagónica. Partimos del principio de que acelerar la transición pasa necesariamente por, valga la redundancia, acelerar el proceso de restitución del poder al pueblo. El vivo, efectivo y pleno ejercicio del poder popular protagónico es insustituible condición de posibilidad para el socialismo bolivariano del siglo XXI.

Seguidamente hace una advertencia:

No nos llamemos a engaño: la formación socio-económica que todavía prevalece en Venezuela es de carácter capitalista y rentista. Ciertamente, el socialismo apenas ha comenzado a implantar su propio dinamismo interno entre nosotros. Éste es un programa precisamente para afianzarlo y profundizarlo; direccionado hacia una radical supresión de la lógica del capital que debe irse cumpliendo paso a paso, pero sin aminorar el ritmo de avance hacia el socialismo.

En lo que respeta al Estado el diagnóstico es claro:

Para avanzar hacia el socialismo, necesitamos de un poder popular capaz de desarticular las tramas de opresión, explotación y dominación que subsisten en la sociedad venezolana, capaz de configurar una nueva socialidad desde la vida cotidiana donde la fraternidad y la solidaridad corran parejas con la emergencia permanente de nuevos modos de planificar y producir la vida

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material de nuestro pueblo. Esto pasa por pulverizar completamente la forma Estado burguesa que heredamos, la que aún se reproduce a través de sus viejas y nefastas prácticas, y darle continuidad a la invención de nuevas formas de gestión política.

Estas apreciaciones objetivas del programa contrastan con el discurso de los apologistas de toda laña, quienes no ven problemas y consideran que hay que hacer la propaganda de los logros de la revolución. Les molesta la crítica y la atacan, descalificándola como debilitadora y hasta favorable a la derecha. Este comportamiento apologista es francamente una de las más grandes debilidades de la revolución; este comportamiento aparece en todas las revoluciones, cuando estas han decidido defender lo logrando, clausurando la prolongación de las transformaciones. Es una debilidad pues no defiende la revolución, lo que defiende es el estado de cosas alcanzado, defiende entonces al Estado que debe ser transformando y sigue siendo un obstáculo para la revolución. Se pone en contra del avance y la profundización de la revolución. Los apologistas son la contra-revolución dentro de la revolución, cuando se trata de hacer una revolución dentro de la revolución.

Los objetivos históricos del programa son los siguientes:

I. Defender, expandir y consolidar el bien más preciado que hemos reconquistado después de 200 años: la Independencia Nacional.

II. Continuar construyendo el socialismo bolivariano del siglo XXI, en Venezuela, como alternativa al sistema destructivo y salvaje del capitalismo y con ello asegurar la “mayor suma de seguridad social, mayor suma de estabilidad política y la mayor suma de felicidad” para nuestro pueblo.

III. Convertir a Venezuela en un país potencia en lo social, lo económico y lo político dentro de la Gran Potencia Naciente de América Latina y el Caribe, que garanticen la conformación de una zona de paz en Nuestra América.

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IV. Contribuir al desarrollo de una nueva Geopolítica Internacional en la cual tome cuerpo un mundo multicéntrico y pluripolar que permita lograr el equilibrio del Universo y garantizar la paz planetaria.

V. Preservar la vida en el planeta y salvar a la especie humana.

El desglose del primer objetivo se plantea de la siguiente manera:

1.1 Garantizar la continuidad y consolidación de la Revolución Bolivariana en el poder.

1.2. Preservar y consolidar la soberanía sobre los recursos petroleros y demás recursos naturales estratégicos.

1.3 Garantizar el manejo soberano del ingreso nacional.

1.4. Lograr la soberanía alimentaria para garantizar el sagrado derecho a la alimentación de nuestro pueblo.

1.5. Desarrollar nuestras capacidades científico-tecnológicas vinculadas a las necesidades del pueblo.

1.6. Fortalecer el poder defensivo nacional para proteger la Independencia y la soberanía nacional, asegurando los recursos y riquezas de nuestro país para las futuras generaciones.

El desglose del segundo objetivo viene planteado de la siguiente manera:

2.1. Propulsar la transformación del sistema económico, en función de la transición al socialismo bolivariano, trascendiendo el modelo rentista petrolero capitalista hacia el modelo económico productivo socialista, basado en el desarrollo de las fuerzas productivas.

2.2. Construir una sociedad igualitaria y justa.

2.3. Consolidar y expandir el poder popular y la democracia socialista.

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2.4. Convocar y promover una nueva orientación ética, moral y espiritual de la sociedad, basada en los valores liberadores del socialismo.

2.5. Lograr la irrupción definitiva del Nuevo Estado Social y Democrático, de Derecho y de Justicia.

El desglose del tercer objetivo viene planteado de la siguiente manera:

3.1. Consolidar el papel de Venezuela como Potencia Energética Mundial.

3.2. Desarrollar el poderío económico de la Nación en base al aprovechamiento óptimo de las potencialidades que ofrecen nuestros recursos para la generación de la máxima felicidad de nuestro pueblo, así como de las bases materiales para la construcción de nuestro socialismo bolivariano.

3.3. Conformar y ampliar el poderío militar para la defensa de la Patria.

3.4 Profundizar el desarrollo de la nueva geopolítica nacional y regional, latinoamericana y caribeña.

El desglose del cuarto objetivo viene planteado de la siguiente manera:

4.1. Continuar desempeñando un papel protagónico en la construcción de la unión latinoamericana y caribeña.

4.2. Afianzar la Identidad Nacional y Nuestroamericana.

4.3. Continuar impulsando el desarrollo de un Mundo pluripolar sin dominación imperial y con respeto a la autodeterminación de los pueblos.

4.4. Contribuir con el desmontaje del anti-histórico y nefasto sistema imperial y neocolonial.

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El desglose del quinto objetivo viene planteado de la siguiente manera:

5.1. Construir e impulsar el modelo económico productivo eco-socialista, basado en una relación armónica entre el hombre y la naturaleza, que garantice el uso y aprovechamiento racional, óptimo y sostenible de los recursos naturales, respetando los procesos y ciclos de la naturaleza.

5.2. Proteger y defender la soberanía permanente del Estado sobre los recursos naturales para el beneficio supremo de nuestro Pueblo, que será su principal garante.

5.3. Defender y proteger el patrimonio histórico y cultural venezolano y nuestroamericano.

5.4. Contribuir a la conformación de un gran movimiento mundial para contener las causas y reparar los efectos del cambio climático que ocurren como consecuencia del modelo capitalista depredador.

Estamos ante un programa de transición, de una transición transformadora, en la ruta de la profundización del proceso de la revolución. El primer objetivo se plantea la independencia nacional, el segundo objetivo se propone la construcción del socialismo del siglo XXI, el tercer objetivo tiene que ver con ser un país potencia, el cuarto objetivo busca una nueva geopolítica que sea pluri-polar, y el quinto objetivo persigue salvar la vida en el planeta y a la humanidad. Los objetivos del programa son eso, objetivos, que, en general, se plantean la continuidad del proceso y alcanzar metas trazadas. Queda claro que en el lapso de la gestión no se va alcanzar el socialismo, empero se va avanzar en su construcción y transición, construyendo las condiciones de posibilidad históricas para lograrlo. Sin embargo, lo que importa es el cómo se van a alcanzar estos objetivos; bajo qué prácticas, qué procedimientos, qué acciones, qué dispositivos y mecanismos. ¿Con plena incorporación participativa de las organizaciones sociales o todavía con mediaciones burocráticas e institucionales? Sobre todo importa el contar con una predisposición adecuada de los dispositivos de participación colectiva, comunitaria y social, con escenarios eficaces de participación social, con prácticas efectivas de democracia participativa. Estas tareas no son ciertamente nada fáciles. No se está ante un espacio de actividades similar y homogéneo; al contrario, es un espacio fracturado, disperso,

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diferenciado, donde cada territorio tiene su propia especificidad, sus propios actores y sedimentaciones institucionales, además de costumbres incorporadas, heredadas como tradiciones, que atan a la gente a la reproducción del viejo mapa institucional y de penurias. Así parece que se tiene que promover diferenciales actividades transformadoras, mejor si disputan el detalle, palmo a palmo, el instante intensivo, buscando modificar los fragmentos, hasta infinitesimales, de las cartografías del campo social, del campo político y del campo burocrático. La articulación del control social y de delegación popular, en el marco de los temas, seguramente dependerá de la proximidad a las preocupaciones sociales más sentidas; como la alimentación, la vivienda, los servicios, la educación, el trabajo, la salud. Sin embargo, no se pueden descuidar los temas y las áreas más especializadas; se tiene que participar en el diseño de las políticas públicas; en la transformación de la estructura económica, de la estructura política, de la estructura cultural, de la estructura jurídica, repercutiendo en las transformaciones de las estructuras sociales. Además la política internacional y la integración de los pueblos no puede ser ajena al a la participación social.

La independencia, no solamente entendida como independencia nacional, sino como lo entendía la teoría de la dependencia, que es salir del circulo vicioso de la dependencia, está íntimamente vinculada a salir de la reproducción del modelo extractivista y del Estado rentista. Esta es quizás la tarea más importante de todas, que, incluso condiciona la posibilidad de las otras tareas. ¿Cómo se sale de las estructuras de la dependencia, que son el Estado rentista y el modelo extractivista? Parece ser que estamos ante la tarea de encarar varios proyectos combinados; industrialización de las materias primas, utilización de la energía para la industrialización del país, inversión productiva del excedente en la revolución tecnológica, que permita el paso a una eco-industrialización. Encaminando el aparato productivo a la soberanía alimentaria. Todo esto viene acompañado con la formación de la masa crítica de científicos y técnicos, de la apropiación de las ciencias y de las técnicas, por parte de los productores directo, transformando el uso especializado de la tecnología a un uso combinado de tecnologías, apropiadas colectivamente.

Ahora bien, no se parte de la nada ni de cero, sino de una herencia estratificada, diferencial, que ha dejado a la mayoría fuera de la formación especializada. El avance de la revolución bolivariana en la formación y profesionalización de amplios sectores populares es

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notorio. Pero, no termina de ser suficiente ante las tareas que hay que emprender. Se requiere inversiones mayores, de mayor alcance, en la educación y formación, apuntando a la apropiación social de la revolución científica y tecnológica, actualizando las mallas curriculares y dinamizando las formas de enseñanza y trasmisión de conocimientos. Haciendo hincapié en el eje de la investigación, como eje articulador de la enseñanza-aprendizaje-invención.

Al respecto, en relación a la conformación de una dinámica económica endógena, que antes llamaban el mercado interno, es complementario tomar en serio dos conformaciones institucionales, que pretendían ser alternativas; el ALBA y el Banco del Sur, con el consecuente circuito monetario del sucre. El ALBA no puede terminar siendo una entidad burocrática de buenas intensiones. Para que se convierta en una alternativa al libre mercado es menester que los países integrantes orienten gravitatoriamente sus economías a la construcción de una economía continental integrada, que, obviamente, no funcione desde la lógica del libre cambio, sino de los recorridos de las complementariedades. Los países integrantes no tienen al ALBA como el principal espacio de realización de sus economías, sino, como antes, se encuentran atrapadas en la lógica de la economía de la dependencia, en el mercado internacional mundial. El ALBA no puede ser una bandera de foros internacionales y de encuentros grandilocuentes de funcionarios, sino debe ser apropiada por los productores directos y los consumidores de los países integrantes.

El Banco del Sur fue pensado por los diseñadores como un contra-sistema alternativo al sistema financiero internacional. Esto no ha ocurrido; en parte por que los gobernantes firmantes no comprendieron la filosofía y la lógica del diseño del Banco de Sur; pensaron que era otro banco, parecido a los otros, vinculado al desarrollo de los pueblos, quizás más grande por su alcance internacional. El Banco del Sur no solamente fue concebido como un sistema alternativo de financiamiento productivo y de otras actividades, sino que su lógica reproductiva no es el de la acumulación y la especulación, inherentes a la lógica financiera, sino de la distribución y redistribución de los recursos a los sectores productivos, sobre todo de los pequeños productores. La moneda de circulación del Banco del Sur, el sucre, no fue pensada tampoco como una moneda, en tanto equivalente general, sino como contra-moneda. Se trata de una “moneda” virtual, cuya circulación, no se basa en la oferta y la demanda, sino en las complementariedades

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regionales y territoriales, promoviendo la valorización de la producción local y la retención en la localidad de la valorización generada. El cálculo y la cuantificación se dan en base a contrapesos y compensaciones. Su importancia es promover y financiar a los productores directos, localizados, quienes casi nunca tienen acceso al crédito de la banca. Bueno pues, este proyecto ha quedado en el diseño, debido a la mala comprensión del proyecto aprobado, que ciertamente se encuentra en curso y está institucionalizado, interpretándolo de la manera acostumbrada por los especialistas y ministros del área, de una manera monetarista91.

Los otros objetivos; el que tiene que ver con el de país potencia económica, social y política; el que se plantea la geopolítica de un mundo plural y multi-céntrico; además de el objetivo de defender la vida del planeta; dependen del logro de los anteriores objetivos y de la manera cómo se busque realizarlos. Lo mismo pasa con la capacidad de defensa del país y de la revolución. No se trata de priorizar los primeros objetivos, ni descuidar los siguientes, sino de combinar la realización y el logro de los mismos, tomando en cuenta la interrelación de sus ritmos y condicionalidades. Por eso, parece indispensable darle mucho impulso la transformación del modelo extractivista y del Estado rentista. Así como es menester darle impulso a la integración económica y política de América Latina y el Caribe, basada en la complementariedad y solidaridad de los pueblos, avanzando hacia una confederación de los pueblos. Esta tarea viene acompañada por la conformación efectiva, no formal, burocrática y discursiva, de una economía integrada alternativa del continente, alternativa al mercado internacional capitalista, basado en la geopolítica del sistema-mundo capitalista. Los dispositivos como el Banco del Sur y el sucre deben funcionar como contra-sistema financiero internacional y como contra-moneda, generando relaciones de complementariedad e intercambio, apoyadas por la cuantificación de las compensaciones, del trabajo colectivo y la valorización local. Los otros dispositivos de integración como UNASUR, incluso los anteriores como el MERCOSUR y la Comunidad Andina, deben ser trasformados de acuerdo a la lógica complementaria y de reciprocidades del Banco del sur y del Sucre. De esta forma podremos salir de las experiencias frustrantes y limitadas, por su subordinación al orden de dominación mundial, de los llamados organismos de integración. 91 Entre los diseñadores del Sucre y del Banco del Sur estaba Pedro Páez, economista ecuatoriano. Una vez terminado el proyecto, él y su equipo, quedaron prácticamente sin presupuesto. Parece que a los gobernantes sólo les interesaba contar con el proyecto, con el documento acabado, firmarlo por el protocolo.

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Sin embargo, no hay que olvidar que estas tareas no son de funcionarios, sino que se trata de involucrar la participación abierta de los pueblos, de su ejercicio democrático directo. No se pueden hacer transformaciones estructurales e institucionales sin el pleno desenvolvimiento de la potencia social. El secreto de las transformaciones se encuentra en la profundización y expansión del ejercicio democrático y la participación social. Hay que romper con las mediaciones burocráticas e institucionales, generar, mas bien, conexiones, entrelazamientos, co-gestiones, entre especialistas y colectivos sociales. El aprendizaje en estas experiencias compartidas va formar a los pueblos y capacitarlos en la autogestión. Una confederación de pueblos autogestionarios es invencible.

Una anotación más, sobre la defensa del país y de la revolución. Ciertamente, no se puede descuidar la defensa, pero no se trata de caer en el armamentismo y destinar un gran presupuesto para este cumplimiento. Se trata de lograr la movilización general para la defensa, bajo la concepción revolucionaria del pueblo armado; obviamente esta defensa debe estar bien equipada, mejor contando con tecnología militar avanzada. Esta concepción de la defensa armada es parte del concepto de defensa de la revolución, que vamos a tocar después. Al respecto, comenzando a elucidar el concepto, no podemos olvidar que la revolución socialista mundial ha sido concebida en consonancia del internacionalismo proletario; ahora tendríamos que hablar, como lo hace Samir Amin, del internacionalismo de los pueblos, tomando en cuenta las transformaciones en la composición del proletariado, además de comprender que la proletarización se ha extendido a gran parte de la población, fuera de retomar la tesis de que son los pueblos los que están sometidos por el imperialismo. Los pueblos no son enemigos, los son sus estados, bajo el dominio de sus burguesías. Sobre todo tienen esta concepción hostil y beligerante los estados imperialistas, pues ellos no conciben otra cosa que el control militar como parte del control de sus monopolios, monopolio de los mercados, monopolio tecnológico, monopolio militar, monopolio financiero, como parte de la geopolítica del sistema mundo-capitalista. Frente a esta geopolítica imperialista los pueblos, la confraternidad y la alianza de los pueblos, tienen la alternativa de oponer una contra-geopolítica, una geografía emancipadora92.

92 Ver de Raúl Prada Alcoreza Guerra periférica y geopolítica regional. En torno a la guerra del pacífico. Bolpress 2013; La Paz.

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Desde la perspectiva de la revolución socialista, cuya realización integral es mundial, la opción no es la guerra sino la revolución socialista en los países. Desde esta perspectiva, tampoco se trató de destruir el país donde se cobija el imperialismo, sino de convocar y aliarse con el pueblo de ese país para destruir la estructura de poder imperial, el aparato de la misma dominación universal que nos somete a todos. La URSS y la Republica Popular China se vieron obligadas al armamentismo y a la producción de tecnología militar avanzada para defenderse de la descomunal agresión de los imperialismos. La guerra de Corea, acaecida en los primeros años de la década de los cincuenta (1950-1953), fue defensiva contra la ocupación norteamericana al sur de la península; ocupación militar estadounidense, dada después de finalizada la guerra contra el imperio nipón. El gobierno de los Estados Unidos de Norte América se negó a retirar sus tropas ante el pedido de la Republica Democrática Popular de Corea (RDPC) a hacerlo, cuando ya las tropas soviéticas acataron este pedido. La RDPC se constituyó después de una larga lucha de liberación nacional; la independencia se logró cuando se dio la derrota de Japón en la segunda guerra mundial, aprovechando los revolucionarios coreanos la proximidad de las tropas soviéticas que ocuparon la Manchuria, también en guerra contra el Japón. La guerra de Vietnam fue defensiva y de liberación nacional contra la ocupación francesa, primero, y norteamericana, después. La batalla de Bahía Cochinos en Cuba fue defensiva ante el desembarco del ejército invasor armado, organizado y pertrechado por el imperialismo estadounidense. La participación del las fuerzas armadas cubanas en Angola fue defensiva y solidaria; se trataba de defender la revolución angoleña de la invasión del ejército blanco de Sud África, de la guerra de frentes armados por el imperialismo y apoyados por el régimen racista de Sud África, en aquel entonces. Las guerras de guerrillas desatadas en varios países periféricos del sistema-mundo fueron de liberación nacional. Como se puede ver, nunca fue el objetivo desencadenar una guerra destructiva y devastadora, menos una guerra nuclear, para destruir al enemigo imperialista. La guerra revolucionaria es de defensa; las armas atómicas son defensivas; la estrategia activa es la revolución mundial. En una guerra nuclear no hay ganadores, salvo la muerte, todos resultan perdedores. Después de la guerra nuclear ya no tendría sentido nada, menos el socialismo, ya no sería posible la construcción del socialismo, incluso la reconstrucción de cualquier forma de sociedad; sobre las cenizas de la destrucción de la “fuerzas productivas”, tal como habla la corriente marxista del determinismo económico, no podría construirse un modo de producción socialista. El plantearse como objetivo la guerra total,

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en los términos de la guerra nuclear, es una aberración. A estos absurdos de guerra total se llega por fundamentalismos políticos esquemáticos, que se olvidaron de los objetivos, principios, valores y la ética socialista. En contraste, como opción consecuente, es indispensable convocar a la internacional de los pueblos en defensa de la madre tierra, de la vida y por un mundo que garantice los ciclos vitales de todos los seres, garantizando las mejores condiciones de reproducción de sus potencias vitales. La confraternidad de los pueblos, su solidaridad y complementariedad, configurada como confederación de los pueblos, es la base material histórica y política del socialismo.

El concepto de defensa de la revolución

El concepto de defensa de la revolución es diferente a las nociones usuales de defensa, mas bien entendidas como protección, resguardo, cuidado, control y vigilancia. El concepto de defensa de la revolución, si bien comprende también estas connotaciones, va más lejos que estas definiciones. Se trata de un concepto activo, forma parte del desenvolvimiento de la revolución misma; la defensa está involucrada con el desarrollo mismo de la revolución. El concepto mismo de defensa se transforma. La defensa de la revolución es posible si la defensa es concebida como crítica y se vincula con la potencia de la revolución. La defensa defiende la marcha de la revolución, su profundización, defiende la dinámica de las transformaciones; por esto, requiere ser crítica con lo que obstaculiza la marcha de la revolución, lo que se resiste a las transformaciones; sobre todo requiere ser crítica con las herencias institucionales del pasado, las practicas burocráticas heredadas, las estructuras de poder preservadas. La defensa de la revolución defiende la potencia inherente, busca liberar la plenitud de la potencia, liberar todas las capacidades transformadoras, abrirse a las “facultades” creativas de las multitudes; por eso se enfrenta a lo que inhibe la potencia, a lo que restringe las capacidades transformadoras, a lo que anula las “facultades” creativas. La defensa de la revolución se mueve en todos los planos de la sociedad, convierte a la sociedad en la maquinaria primordial de la defensa, mediante la movilización general. Se trata de una defensa integral, que abarca todo los planos involucrados en las transformaciones múltiples; comprende la defensa del territorio.

El concepto de defensa de la revolución nada tiene que ver con el vulgar uso de defensa del proceso de cambio reducido a la defensa

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del gobierno, a la defensa del estado de cosas logrado, haciendo caso omiso de las contradicciones y los errores. Ciertos apologistas llegan incluso al colmo de concebir que la defensa del proceso absuelve de los errores y contradicciones al gobierno. Esta actitud es extremadamente peligrosa para la revolución, pues carcome por dentro el proceso, debilita, inhibe y anula las fuerzas sociales, desmonta la capacidad organizativa y autónoma del pueblo. En el momento que el proceso se encuentra amenazado, ya no se cuenta con la fortaleza para enfrentar la amenaza; la madera de la estructura que se construye está carcomida por las termitas. Tomando en cuenta esta situación, la defensa de la revolución requiere descargar parte de la crítica contra los apologistas, quienes se convierten en los ideólogos de un tipo de Termidor, de una manera de terminar la revolución, aproximándose a la tesis del fin de la historia, pues suponen que la revolución concluyó y hay que defenderla.

Paradojas de la “revolución”

Conservadurismos recalcitrantes

El concepto de modernidad

Dedicado a Karin Monasterios, marxista y feminista. Por su pasión por la crítica de la economía política, por su lucha contra la dominación masculina.

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Cuando todo lo sólido se desvanece en el aire

Habíamos dicho, en otro texto, que la modernidad es un concepto estético, que corresponde a la experiencia de la vertiginosidad y de los trastrocamientos de las sociedades capitalistas. Estético porque fue ideado por los poetas malditos, pensado como expresión lúdica de la experiencia bochornosa de las urbes. Fue Baudelaire quien le dedicó al lodo un poema, donde resaltaba el tumultuoso barullo de la velocidad y la muchedumbre. A propósito, en Subversiones indígenas escribimos:

La modernidad fuera de ser una experiencia intensiva de la vertiginosidad, de la versatilidad y de la frugalidad del acontecer, es también una representación colectiva, una creencia social, es decir un prejuicio compartido. La representación más luminosa de la modernidad se la debe al arte; son los poetas malditos los que elaboraron la idea de la modernidad desde un posicionamiento de asombro y reverencia, de perplejidad y resistencia vencida. Para volverse acercar a esta elocuencia perdida es menester acudir a Baudelaire93.

Lo que se captaba de esta experiencia es la movilidad crucial, la migración, las transformaciones, manifestando la plasticidad de los cuerpos. William Shakespeare, en La tempestad, expresa elocuentemente esta idea, dibujando la imagen de levedad, de desvanecimiento. El escritor británico, poniendo en boca de Prospero, el legítimo Duque de Milán, escribe:

Te veo preocupado, hijo mío, y como abatido. Recobra el ánimo. Nuestra fiesta ha terminado. Los actores, como ya te dije, eran espíritus y se han disuelto en aire, en aire leve, y, cual la obra sin cimientos de esta fantasía, las torres con sus nubes, los regios palacios, los templos solemnes, el inmenso mundo y cuantos lo hereden, todo se disipará e, igual que se ha esfumado mi etérea función, no quedará ni polvo. Somos de la misma sustancia que los sueños, y nuestra breve vida culmina en un dormir. Estoy turbado. Disculpa mi flaqueza; mi mente está agitada. No te inquiete mi

93 Ver de Raúl Prada Alcoreza Subversiones indígenas. Comuna, La muela del Diablo; La Paz 2008. Pág. 32.

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dolencia. Si gustas, retírate a mi celda y reposa. Pasearé un momento por calmar mi ánimo excitado94.

Marx retomó esta imagen de disolución para definir el carácter diseminador de la modernidad, define la modernidad como cuando todo lo sólido se desvanece en el aire95. En la contemporaneidad se ha recurrido a este concepto plástico de modernidad, sobre todo a la certeza de su vertiginosidad, para configurar las nuevas experiencias desprendidas de las nuevas formas de diseminación capitalista. Para ahondar las consecuencias del concepto se llegó a hablar de “posmodernidad”.

La “posmodernidad” no es un concepto extraño a la modernidad, es más bien su continuidad o, si se quiere, el mismo concepto, sólo que dicho y pronunciado en una etapa tardía, crepuscular, del capitalismo. Lo que quieren decir a los que se moteja de “posmodernos” es lo mismo que quiso decir Marx, en su tiempo; apuntar sobre la precipitación de los trastrocamientos y transformaciones habidas, por el desencadenamiento de fuerzas incontrolables, que empujan como al vacío o la evaporación. Esta otra imagen análoga, de desencadenamiento de fuerzas incontrolables, se encuentra en el Fausto de Goethe. Que esta experiencia de vertiginosidad, de desvanecimiento y disolución se haya radicalizado, se debe a la marcha incontrolable de la modernidad; desencadenamiento desbocado empujado por las revoluciones científicas y tecnológicas, comunicacionales y cibernéticas, que han llevado al extremo la compulsión por el consumo desorbitado, acompañadas por la explosión de los hedonismos multifacéticos. Extraña pues, encontrar que haya gente, que se autocalifica de “marxista”, que se desgarren las vestiduras ante corrientes teóricas que hacen hincapié en los mismo que hizo Marx, en su tiempo, sólo que ahora se experimenta en formas más radicales.

Podemos llamar a esta muestra de recalcitrante conservadurismo un síntoma del carácter no sólo conservador de estas posiciones, sino hasta reaccionario y represivo. Investidos por los oropeles de revoluciones pasadas, se ungen como jueces de las instituciones consagradas y de la verdad demostrada96. No se pueden 94 William Shakespeare: La tempestad. Libros Tauro. 95 Revisar de Marshall Berman All That Is Solid Melts Into Air. The Experience of Modernity. Penguin Books. Middlesex, England 1982-1988.96 Ver de Raúl Prada Alcoreza Deslindes históricos y políticos. Diferencias con la izquierda tradicional. Horizontes nómadas, Dinámicas moleculares, Bolpress; La Paz 2011, 2012, 2013.

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aceptar veleidades, que les suenan, a estos defensores de las tradiciones institucionalizadas, como bohemias y vacías. Reclaman seriedad, que no es otra cosa que repetir el sermón de la montaña. Estos sacerdotes se escandalizan de las proposiciones de las nuevas críticas, pues no pueden aceptar lo que consideran un juego aventurero de escandalosas tesis, que hace hincapié en el desvanecimiento de lo real y la realidad. El “realismo” siempre fue una postura conservadora, que busca frenar la dinámica transformadora del tiempo. El “realismo” y el sentido común siempre fueron buenos aliados para defenderse de la incertidumbre y de la interpelación subversiva de la praxis. Que antes lo hayan hecho a nombre del orden y ahora lo hagan a nombre de la “revolución” o del paradigma teórico consagrado, no es más que la muestra de que el orden tiene varios nombres, también de que la “revolución” puede ser ordenada, asimilada al orden.

Estos jueces, supuestos marxistas, se proponen defender la teoría ante las desventuradas osadías de la nueva crítica y las nuevas corrientes teóricas, que las llaman, metiéndolas en la misma bolsa a todas, sin mayor consideración, como “posmodernas”. Nada más insensato como esto, nada más insostenible. De entrada muestran su más desconcertante desconocimiento del tema y de los problemas abordados. Una manifiesta y patética demostración de la improvisación de sus juicios y descalificaciones. Se observa claramente que actúan como en una competencia; quién es el mejor, quién es el más “revolucionario”, que para ellos es el que más defiende la teoría institucionalizada. No se inmutan de que los tiempos han cambiado, de que los contextos y coyunturas son otros, de que ha pasado mucha agua bajo el puente, de que ha habido fracasos, dramas y tragedias, con las experiencias “revolucionarias”, que es indispensable responder a las nuevas experiencias, construyendo conceptos sobre las nuevas certezas. Consideran que la teoría consagrada es como las sagradas escrituras; hay que preservarlas y repetirlas, buscando desesperadamente en el texto claves para entender un presente que los ha abandonado.

La teoría, el corpus conceptual de la teoría, es la construcción racional, interpretativa, explicativa, de la experiencia histórica de un momento, de un periodo; de la experimentación intensa de los fenómenos sociales que se inscribieron en la memoria y en las subjetividades. El valor de la teoría, sobre todo crítica, radica en este testimonio reflexivo de la experiencia crucial de las sociedades. Usando a Alain Badiou diremos que es el testimonio conceptual de la verdad del acontecimiento vivido. De ninguna manera se puede

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entender que esta verdad detiene la historia, que se convierte en una “verdad” supra-histórica, absoluta, y que la teoría que la acompaña sea indiscutible en los venideros tiempos. Las teorías son percepciones racionales, los conceptos son dispositivos racionales, que ayudan no sólo a hacer inteligible la experiencia y la “realidad”, sino ayudan a intervenir en los medios, en los entornos, en los mundos, adecuándolos a los ciclos de la vida. Si las teorías emergen de la experiencia histórica, es comprensible que las teorías experimenten su propia historicidad. En los nuevos contextos de las experiencias sociales emergerán nuevas teorías, sobre todo importan las críticas.

Con esto no se dice que lo nuevo es mejor que lo antiguo, de ninguna manera, tampoco en lo que respecta a las teorías. Las teorías tendrán que contrastarse con la experiencia y la “realidad” histórica. Como apreciaba una de las tesis de Marx sobre Feuerbach, que la “verdad” es un problema de la práctica; es en la práctica donde se puede comprobar la validez de una teoría. Sin embargo, hay gente que cree que la “verdad” es un tema de prestigio institucional. Los advenedizos no pueden disputar ninguna validez, ni cuestionar ninguna verdad. Lo que se ve claramente, que lo que está en juego es otra vez el prestigio institucional y el poder de los grupos, los círculos, las redes. Lo que se ha aprendido no puede ser cuestionado. Lo que se repite en libros, lo que se comenta en seminarios, congresos y foros, no puede ser interpelado. La “verdad” está ahí, en los salones académicos, en los comentarios reiterados, en los prestigios adquiridos, mejor si este prestigio está ligado a una buena causa, y no hay mejor que la “revolución”. Sólo que esta “revolución” ya fue hecha, ya aconteció. No se tienen que pasar el trabajo de hacerla. Esto no se les ocurre, salvo en infladas declaraciones o esmeradas denuncias. Ya se conocen los resultados de las “revoluciones”; experiencias que ayudan a comprender los límites, los desafíos, lo que no hay que repetir, lo que hay que cambiar. Sin embargo, esta tarea no es la de los jueces defensores de la “verdad” de la teoría. Tocar estos temas es como cuestionar la teoría, el prestigio de las revoluciones, servir al enemigo, al imperialismo. Esta comodidad intelectual es asombrosa. Se ha resuelto el problema; el fracaso de las “revoluciones” se debe a traiciones, a las campañas y boicot imperialista, a la falta de disciplina, a problemas “ideológicos”. Lo que hay que hacer es hacerlo mejor, repitiendo el guión. O, si se quiere, introduciendo variaciones del nuevo siglo; pero, la convicción sobre lo mismo, la convicción de la justeza de la teoría y la estrategia, no puede cambiar. Frente a nuevas corrientes críticas, a nuevos movimientos sociales anti-sistémicos, la tarea es de descalificarlos,

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denunciarlos de inconsistentes, de dispersos, de incompletos, incluso de desvariados. A sus expresiones teóricas descalificarlas, denunciarlas como “posmodernas”, queriendo usar el término como calificativo de desvarío, de excedencia juvenil.

Si revisamos la historia de las corrientes marxistas, sobre todo teóricas, vemos que estas nuevas percepciones teóricas se han dado, precisamente en la episteme marxista; sin embargo, han sido rápidamente aisladas. Las corrientes teóricas que prosperaron migraron a la academia. Allí encontraron refugio para desarrollarse; sin embargo, se desconectaron de las masas, sobre todo del proletariado. De las corrientes teóricas más sugerentes es indudablemente la Escuela de Frankfurt, que incluso es el referente de arranque y de irradiación a otras corrientes críticas no marxistas, como lo que ocurre con las corrientes del pensamiento crítico francés contemporáneo. Muchos de los temas que trabaja la filosofía crítica francesa se encuentran en las investigaciones teóricas y trabajos de Walter Benjamin, Teodoro Adorno y Max Horkheimer. Aunque las teorías sobre la arqueología del saber, la genealogía del poder, la hermenéutica de la subjetividad, las teorías nómadas, la teoría de la deconstrucción, la teoría de la crítica de la economía política generalizada, cobren autonomía y desplieguen sus propios recorridos, desligados, aunque no del todo, del marxismo, no se puede olvidar que la intuición del desplazamiento histórico y epistemológico se encuentra en la Escuela de Frankfurt.

¿Cuál es la discusión?

Como se dice popularmente, antes de iniciar el debate, hay que rayar la cancha. Más que poner las reglas del juego, es indispensable saber qué se está discutiendo. Por un lado, cuáles son los referentes de la discusión; por otro lado, cuáles son los argumentos que se emplean. Para comenzar diremos que la primera pregunta que hay que hacer es ¿si se acepta o no el referente o el conjunto de referentes que sostienen o pueden sostener el concepto de modernidad? En palabras más simples, pero, que no distinguen referentes de discurso, la pregunta sería: ¿existe la modernidad? Una cosa es la discusión entre los que aceptan que existe, que se da, esta experiencia social que llamamos modernidad; otra cosa distinta es la discusión entre los que la aceptan y los que no la aceptan. El debate con los primeros es sobre la interpretación de esta experiencia histórica y social llamada modernidad; el debate con los segundos es sobre la condición o condiciones de la experiencia o las experiencias

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sociales vividas históricamente, sobre si es o no modernidad u otra cosa distinta. Cuando el referente del debate está claro, la discusión puede comenzar; empero, cuando no lo está, la discusión nunca comienza; es como una in-comunicación entre sordos y mudos. Sus discursos sólo dan vuelta sobre sí mismos. Se encaracolan, encontrando refugio en su propia concha, que les sirve de refugio contra los peligros no sólo del mundo, sino del referente primordial, llamado “realidad”.

Ahora bien, si se acepta este referente, que existe una experiencia que da cuenta de la vertiginosidad de los trastrocamientos y transformaciones, desatados por una forma de sociedad o, si se quiere, modo de producción, entonces no hay por qué no aceptar que esta modernidad cambie, dado que su dinámica inherente es precisamente el cambio. La modernidad no puede dejar de cambiar, pues precisamente es eso, cambio contante, permanente. Sería un contrasentido pretender hablar de modernidad y quitarle su condición fundamental, que cambia, que es cambio, que se trasforma y se trastoca. Empero, parece, que hay quienes postulan esta clase de contrasentidos, que pretenden sostenerlos y repetirlos, a pesar de ello mantenerse en la discusión, pretendiendo sostener que hay modernidad, empero ésta no ha cambiado desde que se ha iniciado, que sus características siguen siendo las mismas que en la época de Marx.

La supuesta discusión sobre “posmodernidad” tiene que ver con esta in-comunicación, esta confusión. Quienes acusan de “posmodernistas” a corrientes teóricas distintas, que dan cuenta de los cambios habidos en la modernidad, lo que en el fondo dicen es que la modernidad no ha cambiado. Esta posición insostenible, salvo por sus pretensiones, se hace mucho más vulnerable cuando se trata de atacar a la crítica de la modernidad, comprendiendo todos sus cambios, todos sus ciclos, sobre todo los contemporáneos. Esta conducta muestra que no se acepta la crítica. Llama la atención que lo hagan quienes se autonombran como “marxistas” o defensores del “marxismo”. No se dan cuenta que esta conducta los aleja de Marx y los acerca a los que crítica Marx, al objeto de la crítica de Marx, que es precisamente un orden dado, un estado de cosas, una institucionalidad, una estructura de dominación, un modo de explotación, que no es otra cosa el modo de producción capitalista.

Si se acepta que hay algo llamado modernidad, podemos partir, más o menos, de que la modernidad ha abarcado el mundo o, si se quiere, el mundo ha sido construido por esta expansión de la

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modernidad. Entonces todos somos modernos desde un determinado momento o lapso, ya sea el siglo XVI o después. En ese sentido Marx era moderno, empero no modernista; al contrario, se lo puede considerar crítico de la modernidad, soslayando su apego a cierta apología del desarrollo de las fuerzas productivas. De la misma manera, a quienes llaman “posmodernos”, los que pretenden sostener que la modernidad no cambia, que es algo como decir que la modernidad no es moderna, son, en su mayoría, críticos de la modernidad, críticos de las formas cambiantes de la modernidad, incluyendo, si se quiere, aquella forma que se llama “posmodernidad”. Tengan o no razón estos críticos de la modernidad, que también pueden considerarse como críticos de la “posmodernidad”, que sería la condición actual de la modernidad, no pueden ser llamados “posmodernistas”, de la misma manera que Marx no podría ser llamado modernista, aunque sea un hombre moderno.

Los descalificadores de los llamados “posmodernos” no tienen el cuidado de distinguir estas notorias diferencias; una cosa es ser moderno y otra cosa crítico de la modernidad; una cosa es ser “posmoderno” y otra cosa crítico de la “posmodernidad”. Todo está metido en una misma bolsa y revuelto. Esta confusión es la que permite la efectuación de una diatriba descalificadora, que no es otra cosa que regresión “ideológica”, que no es tampoco otra cosa que represión política, como también defensa del orden y de la institucionalidad. Ahora hecha a nombre de la teoría consagrada y de la “revolución” institucionalizada. No hay pues ningún debate, ninguna discusión. Lo que hay es un ataque institucional usando todos los medios burocráticos, institucionales, comunicativos, todos los prejuicios al alcance de la mano. Arengando contra el público a la caza de brujas97.

Una vez que se tenga claro el referente y la relación con el referente. En el primer caso, que existe la modernidad, entonces, de lo que se trata es debatir las interpretaciones de la modernidad; en el segundo caso, que una cosa es ser moderno y otra crítica de la modernidad, entonces, se trata de debatir el alcance de la crítica. Si ambos puntos de partida están claros, se puede iniciar el debate.

El debate

97 Ver de Silvia Federici Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria. Tinta Limón; Buenos Aires 2010.

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La pregunta es: ¿si hubo un desplazamiento “estructural” en la contemporaneidad como para hablar de un cambio sustancial de la modernidad? Que no es lo mismo que preguntarse sobre la pertinencia de las corrientes teóricas de la nueva crítica, pues hay varias y distintas. No se trata tanto de concentrarse, aunque esto también haya que hacerlo, en el cambio discursivo, en la transformación de la formación discursiva y de la formación enunciativa, en el cambio teórico, como en el cambio y la transformación del referente, en la experiencia misma de la modernidad. Primero hay que dar cuenta de esta materialidad histórica y social, después de las expresiones que ocasiona, de las formaciones expresivas. Los descalificadores de estas nuevas corrientes críticas se obsesionan en los cambios de discurso, en las nuevas tesis, descuidando lo más importante, las transformaciones estructurales de la modernidad. Sobre todo se han mostrado patéticamente conmovidos ante la tesis de Françoise Lyotard sobre la muerte de las grandes narrativas98. ¿Qué entienden por esto? ¿Son defensores de las grandes narrativas? ¿De cuáles? ¿Están en contra de las nuevas narrativas, que supuestamente son mas bien fragmentadas y con menores pretensiones, no-universales? ¿Qué es lo que defienden, fuera de su declarada pretensión de defender el “marxismo”? ¿Qué entienden por “marxismo”? Son estas preguntas las que hay que abordar antes de tratar con la argumentación vertida por los defensores de la “modernidad”.

Los acontecimientos dados después de la segunda guerra mundial, teniendo en cuenta la dramática experiencia de esta guerra, nos muestran la conformación de otro mundo, que si bien es parte de la continuidad del capitalismo monopólico y financiero, llamado imperialismo, que desencadenó la primera y la segunda guerras mundiales, configura una discontinuidad notoria: la aparición de dos súper-potencias, que Mao Zedong llamó imperialismos, el imperialismo capitalista y el social-imperialismo. La bipolaridad de la

98 Ver de Françoise Lyotard ¿Qué era la posmodernidad? En El debate, modernidad, posmodernidad. Compilación de Nicolás Casullo. Ediciones El Cielo por Asalto; Buenos Aires 1993. También ver la Posmodernidad, donde escriben Hal Foster, Jürgen Habermas, Jean Baudrillard, Douglas Krim, Kenneth Frampton, Frederic Jameson, Rosalind Krauss, Craig Oens, Edward W. Said, Gregory L. Ulmer. Libro compilado, seleccionado y prologado por Hal Foster. Kairos; México 1988. El título original en inglés es sugerente: The Anti-aesthetic: Essays on Postmodern Culture. También revisar de Françoise Lyotard El Entusiasmo. Crítica kanteana de la historia. Gedisa; Barcelona 1987. Título original: L’enthousiasme. Éditions Galilée; París 1986. Ver también del mismo autor Lo inhumano donde se deslinda del concepto de “posmodernidad”. Manantial; Buenos Aires 1998. Así también el libro de Gianni Vattimo El fin de la modernidad. Nihilismo y hermenéutica en la cultura posmoderna; texto de carácter más filosófico. Gedisa; Barcelona 1986. Sobre la experiencia misma de la hiper-realidad, ver de Jean Baudrillard De la seducción. Cátedra; Madrid 1989.

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dominación del mundo. Estamos hablando de un mundo cuya virtualidad de la tercera guerra es nuclear, comprometiendo la supervivencia humana. Estamos también hablando de un mundo que experimenta una revolución científica-tecnológica-comunicacional-cibernética continua. Un mundo unificado por las organizaciones internacionales, comenzando por Naciones Unidas, donde el grupo de decisión quedó a cargo de los aliados, los vencedores de la segunda guerra mundial, incluyendo a China, otra potencia nuclear. Hablamos también de un mundo conformado por las nuevas naciones y los nuevos estados liberados del colonialismo, aunque no de la colonialidad. Hablamos de un planeta descrito como conformado por tres mundos; el primero, de los llamados países desarrollados; el segundo, de los países que no habrían completado todavía su desarrollo; el tercero, por países en desarrollo. Un mundo, entonces tripartito, donde se cuenta con la experiencia del socialismo real. Un mundo donde las empresas trasnacionales adquieren dimensiones monstruosas, oligopólicas, articuladas con el sistema financiero internacional, unificado y dominante.

Pretender que este mundo es el mismo que el anterior a la segunda guerra mundial es no otra cosa que un anacronismo desatinado. Si bien no todos los “modernistas” comparten este criterio, débil e insostenible por cierto, pues hay los que asumen las consecuencias de esta historia de la segunda mitad del siglo XX. Estos últimos observarían la narrativa “posmoderna”, la explicación “posmoderna” de estos eventos cruciales. Consideran que hay que defender los logros de la modernidad, además de mantener las explicaciones y teorías universales. Sin embargo, si se acepta las transformaciones habidas en la segunda mitad del siglo XX, por lo menos habría que aceptar también cambios en las explicaciones, en las teorías universales, aunque se mantengan las “grandes narrativas”. En este caso, lo que llama la atención es la escasa incidencia y preocupación por revisar las “grandes narrativas”, las teorías universales. En ambos casos se nota inclinaciones conservadoras, aunque en el primer caso este conservadurismo sea patético.

En la segunda mitad del siglo XX se dan la guerra de Corea (1950-1953), la guerra de la independencia de Argelia, la revolución cubana (1959-1960) y la guerra del Vietnam, se da también la ocupación del Soviet de Hungría por el ejército rojo soviético de Moscú, así mismo se da la ocupación militar por parte del Pacto de Varsovia de Checoslovaquia, donde resurgía el entusiasmo revolucionario, recuperando las iniciativas sociales, juveniles, críticas,

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intelectuales y artísticas. Otra vez una revolución cultural. Estas experiencias y estos acontecimientos son, como dice Badiou, las verdades que acontecen en esta etapa de la historia, forman parte de la memoria del ser, son verdades existenciales que constituyen al ser. Estos sucesos y eventos cruciales no sólo muestran un mundo cambiado, una modernidad diferente, sino que la “revolución” no ha concluido; sigue siendo una tarea pendiente. Este es el sentir de la revolución cultural china (1966-1976) y de la revolución cultural mundial (1968), de acuerdo a Immanuel Wallerstein. Vamos a detenernos en la revolución cultural, pues este parece ser el acontecimiento que marca el desplazamiento epistemológico dado en la modernidad, en la segunda mitad del siglo veinte.

La revolución cultural

Como dijimos en otros escritos, la revolución cultural es una revolución en la revolución99. Se trata de iniciativas críticas movilizadas para desbloquear los obstáculos que impiden al avance de la revolución, sobre todo enfrentándose al esclerotizado partido-Estado, convertido en el principal freno. Partido-Estado burocratizado, que se arroga la representación de las masas, del proletariado, de los campesinos y de los estudiantes, del pueblo emancipado. Partido-Estado, en parte comprometido con la continuidad del capitalismo por otras vías, las vías burocráticas, las vías del capitalismo de Estado. En la revolución cultural están comprometidos los estudiantes, los guardias rojos, parte del proletariado, una parte minoritaria del partido-Estado, incluyendo al mismo Mao Zedong. Se lleva el debate a las calles y a las plazas, se toma instituciones públicas, se presenta a los burócratas al escarnio, invistiéndolos de bonetes y orejas de burro. Se usa el mural como medio de expresión, comunicación, denuncia, también como medio estético popular. El debate, la movilización, los problemas de la revolución se hacen conocer públicamente; se abren espacios para la participación y el involucramiento; están convocados el proletariado, los campesinos, el ejército, el mismo partido-Estado. El enfrentamiento con los conservadores llega al extremo de la posibilidad de la guerra civil; es cuando, el partido decide la reunificación de las fuerzas encontradas, cuando Mao Zedong busca a la vez mantener el partido-Estado, aunque cambiarlo hasta dónde se pueda, logrando, hasta donde se pueda, la profundización de la revolución, sobre todo en los términos

99 Ver de Raúl Prada Alcoreza Horizontes de la descolonización. Abya Yala; Quito 2013. Horizontes nómadas, Dinámicas moleculares; La Paz 2012, 2013.

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de la revolución cultural. Sin embargo, en la convulsionada China Popular, Mao Zedong no logra alcanzar estos objetivos; el preponderante sector conservador del partido-Estado termina de imponerse. Esperando la ocasión, en plena revuelta, moviliza al ejercito que controla, a las milicias rurales, a parte del proletariado que controla, logra aislar a los rebeldes, tomando presos a los líderes de los guardias rojos; por último decide tomar las universidades, ocupándolas con contingentes del proletariado convocado. La revolución cultural, la revolución en la revolución, es un intenso intento movilizado de cambiar el curso burocrático y conservador que tomó la revolución.

La vinculación entre esta revolución cultural china y la revolución cultural mundial de 1968 es grande. A propósito Badiou escribe:

La “Revolución cultural” tiene por imagen oficial, tanto en China como en Francia, diez años (1965/1976) de caos sangriento ocasionados por feroces luchas por el poder. Las violencias, especialmente ejercidas por una juventud liberada a la pasión de la Historia, fueron en efecto anárquicas y extremas. Pero lo que nos interesa es el enigma de una “revolución” en donde todo un Partido-Estado por entero se expone, en suma voluntariamente, a una suerte de destitución popular. Tentativa que, desde el interior de un pensamiento del Partido, propone fragmentariamente un modo de existencia de la política, singularmente obrera, librada del Partido. Revolución en suma a la vez “del” Partido y “contra” el Partido. Empleemos la palabra de Lacan: éxtima. Exterior e íntima, simultáneamente. Y sin duda, fracasando en el ser, apertura de la época de las políticas “sin partido”100.

Las movilizaciones estudiantiles y obreras de 1968 en Francia, las estudiantiles en el resto del mundo, abarcando universidades norteamericanas y a la gigantesca movilización estudiantil mexicana, masacrada sangrientamente en la plaza de Tlatelolco, configuran el mapa de la revolución mundial, de la revolución cultural mundial, interpretada como tal por Wallerstein. Que esta revolución haya fracasado o, si se quiere, haya sido interrumpida, no quiere decir, de ninguna manera, que no ha existido. Se ha dado y al darse, como acontecimiento, es una verdad, en el sentido de Badiou. Esta revolución cultural se convierte en el referente del desplazamiento político y epistemológico de la contemporaneidad. En relación a esta experiencia se reordenan conmociones teóricas que se dieron con cierta anterioridad, convergen al espesor de las nuevas emergencias teóricas críticas. La episteme de la modernidad se conmueve, no solamente se fisura, sino que se quiebra, dándose lugar a una episteme plural, heterogénea, que reconoce heterogéneas 100 Alain Badiou: La revolución cultural. ¿La última revolución? Les conférences du Rouge-Gorge.

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modernidades, dándose lugar a una episteme de la complejidad, que concibe y conceptualiza las simultaneidades, las yuxtaposiciones, los abigarramientos, las mezclas, que comprende lo diverso y diferencial. Una episteme de la subversión de los saberes y de los cuerpos, donde lo ancestral se actualiza, lo colectivo se revela como substrato condicionante, donde el intelecto general evidencia su omnipresencia, donde la física devela la dinámica del espacio-tiempo curvo y las otras gravitaciones, la de la relatividad y la de la cuántica, donde la biología destaca la vida como inteligencia y memoria.

Negar estos desplazamientos históricos, políticos, culturales y epistemológicos, es develar los más recalcitrantes conservadurismos. Es como comportarse de la misma manera que los inquisidores juzgaban a Copérnico, defendiendo la cuestionable teoría de Tolomeo. En definitiva, es defender la institucionalidad, es decir, el poder, contra las nuevas interpelaciones, contra las nuevas formaciones del contra-poder. La ironía de la historia juega malas pasadas; los autonombrados “marxistas” se han convertido en los mejores defensores del poder y del capitalismo. Estos “marxistas” que se invisten del ropaje de las revoluciones pasadas, sin conllevar las pasiones que las desató, usan esta investidura para reprimir, descalificar, contener o, mejor destruir, las nuevas versiones de la crítica, de la movilización y de las rebeliones contra el poder, contra la colonialidad, la modernidad y el capitalismo. Estos “marxistas” están muy lejos del perfil de Karl Marx, quien, en su tiempo fue irreverente, transgresor, crítico radical, ocasiono un desplazamiento filosófico, politico y epistémico, en relación a la ciencia de su momento.

En Bolivia se puede anotar, por lo menos dos acontecimientos de importancia, entre otros; la guerrilla del Che, que se da a los fines de la década de los sesenta; la emergencia del movimiento katarista, que se da en la segunda mitad de la década de los setenta. Ambos acontecimientos modifican el panorama político boliviano, cada uno de estos eventos irradiando y afectando a su manera. Sobre todo la emergencia del movimiento político y cultural katarista va inaugurar un nuevo ciclo de luchas anticoloniales en Bolivia. Estas irrupciones histórico-políticas requieren ser analizadas, se debe atender su impacto y sus repercusiones en las transformaciones subjetivas y del periodo. Con la guerrilla del Che lo que ha hecho el “marxismo” burocrático es apología y publicidad; empero, no se ha detenido a analizar críticamente y reflexionar sobre este acontecimiento, sobre todo sobre la huella y escritura geográfica de la guerrilla101. En relación al acontecimiento de la emergencia katarista, Javier Hurtado Mercado hace una exhaustiva investigación, donde describe la 101 Ver De Raúl Prada Alcoreza Huella y escritura de la guerrilla del Che. Revista de Ciencia y Cultura; Universidad católica Boliviana.

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generación, la conformación, la consolidación y despliegue del katarismo102. En relación a esta irrupción indígena, el “marxismo” burocrático quedó mudo, no dice nada, como si no hubiera existido, salvo algunas murmuraciones. Son estos acontecimientos, entre otros, los que configuran el espacio-tiempo de una formación social, en este caso, la boliviana; tienen que ser tomadas como verdades, en el sentido de Badiou, que efectúan pliegues en el ser, en la memoria y la inteligibilidad del ser, usando este concepto ontológico, empero críticamente. Son las transformaciones en las estructuras y composiciones de la formación social, lo que provoca desplazamientos epistemológicos en las formaciones discursivas y en las formaciones enunciativas, que buscan interpretar la experiencia histórico-política vivida. No atender estos cambios es como quedarse a rumiar anacrónicamente textos sagrados, que no tienen incidencia en los acontecimientos políticos, sociales, económicos y culturales, que el sentido común llama “realidad”.

Desplazamientos epistemológicos

Ahora nos ocuparemos de las formaciones enunciativas, de las formaciones discursivas, de las formaciones expresivas que se cruzan con los movimientos histórico-políticos antes mencionados. No decimos que son las expresiones teóricas de estos movimientos, sino que, en otro ámbito, diremos teórico y filosófico, para facilitarnos la descripción, también se producen desplazamientos de la época. Parte de estos desplazamientos teóricos no están directamente involucrados con los sucesos comentados, aunque sí con la conmoción general de los periodos; otra parte de los desplazamientos teóricos se siente involucrada con estos sucesos y trata de responder al desafío de interpretarlos. Uno de los teóricos más connotados de la Escuela de Frankfurt, Jürgen Habermas, de las siguientes generaciones, posteriores a Horkheimer y Adorno, hace un balance de estos movimientos teóricos, en un libro que titula El pensamiento pos-metafísico. Es una de las pocas conexiones entre “escuelas” europeas contemporáneas del pensamiento crítico, la Escuela de Frankfurt y el pensamiento crítico francés, además del pensamiento analítico anglo-sajón. La descripción exhaustiva, que ofrece de las corrientes teóricas contemporáneas, ayuda a contar con un panorama adecuado para la discusión y balance sobre estos movimientos teóricos y filosóficos. Sobre todo contando con la posición crítica en la que se coloca Habermas respecto del pronunciamiento crítico francés. Nosotros no nos vamos a poner a defender las corrientes críticas, de las que se puede decir que somos afines, pues ellas se defienden por sí solas. Los detractores de estas corrientes no las han estudiado, tampoco las conocen; empero, se han apresurado llevarse por sus 102 Ver de Javier Hurtado Mercado El Katarismo. Hisbol; La Paz 1986.

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prejuicios, asustados por sus propios fantasmas, descalificando con tono de jueces a estas novedosas críticas. No formamos parte de estas corrientes teóricas; sin embargo su estudio nos ha servido para replantearnos la crítica en el continente de Abya Yala, remover actualizando la crítica de-colonial a las formas de dominación y dependencia imperantes. Consideramos que, lo que se llamó, en su momento, la construcción de un pensamiento propio, de un pensamiento crítico en el continente, pasa por el uso crítico de estas teorías críticas, sobre la base de la propia arqueología de los saberes continentales, la propia genealogía de los poderes locales y la propia hermenéutica de la subjetividad. La compenetración con las luchas indígenas, el estudio de los saberes ancestrales, el colocar como referente histórico las luchas sociales de los pueblos del continente, las luchas populares anti-imperialistas, las luchas proletarias anticapitalistas, ha situado el suelo donde se fermenta y se forma nuestra crítica. Reconocemos el valor instrumental e “ideológico” del marxismo vital, del marxismo combativo, del marxismo crítico reelaborado en nuestras tierras, que se encarnó en las luchas sociales y produjo expresiones propias. Por el momento mencionaremos dos; lo que David Sobrevilla llama marxismo de Mariátegui103; lo que nosotros nombramos como marxismo de guardatojo104. En este sentido, desconocemos el “marxismo” burocrático de los partidos, también de las instituciones académicas, de toda una casta intelectual que se inviste de “marxismo” en un claro y evidente juego de poder.

Comenzando el balance, Habermas escribe:

Pese a todas las diferencias que enseguida se advierten cuando se miran las cosas de cerca. Del flujo de pensamientos destacan cuatro complejos que presentan perfiles bien diferenciados: la filosofía analítica, la fenomenología, el marxismo occidental y el estructuralismo. Hegel hablaba de «figuras del espíritu». Y esta expresión parece imponerse también aquí. Pues en cuanto a una figura del espíritu, se la logra reconocer en su incanjeabilidad y carácter único y se la nombra como tal; ha sido ya también puesta a distancia y condenada a perecer. Por este lado, esos «post» no son sólo denominaciones oportunistas cortadas al uso de quienes a toda costa quieren mantenerse a la última: como sismógrafos del espíritu de la época hay que tomarlos también en serio105.

Al respecto, comenzando con las distinciones, debemos anotar que Habermas habla de pos-metafísica, no de “posmodernidad”. Los cuatro movimientos del pensamiento que señala Habermas son marcadamente diferentes; no forman parte de un mismo desplazamiento teórico. Según él la fenomenología y la filosofía 103 Ver de David Sobrevilla El marxismo de Mariátegui y su aplicación en los siete ensayos. Fondo de Desarrollo Editorial; Universidad de Lima. Lima 2005. 104 Ver de Raúl Prada Alcoreza Subversión comunitaria. Dinámicas moleculares; La Paz 2013. 105 Jürgen Habermas: El pensamiento pos-metafísico. Taurus, Alfaguara; México 1990. Pág. 14.

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analítica son los que habrían dejado las huellas más profundas. Estos movimientos teóricos arrancan de sus propias tradiciones, de sus propias matrices teóricas:

Algunos títulos han cobrado el rango de documentos fundacionales: los Principia Ethica de G. E. Moore y los Principia Mathematica de Russell y Whitehead, por un lado, y las Investigaciones Lógicas de Husserl, por otro. Los trechos entre el Tractatus de Wittgenstein y sus Investigaciones Filosóficas, o entre Ser y Tiempo de Heidegger y su Carta sobre el Humanismo marcan puntos de inflexión. Los movimientos de pensamiento se ramifican: la filosofía analítica del lenguaje, por las sendas de una teoría de la ciencia y de una teoría del lenguaje ordinario. La fenomenología cobra latitud en sus corrientes antropologizantes y profundidad en sus corrientes ontologizantes, a la vez que por ambas vías absorbe y mantiene actualidad existencialista. Mientras que la fenomenología - tras su última jornada productiva en Francia (Sartre, Merleau-Ponty) -, por así decirlo, se dispersa, en los decenios siguientes a la Segunda Guerra mundial cuando la filosofía analítica cobra su posición imperial que sigue afirmando hasta hoy con Quime y Davidson106.

Esta tradición desemboca en el historicismo de la filosofía empirista de la ciencia con Kuhn y en el contextualismo de una filosofía pos-analítica del lenguaje con Rorty. En cambio concurren otras transformaciones con las otras vetas del pensamiento crítico contemporáneo. Habermas dice que:

Un tipo muy distinto de pensamiento es el que encarnan el estructuralismo y el marxismo occidental. Mientras que el primero recibió sus impulsos totalmente de fuera (de la lingüística de Saussure y de la psicología de Piaget), el marxismo occidental (con Lukács, Bloch y Gramsci) desliga el pensamiento de Marx de la economía política y, en términos hegelianizantes, lo devuelve a la reflexión filosófica. Pero ambos movimientos emprenden un camino qué los conduce por las ciencias del espíritu y las ciencias sociales antes de que la semilla de las ideas especulativas con que se iniciaron acabara fructificando en el arriate de la teoría de la sociedad107.

Habermas considera que se produce una simbiosis entre marxismo y psicoanálisis, simbiosis propugnada por el Instituto de Investigación Social de Frankfurt. El estructuralismo se difunde, de una manera radial, con la crítica de la ciencia de Bachelard, de la antropología de Lévi-Strauss y el psicoanálisis de Lacan.

106 Ibídem: Pág. 14.107 Ibídem: Pág. 15.

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Mientras que la teoría marxista de la sociedad, en la forma que cobra en la Dialéctica Negativa de Adornó, acaba reconvirtiéndose en filosofía pura, el estructuralismo sólo desemboca de lleno en el pensamiento filosófico en aquellos autores que pretenden superarlo: en Foucault y Derrida108.

Habermas encuentra que son cuatro los motivos que caracterizan la ruptura con la tradición, de la que vienen estos movimientos teóricos: el primer motivos es el pensamiento pos-metafísico, el segundo motivo es el giro lingüístico, el tercer motivo es el carácter situado de la razón, y el cuarto motivo es la inversión del primado de la teoría sobre la praxis, que también nombra como superación del logo-centrismo. Considera que el pensamiento pos-metafísico desmorona el concepto enfático de teoría, que pretendía hacer inteligible no solamente el mundo de los humanos, sino, así mismo las estructuras inherentes de la naturaleza. La racionalidad procedimental de la ciencia será la encargada de atribuir sentido a una proposición discursiva. La filosofía deja de ser de la consciencia para ser del lenguaje. El lenguaje cobra primacía, autonomía y define una problemática propia, dejando ser un mero instrumento. Las relaciones entre lenguaje y mundo, entre discurso y estado de cosas disuelven las relaciones sujeto-objeto. Las operaciones constituidoras de mundo pasan de la subjetividad trascendental a ser estructuras gramaticales. El trabajo reconstructivo de los lingüistas sustituye al método filosófico introspectivo.

Así, no solamente la filosofía analítica y el estructuralismo se crean una nueva base metodológica, sino que también desde la teoría del significado de Husserl se tienden puentes hacia la semántica formal, e incluso la Teoría Crítica de la Sociedad se ve, finalmente alcanzada por el giró lingüístico109.

Recurriendo a la finitud, a la temporalidad y a la historicidad, la fenomenología de orientación ontológica acaba también desposeyendo a la razón de sus atributos clásicos. El sujeto trascendental ha de realizarse en la práctica del mundo de vida, ha de encarnarse en las materializaciones históricas. En tanto que la fenomenología de orientación antropológica incorpora el cuerpo, la acción y el lenguaje como contenidos primordiales de su reflexión. Todos estos movimientos teóricos desmitifican a la razón colocándola en los procesos operativos donde efectivamente se realiza.

En el balance Habermas encuentra nuevas verdades, pero también nuevas limitaciones. La filosofía baja del escenario, deja su 108 Ibídem: Pág. 15.109 Ibídem: Pág. 17.

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privilegio cognitivo, convirtiéndose en una disciplina especializada. Empero se ha caído en un exacerbado cientificismo. El giro lingüístico ha colocado a la filosofía en un suelo más firme y la ha liberado de las aporías de la filosofía de la consciencia. Empero, ha autonomizado al lenguaje otorgándole una condición ontológica, transfigurando las mudanzas lingüísticas en poiético acontecer esencial protagonizado por un incierto poder originario. La radicalización de la crítica de la razón le ha quitado su aureola mística, liberando sus potencialidades múltiples, efectivas y operativas, retomando su papel de guardiana de la racionalidad. Convierte al entendimiento en racionalidad instrumental; sin embargo, equipara a la razón a la represión, buscando refugio en figuraciones fatalistas o extáticas, como en lo absolutamente otro. Al restablecer la relación entre teoría y praxis, ha mostrado claramente que la teoría no es independiente, que las pretensiones de validez dependen de una correspondencia, que se encuentra más allá de las oraciones asertóricas; empero, ha reducido la praxis al concepto de trabajo, ocultando las conexiones que se dan entre el mundo de vida, simbólicamente estructurado, acción comunicativa y discurso.

Hoy, en una situación que se ha vuelto inabarcable, se perfilan nuevas convergencias. Sólo que todo ello no debería hacernos olvidar que la disputa sigue siendo en torno a temas que no envejecen: la disputa en torno a la unidad de la razón en la pluralidad de sus voces; la disputa acerca de la posición del pensamiento filosófico en el concierto de las ciencias; la disputa acerca de esoterismo y exoterismo, de ciencia especializada e ilustración; la disputa, en fin, en torno a los límites entre filosofía y literatura. La ola de restauración que viene arrollando al mundo occidental desde hace más de un decenio, incluso ha vuelto a sacar a flote un viejo tema que ha venido acompañando desde siempre a la Modernidad: el del remedo de sustancialidad que representaría la tentativa que hoy se registra de renovar una vez más la metafísica110.

Este balance parece apropiado como punto de partida, sin necesidad de compartir en todo con el mismo. Sobre todo interesa la valoración que hace, de estos desplazamientos teóricos contemporáneos, el pensador de la teoría de la acción comunicativa, además de definir los límites que encuentra en estas corrientes teóricas actuales. Como se puede ver no es un texto apologético, mas bien, es crítico con estas corrientes. De entrada se nota las grandes diferencia con el discurso de los descalificadores, que a lo que se han inclinado es a la diatriba, no al debate, menos a la reflexión. Del balance hecho por Habermas podemos sacar algunas conclusiones iniciales. Primero, no se trata de una corriente aislada, a la que puede encapsularse bajo el seudónimo de “posmodernismo”; se trata de un 110 Ibídem: Pág. 19.

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conjunto de desplazamientos teóricos que concurren en la segunda mitad del siglo XX, aunque puedan haber emergido antes. No son corrientes asimilables a ninguna homogeneidad teórica, al contrario, se trata de disímiles elaboraciones críticas, que, empero, comparten su desligue de la metafísica, por lo menos de lo que fue tradicionalmente la metafísica. No se oponen a la razón, sino que encuentran múltiples racionalidades operativas. Ya no se trata del sujeto, sea este trascendental o no, no se trata de consciencia, sino de efectos discursivos, de efectos prácticos, de posicionamientos en los espacios de las luchas. También podemos obtener conclusiones críticas. Exagerando un poco, buscando figuras contrastantes, diríamos que, el pensamiento pos-metafísico habría sustituido a la filosofía por la ciencia, usando a la ciencia como referente de un nuevo discurso especulativo, donde desaparece la unidad del mito y se obtiene la diseminación de la pluralidad. O, en otro estilo, obteniendo la figura hermética e inalcanzable de lo alterativamente otro. Así como habría reducido la complejidad de la praxis a la simplicidad del trabajo, convirtiendo al mundo en un mundo del trabajo. Esta última conclusión no sería compartida por nosotros, pues precisamente una de las corrientes o movimientos de este pensamiento, apunta su crítica a este reduccionismo. Hablamos de Jean Baudrillard111. En todo caso, dejaremos así las primeras conclusiones relativas al balance de este pensamiento crítico de la modernidad.

La competencia intelectual

Antes de seguir, algo que habría que dejar en claro es tratar de ubicar el escenario de dónde se da esta discusión sobre “posmodernidad”. De principio a fin, esta discusión es un debate académico. Más que eso, concretamente, aparece como debate entre sectores de influencia de las universidades. Hablamos de esas gigantescas universidades europeas y norteamericanas, que cuentan con más presupuesto, cada una de ellas, que la mayoría de los países de la periferia del sistema-mundo capitalista. Allí, sobre todo en Norteamérica, se da como una guerra soterrada entre corrientes teóricas, en el campo de las llamadas ciencias sociales y ciencias humanas. En parte, puede describirse esta pugna, entre “marxistas” y “de-constructores”, llamados también “posmodernos”. La pelea es no solamente en el sentido de las pretensiones de validez, como diría

111 Jean Baudrillard en el Espejo de la producción hace esta crítica al marxismo, concretamente a la crítica de la economía política. Gedisa 1996; Barcelona.

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Habermas, sino por espacios de influencia y control; es decir, por espacios de poder. Se puede decir que la pelea es implacable; se juegan presupuestos de investigación, de publicación y de cátedra. Desde América Latina y el Caribe, sobre todo desde un país tan pobre de recursos académicos como Bolivia, resulta un tanto incomprensible entender esta pelea académica. Uno se pregunta: ¿Por qué la deconstrucción, que para nosotros, por lo menos para los que usamos a Jacques Derrida, que es un método hermenéutico, propuesto por el filósofo francés, judío argelino, puede llegar a ser un oponente del marxismo, que es, en todo caso una teoría crítica del capitalismo, y se mueve en las dimensiones histórico-política-económicas? No se puede comprender esta guerra soterrada de profesores, más aún cuando el mismo Jacques Derrida se declara anti-imperialista, anti-capitalista, llegando al extremo de ser anti-moderno. Se entendería el debate teórico sobre la lengua, el lenguaje y la escritura, entre distintos cuerpos teóricos, que se ocupan precisamente de estos temas, la lingüística, la filología, la crítica literaria. Esto no ocurre, la mayoría de los lingüistas toma en serio las interpretaciones de Derrida, estén o no de acuerdo, salvo Noam Chomsky, que vierte calificativos duros sobre este autor, sin llegar a discutir con sus textos, solo de pasada y contando con versiones de otros. Al respecto, lo primero que hay que diferenciar es eso que se llama en Norteamérica “deconstrucción”, “de-constructivismo”, “posmodernismo”, de lo que hace el autor de referencia o lo que hacen los autores de referencia, franceses. Es muy difícil clasificar a Derrida de “deconstructivista”, pues la deconstrucción es uno de los métodos hermenéuticos que utiliza en sus interpretaciones y análisis de textos. Las tesis sobre la escritura, que se encuentran en De la gramatología112, no son propiamente de la “deconstrucción”, abordan un tema que interesa en Abya Yala, la escritura más allá de la escritura fonológica, más allá de la concepción imperante en “occidente” sobre escritura. La escritura como huella, como marca, como inscripción, como espaciamiento, como cuerpo. Esta tesis rescataría a la escritura como inscripción, rescataría la escritura de los pueblos llamados, por la Europa de la ilustración, “pueblos sin escritura”, por lo tanto “pueblos sin historia”. La crítica al fono-centrismo, al logo-centrismo y al falo-centrismo se coloca como crítica a la colonialidad del saber eurocéntrico y machista. Obviar estos temas es colocarse del lado del imperialismo del saber “occidental”, que no es otra cosa que la reiteración de lo que se ha llamado la

112 Ver de Jacques Derrida De la gramatología. Siglo XXI; México 1998.

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colonialidad del saber113, sustentada sobre la colonialidad del poder114. Algunos intelectuales “progresistas” del norte manifiestan su posición colonial cuando se tocan estos temas. No basta ser anti-imperialista para llegar a ser anti-colonial. No basta apoyar las luchas sociales para dejar de formar parte de la fraternidad de los machos, la dominación masculina. Estos son temas políticos candentes en Abya Yala y en la inmensa geografía de la periferia del sistema-mundo capitalista.

Ciertos llamados “marxistas” buscan utilizar esta entreverada disputa de profesores norteamericanos, buscando llevar agua a su molino. Buscan defender posturas conservadoras, tanto por su positivismo decimonónico, como por su “marxismo” burocrático de partido, como su manifiesta colonialidad respecto a las luchas de las naciones y pueblos indígenas, a las luchas de-coloniales, así como a las luchas feministas. Equivocan el camino. Habría que leer, en todo caso, la obra de Noam Chomsky, y averiguar si comparten con sus interpretaciones, tanto en el campo lingüístico como en el campo histórico y político. Se encontraran con muchas sorpresas, pues Noam Chomsky no es asimilable al “marxismo” burocrático. Independientemente de sus comentarios sobre la teoría francesa, que no es agrupable a una sola composición, que parece no conocer, tampoco comprenderla, como el mismo Chomsky reconoce, las investigaciones lingüísticas de Chomsky pueden situarse en el contexto de las corrientes investigativas y teóricas de las que hablamos más arriba. La crítica al imperialismo que ha desplegado consecuentemente a lo largo de varios años no se parece en nada a la interpretación del imperialismo del “marxismo” burocrático. Lo mismo podemos decir de su crítica al neoliberalismo; mucho más de sus tesis sobre el Estado. Sus apreciaciones sobre el levantamiento zapatista no podrían ser compartidas por los “marxistas” burocráticos de partido.

Entonces, hay que entender el conflicto académico de las universidades norteamericanas para poder situar este debate entre “marxistas” y “deconstructivistas”. Podríamos estar más cerca de los profesores marxistas, debido a sus posiciones anticapitalistas y anti-imperialistas, además de su apoyo a las luchas de los pueblos de Abya Yala. Podríamos estar más lejos de los llamados profesores “de-constructivistas” por su alejamiento de las luchas concretas sociales, incluyendo a las de los pueblos norteamericanos, a pesar de que usemos a Derrida, no solo en el tema de la deconstrucción, sino en el 113 Concepto elaborado por Estudios Poscoloniales, en los que se encuentra Walter Mignolo. 114 Concepto trabajado por Aníbal Quijano.

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tópico de la escritura y en el penetrante análisis de las subjetividades políticas. Tampoco reconocemos en los trabajos de los profesores “de-constructores” norteamericanos al Derrida que conocemos, estudiamos y usamos. No nos interesó, ni tampoco nos interesa, declararnos “de-constructores” o “derridianos”; entendimos que se trataba de usar críticamente ciertas teorías críticas, con el objeto de construir un pensamiento propio, cuya matriz se encuentra en la experiencia de lucha de nuestros pueblos.

Dicho esto, es indispensable situar también qué se debate en Bolivia y en América Latina y el Caribe, entre quienes se debate. El debate en Bolivia es sobre el proceso social, político y cultural, desatado el 2000, cuya movilización prolongada llega al 2005. Los desemboques de esta movilización fueron salidas electorales, el 2002 y el 2005, con su prolongación en el 2009. Entonces la movilización se interrumpe y se conforman dos gestiones de gobierno. Por lo tanto el proceso político abarca, además de la movilización social, dos gestiones gubernamentales. Lo que está en debate es la interpretación de este proceso, que por cierto no es reconocido como tal por el “marxismo” burocrático, salvo por los “marxistas” burocráticos asimilados al gobierno. Para el “marxismo” burocrático, que se opone al gobierno, el proceso no existe o las luchas sociales han sido traicionadas por el gobierno. Hay por lo menos dos posiciones claras, encontradas, en su propia discusión y diferencias. Algo que, empero, comparten, es que esto de luchas indígenas y descolonizadoras divide al proletariado, al pueblo explotado; en todo caso, es una influencia de ONGs o invento de “posmodernistas”, en este caso, de bolivianos; compartiendo entonces el mismo prejuicio del vicepresidente115.

Esta es la discusión real, no la de “posmodernismo” y “modernismo”, como entiende una versión de los conservadurismos recalcitrantes, autonombrado “marxismo”. No es la discusión Foucault o Marx; en todo caso, habría que averiguar de qué Foucault hablan, ¿de la imagen que tienen sin haberlo leído?, también de qué Marx hablan, sin haber estudiado toda su obra, tampoco la rica historia del debate marxista y sus corrientes teóricas. Para nosotros la discusión es colonialidad o descolonización; capitalismo o alternativa al capitalismo; modernidad, entendida como la cultura global del capitalismo, o alternativa a la modernidad; desarrollismo, como 115 Revisar el libro de Álvaro García Linera Geopolítica de la Amazonia. Publicado por la Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia; La paz 2013. También como crítica a la geopolítica extractivista mi libro Miseria de la geopolítica; Autodeterminación; La Paz 2013. Horizontes nómadas, Dinámicas moleculares, Bolpress; La Paz 2013. También revisar el mismo autor Potencia social o poder; Dinámicas moleculares; La Paz 2013.

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ilusión extractivista de las élites, gobernantes y, por cierto, del “marxismo” burocrático, o alternativa al desarrollo. Para nosotros lo imperativo es continuar las luchas emancipatorias y de liberación de nuestros pueblos, el proletariado, las mujeres, las subjetividades diversas; continuar la lucha contra el imperialismo de carne y hueso, no con la imagen que comparten el vicepresidente y los “marxistas”, que es el fantasma del imperialismo de mitad del siglo XX. Para esto se requiere reconocer las transformaciones experimentadas por el sistema capitalista, el modo de producción capitalista, la economía-mundo capitalista, el sistema-mundo capitalista. No quedarse con la imagen del capitalismo del principio del siglo XX. Para nosotros la lucha contra el capitalismo es también contra toda prolongación del modo de producción capitalista, que se ha dado en forma de capitalismo de Estado, en su versión nacionalista o en su versión del socialismo real. La lucha contra el capitalismo es también una lucha contra la ilusión desarrollista; ilusión que legitima el modelo extractivista colonial del capitalismo dependiente, destructor ecológico por excelencia. Este es el debate.

Nuestra crítica al gobierno y al MAS es conocida. Este no es el lugar donde la vamos a repetirla116. Lo que llama la atención del “marxismo” burocrático, que se opone al gobierno, es la reiteración de un mismo discurso que no ha cambiado desde 1946. Aquí también hay dos versiones; una, la que dice que es un gobierno neo-liberal; la otra, la que reconoce las diferencias con el gobierno neo-liberal, empero considera que hay traición a la lucha social de parte de gobierno populista, o identifica los límites del gobierno popular para cumplir con las tareas “revolucionarias”. Como se puede observar, hay ausencia de un análisis histórico y político de la coyuntura y del periodo, así como del contexto de la formación social boliviana en el momento actual. Esta ausencia es llamativa cuando estamos ante personas que se reclaman formar parte de la perspectiva del materialismo histórico. El análisis de la realidad específica o el encuentro de lo concreto, en tanto síntesis de múltiples determinaciones, como definía Marx a lo concreto, los llevaría a identificar las relaciones coloniales, las relaciones relativas a la colonialidad, sosteniendo éstas las relaciones capitalistas. Lo que a su vez los llevaría a valorizar la prioridad de las luchas de los pueblos indígenas, junto a la lucha del proletariado. Este análisis específico lo hizo José Carlos Mariátegui, en su tiempo. Empero, Mariátegui es casi un marxista solitario, pues el “marxismo” burocrático prefirió 116 Ver de Raúl Prada Alcoreza Descolonización y Transición. También Defensa del “proceso” de cambio. Así mismo, Reflexiones sobre el “proceso” de cambio. Bolopress, Horizontes nómadas, Dinámicas moleculares; La Paz 2013.

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ignorarlo, en cambio repetir esquemas generales de interpretación, que valen para todos los lugares, por lo tanto, también para ninguno. Este análisis lo hizo el marxismo de guardatojo, marxismo minero combativo, precisamente en 1946; empero, este aporte quedó ahí, varado en el tiempo, sin que la militancia se encargue de dinamizarlo, actualizarlo, enriquecerlo, logrando la especificidad requerida en las nuevas coyunturas y periodos, logrando comprender lo concreto histórico, develando la variación de las múltiples determinaciones. Mucho menos se hizo la autocrítica después de la derrota de la Asamblea Popular (1971).

Cerrando esta parte, diremos que, Marx, en su tiempo, uso a los autores y corrientes teóricas, que parecieron indispensables en la elaboración de su crítica a la economía política. ¿Por qué no podemos nosotros usar críticamente a autores y corrientes contemporáneas, que parecen apropiadas en la reelaboración de la crítica a la colonialidad, del capitalismo, de la modernidad, en sus formas concretas actuales? Esto es precisamente lo que le falta al llamado “marxismo” de partido. Su militancia se ha encaracolado y se atiene a rumiar los viejos textos sagrados, que lastimosamente lo hace en fragmentos seleccionados en manuales. Hay excepciones, por cierto, como en todo; empero, más que en otros caso, aquí, la excepción confirma la regla.

Crítica al esquematismo maniqueo

Dedicado a Raquel Gutiérrez Aguilar, guerrillera y combatiente comunitarista, feminista y descolonizadora. Inventora de Comuna, que fue producto de su pasión, su dedicación, su convocatoria, así como de sus jaladas de oreja. A esta luchadora indomable y escritora desbordante.

“Jucio” maniqueo

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Asistimos desde hace un buen tiempo a una reducción juzgadora que llamaremos maniqueísmo. Decimos que se juzga, pues se ha sustituido el análisis por el juicio, en el sentido de condena, no en el sentido racional. Para este maniqueísmo el mundo se divide entre buenos y malos, entre justos e injustos, entre realistas y utopistas, entre amigos y enemigos; en fin, la lista puede ser larga. Entonces los maniqueos se colocan del lado de los buenos, de los justos, de los realistas, de los amigos; los demás son condenados. El gobierno ha hecho gala de este maniqueísmo, llevándolo al extremo de la vulgarización; la llamada oposición de derecha también lo hace, reclamándose de institucionalista y defensora del Estado de Derecho; incluso las izquierdas, sobre todo tradicionales, son maniqueas, cuando anteponen su proyecto “revolucionario” como valedero, desconociendo y desechando lo que ocurre efectivamente, descalificando la crítica. Una de las formas de expresión del maniqueísmo se muestra en la simple hipótesis de la teoría de la conspiración; el supuesto es que hay grupos de conspiradores que dirigen la historia; de aquí se deduce la conclusión de que hay traidores; en nuestro caso se dice que hay traidores del “proceso” de cambio. Entonces toda la explicación histórica se reduce a personas, al problema de las personas, de lo que son y de lo que no lo son. Esta explicación maniquea de la teoría de la conspiración se parece al guión de una novela, pero sin los atributos literarios e intuitivos de la novela.

El acontecimiento político es complejo, supone multiplicidades de singularidades, por lo tanto de posibilidades; no puede reducirse a la perspectiva insuficiente del realismo político, menos al cuento sospechoso de la teoría de la conspiración. El decurso de un “proceso” no depende de personas, de lo que hagan o dejen de hacer, sino que se encuentra “producido”, por así decirlo, por múltiples composiciones, juegos, interrelaciones, que podemos identificar hipotéticamente como “estructuras”, puestas en práctica, puestas en escena, alianzas, relaciones, intereses, conflictos. Dicho en términos resumidos, no aconsejables para tratar la complejidad, en relación a la incidencia en el “proceso”, nos enfrentamos a “estructuras” y mapas institucionales, a subjetividades constituidas, a relaciones enquistadas y dominaciones internalizadas. De lo que se trata, con el objeto de incidir en el acontecimiento, es de desmantelar estas composiciones, estas “estructuras”, estas instituciones, de suspender las relaciones enquistadas, estas relaciones de dominación internalizadas. Ahora bien, estas tareas no se efectúan solas, como vanguardias incomprendidas, insufladas de gran voluntad. Las incidencias son posibles si se logra compartir perspectivas críticas y

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voluntades de cambio con los colectivos sociales, si se participa en las dinámicas moleculares sociales, que son como la materialidad social e histórica de la alteratividad y de creación de alternativas. De lo que se trata entonces es de compartir, convivir, con las dinámicas moleculares, buscando que su alteratividad micro-social, se convierta, en un momento, en alteratividad molar, transformando las instituciones y las “estructuras”, ocasionando nuevas composiciones a escala molar.

¿Qué queremos decir con todo esto? Que los llamados “procesos” políticos y sociales, encaminados a transformar, no se dan por los buenos deseos de las vanguardias, ni tampoco como resultado de una estrategia “revolucionaria”, se dan como acontecimientos en momentos de crisis múltiple del Estado, de las representaciones, de los valores institucionalizados, obviamente en el contexto de la crisis orgánica del capitalismo, dependiendo de su ciclo vigente. Lo que se experimenta como “proceso” es lo que compartimos como acontecimiento; no se trata de que sea una condición dada, como en el caso de las hipótesis del realismo político, sino de una complejidad, la misma que hay que comprender y entender en sus dinámicas moleculares y molares. Por lo tanto, no es, de ninguna manera, pertinente, desentenderse del “proceso” experimentado, sino de vivirlo plenamente buscando romper las resistencias y los obstáculos históricos. Parafraseando nuevamente a Albert Camus, si las “revoluciones” caen en la decadencia, sufrir con ellas, sufrir el “proceso”, no alegrarse de su decadencia, sacando lecciones de esta experiencia dramática. En otras palabras, de lo que se trata es de prolongar su decurso, buscando la oportunidad de realizar sus posibilidades y potencialidades.

El esquematismo “leninista”

Hay un maniqueísmo heredado en la izquierda tradicional, se reclame leninista, trotskista, maoísta, hasta estalinista; este maniqueísmo parte de dos reduccionismo evidentes. Uno de ellos es reducir la historia a las leyes económicas, lo que hemos llamado determinismo económico; considerar que la historia puede ser interpretada “dialécticamente”; esto quiere decir, interpretar la historia hegelianamente, como superación ininterrumpida de contradicciones; en la hermenéutica marxista, “dialéctica” entre fuerzas productivas y relaciones de producción. El otro reduccionismo es reducir la historia a un mito moderno, el mito del partido; el de que el partido “revolucionario” representa al proletariado, que es su

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consciencia para sí realizada. Este mito supone una imagen “metafísica” del proletariado; su referente no es el proletariado real, diverso, disperso o concentrado, articulado a su devenir clase, por lo tanto conectado por el tejido social de sus procedencias. Como dice Antoni Gramsci, proletariado vinculado a su fragmento territorial de clase. Este mito moderno supone que la historia está escrita; de alguna manera hay que esperar o mejor ayudar a que se cumpla el destino. La astucia de la historia cosiste en lo siguiente: la lucha de clases, concepto que corresponde al conflicto social, a los enfrentamientos y contradicciones sociales, desatadas desde la víspera, la alborada y su época inaugurada y extendida de la modernidad, es pensada como “dialéctica”, donde la superación de la contradicción de clases se resuelve en el socialismo. Es decir, la superación “dialéctica” (Aufhebung) de la contradicción de clase principal, proletariado-burguesía, es el socialismo. La “dialéctica” de la historia marcha a ese decurso. Lo que hace el partido es hacer de partero.

La tesis leninista expresa claramente esta concepción de la historia y del papel protagónico, de vanguardia, del partido. Como dice Vladimir Ilich Lenin en el ¿Qué hacer?, la “ideología” revolucionaria, es decir, la consciencia de clase, se introduce desde el exterior de la clase, desde el partido, a una clase, el proletariado, que, en su lucha espontánea, encuentra sus límites en las reivindicaciones económicas. No accede a la lucha política, a la consciencia política, sino a través del partido. El partido es para Lenin la organización de los militantes profesionales, de los conspiradores revolucionarios, de los intelectuales imbuidos de la “ideología” revolucionaria. Ocurre como si el partido conociera la astucia racional de la historia y empujara su decurso, ayudando a hacer emerger la “revolución”. Este es el mito de Prometeo actualizado, modernizado. Prometeo roba el fuego a los dioses para entregárselos a los hombres. El partido bolchevique “roba” a la providencia de la historia, que es la razón, su secreto, para entregárselo al proletariado. Sobre este mito moderno, el del partido revolucionario, se ha dado lugar una de las manifestaciones más patentes de lo que puede la voluntad, la condensación de la voluntad, la organización de la voluntad enfocada a la realización de un ideal. Al contrario de lo que los bolcheviques creen, en el determinismo económico, en la astucia de la historia, lo que ha mostrado la revolución de octubre es la capacidad de la voluntad, la fuerza de la voluntad, además de mostrar que la historia es una invención de la creatividad humana. Lo grandioso de este acontecimiento, la revolución rusa, comprendiendo su largo, mediano y corto ciclo, es mostrarnos de lo que es capaz la

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intrepidez humana. Contra todo pronóstico marxista, por lo menos del marxismo hasta la segunda internacional, del marxismo “occidental”, la revolución proletaria se da en un país atrasado, como llamaba Lenin, semi-colonial, de aplastante mayoría campesina. En un territorio inmenso, conformado por las conquistas del imperio zarista; geografía que corresponde al eslabón más débil de la cadena de dominación capitalista, en su etapa imperialista. En otras palabras, la revolución socialista se da a pesar de la ausencia de las condiciones objetivas; débil composición industrial, herencia de lo que se nombra como “despotismo” asiático, incumplimiento de tareas democráticas, nacionalidades incorporadas al imperio. Como dijimos en otro texto, la revolución se da contra la historia y contra la realidad, como gasto heroico117.

Es difícil sostener que la revolución de octubre verifica las tesis marxistas; en primer lugar, por qué estas tesis son variadas y distintas. Empero, sólo quedándonos con las tesis leninistas; es difícil sostener que la revolución de octubre es el resultado del asenso del proletariado, asenso que corresponde a la “evolución” subjetiva de la consciencia de clase, que implica pasar de la conciencia en sí a la conciencia para sí, inoculada por el partido. La socialdemocracia, de ese entonces, marxista, no tiene incidencia en la revolución de 1905, que no deja de ser una revolución constitucional, una revolución democrática, que, empero, no logra realizarse completamente; se tiene que pactar con el zarismo y conformar una combinación política abigarrada. Las crisis vuelven a estallar con las huelgas obreras de 1914; hasta entonces el proletariado había crecido en las ciudades industriales, dónde el capital extranjero invertió cuantiosamente; sin embargo, el proletariado seguía siendo una minoría en un país demográficamente campesino. En estas condiciones no era concebible todavía una revolución socialista. Las condiciones históricas se pueden resumir, simplificando, en sus configuraciones política y económica panorámicas. Políticamente, la condición corresponde, en primer lugar, a un Estado monárquico, casi como una monarquía absoluta, Estado de un imperio zarista. Esta forma de Estado es reconocido, por cierta historiografía, como del “despotismo” asiático, asentado sobre un constitucionalismo abigarrado y pactado. Estado sustentado sobre un enorme ejército; empero ineficiente, en los contextos de la guerra moderna; contando con el gobierno de partidos liberales y monárquicos condescendientes; teniendo en frente a una gama de partidos socialistas, que dejaron en el recuerdo a la lucha heroica

117 Ver de Raúl Prada Alcoreza La subversión comunitaria. Dinámicas moleculares; La Paz 2013.

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campesinista de los populistas rusos. Económicamente, usando el concepto de las tesis orientales (Lenin, Trotsky y Mao), la condición histórica de la economía, su caracterización, corresponde a la de un país cuyo perfil configura la composición de un capitalismo atrasado, de desarrollo desigual y combinado.

Es la primera guerra mundial la que va cambiar radicalmente la situación; la institucionalidad del imperio zarista se desmorona, la combinación democrática y monárquica se derrumba, un gigantesco ejército, por el número de soldados en combate, mayormente campesinos, se estanca en un frente también gigantesco. Cuando la crisis llega lejos, cuando el vacío político es evidente, en febrero de 1917, se conforman soviets, es decir consejos de soldados, campesinos y obreros. La coyuntura es la del poder dual, el doble poder; el institucional, que prácticamente no tenía fuerza, y el de los soviets, que conjunciona a las fuerzas reales y armadas del proletariado, los campesinos y los soldados. En los soviets no eran mayoría los bolcheviques, sino las otras conformaciones socialistas, los socialistas revolucionarios, entre ellos. En ese contexto, los kadetes, demócratas liberales, con sus alianzas circunstanciales, instauran un gobierno provisional revolucionario y convocan a la Asamblea Constituyente.

De abril a octubre de 1917 el proceso es dramático e intenso. Los aliados piden al nuevo gobierno continuar la guerra, los soldados querían paz, los campesinos tierras y el pueblo en general pan. El nuevo gobierno intenta con el general Kornilov una estrategia militar en el frente, empero fracasa. Ante el claro intento de continuar la guerra, el gobierno provisional se queda sin apoyo; la situación ya es prácticamente insostenible. Los alemanes, por su parte, pedían el retiro de Rusia de la guerra, para facilitarles la movilización y concentración de fuerzas en el frente occidental. Lenin lanza la consigna conocida de paz, pan y tierra, ganándose la simpatía de la mayoría de los soviets. Sin embargo, había que resolver un problema en el partido bolchevique, que siendo minoría en los soviets, deben ganar la convocatoria de la mayoría de estos consejos de obreros, soldados y campesinos; por otra parte, el partido no estaba convencido con la tesis de abril de todo el poder a los soviets, para resolver el dilema del poder dual. Lenin, si se quiere, se convierte en la vanguardia de la vanguardia. Trotsky, menchevique, asimilado a los bolcheviques, tiene el mandato de Lenin de preparar la toma del poder; tampoco está muy convencido. Casi todos los bolcheviques consideran que hay que esperar la maduración de las contradicciones. En octubre ya no hay movilizaciones de masas como

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en febrero, cuando efectivamente se derrumba la institucionalidad del imperio, como si fuese un castillo de naipes, tampoco hubo movilizaciones obreras como en julio, cuando cayeron 1700 obreros; las calles prácticamente están vacías, lo que se da es un golpe de Estado, como lo reconoce el mismo León Trostky e Historia de la revolución rusa118.

Viendo en perspectiva, retrospectivamente, y de una manera crítica, podemos decir que, en realidad, octubre es el momento donde se produce el evento cuando concluye la revolución de febrero. A principios de año, los barrios obreros de San Petersburgo toman la ciudad y los palacios, enfrentándose a la policía, contando con la simpatía o la neutralidad de los cosacos, después ganándose a los soldados, incluso a algunos oficiales. Es cuando se evidencia categóricamente el desmoronamiento del régimen y la institucionalidad zarista, cuando el zar Nicolás, perdido en su tren, es detenido en varias estaciones y se ve obligado a retroceder, hasta que es arrestado y obligado a abdicar al trono. Se instaura un gobierno provisional revolucionario, que tampoco cuenta con la aquiescencia de las fuerzas sublevadas, que se organizan en los soviets. Los soviets están representados por las distintas tendencias socialistas de obreros y soldados radicalizados. La revolución como tal se da en febrero, de febrero a octubre se vive el intenso dilema y contraste del poder dual. La habilidad de Lenin y Trotsky, no de todos los bolcheviques, es preparar el golpe de Estado para concluir definitivamente en quién queda el poder; en la institucionalidad ficticia representada en el Palacio de Invierno o en el partido bolchevique, que termina asumiendo la representación del proletariado, desplazando a los soviets, desplazando incluso a la coalición de partidos socialistas sobre las que se apoyó la revolución y los soviets.

Por eso, se puede decir, desde una perspectiva histórica, haciendo un análisis retrospectivo, que octubre también es el momento cuando se clausura la revolución, para ingresar a una etapa de la dictadura del partido, que habla a nombre de la dictadura del proletariado. Se trata del paso a la construcción de un Estado, no de transición, como el concebido por la dictadura del proletariado, sino permanente, rígido, militarizado, en constante defensa; primero, contra la guerra civil, cuando la intervención imperialista apoya a los “rusos blancos”; después, contra la amenaza imperialista constante, defendiendo la “patria socialista”, aislada en un gigantesco territorio, heredado del imperio zarista. Sin embargo, la guerra civil permite 118 León Trotsky: Historia de la revolución rusa. Editorial Tilcara, Buenos Aires.

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llevar la “revolución” institucionalizada al resto de lo que van a ser las repúblicas socialistas de la Unión Soviética. La historia del “socialismo en un solo país” es la historia dramática de un mal entendido119. Mientras el proletariado real se sumerge en la expansión de la producción, la representación del proletariado emerge apoteósicamente como mito, el mito de la universalización de la misión del proletariado de la emancipación mundial del capitalismo, cuando es un partido de intrépidos el que se ha hecho cargo de las transformaciones, bajo la imposición de una férrea disciplina, que lleva más lejos el diagrama disciplinario de los estados occidentales del capitalismo y la modernidad. Se trata de un Estado policial absoluto que emprende la más rápida revolución industrial militarizada.

A fines de 1917, después de la toma del palacio de invierno, se dan las elecciones por la Asamblea Constituyente. Los resultados son ilustrativos de la composición de fuerzas elegidas, aunque no de la correlación de fuerzas en el campo político; los bolcheviques obtienen el 24% de la votación y de los escaños; la victoria corresponde al socialismo revolucionario, que obtiene el 40% del sufragio; los mencheviques obtienen el 2% de los escaños, el mismo porcentaje consiguen los Kadetes. Martin Malia dice que el 85% de los asientos electorales corresponde a las distintas corrientes socialistas; también dice que en la Asamblea Constituyente no hay preponderancia bolchevique, tampoco un claro reconocimiento del gobierno de los soviets. El 6 de enero de 1918 se dispone la dispersión de la Asamblea Constituyente; para tal efecto intervienen los marinos de la flota del báltico120. El argumento de Lenin es que la democracia de los soviets es superior a la democracia burguesa. Por este camino se termina optando por abandonar la democracia constitucional a nombre de la democracia de los consejos de obreros, soldados y campesinos; empero, el problema va a ser, que incluso, después, se abandona la democracia de los soviets por el comunismo de guerra, con la emergencia de la guerra civil. Cuando acaba ésta no se deja el comunismo de guerra, que concentraba y centralizaba el poder en el gobierno; los soviets no recuperan su potestad democrática proletaria; lo que ocurre es que el poder se transfiere al partido, del partido al comité central, del comité central a la dictadura de un hombre.

119 Revisar el libro de Martin Malia La tragédie soviétique. Histoire du socialisme en Russie 1917-1991. Éditions du Seuil; Paris 1994.120 Ibídem: Pág. 168.

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Haciendo una digresión, en la misma perspectiva histórica, de análisis retrospectivo, vemos que las proximidades de Lenin, Trotsky y Stalin, son grandes, a diferencia de lo que las corrientes polémicas posrevolucionarias lo creen. La base “ideológica” compartida es el leninismo de antes de la toma de decisión por la Nueva Política Económica (NEP); esta base “ideológica” puede resumirse a la tesis del partido y a la tesis teleológica de la confluencia histórica en la revolución socialista. Ambas tesis llevan a atribuir plenos poderes al partido en el gobierno; ambas tesis sostienen el comunismo de guerra, que va a ser la estrategia y política privilegiada a lo largo de la dramática historia de la Unión Soviética, intercambiando, por etapas, por distintas versiones de la NEP, que es la del capitalismo de Estado y de la convivencia con los compañeros de ruta, los campesinos, sobre todo los kulak, abriéndose al mercado, empero sosteniendo la industrialización forzada. Durante la NEP, Trotsky va ser opositor de izquierda a esta política, decidida por Lenin, en tanto que Bukharin, apoyado por Stalin, en ese entonces, va apoyar esta ruta, además de teorizar sobre ella, concibiendo la tesis, basada en la tesis de Preobrazenski, de la acumulación originaria del socialismo. Trostky propone una revolución industrial militarizada; es decir, la radicalización del comunismo de guerra. Cuando en 1929, Stalin asume la dirección del partido, decide retomar la ruta del comunismo de guerra y de la industrialización militarizada. Desde esta perspectiva, se puede decir que Stalin es un trotskista consumado; también se puede decir que el trotskismo, como corriente posrevolucionaria, es un leninismo consumado, llevándolo hasta sus últimas consecuencias, por lo menos imaginarias. En este periodo dramático de la revolución rusa, dos, hasta tres, expresiones, se desplazan desde bolchevismo o leninismo. Primero, son los obreros y marineros de Kronstadt, vanguardia de la revolución, que, una vez que termina la guerra civil (1921), una vez que son derrotados los “rusos blancos”, piden devolver el poder a los soviets, demandan la democracia obrera, dejando el comunismo de guerra, que era comprendido como recurso provisional y de emergencia para afrontar la guerra civil. La respuesta va a ser represiva; el ejército rojo, comandado por Trotsky, masacra a los sublevados, considerados aliados del imperialismo. Segundo, es Bukharin, que del otro lado, en contraste con los marineros y obreros de Kronstadt, participa y teoriza sobre la ruta de la NEP. Tercero, es el mismísimo Lenin, que en su testamento, propone una revisión de la estrategia del comunismo de guerra y de la concepción del socialismo, apegada esta estrategia, concibe un socialismo basado en cooperativas. Esta apreciación puede parecer sorprendente; empero, no debería serlo,

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forma parte de las paradojas en la historia. Corrientes, que se enfrentan, se contrastan, se contradicen, corrientes “enemigas”, comparten un mismo suelo “ideológico” y epistemológico, constituyen la misma tendencia histórica, aunque los protagonistas no lo consideren así y se esmeren por diferenciarse.

A propósito, Lezek Kolakowski, en Las grandes corrientes del marxismo, dice que si entendemos por bolchevique a alguien que acepta todos los principios del nuevo orden; vale decir, poder ilimitado de un partido único, unidad granítica en el seno del partido, ideología excluyente de las otras ideologías, dictadura económica del Estado, considerando que todo esto es posible, en un determinado sistema, evitando el despotismo de una oligarquía o de un individuo, de gobernar sin recurrir al terror, preservando los valores bolcheviques, sostenidos a lo largo de la lucha por el poder. Poder definido como gobierno de los trabajadores o del proletariado, comprendiendo la libertad del desarrollo cultural, en relación al arte, a la ciencia y a las tradiciones nacionales. Si bolchevique significa todo esto, la palabra designa simplemente a un hombre incapaz de llegar a sus propias conclusiones a partir de sus propias premisas. Por otra parte, si la ideología bolchevique no es solamente un conjunto de ideas generales, sino que implica la aceptación de sus consecuencias inevitables, derivadas de los propios principios, entonces Stalin es, con todo derecho, de ser proclamado el más consecuente de todos los bolcheviques y de todos los leninistas121. Kolakowski concluye que Stalin es Trotsky e acción.

Esquematismos y maniqueísmos en Bolivia

Comencemos con los esquematismos y maniqueísmo de la izquierda tradicional. El mito del partido es el imaginario compartido en los partidos de la izquierda tradicional; en los que se clasifica por “estalinistas” por los grupos trotskistas, así como en los mismos grupos trotskistas, descalificados como “ultras” por los “estalinistas”, incluso acusado por parte de los “estalinistas”, así como por el vicepresidente, por terminar de coadyuvar a la “derecha”. Mito del partido compartido innegablemente por el vicepresidente, quien parece haberse desplazado momentáneamente, por un lapso, a posiciones comunitaristas, cuando formaba parte de Comuna; sin embargo, ha vuelto al redil del mismo imaginario esquemático de la izquierda tradicional. Es sintomático observar que esta izquierda se

121 Leszek Kolakowski: Las grandes corrientes del marxismo.

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esmera celosamente por ser la portadora del mito; son anecdóticamente controversiales las pugnas y guerras intestinas en esta izquierda. No es pues sorprendente que se acusen mutuamente de traición, de desviación, de revisionismo, incluso, como es el caso delirante del vicepresidente, de “derechismo”, cuando creen que los otros no responden a la figura esquemática del imaginario maniqueo. Lo cierto, es que a pesar de sus diferencias, comparten celosamente el mito del partido y el esquematismo leninista, lo hagan de una manera o de otra, incluso solitaria, como lo hace el vicepresidente, sin contar con un partido bolchevique, sino con un partido populista, que él mismo llama gelatinoso. El vicepresidente sintetizaría, imaginariamente claro, en su persona el partido, la teoría leninista, la representación del proletariado, aunque también pretende, en vinculación con el presidente, representar a los pueblos indígenas, y el centralismo democrático. Los demás, el resto, el partido gelatinoso del MAS, los retrasados en la consciencia en sí, gremial, deben obedecer. No nos interesa entonces escuchar quién es el portador del fuego santo, el iluminador, si los residuos de la izquierda tradicional o el vicepresidente, sino detenernos a describir la incidencia del mito del partido y del esquematismo leninista en la dramática historia política de la izquierda en Bolivia.

Hemos visto, en la historia inicial de la Unión Soviética, como los bolcheviques descartan a los demás partidos socialistas, componentes de los soviets y partícipes de la revolución de 1917, desde comienzos del año; después asistiremos cómo un miembro del comité central del Partido Comunista, Joseph Stalin, hace asesinar a los demás miembros del comité central, quedando como único digno representante del comité central, del partido, de la Unión Soviética y del proletariado universal. Sorprende, que en los demás países, después de la revolución rusa, sean los mismos bolcheviques los que se descarten, incluso antes de la toma del poder, a la que no llegan, a pesar de todo, salvo excepciones, que comienzan la revolución fuera del esquematismo leninista.

En Bolivia, a partir de una coyuntura crítica, el golpe del general Banzer Suárez (1971), la derrota de la Asamblea Popular, la caída del gobierno nacionalista del general Juan José Torres, el trotskismo, aglutinado y organizado principalmente en el POR, se hace trizas, diseminándose en pedazos dispersos, cada uno de los cuales se reclama de partido de vanguardia. Si ya antes había ocurrido un desplazamiento, no necesariamente parecido, con el “entrismo” de militantes trotskistas al MNR, también con la formación del POR Combate, influenciados por el trotskismo de la cuarta internacional de

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Nahuel Moreno122, lo insólito acaece después de la Asamblea Popular. Lo mismo pasa con el PC, fundado por Sergio Almaraz Paz, después de la crisis del PIR, que se alía a la “rosca minera” para derrocar a Gualberto Villarroel. El PC expulsa a Sergio Almaraz por sus “veleidades” nacionalistas y por leer más a Albert Camus que Konstantinov. Más tarde, en pleno conflicto Chino-Soviético, después de la muerte de Stalin, los PCs se dividen; unos definidos según su tendencia moscovita, los otros definidos según su tendencia pequinesa. Cada uno se reclama más marxista leninista que el otro, es decir más bolchevique. Con la revolución cubana, va a aparecer, en América Latina, también en Bolivia, una tendencia clasificada, por los otros partidos “bolcheviques”, de “foquista”, refiriéndose a la estrategia guerrillera que devino en la revolución cubana. Esta tendencia se reclamará de guevarista, asumiendo la concepción y el recorrido del insigne guerrillero Ernesto “Che” Guevara. No olvidemos que es el PC de Cuba el que se constituye en el poder y el que imprime su concepción bolchevique a las transformaciones realizadas en la isla del Caribe, claro que combinadas con la tradición guerrillera recogida, asumida y teorizada por el propio partido. De todas maneras, lo que llama la atención son tantos bolchevismos que, en vez de unirse, por lo menos para efectuar la “revolución”, se esmeran por diferenciarse como vanguardia respecto de los otros, calificados de revisionistas o “ultras”.

Como dijimos, esta actitud insólita, no está exenta del vicepresidente; al contrario, esta expresada de una manera arrebatada y extrema, cuando se considera el “último bolchevique”, solitario perdido en el desierto de la incomprensión. Estamos entonces ante un síntoma alarmante del imaginario esquemático y maniqueo “leninista”. ¿Cómo explicar este fenómeno? ¿Cuáles fueron sus incidencias y repercusiones en las luchas sociales?

El imaginario bolchevique ruso se basa en la confianza racionalista del materialismo histórico, confianza sustentada en el supuesto de la astucia de la historia y apoyada en las tesis orientales, así como en la tesis del imperialismo. Esta confianza explica la gran voluntad acumulada, concentrada, intensificada, en la formación del partido revolucionario, partero de la historia. Hay como una sobreestimación de las fuerzas, supuestamente acrecentadas por la fuerza inmanente de la “dialéctica” histórica. La coyuntura de la primera guerra mundial, el desmoronamiento del imperio zarista, les 122 Nahuel Moreno (1924-1987). Teórico trotskista argentino. Organizador del Secretariado Latinoamericano del Trotskismo Ortodoxo (SLATO) y luego de la Liga Internacional de los Trabajadores - Cuarta Internacional (LIT-CI).

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otorga la oportunidad de efectuar la utopía marxista, en el contexto de una demoledora crisis del capitalismo, en su fase imperialista. La pregunta es: ¿sobre qué se sostiene la confianza de los bolcheviques bolivianos, fuera de heredar el mito del partido y el fundamentalismo racionalista de la astucia de la historia? Se puede decir que los bolcheviques bolivianos, así como los latinoamericanos, basan también su confianza en hecho de la revolución rusa y en la existencia de la Unión Soviética. Son atrapados por este pasado inmediato, se sienten apoyados por el peso del acontecimiento de la revolución rusa, después por el peso de la revolución china, más tarde por el peso de la revolución cubana. Son las imágenes de estas revoluciones las que sostienen su confianza y su incursión en la lucha política. Hay como un doble juego imaginario; primero, la de la astucia de la historia; segundo, el imaginario reforzado por irradiación de estas revoluciones. Hay también una doble sobrevaloración de las fuerzas; no importa que no se llegue a la escala organizacional de los bolcheviques rusos, basta con formar células, reconocerse como partido leninista, como para adquirir la fuerza histórica de los bolcheviques rusos. A cada partido bolchevique, por más pequeño que sea, por poco organizado que sea, le es suficiente imitar a los bolcheviques rusos como para seguir el mismo curso. Incluso se repite imaginariamente las mismas facetas; eclosión espontanea, gobierno provisional revolucionario, alguien que se parezca a Kerenski, después la revolución de octubre repetida. Cada bolchevique es portador del “espíritu” de la historia. La creencia de ser portadores de este poder mesiánico explica la excesiva confianza, además, también explica los insuflados egos, así como explica el desperdicio de tiempo en micro-guerras intestinas, divisiones, separaciones, defenestración de revisionistas o “ultras”, llegando al extremo de minúsculos partidos, que no han perdido la certidumbre en ser los portadores de la gran revolución mundial. Este estilo de “bolchevismo” ha debilitado las fuerzas, ha ocasionado también divisiones en el proletariado, ha empujado a fracasos políticos, a pesar de los grandes esfuerzos de las masas, de las multitudes, del proletariado, de los pueblos. Por otra parte, este estilo “leninista” los ha aproximado al imaginario frenético de la revolución inminente, en cualquier circunstancia, más o menos conflictiva, alejándolos de una información y comprensión adecuada de la historia efectiva, las coyunturas y contextos concretos.

Estamos ante ejemplos de la alucinación intelectual radical. Estar atados al pasado, aunque sea el pasado inmediato, es una condena, como lo había descrito Marx en el 18 de Brumario de Luis Bonaparte. Los “revolucionarios” se invisten de los trajes y glorias de

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los fantasmas del pasado, creyendo que con esto se insuflan del espíritu acumulado de los héroes. Era preferible, como dice también Marx, aconsejando a los revolucionarios del presente, que no tengan nada que ver con el pasado, que comiencen una nueva historia, inventando sus propias interpretaciones y sus propios métodos. Con todo, los bolcheviques rusos tuvieron que inventarse una revolución sui generis, un capitalismo de Estado y un socialismo de guerra, propuestos por Lenin, como columna vertebral de un socialismo estatal, es decir, policial. En cambio, en la mayoría de los casos, en América Latina, los “bolcheviques” latinos quedaron atrapados en la telaraña tejida por los fantasmas del pasado. No son más que “bolcheviques” nostálgicos y melancólicos, arrepentidos de lo que pudo haber sido y no fue.

Ahora bien, con el “último bolchevique” hay una variante, quizás abrumado por su propia soledad buscada; el “último bolchevique” considera que el proceso boliviano, de 2000 al 2013, es ya la realización de la gran revolución, con el aditamento, que también sería una revolución indígena. Imaginariamente ha resuelto el problema de los “bolcheviques” andino-amazónicos; la “revolución” no hay que efectuarla en el futuro, sino que ésta ya se ha hecho, aunque nadie se dé cuenta de este acaecimiento. Ahora hay que consolidarla, aunque nadie sepa qué es lo que hay que consolidar.

Lo que hay que evaluar es la incidencia y repercusiones de este estilo de política y práctica “revolucionaria” en el decurso de las luchas emancipatorias y de liberación anticapitalistas, antiimperialistas y anticoloniales. Lo primero que hay que anotar al respecto es que se opta por la fuerza, por la violencia “revolucionaria”, que no hay que confundir con la dictadura del proletariado, que más bien propone una transición en la desaparición del Estado; transición que se basa en la participación y la construcción colectiva del socialismo123. Al respecto, se puede considerar, incluso comprender, sin necesariamente aceptar, que la opción por la fuerza y la violencia responde, no sólo a las amenazantes circunstancias en las que nace el Estado Soviético, sino al entendimiento de que, en el fondo, incluso en democracia, la pugna se resuelve por la correlación de fuerzas. En el substrato político se mueven las fuerzas descarnadas. Nadie puede hacerse ilusiones de los buenos oficios de los contendientes, ni de que van a acatar las reglas del juego, al pie de la letra. Como se dice popularmente, esta es la cruda realidad. Sin embargo, el problema es la perspectiva emancipadora y liberadora, si se quiere, revolucionaria; ¿se puede 123 Revisar de Etiene Balibar Dictadura del Proletariado.

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emancipar, liberar, trasformar radicalmente la sociedad, mediante el uso privilegiado de la fuerza y de la violencia? ¿Imitar el uso del poder de las clases dominantes no es convertirse en clase dominante? Este es el tema crucial. La emancipación, la liberación, el socialismo, la descolonización, no se impone, se construye colectivamente. Si no se puede hacer esto, construir el socialismo con la sociedad, construir la alternativa social de-colonial, construir el comunismo, construir el comunitarismo, con la participación democrática de la sociedad, se termina construyendo una sociedad a imagen y semejanza del Estado, una sociedad disciplinada. La potencia social es reducida, inhibida, domesticada, capturada, obligándola a seguir los moldes diseñados por la ingeniera social burocrática. Sólo el autoengaño puede llamar a esta conformación socialismo, comunitarismo, comunismo, descolonización. Aunque se avancen en la resolución de los problemas de desigualdad, discriminación y marginamiento, con programas y ejecuciones gigantescas en lo que respecta a la salud y la educación, logrando, además el pleno empleo, como ocurrió en los países del los estados del socialismo real, el problema es que se ha convertido a la sociedad en rehén del Estado, inhibiendo sus capacidades creativas. Una sociedad disciplinada no es una sociedad liberada, aunque si se puede aceptar, con mucha reticencia, que pueda ser una sociedad emancipada. En otras palabras, este camino de la violencia “revolucionaria”, condicionado por la cruda realidad, no resuelve el problema mayúsculo, que se encuentra en la matriz del problema; no resuelve el problema del poder.

A estas alturas de las historias políticas, debemos hacer memoria y evaluar críticamente las experiencias “revolucionarias”. Contando con la caída de los estados socialistas de la Europa oriental, con el decurso contradictorio del “socialismo de mercado”, optado por la Republica Popular de China, quizás también por Vietnam. Contando con la tremenda discusión en Cuba, respecto de la apertura dirigida y controlada hacia el mercado, que muy pocos “bolcheviques”, fuera de Cuba, se han interesado e informado. La mayoría ha descalificado esta discusión y ha condenado a la revolución Cubana, en el momento crítico que le asiste asumir y resolver. A estas alturas de las temporalidades políticas acumuladas, no sólo se deben discutir las estrategias, las tácticas, los métodos de emancipación y liberación, sino que la discusión debe llevar a transformar las estrategias y las tácticas, las concepciones “revolucionarias”, que parecen cuestionadas y contrastadas por la misma historia efectiva. Insistir en los mismos procedimientos, en las mismas concepciones, que acompañaron a las revoluciones pasadas, que ciertamente forman parte de la memoria de las luchas sociales,

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que hay que valorarlas y recordar, es creer en la eterna repetición de lo mismo. Ahora, hacer esto, repetir lo mismo, en las condiciones histórico-sociales-económicas-culturales del siglo XXI, las trasformaciones del capitalismo, del orden mundial de dominación, de la combinación y composición de los diagramas de poder, es apostar al fracaso, por más que se prologue por un lapso de tiempo la ilusión del cambio.

A estas alturas de la experiencia histórica-política de los pueblos, es indispensable evaluaciones críticas de esta experiencia, es urgente hacer otras rutas, que sean efectivas en la destrucción del poder y del Estado, que son los problemas, los límites, los obstáculos, que no han podido cruzar ni resolver las “revoluciones”. Una de las rutas sugerentes y propositivas se encuentra en la experiencia zapatista en la selva lacandona. Experiencia maya y experiencia de resistencia social popular, combinada y compuesta de comunidades indígenas. Experiencia conformada por la confluencia guerrillera, así como de marxismos, puestos en cuestión en el escenario comunitario, también de prácticas y discursos de la teología de liberación, de los mismos modos puestos a prueba. Experiencia texturada por la emergencia colectiva, donde comienzan a desaparecer los perfiles individuales y protagónicos; lugar donde nace el enunciado de mandar obedeciendo, apropiado y usado por otros de manera demagógica, sin comprender que el sostén del enunciado es un conjunto de prácticas participativas y éticas. El zapatismo enseña a romper las jerarquías, las representaciones y delegaciones consabidas, los egos inflamados, aceptar humildemente y pacientemente la construcción deliberada de la decisión comunitaria. El logro de las autonomías indígenas, la realización integral de estas autonomías, sobre todo en la constitución de sujetos comunitarios, solidarios, complementarios, recíprocos, es ya una victoria sobre el Estado y el poder.

Si bien el zapatismo no se extendió a toda la formación social mexicana, a los Estados Unidos Federales de México, a la sociedad abigarrada mexicana, se debe a condicionamientos y factores que podemos considerar como de cristalizaciones conservadoras, coagulaciones institucionales, todavía ancladas en el imaginario recurrente y proliferante del poder. Tanto “izquierdas” como “derechas” han mostrado descarnadamente sus conservadurismos recalcitrantes124. La sociedad, el grueso popular de la sociedad, que en principio recibió con entusiasmo la emergencia, la guerrilla 124 Ver de Raúl Prada Alcoreza Conservadurismo recalcitrantes. Bolpress, La Paz 2013; Rebelión, Madrid 2013; Dinámicas Moleculares, Horizontes nómadas; La Paz 2013.

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territorial y comunicacional zapatista (1994), empujada a reflexionar a partir de su propia memoria, de su propia matriz, la de la revolución mexicana (1910-1940), la revolución agraria, la movilización guerrillera de indígenas y campesinos de principios del siglo XXI, se vio en dificultades cuando el zapatismo preguntó a la sociedad qué se pone en el programa colectivo hacia una Asamblea Constituyente. Lejos de la predisposición a la participación, acostumbrados, los miembros de la sociedad, a seguir un programa, a un líder, a un partido, se vieron interpelados, empujados a ser responsables inmediatos de la construcción colectiva de la política. Este desafío no fue respondido o, mas bien, la respuesta fue optar por lo conocido, por seguir haciendo lo que antes se hizo, buscar opciones electorales de “izquierda”. Cuando se ganó las elecciones, no se defendió a muerte la victoria, como corresponde, dejando escatimar los resultados con fraudes escandalosos, empero institucionalizados. Se puede decir, entre otras cosas, entre otras atribuciones, que el zapatismo es una pedagogía política.

Hay que aprender de esta experiencia, que ya se acerca a las dos décadas, cuyos resultados son altamente apreciables, cuando las comunidades zapatistas lograron no solo ejercer la autonomía y el autogobierno, la gestión territorial, la gestión social y la gestión comunitaria, de manera ejemplar, conformado sus entramados sociales comunitarios, su “economía” complementaria, su educación desescolarizada, su política de mandos rotativos y asambleístas, la constitución de subjetividades auto-determinantes. Hay que aprender del zapatismo a liberar la potencia social de-construyendo sistemáticamente las formas y los perfiles del poder.

La re-insurrección zapatista

Nicté Fabiola Escárzaga, en su tesis de doctorado La comunidad indígena en las estrategias insurgentes de fin del siglo XX en Perú, Bolivia y México, hace el análisis comparativo de tres insurgencias dadas en el continente, en su contemporaneidad intensa y crítica. Las tres experiencias subversivas tienen una vinculación importante con las comunidades indígenas mayas, en México, aymara y quechua, en Perú y Bolivia. La investigación de Fabiola Escárzaga es un gran aporte por su análisis comparativo, lo que falta hacer en América Latina y el Caribe, así también por los temas complejos e intensos que toca, porque aporta luces a la comprensión de estos movimientos insurgentes y, a través de estos movimientos, hacer inteligibles el presente de las formaciones sociales de Mesoamérica y los Andes. En lo que respecta a la emergencia zapatista escribe:

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En la experiencia mexicana, un grupo de guerrilleros mestizos provenientes del norte capitalista y próspero del país, Nuevo León y de otras ciudades de provincia, las Fuerzas de Liberación Nacional (FLN) se instalan en forma clandestina en territorio chiapaneco en 1969, que consideran el espacio más atrasado del país y por ello suponen que es el más propicio para organizar una insurrección campesina. Los campesinos se enfrentan al despojo de sus tierras por los terratenientes para el cultivo de café y por el propio gobierno para la extracción de petróleo, gas y la construcción de hidroeléctricas, en beneficio de los intereses del gran capital y de las trasnacionales. La única salida dejada por el gobierno federal a los campesinos sin tierras es la colonización de la selva lacandona.

Para afrontar la tarea de colonizar una tierra virgen, la población campesina mayoritariamente indígena, desarrolla un complejo proceso de reconstitución comunitaria, que es apoyado por la diócesis de San Cristóbal a cargo del obispo Samuel Ruiz, que aporta recursos materiales, promueve la organización comunal y estimula el desarrollo de la conciencia de su identidad étnica entre los campesinos y más tarde, reconociendo las limitaciones de sus recursos técnicos y políticos, convoca a trabajar en la diócesis a grupos militantes maoístas Unión del Pueblo y Línea Proletaria que ofrecen los recursos técnicos y políticos necesarios para la organización campesina de carácter regional y para la negociación con el estado. La forma de organización ejidal impuesta por el gobierno, es asumida por grupos de colonizadores indígenas y mestizos organizados como el soporte jurídico oficial que permite una organización comunal recreada. Los protozapatistas mestizos de las FLN se incorporan a esta dinámica y establecen, luego de un prolongado trabajo clandestino de infiltración, una alianza con los dirigentes indígenas formados en ese proceso, de su conjunción se constituye en 1983 el EZLN.

La insurgencia indígena zapatista hace visibles las fisuras del desgastado proyecto nacionalista revolucionario y del sistema de partido de estado construido por él, que han sido profundizadas por el neoliberalismo y pone en evidencia la fragilidad del proceso de democratización del país. El zapatismo saca a la luz y denuncia las grandes contradicciones del país: la no integración de los indígenas mexicanos a la nación mestiza que los excluye; la persistencia de mecanismos de opresión precapitalista en algunas regiones periféricas del país, particularmente en aquellas de predominio demográfico indígena, donde los mecanismos del racismo viabilizan la persistencia y legitimidad de tales relaciones productivas. Visibiliza también la recurrente apuesta por la lucha armada por grupos campesinos indígenas y mestizos y urbanos descontentos durante la segunda mitad del siglo XX, negada por el gobierno mexicano.

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El zapatismo en su discurso juzga y condena desde la conciencia del México moderno el atraso de la periferia y la marginación de los indígenas que es solapado y aprovechado por los políticos del centro del país y por los grandes intereses económicos, nacionales y trasnacionales. El zapatismo se mueve en ambos mundos, el atrasado y el moderno, en ambos terrenos, en Chiapas y en el centro político del país, cuyas lógicas conoce gracias a la conformación heterogénea de sus cuadros. Aprovecha también el contexto internacional favorable a las reivindicaciones étnicas e inscribe parcialmente en él su propio proyecto. La estrategia zapatista desplaza desde lo militar hacia lo mediático gran parte de sus fuerzas y coloca el conflicto en distintos niveles: el local, el regional, el nacional y el internacional125.

En lo que respecta a la caracterización de las condiciones histórico-sociales-económicas y culturales donde va emerger la re-insurrección zapatista, Escarza las describe da la siguiente manera:

El caso de Chiapas no corresponde al patrón productivo dominante en la mayor parte del territorio mexicano (centro y norte), en donde las relaciones de producción capitalistas fueron dominantes desde las últimas décadas del siglo XIX, a través de la hacienda en la que no obstante persistieron mecanismos de explotación precapitalista, hasta el triunfo de la burguesía en la revolución de 1910-1920. En Chiapas, su vinculación al mercado mundial a pesar de su atraso fue la constante, mientras que permaneció prácticamente ajena al mercado nacional y a la intermediación de las élites económicas y políticas del centro del país, hasta muy avanzado el siglo XX, allí, a diferencia de lo que ocurrió en los países andinos, los grandes o medianos propietarios, los finqueros, tomaron en sus manos la dirección del proceso productivo en las tierras susceptibles de producir para esa demanda externa o para el mercado interno, para ello fueron despojando de la tierra a las comunidades indígenas e incorporaron a la fuerza de trabajo bajo el mecanismo del peonaje por deudas, permanentemente en algunas regiones del estado y temporalmente en otras, de acuerdo a las necesidades de la producción.

Este mecanismo permitió la sobrevivencia marginal de las comunidades indígenas en los Altos, que reproducen a muy bajo costo la fuerza de trabajo temporal que requerían otras zonas del estado, que eran contratados como peones por los enganchadores y retenidos mediante el endeudamiento. La cultura del desalojo como la denomina García de León, que vuelve a los indios dependientes de los finqueros, sometidos bajo mecanismos precapitalistas que se legitiman mediante relaciones paternalistas del patrón sobre los

125 Nicté Fabiola Escárzaga: La comunidad indígena en las estrategias insurgentes de fin del siglo XX en Perú, Bolivia y México. Tesis de Doctorado en Estudios Latinoamericanos Facultad de Ciencias Políticas y Sociales Programa de Posgrado en Estudios Latinoamericanos de la UNAM.

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peones. Paradójicamente, este proceso de desintegración comunitaria convierte a la comunidad indígena autónoma, prácticamente inexistente, en la máxima aspiración de la población indígena, autonomía campesina que sólo podría ser alcanzada recuperando la tierra126.

Una primera pregunta debemos hacernos: ¿dónde está la matriz de la re-insurrección zapatista? Ciertamente, por el mismo nombre dado y asumido, nos trasladamos a la revolución mexicana de principios del siglo XX, desde la segunda década, cuando estalla. Emiliano Zapata es el símbolo de la revolución agraria; su fantasma es constitutivo de la memoria mexicana; sobre su cadáver, sobre su asesinato y traición, se erige el Estado mexicano. La institucionalidad del Estado-nación va poner la primera piedra imaginaria en este general campesino, enterrado para construir precisamente el Estado. Los muertos sirven para eso, para ocupar el lugar del origen de los que vienen. Sin muertos no hay nación, no hay sociedad, no hay Estado. Cuando los zapatistas de la selva lacandona retomaron el nombre del origen, removieron los cimientos imaginarios del Estado. Cuestionaron su legitimad, la del Estado; esta legitimidad estatal se encuentra cuestionada por otra interpretación del origen; nacimiento convocado para continuar la guerra, no sólo agraria, sino también indígena, descolonizadora.

Los zapatistas vencieron al invencible Partido de la Revolución Institucional (PRI), al partido-Estado, que también es Estado-partido. Después de los acontecimientos de 1994, cuando estalla la guerrilla, en pleno momento de la firma del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, queda interpelado este tratado, el acuerdo multinacional neoliberal, la globalización privatizadora, así como también la política, la estrategia económica y la legitimidad del PRI. Una vez acaecido el contra-suceso, el contra-poder, el contra-tratado, enunciado como rebelión indígena, el PRI no va tener nunca más la consistencia aparente y coercitiva que tenía. Va a ser fácil vencerlo, incluso en las elecciones, como se ha evidenciado esto después. Pero, los zapatistas no estaban interesados en tomar el poder; la guerrilla se efectuó para obligar al Estado a dialogar con los hombres y mujeres invisibles o invisibilizados, los indígenas. Se trataba de una guerrilla distinta o de un uso distinto de la guerrilla, una guerrilla que reclama dignidad, reconocimiento por parte del Estado; poner en la mesa la cuestión olvidada, la cuestión colonial y de la colonialidad; colocar en la mesa, no como convidados de piedra, sino con voz 126 Ídem.

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propia, lengua propia, presencia propia, a los olvidados, a los indígenas. La guerrilla zapatista removió los cimientos del Estado y conmocionó al ser mismo mexicano.

Ciertamente esta es la matriz histórica, pero, ¿cuál es la matriz efectiva? El referente próximo. Indudablemente es Tlatelolco, la movilización estudiantil y concentración en la plaza donde se masacró y asesino a las multitudes estudiantiles congregadas (1968). Ante la revolución cultural estudiantil, que pedía autogestión, autodeterminación, los jerarcas del Estado vieron en esta movilización una afrenta a la nación y una fuga de la institucionalidad estatal coagulada. La respuesta fue de una violencia descomunal; se optó por el asesinato masivo, así como se había optado por la traición y el asesinato de Emiliano Zapata, para acabar con la revolución agraria y reducirla a una reforma agraria institucionalizada y controlada.

Algunos sobrevivientes de la masacre de Tlatelolco huyeron a la selva lacandona. Después de un tiempo, el grupo guerrillero, que huía del norte, perseguido, fue a buscar a sus compañeros, aquellos sobrevivientes de la masacre. La matriz entonces efectiva de la re-insurrección zapatista es este acontecimiento intenso y dramático de la revolución cultural estudiantil de 1968. Este acontecimiento es el referente de la guerrilla, la sublevación indígena zapatista. Se entiende entonces que sobre la base de esta revolución cultural, de esta nueva constitución subjetiva, se produzca ese desplazamiento de la formación enunciativa zapatista. Un nuevo discurso de-constructivo, autogestionario, auto-determinante y comunitario. Fueron las comunidades mayas, donde se insertaron estos guerrilleros, las que los re-educaron, interpelados por los saberes indígenas, por la fortaleza ética y cultural de las comunidades mayas. El marxismo de los guerrilleros tuvo que ser revisado.

Ahora bien, si hablamos de matrices, es la estructura de larga duración, es el ciclo largo, es la memoria larga, lo que entra en juego. Es la relación de las comunidades mayas con la tierra, el territorio, los ciclos del suelo, los ciclos del agua, los ciclos del aire, los ciclos de los bosques; es en definitiva, la relación con la vida, lo que está en el comienzo, diremos, metafóricamente, eterno de la vida. Lo que en lengua colonial se llama indígena es esto, lo común, las formas de dar curso a lo común, de efectuar lo común, de convivir en lo común. Es también la cultura de los cultivos, la cultura del maíz, la cultura de la milpa y los tejidos.

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Los guerrilleros mestizos que llegaron a la selva lacando tienen en la constitución de su ser al “indígena”; no podía ser de otra manera. No hablamos biológicamente, pues todos lo somos, todos somos mestizos, sino de subjetividades, de mestizajes subjetivos; es decir, de afectividades, de sensibilidades, de imaginaciones e imaginarios, de reflexiones y memorias. Los y las mestizas son como espesores de intensidades en torbellinos encontrados, contrastados. Nunca saben quiénes son, aunque este dilema sea también de los no mestizos; empero, en los mestizos es un dilema desgarrador. Creyeron encontrar la realización en el padre blanco; pero, esta imitación los llevó a perderse en el laberinto del reconocimiento. Solo pueden encontrar la paz volviendo al vientre de la madre indígena. Por eso, cuando los mestizos se encuentran sinceramente, honestamente, abiertamente, humildemente, con los indígenas, se reeducan, aprenden, se des-constituyen para reconstituirse de otra manera. Es esta una enseñanza que se debe aprender de los mestizos zapatistas, que, a su vez, asimilaron de los zapatistas indígenas.

La primera enseñanza es no ser vanguardia, mejor dicho, no creerse vanguardia. Al contrario, ser “retaguardia”, si podemos usar eta palabra, metafóricamente. Mucho mejor, ser parte de la comunidad, de las formas de organización de la comunidad. En principio, sobre todo en el momento militar, cuando estalla la guerrilla, había subcomandantes, los comandantes eran las autoridades de la comunidad. El EZLN contaba con ciertas atribuciones de decisión independiente; los subcomandantes, eran como las autoridades militares, el subcomandante Marcos era como el vocero del EZLN. Con el transcurrir del tiempo, sobre todo con la acumulación de experiencia, se han diluido estas jerarquías; todo queda a cargo de la comunidad. La educación, la “escuela”, el ejército, la defensa, la vocería, la política, la economía, las relaciones, etc. Los últimos rangos individualizados se han diluido. Los que atienden a los visitantes, a los que van a recibir un poco de enseñanza comunitaria, son recibidos por los y las custodias, una familia se hace cargo de la visita, quien participa de las actividades cotidianas de la comunidad.

Ciertamente, el territorio zapatista es pequeño, en comparación con la geografía mexicana, además de estar rodeado por el ejército mexicano, las empresas capitalistas, y estar atravesados por comunidades no zapatistas. Empero, donde las comunidades zapatistas se encuentran, ejercen su autonomía, su autogobierno y su autodeterminación. Las diferencias se han dado entre las

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comunidades zapatistas y las comunidades no zapatistas; sobre todo son notorias las diferencias sociales, en lo que respecta a la salud, a la educación, a la cohesión social, a la soberanía alimentaria, a la formación y constitución de sujetos y subjetividades. El territorio y la sociedad zapatista, compuesta por comunidades autónomas, se ha transformado profundamente. Hablamos de territorios liberados, donde se ejerce una ruta distinta, alternativa. Estas transformaciones en las subjetividades, en el desenvolvimiento comunitario, en distintos planos, hablan de la fortaleza de la “estrategia” zapatista.

La segunda enseñanza es que no se debe tomar el poder, sino desmontarlo, des-construirlo; es decir, destruirlo, entendiendo que esto implica desarmarmarlo, desacoplarlo, en sus distintas formas polimorfas de manifestación. Tomar el poder implica tomar el lugar del poder, el espacio del poder, por lo tanto reproducirlo con sus nuevos ocupantes. Este es el error de todos los “bolcheviques”, también de los nacionalistas revolucionarios y de los populistas. Cuando se toma el poder, el poder transfiere sus estructuras y sus funcionamientos a los nuevos detentores del poder, aunque estos hayan cambiado su institucionalidad, como en el caso de los socialismos reales, peor aún si esta institucionalidad no ha sido cambiada, sino tan solo barnizada, como en el caso de los nacionalismo y los populismo.

La tercera enseñanza es que no hay una “teoría revolucionaria”, por lo tanto, tampoco hay iluminados. Lo que se tiene son saberes colectivos; en el caso de la sublevación comunitaria, saberes subversivos, saberes y prácticas alterativas, que tejen otras composiciones sociales, creando mundos alterativos. Las teorías críticas pueden ser incorporadas en las hermenéuticas e interpretaciones colectivas; empero, como parte de los tejidos, de las texturas, de las composiciones comunitarias. Todo entra en devenir, forma parte de la constante creación de la potencia social.

La cuarta enseñanza es ética. Hablamos no sólo del sentido comunitario, las sensaciones, los afectos, los valores compartidos comunitarios, sino de la renuncia a las jerarquías y a los protagonismos, que es una de las formas veleidosas del ejercicio del poder.

La quinta enseñanza es estratégica. No se renuncia a la defensa, por lo tanto a la organización militar; sin embargo, lo militar no se convierte en la preocupación principal, no se convierte en el plano principal de las actividades, como en el caso de los proyectos y experiencias guerrilleras dadas en el continente y todavía efectuadas.

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Lo militar no puede superponerse a la autonomía comunitaria, al ejercicio común de lo comunitario, al ejercicio comunitario de lo común, a la deliberación y decisión colectiva. Lo principal no es lo militar; es apenas una herramienta, un recurso, en el curso de la lucha, que ocupa múltiples planos. Lo principal está en la autodeterminación, autogestión y autonomía comunitarias. Lo principal son las transformaciones constantes, aunque sean imperceptibles, a veces.

La sexta enseñanza es política o, si se quiere, de pedagogía política. Se trata de enseñar con el ejemplo, de convertirse en referente, de irradiar por difusión, en el sentido del difusionismo cultural. No se pierde la comunicación con el pueblo y la sociedad mexicana abigarrada; al contrario, se mantiene un contacto permanente, mediante la interpelación a su ser. ¿Quiénes somos? No podemos seguir haciendo lo que nos ha convertido en subalternos, hay que escapar de esas prácticas reproductivas de lo mismo. Hay que crear otros mudos, mediante otras prácticas, emancipadoras, hay que constituir subjetividades libres y creativas, mediante la estética de otros imaginarios. Hay que hacer política, pero, no la política que quiere que se haga el poder, incluso con la invitación perversa y seductora de que se lo tome, de una u otra manera, violentamente o electoralmente. Pues esto es caer en la trampa de la reproducción.

No vamos seguir con la lista. Estas parecen las enseñanzas principales. Lo importante es señalar que otra estrategia revolucionaria es posible, que no sea la eterna reproducción del poder.

Subversiones en las periferias del sistema-mundo capitalista

El siglo XX se inaugura con la subversión de los “bóxer”, calificados así, en inglés, por los británicos, quienes se llamaban a sí mismos los guerreros del cielo celeste (Tai-ping). Los guerreros del cielo celeste estaban inspirados en una combinación hermenéutica, que hoy podríamos llamar intercultural; eran taoístas y cristianos. Esto, si se quiere, en lo que respecta a la “ideología”. En lo que respecta a la historia efectiva, que obviamente no se desentiende de la “ideología”, ni de los imaginarios, sino haciendo hincapié, a pesar de las composiciones materiales e imaginarias, en las prácticas y en las relaciones, los guerreros del cielo celeste son monjes, relacionados también, con una parte de la burocracia monárquica, que decidió enfrentar a la ocupación colonial e imperialista de los

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puertos chinos. Este levantamiento es una de las insurrecciones más sugerentes del siglo XX, que quizás haga inteligible las insurrecciones desatadas en este siglo, que Alain Badiou llama ultimatista, en las periferias del sistema-mundo capitalista.

Los monjes taoístas son “intelectuales” dedicados a prácticas espirituales, de meditación, de auscultación íntima; intérpretes del devenir inherente a la vida y al cosmos, el ying yang. También son monjes maestros en las artes marciales, por lo tanto guerreros, en momentos de emergencia. La ocupación imperialista en los puertos chinos, sobre todo británica, que es el imperialismo que más han ganado con el usufructo comercial de los puertos, fuera de la ocupación francesa, alemana, japonesa, incluso rusa, remueve los cimientos legendarios y milenarios del gran imperio manchú. No son las mercancías británicas las que derrumban la muralla china, como metaforiza Marx; el capitalismo “moderno”, es decir, europeo, ingresa por los puertos. Fueron los mongoles los que ya atravesaron la muralla china, siglos atrás, antes que Marx naciera. Los monjes, sobre todo taoístas, comprenden los alcances de la amenaza, pues destruía el devenir del curso de la vida. Una parte de la burocracia monárquica, que podríamos llamar “nacionalista”, usando términos “modernos”, también no corrupta, como la parte burocrática comprometida y cómplice de la ocupación, no solamente se opone, sino que prepara la resistencia y, después, la ofensiva contra los ocupantes extranjeros. La sublevación de los “bóxer” sorprende a las embajadas ocupantes, que eran territorios sojuzgados militarmente, que, además instauraron formas de vida occidentales. El ejercicio diplomático no era otra cosa que la decorosa forma “coctelera”, mediante la que se ponían de acuerdo las potencias imperialistas, fuera de ser el mecanismo de coerción y de presión frente a la monarquía china y la burocracia.

Después de los enfrentamientos con los ejércitos imperialistas en las ciudades portuarias, los guerreros del cielo celeste realizan una larga marcha, que va a ser el antecedente matricial de la larga marcha del ejército rojo chino, bajo la conducción de Mao Zetung. Hay pues un substrato cultural que conecta las dos largas marchas, aunque este substrato sea negado por la “ideología” bolchevique del PC chino. No se trata de recurrir a la tesis del inconsciente colectivo del psicoanálisis de Jung, sino de comprender una conexión histórica entre las dos marchas. De visibilizar las estructuras de larga duración que explican ciclos largos y memorias largas, que terminan sosteniendo las rebeliones anti-imperialistas. Ciertamente el marxismo en China, el uso y la adecuación del marxismo a las

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condiciones chinas, va a ser un instrumento de análisis y de interpretación apreciable para descifrar las claves del mundo de los ocupantes, el llamado modo de producción capitalista. Arma con la que no contaban los guerreros del cielo celeste. Empero, llama la atención la represión consciente, en sentido psicoanalítico, de los marxistas chinos, de este substrato cultural, de la memoria larga china, a pesar que será el mismo ejército rojo que recorra casi el mismo decurso de la larga marcha de los Tai-ping, recogiendo simbólicamente las armas enterradas en aquella época inicial. Estos contrastes, estas contradicciones, nos muestran los intensos síntomas de las experiencias acumuladas en las memorias de los pueblos, en este caso de las periferias de este sistema-mundo capitalista.

Desde la perspectiva de las estructuras de larga duración, los guerreros del cielo celeste son los precursores del ejército rojo chino, y el taoísmo cristianizado es el precursor de la interpretación china del marxismo, de las tesis orientales. Que esto no sea consciente es otro problema. El marxismo es un acontecimiento imaginario e “ideológico”, si se quiere, también teórico, transversal, en tanto que el substrato cultural sobre el que se asienta el taoísmo es un acontecimiento, por así decirlo, longitudinal. No es que el taoísmo sea un acontecimiento longitudinal, pues puede ser también transversal, aunque de un ciclo de más larga duración, sino el substrato cultural, el magma imaginario, usando la figura propuesta por Cornelius Castoriadis, sobre el que se asienta el taoísmo. Entonces, a partir de esta apreciación, podemos concluir en una hipótesis: La historia no es lineal, sino un espacio-tiempo curvo, que se curva por efecto de la masa gravitatoria de los acontecimientos intensos. Las dos largas marchas están más próximas de lo que creen, que están alejadas, los historiadores de la historiografía, de la historia universal y el propio materialismo histórico.

No estamos de acuerdo con la tesis de Martín Malia, que supone que la “ideología” marxista, en su versión bolchevique, explica el descomunal derroche de voluntad, que trasforma el ex-imperio zarista, en las condiciones experimentadas en la Unión Soviética, aboliendo la sociedad civil vulnerable y estatalizándola, creando una nueva “realidad” social. La “ideología” tomada como totalidad, como dice Malia, no puede convertirse en la “explicación” última de la revolución rusa y de su tragedia, incluso si se añaden condiciones catastróficas como las de la primera guerra mundial, sus efectos destructivos de la institucionalidad de la monarquía constitucional rusa. Pues faltaría explicar la fuerza de irradiación de la “ideología”, que no puede hacerse sino por su propia arqueología. El marxismo

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ruso también ha escondido una de sus matrices culturales, el populismo ruso, si se quiere la concepción política y teórica de la vía campesina, diríamos hoy, rusa. Se produce la misma represión consciente, como en el caso chino, de este substrato politico-cultural, sobre todo en los bolcheviques, que son los que más van a develar esta proximidad.

El mujik, el campesino, es la alteridad de la vía occidental, de la vía capitalista, pero también de la vía marxista, sobre todo en la versión de los mencheviques. Estos temas ya habían sido planteados por Maksim Kovalevsky127 a Marx, quién los retoma en sus cuadernos, haciendo anotaciones asombrosas. La comuna campesina, MIR, como vía alternativa hacia el comunismo, saltando el capitalismo. No son los bolcheviques los que replantean esta posibilidad abiertamente, sino el mismísimo Lenin, hermano de un populista revolucionario fusilado por la represión zarista. Aunque lo hace de una manera matizada, a partir de su interpretación del reparto negro, la reforma agraria, cuando todavía tenía apreciaciones positivas sobre la comunidad campesina rusa.

La lucha larga contra el zarismo la dan las distintas corrientes populistas; ellos son los que merman la legitimidad “ideológica” del imperio zarista. No se puede comenzar la historia de la revolución rusa sólo a partir de 1917 o, ampliando un poco más, sólo desde 1905, obviando la larga tradición de luchas de los populistas, sus teorías políticas y sus interpretaciones de esta conformación histórica-social-cultural euroasiática, de aplastante mayoría campesina. Que hayan triunfado los bolcheviques y no los populistas no es razón para obviarlos, desconociendo el substrato histórico-cultural del que forman parte. La caída de los bolcheviques, después de setenta y cuatro años, no habla precisamente de un triunfo de largo plazo. Los campesinos no desaparecieron, a pesar de los Koljoz, de la colectivización y mecanización obligada. Dieron varios dolores de cabeza, desde el comienzo, al flamante Estado Soviético, después al propio gobierno todopoderoso de Stalin. Los campesinos, la presencia abrumadora de los campesinos, no sólo expresaba la otra vía al comunismo, como creían los populistas radicales, sino que fueron la corporeidad social que contiene el substrato cultural de la alteridad a la vía occidental, en esa transición dramática del comunismo de guerra, después de la ruta contrastante de la NEP, para volver a un comunismo militarizado, que no era otra cosa que la concentración de fuerzas y voluntades para la realización de la 127 Maksim Kovalevsky: ‘Obshchinnoe Zemlevladenie’ (Posesión comunal de la tierra).

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revolución industrial militarizada, idea compartida tanto por Lenin, Trotsky y Stalin.

La matriz del populismo ruso es anarquista, con lo que quiere decir esta clasificación y conceptualización en toda su variedad y diferencias. Como notoria influencia en los populistas del periodo “Tierra y Libertad” (Zemelia y Volia) se encuentra el teórico y activista anarquista Mijail Bakunin, quien tiene fuertes discusiones con Karl Marx. Este periodo se caracteriza por la “ida al pueblo”; en principio la ida al campo, a convivir, aprender y organizar la lucha con los mujik, los campesinos; después por el recurso al terror, al comienzo como defensa y respuesta a la represión, seguidamente como propaganda y publicidad, como agitación y convocatoria al pueblo a luchar; para concluir, difícilmente y con desacuerdos, en la lucha política por los derechos y la Constitución, sin abandonar el objetivo socialista, que los había acompañado en toda su historia a los populismos rusos. En esta última etapa ya se produce el retorno de la lucha a las ciudades, convocando principalmente en las universidades. El periodo de “Voluntad del Pueblo” (Narodnaia Volia) ocupa a los populistas en desentrañar el fenómeno del capitalismo y sus consecuencias en el trastrocamiento de la formación y estructura social rusa, particularmente en el campo, donde el impacto del capitalismo era devastador. Consideran, en parte, al capitalismo ruso una promoción artificial del Estado y de la autocracia, un invento suspendido, al margen de la vitalidad del pueblo ruso, primordialmente campesino. Son muy sensibles al detectar la formación de clase de una burguesía rural, conformada por los kulak, aunque consideraban el fenómeno de la proletarización campesina como arbitraria e innecesaria, llenando las ciudades de desocupados, que no eran completamente empleados en las fábricas. El periodo de la “Voluntad del Pueblo” corresponde a la lucha populista contra el capitalismo; sin dejar de afincar el proyecto socialista en los campesinos, como lo habían hecho los anteriores populismos.

El populismo ruso atraviesa el siglo XIX, particularmente es importante su participación y difusión durante la segunda mitad, llega al siglo XX influenciando a las nuevas versiones socialistas, incluso a las corrientes marxistas. A pesar de la celosa demarcación de los bolcheviques, principalmente de Lenin, respecto de la herencia populista, en relación a sus interpretaciones sobre el particularismo ruso, diferenciándose de su opción campesinista, los bolcheviques, en la práctica, manifestaron efectivamente portar esta herencia. Las tesis orientales que postulan la alianza obrero campesina como articulación revolucionaria en la transición al socialismo, combinando

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tareas democráticas y socialistas, basados en la teoría del desarrollo desigual y combinado, hablan de ello, confirman compartir “inconscientemente” esta herencia. Mucho más cuando en la práctica se impone el comunismo de guerra, en plena guerra civil, se convoca a los campesinos pobres a combatir a los campesinos ricos. Si terminan instalando koljoz, que no tiene nada de campesino, sino es la “revolución industrial” llevada al campo, es porque la emergencia de la crisis alimentaria en las ciudades les obliga ello, adelantándose, aunque hubieran tenido en mente hacerlo en algún momento del “desarrollo de las fuerzas productivas”.

La historia efectiva no es la historia imaginada, la reconstrucción teórica o “ideológica”; la historia efectiva despliega todos sus tejidos, texturas, redes, nudos conexiones, constantemente, en distintas composiciones y combinaciones coyunturales, periódicas, epócales. La historia efectiva es material, usando esta palabra tan conocida y problemática, es molecular, se mueve en un espesor de intensidades, que comprende distintos planos, que se curvan ante la gravitación de los acontecimientos. La historia imaginada, teórica o “ideológica”, es una reducción, una interpretación reducida, usada políticamente, para legitimar las acciones en un presente. No se puede asumir como “verdad” lo que los protagonistas dicen de sí mismos, cómo se conciben, cómo narran su propia historia; esta es una apreciación ocasionada por una perspectiva, que privilegia una referencia como si fuese absoluta. Esta perspectiva no reconoce la relatividad de la perspectiva, la relatividad de la referencia; por lo tanto, no reconoce la complejidad del acontecimiento. No se trata de pedirles a los protagonistas que lo hagan, sino decir que, en un presente como el nuestro, no se puede seguir reconstruyendo historias lineales, historias teleológicas, historias a partir de la preocupación de la legitimación, sino que estamos empujados a comprender la complejidad de los acontecimientos históricos.

En este sentido, decimos que el ejército rojo chino está más cerca, de lo que cree, de los guerreros del cielo celeste, así como los bolcheviques están más próximos, de los que consideran, de los populistas rusos. Lo mismo ocurre con la historia de las otras revoluciones dadas en la modernidad, temprana, media y tardía. Las teorías no son “verdades”, en su sentido absoluto, son instrumentos provisorios para resolver problemas, no solo de interpretación y explicación, sino, sobre todo, para la acción y las prácticas. Que se haya autonomizado la teoría y se la haya convertido en la mirada privilegiada, lugar desde donde se ordenan los hechos, como si

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tuviese vida propia, es un fenómeno, por así decirlo “ideológico”, un fetichismo de la teoría. Esto ocurre particularmente en las teorías llamadas “revolucionarias”. Llama la atención que ocurra patentemente, fehacientemente y excesivamente, en el marxismo, que es donde se ha desarrollado la teoría de la “ideología”, aunque esta se haya circunscrito al fetichismo de la mercancía y no haya expandido su acierto a la economía política generalizada.

La recurrente insurrección mexicana

La primera sublevación zapatista

Hay una imagen de México, entre otras, empero quizás recurrente, explotada cinematográficamente, fuera de otros estereotipos de la pantalla; esta es la imagen de México insurgente. No es una imagen desacertada; al contrario, se acerca a una veta perdurable en la historia política de México. Empero, habría que contextuar esta imagen en un campo configurante mayor, que es más pertinente, la de México intenso. Se puede decir que los mexicanos y las mexicanas viven todo de manera intensa y hasta desbordante. Hay como una inclinación pasional al momento de experimentar las vivencias, cualquiera sean éstas. En este sentido, las insurgencias se las vive con una intensidad mayúscula, sobre todo campesinas. La “cuestión agraria” forma parte inherente de la problemática histórica y social, la lucha por la tierra hace inteligible la formación social mexicana. La reforma agraria fue el tema de fondo de la revolución mexicana. La forma como se resolvió la “cuestión agraria” marca la historia posrevolucionaria. Sin embargo, el Plan de Ayala, la reforma agraria propuesta por el ejército campesino del sur, por el ejército zapatista, plantea el contraste, que forma parte del substrato del periodo revolucionario.

El Plan de Ayala dispone la devolución inmediata de las tierras a las comunidades, usurpadas por los hacendados en los gobiernos de Porfirio Díaz. La devolución se la arrancaba con las armas en la mano y ocupando tierras. Se planteaba la indemnización de las tierras con la tercera parte del valor, colocando al hacendado en la situación de que él debería demostrar ante los tribunales que la tierra les pertenecía, pues ya eran reconocidas de hecho como propiedad de las comunidades por el Plan de Ayala, validando la toma de tierra. La aplicación del Plan de Ayala significaba la conformación de lo que hoy llamaríamos territorios liberados; el establecimiento de milicias, es decir, un ejército popular, inmediatamente ligado a las comunidades;

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la construcción desde “abajo” de una forma política, si se quiere, de una forma de Estado. ¿Un Estado campesino? Es esto lo que hay que discutir. Es problemático aceptar la tesis de Adolfo Gilly, de que los zapatistas, de entonces, estaban entre el Estado burgués o el Estado proletario; en el periodo, ausente como propuesta política, pues el proletariado no estaba organizado como partido. Esta, obviamente, es una tesis bolchevique128. No por tal incorrecta, sino que, a luz de las teorías críticas del Estado, desprendidas de las dramáticas experiencias “revolucionarias” y de las experiencias restauradoras pos-revolucionarias, es difícil sostener este dilema simple entre dos opciones contrastadas, sostenidas en el papel histórico, atribuido a dos clases “fundamentales” del modo de producción capitalista.

Hay que hacerse algunas preguntas. ¿Los campesinos tienen en su imaginario al Estado, es propio de ellos? ¿Se plantean, de alguna manera, el dilema del Estado burgués o Estado proletario? Claro, que en la medida que el Estado les entrega tierras con una forma de reforma agraria, tienen en mente al Estado; también, cuando es el Estado el que les quita las tierras, conciben al Estado negativamente. Cuando el Estado participa en programas agrarios, el referente es el Estado. Pero, ¿es éste un imaginario propio, emergido del mudo campesino o es un imaginario compartido y asimilado, en sus relaciones con el resto de la sociedad y el Estado? ¿En la insurgencia campesina es este el imaginario radical campesino, usando este concepto de Castoriadis? ¿Puede darse una vía campesina? ¿Tiene que ser necesariamente Estado?

El problema de una buena parte de los historiadores de la revolución mexicana es que suponen un modelo histórico de antemano; es decir, suponen una direccionalidad dominante, una especie de fatalidad histórica; por otra parte, bastante reducida, bastante simple. Esta concepción de la historia no solamente es lineal, no solo es racionalista, en el sentido de la astucia de la razón, sino que ya tiene resuelto de antemano los problemas que debe resolver. No se trabaja la historia como espesor de posibilidades, menos como combinación abierta y composición desenvuelta de singularidades. No se responden a las preguntas cruciales: ¿Qué significaciones, qué implicaciones, tienen las insurrecciones campesinas? ¿Cómo explicar que las llamadas revoluciones socialistas proletarias se hayan dado en países de mayoría campesina? ¿Qué clase de formación social es la campesina? ¿Cuál es su racionalidad, ahora si racionalidad en el sentido de estrategias, inherente, en su relación con otras formaciones de las sociedades, 128 Ver de Adolfo Gilly La revolución interrumpida. Ediciones El caballito, México 1980. Págs. 65-66.

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con el mercado, con el capital, con el Estado? Tratar de comprender la insurgencia campesina desde el telos proletario ya es un sesgo grande, acallando al “sujeto” en cuestión, el campesino. También situar al campesinado como un bloque, más o menos homogéneo, siempre subordinado, al la nobleza, a los terratenientes, al mercado, al capital, a las ciudades, al Estado, es mirar al campesinado panorámicamente, desde las cumbres de la sociedad compacta. Llama la atención que no se haya considerado las formaciones campesinas desde sus articulaciones internas, desde sus potencialidades y posibilidades129. Entre los pocos que lo hicieron, se encuentran los populistas rusos.

Quizás los términos “cuestión agraria”, “cuestión campesina”, no sean términos lo suficientemente apropiados como para expresar el conjunto y los alcances de la problemática en cuestión. Recurriendo todavía al concepto marxista de capital como relación, diremos que se trata del capital, de la valorización del capital, de la acumulación del capital; cuando se expande, cuando se desarrolla, todo lo que toca lo convierte en capital, en sus distintas formas, en sus distintos grados de desvanecimiento. En lo que respecta a la tierra, la valorización a través de la renta, renta absoluta y renta diferencial.

Las tierras de comunidades, reconocidas desde la colonia, son expropiadas por los hacendados, por los latifundistas, por los agroindustriales, como los empresarios del azúcar en Morelos. La tierra se ha convertido en mercancía para el capital, aunque para los campesinos sea su herencia de la comunidad, su medio de subsistencia y, quizás, de un excédete que se lleva al mercado; es el ámbito de sus relaciones sociales, culturales y de reproducción. Los hacendados y empresarios, que, a vez, se afincan sobre la tierra comunal, expropiándola, que consideran que así se enriquecen, lo que es cierto, despojado a la gente que califican de improductiva, no dejan de ser también mediaciones en el decurso de la acumulación del capital. El Estado también, de alguna manera, lo es, una medición. El capitalismo requiere de azúcar para llevarlo al mercado internacional, en tanto que el mercado nacional requiere bienes alimenticios para nutrir a la población de las ciudades. Desde esta perspectiva, la propiedad comunitaria es desdeñable; la vulneración de derechos comunitarios se puede interpretar de otra manera, se puede establecer otras leyes que lo permitan. Esta legitimación de la violencia expropiadora es tarea fácil en un Estado, en gobiernos, al servicio del capital.

129 Ver de Raúl Prada Alcoreza Fragmentos territoriales. Dinámicas moleculares; La Paz 2013.

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El problema aparece cuando se sublevan los campesinos y retoman sus tierras, expropiadas indebidamente por los hacendados, empresarios y el Estado, pues cortan el flujo de la acumulación de capital, hacen visible las otras caras de la tierra no-mercantiles, develan otras “realidades”, que no son productos del poder ni del capital; cuestionan el Estado, el orden impuesto, la propiedad latifundista y empresarial, y abren rutas, en los nudos de posibilidad de un presente, a otros mundos. Por eso, el problema no concluye con la reforma agraria. Continúa, dependiendo de cómo se materializa la reforma agraria, de cómo se pacta, de cómo se constituye el Estado, que renace de la crisis revolucionaria, además de depender de cuáles son las demandas del sistema-mundo capitalista en otro presente.

En contraste y dualidad con los ciclos del capital, la revolución mexicana, que se prolonga desde 1910 a 1940, es una de las formas singulares y concretas de la insurrección permanente, de lo que llamaremos, provisionalmente, contra-capital. En otras palabras, de las resistencias sociales que se oponen a la reducción abstracta de la tierra, de los territorios, de los cuerpos, de la vida, a esta desposesión, a este despojamiento, a esta explotación y subsunción que se mide y significa como valorización del valor. Las insurrecciones, las sublevaciones, las rebeliones, de los campesinos, proletarios y pueblos, no pueden concluir mientras las formas del capitalismo los amenacen con subordinarlos y subsumirlos como formas mercantilizables.

Ahora bien, como dijimos en Devenir y dinámicas moleculares, no es que el Estado y el capital existan como tales, no tienen vida propia, no son “sujetos” que actúan, cuentan con autonomías aparentes130. Son imaginarios, son instituciones imaginarias. Lo que les anima, les insufla una aparente “vida”, lo que ocasiona su reproducción institucional, son las dinámicas moleculares sociales capturadas. Son efectos de masa, son efectos estadísticos, de las dinámicas moleculares sociales. En este sentido, estas representaciones del poder, el Estado y el capital, son los fantasmas de diagramas de poder establecidos en el territorio.

Desde esta perspectiva, las haciendas, las empresas, su expansión, la burocracia local y nacional, la iglesia, el ejército federal, no son mediaciones, son, mas bien, dispositivos de poder, son dispositivos de diagramas de poder. En el texto mencionado, también dijimos que todo diagrama de poder, es decir, el poder, en general, 130 Revisar de Raúl Prada Alcoreza Devenir y dinámicas moleculares. Dinámicas moleculares; La Paz 2013.

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tiene como obsesión, el control de la vida; en este sentido, es un biopoder. El sistema-mundo capitalista es como conjuntos de mallas, de redes, de tecnologías, de dispositivos, que desencadenan, en su funcionamiento integral, el control y el pretendido dominio de la vida, en sus variados ciclos, en sus distintas formas y dimensiones; este control y pretendido dominio tiene un alcance planetario. Las formas locales, nacionales, regionales y mundiales de la articulación del control y pretendido dominio de la vida, se complementan y coadyuvan, generando impactos a distintas escalas. Una pregunta, no adecuada, pero pertinente, es: ¿Para qué se quiere controlar y dominar la vida si una vez que se lo logre la vida muere, se detiene?

Es una ilusión estatal el creer que con el pacto posrevolucionario, que sirvió de cimiento al Estado institucional, al Estado-partido institucionalizado, se resolvió el problema de la convulsión y el conflicto social. En México no desaparecieron nunca las formas de expresión insurgente de la guerrilla, aunque se den de una manera diseminada, proliferante y micro. La estabilidad política aparente, institucionalizada, se dio desde 1940 hasta 1994, sin olvidar remesones ocasionales y circunstanciales. Y obviamente, sacando a luz, la crisis cultural de 1968, que interpeló, desde los estudiantes concentrados en la plaza de Tlatelolco, las bases imaginarias del Estado del pacto institucional. La guerrilla zapatista de 1994 volvió a poner en evidencia los vulnerables cimientos imaginarios sobre los que se sostienen el Estado-nación.

Dibujando un mapa de la distribución de fuerzas y tendencias en el campo configurante de la revolución mexicana, en sus etapas iniciales, vemos que por el norte campesinos y pequeños propietarios se levantan contra el Presidente Madero por el incumplimiento de promesas y acuerdos, denunciando patentemente su alianza con las familias porfiristas derrocadas. El levantamiento campesino en el norte, particularmente en Chihuahua, tiende a un reconocimiento de la propiedad privada familiar. En el sur, en cambio, las comunidades campesinas levadas en armas, al principio en Morelos, después extendiéndose a los estados vecinos, exigían el reconocimiento de las propiedades comunitarias, lo que implicaba el reconocimiento de formas de propiedad combinadas, comunes y privadas. En el centro, no sólo geográfico, sino político, no sólo en la capital federal, México distrito Federal, sede del gobierno federal, sino en el centro del campo burocrático, institucional y militar, los caudillos se disputan la representación presidencial, la silla de gobierno, el matiz y el perfil personal. Huerta, general de Madero, hace un golpe al presidente que lo acababa de designar para defender el gobierno y atacar a los

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golpistas que habían tomado el edificio de la Ciudadela, cuartel y almacén de la zona central de la Ciudad de México131. Cuando el gobierno es derrocado, da la orden de fusilamiento del derrotado presidente y de su vicepresidente. Con la llegada al poder de Huerta, la sublevación campesina no se detiene sino que se extiende, ahora contando con el legendario Francisco Villa como jefe de la insurgencia en el norte. El gobierno de Estados Unidos, preocupado por la extensión de la sublevación en el país vecino del sur, apoya el golpe de Huerta buscando, el retoro institucional y del comercio. En este panorama del campo social y del campo político en crisis, la composición de fuerzas que escapa redituar lo mismo, el círculo vicioso del poder, es la que corresponde la insurgencia campesina bajo el liderato de Emilio Zapata.

Bolivia: 1952, ¿revolución inconclusa o revolución nacional-popular?

Agustín P. Justo, conocido como Liborio Justo, así como por su nombre de guerra, “Quebracho”, escribió La revolución derrotada132, refiriéndose a la revolución boliviana de 1952. De acuerdo a la teoría de la revolución permanente, las revoluciones proletarias y donde interviene el proletariado, deben concluir en una revolución socialista. Entonces, desde la perspectiva de la teoría, la revolución de 1952 es una revolución inconclusa, pues no ha devenido socialista. El “paradigma” para hacer esta interpretación de lo acaecido con la insurrección de abril de 1952 es la revolución rusa de 1917. El paradigma, no solamente contempla la transición, la conversión de la revolución democrática en una revolución socialista, sino también, el papel protagónico del partido del proletariado. Basándonos en lo que dijimos más arriba, esta interpretación corresponde a la exégesis de la voluntad revolucionaria. No vamos a caer en la discusión, también maniquea, de si esta interpretación es “subjetiva” u “objetiva”, realista o utópica, pues, ¿en qué teoría, en qué ciencia, en qué interpretación, en qué “representación”, no interviene el “sujeto”? La “objetividad”, como dice Karl Popper, es un acuerdo intersubjetivo133. La interpretación por la voluntad revolucionaria es una forma de saber, una de las formas del saber activista. El activismo accede a la “objetividad”, mejor dicho, construye la “objetividad, 131 Ver de Adolfo Gilly La revolución ininterrumpida. Ob. Cit.; pág. 84.132 Ver de Liborio Justo Bolivia: La revolución derrotada. También, del mismo autor, Estrategia Revolucionaria; Buenos Aires, 1957. Entre otras obras tenemos a Nuestra patria vasalla y Pampas y lanzas. 133 Ver de Karl Popper Lógica de la investigación científica. Tecnos; Madrid.

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hegelianamente hablando; es decir, la construcción del concepto, por intervención de la acción. Se trata de un saber que logra un conocimiento de mayor profundidad, que el conocimiento pretendidamente alejado del compromiso, hablamos de la pose de “neutralidad”, pues accede a palpar, a la sensibilidad, de las dinámicas sociales. Si bien este saber activista emplea la teoría voluntariamente o, si se quiere, produce una teoría voluntarista, la acción que desprende no está exenta de teoría. El problema no es éste, sino, que determinado tipo de saber activista, teleológico, ha transferido la voluntad, el deseo, proyectándola en la conjetura de la astucia de la razón, de las leyes de la historia, ocasionando, paradójicamente, algo inverso a lo que se buscaba. Se anula o inhibe la capacidad creativa de la voluntad, pues se actúa según las leyes “objetivas” de la historia.

Liborio Justo forma parte de los entusiastas intelectuales bolcheviques, en su caso, viniendo del PC y después convertido al trotskismo, que se impresionan con la insurrección armada boliviana, con la destrucción del ejército y con la existencia de las milicias obreras y campesinas. Por lo tanto, desde su punto de vista las condiciones “objetivas” de la revolución socialista estaban dadas. Lo que ha fallado son las condiciones “subjetivas”; el partido revolucionario, no ha podido ayudar a pasar al proletariado de la consciencia en sí a la consciencia para sí. Se trata no sólo de un discurso teleológico, sino de un una evaluación voluntarista que busca las fallas en la “ingeniería” insurreccional, en la “ingeniería” bolchevique. De ninguna manera se trata de descalificar estos discursos, ingresando, por otro lado, al esquematismo maniqueo, sino de comprender su episteme, su formación enunciativa, así como también, sus prácticas de poder.

El antecedente de la revolución de 1952 es la guerra civil de 1949; cuando en Chuquisaca, Potosí y en Oruro, sobre todo en estos últimos departamentos, se organiza una insurrección contra el gobierno del pacto oligárquico y del PIR, que había derrotado al general nacionalista Gualberto Villarroel, que gobierna desde 1943 hasta 1946. Participan en la guerra civil militantes del POR, la parte de izquierda y obrera del PIR y el MNR, que había sido desplazado del poder, con la caída del gobierno nacionalista que apoyaba. La insurrección termina en una represión incruenta; se dice popularmente, que en Potosí faltaban los faroles para colgar a los insurrectos.

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En 1951 se dan las elecciones nacionales, donde votaban sólo hombres; propietarios privados e ilustrados; incluyendo a “clases” medias y artesanos. El MNR gana las elecciones. Como respuesta a esta victoria electoral, la oligarquía responde con un golpe militar, instaurando una junta, a la cabeza del general Ballivián, que desconoce los resultados electorales, impidiendo que el MNR asuma el gobierno. Ante esta violación de derechos y vulneración de la democracia, el MNR decide conspirar y preparar un golpe militar, involucrando al ministro de gobierno, general Antonio Seleme. Cuando estalla el golpe, el 9 de abril, que involucra a la policía, la reacción del gobierno es inmediata, moviliza al ejército, y el golpe comienza a ser derrotado. En su desesperación el gobierno convoca a los sindicatos, los que responden inmediatamente, salen a las calles a luchar. Los obreros en Villa Victoria combaten heroicamente al ejército, los mineros de Milluni se descuelgan de la ceja de El Alto y toman la ciudad de La Paz. Los mineros de Oruro toman los caminos, así como la ciudad, cortando la posibilidad de la llegada de refuerzos a la sede de gobierno desde el sur. En tres días de combate se vence al ejército. Varios cuarteles se rinden; por último, los cadetes del Colegio Militar de Irpavi terminan rindiéndose a los comandos de Juan Lechín Oquendo. El golpe militar se transformó en una insurrección victoriosa.

En Historia y lecciones de la revolución boliviana, Tinta Roja escribe:

Se llega a una situación donde la rosca se ve obligada a llamar a elecciones y gana el MNR el 14 de Mayo de 1951. Sin embargo, el  presidente, Gral. Ballivián, las declaró nulas y continuó su gobierno hasta el 9 de Abril de 1952. Víctor Paz Estensoro, el presidente electo, se ve obligado a exiliarse en la Argentina de Perón, hasta el estallido de la revolución.

Sucede que uno de los hombres del gabinete de Ballivián, el Gral. Antonio Seleme, en una conspiración conjunta con el MNR, planean un golpe de Estado. Previamente -el 6 de Abril-, en una reunión secreta entre la elite del partido y el general, éste hace un juramento de lealtad al mismo. Todo era parte del plan que terminaría por llevar al poder a Seleme apoyado por el MNR, las tropas bajo su mando directo y la policía paceña que debía aportar armas para abastecer las milicias del partido. El plan debía ser un golpe rápido aunque, conociendo lo conflictivo del país, los implicados temían que la situación escape de su control.

Hacia el 8 de Abril, Seleme entregó algunas armas para miembros del MNR y preparó los aspectos técnicos del levantamiento. Por esas horas, el Gral. Ballivián, con serias

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sospechas, por los movimientos de Seleme, lo cuestiona para saber qué estaba tramando y éste le jura lealtad por enésima vez.

Desde tempranas horas de la madrugada del día 9 de Abril, el MNR se encontraba literalmente listo para la acción, esto es, esperar el llamado para copar las calles y los espacios públicos del Estado, llevando a cabo el plan predeterminado. El líder del partido era Paz Estensoro, pero al hallarse en Buenos Aires exiliado, la dirección política del levantamiento recae en manos de Hernán Siles Zuazo. En una acción coordinada, los carabineros y las milicias del MNR, se apoderan de los lugares estratégicos del Estado y tras el aparente éxito de los rebeldes, se proclama por radio a las 6 de la mañana el triunfo. Pero desde entonces, las tropas leales se lanzan a reprimir la insurrección y empieza el combate cuerpo a cuerpo por toda la capital. El presidente Ballivián, dirige las operaciones junto a su Estado Mayor, desde el Colegio Militar de La Paz.

La capital del país se hallaba dividida en dos partes. De un lado, colmada de militares leales al gobierno y por otro las milicias del MNR que a cada instante se empiezan a sumar masivamente las clases más humildes, los pobres de la ciudad, estudiantes y trabajadores. Se levantan barricadas en cada esquina que se nutren de cada vez más y más trabajadores.

Se amplifican las milicias, de a poco van dejando de ser exclusivas del MNR. Las patrullas revolucionarias -que se improvisan en el mismo instante de la lucha-, prácticamente van al combate sin disciplina y mal armadas, contra el ejército. Pero se combate con heroísmo y alta moral revolucionaria y de querer acabar con el gobierno, de años de represión, censuras y mentiras.

Las milicias se organizan para asaltar las armerías y con éxito saquean la plaza militar de Antofagasta. Se combate incesantemente, se derrama sangre y hay muertos de ambos bandos, pero ni siquiera hay tiempo de recoger los cadáveres. El Gral. Ballivián, desesperado, llama a todas las tropas más cercanas a la capital a sofocar el levantamiento que pronto llegarían al rescate.

A través de las radios la noticia de los acontecimientos en la capital, se expande como un rayo por todo el país. Mientras tanto, empiezan los preparativos en los campamentos mineros que acuden al socorro del levantamiento y pronto lo harán suyo. Dunkerley nos comenta que:

“En términos netamente militares, los rebeldes estuvieron en franca desventaja en abril de 1952. Empero, conviene no olvidar que un ejército de conscriptos, solamente tiene ventaja marginal ante un grupo de civiles armados cuando muchos de éstos tienen entrenamiento militar y mayor decisión que los jóvenes y nerviosos reclutas estrictamente comandados. Este factor indudablemente fue esencial la noche del 10 de abril, cuando una luna llena anuló totalmente la superioridad lograda por el ejército al ordenar un corte

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de energía eléctrica en toda la capital. A medida que descendían las columnas de El Alto y subían desde Miraflores y San Jorge, las tropas tomaron conciencia de que los trabajadores fabriles organizados en grupos guerrilleros maniobraban mejor que ellos por su mayor conocimiento del terreno y porque en su mayoría, obraban por iniciativa propia134.” 

La decisión y valentía de los obreros fabriles, influye en el enemigo: muchos reclutas se rinden voluntariamente, otros se pasan del lado de la revolución, pero la gran mayoría empieza a desmoralizarse.

A la mañana siguiente, el 10 de Abril, los combates no cesan, las patrullas revolucionarias van por todo y por todos sus enemigos. Es ahí cuando hacen su entrada los mineros de Milluni, armados de fusiles y cartuchos de dinamita, atacan sorpresivamente a la retaguardia del ejército. El pánico se apodera de los soldados. Mientras tanto en Oruro las jornadas de abril son realmente violentas. Los regimientos Ingavi, Camacho y Loa, fueron derrotados por las milicias mineras y el pueblo luego de intensos combates.

Lo auténticamente heroico se da cuando los mineros de Milluni, vencen a las fuerzas del Regimiento ‘Camacho’, toman la estación de  tren de El Alto, se apoderan del mismo y se siguen repartiendo armas y municiones entre los pobladores. Arrojan dinamita a lo que queda del ejército, ya sin mando militar, en franca retirada. En La Paz se reinician el avance hacia La Ceja, pegados al cerro, reptando, desde cuya cima los soldados aún disparan135.

Una de las conclusiones descriptivas del texto expresa los resultados:Para el 11 de Abril, siete regimientos profesionales de las FFAA son vencidos. Queda claro, que el gran vencedor de las jornadas de Abril: es la clase obrera, que con su intervención, logró quebrar en dos al ejército, ganando a un sector del mismo para la revolución.

Siguiendo con la narración, se continúa con una cita:Veamos como caracteriza Guillermo Lora a la clase obrera en

este periodo:

“La combatividad explosiva del proletariado boliviano es excepcional y denuncia la influencia campesina (cuya historia está llena de actos de heroicidad incomparable y de actos sanguinarios). Su extremada juventud (no solamente por haber aparecido recientemente, sino por la excepcional juventud física de sus miembros, cuyo promedio de vida no alcanza los 30 años) es otra de 134 Dunkerley James (2003). Rebelión en las venas. La Paz; Plural.135 http://tintarojablog.wordpress.com/2012/12/19/historia-y-lecciones-de-la-revolucion-boliviana-parte-2/ http://tintarojablog.wordpress.com/2012/12/08/historia-y-lecciones-de-la-revolucion-boliviana-parte-1/

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las causas de esa combatividad. Nuestros sindicatos no presentan capas aristocráticas, formadas por el pago de salarios preferenciales y por la concesión de una serie de privilegios, lo que hay es una especie de nivelación en la miseria136.” 

Y mas adelante caracterizando el proceso abierto y el lugar que le toca al MNR en el poder dice:

“El MNR se vio a la cabeza de un movimiento motorizado por el programa que le era totalmente extraño (…) Dos eran, pues, los objetivos inconfundibles de la revolución, desde el primer día, y se puede decir que sintetizaban las aspiraciones nacionales y toda la historia del movimiento revolucionario: la liquidación del latifundio (vale decir del gamonalismo como sistema) y la nacionalización de las minas137.” 

El día 15 de abril Víctor Paz Estensoro vuelve del exilio en Buenos Aires y asume como presidente “prisionero de las masas”, dependiendo del apoyo de los sindicatos  y  “ministros obreros”. Las milicias obreras armadas, todavía son dueñas de la ciudad de La Paz y en varios centros mineros como Oruro, los trabajadores, también permanecen armados. Todos los sindicatos  en las grandes minas asumen elementos de “control obrero” de la producción y se da una situación de “doble poder”. Decimos doble poder, porque el 17 de abril se funda la Central Obrera Boliviana, a lo que como Liborio Justo, la caracteriza como un “soviet” (que en ruso, significa “consejo”).

Veamos con que mecanismos el MNR en el poder, que sube con “traje prestado”, es decir con un léxico político “revolucionario” y “progresista” cuyo verdadero objetivo es reconstruir el Estado burgués, las FFAA y la policía para volver a la normalidad burguesa, o sea, a la explotación cotidiana de la clase obrera, y  por ende, a frenar la revolución. Justo nos comenta que:

“A las pocas semanas del 9 de abril, el “prisionero del Palacio Quemado”, se dio maña para postergar la nacionalización de las minas, principal demanda del pueblo de Bolivia, apelando al subterfugio de designar una comisión que estudiara el paso y dictaminara al efecto, paso en el que tuvo la colaboración de la burocracia del Lechín, y este hecho, capital en el propósito de frenar la revolución, produjo un detenimiento del ritmo con el que se manifestaba el fervor de la masa, siendo aprovechado por el oficialismo para tomar medidas que señalan el comienzo de la contrarrevolución. Y tales medidas se orientaron, desde el primer momento, hacia la destrucción de la democracia sindical y la burocratización del poder adversario: la COB, y para eso contó con la activa colaboración del estalinismo138.” 

136 Lora Guillermo (1978). Contribución a la historia política de Bolivia. La Paz; ISLA.137 Ibídem. También ver, del mismo autor, Historia del movimiento obrero. La Paz; Amigos del Libro.138 Justo Liborio (2007. Bolivia: La revolución derrotada. Razón y Revolución; Buenos Aires.

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Mientras los obreros desfilaban en las calles de la capital, y hacían gigantescas asambleas, con el fusil al hombro, querían convertir a cada fábrica, mina y unidad productiva en una trinchera de la revolución. El MNR, empieza a transformar a las milicias en exclusivas de su partido y bajo su dirección y disciplina. En este sentido Liborio Justo, plantea otro mecanismo para desactivar la revolución en lo que respecta al sufragio universal:

“La concesión del voto universal, establecido por decreto el 21 de julio de 1952, con lo que se ponía fin al voto calificado que había existido hasta entonces, el que dejaba al margen de las urnas a los analfabetos. La concesión del voto universal , que en otras circunstancias hubiera significado una medida altamente progresiva, tenía un sentido muy distinto en el momento en que se decreto, primero, por ya existía en los hechos una voluntad universal que se expresaba por conducto más efectivo de los sindicatos y de las armas, y para manifestar la cual ya se había dejado sin efecto la discriminación alfabética , y el llamado a las urnas en estas circunstancias solo trataba de distraer al pueblo del camino que llevaba e ilusionarlo para que obtuviera con los votos lo que ya había obtenido con las balas; y , segundo , porque con el camino electoral se trataba de ahogar al proletariado bajo la masa del campesinado139.”

Otra de las cuestiones, que el MNR hace para frenar el movimiento iniciado el 9 de Abril es, el desmantelamiento del control obrero de la producción. Aquí también lentamente se vuelve a la “normalidad” del trabajo a reglamento convencional. Finalmente Liborio Justo da cuenta de la medida más importante de esta política:

“La medida contrarrevolucionaria mas importante tomada por el gobierno del MNR fue la reorganización del Ejército, que había sido disuelto y desarmado por el pueblo, decretada el 24 de julio del 1953, y la reapertura del Colegio Militar. El pretexto fue la necesidad de crear el Ejército de la Revolución Nacional, embebido en el espíritu de la misma, cuyas filas estarían abiertas a la clase obrera, y a pesar de la decidida animadversión del proletariado a la adopción de tal medida, manifestada en numerosas decisiones al respecto,  la propia dirección de la COB, con Lechín al frente, coadyuvó en dicha tarea140.” 

Será recién el 31 de Octubre de 1952 el día donde Víctor Paz decreta la nacionalización de las minas, en términos burgueses y pactando con los “barones del estaño” garantizándoles una suculenta indemnización.

Nótese como se tarda tanto tiempo, con una dirección burguesa como la del MNR en tomar medidas urgentes por las que se derramó tanta sangre. Es muy grande la diferencia si comparamos los

139 Ibídem.140 Ibídem.

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decretos firmados por Lenin ni bien se hacen cargo del poder en Octubre de 1917: el decreto de la Paz y el de la reforma agraria. Tardo menos de una hora en proponer la firma de ambos decretos en el II Congreso de los Soviets de toda Rusia, irradiado por el calor mismo que generó haber tomado el poder para los trabajadores, soldados y campesinos el 25 de Octubre de 1917.

Y el 2 de Agosto de 1953 el gobierno dicta la reforma Agraria para canalizar en los marcos legales burgueses la insurgencia rural, que desde hacía un año antes, se expandía por todo el altiplano y el valle cochabambino. Ya para los años 1954-55 el gobierno se estabiliza, asume rasgos más de derecha, abandona progresivamente el léxico “revolucionario” y “progresista”. Con este giro a la derecha, va desapareciendo el poder dual en el movimiento obrero y campesino.

Hacia Junio de 1956 hay elecciones generales, gana el MNR y asume el nuevo presidente Siles Suazo, con Ñuflo Chávez como vicepresidente. El nuevo gobierno profundiza el acercamiento a EE.UU. y lanza una ofensiva contra la COB y los obreros. Esta situación represiva, caracterizada por la ausencia cada vez más marcada de las grandes movilizaciones armadas de los trabajadores, se lleva a cabo con la cooptación de los dirigentes de los sindicatos campesinos.

Para despejar dudas de este giro represivo, ya en 1960, entre el 22 y 24 de enero, se produce la masacre de Huanuni: el combate entre los mineros y los comandos movimientistas duró tres horas y cayeron 12 muertos y 32 heridos (entre ellos mueren tres militantes del POR). En este mismo año se inicia la segunda presidencia de Paz Estensoro, con Juan Lechín como vicepresidente141.

La pregunta que atormenta a los bolcheviques, sobre todo trotskistas, no sólo del POR, sino también los voluntarios que llegan a Bolivia a apoyar a la COB, principalmente argentinos, es: ¿Por qué los proletarios no tomaron el poder si el ejército estaba destrozado, la policía era extremadamente débil como para contener a las milicias obreras y campesinas, además de que eran los milicianos mineros los que cuidaban las puertas del palacio quemado? ¿Qué les costaba subir un piso, de la puerta, del primer piso, donde se encontraban armados, al segundo piso, donde se encontraba la silla presidencial? Esta pregunta ha sido respondida de varias maneras; dos son sintomáticas. La que dice que la revolución ha sido derrotada, que es lo mismo que decir que ha quedado inconclusa o ininterrumpida. La que dice que la consciencia del proletariado está retrasada, era 141 http://tintarojablog.wordpress.com/2012/12/19/historia-y-lecciones-de-la-revolucion-boliviana-parte-2/ http://tintarojablog.wordpress.com/2012/12/08/historia-y-lecciones-de-la-revolucion-boliviana-parte-1/

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solamente economicista y no política. La primer es la hipótesis de Liborio justo, la segunda es la hipótesis de Guillermo Lora.

Respecto a estas hipótesis las preguntas son: ¿Una revolución, cuando estalla está predestinada a convertirse en revolución socialista? ¿No hay otras vías posibles? ¿No es que la revolución es la manifestación catártica de la crisis del poder, estructura de dominaciones que renace, como el ave fénix de sus cenizas, resolviendo su crisis, incorporado a los “revolucionarios” a su seno?

Si comparamos la magnitud del trabajo organizativo y de formación de los bolcheviques rusos y lo desempeñado por los bolcheviques bolivianos, vemos que hay grandes diferencias. Los bolcheviques bolivianos se contentaron con aprobar la Tesis de Pulacayo, exagerado un poco, para ilustrar, y esperar que, después de esta gran “verdad”, de esta revelación histórica, los acontecimientos se sucedan, de acuerdo a la dialéctica de la historia. Empero, aunque lo que acabamos de decir, sea una constatación descriptiva, un tanto anecdótica, no explica ni resuelve el problema planteado. Desde una perspectiva mayor de los saberes activistas, de lo que se trata no es de subsumir la “realidad”, es decir, el acontecimiento, a la teoría, sino de reconocer, en la pluralidad de singularidades del acontecimiento, el campo de posibilidades y actuar en el juego de las mismas como una posibilidad más. Esto equivale, en lenguaje marxista, al conocimiento de lo concreto, como síntesis de múltiples determinaciones; a comprender la lógica específica del “objeto” especifico. Por lo tanto, idear estrategias adecuadas, no solamente al momento histórico, sino a la composición singular de fuerzas y procesos que hacen a una coyuntura, a un contexto, a una formación social dada, en un espacio-tiempo determinados. Los bolcheviques terminaron atrapados en su “verdad”, la cual debería verificarse en el decurso de la historia. Lo increíble es que, cuando no se verifica esta “verdad”, tampoco la revisan, no hay autocrítica, al contrario, la mantienen incólume, inventando hipótesis ad hoc para explicar las anomalías.

En adelante, optaremos por una interpretación que concibe el acontecimiento como diferencia radical, recurriendo a la mirada desde las dinámicas moleculares, con apoyo de la genealogía del poder y las metáforas geológicas142.

Bolivia: ciclo político, entre el gasto heroico y el conformismo 142 Revisar de Raúl Prada Alcoreza Devenir y dinámicas moleculares. Dinámicas moleculares, La Paz 2013.

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Al momento de interpretar, desde el presente que nos toca, tanto el contradictorio decurso político de un gobierno popular, como la historia política, que hace como de memoria sedimentada y estratificada, en constante recomposición y combinaciones, jugando con la comprensión variable de los acontecimientos, estamos empujados a la crítica, no solo de los actores del presente, no solo de sus discursos de legitimación, no sólo se sus pretendidas teorías, que los amparan, sino también toda pretensión teórica, que se situé como si estuviera fuera del acontecimiento, como si no formara parte de él. Lo importante es comprender que la teoría no es más que una herramienta; como una linterna, alumbra, enfoca, saca de la “oscuridad” la plural diferencia radical oculta. Lo importante de esta iluminación es tanto lo que muestra como lo que no logra mostrar, lo importante es la “relación” que se establece con “aquello”, que se ilumina y no se ilumina, que se muestra y se oculta. Esta relación es la experiencia. La condición de posibilidad misma de la iluminación, de la mirada lograda, se encuentra en la experiencia. Lo que hay que descifrar no es la teoría, que es una herramienta para descifrar, sino los nudos, los hilos, las redes, los tejidos, las tramas, de la experiencia.

Sorprende tanta discusión y debate sobre las teorías, cuando lo que está en cuestión es lo que devela, percibe, sobre todo, comprende y contiene la experiencia, plegándose en la memoria. Ahora bien, la experiencia no es individual, aunque los individuos intervienen en su conformación, como receptores, sensores, de la misma; la experiencia es trans-individual, además de ser infra-individual, incluso individual, en tanto experiencia de vida o historias de vida. La experiencia es social y colectiva. Más allá y más acá de la teoría está la experiencia, como espesor de intensidades y como planos de constitución interconectados. La experiencia no solo muestra, como la teoría, sino que da lugar a la constatación de la vida, que es predisposición sensible y ciclo reproductivo de un constante desciframiento de la existencia. No se trata de negar la teoría, sino comprender que es parte de los recursos de la experiencia. Teorías particulares pueden ser desechables, la experiencia no. Tampoco es desechable la teoría como mirada elaborada de la experiencia.

La experiencia acumulada de los pueblos ayuda a comprender y a interpretar mejor que las teorías, el acontecimiento experimentado, sin necesidad de desechar la teorías, sino haciendo uso crítico de ellas, como decía Hugo Zemelman Merino. Intentaremos acercarnos a esta búsqueda de la experiencia de la memoria social con la

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intención de desentrañar algo de las complejidades del acontecimiento presente. Nuestro primer movimiento no deja de ser teórico, empero, en el sentido de uso crítico de la teoría, para orillar el umbral de la experiencia social, de la que formamos parte, pues somos una minúscula parte de ese proliferante saber práctico de la experiencia social. Todas las mónadas de la experiencia reciben, como en un holograma, la información no decodificada de la “modalidad” dinámica de la experiencia. De lo que se trata es de descifrar esa información, que no nos llega por signos, ni símbolos, sino por formas de la experiencia, lo que llamaremos expemas, palabra que combina experiencia y forma. Dejaremos la exposición de las tesis sobre estas formas de la experiencia para un ensayo temático, para una exposición teórica sobre el tema. Por el momento, nos basta señalar la diferencia de la memoria, constituida por la experiencia, y las expresiones discursivas y simbólicas. Nos concentraremos, en lo que dijimos, en un acercamiento al umbral de la memoria de la experiencia social.

Primera aproximación

Lo que está en juego es la experimentación en curso de lo que unos y otros, casi un sentido común, llama “proceso de cambio”; unos, para valorizarlo, otros, para descalificarlo. Término, que sin embargo, tiene referente; se trata del lapso histórico inmediato, que viene del 2000 y alcanza, hasta ahora, al 2013. La experimentación social tiene millones de entradas y de capturas de información, de retención seleccionada de la información, de constituciones singulares de “memorias” individuales. Estas millones de entradas y trayectorias, de mónadas, si se quiere, se comunican por el lenguaje; pero, no lo hacen entre todas y simultáneamente, sino con los próximos, los vecinos, los familiares, los amigos, los del barrio, la escuela, el taller, la comunidad, el trabajo, el tránsito, etc. También lo hacen masivamente mediante los medios de comunicación. Entonces, en este caso, reciben información organizada, elaborada, seleccionada, de una manera simultánea. Esta información no es la misma que la vivida, que la experimentada propiamente, es información trasmitida por las formas del lenguaje audiovisual. Sin embargo, estas transmisiones también forman parte de la experiencia, pues se produce una afectación en los cuerpos de la recepción. Desde el lugar de la experiencia es desde donde se asume la información trasmitida decodificada. En la medida que la memoria de la experiencia está activada, es decir, la memoria actualiza sus

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“recuerdos”, los sedimentos de la memoria acumulada, la persona que recibe la transmisión puede mantener cierta distancia en relación a la transmisión, incluso puede llegar a ser crítica; sin embargo, en la medida que la memoria “duerme”, por así decirlo, guarda la experiencia, no la actualiza, la persona es vulnerable ante la transmisión.

El anterior apunte es importante para dejar claro que no se trata sólo de contar con la experiencia, de tener memoria, pues si la memoria no se activa, concurre el olvido, y se asume, no sólo lo que se transmite, sino lo que ocurre, en un ámbito relacional estrecho y circunscrito a la fugacidad de los hechos, a la imposición inmediata de los significados e imágenes transmitidos. En otras palabras, se asume lo que acaece de una manera conformista.

La memoria se activa en momentos de emergencia, de convocatoria dramática, de crisis evidente, cuando la afectividad se hace intensa y expansiva, cuando la sensibilidad conecta a masas compactas, los discursos interpeladores se vuelven efectivos, son atendidos, y se motivan acciones colectivas.

Descripción de un plano de intensidades

La movilización prolongada, de 2000 a 2005, emerge después de una larga cadena de resistencias a las políticas neoliberales; primero, de shock, después, de ajuste estructural, luego de privatización del agua. Estas resistencias, focalizadas o de sectores, estallan de una manera desesperada, buscando detener el desmantelamiento de las empresas públicas, la perdida de los derechos sociales, el pretendido nuevo régimen de la tierra, orientado al mercado de tierras, contra las micro-deudas acumuladas, del micro-crédito inventado, convertidas en impagables. También se generaron movilizaciones por el territorio; esta vez, los pueblos indígenas de tierras bajas desplegaron las marchas indígenas por el territorio y la dignidad; la primera marcha indígena es la de 1990. Desde 1985 hasta 1999 se efectuaron múltiples resistencias, marchas, manifestaciones, protestas, demandas, incluyendo la marcha por la defensa de la vida del proletariado minero (1986), que intenta evitar el cierre de las minas y la privatización de COMIBOL. Desde mediados de la década de los noventa, también se despliegan marchas por la defensa de la hoja de coca, de parte de los

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productores de coca, tanto del Chapare como de Yungas143. En este conjunto de movilizaciones, que hemos llamado focalizadas y sectoriales, no todas son locales y circunscritas. La marcha de los mineros, la marcha indígena de tierras bajas y las marchas cocaleras son de magnitud, podríamos decir de impacto nacional.

En Movimientos sociales y Estado, escrito antes de las elecciones de 2005, como parte de un balance de la movilización prolongada, se escribe:

Al iniciar el nuevo milenio de la era cristiana, en Bolivia estalla una de las más grades crisis de su historia, crisis múltiple, que atraviesa distintos planos de su composición estructural. Hablamos de una crisis económica galopante, en parte, por lo que tiene que ver con la crisis que arrastra el capitalismo desde la década de los setenta, en parte por los efectos destructivos de la aplicación de medidas neoliberales, llamadas del ajuste estructural, en pleno contexto de la globalización. Crisis política, que podemos caracterizar como crisis de la democracia formal, instaurada en 1982 como conquista popular, después de la huelga de hambre de las mujeres mineras (diciembre de 1978). Esta democracia sufre su primer colapso cuando el Congreso, copado en su mayoría por las representaciones de la derecha, termina haciendo imposible el gobierno de la Unidad Democrática (UDP) y popular. La conspiración de los sectores empresariales y de los parlamentarios conservadores termina creando una situación insostenible, desde el punto de vista de la ejecución y legalización de políticas de Estado. El gobierno de Hernán Siles Suazo se ve obligado a renunciar un año antes de cumplida su gestión. A esta situación colabora la oposición de los sindicatos obreros y de organizaciones de izquierda opuestas a la UDP, que demandan el cumplimiento de medidas concretas a favor de las clases explotadas y la nación dependiente. La caída de la UDP va traer como consecuencia la llegada al poder, después de las

143 A propósito de las marchas cocaleras, en Movimientos sociales y Estado escribimos lo siguiente: Sobresale en estas marchas, por su dramatismo, el recorrido de las mujeres del Chapare a la sede de gobierno; las coraleras burlan los puestos del ejército y llegan a la ciudad de La Paz, desplegando un magistral juego de tácticas territoriales. Comuna; La Paz. Dinámicas moleculares; La Paz 2003.

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elecciones de 1985, de una coalición de derecha, llevando a la presidencia a nada menos que a Víctor Paz Estensoro, quien comienza el ciclo de políticas neoliberales, con un paquete de medidas de shock, conocido como el decreto 21060, para detener la hiperinflación. Este gesto político borra con el codo lo que se había escrito con la mano. El hombre que había firmado la ley de nacionalización de las minas en 1952 y la ley de reforma agraria en 1953, termina conculcando las medidas revolucionarias de aquel entonces, entregando en su última gestión los recursos naturales y la economía del país a las trasnacionales, en pleno desencadenamiento de la mundialización capitalista.

Los efectos de las políticas neoliberales se hacen sentir en la cuarta gestión de lo que se ha venido a conocer como el periodo de la democracia pactada (1985-2003), pactada entre los llamados partidos tradicionales de la derecha neoliberal. Los efectos perversos de las políticas de privatización se hacen sentir en la segunda gestión de la secuencia de los gobiernos intercalados de Gonzalo Sánchez de Lozada, esto es, en el lapso de la segunda mitad de la década de los noventa. Sin embargo, hay un anticipo en el pronóstico social, los efectos demoledores sobre la economía nacional y el bienestar social comienzan a desprenderse ya desde las primeras medidas de ajuste estructural aplicadas. Empero, la acumulación de los efectos es calamitosa después de doce años de políticas neoliberales. La pauperización alarmante de todas las clases, incluyendo a las clases medias, es una de las señales del deterioro extendido en la sociedad, salvo, claro está, con lo que ocurre con el pequeño sector oligárquico y la casta política, que terminan beneficiándose con la crisis y en la crisis. La desaparición del aparato productivo, el paro, la desocupación, la virtualización de la economía, son otras señales de los efectos destructivos del lapso neoliberal en los escenarios nacionales. Estos efectos negativos en las condiciones de vida de la

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población forman parte del caldo de cultivo de los movimientos sociales recientes en Bolivia y en América Latina.

Si bien es cierto que los movimientos sociales se gestan en una historia más larga, se enganchan con los ciclos largos de las luchas sociales, los recientes movimientos sociales comienzan, de manera determinada, al inicio mismo del periodo neoliberal, con la marcha por la vida de los mineros (1986), en un intento desesperado de revertir el curso de los acontecimientos que se venían encima. Este periodo de gestación forma parte de la etapa de resistencia de las organizaciones sociales a las políticas económicas. Indudablemente debemos contar en esta narrativa con le emergencia de los movimientos indígenas de la Amazonia y el Chaco. La marcha por la dignidad y el territorio marca un hito importante en la historia de los movimientos sociales (1990-1992). Se incorporan a las luchas sociales contingentes indígenas que habían sido ignorados por el Estado y sometidos a la sombra por los terratenientes y las oligarquías del oriente del país. Hasta el año 2000 se desarrollan una gama de movilizaciones de sectores afectados por las políticas privatizadoras y las políticas de interdicción de la hoja de coca y desarrollo alternativo. Todas estas movilizaciones son significativas por las formas de resistencia que desatan contra los gobiernos de los partidos de la coalición de derecha, contra el marco aplastante de privatización y transnacionalización, contra la espiral de corrosión y corrupción social, contra la desvalorización y deterioro de la política que acompañan al descarnado neoliberalismo. Empero, todos estos procesos son todavía de resistencia. Los movimientos sociales inician su ofensiva durante la guerra del agua, en abril del 2000, en Cochabamba.

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A partir de la guerra del agua el mapa político de Bolivia se modifica sustantivamente. Quedan en suspenso los partidos tradicionales, quedan suspendidos los poderes tradicionales del Estado, el poder legislativo, el poder judicial y el poder ejecutivo. La iniciativa se encuentra en manos de las organizaciones sociales y de los instrumentos políticos de los sindicatos y comunidades. Después de la guerra del agua, en septiembre del 2000 se da lugar a un gigantesco bloqueo de caminos que paraliza el país. Es un bloqueo de campesinos e indígenas. Quizás el antecedente inmediato a este bloqueo se encuentre en el bloqueo nacional de caminos de 1979, cuando la Confederación Sindical Única de Campesinos de Bolivia (CSUTCB) de aquel entonces, bajo la dirección del legendario Genaro Flores, toma el control de los caminos, haciendo conocer una serie de demandas campesinas, además de oponerse a los fraudes electorales de los militares, que todavía se encontraban en el poder. La diferencia con aquel bloqueo de caminos es que el de septiembre del 2000 se genera en un contexto distinto y sin presencia de los partidos de izquierda, tampoco se encuentra presente el katarismo, la ideología indianista y las organizaciones políticas indígenas, conformadas en la década de los setenta. Es otro indianismo, más radical, vinculado a un marxismo crítico al izquierdismo, expresión de un marxismo indianista, expresión política que juega un papel importante en el desenvolvimiento de las acciones de masa. Las distintas marchas cocaleras cruzan el lapso de la ofensiva de los movimientos sociales. Sobresale en estas marchas, por su dramatismo, el recorrido de las mujeres del Chapare a la sede de gobierno; las coraleras burlan los puestos del ejército y llegan a la ciudad de La Paz, desplegando un magistral juego de tácticas territoriales. Se suman las marchas de prestatarios, jubilados y rentistas, además de los gremialistas y maestros. Reaparece la figura esporádica de los épicos mineros con sus guardatojos y dinamitas, después del motín policial de febrero del 2003. Llegamos así a una de las cumbres de la curva de los movimientos sociales, que se sucede

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en octubre del 2003. Acontecimiento conocido como la guerra del gas. Se expulsa al gobierno neoliberal de Sánchez de Lozada y se transita hacia una incierta transición política, después de una sustitución constitucional. Los movimientos sociales viven una especie de reflujo, expectando y esperando el cumplimiento de medidas favorables, durante el gobierno de transición de Carlos Mesa, quien fuera vicepresidente del anterior presidente expulsado por una insurrección urbano-rural. Se abre un nuevo horizonte político. Los movimientos sociales imponen una agenda, la llamada agenda de octubre, que de manera sintética se expresa en la exigencia de la nacionalización de los hidrocarburos y la convocatoria a una Asamblea Constituyente.

La transición resulta siendo sinuosa además de incierta. El gobierno de Carlos Mesa y el Congreso no cumplen con la demanda de los sectores sociales. Prefieren oscilar hacia la derecha, dejándose presionar por las oligarquías regionales y por las empresas trasnacionales. Durante esta etapa de vacío político, vacío creado en parte por el reflujo de los movimientos sociales y por otra parte por la propia levitación del gobierno de transición, la derecha conspira con todos sus recursos, con el monopolio de los medios de comunicación, con el Congreso, con los organismos multilaterales, con las trasnacionales, y hasta con el mismo gobierno, al que le imponen su propia agenda, la llamada agenda de enero, a través de concentraciones y cabildos. A propósito de estas concentraciones, por lo menos dos son importantes, el cabildo de junio del 2004 y el de enero del 2005. Ambos efectuados en la ciudad de Santa Cruz. El gobierno de transición, en medio de dos agendas, las de los movimientos sociales y la de las oligarquías regionales, en medio de dos fuerzas encontradas, termina colapsando. El presidente renuncia. Este hueco en la presidencia obliga a una segunda sustitución constitucional, que trata de ser aprovechada por la derecha para imponer un gobierno de acuerdo a sus intereses. Conspira para imponer una sustitución constitucional que llegue al presidente del

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Congreso, Hormando Vaca Diez, hombre plenamente afín a los intereses de la oligarquía y de las trasnacionales. Empero, como saliendo de su letargo, los sectores populares reaccionan ante esta embestida, vuelven a tomar el territorio nacional y las ciudades importantes del país. La lucha esta vez se sucede en todo el territorio, trasladándose gran parte del conflicto al oriente, a Santa Cruz de la Sierra, donde concentraciones multitudinarias de colonos, campesinos e indígenas, bloquean por el norte y el sur a la ciudad de la sierra. Sin embargo, el desenlace de este conflicto, que parecía prosperar hacia una guerra civil es la capital del país, Sucre. El Congreso se traslada a Sucre para poder sesionar, escapando de la sede de gobierno, la ciudad de La Paz, que se encontraba completamente convulsionada. Una vez arribados los parlamentarios a Sucre, la capital es tomada por los movimientos sociales. Los ayllus, los sindicatos campesinos, los maestros, organizaciones cívicas y de estudiantes toman Sucre en la mañana, llegan en la tarde los mineros, quienes dan un ambiente de mayor beligerancia, enfrentándose con dinamitas a la policía. Llegan con un muerto en el haber, después de un enfrentamiento con el ejército, en las cercanías de la ciudad. El ambiente se encuentra completamente caldeado. En estas circunstancias, ante una gigantesca expansión del movimiento social, ante la evolución intensiva de los eventos, el desenlace no se deja esperar. El movimiento social detiene en seco la conspiración de la derecha. El resultado es otra sustitución constitucional, esta vez en la persona del presidente de la Corte Judicial, Eduardo Rodríguez Velzé. Ingresando con esto a una nueva coyuntura electoral, plagada de la huella de seis años de luchas sociales. Se llega a un acuerdo político, las elecciones deben garantizar la Asamblea Constituyente y el referéndum autonómico.

El panorama de los movimientos sociales, en lo que llamaremos la historia reciente, muestra ciertas tendencias, que es conveniente

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analizarlas. Una de ellas es la sorprendente acumulación de fuerzas que se ha dado lugar a lo largo de seis años de luchas sociales, desde la guerra del agua, abril del 2000, a la segunda guerra del gas, pasando de octubre del 2003 a mayo y junio del 2005. Este asenso constante de los movimientos sociales exige una ruptura política trascendental. Esta ruptura política es trascendental porque ocasiona el quiebre respecto a los horizontes históricos heredados, horizontes históricos y culturales heredados por la República criolla. Hablamos de los horizontes coloniales, pero también de los horizontes neo-coloniales, como los relativos a los periodos liberales, incluyendo el último periodo neoliberal, el modelo capitalista, en su cuarto ciclo, bajo la égida del ciclo norteamericano, particularmente en su versión dependiente, en lo que respecta a los países periféricos. Una Asamblea Constituyente, verdaderamente constitutiva, pensada como instrumento democrático del poder constituyente de las multitudes, parece ser una de las tendencias del proceso beligerante de las luchas sociales. Otra tendencia, que puede ser característica en esta historia reciente, es la preeminencia de las bases sociales, del control social, de la gestión asambleísta, impuesta por los actuales movimientos sociales. Esta situación nos muestra la emergencia de modalidades de la democracia radical. Estas prácticas pueden repercutir en las nuevas formas de Estado que emerjan de la crisis. Otra tendencia, compartida por los países de la región, tiene que ver con la inclinación electoral hacia las nuevas versiones de la izquierda. En Bolivia esto tiene que ver con el crecimiento del Movimiento hacia el Socialismo (MAS). Otra característica, que parece ser particular de los países con presencia demográfica indígena, es el condicionamiento de la complexión cultural multinacional. Esto exige pensar la democracia en el contexto de las demandas de las nacionalidades, identidades colectivas y pueblos indígenas. Tomando en cuenta, por el momento, estas tendencias y estas características de los movimientos sociales, se observa también, que quizás debido a la rápida evolución de los acontecimientos, el desplazamiento de las

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luchas sociales no termina dibujando el perfil de los sujetos sociales, no termina de conformar un contenido político, no se culmina en un proyecto político. Se viven las circunstancias como vienen, improvisando y con propuestas inacabadas. Por esta razón es indispensable, construir espacios de deliberación y reflexión colectivos, que permitan consolidar lo ganado en términos de un intelecto general autonomizado, en el diseño de un proyecto político compartido144.

Tomando en cuenta la primera anotación, que hicimos en la descripción del plano de intensidades, y la larga cita, que corresponde a una evaluación de la movilización prolongada, efectuada desde la perspectiva de fines del 2005, podemos observar algunos planos de yuxtaposición en el espacio-tiempo social y político. El plano de intensidades de la movilización prolongada se asienta, por así decirlo, en el plano de intensidades de las resistencias. Ambos planos de intensidades se colocan “sobre” el plano de intensidades de la crisis de la democracia conquistada, después de una larga lucha contra las dictaduras militares. Esta larga lucha, que corresponde a los años 1964-1982, conforma otro plano de intensidades, el de las resistencias, las luchas, la reorganización política del bloque popular, que comprende a sindicatos, obreros y campesinos, a estudiantes, principalmente de las universidades, así como a los llamados partidos de izquierda. Los anteriores planos de intensidad se “asientan”, por así decirlo, “sobre” este plano de intensidades, que corresponde a la lucha contra las dictaduras militares.

Desde esta perspectiva “geológica”, usando la metáfora como “geología” social-política, vemos que todos los planos de intensidad comprenden un espesor de planos de intensidad. El plano de intensidades de la movilización prolongada se pliega y despliega sobre ese espesor histórico-social-político. Un plano de intensidad no se da solo, aisladamente, como si no tuviera nada que ver con los otros planos de sedimentación y des-sedimentación. Esto no podría tener lugar. Al respecto llama la atención las interpretaciones que hacen un corte, sólo retoman la temporalidad de este plano de intensidades de la movilización prolongada, como si la historia hubiera comenzado recién. Este mismo corte se produce tanto en quienes hacen apología del gobierno, así como en quienes

144 Raúl Prada Alcoreza: Movimientos sociales y Estado. Ob. Cit.; págs. 1-6.

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descalifican al gobierno como a todo el “proceso de cambio”. Desde la izquierda tradicional opuesta al gobierno y al “proceso” se considera que este plano de intensidades no forma parte de la historia política y social del proletariado boliviano. El plano de intensidades de la movilización prolongada no existe sin el espesor de planos de intensidad histórico-social-político; tampoco el espesor de planos de intensidades existiría sin la actualización de sus memorias en el plano de intensidades de la movilización prolongada. Si las luchas legendarias del proletariado minero existen, si las luchas del proletariado y de los movimientos campesinos existen, si las luchas indígenas existen, si las luchas nacional-populares existen, es porque han sido actualizadas por las luchas de la movilización prolongada. El pasado no existe como tal, como una materialidad a la que se la puede encontrar, “viajando” en el tiempo. El pasado existe como memoria, constantemente actualizado en un presente, que si existe como materialidad histórica. El pasado se pliega en el espesor del presente y se despliega en el plano de intensidades del presente.

Ahora bien, el problema cosiste en comprender cómo el espesor de intensidades histórico-social-político se actualiza en el plano de intensidades, cómo se da la dinámica de los planos de intensidad y yuxtapuestos, sedimentados. Por lo tanto, también el problema radica en comprender cómo se constituye la memoria social, que corresponde a la experiencia social, que corresponde, a su vez, a las dinámicas de la vida.

Ahora bien, antes de seguir, debemos anotar que, obviamente el espesor de intensidades descrito, que corresponde a las temporalidades que se dan desde 1964 hasta 2005, no se da sólo; se “asienta” sobre otro espesor de intensidades, el que corresponde a la experiencia nacional-popular, cuyos planos de intensidad, se pliegan y se despliegan desde la guerra del Chaco (1932-1935) hasta 1964, pasando por la irrupción de la revolución de 1952. A su vez, este espesor de intensidades relativo a la experiencia nacional-popular, se asienta sobre el espesor de intensidades de la crisis del liberalismo, interpelado por resistencias y luchas de las comunidades indígenas, de las organizaciones gremiales y de las primeras organizaciones sindicales. El espesor de intensidades, que está por “debajo” del espesor de intensidades que corresponde a la experiencia de la crisis del régimen liberal, es el espesor de intensidades del siglo corto inaugural de la República de Bolívar, llamada después Bolivia; corresponde entonces al primer ciclo de crisis del Estado-nación. En este mapa “geológico” político, debemos seguir con los espesores y los planos de intensidad de la época colonial, sobre todo

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concentrarnos en el plano de intensidades del levamiento indígena pan-andino del siglo XVIII, por la conexión que tiene con las resistencias y luchas indígenas en los primeros periodos de la república, en los periodos liberales, en los periodos de las dictaduras militares, desembocado en las resistencias anti-neoliberales y en la movilización prolongada.

Siguiendo con las metáforas geológicas, definiremos como “corteza” del Estado-nación boliviano al conjunto de espesores de intensidades que comprenden la época que viene desde la independencia (1825) hasta nuestros días, primera y segunda décadas del siglo XXI. La “corteza” de intensidades sobre la que se asienta esta “corteza” de intensidades del Estado-nación, es la que corresponde a los periodos coloniales; llamémosla “corteza” colonial. Ahora bien, la conquista del Perú, efectuada como campaña del virreinato de Nuevo México, por lo tanto, también comprendiendo la conquista de Tenochtitlán, por lo tanto de México, ocasionan un quiebre, un cataclismo, en las formaciones histórico-sociales, en los sistema-mundo, del continente de Abya Yala. En este sentido, desde el entendido de una ruptura y un quiebre, distinguiremos dos “placas”, otra metáfora geológica; la “placa” moderna, con toda su arqueología, los distintos ciclos de la modernidad, que comprende tanto a la “corteza” colonial como a la “corteza” del Estado-nación; y la placa autóctona, que comprende las “cortezas”, los espesores, los planos de intensidades, de las genealogías, las arqueologías, las constituciones e intuiciones, en sentido constituyente y de constituido, en sentido instituyente y de instituido, los mapas institucionales y culturales, de las sociedades conformadas en el continente.

Entonces tenemos dos “placas” históricas que se friccionan, chocan, produciendo sismos y alteraciones en la geografía histórica-social-política de los planos de consistencia y de los planos de intensidad. De los sismos de mayor escala, que se convirtió en terremoto, se encuentra el registrado como rebelión indígena pan-andina, en el siglo XVIII, prolongada como irradiación en la guerra federal (1898-1899), por la intervención del ejército aymara, dirigido por Zarate Willka; el otro “sismo” de gran escala es el lo que llamamos la movilización prolongada, cuando la movilización indígena se articula a la movilización nacional-popular, otorgándole a la movilización un contenido anti-colonial y descolonizador; este “sismo”, que también se convirtió en terremoto, fue anunciado por la movilización katarista durante la segunda mitad de la década de los setenta.

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La revolución de 1952 corresponde a la crisis política y de legitimidad, además de crisis social y económica, del Estado-nación. Se podría decir que incumbe a una conmoción ocasionada por la presión irresistible de los espesores de intensidad de la “corteza” del Estado-nación; el espesor liberal y el espesor nacional-popular, de manera más específica, el plano de intensidad de la crisis liberal y el plano de intensidad de la emergencia nacional-popular, “chocan”, ocasionando un quiebre en la continuidad liberal, abriendo o, mejor dicho, articulando lo que venía formándose, el ciclo del nacionalismo-revolucionario, comprendiendo su fase ascendente, desde 1952 hasta 1956, y su fase descendente, desde 1956 hasta 1964. Proyectando rayos moribundos en los celajes de 1969-1971, en 1982-1984, y anunciando una alborada barroca desde el 2006; empero, alborada nublada y gris, cuyo día parece corto. Ciertamente esta convulsión de los espesores de intensidad en la “corteza” del Estado-nación, tienen como substrato el movimiento de las “placas”, la fricción de las “placas”, colonial y autóctona, que terminan ocasionando volcanes. La toma de tierras por parte de las comunidades campesinas, de los “pongos”, al servicio de las haciendas, en el Altiplano y los valles, es la manifestación de la emergencia indígena en la revolución nacional.

Teniendo en cuenta las perspectivas “geológicas”, genealógicas, arqueológicas, territoriales, dinámicas moleculares, dinámicas molares y dinámicas tectónicas, trataremos de elaborar una interpretación de dos planos de intensidades, el de la movilización prolongada y el de la crisis de las gestiones de gobierno popular. Dos planos de intensidades, que en conjunto forman el ciclo del “proceso de cambio”, con su etapa ascendente, relativa a la movilización, y su etapa descendente, relativa las gestiones de gobierno.

Antes de seguir debemos hacer algunas anotaciones. Como dijimos antes, no es que el pasado existe como materialidad, que nos estuviera esperando, a la que llegaríamos medite un “viaje” en el tiempo. Ese pasado no existe. Lo que ha quedado del pasado son sus huellas, sus monumentos, sus registros, sus fuentes, sus archivos; también, y sobre todo, su memoria, la constitución de la memoria, a partir de la experiencia social acumulada. El pasado sólo puede existir actualizándose en el presente. Puede darse una actualización más integral o, de lo contrario, fragmentada, dispersa, circunscrita. Todo depende de la capacidad de activar la memoria, lo que, a su vez, significa remover los sedimentos de la experiencia. Ciertamente, la actualización del pasado, no sólo implica activar la memoria, sino también efectuar prácticas, acciones, que irrumpan en la superficie

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del presente, configurando el plano de intensidades. La actualización es virtual y efectiva.

Hipótesis interpretativa

La movilización prolongada comprende la confluencia de la experiencia social; es decir, de experiencias sociales concurrentes. Actualizando planos de intensidad y planos de consistencia, renovando espesores de intensidad, restableciendo “cortezas” históricas, siendo afectada por el movimiento tectónico de “placas” de formaciones históricas-sociales-políticas-culturales; es decir, de matrices culturales. La movilización prolongada fue el resultado, no sólo de la crisis múltiple del Estado-nación, sino también de la activación de la memoria social; es decir, de las memorias. Reminiscencias largas, medianas y cortas; haciendo presente los planos de intensidad, los planos de consistencia, los estratos de intensidades, las “cortezas” históricas, la fricción de las “placas” civilizadoras y las consecuencias de estos choques, que ocasionan emergencias volcánicas. Esta actualización, este hacerse presentes, este choque civilizatorio, que responde a la condición virtual de la memoria, se hace efectiva en la gramática de las movilizaciones. Esta escritura corporal, fáctica, pasional, desbordante, multitudinaria, escribe una trama no resuelta. Las multitudes se conmueven y se desplazan, abigarradamente, entre la entrega, el gasto heroico, y la el retorno expreso del conformismo.

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El meandro de los gobiernos progresistasConservadurismo de los intelectuales

Dedicado a Víctor Hugo Quintanilla Coro, a José Luis Saavedra, intelectuales quechas, a Pablo Mamani Ramírez, Lucía Choque, a María Eugenia Choque, a Esteban Ticona, a Carlos Mamani Condori, al Inka Waskar Choquehuanca, a Félix Patzi, intelectuales aymaras. También dedicado al historiador aymara Roberto Choque. De quienes aprendí y aprendo de la densa perspectiva anti-colonial y descolonizadora encarnada.

Intencionalidad

Esta es una crítica al conservadurismo intelectual y a la apología de los gobiernos progresistas. Dos actitudes que debilitan la potencia social, que debilitan las fuerzas de las luchas emancipatorias, liberadoras y de-coloniales, que transfieren la potencia y la fuerza a la captura institucional, por lo tanto a la usurpación representada de las conquistas sociales.

De la intelectualidad

Hay una imagen, un tanto difundida, de que los “intelectuales” son, por lo general críticos; esta imagen compartida compite con otra más popular; de que los “intelectuales” habitan en la estratosfera, que deambulan en los aires, con los pies suspendidos, sin pisar la tierra. Ambas imágenes son equivocadas; en primer lugar, porque es un grupo muy reducido de los “intelectuales” que es crítico; la aplastante mayoría es, en realidad, conservadora. Legitiman el régimen cuestionado por las y los críticos. La gran mayoría de los

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“intelectuales” es realista, “pragmática”, funcional al sistema. En segundo lugar, la gran mayoría de los “intelectuales” pisa tierra, pisa tierra firme, conocen muy bien las reglas del juego y los intereses vigentes. Aunque hay, entre ellos, una zona de incertidumbre, cuando se aproximan a una cierta forma de “crítica”, que no deja de ser formal, a pesar de los escenarios que se montan, permitidos. Estos “intelectuales”, de cierta postura “crítica”, saben distinguir lo “viable” de lo “imposible”, lo aconsejable de lo extremo. La dosis “crítica” no puede comprometer ciertos márgenes de movimiento, ciertos intervalos de desplazamientos, no se pueden cruzar ciertos límites. Estos márgenes, estos límites tienen que ver con el Estado. No se puede tirar por la borda al Estado; en manos de los gobiernos progresistas es un instrumento de ampliaciones democráticas, de mejoras sociales, de redistribuciones del excedente. Hay que distinguir gobiernos progresistas de gobiernos claramente de “derecha”. Este punto de vista es plenamente realista; por lo tanto, conservador.

Lo que elude esta “crítica” realista es la cuestión estatal; es decir, la cuestión del poder. El Estado es esencialmente violencia concentrada, el Estado es el aparato privilegiado de las estructuras de poder, de los diagramas de poder, el Estado es la macro-institución primordial de los agenciamientos de poder. Hablar del uso del Estado es casi una ilusión; pues es precisamente el Estado, como campo institucional, como campo burocrático, como campo politico, el que termina usando a los “revolucionarios” y a los progresistas145. Se puede decir que, estando en el Estado, a la larga, “derechas” e “izquierdas” terminan pareciéndose, pues usan la violencia física y simbólica del Estado como aparato de represión, pues terminan expropiando la voluntad general, las voluntades colectivas y sociales. La dramática historia de las revoluciones nos muestra esta ruta sinuosa. Las revoluciones cambian el mundo, el mundo no va ser lo que era antes; empero, todas las revoluciones se hunden en sus contradicciones. No pueden resolver el problema del Estado y del poder146.

No es que digamos que esta “critica” sensata no tenga validez. Obviamente que la tiene, pues no se puede confundir tipos de gobiernos, gobiernos, con pretensiones socialistas, gobiernos progresistas, gobiernos nacionalistas, con gobiernos declaradamente pro-capitalistas, gobiernos reaccionarios, gobiernos neo-liberales.

145 Ver de Raúl Prada Alcoreza Genealogía del Estado. Dinámicas moleculares; La Paz 2013. 146 Ver de Raúl Prada Alcoreza Reflexiones sobre el “proceso” de cambio. Bolpress, Dinámicas moleculares; La Paz 2013; Rebelión, Madrid 2013.

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Esta es una premisa histórica política; empero, de aquí no se puede concluir que es mejor no criticar a los gobiernos progresistas, pues favorece a la “derecha”. Tampoco se puede concluir, incluso criticándolos, que, por esta razón, es mejor que se queden en el Estado a entregar el Estado a la “derecha”. Pues, qué es el Estado sino aquel instrumento construido por las clases dominantes, que termina invistiendo a los ocupantes de turno como funcionarios, como técnicos del ejercicio de las dominaciones polimorfas. El problema no es tanto quién ocupa el Estado, sino que el Estado no haya sido desmantelado para instaurar, en su lugar, formas participativas de gestión.

Cuando los gobiernos progresistas terminan haciendo lo mismo que los gobiernos liberales y neoliberales, el problema del poder, de la recurrente reiteración de las formas de poder, se manifiesta patentemente. No sólo en lo que respecta a la represión, al uso de la violencia concentrada del Estado, a la criminalización de la protesta, a la persecución de los dirigentes indígenas, como ocurre en Ecuador y en Bolivia, sino en lo que respecta al modelo colonial del capitalismo dependiente, que es la economía extractivista y el Estado rentista. Las diferencias que marcaban a los gobiernos progresistas, diferencias que tienen que ver con ampliaciones democráticas, beneficios sociales, redistribución del ingreso, terminan haciéndose difusas, sobre todo, si consideramos, que el multiculturalismo liberal llegó a reconocer la interculturalidad. También se hacen difusas las fronteras cuando son los gobiernos neo-liberales los que inventaron el microcrédito y los famosos bonos, además del uso accionario de las AFPs; medidas que han mantenido los gobiernos progresistas.

La tarea no es mantener a los gobiernos progresistas, sino transformar la sociedad y demoler al Estado, aunque sea en una larga transición. Los gobiernos progresistas se proponen mantenerse en el poder, púes gozan de la legitimidad histórica de que son “revolucionarios”. Eso basta. Los “intelectuales” de la “crítica” sensata, también creen que la tarea es sostener a los gobiernos progresistas, a pesar de sus crasos errores. Esto es caer en el mito de los caudillos, como también caer en el mito del Estado como instrumento, que antes estuvo al servicio de las clases dominantes, y ahora puede estar al servicio de las clases dominadas, de las naciones y pueblos colonizados.

El Estado no va dejar de ser lo que es, sencillamente porque sus ocupantes sean otros; los nuevos ocupantes son simplemente los nuevos funcionarios del mismo sistema de poder. Tampoco se puede

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disociar la relación del Estado con el capital; el Estado es una estructura fundamental en la acumulación de capital, por lo tanto, en la realización del capital. Se podría decir que el Estado es el capital porque garantiza su desenvolvimiento acumulativo. De la misma manera no se puede disociar el Estado del orden mundial de dominación y control; es un dispositivo de este orden de dominación y control. Los Estado-nación son útiles para la transferencia de los recursos naturales, de las periferias al centro del sistema-mundo capitalista. Lo que tarden en manifestarse estas evidencias, depende de contextos, coyunturas, relación de los gobernantes con las clases explotadas y colonizadas, con las naciones y pueblos subordinados. Depende de la vulnerabilidad de los nuevos ocupantes; cuánto más retóricos más pronto caen en la lógica de una maquinaria de poder, aunque chirriante y aparatosa. En contraste, cuánto más convicción tengan en lo que llaman la transición, más se prolonga la ilusión de usar al Estado. Empero, más tarde o más temprano, termina imponiéndose el peso gravitatorio de un fabuloso instrumento de dominación, vigilancia, disciplinamiento y control.

Apostar por mantener en el Estado a los gobiernos progresistas, es volver a repetir el error del apoyo incondicional, que se le otorgó a la Unión Soviética, suponiendo que era la patria socialista que había que defender, que era la representación del proletariado universal; cuando al no criticar, al no poner en evidencia el camino “despótico” optado, usurpando a los consejos (soviets) la democracia obrera y campesina, lo que se hacía, al final de cuentas, es contribuir, paradójicamente a su caída. Esto acaecía con todo su dramatismo, pues el burocratismo, el centralismo, el autoritarismo, el verticalismo, terminaron minando las defensas del proceso de transformación. Lo que menos requieren los procesos de cambio es el apologismo, tampoco requieren sólo de “crítica” sensata, sino se advierte de la necesidad de crítica radical; tocar de raíz los problemas. Se requiere que la crítica radical acompañe y sea acompañada de participaciones y movilizaciones sociales, que cuestionen la vía burocrática de “cambio”; movilizaciones sociales que impongan de manera activa la participación colectiva, comunitaria y social. Requieren transferir las decisiones a la construcción colectiva y participativa.

No es sostenible el argumento de que, lo que acabamos de decir, favorece a la “derecha”. Lo que favorece a la “derecha” es que los gobiernos progresistas vuelvan a recorrer las rutas conocidas de reproducción del poder, pues terminan en el laberinto politico, que lleva a los gobiernos a su propia caída. La “revolución” no culmina con la toma del poder, la “revolución” sólo puede continuar

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profundizándose como “revolución” dentro de la “revolución”, transformando las prácticas “revolucionarias”; sino ocurre esto, lo más probable es que concurra la contra-revolución dentro de la “revolución”, efectuada por los mismos “revolucionarios” en el poder.

Las crisis de los “procesos” de cambio, puestas en evidencia en Bolivia, Ecuador y en Brasil por las movilizaciones sociales, las movilizaciones indígenas, los conflictos reivindicativos, las interpelaciones comunitarias, muestran claramente los límites de los gobiernos progresistas, sus innegables contradicciones, su peligrosa orientación hacia un Estado policial. No se puede cerrar los ojos ante semejantes manifestaciones interpeladoras, no se puede seguir sosteniendo que es mejor el mal menor, que es mejor preservar al gobierno progresista que volver a los gobiernos neo-liberales. El problema no es éste, mantener o no mantener al gobierno progresista; el problema es continuar con el “proceso” de cambio, que no puede darse sino cambiando, transformando. Esta continuidad, esta profundización, esta transformación, no puede darse sin la participación colectiva, comunitaria y social. Esta no es tarea de burócratas; estos sólo saben repetir la gestión pública establecida, la administración de las normas. Apostar por mantener al gobierno progresista es apostar a detener el proceso, a congelarlo en el punto de la toma del poder, por una vía u otra, por vía electoral o “revolucionaria”; equilibrarlo en el momento mismo de la ilusión, cuando la historia sigue su curso. Aquí se expresa patentemente el conservadurismo de los “intelectuales” de la crítica sensata.

Marx decía que no hay peor derrota que no haber intentado. De la manera sensata, entonces, se apuesta a la peor derrota; contentarse con lo poco conquistado, el gobierno, sin haber demolido el poder, las estructuras de poder, los diagramas de poder disciplinarios, los diagramas de poder coloniales, constituidos en la modernidad. Esta tarea de demolición no necesariamente se tiene que efectuar de la noche a la mañana, puede darse en una transición, que incluso puede ser larga, dependiendo de la correlación de fuerzas y de las condiciones de posibilidad histórica; empero, una cosa es esto, demoler el Estado, desmantelar el poder, aunque sea en una transición larga, y otra cosa es preservar el Estado, preservar el poder, preservar al gobierno progresista en el Estado.

El conservadurismo intelectual radica en renunciar efectivamente a construir mundos alternativos, aunque se lo diga discursivamente. La construcción de mundos alternativos se lo hace alterativamente; alterando la reproducción del poder, en sus formas

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polimorfas, alterando la reproducción del capital, en las formas concretas de acumulación. Siendo dos de ellas las preponderantes en la contemporaneidad; una, el extractivismo expansivo; otra, la especulación financiera. Dos formas a las que apuestan los gobiernos progresistas.

Defensa crítica de los procesos de cambio

Cuando hablamos de defensa crítica de los procesos de cambio no hablamos, indudablemente de la defensa de los gobiernos progresistas, que son composiciones burocráticas, que son la parte, en todo caso, más conservadora de los procesos. Los apologistas han confundido la defensa de los procesos, defensa, que debería corresponder a la profundización de los cambios, con la defensa de los gobiernos progresista. Esta confusión es conservadora y hasta peligrosa para los procesos mismos. Los procesos de cambio de los que hablamos se han inscrito en sus constituciones políticas; los gobiernos progresistas han vulnerado sistemáticamente sus constituciones, sobre todo en el caso de Bolivia y Ecuador, que cuentan con constituciones que establecen el Estado plurinacional. La defensa de las constituciones, en estos casos, significa defenderlos contra sus gobiernos que vulneran las constituciones. Aquí no hay donde perderse; no se puede hablar de distinguir a gobiernos progresistas de gobiernos de “derecha”. Usando este término tan discutible, heredado del imaginario de la revolución francesa, es “derecha” violar la Constitución y los derechos colectivos consagrados en la Constitución.

Frente a la continuidad expansiva del modelo extractivista, que es la opción seguida por los gobiernos progresistas, no queda otra cosa que defender la madre tierra, los derechos de los seres de la madre tierra, defender los derechos comunitarios, los derechos colectivos, los derechos de las naciones y pueblos indígenas, defender el derecho de los pueblos a modelos alternativos al extractivismo, al capitalismo, a la modernidad y al desarrollo. Esta defensa es contra los gobiernos progresistas, pues ellos son los que llevan adelante la expansión extractivista a nombre del “desarrollo”.

Frente a la centralización desmesurada de los mandos, el verticalismo autoritario, que reproduce cristalizados burocratismos y autoritarismo, heredados del Estado liberal, no queda otra cosa que defender la democracia participativa, establecida por la Constitución. Esta defensa del ejercicio plural de la democracia se lo hace también

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contra los gobiernos progresistas, que descartan, en la práctica, cualquier participación y control social, salvo si es demagógica y teatral.

Frente a la decisión gubernamental de solventar la expansión del uso de los transgénicos, que según el presidente de Bolivia, son una solución para la soberanía alimentaria, apoyando taxativamente a los empresarios involucrados en la producción de soya, no queda otra cosa, que defender la producción y los cultivos orgánicos. Esta defensa también se lo hace contra los gobiernos que introducen normas de apoyo al empleo de los transgénicos y la ampliación de la frontera agrícola.

Frente a la entrega de las reservas fiscales mineras a las empresas trasnacionales, mediante leyes mineras de promoción al capital extranjero, que en Bolivia también tiene un aditamento, la entrega de reservas a la vorágine de las llamadas cooperativas mineras, que de cooperativas sociales no tienen nada, sino son instancias que encubren formas salvajes de propiedad privada, no queda otra cosa que defender las reservas fiscales, que son propiedad de los pueblos. Esta defensa también es contra los gobiernos que orientan una política minera de extractivismo depredador.

Frente a la escalada de corrupción descomunal que se efectúa, en unos casos, a nombre de la formación de una nueva burguesía, de una burguesía nativa, término tan inapropiado para ocultar el robo al erario del país, otras veces se oculta bajo teatrales orquestaciones institucionales, que dicen luchar contra la corrupción y la transparencia, que, sin embargo, se ciegan ante evidentes y conocidas proliferantes prácticas de corrupción institucionalizada, no queda otra cosa que enfrentarse a la impostura de los gobiernos progresistas. En este caso, es más criminal desatar prácticas paralelas perversas institucionalizadas, pues corroen las propias bases éticas y morales de legitimación del proceso de cambio.

Frente a políticas monetaristas, que entregan el ahorro nacional al sistema financiero internacional, dispositivo hegemónico y dominante del ciclo del capitalismo vigente, evitando generar espacios alternativos de contra-moneda y contra sistema financiero147, no queda otra cosa que defender la valorización

147 El proyecto de la moneda de integración sucre y del Banco del Sud, diseñado por un grupo de economistas ecuatorianos, dirigidos por Pedro Páez Perez, concibe, en realidad, una contra-moneda y un “banco” alternativo al sistema financiero internacional, basado en complementariedades y compensaciones, estructurado en una lógica que retiene la valorización local, evitando su pérdida

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concreta de los productores locales frente a estas políticas monetaristas de los gobiernos progresistas.

En todos estos casos la defensa del gobierno, confundir la defensa del proceso con la defensa del gobierno, es pues contraproducente, pues debilita a las posibilidades, las potencialidades y las fuerzas del proceso. Esta posición conservadora es debilitante, desactiva la vigilancia, el control, la interpelación, de los movimientos sociales, de los pueblos y las comunidades. Esta perspectiva conservadora tiene una visión esquemática inmóvil. Hay “derecha” e “izquierda”; dos campos estáticos, definidos por siempre, como entidades eternas, como sustancias a-históricas, olvidando las dinámicas políticas y sociales, fluidas y complejas. Los gobiernos, por más que se proclamen populares, progresistas, socialistas, “revolucionarios”, pueden devenir en gobiernos reaccionarios si es que toman medidas represivas, antidemocráticas, inconstitucionales, aunque lo hagan a nombre de la defensa de la “revolución”. Mucho más aún si las medidas reproducen las mismas estructuras de dominación polimorfas, aunque se lo haga a nombre de los indígenas, sin consultarles, como corresponde. Lo que es un uso simbólico de la víctima de la colonización y colonialidad. Al ocupar el lugar el lugar del otro, en la estructura colonial mantenida, se termina siendo el otro, el “blanco”, el dominador, el colonizador, pues al mantenerse la estructura colonial, se hace lo que hacía el “blanco”. No se trata, obviamente, como lo anotó Frantz Fanón, de sólo cambio de color, en el puesto de mando, sino de ocupar el lugar, que debería haber sido destruido y no tomado.

El problema de esta etapa de los procesos políticos, llamados de cambio, etapa de gestión de gobierno, es el dilema planteado de qué hacer con el Estado. El problema es creer que el Estado puede ser usado, como si fuese un instrumento neutral, el problema es creer que basta que el instrumento cambie de mano, para que tenga otros fines, como si el Estado no estuviera constituido por relaciones históricamente cristalizadas. El problema del Estado es antiguo en la historia de los movimientos sociales anti-sistémicos, en la historia de las “revoluciones”, en la historia política, así como también es antigua la reiteración del fetichismo estatal.

El conservadurismo de esta posición intelectual radica en la apuesta por los gobiernos progresistas y no en la potencia social, no en la capacidad y potencialidad de las comunidades, no en la centralizada. Este proyecto fue aprobado y firmado por los gobiernos del ALBA, empero, ninguno de ellos entendió el proyecto, siguiendo en cambio, políticas monetaristas que los subordinan al sistema financiero internacional.

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capacidad de la dinámica molecular de las sociedades. Este no sólo es un fetichismo estatal, sino un fetichismo institucional, que considera que la fuerza social, producente y productiva, está en las instituciones, y no en la capacidad producente y productiva de la gente. Las instituciones son el efecto molar, el efecto de masa, el efecto estadístico de las dinámicas moleculares148. En esta etapa, la de las gestiones gubernamentales, es cuando se pierde el rumbo del proceso, cuando se escabulle la posibilidad del proceso, pues, en vez de orientar las políticas a una deconstrucción del Estado, se orienta a una consolidación mayúscula del Estado.

A estas alturas de las historias políticas de la humanidad, ya deberíamos haber aprendido las grandes lecciones. La ruta de la institucionalización de la “revolución”, la ruta de la estatalización de la “revolución”, es destructiva de la misma “revolución”. Es la clausura misma de la “revolución”. Ciertamente, no se puede negar, que hacer otra cosa, que la que se hizo en el pasado, es difícil, requiere de invención, creatividad, imaginación e imaginario radicales. Este es el desafío, para no repetir la dramática historia de las “revoluciones” hundidas en sus contradicciones.

Ahora bien, la defensa crítica de los procesos de cambio debe ser contextuada en cada uno de los países en cuestión. No es la misma situación, la complexión de las fuerzas, en Bolivia, Ecuador, Venezuela y Brasil. Se trata no sólo de contextos distintos, sino de historias sociales y políticas diferenciales. El campo politico es variado en los países; la distribución de las fuerzas es diferente. No se puede proponer sólo una defensa crítica general del proceso; las características de la defensa crítica del proceso son también variadas. La lucha tenaz en Venezuela contra una “derecha” y burguesía fuerte, que goza de convocatoria, además del apoyo de la Casa Blanca de Estado Unidos de Norteamérica, a pesar de las fuerzas, disponibilidad, y convocatoria popular del gobierno bolivariano, obliga a considerar la distinción planteada por la “crítica” sensata, la distinción entre “derecha” e “izquierda”, recurriendo a estos términos esquemáticos. Incluso a pesar de los graves problemas burocráticos y de corrosión del propio gobierno. No ocurre lo mismo ni en Ecuador, ni en Bolivia, donde la “derecha” política se encuentra disminuida y sin convocatoria apreciable, en tanto la “derecha” económica, que es de clase, que corresponde a la reproducción de la burguesía, se halla aliada al gobierno, gozando de sus beneficios, que corresponden, por ejemplo, a las políticas monetaristas, a las políticas agrarias, a la 148 Revisar de Raúl Prada Alcoreza Devenir y dinámicas moleculares. Horizontes nómadas, Dinámicas moleculares; La Paz 2013; Rebelión; Madrid 2013.

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suspensión de la función económica y social, a la suspensión del saneamiento de tierras, a la suspensión del control sobre tala de bosques. En estos casos no aparece tanto el peligro de que la “derecha” tome el gobierno, sino que el gobierno progresista se siga derechizando.

El caso brasilero es notoriamente diferente; hablamos de un gobierno que claramente ha optado por una alianza con la burguesía, incorporada al propio gobierno, un gobierno que ha optado por el aburguesamiento de la casta dirigente del PT, un gobierno que tiene un claro diseño de geopolítica regional149. Por último hablamos de un gobierno que no ha hecho la reforma agraria esperada por el movimiento campesino más grande del mundo, el movimiento sin tierras (MST). Más bien defiende a los latifundios y a las empresas monopólicas de los transgénicos, como la Monsanto. No es pues una sorpresa que en este país continental, cuyo Estado ha concebido una geopolítica regional y continental, que abarca también al África, por lo menos sud-sahariana, se hayan dado las gigantescas protestas contra el gobierno de Dilma Rouseff, que ha destinado una cuantiosa y fabulosa inversión en la infraestructura del mundial de futbol, beneficiando a las empresas constructoras, descuidando el bien estar social. También, no es pues de ninguna manera desconocido, la legendaria lucha de los pueblos indígenas contra el avasallamiento de sus tierras, avasallamiento ahora efectuado con los mega-proyectos de las macro-hidroeléctricas, como es el caso del proyecto faraónico de Belo Monte.

Por otra parte, no se puede decir, pues tampoco es sostenible, que la crítica radical a los gobiernos progresistas debilita la lucha antiimperialista. Al contrario, le otorga actualidad, pues pone en el tapete las transformaciones dadas en la forma imperialista; propone una lucha contra el imperialismo, de carne y hueso, tal como es hoy; descarta seguir dibujando una figura obsoleta del imperialismo, que corresponde las condiciones histórico-políticas-económicas de mediados del siglo XX. Mantener la imagen de esta figura y lanzarse discursivamente a la lucha antiimperialista, no es otra cosa que pelear contra un fantasma, cuando en los hechos se mantienen buenas relaciones con el imperialismo de carne y hueso. El imperialismo de hoy es el orden mundial de dominación global e integral, conformado por los organismos internacionales, el sistema financiero internacional, el entramado de redes de las empresas multinacionales y trasnacionales, el centro dinámico y cambiante del 149 Ver de Raúl Prada Alcoreza Guerra periférica y geopolítica regional. En torno a la guerra del Pacífico. Bolpress, Dinámicas moleculares, Horizontes de la razón; La Paz 2013.

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sistema-mundo capitalista, que ha incorporado a las llamadas potencias emergentes(BRICs), que tiene como gendarme a la híper-potencia del complejo económico-industrial-tecnológico-cibernético-mediático de los Estados Unidos de Norteamérica. Un orden mundial de dominación global e integral, que articula distintos planos y atraviesa ocupando todos los espacios posibles e imaginables de la existencia social, así como de la vida, los ciclos de la vida, la información genética. Estamos ante un sistema global e integral de dominación mundial, que avanza a su unificación, comprometiendo a estados, por más diferentes que sean y pretendan cierta soberanía, comprometiendo todos los recursos naturales, por más pretendidamente nacionales que aparezcan; la subsunción formal, real y virtual de los procesos de explotación de los recursos naturales ha llegado a formas concomitantes y de dependencia agudas, por más propios que se declaren los recursos naturales. La acumulación ampliada de capital, en las condiciones de este capitalismo financiero-trasnacional-posindustrial-cibernético-mediático, ha llegado a espeluznantes dimensiones cuantitativas, a impresionante eficacia cualitativa, además de la asombrosa rapidez y velocidad de desplazamientos logradas. Nadie puede decir, en estas condiciones, que es independiente, que escapa a estas formas de dominación y explotación del capitalismo tardío, nadie puede decir que puede lograr un desarrollo capitalista autónomo, local, regional, propio, sea “andino-amazónico” u otro específico. Esto no sólo es una ilusión desdichada sino una insensatez descomedida. Por eso, pretender una acumulación originaria local, mediante la expansión del extractivismo, para pasar a la industrialización y de ahí a formas de soberanía alimentaria, no es más que una ilusión al servicio de la acumulación ampliada desbordante y especulativa del capitalismo tardío, políticamente conformado como imperio.

Esta es otra razón por la que no se puede apoyar a la orientación económica escogida por los gobiernos progresistas, pues se basan en esta ilusión descomedida y en esta “estrategia” de “desarrollo”, que termina, precisamente, impulsando las formas de acumulación combinadas del sistema-mundo capitalista; reiteradas y recurrentes formas de acumulación originarias, por despojamiento y desposesión; acompañando a desplegadas y dinámicas formas de acumulación ampliada. Esta ruta es la de la reproducción de la dependencia, del colonialismo y del capitalismo, en las condiciones vertiginosas del presente. Esta ruta también es la destrucción de la “naturaleza”, de la madre tierra, de la vida, de sus ciclos vitales, comprometiendo la sobrevivencia humana.

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Los gobiernos progresistas en su laberinto

En adelante haremos descripciones de los contextos y coyunturas, diferenciales y análogas, en los que se encuentran los gobiernos progresistas.

En Genealogía de la dependencia escribimos:

En lo que corresponde al balance de las rutas desarrollistas contemporáneas, sobre todo en lo que respecta a las llamadas potencias emergentes, es aleccionador leer a Francisco de Oliveira cuando hace un análisis ilustrativo de lo que ocurre con la potencia emergente de Brasil150. El autor de El neo-atraso brasileño propone dos hipótesis interpretativas; una, que por un lado fueron las actividades rurales de subsistencia, el trabajo informal y la precarización de los salarios los que subsidiaron el crecimiento de la industria y los servicios. La segunda hipótesis se refiere a la emergencia de una nueva burguesía compuesta por técnicos, economistas y banqueros, núcleo duro del Partido de los Trabajadores (PT). Ambas condiciones determinan la identidad paradójica que adquiere el capitalismo periférico en esta parte del mundo, aquí el capitalismo se financia con la explotación de los trabajadores, en tanto que el progreso sucede siempre en otro lugar, allí donde se produce la ciencia y la tecnología de punta, en el centro del sistema-mundo capitalista.

Este balance es contundente, no hay desarrollo en las potencias emergentes, por lo menos entendiendo a este fenómeno de una manera integral, sino neo-atraso, repitiendo las condiciones perversas de este rezago. El desarrollo de las fuerzas productivas deja en la ruina a una parte de la humanidad, el subdesarrollo aparentemente deja de existir, no así sus calamidades, el trabajo informal, el mismo que se transforma en un indicador de la desagregación social. Lo que se produce son modernidades heterogéneas y de contrastes. Por un lado, centros urbanos que imitan el iluminismo edificado de las urbes del norte, burguesías articuladas a las redes del capital financiero, por lo tanto que forman parte de la misma burguesía globalizada; por otro lado, incluso en las

150 Francisco de Oliveira: El neo-atraso brasilero. Siglo XXI-CLACSO.

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mismas ciudades, cordones, espacios, amplias zonas de marginamiento y economía informal, incluso ilícita. Grandes mayorías discriminadas. En las potencias emergentes se ha dado lugar a la emergencia industrial, que no es otra cosa que el desplazamiento de la desindustrialización del centro del sistema-mundo capitalista, que ha optado por tecnología de punta, transfiriendo tecnología obsoleta a las llamadas potencias emergentes. En estos lugares se ha dado lugar a la formación de nuevas burguesías, que no tendrían nada que envidiar a las burguesías del norte, sobre todo en lo que respecta a su opulencia; empero este esplendor se construye sobre la base del marginamiento, la informalización de las grandes mayorías explotadas y dominadas, que habitan las zonas, los espacios del neo-atraso y la pobreza repetida descomunalmente. La emergencia de las potencias se basa en la destrucción devastadora de la naturaleza, la ampliación de la frontera agrícola, el uso de los transgénicos. De esta manera los costos de este progreso son demasiado altos como para hacerlo sostenibles.

No hay pues destino con el desarrollismo, tampoco con el neo-nacionalismo. Lo que hacen, en el mejor de los casos, en el caso de las potencias emergentes, es volver a modificar los términos de intercambio en las lógicas de acumulación del capital, modificar su participación en la estructura mundial de dominación capitalista. Por eso, podemos volver a decir, que los nacionalismo están mucho más cerca de las ilusiones liberales criollas y gamonales que de los proyectos emancipatorios y libertarios de los movimientos sociales, naciones y pueblos indígenas originarios. Están más cerca de repetir las formas coloniales, las del colonialismo interno, también las reiteradas cadenas de la dependencia, que de lograr construir las soberanías plurales que requiere un mundo alternativo de autodeterminaciones, auto-convocatorias, de participaciones sociales y ejercicios plurales de la democracia. Si bien los nacionalismos heroicos forman parte de la historia de las luchas, pretender repetirlos en los ciclos contemporáneos del capitalismo es apostar en una repetición burda y cómplice de las formas de acumulación mundial capitalista por despojamiento151.

151 Raúl Prada Alcoreza: Genealogía de la dependencia. Horizontes nómadas, Dinámicas moleculares, Bolpress. La Paz 2011-2012.

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Brasil

Lo que acabamos de recoger, comentando el sugerente e iluminador libro de Francisco de Oliveira, titulado El neo-atraso brasilero, y cuya metáfora interior es la figura aglomerada del ornitorrinco, es la caracterización que vamos a manejar para referirnos, en general, a los países de los gobiernos progresistas, aunque esta caracterización no solamente sea válida para estos países sino para el conjunto de los países del continente, que forman parte de la geografía móvil periférica, semi-periférica y central, incluso en las condiciones de BRICs, como es el caso de Brasil. Francisco de Oliveira usa la metáfora del ornitorrinco para configurar el llamado desarrollo brasilero; el autor escribe:

Altamente urbanizado, con poca fuerza de trabajo y población en el campo, aunque sin ningún residuo pre-capitalista; por el contrario, con presencia de un fuerte agrobusiness. A esto se suma un sector completo de la segunda revolución industrial, avanzando titubeante por la tercera revolución, la molecular-digital o informática. Por un lado, una estructura de servicios muy diversificada – sobre todo cuando está ligada a los estratos de altos ingresos que, en rigor, son más ostensiblemente perdularios que sofisticados - . En el otro extremo, una estructura muy primitiva, ligada directamente al consumo de los estratos pobres. Posee también un sistema financiero todavía atrofiado pero que, precisamente por la financiarización y el aumento de la deuda interna, acapara una gran proporción del PIB152.

Comentando el análisis y la caracterización que hace Francisco de Oliveira, en el libro citado, escribimos:

Francisco de Oliveira visualiza la recreación y expansión de la informalidad, la mantención del crónico desempleo, el encubrimiento del subempleo, como formas de articulación y subvención a la acumulación de capital, formas completamente articuladas y funcionales a los sistemas de industrialización e incursión en la tecnología molecular-digital. Combinaciones que forman parte de esa complementariedad y recreación violenta entre la forma de acumulación ampliada y la forma de acumulación originaria por despojamiento. Todo esto atravesado por un sistema financiero que cubre el funcionamiento económico, succionando las esferas y los circuitos económicos a la lógica de la financiarización, que empuja al

152 Francisco de Oliveira: El neo-atraso brasileño. Los procesos de modernización conservadora, de Getúlio Vargas a Lula. Siglo XXI, CLACSO, 2009. Buenos Aires. Pág. 144.

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uso especulativo del capital financiero. Produciendo entonces un endeudamiento externo e interno que caracterizan a las actuales economías dependientes, llamadas emergentes. Este ornitorrinco económico y social se sostiene sobre la extensa base de la diferenciación social excluyente y marginada de la distribución de la riqueza y el excedente, que se concentran desproporcionalmente en la minoría poblacional de empresarios privilegiados por el monopolio y el apoyo estatal, a la que se suman las clases medias beneficiadas por la expansión de los servicios e impulsadas al consumo. La gran mayoría de la población está condenada a vivir en los márgenes de esta modernidad, pasando de ser el ejército industrial de reserva a la masa gigantesca de trabajadores informales, proletariado nómada y habitante de los barrios prohibidos.

Se trata del reino de la informalidad, el desvanecimiento del salario, del adelanto del costo de producción.

“La tendencia moderna del capital es suprimir el adelanto: el pago a los trabajadores pasa a depender de los resultados de las ventas de los productos-mercancía. En las formas de tercerización del trabajo precario, y en lo que – entre nosotros – se continúa denominando “trabajo informal”, éste es un cambio radical en la determinación del capital variable. Así, aunque parezca extraño, los rendimientos de los trabajadores pasan a depender de la realización del valor de las mercancías, lo que antes no ocurría. En los sectores todavía dominados por la forma salario, sigue en pie la anterior modalidad, tanto es así que la reacción de los capitalistas es des-emplear la fuerza de trabajo. El conjunto de los trabajadores es transformado en la suma independiente de un ejército de activos y de reserva, que se intercambia no de acuerdo con los ciclos de negocios, sino diariamente”153.

Esto es, se produce la suspensión de la producción, de la valorización de la producción, por lo tanto de la valorización del tiempo socialmente necesario del trabajo. Lo que se hace, sobre la base de su ocultamiento, es abrir nuevamente las temporalidades de la súper-explotación, así como del dominio absoluto de la circulación y el mercado, obligando a la gente al sacrificio y a la donación de sus vidas en aras de la realización de la ganancia. Suspendiéndose con esto los derechos conquistados en la historia de las largas luchas sociales. Desde entonces ya no se trata de los derechos, tampoco del sujeto de los derechos, sino de la realización descarnada de las ventas y de los resultados del sistema. Se vive entonces la dramática

153 Ibídem: Pág. 148.

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experiencia de la precarización, de la fragmentación, de la dispersión y la diseminación de las formas de vida y de las formas de organización. La realización de las súper-ganancias, la construcción deslumbrante de las grande urbes metropolitanas, la conformación de barrios de ensoñación y oasis paradisiacos, contando también con los moles comerciales y de consumo para las clases medias, sólo se pueden dar si al mismo tiempos se transfieren los costos de la magnificencia a extensas zonas suburbanas, a expansivos entornos de miseria, a favelas interiores o ruralidades vaciadas y detenidas en el tiempo. El costo no sólo se materializa en los perfiles de la marginación y la exclusión, sino también en la conformación de mundos paralelos y periféricos154.

En relación a las últimas movilizaciones dadas en Brasil (junio-octubre 2013), de usuarios, de jóvenes y estudiantes, contra el incremento de los pasajes, el mal servicio y las descomunales inversiones en la infraestructura del mundial de futbol, Pablo Ortellado, en Os protestos de junho entre o processo e o resultado155, escribe:

Las protestas de junio dejan dos legados opuestos: por un lado, a la explosión de manifestaciones con reivindicaciones difusas y sin contar con orientación en la consecución de resultados; por otro lado, la lucha contra el incremento de tarifas del pasaje de transporte, lucha efectuada por el Movimento Passe Livre (MPL), lucha que expresa un profundo sentido de táctica y estrategia.

Durante los momentos finales de la campaña contra el incremento de los pasajes, la lucha fue tomada por asalto por la proliferación de reivindicaciones. Cuando el incremento fue derogado, la agitación quedó como desprovista y la difusión de reivindicaciones proliferantes se apoderó, a la vez, del proceso. Estableciéndose un activismo procesual muy poco orientado a conseguir resultados. En relación a fenómenos semejantes en otros países, lo acontecido fue más lejos: no se trata de la dificultad de encontrar un objetivo viable común, como ocurrió en la ocupación de Wall Street o como aconteció con el 15M español, sino de la incapacidad de encontrar un horizonte ideológico común, aunque éste sea vago. La ausencia de orientación política, donde el movimiento se consumió en problemas procesales, principalmente en los relativos a los modos de lucha. Es por esta razón que los debates que se dieron a finales de 1990 en torno de Black Bloc resurgieron con toda fuerza, ahora en la forma de discusiones sobre los límites entre una respetable y cívica movilización ciudadana y una criminalizada acción de vándalos. Sin

154 Raúl Prada Alcoreza: Ibídem; Ob. Cit.155 Esse texto é o capítulo final do livro 20 centavos: a luta contra o aumento (Editora Veneta, 2013).

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objetivos claros, los procesos fueron discutidos en clave principista y sin referencia a sus resultados. En relación a este aspecto, junio fue el mes en el cual explotó una indignación difusa, que es un enigma a ser descifrado por la gran narrativa y sus analistas.

La estrategia del Movimento Passe Livre (MPL) es el resultado de una acumulación de experiencias y aprendizajes de las luchas sociales demandantes.

En el año 2003, los estudiantes de Salvador bloquearon las calles de la ciudad para protestar contra el aumento de los pasajes de ómnibus. La movilización fue espontanea y horizontal, sin embargo, carecía de personas o grupos de referencia legitimados por el movimiento para hacer de interlocutores con el poder público. En ausencia de esas referencias, la UNE hizo este papel y terminó subordinando, a la manera leninista, las reivindicaciones de los estudiantes por la reducción del precio de los pasajes en su agenda partidista. El MPL aprendió de esta experiencia, tomó conciencia que era preciso que el movimiento tuviese una expresión política propia, al mismo tiempo horizontal y contraria al aumento – en otras palabras, que estuviese de acuerdo con su proceso y su propia meta.

El MPL aprendió de la experiencia y se desenvolvió en la lógica inmanente de las lucha de los jóvenes y estudiantes contra el incremento del costo de los pasajes. La evolución de la lucha por rebaja de los pasajes, durante los años 1980, a la lucha por el “passe livre estudantil”, durante los años 1990, y desde aquí, hacia la lucha contra el incremento del precio de los pasajes, durante los primeros años del siglo XXI, revelan una lógica de lucha orientada a la ampliación de derechos que, debidamente interpretada, apunta a la tarifa cero y a la des-mercantilización del transporte para todos. Esta concepción no fue impuesta por un programa leninista externo, sino que fue extraído de la propia lucha autónoma de los estudiantes.

Las lecciones aprendidas, en lo que van diez años del movimiento social, permitieron al MPL una notable combinación estratégica y táctica entre valorización del proceso y orientación al logro de resultados. Por un lado, el movimiento supo preservar y cultivar la lógica horizontal y contracultural, que se dio tanto en la lucha de los estudiantes contra el incremento, como en el movimiento contra la liberalización económica, de donde proceden muchos de los militantes. Por otro lado, el MPL supo establecer, de manera táctica, una meta objetiva factible: la derogación del incremento. Esta meta parece “corta”, sin embargo, no lo es, en la medida, que se encuentra ligada a la meta más ambiciosa de transformar un servicio mercantil en derecho social universal.

El antecedente de la derogación del incremento o de reducir el precio de los pasajes por la primera vez aconteció en Florianópolis en el 2004 y en São Paulo en el 2013. El objetivo de la reducción se re-

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direccionó de la lógica de la tarifa, ampliándose hacia una reducción creciente, tendiendo al límite lógico de la tarifa cero. Al conquistar la derogación del incremento, la reivindicación de la tarifa cero fue inmediatamente lanzada en el corazón del debate político. La doble victoria de reducir el costo de los pasajes y llevar al centro del debate político la reivindicación de la tarifa cero, por medio de una acción autónoma, contando con una estrategia clara, es el más importante legado de las protestas de junio. Este legado no llega a ser un nuevo paradigma de las luchas sociales del Brasil, sin embargo, es ya un modelo de acción que combina la forma política horizontal y contracultural de los nuevos movimientos, contando con un maduro sentido de estrategia156.

¿Cómo podemos desentrañar las jornadas que desde junio de 2013 conmueven Brasil? ¿Son revueltas contra el capitalismo de Estado, contra la burguesía sindical formada por el PT en el poder, contra esta renuncia expresa a la política de la luchas de clases, optando por la administración de los fondos de pensiones157, la participación como sindicalistas en los puestos claves directivos, no solo del gobierno, sino de los fondos, de los bancos, de las empresas, impulsando a las gigantes empresas brasileras a competir en el mundo con sus homologas? ¿Es una rebelión de los jóvenes, de los estudiantes, de los usuarios y consumidores, es decir, de una parte de las mayorías del pueblo y de la población, una parte que no participa de los entornos e irradiaciones ondulatorias de esta élite sindical? ¿Se trata del levantamiento de los nuevos marginados de estas grandes urbes y metrópolis, completamente articuladas a los flujos y retroalimentaciones del capital financiero? Nuevos marginados decimos, pues se trata de clases medias afectadas, en contraposición del proletariado beneficiado por la política de democratización y moralización del capital, orientado por Luiz Inácio Lula da Silva; un proletariado beneficiado por el “desarrollo”, el crecimiento económico, por su participación en la dirección y beneficios de las empresas, por su participación en la estrategia de los fondos de pensiones. ¿Se trata de una nueva contradicción, como fenómeno del capitalismo tardío, donde se enfrentan sectores sindicalizados, organizados, con influencia e intervinientes en el poder, aburguesados, contra sectores sociales atomizados, fragmentados, diseminados, sin influencia, alejados del poder, restringidos a los avatares de las exigencias de la cotidianidad, como la del transporte y sus costos? ¿O son problemas del propio

156 Ibídem: Ob. Cit.157 Revisar de Raúl Zibechi Brasil potencia. Entre la integración regional y un nuevo imperialismo. Ediciones de abajo. Bogotá 2012.

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crecimiento de una potencia emergente, que no puede llevar a todos sus habitantes, a todos sus pobladores, a todos sus estratos sociales, de la misma manera, otorgándoles beneficios similares, y al mismo tiempo? Por último, ¿se trata de una nueva generación de luchas, de movimientos sociales anti-sistémicos, que se caracterizan por su compacidad horizontal, sin estructuras jerárquicas, sin considerarse vanguardias, que ejercen resistencias contra-culturales y contra-hegemónicas, como interpreta Pablo Ortellado? Estas son las preguntas que colocan en la mesa estas jornadas de movilización de los indignados brasileros.

El 2010 las llamadas clases medias engrosaron ampulosamente la estructura social, con la entrada al estrato social de 30 millones de personas, en movilidad social, constituyendo ya el 50% de la población. Se estima que para el 2014 las clases medias lleguen a conformar el 56% de la población, sumando 113 millones de personas158. A propósito de esta movilidad social, Raúl Zibechi anota que: en tanto los sectores más pobres llegarían a ser por primera vez en la historia del Brasil menos de un tercio de la población. Sólo estos datos nos muestran transformaciones de la sociedad, de su estructura social, de su perfil, de su contenido de clase. No se puede negar, con estas descripciones, que los gobiernos de Luiz Inácio Lula da Silva impactaron positivamente en estas transformaciones sociales, no se puede negar los efectos del gobierno progresista en la redistribución del ingreso, como afirma Boaventura de Sousa Santos159. Ciertamente; empero, en contraste, tenemos la elocuencia cualitativa de la movilización social en las ciudades. A esta situación contrastante, debemos añadirle la resistencia de los pueblos indígenas a las macro-hidroeléctricas, que destruyen sus territorios, que dañan el medio ambiente, que contaminan y depredan los ecosistemas, que afectan las cuencas de los ríos.

Partamos coincidiendo con Pablo Ortellado, que estamos ante un modelo de acción que combina la forma política horizontal y contracultural de los nuevos movimientos, contando con un maduro sentido de estrategia. Se trata de la manifestación, el despliegue y la expresión de los nuevos movimientos sociales anti-sistémicos, sobre todo de aquellos que se han caracterizado como de los “indignados”, aunque los mismos sean variados y distintos, no sólo debido a sus contextos, la razón por la que estallan, así como por sus historias 158 Revisar de Raúl Zibechi Brasil Potencia; Ob. Cit. Capítulo 2; La ampliación de la élite en el poder, La trayectoria sindical, Sindicalistas en cargos estatales, El papel de los fondos de pensiones, ¿Nueva clase o capitalismo sindical?159 Boaventura de Sousa Santos: Las revueltas mundiales de indignación. Conferencia en La Paz; CIDES-UMSA; 17 de octubre de 2013.

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políticas propias. Las movilizaciones brasileras no estallan exactamente debido a las consecuencias dramáticas de la crisis financiera, como en Europa, sino que estallan como parte de una lucha, que ya cuenta con su propia historia, por la ampliación de derechos, que podemos llamarla profundización de la democracia. Estalla como parte de las contradicciones de una potencia emergente, así como también como parte de las contradicciones de los procesos de cambio, de los que forman los gobiernos progresistas de Sud América.

La ruta escogida, la del desarrollo, la ruta ya transmontada por los llamados países desarrollados, la ruta de la revolución industrial, la ruta de la modernidad, la ruta por la que los gobiernos progresistas logran transformar la estructura social, sobre todo en Brasil y también en Venezuela, aunque también ha ocurrido, con menor intensidad en Ecuador, así como en Bolivia, es una ruta, en todo caso, problemática. Ciertamente esta ruta ha ocasionado el engrosamiento notable de la participación proporcional de las clases medias, aburguesando al sostén social de la nueva conducción estatal, sea sindicalista, como en Brasil, sea partidista, como en el caso de Venezuela, sea profesional, como en el caso de Ecuador, sea campesino, como en el caso de Bolivia; sin embargo, esta ruta desarrollista no parece ser la ruta apropiada, en la etapa actual del ciclo del capitalismo vigente. Lo que estas “revoluciones” han conseguido es, en el mejor de los casos, la modernización de la estructura social, apta ahora para el insaciable consumo. En esto se parecen, aunque considerando distintas escalas; se diferencian en sus nombres. Se nombran como “revolución” por la democratización y moralización del capital, en el caso de Brasil, como socialismo del siglo XXI, en el caso de Venezuela, como “revolución” ciudadana, en el caso de Ecuador, como “revolución” democrática y cultural, en el caso de Bolivia.

Los jóvenes que salieron a las calles, en el fondo, lanzando el mensaje implícito, dicen: por esa ruta no queremos ir, no estamos de acuerdo, queremos otros mundos alternativos posibles. Es mil veces más importante leer este mensaje que escuchar el discurso demagógico de los gobiernos progresistas, discurso, de por sí trillado y harto conocido. Ellos, los gobiernos progresistas, dicen: somos los representantes genuinos del pueblo, somos los libertadores del siglo XXI, somos la conquista, en el poder, de una historia de largas luchas sostenidas; no dejaremos que la “derecha” retorne. Cumpliremos con la estrategia definida, con la planificación del desarrollo. Este discurso patriarcal, fuera de dejar de lado la democracia participativa, atribuyéndose el monopolio de las decisiones, otorgándose el

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monopolio de la representación, de la legitimidad y de la violencia legítima, supone que ellos, los gobiernos progresistas, son de “izquierda”.

Sin embargo, todo depende de la perspectiva y el referente. Si hipotéticamente vemos de otro modo; por ejemplo definir qué “derecha” es el usufructuó del poder, el monopolio de la violencia y de la representación, el aburguesamiento por procedimientos burocráticos o financieros, entonces los gobiernos progresistas son la “derecha”, pues la “derecha” es un lugar en la estructura de poder, estructura espacial y temporal bio-social-económica-cultural. Entonces podemos concluir, que la “derecha”, mas bien, se ha mantenido, se ha preservado, cambiando de ocupantes, incluso metamorfoseándose, modernizándose, tecnificándose, democratizándose. Entonces lo que hace “derecha”, la función de “derecha”, es el lugar que se ocupa y el ejercicio que se cumple. El capitalismo contemporáneo no requiere de los perfiles de la vieja burguesía, personal, familiar, propietaria privada; de manera distinta, requiere de perfiles técnicos, altamente calificados, que se mueven por redes, que no requieren ser propietarios de empresas, sino gozar de grandes sueldos y jugosos beneficios, además de acceder a circuitos financieros y puestos de decisión estratégica. Como muestra el caso brasilero, la burguesía hoy, requiere de amplia base social organizada, para esto son buenos los sindicatos. Por lo tanto, se puede formar una burguesía sindical, cuando los sindicatos participan en el control de fondos, bancos y empresas160. Ciertamente, con esta experiencia se cae la teoría leninista; el proletariado, por lo menos la aristocracia obrera, puede llegar a conformar una burguesía o un estrato importante de la burguesía. Los explotados de hoy ya nos son los proletarios, por lo menos los proletarios sindicalizados, sino lo que llamaba Frantz Fanón, los condenados de la tierra. Por eso, seguir hablando de “derecha” e “izquierda”, no tiene mucho sentido, pues se deviene “derecha”, cuando se tiene el control del Estado.

La lucha de los indignados brasileros se hilvana, a su manera, con la lucha de los indignados del mundo, forma parte de las nuevas formas de protesta, de las nuevas causas de protesta, de las nuevas modalidades de protesta. Como dice Pablo Ortellado, estos movimientos no son del todo espontáneos, tienen sus estrategias, vienen de una acumulación de experiencias. Quizás la más cercana son las jornadas de Seattle, cuando grupos de activistas y movimientos anti-sistémicos se juntaron para boicotear la reunión del grupo que controla el mundo. Algunas de sus tácticas son reconocidas 160 Revisar el libro citado de Raúl Zibechi; Ob. Cit.

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como anarquistas, sobre todo las calificadas de violentas, otras de sus tácticas corresponden a proyectos autogestionarios, auto-determinantes y autonomistas. La proximidad con los anarquistas es grande; se diferencian en los métodos de acción. Sobre todo se parecen en las formas organizativas horizontales, no representativas, no delegativas, contra-culturales y contra-hegemónicas. Lo que quieren impedir es que organizaciones de la izquierda tradicional, leninistas, usurpen las reivindicaciones de los movimientos, y terminen imponiendo mediaciones vanguardistas. Son ciertamente nuevos movimientos, nuevos modelos de movilización, cuyos objetivos no es la toma del poder, sino el desmantelamiento del poder, su deconstrucción y destrucción, creando formas autonomistas de gestión social, colectiva y comunitaria.

La tarifa cero, el concebir el transporte como un derecho, es reclamar lo común, frente a lo público y lo privado. El enfrentamiento entonces es claro. Las formas privadas y las formas públicas, aunque sean estas progresistas, socialistas, nacionalistas, populares, son formas del sistema-mundo capitalista, de la acumulación originaria y de la acumulación ampliada de capital. Todas estas formas, por más democráticas que sean, en sentido formal, reproducen la acumulación de capital, llamado eufemísticamente desarrollo. Si se quiere un mundo, o mundos, alternativo al capitalismo, cualquiera sea su forma, la forma Estado y la forma gobierno, se tiene que salir de la ruta del desarrollo. Desde esta perspectiva se hace indispensable la crítica radical a los gobiernos progresistas, el combate contra la ilusión del desarrollo.

El titubeo de los intelectuales de la “critica” sensata, que termina apoyando a los gobiernos progresistas, es manifiesto en este dilema. Se hallan más apegados al esquematismo maniqueo de “derechas” e “izquierdas”161, se hallan atrapados en el mito institucional de que el referente privilegiado es el Estado y no la dinámica molecular social. La “crítica” sensata termina alimentando el imaginario estatal, el imaginario institucional, termina alimentando el fetichismo del Estado y el fetichismo institucional. Esta posición es conservadora pues se mantiene en el mismo campo político, en el mismo mapa político, que hay que desdibujar.

Bolivia

161 Revisar de Raúl Prada Crítica al esquematismo maniqueo. Bolpress, Dinámicas moleculares, Horizontes nómadas; La Paz 2013; Rebelión; Madrid 2013.

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Bolivia parece una continuidad del Perú, tanto por la historia precolombina. Historia que tiene que ver con la conformación del Tawantinsuyo; lo que los estudiosos y los historiadores que derivan de los cronistas, conocen como incanato. Unos llamaron al Tawantinsuyo el “Imperio Inca”, sin nunca aclarar qué entienden por imperio, asimilando el término analógicamente a lo que la historiografía y ensayística consideró imperio, ateniéndose a la historia euroasiática. Historia que tiene que ver también con la historia del Virreinato del Perú, que administraba las tierras del interior, las sierras del Alto Perú. Bolivia también parece una continuidad de la Argentina, sobre todo por lo que acontece con el Virreinato del La Plata, así también con las vinculaciones de los guerrilleros charqueños con el ejército independentista de Belgrano, así como con el legendario caudillo gaucho Güemes. En la intersección de ambas geografías administrativas virreinales se encuentra lo que se denominó institucionalmente la Audiencia de Charcas, base geográfica y geopolítica de lo que va venir a ser Bolivia. Por último, también podemos decir, que Bolivia parece una continuidad del Paraguay, sobre todo por la historia de las misiones, principalmente jesuíticas, que son las que dieron un carácter propio, religioso, a la colonización del Chaco y la Amazonia; podemos hablar de esta continuidad a partir también de las continuidades geográficas y ecológicas, los parecidos de los asentamientos, remarcando la continuidad guaraní.

Ciertamente también, invirtiendo la perspectiva, viendo desde una mirada interior, se puede decir que, mas bien, el Perú parece una continuidad de Bolivia, sobre todo por las prolongaciones serranas y los condicionamientos geográficos de la Cordillera de los Andes; lo mismo podemos decir en lo que respecta a la Argentina, que es como una continuidad de Bolivia, remontándonos al acontecimiento constitutivo del entorno potosino y su irradiación económica y social, debido a los circuitos de la plata, los circuitos de la coca y los circuitos de los ponchos. De la misma manera podemos hablar de Paraguay, pues la inmensa geografía de las misiones abarcaba desde la Amazonia peruana hasta el Chaco paraguayo, pasando por Apolobamba, Moxos, Guarayos, los llanos, la Chiquitanía y el Chaco boliviano. No se trata de privilegiar ninguna de las perspectivas, en la interpretación de los parecidos y las analogías, sino de lograr una hermenéutica dinámica, de las dinámicas ecológicas, geográficas, poblacionales, sociales, económicas, políticas y culturales. Esta hermenéutica integral y dinámica es indispensable sobre todo con vistas a la integración continental.

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Ahora bien, ¿se puede decir lo mismo respecto a Brasil? ¿La barrera lingüística se convierte en una barrera inexpugnable? ¿No podemos hablar de continuidad histórica, social, económica y política, a pesar de la evidente continuidad ecológica amazónica? Sería sorprendente afirmar esto cuando hablamos de la frontera más extensa que comparte Bolivia con Brasil. Para comenzar, descartemos la hipótesis de la barrera lingüística, pues la fluida actividad en la frontera nos muestra lo contrario, el “portoñol” y el bilingüismo se han convertido en los códigos transfronterizos. Sorprende que se diga esto contando también con una historia precolombina abundante en la proliferación de pueblos amazónicos, cuya estrategia comunitaria, social y espacial era, que a partir de un límite demográfico, el pueblo se divide, y siguen su curso en los recorridos acuáticos y terrestres de la Amazonia. Muchos pueblos nativos amazónicos y chaqueños se refugiaron en lo que hoy es Bolivia, pues correspondían a territorios del interior, de más adentro, ante el avance de los colonizadores portugueses. Sorprende también no aceptar continuidades entre Bolivia y Brasil, si contamos, de la misma manera, con las historias compartidas de las llamadas misiones, después por características similares de los asentamientos hacendados. El auge del caucho va provocar, en ambos países, la economía de la goma, además de la disputa por el control territorial de la siringa, llegándose así a la guerra del Acre, cuando Bolivia perdió el más grande desgajamiento geográfico. Hay pues continuidades entre Bolivia y Brasil, se vea desde una perspectiva u otra, interna o externa. Lo que pasa es que se ha investigado y escrito muy poco sobre estas continuidades. Es hora de hacerlo.

¿Qué se puede decir respecto a Chile? País con la que Bolivia tiene una frontera traumática, desde la guerra del Pacífico; conflagración perdida, que derivó en el desgajamiento más traumático de su historia, la pérdida de Atacama y de la costa del Pacífico. Claro que hay continuidades. Atacama fue territorio complementario aymara, fue parte de la geografía política de la República de Bolívar, que se cambió de nombre por Bolivia. La guerra del Pacífico enemistó a sus estados, pero no así, a sus pueblos. La exportación minera, la exportación petrolera, además de las otras exportaciones diversas, pasan por los puertos del norte de Chile; lo mismo ocurre con gran parte de las importaciones. Por otra parte, saltándonos a los escenarios culturales, últimamente hay una invasión folklórica boliviana a las ciudades del norte de Chile, donde las bandas orureñas son altamente cotizadas, acompañando las mimesis de la morenada, la diablada y la saya; jóvenes chilenos bailan entusiasmadamente estas danzas. Incluso en una interpelación

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de los estudiante movilizados, en las resientes revueltas estudiantiles, que luchan por una educación fiscal, des-privatizada y de calidad, han bailado frente a la policía la danza guerrera del tinku. Son estas continuidades las que deben preponderar sobre el recuerdo traumático de la guerra del Pacífico.

Bolivia, a pesar del imaginario institucionalizado, no está aislada; al contrario forma parte de bloques subcontinentales, de ecologías, de desplazamientos poblacionales, de características demográficas, de composiciones sociales, económicas, políticas y culturales, diversas, que, confluyen, en este interior íntimo, que son las territorialidades de adentro, donde el diablo perdió el poncho o el ángel perdió su virginidad. Ese lugar, que es como el “inconsciente” geográfico, si podemos hablar así, abusando de los términos, tanto relativos al psicoanálisis como a la ciencia del espacio. Este interior, estas tierras de adentro, es el lugar de archivo de la memoria social. Lugar también, donde los problemas no se resuelven, sino se guarecen, ante tempestades, esperando eternamente su resolución. Lugar, por último, donde la historia se encuentra en suspenso.

Se puede decir que Bolivia ha tenido de todo, compartiendo estas continuidades; señoríos aymaras, suyos, territorialidades y espesores culturales, ligados al incanato, pueblos itinerantes amazónicos y chaqueños, reducciones y fundaciones, intendencias, de la época de las reformas borbónicas, levantamientos indígenas, constitutivas de su historia, mestizajes variados, recuperación de las poblaciones indígenas, economías mineras, la de la plata y la del estaño, principalmente, economía del petróleo, economía de las haciendas, economía de la goma, sin olvidar la fugaz economía del guano y del salitre, que no supo retener en sus manos. Se conformó una burguesía minera, después una burguesía agroindustrial, fue asolada por caudillos militares, después sostuvo el peso de las burocracias liberales y de las burocracias nacionalistas. Bolivia es andina, amazónica y chaqueña, además de haber sido atacameña, por el desierto de Atacama y la costa, que perdió en la guerra del Pacífico.

Con una mirada retrospectiva, se puede decir que Bolivia es, de alguna manera, inconclusa; no llega a consolidar el Estado-nación; hay, al respecto, notoriamente y lamentablemente, una palpable ausencia de estrategia política. No consolidó una burguesía minera, no culminó las tareas democrático-burguesas de la revolución nacional de 1952, no terminó de integrar a sus diversos territorios; tampoco, ahora, da curso a la continuidad de la “revolución”

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indígena, pachacuti, no da curso a la continuidad de la descolonización. Todo queda a medias, como en una extraña suspensión fatal.

¿Qué es entonces lo que cohesiona a Bolivia, fuera de su acto constitutivo y la reproducción de sus instituciones? Por más paradójico que parezca, lo que cohesiona a Bolivia es su propia diversidad diferencial, la confluencia de las continuidades mencionadas, de estos bloques histórico-geográficos distintos, la complementariedad de estos bloques, su interculturalidad e intraculturalidad efectivas, aunque no asumidas institucionalmente. En definitiva, se puede decir que, lo que cohesiona a Bolivia es la voluntad, las voluntades plurales, que quieren mantener las alianzas, que los ciclos estatales han confundido con pactos. Los pactos son institucionales, representativos, poco efectivos en la cohesión “real”, empero altamente efectivos en la cohesión “ideológica”. Bolivia se ha convertido en el lugar de la articulación de lo diverso. Todas las formaciones lo son, pues todas las formaciones sociales son abigarradas, unas más saturadas que otras; las formaciones más homogenizadas, de todas maneras, tienen como substrato lo abigarrado, en las condiciones dadas ancestralmente. Sin embargo, en Bolivia, el abigarramiento adquiere una cualidad permanente, que comparte con la característica histórica de suspender todo, de dejarlo pendiente todo. Por lo tanto, la articulación de lo diverso también adquiere una cualidad dramática. La cohesión pasa por la crisis y la catarsis, para lograr emergencias masivas, experiencias intensas de interpelación.

Desde la guerra anticolonial pan-andina del siglo XVIII, cuando, en los territorios del Alto Perú, la insurrección de Tupac Amaru se radicalizó bajo el comando de Tupac Katari, experimentando intensidades mayores, hasta la movilización prolongada de 2000 al 2005, cuyo dramatismo e intensidades, manifiestan la capacidad de gasto heroico, pasando por la insurrección de abril de 1952, sin olvidarnos de la historia de los levantamientos indígenas, donde sobresale la intervención del ejército aymara de Zarate Willka en la guerra federal de fines del siglo XIX, ni de las resistencias mineras, las transgresiones populares, las multitudinarias marchas proletarias e indígenas, estas resistencias, levantamientos, rebeliones, manifiestan claramente la apuesta por la voluntad arronjada.

No pasa, como dice René Zavaleta Mercado, que la crisis hace inteligible la formación social abigarrada, sino es la forma intensa como se asume la crisis, es la voluntad “plebeya” que apuesta a un

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nuevo nacimiento lo que hace inteligible las dinámicas de la formación abigarrada. De este modo, se puede decir que el levantamiento indígena del siglo XVIII, que la intervención aymara en la guerra federal, que la insurrección proletaria y nacional-popular de 1952, que la movilización prolongada descolonizadora del primer quinquenio del siglo XXI, son actos de conocimiento. Abren horizontes de visibilidad.

El problema vuelve después de estos gastos heroicos, cuando hay que cuidar de este nacimiento; ocurre como si no se pudiera dar lugar a una resolución estructural; se vuelven a dejar en suspenso las tareas, la construcción de lo nuevo, manteniendo abigarradamente las viejas estructuras e instituciones, combinadas con las nuevas estructuras e instituciones que se haya podido crear. Entonces se vuelve al juego del eterno retorno de la suspensión, de lo indeterminado y de indefinición. Esta característica, esta combinatoria de condiciones de posibilidad históricas, sin resolverse, quizás sea su potencia y posibilidad, de mantener también abierta la puerta de lo alternativo. Quizás por esta razón sea desde Bolivia desde dónde hay que lanzar la convocatoria para la integración continental. Cuando hablamos de integración lo hacemos pensando en la integración “plebeya”, en la integración por procedimientos de los pueblos, de ninguna manera, en la integración burocrática, teatral y demagógica de los estados y gobiernos.

Una pregunta es indispensable, a propósito de la caracterización marxista: ¿Bolivia es un país capitalista, atrasado y dependiente, de desarrollo desigual y combinado? Bueno, muchos países lo son, de la inmensa geografía periférica del sistema-mundo capitalista. Eso no dice mucho de su especificidad, de su singularidad, lo que hace que sea lo que es, su particularidad. Otra pregunta, del mismo estilo: ¿Bolivia es una formación social abigarrada? También muchos países lo son, no sólo periféricos. ¿Dónde está entonces su característica propia? Quizás se encuentre en esa manera inacabada de constituirse, de avecindar sus construcciones inconclusas, formando “barrios” barrocos históricos, donde conviven en la simultaneidad del presente los distintos proyectos inconclusos. En parte se parece a la figura del niño de Heráclito, que construye castillos de arena, para deshacerlos y volver a construirlos, siempre de distinta forma. La diferencia radica en que se trata de un niño u niña, o ambos, una criatura hermafrodita, que no termina de construir lo que hace jugando, tampoco destruye sus semi-productos completamente, sino los deja, para construir, sin terminar, otros, al lado. ¿Cuándo escogerá los que le gustan, para terminarlos? ¿Cuándo

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hará una amalgama de todos? ¿O, mas bien, se perderá en el laberinto que ha construido?

Bueno, Bolivia no es un sujeto, es un país, también un Estado-nación, es una representación, un imaginario, sostenido en una “realidad” institucional. Son los y las bolivianas los y las que “juegan” con la historia de esta manera. Ahora bien, ¿esta “inconstancia” forma parte de su ser, de su manera de ser? Ciertamente no todos son así, y quizás ninguno, sino que es el efecto masivo de los desacuerdos, pequeños y grandes. Se podría decir que los bolivianos no nos ponemos de acuerdo, pero, tampoco nos dejamos imponer un acuerdo de pocos o, incluso, de muchos. ¿Podremos llegar a un consenso? El método de la fuerza no parece ser una buena solución. Como cantaba Benjo Cruz162, ¿cuándo podremos bolivianos tomar juntos, un vaso de chicha o de cerveza, y hablar? Aunque, tomar chicha y cerveza, lo hacemos casi a diario, sin embargo, no juntos, sino solo con los nuestros, los allegados, de lo que se trata, en definitiva, es de ejercer la democracia participativa. Buscar el consenso, aunque su construcción colectiva tarde. El consenso no se logra sin sacar todo lo guardado, sin poner todas las “huacaychas” en la mesa. Lo qué preguntaba Benjo Cruz es cuándo nos sincerábamos. No es de ninguna manera mala esta idea. Quizás sea un buen comienzo. Sin embargo, para que pueda darse este sinceramiento, se requiere una condición de posibilidad histórica básica; suspender las simulaciones, las representaciones, las pretensiones de legitimidad, los juegos de poder. Se trata del ejercicio de una democracia directa, también del ejercicio de la democracia comunitaria. ¿Esta condición de posibilidad es viable? No se trata de contar o no con una estrategia, con una geopolítica, que tal parece, no se la tiene; no se trata de contar o no con un proyecto, que sí se lo tiene; este proyecto es la Constitución. Empero, el gobierno cree que es un documento de propaganda, que en la práctica no se puede cumplir; el partido de gobierno, si es que lo hay, pues el MAS parece un partido electoral, de apoyo a los eternos candidatos, considera que la interpretación de la Constitución es la oficial, aunque esté plagada de contradicciones insostenibles. Se trata de otra cosa, se trata, de lo que establece la Constitución, de la construcción colectiva de la decisión política, de la construcción colectiva de la ley, de la construcción colectiva de la gestión pública. En pocas palabras, se trata del sistema de gobierno, que establece la Constitución; la democracia plural y participativa.

El problema crucial es ciertamente ¿qué hacemos con el capitalismo? Ya sabemos lo que el capitalismo hace con nosotros. No 162 Trovador y guerrillero, muerto en la guerrilla de Teoponte.

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vamos a repetir lo que ha elucidado la crítica de la economía capitalista, desde Marx hasta nuestros días. Estos análisis son contundentes, sobre todo aquéllos que estudian la expansión de las relaciones capitalistas al campo, al área rural. Al respecto, hemos expresado nuestras diferencias con estos análisis; pero, por el momento, independientemente de estas diferencias, queremos resaltar la pregunta ¿qué hacemos con el capitalismo? La respuesta a esta pregunta marca la ruta que sigue, de acuerdo a la modalidad de la respuesta.

El modelo soviético buscado abolir el capitalismo, aboliendo las relaciones de producción capitalistas, inclusive en el campo. Al embarcarse en la revolución industrial, requerida, indudablemente, ha construido un capitalismo de Estado, basado en la teoría del valor; por lo tanto, en la subsunción de la fuerza de trabajo al excedente apropiado burocráticamente. Los nacionalismo, de la liberación nacional, vale decir, los que postulaban salir de la órbita de la dependencia mediante la sustitución de importaciones, también revolución industrial, que, sin embargo, aceptaban mantenerse transitoriamente en el capitalismo, reprodujeron formas combinadas de capitalismo; capitalismo de Estado, capitalismo empresarial privado, “capitalismo” mixto, capitalismo bajo el control de empresas trasnacionales, capitalismo financiero, capitalismo comercial, formas de acumulación incipientes en un disperso universo de talleres, pero también de propiedades familiares de la tierra. Los actuales gobiernos progresistas de Sud América también aceptan mantenerse dentro del capitalismo, de la misma manera, transitoriamente, empero, pretendiendo iniciar un socialismo de nuevo cuño, llamado socialismo del siglo XXI, en unos casos, y socialismo comunitario, en el caso de Bolivia. En estos proyectos progresistas también se da una combinación abigarrada de formas de capitalismo; casi los mismos mencionados anteriormente, con el aditamento de formas de capitalismo cooperativo y “capitalismo” comunitario163, como en el caso de Bolivia. También hay que añadir la peculiaridad brasilera, que combina el abigarramiento o, lo que llama Francisco de Oliveira, el modelo del “ornitorrinco”, con un capitalismo trasnacional propio, contando con empresas, supuestamente estatales monopólicas, capaces de competir con las empresas trasnacionales del tradicional centro del sistema-mundo capitalista. Parce una condena; las rutas no-capitalistas o transitorias terminan re-articuladas a la reproducción del capital a escala mundial, también a escala nacional. ¿Dónde está la clave para salir del capitalismo? ¿Si no es el cambio de la forma de 163 Revisar de Enrique Ormachea S. y Nilton Ramírez F. Propiedad colectiva de la tierra y producción agrícola capitalista. El caso de la quinua en el Altiplano sur de Bolivia. CEDLA; La Paz, 2013.

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propiedad, expropiando a los expropiadores, si tampoco lo es, como dicen Enrique Ormachea y Nilton Ramírez164, una barrera al capitalismo la propiedad comunitaria de la tierra, pues en la medida que su inserción en el mercado, en el caso de la quinua, el mercado internacional, la comunidad termina formando parte de los ciclos de acumulación de capital, cuál es la clave para escapar a la vorágine capitalista? ¿Se puede escapar a este condicionamiento mientras exista un sistema-mundo capitalista?

Depende desde qué teoría se responda. Sin ocuparnos de las teorías “burguesas”, que ciertamente se han desarrollado técnicamente mucho, desde los tiempos de Marx hasta ahora, sino quedándonos con la teoría marxista; vemos que las tesis apuntan a la transición. De lo que se trata es de crear las condiciones objetivas y subjetivas, mediante la revolución industrial y mediante la lucha “ideológica”, para dar el salto al socialismo en pleno sentido de la palabra. Esta transición ha resultado dramática, se tome una modalidad u otra. El problema del marxismo es su filosofía de la historia y su creencia en la providencia racional de la historia. No hay tal cosa, salvo en la cabeza hegeliana de los marxistas. Lo que se pueda hacer depende de la decisión consensuada de los pueblos, ahora, más que nunca, afectados, en su sobrevivencia, por la descomunal productividad y dominación financiera capitalista. Lo privado y lo público son formas de propiedad, pero también son formas institucionales, formas estructurales de relaciones sociales, que existen y se reproducen porque expropian lo común, forma de acceso directo a los recursos, a los saberes, a las ciencias, al intelecto general, a las tecnologías. Lo común no requiere esperar nada, ninguna transición, ningún regalo de la providencia de la historia; sólo requiere recuperar lo común de sus expropiadores, los propietarios capitalistas y el Estado. Y eso es posible ahora y aquí. El problema es la decisión colectiva, la construcción del consenso. El problema es político, no económico.

¿Esta dificultad tiene que ver con lo que llama el marxismo “ideología”, ahora extendiendo este concepto más allá del fetichismo de la mercancía, comprendiendo el fetichismo del Estado, el fetichismo de las instituciones, el fetichismo del poder? Es posible, si ampliamos el concepto. Pero, también tiene que ver con la capacidad de captura que tienen las instituciones; el Estado, el mercado, el sistema financiero, los organismos internacionales. La lucha no solo es “ideológica”, sino también contra estas mallas de captura; por eso es indispensable fortalecer los flujos de las líneas de fuga, las 164 Ibídem.

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prácticas alterativas, los desplazamientos, las resistencias, creando espacios liberados de estas capturas, que se muevan bajo las “lógicas” de la reproducción de lo común. La lucha es “ideológica”, política y material, en el sentido de la subversión de la praxis165. Hay que arrancarle a la dominación y control del capitalismo espacios-tiempos liberados, que recuperen lo común, reproduzcan lo común, garantizando los ciclos de la vida.

La lucha es descomunal; la lucha contra el capitalismo es mundial. La convocatoria se la dio en la Conferencia Mundial de los Pueblos contra el Cambio Climático, en Tiquipaya-Cochabamba, la convocatoria es a conformar una Internacional de los Pueblos contra el capitalismo y en defensa de la madre tierra. De esta resolución podemos concluir que se trata de avanzar a una gobernanza mundial de los pueblos, sin Estado y sin capital. Una asociación mundial de productores/ras, consumidores/ras y creadores/ras.

No podemos sorprendernos entonces que, durante las dos gestiones del gobierno popular, no sólo se hayan combinado abigarradamente distintas formas capitalistas, sino que se estén formando nuevos estratos de la burguesía, incorporando a campesinos ricos, colonizadores ricos, cocaleros ricos, comerciantes ricos y contrabandistas ricos. Hay pues una recomposición de la burguesía, sin que haya desaparecido la antigua burguesía. La defensa del gobierno, que no es, obviamente, la defensa del proceso, sino todo lo contrario, conduce, lo quieran o no los “defensores” a-críticos o de la crítica sensata, al apoyo a esta recomposición burguesa, sobre la base de la expansión del modelo extractivista del capitalismo dependiente y el paradigma del Estado rentista.

Ecuador

En la entrevista que hace Marta Harnecker a Alberto acosta, cuando le pregunta sobre si ¿el gobierno está contra la Constitución? Alberto Acosta responde:

Me ha costado mucho tiempo llegar a aceptar que hay una suerte de proceso impulsado desde el gobierno contra la Constitución de Montecristi, en contra de su propia Constitución. Hay una Ley de minería que está en contra de la Constitución, hay una Ley de Soberanía Alimentaria que además no aborda nada de lo de fondo y

165 Ver de Raúl Prada Alcoreza La Subversión de la praxis. EPISTEME. Número 3. La Paz 1988.

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que también está en contra de la Constitución y ahora la Ley de Aguas ... ¡Es dramático!166

La siguiente pregunta es: “Tú estabas planteando que la Ley de aguas no respetaba la Constitución, ¿podrías argumentar más sobre éste tema?” Acosta responde:

La Constitución es muy clara en relación al tema del agua. El agua fue declarada en la Asamblea Constituyente de Montecristi como un derecho humano fundamental. El agua, entonces, no puede ser vista como un negocio. Por eso, al inicio del texto constitucional se estableció, en el artículo 12, que “el derecho humano al agua es fundamental e irrenunciable. El agua constituye un patrimonio nacional estratégico de uso público, inalienable, imprescriptible, inembargable y esencial para la vida”.

La trascendencia de estas disposiciones constitucionales es múltiple. En tanto derecho humano se superó la visión mercantil del agua y se recuperó la del “usuario”, es decir, la del ciudadano y de la ciudadana, en lugar del “cliente”, que se refiere solo a quien puede pagar. En tanto bien nacional estratégico, se rescató el papel del Estado en el otorgamiento de los servicios de agua; papel en el que el Estado puede ser muy eficiente, tal como se ha demostrado en la práctica. En tanto patrimonio se pensó en el largo plazo, es decir, en las futuras generaciones, liberando al agua de las presiones cortoplacistas del mercado y la especulación. Y en tanto componente de la Naturaleza, se reconoció en la Constitución de Montecristi la importancia de agua como esencial para la vida de todas las especies, que hacia allá apuntan los Derechos de la Naturaleza.

Ésta constituyó una posición de avanzada a nivel mundial. Dos años después de la incorporación de este mandato constituyente referido al agua, el 28 de julio del 2010, la Asamblea General de Naciones Unidas aprobó la propuesta del gobierno del Estado Plurinacional de Bolivia declarando “el derecho al agua segura y al saneamiento como un derecho humano”.

El actual proyecto de ley de aguas no es privatizador, lo reconozco paladinamente, pero tampoco es des-privatizador. ¿Qué quiere decir esto? Que está bien que no se abra la puerta a la privatización, pero tienes que dar paso, como manda la Constitución, hacia una profunda redistribución de la tierra y del agua167.

La explicación de Alberto Acosta al respecto es la siguiente:

166 Ver de Marta Harnecker Tiempos políticos y procesos democráticos. Entrevista de Marta Harnecker a Alberto Acosta, ex presidente de la asamblea constituyente de ecuador. 167 Ibídem.

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La tendencia monopolizadora del agua en el agro es notoria. La población campesina, sobre todo indígena, con sistemas comunales de riego, representa el 86% de los usuarios. Sin embargo, este grupo apenas tiene el 22% de la superficie regada y accede apenas al 13% del caudal. Mientras que los grandes consumidores, que no representan el 1% de unidades productivas, concentran el 67% del caudal.

Para un indígena es muy difícil acceder al agua, para un terrateniente es muy fácil. Los terratenientes tienen agua incluso para sus piscinas o lagos artificiales para su diversión, cuando los campesinos no tienen agua para cultivar sus parcelas, que son pequeñas o de tierras poco fértiles, ¡esa es la cruda realidad! Por eso tiene que redistribuirse el agua, como tendrá que redistribuirse la tierra, si realmente estamos construyendo un proyecto revolucionario168.

La aclaración de Acosta sobre el carácter de la ley de aguas del gobierno, precisa que la misma: no reconoce eso. Y peor aún, ahora el presidente Correa ha dicho que esta ley no es fundamental ni prioritaria. Esto es algo más grave todavía169.

En la comparación con la ley de aguas anterior, relativa al régimen liberal, dice:

La ley anterior neoliberal era privatizadora, establecía la posibilidad de privatizar el agua, de hacer del agua un producto mercantilizado. Los artículos sobre el agua de la Constitución del 2008 revierten lo establecido en la Constitución de 1998. En esa carta magna, una Constitución neoliberal, se establecía que el agua potable y de riego así como los servicios relacionados con su utilización “podrá prestarlos directamente o por delegación a empresas mixtas o privadas, mediante concesión, asociación, capitalización, traspaso de la propiedad accionaría o cualquier otra forma contractual”. No puedo aceptar con que se mantenga la ley de los neoliberales, esa ley tiene que cambiar. Ese es un tema de fondo170.

La entrevistadora, después toca temas concomitantes, como la relación de la Ley de aguas y las concesiones del gobierno. El análisis del que presidió la Asamblea Constituyente de Montecristi se desenvuelve así:

El ejercicio democrático, de construcción colectiva de la nueva Constitución ecuatoriana, se enmarca en la recuperación de espacios de soberanía nacional y local. La disputa por el agua, recordémoslo,

168 Ibídem.169 Ibídem.170 Ibídem.

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fue intensa en el país. Varios fueron los actos privatizadores. El más notable fue el de Interagua, en Guayaquil. Esta empresa sencillamente suspendió el acceso a quienes no pagan unas tarifas colocadas al antojo de los intereses privados, en función de la rentabilidad que define dónde y cómo invertir, dónde y cómo dar servicios y en dónde no.

Habría que anotar, por ejemplo, en este recuento de incongruencias, que resulta una violación constitucional la ampliación de la concesión a Interagua autorizada por el gobierno del presidente Correa. Me preguntó si el gobierno se ha propuesto pactar con Jaime Nebot, el alcalde de Guayaquil, el gran líder local de las fuerzas de la derecha. Sorprende también el mantenimiento de las concesiones para las embotelladoras de agua y las aguas termales, marginando a las comunidades de su aprovechamiento. ¿Cómo podemos hablar entonces de un proceso revolucionario? Esas son cosas que van debilitando el proceso de reforma y van desgastando lo que tenía de espíritu revolucionario este gobierno, que apenas se perfila como reformista171.

El otro tema crucial, donde se hace patente el comportamiento del gobierno, es la Ley de Minería. La pregunta de Marta Harnecker es: “¿Y qué pasa con la Ley de minería que tantas críticas tiene?” Alberto Acosta responde:

La Ley de minería tiene muchos errores, muchos problemas. Por ejemplo, no se respetaron los derechos colectivos establecidos en la Constitución. En el artículo 57 de ésta se establece que tiene que haber una consulta pre-legislativa cuando se trate de derechos colectivos: hay que consultar a las comunidades para recoger sus criterios e incorporarlos. “Es cierto—dirá alguien—, ya esa gente nombró a sus asambleístas, ellos tienen todo el poder”. Pero lo que nosotros queremos no es eso, sino que haya una activa participación de la sociedad y que se escuche a todas las voces. Lamentablemente esto no está ocurriendo172.

La posición del ex-presidente de la Asamblea Constituyente frente al tema de la minería, en sus distintas formas de explotación, particularmente en lo que respecta a la explotación a cielo abierto, se expresa de la siguiente manera:

Yo estoy en contra de la minería metálica a gran escala a cielo abierto. Aquí en el Ecuador no debe haber este tipo de minería por una razón muy simple: tenemos en esos territorios una enorme biodiversidad y comunidades cuya vida puede estar en riesgo, además tenemos muchas alternativas más interesantes que la minería. Conozco un estudio de las empresas mineras —como de

171 Ibídem.172 Ibídem.

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unas 900 páginas— que, en sus conclusiones, recomienda que los países que tengan alternativas a la minería a gran escala deben desarrollar esas alternativas y no dar paso a esa minería. Ecuador no es Chile, donde se explota mineral en un desierto. No, aquí hay una enorme biodiversidad que va a estar en riesgo. Esa es mi posición. Ahora, eso no quiere decir que no haya que poner en orden la minería existente, la minería a pequeña escala, artesanal y de subsistencia, en donde reina el caos173.

A la entrevistadora le hace recuerdo que: yo fui ministro de Energía y Minas y no cabe duda que hay que poner en orden esa minería existente, y allí si hay que trabajar mucho, muchísimo, para ir cambiando las cosas. Siguiendo con la exposición, Acosta dice:

En Montecristi aprobamos un mandato minero para empezar a organizar el sector. Trabajé intensamente en este tema. Estaba consciente de los problemas existentes y sabía que cuando fui ministro no pude avanzar mucho en arreglar la situación. Lamentablemente el gobierno luego no cumplió la totalidad de dicho mandato. Las consecuencias de incumplimiento están a la vista: el caos se mantiene y la violencia crece174.

Después se toca un tema importante, que está en boca de los gobernantes progresistas, la ampliación considerable del excedente, en relación a la posibilidad de financiar el desarrollo nacional por otras vías. Alberto Acosta dice:

Ahora, si no explotamos los recursos minerales, ¿de dónde vamos a sacar la plata para financiar el desarrollo nacional? Ese es el tema que está a la orden del día. La solución existe si hay el conocimiento y la voluntad política para enfrentar el reto. Existen múltiples fuentes de financiamiento de la economía al margen de extractivismo. Empecemos por corregir las mayores disfuncionalidades existentes. Ecuador extrae petróleo, Ecuador exporta petróleo, pero Ecuador importa derivados del petróleo porque no tiene la suficiente capacidad de refinación. Y esos costosos derivados del petróleo, como el diesel, los quema para generar electricidad en plantas térmicas contaminantes. No aprovechamos energías alternativas y renovables, como la hidráulica, la solar, la eólica, la geotermia, recuérdese que nosotros literalmente dormimos sobre volcanes activos. Esa es una gran tarea, transformar la matriz energética reduciendo la dependencia del petróleo y sus derivados.

Ahora, por ejemplo, ¿por qué no discutimos y encontramos respuestas a una serie de subsidios a los combustibles, mucho de los cuales no están beneficiando a los sectores populares, sino a los sectores más acomodados de la población? En el año 2008, los

173 Ibídem.174 Ibídem.

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subsidios bordearon los 3 mil millones de dólares. No se trata de quitar los subsidios a la bruto, es decir a lo neoliberal. No, de ninguna manera. Hay que hacerlo con creatividad, de manera selectiva. Los subsidios deben mantenerse para los grupos empobrecidos y marginados, no para los acomodados.

Adicionalmente, en el Ecuador, y en prácticamente todos los países del mundo empobrecido, se precisa una adecuada política tributaria. Los que más ganan y más tienen deben contribuir en mayor medida al financiamiento del Estado. Con el gobierno del presidente Rafael Correa se registra una cierta mejoría en la presión fiscal. Esta se acerca al 13% en relación con el Producto Interno Bruto. Pero todavía estamos lejos de lo que debería ser una meta aceptable. El promedio en América Latina es del 24%, el promedio del mundo desarrollado es del 44%, el promedio de Europa es del 46%. En Bolivia, para no irnos tan lejos, la presión fiscal bordea el 20%. Nuestra meta debería ser un 35%. Por lo pronto, si duplicamos la presión fiscal, con impuestos directos progresivos —impuestos a la renta, a la herencia y al patrimonio, especialmente— habríamos resuelto por mucho tiempo el tema del financiamiento sin poner en riesgo nuestras verdaderas riquezas: la vida de muchos compatriotas y de la Naturaleza. Pero además, hay que avanzar en el combate a la evasión y la elusión. Por ahí también hay que avanzar, es decir en la honestidad y conciencia fiscal de la ciudadanía y en el sector empresarial.

Por último, cuando estamos enumerando una serie de opciones para conseguir el financiamiento que requiere la economía ecuatoriana sin destrozar más la Naturaleza, recordemos que las actividades petroleras y también las mineras provocan elevados costos ambientales. Costos que, por lo demás, no entran nunca en los cálculos de rentabilidad que hacen las empresas e incluso el gobierno. Costos que luego, de una u otra manera, se los traslada de manera brutal a la sociedad. La Texaco, para recordar, había dejado pasivos ambientales superiores a los 27 mil millones de dólares, incluso hay estimaciones que duplican o triplican dicha cifra. Además, hay que maximizar el ingreso del Estado por cada barril de petróleo que se extrae. Allí hay un enorme potencial para ingresos adicionales.

De todas maneras, tenemos que desmontar la creencia de que la renta de la Naturaleza es lo que va a resolver nuestros problemas. Nosotros hemos sido el principal productor y exportador de cacao y banano en el mundo, pero no nos desarrollamos. Exportamos todo tipo de frutas, espárragos, flores, exportamos camarones, exportamos petróleo, pero no nos desarrollamos ¿Hasta cuándo vamos a seguir siendo país-producto? ¿Cuándo vamos a ser país-inteligencia, país conocimiento? ¿Cuándo vamos a aprovechar las capacidades de los seres humanos, individual y colectivamente hablando? ¿Cuándo vamos a hacer eso? Mientras no hagamos eso, vamos a seguir presos de lo que yo llamo “la maldición de la

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abundancia”. Mientras tanto seguiremos siendo pobres porque somos ricos en recursos naturales. Y esas sociedades, sobre todo las petroleras y las mineras, tienen características perversas: economías rentistas, prácticas sociales clientelares y gobiernos autoritarios con una democracia endeble.

Por la vía del “desarrollismo senil”, como dice Joan Martínez Alier, no se encontrará la salida a este complejo dilema. El reto radica en encontrar una estrategia que permita construir el Buen Vivir aprovechando los recursos naturales no renovables, transformándolos en “una bendición” como recomienda el Premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, pero sin depender exageradamente de ellos. Sólo así saldremos de la trampa de la pobreza y del subdesarrollo.

Sólo un ignorante o un mal intencionado podrían sostener que la crítica al extractivismo implica la negación total de la utilización de los recursos naturales. No se trata de cerrar los actuales campos petroleros en explotación, pero sí de discutir seriamente sobre si conviene seguir ampliando la frontera petrolera con todos los impactos devastadores que eso significa175.

El gobierno de Correa promulgó una ley de aguas inconstitucional, afectando los derechos colectivos, consagrados en la constitución, y apunta a una política minera devastadora, expandiendo el modelo extractivista a la minería, beneficiando a la acumulación originaria y ampliada capitalista. Las protestas de las organizaciones indígenas y del pueblo ecuatoriano se han hecho sentir; sin embargo, el gobierno ha seguido impávido, imponiendo la decisión autoritaria y vertical del mandatario.

Como se podrá ver, son notorias las analogías de los gobiernos progresistas, sobre todo, en este caso, entre el gobierno boliviano y el gobierno ecuatoriano. Son similares sus contradicciones respecto a la Constitución. ¿Por qué sus gobernantes creen que las constituciones de sus países no son de utilidad práctica, por eso, lo práctico es vulnerarlas? Por otra parte, ¿por qué, al final de cuentas, los pueblos dejan que esto ocurra, sin defender la Constitución y los derechos múltiples consagrados; salvo, es cierto, de honradas excepciones, como la resistencia y la lucha de las organizaciones indígenas, además de las intermitentes asonadas populares, cuando la conducta del gobierno llega al escándalo, como en el caso, en Bolivia, de la suspensión neoliberal a la subvención de los carburantes y la descongelación de los precios en el mercado interno, favoreciendo palpablemente a las empresas trasnacionales del petróleo, así como las protestas, marchas y bloqueos contra la Ley de aguas gubernamental, en el Ecuador? Este es el asunto.

175 Ibídem.

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La respuesta parece evidente. Los gobiernos progresistas no pueden salir del modelo extractivista del capitalismo dependiente. Creen, como sus antecesores neo-liberales, que esta es la base del desarrollo; a diferencia de éstos, los nacionalistas y progresistas lo hacen nacionalizando, aunque sea a medias, no como los nacionalistas del periodo heroico, de mediados del siglo XX, cuando la nacionalización significaba expropiación de los expropiadores. Respecto a la diferencia entre estos gobiernos progresistas y lo que ocurrió en la Unión Soviética y la República Popular China, es que el capitalismo de Estado en estos últimos realizó la revolución industrial, aunque de una manera forzada y militarizada, en tanto que los gobiernos nacionalistas, después, los progresistas, sólo atinan a ampliar el modelo extractivista.

Ciertamente, es diferente, como hemos anotado, el caso Brasilero; sin embargo, no hay que olvidar las observaciones de Francisco de Oliveira, al respecto. El modelo brasilero se parece al ornitorrinco; se trata de una combinación donde, si bien están presentes la segunda y la tercera revoluciones, industrial y tecnológica, se alcanza el desplazamiento a la cibernética, esta ultra-modernidad, que comprende también la industrialización, de la modernidad clásica, se encuentra enlazada a la tercerización de la economía, a la base extractivista, en constante expansión, a la ampliación de la frontera agrícola, en detrimento ecológico, al crecimiento desmesurado de las ciudades, atravesadas por extensas zonas marginales, empujando a una explotación salvaje del proletariado nómada. Toda esta combinación no evita caracterizar al modelo del ornitorrinco como extractivista y neo-extractivista, pues a pesar de la industrialización, la segunda revolución tecnológica y la tercera cibernética, la estructura de esta composición se basa en el modelo extractivista y en las exportaciones primarias de Brasil.

Los gobiernos progresistas no pueden salir del modelo extractivista porque no tienen voluntad para hacerlo, porque están atrapados en un imaginario desarrollista. Para ellos, la historia tiene que continuar, de la misma manera, que en el pasado, salvo bajo el control del Estado, que redistribuye los ingresos, bajo el criterio de políticas rentistas. Esta opción, esta ruta tomada, los convierte en dispositivos del orden mundial de dominación y control capitalista, por más estridente que sea su retórica anti-imperialista. Este es el tema, ante el cual no se puede cerrar los ojos, bajo el argumento que se trata de gobiernos de “izquierda” y que no se debe dejar este lugar a la “derecha”.

Venezuela

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Basándonos en el diagnóstico que hace Víctor Álvarez176 de la revolución bolivariana y del socialismo del siglo XXI, en La Convocatoria del mito177, escribimos:

Es ilustrativo el balance que hace Víctor Álvarez de parte del proceso de la revolución bolivariana. Tomando nota y registrando nuestras impresiones, diremos que:

7. Al parecer la revolución bolivariana aparece como proceso constituyente, como desborde del poder constituyente, como interpelación al estado de cosas, a las estructuras de poder, a la desigualdad social, a la oligarquía parásita, a la economía extractivista y el Estado rentista.

8. Se gesta entonces una nueva Constitución, ideando una nueva república, la quinta, cuya composición y contenido responda a la “ideología” bolivariana, basada en el pensamiento de Simón Bolívar, pensamiento actualizado al siglo XXI, transformando su horizonte liberal en un horizonte socialista.

9. La oligarquía y la burguesía rentista venezolana reaccionan ante el avance político popular con un golpe de Estado y boicot a la producción del petróleo. Las tensiones y contradicciones sociales y políticas llegan a un punto máximo. El intento de restauración de la oligarquía y la burguesía es desbaratado por la movilización popular en defensa del presidente Hugo Chávez y por el contragolpe de las Fuerzas Armadas.

10. A partir de esta victoria política y militar popular el proceso se radicaliza. Claramente se propone la transición al socialismo. Se piensa en un socialismo de nuevo cuño, llamado socialismo del siglo XXI. Lo sugerente de este socialismo no está tanto en nombrarse como del siglo XXI, donde una mayoría de comentaristas hacen hincapié, sino en las formulaciones concretas; en la propiedad social sobre los factores y medios de producción básicos y estratégicos que permita que todas las familias y los ciudadanos y ciudadanas venezolanos/venezolanas posean, usen y disfruten de su patrimonio o propiedad individual o familiar, y ejerzan el pleno goce de sus derechos económicos, sociales, políticos y culturales. También con la creación del Sistema Económico Comunal se plantea avanzar en la transformación del capitalismo rentístico en un modelo productivo socialista, con base en nuevas formas de propiedad social en

176 Revisar de Víctor Álvarez La transición al socialismo de la revolución bolivariana. Transiciones logradas y transiciones pendientes. CEDLA, Instituto de estudios Ecuatorianos, Centro Internacional Miranda; La Paz, 2013.177 Ver de Raúl Prada Alcoreza La convocatoria del mito. Bolpress, Dinámicas moleculares, Horizontes nómadas; La Paz, 2013.

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manos de los trabajadores directos y las comunidades organizadas.

11. En este transcurso y ante estas tareas aparecen las dificultades y obstáculos de la transición. Las alianzas políticas en el poder no son las más adecuadas para esta transición y la profundización del proceso. Los sectores que tienen mayor incidencia en el gobierno y en la institucionalidad estatal no son las clases sociales que pueden sostener la construcción del socialismo, el proletariado y los campesinos, tampoco los sectores más populares de las urbes. Se da entonces como una limitación de los alcances y una disminución de los ritmos del proceso, a pesar de los beneficios obtenidos por la inversión social.

12. Hablando de los alcances cualitativos del proceso y de las transformaciones estructurales, se constata que no se ha salido de la economía extractivista y del Estado rentista, que todavía está pendiente la conformación del modelo productivo, orientado a la soberanía alimentaria, basado en gran parte en la propiedad social y la organización comunitaria. Esta constatación fue compartida por el mismo Hugo Chávez178.

Da la impresión que en Venezuela se combate una descomunal batalla, entre dos bloques históricos confrontados; entre el boque histórico conservador y elitista, compuesto por la burguesía, los terratenientes, es decir, la oligarquía, que, además, incorpora a una tecnocracia que estuvo al servicio de las empresas petroleras trasnacionales, a la antigua burocracia, a los grandes comerciantes, a una clase media alta, beneficiada por el renta liberal y neoliberal, a la iglesia y otras instituciones de influencia, como los medios de comunicación empresariales, por un lado; y el bloque histórico nacional-popular, compuesto por el proletariado nómada migrante, el proletariado sindicalizado, los distintos estratos campesinos, las clases populares urbanas, las clases medias bajas, las organizaciones de base, las comunas, las misiones, por otro lado. Es una lucha de clases, por cierto; empero mediada por aparatos “ideológicos”; en el primer caso, del bloque histórico conservador elitista, hablamos no solamente de los medios de comunicación coaligados a este bloque, sino de toda una atmósfera “ideológica” conformada, por lo menos en el último siglo XX, de toda una “ideología” hecha carne, convertida en comportamientos y en conductas, en prejuicios, en imaginarios. Una “ideología” que considera al capitalismo como “realidad”

178 Ibídem.

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natural, incluso la forma de capitalismo dependiente en el subcontinente sudamericano. En el otro caso, del bloque nacional-popular, también se cuenta con aparatos “ideológicos”; uno de los principales es el partido, ahora llamado PSUV, que cuenta también con el dominio de influyentes medios de comunicación masivos estatales, además de contar con influencia incluso en medios privados, fuera del apoyo de los medios populares, que gozan de cierta autonomía, que incluso les permite llegar a hacer críticas, en algunos casos. El bloque conservador cuenta con un frente amplio de coalición; sin embargo, no se puede hablar de partido, en pleno sentido de la palabra. Se trata de un frente inestable, que reúne variados intereses, perspectivas, discursos y proyectos. El “partido”, en este caso, es todo el bloque, tal como lo teoriza Antonio Gramsci.

Estas mediaciones no son las que distorsionan la lucha de clases, sino que la llevan, precisamente al terreno “ideológico”. En este espacio-tiempo las “cosas” no son como lo que se dice o, usando a Michel Foucault, no del todo adecuadamente, mas bien figurando, las palabras no son las cosas. La mediación del partido, en el bloque nacional-popular, interpreta la lucha a su manera, de una manera bolivariana, por así decirlo, en los términos de la consolidación del Estado-nación bolivariano y la transición al socialismo del siglo XXI. Sin embargo, podríamos decir, que el problema no es este, el de la interpretación, del proyecto, del programa político y, obviamente, de la Constitución. Esto nos llevaría trasladar la discusión a la validez de las interpretaciones, de los proyectos y los programas políticos. Al final se trata del programa político y de la interpretación política que goza de gran convocatoria masiva y organizada. No es pues una discusión teórica la que va definir el curso de los acontecimientos. Tampoco podemos inclinarnos por una interpretación más “ortodoxa” o, si se quiere, más “radical”, que no goza de convocatoria popular, formando parte de las alucinatorias iluminaciones de un pequeño grupo vanguardista. La política, la acción política, no se resuelve racionalmente, sino por el juego y correlación de las fuerzas. El problema es otro; el problema es que el partido se convierte en la representación legítima de las colectividades del bloque popular, que el partido en el poder conforma una casta burocrática, que monopoliza las decisiones, y termina llevando el proceso de transición por los caminos conocidos de la expropiación de las voluntades colectivas por la voluntad centralizada del partido. Por último concurre el aburguesamiento de la jerarquía del partido, que lleva a la repetición del guión, harto conocido, de la

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sustitución de la antigua burguesía por la burguesía burocrática. Las contradicciones, tensiones, conflictos y confrontaciones, perturban la cohesión del bloque, aunque todavía no estallen, debido a la confrontación con el bloque conservador. El problema es la reproducción de viejas prácticas políticas, jerárquicas, centralistas, autoritarias, “vanguardistas”, en el mejor de los casos, demagógicas, en el peor de los casos.

La “verdad” del partido prepondera y se impone, descartándose la construcción colectiva del saber social de la transformación, que sólo se puede construir participativamente. La opción realista y “pragmática” del partido, que, además, exige disciplina, termina reforzando los condicionamientos aceptados efectivamente, la dependencia del modelo extractivista y el círculo vicioso de la dependencia por reiteración y recurrencia del modelo extractivista. La matriz de la crisis política y económica, que afronta el partido en el poder y el bloque popular, se encuentra en estos condicionamientos aceptados, como regla “pragmática”. Es, obviamente, pedir peras al olmo, que el partido atribuya el desenvolvimiento de la crisis a la propia práctica partidaria, a la burocratización, a la mediación partidaria, que en muchos casos termina siendo prebendal y clientelar. La culpabilidad se la atribuye a la “derecha” y al imperialismo. Si bien la “derecha” tiene que ver con el boicot, como ocurrió el 2003, si bien el imperialismo conspira, como lo hizo contra el gobierno de Salvador Allende en Chile; esto ya se sabe que es así, en distintos contextos, variando en formas y estilos. También se sabe que hay que luchar contra el boicot y contrala conspiración; pero, lo que es inconcebible es que se contribuya a este boicot y a esta conspiración con errores, que se buscan ocultar con propaganda. Es como una crónica anunciada; los personajes se apegan a su papel, a pesar, de que tienen la libertad, de decidir otro rumbo.

La crítica radical a los gobiernos progresistas no es, para qué se caigan, como creen los apologistas del partido; este es un tema de las decisiones colectivas, no de “vanguardias”. ¿Cómo se puede plantear tal cosa si no se puede sustituir este vacío político con una alternativa constatable, vigente, dinámica, emergente? No se trata de que no hay que dejar este lugar a la “derecha”, sino de que si la invención social no puede todavía sustituir el lugar vacío, lo indispensable es evitar que el proceso se rife por la propia gestión del partido.

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Conclusiones

Tres conclusiones son indispensables:

1. La necesidad de la interpelación de la crítica, entendida como tal, radical, pues no puede haber crítica sin tocar los problemas en sus raíces, sin tocar las condiciones de posibilidad histórica de los problemas, como también de la misma crítica.

2. Los gobiernos progresistas, los gobiernos “revolucionarios”, son dispositivos provisionales, en la bisagra de las épocas, la pasada y la nueva que nace; son productos institucionales ligados a la herencia institucional y burocrática del Estado. Lo urgente se encuentra en la liberación de la potencia social, la invención y creatividad colectiva, que desmantelan estos aparatos para construir composiciones dinámicas y participativas.

3. La defensa de los procesos de cambio no puede confundirse con la defensa de los gobiernos; hacerlo es un suicidio. Se confunden las transformaciones, lo que posibilita las transformaciones, la participación movilizada, con la representación conservadora e institucionalizada de la conquista del poder. Es cuando las criaturas se convierten en los buitres que comen las entrañas del pueblo.

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Subversión comunitaria

Propaganda, imperio e imperialismo

El gobierno boliviano ha aprovechado desmedidamente la ocasión para la propaganda política, en plena coyuntura electoral. La ocasión o la oportunidad es el comportamiento violatorio de los convenios y las leyes internacionales, por parte de las potencias europeas, timoneadas por el gendarme del imperio, Estados Unidos de Norteamérica, apoyada por el brazo armado de la OTAN, al clausurar el espacio aéreo europeo al avión del presidente de Bolivia, Evo morales Ayma. Hecho desmesurado, que ha valido la respuesta de los pueblos, sobre todo de los pueblos de América Latina y el Caribe al rechazar esta agresión, que la consideran agresión al continente, a las soberanías nacionales y a los pueblos. Hecho también que ha patentizado lo develado por WikiLeaks, particularmente por Julian Assange y, después, sobre el caso de espionaje mundial, por Edward Joseph Snowden. La excusa para la clausura del espacio aéreo fue la sospecha de que en el avión del presidente se trasladaba, clandestinamente, Snowden. El tema en cuestión es éste, no hay que perder la cabeza. El gobierno de Obama ya había amenazado al gobierno de Ecuador de tomar sanciones y represalias si es que asilaban a Snowden, teniendo en cuenta que Julian Assange ya se encuentra asilado en la embajada ecuatoriana en Londres. ¿Hubiera hecho lo mismo el gobierno de Obama, presionar a los gobiernos europeos para que tomen medidas, como la clausura del espacio aéreo, si es que no se presentaba el caso de Snowden, que se encuentra, en una especie de limbo, en el aeropuerto de Moscú? No parece ser este el caso. Indudablemente, la desfachatez con la que han actuado los “imperialismos” en contra de un presidente indígena, subleva doblemente; uno, por atentado contra las soberanías de los estados; dos, por reproducir una actitud grotescamente colonial. Ambas dimensiones tienen que ser analizadas. ¿Qué hay detrás de esta persecución a Assange y a Snowden? ¿Qué hay detrás de los mensajes amenazantes contra el gobierno de Ecuador, contra el

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gobierno de Bolivia, amenaza extendida a todo gobierno que se atreva a dar asilo a Snowden?

A la primera pregunta, respondimos en otros textos, anteriores a éste; dijimos que se trata de la apuesta del imperio a marchar a un Estado de excepción mundial prolongado, suspendiendo los derechos fundamentales a los ciudadanos, a los pueblos y a los estados179. No vamos a insistir en esta interpretación. Lo que nos interesa es analizar la segunda pregunta, pues tiene implicaciones con el debate sobre imperio, imperialismo, capitalismo y colonización, debate que ha puesto en mesa la Conferencia Internacional Anti-imperialista, que se lleva a cabo en Cochabamba, organizada por el gobierno boliviano, aunque aparezca convocada por el Pacto de la Unidad – la mitad del Pacto de Unidad por cierto, en ausencia de las organizaciones indígenas -, promovida por la CSUTCB. Conferencia que no deja de ser sugerente por el tema, a pesar de que forma parte del montaje propagandístico del gobierno.

En el discurso de inauguración, el vicepresidente ha expuesto la perspectiva que tiene del tema y del encuentro. Ha comenzado su discurso caracterizando al colonialismo; de manera “pedagógica” ha leído la apreciación que tenían los conquistadores sobre los nativos, recurriendo a la correspondencia de uno de los clérigos conocidos de entonces, que denotan los primeros pasos de la descalificación racial en la constitución del sistema-mundo capitalista y su geopolítica racializada. Después ha dicho que estas percepciones no han cambiado, a pesar de los siglos transcurridos, refiriéndose a las apreciaciones del gobernador de Santa Cruz sobre el presidente. Posteriormente ha expuesto sucintamente las tesis de Vladimir Lenin sobre el imperialismo, teniendo como referencia el libro conocido El imperialismo, fase superior del capitalismo; destacando básicamente el carácter de concentración del capital, la característica de exportación de capitales para dominar y controlar, así como tomando en cuenta que el imperialismo es la dominación de un Estado sobre otros estados. Aunque quedaron pendientes esclarecer la concentración de la producción y los monopolios, el nuevo papel de los bancos en la fase imperialista, el capital financiero y la oligarquía financiera, el reparto del mundo entre las asociaciones capitalistas, el reparto del mundo entre las grandes potencias, para llegar, de una manera más exhaustiva, a la tesis del imperialismo, la última fase del capitalismo. Se puede comprender estas ausencias por las

179 Revisar de Raúl Prada Alcoreza Potencia social o poder; Dinámicas moleculares, Horizontes nómadas; La Paz. También Ultra-burguesía y Estado de excepción mundial, así como La agonía del Leviatán, Globalización del diagrama de control y Potencia de la vida. Bolpress, La Paz; Rebelión, Madrid.

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características de la exposición “pedagógica”. En su exposición, el vicepresidente, vinculó la indisoluble unión reciproca entre colonialismo y capitalismo. Ambos se retroalimentan; más o menos se estableció la siguiente tesis: el capitalismo es colonialismo y el colonialismo es capitalismo. Tesis que también puede ser planteada de la manera siguiente: el colonialismo es el procedimiento de expoliación que emplea el capitalismo para extenderse y acumular, en tanto que el capitalismo es el modo de producción que el colonialismo usa para afincar su poder. En conclusión planteó que los conceptos fundamentales son: colonialismo, capitalismo, imperialismo e imperio. Dejaremos de lado la apología al líder, el culto a la personalidad, de Evo Morales, que ya se ha vuelto una costumbre ansiosa en el vicepresidente. Con esto dejaremos de lado su interpretación de que Evo Morales Ayma es el líder más peligroso para el imperialismo, por eso le teme. Nos interesa evaluar el contenido del debate, no los discursos de alabanza.

Sobre los conceptos colonialismo, capitalismo, imperialismo e imperio

A estas alturas no podemos recurrir a un texto despreciativo de lo indígena, como el leído por el vicepresidente, para caracterizar al colonialismo, de acuerdo a cómo pensaban los conquistadores, al comienzo de la colonización. No se trata de saber cómo pensaban los conquistadores, sino de cómo funcionaba y funciona el diagrama de poder colonial.

El concepto de colonialismo, como todo concepto, tiene su historia, no sólo por sus antecedentes, sino porque sufre mutaciones, desplazamientos y transformaciones, en el espacio-tiempo. En esto intervienen enfoques distintos, corrientes contrastadas, teorías concurrentes; así como experiencias de los pueblos. Podemos decir que el concepto de colonialismo ha venido logrando mayor cuerpo, mejorando su composición, haciendo más inteligible la problemática de la que trata. Hay como ritmos de variación entre las configuraciones de colonialismo y colonialidad, articulados con el concepto operador de colonización. La colonización como acción desbordante habría instaurado y establecido el colonialismo como sistema de dominación. La persistencia, en ciclos largos del colonialismo, terminaría cristalizándose en una forma de sociedad, cuyas características se describen en la colonialidad múltiple;

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colonialidad del poder180, colonialidad del saber181, colonialidad del cuerpo182, colonialidad de género183, colonialidad económica184; etc. Para comprender el concepto múltiple de colonialidad, es indispensable entender el alcance conceptual del concepto de colonialismo interno185. Pues este concepto ayuda a comprender la continuidad colonial después de las llamadas independencias, la conformación de las repúblicas y los Estado-nación, en las llamadas sociedades postcoloniales. Entonces el concepto de colonialismo adquiere connotación no sólo en la descripción de la historia colonial, sino en sus relaciones teóricas en la formación discursiva sobre colonialismo, colonialidad, colonización.

Hoy podemos decir que el colonialismo no solo es el procedimiento por excelencia de la reiteración recurrente de la acumulación originaria de capital, por despojamiento y desposesión, sino que el colonialismo es toda una economía política racial, pues inscribe la diferencia racial en los cuerpos. La dominación, es decir, el ejercicio de poder, se ejerce racialmente. Este es el aporte de los estudiosos y estudiosas del colonialismo y de las distintas formas de colonialidad. Independientemente de la discusión entre perspectivas teóricas, entre Estudios poscoloniales, Estudios de la subalternidad, crítica de la razón postcolonial, genealogía de la colonialidad, investigaciones etnohistorias y antropológicas, el significado compartido entre los distintos puntos de vista, es este de la geopolítica racial del colonialismo. Esto es importante, no por decir algo que parece decir a simple vista, lo que todo el mundo sabe, esto de la percepción del prejuicio racial, sino porque se estudian las distintas prácticas, técnicas, procedimientos, imaginarios, de racialización de las relaciones sociales. La importancia de esos estudios radica en lo que develan sus investigaciones; las formas específicas de colonización, de colonialidad, de colonialismo, formas representativas, formas institucionales, formas de saber, formas de poder.

En otro texto dijimos que el diagrama de poder colonial, que es un diagrama múltiple, pues articula distintos diagramas de poder, tiene como materia de poder a las sociedades nativas186. Primero, marca a 180 Tesis trabajada por Aníbal Quijano.181 Tesis trabajada por Estudios postcoloniales, en los que se encuentra Walter Mignolo.182 Tesis trabajada por las teóricas del feminismo de-colonial.183 Tesis trabajada y discutida por María Lugones. 184 Tesis propuesta por nosotros, recogiendo los aportes de la Teoría de la dependencia, sobre todo, las investigaciones diferenciales de la colonialidad. Ver de Raúl Prada Alcoreza La colonialidad como malla del sistema mundo capitalista; Dinámicas moleculares, Horizontes nómadas; La Paz. 185 Tesis elaborada por Rodolfo Stavenhagen. 186 Ver de Raúl Prada Alcoreza Potencia social o poder; Dinámicas moleculares, Horizontes nómadas; 2013, La Paz.

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los cuerpos de las sociedades nativas, los separa, dualiza a las sociedades, jerarquizando la dominante sobre la dominada; después, subordina a las sociedades nativas a la sociedad dominante; para luego subsumirlas, diluyéndolas en la sociedad “mestiza”. ¿De qué manera esta colonización múltiple, que se concreta en la colonialidad múltiple, efectuada en distintos “planos” y espesores, inscripción en la superficie del cuerpo, inscripción en el espesor del cuerpo, inscripción en la virtualidad de los imaginarios, coadyuva en la acumulación capitalista?

Se entiende que la acumulación originaria de capital tiene que ver con el despojamiento y desposesión de territorios, recursos, saberes, técnicas, instituciones, cultura, lenguas. En lo que respecta a la acumulación ampliada de capital, el colonialismo y la colonialidad han logrado niveles espeluznantes de súper-explotación, desde la esclavización hasta el trabajo asalariado, pasando por distintas formas de servidumbre, aprovechando también la diferencia de “género”, súper-explotando más a las mujeres. También sabemos que la geopolítica colonial del sistema-mundo capitalista ha establecido una geografía que distingue centros de periferias, condenando a las segundas a ser exportadoras de recursos naturales, en la división mundial del trabajo. En otras palabras, el colonialismo condena a las periferias a un capitalismo dependiente, basado en el modelo extractivista. Esta división del trabajo, a escala mundial, genera súper-ganancias a los centros industriales del sistema-mundo. Mantenerse en el modelo extractivista es no sólo preservarse en el círculo vicioso de la dependencia, sino en reproducir la dominación colonial. Mientras se sigue en este modelo, no se puede hablar seriamente de descolonización, a no ser que se quiera hacer propaganda, incluso del colonialismo más peculiar de los últimos tiempos. Decir que se ha resuelto el problema del colonialismo porque se ha llegado al gobierno, porque se ha llegado a ocupar el lugar del otro, del dominador, del amo, del patrón, haciendo después lo mismo que éste. Esto no es otra cosa que hacer, cumplir, las tareas coloniales y de dominación, que ya no cumple el dominador, el amo, el patrón, porque simplemente ya no está.

Otra relación colonial, que podríamos llamar neocolonial o, si se quiere, incluso trans-colonial, es lo que se ha convertido en deuda infinita. Desde las tesis del marxismo austriaco, del que Rudolf Hilferding era uno de los teóricos más destacados, que son las tesis que retoma Vladimir Lenin, se puede decir que es la composición y combinación entre capital financiero y Estado lo que le dio características propias a la acumulación ampliada en las “fase(s)

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superiores del capitalismo”, hablamos, por cierto, de la concentración y la centralización fabulosas de capital. A esta composición es a lo que se llamó entonces y en Europa, capitalismo de Estado187; es a esta combinación, de alta concentración monopólica de capital, producción, financiera, de mercados, por lo tanto, control geopolítico efectivo, incluyendo el dominio militar, que se llamó imperialismo. La exportación de capital amarró fuertemente a los estados periféricos a los centros, no solo industriales, sino financieros. Entonces se puede decir que el imperialismo tiene como una composición de edificación “estructural”, basada en esta gran concentración de capital, concentración de producción, concentración industrial, sobre todo, en la “etapa superior del capitalismo”, concentración financiera. Concentraciones y centralizaciones sostenidas, por lo que llama Samir Amin, monopolio del complejo tecnológico-militar. Esta alta composición y combinación explosiva lleva rápidamente a una dominación financiera de toda la estructura del capitalismo y del capital; donde la burguesía financiera domina a la burguesía industrial. Esta “fase superior”, imaginada por Lenin como la “última”, desencadenó la primera y la segunda guerra mundial, por la competencia imperialista, por las ineludibles contradicciones imperialistas. En esa “fase superior” había varios imperialismos concurrentes. Al finalizar la segunda guerra mundial, la victoria de los aliados, capitalistas y “socialista”, sobre el III Reich, derivó en la conformación de dos híper-potencias, si se quiere, dos súper-imperialismos; uno, el híper-imperialismo estadounidense; el otro, el súper-imperialismo soviético, que Mao Zedung llamó social-imperialismo. Esto ya no lo imaginó Lenin. Entonces, lo que la escuela del marxismo austriaco conceptualizó no era “la última fase del capitalismo”, no era, ahora podríamos decirlo, usando a Fukuyama, el fin de la historia. Hay formas imperialistas mucho más descomunales, que no son tampoco la “última fase”. El mundo se partió en dos; la orbe capitalista y la llamada orbe “socialista”.

Hoy sabemos que tampoco terminó ahí la historia del imperialismo; sobrevino una tercera “fase superior”, pasando por la primera, que conoció Lenin, también por la segunda, que conoció Mao Zedung. Esta tercera “fase superior” es el que corresponde a la dominación única y casi absoluta de la mega-potencia capitalista, industrial, tecnológica, comunicacional y militar de los Estados Unidos de Norteamérica. Hemos pasado, de un mundo dual a un mundo unilateral. En este contexto “superior” del capitalismo, que no parece 187 Desde otra perspectiva y con otra apreciación, en América Latina y el Caribe, llamamos capitalismo de Estado a los gobiernos nacionalistas y populistas, que optan por las nacionalizaciones y la empresa pública.

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ser el último, se ha dado lugar a una nueva integración de capitales, sobre todo financieros, articulando sólidamente la dominación mundial, institucionalizando esta dominación y control capitalista, redefiniendo una nueva estrategia geopolítica del sistema-mundo capitalista, que ya no se basa en los repartos del mundo, sino en los flujos financiero, rápidos, extremadamente rápidos, por la digitalización y la cibernética, llamados “capitales golondrinas”.

Lo que no se ha dejado de manifestar reiterativamente, en las distintas “fases” del capitalismo, en las distintas “fases superiores del capitalismo”, es la reincidencia de las crisis cíclicas y orgánicas del capitalismo. Las llamadas crisis de sobreproducción, que también pueden ser interpretadas como de sobre-acumulación, así como de sobre-concentración financiera, han llevado a una abrumadora disponibilidad financiera, que no encuentra salida, para seguir valorizando el dinero. La estrategia del sistema financiero mundial es la especulación; inventó, lo que se ha venido en llamar, “burbujas financieras”. Se trata de la valorización especulativa dineraria, ocasionando un sistema capitalista inflacionario. El costo de esta valorización ficticia recae indudablemente sobre las sociedades y los pueblos del mundo.

En este decurso, lo que conoció Lenin, partiendo de las tesis de la escuela austriaca, es la exportación de capitales, en la escala de su tiempo; es decir, conoció la inversión capitalista en las periferias colindantes y distantes de los centros imperialistas. Lo que no conoció es la “exportación” propiamente financiera, la relativa a los prestamos del sistema financiero mundial a los Estados, en la gigantesca escala en la que se dio durante la segunda mitad del siglo XX. Los mecanismos de este endeudamiento, la contabilidad de las amortizaciones, de los intereses, de los refinanciamientos y por lo tanto de los re- endeudamientos, derivó en la deuda infinita; una deuda impaga. Una deuda que no solamente ya habría pagado su amortización, más de una vez, sino que, por todo el engranaje financiero, no puede dejar de seguir pagándose. Este es el gran negocio financiero y la forma perversa del nuevo sometimiento de los estados a esta dominancia del sistema financiero internacional. Nueva dominación imperial y colonial del ciclo largo del capitalismo vigente.

A esta nueva composición y combinación integral del capitalismo, cuya forma descomunal es única, es decir, la concentración y centralización unificadas en un orden mundial consolidado, Antonio Negri y Michael Hardt le llaman imperio, usando la metáfora del

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imperio romano y de la paz romana. Independientemente de la polémica apasionada que ha desatado esta tesis, independientemente de la configuración cuestionada del imperio, recurriendo a la figura piramidal propuesta por el historiador griego Polibio para la explicación del dominio del imperio romano, lo sugerente de la tesis es haber interpretado la transformación estructural del capitalismo, su dominio absoluto y control sobre el orbe, haber comprendido su transformación imperialista en imperio; es decir, si se quiere, en la forma unificada de “imperialismo”, la forma unificada de concentraciones y centralizaciones, realizadas por la lógica financiera, la lógica de la mundialización y la genealogía del poder.

A estas alturas, seguir recurriendo a Lenin, al libro El imperialismo, la última fase del capitalismo, es un anacronismo. No le hace bien a la escuela austriaca, que son los elaboradores de las tesis sobre la transformación imperialista del capitalismo, no le hace bien al marxismo, que se supone es dinámico y se actualiza, no le hace bien a la lucha contemporánea contra el capitalismo, el imperialismo, el imperio y el colonialismo. Hay intelectuales, que se proclaman marxistas, que se han desgarrado las vestiduras atacando el libro de Negri y Hardt Imperio188, recurriendo al manual de Lenin. Creen que esa es la mejor forma de demostrar que son “revolucionarios”, pues son fieles a las “fuentes”. Esto no es más que fidelidad a los santos escritos.

Se puede explicar el anacronismo del vicepresidente por el apego a la propaganda, por la opción tomada por el gobierno, el realismo político y el “pragmatismo”, que los llevó a la intensificación y expansión del modelo extractivista colonial del capitalismo dependiente. El vicepresidente requiere convencer a los convencidos que siguen siendo “revolucionarios” y anti-imperialistas, aunque su anti-imperialismo corresponda a una lucha con los fantasmas del imperialismo de la mitad del siglo pasado, y no una lucha concreta con el imperialismo de carne y hueso de la actualidad. El enojo de los intelectuales anti-Negri, que se desesperan ante las nuevas interpretaciones sobre la dominación imperial, dejando atrás las sagradas escrituras de Lenin, se explica también, pues muchos de ellos están acostumbrados a los escenarios académicos, congresos, conferencias y foros, donde también hay que demostrar que son “revolucionarios”, mejor aún si son añejos como el vino.

188 Revisar de Michael Hardt y Antonio Negri Imperio; Paidós 2002; Buenos Aires.

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Expropiación de lo común

Lo común no es estatal ni privado

Dedicado a los y las común-istas que luchan por la recuperación de lo común, de lo que es de todos, lucha contra la expropiación privada y pública de lo común. A los común-istas que no requieren de un Partido Comunista para ser común-istas, pues el Partido no es propietario del común-ismo, es otro expropiador del común-ismo como subversión de la praxis. Tampoco la y el común-ista requiere ser marxista para ser común-ista, pues el marxismo ha terminado siendo una expropiación teórica de la potencia social.

Lo común no es estatal ni privado, es, como dice su propia definición, común; es decir, de todos, de acceso inmediato, espontáneo, sin precio de ninguna clase, salvo el de la energía corporal. Hablar de lo común como si fuera del Estado o como si lo que es del Estado, es decir, público, fuera lo común, es no otra cosa que una expropiación de lo común por parte del Estado. Pretender en un discurso oficial que es así, que lo común es lo estatal, es un descomedido, también una demagogia desmedida189. Eso es precisamente lo que hizo el vicepresidente en el discurso de inauguración de la Conferencia antiimperialista, organizada por el gobierno, en Cochabamba (agosto 2013), con el objeto de apoyar al presidente de Bolivia, por el agravio imperialista, al clausurar el espacio aéreo europeo, a su regreso de Moscú. No se pueden presentar las políticas del gobierno popular como si fuesen una recuperación de lo común. Hay toda una distorsión conceptual y fáctica en todo esto. La nacionalización de los hidrocarburos es eso, una estatalización de los recursos hidrocarburíferos; es decir, una conversión de la propiedad privada en propiedad estatal. En este caso, lo que corresponde a la apropiación privada fuera de boca de pozo, cuando el gas y el petróleo salen de sus bolsones geológicos. Pues la propiedad nominal de los recursos hidrocarburíferos bajo tierra seguía siendo del Estado boliviano, antes de la promulgación de la Constitución. Lo que hace el decreto “Héroes 189 Discurso del vicepresidente en el discurso inaugural de la Cumbre Antiimperialista. Cochabamba, Agosto 2013.

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del Chaco” es recuperar los hidrocarburos para el Estado, apropiados privadamente, fuera de tierra. Después de la aprobación por el pueblo boliviano y la promulgación de la Constitución se establece que la propiedad de los recursos naturales es del pueblo boliviano, ya no del Estado. El Estado es un mero administrador de la propiedad del pueblo boliviano. Empero, este mandato constitucional es el que menos cumple el gobierno. Pues para cumplir el mandato debe entregar esta propiedad al pueblo, debe socializarla, debe consultar todos los pasos que se den, administrativamente, técnicamente y políticamente sobre los recursos naturales. Debe dar paso al ejercicio de la democracia participativa, de la participación y el control social en la gestión de los recursos naturales. Es lo que menos hace. Ha reproducido no solo la vieja forma democrática administrativa publica, sino que ha reproducido esta forma en su distorsión perversa, prebendal y clientelar. Hay menos Estado en la gestión y control técnico de la explotación hidrocarburífera, que lo que había en las empresas estatales del periodo nacionalista de la mitad del siglo XX; el llamado, por nosotros, periodo heroico del nacionalismo. Menos Estado que antes; en estas condiciones, no se puede presentar esta situación como si fuese gestión de lo común. Esto no solo es un exabrupto, un error conceptual, sino una extravagante utilización política de los hechos. ¿Qué es lo común? Lo común es, por ejemplo, el territorio comunitario, territorio cuya gestión territorial es de la comunidad, gestión ejercida bajo normas y procedimientos propios, autogobierno, libre determinación, instituciones propias. Lo común son los bienes comunes, comenzando por los bienes naturales, la tierra, el agua, el aire, las plantas, los frutos de las plantas, etc. También pueden considerarse bienes comunes los productos del trabajo colectivo; sin embargo, en este caso, median relaciones sociales, estructuras de relaciones sociales, formas de posesión y de propiedad comunitaria institucionalizadas. Formas institucionales comunitarias que también se trasladan a la posesión y propiedad de los bienes naturales. En las historias de las sociedades, éstas han conformado, en principio, instituciones comunitarias; después, con las transformaciones mismas de las instituciones, han conformado instituciones que podríamos llamarlas “publicas”, en la medida que tienen que ver con la captura del “Estado”, o lo que se va llamar “Estado”; visto retrospectivamente, desde la perspectiva del historia política, aunque no sean otra cosa que aparatos de captura de las representaciones del poder instituido. Posteriormente las transformaciones institucionales y la estratificación y diferenciación social han conformado instituciones “privadas”. Se puede decir que el conjunto de estas últimas instituciones han legalizado y materializado la propiedad “privada”, así como la propiedad “pública”. En la sociedad moderna, estas formas de propiedad se han extendido

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considerablemente, con el crecimiento de la población, el crecimiento económico, la estratificación social, el crecimiento de las ciudades, la hipertrofia del Estado. En las llamadas sociedades capitalistas se ha dado prioridad a la propiedad privada, sobre todo empresarial y latifundista; en las sociedades llamadas “socialistas” se ha dado prioridad a la propiedad pública, sobre todo empresarial y de la tierra, además de los servicios. Ambas sociedades modernas lo han hecho expropiando lo común a las comunidades, a la sociedad y a la madre tierra. En sentido amplio, lo común entonces no es una propiedad, tampoco una posesión, es un acceso. Acceso de todos a los bienes naturales, a los productos del trabajo colectivo, así como al leguaje, al intelecto general, a los saberes, a las ciencias, a la cultura, que son también bienes comunes. Lo común es de la comunidad, por lo tanto forma parte de la territorialidad o las territorialidades de la comunidad. Lo común nos hace íntimamente interdependientes y complementarios, integrados en el compartir de lo que es inmediatamente accesible, sin mediación alguna, ni costo, salvo el de la propia energía para acceder. Ahora bien, si lo que compartimos, el hecho y la experiencia de compartir, nos hace comunes, al compartir con las plantas y los animales, la tierra, el agua, el aire, el sol, formamos una comunidad biológica compleja y entrelazada. Entonces, las comunidades no sólo se reducen a las comunidades humanas. Las comunidades son comunidades bióticas, si es que no hablamos de otras formas de asociaciones. Estamos hablando de formas de comunidad más ricas y complejas, que exigen formas de correspondencia vitales. En Subversiones indígenas escribimos:En un hermoso libro intitulado Communitas. Origen y destino de la comunidad, Roberto Esposito desplaza el sentido de comunidad a sus raíces latinas y al origen mismo de lo social y lo colectivo, que no es otro sino el de la exposición, el del circuito inaugural de la donación y contradonación, del dar y de la deuda: de la reciprocidad y complementariedad.190 Podríamos decir que la comunidad es una predisposición. Por este camino, también una anticipación, lo previo a la socialidad; pero también lo que la condiciona, lo que la hace posible. Esta socialidad anterior a la sociedad misma, que da lugar a las relaciones sociales, se funda en el socius, un socius que permite la donación absoluta mediante el sacrificio. Este asociado es el animal. El origen de la comunidad arranca en el acontecimiento de este sacrificio. La carne y la sangre que se comparte es la del animal sacrificado. La comunidad se construye en esta exterioridad. La deuda entonces es con el animal. He ahí el misterio. Por eso el fantasma del animal sacrificado persigue al ser humano. Por eso se usa su imagen para apoderarse de su espíritu, vale decir de su fuerza. El animal engullido forma parte de nosotros. La comunidad tiene sus raíces en este sacrificio. Se hace comunidad al compartir la muerte y la carne del animal. La comunidad se constituye en esta 190 Roberto Esposito: Comunitas. Origen y destino de la comunidad, Buenos Aires, Amorrortu, 2003.

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exposición voraz. No solamente estamos hablando de una comunidad de caza, tampoco podemos eludir que la misma caza presupone relaciones sociales que sostienen al grupo y a su entorno. No se trata de caer en la banal discusión de qué es lo primero: la caza o el grupo de caza, sino precisamente de salir de este razonamiento causal. De lo que se trata, para eludir estas dicotomías falsas, es de pensar el proceso de constitución de la comunidad, que no deja de estar íntimamente ligado con la caza y la recolección. De lo que se trata es de preguntarse sobre el proceso de constitución de la comunidad, que no es ajeno al proceso de constitución del animal, posiblemente basado en la diferenciación y reciprocidad entre naturaleza y cultura191.Esta concepción de la comunidad es religiosa, se basa en el sacrificio. Por más inquietante que aparezca esta concepción de comunidad, muy ligada a la deuda y al compromiso, por lo tanto a la institución, no logra comprender el sentido íntegro de comunidad, el sentido anterior al institucional, anterior al imaginario institucional; este sentido es el de compartir ni siquiera algo, sino mucho, quizás todo; tener entrelazadas las vidas. Este compartir existencias hace a la comunidad. Lo común entonces es la vida misma, en toda su complejidad. En las sociedades humanas este compartir es fundamental, incluso comprendiendo a las instituciones comunitarias, que suponen los imaginarios comunitarios, que posiblemente tengan que ver con el sacrificio, aunque no sólo, pues otras uniones, otras simbolizaciones de uniones, otros mitos de origen fueron posibles. Si se quiere, la comunidad espiritual puede haberse basado en el sacrificio; empero, también había comunidad de caza, de pesca, de recolección, comunidad de artefactos e instrumentos. Sobre todo comunidad por asociación. El sacrificio aparece con los y las diosas, con las fuerzas inmanentes; ¿la hominización tiene que ver con esta aparición o es anterior a la misma? Pregunta difícil de responder; sin embargo, podemos decir que el imaginario de los y las diosas no es el único imaginario que puede haber aparecido; hay otros muchos, los que permite el lenguaje. Si bien las imágenes de animales, plantas y eventos climáticos, hayan sido vinculadas a fuerzas inmanentes, el hecho de compartir algo ha tenido que haber construido imaginarios de este hecho, más vinculados a la complementariedad que con la reciprocidad; la complementariedad tiene que ver con la asociación y la reciprocidad tiene que ver con el circuito del don, con lo que podríamos llamar la deuda. La asociación, la complementariedad, no necesariamente requiere de un imaginario inmanentista, espiritualista. Sin embargo, ésta, la del nacimiento de la comunidad, la de “origen” de las instituciones comunitarias, no es la discusión que compete ahora, sino el de la expropiación de lo común. ¿Por qué lo que es de todos terminó siendo público y privado? Este es el tema en cuestión. Es difícil comprender la expropiación de lo común por lo “público” si 191 Raúl Prada Alcoreza: Subversiones indígenas. Comuna; CLACSO. La Paz, Buenos Aires.

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no median las representaciones institucionalizadas. Esto supone que alguien se convierte en el principio de todo, en el dueño absoluto de todo, por eso mismo en el dador de todo, en el concesionario. Este alguien es la representación suprema, el soberano, el absoluto, como principio básico institucional. En la producción de este hecho representativo e institucional juegan un papel importante las castas sacerdotales, así como las consecuencias de la estratificación y diferenciación social, dadas por acumulación “privada”. En el nacimiento de estos aparatos de captura, que después, retrospectivamente, se va llamar Estado, en el sentido amplio de la palabra, no moderno, la expropiación de lo común es el mecanismo de institución y constitución de esta forma de poder, entendido como disponibilidad y monopolización de fuerzas y recursos, de bienes y de cuerpos. Bajo estas formas antiguas de sociedad, si bien no se ha expropiado todo lo que es común, esto es imposible, se ha expropiado lo suficiente como para instaurar el “Estado”. En las sociedades antiguas también lo “privado” tiene comienzo por el mecanismo de expropiación de lo común. Hay que anotar, antes, de seguir adelante, que esta expropiación “publica” del común es también, al mismo tiempo, una apropiación “privada”. El despotismo, el reinado, la monarquía, no se apropian de lo común sólo de manera abstracta; para concretar esta expropiación se tiene que usufructuar de los bienes; esto no puede sino darse de manera “privada”. El goce y el usufrutuo de los bienes es “privado”. La diferenciación social, la estratificación, la formación de castas, la formación de “clases”, basadas en familias privilegiadas, distinguidas como nobles, legitimando su dominio y su acumulo de manera “religiosa”, son como las condiciones de posibilidad de estas expropiaciones de los común “publicas” y “privadas”. En las sociedades capitalistas la extensión y generalización de lo privado adquiere no solo características institucionales, propias de la sociedad civil, es decir, de una jurisdicción diferenciada, atingente al comercio, a las transacciones, a las finanzas, a la industria, a la economía en general. En las sociedades antiguas la propiedad “privada” adquiere el carácter de jurisdicción, de ley; en las sociedades capitalistas, la propiedad privada se convierte en la jurisdicción principal; en las repúblicas se convierte en parte de los derechos fundamentales. Junto a los derechos civiles y políticos, a los derechos individuales, el derecho de la propiedad privada es prioritario. En las sociedades capitalistas también el derecho público es toda una jurisdicción. En realidad, lo público y lo privado adquieren plena realización institucional, se realizan como componentes fundamentales del Estado y de la sociedad civil. Por decir algo, lo público y lo privado adquieren carta de ciudadanía en las sociedades modernas. Pero, ¿qué es lo público y que es lo privado? Son formas instituidas e institucionalizadas de un bien común de todos; empero, representado, mediado, abstracto. Lo público es de todos nominalmente; no se tiene acceso inmediato a éste por parte de todo

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público, pues se requiere del visto bueno del Estado. Para que se forme lo público se requiere expropiar lo común, se requiere estatalizar lo común. El bien común de todos, lo que debería ser el acceso inmediato de lo común, de acogida inmediata, deja de serlo cuando este todos se encuentran representados en el Estado. En esta representación todos ya no es nadie en concreto, al no ser nadie ha perdido el acceso a los bienes comunes, pues estos bienes ahora están en manos del Estado o en manos privados. Para el Estado el todos es como si llegara desnudo, sin pertenencias, de ninguna clase, desposeído y desprotegido; entonces el Estado se tiene que encargar de vestirlo, de darle pertenencias, de alimentarlo, educarlo, darle trabajo, para que este ser desnudo pueda desenvolverse. Para el derecho privado, que es también el Estado, este todos o su composición de individuos tiene que tener propiedades, tiene que ser propietario, o no es nadie. La tesis nuestra es que la propiedad pública y la propiedad estatal son formas de propiedad que se conforman sobre la base de la expropiación de lo común. Lo común es de todos y no requiere de requisito alguno, es de acceso inmediato; lo común es como se dice gratuito, no pasa por intermediación alguna, no tiene costo, ni pertenece a nadie. La “consciencia” de lo común, usando este concepto tan comprometedor, atraviesa los tiempos, forma parte de las luchas de las multitudes, de los pobres, de los y las que están contra de esta expropiación de lo común, ya sea a nombre del Estado, de la propiedad privada o de la iglesia. Apropósito, Michael Hardt y Antonio Negri escriben en Common Wealth lo siguiente:

Los franciscanos dan valor prescriptivo al lema Decretum de Graciano – “iure no omni sunt commuinia” (“por ley natural todo pertenece a todos”) – que a su vez remiten a los principios básicos de los padres de la iglesia y de los Apostoles. “habeant omnia communia” (“por ley natural todas las cosas son comunes”) (Hechos: 2:44) -192.

El proyecto de lo común es esto, todo pertenece a todos, todas las cosas son comunes. No hay que dar muchas vueltas en el asunto como lo hacen algunos intelectuales académicos, que parecen afligidos por el destino del comunismo. Uno de ellos es Bruno Bosteels, de quien se saca un alusivo libro, El marxismo en América Latina. Nuevos caminos al comunismo193. Libro que corresponde a la 192 Michel Hardt y Antonio Negri: Common Wealth. El proyecto de una revolución del común. Akal 2011; Madrid; Pág. 59.193 Bruno Bosteels El marxismo en América Latina. Nuevos caminos al comunismo. Publicado por la Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia; 2013. Se trata de una recopilación de algunos capítulos de dos libros del autor. En la nota introductoria se aclara: En la presente edición tenemos un extracto de dos capítulos del libro Marx y Freud en América Latina y un capítulo del libro La actualidad del comunismo, en el que hace un estudio de la obra de Álvaro García Linera.

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compilación de tres capítulos de dos libros del autor; Marx y Freud en América Latina y La actualidad del comunismo. El libro consta de tres capítulos: 1) Lógicas del desencuentro: Marx y Martí, Crítica de la obsolescencia; 2) Travesías del fantasma, Pequeña metapolítica del 68 en México, La izquierda siniestra; 3) ¿Puede pensarse hoy la actualidad del comunismo? Reflexiones en torno al pensamiento teórico de Álvaro García Linera. En adelante vamos a ocuparnos de estos tres capítulos compilados por la publicación de la Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia. Lo vamos a hacer con breves comentarios, atendiendo al tema que nos preocupa, la expropiación de lo común, por lo público y lo privado. Dejando para después el tratamiento de esta aflicción de los intelectuales por el destino del comunismo.

Los desencuentros y el fantasma del comunismo

Bruno Bosteels comienza con los desencuentros de Marx con América Latina, se centra en las imágenes que tenía José Martí de Marx, de quien escribe un comentario, después de asistir a su funeral, donde se despedían del teórico de la crítica de la economía política dirigentes del movimiento obrero de Europa y de América; despedida acompañada de discursos y recuerdos. Bosteels deja claro que Martí conocía poco de la obra de Marx; empero, al encontrarse con la novela de Martí, escribe:

Hay, sin embargo, un lugar inesperado—esta vez en la literatura, más específicamente en la única novela escrita por Martí, Lucía Jerez, también conocida como Amistad funesta (título con el cual primero se publicó en 1885 por entregas en el periódico neoyorquino El Latino-americano) —donde el cubano parece estar resumiendo, casi palabra por palabra, la lógica de las grandes transformaciones sociales que encontramos en Marx194.

En relación a los desencuentros de Marx con América Latina, Bosteels parece inclinarse a la interpretación que hace Álvaro García Linera, que supone que se deben a la falta de información y a la evidente falta de acceso a fuentes de parte del autor de El capital195. Dejando de lado la interpretación de José Aricó sobre el tema en cuestión. José Aricó interpretó los desencuentros de Marx por su hegelianismo y por su eurocentrismo196. ¿Por qué desechar o relativizar la interpretación de José Aricó? ¿Por qué el endiosamiento de Marx tan notorio en los textos de García Linera, sobre todo en su revisión de los escritos de 194 Ibídem: Pág. 25.195 Ver de Álvaro García Linera 3 retos al marxismo para encarar el nuevo milenio. Las virtudes de un siglo infame: el reencuentro con la incredulidad activa. En Las armas de la utopía. Marxismo: provocaciones heréticas (La Paz: Punto Cero, 1996). También revisar De demonios escondidos y momentos de revolución. Marx y la revolución social en las extremidades del cuerpo capitalista (La Paz: Ofensiva Roja, 1991).196 Aricó, Marx y América Latina; Fondo de Cultura Económica, El Colegio de México; México 2012.

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Aricó al respecto? ¿Por qué no aceptar algo tan evidente a estas alturas, como el eurocentrismo de Marx y su apego al paradigma de la revolución industrial inglesa? Hay por lo menos dos razones; la primera, la competencia de quién está más apegado a las fuentes e interpreta correctamente al padre de la teoría; la segunda, García linera también se encuentra apegado al paradigma de la revolución industrial inglesa. Obviamente son crasos errores de Marx sus apreciaciones sobre América Latina. Lo que no se entiende es si es que tenía tan mala información y no tenía acceso a las fuentes, entonces ¿por qué hacer las afirmaciones que hizo sobre un continente desconocido para él? Querer matizar estos errores con apreciaciones de los escritos posteriores de Marx sobre Irlanda, Polonia, Rusia o la India, después de 1870, donde resalta la cuestión nacional y la cuestión colonial, no es más que encontrar justificativos de errores jamás corregidos. Este tema amerita atención, pues el marxismo parece persistir en no comprender la complejidad y singularidad de las formaciones histórico-sociales del continente de Abya Yala, salvando honradas excepciones como las de José Carlos Mariátegui.

¿Cuál es el límite de Marx? Marx no comprende la cuestión colonial, está lejos de articular la indisociable relación de colonialismo con capitalismo, de entender el colonialismo como la matriz del capitalismo, del modo de producción capitalista y del sistema-mundo capitalista. Esta ausencia en la teoría le impide visualizar - su horizonte de visibilidad es menor - los acontecimientos de dominación colonial-capitalista en los continentes de Asia, África y América Latina. Lo que hace es lo que hace todo economista político de su época, proyectar lo que ocurre en Europa al resto del mundo colonizado o, en su caso, buscar un concepto complementario, como cuando se inventó el infeliz concepto de modo de producción asiático, metiendo en una misma bolsa a múltiples y plurales sociedades diversas y diferentes197. La hipótesis de la excepcionalidad europea se convierte en su inversión en la hipótesis de la excepcionalidad asiática. ¿Qué mirada tenía Marx de América Latina y el Caribe? ¿Continente atrasado y feudal? ¿Por eso veía con buenos ojos la invasión de la capitalista Estados Unidos de Norte América a México? ¿Pensaba que al llevar el desarrollo industrial a los territorios invadidos y asimilados iba a conformar un proletariado vigoroso, protagonista de la revolución socialista? Si bien no se le puede pedir a Marx una teoría del imperialismo, que viene después de la experiencia monumental de concentración, centralización y monopolización del capital, lo que queda por explicar son estas generalizaciones tan avezadas que hace.

El problema del marxismo, como de todo fundamentalismo, es el endiosamiento de las fuentes teóricas. Cuando lo más sensato es

197 Revisar de Raúl Prada Alcoreza Epistemología, pluralismo y descolonización. Horizontes nómadas, Dinámicas moleculares, La Paz 2013; también Rebelión, Madrid 2013.

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entender que son explicables las limitaciones epistemológicas, sin desmerecer los aportes primordiales en la comprensión del sistema capitalista y en el fortalecimiento de las luchas sociales contra el dominio y control del capital. Toda teoría emerge de una experiencia histórica y social, si no accede a otra experiencia histórica y social, es conveniente esperar que esta otra experiencia histórica y social hable por sí misma, para dar cuenta de su propia complejidad. Al hablar de un sistema-mundo capitalista integrado, es indispensable compartir las experiencias de esta mundialización, en la que se tiene como matriz inaugural la colonización, como acumulación originaria de capital, por despojamiento y desposesión. Es el entrelazamiento de experiencias histórico sociales la que permite ampliar el horizonte de visibilidad, por lo tanto lograr una perspectiva adecuada para la formulación de teorías más completas y abarcadoras. Nadie se olvida de que Marx formuló la tesis de la acumulación originaria de capital, empero lo hizo sobre la base de la experiencia europea, no pudo visualizar que la gran acumulación de capital se daba por la colonización o, si se quiere no le dio el alcance que merecía en su teoría a este acontecimiento de la colonización y la colonialidad. Valorar la obra de Marx no implica, de ninguna manera, negar errores y limitaciones, que las hay en toda teoría.

En el siguiente capítulo, Bosteels se ocupa del fantasma, no del fantasma que acecha Europa, el fantasma del comunismo, sino del fantasma que acecha a los movimientos subversivos, a los movimientos sociales anti-sistémicos. Este fantasma es el fantasma de la perdida, de la ausencia irrecuperable, perdida de algo que no ha sido poseído. También es un fantasma del pasado, el cual es nuestro presente oculto, fantasma al que no miramos cara a cara, por lo tanto quedamos seducidos y empujados a su espectral y espectacular realización, que no es otra que la festividad de la fiesta y la sangre. Fantasma de nuestros muertos, los estudiantes asesinados en Tlatelolco en mayo del 68, crimen cometido por un ejército y un Estado que no podían permitir que los estudiantes se desliguen de la institucionalidad de la nación. El fantasma ya no es la pesadilla de la burguesía europea, el comunismo, sino son los fantasmas de los mismos insurrectos, así como los fantasmas de los insurrectos muertos, fantasmas que dejan como herencia estos muertos, los que van a asumir la continuidad de la lucha. El comunismo se abría convertido en un fantasma para los propios comunistas.

Este psicoanálisis de Bosteels se basa en las “confesiones” de ensayistas y escritores a quienes no deja de atormentar el fantasma de la movilización estudiantil en México del 68, sobre todo por su cruenta represión y truncamiento violento. Entre los ensayistas y escritores se encuentran Revueltas, Octavio Paz, Taibo II. Lo sugerente del análisis es que el fantasma ya no es la pesadilla de la burguesía, el comunismo, sino es el fantasma del fantasma, el fantasma que acecha a los “comunistas”. Los muertos del fantasma. La pesadilla se ha invertido, aunque ya no sea pesadilla, sino la

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ausencia de de los muertos, de los que faltan. La revolución inconclusa, las derrotas, se convierten en fantasmas, atormentan a los “revolucionarios”, no los dejan no sólo dormir, sino no los dejan actuar. El comunismo, que para Marx era la praxis revolucionaria, la acción subversiva, el movimiento contradictorio de la historia, se convierte en una inacción; por lo tanto en una pasividad, en la inmovilidad de los “comunistas”.

Los textos publicados de Bruno Bosteels no dejan de ser sugerentes en cuanto a detectar el desplazamiento de los problemas que atingen a los “revolucionarios”, a los desplazamientos de las consideraciones conceptuales del antagonismo, de la lucha anti-capitalista y anti-sistémica, la transformación de la revolución, atrapada en el determinismo económico, en una revolución cultural, que expresa el antagonismo contra las formas de expropiación de la autogestión social de las revueltas y rebeliones. Empero, lo que falta es una crítica a ese supuesto “comunismo” de los “comunistas” que los ha llevado a la inmovilidad, en un caso, a la psicosis, en otro caso, y al oportunismo “pragmático” más craso, en un tercer caso. La preocupación por el comunismo queda en una preocupación intelectual de un académico, que busca entender qué pasó y busca encontrar las vetas del nuevo comunismo en las “confesiones” de sus pacientes como buen psicoanalista.

Hay, sin embargo, temas insoslayables, Bosteels toca, en el tercer capítulo, un tema delicado, Bolivia, país interior de la geografía y la geopolítica del sistema-mundo capitalista198. Hace una apología de los escritos de Álvaro García Linera, el Qananchiri del Ejercito Guerrillero Tupac Katari. No escatima observaciones desmedidas a los críticos, conocidos por él, como Raúl Zibechi y José Rabasa, a quienes acusa de falta de seriedad cuando denuncian, estos autores, que lo que hace el gobierno de Evo Morales Ayma y de Álvaro García Linera es destruir las comunidades indígenas. Bosteels desconoce otras críticas hechas desde el país, Bolivia, en el debate abierto sobre el curso que tomaron las gestiones del gobierno “indígena y popular”, además autocalificado de “gobierno de los movimientos sociales”. Asombra esta defensa apologética de un académico, que rehúsa todo el debate histórico en América Latina y el Caribe sobre el tema, las comunidades indígenas. Poniendo, como decimos popularmente, aquí en el subcontinente del sur, los puntos sobre las íes, éste, el de las comunidades indígenas, es un tema que tiene su propia historia. Llama la atención que sea inexplorado por alguien que escribe sobre la actualidad del comunismo.

Para comenzar, una ausencia grave es la ausencia de José Carlo Mariátegui, en la alusión a la discusión no sólo de las comunidades indígenas, sino del marxismo latinoamericano sobre la cuestión

198 Ver de Raúl Prada Alcoreza Estado periférico y sociedad interior. Comuna, La Paz; Dinámicas moleculares, La Paz 2013.

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colonial y la cuestión indígena. Mariátegui sino es el primero, es el referente del tratamiento, de la reflexión y de la adecuación del marxismo en tierras indígenas, en territorios andinos. Pretender que sea Álvaro García Linera como uno de los primero o connotados “marxistas” que toca el tema de la comunidad, nada más ni nada menos, que desde los cuadernos de Maksim Kovalevsky199, para un caso ruso correspondiente al siglo XIX, ya es un exabrupto, además de denostar un impresionante descuido de la historia de una discusión. En Bolivia, es el llamado Tristan Marof el que toca el tema en su misiva Tierra para indios y minas para el Estado. Antes que él y acompañando, después, a su misiva, se introduce el tema comunitario en la formación de las agrupaciones anarquistas y marxistas de primera mitad del siglo XX. Estos escritos no hablaban de una comunidad rusa, el MIR, distante, histórica y espacialmente, de la realidad andina, sino de las comunidades indígenas concretas de esta región, que fue el testimonio geográfico de los levantamientos pan-andinos del siglo XVIII.

Por otra parte no se puede tomar enserio una evaluación de la actualidad del comunismo, que supone una consideración de su historia, obviando los aportes del marxismo en América Latina, concretamente, en lo que compete al caso boliviano. No se puede obviar el aporte de Guillermo Lora y del POR, de entonces, en lo que denomino como marxismo de guardatojo, es decir, el marxismo que nace en la experiencia y memoria de la oscuridad luminosa de los socavones mineros. Independientemente, de las posiciones, de las lecturas, interpretaciones que se tenga de la incumbencia política de este marxismo, lo que es apreciable es su singularidad, ser un marxismo del proletariado minero boliviano, además de haber incidido ideológicamente en la “consciencia” del trabajador minero. La aprobación de la Tesis de Pulacayo y de las Tesis de la COB, incluyendo a su retoma “ideológica”, en el último Congreso, hablan de ello. Con todo lo obrerista que se puede calificar a Guillermo Lora, sus escritos sobre la guerrilla indígena son sobresalientes, al respecto. Ignorar la arqueología del marxismo boliviano es pretender que la historia del marxismo boliviano comienza con Álvaro García Linera, lo que de por sí suena a chabacanería.

¿Son textos teóricos los textos de Álvaro García Linera? ¿Por qué ignorar la producción marxista anterior? ¿Por qué no llegaron al poder? ¿Ese es el criterio? En todo caso, puede ser el criterio estatal, pero, es difícil aceptar que sea un criterio académico, de la investigación histórica y política. A estas alturas, no se puede pretender hablar de comunidades indígenas, ignorando las investigaciones antropológicas y de la etnohistoria en la región andina. Aunque no sean investigaciones marxistas, pues el marxismo 199 Maksim Kovalevsky: Obshchinnoe Zemlevladenie (Posesión comunal de la tierra).Citado en Potencia plebeya . Acción colectiva e identidades indígenas, obreras y populares en Bolivia. CLACSO; Buenos Aires 2009. También revisar Karl Marx, Cuadernos etnológicos (extractos escogidos), La Paz, Ofensiva roja 1968.

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dejó de hacer investigación sobre estos tópicos; sean estas investigaciones estructuralistas, han enseñado mucho sobre la persistencia y estructura de las comunidades indígenas. Ciertamente Álvaro García no ignoraba estas investigaciones, empero las ignora completamente Bruno Bosteels. Sin embargo, Álvaro García no rescata estas investigaciones en su ensayo comunitario, sino que es el cuaderno de Kovalevsky el referente de este enigmático “marxista”. La comunidad rusa MIR es el referente para proponer una vía de defensa de la comunidad como alternativa al capitalismo. Una comunidad vigente en el siglo XIX, seguramente desaparecida con la colectivización soviética en el siglo XX. No son las comunidades andinas concretas, persistentes, a fines del siglo XX, el referente del ensayo comunitario de García Linera. Estos problemas evidentes, sobre todo contrastes, no llaman la atención al investigador sobre la actualidad del comunismo, Bruno Bosteels. Sin embargo, osa afirmar que el aporte de García Linera consiste en esta lectura de los cuadernos de Kovalevsky y su aplicación a la realidad andina del siglo XXI.

Si tenemos que reconocer la reintroducción de la cuestión comunitaria, de la vigencia, actualidad y porvenir de las comunidades indígenas, en la contemporaneidad, tenemos que nombrar a Fausto Reinaga; en la comisura de esta contemporaneidad, la nuestra, al movimiento katarista de la segunda mitad de los años setenta, del siglo pasado; así como a Silvia Rivera Cusicanqui, que ya en el inicio de la nueva episteme pluralista en Bolivia, interpela con sus escritos a la sociedad, al Estado y a la “ideología” boliviana; también a Javier Medina, que con la biblioteca de Isbol pone en difusión un conjunto de investigaciones andinas, donde se encontraba como núcleo organizativo el ayllu, la comunidad indígena andina. Después de estos aportes es anacrónico usar los cuadernos de Kovalevsky para referirse a la vigencia y actualidad de la comunidad indígena como alternativa al capitalismo. A no ser que se crea que Marx es una autoridad en estos temas, cosa que no lo era; en todo caso lo era Kovalevsky. Empero, después de Kovalevsky el tema ha sido arduamente investigado, entonces se convirtieron en las referencias obligatorias estas investigaciones antropológicas y etnohistóricas.

¿Cuál es el valor de los escritos de Álvaro García Linera, de Raquel Gutiérrez y de Felipe Quispe? Es haber introducido nuevamente el tema como cuestión política vigente, en una coyuntura dominada por el discurso y la “ideología” neoliberal. En un momento cuando el marxismo en crisis, por la caída de los estados socialistas de la Europa oriental, se encontraba en desbande, sin atinar a plantear una resistencia sólida a la avalancha privatizadora. Sin embargo, no hay que olvidar que estos escritos no son solitarios; se dan en un contexto de emergencias. En la selva lacandona, el año 1994, la guerrilla zapatista plantea elocuentemente la problemática indígena, incorporando los temas de la descolonización, de las comunidades indígenas, de la autonomía comunitaria y la autogestión. En Bolivia, a

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fines de la década de los ochenta y en la década de los noventa, se dan tres proyectos guerrilleros con la misma intención y el mismo discurso, comprendiendo la autocrítica marxista, que tiene el perfil del dialogo indianismo-marxismo. El grupo de la incipiente guerrilla urbana Zarate Willca, el grupo el CNPZ, del ELN y, ciertamente, el Ejército Guerrillero Tupac Katari, de mayor incidencia y repercusión. Más tarde, en este contexto autocrítico y de búsquedas subversivas, el colectivo Comuna replantea el tema comunitario en pleno escenario de la movilización social de 2000 al 2005.

Independientemente de la apreciación que se pueda tener de los textos de entonces de García Linera -por cierto Bosteels tiene una apreciación altisonante -, no se puede dejar de considerar la trama de la formación discursiva indianista-marxista que se está conformando. Como se puede ver hay grandes carencias en el texto de Bosteels. No se puede sostener una investigación académica como ésta, sobre todo su interpretación de la actualidad del comunismo en Bolivia, después del conflicto del TIPNIS (2008-2013); cuando se hace palpable la opción del gobierno popular por el extractivismo, por la ampliación de la frontera agrícola, evidenciando su compromiso con la geopolítica del IIRSA, estrategia de dominación geográfica de la burguesía internacionalizada brasilera; cuando el gobierno decide reprimir a las organizaciones indígenas, que defienden su territorio, constitucionalizado; cuando el gobierno popular decide entregar en concesión estos territorios a las empresas trasnacionales del petróleo. Exponer ¿Puede pensarse hoy la actualidad del comunismo? Reflexiones en torno al pensamiento teórico de Álvaro García Linera, en el congreso bolivianista 2013, realizado en Sucre, organizado por la Asociación de Estudios Bolivianos, como si nada hubiera pasado, como si la única realidad fueran los textos de acceso y seleccionados por el autor, ignorando los acontecimientos políticos y las luchas de las comunidades y de los pueblos contra el despojamiento y desposesión capitalista, que son, a decir de Marx, el comunismo como praxis, es ignorar el común-ismo emergente, histórico, y concreto.

El comunismo para cierta intelectualidad es el fantasma del comunismo, que se encuentra en algunos textos, melancólicos, en un caso, o de convocatoria, en otro caso, empero, des- contextuados de las luchas concretas y efectivas de las comunidades y de los pueblos contra las formas actuales del capitalismo vigente. El porvenir del común-ismo, que en resumidas cuentas, está en manos de los y las que luchan por lo común, por recuperar lo común, expropiando a los expropiadores de lo común, sean lo público o lo privado, se encuentra en la lucha de los pueblos contra la dominación imperial del capital financiero internacional y de las empresas trasnacionales. No hay que buscar este porvenir en los fantasmas que nos acechan, tampoco en las pretensiones discursivas que se consideran la “verdad” de la palabra de Marx, como si esta “verdad” de Marx y de los marxismos no tuviera su propia historia. Cada corriente marxista se ha proclamado como el retorno fidedigno a las fuentes, incluso la nueva

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izquierda o las nuevas izquierdas lo han hecho, se han presentado como una manera remozada de retornar a las fuentes. En Bolivia como en otros lugares ha ocurrido lo mismo. Últimamente, un solitario lector de los Grundrisse se ha proclamado como el “clarividente” que retorna a las fuentes, como nadie lo habría hecho antes. Estamos ante la historia degradante de repetidas pretensiones, que exigen atender a su auto-referencia como núcleo privilegiado de la discusión. Esto no es más que un desgarbado anhelo de poder en el “triángulo de las Bermudas”, triangulo definido por el poder, la verdad y la subjetividad.

Que haya académicos que tomen en serio estas veleidades, se debe a que los mismos están embarcados en un viaje nostálgico al pasado del comunismo; empero, insertos en estructuras de poder, que reproducen, en universidades, en foros, en asociaciones, en monopolios editoriales. Poco les interesan las luchas concretas y efectivas de los pueblos, de las comunidades y del proletariado nómada, contra las formas devastadoras del capitalismo vigente. Lo que queda es el escenario donde se protagonicen las exposiciones de las tesis del duelo, de la muerte de las revoluciones, de la convocatoria a los fantasmas; tesis cada vez más desconectadas de la lucha de los pueblos. Lo que resta es la acumulación del capital simbólico, complementario de la acumulación del capital económico.

Marxismo de guardatojo

El marxismo debe ser la teoría más conocida y difundida del mundo, la que ha dado lugar a múltiples corrientes teóricas, políticas, de interpretaciones diversas y de diferentes aplicaciones, además de convertirse en institución en los llamados estados socialistas. A comienzos del siglo XX, el marxismo llega a Bolivia desde el sur y desde los puertos. Guillermo Lora anota que:

No pocos comuneros perseguidos ganaron las playas latinoamericanas, pero ninguno de ellos llegó hasta Bolivia. Esos luchadores impulsaron el desarrollo del socialismo en diferentes regiones. Sin embargo, de manera indirecta, sobre todo a través del socialismo argentino, influenciaron sobre el movimiento obrero altiplánico200.

Más abajo aclara que:

Esta teoría nos ha venido de fuera. Entendámonos: durante mucho tiempo el marxismo llegaba de afuera virtualmente empaquetado. En las universidades se repetían mecánicamente consignas y textos y llegaban hasta la costra aristocratizante de los artesanos como

200 Guillermo Lora: El marxismo en Bolivia.

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dogmas sagrados. Únicamente más tarde, después de los años cuarenta del presente siglo, el método marxista se soldó con la acción creadora de los explotados, lo que permitió vitalizar el árbol reseco de la teoría. Lentamente, a través de tremendas luchas ideológicas, fue elaborándose la teoría de la revolución, lo que con propiedad puede considerarse como marxismo boliviano. Para esto ha tenido que darse las espaldas al marxismo académico y devolverle su carácter de instrumento revolucionario de los explotados201.

En el balance de la historia del socialismo escribe:

Tres fueron los socialistas extranjeros que mayormente contribuyeron a la estructuración del socialismo boliviano: el argentino Palacios, como social demócrata y reformista de cuerpo entero; el chileno Recabarren, que contribuyó a la formación de muchos dirigentes obreros y Mariátegui que en cierta manera modeló a los intelectuales marxistas. En cierto momento el libro “ 7 ensayos” se convirtió en la biblia de los izquierdistas universitarios202.

En principio, anarquistas y socialistas influenciaron en las organizaciones de los trabajadores y de los artesanos. El marxismo llegó a las universidades, fue difundido por docentes radicalizados. Después de la guerra del Chaco (1932-1935), con la formación de los partidos marxistas, el POR y el PIR, el marxismo se difunde no sólo en la academia, sino también en las organizaciones obreras. Se puede decir que el POR tiene una influencia “ideológica” en la formación de la “consciencia” del proletariado minero. La aprobación de la Tesis de Pulacayo en 1946 habla de ello. El debate entre los partidos marxistas era el del enfoque temporal de la revolución; una revolución por etapas, que propugnaba el PIR, o una revolución permanente, que propugnaba el POR. En Pulacayo se asume la tesis trotskista, se ratifica esta tesis en los congresos de la COB. ¿Era trotskista el proletariado boliviano? Esta es una buena pregunta, que debemos abordar, independientemente de cualquier inclinación, pues se trata de comprender la dinámica molecular de la clase obrera en Bolivia, en esta primera mitad del siglo XX.

De los mismos escritos de Guillermo Lora se puede colegir que el POR llega a tener influencia “ideológica” en el proletariado minero, aunque no necesariamente orgánica. El POR logra seducir con su tesis de transición y su enfoque de revolución permanente, además de la caracterización del país como capitalista, atrasado y de desarrollo desigual y combinado. De esta caracterización y del enfoque de 201 Ibídem. 202 Ibídem.

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transición, bajo la concepción de la revolución permanente, se deduce el cumplimiento de las tareas democráticas pendientes contando con el gobierno proletario, de tal forma que el cumplimiento de las tareas democráticas se convierte en el inicio de la revolución socialista. Ciertamente, esta formación enunciativa teórica y política, viene de la concepción y la proyección asumida en la cuarta internacional, vine de la teoría de transición y de tesis de la revolución permanente. Empero, lo que hay que valorar en la conformación de este discurso proletario es su singularidad; se trata de un marxismo de guardatojo, un marxismo que es interpretado desde la oscuridad luminosa de los socavones mineros. Un marxismo que adquiere vitalidad en la interioridad de la mina, en la pugna entre la corporeidad del trabajador minero, las herramientas que utiliza y la resistencia de la roca, que esconde las vetas buscadas. La proximidad constante de la muerte, el encontrarse fuera del espacio-tiempo cotidianos, iluminados por el sol, el encontrarse acompañados por el espesor profundo de una oscuridad entrañable, impregnó a la apropiación del marxismo del vigor minero. La interpelación de los trabajadores mineros a las formas locales del capitalismo dependiente, a las formas concretas de la dominación, de lo que llamaban la feudal-burguesía, de la rosca minera-latifundista, rodeada de abogados y burócratas, la interpelación de estos trabajadores que salían de las entrañas de la tierra, adquiere la misma intensidad del choque de las herramientas contra la roca. Hombres rudos, que despreciaban las dilaciones, los rodeos y las esperas, trabajadores mineros que preferían ir al meollo de la cuestión, optaron por un proyecto directo, continuo, aunque en transición, al socialismo.

Se puede decir que el proletariado minero pensó de esta manera, independientemente de su filiación organizativa, ya sea en el PIR o, más tarde, en el MNR. La idea y la pasión estaban más cerca del POR, que del PIR o el MNR, aunque estuviesen orgánicamente afiliados a estos partidos. Quizás esto no sea tomado por el proletariado minero como una escisión o una disyunción, sino más bien como una complementación. Se podía aprobar la Tesis de Pulacayo; pero, también se podía salir en defensa de Gualberto Villarroel, cuando la alianza de la rosca oligárquica y el PIR protagonizan un levantamiento popular contra el presidente nacionalista (1946). Para el trabajador minero no era incoherente la composición de una actitud y de otra acción. Formaba parte de la combinación de acciones y posiciones en los distintos planos de la “realidad”. Quizás para el proletariado minero no era tan importante pertenecer a un partido u a otro, sino sentirse perteneciente a la clase proletaria minera, que consideraba vanguardia de la revolución. Independientemente de sus filiaciones

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partidarias, el partido efectivo de los trabajadores mineros fue la COB, conformada en 1952, cuyo núcleo de irradiación era la FSTMB, instituida en 1945.

Se puede decir que el proletariado minero nunca dejó de ser sindicalista, mejor dicho anarco sindicalista. Lo que importaba era fortalecer al sindicato, a la federación sindical, a la central sindical, que eran como las formas orgánicas de la clase. Los partidos eran más bien apoyos, más externos que internos. Mientras los partidos se esmeraban por disciplinar a los trabajadores, los trabajadores usaban los partidos para resolver los problemas que enfrentaba la clase. Para resolver los problemas teóricos y políticos estaba bien la Tesis de Pulacayo; para resolver problemas de representación y delegación podían estar los otros partidos; para la disputa para las direcciones, incluso podían servir como mediación con el Estado, como es el caso del MNR. Es explicable la reelección consecutiva de Juan Lechín Oquendo, pues era presidenciable. También había un reconocimiento afectivo por su valiente defensa de los derechos de los trabajadores. El PIR, en su tiempo, también fue un mediador, entre trabajadores mineros y la intelectualidad radicalizada marxista. El MNR sustituyó esta mediación o más bien amplió esta mediación, al convertirse un partido de gobierno. Cuando apareció el Partido Comunista (1950), sustituyó el vacío dejado por el PIR, cuando éste partido entró en crisis y deslegitimación, después de su complicidad con la rosca oligárquica en el colgamiento de Villarroel. El PC se esmeró en la articulación del proletariado con las otras clases, que hoy llamaríamos subalternas. El PC ofreció una formación menos teórica y rigurosa que la del POR, empero conformó una organización adecuada para las disputas por las direcciones y la representación. Cuando se dividió el PC, en su versión “pro moscovita” y su versión “pro pekinesa”, que era como se los identificaba entonces, la disputa por las direcciones y representaciones recrudeció, bajo el nombre de una supuesta diputa “ideológica”, entre una versión burocrática del comunismo (PC) y otra versión mas bien marxista leninista del comunismo (PCML). Se puede suponer que esta disputa “ideológica” era más sentida en los partidos comunistas, en los militantes, que en el proletariado. Si atendemos a los perfiles de Federico Escobar, militante del PCML, Cesar Lora e Isaac Camacho, militantes del POR, veremos que estaban más cerca, pues eran elegidos por su consecuencia, por su entrega e indudable convicción. En términos de concepción Federico Escobar estaba más cerca de la Tesis de Pulacayo que de la disputa Chino-Soviética, aunque militara en le PCML. La capacidad organizativa del PCML y su mejor adecuación al trabajo clandestino, en la época de las dictaduras militares, le permitió un mayor control de las direcciones y

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representaciones, sobre todo en las minas. La muerte de Federico Escobar, si bien no cambió la estrategia del PCML, que tenía fuertes núcleos en las minas, impulsó una proyección más campesinista. A diferencia del POR, los PCs tenían una mayor articulación del proletariado con las otras clases subalternas; en esta perspectiva, consideraron, desde un principio un trabajo militante en el área rural. El PCML le dedicó un esfuerzo mayor a la militancia campesina. Sin embargo, esta estrategia campesinista no tuvo las repercusiones esperadas, pues a pesar de formar un sindicato campesino independiente, y conformar las conocidas UCAPO, con el objetivo de toma de tierras, el PCML no pudo romper el monopolio del Estado y los gobiernos de turno en el sindicalismo campesino. Esta tarea, de autonomización del sindicato campesino, respecto del Estado, será logrado por el movimiento katarista de la década de los setenta203.

Volviendo al perfil histórico y subjetividad del proletariado minero, podemos decir que el proletariado minero veía las disputas entre los partidos marxistas como un contexto de aprendizaje; empero, ninguno de los partido podían pretender ser el partido exclusivo del proletariado. Como dijimos, este partido orgánico era la COB. La Tesis de Pulacayo, después las Tesis de la COB, que derivaron de la de Pulacayo, fueron como la expresión programática de de la clase, organizada en la COB. Los partidos comunistas fueron como las instancias organizativas en la disputa de las direcciones y representaciones, además de articular las alianzas con las otras clases subalternas.

El proletariado minero esculpió en la roca un marxismo de guardatojo. Un proyecto comunista basado en la ocupación de las minas, en la expropiación de los expropiadores, en la autogestión obrera, que se extendía también a la socialización de las grandes empresas 203 Fidel Ortuño me hace la siguiente observación, después de la consulta que le hice, a porpósito de esta historia: Creo que la guerrilla del Ché influyó en la dirigencia minera y en los partido comunistas, contingentes de mineros de ambos PCs querían integrarse a la guerrilla y fueron frenados por sus direcciones. La masacre de San Juan es consecuencia de este atrevimiento de los mineros, ya que la inteligencia del gobierno de Barrientos había detectado flujos de armamento en los distritos mineros. La estrategia del PCML no cambia o se crea con la muerte de Federico Escobar Zapata, el PC unido ya había venido trabajando en el campo desde su fundación, tratando de arrebatarle influencia al MNR. Hay que recordar que el PC no era un partido obrerista exclusivamente. Obviamente el katarismo hace lo que nunca pudieron hacer los partidos comunistas que no entendieron el fenómeno indígena. Para los PCs los indígenas eran parte de una clase social el campesinado. UCAPO se crea para tomar tierras a los latifundistas del oriente, para operar donde no pudo haber llegado la reforma agraria del MNR, su objetivo era sentar las bases para un guerra popular prolongada (otro sueño guajiro, la lucha armada del PCML versus el foquismo del ELN).

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privadas. Un proyecto comunista que pasa por el gobierno obrero y campesino, la reforma agraria, la colectivización de la tierra, la revolución industrial, el desarrollo de las fuerzas productivas y, en el horizonte, la integración latinoamericana, que se llegó a llamar la Confederación Socialista de América Latina y el Caribe.

Como se puede observar, una limitante de este proyecto era la cuestión campesina, como llamaban estos discursos marxistas. Este marxismo de guardatojo había emergido de las luchas de los trabajadores mineros, de la experiencia de estas luchas, por lo tanto del saber construido a partir de estas luchas. Empero, toda proyección hecha a partir de esta experiencia a territorios de experiencias de contextos desconocidos u olvidados, pues la raíz de los mineros era andina, indígena y si se quiere, campesina, no era más que una generalización arbitraria. Los marxismos no llegaron a las comunidades indígenas y campesinas. Fueron los kataristas, que emergieron de otra experiencia, del espesor de otra experiencia histórica, quienes interpelaron al Estado y a la sociedad boliviana desde la mirada de las comunidades.

Este marxismo de guardatojo, esta experiencia histórica y política del proletariado minero, este saber insurreccional minero, no se puede desconocer, desde ningún punto de vista, incluso mostrando sus propios límites. La convocatoria a las comunidades indígenas y campesinas no era posible desde este anti-capitalismo y anti-imperialismo proletario; podría haber sido de otro discurso marxista; si es que el mismo marxismo se hubiera descolonizado. Como conocemos, la interpelación al Estado y al capitalismo desde las comunidades indígenas y campesinas emergió de otro lugar, de otra experiencia de las luchas; emergió de la memoria de la guerra anti-colonial y de las luchas descolonizadoras de los pueblos y naciones indígenas originarias.

El común-ismo indígena

Hay que aprender de las comunidades indígenas a ser común-ista. Ellas están más lejos que lo que se propuso el comunismo marxista y no lo logró. No sólo está en cuestión la expropiación de los expropiadores, la gran propiedad empresarial capitalista, la gran propiedad latifundista, en dar a cada quien según sus necesidades, como, en resumidas cuentas está en el programa, sino que pone en

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práctica la comunidad de los bienes, las bondades y los seres de la madre tierra, compartiendo complementariamente con los seres diversos que componen los ciclos de la vida. Lo común para las comunidades indígenas es formar parte de una comunicación, si se quiere espiritual, con los diversos seres de la madre tierra. La comunidad compartida es mayor a la comunidad del comunismo marxista. El común-ismo indígena cuando dice todo es de todos, todos tiene acceso a todo, incluye a todos los seres de la madre tierra. La comunidad territorial, vale decir, la gestión comunitaria, usando términos especializados y técnicos de las instituciones abocadas a estudiar la comunidad, supone una comunicación entre los seres y la complementariedad. Más allá del alcance del equilibrio y la armonía, que es lo que se ha venido diciendo a propósito de lo comunitario, la dinámica molecular de lo común, que es la vida misma, comprende la interpretación entre los seres involucrados y la complementariedad de los mismos.

Que las comunidades indígenas hayan sido desterritorializadas y reterritorializadas por la colonia, primero, y después desterritorializadas y reterritorializadas por la república, pasando por las distintas formas y ciclos del capitalismo dependiente, forma parte de la expropiación de lo común por parte de la estatalización y la privatización, como procesos paralelos de despojamiento y desposesión. Las comunidades indígenas han sufrido ordenamientos territoriales, expropiación privadas de la tierra, institucionalización de la propiedad privada de la unidad campesina, por el mecanismo de una reforma agraria vía farmer; ahora experimentan la ampliación de la frontera agrícola y las concesiones extractivistas a las empresas trasnacionales. Esta experiencia colonial y capitalista es desgarradora, diluyente y fragmentadora; sin embargo, las comunidades indígenas resisten, luchan por sus territorios, por sus derechos, su autonomía, su autogobierno, autogestión y libre determinación, sus instituciones constitucionalizadas.

Este común-ismo indígena no es una utopía, es una resistencia. El enfrentamiento es descomunal; hay que enfrentar a estados extractivistas, a la ampliación de la frontera agrícola por las distintas formas de propiedad privada, hay que enfrentar a las empresas trasnacionales extractivistas, a comerciantes de madera, a comerciantes de todo tipo, que corroen; hay que enfrentar economías políticas del chantaje, circuitos paralelos, coerción, extorsiones y amenazas. Empero, la memoria larga hace recuerdo que con la desaparición de los bosques, la contaminación de las cuencas, la desertificación de los suelos, las comunidades indígenas estarían

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condenadas a desaparecer. Por eso, la lucha se hace fiera y tenaz. No se puede retroceder, cualquier retroceso es una aproximación a la muerte.

El común-ismo indígena no es una utopía, es la lucha de todos y todas, si no queremos desaparecer, después de la desaparición de las comunidades indígenas. El común-ismo indígena es la prueba de que el común-ismo es posible, siempre fue posible, no había que esperar al desarrollo de las fuerzas productivas, a que las condiciones productivas estén dadas. Esta fue la manera marxista de postergar la recuperación de lo común de su expropiación privada y pública. El común-ismo no es nada más ni nada menos que la recuperación de lo que pertenece a todos y ha sido despojado por lo público y lo privado. Siempre era posible otra historia, una historia de lo común, también una res communis204, basada en las gestiones comunitarias de los común; siempre fue posible una historia alternativa a la historia efectiva que se dio, la de la genealogía de la violencia, de la economía política del poder, del despojamiento y desposesión de lo común. Esta historia alternativa puede ser retomada en cualquier momento, no se requiere ninguna condición de acumulación, ni de desarrollo de fuerzas productivas; solo se requiere expropiar a los expropiadores. Los común-ismos que se den adquirirán distintas formas, también experimentaran transformaciones en el tiempo, experimentaran historias efectivas; la diferencia de estas historias es que se mueven, se despliegan, se dinamizan, no a partir de la expropiación de lo común, el despojamiento y desposesión de lo común, la captura de la potencia social, sino, al contrario, por la liberación de la potencia social, por la efectuación de la comunidad en sus múltiples formas, por la composición de complementariedades plurales, en todos los “planos” de los ciclos de la vida.

El conflicto del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro-Sécure (TIPNIS) nos muestra la resistencia y la lucha de los pueblos indígenas frente a un gobierno que se autonombró indígena-popular, además de autodenominarse “gobierno de los movimientos sociales”. Gobierno que debería respetar los derechos de las naciones y pueblos indígenas originarios, constitucionalizados en una Constitución que define el mandato de construir el Estado plurinacional comunitario y autonómico. Esta contradicción tiene su parangón en otras formas de contradicción parecidas; por ejemplo, en la contradicción entre proletariado y gobierno socialista; también entre gobierno nacionalista revolucionario y pueblo. Los gobiernos que enarbolan los símbolos de los cambios terminan atrapados en las estructuras de 204 Revisar de Michael Hardt y Antonio Negri CommonWealth. Akal; Madrid 2011.

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poder, se convierten en parte de los engranajes de los diagramas de poder, y terminan defendiendo la conservación de estas estructuras. La historia política de las revoluciones nos ha enseñado esta paradoja, las veces que ha podido, las veces que se han dado curso a gobiernos “revolucionarios”. Sorprende que los intelectuales, partidarios de la “revolución”, esperen mucho más de estos gobiernos. Contemplen esperanzado el decurso sinuoso de estos gobiernos, tratando de explicar sus contradicciones, inventando toda clase de hipótesis ad hoc. Son incapaces de observar que la lucha continúa, que la revolución sigue su curso en las luchas concretas de los movimientos que exigen, no sólo el cumplimiento del programa, sino la profundización del proceso político y social. Ven a estos movimientos sociales como radicalismos, como incomprensiones, en el mejor de los casos, como contradicciones en el seno del pueblo, en casos extremos. Lo que no pueden ver es que se trata de contradicciones profundas, contradicciones de la potencia social con el poder. No pueden ver que nada de las contradicciones anteriores se ha resuelto, que no podían resolverse con la llegada al gobierno de los representantes de la “revolución”. Que este hecho no era nada más que el comienzo de una etapa más difícil. La etapa de la destrucción del poder es una etapa muchísimo más difícil que la etapa de la toma del poder. Bajo estas condiciones subjetivas de los intelectuales “revolucionarios”, se comprende que se dediquen a hacer apología de los gobiernos “revolucionarios”, en vez de esclarecer el lugar conservador que juegan una vez arribados al poder. Están lejos de apoyar a los movimientos que se desatan como parte de las contradicciones del pueblo con el gobierno, del proletariado con el Estado, de las comunidades indígenas con el Estado-nación. Estos movimientos son los únicos que pueden continuar la “revolución”; sin embargo, quedan solos, estigmatizados por el gobierno “revolucionario”, desconocidos por los intelectuales, aislados por las organizaciones afines al gobierno.

Se puede decir que, en estos momentos, en estas coyunturas, donde se evidencian nuevas contradicciones o, mas bien, emergen contradicciones latentes, se manifiestan abiertamente los conservadurismos guardados de los “revolucionarios” en el gobierno y de los intelectuales “revolucionarios”. Incapaces de entender lo que pasa, prefieren dedicarse al duelo, al velorio, a la convocatoria de los fantasmas. Abandonando a los vivos, a los y las que siguen vivos para seguir luchando, dejando que los vivos resuelvan sus asuntos, condenados al silencio o, peor aún vilipendiados. Los intelectuales creen que algo existe cuando los intelectuales se pronuncian sobre ese algo. Son incapaces de comprender que la existencia de los

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acontecimientos no depende de sus enunciados. Estos son los límites de los intelectuales “revolucionarios”. Hasta aquí llegan. Pueden acompañar la grandeza de las revoluciones, cuando emergen y llegan victoriosas a los escenarios del poder; pero, no pueden comprometerse con el laberíntico decurso de su decadencia; no pueden entregarse a una lucha para evitar su caída; no pueden acercarse a la lucha concreta de los descontentos y descontentas, acompañándolos con la crítica de las nuevas formas remozadas del poder. Claro que hay excepciones, cómo no las va haber; para no hacer una lista larga, solo dando algunos nombres, hablemos de los harringtonianos en la guerra de la independencia norteamericana; los de la montaña de la revolución francesa; León Trotsky y rosa Luxemburgo en la revolución rusa; el mismo Mao Zedung de la revolución cultural; Frantz Fanon respecto de las guerras de liberación nacional y los estados independientes, también respecto a la descolonización; Ernesto “Che” Guevara en la revolución cubana; Sergio Almaraz Paz en la revolución nacional de Bolivia. Todos ellos vieron los problemas emergentes en la etapa de la construcción; desde sus propias perspectivas y coyunturas intentaron no sólo explicar lo que pasaba, sino también elaborar la crítica y buscar salidas. No se trata de decir que tenían la respuesta, menos la “verdad”, sino que intentaron continuar la “revolución” y su profundización, optando por la crítica y no por la apología como la mayoría de los intelectuales, militantes y funcionarios.

Para muchos intelectuales marxistas es, en cierto sentido, incomprensible la resistencia y la lucha de los pueblos indígenas; sobre todo por su resistencia a la modernidad y al desarrollo, aunque puedan comprender su lucha contra el capitalismo. Para ellos queda todavía un camino largo al comunismo; primero, es indispensable cumplir con las tareas democráticas; segundo, crear las condiciones de acumulación y desarrollo de las fuerzas productivas; tercero, pasar por la experiencia de transición al socialismo; y cuarto, a partir de un determinado momento, pasar del reino de las necesidades al reino de la libertad, el comunismo. Incluso si se interpretan estos pasos de manera combinada y continua, como en el caso de la teoría de la revolución permanente, la condición de acumulación y desarrollo de las fuerzas productivas es indispensable. No pueden ver que el común-ismo es la posibilidad siempre presente; no sólo en el sentido que le da Marx, como la lucha contra el estado de cosas existente, como praxis, sino como recuperación de lo común de los público y lo privado.

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Alguien puede decirnos, como que lo hacen casi siempre, que idealizamos a las comunidades indígenas; que, en “realidad”, estas comunidades ya se encuentran atravesadas por relaciones capitalistas, que ya están insertas en el mercado, que ya han sufrido procesos de disgregación y descohesión. En primer lugar, no se ha planteado comunidades indígenas aisladas del mundo y de la historia. Las comunidades indígenas se encuentran insertas en los circuitos mercantiles y comerciales, por lo menos desde la colonia. Lo que se dice es que las comunidades indígenas, con todo, han sabido resistir, mantener la cohesión comunitaria, adecuándose al intercambio y resistiendo a las distintas formas del capitalismo. Incluso pueden haber incursionado en estrategias de acumulación; sin embargo, han contra-restado los efectos de descohesión con el reforzamiento de nuevas complementariedades, consolidando la comunidad. En la peor de las situaciones, la comunidad puede haber llegado a desaparecer como institución jurídica y territorial, sustituida por formas privadas de propiedad y formas sindicales de representación; sin embargo, la comunidad lingüística y cultural es como la memoria estructural, que hace de posibilidad permanente de reestructuración de la comunidad.

Por otra parte, la resistencia y la lucha de los pueblos indígenas no están aisladas, comparten su lucha contra el extractivismo otros pueblos, afectados por la depredación, la destrucción ecológica, la contaminación, sobre todo de las aguas y los suelos, ocasionada por las empresas trasnacionales mineras e hidrocarburíferas. En el continente y en el mundo, los efectos de la explotación extractivista se ha vuelto un gran problema, que atenta a la sobrevivencia de los pueblos. Las movilizaciones contra la gran minería y la explotación petrolera, cada vez son más numerosas e intensas. ¿Qué reclaman estas movilizaciones? El respeto al bien común del agua, del aire, de los suelos y de los bosques. ¿No es esta una lucha compartida? De eso se trata, de recuperar los bienes comunes de la expropiación privada y pública.

La resistencia y la lucha de los pueblos indígenas ha enseñado que el común-ismo no está para las calendas griegas, sino aquí y ahora, como posibilidad latente. Por otra parte, ha enseñado que la historia no es lineal, sino envolvente y de múltiples cursos. En tercer lugar, ha enseñado que es posible el autogobierno, la autonomía y la libre determinación de los pueblos y las sociedades. En este sentido, los pueblos del mundo pueden aprender a “indianizarse”, pueden recuperar los bienes comunes, pueden recuperar sus comunidades latentes e instaurar, contra el capital y el Estado, el común-ismo.

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Potencia y trama política Intuición subversiva

Los tejidos y nudos de los entramados sociales

Para salir de la enajenación, déjenme utilizar esta palabra tan pretensiosa, tan discutible, tan próxima al concepto dramático de extrañamiento, elaborada por Hegel. No se trata del término, tampoco del concepto, sino de la constelación de significados que puede abarcar la connotación del uso de esta palabra. Entonces para salir de la enajenación de las representaciones, para escapar de esta red lógica, cuya relación con el mundo es de despojamiento, reduciendo al mundo a la representación del mundo. El mundo como representación, donde se pierde la riqueza de las múltiples experiencias que lo constituyen. Para salir de esta enajenación es menester recuperar el substrato de las experiencias sociales, desentrañar a partir de este substrato de percepciones, interpretar a partir de estos espesores el mundo en su vitalidad, dejando el referente lógico de representaciones como esqueleto de museo. Museo de una época que redujo el conocimiento a la narrativa teórica de conceptos, vaciados de contenidos, puras formas lógicas, olvidando que incluso sus bocetos lógicos derivan de los espesores de las experiencias. Fue una época de pretendido dominio instrumental sobre la naturaleza, de pretendido dominio de la razón sobre la complejidad integrada, reduciendo la misma razón al juicio deductivo. La razón no es pura, se hace posible, se realiza en concomitancia con la percepción; la misma razón es una combinación de sensaciones e imaginaciones; es decir, percepciones, dadas en la experiencia, articuladas de tal manera que confeccionan la explicación, el cálculo, la cognición, la predicción, en la perspectiva de adecuaciones efectivas respecto al mundo, de intervenciones efectivas en el mundo, de composiciones; es decir, de creaciones de mundos. Fue una época de reduccionismos instrumentales con objetivos operativos. Esta época se enredó en sus propios laberintos, no pudo resolver la contradicción que desató, entre la lógica abstracta de sus maquinarias instrumentales y las complejidades concretas de la vida.

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Sus sistemas instrumentales terminaron convirtiéndose en un peligro para la vida, los ciclos creativos de la vida.

Retomar los substratos de la experiencia social, los espesores de las percepciones sociales, buscando interpretar el mundo a partir de sus complejidades, equivale a descentrarse de las teorías racionalistas de la modernidad. Equivale a desechar sus centros, sus referentes privilegiados, sus tesis causalistas y, al final, linealistas. Equivale a vislumbrar la relatividad de los centramientos y descentramientos, comprendiendo la simultaneidad de la pluralidad, la multiplicidad de las composiciones y variaciones de los movimientos y procesos inherentes a los acontecimientos.

Voy a retomar una aseveración sugerente que hace Tomás Ibáñez en su exposición titulada ¿Es actual el anarquismo?, publicada en Página abierta205. El militante y activista anarquista, refiriéndose a la intuición subversiva ácrata, dice:

Las intuiciones básicas del anarquismo están enraizadas en un denso fondo de experiencias multiseculares y de saberes más o menos soterrados, que constituyen el legado depositado por infinitas luchas contra la dominación y contra la explotación.

Nos interesa esta interpretación histórica y del presente de lo que llamamos los saberes activistas, compartiendo con el expositor, que no hay porque llamarles anarquistas, por la sencilla razón de que no se trata de ponerles etiquetas, pues al hacerlo, el comportamiento es, mas bien, conducta heredada, respondiendo a esquemas instituidos. En todo caso, este no es el debate, el que mantenemos en esta exposición, no en la de Tomás Ibáñez; el debate que compartimos está relacionado al substrato de saberes, correspondientes a las matrices de las experiencias sociales, conformados a partir de las percepciones sociales, espesores de vivencias colectivas, que se sedimentan y se estratifican en la memoria social. Estos saberes activistas, de lucha, subversivos, que aunque no se lleguen a formular en lenguaje teórico, en unos casos sí lo hacen, comprenden la integral articulación de sensaciones, imaginaciones, reflexiones dispersas, por lo tanto, de percepciones constituidas, compuestas, en su complejidad, en su emergencia, desplazamiento e inscripción en el cuerpo. En realidad, el saber, como intuición perceptual, como conocimiento denso, construido en el espesor de la experiencia, se da como acontecimiento de la experiencia y percepción social. Lo que ha 205 Tomás Ibáñez: ¿Es actual el anarquismo? Página abierta, 2002. Biblioteca nomadAnt. http://nomadant.wordpress.com/biblioteca/textos/actual-anarquismo/. También se puede encontrar la exposición en http://pradaraul.wordpress.com/anarquismo/es-actual-el-anarquismo/.

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institucionalizado la modernidad como conocimiento, ciencia, filosofía, también tiene su matriz en este substrato de experiencias; empero, las ciencias y las filosofías modernas han negado, como principio esta procedencia. Como origen se construyeron dos mitos; uno, relativo al conocimiento objetivo; el otro, relativo al conocimiento subjetivo. El primer mito supone relaciones neutrales e instrumentales con una exterioridad controlada. El segundo mito supone la inmanencia intuitiva de la razón, inscrita en la consciencia.

Ambos mitos, que responden a las tradiciones ejes de la modernidad, conocidas como positivismo y racionalismo, se han desentendido, como principio, axioma de partida, del cuerpo. El cuerpo no existe, salvo como objeto de estudio o como causa de anomalías. Ambas tradiciones modernas se han hecho la imagen de un mundo desértico, habitado por cosas, en un caso, o de un mundo vacío, llenado por los conceptos, enunciados y significados elaborados por el sujeto. En ambos casos desaparece el mundo efectivo, mundo constituido por la actividad vital de los cuerpos. Retomar la matriz, el substrato, que sostiene las formas de conocimientos y de saberes, sean teóricos, estéticos, culturales, técnicos, artesanales, es volver al espesor de intensidades de la vida, a las dinámicas creativas, componentes de saberes perceptuales, intuitivos, en sentido de la combinación y articulación de distintos planos, campos, núcleos de la experiencia. De entrada descartamos el sentido que le dio la filosofía moderna a la intuición, tanto en su vertiente racionalista como en su vertiente mística. Para nosotros la intuición no es una síntesis racionalista, tampoco una revelación inmanentista. La intuición es la comprensión inmediata dada como la integración perceptual de la experiencia. Para ponerle un nombre, con todo el riesgo que esto conlleva, pero para tener un referente de contraste, llamemos a esta comprensión de la intuición como una de las formas de expresión de la memoria sensible.

Los saberes subversivos responden a esta memoria social, podemos llamarlos intuiciones subversivas, al estilo de Tomás Ibáñez; lo que importa es que se trata de formas intensas de conocimiento colectivo, emergidos en coyunturas de crisis, en el despliegue del dramatismo social. En adelante vamos a formular algunas hipótesis sobre estos saberes activistas, sobre esta intuición subversiva.

Antes de las hipótesis nos haremos algunas preguntas, sobre todo para establecer los campos y los espesores en los que se mueve la problemática planteada, desde la perspectiva de la percepción y experiencia social.

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¿A qué llamamos saber activista, a que llamamos conocimiento subversivo? ¿Cuál es la relación de este saber subversivo con el espesor de la percepción y la experiencia social? Hemos compartido la definición dada por Georges Canguilhem de saber en el sentido de atributo biológico que comprende la composición de capacidad de adquirir información, retener la información, es decir, constituir una memoria, de anticiparse, es decir, de actuar206. Esto se entiende cuando nos referimos a organismos individualizados; empero, qué pasa cuando nos encontramos ante las multiplicidades proliferantes de organismos, entrelazados y en conexión. ¿Se puede mantener la misma concepción de saber? Cuando sabemos que lo que configura su morfología, su composición orgánica, sus capacidades, incluso su teleonomía, es el genoma, vemos que el saber del genoma no es el mismo que el saber del organismo, por más que el segundo suponga al primero207. Georges Canguilhem, cuando se refiere al saber humano, incorpora a esa composición dinámica entre información, memoria y anticipación, la capacidad evocativa. Si bien, es más difícil distinguir el funcionamiento individual del funcionamiento social, colectivo, en el caso de el fenómeno evocativo, así como también es difícil distinguirlo en el caso del saber de los organismos, pues estos suponen asociaciones; es decir, sociedades orgánicas. De todas maneras, se puede decir que el saber individual tiene determinadas características, en tanto que el saber social, compartido, que hace de contexto del saber individual, tiene otras características, quizás más complejas. Por lo tanto, no es lo mismo hablar de saber en los distintos casos; su connotación varía.

Hay pues una distinción grande entre el saber del genoma y el saber de los organismos; en éstos, una distinción entre el saber social de los conglomerados orgánicos y el saber de cada organismo. Lo mismo con las sociedades humanas, añadiendo el componente evocativo, que supone una dinámica propia entre la herencia y el substrato social con la autonomía individual. El saber del genoma es más que saber, en el sentido dado por Canguilhem, supone una capacidad propia programadora. Su devenir, sus largos ciclos, está relacionado con la información transmitida por los organismos; el genoma no está directamente involucrado con la experiencia y el aprendizaje de los organismos, son los organismos los que experimentan y aprenden. El genoma acumula la información y la procesa; en largos ciclos la reprogramación del genoma tiene repercusiones en el perfil y la 206 Ver de Georges Canguilhem Lo normal y lo patológico. Siglo XXI; México 1986. 207 Ver de Raúl Prada Alcoreza Devenir y dinámicas moleculares. Dinámicas moleculares, La Paz 2013. Se puede también encontrar en http://pradaraul.wordpress.com/2013/12/04/devenir-y-dinamicas-moleculares/.

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composición de los organismos. Hay una parte virtual del genoma, que tiene que ver con la programación; de esta manera, podemos decir, que el genoma no se encuentra ni el tiempo ni en el espacio percibido y experimentado por los organismos. El genoma está más acá y más allá de los organismos, aunque forme también parte de ellos.

El saber de los organismos es complejo, tanto en su dimensión asociativa, conglomerada, social, así como en su dimensión individual; también, claro está, en su composición dinámica entre la dimensión asociativa y la dimensión individual. Cuando hablamos de saber, esta figura es más adecuada a la composición individual, a la autonomía orgánica; esta figura es menos adecuada cuando nos referimos a conglomerados, a asociaciones, a colectividades. Se trata más bien de nichos, usando la metáfora ecológica, comunicativos, de intercambio, de redes, de campos; usando las memorias, el reconocimiento del terreno, del clima, como fenómenos vitales, íntimos. Logrando, de este modo, generar un torbellino de circulaciones de información, aprendizajes, acumulaciones, desprendiendo actividades, en consecuencia. Estamos ante el acontecimiento de la vida, ahora visto desde la perspectiva de la realización de saberes. En la dimensión asociativa, social, no es exactamente saber el que se da, sino campos de posibilidad de los saberes; campos de circulaciones de información, campos de memorias, campos de circulación de actividades; es decir, un torbellino creativo de experiencias y conocimientos.

Ciertamente, no se puede disociar el acontecimiento vital de esta turbulencia asociativa, comunicativa, cognitiva, fáctica, de la realización singular del saber en los individuos. Acontecimiento y singularidad no es descomponible. La complejidad y articulación de ambas dimensiones nos muestra que hablar de la dimensión colectiva y de la dimensión individual es, más bien, una distinción abstracta, no “real”, por así decirlo. Lo social está inscrito en lo individual, con su propia peculiaridad, con su propia singularidad, en cada caso; las singularidades componen dinámicamente lo social. Hablando, en propiedad, tendríamos que decir que el saber se realiza individualmente, empero deviene del conglomerado social, de su memoria dinámica.

Uno de los problemas relativos a las representaciones es el haber transferido características propias de los perfiles individuales a las configuraciones sociales, a las composiciones colectivas. Incluso se llega a concebir la idea de un “sujeto social”, de un “sujeto colectivo”,

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como si fuese un individuo macro. Obviamente es esta una deformación, una transferencia representativa, que en vez de ayudar a comprender los fenómenos del acontecimiento, lo oscurecen, pues atribuyen a lo social y colectivo composiciones relativas a los organismos, en este caso, al cuerpo humano. Los conglomerados asociativos no tienen porque parecerse al perfil singular; al contrario, es de esperar que no se parezcan, pues se trata de fenómenos masivos, plurales, que requieren se los tome en sus conformaciones complejas, bullentes, como constelaciones activas. Menos se puede hablar de una “consciencia social”, refiriéndose a ésta como fenómeno colectivo; en todo caso, la consciencia también corresponde a la autonomía singular del individuo. El acontecimiento social, como pluralidad de singularidades, supone, para usar como metáfora un concepto filosófico, lo que llamaba Hegel autoconsciencia, dialéctica del reconocimiento, en otras palabras, supone la interacción de las consciencias, de los sujetos, de las subjetividades, de los cuerpos208. Lo que se da es esta proliferante dinámica de entrelazamientos, asociaciones, composiciones, interacciones, entre múltiples singularidades, donde cada singularidad cobra consciencia, si se puede hablar así, de lo que acontece. Empero, no se puede hablar con propiedad de una “consciencia colectiva”, salvo metafóricamente.

Cada singularidad comprende a su manera lo que pasa, de una manera singular. No es de esperar que su comprensión sea iguala a otra comprensión, al contrario, es de esperar que, las comprensiones, las consciencias, mas bien, sean diferentes y variadas. ¿Cómo es que se entienden entonces las singularidades? ¿Cómo es que asumen que se comparte la misma comprensión del fenómeno? Cada quien imagina que esto ocurre, aunque cada quien imagina a su manera lo que ocurre. ¿Por qué entonces se da el acuerdo, la asociación, la comunicación? Porque se comparte un mundo, que aunque cada quien lo asuma a su manera, es el mundo de nuestras experiencias; es el mundo el que hace de referente en tanto acontecimiento primordial, aunque puede ser interpretado, incluso percibido de manera singular.

Cada singularidad tiene al mundo como percepción, es el mundo como experiencia el que conecta los cuerpos, los contiene como acontecimientos singulares, se realiza en cada experiencia singular, se fija en cada memoria singular. No importa que las vivencias sean singulares, propias, lo que importa es que el mundo las constituye, así como ellas constituyen al mundo. Este común, si se puede hablar así, 208 Revisar el concepto de autoconciencia en la Fenomenología del espíritu de Hegel. Siglo XXI. México.

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sitúa a las singularidades en el mundo. Este compartir el mundo las hace coexistentes, convivientes, colectivas, sociales. No importa que esta coexistencia sea asumida de una manera singular, por lo tanto, distinta en cada quien, lo que importa es son en el mundo. Eso las hace presentes, que compartan el presente, a su manera; indiscutiblemente, indudablemente, comparten el presente, que es lo que se tiene a mano, actualizando los pasados.

Más que la codificación y decodificación, más que el lenguaje, lo que conecta a las singularidades es la experiencia del mundo y en el mundo, experiencia y mundo que hacen posible el lenguaje, la codificación y la decodificación, la comunicación, los saberes. Hasta personas de diferente leguaje y de diferente cultura se pueden comprender porque comparten el mundo, aunque lo hagan a su manera.

Es el mundo el que nos constituye, son las singularidades las que constituyen al mundo. El mundo me constituye al mismo tiempo que lo constituyo para mi, en interacción y contraste con los demás. El mundo forma parte de la fenomenología de la experiencia, de la fenomenología de la percepción, aunque suponga la diferencia absoluta, la existencia sin mundo, antes de que se conforme209. El mundo es una construcción mía, en interacción con las demás construcciones de mundos, al mismo tiempo que el mundo me constituye, constituyendo también a los demás, con los que interactuó, de manera próxima o de manera lejana, en distancias cortas o en distancias largas, en el presente o en el pasado, inmediato o largo. El Mundo está conformado por múltiples mundos, entornos de las singularidades, aunque distintos y variados, al formar parte del Mundo se conectan y cohabitan un presente. Y el Mundo es porque forma parte de la diferencia absoluta, de la existencia sin mundo, si se quiere, de la existencia sin la mirada humana.

Esta certeza es certeza de la percepción, es certeza sin representación, inmediata, vivencial, aunque bien puede ser interpretada por el lenguaje, como en la poesía. Es certeza del acontecimiento210. Se sabe, de antemano, en los umbrales de la experiencia, de esta totalidad, usando un concepto permeable, totalidad des-totalizable y re-totalizable. Lo único que hacen las ciencias y las filosofías, es trabajar sobre estas certezas, aunque vaciándolas de sus contenidos. Salvo, hay que decirlo, lo que pasa con las percepciones abiertas por la física relativista y la física 209 Ver de Merleau-Ponty Fenomenología de la percepción. Editorial Planeta; Buenos Aires 1993.210 Ver de Raúl Prada Alcoreza Acontecimiento poético. http://pradaraul.wordpress.com/que-es-la-poesia/acontecimiento-poetico/; La Paz 2014.

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cuántica, que han cruzado los umbrales anteriores de la experiencia, han cruzado los horizontes anteriores de la experiencia, han abierto nuevos umbrales y nuevos horizontes de la experiencia humana, ampliando el Mundo en espacio-tiempos curvos, relativos, dependiendo de los referentes, ampliando el mundo hasta los lugares de la propia desaparición del universo y de la materia; los confines del universo, los agujeros negros, la infinitesimal nada en la que se sostiene todo.

Asistimos al despliegue de la experiencia humana más allá y más acá de lo que conocía; es una experiencia que incorpora en su memoria presente lo infinitesimal inacabado, en su nada, pero una nada creativa; que incorpora las gigantescas extensiones y distancias más allá de lo imaginable; que incorpora la velocidad más allá de la vertiginosidad; que incorpora la creación y dinámica de la energía más allá de la materia. No es que se desecha la anterior experiencia, ésta queda como sedimento de la memoria del presente.

Después de estos apuntes podemos volver a reflexionar sobre el llamado saber activista, saber subversivo. Como saber se realiza singularmente, individualmente; son las personas que padecen la historia, la viven intensamente, intervienen en la historia, las que contienen el saber, lo usan como parte de las acciones. Este saber no es igual en las personas involucradas en las acciones; sin embargo, en la medida que sus saberes forman parte del acontecimiento de la crisis y de la rebelión, se conectan, se comunican, comparten y participan. Cada quien asume a su manera esta vivencia, la interpreta a su manera, suponiendo que los demás la interpretan del mismo modo. Esta suposición hace como si se actuara en el mismo sentido. No importa tanto si este sentido es igual, homogéneo, en todos; al contrario, es de esperar variaciones. Lo que importa es el compromiso, la concomitancia, la complicidad, en el consenso logrado, compartir la lucha.

Lo que se llama saber activista, saber subversivo, en tanto se refiere al conglomerado social movilizado, es, en realidad, una constelación dinámica de saberes, de voluntades, de cuerpos, de deseos, de esperanzas, de prácticas alterativas. Al compartir esta experiencia el aprendizaje es colectivo, en el sentido que es singular en cada quién. Desde una perspectiva estructuralista se podría decir que hay la subversión, como una estructura subyacente; decir que es la estructura la que se pronuncia, actúa, habla. Esto es una aproximación abstracta. El estructuralismo olvida que no es la estructura la que habla, actúa, se pronuncia, son los cuerpos los que

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lo hacen, cuerpos vivos, pasionales, perceptivos, reflexivos. La estructura es un fantasma de los estructuralistas. Son estos cuerpos singulares los que se asocian, componen, acuerdan, emiten discursos, se movilizan; en su dinámica generan acontecimientos, acontecimientos, que a su vez los constituye como subjetividades y sujetos, usando estos términos vulnerables.

La subversión existe como acto de creación de los y las movilizadas, el activismo existe como acción de los y las activistas. Los y las subversivas lo son porque generaron el acontecimiento de la subversión, acontecimiento que los contiene, los envuelve, los atraviesa y los constituye. Lo mismo pasa con los y las activistas, el activismo como acontecimiento; también como historia, los contiene, envuelve, atraviesa y constituye.

Se puede decir entonces que hay como constelaciones dinámicas, bullentes, de desfases, de desacuerdos, de descentramientos, de conflictos, de rupturas mínimas, que se convierten en campos de posibilidad de saberes subversivos, de saberes activistas. Son los cuerpos singulares, las subjetividades singulares, las que realizan estas posibilidades como saber, a su modo, de una manera singular, compartiendo con las demás singularidades. Es esta interacción, es esta dinámica, es esta circulación, acumulación, alimentación y retroalimentación, el referente de lo que se nombró como saber subversivo, saber activista o, si se quiere, intuición subversiva, intuición activista.

Hablaremos como de cuatro niveles de lectura del acontecimiento subversivo. El primordial, es la emergencia del acontecimiento, como crisis del Mundo, dada en el Mundo. No ahondaremos ahora al respecto. El nivel singular, la forma singular vivida de esta crisis, la forma como se elabora el conocimiento de esta crisis, el saber de la crisis, que se convierte en saber activo, en saber para la acción. El tercer nivel es el orgánico, la forma de organización que adquiere la subversión, que adquiere el activismo. Tampoco vamos a ahondar en este tema. Por último, la dirección o el desenlace del proceso resultante. Puede continuar la ruta instituyente, constituyente, creativa, de una subversión permanente; desenlace menos probable, basándonos en la historia de las llamadas “revoluciones”. Puede detener la marcha instituyente y constituyente, optar por consolidar lo instituido, lo constituido, entonces hacer del desenlace una recurrencia, una repetición cambiada o modificada, de la historia repetida del poder; que es lo más probable, basándonos en la historia de las “revoluciones”.

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Queremos hacer hincapié en lo siguiente: En la medida que esta experiencia subversiva, activista, se mantiene próxima, ligada, a los espesores de la percepción, a los espesores de la experiencia, al saber de los cuerpos, la potencia subversiva, activista, fluye creativamente. Empero, en la medida que se da un alejamiento, un desligamiento, de los espesores de la percepción, de la experiencia, del saber de los cuerpos, en la medida que el distanciamiento implica vaciamiento de contenidos, formulación de un discurso instrumental, de un discurso oficial, del partido lo que se llame, la potencia subversiva es sustituida por relaciones de poder, por estructuras de poder, legitimadas por un discurso oficial, el discurso de la verdad. Este debilitamiento de la potencia puede comenzar antes de lo que comúnmente se llama la toma del poder, la serpiente puede incubarse antes, en el preludio mismo de las acciones.

Hipótesis

1. A diferencia de lo que dice Émile Benveniste, cuando enuncia que nacemos en el lenguaje y desde el lenguaje nombramos el mundo, nosotros decimos que nacemos en el Mundo y desde la experiencia del Mundo damos contenido, sentido, significado, al lenguaje.

2. El lenguaje sólo es posible en el Mundo, como acontecimiento en el Mundo de los acontecimientos.

3. De la misma manera, los saberes son posibles en el Mundo, como acontecimientos en el Mundo.

4. Un saber es saber del Mundo, deviene saber de la experiencia del Mundo.

5. El saber subversivo, el saber activista, es el conocimiento del Mundo en crisis, también de la crisis del Mundo. Este saber es una disposición volitiva, es decir, una intención, así como un dispositivo en pleno ejercicio de las acciones alterativas, encaminadas a transformar el Mundo.

6. El saber subversivo, como tal, como realización, es singular, es una composición singular, en un cuerpo concreto, es una

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subjetividad anidada en el cuerpo. Se da este saber subversivo singular en los ámbitos de la constelación de actividades, de memorias singulares, de manifestación de saberes singulares, constelación que también contiene acumulación y circulación de información, de transmisiones orales, escritas, estéticas, de las experiencias de luchas.

7. Lo que se da es una participación, un compartir, en esta constelación social, donde la experiencia social de las luchas se transmite en interpretaciones, narraciones, leyendas, mitos, también en aprendizajes colectivos o, más bien, socializados, en transformaciones de esquemas de comportamientos y conductas. Sobre todo adquiere cuerpo en movilizaciones.

8. La movilización es una de las formas desplegadas y desenvueltas del saber activista, del saber subversivo en acción. La movilización comprende varios desplazamientos, no solo de las multitudes, de las organizaciones y estructuras involucradas, sino también de los valores, de las subjetividades, de la misma potencia social.

9. Las movilizaciones pueden convertirse en cruces de umbrales, cruces de horizontes, cruces de límites, generando rupturas en los horizontes mismos de la experiencia, abriendo horizontes nómadas de la experiencia, iniciando nuevas épocas, que en la interpretación teórica se nombra como nuevos horizontes históricos-culturales.

10. Empero, si estas rupturas no logran trastrocar la estructura sedimentada del poder, las estratificaciones sedimentadas en el cuerpo de las formas múltiples de dominación, si no logra crear un nuevo substrato, una nueva matriz, algo así como inventar un nuevo origen o procedencia, los cambios terminan siendo epidérmicos, por así decirlo, sin llegar a transformar la misma base reproductiva del poder.

11. A esta altura de las historias políticas y de las luchas

sociales, emancipatorias y de liberación, es indispensable un activismo integral, radical, autopoiética, capaz de crear un nuevo substrato y matriz histórico-cultural, es decir, substrato

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y matriz civilizatoria, que libere la potencia social de las capturas de las redes institucionales del poder.

Conclusiones

1. Los saberes subversivos, los saberes activistas, las intuiciones subversivas y activistas, son percepciones sociales, conocimientos colectivos, de la crisis del sistema-mundo, son, por eso, conocimientos y percepciones creativos, de ruptura con un presente y un pasado de dominaciones, de apertura hacia un futuro que actualiza las luchas libertarias del pasado y la potencia del presente.

2. Hay que diferenciar la constelación dinámica de las asociaciones, composiciones, circulaciones, realizaciones de memorias, de informaciones, de aprendizajes, de experiencias, de deliberaciones, de consensos, de circulación de saberes singulares, respecto del saber, como tal, que es como la materialización, la expresión, la realización singular de esta constelación.

3. Se ha usado la metáfora del tejido social, de la trama social, de los entramados sociales y colectivos, para referirse a las asociaciones y composiciones sociales, en nuestro caso, de la rebelión. Empero, no hay que olvidar que esta es una metáfora. Figura en la que hay que develar la complejidad de las relaciones, ligazones, comunicaciones, conexiones, transmisiones, complicidades, compromisos, consensos, que se dan en la constelación de los movimientos emancipatorios.

Drama y retórica de un gobierno reformista

Umbral y horizonte político

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Referencia histórica y ubicación política

Lo que define la relación con el imperio, el imperialismo de ahora, en el siglo XXI, el imperio del sistema financiero mundial y del modelo extractivista colonial, expansivo e intensivo, es la posición respecto al extractivismo. Los gobiernos “progresistas” apuestan a expandirlo intensamente, siguiendo la misma ruta colonial de las oligarquías criollas. El imperio de hoy se encuentra bastante cómodo con gobiernos, que discursivamente, siguen la radicalidad “izquierdista” de mediados del siglo pasado, empero favorecen concesiones a las grandes empresas trasnacionales depredadoras. Esta situación no cambia porque estos gobiernos mejoren los términos de intercambio con el imperio, mientras siguen aceptando la división del mercado internacional y de la geopolítica del sistema-mundo capitalista: ser países exportadores de materias primas. Lo que no se puede dejar de tener en cuenta es lo siguiente: que nuestros Estado-nación periféricos forman parte del orden mundial de dominación, su papel asignado es el de garantizar la transferencia de recursos naturales a los centros del sistema-mundo. No ver esto, es aplaudir la restauración del Estado-nación, el incumplimiento de la Constitución, que establece la muerte del Estado nación y la construcción del Estado plurinacional comunitario y autonómico. No ver esto es no tener en cuenta que “derecha” e “izquierda” son términos relativos e históricos; todo depende de la relación que se tenga con la lucha efectiva de los pueblos. En el caso de Bolivia, el gobierno ha preservado toda la institucionalidad colonial del Estado, ha convertido en un folklore la condición plurinacional y comunitaria, ha renunciado a la reforma agraria, favoreciendo a los latifundistas, ha decidido ampliar la frontera agrícola afectando a los territorios indígenas. La caracterización del gobierno “progresista” de Evo Morales Ayma es la siguiente: Se trata de un gobierno que administra los intereses de la burguesía recompuesta, que aglutina a la burguesía tradicional, a los terratenientes, a los nuevos ricos, apoyados por una dirigencia campesina cooptada prebendalmente y clientelarmente. Un gobierno que se enfrenta a las naciones y pueblos indígenas a nombre del “desarrollo” y del progreso, como lo hacían las élites criollas. El caso ejemplar e ilustrativo es el conflicto del TIPNIS.

Desde esta perspectiva, cuando se habla de defensa del “proceso de cambio”, la mejor defensa del “proceso” es la crítica y la profundización efectiva del mismo, de la emancipación y la descolonización.

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Interpretación y acontecer político

Las interpretaciones críticas del “proceso de cambio” están verificadas empíricamente. Eso es lo que ha ocurrido, no ha habido demolición del Estado-nación colonial. No se ha construido el Estado plurinacional, a pesar que se trabajó con propuestas concretas, y se elaboraron instrumentos, para hacerlo: El anteproyecto de ley de gestión pública plurinacional comunitaria e intercultural. Dejaron que se trabaje durante casi un año, que se presenten informes, que se incorporen personas como Boaventura de Sousa Santos y Alberto Acosta. Que se incorporen alcaldes cuya experiencia venía de la gestión en comunidades. Empero, cuando se tenía que discutir el proyecto de ley de gestión pública plurinacional en el gabinete, no quisieron hacerlo. Pues no quieren cambios. Ahora, este comportamiento se explica: llegar al gobierno, no para transformar, sino para hacer uso del monopolio de la concentración de fuerzas, repitiendo las mismas prácticas de todos los gobiernos, aunque acompañadas por una retórica populista y pretendidamente indígena, aunque vacua y forzada. Esto, que pasa, no debería sorprender, pues la historia se repite; es como una condena. El problema es el poder. Como dice el MST de Brasil, no se toma el poder, el poder te toma. Por lo tanto, te convierte en un engranaje de las lógicas de dominación cristalizadas en las instituciones.

Cuando dicen que se lanzan críticas alegremente, respondemos: en lo que no se puede ser alegre es en decir que lo que se dice, sobre el balance de los gobiernos “progresistas”, son apreciaciones alegres. Pues no lo son. Son experiencias dramáticas de los pueblos. Hacer propaganda de un gobierno que vive el drama de su propio laberinto, entrabado en contradicciones profundas, sin una menor consideración en lo que pasa, en la sucesión de hechos, que dibujan el perfil de una tendencia recurrente, es no sólo alegre, sino un flaco favor al propio gobierno “progresista”. Nosotros criticamos a los que llamamos llunk’u, los consideramos las termitas que se comen la madera con la que hay que construir el Estado plurinacional, la materialidad política con la que hay que defender el “proceso”. Estos llunk’u son los otros sepultureros del ”proceso”, los que alaban los errores de un gobierno “progresista”, en vez de criticarlo.

Sobre las diferencias en la caracterización política

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En varios documentos y posicionamientos, sobre todo en nuestro debate con la izquierda tradicional, se dejó claro que, no se pueden confundir los gobiernos “progresistas” con los gobiernos neoliberales. Son distintos; emergen del bloque popular, se vinculan con lo nacional-popular, entran en contradicciones limitadas con el imperio. Esta diferencia, hace ver que no es lo mismo luchar contra los gobiernos neoliberales que luchar en el marco de los gobiernos “progresistas”. Además, dijimos que es diferente un contexto de otro, una coyuntura de otra. Que lo que ocurre en Venezuela es un descomunal enfrentamiento con una “derecha” fuerte, con convocatoria, apoyada por el imperio. En cambio, lo que ocurre en Bolivia y Ecuador se puede resumir de la manera siguiente: Una derecha derrotada, electoralmente, en Bolivia y Ecuador; en Bolivia, política y militarmente, después de los acontecimientos del Porvenir-Pando. Una clase burguesa, económicamente dominante, desplazada al bando del gobierno de Evo Morales, del cual consiguieron grandes ventajas. En el panorama político pervive una minúscula derecha política en el Congreso; bastante descolocada, sin ligazón efectiva y concreta con la clase social que supuestamente representa, pues no tiene apoyo de la burguesía, a la que aparentemente encarna. Por lo tanto, podemos concluir, que los gobiernos son diferenciables; empero, en la medida que expresa la cualidad operativa de la forma Estado-nación, responden a la lógica de poder, estructurada en la modernidad. En esa misma medida, reproducen la institucionalidad homogénea, la mono-cultura dominante, la condición mono-nacional heredada. Los gobiernos populares, por más vestidura o disfraz “progresista” que usen, forman parte de la reproducción colonial y capitalista del poder.

No es un problema de personas, como pretende la teoría de la conspiración, como si la explicación de las contradicciones históricas se resolviera con suponer que hay “traidores” de la “revolución”. Los caudillos son mitos, son imaginarios construidos por los pueblos, viven también un drama, pues son arrastrados por las contradicciones de un proceso histórico, que requiere, para salir de sus trampas reiterativas, de movilización, de democracia participativa, de transferir las decisiones a los pueblos, a las naciones y pueblos indígenas, a las comunidades, a las organizaciones sociales. Esto es justamente lo que no se hace, es de esto de lo que se alejan los gobiernos “progresistas”, que prefieren optar por acrecentar la burocracia, recurrir al autoritarismo, desprender despotismo, descalificar la crítica y dividir, sino pueden destruir, a las organizaciones indígenas. Estos gobiernos contribuyen de esta

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manera a su propia descomposición. Cayendo en este itinerario a una ruptura ética y moral en todas las líneas.

Umbral de las “revoluciones”

A estas alturas de las historias políticas de las sociedades humanas, sobre todo de las desplegadas durante la modernidad, creemos que debemos tener claro que, el gran problema histórico de las llamadas “revoluciones” es el poder, en tanto economía política del poder. Mapa institucional que captura la potencia social, la fuerza social, la dinámica molecular social; diagrama de fuerzas que diferencia poder de potencia, usando la potencia capturada para la reproducción del poder; es decir, de las dominaciones polimorfas. No creemos que sea problema de velocidades, tampoco de aceleraciones o desaceleraciones, de los “procesos” políticos, sino de la capacidad de desmantelar el poder y liberar la potencia social.

Para nosotros es evidente que se deben concebir y desplegar transiciones, transiciones del Estado-nación al Estado plurinacional; estas transiciones pueden ser largas, medianas o cortas. Incluso, mejor dicho, estas transiciones pueden concebirse diferencialmente; en unos casos de una manera radical, en otros casos de una manera reformista. Todo depende del contexto, la correlación de fuerzas, de la institución en cuestión, también depende del tema y tópico de la problemática de referencia. Les dijimos a los oficialistas, “pragmáticos” y supuestamente partidarios del realismo político, que no se trata de renunciar a las reformas, a las transiciones largas, sino de que había que dar pasos, aunque cortos, de tal manera que impliquen avances, aunque mínimos, incluso imperceptibles. Después de A viene B, después de B viene C, y así sucesivamente. Aunque nosotros somos partidarios y creemos, como establece la Constitución, en la transformación pluralista, comunitaria, participativa e intercultural del Estado; es decir, consideramos preferible transformaciones radicales que reformas, se puede lograr, en todo caso, el consenso en reformas. El problema es que tampoco quieren esto; no quieren transformaciones radicales, que consideran utópicas; no quieren reformas conscientemente ejecutadas. Se contentan, cómplices de la representación teatral de la época, con la simulación, con el montaje, con la publicidad, con los escenarios del teatro político. Se prefiere apostar a la ficción, inclinándose a procedimientos ilusorios, a lograr hacer creer a la gente, mediante la propaganda y la publicidad, que se dan cambios, renunciando a ejecutar efectivamente las transformaciones. Este es el problema,

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que el gobierno “progresista” ha caído en la ilusión de su propaganda, mientras se embarca en la ruta destructiva del extractivismo; acompañando, esta entrega colonial a las empresas trasnacionales, con prácticas prebendales y clientelares, embarcándose en el derrumbe político de todo gobierno, de toda gestión, que da vueltas en un círculo vicioso, cayendo degradantemente en la práctica compulsiva de la corrupción. Este es el problema de fondo. Volver a repetir, en otro contexto, en otro periodo, y en otra coyuntura, la triste historia de la paradoja de las “revoluciones”. Las “revoluciones” cambian el mundo; el mundo no va a volver a ser lo que era antes; empero, las “revoluciones” se hunden en sus contradicciones.

Este no es solamente un tema boliviano, tampoco sudamericano, ha pasado con todas las “revoluciones”. Por eso es indispensable intentar cruzar este umbral de las “revoluciones”, cruzar el límite e ingresar a otro horizonte posible. Esta eventualidad se logra con la crítica, aprendiendo de las contradicciones, de los problemas, de los errores, no ocultándolas con apologías. Lo que menos se requiere es de estos cantos al fracaso, edulcorándolas, como si fuese victoria, lo que menos necesitamos son estas apologías, que lo único que hacen es debilitar las fuerzas vitales de los “procesos” emancipadores.

Trama política y potencia social

Balance y perspectivas del gobierno “progresista

¿Se puede abordar el tema distinguiendo clasificatoriamente lo positivo y negativo? ¿Así como se aborda la metodología conocida del FODA, diferenciando fortalezas, debilidades y potencialidades? El balance político no es necesariamente de planificación institucional; aunque ésta tenga que ver, de alguna manera, en algún lugar, con el balance político. Tampoco, mucho menos, con la disquisición de lo positivo y negativo de un gobierno. El proceso político no puede comprenderse como un cuadro en un plano, sin perspectiva ni profundidad; la del tiempo político. El proceso político requiere ser analizado en sus temporalidades mezcladas, en la diferenciación de sus ritmos, en sus espacios fragmentados, en movimiento y combinación, en los espesores de sus territorios; en las composiciones complejas que se forman y transcurren. De lo que se

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trata es de comprender el juego de las tendencias inherentes del proceso, la resultante, si se puede hablar así, de esta concurrencia de tendencias. Comprender cómo se da lugar el funcionamiento de esta mecánica de las tendencias, cómo se da lugar la resultante, la conformación de la tendencia dominante, quizás no buscada por ninguna de las tendencias concurrentes. Las consecuencias de las acciones no son controladas por los actores. En definitiva, de lo que se trata es de entender la mecánica del despliegue del proceso político. Desde esta perspectiva, vamos a tratar de dibujar el boceto de la mecánica de las tendencias del proceso político.

Mecánica de las tendencias del proceso político

1. Tendencia es la inclinación de los sucesos, su encadenamiento, la dirección que toman. La tendencia, en el análisis político, se diferencia grandemente, conceptualmente, de la noción de tendencia en economía, que viene definida, mas bien, por el comportamiento zigzagueante de los precios. En el análisis económico se define de esta manera el concepto de tendencia:

En un sentido general, es un patrón de comportamiento de los elementos de un entorno particular durante un período. En términos del análisis técnico, la tendencia es simplemente la dirección o rumbo del mercado211.

En el análisis politico, la tendencia no puede venir definida de esa manera, obviamente. Incluso por aquello de “patrón de comportamiento de los elementos de un entorno”, que parece ser una definición general aceptable. Pues, en el acontecer político, es difícil hablar de patrón de comportamiento, menos aún cuando se trata de identificar los “elementos de un entorno”. Es mejor comprender la tendencia política como una resultante de fuerzas concurrentes. Ahora bien, hay tendencias dadas en micro-espacios, en lugares, concretos; así como hay tendencias en macro-espacios, en regiones, naciones, mundo. No es que las tendencias del micro-espacio sostienen las tendencias de los macro-espacios. No necesariamente ocurre de esta manera; las tendencias del macro-espacio requieren definirse a partir de la concurrencia de fuerza en los macro-espacios correspondientes. No es que las tendencias, resultantes de fuerzas, del micro-espacio, sostienen, como en una construcción, las tendencias del macro-espacio. Esto también puede darse, dependiendo de los contextos, de los problemas tratados, así como del análisis político.

211 Murphy, John (1999) Technical analysis of the Financial Markets. Revisar también Wikipedia, Enciclopedia libre.

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Lo importante de la propuesta es la idea de mecánica de las tendencias, sobre la definición de la tendencia como resultante de fuerzas concurrentes, así como también de despliegue de sucesos.

Ahora estamos en condiciones de proponer una hipótesis teórica sobre la mecánica de las tendencias, en política.

2. Ciertamente, hablamos de mecánica, en el análisis político metafóricamente, haciendo alusión a la mecánica en física, que comprende la mecánica clásica, la mecánica relativista, la mecánica cuántica y la teoría cuántica de los campos. La mecánica en política debería atender al movimiento de los “cuerpos”, su desplazamiento en el tiempo, bajo la acción de las “fuerzas”. Esta es una definición análoga a la dada en física, solo que habla de otros “cuerpos” y otras “fuerzas”, además de referirse a otro “tiempo”, entendiendo que se trata del tiempo histórico. De todas maneras, esta definición análoga o prestada no es conveniente ni suficiente en el análisis político. Intentaremos una definición más prolija, más propia, que parta de las problemáticas y contingencias del acontecer político.

3. ¿Cómo explicar un periodo político? Lo acaecido, sus desenlace, las clausuras de ciertas posibilidades, sus contradicciones, contingencias, incluyendo a los discursos emitidos, las medidas y acciones tomadas. ¿Es válido hacer una mirada retrospectiva, contando con los desenlaces, explicar, a partir de ellos, la “lógica” inherente al proceso? Es ciertamente esta una ventaja; empero, ¿se pueden obviar las posibilidades clausuradas, las tendencias opacadas? ¿No es al final suponer el decurso de una tendencia dominante, que finalmente se realiza en el desenlace? ¿Es así o sólo se trata de una interpretación privilegiada, el discurso de los vencedores? ¿Cuál fue la mecánica del conjunto de las singularidades, inherentes al acontecimiento? ¿Se puede hablar, en este caso, en la configuración del acontecimiento, de mecánica, aunque sea metafóricamente?

Estos son los problemas referenciales, anticipados, a la definición conceptual de una comprensión integral del acontecimiento político. Cuando hablamos de mecánica, en el análisis político, suponemos que las dinámicas singulares se afectan, que sus composiciones afectan a otras composiciones, que tanto singularidades como sus composiciones pueden ser pensadas como fuerzas, que estas fuerzas afectan “cuerpos” y subjetividades, que afectan instituciones y estructuras sociales. Esta conjetura permite hablar de mecánica de fuerzas, a través de estas aproximaciones. Analizar, desde esta perspectiva, nos ayuda a construir una explicación mecánica, del acontecer político. Lo

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que, a su vez, implica, una explicación del conjunto del movimiento de fuerzas, así como una interpretación integral del acontecer político. Lo que de por sí es bueno, pues deja de lado el análisis contable de la política; el balance de lo bueno y lo malo, de lo positivo y negativo. El balance, que utiliza la balanza que pesa, si se ha dado más de bueno que de malo, más positivo que negativo. Esta contabilidad de cajero es muy infortunada para responder a la problemática política.

La mecánica de las tendencias, que comprende, a su vez, la mecánica de las fuerzas, corresponde al funcionamiento de las propensiones, a su concurrencia, sus efectos múltiples; aditivos, en unos casos, destructivos, en otros casos. Ciertamente, como dijimos, las tendencias son abstractas, son resultantes, son efectos de los campos de fuerzas. Por eso, hay que considerar, en el juego de las fuerzas un tipo de “gravitación”, por así decirlo, una “gravitación” política. ¿Cómo definir esta “gravitación” política? ¿Las fuerzas se atraen o se repelen? Ambas cosas pueden ocurrir, dependiendo de las fuerzas, de los contextos, de las coyunturas. Pero, también las fuerzas se acumulan, se refuerzan, por así decirlo; así como se debilitan mutuamente, se vacían, por así decirlo. Las fuerzas, en política, son energía social, son potencia social. Es la dinámica de estas fuerzas las que crea la “gravitación” política. Este espacio-tiempo social de campos de fuerzas conforma elipses, por así decirlo, de dos polos; uno “real”, el otro ficticio. El polo “real” es el que tiene que ver con la asociación de composiciones de la potencia social, su facultad cooperativa, colectiva, comunitaria; el polo ficticio tiene que ver con el efecto institucional y simbólico del polo “real”, con su efecto de espejo. Aparece, como institución imaginaria, el polo ficticio, como poder; es decir, como formas institucionales de poder. Las elipses “orbitan” atraídas por estos dos polos, el polo “real”, el polo ficticio. Orbitan por la “gravitación” del polo de la potencia social y la atracción simbólica del polo del poder.

Ocurre como si en estas órbitas elípticas se ganara energía en el polo “real” de la potencia social para perderlo en el polo simbólico del poder. ¿Qué es lo que “orbita” estas elipses alrededor de los dos polos? La energía social. Energía social convertida en prácticas, en relaciones, en actividades, en acciones. Energía social capturada por instituciones, convertida en ciclos de reproducción institucional. Energía social que escapa a las capturas de la maquinaria estatal, creando líneas de fuga. Energía social que hace de la sociedad una sociedad alterativa, dinámica, cambiante, vital, creativa. Energía social entonces que emerge pujante en el polo de la potencia social, que pierde parte de su energía en el polo del poder, para volver a alimentarse de vigor en el polo de la potencia social.

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Este croquis nos puede servir para aproximarnos a la contradictoria y contrastante relación entre potencia social y poder, entre sociedad y Estado. Sobre todo, puede ayudarnos a usarla como herramienta gráfica de un balance del llamado “proceso de cambio”. A propósito, las preguntas son las siguientes: ¿En el “proceso de cambio” cuál es la relación entre potencia social y poder, entre sociedad y Estado? ¿En la pérdida de energía social, al pasar del polo de la potencia social al polo del poder, en su retorno a la órbita de la potencia social, por qué la energía social no ha podido vigorizarse orientando su energía a la autogestión, a la autodeterminación, a la participación, dejando que, más bien el poder adquiera proporciones inhibidoras de la potencia social?

Mapa de la potencia social

La potencia social no es la organización, tampoco el movimiento; es lo que se expresa en el movimiento, en la movilización, en las composiciones de sus dinámicas. La organización es una creación de la potencia social, en el movimiento y la movilización se manifiesta la potencia como fluido gigantesco de la energía social. Los saberes puestos en juego al momento de la movilización son composiciones cognitivas e interpretativas del colectivo social. Los objetivos que se plantea, en el momento del movimiento, el conjunto o el conglomerado social involucrado, es consensuado por las singularidades y composiciones de la potencia social. La potencia es la capacidad inventiva social, es la capacidad asociación, de articulación, de participación social.

La potencia social es capacidad de asociación, así como la fuerza y la acumulación de la fuerza social, fuerza inmediatamente vinculada con la capacidad intelectiva de crear. La potencia social es posibilidad, también condición de posibilidad histórica; deviene fuerza social, fuerza histórica, cuando las asociaciones múltiples acumulan una disponibilidad de fuerzas capaces de afectar en el curso de los acontecimientos.

La potencia social efectiva se da cuando las múltiples asociaciones, las múltiples composiciones, se orientan a cruzar los umbrales del mapa institucional dado. Esto equivale no sólo a una integración de fuerzas, sino también de voluntades, así como de apreciaciones e interpretaciones compartidas, de saberes activistas, que inciden, a través de las acciones, en las coyunturas de procesos.

Potencia social en Bolivia

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La potencia social efectiva en Bolivia tiene que visualizarse teniendo en cuenta distintos periodos, distintos contextos, escenarios y coyunturas. Podríamos hablar de la genealogía de la potencia social; empero, esta tesis supone un nacimiento, una emergencia, un momento constitutivo, además de su desplazamiento en el tiempo histórico. ¿Es así? ¿Hay continuidad? ¿No es más bien discreto? Distintos nacimientos, distintas emergencias, distintos momentos constitutivos, manteniendo todavía este concepto zavaleteano212.

Los hombres y mujeres que hicieron la revolución de 1952 no son los hombres y mujeres que se movilizaron de 2000 al 2005, durante la movilización prolongada. Hay una memoria social, es cierto; pero la memoria social tampoco es continua, no se da en un sujeto, llamado pueblo, como si fuese el mismo, además de suponer un sujeto. El supuesto de sujeto es una pretensión insostenible, aunque lo nombremos como sujeto social. No hay tal persona, salvo en el imaginario político. Se trata de multitudes, conformadas por singularidades subjetivas y corporales. La memoria social se reconstruye colectivamente, mediante la recuperación de lo acontecido, recurriendo a remembranzas, orales o escritas, incluso ahora, audiovisuales. La memoria social se reconstruye en el debate, en la interpelación, retomando el pasado como referente. Se trata de un pasado representado, de la representación del pasado. Es imposible sostener que se habla del pasado, como una entidad ontológica perdurable. Ese acontecimiento, que tuvo su presente, ya no está. Lo que se trae a escena es su representación, cuyo valor es servir no sólo como argumento, no sólo como ejemplo y referente, sino como artefacto representativo en las luchas del presente.

Si esto pasa con dos acontecimientos modernos, la revolución de 1952 y la movilización prolongada de 2000 a 2005, lo mismo pasa, con mayor relevancia, cuando nos remontamos a un pasado más lejano; por ejemplo, la guerra federal, así como los levantamientos indígenas del siglo XVIII. No son, con toda certeza, ni los mismos hombres ni las mismas mujeres. La memoria social de estos acontecimientos se reconstruye en otras luchas, acudiendo a las representaciones forjadas de estos pasados, para comprender mejor las luchas del presente en cuestión. Hay pues una invención del pasado; invención en pleno sentido, como recreación representativa, como constitución de una memoria social, selectiva y creativa. Esto significa que lo que tienen a mano, por así decirlo, los y las combatientes, es el presente. Lo que hacen es dilatar este presente en el espesor rescatado por la memoria social.

212 Nos referimos al concepto usado por René Zavaleta Mercado de momento constitutivo. Leer Lo nacional-popular en Bolivia; Plural, La Paz.

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No hay pues, precisamente, una genealogía de la potencia social. Lo que hay es una constante reproducción de la potencia social, la que recurre a la invención y recreación del tiempo histórico, del pasado. Lo que hace la memoria social es construir un pasado constitutivo para lograr dilatar un presente, haciendo de este momento el lugar y la perspectiva desde donde se abre un nuevo horizonte.

El asenso

El análisis de la movilización prolongada de 2000 al 2005 debe efectuarse a partir de su propio estallido, su campo de singularidades, de sus propios mecanismos y engranajes conformados. En relación a la historia, lo que interesa es comprender cómo los movilizados se reinventan el pasado, como espesor representado de su propio presente, como imaginario social y como recurso en la formación discursiva de la movilización.

Los insurrectos son los que defienden el bien común del agua, los que defienden la tierra, los que defienden los recursos naturales, los que defienden los hidrocarburos, los que se levantan en defensa de los derechos de los pueblos indígenas, los que se levantan contra el proyecto y el modelo neoliberal, cuyo costo social destruyó parte de la cohesión social y parte del aparato productivo. Este conglomerado social, de organizaciones, de multitudes, de masas, de pueblos, articuló un bloque popular e indígena capaz de lograr la secuencia de victorias políticas durante los seis años de luchas213.

La potencia social derrotó al modelo neoliberal, si se quiere, al Estado neoliberal, expresado en la mega-coalición conservadora; derrotó la forma de dependencia extrema ocasionada por el neoliberalismo. Abriendo el camino a un “proceso” politico, llamado “proceso de cambio”. ¿Qué viene después? La potencia social es capturada por el Estado-nación. ¿Cómo ocurre esto? Para responder esta pregunta requerimos de una digresión sobre el Estado214.

Límites del Estado y transición

El Estado-nación es el Estado moderno. Bolivia es este Estado-nación, desde la independencia. Hablar de Estado aparente, para distinguir la condición de más Estado de la condición de menos

213 Revisar de Raúl Prada Alcoreza Horizontes de la descolonización. En publicación Abya Yala; Quito 2014. Horizontes Nómadas, Dinámicas moleculares, pradawordpress.com; La Paz 2012, 2013, 2014. 214 Revisar de Raúl Prada Alcoreza Genealogía del Estado. Dinámicas Moleculares; La Paz 2013.

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Estado, no es otra cosa que diferenciar, si se quiere, grados y formas del mismo Estado. En todo caso, lo aparente, la condición de aparente, es el mismo Estado. El Estado como tal, como sujeto, como unidad, como entidad trascendente, no existe; lo que existe es el campo institucional, el campo burocrático, el campo político, el campo social, el campo escolar, que reinventan la institución imaginaria del Estado.

Una tesis sugerente es la que define el Estado como campo de luchas. Como si distintas formas de Estado se disputaran la hegemonía, la definición del perfil. Esta tesis es ilustrativa; empero, de ahí a creer que una de las formas de Estado es la que va a liberar al pueblo, a la sociedad, a los pueblos indígenas, no es más que “ideología”. Pueden, algunas formas de Estado, mejorar las condiciones sociales, mejorar las condiciones de las relaciones de intercambio del país con el sistema-mundo capitalista; empero, de ninguna manera puede quebrar los límites del Estado, la estructura nuclear del Estado; no puede modificar la función estatal. El Estado, como campo institucional, como campo burocrático, como campo político, no puede sino reproducir su mapa institucional, que no es otra cosa que la reproducción de los diagramas de fuerzas, de las relaciones de dominación y de las estructuras de poder, inscritas en el programa de esta fabulosa maquinaria. El problema en las sociedades periféricas, en los Estado-nación subalternos, es que están, en el marco del orden mundial, en el contexto del sistema-mundo capitalista, para administrar la transferencia de recursos naturales a los centros y potencias emergentes del sistema-mundo. Aún cuando sean más progresistas los gobiernos de los Estado-nación, no pueden romper los límites impuestos por la dependencia. Para hacerlo, están obligados a trastrocar no sólo los perfiles de los términos de intercambio, sino las mismas estructuras y la geopolítica del sistema-mundo capitalista. Este trastrocamiento no puede efectuarse en las condiciones de Estado-nación. Se requiere de una transición política que vaya más allá del Estado-nación.

La potencia social, desplegada en la movilización prolongada, no pudo atravesar los umbrales del Estado-nación. El gobierno progresista preservó el Estado-nación como defensa; usó el Estado para efectuar reformas, logró mejorar los términos de las relaciones de intercambio, al nacionalizar los hidrocarburos, a su modo. Empero, al ser una forma “progresista” del Estado-nación, no podía cumplir con la Constitución, que establece tres condiciones de transición: las condiciones de plurinacional, comunitaria y autonómica. En términos de transformaciones institucionales, esto equivale a la destrucción del Estado-nación y a la construcción del Estado plurinacional. El gobierno progresista hizo lo que estaba en su “instinto” político, preservar el Estado-nación, optando por el camino de las reformas.

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Esta es la contradicción del gobierno progresista con la

Constitución. Para los movimientos sociales, la Constitución es un ideal plasmado, que debe realizarse. Para el gobierno la Constitución es un texto de propaganda. Esta es la contradicción del gobierno con los movimientos sociales, por lo menos con los movimientos sociales efectivos, que se dieron desde el 2000 hasta el 2005. Estas dos contradicciones son como generadoras, por así decirlo, del resto de contradicciones, que se dan proliferantemente en las dos gestiones de gobierno.

La potencia social, mejor dicho, la composición lograda por la potencia social, tal como se plasmó, de acuerdo al alcance de su irradiación, al no atravesar los umbrales del Estado-nación, fue capturada por este mismo Estado. Sus fuerzas sirvieron para reproducir la nueva forma de Estado-nación. Una forma populista investida con simbología indígena. Se puede decir, con cierta aproximación, que la composición histórico-política plasmada de la potencia social, las fuerzas de los movimientos sociales, fueron capturadas por su propio “producto”. Fueron capturadas por el Estado-nación, por mediación, de un gobierno progresista, que también fue un “producto” de los movimientos sociales, aunque también lo haya sido del mayoritario voto electoral.

Ciertamente, la potencia social no desaparece, aunque parte de sus fuerzas sean capturadas y sirvan para la reproducción del poder. La potencia social sigue generando su energía vital, sólo que ahora se encuentra en otra parte, generando resistencias a la política económica del gobierno, que optó por el modelo extractivista. Generando alteratividades minuciosas, detalladas, en la filigrana del campo politico y del campo social. Desplegando nuevas fuerzas, todavía no articuladas, en la consecución de alternativas. Resistiendo desde lo comunitario, lo común, a la expropiación privada y pública. ¿Cuándo se dará lugar una nueva articulación, un nuevo bloque popular, aprendiendo de esta experiencia dramática, que repite la trama política? No lo sabemos. Lo que se sabe, no se puede perder de vista, es que las tareas del momento corresponden a articular las nuevas resistencias, buscando una nueva composición de la potencia social, capaz de atravesar los umbrales del Estado-nación.

Las gestiones de gobierno

En el polo del poder, el gobierno es la acción política del Estado. El gobierno es la ejecución, es el ejercicio de poder como institucionalidad concentrada. El gobierno es la administración y la conducción de la nave del Estado. Es el lugar donde se definen las políticas públicas. Se toman las decisiones sobre la coyuntura y el periodo; se enfrentan los problemas, los conflictos, de una u otra

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manera. Aunque la política económica se encuentra condicionada por el sistema financiero internacional, de todas maneras, el gobierno, puede definir márgenes de maniobra o entregarse de brazos llenos a las determinaciones del sistema financiero mundial. Hablamos no del gobierno de sí mismo, no del gobierno del hogar, tampoco del gobierno de la ciudad, sino del gobierno del país, del gobierno del Estado.

La primera gestión de Evo Morales Ayma se hizo cargo de un Estado en crisis. Seis años de luchas sociales desnudaron la crisis múltiple del Estado-nación. El gobierno, resultado de una victoria electoral contundente, al asumir el lugar vacío del ejercicio institucional del poder, se vio ante el dilema inicial. ¿Qué hacer? ¿Qué clase de gestión efectuar? ¿Administrar el Estado? ¿Efectuar cambios radicales, desde el inicio? Seguramente la decisión ha sido difícil, incluso si no había mucha “conciencia” respecto a la implicación de las opciones. De todas maneras, la cúpula adivinaba lo que se jugaba, desde las primeras decisiones de gobierno. Sabemos que la opción se inclino por el realismo político. Se entiende que había más argumentos a favor de esta alternativa; se corría menos riesgos y se ganaba tiempo.

Esa primera decisión ya muestra la psicología de los gobernantes. Hombres cautos, excluyendo de antemano toda audacia. La audacia quedó para el discurso, no para la acción. En un ambiente de alta legitimidad social, con movimientos sociales que salían victoriosos de una lucha de seis años, contando con una movilización que ya había ventilado la autogestión, que había mostrado vigorosos movimientos, capaces de sitiar y tomar ciudades, la cautela de los gobernantes, es un síntoma de debilidad, no de firmeza. Seguramente el temor de gobernar sin tener experiencia en la administración pública influyó también en la decisión.

Digan lo que digan al respecto los voceros, sobre todo el ideólogo del gobierno, no se puede ocultar esta primera ambigüedad. Todo lo que se pueda decir a favor del realismo político, se lo hace argumentando a favor de esta tesis; pero, no explica, de ninguna manera, el por qué se optó por continuar con un forma de administración liberal, continuando la gestión institucional del Estado, en un momento favorable de correlación de fuerzas. Este primer paso, direcciona los siguientes.

Ciertamente no se puede explicar la primera gestión de gobierno sólo a partir de las estructuras de poder heredadas, haciendo abstracción de los individuos que conforman el gobierno. Como tampoco se puede explicar de manera inversa, sólo atendiendo a los perfiles individuales de los gobernantes. Ambas perspectivas pecan de sesgo; la primera, porque convierte al gobierno en la ejecución antelada de lo establecido en las estructuras de poder; la segunda, porque convierte al gobierno en una comedia de

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conspiraciones banales. Aunque la primera perspectiva tenga, sin lugar a dudas, más peso, sea más consistente analíticamente, no se puede obviar la incidencia de las personas influyentes. En este sentido, vamos a intentar interpretar la secuencia de la primera gestión a partir del la visualización del periodo desde ambas perspectivas.

Evo Morales Ayma es el caudillo, el mito, la convocatoria del mito. El constructo del imaginario colectivo. El símbolo carnal del gobierno, convertido por la propaganda gubernamental en el símbolo del “proceso de cambio”. De máximo dirigente de la Federación del Trópico de Cochabamba pasó a ser el primer presidente indígena de la Republica de Bolivia, después del Estado plurinacional de Bolivia, que de plurinacional sólo tiene el nombre. Las decisiones políticas las toma el presidente, en primera o en última instancia. Su carácter imperativo, su carisma, influyen mucho en el comportamiento de su gabinete, incluyendo al mismo vicepresidente. Es difícil hablar de él como un estratega, más es la espontaneidad, muchas veces improvisada, y la intuición, algunas veces equivocada, acaecida erróneamente cada vez más seguido en el segundo periodo de su gestión. Como en todo caudillo, su imagen atrayente no es perdurable, se desgasta; es mantenida con desesperación con publicidad y propaganda, como si estos medios restituyeran el ánimo de la gente.

La persona de más influencia en el gobierno, después del propio presidente, es Álvaro García Linera. Por su formación política y académica, por venir de la experiencia de una organización que se propuso la guerrilla como medio para resolver la cuestión del poder215, por venir de un colectivo de interpelación radical, de investigación y activista216, tenía plena “consciencia” de lo que estaba en juego en la decisión inicial del gobierno. El vicepresidente se convirtió de radical en el ideólogo del realismo político. Es muy probable que haya sido él quien más haya influenciado en la inclinación por la decisión inicial, fuera de ser el responsable de la argumentación y justificación de la opción tomada. Vamos a dejar las conjeturas sobre por qué lo hizo, por qué se convirtió en un “pragmático”, pues esto nos llevaría a la especulación. A partir de este momento, el vicepresidente asume el rol de ideólogo del gobierno, pretendiendo también ser el teórico del “proceso”, que es otra cuestión. Sus discursos, sus libros, publicados por la Vicepresidencia, sus intervenciones, son la más clara expresión de una ideología “pragmática”, que persigue sostener la justificación del decurso de un gobierno, que optó, desde un principio por el reformismo y no por la transformación.

215 Hablamos del Ejército Guerrillero Tupac Katari (EGTK). 216 Hablamos del colectivo Comuna.

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Los ministros fueron un resultado de la composición de las fuerzas, aunque el presidente sea el que tome la primera y la última palabra al respecto. No se puede decir que había una pugna de tendencias, como el apresuramiento de los medios de comunicación hicieron entender, recurriendo a esquemas acostumbrados. En un ambiente confuso, donde había primero que orientarse, es difícil hablar de pugna de tendencias. Menos decir que había una tendencia “alvarista” y otra tendencia “evista”. Estas hipótesis hablan de la carencia del periodismo y de los medios de comunicación. El consenso sobre el realismo político fue compartido por todos.

Los celos individuales y mezquinos que pudiera haber habido no pueden tomarse en cuenta para explicar el decurso de este gobierno popular. Eso queda en los pasillos y nada más. La autoridad del presidente era indiscutible; se acataba por consenso compartido o por decisión del presidente. La relación de los hombres más influyentes con el presidente ciertamente no es la misma, hay variedad y jerarquías. Empero, todos, sin excepción, anteponían, en primer lugar, su voluntad para satisfacer las demandas del presidente. No había, entonces tendencias, lo que había es una adecuación de todos en el escenario institucional. Además de la necesidad de aprendizaje y ganar experiencia.

En relación a la medida más importante de las dos gestiones de gobierno, que es la nacionalización de los hidrocarburos, se puede decir que el hombre de influencia en la formulación del Decreto “Héroes del Chaco” fue Andrés Solíz Rada. Sobre todo por su formación en la izquierda nacional, viniendo de un grupo político de características marxistas nacionalistas, que tenía como estrategia y convicción política la defensa de los recursos naturales, la recuperación soberana de los mismos a través de las nacionalizaciones217. El ministro de la nacionalización salió del gabinete, cuando se tuvo que tomar nuevas decisiones “pragmáticas”, en relación a PETROBAS. En una coyuntura cuando se comenzó a ceder ante esta empresa trasnacional del país vecino, el ministro nacionalizador estaba demás.

Un paso dado condujo a otros. Del no cobro, como corresponde, a PETROBRAS, por el excedente calorífero del gas húmedo, se llegó a contratos de operaciones desnacionalizadores, entregando el control técnico de la producción de hidrocarburos a las empresas trasnacionales. La ventaja del gobierno, al nacionalizar fue mejorar los términos de las relaciones de intercambio, mejorar notoriamente los ingresos del Estado, por concepto de la explotación de los hidrocarburos. Este incremento repercutió en la disponibilidad del Tesoro y de las instituciones involucradas en el reparto. El problema es que esta mejora no puede ser el fin de una nacionalización, que debería continuar dando pasos urgentes hacia la industrialización. Sin 217 Hablamos del Grupo Octubre.

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embargo, el gobierno prácticamente se contentó con este logro. Las plantas separadoras no pueden considerarse como el inicio de la industrialización, son sencillamente plantas separadoras de la composición de los hidrocarburos.

La convocatoria a la Asamblea Constituyente fue la otra medida crucial de la primera gestión del gobierno. Esta convocatoria fue planteada, en primer lugar por las organizaciones indígenas, CIDOB y CONAMAQ, apoyadas por el Pacto de Unidad, que incluye a las tres organizaciones campesinas, CSUTCB, CNMCIOB “BS”, CSCIB. Aunque una versión de los dirigentes de las juntas de vecinos de El Alto dicen que la convocatoria a la Asamblea Constituyente no estaba incluida en la Agenda de Octubre, la verdad es que la Agenda de los movimientos sociales del país si la incluyeron. Por lo tanto, llegar a la Asamblea Constituyente recogía el anhelo de las mayorías por fundar o refundar el Estado.

No vamos a entrar al detalle de la dramática historia de la Asamblea Constituyente. Nos remitimos a los textos que han tratado el tema218. Lo que interesa, en este balance, es anotar que cuando por fin se promulga la Constitución Política del Estado (2009), la segunda gestión de gobierno no la cumple. No aplica la Constitución. Prefiere continuar por el camino optado en la primera gestión, el camino de las reformas, ocultando la distancia de sus políticas con la Constitución con una abrumadora propaganda. ¿Por qué ocurre esto?

Hipótesis

La Constitución es lo que constituye normativamente, legalmente, jurídicamente; es la composición jurídica y política de un Estado. Son los cimientos jurídicos y políticos, si se puede hablar así, del Estado. El que se haya elaborado una nueva Constitución, después de la de 1826, considerando todas sus reformas constitucionales, es la manifestación clara y la voluntad determinante de construir un Estado en transición sobre nuevas bases. La principal inquietud constituyente tiene que ver con la colonialidad, la herencia colonial, el haber dejado de lado a las naciones y pueblos nativos al momento de la primera Constitución. En la república no se incluyeron a las mayorías nativas. Ahora se trataba que las mayorías plasmen su voluntad en la Constitución y en la construcción del nuevo Estado.

El Estado que establece la Constitución de 2009 es un Estado plurinacional comunitario y autonómico, integrado por la interculturalidad, en la perspectiva del sumak Kausay/sumaj

218 Revisar de Raúl Prada Alcoreza El espesor de la Asamblea Constituyente; Bolpress, La Paz, 2012. Dinámicas moleculares; La Paz 2013. También, del mismo autor, Descolonización y transición; Dinámicas moleculares; La Paz 2013.

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qamaña219. Para construir este Estado plurinacional se tiene que demoler lo que sostiene al Estado-nación y al Estado-nación mismo: la institucionalidad moderna, homogénea, única. Un Estado plurinacional se construye sobre el pluralismo institucional. Frente a este requerimiento, el gobierno progresista retrocedió, “consciente” o “inconscientemente”. Vaya a saber cuántos del gobierno entendían la significación histórica y política del Estado plurinacional, las implicaciones y consecuencias de asumirlo y construirlo. Lo cierto es que prefirieron desgañitarse en la publicidad y propaganda de que ya somos un Estado plurinacional, como arte de magia de la promulgación de la Constitución. Era muy cómodo cambiar el vestido a la misma persona, que cambiar de persona, que dejar nacer a otra persona. Como dijimos en otros escritos, el gobierno progresista cayó en el mal de la época: la inclinación desesperada por la simulación220.

Para el gobierno, cuyo contenido “ideológico” es el nacionalismo, cuya composición redefine populistamente el perfil reformista, cuya retorica izquierdista repite el discurso de un anti-imperialismo del siglo pasado, es inaplicable la Constitución, pues su aplicación implica la destrucción del Estado-nación. En otras palabras, dejar de ser gobierno bajo los códigos liberales y la gestión pública institucionalizada. Ser otra clase de “gobierno”, como establece la Constitución, en el marco del sistema de gobierno de la democracia participativa y pluralista, era también la desaparición de los privilegios, de las jerarquías, de la burocracia. Después de conquistar el poder, lo menos que quería era perderlo. Al optar por conservar el poder, en vez de destruirlo, decidió por el camino de la reproducción del Estado-nación, optó por la misma trama de todas las “revoluciones”, que cambian el mundo; empero, se hunden en sus contradicciones.

Segunda gestión

La primera gestión de gobierno tuvo como referente la Agenda de Octubre, la segunda gestión de Gobierno tiene como referente la Constitución. En la primera gestión se cumple parcialmente la Agenda de Octubre; en la segunda gestión no se cumple con la Constitución. Este decurso nos muestra que el gobierno progresista se aleja cada vez más de los objetivos plasmados por los movimientos sociales, las naciones y pueblos indígenas. El gobierno llega a situarse en una posición contrastante en el decurso del “proceso de cambio”, se coloca como contra-proceso221.

219 Revisar de Raúl Prada Alcoreza Potencia, existencia y plenitud. Rebelión; Madrid 2013. Dinámicas moleculares; La Paz 2013. 220 Revisar de Raúl Prada Alcoreza El meandro de los gobiernos progresistas; Rebelión; Madrid 2013; Dinámicas moleculares; La Paz 2013. 221 Revisar de Raúl Prada Alcoreza Reflexiones sobre el “proceso” de cambio. Rebelión; Madrid 2013. Dinámicas moleculares; La Paz 2013.

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Dos son los conflictos que sitúan el lugar de alejamiento del gobierno, su distanciamiento respecto de la Constitución; uno es el conflicto del llamado “gasolinazo”; el otro es el conflicto del TIPNIS. El conflicto del “gasolinazo” devela la relación concomitante del gobierno con las empresas trasnacionales de los hidrocarburos. El pedido conocido de estas empresas era de que no invertirían en exploración, tampoco lo hicieron en la producción de carburantes, si no se modifican los precios congelados del mercado interno; lo que equivale a revisar la Constitución. El gobierno, con el argumento de la insostenible subvención a los carburantes llega a subir los precios en un incremento insostenible para el pueblo, alcanzando subidas hasta de un 80% y más. El levantamiento popular contra la medida del gobierno lo obligó a retroceder. En otro texto dijimos, parafraseando a Sergio Almaraz Paz, que el gobierno había cruzado la línea, sin darse cuenta, se encontraba del otro lado de la vereda enfrentando a su pueblo222.

El conflicto del TIPNIS fue más grave. Retomando la misma figura, el gobierno cruzó una segunda línea, esta vez con plena “consciencia” nacionalista, ahora se encuentra del lado de la vereda del modelo extractivista colonial del capitalismo dependiente, enfrentándose a las naciones y pueblos indígenas, enfrentándose a las comunidades indígenas. No vamos a narrar aquí el dramático conflicto del TIPNIS; nos remitimos a los textos que han tratado, de manera más pormenorizada el conflicto223. En este balance nos interesa apuntar este hito en la conmensuración del desplazamiento del gobierno, alejándose cada vez más de la Constitución y de los objetivos del “proceso de cambio”.

El camino sinuoso de las reformas

Tres bonos marcan la política social del gobierno; el Bono Juancito Pinto, La Renta Dignidad, El Bono Juan Azurduy. El primero, como un estipendio provisional para los estudiantes de primaria, con el objeto de evitar la deserción escolar; el segundo, como un bono a los adultos mayores; el tercero, como una atención a las madres embarazadas, con el objetivo de incidir en los altos niveles de mortalidad materno infantil. Tres bonos, cuyas características son de alcance coyuntural. Para lograr efectos estratégicos se requiere inversión logística, de largo plazo, que impacte estructuralmente en las condiciones y causas de los problemas que se quieren atender.

Tres logros económicos distinguen la política económica del gobierno; la acumulación de las reservas internacionales, la estabilidad económica y el mantenido crecimiento económico. 222 Revisar de Raúl Prada Alcoreza Monopolio y desposesión. Horizontes nómadas; La Paz 2012. 223 Revisar de Raúl Prada Alcoreza La guerra de la madre tierra. Horizontes nómadas, Dinámicas moleculares; La Paz 2011, 2012, 2013. Rebelión; Madrid 2013. Autodeterminación; La Paz 2012. También revisar Madre tierra y vivir bien; Dinámicas moleculares; La paz 2013.

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En el campo político ha mantenido su hegemonía y preponderancia desde las elecciones de 2005. Con las elecciones del 2008 ha logrado controlar los 2/3 del Congreso; con esta mayoría plena tenía las manos libres para cumplir con la Constitución.

En los demás terrenos son inciertos sus logros, hasta discutibles.

Una nueva reforma educativa definida por la Ley Avelino Siñani y Elizardo Pérez, con enunciados recogidos de la Constitución; empero, contrastando en los artículos operativos. Una reforma educativa consensuada corporativamente con el gremio de los maestros; uno de los estamentos más conservadores de la sociedad, inclinados a la demanda economicista, aposentados en el privilegio de contar con trabajo y sueldo garantizados. Una reforma educativa, que como en el resto de la administración estatal, mantiene la misma institucionalidad escolar y educativa, teniendo como núcleo el aula, médula del diagrama disciplinario de la modernidad, no tiene perspectiva de impacto en la tarea de descolonización. Esto a pesar de la retórica del modelo social comunitario productivo.

La movilidad social se ha debido al impacto del incremento presupuestario en los gobiernos, del país, de los departamentos, de los municipios, incluyendo a las universidades. También se puede decir que se ha debido al impacto del crecimiento económico, sin entrar en detalles que representa este indicador estadístico. Nos remitimos a los textos que analizan el tema224.

El proyecto de industrialización es un soberano fracaso. Las empresas públicas implementadas por el gobierno o no se ponen en marcha, o son deficitarias, o son un reverendo bluff. La Empresa de Apoyo a la Producción de Alimentos (EMAPA), se ha convertido en una agencia comercializadora; está muy lejos de haber dado un primer paso en la consecución de la soberanía alimentaria. Lo grave es que esta dedicación comercializadora, justificada para evitar la escalonada de precios de los bienes alimentarios, ha comenzado a afectar a la producción del país; por ejemplo, a los pequeños y medianos productores de arroz, quienes no pueden competir con los precios del arroz importado de Paquistán. No hablamos aquí de las empresas estatales ya establecidas desde antes y después de la revolución de 1952; YPFB y COMIBOL.

El programa Evo Cumple ha desatado una escalada sin precedentes de corrupción. No se rinden cuentas, no aparecen las obras, cuando aparecen están muy mal construidas, mostrando papablemente que disminuyeron los costos reales, aunque se

224 Revisar de Raúl Prada Alcoreza Extractivismo colonial y política monetarista. Rebelión; Madrid 2013. Bolpress; La Paz 2013; Dinámicas moleculares; La Paz 2013.

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mantuvieron los costos ficticios en los presupuestos. Lo peor ocurrió en el programa de vivienda; empresas fantasmas que se llevaron la plata, dejando sin casas a los supuestos beneficiarios. Cuando se terminan de construir las viviendas, aunque sea en parte, suben los costos, y terminan acabados con materiales baratos. Si recientemente ha habido un esmero en corregir este desastre, de ninguna manera compensa el desfalco al erario del país. Sorprende que la Contraloría tenga los ojos vendados ante estos lamentables sucesos conocidos por todos, sobre todos los involucrados, de las zonas y regiones referenciales de los proyectos.

La decantada lucha contra la corrupción ha terminado siendo un instrumento de persecución de los opositores. Un ministerio, el Ministerio de Transparencia Institucional y Lucha contra la Corrupción, se encarga de investigar más sobre las corrupciones pasadas, de los anteriores gobiernos, que la expandida corrupción desatada en el presente, el habido en las gestiones del gobierno progresista. Este programa de lucha contra la corrupción y por la transparencia más parece una capa estridente que cubre la efectiva corrupción proliferante.

Lo que notablemente ha avanzado es la construcción de carreteras. Podríamos decir que la vertebración caminera del país ha sido de los proyectos mejor ejecutados, sin descontar los problemas relativos a los acabados de algunos tramos, sin tomar en cuenta la repetida inclinación a los sobreprecios.

En el plano internacional, el principal emblema del gobierno fue la defensa de la madre tierra. Este postulado cayo a los suelos por el doble discurso, como dice James Petras, discurso radical afuera y ortodoxo en la implementación de políticas monetaristas dentro; pero, sobre todo ortodoxo en el modelo extractivista. El último discurso creíble del presidente fue en Copenhague, Cumbre del Clima de Copenhague 2009 (COP15), cuando habló ante cien mil activistas del mundo, declarando la guerra al capitalismo en defensa de la madre tierra. En Cancún, (COP 16), la posición boliviana quedó solitaria, mientras los aliados del ALBA se apresuraban a aceptar la ilusión y la dependencia del capitalismo verde. El presidente ya no gozaba de credibilidad, sobre todo después del conflicto del TIPNIS.

Como dijimos en otros textos, las políticas, los programas, las alianzas de integración continental, son más una ocupación burocrática, de encuentros altisonantes de presidentes y cancilleres, con efectos comunicativos; empero, ocurre, paradójicamente, que esta pose integracionista contrasta con efectivas realizaciones hacia la integración de la Patria Grande. Es como calmar la consciencias con escenarios grandilocuentes, mientras nuestros pueblos padecen la separación225. 225 Revisar de Raúl Prada Alcoreza La lucha por el porvenir. Dinámicas moleculares; La Paz 2013.

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Como podemos ver, el camino de las reformas, escogido por el gobierno, es sinuoso y contradictorio. No se puede decir, de ninguna manera, que no ha mejorado ciertas condiciones de vida de las mayorías, sobre todo de los sectores organizados y corporativizados. Sin embargo, no hace otra cosa que repetir, en menor escala, y de una manera inacabada, la experiencia del Estado de Bienestar. Sus políticas están muy lejos de lo que exige la perspectiva del sumak kausay/sumaj qamaña. Ya lo dijimos, no es el camino de la Constitución, sino se trata de un recorrido contrastante.

Una pregunta es pertinente: ¿Estaba en manos de los gobernantes hacer algo distinto? Se puede decir que dentro de determinados márgenes sí; pero, el problema son los márgenes de los que no podía salir. Su límite ineludible. Al optar por el camino de las reformas y no por las transformaciones estructurales e institucionales, se embarcó en la trama política ya tejida e inscrita en la geopolítica del sistema-mundo capitalista. Los márgenes de lo posible en los ciclos del capitalismo excluyen transformaciones que puedan afectar las estructuras de poder y la reproducción ampliada de capital. Todo lo demás, al interior de estos márgenes, puede estar permitido, incluso si se logra en pugna con las políticas vigentes del orden mundial y del sistema financiero internacional. Lo que está permitido es la querella por los términos de relaciones de intercambio; de ninguna manera, el cuestionamiento a las estructuras de poder definidos.

En parte, se puede decir, que asistimos a la reiteración del drama de las “revoluciones”, particularmente de los gobiernos reformistas, ahora llamados progresistas. En principio pueden tener buenas intensiones, creer en la certeza de su realismo político, encaminarse en reformas de impacto; empero, en la medida que forman parte de una maquinaria chirriante, acoplada, del Estado, cuyas lógicas inherentes escapan a los ocupantes de turno; ellos terminan convertidos en engranajes de esta instrumentalidad estatal. Los márgenes de maniobra dejan de ser tales, se convierten en los márgenes de lo ilícito en el marco de lo lícito. Los individuos terminan optando por salidas privadas. Quizás nunca lleguen a saber en qué momento dieron el primer traspié que los arrastró a la vorágine de la estafa. Enmascarados, llenos de escudos, tienden a usar retoricas con pretensiones de radicalismo, creyendo, en el fondo, que lo que hacen, puede estar permitido, mientras se siga sosteniendo la lealtad al “proceso”, compartiendo una figura desvencijada del “proceso”, como fatalidad o como finalidad.

Conclusiones

1. No se sale de la trama política, inscrita como formato, si no se teje otra trama.

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2. Para que las composiciones de las dinámicas moleculares de la potencia social, para que las fuerzas constituidas por la potencia social, no sean capturadas por las redes institucionales del poder, es menester la desmesura y la proliferación abundante de las líneas de fuga.

3. La organizaciones sociales no son, de por sí una garantía, para resistir a la atracción del poder, del polo ficticio del poder, que se alimenta de potencia social. Es menester que la movilización pueda atravesar los límites de las representaciones, que son otras prácticas, delegadas, de las formas polimorfas de poder.

4. Para mantener la permanente creación de la potencia social, es menester mantener abierta, de manera permanente, la capacidad inventiva, la flexibilidad de las composiciones y organizaciones sociales, haciendo recaer el condicionamiento en la facultad dinámica y participativa, no en los efectos molares, estadísticos, orgánicos e institucionales.

5. El polo ficticio del poder, las instituciones imaginarias, deben ser absorbidas por el polo “real”, la potencia social. Esto puede ocurrir en transiciones continuas emancipadoras y liberadoras.

6. La caída de la potencia social, de las fuerzas y composiciones de la potencia social, de la movilización prolongada boliviana, en las redes institucionales del Estado-nación, se debió a que las anteriores condiciones de posibilidad no se cumplieron.

Ceremonialidad y comedia política

De aquí a un tiempo atrás la práctica política se ha convertido en una comedia. Sólo que el teatro donde se efectúa es grande, todo un país. La comedia se nombra como la trágica historia del Estado plurinacional comunitario y autonómico. Es la increíble y triste historia de un proyecto no realizado, cercenado antes de nacer; este crimen se comete a nombre de la misma semilla que se impide germinar. Es una tragedia digna de Sófocles; no es el hijo que mata al padre; son los encargados de hacer germinar la semilla los que la matan, en sus inicios. ¿Por qué lo hacen? ¿Valga a saber? Los asesinos no reconocen su crimen; dicen más bien, que dejaron que crezca la planta, la presentan señalando que está ahí, gozando de la luz del sol. Lo que muestran es el viejo árbol del Estado-nación, una anciana señorona vestida con traje nativo, adecuado para una adolescente. El cuadro no podía ser más grotesco.

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El 22 de enero se festeja el “nacimiento” del Estado plurinacional. Toda una ceremonialidad del poder, todo un regocijo por casi el quinquenio de vida del “Estado plurinacional”. Este festejo coincide con un golpe certero y mortal a la organización indígena de tierras altas, el CONAMAQ. ¿Se celebrará también la intervención desdichada a la sede de CONAMAQ y la usurpación de su representación por unos comediantes, prebendalistas vendidos al mejor postor, ex sindicaleros, que ungen de nada menos autoridades originarias. Ambos festejos coinciden; la “victoria” inescrupulosa y artera en contra de una organización, que supo defender la Constitución, los derechos de las naciones y pueblos, los territorios indígenas. Una comedia repetida cada año, sobre el cadáver del germen del Estado plurinacional.

Este es el guión de una trama refrendada en las “revoluciones”, tanto nacional-populares como socialistas, con contadas excepciones; excepciones que confirman la regla. El poder, si podemos hablar así, con el gran peligro de convertirlo en un sujeto, que no es, es despiadado. Después de victimar a la potencia social, se vanagloria a su nombre. La historia política es dramática. Los pueblos parecen no aprender, se ilusionan con sus propias criaturas; los mitos, los caudillos, los políticos que dicen representarlos. Hay pues una concomitancia entre usurpadores y usurpados. No podría sino explicarse la reiteración de esta trama política, repetida tantas veces. ¿Esta es la condena? ¿No se puede salir de ella, como de una fatalidad inscrita?

Es difícil saberlo. Empero, no se puede renunciar a romper con esta trama, a desafiar la “fatalidad”. Ese es el acto heroico. Es posible, que de tanto insistir, se quiebre el tejido antiguo de la trama del poder. Cuando desaparece esta voluntad creativa, desaparece también la posibilidad concreta de desafiar al entramado político. La voluntad desafiante muta en una voluntad de sumisión, renunciando a la creación, optando por el “pragmatismo” de las pequeñas cosas. Esto parece preponderar en el ambiente. Este es el secreto de gobiernos demagógicos; los gobernantes saben jugar con la miseria humana.

Alison Spedding una vez, tiempo atrás, cuando se daba lugar la movilización prolongada, criticó a Comuna, diciendo que las vanguardias de hoy se convierten en los amos de mañana. No sé si esta apreciación es de todo acertada respecto de Comuna; empero, este no es el tema. Es una apreciación lúcida. Alison Spedding tenía razón. ¿Dónde lleva este enunciado? ¿No hay vanguardias? ¿Toda

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vanguardia incuba la serpiente? ¿Todos, al final luchan por lo mismo, el poder? Hay que sacar las consecuencias de este enunciado.

Las “revoluciones”, hablando en general, buscando en la figura de las experiencias extremas, sin hurgar en las gradaciones, son paradójicas; están preñadas de pasado. El pasado es gravitatorio, atrapa. Las “revoluciones” cambian el estado de cosas, la situación de las estructuras de poder, la correlación de fuerzas; empero, cuando lo hacen, es para edificar una nueva estructura de poder, nuevas formas de los viejos dominios. Nuevos aditamentos de la máquina fabulosa del Estado. Las “revoluciones” no son puras, como sus propagandas pretenden hacerlas parecer. Las “revoluciones” son mezclas pavorosas; los sueños emancipadores se cruzan con los proyectos de poder. Para los más sagaces todo se resume a cambiar la élite, a sustituirla por otra élite. De lo que se trata es de gozar de los privilegios que otros tuvieron. ¿Tienen razón, no tienen razón? ¿La “verdad” es tan cruda, que a eso se reduce la lucha social?

Este cinismo, pues no es otra cosa, supone lo que los teóricos burgueses políticos del Estado conjeturan: que el hombre es el lobo del hombre. En otras palabras parten de la tesis del mal. Aunque este cinismo no tenga el alcance teórico de estos cientistas políticos, dicen, al final, lo mismo. Una conclusión de esta tesis es que nunca saldremos del círculo vicioso del poder. La trama se repetirá en distintos escenarios, en distintos contextos, con distintos personajes, con otras indumentarias y más tecnología.

El gran error de esta tesis es no solamente suponer el mal, como esencia explicativa de la historia política; supuesto moralista, basado en la discriminación de los condenados de la tierra, los explotados, los pobres. Esta tesis no toma en cuenta, la raíz del poder, la violencia usurpadora, que instaura la legitimidad institucionalizada de la dominación. El gran error de esta tesis es obviar la energía y la fuerza de la que se alimenta el poder, la potencia social. Los poderosos no son nada sin la fuerza derivada de la potencia social; no existirían. Los poderosos están donde están, usufructuando del poder, por que los y las que contienen la potencia social y la despliegan creen que son indispensables. ¿Indispensables para qué? ¿Para gobernar? Este es el imaginario social conservador, que sustenta esta subordinación.

¿Cómo destruir este imaginario social? ¿Cómo sustituirlo por un imaginario radical? Este es el quid pro quo. Los imaginarios no son solamente ilusiones, constelaciones de ideas; se sostienen en materialidades institucionales, en prácticas reiterativas, en relaciones

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repetidas. No es un problema de convencimiento, no es un problema de demostración racional, como creen ciertas “vanguardias”; es un problema integral. Si no se demuele la materialidad institucional, si no se abolen las prácticas, si no se desplazan las relaciones, sobre las que se sostiene el imaginario conservador de la subordinación, es imposible transformar el imaginario conservador por un imaginario radical. El problema es que las “revoluciones” no quieren cambiar el mapa institucional; quieren modificarlo, pero no abolirlo. En el mejor de los casos, el de las “revoluciones socialistas”, trastrocaron el mapa institucional; empero, para edificar otro mapa institucional de poder.

Nadie dice que no se ha “avanzado”, usando esta palabra tan discutible; las “revoluciones” cambian el mundo, el mundo no será lo que fue antes; pero, las “revoluciones” se hunden en sus contradicciones. No está en discusión la incidencia de la “revoluciones” en la historia; lo que está en discusión es su decurso sinuoso, contradictorio, ambiguo y, finalmente contra-revolucionario.

Como dijimos antes, no se puede renunciar a la utopía; no solamente entendida como el no-lugar, en ninguna parte, sino como el lugar que hay que crear. En la revisión histórica, no sólo nos encontramos con la repetición de la trama política, sino también con los nacimientos de las nuevas rebeliones. La historia - el peligro de hablar así, es convertirla en un sujeto, que no es - parece jugar a los dos lados, a la condena y a la esperanza. No hay fatalidad. Lo que reaparece es una constante lucha entre poder y potencia social, entre “pragmatismo” oportunista y sueño utópico.

Las nuevas generaciones de combatientes parecen aprender de la historia. Ya no quieren ser “vanguardias”, pues observan que allí se incuba la serpiente. Buscan nuevas formas de convocatoria, formas colectivas y participativas de orientación de las prácticas políticas. Cuestionan las representaciones y las delegaciones, como usurpaciones de la voz y la palabra. Tal parece, que en el nuevo horizonte de luchas, la perspectiva es una guerra prolongada contra las formas polimorfas de reproducción del poder, la creación de matrices sociales, políticas, culturales, de formas de consenso y participación.

Lo acaecido, el desenlace político de la movilización prolongada, su salida populista y nacionalista, que no es otra cosa que conservadurismo estatal, no es el fin; como creen graciosamente los voceros del gobierno, sobre todo su ideólogo, considerando a lo que está más allá de ellos es nuevamente derecha. Lo que denota una falta de imaginación. No hay fin, ninguna “revolución” es el fin; que

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es la misma tesis, usada por otros, que la del teórico conservador Francis Fukuyama. Hay recomienzo, nuevos nacimientos; la vida no deja de fluir. Son estos jóvenes rebeldes que se levantan en las ciudades en defensa de la educación, derecho común; son los jóvenes y pueblo que se levantan por el pasaje libre, el uso del transporte gratuito, pues se trata de un bien común; son los pueblos indígenas que defienden sus territorios contra las trasnacionales extractivistas, defensa de la madre tierra; son los pueblos del mundo que se levantan contra la opresión inaudita del sistema financiero internacional. Una nueva revolución mundial se abre en el horizonte, esta vez de todos los pueblos del mundo contra sus gobiernos y estados, contra el imperio, la opresión mundial, que forman parte del mismo orden mundial de dominaciones.

Un discurso anacrónico

De alguna manera un discurso tiene que ver con su contexto, donde se lo emite, con la coyuntura, a la que se responde; pero, ¿qué decir, de un discurso que parece encontrarse el 2006, cuando el gobierno popular asumía el mandato, cuando tenía sentido distinguir dos periodos, diferenciados, por la movilización prolongada? El vicepresidente, el 22 de enero de 2014, expone un discurso, en la apertura del Congreso; como si estuviera al inicio de la primera gestión de gobierno, como si no hubiera trascurrido ocho años, como si nada hubiera pasado, como si no hubiera corrido agua bajo el puente. Toda su exposición se ha dirigido a distinguir entre las fases correspondientes al gobierno de Evo Morales Ayma y las fases de los gobiernos neoliberales. Una verdad trillada. Todos o casi todos, si se quiere, la gran mayoría, saben, hay una evidente diferencia entre ambos lapsos de periodos. Eso no está en discusión. El tema es otro, la pregunta de la gran mayoría es: ¿Qué pasó?

A esta pregunta no responde el discurso del vicepresidente, aunque lo pueda hacer, para explicar afirmativamente lo acontecido. Habla como si no hubiera problemas, como si no hubiera preguntas a las que responder, como si no hubiera un desplazamiento de sucesos que hay que tomar en cuenta, de una u otra manera, para observar su contingencia, ya sea para defender las hipótesis del gobierno o

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para descartar las observaciones críticas. Nada, esto no existe. El vicepresidente vive otro mundo, está en otra parte.

Este ha sido una conducta repetida por el presidente nato del Congreso, este es un síntoma constante en sus discursos. Un desprecio desenvuelto a los hechos, a los conflictos, a las preocupaciones de los mortales. Sencillamente eso no existe; lo único digno de tomar en cuenta son sus certezas, que sabe dios dónde se sustentan; lo único valido son los conceptos que maneja; lo único importante es el esquema abstracto, un esqueleto deductivo, al que recurre una y otra vez. Un esquema elemental, maniqueo, de buenos y malos, de víctimas y de patrones. Llama la atención una exposición tan simple en una persona que se reclama de teórico marxista; las clases sociales, la lucha de clases, la dinámica de la lucha de clases ha desaparecido.

Otra cosa notoria, en el discurso anacrónico, es su constante alabanza al presidente del Estado, que, en verdad, no necesita de esos halagos, ¿o sí?; requiere más bien de crítica, para corregir los garrafales errores que hunden al proceso en profundas contradicciones. ¿Por qué lo hace? ¿Una estrategia de poder? Es cierto, que ninguno de los que están en el gabinete sería algo sin la popularidad que todavía goza el presidente. ¿Esta aseveración lo incluye al vicepresidente? Se puede decir que no, pues ya tenía ganado un prestigio por arriesgar su vida en la lucha aniti-colonial. ¿Pero, entonces? El problema es si el vicepresidente se mantendría donde está si fuese consecuente con el perfil construido en sus años de lucha. No, no podría estar ahí, pues es incompatible con la guerra anti-colonial. El vicepresidente ha escogido en su dilema: ¿O continúa la lucha o se inclina por el “pragmatismo”? Lo que al final es una renuncia a la lucha anti-colonial. No hay que dar muchas vueltas sobre este asunto, tal como lo ha hecho la vocería de la derecha, durante el periodo de conflictos (2006-2009), convirtiéndolo en un monstruo; tal como lo hace una vieja izquierda que ve en él un traidor. Ninguna de las dos cosas, eso es reducir la explicación de los comportamientos y de los procesos a un moralismo de cura de provincia o a al esquematismo de principiante en su militancia.

Lo que ha pasado le ha ocurrido a León Trotsky cuando comandó el ataque y la masacre a la vanguardia de la revolución rusa en Kronstadt, contra los marineros revolucionarios; yendo un poco atrás, eso es lo que le ocurrió a Vladimir Lenin, cuando decidió la ruta de la Nueva Política Económica. Le ocurrió a Mao Zetung cuando abandonó a su suerte a los guardias rojos en su lucha contra la

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burocracia. Estando en el poder, llega un momento donde hay que escoger: seguir conservándolo o intentar destruirlo. Este “pragmatismo” no es sólo atributo del vicepresidente de Bolivia, es un síndrome compartido por los líderes progresistas populares. Lo que es propio del vicepresidente es su inclinación por sustituir los hechos por anti-hechos, para usar esta palabra contrastante, para sustituir la “realidad” por un mapa de representaciones, como lo hacía Daniel Salamanca, durante la guerra del Chaco. Se ganaba la guerra en el mapa y en la mente de Salamanca y se la perdía en el campo de batalla.

¿Es esta una defensa psicológica? Sobre todo cuando se puede conjeturar, que en el fondo, sabe lo que ocurre. ¿Una manera inaudita de concentrar la voluntad para continuar adelante, a pesar de todas las contingencias, todas las debilidades, todas las contradicciones, todas las miserias? Puede ser; entonces estamos ante un ser desgarrado, escindido, entre el deber ser y lo que se es. Terrible. Hay un drama solitario que sufren los caudillos, los líderes, los personajes públicos, quienes se ven obligados a aparentar lo que representan, la figura que creen que son los demás. Luchan denodadamente por parecerse a una imagen construida, que no es más que eso, una imagen pura, imposible. Son personajes que pierden la poca humanidad que nos queda en un mundo corroído por la compulsión comercial.

El drama no solamente es de las mayorías, que confiaron en un gobierno llamado “su gobierno”, “nuestro gobierno”, que se encuentran desencantados y sorprendidos, que no saben qué ocurrió, cuando ven repetirse las mismas práctica de los anteriores gobiernos. El drama es también de estos personajes, embarcados en cumplir con la demanda de su imagen, estos personajes públicos que se pierden en su propio laberinto.

La política no ha dejado de ser, digan lo que digan los cientistas sociales, digan lo que digan los llamados “analistas políticos”, lucha por las emancipaciones y liberaciones múltiples. Lo otro, lo que hacen los “políticos”, es policía, defensa del orden establecido. No se trata de convertir en monstruos a estos hombres públicos de la política, a estos encargados de hacer cumplir la Constitución, cuando lo que hacen es todo lo contrario, haciendo de esta manera una catarsis; se trata de comprender las dinámicas complejas y entrelazadas, que se tejen en las entrañas mismas de los procesos. Es menester la crítica constante, mirando en el presente la oportunidad y la ocasión de influir en los acontecimientos, con la participación colectiva, por más

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imposible que parezca. Es indispensable la continuidad de las luchas; separarse radicalmente de esa conjetura de que este es el fin, la realización de un desenlace definitivo; de decir que así no más son las cosas, es mejor desentenderse; optar por salidas desesperadas o por salidas “pragmáticas” electorales.

Poniendo los puntos sobre las íes

Retórica y realidad del discurso gubernamental

¿Cuál es el problema? ¿En qué consiste? ¿Cuál es su composición? El debate que no se da, empero, se plantea, con los voceros del gobierno, con el gobierno mismo, con su ideólogo, se da en torno al desistimiento de la Constitución, al incumplimiento de las trasformaciones estructurales e institucionales que deberían darse, por las que se peleo en la movilización prolongada (2000-2005). No se da el debate porque los voceros, el gobierno y su ideólogo no quieren debate. Les basta, seguros del control absoluto que ejercen del Estado, con acudir a la propaganda, a la publicidad y a elementales interpretaciones oficiales, que reducen la narrativa del proceso a los contrastes con los gobiernos anteriores. No dicen nada respecto a los contrastes de lo que hacen respecto de lo que establece la Constitución, salvo justificaciones espantosamente estrambóticas, que no explican sino embrollan. El gobierno cree que debate con una “derecha” tradicional, prácticamente insignificante como convocatoria política; en realidad discute con el fantasma de una “derecha” desaparecida con su derrota política en El porvenir-Pando. Lo hace pues necesita de esa “derecha” para parecer “izquierda”. Es la búsqueda de un contraste comunicacional lo que busca como parte de la imagen electoral perseguida. Esa discusión con una “derecha” insignificante no es más que pantalla; no asume la interpelación de los hechos, no ve, se enceguece, ante las evidentes contradicciones; no quiere responder a la crítica desde la “izquierda”, usando también este término tan discutible, desde la perspectiva histórica y desde la complejidad de los procesos.

No está en discusión el contraste positivo con los gobierno neoliberales, no está en discusión los beneficios de la nacionalización, en los límites que el propio gobierno la ha dejado, no está en discusión lo que ha habido de redistribución del ingreso, a partir de la política de los bonos, de alcance de impacto coyuntural; también

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como efecto del crecimiento económico. No está en discusión la expansión de la infraestructura de carreteras, que es notorio, a pesar de los síntomas de corrupción. Tampoco está en discusión que, a pesar de todo, a pesar de que sólo se ocupa el lugar del otro, se ha dado un empoderamiento indígena y popular, ciertamente sin transformar la misma arquitectura estatal y manteniendo las mismas prácticas de gestión. Esto no está en discusión. Lo que está en discusión es que no se dieron las transformaciones estructurales e institucionales que establece la Constitución. No hay Estado plurinacional comunitario y autonómico, por más que se desgañite el sistema de propaganda y comunicación del gobierno. La publicidad no sustituye a la “realidad”. La discusión está en que a pesar de la nacionalización, el gobierno no la continuó; prefirió entregar el control técnico de la producción a las trasnacionales, el problema es que el gobierno tiene una política minera muy parecida, sino equivalente, a la política minera neoliberal, salvo la demagógica extensión de concesiones a las cooperativas mineras. El problema es que el gobierno no ha realizado una segunda reforma agraria, preservando a los grandes latifundistas. El problema es que el gobierno, debido a su “pragmatismo”, ha preferido pactar con la burguesía, por lo menos con los sectores que se inclinaron por la política económica del gobierno, convirtiéndose, poco a poco, en un gobierno que administra los intereses de la burguesía recompuesta, la anterior y los nuevos ricos. El problema es que el gobierno, contentándose con haber mejorado las condiciones de las relaciones de intercambio, por medio de la nacionalización, ha renunciado a una lucha sostenida y efectiva por la independencia económica, por la soberanía alimentaria, convirtiéndose en un Estado que vuelve a administrar la transferencia de los recursos naturales a los centros del sistema-mundo capitalista, como la hacen casi todos los Estado-nación subalternos. Estos son algunos de los problemas, puestos en la mesa, tanto por la crítica como por la evidencia de los hechos.

No vamos a entrar, ahora, en otros problemas, que tienen que ver con la consistencia misma del llamado “proceso de cambio”, no en lo relacionado a las contradicciones histórico-políticas, sino a la “materia”, a la corporeidad, a las subjetividades, inherentes a las prácticas y estructuras ético-morales que acompañan al propio proceso. Estos problemas son importantes, pues, al final de cuentas, son “sujetos” sobre los que se sostiene la voluntad política, la posibilidad de mantener, continuar e incluso profundizar el “proceso”. Si no hay condiciones ético-morales para sostener el desafío, el “proceso” puede hundirse en el marasmo de la corrosión y las

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prácticas paralelas. Estos temas los tratamos en otro escrito, nos remitimos al mismo226.

Tampoco vamos a tocar los conflictos sociales, políticos y territoriales que han desenmascarado al gobierno. Lo hicimos en otros escritos, también nos remitimos a estos227. Lo que importa ahora es concentrarse en un perfil ilustrativo del problema, el relativo a la retorica del gobierno, a su excedente especulativo, a su desborde irreal respecto a lo que acontece. Este es el tema, que aunque no sea de fondo es importante. Si el gobierno, sobre todo su ideólogo, mantuvieran el discurso sólo en lo que efectivamente hacen, en el reformismo, si no se embarcarían en la especulación, que también es una mentira, diciendo que ya estamos en el Estado plurinacional, comunitario y autonómico, que se ejerce la democracia participativa y comunitaria, que se consolida el bien común, pretendiendo que se tiene una base comunitaria como núcleo de las políticas públicas, cambiaría el lugar de la discusión. Quizás esto sería más saludable.

Un argumento sostenible, aunque no estemos de acuerdo, empero, con el que se tiene que tener una consideración a partir de la exigencia de objetividad, es el que sostiene que no es posible ni viable una radicalización del proceso, que lo importante es sostener modificaciones paulatinas, graduales, para prolongar el “proceso de cambio”. Que lo que se hace es lo que se puede. Que para comenzar a construir el Estado plurinacional, primero, tenemos que concluir lo pendiente, lo faltante en el Estado nación. Este es un argumento fuerte, aunque no estemos de acuerdo. La discusión se traslada a otro terreno, al terreno de lo posible. Ya no se discute lo que dice hacer el gobierno y, en verdad, no ocurre eso, pues esa pretensión no es más que una grotesca impostura.

Hipotéticamente, si fuera este el caso, si la discusión fuera esta, hagamos un ejercicio: Supongamos que este argumento realista es válido, tiene razón. No se puede ir más lejos ni más rápido, las condiciones de posibilidad histórica lo impiden. ¿Cómo respondemos ante semejante argumento?

Respuesta

226 Ver de Raúl Prada Alcoreza Diagrama de poder de la corrupción. Bolpress; La Paz 2012. Horizontes nómadas, Dinámicas moleculares; La Paz 2012-2013.227 Ver de Raúl Prada Alcoreza La guerra de la madre tierra; Autodeterminación, La Paz 2013. Bolpress; La Paz 2012. Horizontes nómadas, Dinámicas moleculares, http://pradaraul.wordpress.com/, La Paz 2011-2014.

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¿Qué es lo posible? ¿Es lo que se puede hacer, considerando las circunstancias? ¿Es lo que considera el realismo que es posible como “realmente” posible? Esto no es hablar de lo posible, sino de la continuidad de lo real, en los cánones del tiempo-cronograma, del tiempo institucionalizado. Lo posible es lo que anida en el espesor del momento, dependiendo de la voluntad para hacerlo emerger. Lo posible, por más paradójico que parezca, es la utopía. Utopía realizable por el gasto heroico, que se enfrenta a la realidad y a la historia. Lo posible es la creación de la potencia social.

Ahora bien, esto puede parecer teórico y hasta romántico, doblemente utópico. Es cierto; empero, la cuestión es que, en determinadas circunstancias, esta utopía se hace posible, emerge de la matriz de la “realidad” efectiva. Esto ocurre cuando acontece masivamente el gasto heroico, la rebelión contra la realidad y la historia, la rebelión contra el destino, contra la fatalidad. Con esto llegamos a un núcleo, si podemos hablar así, del problema. La “realidad” no es real, es una construcción institucional. No conocemos lo que es, eso que la filosofía ha reducido al concepto esencialista de ser. Lo que si podemos comprender es que cuando nos proponemos colectivamente a cambiar, a crear, la llamada “realidad” cambia. A esto se ha llamado, en la modernidad, “revolución”.

Entonces el problema está en lo que quieren hacer las colectividades. El mundo cambia cuando quieren las colectividades cambiarlo. Es demasiado restringido, demasiado conservador, decir que lo que es se reduce a lo que conocemos, a lo que parece seguro, desechando la audacia y los riesgos. Lo que es hay que crearlo, lo que es, es lo que creamos. No se puede renunciar a crear, a inventar, sin renunciar a la vida misma, que es precisamente eso, potencia, creación, invención. El Estado, entendiendo que es la sociedad, conformada en todo su conservadurismo, en toda su vulnerabilidad, en todo su anhelo de seguridad y de estabilidad, es el mecanismo, el procedimiento, la estrategia y el aparato descomunal para inhibir la capacidad creativa de la sociedad, manteniéndola en los reductos conocidos.

Bajando, como se dice popularmente, es decir, ubicándonos en el objeto de la discusión, lo posible en el “proceso de cambio” boliviano es lo se puede crear, lo que se puede inventar, teniendo en cuenta el horizonte abierto por la Constitución, que no es otra cosa que el horizonte abierto por el poder constituyente, los movimientos sociales. Empero, lo posible se hace posible cuando la colectividad,

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como integración de voluntades, lo quiere. Tal parece que la colectividad lo quiso durante las jornadas del 2000 al 2005; pero, ahora, no parece quererlo. El conservadurismo de gobierno, en parte responde, al conservadurismo actual de las y los que podrían formar parte de los movimientos sociales presentes.

Nuestra respuesta, hay que reconocerlo, tiene sus condiciones y sus límites. Teóricamente puede ser sugerente, aperturante, adecuado; empero, si la mayoría, usando este término democrático, no quiere y prefiere la seguridad del momento, lo posible no es posible. Eso es lo que parece pasar ahora.

En estas condiciones, si fuesen ciertas, pues no se sabe, pues el pueblo actúa pasionalmente en los momentos de congregación de voluntades heroicas, qué es lo que queda. ¿Hacer lo mismo, es decir renunciar? Esto sería grave, pues sería una aceptación general, absoluta, de la impotencia. En la historia, se ha mostrado que ocurre algo interesante, inquietante, cuando se da una depresión generalizada o un conservadurismo generalizado, si se quiere, un conformismo generalizado; cuando ocurre esto, siempre se da, por otro lado un radicalismo, un inconformismo, el germen de una nueva subversión. Hoy asistimos a una nueva subversión de la nueva generación de luchas sociales; los zapatistas continúan con su utopía autonómica, implementada en las comunidades de la selva lacandona. El germen de la subversión de la praxis renace en los jóvenes heterodoxos, que reclaman el derecho a una educación de calidad, como bien común; en los jóvenes y pueblo indignado, que exige un transporte gratuito; en los pueblos despojados, que se levantan contra la dominación del sistema financiero internacional; en los pueblos indígenas que se oponen a los proyectos extractivistas, defendiendo sus territorios y la madre tierra. Estos contrastes alientan, pues nos muestran los ciclos de las luchas sociales. Es indispensable seguir, decir, ¡La lucha continua!

El mapa, usando esta metáfora cartográfica, del acontecimiento, configuración adecuada para expresar lo que vivimos en términos de espacio-tiempo, es amplio. Supone distintos estratos y sedimentaciones. Nada es homogéneo ni puro, el acontecimiento es plural y profuso; hay momentos o lapsos del acontecimiento que pueden estar compuestos por una candente efusión que empuja a transformaciones generalizada; empero, también se dan situaciones donde prepondera un clima más templado, cuando se prefiere el ritmo de la calma. En este mapa, siguiendo con la representación cartográfica, la distribución de la configuración contiene de todo; es

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decir, se da lugar a una conjunción no solamente de diferentes tendencias, sino también de diferentes funciones. La tendencia radical, usando una expresión conocida y popularizada, sin discutir si es o no adecuada, cumple una función, dejar abiertas las puertas de la utopía, de la creación, de lo imposible en la matriz de lo posible. Esta es la razón, que en los momentos más grises, que no corresponden al nuestro, al vivido por los bolivianos, aparece siempre el anuncio de de un nuevo día, de un nuevo horizonte, por más delirante que parezca.

Bajo estas consideraciones, en esta perspectiva, no se puede aceptar el papel de jueces. Los que juzgan a los “pecadores” por haber roto los mandamientos. Esta perspectiva moralista es la expresión más extrema del poder y la violencia contra la condición humana. El juez es la manifestación del terror que se siente ante lo desconocido, es un acto de castigo y disciplinamiento en contra de lo que se considera es una desmesura de la misma humanidad compartida.

¿Cuál es el papel? La crítica, la saludable y necesaria crítica, que forma parte de los campos de luchas, en las entrañas mismas del “proceso”. No juzgar, sino interpelar, convocando al ajayu, a la qamasa, de las singularidades subjetivas, de las composiciones comunitarias y colectivas. Si la convocatoria no es escuchada en el momento, si no es viable la asamblea, la deliberación y el consenso, no es señal que no es posible, sino que no hay condiciones “objetivas” y “subjetivas”, como antes se decía, para que esto acontezca ahora. Sin embargo, la tarea de la crítica es mantener el fuego encendido para cuando haya que incendiar la pradera, recurriendo a la metáfora de Mao, tan conocida.

Incertidumbres y vicisitudes políticas

El dilema para el tipo generalizado de político es ¿cómo conservar el poder? El problema para una coyuntura política, en un periodo descendente, si se puede hablar así, conservando la analogía con el comportamiento de los ciclos medios económicos, propuestos por Kondrantieff, es como volver a encontrar un punto de inflexión que convierta la curva descendente en una curva ascendente. El tema crucial de un partido gobernante, más si es un gobierno progresista, es ¿cómo evitar quedar atrapado en la mirada del espejo del poder? Mirada que lo desconecta de la “realidad”, le hace creer que la “realidad” es la imagen que tiene de ella el poder, que no es

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otra cosa que una perspectiva vista desde el palacio. Si no se resuelven estos problemas, incluyendo la obsesión del político por preservarse en el poder, el decurso probable es el del desgaste cada vez mayor, mayor vulnerabilidad ante las contingencias, sobre todo por asentarse en fuerzas internas cada vez más corroídas.

La coyuntura política por la que pasa Bolivia es particularmente complicada. Un proceso de cambo en crisis, plagado de contradicciones, a pesar de sus reformas. Una segunda gestión de gobierno de carácter, mas bien, regresivo, en contraste con la primera gestión de gobierno. La paradoja es que la primera gestión no contaba con la Constitución, en cambio la segunda gestión sí. En la primera gestión se convoca a la Asamblea Constituyente y se nacionalizan los hidrocarburos; en la segunda gestión se incumple con la Constitución, a pesar de contar con los 2/3 del Congreso. Gobernantes, cuya psicología narcisa y engreída los enajena, cada vez más alejados de una lectura adecuada de la “realidad”, cada vez más apegados a la ilusión de su propia propaganda. Una segunda gestión donde preponderan errores crasos, como la medida del “gasolinazo”, el conflicto del TIPNIS, la represión en Chaparina, cooptación indiscriminada, sin institucionalidad, de los Órganos del Estado, cooptación descomedida de todas las dirigencias sociales, sin darles espacio para su propia autonomía, autogestión y deliberación. Una política exterior sin rumbo, salvo los conocidos chauvinismos de todos los gobiernos. Lo de la defensa de la madre tierra quedó atrás; el último gesto, en esta perspectiva, fue la contra-cubre de Tiquipaya. Entrega cada vez más notoria a la dependencia de las empresas trasnacionales, en minería y en hidrocarburos, a pesar, que en este último caso, se los nacionalizaron. Un desborde de excesos electoralistas, que imprimen un sello artificial al llamado proceso de cambio, dejando de lado la evaluación “objetiva” de lo que ha acontecido y de lo que acontece. Todo esto, errores garrafales, en política, encubiertos por una compulsiva y descomunal propaganda y publicidad, como si estos recursos comunicacionales pudieran cambiar los hechos, los eventos y los sucesos.

La particularidad de la coyuntura radica no tanto en que está teñida por el ambiente electoralista, sino que el gobierno ya comienza a enfrentar un cierto reagrupamiento de la llamada “derecha”, además de un “centro”, y sobre todo de una ofensiva retomada por los dispositivos de intervención del orden de dominación mundial. Esto último no tiene nada que ver con el esquematismo repetido del “antiimperialismo” del siglo pasado, discurso mecánico con el que pretenden legitimarse los regímenes progresistas, a pesar de sus

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contradicciones, ungiéndose con el fantasma de antiguas luchas heroicas contra el imperialismo real de entonces. Esto último, la intervención de los dispositivos de dominación, tiene, mas bien, que ver con el aprendizaje de los dispositivos mencionados, de las lecciones aprendidas por éstos, de las revueltas, rebeliones, levantamientos y movilizaciones populares contra el proyecto de despojamiento y desposesión neo-liberal. Las convocatorias de las resistencias a los gobiernos progresistas, como en el caso de Venezuela, tienden a ser masivas, debido, no tanto a la conspiración, como a las contradicciones de los gobiernos progresistas y sus inconsecuencias. Las convocatorias de las resistencias a los gobiernos autoritarios, como en el caso de la “primavera árabe”, han sido multitudinarias. No se puede explicar estas movilizaciones, de ninguna manera, por la intervención foránea, aunque la haya habido. Ocultar los núcleos de las crisis no ayuda en nada a comprender la mecánica de las fuerzas en juego en estas crisis políticas.

En cierto sentido, la geopolítica de dominación del orden mundial es nueva, debido a este aprendizaje. La simulación de revoluciones, de revueltas y movilizaciones, otorgándoles un carácter anti-autoritario, por lo tanto “democrático”; revueltas, revoluciones y movilizaciones que no se inventan, pues son generadas por el descontento de la gente y por las contradicciones de los procesos en cuestión. La intervención no está en inventar estos sucesos, no podrían hacerlo, está en participar en ellos, buscando un desenlace propicio a sus intereses. Para enfrentar este tipo de intervención no sirve para nada recurrir al viejo discurso “anti-imperialista”, de un “imperialismo” que ya no está, aunque haya dejado su fantasma. Lo importante es visualizar las transformaciones del imperialismo, su nueva estructura de funcionamiento, su carácter histórico en el presente, su relación categórica con el sistema financiero internacional y las trece mega-empresas trasnacionales extractivistas. Lo indispensable es comprender su fisonomía política actual, el proyecto de poder inherente, la participación en este orden mundial del capital de las nuevas potencias emergentes, sin caer en el ingenuo discurso de que son las nuevas potencias que disputan al “imperialismo” la hegemonía, sin ver que forman parte del imperio, cuya estructura se fortalece con su participación.

La intervención de estos dispositivos no se la combate negando la “realidad”, negando que hay descontento, que hay contradicciones, que hay movilizaciones, sino aceptando estas manifestaciones como expresiones sociales de la crisis política. La habilidad consiste en separar lo que corresponde al descontento social de lo que

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corresponde a la intervención, que puede ser mediática o adquirir un tono más directo. El reconocimiento de que hay problemas ayuda a avanzar en su resolución. Los conflictos sociales no se resuelven con represión, ni con la estigmatización de la movilización; se los resuelve buscando desvanecer las causas del conflicto, buscando soluciones de consenso. El aprendizaje político es permanente, la adecuación a la coyuntura y nuevas circunstancias debe ser continua; cerrarse a esta flexibilidad es como decir lo que sé ya es todo, eso basta; las verdades que manejo son las últimas, definitivas. Todo lo que contradice estas verdades es reaccionario y debe ser descartado. Cuando se tiene este tipo de actitudes es como anunciar el comienzo del fin. Se anuncia el crepúsculo de un régimen que ya no quiere aprender nada, tampoco quiere adaptarse a las exigencias de la coyuntura.

La aparición de Gonzalo Sánchez de Lozada en la televisión, respondiendo a una entrevista, reconociendo errores, confesando presiones, concluyendo que él prefirió renunciar a enfrentar una guerra civil, es sintomática, en esta coyuntura. Una coyuntura signada además por las denuncias del ex-fiscal Soza, del oficial Ormachea, por la fuga de ciudadano estadounidense Jacob Ostreicher y del senador Roger Pinto. En un momento cuando sale a relucir que la operación en el Hotel de las Américas en Santa Cruz de la Sierra, contra el supuesto grupo terrorista y separatista, fue un montaje sangriento. Independientemente de las conexiones de este grupo con los empresarios cruceños o, en su defecto, con el gobierno. A esta situación pavorosa hay que añadirle la extensión dramática de la economía política de la cocaína. No es pues casual esta aparición, teniendo en cuenta la proximidad de las elecciones.

Las hipótesis de los escenarios pueden ser variadas; empero, interesa, especulativamente, hurgar en alguna. Desde la caída del ex-comandante de Policía René Sanabria hasta la detención del oficial ex jefe anticorrupción de la Policía boliviana Fabricio Ormachea, los dispositivos de inteligencia cuentan con información, que sea de un tipo o de otro, sea o no verificada, puede ser usada en contra de un gobierno progresista. ¿Qué hay entre manos? ¿Qué es lo que saben? ¿Cómo usaran esta información antes de las elecciones? En otras palabras, el problema no son los frentes que contiende el MAS, para las elecciones, fuera de ser el MAS también parte del problema, sino esta ofensiva de los dispositivos de dominación del orden mundial.

Para dibujar una figura ilustrativa, el proceso de cambio, que no es ninguna persona, ni sujeto, como suele confundirse, sino un

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acontecimiento, se encuentra abandonado a su propia suerte; vagando entre las corrientes de la turbulencia política, en la composición de una trama ya contada. Un proceso de cambio no asumido por el gobierno progresista, salvo demagógicamente o en el festejo simbólico de transformaciones ausentes; un proceso de cambio en crisis, que si no ha muerto ya, enfrenta la ofensiva de los dispositivos internacionales frente a los gobiernos progresistas de Sud América.

Obviamente, la defensa de estos procesos de cambio no se encuentra en la estridente retórica de gobiernos progresistas, que dicen enfrentar el “imperialismo”, cuando no pueden ocultar sus contradicciones ni sus alarmantes corrosiones y corrupciones. Menos en la opción violenta de la represión. La defensa de estos procesos se encuentra en la crítica, en la movilización crítica, en la lucha contra esta ofensiva internacional, acompañándola con la lucha contra la burocracia, la demagogia, la impostura, la suplantación del proceso de cambio por un gobierno que usa su nombre para limitar los alcances del mismo, sino es para hacerlo desaparecer, convertido en figura retórica.

La defensa del proceso de cambio no radica en descalificar a los frentes de oposición como “derecha”, aunque lo sean, teniendo en cuenta que la nueva “derecha” ya es el gobierno. La defensa del proceso de cambio requiere resolver, en la encrucijada, los problemas, las contradicciones y los obstáculos que lo afligen. La defensa del proceso de cambio es su profundización. Esto requiere del desmontaje del poder, del Estado, de los aparatos de poder y la maquinaria estatal, aunque sea en forma de transiciones desiguales y combinadas; en unos casos más rápido, en otros casos más lento. Lo que no se puede aceptar es seguir en la trampa, entrampados en la demagogia, en prácticas políticas sin escrúpulos, en costumbres políticas bochornosas reiteradas, además efectuadas a nombre del mismo proceso de cambio. Esta manera de actuar es la de sepultureros dentro de casa.

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La política como campo de fuerzas

El llamado análisis político, sobre todo el relativo al comentario político, ha reducido el análisis al comentario; comentario de lo que hace o deja de hacer el gobierno, de sus contradicciones, de sus faltas. Incluso pueden pretender un balance y sopesar lo positivo en contraste con lo negativo. Este análisis supone que la política se concentra y resume en el gobierno. Este es un punto de vista nucleado en la gestión de gobierno. Esta perspectiva no alcanza a ver el contexto en el que se mueve el mando y la autoridad política, perdiendo de vista la interacción del gobierno, si se quiere, usando una metáfora sistémica, con su entorno. Las claves para entender lo que hace o no hace la jurisdicción y administración gubernamental, sus contradicciones, sus faltas, sus aciertos, sus balances, se encuentran precisamente en esta interacción. Por lo tanto este tipo de análisis se queda sin explicación o deja muchas preguntas pendientes.

Sin embargo, tampoco es suficiente con abrirse al contexto, manteniendo la perspectiva, que llamaremos “sistémica”, sin mayor discusión, por razones ilustrativa, pues el concebir un centro y un entorno, si se quiere una periferia, es establecer, como conjetura espacial, la predominancia del centro, la iniciativa del centro, respecto de una subordinación y de una pasividad del entorno. Eso tendría que demostrarse primero, antes de sólo suponerlo. Sin embargo, el suponer el centro es desde ya tener una pre-concepción de la política, reducida a gestión de gobierno, reducida a gestión pública, a administración de conflictos, en torno al ejecutivo, aunque se tome en cuenta a los demás poderes del Estado. En el mejor de los casos, es el Estado, el que se convierte en el centro y la sociedad en el entorno.

¿Cómo explicar el Estado sin la interacción con la sociedad? Ahora bien, tampoco se trata sólo de interacción, manteniendo la perspectiva que hemos llamado “sistémica”, pues queda por demostrar que, para explicar las dinámicas políticas es necesario colocar al Estado en el centro del campo de fuerzas de la política. Esta centralidad forma parte del imaginario estatal. Al respecto, no basta decir que se trata de diferentes perspectivas, que se puede tener una perspectiva estatal, como se puede tener una perspectiva societal, en la cual la preponderancia radica en las dinámicas sociales. De lo que se trata es de comprender cómo funciona el campo de fuerzas de la política, independientemente de estas perspectivas.

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Partamos, de manera diferente, del juego horizontal228 de perspectivas, tratando de percibir el acontecimiento político desde su multiplicidad de singularidades. Este es un cambio, no de perspectiva, sino de construcción de la mirada y de constitución de la comprensión, retomando la experiencia de la percepción social, es decir, retomando la experiencia social como matriz de la memoria social. Desde esta manera de articular perspectivas, horizontalmente, el gobierno es una de las fuerzas en el juego, en la dinámica y la correlación de fuerzas en el campo político. El Estado es una maraña de fuerzas, más o menos afines, que también juegan, con sus pesos, sus direccionalidades, sus tendencias, en el campo de fuerzas de la política. Las otras fuerzas no es que sean sociales, a diferencia de las fuerzas del Estado, pues las fuerzas del Estado son también sociales; sólo que son fuerzas sociales capturadas en la malla institucional del Estado. En lo que respecta a las otras fuerzas, hablamos de fuerzas sociales no capturadas por las mallas institucionales; en unos casos, no del todo; en otros casos, preservando su autonomía creativa.

La política concebida como campo de fuerzas, donde las fuerzas actúan en la horizontalidad del despliegue de sus dinámicas físicas, nos exige comprender la mecánica de las fuerzas en su mutua y plural afectación. La fuerza del gobierno no actúa en espacio vacío, sino en un espesor habitado por fuerzas convulsionadas. De lo que se trata es de explicarse la actuación del gobierno no sólo por voluntad de sus gobernantes, que es lo que se acostumbra, sino a partir de la interacción con las fuerzas del campo político. Lo que hace el gobierno también depende de lo que dejan hacer o impiden hacerlo las otras fuerzas. Con esta tesis salimos de la casilla jurídica-política, que evalúa la actuación del gobierno a partir del cumplimiento o incumplimiento de las leyes. También marcamos la diferencia con las teorías que se explican el comportamiento gubernamental por la voluntad o falta de voluntad de los gobernantes.

Sin hablar de corresponsabilidad de todas las fuerzas del campo político en el comportamiento del gobierno, pues lo de corresponsabilidad tiene una connotación moral, sino hablando de la incidencia de todas las fuerzas, podemos sugerir que todas las fuerzas inciden en el comportamiento del gobierno, dejando hacer o impidiendo hacerlo. Contando, claro está con el peso de las fuerzas concurrentes.

Al respecto es ilustrativo y aleccionador observar, que cuando las fuerzas, que se movilizaron para dar apertura un proceso de

228 Usamos el término horizontal como metáfora. La espacialidad y el espaciamiento es más complejo.

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cambio, se conforman con lo conseguido, que puede ser la llegada al gobierno de la opción considerada propia, el gobierno considera este conformismo como un permiso para actuar como vea conveniente. Este conformismo es un dejar hacer, permitiendo que la fuerza del gobierno se explaye en las consecuencias de sus incursiones políticas. Estas incursiones políticas y sus consecuencias cuentan no solamente con el aval de las fuerzas sociales, sino que estas fuerzas sociales se limitan a una función pasiva. Al hacerlo, su conformismo y pasividad afecta a la fuerza gubernamental, dejando que las tendencias inherentes se desplieguen libremente, por así decirlo. Si estas tendencias son conservadoras, que es lo más probable, pues se trata de funcionarios interesados en administrar, no en transformar, las tendencias gubernamentales van a limitar los alcances abiertos y posibles del proceso de cambio.

Entonces debemos explicarnos la crisis de un proceso de cambio no solamente por los errores de los gobernantes, tampoco por sus perfiles personales, sus caprichos, sino, sobre todo, por el conformismo generalizado en los que se movilizaron por la apertura del proceso de cambio.

Ciertamente las fuerzas sociales que se movilizaron no son las únicas otras fuerzas del campo político, sino parte de estas fuerzas. Hay otras que también intervienen en el decurso de los sucesos e inciden en el comportamiento del gobierno.

De estas otras fuerzas, visibles, podemos identificar a las que se reconocen como de oposición, que visto, como fuerzas, no como reducidas expresiones partidarias, corresponden a fuerzas sociales. Se trata, en primer lugar, de fuerzas sociales vinculadas a dominios económicos, culturales, monopolio de relaciones y de influencias; se trata de fuerzas sociales nucleadas, acostumbradas al mando y a la administración.

En el contexto, también están otras fuerzas, de magnitud más amplia, vinculadas a dominios profesionales, también a dominios técnicos, también a saberes urbanos específicos, como el conocimiento y desplazamiento en los recorridos de lugares de entretenimiento, en el recorrido del manejo de redes urbanas de amistades, en el manejo de las técnicas de impacto comunicativo. Estas fuerzas sociales, más numerosas y dispersas, que las nucleadas, inciden en las selecciones de opciones, también en los cómputos electorales. Aunque no se puede generalizar una amalgama de tendencias, en este caso, se puede decir, con cierta incertidumbre, que estas fuerzas tienden a lograr la estabilidad, el

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equilibrio, las pausas, ya sea en coyunturas de cambio o, al contrario, en coyunturas regresivas.

Las fuerzas populares, las vamos a llamar así, por razones de simplificación ilustrativa, contienen una pluralidad de estratificaciones sociales, perfiles, transiciones, incluyendo a las variaciones del proletariado, a las variaciones migratorias a las ciudades, no sólo por antigüedad, sino por procedencia, además de las polifacéticas formaciones sociales “rurales”. De ninguna manera se descarta la participación en el espesor de lo popular de los estratos profesionales, técnicos, de redes urbanas afincadas en sus dominios de la ciudad visible. Todo depende de las características de los periodos, de las perspectivas que tejen los discursos ideológicos. Ciertamente, lo popular es cuantitativamente más numeroso, son fuerzas que cuentan, además de las cualidades que contienen, con la “fuerza” de la cantidad.

Estas fuerzas identificadas no son todas las fuerzas del campo político. Hay otras, menos visibles, opacas que, sin embargo, pueden incidir con mayor influencia en el comportamiento del gobierno. ¿Cuáles son estas fuerzas? ¿Qué clase de fuerzas son estas? ¿Dónde se encuentran? Cuando hablamos de campo político no se crea que el campo, que es una representación abstracta de los espesores donde se desplazan las fuerzas, se circunscribe dentro las fronteras de la geografía política del país; de ninguna manera. Estamos en un mundo no solamente globalizado, sino integrado, en el sentido de su concomitante articulación; un mundo compenetrado. Un mundo de espacios entrelazados. No hay afuera, ni exactamente adentro. Todo está entrelazado. Estas certezas, que devienen de la experiencia social contemporánea, adquieren mayor connotación cuando nos referimos al campo económico.

Las fuerzas de las que hablamos son como los nervios del cuerpo del sistema-mundo capitalista. Una economía-mundo integrada por el sistema financiero mundial; sistema financiero hegemónico y dominante, que ha desplazado la valorización del capital, de su subsunciones formales y reales, a la valorización especulativa. Sistema-mundo, que en la actualidad, conforma dos dimensiones reproductivas del capital. Una aparente, la que podemos llamar ficticia, pues se basa en la especulación y en la inflación; la otra, “real”, en el sentido material, que definitivamente sostiene la valorización especulativa, que no tendría ninguna consistencia, si no fuera por la valorización material. Esta valorización material tiene su base primordial en el expansivo modelo extractivista, cada vez más

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destructivo, debido a las tecnologías de efectos desbastadores en uso. La valorización real se efectúa por despojamiento y desposesión, la valorización ficticia es matemática.

Estas fuerzas actúan no solamente en el campo económico, sino también en el campo político. En el campo político se conectan con el Estado y los gobiernos a través de contratos, convenios, concesiones, proyectos, programas y leyes. Estos contratos se aplican, se realizan, se ejecutan técnicamente, haciéndose posibles a través de los canales financieros. Los congresos, los poderes legislativos, son los que ratifican estos contratos, convenios, concesiones, proyectos, programas y leyes. El cuadro de la participación de estas fuerzas del sistema-mundo capitalista, de la economía-mundo capitalista, en el campo político especifico del país, es como de una malla envolvente. Están las representaciones, las oficinas de las representaciones, los personeros de las empresas, localizados en lugares identificados. Pero también están las reuniones, los lobby’s, los acuerdos, las unidades técnicas, como movimientos crono-gramados y agenda-dos. En los espacios concretos, están la geografía de las concesiones, así como la geología de las concesiones, son los territorios donde funcionan los enclaves trasnacionales. Los vínculos con altos personeros de gobierno y presidentes, gerentes y directores de empresas públicas son los nudos de influencias y complicidades. También deberíamos nombrar, en este espaciamiento, a los pasillos de tránsito; abogados o directores técnicos de las empresas públicas terminan contratados en las empresas trasnacionales. Toda esta malla, tejida de meollos, es como parte de la topología del sistema-mundo capitalista en el campo político. Esta parte topológica es ciertamente estratégica.

La influencia de las fuerzas “trasnacionales”, las llamaremos así, para no buscar un término teórico adecuado, sobre todo teniendo en cuenta la mirada genética de la teoría de los campos, es determinante, sobre todo cuando los gobernantes son vulnerables a sus encantos.

Entonces, la tesis es la siguiente:

La dinámica de las fuerzas en el campo político, entendiendo como una de esas fuerzas al gobierno, no solamente da lugar a una especie de resultante, en la geometría de estas fuerzas, sino afecta diferencialmente a todas las fuerzas involucradas. El comportamiento de la fuerza gubernamental se explica por la mecánica de estas fuerzas, por la geometría de estas fuerzas, también por la afectación

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de esta mecánica, de esta geometría, de estas dinámicas, en periodos y coyunturas determinadas.

Al respecto, es caricaturesco pretender explicar el comportamiento gubernamental a partir de la conjetura moral de la culpa. Esta interpretación es sugerentemente compartida por “derechas” e “izquierdas”; ambas parten del paradigma de la culpabilidad. Ambas son profundamente cristianas. Esta crítica, de ninguna manera, sostiene tampoco la interpretación gubernamental; una interpretación, que también usa la teoría de la culpabilidad para defenderse y para explicar sus propios dramas y contradicciones. Sólo que, en este caso, la culpa la tienen los otros, los de la oposición, los conspiradores, el “imperialismo”. La culpa circula como discurso, en unos y en otros. Este discurso devela el conservadurismo encarnado en unos y otros.

La crítica activista recorre su mirada por el campo político, busca develar, a través de las contradicciones, los síntomas, la sucesión de hechos, el mapa de los eventos, las formas complejas de la reproducción del poder y de las dominaciones polimorfas. De ninguna manera busca culpables, sino busca comprender las relaciones, las estructuras, los diagramas y las cartografías de fuerzas en las que están insertos los personajes, ilusionándose que controlan y deciden, cuando son apenas engranajes de formas de poder.

La hipótesis interpretativa que hemos manejado, a propósito de la segunda etapa del proceso de cambio, la que corresponde a las gestiones de gobierno, es que el gobierno progresista ha repetido el guión de la trama del poder, con otros personajes, en escenarios retocados con otros coloridos229. Sin embargo, los desenlaces son conocidos. Los cambios se dan como acontecimientos políticos, empero, en la medida que los “revolucionarios” no desmontan el Estado, no desmantelan los diagramas de poder, terminan convertidos en los nuevos “contra-revolucionarios”, que reprimen al pueblo a nombre de la “revolución”. El desenlace sucinto es que la “revolución” por este decurso termina tragada por la restauración descomunal del Estado, termina formando parte de la reproducción inaudita del poder.

Crisis militar y colonialidad229 Ver de Raúl Prada Alcoreza Retórica y drama de un gobierno reformista. Dinámicas moleculares; La Paz 2014.

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En la Asamblea Constituyente no se tocó el régimen de las Fuerzas Armadas y de la Policía, se mantuvo tal cual la anterior Constitución, por orden del Presidente. La demanda de los suboficiales es legítima interpretando la integralidad de la Constitución. No puede avanzarse en la construcción del Estado Plurinacional comunitario y autonómico sino se efectúan transformaciones estructurales e institucionales, fundamentalmente en aquellas instituciones que son los lugares de emergencia, es decir, de defensa, del viejo Estado, que no desaparece, mas bien, se lo restaura. Las Fuerzas Armadas y la Policía siguen siendo las mismas instituciones, fiel derivación de las centralidades y burocracias del Estado-Nación. Ni siquiera se dieron transformaciones que tienen que ver con la defensa del “proceso de cambio”; el mismo cuoteo político, la misma obediencia y subordinación disciplinaria de los ejércitos del siglo XIX y XX. En el continente, particularmente en Bolivia, las mismas discriminaciones institucionalizadas. Lo grave es que nadie se sorprenda de estas conductas continuistas y perseverantes en los códigos coloniales de estas instituciones; desde el presidente hasta los oficiales de alto rango, pasando por el vicepresidente. Todos toman como algo natural la estructura colonial, discriminadora, burocrática, e ineficaz militarmente. Todos ocultan estas graves falencias con seminarios, talleres y foros sobre la descolonización. ¿Cómo se puede entender estas contradicciones evidentes?

Los oficiales de alto rango, los gobernantes, los funcionarios y políticos oficialistas, creen que es suficiente con estas ceremonias, estas reuniones, estos seminarios, sobre descolonización. Es como un culto; repetir de memoria frases y consignas que se pretenden descolonizadoras; incluso las mesas que pueden haber puesto en consideración requeridas transformaciones, por más mínimas que sean, son escamoteadas a la hora de las conclusiones o de las memorias. El discurso descolonizador en el gobierno es un canto a la bandera; en la práctica, perduran habitus discriminadores, raciales, patriarcales, acompañados por violencias conocidas, desatadas por los mandos sobre los soldados, suboficiales y hasta oficiales. Ahora también sobre la mujeres, las que no dejan de sufrir vejámenes de parte de sus camaradas.

Los medios de comunicación al comentar las marchas de los suboficiales ponen adjetivos como “insólito”, “increíble”, “desacostumbrado”, para intentar describir y comprender lo que pasa. Para estos medios también es normal que en las instituciones de defensa y del orden se mantenga la disciplina heredada, acompañada por jerarquías y estratificaciones. Si bien no apoyan la

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demanda de los suboficiales, los medios hablan de violencias orgánicas. De todas maneras, sorprende que no se ponga en mesa la gran diferencia, la gran distancia, de estas arquitecturas armadas y de estos dispositivos de defensa y del orden, con las transformaciones estructurales e institucionales que establece la Constitución. Cuando los suboficiales dicen que no puede haber oficiales de primera y oficiales de segunda, ponen en el tapete no sólo el problema de las jerarquías heredadas, no sólo, algo que es importante, la estructura racial y las relaciones raciales inherentes a estas instituciones, sino también la misma organización de un ejército, una armada, una policía, que mantienen formas burocráticas, que en el mundo contemporáneo no son, de ninguna manera efectivas, ni en la movilización y desempeño militar, ni en el cuidado de las ciudades.

Este gobierno se ha pasado de lado sobre cuestiones estratégicas, de defensa, incluso de orden, orden dinámico, por cierto. Se trata de un gobierno apegado a la demagogia, creyendo que con esta locución se solucionan los problemas. La verdad es que estamos ante un gobierno que no cuenta con una estrategia de defensa del “proceso de cambio”, por lo tanto del país donde debería darse este “proceso”. Estamos ante instituciones armadas y del orden donde los oficiales se contentan con recibir su sueldo cada mes y contar con los beneficios que les otorga la institución. Son otros funcionarios más. La preparación militar queda en generalidades geográficas, en una distribución espacial de cuarteles, que deja vacíos, en las fronteras; más preocupados por controlar las ciudades, los centros del conflicto, incluso a los contrincantes policías. El servicio militar, fuera de seis meses de cierta preparación en armas, terminan el resto del tiempo en “chocolateadas”. La formación de oficiales deja mucho que desear, en cuanto a la actualización de contenidos, tecnologías, información. Están muy lejos de haber estudiado seriamente las guerras, la experiencia en las guerras de los ejércitos, incluso las guerras que están cercanas, las que nos ha tocado sufrir. Si esta es la formación de los oficiales, qué se puede esperar de la formación de suboficiales. En el Colegio Militar se han introducido materias universitarias, como si esto mejorara la formación. La formación de un militar, mucho más si se trata de un militar de un Estado en transición, embarcado supuestamente en un “proceso de cambio”, no puede ser un colaje de materias. Es indispensable tener en cuenta los perfiles apropiados de un ejército que debería contar con la capacidad de la movilización general de un pueblo armado, para la defensa del “proceso”. Estos temas pasan desapercibidos. No se van a resolver con cambios de símbolos, con nuevos saludos, con nuevos estribillos, con discursos

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superficiales sobre la descolonización. El servicio militar de la cual se sienten tan orgullosos los militantes de base del MAS no es más que un dispositivo colonial, un dispositivo de articulación estatal, de estatalización, es decir, de institución imaginaria de la nación, aunque el mismo servicio pueda servir para el juego de prestigio en las comunidades.

La descolonización es el desmontaje de los aparatos del Estado-nación, de su arquitectura institucional, de sus códigos coloniales, así como de sus códigos pretendidamente modernos. La descolonización implica la des-constitución de sujetos subalternos y la constitución de sujetos emancipados. La descolonización es liberar potencialidades, capacidades, creatividades, memorias sociales. Estas tareas no son atendibles demagógicamente, requieren subversiones de las praxis, desmontaje de habitus, de jerarquías instituidas; requieren destrabarse de las mallas institucionales que capturan y atrapan cuerpos. Los recorridos de la descolonización comienzan por tomar en serio la condición intercultural, retoman prácticas participativas, profundizan el ejercicio de la democracia en su sentido pluralista. En lo que compete a las transformaciones pluralistas, comunitarias, interculturales, que atañen a las necesarias mutaciones de las instituciones de defensa y del orden en cuestión, es indispensable su territorialización, las gestiones territoriales de defensa y de cuidado de la población.

La asonada de los suboficiales es una buena oportunidad para leer los signos de la crisis, no solamente del “proceso de cambio”, sino también del Estado. Es un buen momento para aprender, analizar sin tapujos, evaluar críticamente el “proceso” que naufraga. Así como es una gran oportunidad para efectuar cambios. Sin embargo, es de más probable que el gobierno actué como siempre, como lo ha hecho en distintas crisis, la de los cooperativistas y mineros, la relativa a las de la demanda de autonomías regionales, como las dadas en Potosí, como las del “gasolinazo” y el conflicto del TIPNIS. Es de esperar que el gobierno recurra a la justificación de lo que hay, volviendo a cubrirse con su ilusoria propaganda, cerrando los ojos y los oídos a lo que ocurre, optando por la represión. El gobierno habría perdido la oportunidad de reconducir, de retomar cursos abandonados, desde la primera gestión, encaminándose a un hundimiento, lento o más rápido, dependiendo de las circunstancias.

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Estado-nación versus Estado plurinacional

¿Qué es lo que está en juego en la asonada de los suboficiales y en la respuesta represiva del gobierno? Como en otros casos, como en el conflicto del TPIPNIS, lo que se enfrentan es el Estado-nación y el Estado plurinacional; aunque el primero es la institucionalidad de la colonialidad que se niega a desaparecer, aferrándose con todo, para persistir y continuar; en tanto que el segundo, es apenas un germen, un proyecto, que anida en la Constitución y en los colectivos sociales que luchan por que se den las transformaciones estructurales e institucionales establecidas en la carta magna. En el TIPNIS el Estado-nación declaró la guerra al Estado plurinacional, al germen del Estado plurinacional, declarando también la guerra al proyecto constitucional. ¿A qué se opone el Estado-nación? A la descolonización.

El Estado-nación, dispositivo político de la colonialidad, se opone a la descolonización, pues esta deconstrucción implica la desaparición del Estado-nación. Las bases del Estado-nación radican precisamente en la homogeneización, en el equivalente general del ciudadano, individuo abstracto, que cuenta con derechos individuales, civiles y políticos; sin embargo, esta equivalencia general hace desaparecer a las naciones y pueblos indígenas, a las culturas resistentes, a la heterogeneidad lingüística y social. El equivalente general, el ciudadano, se estructura en la economía política colonial, economía política que diferencia hombre negro de hombre blanco, hombre indio de hombre blanco, hombre de color de hombre blanco, diferencia efectuada sobre la matriz de género, la diferenciación hombre de mujer. La dominación colonial es también, al mismo tiempo, dominación patriarcal. El equivalente general, el individuo abstracto, el ciudadano universal, es pues el hombre blanco. La modernización consiste en parecerse a este arquetipo colonial.

Los derechos conquistados en la historia del Estado-nación, derechos sociales, derechos de trabajo, derechos democráticos, no terminan de efectuarse, pues se pronuncian en el espacio indeterminado del equivalente general, el individuo, el ciudadano; no se dan en los espesores abigarrados, plurales, heterogéneos, de las territorialidades sociales y formaciones sociales concretas. La herencia colonial se transfiere de las administraciones coloniales a los Estado-nación, después de las independencias. Hablamos de estados que se construyen sobre cementerios indígenas. Hablamos de estados que tienen como proyecto democrático la mestización; es decir, la desaparición de los pueblos indígenas, y aunque parezca

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paradójico, la desaparición de las mezclas dinámicas dadas, pues el mestizaje de los Estado-nación es un mestizaje abstracto, el perfil del individuo y ciudadano concebido como síntesis de las culturas, culturas también sometidas a la estatalización, sintetizadas en la cultura moderna.

La Constitución interpela la composición colonial del Estado-nación, cuestiona el mito de la modernidad, cuestiona el mito del mestizaje abstracto, develando la composición plural efectiva de las formaciones sociales, de la sociedad heterogénea. La Constitución deja en claro que la profundización democrática, la realización efectiva de los derechos democráticos, sólo pueden materializarse mediante la descolonización. Esta deconstrucción histórico-política emancipa la pluralidad frente a la representación homogénea, liberal la potencia social, la riqueza heterogénea de lo diverso. La descolonización restituyen los derechos conculcados de las naciones y pueblos colonizados, dando lugar a integraciones efectivas, opuestas a la institución imaginaria de la nación, haciendo evidente las naciones posibles. El Estado-plurinacional es la transición descolonizadora hacia sociedades autogestionarias y auto- determinantes; a sociedades compuestas e incrementadas, que se integran a través de complementariedades y solidaridades. En Bolivia el Estado plurinacional se constituye sobre las matrices culturales y civilizatorias de las naciones y pueblos componentes de la sociedad heterogénea, incluyendo los mestizajes concretos. Esto equivale a pasar de la institucionalidad homogénea, disciplinaria, moderna, al pluralismo institucional, abierto a composiciones creativas; pasar al pluralismo jurídico, pluralismo administrativo, pluralismo de gestiones.

Uno de los lugares neurálgicos de la activación de la condición plurinacional del Estado en transición es la institución defensa del Estado-nación, las Fuerzas Armadas. Esta institución de emergencia del Estado es el crisol del diagrama disciplinario, de la inscripción en los cuerpos de la dócilización de las conductas y comportamientos. En Bolivia, como en los países andinos y amazónicos, es el aparato disciplinario por excelencia de la colonización interna, modulando los cuerpos su incorporación al Estado en condiciones de ciudadanos de la nación mestiza. El cuartel modula los cuerpos haciéndolos aptos a los requerimientos del mercado, de la producción capitalista, a los fetiches de la modernidad universal, de-culturizando, decodificando, por lo tanto, borrando la memoria larga de los pueblos, sustituyéndola por la memoria corta de la institución imaginaria del Estado-nación.

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Sin embargo, a pesar del proyecto disciplinario del cuartel, los espesores corporales no desaparecen, se ocultan, se los destierra a las sombras; mostrando, en contraste, los perfiles modulados, uniformados, pretendidamente modernos. El ejercicio de poder disciplinario se tropieza con la manifestación de los cuerpos; cuando esto ocurre, se opta por la ejecución de discriminaciones, por la estratificación racial institucionalizada, por jerarquizaciones patriarcales. La asonada de los suboficiales pone en evidencia estos procedimientos coloniales en el dispositivo por excelencia disciplinario, el cuartel. Acudiendo al pliego petitorio de los suboficiales, en realidad, el pedido explicito es modesto; que no haya oficiales de primera y de segunda, que se los considere oficiales técnicos, que puedan acceder a equivalentes beneficios y servicios. Sin embargo, incluso ante esta demanda modesta el gobierno y la jerarquía institucional de las Fuerzas Armadas han reaccionado represivamente, dando de baja a más de setecientos suboficiales.

De todas maneras, a pesar de la demanda modesta explícita, la misma pone en evidencia la crisis profunda de las Fuerzas Armadas y del Estado-nación, que se niega a desaparecer. Las fuerzas armadas son un dispositivo de la colonialidad reiterativa. Es un aparato de la colonización interna, que no solamente modula los cuerpos, sino también, marca, hendiendo en ellos la historia política colonial, inscribiendo en ellos discriminaciones, violencias minuciosas, detalladas, raciales. ¿Cómo se puede construir un Estado plurinacional a partir de la permanencia de la malla institucionalidad de la colonialidad?

Nuevamente estamos ante la manifestación elocuente de las contradicciones profundas del llamado “proceso de cambio”, ante los contrastes evidenciados entre el discurso gubernamental y las prácticas efectivas, ante grotescas simulaciones de un gobierno y los órganos de poder del Estado, que se nombran como plurinacionales, en tanto que en la práctica niegan la condición plurinacional de la formación social.

La respuesta oficial del gobierno es recurrir a la Ley de las Fuerzas Armadas cuestionada, puesta en duda, deslegitimada por la Constitución. La medida represiva gubernamental de las centenas de bajas de suboficiales se sostiene sobre la argumentación de la subordinación y la obediencia disciplinaria, clausulas que corresponden a la institución armada del Estado-nación. Este discurso se invalida inmediatamente ante la estructura normativa y conceptual de la Constitución. En todo caso, los suboficiales hablan desde el

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proyecto de una nueva institucionalidad, aquella que establece la Constitución. Las bajas dadas por la jerarquía del ejército y por el gobierno no son legítimas desde la composición jurídico-política de la Constitución. La demanda de los suboficiales es legítima.

Dirigencia de llunk’us

La dirigencia de lo que un día fue el Pacto de Unidad, es decir, las tres organizaciones campesinas y las dos organizaciones indígenas originarias, estas últimas divididas por la intervención gubernamental, se ha apresurado, sin consultar a sus bases, sin previas asambleas, simplemente por comedida, a apoyar al gobierno y a la jerarquía castrense en la crisis militar, puesta en evidencia por la asonada de los suboficiales. Los argumentos son de libreto: defensa del “proceso” contra el golpe militar en ciernes. Se nota en esta alocución no solamente una repetida mecánica discursiva, pronunciada con falta de ingenio, pues no se les ocurre otra cosa que acusar de sedición, sino también la asombrosa desconexión con lo que ocurre. Incluso si quisieran defender al gobierno en su diletantismo, en su regresivo comportamiento, se debe tener, de alguna manera, una conexión con lo que acaece. Empero, parece que la dirigencia cooptada, que ya no responde a las bases sino a las instrucciones del ejecutivo, levita en las nubes de la propaganda, cumpliendo un papel patético de subordinación y llunk’iriu.

Esta dirigencia cooptada habla de defender la Constitución. ¿Qué clase de defensa es esa? La Constitución establece como sistema de gobierno la democracia participativa, el ejercicio plural de la democracia, directa, comunitaria y representativa. La Constitución establece la construcción colectiva de la ley, de la decisión política y de la gestión pública. Lo que piden los suboficiales es que mínimamente, aunque sea por aproximación, se den pasos hacia este cumplimiento y mandato constitucional. La reacción del gobierno, de la jerarquía militar y del Estado-nación es represiva, se ha dado de baja a más de setecientos suboficiales. ¿Esta es una defensa de la Constitución? ¿La dirigencia sabe de lo que habla, ha leído la Constitución, la ha entendido?

El Estado plurinacional supone la muerte del Estado-nación, las transformaciones pluralistas, comunitarias, interculturales y

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participativas; implica el pluralismo institucional, administrativo, normativo y de gestiones. En lo que respecta a las Fuerzas Armadas, la transformación plurinacional, intercultural y comunitaria configura un ejército popular, cuya matriz es el pueblo armado. Ciertamente en este ejército popular desaparecen las jerarquías y estratificaciones raciales. No comprender esto es hablar de la Constitución sin ton ni son, en la práctica aniquilar el nacimiento de la mariposa, la construcción del Estado plurinacional. Esta dirigencia es la expresión más patética de la colonialidad cristalizada en los huesos. Su sumisión al poder, su apego y obediencia a la institucionalidad colonial vigente en el Estado-nación restaurado, su inclinación por el beneficio personal, su corrosión moral y prácticas prebendales, comprometida por corrupciones, desvío de fondos, hablan elocuentemente de la reiteración del comportamiento colonial del colonizado; el deseo del amo, de ocupar su lugar. Esta dirigencia es el brazo social de un gobierno entrabado en su crisis, un gobierno que recurre a la represión en su desesperación; que recurre a la demagogia buscando convencer, pero solo lo hace con los convencidos. Esta dirigencia, en plena crisis de representación, pues no responde a la representación orgánica, conformada por una democracia comunitaria, por la selección consensuada y en asambleas, sino al dedo digitado desde el gobierno, es la que se lanza contra la rebelión de los suboficiales. Es la misma dirigencia que se estrelló contra las comunidades indígenas del TIPNIS, es la misma dirigencia que avaló las leyes inconstitucionales promulgadas por el gobierno; seguramente también va avalar la Ley Minera, que ha sido declarada por el propio presidente como una traición a la patria, aunque después el mismo presidente reculó, dejando que sólo se discuta el artículo 151 y otros más, cuando toda la Ley vulnera la Constitución y atenta contra la propiedad de los recursos naturales de los y las bolivianas.

¿Qué valor tiene lo que dice esta dirigencia? Sólo el valor de toda amenaza, blandiendo el chicote contra toda crítica al gobierno y a los que han usurpado el “proceso de cambio”. El contenido de lo que expresan no puede ser más colonial. Su apego a la institucionalidad colonial es manifiesto. Tendrían que mover camiones de gente, pagados por el gobierno, de una manera no orgánica, pues saltarían toda la estructura orgánica de las organizaciones sociales; traerlos a la sede de gobierno y enfrentarlos a los hermanos suboficiales y sus esposas. ¿Qué sentido tiene esta amenaza? Es de todo reaccionaria; se coloca del lado de los que se oponen a la descolonización, a las transformaciones estructurales e institucionales. La dirigencia es

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parte del contra-proceso y de la vulneración sistemática a la Constitución.

Ante este panorama lamentable de las representaciones sociales, es indispensable exigir congresos orgánicos, abrir el debate y la evaluación del “proceso” en las comunidades, en las subcentrales, en las centrales, en las federaciones y en las confederaciones. Esta dirigencia es un peligro para la “defensa del proceso”; corroe la fuerza social, la cohesión de las organizaciones, evita la formación y el aprendizaje colectivo de la experiencia del periodo y de las coyunturas, desarma de la crítica a las comunidades y a los sindicatos. En el momento de exigencias, de peligro, las fuerzas sociales estarán tan carcomidas que no habrá oportunidad de defender lo que queda del “proceso”. Los y las llun’kus se esfuerzan por mostrarse tan serviles y obedientes, creen que con esto, con decir que defienden el “proceso”, lo hacen, cuando ocasionan todo lo contrario. Son las termitas que se comen la madera con la que hay que construir el Estado plurinacional comunitario y autonómico. Usando el viejo lenguaje de la política, que se define identificando al enemigo, podemos decir, como metáfora, que esta dirigencia, sumada al llunk’iriu de los funcionarios y militantes, de los asambleístas legislativos, es el enemigo dentro de casa. Son los sepultureros internos del “proceso de cambio”.

El dedo en la llaga

Yendo a las trayectorias de vida, al detalle secuencial del evento presente, en este caso, de la asonada de suboficiales, es menester detenerse en la mecánica de la reproducción de clases sociales, no solamente en la estructura de reproducción, sino en las historias concretas. ¿Qué es lo que pasa? ¿Quiénes son los suboficiales que se revelaron al régimen colonial de las Fuerzas Armadas? Ciertamente no se puede generalizar; sin embargo, es indispensable contar con algunos itinerarios, para poder comprender, de manera específica lo que ocurre. La mayoría de nuestros jóvenes no se encuentran en condiciones de competir en el ingreso de las universidades, así como resulta difícil responder a los exámenes de las normales, tampoco es fácil ingresar al Colegio Militar; entonces recurren a otras alternativas. Escuelas técnicas, que deberían ser, más bien, las más valoradas y apoyadas, sin embargo, no es así, escuela de suboficiales, otras

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opciones de formación, para afrontar las exigencias de la vida230. Por otra parte, tampoco, en el caso de que todos podrían competir, en equivalentes condiciones, tampoco habría cupos suficientes para que accedan los que cumplan con las condiciones institucionales. ¿Dónde radica el problema, la génesis del problema?

Yendo directo a uno de los factores generadores del problema, se puede decir que es el sistema educativo el generador de esta deficiencia y falencia de la mayoría de los bachilleres. El sistema educativo, no solo por las inequidades en las opciones, sino por la lamentable formación fiscal, tanto urbana como rural, mucho más en este último caso231. No se resuelve esta diferencia con la unificación artificial de la educación en un solo sistema, descartando la división administrativa y rural. Menos se puede reducir la cuestión a un problema administrativo; es un problema estructural. El sistema educativo se ha convertido en un espacio que garantiza trabajo seguro, sueldo garantizado y beneficios, por más bajos que sean, pues tampoco los y las maestras ganan como corresponde. Lo que no se tiene es garantizada la vocación de los y las maestras. Tampoco se les dio la oportunidad de una formación adecuada, para afrontar, en su debido momento, la pedagogía requerida, la transmisión de conocimientos, la educación integral y especializada. La responsabilidad educativa, los desafíos contemporáneos de la formación, no son las preocupaciones relevantes ni del gobierno ni del magisterio. El gobierno busca controlar el magisterio, el magisterio busca resolver y lograr materializar las demandas gremiales, que ciertamente son justas. Sin embargo, por más justas que sean, la educción y la formación no se circunscriben a las demandas laborales.

Estamos ante un círculo vicioso. No hay estrategia educativa y formativa de parte del Estado, a no ser que se crea que la manipulada Ley Avelino Siñani y Elizardo Perez y su reglamentación derivada sea una estrategia. La Ley ha quedado en enunciados descolonizadores e interculturales, contradichos en los artículos operativos; peor aún, en la práctica educativa implementada, que es sustancialmente la misma que la anterior, salvo el cambio de nombres. El cambio de la malla curricular habla de ello; más que un cambio de contenidos se trata de un cambio de nombres. Fuera de esta falencia, lo que se da efectivamente es la preservación de una herencia educativa carente de presupuesto, de infraestructura, de logística, de actualización y de interculturalidad. Lo que prepondera es la provisionalidad en la 230 Conversación con Víctor Hugo Quintanilla. 231 No mejora mucho esta situación en la mayoría de los colegios privados.

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aplicación de la Ley Educativa. No se han resuelto los problemas heredados, no se atienden a los desafíos de la Constitución; se opta por la demagogia, ocultando con la propaganda las graves falencias.

En contraste, las expectativas de los jóvenes crecen, más aún cuando se sienten en un periodo prometedor. Cuando no pueden acceder a las opciones seleccionadas, recurren a todos los medios, incluyendo la protesta, las marchas y los bloqueos para lograrlo. Están en su derecho pues el Estado debe garantizar su educación y formación, tal como establece la Constitución. El tema es cumplir con estos derechos, efectivizar el mandato constitucional; obviamente no hacerlo de manera demagógica, como lo hace el Ministerio de Educación, prebendalizando la relación con el magisterio. Acudiendo al montaje de la actualización, al escamoteo en formación docente, y al teatro de la pretendida descolonización, entregando títulos “nobiliarios”, que avalan licenciaturas y posgrados en los papeles, cuando los cursos dejan mucho que desear. Este autoengaño complica la situación; las supuestas transformaciones se dan en los papeles; empero, se mantienen las viejas prácticas de aula y la enseñanza deficiente. Muy lejos de la descolonización efectiva.

Es en este panorama donde se da la rebelión de los suboficiales. Este panorama sumado a las estructura institucionales mantenidas, hacen de contexto y clima a la asonada de los suboficiales. El problema entonces no atinge sólo a la institución de defensa del Estado, las Fuerzas Armadas, sino al mapa institucional del Estado, particularmente al mapa institucional del campo escolar, educativo y formativo. Las transformaciones institucionales requeridas y establecidas por la Constitución deben darse integralmente en el espacio de la malla institucional del Estado. En lo que respecta a la descolonización en el campo escolar, la transformación estructural exige la conformación de un sistema educativo integral, transversal a todo el campo social; un sistema integral que opere técnicamente en la des-constitución de sujetos subalternos y en la constitución de sujetos emancipados. Esta perspectiva constitutiva de subjetividades y de sujetos comprende el cometido fundamental en la descolonización del sistema educativo.

Entonces si partimos del sistema educativo integral, como sistema de apoyo constitutivo de las subjetividades emancipadas, no se puede mantener la estructura y la composición del campo escolar; esta integralidad educativa requiere del desplazamiento hacia articulaciones dinámicas de los campos sociales. Articulaciones que restituyan, en las sociedades humanas, las condicionantes iniciales de

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los ciclos de la vida. En pocas palabras se trata de integrarse a la vida, a si como valorar la vida, dejando la “ideología”, la institución imaginaria y los fetichismos que la acompañan. El sistema educativo se convierte en el gran activador de las memorias sociales. El sistema educativo aporta en la formación continua en todas las composiciones sociales, en todas las organizaciones sociales, en todas las estructuras de la sociedad. Apoya en la resolución de problemas y en las decisiones políticas. El sistema educativo integral convierte a la sociedad no en un sistema productivo, sino en un sistema de vida, en sistema de aprendizajes de las experiencias sociales, de sistematización de las experiencias, de sistematización de las memorias sensibles, apuntando a la creatividad constante. La producción es parte de las respuestas en los contextos de las reproducciones vitales.

Pasando a temas técnicos, esto quiere decir que, la inversión primordial, tomando en cuenta el presupuesto del Estado en transición, es la inversión educativa, no así, la inversión productiva, mucho menos, el gasto rentista, asistencial. En otras palabras, la inversión educativa es la mejor inversión productiva, en el mediano y largo plazo. Visto de esta manera, la tarea primordial de un gobierno “revolucionario” es la inversión educativa. Esto exige la extensión completa del sistema educativo integral en la configuración de la formación social y del Estado en transición. Exige también la transformación estructural, institucional y conceptual del sistema educativo heredado; sistema disciplinario y moderno. No solo de las prácticas educativas, de las mallas curriculares, sino también de la arquitectura misma del sistema educativo. Lo que implica también la transformación de las tradicionales formaciones de maestros y docentes, acudiendo a formaciones que liberen capacidades creativas y vocacionales. Quizás la selección de maestros y maestras deba ser la más cuidadosa, pues requiere de entrega y vocación. Esta demás decir que este estrato social no puede verse ante la contingencia de necesidades económicas y la obligación de reivindicaciones gremiales. La tarea que les compete es estratégica. Este es un tema que debe ser tratado como cuestión de Estado en transición; es uno de los temas que debe estar resuelto, independientemente de las contingencias coyunturales, periódicas, políticas.

Hay temas de Estado en transición que deberían estar definidas, acordadas, consensuadas, independientemente de los gobiernos de turno. Ente estos temas estratégicos se encuentran las políticas sobre los recursos naturales. La Constitución establece que los recursos naturales no pueden ser mercantilizables y están destinados al vivir

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bien. Los recursos naturales no pueden ser reducidos a materias primas, no pueden ser cosificados como objetos de producción, menos de la acumulación capitalista. La relación con los recursos naturales debe formar parte de la eco-producción, de la eco-industrialización y de la eco-tecnología. Esta es la manera de cortar con la condena de la dependencia, condena que reitera la colonialidad económica a partir del modelo extractivista. Ningún gobierno tiene el permiso de afectar esta política de Estado en transición.

El sistema educativo integral debe, entonces, preparar profesionales y técnicos, para su desempeño en la eco-producción, eco-industrialización y eco-tecnología, fuera de científicos en estos campos, fuera de administradores en estos espacios, fuera de teóricos que agudicen en la interpretación de estas experiencias y sus vinculaciones con los ciclos vitales.

Otro tópico estratégico tiene que ver con la construcción del sistema de gobierno de la democracia participativa. Ciertamente no es fácil pasar a este sistema de gobierno participativo; se requiere de transiciones transformadoras de las condiciones socio-políticas heredadas. La única manera de construir este sistema participativo es de manera participativa. Haciendo participar a la gente, a las comunidades, a las organizaciones sociales, a las poblaciones territoriales, a los pueblos, a los individuos. No se puede construir un sistema de gobierno de la democracia participativa sin la participación de la gente.

El sistema educativo integral puede colaborar en el apoyo a la gente, a los grupos sociales, a los individuos, a las comunidades, a las organizaciones sociales, a las poblaciones territoriales, en la preparación en temas que debe manejar la participación. Temas diversos, pues atingen a las políticas públicas, a los problemas sociales, a los problemas políticos, a los problemas económicos, a los problemas culturales.

Otro tópico estratégico es la integración continental. El Estado plurinacional es tal no sólo respondiendo a una transición que toma en cuenta las condiciones plurales de naciones, pueblos y culturas del país, sino también porque se proyecta a la integración de los pueblos del continente, por lo tanto a la constitución de la patria grande. Los problemas de las emancipaciones y las liberaciones múltiples no se resuelven en un país, sino en el conjunto de países del continente, por lo menos partiendo del subcontinente, Sur América. La transición del Estado plurinacional empuja a la Confederación de pueblos del

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continente. Hay que hablar pues del Estado plurinacional también continentalmente, efectuando la geografía emancipadora de Milton Santos.

Hay pues, como se puede ver, grandes diferencias histórico-políticas y geográficas entre El Estado-nación y el Estado plurinacional. No es pues la comunidad imaginada de la nación la que se recrea en las condiciones del Estado plurinacional. Estamos ante el despliegue de otro imaginario. Como no tenemos la experiencia del Estado plurinacional, pues nos mantenemos en la institucionalidad del Estado-nación, podemos conjeturar que se trataría de un imaginario que valoriza no la homogeneidad ni unicidad, sino la complementariedad articulada de lo múltiple, la confederación conjugada de los pueblos.

El sistema educativo integrado tiene que encarar el proceso instituyente de este imaginario del juego de las complementariedades y de la confederación conjugada de los pueblos; no de la nación.

Quedándonos, por de pronto, con estos temas, el de la concepción no-mercantil de los recursos naturales, que suponen relaciones no cosificante de los recursos, el de la eco-producción, de la eco-industrialización, de la eco-tecnología, el de la democracia participativa y el de la integración, vemos que las transformaciones del campo escolar, del sistema educativo heredado, exige contenidos concretos, no generales. La descolonización como desmontaje de los dispositivos de poder que se encarnan en los cuerpos, no es una tarea discursiva, ni de cambio de nombres; la descolonización no es una tarea abstracta ni general. La descolonización se efectúa desmontando diagramas de poder concretos, instituciones de la colonialidad heredadas, actuando sobre órdenes de relación, trastrocando estos órdenes y relaciones, desplegando prácticas. Estos tópicos no son los temas ni la preocupación de la reforma educativa del gobierno popular.

La asonada de los suboficiales devela nuevamente que nada ha cambiado, que la malla institucional del Estado-nación sigue intacta, que el sistema educativo, incluyendo a universidades, colegios militares, de policías, escuela de suboficiales, no ha cambado. Se trata de la misma reproducción del poder, sólo que acompañada de otro discurso; se trata de la misma ceremonialidad de poder, sólo que efectuada con otros símbolos y colores. Se trata de la misma colonialidad, sólo que ahora efectuada por “indígenas” y “revolucionarios”.

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Las crisis son al mismo tiempo una gran oportunidad para resolverlas, pues hacen visible los nudos problemáticos que la generan. Sin embargo, esta oportunidad es aprovechable si se da una condición fundamental, la voluntad o el conglomerado de voluntades para hacerlo. Esto es precisamente lo que falta en el gobierno reformista. A preferido llenar este vacío con el fácil recurso de la propaganda y publicidad, como si este recurso pudiera sustituir la ausencia de esta condición de posibilidad histórica de carácter subjetivo; no puede hacerlo. Sencillamente se trata de un autoengaño institucionalizado. La opción gubernamental es la opción de la época, la simulación.

¿Qué sentido tienen las elecciones?

A estas alturas del partido esta pregunta es pertinente: ¿qué sentido tienen las elecciones? Fuera de ser el mecanismo democrático periódico de la evaluación cuantitativa de las fuerzas, la crisis del “proceso de cambio”, la crisis del Estado, no se resuelve electoralmente. Menos cuando asistimos a la tercera elección general, después de la crisis y las movilizaciones sociales del 2000 al 2005, elección que viene acompañada por apatía, desencanto, falta de entusiasmo y muchas dudas. Elecciones donde tanto el oficialismo como la oposición se parecen cada vez más. Ambos se refieren a la Constitución de una manera referencial, ambos se acusan de no cumplirla, ambos reducen la Constitución a una interpretación jurídica, eludiendo su evidencia histórica como acontecimiento político. La oposición acusa al gobierno de ser responsable de actos de corrupción, de alterar inapropiadamente la institucionalidad, de atentar contra los derechos, así como lo acusa de autoritarismo; en algunos casos, de terrorismo de Estado. El gobierno acusa a la oposición de conspiración, de no contar con un programa o propuesta de país, de representar a una minoría de la minoría. También ha sido acusada de actos de corrupción, sobre todo pasados. Como se puede ver, su debate es intrascendente. No toca los problemas fundamentales de la coyuntura y del periodo político.

Un problema fundamental tiene que ver con la Constitución, con las propuestas transformadoras de la Constitución. Tiene que ver con la condición plurinacional, comunitaria, autonómica, intercultural y participativa del Estado en transición. Ni la oposición ni el gobierno tocan estos tópicos; el gobierno, porque considera que estas condiciones se cumplen en la segunda gestión de gobierno. La

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oposición porque ha decidido no tocarlos, quizás porque se ha dado cuenta que como no hay cambios al respecto, si el Estado plurinacional es tan parecido al Estado-nación, que lo único que cambia son los nombres, entonces es mejor aceptar este Estado plurinacional “realizado” por el gobierno, que pelear contra el proyecto de Estado plurinacional, como lo hizo en el inmediato pasado, cuando se lanzó a la ofensiva contra el proceso constituyente y contra la aprobación de la Constitución. El debate en el que se han entrampado oposición y gobierno los aproxima más que alejarlos. Lo único que disputan son caudales de votos. Nada más.

Entonces estas elecciones que vienen no tienen el valor histórico que tuvieron las elecciones de 2005, tampoco las del 2009, cuando se aprueba la Constitución y se le otorga al MAS los 2/3 de la votación, transfiriéndole el control de todo el Estado, de todos los órganos de poder, el control del Congreso. Las elecciones del 2014 son grises, opacas, sin gracia, sin transcendencia. ¿Tiene importancia quién salga cuando oficialismo y oposición se parecen en sus prácticas políticas, en sus discursos, en sus imaginarios nacionalistas? Quizás sólo como símbolo, el recuerdo de un presidente al que se llamó el primer presidente indígena. Quizás por nostalgia; no por política, pues la práctica política es parecida en ambos bandos.

Es triste y gris el panorama. El MAS se solaza restregando en los rostros de la oposición que no cuentan con un candidato que le haga frente a Evo Morales Ayma. Esta afirmación es casi aceptada por la oposición, que se esfuerza por conformar un solo frente para enfrentarse al MAS. Pero, ¿Qué tiene el MAS? Apenas un símbolo carcomido por sus dudas y vacilaciones, por la cantidad de errores que arrastra. Su candidato a la presidencia ya no cuenta con la vitalidad que desplegó el 2006-2009, tampoco al principio de la segunda gestión 2009-2014. Es un candidato que dice algo sobre un tema conflictivo, para después decir lo contrario. Es un candidato plagado de contradicciones, una imagen deteriorada. Ya no es el líder internacional de la izquierda, de los pueblos, de los indígenas; de alguna manera todos descubrieron el doble discurso puesto en marcha, salvo esa “izquierda” oficial, gubernamental, que se empeña por mantener el mito con los recursos retóricos de la propaganda. Si la gente popular va votar de nuevo por el candidato oficial lo hará sin entusiasmo, más por persistir en una creencia, puesta en duda, más por evitar que vuelvan contra los que luchó y derrotó. Ya no por convicción, como antes, cuando sentía que al hacerlo lanzaba piedras contra las edificaciones del poder. Ahora el poder es el MAS, es Evo

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Morales Ayma, pero ese poder no es tan distinto al poder de la derecha derrotada.

Las elecciones que vienen serán como una constatación ordinaria, tanto como repetición, orden y letargo. Se constata que el poder, como dominaciones, se reproduce, ya estén unos o estén otros en el gobierno; que al poder, en cierto sentido, le es indiferente quienes estén. Lo importante es que el poder, las estructuras de dominaciones, funcione, dentro de determinados márgenes de maniobra, intervalo en el cual se pueden distinguir los matices. Cuando se den los resultados electorales, se podrá decir: “el proceso de cambio ha concluido”, ha terminado. El oficialismo entenderá que es así porque continúa, porque ha sido ratificado, porque ha cumplido. Pero esto no es más que imaginario. En realidad el “proceso” muere en manos de los que lo condujeron a ese final; decrépito, sin fuerzas para continuar; otoñal, vejestorio; empero, investido de oropeles. Casi un cadáver vestido de traje de gala para disimular.

Esto parce confirmar la curva biológica de los organismos, en este caso de las instituciones; se nace, se crece, se llega a una cúspide; cumbre desde la cual se desciende, en unos casos estrepitosamente, en otros de una manera más lenta. Sin embargo, hay que decirlo; esto ocurre cuando un “proceso de cambio”, cuando una “revolución”, se institucionaliza; entonces va sufrir del deterioro de los organismos y de las instituciones. Otro es el cantar cuando un “proceso”, una “revolución”, no se institucionalizan, cuando mantienen el ímpetu y la intensidad desbocada de la potencia social, de la potencia de la vida, y se mantienen permanentes, renovadas, en la bullente composición creativa de la alteratividad social. Sin embargo, esto de la potencia instituyente y constituyente abierta, permanente, bullente, no suele ocurrir. Lo regular es que el “proceso”, la revolución”, se institucionalice. Condenando a la potencia social, atrapada en las mallas institucionales, a recorrer la curva de su ciclo, de asenso y descenso.

Este panorama interpretado desde la hipótesis de las capturas del mapa institucional y de las consecuencias que conlleva esta captura al atrapar la potencia social, condenando a la energía social, que es energía de vida, a la entropía y desgaste de las singularidades. Energía social manifestada en cuerpos, potencia social realizada en composiciones, ciclos sociales entrelazados, que son como las ecologías, biodiversidades y nichos, donde anidan las interrelaciones y entrelazamientos de los ciclos vitales; por tanto, vida social, en

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cierto sentido, “eterna”. En otras palabras, los ciclos de la vida, sus entrelazamientos, la perspectiva del Oikos, no se puede figurar, configurar y refigurar, desde la perspectiva individual de los organismos; estos nacen, crecen, llegan a su cúspide, para luego descender hasta morir. En cambio, la vida como integralidad, no funciona ni se despliega de esa manera. La vida, en su forma, contenido, expresión, mecánica, dinámica, integral, como memoria sensible, como genoma y la proliferación de sus formas, no muere, es si se quiere metafóricamente, “eterna”. La vida se mueve en los espesores del espacio-tiempo curvo; el genoma, en sí, no se mueve en el tiempo; en su dimensión virtual, sustentada en la materialidad energética de las dinámicas moleculares, no hay tiempo, aunque el tiempo aparezca, como espacio-tiempo, en la proliferación plural de las formas de vida y sus ciclos.

Por lo tanto, no se puede reducir la vida a la vida de los organismos singulares; así como tampoco se reduce la potencia social a sus capturas institucionales. La potencia social, en su forma libre, de fuga, de creación y composiciones posibles, sigue sus propios recorridos alterativos. Si no fuese así, las instituciones no tendría potencia que atrapar. Si bien parte de la potencia social atrapada en la malla institucional sigue el curso institucional, la otra parte de la potencia social, en verdad, gran parte de la potencia social, aunque dispersa, sigue sus propios cursos proliferantes. El “proceso de cambio”, la “revolución”, atrapado en su institucionalización, va a encaminarse por la vía ordinaria de su propio deterioro; de modo diferente, la potencia social no atrapada, autónoma, desata y teje, a partir de sus dinámicas moleculares, otras composiciones. Este es el secreto, si se quiere, de que la historia no termine, no tenga fin.

Hay dos formas con que la potencia social abre horizontes; una es por la irradiación misma de su propia potencia; otra es cuando choca en los bordes del espacio estriado con las mallas institucionales. Cuando ocurre esto último, las estructuras institucionales son afectadas, impugnadas, exigidas, interpeladas, buscando sus transformaciones. Volviendo al caso que nos ocupa; el “proceso de cambio” puede haberse institucionalizado; empero, la potencia social, de donde proviene el “proceso” no se institucionaliza, se mantiene como alteridad. La potencia social que produjo el “proceso de cambio” se mantiene como alteratividad, con capacidad de ocasionar alternativas. Los choques entre potencia social y “proceso de cambio” institucionalizado se dan lugar, develando la impotencia de la institucionalidad de capturar totalmente la potencia, de controlar

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absolutamente la potencia, de llegar a la “utopía” reaccionaria del poder, el fin de la historia.

En lo que respecta al “proceso de cambio” boliviano, estos choques se han dado varias veces, en lo que va del periodo de las dos gestiones de gobierno. Nombraremos tres importantes, la crisis del “gasolinazo”, el conflicto del TIPNIS y la asonada de los suboficiales. En los tres casos, en los bordes institucionales, las composiciones de la potencia social chocaron, en sus formas concretas de demandas, de protestas e interpelaciones, con la institucionalidad del poder, con sus pretensiones representativas del “proceso de cambio” institucionalizado, afectando a los objetivos propuestos por el gobierno. El pueblo movilizado paró el gasolinazo, deteniendo las pretensiones de las empresas trasnacionales de descongelar los precios de los carburantes en el mercado interno, parando en seco los compromisos del gobierno con estas empresas. En el conflicto del TIPNIS las comunidades indígenas del Isiboro-Sécuré, las organizaciones indígenas, todavía no divididas, el pueblo que apoyo las marchas indígenas, sobre todo en la VIII marcha, lograron detener la construcción de la carretera extractivista, que atenta contra el núcleo del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro-Séure. La asonada de los suboficiales, denunciando las discriminaciones, el régimen racial, de las Fuerzas Armadas, vuelven a develar la permanencia de la colonialidad en el Estado-nación, que se nombra rimbombantemente Estado plurinacional.

Estos choques de la potencia social, mas bien, de sus composiciones concretas, afectan el decurso institucional optado, alteran su recorrido, obligan a modificaciones. La historia efectiva no es el curso programado por el diseño político de los gobernantes, por el delirio “metafísico” de algún clarividente, sino, mas bien, el efecto múltiple de las fuerzas intervinientes. La capacidad del “proceso de cambio” no se encuentra en el gobierno, en los órganos de poder del Estado, en los usurpadores del “proceso”, sino en los y las que interpelan la institucionalidad del “proceso de cambio”. Son las y los movilizados contra el “gasolinazo”, las comunidades y pueblo movilizado contra la carretera extractivista, los suboficiales rebelados contra el régimen colonial del ejército, los que abren la posibilidad de que el proceso no esté concluido, no termine en el imaginario fin de la historia de gobernantes, políticos y apologistas.

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