alejandro, magno obispo del táchira

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    LUIS HERNÁNDEZ CONTRERAS

    Cien años después

    PERFIL BIOGRÁFICO DE

    MONS. ALEJANDRO FERNÁNDEZ FEO

    (1908-1987)

    Alejandro,

    magno obispo del Táchira

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     Alejandro, magno obispo del Táchira. Cien años después.Perfil biográfico de Mons. Alejandro Fernández Feo (1908-1987)

    © LUIS HERNÁNDEZ CONTRERAS

    1ra edición, 2009

    © De esta edición:Banco Sofitasa, Banco Universal C. A.

    Foto de portada:Archivo Diario Católico

    Corrección de textos:Ernesto Román Orozco

    Diseño y diagramación y cuidado de la edición:Centro Editorial La Castalia C.A.

    Hecho el Depósito de Ley:Depósito Legal: LF0742009

    Impresión:Producciones Editoriales C. A.

    [email protected]érida, Venezuela

    Banco Sofitasa. Banco UniversalAvenida 7ma, esquina calle 4, edificio Banco Sofitasa,

    piso mezzanina, oficina Nº 1, sector centro,San Cristóbal, estado Táchira

    Impreso en Mérida, Venezuela

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    MONS. ALEJANDRO FERNÁNDEZ FEO(1908 - 1987)

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    Caracas, 4 de diciembre de 2008

    DoctorLuis Hernández ContrerasSan Cristóbal.

     Mi estimado amigo y doctor: He leído los originales de su nueva obra «Alejandro, magnoObispo del Táchira» en donde usted realiza un magnífico perfil bio-gráfico de Monseñor Alejandro Fernández Feo, ilustre Obispo delTáchira.

    Empiezo por felicitarlo por este nuevo libro que es demostraciónde su empeño por presentar testimonios históricos de la vida tachirense,de sus hombres y de sus obras, escritos con una magnífica documenta-ción y con un propósito de justicia que permita a sucesivas generacio-nes apreciar las características sociales y culturales de esa región paraentender mejor los valores de su aporte a la nación.

    Este nuevo libro sobre la vida y la obra de Monseñor AlejandroFernández Feo, representa, por la obra realizada por ese ilustre sacer-dote, un paso afirmativo en la actuación de la Iglesia Católica en tie-rras andinas de Venezuela, así como el esfuerzo firme e incansable dequien entendió su misión episcopal, como la tarea de dirigir un pueblo y de ser defensor de sus valores espirituales de la vida nacional.

     Recuerdo con vivos detalles, la hora de comienzos de 1959, cuan-do yo desempeñaba el cargo de Secretario General de la Presidencia

    Prólogo

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    de la República. Monseñor Fernández Feo me había pedido una entre-vista y al entrar a mi Despacho, después del saludo, me dijo: «Vengohablarle en nombre del Táchira, vengo a pedirle un favor, no para mí,sino para su región, vengo hablarle de la necesidad que me acompañeante la Compañía de Jesús, concretamente, ante el ilustre Monseñor  Barnola, para que sea creado en San Cristóbal, un Núcleo de la Uni-versidad Católica «Andrés Bello», que funciona aquí en Caracas». Mirespuesta fue: «Monseñor, cuente con mi colaboración, no solamenteen estas funciones oficiales que tengo, sino como venezolano nativo delTáchira. Es la mejor invitación que he recibido desde esa tierra».

     La tarea no fue fácil, pues algunas de las prominentes personali-

    dades de la Compañía que tenían que decidir, alegaban la ausencia devalores académicos que en el caso de abrir un Núcleo justificarían la presencia universitaria de la «Andrés Bello» en esa lejana región.

    En ese tiempo, en casa del ilustre Pedro Grases, hombre de ex-cepcional valor en el mundo cultural y universitario venezolano, enhoras de la mañana de los sábados, se reunía una verdadera asambleade personalidades, representantes de diversos valores de la cultura,allí estaba casi siempre presente el Rector Barnola y en varias oportu-

    nidades, antes de que el número de concurrentes impidiera profundizar sobre un tema aprovechábamos la simpatía de Grases por la idea de launiversidad tachirense y le hablaban a Barnola para darle datos sobrela importancia de esa universidad para esa región. Es mi deber en estatarea de mi recuerdo, señalar también la simpatía que por la creaciónde ese Núcleo tuvo uno de los Sacerdotes Jesuitas, el Padre Reina.

     Monseñor Fernández Feo fue sumando simpatías y partidariostanto en el campo de quienes era su Director y Rector como en el Con-sejo Nacional de Universidades. Y un buen día antes de que llegara alTáchira ningún otro Núcleo universitario decidió el cuerpo rectoral dela Universidad Católica «Andrés Bello», abrir el Núcleo tachirense.Una gran victoria del Táchira. Para mí es muy grato el recuerdo quetengo del grupo de personalidades tachirenses, que en varias oportuni-dades vi reunidas en San Cristóbal, en horas de la noche, considerandocon Monseñor Fernández Feo, diversos aspectos del Instituto Universi-tario que ellos y él aspiraban y se empeñaban en ver funcionar, muy pronto, en la ciudad de San Cristóbal. Recuerdo en ese grupo constante

    en su labor las figuras de: Aurelio Ferrero Tamayo, Gerson Rodríguez Durán, Servio Tulio González, Fernando Torre Olivares, Oswaldo Toro,

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     Horacio Cárdenas, Pío Bello, Luis Jugo, Francisco Ramírez Espejo,Eduardo Ramírez López, Martín Marciales, Julio Viaña, Juan Tovar Guédez, Carlos Sánchez Espejo, José Gonzalo Méndez, César Arreaza Bertrán, Julio Suárez Lozada, José Rafael Ferrero Tamayo, RamiroValero y Conrado Contreras Pulido. Se puede decir que con este actose abría un nuevo capítulo en la historia de la vida regional.

     Recuerdo asimismo, la noche llena de alegrías en quienes ibanhacer en San Cristóbal los primeros alumnos de esa universidad, cuan-do se celebró en el Salón de Lectura de la ciudad un acto solemne conla presencia de Monseñor Fernández Feo y de los representantes de launiversidad de Caracas, para dar la señal de la apertura de ese institu-

    to en tierra tachirense.Pero mis conversaciones sobre el Táchira con Fernández Feo no

    se limitaron únicamente al problema que él y yo considerábamos tras-cendental, la creación de la universidad. Al Obispo Fernández Feo le preocupaba mucho que la zona norte del Táchira límite entre la Repú-blica de Colombia y los Estados Zulia, Mérida y Táchira y la zona de«La Pedrera» al sur del Estado en tierras del Uribante y cerca de Co-lombia se estaban convirtiendo en un peligro las dos regiones, en una

    acumulación de población de distintos orígenes, mucho de los cualesestaban huyendo de la justicia y otros trayendo costumbres y vicios peligrosos para una región de esa frontera de la patria. Y me dijo aúncuando de esos temas ya había hablado con el Ministro de Justiciaquería que yo lo ayudara porque veía en ellos, en esas regiones delnorte y del sur del Táchira problemas que la nación debía conocer ydarle el justo tratamiento.

    Yo recuerdo las invitaciones que me hizo para que asistiera el 15de agosto a la misa pontifical en la Basílica de Nuestra Señora de laConsolación de Táriba. Consideraba que esa festividad era un momen-to de concentración espiritual y religiosa, de alegría simple de la po-blación tachirense y que los valores como a lo que ese día se celebra-ban permitían avivar la fortaleza espiritual de Venezuela.

    Para Monseñor Fernández Feo, cada una de sus obras tenía unaexplicación en su tarea. Cuando trajo nuevas máquinas para el «Dia-rio Católico» me dijo: «quiero que se haga un gran periódico porquetanto la radiodifusora que le he propuesto al Ministro de Justicia que el

    Estado las establezca en mis horas de radiodifusión en La Fría, comoen La Pedrera son indispensables como instrumentos de orientación y

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    diálogo en estos tiempos modernos, yo quiero hacer del Diario Católi-co el periódico que el Estado necesita. Y cuando levantó el edificio desu residencia me dijo: «Esto no es para mí, con un cuarto de dormir,una sala de baño y un Despacho tengo, pero este Palacio es un sitiodonde podrá reunirse toda la gente que vengan con problemas espiri-tuales o religiosos, o problemas que interesen a la comunidad y el es- pectáculo pondrá confianza para hablar sobre esos problemas».

    Sería largo, mi apreciado doctor Hernández, seguir hablando decuanto representó Fernández Feo en el Táchira de aquellas décadas.Usted cumple ya se lo he repetido, y se lo seguiré diciendo, una tareaadmirable, para no dejar desfigurar y olvidar aspectos de la historia

    del Táchira.Por usted he sabido que el doctor Juan Galeazzi Contreras, mi

    estimado amigo y figura relevante de las finanzas de occidente propiciala publicación de esta obra, como lo ha hecho con otros temas de as- pectos fundamentales de la historia del Táchira. Hágale llegar mi feli-citación.

     Lo felicito y lo aprecio, su amigo,

    Ramón J. Velásquez

    RJV/ba.-

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    Presentación

    Conocí a monseñor Alejandro Fernández Feo desde su llegada alTáchira. Era yo un joven abogado que se adentraba en el foro regional,y pude notar la gran fuerza indetenible de su espíritu. Luego, en micondición de gobernador del Estado, entre 1966 y 1968, tuve la oportu-nidad de estar más cerca de él. Ambos recibimos a Su Eminencia, elcardenal, José Humberto Quintero cuando vino a coronar a la Virgen de

    la Consolación de Táriba, y luego, recibí de sus manos, un inmerecidohonor pontificio. Siempre fue un batallador de la fe y de las cosas mun-danas. Decidió hacer buena obra, y tuvo un ejército de hombres y muje-res que lo secundaron en tal fin.

    Con motivo del centenario de su nacimiento, y vistos los logrosespirituales que obtuvimos con el lanzamiento del libro «Brava la Vida»,que plasma la obra de mi siempre recordado amigo, Mons. NelsonArellano Roa, volví a llamar a Luis Hernández Contreras, quien se haespecializado en la historia contemporánea de nuestro Táchira, paraencomendarle este nuevo trabajo. Lo aceptó definidamente. Me planteóla forma cómo lo realizaría, y aquí muestra su tarea intelectual, con laprofundidad y dedicación de la anterior. Es un impulso que desde elBanco Sofitasa damos a la producción historiográfica regional, con lapretensión que valiosas jornadas de vida queden registradas para la eter-nidad, para la lectura interesada, para el posterior análisis, para el juicioa futuro.

    Al felicitar a Luis Hernández Contreras por este logro, sólo me

    queda admirar a través de estas páginas la vida de un buen hombre quevivió y se hizo tachirense como nosotros. Nos dio su vida, nos entregósu sapiencia, sus modales, su íntegra forma de ser. Moldeó según su

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    ánimo, la voluntad espiritual de un pueblo e hizo hombres de bien parala Iglesia Católica. Su obra, inconmensurable, no tiene parangón. Fueun gran obispo, un obispo magno, como señala el título, un regio prela-do, un hombre de incalculable fe.

     Juan Antonio Galeazzi ContrerasPresidente del Banco Sofitasa, Banco Universal

    San Cristóbal, julio de 2007

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    Indetenible accionar

    En la historia del siglo XX regional, ningún otro personaje logróreunir tan heterogéneo grupo de voluntades, que aceptaron y apoyaronsus propósitos, como el obispo Alejandro Fernández Feo. Desde su lle-gada al Táchira, el 28 de septiembre de 1952, impuso con su avasallantepersonalidad, el respeto que su investidura merecía. Su estentórea vozcomenzó a difundirse a los cuatro vientos, y sus pretensiones, sugeren-

    cias, órdenes y providencias, fueron acatadas y cumplidas. Contó con elapoyo de buena parte de la colectividad tachirense, de las figuras delclero que lo recibieron, de los gobernantes nacionales y regionales entodos los niveles, colores y creencias, de los grupos de apostolado, lai-cos comprometidos, empresarios y profesionales de toda índole, en todala geografía del Estado. Logró, como nadie, sumar todo ese cúmulo devoluntades.

    Realizó la transformación de la Iglesia Católica según las dispo-siciones emanadas de Roma. Condujo el proceso de las misas vesperti-nas en 1953, y luego del Concilio Vaticano II, ofició de cara al pueblo ensu propio idioma. La importancia del prelado tachirense fue considera-da, hasta el punto que celebró en el Aula Conciliar, junto al sepulcro deSan Pedro, delante de los cardenales del mundo, el 22 de octubre de1963, la misa ritual que recordaba el primer aniversario de la inaugura-ción del magno encuentro. Igual honor se le confirió cuando recibió consoberbio discurso, en Caracas, al primer Cardenal, Mons. Dr. JoséHumberto Quintero, el 18 de febrero de 1961.

    La estampa del nuevo Obispo se hizo innegable en el Táchira, ensu vasta totalidad. A su llegada, recorrió todos los pueblos y fue recibi-

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    do con profusión. Utilizó los espacios del Gimnasio Cubierto para laordenación del diácono Antonio Arellano Durán, en noviembre de 1955,y luego, en junio de 1957, confirió el sacerdocio a los primeros seisegresados del Seminario Santo Tomás de Aquino. Su primera presencianotable, fue la realización de sus bodas de plata sacerdotales, el 24 deoctubre de 1956, celebrando el primer Congreso Eucarístico Diocesano,con la presencia de los más altos jerarcas católicos de Venezuela. En suhonor, un año después se consagró la Iglesia de Cristo Rey en Las Lo-mas, obra emprendida por el industrial Ramón Matos Pulido.

    En adelante, su accionar fue indetenible. Coronó como obispos acinco de sus sacerdotes: Domingo Roa Pérez, José León Rojas Chapa-

    rro, Rafael Angel González, Marco Tulio Ramírez Roa y AntonioArellano Durán. Creó medios de comunicación como Radio Junín, Ra-dio El Sol de La Fría y fortaleció a Diario Católico, transformándolorotundamente. Apoyó la Democracia, y abortó conflictos sociales en lossesenta, protestando contra el comunismo en celebradas romerías. Creóparroquias, bendijo templos, además de las más importantes obras ofi-ciales y civiles de infraestructura, consagrando la Catedral de San Cris-tóbal el 6 de abril de 1961 y estableció la aldea modelo de San Rafael de

    El Piñal, como una visión geoestratégica de seguridad. Luego fundó laUniversidad Católica Andrés Bello en septiembre de 1962, y el nuevoseminario de Toico, el 24 de agosto del año siguiente. Reformó el Pala-cio Episcopal y construyó el segundo edificio de su Universidad en 1980.Afianzó el culto a la Virgen de Consolación con su coronación en 1967,y reafirmó la fe católica de los tachirenses.

    El Táchira entero se rindió en la celebración de sus bodas de orosacerdotales, y al renunciar a la mitra, por razones de edad, en 1985,exclamó a los cuatro vientos «¡quiero morirme sacerdote, quiero morir-me tachirense!». Había cumplido, ciertamente su obra. Al Táchira, ofren-dó su vida.

    Ese indetenible accionar intenta plasmarse en este libro que se harealizado por encomienda directa del Dr. Juan Antonio GaleazziContreras, en su propósito de refrescar la historia regional, a través deobras como la ya publicada «Brava la Vida», perfil biográfico de Mons.Nelson Arellano Roa, que tanto ha éxito ha tenido a través de los co-mentarios emitidos por voces autorizadas. La vida del obispo Fernández

    Feo, entregada en la plenitud de su madurez al Táchira, representa unindeleble capítulo del Táchira contemporáneo. Aún su obra es recorda-

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    da, y se hace necesario que en la celebración del centenario de su naci-miento, ella sea conocida por otras generaciones, máxime los sacerdo-tes que continúan sus pasos en las sendas que él abriera con fecundidad.

    Debo agradecer profundamente este nuevo gesto del doctorGaleazzi. Su filantropía y magnanimidad no tienen parangón, y la histo-ria recordará con creces este impulso a las ediciones de libros regiona-les, y al recuerdo de grandes amigos suyos, con quienes compartió elafán de hacer un Táchira grande. Presento este trabajo en razón de he-chos fundamentales del biografiado, mas no en un sentido netamentecronológico. La revisión de tanto material ha sido posible a través dedocumentos directos del prelado, como la perfecta sucesión de hechos

    de su vida que reseñó Diario Católico. En su magnífica hemeroteca yfototeca, volví a beber esa mágica savia de arcanos que permite produ-cir un trabajo de esta dimensión, que espero satisfaga la pretensión dequienes lo lean con mínima comprensión. Por ello, mi gratitud al padreLaureano Ballesteros, por permitirme introducir en ese particular espa-cio, extensiva a las señoritas Marina Rivas y Zoila Zambrano, grandescooperadoras de estos afanes.

    Mi agradecimiento particular al doctor Ramón J. Velásquez, ami-

    go personal de monseñor Fernández Feo, quien aceptó escribir a sus 92años de edad, la carta introductoria con que refleja su visiónparticularísima del gran prelado. Es un honor que siento íntimamente enmi condición de escritor de historia. Por último, mi deferencia con elpoeta Ernesto Román Orozco, coordinador de Literatura del Ateneo delTáchira, corrector de estilo de las pruebas originales y dador de útilesenseñanzas. También a mi familia, a mi esposa e hijos, agradezco lapaciencia de tantas horas para levantar este nuevo hijo literario. Comosiempre, a José Gregorio Vásquez, impresor de una docena de mis obras,mi abrazo fraterno.

     Luis Hernández ContrerasMartes 17 de febrero de 2009

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    Foto de la página anterior: Primera imagen oficial del obispo, 1952.

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    Una llegada apoteósica

    El domingo 28 de septiembre de 1952, la Plaza Bolívar de SanCristóbal estaba a estallar. Quince mil personas se agolparon en suscalles aledañas para recibir al tercer obispo de la diócesis. Era un cara-queño, cura párroco de San Juan, donde había hecho notable obra. Mon-señor Alejandro Fernández Feo, nacido en Santa Teresa, llegó y admiróla estatua del Libertador erigida en 1929. La muchedumbre abarrotaba

    todos los espacios. La larga cola de vehículos se expandía por toda lacarrera 7, doblaba hacia la calle 16, en el Hospital Vargas, y bajaba hastaPuente Real. Las dos emisoras de la localidad, La Voz del Táchira yEcos del Torbes transmitían ceremoniosas el acontecimiento en las vo-ces de Erasmo José Pérez, J. J. Mora y Luis Anselmo Díaz, guiados porlos sacerdotes José León Rojas Chaparro y José Gregorio Pérez Rojas.Instalado el séquito en el centro de la ciudad, el gobernador encargado,Homero Moreno Orozco, abogado de La Grita, dio la bienvenida al pre-lado, pues su titular, Antonio Pérez Vivas, atendía impostergables asun-tos de Estado en Caracas. Todos querían ver al nuevo obispo. La emo-ción era indescriptible.

    San Cristóbal tenía su tercer mitrado. Rafael Parra León, juristade abolengo, había tenido el honor de pronunciar el recibimiento de losdos anteriores, Tomás Antonio Sanmiguel en 1923, y Rafael Arias Blan-co en 1940. Bien lo dijo Parra León en esta oportunidad, representantede la Unión de Hombres Católicos y de la Sociedad San Vicente dePaúl, cuando expresó que hoy, que me hallo pisando los albores de la

    ancianidad, debo llegar hasta Vos, nuestro tercer obispo, a quien losclarines de la fama revisten de las más preclaras virtudes. La llegada al

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    Aeropuerto de San Antonio no pudo ser más frenética. En un avión ce-dido por el Ministerio de la Defensa, Fernández Feo descendió y pisótierra tachirense, ya conocida por él, según el discurso del presbíteroJosé Antonio Iriarte, capellán de la Guardia Nacional, cuando dijo: deoídas, y por la experiencia personal que os brindó vuestra breve esta-día en esta tierra en años pasados, sabéis, excelentísimo señor, de lareligiosidad del Táchira.

    Las caras que vio el nuevo mitrado no eran extrañas para él. Alpie del avión estaba su amigo Domingo Roa Pérez, nativo de El Cobre,ordenado en Roma en 1941 y doctor de la Universidad Gregoriana, quienrepresentaba al administrador Apostólico, el obispo Arias Blanco, y era

    el delegado especial de la diócesis, además de presidente de la junta derecepción establecida desde marzo. En el avión venía su compañero deSeminario, Carlos Sánchez Espejo, y dos comisionados oficiales delTáchira, el procurador del Estado, J. M. Rodríguez Uribe y el alcaldedel distrito San Cristóbal, Gabriel Gómez Mora. También viajaban sustres fraternos amigos caraqueños, José de Jesús Mayz León, NapoleónDupouy y Federico Cisneros Bertorelli; este último estaría hasta en lahora de su muerte, treinta y cinco años después. Cuando pisó la árida

    tierra de San Antonio, unos minutos después de la dos de la tarde, excla-mó a los cuatro vientos: ¡Pueblo del Táchira, te juro que te querré!

    Entrada triunfante a San Antonio del Táchira con el gobernador encargado Moreno Orozco.

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    Dos viejos compañeros suyos le dieron la bienvenida en San An-tonio y Libertad. Juan de Matta Ortiz y Nicolás Márquez también asis-tieron a las bancas del Interdiocesano de Caracas. Ortiz, recordado curaen San Juan Bautista de la capital tachirense, le dijo, ya os aman los queno os conocen, y los que os conocemos, sentimos además gran satisfac-ción y os auguramos fecundo apostolado. Mano Márquez, como eratratado con cariño el lejano gañán de Santa Cruz de Mora, luego dedefinir esta población de los Capachos y nombrar al nuevo superiorcomo padre de la Iglesia de San Cristóbal y jefe de la jerarquía en elTáchira, recordó los años de la primera juventud. Quien hubiera creídoen aquellos tiempos, dijo el sacerdote cincuentón, cuando los dos

    ambulábamos en los campestres paseos de seminario, que hoy tuviera yo el honor de dirigiros la palabra a vos, excelentísimo señor, reciente-mente adornado con la púrpura de la Iglesia y engalanado con esamitra, ese báculo y ese anillo pastoral. En la comitiva andaba un miem-bro de la diócesis de Pamplona, Daniel Jordán, quien quiso acompañar-lo en el trascendente momento.

    El nuevo obispo hizo alarde de su elocuente e improvisada orato-ria al contestar los saludos que le dieron en su recorrido. Esa estentórea

    voz que se alzaría en miles de momentos comenzaba a ser escuchadacon atención. Su verbo fluido, elegante, marcaba el acento centrano que jamás perdió. A la entrada de San Cristóbal, en Puente Real, al oeste,por donde pasa el río Torbes, el edil José Gregorio Villafañe le entrególas llaves de la ciudad y el acuerdo de bienvenida de la cámara munici-pal. El ascenso de los vehículos por la calle 16 del cementerio, hizo salira todos los vecinos que vieron a Fernández Feo con sus ornamentosespeciales para la ocasión. Al llegar al Hospital Vargas, el cortejo doblóa la derecha y fue al sur. Las aceras se colmaron de parroquianos yluego de los respetos del Ejecutivo Regional, el obispo volvió a impro-visar y un sonoro aplauso retumbó el ambiente cuando dijo que suspalabras salen no de la mente, sino del corazón. Una salva de vítoresestalló al unísono al confesar que  yo ahora soy el último de lostachirenses, porque hay otros con mejores méritos para ser los prime-ros, pero prometo que trabajaré para ser el primero en el cariño de lostachirenses. El tránsito fue bajo palio desde la Plaza Bolívar hasta lacalle 5, entonces, en la esquina del Club Táchira, el desfile a pie se

    dirigió hacia la Catedral, el viejo templo matriz de San Sebastián quehabía sido levantado luego del terremoto de 1875. Allí los gritos fueron

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    retumbantes, blancos pañuelos relucieron y las vivas salieron de todaslas gargantas. Adentro los aplausos resonaban en todas las naves y co-menzó un particular protocolo.

    Previo al tedéum, cubierta la cabeza con la mitra, y el báculopastoral en su mano, Alejandro Fernández Feo se detuvo ante el altardel Santísimo Sacramento, después de haber vislumbrado cómo sería sufinal. Luego de arrodillarse, expuso ante el Colegio de ConsultoresDiocesanos el honor de haber sido nombrado obispo de San Cristóbal,entregando los documentos pontificios que fueron leídos por AntonioChacón, licenciado en Teología y Derecho del Pío Latino, tambiénseminarista en Caracas, quien por años sería su fiel canciller. Allí, el

    entrante purpurado tomó posesión de la diócesis y todos los sacerdotespasaron ante él y postradas las rodillas en la tierra, le besaron el anillopastoral como signo de respeto y adhesión. El presbítero Domingo RoaPérez, la máxima autoridad eclesiástica, apenas unos minutos atrás, lehizo oficial entrega del gobierno y volvió a su condición de vicario ge-neral y párroco de Coromoto en el creciente Barrio Obrero. Entretanto,el presbítero Edmundo Vivas Medina, fundador de colegios y párrocode catedral, representó al arzobispo Acacio Chacón, quien no pudo asistir

    a la ceremonia.En su discurso, Fernández Feo agradeció a todos su presencia ypidió cooperación para la obra que emprendería, jurando su apego a lasnormas milenarias. Que se seque mi brazo, que enmudezca mi lengua,dijo, si hiciera yo algo que pueda apartarse un ápice de las normas yderechos de la Silla Apostólica, sobre la cual no hay derecho algunoque pueda prevalecer porque sus derechos son derechos divinos. Lamultitud quedó impresionada cuando trató sobre la creciente ola delneopaganismo. Terminada su intervención, se cantó el himno de acciónde gracias y, de nuevo el desfile con la música marcial de la Banda de laBrigada, partió hacia el Palacio Episcopal de la carrera 6; en él murió elobispo Sanmiguel y Arias Blanco despachó por más de una década.

    La vieja casona había sido remozada en su totalidad, y una comi-sión de damas, presidida por la esposa del gobernador, Josefa María dePérez Vivas, se encargó de solicitar los aportes públicos y privados paratal cometido. En lista pública, la devota católica detalló lo recaudado ylo invertido, de tal manera que el obispo pudiera casi estrenar nueva

    casa y enseres. Allí, un ex diácono, Julio Suárez Lozada, seminaristacuando Sanmiguel y luego connotado jurista y magistrado, dio la bien-

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    venida a Fernández Feo invitando al brindis del champán, en nombre dela junta pro recepción. El purpurado respondió con una hermosa frase,indicando que, en el licor dorado en que se confunden muchas uvas, para el deleite de los que liban, se señala, según él, el símbolo perfectode la unidad espiritual de todas las clases sociales para el deleite ex-quisito de la cordialidad y de la felicidad permanente entre los hijos deesta tierra. Posteriormente, pasó a la Casa Parroquial de Catedral dondeel clero le ofrecería una comida familiar, íntima, a la que asistieron ade-más de los 35 sacerdotes, el gobernador encargado, la máxima autori-dad militar, el secretario de gobierno provisional y los tres invitados deCaracas, Mayz, Dupouy y Cisneros. El ágape fue organizado por

    monseñor Vivas. Las palabras estuvieron a cargo de Rafael ÁngelGonzález, director de Diario Católico, periódico de la diócesis fundadoen 1924, y quien marcó la unidad inquebrantable del clero y su pastor.Al terminar la comida, el obispo definió a sus sacerdotes como mi bra- zo, mi lengua, mi corazón, mi voluntad.

     Llegada a la Plaza Bolívar con el gobernador encargado Moreno Orozco.Septiembre de 1952.

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    Primer acercamiento a la grey

    El 5 de octubre, una semana después de su entrada, el obispocelebró su primera misa pontifical en Catedral. Estuvo asistido por RoaPérez, además de los diáconos de solio, Edmundo Vivas Medina y Car-los Sánchez Espejo. Un padre eudista y otro agustino recoleto fueronlos diáconos de misa, mientras que el eudista Alfonso Monsalve, hijodel maestro de capilla de Sanmiguel, Pedro Monsalve, fue el maestro de

    ceremonias, actuando el padre Vicente Barasain como predicador. Lasolemnidad se desarrolló en la fiesta de Nuestra Señora del Rosario y,en menos de un mes de la llegada del nuevo obispo, la veneranda reli-quia de la Virgen de Coromoto, patrona de Venezuela, hizo su recorridopor el Táchira, entrando el día 21 por el Páramo de la Negra, provenien-te de Bailadores. Llevada a Pregonero, pasó por buena parte de la geo-grafía regional hasta llegar a San Cristóbal el 27. Después de su tránsitopor los templos de la capital, San José, Santuario del Perpetuo Socorro,Coromoto, La Ermita, además del Seminario, el Hospital Vargas y elAsilo de Ancianos, se efectuó una masiva concentración en el EstadioTáchira para partir, vía aérea, a Guasdualito. El obispo estuvo al frentede todos los actos, conociéndolo su feligresía. Previó también las pri-meras visitas pastorales, La Grita fue la primera ciudad a la que asistió.

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    El comienzo de las visitas pastorales

    La Grita es la casa del Santo Cristo. La veneranda figura queconvoca miles de peregrinos al templo frente a la Plaza Bolívar, fue unmotivo inmediato de visita que el obispo realizó el 20 de octubre de1952. Lo recibió su párroco, un joven oriundo de El Cobre, Raúl MéndezMoncada, quien tuvo la satisfacción de decir a su superior que ese cato-licismo se ha mantenido intacto aquí hasta nuestros días, alabando las

    virtudes religiosas de los montañeses. En el Club Gran Mariscal deAyacucho, el prelado fue distinguido con un ágape. El orador de ordenfue Teodoro Gutiérrez Calderón, un hombre del renacimiento; depolifacéticas virtudes como educador, filósofo, poeta y músico, entreotros oficios, invitó al visitante a tomar la copa, en esta casa humilde enla que bajo sus techos antañones hay sinceridad y calor de corazonescristianos. En el Concejo Municipal, en medio de una improvisación, elobispo se refirió a la juventud, indicando que ésta, educada con lasideas cristianas, es la esperanza de la Iglesia y de la Patria, pero ca-rente de tal educación, es una nube que presagia tempestad.

    El 23 de octubre pernoctó en Colón, y fue atendido por el párrocoLuis Ernesto García, prominente figura del movimiento de juventudescatólicas y, años después, calificado formador de seguidores de la Doc-trina Social de la Iglesia, estrechamente vinculado al socialcristianismo.Un mes después estuvo en El Cobre, reencontrándose con MéndezMoncada y Gutiérrez Calderón en la celebración del centenario de laerección de la parroquia civil. Realizó además una visita informal a Ureña

    y Aguascalientes, conociendo las famosas aguas termales en compañíade Rojas Chaparro, recibiendo el saludo del párroco Pedro José Pérez

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    Vivas, quien luego estaría estrechamente vinculado a él. En todas parteshizo gala de su jovialidad, de su impetuosa palabra improvisada y desus deseos de actuar en esa tierra en la que Dios le encomendó su mayormisión.

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    Antecedentes del nuevo obispo

    Alejandro Roberto Fernández-Feo Tinoco nació en la parroquiaSanta Teresa de Caracas el 06 de noviembre de 1908. Hijo del médicoAlejandro Fernández Feo y de Margarita Tinoco Bigott, pertenecía a unanotable familia de esa capital, y desde temprano sintió la vocación reli-giosa, por lo que decidió irse al Seminario Santa Rosa de Lima, dirigidopor los jesuitas, ingresando el 7 de enero de 1921. Una década después, el

    25 de octubre de 1931, fue ordenado sacerdote por el nuncio Apostólico,Fernando Cento. Terminó sus estudios de Sagrada Escritura y DerechoCanónico. Siguió una inveterada costumbre; empleó los dos apellidos desu padre, y jamás dio a conocer su segundo nombre que no le gustaba bajoningún respecto. Tampoco firmó con su apellido materno.

    En su abultado currículum figuran los siguientes cargos eclesiás-ticos, desempeñados todos en Caracas: vicario cooperador de la parro-quia La Pastora (noviembre de 1931-octubre de 1932); párroco deAntímano (1932-1937); párroco de Nuestra Señora de Altagracia (mayo-octubre de 1937); párroco de San Juan Bautista de Caracas, promovidomediante Breve del papa Pío XI en octubre de 1937. Se desempeñó enesta populosa parroquia, donde también estuvo uno de sus antecesores,Tomás Antonio Sanmiguel. Ejerció como miembro de la visita apostóli-ca de todas las administraciones de bienes eclesiásticos de laArquidiócesis de Caracas en 1937; secretario de la comisión de la visitaapostólica (1937); secretario de la junta de administración de la visitaapostólica (1938); administrador del templo de Santa Capilla desde 1937;

    miembro del Consejo de Administración de la Arquidiócesis; asesorarquidiocesano de la Juventud Católica Venezolana; asesor nacional de

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    la Juventud Católica Venezolana; vocal de la Asociación Venezolana deEducación Católica, AVEC; y juez pro sinodal de la Arquidiócesis deCaracas. Nombrado prelado doméstico de Su Santidad, según Breve del30 de marzo de 1943, alcanzó la dignidad de monseñor con la que desdeentonces fue distinguido, noticia que anunció Diario Católico, en la edi-ción del 2 de marzo de ese año, notificado también el nombramiento, enigual condición del presbítero, doctor Marcos R. Tortolero.

    Incansable en el desarrollo de obras espirituales y físicas, comolo demostró toda su existencia, en Antímano fue fundador y director dela Escuela Parroquial de niños pobres, de la Escuela Parroquial Noctur-na para obreros, de la Escuela Nocturna para servicio doméstico, del

    comedor parroquial para pobres, y de la Casa de Caridad para asistenciade los enfermos de los campos. En San Juan creó y condujo la EscuelaParroquial para niños pobres, la Escuela Nocturna para obreros y laCasa Cuna parroquial para niños pobres, destacándose que todas estasorganizaciones eran de carácter gratuito, de servicio directo a la comu-nidad. Fue un impulsor innato del altruismo y la caridad, denotandoestas realizaciones su gran condición humana, muy lejos de la frialdadque muchos le atribuyeron, considerándolo injustamente como elitesco

    y distante. El 24 de agosto de 1952, en su querido templo de San Juan,fue consagrado obispo por el nuncio, Armando Lombardi, siendoconsagrantes el arzobispo de Caracas, Lucas Guillermo Castillo y elobispo de San Cristóbal, Rafael Arias Blanco. Por cierto, Lombardi ha-bía estado en San Cristóbal en abril de 1951. Esa tarea social le granjeóuna fama de hacedor, y en efecto demostraría, ajustando para ello, elequipo con el que iniciaría su fecundo episcopado.

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    Nombrados para actuar

    Consciente de la obra a emprender, Fernández Feo se rodeó dehombres capaces, ejecutores de obra realizada en la prensa, en la educa-ción, en la acción social, y hasta en la política. Designó a Domingo RoaPérez como vicario general; Antonio Chacón fue el canciller-secretario;mientras que Edmundo Vivas Medina, monseñor desde marzo de 1952,fue el provisor de la Curia Diocesana, y Carlos Sánchez Espejo asumió

    como párroco de San Sebastián, responsable de la Catedral. Vivas Medinaera el mayor de todos. A sus 65 años de edad, había visto nacer la dióce-sis en 1923 y recibió al obispo Sanmiguel al año siguiente. Venía de unavieja escuela y, Fernández Feo, lo respetó enormemente por sus virtu-des de santo varón, gran educador, eximio historiador y preclaro ciuda-dano, quedando encargado de la vicaría general ante algunas ausenciasde su titular. Roa Pérez, de 37 años, era el más joven. Sánchez Espejotenía 42 años y Chacón 43, uno menos que el nuevo obispo. Dos deellos, Roa y Chacón, se ordenaron en Roma; mientras que Sánchez Es-pejo, obtuvo su doctorado con honores en la Ciudad Eterna. De todos,Chacón fue el que más tiempo estuvo con Fernández Feo, prácticamen-te hasta el día de su entrega oficial en 1985, recibiendo tres años atráslos hábitos prelaticios que lo distinguieron como monseñor. Del resto,el obispo dejó las cosas tal y como estaban.

    Tres años después, en septiembre de 1955, el obispo nombró aManuel García, cura de Lobatera, como consultor Diocesano, en reem-plazo de Víctor Valecillo; entretanto, su condiscípulo, Juan de Matta

    Ortiz, fue trasladado de San Antonio para ocupar la popular parroquiade San Juan Bautista, conocida como La Ermita, acompañado del vica-rio cooperador, Noel Anselmi. Trajo de Colón a Luis Ernesto García y

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    lo designó párroco de Nuestra Señora del Carmen en La Concordia,colocando a su lado a Alejandro Acevedo Cárdenas; Rafael AngelGonzález fue a esta capital de Ayacucho, y Alejandro Figueroa pasó aSan Antonio. Francisco Cárdenas fue nombrado en San Félix, Luis AbadBuitrago en Delicias, y Antonio José González, cooperador interino deSan Sebastián. La salida de Rafael González, director de Diario Católico,fue asumida por José León Rojas Chaparro, conocedor del oficio. El ta-lento de García, posterior creador de las fundaciones Rerum Novarum yJacques Maritain, lo hizo asesor diocesano de la Juventud Católica, don-de desempeñó una trascendente labor. El ajedrez ajustaba sus piezas.

    El surgimiento de nuevas figuras en el clero, entre ellas, los últimos

    ordenados de Arias Blanco, motivó otros cambios, realizados a fines de1956. Anselmi, vicario foráneo de Pregonero, estuvo en San Antonio conPedro José Pérez Vivas. José de Jesús Leal pasó a San Félix y RaimundoPernía se radicó en El Cobre. Alejandro Figueroa asumió como vicarioauxiliar de Táriba, donde permanecería buena parte de su vida. RafaelAngel González fue llamado como adjunto a la administración de bieneseclesiásticos; entretanto, dos pupilos muy cercanos al obispo, EdmundoVivas Arellano, ordenado en Roma y, Antonio Arellano Durán, formado

    entre Roma y Austria, pero investido en San Cristóbal, fueron vicarioscooperadores en Táriba y El Carmen de La Concordia, respectivamente.Dentro del primer lustro de actividades episcopales, Fernández

    Feo hizo otros movimientos en correspondencia con su visióngeoestratégica de gobernante eclesiástico, buscando mayor presenciaen áridas zonas geográficas que apenas se poblaban en el territoriotachirense. Rafael Angel González pasó a Coromoto ante la partida deRoa Pérez, nombrado obispo de Calabozo, y tuvo como cooperador aPedro Oswaldo García, el primer ordenado del nuevo obispo, cultivadoentre Caracas y Roma; Luis Abad Buitrago fue el primer párroco deColoncito, apenas una aldea en el camino entre Colón y El Vigía, querecibía el influjo de la recién inaugurada Carretera Panamericana, y,Gustavo Parada Altuve, uno de los últimos ordenados de Arias Blanco,recibió su responsabilidad en Delicias. En El Rosario de La Concordia,aledaña a la Cárcel Pública, destacó como cooperador a Rafael Cárde-nas González, pasándolo a los meses a la parroquia del Espíritu Santode La Grita. En 1958, Buitrago tomó posesión de El Rosario, con la

    capilla de la penal como sede provisoria, mientras que García viajó aColoncito, extendiendo su labor hasta Umuquena, donde el anterior hi-ciera fecunda obra.

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    Un clero fiel y servicial

    Cerca de cuarenta sacerdotes acompañaban al obispo FernándezFeo en la misión que iniciaría en 1952. De ellos, tres podían ser sus tíos,Miguel Ignacio Briceño Picón, nacido en 1863, cura de Táriba desde1904; Bernabé Vivas Becerra, quien vino al mundo en 1879, párroco deSanta Ana desde 1922; y Edmundo Vivas Medina, natural de Lobatera,donde nació en 1887 y ordenado en 1912. Los tres eran monseñores y

    gozaron del más profundo respeto y admiración del prelado. Los tres yavestían hábitos mucho antes de la llegada del obispo Sanmiguel. Enefecto, vieron nacer la diócesis de San Cristóbal. Cuando fallecieron,Fernández Feo los honró con el más profundo tributo.

    Otro conjunto estaba conformado por el vicario general, Domin-go Roa Pérez, que frisaba los cuarenta años, y algunos sacerdotes seacercaban al medio siglo de vida como Víctor Manuel Valecillo, Nico-lás Márquez, José Teodosio Sandoval y Juan de Matta Ortiz. Un grupointermedio estuvo integrado por Rafael Angel Eugenio, Angel RamónParada, Manuel García Guerrero, Antonio Chacón, José Antonio Iriarte,Domingo Guerrero, Nerio García Quintero, Carlos Sánchez Espejo yDelfín Medina. Unos eran más jóvenes como José León Rojas Chapa-rro, Luis Ernesto García, Noel Anselmi, además de los ordenados entiempos de Arias Blanco: José del Carmen Mora, Raúl Méndez Moncada,Lucio Tíbulo Ramírez, Rafael Angel González, Luis Enrique Reyes,Marco Tulio Ramírez Roa, José Gregorio Pérez Rojas, José de JesúsLeal, Pedro José Pérez Vivas, Martín Martínez, Pío León Cárdenas,

    Raimundo Pernía, Francisco Cárdenas, Alejandro Figueroa, GustavoParada, y Luis Abad Buitrago. Pedro Oswaldo García Suárez había sidoel primero ordenado por Fernández Feo, el 25 de octubre de 1953, mien-

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    tras que Jesús Alfonso García Gómez provenía de Colombia. Roa Pérez,Sánchez Espejo y Rojas Chaparro eran doctores, entretanto, RamírezRoa, Pérez Rojas, Parada, Chacón y García Gómez eran licenciados. Altiempo, en 1955, se incorporó Edmundo Vivas Arellano, también licen-ciado, formado en Roma.

    Conocía perfectamente al cuerpo de hombres que lo seguía. Lespermitió actuar con plena libertad, siempre obedientes a su mandato,pero con independencia para los logros de sus parroquias. Sabía delcariño que les profesaban sus feligreses y los honró con motivo de susaniversarios sacerdotales o de sus ascensos jerárquicos. Lo hizo conRafael Angel Eugenio, el incansable educador de pueblos, cuando cele-

    bró sus bodas de plata sacerdotales en octubre de 1954; del mismo modocon Víctor M. Valecillo, educador de aulas, en agosto de 1955, con unarecepción en El Sol de Medianoche donde volvió a hablar el exseminarista y doctor en Derecho, Julio Suárez Lozada; de igual formacon su amigo Nicolás Márquez, al cumplir los cinco lustros de ordena-do, inclinándose y besando su anillo en Libertad, cuando era párrocoallí en 1959; repitiendo esto con Angel Ramón Parada, en Capacho, enmayo de 1962. Respetó de forma particular estos aniversarios, que aún,

    luego de fallecido su amigo Nerio García Quintero, desaparecido en1956, a la conclusión del Congreso Eucarístico, le conmemoró sus bo-das de plata sacerdotales tres años después. Conformó en diciembre de1954, el primer cuerpo de consultores diocesanos, constituido por elvicario Domingo Roa Pérez, los monseñores Bernabé Vivas y EdmundoVivas Medina, además de los presbíteros José León Rojas, Nerio GarcíaQuintero y Víctor M. Valecillo.

    Cuando convocaba la realización de la reglamentaria conferenciaeclesiástica, a la que asistían los cuarenta sacerdotes del clero diocesano,sabía que ésta tenía la finalidad de vigorizar el espíritu pastoral de lossacerdotes, vitalizar continuamente la disciplina eclesiástica en toda ladiócesis, tomar y combinar iniciativas, refrescar los conocimientos cien-tíficos sagrados de la carrera eclesiástica, mediante exposiciones pre- fijadas de carácter dogmático, moral, jurídico, de historia eclesiástica,de instrucción pastoral de liturgia y acción católica. Bien repetía elconcepto que dijo de ellos la noche de su llegada el 28 de septiembre de1952, cuando monseñor Vivas le organizó la cena en nombre del clero:

    ustedes son mi brazo, mi lengua, mi corazón, mi voluntad.

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    Una curia de honor. Con los monseñores Edmundo Vivas Medina y Bernabé Vivas.

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    Respeto a los mayores

    Como se ha expresado, tres sacerdotes le doblaban la edad al obis-po. Briceño Picón, Vivas Becerra y Vivas Medina eran hombres de otrageneración. Consideró a los tres como sus padres. Sintió por ellos ver-dadera veneración. Igual gesto rindió a tres seglares: Antonio RómuloCosta, Gonzalo Vargas y Marco A. Rivera Useche. Tuvo sobradas razo-nes para ello.

    Monseñor Miguel Ignacio Briceño Picón había nacido en Méridaen 1863. Luego de ser ordenado en 1886, estuvo en esa capital, en LaGrita y Zea, llegando a Táriba en 1904 como párroco de la Iglesia de laConsolación, la que levantó desde entonces, motivando en sus fielesuna demostración de cohesión social y decisión firme de culminar loiniciado. Luego de concluir el primer santuario mariano de la cordilleraandina, ejerció un poder moral sobre sus fieles, motivando la fundacióndel Colegio Salesiano, y creando a la vez varios periódicos. FernándezFeo le celebró, en primer lugar, en agosto de 1954, sus bodas de oro alfrente de la parroquia taribera, designándose entonces con su nombreun nuevo barrio de esa capital de Cárdenas. Luego festejó sus 70 añosde vida sacerdotal en junio de 1956, visitándolo en su casa parroquialcon un grupo de religiosos, entre ellos el rector del Seminario, Francis-co Le Bourgois. El anciano patriarca lo recibió en su mecedora, ya pos-trado y reducido por los años, pero con una brillantez y lucidez sorpren-dente. Cuando murió, el 8 de mayo de 1957, el obispo autorizó que sucuerpo fuera enterrado en el presbiterio del templo que construyó gra-

    cias a la intercesión obstinada del abogado Alberto López Cárdenas, fieladmirador y amigo del fenecido, quien movió cielo y tierra, literalmen-te, para conseguir ese propósito. En documento escrito, Fernández Feo

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    consideró la obra de Briceño Picón, indicando que como párroco ejem- plar, ha enseñado con su palabra y con su vida las virtudes evangélicas ycuidado con singular celo apostólico del bien espiritual de su feligresía.

    Monseñor Bernabé Vivas nació en San Cristóbal en 1879. Des-pués de formarse en Mérida y Curazao, fue ordenado por el obispo Sil-va en 1906. Estuvo en Rubio, Trujillo y Mérida, hasta su llegada comopárroco de Santa Ana del Táchira en 1922. Construyó el templo de estaciudad, como lo había hecho en sus otras estancias. Fernández Feo lohomenajeó en sus bodas de oro sacerdotales, celebradas en junio de1956. Tres años después, el obispo le festejó sus ochenta años de vida,ofreciendo la copa de champaña el vicario cooperador, Vicente Rivera

    Mora. Igualmente, el prelado se conmovió con el fallecimiento del in-signe sacerdote, en mayo de 1965. Como sucedió con monseñor Briceño,los restos del venerable religioso fueron enterrados en el templo quelevantó, por petición formal de los vecinos de esa población, encabeza-dos por el médico e historiador, J. J. Villamizar Molina.

    Edmundo Vivas Medina fue egregio en la cátedra, en la investiga-ción histórica y en la conducción de su grey. Vino al mundo el 4 de juliode 1887 en Lobatera. Estudió en el Seminario de Pamplona y se ordenó

    en Mérida, en 1912. Luego de recorrer las parroquias de San Cristóbal,Mérida, Independencia, Colón, Pregonero y La Grita, donde fundó es-cuelas, volvió a la capital tachirense en 1940 como párroco de Catedral,siendo cercano colaborador del obispo Arias Blanco. Creó en 1944 elColegio Santa Teresita donde contó con la participación de la maestracolombiana Ana Lucía Silva. Fue honrado como camarero secreto delpapa Pío XII, por lo que fue investido como monseñor en marzo de1952. A la llegada de Fernández Feo, es reemplazado en su cargoparroquial por Carlos Sánchez Espejo, pero es nombrado provisor de ladiócesis, es decir, el tercer cargo jerárquico más importante del gobier-no eclesiástico, lo que denota el respeto que le profesaba el obispo. FueVivas el organizador del primer encuentro con su clero, rindiéndole unhomenaje en diciembre de 1952, con motivo de sus cuarenta años desacerdocio. Cuando el honroso tachirense falleció el 12 de agosto de1972, Fernández Feo deploró profundamente su partida.

    El doctor Gonzalo Vargas fue uno de los médicos del obispo To-más Antonio Sanmiguel. El 1º de junio de 1962, el obispo ofició una

    misa de acción de gracias por sus bodas de oro profesionales, actividadque inició en su nativa Colombia y para asentarse en 1914 en la pobla-ción tachirense de Colón. Fue amigo de Eustoquio Gómez, cuyo respe-

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    to ganó por el acierto de sus dictámenes científicos. Acompañó al pri-mer obispo de la diócesis en el desenlace fatal de su salud en 1937,cuando el purpurado apenas tenía cincuenta años de edad. Este hechofue resaltado en el acuerdo emitido por Fernández Feo, tal vez el únicorealizado para un seglar. En su cuarto considerando explicó que en lalarga y penosa enfermedad que segó prematuramente la preciosa exis-tencia de nuestro antecesor y Primer Obispo de la Diócesis, Monseñor Tomás Antonio Sanmiguel, el Doctor Gonzalo Vargas Z., como su mé-dico de cabecera, no sólo lo trató con total consagración y exquisitabenevolencia, pero también como un amigo bondadoso, quiso, particu-larmente cuando el dolor era más intenso y torturante, pasar largos

    ratos junto a su lecho de enfermo para acompañarle y prodigarle pala-bras de aliento y de consuelo. La celebración de medio siglo de activi-dad profesional contó con un formal acto, que tuvo como orador deorden, al secretario de la Presidencia de la República, Ramón J.Velásquez. El obispo actuó con Vargas de manera más que especial,como un hijo devoto con su padre.

    Los otros dos seglares a los que profesó admiración fueron elsabio jurisconsulto y magistrado, Antonio Rómulo Costa, visitándolo

    en su casa de la Plaza Urdaneta a los pocos días de su arribo comoobispo de San Cristóbal, en compañía del abogado Luis Andrés Rugeles,director de Política de la gobernación, debido a los quebrantos de saluddel eximio educador, juez y senador nativo de Seboruco, cuyo nombrefuera epónimo de la Normal Diocesana creada en 1960. Con el directorde la Banda del Estado Táchira, Marco A. Rivera Useche, titular de elladesde 1929, demostró un gesto que no hizo con otro seglar. Al cumplir-se las bodas de plata de ese tránsito filarmónico, Fernández Feo, excel-so amante de la música, se dirigió mediante carta pública al compositor,abrazándose a los actos organizados por la efeméride, indicándole queel Pastor Diocesano se une a todas las demás Entidades del Estado para felicitarlo con plena cordialidad en esta etapa memorable de suvida y pide al Señor, Dador de todo galardón perfecto, que lo colme deventura personal y le permita cosechar por muchos años nuevos y ga-llardos triunfos.

    Con los tres sacerdotes y los tres seglares, Alejandro FernándezFeo demostró un respeto particular que se trasladaba, por la dimensión

    humana de los personajes, y las instituciones que representaban, a unacercamiento mayor a las querencias de la tierra que lo cobijaba y en laque emprendería obra sin igual.

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    Visitando al sabio Antonio Rómulo Costa con Luis Andrés Rugeles, 1952.

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    Celebrando el episcopado

    La sociedad de San Cristóbal empezó a conocer el nuevo estilodel obispo. Una manifestación de ello se expresó en la celebración delaniversario de su ascenso como titular de la diócesis tachirense, los queen efecto fueron completamente diferentes a los de sus antecesores.Fernández Feo, al contrario, fue profusamente honrado en su palaciopor todos los sectores de la sociedad, cumpliéndose un formal y riguro-

    so desfile de visitantes. Diario Católico consideró que la fecha es tam-bién la más grande fiesta de todo el Táchira, que sabe ver en él a un padre, a un jefe y a un amigo.

    El 24 de agosto de 1953 se conmemoraba un año de su entroniza-ción en San Juan de Caracas, por parte del nuncio Armando Lombardi.Ese día la Catedral se colmó de fieles desde muy temprano, pues a lasocho y media de la mañana, el obispo celebró una misa a la que asistie-ron las delegaciones de la Acción Católica y diversas congregacionesreligiosas de todo el Táchira. Los homenajes fueron expresados por elEjecutivo del Estado, los clubes sociales, las órdenes religiosas y todosquienes manifestaron su salutación personal. Al mediodía fue honradopor el clero diocesano con un almuerzo en el Seminario, y los alumnosy profesores, le rindieron en la noche una elegante velada. De igualmanera el 28 de septiembre, en la celebración de su arribo al Estado, losfestejos contemplaron la presencia de una ceremonia en la capilla delSeminario con la participación de 140 estudiantes. Por la noche, el pre-lado se dirigió a su grey a través de las emisoras de radio. Su interven-

    ción fue una de sus grandes e íntimas confesiones. Luego de recordaremocionado los parajes de ese día triunfal a un año de distancia, sosega-

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    do, meditó profundamente ante el altar. Se hizo cuatro preguntas a lasque dio certera respuesta. ¿Qué encontré en el Táchira? ¿Qué me dio elTáchira? ¿Qué le he dado al Táchira? ¿Qué espero del Táchira? Lacontestación a ellas fue su primera bitácora para navegar.

    Respondiendo a la primera interrogante, sostuvo que encontróuna fe no común que conducía al respeto de un pueblo y a la formaciónde la necesaria disciplina para convivir en progreso, destacando la pre-sencia de un clero que calificó como edificante, preparado, unido, tra-bajador, que sabe discurrir con el docto y labrar con el campesino,defender hasta la muerte la doctrina y el derecho de Cristo, y amar a lavez a todos sin excepción alguna. Un clero que forma un solo bloque,

    una sola muralla, un solo esfuerzo, y que sigue a una sola voz: la de suobispo y por encima de todo la del Papa.

    El Táchira, según su discurso, le dio calor de afecto, amor y amis-tad, a pesar del temor ante lo desconocido. Las oleadas de ese puebloque lo recibió con sus brazos abiertos lo hizo uno de los suyos, recibien-do la más amplia colaboración, pues nunca ha quedado sin eco mi voz,nunca la mano tachirense ha dejado extendida la mía, y ni uno sólo demis proyectos ha quedado sin respuesta inmediata. La sinceridad del

    tachirense que experimentó el prelado quedó rubricada en una adhesiónindestructible. Al recordar las dos llaves de oro que recibió a las puertasde la ciudad, símbolo de confianza y amor, según sus expresiones, sintióque nada había hecho por el Táchira, sino entregar esas llaves y cumplir ese juramento, refiriéndose a la exclamación, ¡Pueblo del Táchira, yo juro que te querré! Dijo, entonces, que no teniendo otros méritos nicualidades que entregarle, al Táchira le he dado mi vida, simple comoella es, sin restricciones, ni componendas, ni regateo. Al contestarsequé esperaba del Táchira, anheló que esa fe católica se agigante ysolidifique cada vez más como nuestras cumbres milenarias sin que parezca jamás detrimento, sin que se restablezca con concesiones acomponendas cobardes; yo espero que nuestro pueblo, sostuvo el obis-po, la defienda siempre con valor y sacrificio de todos los que osenatacarla, concluyendo que, yo espero que la armonía y cordialidad quereina entre nosotros no padezca jamás una estridencia. Al expresar quesus dos grandes ideales eran el fortalecimiento del Seminario y de laacción católica, emitió uno de sus sabios juicios: Espero que Dios, que

    hace nacer el sol sobre los justos y sobre los pecadores, nos mantengasiempre unidos por encima de todas esas cosas que separan a los hom-

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    bres; por encima de las doctrinas, por encima de los criterios, por enci-ma de las pasiones, esté siempre en alto y a salvo la convivencia en quedebemos actuar los hombres para alcanzar la felicidad y la paz. Fueuna norma a seguir.

    En el desarrollo del segundo aniversario, Fernández Feo estable-ció que el 24 de agosto fuese considerado como el Día del Obispo. Eleditorial de Diario Católico, dirigido por Rafael Angel González, indicóque esta es una fecha que él ha querido celebrar como su día propio, enun deseo de que los diocesanos vean más que a la persona del Obispo,a la dignidad del Pastor por él representada. Cualquiera que sean lascualidades personales del Obispo, su dignidad es siempre la misma,excelsa y de origen divino. El vicario General, Domingo Roa Pérez,recordó mediante aviso público los actos que se iniciarían a las seis y

    media de la mañana con una misa, pidiendo orar por sus intenciones,definiéndolo como nuestro padre, pastor y maestro. Luego del santooficio, la acción católica, las autoridades civiles y militares lo visitaron

    Celebración del primer año de episcopado.Con el Pbro. José León Rojas Chaparro. 1953.

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    en el Palacio Episcopal. Cerca del mediodía, Roa Pérez encabezó elacto con una intervención suya. Le hizo entrega de un presente a nom-bre del clero seglar y regular para ir a un almuerzo en el Seminario. Enla tarde, los festejos continuaron con una celebración en el Club Táchira.

    La misma formalidad continuó en los inmediatos años. El vicarioRoa Pérez anunciaba los actos a realizarse, incluyéndose un textoinmodificable a pesar del tiempo, definiendo que la unión con el Obispo y la obediencia de los fieles a sus sabias enseñanzas son la señal inequí-voca de fe verdadera, de catolicismo integral y de unión con la que escolumna y fundamento de la verdad: la Santa Iglesia Romana. La cele-bración eucarística se iniciaba a las seis y media de la mañana; pasada

    ésta, las cuatro ramas de la Acción Católica representadas fundamental-mente por el periodista Víctor Manuel Barrios, ofrecían sus saludos enel Palacio Episcopal. A las once las autoridades civiles y militares, en-cabezadas por el gobernador Antonio Pérez Vivas y el comandante de laguarnición, se sentaban a uno y otro lado del prelado, siguiendo con elsaludo del clero, normalmente por el presbítero Carlos Sánchez Espejo.Después del almuerzo en el Seminario, Fernández Feo recibía visitasentre las tres y las cinco y media de la tarde, trasladándose al Club Táchira

    durante hora y media, concluyendo la jornada con una velada artísticaen el Seminario. Sólo en 1958, luego del golpe de Estado que acabó conel régimen perezjimenista, algunas formalidades cambiaron. Roa Pérez,designado obispo en Calabozo, fue reemplazado por el nuevo vicario,Marco Tulio Ramírez Roa. El doctor Pérez Vivas no era el gobernador;lo sucedió el mayor Santiago Ochoa Briceño. Los actos comenzaban alas 11 de la mañana del día 23, con la salutación del clero diocesano yregular en el Palacio Episcopal, el almuerzo en el Seminario y la bendi-ción de alguna obra, en este caso, la capilla del Hospital Central. Al díasiguiente la celebración realizada a las 7 de la mañana, proseguía con elsaludo de las congregaciones religiosas; la Acción Católica; las autori-dades civiles, militares, judiciales y municipales; las visitas particula-res, el recibimiento de la ofrenda corporativa de la Parroquia SanSebastián, siendo ésta la instalación de la Residencia de las MisionerasParroquiales del Hogar y la recepción en el Club Táchira, a partir de lasseis y media de la tarde. Sólo habían cambiado los personajes, pues susrangos eran los mismos.

    Mientras la democracia se afianzaba, el obispo continuó con lacelebración de su especial día. En el cómodo estar, al lado de su poltro-

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    na, a la izquierda, se ubicaba el comandante militar, entretanto el gober-nador del Estado, bien fuera Ceferino Medina Castillo, EdilbertoEscalante o Valmore Acevedo Amaya, se instalaba a la derecha. La oca-sión era propicia, además de la acostumbrada misa que podía cambiarde hora, para demostrar los avances espirituales y físicos de la diócesis.Por ejemplo, en 1959, Fernández Feo ordenó al subdiácono, Sixto Gon-zalo Somaza y, al año siguiente, impuso el presbiterado a Heberto RuizCortés en el oficio celebrado en San Juan Bautista, como lo hiciera en1969 con Rubén Darío Mora. En 1960, en particular, bendijo el templode Nuestra Señora del Rosario, en La Concordia, y el champaña delClub Táchira era la ocasión para estrechar y afianzar lazos amistosos de

    toda índole. En la década de su ascenso al trono sancristobalense, lasfelicitaciones por la prensa fueron profusas, y gentes humildes de Ba-rrio Sucre le aplaudían su bendición de la capillita donde empezó a acu-dir esa feligresía a la misa dominical, asistida por José Gregorio PérezRojas. El nuevo cronista de la ciudad, José Joaquín Villamizar Molina,reconocía la vasta obra realizada sólo en el campo de la educación, men-cionando las escuelas parroquiales, la Escuela Normal Diocesana, elSeminario de Palmira y la Universidad Católica. Un nuevo ente, de ca-

    rácter permanente, la Asamblea Legislativa, se unía a los festejos con unacuerdo presentado por la diputada Carmen de Valera, y la Acción Cató-lica, luego de la muerte del señor Barrios, presentó a su nuevo represen-tante, el médico José Antonio Rad Rached, uno de los íntimos amigosdel prelado.

    Los cursillistas de cristiandad fueron incluidos en el exigente pro-tocolo que año tras año, fue engrosado con miembros de la banca, delcomercio, del sindicalismo, de entes públicos y privados; además dealgunas acciones religiosas como la Legión de María, los militantes decristiandad y el movimiento familiar cristiano. Una soberbia celebra-ción fue la de 1963, pues en su especial efeméride, el obispo pudo abrirlas puertas de una de sus más encumbradas obras, el Seminario dePalmira, quedando la vieja sede de la carrera 14 como espacio de laUniversidad Católica. La peregrinación partió de Táriba con la imagende la Virgen de la Consolación hasta la colina de Toico, donde se levantamajestuoso el edificio que albergaría a los seguidores de Jesús en suobra evangelizadora. El 24 de agosto de 1963, Alejandro Fernández Feo

    ofició en el patio central de la nueva infraestructura, ascendiendo a lavez en su valía íntima dentro del corazón de su grey.

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    Otros aniversarios fueron empleados para anunciar su partida aRoma, máxime en tiempos de las arduas sesiones del Concilio VaticanoII. La Basílica de Táriba reemplazó en algunas oportunidades a la Ca-tedral. El nuevo protocolo incluía una visita episcopal a los ancianatosde la ciudad, el Hogar San Pablo, el Padre Lizardo y, más tarde, elMedarda Piñero. También, su modestia exigía un oficio en nuevas ca-pillas, como la de San Judas Tadeo en La Romera. Los quebrantos desalud del obispo, su permanencia en los retiros espirituales de LosTeques, o su obligada asistencia a algún curso de renovación teológica,exigidos por las autoridades superiores, fueron los únicos motivos queimpidieron la celebración de tan solemne fecha, como sucedió en efecto

    1961, 1966 y 1973.

    Celebración aniversaria, 1965.

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    En 1971 mostró el producto del Seminario, los ordenados de supropia mano, ocasión especial para concelebrar con sus discípulos, des-pués de cuatro décadas de entrega ministerial como sacerdote. Allí estu-vo, entre otros, con Antonio Arellano Durán, Nelson Arellano Roa, Pe-dro Oswaldo García, Rafael Hernández, Flaminio Ontiveros, VicenteRivera Mora, Ramón Elvidio Rosales, Otto Cárdenas, Miguel AngelRuiz Rivera, Ramiro Useche, Heberto Ruiz, Hernán Sánchez Porras,Roberto Arellano, Lubertino Rosales, Rubén Darío Mora Ramírez y LuisGilberto Santander, siendo el último, años después, severo historiógrafode la Iglesia Católica Tachirense. Luego, el rector del Seminario, PíoLeón Cárdenas, sería recibido en el día especial de agosto con buena

    parte de la muchachada de Palmira que se acercaba, admirando la figuray el porte de Monseñor. En otra ocasión, en 1974, la fecha coincidió conla conferencia mensual del clero, aprovechándose la presencia del padreDemetrio Ilzarbe, sabio predicador y enseñante de la cualidad sagradadel ministerio episcopal.

    Las enfermedades y el duro trajinar de su exigente agenda, mer-maron ostensiblemente la salud del obispo Fernández Feo. Con 26 kilosmenos, abrió las puertas de su Palacio en 1976, siguiendo con sus ocu-

    rrencias, sus chistes, su buen humor, preguntando a los ancianos de losasilos si ya le tenían reservada su habitación, a la vez que hacía lospreparativos para la conmemoración de sus bodas de plata como mitra-do tachirense, actos organizados por un grupo que presidió inicialmentesu fraterno amigo, el empresario Ramón Matos Pulido, laico compro-metido y filántropo decidido; sin embargo, el destino no lo quiso así.Don Ramón, afectado por oculto mal, fallecería en julio de 1977. Elpresidente de la legislatura, Teodomiro Chaparro, asumió la direcciónde la junta, quedando el profundo dolor de la partida del virtuoso caba-llero e incansable monitor social. Al compromiso con las citadas excep-ciones, nunca dejaron de faltar las representantes de la Unión de Muje-res de Acción Católica, Eva Escalante y Telésfora de Paz, asistentesdesde la primera celebración en 1953.

    A la partida del vicario Ramírez Roa, el compromiso era anun-ciado por sus sucesores, Pedro José Pérez Vivas, Antonio Arellano Durány Alejandro Figueroa, correspondiendo a éste la organización de lasúltimas celebraciones. En 1981, Fernández Feo se aproximaba a sus

    tres décadas episcopales y poco a poco, preparaba su inminente retiro.El Derecho Canónico obligaba la presentación de su renuncia al cum-

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    plir 75 años de edad y esos aniversarios comenzaban a tener el tintepropio de la nostalgia, de la forzosa partida, del anuncio obligado de notener más planes ni asumir compromisos, pues todo estaba hecho. Sen-tenció en una de esas ocasiones que hice muy poco y me pagáis en de-masía. Después de escuchar el discurso del presidente de la AsambleaLegislativa, Eduardo Flores Alvarado, el obispo, improvisando comosiempre, imprimió su natural sabiduría al encuentro, conceptuando lanaturaleza de esa reunión entre él y su pueblo, una oportunidad precisapara parangonar la dimensión espiritual y social del mismo, viendo plas-mada, la obra de Dios. Indicó que dentro de los antropomorfismos quetuvieron que valerse los escritores sagrados que no pudiendo decir a

     Dios, ni explicárselo a los hombres, sobre todo en el Génesis, van brin-dando a Dios a con las características del hombre, que es lo que ellosconocían, del hombre que habla mecido por la brisa de la tarde, sobrelas aguas, que tranquilo conversa con Adán bajo la sombra de los ár-boles del Paraíso. Las órdenes divinas luego de creado el hombre, sucrecimiento y multiplicación, su trabajo, fueron imágenes que FernándezFeo vio reproducidas en todas las gentes de mil oficios, procederes yejecutorias, asiduos visitantes en el templo, en el palacio, en el semina-

    rio, en el club. Aquí está el Hombre que tomó en sus manos el tesoro de Dios, el día de la Creación, para desarrollar la tierra. Confesó sussentimientos íntimos, al expresar que habéis venido porque constituís elcuerpo del Pueblo; pero los pueblos no son sólo en la tierra, los paisa- jes; no son sólo los campos labrados; no son sólo los altos edificios; noson sólo los ejércitos; no son sólo los legisladores que prevén el biensocial y lo reglamentan; no son sólo las autoridades que los ejecutan.Ese es el cuerpo de la tierra que Dios nos entregó para labrarla. Esos pueblos tienen un alma, el alma que da la vida, el alma que traza loscaminos de la felicidad espiritual, no sólo terrenal, sino espiritual yeterna en el Reino de Dios. Y uno de los que tiene que construir elbienestar de estos pueblos es el sacerdote puesto por Dios, para quesea él también maestro; para que sea también sembrador, para que seaél defensor y sea el que construye.

    Culminó esa emocionada intervención, haciendo una introspec-ción conceptual como nunca.  Habéis venido a la casa del hombre quecumple cincuenta años de ser sacerdote. Cincuenta años de tratar con

    la ayuda del Espíritu Santo, de insuflar sobre el cuerpo que forma nues-tras manos, para darle un alma. Soy maestro que tiene un solo libro: el

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    Evangelio. Soy un maestro que tiene un solo título: el que selló el grancanciller del Reino, Cristo Jesús, con el sello indeleble de su sangre. Elsacerdote es el alma de los pueblos. Su doctrina es el alma de los pue-blos, concluyó, reconociendo a sus predecesores, los que sembraron la primera semilla, los que levantaron este desarrollo desde la Conquistahasta monseñor Arias. De vosotros recibo un premio que no merezco personalmente, pero sí merece el sacerdote, la institución. Definió así,el sentido trascendental de ese día, instituido según los EstatutosSinodales de la Diócesis de San Cristóbal.

    Las tres últimas celebraciones llevaban marcado el aliento de ladespedida. En el festejo de sus tres décadas al frente del episcopado

    regional, expresó que ese tiempo, supone una responsabilidad tremen-da ante Dios, ante quien tengo que rendir cuenta de mis acciones y demi misión ministerial. Una vez más, en el Seminario de Palmira, el pre-lado concelebró teniendo a su izquierda al vicario Alejandro Figueroa,mientras que al otro lado estaba el vicario foráneo de La Grita, JoséTeodosio Sandoval. Sabedor del cada vez más cercano final, FernándezFeo confesó que lo poco que me queda de vida le pido a Dios que meilumine, me ayude y me enseñe a orar. Al agradecer al Creador, dijo al

    periodista Marcelino Valero en 1983, que sólo El me ha concedido has-ta el día de hoy, llegar sin desaliento ni tristezas, ni amarguras ni re-sentimientos contra nadie, y no contento con eso, no sólo me hizo obis- po, sino que rebasó su bondad haciéndome Obispo del Táchira.

    Su último aniversario como obispo titular lo celebró en el Salóndel Trono del Palacio Episcopal. Recibió a las autoridades regionalesencabezadas por la gobernadora, Luisa Pacheco de Chacón, quien pro-nunció sentidas palabras de deferencia hacia el mitrado, recordando suobra física y la entrega espiritual manifestada, entre otras, con la orde-nación de más de cincuenta sacerdotes. Monseñor volvió a revelar ex-presiones muy íntimas, guardadas muy hondo, las que decía por prime-ra vez. Resulta que el obispo es un hombre, a quien Dios escogió comodice el apóstol, dentro de los hombres para constituirlo a pesar de suindignidad, representante de Dios. El obispo no ha perdido su natura-leza humana, el obispo tiene dentro del pecho un corazón que late, ama,siente y que sufre. Más adelante, acotó: - lo que interesa es que el Señor,a pesar de mi indignidad, me hizo sacerdote suyo, para mí inconcebi-

    ble, y siempre me pregunto ante el Santísimo, por qué Señor, por qué amí, que no lo merecía, por qué a mí cuando otro lo hubiera hecho mil

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    veces mejor que yo. Son misterios que los conoceré cuando nazca en laverdadera vida, a la vida eterna y no a la efímera de la tierra. Concluyóel experimentado pastor, reiterando el dolor del ministerio, las espinassufridas y sentidas, teniendo eso sí, al sacerdocio como bálsamo y con-suelo de las penas. Remató, sentenciando que si mil veces naciera, lasmil veces naciera con el deseo de ser sacerdote.

    Cuando entregó el gobierno de la diócesis, las celebraciones fue-ron íntimas y no revestían carácter oficial. Era el obispo emérito. En esacondición, el 24 de agosto de 1987, la primera mandataria regional lovisitó con sus colaboradores y otras autoridades en su residencia de Pi-rineos. Se cumplían 35 años del ascenso a la mitra tachirense, y estando

    enfermo, tal vez sospechando que eran sus últimos días, recibió a variosamigos, entre ellos a los componentes de la Sociedad Bolivariana delTáchira, presidida por el abogado Edgar Velandia, en compañía demonseñor Nelson Arellano Roa, del profesor Nerio Leal Chacón y delpoeta Pedro Pablo Paredes. Era, sin duda, la última oportunidad que, envida, desfilaran ante él, guardándole sus respetos. Días después, la pro-cesión, sería de otro tenor.

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    El comienzo de la huella.

    El Congreso Eucarístico Diocesano de 1956

    En cuatro años de episcopado, el estilo de Alejandro FernándezFeo comenzaba a notarse. Las grandiosas celebraciones aniversarias, lapomposidad de su presencia física, lo ampuloso del ambiente que lorodeaba, marcaron una visión externa del hombre que muy adentro erasencillo, reservado, tal vez tímido, aunque parezca increíble esta afir-mación. La acción realizada en Caracas, traducida en obra material, a

    través de escuelas, casas sociales y comedores, no se había notado aúnen estos confines. Pensó desde un principio hacer un nuevo seminario;enfiló sus baterías hacia ese cometido. También, la feliz circunstanciade cumplir sus bodas de plata sacerdotales motivaron en el clero, en lasautoridades regionales y en los amigos que había ganado con su ampliay llana personalidad, una conmemoración como nunca. El marcó la dis-tancia, indicó que no podía rehusar la distinción, pero que no lo acepta-ría como algo propio sino en honor de la Iglesia. Fue enfático en esteparticular cuando indicó en octubre de 1955 que era su deseo que esos festejos estuvieran despojados de honores personales y que su mayor aspiración era que los mismos se encauzaran a obtener en la diócesisuna renovación espiritual de fe hacia la Divina Eucaristía y el sacerdociocatólico, y que redundara de manera muy especial a favor de la obravocacional, ya que ella es la base del futuro sacerdocio. En conclusión,puso manos a la obra, en la dimensión como sería recordado: un granhacedor de obra tangible.

    La primera noticia sobre el encuentro la suministró el vicario ge-

    neral, Domingo Roa Pérez. En rueda de prensa indicó que la efeméridede las bodas de plata sacerdotales del obispo, motivaba la reunión de

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    buena parte del episcopado nacional. Sin fondos económicos para elgran compromiso, calculado en cien mil bolívares, incluyendo el viajede los purpurados, sus acompañantes, el acondicionamiento y ornatodel campo de celebración en la zona norte de San Cristóbal, entre SanCristóbal y Táriba, donde se levantaría luego la Urbanización Las Lo-mas, y se efectuará la construcción del templo de Cristo Rey, los organi-zadores, encabezados por el empresario Ramón Matos Pulido y el res-ponsable de las finanzas, Jesús Antonio Cortés Arvelo, se apoyaron enla palabra divina, buscad primero el reino de Dios y su justicia, y lodemás se os dará por añadidura.

    Así fue, en efecto. Rifas, cenas especiales, estampillas, banderi-

    nes y colaboraciones especiales empezaron a ser requeridas. La Urbani-zadora Táchira, empresa de Matos Pulido, logró los terrenos en los de-sarrollos de Las Lomas, mientras tanto, la constructora Esfega, lideradapor los ingenieros Edgar Espejo y José Rafael Ferrero Tamayo, puso adisposición sus mejores hombres, equipos e ideas, sin costo alguno, otrascooperaciones especiales, como la de la Electrofer Marconi, especiali-zada en iluminación, fueron sumándose a la gran voluntad de demostrarla fuerza de la fe. El comercio en general, las familias pudientes y hu-

    mildes, contribuyeron con sus recursos para lograr el cometido. En loscampos, los labriegos iban con sus familias al templo parroquial. En lascapitales de toda la geografía tachirense, el obispo presidía los fines desemana, los congresillos que unirían voluntades al magno encuentrodecretado oficialmente, a los pies de la imagen de la Señora de la Con-solación de Táriba, nombrada patrona del mismo, el 25 de octubre de1955. El año jubilar de las bodas de plata se había iniciado.

    La primera disposición de la providencia episcopal ordenaba lacelebración de un Gran Congreso Eucarístico que se efectuará en laciudad de San Cristóbal en los días comprendidos entre el 25 y el 28 deoctubre de 1956. Queremos que sea ésta la única celebración de Nues-tro Jubileo Sacerdotal y, como único presente de nuestros diocesanos,la colaboración tan generosa como lo permita a cada cual los mediosde que dispone, para la construcción del nuevo Seminario. En adelante,los equipos estructurados para esta misión comenzaron su tarea. El pro-pio obispo o su vicario general notificaban los adelantos. Cuatro milniños harían su primera comunión, – el himno del encuentro había sido

    compuesto por el músico Marco A. Rivera Useche, con letra de monseñorLuis Eduardo Henríquez Jiménez, luego obispo auxiliar de Caracas,– y

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    el escudo representativo de la jornada representaba la eucaristía, el sa-cerdote y el Táchira como símbolos fundamentales. También, 24 padresredentoristas actuarían en 18 centros misionales, destacándose la pre-sencia de los predicadores Pedro Pablo Barnola, Víctor Iriarte y AngelSáenz. Mientras tanto, contra viento y marea, enfrentando la inclementelluvia, los obreros echaban muros que formaban cascadas en la quebra-da adyacente, levantando también las bases del presbiterio, dando for-ma así a la incipiente forma de lo que sería el templo de Cristo Rey,creado bajo la égida de Matos Pulido. La fecha central se acercaba y elgobernador Antonio Pérez Vivas, íntimo amigo del obispo, decretabaDía de Júbilo el 25 de octubre de 1956, considerando que el pueblo

    tachirense, en reconocimiento de la eminente labor espiritual y socialque realiza en su diócesis el obispo de San Cristóbal, quiere expresar su regocijo en tan fausta oportunidad.

    El programa de actos, perfectamente diseñado por Fernández Feo,Roa Pérez y la comisión presidida por Matos Pulido, pautó la recepciónen San Antonio del Táchira del nuncio Apostólico, Rafael Formi y losarzobispos y obispos asistentes a partir del 24 de octubre. Al llegar aSan Cristóbal, la concentración partió desde la Plaza Bolívar hasta la

    Catedral, efectuándose una recepción ofrecida por el Ejecutivo del Es-tado en el Club Táchira. Al día siguiente, en el campo del Congreso, enLas Lomas, se inició la pontifical presidida por el obispo homenajeado,con la predicación del obispo auxiliar de Caracas, Ramón Ignacio Lizardi,director general del Servicio de Capellanía del Ejército. En la tarde serealizaron las confesiones para las damas, quienes comulgaron en lavenidera mañana del 26, en ceremonia celebrada por el arzobispo deMérida, Acacio Chacón, oyéndose la predicación del agustino AngelSáenz. Las confesiones para niños y jóvenes prosiguieron. En el Salónde Lectura se efectuaron las conferencias para señoras y señoritas.

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    En la noche de ese 26 se inició el Congreso Eucarístico presididopor el arzobispo Chacón, con la entrada de la imagen de la Señora de la

    Consolación y las intervenciones de los obispos de Barquisimeto y Valen-cia, monseñores Críspulo Benítez y Gregorio Adam, respectivamente, sien-do el último, uno de los formadores de Fernández Feo a quien reemplazóen San Juan. Un día luego, el arzobispo de Caracas, Rafael Arias Blanco,presidió el encuentro de jóvenes, predicando su joven discípulo JoséGregorio Pérez Rojas. Cerca de la medianoche, la concentración fue diri-gida a los hombres, celebrando el obispo anfitrión la eucaristía con laalocución del presbítero Carlos Sánchez Espejo. Con la solemne pontifical

    del nuncio Formi, el encuentro concluyó en la tarde del 28 de octubre,impartiéndose la bendición papal con indulgencia plenaria. Una delega-ción colombiana, encabezada por el obispo de Bucaramanga, AníbalMuñoz Duque, participó en visible gesto de fraternidad.

    Después de su llegada, la celebración de las bodas de plata, signi-ficó la primera y masiva realización que el obispo del Táchira marcabaante su grey. Las celebraciones de su ascenso al trono tuvieron una sig-nificación más específica, en cambio, ésta mostraba su fortaleza como

    conductor de la fe de un pueblo que respondió por primera vez, en di-mensiones extraordinarias, al requerimiento de su guía espiritual. Enadelante, la Avenida Libertador fue testigo de multitudinarias procesio-

    Congreso Eucarístico de 1956. Entrando a Las Lomas.

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    nes hacia Táriba, más tarde en ruta de Palmira. El manejo de la granmasa humana tuvo en Fernández Feo un líder que estuvo a la altura delas circunstancias. Convenció con su palabra y ratificó, con sus obras, elinconmensurable liderazgo que lo hizo único en el colectivo.

    De ese Congreso Eucarístico, aún queda el templo de Cristo Reyen Las Lomas. La estructura, desarrollada sólo en su frente, en princi-pio, para el encuentro de 1956, se hizo en los terrenos donados por Ra-món Matos Pulido, quien logró la participación de la constructora Esfega,el apoyo de los ingenieros Edgar Espejo, José Rafael Ferrero Tamayo yRafael Vivas Sánchez, de la Electrofer Marconi y el señor Enzo Cavallina,del propietario de la Industrial Táchira, Omar Biaggini León, de la Fá-

    brica de Cementos Táchira y del Ejecutivo del Estado, particularmentedel gobernador Antonio Pérez Vivas. Todos dieron su aporte, bien enpropiedades, materiales de construcción, obreros, diseños, ornamenta-ción, iluminación, pero ante todo, el propósito de que la obra se conclu-yera en su primera etapa.

    Desde la colocación de la primera piedra por parte de FernándezFeo, el 26 de noviembre de 1955, día de bendición del terreno donde seconstruyó la Urbanización Las Lomas, ingenieros, maestros de obra,

    capataces y obreros laboraron día y noche, muchas veces hasta altashoras de la madrugada, para cumplir lo prometido. Debía estar conclui-da el 15 de octubre, de lo contrario, bromeaba Matos Pulido en entrevis-ta concedida al padre Rojas Chaparro, director de Diario Católico, usted nos irá a encontrar en el Congo Belga, como firme respuesta de la pala-bra empeñada. Considerado en un comienzo como un monumento, sedecidió completarlo como templo definitivo de la zona que albergaría200 familias al norte de San Cristóbal. Mientras se adecuaban los siste-mas de cloacas, alumbrado público y privado, red telefónica y la cons-trucción del tanque con capacidad para un millón de litros de agua, sir-viendo como acueducto del sector, la iglesia tomaba forma. Fue ofreci-da como conmemoración del primer año del Congreso. Curiosamenteera la segunda iglesia consagrada en el Táchira a lo largo de su historia,siendo la primera la de Nuestra Señora de la Consolación de Táriba,obra de monseñor Briceño Picón, bautizada por el obispo Antonio Ra-món Silva en 1912. Ni la Catedral, ni el templo de La Ermita, iniciadosen el siglo XIX habían sido concluidos definitivamente. Entonces, fue

    la de Cristo Rey en Las Lomas, la que ocupó ese interés histórico quesegún un reportaje de Diario Católico, se consagraba,  para alejar aldemonio de aquel lugar, pues tal es el objeto de los muchos exorcismos

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