allende y la izquierda desvariada

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ALLENDE Y LAIZQUIERDA DESVARIADA DarcyRibeiro. Cienttfico socialypoltticobrasilefro. Escribo sobre un hombre bravo.Un héroe-mârtir mâs quela historianosbrinda cuando lo que hubiéramos querido era tenerlo con nosotros en las luchas por conquistar la condi- ci6n depueblos autdnomos queexistan para sl mismos y vi- van segrin su propio proyecto. Escribosobre un estadista. El mâs lûcido con quien convivl y.el m6s combativo, que deja como legado para nuestra reflexiônla experiencia revolucionaria mâs temera- ria, generosa y avaruadade nuesEo tiempo:edificar el so' cialismoen democracia, pluralismo y libertad. Escribosobre la muert€ de un amigoqueridisimo que amaba la vida, perosabfa y sentfa que sdlovale la pena vi- virla en dignidady si ella es dedicada a una causa social- mentÊ generosa Escribo, de hecho para meditar sobreeste riltimo y asomboros episodio dela hisoria latinoamericana: el asesi- nalo de un presidente en el augede su prestgio popular, aunque también bajo lamâs extemadaodiosidad delospri- vilegiados. Yo lo veocon sus cuarenta compafreros, armas en ma- LaOpini6n Cultural, Buenos Aies,20-l-1974. nos,tirandoparadefender, ya no al palaciode 13 Moneda bombardeado y en llamas, sino la dignidad del pueblochi. leno y la coherencia desu liderazgo revolucionario' Oigosu ûltima proclama como si estuviera alli a sulado: "Asi se es- cribelaprimerapâgina dees[a historia. Mi pueblo y Améri- caescribiri{n el resto". Escribo perplejo y apasionado' 4Cômo no emocionar- se frcntea los cuadros de esta tragedia? El compaflero pre- si<Je nte, primero abatido porbalazbs enel estdmago y enel pecho, después acribillado. lCdmo no espantane anteel tttimo homenaje de los compafieros que sientan a Allende muerto en la sillapresidencial,le ponen la banda simbdlica desumando constitucional y lo envuelven enla bandera pa- tria para volver, en seguida, al combaæ sin esperanza? lCdmo no reconstruir, con espanto, la marcha frinebre em- prendida en secreto, con la familia andando bajo la mira de lusiles,detrâs de un féretrosellado para esconder el crimen hediondo? Pero no escribo paralamentar' Lo hagobuscando ser digno deAllende, para daraquimi visiônde nuestros errc' reI, los de las izquierdas, quepermitieron al imperialismo esta nueva victoria sobre nosotros. Mi preocupaciôn escla- 24f.l Archivos Salvador Allende 1

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ALLENDE Y LAIZQUIERDA DESVARIADA

Darcy Ribeiro. Cienttfico socialy polttico brasilefro.

Escribo sobre un hombre bravo.Un héroe-mârtir mâs que lahistoria nos brinda cuando lo que hubiéramos querido eratenerlo con nosotros en las luchas por conquistar la condi-ci6n de pueblos autdnomos que existan para sl mismos y vi-van segrin su propio proyecto.

Escribo sobre un estadista. El mâs lûcido con quienconvivl y.el m6s combativo, que deja como legado paranuestra reflexiôn la experiencia revolucionaria mâs temera-ria, generosa y avaruadade nuesEo tiempo: edificar el so'cialismo en democracia, pluralismo y libertad.

Escribo sobre la muert€ de un amigo queridisimo queamaba la vida, pero sabfa y sentfa que sdlo vale la pena vi-virla en dignidad y si ella es dedicada a una causa social-mentÊ generosa

Escribo, de hecho para meditar sobre este riltimo yasomboros episodio de la hisoria latinoamericana: el asesi-nalo de un presidente en el auge de su prestgio popular,aunque también bajo lamâs extemadaodiosidad de lospri-vilegiados.

Yo lo veo con sus cuarenta compafreros, armas en ma-

La Opini6n Cultural, Buenos Aies, 20-l-1974.

nos, tirando para defender, ya no al palacio de 13 Monedabombardeado y en llamas, sino la dignidad del pueblo chi.leno y la coherencia de su liderazgo revolucionario' Oigo suûltima proclama como si estuviera alli a su lado: "Asi se es-cribe laprimera pâgina de es[a historia. Mi pueblo y Améri-ca escribiri{n el resto".

Escribo perplejo y apasionado' 4Cômo no emocionar-se frcnte a los cuadros de esta tragedia? El compaflero pre-si<Je nte, primero abatido por balazbs en el estdmago y en elpecho, después acribillado. lCdmo no espantane ante eltttimo homenaje de los compafieros que sientan a Allendemuerto en la silla presidencial,le ponen la banda simbdlicade su mando constitucional y lo envuelven en la bandera pa-tria para volver, en seguida, al combaæ sin esperanza?

lCdmo no reconstruir, con espanto, la marcha frinebre em-prendida en secreto, con la familia andando bajo la mira delusiles, detrâs de un féretro sellado para esconder el crimenhediondo?

Pero no escribo para lamentar' Lo hago buscando serdigno de Allende, para dar aqui mi visiôn de nuestros errc'reI, los de las izquierdas, que permitieron al imperialismoesta nueva victoria sobre nosotros. Mi preocupaciôn es cla-

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mar conra nuevos erores fatales que estrechen mâs aûn es-ta Nuestra América, cadaYez menos nuesFa.

Por todas estas razones que nadie espere de mf un anâli-sis frio ni conæmplaciones, con quien quiera que sea. Yo,como todos los latirroamericanos que de hecho lo son, estoyimpactado hasta la ttima fibra por la ragedia chilena; porla visidn de los compafleros que fueron y siguen siendo ma-sacrados; por la imagen del pueblo chileno aconalado y sometido a un horrible gorilaje

Un estadista pionero

Conocf a Salvador Allende en 1964, cuando él nos fue a vi-sitar, a Goulart y a sus ex ministros exiliados en el Uruguayy me acordaré siempre de las largas conversacicnes que tu-vimos. Recuerdo sobre todo el encantamiento que produjoen mi ---entonces un provinciano brasileflo que sôlo des-pués aprenderia a ser latinoamericano- la lucidez y la pa-si6n con que él analizaba y evaluaba nuestro fracaso: "escomo una inmensa montana que se hunde dejândonos unhueco enorme, insustituible". Por sus palabras percibi mâsclaramente las dimensiones continentales y mundiales denuestro fracaso y su terrible impacto sobre la lucha de libe-raciôn de América latina.

l,o vf después muchas veces, principalmenæ cuandopasé a vivir en Chile, meses antes de que él asumiera la Pre-sidencia. Fui por casi dos aflos, con Joan Garcez, uno de suscolaboradores, que estudiaba con él la situacidn politica,analizaba las altemativas de accidn y le preparaba notas ins-piradas en su pensamiento. Sali de Chile hace un aflo -lla-mado para las tarcas que me ocupan en Peni- pero cadauna de las veces que volvf para visitarlo, él me hizo sentir

generosamente su aprecio. Ilablâbamos durante horas que'eran de enseflanza para m( y de viva percepcidn de la luci-dez de Allende estadista que, frente a una ruta pionera, abrfasu camino, con tino, osadia y coraje.

Mi sendmiento fue siempre -y lo es mâs arin ahora-el de que Allende, en el plâno ideoldgico, era un hombre so-lo, sin ayuda, incomprendido. Los mismos chilenos mâscercanos a él se sorprendian cada dia con la grandeza delhombre que los incitaba y comandaba. No les era fâcil sus-tituir la imagen ingenua del viejo parlamentario, demasia-rlas veces candidato a la presidencia, por la figura de es-tadistâ que en él reconocia ahora, sorprendidos, a vecesdudosos. Mâs dificil todavûa era para muchos aceptar el !i-derazgo de un estadista, dentro de un proceso politico dado,cuando lo que en realidad aspiraban erâ a un comandantedentro de un grupo de accidn directa.

Aquel hombre solo, encabezaba, diseflaba y dirigia elproceso politico mâs generoso y complejo del mundo mo-derno, elevando a Chile a alnras incomparables de creaû-vidad tedrica y a osadfas impensables de repensar todo loque las izquierdas tenian como dogmas. Su tarea era nâdamenos que abrir una rula nueva, evolutiva al socialismo.Una tarea sdlo comparable a la de Lenin cuando hostigan-do a su viejo amigo Kautzky, reivindicaba el derecho y eldeber de intentâr la edificacidn del socialismo en la Rusiaatrasada, en lugar de esperar la tantas veces anunciada re-volucidn alemana o inglesa.

Esta revolucidn que jamâs ocurri6, pero parecfa corres-ponder mejor a las previsiones de Marx de un socialismomaduro que superaria y rascenderia un capitalismo plena-mente desarrollado. La revoluciôn concretâ, viable, pensa-ban Lenin y Trotsky, era aquella la de la Rusia del atraso, enla cual el socialismo ser(a llamado a promover el desarrolloque el capitalismo era incapaz de lograr, para crear alli las

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bases de expansidn de la revoluciôn mundial. Y asi fue. Sinla URSS, ef milenio hitlerista de la burguesîa alemana en elumbral de la desesperaciôn, habria degradado lo humanohasta el lirnite ûltimo de la iniquidad.

Allende, por un vuelco en la historia, tuvo que revivirel mismo destino pionero, llamado a concebir y a concrebrla segunda via al socialismo. Aquella que hubiea debidoocurrir en Francia o Italia con sus enorrnes' flojos y conni-vientes partidos de izquierda, pero se abria en Chile del cobre cautivo.

Tratnpa de la historia

Para esta gigantesca tarea politico-ideolôgica, Allende esta-ba solo. Para unos, los ortodoxos, la via chilena era una es-pecie de trampa de la historia que ponia en riesgo conquis-ias y seguridades durantemente logradas en décadas deluctras. À p"* de esto, fueron los que mejor comprendie-ron el proèeso en su especificidad y los que mâs ayudaronarcahzar sus potencialidades, como areconocer sus limita-ciones. Pero eito es decir muy poco cuando, en realidad, loscomunistas chilenos fueron el rinico apoyo sdlidos y segu-ro con que contô Allende en sus tres aflos de lucha'

Para otros, los desvariados, no existia ninguna via chi-lena. En la ceguera de sus ojos, tâpados por esquemas for-malistas y el sectarismo de su disposicidn univoca hacia unvoluntarismo, tan heroico cuando ineTtçaz, sdlo querfanconvertir a Chile en Cuba, concebida como ûnico modeloposible de accidn revolucionaria. Ademâs de visiblementeinaplicable a las circusntacias chilenas, el modelo que te-nian en mente no era mâs que una mala lectura teôrica de laexperiencia cubana. Inaplicable en cualquier pafle, porquesdio vefan en ella la acciôn armada, cerrando la percepci6na toda la compleja coyuntura politica denro de la cual la ac-ci6n guenillera tuvo lugar y eficacia'

Alienados por su visiôn paranoica, negaron de hechosu concurso al procesoque Allende comandaba y le crearonsus primeros grzlves problemas intemos. A cierta altura, ensu oportunismo por actual a cualquier costo profundizandoel pioceso, se convirtieron en provocadores. Teniendo unalinea de accidn mâs bien etnoldgica que politica, se hicie-ron agitadores eficaces de los seculares reclamos de losindigenas Mapuche, conduciéndolos a invasiones antes deque la Reforma Agraria en curso atendiera a sus reivindica-iiones. Mâs tarde, con la misma postura alucianada, pasa-ron a agitar a los pobladores, creando crecientes âreas de ro-ce con la legalidad, cuya defensa era la condicidn misma dellevar adelante, con éxiûo, el proceso chileno, en una coyun-tura de dualidad de Poder.

Su alucinaciôn, comûn a tantos grupos ultriztas de to.das paræs, sdlo es comparable a la alieneaciôn religiosa dela que hablan los clâsicos. Asi como ésta impide ver el mun-do ieal -porque sdlo tiene ojos para ver demonios y santosen acciôn sobre los hombres- el desvario ulrizta es tam-bién una alienaciôn que imposibilita ver la realidad porqueinterpone, entre ella y el observador, dogmas y esquemaslhmàdos marxistas pero que desesperarhn a Marx si él tu-viera que escucharlos.

Lns socialistas, miembros de un partido electoralist'a,vivfan del antiguo, renovado y creciente prestigio popularde Allende. Pero, vacios de una ideologia propia, pasaron afuncionar, por un lado, como una caja de resonancia de los

desvariados, creando con su radicalismo verbal y su infle-xibilidad riâcttca,los mayores obstâculos a la conduccidnpolitica. De hecho, la mayoria de sus fracciones actud mâs

Li"n en conEa de Allende -a navés de denuncias descabe-lladas, de exigencias infantiles y de propuestas provocati-vas- que en confia del enemigo, jamâs reconociendo y

ajustr{nâose alcarâcter gradualista del proceso chileno y asus requerimientos espec{ficos de eficacia. Por otro lado en-r"gaôs a disputas estériles con los comunistas, pusieronenéso mâs enérgias que en la lucha concreta contra el ene-migo comrin. Ultriztas y socialistas parecian mancomuna-doJ para negar a Allende, por sectarismo- y ceguera, todanexiUitiOaO tractica que hubiera abierto los horizontes de ac-ciôn polftca indispensables para hacer frente. a la contrarre-voluôidn y a la sedicidn militar. Asf, sus acciones, en lugarde frenar una escalada que sdlo servia al enemigo desespe-rado, forzaba su intensificacidn en las âreas y sectores mâsinadecuados, facilitando la actividad conEanevolucionariaque progresaba en todos los campos y la sedicidn milita queÂtt"nOJUus"aba frustrar con apoyo de los oficiales fieles alorden constitucional.

Ins izquierdas alienadas

Lo mâs doloroso de mi experiencia chilena fue ver la sole-dad de Allende. iDdnde estaban, entre tantos tedricos, losefectivamente capaces de ayudarlo a definir los requisitosespecificos de explotaciôn de la via chilena? trDdnde esta-bù, enre mntos marxdlogos y politicdlogos, tan hablado-res, los de hecho capacitados a diagnosticar los problemasconcretos y a formular soluciones asequibles? 1Dônde en-tre tantos izquierdistas facciosos, los cuadros indispensa-bles para llevar a la prâctica, en las bases, las palabras de or-den de Allende?

Lo mâs doloroso fue ver los mejores revolucionarios,por su disposicidn generosa de enFegar sus higados a lasLalar en aètos de vôluntarismo heroico, negase a poner elhombre al proceso concreto que diariamente Allende lleva-ba adelante.

Lo que vi fueron los mejores ædricos -porqug habianleido mâs esa tonterfa exegéûca que se autodenomina mar-xismo- deambulando por Chile como si estuvieran en laluna, incapaces de percibir y entender el proceso revolucio-nario que ænian delante suyo porque a sus ojos ciegostratébaie de un mero reformismo, unos y otros exorcizabanmâs que combatian, en actos mâs simbôlicos que concretosy se alimenlaban reciprocamente con su palabreria. Pero dehecho se negaban a las tareas de la historia concreta queprotagonizaban a su pesar, suspirando por ula revoluciônde quimera que algûn diacaetia sobre sus cabezas.

Es cierto que hubo muchas excepciones' Aquellos que,a paflk de su experiencia libresca pero trascendiéndola seentregaron a la lucha unitaria' Aellos, a su capacidad politi-ca, se debe el vigor extaordinario que el proceso chilenollegô a alcar:zæ. Por un lado, en la forma de un gigantescomJvimiento de masas que por largo tiempo enfrentd y pa-ralizd las maniobras fascistas. Por otra, en la forma de lu-chas de clases llevadas a un nivel sin precedentes que, bajocondiciones adversas, ganaron para la Unidad Popular elapoyo de la mayorfa de la poblacidn, oponiendo crudamen-tê eipueblo a las capas privilegiadas e imposibilitando que'las huelgas pol(ticas paralizasen la industria.

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Lo que se veia en conjunto, sin embargo, era a Allendehostigado por las izquierdas alienadas, luchando conEa unaderecha que, sintiéndose herida de muerte, alcanzÔ una lu-cidez deseperada por saber que no podria sobrevir a dosafios mâs de gobierno de la Unidad Popular y se dispuso ahacerlo todo para derrocar a Allende.

l,as izquierdas desvariadas jam6s evaluaron esta situa-ci6n. Por eso debemos reconocer que su radicalidad no sefundaba siquiera en los esquemas inspirados en textos refe-rentes a los momentos mâs râlgidos de la lucha revoluciona-ria. Ningûn revolucionario consciente provocaria a la dere-cha buscando radicalizar un proceso politico sin haberpreparado previamente a los rabajadores y al pueblo paraconducirlos, en una convulsiôn social generalizada, al en-frentamiento con la reaccidn, con posbilidades de victoria.

En efecto, la radicalizaciôn ultrizta de la izquierda, su-mada al terrorismo de derecha, confluyeron en beneficio deuna conEarrevoluciôn orquestada por un comando unitariodesde el punto de vista polftico y militar y conducida poragentes provocadores costeados y asesorados inûemacio'nalmente.

Desde el primer momenlo, Allende percibid con todalucidez que enm falsos, o que no se aplicaban a la via chi-lena" algunos de los célebres dogmas de las izquierdas des-variadas. Entre ellos, el de que se avanza hacia el socialis-mo exclusivamente por la lucha armada; de que elsocialismo se construye sobre el caos econdmico: de quecumple derrocar previamente toda la legalidad burguesa pa-ra abrir paso al socialismo.

Tradiciôn del ejército

El primero de esos dogmas se expresaba en la convicciôngeneralizada de que entre el statu quo y el socialismo estarfael cadâver de las fuerzas armadas. Allende sabia que nopodia enfrenarlas dhectamente, y las veia con mâs objeti-vidad. Primero, como una burocracia tan jerarquizada quepodria quizâs ser sometida a los mandos institucionales. Se-gundo, como una institucidn eminentemente politica, pro-clive al fascismo por lealtades clasistas, por su constitucidny adoctrinamiento, pero susceptible de ser divi<lida y anula-da politicamente por la accidn disciplinada del pueblo orga-nizado.

Dentro de esta concepciôn suponia que, bien conduci-do el proceso chileno, el brazo armado del viejo orden oparcelas ponderables de é1, podrian convertirse en custu-dios, de un orden solidario. Esto si no se sentfan unenaza'dos en su sobrevivencia institucional ni perjudicados en susprivilegios. "Sufrkân crisis histéricas en la transiciôn", de-cfu Allende, que conceb{a estas crisis como intentonas ygolpes. Confiaba, sin embargo, en que podrfa, proba-blemente, controlar esos levantamientos a condiciôn de quealgunos cuerpos de las fuerzas armadas se mantuviese fie-les a la legalidad institucional y de que los militares incor-porados a las tffeas del desarrollo nacional le brindasenapoyo politico. Pero, sobre todo, demostrândoles fehacien-témenæ que en Chile no se repetiria lo de Vargas en 1954'lo de Perdn en 1955, lo de Goulart en 1964; quienes, frentea la alternativa de una convulsidn generalizada y de unaguerra civil prefirieron caer a luchar.

Allende actud siempre, hasta el fin, dentro de esta per-sepectiva. Matuvo el poder por tres aflos' obligando a las

fuerzas armadas a ejercer sus funciones de garantes de la se-guridad del Estado en la represidn al terrorismo de derecha.Al mismo tiempo llamaba al pueblo a la defensa de lias con-quistas del gobierno de la Unidad Popular. Estas dos clasesde directivas, dadas simultâneamente, aunque contrapues-tâs, pudieron, sin embargo, ser llevadas muchas veces a laprâctica.

Asi, por largo tempo, Allende disuadid a los militaresgolpistas de la conspiracidn por la cetteza que les infundidde que un golpe sumergeria el pais en una guelra civil enque lodo lo que eran y tenian seria puesto en juego. De esaforma pudo convocar generales para integrar ministerios,no porque tuvieses afinidades con la orienacidn politica delgobierno, sino en el cumplimiento de drdenes estrictas, dic-tadas en nombre de la seguridad del Estado. Timbién de esaforma pudo contâr con el apoyo de muchos oficiales, unaminorfa es cierto, pero una minoria que tenderia a crecer sioto fuera el curso del Proceso.

El momento mâs alo quizâs de esta interaccidn del go-bierno de la Unidad Popular con los militares fue cuandoAllende lo916, en su viaje a la Argentina, que l.anusse, enlugar de dirigirse a Brasil fuera a Chile. Ello significd nosôlo una derrota de la polfûca de fronteras ideolôgicas, sinotambién una victoria del derecho de los latinoamericanos alpluralismo ideoldgico y una enorme hazaflra militar. De he-cho, con esta distenciôn, Allende demosEd a los generalesque, por su acciôn polftica, garantizaba mejor el enfria-miento de las fronteras con la Argentina que con cualquiercarrera armzunentista y principalmente, que un poder socia-lista no tenia por qué debilitar la segrnidad nacional.

Sin embargo, para proseguir en este control institucional de las fuerzas armadas seria necesario llenar un requisi-to indispensable: el de que Allende asumiera efectivamenteel comando unificado sobre las izquierdas militanæs y laspusiera en accidn dentro del cauce del proceso. Esto jamâslo logro. Los actos desesperados de la izquiera desvariada,junto a la inaccidn y la palabreria de los confusos lfderes socialislas, contribuyeron para minar estas condiciones, faci-litanto asi la tarea de una derecha entregada francamente ala contrarrevolucidn.

EI chantaje de la derecha

'En estas condiciones, los liderazgos demdcrata-crisrianosaliados a la extrema derecha hicieron del Parlamento undrgano de provocacidn, chantaje y bloqueo al poder ejecu-tivo, al mismo tiempo las altas jerarquias del poder judicialcuestionaban la legalidad de las acciones del gobierno. Si-multâneamente sus aliados ideoldgicos llevaban a las capasmedias a la desesperaciôn por el temor de perder, no lo queten(an, sino sus vanas esperanzas de enriquecimiento y deprestigio que, se les decla, en un régimen socialista ser(anrotundamente negadas. Por oro lado, los provocadores pro-fesionales activaban alalumpen-burgucsta de los cien milmicro-empresario, camioneros, feriantes, etc. y a la enormemasa que estâba bajo su conftol, para toda suerte de accio-nes subversivas y de sabotaje contra el gobiemo' Aparente-mente se tratâba de sectores desorganizados a impotentesfrente al fuerte apoyo obrero de la LIP. En realidad, incita-dos por sediciosos dispuestos a todos tipo de actos de terro-rismo, sobomados por los acaparadores que montaron eidesabastecimiento y coordinaban el mercado negro condu-

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jeron, por dos veces, al pafs a la parâlisis. En la primera pu-dieron ser contenidos por las fuerzas armadas y por las or-ganizaciones populares. En la segunda prepararon el desas-tre final porque la conspiracidn militar ya habiadesarticulado el aparao represivo del Estado y las organi-zaciones populares, confundidas por los comandos radica-les, habian perdido las condiciones de actuar.

Otra conviccidn de las izquierdas desvariadas queAllende negaba, era la de que el socialismo se construye so-bre el caso econdmico total, partiendo de un comunismo deguerra, para una posterior reorganizacidn institucional de lasociedad en nuevas bases. También esa estraægia era inapli-cable a Chile y no era necesaria. la politica econdmica dePedro Vuscovich, fundada mâs en el uso prâctico de las pa-lancas adminisûativas disponibles que en la conquista pre-via de una imposible lagalidad socialista, se revelô de he-cho mucha mâs eficaz de lo que se podfa prever. Estasconquistas fueron logradas dentro del marco general de lainstitucionalidad previa, pero aplicândola con sentidoopuesto, medianæ el uso de los instrumentos legales de ladominaciôn clasista, ahora para contener el privatismo yavanzar, paso a paso, contruyendo las bases de una nuevaeconomia colectivista.

Es cierto que, en su limite, la coalicidn parlamentariacentro-derechista y el poder judicial, jugando con la legali-dad para debilitar la autoridad de Allende como comandan-te en jefe de las fuerzas armadas, asi como la accidn man-comundada de los politicos y los empresarios para provocarel colapso econdmico, crearon condiciones para una insu-neccidn incontenible. Pero muchos otros factores ademâsde las acusaciones de legalismo o reformismo por parte dela izquiera, se conjugaron para este efecto. EnEe ellos, la in-diqciplina de las propias izquierdas que conbtribuyd, porigual, a erosionar el poder de comando del gobierno, la mo-ral de las organizaciones populares, el poderio de los sindi-catos y la accidn de la oficialidad fiel al régimen constitu-cional.

Hay mucho que aprender de esta experiencia rinica derepensar con originalidad los principios de la politica eco-ndmica para brindar un cauce de transicidn al socialismo.Entre sus logros se cuenta el de acabar con el desempleo, elde elvar sustancialmenæ el pardn de vida de las capas mâspobres; el de aumentar ponderablemente la productividadindusrial; el de inænsificar la reforma agruia; el de impo-ner el control estatal sobre la banca privada y el comercioexterior, el de socializar las empresas claves; y sobre todo,el de recuperar para los chilenos las riquezas nacionales,empezando por el cobre, sujeto desde siempre a manos ex-Eanjeras.

Allende logrd probablemente mâs, en tres aflos, por es-ta via, que cualquier revolucidn socialista en igual perfodo.Por eso gand elecciones, siendo Gobierno, lo que jamâshabfa ocurrido antes en Chile. Pero también llevd a todoslos privilegiados a la deseperacidn, desahândolos a promo-ver la contrarrevolucidn como ûnico modo de garantizar supropia supervivencia como clase.

Aqui conviene recordar que Allende -aunque solotambién en estâ Îârea- hizo lo posible para disuadir a lascapas medias de profesionales de entregarse a la sedicidn.Sin embargo, el carâcter del proceso, su marcha gradarivapero inflexible hacia el socialismo hizo imposible este en-listamiento. Una por una de las instituciones reprresentativasde estas capas, los gremios de empresarios medianos, loscolegios profesionales, las federaciones estudianûles de ni-

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vel medio, los universitarios fueron entregândose a la con-trarrevoluci6n.

In contrarrevoluciôn en marcha

Frente a esta radicalizacidn habrfa sido indispensable con-târ con los medios adecuados parâ vencer la conEarrevolu-ci6n en marcha. Esto, dada la dualidad efectiva de poder,fue resultando imposible, ;cdmo tratâr con mano dura a losacaparadores y especuladores? trCdmo reprimir severamen-te al terrorismo de los grupos fascistas? ;Cdmo [mpiar elmedio financiero del capital aventuero que, fuera de la ban-ca, especulaba libremenæ? Combatir a un tiempo todas es-tas fuentes se tornd polfticamente impracticable desde quela DC, jugando con la inflaciôn, el colapso econdmico y elgolpe negaba todo al gobierno en el Parlamento y se hacfasorda a los llamamientos y denuncias de Allende sobre lamarcha del golpe contra la democracia y las institucionesque ella pretendfa defender. Habrla sido por igual indispen-sable imponer un racionamiento en manos de las fuerzas ar-madas, lo que encontraba oposicidn hasta en las izquierdasradicales que jugaban con el desabasæcimiento como técni-ca de control de las barriadas. Seria indispensables tambiénhaber enfrentado con mâs ayuda de la que tuvo Allende elcerco econdmico externo que, boicoteando las exportacio-nes chilenas y actuando sobre la banca intemacional parapresionar a Chile apagr su astronômica deuda extema he-redada de la DC, creô las mayores dificultades econdmicasal gobiemo popular.

Nadie puede olvidar la contradiccidn flagrante cntre lavaloracidn imperialista del proceso chileno como de impor-tancia Eescendental y su subvaloraciôn por las poænciassocialistas. Excepto los cubanos, que hicieron lo imposiblepara comprender y ayudar a Allende -reduciendo inclusosus parcas raciones alimenticias para donar azicu y otrosarticulos a los chilenos- el apoyo socialista en el campoecondmico, que erâ lo rinico requerido, fue menos que me-diocre.

Bajo estas presiones adversas y las desastrosas huelgasen la gran minerfa del cobre, la polftica econdmica de Allen-de que permitid inicialmente alcanzar enormes victorias enla lucha por desmontar las bases del orden pnvatista, ær-minô por sucumbir desbaratada por una inflaciôn galopan-te. Es decir, la economia hizo lo posible por sostener lapolitica de la Unidad Popular, pero cuando necesitd medi-das politicas para seguir adelante, éstas le fueron negadas.

Allende supo siempre que luchaba sobre el filo de lanavaja, que su esfuerzo por encontrar el camino adecuado

para la ransicidn evolutiva al socialismo involucraba ungran margen de riesgo que él deberfa aceptâr. Recusar esûosriesgos serh caer en componendas parlamentarias que des-naturalizarian al proceso chileno como via hacia el socialis-mo o en aventurismos voluntaristas que lo habrian tumba-do mucho anæs. I.a dura verdad es que sdlo llega a acertaren intentos grandiosos como el de Allende quien acepta elreto, siempre posible, de un error fatal. El resultado en Chi-le fue el desatre y el retroceso que hoy lamentamos. Sin em-bargo, puediera haber sido otro, la victoria. La evidencia deesta posibilidad fue lo que unificô todo el cenro y la dere-cha en la sedicidn.

Coraje para la autocritica

L,o que pido es tan sdlo que meditemos sobre la leccidn conel debido respeto por su grandezay con el coraje necesariopara la autocrftica. Todos nosotros, la izquierda de AméricaLatina y del mundo fuimos derrotados en Chile. Cada unode nosotros tiene por ende su autocrftica a hacer, tanto porlo que hicimos de dafroso al proceso chileno como por loque dejamos de hacer en su apoyo.

[.o que no puede ser puesto en duda es que Allende ex-plotd ha-sra los riltimos limiæs las posibilidades que la his-tona abri6 a los chilenos para edificar el socialismo endemocracia, pluralismo y libertad. Tuvo posibilidades devictoria respecto de las cuales la derecha chilena y el impe-rialismo jamâs dudaron. Su lecciôn es habernos indicado unduro y dificil camino. Un camino que exigirâ, mafrana, delos que rctomen, la misma lucidez, enterza,rectitud y cora-Jc con quc Allende marchd por él hasta la muerte con elpropdsito dc, sobe su derrota, abrir un cauce unitario al nue-vo y cruento proceso chileno.

En el Che, la histona nos dio el héroe-mârtir del volun-tarismo revolucionario que vino a dignificar la imagen des-gastada de los liderazgos burocrâticos de la vieja izquierda.Con Allende, ella nos da al estadista combatiente que llegahasta la muerte luchando en su esfuerza por abrir a los hom-bres una nueva puertâ hacia el porvenir que puede ser y quedebe ser.

El serâ el héroe de los que tengan, en el futuro, que lu-char de hecho por el socialismo, bajo oposicidn parlamen-taria y bajo el riesgo de un golpe militar. Ojalâ donde ycuando ello ocuna, exista una izquierda por fin politica-mente madura y desacralizada de dogmas pueriles, tan com-bativa como lûcida y, sobre todo, capacitada para ver obje-tivamente la situacidn en que act()a y para aceptar yenfrentar las tareas que la historia le imponga.

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