adolescentes que se auto inflingen heridas

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Adolescentes que se auto inflingen heridas: Una propuesta explicativa (Zamorano et al., 2008) Este artículo busca entender el problema bajo la perspectiva sistémico constructivista. Para los adolescentes, el herirse cumpliría una función afectiva diferente a la del suicidio. Se puede explicar como un problema en la definición del sí mismo: Como el “yo” surge a través del lenguaje, el sí mismo está unido a la vida social. Es en la familia donde se busca la identidad. El problema es cuando en la convivencia hay contradicción emocional respecto a la construcción de la identidad, cuya configuración lleva a los padres a cuestionar sus propios sí mismos. No sólo cambia el adolescente, su familia también. Así, es frecuente que afuera de este contexto no sientan frustración, angustia o pena por verse a sí mismos, como sí les pasa adentro. El herirse sería resultado de su participación en la historia de lenguaje con otros. Tal acción constituye una “palabra” cuyo análisis tiene dos miradas: como significación (lo que él interpreta y siente) y como enlace (la naturaleza de su relación con el mundo). La necesidad de hacer calzar las premisas de los padres con las necesidades emocionales del hijo: expectativas de los padres vs. identidad del adolescente. En estas familias es escasa la posibilidad de negociar la flexibilidad en los supuestos parentales y de dialogar, generándose una vinculación extrema: predomina una realidad relacional dura, donde las visiones divergentes respecto a la conducta y los motivos son defendidas con una pretensión intransigente de objetividad y verdad. El sistema emocional vivenciado es de todo o nada, la exigencia es alta, se valora el control emocional, no actuar impulsivamente, tener buenos argumentos, no herir a los demás y se cuestiona la expresión de la rabia. Cuando el hijo se distancia o se muestra rabioso, los padres lo interpretan como que los ha dejado de querer, produciéndole pena y culpa. El adolescente queda sin salida: si hace lo que quiere a pesar de la desaprobación de los padres, siente culpa por

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Page 1: Adolescentes Que Se Auto Inflingen Heridas

Adolescentes que se auto inflingen heridas: Una propuesta explicativa (Zamorano et al., 2008)

Este artículo busca entender el problema bajo la perspectiva sistémico constructivista.Para los adolescentes, el herirse cumpliría una función afectiva diferente a la del suicidio. Se puede explicar como un problema en la definición del sí mismo: Como el “yo” surge a través del lenguaje, el sí mismo está unido a la vida social. Es en la familia donde se busca la identidad. El problema es cuando en la convivencia hay contradicción emocional respecto a la construcción de la identidad, cuya configuración lleva a los padres a cuestionar sus propios sí mismos. No sólo cambia el adolescente, su familia también. Así, es frecuente que afuera de este contexto no sientan frustración, angustia o pena por verse a sí mismos, como sí les pasa adentro. El herirse sería resultado de su participación en la historia de lenguaje con otros. Tal acción constituye una “palabra” cuyo análisis tiene dos miradas: como significación (lo que él interpreta y siente) y como enlace (la naturaleza de su relación con el mundo). La necesidad de hacer calzar las premisas de los padres con las necesidades emocionales del hijo: expectativas de los padres vs. identidad del adolescente. En estas familias es escasa la posibilidad de negociar la flexibilidad en los supuestos parentales y de dialogar, generándose una vinculación extrema: predomina una realidad relacional dura, donde las visiones divergentes respecto a la conducta y los motivos son defendidas con una pretensión intransigente de objetividad y verdad. El sistema emocional vivenciado es de todo o nada, la exigencia es alta, se valora el control emocional, no actuar impulsivamente, tener buenos argumentos, no herir a los demás y se cuestiona la expresión de la rabia. Cuando el hijo se distancia o se muestra rabioso, los padres lo interpretan como que los ha dejado de querer, produciéndole pena y culpa. El adolescente queda sin salida: si hace lo que quiere a pesar de la desaprobación de los padres, siente culpa por hacerlos sufrir. Si hace lo que esperan, siente frustración, rabia e incomprensión.Esto se llamaría entrampe doble vincular: el adolescente se siente entrampado en una relación en la cual siente que algún aspecto central de su identidad no se ajusta a las expectativas, creencias o deseos familiares, mientras le es vital ser validado por sus padres. Entonces, el hijo puede: 1- intentar ser como es esperado, fracasando, lo que genera una angustia que necesitará instalarla en el cuerpo para descansar de la tensión interna. Aprende a callar, recurriendo a la autoflagelación para descargar las emociones que no pueden expresar: “No logro ser quien debo ser”. 2- Intentar negociar su identidad, reaccionando la familia con un pseudo acuerdo, generando un contexto de resignación vivido por el adolescente como si estuviera haciendo daño. Intenta cambiar el clima emocional y, al no lograrlo, se le confirma que no le hace bien a su familia. Así, sólo le queda la sumisión total, o seguir peleando hasta pasar los límites del respeto y llegar a un clinch maligno: especie de empate en un conflicto abierto entre él y alguno de los padres. Esta confrontación termina con la sensación del adolescente de causar daño y no lograr expresarse bien emocionalmente. Así, aprende a desahogarse fuera del contexto familiar (drogas, relaciones de pareja pegajosas, etc.) logrando un equilibrio inestable: me controlo en casa, me expreso afuera: “No logro ser aceptado en mi ser” En tal situación, ¿por qué no intentan suicidarse? Por no querer dañar a los padres. No desean morir, sólo quieren descansar de la rabia, pena o impotencia. Los cortes, por ejemplo, tienen sentido al cambiar el nivel del dolor: del espacio psíquico al corporal, lo

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que permite lidiar con un dolor visible que relaja y otorga una pausa en la lucha del parlamento interno.Se finaliza con cinco historias de adolescentes en esta situación. Algunas premisas que operan en sus familias son: “esconder los sentimientos para no dañar al resto”; “Control y autoexigencia”; “Reciprocidad”. Se observan patrones: climas emocionales tensos, pérdidas, no demostración afectiva, no reconocimiento ni validación, culpa, ambivalencia, maltrato, falta de identidad, etc. Terapéuticamente, se trabaja sobre la significación de comportamientos y actitudes, sobre el crecimiento de los hijos y la necesidad de diferenciación y búsqueda personal fuera de la familia, esperable en la adolescencia, y el rol de los padres. También sobre las altas expectativas, y sobre la autonomía y necesidad de espacio de los hijos, donde puedan expresar emociones y opiniones.