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CONTENIDOS José Fernández Corcó: un profesor, un pueblo El delantal de la abuela La geología de nuestro entorno El alumbrado a través del fuego Crónica de la VII Jornada Cultural El rocín o alondra de Dupont Chopos cabeceros sumideros de dióxido de carbono Nº 12 - Verano 2018 AGUILAR NATURAL Publicación cultural de Aguilar del Alfambra (Teruel)

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CONTENIDOS

José Fernández Corcó: un profesor, un pueblo

El delantal de la abuela

La geología de nuestro entorno

El alumbrado a través del fuego

Crónica de la VII Jornada Cultural

El rocín o alondra de Dupont

Chopos cabeceros sumideros de dióxido de carbono

Nº 12 - Verano 2018

AGUILAR NATURAL Publicación cultural de Aguilar del Alfambra (Teruel)

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Aguilar Natural

Publicación cultural de Aguilar del Alfambra Página 2

EDITORIAL

En los últimos meses se ha puesto en marcha el Parque Cultural del Chopo Cabecero del Alto

Alfambra. Han pasado nueve años desde que la Plataforma lanzara la idea y empezara a trabajar.

Sin nosotros, tan pocos, tan decididos, no hubiera sido posible. Pero tampoco sin el ayuntamiento

de Aguilar, sin los otros nueve consistorios del Parque, el Centro de Estudios del Jiloca, el

Colectivo Sollavientos, la Comarca Comunidad de Teruel, la Diputación Provincial y la Dirección

General de Patrimonio del Gobierno de Aragón. Un Parque tan querido como trabajado, como

trabajo hay por delante. El Técnico en Parques Culturales ya despliega una labor poco menos que

febril. Está en ejecución el proyecto de "Señalización turística del Chopo Cabecero" (una inversión

de 50.000 €), el convenio con la Comarca Comunidad de Teruel para explicar a escolares y

visitantes el Parque (2.000 €), una intensa difusión a través de televisión, radio, prensa y redes

sociales, y el desarrollo de proyectos de investigación sobre sus valores ambientales y culturales.

Lo bueno es que se notará más si todos nos involucramos. Este proyecto crecerá lo que quieran

los pueblos: vecinos, veraneantes, asociaciones, alcaldes... Por expresarlo con claridad. Nueve

años de trabajo han servido para reconocer nuestro patrimonio… y con ello hemos abierto la

puerta a las oportunidades de negocio. ¿Cuántas conversaciones dedicamos a preocuparnos por

el futuro de estos pueblos? Aquí tenemos un cabo del que tirar. No es la panacea, pero nos

hemos dado una oportunidad en una tierra donde no las regalan. Es nuestra responsabilidad y

depende de nuestra iniciativa. Colaborando, con generosidad, mirando por todos los que

estamos, ¿o acaso hay otra elección?

ÍNDICE

Literatura

José Fernández Corcó: un profesor, un pueblo. Daniel Izquierdo Clavero 3

El delantal de la abuela. Pilar Martín Guillén 6

Artículos

La geología de nuestro entorno. Laura Najes Pérez 7

El alumbrado a través del fuego. Manuel Najes Guillén 11

Crónica de la VII Jornada Cultural. María-Jesús Ortiz Rambla 18

El rocín o alondra de Dupont. Un ave de los montes de Aguilar. Chuse-Lois Paricio Hernando 19

Los chopos cabeceros como sumideros de dióxido de carbono. Manuel Najes Guillén 20

Fotografía de portada, tomarro o hierba de las siete sangrías (Lithodora fruticosa), de Chusé-Lois Paricio Hernando.

Aguilar Natural. Publicación cultural de Aguilar del Alfambra (Teruel). N.º 12 – Verano 2018 ISSN – ------ Dep. Legal - -------- Edita: Plataforma Aguilar Natural Pza. Ayuntamiento, s/n. 44156 Aguilar del Alfambra (Teruel) E-mail: [email protected] Página web: www.aguilarnatural.com

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Publicación cultural de Aguilar del Alfambra Página 3

JOSÉ FERNÁNDEZ CORCÓ: UN PROFESOR, UN PUEBLO

Cuatrocientos setenta y dos kilómetros separan Camprodón de Teruel (según Pío Baroja): un

bajel de amor en miniatura dentro de una botella sobre el mar mudéjar del olvido. En 1966, el

maestro José Fernández Corcó (Sant Feliu de Pallerols, Gerona, 1940) quizá no ha leído,

todavía, al noventayochista donostiarra. Sin embargo, una carta ministerial enhebrará sus

pasos en el alfiler de esa provincia y durante un curso (1967-1968) será el titular de la escuela

masculina de uno de sus doscientos treinta y seis pueblos: Aguilar del Alfambra.

Recién casado con Montserrat Suriñac acaba de regresar de su viaje nupcial cuando la brújula

estalla. Envalentonado por la cercanía de su destino provisional, Olot, se dan el sí quiero y en

su grupa (ya funcionarial) viajan. Atrás quedan cinco años inciertos como docente interino. El

pan diario del profesor sin plaza.

La sorpresa llega tan pronto ponen los pies en el suelo. Olot se desvanece en la nada. El sobre

blanco que lo lleva a Teruel (con 26 años recién cumplidos) moverá (momentáneamente) el

suelo bajo sus alas.

En el ínterin del vuelo, pondrá Aguilar en su GPS psíquico; en su memoria, la contracción “del”

y el nombre del río Alfambra. Lo primero que hace al conocer el nombre del que a partir de

ahora será su destino, su pueblo es buscar su ubicación concreta en la celtibérica inmensidad

del mapa. Tiene, para mentalizarse, la línea curva que separa junio de septiembre. Nada.

Llega a Aguilar el primer día del mes otoñal. Sin sacar la maleta del Seat 600 ya saborea el

‘agridulzor’ de su primera experiencia humana. La del alojamiento. Necesita dar con uno para

los próximos nueve meses. Su añada.

—¿Alojamiento? —le espeta un parroquiano— ¡Pero si el maestro tiene su propia casa! Claro

que… si quiere… también hay posada.

Alumnos de Aguilar

del curso 1967-1968.

Fuente:

José Fernández Corcó.

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Publicación cultural de Aguilar del Alfambra Página 4

Trabajo escolar y alumnos en Villallano (1967-1968). Fuente: José Fernández Corcó.

No lo piensa dos veces. Al viajar sin su esposa prefiere un establecimiento público. Un lugar

donde las gentes mitiguen la soledad, la saudade, la rutina diaria. Para su sorpresa, no lo

reciben de la forma que él, pobre de sí, esperaba. El anterior propietario de la escuela del

pueblo había dejado (se conoce) mal recuerdo en aquellas mismas estancias: sustracción de

ropas domésticas, facturas impagadas, conductas broncas, incómodas, extrañas… No es bien

recibido. Si se parece a su anterior colega su mera evocación, escalda.

Pronto demostrará Fernández Corcó (de entrada, sorprendido) que él y su predecesor no se

parecen en nada. Si el otro era seco, él es adorable; si mal pagador, él, puntual en todas las

demandas. Y educado, afable, cumplidor, un huésped digno de atención, afecto y confianza.

Por eso echa raíces (desde el primer momento) en la comunidad (alumnos, padres, paisanos,

autoridades varias.) Su puerta siempre está abierta; su coche disponible para atender súplicas,

hacer favores, expandir su savoir-faire por donde pasa. Una noche, una de las madres lo saca

de la cama. Su hijo (alumno suyo) ha sufrido un accidente, se ha quemado con un pozal de

agua hirviendo, requiere que el médico examine el drama. Ni corto ni perezoso José arranca el

auto y los baja a Teruel: al hospital que cauteriza el espanto cuando asoma la calva. Afor-

tunadamente el púber se recupera; la madre no olvidará jamás esa hazaña. Gestos como ese

labrarán los bancales del afecto y pronto darán su trigo, su luz amarilla. También llamará la

atención (gratamente) su voz educativa. Ese enseñar no enseñando que lo caracteriza.

Recordando a Franklin (padre del pararrayos) en sus clases no dice. Si uno dice las cosas, los

niños las olvidan. Tampoco las enseña, sabe que la enseñanza conduce al recuerdo, no al

aprendizaje. José, involucra. Solo involucrando al alumno éste podrá aprender lo que sin duda

explica. Y eso hace: llevar al aula (diversa en intereses, sueños rotos y edades) la magia

inapelable de la vida. Como los buenos enseñantes cose las palabras a los actos en el telar

crítico de la pedagogía. En la libertad que la oficialidad le da, injerta la que se toma. Aferrado a

ese broto, asoma a sus alumnos a un realismo utópico que ensanche sus rutinas y los haga

pensar. Y vaya si lo logra. Todos guardan de él el haz de un faro alejandrino en la memoria.

Basta con mover la moviola hasta el final.

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Junio de 1968. Ha logrado destino en Molló, una pequeña pedanía próxima a Francia, a medio

camino entre su Garrocha y el Ripollés: su ‘geobiografía’. La mañana estival que abandona

Aguilar definitivamente, veinticinco docenas de huevos colapsan el interior de su seiscientos y

un cordero vivo el maletero. Con él cruza Cataluña y antes los Monegros. Toda una odisea

‘estesopajariana’. Un sorbo de arte povera en la sed blanquinegra de aquella España. Berlanga

interviene: el cordero toma la libertad (en una gasolinera) e instala sus balidos en la distancia.

Desorientado por el viaje, los otros conductores, el propio José y el gasolinero, pronto le darán

caza. Al llegar a Camprodón, lo llevarán (sin pensar) a la carnicería. Ni él ni su esposa

Montserrat tienen agallas para matarlo. No es un animal. Es ya una metáfora.

Cincuenta años hace que el profesor Fernández Corcó dio clases en Aguilar. Diez lustros que

ese ovino rebelde ha incinerado su balido de agua. El tiempo no existe y, además, incendia.

Debajo del fuego, la quemazón habla. En ella brotó un maestro cuya huella aún avanza. Con

treinta años, solo treinta años, el azar ‘neuro(i)lógico’ inundó el caudal de su logos maestro; un

derrame en su torre de control. El cerebro. Fruto de esa desventura, algún desajuste entre lo

que vive e interioriza, lo que recuerda. Todo lo que vivió en Aguilar del Alfambra sigue en su

sitio. No ha podido (el olvido) borrar la vida que pasó en nuestro pueblo.

La hemorragia despoblacional que vacía las calles tampoco ha sabido erradicar su figura, su

magisterio. José Fernández Corcó no se irá nunca de Aguilar del Alfambra.

Aguilar del Alfambra tampoco dejará en blanco la memoria lírica de José Fernández Corcó.

Ambos son lianas para salvar la jungla de la vida. Deshielos del tiempo en la mejilla de la nieve

que José nostalgiaba: la blanca nieve de Camprodón.

Daniel Izquierdo Clavero

José Fernández Corcó y Daniel Izquierdo Clavero.

Fotografía de José-Antonio Izquierdo Fuertes.

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EL DELANTAL DE LA ABUELA1

Dedicado a los abuelos y las abuelas.

Con el mayor respeto y cariño.

¿Te acuerdas del delantal de la abuela? La principal función del delantal de la abuela era

proteger el vestido que estaba debajo. Pero, además, servía de agarradera para retirar la

sartén más que caliente del fuego. Era una maravilla secando las lágrimas de los niños y, en

ciertas ocasiones, limpiando sus caras sucias.

El delantal servía para transportar desde el gallinero los huevos, los pollitos que necesitaban

terapia intensiva y a veces los huevos golpeados que terminaban en el horno. Con él se

recogían los frutos que caían de los árboles al terminar el verano. Cuando llegaban visitas, el

delantal de la abuela servía de refugio a los niños tímidos y, cuando hacía frío, la abuela se

envolvía los brazos en él. Servía también de canasto para llevar las verduras desde la huerta.

Cuando se acercaba la hora de comer, la abuela salía a la puerta y agitaba el delantal. Entonces

los hombres que estaban en los campos comprendían de inmediato que el almuerzo estaba

listo. Después de usarse en la cosecha de la cebada, le tocaba el turno con los repollos. Cuando

alguien llegaba inesperadamente era sorprendente la rapidez con la que el viejo delantal podía

sacar el polvo de los muebles.

Pasarán largos años antes de que alguien invente un objeto que pueda reemplazar aquel viejo

delantal que tantas funciones cumplía… Ya no tienen que proteger el vestido, dado que hoy

hay muchos y tenemos máquinas que los laven. Las agarraderas de las sartenes ya no queman.

Las caras de los niños las lavamos con toallitas húmedas. El fuego lo avivamos con un botón. Y

el polvo lo quitamos con bayetas ecológicas que repelen el polvo…

En recuerdo de mi abuela tengo colgado en mi cocina un delantal que me recuerda a ella, tan

querida y que tantas cosas fue capaz de hacer con él y, sobre todo, con mucho cariño.

Pilar Martín Guillén

1 Escrito a partir de un original anónimo.

Hogar aguilarano.

Fotografía de

Chusé-Lois Paricio Hernando.

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Publicación cultural de Aguilar del Alfambra Página 7

LA GEOLOGÍA DE NUESTRO ENTORNO

La provincia de Teruel y su riqueza geológica

La provincia de Teruel cuenta con una amplia riqueza geológica y paleontológica. Esto se debe,

en parte, a la existencia de materiales geológicos que ocupan un amplio intervalo en la escala

de tiempo desde el Cámbrico inferior (Paleozoico, hace unos 542 millones de años) hasta el

presente. Además, existe una buena exposición de afloramientos, es decir, son fácilmente

visibles y la distribución de litologías es muy diversa en todo Teruel (CALVO et al., 2010).

El reflejo de esta gran riqueza queda patente en los diferentes centros de divulgación científica

que se han desarrollado en la provincia. Cerca de Aguilar existen dos localidades que son

referentes para la geología. El primero de ellos está en Aliaga, pionera en la disciplina, lo que le

ha llevado a alcanzar el grado de Parque Geológico, incluido dentro del Geoparque del

Maestrazgo. El otro ejemplo lo constituye la localidad de Galve, donde su gran riqueza

paleontológica se refleja en los diferentes centros expositivos con los que cuenta el municipio

(el Museo Municipal Paleontológico de Galve, un centro satélite de Dinópolis y unas réplicas

de dinosaurios ampliamente conocidas junto a las orillas del río Alfambra).

Geológicamente hablando, estas dos localidades, al igual que Aguilar del Alfambra, se

encuentran dentro de la subcuenca de Galve. Esta Subcuenca ha sido objeto de estudio desde

diferentes disciplinas geológicas: paleontología, tectónica, sedimentología, mineralogía, etc.

Estudios geológicos en Aguilar del Alfambra

Fruto de la gran riqueza con la que cuenta Teruel, se han realizado numerosos estudios

geológico en la provincia. A continuación, se hace un breve recorrido de los mismos en Aguilar.

El primero en el que aparece refleja-

da la geología del municipio se co-

rresponde con la memoria del Mapa

Geológico de España del Instituto

Geológico y Minero (MAGNA). Estas

memorias acompañan a los mapas a

escala 1:50.000 realizados para todo

el territorio de España. Aguilar se

encuentra dentro de la hoja número

543, denominada “Villarluengo”.

En dicha memoria se elabora una

columna estratigráfica (una represen-

tación gráfica que refleja la distri-

bución de los estratos de mayor a

menor antigüedad) al oeste del muni-

cipio de Aguilar debido a que el

afloramiento (Figura 1) es más com-

pleto y representativo que otros de la

misma edad dentro de la hoja de

Villarluengo (GAUTIER, 1979).

Figura 1. Columna estratigráfica de la subcuenca de Galve.

Tomada de MELÉNDEZ et al., (2009).

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Publicación cultural de Aguilar del Alfambra Página 8

Posteriormente, se abordan trabajos de paleontología en los que se describen yacimientos de

icnitas de dinosaurios. Entre estos cabe destacar el situado en el término municipal de Ababuj,

pero cercano al límite con Aguilar, y el localizado en las inmediaciones de la fuente del

Hontanar, cuya réplica puede verse en el entorno de la Palanca. Además, en el año 2010 la

Fundación Conjunto Paleontológico de Teruel-Dinópolis realizó una prospección paleontoló-

gica en el término municipal de Aguilar del Alfambra que puso de manifiesto la existencia de

restos óseos aislados, pero sin llegar a describirlos (ALCALÁ et al., 2010).

En el curso 2014-2015 hice mi Trabajo Fin de Grado entre los municipios de Ababuj y Aguilar,

para lo cual realicé trabajo de campo. Derivado del mismo, por un lado, se encontraron restos

fósiles y, por otra parte, se observó que los afloramientos de la ladera sur del Cerro (junto al

Cementerio) estaban bien expuestos y presentaban peculiaridades de gran interés (Figura 2).

A raíz de estas jornadas de campo llevadas a cabo en Aguilar del Alfambra, profesores de

geología de la Universidad de Zaragoza plantearon la necesidad de elaborar un trabajo que

abarcara la subcuenca de Galve en su conjunto y permitiera comprender mejor su estratigrafía

y evolución. Finalmente, en el año 2016 se publicó un nuevo artículo fruto de dichas inves-

tigaciones (AURELL et al., 2016). En este artículo Aguilar jugó un papel importante, ya que se

definió una nueva formación geológica, la Formación Aguilar del Alfambra.

El nacimiento de una nueva Formación

El término formación geológica (Fm.) es

una denominación utilizada en el ámbito

de la geología para definir a un conjunto

de rocas que comparten unas caracte-

rísticas litológicas propias que las dife-

rencian de las contiguas. Existen otras

categorizaciones que pueden englobar a

varias formaciones (grupo) o unidades

de menor rango dentro de una forma-

ción (miembros).

Las formaciones geológicas se nombran

con la litología predominante y el nom-

bre de la localidad donde se describe por

primera vez.

Por ejemplo, en nuestro entorno se han definido diferentes formaciones: Fm. Calizas de Villa-

rroya de los Pinares, Fm. Arenas de Utrillas, Fm. Areniscas de Camarillas...

La Fm. Camarillas se definió en el pueblo vecino, como su propio nombre indica, pero su distri-

bución es mucho más amplia en el territorio, por lo que es habitual encontrarla en el conjunto

de la Subcuenca de Galve. Esta formación es fácilmente reconocible por las arcillas rojas y por

los niveles de areniscas blancas, los cuales son muy reconocibles en Aguilar. Precisamente,

estas arcillas son las que tienen un gran interés para la industria cerámica debido a las propie-

dades que presentan.

Figura 2. Aspecto de la Formación Aguilar en la ladera

sur del Cerro. Fotografía de Laura Najes Pérez.

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Publicación cultural de Aguilar del Alfambra Página 9

La definición de la nueva Formación Aguilar del Alfambra representa una reorganización de la

estratigrafía de la zona (Figura 3). Aunque sus materiales también están presentes en una

amplia área de la Subcuenca, su gran visibilidad en Aguilar llevó a su definición en nuestra

localidad. Esta buena exposición se debe a las condiciones topográficas y de escasa vegetación

del afloramiento, lo que permite una buena observación de los materiales.

La Fm. Aguilar del Alfambra constituye un afloramiento de referencia (estratotipo) para otros

lugares donde se hallen los mismos materiales. Además, se perfecciona el conocimiento geo-

lógico de nuestro entorno más inmediato al sumarse esta formación a otras que han visto la

luz recientemente, como la Fm. Galve (definida junto a la Fm. Aguilar en AURELL et al., 2016).

Ambas formaciones complementan la ya conocida estratigrafía de la zona, como es el caso de

la Fm. Camarillas, descrita por el profesor Joseph Canérot hace décadas.

Figura 3. Columnas estratigráficas de la Subcuenca de Galve con las distintas formaciones geológicas presentes

antes y después de la definición de las nuevas formaciones (Fm. Aguilar del Alfambra y Fm. Galve).

Tomadas de MELÉNDEZ et al. (2009) y AURELL et al. (2016).

Hallazgos fósiles en el municipio de Aguilar

La vecina localidad de Galve tiene una gran riqueza fósil, de hecho, en la misma se han

definido distintas especies, entre ellas, algunas de dinosaurios. Pero ¿puede Aguilar presentar

fósiles como los hallados en Galve? Las formaciones geológicas que afloran tanto en Galve

como en Aguilar pertenecen a una edad (Jurásico-Cretácico) y a un ambiente sedimentario de

transición entre el continente y el mar, en el que vivían dinosaurios, así como otras especies

como cocodrilos y tortugas. Aunque hasta el momento no ha habido hallazgos de gran

repercusión como los de Galve, sí que se han encontrado fósiles.

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Publicación cultural de Aguilar del Alfambra Página 10

En mi Trabajo Fin de Grado se localizaron distintos restos fósiles. Se hallaron fragmentos

pertenecientes al caparazón de una tortuga y parte de una mandíbula con algún diente que

podría ser de un cocodrilo primitivo. Aparte, se encontró un fragmento de hueso largo que,

por las dimensiones, parece adecuado atribuirlo a un resto de dinosaurio. También se identi-

ficó una huella de saurópodo (un tipo de dinosaurio) en el paraje de la Fortea (Figura 4), muy

próximo al ya mencionado yacimiento de Ababuj.

Pero no solo los vertebrados dejaron su impronta en estas tierras. A este respecto destaca el

descubrimiento de fragmentos de un tronco fósil (Figura 5), de cuyo estudio se pueden inferir

conclusiones relativas al medio y al clima del momento. El estudio de las muestras evidenció la

inexistencia de anillos de crecimiento, lo que indica que el árbol se desarrolló en un clima

tropical. Eso significa que hace unos 150 millones de años el actual término de Aguilar tenía

una latitud tropical.

Conclusiones

Los descubrimientos que se hacen en geología van cambiando las teorías e hipótesis de lo

conocido hasta el momento. El último artículo publicado sobre esta zona en el año 2016 reco-

ge los más recientes descubrimientos e interpretaciones. No obstante, nuevos hallazgos de

cualquier índole pueden modificar y cambiar el conocimiento de nuestra historia geológica. El

debate continuo al que se somete la ciencia y las controversias científicas la hacen avanzar y

estar en continuo cambio. A este respecto, podemos afirmar que nuestro pueblo ha contri-

buido al conocimiento científico con la definición de la Fm. Aguilar del Alfambra.

Laura Najes Pérez

Referencias

ALCALÁ, L., ESPÍLEZ, E. y MAMPEL, L. (2010): Informe paleontológico de los yacimientos del TM de Aguilar del Alfambra

(Teruel), exp. 202/2010. Informe inédito. Dirección General de Patrimonio Cultural del Gobierno de Aragón, 35 p.

AURELL, M., BÁDENAS, B., GASCA, J.M., CANUDO, J.I., LIESA, C.L., SORIA, A.R., MORENO-AZANZA, M. y NAJES, L. (2016): Strati-

graphy and evolution of the Galve sub-basin (Spain) in the middle Tithonianeearly Barremian: Implications for the

setting and age of some dinosaur fossil sites. Cretaceous Research, 65: 138-162.

CALVO, J.P., ALCALÁ, L. y SIMÓN, J.L. (2010): Geología de la provincia de Teruel. Enseñanza de las Ciencias de la Tierra,

18.2: 134-140.

GAUTIER, F. (1979): Mapa Geológico de España 1:50000, hoja nº 543 (Villarluengo) y memoria. IGME, Madrid. 45 p.

MELÉNDEZ, N., LIESA, C.L., SORIA, A.R., MELÉNDEZ, A. (2009): Lacustrine system evolution during early rifting: El Castellar

Formation (Galve sub-basin, Central Iberian Chain). Sedimentary Geology, 222: 64-77.

Figuras 4 y 5.

Huella de

dinosaurio saurópodo

en el paraje de la Fortea.

Fragmento de tronco fósil

(escala: 1 cm).

Fotografías de

Laura Najes Pérez.

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EL ALUMBRADO A TRAVÉS DEL FUEGO2

La Asamblea General de Naciones Unidas proclamó el año 2015 como Año Internacional de la

Luz y de las Nuevas Tecnologías Basadas en la Luz, por este motivo, en el presente artículo voy

a hacer un recorrido histórico del alumbrado obtenido por incandescencia del fuego y que fue

cotidiano en Aguilar en el pasado.

Generalidades

La luz es una forma de energía. Todas las fuentes de luz artificial implican la conversión de

alguna forma de energía en radiación electromagnética. Considerada esta conversión como un

proceso físico a nivel atómico, la excitación y subsiguiente desexcitación de átomos o

moléculas es el proceso más empleado para la generación de luz. Una fuente luminosa es

cualquier cuerpo que emite luz natural o artificial. Existen fuentes de luz naturales, como el

Sol, las estrellas, los rayos y ciertos animales como las luciérnagas o los pececillos neón.

Ya desde los tiempos prehistó-

ricos del Paleolítico Superior el

ser humano utilizó el alum-

brado artificial. La hoguera y la

antorcha sirvieron para espan-

tar a los animales y para la

iluminación de sus hábitats, lo

que, por ejemplo, les permitía

pintar en las superficies de las

rocas en las cuevas. Desde

entonces se han inventado

numerosas fuentes de luz

artificiales: velas, candiles, fa-

roles, linternas, etc.

Existen dos formas básicas de obtener luz, por incandescencia y mediante luminiscencia. La luz

incandescente se produce cuando un cuerpo adquiere una temperatura determinada. Enton-

ces, sus átomos sufren choques que los llevan a estar excitados, con la siguiente desexcitación

y producción de radiación de un espectro continuo. Una manera de llevar a un átomo a niveles

energéticos superiores es calentarlo con fuego, que se obtiene mediante combustión. La com-

bustión consiste en una reacción química en la que una sustancia llamada combustible reac-

ciona con otra llamada comburente, oxígeno, desprendiendo energía en forma de luz y calor.

La mayoría de las veces el combustible que se emplea para generar fuego es un cuerpo

orgánico como madera, aceite, petróleo, metano, propano, butano o acetileno. Por ejemplo,

cuando la madera se encuentra a alta temperatura durante la combustión, algunas de sus

moléculas se rompen y se convierten en sustancias volátiles (gases) antes de quemarse. Por

ese motivo, vemos las llamas. Las llamas o el fuego, por tanto, se podría decir que es gas

incandescente, gas que emite luz. En la madera, concretamente, las moléculas que más

abundan son la celulosa y la lignina.

2 Este artículo fue publicado, con ligeras variaciones, en la revista del IES Santa Emerenciana (Teruel) en el año 2015.

Figura 1. Hogar aguilarano en el que se observan distintos candiles

y lámparas de aceite. Fotografía de Ivo-Aragón Inigo Fernández.

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Publicación cultural de Aguilar del Alfambra Página 12

Para prender el fuego suministramos una energía, llamada de activación, por ejemplo,

arrimando una llama, con una chispa eléctrica, concentrando la luz solar o por rozamiento,

como hacían nuestros ancestros.

Los tederos

En las ciudades, pueblos y villas el primer alum-

brado público pudieron ser los tederos, consis-

tentes en un emparrillado de hierro en el que

se quemaban teas. La tea, el combustible,

estaba compuesto por astillas de madera de

pino impregnadas con resina. Ardía con mucha

facilidad y daba una llama de gran duración y

luminosidad. Los tederos solían situarse en las

esquinas y elevados del suelo para alumbrar el

máximo de la calle.

En nuestra geografía turolense también se utili-

zaron los tederos para el alumbrado de las

viviendas (Figura 2). Hasta la década de los

años cincuenta del siglo pasado todavía se

empleaban para coger caracoles en zonas de

regadío por la gran intensidad luminosa que

emitían. Hoy día los tederos se utilizan para

celebrar ritos del fuego en algunos pueblos de

la provincia de Teruel, como en la Santonada

de La Iglesuela del Cid, en la cual desfilan

personas con tederos portátiles y prenden

fuego a la hoguera de San Antonio, y en el

fuego de los tederos en la Encamisada de

Estercuel.

Candiles y faroles

Las lámparas de aceite o candiles (Figura 3) son recipientes donde se pone aceite, que hace de

combustible, y una mecha, normalmente de algodón, que se empapa con el aceite. Una vez

mojada, se deja una parte de la mecha fuera del recipiente, se enciende con una llama

(ignición) y, con el oxígeno del aire, se produce la combustión con el consiguiente despren-

dimiento de luz y calor.

La eficacia luminosa de las lámparas de aceite es muy baja:

0,1 lm/W (lumen/vatio)

Los candiles más primitivos eran de piedra o cerámicos, aunque las más conocidos son de

chapa de hierro y latón. El recipiente del aceite tiene un saliente en forma de pico para acoger

la mecha y, al lado contrario, un gancho para poder colgar el candil. El aceite que se usaba en

España era de oliva.

Figura 2. Tedero.

Fotografía de Manuel Najes Guillén.

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Más modernos y muy usados han sido

los faroles. Se empleaban en interiores

(viviendas, majadas, pajares y graneros)

aunque también se llevaban en la mano

o en carruajes por la noche. El farol

ofrecía la ventaja de no apagarse con el

viento y más seguridad al evitar en

mayor medida los incendios.

La fabricación de los candiles y faroles la

realizaban los lampareros (hojalateros),

oficios que salen de la rama de los

herreros. Este tipo de lámparas fueron

formas de iluminación muy populares

antes de la llegada de la electricidad.

Posteriormente se utilizaron como alum-

brado de emergencia cuando había un

corte de suministro eléctrico.

Las velas

Durante muchos siglos las velas fueron el principal medio para alumbrar los hogares cuando la

noche llegaba. El principal material para la fabricación de velas (combustible) ha sido la cera de

abeja, ya que hacía poco humo y no desprendía mal olor, aunque su uso resultaba caro.

Cuando a finales del siglo XIX hicieron su aparición algunas sustancias químicas como la para-

fina, la cera natural obtenida de los panales de miel se fue desterrando.

En el funcionamiento de una vela (Figura 4) la presencia del pabilo es crucial. El pabilo general-

mente está hecho de fibras de algodón o de nailon. Para que el pabilo no se queme debe ser

tratado con un retardante de llama. Además, se le agregan una variedad de sustancias para

asegurar que el pabilo se mantenga rígido mientras está encendido.

El pabilo sirve para proporcionar el combustible. Al entrar en contacto con una llama

(ignición), transmite calor hasta la superficie de la parafina. Con el aumento de temperatura la

parafina se funde, es decir, se hace líquida. El pequeño charco de cera fundida que se forma es

lo que mantiene la vela encendida.

La cera tiene que estar en estado líquido para ascender a través del pabilo y, entonces, sufrir la

combustión. El líquido asciende, por capilaridad, a través del pabilo. Al llegar a la parte de

arriba del pabilo y entrar en contacto con la llama, la cera líquida se evapora. La combustión

ocurre cuando las moléculas de parafina en fase gaseosa reaccionan con las moléculas de

oxígeno produciendo dióxido de carbono (CO2) y agua (H2O), liberando luz y calor.

El color amarillo brillante de la llama es debido a la incandescencia de las partículas de carbón.

La incandescencia ocurre cuando un material es calentado hasta tal punto que empieza a

emitir luz. A diferencia de la combustión, en la incandescencia no hay un cambio químico, es

decir, no se forma ninguna otra sustancia.

Figura 3. Candil de aceite.

Fuente: https://cordobabuenasnoticias.com.

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La forma típica de las llamas es debido al

fenómeno de convección. Al calentase, el aire

que está cerca de la llama se expande y, por

consiguiente, se hace menos denso. Entonces,

el aire más frío y más denso de los alrededores

empuja hacia arriba al aire caliente, dándole a

la llama esa forma de pera o de gota.

La intensidad luminosa de una fuente de luz en

el Sistema Internacional de Unidades se mide

en candelas (cd). Una candela, simplificándolo

al extremo, es aproximadamente igual al brillo

que genera una vela.

Una unidad derivada y empleada en el alum-

brado para medir el flujo luminoso es el lum

(lm), una medida de la potencia luminosa

emitida por la fuente.

Otra unidad derivada es el lux (lux). Se utiliza

para medir la iluminancia o nivel de ilumi-

nación. La relación entre las tres unidades es:

1 lux = 1 lm/m2 = 1 cd × sr/m2 (sr: estereorradián)

Para medir la iluminancia en los lugares de trabajo se emplea el instrumento de medida

llamado luxómetro. Los fotómetros son aparatos con los que se mide la intensidad de los focos

luminosos. La eficacia luminosa de una vela es de:

0,3 lum/W

Hoy en día el uso de las velas ha quedado relegado para casos de emergencias, decorativo,

procesiones, romerías y ceremonias religiosas.

Quinqué de petróleo

El quinqué (Figura 5) es un artilugio de mechero circular inventado por el suizo Argand en el

año 1780. Se le llamó quinquet porque Antonie Quinquet (un farmacéutico de París) introdujo

algunas mejoras como el tubo de vidrio. Era mucho mejor en la iluminación que la lámpara de

aceite ya que producía una luz equivalente a 6 o 10 velas. En sus inicios, para hacerlo

funcionar, se empleaba aceite de ballena, hasta que a mediados del siglo XIX fue sustituido por

el queroseno, más limpio, barato y seguro que el anterior.

El queroseno es un líquido inflamable compuesto por hidrocarburos que se obtienen por

destilación del petróleo después de la fracción de la gasolina y antes de la del gasóleo. Por sus

características funcionales se conocen dos tipos de lámparas de queroseno, cuyo

funcionamiento difiere de forma significativa. La más común se denomina lámpara de lienzo o

de mecha, mientras que la otra funciona mediante gas queroseno producido bajo alta presión.

Figura 4. Vela.

Fotografía de Manuel Najes Guillén.

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La lámpara de lienzo o mecha, la más común,

lleva un depósito de queroseno de aproxima-

damente medio litro, aunque puede ser más.

En dicho depósito se sumerge el extremo de

una mecha que se empapa con combustible,

mientras que el otro extremo sale al exterior a

través de una ranura situada en la tapa. Esta

pieza, generalmente de rosca, cierra el

depósito de combustible por su parte superior.

La ranura se halla provista de una cremallera

que se acciona mediante un pequeño volante

que permite subir o bajar el lienzo y, así,

regular la parte expuesta al exterior. Es decir,

sobresale el segmento de la mecha en la cual

se realiza la combustión del queroseno. Esta

exposición regulable permite adecuar el tama-

ño de la llama y, consecuentemente, la mayor

o menor cantidad de luz.

Lógicamente, al cabo de un tiempo de uso la

mecha se termina quemando totalmente,

siendo necesario reemplazarla. Por último, el

quinqué cuenta con una cubierta de vidrio que

protege la llama del viento a la vez que la man-

tiene firme y brillante. Para encenderla, se reti-

ra momentáneamente dicha cubierta.

Hoy en día los quinqués se utilizan en casos de emergencia por falta de la corriente eléctrica

o en lugares donde esta no llega, como zonas rurales de difícil acceso.

Lámpara de carburo

La lámpara de carburo, también conocida como lámpara de gas acetileno, carburera, carbu-

rero o candil, es un dispositivo de iluminación a gas.

Para fabricar el carburo (reactivo) es necesario partir de la cal viva (CaO), que se obtiene por

calcinación de la caliza con un alto contenido de carbonato de calcio (CaCO3) a una tem-

peratura de unos 900 °C, dando lugar también a dióxido de carbono (CO2).

La calcinación, de manera industrial, tiene lugar en hornos verticales u horizontales. De mane-

ra artesanal se puede obtener en hornos tradicionales de origen romano o árabe.

El carburo de calcio (CaC2) se fabrica mediante un arco eléctrico a una temperatura superior a

los 2.500 °C, a partir de la cal viva (CaO) y coque (C), dando como producto, también, dióxido

de carbono. El carburo de calcio es una sustancia cristalina, incolora o clara debido a la

presencia de impurezas, de olor característico.

Figura 5. Lámpara de queroseno o quinqué.

Fuente: https://www.todocoleccion.net.

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La lámpara de carburo (Figura 6) consta de dos

depósitos que se cargan con los dos reactivos

(agua en el superior y carburo en el inferior).

Un elemento de regulación (generalmente un

pequeño grifo) permite aportar, controlada-

mente, reducidas cantidades de agua al carbu-

ro, produciendo gas acetileno (C2H2) e hidróxi-

do de calcio (Ca(OH)2).

El acetileno pasa del depósito inferior por un

conducto hasta la boquilla, iniciando con una

llama la combustión que, en presencia del oxí-

geno (O2), da lugar a una reacción exotérmica.

Se obtienen como productos dióxido de carbo-

no (CO2) y agua (H2O), desprendiéndose una

llama muy luminosa y calor.

Resumiendo, en el carburero se producen dos

reacciones químicas, en el depósito inferior se

genera acetileno y en la boquilla su combus-

tión. El acetileno fue descubierto por Davy en

1862. Es un gas de olor picante característico.

El primer carburero fue desarrollado en los Estados Unidos, en Nueva York, en 1900 por

Frederic Baldwin. Primeramente, fue empleado en la minería y su uso se difundió a otras acti-

vidades como la espeleología, la pesca, el senderismo y la iluminación de estancias sin corrien-

te eléctrica. En nuestro entorno se empleaba para coger caracoles de noche en los regadíos.

En la Ciudad de Teruel, en el año 1905, se constituyó la Sociedad Electroquímica de Teruel para

explotar una central hidroeléctrica que actualmente se denomina “Central del Carburo”,

situada en el camino de San Blas hacia el barrio de la Guea. En el 1908 esta sociedad empezó a

dedicarse a la obtención de carburo de calcio en las instalaciones anejas al salto de agua.

Lámpara de gas butano

La lámpara de gas butano (Figura 7) es la última versión de lámparas no eléctricas que se

utilizaron en Aguilar para lugares interiores sin instalación eléctrica, como majadas, cocheras,

etc., o cuando se producía un apagón al fallar el suministro de la corriente eléctrica. Otras

veces se utilizaba para alumbrarse en el exterior, como en los desplazamientos por las calles y

para coger caracoles.

Esta lámpara se enrosca en una llave reguladora de gas para seleccionar la luminosidad, y tiene

en el vástago un aro selector de aire que se abre completamente cuando se desea lograr

máxima luminosidad. Para el encendido se bascula el sombrerete a un lado, se acerca una

llama (fósforo, encendedor, etc.) a la camisa o capuchón que actúa como candil, y se abre

lentamente la llave de gas hasta que el capuchón se inflame. Los capuchones tienen una vida

limitada y no deben manipularse mucho, pues es posible que se resquebrajen por desgaste del

material que los conforman, lo cual es totalmente normal.

Figura 6. Carburero.

Fuente: desconocida.

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A principios del siglo XIX comenzó a usarse el gas de carbón mineral (hulla) para obtener una

llama de alumbrado. En un principio se obtenía la luz de gas de su llama directa, pero era poco

luminosa. Se logró una luz blanca brillante añadiendo una camisa de torio, también llamada

camisa de Auer, calentada mediante la propia combustión del gas butano.

El uso del torio resulta problemático debido a su radiactividad. Sin embargo, las camisas de

incandescencia de este elemento, o “toriadas”, se vendían sin ninguna información relativa al

respecto, requisito esencial para que los consumidores pudieran decidir sobre su compra.

Posteriormente, dado el riesgo del torio, su uso en las camisas ha sido suprimido por la

mayoría de los fabricantes y en Europa actualmente no se fabrican camisas de incandescencia

para lámparas de gas que contengan torio. Se ha sustituido por itrio y las camisas producen

una luz tan brillante e intensa como las de torio.

Conclusiones

Hasta aquí el repaso del alumbrado artificial, obtenido por medio de la incandescencia del

fuego (obtención de llama).

Con la invención de las pilas y de las bombillas de incandescencia, se utilizaron las linternas

como fuentes de luz. Con la llegada de la corriente eléctrica a las casas, fábricas, escuelas,

comercios, etc., se utilizaron lámparas de arco, bombillas, tubos fluorescentes, luces de neón,

lámparas halógenas, lámparas de bajo consumo y, en la actualidad, las lámparas LED y de

inducción.

He aquí el gran salto cuantitativo y cualitativo para alumbrarnos en la oscuridad que se ha

producido desde el último cuarto de siglo XIX, hasta nuestros días, con el que se ha ganado en

intensidad, eficacia y eficiencia luminosa, y confort. Todo esto nos puede servir para valorar,

tanto en el año 2015, Año Internacional de la Luz y de sus aplicaciones Tecnológicas, como en

el presente 2018, los avances científicos y tecnológicos para el bienestar de la humanidad.

Manuel Najes Guillén

Figura 7.

Lámpara de butano.

Fotografía de

Manuel Najes Guillén.

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CRÓNICA DE LA VII JORNADA CULTURAL

El sábado 10 de junio del 2017 realizamos la VII Jornada Cultural celebrada en Aguilar del

Alfambra. En esta ocasión organizamos un taller de ornitología en el paisaje del chopo

cabecero y lo completamos con el I Maratón Fotográfico de Naturaleza.

A las nueve de la mañana, en la Plaza del Ayuntamiento y junto a la escultura del águila, se

iniciaba el maratón con la foto de grupo. Hacía buena mañana, el ambiente era muy agradable

y la compañía inmejorable. ¿Qué más se podía pedir? Junto al río nos esperaban, con todo

preparado, miembros del Centro de Recuperación y Observación Ambiental (CROA) del Cañizar

para realizar el taller de anillamiento científico.

Cuando llegamos a la riera no podíamos ver, aunque sí escuchar, a numerosos pajarillos entre

las ramas de los chopos. Pero pronto, poco a poco, fuimos descubriendo y observando gran

cantidad de especies: herrerillos, petirrojos, mirlos, chochín…

Estábamos asombrados. Los niños miraban curiosos, todos escuchábamos con atención la

cantidad de detalles y datos que Demetrio, del CROA, nos contaba. Y no faltaban voluntarios

para participar en el anillamiento. Entre tanto intentábamos hacer la mejor foto posible para

concursar en el maratón.

Finalizamos la jornada con un buen almuerzo, como es de costumbre. Bocata de jamón, queso

El Hontanar, café y pasticas.

Tres miembros de la Sociedad Fotográfica de Teruel componían el jurado para la selección de

las 25 fotografías que formarían parte de una colección que ahora está expuesta en el salón de

los Granericos. Y de estas, se eligieron premiadas una para cada categoría, infantil y adulto.

Fotografía ganadora categoría adulto, Isabel Ahijado. Fotografía ganadora categoría infantil, Alberto Bayo.

Fue un día estupendo y muy agradable para disfrutar del paisaje de la riera y sus aves.

Desde Aguilar Natural os damos las gracias a todos los que habéis hecho posible que se hiciera

realidad: a todos los asistentes, al CROA del Cañizar, Demetrio Vidal, Ecologistas en Acción,

Jamones Airesano, Quesos Hontanar, Sociedad Fotográfica de Teruel, Yolanda Gómez y el

ayuntamiento de Aguilar del Alfambra.

María-Jesús Ortiz Rambla

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Publicación cultural de Aguilar del Alfambra Página 19

EL ROCÍN O ALONDRA DE DUPONT. UN AVE DE LOS MONTES DE AGUILAR

A última hora de la tarde de un frío día de enero descendemos de la sierra en vehículo

pasando por las Capurutas, en dirección a Cañaseca. El sol se pone a nuestras espaldas y la luz

escasea. Ante nosotros y sin levantar el vuelo aparece una de las aves más amenazadas del

planeta. Corretea por delante del coche mientras que el ocaso a nuestra espalda nos oculta a

su vista. La emoción de poder verla en nuestra sierra nos invade. Ornitólogos extranjeros

pagarían por ver un ave que solo por su presencia justifica la catalogación de la ZEPA

Parameras del Alfambra.

Ejemplar de Rocín detectado en enero de 2018 en Aguilar del Alfambra.

Fotografías de Chuse-Lois Paricio Hernando.

El rocín, alondra de Dupont o alondra Ricoti (Chersophilus duponti) es una paseriforme de la

familia de los aláudidos, del género chersophilus. Es de pequeño tamaño, con un plumaje de

color marrón con tonos grises y parecida a otros tipos de alondras, diferenciándose en un

cuello más pequeño y un pico largo y con una curvatura hacia abajo muy característico. Mide

unos 19 cm y tiene un peso de unos 40 gr.

Su distribución se circunscribe a la península Ibérica y al norte de África. Es un ave puramente

insectívora. Su periodo de reproducción se extiende entre finales de invierno y principios de

verano, pudiendo realizar dos puestas al año. Es un ave catalogada como especie en peligro de

extinción y la tenemos en nuestro pueblo, muy cerca, casi rozándonos las cabezas. Su canto es

único, pudiendo escucharse por la noche en época de celo.

Panorámica de la ZEPA

Parameras del Alfambra

en Aguilar.

Fotografía de

Chuse-Lois

Paricio Hernando

Chuse-Lois Paricio Hernando

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Publicación cultural de Aguilar del Alfambra Página 20

LOS CHOPOS CABECEROS COMO SUMIDEROS DE DIÓXIDO DE CARBONO

El Gobierno de Aragón catalogó en 2016 la cultura del chopo cabecero Bien de Interés Cultural

Inmaterial y aprobó en el mes de abril de este año el Parque Cultural del Chopo Cabecero del

Alto Alfambra. Unos meses antes, en enero, procedía a declarar como Arboleda Singular de

Aragón la ribera del Alfambra comprendida entre Allepuz y Aguilar. En un apartado se especi-

ficaba que era necesario desarrollar un plan de gestión que garantizara el mantenimiento de

los chopos cabeceros para evitar su desaparición, como ya ha ocurrido en diversos puntos de

la Cordillera Ibérica.

Los chopos siempre han formado parte de nuestro paisaje. Las choperas y su flora

acompañante han dibujado la trayectoria de nuestro río y sus barrancos con gran relieve visual

dando lugar un riquísimo ecosistema. Además, al ser una especie de crecimiento rápido, favo-

rece la captación de carbono y su posterior almacenamiento en la madera. Por eso, voy a

tratar en este artículo del papel de los chopos cabeceros como sumideros de dióxido de

carbono (CO2).

La fotosíntesis

Las plantas, como seres vivos, nacen, crecen, se alimentan, se reproducen y mueren. La

producción de alimento se realiza mediante la fotosíntesis, que consiste en una reacción

química consumidora de energía. Esta energía procede exclusivamente del espectro visible de

la luz solar.

En la fotosíntesis pueden distinguirse dos fases, la luminosa, durante el día, y la oscura, que es

una reacción que sigue a la anterior y que tiene lugar de noche, en ausencia de luz.

Las hojas, en la fase luminosa de la fotosíntesis, utilizan el agua que absorben las raíces para

transformar la energía del Sol en energía química. En este proceso diurno se desprende

oxígeno. En la fase oscura, el dióxido de carbono que las plantas absorben del aire se

transforma en glucosa, que se disuelve en agua y forma la savia elaborada, que es

transportada por toda la planta.

Figura 1.

Arboleda de cabeceros

del Alfambra. Fotografía de

Ivo-Aragón Inigo Fernández.

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El CO2 atmosférico

Se denomina efecto invernadero al fenómeno por el que parte de la energía emitida por la

corteza terrestre, es retenida y reflejada por determinados gases que forman parte de la

atmósfera, impidiendo que se produzca un enfriamiento progresivo de la Tierra. Sin su

actuación la vida tal y como la conocemos no sería posible, ya que el calor emitido por el

planeta se disiparía en el espacio produciendo unas temperaturas extremadamente bajas.

Entre estos gases se encuentran el dióxido de carbono (CO2), el óxido nitroso y el metano.

De todos ellos, el CO2 cobra especial relevancia debido a que es un gas de larga permanencia:

permanece activo en la atmósfera mucho tiempo. Las plantas, a través de la fotosíntesis,

extraen el carbono de la atmósfera (en forma de CO2) y lo convierten en biomasa. La biomasa

al descomponerse se convierte en parte del suelo (en forma de humus) o en CO2 (a través de la

respiración de los microorganismos que procesan la biomasa). Existen diversos factores que

influyen en la cantidad de carbono acumulado en la biomasa de las plantas y en el suelo. Por

ejemplo, los incendios forestales liberan el carbono almacenado en las plantas y en el suelo,

regresando a la atmósfera en forma de CO2.

En la actualidad, el exceso de CO2 modifica el balance final del ciclo de carbono, influyendo en

el proceso de cambio climático. Por una parte, se produce una captación de CO2 por parte de

las plantas a través de la fotosíntesis. Por otra, la respiración de las plantas, las quemas, las

talas, una tasa de deforestación alta y escasas medidas de reforestación incrementan la

concentración de CO2. A ello hay que añadir el desarrollo industrial, que ha supuesto un

extraordinario aumento de la concentración de gases debido a la quema de combustibles

fósiles. El resultado es el aumento de la concentración de CO2 en la atmósfera.

Sumideros

Se conoce como sumidero todo proceso por el que se extrae de la atmósfera un gas y se

almacena. Mediante la fotosíntesis, los vegetales absorben CO2, lo que compensa tanto las

pérdidas de este gas por la respiración, como las emisiones producidas por otros procesos

naturales (descomposición de materia orgánica). A este valor se denomina Producción Neta de

la Biosfera (PNB), y es la cantidad que a largo plazo queda almacenada en el sumidero.

El CO2 secuestrado por las plantas es el resultado de las diferencias entre el CO2 atmosférico

absorbido durante el proceso de la fotosíntesis y el CO2 emitido a la atmósfera durante la

respiración. Esta diferencia es convertida en biomasa, entre el 45 y el 50% del peso seco de la

planta. Por tanto, mientras el crecimiento sea alto, la vegetación natural y los cultivos agrícolas

se convierten en sumideros de carbono.

Figura 2. Chopos y cultivos.

La agricultura puede ser un

mecanismo efectivo para mitigar

el incremento del CO2 atmosférico.

Fotografía de Manuel Najes Guillén.

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Las arboledas de chopo cabecero como sumidero de carbono

Cuanto mayor sea la actividad fotosintética mayor será el crecimiento del árbol y, por tanto,

más carbono se almacenará en la madera. La ratio de la fotosíntesis del chopo está entre las

más altas de entre todas las especies arbóreas (NELSON, 1984). Su gran capacidad de creci-

miento, y, por consiguiente, su capacidad para fijar el CO2 de la atmósfera, hacen del chopo

una potente herramienta en la lucha contra el cambio climático.

Teniendo en cuenta la velocidad de crecimiento de una chopera, algunos autores estiman que

pueden reciclar anualmente 10 toneladas (t) de CO2 por hectárea (ha). Si a los 20 años se pro-

duce la escamonda, se habrán depurado 200 t/ha.

10 t/ha año × 20 años = 200 t/ha

Aplicando el cálculo a la Arboleda Singular de la ribera del Alfambra comprendida entre

Allepuz y Aguilar, con una superficie de 51,54 hectáreas, el almacenaje de CO2 alcanzaría un

total de 10.308 toneladas en 20 años. Esta cantidad no volvería de forma inmediata a la

atmósfera porque podría emplearse en la fabricación de tableros contrachapados para

muebles u otros productos con un uso de vida relativamente largo.

En este sentido, es de destacar que, si los aprovechamientos de la madera se organizan

mediante un plan de gestión forestal sostenible, además de mejorar la eficiencia de las arbo-

ledas como sumideros de CO2, se crean masas de árboles sanas y perdurables.

Importancia de agregar los residuos vegetales al suelo

La capacidad del suelo para almacenar CO2 es importante debido a la materia vegetal acumu-

lada en descomposición, pasando a denominarse “C del humus”. La escamonda de los chopos

cabeceros y las hojas caducas pueden contar como pérdida de carbono del cultivo si se retira

de la plantación o se quema. En cambio, si la escamonda se descompone naturalmente en el

suelo, se convierte en un medio eficaz de inmovilización de CO2 a largo plazo (LAL, 1997).

De hecho, un año después de agregar los residuos vegetales a la tierra, la mayor parte del

carbono vuelve a la atmósfera en forma de CO2, sin embargo, entre una quinta y una tercera

parte permanecerá en el suelo como viva o como humus del suelo (BRADY y WEILL, 2004).

Figura 3. Chopo escamondado en

2018 con sus vigas en el suelo y

trozos cortados para

la combustión en estufas.

Fotografía de Manuel Najes Guillén.

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La arboleda y el microclima

Arboledas como las choperas generan un ambiente particular comprendido entre las copas de

los árboles y el piso forestal, denominado microclima o microambiente forestal. Uno de sus

factores es la radiación solar, máxima en las copas y mínima cerca del suelo o sotobosque,

donde la intensidad lumínica es inferior al 1% de la luz incidente. (BAZZAZ y PICKETT)

El segundo factor influyente en el microclima de una chopera es la temperatura, que a su vez

depende de la radiación incidente. Durante el día puede haber una diferencia de 2 a 3 °C entre

el sotobosque y las copas de los árboles. Esto implica que el aire en la parte inferior de la

chopera es más fresco. Durante la noche, el aire de la parte superior llega a enfriarse más que

en el suelo.

Otro factor propio de este microclima es la humedad relativa, mayor bajo ambiente forestal

que a campo abierto independientemente de la estación del año. Primero, porque varía en

razón inversa a la temperatura. Y, segundo, porque el vapor de agua se propaga por difusión

turbulenta, y el bosque dificulta los fenómenos de difusión de la acción del viento.

El último factor que interviene en el microclima de las choperas es la transpiración vegetal,

consistente en la pérdida de agua en forma de vapor que se produce en las plantas. A las hojas

de las plantas llega gran cantidad de agua desde las raíces, pero solo una pequeña parte se

utiliza en la fotosíntesis. Su principal función es eliminar en forma de vapor de agua la que

utiliza. Así, el agua transpirada permite el enfriamiento del aire del entorno.

Conclusión

Una estrategia, entre otras, para luchar contra el cambio climático agudizado por el aumento

de los gases de efecto invernadero consistiría en conservar y regenerar la productividad natu-

ral de la biosfera basándose en la fotosíntesis de las plantas. El objetivo sería secuestrar el CO2

con plantaciones nuevas y con bosques. A medida que aumenta el almacenamiento de CO2, su

presencia se reduce en la atmósfera, por lo que contribuye a contrarrestar la subida de la

temperatura del planeta. Una especie como el chopo tiene la virtud, además, de ser muy

eficiente en la captación y almacenamiento de carbono por su gran actividad fotosintética.

Manuel Najes Guillén

Figura 4. Dos chopos

podados en 2017.

El de en medio,

debido al diámetro

de sus vigas,

candidato para

la escamonda.

Fotografía de

Manuel Najes Guillén.

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