allende, el libro rojo

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  • 7/24/2019 Allende, El libro Rojo

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    Allende

    I

    Un da, hace ya algunos aos, caminaba yo por las

    montaas. Era la estacin de primavera; los campos

    haban vestido su verde ropaje, las florecillas

    asomaban tmidas sus corolas por las grietas de las

    rocas. as unas eran rojas como el pudor de la mujer

    a los die! y seis aos, las otras moradas como la

    triste!a "ue se apodera del cora!n en cierta #poca

    fatal de la vida, las otras amarillas color de oro como

    la alegra de la juventud. $%ab#is visto los pajarillos

    volar de una roca a otra, colgarse despu#s de una

    rama, recoger, batiendo las alas, el alimento "ue &ios

    derrama en las praderas para sus lindas criaturas'

    $%ab#is visto al insecto dorado besar amoroso a lasflores y sacar su n#ctar y llevarse su polen' (odo era

    fiesta y regocijo en la naturale!a. El cielo a!ul, el

    campo con los ruidos misteriosos de la naturale!a, el

    viento arrojando la delicia y la voluptuosidad con sus

    frescas alas en medio de los rayos del sol, las

    montaas unas tras otras, altas, a!ules, majestuosas,

    dejando ver en sus eternas cimas los pinos viejos y

    aosos y los cedros tiernos y verdes; grandes y

    solitarias alamedas plantadas por la mano de la

    naturale!a)

    *epentinamente cambi todo este paisaje, y el

    camino, por una angosta vereda, me condujo a una

    de esas mesas interminables de la +ierra adre,

    donde la vegetacin es me!"uina, donde las rocas

    asoman sus calvas cabe!as y donde las aves pasanr-pidas en parvadas, por"ue su vista no descubre ni

    -rboles ni flores. El calor era cada ve! m-s fuerte, los

    rayos del sol de medioda reflejaban sobre las

    superficies blancas y producan una especie de

    v#rtigo "ue entraba por los ojos y se respiraba en la

    atmsfera abrasada. i un -rbol, ni un animal, ni

    si"uiera una cho!a en a"uella inmensa soledad "ue

    se perda en el hori!onte tembloroso y lleno de

    vapores, "ue no alcan!aba a percibir la vista/ era el

    verdadero desierto de la +iria.

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    II

    01u# encanto2 01u# sorpresa, "u# sensacin tan

    inesperada y tan agradable2 El desierto desaparece

    repentinamente, se trasforma, se hunde a mis pies, y

    all- en una profundidad diviso una cosa maravillosa.

    Es un jardn, y dentro de ese jardn una ciudad con

    altas c3pulas resplandecientes, con casas

    encarnadas y blancas, con sus almenas feudales y

    sus balconeras, con calles como si fueran

    sembradas entre las peas, y luego diviso losarroyos cristalinos "ue corren como cintas

    plateadas, siento la deliciosa humedad, sube hasta

    mi rostro el perfume de las flores, y se llenan mis

    pulmones de ese aire embalsamado y vivificante "ue

    emana de los mejores amigos del hombre, de los

    hermosos -rboles "ue cri y cultiva con tanto primor

    la maravillosa mano del 4rande y E5celso 6ardinero

    del mundo.

    Unos cuantos minutos m-s, y estoy ya dentro de +an

    iguel el 4rande, dentro de esa ciudad donde todo

    es amable, donde todo es bello, donde son

    simp-ticas hasta las pobres muchachuelas "ue con

    sus !agalejos encarnados atraviesan las calles,

    cargadas con su verdura, con sus aves o con sus

    manojos de flores.

    +an iguel el 4rande es en el interior lo "ue es

    6alapa en la costa del 4olfo y lo "ue es (epic en el

    mar del +ur. 7iudades "ue son al mismo tiempo

    aldeas, pueblos, haciendas, jardines, todo a la ve!, y

    participan en ciertas ocasiones del bullicio y de la

    animacin de la ciudad grande, otras de la apacible

    "uietud del pueblo pe"ueo, y siempre del aroma yde la belle!a de los jardines.

    +an iguel, adem-s de su posicin, de su hermosura

    y de su clima, es todo #l un libro abierto, un

    monumento histrico, un almana"ue de los sucesos

    de la Independencia. En 1uer#taro, en +an iguel y

    en &olores naci y se desarroll todo el drama

    sangriento cuyo prlogo termin en los patbulos de

    7hihuahua.

    III

    8llende fue el mos"uetero de la revolucin. 7omen!

    bati#ndose con la espada y la pistola, y pocos das

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    antes de morir todava arroj sus balas a la frente de

    los jefes espaoles. os historiadores "ue lo

    conocieron lo describen como un hombre alto, bien

    hecho, hermoso, fuerte, -gil en el manejo de las

    armas, guapo y airoso dispar-ndose en su caballo

    contra los enemigos, resuelto y pronto en sus

    ata"ues, e5celente militar para su #poca y hombre de

    previsin. o siempre se siguieron sus consejos y

    sus inspiraciones, y "ui!- por esto la guerra de

    Independencia no termin en el primer perodo en

    "ue hi!o el mismo empuje terrible "ue la plvora "ue

    se prende encerrada en una mina. a idea de la

    Independencia y de la ibertad aparece depositada

    en el cerebro de 8llende mucho antes del ao de

    9:9. $

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    historia sencilla, r-pida, magnfica, sorprendente,

    inesperada como todas las grandes cosas.

    I>

    7omen!aron esta obra terrible media docena de

    hombres. os me5icanos nunca han medido los

    acontecimientos, y una ve! decididos, no han

    conocido tampoco ni la magnitud de las dificultades,

    ni han podido ya comprender ese triste fenmenonervioso "ue se llama miedo. +e lan!an, se arrojan a

    una aventura, sin temor de estrellar su frente contra

    ese obst-culo de fierro "ue se llama lo imposible.

    &e &olores marcharon %idalgo y 8llende a +an

    iguel el 4rande. o primero "ue hicieron fue entrar

    a una iglesia y sacar el l-baro alrededor del cual

    haba de reunirse el pueblo oprimido y desheredado.

    &e +an iguel, la marcha fue - 7elaya. @a no eran

    seis los personajes, sino sesenta mil. En momentos

    haban aumentado en una progresin decimal

    asombrosa y nunca vista.

    %idalgo era el generalsimo. 8llende era su segundo;

    pero estas distinciones poco importaban entre

    masas "ue no podan tener organi!acin. Eran

    masas, instrumentos, fuer!as depositadas durante

    siglos, y empujadas por el hurac-n de la guerra. En

    ve! de seguir a la capital esta avalancha humana,

    retrocedi y se dirigi a 4uanajuato.

    En el curso de este libro hemos referido historias

    bien tr-gicas; pero la primera cosa verdaderamente

    terrible "ue se vio en ueva Espaa, fue el cho"uedel pueblo desbordado contra la autoridad secular.

    Es lo mismo en la naturale!a/ el ro rompe el di"ue, el

    mar traga a las playas, el hurac-n arrebata los

    -rboles, el volc-n hunde las ciudades bajo sus lavas.

    a revolucin arrebata a la autoridad y la destro!a.

    as fuer!as todas de la naturale!a se parecen. El

    orden fsico tiene una hermandad, una alian!a con el

    orden moral.

    os seis hombres, multiplicados, centuplicados,

    fueron a romper con sus peda!os de miembros, con

    sus cabe!as eri!adas por la rabia, con su sangre

    derramada por mil heridas, las fuertes murallas del

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    castillo de 4ranaditas, colocado como un gigante

    fabuloso como un cancerbero, a la entrada de ese

    4uanajuato "ue encerraba tanta plata, tanto oro,

    tanta pedrera acumulada por la pa! y arrancada a las

    entraas de la tierra durante tres siglos.

    En la peregrinacin a "ue nos referimos al escribir

    este artculo, nuestros pasos fueron por todos los

    lugares donde haba alg3n recuerdo. *ecogidos

    dentro de nosotros mismos, un -rbol, la casa de una

    hacienda, la barranca, la vereda o la loma nos dabanmateria para pensar en todos a"uellos

    acontecimientoA tr-gicos y e5traos "ue precedieron

    a nuestra e5istencia como nacin independiente. 8s,

    de rancho en hacienda, y de hacienda en pueblo

    llegamos a 4uanajuato, y no volviendo de pronto la

    vista ni a las tahonas "ue molan el metal, ni a las

    minas profundas ni a los tejos de plata "ue

    caminaban a la 7asa de oneda, nos detuvimos

    delante del sangriento castillo de 4ranaditas. 7on la

    historia en la mano y con muchos testigos a nuestro

    lado "ue nos contaban las cosas como si acabaran

    de pasar, escribimos entonces algunas lneas. o las

    podemos hoy ni variar ni escribir de otra manara. as

    trasladamos a"u para "ue formen parte de esta gran

    coleccin, donde hemos resumido las misteriosas

    lecciones y las tristes ensean!as de la suerte de los

    hombres y de los pueblos.

    o olvidemos "ue estamos el B: de +eptiembre de

    9:9, delante de 4uanajuato, en compaa de

    %idalgo, de 8llende, de 8basolo, 7amargo, y de la

    multitud "ue segua este movimiento terrible de la

    Independencia.

    >

    Cuego "ue cundi la noticia de la llegada del

    ej#rcito insurgente, la conmocin fue grande;

    a"uellas calles angostas y pendientes de 4uanajuato

    se llenaron de gente "ue corra en todas direcciones,

    se atropellaban y preguntaban, temerosos cu-l sera

    la suerte de la poblacin. uchos espaoles "ue

    calcularon "ue las cosas no haban de pasar muy

    bien, tomaron su resolucin definitiva, y recogiendo

    parte de sus intereses y poniendo en seguridad el

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    resto, se marcharon de la ciudad por los caminos no

    ocupados por las tropas insurgentes. Esta

    emigracin produjo una consternacin difcil de

    pintar; pero fue for!oso "ue "uedaran los "ue no

    tenan posibilidad de huir, o los "ue demasiado

    entusiasmados por la causa del rey crean en la

    victoria.

    =or entonces el conflicto hubiera sido mucho mayor,

    si un hombre, sobreponi#ndose al peligro, y aun a

    sus opiniones privadas e ntimas, no hubiera, con suactividad y sangre fra, asegurado medianamente a la

    ciudad. Este era el intendente *iao, y del cual es

    for!oso hablar dos palabras. *iao era uno de esos

    tipos raros, donde por una feli! concurrencia de

    circunstancias est-n reunidas las cualidades m-s

    brillantes, tanto fsicas como morales. %ombre de

    instruccin, de e5periencia y de buen juicio,

    comprenda perfectamente "ue los pueblos, como las

    familias, es for!oso "ue, trascurriendo un n3mero

    dado de aos m-s o menos corto, se emancipen y

    formen otra sociedad. Esta reproduccin continua,

    esta indispensable formacin es la "ue ha creado las

    naciones y ha dividido el mundo en pe"ueas

    porciones. 8s, pues, en el fondo de su conciencia no

    slo opinaba por la causa de la Independencia, sino

    "ue calculaba "ue una ve! encendido el fuego, slo

    se apagara con los escombros y las ruinas del

    gobierno colonial; m-s espaol y caballero, y leal

    ante todo, como esos soldados casi fabulosos e

    increbles "ue seguan a 4on!alo de 7rdoba, en los

    momentos de peligro acall la vo! de su cora!n, y

    no escuchando m-s "ue el grito del deber, "ue como

    primer funcionario p3blico, le obligaba a defender al

    gobierno, se prepar a una obstinada resistencia,

    calculando, "ue el resultado no poda ser otro sino

    sucumbir. 8s sucedi/ *iao tra! el plan para

    fortificar el fuerte de 4ranaditas, sin pensar "ue

    eriga su sepulcro. +iempre es un dolor "ue el

    destino reserve un fin tr-gico a esos hombres "ue,

    cual"uiera "ue sea su creencia poltica, son un

    modelo de honor y de virtudes. -s volvamos a

    nuestra narracin.

    *iao, con una actividad increble, mand abrir fosos

    en las calles, construir trincheras, anim a los

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    moradores ya decados y abatidos, y puso sobre las

    armas cuanta fuer!a le fue posible. Ejecutadas estas

    medidas, en las "ue emple tres das y tres noches,

    sin dedicar ni una sola al descanso, pas revista a

    sus tropas y aguard m-s tran"uilo los

    acontecimientos. Una circunstancia vino a alarmar al

    jefe y a los propietarios. =ensaron, y racionalmente,

    "ue la fuer!a era muy corta para defender la ciudad, y

    "ue en este concepto las tropas insurgentes se

    derramaran por algunas calles, entreg-ndose a la

    matan!a y al sa"ueo. a cosa era urgente; as es "ue,

    despu#s de un largo debate entre los personajes de

    m-s categora y *iao, se decidi "ue los caudales

    del gobierno y los de los particulares "ue "uisieran,

    se encerraran en el fuerte de 4ranaditas, y all la

    defensa se hara con #5ito. a medida no hubiera

    sido del todo mala, si 4ranaditas 99 se hallara

    dominado por el cerro del 7uarto y otros edificios;

    pero como ya 99 era posible m-s dilacin, se adopt

    la medida "ue va referida. Inmediatamente comen!

    a trasportarse dinero, plata y oro en pasta, ba3les de

    efectos preciosos, alhajas, ropa, y, en una palabra,

    cuanto tenan de m-s valor y estima los ri"usimos

    comerciantes, mineros y propietarios de la ciudad.

    En los das B? y BD una cadena no interrumpida de

    cargadores estuvo entrando al fuerte y depositando

    los tesoros en las salas m-s cmodas y seguras del

    edificio. Esta tarea concluida, ya "ue no haba m-s

    tesoros "ue encerrar, se introdujo ma! y otros

    vveres, y los dueos, con sus armas v municiones,

    entraron en el edificio, cerraron con dobles cerrojos

    y con fuertes trancas las puertas, y esperaron al

    enemigo.

    Este no se hi!o aguardar. En cuanto al pueblo, no era

    difcil pensar lo "ue hara, tanto m-s cuanto "ue

    tambi#n tena un caudillo esfor!ado "ue lo guiara.

    Este era un muchachillo de poco m-s de B9 aos,

    pelo rubio, ojos a!ules y fisonoma inteligente y

    picaresca. %aba sido pen en las minas, y despu#s

    barretero; posea, como toda esta gente ocupada en

    recios y peligrosos trabajos, un grado de valor y de

    audacia casi prodigiosos. uego "ue el cura %idalgo

    se apro5im a 4uanajuato, el atrevido muchacho

    sali a reconocer la clase y n3mero de gente de "ue

    se compona el ej#rcito invasor, y con a"uel instinto

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    natural "ue muchas veces e5cede a los c-lculos de la

    ciencia y de la poltica, pens "ue el negocio iba a

    ser funesto a los guanajuatenses. En consecuencia,

    el muchacho se dirigi a ellado, all tom una tea, y

    descendiendo r-pidamente por a"uellas lbregas

    cavernas, comen! a gritar Cafuera, muchachos; ya

    tenemos independencia y libertad. os barreteros

    no comprendan absolutamente el sentido de estas

    palabras; mas el muchacho les aadi/ C"ue una ve!

    entrado el cura %idalgo, como de facto entrara

    vencedor en 4uanajuato, los tesoros encerrados en

    4ranaditas seran del pueblo. &esde a"uel momento

    no hubo m-s "ue una vo!/ afuera, muchachos/ -

    4ranaditas.

    8"uellos hombres, ya preparados a la furia y a la

    matan!a abandonaron sus trabajos, desoyeron la vo!

    de los capataces y salieron de las minas vociferando

    palabras de muerte y de e5terminio. 8lgunas

    bandadas de hombres se dirigieron al cerro del

    7uarto, al de +an iguel y a diversas alturas, y otros

    se desparramaron por las calles de 4uanajuato y

    cercanas de 4ranaditas, formando grupos

    silenciosos y afectando una especie de indiferencia

    fra y terrible. *iao, "ue haba contado con el au5ilio

    de la plebe, mir con pavor estas masas de gentes

    "ue lo amena!aban con su silencio, y se convenci

    "ue no tena ya "ue esperar m-s au5ilio "ue el de

    &ios.

    El B: se presentaron como comisionados de %idalgo

    el coronel 7amargo y el teniente coronel 8basolo. En

    la trinchera de la calle de Fel#n fueron detenidos, v

    habiendo manifestado el primero "ue deseaba entraral fuerte y hablar verbalmente a *iao, se le

    vendaron los ojos y en esta forma se le condujo

    hasta la sala, donde reunida una especie de junta de

    guerra, se discuta lo "ue sera conveniente resolver.

    8basolo no "uiso aguardar, y s e retir al campo

    insurgente.

    G $Est-is en disposicin de hablar, seor coronel'

    dijo *iao - 7amargo con vo! afable y serena; decid

    el objeto de vuestra comisin. 7amargo sac un

    pliego cerrado, y sin contestar palabra lo entreg a

    *iao; #ste lo abri, lo recorri r-pidamente con la

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    vista, y luego, volvi#ndose a los "ue componan la

    junta les dijo/

    GEl cura %idalgo me manifiesta "ue habi#ndose

    pronunciado por la libertad, un numeroso pueblo lo

    sigue Un rumor sordo circul entre los circunstantes/

    *iao, "ue lo advirti, prosigui con calma/

    G%idalgo "uiere evitar la efusin de sangre, y nos

    amonesta para "ue nos rindamos; garanti!ando

    nuestras vidas y propiedades/ leed/

    El oficio se ley en vo! alta por un individuo; un

    silencio profundo sucedi; ni el aleteo de una mosca

    se escuchaba, y si acaso slo se oa el tenue ruido

    "ue provena del latido del cora!n de a"uellos

    hombres cuyos rostros lvidos y descompuestos,

    cuyas miradas tristes y descarriadas anunciaban "ue

    estaban posedos de espanto y de pavor.

    *iao, "ue not estos sentimientos, continu con

    vo! tan tran"uila y dulce como si estuviera en una

    conversacin familiar/

    Gi deber como magistrado me ha obligado a tomar

    algunas medidas de defensa; pero esto no "uiere

    decir "ue Udes. deban sacrificarse a mis ideas, a mis

    caprichos. El ej#rcito de %idalgo puede ser muy

    numeroso; traer- sin duda artillera, y en este caso la

    resistencia es in3til, y pereceremos

    GEs verdad, dijeron dos o tres voces.

    GEn ese caso vale m-s rendirse "ue no hacer una

    necia resistencia %ubo un silencio de algunos

    instantes, durante los cuales *iao y 7amargo

    cambiaron una mirada de alegra, hasta "ue una vo!

    ronca y firme grit/

    Go, nada de capitulacin, nada/ vencer o morir.

    G+, vencer o morir, clamaron tambi#n los dem-s,

    anim-ndose s3bitamente)

    G $7on"ue est-is decididos' pregunt *iao

    tristemente)

    G+, enteramente

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    GEntonces, como espaol y como jefe, ver#is "ue

    s# cumplir con mi deber. Una ve! "ue s# vuestra

    opinin, no tendr#is "ue "uejaros de m. 8l decir esto

    sentse en una mesa y escribi la contestacin

    negativa, y levant-ndose la dio al coronel 7amargo.

    +in "ue una sola faccin de su rostro se alterara; sin

    "ue su vo! perdiera ni su firme!a ni su dul!ura, sin

    "ue una sola de sus miradas pudiese revelar lo "ue

    pasaba dentro de a"uel hombre "ue vea ya el

    sacrificio muy cercano.

    G $o habr- ya medio de allanar estas cosas

    mejor' dijo 7amargo.

    Ginguno/ esta gente no vuelve atr-s, y yo no

    puedo tampoco hacerles m-s instancias/ diran "ue

    soy un cobarde. 7amargo fue llamado a almor!ar en

    compaa de (riarte y de algunos otros espaoles;

    cuando hubo concluido se dirigi a *iao/

    G7on"ue por fin)

    GEst- ya dada la respuesta, le dijo *iao; pero

    aadid a %idalgo, "ue a pesar de la desgraciada

    posicin en "ue nos encontramos, por la diferencia

    de nuestras opiniones, le agrade!co en mi cora!n

    su amistad, y acaso aceptar# m-s tarde su

    proteccin y asilo. 7amargo y *iao se estrecharon

    la mano; despu#s vendaron los ojos al primero y lo

    condujeron as hasta afuera de la trinchera.

    G8hora, dijo *iao con vo! de trueno y mirando "ue

    todos permanecan en la inaccin, es menester

    defenderse; y pues no hay otro remedio, morir como

    buenos espaoles. Inmediatamente dio sus

    disposiciones y form a toda la tropa disciplinada enla pla!oleta de la 8lhndiga; a los "ue tenan mejores

    armas los coloc en las troneras del edificio, y otra

    porcin la destin a la noria y a!otea de la hacienda

    de &olores "ue se comunicaba con 4ranaditas y

    dominaba la cal!ada.

    En cuanto al ej#rcito insurgente, luego "ue lleg

    7amargo con la contestacin negativa, un solo grito

    se dej or, y fue el de Cmueran los gachupines, y

    a"uella masa enorme de hombres armados con

    picas, palos y machetes comen! a moverse. Era una

    larga serpiente la "ue retorci#ndose por los cerros y

    por el camino se diriga a 4ranaditas. 8 la una del da

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    ya la multitud haba ocupado todas las alturas "ue

    dominan a 4uanajuato, y los sitiados podan or los

    gritos de furor "ue de ve! en cuando lan!aban los

    enemigos, y ver las banderolas a!ules, amarillas y

    encarnadas formadas con mascadas, y "ue eran los

    estandartes a cuyo rededor .se agrupaba todo el

    populacho. os espaoles de la hacienda de &olores

    dispararon algunos tiros y mataron a tres indios.

    Esta sangre fue como la chispa "ue necesitaba esta

    inmensa cantidad de combustible. Un clamor

    tremendo se escuch, "ue fue reproduci#ndose

    desde las cercanas del fuerte hasta la vanguardia de

    los insurgentes, y una lluvia de piedras cay

    inmediatamente sobre los sitiados.

    El ej#rcito se dividi en dos tro!os/ uno de ellos se

    dirigi al cerro del 7uarto y a las a!oteas y alturas

    vecinas, y otro al cerro de +an iguel. os grupos de

    barreteros "ue haban aguardado inmviles y

    silenciosos el principio de este sangriento festn, se

    levantaron como impulsados por una m-"uina, y

    corrieron a reunirse con los insurgentes y a hacer

    altsimas trincheras de piedras. Un tro!o de

    caballera se dirigi a las prisiones, puso a los

    criminales en libertad, y recorriendo las calles,

    rompiendo puertas y arrollando cuanto encontraba a

    su paso, volvi finalmente, aumentado con mucha

    plebe, al lugar del combate. 8 las dos ele la tarde

    todo el pueblo de 4uanajuato se haba hecho

    insurgente/ los 3nicos realistas eran los "ue estaban

    en la 8lhndiga. En cuanto a las gentes temerosas y

    pacficas, se haban encerrado en sus casas,

    asegurando las puertas con los colchones y trastos,

    y esperaban, con la agona en el cora!n, el

    desenlace de este horrible drama.

    =uede asegurarse "ue desde la con"uista hasta hoy,

    el 3nico movimiento verdaderamente popular "ue ha

    habido en #5ico, es el de 4uanajuato. 1uiero "ue

    por un momento el lector se figure colocado en un

    punto dominante de 4uanajuato, y traslad-ndose con

    la imaginacin al momento en "ue estos sucesos

    pasaban, contemple a"uellas masas enormes de

    gente, gritando furiosas, conmovi#ndose agitadas

    como las olas de un mar tempestuoso, cayendo en

    un profundo y moment-neo silencio, para tronar

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    despu#s de la e5plosin de las armas de fuego "ue

    disparaban los enemigos, como las nubes "ue con el

    contacto el#ctrico revientan lan!ando mil rayos)

    En efecto, a"uellas montaas se movan, a"uellos

    edificios tenan vo!, de a"uellas profundas grutas

    salan aullidos horribles, a"uellas cal!adas parecan

    agitarse, levantarse y estrellarse contra el punto

    defendido por los espaoles. Eran los elementos,

    eran las materias inertes las "ue se animaban; eran

    los peascos los "ue pretendan lan!arse solos en elaire y caer sobre los enemigos. 7ual"uiera "ue a

    sangre fra hubiera visto estas escenas, habrase

    credo presa de un v#rtigo, al contemplar una visin

    "ue tena mucho de sobrenatural y de fant-stico 8 las

    dos de la tarde el ata"ue estaba en toda su fuer!a/

    las descargas de piedras no cesaban y

    continuamente se vea en el aire una nube de

    pe"ueos peascos "ue caa en la a!otea de

    4ranaditas, como si los cerros hubieran estado

    haciendo una erupcin. En cuanto a los sitiados, no

    reciban mucho dao fsico, por estar a cubierto en

    las troneras y bardas. &e tiempo en tiempo se

    suspenda instant-neamente la lucha, y sitiados y

    sitiadores guardaban un silencio profundo/ un casco

    de fierro de a!ogue henda los aires y caa sobre la

    multitud, "ue se apartaba, se postraba en tierra;

    despu#s, cuando el frasco relleno de plvora

    reventaba y haca un estrago espantoso, rompiendo

    el cr-neo y los bra!os y piernas de los desgraciados

    "ue estaban cerca, a"uella masa infinita se oprima,

    se lan!aba hasta las trincheras, arrojando alaridos de

    vengan!a. En estos momentos, los espaoles,

    aterrori!ados, no tenan fuer!a ni para mover el

    gatillo de sus fusiles. 8 poco, el ruidoso estruendo de

    la fusilera, los gritos y alga!ara se aumentaban de

    una manera tal, "ue se oa en todo 4uanajuato.

    *iao, entretanto, con la serenidad y sangre fra "ue

    le caracteri!aban, recorra los puntos de mayor

    peligro, animaba a los defensores del fuerte, y haca

    escuchar su vo! de trueno para dar sus

    disposiciones/ su valor lleg al grado "ue, habiendo

    visto "ue un centinela haba abandonado el puesto y

    dejado el fusil, lo tom y comen! a hacer fuego. 8ll

    termin la e5istencia de este leal espaol/ una bala

  • 7/24/2019 Allende, El libro Rojo

    13/18

    certera le atraves la frente, y cay moribundo y

    cubierto de sangre.

    El cuerpo de *iao fue conducido al interior del

    fuerte, y retir-ndose tambi#n la tropa situada en la

    pla!oleta, cerraron la puerta y la atrincheraron cuanto

    fue posible. El hijo de *iao estaba en el fuerte.

    uego "ue vio el cuerpo de su padre desfigurado y

    cubierto de sangre, se arroj a abra!arlo, lo reg con

    sus l-grimas y e5hal las m-s dolorosas "uejas, y

    luego, acometido de un furor inaudito, "uisoe5primirse una pistola en el cr-neo.

    G $1u# hac#is' le dijo uno/ vale m-s "ue antes de

    morir vengu#is a vuestro padre. 7erca est-n los

    enemigos; id, la sangre y la matan!a calmar-n

    vuestro dolor.

    G&ecs bien, decs bien, contest soltando la arma/

    necesito sangre, necesito vengan!a. 8l acabar estas

    palabras se dirigi a la a!otea, desde donde

    continuamente arrojaba frascos de a!ogue llenos de

    plvora.

    El generalsimo %idalgo miraba pasmado esta

    conmocin horrible del pueblo, en "ue todas las

    pasiones hervan, ardientes # imponentes en los

    cora!ones, y conoca "ue no podan concluirse estas

    escenas sino con la toma del fuerte; as, dirigi#ndose

    al leperillo vivaracho de "ue se ha hablado al

    principio, le dijo/

    G+era bueno "uemar la puerta de la 8lhndiga,

    =pila.

    G@a se ve "ue s, contest el muchacho, dejando

    asomar una sonrisa en sus labios. G=ues la patria

    necesita de tu valor =pila)

    +in contestar una palabra, tom una gran losa, y

    poni#ndola en sus espaldas cogi una tea en las

    manos, y as se fue acercando a la puerta. os

    espectadores contuvieron el resuello, y todos los

    ojos se fijaron en el atrevido muchacho. En cuanto a

    los del fuerte, hicieron caer una lluvia de balas sobre

    =pila; pero todas se estrellaban en la losa, de suerte

    "ue lleg a la puerta y arrim la tea.

  • 7/24/2019 Allende, El libro Rojo

    14/18

    En este momento una bandera blanca floto en lo alto

    de las almenas, y varias voces gritaron/ Cse han

    rendido; pa!, pa!; pero algunos de los "ue

    guarnecan la hacienda de &olores, ignorando esto

    hicieron fuego. Entonces un grito terrible de Ctraicin

    se hi!o or, y los insurgentes se agolparon a la

    puerta, "ue ya incendiada, no tard en arder y caer a

    peda!os.

    =or en medio de las llamas y de los escombros se

    precipit el pueblo con puales y hachas en la mano,y derram-ndose por patios, escaleras y salones,

    comen! a ejecutar una horrible matan!a. Unos se

    defendan obstinadamente; otros, abra!ados de las

    rodillas de algunos sacerdotes, pedan a &ios

    misericordia y sucumban traspasados a pualadas.

    os "ue guarnecan la hacienda de &olores, viendo

    "ue los enemigos haban destruido un puente de

    madera de la puerta falsa, se replegaron a la noria, y

    all se defendieron desesperadamente; pero

    acosados y oprimidos por la multitud, tuvieron "ue

    sucumbir, arroj-ndose muchos en el po!o.

    8 las cinco de la tarde un ro de sangre corra por las

    escaleras y patios de 4ranaditas, y uno "ue otro

    haba escapado ocult-ndose debajo de los

    cad-veres. En cuanto a las ri"ue!as "ue haba

    encerradas, f-cil es concebir lo "ue sucedera con

    ellas. En una hora desapareci el inmenso caudal

    aglomerado durante muchos aos por los

    propietarios de 4uanajuato.

    En la noche, toda esta multitud fren#tica se

    desband por las calles "ue recorra con teas ypuales en la mano, sa"ueando las casas, sacando

    de las tiendas los barriles de licores y entreg-ndose

    a todo g#nero de e5cesos.

    %idalgo y 8llende tuvieron mucho trabajo para

    contener estos desrdenes con "ue se anunci la

    Independencia ele #5ico. 7omo si el pueblo en

    a"uella ve! hubiera tenido presentes los tiempos

    primeros de la con"uista, la matan!a de +antiago y el

    asesinato de 7uauht#moc, se vengaba de una

    manera inaudita.

  • 7/24/2019 Allende, El libro Rojo

    15/18

    >I

    %idalgo y 8llende, despu#s de permanecer en

    4uanajuato algunos das, salieron para >alladolid y

    se posesionaron de la ciudad sin dificultad ninguna.

    8ll aumentaron y organi!aron su tropa tanto como

    fue posible, y en el mes de Hctubre todo ese grande

    ej#rcito independiente, "ue en su mayor parte se

    compona de indgenas mal armados, se dirigi a la

    capital tomando el rumbo de aravato, la 6ordana,

    I5tlahuaca y (oluca.

    En #5ico reinaba no slo la consternacin sino el

    terror. El virrey >enegas crey en su 3ltima hora;

    pero haciendo un esfuer!o, logr reunir una divisin

    de tres mil hombres "ue puso al mando de &.

    (orcuato (rujillo, el "ue sali al encuentro de los

    insurgentes; pero su n3mero slo le agobiaba, y a

    medida "ue %idalgo avan!aba, el jefe espaol

    retroceda, hasta "ue en el monte de las 7ruces tom

    posiciones "ue la naturale!a haca ine5pugnables, y

    se resolvi a esperar.

  • 7/24/2019 Allende, El libro Rojo

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    llegaban hasta cierta distancia, y all eran

    desbaratadas por la metralla. En el instante, sin

    calcular el peligro ni los obst-culos, dice a los "ue le

    rodean/

    GCEs menester "uitar esas pie!as, y la batalla ser-

    nuestra/ seguidme/ &esata el la!o "ue llevaba en la

    grupa, pone las espuelas a su caballo, y seguido de

    algunos rancheros corre sobre a"uel horno de fuego

    "ue cubra la verdura d# los -rboles. +e oye una

    detonacin "ue reproducen los ecos de lasmontaas, y el intr#pido caballero y los "ue le

    seguan "uedan envueltos en una nube roji!a de

    humo. 0(odo se ha perdido2

    >II

    C 0>iva #5ico2 grita 8llende "ue haba escapado de

    la metralla; y de un salto llega a donde est-n las

    pie!as, les tira el la!o, y lo mismo hacen los

    rancheros; amarran a la cabe!a de la silla, ponen la

    espuela a los caballos y se llevan la artillera, dejando

    a los soldados espaoles atnitos, con la mecha, el

    estopn y las balas en la mano. a batalla se gana

    completamente; todos los oficiales y soldados

    espaoles "uedan tendidos en el campo, y (rujillo,

    merced a su caballo, se escapa y se presenta como

    una fantasma sangrienta a anunciar la cat-strofe al

    virrey. 8llende da la orden de marchar

    inmediatamente a la capital; %idalgo se opone, los

    dos caudillos se disgustan, y el ej#rcito victorioso se

    retira en desorden, en las mismas puertas de #5ico.

    Era necesario nueva sangre y nuevas victorias para

    "ue se consumara la obra y el sacrificio de los

    caudillos, para "ue "uedase santificada con su

    propia sangre. as naciones necesitan su bautismo

    antes de recibir su nombre social. El ej#rcito se retir

    y fue - estrellarse en una desgracia, 8c3leo, y a

    desbaratarse en una fatalidad, 7aldern.

    os dos caudillos disgustados, por"ue la desgracia

    hace a los hombres injustos y enemigos, lucharon

    algunos das m-s. 8llende fue todava favorecido por

    la victoria derrotando en el =uerto del 7arnero al

    comandante espaol; pero la desorgani!acin haba

    ya destruido la fuer!a de los independientes. El

  • 7/24/2019 Allende, El libro Rojo

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    hurac-n "ue comen! a soplar en &olores y se

    desat terrible en 4uanajuato y las 7ruces,

    comen!aba a perder su fuer!a. os jefes resolvieron,

    con los restos del ej#rcito y el dinero "ue pudieron

    reunir, marchar - los Estados Unidos, y all

    disciplinar sus tropas, disponer la campaa y volver

    de nuevo - recoger seguros laureles, terminando la

    obra difcil "ue haban comen!ado. o "ue llamamos

    suerte, y "ue no son m-s "ue los acontecimientos

    negros y desconocidos "ue vienen de un caos

    profundo, dispuso las cosas de otra manera.

    >III

    %emos comen!ado nuestra historia en el pe"ueo

    vergel de +an iguel, "ue despu#s tom el nombre

    de 8llende, y vamos a terminarla al cabo de seis

    meses en un lugar triste, solitario y desierto. En

    8catitla de Faj-n. os independientes caminaban

    lentamente en direccin a la frontera del orte.

    levaban cerca de medio milln de pesos en dinero y

    plata labrada, recuas de muas con e"uipajes,

    catorce coches, veinticuatro caones y cosa de

    ochocientos hombres repartidos en una grande

    e5tensin de terreno, escoltando las cargas y los

    carruajes. ing3n antecedente tenan de "ue seran

    atacados, y antes crean "ue seran escoltados por

    tropas insurgentes hasta onclova.

    El capit-n espaol, Ignacio Eli!ondo, con ?

    hombres form una emboscada con tan buen

    c-lculo, "ue fueron sucesivamente cayendo en su

    poder cuantos componan la comitiva.

    8llende, su hijo, 8rias y 6im#ne!, iban en un coche.

  • 7/24/2019 Allende, El libro Rojo

    18/18

    carruaje; la tropa se ech encima con espada en

    mano, y los "ue "uedaron vivos fueron maniatados y

    entregados a la rigurosa custodia de un oficial. 8s

    "ue Eli!ondo termin la captura de toda la comitiva,

    se encamin con ella a onclova.

    &e este lugar se condujeron los presos a 7hihuahua,

    y all fueron ju!gados y fusilados. +e cortaron las

    cabe!as de %idalgo, 8llende, 8ldama y 6im#ne!, y

    conducidas a 4uanajuato fueron colocadas en unas

    jaulas de fierro en los -ngulos del sangriento castillo

    de 4ranaditas.

    Manuel Payno.