adolescentes en colombia: ¿victimarios o víctimas?
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Ponencia presentada en la Universidad Nacional durante el Foro titulado: Reformas al Sistema de Responsabilidad Penal Adolescente: ¿avance o retroceso?TRANSCRIPT
Adolescentes en Colombia: ¿Victimarios, víctimas?Contribución a la evaluación del Sistema de Responsabilidad Penal de Adolescentes en Colombia-SRPA
16/11/2010
H.R. Ángela María Robledo
Partido Verde
ContenidoContenido...................................................................................................................................3
INTRODUCCIÓN..............................................................................................................................4
1. ¿Jóvenes, victimarios?............................................................................................................6
2. ¿Jóvenes, víctimas?..............................................................................................................15
Situación nutricional.................................................................................................................15
Acceso, permanencia y calidad de la educación.......................................................................17
Situación Laboral......................................................................................................................18
Maltrato y desatención infantiles.............................................................................................19
3. Fundamentos y propósitos del derecho penal y de la pena. El SRPA y la necesidad de un tratamiento diferenciado para las conductas punibles en que incurran los y las adolescentes...20
Fundamento y propósito del Derecho Penal en un Estado Social y Democrático de Derecho. 22
Funcionamiento del SRPA. ¿Será posible lograr así la resocialización de l@s adolescentes que infringen la ley penal?..............................................................................................................28
A manera de conclusiones............................................................................................................35
BIBLIOGRAFÍA...............................................................................................................................38
INTRODUCCIÓN
El presente documento tiene el propósito de contribuir a la evaluación de la forma
en que ha venido operando entre nosotros el Sistema de Responsabilidad Penal para
Adolescentes – SRPA, adoptado mediante Ley 1098 de 2006. El evento académico dentro
del cual se presenta esta ponencia, convocado por la Facultad de Derecho de la
Universidad Nacional de Colombia y por su Observatorio de Responsabilidad Penal Juvenil,
tiene dos características que considero importante resaltar: En primer lugar, muestra la
manera cómo la Academia puede aportar, desde el rigor de sus investigaciones y su
compromiso con la realidad nacional, a un debate de la mayor importancia, acentuada por
la urgencia de considerar las varias iniciativas que cursan en el Congreso de la República y
que, a pesar de las diferencias de enfoque, coinciden en el propósito de modificar el SRPA,
y de endurecer las penas a que puedan estar sometidos los adolescentes que entran en
conflicto con la ley.
De manera recíproca, quienes hemos trabajado por años en la Academia y
realizamos ahora nuestra tarea en los escenarios de la representación política, tenemos
en un evento como éste una oportunidad maravillosa de acercar los debates legislativos a
los distintos escenarios ciudadanos, y de manera privilegiada a escenarios en donde
convergen ciudadanos en formación como lo son los estudiantes que hoy nos acompañan.
Estamos profundamente convencidas que más que aprobar leyes, se requiere buscar que
aquéllas que se encuentran vigentes tengan un efectivo cumplimiento – Dicho sea de
paso, en Colombia se aprueba un promedio de 100 leyes por año, muchas de las cuales no
tienen jamás desarrollos concretos, y muy a pesar de esta “inflación” normativa, tenemos
serios problemas como sociedad para lograr que las reglas de conducta fijadas para los
distintos ámbitos y relaciones sociales se cumplan, vivimos en medio de un verdadero
“déficit” de legalidad reflejado no sólo en las conductas de los ciudadanos y las
ciudadanas, sino, y esto reviste la mayor gravedad, en la conducta de los funcionarios del
Estado a quienes compete garantizar nuestros derechos fundamentales –
Hecha esta digresión, quiero señalar que el ejercicio de debate argumentativo y
reflexivo que hoy nos convoca, que apela a la razón y a los sentimientos morales y no a
las pasiones del momento, constituye una oportunidad maravillosa para avanzar en
nuestro proyecto de pedagogía legislativa y política, esto es, ampliando la participación
ciudadana para permitir que las leyes sean cabalmente comprendidas en sus fundamentos
y dilemas éticos, políticos, económicos, culturales y sociales; para promover una
ciudadanía activa, diversa y empoderada que haga de la ley un verdadero hecho político
que se traduzca en una garantía efectiva de sus derechos y en una mejora real de su
bienestar.
El presente documento, y la exposición que haré con fundamento en el mismo, se
organiza alrededor de cuatro ejes: En el primero de ellos, se hace un análisis del clima de
opinión prevaleciente en torno del tema de seguridad ciudadana, particularmente en las
zonas urbanas, y al final del mismo se presenta una revisión desapasionada de las cifras
disponibles sobre infracciones penales cometidas por adolescentes y se plantean algunas
cuestiones sobre la etiología de tales conductas. En este contexto, veremos como la
tendencia de los medios de comunicación, los formadores de opinión y algunos líderes
políticos, es la de mostrar a los adolescentes como victimarios, a la ciudadanía como
víctima, y al endurecimiento de la ley penal como el único camino para, por la vía de la
prevención general y la disuasión individual, garantizar la protección de bienes jurídicos
tutelados por el Código Penal.
A esta visión, sustentada en buena medida en un clima de opinión marcado por el
miedo, oponemos en un segundo aparte una visión más balanceada de la situación
existente, en la cual se busca conocer más de cerca las circunstancias en las que viven
nuestros adolescentes y de las cuales dependen sus oportunidades de vida.
El tercer acápite, que en alguna medida se centra en los debates propios de la
política criminal, del derecho penal y la criminología – sin por ello pretender invadir más
allá de lo necesario un campo especializado que avanza día a día produciendo un volumen
importante de conocimiento – y se centra en dos aspectos correlativos: de una parte, una
evaluación del funcionamiento del SRPA que pone de presente las múltiples fallas que
existen en la operación del Sistema y que niegan en la práctica buena parte de sus
enunciados, y de la otra, una revisión de los fundamentos del SRPA, establecidos tanto en
la Constitución Política como en los distintos tratados y convenios que buscan garantizar la
protección de los Derechos Humanos, y en particular los de este grupo de población.
El cuarto acápite recoge las principales conclusiones y señala los retos que en
materia de política pública de atención a los adolescentes, y de tratamiento de los delitos
cometidos por éstos, surgen de los argumentos expuestos a lo largo del mismo.
1. ¿Jóvenes, victimarios?
Se atribuye al líder político inglés Harold Wilson haber acuñado la frase que dice
“en política, una semana es una eternidad”. Qué fórmula más apropiada para describir la
forma vertiginosa en que cambia la agenda pública, siempre impulsada por los intereses y
las dinámicas de los medios masivos de comunicación. Y eso que el Sr. Wilson no vivió
entre nosotros. Y es que hace unas cuantas semanas cuando di comienzo a este trabajo, el
clima de opinión estaba marcado por el ritmo de las noticias que aparecen con frecuencia
en relación con hechos violatorios de la ley penal de los cuales son presuntamente
responsables menores de edad. En aquéllos días la atención del país parecía centrarse en
la situación de violencia en Medellín que parece no tener fin, en particular en la Comuna
13 de esa ciudad, hechos que dieron lugar a la realización de un Consejo de Seguridad con
presencia del Presidente de la República, y de una visita que éste realizó a la citada
comuna en compañía del Ministro de Defensa y de los altos mandos de las Fuerzas
Militares y de Policía.
En relación con esta misma situación, el alcalde de Medellín, Alonso Salazar, se
reunió con el presidente Santos para analizar un plan de choque que contemplaba un
aumento en el pie de fuerza de militares y policías en las ciudades y una reforma al
sistema penal para castigar con más severidad el porte de armas, como también juzgar
como adultos a los menores desde 14 años. Por su parte el alcalde de Cali, Jorge Iván
Ospina, propuso establecer un servicio militar extendido en el tiempo para los muchachos
que se metieran en líos con la ley, es decir, convertir los cuarteles en reformatorios.
Frente a este recetario, tan socorrido, de aumentar la fuerza pública y endurecer
las penas para los adolescentes infractores de la ley penal, se preguntaba con mucha
razón la ”Movida” del portal de internet La Silla Vacía ¿son éstas las soluciones que se
necesitan? ¿Habrá alguna mejor idea para erradicar el problema de la violencia de raíz?
Los medios de comunicación han seguido cubriendo la situación de Medellín, con
la pasión tan común en nuestro medio, al igual que otros eventos que tienen que ver con
la situación de seguridad que se registra en algunas ciudades y municipios de nuestro país
y que guardan relación con conductas delictivas en que han incurrido adolescentes.
En medio de ese clima de opinión, surgió nuestro temor – plenamente confirmado
poco tiempo después- de que en lugar de revisar la manera cómo tanto la familia, como la
sociedad y el Estado estamos atendiendo las necesidades de los niños, niñas y
adolescentes, optáramos por la vía de la reforma normativa; como efecto del entendible
temor que producen las situaciones que atentan contra la seguridad de quienes
habitamos en las ciudades, olvidáramos preguntarnos cuál es el papel que está
cumpliendo la familia en el proceso de formación de nuevos ciudadanos y ciudadanas.
Nuestra preocupación es que, como consecuencia del clima de miedo imperante, nos
hiciera olvidar la pregunta fundamental sobre las oportunidades que les estamos
brindando, o negando, para su desarrollo, y que en lugar de ella optáramos por el
camino fácil, popular pero no necesariamente eficaz, de modificar la ley, en este caso el
Código de la Infancia y la Adolescencia adoptado mediante Ley 1098 de 2006, para
aumentar las penas a que están sometidos los adolescentes que infringen la ley penal o, lo
que es aún más grave, para tratarlos como adultos, amenazando con desvertebrar por
completo este instrumento que desarrolla los principios que la Constitución Política
establece sobre el tema de la protección de niños, niñas y adolescentes y que desarrolla
entre nosotros una serie de principios contenidos en las Convenciones y Pactos
Internacionales sobre la materia de los cuales Colombia es signataria y que por ende
hacen parte del llamado “bloque de constitucionalidad”.1
Ahora bien, al revisar la información relativa al tipo de conductas delictivas en las
que incurren los y las adolescentes, surgen también cuestiones importantes. Según la
información disponible en fuentes oficiales, tomada de un informe preparado sobre la
operación del Sistema de Responsabilidad Penal de Adolescentes –SRPA, y que cubre el
período comprendido entre el 15 de marzo de 2007 y el 30 de junio de 2010, la situación
sobre la comisión de delitos por parte adolescentes se refleja en las siguientes cifras:
Distribución de delitos a Nivel Nacional.
Sistema de Responsabilidad Penal para Adolescentes.
DELITO %
Hurto 40.2%
Tráfico de estupefacientes y otras infracciones 29.0%
Homicidio 4.8%
Lesiones personales 2,0%
Acceso carnal abusivo con menor de catorce años 1,6%
Violencia intrafamiliar 0,9%
Otros procesos 26,3%
TOTAL 100,00%
Fuente: Sistema de Información Estadístico de la Rama Judicial – SIERJU – División de Estadística
1 Referentes internacionales como la convención de los Derechos del Niño de 1989 que entró en vigencia en Colombia a partir de la ley 12 de 1991, las reglas de Naciones Unidas para la administración de justicia (Reglas de Beijing, 1990), las Reglas de las Naciones Unidas para la Prevención de la Delincuencia Juvenil (Reglas de Riad, 1990), las Reglas de Naciones Unidas para la protección de Menores Privados de la Libertad (Reglas de la Habana, 1990), las Reglas de Naciones Unidas sobre las medidas no privativas de Libertad (Reglas de Tokio, 1990) y la Observación General de las Naciones Unidas No. 10 sobre los Derechos del niño en la justicia de menores de 2007 deben ser vistos como necesarios “de cara a la implementación del Sistema de Responsabilidad penal para las y los adolescentes, como quiera que el legislador no previó un procedimiento especial para regular la investigación, juzgamiento y control de la sanción que se imponga a los menores de edad. Todo ellos con el fin de evitar la arbitrariedad en el proceso mismo.
La tabla anterior presenta la distribución del mapa de delitos correspondiente a las
causas ingresadas en la función de conocimiento. A nivel nacional se resalta que el 40,2%
de los casos corresponden a hurto, seguido de tráfico de estupefacientes, para el 29% de
los casos, homicidio con el 4,8%, acceso carnal abusivo con menor de catorce 1,6%,
violencia intrafamiliar 0,9% y los otros tipos de procesos representan el 26.3%, para el
primer semestre de 2010.
De otra parte, en la ciudad de Bogotá, el mapa de delitos correspondiente a las
causas ingresadas en la función de conocimiento, ubica en primer lugar el hurto en el
68.5% de los casos, seguido de tráfico de estupefacientes y otras infracciones con el
12,5%, homicidio con el 3,6%, acceso carnal abusivo con menor de catorce años 2,0%,
actos sexuales con menor de catorce años 1.6%, lesiones personales representa el 1.6% y
otros procesos el 10,2%.
Distribución de delitos.
Sistema de Responsabilidad Penal para Adolescentes.
Distrito Judicial de Bogotá
DELITO %
Hurto 68,5%
Tráfico de estupefacientes y otras infracciones 12,5%
Homicidio 3,6%
Acceso carnal abusivo con menor de catorce años 2,0%
Actos sexuales con menor de catorce años 1,6%
Lesiones personales 1,6%
Otros procesos 10,2%
TOTAL 100,00%
Fuente: Sistema de Información Estadístico de la Rama Judicial – SIERJU – División de Estadística.
Una lectura desapasionada de las cifras disponibles nos muestra que la mayoría de
las conductas de las cuales ha tenido conocimiento el SRPA corresponde a delitos de hurto
y tráfico de estupefacientes.2 A nivel nacional, estos delitos representan cerca del 70% de
los delitos que han llegado a conocimiento de las instancias competentes, en tanto que en
Bogotá este porcentaje supera el 80%. Por el contrario, los delitos que el proyecto de Ley
153 de 20103 califica como graves, esto es, el homicidio y las lesiones personales y el
acceso carnal con menor de catorce años, representan cerca del 8% de los delitos
conocidos tanto a nivel nacional como en Bogotá, aunque existe una notable diferencia en
el porcentaje de homicidios, siendo más bajo en esta última que el registrado para el país.
También el tráfico de estupefacientes tiene una incidencia menor en Bogotá, 12,5%,
frente al 29% para todo el país. Cabría entonces preguntarse ¿qué sucede en Bogotá que
explica estas diferencias?
Sabemos muy poco sobre las causas profundas, los factores que determinan,
facilitan o disuaden la comisión de delitos por parte de los adolescentes. Estoy además
convencida que hace falta ahondar en la comprensión de la situación que enfrentan
nuestros adolescentes, particularmente aquellos que hacen parte de ese casi 50% de
población en situación de pobreza; aquellos que deben enfrentar la realidad de las
limitaciones en cuanto a la cobertura y baja calidad de la educación pública, única a la que
pueden aspirar dada la situación social de sus familias, claro está, en el evento en que
dicha situación no los obligue a entrar en ese mundo del rebusque, o de la informalidad
como señalan los informes tecnocráticos, en que se debate cerca del 60% de nuestra
población.
Hace un par de semanas, en respuestas enviadas por el los Señores Ministros del
Interior y de Justicia y de Defensa Nacional con ocasión de un debate aún pendiente sobre
el tema de seguridad urbana, se señalaba que “Desde diversas fuentes se ha señalado a la
pobreza como una de las causas más comunes de inseguridad ciudadana. En un reporte
de la Policía Nacional a propósito de este tema, ellos señalan como causales de violencia 2 Reconocemos que en esta materia, como en otros, puede existir un importante sub-registro. Pero asumimos que la participación porcentual de las conductas es similar en ambos campos.3 Proyecto de ley presentado por la H.S Gilma Jiménez.
los siguientes aspectos: la pobreza, el desempleo, la falta de oportunidades para una
adecuada educación, la impunidad, la falta de un adecuado sistema penitenciario, la
corrupción, la desintegración familiar, la violencia intrafamiliar, la violación de los
derechos humanos, y el desplazamiento forzado. La Policía en el mismo reporte asegura
que todos esos factores hacen al delincuente ocasional y que pueden ser atacados con
programas sociales que prevengan las situaciones que llevan a la delincuencia”.
Y qué decir del tema del narcotráfico, frente al cual la clase dirigente del país, tanto
económica como política, ha tenido una actitud tan laxa que la ha llevado a cerrar los ojos
y taparse la nariz, en el mejor de los casos, o en el peor de ellos a aliarse en verdaderos
acuerdos mafiosos que se expresan en las llamadas “narco-política” – recuérdese el
proceso 8.000; “para-política” y “para-economía”.
La invitación a la prudencia surge también de mirar experiencias de naciones
cercanas con las cuales compartimos problemas sociales, culturales, económicos y
políticos en espera de ser abordados con seriedad y determinación. Las imágenes que
transmiten los noticieros sobre la situación que se vive en la comuna 13 de Medellín nos
recuerdan amargamente las que vemos con frecuencia sobre lo que sucede en las favelas
de Río de Janeiro o en las barriadas de Kingston, Jamaica. ¿Qué tendrán en común estas
comunidades de jóvenes que por demás viven en ambientes culturales distintos? ¿Será
acaso la falta de oportunidades; de reconocimiento de su valor como seres humanos
únicos e irrepetibles; la pérdida de su sentido de la vida o su franca instrumentalización
por parte de “poderes” que los avasallan?
Expertos en política criminal han reiterado el llamado a enfrentar con toda decisión
a las llamadas “Bandas Criminales Emergentes”, expresión de la capacidad de violencia
que caracteriza al narcotráfico y frente a las cuales se registran a veces actitudes de
inaceptable tolerancia o de franca complicidad por parte de miembros aislados de las
fuerzas armadas; de la clase política o de importantes sectores de nuestra sociedad. Son
estas bandas criminales las que instrumentalizan a nuestros adolescentes. Hay que
arrebatárselos y arrebatárselas de las manos, abriendo para ellos y ellas caminos de
oportunidad, de inclusión y de esperanza y no tan solo las puertas de las cárceles.
Delitos cometidos por niños, niñas y adolescentes.
La pregunta que surge de los argumentos y datos considerados es si no estamos
tomando la decisión de modificar estructuralmente la política criminal del Estado en
relación con las conductas delictivas en que incurren los adolescentes sobre la base de
una serie de hechos, muy lamentables sin duda, pero que no representan el grueso de las
conductas delictivas en que incurre esta población.
Al comienzo de este acápite señalaba que no es conveniente asumir decisiones
importantes para las sociedades en medio de los vaivenes de la opinión pública y de sus
formadores. Retomando este argumento, cabe señalar como hoy en día, el clima de
opinión ha variado nuevamente. Creo no equivocarme al señalar que el país está
francamente conmovido al saber del asesinato de tres menores de edad, ocurrido hace
pocos días en la zona de Caño Temblador, ubicada en el municipio de Tame, Arauca. Las
víctimas, tres hermanos, Yenni Narvei, de 14 años, Yimmy Ferney, de 9 y Yefferson Jhoan
Torres Jaimes, de 6, quienes aparecieron degollados y con signos de tortura en una fosa
común, situada a 100 metros de donde estaba un grupo de militares adscritos a la Octava
División del Ejército. Un oficial del Ejército aceptó cargo por violación de dos menores de
edad, incluyendo a Yenni Narvei, y las investigaciones por el asesinato cometido siguen
avanzando. Este horrendo crimen también nos permite evaluarlo como un crimen de
guerra.
Hemos sido claros al señalar que no creemos que sea conveniente adelantar un
debate de la importancia del que hoy nos reúne en un clima marcado por las emociones
de miedo, de rabia, de dolor y de perplejidad que generan hechos como los reseñados.
Aunque no es posible, ni conveniente, postular una Academia objetiva e imparcial, no es
menos cierto que cuando se aborda el tema de la política criminal, y en particular cuando
ella se refiere a un grupo de población que merece la especial protección de la familia, la
sociedad y del propio Estado, es cuando más adquiere importancia la sabiduría acumulada
en años de duras experiencias: ¡Despacio, que vamos de afán!4
4 Robledo, A.M. Constancia presentada ante la Plenaria de la Cámara, agosto de 2010.
Estamos cansados de los bandazos en la política criminal: del incremento de penas
– como en el caso del delito de secuestro - a la rebaja por colaboración – como en el
modelo de justicia transicional de la Ley de Justicia y Paz - y el principio de oportunidad,
elemento central del sistema penal acusatorio hoy vigente. Si no somos cuidadosos al
definir la política criminal del Estado, y en particular en lo que tiene que ver con un SRPA,
podemos terminar abandonando la resocialización como objetivo del Sistema,
reemplazándola por el daño infligido al delincuente como “justa retribución” a su
conducta y como mecanismo de “protección de la sociedad” frente al peligro que
representan los delincuentes juveniles y, por extensión prejuiciosa, todos los adolescentes
de nuestras ciudades y en particular los que habitan las zonas más pobres de las mismas.
2. ¿Jóvenes, víctimas?
Bajo el presente acápite, intentaré aportar algunos elementos que permitan
comprender el contexto dentro del cual viven nuestros jóvenes, y que en buena medida
explican las posibilidades de verse involucrado en situaciones de conflicto con la ley.
Situación nutricional
En primer término, haré somera referencia a la situación nutricional de los niños ,
niñas y adolescentes colombianos. Aunque la desnutrición aguda - esa que vemos con
frecuencia en países del África al sur del Sahara y que se expresa en la visión dantesca de
los niños famélicos, de apariencia cadavérica y quienes han perdido buena parte de su
motricidad y que técnicamente se denomina como emaciación
- ya no es un problema de salud pública en Colombia, en nuestro país, al igual que en los
demás de la región, subsiste una situación desnutrición crónica cuya causa más
importante es el consumo inadecuado de alimentos con una apropiada densidad de
macro y micronutrientes durante la etapa crítica para el crecimiento y desarrollo (hasta
los 2 años de vida).
Esta desnutrición está particularmente concentrada en la población pobre, rural y
en familias donde la madre no tiene educación formal. Aunque la información disponible
no permite la adecuada caracterización de la población desplazada y la población
indígena, se puede asumir que por su situación económica y social precaria, la prevalencia
sea similar al SISBEN 1 o aún mayor. A nivel nacional, la prevalencia de talla baja en el
2005 fue de 12% sin diferencias significativas entre géneros.
Frente a Latinoamérica; Colombia ocupa una posición intermedia de desnutrición
crónica: de 22 países ocupa el lugar décimo tercero con mayor desnutrición crónica en
niñ@s (12%). Chile (1%) Jamaica (3%) y Argentina (4%) ocupan los últimos puestos en
desnutrición crónica y Guatemala (49%), Bolivia (27%) y Honduras (25%) ocupan los
primeros puestos en desnutrición crónica de América Latina5 (UNICEF, 2008 Cfr.
http://issuu.com/webmaster.nutrinet.org/docs/estadisticas_junio_2008_pma).
Acceso, permanencia y calidad de la educación.
No es mejor la situación que se presenta en relación con el derecho a la educación. En
este campo los principales problemas son:
1) La deserción: Existe un serio problema de deserción: el 70% de los adolescentes de 16
años están en la educación media, el 90% de niños de 10 años están en la escuela
básica, y entre básica y media hay una deserción del 30%.La deserción empieza
fuertemente en noveno, alrededor de los 14 años6. Según la Gran Encuesta Integrada
de Hogares (GEIH) de 2007 los niñ@s mayores de 5 años y menores de 17 años que no
asisten a la escuela lo hacen por los “altos costos educativos o falta de dinero” (25%),
5 El Universo son niñas y niños menores de 5 años.6 Datos procesados por José Rafael Toro
“no le gusta o no le interesa el estudio” (20%), otra razón (20%), “considera que no
está en edad escolar”(14,5%), “necesita trabajar”(6,1%)7(GEIH, 2007.
Cfr: http://www.dane.gov.co/files/investigaciones/boletines/ech/jobinfantil/
bol_trabinf_0109.pdf
2) La baja calidad de la educación factor de desigualdad: Frente a las pruebas del ICFES
los resultados regionales son muy desiguales. Las regiones peor clasificadas son
Magdalena, Bolívar y la Guajira. Las mejor clasificadas son Boyacá, Santander y Bogotá
(José Rafael Toro). Los colegios privados son 3 veces mejores que los colegios públicos,
según las pruebas del ICFES (José Rafael Toro).
3) Otra desigualdad existente entre la educación urbana y rural: Hay una desigualdad
importante entre la educación rural y urbana: los niñ@s y adolescentes de la zona
rural entre 5 y 19 años tienen un promedio de 3,9 años de educación, mientras que
los niñ@s y adolescentes de esta misma edad de la zona urbana tienen un promedio
de 5,1 años de educación. Los adolescentes menores de 19 años de la zona urbana
reciben un 30% más de años de educación que los adolescentes de la zona rural. L@s
jóvenes entre 20 y 34 años en la zona rural tienen un promedio de 6,1 años de
educación, mientras que en la zona urbana tienen un promedio de 10, 3 años de
educación. Los jóvenes de la zona urbana tienen un 70% más de años de educación
que los de la zona rural (Encuesta de Calidad de Vida, 2008)
4) El restringido acceso a la educación superior: Cerca de la mitad de los bachilleres en
Colombia no entran a la educación superior y cerca de la mitad de quienes acceden a
este nivel la abandonan sin conseguir graduarse (Sánchez, F. 2009).
Frente a este panorama, el experto en temas educativos José Rafael Toro se
pregunta: “¿Dónde están los jóvenes de 15 años en las capitales de Colombia? En
promedio 20% NO están en el sistema educativo (15 % en Medellín, 18% en Bogotá, 20%
en Pereira, 23% en Armenia, 26% en Ibagué, 28 % en Cali) ¿Cuál es el beneficio para un
7 Las otras opciones de respuesta reportan porcentajes muy bajos: no existe centro educativo cercano (2,9%)- porque se casó o formó pareja(2,9%) –falta de cupos (2,7%)- por embarazo(2,6%)
joven de 12 a 16 años, perteneciente a las poblaciones vulnerables, de NO seguir en el
colegio y graduarse de bachiller? ¿Obtener unos beneficios económicos transitorios
dentro de la informalidad y posiblemente la ilegalidad?
Situación Laboral
Por otro lado, la situación laboral de los menores de edad y de los jóvenes adultos es
altamente preocupante y es un elemento que contribuye a explicar la deserción:
1) La población entre 14 y 26 años representa el 29,7% de la población en edad de
trabajar8. La tasa de desempleo de esta población es del 21%, el doble de de la tasa
del total de población en edad de trabajar. La tasa de desempleo de las mujeres de
esta edad (28,5%) es del 72% más que la de los hombres (16,5%) (GEIH-DANE, 2010).
2) Hay un 6,9% de niñ@s y adolescentes que admite estar trabajando, de ese 6,9% un
42,5% no estudia, es decir, un 3% de los niños no estudia y sí trabaja. Trabajan el doble
en la zona rural (10,9%) que en la zona urbana (5,4%) (GEIH-DANE, 2010).
3) Un 34,8% de los niñ@s dicen trabajar porque les “gusta trabajar para tener su propio
dinero”, un 28,1% “debe(n) participar en la actividad económica de la familia”, un
16,7% “debe(n) ayudar con los gastos de la casa”, un 7,1% porque “el trabajo lo(s)
forma y lo(s) hace honrado(s)”, y un 5,6% por cuanto “debe(n) costearse el estudio”
(GEIH-DANE, 2010)
Maltrato y desatención infantiles
Al mirar las cifras disponibles, y asumiendo que en este campo los niveles de sub-
registro pueden ser altos, tendríamos que llegar a la dolorosa conclusión de que el
nuestro es un país de niños maltratados y de adultos maltratadores. Y es que la situación
de maltrato hacía los niños no es para nada insignificante y puede ser un factor de riesgo
para que los menores de edad entren conflicto con la ley. La tasa de maltrato infantil en
Colombia es de 90 casos por cien mil niñ@s menores de 18 años (14.094 casos). Las niñas
8 Vale la pena señalar que según el Código de la Infancia y la adolescencia en su artículo 114, se hace referencia a que los adolescentes mayores de 15 y menores de 17 sólo podrán trabajar una jornada diurna máximo de seis horas diarias, treinta horas a la semana y hasta las seis de la tarde.
(7.492) son maltratadas un 13% más que los niños (6.602). De 2006 a 2009 la violencia
infantil no disminuyó, de hecho aumentó en un 4% (Forensis: Medicina Legal, 2009).
Un millón , ochocientos mil niños y niñas menores de cinco años no tiene acceso
a la atención de primera infancia, y por esta razón se encuentran en una situación de
desventaja , en relación con aquellos que sí tienen la oportunidad de recibir esta
atención en esta etapa de la vida en la que tienen lugar importantes procesos de
formación y desarrollo de las capacidades cognitivas, emocionales y sociales.
El informe de la Procuraduría General de la Nación se pregunta con razón ¿Cuáles
son las condiciones de vida de una alta proporción de los jóvenes que se encuentran en
conflicto con la ley en Colombia? Y al tratar de buscar una respuesta, nada fácil por
demás, señala cómo según las publicaciones hechas por la OMS se han identificado diez
determinantes sociales en el campo de la salud: nivel socioeconómico, fuentes de estrés,
vivencias infantiles, exclusión social, condiciones del empleo, desempleo, redes sociales,
adicciones, alimentación y transporte. En la revisión que la investigación de la
Procuraduría realizó en las historias de muchos de los jóvenes infractores, se puede ver
como todos los factores determinantes establecidos resultan totalmente adversos para
ellos, generando un perfecto caldo de cultivo para la incursión en actividades delictivas
(Álvarez-Correa et al. 2009, p. 49).
De acuerdo con este informe, las conductas destructivas tienen relación con las
múltiples carencias en los contextos de socialización en los cuáles viven las y los
adolescentes. Se requiere de familias capaces de cuidarlos, brindarles oportunidades,
confianza y estabilidad, que les permita orientar los sentimientos como la rabia, la ira, la
indignación , dentro de límites dados en forma firme pero amorosa, en su proceso de
socialización.
Y más adelante señala: “Hoy por hoy, el fenómeno de la institucionalización de los
niños a edades muy tempranas es una constante, especialmente en aquellos hogares en
los que por condiciones de pobreza, abandono de parte de la figura masculina o máxima
vulnerabilidad, la madre se convierte en proveedora teniendo que salir a trabajar,
delegando el cuidado de los hijos a personas que vienen a convertirse en figuras
transitorias para los niños (nodriza, madres comunitarias)”.
Cerca al 28% de los jóvenes judicializados por delitos mayores refieren que la
familia es mono parental, siendo la madre la cabeza de hogar en la mayoría de sus casos
(Álvarez-Correa, 2008). Mujeres jefas de hogar quienes han tenido que asumir dobles y
triples jornadas y quienes deben cumplir los roles de proveedora económica, de madre, y
de abuela-madre, en muchas ocasiones.
Como se evidencia no existen condiciones que protejan la estructura familiar, con los
índices de desnutrición, la ausencia de condiciones de vivienda digna, la falta de acceso,
permanencia y calidad de la educación, el desempleo, la pobreza, el desplazamiento
forzado, la amenaza de los grupos al margen de la ley, es muy difícil exigirle a la familia el
total cumplimiento a la responsabilidad que en ella reposa como es acompañar y orientar
los procesos de formación de sus hijos e hijas.
Por último quisiéramos agregar una consideración de orden más general. El sistema
económico en el cual vivimos produce consumidores, para los cuales todo vale. Cómo lo
señalaba recientemente el psicoanalista Guillermo Carvajal “vivimos en sociedades que
constantemente excitan para vender miedo, sexualidad, violencia” y agrega “...un
adolescente excitado con bajo nivel de frustración, produce acciones desbordadas”.
En este contexto el adolescente, el joven se convierten en una persona vulnerable frente
a una carrera delictiva, ya desescolarizado o con grandes dificultades para adaptarse a un
medio escolar, que en ocasiones no encuentra ni atractivo, ni relevante. Problemas como
el reclutamiento por parte de ejércitos irregulares, muertes violentas, ratifican la
condición de víctimas de adolescentes y jóvenes en Colombia,Es fundamental entonces,
como lo recomienda el informe citado, que los jueces y los distintos funcionarios de la
jurisdicción de responsabilidad penal conozcan en detalle las particularidades y
características de los y las adolescentes, jóvenes y del SRPA , para establecer
sanciones cuyo carácter pedagógico, especifico y diferenciado, se conviertan en una
oportunidad de vida para las y los jóvenes que se encuentran en conflicto con la ley.
3. Fundamentos y propósitos del derecho penal y de la pena. El SRPA y la necesidad de un tratamiento diferenciado para las conductas punibles en que incurran los y las adolescentes
Fundamento y propósito del Derecho Penal en un Estado Social y Democrático de Derecho
El maestro Alfonso Reyes Echandía, muerto de manera lamentable en los oscuros
hechos del Palacio de Justicia en 1985, señala en su obra de Derecho Penal que “La justicia
penal, común hoy a todos los pueblos civilizados, es la resultante de una larga y penosa
evolución de los sentimientos, creencias, costumbres, instituciones y leyes de la sociedad
frente al fenómeno del delito”. (Reyes, 1987: 11).
Siguiendo la exposición de Reyes, vemos como la humanidad ha recorrido un largo
camino histórico desde las épocas primitivas en las que no existía un derecho penal
propiamente tal sino un conjunto de conductas que se consideraban lesivas del individuo,
del grupo o de la divinidad y frente a las cuales se reaccionaba con violencia. “Los
conceptos de delito y pecado se confundían (…) por eso el infractor debía expiar su falta
con un castigo cruento”.
El iluminismo del Siglo XVIII trajo consigo un avance en la búsqueda de la dignidad
humana, la crueldad del castigo fue cediendo a la moderación y por primera vez se habló
de ofrecer garantías al reo de manera tal que tuviera oportunidad de defenderse. Cesare
Beccaria, con su obra “De los delitos y de las penas”, sintetizó muy bien estos principios y
señaló cómo resulta mejor prevenir los delitos que castigarlos, pero en el evento en que
éstos se cometan la pena debe tener un doble objetivo: impedir que el reo cometa nuevos
delitos (prevención especial) y evitar que los demás imiten su conducta (prevención
general).
Los proyectos de ley que buscan reformar el SRPA y endurecer el tratamiento
penal de los jóvenes infractores coinciden en reconocer la existencia de estas dos
finalidades del derecho penal y de la pena, y en uno de ellos9 señala que “un adecuado
9 Proyecto de Ley 153 de 2010 “Por medio del cual se modifica el Libro Segundo, Título I, del Código de la Infancia y Adolescencia – Ley 1098 de 2006 y se dictan otras disposiciones”, de
sistema de política criminal, debe orientar la función preventiva de la pena con arreglo a
los principios de protección de bienes jurídicos, de proporcionalidad y de culpabilidad. Por
lo que la Constitución conduce a un derecho penal llamado a desempeñar, dados unos
presupuestos de garantía de los derechos del procesado y del sindicado, una función de
prevención general, sin perjuicio de la función de prevención especial. La función de la
pena debe examinarse en el momento estático de su descripción legislativa y en el
dinámico de su efectiva aplicación. En el primero, la pena cumple una función preventiva
(para que los asociados se abstengan de realizar el comportamiento delictivo so pena de
incurrir en la imposición de sanciones); mientras en la segunda, la potestad punitiva del
Estado se hace presente mediante la imposición de la pena en concreto, con la represión
que implica castigar efectivamente, con el rigor requerido, [los] delitos (…)”.
Dicho sea de paso, el texto citado entre comillas, tomado de la exposición de
motivos del proyecto de ley 153 “Por medio de la cual se modifica el Libro Segundo, Título
I del Código de Infancia y Adolescencia – Ley 1098 de 2006 y se dictan otras
disposiciones”, a su vez está tomado de la exposición de motivos del proyecto de
referendo de prisión perpetua para violadores de niños y niñas. De manera paradójica,
argumentos que sirven de sustento a una norma inspirada en la protección de la libertad y
el pudor sexual de los niños y niñas, termina sirviendo de fundamento al propósito de
aumentar las penas y en general a endurecer el régimen penal al cual están sometidos las
y los adolescentes que cometen delitos. Dos normas con finalidades tan distintas pero
emparentadas en la fe absoluta en que la severidad de las penas será capaz de reducir el
número de delitos que se cometen.
Como se señala en el párrafo anterior, el propósito de los proyectos en comento
apunta en la dirección de fortalecer la capacidad disuasiva de las penas, que se
incrementan sustancialmente en relación con una serie de delitos que se consideran de
mayor gravedad. La lógica parece simple: mayores penas servirán como disuasivos para la
comisión de los delitos. En un clima de opinión como el que existe en la actualidad y al
autoría de la H.S. Gilma Jiménez
cual se hizo alusión en acápite anterior, muchos podrían compartir los propósitos de dicha
iniciativa. ¿De dónde surgen entonces mis preocupaciones frente a la misma?
Fundamentalmente de dos fuentes:
En primer lugar, por cuanto buscan modificar el llamado Código de la Infancia y de
la adolescencia, contenido en la Ley 1098 de 2006, norma aprobada quince años después
de entrar en vigencia la Constitución Política de 1991 que estableció claramente la
prevalencia de los derechos de los niños, niñas y adolescentes, y que logró concretar una
iniciativa que se había visto frustrada en tres ocasiones en las cuales naufragaron
proyectos de norma que no se convirtieron en Ley. Preocupa entonces que a menos de
cuatro años de entrada en vigencia de una Ley tan importante, y que hace tan solo unos
meses entró a operar plenamente en lo relativo al SRPA, se piense en introducir
modificaciones sustanciales a una disposición que es fruto del trabajo mancomunado de
expertos en el cuidado y protección de niños y adolescentes, que trabajaron bajo el
liderazgo de UNICEF y de la Alianza por la niñez Colombiana, que desarrollaron a través de
la iniciativa no solo los principios contenidos en la Carta Política sino las disposiciones
contenidas en Acuerdos Internacionales sobre protección de los derechos humanos, y en
particular los relativos a este grupo tan importante de población.
Para comprender el verdadero sentido del SRPA, conviene recordar que el mismo
buscó desarrollar los principios que sobre la materia dejó sentados la Corte Constitucional
al revisar el bloque de constitucionalidad que enmarca los derechos de los niños, las niñas
y los adolescentes. En este sentido, la Corte Constitucional en la sentencia C-203 de 2005
dispuso que los menores de 18 años y mayores de 12 son responsables penalmente de
acuerdo con los tratados internacionales de derechos humanos (Pacto de Derechos Civiles
y Políticos y Convención de los Derechos del Niño) y que por lo tanto el proceso que les
investigue, que les acuse y que les juzgue debe ser un proceso con reglas especiales, un
proceso pedagógico y un proceso específico y especializado dada la perspectiva
diferencial que el Estado debe asegurar cuando se trate de personas menores de 18
años.
Como señala el gran tratadista de derecho penal Santiago Mir Puig (1982: 76), “El
planteamiento democrático no solo debe servir a la mayoría, sino también respetar y
atender a toda minoría y a todo ciudadano, en la medida en que ello sea compatible con
la paz social. Desde esta perspectiva el derecho penal no solo debe defender de los
delincuentes a la mayoría, sino que ha de respetar la dignidad del delincuente e intentar
ofrecerle alternativas a su comportamiento criminal. Lo primero impide la imposición de
penas incompatibles con la sensibilidad de nuestro momento histórico (…) lo segundo
obliga a ofrecer al condenado posibilidades para su resocialización y reinserción social”.
Los principios, reglas y propósitos del SRPA fueron adoptados luego de largos y
concienzudos debates al interior de la academia, las entidades públicas y privadas con
responsabilidad en la promoción y protección de los derechos de la infancia y la
adolescencia, los entes gubernamentales con responsabilidad en este campo, las agencias
internacionales y, claro está, el propio Congreso de la República10. Cuando se adoptaron
sus disposiciones el país ya había tenido que enfrentar situaciones muy graves en el
campo de las conductas delictivas en que incurren los adolescentes, como lo fueron los
magnicidios de los años 80s y otros homicidios cometidos por adolescentes sicarios. No
obstante la gravedad de tales hechos, la incertidumbre que los mismos generan y el
natural rechazo que producen tales conductas, la sociedad tuvo el buen juicio de diseñar
una política criminal en relación con los adolescentes que recoge los conocimientos que la
investigación han arrojado sobre la capacidad de discernimiento que tiene esta población,
sobre las especiales circunstancias de vulnerabilidad que justifican una especial protección
a ella debida por parte de la familia, la sociedad y el Estado.
Surge entonces la pregunta obvia ¿qué cambios han sucedido de excepcional
naturaleza, que justifiquen la radical modificación de dicha política? ¿Qué conocimientos
10 Fueron ponentes en el Senado los H.Ss. HECTOR HELI ROJAS, MARIA ISABEL CRUZ, CLAUDIA BLUM, GERMAN VARGAS LLERAS, JUAN FERNANDO CRISTO. Fueron ponentes en la Cámara de Representantes los H.Rs. WILLIAM VELEZ, CARLOS ARTURO PIEDRAHITA, JESUS GARCIA, ROSMERY MARTINEZ, NANCY PATRICIA GUTIERREZ. Actuaron como miembros de las Comisiones de Conciliación, por el Senado los H.Ss. HECTOR HELI ROJAS, GERMAN VARGAS LLERAS, GINA PARODI, CIRO RAMIREZ PINZON DILIAN FRANCISCA TORO; y por la Cámara de Representantes, los H.Rs. WILLIAM VELEZ, TARQUINO PACHECO, JUAN HERNANDEZ, GERMAN NAVAS TALERO, CARLOS ARTURO PIEDRAHITA.
nuevos se encuentran disponibles que hagan aconsejable desvirtuar en la práctica,
aunque se le haga un homenaje en las palabras, un sistema que consagra el tratamiento
diferencial a favor de los adolescentes que incurren en conductas consagradas como
punibles en el ordenamiento jurídico?
Lo que sí ha cambiado, y esto es algo en lo que todos, las familias, las iglesias, el
sistema educativo, las empresas, las distintas organizaciones de la sociedad civil, los
partidos políticos, las autoridades de policía y en general las autoridades públicas tenemos
una gran dosis de responsabilidad: Le hemos permitido a las organizaciones criminales
que se apoderen de nuestros y nuestras adolescentes a través de la instrumentalización
que las mismas hacen de los menores de edad para la participación en las redes de
criminalidad que aquéllas operan y sobre las cuales he hecho ya algunas consideraciones
en anterior apartado.
Funcionamiento del SRPA. ¿Será posible lograr así la resocialización de l@s adolescentes que infringen la ley penal?
Hechas las anteriores consideraciones, debemos ahora ocuparnos de la manera
como ha venido operando entre nosotros el Sistema de Responsabilidad Penal para
Adolescentes. Y como es fácil anticipar, nuestro argumento apunta en la dirección de
señalar que del cabal funcionamiento del Sistema depende, en buena medida, que los
propósitos pedagógicos y resocializadores que el contempla, en armonía con los principios
en materia de derecho de responsabilidad penal y de la sanción, en un Estado Social y
Democrático de Derecho como el que aspiramos a consolidar entre nosotros.
Como cualquier sistema, el reto principal del SRPA es el de funcionar
articuladamente, cumpliendo cada entidad con sus responsabilidades propias y actuando
armónicamente para garantizar los fines que justifican su existencia. Y cabe detenerse un
momento para respondernos, ¿cuál es el fundamento del tratamiento diferenciado que
las Convenciones y Pactos Internacionales, la Constitución Política y el propio Código de la
Infancia y la Adolescencia establecen en relación con los menores de edad que están en
conflicto con la ley ?
Según se puede apreciar en la Tabla 1, el SRPA está integrado por distintas
instituciones públicas que hacen parte de dos procesos paralelos y complementarios, un
proceso judicial y uno de restablecimiento de derechos que confluyen en el propósito de
garantizar, como establece el artículo 19 del Código de la Infancia y la Adolescencia, que
“Los niños, las niñas y los adolescentes que hayan cometido una infracción a la ley tienen
derecho a la rehabilitación y resocialización, mediante planes y programas garantizados
por el Estado e implementados por las instituciones y organizaciones que este determine
en desarrollo de las correspondientes políticas públicas”.
Hacer una evaluación sobre la manera como cada una de las diecisiete entidades
que hacen parte del SRPA han cumplido con sus obligaciones en relación con el mismo
está más allá del alcance de esta ponencia. Quien tenga interés en ahondar en el tema
puede encontrar de interés los argumentos expuestos y las conclusiones derivadas del
debate de control político que sobre este tema hicimos en la Comisión 7 de la Cámara de
Representantes, cuyo video se encuentra disponible en la dirección
web http://bit.ly/d4tPiO, y cuyo texto que sirvió de soporte pueden verlo completo
en http://scr.bi/aoC72H. Lo que sí debemos señalar sin ambages es que el debate
realizado nos permitió concluir que existe un gran vacío en la organización del SRPA.
Diecisiete entidades participan, y en esta ponencia sólo hemos tenido oportunidad de
ocuparnos de aquellas que cumplen papeles preponderantes dentro del mismo.
Pero qué estará pasando con el Ministerio de Educación, con el de Cultura, con el
Ministerio de Protección Social y con las entidades territoriales a quienes también
corresponden importantes responsabilidades en la garantía de los derechos de los niños,
niñas y adolescentes y en el logro de los propósitos reeducativos, pedagógicos y
resocializadores que inspiran al sistema. Creo que será necesario hacer nuevos debates
para escuchar a estas entidades y para seguir avanzando en la búsqueda de un verdadero
sistema en materia de responsabilidad penal de adolescentes, uno que sea mucho más
que la simple suma de sus partes y se constituya en garante de derechos.
Uno de los informes más serio y completo sobre la operación del SRPA se
encuentra contenido en un documento de evaluación del Código de Infancia y
Adolescencia, elaborado por la organización Alianza por la Niñez y cuya preparación
estuvo a cargo de las expertas María Eugenia Gómez y Beatriz Linares (2010). Este trabajo
incluyó la realización de entrevistas en profundidad y talleres de trabajo con las distintas
personas y autoridades involucradas en la aplicación de las disposiciones contenidas en el
SRPA en distintas municipios de Colombia. Este trabajo de evaluación destaca las
siguientes conclusiones:
1. “La aplicación de este libro no ha alcanzado los avances pertinentes que dieron
lugar al cambio de modelo tutelar a un sistema de responsabilidad penal (…) resulta claro
que su espíritu y filosofía [del SRPA], a la fecha, no han sido comprendidos”
2. “Quienes ejecutan el sistema de responsabilidad penal juvenil, no fueron
preparados para cumplir el mandato constitucional de que cuando se trata de regular
materias que directa o indirectamente afecten los derechos superiores de personas
menores de 18 años, dichas leyes, incluida la ley penal no pueden ser aplicadas de manera
aislada y sin concordarlas con el marco legal internacional y nacional sobre protección
integral a la niñez”.
Estas conclusiones resultan enteramente compatibles con las alcanzadas por un
equipo de funcionarios de la Procuraduría General de la Nación, quienes en un reciente
trabajo de evaluación sobre el funcionamiento del SRPA anotaban que a más de 3 años de
expedido el Código de Infancia y Adolescencia y de la instalación del Sistema Penal para
adolescentes (…) “se encuentran preocupantes falencias tales como la insuficiente
capacitación en calidad y duración de sus operadores, ausencia de acuerdos en criterios
ante la imposición de sanciones por parte de los jueces, ajustes poco significativos en las
propuestas terapéuticas por parte de las instituciones contratadas a ese efecto por el
ICBF”
Y va más allá la Procuraduría en su informe al señalar con claridad en donde se
encuentran las fallas más protuberantes en la aplicación del Sistema: “Los adolescentes
infractores de la ley penal requieren la llamada protección especial, siendo la Defensoría
de familia la encargada de llevar a cabo dicha medida. No obstante, en la práctica no se ha
encontrado claridad sobre la manera de cómo se debe llevar a cabo, dado que es una
figura jurídica especial en nuestra legislación. La situación de la medida implica el estudio
de la situación familiar, económica, social, psicológica y cultural del adolescente y solicita
la presentación del informe en la audiencia. Sin embargo los equipos de la Defensoría no
cuentan con elementos conceptuales y técnicos de evaluación.”
Podemos señalar entonces que las fallas en el funcionamiento del SRPA no se
derivan de las normas que lo consagran y regulan, ni en aquellas que lo reglamentan. Los
importantes planteamientos que hemos escuchado a lo largo del texto nos permiten
señalar, más allá de toda duda razonable, que las fallas que se puedan presentar en
relación con el Sistema no tienen origen en sus fundamentos; ni en sus propósitos; ni en
las reglas específicas que lo consagran.
A pesar del reconocimiento expreso que quiero hacer de todas las entidades que
hacen parte del SRPA, de los esfuerzos que ellas han hecho para cumplir con sus
importantes responsabilidades, creo que no podemos llegar a conclusión distinta a que las
fallas que existen, y que contribuyen a crear una cierta sensación de impunidad en este
campo, surgen más bien de la falta de capacidad de los actores del sistema para
garantizar su debida implementación de manera coordinada y articulada, de la falta de
voluntad política en algunas de éstas, para poner en juego todas las estrategias,
programas y actividades que el mismo demanda.
Tabla 1
La policía de Infancia y Adolescencia
Los fiscales delegados ante los jueces para
adolescentes
Los jueces de control de garantías y los jueces de
conocimiento
Los magistrados de tribunales superiores de
distrito judicial
Los Defensores públicos de la Defensoría del Pueblo o
los apoderados particulares
Los procuradores judiciales de la Procuraduría General
de la Nación
Los defensores de familia o en su falta los Comisarios
de Familia
El Instituto Colombiano de Bienestar Familiar
como ente coordinador del sistema
Las entidades territoriales que deben disponer de lugares especiales para
conducir a adolescentes en flagrancia
LAS Y LOS ADOLESCENTES
Fuente: Beatriz Linares-Alianza por la niñez
En este orden de ideas, en lo que resta del presente acápite concentraremos
nuestra mirada en el papel que debe cumplir el Instituto Colombiano de Bienestar
Familiar, entidad que se encuentra a la cabeza del Sistema de Responsabilidad Penal para
Adolescentes. El ICBF, una institución querida por todos los colombian@s, la cual tuvo
desde sus orígenes en la Ley 75 de 1968, la denominada Ley Cecilia en honor de Doña
Cecilia de la Fuente de Lleras, esposa del entonces Presidente de la República, y quien
jugó un papel tan importante en la adopción de un esquema institucionalizado para la
protección de los niños, niñas y adolescentes centrado en dos situaciones que,
lamentablemente, aún permanecen con fuerza entre nosotros: en primer lugar, lo que
entonces se denominaban “situaciones irregulares” en que podrían encontrarse miembros
de este grupo de población frente a los cuales el Estado debería tomar medidas para
“regularizarlas” se pasaron las funciones de la antigua División de menores del Ministerio
de Justicia al nuevo Instituto, y de otro lado, la grave situación de desnutrición que afecta
a amplios sectores de la población infantil de nuestro país, en consecuencia se incorporó
al ICBF el Instituto Nacional de Nutrición, tema de una gran relevancia sobre la cual habrá
que hacer un día un serio debate.
Todo niño, niña o adolescente que haya cometido una infracción penal tiene
derecho a la rehabilitación y resocialización mediante programas de atención
especializados y garantizados por el Estado (art.19 Código de Infancia y Adolescencia), en
cabeza del ICBF y bajo los lineamientos técnicos por éste diseñados. Esta medida debe
cumplir con la finalidad tanto en el proceso como en la sanción establecida por el SRPA en
su carácter pedagógico, específico y diferenciado conforme a la protección integral.
Dado lo anterior, en todas las actuaciones del proceso penal - indagación,
investigación y juicio - que se adelante contra los jóvenes infractores, son los defensores
de Familia del ICBF quienes tienen la competencia de garantizar los derechos de los
adolescentes. Por tanto, todos y cada uno de los defensores y defensoras de familia
deben realizar diligente y responsablemente su tarea en su condición de profesionales
especializados, conocedores no sólo de derecho penal, de infancia y familia, sino también
de las normas internas e internacionales relativas a derechos humanos para ser realmente
garantes de derechos de los jóvenes infractores de la ley penal, y en muchísimos casos
esta obligación no se cumple o se cumple de manera deficiente, como lo hemos mostrado.
Del mismo modo, si el ICBF cumpliera a través de los equipos psicosociales
especializados de la defensoría de Familia, de las organizaciones sociales que operan los
modelos de “resocialización de los adolescentes” con los análisis individualizados de las
condiciones psicológicas, familiares, sociales y económicas bajo los conceptos consagrados
en el Código de Infancia y Adolescencia, se lograría un mayor conocimiento de la
verdadera situación del joven y se tendrían mayores elementos para ponderar la sanción.
Podríamos afirmar sin temor a equivocarnos, que en muchos casos se mantiene, el sesgo
del anterior código del menor, es decir un “menor en situación irregular”.
A manera de conclusiones
Corresponde ahora esbozar algunas de las conclusiones que se desprenden de los
argumentos que aquí se han expuesto:
1. Creo que es necesario señalar con toda claridad que en este momento no sería
razonable, ni conveniente, pensar en llevar a cabo una modificación en el SRPA. El
país está cansado de los bandazos en la política criminal: del incremento de penas
– como en el caso del delito de secuestro - a la rebaja por colaboración – como en
el modelo de justicia transicional de la Ley de Justicia y Paz - y el principio de
oportunidad, elemento central del sistema penal acusatorio hoy vigente.
2. Si no somos cuidadosos al definir la política criminal del Estado, y en particular en
lo que tiene que ver con un SRPA, podemos terminar abandonando la
resocialización como objetivo del mismo, reemplazándola por el daño infligido al
delincuente como “justa retribución” a su conducta y como mecanismo de
“protección de la sociedad” frente al peligro que representan los delincuentes
juveniles y, por extensión prejuiciosa, todos los adolescentes de nuestras ciudades
y en particular los que habitan las zonas más pobres de las mismas. Podríamos
estar reemplazando políticas de protección integral para jóvenes por una política
de seguridad frente a ellos que termina criminalizándolos. Lo que necesitamos es
MÁS POLÍTICA SOCIAL Y MEJOR JUSTICIA JUVENIL.
3. Quizás sean necesarias algunas modificaciones en el Código de la Infancia y la
Adolescencia para señalar, con mayor claridad, el papel de articulador del SRPA
que dada su experticia, su fortaleza institucional y su legitimidad, le corresponde
cumplir al ICBF, lo cual no implica alterar la naturaleza garante del SRPA.
4. La pregunta que cabe tener en mente y que debe quedar rondando en nuestras
mentes como resultado del mismo: ¿hasta qué punto hay que criminalizar, juzgar y
satanizar a los jóvenes, que en últimas han sido víctimas de nuestro olvido y ahora
queremos que paguen ese descuido? Como dice nuestro Nobel García Márquez:
¨Nos hemos desgastado luchando contra los síntomas, mientras las causas se
eternizan. Nuestra educación conformista y represiva parece concebida para que
los niños se adapten por la fuerza a un país que no fue pensado para ellos, en lugar
de poner el país al alcance de ellos para que lo transformen y engrandezcan¨.
5. Y quisiera terminar esta intervención diciendo, es hora de que todos y cada uno de
nosotros hagamos un mea culpa, y reconocer que les hemos fallado a nuestros
niños, niñas y adolescentes. No hemos sido capaces de proteger sus derechos. No
hemos sido capaces de ofrecerles acceso a una educación de calidad, con
pertinencia, que los forme para convertirse en seres capaces de producir, de
contribuir al bienestar de nuestra sociedad, y capaces también de definir su propio
proyecto de vida; capaces de valorar, respetar y hacer respetar su cuerpo, su
sexualidad, su sensibilidad y su capacidad para la creación artística, para el arte,
para la rebeldía transformadora.
Como señalaba la voz de América, Mercedes Sosa, en una entrevista concedida al
regreso a su patria después de un largo exilio “... queremos a nuestros jóvenes no
sólo para acunarlos, para abrazarlos y expresarles lo mucho que los queremos, por
encima de todo los queremos para que sean libres, para que vivan en libertad”.
“Como un pájaro libre de libre vuelo,
Como un pájaro libre así te quiero […]
[…] No hay que andar tras la vida como un mendigo.
El mundo está en ti mismo, debes cambiarlo
Cada vez el camino es menos largo”
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