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  • 11Horizontes de lectura. A propsito de la resignificacin del legado...

    Sociolgica, ao 15, nmero 43, pp. 11-34Mayo-agosto de 2000

    RESUMEN

    El trabajo intenta una lectura contempornea de al-gunos aspectos de la obra de Alfred Schtz, partiendodel supuesto de que cada lectura implica un hori-zonte diferente desde el cual se reactualiza el sentidoque tienen los textos de los clsicos de la sociologa.Para ello se aborda el contexto donde tiene lugar larecepcin de la obra de este autor en los medios aca-dmicos mexicanos, se hace un recuento de lasprincipales lneas de investigacin que ha generadodicha recepcin y, finalmente, se reflexiona sobrela estructura temporal de los conceptos fenomenol-gicos elaborados por este autor, as como sobre suvalor heurstico.

    * Quiero agradecer los comentarios y sugerencias que me hizo la maestra Laura Moya Lpezdurante la elaboracin de este trabajo.

    ** Profesora investigadora del Departamento de Sociologa de la Universidad Autnoma Metro-politana, Unidad Azcapotzalco. Correo electrnico .

    Horizontes de lectura. A propsito dela resignificacin del legado

    fenomenolgico de Alfred Schtz*Margarita Olvera Serrano**

  • 12 M a r g a r i t a O l v e r a S e r r a n o

    QUISIRAMOS iniciar esta comunicacin reconociendo nuestraposicin con relacin al autor: somos sucesores1 tratando de compren-der algunos aspectos de la obra de un predecesor. En 1999 este pen-sador hubiese cumplido cien aos y, conforme a ciertos rituales tpicosde las comunidades de conocimiento, esto no ha pasado desapercibidopor los socilogos mexicanos. Algunos miembros de la comunidad dela Universidad Nacional Autnoma de Mxico (UNAM) han tenido lainiciativa de organizar una mesa redonda, provocar actos de lecturay resignificacin de la sociologa fenomenolgica, as como de discu-sin y debate alrededor de las diversas interpretaciones que ha susci-tado. El resultado final ha sido la escritura de un conjunto de textosde los que este trabajo forma parte y que se dirigen a la reflexin ydifusin del legado intelectual de Schtz.

    Abordar la obra de Alfred Schtz como conjunto es una tarea su-mamente compleja que rebasa nuestras pretensiones y posibilidades.Tomando como pretexto precisamente la rememoracin que provocaeste aniversario trataremos, ms bien, de reflexionar apoyados enlos conceptos fenomenolgicos y hermenuticos sobre cuestionesms especficas, a saber: la lectura como prctica disciplinariahermenutica y compleja, el sentido contemporneo que puede te-ner regresar a este autor y, finalmente, como un ejemplo del valor

    1 En La fenomenologa del mundo social, publicada en 1932, Schtz propone una estra-tificacin del mundo social que pone en el centro la cuestin de la temporalidad humana.Distingue as entre predecesores, contemporneos y sucesores. La importancia de la temporali-dad est implicada, desde luego, tambin en los conceptos que acua para analizar la accin.sta es definida, por ejemplo, como la conducta orientada hacia el futuro. Sobre ello volve-remos en la ltima parte de este trabajo.

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    heurstico de la obra de Alfred Schtz, la manera como su herenciaterica aborda el problema de la temporalidad humana. La intencines no slo discutir algunos conceptos del legado de este autor, sinotambin tratar de aplicar su perspectiva interpretativa a la propialectura de su obra.

    SOBRE EL PUNTO DE PARTIDA. LA LECTURA DE TEXTOSCOMO PRCTICA DISCIPLINARIA

    El sentido en el que usamos la idea de punto de partida lo extraemosdirectamente del pensamiento de Hans-George Gadamer,2 la cual serefiere a la situacin hermenutica definida como el ngulo de vi-sin que determina las posibilidades de ver, as como a la nocin dehorizonte, entendido como el mbito de visin que abarca y encie-rra todo lo que es visible desde determinado punto. Se infiere aquque toda perspectiva da a un horizonte vasto, pero limitado.

    Pensamos que estos trminos son especialmente importantes parala comprensin de una de nuestras prcticas principales como comu-nidad sociolgica: la lectura de textos y, a travs de ella, la resignifica-cin de determinado autor, enunciacin o documento.

    Las nociones situacin y horizonte dan cuenta del hecho de quenuestro trato con los documentos, los textos y los autores est me-diado por nuestra posicin como observadores, esto es, por nuestrossaberes previos, nuestros intereses, nuestras expectativas, por nues-tros prejuicios3 y por las preguntas que constituyen el criterio deseleccin a travs del cual entramos en contacto con un segmentodeterminado del patrimonio intelectual de la disciplina a la que per-tenecemos.

    2 Filsofo y fillogo considerado como el lder intelectual de la llamada Escuela de Heidegger.Profesor ya jubilado de la Universidad de Heidelberg, autor del clebre texto Verdad y m-todo (1987 [1960]), considerado como una de las obras capitales de la filosofa hermenu-tica de la segunda mitad del siglo XX. Forma parte del selecto grupo de practicantes de unahermenutica despsicologizada, junto con Paul Ricoeur y E. Betti (cf. Mardones y Ursa,1997: 71).

    3 Nos referimos aqu a la idea de prejuicio de Gadamer, la cual, a diferencia de la de la Ilustra-cin, carece de una connotacin peyorativa. El pre-juicio es el referente previo de cualquierinterpretacin, puede ser verdadero o falso y constituye el punto de partida del proceso decomprensin (Gadamer, 1987: 333 y ss).

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    La reflexin sobre la situacin hermenutica de la que parte lainvestigacin resulta especialmente importante si consideramos quevivimos en una sociedad muy compleja en la que los procesos de di-ferenciacin social, econmica, poltica, valorativa y cultural han te-nido como una de sus principales consecuencias epistemolgicas lamultiplicacin de los lugares de observacin posibles (Mendiola yZermeo, 1995), esto es, la diversificacin de los horizontes. Por ellono es extrao que especialmente en el terreno de las disciplinashistrico-sociales un dato fundamental sea la existencia de unaamplia gama de perspectivas analticas y, por lo tanto, de una grandiversidad de descripciones de lo social. Nadie ignora que, por ejemplo,en la sociologa contempornea no existen acuerdos cognitivos esta-bles, sino precisamente una pluralidad de perspectivas analticas, cadauna de las cuales est referida a una situacin de observacin clara-mente delimitada.

    Con lo anterior no queremos decir que la generacin de conoci-miento dependa unvocamente de las coordenadas societales, sinoreconocer que la autonoma relativa de la produccin intelectual estacotada por stas, as como por los horizontes de significacin quecontribuye a configurar.

    Por lo antes dicho consideramos que un punto de arranque tilpara la reflexin terica es precisamente la aclaracin de las coordena-das bsicas de nuestro horizonte y de nuestra situacin de observacin.En este sentido abordaremos el tema tomando como eje una de las prc-ticas ms comunes del trabajo terico en sociologa: la lectura de textos.

    La reflexin terica tiene como eje la lectura de un conjunto selectode autores. Esto se debe al importante papel que tienen los clsicos4en el establecimiento de referencias identificatorias comunes, quepermitan el intercambio y el debate en una disciplina caracteriza-da por la ausencia de consensos tericos y epistemolgicos estables yabsolutos (Alexander, 1990; Giddens et al., 1990). Estos actos de lec-tura, aparentemente triviales, a los que los cientficos sociales desde

    4 La sociologa ha instituido un grupo de autores (que no son nuestros contemporneos) comola fuente de su identidad disciplinaria. Estos autores son nuestros antecesores y nosotros sussucesores. No podemos, como bien seala Alfred Schtz, tener contacto cara a cara conellos, sino trato indirecto a travs de las marcas materiales que en el pasado dejara su trabajointelectual. Sus textos se convierten as en el eje de un dilogo disciplinar predecesores/sucesores que puede conducirnos a una comprensin de las tradiciones de las que provenimos,as como de nuestra propia situacin hermenutica.

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    sus aos de formacin dedican largas horas de manera rutinaria, sonprcticas que establecen una relacin dialgica entre el horizontecultural e intelectual en el que se inscribe el texto con el del lector,por lo cual constituyen prcticas disciplinarias complejas5 sobre lasque no es ocioso reflexionar.

    Nuestro trabajo acadmico incluye hbitos y tareas que nos permi-ten afirmar que formamos parte de una comunidad de conocimientoque es tambin, en determinados momentos, una comunidad de lec-tores que define los usos legtimos del libro, los modos de leer, losprocedimientos de interpretacin, as como un conjunto de intere-ses y expectativas que se depositan en la experiencia de la lectura, eneste caso, de los clsicos de la sociologa.

    Leer implica preguntar por el sentido de un texto y esta preguntaslo puede responderse dialgicamente. Leer es tratar con los enunciadosescritos, establecer una relacin en la que un mundo intersubjetivose nos hace presente por medio del dilogo, por medio de la experien-cia comunicativa (ver Mendiola, 1994). Pero la lectura, como cual-quier otra accin, tiene lugar en una situacin concreta a la que subyacencdigos y reglas que pueden ser desde una gramtica, hasta un con-junto de costumbres (Mendiola, 1994: 16).

    Un rasgo de nuestras formas de leer actuales, es decir, propias decomunidades especializadas y fragmentadas, es su carcter intensivoms que extensivo. Nos referimos a que estamos ubicados en una si-tuacin en la que se ha dado un incremento cuantitativo de la produccinimpresa, as como del nmero de lectores potenciales; ello representaun universo de conocimiento que no es posible agotar, ni siquiera demanera colectiva. Por ello, nos vemos obligados a hacer una seleccina partir de la cual establecemos cul es el universo textual con el quenos podemos relacionar, convirtindonos as en lectores intensivosque nos confrontamos con un corpus limitado de textos ledos, rele-dos, citados, escuchados y, en ocasiones, hasta memorizados.

    Lo anterior nos permite mostrar que la lectura no es un hechohistrico invariable, sino una prctica que tiene claros referentes in-

    5 Las prcticas de lectura sufren grandes variaciones a lo largo del tiempo. Roger Chartier, ci-tando a Michel de Certeau, seala que la lectura se ha vuelto, desde hace tres siglos, un gestodel ojo que ya no va acompaado por la voz. Leer, como lo hacemos, sin pronunciar en vozalta o a media voz, es una experiencia moderna que fue desconocida durante milenios(Chartier, 1992: 35).

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    tersubjetivos y que, por tanto, depende de formas de sociabilidadintelectual especficas, de un conjunto de representaciones que cadacomunidad de lectores tiene acerca de su relacin con los libros (esdecir, con el pasado) y, en el caso de la lectura como prctica com-partida dentro de comunidades de conocimiento particulares, deldesarrollo de cada disciplina. A partir de la mediacin de la lectura,nos ubicamos en una definicin de lo social, de nosotros mismos ydel espacio de lo pensable.6

    Alfred Schtz forma parte del corpus de conocimiento de la teorasociolgica y, ms all de ella, de las ciencias sociales en su conjunto.El acercamiento a su obra puede hacerse desde mltiples preguntasy ellas variarn en funcin de los intereses y de los horizontes de sig-nificacin que estn involucrados en cada acto particular de lectura.

    Al volver sobre la obra de Alfred Schtz nos parece relevante hacernotar que implica mirar hacia el pasado y que ello representa unaoportunidad de ampliar nuestros horizontes disciplinarios, reflexionarsobre nuestras prcticas de lectura y resignificar nuestra situacinactual como comunidad de conocimiento.

    Podemos iniciar con una gran variedad de preguntas: qu nosconduce a la relectura de un clsico de la sociologa de la talla de Al-fred Schtz; cmo influye en este acto la situacin disciplinaria en laque se encuentran las ciencias sociales; cmo se vinculan los hori-zontes del presente y del pasado en este acto de lectura; qu relacinguardan la memoria y el olvido en nuestro trato con este autor; qusentido contemporneo puede tener el legado intelectual de este autorpara los socilogos. nicamente nos ocuparemos de algunas de lascuestiones involucradas en este espectro, principalmente de aque-llas asociadas con nuestro trato con el pasado a travs de los textos, lalectura como la prctica a travs de la cual efectuamos esta relaciny el sentido contemporneo que puede tener en lo disciplinario estu-diar la obra de Alfred Schtz.

    Estas preguntas son especialmente importantes si consideramosque los textos, una vez publicados, se autonomizan de la intencindel autor, de la situacin en que fueron escritos y de los lectores a losque se dirigan originalmente. En este sentido, los textos son recuer-dos sin el contexto social de la accin, sin referencia al hecho de que

    6 Esta ltima idea la tomamos literalmente de Michel de Certeau, 1985.

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    un libro no es producido por un autor, sino que el autor escribe textosque un conjunto de decisiones editoriales transforman en objetos im-presos.7 Esta autonoma textual es la que se activa en cada lectura,siempre bajo condiciones diferentes que inician un nuevo crculode significacin y resignificacin. La interpretacin resultante de cadalectura constituye la historia efectual (ver Gadamer, 1987) de unaserie de textos; estas interpretaciones, lejos de sustituirse, van confor-mando un saber cada vez ms amplio que, a su vez, forma parte delas posibilidades de lectura que ofrecen los textos originales. Porejemplo, una lectura contempornea de la obra de Alfred Schtz im-plica las interpretaciones previas a las que ha dado lugar (por ejemplo,las de Anthony Giddens, Jeffrey Alexander, Jrgen Habermas o PaulRicoeur) puesto que forman parte intrnseca de su existencia comodocumento de cultura del que podemos disponer en el presente.

    Queremos decir con esto que la historia efectual, las interpretacionesde tal o cual autor o texto, surgen de la fusin de los diversos horizon-tes histricos y culturales de los primeros autores, de los compiladoresy de los lectores que se han relacionado con ellos. En estas condicio-nes, la bsqueda del sentido original de las obras resulta inasequible,pero en su lugar podemos proponernos un dilogo8 con ellas.

    Lo anterior alude a un supuesto bsico que tomamos de la herme-nutica literaria: el sentido de un texto no est inscrito de una vez ypara siempre, sino que depende de una relacin dialgica9 que se

    7 Mencionamos, sin profundizar en ello, la mutacin que representa para nuestras prcti-cas de lectura el hecho de que existan textos electrnicos que tienden a sustituir la materialidaddel libro con la inmaterialidad de textos sin lugar propio y que ofrecen la libre composicin defragmentos manipulables indefinidamente. Esto implica nuevas formas de leer, nuevas rela-ciones con lo escrito, nuevas tcnicas intelectuales (Chartier, 1994 y 1995).

    8 Esta idea es sugerida no slo por Gadamer, sino tambin por el otro gran representante de lahermenutica despsicologizada del siglo XX: Paul Ricoeur. Para este autor, entre el saber ab-soluto que anula los horizontes y la idea de una multitud de horizontes inconmesurables,hay que hacer sitio a la idea de una fusin de horizontes que se produce continuamente cadavez que, poniendo a prueba nuestros prejuicios, nos obligamos a conquistar un horizontehistrico y nos imponemos la tarea de reprimir la asimilacin apresurada del pasado anuestras propias esperas de sentido. En esta lucha por el reconocimiento del pasado, el tex-to y el lector son alternativamente familiarizados y desfamiliarizados. Esta dialctica dependede la lgica de la pregunta y de la respuesta, invocada, sucesivamente, por Collingwood ypor Gadamer. El pasado nos interroga en la medida en que lo interrogamos. Nos responde enla medida en que le respondemos (Ricoeur, 1996: 962).

    9 El rescate del lector se debe al trabajo que la hermenutica literaria ha venido haciendodesde hace, al menos, veinte aos. Para la hermenutica literaria, y pensamos que esto es v-lido para cualquier disciplina, el libro o texto no habla ms que al que lo interroga, slo se

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    actualiza en cada acto de lectura. Una distancia histrica separa siem-pre al lector del texto; la alteridad implicada aqu no es necesariamenteun obstculo, sino como nos mostraba Gadamer, la posibilidad mismadel comprender. La lectura es dependiente e inventiva a la vez: el sentidono pesa ms del lado del autor que del lector; la tarea intelectual, enestas condiciones, pensamos que es tratar de hacer una lectura argu-mentada de los textos, que no implique la deriva hermenutica en lacual cualquier interpretacin sera vlida y en la que podra hacersedecir a un autor cualquier cosa.10

    LA SITUACIN DISCIPLINAR COMO REFERENTE DELA RESIGNIFICACIN DE UN AUTOR

    Las consideraciones hechas en el apartado anterior pueden sernostiles para entender por qu consideramos hoy significativo a un pen-sador que durante mucho tiempo estuvo en el olvido disciplinario.Pensamos que las coordenadas que explicaran esta cuestin son, muyresumidamente, las siguientes: una sociologa descentrada, la diversi-ficacin del espectro analtico, la ausencia de un cuerpo terico quepueda reclamar a priori un status superior frente a otros. Un autorcomo Alfred Schtz, tan identificado con la filosofa de la concien-cia, con el polo subjetivista del anlisis sociolgico, result significativoslo cuando la sociologa y, ms all de ella, las ciencias sociales,cuestionaron de manera generalizada los supuestos naturalistas invo-lucrados de muy distintas maneras en las corrientes tericas queprevalecieron durante dcadas en sus prcticas, como el positivismo,el marxismo y el estructuralismo. Al ocurrir esto hacia finales de

    vuelve sentido para ese alguien que realiza el acto de leerlo (Rall, 1987). No se trata de unlector que al igual que un dios crear el contenido del texto de manera absoluta; por elcontrario, se busca reconstruir el funcionamiento de interaccin que se produce en toda ac-cin de leer. Sin libro no hay lectura por actualizar, sin lector no hay ms que lectura potencial.El mismo libro prefigura, en tanto que producto de la escritura, al lector; no exclusivamenteen cuanto pblico al que la obra est destinada, sino tambin en cuanto al comportamientoque se desea que tome el posible lector; es decir, el texto no est indefenso ante el intrpretesino que aqul le va dando indicaciones a ste para que lleve a buen trmino su actividadde comprensin (Mendiola, 1994: 127).

    10 Se debe tener en cuenta que el texto estructura estrategias que tienen como propsito quesea comprendido correctamente. Entre esta pretensin y las preguntas y propsitos delintrprete del texto se delinea una zona de tensin en la que se genera el sentido contem-porneo de aqul.

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    los aos cincuenta las comunidades sociolgicas atribuyeron deter-minada significacin a obras, autores y corrientes que fueron conside-radas en algn momento como irracionales, voluntaristas y, por lotanto, como obstculos epistemolgicos para acceder a un conoci-miento racional del mundo social.

    La obra principal de Alfred Schtz, La fenomenologa del mundosocial, en la cual hace que la sociologa weberiana dialogue con lafenomenologa de Edmund Husserl,11 es publicada en 1932 en alemny prcticamente ignorada por los sociolgos de la poca. Esto resultaexplicable si tomamos en cuenta que en Estados Unidos (pas de resi-dencia de Schtz en esos aos) comenzaban a crecer con fuerza lascondiciones que posibilitaran el predominio de la perspectivaestructural-funcionalista parsoniana (Alexander, 1990, Giddens etal. 1990). Talcott Parsons estaba elaborando en esa dcada la primerade sus grandes obras: La estructura de la accin social, que publicaraen 1937 y se convertira rpidamente en un texto cannico dentro de lacomunidad sociolgica occidental. Siendo Parsons un heredero dela tradicin naturalista, mezclada con una recepcin particular de laobra weberiana, y considerando la calurosa acogida que tuvo su obradesde los treinta hasta finales de los cincuenta, podemos darnos cuen-ta de que el horizonte intelectual de la poca se relacionaba poco conlas preocupaciones fenomenolgicas de Alfred Schtz,12 por lo cual

    11 Husserl es un filsofo cuya lectura contribuy a revivir, en los aos de la posguerra, la tradi-cin de la sociologa como ciencia del espritu, en oposicin al modelo parsoniano dominanteen la sociologa acadmica de la poca. En La crisis de las ciencias europeas y en su Fenomeno-loga trascendental, este filsofo sostiene que la ciencia est en crisis y que ella es sntoma dela crisis de la humanidad. Ante ello propone regresar a las cosas mismas, lo que significavolver al mundo de la vida desdeado por la ciencia, que lo consideraba sinnimo de tradicin,de prejuicio, de obstculo epistemolgico. La cuestin que plantea es la necesidad de remon-tar la distancia que separa a una ciencia moderna, cada vez ms abstracta y tcnica, de losmundos de vida colectivos e individuales en los que, pensaba Husserl, la ciencia debafundarse. Esto sugiere, y ello ser asumido por Alfred Schtz, que la ciencia debe hundir susraces en la vida precientfica. Es esto lo que implica su exigencia fenomenolgica de ir a lascosas mismas, de mirar lo que aparece y ha de ser descrito tal y como aparece en la experien-cia directa y originaria. La fenomenologa, as, trata de mostrar lo que est ante la miradadel sujeto y se hace evidente antes de cualquier reflexin racional (Baumann, 1978: 114 y ss.;Monticelli, 1985: 175). No est de ms mencionar que este filsofo comienza a escribir afines del siglo pasado y termina su obra en los aos treinta; es decir, su pensamiento maduraen un contexto de aguda crisis social e intelectual en la que los europeos experimentabanno slo inestabilidad sino una paralizante sensacin de rgida objetividad, al extremo de quese ha llamado la era de la angustia a este periodo (Alexander, 1990: 196.)

    12 Alfred Schtz aplica lo que l considera son los principales aportes de la fenomenologade Edmund Husserl a la resolucin de algunos problemas sociolgicos que descubre a partir

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    la ausencia de lectura de su obra puede verse como un indicador quenos permite comprender una situacin disciplinaria caracterizadapor el predominio de una sociologa ocupada de la descripcin de lasociedad desde coordenadas sincrnicas.

    En este sentido, no puede dejar de mencionarse que el destino deun teora o una perspectiva conceptual no depende nicamente de fac-tores internos de cada disciplina, sino tambin de factores socialesms amplios. Schtz toma como lugar de residencia Estados Unidosprecisamente en un momento en el que este pas experimenta inten-sos procesos de transformacin social que van, desde la expansindel Estado benefactor y con l de un mercado profesional para loscientficos sociales, hasta la redefinicin de la sociedad de posguerra,con los millones de veteranos que haban ganado el derecho a un lu-gar en las universidades despus de su participacin en el conflictoblico (Bell, 1982). Tampoco puede ignorarse que la gran cantidadde recursos que obtienen las ciencias sociales en Estados Unidos, y engeneral en el mundo occidental en la posguerra, se deben a la con-viccin de que un esfuerzo sostenido, apoyado por gastos en gran es-cala, podra hacer avanzar a estas disciplinas de manera anloga a lafsica y la qumica y rendir, como ellas, beneficios prcticos a la so-ciedad (Dahrendorf, 1982; Wallerstein, 1996).

    En estas condiciones, resulta explicable que pasaran ms de treintaaos para que la mencionada obra de Schtz se tradujera al ingls,13justamente cuando se cuestion de manera generalizada el modeloparsoniano y en el momento en que nuevas generaciones de socilogosy nuevos centros de docencia e investigacin sociolgica buscabanalternativas analticas y nichos intelectuales en los cuales pudie-sen construir una identidad propia. Esta crtica implic una redefinicin

    de su resignificacin de la obra weberiana, especialmente los segmentos relacionados con elexamen de la accin social En La fenomenologa del mundo social procede al reconocimientode las aportaciones de Max Weber, as como a una crtica constructiva de sus conceptos, lacual toma como eje articulador de su propia postura fenomenolgica. Entre otras cosas,Schtz concluye que la realidad social no es una entidad fija y objetiva, sino resultado de losprocesos de negociacin de significado que llevan a cabo los actores en la vida cotidiana. Latarea de la sociologa cree que consiste en aclarar los procesos de elaboracin intersubjetivade la realidad social (ver, Schtz, 1993, especialmente los captulos 1 y 3).

    13 La fenomenologa del mundo social fue publicada en ingls, por primera vez, en 1967. Latraduccin estuvo a cargo de George Walsh y de Frederick Lehnert, quienes fueron becados porlos colleges Hobart y William Smith para llevar a cabo esta tarea (cf. Schtz, 1993: 10-11).

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    y una ampliacin, al mismo tiempo, de los horizontes intelectualesde la sociologa como disciplina en el mundo occidental.14

    Desde luego, en Mxico, la obra de Alfred Schtz tard toda-va ms en ser conocida e incipientemente leda. Esto ocurri hacepoco ms de diez aos en la Facultad de Ciencias Polticas y Socia-les de la UNAM, gracias a acadmicos que haban realizado sus pos-grados en Europa. Por qu precisamente en ese momento y no anteso despus? Pensamos que se debi al proceso de profesionalizacinpor el que comenz a transitar la sociologa mexicana, sobre tododesde los aos ochenta.

    En los cursos de teora sociolgica de los programas de estudio dela carrera de sociologa de hace veinte aos, Alfred Schtz no ocupabalugar alguno. Si consideramos que un plan de estudios es una conven-cin que construyen los practicantes de una disciplina para ofrecerun mapa comn de conocimiento a las nuevas generaciones y queestos mapas implican representaciones de lo que se evala como v-lido, til e imprescindible para esa disciplina y si, adems, tomamoslos planes de estudio como marcas materiales a partir de las cualespodemos rastrear las representaciones que han existido en distin-tos momentos acerca de lo que los socilogos conciben que es ciencia,conocimiento y sociologa, inferiramos que Alfred Schtz no resultabasignificativo, o bien que era totalmente desconocido.

    Ahora se le comienza a conocer, forma parte de los programas deestudio, los futuros socilogos deben leer algunos de sus textos parapoderse graduar. Esto indica que el horizonte disciplinar de hace veinteaos es distinto del actual y que, por otra parte, en ambos se vean(fenomenolgicamente hablando) cosas distintas. Hace dos dcadasel horizonte intelectual de las ciencias sociales mexicanas era an elde la expansin institucional de las ciencias sociales, el de la sociolo-ga comprometida, el del consenso terico, ideolgico y hasta afectivoalrededor del marxismo (Aguilar, 1995); el de los aos ochenta es eldel fin de este consenso, la pluralizacin de las perspectivas analticasy el lento inicio de la profesionalizacin de la disciplina. La situacinactual posibilita, lo que no ocurra antes, el inicio de la recepcin de

    14 Algunas obras en las que puede verse esta modificacin de las perspectivas sociolgicas apartir de los aos cincuenta, sobre todo en Estados Unidos, son Giddens, 1976; Gouldner,1976; Bottomore y Nisbet, 1986; Dahrendorf, 1982.

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    tradiciones y corrientes tericas que aunque han sido largamentedebatidas en otros pases desde hace por lo menos treinta aos, en nues-tras comunidades de conocimiento apenas se abren paso.

    Alfred Schtz forma parte de las tradiciones15 tericas que empie-zan a tener un lugar propio en la sociologa mexicana y que, en el es-cenario disciplinar actual, resultan significativas como parte de unpatrimonio intelectual pendiente de ser conocido, resignificado ypotencialmente utilizable en el conocimiento de lo social. La difusinde su obra en Mxico es tan incipiente que ha tenido lugar bsica-mente a travs de prcticas orales: cursos, seminarios, mesas redondas,coloquios y eventos similares. A pesar de la escasez de publicacioneslocales sobre el tema, la lectura de Schtz ha iniciado distintas lneasde investigacin terica. Las ms claramente identificables son el cues-tionamiento de los modelos objetivistas de la sociologa, la crtica yreinterpretacin de la obra weberiana a travs de los conceptos deaccin de Schtz, los problemas que representa en la obra de esteautor hacer descansar la intersubjetividad en la vivencia y la intencio-nalidad, su crtica a travs de la teora de la comunicacin de Haber-mas, la relacin existente entre los patrimonios de conocimiento y latradicin. En este trabajo trataremos de sugerir una lnea ms: la re-lacin existente entre el carcter preinterpretado del mundo que estu-dia el socilogo y la estructura temporal de los conceptos con los quela fenomenologa de Schtz trata de arrojar luz sobre ese mundo.

    LA CUESTIN DE LA TEMPORALIDAD EN ALFRED SCHTZ

    En una de sus ms clebres crticas a Weber, Schtz sostiene que lacomprensin tiene un estatuto que va ms alla de lo metodolgicopara ubicarse en el terreno de lo ontolgico. Para Weber, la compren-sin era el mtodo especfico de las ciencias sociales, especialmentede la sociologa y de la historia; para Schtz, una condicin ontolgica

    15 Tomamos aqu la nocin de tradiciones propuesta por Paul Ricoeur, para quien consisten enlos contenidos transmitidos en tanto portadores de sentido; colocan todas las herenciasrecibidas en el orden de lo simblico y, virtualmente, en una dimensin lingstica y textual.En este aspecto, las tradiciones son proposiciones de sentido (Ricoeur, 1996: 969).

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    de todo ser humano. La resignificacin que Schtz hace de la filosofafenomenolgica de Edmund Husserl le condujo a asumir al respectouna postura que era muy novedosa y radical en los aos treinta:

    Si los fenmenos sociales estn constituidos en parte por conceptos del sentidocomn, resulta () visible la complicada relacin que existe entre las cien-cias sociales y su objeto propio. La estructura del mundo social es significativano slo para quienes viven en ese mundo, sino tambin para sus intrpretescientficos. Al vivir en el mundo, vivimos con otros y para otros, y orientamosnuestras vidas hacia ellos. Al vivenciarlos como otros, como contemporneos ycongneres, como predecesores y sucesores, al unirnos con ellos en la actividady el trabajo comn, influyendo sobre ellos y recibiendo a nuestra vez su influencia,al hacer todas estas cosas, comprendemos la conducta de los otros y suponemosque ellos comprenden la nuestra. En estos actos de establecimiento e interpreta-cin de significados se construye para nosotros, en grados variados de anonimi-dad, en una mayor o menor intimidad de vivencia, en mltiples perspectivas quese entrecruzan, el significado estructural del mundo social, que es tanto nuestromundo (estrictamente hablando, mi mundo) como el mundo de los otros (Schtz,1979: 39).

    Schtz trata de dejar en claro que el cientfico social trata con unarealidad precomprendida por la gente comn y corriente en sus distin-tos mundos de vida, por lo cual los conceptos que elabora para clasifi-car, describir, ordenar y explicar este mundo son construcciones, dir,de segundo grado. Esto es, interpretaciones de las interpretacionesque tienen lugar cotidianamente en los mundos de vida de los actores.

    El conjunto de conceptos que acuar Alfred Schtz para procedera una descripcin fenomenolgica del mundo de vida tiene las marcasde la temporalidad humana que le permea de principio a fin. Pensa-mos que ello implica que la obra de Schtz plantea constantementeel tema del tiempo en el estudio de la accin, pero no el tiempo de lasteoras positivistas, estructural-funcionalistas o marxistas, para las cua-les ste constituye una entidad fsica y mensurable,16 sino el tiempocomplejo experimentado y vivenciado por los actores en sus vidasordinarias.

    16 Sin considerar que el tiempo, si bien parte de la realidad del cambio en el mundo fsico(ciclos climticos, movimientos de los astros, el nacimiento y la muerte, etctera), es tambin

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    Ha sido reiteradamente discutida la relacin que existe entre estaperspectiva y la fenomenologa de Edmund Husserl, quien acepta queexistir en el mundo precede a toda reflexin y es, incluso, anteriora la constitucin de la subjetividad. Menos atencin ha recibido elhecho de que el tratamiento de la cuestin del tiempo en la obra deSchtz descansa en la nocin de duracin de Bergson, quien estableceuna clara distincin entre tiempo objetivo (el mensurable) y tiemposubjetivo (el de la vivencia). En el primero, la temporalidad se vuelvehomognea, ha sido espacializada y cuantificada; en el segundo, existeun flujo continuo, una corriente de conciencia, de vivencias, de proce-sos conscientes que tienen una duracin y en virtud de los cuales elmundo se convierte en una entidad significativa para el actor. Al res-pecto dice Schtz:

    No tengo ante m un mundo completo y constituido, sino un mundo que slose est constituyendo ahora y que se va constituyendo siempre de nuevo en lacorriente de duracin de mi yo: no un mundo de ser, sino un mundo que estdeviniendo y muriendo, o mejor dicho, un mundo en surgimiento. Como tal essignificativo para m en virtud de esos actos intencionales de asignacin de signi-ficado y de los cuales me vuelvo consciente al contemplarlos en forma reflexiva.Y como mundo que se est constituyendo, nunca completado, sino siempre enproceso de formacin, seala el hecho ms bsico de mi vida consciente, mipercepcin del curso o pasaje real de mi vida, mi duracin; para utilizar la pala-bra de Bergson, mi dure o, segn la terminologa de Husserl, mi concienciatemporal interna (Schtz, 1993: 66).

    Con esta reflexin Schtz estableca que considerar el mundo comoalgo completo, constituido y que se debe dar por sentado a la maneranaturalista era un obstculo para la descripcin fenomenolgicadel mundo. En su lugar, proceder a un anlisis del mundo social enel cual ste se concibe como una entidad caracterizada por una estruc-tura temporal que hunde sus races en la experiencia humana, comose ve en el conjunto de conceptos con los que enriquece el corpus

    una construccin intersubjetiva, como lo prueba el hecho de que, por ejemplo, desde el sigloIII a.C. se use una semana de siete das, cuando antes hubo semanas de cinco, seis, ocho,nueve o diez das. Estas medidas de tiempo no son regidas por las fuerzas visibles de lanaturaleza, sino por convenciones intersubjetivas (Boorstin, 1983: 24).

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    terico de la sociologa, atravesados todos ellos por el reconocimientode que la vida mundana es un flujo temporal.

    Uno de los conceptos ms discutidos en la obra de Alfred Schtzes el de accin. En l, recoge crticamente la herencia weberiana y laasocia con el legado de la fenomenologa. Para Weber, la accin esla conducta que tiene un sentido subjetivo para quien la ejecuta(Weber, 1981: 18) para Schtz la accin:

    Es una actividad espontnea orientada hacia el futuro. Esta orientacin hacia elfuturo no es de ninguna manera peculiar de la conducta. Es, por lo contrario, unapropiedad de todos los procesos constituyentes primarios, sea que surjan de la activi-dad espontnea o no. Cada uno de tales procesos contiene dentro de s mismo in-tencionalidades de vivencia que estn dirigidas hacia el futuro (Shtz, 1993: 87).

    A diferencia de Weber, Schtz hace un planteamiento explcitode la temporalidad como una condicin ontolgica que, necesaria-mente, encuentra su expresin en la formulacin de los conceptoscon los que describe fenomenolgicamente el mundo social. El con-cepto de accin que formula supone una anticipacin del futuro,es decir, un proyecto. Esa anticipacin implica una mirada-hacia-adelante, una representacin del resultado final al que cree que lova a conducir su actuar y ello en independencia de que efectivamenteel resultado emprico de su accin coincida con aqulla o no. La uni-cidad de la accin depende para Schtz exclusivamente de ese pro-yecto (Schtz, 1933: 115 y ss.); es decir, la accin no es una entidaddada ni autnoma sino dependiente del contexto de significacin sub-jetiva del actor y caracterizada por una estructura temporal:

    cuando proyecto mi acto futuro en tiempo futuro perfecto me baso en mi co-nocimiento de actos efectuados con anterioridad y que son tpicamente similaresal proyectado, en mi conocimiento de rasgos tpicamente significativos de la si-tuacin en que tendr lugar esta accin proyectada, incluso mi situacin personalbiogrficamente determinada. Pero este conocimiento es el conocimiento que ten-go a mano en el momento de elaborar el proyecto, y que difiere inevitablementedel que poseer cuando se haya materializado el acto que ahora no est ms queproyectado. Para entonces, habr envejecido y, si no cambia ninguna otra cosa,al menos las experiencias que habr tenido mientras llevo a cabo mi proyectohabrn ampliado mi conocimiento (Schtz, 1979: 87. Cursivas nuestras).

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    Pero adems, toda accin est referida a una serie de motivos17sin los cuales no podra comprenderse. Estos motivos estn articuladosen una sucesin espacio/temporal que la sociologa fenomenolgicadebe reconstruir conceptual y temporalmente para obtener un contex-to objetivo de significado para la comprensin de la accin humana.Esto significa que el socilogo que abraza la perspectiva que proponeSchtz debe investigar algunos aspectos del pasado a fin de identificarlos antecedentes y predisposiciones del actor; para ello utilizar elconcepto de motivo porque.18 Para indagar el contexto motivacionalde una accin en su calidad de proyecto, recurrir al concepto demotivo para.

    Cuando se me pregunta por mi motivo, contestar siempre en funcin de parasi el acto completado est an en el futuro. Lo que se presupone en tal casoes que el acto slo est siendo fantaseado en el modo de la anticipacin. () laformulacin-para representa la meta como futura, mientras que la formula-cin-porque la representa como un proyecto que ocurri en el pasado (Schtz,1993: 118).

    Estos conceptos dejan en claro que la accin est cruzada deprincipio a fin por la experiencia del tiempo, puesto que contieneuna referencia retrospectiva al pasado (motivo porque), as como larepresentacin de un futuro anticipado (motivo para). El proyectomismo se refiere, invariablemente, a actos pasados y a actos presentesen la conciencia mediante una representacin de lo que an no haocurrido.19

    17 Desde luego, la elaboracin de estos conceptos tiene como referencia la crtica de las nocionesweberianas. Al respecto, Schtz sostiene que Weber confunde en su concepcin de motivo elcontexto de significado que el actor cree subjetivamente que es el fundamento de su conduc-ta y el contexto de significado que el observador supone que es el motor de la accin (cf.Schtz, 1993: 115).

    18 Dado que nuestro propsito aqu es mostrar la estructura temporal de los conceptos de lafenomenologa de Alfred Schtz, no abordamos la discusin respecto de la diferencia entremotivos aparentemente porque y los motivos genuinamente porque. El lector interesadoen este tema podr reconstruir la discusin al final del captulo II de la Fenomenologa delmundo social.

    19 Esta idea queda mucho ms clara en la redescripcin que hace Natanson en su introduccinconceptual a la obra de Schtz El problema de la realidad social: El doctor Schtz prefieredistinguir dos tipos diferentes de conceptos que, con demasiada frecuencia, son clasificadosbajo un mismo rubro. Los motivos que implican fines a lograr, objetivos que se procura

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    Cabe mencionar que desde el punto de vista del actor que vive supropio proceso de actuacin, nicamente puede percibirse el moti-vo para del curso de accin que est eligiendo, es decir, el estado decosas que trata de producir con su intervencin en el mundo. Slodesplazndose de la actitud natural20 a la actitud reflexiva estara encondiciones de aprehender retrospectivamente el motivo porque desu accin, pero ello ocurre slo cuando sta ha finalizado:

    Con frecuencia, la distincin entre motivos para y motivos porque es omiti-da en el lenguaje comn () Para el actor, el motivo significa lo que tiene real-mente en vista y que da sentido a la accin que cumple, y este es siempre elmotivo para, la intencin de crear un estado de cosas, de alcanzar un finpreconcebido. Slo cuando la accin ha sido cumplida, cuando se ha convertidoen un acto () puede volver a su accin como observador de s mismo e investi-gar en virtud de qu circunstancias se ha visto llevado a actuar como lo hizo(Schtz, 1979: 89).

    Estos conceptos implican que no es posible para un observador lacomprensin motivacional slo con base en el examen de la accinen las coordenadas del aqu y el ahora, sino que ha de tener un cono-cimiento del pasado del actor y de su futuro (proyectado desde elpresente). El saber acerca del pasado permitira al observador ubicarla accin en un contexto objetivo de significado; el del futuro, servirapara establecer si sus acciones resultan adecuadas al contexto signi-ficativo aportado por el pasado. Una consecuencia terica bsica deeste planteamiento es que las tareas del socilogo fenomenlogo nopueden ubicarse en el tiempo real, es decir el tiempo presente,sino en la representacin del pasado y del futuro.

    A los conceptos ya tratados se suma el de situacin biogrfica, lacual consiste en las experiencias que el actor tiene de su horizonte en

    alcanzar, son denominados motivos para; los motivos a los que se explica sobre la base delos antecedentes, ambiente o predisposicin psquica del actor son denominados motivosporque. La estructura temporal de ambos tipos difiere. Los motivos para estn dominadospor el tiempo futuro; los motivos porque por el pasado (Natanson en Schtz, 1979: 26).

    20 No es ocioso recordar que Schtz toma de la fenomenologa filosfica la distincin entreactitud natural y actitud reflexiva o fenomenolgica. En la primera, el sujeto parte del supuestode que el mundo es exactamente lo que parece ser y no otra cosa; ello le permite seguiradelante y vivir su vida mundana. La actitud reflexiva, en cambio, pone entre parntesiscualquier certeza acerca del mundo.

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    el momento en el que elabora algn proyecto de accin. Esta nocintiene como eje la idea de que tal situacin est estructurada alrededorde una sedimentacin de las experiencias subjetivas pasadas:

    Existe una seleccin de cosas y aspectos de las cosas que son significativas param en cualquier momento dado, mientras que otras cosas y otros aspectos porahora no me interesan o estn fuera de mi vista. Todo esto se halla biogrficamentedeterminado; es decir, la situacin actual del actor tiene su historia; es la sedi-mentacin de todas sus experiencias subjetivas anteriores. No son experimentadaspor el actor como annimas, sino como nicas y dadas subjetivamente a l y sloa l (Schtz, 1979: 93).

    De la mano de esta nocin va la de acervo de conocimiento,la cual se refiere al hecho de que en cualquier momento de su vida yen cualquier situacin, el actor se halla en posesin de un conjunto desaberes prcticos y tericos acerca del mundo fsico, del mundo socialy del mundo cultural que son sus referentes para actuar en l. Estepatrimonio de conocimiento ha sido estructurado a lo largo de suexistencia temporal y procede de los libros, de la socializacin, ascomo de una relacin simblica y prctica con los antecesores y conlos contemporneos. Estas dos categoras forman parte de un esquemaconceptual con el cual Schtz trata de dar cuenta del hecho de que latemporalidad humana es el eje que estructura y estratifica el mun-do de la vida.

    Los contemporneos son aquellos con los que el actor comparteuna comunidad espacio/tiempo, por lo que su duracin coexiste y essimultnea con la de stos. Si se tiene trato cara a cara con un contem-porneo ste adquiere el status de asociado, al que puede comprenderen la experiencia directa y vivenciada. En caso contrario, el actor hade apelar ya no a la captacin directa de las vivencias del otro, sino alas vivencias tpicas que su experiencia le indica que debe tener. Ade-ms del mundo de los contemporneos

    puedo tambin conocer un mundo social que existi antes que yo y que enningn punto se recubre con parte alguna de mi propia vida. Con respecto aeste dominio, el mundo social de los predecesores (Vorwelt), o historia, slo pue-do ser un observador y no un actor. Por ltimo, s que hay an otro mundo habi-tado tambin por otros, que existir cuando yo ya no exista, un mundo social desucesores (Folgewelt), hombres de los cuales no s nada como individuos y con

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    cuyas vivencias no puedo tener contacto personal. De hecho, slo conozco susvivencias tpicas suponiendo que estas ltimas sern las mismas que las de miscontemporneos y las de mis predecesores. Este es un mundo que slo puedocaptar vagamente pero nunca vivenciar en forma directa. Al utilizar la palabramundo para designar estos dominios o reinos, queremos significar slo quediferentes personas son consociadas, contemporneas, predecesoras o sucesorasuna respecto de otra y que se vivencian por consiguiente una a otra y actan en-tre s de manera recproca en los diferentes modos en cuestin (Schtz, 1993: 173).

    Schtz dedica numerosas pginas al mundo de los contempor-neos, especialmente en la dimensin de la relacin cara a cara, dejandoel anlisis fenomenolgico de los antecesores y los sucesores apenasesbozado. No obstante, las observaciones que hace al respecto creemosque son suficientes para inferir algunas relaciones entre estos tresmundos y la experiencia del tiempo.

    El mundo de los predecesores es el que exista antes del actor; pordefinicin ha transcurrido y terminado, lo cual significa que no tieneabierto ningn horizonte hacia el futuro. Por ello, sostiene Schtz,carece esencialmente de toda dimensin de libertad y est as en con-traste con la conducta de las personas con las que el actor tiene rela-cin. No obstante, los predecesores influyen sobre el actor, contribuyenen cierto modo a la constitucin de sus motivos porque.

    La relacin con los predecesores se da a travs de la tradicin, enel sentido fenomenolgico de lo heredado, lo recibido, lo dado, lodicho. Las mediaciones de esta relacin son los registros, los documen-tos, los recuerdos, los relatos orales, los monumentos y, en general,las marcas materiales que constituyen las huellas del pasado. El mundode los predecesores es, en toda su extensin, distinto del mundo delactor del presente; a pesar de ello sus actos pueden identificarse comoexperiencia humana, por lo que sus acciones estn abiertas a la inter-pretacin, aunque sta sea vaga y provisoria.

    El mundo de los sucesores, en cambio, es esencialmente abierto eindeterminado. La experiencia que de l puede tener el actor requierenecesariamente de tipificaciones annimas:

    Tengo un punto de contacto con la posteridad, a travs de la experiencia subjetivade las generaciones. Puedo presumir que este nio, o si no l algn otro, seguirviviendo despus de mi muerte, y que las propiedades de su vida consciente queyo experimento ahora de manera inmediata se desplegarn en el futuro. Ms

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    all de esto, slo puedo presumir que, mientras haya una posteridad, mis suceso-res ligarn un sentido subjetivo a sus vivencias, que vivirn en un mundo; pero,en cul? (Schtz y Luckmann, 1977: 103).

    Queda claro en estas lneas que para Schtz el mundo social escapaa las dimensiones del tiempo fsico y se ubica en una red complejaque rene a contemporneos, predecesores y sucesores en un univer-so simblico caracterizado por la sucesin de las generaciones. Estosupone que la relacin entre los actores est estructurada temporal-mente desde su origen; se orientan hacia el pasado rememorado, haciael presente vivenciado y hacia el futuro anticipado de la conduc-ta del otro. En esta elaboracin, la finitud humana es sobrepasada:no hay papeles sociales dejados sin sucesin hereditaria, sino siempreatribuidos a nuevos actores, los cuales se convierten en reintrpretesde la tradicin. Con ello, la sucesin de las generaciones proporcionaun terreno simblico comn, un espacio intersubjetivo de experienciacapaz de asegurar una interaccin estable en la que los actores estn,no en posicin de innovadores absolutos, sino de herederos.

    IDEAS FINALES

    En la introduccin a su obra Ser y tiempo, Heidegger afirmaba que elsentido metodolgico de la fenomenologa era una interpretacin(Heidegger, 1991: 48) y que, por lo tanto, implicaba una hermenu-tica. En la estructura de este trabajo hemos intentado poner en relacinla perspectiva fenomenolgica con las coordenadas hermenuticasde las que parte nuestra propia posicin como lectores, receptores yreintrpretes de una tradicin intelectual que ocupa desde hace tiem-po un lugar propio en el patrimonio terico de la sociologa.

    Una lectura contempornea de los clsicos exige, segn nuestropunto de vista, una reflexin mnima sobre los marcos de significacindesde los cuales la efectuamos. Ello permite ver aspectos de nuestraspropias prcticas como comunidades de conocimiento que con fre-cuencia se consideran aproblemticas y que en realidad implican unalto grado de complejidad. El desciframiento de esta complejidad noes ocioso, puesto que sta es huella, marca o indicador de la situacindisciplinar en la que se producen el saber sociolgico y los cambiosque experimenta.

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    Los distintos textos que la sociologa ha considerado a lo largo deltiempo que han de ser recibidos y ledos por sus practicantes, handado a esta disciplina perfiles cambiantes, horizontes diversos e incon-mensurables. La fenomenologa de Alfred Schtz, asociada a la re-flexin hermenutica, constituye una posibilidad de autocomprensindisciplinar, entre otras posibles.

    Al margen del deslizamiento hacia el subjetivismo que existe eneste autor, sus conceptos destacan el carcter problemtico de lasprcticas por las que la realidad social es generada por los individuos.Llaman la atencin sobre el hecho de la que aqulla es resultado, delas interacciones de los sujetos que crean y recrean los marcos inter-pretativos mediante los que organizan su experiencia y siguen ade-lante con sus vidas. Esta postura est en debate con las perspectivasobjetivistas de la teora social, as como de su presuposicin de queexisten definiciones fijas y compartidas (de las normas, del espacio,del tiempo) en todas las formas de interaccin.

    Hemos tomado como muestra de este debate la estructura temporalde los conceptos fenomenolgicos de Schtz, estructura que la dis-tingue de las perspectivas convencionales de la sociologa, para lascuales el tiempo no es el tiempo simblico de la intersubjetividad,sino el tiempo de las ciencias emprico-analticas, es decir, el fsico ymensurable.

    La reflexin sobre el tiempo ha sido un mbito privilegiado de lafilosofa21 y, ms recientemente, de la historia,22 la cual toma precisa-mente al pasado como el campo alrededor de cuyo estudio ha cons-truido su identidad, as como en su momento la sociologa la construyalrededor del anlisis del presente. En este sentido, la fenomenologade Alfred Schtz conlleva una aportacin que la sociologa hace alexamen del tiempo que precede a las contribuciones sociolgicas con-temporneas sobre el tema.23

    21 Basta mencionar como muestra de ello la clebre discusin sobre el tiempo del libro XI deLas confesiones de San Agustn o la Potica de Aristteles. Sobre el tema puede verse: Ricoeur,1996, especialmente el captulo I de la primera seccin.

    22 Ms que los historiadores mismos, han sido los filsofos de la historia los que han discutidoen especial a raz del debate sobre la explicacin histrica abierto por Hempel en 1942el problema del tiempo y la distancia histrica en la produccin del saber sobre el pasado.Sobre el tema pueden verse: Gardiner, 1959; y Danto, 1989.

    23 Nos referimos particularmente al tratamiento del problema que lleva a cabo Anthony Giddensen su libro La constitucin de la sociedad, publicado en 1984.

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    Si los conceptos de la sociologa han de partir como sostieneSchtz del mundo precomprendido del sentido comn, una con-secuencia natural de ello es que los conceptos formulados en estaperspectiva tengan implicada la temporalidad humana, puesto queella es una de sus condiciones ontolgicas. Schtz sostiene la idea deque la existencia mundana es un flujo, una duracin a lo largo de lacual se entretejen relaciones simblicas con un mundo intersubjeti-vo en el que la experiencia del estar en el mundo es una experienciaen el tiempo que implica, desde las relaciones cara a cara, pasandopor las relaciones en las que necesariamente hemos de acudir a lastipificaciones para comprender al otro, sea ste annimo o no.

    Schtz hace notar que desde el punto de vista de la realidad taly como la concibe la fenomenologa24 este flujo es inevitablementelimitado. La experiencia humana del tiempo implica la concienciade la propia finitud y, en consecuencia, la delimitacin simblica delmundo de los actores del pasado, de los contemporneos y de los su-cesores. Por ello la fenomenologa no puede concebir el tiempo a lamanera de la fsica, donde ste es infinito, sino desde la experienciade la vida cotidiana, la cual le imprime su condicin simblica inter-subjetiva.

    Para concluir quisiramos destacar que esta lectura forma partede la cadena de interpretaciones y reinterpretaciones que ha experimen-tado la obra de este autor y que, si bien ha sido hecha desde preguntasy coordenadas particulares, stas se inscriben en un terreno cognitivointersubjetivo que identifica a una comunidad de conocimiento quetiene sus propias reglas y sus propios referentes. Ella representa loslmites histricos que cada estudioso tiene, as como el conocimientoque ha heredado de sus antecesores como un acervo de proposicionesvlidas, como dira Schtz, hasta nuevo aviso.

    24 La realidad es la suma total de objetos y sucesos en el mundo social tal y como los experi-menta el pensamiento de sentido comn de los hombres en la actitud natural (Schtz, 1979:36 y ss.)

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