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1 Agua de celos Comedia en dos actos (Cada uno divido en dos cuadros) Ana Amparo M illás M ascarós PERSONAJES SANDRA: Mujer de poco más de cuarenta años, atractiva y elegante. Moderna e independiente. Trabaja de redactora jefe en un importante periódico de tirada nacional. Está casada con Raúl. RAÚL: Algo más mayor que Sandra, su mujer. Aunque tiene un título de ingeniero en diseño industrial, últimamente ha tenido que conformarse con trabajar de mecánico. Es amante del fútbol en general. Su idea de pasarlo bien es la de estar pegado a la pantalla, viendo partido tras partido. MARÍA: Vecina de Raúl y de Sandra. Ronda la cuarentena y es una metomentodo. En fin, para decirlo claro, es la clásica persona que conoce la vida de todos sus vecinos. Tiene mucha amistad con Sandra. CRISTINA: Cris para los amigos. Es una joven muy provocativa, tiene veinte y pocos años, mucho desparpajo y descaro. MON: (Voz en off.) Compinche de Cris. No aparece en escena, su voz se escucha a través de un walkie-talkie. VOCES EN OFF: Se escuchan desde casa de Raúl y Sandra, proceden de un bar próximo, y corresponden a un grupo de gente, que durante el transcurso de un partido vitorea un gol de su equipo.

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Agua de celos

Comedia en dos actos (Cada uno divido en dos cuadros)

Ana Amparo Millás Mascarós

PERSONAJES

SANDRA: Mujer de poco más de cuarenta años, atractiva y elegante. Moderna e independiente. Trabaja de redactora jefe en un importante periódico de tirada nacional. Está casada con Raúl.

RAÚL: Algo más mayor que Sandra, su mujer. Aunque tiene un título de ingeniero en diseño industrial, últimamente ha tenido que conformarse con trabajar de mecánico. Es amante del fútbol en general. Su idea de pasarlo bien es la de estar pegado a la pantalla, viendo partido tras partido.

MARÍA: Vecina de Raúl y de Sandra. Ronda la cuarentena y es una metomentodo. En fin, para decirlo claro, es la clásica persona que conoce la vida de todos sus vecinos. Tiene mucha amistad con Sandra.

CRISTINA: Cris para los amigos. Es una joven muy provocativa, tiene veinte y pocos años, mucho desparpajo y descaro.

MON: (Voz en off.) Compinche de Cris. No aparece en escena, su voz se escucha a través de un walkie-talkie.

VOCES EN OFF: Se escuchan desde casa de Raúl y Sandra, proceden de un bar próximo, y corresponden a un grupo de gente, que durante el transcurso de un partido vitorea un gol de su equipo.

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ESCENARIO

La acción transcurre en el salón comedor de un moderno edificio de apartamentos. En primer término derecha hay un televisor de grandes

dimensiones, colocado frente a un cómodo sofá de tres plazas. Al lado del sofá hay una mesa

baja, donde está colocado el teléfono inalámbrico. En el lateral opuesto y, también en primer termino, hay una mesa de comedor, con

un par de sillas a su alrededor. La pared del fondo del escenario está parcialmente cubierta por un mueble de salón con vitrina y estantes,

sobre uno de los cuales, entre otros elementos de decoración, hay un marco con una fotografía de Sandra y una caja de música. En la escena tiene que haber un equipo de alta fidelidad, bien sito

en el mismo mueble, o en otro expresamente dispuesto para él colocado en cualquier rincón del salón. También hay un calendario de pared. A ambos lados del mueble hay dos puertas, la de la derecha conduce al baño y la de la izquierda da al recibidor. En el lateral derecho del salón,

en primer término, hay un gran ventanal vestido con cortinas, que corresponde a un balcón; en segundo término, otra puerta, que da acceso al

dormitorio principal. En el lateral opuesto, o sea el izquierdo, una única puerta que da paso a la

cocina.

Derecha e izquierda, las del actor. Época actual.

Acto I

Cuadro I

Escena I

Al levantarse el telón, SANDRA acaba de marcar un número de teléfono y, en

consecuencia, espera la respuesta desde la otra parte del hilo telefónico. En la mano tiene dos billetes de avión, y encima de la mesa hay una

carpeta de cuero.

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SANDRA.- ¿Carlos...? ¡Hola, soy Sandra...! Ya tengo los billetes... Todo está en orden... Una última recomendación, recuerda que cuanto menos gente conozca nuestros planes mejor que mejor... (Pausa.) ¿Cómo dices...? ¡No, qué va....! A Raúl, no le he dicho todavía nada... ¡Qué va, no tiene ni la más mínima sospecha! (Pausa.) Las mujeres para este tipo de cosas somos muy cuidadosas y meticulosas... Habrás de perdonarme, pero tengo que dejarte, bombón... Aún he de acabar de disponerlo todo... ¡Hasta el lunes corazón...! (Con evidente satisfacción cuelga el auricular. Mira detenidamente los billetes y deja escapar un sonoro suspiro.) ¡Esto marcha a las mil maravillas! Me parece mentira lo redondo que está saliendo todo... (Suspira otra vez.) El pobre... Raúl no puede ni imaginarse lo que le espera...

RAÚL.- (Entra en la escena a punto para escuchar la última frase de ella. Viene de la calle, va vestido con un mono de trabajo muy manchado, lleva el cabello revuelto y también la cara, bueno la cara no la tiene revuelta, sino sucia de grasa.) ¡Hola...! ¿Se puede saber qué tengo que esperar?

SANDRA.- (Sorprendida por su presencia, mientras rápidamente esconde los billetes dentro de la carpeta que está encima de la mesa, consulta su reloj de pulsera e intenta disimular gastando bromas.) ¡Cariño...! ¡Qué pronto vienes hoy...! Hombre... de esta vida hay que esperar muchas cosas... El bus... El fin de mes... Las vacaciones y, sobre todo, que te toque una «bono-loto» o una «primitiva» bien cargada de cientos de millones... La vida en ocasiones nos depara sorpresas que nunca hemos imaginado...

RAÚL.- (Se acerca a ella, y la besa en la mejilla.) ¡Chica, hoy estás muy animosa! (Intenta esconder, en la medida de lo posible, un gran bostezo.) Todo lo contrario que yo... Estoy algo «depre» y muy, muy hecho «polvo»...

SANDRA.- (Mirándole de hito en hito.) Desde luego tu aspecto es de lo más elocuente... No acierto a explicarme cómo puedes ensuciarte de ese modo... pareces un vertedero ambulante....

RAÚL.- (Ofendido.) ¡Esta sí que es buena...! Lo que sería del todo imposible es que no me ensuciase y acabase la jornada de primera

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comunión... (Busca la silla que tenga más a mano para hacer lo que se suele hacer con uno de estos muebles... sentarse. Continúa hablando en son de guasa.) ¿Acaso te crees que en mi trabajo de mecánico es posible estar siempre de punta en blanco?

SANDRA.- Haz el favor de no hablarme como si estuviese «lela»... De sobra sé que tu trabajo no es nada limpio... Pero hay ocasiones en las que te superas en «lamparones»... Hoy, por ejemplo, parece que te hayas rebozado a tus anchas en la grasa... Y claro, para conseguir quitar todas esas «medallas», me las veo y me las deseo...

RAÚL.- (S in abandonar el tono de burla.) ¡Mirad... pobrecita, está hecha una verdadera mártir!

SANDRA.- No empieces con tus sarcasmos... Por lo visto «el señor» ha olvidado que esta «pobrecita» también trabaja...

RAÚL.- ¡Ya está bien! Ni se te ocurra nombrarme una vez más tú «maravilloso trabajo»... Estoy harto de oírte hablar siempre de él...

SANDRA.- ¡Lo que faltaba! Encima de que he de tragarme tus impertinencias, ahora no tengo el derecho de defenderme... Debes creer que yo estoy aquí sólo para ser tu esclava particular... Pues entérate de una vez que estoy hasta los mismísimos ovarios de limpiar, cocinar, lavar y...

RAÚL.- (Cortándola con rapidez.) ¿Lavar? Pero, si tu nunca lo has hecho... Quien siempre lo hace es la sufrida lavadora...

SANDRA.- ¡Mira qué bien! ¡Claro que es ella la que lava! Pero digo yo, que primero alguien tendrá que poner dentro la ropa, además de añadirle el detergente y programarla... Porque, que yo sepa, ni la ropa tiene piernas, ni la lavadora dispone de manos que la hagan autosuficiente...

RAÚL.- (Replegando velas.) ¡Ya está bien de romances!

SANDRA.- Ya no te interesa el tema, ¿verdad?

RAÚL.- (Con cara de hastío.) Lo que realmente me interesa en este momento es ducharme, y después cenar...

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SANDRA.- ¡Bravo...! Ya tienes toda la faena hecha... Mientras el «señor» se ducha tranquilamente, yo a «pencar» en la cocina, para que cuando salgas del baño tengas la cena calentita en la mesa...

RAÚL.- ¡Excelente idea!

SANDRA.- (Furiosa.) ¡Encima tómatelo a «pitorreo»! Como te puedes imaginar, he llegado tan sólo unos minutos antes que tú... Todavía no he podido ni cambiarme de ropa, y la verdad es que estoy reventada...

RAÚL.- ¡No me puedo explicar de qué! Te pasas todo el día sentada delante de un ordenador, o hablando por los codos... ¡Chica, no pretenderás que crea que esa forma de trabajar puede reventar a nadie...!

SANDRA.- ¡Ya empiezas de nuevo! Últimamente se ha hecho imposible hablar contigo... Cuando estamos juntos, por cualquier bobada, no hacemos más que discutir... La mayor de las tonterías resulta ser el detonante para que estalle una discusión... Esto se está volviendo insufrible...

RAÚL.- Sólo te ha faltado decir que, como siempre, toda la culpa es mía...

SANDRA.- ¡Yo no he dicho eso!

RAÚL.- No lo has dicho, pero seguro que lo has pensado...

SANDRA.- (Harta de discutir.) ¡Ay, Raúl...! ¡Quieres dejarlo estar...!

RAÚL.- ¡Sí quiero, sí! Y, además de estar un rato sin pelearnos, quisiera ducharme y...

SANDRA.- (Rápida.) Y después cenar, ya lo has dicho antes.

RAÚL.- Pues sí, me gustaría cenar... (Firme.) Y si es posible, ver tranquilamente el partido de fútbol... ¿Está claro?

SANDRA.- (Mostrando falsa condescendencia.) Ha quedado clarísimo... En seguida te preparo la cena y pongo la mesa ¡No se hable más! (Hace intención de ir hacia la cocina, pero apenas se mueve del sitio un par de pasos.)

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¿Te apetecen también una cerveza y unas palomitas, para cuando estés viendo el partido?

RAÚL.- ¡No, está mal pensado!

SANDRA.- ¡Claro que sí hombre! La idea es muy buena, por eso es mía... (Radicalmente cambia de tono al hablar, pasando a hacerlo con mala baba.) ¡Sobre todo es genial si todo te lo dan hecho por el «morro»! Mientras, tú lo único que has de hacer es ponerte lo más cómodo posible, despatarrándote en el sofá, y haciendo algo sumamente importante... tocarte las... las... «narices»...

RAÚL.- (Intenta bromear, aunque el horno no está para bollos.) ¡Caray, Sandra no exageres! Eso es lo que acostumbra a hacer la mujer de Pedro... Y, según cuenta él, ni se queja, ni le monta ningún numerito por ese motivo.

SANDRA.- Tú mismo lo acabas de decir... Lo hace, la mujer de Pedro... Pero hay una pequeña diferencia, que no pareces percibir... Verás, resulta que yo soy la mujer de Raúl, y además acabo de llegar del trabajo... Tengo el mismo derecho que «el señor de la casa» a descansar y a que me sirvan...

RAÚL.- Con tantos romances... (Cogiéndose la cabeza entre las manos.) ...me está empezando a doler la cabeza...

SANDRA.- ¡Oye, guapo, para el carro! Según vosotros... ¡El dolor de cabeza es cosa de mujeres!

RAÚL.- ¡Vaya! Ahora resulta que a mí no me puede doler la cabeza... Tenéis todo el derecho del mundo a trabajar y a querer competir con los hombres y, en cambio, no puedo equipararme a vosotras en un dolor de cabeza, porque eso es sólo un privilegio exclusivo de vuestro sexo... ¡No hay quien os entienda!

SANDRA.- (Se muerde la lengua, porque de nuevo están entrando en una discusión que no tiene ni pies ni cabeza.) ¡Vale, Raúl! Vamos a dejar quieta a la humanidad o, de lo contrario, esto se convertirá en un conflicto demasiado largo y al final ninguno de nosotros conseguirá descansar... (Consulta de nuevo su reloj.) Se está haciendo tarde, casi son las ocho y media...

RAÚL.- ¡Las ocho y media!

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SANDRA.- Faltan diez minutos...

RAÚL.- ¡Diez minutos...! (A toda prisa se dirige hacia la puerta del baño.) Tengo el tiempo justo para ducharme... El partido empieza a las nueve menos cuarto... ¡Ya hablaremos más tarde!

(Mutis.)

SANDRA.- (Imitándolo.) ¡Ya hablaremos más tarde...! ¡Tendrá cara! Ahora cuando salga del baño, se dejará caer en el sofá hasta que lo llame para cenar... (Enojada.) ¡Pues esta vez vas listo, guapo! (Coge papel y lápiz y rápidamente escribe una nota, que después deja doblada encima de la mesa. Acto seguido se dispone a hablar por teléfono.) ¿Pizzería Capuletto? Envíen una mediana, con anchoas y alcaparras... Eso es... La dirección es en esta misma calle número ochenta, puerta diez, a nombre de Raúl Moliner... ¡Gracias! (Cuelga el aparato.) ¡Solucionada la cuestión de la cena! (Recoge la carpeta de cuero y la guarda en uno de los cajones del mueble que hay en el salón. Ella sigue hablando como si él pudiera escucharla, cosa que no sucede ya que desde el baño llega el sonido del agua de la ducha al correr.) ¡Aquí te quedas, guapito de cara...! Estoy hasta la coronilla de tragarme partidos de fútbol y de verte en estado hipnótico delante de «la caja tonta», hasta que llega el intermedio; momento que aprovechas para ir pitando al baño y claro, con las prisas, mear dentro y fuera del inodoro... Esta vez verás solo el partido, de esa manera podrás expansionarte a tus anchas...

(Antes de abandonar el salón, pone en marcha la radio y selecciona un dial de música ambiental, después desaparece por el

dormitorio, donde recoge su bolso y con rapidez hace mutis por el foro.)

Escena II

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(Transición. Dura unos cuantos segundos, durante los que la música se esparce por la

escena, creando un ambiente cálido y relajado. Cuando RAÚL empieza a hablar desde las

bambalinas, el técnico de sonido ha de reducir el tono de la música de ambiente, de forma que

aunque ésta siga sonando, se escuche perfectamente el monólogo del actor, hasta que

él vaya hacia la radio y apague el receptor.)

RAÚL.- ¿Ya se te ha pasado el cabreo, Sandra? (Entra en el salón. Viste pijama y zapatillas, lleva el pelo mojado y una toalla con la que se seca la cara. Al no verla allí va hacia la cocina y, sin comprobar si ella está dentro, interpreta delante de la puerta.) ¡Va, Sandra, bonita! Olvidemos las discusiones y cenemos tranquilos, ¿quieres? (Al no recibir respuesta, él se encoge de hombros.) Mejor lo dejo estar, todavía le debe durar el malhumor... (Se acerca donde está la radio y la apaga, después coge el mando a distancia de encima del televisor y lo pone en funcionamiento. Al hacerlo se escucha el sonido de los comentarios previos a cualquier partido de este tipo.) ¡Bien, justo a tiempo! (Sin preocuparse por nada más, toma asiento en el sofá. Bueno, más que sentarse, en realidad lo que hace es repantigarse en él cómodamente. Cuando más interesado está, mirando fijamente la pantalla, sin ni siquiera pestañear para no perderse ningún detalle, de nuevo, suena el timbre de la puerta.) ¡Sandra...! ¡Sandra, están llamando! (Mientras, el timbre de la puerta persiste en su empeño de que alguien le atienda. A la vista de que SANDRA no sale a abrir, RAÚL con gesto de fastidio, se levanta, apaga el televisor y hace mutis por la puerta del recibidor.) ¡Ya empiezan las interrupciones...! ¡Ya va., ya va! (Pausa bre ve para darle tiempo a abrir la puerta. Dialoga en voz alta desde el recibidor.) ¡Oiga, yo no he encargado ninguna pizza...! (Pausa, mientras duda.) ...Aunque, a lo mejor ha sido cosa de mi mujer... ¡Un momento! (Entra en el salón y decidido va hacia la cocina.) ¡Sandra! ¿Has pedido tú una... pizza? (Mutis por la puerta de la cocina. Reaparece inmediatamente.) ¡Qué raro, no está aquí...! (Sin darle mucha importancia al hecho de su ausencia.) ¡Bah! Seguro que ha ido a hablar con la

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vecina, las mujeres todo lo solucionan charlando... (Cruza de nuevo el salón y sale hacia el recibidor, donde hace mutis. Una vez más, dialoga desde dentro.) Está bien, ya que está a mi nombre... déjela... ¿Cuánto es? (Chillando.) ¡Mil novecientas cincuenta...! Un momento... (Bufando y cargado con la pizza, entra en el salón.) ¡Esto es un atraco a punta de... pizza! (La deja encima de la mesa. Después hace mutis por la puerta del dormitorio en busca de su cartera. Con ella ya en la mano, y mientras saca el dinero para abonarla, duda un momento.) ...Pues no la pienso pagar de mi bolsillo... ¡Faltaría más! (Decidido va hacia el mueble y coge la caja de música.) Sandra acostumbra a tener dinero en su caja de música... (Sarcástico.) ¡Claro, como todas las monedas de quinientas que me «sisa» de los bolsillos acaban ahí...! (Al abrir la caja comienza a sonar la melodía típica de estos objetos. Rápidamente coge el dinero que necesita, deja la caja encima del mueble y hace mutis por el foro, para regresar acto seguido. Continúa su monólogo mascullando entre dientes.) ¡Casi dos mil «calas»...! ¡Qué despilfarro! (Pausa.) Al menos espero que esté bien cocida... La última vez estaba casi cruda... (S in pérdida de tiempo vuelve a conectar el televisor, y se apoltrona en el sofá. Apenas se ha puesto cómodo y comienza a oírse el sonido del partido, de nuevo suena el timbre de la puerta. Con cara de crispación baja el volumen del aparato.) ¡Inaudito, esto de hoy es inaudito...! (Enfadado sale disparado hacia el recibidor, dispuesto a merendarse al que le esté dando gustillo al dedo, pues el timbre ahora suena en tono festivo.) ¡Quien sea me va a oír...!

MARÍA.- (Empieza a hablar desde el recibidor.) ¡Buenas noches, Raúl! Quisiera hablar un momento con Sandra... (Entra en el salón, seguida de él.)

RAÚL.- ¡No está aquí! Creí que estaba en tu casa...

MARÍA.- Pues no, hoy no ha bajado...

RAÚL.- (Muy contrariado.) ¡Ya te he dicho que no está...! Si no ha ido a tu casa no tengo ni puta idea de dónde se encuentra... Últimamente actúa de una forma muy rara y hace cosas totalmente inesperadas...

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MARÍA.- ¿Qué quieres decir con que está rara?

RAÚL.- Siempre estamos discutiendo...

MARÍA.- ¡Eso no es raro! Es lo normal...

RAÚL.- Puede ser, pero antes nuestras discusiones eran la excusa para luego poder reconciliarnos... Mientras que ahora, cada nueva «pelotera», sólo sirve para alejarnos cada vez más y crear malos humores...

MARÍA.- Todos los hombres sois unos «mentecatos»... Pedro, siempre está a la que salta... Hoy sin ir mas lejos, lo único que faltaba era el partido de...

RAÚL.- ¡Repuñetas, el partido...! (Sin dudarlo ni un segundo sube el volumen del aparato de televisión.)

MARÍA.- ¡No decía yo! (Recriminadora.) Tenéis menos cerebro que una pulga...

RAÚL.- (Baja la voz de la TV.) ¿Qué mal hay en querer ver tranquilamente un partidito?

MARÍA.- No habría nada de malo, si sólo se tratase de uno. Pero últimamente entre la pretemporada, la Copa, la Eurocopa, «la Champiñón», los amistosos y qué se yo... porque no entiendo nada de fútbol... Televisan uno detrás de otro... Cuando no es en una cadena es en otra, y si no en varias a la vez... Bueno y si para colmo te abonas al «Digital», apaga y vámonos... Eso ya es el sumun, capaz de acabar con cualquier relación de pareja... Pedro, por ejemplo, empieza a hacer zapping como un poseso, con el mando a distancia y... y se pone de los nervios porque no consigue verlos todos... (Pausa.) ¡Ah! Y si entre cambio y cambio marcan un «gol», y él se lo pierde, el mando acaba estrellado contra el suelo... No te digo más que ya lleva tres mandos en lo que va de liga... Así es que si, por casualidad, hacen alguna buena película, me puedo olvidar de ella, porque Pedro no suelta el mando ni para ir a mear...

RAÚL.- ¡Mujer, eso tiene fácil solución! A Sandra le compré otro televisor, lo tiene en la habitación...

MARÍA.- ¿Esa es, según tú, la mejor solución? No te has parado nunca a pensar que a lo mejor ella preferiría que la llevases a cenar en alguna

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ocasión... Las mujeres necesitamos atención y que, de vez en cuando, nos dediquéis parte de vuestro tiempo...

RAÚL.- (Sarcástico.) ¿Tiempo? Pues ya me dirás donde venden... Con el ritmo de vida de hoy en día, no hay manera de conseguirlo...

MARÍA.- ¡Ves como eres un egoísta! Lo tienes para perderlo viendo un maldito partido y, sin embargo, eres incapaz de encontrarlo para disfrutarlo con tu mujer...

RAÚL.- ¡No es lo mismo...!

MARÍA.- ¡Claro que no! Es mucho más fácil dejarlo que se escape observando como rueda una pelota, perseguida por unos tíos en calzones, que tratar de retenerlo mientras disfrutas junto a ella de una velada romántica cenando en algún buen restaurante...

RAÚL.- (Irónico.) ¡Fácil, y además bastante más barato!

MARÍA.- Déjate de ironías... Estoy segura de que cuando la cortejabas, todo el tiempo que pasabas a su lado te parecía insuficiente...

RAÚL.- ¡Claro, mujer! Eran otros tiempos, pero...

MARÍA.- No hay peros para disculpar la desatención a que nos condenáis después de unos años de matrimonio... Os pensáis que, como ya nos tenéis seguras, no hay ninguna necesidad por vuestra parte de hacer nada para retenernos.... ¡Pues estáis muy equivocados!

RAÚL.- (En tono de burla.) Oye, María... Hasta ahora, no te conocía en plan reivindicativo...

MARÍA.- (Molesta.) ¡Ni reivindicativo, ni narices! Necesitamos que nos miméis como hacíais entonces...

RAÚL.- A nosotros también nos gustan las atenciones... A Sandra, últimamente, le molesta hasta traerme una cerveza, y cualquier cosa para «picar»...

MARÍA.- ¡Claro que le debe molestar! Seguro que tú, mientras, estás tumbado tan ricamente en el sofá, practicando el «sillón bol»...

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RAÚL.- (Queriendo hacerse el gracioso.) Pues según cuenta Pedro, tú no tienes ningún inconveniente para hacerlo...

MARÍA.- ¡Con que eso dice... el pillastre!

RAÚL.- (Totalmente convencido de que ha metido la pata hasta el mango, intenta arreglar el desaguisado.) También dice que eres una cocinera de primera... Sin embargo, Sandra es un desastre... Estoy aburrido de sus «guisotes»... (Pausa.) Y fíjate, fíjate... (Señala hacia la mesa donde está la pizza.) Hoy con el cabreo, ni tan siquiera se ha molestado en prepararme algo para cenar... Y ése es el resultado final... pizza.

MARÍA.- ¡Pizza! (Decidida va hacia la mesa y, sin más ni más, destapa la caja.) ¡Qué buena pinta tiene...! ¿Te molesta si cojo una porción?

RAÚL.- (Sorprendido.) ¡Claro que no...! (Burlón.) ¿Quieres que te traiga un refresco? (Dirige su atención al televisor, que casi no tiene voz, pero sí imagen.)

MARÍA.- (Con la boca llena.) ¡No... no te molestes, tengo que irme! Me he dejado la cena al fuego... ¡Hummm, qué buena está! (Pausa.) ¿Tú, no comes?

RAÚL.- ¡Vale, dame un trozo...! (MARÍA se lo da. Él coge la porción sin mirar, porque está distraído con la televisión. En cuanto da el primer bocado, hace ademán de escupir lo ingerido.) ¡Mierda...! ¡Lleva anchoas...!

MARÍA.- (A la suya.) ¡Está deliciosa...! (Lo mira extrañada.) ¿Es que no te gusta?

RAÚL.- (Fastidiado.) ¡Claro que me gusta! Pero las anchoas me producen alergia... Me hincho y me salen ronchas por todo el cuerpo...

MARÍA.- ¿Entonces, por qué la has pedido?

RAÚL.- ¡No lo he hecho! Ha sido tu «querida» amiga... Quería hacerme la puñeta hasta en su ausencia...

MARÍA.- ¡No digas eso! Si estaba nerviosa, igual se ha confundido al hacer el pedido...

RAÚL.- ¡Y un huevo! Lo ha hecho adrede... seguro.

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MARÍA.- He de dejarte, o se me quemarán los callos... (Marca el mutis y, antes de completarlo, gira sobre sus talones.) ¡Oye, Raúl...! Si no te has de comer la pizza, tal vez...

RAÚL.- (Fastidiado y harto de su vecina.) ¡Sí claro, mujer...! ¡Llévatela! Así no se perderá el dinero que malgasté en ella...

MARÍA.- (S in perder ni un segundo coge la caja. Al hacerlo, la notita que dejó SANDRA sobre la mesa, cae al suelo.) ¡Muchas gracias, Raúl! (Haciendo mutis.) Y no te preocupes por Sandra, estará dando un paseo...

RAÚL.- (Molesto.) ¡Sí, un paseo por el infierno! (Ve la nota en tierra, la recoge y lee en voz alta.) «Raúl, lo siento mucho... Esta noche mi empresa celebra una fiesta, a la que los dos estábamos invitados, pero conociendo tus aficiones sé que serás más feliz viendo el «fútbol» que con nosotros... Adiós, Sandra (Pausa.) Posdata: ¡Espero que te guste «la cena»! (Furioso hace una pelota con el papel y lo tira en cualquier sitio.) ¡Qué cara! Encima de que se burla de mí, se va de fiesta... (Pausa.) Aunque pensándolo bien, sin ella incordiando por el medio, podré ver tranquilamente el partido... (Sube el volumen y hace mutis rápido por la cocina. Apenas han transcurrido unos segundos, cuando de nuevo, se escucha el timbre de la puerta. Esta vez suena de un modo desesperado. Al mismo tiempo se oyen también golpes dados con la mano. RAÚL regresa de nuevo a escena, cargado con una bolsa de papas, cacahuetes, y unos cuantos botes de cerveza, de esos que van enganchados uno a otro por el plástico de los packs de seis. Deja las cosas encima de la mesita del salón. Habla chillando, hasta que baja el volumen de la T. V.) ¡Ya va... ya va...! ¡No estoy sordo, ya voy...! (Hace mutis. La conversación se inicia en el recibidor, es decir entre cajas.) ¡Pe... pero señorita! ¿Dónde va usted...?

CRISTINA.- (Una joven, vestida de forma muy provocativa, entra precipitadamente en el salón, sin detenerse en el recibidor. RAÚL, con cara de extrañeza, entra detrás de ella.) ¡Socorro... por favor...! ¡Ayúdeme...!

RAÚL.- ¿Quién es usted...? ¿A quién busca?

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CRISTINA.- (Su estado es de nerviosismo y se la nota muy sofocada. Habla entrecortadamente, mientras trata de recuperar el aliento.) ¡Usted... perdone... es... esta manera de entrar... en su casa...! ¡Ya... ya sé que... es muy poco ortodoxa...! Le pido mil dis... culpas... Huía de un hombre, que me perseguía... En mi desesperación toqué a varias puertas... Pero, nadie abría... ¡Estaba muy asustada! ¡Sentía mucho miedo! ¡Él se acercaba cada vez más...! Estaba a punto de alcanzarme...

RAÚL.- (Con cara de incredulidad.) ¡Perdone, señorita! ¿Me está contando el argumento de alguna película?

CRISTINA.- (Ofendida.) ¡Le aseguro que no se trata de ninguna película...! Vivo en este mismo edificio... en el primer piso...

RAÚL.- ¡No entiendo...!

CRISTINA.- (Continúa su relato, con evidentes signos de encontrarse mareada y de estar francamente asustada.) Llevaba las llaves en la mano, para entrar lo más deprisa posible... en casa... Pero, cuando llegué delante de la puerta... Los nervios... me traicionaron... No conseguí acertar con la llave correcta... Al girarme hacia el rellano ¡Lo vi...! Estaba tan cerca que casi podía sentir su aliento... Presa de pánico, me lancé escaleras arriba... para pedir ayuda a algún vecino... Cuando ya creí que... todo estaba perdido... Usted... (Desmayada cae encima del sofá.)

RAÚL.- (S ituándose a su lado. La zarandea con delicadeza.) ¡Señorita, por favor...! ¡Escuche... señorita! ¡Nada, se ha desmayado...! (Pausa.) ¿Y qué hago yo con esta chica en el sofá? (Pausa, tras la que se dirige al baño, mientras continúa interpretando.) Creo que Sandra tiene en el botiquín un remedio para estas ocasiones... (Mutis por la puerta del baño. Reaparece después de una breve pausa. En la mano lleva un frasquito de sales. Se arrodilla al lado de la joven, la incorpora ligeramente, y le da a oler el contenido del frasco.) ¡Vuelva... mujer, vuelva!

CRISTINA.- (El regreso se produce en medio de toses y aspavientos, por parte de la desmayada, que intenta apartar de delante de

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sus narices el frasquito milagroso.) ¡Basta... basta...! ¡Me... me ahogo...!

RAÚL.- ¡Perdón! No sabía qué hacer para ayudarla... ¡Lo siento!

CRISTINA.- (Recuperándose rápidamente.) ¡Tranquilo, ya me está pasando! Le estoy muy agradecida por abrir... estaba aterrada... ¡Muchas gracias!

RAÚL.- No hay por qué darlas... Estaba en la cocina, preparándome unas cositas para «picar», mientras veía el partido...

CRISTINA.- (Cambia completamente de actitud. Ha encontrado la manera de atraer su atención.) ¡Ay! Es verdad... ¡El partido de fútbol...! Con el susto lo había olvidado...

RAÚL.- (Sorprendido.) ¿No me diga que le gusta el fútbol?

CRISTINA.-¿Que si me gusta? ¡No me pierdo ni un partido, si no puedo verlos en directo, los veo televisados! ¡Soy socia del Valencia!

RAÚL.- ¡Qué casualidad, yo también! (Duda un momento antes de proseguir.) ¡Escuche, tengo una buena idea! ¿Por qué no se queda aquí, conmigo, a disfrutar lo que queda de partido...? Después la acompañaré hasta su apartamento...

CRISTINA.- (Haciéndose la interesante.) ¡Eso... no es posible!

RAÚL.- ¿Por qué no? Somos ya bastante mayorcitos para andarnos con rodeos...

CRISTINA.- (Fingiéndose la ingenua.) ¡Hombre! La verdad es que somos dos completos extraños... ¡No nos conocemos de nada!

RAÚL.- ¡Tiene razón! Somos dos extraños que se han tropezado en la noche... pero el dejar de serlo se puede arreglar ipso facto... (En plan ceremonioso, le tiende la mano.) Me llamo Raúl Moliner, soy ingeniero industrial, aunque en los últimos tiempos me he visto obligado a trabajar como mecánico... Mi edad dejémosla en «taitantos» como dicen hoy en día... Y, en fin, ya sabe donde vivo...

CRISTINA.- (Mostrándose divertida.) ¡Ahora, yo! Soy Cristina Cervera, «Cris» para los amigos...

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Trabajo de masajista, en un salón de estética, me gusta el fútbol, y el automovilismo... Y mi edad, bueno dejémosla en «veinte y alguno»...

RAÚL.- ¡Dejémosla! De todas formas la edad es algo que importa muy poco... Antes ha dicho que vivía en este bloque ¿no?

CRISTINA.- Sí, en el primer piso, puerta cuatro. Así que somos vecinos... Y, por favor, tutéame...

RAÚL.- (Entusiasmado.) ¡Estupendo! Ahora que ya estamos formalmente presentados... ¿Te hace mi propuesta?

CRISTINA.- (Haciéndose de rogar.) ¡No sé...! El caso... es que... (Duda un segundo.) ¿Y por qué, no? ¡Me quedo...!

RAÚL.- ¡Muy bien! Ponte cómoda... (Mira un momento hacia el televisor.) ¡Perfecto, están en el intermedio! (Solícito.) ¿Te apetece una cerveza, o mejor un refresco?

CRISTINA.- ¡Hombre, si tienes una «coca», mejor que mejor!

RAÚL.- ¡Claro que sí! (Mutis rápido por la cocina. Al momento regresa con el bote de refresco.) ¡Ten...!

CRISTINA.- (Mirándolo de arriba abajo.) ¡Perdona, Raúl! ¿Estabas en el baño?

RAÚL.- (Azorado, se da cuenta ahora de que su vestimenta no es la más adecuada para recibir visitas.) ¡Es... esto, cuando tocaste a la puerta estaba en la cocina....! Pero hacía sólo un momento que había salido de la ducha... ¡Perdona!

CRISTINA.- (En tono meloso.) No tienes que pedir disculpas. Estás en tu casa y es lógico que vayas... cómodo...

RAÚL.- La verdad es que no esperaba tener visita... (Se dirige presuroso a la habitación, por donde hace mutis.) ¡Disculpa un momento, no tardo nada...!

CRISTINA.- (Dialoga con él desde la puerta por donde ha desaparecido. La T. V. continúa encendida, pero no tiene voz.) ¡Tranquilo, todavía está el intermedio! Ya se sabe que se lo toman con toda tranquilidad a la hora de hacerlos... (S in dejar de hablar empieza a curiosear por todos lados.

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Encima del mueble esta la fotografía de SANDRA, la mira de pasada, pues llama más su atención la caja de música. Con un gesto instintivo la abre, para cerrarla de inmediato cuando se empieza a escuchar la correspondiente melodía. Disimula con naturalidad.) Tienes una casa muy bonita... Está decorada con mucho gusto... (De vez en cuando mira hacia la habitación. Abre el cajón y examina rápidamente su contenido, saca de él un envoltorio alargado, lleva un lacito de regalo y una pegatina dorada; lo sopesa en la mano, lee el mensaje en voz baja, y vuelve a colocar el regalo donde estaba. Con rapidez y mucho aplomo ella cierra el cajón en el preciso momento en que Raúl regresa al salón. Éste no se apercibe de nada.) Vuelvo a decirte, que tienes una casa perfecta... Tanto, que yo diría que aquí vive también una mujer...

RAÚL.- (Se ha cambiado, lleva unos vaqueros y una camiseta de algodón. Sorprendido.) ¡Una mujer!

CRISTINA.- ¡Sí, hombre, una mujer... Alguien como yo... (Ante la cara de alelado que ofrece RAÚL, ella continúa hablando en tono de chanza.) ¡Uy, uy, uy! Por tu actitud, me parece que acabo de descubrir que antes te has callado decirme que... ¡Estás casado...!

RAÚL.- (Incapaz de negar la evidencia.) ¡Sí, estoy casado...! No puedo negarlo... Aunque he de decir, que últimamente más parece que estemos divorciados...

CRISTINA.- ¿Las cosas no funcionan bien entre vosotros?

RAÚL.- Si he de ser sincero, no lo sé... Apenas nos vemos y, cuando coincidimos, acabamos por tirarnos los trastos a la cabeza... Cada vez vamos de mal en peor...

CRISTINA.- ¡No te preocupes! Las parejas suelen tener crisis...

RAÚL.- ¡Está claro! Pero la nuestra es más grave que la que atraviesa el gobierno... Y todo por culpa de su trabajo...

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CRISTINA.- ¿Así que tu mujer trabaja? ¡Pero, hombre, eso es magnífico! Seguro que no padeceréis por el dinero...

RAÚL.- ¡Ese no es el problema! Lo que sucede es que ella trabaja de redactora jefe en un importante periódico... Y no hay derecho a que, después de haber sufrido para sacarme una carrera, ahora por culpa de haberme quedado en el paro, tenga que conformarme con trabajar de mecánico, y para más «inri» en el taller de mi suegro...

CRISTINA.- Creo que tienes un grave problema de celos...

RAÚL.- ¿Celos, yo? ¡Nunca he sido celoso!

CRISTINA.- ¡Tal vez! Pero hay muchas clases de celos, y tú los estás padeciendo por culpa de su trabajo... ¡Tienes celos laborales!

RAÚL.- ¿Qué dices? (Pausa, para recapacitar.) ¡Está bien! Quizás tengas razón... La verdad es que nunca he llevado demasiado bien que ella haya tenido más éxito que yo...

CRISTINA.- ¡Lo ves! En el fondo te sienta como una patada, donde más duele, que tu mujer sea superior a ti...

RAÚL.- ¡Chica, me habías dicho que eras masajista! Pero creo que te ganarías muy bien la vida haciendo de psicóloga...

CRISTINA.- (Quitándole importancia al hecho.) El trato con el público te hace conocer muchos aspectos de la vida cotidiana... Soy una chica normal y corriente... ¡Así de fácil!

RAÚL.- (Mirándola más detenidamente.) ¡No sé que quieres que diga...! Aunque te conozco poco, me atrevo a decir que nada de tu vida me parece sencillo, ni mucho menos normal o corriente...

CRISTINA.- (Mostrándose ofendida.) ¡Escucha, Raúl! Ya sé que la forma que hemos tenido de conocernos no es la más habitual pero, por lo demás, no soy ninguna excepción... ¡En fin, creo que lo mejor será que me vaya a casa...!

(Decidida inicia mutis hacia la puerta de la calle.)

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RAÚL.- (La detiene cogiéndola del brazo.) ¡No, no por favor, quédate...! Me ha encantado poder ayudarte, y no quiero que pienses que no sé ser hospitalario...

CRISTINA.- ¡Está bien, de acuerdo! Pero no quiero incordiar, ni ser un estorbo... Hace tan sólo tres semanas que vivo aquí y todavía no conocía a ningún inquilino del edificio... (Pausa.) Y es posible que, sin el incidente de esta noche, hubiese tardado mucho más en conocer a nadie de esta comunidad...

RAÚL.- Los vecinos estamos para ayudarnos... Me alegro de ser el primero en tener la oportunidad de hacerlo...

CRISTINA.- ¡Gracias! Estoy empezando a estar segura, de que en nuestro encuentro ha jugado un papel muy importante el destino....

RAÚL.- (Bromeando.) ¿Por casualidad, no serás también vidente?

CRISTINA.- (Divertida.) ¡No, hombre, claro que no...! (Insinuante.) Pero, detente sólo un momento a pensarlo y... verás...

RAÚL.- (Nervioso, e intentado que no se le note.) ¡Esto... pues...! No quiero pensar en nada... Estás aquí y... (Muy turbado, disimula señalando al televisor.) ¡Mira... va a empezar el segundo tiempo...! ¡Vamos al sofá...!

CRISTINA.- (Sugerente.) ¡En tal caso, vamos...! (Los dos toman asiento, ella lo hace en una posición provocativa, él la mira de reojo mientras sube el volumen del aparato de TV. Sólo se oye el sonido procedente del partido, ellos hacen gestos elocuentes, simulando estar atentos a la retransmisión. Mientras los dos se quedan estáticos, ella observándolo a él, y él mirando boquiabierto, sin pestañear a la T. V., las luces van menguando hasta quedar el escenario a oscuras.)

Cuadro II Escena I

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Mutación: Esta pausa dura unos segundos, al cabo de los cuales la escena se ilumina de nuevo. Ya ha acabado el partido, y por las muestras de efusividad que demuestran los dos actores, ha

ganado su equipo.

RAÚL.- (Cantando y bailando.) «¡Amunt València...! ¡Amunt València...!»

CRISTINA.- (Imitando a RAÚL. Los dos se abrazan mientras cantan y bailan.) Dentro de poco seremos... «¡Campeones, campeones oe, oe, oe...!»

RAÚL.- (Deshaciendo el abrazo.) Per... perdona por el arrebato... Ha sido la euforia del momento...

CRISTINA.- No hay por qué pedir disculpas... Además me ha gustado mucho...

RAÚL.- (Haciéndose el despistado.) ¿El partido?

CRISTINA.- No, el abrazo... Lo he pasado muy bien, espero que podamos repetirlo...

RAÚL.- (Avispado.) ¿El abrazo?

CRISTINA.- Me refería al partido... A lo mejor podemos quedar cualquier otro día...

RAÚL.- No salgo mucho de casa...

CRISTINA.- (Desanimada.) ¡Claro! Como casi todos los días retransmiten algún partido...

RAÚL.- ¡Pues, sí! La verdad es que acostumbro a verlos todos... Aunque podría hacer una excepción...

CRISTINA.- (Entusiasmada.) ¡Sí! (Pausa.) ¿Y tu mujer?

RAÚL.- (Como si estuviera en Babia.) ¡Claro, mi mujer!

CRISTINA.- Tengo una buena idea... ¿Por qué no lo hacemos ahora que ella no está?

RAÚL.- (Fuera de juego.) ¡Hacer...! ¿El qué?

CRISTINA.- Ir a mi casa a celebrarlo...

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RAÚL.- (Al verla a ella tan decidida, comienza a recoger velas.) No... no sé si será buena idea... No sé cuanto puede tardar Sandra en volver y...

CRISTINA.- ¿Se llama Sandra?

RAÚL.- ¡Sí!

CRISTINA.- ¡Es muy guapa...! (Él pone cara de extrañeza.) Antes, he visto encima del mueble una «foto», y he supuesto que era ella... ¿He acertado?

RAÚL.- Sí...

CRISTINA.- (Poniéndose melosa.) Tiene mucha suerte de estar casada con un hombre como tú...

RAÚL.- (Desconcertado.) ¿Sí...? (S in entusiasmo.) ¡Pues vaya una suerte!

CRISTINA.- (Utilizando el mismo tono acaramelado de antes.) ¡No digas eso...! Estoy segura de que eres muy atento con ella... Y, sobre todo, muy espléndido cuando le haces regalos...

RAÚL.- ¡No te entiendo!

CRISTINA.- ¡No seas modesto! Antes, mientras estabas cambiándote... Sin querer pecar de indiscreción, me entretuve dando una rápida miradita por el salón... Al acercarme al mueble, vi que uno de los cajones estaba medio abierto... Intenté cerrarlo, pues no hay cosa que odie más, que un cuadro torcido o un cajón entreabierto... Estaba atorado y, ante la imposibilidad de poder cerrarlo, miré dentro... Había una cajita atravesada, que impedía cerrar del todo el cajón...

RAÚL.- (S in entender nada de nada.) ¿Una cajita?

CRISTINA.- Sí, una cajita envuelta en un precioso papel de regalo, con lacito y pegatina...

RAÚL.- ¿Pegatina?

CRISTINA.- Sí, de esas que llevan dedicatoria...

RAÚL.- (Disimulando, pues no tiene ni idea de lo que ella le está hablando.) ¡Ah, claro...! ¡La cajita, sí, sí...claro! ¡La que tiene una dedicatoria...! La escondí ahí dentro para...

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CRISTINA.- ¡Ves como yo sabía que eras un hombre muy especial...! Seguro que la has escondido ahí para que, cuando ella la encuentre, se lleve una buena sorpresa...

RAÚL.- ¡Sí, seguro que se sorprenderá!

CRISTINA.- ¡Eres un sol...! Ya verás como dentro de poco cambia tu suerte, y consigues prosperar en tu trabajo...

RAÚL.- ¿Tú crees? (En tono de chanza.) ¿Lo has leído en mi «horóscopo»?

CRISTINA.- ¡Claro que no! No conozco tu signo... Pero antes me dijiste que eras ingeniero... ¿Querías quedarte conmigo?

RAÚL.- (Ofendido.) ¡Por supuesto que no! Trabajaba de ingeniero... Pero, por una maldita reducción de plantilla me quede en la calle… Desesperado por no encontrar un nuevo trabajo de mi especialidad, al fin, me decidí por coger el que tenía más a mano...

CRISTINA.- ¡Ya! Ese es el motivo por el que trabajas con tu suegro, ¿no?

RAÚL.- ¿Qué remedio? ¡Eso, o el INEM...! El camino más fácil era estar en casa, sin pegar golpe... Pero, mientras Sandra trabajaba y traía el jornal a casa, yo le daba vueltas a la cabeza como si fuese un tiovivo, o me entretenía en un rincón, muriéndome de aburrimiento... Estoy un poco chapado a la antigua... Siempre he pensado que los que han de trabajar son los hombres y no las...

CRISTINA.- (Interrumpiéndole.) ¡Y no las mujeres! ¿Entonces qué papel han de desempeñar «ellas»?

RAÚL.- (A la defensiva.) No vayas a creer que soy un machista... También tenéis derecho a trabajar, aunque siempre habrá ocupaciones donde no podréis competir con nosotros...

CRISTINA.- (Irónica.) ¡Claro! Por aquello de ser el «sexo débil» ¿No?

RAÚL.- No tengo nada en vuestra contra... A mí me gustan más las mujeres que comer con los dedos...

CRISTINA.- ¡Ya, como a la mayoría! ¡Todos los hombres...!

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RAÚL.- (Rápido.) ¡No, por favor, deja los tópicos aparte! No todos los hombres somos iguales...

CRISTINA.- ¡Tienes razón...! ¡Los hay malos y... peores...!

RAÚL.- (Ofendido.) ¡Mujer!

CRISTINA.- (Conciliadora.) ¡Tranquilo, no es tu caso!

RAÚL.- (Desconcertado, porque a esta chica no hay quien la entienda.) ¡Ah...! ¿No...?

CRISTINA.- (Sugerente.) ¡No! Antes te he dicho que me gustabas... y no se trataba de una broma... Todo lo que hemos hablado, hasta el momento, son sólo menudencias... (En tono de fastidio.) Lo que de verdad me apena, es haber descubierto que eres un hombre casado... De lo contrario...

RAÚL.- (Haciéndose el ingenuo, porque no hay ningún hombre al que no le guste que una mujer le regale los oídos.) De lo contrario... ¿qué?

CRISTINA.- ¡Lo diré claro! Sin ese impedimento, te aseguro que no dudaría en enrollarme contigo...

RAÚL.- (Aparte.) ¡Sí que es una lástima! (A ella.) ¡Lo lamento de veras... créeme...!

CRISTINA.- (Insinuante.) No tienes por qué... Si quieres...

RAÚL.- (Nervioso.) Una cosa es querer, y otra...

CRISTINA.- Y otra hacer... (Con ironía.) Me parece que en tu manual «chapado a la antigua», no se contempla la posibilidad de ponerle los «cuernos» a Sandra...

RAÚL.- ¡Chica, dicho así...!

CRISTINA.- ¡Hay otras formas de decirlo, pero el resultado sigue siendo el mismo! (Más provocati va.) Acaso... ¿No te gusto?

RAÚL.- (Inquieto, y muy turbado.) No es eso, Cristina...

CRISTINA.- ¿Entonces?

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RAÚL.- (Se aparta de ella, haciendo un gran esfuerzo para huir de la tentación que ella representa.) Mira, Cristina... Vamos a... a dejarlo estar... Esta noche, de todas formas, ha sido muy... muy especial... Todo ha sucedido demasiado rápido... Tal vez debamos ir...

CRISTINA.- (Interrumpiéndole, antes de que acabe la frase.) Tienes razón... Aunque ese argumento, normalmente, solemos emplearlo nosotras, sobre todo, cuando algún «listo» se nos acerca con el claro propósito de pasar rápidamente por el catre...

RAÚL.- (Aparte.) ¡Qué me vas a contar...! (A ella.) Quiero que entiendas que, aunque mi matrimonio no esté en su mejor momento... (Pausa.) tampoco puedo tirarlo todo por la borda dejándome llevar por la fuerza de la naturaleza... ¡Me gustas, y mucho...! No creas que me resulta nada fácil rechazarte...

CRISTINA.- (Condescendiente.) ¡Está bien! Dejemos que las cosas vayan por su camino y ya veremos...

RAÚL.- ¡Eso es, ya veremos!

CRISTINA.- En ese caso, me voy... (Marcando el mutis por la puerta del recibidor.) ¡Hasta pronto...!

RAÚL.- ¡Espera un momento! Cojo las llaves y te acompaño hasta la puerta de tu casa...

CRISTINA.- ¡Perfecto! Acepto encantada... No me gustaría encontrarme de nuevo con el sátiro que me perseguía, y acabar al fin siendo su víctima...

(RAÚL, hace mutis por la puerta del dormitorio. Vuelve con las llaves en la mano. Apaga la luz, y juntos hacen mutis. Apenas han abandonado la

escena, el teléfono comienza sonar. Sin que nadie atienda su llamada, al mismo tiempo que

enmudece por completo cae el telón.)

FIN DEL PRIMER ACTO

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Acto II

Cuadro I

Escena I

El salón está en idénticas condiciones que durante el primer acto, incluso las latas de cerveza y de refresco, así como las bolsas de

aperitivos, están todavía donde las dejaron los actores. Es el día siguiente, por la mañana.

SANDRA.- (Comienza a hablar desde dentro.) ¡Raúl, levántate...! ¡Ya es muy tarde! (Sale a escena por la puerta del dormitorio, viste camisón, y está acabando de ponerse un salto de cama.) Tenemos el tiempo justo para arreglarnos y salir pitando...

RAÚL.- (Desde la habitación.) ¿A qué viene tanta prisa...?

SANDRA.- (Llevándose las manos a la cabeza, con gesto de dolor.) ¿No me digas que no te acuerdas de que hoy quedamos con mi jefe y su mujer, para comer en el Club Náutico...?

RAÚL.- (Saliendo a escena, lleva pijama y zapatillas de estar por casa.) ¿Era hoy?

SANDRA.- Me duele mucho la cabeza, y casi no sé ni donde estoy, pero lo que sí recuerdo, con toda claridad, es que a las diez tenemos que estar preparados...

RAÚL.- (En tono de recriminación.) Si anoche, huyendo de la «quema», no te hubieses ido de fiesta, ahora no tendrías «resaca»...

SANDRA.- Haz el favor de no sacar a relucir el tema de la «polca» de ayer... Te aseguro que, de haberme quedado un segundo más, hubiese cometido una barbaridad...

RAÚL.- (Con tono de guasa.) ¿No pensarías asesinarme vilmente? Aunque lo que sí intentaste, con toda tu mala idea, fue envenenarme con la pizza...

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SANDRA.- (Recogiendo las bolsas de papas vacías, y los botes de cerveza.) ¡No digas bobadas! Eso fue solo un amago de venganza... Además, seguro que ni la cataste...

RAÚL.- ¡Pues te equivocas! La probé... pero porque no me di cuenta de que llevaba anchoas, hasta que tuve un trozo en la boca...

SANDRA.- ¡Ahora resulta que también estás ciego! (Extrañada recoge el bote de refresco.) ¿Desde cuándo te has pasado a la «coca»?

RAÚL.- ¡Haz el favor de no guasearte! (Disimulando.) La... la... culpa la tiene María, que por cierto vino buscándote... Cuando vio la pizza cogió una porción, y para no sentirse culpable de comer solo ella, me dio otra a mí... Yo estaba viendo el partido y no...

SANDRA.- (Riéndose.) Lo tienes merecido. Ver tanto fútbol, te ha de dar un buen disgusto algún día...

RAÚL.- ¡Ya está aquí doña sentencias!

SANDRA.- ¡Calla ya, e intentemos empezar el día en paz y armonía!

RAÚL.- ¡Intentémoslo! (Aparte.) Veremos lo que dura el armisticio...

SANDRA.- Si me estás hablando a mí, haz el favor de hacerlo más alto, estoy medio sorda... Anoche, después de la cena, los de la oficina se empeñaron en ir a una de esas discotecas en las que ponen la música a toda «caña». Ahora estoy segura de haberme traído a casa, dentro de mi cabeza, algunos decibelios de más...

RAÚL.- ¿De manera que estuvisteis de «marcheta»...? ¡Mira qué bien!

SANDRA.- ¡No seas envidioso! Tú también podías haber venido, pero como te pusiste en plan borde...

RAÚL.- ¿Yo, borde? ¡Venga, mujer! ¡Qué dices! Estaba tan cansado que no tenía fuerzas ni para discutir contigo...

SANDRA.- ¡Menos mal...! Si llegas a estar en plenas facultades, todavía estamos en ello... Por cierto te llamé por teléfono sobre las once y media, ¿dónde estabas?

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RAÚL.- ¿Dónde iba a estar? ¡Pues aquí!

SANDRA.- No lo cogiste... Te llamé por si te apetecía acercarte al local en donde estábamos.

RAÚL.- Pues no lo oí sonar... Estaría en el baño, tenía el vientre algo revuelto...

SANDRA.- (Con sorna.) Te sentaría mal la cena.

RAÚL.- De todas formas no hubiese ido, estaba reventado... Me acosté antes de las doce...

SANDRA.- ¡Claro, que boba soy! Olvidé que ver un partido es una tarea agotadora.

RAÚL.- (Intentando poner paz.) Sandra, cariño, ¿no habías dicho que íbamos a concedernos una tregua?

SANDRA.- (Recapacitando.) ¡Sí, claro que sí...! (Mutis rápido hacia la cocina, cargada con todo lo que ha recogido en el salón. El mutis no dura ni un segundo, tan aprisa como ha desaparecido, vuelve a salir.) ¡Oye, Raúl...! ¿Te importa preparar el desayuno, mientras me doy una ducha?

RAÚL.- (Condescendiente.) ¡Está bien, lo haré...! Pero que no sirva de precedente...

SANDRA.- Ves como, cuando quieres, eres un sol... (Cariñosa, le da un beso en la mejilla y desaparece tras la puerta del baño.)

RAÚL.- ¡Seré un sol, por lo chamuscado...! (Desaparece en la cocina, sólo el tiempo suficiente para enchufar la cafetera eléctrica. De nuevo en el salón, se asoma por la puerta del baño y mira hacia dentro. Después, interpreta en tono reflexivo, hablando para él mismo.) Bueno, ahora que el café ya está en marcha... Esta es la ocasión propicia, para hacer de detective y salir de una vez por todas de dudas... Casi no he podido pegar ojo en toda la noche. El asunto de la dichosa cajita, me tiene con la mosca detrás de la oreja... ¿Quién puede haberle hecho un regalo? (Se dirige al mueble, abre el cajón, saca el envoltorio y lee la pegatina.) ¡«Deseo que te guste»! ¡Vaya una cursilería...! (Agita el paquete, intentando averiguar su contenido.) ¡Tiene toda la pinta de ser una joya...! (Continúa hablando en tono de reflexión.) No acostumbro a ser celoso, pero todo esto me huele a cuerno quemado... De no

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ser un regalo de un admirador ¿por qué tiene que tenerlo escondido? (Al girar el envoltorio, advierte que sobresale por un lado, un pequeño sobre. Vuelve a cerciorarse de que SANDRA continúa en el baño y después, decidido extrae la tarjeta de su interior y la lee.) ¡Amor mío, este regalo es tan sólo una pequeña muestra de mi deseo por ti...! «CARLOS...» (Furioso por el descubrimiento que acaba de hacer.) ¿Pero, qué es esto? ¡Vaya cara más dura la de este «tío»...! (Chillando.) ¡Tendrá morro! (Pausa.) ¿Y ella? ¡Sinvergüenza...! ¡¡Adúltera!!

SANDRA.- (Desde el interior del baño.) ¿Qué pasa, cariño?

RAÚL.- (Imitándola.) ¿Qué pasa, cariño...? (Intentando recuperar el tono de voz normal.) ¡No... No pasa nada...! ¡Tan sólo me he quemado la mano... con... con el café...!

SANDRA.- ¡Pobrecito...! En cuanto salga te la curo...

RAÚL.- ¡No hace falta, no ha sido para tanto...!

SANDRA.- Ponla rápidamente bajo el chorro de agua.

RAÚL.- (Hace un gesto que indica un corte de manga.) ¡Ya la pongo, ya...! (Guarda de nuevo la nota en el regalo y lo devuelve al cajón. Continúa razonando consigo mismo.) No puede ser que me esté engañando. Siempre he creído que esas cosas se notan... (Se acaricia la frente.) ¡No, no puede ser! Me resulta incluso difícil, tan sólo suponer, que Sandra haya sido capaz de ponérmelos y que, después de haberlo hecho, aún haya tenido valor para seguir jugando a dos bandas... (Pausa, tras la que reflexiona.) Aunque cada dos por tres tenemos «polca», en la cama todo funciona de primera... (Rotundo.) ¡No, no la creo capaz de acostarse conmigo, después de haberlo hecho con otro...! ¡Claro que, a lo mejor, todavía no lo ha hecho, pero lo está pensando, y si lo hace...! ¡Si lo hace... yo, yo...! (Pausa. Se da ánimos a sí mismo.) ¡Tranquilo, Raúl, tranquilo! ¡No quieras romperte los «cuernos» antes de saber, con seguridad, si ya los luces! Primero, he de cerciorarme porque si, por el contrario, resulta que todo son suposiciones mías... ¡lo único que conseguiré hacer será el ridículo más espantoso...!

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(Cavilando hace mutis por la puerta de la cocina.)

SANDRA.- (Tras unos breves segundos sale del baño, envuelta en un albornoz. Se acerca hacia la puerta de la cocina.) ¡Cariño, me ha parecido oír que ibas a hacer el ridículo! No tienes por qué preocuparte, sólo vamos a almorzar con ellos, y no a jugar al tenis, como en otras ocasiones...

RAÚL.- (Asoma la cabeza por entre la puerta.) Si he de serte sincero, no me hace ninguna gracia ir...

SANDRA.- ¡Venga, Raúl, hazlo por mí!

RAÚL.- (Hablando desde la cocina.) ¡Por ti lo hago, en caso contrario no iría allí ni atado...! (Sale al salón cargado con una bandeja que deja sobre la mesa, donde hay sendos tazones y un plato con productos de bollería.) ¡No es precisamente uno de mis lugares preferidos, está lleno de gente que te mira por encima del hombro...!

SANDRA.- En eso tienes razón, está lleno de snobs... (Mimosa.) Esta es una de las razones por las que te quiero tanto, siempre te sacrificas por mí... (Le rodea con sus brazos y continúa hablando en tono recriminatorio, pero sin buscar gresca.) ¡Bueno, lo haces siempre que no haya fútbol por el medio, ese es mi eterno rival...!

RAÚL.- ¡Mujer, no soy perfecto! Algún vicio tengo que tener...

SANDRA.- ¡Sí, claro! Lo que sucede es que es un vicio contra el que me resulta muy difícil luchar...

RAÚL.- ¡Hay vicios mucho peores! Como, por ejemplo... ¡Irse de fulanas...!

SANDRA.- (Deshace el abrazo.) ¿A qué viene eso ahora?

RAÚL.- ¡No sé, he dicho lo primero que me ha venido a la cabeza!

SANDRA.- ¡Pues has sido de un oportuno...! Me pongo tierna contigo y, por toda respuesta, te vas por los «Cerros de Úbeda».

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RAÚL.- ¡Caramba, chica, no era mi intención ofenderte!

SANDRA.- ¡Pues, si ese hubiera sido tu propósito, no te hubiera salido mejor!

(Airada, coge uno de los tazones y un bollo y

hace mutis hacia el dormitorio.)

RAÚL.- (Solo en escena.) ¡No he estado muy fino que digamos...! (Coge el otro tazón y bebe un sorbo.) ¡Como actor, estoy hecho un desastre...! ¡Disimular no es lo mío...! (Bebe de nuevo.) En lo sucesivo he de proceder con más tacto, de lo contrario volveré a meter la pata... (Coge un bollo y lo mordisquea. Apura el contenido del tazón y, a continuación, lleva la bandeja a la cocina, por donde hace mutis un instante. Rápidamente cruza el salón y, decidido, va hacia el dormitorio. Ante la puerta de éste se arrodilla y así, en actitud de súplica, hace mutis de esa guisa.) ¡Va Sandra, cariño, dame otra oportunidad...!

(Mutis.)

SANDRA.- (Habla desde la habitación, sin acritud.) ¡Raúl, no seas payaso...! ¡No, no me hagas cosquillas...! (Mimosa.) ¡No, Raúl, por favor, ahora no tenemos tiempo, no tardarán nada en estar aquí...!

RAÚL.- ¡Pues que esperen un poco!

SANDRA.- ¡No, no es posible! ¡No... Raúl! (Durante unos segundos ambos permanecen mudos, porque hay cosas que no precisan de las palabras para su realización y que, además, conviene hacerlas en la intimidad. Pero como ésta no es una comedia donde haya lugar para numeritos subidos de tono, después de una breve pausa, comienza a sonar el teléfono.)

RAÚL.- (Habla desde el dormitorio.) ¡Deja que suene...!

SANDRA.- No puedo, cariño... Seguro que son ellos... ¡Anda, deja... déjame, por favor...! (Para

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conseguir deshacerse de él, le propina un puntapié.)

RAÚL.- (Chillando.) ¡Ay... ay... ay..., qué dolor! ¡Qué patada me has dado...!

SANDRA.- (Procedente del dormitorio, sale a escena arreglándose el pelo y acomodándose la ropa de calle. Decidida, descuelga el auricular.) ¿Dígame...? ¡Hola, Ramón! Sí, sí, ya casi estamos... Tan sólo tardaremos un momento... En seguida bajamos... ¡Hasta ahora! (Cuelga el auricular.)

RAÚL.- (Está acabando de vestirse. Lleva por fuera de los pantalones los faldones de la camisa y el cinturón colgando de ellos. En una mano sostiene los zapatos. Se acaricia la pierna donde ella le ha golpeado.) ¡Ah! ¡Si querías salir, no era preciso que me dieses un puntapié en la espinilla...!

SANDRA.- (Se disculpa, haciéndole carantoñas.) ¡Lo siento de veras, amor mío! ¡No era el mejor momento para escarceos amorosos!

RAÚL.- (Fastidiado.) Últimamente, nunca acierto el momento oportuno...

SANDRA.- (Sugerente.) ¡No digas eso, cuando regresemos de la comida tendremos toda la tarde para nosotros...!

RAÚL.- ¡Eso en el caso de que no se nos cuelen en casa la vecina y su marido!

SANDRA.- ¡No seas pesimista! Si alguien llama a la puerta, nos hacemos los locos y en paz... ¡Venga, date prisa que nos están esperando...!

RAÚL.- (Con voz melosa, y cogiendo a Sandra por la cintura, intenta restablecer lo que dejó a medias por culpa del teléfono.) Pero, Sandra, si acaban de llamar por teléfono, y viven en la otra punta de la ciudad... De aquí a que lleguen todavía tenemos tiempo de...

SANDRA.- (Se deshace del abrazo con mucho tacto, dándole un beso en la mejilla para tratar de no contrariarlo.) ¡No! Estás equivocado, no tenemos tiempo ni para beber un vaso de agua...

RAÚL.- ¡No exageres!

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SANDRA.- No lo hago, están esperándonos abajo, en la calle... Han llamado desde un teléfono móvil.

(Rápidamente hace mutis por el dormitorio,

para recoger su bolso.)

RAÚL.- ¡Qué simpáticos! Acabo de descubrir otro motivo para estar en contra de esos malditos aparatos... (Terminando de calzarse.)

SANDRA.- (Regresa de la habitación.) ¡Raúl déjate de romances! ¡Vámonos ya...!

(Inicia el mutis por la puerta de entrada al salón.)

RAÚL.- ¡Eso, vamos! Estoy deseando soportar las bromitas de tu jefe, y los chismes de su mujer...

(Entra un momento en el dormitorio, donde coge la americana, y después, de apagar las

luces del salón, los dos hacen mutis por el foro.)

Escena II MUTACIÓN: El salón permanece en

penumbra. Al cabo de unos segundos se oye sonar, en varias ocasiones, el timbre de la

puerta.

CRISTINA.- (Entra en el salón. Va vestida completamente de negro, como acostumbran a hacerlo los ladrones de guante blanco. Lleva una gran bolsa, o una mochila, colgada al hombro y, en la mano, un estuche de ganzúas. Enciende una linterna y, con ella en la mano, inspecciona el salón, al igual que hace con las habitaciones para cerciorarse de que la casa esta vacía. Enciende la luz, apaga la linterna y después pone en funcionamiento un walkie talkie a través del cual dialoga con su compinche.) ¡Mon, aquí Tina! ¡Todo está en orden... Cambio! Los pájaros

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ya han dejado el nido... Has de estar al «loro», no sea que alguno de ellos regrese... Cambio y fuera... (Se guarda el aparato, la linterna y las ganzúas dentro de la mochila y comienza su tarea, que no es otra que apoderarse de todo aquello que pueda tener algún valor.) El caso es que no creo que este «pringao» pueda tener nada de valor en casa. (Sarcástica.) Es más, estoy por dejarle limosna en lugar de robarle... Pero, en esta profesión, no se puede ser sentimental. Hoy en día hay tanta crisis que no se le puede hacer ascos a nada... (Pausa.) Lo primero será coger ese regalito que le tiene preparado a la tal Sandra. Con un poco de suerte será alguna joya... (Se dirige directamente al cajón donde se haya éste. Lo coge y lo sopesa.) Desde anoche me tiene de lo más intrigada y no voy a aguardar, ni tan sólo un momento más, para ver su contenido... (Lo deslía con rapidez. El papel y la tarjeta que lo acompaña caen al suelo. Abre el estuche y se queda estupefacta al contemplar su contenido.) ¡Bingo! ¡Es una gargantilla de oro, con diamantes y zafiros...! En la vida hubiese imaginado que este «pelagatos» tuviera tanto dinero como para regalarle a su esposa una pieza de tanto valor... (Lo alza en la mano para poder contemplarlo mejor. Su cara demuestra satisfacción.) ¡Era inimaginable que este golpe pudiera salir tan redondo...! (Guarda el collar dentro del estuche y éste dentro de su bolsa. Luego va hacia el dormitorio, por donde hace mutis. Se escuchan los ruidos característicos de abrir y cerrar cajones y puertas. También el que produce un cajón al caer al suelo.) ¡Ay, mierda con el cajón, qué mal! (Unos segundos después regresa al salón saltando a la pata coja. En la mano lleva un pañuelo negro con los objetos que enumera a continuación) Lo que yo decía, sólo menudencias... Unas pulseritas, unos pendientes, veinticinco mil pesetas, y poco más... (Pliega el pañuelo y lo guarda dentro de la bolsa.) Si no fuese por esta joya... (Vuelve a sacar el estuche, y lo acaricia con suavidad.) ...digna de un buen coleccionista, habría perdido el tiempo... (Duda un momento antes de abrirlo de nuevo. Contempla una vez más la gargantilla y niega, moviendo la cabeza. Busca en tierra el papel que lo envolvía, lo recoge junto con la tarjeta y lee ésta en voz baja.) Esto no está nada claro... O mucho me equivoco, o este «tío» está siendo víctima de la

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infidelidad de su esposa... Otro con complejo taurino... ¡Pobre, con lo simpático que me pareció la otra noche! Hay gente que tiene la estrella más que torcida. Aparte de sufrir cuando pierde su equipo, tiene que padecer horrores al cruzar las puertas... (Por si no queda lo suficientemente claro hace la señal de los cuernos con los dedos.) ¡En fin, aquí ya está todo visto...! (Guarda todo dentro de la bolsa y se dirige hacia la puerta de acceso al recibidor. Cuando apenas la ha traspasado, suena con insistencia el timbre de la puerta. Cristina deja caer la mochila y retrocede alarmada buscando refugio. Instantes después, el timbre deja de sonar. Respira aliviada y, recogiendo su mochila del suelo, se dispone a marcharse de allí. Tan sólo ha empezado ha marcar el mutis cuando el timbre vuelve a sonar. Horrorizada al sentir que alguien está girando la llave, con desesperación busca dónde esconderse y, al fin, opta por hacerlo en el baño.) ¡Mierda, quien sea está entrando...!

MARÍA.- (Entra en el salón. En la mano lleva un bastón o, en su defecto, un paraguas de mango largo.) ¡Sandra, Sandra... Raúl...! ¿Dónde estáis...? ¿Os encontráis bien...? ¡Desde casa, he oído un ruido muy fuerte y...! (Mira en la cocina, esgrimiendo en alto el bastón.) ¡Qué raro, aquí no hay nadie! Pues estoy segura, de que el golpe que he escuchado no son imaginaciones mías... (Se dirige hacia el baño, en la misma actitud que adoptó al mirar en la cocina. Al mismo tiempo que ella va a entrar en él, CRISTINA sale. Se ha quitado los guantes. Lleva un albornoz, la cabeza envuelta en una toalla y, en la mano, otra con la que trata de taparse el rostro, haciendo como que se seca la cara. Se produce un encontronazo entre las dos que, al unísono, chillan asustadas.)

CRISTINA.- (Con la cara medio cubierta por la toalla.) ¡Jesús, qué susto! ¿Quién es usted?

MARÍA.- (Adoptando una postura defensiva.) ¡Eso tendría que preguntarlo yo!

CRISTINA.- (Trata de salvar la situación, echándole morro al asunto.) Perdone... pe... pero no tengo el gusto de conocerla...

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MARÍA.- (Desconcertada.) Yo soy María, amiga y vecina de los dueños de esta casa... ¿Usted quién es?

CRISTINA.- (Habla con mucho aplomo.) ¡Claro, María! Por favor, tutéame... Tan sólo te conocía por referencias... ¡Claro que sí, María, la vecina...! Raúl y Sandra me han hablado mucho de ti...

MARÍA.- Sí, esos son mis vecinos, pero...

CRISTINA.- (Aprovecha sus dudas para no dejarle tiempo de reflexionar.) ¡Yo soy Cristina, prima segunda de Raúl! ¿Nunca te ha hablado de mí?

MARÍA.- (Duda antes de contestar.) No estoy muy segura... La verdad es que yo con quien tengo más amistad es con Sandra...

CRISTINA.- ¡Claro, es normal! ¡Sandra, además de simpática, es una chica estupenda y muy trabajadora!

MARÍA.- (Afirmando.) ¡Sí, sí que lo es! (Pausa.) En fin, lamento haberte asustado... Vivo en el piso de abajo, y me pareció oír un golpe muy extraño... Por eso subí rápidamente... Al ver que nadie me contestaba, bajé a por el juego de llaves que me dio Sandra y entré... Últimamente este barrio está padeciendo una grave ola de robos...

CRISTINA.- Además de una buena amiga, eres muy atrevida... No creas que todo el mundo se arriesgaría, como tú has hecho, a enfrentarse con unos ladrones...

MARÍA.- En confidencia, si me llego a encontrar con alguno, te juro que me voy de vareta...

CRISTINA.- (Bromeando) ¡Quizás! Pero seguro que el ladrón también saldría con las costillas calientes...

MARÍA.- (Esgrimiendo el bastón.) ¿Lo dices por esto? Lo cogí como arma de defensa, eso suponiendo que me hubiese dado tiempo a defenderme...

CRISTINA.- ¡Qué buen humor tienes, María! (Se dirige hacia el baño.) Lamento de verdad tener que dejarte, pero tengo que vestirme... Cuando tú llegaste acababa de salir de la ducha...

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(A punto de hacer mutis.) ¿No te molestará que te deje sola?

MARÍA.- ¡Claro que no! Yo he de irme, me he dejado el arroz en el fuego...

CRISTINA.- En ese caso, ya nos veremos... Ha sido un placer...

MARÍA.- Igualmente, y siento la intromisión... (Va hacia la puerta del foro.)

CRISTINA.- Perdona que no te acompañe, como eres de casa...

(Mutis baño.)

MARÍA.- No te preocupes, conozco el camino... ¡Adiós!

(Mutis.)

CRISTINA.- (Asoma la cabeza por entre la puerta. Se ha quitado la toalla que le cubría el pelo y en la mano lleva el walkie talkie.) ¡Aquí Tina...! ¡Aquí Tina, cambio...! ¿Pero qué estás haciendo, tío?

MARÍA.- (Habla desde el interior del foro.) ¡Cristina, soy yo...! ¡He vuelto porque...! (Entra en el salón.) ¡Uy, perdona...!

CRISTINA.- (Intentando establecer contacto con su cómplice.) ¡Caray, tío! ¿Dónde estás? (Al ver a MARÍA, intenta disimular.) ¡Tío...! ¡Tío Ramón! Sí, sí... estoy bien... muy bien... Espera un momento, que hay moros... (A MARÍA.) ¿Qué querías?

MARÍA.- Siento molestarte, necesito un limón y...

CRISTINA.- (Aguantando el tipo.) ¡Claro que sí María, faltaría más! Entra en la cocina y coge lo que necesites...

VOZ EN OFF.- ¡Aquí Mon...! ¿Qué dices de los moros? ¡Cambio!

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CRISTINA.- (A MARÍA.) Es mi tío Ramón... Está en Marruecos, de viaje... Es muy bromista... (Por el walkie talkie.) ¡Sí, tío... ya sé que... que hay muchos moros...! ¿Qué querías encontrar... japoneses?

MARÍA.- (Va hacia la cocina, por donde hace mutis.) ¡Tranquila, ya cojo yo lo que me hace falta...!

CRISTINA.- (Habla con su compinche rápidamente y en voz baja.) Ahora no puedo hablar... No estoy sola... ¡Cambio y corto! (Para continuar disimulando, sigue hablando en voz alta por el aparato, como si fuese un teléfono móvil.) ¡No olvides traerme un regalo! Sí, sí, Raúl y Sandra están bien, han salido... Sí, descuida, así lo haré... ¡Adiós!

MARÍA.- (De nuevo en el salón, lleva en las manos además del limón, una botella de «cola», una barra de pan, y una bolsita de aceitunas.) Me he permitido coger varias cosas que se me olvidaron comprar en el súper...

CRISTINA.- ¡Tranquila mujer, estás en tu casa!

MARÍA.- ¡Qué suerte poder viajar a Marruecos, o a donde sea! Me encanta salir de viaje, pero a mi Pedro no hay manera de sacarle de casa... Es el hombre más feliz del mundo viendo el fútbol y practicando, al mismo tiempo, «el sillón bol»...

CRISTINA.- ¡Los hombres son unos egoístas!

MARÍA.- No vayas a pensar que me estoy quejando... Todo lo contrario... Antes me aburría más que un diputado en su escaño pero, el año pasado, me apunté a la asociación de amas de casa del barrio y, desde entonces, me lo paso «pipa»... Siempre estamos haciendo excursiones, talleres, comidas... (De repente recuerda que dejó la comida al fuego y sale corriendo, como alma que lleva el demonio.) ¡El arroz! Te dejo, si no me quedaré sin comida... ¡Adiós!

(Mutis rápido por el foro.)

CRISTINA.- ¡Esto es digno de una película de los hermanos Marx! No me ha cogido in fraganti

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de milagro... (Coge el walkie.) ¡Aquí Tina...! ¡Aquí Tina, no hay peligro...! ¡Cambio!

VOZ EN OFF.- ¡Estoy hecho un lío! ¿Qué «ídem» te llevas con los moros? ¿No te habrás buscado otros socios? ¡Cambio!

CRISTINA.- ¡Déjate de chorradas! No me nombres los moros, ya hablaremos luego... Hemos de salir de aquí cuanto antes. Las cosas se han complicado... ¡Cambio!

VOZ EN OFF.- ¿Pero qué dices? Todavía no hemos acabado de limpiar el edificio... ¡Cambio!

CRISTINA.- No puedo perder tiempo en explicaciones... ¡Coge los trastos y disponte a salir volando...! ¡Cambio!

VOZ EN OFF.- ¡De acuerdo, te espero donde siempre! ¡Cambio y corto!

CRISTINA.- (Guarda el aparato dentro de la bolsa y después se quita el albornoz.) También ha sido mala suerte que esa «María» haya tenido que meter las narices. Debe ser de esas vecinas que se meten en tu casa y, por el mismo precio, te limpian la despensa y te llenan la cabeza de chismes... (En tono de burla.) Tengo que reconocer que hay muchos «chorizos» sueltos por el mundo... Unos reconocidos y otros trabajando por libre... Y, a juzgar, por la bolsa que llevaba, debe de haber dejado la despensa limpia de polvo y paja... ¡Esta profesión ya no es lo que era! (Antes de abandonar el salón, deja el albornoz en el baño, se pone los guantes, lanza una rápida mirada a su alrededor y después de apagar las luces, cargada con su mochila hace mutis por la puerta del recibidor.) ¡Perfecto, todo está como antes...!

(El escenario, en esta ocasión queda, completamente a oscuras, para dar a entender

al público que el espacio de tiempo es mayor que en ocasiones anteriores. También se puede tirar

el telón para que la pausa sea más acusada.)

Cuadro II

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Escena I Cuando, de nuevo, las luces vuelven a inundar el

escenario, ha transcurrido un buen rato, el suficiente para disfrutar de una buena comida

en el «Club Náutico».

SANDRA.- (Sofocada, disgustada y furiosa, entra en el salón echando chispas. Enciende las luces del salón. RAÚL, entra unos segundos más tarde. En los oídos, lleva unos auriculares que pertenecen a un diminuto walkman, que está escondido en el bolsillo interior de la chaqueta.) ¡Eres incorregible, no cambiarás nunca! De sobra sé que estas comidas no son santo de tu devoción, pero podrías tener la decencia de disimularlo con algo más de entusiasmo... Y encima de tu grosero comportamiento en la mesa, cuando estábamos esperando los cafés, no pudiste soportarlo por más tiempo y te colocaste los auriculares del maldito walkman...

RAÚL.- ¡Mujer, como son tan pequeños, pensé que nadie lo notaría!

SANDRA.- (S in prestarle atención, continúa vaciando todo el pesar que siente.) Nada más los vi, te lancé una mirada de esas que fulminan al más pintado... y tú... ¡Tú te hiciste el sueco! Como si aquello no tuviera nada que ver contigo...

RAÚL.- ¡No he visto que me hicieras ninguna seña!

SANDRA.- ¿No me viste, o me ignoraste? ¡Es igual...! Porque, por si acaso no te habías apercibido de mi gesto, por debajo de la mesa te di un ligero toque...

RAÚL.- (Subiéndose el camal del pantalón.) Lo que me diste fue un puntapié, que seguro me habrá hecho moradura... Y con este van dos en el mismo día.

SANDRA.- (Negando con la cabeza.) ¡No tienes arreglo! En mi vida he pasado tanta vergüenza como hoy... ¿Cómo has sido capaz de saltar y chillar de ese modo?

RAÚL.- ¡He gritado porque me has hecho daño!

SANDRA.- ¿Sí? ¡Pues lo que yo he escuchado no era precisamente un grito de dolor! A estas alturas

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no querrás hacerme creer que, en lugar del ¡ay! acostumbrado, ahora se grita ¡GOOOOL! como un energúmeno...

RAÚL.- Ha sido sin querer... Mi intención era chillar de dolor, porque me habías lastimado, pero en ese mismo instante los «granotas» marcaban un cañonazo que me hizo saltar de la silla y gritar ¡Goool!

SANDRA.- (Enfurecida, le recrimina acusándole directamente.) Por desgracia, eso no fue lo peor... Porque, para más «inri», al saltar de tu silla, el mantel que se te había quedado enganchado en la correa del reloj, hizo que las copas, que todavía quedaban sobre la mesa, cayeran, derramando su contenido sobre el modelito de alta costura de «Pere del Ferro» que llevaba la mujer de mi jefe...

RAÚL.- (Intenta mostrarse arrepentido.) Lo siento, ha sido una fatalidad... Te juro que no lo hice a propósito...

SANDRA.- (Continúa recriminándole.) Y después, como colofón y para rematar el empastre, no se te ocurrió nada mejor que intentar limpiarle el vestido con tu servilleta empapada en «agua de bolitas»...

RAÚL.- ¡Lo siento de verdad, Sandra! ¡No quería aguarte la comida!

SANDRA.- (A punto de romper a llorar.) ¡Pues para no querer, lo has hecho de maravilla! Con tu comportamiento me has dejado en evidencia...

RAÚL.- ¡No llores, por favor! En ningún momento fue esa mi intención... Ya te he dicho que lamento haber actuado de ese modo... ¡Por favor, perdóname!

SANDRA.- Eso es lo único que hago últimamente, perdonarte... Siempre estás hiriéndome con tus sarcasmos, y yo creo... (Duda un momento antes de proseguir.) Comienzo a creer que lo nuestro no tiene remedio. Poco a poco, vamos de mal en peor... (En tono más serio.) Nuestra relación está deteriorándose... y convirtiéndose en un auténtico desastre... Ya no sé qué hacer, ni cómo actuar para que estés contento, y... para que nada de lo que yo pueda decir o hacer..., te moleste. Tal vez, lo mejor que

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podríamos hacer, al menos durante algún tiempo, es separarnos... De ese modo, los dos podremos plantearnos el futuro con más calma...

RAÚL.- (Se ha quedado de una pieza, y tarda un momento en reaccionar.) ¿De qué me estás hablando? Tú no me molestas. Es más, jamás me has molestado...

SANDRA.- No parece que sea así... Te molesta mi trabajo... Te sabe mal cuando salgo con mis amistades... Odias acompañarme a ningún compromiso porque no soportas ni a mi jefe, ni a su mujer, ni a ninguno de mis amigos... Prefieres ver, o escuchar un partido de fútbol, que disfrutar de mi compañía, paseando o yendo al cine... Hoy, por ejemplo, sólo tenías que haber aguantado un par de horas sin tu gran debilidad y... (Con pesar.) ...Y has sido incapaz de hacerlo... El fútbol es un rival todavía peor que si tuvieses una querida... Al menos contra ella, yo tendría alguna posibilidad pero, de veras te digo que no sé como enfrentarme, ni de qué manera luchar contra ese «juego»...

RAÚL.- ¡No seas exagerada! Cualquiera que te oyese, pensaría que nunca salimos de casa...

SANDRA.- ¡Salir, salimos! Pero, por regla general, siempre tenemos que regresar en lo mejor porque tú no quieres perderte el partido que ese día retransmiten por televisión... Eso cuando no te vas directamente al campo. Ese día es el acabose... Si gana tu equipo, vuelves eufórico, pero si pierde... ¡Ay, si pierde! No hay quien te diga nada, te cambia hasta el genio y la manera de tratarme... No pareces tú, te transformas en un ogro que no para de bufar, de decir impertinencias y palabras malsonantes, gritando y pegando patadas a todo aquello que encuentras en tu camino...

RAÚL.- (En tono de chanza.) ¡Caray, Sandra! Ni que fuera el doctor Jekyll...

SANDRA.- ¡Tú tómatelo a broma! Aunque no me creas, estoy hablando muy en serio...

RAÚL.- (Cariñoso y conciliador, la coge por los hombros y desliza sus manos por sus brazos, acariciándolos.) Estás muy nerviosa... Si te parece buena idea podríamos hacer una cosa... Mientras yo bajo al bar de la esquina a por tabaco, tú te relajas en la bañera... Cuando vuelva, los dos estaremos más tranquilos para seguir hablando del tema.

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Seguro que, con más calma, encontraremos una solución... No me gusta que, por mi culpa, continúes disgustada. Y tampoco quiero separarme de ti..., sin más motivo que una discusión más agria que otras...

SANDRA.- (Más tranquila.) ¡Tienes razón! Hemos de hablar con más tranquilidad, y ahora todavía estoy muy alterada...

RAÚL.- ¡Ponte cómoda, que no tardo nada...!

(Mutis por el recibidor. SANDRA pone en el equipo de alta fidelidad, música de ambiente, deja el salón en una grata penumbra y luego desaparece por la puerta del baño. Telón.)

Escena II

Mutación. Ésta sólo dura unos segundos, los suficientes para que la actriz cambie de

vestuario. La música seguirá sonando hasta un momento antes de abrir el telón.

SANDRA.- (Está en escena, sentada en el sofá. Va vestida con una bata sugerente, como las que se encuentran en las tiendas de lencería. No está de buen humor. Nerviosa, consulta su reloj de pulsera. Habla con un deje de sarcasmo.) ¡Ponte cómoda, que no tardo nada...! ¡Será mentiroso! Hace casi una hora que salió por la puerta... ¿Cómo puedo ser tan ilusa? No es posible que esté todavía en el bar... ¡O a lo mejor, sí! (Decidida descuelga el teléfono y marca un número.) ¡Hola! ¿Eres Pepe...? Soy Sandra, la mujer de Raúl... ¡Vaya escándalo, apenas te oigo! Oye... ¿Está Raúl todavía ahí en el bar? Sí, sí, espero... (Mientras espera respuesta de su interlocutor, procedente de la calle llega un gran clamor.)

VOCES.- ¡¡¡GOOOOOL!!!

SANDRA.- (Se acerca al balcón y se asoma.) ¡Otro partido! ¡Esto es una plaga...! (Vuelve a dialogar por teléfono.) Sí, sí, todavía estoy aquí... ¿Cómo dices? ¡Que sí está! ¿Qué...? ¿Que no está

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solo? ¡Claro, estará con todos sus amigos, como siempre...! ¿No? ¡Que está acompañado de una joven...! ¿Estás seguro? (Irónica.) No, no le digas nada... No hace falta que le molestes... Lo mío no tiene ninguna importancia... ¡Gracias, Pepe...! (Cuelga el aparato y, con decisión, hace mutis por la puerta del dormitorio. Mientras sigue interpretando, sale al salón cargada con su bolso y algunas maletas que deja apiladas al lado de la puerta de entrada al salón.) ¡Hasta aquí hemos llegado! Todo esto me ocurre por ser demasiado confiada... Pero esto de hoy es el colmo...

(Por último, hace mutis por el dormitorio.)

RAÚL.- (Comienza a hablar desde el recibidor.) ¡Sandra, Sandra, cariño, me he entretenido un poco por...! (Se interrumpe al ver las maletas que ella ha dejado. Va hacia el dormitorio.) ¡Sandra, cariño...! ¿Qué hacen ahí esas maletas?

(Mutis por la puerta del dormitorio. La discusión que ellos mantienen se inicia dentro de

esta estancia.)

SANDRA.- ¡Ya estás aquí! Has tardado mucho, para sólo comprar tabaco... (Sale al salón, acabando de vestirse con ropa de calle.) ¡Claro, que a lo mejor es que el bar estaba cerrado, y has tenido que buscar otro...! ¿No?

RAÚL.- (Sale tras ella.) ¿Por qué me hablas de ese modo?

SANDRA.- ¿Cómo estoy haciéndolo?

RAÚL.- En un tono que no me ha gustado nada...

SANDRA.- Tampoco a mí me ha gustado tener que esperarte tanto tiempo, ilusionada con la promesa de que ibas a regresar enseguida...

RAÚL.- Iba a explicártelo todo, cuando al ver tus maletas me quedé cortado...

SANDRA.- ¡Cortado, tú! ¡Eso es nuevo!

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RAÚL.- Pero... ¿Qué te pasa? (Conciliador, intenta hacerle una caricia, que ella rehúye.) ¿Qué he hecho mal ahora?

SANDRA.- ¿Qué que has hecho mal? ¿Cómo es posible que tengas la desfachatez de preguntármelo? (Él intenta explicarse, pero ella le corta en seco.) ¡No... no me digas nada! Estoy segura de que tu excusa llegaría a resultarme incluso creíble... ¡Bueno, me resultaría creíble, en el supuesto de no estar ya al corriente de todo el asunto...!

RAÚL.- ¿Que estás al corriente...? (Pillado en falta, duda un momento antes de proseguir, e intenta quitarle importancia.) De todas formas el delito no ha sido tan grave... Estaban retransmitiendo un partido, y...

SANDRA.- ¡Eso lo sé, sin necesidad de poner la televisión! Hace apenas unos minutos escuché un grito que hizo retumbar hasta los cimientos de la finca...

RAÚL.- ¿Ves como no te engaño? Estaban en el bar unos cuantos amigotes... Insistieron en que me quedase con ellos a ver el resto del partido... Espero que entiendas que no podía negarme... Si les hubiese dicho que tú no querías que me quedase, seguro que se hubiesen burlado de mí...

SANDRA.- ¡Pobre, qué ridículo más espantoso! De manera que, por no ser el blanco de sus chanzas, has preferido dejarme a mí, en vez de abandonarlos a ellos...

RAÚL.- Lo dices de una forma, que parece que haya cometido el peor de los crímenes...

SANDRA.- (Haciéndose la ingenua.) ¡Lo digo como lo siento! Lo que sucede es que, a lo mejor tú, te sientes culpable...

RAÚL.- No me siento ni más ni menos culpable que otras veces...

SANDRA.- (Pinchándole, para tirar del hilo.) De modo que ahora confiesas que ha habido «otras veces»...

RAÚL.- ¿Qué es esto, un interrogatorio?

SANDRA.- (Se acerca hasta el mueble.) ¡Puedes llamarlo como te parezca! Yo lo tengo

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todo muy claro... Hace tan sólo una hora me rogaste que me tranquilizara, porque el tema que estábamos tratando era muy delicado y no debíamos hablar más de él sin antes estar calmados... Te hice caso y, creyendo como una imbécil que cumplirías tu palabra de volver enseguida, te esperé, impaciente e ilusionada; primero, en el dormitorio y después aquí en el salón, atenta a que el paño de la puerta al girar, me indicara tu llegada... Al final me cansé de esperar y...

RAÚL.- Lo siento, lo siento de veras...

SANDRA.- Esta vez no es suficiente con que lo sientas... No tuviste ni siquiera la decencia de avisarme... Tan sólo hubieses perdido unos segundos en llamarme por teléfono... (Rebusca dentro del cajón del mueble. Saca la carpeta y la agenda, las deja encima de la mesa y continúa buscando.) Mira Raúl, estoy muy disgustada... Me siento incapaz de continuar, por el momento, en tu compañía, y tampoco me apetece, en absoluto, remover más esta situación... Por lo tanto, te dejo solo... De esta manera, los dos tendremos tiempo para analizar nuestra vida en común...

RAÚL.- ¿Estás diciéndome que te vas?

SANDRA.- ¡Sí! Quizás nos convenga estar separados unos días. Es más, estoy segura de que es lo mejor que podemos hacer dada nuestra situación...

RAÚL.- Es la segunda vez que nombras «la situación»... Si he de serte sincero, no tengo ni idea de a qué te refieres...

SANDRA.- ¿No? Pues está muy claro... Hace tan sólo unos minutos estabas en el bar... (RAÚL asiente y hace un gesto para indicar que no sabe dónde quiere ir a parar.) Está bien, ya que así lo quieres, seré más concreta... Que estés en el bar es una cosa corriente, pero que lo hagas acompañado de una chica ya no lo encuentro tan lógico...

RAÚL.- ¿Una chica...? (Duda un momento.) ¡Ah, claro, Cristina!

SANDRA.- (Extrañada.) ¿Cristina?

RAÚL.- Es una joven muy agradable... Es la primera vez que la veo en el bar...

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SANDRA.- ¿Entonces has estado con ella en otros sitios?

RAÚL.- Anoche estuvo aquí...

SANDRA.- ¡Aquí, en mi casa!

RAÚL.- Sí... Llegó pidiendo ayuda. Huía de un hombre que la perseguía... Buscaba un lugar donde esconderse... Llamó desesperadamente al timbre y, cuando abrí, entró como un huracán, gritando socorro y...

SANDRA.- (Con cara de incredulidad.) ¿Quieres dejar de decir barbaridades?

RAÚL.- ¡No son barbaridades! Cuando se recobró del susto, ahí en el sofá,... yo... bueno... los dos...

SANDRA.- (S in dejarle que se explique.) ¡Tendrás poca vergüenza! ¡En el sofá, en mi sofá...! ¿Cómo has sido capaz?

RAÚL.- Mujer, por lo general siempre lo hago en el sofá...

SANDRA.- ¿De forma que lo has hecho otras veces?

RAÚL.- ¡Claro, es el sitio más cómodo para...!

SANDRA.- ¡Basta, ya está bien! No quiero conocer nada más de esa sórdida historia... Necesito pensar con claridad... (Coge las maletas y su bolso y se dispone a hacer mutis por el foro.) ¡Ya nos veremos!

(Mutis.)

RAÚL.- (Desconcertado.) ¿Pero, dónde vas Sandra? (Mutis detrás de ella) ¡Espera, por favor, puedo explicártelo todo! (Se oye un portazo. Al momento, desolado, vuelve al salón.) ¡Qué follón! Total por un partido de nada... (Ve la carpeta y la agenda, sobre la mesa.) ¡Vaya, se ha dejado aquí su memoria...! (Abre la carpeta y mira entre los papeles.) No tardará en regresar, sin ella está perdida... (Encuentra los billetes de avión, los coge y habla con sarcasmo.) Otro viajecito por asuntos de trabajo... ¡Caramba, esta vez son dos! (Abre uno de ellos y lee el destino.)

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¡Joder, al Caribe, ahí es nada! ¿Esto es trabajar, o irse de vacaciones? (Coge el otro pasaje.) ¿Y este otro, para dónde será...? (Lee sorprendido.) ¡Este también es al Caribe! (Extrañado, mira de nuevo el otro billete.) ¡Qué raro, los dos son para el mismo día, 15 de junio! (Continúa leyendo el uno y el otro) Sandra Gómez Castillo... ¡Carlos Muñoz Sanjuán...! (Estupefacto.) ¿Pero, esto qué es? ¿Quién es ese Carlos? ¿Dónde he oído antes ese nombre? (Duda un momento hasta que, recordándolo, se da una palmada en la frente.) ¡Claro, eso es! Es el mismo nombre que firmaba la tarjeta del regalo! No, no puede ser lo que estoy pensando... Esto confirma todas mis sospechas... Sandra pensaba abandonarme de todos modos... Pensaba marcharse con ese «maromo» al Caribe. Estos billetes de avión lo confirman... ¡El 15 de junio! (Mira el calendario.) Hoy estamos a siete... ¡Es la semana que viene! (Va hacia el cajón, donde estaba el regalo.) ¡El regalo...! ¡Claro, el regalo! Eso es lo que ella buscaba tan afanosamente... ¡Joder! ¿Pero, cómo he podido ser tan idiota? (Busca en el cajón.) ¡Ya no está! ¿Cómo decía la nota...? (Recordando.) Era algo como: «Esta es una pequeña muestra de mi... deseo...» ¡Sí, sí, eso es! ¡Todo encaja a la perfección! (Furioso.) ¡Soy un marido engañado o, lo que es todavía peor... un «cornudo»...! (Enmudece cuando oye la voz de SANDRA, procedente del recibidor. Con rapidez guarda los billetes donde los encontró.)

SANDRA.- (Desde el recibidor.) ¡Raúl, he regresado por que olvidé mi... (Sale a escena) agenda, y mi... (Él tiene entre las manos los objetos que ella acaba de mencionar y, solícito, se los tiende.) ...carpeta…! (Los coge.) ¡Gracias...! (Se dispone a hacer mutis, pero retrocede.) ¡Raúl...!

RAÚL.- (Muy seco.) ¿Qué?

SANDRA.- ¡Verás, yo... quería decirte...! (Pausa tensa.) Mejor, déjalo estar... ¡Adiós!

(Mutis rápido por el foro.)

RAÚL.- (Desolado, se deja caer en el sofá.) ¡Adiós...!

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SANDRA.- (Aparece de nuevo en el salón.) ¡Raúl... lo siento! (Va hacia donde está él.) ¡Lo siento mucho!

RAÚL.- ¡Yo también, jamás imagine que acabaríamos así!

SANDRA.- (Se sienta a su lado.) Tienes razón... Es una lástima que siempre estemos discutiendo... La culpa de todo la tienen mi mal genio, que siempre me hace estar a la defensiva, y mis ansias de libertad...

RAÚL.- Yo también he tenido parte de culpa... Debí haber estado más atento y hacer caso de las señales...

SANDRA.- (Extrañada.) ¿Qué señales?

RAÚL.- ¡No es nada, tan sólo una manera de hablar!

SANDRA.- (Levantándose del sofá.) ¡En fin, me voy...! ¡Ya nos veremos...! (Avanza unos pasos hacia el foro.) ¡Por cierto, Raúl! ¿No habrás visto una cajita, envuelta en papel de regalo, que dejé en el primer cajón?

RAÚL.- (Haciéndose el desentendido.) ¿Una cajita? No, no he visto ninguna caja... ¿Era importante?

SANDRA.- Era un regalo... (Pausa.) Seguro que la he metido en la maleta...

RAÚL.- Seguro que sí... (Muy serio.) ¡Adiós, que seas muy feliz...!

SANDRA.- ¡Que melodramático te has vuelto! (Antes de hacer mutis por la puerta del recibidor, se acerca a él y le da un beso.) ¡Adiós, hasta pronto...! (Mutis mientras dice la última frase.) ¡Pasado mañana te llamo y quedamos para comer...!

RAÚL.- (Desconcertado, tarda en reaccionar.) ¡Pasado mañana...! ¡Me llamará...! ¡Para comer...! ¿Qué ha querido decir? ¡No... no entiendo nada! (Sale corriendo tras ella, gritando.) ¡Sandra... Sandra... espera un momento!

(Mutis.)

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MARÍA.- (El diálogo comienza cuando todavía están entre cajas. Hablan elevando mucho la voz.) ¡Qué lío, madre de Dios! ¡Ay señor, qué miedo he pasado, cuando he visto la fotografía! (Salen a escena.) ¡¡Era ella!! Me la... me la ha enseñado el policía de barrio... ese gordito con bigote y barbita... ¡Ay señor, señor...!

RAÚL.- (Muy contrariado, y con cara de extrañeza.) ¡Lo siento... me he perdido y no sé de qué puñetas me estás hablando! Trataba de alcanzar a Sandra, cuando te has cruzado en medio de la escalera chillando como una endemoniada...

MARÍA.- (A la suya.) La cosa empezó cuando bajé a comprar al bar una botella de cerveza, de esas que los jóvenes llaman «litrona»...

RAÚL.- (Caliente de oreja.) ¡María, no estoy para «rollos»! ¡Ves directa al grano!

MARÍA.- ¡Eso intento, pero con tanta interrupción harás que pierda el hilo! (RAÚL deja escapar un sonoro bufido, al tiempo que se lleva las manos a la cabeza.) El caso es... que cuando estaba en el bar, se me acercó el guardia ese que...

RAÚL.- (Tratando de dominarse.) Ese que está gordo y lleva bigote y barba... ¡Ya lo sé!

MARÍA.- ¡Sí, ése mismo! ¿Cómo lo sabías? (RAÚL le lanza una mirada asesina, frente a la que ella se hace la desentendida.) ¡En fin, el caso es que me enseñó una «foto», y me preguntó si alguna vez había visto por el barrio a aquella «individua»! ¡Al mirarla me quedé de piedra! Reconocí su cara, la había visto antes. Y fue precisamente aquí, ¡en esta casa...!

RAÚL.- (Abatido, se deja caer en el sofá.) ¿En esta casa? ¿Me estás hablando en chino, o de repente me he vuelto imbécil perdido? ¡No cojo una!

SANDRA.- (Al mismo tiempo que MARÍA va a continuar su relato, ella irrumpe en el salón. Está sucia y despeinada.) ¡Raúl... Raúl...! (Impulsado por un resorte se incorpora del sofá y va a su encuentro.) ¡No te puedes ni imaginar lo que me acaba de ocurrir!

RAÚL.- ¡No tengo ni idea! (Asustado, se apercibe de su aspecto.) ¿Has tenido un accidente?

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SANDRA.- ¡No exactamente! Me disponía a entrar en mi coche... cuando un motorista, me arrancó el bolso de un tirón... Caí en tierra... Y lo más curioso es que, unos pocos metros más adelante, el ladrón también se estrelló contra el asfalto... Su moto patinó cuando quiso esquivar a un policía que en ese momento salía del bar de Pepe...

MARÍA.- Uno bastante grueso, con bigote y barba... ¿Verdad?

SANDRA.- ¡Ese mismo! Después de detener al de la moto, se acercó hasta mí y me devolvió el bolso... Había presenciado toda la escena...

RAÚL.- ¡Pues ya es casualidad, porque normalmente casi nunca patrullan por el barrio!

SANDRA.- ¡No ha sido casualidad! Según me contó, habían preparado una redada con objeto de desmantelar una banda de ladrones que últimamente estaba operando por esta zona...

MARÍA.- En este edificio, habían cometido un par de atracos... Y es muy posible que uno de los pisos en que hayan robado sea el vuestro...

SANDRA Y RAÚL.- (Extrañados.) ¿Quééééé...?

MARÍA.- Se lo dije al policía del bigo... Bueno, al de antes... (A SANDRA.) Era muy sospechoso que la prima de Raúl, estuviese de visita en tu casa, y tú no me hubieses comentado nada...

RAÚL.- (Extrañado.) ¿Mi prima?

SANDRA.- ¿Me he perdido algo? ¿Qué «prima» es esa?

RAÚL.- ¡Sé lo mismo que tú!

MARÍA.- Me dijo que se llamaba Cristina...

RAÚL.- ¿Cristina?

SANDRA.- No se tratará de la misma Cristina del sofá ¿Verdad?

RAÚL.- ¡Yo que sé! La única Cristina que conozco es una vecina que vive en el primer piso, puerta cuatro...

MARÍA.- ¿En la puerta cuatro? ¡Imposible! Hace cerca de dos meses que no vive nadie... El último

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inquilino fue un abogado. Se marchó hace más de tres meses y, según tengo entendido, dejó el piso amueblado... (Suena el timbre de la puerta.) ¡Tranquilos, ya voy yo...!

(Mutis.)

RAÚL.- ¡No puede ser, yo he estado en ese apartamento...! Cristina me pidió...

SANDRA.- (Mosqueada.) ¿Se puede saber que hacías tú en ese piso, con la tal Cristina?

RAÚL.- ¡Nada malo, te lo aseguro...! Esa noche ella apareció en la puerta de casa, diciendo que la perseguía un hombre...

SANDRA.- (Rápida.) ¡De nuevo empiezas con esa increíble historia...!

RAÚL.- Puede que te parezca una invención... Pero te aseguro que es real... Estuvo aquí conmigo hasta que acabó el fútbol... Me dijo incluso que era... (Se queda callado al ver que SANDRA le mira con gesto de incredulidad total.) ¿No me crees?

SANDRA.- ¡No! Me suena a otra de tus muchas mentiras... Aunque he de reconocer que esta vez la historia es más rocambolesca que de costumbre...

RAÚL.- (Harto de que ella no le crea, empieza a tirar con bala.) ¡Rocambolesca, dices! En ese caso... ¿Cómo llamarías tú a la movida que te has montado con un tal... Carlos?

SANDRA.- (Desconcertada.) ¡Carlos...! ¿Qué sabes de él?

RAÚL.- ¡Sólo que te hace regalos...!

SANDRA.- Entonces... ¿Has cogido tú el paquete que estaba en el cajón?

RAÚL.- ¡No...! Bueno, lo cogí un momento y, por curiosidad, leí la dedicatoria... Muy cursi por cierto... Así que ahórrate el disimulo, ya puedes quitarte la careta...

SANDRA.- (Divertida.) ¡Estás celoso!

RAÚL.- ¿Yo, celoso? Lo que realmente estoy es dolido... Cuando descubrí el regalo... Aunque, en

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realidad, fue Cristina quien lo encontró, me quedé de una pieza...

SANDRA.- ¿Ella estuvo de verdad aquí?

RAÚL.- ¡Claro, no te he engañado respecto a eso...! (Rotundo.) No te he engañado de ninguna forma... Y no creas que no ha sido por falta de ocasiones, porque la chica se mostró dispuesta a... a...

SANDRA.- ¡Dilo claro, hombre!

RAÚL.- ¡Pues sí, por qué no he de hacerlo! Me propuso que nos enrolláramos... Fue difícil huir de la tentación... Estaba tan cerca y hubiese sido tan sencillo dejarme arrastrar... (Con contundencia.) ¡Pero no lo hice, la cosa no podía ir adelante!

SANDRA.- (Curiosa.) ¿Qué te lo impedía?

RAÚL.- Mejor di quién... ¡Me lo impedías tú! Porque yo..., yo ¡Te quiero!

SANDRA.- Si es así, podías demostrarlo más a menudo...

RAÚL.- ¡Ya ves! Di por sentado que no tenía que hacer nada especial para demostrártelo... De ese modo, poco a poco, dejé de decirte palabras amables, y de prestarte atención... Siento que ahora ya sea tarde... Lamento profundamente mi mal genio, que me ha hecho sentir celos de todo lo que hacías, tanto en el trabajo como en...

SANDRA.- ¡No digas simplezas! ¡No tienes por qué lamentar nada!

RAÚL.- ¡No seas cruel, restregándome tu infidelidad!

SANDRA.- ¡Mi infidelidad! ¿De qué estás hablando?

RAÚL.- (Disgustado.) Ya no hace falta que disimules... ¡Lo sé todo...! Cuando antes te dejaste la carpeta, encontré los dos pasajes de avión... No tienes por qué continuar fingiendo...

SANDRA.- ¡Raúl, yo...!

(MARÍA regresa al salón.)

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MARÍA.- Sandra, la policía ha incautado en la mochila de los ladrones una gran cantidad de joyas, algunas de ellas muy valiosas... ¿Pero, qué os pasa?

RAÚL.- (Con cara de consecuencias.) ¡Nada, no pasa nada...!

SANDRA.- ¡Raúl, tenemos que hablar!

MARÍA.- Creo que estoy estorbando... Sólo quería deciros que la policía se ha llevado el botín a comisaría. Ved si os han robado cualquier cosa, si es así tendréis que pasar por allí para identificarla...

SANDRA.- ¡Gracias, María!

(Mutis de la vecina, por el foro.)

RAÚL.- (Cabreado.) ¿Por qué no vas corriendo a identificar tu «regalo»? Ya te he dicho que no te andes con tapujos...

SANDRA.- ¡No pienso ir!

RAÚL.- ¡Ah, claro! A fin de cuentas, para ti es una menudencia... Sobre todo, porqué, aún dejando el regalo, te puedes ir al Caribe con quien te lo ha hecho...

SANDRA.- ¡Quieres dejar de decir tonterías! Yo no he pensado jamás en irme a ningún sitio... Al menos no como tú creías que lo iba a hacer...

RAÚL.- ¡No entiendo nada!

SANDRA.- Te estoy diciendo que no me he liado con ningún otro hombre, bastante tengo ya contigo...

RAÚL.- Entonces... ¿Qué significan el regalo y el viaje?

SANDRA.- El regalo no es para mí... En cuanto al viaje, esa es otra cuestión...

RAÚL.- ¡Pues no creas que me hace ninguna gracia ni siquiera aunque sea por motivos de trabajo que te vayas con ese tal Carlos...!

SANDRA.- ¡Que no es eso! El viaje es para nosotros dos... tú y yo... Lo que sucede es que el nombre de él figura en uno de los pasajes, porque nos han tocado en un sorteo, que ha hecho la

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empresa... A mí me tocó uno y a él el otro... Todavía no he tenido tiempo de hacer las gestiones necesarias para ponerlo a tu nombre...

RAÚL.- ¿Y el regalo?

SANDRA.- ¡Déjame acabar! Yo le compré su billete, a muy buen precio por cierto, para de ese modo disfrutar juntos de unas estupendas vacaciones lejos del garaje, la redacción y el fútbol... El regalo, vuelvo a repetirte que no es para mí, si no para su mujer por su aniversario. Carlos no podía pasar por la joyería donde lo dejó para grabarlo, y yo me ofrecí a recogerlo... Eso es todo...

RAÚL.- (Ha mudado por completo el semblante y ahora está pletórico de felicidad.) ¡Vaya, al fin resultará que, gracias al «maromo» ese, los dos tendremos tiempo de recuperar nuestro matrimonio! (Pausa.) ¿Sabes una cosa, Sandra? Todo este enredo me ha servido para darme cuenta de muchas cosas... La más importante, que te quiero con locura y que no he obrado con tacto al dejarte de lado... En el mundo hay muchas cosas importantes además del fútbol...

SANDRA.- ¿Quieres decir que se ha acabado el fútbol?

RAÚL.- ¡Mujer, no seas tan drástica! Lo que trato de decir es que he descubierto que el agua de los celos es capaz de enturbiar por completo la razón. (Pausa. Al mismo tiempo que un cañón incide directamente sobre los dos actores mengua, poco a poco, la intensidad de la luz de escena hasta dejar el salón casi a oscuras.) Si sólo pensar que podías caer en brazos de otro hombre me ha hecho recelar perturbándome el sosiego... ¿Qué hubiese sido en caso de descubrir que de verdad me habías cambiado por otro que te ofreciese más cariño del que yo últimamente te he demostrado? Es verdad que necesito el fútbol, porque es mi gran afición... (La coge de las manos.) Pero, tú... Tú eres toda mi pasión y el mayor de mis delirios... Poco importan los goles que se marcan en los partidos... Ahora sé que los únicos importantes son los que se encajan a lo largo de la vida...

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(Mientras una música de corte romántico se esparce por todos los rincones del escenario y de

la sala, entrelazados por la cintura, como una pareja de «tortolitos» y susurrándose palabras tiernas al oído, lentamente se dirigen hacia el

dormitorio. El cañón de luz los acompaña hasta la misma puerta de la habitación donde ambos,

después de fundirse en un beso apasionado, quedan estáticos. La luz reduce, poco a poco, su

intensidad hasta la oscuridad total y el telón comienza a descender.)