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Alcazaba. Revista histórico-cultural

La revista Alcazaba tiene una periodicidad anual. Publica y acepta trabajos originales sobre temáticas histórico-culturales rela-

cionadas con la provincia de Jaén y su entorno: historia general hasta la edad moderna principalmente (con especial atención a al-Andalus y época medieval), castellología, gastronomía histórica, patrimonio histórico-cultural y otros temas afines a estos campos.

Los artículos se someten a un proceso anónimo (tipo doble ciego) de evaluación por pares tanto interno como externo. Los au-tores recibirán un ejemplar de la revista en papel y una separata de su artículo en formato electrónico.

CONSEJO DE REDACCIÓN

Director

Bernardo Jurado Gómez

SecretarioFrancisco Vidal Castro

VocalesÁngel Higueras Aparicio

Juan Antonio López Cordero

María Dolores Rincón González

CONSEJO ASESOR

Francisco Javier Aguirre Sádaba (Universidad de Almería)

Alejandro Alcaraz Sintes (Universidad de Jaén)Juan Carlos Castillo Armenteros (Universidad de Jaén)

Expiración García Sánchez (Consejo Superior de Investigaciones Científicas)

Christine Mazzoli-Guintard (Université de Nantes, Francia)Diego Melo Carrasco (Universidad Adolfo Ibáñez, Santiago de Chile, Chile)

Amador Ruibal Rodríguez (Asociación Española de Amigos de los Castillos-Madrid)

Traducción al inglés de los títulos, resúmenes y palabras clave de los artículos por Alejandro Alcaraz Sintes (Departamento de Filología Inglesa, Universidad de Jaén).

Exención de responsabilidad

Las opiniones y datos contenidos en cada artículo son de exclusiva responsabilidad de sus autores. La revista Alcazaba no comparte necesariamente las opiniones vertidas por los autores ni se hace responsable de la credibilidad y autenticidad de los trabajos.

Portada: Fotografía central: “Batalla de las Navas de Tolosa” (ca. 1600), cuadro de Juan Bolaños el Viejo. Fotografía lateral: Alicatado mudéjar según la tradición de lacería nazarí en un paño del Arco de San Lorenzo (Jaén).

© De los artículos, sus autores. De la revista, las entidades editoras. Es necesario citar la procedencia en cualquier reproduc-

ción parcial o total.ISSN: 1886-1180Depósito legal: J. 377-2001

Redacción y correspondencia:

Bernardo Jurado GómezAvda. de Madrid, 68, 1º D

23008 JAÉN. Correo-e: presidente[arroba]castillosjaen.com

Francisco Vidal CastroFacultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, ed. D-2

Universidad de Jaén23071 JAÉN. Correo-e: fvidal[arroba]ujaen.es

Edita:Delegación de Jaén de la Asociación Española de Amigos de los Castillos

Asociación Cultural Torre del HomenajeGrupo de Investigación HUM761 (Sociedades Árabes, Islámicas y Cristianas), Universidad de Jaén

La revista está disponible a texto completo en Internet en la dirección siguiente:

www.castillosjaen.com

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SUMARIO

ARTÍCULOS

Tratamientos médico-quirúrgicos medievales según los libros de montería ________________

Juan Antonio López Cordero

3-13

La salvaguarda del Orden Público en la ciudad de Jaén (1476-1523) _____________________

Pedro Andrés Porras Arboledas

15-30

Relación territorial de Torres Bermejas (Alhambra, Granada) con otros sistemas defensivos de la red nazarí _________________________________________________________________

María Toro Martínez

31-44

SECCIÓN MONOGRÁFICA La batalla de las Navas de Tolosa o al-‛Iqāb (1212)

Amores de Alfonso VIII y Raquel, la judía de Toledo ________________________________

Josefa García Martín

45-64

Los ejércitos contendientes en la batalla de las Navas de Tolosa ________________________

Bernardo Jurado Gómez

65-84

Caminos y lugares de Sierra Morena en torno a la batalla de las Navas de Tolosa __________

Manuel Roll Grande

85-116

Heroísmo o principios morales: la muerte en defensa de la comunidad. Personajes musulma-nes fallecidos en la batalla de al-‛Iqāb o las Navas de Tolosa ___________________________

Francisco Vidal Castro

117-138

SECCIÓN DE LAS ARTES PLÁSTICAS ____________________________________ 139-140

ACTIVIDADES DEL AÑO 2012

Crónica del viaje a Marruecos (1 al 7 de abril de 2012) _______________________________

Santiago Cano León

141-151

Crónica del viaje a Centroeuropa (17 al 24 de julio de 2012) ______________________

Jordi Lietor López

153-156

Memoria anual de actividades de la Asociación Española de Amigos de los Castillos y Asocia-ción Cultural Torre del Homenaje (Año 2012) ______________________________________

Bernardo Jurado Gómez

157-161

ACTIVIDADES DEL AÑO 2013

Crónica del viaje a Turquía: Estambul y Capadocia (21 al 28 de julio de 2013) ____________

Juan Luis Moreno Garrido

163-167

Memoria anual de actividades de la Asociación Española de Amigos de los Castillos y Asocia-ción Cultural Torre del Homenaje (Año 2013) ______________________________________

Bernardo Jurado Gómez

169-174

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Tratamientos médico-quirúrgicos medievales

según los libros de montería

Medico-surgical treatments in medieval books of hunting

Juan Antonio López CorderoGrupo de Investigación HUM-761 (Univ. Jaén)

Correo-e: [email protected]

Resumen: Se hace una aproximación al tema del tratamiento de las heridas en combate tomando como fuentes los libros de montería medievales, donde se tratan pormenorizadamente cómo eran las curas quirúrgicas realizadas a los canes, lo que no debía ser muy diferente a la cirugía de batalla por el gran valor que tenían estos animales para los mon-teros.

Abstract: This paper is a general description of the treatments for combat injuries prescribed in medi-eval books of hunting. These books explained sur-gical treatments performed on hounds with a degree of detail similar that found for war surgery, since hounds were greatly prized by hunters.

Palabras clave: montería; cirugía; medicina; canes; medieval.

Key words: game hunting; hounds; hunting; medicine; medieval; surgery.

1. Introducción

El mundo medieval está sometido a las limitaciones que le imponen los largos siglos de estanca-miento o recesión en los estudios médicos, a pesar de la importancia que la salud ha tenido siempre en el ser humano. En los reinos cristianos existía una visión teocéntrica de todo lo que rodeaba al hombre, que en muchas zonas convive con ritos paganos de antiguo origen que la Iglesia no pudo erradicar. En muchos casos la Iglesia asimiló parte de estos ritos mágicos, como conjuros, a los ritos eclesiásticos. Para el hombre cristiano medieval Dios, de manera directa o a través de algún inter-mediario, podía curar la enfermedad. Los santos ejercían en este aspecto un papel preferencial: San Valentino curaba la epilepsia; San Cristóbal y San Blas, las enfermedades de la garganta; San Eu-tropio, la hidropesía; San Ovidio, la sordera; San Gervasio, el reumatismo; San Apolonio, el dolor de muelas. También las reliquias de los mártires se utilizaban como un poderoso instrumento de sa-nación.

Alcazaba, 12-13 (2012-2013), 3-13 - ISSN: 1886-1180

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Tratamientos médico-quirúrgicos medievales según los libros de montería.

Por otra parte, el intercambio cultural con los limítrofes reinos musulmanes permitió la penetra-ción del saber islámico, en gran parte trasmisor del saber griego, especialmente a partir de la crea-ción de la Escuela de Traductores de Toledo, que permitió conocer los escritos de Hipócrates y Ga-

leno, Canon de Avicena, el tratado quirúrgico de Albucasis… La cirugía utilizaba técnicas anestési-cas, como la “esponja soporífera”, impregnada con una mezcla de opio, beleño, mandrágora, jugo de moras, euforbio, hiedra y semillas de lechuga. La cura de las heridas se hacía con vino caliente, sutura y vendaje, cuando no se optaba por la provocación de pus. En las fracturas se empleaban fé-rulas.1

La cirugía en los animales no era muy diferente a la realizada con los hombres, exceptuando algu-na técnica como la anestesia, que en los animales no era habitual, como tampoco lo sería en las heri-das de los soldados. Los libros de montería son una de las fuentes que nos pueden acercar a la reali-dad de la medicina y la cirugía popular. Esta medicina y cirugía practicada en los canes, con gran influjo de elementos mágicos paganos, debió ser similar a la empleada con los soldados en las bata-llas y otros acontecimientos violentos, por lo que este artículo quiere aportar al monográfico de la revista, otra visión de la Batalla de las Navas de Tolosa, la de los heridos y su tratamiento, que no recogen las crónicas medievales. Por otra parte, existen diferentes tratados de albeitería entre los si-

glos XIV y XV, conocidos bajo el nombre de Libro de los Caballos, que reflejan las enfermedades de los animales y su tratamiento2. El tipo de tratamiento quirúrgico estaba bastante generalizado.

2. Los canes de caza en época medieval

La caza era la gran pasión del hombre medieval, especialmente la caza mayor, reservada a los no-bles. Mucho más que un simple recreo, la caza formaba parte de la educación y era una forma de vida, también un ejercicio para la guerra. No sólo era fuerza, sino también estrategia. Alfonso X así

lo refleja en Las Siete Partidas:

E por ende tuvieron que conviene esto mucho a los Reyes mas que a otros omes: e esto por tres

razones. La primera por alongar su vida e salud e acrescentar su entendimiento, redrar de si los

cuidados e los pesares, que son cosas que embargan mucho el seso… La segunda porque la caça es

arte e sabiduría de guerrear e vencer, de lo que deven los Reyes ser mucho sabidores. La tercera

porque mas abondadamente la pueden mantener los Reyes que los omes3

El perro era el animal preferido para la caza. En la caza mayor, especialmente osos, jabalíes y lo-bos, los perros debían ser lo suficientemente fuertes y fieros para enfrentarse a sus presas. Los pe-

1 Sobre aspectos generales de la medicina medieval ver: Pilar CABANES JIMÉNEZ. “La medicina en la Historia Me-

dieval Cristiana”. Espéculo. Revista de Estudios Literarios, núm. 32. Madrid: Universidad Complutense. Departamento de Filología Española, 2006.2 Hipólito ESCOLAR SOBRINO. Historia ilustrada del libro español. Vol. 1: Los manuscritos. Madrid: Fundación

Germán Sánchez Ruipérez, 1993, p. 174 .3 Real Academia de la Historia. Las Siete partidas del rey Don Alfonso el Sabio, cotejadas con varios códices antiguos. Tomo II. Madrid: Imprenta Real, 1807, p. 39 (Partida II. Tít. V. Ley XX, Cómo el rey debe ser mañoso en cazar).

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Juan Antonio López Cordero

rros de presa de agarre preferidos eran alanos, perros de tamaño medio y una cabeza grande y fuer-te, con pelaje corto y grueso, con frecuencia de color atigrado, rojo, negro o gris lobo; hocico corto, con la mandíbula inferior ligeramente cóncava, y una nariz ancha muy grande de color negro. Las orejas son de inserción alta y pueden caer. La piel es muy gruesa, con pliegues y arrugas en el cue-llo, algunos en la cara.

En Castilla, las primeras referencias escritas sobre el alano aparecen en el medievo, de la mano de

Gonzalo de Berceo, en 12474. Datos más completos los encontramos en 1347,en el Libro de la

Montería de don Alfonso XI, que habla de las armadas de los alanos y en qué forma organizarlos5, o de qué hacer para criar buenos canes tanto sabuesos como alanos6.

El anónimo Tratado de la Montería del siglo XV describe también los perros de montería y el cui-dado que requieren, así como los mestizajes de razas de perros de caza. De los alanos destaca entre sus cualidades “ser ventores, porquel alano tiene el mas cierto viento de todos los canes, y por esto los que traen parte desta línea son muy buenos canes, pero turan poco en el oficio que asayan a to-mar e luego son muertos”7. Su valentía ante animales peligrosos, como el oso y el jabalí, les costaba con frecuencia la vida.

4 “Ensiemplo del Alano que llevaba la pieza de carne en la boca. / Alano carnicero en rio andaba / una pieza de carne en

la boca pasaba, / con la sombra del agua dos tantol’ semejaba, / cobdiciola abarcar, cayósele la que levaba. / …” Colec-

ción de poesías castellanas anteriores al siglo XV ilustradas con algunas notas e índice de voces antiquadas, por D.

Tomás Antonio Sánchez, bibliotecario de S.M. Tomo IV. Madrid: por don Antonio de Sancha, 1790, p. 42.5 Libro de la Montería que mandó escribir el muy alto y muy poderoso Rey Don Alonso de Castilla y de León, último de

este nombre, acrecentado por Gonçalo Argote de Molina, dirigido a la S.C.R.M. del Rey Don Philipe Segundo. Nuestro

Señor. Sevilla: Imprenta de Andre Pescioni,1582, Lib. I. Cap.XIII, f. 8r.6 Libro de la Montería que mandó escribir…, Lib. II. Cap. XXXVIII, f. 15r.7 Tratado de montería del siglo XV, manuscrito del Museo Británico, publicado y anotado por el Duque de Almazán. Madrid: Alaba Ediciones, 1936, 1992, fol. 12r -12v. p. 156-167.

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Libro de la Montería de Alfonso XI, edición de Gonzalo Argote de Molina

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Tratamientos médico-quirúrgicos medievales según los libros de montería.

Los perros por excelencia en la caza eran los sabuesos, perros de talla media, largas orejas acam-panadas, esqueleto compacto y fuertes miembros, de pelo fino, liso y pegado. Son perros fuertes y

resistentes. La primera descripción en la Península aparece en el citado Libro de la Montería de Al-

fonso XI, que en su capítulo XXXIX habla de “cuales hechuras deben ser los sabuesos y las sabue-sas”8. Descripción de los sabuesos aparecen posteriormente en otros tratados9. Durante siglos los sabuesos españoles se utilizaron sobre todo en la caza del oso y el jabalí. Su uso fue muy generali-

zado entre los monteros. De ellos dice el Tratado de la Montería del siglo XV: son muy cobdiçio-

sos… y son muy quexosos quando los castigan… y son ansi mismo osados, tanto que los mas de

ellos mueren locamente… Son canes de gran viento, mas que otros; son muy porfiosos en la segui-

da10.

De los sabuesos cuenta que son buenos para cruzarlos con alanos, galgos, mastines o podencos. De este último, el podenco, perro de caza de orígenes antiguos, había varias razas. El podenco des-taca por el amplio desarrollo de sus sentidos (visión, olfato y oído) que le convierten en uno de los mejores perros de caza. Otros perros son los mastines, perros que caza y pastoreo, que por su tama-ño podían enfrentarse con lobos u osos.

Estos perros de caza son los sujetos de la práctica quirúrgica de los monteros, pues en sus enfren-tamientos con lobos, osos y jabalíes reciban múltiples heridas, semejantes a lo que podrían sufrir los soldados coetáneos en las batallas. El alto valor que estos canes tenían para los monteros exigía el mejor cuidado médico y técnica quirúrgica para lograr su recuperación.

3. Tratamientos médico-quirúrgicos en montería

El Libro de la Montería de Alfonso XI describe en su libro II los diferentes tipos de heridas y el tratamiento consiguiente, distinguiendo entre heridas de diferentes partes del cuerpo, su gravedad y solución adoptada en cada tipo según su evolución. Son evidentes las limitaciones que en Medicina y Cirugía existen en esta época, y el desconocimiento real de conceptos elementales en torno a la sepsis, como la asepsia y la antisepsia. No obstante, hay elementos que apuntan a intervenciones bá-sicas en este sentido, basadas en la práctica, como son la limpieza de herida, el estímulo del sangra-do que por arrastre limpiaba la herida, la ausencia de sutura en determinados casos de evidente in-fección, o el uso de plantas que tienen cualidades cicatrizantes, antihemorrágicas, antibióticas...; y también conocimientos anatómicos básicos. La podemos definir como una cirugía y terapéutica de batalla.

El libro comienza describiendo en el capítulo II “la llaga simple que es fecha en la cabeça tan sola-mente en la carne". Primeramente se ha de limpiar, retirando el pelo de la herida y ser cosida” y en-cima de la llaga sean echados estos polvos que se sigue. Foja de murta, e fojas de nisporas, e fojas

8 Libro de la Montería que mandó escribir…, Lib. I. Cap. XXXIX, f. 15v.9 Otros tratados de montería de los siglos XV y XVII, son el Tratado de montería del siglo XV…; Juan MATEOS BA-

LLESTERO. Origen y dignidad de la caça. Madrid: por Francisco Martínez,1634; y Alonso MARTÍNEZ DE ESPI-

NAR. Arte de Ballestería, y Montería, escrita con método, para escusar la fatiga que ocasiona la ignorancia: dividad

en tres libros. Madrid: en la Imprenta Real, 1644.10 Tratado de montería del siglo XV…, fol. 10v., p. 152-153.

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Juan Antonio López Cordero

de llanten, e cortezas de palma, e ordion quemado, e boladura de molino, e acienso, e sangre de dra-go, e rayz de pinta polen, e raça… e sobre los dichos polvos sean puestas estopas calientes con vino, e remojadas, e bien espremidas, e sobre las estopas mojadas que ponga otras estopas secas e des-pues que lo aten con una faxa, e esto sea fecho cada dia una vez"11.

Desde tiempo atrás en el al-Andalus existía un amplio conocimiento de las plantas, recogido en di-

versos tratados de agricultura, como al-Muqni‛ fī l-filāḥa (Conocimientos indispensables para la

agricultura), atribuido al geópono sevillano del siglo XI Ibn Ḥaŷŷāŷ, estudiado por Julia Mª Cara-baza Bravo12, en el que se recogen gran parte de las plantas citadas en los tratados de Montería. Se

utilizaban plantas como murta o arrayán (Myrtus communis)13 que contiene, tanto en sus hojas como

en sus frutos, una esencia aromática fuertemente antiséptica, el Mirtol14; el níspero (Mespilus ger-

manica)15, también por su propiedades antisépticas y astringentes; el llantén -mediano- (Plantago

11 Libro de la Montería que mandó escribir…, Lib. II. Cap. II, f. 17v.12 Julia María CARABAZA BRAVO. Plantas en Al-Andalus en el siglo XI. Monografías del Jardín Botánico de Córdo-ba, núm. 1. Córdoba: Jardín Botánico de Córdoba, 1994, p. 5-64.13 El arrayán (Myrtus communis) es un arbusto perteneciente a la familia de las mirtáceas, que se caracteriza por sus flo-res regulares de cinco pétalos y numerosos estambres, y el rudimento del fruto que se sitúa debajo de la flor y no en su

seno; de manera que cuando aquél llega a su plena madurez, el cáliz, que suele persistir, lo corona. Se cría en los valles, collados y laderas de todo el litoral mediterráneo, con mayor profusión en tierras húmedas y ricas en elementos.14 Para la descripción y uso de las plantas se pueden utilizar varias guías como: G. BLANCA, B. CABEZUDO, M.

CUETO, C. FERNÁNDEZ LÓPEZ & C. MORALES TORRES (2009, eds.). Flora Vascular de Andalucía Oriental, 4

vols. Sevilla: Consejería de Medio Ambiente, Junta de Andalucía, 2011; y S. CASTROVIEJO (coord. gen.). Flora ibé-

rica, Plantas Vasculares de la Península Ibérica e Islas Baleares, vols. 1 a 21. Madrid: Real Jardín Botánico, CSIC,

1986-2012.15 El nispolero o mispolero es un árbol de porte pequeño, con hojas muy grandes con frutos muy carnosos en forma de

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Bear Hunt. Agustin Hirschvogel (1503-1553)

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Tratamientos médico-quirúrgicos medievales según los libros de montería.

media)16 por su poder cicatrizante; y otras también con funciones medicinales como palma o palmi-

to (Chamaerops humilis)17, drago (Dracaena draco)18, o el uso de vino por las propiedades antisép-ticas que tiene su alcohol unido a la estopa como material para empapar el drenaje de las heridas. Era generalizado el uso de vendajes para proteger las heridas y el cambio diario de los mismos.

Cuando la herida en la cabeza era más profunda (cap. III), hecha con “espada o con semejante cosa, que taja el cuero e el huesso” el tratamiento era semejante a la herida simple. En cambio, si la herida se había realizado con piedra o madera (cap. IV) se curaba dos veces al día con un ungüento formado de “Rezina de pino19 e cera, e pez,… e alvayalde”20. Si hubiese pus había que añadir una

mezcla de “miel quatro onças, auzarote una onça, e farina de yeros (Vicia ervilia)21, media onça”. Y si fuese una herida con pérdida de sustancia y se produjese posteriormente una hiperplasia de tejido

habría de usarse sobre la herida diariamente una “toma de alumbre [Peperomia pellucida] de piedra e un poco de Alvin, e sea todo molido”.

El alumbre solía usarse desde el mundo antiguo en la curación de las quemaduras22. Cuando había fractura de huesos de cráneo, tras la limpieza de la misma, se recomendaba el uso de aceite rosado dos veces al día. Esto en las fracturas de cráneo con heridas abiertas, si eran cerradas se utilizaban

pelotas de golf coronadas por los dientes del cáliz. Tiene un gran valor dietético y medicinal, combatiendo las diarreas persistentes. Son ricos en taninos, conteniendo grandes cantidades de glucosa, minerales, vitaminas C y proteínas.16 El llantén mediano es una planta que posee una larga raíz subterránea. Forma una roseta de hojas aplicadas sobre el suelo, ovaladas o en algunos casos elípticas. Las flores se agrupan en espigas; son blancas y lampiñas. El fruto es una cápsula oval y puntiaguda y contiene de dos a cuatro semillas. Se cría en las praderas secas, con hierba rasa y apretada,

generalmente en los claros de los bosques de grandes árboles, en suelos calcáreos.17 Es un bioindicador del piso termomediterráneo y puede llegar hasta los 1.000 metros de altitud. Resiste el frío pero no las heladas fuertes. Es la única palmera que vive en la Península Ibérica de forma natural.18 El Drago, es una especie vegetal típica del clima subtropical, particularmente de las Islas Canarias, pero cuya mayor población se encuentra en el oeste de Marruecos. Su savia, que se transforma en roja en contacto con el aire ("sangre de drago"), se comercializaba debido a sus propiedades medicinales y a su uso en tintes y barnices. Sobre la “sangre de

drago” ver Ana María CABO GONZÁLEZ. “Algunas aportaciones sobre las diferentes especies vegetales de las que se

extrae la Sangre de Dragó”. Al-Andalus Magreb: estudios árabes e islámicos, núm. 3. Cádiz: Universidad, 1995, p. 231-240. 19 Un uso tradicional de la resina de pino ha sido como tratamiento externo para las quemaduras y llagas. Un estudio a

largo plazo realizado por científicos rusos (“Pine Resin and Biopin Ointment: Immunotoxic and Allergenic Activity”.

Byulleten Biologii 'Eksperimental'noi i Meditsiny, abril-2002, v. 133-4, p. 384-385) encontró que la resina de pino, como ingrediente activo principal en forma del ungüento Biopin, inhibe los anticuerpos que se encuentran en los fluidos corporales, ayudando a la curación y previniendo la infección por estimular la inmunidad celular.20 El “alvayaque” o albayalde se usaba como polvos en medicina como antinflamatorio (Juan Manuel VENEGAS.

Compendio de la medicina o medicina práctica, en que se declara lacónicamente lo más útil de ella… México: Por D.

Felipe de Zúñiga y Ontiveros, 1788, p. 763).21 Plinio el Viejo, en su Historia Natural, libro XXII [151-153] trata de las propiedades medicinales de los yeros, entre otras contra las heridas hechas por las serpientes y los mordiscos de cocodrilos y hombres. El yero impide que se ex-

tiendan las ulceraciones (Santiago SEGURA MUNGUÍA y Javier TORRES RIPA. Historia de las Plantas en el mundo

antiguo. Bilbao: Universidad de Deusto; Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2009, p. 315-316).22 SEGURA y TORRES. Historia de las Plantas…, p. 403.

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Juan Antonio López Cordero

estopas con sal y vino junto con un empasto molido y herbido de incienso, almastiga23, laurel24, ba-yas, cominos25 y matalahuga26 durante treinta días.27

La técnica de cura en las heridas producidas en el rostro era semejante, añadiéndole al empasto

polvos de teliarmin28 (cap. VII), al igual que en el resto del cuerpo, continúa insistiendo en la lim-pieza de cuerpos extraños, como cabellos, la sutura, y las consiguientes sustancias, en gran parte antisépticas y cicatrizantes, junto a la protección de la herida (cap. VIII).

En el caso de heridas con pérdida de tejido, que no pueden ser suturadas y necesitan curar por se-gunda intención, el tratamiento era con sustancias “desecantes”, como el incienso29 y las harinas de ordio30, yeros y altramuzes31; el azarete y azeche32 quemado. Una vez molidas, hervidas y coladas con paño de lino se mezclaban con cera derretida y aceite (cap. IX), por lo que la mezcla era asépti-ca antes de aplicarla a la herida. Su uso permitía así la cicatrización por segunda intención. Poste-riormente se usaban polvos para “encorar” o formar la piel: “Palascias, e alargues33, e cortezas de

23 El incienso y la almástiga o resina de lentisco (Pistacia lentiscus) se usaban por sus propiedades medicinales, según la

medicina de la época, para tratar las heridas (Fray Vicente de BURGOS. Traducción de El Libro de Propietatibus Re-

rum de Bartolomé Anglicus, 1494. Ed. Mª Teresa Herrera y Mª Nieves Sánchez. Salamanca: Universidad, 1999, f. 98v.). El lentisco es un arbusto muy extendido por toda el área mediterránea.24 El laurel (Laurus nobilis) es un árbol originario de la zona mediteránea, cuyas hojas tienen entre otras propiedades ser

antisépticas (Jorge D. PAMPLONA ROGER. Salud por las plantas medicinales. Madrid: Editorial Safeliz, S.L., 2006, p. 119).25 El comino (Cominum cyminum), planta herbácea originaria de la cuenca mediterránea, se usaba con frecuencia en la

Medicina medieval. Ver: [Anónimo]. Tratado de patología, 1500. Ed. María Teresa Herrera. Salamanca: Universidad,

1997, párrafo 76.26 El anís o matalahúga (Pimpinela anisum) es una hierba originaria del mediterráneo oriental y Asia sudoccidental, ha tenido numerosos usos medicinales en el pasado, además de gastronómicos.27 Libro de la Montería que mandó escribir…, Lib. II. Cap. III al VI, f. 18.28 Teliarmin es un arabismo que se puede traducir por “tierra de Armenia” que se solía utilizar en las heridas (Felipe

MAÍLLO SALGADO. Los arabismos del castellano en la Baja Edad Media. Salamanca: Universidad, 1983, p. 183).29 El incienso es una preparación de resinas aromáticas vegetales que desde la antigüedad tenía fines curativos además

de rituales.30 El tratamiento con harina de ordio (Hordium vulgare L.) aparece en diversos tratados médicos del siglo XVI.

Ver:.Traducción del Tratado de cirugía de Tedrico -Granada, 1509 f. 44r-. Ed. María Teresa Herrera y María Estela González de Fauve. Madison: Hispanic Seminary of Medieval Studies, 1997, f. 44r; y “Traducción del Tratado de la

peste de Marsilio Ficino”, 1598. Ed. Fabián Alejandro Campagne. En Corpus Médico Español. Madison, 1997, , f. 57r..31 El altramuz (Anagyris foetida) es un arbusto medicinal de hoja caduca y de la zona mediterránea, con numerosas pro-piedades. Cobarrubias en diccionario describe diversos usos medicinales de esta planta (Sebastián de COVARRUBIAS

OROZCO. Tesoro de la lengua castellana, o española. Madrid: por Luis Sanchez, impresor del Rey, 1611).32 “Azeche, es una tierra con que se haze la tinta, que por otro nombre llamamos tierra de Sevilla, por traerse de alla”

(COVARRUBIAS. Tesoro…, f. 107v.).33 El alarguez (Berberis vulgaris), también conocido como agracejo, arbusto europeo y asiático occidental con bayas de color rojo brillante. Tiene diversos usos medicinales y gastronómicos.

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Tratamientos médico-quirúrgicos medievales según los libros de montería.

mill granas, e cabeças de rosas34, tanto de lo uno como de lo al, e sean molidas, e cernidas, e sean echadas en la llaga fasta que encuere35.

El tratamiento de las heridas que afectan a nervios –y probablemente también tendones-, que son cortados y quedan descubiertos, era más agresivo por ser heridas más profundas, no se suturaban los nervios ni los tendones con la consiguiente afección de la sensibilidad y la motilidad de los miembros del cuerpo. Tras coser la herida y las consiguientes “estopadas” de vino encima de la misma, se recomienda el uso de aceite de oliva con el fin de calmar el dolor; además de ser tratadas con “Galvano36, e alvayaque37, e sean retidas con azeyte, e con cera”, a lo que había que añadir a la disolución anterior polvos de “servion, e cortezas de acinço”, y tras retirarlos del fuego añadirle “termentina”38. Estas sustancias eran de tradicional uso medicinal. El ungüento había que darlo una vez al día.39

El conocimiento anatómico también se pone de manifiesto en las heridas del vientre con eventra-ción. En este tipo de herida se aconseja que “ante se enfrien las tripas sean tornadas a su lugar pro-prio”, con el fin evitar la deshidratación y la posible infección. Los intestinos debían meterse poco a poco, habilitando el espacio en la cavidad abdominal para poder suturar, y en caso de ser la herida estrecha y no poder introducir los intestinos había que ensancharla un poco. Si había pasado tiempo y los intestinos estaban fríos “sean caldeadas con vino vermejo, que es lo mejor en que sea cocha-flor de Mançanilla”. Una vez los intestinos dentro de la cavidad se suturaba la herida “porque son tres cueros en el vientre”40, que corresponden al peritoneo parietal, aponeurosis y piel. La técnica usada consistía en suturar las tres capas a la vez, pasando la aguja por cada una de ellas, alternando un borde con otro en la capa de peritoneo o “cifaque”. Cada punto de sutura tenía dos nudos apreta-dos uniendo completamente las capas, y de separación un dedo entre cada punto. Una vez suturada, la herida se trataba como el resto. El reposo era de treinta días.

Las heridas abiertas que afectaban a la integridad de los huesos requerían reintegrar el hueso a su posición y a continuación suturarlas. Después se le echaban sustancias habituales en las heridas:

34 Milgrana, antiguamente granada. Su corteza solía utilizarse como cicatrizante de úlceras, al igual que las cabezas de

rosas (Biblioteca Clásica de la Medicina Española. Tomo V. Madrid: Real Academia Nacional de Medicina, 1923, p.

314).35 Libro de la Montería que mandó escribir…, Lib. II. Cap. VII al IX, f. 18v-19r.36 El galvano se definía como el zumo de una hierba llamada férula (Ferula communis) a la que se atribuían las diversas

funciones terapéuticas (BURGOS. Traducción de El Libro de Propietatibus Rerum, cap. LXXVIII). Se utilizaba tam-

bién en emplastos sobre las heridas por los cirujanos (Fernando de CÓRDOBA. Suma de la Flor de Cirugía, 1500. José Ignacio PÉREZ PASCUAL. Madrid: Toxoutos, 202, p. 179-180).37 Ver nota número 20.38 La termentina o trementina es un líquido que se obtiene de la destilación con vapor de la resina oleosa de diversas es-

pecies de coníferas y otros árboles. Su uso medicinal aparece en tratados médicos como el de Méndez Nieto, Juan. Dis-

cursos medicinales, 1606-1611 (publicación editada por Ser Quijano, Gregorio del; Rodríguez San-Pedro, Luis E, Uni-

versidad de Salamanca, 1989), también en diversas obras literarias de los siglos XVI y XVII, y Estudios y Traducción

Dioscórides. Salamanca: Universidad, 2006, p. 99.39 Libro de la Montería que mandó escribir…, Lib. II. Cap. X, f. 19r.40 Libro de la Montería que mandó escribir…, Lib. II. Cap. XIII, f. 19v. Los capítulos XIV y XV refieren heridas en otras partes del cuerpo con un tratamiento semejante realizadas con cuchillo y en los testículos con un tratamiento pare-

cido al resto. Parecido tratamiento se recomienda en el Tratado de montería del siglo XV… p. 276-277.

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Juan Antonio López Cordero

“Encienso, e grassa, e almastiga, de cada uno quarta de onça e de sangre de Drago, ochava onça, de raça media onça. E sea todo molido, e cernido, e estos polvos echenlos en la llaga, e de suso estopa-das de vino caliente según dicho es en las otras llagas”. Tras el vendaje de la herida se buscaba la inmovilización del hueso, por lo que eran “puestas tablas de pino muy delgadas, e tan anchas como el pulgar tantas quantas cumplan e sean atadas con una cuerda en manera que esten bien firmes. E la primera atadura este fasta cinco dias, e despues sea desatado, en la manera que dicha es. E asi de cinco en cinco dias fasta que sea sano”. Si la herida se infectaba -que sería lo más habitual- se cura-ba una vez al día con el siguiente ungüento: “Miel41 quatro onça, e ançarore media onça, e sea la miel servida, e quando serviere sea ajuntado y el azarote molido, e cernido”.42

Cuando la fractura con herida abierta era en el brazo o la pierna había que reducirla en primer lu-gar por tracción con ambas manos entre dos hombres, y sin soltar la tracción colocar unas tablas atadas con cuerda de cáñamo y hacer una vendaje impregnado “en claras de huevos que sean mucho batidas, e espriman la un poco e pongan el cabo della sobre la quebradura”. Para curar posterior-mente la herida se cortaba la venda a su altura con unas tijeras, se limpiaba con paño delgado, y se trababa con un emplasto de “miel dos onças, anzarote quarta de onça, e sea molido e cernido, e sea encorporado con la miel” cada cinco días. Si había pus se curaba una vez al día. Y a partir de los quince días con “encienso, e almaciga, e nuez de acipres43, de cada uno quarta de honça, de teliarmi-ni media honça, e sean molidas e cernidas, e sean echadas en dos claras de huevos que sean mucho batidas… e despues sea echada farina de trigo…”. En caso que la fractura en el brazo o pierna no fuese abierta se realizaban las mismas operaciones excepto la cura de la herida.44

Las heridas por punción de algún tipo de planta solían infectarse. Su tratamiento era con “piedra çufre45, e sernion” mezclado con aceite. Si el cuerpo extraño quedaba dentro, para que saliese se uti-lizaba un emplasto para expulsarlo a base de harina de cebada, aceite, harina de yeros y azafrán.46

No solían suturarse “las colmilladas de los osos, y las uñadas y las estocadas de los puercos”, pues la experiencia demostraba que eran heridas muy infecciosas y había que dejar drenar el pus que pro-ducían. El tratamiento consistía en “quemarse bien; lo mejor con trementina, sino la oviere, con aze-yte”. El efecto antiséptico de la saliva y, por consiguiente, su contribución a la curación de las heri-das era conocido por los monteros, pues cuando los canes las lamían sanaban con mayor facilidad. 47

En otros casos se trababan con hojas de puerros (Allium ampeloprasum) majadas con sal o bien, si

éstos faltaban, cebolla (Allium cepa), a las que se le atribuyen propiedades antibióticas. Una vez cu-rada de infección continuaba con el tratamiento empleado en heridas comunes: “çumo de llanten co-lado quatro honças, e de miel dos honças, sea todo encorporado en uno”, dos veces al día.48

41 La miel tiene propiedades antimicrobianas.42 Libro de la Montería que mandó escribir…, Lib. II. Cap. XVI, f. 20r.43 Es el fruto del ciprés (Cupressus), utilizado desde la antigüedad como tónico circulatorio junto otras propiedades

(PAMPLONA. Salud por las plantas…, p. 132).44 Libro de la Montería que mandó escribir…, Lib. II. Cap. XX y XXI, f. 20v y 21r.45 El azufre tiene funciones desinfectantes. Se aplicaba cuando los canes se hincaban en los pies plantas como la jara.46 Libro de la Montería que mandó escribir…, Lib. II. Cap. XVII, f. 20.47 Tratado de montería del siglo XV…, p. 275-276. 48 Libro de la Montería que mandó escribir…, Lib. II. Cap. XVIII, f. 20v.

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Tratamientos médico-quirúrgicos medievales según los libros de montería.

En época de calor había que tener cuidado en proteger las heridas de las moscas que podían poner huevos en ellas. Cuando las larvas se formaban en las heridas, se aconsejaba “atapar la llaga con le-vadura y luego sean afogados; hoja de cañamo majada, ansi mismo los mata, y de prisco49; y la mie-ra50 tanbien; y cal biva”.51 Estas sustancias tienen propiedades antisépticas o cáusticas.

4. Ritos taumatúrgicos de curación en la montería medieval

En la mentalidad popular del hombre medieval los aspectos mágicos estaban muy presentes. La Iglesia condenaba aquellas prácticas paganas que no había cristianizado, por lo que los diversos tra-tados obvian estos temas y se ciñen a aquello que no ofrezca polémica a la censura eclesiástica. Así

lo hace el Libro de la Montería de Alfonso XI. Sin embargo, el Tratado de la Montería del siglo XV, un manuscrito anónimo que no fue publicado hasta el siglo XX, recoge algunos de estos ritos. No obstante el anónimo autor manifiesta su incredulidad ante tales acciones, aunque las escribe por fi-delidad a la actos de los monteros. Sobre ello dice el anónimo autor del tratado:

Algunas abusiones ay en la monteria, como en la guerra, y fazense mas por abto [hábito] que por

razon nin creençia… algunas personas de poco saber toman mal enxenplo… y damos creencia a

otras que, allende de ser contra la fee, no traen razon nin fundaçion ninguna.52

Son ritos y supersticiones de base animística que buscan la prevención de la salud del individuo sobre el cuerpo del animal muerto. Para ello utilizaban las vísceras del animal. Así, tomaban el co-razón “en la punta dél fazen una cruz con un cuchillo, y luego cortanla a la redonda, en manera que queda la cruz cada quarto por si; y arrojan el uno contra oriente, y el otro contra ocidente, y el otro a la mano derecha, y el otro a la isquierda”. Se hacía con ellos otra cruz y se cristianizaba el acto con un Padre Nuestro, el Ave María, el Credo y la Salve. Este acto les daba protección a los monteros contra el mal de ojo, creencia muy extendida en la población según la cual una persona tiene capaci-dad de provocar el mal en otra con sólo mirarla.53

Otra superstición relacionaba el hígado del venado y la mujer, pues esta víscera no podía llevarse a casa. Se creía que si de ella comía alguna mujer que estuviese con el período menstrual quedaba embarazada, por lo que solían echárselo a los perros como derecho que a ellos pertenece.54

49 De estas propiedades medicinales del prisco o albérchigo (Prunus armeniaca) hablan diversas obras: “y poniendolas

majadas onde ay gusanos los mata como hazen las hojas del prisco y conforta el estomago” (Gabriel Alonso de HE-

RRERA. Obra agricultura. Alcalá, 1513. Ed. Thomas Capuano. Madison: Hispanic Seminary of Medieval Studies, 1995, párrafo 35).50 Es el aceite de enebro de miera u oxicedro (Juniperus oxycedrus L.), utilizado por sus propiedades medicinales (Pío

FONT QUER. Plantas medicinales. El Dioscórides renovado. Barcelona: Labor, 1992, párrafo 32).51 Tratado de montería del siglo XV…, p. 276.52 Tratado de montería del siglo XV…, p. 235.53 Tratado de montería del siglo XV…, p. 235. Sobre el mal de ojo ver la obra: Villena, Enrique (1384-1434), Tratado

de fascinación: también conocido como fecho o mal de ojo, Barcelona: Obelisco, 2004.54 Tratado de montería del siglo XV…, p. 235-236.

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Juan Antonio López Cordero

Como práctica taumatúrgica para la cura de las heridas infectadas se utilizaban palabras escritas, las que debían actuar por contacto sobre el can herido, a modo de práctica de curanderismo que ha

estado presente durante siglos en el mundo rural. El Tratado de la Montería del siglo XV recoge esta práctica que consistía en “atar una nómina al cuello”, que tenía escritas las palabras “Lectio li-bri Job”55. Otra vez el hecho mágico intenta cristianizarse con referencias bíblicas.

Estos elementos mágicos hay que enmarcarlos en el mundo rural y especialmente en la zona de La Sierra de Segura, el noreste del reino de Jaén, donde se escribe el Tratado de la montería del siglo XV. Por esta época, hay frecuentes delitos de “herética piedad” con confiscación de bienes de los procesados. Ante los pleitos por posesión de estos bienes, los Reyes Católicos enviaron un juez en comisión para solucionar las disputas.56

5. Conclusión

En este trabajo hemos querido hacer una aproximación al tema del tratamiento médico-quirúrgico tomando como fuentes los libros de montería medievales, donde se tratan pormenorizadamente las curas quirúrgicas realizadas a los canes, lo que no debía ser muy diferente a la cirugía de batalla por el gran valor que tenían estos animales para los monteros.

En los textos se aprecia un importante conocimiento de plantas medicinales, que también recogen algunos tratados clásicos de medicina, además del conocimiento básico anatómico necesario para la sutura de las heridas o la reducción de las fracturas. Trabajos de cirugía como limpieza de la herida, reducción de eventración, sutura, cicatrización, cauterización, drenaje de pus… están presentes en estos libros de montería que, pese a lógica precariedad de la medicina y la cirugía de la época, de-muestran una

práctica médico-quirúrgica basada en la experiencia. A estas técnicas se unen ritos mágicos de an-tiguo origen animístico. Se combinan elementos paganos y cristianos que podrían ser considerados heréticos. Es algo propio de la época y del mundo rural, donde la tradición curandera estaba muy presente.

55 Tratado de montería del siglo XV…, p. 276. 56 Archivo General de Simancas. Registro General del Sello. Legajo 149110,21. Comisión sobre debates en el obispado de Jaén por razón del delito de herejía. Real de la Vega de Granada. 10- 1491.

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La salvaguarda del Orden Público en la ciudad de Jaén (1476-1523)

The maintenance of law and order in the city of Jaén (1476-1523)

Pedro Andrés Porras ArboledasUniversidad Complutense de Madrid

Correo-e: [email protected]

Resumen: Entre las competencias atribuidas a los poderes estatales y locales figura como previa y fundamental el mantenimiento del orden público dentro de su ámbito de actuación; sin dicho orden no es posible desarrollar cualquier otra actividad; por tanto, la policía concejil tiene como presupuesto básico el establecimiento de la paz de la república. En este artículo se muestran las medidas adoptadas por el concejo jienense para alcanzar ese objetivo en el difícil tránsito que va del asesinato del Con-destable Lucas al final del episodio comunero.

Abstract: One of the first and fundamental duties of State and local authorities is to maintain law and or-der within the limits of their powers, without which no other activity can possibly be undertaken. There-fore, the basic mission of the local police is to estab-lish the peace of the republic. This article describes the measures taken by the council of the city of Jaén as regards this objective in the difficult period between the murder of Condestable Lucas and the end of the Comuneros revolts.

Palabras clave: ciudad de Jaén; orden público; mantenimiento de la paz; Condestable Miguel Lu-cas; guerra de las Comunidades.

Key words: city of Jaén; law and order; preservation of peace; Condestable Miguel Lucas; War of the Comuneros.

Aunque el concepto de «orden público» es relativamente reciente en términos históricos, es evi-dente que, sin ser enunciado con la claridad de que hoy goza, ya fue conocido en tiempos pasados, disfrazado de ropajes terminológicos distintos. Está claro que cualquier sociedad humana para el co-rrecto desenvolvimiento cotidiano de sus componentes necesita un grado mínimo de paz pública,

pues, como dicen los Evangelios, Todo reino dividido en bandos queda devastado y una casa se de-

rrumba sobre otra.1 Es más, el ejercicio de cualquier ramo de la policía administrativa, propia de nuestros municipios, tiene como presupuesto ineludible la existencia de esa paz pública, que garan-tice el libre desempeño de las actividades humanas.

1 Lucas, 11, 17 (cito La Biblia de Herder, Barcelona, 2003).

Alcazaba, 12-13 (2012-2013), 15-30 - ISSN: 1886-1180

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La salvaguarda del Orden Público en la ciudad de Jaén (1476-1523)

Así pues, sin orden público en la ciudad no habría lugar para el proceso de creación de bienes eco-nómicos o su intercambio, tampoco las gentes podrían conseguir los productos alimenticios neces-arios, no se podría ordenar la convivencia ni se conseguiría gobernar ninguna comunidad. El inno-minado concepto ―la paz y tranquilidad de la república― sería, pues, la base de toda la conviven-cia, que la práctica administrativa regula y controla.

Si esto resulta cierto para cualquier época y lugar, mucho más lo era en los años finales de la Edad Media, cuando el Estado aun luchaba por asentarse, cuando los municipios, a falta de un poder cen-tral fuerte que les obligase a ello, se siguen comportando como comunas independientes, que se ri-gen con sus vecinos comarcanos por el principio de reciprocidad o, si se prefiere, por la ley del ta-lión. Muchos años invertirá la Monarquía en hacer que todas las localidades del Reino tomen con-ciencia de ser sólo una pequeña parte del conglomerado nacional.

A la muerte de Enrique IV, tras dos reinados llenos de desórdenes y abusos, los futuros Reyes Ca-tólicos emprenden una labor ardua, casi imposible, para imponer su autoridad a lo largo de todo el Reino; en esta política los concejos jugarán un papel equívoco, pues, si, por un lado, debían ser el último eslabón de la cadena de mando de los reyes, ejecutando sus mandamientos, por otro, mani-fiestan toda la resistencia posible a ello por parte tanto de la institución municipal, que se resiste a ser subsumida en el engranaje regio, como de sus componentes más conspicuos, que no se resignan a ser cabeza de ratón.

En las páginas que siguen intentaré mostrar los ramos en que se dividía la actividad de orden pú-blico desarrollada por el concejo de Jaén en los años que median entre la caída del Condestable Lu-cas y el desenlace de la guerra de las Comunidades; un excelente espejo temporal en el que se muestran las tensiones a que me acabo de referir.

1. Control del espacio público

Aunque las medidas de control de los lugares públicos de la ciudad eran especialmente rigurosas en épocas de guerra o de peligro, lo cierto es que siempre se estimó necesaria la existencia del toque de queda. Así, ya a comienzos de 1476, en unos momentos de particular inseguridad dentro de la ciudad, se estableció y se mandó pregonar que todas las noches a las 9 ―siempre hora solar― se ta-ñese la campana de queda, sita en la Catedral, y que a partir de esa hora nadie anduviese por las ca-lles, armado o no, sin llevar una lumbre encendida, de modo que se pudiera localizar a los viandan-tes y se supiera de sus intenciones; se les penaba a los infractores con la pérdida de las armas y 30 días en los calabozos municipales.2

Pasados los años y bajo otras circunstancias apreciamos cómo estas normas siguen en vigor: a fi-nes de 1500 los del cabildo acordaron que se tocase la campana de queda a las 10 horas en verano y a las 9 en invierno, estando la prevención en vigor hasta las dos de la madrugada; los que deambula-ren por las calles deberían portar antorcha a fin de evitar delitos e insultos. No todos los presentes estuvieron de acuerdo en las horas aprobadas, pero sí en la necesidad de mantener la orden.3

2 Archivo Histórico Municipal de Jaén, Libro de Actas de Cabildo de 1476, fol. 46r). Orden de pregonar de 18 de febre-ro [en adelante, AHMJ, LAC].

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Pedro Andrés Porras Arboledas

Medidas complementarias al toque de queda eran tanto el control de las puertas de la muralla como la distribución de rondas y velas. Debe de reconocerse que la vigilancia de las puertas, a pesar de su doble finalidad ―control de personas, pero también de mercancías―, no se cuidaba con el mismo esmero en tiempos de paz como en épocas de dificultades; de este modo, la única referencia localizada en los libros de actas data de los inicios de 1521, con la ciudad sublevada por las Comu-nidades; el once de enero ordenaron que un caballero del cabildo, fuera regidor o jurado, se ocupase de supervisar las puertas y que los diputados de la Comunidad local supervisasen el trabajo de los porteros de las mismas, denunciando las cosas que se hiciesen indebidamente.4

Las noticias sobre rondas también van referidas a la época de las Comunidades: en efecto, el dos de febrero de 1521 la ciudad estableció turnos de rondas nocturnas entre ese día y el 21 del mismo mes (cada dos noches le correspondería hacerlo a una collación, componiendo la cuadrilla 6 hom-bres encabezados por un regidor y un jurado). Tan sólo cuatro días más tarde hubo de reforzarse el operativo para evitar desórdenes: a la puerta del cabildo, en la Plaza de Santa María, debería estar un hombre con cargo de velar por el Pósito, que se hallaba incorporado al ayuntamiento; que los ve-cinos del Castillo Viejo lo vigilasen de día y de noche; que se pusieran velas en las Puertas y Torres de Santa María y de la Carnicería y que se cerrase el postigo viejo de San Bartolomé.5 En cambio, lo sabido sobre las velas indica que a las alturas de 1476 se abonaban por el concejo, pero no se efectuaban: el 17 de septiembre el Lcdo. Vergara requería al concejo que, ya que la ciudad pagaba

anualmente de velas 20.000 mrs. e es pública fama que no ay velas en la ciudad e sus arrabales,

quantas la cibdad paga, que no se abonen. Decidieron paralizar los libramientos, encargando al al-guacil Pedro de la Cueva que se informase de lo que sucedía.6

El control de las puertas por parte de los porteros municipales suponía la supervisión de las entra-das y salidas en la ciudad, algo especialmente sensible en tiempos de zozobra. Tanto el rey como el municipio podían vedar la salida de la ciudad para tierra de moros, según documentamos en dos ocasiones.7 También la salida de la ciudad hacia el campo contra la voluntad de los porteros estaba

3 El veinticuatro Juan Hurtado de Mírez dijo que le parecía bien que aya canpana de queda para que los vellacos e ma-

los no anden por las calles a fazer malfetrías, e que esto sea a la ora que la ley manda que no anden, e no en otra ora,

e que a los que la ley no devieda que van a fazer sus faziendas que requiere a los dichos señores teniente e alguazil ma-

yor que a aquéllos no les devieden que anden a faser sus faziendas ni los lleven a la cárcel, sólo por cobrarles carcelaje.Alonso Pérez del Arquellada, por su parte, opinó que sería bueno retrasar una hora el comienzo de la queda, pero con la

salvedad expuesta por Mírez. Fernando de Mercadillo se adhirió a la propuesta de Arquellada, porque antes es muy ten-

prano e los vezinos recebirían dello perjuyzio. Debate y acuerdo de 13 de noviembre (AHMJ, LAC de 1500, fol. 127v).4 LAC de 1521, 17v.5 Ibidem, fol. 98r-100v y 109r.

6 Cinco días después Pedro Ortiz, que velaba en la Puerta de Granada hasta la media noche, declaró que después de esa

hora no había nadie, que en la torre Sancho de Quesada tenía gente dentro, pero no velaba a partir de las 12. Sancho se disculpó alegando que no le pagaban la vela y, por ello, no podía tener la llave de la Puerta de Granada. El concejo or-denó a su alguacil que se quedase con esas llaves y no abriera la puerta hasta las cuatro de la madrugada (AHMJ, LAC

de 1476, fol. 114r y 117v).7 A fines de agosto de 1478 los Reyes prohibieron con carácter general a moros y cristianos que pasasen al Reino de Granada (Archivo General de Simancas, Registro General del Sello, 28/08/1478, fol. 106); dos años más tarde fue el

concejo jienense quien vedó expresamente al alfaqueque Rodrigo Mesía el Cabrí que fuese allá sin licencia municipal. Mandato al escribano de 6 de octubre (AHMJ, LAC de 1480, fol. 87v).

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La salvaguarda del Orden Público en la ciudad de Jaén (1476-1523)

prohibida y castigada con multa, como les ocurrió en agosto de 1479 a Martín Ruiz merchante el mozo y a Fernando Martínez de Gil Blanco.8 Sin embargo, fue la peste declarada en 1523 la que dio lugar a todo tipo de providencias respecto a las entradas y salidas. Se dio licencia a los caballeros del cabildo para abandonar la ciudad, si bien se les seguiría teniendo en cuenta como si estuvieran presentes.9 Se recibieron nuevos porteros;10 se prohibió la entrada a foráneos,11 se pidió a otros con-cejos que permitieran la entrada a los jienenses12 o se abrieron con portero otras entradas, en un afán por poner puertas al campo.13

2. Control de armas y desórdenes

En una sociedad habituada a portar armas, tanto para la defensa como para el ornato personal, la supervisión de las mismas se mostró como una necesidad imperiosa; así lo muestra la ordenanza aprobada por el concejo de Jaén en agosto de 1476: por cuanto a causa de ir armados los hombres se producían muchos ruidos y escándalos, prohibían que se portasen tanto las ofensivas como las de-fensivas, castigando a los infractores con la pérdida y quiebra de las armas, además de estar 30 días en la cadena; sólo los alguaciles podrían ir armados. También prohibieron que nadie juntase gente en su casa para hacer asonadas, so pena de 10.000 mrs.14

Estas ordenanzas se habían aprobado a causa de un hecho conflictivo que se había producido en esas mismas fechas: el mismo día que se aprobaron habían acudido al cabildo Diego García, trape-ro, y García Sánchez, hijo de Ruy González, y pidieron justicia sobre la irrupción violenta de Juan

8 Martín había sido multado con 1.200 mrs. por haber salido así por la Puerta de Baeza; luego se supo que no había sido él, sino su hermano Fernando, por lo que se le devolvieron sus prendas y se le tomaron a éste (24 de agosto); la misma

pena se impuso el día 30 a Fernando Martínez y a Salido, hijo de Martín Ruiz merchante (AHMJ, LAC de 1479, fol. 121r y 103v).9 En 25 de febrero (AHMJ, LAC de 1523, fol. 70r).10 En 21 de agosto: en la Puerta de Granada, Alonso de Baeza, sastre; en la Puerta de la Barrera, Fernando Ruiz y Juan

Muñoz, y en la Puerta de Martos, Nicolás de Madrigal (ibidem, fol. 137r).11 El 30 de marzo prohíben la entrada de los forasteros procedentes de Baeza, Úbeda o Málaga, que estaban apestadas,

penándose con 100 azotes a los foráneos que entrasen y con mil mrs. a los jienenses que lo permitiesen (idem, fol. 79r). El 12 de junio, tras haber pasado 8 días a la espera, permiten la entrada en la ciudad a los hijos del Lcdo. Monserrate,

pues presentaron fe de venir de Pegalajar; también acuerdan poner guardas para que impidiesen (idem, fol. 115v). El 12 de agosto se decretó el cierre de puertas, caños y demás lugares de posible entrada, a fin de que nadie de Granada o

Guadix entrase en la ciudad; debiendo permanecer abiertas sólo las Puertas de la Barrera, de Granada y de Martos

(idem, fol. 130r). El 4 de noviembre se ordenó la expulsión de todos los vecinos de Granada, Guadix, Loja o Arjona,

llevando a la cárcel a los que se negaren a salir (idem, fol. 188v); dos días después se prohibía acoger a nadie proceden-

te de esos lugares infectados (idem, fol. 189v). El 19 de noviembre, al persistir la peste en esos lugares, acordaron que sólo permaneciesen abiertas las Puertas de la Barrera, de Granada y del Aceituno, debiendo usar los forasteros la prime-

ra; sólo se podría franquear la entrada a los que portasen licencia del concejo (idem, fol. 207r).12 El 23 de marzo escribían a Baeza y Úbeda para que permitiesen la entrada de los vecinos de Jaén ( idem, fol. 77v). El

17 de junio ordenan a los alcaldes de Cambil que dejen entrar allí a Juan de Gámez (idem, fol. 117v).13 El 7 de septiembre, a instancias de los vecinos de la collación de San Miguel, dieron licencia para abrir la Puerta del

Aceituno, con condición de que pusieran portero a su costa, el cual debería entregar por las noches las llaves al jurado

Pedro de Gámez, que vivía cerca, porque mejor se sepa cómo se guarda (idem, fol. 146v).14 Ordenanzas de 24 de agosto (AHMJ, LAC de 1476, fol. 192v).

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Pedro Andrés Porras Arboledas

de la Fuente en casa de Juan Sánchez, hermano de García. El concejo les contestó que precisamente por ello habían acordado las ordenanzas en cuestión. El mismo día el bachiller Juan de Vergara re-quería a los alcaldes ordinarios, reunidos en su sesión especial de los sábados, para que actuasen contra Juan de la Fuente, por los hechos acaecidos el día previo, que el concejo les secundaría en su labor de administrar justicia ―dos días después los regidores y los jurados Tapia y Peralta les insta-

ron en el mismo sentido―. Contestaron los alcaldes que ellos eran escuderos e no saben penas de

Derecho, por lo que rogaron al bachiller que les acompañara para realizar pesquisa, a lo que Verga-ra accedió.

El comendador de Montizón, Diego de Iranzo, tras comentarlo con la viuda del Condestable Lu-cas, pidió al concejo que quitase a de la Fuente la alcaidía del castillo de Otíñar y que la diese al ju-rado Martín de Espinosa; a los munícipes les pareció bien, por lo que diputaron a varios de ellos para tomar la fortaleza y entregarla al jurado, que debería rendir pleito-homenaje. A mayor abunda-miento, el corregidor de la ciudad presentó cartas reales, ordenando al concejo que le ayudase a ha-cer justicia contra Juan de la Fuente y demás implicados en los alborotos, a lo que accedieron. Ya entrado octubre, el corregidor, cumpliendo mandato de la Reina, embargó la juradería que ocupaba el reo y la puso en manos de Juan Ramos, vecino del Arrabal, que fue recibido por el concejo.15

Sin embargo, la relación del jurado de la Fuente con el municipio evolucionó rápidamente; aunque

desconocemos el desenlace del affaire anterior, sabemos que tres años más tarde andaba en pleitos con Mingo Cano y Gonzalo Fernández de Baeza; de hecho, llevó cartas de recomendación para los Reyes, el Consejo real y otras personas que necesitase. En dichas cartas, remitidas al presidente del Consejo y a los consejeros, doctores Talavera, Zamora y Villalón, redactadas el 13 de septiembre, se exponía que Juan de la Fuente había sido jurado de la ciudad durante las adversidades del reinado de Enrique IV, así como en el actual de los Reyes Católicos, trabajando bien para el concejo y sus vecinos y gastando en ello buena parte de sus bienes; que por estar en servicio real había tenido unas palabras de enojo con dos labradores de la ciudad, con los que había pleiteado en Jaén, y ahora iban en apelación ante el Consejo; les suplicaban que favoreciesen al jurado cuando se presentase ante ellos.16 Naturalmente, carecemos de mayores detalles.

Pasados unos años, se volvieron a revalidar las ordenanzas de armas: el 21 de junio de 1480 el concejo insistió en que se cumpliera la prohibición de traer armas, pero que el alguacil mayor pu-diese llevar consigo dos hombres con espadas, de día, y el doble de noche; los alguaciles menores podrían acompañarse de la mitad que el mayor, con prohibición a todos de llevar puñales largos ―sólo los de un palmo se les permitían―, so pena de perderlos.17

Así pues, con carácter general se permitía salir armados sólo a los alguaciles y a sus ayudantes, sin embargo, el concejo podía, atendiendo a circunstancias especiales de peligrosidad, conceder licen-cia para portar armas a personas determinadas; así lo hizo en 1480.18 Evidentemente, el Rey también

15 Asientos entre 24 de agosto y 25 de octubre (ibidem, fol. 192v-193r, 194v, 199r y 206r).

16 AHMJ, LAC de 1479, fol. 108v y 111v.17 AHMJ, LAC de 1480, fol. 31r.18 En 28 de junio, licencia al bachiller Juan Álvarez Guerrero, para que él o un criado suyo llevasen espada, porque tye-

ne enemigos (ibidem, fol. 3v).

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La salvaguarda del Orden Público en la ciudad de Jaén (1476-1523)

podía emitir la correspondiente licencia: conservamos testimonios de ello en los años 1519,19 152120 y 1548.21

Con todo, los alborotos, ruidos y asonadas no dejaron de producirse cíclicamente, pues se trataba de una sociedad armada, donde hasta las disputas menores se saldaban con la sangre. La más anti-gua que tenemos documentada se remonta a 1389: a comienzos de junio Juan Sánchez de Vivanco, alcalde del maestre de Calatrava, realizó una pesquisa sobre los disturbios que se habían producido en la ciudad a resultas de las doblas que el monarca había ordenado cobrar referentes al ejercicio anterior; dichos problemas se enmarcaban en las luchas de bandos locales, de cuya instigación se acusaba a Ruy López de Mendoza, cabeza de bando; el resultado de la información, en la que inter-vinieron el mencionado alcalde, el maestre y Alonso Fernández de Montemayor, fue exculpatorio para Mendoza, al que le alzaron el destierro que le habían impuesto preventivamente.22

Las luchas banderizas volvieron a reproducirse en 1401: el lunes 21 de marzo, hubo un choque ar-mado entre Pedro Ruiz de Torres, alcaide del alcázar nuevo y alguacil mayor de la ciudad, sus hom-bres, parientes y criados, y Luis López de Mendoza y los suyos, a causa del corregidor que se había

solicitado para que rigiese la ciudad, e fue toda esta cibdad en gran peligro. Cuatro hombres buenos actuaron de mediadores: el deán don Fernando Fernández, el vasallo real Ruy Díaz de Torres, el no-tario y alcalde Alfonso Ruiz y el escribano público Juan Ruiz, los cuales se desplazaron, primero, a casa de Torres, en la collación de Santa María, a pedirle treguas por 30 días, por guarda del servicio real, y luego al domicilio de Mendoza, en el mismo barrio, con idéntico propósito; ambas partes otorgaron las treguas por ese período.23

Pasado casi un siglo y asentada firmemente la figura del corregidor como oficial real, teóricamente exento de las apetencias de los banderizos, nos volvemos a encontrar con un documento preventivo dirigido por el corregidor Rodrigo Vela Núñez de Ávila al caballero Juan Hurtado de Mírez, en pre-sencia del escribano Palomino; había llegado a los oídos de Vela que Mírez andaba buscando apo-yos y firmas entre los otros veinticuatros jienenses a fin de prevalecer en una porfía que mantenía

19 En 9 de marzo, Francisco Dueda y Miguel de la Esquina solicitaban licencia, pues estaban amenazados por algunos a

los que habían multado siendo guardas del campo (AGS, Cámara de Castilla. Memoriales, 135-53).20 En 13 de julio, Luis de Sepúlveda pedía licencia para él y sus criados, pues, aunque la justicia le había absuelto de un

homicidio, los parientes del occiso suponían una amenaza para él (ibidem, 140-10).21 El príncipe Felipe, en 21 de junio, concede a Pedro Sánchez de Berrio facultad para llevarlas ofensivas y defensivas,

pues se recelaba de que algunas personas vos quieren mal; debería comprometerse a no causar daño a nadie, usándolas sólo en caso de defensa (Biblioteca de la Real Academia de la Historia, Colección Salazar y Castro, M-95, fol. 287v-

288r).22 BRAH, Salazar, M-2, fol. 265v.23 Hallaron armados en casa de Torres a Luis Méndez de Contreras, Juan Rodríguez de Alfaro, Juan Fernández de Va-

lladolid, Pedro Martínez de Torres, Fernando López de Torres, Pedro de Alfaro, Juan Álvarez de Peralta, Ruy Martínez de Vilches, Gil Fernández de Formicado y otros no expresados; en casa de Mendoza se encontraban en la misma dispo-sición Íñigo López de Mendoza, Juan Peláez de Berrio, Pedro Sánchez de Berrio, Rodrigo Rodríguez, Ruy Pérez de So-

tomayor, Pedro García del Alférez, Hernando Alonso de Escobar, Juan López de Sevilla, Pedro Rodríguez de Santa Cruz, Juan Pérez de Sotomayor, Hernando Sánchez de Vilches, Sancho Pérez de Sotomayor, Jerónimo Gutiérrez de Torquemada, Diego López de Graneo y otros innominados (Archivo del Conde de Humanes, leg. 15.873 [archivo depo-

sitado en el Archivo Histórico Provincial de Jaén; se trata del documento original]; copia en BRAH, Salazar, M-1, fol. 235-236).

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Pedro Andrés Porras Arboledas

con don Fernando Mesía dentro del cabildo; ya que importaba mucho mantener a la ciudad libre de escándalos y discordias, como justicia mayor, le conminaba a que abandonase sus peligrosos propó-sitos, so pena de mil doblas de oro para la cámara; Mírez se limitó a solicitar traslado del mandato.24

La tensión entre corregidor y clanes se va a seguir manteniendo en los años sucesivos; buen ejem-plo de ello es el bando dictado en 20 de abril de 1504 por el corregidor Antonio del Águila: se pre-gonó en la plaza de San Juan por el pregonero Cristóbal Ruiz que nadie saliera de Jaén con armas o

sin ellas para ir a Pegalajar a ayudar ni favorecer a ningunas personas, so pena de perdimiento de

sus bienes e quedar enplazado a la Cámara de SS.AA., e a los parientes e amigos e criados e fami-

liares del honrado cavallero Luys de Berrio veyntiquatro e Pedro de Nofuentes e demás, que serán

presos e castigados, segund que se fallare.25

No había pasado un año cuando el corregidor debió proceder de nuevo, esta vez, contra las predi-caciones sediciosas de un fraile:

Este día [08/01/1505] remitieron al señor corregidor que aya ynformación del servicio que fiso

un fayle de Santa Catalina en la Madalena e de las palabras escandalosas que dixo en el servicio e

tome los dichos sobre ello a Fernando de Contreras e a Fernando de Torres jurado.26

Las diferencias entre vecinos continuarían durante el período de estudio, en especial, entre los po-derosos; así en 1512 Fernando el Católico levantaba al veinticuatro Cristóbal de Berrio el destierro que se le había impuesto por haber tenido tres riñas sucesivas con un jurado de la ciudad; alegaba el peticionario que se encontraba indispuesto y se había amistado con su adversario.27

Finalmente, durante los episodios de las Comunidades la situación interior de la ciudad fue explo-siva, según las alternativas políticas que se iban presentando; así, cuando el cabildo dio marcha atrás para congraciarse con los gobernadores realistas, se hubo de tomar medidas drásticas para mantener la paz pública: el 6 de marzo, ante la presunción de que se iban a producir movimientos y alborotos, acordó el cabildo que siguiesen activas las rondas, tomando como base la plaza de Santa María, en tanto que alcaldes y alguaciles deambulaban por las calles; también se decidió que día y noche se velase ante la casa de ayuntamiento y Pósito, el Castillo Viejo, la torre y puerta de Santa María, la puerta de la Carnicería y en el postigo viejo de San Bartolomé.28

Todos estos inveterados casos de desórdenes urbanos, más graves en términos de derramamiento de sangre de lo que pudiera parecer a tenor de estos datos sueltos, tenían origen, como vemos, en lu-chas entre bandos, predicaciones revoltosas, disturbios políticos, pero también en la actividad de elementos indeseables. De ahí la política seguida contra los rufianes, vagabundos y viandantes fo-rasteros que pasaban por la ciudad; este problema fue particularmente preocupante, según las fuen-

24 En 16 de enero de 1498 (Archivo Histórico Provincial de Jaén, protocolo 2, fol. 119).

25 Fueron testigos del pregón Rodrigo de Sotomayor y Francisco de Torres, además del escribano Gonzalo Rodríguez.

Más tarde fue pregonado en la plaza de Santa María y en el resto de la ciudad (ibidem, protocolo 10, fol. 217).26 AHMJ, LAC de 1505, fol. 3r.27 BRAH, Salazar, M-95, fol. 287r-287v.

28 AHMJ, LAC de 1521, fol. 108v-109r.

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La salvaguarda del Orden Público en la ciudad de Jaén (1476-1523)

tes conservadas, en la época que siguió al asesinato del Condestable Lucas. A lo largo de enero de 1476 el concejo acordó expulsar de la ciudad a todos ellos, antes de que acabase el día (día 17), so pena de recibir 5 azotes los recalcitrantes; simultáneamente se ordenó pregonar en la plaza de Santa María, ante una muchedumbre, que nadie portase armas, amenazando a los infractores con la con-fiscación y quiebra de las mismas. En particular, el corregidor, siguiendo instrucciones de la Reina, procuraba con ello preservar la honra de doña Teresa de Torres, titulada condesa de Castilla, como viuda del Condestable (día 29).29

No siempre era posible ejecutar las expulsiones decretadas, por cuanto era práctica habitual refu-giarse, tanto delincuentes como deudores, en sagrado; aunque el problema del asilo eclesiástico no hallaría solución, hasta cierto punto, hasta la segunda mitad del siglo XVI, las autoridades intenta-ron limitarlo en la práctica hasta donde sus fuerzas alcanzaban; así, en 1498 el Condestable de Cas-tilla ordenaría al concejo, al obispo y a sus provisores y vicarios que fallasen por justicia los casos de los delincuentes refugiados en iglesias y monasterios, que hacían uso profano de dichos luga-res.30

3. Medidas de protección

Junto a las medidas ya comentadas, que pretendían poner coto a la violencia pública mediante mandatos o acciones genéricas, existían otro tipo de medios que iban destinados a proteger a las personas individuales o a grupos, que se sentían amenazados. Ya se ha visto más arriba la licencia para portar armas concedida por el rey o el concejo a aquellos que se recelaban de forma fundada de otras personas y colectivos familiares. Pues bien, la licencia para llevar armas era una medida pro-tectora a mayor abundamiento, pues implicaba el seguro o amparo de la autoridad hacia esos indivi-duos y familias; en cambio, el otorgamiento del seguro no implicaba habitualmente la facultad para ir armado.

Un grupo especialmente amenazado, como bien sabían por experiencia los contemporáneos, era la minoría judeoconversa, radicada tradicionalmente en las antiguas juderías, correspondientes a los barrios cristianos de Santa Cruz y San Andrés; se trataba de las collaciones más pequeñas de la ciu-dad, donde sus vecinos seguían habitando como sus antepasados hebreos, sin perjuicio de que otros conversos se hubiesen desplazado a otros barrios. A la altura de 1500 el jurado Diego Ordóñez pre-sentó un requerimiento al corregidor, en nombre de los vecinos de la collación de Santa Cruz, en es-tos términos:

Escrivano que soys presente, danos por testimonio a los jurados de la collación de Santa Cruz, en

nonbre de los vezinos pecheros de Santa Cruz, que Juan de Higales e Christóval de Xerez e Martín

de Chillón, vezinos de la dicha collación de Santa Cruz, y en ella han sydo enpadronados y ydo a

la guerra en servicio de SS.AA. y mandado de la cibdad, y en la yglesia de Santa Cruz an rescebido

y resciben los sacramentos, asy como los otros vezinos, e requerimos al señor corregidor nos anpa-

re e defienda en la posesión dellos fasta que seamos oydos y vista la justicia por su merced o por su

29 Ibidem, LAC de 1476, fol. 23r y 32v.

30 AGS, RGS, 04/09/1498, fol. 44.

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teniente. Y, si así lo hiziere, fará bien e derecho e, en otra manera, protestamos de nos querellar al

Rey o a la Reyna, nuestros señores, o a los de su muy alto Consejo, y cobrar de su merced y de sus

bienes todos los daños e menoscabos que sobre la dicha razón nos vinieren.

Contestaría el corregidor que oía la petición y que haría justicia.31 Ahora bien, esta petición de am-paro para mantener como vecinos de la collación a esas tres personas, difiere de las medidas de se-guridad, propiamente dichas, a las que nos venimos refiriendo y que están bien documentadas.

La más antigua de las conservadas procede del 20 de mayo de 1443, en plena lucha de bandos, cuando Juan II colocó bajo su seguro a Juan de Mendoza y a los de su bando contra los daños que pudieran infligirles el obispo de Jaén y sus partidarios, regidores y caballeros.32 De nuevo en 1477 los Reyes aseguraron, esta vez al Lcdo. Gonzalo Fernández de Molina y a Martín Fernández de Córdoba, jurados conversos de la ciudad, que habían sido desposeídos de sus oficios tras el asesina-to del Condestable Lucas, los cuales estaban repuestos en sus cargos por los monarcas.33 Pasados los años serían Carlos y Juana quienes en 1523 ampararían a los frailes de la Orden de San Francisco de Jaén.34

A lo largo de 1489 y 1490 el Consejo real concedió seguros a Alonso de Alcaudete, que se recela-ba de algunos caballeros de la ciudad,35 y a Fernando, Gómez, Ochoa y Diego de Córdoba, los cua-les temían a Diego de Iranzo, comendador de Montizón.36 En tanto que en 1498 los recibieron Fer-nando García de San Lorenzo, que tenía diferencias con Fernando Mesía, Sotomayor y otros,37 y el maestro Pedro de Oñate, físico, vecino de Córdoba, que tenía enemistad con el bachiller Pedro Gar-cía de Vilches.38

Un documento especial fue la habilitación otorgada por el municipio en 1476 al comendador de Montizón, hermanastro del difunto Condestable Lucas, para que concediese cartas de amparo a quien quisiere, en nombre de la ciudad; los agraciados con ese documento no recibirían mal ni daño en Jaén.39 También resultan curiosos dos seguros otorgados a genoveses, tratantes en Granada, en 1479: en el primero de ellos, datado en 19 de junio, Juan de Benavides, señor de Jabalquinto, y el arcediano de Úbeda obtuvieron del concejo licencia para que viniesen seguros a Jaén los genoveses

31 AHMJ, LAC de 1500bis, fol. 7r-7v.32 Amparaba nominalmente, además de al cabeza de bando, a Fernando de Mendoza, Juan del Hornillo, Pedro de Gá-mez, Pedro Rodríguez corredor, Alonso de Valladolid, Sancho Fernández de Huete, Juan Ramírez de Huete, Pedro Fer-

nández de Huete, Pedro Alférez, Antón Matamoros, Francisco de Badajoz, Alonso Fernández de Muchotrigo, Pedro Gutiérrez de Espinosa, Pedro Ramírez y sus parientes, criados y paniaguados, así como a sus bienes. Expresamente or-denaba el monarca a su justicia mayor de Castilla, Pedro de Zúñiga, conde de Plasencia y pariente del obispo de Jaén,

Gonzalo de Zúñiga, que los amparase (BRAH, Salazar, M-2, fol. 262r-262v).33 AGS, RGS, 24/10/1477, fol. 167.34 Carta real presentada al concejo en 4 de marzo; contestó el cabildo que la obedecían, pero que, en cuanto al cumpli-

miento, la verían (AHMJ, LAC de 1523, fol. 72r). El concejo acababa de solicitar que los franciscanos claustrales pasa-sen a ser conventuales.35 AGS, RGS, 06/11/1489, fol. 90.36 Ibidem, 05/05/1490, fol. 88.37 Idem, 00/02/1498, fol. 219.38 Idem, 31/03/1498, fol. 119.39 Permiso de 26 de julio (AHMJ, LAC de 1476, fol. 179v).

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La salvaguarda del Orden Público en la ciudad de Jaén (1476-1523)

de Granada, micer Bicia y micer Bartolomé, a fin de negociar la liberación de la hija de Benavides, cautiva en el Reino moro; el concejo aseguró también a sus hombres, criados y mercancías. Cinco meses más tarde el concejo escribiría a Venegas, alguacil mayor de Granada, anunciándole que Lo-renzo de Solli, genovés residente en Jaén, iba a la capital nazarí, con seguro del municipio, a nego-ciar sus mercancías y otros asuntos, suplicándole que fuese tratado bien y no recibiese daño.40

Así pues, tanto el monarca como el concejo, en su calidad de órgano delegado de la Corona, po-dían establecer diversas medidas de protección de las personas amenazadas, en especial, cartas de seguro, mediante las cuales personas y colectivos eran situados bajo el amparo del Rey, siendo pe-nados los infractores de este seguro con las máximas penas establecidas en derecho; se suponía que no cabía mayor protección jurídica; sin embargo, hubo a quienes esto no les parecía suficiente, reca-bando permiso para portar armas en defensa de sus personas y bienes, el cual les era concedido por un tiempo determinado y sólo con fines defensivos.

En cierto modo, el máximo grado de protección regia venía representado por las cartas de perdón, en buena medida, otorgadas con ocasión de la celebración del Viernes Santo. Citemos al azar una de ellas, la recibida por Juan de Moraña, culpable de las muertes de Luis Méndez, sastre, y Martín, za-patero, todos vecinos de Jaén.41 Dicho perdón alcanzaba a todas las consecuencias penales de su de-lito, no cabiéndoles a los parientes de los occisos ejercitar acción legal ni venganza alguna contra el perdonado, algo en lo que los monarcas hubieron de emplearse a fondo.

4. Policía de diversiones

Si las épocas de dificultades generaban medidas para prevenir las funestas consecuencias que po-dían darse, también los momentos y períodos de asueto y esparcimiento debían de ser regulados por las autoridades. Esto se aprecia, por ejemplo, en la práctica de los juegos. A la altura de 1476 enten-

día el concejo que por jugar dados, naipes y otros juegos con dinero ―dinero seco― muchos anda-ban perdidos y se provocaban en la ciudad muchos desórdenes, por ello los capitulares decidieron aprobar una ordenanza, que todos juraron solemnemente cumplir: para dar ejemplo a la población se comprometieron a no jugar a esos juegos prohibidos en sus casas, so pena de la pérdida del sala-rio de un año. Se establecía una excepción: podrían jugar a las 30 tablas, al ajedrez y a la pelota, apostando hasta una cuantía máxima de 50 mrs. Para el resto de los vecinos establecieron multa de 2.000 mrs. por cada vez que fueron sorprendidos jugando, con la excepción antedicha. Designaron como jueces especiales de estos casos al comendador de Montizón, al alguacil mayor y a Pedro de Biedma.42No sabemos nada del cumplimiento efectivo de esa ordenanza, si bien tres años más tarde contaban con ordenanzas de juegos hechas el día de San Juan y durante la Pascua de Navidad.43 Lle-

gado ese año el período navideño (20 de diciembre), acordó el concejo, por honra de la Pasqua, de-

jar en suspenso la prohibición de jugar desde el día 24, tañendo vísperas, hasta un momento dejado

en blanco por el escribano; así mismo, ordenaron pregonar que nadie osase andar a mojar por las

40 Carta al alguacil Venegas, librada en 26 de noviembre (AHMJ, LAC de 1479, fol. 31v y 171r).41 AGS, RGS, 13/04/1498, fol. 15.42 Ordenanza de 10 de enero (AHMJ, LAC de 1476, fol. 17v).43 Cargo al escribano de llevar al alcalde mayor dichas ordenanzas (ibidem, LAC de 1479, fol. 185r).

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Pedro Andrés Porras Arboledas

calles ni por las casas, levándolos a los pilares ni a los pilares por fuerça ni con sogas, ni en otra

manera, ni fagan ningún juego desonesto, so pena de 600 mrs. y estar en la cadena 30 días.44

En efecto, se tratase de la ordenanza aprobada en 1476 o en 1479, lo cierto es que a la altura de 1480 el concejo contaba con disposiciones bien asentadas sobre cómo celebrar la Navidad; en di-ciembre de ese año se mandó pregonar tanto la prohibición de jugar como la de andar mojando a los transeúntes; así mismo, ordenaron que desde ese día (4 de diciembre) hasta el día de Reyes se tañe-se la campana de queda desde las 8 a las 9 de la noche, cuidándose los alguaciles de rondar día y noche. Que, de acuerdo con las ordenanzas, todos anduviesen de noche por la ciudad con candelas enmechadas; en consecuencia, ordenaron pregonar estas cuatro ordenanzas:

– que a pesar de la prohibición de jugar apostando dinero seco, que por honra de la Navidad, pu-diesen hacerlo libremente los días de Navidad, Año Nuevo y Reyes.

– que nadie cometiese desaguisados, como andar mojando por calles y casas o atar a las personas con sogas para echarlas a los pilares.

– que tocase la campana de queda de 8 a 9 de la noche y que durante la queda todos anduviesen con lumbre para ser reconocidos, so pena de ser llevados a la cárcel para su identificación.

– que los alguaciles rondasen por la ciudad para verificar el cumplimiento de todas esas ordenan-zas de Pascua.45

Otra actividad lúdica con motivo religioso eran las romerías, entre las que destacaba en el Reino de Jaén la que se celebraba en Andújar en honor de la Virgen de la Cabeza; contamos con un solo dato, que seguramente sea uno de los más antiguos conservados sobre dicha peregrinación. El 10 de mayo de 1523 el corregidor remitió al concejo de Jaén una carta, a propósito de los carboneros y ro-meros de esta ciudad que iban a la procesión y de otros temas tratados crípticamente. Decía así:

Muy magníficos señores

Recebí la carta de v.m. y oy lo que el bachiller Ballarta de su parte me a dicho y vi las provisio-

nes que el jurado Valençuela traxo, y aunque él por aquí vino me las mostró, como venía tan de

preesa por despachalle presto, no las miré tan bien como ahora, y en verdad que el jurado lo a he-

cho tan bien que merece recebir merced por ello, y porque yo respondí al dicho vachiller Ballarta

cerca desto lo que me parece, remítome a lo que de mi parte a v.m. dirá, que esto se haga con vo-

luntad del alcayde, si se puede, o, a lo menos, sin ningund escándalo, porque S.M. no sea deservi-

do.

Cerca de lo que a los carvoneros desa cibdad toca y tanbién de los que vienen a velar a Nuestra

Señora de la Cabeça, acá se a dado orden cómo se haga como conviene a v.m. enbiarme a dar par-

te de todo esto.

44 Idem, fol. 190v. Contra algunos jugadores empedernidos hubo de tomarse alguna providencia particular, así, en 14 de

julio de 1480, ante tres testigos Diego López de la Cruz juró que durante un año no jugaría a las 30 tablas, so pena de

pagar 10 mrs. para el Arrabal y 5 para el acusador (idem, LAC de 1480, fol. 26v).45 Idem, LAC de 1480, fol. 131r y 132rbis-132vbis.

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La salvaguarda del Orden Público en la ciudad de Jaén (1476-1523)

El corregidor de Baeça me escrivió esta carta que aquí enbío ende puesta, de que le enbié con el

preso; por ella verá v.m. cómo manda tornar el daño que en el varco se hizo en el estado en que es-

tava.

Guarde y acreciente Nuestro Señor su muy magnífica persona y estado. De Andújar, a .X. de

mayo. A servicio de v.m. Don Luys Pacheco.

[al dorso:] A los muy magníficos señores Jaén.46

5. Otras cuestiones: la pacificación de la ciudad tras la muerte del Condestable Lucas, los re-

beldes contra los Reyes Católicos y los abusos de las autoridades

Gracias a los libros de actas de cabildo más antiguos y a diversas provisiones del Consejo real, conservadas en Simancas, es posible añadir una colección de noticias sobre la situación del orden público en la ciudad en aquellos difíciles años, bien entendido que, como las que ya llevamos visto, se trata de menciones sueltas, no siempre fáciles de contextualizar y explicar.

El asesinato de Miguel Lucas propició fuertes enfrentamientos en la ciudad, que los documentos apenas permiten atisbar; lo cierto es que Fernán Lucas y Diego de Iranzo, comendadores de Oreja y Montizón, hermano y hermanastro, respectivamente, del Condestable, refugiados junto con la viuda de aquél en el alcázar, consiguieron reconducir la situación en su favor, para lo que contaron con el apoyo de la Reina Isabel, que en mandamiento de 14 de diciembre de 1475 al concejo de Jaén orde-naba que, en todo lo referente a la pacificación de la ciudad, la obedeciesen.47 Los rebeldes a la con-desa se habían hecho fuertes en la fortaleza de la Fuente del Rey ―lugar hoy denominado errónea-mente Fuerte del Rey―; tras dárseles diversos combates, Luis de Torres entregó el castillo a la ciu-dad, no sin que antes los insurrectos fuesen perdonados.48

No obstante, pasados seis meses, las confederaciones seguían entre los caballeros de la ciudad, como se deduce del hecho de que el concejo encargase al regidor Juan de Olid que averiguase quié-nes estaban confederados, a fin de castigarlos según justicia.49 No parece que estas medidas fuesen muy efectivas, de hecho, el corregidor de 1479 no se hacía muchas ilusiones al respecto, cuando di-rigió una perorata a los munícipes en 30 de junio de ese año: dijo que era sabido cómo en tiempos de Enrique IV y en los presentes todos o la mayor parte de los capitulares tenían hechas confedera-

46 Idem, LAC de 1523, fol. 99r-99v.

47 Idem, LAC de 1476, fol. 91v-92v. De la época inmediatamente anterior tan sólo se conserva un asiento de primero de abril de 1473, en que los alcaldes ordinarios, el alguacil mayor, algunos regidores y jurados, así como el personero, lle-garon a una concordia con los dos mencionados comendadores, todos los cuales juraron mantenerla. Al final se añade

que los vecinos del Arrabal se quejaban del jurado Luis de la Peña, del que pedían su destitución y sustitución (idem,

LAC de 1511, fol. 102v-103r).48 Negociaciones en enero de 1476 (idem, LAC de 1476, fol. 20r-26r). De acuerdo con la cuenta tomada al mayordomo de la ciudad, la fortaleza estuvo cercada entre el 19 de noviembre de 1475 y el 25 de enero siguiente; se habían manteni-do en la torre nueva de allá distintos escuderos y espingarderos, ballesteros y lanceros, a los que se abonaron 34.335

mrs. por sus servicios (idem, fol. 42v). Pacificada la ciudad y su término, en 26 de marzo el concejo escribió a los Reyes

solicitándoles el perdón para Luis de Torres, don Carlos de Navarra, Sancho de Valenzuela, Rodrigo de Valenzuela y

los demás rebeldes de la Fuente del Rey (idem, fol. 73v-74v).49 Comisión de 10 de junio (idem, fol. 156r).

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Pedro Andrés Porras Arboledas

ciones, siendo muy conveniente al servicio real que fueran deshechas y amenazándoles con las pe-nas del derecho si fueren a ello renuentes. La respuesta de los presentes no pudo ser más promete-dora: caballeros y escuderos rompieron sus alianzas, tanto las que tenían firmadas entre ellos como las asentadas con personas de fuera del cabildo.50 El buen sabor de boca que esto dejó a los monar-cas se demuestra en cartas recibidas un mes más tarde; el escudero Fernando de Bustamante, con-tino real, les comunicó que los Reyes sabían lo bien gobernada que estaba la ciudad, agradeciéndo-selo y prometiéndoles mercedes, que viviesen tranquilos y se olvidasen de lo ocurrido en los tiem-pos pasados, pues, de lo contrario, los harían castigar. El contino se mostraba testigo de lo bien que

se habían hecho en Jaén las cosas de la Hermandad, tan bien que no se puede faser mejor, a diferen-cia de lo que ocurría en Córdoba y Sevilla; en este sentido mostró la carta que llevaba para el corre-gidor cordobés.51

Sin embargo, la mayor parte de los datos conservados de esta época nos hablan de la guerra que mantenían en los Reinos de Córdoba y Jaén el conde de Cabra y don Alonso de Aguilar, que provo-có conflictos en Andújar, Arjona, Baeza y Martos, con episodios de apresamientos de personas y,

sobre todo, de ganados.52

También estamos someramente informados sobre los caballeros jienenses que fueron rebeldes a la Reina Isabel durante la guerra de sucesión, en especial, los regidores Fernando Mesía, el comenda-

dor Juan de Pareja y Luis de Torres, los cuales se vieron privados de sus oficios por haberse unido a

la compañía del duque don Álvaro de Estúñiga, conde de Plasencia, que estaba en deservicio real; las regidurías fueron puestas en manos del comendador de Montizón, el Lcdo. Juan de Vergara e Íñigo de Peralta, respectivamente.53 Tan sólo queda constancia documental de la vuelta a la gracia real del comendador Pareja, que a fines del año siguiente recuperó el oficio.54 Antes de llegarse a ello hubo que tomar medidas drásticas: el 20 de marzo de 1475 Fernando de Torres, hermano de la condesa doña Teresa, presentó una carta patente de la Reina (Valladolid, 26/11/1475), en la que or-denaba a ésta y al concejo expulsar de la ciudad a algunos caballeros y a otras personas que estaban de parte del Rey de Portugal en la querella sucesoria, en perjuicio de la misma, en especial, a Rodri-go Téllez Girón, maestre de Calatrava.55

Un damnificado colateral de estos hechos fue Pedro de Linares: éste estaba desposado con una hija de Alonso García de Doñajuana, vecino de Mengíbar, que se encontraba refugiado en Baeza junto a su hija; Pedro quería venirse a vivir a la aldea con su esposa, pues tenía allí algunas propiedades,

pero el alcaide Juan de Villafranca no se lo permitía, pues sus cuñados fueron a cercar el dicho cas-

50 Idem, LAC de 1479, fol. 59r.51 Idem, fol. 61v-63r. Decía así dicha cédula: Valdés, nuestro corregidor en Córdoba. Maravillados estamos que, vien-

do vos lo que nos va a nuestro servicio en el hecho de la Hermandad, no la favorecéys más que otra cosa, nos disen

que no lo haséys asy. Por ésta vos mandamos que lo myréys como cosa que nos va en ello la vida, no aya en ello al por

nuestro servicio. De my mano. Yo el Rey. Yo la Reyna. Se refiere a la constitución de la Hermandad general.52 Idem, fol. 173r, 195r, 195v, 196rbis, 199v, 200r, 200v, 201r, 205v, 206v y 227v.53 AGS, RGS, 15/07/1475, fol. 538.54 Ibidem, 18/12/1476, fol. 700.55 AHMJ, LAC de 1487, fol. 64r-65r. El 23 de agosto libraron 1.000 mrs. al jurado Juan de Espinosa por los gastos he-

chos en ganados dos provisiones reales contra el maestre y don Alonso de Aguilar (idem, fol. 63r).

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La salvaguarda del Orden Público en la ciudad de Jaén (1476-1523)

tillo de Mengíbar a Juan de Benavydes, señor de Jabalquinto. El cabildo jienense encomendó a Juan de Olid que se informase bien y dictaminase lo que fuera mejor para la seguridad de la fortaleza.56

Por último, en lo que se refiere a los abusos de los capitulares y otros poderosos, lógicamente abundan en momentos de disturbios, sin embargo, las prácticas malversadoras parece que fueran una constante en la vida del municipio. Si nos detenemos en lo sucedido en el problemático año 1476, hallamos tres abusos diferentes: Juan López de Lucena, vecino de la collación de Santa Ma-ría, reclamaba que el alcalde Pedro de Biedma le restituyese unas casas y otros bienes en dicho ba-rrio, que le tenía ocupados.57 Por otro lado, ante las denuncias presentadas por diversas personas, el concejo se vio obligado a reconocer que nunca se había hecho ordenanza ni dado mandamiento a los jurados para que pudiesen tomar caballo a los vecinos.58 No obstante, el suceso más complejo fue el planteado por el mencionado alcaide de la torre de Mengíbar y mayordomo, Juan de Villa-franca: los jurados habían dado aviso de que había repartido entre los vecinos 2.000 mrs. para las camas de sus hombres, por lo que solicitaban que se pusiese remedio; la ciudad dio comisión a los jurados Utrera y de las Vacas para que recabasen información de los afectados. Sólo una semana más tarde Fernando de Torres, hermano de la condesa, presentó la pesquisa sobre el mal uso del al-caide y su hijo, Martín de Villafranca. El asunto debió resultar arduo, pues en la votación acordaron consultarlo con doña Teresa en el alcázar, donde fueron dos regidores y dos jurados. Tan sólo sabe-mos que Martín de Villafranca compareció para quejarse de la pesquisa y pedir que se hiciese justi-cia.59

Si nos remitimos ahora a lo sucedido en el ambiente prerrevolucionario del Jaén de 1520, es bien significativa de la situación la denuncia de Francisco Cachiprieto, que poco después le costaría la vida. Se dirigió al Consejo real, en nombre de la comunidad, quejándose de las malversaciones practicadas por regidores y jurados, las cuales cifró en cinco puntos: los caballeros de cuantía más ricos, con la ayuda del concejo, se libraban de sus obligaciones de mantener caballo y armas y acu-dir a los tres alardes anuales; como las cuantías de los vecinos no se tasaban de forma adecuada y el concejo no repartía equitativamente las aportaciones para el pago del servicio real, sería mejor que se cobrase mediante sisa en los abastos; que no se diera crédito a Juan Cobo, vecino de Mengíbar,

en su proceso por su hidalguía, pues es onbre muy mañoso y había presentado testigos falsos; vein-ticuatros y jurados gastaban los bienes de propios en los pleitos que seguía la comunidad contra los que pretendían eximirse como hidalgos y, en cambio, que los representantes de la comunidad local sí pudieran hacerlo así.60

56 Idem, fol. 223r. No me resisto a mencionar otra noticia interesante procedente del mismo libro de actas: el último día

del año el concejo escribió a micer Esteban genovés, pues se decía que la Reina iba a venir a la ciudad y para recibirla necesitaban aparejar el paño de brocado, siendo preciso que los que lo sacaren fueran de librea; por ello le pidieron que

les trajera 2 o 3 piezas de brocado y otras tres de grana para las ropas de los caballeros (idem, fol. 228r).57 Petición de tres de enero (idem, fol. 8r).58 Proclama de 4 de diciembre (idem, fol. 221r).59 Asientos de 29 de enero y 5 de febrero (idem, fol. 31v y 34v-35r).60 AGS, Cámara de Castilla. Memoriales, 137-227.

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Pedro Andrés Porras Arboledas

Entre ambas fechas (1476 y 1520) se documentan: las indebidas apropiaciones por parte de los re-gidores de bienes privados,61 el abuso de los mismos a la hora de llevar tasas sobre las viandas que se traían a vender a la ciudad,62 su costumbre de realizar donaciones vedadas, como ceder solares para colmenas, con diversas aranzadas alrededor, o solares para casas junto a las murallas de la ciu-dad, algo muy perjudicial para la seguridad de sus habitantes, pero también para sus caños y fuen-tes;63 así como las prácticas de malgastar los propios del concejo,64 vestirse de lutos, con ocasión de la muerte del príncipe don Juan, a costa del concejo,65 abusar al portar la vara de la justicia66 y co-meter otras tropelías, de que se quejaba la comunidad.67

6. Conclusiones

Tras este breve repaso por los datos históricos que nos han llegado, queda claro que el manteni-miento de la paz social en el municipio de Jaén —y en cualquier otro del Reino— era el requisito indispensable para el desenvolvimiento de la vida ciudadana en todos sus aspectos; no obstante, el período que hemos escogido nos presenta una sociedad en guerra (la guerra de sucesión entre Isabel y la Beltraneja, la guerra de Granada, la primera rebelión de las Alpujarras o la revolución de las Comunidades) y, al mismo tiempo, una sociedad dividida en bandos enfrentados y en grupos fami-liares, donde la defensa del honor de grupo, familiar y personal era el bien supremo, de ahí que la venganza o, como diríamos hoy, la realización del propio derecho, estaba a la orden del día; las con-federaciones entre los caballeros y escuderos, las rebeldías políticas y los abusos de los miembros

61 Incitativa al bachiller Torquemada, juez de residencia de Jaén, sobre la denuncia de la viuda e hijos de García Mora-

les por los bienes de que habían sido despojados por los regidores (ibidem, RGS, 06/04/1490, fol. 230).62 Mandamiento al corregidor, a petición de los jurados, para que prohíba a los veinticuatros hacer tal cosa, a costa de

proveedores vecinos y forasteros (idem, 14/07/1492, fol. 140).63 Idem, fol. 139. Ed. por J. Rodríguez Molina y otros, Colección diplomática del Archivo Histórico Municipal de Jaén, Jaén, 1985, doc. 55.64 Los Reyes ordenaron (13/06/1494) al corregidor que supervisase las penas impuestas por el bachiller Juan de Burgos a los regidores que habían malversado los propios, que no se ejecutaron, pues apelaron; que, si no habían pasado en au-

toridad de cosa juzgada, las ejecutase (Colección diplomática…, doc. 59).65 Orden real ordenando la restitución, de 15/01/1497 (ibidem, doc. 63). Don Juan era en ese momento señor de Jaén, entre otros muchos lugares, como príncipe heredero (el 20 de mayo de 1496 el príncipe recibió el señorío de Jaén, junto

con otros muchos lugares: Logroño, Úbeda, Asturias de Oviedo, Alhama, Toro, Écija, Trujillo, Ágreda, Baeza, Sala-manca, Loja, Cáceres, Alcaraz, Ronda, Montejícar, Cangas y Tineo, a los alcaides de cuyas fortalezas se les ordenó en-tregarlas a don Juan. AGS, RGS, 20/05/1496, fol. 4, 5 y 193). Posteriormente, en 10/05/1498, los monarcas ordenaron

realizar dichos lutos (AHMJ, papeles sin catalogar).66 En 18/11/1500, el jurado Diego Ordóñez notificó en concejo que uno con vara de justicia andaba profiriendo amena-zas contra las guardas del campo, cuando procedían contra los ganados que entraban en viñas y olivares. El teniente de

corregidor le pidió que le diese información. Rodrigo de Sotomayor comentó que García Fernández de Armillas le ha-

bía dicho que ese mismo sujeto le había amenazado, diciéndole que, si le quintaba el ganado, que le faría mucho daño e

otras cosas muy feas, por manera que el dicho Harmillas quedó asonbrado. El teniente convocó a la guarda para que se ratificase en esa denuncia (AHMJ, LAC de 1500, fol. 131r-131v).67 El Consejo real daba comisión al corregidor para que determinase los agravios que decía la comunidad de Jaén que

regidores, jurados y otros oficiales del concejo les causaban; si alguno le recusase, que tomase acompañado, de acuerdo con la ley (AGS, RGS, 07/03/1498, fol. 475).

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La salvaguarda del Orden Público en la ciudad de Jaén (1476-1523)

del cabildo municipal sólo pueden explicarse dentro de este contexto de violencia, generalizada y aceptada socialmente.

¿Qué podía hacer la autoridad para poner freno a esta violencia compulsiva, que, además, era un mandato evangélico? Pues cuatro tipos diferentes de medidas: el control del espacio público, me-diante la introducción del toque de queda, la supervisión de las entradas y salidas por las puertas de la ciudad y la realización de rondas y velas. Todo ello dentro del espacio urbano, pues el campo, esto es, el despoblado, escapaba a estas medidas, de ahí la necesidad de introducir la Hermandad, que tan prometedora se presentaba en Jaén, a tenor de lo dicho.

La supervisión de armas y prevención de disturbios serían el segundo tipo de medidas, vinieran los alborotos propiciados por los banderizos (por causas políticas o por diferencias de honor), de predi-caciones religiosas sediciosas o de actividades rufianescas.

En el ámbito más personal, el concejo o el Rey podían ofrecer medidas de seguridad, como la li-cencia para llevar armas, la concesión de seguros a personas y familias y el otorgamiento de perdón a homicianos y otros delincuentes.

En cuarto y último lugar, la policía de diversiones no era menos importante; ésta se desplegaba en el ámbito del juego (30 tablas, ajedrez, pelota, dados y naipes), en el que no se permitían apuestas más allá de pequeñas cantidades de dinero, prohibición sólo relajada o suspendida con ocasión de las fiestas navideñas; en la regulación de esas celebraciones pascuales, cuando los jienenses en-contraban su máxima diversión en mojar a sus vecinos echándoles agua por calles y casas o en atar-les con sogas y llevarles a rastras hasta el pilar más cercano, y, finalmente, en la celebración de ro-merías. Sin olvidarnos de las frecuentes lidias taurinas.

Corona, municipio e Iglesia tenían mucho que hacer para imponer la paz social y evitar el estallido de la violencia; una misión imposible.68

68 Como el lector avispado ya se habrá dado cuenta, no he citado bibliografía a lo largo de este trabajo, algo que he he-cho a propio intento; la mayor parte de los temas colaterales a las cuestiones tratadas en este artículo —cartas de per-

dón, Comunidades, peste de 1523, guerra de frontera, ordenanzas municipales, etc.— ya las he tratado anteriormente en otros trabajos míos, por tanto, me ha parecido una falta de pudor académico andar autocitándome nota a nota. Por ello prefiero remitir al lector interesado a la relación de mis trabajos de interés para Jaén, recogidos en un reciente libro

(Jaén entre los Reyes Católicos y la Guerra de las Comunidades, Jaén, 2011, pp. 19-24). Me gustaría llamar la atención

sobre el artículo nº 44, de 1996, que, a pesar de su título, es del máximo interés para este estudio, pues en él mismo es-tudio el concepto de policía y los ramos de la vida administrativa del municipio, a partir de la documentación jienense.

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Relación territorial de Torres Bermejas (Alhambra, Granada)

con otros sistemas defensivos de la red nazarí

The relation between Torres Bermejas (Alhambra, Granada)and other complexes in the Nasrid network of defensive systems

María Toro MartínezEstudio Atope

Arquitecta y Máster en Arquitectura y Patrimonio HistóricoCorreo-e: [email protected]

Resumen: El objetivo de este artículo es dar a co-nocer la red territorial de sistemas defensivos de la que Torres Bermejas formaba parte: tanto del recin-to amurallado de la Alhambra (se pretende poner en valor la conexión entre las colinas del Mauror y la Sabika, donde se sitúan Torres Bermejas y Alham-bra, respectivamente) como de una red mucho más amplia que se extendía a lo largo del territorio de la provincia de Granada, hasta provincias limítrofes como Jaén, Córdoba y Málaga. Pese a que los ele-mentos que conformaban estas cadenas de control militar, eran fundamentales a la hora de establecer relaciones con su entorno, muchos de ellos se han ido perdiendo en el tiempo por el desconocimiento general de lo que fueron, lo que significaron y a dónde pertenecieron.

Abstract: The purpose of this article is to report on the network of defensive systems to which the Torres Bermejas (“Red Towers”) fortress belonged. It was part not only of the complex of walls enclos-ing the precinct of the Alhambra (connecting the Mauror and Sabika hills, on which Torres Bermejas and the Alhambra stand), but also of the much larger defensive system streching all over the province of Granada into the neighbouring provinces of Jaén, Córdoba and Málaga. Although the elements consti-tuting this mesh of military control structures were essential for interaction with the surrounding territ-ories, many of them have disappeared over the cen-turies as a result of the general lack of awareness of their former importance or purpose.

Palabras clave: Torres Bermejas, Alhambra, colina del Mauror, colina de la Sabika, Granada, puesta en valor, relaciones territoriales, patrimonio, sistema defensivo, arquitectura militar.

Key words: Torres Bermejas, Alhambra, Mauror Hill, Sabika Hill, Granada, promotion, territorial relations, heritage, defensive system, military architecture.

Alcazaba, 12-13 (2012-2013), 31-44 - ISSN: 1886-1180

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Relación territorial de Torres Bermejas (Alhambra, Granada) con otros sistemas defensivos de la red nazarí.

1. Introducción, contexto y medotología

Situado en la colina del Mauror, Torres Bermejas es actualmente el elemento más periférico perte-neciente a la Alhambra de Granada. Tras el exhaustivo análisis1 realizado sobre el espacio compren-dido entre la Alcazaba y Torres Bermejas (ambos dos sistemas defensivos integrados en el conjunto monumental de la Alhambra), se escoge ésta última por ser un elemento que estuvo en estrecha re-lación con el resto del conjunto, en especial con la Alcazaba, y que con el tiempo ha ido perdiendo esos vínculos y lazos de unión, quedando relegada al olvido.

Torres Bermejas presenta interesantes dimensiones aún hoy poco exploradas: histórica, arqueoló-gica, territorial, geológica, paisajística, arquitectónica, urbanística, etc. Siendo la dimensión territo-rial la que se va a desarrollar en este artículo, para explicar y poner en valor la conexión entre las colinas del Mauror y la Sabika (donde se ubican Torres Bermejas y la Alhambra, respectivamente), y a su vez, la relación de éstas con el resto del territorio.

Gracias al estudio de estas dimensiones que conforman el bien patrimonial de Torres Bermejas, se consiguió una gran riqueza y variedad de miradas sobre el bien que ampliaron la poca información recopilada a lo largo del tiempo, disminuyendo de esta manera el desconocimiento tanto científico como popular que se tiene sobre el mismo. Es este desconocimiento general lo que ha provocado su abandono, la pérdida de relación territorial con la Alhambra y que su presencia pase prácticamente desapercibida para turistas, estudiosos y habitantes de Granada.

El proceso metodológico seguido para desarrollar el plan de acción patrimonial sobre Torres Ber-mejas, constaba de tres bloques fundamentales: análisis, valoración y propuesta.

La aproximación metodológica debía tener en cuenta todos los registros que procedían de las di-mensiones anteriormente mencionadas, así como los que lo hacían de la conservación, proyección y creación en sus facetas más diversas. Al mismo tiempo, debía configurar un entorno donde se ges-

1 El presente artículo es parte del estudio realizado para el Trabajo Fin de Máster “Torres Bermejas, la recuperación de un hito”, desarrollado por María TORO MARTÍNEZ (Arquitecta) y Rebeca HERNÁNDEZ SÁNCHEZ (Bellas Artes). Este trabajo ponía fin al Máster de Arquitectura y Patrimonio Histórico impartido por la Escuela Técnica Superior de

Arquitectura de Sevilla en colaboración con el Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico y el Patronato de la Alhambra y Generalife.

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Figura 1. Alcazaba a la izquierda y Torres Bermejas a la derecha, vistas desde el Albayzín.Fotografía: María Toro Martínez.

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María Toro Martínez

tionaran actuaciones basadas en toda la información acumulada, y que además, fueran capaces de llegar a la sociedad.

Para buscar las claves que mantuvieran y asegurasen los valores de Torres Bermejas, fue impres-cindible reflexionar sobre este bien desde perspectivas diversas y multidisciplinares, que dieron lu-gar al proyecto patrimonial.

En el apartado de análisis se incluyó toda la documentación obtenida en el proceso de investiga-ción sobre el bien patrimonial de Torres Bermejas. Siendo dicho análisis el que proporcionaría el conocimiento adecuado sobre su evolución hasta la actualidad, y el que estableció las bases de co-nocimiento generando una valoración y unas conclusiones posteriores que dieron lugar a respuestas, soluciones, acciones e intervenciones sobre el bien.

En este primer bloque también se procedió a la identificación de las características materiales y va-lorativas de Torres Bermejas y su entorno, dando lugar a los programas propuestos para conocer, conservar, proteger y perpetuar dichos valores, posibilitando su apropiación social y generando una dinámica creativa y enriquecedora desde el punto de vista social, cultural y económico.

Torres Bermejas es un elemento patrimonial olvidado, por lo que el objetivo del proyecto fue res-catar dicho elemento y cualificar al mismo y al espacio que lo rodea, dotarlo de vida y darlo a cono-cer a ciudadanos y turistas. Para hacer de este lugar un punto de encuentro diferente y contemporá-neo dentro del conjunto Alhambra, se exploraron sus posibilidades y se buscaron las claves para afrontar ciertas deficiencias observadas a lo largo de diversos ejercicios teóricos realizados durante el Máster, siendo varios los objetivos:

– Poner en valor y difundir la extensa red territorial formada por alquerías, castillos, atalayas, to-rres vigías, etc., que conformaban verdaderas cadenas de comunicación, control y defensa.

– Renovar la comunicación entre el recinto monumental de la Alhambra y uno de sus elementos periféricos más vinculado al mismo, como es Torres Bermejas.

– Generar la comunicación con la ciudad de Granada no sólo a través de la Cuesta Gomérez sino especialmente a través de las imbricadas calles que conforman los barrios situados de forma co-lindante al recinto fortificado (Mauror, Antequeruela y Realejo).

– Potenciar los valores del bien y preservarlos, haciendo realidad su incorporación plena a la visita a la Alhambra y a la sociedad actual de la información y del conocimiento.

Se pretendía que Torres Bermejas volviera a estar dentro de los planes de la administración com-petente para su conservación, mantenimiento y difusión; así como lograr la elaboración de un pro-yecto que fuera capaz de llevar el concepto y el significado de Torres Bermejas a la sociedad, con el fin de reconocerla y disfrutarla. Esto se conseguía definiendo qué es y en qué situación se encontra-ba, así como planteando actuaciones y medidas para mantenerla y darle valor, disminuyendo los riesgos a los que está sometida para proporcionarle la capacidad de atraer a todo tipo de público.La reinvención de los paisajes se basa en la capacidad de cada uno para imaginar y plantear nuevas situaciones. En este caso, se deseaba que Torres Bermejas fuera el generador de dichas situaciones, componiendo escenografías con diferentes usos programáticos y propositivos. Se convertía así en el agente activo que reclamase y reivindicase su propia existencia, en productor lúdico y cultural, en el

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Relación territorial de Torres Bermejas (Alhambra, Granada) con otros sistemas defensivos de la red nazarí.

elemento que recuperara acciones y funciones desaparecidas para él mismo y para el espacio que le rodea. Todo ello para fomentar la concienciación acerca de quién es y quién fue Torres Bermejas, así como el paisaje que le rodea, fomentando también el desarrollo de propuestas donde el visitante disfrutase de su tiempo de ocio a la vez que disfrutaba del legado del patrimonio.

2. Torres Bermejas y la importancia del lugar

La actividad militar, tanto ofensiva como defensiva, es una parte de los hechos históricos a la que se le ha dado siempre un especial relieve.

Una posición elevada siempre ha sido de más fácil defensa que otra situada en el llano. Los luga-res que controlan las vías y nudos de comunicación han constituido lugares estratégicos que en to-das las épocas se ha considerado necesario proteger y defender. De ahí que las fortificaciones hayan pervivido en muchos casos a lo largo de los tiempos, en las mismas ubicaciones, y que su repara-ción y reforma haya sido una actividad casi permanente que dificulta en muchos casos su asigna-ción cronológica2.

Son construcciones duraderas y fuertes, tanto por su función, como por haber sido creadas por el poder. En este sentido, las estructuras defensivas serán diferentes en cada caso y etapa. Así pues, cuando se establece una nueva técnica militar con el empleo de la artillería y con los asedios perma-nentes, los cambios en los mecanismos defensivos se expresan en la utilización de materiales y de técnicas constructivas distintas, así como en una distribución espacial diferente.

La relación del objeto arquitectónico con el medio en el que se inserta ocupa un lugar importante, ya que un castillo o cualquier estructura defensiva menor es un elemento creado para la defensa, pero no sólo para ella, sino para la organización y control de un espacio del territorio. Las subunida-des de poblamiento en las que se hallan mantienen unas determinadas relaciones con el castillo. Así, la organización social del espacio, la distribución de los asentamientos y su relación con estructuras castrenses, son las pautas seguidas por la arquitectura musulmana3.

La colina del Mauror y de la Sabika, por sus características y su situación estratégica, mirando ha-cia la Vega de Granada y hacia la desembocadura del río Darro respectivamente, constituirían un lu-gar idóneo para establecer lugares desde donde controlar visualmente el territorio, de ahí el hecho de que esta colina fuese ocupada desde la antigüedad.

La evolución de este lugar está totalmente ligada a las necesidades que fueron surgiendo durante las diferentes épocas en las que fue habitada, y que han ido dejando constancia de su paso por el lu-gar.

El ámbito patrimonial al que pertenece es de vital importancia para comprender el monumento en su totalidad, ya que posee un gran potencial histórico, arqueológico, paisajístico, material y ambien-tal.

El desarrollo del Mauror está íntimamente ligado al del resto de la ciudad: Torres Bermejas se lo-caliza en la punta del espolón noroccidental del cerro del Mauror, entre la cuenca del río Darro y el

2 Mariano MARTÍN GARCÍA, Jesús BLEDA PORTERO, José María MARTÍN CIVANTOS. “Inventario de Arquitec-

tura Militar de la Provincia de Granada (ss. VIII al XVIII)”. Granada: Diputación Prov. de Granada, 1999. Página 143 Antonio MALPICA CUELLO. “Poblamiento y castillos en Granada”. Barcelona: Lunwerg, 1996. Página 13

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barranco de la al-Sabika. Situado al sur de este barranco, corona el barrio de la Antequeruela, próxi-mo al Carmen de la Fundación Rodríguez Acosta y al Carmen de los Catalanes4.

Las tres torres que forman parte de este conjunto están situadas en puntos estratégicos que circun-daban la Vega de Granada, mirando la ciudad y la vega al sur (Figura 2), y la Alcazaba al norte. Desde las torres se ofrece una panorámica única de la ciudad y un perfil arquitectónico menos cono-cido de la Alcazaba de la Alhambra (Figura 3).

En un acercamiento más próximo al territorio donde se encuentra Torres Bermejas, tenemos los si-guientes elementos:

Al norte se encuentra el bosque de las Alamedas, al este el Carmen de los Catalanes. La conexión sur es más urbana y se produce a través de calles (Callejón del Niño del Royo) que lo unen con los cármenes desarrollados en esta ladera y a elementos culturales generados a partir del siglo XX. En cambio, la conexión norte es mucho más directa, al estar los cármenes conviviendo con el bien pa-trimonial y en contacto con el mismo.

4 Miguel Ángel CASTILLO, Benito DOBLADO, Laura DOMÍNGUEZ, Luis GARCÍA, Rebeca HERNÁNDEZ, Patri-

cia LOPES, Gloria PÉREZ, María del Mar PIÑERO, Ricardo PRIETO, María TORO, Modesta VELAZCO. “Estudio e

intervención en el Carmen de los Catalanes. Módulo Materialidad MARPH’11”

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Figura 3. Vistas desde Torres Bermejas. De izquierda a derecha: hacia la Alcazaba, Carmen de los Catalanes (antiguo Campo de los Mártires) y hacia la Vega de Granada. Fotografía: María Toro Martínez.

Figura 2. Vista aérea de Granada. Fuente: Google Earth

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De todas las torres, las Bermejas se podría decir que tenían y tienen, una posición privilegiada, puesto que es la única construcción de vigía situada en la colina del Mauror, lo que la vincula de una manera especial con la ciudad de Granada, y se encuentra fuera de la colina donde se asienta la Alhambra, estando a la vez muy cercana a ésta.

El nombre le viene del color rojizo de sus muros, siendo una de las primeras fortalezas de la vieja Garnata, por lo que sus partes más antiguas pueden corresponder a finales del siglo VIII o princi-pios del IX.

Desde Torres Bermejas se podía mantener relación visual con gran parte de las torres de la Alham-bra, sobre todo con la Torre de la Vela. Se podría decir que la visión que ofrecen estas torres, hacia el sur, es una prolongación de la visión que se obtiene desde la torre de la Vela hacia el territorio.

3. Relación de Torres Bermejas con el sistema defensivo urbano de Granada

El elemento a analizar, Torres Bermejas, formaría parte tanto del sistema defensivo de la ciudad de Granada como de la propia ciudad palatina (Figura 4).

Esta fortaleza, se encuentra integrada dentro de un sistema defensivo compuesto por torres, puer-tas y murallas, al igual que la Alcazaba de la Alhambra, encargada de proteger todo el conjunto ur-bano. Este sistema de control estaba jerarquizado: en primer lugar, se encuentra la Alcazaba, donde residía el monarca (hasta el posterior desarrollo de los palacios), y en segundo lugar, el resto de to-rres de vigía, murallas y puertas que apoyaban el control de la ciudad y el territorio.

Por su situación estratégica, entre la Alhambra y la ciudad, sería un punto de vigía idóneo, pues mantiene el control visual hacia ambas.

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Figura 4. Maqueta de las murallas de la ciudad de Granada (ss. XIII-XIV) situada en el Atrio de la Alhambra.Fotografía: María Toro Martínez.

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María Toro Martínez

La construcción de Torres Bermejas, además de formar parte de un conjunto de torres vigía a lo largo de toda la provincia, pudo pertenecer incluso a la primitiva construcción de la Sabika, que da-ría origen a la futura Alhambra. Su historia ha ido siempre de forma paralela a la historia de la Alca-zaba, ya que ambos son elementos que forman parte de un mismo conjunto defensivo.

Fuera del recinto de la Alcazaba, el castillo del Mauror o Torres Bermejas completaba su eficacia protegiendo de modo más inmediato el campo de maniobras de la Alhambra o Campo de los Márti-res y a la Alcazaba misma desde el exterior, especialmente al postigo que en el recinto bajo sobre la muralla de la ciudad, comunicaba la Alcazaba con Torres Bermejas y el campamento5.

En gran parte de los grabados del siglo XIX aparecen reproducidas la Torre de la Vela a un lado y las Torres Bermejas al otro, con el profundo foso de la Cuesta de Gomérez en medio, y unidas por la antigua muralla que antes las conectaba (Figura 5). Estas imágenes transmiten el significado y el testimonio de la defensa medieval de la ciudad, aunque no fueron éstos los únicos castillos que la protegieron.

Existen testimonios de este sistema murario defensivo en la torre del Castillo del Aceituno (hoy ermita), el Castillo de Santa Elena o Silla del Moro, el castillo palaciego de los Alijares y, en lo bajo, el recuerdo de los castillos de la Puerta de Elvira y Bitataubín, plantados ante la frondosidad de las huertas inmediatas. Entre unos y otros, sobre el monte que ahora llamamos Albayzín, la enor-me Alcazaba Cadima conserva también parte de sus murallas, torreones y entradas.

4. Relación con la Alcazaba

El conjunto que conforma Torres Bermejas tiene comunicación directa con la Alcazaba de la Alhambra mediante una muralla construida en tapial y perpendicular a ambas construcciones, de la

5 Jesús BERMÚDEZ PAREJA. “Alcazaba y torres de la Alhambra”. Granada: Obra Cultural de la Caja de Ahorros de Granada, 1972.

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Figura 5. Maqueta de la ciudad de Granada situada en el Atrio de la Alhambra. Detalle de la relación entre Alcazaba y Torres Bermejas. Fotografía: María Toro Martínez.

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Relación territorial de Torres Bermejas (Alhambra, Granada) con otros sistemas defensivos de la red nazarí.

que aún se conservan partes de la misma, lo que también demuestra el importante papel que juga-rían las torres en el sistema de vigilancia y de-fensa de la ciudad palatina (Figuras 5 y 6).

Al baluarte de la Alcazaba podía llegarse des-de Torres Bermejas, por la poterna de una torre que intercepta la muralla de la ciudad, o por una galería subterránea que sube desde el fondo de la cañada de la Sabika6.

Entre Torres Bermejas y la Alcazaba aún se encuentra un lienzo de la muralla que histórica-mente las unía.

Hoy en día, esta relación física se ha perdido tanto por el deterioro de la muralla como por la crecida del bosque de Gomérez, que ha ayudado a la pérdida de conexión, puesto que los restos de muralla se encuentran inmersos en la espesu-ra de dicho bosque y resulta difícil identificarlos desde ciertos puntos. En la muralla se encuentra la Puerta de las Granadas; esta puerta es poste-rior, de época renacentista y construida después del cierre del barranco. Allí estaría, originaria-mente, la Puerta del Barranco o Bab al-Jandaq.

De esta forma, la muralla ascendería desde la medina hasta las torres del Mauror y luego bajaría hasta el barranco que las separa de la Alhambra, donde estaría dicha puerta, permitiendo el acceso a la ciudad palatina. Desde allí, la muralla se uniría subiendo por la ladera sur de la Sabika a la Alca-zaba alhambreña.

5. Relación con la Medina

Desde esta construcción del Mauror también se mantenía el control visual con otros torreones in-sertos en la muralla de la ciudad medieval, creando un sistema de vigía capaz de albergar todo el te-rritorio circundante. A este sistema al que pertenecía Torres Bermejas, se le sumarían los otros sis-temas defensivos anteriormente mencionados, como son el Castillo de Bibataubín, la Torre del Aceituno y las dos torres pertenecientes a la Puerta de Elvira o Bad Ilbira, considerada una de las más importantes de acceso a la ciudad en época medieval.

El control de estas puertas era vital, ya que eran el único punto de acceso a intramuros. Por esto, Torres Bermejas ha estado íntimamente ligada a la vigilancia de la propia ciudad: del antiguo barrio

6 Jesús BERMÚDEZ PAREJA. “Alcazaba y torres de la Alhambra”. Granada: Obra Cultural de la Caja de Ahorros de Granada, 1972.

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Figura 6. Torre de la Vela y Lienzo de Muralla que la unía a Torres Bermejas.Fotografía: Laura Domínguez Correa.

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María Toro Martínez

judío de Garnata Al- Yahud situado en el actual Realejo en época nazarí, e incluso para el mismo control de la población de la ciudad musulmana.

Por otro lado, durante época moderna se encargó al ingeniero Ramiro López la refortificación de Torres Bermejas, a la cual dotó de un baluarte en herradura orientado hacia la ciudad de Granada donde se encontraba la población mudéjar. Tras la expulsión de todos los moriscos, y la posterior repoblación cristiana, también se utilizó esta construcción para la protección de la nueva población instalada en la colina.

6. Relación con otras construcciones defensivas de la provincia de Granada

Anteriormente a la fecha de 711 (comienzo de la invasión musulmana), ya se conoce un fenómeno que se ha dado en llamar “incastellamiento”, al que puede añadirse una matización con una primera etapa de “encaramamiento” (Manuel ACIÉN ALMANSA, 1995) que se inicia en época visigoda, y que se incrementará debido a la conquista perdurando los asentamientos durante el Emirato, en lo que constituye la primera versión de los husun-refugio7.

La inmensa mayoría de los restos de fortificaciones existentes, se construyeron durante el período medieval, pudiéndose considerar que comienza en el año 711, y termina con la desaparición del reino nazarí de Granada tras la conquista cristiana en 1492. En el siglo XVI se añaden algunos refu-gios moriscos y en el siglo XVIII pierden su funcionalidad las fortificaciones defensivas de la costa (torres y castillos), que dejan de construirse8.

7 Mariano MARTÍN GARCÍA, Jesús BLEDA PORTERO, José María MARTÍN CIVANTOS. “Inventario de Arquitec-

tura Militar de la Provincia de Granada (ss. VIII al XVIII)”. Granada: Diputación Prov. de Granada, 1999. Páginas 24-258 Mariano MARTÍN GARCÍA, Jesús BLEDA PORTERO, José María MARTÍN CIVANTOS. “Inventario de Arquitec-

tura Militar de la Provincia de Granada (ss. VIII al XVIII)”. Granada: Diputación Prov. de Granada, 1999. Página 18

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Figura 7. Maqueta de la ciudad de Granada situada en el Atrio de la Alhambra: Evolución de la ocupación de la colina de la Alhambra desde el siglo XI hasta el XV. Fotografías: María Toro Martínez.

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Relación territorial de Torres Bermejas (Alhambra, Granada) con otros sistemas defensivos de la red nazarí.

En Andalucía Oriental los herederos de la antigua aristocracia hispano-goda establecerán un espe-cial “incastellamiento”, englobando y controlando a los pobladores de los antiguos Husun-refugio, mediante la creación de grandes y complejas fortalezas, en las que se instalan unos grupos fuerte-mente jerarquizados (Manuel ACIÉN ALMANSA, 1995). Los castillos refuerzan el papel del Esta-do, como elementos defensivos y de control del territorio.

Con los reinos de taifas y las posteriores dominaciones almorávide y almohade, aumentan las for-tificaciones, estructuras y sistemas defensivos debido al miedo de ataques exteriores, bien por parte de otros reinos musulmanes o bien por parte de los reinos cristianos. Esta intensificación en la forti-ficación se dará, no sólo en espacios y estructuras defensivas, sino además en técnicas constructi-vas, especialmente con los almohades (puertas en recodo, torres albarranas barbacanas, etc)9.

Los castillos andalusíes son diferentes en su función y tipología a los llamados feudales. La orga-nización territorial de la sociedad en Al-Andalus es singular. El elemento del que parte, por contra-posición a la sociedad feudal occidental, es el castillo.

La supervivencia de estas poblaciones, antes de la conquista cristiana, es gracias a la fuerte rela-ción entre poblaciones y territorios. La documentación posterior a la conquista parece mostrar la existencia de tales conjuntos. Las propias capitulaciones aseguran esta realidad, ya que son territo-rios homogéneos los que firman su entrega al rey de aragonés10.

En el medio rural se hallaban dos tipos distintos de poblamiento: los rafales y las alquerías. Los primeros son dominios de un solo teniente, sin embargo, las alquerías son muy distintas por su ta-maño, su organización e incluso por su toponimia: en la terminología árabe habitual, este término designa una aldea o distrito rural. Todo hace pensar que se trata de una pequeña comunidad rural formada por algunas casas o familias que explotaban un terruño sin dependencia económica respec-to a un dueño eminente del suelo.

Pierre Guichard explica en su libro “Los castillos rurales de Al’Andalus” que “las fortificaciones rurales (con excepción de los castillos más importantes) estaban a cargo de las comunidades locales, a las cuales pertenecían”. A partir de un elemento de la estructura del poblamiento, se intenta expli-car la organización social de unas poblaciones en las que los lazos tribales seguían vivos territorial-mente, pudiendo darse una sociedad con esa base y al mismo tiempo existir un Estado. La existen-cia de los alcaides, considerados por los conquistadores como señores territoriales, no significa la adscripción de un cargo a un territorio como propietario, sino que estaba controlado por el Estado11. La organización espacial y la distribución funcional del castillo ponen de manifiesto, según Gui-chard, esas relaciones entre las comunidades rurales y el Estado. Las torres de alquería no solían servir para establecer comunicaciones visuales, sino para defender a una población o a varias del mundo rural.

Es más, el predominio de elementos compactos y de construcciones hechas para la defensa frente a un enemigo cada vez más agresivo, muestra edificios concebidos para tal fin. Incluso la misma or-ganización en el territorio de castillos y torres, siguiendo diversos anillos, pone de manifiesto que la

9 Mariano MARTÍN GARCÍA, Jesús BLEDA PORTERO, José María MARTÍN CIVANTOS. “Inventario de Arquitec-

tura Militar de la Provincia de Granada (ss. VIII al XVIII)”. Granada: Diputación Prov. de Granada, 1999. Página 2510 Antonio MALPICA CUELLO. “Poblamiento y castillos en Granada”. Barcelona: Lunwerg, 1996. Página 2011 Antonio MALPICA CUELLO. “Poblamiento y castillos en Granada”. Barcelona: Lunwerg, 1996. Página 112

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guerra era una acción importante en la época. Ésta era desempeñada por el sultanato y la actividad militar controlada por él (numerosas fortificaciones se levantaron en las líneas fronterizas)12.

Muchas de estas construcciones defensivas son edificios reutilizados, pero no se puede negar la política constructiva nazarí. Éstas configuran verdaderas cadenas defensivas en las que participan castillos de diversos tipos, sobre todo atalayas. De las construidas en época árabe, habría que dife-renciar dos tipos, atendiendo exclusivamente a su función (su forma es idéntica)13:

– Las correspondientes a torres de frontera que controlaban las salidas de los barrancos que venían del campo cristiano. No solían tener comunicación entre ellas, pasando el aviso hacia las torres atalaya del interior, con dirección a Granada o a otro de los centros con poder de decisión. En la mayor parte de los casos se disponían con relación a una fortaleza que actuaba como primer ele-mento defensivo y que las divisaba de forma directa. En la provincia de Granada, la mayoría fue-ron construidas en los siglos XIV y XV, según el ejército cristiano iba conquistando plazas im-portantes del reino nazarí, tal como sucede con las que rodeaban Loja, Montefrío, Íllora o Mo-clín, en el sector O-NO, tras la ocupación de Archidona, Iznájar y Alcalá la Real, o las de Castril, Huéscar, Galera y Orce en el sector NE, tras la reconquista de estas plazas por parte de Ismail.

– Las otras torres atalaya se levantan para comunicar las torres fronterizas con las alcazabas más próximas y desde éstas pasar la comunicación de alerta a la capital del reino nazarí, tratándose en la mayoría de los casos, de una comunicación radial. Se situaban en la cumbre de los cerros de mejor visibilidad, que no eran siempre los de mayor altura, siendo la distancia entre ellas de 5 a 7 Km. Los castillos y fortalezas intermedios no debían de formar parte de esta comunicación, sien-do las grandes alcazabas las que tendrían capacidad para decidir si la dejaban continuar hasta Granada o no, según la importancia del peligro que se avecinaba. Los demás castillos tenían una torre próxima que, al dar la señal a la siguiente, los ponía en alerta, continuando la comunicación hasta el siguiente punto con poder de decisión. Una variante de este último tipo serían las torres que, no estando en la red principal, alertaban a una determinada zona o población acabando en ellas la información recibida por alguna de las otras.

El funcionamiento debía ser el siguiente: una vez que el torrero encargado de vigilar desde la ata-laya de frontera observaba algún tipo de peligro, daba la señal a la siguiente torre, haciendo la “ahu-mada” si era de día o encendiendo el fuego o la “almenara” si era de noche. Así sucesivamente la alerta llegaba a la alcazaba más próxima, tocándose a “rebato” y concentrándose las tropas en el pa-tio de armas. Al mismo tiempo que la torre de frontera daba la señal, salía de ella un jinete con di-rección a la fortaleza. Cuando llegaba a ella, la tropa ya estaba formada y dispuesta para salir, de-pendiendo de las noticias que trajese el mensajero. Si la incursión cristiana era realizada por un ejército con mayor número de hombres, el aviso de alerta continuaba por las atalayas hasta la si-guiente alcazaba y así, hasta Granada.

12 Antonio MALPICA CUELLO. “Poblamiento y castillos en Granada”. Barcelona: Lunwerg, 1996. Página 2613 Mariano MARTÍN GARCÍA, Jesús BLEDA PORTERO, José María MARTÍN CIVANTOS. “Inventario de Arqui-

tectura Militar de la Provincia de Granada (ss. VIII al XVIII)”. Granada: Diputación Prov. de Granada, 1999. Páginas 31-32

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Relación territorial de Torres Bermejas (Alhambra, Granada) con otros sistemas defensivos de la red nazarí.

Conforme avanzaba la conquista del reino de Granada por los Reyes Católicos, estas torres atalaya se van demoliendo con el objeto de que no puedan ser utilizadas por los moriscos14.

De lo que no cabe duda es de una cierta jerarquización de fortificaciones.Además del espacio urbano de la ciudad protegido por sus defensas, entre las que podemos desta-

car la Alcazaba y Torres Bermejas, un gran número de torres y puertas se pueden localizar en el en-torno de Granada. Y también, en tierras más lejanas aunque siempre dentro de su distrito, otras es-tructuras defensivas muy importantes aunque escasas. Esta escasez puede deberse a la presencia ur-bana, pues la ciudad amurallada actúa como un mecanismo de defensa, como ocurre en otros espa-cios urbanos. Pero además, la propia vega en su trazado, con las acequias surcándola, actúa como un freno para los ataques enemigos15.

Además, como se ha visto anteriormente, los núcleos menores de alrededor contaban con sus pro-pios mecanismos de defensa que favorecían el control y vigilancia de la ciudad y el territorio, aun-que no de los prolongados asedios, como se demostró en la guerra final.

De esta forma, la situación estratégica de las fortalezas de la Sabika y el Mauror permitirían esta-blecer un control visual con una red territorial de alquerías, castillos, atalayas y otras fortificaciones, que controlaba los caminos principales que penetraban en la Vega de Granada procedentes de Cór-

14 Mariano MARTÍN GARCÍA, Jesús BLEDA PORTERO, José María MARTÍN CIVANTOS. “Inventario de Arqui-

tectura Militar de la Provincia de Granada (ss. VIII al XVIII)”. Granada: Diputación Prov. de Granada, 1999. Página 3215 Alonso DE PALENCIA, “Crónicas de Enrique IV”. Madrid: A. Paz y Melia, 1975. Página 88

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Figura 8. Esquema de las Relaciones Territoriales sobre Base SIGPAC.Elaboración: María Toro Martínez.

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María Toro Martínez

doba, Sevilla, Jaén y Málaga; así como las posibles intrusiones del enemigo. A través de esta prime-ra línea de control se podían establecer nuevas comunicaciones visuales con otras estructuras más lejanas, creándose una red de control bastante compleja y que cubriría un amplio territorio del reino nazarí.

Por lo tanto, la primitiva construcción de Torres Bermejas pudo formar parte de un conjunto de to-rres vigías situadas en los puntos estratégicos más elevados que circundaban la Vega de Granada; ya que posee esa situación estratégica que le permitía mantener el control visual de todo este territo-rio.

7. Conclusiones

En cuanto a las relaciones con el recinto de la Alhambra, a lo largo de la historia las colinas de la Sabika y del Mauror han estado estrechamente vinculadas debido a la posición estratégica que am-bas poseen. Esto hacía que la Alcazaba y Torres Bermejas también lo estuvieran, y que entre las dos controlaran y mantuvieran una visión completa del territorio que abarcaban. Sin embargo, esta relación se ha perdido completamente en nuestros días debido a la abundante vegetación que se ha ido plantando en los últimos tiempos, al deterioro de la muralla que las unía y a la trama urbana, que ha hecho que se pierdan las conexiones que enlazaban estos bienes con el territorio donde se asientan, y que tan importantes fueron para los musulmanes.

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Figura 9. Torres Bermejas desde el barrio del Realejo, con el Carmen Rodríguez Acosta (s. XX) a su derecha. Fotografía: María Toro Martínez.

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Torres Bermejas perteneció a una red territorial de sistemas defensivos, no sólo a los que se en-cuentran en el recinto amurallado de la Alhambra, sino a una red mucho más amplia que se extendía a lo largo del territorio, tanto de la provincia de Granada como de las provincias limítrofes. Estas construcciones defensivas estaban formadas por castillos de diversos tipos, sobre todo atalayas, y todas ellas configuraban verdaderas cadenas defensivas.

Torres Bermejas formaba parte de una red de hitos que conformaban el espacio donde se hallaban insertos, y que eran fundamentales a la hora de establecer relaciones con su entorno. Aún así, los elementos que pertenecían a dichas cadenas se han ido perdiendo en el tiempo, en gran parte por el desconocimiento general de lo que fueron, lo que significaron y a lo que pertenecieron. De la mayo-ría lo único que queda son unos restos mal conservados, y en muchos casos, sin ninguna protección que asegure su continuidad en el tiempo y la preservación del legado que lleva impreso su significa-do.

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Amores de Alfonso VIII y Raquel, la judía de Toledo1

The love affair between Alfonso VIII and Raquel, the Jewish girl from Toledo

Josefa García MartínLicenciada en Filología Románica

Correo-e: [email protected]

Para Raquel.

Resumen: La leyenda de los amores del rey caste-llano Alfonso VIII y Raquel, la bella judía de Tole-do, se forjó para justificar la derrota de este rey en Alarcos en 1195. Esta apasionada y desdichada historia conmovió desde el principio a sus coetá-neos y más tarde despertó la imaginación de escri-tores españoles y extranjeros. La excepcionalidad del personaje de Raquel, con su pasión, osadía y encanto conecta fácilmente con nuestra alma y con nuestra vida. En el artículo estudiamos los contex-tos histórico, social y biográfico en los que se des-envolvió la vida de los amantes, el nacimiento lite-rario de la leyenda y la versión de cuatros drama-turgos atraídos por el mito: Lope de Vega, Antonio Mira de Amescua, Vicente García de la Huerta y Franz Grillparzer. La selección de obras se justifi-ca en el hecho de que Lope de Vega es autor de la primera obra dramática sobre el tema y el que bau-tiza a la judía con el nombre de Raquel; Mira de Amescua, es seguidor de Lope y García de la Huerta, a su vez, es seguidor de Mira de Amescua; finalmente, el gran poeta austríaco y admirador de Lope, Grillparzer, es autor de la última versión

Abstract: The legend of the love affair between Alf-onso VIII, King of Castille, and Raquel, the beautiful Jewish girl from Toledo, was conceived to justify the defeat of Alfonso in Alarcos in 1195. Right from the beginning this passionate and unfortunate story made an impression on their contemporaries and in time aroused the imagination of both Spanish and foreign writers. Raquel’s exceptional character, her passion, audacity, intelligence and charm easily enter our hearts and affect our lives. Her life becomes compre-hensible to us. In this article we analyze the histor-ical, social and biographical context in which the two lovers lived their lives, and the literary birth of the le-gend and the scenical approach chosen by three Spanish writers – Lope de Vega, Antonio Mira de Amescua, Vicente García de la Huerta – and a for-eign one, the Austrian Franz Grillparzer. The selec-tion of works is justified by the fact that Lope de Vega is the author of the first play on the subject and it is he that name the Jewish girl Raquel. Mira de Amescua is a follower of Lope de Vega and García de la Huerta, in turn, is a follower of Mira de Ames-cua. Although they belonged to different periods and

1 El Consejo de Redacción de la Revista ha considerado oportuno incluir en la Sección Monográfica sobre la batalla de las Navas de Tolosa este artículo aunque no se centre directamente en la batalla, atendiendo tanto a que aborda la figura de Alfonso VIII de Castilla (conocido como «el de Las Navas» y que encabezó el enfrentamiento por parte cristiana),

como también al hecho histórico que origina la leyenda de los amores entre el rey y la judía (la batalla de Alarcos de 1195, considerada como antecedente de la batalla de Las Navas).

Alcazaba, 12-13 (2012-2013), 45-64 - ISSN: 1886-1180

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dramática. Aunque de épocas y culturas diferentes, con diferentes perspectivas, con su intuición y sen-sibilidad literaria dramatizan bellamente la conjun-ción de elementos que configuró las vidas de los amantes y que contribuyó a que Raquel, fuera ase-sinada por los nobles del reino con el beneplácito de la reina doña Leonor. Según su visión, la muer-te de Raquel y el fracaso de su amor fue inevitable.

cultures, and despite the different viewpoints adopted in their treatment of the legend, the writers’ insights and literary sensitivities enabled them to dramatize the diversity of elements that shaped the lovers’ lives and led to the murder of Raquel, the beautiful Jewish girl, at the hands the kingdom’s noblemen with the consent of Queen Leonor. Raquel’s death and the tra-gic end of their love affair were inevitable.

Palabras clave: Alfonso VIII; batalla de Alarcos; Raquel, la judía de Toledo; Lope de Vega; Antonio Mira de Amescua; Vicente García de la Huerta; Franz Grillparzer.

Key words: Alfonso VIII; The battle of Alarcos; Ra-quel, the Jewish girl of Toledo; Lope de Vega; Anto-nio Mira de Amescua; Vicente García de la Huerta; Franz Grillparzer.

1. Introducción

Es de todos sabido que las leyendas nacen de un intento de justificación. Para poetizar la lucha co-mercial de los griegos se crea el rapto de Helena, esposa de Menelao, por Paris, lo que dio lugar a la guerra de Troya; la derrota de Carlomagno en Roncesvalles se justifica con la traición de Ganelón quien informa al rey moro de Zaragoza, Marsilio, del camino que el ejército de Carlomagno iba a seguir en su vuelta a Francia; la guerra civil en el seno de la monarquía visigoda, que facilitó la con-quista de la península por los árabes, fue mitificada con la leyenda de don Rodrigo y la Cava; y, probablemente, para justificar las derrotas de Alfonso VIII, especialmente la de Alarcos, se crea la leyenda de que el rey se enamoró de una judía muy hermosa hasta el punto de que estuvo encerrado con ella siete años y se olvidó del reino. Esta historia es recogida por Alfonso X en su Crónica Ge-neral, pues los cronistas recogían los hechos notables narrados en boca del pueblo o en los cantares de gesta siempre que sirvieran para exaltar a su señor y afectaran al destino de la comunidad.

Nuestra atención se va a centrar en los desdichados amores de Alfonso y Fermosa, la judía de To-ledo; analizaremos el contexto histórico en el que se desarrollan, el contexto social y el biográfico; también la repercusión que esa leyenda ha tenido en la literatura española y extranjera.

2. Contexto histórico

Todo el reinado de Alfonso VIII giró en torno a la lucha contra los almohades, a los que, después de sufrir algunas derrotas, venció triunfalmente en la batalla de las Navas de Tolosa. Entre los acon-tecimientos más destacados de este enfrentamiento figuran: la conquista de Cuenca (1177), la derro-ta de Alarcos (1195), la pérdida de Calatrava (1195) y la del castillo de Salvatierra (1211), lo que conmovió a toda la cristiandad porque se le consideraba la principal defensa del reino de Castilla y puerta de entrada a Andalucía.

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Josefa García Martín

La derrota que Abū Ya‛qūb al Manṣūr infligió a Alfonso en Alarcos se atribuyó a un castigo di-

vino “por el yerro que el fiziera contra dios”2.Esta pérdida fue debida en parte a la impaciencia de Alfonso por querer detener a los almohades

antes de que se acercaran a Toledo y no esperar los refuerzos que le ofrecieron los demás monarcas cristianos de la península. Les presentó batalla junto a la fortaleza de Alarcos, tras un duro combate, Alfonso VIII fue derrotado y tuvo que retirarse a Toledo. El lema que figuraba en el estandarte que

llevaba Abū Ya‛qūb al-Manṣūr en esa batalla, “Solo Dios es vencedor”, fue adoptado, posterior-mente, como emblema por la dinastía nazarí instaurada por Ibn al-Aḥmar (Muḥammad I) en Arjona en 1232 y figura con gran profusión en la decoración de la Alhambra y el Generalife3:

El gran triunfo de Alfonso VIII fue la victoria de las Navas de Tolosa el 16 de julio de 1212, fruto de la colaboración de castellanos, navarros y catalano-aragoneses a cuya empresa, promovido por el arzobispo de Toledo don Rodrigo Ximénez de Rada, el papa Inocencio III dio el carácter de cru-zada, y fue uno de los factores lo que supuso el declive de la dinastía almohade en España. A partir de ese momento, la llamada “reconquista” cristiana avanza con celeridad: Córdoba cae en 1236, Va-lencia en 1238, Jaén (nazarí desde 1233) en 1246 y Sevilla en 1248. Desde entonces, al-Andalus queda prácticamente reducido al emirato nazarí de Granada, que perdurará hasta 1492.

Dada su trascendencia, esta empresa siempre será recordada a lo largo de los siglos como una de las grandes glorias de España y en muchas festividades se ha exaltado esa hazaña4.

2 Véase ALFONSO X, REY DE CASTILLA. [Crónica de España]. Las quatro partes enteras de la Coronica de Espa-

ña que mando componer el Sereníssimo rey don Alfonso llamado el Sabio, donde se contienen los acontecimientos y

hazañas mayores y mas señalados que sucedieron en España, desde su primera población, hasta casi los tiempos del

dicho señor Rey. Vista y enmendada mucha parte de su impresión por el maestro Florian Docampo, Coronista del Em-

perador Rey nuestro Señor. Valladolid: por Sebastián de Cañas, 1604, 354.3 Sobre la figura de Ibn al-Aḥmar así como sobre los diferentes aspectos de la dinastía que gobernó al-Andalus en su

etapa final, véase la obra de referencia María Jesús VIGUERA MOLINS (coord.) y otros. El Reino Nazarí de Granada

(1232-1492). Política, instituciones. Espacio y economía. Historia de España Menéndez Pidal, vol. VIII-3. Madrid: Es-

pasa Calpe, 2000, e ídem, El Reino Nazarí de Granada (1232-1492). Sociedad, vida y cultura. Historia de España Me-néndez Pidal, vol. VIII-4. Madrid: Espasa Calpe, 2000.4 En los decorados que adornaban la plaza de Bib Rambla en Granada el día del Corpus de 1865 había uno alusivo a esta batalla: “… En los intercolumnios van representados al colorido y en grandes cuadros los siguientes hechos históri-cos, símbolos de otras tantas glorias para España; hallándose en tarjetones rodeados de adornos, las inscripciones que

los explican. […] 1º Los saguntinos […] 11º. Batalla de las Navas, ganada por don Alfonso VIII contra los almohades.

Año 1212”; cf. ¡GLORIA A DIOS! Descripción del pensamiento religioso y profano con que el Excmo. Ayuntamiento

Constitucional de Granada hay adornado la Plaza de Bib-Rambla el día del Santísimo Corpus Christi en el presente

año de 1865, siendo Alcalde Corregidor Presidente de dicha corporación el señor Don José Marín Sánchez. Granada:

Imprenta de El Triunfo Granadino, 1865, disponible en internet en <http://www.bibliotecavirtualdeandalucia.es/catalo-go/consulta/registro.cmd?id=1025725> [Consulta: 19/12/2013].

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Otros hechos del reinado alfonsí son las relaciones de Alfonso VIII con Aragón, en general amis-tosas. Mucho menos cordiales fueron las sostenidas con León y Navarra.

En el aspecto cultural también es de destacar su labor; fundó la universidad de Palencia, a la que hizo venir sabios de Italia y Francia, y, junto con su esposa Leonor, el monasterio cisterciense de las Huelgas en Burgos, en cuyo museo se conserva el pendón que se considera que Alfonso VIII arre-bató al Miramamolín, el califa almohade al-Nāṣir, en la batalla de las Navas.

3. Contexto social

La invasión de los árabes en el 711 acabó con el decadente reino visigodo, en plena crisis y con una fuerte división interna5. Durante ocho siglos convivieron en la Península cristianos, musulma-nes y judíos. A pesar de las guerras, hubo buenas relaciones entre ellos, no porque hubiera una convivencia pacífica, sino una convivencia inte-resada. Las necesidades de la guerra obligaron a los monarcas a utilizar los servicios de todos, cristianos y no cristianos.

De los musulmanes no se podía prescindir por-que con su rica cultura potenciaron la agricultura, mejoraron el sistema romano de riegos con el que los campos dieron productos desconocidos hasta entonces en Occidente como el azafrán; perfeccionaron la jardinería, desarrollaron la in-dustria y el comercio, inspiraron una vida más llena de comodidad y lujo; los festines alternaban con la danza, la música y la poesía. Todo su sa-ber científico más su brillante cultura van siendo asimilados por Castilla a medida que avanza la Reconquista.

Los judíos, puente entre cristianos y musulma-nes, eran imprescindibles en la vida económica y política por sus habilidades administrativas y por su dinero. Con la toma de Toledo en 1085 por los cristianos, la hegemonía cultural de la Península pasa a esa ciudad; los judíos llegaron allí al ser expulsados de al-Andalus por los almohades. Toledo

5 Sobre este acontecimiento, recientemente han aparecido diversas obras en conmemoración del XIII centenario del mis-

mo (711-2011), como Diego MELO CARRASCO y Francisco VIDAL-CASTRO (eds.). A 1300 años de la conquista

de al-Andalus (711-2011): Historia, cultura y legado del Islam en la Península Ibérica. Coquimbo (Chile): Centro

Mohammed VI para el Diálogo de Civilizaciones; Santiago de Chile: Cátedra Al-Andalus|Magreb (Universidad Adolfo

Ibáñez), 2012, con reseña por Rafael G. Peinado Santaella en Revista del Centro de Estudios Históricos de Granada y

su Reino, 25 (2013) 361-363, disponible en internet en <http://www.cehgr.es/revista/index.php/cehgr/article/view/54> [Consulta: 20/12/2013].

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Grabado a color del pendón atribuido al ejército almohade de las Navas de Tolosa

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se convierte en uno de los grandes focos culturales del Medievo. La filosofía, la medicina, las cien-cias naturales, la literatura de Oriente pasan de la Escuela de Traductores a toda Europa. De ahí el interés de los reyes en protegerlos contra las persecuciones de que eran objeto.

Los judíos formaban una colectividad bien diferenciada en la España medieval, la aljama6 que go-zaba de cierta autonomía, ya que dependía directamente del rey; contaban con sinagogas, escuelas y cementerios. La aljama tenía la capacidad de dictar sus propias normas jurídicas y ordenanzas. También disponía de sus propios recaudadores de impuestos. Entre todos los miembros de la judería o aljama se recaudaba el dinero para pagar a la corona la contribución pactada. Sus éxitos económi-cos y sociales, junto con el fanatismo religioso, despertaban el odio de buena parte de los cristianos, aspecto este que, como veremos, tuvo su reflejo en la literatura7.

4. Contexto biográfico

El rey Alfonso VIII, apellidado el Noble y el Bueno, no tuvo una infancia feliz. Su nacimiento (1155) costó la vida a su madre, Blanca de Navarra; también perdió a su padre, Sancho III, el De-seado, cuando solo contaba tres años de edad. Este había dejado encomendada la tutela de su hijo a la familia de los Castro y como regente a Gutierre Fernández de Castro, lo que ocasionó grandes

6 Esta palabra es un arabismo procedente de al-ŷāmi‛, mezquita mayor o principal “que reúne” a la comunidad para la

oración colectiva semanal, que acabó aplicándose a la comunidad, tanto de musulmanes mudéjares como de judíos.7 Luis JACINTO GARCÍA. Un banquete por Sefarad. Cocina y costumbres de los judíos españoles. Gijón (Asturias): Trea, 2007.

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Postal con un antiguo grabado de la sinagoga de Santa María la Blanca (Toledo) de estilo mudéjar, construida por alarifes musulmanes

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Amores de Alfonso VIII y Raquel, la judía de Toledo.

disturbios por la rivalidad de esta familia con la de los Lara, por lo que Gutierre se vio obligado a renunciar a su cargo. La familia de los Lara mantuvo su control sobre Alfonso VIII durante nueve años, hasta el 1169 en que el rey tomó personalmente las riendas del gobierno. Llegado Alfonso VIII a su mayoría de edad, empuñó con mano fuerte el reino y se enfrentó sucesivamente a los reyes de Navarra y León con el fin de recuperar los territorios que le habían sido arrebatados durante su minoría de edad.

En 1170, con quince años, contrae matrimonio con doña Leonor, hija de Enrique II de Inglaterra y de Leonor de Aquitania, de diez años. Aunque se celebraran los esponsales, el matrimonio no se consumaría hasta años más tarde. Tuvieron once hijos, por lo que no parece que fuera muy desgra-ciado su matrimonio, que duró cuarenta y cuatro años. Entre sus hijos están Berenguela y Blanca casada con Luis VII de Francia y madre de San Luis rey de Francia. No tuvo heredero varón porque su hijo, Enrique I de Castilla, tenía once años cuando accedió al trono y murió a los tres años de su reinado por haberle una tarde caído en la cabeza una teja mientras jugaba con otros niños en el patio del palacio del Obispo de Palencia en el año 1217.

Alfonso VIII murió a los 58 años de edad en Gutierre Muñoz, aldea de la provincia de Ávila veci-na de Arévalo en la madrugada del 5 al 6 de octubre de 1214, un par de años después de la batalla de las Navas de Tolosa. Descansa, junto con su esposa, en el panteón real del monasterio de las Huelgas8.

4. Fuentes de la leyenda

Se cuenta que Alfonso VIII mantuvo una apasiona-da relación con una judía de Toledo. La primera re-ferencia a esos amores, vivos probablemente tam-

bién en la tradición oral, la tenemos en la Crónica

General de Alfonso X el Sabio, cuya redacción fue

muy cercana a los hechos que narra; en Las quatro

partes de la Coronica de España, en el folio 345 leemos:

“Pues el Rey don Alfonso ovo passados todos estos

trabajos en el comienço quando reyno e fue casado

segun que avedes oydo, fuese para Toledo con su

muger doña Leonor: e estando y pagose mucho de

una judia que avie nombre Fermosa e olvido la mu-

ger, e ençerrose con ella gran tiempo, en guisa que

non se podie partir d´ella por ninguna manera, nin

se pagava tanto de otra cosa ninguna: e estovo

ençerrado con ella poco menos de siete años que

8 Isidro TORRES ORIOL. Biografías de los Reyes y Jefes de Estado de España. Barcelona: Cuesta, s. d., s. v.

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El rey castellano Alfonso VIII según litografía de la

obra Historia de España Ilustrada de Rafael del Castillo (Barcelona, 1871)

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non se membrava de si nin de su reyno nin de otra cosa ninguna. Estonçe ovieron su acuerdo los

omes buenos del reyno como pusiesen algun recado en aquel fecho tan malo e tan desaguisado: e

acordaron que la matasen, e que asi cobrarien su señor que tenien por perdido: e con este acuerdo

fueronse para ella: e entraron al rey diziendo que querien fabrar con el: e mientras los unos fabra-

ron con el rey, entraron los otros donde estava aquella en muy nobres estrados e degollaronla a

ella e a cuantos estavan con ella e desi fueronse su carrera. E desque el rey lo sopo fue muy coyta-

do que non sabie que se fiziesse, tan grande era el amor que della avie. Estonçes trauaron con el

sus vasallos e sacaronle de Toledo e llegaron con el a un logar que llaman Ylliescas que es a seys

leguas de Toledo. E alli estando el rey en la noche en su camara cuydando en la judia, fabran las

gentes quel aparesçiol el angel e quel dixo, Alfonso aun cuydas e´nl mal que has fecho: de que

tomo dios de tu deservicio: mal fazes e caramente te lo demandara dios a ti e a tu puebro. E diz que

estonçes demandol el rey quien era el que le aquello dezie: E el dixo como era Angel mensagero de

Dios que venie alli por su mandado e a decirle aquello. El Rey finco los ynojos antel pediendole

merced que rogase a Dios por el. E el Angel le dixo, teme a Dios, ca cierto es que te lo demandara:

e por este pecado que tu finiste tan sin çoçobra non fincara de ti quien reyne en el reyno que tu rey-

nas, mas fincara en el linaje d´tu fija, e de aquí adelante partete de mal fazer e mal obrar, e non fa-

gas cosa por que Dios tome mayor saña contra ti: e estonçes dizen que desparesçio: e que finco la

camara llena de gran cralidad e de tan buen olor e tan sabroso que maraviella era. E el rey finco

muy triste d´lo que le dixera el Angel: e de alli adelante temio siempre a Dios e fizo siempre buenas

obras, e enmendo mucho en su vida e fizo mucho bien, según vos lo contara la estoria adelante”9.

Esta historia también está recogida en el Libro de los castigos y documentos de Sancho IV el Bra-vo en el que el rey advierte a su hijo de los peligros de caer en el pecado de fornicación porque le pueden suceder las mismas desgracias que al rey Alfonso VIII.

Los romances también se hicieron eco de ella:

El Rey con la su muger

A Toledo había llegado;

Mas como amor es tan ciego

Al rey había engañado.

Pagóse de una judía,

Della estaba enamorado;

Fermosa había por nombre,

Cuádrale el nombre llamado.

Olvidó el Rey a la Reina,

Con aquella se ha encerrado.

Siete años estaban juntos

Que no se habían apartado,

Y tanto la amaba el Rey

Que su reino había olvidado.

De sí mismo no se acuerda;

Los suyos han acordado

De poner recabdo en ello

En fecho tan feo y malo.

Acuerdan de la matar

Por ver su señor cobrado,

Porque lo tienen perdido

Y les será bien contado.

Fueron donde estaba el Rey

Con la judía en su cabo;

Los unos hablan con él,

Los otros habían entrado

9 ALFONSO X. [Crónica de España]. Las quatro partes, 345.

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Amores de Alfonso VIII y Raquel, la judía de Toledo.

Donde la judía estaba

Sobre un muy rico estrado.

Matáronla luego allí

Y a los que han con ella hallado.

El Rey que supo su muerte

Triste estaba y muy cuitado;

No sabía qué se hiciese,

Que el amor demasiado

Que tenía a la judía

Lo ha de sese enagenado.

Sus vasallos lo consuelan,

A Illescas lo habían llevado.

Estando el Rey una noche

En la su cama acostado

Cuidando en la judía

Un ángel le había hablado.

-¿Aún cuidas, le dijo, Alfonso,

En el tu grave pecado?

Dios de ti gran deservicio

De tu maldad ha tomado;

No fincará de ti hijo,

Mas hija te habrá heredado.

Procura de a Dios servir

Porque te haya perdonado

-Ángel, respondió el Rey,

Ante Dios sé mi abogado,

Yo ya conozco mi culpa

Y conozco haber errado10.

Así, la Crónica y los romances afirman que la judía Fermosa, amante de Alfonso VIII, fue muerta por venganza de los nobles castellanos y que fue por castigo divino los desastres del reino y la futu-ra muerte de su hijo Enrique I. El arrepentimiento del rey consigue el perdón y futuras victorias como la de las Navas de Tolosa.

6. La leyenda en la literatura

Fue Lope de Vega el primer poeta que trató de los amores de Alfonso VIII y la judía en el libro

XIX de su Jerusalén conquistada en el que imagina al rey como un cruzado en la conquista de los

10 Romancero general, o, Colección de romances castellanos anteriores al siglo XVIII. Recogidos, ordenados, clasifica-dos y anotados por Agustín Durán. Madrid: Rivadeneyra, 1861, II, 11.

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Portada de La judía de Toledo, obra de teatro en verso de Eusebio Asquerino (Madrid, 1845)

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Santos Lugares. En 1617 publica Las paces de los reyes y judía de Toledo. A partir de ahí han sido

numerosas las imitaciones, entre otras: Antonio Mira de Amescua en 1625 publica La desgraciada

Raquel. En 1650, el poema narrativo de Luis de Ulloa y Pereira titulado Alfonso Octavo, rey de

Castilla. Príncipe perfecto, detenido en Toledo por los amores de Hermosa ó Raquel, hebrea muer-

ta por el furor de los vasallos. En 1667, aparece la versión teatral de Juan Bautista Diamante La ju-

día de Toledo, idéntica a la de Mira de Amescua. Por último, en 1778 aparece Raquel, Tragedia es-

pañola en tres jornadas de Vicente García de la Huerta.Fuera de España también encontramos versiones del mismo tema como las de Jacques Cazotte

(1790), Rachel ou la belle juive. Nouvelle historique espagnole, la de Franz Grillparzer, quien en

1851 publica Die Jüdin von Toledo, traducida en 2004 por Roberto Bravo de la Varga. También te-

nemos la novela de Lion Feuchwanger de 1954, Die Jüdin von Toledo, y en 2009 La Historia de

Fermosa: la amante de Alfonso VIII de Abraham S. Marrache.Analizaremos el tratamiento dramático de estos desdichados amores y lo estudiaremos en tres dra-

maturgos españoles: Félix Lope de Vega, Antonio Mira de Amescua y Vicente García de la Huerta y en un extranjero, el austríaco Franz Grillparzer.

En 1617 aparece impresa en Madrid en la Parte VII de las Comedias de Lope de Vega Las paces

de los reyes y judía de Toledo. La única fuente de Lope ha sido la Crónica General a la que sigue paso a paso, a veces, literalmente.

El primer acto abarca una gran parte del reinado de Alfonso VIII; en él se ponen de manifiesto las enemistades entre los Lara y los Castro por conseguir la tutela del rey niño Alfonso y se cuenta la estratagema del truhán Dominguillo para apoderarse de la fortaleza de Zorita, feudo del rebelde Lope de Arenas.

En el acto segundo don Alfonso es mayor de edad, casado con doña Leonor de Inglaterra, se insta-la en Toledo. El rey, acompañado de Garcerán, que será su confidente, paseando por las orillas del Tajo, junto a las ruinas del palacio de Galiana, descubre a una joven bañándose desnuda en el río, pregunta a un hortelano, Belardo, por la identidad de la joven y este le contesta que es una judía lla-mada Raquel. Precisamente, Lope es el primero que pone ese nombre a la judía, admitido por todos cuantos después han tratado del tema. El rey, preso de una irreprimible atracción, no hace caso a las amenazas sobrenaturales, agüeros, sombras y esa noche cae en los brazos de la hermosa Raquel, la ausencia del rey despierta los celos de la reina Leonor. El rey se instala con Raquel en la Huerta de Galiana.

El tercer acto nos presenta a una reina apasionada y celosa que convoca a los ricoshombres para echarles en cara los agravios que soportan ella, sus hijos y el pueblo desde hace siete años, que son los que Alfonso lleva encerrados con la hermosa hebrea, sin que ellos hagan nada; su elocuente par-lamento enciende los ánimos de los nobles para emprender la venganza. También en este acto está presente un funesto agüero que anticipa la muerte de Raquel cuando el rey pesca en el Tajo una ca-lavera y ella una rama de olivo. Aprovechando la buscada ausencia del rey del palacio de Galiana, matan a Raquel tras declarar ésta su amor por Alfonso y su miedo a la muerte y confesarse cristiana. Al enterarse el rey de la muerte de Raquel, promete venganza, decide ir a Madrid y en una parada en Illescas se le aparece un ángel para amonestarle con rigor, le recuerda que tiene muy ofendido a

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Amores de Alfonso VIII y Raquel, la judía de Toledo.

Dios y que lo va a castigar privándolo de un heredero varón. El rey se arrepiente. Y la obra termina con la reconciliación de los esposos11.

A Mira de Amescua también le interesó la historia amorosa de Alfonso VIII y la bella judía, pero

no sabemos con exactitud la fecha en que pudo escribir La desgraciada Raquel. En la jornada primera tiene lugar el encuentro del rey con la judía y su enamoramiento fulminante

cuando con otros judíos se presenta al monarca a instancias de su padre, David, porque el pontífice sumo, Rubén, y él mismo han acordado que, al ser el rey joven y ella hermosa, intercediera ante el rey para que suspendiera el edicto de expulsión de los judíos de Toledo. El rey confiesa a Fernando Illán la atracción que siente por la hebrea y no atiende a las consideraciones que éste le hace.

La segunda jornada pone de manifiesto la alegría de los judíos al haber sido revocado el decreto de expulsión y el rey ya tiene a Raquel en una quinta donde consigue enamorarla a pesar de las du-das y reservas de ella, aunque su vanidad y ambición vencen esos temores. Algunos nobles mani-fiestan al rey, aunque sin éxito, su desacuerdo con la derogación del decreto. Le entrega el gobierno a Raquel. David alarmado por la situación pide a Raquel que abandone al rey porque está ofendien-do a Dios, a cristianos y a hebreos; no lo consigue y le lanza una maldición, anuncio de lo que le ocurrirá después.

La jornada tercera se abre con un parlamento entre el rey y Raquel que le hace referencia a un sue-ño premonitorio que ha tenido. Raquel, dueña del gobierno de Castilla, se muestra soberbia y avasa-lladora con los nobles; estos con el apoyo de la reina deciden que debe morir para salvar a Alfonso y al reino. Fernando ve en esto una traición al rey y decide avisar a Raquel. David va también a avi-sar a su hija del riesgo que corre. Aprovechando que el rey está de caza, van a matar a Raquel quien confiesa su amor por Alfonso antes de morir. Enterado Alfonso del crimen, promete vengarla12.

En 1778 aparece impresa la Raquel de García de la Huerta, aunque, probablemente, la escribiera alrededor de 1765.

La jornada primera transcurre en un salón de audiencias del antiguo alcázar de Toledo, Hernán García de Castro comenta con Garcerán Manrique la situación de abandono del reino desde hace siete años, durante los cuales Alfonso se ha encerrado con la hermosa judía Raquel y a la que le ha otorgado todo el poder sobre los destinos del reino. Los agravios sufridos por los nobles provocan su conjura contra Raquel y consiguen de Alfonso el destierro de la judía. Mas Raquel se muestra or-gullosa y despótica, aconsejada en todo momento por el judío Rubén.

En la segunda jornada, aconsejada por Rubén, Raquel se entrevista con el rey explotando astuta-mente su dolor y lágrimas para conseguir que Alfonso revoque la orden de destierro, el indeciso rey, incapaz de renunciar a Raquel, intenta incluso suicidarse, revoca su anterior decisión y otorga aún más poder a Raquel con lo que ella se muestra más altiva y arrogante. Alvar Fáñez y Hernán García se sienten en la obligación de actuar y libertar a Alfonso de la ceguera en la que lo tienen apresado

11 Lope Félix de VEGA CARPIO. Las paces de los Reyes y Judía de Toledo. Obras escogidas. Estudio preliminar, bio-

grafía, bibliografía, notas y apéndices de Federico Carlos Sáiz de Robles. Madrid: Aguilar, 1969 (19695,1ª reimpr.), vol.

I.12 Antonio MIRA DE AMESCUA. La desgraciada Raquel. Introducción, edición y notas por Rafael González Cañal.

En MIRA. Teatro Completo. Edición coordinada por Agustín de la Granja. Granada: Universidad de Granada, Diputa-ción Provincial de Granada, 2009, vol. IX.

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los encantos de la judía. Garcerán Manrique no comparte con ellos esa decisión y piensa que su obligación es obedecer al rey.

Capitaneados por Alvar Fáñez, en la jornada tercera, los ricoshombres deciden asesinar a la judía como única solución para el restablecimiento del orden en el reino. Hernán García se opone a esta criminal decisión por respeto al monarca y, aunque no puede evitarlo, consigue que retrasen el ase-sinato hasta el momento en que el rey parta de caza porque así, al no estar presente, el agravio sería menor para Alfonso.

Hernán García intenta salvar a Raquel facilitándole la huida, pero ella recela, incluso lo ha conde-nado al cadalso. Mientras Alfonso está de caza, los ricoshombres llegan a las dependencias de Ra-quel para matarla, pero no la ejecutan ellos, sino Rubén, a quien se le ha prometido salvar la vida. Raquel se da cuenta de la ambición y traición del judío. Cuando el fatal desenlace está a punto de ocurrir, Raquel muestra su arrepentimiento y declara ardientemente su amor por Alfonso. Regresa este y en sus brazos muere su amada judía. Lleno de dolor mata a Rubén. Promete venganza, pero más adelante se confiesa culpable de la muerte de Raquel y perdona a sus vasallos13.

El retrato de Raquel que nos traza Franz Grillparzer en su obra La judía de Toledo es distinto por-que su preocupación se centra en la evolución psicológica de los personajes. Raquel irrumpe intem-pestivamente en la vida de Alfonso cuando éste, su mujer y la corte pasean por el jardín real de To-ledo, lugar vedado para los judíos cuando la corte está allí. La joven Raquel, alegre, sensual, vivara-cha, muerta de ganas de conocer al rey, se postra a sus plantas para pedir clemencia por el atrevi-miento que ha tenido ella y su familia de entrar en el jardín (paraíso) prohibido. De inmediato se en-ciende entre ellos la llama de la pasión, el rey la instala en un pabellón del jardín que será el lugar de encuentro de su amor.

A lo largo de las cinco jornadas, el rey se debate entre su sentido del deber y la llama de la pasión. Los privilegios que el rey concede a Raquel y a su padre despiertan los celos de la reina y de los no-bles quienes en una reunión del Consejo, por indicación de la reina, deciden que la ramera debe mo-rir. Tras la muerte de Raquel todos esperan la justa ira del rey, pero no es así. De esa muerte inocen-te los personajes se sienten culpables, con las manos sucias, el Rey, por dejarse llevar de su pasión y abandonar los asuntos de Estado; la Reina por su venganza: el padre de Raquel, por su codicia; Gar-cerán, el amigo de la infancia de Alfonso, por su traición…

La obra termina con las palabras de Esther: “perdonemos pues, para que Dios nos perdone”14.Cada una de estas obras trata el tema desde diferentes perspectivas y arranca en un momento dis-

tinto de la vida del rey Alfonso VIII. La de Lope de Vega cuando el rey es todavía niño, la de Mira de Amescua en su mayoría de edad y cuando recién casado con Leonor en Burgos regresa a Toledo, la de Vicente García de la Huerta transcurridos diez años de su estancia en Toledo y siete de su en-cierro con la bella judía, la de Grillparzer en el momento sorpresivo del encuentro.

En la Edad Media no era inusual que los monarcas tuvieran relaciones fuera del matrimonio, que tuvieran descendencia y que incluso celebraran matrimonios clandestinos, aceptados entonces por la Iglesia, pero condenados después por el Concilio de Trento. Normalmente el final de esos amores

13 Vicente GARCÍA DE LA HUERTA. Raquel. Edic. de René Andioc. Madrid: Editorial Castalia, 2002.14 Franz GRILLPARZER. La judía de Toledo. Introducción, traducción y notas de Roberto Bravo de la Varga. Madrid: Gredos, 2004, 241.

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Amores de Alfonso VIII y Raquel, la judía de Toledo.

no era trágico y por tanto no despertaron el interés de la posteridad. Pero esta historia de amor entre Alfonso VIII y la judía Raquel caló muy hondo desde el principio en el alma de sus coetáneos, ya su biznieto Alfonso X se ocupó del tema, y a lo largo de los siglos despertó la curiosidad de los escri-tores y la simpatía y la compasión de las gentes, como si sus embelesos y sufrimientos fueran los suyos, nada ha cambiado tan poco como el sentimiento amoroso, el misterio del amor es el mismo siempre, si en el siglo XIII el rey y la judía no dejaron escapar la felicidad de su pasión, el alto pre-cio que tuvieron que pagar nos conmueve profundamente y en el siglo XXI sentimos su mismo des-asosiego, compartimos su dolor y su fracaso.

En esa triste historia de amor la que llevó la peor parte fue, como es natural, la hermosa judía por-que transgredió todas las leyes y para ella era imposible la compasión.

Si analizamos diversos pasajes de estas obras dramáticas, los autores justifican poéticamente la inexorabilidad de la muerte de Raquel.

Raquel “ovejita de Dios” ha de morir porque es hermosa y ha sido elegida por los suyos como víc-tima propiciatoria para salvar a su pueblo:

DAVID.-

… Persuade la hermosura

con otras voces, y así

lo que lo atento callar

hace lo hermoso decir.

Pareció bien este arbitrio,

y acordándose de ti,

quieren que tú misma seas

la que vayas a pedir

al Rey por tu pueblo; todos

unánimes, hija, aquí

dicen que esperan tu amparo

por más hermosa; sufrir

debes tan nuevo cuidado15.

Como una nueva Esther, la judía que con su belleza conquista al rey persa Asuero, se convierte en su esposa y evita el exterminio de los judíos, Raquel se presentará ante Alfonso pidiéndole clemen-cia para que revoque el decreto de expulsión de Toledo de los judíos.

Al ser víctima no ha asumido propiamente de manera voluntaria su trágico destino, pero está desti-nada al sacrificio y por eso debe morir.

Raquel ha de morir porque el odio que inspiraban al pueblo cristiano los judíos, seguidores de una religión distinta y considerados como extranjeros se vuelve también contra ella, representante de un grupo social que provoca envidia porque está siendo colmado de privilegios:

15 MIRA La desgraciada Raquel, vv. 155-167, 45.

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BELARDO.-

¿Qué es, señor, lo que mandáis?

REY.-

¿Habéis visto en la ribera

deste río dos mujeres?

BELARDO.-

Sí vi, y en extremo bellas;

pero tienen una falta,

si no me engaña la muestra;

que pienso que son judías.

REY.-

Llamadlas, buen hombre, hebreas16.

Raquel ha de morir porque, según cierta tradición misógina, como mujer y como judía está capaci-tada especialmente para el mal, para el engaño y ha hechizado al rey:

HERNÁN GARCÍA.-

…y todo vicio en fin, que todo vicio

en la torpe Raquel se encierra y cifra;

en ese basilisco, que de Alfonso,

adormeció el sentido con su vista17.

En muchos pueblos vive la leyenda del héroe que seducido por “una” extranjera, por “una” paga-na, olvida su patria y su familia; en la Odisea se nos narra cómo Odiseo, seducido por la hermosa Circe, “la de lindas trenzas”, “la de muchos brebajes”, se olvida de su patria, Ítaca, y de su mujer, Penélope, durante un año; Raquel será la Circe que encandile a Alfonso y haga que se olvide de sus

obligaciones durante siete años; por eso los nobles la consideran “la Circe que al rey cautiva”:

D. ILLÁN (dentro).-

Entrad, hidalgos, y muera

la Circe que al rey cautiva,

y la hechicera Medea18

Será, en palabras de la reina la “segunda Cava de España”, porque la bella hija del conde don Ju-lián también es considerada la culpable de la entrada de los árabes en España, a pesar de que ella fue la seducida y violada por don Rodrigo:

16 VEGA. Las paces de los Reyes, acto I, escena VII, 520. 17 GARCÍA DE LA HUERTA. Raquel, vv. 45-48, 83.18 VEGA. Las paces de los Reyes, acto III, escena XIV, 532.

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Amores de Alfonso VIII y Raquel, la judía de Toledo.

REINA.-

Alfonso cuyas virtudes

el Bueno, cual veis, le nombran,

y pierde el nombre que tuvo,

con una hazaña tan loca.

Siete años ha que encerrado

con aquella hebrea hermosa,

segunda Cava de España,

vive retirado a solas.

No se acuerda de sí mismo,

ni atiende ni acude a cosa

de su reino, de su vida,

de su fama y de su honra,19

Raquel ha de morir porque como mujer está destinada a ocupar un espacio privado y ella ha osado ocupar un espacio público y está desempeñando funciones que les corresponden, en algún caso, a la mujer legítima, la reina:

MANRIQUE.-

Ha llegado un mensajero

REY.-

¡Que venga entonces!

MANRIQUE (señalando a la Reina).-

Un poco más tarde

REY.-

Mi mujer está acostumbrada al Consejo y a la guerra, la Reina lo comparte todo con el Rey20.

Pero, sobre todo, a los hombres:

GARCI LÓPEZ.- No son negocios, Raquel, para ti.

RAQUEL.-¿Qué os embaraza?

ALVAR NÚÑEZ.-

¿Sabrás sitiar una plaza?

¿Sabrás plantar un cuartel?

¿Sabrás dar para un socorro

medios, y trazas poner?

19 VEGA. Las paces de los Reyes. acto III, escena IV, 527.20 GRILLPARZER. La judía de Toledo, 241.

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RAQUEL.-

Pues ¿por qué no he de saber?

De que lo digáis me corro.

Sabré a mi campaña salir,

sabré un muro acometer,

un ejército vencer

y una ciudad combatir21.

Y más adelante:

ALVAR NÚÑEZ.-

¿Es bien que de una mujer

se deje regir un reino22.

La misma Reina echa en cara a los nobles que no hagan nada para impedir la usurpación de Ra-quel

REINA.-

….Raquel reina, Raquel tiene

de Castilla la corona;

da banderas a las armas,

y a las letras nobles ropas.

Ella castiga, ella prende,

y ha sido tan rigurosa,

que a vuestro rey tiene preso,

sin darle tan solo un hora

de libertad en siete años

¡Qué prisión tan vergonzosa!23.

Para que sea restaurado el poder real, Raquel ha de morir:

¡Muera Raquel, para que Alfonso viva!24.

y

GARCI LÓPEZ.-

Yo sí, Fernando, pues veo

21 MIRA. La desgraciada Raquel, vv. 2330-2341, 108-109.22 MIRA. La desgraciada Raquel, vv. 2430- 2431, 111.23 VEGA. Las paces de los Reyes, acto III, escena IV, 527.24 GARCÍA DE LA HUERTA. Raquel, v. 366, 97.

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Amores de Alfonso VIII y Raquel, la judía de Toledo.

que es menos mal que ella muera

que no que muera su reino25.

Raquel ha de morir porque ama y es amada por el rey:

RAQUEL.-

¿Pues mi delito es más que ser amada

de Alfonso?, ¿que pagar yo su fineza?

¿En cuál de estas dos cosas os ofendo?

¿Está en mi arbitrio hacer que no me quiera?

Si el cielo, si la fuerza de los astros

le inclinan a mi amor, ¿en su influencia

debo culpada ser? ¿Puede el humano

albedrío mandar en las estrellas?

Mas ya sé que diréis que mi delito

es el corresponderle. Cuando intenta

la malicia triunfar,¡oh, cómo abulta

frívolas causas, vanas apariencias!

¿Pude dejar de amarle siendo amada?26

Alfonso es un rey joven, casado con Leonor en un matrimonio motivado por causas políticas y so-ciales, como tal, es quien garantiza el orden y la armonía en el reino. Pero este joven Alfonso que se queja:

REY.-

A mí personalmente no me dejaron tiempo para pecar,

de niño ya iba con el yelmo sobre la débil cabeza,

de joven, a caballo con la lanza,

el ojo apuntando al enemigo,

no me quedó mirada para los bienes de esta vida,

y lo que excita y seduce, quedó lejos y ajeno.

Me di cuenta de que también existen mujeres

cuando me casaron en la iglesia con mi esposa,

que es realmente inmaculada como ninguna otra,

y, verdaderamente, la amaría con más ardor,

si en lugar de alabarla, alguna vez tuviera algo que perdonarle.27

25 MIRA. La desgraciada Raquel, vv. 2599- 2601, 116.26 GARCÍA DE LA HUERTA. Raquel, vv. 607-619, 179.27 GRILLPARZER. La judía de Toledo, acto II, 239.

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Josefa García Martín

y que, al sentirse inseguro ante una mujer, le pide consejo a su amigo de la infancia Garcerán:

REY.-

Yo soy un Rey y mi palabra asusta,

pero yo mismo me asustaría si llegara a estar

por primera frente a frente con una mujer.

¿Cómo empiezas tú? Enséñame un poco,

soy un novicio en tales cosas,

no soy mejor que un niño grande.

¿Se suspira?

GARCERÁN.-

Qué va, señor, eso sería anticuado!

REY.-

¿Entonces se mira? Y el tórtolo mira

hasta que la tórtola también mira.¿No es así?

Entonces echarás mano al laúd

frente al balcón, como éste de aquí,

y cantará trinando una canción para que la luna,

pálida alcahueta, lance destellos a través de los árboles,

y los cálices de las flores perfumen el aire con dulce embriaguez

hasta que se presente el momento propicio,

en el que el padre, hermano… o incluso el esposo

abandone la casa, casi por el mismo camino,

y entonces la graciosa doncella hace una seña silenciosa ¡chist!

Entonces entrarás y una mano cálida

cogerá la tuya, te conducirá a través de los pasillos,

que, oscuros como la tumba y corriendo interminables,

aumentan el deseo, hasta que, por fin, el aroma de ámbar

y el pálido resplandor que se filtra a través de las rendijas

señalan que has alcanzado la anhelada meta.

La puerta se abre y, claros al brillo de las velas,

los miembros tendidos sobre oscuro terciopelo,

el blanco brazo rodeado de sartas de perlas,

la deseada cabeza reposando suavemente inclinada,

con sus rizos dorados…, ¡dorados, no, digo, negros!...

el pelo negro de cuervo de su cabeza…, ¡y así en adelante!

¿Ves?, aprendo con facilidad, Garcerán,

Y eso vale igual para todas, cristiana, mora, judía28.

28 GRILLPARZER. La judía de Toledo, acto II, 255-256.

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Amores de Alfonso VIII y Raquel, la judía de Toledo.

Al vislumbrar las dulzuras del amor y ante el inesperado encuentro con Raquel, siente brotar en su corazón una fuerza nueva que perturba su espíritu y sus sentidos, haciéndole experimentar ansias desconocidas que van a entrar en conflicto con su responsabilidad como rey:

REY.-Yo soy mi mayor contrario:con mis potencias peleo,

con mis sentidos batallo,

y ellos me rinden, y yo

a defenderme no basto.29

Por ser Alfonso personaje público, este amor se convierte en algo prohibido y condenable porque va a perturbar el orden en la comunidad y por eso su desenlace no puede ser más trágico. Su salida será la muerte del más vulnerable, en este caso de Raquel:

REY.-

Amor es noble pasión.

RAQUEL.-

Cuando es igual el sujeto

REY.-

En llegando a amar, le llegan

a hacerle igual el deseo.

RAQUEL.-

Eso es en la voluntad,

mas no en el entendimiento,

y así, nunca fue seguro

amor desigual, pues vemos

que mal prevenidos luchan

los dos sentidos opuestos,

calumniando la razón

lo que admite el pensamiento,

y viene a quedar vencido

el que de los dos es menos30.

Ante esa pasión irreprimible y prohibida se arriesgan hasta las últimas consecuencias y se entregan a ella y la viven con intensidad durante siete años, pero es imposible escapar de la realidad y de la venganza de la sociedad. Al rey se le libera de toda culpa porque es hombre, porque es rey y porque

29 MIRA. La desgraciada Raquel, vv. 838-842, 65.30 MIRA. La desgraciada Raquel, vv. 1061-1074, 72.

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Josefa García Martín

ha sido “seducido” y “hechizado”; la eliminación violenta de la culpable, la ramera, el basilisco, permite restaurar el antiguo “status quo”.

Por eso el amor será también el causante de la muerte de Raquel que en un momento exclamará:

¡Oh amor! de cualquier manera

has de acabar en desdichas.

¡Malditas tus glorias sean!31

Raquel muere violentamente y la vida sigue su curso, el orden político, social y familiar se recom-pone, Alfonso se arrepiente de su pecado y reanuda la guerra contra los moros y todos terminarán compadeciendo a la hermosa hebrea muerta:

TODOS.-

Confusión y dolor causa su vista32.

Ante toda esta conjunción de elementos la muerte de Raquel y el fracaso de su amor estaban ase-gurados y todos sentimos que su fracaso es también nuestro fracaso.

Hoy, en el siglo XXI, cuando los Reyes Castellanos, protagonistas de esta leyenda, duermen tran-quilos en sus bellos sepulcros del Monasterio de las Huelgas y el viajero puede recordarlos y admi-rarlos, la judía toledana se pierde en el misterio de los héroes; sólo la intuición y las inquietudes de la Literatura han dado vida en numerosas obras a una enamorada y desdichada mujer que pudo diri-gir a su amante rey los mismos versos que Garcilaso de la Vega dirigiera a su amada Isabel Freire:

por vos nací, por vos tengo la vida,

por vos he de morir y por vos muero33

31 VEGA. Las paces de los Reyes, acto. III, escena XIV, 532.32 GARCÍA DE LA HUERTA. Raquel, v. 783, 188.33 Garcilaso DE LA VEGA. Obras. Edición, introducción y notas de Tomás Navarro Tomás. Madrid: Espasa Calpe.

1966, Soneto V, 206.

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Amores de Alfonso VIII y Raquel, la judía de Toledo.

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Sepulcro de Alfonso VIII de Castilla y de Leonor de Plantagenet.Monasterio de las Huelgas de Burgos

Sepulcro de Alfonso VIII de Castilla y de Leonor de Plantagenet.Monasterio de las Huelgas de Burgos

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Los ejércitos contendientes en la batalla de las Navas de Tolosa

The contending armies in the Navas de Tolosa battle

Bernardo Jurado GómezAsociación Española de Amigos de los Castillos

Correo-e: [email protected]

Resumen: El artículo presenta una síntesis sobre los aspectos militares de la batalla de Las Navas de Tolosa (al-‛Iqab en el término original árabe): des-cripción del armamento usado por ambas partes (musulmanes y cristianos: lanza, espada, mazas, ar-cos, ballesta, escudos, cascos y yelmos, loriga, al-mófar, manoplas, brafoneras) y composición de los dos ejércitos (cristiano e islámico).

Abstract: This article presents a synthesis of the military aspects of the Navas de Tolosa battle (al-‘Iqab in Arabic). We describe the weaponry used by both sides (Muslims and Christians: spears, swords, maces, bows, crossbows, shields, helmets, armours (lóriga), coifs (almófar), gauntlets (mano-plas), spaulders (brafoneras)) and the composition of both armies (Christian and Muslim).

Palabras clave: Navas de Tolosa; armamento; ejército; edad media; batallas; Castilla; Al-Andalus; Almohades; Jaén.

Key words: Navas de Tolosa; weaponry; army; middle ages; battles; Castille; Al-Andalus; Almohads; Jaén.

1. Antecedentes históricos1

Desde que el arabista Ambrosio Huici Miranda, publicara en 1912 su Estudio sobre la campaña

de Las Navas de Tolosa, son bastantes los autores que han escrito sobre esta batalla y sus múltiples facetas. En el presente trabajo solo se abordará una cuestión concreta del aspecto militar: los ejérci-tos que participaron en la batalla, su composición y armas que utilizaron2.

1 Quiero expresar mi agradecimiento a Ángel Higueras Aparicio que ha realizado todas las fotografías de este artículo y al Estudio de Pintura Quickbrush que ha pintado las figuras de plomo de 28 mm que han ilustrado los distintos tipos de tropas (recreación por Bernardo Jurado Gómez). Para facilitar la lectura a un público más amplio, se han suprimido los

signos de transliteración en los términos árabes (solo se han mantenido el de la consonante hamza: ’ y el de la conso-nante ‛ayn: ‛ por escribirse de manera independiente.2 Para el tema específico del presente artículo, los ejércitos contendientes en la batalla, se ha seguido, fundamentalmen-

te, los trabajos realizados por Francisco García Fitz; Álvaro Soler del Campo; Manuel López Payer y María Dolores Rosado Llamas, entre otros recogidos en la selección de bibliografía final.

Alcazaba, 12-13 (2012-2013), 65-84 - ISSN: 1886-1180

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Los ejércitos contendientes en la batalla de las Navas de Tolosa.

Para situar el contexto histórico en el que se produce este gran acontecimiento, es preciso remon-tarse unos diecisiete años atrás. Tras la derrota de Alfonso VIII, en la batalla de Alarcos en 1195, de la cual tuvo que retirarse herido y salvó la vida, casi de milagro, el reino de Castilla se sumió en una profunda crisis, perdiendo castillos como la fortaleza matriz de la Orden Militar de Calatrava, es de-cir, Calatrava La Vieja, llegando los almohades a amenazar a la propia Toledo.

En 1198, un grupo de 400 caballeros calatravos y 600 peones, en un golpe de audacia, tomaron el castillo de Salvatierra y a partir de ese momento pasarán a llamarse Orden de Salvatierra.

En 1209, terminadas las treguas que firmaron castellanos y almohades, Alfonso VIII, mandó sa-quear las tierras jiennenses de Andújar, Úbeda y Martos, lo que provocó la ira del nuevo califa al-mohade Muhammad ben Ya‛qub al Nasir li-Din Allah, es decir, el vencedor de la religión de Allah, conocido por los cristianos como Miramamolín que procede del título honorífico de Amir al-mu´minin o Príncipe de los Creyentes.

No tardó en reaccionar al-Nasir y para 1211 organizó una campaña militar que culminaría con la toma del castillo de Salvatierra, dejando por segunda vez sin sede a los monjes calatravos.

Ante esta situación, Alfonso VIII se vio obligado a tomar medidas, convocando para la primavera de 1212, una campaña que pusiera freno al avance de los musulmanes, solicitando al Papa Inocen-cio III concediera el título de Cruzada, de carácter internacional, predicándose por los prelados de las principales diócesis de Europa.

Hechos todos los preparativos, la cita fue para el día 20 de Mayo de 1212, en Toledo. Un mes más tarde, el ejército cristiano salió de la ciudad del Tajo con dirección sur y el ejército musulmán partió desde Sevilla, en las mismas fechas, hacia el encuentro de los cruzados, teniendo lugar el choque en Las Navas de Tolosa, el día 16 de Julio de 1212.

Como los movimientos estratégicos y la batalla en sí no son el objeto de este artículo, lo dejare-mos para otra ocasión.

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Dirham de plata almohade.Maravedí de oro cristiano.

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Bernardo Jurado Gómez

2. El armamento de ambos bandos3

A continuación se intentará exponer las armas que pudieron emplearse en la batalla de Las Navas de Tolosa. Se dividen en armas ofensivas y defensivas, estando su evolución supeditada al avance de las armas ofensivas y teniendo su respuesta en una mejora de las defensivas.

La lanza se puede considerar como el arma ofensiva por excelencia, y su efectividad en determi-nados sistemas de combate dará origen a la aparición de la caballería pesada. Un primer uso de la lanza, el de mayor tradición, es debido a su carácter como arma arrojadiza. Aunque fue adoptado tanto por cristianos como por musulmanes, serían estos últimos quienes hagan un uso extensivo de él. La explicación de esta difusión es la utilización de la caballería ligera, a la jineta, dotada de gran movilidad e inservible para una función de choque, que encontrará su mayor eficacia en el uso de li-geras lanzas arrojadizas. Una segunda función, la encontramos en su uso como estoque; para ello se utiliza una lanza más fuerte que la arrojadiza y que se basa en la fuerza del brazo del jinete, por me-dio de un movimiento de arriba hacia abajo. Este tipo de caballería fue fundamentalmente musul-mana, si bien los cristianos la adoptaron ocasionalmente.

El uso de la lanza pesada, que evolucionó a lanzas con el asta más gruesa, en un principio el caba-llero la sujetaba bajo la axila y con apoyo en el escudo, no siendo el jinete quien imprime fuerza al arma, sino la montura. Esto desde un punto de vista táctico supondrá una revolución en el arte de la guerra. Una segunda variante en el manejo de lanza con una función de choque es el método llama-

do a sobre mano. Consiste en empuñar la lanza con una leve torsión de la muñeca, de forma que parte del asta se apoye sobre el antebrazo y trae como consecuencia una mayor movilidad del arma, permitiendo que la lanza pueda dirigirse con mayor precisión, sobre el objetivo que se quiere im-pactar. Para un mejor apoyo se acortarán los escudos, y los arzones de los caballos se redondearán para una mayor sujeción del caballero a su montura. En al-Ándalus Ibn Said señala su difusión en el siglo XIII por los musulmanes: “muy a menudo los príncipes y guerreros andalusíes toman a sus ve-cinos cristianos como modelo en cuanto a su equipamiento. Su único propósito consiste en mante-nerse firmes pegados a la silla y formar con el caballo un verdadero conjunto acorazado”.

El uso de la lanza por parte de la Infantería, prima como arma arrojadiza siguiendo una de sus fun-ciones naturales, siendo su difusión entre los musulmanes mucho más destacable, con el uso de lan-zas cortas, jabalinas y azagayas lanzadas con un propulsor. Un segundo sistema es su uso como es-toque con una mano, en un movimiento desde arriba hacia abajo, donde la mano derecha se sitúa a la altura del cuello pero retrasada respecto al hombro, mientras el escudo cubre el cuerpo con la iz-quierda y sirve como elemento estabilizador. La tercera variante es su utilización como estoque con dos manos, aumentando la precisión del golpe y la potencia de la penetración, pero supone por el contrario una menor capacidad defensiva.

La espada, compuesta de sus tres elementos, es decir, pomo, arriaz y hoja, siendo las más usadas las de pomos esféricos asociados a arriaces rectos y hojas fuertes y anchas de doble filo con canal

3 Para el desarrollo de este apartado, voy a seguir, fundamentalmente, el extraordinario trabajo de Álvaro Soler del

Campo, La evolución del armamento medieval en el reino castellano-leonés y al-Ándalus. Siglos XII-XIV (Madrid: Ser-vicio de Publicaciones del E.M.E., 1993).

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Los ejércitos contendientes en la batalla de las Navas de Tolosa.

central, características que responden a su concepción como armas para cortar y golpear, pero no para estoquear. Un segundo tipo de espadas estaría constituido con pomos esféricos o discoidales y arriaces curvos que superan el ancho de la hoja en ambos lados, y un tercer tipo con arriaces que se rematan en volutas. Los musulmanes van a utilizar estos tres tipos de espadas y especialmente otra de origen oriental, con pomos trilobulados que supone una estilización de la flor de loto, tema de una larga tradición en el mundo andalusí. La hoja es algo más estrecha.

Las mazas se encuadran dentro del armamento ofensivo empuñable. Su importancia radica en su capacidad ofensiva contra todas las armas, a excepción de la lanza, y está dirigida especialmente a quebrantar las estructuras corporales defensivas. El modelo más simple de maza es el compuesto por un asta cilíndrica y una cabeza esférica, usado tanto por cristianos como por musulmanes. Un segundo tipo, muy utilizado, es la maza cuya cabeza está compuesta de láminas de hierro muy cor-tantes. Menos documentada es la maza denominada “la estrella de la mañana”, consistente en una bola de hierro con púas, unida a la caña por medio de una cadena. Una cuarta maza tiene forma de martillo. El uso de mazas por parte de los musulmanes, en la batalla de Las Navas de Tolosa, está documentada por el arzobispo de Toledo testigo de la batalla.

Los arcos, utilizados desde la Antigüedad, se seguirán usando con profusión en la Edad Media,

desde los arcos simples (arco corto) a los arcos compuestos. Los compuestos se refuerzan en la cara interna mediante una capa de cuerno y la externa con tendón animal, todo ello encolado. La combi-nación de materiales permitía una construcción muy flexible, de menor tamaño y gran potencia. Tanto los arcos simples, como compuestos alcanzaron una gran difusión en el Islam, siendo más utilizados militarmente por los andalusíes que por los cristianos. La presencia de contingentes mer-cenarios turcos al servicio de los almohades, en la batalla de Las Navas de Tolosa, es muy conocida y eficaz. En la batalla de Alarcos, se destacó la caballería ligera musulmana, armados con arcos

compuestos y practicando la técnica del Karr-wa-far, el castellanizado torna-fuye. Los arcos no per-dieron en al-Ándalus su importancia, a pesar del auge experimentado por la ballesta, que tomará la primacía, debido tanto a razones tácticas como de índole cultural.

El origen de la ballesta no se conoce con exactitud, no obstante en la península Ibérica existe una representación iconográfica del año 1086, sin estribo. La adopción del estribo signi-ficó un momento avanzado en su evolución, en el primer tercio del siglo XII. El extraordinario avance y potencia de la ballesta, supuso la me-jora de las armas defensivas, como ocurrió con la lanza. Las fuentes de los siglos XII y XIII re-flejan claramente la difusión y el imprescindible cometido de las ballestas, tanto en el campo

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Puntas de flecha y ballesta originales halladas en el campo de batalla..

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Bernardo Jurado Gómez

cristiano como musulmán. El auge de la Infantería coin-cide con la generalización de la ballesta, arma muy eficaz en distintos ámbitos, en el campo de batalla, en el cerco y defensa de fortalezas, e in-cluso en los combates nava-les.

La evolución de los escu-dos está supeditada al avan-ce de las armas ofensivas, en especial al de la lanza y su adopción de determinados usos en la caballería. Hacia finales del siglo XI surgirá el

escudo denominado “de cometa”, o “almendrados” caracterizado por ser semicircular en su extre-mo superior, con lados que convergen hacia el inferior proporcionando su característico aspecto. Este tipo de escudo cubría todo el flanco izquierdo del jinete aumentando la capacidad de protec-ción. Durante todo el siglo XII y principios del XIII pervive este escudo, con algunas variantes como la adopción de formas rectas en detrimento de las curvas, en particular la parte superior del escudo. En algunos modelos desaparece el umbo. El escudo estaba construido de madera y el exte-rior se cubría con cuero endurecido o pergamino, utilizado como base de la decoración. Normal-mente, en su interior llevaba dos abrazaderas para sujetarlo y a los modelos más pesados se les in-corporó el tiracol, o correa de cuero que permitía sujetarlo al cuello. La utilización de brafoneras, que luego veremos, tuvo una especial incidencia hacia la evolución de un nuevo escudo, el llamado

“español” definido por su menor tamaño, extremo superior recto, laterales verticales paralelos y re-mate inferior semicircular, para adaptarse mejor a su uso por la caballería. La sujeción se realiza por brazales, manija y tiracol. Este escudo derivará hacia el remate inferior apuntado, como el que apa-rece en el sepulcro de Alfonso VIII y Leonor de Inglaterra en el monasterio de las Huelgas. Otro tipo de escudos son los circulares, sin duda el más simple y más antiguo. Hubo tres modelos clara-mente diferentes, es decir, los escudos de gran tamaño, los medianos que cubren casi la mitad del cuerpo y las pequeñas rodelas. Este tipo de escudo lo utilizaron tanto cristianos como musulmanes, siendo estos últimos los que más los usaron con piezas metálicas al exterior y especialmente con unos adornos de borlas elaboradas con seda que aumentaban la resistencia del escudo, pues la seda

no es fácil cortarla. El vocablo “daraqa” o adarga entraña problemas de identificación, ya que se ha venido relacionando tanto con escudos circulares como bivalvos. El modelo bivalvo no está docu-mentado antes del siglo XIII, y durante este siglo su identificación puede ser conflictiva, por lo que hay que esperar hasta el siglo XIV para tener la seguridad de encontrarnos ante las formas bivalvas. Las adargas no se hacen de madera, si no de piel de vaca, de onagro o de antílope, que es la mejor y

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Diversos tiradores cristianos. De izquierda a derecha: tirador con honda, tirador con arco, ballestero con ballesta rudimentaria y ballestero con ballesta con estribo, equipado con cota de malla y brigandina de cuero.

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Los ejércitos contendientes en la batalla de las Navas de Tolosa.

la más defensiva, en el interior una placa de cuero endurecido sirve como soporte para dos recias manijas arqueadas. Como hemos visto anteriormente, existen serias dudas de que los musulmanes en la batalla de Las Navas de Tolosa, llevasen adargas del tipo bivalvas, por lo que las figuras que hemos pintado, ninguna lleva este tipo de escudo.

En cuanto a los cascos y yelmos, diremos que el modelo más usado, desde finales del siglo XI hasta principios del XIII, es el que se caracteriza por una estructura semicónica apuntada, que cubre el cráneo y está provisto de una pequeña pieza vertical que protege el hueso nasal. Este casco evolu-

cionará hacia otro de forma semiesférica que recibirá diversos nombres como casquete, capillo, ca-

piello, capellina y en menor medida capacete. Como la protección nasal era insuficiente, se sustitu-ye por una pieza que cubre la cara, provista de orificios circulares para permitir la visión, dando ori-gen a un nuevo casco, con diversas variantes. Desde principios del siglo XIII, las defensas faciales comenzaron a ser insuficientes, al dejar al descubierto el resto de la cabeza, a pesar del uso del al-mófar. Se añadirá entonces una pieza para la nuca, que se extenderá por los laterales hasta ser unida a la pieza que cubría el rostro. El resultado es una forma cilíndrica completamente cerrada que pro-tege totalmente la cabeza, el rostro y descansa sobre el cráneo, teniendo como únicas aberturas las ranuras destinadas a la vista y unos pequeños orificios para permitir la respiración. Un elemento ca-racterístico de estos yelmos es una pieza en forma de cruz, situada en su frente marcando ejes longi-

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Alfonso VIII y el ejército cristiano en las Navas de Tolosa según litografía de Miralles en edición de J. Agustí

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Bernardo Jurado Gómez

tudinales y transversales, al tiempo que guarnece la vis-

ta. Es el llamado casco o

yelmo de cubo. Por último, comentaremos un tipo de casco usado solamente por los musulmanes caracteri-zado por una forma cónica apuntada, bastante alto, y la mayor de las veces sin na-sal.

Por lo que respecta al gru-po que Álvaro Soler del Campo denomina “arma-mento corporal defensivo” se pueden citar las siguien-tes.

La loriga es una indu-mentaria con carácter defensivo hecha con anillos entrelazados cuya longitud se extiende hasta las rodillas, en contraposición a la cota de malla que no supera el vientre del combatiente. Se completa con unas mangas largas y ceñidas, una parte inferior a modo de faldaje que hace necesaria la pre-

sencia de un cinturón. Bajo ella se viste el gambax, o prenda que tiene como función impedir el

contacto directo de la piel con el metal. Sobre la loriga se colocará la sobrevesta, prenda de tela que impedía que en los días de calor, las anillas metálicas se calentaran, y que en los días de lluvia pu-dieran oxidarse.

La defensa corporal se completaba con la adopción del almófar o capuchón de malla que protege la cabeza. Este se llevaba sobre una cofia de tela o cuero que protegía la cabeza y que impedía que el pelo e enredara con las anillas. Loa almófares se fijaban por medio de unas estrechas correas en-trelazadas con las mallas que circundaban el rostro.

La aparición de las manoplas está centrada en la segunda mitad del siglo XII, aunque parece ge-neralizada en el XIII. Constituyen una continuación de la loriga, para la defensa de las manos, en forma de bolsa con apéndice para el pulgar. Podían presentar un forro de cuero en la palma.

Las brafoneras tendrán como función la protección de las piernas y estarán presentes en el equipo de la caballería pesada desde principios del siglo XII hasta el siglo XIV. Las brafoneras no sola-

mente protegían las piernas, sino también los pies, a manera de calzas, que se vestían sobre las cal-

cillas y se ataban al cinturón, ya que no llegaban a la cintura, por medio de unas correas llamadas

trebuqueras.

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A la izquierda, D. Álvaro Núñez de Lara, Alférez Real de Castilla, con el estandarte en cuya parte superior podemos ver la imagen de la Virgen. En el centro, el Rey Alfonso VIII de Castilla. Y a la derecha, D. Rodrigo Jiménez de Rada, Arzobispo de Toledo, con cota de malla y desprovisto de yelmo.

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Los ejércitos contendientes en la batalla de las Navas de Tolosa.

Es posible que en la bata-lla de Las Navas de Tolosa se utilizaran otro tipo de de-fensas corporales, como es-camas imbricadas, tramas reticulares cuadradas o rom-boidales y placas de cuero endurecido. Las proteccio-nes descritas se utilizaron por ambos ejércitos, siendo más característico su uso por el ejército cristiano, cuya táctica de combate se basaba en el choque frontal de la caballería pesada, como luego veremos.

3. El ejército cristiano

Se conoce como la mesnada real o gru-po de guerreros que rodeaba al monarca y que se encargaba, principalmente, de su protección, actuando como una guardia personal, si bien cuando el rey se ponía al frente de la hueste, también realizaban funciones militares. Estas tropas mante-nían con el monarca unos lazos de fideli-dad del tipo feudovasállatico y recibían una soldada, a cambio de los servicios que prestaban, como protección del rey, parti-cipación en las campañas militares y como guarnición en el palacio real. Se calcula que el contingente de tropas per-manente, en la época de Alfonso VIII, se-ría de entre 150 y 200 guerreros, entre ca-balleros y ballesteros, la mayor parte de ellos a caballo. En la batalla de las Navas, también participaron el rey Pedro II de Aragón y Sancho VII de Navarra. Este último participó con 200 caballeros, que muy probablemente sería la mesnada real y algún noble navarro. Un caballero importante, dentro de esta mesnada, era el alférez real que en el caso de Castilla era Álvaro Núñez de Lara, el de Aragón García Romeu y el de Navarra Gó-mez Garceiz de Agoncillo.

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El Rey Pedro II de Aragón, segundo por la izquierda a pie, le pide a su escudero el casco de cubo. En el centro, el caballero García Romeu, adalid del ejército aragonés, con el escudo de armas que acudió a la batalla. A la derecha, jinete de la caballería ligera aragonesa.

Personajes navarros de la mesnada Real. De izquierda a derecha, un caballero a pie; soldado con el estandarte de Navarra, con el águila Nafarroa sobre fondo rojo; lancero con escudo y “brigandina” de cuero; y ballestero.

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Bernardo Jurado Gómez

Las Órdenes Militares constituían la élite militar del ejército cristiano por su plena dedicación a las actividades bélicas, que a pesar de no contar con un número importante de efectivos, estaban muy bien entrenados en el manejo de las armas y en las tácticas de guerra, eran muy disciplinados y estaban bien estructurados y jerarquizados. El elemento más importante era el integrado por los

freires, los miembros de la Orden vinculados por los votos de obediencia, castidad y pobreza. Eran estos los que presentaban una preparación y equipamiento militar más completo: aprestados como caballeros pesadamente armados, se protegían con cotas de malla y escudo, portaban lanza larga y

espada y montaban a la brida, que consiste en la disposición extendida adoptada por las piernas del caballero en función de la mayor longitud dada a las acciones. Con ello el caballero pierde movili-dad sobre la silla, pero en cambio facilita la sujeción, factores que hacen de esta monta la idónea

para la caballería pesada. No hay certeza de que en Las Navas los freires se organizaran en peque-

ñas unidades militares, llamadas lanzas, como a mediados del siglo XIII, pero es probable que cada

freire aportara dos caballos para uso propio, el destrier para la guerra y otro para el transporte de su

equipo, otro combatiente a caballo el sergents o sirviente, pero con un equipo menos completo y dos o tres peones, uno de ellos un tirador, la mayoría de las veces un ballestero. Al contingente de tropas de una Orden Militar, había que añadir los caballeros villanos y peones procedentes de las lo-calidades que estaban bajo su jurisdicción, también se integraban en sus filas caballeros y peones seglares que se vinculaban a la Orden temporal y voluntariamente, al amparo de las indulgencias papales. Y por último, que en ocasiones las Ordenes Militares recurrieron a contratar fuerzas de

pago, lo que el cronista Rades llamó “gente de sueldo”. Tal era el prestigio de las tropas de las Or-

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De izquierda a derecha, desmontado, vemos al portaestandarte de la Orden Militar de los Hospitalarios; al caballero de la Orden de Santiago, con espada; al portaestandarte de la Orden Militar de Calatrava, con la cruz negra; y, con lanza, a un caballero de la Orden del Temple.

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Los ejércitos contendientes en la batalla de las Navas de Tolosa.

denes Militares, por su cualificación militar, su experiencia, su conocimiento del medio y del ene-migo, que en todas las campañas sus fuerzas estaban integradas en la hueste real. En la batalla de Las Navas de Tolosa, participaron las Órdenes de Calatrava, Santiago, los Templarios y los Hospi-talarios.

Las tropas señoriales constituyeron un contingente importante en la batalla. Estas huestes de na-turaleza privada se formaban cuando el noble tenía que emprender alguna campaña, como en este caso al servicio del rey. Las mesnadas así reunidas eran dirigidas por el propio noble, convertido ahora en caudillo militar y presentaba un carácter muy heterogéneo en cuanto a su composición, ar-mamento y entrenamiento militar, constituyendo el núcleo principal la caballería pesada integrada por el propio señor, por sus familiares y por sus vasallos nobles. Junto a ellos podían encontrarse otros caballeros de menor rango, guerreros profesionales, e infanzones unidos al señor por vínculos vasalláticos. La nobleza laica y eclesiástica disfrutaba de atribuciones jurisdiccionales sobre las po-blaciones que habitaban en sus señoríos, lo que le permitía levantar contingentes integrados por fuerzas no profesionales y no nobles. Como por ejemplo, los caballeros villanos, con un equipo más ligero y en ocasiones anticuado, al igual que los peones aportados por los concejos de señorío. En

las milicias de algunos señores aparece la figura del portaestandarte que además de llevar la enseña del señor, hacía de lugarteniente del señor cuando éste no estuviera presente, encargándose de la or-ganización interna de la milicia o incluso de su adiestramiento. Se conoce el nombre del alférez se-

ñorial que portaba el pendón de don Diego López de Haro en la vanguardia castellana, “don Pedra-

rias”. La milicia de un noble eclesiástico la podemos encuadrar en este tipo de tropas, que por otra parte tuvieron un papel trascendental en la batalla de Las Navas de Tolosa, y en especial la del arzo-bispo de Toledo, don Rodrigo Jiménez de Rada. Los habitantes de los concejos que perte-necían a la jurisdicción del arzobispado, es el caso, entre otros, de los de Talamanca, Brihuela y Santiuste, tenían la obligación de prestar un servicio militar a su se-ñor, integrándose en su ejército durante un pe-ríodo de tiempo entre dos y tres meses al año, siempre que aquel lo re-quiriese para ir en fonsa-do. Lo que permitió que el Arzobispo pudiera

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La vanguardia cristiana estuvo encabezada por D. Diego López de Haro, el noble más importante que intervino en la batalla. A su derecha, le acompaña el abanderado que porta el estandarte de su linaje, el alférez señorial conocido por “Don Pedrarias”, con los dos lobos negros sobre fondo blanco. El tercer personaje es un caballero de origen francés, de los 150 que quedaron de los “Ultramontanos”.

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contar con un número más o menos elevado de caballeros villanos y de peones, con equipamiento variable, a ve-ces anticuado y presumible-mente muchas de estas fuerzas carecían de especialización militar.

No cabe duda de que los efectivos señoriales castella-nos, aragoneses y navarros su-pusieron una parte fundamen-tal del contingente cruzado que se enfrentó en Las Navas, pero no debemos olvidar el compuesto por las milicias concejiles que supuso un re-clutamiento masivo de fuerzas no permanentes. Cada ciudad o villa contaba con su propia milicia, cuya composición, re-clutamiento, obligaciones y

dirección, estaban reguladas por los fueron locales. Estas huestes estaban formadas por los propios vecinos, cuyas fuerzas eran convocadas y encabezadas por los dirigentes urbanos, especialmente jueces y alcaldes. Sobre ellos recaía la responsabilidad del mando, organizar el servicio de informa-ción, mantener la disciplina interna, ordenar el abastecimiento, velar por el estado de los heridos.

Por debajo de estos dirigentes superiores, encontramos otros cargos como el de los adalides o cau-

dillos de las mesnadas urbanas y responsables del buen reparto del botín, el de los atalayeros como

guardas o vigilantes, de los cuadrilleros, guardadores de los cautivos, etc. La contribución de las huestes urbanas fue esencial en la conformación de los ejércitos convocados por Alfonso VIII, entre otras razones porque, al margen de la experiencia y de la pericia que pudieran aportar, eran ellas las que, junto a las milicias señoriales, proporcionaban la masa de combatientes, tanto a pie como a ca-ballo.

Un último elemento que, no siendo habitual, en este caso y por la propia naturaleza de la expedi-ción tuvo una presencia que fue muy destacada por las fuentes, nos referimos a los voluntarios ex-tranjeros que acudieron al calor de la predicación de la Cruzada, gracias al empeño de Inocencio III, exhortando a los prelados franceses y provenzales a que promulgaran en sus diócesis las indul-gencias que se concedían para la guerra que preparaba Alfonso VIII, unido a las predicaciones que personalmente realizaron, entre otros, el arzobispo de Toledo. El resultado de todo ello fue la llega-

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A la izquierda, caballería ligera de la milicia concejil de Cuenca. En el centro, caballero a pie del linaje de los Lara. A la derecha, portaestandarte con la bandera de la Villa de Madrid, de principios del siglo XIII.

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Los ejércitos contendientes en la batalla de las Navas de Tolosa.

da a Toledo de un contingente muy heterogéneo en su composición, formado por caballeros nobles, peones y jinetes con mayor o menor experiencia y un número significativo de no combatientes, como mujeres, niños y enfermos, encabezados por los arzobispos de Burdeos y Narbona, y por el obispo de Nantes. Un contingente muy numeroso de todo punto anormal y fuera de lo común, que

recibieron el nombre de ultramontanos. Los caballeros muy cualificados para la guerra y que mos-traban una extraordinaria motivación, se vieron prontamente defraudados, concretamente a partir de la capitulación de la fortaleza de Calatrava, pues no estuvieron de acuerdo de cómo Alfonso VIII llevó las negociaciones de la rendición de la guarnición musulmana, salvando sus vidas. Los ultra-montanos se retiraron de la Cruzada masivamente, quedando solamente unos 150 caballeros, la ma-yoría franceses, que combatieron en la batalla en la vanguardia del ejército castellano.

Para terminar este apartado, sería conveniente hacer un mayor hincapié en las tropas de Infantería, compuestas por lanceros y peones; y tiradores con ballesta, con y sin estribo, tiradores con arco cor-

to, y en menor medida honderos. El jefe de la Infantería en el ejército cristiano era denominado al-

mocadén, término de origen árabe (muqaddam, que significa jefe, comandante, adelantado).

4. El ejército musulmán

El ejército musulmán en la batalla de Las Navas de Tolosa, estaba organizado de una manera muy diferente al ejército cristiano. Contrastaba la extraordinaria organización militar del ejército almoha-de, con la escasa militarización de la sociedad andalusí, que en más de una ocasión se han aducido las causas que llevarían a la desaparición de al-Ándalus.

El eje principal lo constituyó el ejército almohade, configurado como un ejército regular asalaria-

do, el yund, de carácter permanente, inscrito en un registro, el diwan, y dependiente del poder cen-

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La escena recrea a al-Nasir, sentado y con la túnica verde, rodeado de sirvientes, músicos y dos soldados de su guardia personal. Uno de los sirvientes le ofrece almojábanas, o dulces para acompañar el té. Uno de los músicos porta un añafil y el otro un tambor.

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tral para todo lo referido a su direc-ción, equipamiento, financiación y mantenimiento. Estos soldados pro-fesionales recibían el nombre de

murtaziqa. Un segundo grupo era

el de los husud , o efectivos no re-gulares procedentes de los recluta-

mientos obligatorios, y el los mu-

taww´ a referido a los voluntarios que se unían al ejército para cum-plir con el precepto religioso del

yihad.La base principal el ejército al-

mohade estaba constituida por los soldados regulares o profesionales que, parece ser, se organizaban en unidades que hacen referencia a la insignia que portaban. Así la uni-dad más numerosa estaba compues-ta por 5.000 hombres, y estaba co-

mandada por un amir o general, correspondiéndole señalarse por un gran estandarte o raya. Cada

mil hombres de tal unidad estaba a las órdenes de un “caíd”, qa’id, o el equivalente a nuestros días a

un coronel, distinguiéndose por una bandera, o alam. Cada doscientos de esos hombres, a su vez,

iban encabezados por un naqib, o capitán al que se confiaba un gallardete o liwa’, a su vez subdivi-

didos en cinco secciones de cuarenta hombres mandados por un alarife o ‛arif (teniente), con un

banderín o band, a su vez distribuidos en cinco escuadras de ocho soldados, bajo las órdenes de un

“guardián” o nazir (suboficial), cuya lanza enarbolaba un lazo o uqda.El núcleo principal del ejército almohade estaba compuesto por las tribus beréberes, pertenecientes

al tronco de los masmudas, y que procedían de la región montañosa del Atlas, y que podríamos de-nominar como las primeras tribus almohades. Un segundo contingente, no menos numeroso, estaba constituido por las tribus beréberes no almohades o almohades tardíos.

Desde muy pronto va a aparecer en la composición del ejército almohade un tercer elemento, los

esclavos negros, los ‛abid al-Majzan o “servidores del Estado”, los que Huici Miranda llamaría los

imesebelen que integraban la guardia personal del califa, y lo acompañaban en las grandes expedi-ciones militares, en las que sus actividades fueron variadas, desde tapar un foso a derribar las mura-llas de una fortaleza, tras su capitulación. Por su función específica de la defensa de la persona del califa, se instalaban en el mismo campamento junto a él, cerca de su tienda. En Las Navas, la guar-dia de negros rodeó la tienda del califa al-Nasir, por todas partes, armados con lanzas, espadas y adargas, atados unos a otros y pertrechados tras unos troncos de puntas afiladas y unidos por cade-nas. Al arzobispo de Toledo le llamó la atención la elevada estatura y gran obesidad de estos guerre-

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Caballería pesada almohade que ocupó las alas de la zaga, en el despliegue musulmán en la batalla. Las figuras representan a beréberes de piel morena, con tonalidades azuladas en túnicas y turbantes.

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Los ejércitos contendientes en la batalla de las Navas de Tolosa.

ros que se encontraron muertos junto al palenque. Tras el hundimiento del ejército musulmán en el campo de batalla, todavía prestarían un último servicio al califa, que en su precipitada huida fue acompañado por un fuerte destacamento de negros.

Los arqueros a caballo turcos o kurdos, los que las fuentes denominan agzaz (guzz en singular), parece ser que se trata de unos clanes turcomanos procedentes del Turkestán occidental que terminaron integrándose en el ejército almohade como mercena-rios, formando un cuerpo de élite muy específico: “los arqueros montados” que dieron al ejército al-mohade una mayor movili-dad. Ligeramente armados, en especial del arco com-puesto, eran capaces de disparar sin necesidad de

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Los famosos arqueros a caballo musulmanes. Los dos de la derecha los agzaz o arqueros turcos que hicieron estragos en las filas cristianas.

Recreación de la batalla de las Navas de Tolosa según grabado de Janet de 1836? en la

obra Historia General de España y de sus Indias, de Victor Gebhardt (Madrid, 1861-)

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bajar de sus monturas, rodeando a sus enemigos si estaban fijos sobre el terreno, acribillándolos con sus flechas a una distancia prudencial, y retirarse ante la carga de la caballería pesada. Normalmen-te, los califas los situaban en la vanguardia de sus formaciones, abriendo la lucha e intentando pro-vocar a los rivales. En Las Navas parece que actuaron junto a los árabes en los días previos a la ba-talla, provocando a los cruzados en su propio campamento mediante el lanzamiento de flechas, en un intento de que éstos abandonaran sus defensas.

Otra cuestión fundamental que debe tomarse en consideración a la hora de analizar la composición del ejército almohade es la contribución de las cábilas árabes. Procedían de las tribus árabes de Ifriqiya que fueron integradas en el ejército almohade en el siglo XII, tras su sometimiento y even-tualmente instalados en el Magreb y en al-Ándalus como contingentes del ejército. La forma de combatir de estas tropas, estaba en consonancia con su forma de vida que consistía en vivir del pi-llaje y el saqueo de las poblaciones sedentarias, lo que requería realizar ataques por sorpresa, domi-nar la monta, llevar consigo un bagaje poco pesado, evitar el contacto directo y el combate abierto con el adversario, excluir de sus objetivos los sitios fortificados o de difícil acceso, preferir los luga-res llanos y huir lo más rápidamente posible del escenario, antes de que los agredidos pudieran pre-parar una respuesta. Cuando se encontraban con el enemigo en campo abierto, especialmente en te-rreno llano y al inicio de los combates, formaban una vanguardia que desarrollaba tácticas de ataque

y retirada rápida, es de-

cir, el tornafuye, con las que pretendían no sólo causar bajas entre los ad-versarios, sino también provocar en ellos una reacción desordenada y dislocar la formación, para volverse y contraata-car después de manera inesperada, causando el pánico entre sus perse-guidores. Tal táctica se complementaba con la organización de una reta-guardia fuerte donde en-contrar refugio entre un ataque y otro, formada por sus bagajes, ganados e incluso de sus mujeres. Al parecer, la presencia de estas últimas les impe-lía a luchar con bravura y

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Caballería ligera árabe que en la batalla practicó la técnica del “tornafuye”, es decir, ataque y retirada, que tanto daño causó en el ejército cristiano.

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resistir las acometidas del adversario, en la certeza de que si huían perderían no sólo su riqueza, sino tam-bién a sus esposas e hijos. Aquel aparentaba ser un comportamiento desorde-nado, pero estaba perfecta-mente diseñado, requería una gran habilidad y podía llegar a resultar letal para los más inexpertos. Para este tipo de táctica es im-

prescindible montar a la ji-

neta, es decir, con estribos más cortos y las piernas li-geramente flexionadas, lo que permite un mayor con-trol de la montura, haciéndola más manejable y veloz. Los efectivos árabes representaban un por-centaje muy significativo en los contingentes califales, entre el 20 y el 50 por ciento. Sin embargo, la utilización de contingentes árabes tenía una contrapartida no deseada. Acostumbrados a guerrear por su propia cuenta, criados en la tradición del pillaje y el botín, y difícilmente encuadrables en las estructuras regulares de los ejércitos por su propia forma de combatir, se destaca en ellos cierta pre-disposición a la acción imprevista y descoordinada, a actuar al margen de las órdenes recibidas, a la insubordinación y a la disciplina. A este respecto, no podemos estar seguros de cuál fue la actuación de los árabes durante la batalla de Las Navas de Tolosa, pero determinadas fuentes sugieren que hu-yeron precipitadamente ante las primeras presiones cristianas. Tanto los árabes como los arqueros a

caballo, los agzaz, estuvieron desplegados en la batalla, en las alas, es decir, a la derecha y a la iz-quierda del cuerpo central de los almohades. No obstante, los califas almohades tenían en gran esti-ma a las tropas árabes por su valor y arrojo personal, lo que se traducía en una situación de privile-gio que se refleja en el pago de las soldadas, pues mientras un jinete almohade cobraba diez u ocho dinares, según estuviera completo o no su equipo, mientras que el caballero árabe recibía veinticin-co o quince, según el caso; el peón almohade, entre cinco y tres, y el árabe, siete.

Teniendo en cuenta que al-Ándalus no fue una sociedad organizada para la guerra, pues prefirió pagar a mercenarios procedentes del norte de África, o bien de los reinos cristianos, que mantener un ejército regular. No obstante, en la batalla de Las Navas de Tolosa el ejército andalusí estuvo formado por un contingente de tropas nada despreciable, especialmente valorado por los califas al-mohades por el conocimiento del medio y del enemigo peninsular, ya fuera éste cristiano o musul-mán. Desde el punto de vista táctico, en las batallas campales las tropas andalusíes podían hacer una aportación relevante, al estar dotadas de un armamento personal pesado, similar al de sus oponentes

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Caballería andalusí. A la izquierda, caballería pesada al estilo cristiano con cota de malla cubriendo al caballo; en el centro, caballero mercenario cristiano al servicio de los musulmanes; y a la derecha jinete de la caballería media andalusí.

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cristianos. Los testimonios de algunos autores musulmanes permiten saber que la caballería anda-lusí de principios del siglo XIII había adoptado buena parte de la panoplia de sus vecinos del norte y que, en consecuencia, se había dotado de una caballería acorazada que empleaba doble cabalgadura por jinete, caballos cubiertos por cotas de malla, cascos robustos, lorigas largas, grandes escudos colgados al cuello, lanzas gruesas y largas, sillas de arzón trasero alto, estribo largo e incluso divi-sas sobre sus armas. En definitiva, una caballería más pesada que la magrebí, perfectamente compa-rable, por su armamento y forma de combatir a la cristiana. En el despliegue en el campo de batalla, ocuparon el centro junto a los almohades, dando consistencia a la presumible carga de la caballería pesada, como así fue. Algunas fuentes musulmanas culparon a los andalusíes, de la derrota del ejército musulmán en Las Navas, al desertar del campo de batalla a la primera carga de la caballería pesada cruzada, arrastrando en su deserción a árabes, beréberes, y en definitiva a todo el ejército al-mohade. Este punto controvertido, no está muy claro y tampoco este es el momento de aclararlo.

Tradicionalmente, un elemento que suele aparecer en los ejércitos del islam occidental, por lo me-nos desde principios del siglo XI, es el formado por los llamados mercenarios cristianos al servi-cio de los poderes políticos musulmanes. En este apartado no se ponen de acuerdo los autores que han escrito, recientemente, sobre Las Navas de Tolosa. Este tipo de tropas, como profesionales de la guerra ofrecían experiencia y valor, y sus tradiciones militares hacían de ellos una pieza clave para los dispositivos tácticos empleados por los contingentes beréberes en los combates en campo abier-to. En este sentido los cristianos estaban acostumbrados a combatir en línea, mantenerse firmes frente a los ataques enemigos y conservar la formación cerrada durante las batallas. Esta forma de luchar resultaba particularmente útil para los dirigentes militares magrebíes, que necesitaban unas tropas de confianza, con estas características, para organizar la retaguardia y crear un cerco donde ellos estuvieran seguros y sus tropas encontraran un punto de referencia y apoyo. Teniendo en cuen-ta los precedentes, la sugerencia de que real-mente hubo contingentes cristianos en el ejérci-to almohade que sucumbió en Sierra Morena no resulta descabellada.

Un último elemento del ejército califal al-mohade que sí tuvo una amplia presencia en Las Navas de Tolosa fue el formado por los vo-luntarios de la guerra santa. El origen de yihad que se consideraba como una meritoria manifestación de espiritualidad, piedad y devo-ción. El papel de los voluntarios religiosos en los ejércitos, no cabe duda que fueron muy se-cundarios. La participación en la guerra de los voluntarios, suponía la renuncia a la vida mate-rial, y su aspiración a alcanzar el paraíso por la vía del martirio en el campo de batalla. En la

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Algunos de los personajes musulmanes que acudieron a la batalla como voluntarios del yihad (lucha contra el enemigo infiel) y cayeron heroicamente en la vanguardia del despliegue islámico.

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Los ejércitos contendientes en la batalla de las Navas de Tolosa.

jornada del 16 de julio de 1212, ocuparon un lugar en la vanguardia del ejército califal y fueron los primeros en salir al encuentro de los cruzados. Como era previsible, desaparecieron entre las filas de los cristianos, quienes los cubrieron y combatieron terriblemente, razón por la cual todos murie-ron mártires, sin dejar uno. El análisis de las fuentes ha permitido a los especialistas identificar a un número significativo de ulemas, juristas, poetas, sabios, hombres de vida religiosa y piadosa, en ge-neral dedicados a las letras y el saber, procedentes tanto de al-Ándalus, como del norte de África, que encontraron el martirio durante la jornada de Las Navas, o que murieron poco después como consecuencia de las heridas sufridas en el combate.

5. Conclusión

Un tema en el que no se ponen de acuerdo los distintos autores que han escrito sobre la batalla de Las Navas de Tolosa es si la batalla fue decisiva o no y en qué aspectos, asunto que aquí no procede tratar y para el que remitimos al libro de Francisco García Fitz sobre la batalla donde se explica ex-traordinariamente bien.

Lo que sí se puede indicar, en mi opinión, es que sí hubo un perfeccionamiento en la táctica mili-tar de los cristianos, que supuso un elemento eficaz en contra de las tácticas musulmanas. En cuanto

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Grabado procedente de la obra Historia de la Villa y Corte de Madrid (1861) de José Amador de los Ríos.

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al armamento cristiano, a principios del siglo XIII, evolucionó de manera extraordinaria, tanto las armas ofensivas como las defensivas, progreso que en el bando musulmán no fue tan notorio.

Hasta la batalla de Las Navas, era el ejército musulmán el que tenía la iniciativa y entre las filas cristianas el temor a las tácticas musulmanas causaba el pánico y en particular había un gran temor a las tropas especializadas en las armas arrojadizas: arqueros a pie y a caballo, honderos, lanzadores de jabalina, azagayas y, en menor medida, ballesteros.

Otra cuestión importante en la victoria de Las Navas, o al-Iqab para los musulmanes, fue el refor-zamiento de la moral de combate del ejército cristiano, que supo mantener el amplio territorio con-quistado en la campaña previa a la batalla.

6. Selección de bibliografía

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Diversos tiradores del bando musulmán. A la izquierda, un hondero; a continuación,un lanzador de jabalinas y, finalmente, dos arqueros y un ballestero.

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Caminos y lugares de Sierra Morena

en torno a la Batalla de las Navas de Tolosa

Paths and places in Sierra Morena around the battle of Navas de Tolosa

Manuel Roll GrandeArchivo Histórico Provincial de Jaén

Correo-e: [email protected]

Resumen: Aunque la bibliografía existente sobre la Batalla de las Navas de Tolosa es muy abundante, este trabajo se centra en analizar los caminos y lu-gares de Sierra Morena que tuvieron un protagonis-mo durante esta campaña militar. Para conocerlos, seguiremos el relato ordenado que hace de la cam-paña uno de sus promotores, el Arzobispo Jiménez de Rada, a través de su obra, De rebus Hispaniae - Historia de los Hechos de España-, utilizada por los investigadores como fuente primordial para la re-construcción minuciosa del itinerario seguido por los combatientes cristianos. Además, en este trabajo intentaremos reflejar las distintas aportaciones rea-lizadas por los investigadores en la resolución de aquellos aspectos todavía controvertidos de la geo-grafía de la Batalla.

Abstract: The bibliography about the Battle of Navas de Tolosa is very extensive, but the purpose of this work is to study those roads and places in Si-erra Morena that had a protagonism during the mil-itary campaign. In order to identify them, we will follow the statement made by Arzobispo Jiménez de Rada, one of the promoters of the campaign, across his work, De rebus Hispaniae –A General History of Spain-, that is used by the researchers as a basic source for the reconstruction in great detail of the it-inerary taken by the Christian troops. In addition, in this work we will try to reflect the different contri-butions carried out by the researchers in the resolu-tion of those still controversial aspects about the geography of the Battle.

Palabras clave: Navas de Tolosa; Sierra Morena; batalla; Reconquista; Alfonso VIII; Almohades; ca-minería.

Key words: Navas de Tolosa; Sierra Morena; battle; Reconquest; Alfonso VIII; Almohads; History of roads.

1. Introducción

Desde que se desarrolló la Batalla, hace ya ochocientos años, podemos decir que no se ha perdido en ningún momento el recuerdo de este acontecimiento. Como ejemplo, el Catastro de Ensenada, un fondo documental que tuvo en origen una finalidad eminentemente recaudatoria y que ahora tiene

Alcazaba, 12-13 (2012-2013), 85-116 - ISSN: 1886-1180

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Caminos y lugares de Sierra Morena en torno a la Batalla de las Navas de Tolosa.

un valor inestimable para la investigación histórica, recoge lo siguiente en las Respuestas Generales de la localidad de Vilches:

“A la primera pregunta, dijeron que esta villa es conocida, en este Reino de Jaén, por el nombre

de la de Vilches, en cuyo término y, en el célebre sitio de Las Navas de Tolosa, el rey de Castilla,

don Alfonso el Bueno, auxiliado de los de Aragón y Navarra, y de muchos potentados eclesiásticos

y seculares, presentó batalla a los moros el día diez y seis de julio, año de mil doscientos y doce;

con tan milagrosos efectos, como haber muerto doscientos mil infieles, y haberse echado menos

sólo veinte y cinco cristianos, siendo el número que pelearon de éstos muy inferior al de aquellos

[…]”.1

La Batalla de las Navas tuvo un gran impacto sobre la sociedad de la época, y todavía mantiene en nuestro tiempo su interés para las nuevas generaciones de investigadores y para el público en gene-ral. A diferencia de otros importantes acontecimientos históricos, en las Navas de Tolosa es posible todavía hoy recorrer los lugares y caminos que pisaron los protagonistas de estos hechos.

La bibliografía y los trabajos de investigación sobre la Batalla son abundantes, y han aumentado en los últimos años con motivo de la llegada del octavo centenario. Estos trabajos han tratado todos los aspectos relacionados con este acontecimiento: las fuentes escritas para su estudio, la biografía de los protagonistas, el análisis del momento histórico en el que tuvo lugar o de las consecuencias políticas de la victoria cristiana. Sin olvidar, por supuesto, el estudio exhaustivo de la campaña des-de el punto de vista militar, incluyendo las tácticas y armamento de cada ejército combatiente.2

Algunos trabajos de investigación se han ocupado también en reconstruir con detalle el itinerario seguido por los dos ejércitos, identificando con el máximo de precisión el escenario geográfico don-de con mayor probabilidad se desarrolló cada episodio de la campaña militar3. En realidad, cual-quier estudio sobre la Batalla no puede olvidar dedicar algún espacio a este aspecto.

Para identificar los lugares y caminos que tuvieron relación con la campaña de Las Navas se han utilizado preferentemente las fuentes escritas, especialmente las crónicas y documentos más o me-

nos contemporáneos a la Batalla4. Entre estas fuentes sobresale la llamada De rebús Hispaniae o

Historia de los Hechos de España, redactada en latín entre 1225 y 1246 por el Arzobispo don Ro-drigo Jiménez de Rada, promotor de la campaña de Las Navas y testigo excepcional y cualificado

1 Libro Maestro de Legos. Archivo Histórico Provincial de Jaén. Sign 79622 Ambrosio HUICI MIRANDA. Estudio sobre la campaña de Las Navas de Tolosa. Valencia: Anales del Instituto Ge-

neral y Técnico de Valencia. 1916; Francisco GARCÍA FITZ. Las Navas de Tolosa. Barcelona: Ariel, 2005; Martín

ALVIRA CABRER. Las Navas de Tolosa 1212. Idea, liturgia y memoria de la batalla. Madrid: Silex, 20123 Principalmente los trabajos de: Carlos VARA THORBECK. El lunes de las Navas. Jaén: Universidad de Jaén, 1999;

María Dolores ROSADO LLAMAS y Manuel LÓPEZ PAYER La Batalla de las Navas de Tolosa, historia y mito. Jaén: Caja Rural de Jaén, 2001.4 Para el conocimiento de estas fuentes, además de todos los citados anteriormente: Juan Carlos TORRES JIMÉNEZ.

El texto latino del Arzobispo Don Rodrigo Jiménez de Rada y otras fuentes primigenias sobre la Batallas de las Navas

de Tolosa. Jaén: Comisión Organizadora del VIII Centenario-La Carolina 2012, 2011.

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de los hechos que allí sucedieron. En este trabajo hemos utilizado la edición de Juan Fernández Val-verde, de Alianza Editorial5.

El estudio de las crónicas y cartas escritas por los protagonistas del acontecimiento, debe comple-mentarse necesariamente con la utilización de cualquier otra fuente útil para la investigación históri-ca. En la reconstrucción de la campaña de las Navas, y en cualquier estudio de caminería histórica, es necesario consultar especialmente la cartografía histórica y moderna de la zona, los relatos de viajeros que pasaron por allí, y los documentos donde se plasman los deslindes y amojonamientos entre términos, sin olvidar los estudios arqueológicos del terreno, que siempre son insuficientes. Además, resulta imprescindible un reconocimiento directo del entorno físico, que proporciona al in-vestigador una visión complementaria a la que aportan otras fuentes.

2. El camino hacia Sierra Morena

2.1. Los primeros días de la campaña

En la obra de Carlos Vara se reconstruye con detalle el itinerario seguido por el ejército cristiano desde su partida de Toledo, donde se habían concentrado las tropas. La Crónica indica que salieron el día 20 de junio de 1212, en dos grupos: en la vanguardia, las tropas de ultramontanos capitanea-das por Diego López de Haro, y a una cierta distancia marchó el resto de las tropas guiadas por el

rey de Castilla y el de Aragón, aunque la Crónica dice que “no era grande el tramo que separaba

los ejércitos”. Otras fuentes documentales, como la carta del arzobispo de Narbona indica que la salida fue el día 19, aunque podría referirse solamente a la vanguardia formada por los ultramonta-nos, capitaneados por Diego López de Haro, en la que se incluía el propio arzobispo Amalarico.

Los primeros días avanzaron en dirección sur por territorio relativamente seguro, en etapas que se ha calculado serían de unos 15 o 16 Km. diarios. El camino utilizado sería el que unía Toledo con Córdoba, que pasaba por la importante ciudad musulmana de Calatrava.6

Durante toda la campaña será una constante, hasta las jornadas que pasaron en las alturas del Puer-to del Muradal y en la Mesa del rey, situar los campamentos cerca de los cauces de los ríos, que en esta época del año llevarían un caudal muy escaso, y siempre en un cerro o elevación de mediana altitud.

La Crónica explica que “el primer día (día 20) se acampó junto al cauce del Guajaraz; el segundo

(día 21) junto al Guadacelet; el tercero (día 22), junto al Algodor”, aunque se dice que los ultra-

montanos se adelantaron y ”plantaron su campamento junto al “Guadalferza”. Desde aquí, la van-guardia se dirige a tomar el castillo de Malagón, ya en Ciudad Real, que todos los investigadores coinciden fue el día 24. Es este el primer hecho bélico que se menciona de la campaña de las Navas. Al día siguiente (25 de junio) llegaría el resto de las tropas, que descansaron en este lugar un día (26 de junio).

5 Rodrigo JIMÉNEZ DE RADA. Historia de los hechos de España. Edición de Juan Fernández Valverde. Madrid:

Alianza Editorial, 1989

6 ROSADO LLAMAS y LÓPEZ PAYER La Batalla de las Navas de Tolosa, 115.

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Caminos y lugares de Sierra Morena en torno a la Batalla de las Navas de Tolosa.

2.2 La toma de Calatrava

Desde Malagón, las tropas avanzan conjuntamente (27 de junio) en dirección sur hacia la impor-tante ciudad de Calatrava, situada en la margen izquierda del río Guadiana. Actualmente es un des-poblado cercano a la localidad de Carrión de Calatrava, que forma parte de la red de parques ar-queológicos de Castilla-La Mancha.

La fortaleza de Calatrava había sido sede de la orden militar del mismo nombre, desde su funda-ción en 1158 hasta que la derrota cristiana de Alarcos en 1195 había supuesto la pérdida de los cas-tillos que defendían la frontera sur del reino de Castilla. La fortaleza se sitúa en una zona bastante llana, pero contaba con importantes elementos de protección. Los cristianos en su acercamiento des-de Malagón, vendrían por su flanco norte, protegido por el cauce del río Guadiana, que se verían obligados a cruzar. El cauce del río, ancho y poco profundo llevaría muy poco caudal en esa época del año, pero las fuentes dicen que los musulmanes habían dispersado en los vados de los ríos pin-chos de hierro para dañar a caballerías y peones. Los otros flancos estaban fuertemente amurallados, y contaban con fosos inundables. Después de los primeros combates, tras alcanzar un pacto, los de-fensores capitulan y entregan la ciudad (1 de julio). En los días siguientes de acampada en Calatra-va, los descontentos ultramontanos abandonan la campaña (3 de julio), y el ejército cristiano conti-núa su marcha (4 de julio) solamente con los efectivos peninsulares y algunos caballeros ultramon-tanos que decidieron quedarse.

2.3 La continuación de la campaña

El siguiente hecho bélico es la toma de la fortaleza de Alarcos7, y el de otros castillos en el entorno del río Guadiana, que estaban en poder de los musulmanes desde la derrota cristiana de 1195, men-cionándose los de Piedrabuena, Benavente y Caracuel (5 y 6 de julio). La Crónica de Jiménez de Rada explica que es durante la parada de Alarcos cuando las tropas navarras alcanzan a los expedi-cionarios. Otras fuentes, las cartas de los arzobispos de Narbona y Toledo, dicen que el encuentro tuvo lugar en Calatrava, entre los reyes de Aragón y Navarra, y que juntos alcanzaron al rey caste-llano en Alarcos. Sin embargo, la carta de Alfonso VIII al Papa afirma que Sancho VII se unió al ejército en el cerco al castillo de Salvatierra. La acampada en los alrededores de esta fortaleza, to-mada por los almohades a los calatravos el año anterior, tuvo lugar los días 7 al 9, pero parece que se decidió eludir su conquista para no demorar más la marcha del ejercito, en un momento crucial para la campaña militar. Salvatierra permanecerá en poder de los musulmanes hasta el año 1225, cuando ya se había construido por parte de los calatravos el frontero castillo de Calatrava la Nueva.

2.4 Los movimientos del ejército musulmán

Tras la ruptura por parte de los cristianos de la tregua que había estado vigente desde la derrota de Alarcos, los musulmanes también se preparan para la contienda.8 El ejercito almohade se concentra en Marrakech, desde donde parte en el mes de febrero. La marcha es lenta y hay continuos proble-

7 Antiguo oppidum ibérico, actualmente forma parte junto con Calatrava la Vieja de un Parque Arqueológico.

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mas de avituallamiento que contribuyen al malestar de las tropas. El paso de una orilla a otra del es-trecho finaliza a mediados de mayo, y desde Tarifa se dirigen a Sevilla donde llegan el día 30. Tras reunirse con los contingentes andalusíes, prepara una campaña contra la fortaleza de Salvatierra, punto estratégico al sur del Guadiana, que había sido conquistado por sorpresa por los calatravos en 1198. Salvatierra se rinde en el verano de 1211, y a su regreso a la capital hispalense, el califa al-mohade recibe noticias de los preparativos de la cruzada cristiana.

Las fuentes musulmanas indican que la partida de Sevilla se realiza en el mes de junio de 1212, en fecha muy parecida a la salida cristiana de Toledo. La Crónica nos dice lo siguiente sobre el movi-miento de tropas:

“Mahomat, el rey de los agarenos, había concentrado sus fuerzas en las montañas cercanas a

Jaén, y allí aguardaba al ejército cristiano. No tenía la intención de combatir, […] sino de sor-

prenderlos a su vuelta, cuando quizás los cristianos […] carecieran de recursos para hacerle fren-

te”.

Por tanto, después de su salida de Sevilla, los musulmanes se concentrarían en los alrededores de Jaén, esperando el desarrollo de los acontecimientos. Las fuentes musulmanas indican que allí reali-zarían los últimos preparativos para la contienda, y sobre todo estarían esperando a que disminuyera el caudal de las aguas del Guadalquivir, que estaba muy crecido por la abundancia de precipitacio-nes en un año que debió ser inusualmente lluvioso.

Sin embargo, las fuentes cristianas explican que el califa almohade no estaba dispuesto a presentar batalla, pese a la superioridad de sus tropas, y confiaba en que las dificultades de la campaña obli-garían a ralentizar el avance de los invasores, agotar sus fuerzas y decidir el regreso antes de cruzar la Sierra.

Durante la retirada, desmoralizadas las tropas, serían un objetivo vulnerable y podrían ser extermi-nados sin apenas riesgo.

Según estas mismas fuentes cristianas, la estrategia militar de los almohades parece cambiar cuan-do le llegan noticias al califa sobre la deserción de los temidos cruzados ultramontanos tras la toma de Calatrava. En este momento decidiría tomar la iniciativa y esperar a los cristianos cerca del paso de la Sierra, tomando los puntos más fáciles de defender. La Crónica dice:

“Mahomat rey de los agarenos […] llegó a Baeza, y desde allí destacó a algunos hacia las Navas

de Tolosa para que cortaran el paso a los cristianos en un punto estrecho de su paso […] y para

que, si los cristianos no se habían apoderado de la cima de la montaña, se apostaran en la cornisa

del monte para impedir la subida del ejercito cristiano”.

8 Para el estudio de la expedición almohade, entre otros: ROSADO LLAMAS y LOPEZ PAYER. Las Navas de Tolosa,

61-89; Carlos VARA THORBECK. Las Navas de Tolosa. Barcelona; Edhasa, 2012, 301-312; Ambrosio HUICI MI-

RANDA. Estudio sobre la campaña de las Navas de Tolosa. Pamplona: Edición de Roldán Jimeno. Pamiela. 2011, 83-110

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Caminos y lugares de Sierra Morena en torno a la Batalla de las Navas de Tolosa.

3. La campaña en Sierra Morena

3.1 La llegada a las faldas del Muradal desde el castillo de Salvatierra

La Crónica de Jiménez de Rada explica de manera muy somera el acercamiento del ejército cris-

tiano a Sierra Morena: “Y permaneciendo allí (en Salvatierra) otro día más (9 de julio), cubrimos

etapa en un lugar que se llama Fresnedas (10 de julio); luego en otro del mismo nombre (11 de ju-

lio); al tercer día, en las faldas del Muradal, en Guadalfaiar (12 de julio)”. Por otro lado, se dice

que “Diego López de Haro, a quién se había confiado la conducción del ejército, envió en avanza-

dilla a su hijo Lope Díaz […] para que se anticipasen a apoderarse de la cornisa del monte”. Por lo tanto, se interpreta que esta avanzadilla llegaría al Muradal el día 11, un día antes que el resto del ejército.

Con estas informaciones, los investigadores han situado los lugares a los que se refiere el relato, aunque con algunas divergencias, que intentaremos exponer. Para ello, dividiremos el itinerario en dos partes:

3.1.1 El camino desde Salvatierra hasta las Fresnedas

El grueso del ejército cubriría este recorrido en dos etapas, los días 10 y 11 de julio. Las tropas en su avance tomarían una dirección noroeste-sureste, para situarse al pie de Sierra Morena. Sobre la

identificación del “lugar que se llama Fresnedas”, actualmente existe un importante río con este nombre en la zona9. Tiene su nacimiento en la vertiente norte de la Sierra de San Andrés, en el tér-mino municipal del Viso del Marqués, y en su tramo superior se denomina río Jorge. Su curso co-mienza tomando dirección norte, aproximándose a la población del Viso (embalse nuevo de Fresne-das), pero después, tras describir un amplio arco, toma definitivamente dirección sur. Después de unir sus aguas con los ríos Ojailén y Montoro, se interna en la provincia de Jaén ya como río Jándu-la. Por tanto, el texto de la Crónica indicaría que el ejército en su marcha hacia el Muradal acampa-ría y tendría que cruzar dos veces este mismo río, lo que en la actualidad sigue sucediendo cuando se recorre la zona en dirección oeste-este.

El castillo de Salvatierra está situado en una cresta rocosa de la Sierra de la Atalaya y tenía un gran valor estratégico, en un flanco del llamado Puerto de Salvatierra o de Calatrava, guardando un paso natural entre la Sierra y la llanura manchega. Sobre el camino seguido por las tropas no hay unanimidad10, aunque la mayoría de los investigadores se inclina por el trayecto más corto, que dis-curriría rodeando esta Sierra de la Atalaya por su vertiente norte, cerca donde se sitúa hoy la locali-dad de Calzada de Calatrava, y tomando una dirección sureste que les acercaría a los alrededores de la actual localidad del Viso.11 Este antiguo camino seria con el tiempo el origen de algunas pobla-ciones de la zona, como el Viso del Marqués, antiguamente llamada el Viso del Puerto Muradal, y

9 Llamado también río Fresneda10 Manuel CORCHADO SORIANO “Pasos naturales y antiguos caminos entre Jaén y La Mancha”. Boletín de Estudios

Giennenses, nº 38 (1963) 9-40. Este autor, aunque explica que habría dos posibilidades, considera que la opción sur,

cruzando el Puerto de Calatrava, es “la más natural y libre de obstáculos”.11 Coinciden en este punto el trabajo de Carlos Vara y el de Rosado Llamas y López Payer.

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dejaría su impronta en el callejero de la localidad, con una calle Real que tiene una marcada orienta-ción noroeste-sureste12.

3.1.2 El camino desde Las Fresnedas hasta el Guadalfajar.

Situado el ejército en la zona de las Fresnedas Altas, cerca de la actual población de El Viso del

Marqués, la siguiente etapa del día 12 de julio les llevaría “a las faldas del Muradal, en Guadal-

faiar”. Sobre el camino seguido por el ejército, así como sobre la ubicación del lugar exacto al que se refiere el texto hay, sin embargo, algunas divergencias en los trabajos de los investigadores.

3.1.2.1. Las faldas del Muradal, en Guadalfajar

Comenzaremos diciendo que hay unanimidad en la identificación del río o curso de agua que se llama Guadalfajar, nombre de origen árabe, con el actual río Magaña, único curso de agua de que se puede decir que discurre al pie del Muradal en su vertiente norte, en sentido longitudinal a la cadena montañosa.

Según el Diccionario de Madoz, el Magaña “nace de unas fuentes que hay en un barranco del

mismo nombre en el término del Viso del Marqués”. El río, siguiendo una dirección orientación no-roeste-sureste, entra pronto en tierras de Jaén, actual término de Santa Elena, en pleno Parque Natu-ral de Despeñaperros. Estas tierras se incluían en la feligresía de Magaña, que formaba parte del proyecto colonizador de las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena de Carlos III, y por tanto dentro del Reino de Jaén, pero anteriormente formaban parte del concejo del Viso. Después de cruzar otra vez el término del Viso, llega al de Almuradiel. A la altura de Venta de Cárdenas se le denomina río Almuradiel, cambiando otra vez su nombre al de río Despeñaperros cuando atraviesa el estrecho de este nombre.

Desde su nacimiento, el río discurre muy encajado en el terreno, formando pequeños estrechos u hocecillas, aprovechados para construir algún pequeño embalse, y solamente suaviza su cauce un par de kilómetros antes de su confluencia con el río Cabezamalo, que se produce a la altura de Ven-ta de Cárdenas. El cruce del río Magaña por la nueva carretera construida por el ingeniero Carlos Lemaur se realizaba mediante un monumental puente que todavía se conserva.

Respecto al Puerto del Muradal, con este nombre actualmente se denomina el sector de Sierra Morena, dentro del término municipal de Santa Elena, situado inmediatamente al oeste del desfila-dero formado por el río Despeñaperros. El otro sector, el del Puerto del Rey, se sitúa al oeste del Muradal, delimitado por el Collado de la Estrella. Sin embargo, en la documentación medieval, el término Muradal incluiría los dos sectores, mientras que en el siglo XVIII, antes de la construcción de la nueva carretera por Despeñaperros, la denominación más utilizada era de Puerto del Rey, por el abandono progresivo del camino del Muradal y su sustitución por el Camino Real del Puerto del Rey. El Muradal se menciona con frecuencia en los documentos que tratan de la delimitación de tér-minos municipales, desde que en 1231 el rey Fernando III dota de territorio a Baeza después de la

12 José MUÑOZ DEL CAMPO. “De Salvatierra a la Eruela. Caminos ignotos”. El Viso Único, 14 (2003)

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Caminos y lugares de Sierra Morena en torno a la Batalla de las Navas de Tolosa.

conquista,13 hasta que, ya en época de Carlos III, se incorpore al reino de Jaén el sector entre el Puerto del Muradal y el del Rey, en su vertiente norte, para proporcionar tierras a la recién creada feligresía de Magaña.

3.1.2.2. El camino del Puerto del Rey

Sobre el camino seguido por las tropas en su acercamiento al Muradal, desde el Viso, los trabajos de Ambrosio Huici no dan detalles al respecto. Sin embargo, Carlos Vara, en su reconstrucción mi-nuciosa del itinerario, llega a la conclusión que para el desplazamiento desde la zona donde después se ubicaría la localidad del Viso, inexistente en esa época, el ejército utilizaría una antigua calzada romana, que será el futuro camino real del Puerto del Rey14. Este camino se identifica en todos los mapas antiguos y actuales de Instituto Geográfico Nacional y, como consecuencia también en los

13 José RODRÍGUEZ MOLINA. Colección documental del Archivo Municipal de Baeza. (siglos XIII al XV). Jaén: Di-

putación Provincial de Jaén, 2002, 1914 Coinciden en esta hipótesis otros autores como Rosado Llamas y López Payer.

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Vertiente norte de Sierra Morena. Cartografía © Instituto Geográfico Nacional de España.

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catastrales, con el nombre de “vía romana” o “antigua vía romana”, aunque en las inmedia-ciones del Viso se denomina como “camino de Magaña”.

Con una clara trayectoria norte-sur, atraviesa la llamada Sierra del Viso hasta llegar al Colla-do de los Lastonares, desde donde se interna en el Parque Natural de Despeñaperros, y por tan-to en la provincia de Jaén. Inicia su descenso hacia el valle formado por el río Magaña, pa-sando por las ruinas de la antigua aldea diecio-chesca del mismo nombre. Al llegar al río, ini-cia de nuevo la subida en dirección a las alturas del Puerto del Rey, pasando antes por las ruinas de la Venta del Marqués o Venta Bazana, anti-gua propiedad del Marqués de Santa Cruz. Des-de el Puerto del Rey, desciende hacia la aldea de Miranda, flanqueando la ladera oeste de la Mesa del Rey. Ya en el llano de Miranda, la vía continúa paralela al cauce del río Campana, cruza la actual carretera de Santa Elena a la Aliseda y se dirige al lugar de Venta Nueva, en el cruce de la carretera Madrid-Cádiz. Este ca-mino, identificado todavía en todos los planos actuales como vía romana, puede seguirse en

su recorrido a través de los actuales sistemas de información geográfica, que combinan la planime-tría con la fotografía aérea, histórica o actual.

El camino a través del Puerto del Rey, a partir de mediados del siglo XVII se comienza a utilizar como camino real para cruzar Sierra Morena, en detrimento del camino real que pasaba por el Puer-to del Muradal, y así seguirá hasta la construcción entre 1779 y 1781 de la moderna carretera por Despeñaperros. En el mapa de Gregorio Forst, fechado en 1653 aparece por primera vez la repre-sentación del Puerto del Rey y de la venta del Marqués, al norte del puerto, lo que indica que al me-nos en ese momento ya era un camino transitado.

En la actualidad, se superpone al camino una pista forestal que, por la rectificación en algunos puntos del trazado para hacerlo apto a la circulación de vehículos15, ha permitido que se hayan con-servado algunos tramos del camino en buen estado, como el que recorre el collado de Tazaplata, con una longitud de 640 m. Otro ejemplo de supervivencia de trazado antiguo es el del llamado “ca-mino del empedraillo” en la vertiente sur del Puerto del Rey, y muy cerca del acceso norte a la Mesa del Rey, un tramo de unos ciento cincuenta metros desafectado al tráfico rodado y protegido,

15 La circulación de vehículos está restringida en el ámbito del Parque Natural.

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El camino del Puerto del Rey y la aldea de Magaña en el plano parcelario del polígono 1 de Santa Elena. Archivo Hstórico Provincial de Jaén. Sign 48811

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Caminos y lugares de Sierra Morena en torno a la Batalla de las Navas de Tolosa.

que conserva todavía un firme empedrado. Tradicionalmente se ha asociado a una infraestructura romana, pero parece corresponder a una obra de los siglos XVII o XVIII16. En otros tramos se han conservado, pese las modificaciones efectuadas, los muros de contención del camino, obras realiza-das todas ellas de manera rudimentaria.

El camino del Puerto del Rey, pese a los intentos que se realizaron para adaptarlo al tráfico roda-do, no permitía por sus características intrínsecas el paso de carretas y vehículos cargados. Los testi-

monios de viajeros y de las guías de caminos de la época17 indicaban que “en El Viso se toman ca-

ballerías para el paso del Puerto del Rey”, lo cual significaba importantes beneficios para los con-cejos del Viso y de Baños de la Encina, este último propietario de la venta de Miranda.

Continuando la descripción que hace Carlos Vara del itine-rario, el ejército abandonaría la vía romana poco antes de cru-zar el cauce del Magaña, para dirigirse en dirección este. Pa-sarían, por tanto, entre los lla-mados cerros del Rey y de la Reina, hasta alcanzar el cauce del Magaña cerca del lugar donde después se asentaría la venta de la Iruela, al pie del Muradal. Este autor explica que en esa época ya no se utili-zaba la calzada romana para llegar a Andalucía a través del

Puerto del Rey, “en parte debi-

do a que las calzadas no se

usaban desde tiempos de los visigodos, y en parte, a que ésta en concreto estaba totalmente cerra-

da por la vegetación (...) Asimismo la pendiente de la calzada es también mayor que la del camino

del Puerto del Muradal (…)”.18 El campamento cristiano, según este autor, podría haberse instalado en un punto elevado, como el que representa el Cerro del Rey, que tiene 907m.

El paso por esta zona hacia las faldas del Muradal es, por otro lado, perfectamente posible. La Hoja 862 –Santa Elena- de la primera edición del Mapa Topográfico Nacional refleja la existencia de un camino con dirección noroeste-sureste, que se llamaba Camino del Portazguillo, hoy en día de difícil localización. En la actualidad existe en la zona una pista para vehículos con el nombre de Ca-

16 Rafael DE FEZ GALÁN. “El camino del Puerto del Rey”. En Carlos VARA THORBECK. Primeras Jornadas His-

tóricas VIII Centenario de la Batalla Navas de Tolosa.. Ayuntamiento de Santa Elena: Juan Carlos Torres Jiménez,

2012, 79-98.17 Matías ESCRIBANO. Itinerarios españoles o guías de caminos. 176718 VARA. El lunes de las Navas, 298-299

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Muro de contención en el camino del Puerto del Rey, Término del Viso. Fotografía: M.Roll.

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mino de la Estación de Venta de Cárdenas, que cruza el río Magaña por un puente moderno en las inmediaciones del vado de La Iruela.

3.1.2.3. Otros caminos al norte del Muradal

Existen, sin embargo, otras posibilidades para el recorrido desde la localidad del Viso hasta las faldas del Muradal19. La disposición de la Calle Real de las localidades de Calzada de Calatrava y del Viso del Marqués, indicaría la existencia de un antiguo camino que atravesaría estas poblacio-nes con dirección noroeste-sureste, en contraposición a la dirección norte-sur que representaría el camino del Puerto del Rey. Este camino, tras bordear la Sierra del Viso, no internándose en ella, se dirigiría en dirección norte-sur hacia el Muradal.

En ese caso, el camino atravesaría un terreno con menos dificultades orográficas, más apto para la marcha de un ejército que no puede tomar riesgos. Atravesando sin dificultad el cauce del río Cabe-zamalo, llegarían al del Magaña, que en esta zona, al pie del Muradal, presenta un cauce pedregoso, amplio y poco profundo, un auténtico vado natural, que no ofrece problema en la actualidad para el cruce con vehículos todo-terreno, ya que además no existe ningún puente para atravesar el río. En dirección norte aquí se puede enlazar, además, con el antiguo Camino del Cuarto de la Venta, apto para vehículos, que se dirige hacia la Autovía de Andalucía, donde se incorpora a la altura del km. 238.

Pasado el río en dirección sur, se encuentra el llamado Raso de la Iruela20, en un punto despejado y ligeramente elevado donde se situó durante siglos la Venta o Lugar de la Iruela. Todavía se adivi-

19 Jesús SÁNCHEZ SÁNCHEZ.: “Los caminos del Muradal (I y II)”. El miliario extravagante”, 82 y 83 (2002); José

MUÑOZ DEL CAMPO. El Viso del Puerto del Muradal I, siglos XIII-XVIII. Madrid: José Muñoz del Campo, 2009.20 Respecto a la toponimia, se puede encontrar en los textos como Eruela, Liruela, Riluela, Higueruela, etc.

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Vista desde el este del Raso de la Iruela en la vertiente norte del Muradal. Fotografía: M.Roll.

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Caminos y lugares de Sierra Morena en torno a la Batalla de las Navas de Tolosa.

nan formando un montículo artificial, las ruinas de la famosa Venta, que era paso obligado en el ca-mino entre Toledo y Granada, y es mencionada a menudo en los relatos de viajeros. Según los Re-pertorios de Caminos del siglo XVI esta venta se encontraba a dos leguas del Viso, hacia el norte, y a otras dos de la Venta de los Palacios (Santa Elena), hacia el sur. La Venta de la Iruela, y por tanto el Camino Real del Muradal, estarían todavía en funcionamiento en el momento de redacción del Catastro de Ensenada21.

El lugar parece cumplir todas las características para que acampara un ejército de la época: se trata de un lugar amplio y despejado, cercano a un abastecimiento de agua, pero elevado sobre el nivel del río para evitar el riesgo de una inundación repentina. Se encuentra, sin embargo, dominado por las alturas del Muradal y la Loma del Rancojo, lo cual no sería problema ya que en este momento el puerto estaría controlado por las avanzadillas capitaneadas por Diego López de Haro.

Una visión diferente es la de Eugenio Molina de la Torre, que publica dos interesantes trabajos en la revista Don Lope de Sosa, en 1913 y 1916, sobre los lugares de la Sierra que pudieron tener un protagonismo durante la campaña de las Navas, aunque sus conclusiones no coinciden exactamente con las tesis actuales. Explica que, aunque pasaron por La Iruela, el lugar era demasiado pequeño

para que acampase un “ejército de muchos cientos de miles de hombres”, y propone que el campa-mento se situaría al este del Muradal, en una explanada recorrida por el Magaña situada cerca de la localidad de Venta de Cárdenas. El ascenso hasta las alturas del Puerto se realizaría, por tanto, no

por el camino del Muradal sino por “una vereda antiquísima que va de Saliente a Poniente, desde

la Fuente de la Teja, situada al lado de la carretera hasta la gran explanada del puerto […]”22, que coincidiría en parte con el antiguo camino del Rancojo. Esta hipótesis para la subida al Muradal, no compartida por los investigadores actuales, es similar a la que argumenta Hernández Pacheco23, que sostiene que, para evitar el control de las alturas de los puertos por parte de los musulmanes, los cristianos se trasladarían desde su campamento en el Cerro del Rey hasta la Loma del Rancojo, para desde aquí ascender al Puerto por detrás del Collado de la Ensancha, iniciando el descenso de la Sierra por la vertiente sur del Muradal.

Sin embargo, la existencia de estas veredas está documentada en el relato que realiza el Conde de

Toreno del paso de los invasores franceses por Sierra Morena en 181024, cuando dice que: “la divi-

sión del general Gazán acometió el puerto del Muradal con una de sus brigadas, y con la otra se

encaramó por entre este paso y Despeñaperros(…)”Las tesis más extendidas explican que sería el camino del Puerto del Muradal25 el acceso de los

cristianos a las alturas de la Sierra. Sobre los orígenes de este camino, que algunos consideran de

época romana, se trataría de “un camino de herradura de origen altomedieval, relacionado con la

21 En las Respuestas Generales de la villa del Viso se explica, entre otros asuntos, que la Venta de Leruela pertenecía a la Encomienda de Mudela, que también poseía el derecho del portazgo del Puerto del Muladar.22 Eugenio MOLINA DE LA TORRE. “Excursión histórico-pedagógica a las Navas de Tolosa”. Lope de Sosa (1916),

340-34523 Eduardo HERNÁNDEZ PACHECO. “Batalla de Alacab o de las Navas de Tolosa” En Castillos de España. Asocia-ción Española de Amigos de los Castillos. Segunda época Diciembre 1981. Número 19 (86), 61-7024 Conde de TORENO. Historia del levantamiento, guerra y revolución de España. Publicada por primera vez entre

1835 y 183725 Actualmente se suele escribir Muladar, pero en las fuentes antiguas se ha escrito indistintamente Muradal y Muladar.

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Manuel Roll Grande

repoblación castrense califal de los siglos X

y XI, en la ruta de Baeza a Toledo. En el año

1042 se menciona por primera vez […]26. Utilizado tanto por cristianos como por mu-sulmanes en sus incursiones militares, los re-pertorios de caminos del siglo XVI y los re-latos de viajeros indican que su tránsito, pese a sus limitaciones, fue continuado a lo largo de los siglos debido a que suponía cruzar la Sierra por su punto más estrecho. Actual-mente, en su subida por la vertiente norte de la Sierra, dentro del término del Viso del Marqués, el camino se ha convertido en una pista de tierra apta para la circulación de to-doterrenos27, que discurre dentro del vallado de una finca particular. Su recorrido, en la cota más alta, marca la actual división entre las provincias de Jaén y Ciudad Real. En la vertiente sur, el camino se utilizó como mo-jonera para el deslinde entre los términos municipales de Vilches y Baños, y tras la creación de la Nueva Población de Santa Ele-na, quedó integrado dentro de su término.

3.2 La subida al Puerto del Muradal

Sobre las intenciones del ejército musulmán, la Crónica nos explica que “Mahomat rey de los

agarenos […] llegó a Baeza, y desde allí destacó a algunos hacia las Navas de Tolosa para que

cortaran el paso a los cristianos en un punto estrecho de su paso […] y para que, si los cristianos

no se habían apoderado de la cima de la montaña, se apostaran en la cornisa del monte para impe-

dir la subida del ejercito cristiano”.Las avanzadillas cristianas se habían adelantado al grueso del ejército, con la intención de alcanzar

las alturas del Puerto, y de este modo proteger el avance del resto de las tropas. En este momento,

“cuando éstos (los cristianos) marchaban un tanto descuidados se dieron de bruces con unos ára-

bes en la cima del monte, junto al castillo que se llama Ferral […] los citados cristianos […] to-

madas las armas, los rechazaron con bravura, y por la gracia de Dios ocuparon la cumbre del

monte, hasta el punto de plantar las tiendas en seguida y permanecer allí”. Ahora podemos situar los primeros enfrentamientos que menciona la Crónica entre las vanguardias de ambos ejércitos,

26 TORRES JIMÉNEZ. El texto latino, 2227 Aún es posible apreciar restos de muros de contención en su tramo superior, cerca del nacimiento del Arroyo del Mu-radal.

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Camino del Muradal y Venta de la Iruela en plano parcelario catastral del Viso. Archivo Histórico Provincial

de Ciudad Real. Sign PH 36

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Caminos y lugares de Sierra Morena en torno a la Batalla de las Navas de Tolosa.

que se salda con una victoria cristiana y el control de las cumbres del Puerto del Muradal, indispen-sable para la continuación de la campaña militar.

La defensa de las alturas del Puerto por parte de los musulmanes no parece que fuera muy aguerri-da, aunque estaban ocupando una situación ventajosa. Controlaban además el castillo del Ferral, que realmente no está en la cima del monte, como indica la Crónica, ya que se encuentra a unos dos ki-lómetros y medio, ya en la vertiente sur de Sierra Morena. La falta de oposición de los almohades se ha interpretado como una calculada estrategia por su parte. En realidad se buscaba atraer a las tro-pas cristianas hacia un punto situado más hacia el sur en su avance, mucho más fácil defender, el ya famoso paso de la Losa.

El castillo del Ferral es otro de los pocos lugares mencionados en la Crónica que puede ser identi-ficado con certeza sobre el terreno. De construcción musulmana, las primeras noticias de su existen-cia son de mediados del siglo XII28. No aparece representado en los mapas del doctor Salcedo, pero si en el de Gregorio Forst, y en los de Tomás López del siglo XVIII. En las primeras ediciones de la Hoja del M.T.N., se le identifica simple-mente como “un fuerte”29.

En la actualidad se encuentra en muy mal estado de conservación, afectado por la construcción de un cortafuegos que ha destruido parte del recinto exterior. Ade-más, sus restos corren peligro de desapa-recer por la acción combinada de los ele-mentos atmosféricos y del vandalismo de buscadores de tesoros y personas poco respetuosas del patrimonio histórico. Se-ría urgente realizar un estudio arqueoló-gico de su entorno y una intervención que protegiera los restos mediante el va-llado y consolidación de las estructuras remanentes. Con motivo de la conmemo-ración del octavo centenario de la Batalla se ha colocado en el exterior del recinto un monolito con una placa que recuerda este hecho.

28 Sobre su historia y descripción: Juan ESLAVA GALÁN. Los castillos de Jaén. Granada: Osuna, 1999, 94-9629 Actualmente Castro Ferral. También se puede encontrar en las fuentes como Castro Ferrat, Castillo Real, Reial, He-rral etc. Para las fuentes musulmanas, Castillo de la Cuesta. En los mapas del IGN y en los del Catastro se le menciona

simplemente como “un fuerte”, aunque en los cuadernos de campo se dice además “que es de la dominación musulma-na” Los mapas forestales también lo denominan “castillo de Ferrer”

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El camino del Muradal a los pies de Castro Ferral.Fotografía: M.Roll.

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Manuel Roll Grande

Se levanta sobre una cresta rocosa, a unos 25m de altura sobre el camino del Muradal, que discu-rre a sus pies por el flanco este. Visualmente, controla el camino durante todo su recorrido por la vertiente sur de la Sierra, y también los escenarios donde se desarrollaría la Batalla: la llanura de Santa Elena, el cerro de los Olivares y la meseta de la Mesa del Rey.

La fortaleza tiene origen califal, aunque se reconstruye en época almohade como punto de control del camino del Muradal. Tuvo un nuevo papel guerrero en 1810, casi seiscientos años más tarde, formando parte del conjunto de defensas y fortificaciones levantadas por las tropas españolas en el entorno de Despeñaperros, que tenían la difícil misión de detener el avance de los invasores france-ses en su conquista de Andalucía.

Por otra parte, la Crónica explica cómo llegó el resto del ejército cristiano a las alturas del Mura-

dal: “alrededor de la hora nona del jueves (12 de julio) llegamos al pie del monte y ese mismo día

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Vertiente sur de Sierra Morena. Cartografía © Instituto Geográfico Nacional de España.

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Caminos y lugares de Sierra Morena en torno a la Batalla de las Navas de Tolosa.

muchos de los nuestros subieron a lo alto. Pero la mayor parte permaneció junto al cauce del Gua-

dalfajar. En la mañana del viernes (13 de julio) los tres reyes […] iniciaron la subida y acamparon

allí en una explanada del monte. Y ese mismo día tomaron los nuestros el castillo del Ferral”.Esta explanada donde pudieron acampar las tropas en las alturas del Puerto, se identifica con la

zona del Collado de la Ensancha, donde actualmente existe un cortafuegos que se dirige en direc-ción oeste por el cordel de cumbres hacia el Puerto del Rey, a cinco km de distancia desde aquí. Las alturas del Muradal, por su carácter seco e inhóspito no permitirían una estancia larga de un ejército, aunque desde aquí se controlaría la vertiente norte de la Sierra, donde se localiza el cauce del Maga-ña-Guadalfaiar. Por otro lado, el dominio del castillo del Ferral les permitía un acceso, aunque no exento de peligro, a los arroyos que discurren al pie del cerro donde se asienta la fortaleza.

3.3 El disputado Paso de La Losa

3.3.1 Descripciones del paso y puerto de La Losa

En la obra del Francisco de Vilches30 se nos ofrece, cuatrocientos años después de la Batalla, una imagen muy detallada del escenario donde se desarrollaron los acontecimientos:

“Dividían los ejércitos, cristiano e infiel, las Navas de Tolosa, o la Losa, que son parte de la Sie-

rra, que es raya ente el Reino de Toledo y Baeza. Son las Navas de Tolosa, Losa o la Condesa, así

dicen, unos llanos despejados de arboledas no del todo seguidos, sino cortados a las veces con

quiebras y eminencias, que son frecuentes en la Sierra. Extiéndese por diez millas, y algo más, to-

das están fortalecidas por naturaleza y arte.

Tienen al septentrión una cordillera bien seguida, que se levanta de peñas y pizarras sobre las

demás sierras a manera de un muro, de que el Puerto tomo el nombre de Muradal: al poniente,

muchos cerros y barrancos vestidos de arboledas, con arroyos muy profundos, que caen de la cor-

dillera que decimos. A sus entrada para Andalucía están por defensa los castillos de Molosa y To-

losa, y una población antigua deste mismo nombre. Al medio día otro monte prolongado y no me-

nos fragoso, en cuya cima se muestra el castillo de Mogó. Y al oriente otras quiebras y cerros

como los opuestos, y por remate destos el castillo de Ferral a la parte de Toledo, y el de Peñaflor a

la de Baeza, y entre los dos el castillo de la Losa, junto al Puerto de este nombre.

Por medio de estas Navas cruza el camino principal, entra por el Puerto, pasa por Ferral, luego

por un arroyo muy profundo (hoy llaman del Rey), después por el Puerto de la Losa, llanos de los

Palacios, y Nava Redonda. Estas eran la estacada de los dos ejércitos, que Dios tenía preparada

para el triunfo de la Cruz. Los moros poseían los mejores sitios y pasos más aventajados, al fin

como dueños de la tierra. Los nuestros pretendían arribar a las Navas, más eran detenidos con mil

dificultades, no tanto las del puerto Muradal, que en parte habían vencido entrando hasta el casti-

llo de Ferral, cuando las del castillo y puerto de la Losa, paso tan difícil, que solos mil hombres le

pueden defender a todos los del mundo”.

30 Francisco de VILCHES. Santos y santuarios del obispado de Jaén y Baeza. Madrid, 1653

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Sobre este texto mucho se podría decir, aunque son más la incógnitas que las certezas. En primer lugar, señalar la descripción precisa que hace del camino del Muradal, que se dice cruza por el Puerto de la Losa después de pasar el Arroyo del Rey. En segundo lugar, la dificultad de reconocer algunos lugares que aquí se mencionan. Sobre el castillo de Tolosa no hay duda, pero se desconoce la situación de los castillos de Molosa y Mogó, y sobre todo de un “castillo de la Losa”, del cual no hay mención alguna en la Crónica31.

Continuando con la narración de la Crónica, tras la subida del resto del ejército hasta la cumbre del Muradal, se dice que:

“tomaron los nuestros el castillo de Ferral, a cuyo pie hay algunos torrentes, unas rocas cortadas

a pico y unos barrancos junto a Losa, y es tan estrecho allí el paso que incluso se hace dificultoso

para los equipados a la ligera. Y allí un destacamento de moros vigilaba el paso de los cristianos

durante ese día (13 de julio) y parte del siguiente (14 de julio), y allí se produjeron aquel día bas-

tantes escaramuzas entre los nuestros […]. Mientras esto sucedía, los reyes y los príncipes trata-

ban de hallar el camino más seguro, pues el paso de Losa se hacía imposible sin quebranto”.

La descripción aportada por este texto y por otras fuentes documentales contemporáneas, se ha uti-lizado por parte de los investigadores de la Batalla para intentar ubicar este enigmático paso o puer-to de Losa. Sin embargo, se trata de un texto confuso, que se ha interpretado de manera variada, a lo que contribuye las distintas traducciones del texto original en latín, Para algunos investigadores se trataría de una depresión del terreno controlado por las alturas circundantes, que es la imagen clási-

ca de un lugar donde un ejército podía ser emboscado. Para otros, sin embargo, “el Paso de la Losa

era un coladero estrecho en altura, es decir, una angosta cuerda interfluvial flanqueada por ame-

nazadores precipicios. En ningún caso se trataba de un desfiladero a pie de monte”32

En una zona de topografía tan compleja como la que se encuentra en la vertiente sur de estas sie-rras, a diferencia de la vertiente norte, mucho más uniforme, es fácil encontrar varias ubicaciones que pueden recordarnos a las descripciones aportadas por las fuentes documentales.

Aunque estas fuentes no expresan claramente cuál era el lugar hacia el que se dirigía el ejército cristiano en su avance por la vertiente sur de la Sierra, si seguían el camino del Muradal les llevaría hasta los llanos donde ahora se asienta Santa Elena, tras pasar ya las peores dificultades de la Sierra. Pero ahora, la salida natural del camino del Muradal estaba ocupada por el enemigo.

3.3.2. Las escaramuzas en torno a La Losa

La Crónica también nos informa sobre los enfrentamientos producidos después de la toma de Cas-tro Ferral, en el entorno de este paso de la Losa dominado por los musulmanes. Podrían tratarse de tentativas para forzar el paso o bien de escaramuzas mientras se intentaba tomar el control de los puntos de acceso al agua. Algunos autores han indicado que la importancia de estos enfrentamientos

31 Agueda CASTELLANO HUERTA. “Castillos y poblamientos en el marco de la Batalla de las Navas de Tolosa”. Bo-

letín Instituto Estudios Giennenses.135, (1988), 71-8832 TORRES JIMÉNEZ. El texto latino, 22

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Caminos y lugares de Sierra Morena en torno a la Batalla de las Navas de Tolosa.

pudo incluso dejar una huella en la toponimia de estos lugares, con nombres como “Cerro de las Ca-laveras” o “Collado de las Matanzas”, tal como aparece reflejado en algunos mapas de la zona33. La planimetría realizada por el Instituto Geográfico Nacional, incluidos los planos realizados para la formación del Catastro Topográfico Parcelario, no reflejan estos nombres. Si lo hacen, sin embargo, los realizados por el Patrimonio Forestal del Estado y el ICONA, que son ricos en toponimia y reco-gen además los de “Barranco de las Calaveras” o “Barranco de las Matanzas”34. Otros topónimos como el de “Las Sepulturas”, parecen hacer alusión a unas curiosas formaciones rocosas en el mar-gen izquierdo del Navalquejigo.

En el deslinde y amojonamiento de a villa de Vilches con la de Baños, datado en 1627, parece que

se refleja también esta nomenclatura cuando se señala la situación de los mojones nº 24 “en el dicho

camino, cerca de la matanza”, y el nº 25, “en la matanza junto al Castillo Herral, en el dicho ca-

mino”.35

Otros autores explican que no necesariamente estos topónimos deben responder a este momento histórico, teniendo en cuenta, además, que todo el entorno del Puerto del Muradal ha sido siempre

un lugar peligroso, sujeto a las acciones de bandoleros, y que aquí “resultaron muertos muchos via-

jeros y caminantes entre los siglos XIII al XVIII”36.Por otro lado, esta toponimia tan macabra parece solamente reflejarse en esta zona, quizás por es-

tar más aislada, aunque los enfrentamientos más sangrientos y multitudinarios tuvieron lugar duran-te la batalla campal en el terreno situado entre Miranda y Santa Elena, y durante el alcance a los que huían tras la derrota.

3.3.3. Las distintas ubicaciones de La Losa

Al pie de la cresta donde se sitúa el castillo de Castro Ferral, en su lado oeste, corren los arroyos de Navalquejigo y Navavaca, que bajan de las cumbres del Muradal formando hondos barrancos transversales a la Sierra. Cuando se encuentran con materiales resistentes a la erosión, estos quedan resaltados con formas caprichosas. Hacia el sur, ambos arroyos, que discurren paralelamente, con-fluyen en sus cauces después de superar un espectacular afloramiento rocoso que se denomina Las Cerradas del Castillo, donde destaca un salto de agua sobre el Navavaca y la vista de una enorme pared de pizarra lisa y uniforme, que tiene una inclinación de unos 45º. Varios autores identifican este accidente geográfico de las Cerradas del Castillo, con el descrito en las fuentes documentales como el paso de la Losa37. Se trata, sin duda, de uno de los paisajes más impresionantes de la Sierra, y un lugar de muy difícil acceso. Sin embargo, este punto queda desviado del trayecto que seguiría el ejército cristiano en su progresión siguiendo el camino del Muradal.

33 El primero en señalar esta toponimia es Carlos Vara. Coinciden en ello Rosado Llamas y López Payer.34 Curiosamente en estos mapas forestales fechados entre 1960 y 1970 se denomina al camino del Muradal como “Ca-mino de los contrabandistas” y como “Camino de los estraperlistas”35 SÁNCHEZ SANCHEZ. “Los caminos de la Batalla”, 813-81436TORRES JIMÉNEZ, El texto latino, 42-4337 El primero en señalar este lugar es Ambrosio Huici, tras recorrer la zona: HUICI. Estudio sobre la campaña de Las

Navas.. Coinciden con esta identificación los trabajos de Rosado Llamas y López Payer.

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El camino del Muradal tiene una clara dirección norte-sur durante todo el recorrido por una cuerda interfluvial que deja a poniente el cauce del Arroyo Navavacas, pero tras pasar por el denominado Collado de las Matanzas, el camino cambia bruscamente su orientación y se dirige en dirección su-reste utilizando otro cordel, que deja en su vertiente derecha el barranco del Arroyo de la Huerta de Quiñones, y en su vertiente izquierda el formado por la Arroyo de la Huerta de Juan Santos y sus afluentes, el Arroyo del Vivero y el Arroyo de la Solana. En la actualidad, un amplio cortafuegos se ha construido sobre el camino, haciendo muy incomodo su recorrido, que además presenta una fuer-te pendiente e inclinación. Las obras del cortafuegos han desmantelado la cubierta de frágil pizarra que cubría el suelo, aunque se ha mantenido un corto tramo del camino sin modificar que parece formar un paso natural entre las formaciones de pizarra que aún se mantienen intactas.

Continuando en dirección sur por el camino del Muradal se llega hasta el Arroyo del Rey, que constituye un importante obstáculo por su profundo cauce. La Crónica no menciona este accidente geográfico, a no ser que lo incluya entre los barrancos situados al pie del castillo del Ferral, del que sin embargo queda alejado. El arroyo del Rey nace en el Salto del Fraile, una formación rocosa si-tuada entre el Puerto del Rey y la Mesa del Rey, en un manantial con un buen caudal que se ha utili-zado incluso para el abastecimiento de La Carolina. A diferencia de otros arroyos de la vertiente sur de los que recibe sus aguas, tiene una orientación oeste-este, en sentido longitudinal a la Sierra. For-ma un estrecho y profundo barranco en su nacimiento, al norte de la Mesa del Rey, que solamente se suaviza en el tramo de su unión con el río Despeñaperros, a los pies de la aldea de las Correderas.

El camino del Muradal, por tanto, debe cruzar el cauce del Arroyo del Rey para dirigirse hacia Santa Elena, y superar así el tránsito de la Sierra, aunque no hay constancia en las fuentes documen-tales que la vanguardia cristiana traspasara este obstáculo. La identificación del camino del Muradal en su último tramo descendente hasta llegar al Arroyo del Rey tampoco resulta fácil de determinar, y existen varias posibilidades cuyo desarrollo debería ser motivo de otro trabajo.

Por otro lado, los montes que conforman el Parque Natural de Despeñaperros han experimentado grandes modificaciones en los últimos sesenta años. Los trabajos de repoblación forestal con espe-cies de pinos dedicados a la explotación maderera han supuesto la construcción de bancales y nue-vos senderos y pistas forestales. Además, los cortafuegos para la prevención de incendios cruzan la Sierra aprovechando, a menudo, los caminos existentes o abriendo nuevos trazados que los inutili-zan. Todo ello en detrimento de la conservación de los caminos tradicionales que cruzaban la Sie-rra.

A todo esto hay que añadir los trabajos de desdoblamiento de la carretera Nacional IV en los años 80 del siglo XX, que supusieron importantes trabajos de excavación y rellenado de terrenos. La construcción de la nueva autovía, inaugurada el año 2012, también ha afectado a esta zona de la Sierra, sobre todo al entorno más cercano a la localidad de Santa Elena.

Sin embargo, la hoja del Mapa Topográfico Nacional nº 862 correspondiente a Santa Elena, en las distintas ediciones desde 1895 hasta 1938 desarrolla completamente el recorrido del camino del Muradal, al menos desde el cauce del río Magaña, en la vertiente norte de la Sierra, hasta su alcance del casco urbano de Santa Elena. Este recorrido coincide con el que refleja toda la planimetría ca-tastral, desde los años 40 hasta la que se puede consultar actualmente en la Sede Electrónica del Ca-tastro, donde el camino del Muradal es siempre división entre polígonos catastrales.

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Caminos y lugares de Sierra Morena en torno a la Batalla de las Navas de Tolosa.

En este desarrollo del camino del Muradal que refleja la planimetría catastral y del I.G.N., el in-vestigador Carlos Vara parece situar la ubicación posible del paso de La Losa en un punto concreto: la unión del arroyo de los Castaños con el de los Charcones38. Es esta una zona escarpada donde hay formaciones rocosas, que bordean tanto la orilla derecha como la izquierda del arroyo de los Casta-ños, todo ello unido a una vegetación muy cerrada en el cauce del río. Contra esta teoría se han ar-gumentado los obstáculos que tendría que atravesar el ejército en su avance: el cauce profundo del arroyo del Rey, el de otros arroyos menores como el del Fraile, además de los ya mencionados de los Castaños y de los Charcones39.

Según los planos catastrales, tras cruzar el valle de los Charcones, ya muy cerca de la localidad de Santa Elena, el camino del Muradal se denomina camino de las Canteras. Cruza la denominada “vía romana” a la altura del arroyo del Cazullo, y comienza su ascensión hacia la antigua nacional IV, al norte del casco urbano.

En este entorno del valle de los Charcones o del Charcón se sitúan algunas otras ubicaciones del disputado paso de la Losa. Este pequeño y estrecho valle tiene una orientación sur-norte, y mide dos kilómetros aproximadamente. En sus extremos se sitúan, al sur la carretera de Santa Elena a Miran-da y los llamados Egidos de Santa Elena, y al norte la unión con el cauce del Arroyo del Rey. Si-guiendo el cauce del río, pero en una cota muy superior, se sitúa el camino que la cartografía del I.-G.N. denomina “vía romana”, y que también se considera la prolongación del camino del Muradal en dirección a Santa Elena. Actualmente el camino se ha modificado en su trazado por la obras de la nueva autovía, y está convertido en una pista apta para el tránsito de vehículos, que se puede reco-rrer en dirección norte hasta llegar a las inmediaciones del antiguo Puente de la Hiedra, sobre el arroyo del Tomizo o del Obispo, afluente del de los Charcones. Tras terminar la pista, el camino conserva su trazado y firme antiguo, y tras cruzar el puente de la Hiedra, queda cortado al incorpo-rarse a la antigua autovía dirección Madrid, que se corresponde con el camino proyectado por Le-maur en el siglo XVIII. Este mismo camino, en los planos.

Precisamente en este lugar, a lado del Puente de la Hiedra, algunos autores40 consideran se debería ubicar la famosa Losa de la que hablan las fuentes, aunque otros consideran que el paso de la Losa sería todo el recorrido de la antigua “vía romana” por el valle de los Charcones, desde su unión con el arroyo del Rey al norte, hasta alcanzar las alturas de Santa Elena, al sur41. Actualmente toda esta zona se encuentra incluida en el polígono catastral nº 37

38 VARA. El lunes de las Navas, 302-310.39 Jesús SANCHEZ SANCHEZ “Los caminos de la Batalla: Las Navas de Tolosa, 1212”. En Actas del VI Congreso In-

ternacional de Caminería Hispánica. Italia-España 2002. Madrid. Ministerio de Fomento, 2004, 81440 Nicolás CALLEJAS SÁNCHEZ . “El Paso de la Losa”. En Carlos VARA THORBECK. Primeras Jornadas Históri-

cas VIII Centenario de la Batalla Navas de Tolosa. Santa Elena. Ayuntamiento de Santa Elena. Juan Carlos Torres Ji-

ménez.2012, 67-78.41 SÁNCHEZ SANCHEZ. “Los caminos de la Batalla”, 813-814

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Manuel Roll Grande

Los artículos de Molina de la Torre en Don Lope de Sosa nos ofrecen una descripción de este fa-moso lugar. El del año 1913 dice:

“el valle del Charcón, como de un kilómetro de largo, al cabo del cual se encuentra el paso de la

Losa;- una pizarra de unos cien metros de larga por veinte de ancha, muy pendiente y escurridiza-;

este paso está en la base del Cerro de las baterías, y en la cumbre del Cerro se asienta el pueblo de

Santa Elena”42.

El de 1916 continúa con la descripción:

“Suponga el lector un anfiteatro de montañas altísimas abierto por el N.O., donde está el pequeño

y estrecho valle del Charcón; póngase en el centro y al pie de dicho anfiteatro; mire en dirección

del valle adelante, alce la vista, y allá en la cima de la montaña verá el castillo de Castro-ferrat.

Vuelva, después, sus ojos hacia el sitio donde se halla, y observará, que se encuentra al pie de una

42 MOLINA DE LA TORRE, Eugenio. “Del verdadero camino del ejército cristiano y del sitio cierto de la batalla de las

Navas de Tolosa”. En Don Lope de Sosa (1913), 211-215.

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El valle de los Charcones en el polígono 37 del catastro.Archivo Histórico Provincial de Jaén. Sign 48811

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Caminos y lugares de Sierra Morena en torno a la Batalla de las Navas de Tolosa.

muy larga y muy ancha losa de pizarra, por en medio de la cual, y en forma de zig-zag, sube un es-

trecho y empinadísimo camino que conduce a Santa Elena43.

La fotografía del llamado vuelo americano del año 1956 nos ofrece una visión de esta zona, toda-vía sin las grandes modificaciones de la segunda mitad del siglo XX.

Por otro lado, en el Libro de Privilegios de Vilches se describe el deslinde realizado en 1627 del término de esta villa con la de Baños, ambas antiguas aldeas de Baeza. Este deslinde parece apoyar esta ubicación del paso de la Losa en el extremo sur del valle de los Charcones, al pie de la locali-

dad Santa Elena. Se explica allí “que el camino real divide los términos de dichos lugares hasta lo

alto del Puerto del Muladar”44. El mojón nº 17 se situaría “en lo alto del Puerto de la Losa”; el nº

18 “en medio la cuesta del Puerto de la Losa, de una piedra grande de pizarra, que tiene una cruz

vieja en lo alto”; el nº 19 “en el horcajo del Puerto de la Losa, donde se junta el arroyo de los Ziru-

jales y el Castañar de Don Juan”45.Siendo estas las teorías más aceptadas, hay otras ubicaciones que situarían este paso tan difícil en

la vertiente norte de la sierra, en el avance que realizaría el ejército en su marcha por la vía romana-camino del Puerto del Rey46.

Otra ubicación del paso de la Losa aparece con frecuencia en algunos estudios tradicionales. Se trataría de la identificación del paso de la Losa a que se refieren las fuentes con el desfiladero de Despeñaperros, argumentando la dificultad del lugar y la existencia de un curso de agua corriente todo el año47. La dificultad de encajar esta teoría con las fuentes documentales lleva a suponer la existencia de antiguos caminos atravesando el desfiladero, de los cuales no ha quedado constancia, y la búsqueda en topónimos de la zona las referencias a un hipotético castillo en la zona del Collado de los Jardines.

Por último, otros investigadores señalan que las referencias que se hacen a La Losa en los textos

coetáneos a la Batalla, hay que interpretarlas de manera diferente, “porque en el siglo XIII el nom-

bre “losa”, como topónimo, no se usaba para señalar una gran piedra embaldosada, sino para in-

dicar la existencia de una trampa de conejos”48. Esta losa o trampa sería, por tanto, un hito recono-cible en el terreno para cualquiera que por allí pasase. En los documentos de la Baja Edad Media, cuando se establecen los amojonamientos y deslindes entre términos municipales hay referencia a

estas trampas. Por ejemplo, en uno de estos documentos se dice: “Et puse y luego mojón en Val de

Moros, en la ensina Gorda. Et está una losa de conejos a pie de la ensina”49.

43 MOLINA DE LA TORRE (1916) “Excursión histórico-pedagógica”, 340-34544 Carlos SÁNCHEZ BATALLA La Carolina en el entorno de sus colonias gemelas y antiguas poblaciones de Sierra

Morena. Vol.III. Jaén: Caja Rural Jaén, 2001, 159-16045 SÁNCHEZ SÁNCHEZ. “Los caminos de la Batalla”, 812-81346 HERNÁNDEZ PACHECO,. “Batalla de Alacab”, 6647 CORCHADO SORIANO. “Pasos naturales y antiguos caminos”, 19-20.48 TORRES JIMENEZ. El texto latino, 22-2449 Manuel GONZÁLEZ JIMÉNEZ. Diplomatario andaluz de Alfonso X. Sevilla: El Monte. Caja de Huelva y Sevilla. 1991, 208-209

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Por tanto, las referencias en los textos a torrentes, rocas cortadas a pico y barrancos habría que re-

lacionarlos más bien con lugares cercanos a la Losa, que “no se llamaba así por aquellas riscas; ni

tenía este nombre porque hubiera allí una espectacular estela de pizarra, que todos buscan hoy”50. Sería por tanto inútil buscar una piedra o formación rocosa en el camino del Muradal que se ajusta-se a estas descripciones.

3.4 La búsqueda de un camino alternativo

Los tres reyes, acampados en la cumbre del Muradal, se encontraban en una difícil situación. No podían resistir mucho tiempo en un lugar tan inhóspito, teniendo además tan cerca al ejército musul-

mán: “Y como el ejército del agareno estaba cada vez más cerca de nosotros, e incluso ya se podía

divisar plantada su tienda roja”. Además, el descontento podría instalarse entre las tropas, lo que ya había ocurrido con la deserción de los ultramontanos.

La Crónica nos explica que en las reuniones y deliberaciones que mantenían los líderes del ejercito

cristiano, “cada cual daba su propia opinión sobre el avance del ejército”.En realidad son dos las opciones que se planteaban, y que son expuestas en la Crónica de la si-

guiente forma: “unos, teniendo por imposible el paso, se inclinaban por dar marcha atrás y entrar

en los campos de los agarenos por un lugar más accesible” Por otro lado, la opción de avance es

defendida por el propio rey Alfonso, que dice lo siguiente: “aunque este plan -el de dar marcha

atrás- brilla por su prudencia comporta un riesgo; pues cuando los civiles y demás profanos nos

vean volver atrás, pensarán que no queremos el combate, sino que le damos la espalda, y se produ-

cirá una desbandada en el ejército que no se podrá evitar; pero ya que vemos al enemigo ahí al

lado, es obligado que vayamos hacia ellos”La primera opción sería continuar el avance, forzando el paso por un terreno muy peligroso por el

control que de éste tenían sus enemigos. La otra posibilidad era retroceder y buscar otro punto para cruzar la Sierra, que no estuviera dominado por los musulmanes. Sobre esta última opción, las fuen-tes documentales no concretan a que paso se refieren. Sin embargo, en la obra del padre Vilches se menciona explícitamente que este paso alternativo sería mucho más hacia el este, a través del puerto de San Esteban, un antiguo camino que atravesaba Sierra Morena desde la época romana, que se se-guirá utilizando frecuentemente durante la Edad Moderna.

3.5 Un camino desconocido revelado providencialmente

Mientras los líderes del ejército cristiano deliberaban sobre la decisión a tomar, imponiéndose el plan del rey de Castilla de avance a toda costa, se produce el providencial encuentro con el famoso

pastor Martín Alhaja. La Crónica narra este suceso de la siguiente manera: “Dios todopoderoso,

que gobernaba la empresa con gracia especial, envió a un hombre del lugar, muy desaliñado en su

ropa y persona, que tiempo atrás había guardado ganado en aquellas montañas y se había dedica-

do allí mismo a la caza de conejos y liebres”. Sobre la identidad de este personaje o el lugar de su procedencia, se han escrito muchas páginas. La Crónica parece dejar claro que simplemente es un

50 TORRES JIMENEZ. El texto latino, 22-24

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pastor y cazador ocasional, eso sí, enviado por la providencia divina, que por razones de su trabajo era conocedor a fondo de los senderos y los recovecos de la Sierra.

No queda claro si el pastor se dirige al encuentro de los cristianos o si es encontrado por estos en sus reconocimientos del terreno buscando un paso alternativo al de la Losa. En todo caso, la infor-

mación que proporciona se considera vital para el posterior desarrollo de los acontecimientos: “in-

dicó un camino más fácil, completamente accesible, por una subida de la ladera del monte; y dan-

do igual que nos resguardásemos de la vista de los enemigos, pues aunque nos vieran no estaría en

su mano impedirlo, podríamos llegar a un lugar adecuado para el combate”.La interpretación de este pasaje de la Crónica también ha dado lugar a distintas teorías sobre por

donde transitaría este camino hasta entonces desconocido. En comparación con el camino que de-bían seguir los cristianos a través del paso de la Losa, se dice que es un camino fácil y completa-mente accesible, lo cual era una condición necesaria para un gran ejército cargado con toda su im-pedimenta. Este camino les llevaría, además, hasta un lugar seguro desde donde podrían plantear los preparativos de la batalla.

Los investigadores actualmente han llegado a la conclusión que este “lugar adecuado para el com-bate”, donde los cristianos establecerían su campamento, es un cerro amesetado de forma alargada llamado la Mesa del Rey, de 870 m. de altitud, situado aproximadamente a un kilómetro y medio al norte del caserío de la aldea de Miranda del Rey. El investigador Carlos Vara51, ha establecido el número de combatientes cristianos, alrededor de 12.000 hombres, calculando la capacidad de la Mesa del Rey para albergar un campamento militar de la época.

Por tanto, este camino desconocido llevaría a los capitanes encargados de su reconocimiento desde las alturas del Puerto del Muradal, donde permanecía acampado el grueso del ejército, por un ca-mino más o menos directo en dirección oeste o ligeramente suroeste. La hoja nº 862 del Mapa To-pográfico Nacional (Santa Elena), en su primera edición de 1895, no refleja la existencia en esa época de un camino con esas características. Los caminos representados cruzan la Sierra en direc-ción norte-sur: el del Puerto del Rey, el de Navavacas, el del Muradal o el de Despeñaperros. En la actualidad, sin embargo, si existen caminos practicables que coinciden con esta dirección oeste-este, que realmente son pistas modernas habilitadas para vehículos, aunque podemos pensar que existi-rían esas sendas y caminos menores utilizados por los habitantes de la Sierra, que no tendrían plas-mación documenta y cuyo recuerdo puede haber desaparecido en la actualidad.

Por otro lado, la descripción aportada por la Crónica y por otras fuentes documentales ha dado lu-gar a algunas discrepancias, poco relevantes, entre los distintos investigadores. Algunos consideran que este camino discurriría por la vertiente norte de la sierra, porque el texto indicaría que el ejérci-to marcharía oculto a la visión de las tropas musulmanas. En este caso, indican, podría tratarse de un camino semejante a la actual pista de forestal del Camino de la Umbría, que desde el Collado de la Ensancha desciende en dirección noroeste hasta encontrarse con el camino del Puerto del Rey, cerca de donde se ubican las ruinas de la Venta Bazana o del Marqués52. Otros investigadores son

partidarios de establecer el camino en la vertiente sur, “dando igual que nos resguardásemos de la

51 VARA. El lunes de las Navas, 347-354.52 ROSADO LLAMAS y LÓPEZ PAYER. La Batalla, 135

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vista de los enemigos, pues aunque nos vie-

ran no estaría en su mano impedirlo”. En la actualidad existe una pista forestal, el Ca-mino de los Calderones, que cumple esta condición53, prolongación de la que sube a la sierra desde la aldea de las Correderas, y que termina en el mismo camino del Puerto del Rey, precisamente a la altura del acceso actual a la Mesa del Rey por su lado norte. Esta pista aparece ya representada en los planos de proyectos de repoblación forestal de los años 60 y 7054, aunque no en la plani-metría catastral de los años 40. Otra opción en la vertiente sur de la Sierra, transitaría

“por delante de la Peña de Malabrigo, por

La Graja hacia El Hornillo, atajo de los

viejos maestros de la Sierra”55

Otra posibilidad que cuenta con buena aceptación, argumentada en el trabajo de Carlos Vara, es la utilización de un hipotéti-co sendero que transitaría por el cordel de cumbres de la sierra, comunicando los dos puertos, el del Muradal y el del Rey, donde actualmente se ha abierto un cortafuegos de cinco km por el que los vehículos todote-rreno pueden circular. El tránsito por este

cordel resultaría relativamente sencillo, sobre un suelo rocoso con pocos desniveles y escasa vegeta-ción.

3.6. La llegada a la Mesa del Rey

La Crónica explica cómo se realiza el tránsito hacia el lugar donde se establecerá el campamento

cristiano durante los días anteriores a la batalla: “se adelantaron dos príncipes, Diego López de

Haro y García Romero, para que, si comprobaban que era cierto lo que había dicho el pastor, ocu-

paran el monte que tenía la explanada en lo alto”. Este camino lo realizarían los adalides del ejérci-to cristiano el mismo día 13 de julio, mientras el resto de los combatientes esperarían noticias en la cumbre del Muradal y en el entorno del castillo del Ferral. Las fuentes documentales no dicen que

53 Bernardo JURADO GÓMEZ, “Estrategia y táctica en la Batalla de las Navas de Tolosa”. En I Jornadas de Estudios

Históricos “La batalla de Las Navas de Tolosa”. Jaén, 1998, 39.54 Fondo Distrito Forestal de Jaén. Archivo Histórico Provincial de Jaén.55 TORRES JIMÉNEZ. El texto latino, 29

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Caminos en la vertiente sur del Muradal. Ortofoto año 1988. Archivo Histórico Provincial de Jaén. Sign 70388

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Caminos y lugares de Sierra Morena en torno a la Batalla de las Navas de Tolosa.

los musulmanes opusieran resistencia a esta avanzadilla cristiana, y el paso debió realizarse en un espacio corto de tiempo, dado la escasa distancia que separa los dos puntos.

Tras asegurar el nuevo campamento y el sendero para acceder a él, se envió aviso al resto del ejército sobre la idoneidad del camino y del lugar donde podían establecerse. Las tropas se pusieron

en marcha al día siguiente (día 14), según cuenta la Crónica: “el sábado muy de mañana los tres re-

yes […] llegaron al citado monte con sus fuerzas; entonces fue abandonado el castillo de Ferral,

que ya no servía de nada”. Los musulmanes, al observar cómo levantaban el campamento los cris-tianos, piensan que se están retirando y vuelven a ocupar las posiciones abandonadas en Castro Fe-rral. Demasiado tarde se dan cuenta de su error, cuando comprenden que no se trata de una retirada

sino de un avance de las tropas enemigas: “al observar a lo lejos las tiendas que se estaban elevan-

do en la cima del monte, enviaron un grupo de caballería para disuadir a la vanguardia de la cas-

tramentación”. Sobre el camino seguido por los cristianos se dice, además, que “nosotros nos veía-

mos obligados a avanzar en una larga hilera debido a la estrechez del camino”.Ya perdida la ventaja de control del terreno, y sorprendidos por la táctica cristiana, los musulma-

nes intentan impedir que el resto del ejército se establezca en el lugar seguro que le ofrece la Mesa

del Rey, pero tras algunos enfrentamientos fracasan en su intento: “después de un prolongado cho-

que con lo nuestros quiso el Señor que fueran duramente rechazados, y los nuestros luego de ocu-

par la explanada del monte por la gracia de Dios, establecieron su campamento sin novedad”.Una versión diferente, que no parece ajustarse bien a las fuentes, invierte la ubicación de los con-

tendientes, situando el campamento musulmán en la propia Mesa del Rey, bloqueando la bajada del camino del Puerto del Rey, y a los cristianos al pie de esta, tras descender la Sierra por el camino del Muradal56.

3.7. Los preparativos para la Batalla

La descripción que realiza la Crónica sobre el campamento cristiano, la Mesa del Rey, parece no

dejar lugar a dudas para su identificación, cuando lo define como “el monte que tiene una explana-

da en lo alto”. La silueta inconfundible de este cerro es visible desde el propio castillo de Castro Fe-rral, a cuatro km de distancia en línea recta, y desde otros puntos elevados de la zona, aunque no desde las alturas de la sierra. Tiene una altitud de 905 m. y presenta una forma alargada, con una an-chura máxima de 50 metros por 350 de largo. Su forma amesetada lo convierte en un lugar muy adecuado para la instalación de un campamento, y su altura le convierte en un perfecto observatorio de su entorno.

Por la parte norte, desde donde accedería el ejército cristiano, la Mesa del Rey se encuentra en par-te protegida por el Salto del Fraile, un afloramiento rocoso donde tiene su origen el Arroyo del Rey, y que por tanto podría servir para el abastecimiento de agua de las tropas. En su parte oeste se en-cuentra limitado por el Barranco de las Asperillas, por encima del cual se sitúa el camino del Puerto del Rey. La parte más accesible de la Mesa sería su ladera sur y este.

Por su parte, los musulmanes cuando comprendieron la imposibilidad de desalojar a los cristianos de sus posiciones en la Mesa del Rey, se encuentran obligados a modificar sus planes de batalla y

56 HERNÁNDEZ PACHECO. “Batalla de Alacab”, 61-70. Este autor plasma esta teoría en un plano muy conocido.

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movilizar sus fuerzas: “como comprendiera el rey de los agarenos que de nada le servían la embos-

cada y la acechanza dispuestas sobre el paso, formadas sus fuerzas, salió aquel mismo día a cam-

po abierto y apostó con gallardía al núcleo de sus tropas, que estaba a su mando directo, encima

de una altura de difícil subida, desplegando con gran habilidad el resto de sus fuerzas a derecha e

izquierda”. Esto significaría que el grueso del ejército musulmán abandonó el campamento en el que llevaba instalado desde al menos el día 9, en un punto que se identifica con la actual población de Santa Elena. Este lugar estaría estratégicamente situado para recibir a un ejército que descendiera por la vertiente sur del Puerto del Muradal, y que debe por tanto enfrentarse al difícil paso de la Losa. Ahora, situado el ejército cristiano al pie del Puerto del Rey, los musulmanes se ven obliga-dos a trasladar la mayor parte de sus tropas en dirección oeste, y tomar las alturas que se encuentran enfrente del campamento cristiano.

En esta zona se sitúan un conjunto de cerros, en el lado izquierdo de la carretera de Santa Elena a Miranda, que se extienden de sureste a noroeste: el Cerro de las Viñas, donde se situaba el ya des-aparecido Cortijo de las Viñas, y donde actualmente se ha construido el Museo de las Navas de To-losa; el Cerro de los Olivares, con una altura de 814 m., a cuyos pies se extiende el llamado Llano de las Américas; y el Cerro de Miranda, que se sitúa enfrente de la localidad de Miranda y de la Mesa del Rey.

Se discute sobre el lugar donde se situaría el palenque del emir Abd Allah, el recinto protegido por las fuerzas de elite almohades donde se situaba la persona del califa y los símbolos de su autoridad. Es cierto que debía estar situado en una altura, como se señala en la Crónica, lo que le proporciona-ría una protección añadida. Desde allí debería tener una visión lo más completa posible del entorno, y además podría ser visto por sus propias tropas, dado el fuerte carácter simbólico que tenía la figu-ra del califa. El lugar más apropiado quizás sería el Cerro de los Olivares, en un punto intermedio entre el campamento almohade en Santa Elena, y el campamento cristiano de la Mesa del Rey, y con una perfecta visión del terreno donde se desarrollará la Batalla. Con unas características muy parecidas, otros autores señalan su ubicación en el cercano Cerro de las Viñas, situado más en la re-taguardia.

En esta situación se encontrarán los dos ejércitos durante el resto del día 14 y el domingo día 15 de julio.

3.8. La finalización de la campaña militar

El ejército almohade pasa el resto del día 14, en sus nuevas posiciones tácticas y preparado para

entrar en combate ese mismo día. Sin embargo, “[el ejército cristiano] determinó aplazar el comba-

te hasta el lunes, ya que los caballos estaban extenuados y el ejército cansado de la dureza de la

subida, y además para que en este intervalo nos diera tiempo a observar la situación y el movi-

miento de los otros”. Este párrafo vuelve a resaltar que el paso desde el Puerto del Muradal hasta la Mesa del Rey no había sido fácil. Recordemos también que el ejército llevaba ya veinticinco días de marcha y campaña militar desde su salida de Toledo, y el cansancio debía ser ya notorio.

La Crónica nos dice “que al siguiente día, domingo [día 15], de nuevo salió a campo abierto muy

de mañana el agareno como el día anterior, y permaneció en formación de combate en el campo

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Caminos y lugares de Sierra Morena en torno a la Batalla de las Navas de Tolosa.

hasta mediodía”. Sin embargo, la intención de los cristianos no era la de luchar ese día y finalmen-

te, “tras una larga espera” los musulmanes terminan replegándose a sus campamentos. Quizás uno de los factores de la victoria cristiana se podría encontrar ya en estos momentos, con una actitud tensa e indecisa por parte de los musulmanes, frente a una aparente tranquilidad y control de la si-tuación de las tropas cristianas.

En el campamento cristiano los preparativos para la batalla comenzaron a medianoche, y las tropas debieron ponerse en marcha con las primeras luces del día. La formación de los combatientes así como el desarrollo de la contienda se narra en los capítulos IX, X y XI de la Crónica. Con la des-cripción aportada por las fuentes documentales, la prospección arqueológica de la zona y el propio reconocimiento minucioso del terreno por parte de los investigadores, se ha buscado reconstruir los distintos episodios que tuvieron lugar durante la Batalla57.

Tras la rotunda victoria cristiana58, la persecución de los vencidos59 les llevaría hasta el campa-mento principal almohade, abandonado apresuradamente, y aquí establecieron su propio campa-mento “poco antes de la puesta del sol”, abandonando el que tenían en la Mesa del Rey.

Allí permanecieron durante esa noche y todo el día siguiente (16 y 17 de julio). La Crónica indica que el día siguiente (18) se tomó el castillo de Vilches, que estaba siendo asediado seguramente desde el día anterior, además de los de Ferral, Baños y Tolosa. Todas estas fortalezas nunca más

57 Entre otros: VARA. El Lunes de las Navas; ROSADO LLAMAS y LOPEZ PAYER. La Batalla de las Navas; Nico-

lás CALLEJAS SÁNCHEZ. Batalla de las Navas de Tolosa. Ochocientos años después. Jaén: Nicolás Callejas Sán-chez. 201058 Para la descripción del combate, entre otros: JURADO. “Estrategia y táctica”, 41-4659 En palabras de TORRES JIMÉNEZ. La Crónica, 89: “el combate acabó en Santa Elena, la batalla acabó en La Caro-lina y Vilches”

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Casco urbano de Santa Elena y vista parcial del campo de batalla. Vuelo americano año 1956. Archivo Histórico Provincial de Jaén. Sign 65295

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volverían a manos musulmanas, y servirán de apoyo en las futuras conquistas de Fernando III del valle del Guadalquivir. El día 19 el grueso del ejército debió permanecer aquí, aunque algunas tro-pas se dirigieron hacia Baeza, que encontraron abandonada por sus pobladores. A continuación, el día 20 se decidió la conquista de la plaza fuerte de Úbeda, que fue tomada el día 23.

En este momento podemos decir que termina la campaña militar. Las plazas de Baeza y Úbeda fueron abandonadas, ante la imposibilidad de mantener una guarnición en ellas. Sobre el itinerario de vuelta, solamente se indica que regresaron a Calatrava, donde se separaron los reyes de Castilla y de Aragón. El paso de Sierra Morena debió hacerse igualmente por el Muradal, pero desde allí se si-guió un camino directo hacia Toledo, que coincidiría básicamente con el camino real de Toledo a Granada que trescientos años más tarde describen los Repertorios de Caminos de Villuga y Mene-ses.

4. El recuerdo del lugar de la Batalla

Es a partir de los trabajos del arabista navarro Ambrosio Huici Miranda, en el marco de la conme-moración del setecientos aniversario de la Batalla, cuando se comienza a fijar, de manera más o me-nos definitiva, el escenario donde tuvo lugar la contienda. En 1911 Huici obtiene la cátedra de latín del Instituto de Baeza60, y aprovecha su estancia para conocer de primera mano el espacio físico de las Navas, incorporando a su trabajo de campo el uso de la fotografía. De manera prácticamente si-

multánea, en los trabajos de Molina de la Torre publicados en Don Lope de Sosa, muy fundamenta-dos en el conocimiento directo y cercano del medio geográfico, también se sitúa el campo de batalla en el entorno de la localidad de Santa Elena.

En realidad, la memoria de los lugares donde se desarrollaron estos hechos se conservó durante si-glos. En una Real Cédula fechada en Valladolid el 2 de diciembre de 154461 se dice que era neces-

ario arreglar “los Palacios Reales del Puerto del Muladar”[…] porque nuestra voluntad es que no

se pierda la memoria de la gran victoria que nuestro Señor fue servido dar a los Reyes nuestros

predecesores contra infieles en aquel lugar, para cuya recordación principalmente se hicieron un

templo que esta allí y los dichos palacios”.

La Geographia o descripción nueva del obispado de Jaén, del doctor Gaspar Salcedo, mapa ma-nuscrito realizado el año 1587, sitúa entre la Venta de la Iruela y la Venta de los Palacios, una carte-

la que dice: “Puerto del Muladar do el rei don Alonso 9 huuo la victoria de las Navas de Tolosa

año 1212”Los viajeros que tiene que cruzar la Sierra por el Muradal en estos siglos también hacen referencia

a este hecho memorable. El embajador veneciano Andrea Navagero que recorre estos lugares en

1526 dice que “en el camino vimos muchas cruces que señalan los lugares en que yacen muchos

cristianos que murieron en una refriega que tuvieron allí con los moros, en la cual fueron al fin

vencidos y aniquilados los infieles”62

60 HUICI MIRANDA. Estudio sobre la campaña, 26.61 Josefa-Inés MONTORO DE VIEDMA. Archivo Histórico Municipal de Baeza. Catálogo-Inventario de los documen-

tos desde el siglo XIII al siglo XVI. Excmo. Ayuntamiento de Baeza, 1990

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Caminos y lugares de Sierra Morena en torno a la Batalla de las Navas de Tolosa.

Los trabajos de los historiadores giennenses del siglo XVII, como es el caso del padre Vilches, sitúan claramente el escenario de la batalla en la vertiente sur del Muradal.63

A partir de 1768, cuando se lleva el gran proyecto de colonización o repoblación de Sierra More-na, se construye una aldea que tiene su origen en la antigua Venta de Linares o de las Cruces. Muy pronto, alrededor de 1772, el rey Carlos III, decide cambiar su nombre por el de Navas de Tolosa, “para conmemorar los hechos que aquí sucedieron”. Además, muy cerca de aquí se encuentra el castillo de Tolosa, una de las fortalezas conquistadas por los cristianos durante la campaña del 16 de julio. A partir de este momento es cuando se empieza a situar el marco de la batalla en el entorno de la población de Navas de Tolosa.

Por ejemplo, el mapa de Tomás López que está fechado en 1787, el más perfecto de los realizados del reino de Jaén por este afamado cartógrafo, recoge un símbolo impreso, dos alfanjes cruzados ro-tulados como “Sitio de la Batalla”, sin más aclaraciones porque no hacen falta. Y lo sitúa entre Ven-ta Nueva y la Venta de Linares (futura Navas de Tolosa), en un punto indeterminado al este del re-cién construido camino real por Despeñaperros que cruza las Nuevas Poblaciones de Sierra More-na.. Por establecer una comparación, los mapas anteriores de este mismo cartógrafo no sitúan en ningún punto el lugar correcto o incorrecto de la Batalla, aunque si recogen otros lugares directa-mente relacionados, como son el Puerto del Muradal, o el castillo de Castro Ferral, situados de ma-nera poco acertada.

Todavía es frecuente que algunos medios de comunicación, y a través de ellos el gran público, asocien el lugar de la Batalla únicamente con la actual población de Navas de Tolosa y con el cer-cano castillo de Tolosa, pese a los esfuerzos realizados en los últimos años por difundir y señalizar correctamente los lugares donde se desarrollaron los hechos. Recientemente, sin embargo, los ma-pas recogidos en los distintos Sistemas de Información Geográfica ya señalan como sitio de la Bata-lla el entorno de Sierra Morena del que nos hemos ocupado en este trabajo.

5. El futuro de la Batalla de las Navas

La Batalla de las Navas no solamente tiene un pasado, también debe tener un futuro. Es un aconte-cimiento histórico que sigue despertando el interés de los investigadores, pero también del público

en general. Esto último se puede comprobar cuando se constata la abundancia de blogs y páginas web que responden a una búsqueda sencilla en internet de los términos “navas de tolosa”.

Actualmente se puede decir que las Navas de Tolosa, entendiendo como tal tanto el acontecimien-to histórico como los lugares donde se desarrolló, está de moda. La apertura del llamado Museo de las Navas de Tolosa, que en realidad es un centro de interpretación, ha fijado de manera ya definiti-va el acontecimiento de la Batalla a un espacio geográfico concreto. Por otro lado, la conclusión de la nueva autovía por Despeñaperros ha facilitado las comunicaciones entre la zona norte de Jaén y el centro peninsular. Además, la desaparición del desdoblamiento de la antigua Nacional IV en di-rección sur ha mejorado el aspecto general de la zona, y los tramos de carretera que corresponden al

62 Aurelio VALLADARES REGUERO. La provincia de Jaén en los libros de viajes. Jaén: Universidad de Jaén, 2002,

55363 Ver la descripción en nota nº 29

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histórico trazado del ingeniero Lemaur, ya liberados en gran parte del peligroso tráfico que soporta-ban, ofrecen nuevas posibilidades para el turismo en pleno Parque Natural de Despeñaperros.

El recuerdo de la Batalla y el conocimiento del entorno natural y paisajístico donde se desarrolló, podría convertirse en un importante foco de atracción turística y, por tanto, una oportunidad para el desarrollo económico de las localidades de su entorno más cercano. Para ello habría que potenciar aquellas infraestructuras que pueden favorecer la conversión de este espacio geográfico en un refe-rente del turismo natural y cultural a nivel nacional e internacional. Algunos proyectos, entre otros, podrían ser los siguientes:

– Declaración del espacio geográfico donde se desarrolló la Batalla, junto con los elementos patri-moniales que allí se encuentran, como Parque Cultural, potenciando los valores medioambienta-les e históricos del entorno, al igual como sucede con otros lugares que guardan la memoria de importantes acontecimientos, por ejemplo, el campo de batalla de Waterloo en Bélgica, o los co-rrespondientes a las batallas de la Segunda Guerra Mundial.

– Establecimiento de un museo visitable en las localidades de Santa Elena o Miranda del Rey, que recoja los hallazgos fortuitos de objetos vinculados a la Batalla, así como los que se puedan recu-perar a través de prospecciones o excavaciones arqueológicas puntuales, acercando así a los visi-tantes al conocimiento de los núcleos de población más cercanos al campo de Batalla, que cuen-tan con valores patrimoniales propios de la época de las Nuevas Poblaciones.

– Señalización y puesta en valor de la carretera Nacional IV, en el trayecto correspondiente al anti-guo trazado del siglo XVIII del ingeniero Carlos Lemaur, que debería declararse Bien de Interés Cultural a nivel nacional. El interés que puede suscitar el conocimiento pormenorizado de esta infraestructura viaria puede verse incrementado con la comparación con la recién inaugurada au-tovía por Despeñaperros, entre Venta de Cárdenas y Santa Elena, una obra de ingeniería de inne-gable impacto arquitectónico y paisajístico.

– Adecuación y señalización de rutas de senderismo de medio recorrido, que recorran los antiguos caminos que atravesaban Sierra Morena de sur a norte, en especial el del Puerto del Rey y el del Puerto del Muradal, en colaboración con los Ayuntamientos correspondientes de Castilla-La Mancha.

– Potenciación de las rutas de senderismo de corto recorrido autoguiadas, como los ya existentes en el Parque Natural de Despeñaperros, aumentando la oferta e incrementando los paneles infor-mativos.

– Desarrollo de rutas guiadas en grupo por la zona, preferentemente a pie, en bicicleta o a caballo, que muestren los valores culturales y naturales del territorio.

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Caminos y lugares de Sierra Morena en torno a la Batalla de las Navas de Tolosa.

– Estudio, restauración, protección y puesta en valor de los elementos patrimoniales en peligro de desaparición o deterioro irreversible, relacionados directamente con la Batalla o situados en este espacio geográfico: la aldea de Magaña, el castillo de Castro Ferral, la casa de las Américas, el puente de la Hiedra, la calzada del “empedraillo”, la aldea de las Correderas, los inmuebles anexos a la Iglesia Parroquial de Santa Elena, el caserío tradicional de Miranda, el balneario de la Aliseda o las ruinas de la venta del Marqués.

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Heroísmo o principios ético-sociales:

la muerte en defensa de la comunidad.

Personajes musulmanes fallecidos en la batalla de

al-‛Iqāb o las Navas de Tolosa (1212)

Heroism or ethico-social principles: Dying for the community.Muslims killed in the battle of al-‛Iqāb or Las Navas de Tolosa (1212)

Francisco Vidal-CastroÁrea de Estudios Árabes e Islámicos (Univ. de Jaén)

Correo-e: [email protected]

Resumen: Análisis en perspectiva polemológica (la guerra como fenómeno social) de la batalla basado en la participación y muerte de voluntarios en las fuerzas musulmanas. Este contingente de voluntarios se caracterizó por su elevado número, heterogenei-dad social, falta de experiencia y preparación militar, compromiso e implicación personal con la defensa de su sistema de vida. La mayoría de ellos fallecieron en la batalla, pero las biografías de los personajes que se han conservado muestran que no se trataba de fanáticos, iluminados o individuos que buscaban el heroísmo, el martirio o querían inmolarse, sino per-sonas de un nivel de formación elevado, que se dedi-caban a la actividad intelectual y científica, que ocu-paban puestos o funciones relevantes en la sociedad: profesor, cadí (juez), alfaquí (jurista), imán, jatib (predicador), tradicionista, almocrí, poeta, literato, sufí, asceta. Por ello, al menos en este grupo de inte-lectuales u hombres de ciencia, se trataba de perso-nas que tenían una buena posición social y una vida próspera que les merecía la pena conservar, pero eran responsables y conscientes del momento crucial que vivían y asumieron el compromiso ético y el deber solidario de defender a su comunidad y su sociedad

Abstract: This article is a polemological (‘war as a social phenomenon’) analysis of the battle of Las

Navas de Tolosa based on the participation and death of volunteers among the Muslim forces. This contin-gent of volunteers was characterized by their sheer number, social heterogeneity, lack of military experi-ence and training, and personal commitment and en-gagement in safeguarding their way of life. Most of them died in the battle, but extant biographies show that they were not visionary fanatics eager for heroic deeds, martyrdom or sacrifice. Quite the contrary, they were well educated persons engaged in intellec-tual and scientific activities or performing important functions in their communities: teachers, Qadis

(judges), Faqihs (jurists), Imams, Khatibs

(preachers), historians, Quran reciters, poets, literati, Sufis and ascetics. It is clear that, at least as far as this group of intellectuals and scholars is concerned, we are dealing with socially well-situated individuals who led a wealthy life worth preserving, but who were responsibly aware of the dangerous juncture they were in. This ethical commitment and sense of solidarity impelled them to defend their community and society against a serious outside threat. Our ana-

Alcazaba, 12-13 (2012-2013), 117-138 - ISSN: 1886-1180

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frente a una grave amenaza externa. Para contrastar y completar el análisis, también se recoge el caso de un militar fallecido que presenta un perfil no solo de guerrero sino también de hombre cultivado.

lysis is supplemented by the case of a military man killed in the battle who was both a warrior and a cul-tured man.

Palabras clave: al-‛Iqāb; batalla de las Navas de To-losa; Jaén; al-Andalus; Almohades; edad media (s. XIII); ŷihād; voluntarios de guerra; mártires musul-manes; ulemas (sabios árabes); polemología.

Key words: battle of al-‛Iqāb; battle of Las Navas

de Tolosa; Jaén; al-Andalus; Almohads; Middle Ages (13th c.); Jihad; voluntary warriors; Muslim martyrs; ‛Ulamās’ (Arab scholars); polemology.

1. Trascendencia y conmemoración de la batalla de al-‛Iqāb o las Navas de Tolosa1

Las primeras Jornadas de Estudios Históricos que organizó una de las entidades editoras de esta re-vista, la Asociación Cultural Torre del Homenaje, estuvieron dedicadas a “La batalla de las Navas de Tolosa”2 en 1998, catorce años antes de que se celebrase en 2012 el octavo centenario de la batalla. A partir del año siguiente y hasta 2012 se han publicado, además de múltiples trabajos de diverso tipo, varios libros monográficos3, que se añaden al trabajo fundamental y pionero de Ambrosio Huici4, que

1Este trabajo se inscribe en el marco del proyecto de investigación I+D “Documentos de la Granada nazarí y mudéjar: estudio de las colecciones (derecho, economía y sociedad)” (FFI2012-37775) y forma parte de las actividades del Grupo de Investigación “Sociedades Árabes, Islámicas y Cristianas” (HUM-761) del Plan Andaluz de Investigación, Desarro-llo e Innovación de la Junta de Andalucía. Agradezco a los evaluadores externos de este artículo sus útiles indicaciones. 2Véase I Jornadas de Estudios Históricos. "La batalla de las Navas de Tolosa". Jaén: Asociación Cultural Torre del Ho-menaje, 1998.3Como, por orden cronológico: Carlos VARA THORBECK. El lunes de Las Navas. [Jaén]: Universidad de Jaén, 1999;

Martín ALVIRA CABRER. Guerra e ideología en la España medieval: cultura y actitudes históricas ente el giro de

principios del siglo XIII: batallas de las Navas de Tolosa (1212) y Muret (1213). Tesis doctoral dirigida por Emilio Mi-tre Fernández. Madrid: Universidad Complutense, 2000, 481-482; Mª Dolores ROSADO LLAMAS y Manuel Gabriel

LÓPEZ PAYER. La batalla de las Navas de Tolosa. Historia y mito. Jaén: Caja Rural, 2001; Manuel Gabriel LÓPEZ

PAYER, y ROSADO LLAMAS. Las Navas de Tolosa. La batalla. Madrid: Almena, 2002; Francisco GARCÍA FITZ.

Las Navas de Tolosa. Barcelona: Ariel, 2005; Miguel Dolan GÓMEZ. The Battle of Las Navas de Tolosa: The Culture

and Practice of Crusading in Medieval Iberia. Tesis doctoral de la University of Tennessee, 2011, disponible en

<http://trace.tennessee.edu/utk_graddiss/1079>; Martín ALVIRA CABRER. Las Navas de Tolosa 1212. Idea, liturgia y

memoria de la batalla. Madrid: Sílex, 2012; volumen monográfico sobre la batalla en Journal of Medieval Iberian Stu-

dies, 4, 1 (2012), además del trabajo clásico y base de todos los estudios posteriores que fue reeditado en 2000: Ambro-

sio HUICI MIRANDA. Las grandes batallas de la Reconquista durante las invasiones norteafricanas (Almorávides,

Almohades y Benimerines). Madrid: Instituto de Estudios Africanos, 1956 (ed. facsímil con estudio preliminar de Emi-lio Molina López y Vicente Carlos Navarro Oltra. Granada: Universidad, 2000), sección “De Alarcos a Las Navas de Tolosa”, 217-327.4“Estudio sobre la batalla de Las Navas de Tolosa”. Anales del Instituto General y Técnico de Valencia, 1 (1916) 1-196 (disponible en internet, <http://issuu.com/faximil/docs/1916-aigtv-01> [Consulta: 23/12/2013.], reeditado en HUICI.

Las grandes batallas, 217-327, donde ampliaba sus conclusiones.

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es preciso reconocer a pesar del tiempo transcurrido pues, en palabras de uno de los mayores especia-listas actuales en la batalla,

“constituye un indiscutible punto de inflexión en la historiografía de Las Navas […] que maneja las fuentes con criterios alejados de las pasiones e ideologías que habían movido buena parte de las obras anteriores. Su análisis aborda en profundidad todos los elementos importantes de la campaña de 1212 y desbroza muchas de las dudas importantes que seguían sin resolver desde una perspectiva científica atenta únicamente a las fuentes más fiables […] Además de esta im-pagable labor, fue el primer historiador no local en acudir personalmente al campo de batalla y estudiarlo a fondo a partir de los relatos medievales y de las confusas hipótesis de los analistas modernos. Ello le permitió desmentir la práctica totalidad de las localizaciones aceptadas hasta la fecha y situar la batalla donde realmente había ocurrido […] también fijó por primera vez unos órdenes de combate ajustados a los relatos fiables, y manejó asiduamente las obras tardo-medievales y modernas que amplificaron y mitificaron el recuerdo de la batalla”5.

Sin duda, uno de los acontecimientos más famosos y extraordinarios de la Península Ibérica en la edad media y posiblemente el de mayor trascendencia acaecido en tierras de Jaén en toda su historia sea la batalla conocida como de las Navas de Tolosa en la historiografía hispánica y como al-‛Iqāb en las fuentes e historiografía árabes. Cuando se cumplen ocho siglos del acontecimiento sucedido el lu-nes 15 de ṣafar de 609 según el calendario islámico de la hégira, correspondiente al 16 de julio de 1212 de la era cristiana, el tiempo transcurrido proporciona una perspectiva clara de los motivos por

5ALVIRA. Guerra e ideología, 161-162.

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Cromolitografía de la obra Glorias Españolas de Alfredo Opisso (Barcelona, 1888)

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los que esta batalla ha acabado convirtiéndose en un hecho tan famoso a lo largo de la historia y que tuvo tanta trascendencia internacional. Estos motivos tienen que ver con la propia importancia y rele-vancia del hecho en sí mismo y se pueden resumir en tres cuestiones:

1) las implicaciones ideológicas: ambas partes justificaron la batalla con el recurso a la religión, lo que se tradujo en la prédica de la cruzada por el Papa y la proclamación del ŷihād o lucha por la fe por parte del califa almohade;

2) los participantes, que fueron múltiples y poderosos: no fueron solo dos partes, sino varios países o reinos cristianos; en concreto, fueron Castilla, Aragón, Navarra y Portugal, más los cruzados europeos que acudieron a la batalla, frente al Imperio Almohade que formaba un solo estado, si bien el ejército tenía una composición heterogénea y “multicolor”, que incluía voluntarios no mi-litares;

3) la magnitud de las fuerzas: las fuentes árabes y cristianas señalan cifras exorbitantes de partici-pantes en la batalla, como 70.000 cristianos y más de 100.000 musulmanes (que algunas llegan a exagerar hasta los 120.000 e, incluso, 600.000). Estas cifras mucho más elevadas de las reales ex-presan el sentimiento y la idea de cantidad descomunal y nunca vista que los autores de las fuen-tes querían transmitir. En cuanto a la cifra objetiva de efectivos, no se conoce con certeza y los últimos cálculos apuntan, por lo que respecta al contingente de los cristianos, un número en torno a los 12.000 cristianos6 que otros sitúan en una horquilla entre 10.000 y 14.0007, mientras que por lo que respecta al contingente de musulmanes, las últimas valoraciones lo sitúan entre 22.000 y 30.000 hombres8.

2. Los combatientes árabo-musulmanes

El ejército del imperio almohade, como correspondía a un estado de gran extensión geográfica y con elementos de diversas etnias y múltiples tribus y grupos sociales, era un ejército heterogéneo y de va-riados componentes9. La imposibilidad de mantener un ejército permanente10 de las enormes dimen-siones que los Almohades ponían en campaña, obligaba a formar estacionalmente las fuerzas que iban

6VARA. El lunes de Las Navas, 252-254, 347-354 y 393, apud ALVIRA. Las Navas de Tolosa 1212, 330 y nota 28.7ALVIRA. Guerra e ideología, 481-482; ALVIRA. Las Navas de Tolosa, 330. Véase además, HUICI. Las grandes ba-

tallas de la Reconquista, 269-271 (sobre el número de bajas: 265-269); ROSADO y LÓPEZ. La batalla (v. a. LÓPEZ y

ROSADO. Las Navas de Tolosa), 72-73; GARCÍA FITZ. Las Navas de Tolosa, 476-491, espec. 482-483 y 488-489.8ALVIRA. Guerra e ideología, 484; ALVIRA. Las Navas de Tolosa, 332. GARCÍA FITZ. Las Navas de Tolosa, 490.9Además de los trabajos ya citados sobre la batalla que abordan esta cuestión específica, acerca del ejército almohade en general, v. Victoria AGUILAR SEBASTIÁN. “Instituciones Militares: el Ejército”. En Mª Jesús VIGUERA MOLINS

(coord.) y otros. El retroceso territorial de al-Andalus. Almorávides y almohades. Siglos XI al XIII. Historia de España Menéndez Pidal, vol. VIII-2. Madrid: Espasa Calpe, 1997, 187-208.10La financiación de los ejércitos islámicos en general solía proceder del tesoro público, la bayt al-māl, que se nutría de diversas fuentes e impuestos, incluida una parte de las herencias en las que no había un heredero agnado, como se apli -caba en la Granada nazarí del siglo XV: Amalia ZOMEÑO. “El Tesoro Público como heredero en la Granada del siglo

XV”. En Francisco TORO CEBALLOS y José RODRÍGUEZ MOLINA (coords.). Estudios de Frontera.9. Economía,

derecho y sociedad en la Frontera. Homenaje a Emilio Molina López. Jaén: Diputación Provincial de Jaén, 2014, 857-870.

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a entrar en combate ante una gran confrontación. En este caso de la batalla de al-‛Iqāb, el califa al-mohade que dirigió el enfrentamiento por parte is-lámica, al-Nāṣir, había comenzado a formar un gran ejército el año anterior, para lo cual había de-cretado movilización general.

En esta ocasión, al ejército que se formaba bási-camente en el Magreb, origen y sede la capital del imperio, se sumaba la participación de las fuerzas de al-Andalus, incorporado por entonces como “provincia” al imperio almohade, puesto que el enfrentamiento tendría lugar, precisamente, en te-rritorio andalusí y frente a los reinos cristianos del norte de la Península que amenazaban la integri-dad territorial de al-Andalus. El resultado fue un gran contingente integrado por las tribus o cabilas bereberes del Magrib, los árabes de diversas tribus (principalmente de la temible tribu de los nómadas Banū Hilāl)11, los agzāz (arqueros turcos mercena-rios) y las fuerzas andalusíes.

Pero además, el califa al-Nāṣir (el Miramamolín de las crónicas cristianas, término derivado de Amīr al-Mu’minīn, Príncipe de los Creyentes, títu-lo especifico del máximo dirigente de la comunidad islámica, el califa)12 promulgó la convocatoria para el ŷihād (la lucha contra el enemigo infiel), diri-

11Beduinos trasladados al alto Egipto, saqueadores y dedicados al pillaje, que en el siglo XI fueron “autorizados” y en-viados por el califa fāṭimí de El Cairo, al-Mustanṣir, a invadir en hordas devastadoras el norte de África para castigar la insurrección de los Ziríes de Ifrīqiya (actual Túnez) que habían abandonado el šī‛ismo y regresado a la ortodoxia del ca-lifato abbasí de Bagdad. Sobre ellos en general y su participación en el ejército almohade como expertos jinetes que

practicaban la técnica del tornafuye (al-karr wa-l-farr), véase Hady Roger IDRIS. “L’invasion hilālienne et ses consé-

quences”. Cahiers de Civilisation Médiévale, 43, juillet-septembre (1968) 353-369; IDRIS y J. SCHLEIFER. “Hilāl”.

The encyclopaedia of Islam. New edition. Leiden: Brill, 1960-2003, III, 385-387 (versión francesa: 325 ss); E.B. “Hi-

laliens”. En Encyclopédie berbère, 23 (2000), 3465-3468, disponible en línea <http://encyclopedieberbere.revues.org/1593> [Consulta: 22/2/2013.]; AGUILAR. “La aportación de los árabes nóma-

das a la organización militar del ejército almohade”. Al-Qanṭara, 14, 2 (1993) 393-415; AGUILAR. “Instituciones mili-tares”, 198-199, 204.12Su nombre completo era Abū ‛Abd Allāh Muḥammad b. Ya‛qūb b. Yūsuf b. ‛Abd al-Mu’min, con el laqab o sobre-nombre honorífico de al-Nāṣir li-Dīn Allāh, “El que hace triunfar la Fe de Dios”, y su califato se extendió del 1199 al 1213 (vivió de 1181 a 1213). Era hijo del tercer califa almohade, el grande y victorioso Abū Yūsuf Ya‛qūb al-Manṣūr (m. 1199), al que sucedió con apenas 18 años. Las fuentes árabes lo describen de color blanco y barba rojiza, los ojos muy azules, mejillas llenas y buena estatura. De temperamento benévolo, era poco sanguinario. De su familia se sabe que su madre era una esclava cristiana llamada Zahr, Flor, que fue manumitida posteriormente. En el momento de la ba-talla tenía solamente 31 años.

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Grabado de Juan Serra Pausas, hacia el año 1900

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gida a todos los musulmanes que, voluntariamente, quisieran participar en la defensa contra la ame-naza de invasión que se cernía sobre al-Andalus.

A pesar de los peligros evidentes de ir a la guerra y luchar en una batalla medieval, una gran canti-dad de hombres respondieron a la llamada y acudieron a reforzar y apoyar a los combatientes pro-fesionales del ejército almohade. El resultado fue un enorme contingente de voluntarios andalusíes de muy diferentes profesiones y edades, que no estaban adiestrados ni relacionados con la actividad militar pero acudieron a la convocatoria y se movilizaron a pesar de no tener formación ni entrena-miento militar alguno y no percibir por ello sueldo alguno (mientras que los militares sí).

3. Personajes árabo-musulmanes fallecidos en la batalla13

Aunque el bando cristiano también tuvo bajas, la derrota del bando árabo-islámico llevó aparejada una cuantiosa cantidad de fallecidos en la batalla. No solo las fuentes cristianas resaltan el triunfo de los cristianos, sino que también las fuentes árabes son prácticamente unánimes en calificar como un desastre sin paliativos la derrota almohade: “Tuvo lugar este suceso desgraciado (al-kā’ina al-muli-

mma) y este enorme infortunio (al-raziyya al-‛aẓīma) el lunes 15 de ṣafar del año 609/16 de julio de 1212”14, por citar un ejemplo.

Evidentemente, las cifras de muertos musulmanes que ofrecen las fuentes cristianas no pueden te-nerse en cuenta porque, aparte del sesgo ideológico, son tan disparatadas que escapan a toda lógica: hasta 80.000 jinetes y 200.000 peones, como señala la Crónica de Castilla (las mismas fuentes que señalan que las bajas cristianas fueron 150 o cifras inverosímilmente bajas)15. Igualmente, algunos au-

13El tema de los personajes musulmanes destacados que fallecieron en la batalla ya fue abordado en las I Jornadas de

Estudios Históricos de 1998: véase Francisco VIDAL-CASTRO. “Al-‛Iqāb: Las Navas de Tolosa en las fuentes árabes”.

En I Jornadas de Estudios Históricos. "La batalla de las Navas de Tolosa". Jaén: Asociación Cultural Torre del Home-

naje, 1998, 21-36, 25-26 (reeditado en Francisco GARCÍA FITZ y VIDAL-CASTRO. Dos estudios en torno a la bata-

lla de al-‛Iqāb o Las Navas de Tolosa (1212) en al-Andalus: los reinos cristianos de la Península Ibérica frente a los

Almohades. VIII Centenario de la mayor confrontación bélica Medieval. Presentación Diego Melo Carrasco. Coquimbo (Chile): Centro Mohammed VI para el Diálogo de Civilizaciones; Santiago de Chile: Cátedra Al-Andalus|Magreb (Uni-

versidad Adolfo Ibáñez), 2012, 61-78, 66-67, con reseña por Rafael G. Peinado Santaella en Revista del Centro de Es-

tudios Históricos de Granada y su Reino, 25 (2013) 361-363, disponible en internet en <http://www.cehgr.es/revista/in-dex.php/cehgr/article/view/54> [Consulta: 20/12/2013.]) y otros trabajos posteriores: ALVIRA. Guerra e ideología, 613-

617; ROSADO. "Cristianos y musulmanes en la Batalla de Las Navas de Tolosa". En II Jornadas de Estudios Medieva-

les. "La batalla de las Navas de Tolosa". Santa Elena, 6 de junio de 1999. Jaén: Asociación Cultural Torre del Homena-

je, 1999, 7-29, 8-9; ROSADO y LÓPEZ. La batalla (v. a. LÓPEZ y ROSADO. Las Navas de Tolosa), 277-284; ALVI-

RA (ed.). Pedro el Católico, Rey de Aragón y Conde de Barcelona (1196-1213). Documentos, Testimonios y Memoria His-

tórica. 6 vols. Zaragoza: Institución Fernando el Católico, 2010, V, 2521-2526.14V. IBN ABĪ ZAR‛. Al-Anīs al-muṭrib bi-rawḍ al-qirṭās fī ajbār mulūk al-Magrib wa-ta’rīj madīnat Fās. Ed. ‛Abd al-

Wahhāb Benmanṣūr (sic). Rabat: al-Maṭba‛a al-Malikiyya, 19992 [D. L. 2002; 19731], 315; trad. (no basada en la edi-

ción del texto árabe citada aquí) Rawḍ al-qirṭās. Trad. Ambrosio Huici Miranda. Valencia: 1964, II, 467: “Fue esta te-rrible calamidad el lunes 15 de safar del 609 (16 de julio de 1212)”. En adelante se indicará la página del texto árabe y tras una barra la de la traducción (por ejemplo, 315/II, 467), tanto en esta como en el resto de fuentes árabes citadas.15ALVIRA. Las Navas de Tolosa, 334 y, sobre las bajas en general, 332-338, además de: HUICI. Las grandes batallas de la Reconquista, 265-269; ALVIRA. Guerra e ideología, 624-626; GARCÍA. Las Navas de Tolosa, 482 ss.

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tores árabes indican cifras imposibles, como el fesí Ibn Abī Zar‛ (m. d. 1326)16 que un siglo después de la batalla apunta más de 170.000 y globalmente no más de uno de cada mil17 (de la también exage-radísima cifra de efectivos musulmanes que señala: más de 500.000)18, o como el tremecení al-Maq-qarī (986-1041/1578-1631), que cuatro siglos más tarde repite estas cifras (parece seguir a Ibn Abī Zar‛) y señala un número de 600.000 participantes y un número de bajas casi total concretado en que, al decir de algunos, solo se salvaron menos de mil19.

Lógicamente, la mayoría de fallecidos debieron de ser soldados y jefes militares, aunque no se cono-ce el nombre ni la identidad de la mayoría pues casi todos eran individuos anónimos. Los pocos de los que ha quedado constancia son algunos jefes que ocupaban algún cargo destacado.

Pero, al fin y al cabo, todos estos fallecidos militares hacían su trabajo y desempeñaban una función que consistía, precisamente, en el combate y la guerra, habían participado en otras contiendas y asu-mían, evidentemente, el riesgo de muerte que conlleva.

Sin embargo, junto a estos militares, también murieron muchísimos hombres en el lado musulmán que no eran militares profesionales. Se trata del contingente de voluntarios, un enorme grupo de indi-viduos que acudieron a la convocatoria de ŷihād (de ŷihād menor o lucha militar por la fe) proclama-da por el Miramamolín, el califa almohade al-Nāṣir (similar pero no idéntica a la proclamación de cruzada que también enarboló el bando cristiano en esta batalla).

No se conoce el número de voluntarios, aunque era muy elevado. Las cifras que ofrecen algunas fuentes árabes de 160.000 voluntarios (mutaṭawwi‛a) como el Anīs al-muṭrib20 son muy exageradas, como el resto de cantidades que ofrece el autor de esta obra para participantes totales y bajas. Esta cantidad es inverosímil y hay que descartarla. No obstante, indirectamente estas cifras aportan una in-formación que puede ser interesante: la proporción entre militares y voluntarios que se puede estable-cer a partir del conjunto de datos de dicha obra; es decir, si Ibn Abī Zar‛ señala que el total de partici-pantes superó los 500.000 y suponemos que no rebasó los 600.000, la proporción de voluntarios en ese conjunto (160.000 según el mismo Ibn Abī Zar‛) es de, aproximadamente, una cuarta parte del to-tal (en torno al 26 %). Si se aplica ese porcentaje a las cifras totales más realistas que proponen los úl-timos estudios sobre la batalla (véase, supra, apartado ) y que las sitúan entre 22.000 y 30.000 efecti-vos, ello supondría que el 26 % de voluntarios supondría un contingente en torno a los 5.000 a 8.000

16Es preciso advertir que se trata de un cronista al servicio de los Benimerines, enemigos de los Almohades, contra los que se levantaron y acabaron derrocándolos y sustituyéndolos en el Magreb, por lo que su versión es claramente hostil a los Almohades y tiende a magnificar la catástrofe de la batalla para justificar el levantamiento meriní. Véase sobre ello, Mi-

guel Ángel MANZANO RODRÍGUEZ. La intervención de los Benimerines en la Península Ibérica. Madrid: CSIC,

1992, 384-385; Mª Jesús VIGUERA MOLINS. “Historiografía”. En VIGUERA (coord.) y otros. El retroceso territo-

rial de al-Andalus. Almorávides y almohades. Siglos XI al XIII. Historia de España Menéndez Pidal, tomo VIII-II. Ma-drid: Espasa Calpe, 1997, 1-37, 13.17V. IBN ABĪ ZAR‛. Al-Anīs al-muṭrib, 314-315/II, 465-467.18V. IBN ABĪ ZAR‛. Al-Anīs al-muṭrib, 316/II, 468.19AL-MAQQARĪ. Nafḥ al-ṭīb min guṣn al-Andalus al-raṭīb. Ed. Iḥsān ‛Abbās. Beirut: Dār Ṣādir, 1968, III, 383, versión

parcial-extracto (no basada en la edición del texto árabe citada aquí) por Pascual de GAYANGOS. The history of Mo-

hammedan dynasties in Spain…Londres: Oriental Translation Fund, 1840 y 1843 (reimp. Nueva York-Londres: John-son Reprint, 1964), II, 323, y traducción española sobre esta versión de Gayangos por HUICI. “Estudio sobre la

batalla”, 13; v. a. ALVIRA. Guerra e ideología, 488.20V. IBN ABĪ ZAR‛. Al-Anīs al-muṭrib, 314, 316/II, 465, 468.

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individuos, aunque tampoco se puede garantizar que la proporción derivada de los datos de Ibn Abī Zar‛ sea exacta.

Ya en la batalla, al comienzo de la misma, los voluntarios les aguantaron el ataque a los ejércitos cristianos con una “digna resistencia” (“wa-ṣabara al-muslimūn la-hum ṣabran ŷamīlan”), pero acaba-ron sucumbiendo casi en su totalidad pues fueron prácticamente el primer cuerpo que entró en comba-te (aparte de los contingentes de caballería ligera situados en vanguardia pero cuya estrategia era el tornafuye, al-karr wa-l-farr) antes de que intervinieran las tropas almohades, árabes y andalusíes, como lo relata Ibn Abī Zar‛:

“Se dirigió contra ellos el ejército cristiano, en filas, como nubes de langostas; los voluntarios les salieron al encuentro y cargaron sobre ellos en número de 160.000, pero desaparecieron en-tre las filas de los cristianos, quienes los cubrieron y combatieron terriblemente. Los musulma-nes resistieron heroicos, y todos los voluntarios murieron mártires, sin dejar uno”21.

Aunque las exageraciones del cronista fesí (hostil a los Almohades, como ya se ha dicho: v. supra,

nota 13) son claras, no cabe duda de que las bajas fueron elevadísimas y mayoritarias en este cuerpo de voluntarios. Aunque no se conoce la identidad ni personalidad de la mayoría de estos voluntarios, las fuentes árabes sí han conservado un conjunto ilustrativo de datos y biografías de algunos de estos fallecidos en la batalla y su estudio nos permite conocer algunos tipos de personas que cayeron en el combate.

Para descubrir este perfil biográfico y personal de los participantes árabo-musulmanes en la batalla, tanto los militares como los voluntarios civiles, a continuación se expone la biografía detallada de un caso individual en cada uno de los dos grupos (militar y civil). Los dos casos pueden considerarse re-presentativos en su categoría y grupo social, de manera que revelan el sentido, carácter y alcance de la presencia de estas personas en pleno campo de batalla, en un acontecimiento bélico de la magnitud de al-‛Iqāb/las Navas de Tolosa.

21V. IBN ABĪ ZAR‛. Al-Anīs al-muṭrib, 314/II, 465, donde reitera, más abajo, “que los voluntarios habían sido extermi-

nados” (“al-mutaṭawwi‛a qad qutilū”); ALVIRA. Guerra e ideología, 218-219.

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4. Biografía de personajes fallecidos identificados

4.1. Militares: el caso de Abū Bakr Ibn Wazīr22

Su nombre completo era Abū Bakr Muḥammad b. Sīdrāy b. ‛Abd al-Wahhāb b. Wazīr al-Qaysī, ca-ballero andalusí (min fursān al-Andalus) y jefe de rango superior que llegó a ser en Sevilla uno de los alcaides o comandantes de la caballería (quwwād al-a‛inna)23.

Pertenecía a una familia muy involucrada en la política andalusí del Occidente de al-Andalus, espe-cialmente de lo que hoy se denomina Algarve y Alentejo en Portugal: su padre Sīdrāy colaboró acti-vamente en el derrocamiento de los Almorávides y asentamiento de los Almohades mientras que su hermano ‛Alī fue gobernador del castillo de Serpa (Sirba/Š.h.rba) y su hijo mayor ‛Abd Allāh heredó el gobierno de Alcácer y sus dotes literarias cuando él (Abū Bakr Ibn Wazīr) murió en 609/1212, en-tre otros miembros del linaje.

Fue nombrado por el califa almohade Abū Ya‛qūb Yūsuf I gobernador de Beja (Bāŷa) el sábado 7 de rabī‛ I de 570/5 de octubre de 1174, si bien el propio califa lo cesó al cabo de unos meses por las quejas de los notables de la ciudad ante la mala política y administración de Ibn Wazīr y su enfrenta-miento con aquellos.

Casi diecisiete años después, el hijo y sucesor del citado califa, Ya‛qūb al-Manṣūr, nombró a Ibn Wazīr gobernador de Qaṣr Abī Dānis, fortaleza que también es denominada Qaṣr al-Fatḥ24 (Alcázar o

22Fuentes y bibliografía sobre este personaje: IBN AL-ABBĀR. [Al-Ḥulla al-siyarā’]. “Extraits de l'ouvrage intitulé al-Hollato ’s-Siyará, par Ibno-’l-Abbar, publiés d'après le man. de la Société Asiatique”. Ed. parcial R. P. A. Dozy. En

DOZY. Notices sur quelques manuscrits arabes. Leiden: E. J. Brill, 1847-1851, 29-260, 239; IBN AL-ABBĀR. Al-

Ḥulla al-siyarā’. Ed. Ḥusayn Mu’nis. El Cairo: al-Šarika al-‛Arabiyya li-l-Ṭibā‛a wa-l-Našr, 1963 (edición a la que se

remite aquí si no se indica otra), II, 271-275, nº 156, passim (pp. 295, 297); IBN SA‛ĪD AL-MAGRIBĪ. Al-Mugrib fī

ḥulà l-Magrib. Ed. Šawqī Ḍayf. El Cairo: Dār al-Ma‛ārif, D. L. 19934 [19642] (vol. I) y D. L. 19803 [1955] (vol. II), I,

382, nº 270; IBN ‛IḎĀRĪ. Al-Bayān al-mugrib fī ajbār al-Andalus wa-l-Magrib. Qism al-Muwaḥḥidīn. [Vol. V]. Ed. Muḥammad Ibrāhīm al-Kattānī, Muḥammad b. Tāwīt, Muḥammad Zannībar y ‛Abd al-Qādir Zamāma. Beirut: Dār al-

Garb al-Islāmī; Casablanca: Dār al-Ṯaqāfa, 1406/1985, V, 132-134, 211/I, 18-20, 170; AL-MAQQARĪ. Nafḥ al-ṭīb min

guṣn al-Andalus al-raṭīb wa-Qikr wazīri-hā Lisān al-Dīn b. al-Jaṭīb. Ed. Iḥsān ‛Abbās. Beirut: Dār Ṣādir, 1968, IV, 381, 465 (donde al-Maqqarī indica erróneamente el nombre: no es hijo de ‛Abd Allāh sino de Sīdrāy, como advierten el edi-tor ‛Inān en nota 1 de ambas páginas y Velázquez en la referencia siguiente, p. 599); Ambrosio HUICI MIRANDA.

Historia política del imperio almohade. Tetuán: 1956 y 1957. Ed. facs. con estudio preliminar de Emilio Molina López y Vicente Carlos Navarro Oltra. Granada: Universidad, 2000, I, 268, 356 y nota 1, II, 443-444, nota 3; HUICI. “La par-

ticipación de los Grandes Jeques en el gobierno del Imperio Almohade”. Tamuda, VI-2 (1958) 239-277, 266 apud AL-

VIRA (ed.). Pedro el Católico, V, 2524, nota 206; ALVIRA. Guerra e ideología, 614; ROSADO y LÓPEZ. La batalla

(v. a. LÓPEZ y ROSADO. Las Navas de Tolosa), 283-284, nº 14; Fernando Nicolás VELÁZQUEZ BASANTA. “Ibn

Wazīr, Abū Bakr”. En Jorge LIROLA DELGADO (dir. y ed.). Biblioteca de al-Andalus: De Ibn Sa‛āda a Ibn Wuhayb.

Vol. 5. Almería: Fundación Ibn Tufayl de Estudios Árabes, 2007, V, 596-600; ALVIRA (ed.). Pedro el Católico, V, 2522 y 2524, nota 206.23Así lo clasifica IBN SA‛ĪD. Al-Mugrib fī ḥulà l-Magrib, I, 382; el término literalmente significaría “alcaide de las rien-

das” y tiene el sentido de jefe u oficial de caballería, como indica R[einhart] [P. A.]. DOZY. Supplément aux diction-

naires arabes. Beirut: Librairie du Liban, 1991 (reimp. Leiden: Brill, 1881), II, 178b, s. v. ‛anna, donde indica el senti-

do de “le commandant de la cavalerie” para qā’id al-a‛inna.24IBN AL-ABBĀR. Al-Ḥulla al-siyarā’, II, 272, 295 (ed. Dozy, 239, 241). Sobre esta localidad, véase, entre otras refe-rencias, la extensa y documentada nota de Ḥusayn Mu’nis en torno a su historia y políticos, ibídem, 272, nota 1.

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Heroísmo o principios ético-sociales: la muerte en defensa de la comunidad. Personajes ...

Palacio de la Victoria, actual Alcácer do Sal, hoy ciudad del Alentejo portugués situada al sur de Lis-boa), cuando fue reconquistada por los Almohades el 15 de ŷumādà I de 587/10 de junio de 1191, treinta años después de que los cristianos lo tomaran el 555/116025. Precisamente, a este califa al-mohade fue al que Ibn Wazīr recitó uno de sus poemas en el que le describe su batalla contra un des-tacamento cristiano al que vencieron él y sus compañeros, que dice así26:

Cuando nos encontramos, hubo entre nosotros lancesque multiplicaron los caídos tanto de nuestra parte como de la suya

Los filos de las espadas a ambas partidas nos rondaron,pues ellos y nosotros éramos todo lo que, sin excepción, había [en el campo de batalla].

No es un buen jefe quien no está convenientemente adiestrado en defensa personal,pues en los aledaños de la yugular tiene su punto de cita el sable.

Paciencia, que no hay asilo fuera de las espadas ni de las lanzas;cada uno de nosotros en el calor de la lucha debe ser hielo.

25Cuando se produjo la conquista cristiana en 555/1160, también era Ibn Wazīr el gobernador de Alcácer do Sal y fue

repuesto en 587/1191, según HUICI. Historia política del imperio almohade, I, 356, nota 1.26Traducción de VELÁZQUEZ. “Ibn Wazīr”, 599.

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Qaṣr Abī Dānis (actual Alcácer do Sal) en el Alentejo portugués, cuyo gobernador Abū Bakr b. Wazīr participó en la batalla y murió en ella. Muralla del castillo con el meandro del río Sado a sus pies. Fotografía © Francisco Vidal-Castro.

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Francisco Vidal-Castro

Pero nosotros lanzamos un ataque, y ellos se quedaros perplejos;“no dejan de ceder los que vacilan”,

de modo que diéronse a la fuga, pues tanto las largas lanzascomo las espadas finas tienen debilidad27 por sus cabezas.

Su gobierno en Alcácer, al contrario de su problemática gestión en Beja, fue muy apreciado y se mantuvo en él con una “gran categoría y alta consideración” (sāmiy al-rutba, nāmiy al-ḥuẓwa)28 du-rante las dos décadas que transcurrieron hasta su muerte.

Ibn Wazīr acudió desde su castillo, situado a más de quinientos kilómetros del escenario de la batalla de al-‛Iqāb, en tierras del norte de Jaén, para participar en la contienda. Su intervención en ella le cos-tó la vida pues sin duda murió a consecuencia del enfrentamiento, si bien las fuentes no indican con precisión si el óbito se produjo el mismo día o poco después, quizás ya en su castillo de Alcácer, pues solo precisan que “falleció a comienzos de la séptima centuria, después de su participación (ḥuḍūri-hi) en la batalla de al-‛Iqāb, que fue el lunes a mitad [15] de ṣafar de 609/[16] de julio de 1212”29.

27El texto árabe dice rukū‛ (literalmente, ‘prosternación’, inclinación hasta las rodillas que se hace en uno de los mo-

mentos de la oración) y suŷūd (literalmente, ‘prosternación’, ‘adoración’, también relacionado con los movimientos que se hacen en la oración y con el que el musulmán se arrodilla hasta tocar el suelo con la frente): v. AL-MAQQARĪ.

Nafḥ al-ṭīb, IV, 381, 465, que recoge la versión más completa y seguida por Velázquez en su traducción del poema. En

cambio, IBN AL-ABBĀR. Al-Ḥulla al-siyarā’, 273 (ed. Dozy, 239), ofrece las variantes ṣalīl (‘sonido que produce el

hierro al golpear un cuerpo’) y wurūd (‘vena’) además de no incluir el cuarto verso (al igual que IBN SA‛ĪD. Al-Mu-

grib, I, 382, que tampoco incluye este quinto verso).28IBN AL-ABBĀR. Al-Ḥulla al-siyarā’, II, 273 (ed. Dozy, 239).29IBN AL-ABBĀR. Al-Ḥulla al-siyarā’, II, 273 (ed. Dozy, 239).

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Qaṣr Abī Dānis (actual Alcácer do Sal) en el Alentejo portugués, cuyo gobernador Abū Bakr b. Wazīr participó en la batalla y murió en ella. Muralla del castillo con el meandro del río Sado a sus pies.Fotografía © Francisco Vidal-Castro.

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Heroísmo o principios ético-sociales: la muerte en defensa de la comunidad. Personajes ...

La personalidad de Ibn Wazīr resulta significativa como participante en la batalla, pues presenta una imagen del militar con cierto rango que no es un simple guerrero, como serían la mayoría de soldados procedentes de las cábilas magribíes o, incluso, la mayor parte de la tropa andalusí, sino que se trata de un individuo culto, con una buena formación intelectual que le permitía, incluso, componer poesía, algo que en la literatura árabe exige un gran dominio de la lengua y la métrica por la complejidad téc-nica y formal de las reglas de la métrica árabe, entre otras exigencias.

4.2. No militares: voluntarios civiles

4.2.1. El caso de ‛Abd al-Wāḥid b. Sulayman30

Su nombre completo era Abū Muḥamamad ‛Abd al-Wāḥid b. Sulaymān b. ‛Abd al-Wāḥid b. ‛Isà b. Sulaymān al-Hamdānī.

Era de Granada y pertenecía a una familia eminente intelectual y socialmente, como sus biógrafos se ocupan de subrayar: “era de una casa de ciencia y grandeza (ŷalāla)”31. Y así se constata por varios de sus antepasados, tanto por línea paterna como por línea materna. Por ejemplo, su padre Abū l-Rabī‛ Sulaymān fue un muftí o jurisconsulto de la categoría mušāwar (“consejero”, miembro del consejo consultivo al que el juez debía atenerse en su actuación) además de cadí o juez y notario. Fue conside-rado como el primer hafiz (que ha estudiado y conoce de memoria una disciplina) de la ciencia jurídi-co-religiosa en su época. Más destacado aún fue su abuelo (homónimo, según la costumbre árabe fre-cuente de poner al niño el nombre de pila de su abuelo) Abū Muḥammad ‛Abd al-Wāḥid, que “logró la jefatura del derecho y del consejo consultivo (šūrà) en su ciudad”32 y fue el principal jurista de su tiempo, tan apreciado que cuando falleció la mañana del martes de mediados [16] de rabī‛ II del año 504/1 de noviembre de 1110 y fue enterrado en el cementerio de la puerta de Elvira en el panteón (rawḍa) de sus antepasados, concurrió una gran masa de gente e, incluso, el propio gobernador de

30Fuentes y bibliografía sobre este personaje: Ibn ‛Abd al-Malik AL-MARRĀKUŠĪ. Al-Uayl wa-l-takmila li-kitābay al-

Mawṣūl wa-l-Ṣila. Vol. V. (al-sifr al-jāmis). Ed. Iḥsān ‛Abbās. Beirut: Dār al-Ṯaqāfa, 1965, V-1, 67-68, nº 142; IBN

AL-ZUBAYR. Kitāb Ṣilat al-Ṣila. Al-Qism al-ajīr min Kitāb Ṣilat al-Ṣila. Ed. É. Lévi-Provençal. Beirut: Maktabat Jay-

yāṭ, s. d. [reimp. de Rabat: 1938], 25-26, nº 36 (ed. ‛Abd al-Salām al-Harrās y Sa‛īd A‛rab. Rabat: Wizārat al-Awqāf,

1993-1995, IV, 26, nº 33); VIDAL-CASTRO. “Al-‛Iqāb: Las Navas”, 25 (reed. en GARCÍA FITZ y VIDAL-CASTRO.

Dos estudios, 66, donde debe corregirse la errata ‛Abd al-Wahhāb por el ism correcto del personaje: ‛Abd al-Wāḥid);

ALVIRA. Guerra e ideología, 614; ROSADO y LÓPEZ. La batalla (v. a. LÓPEZ y ROSADO. Las Navas de Tolosa),

281-282, nº 10; “Ibn Sulaymān al-Hamdānī, Abū Muḥammad”. En LIROLA DELGADO (dir. y ed.). Biblioteca de al-

Andalus, [Documentación], V, 418-419; ALVIRA (ed.). Pedro el Católico, V, 2522 y 2524, nota 209.31AL-MARRĀKUŠĪ. Al-Uayl wa-l-takmila, V-1, 67; IBN AL-ZUBAYR. Ṣilat al-Ṣila, 25 (ed. Lévi-Provençal), IV, 26 (ed. al-Harrās y A‛rab), quien probablemente toma la noticia y la biografía completa de al-Mallāḥī, pues la noticia sobre este personaje la cierra Ibn al-Zubayr (627-708/1230-1308) con la indicación de que “lo menciona al-Mallāḥī”, granadino

de los siglos XII-XIII (m. 619/1222) que compuso una Historia de los sabios de Ilbīra (Ta’rīj ‛ulamā’ Ilbīra) muy utiliza-da tanto por Ibn al-Zubayr como por otros autores posteriores como, en particular, Ibn al-Jaṭīb en su enciclopedia histórico-

política y biográfico-literaria al-Iḥāṭa fī ajbār Garnāṭa.32IBN AL-ZUBAYR. Ṣilat al-Ṣila, 24, nº 33 (ed. Lévi-Provençal), IV, 24-25, nº 30 (ed. al-Harrās y A‛rab); también le de-

dican una biografía IBN BAŠKUWĀL. Kitāb al-Ṣila fī ta’rīj a’immat al-Andalus wa-‛ulamā’i-him wa-muḥaddiWī-him wa-

fuqahā’i-him wa-udabā’i-him. Ed. Francisco Codera. Madrid: Imprenta Rojas, 1882-1883, 377, nº 819 (ed.Ṣalāḥ al-Dīn al-

Hawwārī. Beirut: al-Maktaba al-‛Aṣriyya, 2003, 309, nº 826); AL-MARRĀKUŠĪ. Al-Uayl wa-l-takmila, V-1, 68, nº 144.

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Granada, el príncipe Abū l-Ṭāhir Tamīm, hijo del gran caudillo y conquistador de los Almorávides Yūsuf b. Tāšufīn (gob. 1072-1106), compareció al funeral. También sobresalieron sus tíos, su abuelo materno y el padre de su abuelo materno, que fueron todos ellos juristas ilustres.

Además de esta distinguida familia, también disfrutó de una buena educación, una formación supe-rior adquirida no solo con los múltiples maestros de su ciudad sino con otros de fuera. Entre ellos, se cita como ejemplo a Abū Muḥammad ‛Abd al-Mun‛im b. ‛Abd al-Raḥīm, Abū Bakr Ibn Abī Zamanīn (o Zamanayn) y Abū l-Qāsim b. Samŷūn.

Ello le permitió alcanzar un nivel intelectual alto y ser uno de los que tenían conocimientos suficien-tes (Qawī l-mušāraka) en la ciencia del hadiz (la tradición profética), del derecho, la lexicografía (luga, lengua en general, lexicografía o filología en particular), la gramática y el adab (la prosa de es-tilo y contenido cultos), además de tener una bella caligrafía. Con este bagaje no sorprende que tam-bién se convirtiera en un poeta singular del que se dice que en su escritura tenía tendencia a lo desusa-do y raro.

Fue secretario del Sayyid33 Abū Ibrāhīm, uno de los dirigentes almohades, que probablemente34 sea el gobernador de Granada Abū Ibrāhīm Isḥāq, al-Ṭāhir, uno de los hijos del califa Abū Ya‛qūb Yūsuf I. El Sayyid Abū Ibrāhīm Isḥāq construyó en 615/1218 el palacio de Alcázar Genil, Qaṣr al-Sayyid, que al parecer tenía un gran alberca siguiendo el modelo de la Buḥayra sevillana y que después fue reformado por los Nazaríes35, concretamente por Ismā‛īl I (1314-1325) con el botín de la batalla de la Vega (de Granada, en 319)36.

33El término sayyid, ‘señor’, ‘jefe’, (del que ha derivado el castellano ‘Cid’) se aplicó como título oficial de rango a los familiares destacados descendientes del primer califa almohade ‛Abd al-Mu’min (gob. 1130-1163) que desempeñaban funciones dirigentes, como los hermanos del califa almohade sucesor, Abū Ya‛qūb Yūsuf I (gob. 1163-1184) que eran los otros hijos de ‛Abd al-Mu’min: el Sayyid Abū Sa‛īd, el Sayyid Abū Ḥafṣ, el Sayyid Abū Zakariyā’, etc. Véase el

uso de este título de sayyid, por ejemplo, en IBN ṢĀḤIB AL-ṢALĀT. Al-Mann bi-l-imāma. Ed. ‛Abd al-Hadī al-Tāzī.

Beirut: Dār al-Garb al-Islāmī, 19873 (19641), 308, 429, 432, passim, trad. Huici (Valencia: 1969), 151, 228, 231. Otro

término con sentido específico almohade es el de ḥāfiẓ (hafiz, memorizador, persona que “conserva” porque conoce de memoria un saber o ciencia, generalmente el Corán y obras jurídico-religiosas) aplicado a la doctrina de Ibn Tūmart,

como indica A. Huici (Historia política, II, 613): “‛Abd al-Mu’min, al educar a sus hijos para desempeñar altos cargos

y hacer el Califato hereditario, crea la jerarquía de los Príncipes de la sangre que con el nombre de Sayyides mantendrán en su descendencia no sólo la sucesión dinástica sino también los altos cargos de la corte, el mando de los ejércitos y el

gobierno de las provincias. Catorce hijos tuvo el primer Califa almohade y de ellos trece obtuvieron el título de háfices, o sea estudiaron y aprendieron de memoria la doctrina de Ibn Tūmart, adquirieron cultura y se ejercitaron en las prácti-cas militares, requisito previo para obtener cargos de gobierno”.34Hay que descartar que se refiera a Abū Ibrāhīm Ismā‛īl, otro de los hermanos del califa Abū Ya‛qūb, gobernador de

Sevilla (IBN ṢĀḤIB AL-ṢALĀT. Al-Mann bi-l-imāma, 308/151, 310/152, 429/228, 432/231, passim) desde el año 561/1165-1166 (ibídem, 388-389, nota 4), que participó en las campañas andalusíes de los Almohades como el asedio de Huete en 567/1172 realizado por el califa Abū Ya‛qūb Yūsuf I (ibídem, 405/209). Tanto por su actividad en Sevilla como por su edad, no parece que se trate del Sayyid Abū Ibbrāhīm para el que se dice que el granadino trabajó en su se -cretariado.35Teresa PÉREZ HIGUERA. “El arte”. En En Mª Jesús VIGUERA MOLINS (coord.) y otros. El retroceso territorial

de al-Andalus. Almorávides y almohades. Siglos XI al XIII. Historia de España Menéndez Pidal, vol. VIII-2. Madrid: Espasa Calpe, 1997, 635-699, 676.36Antonio FERNÁNDEZ PUERTAS. “El arte”. En En VIGUERA (coord.) y otros. El Reino Nazarí de Granada (1232-

1492). Sociedad, vida y cultura. Historia de España Menéndez Pidal, vol. VIII-4. Madrid: Espasa Calpe, 2000, 191-284,

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Heroísmo o principios ético-sociales: la muerte en defensa de la comunidad. Personajes ...

Sus conocimientos jurídicos y filológicos le permitieron ejercer la rentable profesión de notario (‛āqid li-l-šurūṭ, redactor de actas notariales)37, labor en la que cabe suponer que aplicaría su buena le-tra, aunque esta característica, paradójicamente, no siempre se encuentra o se practica entre los nota-rios andalusíes si debemos juzgar por las actas notariales conservadas.

En cuanto a su personalidad, Ibn al-Zubayr afirma que era de las más bellas personas en carácter y aspecto exterior (juluqan wa-jalqan) así como el más generoso por naturaleza y disposición. No sor-prende que con estas cualidades respondiera con generosidad y entrega a la llamada a la lucha contra el enemigo y acudiera a la batalla en las tierras de la vecina Jaén. Allí falleció mártir (šahīd), en la “campaña” (gazāt) de al-‛Iqāb38. Fue una muerte prematura no solo por la causa sino por la edad, pues uno de sus biógrafos especifica que su vida no duró, lo que implica un fallecimiento relativa-mente joven o previo a ser anciano si bien no se puede concretar con exactitud los años que contaba en el momento del óbito pues no se indica la fecha de su nacimiento.

El caso de este personaje, ‛Abd al-Wāḥid, resulta muy significativo para conocer el perfil y posibles motivaciones de los voluntarios musulmanes en la batalla de las Navas de Tolosa. Se trata de un indi-viduo de personalidad equilibrada, perteneciente a una familia ilustre, con una buena posición social, con una formación superior y con profesión y cargos que sin duda le proporcionaban una vida desaho-gada y próspera. Por tanto, tenía mucho que conservar y mantener, muchos motivos (aparte de los na-

225.37Esta forma de designar a los notarios no es muy habitual aunque no es el único caso: también fue ‛āqid li-l-šurūṭ (‘redac-tor de actas notariales’) el magribí Abū Ŷa‛far Aḥmad b. Muḥammad b. Ibrāhīm al-Awsī al-Ŷannān, contemporáneo del visir granadino Ibn al-Jaṭīb (713-776/1313-1374), quien mantuvo con él una relación e intercambio intelectual (fue uno de los maestros de Mequínez con los que Ibn al-Jaṭīb se encontró en 761/1359-1360); al-Ŷannān compuso un comentario del

formulario notarial del algecireño al-Ŷazīrī (m. 585/1189), comentario en tres tomos titulado al-Manhal al-mawrūd fī šarḥ

al-Maqṣad al-maḥmūd que parece haber pasado desapercibido (no se menciona en los estudios sobre al-Ŷazīrī como: An-

tonio PELÁEZ ROVIRA. “Viajes de los Formularios Notariales en al-Andalus”. En Mostafa AMMADI (ed.). Viajes y

viajeros = Al-Riḥla wa-l-raḥḥāla. Primavera del Manuscrito Andalusí, 3. Casablanca: Facultad de Letras y Ciencias Hu-manas (Universidad Hassan II-Casablanca); Rabat: Bouregreg, 2011, 27-47, 43-44; Asunción FERRERAS SÁNCHEZ.

“Al-Ŷazīrī, Abū l-Ḥasan”. En LIROLA (dir. y ed.). Biblioteca de al-Andalus: De al-Qabrīrī a Zumurrud. Vol. 7. Alme-ría: Fundación Ibn Tufayl de Estudios Árabes, 2012, 641-644).

Sobre este Aḥmad al-Ŷannān y su libro citado, v. IBN AL-JAṬĪB (713-776/). Nufāḍat al-ŷirāb fī ‛ulālat al-igtirāb. Ed. Aḥmad Mujtār al-‛Abbādī. Revisión ‛Abd al-‛Azīz al-Ahwānī. Casablanca: Dār al-Našr al-Magribiyya, 1985, 376, que

indica que era āqid li-l-šurūṭ; IBN GĀZĪ. Al-Rawḍ al-hatūn fī ajbār Miknāsa al-Zaytūn. ‛Abd al-Wahhāb Ibn Manṣūr.

Rabat: al-Maṭba‛a al-Malikiyya, 1408/19882, 47-50, 51 (indica “‛āqid (li-l-šurūṭ)”, p. 47); IBN AL-QĀḌĪ AL-MIKNĀ-

SĪ. ŶaQwat al-iqtibās fī Qikr man ḥalla min al-a‛lām madīnat Fās. [Ed. ‛Abd al-Wahhāb Benmanṣūr]. Rabat: Dār al-

Manṣūr, 1973-1974, I, 152-153, nº 100 indica ‛āqidan li-l-šurūṭ; Aḥmad BĀBĀ AL-TINBUKTĪ. Nayl al-ibtihāŷ bi-taṭ-

rīz al-Dībāŷ. Ed. al margen de al-Dībāŷ de Ibn Farḥūn. Beirut: Dār al-Kutub al-‛Ilmiyya, s.d. (reimpresión ed. Cairo:

1932), 71 (indica solo ‛āqid); AL-MAQQARĪ. Nafḥ al-ṭīb, VII, 328 (ed. Maryam Qāsim Ṭawīl y Yūsuf ‛Alī Ṭawīl. Beirut:

Dār al-Kutub al-‛Ilmiyya, 1415/1995), V, 352 (ed. ‛Abbās, que indica “al-Jabbāz” por al-Ŷannān) que indica ‛āqid li-l-šu-

rūṭ e informa su poesía y biografía en VIII, 181-183 (ed. Ṭawīl), VI, 45-47 (ed. ‛Abbās) aunque aquí solo indica ‛āqil (182

o 46); Ansām Gaḍbān ‛ABBŪD. “Ṣāḥib al-waṯā’iq wa-‛amalu-hu fī l-Andalus”. Dirāsāt Ta’rījiyya, 13, kānūn al-awwal (2012) 227-276, 234.38IBN AL-ZUBAYR. Ṣilat al-Ṣila, 26 (ed. Lévi-Provençal), IV, 26 (ed. al-Harrās y A‛rab), reproducido en una nota margi-

nal de uno de los manuscritos de al-Uayl, quizás añadida por uno de los discípulos de Ibn al-Zubayr (AL-MARRĀKUŠĪ.

Al-Uayl wa-l-takmila, V-1, 68, nota 1).

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turales para cualquier persona) para amar y conservar la vida, con la que, sin duda, podía estar más que satisfecho. Además, tenía todavía mucho futuro por delante pues en el momento de la batalla era todavía relativamente joven.

Por todo ello, es evidente que su decisión de acudir como voluntario a la guerra fue una decisión re-flexionada y responsable, motivada por principios y razones, una decisión alejada de cualquier fana-tismo, ignorancia, desesperación o carencias en su vida y en el lugar en el mundo que le había tocado vivir.

4.2.2. Otros voluntarios fallecidos en la batalla

Por ineludibles limitaciones de espacio en un artículo, no se puede presentar aquí la biografía deta-llada de cada uno de los personajes fallecidos en la batalla de los que tenemos noticia. Sin embargo, para tener una visión más completa, resulta necesario mencionarlos al menos e indicar brevemente al-gún detalle significativo sobre su identidad. Igualmente, para no aumentar el ya amplio aparato crítico de este artículo, solo se remitirá a los trabajos que se han ocupado anteriormente de los personajes fa-llecidos en la batalla (v. supra, nota 12). He aquí la relación de estos personajes, por orden alfabético del ism (nombre de pila):

− Aḥmad b. Hārūn al-Nafzī. Sabio de Játiva de gran formación en los principales centros extranje-ros, reputado tradicionista de vida ascética y caritativa que participó en la batalla a pesar de su edad sexagenaria.

− Ayyūb b. ‛Abd Allāh al-Fihrī. Tradicionista y poeta sufí de Ceuta, austero y piadoso.− Isḥāq b. Ibrāhīm al-Muŷābirī. Experto jurista de Fez; fue cadí en Fez, Ceuta, Valencia y Jaén.− Muḥammad b. ‛Abd Allāh al-Ḥusaynī. Originario de Fez y cadí supremo de Marrakech, murió en

Sevilla al regreso de la batalla, aunque algunas fuentes sitúan su muerte el año anterior.− Muḥammad b. Ibrāhīm al-Ḥaḍramī. De Lucena, era jurista, lingüista y lexicógrafo. Fue cadí de

Lucena y encargado de la oración y predicador en su mezquita aljama.

− Muḥammad b. Ibrāhīm al-Madīnī. De Badajoz, fue almocrí39, recitador y predicador.

− Muḥammad b. Ḥammād al-Aŷlānī. Tradicionista de Fez, fue cadí en Ceuta y profesor de hadiz para príncipes. Murió en la batalla por un flechazo.

− Muḥammad b. Ḥasan Ibn Ṣāḥib al-Ṣalāt. Sabio polifacético de Málaga (jurista, tradicionista, pre-dicador, almocrí y juez), de gran magisterio, que luchó en la batalla con admirable entrega y ho-nestidad.

− Muṭarrif b. Muṭarrif al-Tuŷībī. Literato de Granada, donde murió al mes siguiente de la batalla por las heridas recibidas.

− Tāšufīn b. Muḥammad al-Muktib. Asceta de Fez, maestro en el Corán que también componía versos.

Pero estos son solamente los que han sido incluidos en los diccionarios y fuentes biográficas por sus méritos científicos e intelectuales o sus virtudes y valores personales. Sin duda, existieron muchos

39Lector coránico con estudios superiores de especialización en esta materia.

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más hombres del saber y de la ciencia o profesionales de distintas funciones insti-tucionales y administrativas como estos mencionados que o no se incluyeron en las fuentes por diferentes razones: por no ser tan conocidos, por el criterio de selec-ción del autor del diccionario, por no te-ner méritos tan destacados o por cualquier otra razón. Son diversas las fuentes ára-bes que resaltan y se lamentan por la pér-dida de intelectuales y sabios que se pro-dujo en la batalla de al-‛Iqāb/las Navas de Tolosa.

Así lo hace al-Ḥimyarī (vivo en 726/1325-1326), que en su diccionario geográfico, en la entrada que dedica al lu-gar de la batalla, resalta que además de matar a muchos musulmanes también “fueron muertos una multitud de notables y letrados (al-ṭalaba)”40, de los que men-ciona dos ejemplos.

En igual sentido se expresa el cadí ma-lagueño al-Bunnāhī, quien resalta que fueron muchos los sabios ilustres que mu-rieron en esta batalla. Lo indica a propósi-to de la biografía de uno de los jueces (Muḥammad b. Ḥasan Ibn Ṣāḥib al-Ṣalāt) que perdió la vida en ella y apostilla, tras añadir que otro importante personaje (Aḥmad b. Hārūn al-Nafzī) desapareció allí también, “juntamente con un gran nú-mero de ulemas egregios, que resultaría muy largo citar” (ma‛a ṭā’ifa kaWīra yaṭūlu ta‛dādu-hum min

al-‛ulamā’ al-fuḍalā’)41.Ese tremendo impacto también se refleja en los repertorios biográficos de hombres de ciencia poste-

riores cuando se cita y establece al-‛Iqāb como acontecimiento de referencia para situar alguna fecha próxima a ese año, 609/1212. Así lo hace, por ejemplo, Ibn al-Abbār cuando señala el fallecimiento de Abū Ŷa‛far al-Ḥaṣṣār (el Espartero, m. 609/1212), un relevante almocrí valenciano que murió casi octogenario42, del que dice: “Falleció después de la oración del alba del jueves 3 de ṣafar del año 609,

40AL-ḤIMYARĪ. Al-Rawḍ al-mi‛ṭār, 416.41[AL-BUNNĀHĪ]. Al-Marqaba al-‛ulyà, 116 (ed. Cuellas, 160-161/316-317).

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Portada del libro de 1594 por Cristóbal de Mesa, Las Nauas de

Tolosa. Poema heroico, en cuya portada se ha cortado la primera parte del título. Ejemplar de la Biblioteca Nacional de Austria digitalizado por Google.

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once días antes43 del terrible suceso (al-kā’ina al-‛uẓmà) contra los musulmanes [acaecido] en al-‛Iqāb, de la parte de Jaén; fue enterrado al tiempo de la oración de la media tarde del día menciona-do en el cementerio de los Huertos/Jardines (al-Ŷinān)44 en el exterior de Valencia. Se acercó a los ochenta [años lunares=77-78 solares] según lo que decían de él, Dios lo tenga en su misericordia. Su nacimiento fue en Denia hacia el 530/1135-1136”45.

Pero, aparte de estos hombres ilustrados y gente de ciencia, también participaron muchos otros que no pertenecían al grupo de sabios o que destacaban por sus conocimientos y transmisión del saber o por los cargos destacados que ocuparon. Son muchos los participantes cuyos nombres no se mencio-nan y no tenemos noticia de ellos por no haberse incluido en los repertorios biográficos ni en otras fuentes pero que eran la mayoría del cuerpo de voluntarios.

5. Análisis de datos

Del conjunto de biografías disponibles de personajes fallecidos en la batalla de al-‛Iqāb/las Navas se deducen algunos hechos y datos relevantes.

En primer lugar, hay que advertir de que no son muy abundantes estas biografías ya que el sentido y propósito de las fuentes que las recogen no tienen relación con el acontecimiento bélico, sino con la ciencia, el saber y su transmisión. Además, dentro de esta escasez, la mayor abundancia de perso-najes identificados hasta ahora que murieron en la lucha corresponde a personajes voluntarios (casi una docena), no a militares (de los que se identifican tres), por la misma razón de la tipología de fuentes disponibles (no se incluye a militares en los repertorios científicos o de intelectuales a me-nos que el individuo tuviera alguna actividad relevante en este ámbito).

Precisamente en este sentido, el caso del militar seleccionado aquí (Abū Bakr Ibn Wazīr) puede ser representativo de parte de la élite dirigente en el ámbito político-militar: es un individuo con una formación y cultura que aúna “el cálamo y la espada” de la dicotomía socio-cultural cristiana me-dieval, hasta el punto de que su actividad intelectual y literaria le granjeó el honor de ser incluido en los repertorios de hombres de ciencia y saber.

42Su nombre completo era Abū Ŷa‛far Aḥmad b. ‛Alī b. Yaḥyà b. ‛Awn Allāh al-Anṣārī y era originario de Denia, don-

de estudió de pequeño, aunque vivió en Valencia. Llegó a destacar tanto que la gente realizaba la riḥla (viaje de estudio) para aprender con él y también enseñó en Sevilla; fue maestro del propio Ibn al-Abbār, entre otros muchos personajes y

sabios eminentes. Su biografía se recoge en IBN AL-ABBĀR. Al-Takmila li-kitāb al-Ṣila. Ed. Alfred Bel y Bencheneb (Alfrīd Bal e Ibn Abī Šanab) Argel: Fontana Frères, 1919, 123, nº 261.43Lo que sitúa, según Ibn al-Abbār, la fecha de la batalla el día 14 de ṣafar y no el 15 de este mes, como realmente ocu-rrió (el 15). El caso es que Ibn al-Abbār, autor bien informado, habitualmente riguroso y fiable en sus datos, repite la fe-cha del 14 de ṣafar en otras biografías de fallecidos en la batalla, si bien lo hace como posibilidad alternativa al 15 en al-

gún caso (v. supra, nota 47), mientras que en otros casos solo indica “el lunes 14 de ṣafar” (IBN AL-ABBĀR. Al-Tak-

mila li-kitāb al-Ṣila, ed. Bel y Bencheneb, 234, nº 517, biog. de al-Muŷābirī). Esta insistencia hace considerar la posibi-lidad de que alguno de los participantes en la batalla falleciera el 14 (que sería domingo, no lunes), en alguna escaramu-za previa o por otra causa, si bien lo más probable sea que se deba a una confusión en la información, como el propio Ibn al-Abbār parece considerar cuando vacila e indica ambas en una misma biografía.44Sobre ello, véase, infra, el apéndice “Unas notas sobre los cementerios andalusíes de Valencia: maqbarat al-Ŷinān y

maqbarat al-Jiyām”.45IBN AL-ABBĀR. Al-Takmila li-kitāb al-Ṣila, ed. Bel y Bencheneb, 123.

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Por lo que respecta a los voluntarios, su procedencia geográfica es diversa e incluye tanto múlti-ples lugares de al-Andalus (Granada, Jaén, Játiva, Lucena, Málaga) como lugares magrebíes de allende el Estrecho (Ceuta, Fez, Marrakech), con el esfuerzo adicional que la travesía del Estrecho en aquella época suponía.

La actividad habitual y profesional de los voluntarios es muy variada: cadíes (jueces), alfaquíes (juristas), imán, jatib (predicador), tradicionista, almocrí, poetas, literatos, sufíes, ascetas.

Cuentan con una buena formación intelectual que, en algunos casos, es extraordinaria cualitativa y cuantitativamente. La mayoría viajaron a Oriente, de manera que su contacto con el extranjero y los principales centros científicos y docentes del mundo islámico les confirió un nivel de conocimiento superior.

Tanto por su profesión como por sus cualidades y biografía, se observa que se trata de personajes importantes y destacados, que pertenecían a la élite cultural, intelectual y social de al-Andalus y el Magreb.

6. Conclusiones

Resulta evidente que los voluntarios fallecidos que se han identificado son personas de una capaci-dad y formación intelectual elevadas, que pueden realizar un análisis de la realidad y tomar decisio-nes con conocimiento de causa, de forma racional y con todos o muchos elementos de juicio. Son personas de mundo, que han viajado y se han abierto a otros países y sociedades. También se trata de personas con una buena posición social y económica que conservar y, por ello, grandes motivos para conservar también la vida, más allá de los motivos inherentes a todo ser humano. Téngase en cuenta, además, que, a diferencia de los militares, los voluntarios no percibían ninguna remunera-ción o compensación por su participación en la batalla.

Todo ello implica que la presencia de los voluntarios en la batalla no responde a una decisión sim-ple, a un mero seguimiento de la llamada al ŷihād/lucha por la fe, al acatamiento que una persona sencilla hace de las consignas de los dirigentes de su época. Tampoco es una decisión desesperada de personas que no tienen nada que perder46, aunque en algún caso de personas ancianas pudo pesar en parte la búsqueda del martirio y la consecución del paraíso.

En cualquier caso, la participación en la batalla de los voluntarios parece una decisión fundamen-tada que tiene una motivación, significación y trascendencia en un doble nivel:

a) a nivel colectivo de la sociedad, porque responde a una demostración de valores y principios morales, de lealtad e implicación con su mundo ya que supone acudir en defensa del colectivo;

b) a nivel individual, porque manifiesta sinceridad en la fe y honestidad personal (defienden lo que creen y su forma de vida, pues acuden sin estar obligados ya que el ŷihād o guerra contra el infiel es farḍ kifāya, obligación colectiva y no individual).

46En este sentido, quizás quepa relacionar el hecho de que los voluntarios no eran solo peones, sino también jinetes (fāris

wa-rāŷil, v. IBN ABĪ ZAR‛. Al-Anīs al-muṭrib, 316/II, 468) y la participación con un caballo podría indicar en algún caso que no se busca simplemente la inmolación o el martirio individual.

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Por otro lado, el liderazgo social que estos ulemas ejercieron al alistarse es muy probable que sir-viera de motivación y animara el alistamiento de otros muchos, personas sencillas y cuyos referen-tes sociales y morales eran estos intelectuales y hombres de religión que representaban el modelo moral a seguir. Pero, también y a la inversa, cabe suponer que la presión social del conjunto de la población contribuiría igualmente al alistamiento y participación de las élites en un acto de gran mérito religioso.

Apéndice

Una nota sobre los cementerios andalusíes de Valencia: maqbarat al-Ŷinān y maqbarat al-Jiyām

En el apartado , se ha hecho referencia a uno de los cementerios de la Valencia andalusí, el de al-Ŷi-nān, cementerio de los Huertos/Jardines/Paraíso (maqbarat al-Ŷinān), sobre el que conviene realizar algunas breves observaciones.

En primer lugar, es preciso advertir de que el nombre en árabe presenta un ductus consonántico que puede ser leído de otra manera además de la citada al-Ŷinān47 que también es plausible: al-Ŷannān (el Jardinero). Podría parecer una denominación corriente para un cementerio islámico pero, por ejem-plo, en una gran metrópoli como fue la capital omeya de Córdoba donde cabría esperar que entre sus necrópolis existiera alguna que tuviera esta denominación, lo cierto es que de las veintiuna al-macabras cordobesas hasta ahora identificadas no existe ninguna con esta designación48. Sí hubo unos jardines (basātīn) en la zona meridional de Sevilla conocidos como Ŷannāt al-Muṣallà, Jardines/Huertos de la Muṣallà (oratorio exterior) plantados de caña de azúcar49, lo mismo que los Ŷi-

47Término que significa ‘huertos’ (también: ‘jardines’, ‘paraísos’) pues es el plural de ŷanna (‘jardín’, ‘huerto’, ‘paraíso’),

pero también es preciso indicar que la misma palabra ŷinān es una forma en singular que tiene igual significado: ‘jardín’,

‘huerto’, ‘paraíso’ (el plural de ŷinān es aŷinna).48Según el inventario elaborado por Rafael PINILLA MELGUIZO. “Aportaciones al estudio de la topografía de Córdoba

islámica: almacabras”. Qurṭuba, 2 (1997) 175-214.49AL-ḤIMYARĪ. Al-Rawḍ al-mi‛ṭār, 59/52-53.

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nān al-Muṣallà de la Almunia de Naṣr (Córdoba)50; en Oriente, una de las siete puertas de Ma‛arrat al-Nu‛mān (Siria) se llamaba bāb al-Ŷinān/Ŷannān51, al igual que una de las siete puertas de Alepo52.

En segundo lugar, se trata de un cementerio que no recogen los trabajos especializados en cemente-rios andalusíes53 y parece que solo algún autor lo menciona 54.

En esta época se tiene constancia de la existencia en Valencia de tres cementerios, algunos atestigua-dos exactamente en los mismos años que el de los Huertos (al-Ŷinān). Uno estaba situado en las afue-ras de la bāb al-Ḥanaš (Puerta de la Culebra) y documentado mediante el entierro de un rico personaje de la aristocracia en 563/1167-1168, aunque también se enterraban en el mismo cementerio persona-jes humildes55, fenómeno constatado en otras ciudades andalusíes como Ronda, en las que se han lo-

50AL-ḤIMYARĪ. Al-Rawḍ al-mi‛ṭār, 545/374.51AL-ḤIMYARĪ. Al-Rawḍ al-mi‛ṭār, 555. Se trata de la ciudad que fue asediada y conquistada durante la primera cruzada en 1098 y, a pesar de que sus habitantes obtuvieron un salvoconducto y se rindieron, los cruzados masacraron a la pobla-ción cuando se entregaron. Recientemente, durante la actual guerra civil siria, en 2012, ha sido escenario de una feroz ba-talla que lleva su nombre entre el ejército sirio y los rebeldes por el control estratégico de la ciudad, situada en el camino entre las dos principales poblaciones de Siria, Alepo y Damasco.52AL-ḤIMYARĪ. Al-Rawḍ al-mi‛ṭār, 196.53Aunque se han realizado en las últimas décadas diversos estudios sobre ciudades o cementerios concretos, el principal es-tudio de conjunto sobre los cementerios andalusíes sigue siendo el de Leopoldo TORRES BALBÁS. “Cementerios his-

pano-musulmanes”. Al-Andalus, XXII (1957) 131-191, sobre los de Valencia: 137, 173 (reed. en TORRES BALBÁS.

Ciudades hispanomusulmanas. Madrid: 1985, I, 235-280, 239, 267, con ed. facsímil en su Obra dispersa, recopil. Manuel

Casamar, Madrid: 1983, apud Ana Mª CARBALLEIRA DEBASA. Legados píos y fundaciones familiares en al-Andalus

(siglos IV/X-VI/XII). Madrid: CSIC, 2002, 114, nota 119). Para el caso de Valencia, fue pionero y señaló los cementerios

principales Julián RIBERA Y TARRAGÓ. “Enterramientos moros en Valencia”. El Archivo, I, 27 (7 noviembre 1886)

209-212 y I, 28 (11 noviembre 1886) 217-219 (reed. en RIBERA. Disertaciones y opúsculos. Madrid: Imprenta Maestre,

1928, II, 257-266 con el título “Enterramientos árabes en Valencia”, apud Viguera en RIBERA. Libros y enseñanzas en

al-Andalus. Prólogo Mª. Jesús Viguera Molins. Pamplona: Urgoiti, 2008, LXXIX), trabajo que complementó con otro artí-

culo posterior: “Ceremonias fúnebres de los moros españoles”. El Archivo, IV, 5 (mayo 1890) 107-116, reed. en RIBERA.

Disertaciones y opúsculos, II, 248-256 con el título “Ceremonias fúnebres de los árabes españoles”, apud Viguera en RI-

BERA. Libros y enseñanzas en al-Andalus, LXXXI), si bien este no hacía referencia a cementerios concretos y se limitaba

al ritual funerario según el derecho mālikī (a través del ‛Iqd al-ŷawāhir de Ibn Naŷm, -autor egipcio-, y otros documentos de época morisca). No mencionan el cementerio de al-Ŷinān ninguno de los citados trabajos de Ribera y Torres Balbás.54Si bien en un plano de la Valencia andalusí: É. LÉVI-PROVENÇAL “Instituciones y cultura”. En LÉVI-PRO-

VENÇAL y TORRES BALBÁS. España musulmana hasta la caída del califato de Córdoba (711-1031 de J. C.). Insti-

tuciones y vida social e intelectual. Arte califal. Trad. y advertencia preliminar por Emilio García Gómez. Historia de España Menéndez Pidal, V. 7ª ed. Madrid: Espasa Calpe, 1996 [19571], 1-330, 225, fig. 91, inserta un “Plano esquemá-tico de Valencia en los siglos X y XI” en el que incluye el “Cementerio de al-Djinān” al sur de la ciudad, próximo a Bāb

Baiṭātta (sic, por Bayṭālla), aunque en el texto referido a la ciudad de Valencia (217-218) no menciona este cementerio y

sobre la fuente de su plano solo indica (217, nota 51) que se basa en uno de Menéndez Pidal: “En su España del Cid3, pág. 429, R. MENÉNDEZ PIDAL ha dado un plano de Valencia a fines del siglo XI, que hemos utilizado para nuestro cro-

quis” (localizo el plano en MENÉNDEZ PIDAL. La España del Cid. Madrid: Plutarco, 19291, II, 453, “Valencia en tiempo del Cid”, donde no aparece este cementerio y es similar al plano de Valencia en 1238 por Llorente 1887, que

tampoco cita este cementerio: v. infra nota 68). El plano de Lévi-Provençal es reproducido por TORRES BALBÁS. “Cementerios hispano-musulmanes”, 174 (“Plano esquemático de la Valencia islámica con los cementerios en torno según Lévi-Provençal”) a pesar de lo que, en el texto del artículo, Torres Balbás no hace referencia al cementerio de al-Ŷinān.55RIBERA. “Enterramientos moros en Valencia”, 210, 211-212; TORRES BALBÁS. “Cementerios hispano-

musulmanes”, 137, 173: “maqbarat bāb al-Ḥanaš (cementerio de la puerta de la Serpiente)”, donde fue sepultado “un

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calizado tres tipos distintos de enterramiento en función del poder adquisitivo56. Otro, el de la maqba-

rat bāb al-Muṣallà, cementerio de la puerta de la Muṣallà (Oratorio exterior), está atestiguado en 614/1217-1218 y otras fechas57. Un tercer cementerio estaba situado también extramuros, en las afue-ras la bāb Bayṭālla, puerta de Boatella, donde constan enterramientos ya en 519/1125-112658.

El cuarto cementerio que mencionan Ribera (seguido por Llorente y Piles)59 y Torres Balbás, es ma-

qbarat al-Jiyām (cementerio de las Tiendas, o de las Barracas según Ribera)60, situado extramuros. Este cementerio realmente no existió y su mención por los citados autores deriva de un error en la lec-tura de una palabra fácilmente confundible en una consulta rápida del texto árabe por la similitud grá-fica y fonética con la palabra árabe ‘cementerio’, maqbara. El texto en el que se basa la propuesta de este “cementerio de al-Jiyām” es una biografía del devoto y asceta valenciano al-Sabaṭayr (el Sabater, Zapatero)61, discípulo del citado al-Ḥaṣṣār (v. supra nota 52) que “murió después de la fiesta de ruptu-ra del ayuno de ramadán [≥ 4 de šawwāl] del año 601/[≤ 25 de mayo] de 1205 y fue enterrado en el exterior de la puerta de Boatella (bāb Bayṭālla) y cerca de62 las tiendas/barracas”63. La ubicación en las afueras de la puerta de Boatella confirma esta interpretación pues allí se ubicaba uno de los tres ce-menterios de Valencia conocidos, como ya se ha indicado antes (el cementerio de Bāb Bayṭālla). Esta

opulento personaje de sangre azul, Ibn Numāra al-Ḥaŷarī” (173).56V. Juan Pedro MONFERRER SALA. “Quince tumbas de época nazarí”. Qurṭuba, 2 (1997) 347-348 (sección “Cróni-cas de al-Andalus”, coord. Camilo Álvarez de Morales, Pedro Marfil y Mª. Jesús Viguera, 327-357).57RIBERA. “Enterramientos moros en Valencia”, 211, 217-218; TORRES BALBÁS. “Cementerios hispano-musulmanes”, 175.58RIBERA. “Enterramientos moros en Valencia”, 210, 211; TORRES BALBÁS. “Cementerios hispano-musulmanes”,

173-175. Sobre la puerta de Boatella, posterior San Vicente, v. Teodor LLORENTE I OLIVARES. Valencia. Barcelona: Establecimiento tipográfico-editorial de Daniel Cortezo, 1887-1889, I, 523-524 y plano “Valencia en el año 1238” (p.

485), donde se ubica certeramente la citada puerta; Cristian Federico SEYBOLD. “Abbariana II”. Revista del Centro de

Estudios Históricos de Granada y su Reino, 4 (1914) 32-43, 35, nota 3; É. LÉVI-PROVENÇAL “Instituciones y cultu-

ra”. En LÉVI-PROVENÇAL y TORRES BALBÁS. España musulmana hasta la caída del califato de Córdoba (711-

1031 de J. C.). Instituciones y vida social e intelectual. Arte califal. Trad. y advertencia preliminar por Emilio García Gómez. Historia de España Menéndez Pidal, V. 7ª ed. Madrid: Espasa Calpe, 1996 [19571], 1-330, 217. 59LLORENTE. Valencia, I, 488-489; Andrés PILES IBARS. Valencia árabe. Valencia: 1901, 133.60RIBERA. “Enterramientos moros en Valencia”, 210, donde traduce “cementerio de las barracas” y en nota 2: “Benalla-bbar textualmente dice: macbora aljiámi, cementerio de las chozas ó cabañas (que tanto abundan en la huerta con el nom-

bre de barracas)”, 211; LLORENTE. Valencia, I, 489; PILES. Valencia árabe, 133; TORRES BALBÁS. “Cementerios hispano-musulmanes”, 137, 175; Maribel FIERRO. "El espacio de los muertos". En Patrice CRESSIER, FIERRO y Jean-

Pierre VAN STAËVEL (éds.). L’urbanisme dans l’Occident musulman au Moyen Âge. Aspects juridiques. Madrid: Casa de Velázquez, CSIC, 2000, 153-189, 160, nota 54, que a propósito del sentido de tiendas y barracas también remite a Car-

men BARCELÓ TORRES. La escritura árabe en el País Valenciano. Inscripciones monumentales. Valencia: Universi-dad, Área de Estudios Árabes e Islámicos, 1998, 43, que no me ha sido posible consultar.61Francisco CODERA. “Apodos ó sobrenombres de moros españoles”. En Mélanges Hartwig Derenbourg, 1844-1908.

Recueil de travaux d'érudition dédiés á la mémoire d'Hartwig Derenbourg par ses amis et ses élèves. París: Ernest Le-roux, 1909, 323-334, 332, apud SEYBOLD. “Abbariana II, 34, nota 3. 62La cursiva es mía, para precisar que aquí es donde está el origen de la confusión, pues el texto árabe no pone bi-maq-

bara (en el cementerio) sino bi-maqraba min (en las cercanías de, cerca de).63IBN AL-ABBĀR. Al-Takmila li-kitāb al-Ṣila, 502-503, nº 1426. Véase además el índice de topónimos de esta fuente en cuyo listado de almacabras (p. 956) no incluye Codera este supuesto cementerio de al-Jiyām porque es evidente que no considera que sea un cementerio sino la expresión “cerca de las tiendas”.

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proximidad a la puerta Boatella es la que hizo dudar a Torres Balbás de si este supuesto cementerio de maqbarat al-Jiyām era el mismo, parte de él u otro diferente64. Ahora sabemos que se trata del “mis-mo” cementerio de Boatella porque no existió el “cementerio de las Tiendas”65.

64“Ignórase si el cementerio de las Tiendas (Maqbarat min al-Jiyām) [...] era la misma maqbarat bāb Bayṭālla, parte de ella u otra distinta”: TORRES BALBÁS. “Cementerios hispano-musulmanes”, 175.65Una vez finalizado este artículo y ya en proceso de impresión, he podido acceder al libro de BARCELÓ TORRES. La

escritura árabe en el País Valenciano, en cuya página 42 menciona el cementerio de al-Ŷinān/los Jardines y en pág. 43

se señala la citada confusión de lectura en el texto árabe antes señalado así como la inexistencia del maqbarat al-Jiyām o cementerio de las Tiendas, y se añade a los trabajos de Ribera y Torres Balbás sobre este último cementerio el artículo de

BARCELÓ. “Algunas notas sobre la ciudad islámica de Valencia”. En Homenaje al Profesor José María Lacarra de Mi-

guel en su jubilación del profesorado. Zaragoza: 1977, II, 175-186, 181.

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Sección de las Artes Plásticas

Batalla de las Navas de Tolosa. Juan Bolaños el Viejo

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Nos encontramos ante la que, posiblemente, sea la obra pictórica

más antigua que se conserva sobre la batalla de las Navas de To-

losa. Durante muchos años ha estado expuesta en el salón de ple-

nos del Ayuntamiento de Baeza, si bien hoy se puede contemplar

en el Museo Ciudad de Baeza. El cuadro tiene unas dimensiones

de 254 cm. por 204 cm. y fue pintado en torno al año 1600 por

Juan Bolaños el Viejo, pintor de origen valenciano que vivió en

Andújar.

El cuadro, que lleva el título de “Batalla de las Navas de

Tolosa”, fue realizado con una estética renacentista. Presenta en

primer plano al rey castellano Alfonso VIII, con armadura del si-

glo XVI, junto al Arzobispo de Toledo, Rodrigo Ximénez de

Rada, y una visión celestial de la Cruz. El fondo de la composi-

ción está ocupado por la representación de los momentos bélicos

de la batalla.

Como podemos comprobar, el pintor incurre en algunos errores

de interpretación cronológica o histórica, una serie de anacronis-

mos como los siguientes: representa el estandarte de Castilla y

León, cuando Alfonso VIII solamente era rey de Castilla y en

1212 todavía no se habían unificado ambos reinos; pinta la cruz

de Calatrava en color rojo, en lugar de negro (el cambio de color

negro a rojo tuvo lugar mucho después, el primero de noviembre

de 1397, con el papa Benedicto XIII); la adarga o escudo lo dibu-

ja con forma bivalva pero hasta mediados del siglo XIII no se ge-

neralizó este diseño; y, por último, Alfonso VIII porta una arma-

dura del siglo XVI y no la cota de malla característica de la época

de la batalla de las Navas de Tolosa.

Bernardo Jurado Gómez

140

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Crónica del viaje a Marruecos (1 al 7 de abril de 2012)

Santiago Cano León

(Fotografías: Ana Ortiz Lendínez, José López Murillo y Santiago Cano León)

Aprovechando los días feriados de la Semana Santa, nuestra asociación propuso un viaje pa-ra vi-

sitar las cuatro ciudades imperiales de Marruecos: Fez, Meknés, Marrakech y Rabat. El país se de-

nomina oficialmente Reino de Marruecos aunque también se conoce como Reino Alauí. Desde

1999 Mohamed VI, el hijo mayor de Hassan II, es su rey. El monarca es la máxima autoridad reli-

giosa islámica, como comendador de todos los creyentes.

Administrativamente se divide en 16 regiones, articuladas a su vez en provincias y prefecturas. Su

bandera es roja con una estrella verde de cinco puntas en el centro. La unidad monetaria es el

dirham. La religión islámica es mayoritaria (98,3%, sunníes), que convive con minorías como la ju-

día (1%), la cristiana (0,6%,) y de otros cultos (1,8%). Los idiomas oficiales de Marruecos son, a ni-

vel nacional, el árabe clásico y el bereber. Dos idiomas europeos, el francés y el español, son uti-li-

zados también; por ejemplo, el francés es la lengua del comercio y de la enseñanza superior, mien-

tras que el español se habla en las regiones del norte y del Rif, debido a su pasado colonial en el

Protectorado español de Marruecos.

Domingo 1 de abril

El viaje comenzó muy de mañana debido al cambio del lugar donde se embarcaría. A la hora seña-

lada, nos presentamos en el Puerto de Algeciras para tomar el ferry que nos llevaría, tras dos horas y

media de travesía, a la ciudad de Tánger. El trámite de los pasaportes en el interior del barco se de-

moró más de lo previsto por lo que nuestro encuentro con el guía marroquí se produjo con bastante

retraso. El guía, Ben, era un profesor tangerino de mediana edad enfundado en una chilaba marrón

de la que no se desprendió en todo el viaje.

Tras acomodarnos en el autobús, enfilamos la carretera en dirección a Chefchaouen, una pintores-

ca ciudad rifeña con sabor andaluz donde nos esperaba nuestra primera comida. Antes de llegar hi-

cimos una parada cerca del embalse del Najla. La ciudad de Chefchaouen, conocida como Chauen o

Alcazaba, 12-13 (2012-2013), 141-151 - ISSN: 1886-1180

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Crónica del viaje a Marruecos.

Xauen, formó parte del protectorado español durante gran parte del siglo XX. El hotel donde comi-

mos, el Atlas Chauen, se encontraba en una colina que dominaba la ciudad y disponía de una mag-

nífica terraza desde donde contemplar la población. Mientras estábamos contemplando la panorámi-

ca de Chauen, comenzó a oírse el canto del muecín llamando a la oración; en ese instante algunos

nos dimos cuenta de que, efectivamente, nos encontrábamos en Marruecos.

Como el tiempo apremiaba, el guía local consideró que, para llegar a la zona baja de la ciudad, era

mejor utilizar una vereda más propia de cabras y en la que más de uno lo pasó regular. Llegamos a

la puerta de entrada a la medina, la antigua Bab es-Sur, desde donde recorrimos sus estrechas calles,

con los zócalos de las casas pintados de azul, para dirigimos hacia una tienda de alfombras. El tiem-

po se había vuelto lluvioso y los vendedores am-

bulantes de paraguas hicieron su agosto. Una vez

visitada la medina, tomamos el autobús nueva-

mente y nos marchamos rumbo a la ciudad de

Fez donde dormiríamos en el hotel “Zalagh Parc

Palace” un magnífico establecimiento de 5 estre-

llas que sería nuestro hogar durante las tres si-

guientes noches.

Lunes 2 de abril

Después del desayuno, nos dirigimos a conocer

la ciudad de Fez. Esta población con más de

900.000 habitantes es la tercera ciudad de Ma-

rruecos, teniendo el honor de ser la primera capi-

tal islámica. Conserva la primacía en la influen-

cia política a través de su antigua universidad is-

lámica, la Qarawiyyīn, que es la institución uni-

versitaria más antigua del mundo todavía en fun-

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Chauen. Desde el hotel Atlas Chauen.

Chauen. Interior de la medina.

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Santiago Cano León

cionamiento puesto que fue fundada en el año 859; para muchos, Fez sigue siendo la capital espiri-

tual y religiosa de Marruecos.

Comprimir en unos pocos párrafos lo que representa la visita a Fez es tarea ardua, aunque se debe

intentar. Comenzamos el recorrido en la cima de la necrópolis mariní. Las vistas desde este altozano

son magníficas y nos confirman la importancia de la ciudad. Descendimos de la colina para dirigi-

mos hacia la plaza de los Alauíes y visitar las murallas y el Palacio Real. A través de la puerta de

Bab Bou Jeloud llegamos a la medina Fes el-Bali (la ciudad más antigua) y nos introdujimos entre

el gentío que llenaba sus la-

berínticas calles. La kasbah

nos recibe con una serie de

aromas y colores que nos in-

dican que entramos en un

mundo extraño para noso-

tros.

Tras visitar la madraza Bu

Inania, un monumento que

hace tiempo perdió su fun-

ción de centro de enseñanza,

y siguiendo la cuesta hacia

abajo, llegamos a la zona de

compras para turistas donde

visitamos una tienda donde

se vendía toda suerte de ele-

143

Fez. Parte de la muralla.

Curtiduría Chouwara, la más extensa de las cuatro curtidurías tradicionales que

continúan activas en la medina de Fez el-Bali.

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Crónica del viaje a Marruecos.

mentos decorativos de metal y cristal. A continuación, llegamos a la plaza en-Nejjarin que está con-

siderado el lugar más bonito y conocido de la medina, con una fuente revestida de azulejos y coro-

nada por un tejadillo con elegantes tejas verdes. De allí nos llevaron a una tienda de productos texti-

les típicos donde algunos, haciendo de improvisados modelos, lucieron la moda beréber. Más tarde,

nos dirigimos al lugar más espectacular del recorrido matutino: el barrio de los Tintoreros, donde

nos introdujimos en una calle estrecha para acceder a un edificio alto desde cuya terraza se divisa-

ban los talleres del gremio de los curtidores. Para evitar en lo posible el mal olor, los vendedores de

esta casa-tienda nos obsequiaron con ramitas de yerbabuena. La mañana se hacía larga, pero los

guías sacaron tiempo para llevarnos a otra tienda, esta vez de alfombras, donde fuimos invitados a

una taza de té. El almuerzo lo tuvimos en el restaurante Palacete Medina (Palais Medina Fes).

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Volúbilis. Arco de Triunfo.

Volúbilis. Ruinas romanas.

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Santiago Cano León

Una vez repuestas las fuerzas nos llevaron, pa-

sando por las murallas que delimitan el Palacio

Real, hacia el barrio de Fejjarín donde trabajan

los alfareros para visitar un taller donde se fabri-

can cacharros de barro y azulejos.

Martes 3 de abril

Provistos del atuendo adecuado, salimos hacia

las ruinas romanas de Volúbilis. Este lugar es el

yacimiento arqueológico más importante del

país, ya que fue capital de la provincia Tingitana.

La UNESCO lo declaró Patrimonio de la Huma-

nidad en 1997. Entre los restos visitados pode-

mos destacar la Basílica, el Capitolio, el Arco

del Triunfo, la Casa del Perro, la de las Columnas, la de los Trabajos de Hércules, las de Baco y de

las Cuatro Estaciones o la del Cortejo de Venus. Todas estas casas visitadas contenían una serie de

mosaicos de gran belleza, pero la conocida como la Casa del Perro ocultaba una sorpresa. El guía

local señaló un banco donde una pareja debía sentarse uno frente al otro, con la condición de que no

abriesen los ojos; una vez sentados les hizo levantar, apareciendo en el asiento un altorrelieve de un

falo, digno del dios Príapo. Desde las ruinas de Volúbilis nos dirigimos a almorzar a Meknés, (Me-

quínez en español), una de las cuatro capitales imperiales. Con más de medio millón de habitantes,

goza de la consideración de Patrimonio de la Humanidad. La comida la realizamos en un suntuoso

hotel donde degustamos un magnífico tayín de cordero.

Tras el almuerzo, realizamos una visita panorámica de la ciudad para hacer nuestra primera parada

en las caballerizas reales, un inmenso edificio medio en ruinas que en época de Mulay Ismail (1672-

1727) llegó a albergar hasta 12.000 caballos y mulas. De aquí fuimos al mausoleo de Muley Ismail.

Al llegar a este recinto sagrado tuvimos que descalzarnos para poder entrar. Cruzamos varios patios

decorados con mosaicos esmaltados

hasta llega a la cámara sepulcral,

donde el silencio del lugar sólo deja

sentir nuestra respiración. A conti-

nuación, nos dirigimos a la plaza He-

dim (al-Hadim), donde una abigarra-

da muchedumbre contemplaba a gru-

pos de acróbatas realizando sus exhi-

biciones para turistas y locales. En

este lugar pudimos contemplar la

majestuosa puerta que da acceso a la

ciudad imperial y que se conoce

como Bab al-Mansur. Visitada la pla-

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Meknés. Bab Mansur.

Meknés (Mequínez, en español)

Mausoleo de Muley Ismail.

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Crónica del viaje a Marruecos.

za Hedim, pusimos rumbo a Fez donde, después de cenar, nos esperaba un espectáculo folclórico en

el restaurante Palacete de Medina, el mismo donde habíamos comido el día anterior.

Miércoles 4 de abril

Después del desayuno, nos

preparamos para una larga jor-

nada de viaje que nos llevaría

hasta Marrakech con parada en

Ifrán y Beni Mellal. Durante

parte del camino, el panorama

que se contempla desde el auto-

bús es de una gran belleza paisa-

jística: bosques centenarios de

cedros y encinas nos indican que

estamos en el Atlas Medio.

En Ifrán, una ciudad situada

60 km al sur de Fez, paramos

para tomar un aperitivo de me-

dia mañana y hacer unas fotos a

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Marrakech. Kutubiya.

Marrakech. Foto de grupo.

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Santiago Cano León

la escultura en piedra que existe en unos jardines cercanos y que representa la figura de un gigantes-

co león del Atlas. Su situación y clima frío le han proporcionado a Ifrán un urbanismo más propio

de una ciudad centroeuropea que africana. Además, nos contó nuestro guía Ben que este clima ha

hecho de Ifrán un gran destino turístico para las familias marroquíes, que van allí para esquiar y

practicar otros deportes de invierno. Según el guía, se encuentra aquí una de las universidades más

renombradas de Marruecos y la más cara del país. Almorzamos en Beni Mellal en un restaurante del

que no hay nada que reseñar salvo que no estuvo a la altura de los del resto del viaje. Entrada la no-

che, y tras más de 480 km, llegamos al hotel Imperial Plaza en Marrakech.

Jueves, 5 de abril

Tras el desayuno, nos preparamos para una visita de la ciudad de Marrakech, otra de las cuatro

ciudades imperiales del recorrido marroquí. Con más de 7000.000 habitantes, es una de las urbes

más importantes de Marruecos y la más visitada por el turismo internacional. Comenzamos el reco-

rrido en los impresionantes Jardines de la Menara que incluyen un gran estanque rodeado de palme-

ras. Una vez visitados los jardines el grupo, enfilando a pie la Avenida de Menara, se encaminó ha-

cia los jardines que rodean a la mezquita de la Kutubiya, un lugar tan hermoso que las cámaras de

fotos echaban humo al querer captar toda su belleza.

En esta zona, dentro de la parte decimonónica de la ciudad, visitamos el Palacio de la Bahía, un

edificio de finales del XIX que mandó construir un visir del sultán Mulay el-Hasan. La riqueza de

su decoración interior, con unos magníficos artesonados, y el patio con la fuente central hacen de

este lugar un recinto delicioso. Una vez finalizada la visita, el guía nos llevó, atravesando la parte

antigua de la ciudad, a una botica tradicional donde se nos ofreció toda suerte de ungüentos y líqui-

dos para los achaques del cuerpo y la belleza femenina. Terminada la exhibición de la apoteca, re-

gresamos al hotel para el almuerzo.

Por la tarde visitamos la auténtica parte antigua de Marrakech, realizando un recorrido por los zo-

cos y la medina. Comenzamos en la mezquita de la Kutubiya cuyo famoso alminar, hermano de la

Giralda sevillana, es visible desde casi toda la ciudad. Desde allí nos dirigimos hacia la plaza Jemaa

el-Fna ¿Qué se puede decir de este lugar? Sólo “dos palabras”: IM-PRESIONANTE. Esta plaza es

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Marrakech. Plaza de Jemaa al Fna.

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Crónica del viaje a Marruecos.

el auténtico centro vital de Marrakech y para el que esto escribe, que ha visto mucho y bueno a lo

largo de su ya larga existencia, uno de los mayores espectáculos del mundo. Desde el Café de París,

una terraza de los múltiples restaurantes que la rodean, pudimos contemplar el inmenso mercado de

alimentos, medicinas tradicionales, cestería u objetos dispares y souvenir para turistas en que se

convierte el recinto. A las pocas horas, el aspecto de la plaza cambió y su espacio fue ocupado por

cuentacuentos, adivinadores, malabaristas y encantadores de serpientes.

Por la noche nos preparamos para asistir a una cena marroquí en el restaurante Chez Alí que esta-

ba situado en un palmeral cercano a Marrakech. Después de la cena hubo una exhibición con caba-

llería y disparos de fusiles incluidos, un alarde de luz y sonido pensado para los turistas. Para esta

ocasión, algunos componentes del grupo nos vestimos con ropajes adecuados para el evento.

Viernes 6 de abril

Desayunamos en el hotel y salimos hacia Casablanca en un recorrido de más de 240 km. que nos

llevará desde la capital del sur hasta la capital económica del país. El trayecto se hace bastante mo-

nótono ya que pasamos de la semidesértica llanura de la Bahira a la árida meseta de Chauïa tras cru-

zar la estepa de Rehamma. Según nos comenta Ben, Casablanca es la ciudad más poblada de Ma-

rruecos con más de 3 millones de habitantes, que la hace estar a la cabeza del país en los terrenos

económico, comercial y financiero. Después de una breve panorámica en autobús, nos dirigimos ha-

cia la zona del Paseo Marítimo donde almorzamos en un restaurante de pescados y mariscos con te-

rraza al océano Atlántico.

A continuación, nos dirigimos a la famosa mezquita de Hassan II, una construcción al borde mis-

mo del océano que se inauguró en 1993. Está considerada la tercera mayor mezquita del mundo ya

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Casablanca. Mezquita del rey Hassan II.

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Santiago Cano León

que puede albergar en su interior hasta 20.000 personas, y el alminar tiene una altura de 172 m. Tras

un nuevo recorrido en autobús por Casablanca, que nos confirmó que es una gran ciudad, nos dirigi-

mos hacia Rabat, segunda ciudad del país por el número de habitantes y capital política y adminis-

trativa de Marruecos, a la que llegamos al atardecer después de recorrer cerca de 100 km.

La primera visita la realizamos a la zona palaciega, donde recorrimos la parte externa del palacio

Real, la mezquita y los preciosos y cuidados jardines. A continuación nos dirigimos hacia la Torre

Hasan y el Mausoleo de Mohamed V. La torre Hasan, “hermoso” en español, es el monumento más

conocido de la ciudad. En origen era el alminar de la gran mezquita que mandó construir el gran

Yacub al-Mansur a finales del siglo XII, pero que nunca llegó a terminarse. La torre mide 44 m de

altura y es gemela de la Kutubiya y la Giralda, los otros famosos alminares almohades.

El otro monumento situado en la misma explanada, el Mausoleo de Mohamed V, está considerado

como una de las construcciones más

significativas del arte moderno ma-

rroquí, aunque su creador fuese el ar-

quitecto vietnamita Vo Toan. Aquí

también se encuentra enterrado el rey

Hassán II. El conjunto lo forman una

mezquita, con fachada en piedra cla-

ra, abierta por una serie de de arque-

rías y el propio mausoleo que está

realizado en mármol blanco italiano.

Cuando el sol daba paso a la luna,

nos marchamos hacia las murallas

que rodean la kasbah de los Udaïa

para visitar el interior de la misma.

Se trata de una construcción realiza-

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Rabat. Murallas de la casbah con la Bab Oudaya.

Rabat. Mausoleo de Mohamed V.

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Crónica del viaje a Marruecos.

da en su mayor parte en época almohade. En su interior se encuentra la antigua medina que recorri-

mos hasta llegar a un establecimiento desde cuya terraza se divisaba la vecina población de Salé, un

núcleo unido a Rabat por un puente y con el que forma un solo conjunto urbano. Con luna llena en

el cielo, y tras salir cerca de la bella puerta de Bab el-Udaïa -una de las realizaciones más notables

del arte almohade-, dejamos la zona antigua de Rabat para ir al hotel Helnan Chellah donde pasaría-

mos la noche.

Sábado 7 de abril

Tras el desayuno, salimos en dirección a Tánger, una ciudad de medio millón de habitantes famosa

por su puerto. En la primera mitad del siglo XX era un centro de intereses coloniales y diplomáti-

cos, con un intenso tráfico internacional, que la hizo famosa, convirtiéndola en un lugar de moda, de

literatura, de transgresión y refugio de una heterogénea comunidad de expatriados.

Comenzamos la visita en el Gran Zoco, también conocido como plaza del 9 de abril de 1947, un

recinto irregular entre la medina y la ciudad nueva rodeado de jardines con una gran fuente en me-

dio. La plaza está muy cerca de las murallas de la medina hacia la que nos dirigimos a continuación.

Entramos por una de las puertas de acceso que da a la calle de los Orfebres, una vía muy animada y

llena de puestos de venta ambulante que nos llevó hasta el conocido como Zoco Chico, cerca del

cual se encontraba el restaurante donde almorzamos. El local, ambientado en un estilo andalusí,

contaba con una pequeña orquesta que nos deleitó con su música durante el transcurso de la comida.

Una vez repuestas las fuerzas, nos dirigimos hasta la base del Borj el-Barud, un bastión que refor-

zaba la muralla en el extremo norte, donde nos esperaba el autobús. Recorrimos la Avenida de Es-

paña y la de las Fuerzas Armadas Reales para enfilar la autovía que nos llevó al puerto. El trámite

de embarque se efectuó esta vez en tierra y no hubo ningún incidente. Una vez efectuado el che-

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Tánger. Plaza del centro de la ciudad..

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Santiago Cano León

queo, tomamos el ferry para regresar a la península. El estrecho se portó con nosotros y la travesía

fue bastante placentera. Llegamos a Algeciras a media tarde e inmediatamente salimos hacia Jaén.

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Tánger. Grupo de música andalusí.

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Crónica del viaje a Centroeuropa (17 al 24 de julio de 2012)

Jordi Liétor López

Diplomado en Turismo y guía del viaje

Durante el pasado julio de 2012, entre el 17 y el 24, un grupo de miembros de la Asociación Cul-

tural Torre del Homenaje y Asociación Española de Amigos de los Castillos-Jaén tuvimos ocasión

de participar en un viaje a Centroeuropa organizado por dichas asociaciones. Visitamos la parte más

meridional de la denominada Ruta Romántica -una ruta que recorre la zona occidental de Baviera

visitanto algunos de los pueblos más hermosos de Alemania-; en concreto, visitamos los dos gran-

des atractivos de la zona: la capital bávara, Múnich, y el castillo de Neuschwanstein (el castillo del

Nuevo Cisne o del Rey Loco, como es conocido).

Durante el primer día, el de viaje a Alemania, lo más reseñable fue el maravilloso trato recibido

por la sobrecargo del vuelo de Iberia, María, quien hizo todo lo posible y más para que nuestra com-

pañera Carri y su vehículo recibieran un trato exquisito en ambos vuelos, pese a las dificultades ini-

ciales que nos habían puesto en el aeropuerto. Desde aquí quiero agradecerle una vez más todas las

gestiones realizadas. Emociona encontrar gente que se desvive porque los demás puedan realizar su

sueño de disfrutar de las soñadas vacaciones.

En Múnich tuvimos ocasión de disfrutar de la

visita guiada por Renate, quien ya nos enseñó los

encantos de su ciudad en la anterior visita en

2005. Durante el trayecto hicimos una parada

inesperada en un lugar, a mi juicio maravilloso,

como es la iglesia de Wieskirche (iglesia del Pra-

do) una iglesia votiva declarada Patrimonio de la

Humanidad por la Unesco situada en una aldea

diminuta. Esta impresionante construcción roco-

có decorada interiormente en blanco y rosa nos

Alcazaba, 12-13 (2012-2013), 153-156 - ISSN: 1886-1180

.153

Iglesia de Wieskirche.

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Viaje a Turquía y Capadocia (21 al 28 de julio de 2013)

dejó embelesados aunque no lo suficiente para no poder hincarle el diente a unas deliciosas tortas

recién hechas frente a la iglesia.

A continuación llegamos a Neuschwanstein donde vimos el castillo de ensueño del rey Luis II de

Baviera. Un castillo que apenas pudo disfrutar por su temprana muerte. El castillo es maravilloso y

pudimos admirar sus estancias, ya fuera a pie, ya a lomos de montura improvisada; así como las

preciosas vistas de bosques y lagos alrededor de él y del castillo de Hohenschwangau, frente a él,

construido por el padre de Luis II.

Proseguimos nuestra ruta a Innsbruck, capital tirolesa encla-

vada en las montañas, famosa en la Edad Moderna por ser el

paso entre los territorios de las actuales Italia y Alemania por

los que transitaban los productos y las tropas al servicio del

imperio español. En la actualidad, la ciudad vive del turismo,

especialmente del invernal gracias al esquí. Ha sido sede de

varias Olimpiadas de Invierno (1964 y 1976) y otras competi-

ciones invernales. Allí tuvimos ocasión de contemplar las

instalaciones de salto de esquí, las preciosas vistas de la ciu-

dad y de las altas montañas circundantes, callejear por el cen-

tro histórico –visitando el Tejadillo Dorado de Maximiliano

I, su tumba y la pastelería Sacher- y hasta de rezar el Padre

Nuestro de los Turistas.

El tercer día, tras visitar Innsbruck, continuamos hacia otro

de los monumentos legados a la posteridad por Luis II: el pa-

lacio de Herrenchemsee. Un palacio construido a imitación de Versalles en una isla dentro de un

lago. Parte del palacio quedó sin terminarse por la muerte del rey (lo que agradecieron las arcas del

reino de Baviera que estaban quedando en números rojos por la desmesura constructiva del monar-

ca), quedando algunas salas solo con los ladrillos

de su estructura y sin revestimientos que las ador-

nasen.

El siguiente día recorrimos Salzburgo, la ciudad

natal de Mozart, donde nuestro guía, el magnífico

Pablo, nos asombró llevándonos a un parque

acuático ¡del siglo XVIII!: los Juegos del Agua

del palacio de Hellbrunn (Fuente Clara) en la re-

sidencia palacial del Príncipe-Obispo de Salzbur-

go; toda una colección de espectáculos acuáticos

y surtidores de agua ingeniados para divertir al

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Tejadillo Dorado en Innsbruck.

Juegos del Agua del Palacio de Hellbrunn.

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Juan Luis Moreno Garrido

príncipe y sus invitados (o para reírse de ellos) y que nos hizo avanzar por los jardines sorteando el

agua que nos caía tanto por la lluvia como de cualquier recóndito e inesperado lugar. Por todo ello,

acabamos algunos bien mojados tras caer en las bromas que nos hacía Pablo quien, además de ex-

plicarnos maravillosamente la ciudad y el palacio, nos llevaba directos a cada uno de los surtidores

trampa. Comimos en el Restaurante Sankt Peter, un lugar donde se sirven comidas desde el año

803, ¡ahí es nada!

La lluvia nos acompañaría en otros días, como

en el siguiente en el que nos dirigimos a la zona

boscosa de Salzkammergut haciendo parada en

Gmunden y llegando a la abadía benedictina de

Melk, la cual cuenta con una de las mejores bi-

bliotecas del mundo de manuscritos y libros an-

tiguos, con edificaciones de varias épocas, ma-

yoritariamente de estilo barroco. Allí comimos

embarcándonos después en un crucero por el

Danubio en el que recorrimos una comarca de

pequeños pueblos y campos de melocotoneros

de los que se extrae un delicioso -aunque fuerte-

licor de albaricoque. Naturalmente, como es cos-

tumbre en el Danubio, entramos en el barco saludando al capitán con una “breve” palabra que aca-

bábamos de aprender: “Donaudampf-schif-fahrtgesellschaftskapitän” (capitán de compañía de barco

de vapor del Danubio).

Y llegamos por fin a Viena, sin duda una de las más hermo-

sas ciudades de Europa donde el guía, José, nos llevó en una

maratoniana jornada por algunos de los palacios como

Schönbrunn (Fuente Hermosa) o Belvedere (Bellavista), y

museos u otros monumentos como la Casa Hundertwasser

(una construcción de viviendas sociales diseñada por el arqui-

tecto del mismo apellido, Cienaguas en castellano) que puso

en práctica en este y otros edificios sus teorías sobre integra-

ción de las viviendas en la naturaleza. Hubo tiempo libre para

callejear por la ciudad viendo, por ejemplo, un estrafalario y

divertido grupo de personas con pancartas: la Asociación de

Amigos del Número Pi.

El siguiente día recorrimos la zona de bosques al sur de

Viena, visitando el monasterio cisterciense de Heiligenkreuz

(Cruz Sagrada) y Mayerling, localidad donde aparecieron

muertos el príncipe heredero de Austria -Rodolfo, hijo de

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Biblioteca de la Abadía de Melk.

Casa Hundertwasser.

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Viaje a Turquía y Capadocia (21 al 28 de julio de 2013)

Sissí- y su amante, y la ciudad balnearia de Ba-

den.

Finalmente, el último día fuimos a Bratislava,

capital de Eslovaquia. Ciudad pequeña con el

encanto de su pasado medieval y su modernidad

reflejada en multitud de estatuas por sus calles

en las que se representa a Napoleón, un papara-

zzi o múltiples transeúntes, eso sí, estáticos.

Tras ello, retornamos a casa pasando por los

aeropuertos de Viena y Madrid concluyendo un

fantástico viaje que nos unió, durante unos días

maravillosos que seguro quedarán en nuestra me-

moria, pues como dijo Bogart a Ingrid Bergman, “Siempre nos quedará Viena”.

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Escultura en Bratislava.

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Memoria de actividades. Año 2012Asociación Cultural Torre del Homenaje

Delegación Provincial de Jaén de la Asociación Española de Amigos de los Castillos

FEBRERO

Día 10. Asamblea General Ordinaria.

La Asamblea tuvo lugar en la sede de la Asociación AJAR, calle Pintor Nogué, 8 de Jaén, a las 20:00 h., en única convocatoria, con el siguiente orden del día:

1) Lectura y aprobación, en su caso del Acta de la Asamblea anterior.2) Memoria de las actividades socio-culturales, realizadas durante el año 20113) Propuesta de actividades para el año 2012.4) Memoria de los gastos e ingresos realizados en el año 2011.5) Estudio de las propuestas para las inscripciones a las actividades y viajes.6) Convocatoria de elecciones a la Presidencia de la Asociación en noviembre de 2012.7) Ruegos y preguntas.En esta actividad participaron 37 personas.

Día 25. Viaje a Linares y Cástulo.

En Linares se visitó el Museo del Pósito, dedicado a la ciudad y al cantante "Raphael"; la Iglesia de Santa María; el Centro de Interpretación del Paisaje Minero y el Hospital de los Marqueses de Linares.

Por la tarde, se visitó el Yacimiento arqueológico de Cástulo y su Museo.En esta actividad participaron 35 personas.

MARZO

Días 10 y 11. Viaje a los Castillos del Norte de Huelva.

Día 10. Visita guiada a Aracena, localidad turística de la comarca del Parque Natural de la Sierra de Aracena y Picos de Aroche. El Castillo tuvo gran importancia estratégica, especialmente en el si-glo XIII, cuando se reforzaron la mayoría de los castillos de la frontera con Portugal. En el mismo

Alcazaba, 12-13 (2012-2013), 157-161 - ISSN: 1886-1180 157

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Asociación Cultural Torre del Homenaje / Asociación Española de Amigos de los Castillos, Delegación de Jaén.

cerro del castillo se encuentra la iglesia Prioral del Mayor Dolor. También se visitó la iglesia de Santa Ca-talina (antigua sinagoga), las Casas Señoriales, etc.

Por la tarde visita a la Gruta de las Maravillas, formada por las filtraciones del cerro del Castillo, desde la época de la Era Precámbrica. A continuación se visitó el Museo del Jamón, en el que se hace el recorri-do por la cultura que rodea al cerdo ibérico.

Día 11. Visita guiada al Castillo de Cortegana que podría haber levantado Sancho IV de Castilla, hacia el año 1293. Durante el reinado de los Reyes Católicos, fue ampliado dándole su aspecto actual.

En el pueblo se visitaron la iglesia del Divino Salvador y la ermita de la Virgen de la Piedad.El viaje continuó en Almonaster la Real, visitando el Castillo de origen árabe, con añadidos del siglo

XV, con restos de una mezquita.De regreso se hizo un alto en el mirador de la Peña de Arias Montano, con extraordinarias vistas hacia

el sur de Huelva y sobre el pintoresco pueblo de Alájar (nombre de origen árabe, al-hayar=piedra).En esta actividad participaron 50 personas.

ABRIL

Días del 1 al 7. Viaje a Marruecos.

Véase crónica del viaje en este mismo número de Alcazaba. En esta actividad participaron 52 personas.

Días 12 a 26. IV Ciclo de Conferencias sobre Historia y Patrimonio Militar. La Batalla de las Navas

de Tolosa.

Día 12. Antecedentes históricos y preámbulos de la Batalla.En esta actividad participaron 100 personas.Día 20. La Batalla y los ejércitos contendientes.En esta actividad participaron 100 personas.Día 26. Consecuencias de la Batalla: punto de vista musulmán y cristiano.En esta actividad participaron 100 personas.

Día 21. Viaje al Castillo de Alarcos.

En el marco del ciclo de conferencias se efectuó un viaje al Castillo de Alarcos y el Museo de la Batalla de Alarcos, con almuerzo de la cocina medieval y una visita al Museo de las Navas de Tolosa.

En esta actividad participaron 53 personas.

MAYO

Día 12. Viaje al Toledo de “Las Tres Culturas”.

Visita panorámica guiada de Toledo, en la que se hizo hincapié en el sistema defensivo de la ciudad, de murallas, puertas y puentes, como el de San Martín, de donde salieron las tropas cristianas, hacia la bata-lla de las Navas de Tolosa, a mediados de junio de 1212.

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Memoria de actividades. Año 2012

La visita se denominó de “Las Tres Culturas”, pues se visitó la Catedral que ordenó levantar Fernando III, hacia 1227 en estilo gótico, a instancias del Arzobispo de Toledo, D. Rodrigo Jiménez de Rada, que participó en la batalla.

De la cultura judía contemplamos la Sinagoga de Santa María la Blanca, construida en 1180.De la cultura musulmana, se visitó la Mezquita de Bab al-Mardum, de la época del Califato que fue

construida en el año 999. Alfonso VI al conquistar Toledo (1085), se la cedió a la Orden de San Juan. En la actualidad se conoce como la Iglesia del Cristo de la Luz

En esta actividad participaron 45 personas.

JUNIO

Día 1. IX Velada Andalusí “La Luna de Yayyán”.

La Velada Andalusí se dedicó a los personajes notables musulmanes que intervinieron en la Batalla de Las Navas de Tolosa, que fueron objeto de la charla de D. Francisco Vidal Castro, profesor de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad de Jaén.

La Velada Andalusí tuvo lugar en el Parador Nacional de Turismo “Castillo de Santa Catalina”, de Jaén, que preparó una cena con platos de la cocina de “Las Tres Culturas”. Durante la cena interpretó música andalusí un grupo de músicos marroquíes.

En esta actividad participaron 80 personas.

Días 9, 10 y 11. Viaje a Cuenca, Albarracín, Teruel y “La Ciudad Encantada”.

Día 9. Visita guiada a Cuenca, iniciándose en la Hoz del Huécar hasta llegar a la parte más alta de la ciudad, en la que se encontraba el castillo. Visita a la Muestra de Arte Moderno que se encuentra en el Convento de Carmelitas Descalzas. Paseo por la calle San Pedro contemplando las casas de la Nobleza Castellana y la Torre Mangana, único resto del antiguo Alcázar árabe. En la Plaza Mayor se visió la Cate-dral, un extraordinario ejemplo del gótico francés. Se finalizó la visita a Cuenca con la contemplación de las Casas Colgadas (exterior) y el puente metálico de San Pablo.

Día 10. Se visitó Albarracín, con sus calles medievales y arquitectura popular como la Casa de la Julia-neta, el Rincón del Abanico o la Casa Azagra. Sus Casas Nobles con sus blasones, como la Casa de los Monterde y Antillón, la Casa Navarro y el Antiguo Palacio Episcopal. El Ayuntamiento renacentista en la Plaza Mayor. También se visitó el Castillo-Alcazaba y la Torre de Doña Blanca. Por la tarde, visita guia-da a Teruel con sus excepcionales torres de estilo mudéjar, de los siglos XIII y XIV, sobresaliendo la de El Salvador, con su Centro de Interpretación del Mudéjar y sobre la Batalla de Teruel. También se vió la Catedral de Teruel, la Plaza del Torico y el Mausoleo de los Amantes.

Día 11. Nos detuvimos en el mirador el “Ventano del Diablo” de camino hacia la “Ciudad Encantada” que fue declarada “Sitio Natural de Interés Nacional”, precisamente un 11 de junio de 1929.

En esta actividad participaron 53 personas.

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Asociación Cultural Torre del Homenaje / Asociación Española de Amigos de los Castillos, Delegación de Jaén.

JULIO

Días 17 al 24. Viaje a Austria.

Véase crónica de la actividad.En esta actividad participaron 52 personas.

OCTUBRE

Días 12, 13 y 14. Viaje a Burgos, Atapuerca y Lerma.

Día 12. Por la tarde, visita guiada a Lerma, Villa Ducal de D. Francisco Gómez de Sandoval y Rojas, valido del Rey Felipe III, que la convirtió en la Corte de España durante 20 años, creando un conjunto monumental muy importante, como el Palacio Ducal, varios conventos, la Colegiata de San Pedro y el Monasterio de San Blas.

Día 13. Visita guiada a Burgos. Se visitó el monumento más importante de Burgos es la Catedral, de es-tilo gótico europeo, que mandó levantar Fernando III en el año 1221 y que está declarada Patrimonio de la Humanidad. Por la tarde, visita guiada al Parque Arqueológico y a los yacimientos de Atapuerca, declara-dos Bien del Patrimonio Mundial.

Día 14. Visita guiada a la Cartuja de Miraflores, monumento del gótico final cuya iglesia fue levantada como panteón del rey Juan II de Castilla, que se inició en 1454, del arquitecto Juan de Colonia. Las obras serían financiadas por Isabel la Católica, en las que trabajaron artistas como Simón de Colonia, Gil de Si-loé, Juan de Flandes y Pedro Berruguete. A continuación, visita guiada al Monasterio de la Huelgas Rea-les, que fue fundado en 1187 por el rey Alfonso VIII, como Panteón Real. En el Monasterio cisterciense destacamos la iglesia, la sala capitular y el claustro.

En esta actividad participaron 50 personas.

Día 20. Viaje a Almagro, el Viso del Marqués y Calatrava la Nueva.

Se visitó el Palacio del Viso del Marqués, el Castillo de Calatrava la Nueva, que fue sede de la Orden Militar de Calatrava. Almagro es una de las ciudades más interesantes de La Mancha, con monumentos de primer orden, como el Corral de Comedias, la Plaza Mayor, el Convento de Santo Domingo, el Teatro Municipal, y un largo etc. La otra población importante que fué visitada en el campo de Montiel, es Villa-nueva de los Infantes, con su Plaza Mayor, Iglesia de San Andrés y diversos palacios como el del Caba-llero del Verde Gabán.

En esta actividad participaron 30 personas.

NOVIEMBRE

Día 17. Viaje “Sorpresa”.

En esta actividad participaron 54 personas.

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Memoria de actividades. Año 2012

DICIEMBRE

Día 15. Almuerzo de Navidad y visita a Pegalajar (Jaén).

Este año el almuerzo de Navidad tuvo lugar en el restaurante de la “Cueva de los Majuelos” en Pegala-jar acompañado de una visita a la localidad que conserva algunos restos de las murallas del castillo. Tam-bién se visitó la Cueva de Aro.

En esta actividad participaron 65 personas.

RESUMEN DE ACTIVIDADES 2012

Durante el año 2012 se realizaron un total de 16 actividades con una participación de 959 personas, lo que hace una media de participación de 60 personas por actividad.

El mes de mayor participación de los socios fue abril con 405 participantes y el de menor participación fue mayo con 45 participantes.

No se realizaron actividades en los meses de enero, agosto y septiembre.

Jaén, diciembre de 2012

El Presidente de la Delegación en Jaén de laAsociación Española de Amigos de los Castillos

y de la Asociación Cultural “Torre del Homenaje”

Bernardo Jurado Gómez

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Crónica del viaje a Turquía: Estambul y Capadocia

(21 al 28 de julio de 2013)

Juan Luis Moreno Garrido(Fotografías: José Luque Bermúdez y Juan Luis Moreno Garrido)

El viaje fue organizado por la Asociación Cultural “Torre del Homenaje” y la Delegación de Jaén de la Asociación Española de Amigos de los Castillos. Tuvo una duración de una semana, entre el 21 y el 28 de julio de 2013, y se desarrolló el siguiente programa de visitas y actividades.

Domingo 21 de julio

La salida de Jaén se efectuó con normalidad, pero la salida del avión en Madrid se retrasó por un incidente técnico (un pájaro colisionó con el tren de aterrizaje del avión), por lo que la partida se aplazó hasta el día siguiente de madrugada.

Lunes 22 de julio

Salida hacia Estambul, adonde lle-gamos sobre las doce, recogida por parte de la mayorista y se presenta el que será nuestro guía, Alisan, que nos informa de una magnífica solu-ción para el retraso acumulado (por la mañana estaba prevista la visita a la Basílica y por la tarde cinco horas de viaje en autobús hacia Ankara). En lugar de este programa, se pro-pone una visita el resto de la maña-na, almuerzo, visita por la tarde y desplazamiento a Ankara en avión

Alcazaba, 12-13 (2012-2013), 163-167 - ISSN: 1886-1180

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Estambul. Gran Mezquita Azul o Mezquita del Sultán Ahmed,quien ordenó construirla entre 1603 y 1617

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Viaje a Turquía y Capadocia (21 al 28 de julio de 2013)

pagado por la agencia. No solo no perdíamos nada sino que además hacíamos una visita más y me-jorábamos sensiblemente el desplazamiento.

Visita a la iglesia de “San Salvador in Chora” con magníficos “dorados”; se trata de una iglesia bi-zantina sin culto convertida en museo. Después, se realizó la visita de la mezquita Azul, como la suelen denominar los turistas, o mezquita del sultán Ahmed. Tras ello, se realizó la comida en los alrededores del Hipódromo y luego la visita al Gran Bazar, donde solo compran los turistas pues los precios eran escandalosos y para los turcos son abusivos; lo que más abundan son souvenir. Tras ello, se realizó la salida hacia el aeropuerto de la zona asiática y el vuelo hasta Ankara, donde nos ofrecieron una cena de bocadillo y alojamiento.

Martes 23 de julio

Volvemos al programa previsto y en Ankara, o Angora como se decía antes, realizamos la visita al Museo de las Civilizaciones Antiguas de Anatolia, antiguo bazar reutilizado que desafortunadamen-te estaba en obras y todas las piezas estaban concentradas en poco espacio; la impresión que dan es que necesitan mucho más espacio y que el potencial arqueológico no estaba al completo con la cantidad de historia que tiene este pueblo. Seguidamente, efectuamos la visita al Mausoleo de Ata-turk, obra faraónica que gustó a los aficionados a los temas militares; es bonita y tiene mucho de culto a la personalidad de este político-militar, pero goza de un prestigio que se ganó a pulso; hizo reformas extraordinarias como otorgar el voto a la mujer en los años 30 del siglo XX en una socie-dad islámica, también tomó una medida salomónica para evitar disputas entre musulmanes y cristia-nos: todas las iglesias bizantinas reconvertidas en mezquitas las transformó en museos y creó un is-lam separado del estado que ha sido el origen de la Turquía moderna, que aunque tenga conflictos (por cierto, nosotros no vimos ninguno) no deja de tener un crecimiento económico sostenido.

Almuerzo en carretera pasando por el lago salado de donde extraen gran parte de la sal que consu-men en Turquía pero que a nosotros no nos impresionó nada. La agencia nos presentó una oferta de dos excursiones opcionales, la clásica de cena y bailes regionales y otra de paseo en globo, ésta últi-ma con un madrugón (salida a las 4 de la mañana) que no desanimó a los más valientes.

Miércoles 24 de julio

Hay que resaltar que parte de la oferta turística de Turquía está basada en la geo-logía o la actuación del hombre sobre ella. Visita al valle de Goreme, una de las zonas donde el tipo de roca favorece la acción humana; disfrutamos de la cuevas horadadas por el hombre y la realización de pinturas.

Tras ello, continuamos con la visita al viñedo de Pasabag o chimeneas de de ha-

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Vista aérea de algunas formaciones geológicasdurante la excursión en globo.

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Juan Luis Moreno Garrido

das por las curiosas formaciones geológicas aprovechadas por el hombre y por la tarde más geolo-gía, esta vez subterránea: visitamos Kaymakli o Ozkonak con la combinación geología hombre-tie-rra. Tuvimos suerte de que el turismo haya decaído este año por los conflictos sociales y así las tu-vimos para nosotros solos, las visitamos a placer y sin interrupciones. Son realmente espectaculares, con soluciones sumamente ingeniosas para las puertas de seguridad que construyeron, pues no hay que olvidar que esas obras las realizaron para protegerse, con una serie de dependencias adaptadas para diferentes usos y poder resistir durante largo tiempo.

En la cena con alcohol a discreción, lo que en Turquía es bastante raro, vimos la danza de los der-viches y los bailes regionales y al final algunos de los espectadores también salimos a bailar.

Jueves 25 de julio

Realizamos un viaje largo en autobús visitando una posada típica de caravanas de considerables dimensiones y el museo de los derviches, donde descubrimos que estos hombres no tenían que ser necesariamente monjes para ser derviches sino que se trata más bien de una filosofía que de una or-den monástica. También aprendimos que los giros tienen el objetivo de favorecer un estado de tran-ce y de comunión con el universo.

Viernes 26 de julio

Visita a Pamukkale y a Hierapolis. Las fuentes termales calcáreas que dieron lugar a Pamukkale atrajo desde hace milenios a los hombres y los romanos construyeron un balneario-hospital por las propiedades medicinales que se le atribuían. Esto dio lugar a un lucrativo complejo sanitario al que iban muchísimos enfermos en busca de remedio para sus males. Parece que no eran tan buenos como se esperaban, porque el cementerio que generaron es enormemente superior al que correspon-dería a la población media y como no era muy factible repatriar a los difuntos, dejaron una enorme cantidad de tumbas, algunas de ellas construidas según sus costumbre originarias, aunque también existen algunas de estilo oriental. Todo esto estaba acompañado de los servicios de teatros, calza-das, baños públicos y letrinas que los romanos construían en sus ciudades.

Pamukkale, tantas veces visto en fotografías, no desmerece en nada su belleza y fama cuando se visita en la realidad. Tuvimos la suerte de verlas con agua, porque últimamente la dosifican con mo-tivo de las sequías periódicas que padecen. Me interesó el dato que me comentó Alisan de que ha-

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Las conocidas como "chimeneas de hadas", unas curiosas formaciones rocosas originadas por la erosión del viento. Forman parte de los paisajes de Capadocia, con sus viviendas excavadas en la roca. Valle de Goreme

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Viaje a Turquía y Capadocia (21 al 28 de julio de 2013)

bían demolido todos los hoteles que habían construido al borde de la formación geológica, para preservar en beneficio del turis-mo y defender el lugar de los ex-cesos que el mismo turismo ha-bía generado; eso es obrar con sensatez y más de uno debería de aprender. No merece la pena ha-cer comentarios, cuando las foto-grafías hablan por sí solas.

Impresionante resulta la ciudad grecorromana de Afrodisias, que visitamos después. En Turquía se conservan más restos romanos que en la propia Italia y eso que han excavado solo parte de todo lo que los turcos tienen.

Sábado 27 de julio

Comenzó con la visita a la casa de la Virgen María, según revelaciones de una vidente. Arquitec-tónicamente no tiene nada de especial, con una especie de “muro de los deseos” donde se dejan es-critos en un papel las peticiones a la Virgen. Por si no habíamos visto bastantes ruinas romanas, Éfeso fue ya la guinda del pastel y además en un buen estado de conservación. Al decir de Alisan,

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Teatro romano de Éfeso

Afrodisias. Tetrapilón o puerta de entrada

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Juan Luis Moreno Garrido

aquel día no había mucha gente pero nos pareció que estaba repleto; lo cierto es que merece con mucho la visita. No voy a comentar sus monumentos pues la Asociación ya ha enviado información por diversas vías, aunque hay que decir que nunca será como verlo con tus propios ojos.

Visitamos una fábrica de peletería donde nos ofertaron sus productos con una pasarela y todo don-de algunos y algunas compañeros/as compitieron con los/las modelos profesionales, con mucho salero y garbo.

Domingo 28 de julio

Temprano, después de desayunar, realizamos compras en una tienda que abrieron para nosotros por un contacto de un compatriota, mientras ha-cíamos tiempo para visitar la Basílica de Santa Sofía. Mira que hemos visto fotografías de este templo cristiano e islámico, pero la impresión que te causa es inenarrable a pesar deque una parte la estaban restaurando y restaba algo a la atmósfera tan impresionante que existe en ella y el sobreco-gimiento que sentíamos.

A la salida, otro regalito de la organización: visita al bazar de los egipcios que es donde realmente compran los turcos, para comprar dulces típicos, pistachos, últimos souvenir, etc. Tras ello, traslado al aeropuerto y vuelo sin problemas hasta Madrid.

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Estambul. El grupo del viaje con la Gran Mezquita Azul o del Sultán Ahmed al fondo.

Mercado de las especias. Estambul

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Memoria de actividades. Año 2013Asociación Cultural Torre del Homenaje

Delegación Provincial de Jaén de la Asociación Española de Amigos de los Castillos

FEBRERO

Día 6. Asamblea General Ordinaria.

La Asamblea tuvo lugar en la sede de la Asociación AJAR, calle Pintor Nogué, 8 de Jaén, a las 20:00 h., en única convocatoria, con el siguiente orden del día:

1) Lectura y aprobación, en su caso, del Acta de la Asamblea anterior.2) Memoria de las actividades del año 20123) Propuesta de actividades para el año 2013.4) Memoria de gastos e ingresos correspondientes al año 2012.5) Ruegos y preguntas.En esta actividad participaron 30 personas.

MARZO

Días 6 y 7. Viaje a Albacete, Chinchilla de Montearagón y Almansa.

Día 6. Llegada a Albacete y visita guiada a la ciudad, que en la época andalusí se llamaba Al-Ba-sit, que se traduce del árabe como “La Llanura”. Entre otros monumentos, visitamos la Catedral de San Juan Bautista, comenzada en 1515 en un gótico tardío, y finalizada de construir a mediados del siglo XX; el Pasaje de Lodares o Galería de estilo modernista, con una preciosa cubierta de hierro y vidrio; la Posada del Rosario, edificio del siglo XVI con mezcla de estilos gótico, mudéjar y rena-centista; y el Museo de la Cuchillería, situado en la Casa del Hortelano y que nos permite conocer la evolución de la cuchillería en Albacete, desde su origen árabe hasta haberse convertido en la arte-sanía típica de la ciudad. Por la tarde, visita guiada a Chinchilla de Montearagón, cuyos orígenes se remontan al Neolítico, siendo en la época musulmana cuando tiene una mayor importancia, reci-biendo el nombre de Sintinyala. Durante los siglos XII y XIII fue disputada entre los reinos de Cas-tilla y Aragón. El castillo es su monumento más emblemático de origen romano y árabe emplazado en un imponente cerro, está construido en mampostería, destacándose su enorme foso excavado en

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Asociación Cultural Torre del Homenaje / Asociación Española de Amigos de los Castillos, Delegación de Jaén.

la roca. El pueblo, conserva el trazado medieval, con restos de las murallas y unos baños árabes. Es de destacar la iglesia arciprestal de Santa María del Salvador.

Día 7: Visita guiada a Almansa, comenzando por el extraordinario castillo, construido entre los si-glos XII y XV. Destaca la iglesia de Santa María de la Asunción y la Casa Grande, palacio del siglo XVI que conserva un cuadro de la Batalla de Almansa, que tuvo lugar durante la Guerra de Suce-sión a principios del siglo XVIII. También se visitó el Centro de Interpretación de esta batalla.

En esta actividad participaron 54 personas.

Día 27 Viaje “Sorpresa”.

En esta ocasión visitamos Alcalá de Guadaira y el Castillo de Marchenilla.En esta actividad participaron 52 personas.

MAYO

Día 18. Senderismo al Castillo de La Aragonesa y visita a Andújar.

Visita al Castillo de La Aragonesa o Bretaña, que de otra manera sería complicado de visitar, ya que se encuentra en medio de un olivar, en el límite de la provincia de Jaén con la de Córdoba, a unos 400 m. del Guadalquivir. En su origen fue un fortín beréber, y en el siglo XIV se le añadió la torre del homenaje, ya en época del dominio cristiano.

Por la tarde paseamos por la ciudad de Andujar visitando el Torreón de la Fuente Sorda, los restos de la Muralla almohade, la Torre del Reloj y varios de los Palacios que tiene la ciudad, destacando el de “Los Niños de Don Gome”.

En esta actividad participaron 30 personas.

JUNIO

Día 15. Viaje a Almagro, con obra de Teatro.

Visita guiada a los principales monumentos de Almagro y asistencia a la obra de teatro “Romeo y Julieta”, de William Shakespeare, en el Corral de Comedías.

La ciudad de Almagro, es uno de los destinos turísticos más interesantes, no sólo de La Mancha. Su importante pasado histórico, su legado monumental y su extraordinaria gastronomía, la hace úni-ca.

En esta actividad participaron 45 personas.

JULIO

Del 21 al 28. Viaje a Turquía.

Véase la crónica del viaje en este mismo número de Alcazaba.En esta actividad participaron 52 personas.

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Memoria de actividades. Año 2013

SEPTIEMBRE

Día 28. Día Provincial de los Castillos, en Arjonilla.

Retomamos la organización del Día Provincial de los Castillos y este año elegimos la localidad de Arjonilla.

Visita guiada a Arjonilla a los principales monumentos de la localidad, destacando la Iglesia Pa-rroquial y el Castillo que dio origen a la leyenda de Macías “El Enamorado”.

Exhibición del grupo de Templarios “Baucán”, con demostraciones de esgrima medieval, tiro con arco y elaboración de cota de malla.

Menú con platos cocinados en “Tabernas” del Mercado Medieval.En esta actividad participaron 45 personas.

NOVIEMBRE

Días 1, 2 y 3. Viaje al Algarve.

Día 1. Visita panorámica de Vila Real de Santo Antonio, un pequeño pueblo de pescadores que se convirtió en una trama urbana ortogonal perfecta centrada en la plaza Marqués de Pombal. Después visitamos Villa de Castro Marim. No se sabe si el origen de la “Marim” es una palabra relacionada con “peces” o si este término no es más que una variante del árabe, que significa “torre”. Ambas versiones justifican el escudo de la ciudad, una torre en las aguas entre moros y cristianos, en alu-sión a la antigua torre del castillo. Clasificada como monumento nacional desde 1910 y anterior pla-za principal de la guerra del Algarve, el castillo de Castro Marim está situado sobre un acantilado. Probablemente la construcción musulmana, se asienta en una configuración de planta irregular con cuatro torres cuadradas y dos puertas.

Después partimos hacia Faro, la capital del Algarve. Por el casco antiguo, empieza el viaje por la historia en el Arco da Vila cuyo exterior es un proyecto del italiano Fabri, y el interior del príncipe musulmán Bekr Bueno. Pasando por las murallas del castillo llegamos a la Plaza Alfonso III, donde la estatua del rey recuerda la conquista de la ciudad a los musulmanes en 1249.

Visita a la Catedral de Faro, también conocida como Iglesia de Santa María, erigida en el lugar de la antigua mezquita y con interior renacentista. Contigua está una pequeña capilla totalmente cu-bierta por los huesos de un antiguo cementerio de la Tercera Orden del Carmelo.

Día 2. Visita a la ciudad de Silves, situada en una colina de la Sierra de Monchique. Silves debe su creación y desarrollo al hecho de que se encuentra a lo largo del río Arade, importante vía de co-municación desde el año 3000 antes de Cristo. Del siglo VIII, período durante el cual estuvo bajo la ocupación musulmana, son el Pozo Cisterna almohade y el Castillo de los Moros donde disfrutamos de una de las mejores vistas de la ciudad y de la región. La Catedral del siglo XIII es un templo de estilo gótico cuya entrada se encuentra en un portal lateral, de estilo rococó, construido a finales del siglo XVIII, conocido por Puerta del Sol. En el interior, se intercambian varios estilos arquitectóni-cos, el ábside y el transepto poseen bóvedas góticas ojivales y los altares laterales muestran una de-coración con tallas en estilo barroco.

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Asociación Cultural Torre del Homenaje / Asociación Española de Amigos de los Castillos, Delegación de Jaén.

A continuación visita a la histórica y tranquila ciudad de Lagos, donde el punto alto es el casco antiguo. La larga historia de Lagos se refleja en muchos de sus edificios antiguos, como el mercado de esclavos, el primero de Europa, que tiene su origen en el siglo XV y fue utilizado para el inter-cambio de los primeros esclavos traídos de África. Actualmente el edificio es utilizado como una galería de arte para exposiciones temporales.

Visita de la iglesia de Santo Antonio, Monumento Nacional, profusamente decorado con azulejos azules y blancos y talla dorada. Su esplendor le valió el nombre de "Capela Dourada” (Capilla Do-rada).

Seguimos hacia Sagres hasta la punta más al oeste del Algarve. La Fortaleza de Sagres fue cons-truida en el siglo XV por el Infante D. Henrique (el precursor de los Descubrimientos Portugue-ses) y después severamente destruida por el pirata Inglés Francis Drake y el terremoto de 1755. En Cabo de São Vicente está también la Iglesia de “Nossa Senhora da Graça”, así como una gigantesca rosa de los vientos con cerca de 43 metros de diámetro, dibujada en el suelo con piedras y que podrá haber servido como un reloj de sol.

Visita del Cabo de San Vicente, conocido como el “fin del mundo” debido a estar ubicado en el extremo suroeste de Europa, donde visitamos el faro construido en 1846, actualmente uno de los fa-ros más grande en Europa.

Día 3. Visita del Palacio de Estoi, donde admiramos su parte exterior ya que a día de hoy es un prestigioso Parador de la región (pousada en portugués). La construcción comenzó en 1840 y se ter-minó en 1909. Su larga construcción se debió a la prematura muerte de su primer propietario, y se terminó por un arquitecto con un gran gusto por la escultura. El interior del palacio es muy detalla-do y se elabora a partir de estuco y pastel. En la terraza inferior se puede ver un pabellón con azule-jos azules y blancos, llamado la Casa Cascada, y en el interior es una copia de las Tres Gracias. El pórtico de la Casa Manger, puede deslumbrar por su pabellón con grandes vidrieras, ninfas y tejas en diferentes nichos.

Después de visitar el palacio, visitamos la Vila Romana de Milreu. Las ruinas han descubierto una casa señorial, una granja, un lagar y un templo de adoración. Centro privado dedicado a las activi-dades de agua, construida en el siglo IV para satisfacer los romanos placeres. Además, dos mauso-leos son visibles y peristilo con 22 columnas, que se extiende junto a un patio con jardín.

Después seguimos hacia Olhão, conocido como el pueblo cubista. Es así llamado por crear un pa-norama único de calles que se asemejan a una multitud de cubos, pues en cientos de casas el techo fue sustituido por una terraza, la típica azotea del Algarve, para secar el pescado. Visita de la Iglesia Matriz, el primer edificio de piedra de Olhão, construido con el aporte de los pescadores entre 1698 y 1715. Conocida como la Venecia del Algarve, la hermosa ciudad de Tavira se extiende por las márgenes del río Gilão, unidas entre sí por un hermoso puente romano del siglo IV. Llena de igle-sias y casas tradicionales, con sus portadas de rejilla y tejados de tijera, uno de sus grandes atracti-vos es el patrimonio natural y sus playas de aguas tranquilas y arena blanca de las más apreciadas de la costa del Algarve. Después del almuerzo, seguimos hasta Cacela Velha donde disfrutamos de la tranquilidad de este pueblo, con vistas a la Ría Formosa.

En esta actividad participaron 52 personas.

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Memoria de actividades. Año 2013

Día 15. Charla sobre “El Bandolerismo en la provincia de Jaén”.

En el marco de las Jornadas de Estudios Históricos que este año se dedican al tema del Bandole-rismo, en el Salón de Actos de la Real Sociedad Económica de Amigos del País, en la Calle Berna-bé Soriano de Jaén, a las 20:00 h., tuvo lugar esta interesante charla a cargo de D. Juan Carlos To-rres Jiménez, Licenciado en Geografía e Historia, que ha publicado un documentado libro “El Ban-dolerismo en el Reino de Jaén”.

En esta actividad participaron 85 personas.

DICIEMBRE

Día 7. Almuerzo de Navidad y visita a Valdepeñas de Jaén.

Visita al Molino harinero y a la Iglesia de Santiago de la localidad de Valdepeñas de Jaén y al-muerzo de Navidad en el Restaurante “La Molina”, con un menú típico de la localidad (jamón, que-so, croquetas, migas valdepeñeras, choto al ajillo y de postre tarta de San Marcos).

En esta actividad participaron 59 personas.

Días 14 y 15. Viaje al Madrid “Insólito”.

Día 14. Llegada a Madrid y visita guiada al Real Monasterio de la Encarnación, que fue fundado en 1611 por Felipe III y Margarita de Austria. El edificio se debe a los arquitectos Juan Gómez de Mora y Fray Alberto de la Madre de Dios.

El convento conserva importantes obras de pintura y escultura de los siglos XVII y XVIII, sobre-saliendo un relicario con 700 piezas de bronce realizado con maderas finas, coral y marfil. La Igle-sia fue remozada en 1761 por Ventura Rodríguez, y posee obras de Vicente Carducho y Francisco Bayeu.

Por la tarde, visita guiada al Monasterio de las Descalzas Reales que ocupa el antiguo Palacio donde residieron Carlos I e Isabel de Portugal y donde nació, en 1535 su hija doña Juana. Ésta fun-dó en 1557 este convento de monjas franciscanas descalzas. Está sepultada en la iglesia, con escul-tura funeraria de Pompeyo Leoni. Del siglo XVII se conservan pinturas al fresco en la escalera y en la Capilla del Milagro. Destacan los tapices tejidos en Bruselas, sobre cartones de Rubens.

Día 15. Visita de el Sitio de El Pardo, llegada y visita guiada a este paraje de 16000 hectáreas de bosque, en donde está ubicado el Palacio de la Zarzuela. Desde la Edad Media todo este entorno fue utilizado por los reyes castellanos.

A mediados del siglo XV, Enrique IV mandó construir un pequeño castillo que amplió Carlos I y remodeló Felipe II, de manera que hoy el Palacio de El Pardo conserva torres en las equinas y está rodeado por un foso. En el interior del Palacio se conserva un techo pintado por Gaspar Becerra y pinturas de Carducho y Cabrera. La decoración del Palacio de El Pardo, tiene como elemento prota-gonista a los tapices tejidos en la Real Fábrica de Madrid.

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Asociación Cultural Torre del Homenaje / Asociación Española de Amigos de los Castillos, Delegación de Jaén.

La Casita de El Príncipe fue construida por Carlos IV y María Luisa de Parma, siendo Príncipes de Asturias, como casa de campo y retiro particular, con jardines. En el interior destacan las ricas colgaduras de seda, el mobiliario y la colección de relojes.

En esta actividad participaron 53 personas.

RESUMEN DE ACTIVIDADES 2013

Durante el año 2013 se realizaron un total de 11 actividades con una participación de 557 perso-

nas, lo que hace una media de participación de 51 personas por actividad.

El mes de mayor participación de los socios fue noviembre con 137 participantes y los de menor participación fueron febrero y mayo, con 30 participantes.

No se realizaron actividades en los meses de enero, abril, agosto y octubre.

Jaén, diciembre de 2013

El Presidente de la Delegación en Jaén de laAsociación Española de Amigos de los Castillos

y de la Asociación Cultural “Torre del Homenaje”

Bernardo Jurado Gómez

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NORMAS PARA LOS AUTORES

Los artículos no excederán, como norma general, las 25 páginas a doble espacio (letra paso 12) para los artículos, mientras que para las reseñas se recomienda que no excedan las 4 páginas. Se acompañarán de un resumen (entre 150 y 250 palabras) y palabras clave (máximo de 10) en español. El resumen deberá describir el objetivo del traba-jo, la metodología empleada y los principales resultados y conclusiones.Los apartados irán numerados con dígitos árabes (numeración tipo legal) y en negrilla sin punto final. Se utilizará la fuente Times New Roman Unicode, a 12 puntos (10 en las notas, que deben ir a pie de página).Para la transliteración de los caracteres árabes se seguirá el sistema español de revistas especializadas en el Área

como Al-Qanṭara y Miscelánea de Estudios Árabes y Hebraicos.

Para las citas bibliográficas, que irán en notas a pie de página, se seguirá el sistema normativo siguiente (Norma in-ternacional ISO 690:1987, norma UNE 50104:1994), incluyendo los signos de puntuación:

Libros y monografías:Nombre APELLIDO APELLIDO. Título del libro en cursiva. Ciudad: nombre de la editorial, año, página o páginas a las que se remite (sin abreviaturas como pp. o págs.).Ejemplo: Ambrosio HUICI MIRANDA. Traducción española de un manuscrito anónimo del siglo XIII sobre la

cocina hispano-magribí. Madrid : Maestre, 1966, 257-262.

Capítulos de libro y análogos:Nombre APELLIDO APELLIDO. “Título entre comillas”. En Nombre APELLIDO APELLIDO (coord.). Título de

la obra colectiva en cursiva. Ciudad: nombre de la editorial, año, número de página inicial y final (sin abreviaturas como pp. o págs.), seguida de la página o páginas a las que se remite específicamente si es el caso.Ejemplo: Carmen ARGENTE DEL CASTILLO OCAÑA. “Factores condicionantes del sistema defensivo fronteri-zo en el Reino de Jaén”. En Francisco TORO CEBALLOS y José RODRÍGUEZ MOLINA. V Estudios de Fronte-

ra. Funciones de la red castral fronteriza. Homenaje a Don Juan Torres Fontes. Congreso celebrado en Alcalá la Real en noviembre de 2003. Jaén: Diputación Provincial de Jaén, 2004, 37-55, 41-42.

Artículos de revistas:Nombre APELLIDO APELLIDO. “Título entre comillas”. Título de la revista en cursiva, número del volumen (año entre párentesis) número de página inicial y final. Ejemplo: Juan de Mata CARRIAZO. “Los moros de Granada en las actas del concejo de Jaén de 1479”. Miscelá-

nea de Estudios Árabes y Hebraicos, 4 (1955) 81-125, 92.

Las ilustraciones deben tener un pie explicativo y estarán identificadas con números arábigos y se deberá indicar en el texto su ubicación, pero no se incluirán en el mismo. Cada imagen debe enviarse en un archivo independiente, en formato TIFF o JPEG, con una resolución mínima de 300 ppp.En cuanto a las fotografías para la sección “Artes plásticas”, se deben adjuntar los datos técnicos y la identificación del tema. Opcionalmente, se puede incluir un comentario de hasta 150 palabras.El envío de artículos para su publicación en Alcazaba se realizará por correo electrónico en soporte electrónico (para PC), en procesador de textos formato Word, al secretario de la revista: Francisco Vidal Castro, correo electrónico: fvidal[arroba]ujaen.es o al director, Bernardo Jurado Gómez, correo electrónico: presidente[arroba]castillosjaen.com

También podrán enviarse por correo postal (aunque incluyendo soporte digital con los archivos) a:

Francisco Vidal CastroFacultad de Humanidades, ed. D-2 - Universidad de Jaén

23071 JAÉN

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