afición - fredric brown

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AFICIÓN Fredric Brown - He oído un rumor - comentó Sangstrom -, relativo a que usted... - volvió la cabeza y miró a todos los lados para estar completamente seguro de que él y el droguero estaban solos en la farmacia. El droguero era un hombrecillo con aspecto de gnomo, su edad podía ser cualquiera entre los cincuenta y los cien años. Estaban solos; pero, de todos modos, Sangstrom bajó la voz -: relativo a que usted tiene un veneno que no deja rastro alguno. El droguero asintió. Salió del mostrador, cerró la puerta principal y se dirigió a una puerta en la parte posterior. - Estaba a punto de tomar mi café - explicó - Acompáñeme a tomar una taza. Sangstrom le siguió a un cuarto en la parte posterior, cubierto por estantes de botellas, desde el piso hasta el techo. El droguero enchufó una cafetera eléctrica, trajo dos tazas y las depositó en una mesa que tenía una silla a cada lado. Indicó una a Sangstrom y él tomó asiento en la otra. - Bien - señaló -, dígame, ¿a quién desea matar y por qué? - Eso no importa. ¿No es suficiente que le pague por...? El droguero le interrumpió levantando una mano. - Sí, importa. Debo estar convencido de que usted merece lo que puedo darle. De otro modo... - se encogió de hombros. - Muy bien - aceptó Sangstrom. - Se trata de mi mujer. El porqué... - Empezó la larga historia. Antes de llegar al final, la cafetera terminó su tarea y el droguero interrumpió brevemente la historia, para servir el café. Sangstrom concluyó su narración.

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Indiscutible maestro de la ciencia ficción, misterio, suspense, y la narrativa policial, Fredric Brown ha escrito sin fin de cuentos cortos, relatos y novelas, de buen sabor y cargados de situaciones. Es innegable su dominio en las palabras a la hora de escribir en cada página sólo lo necesario, y dar al lector de qué hablar o pensar con sus finales irónicamente singulares a la par que bien logrados. Aunque el presente cuento recuerda en demasía a "El Cazador" de John Collier, rebosa del genio de éste gran autor.

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  • AFICIN

    Fredric Brown

    - He odo un rumor - coment Sangstrom -, relativo a que usted... - volvi la

    cabeza y mir a todos los lados para estar completamente seguro de que l y el

    droguero estaban solos en la farmacia. El droguero era un hombrecillo con

    aspecto de gnomo, su edad poda ser cualquiera entre los cincuenta y los cien

    aos. Estaban solos; pero, de todos modos, Sangstrom baj la voz -: relativo a

    que usted tiene un veneno que no deja rastro alguno.

    El droguero asinti. Sali del mostrador, cerr la puerta principal y se dirigi a una

    puerta en la parte posterior.

    - Estaba a punto de tomar mi caf - explic - Acompeme a tomar una taza.

    Sangstrom le sigui a un cuarto en la parte posterior, cubierto por estantes de

    botellas, desde el piso hasta el techo. El droguero enchuf una cafetera elctrica,

    trajo dos tazas y las deposit en una mesa que tena una silla a cada lado. Indic

    una a Sangstrom y l tom asiento en la otra.

    - Bien - seal -, dgame, a quin desea matar y por qu?

    - Eso no importa. No es suficiente que le pague por...?

    El droguero le interrumpi levantando una mano.

    - S, importa. Debo estar convencido de que usted merece lo que puedo darle. De

    otro modo... - se encogi de hombros.

    - Muy bien - acept Sangstrom. - Se trata de mi mujer. El porqu... - Empez la

    larga historia. Antes de llegar al final, la cafetera termin su tarea y el droguero

    interrumpi brevemente la historia, para servir el caf. Sangstrom concluy su

    narracin.

  • - S - asinti el pequeo droguero -, ocasionalmente proporciono un veneno que

    no deja rastro. Lo hago sin coste alguno, si creo que el caso lo requiere. He

    ayudado a muchos asesinos.

    - Bien - urgi Sangstrom -, dmelo entonces, por favor.

    - Ya lo he hecho - sonri el droguero -. Para cuando el caf estuvo listo, ya haba

    decidido que usted lo mereca. Como le dije, es sin cargo alguno. Pero el antdoto

    tiene un precio.

    Sangstrom palideci y tom sus precauciones, no contra las palabras que

    pronunciara el droguero sino contra la posibilidad de una traicin o alguna forma

    de chantaje. Sac una pistola de su bolsillo.

    El droguero ri quedamente.

    - No se atrever a usar eso. Podra encontrar el antdoto - seal los estantes -

    entre tantos millares de botellas? O quiz encontrara un veneno ms rpido y

    virulento? Si cree que estoy fanfarroneando, que no est realmente envenenado,

    dispare entonces. Sabr la respuesta dentro de tres horas, cuando el veneno

    empiece a hacer su efecto.

    - Cunto por el antdoto? - gimi Sangstrom.

    - Un precio razonable. Mil dlares. Despus de todo, hay que vivir. Aunque sea un

    aficionado a evitar asesinatos, no hay razn para no sacar una pequea ganancia

    de ello, no cree?

    Sangstrom gru y baj la pistola, pero la dej al alcance de la mano, mientras

    sacaba la cartera. Quiz despus de conseguir el antdoto podra usarla. Cont mil

    dlares en billetes de cien y los puso sobre la mesa.

    El droguero no hizo ningn movimiento para cogerlos.

    - Otra cosa, para seguridad de su esposa y ma. Escribir una confesin de sus

    intenciones: de sus iniciales intenciones de asesinar a su esposa. Entonces me

    esperar hasta que yo haya regresado de envirsela por correo a un amigo que

    trabaja en el Departamento de Homicidios. El la conservar como evidencia, para

  • el caso de que alguna vez decida matar a su esposa. O a m. Cuando est el

    documento en el correo, me sentir seguro y podr regresar aqu para facilitarle el

    antdoto. Le dar papel y pluma...

    Ah, y otra cosa, aunque no sea una exigencia, desde luego. Quiere correr la voz

    acerca de mi veneno sin rastros por favor? Uno nunca sabe, seor Sangstrom.

    Quiz la siguiente vida que salve sea la suya.

    FIN

    Fuente: www.fredbrown.com.ar