alma española (madrid). 10-1-1904, n.º 10 maeztu sobre rizal

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Madrid lo Enero de 1B04. fllma Española LOS APARECIDOS.—NUESTRO MUY AAUDO MONARCA CARLOS II ^EL HECHIZADO».-(Véase el iexto, páfiina w.) EJEMPLAR: 10 CéllíímOS.

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Maeztu Rizal

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  • Madrid lo Enero de 1B04.

    fllma Espaola

    LOS APARECIDOS.NUESTRO MUY AAUDO MONARCA CARLOS II ^EL HECHIZADO.-(Vase el iexto, pfiina w.)

    EJEMPLAR: 10 Cl l mOS.

  • filma Espaola 2 10 de Enero d 90 C R N I C A

    pNTRE as muchas cosas que he ledo esta ^ semana y me han preocupado, una ha sido esta frase de Zeda en un artculo de la po-ca, titulado Callejn sin salida, en donde se comentaba la ltima comedia de Mervieu. La frase era esta: El adulterio en el hombre es una falta; en la mujer es un crimen.

    Yp estimo mucho Zeda por su sinceri-dad, por su imparcialidad tranquila y serena, por su instinto de iusticia.

    Pero esta frase me ha parecido tan injusta, que siento la comezn de replicar inmedia-tamente.

    Razones? No, no presentar razones cien-tficas, primeramente porque no las conozco, y despus, para qu? En una cuestin sen-timental la ciencia sobra; las nicas razones son las que nacen de la conciencia, y la conciencia me dice m que esa califica-cin del delito de adulterio, falta en el hom-bre, crimen en la mujer, es arbitraria, y no tiene m defensa que un prejuicio tradicio-nal. Es una apreciacin injusta, una idea at-vica, residuo de una concepcin de la vida hidalguesca de los pueblos semticos.

    Ei adulterio, es veces crimen, es veces delito, veces falta; es veces, en los pue-plos en que no existe el divorcio, im derecho, el derecho que todos los hombres tenemos a! amor y la felicidad.

    El adulterio presenta diversos tirados de inmoralidad, segi'm las clases sociales en donde se presenta,

    \i\\ ia clase media, en la burguesa humil-de, es donde generalmente ofrece caracteres de odiosidad mayor. El hombre (mdico, abogado, ingeniero, periodista) es el aiimen-tador de la familia, tiene que buscarse la vida trabajando hasta echar el alnm por la boca; a mujer que no ha aportado al matri-monio ms que su persona, vive en un am-biente de intimidad, en un aire ms puro. En este caso el adulterio, por parte de la raujer, cuando el hombre es un hombre honrado, es indisculpable; supOTie, adems de una natura-leza sin pudor y sin sentido moral, una ingra-titud monstruosa. Slo una pasin muy gran-de puede medio legitimar con la irresponsa-bilidad, la falta de la mujer as atendida, miniada por el hombre que se hace su escla-vo. Para uno y otro caso ei divorcio es la mejor sohicin.

    En ias clases ricas, ya no sucede lo mismo; la ingratitud no existe, La mujer ha aportado a! matrimonio una dote considerable que le permite una independencia econmica abso-luta; el hombre tiene su fortuna. Juran los dos guardarse fidelidad: los dos se obligan guardar la fe jurada; hay la igualdad de me-dios econmicos; ni le debe ella, ni eiia le debe l; hay igualdad de derechos. Por qu en este caso la falta del marido ha de ser falta y la de la mujer un crimen?

    Yo no veo la razn, Se me dir que en el

    orden vigente es as; que para el hombre la infidelidad de la mujer, dentro de la vida so-cial, es un perjuicio ms grave que para la mujer la infidelidad del hombre; se me dir que el marido engaado aparece ante la so-ciedad como un tipo ridculo, y que en cam-bio la mujer del calavera tiene cierta aureola de martirio que no les va del todo mal al-gunas damas. No !o niego; pero si es cierto que el dolor es mayor en el hombre, ser social, tambin es verdad que la pena de sufrir el engaio es mayor en la mujer, por-que sta pone todas sus facultades en la vida del amor, y en cambio el hombre, por edu-cacin, tiene otras preocupaciones, ambicio-nes y deseos de gloria.

    En las clases pobres sucede con frecuencia algo parecido lo que ocurre en las altas; la extrema miseria y la extrema riqueza dan condiciones semejantes ai matrimonio. Entre los pobres, la mujer trabaja tanto, muchas veces ms que el hombre. Las condiciones econmicas se equilibran; no hay, muchas veces, en la mujer pobre que engaa al ma-rido, ingratitud alguna.

    Respecto los hijos, les toca siempre la de perder, ms en los de los matrimonios burgueses, que en ios ricos y en los pobres; pierden siempre ms si la mujer es la infiji, que no si es el hombre. Pero no pierden an ms si el padre la madre eran tsicos, al-cohlicos, tenan otra enfermedad consti-tucional? Adema?, creo que el perjuicio que experimentan los hijos con aparecercomo na-turales adulterinos seria fcil de evitar su-primiendo en el Registro civil ias palabras de hijo legitimo, y no haciendo mencin de si los inscritos conu) nacidos son hijos de ma-trinrouio del amor.

    Yo, por ms que, pienso, no encuentro una razn tica fnndam ntal que me convenza de que el adulterio en el hombre sea slo falla y en la mujer sea crimen.

    Respecto que, como dice Zeda: Con di-vorcio sin divorcio, el matrimonio en caso de adulterio es un ddalo del cual no es po-sible salir; yo no lo creo asi. Es ms, creo que el divorcio es por hoy la nica solucin humana del conflicto; creo que Espaa debe irse preparando para implantarlo.

    Para qu poner ejemplos de casos en que el divorcio es la nica solucin lgica, posi-ble y humana? Todos conocemos de estos casos, iodos sabemos de vidas destrozadas, de corazones humanos desecados y marchi-tos como las flores de los pensamientos en las hojas de un libro.

    El perdn es una solucin, la mejor solu-cin cuando brota del alma del que perdona y es aceptado y reconocido por el perdonado; pero cuando el perdn no est sentido, en-tonces es la peor y la ms peligrosa de las soluciones.

    Ei perdn podr ser bueno para las almas escogidas; para los dems, para los que no se sienten con espritu evanglico, el nico camino es el divorcio.

    Este podr preparar con el tiempo la unin

    libre, la forma ms perfecta, ms acabada de unin sexual, la ms favorable para la selec-cin de la especie y para el bienestar del in-dividuo.

    Po BAROJA.

    La Revue des Deiix-Mondes ha comenzado publicar la segunda serie de las cartas de Taine.

    poDO marcha perfectamente, escribe Tai-* ne en 1851; tengo un bonito cuarto, ale-

    gre, en el segundo, sobre la calle ms her-mosa, con un gabinete de aseo y una peqne-

    TMNE.Dibujo de R. Baraja. a antesala... Todo marcha perfectamente aqu en este minsculo y obscuro instituto de provincias: se levanta las cinco y media todos los das; hasta las siete y media prepa-ra su clase; profesa de ocho diez; se entre-tiene tocando el piano hasta las once; de once doce come en compaa de unos bue-nos seores, anodinos, amables, que hablan cada momento de la capital, esto es, Pars; hasta las cuatro de la tarde, estudia; de cua-tro y cuarto cinco y cuarto, da una confe-rencia; de cinco y cuarto seis, vuelve otra vez al piano; de seis siete, come. l no se aburre: tiene sus libros, su piano y sus ciga-rrillos; sus hermanas y su madre estn terri-blemente afligidas vindole metido l, que era un joven brillante, en este obscuro insti-tutr; pero l trata de persuadirlas de que est tranquilo y satisfecho. Vamos, nimo, le escribe su hermana Sofa; el da en que

  • 10 de Enero de 1904 HIma Espaflola

    i'o sea ministro, qu agradable contraste ai pensar en el instituto de Nevers!

    ^o, no fu ministro; pero ha ejercido Taine en Su patria y en el mundo entero una prepo-'Pncia enorme. No hay en los tiempos mo-'^crnos otro ejemplo de una vida intelectual 'Has intensa, ms perseverante, ms noble y l^ ias sincera. Nosotros hemos encontrado en lainc un fervoroso amor los grandes pro-'emas del espritu, un desinters exquisito> '^1 hondo patriotismo que le l'cva no sa-

    ^i'ificar ni un tomo de la verdad los pre-juicios de las masas; nosotros hemos visto '^^ su prosa una limpidez extraordinaria, una

    P^rquc^aj en la erudicn admirable, una '^'^licada abstencin de los detalles triviales ^ 'Je las frases chabacanas, y, sobre todo, he-'^ los sentido, leyendo y releyendo sus libros, in gnero particular de elocuencia, absoluta-'^ente moderno, completamente desconocido ^ los antiguos, que consiste en hacer surtir ^ poesia, no del ensamblaje de las palabras

    'lobles y sonoras, como se hacia antes v an ^e Contina haciendo en la oratoria, sino de ^ Urdimbre rtmica y silenciosa de los peque-'"los hechos.

    Hiplito Taine no ha sido ministro, como ^' deca sonriendo para consolar su herma-'^ -^ Ahora est ya viejo: ha pasado su vida '^^ las ctedras y en las bibliotecas. Y como

    ^^ siente un poco enfermo, los mdicos le J^ n^ aconsejado que d un paseo cotidiano. 'Odas las tardes, a l a misma hora, por las iiismas calles, marcando los mismos pasos, ' 'le de casa y se encamina al sombro jar-^''" de los invlidos.

    'lay aqu, entre otros muchos, un soberliio pltano, con el tronco recio y I.so, con el ''^niaje verde y expansivo. El maestro, todas "^ s tardes, se detiene un momento ante l, y o mira con una profunda simpata: es la 'magen de su vida y de su obra. Y nadie dir '^ 1 ver este burgus un poco encorvado, con ^i paraguas y con sus gafas, inmvil delante

    ^'^ un rbol, mirndole con sus ojos escruta-' pres; nadie dir que es un filsofo que ima-S"ia una teora de la vida, y no un sencillo '^Sricultor que calcula e! rendimiento de la "ladera y de !a lea...

    Egi alde guztietan Toki onak badira Baan biyotzak diyo Zoaz Euskalerrir.

    IPARRAUIRRE.

    ^^ conoce uno sino lor lo que dice y hace, y el alma de un pueblo slo en s i li-

    atura y su historia cabe conocerlatal es el 'niin sentir. Es liacedero, sin embargo, co-

    ocer un pueblo por debajo de la historia, " su obscura vida diaria, y por debajo de la htcratura, en sus conversaciones.

    . ^Si los pueblos sin historia son felices, fe-

    y siglos, dijo de nosotros Cnovas del Cas-tillo. De esta felicidad secular arranca nues-tra juventud, una juventud amasada durante siglos, Pero es que no hemos tenido liisto-ria? Nos han faltado Aquiles Horneros que ios hayan cantado? El pueblo ingles es un pueblo mudo; pueden cumplir grandes ha-zaas, pero no describirlas, dijo de su pue-blo Carlyle, y con ms razn que l del suyo puedo yo decirlo del mo. Y asi como Car-lyle aada que su poema pico, e! de los in-gleses, est escrito en la superficie de la tie-rra, asi aado yo que, ms modestamente y ms en silencio an, ha escrito en la superfi-cie de la tierra y en los caminos del mar su poema mi raza, un poema de trabajo pacien-te, en la Amrica latina ms que en otra parte alguna.

    Durante siglos vivi mi raza en silencio histrico, en las profundidades de la vida, hablando su lengua milenaria, su usquera; vivi en sus montaas de robles, hayas, ol-mos, fresnos y nogabs, tapizadas de heccho, argoma y brezo, oyendo bramar al ocano que contra ellas rompe, y viendo sonrer a! sol tras de !a lluvia terca y lenta, entre jiro-nes de nubes, l-as montaas verdes y el en-crespado Cantbrico son los que nos han hecho.

    Entramos tarde en la cultura, y entramos en ella con todo el vigor de la juventud y toda la cautela de una juventud elaborada tan lentamente, con timidez bajo !a audacia misma. Porque el vasco, por arriesgado que sea ante !a naturaleza, suele ser tmido ante los hombres, vergonzoso. El ms valeroso marino vasco que haya afrontado el pehgro supremo con serena calma, el ms fuerte lu-chador contra los elementos que salga de ?ni raza, la de Elcano, el primero que dio vuelta al mundo, encuntrase en sociedad cohibido. Mi paisano y entraable amigo Juan Arzadun, en el hermossimo relato !a i' que daba vueltas entre sus manos de gigante la boina, lleno de insuperable timidez, y sonrea con vaguedad, fuerte y bonachn como un Hrcules adolescente". La pintura es admirable; sobre todo lo de la timidez. Quien haya conocido en Universida-des grupos de estudiantes vascongados, re-cordar dnde y cmo suelen reunirse, y cmo huyen de cierta sociedad. A ello ha contribuido no poco la natural torpeza para expresarse en lengua castellana, porque don-de ha llegado ser sta, como en [5ilbao, la nativa, las cosas varan.

    Vizcano es el hierro que os encargo; corto en palabras, pero en obras largo.

    concluye diciendo Don Diego de Haro en aquel magnifico final de ia escena primera del primer acto de La prudencia en la mujer. en que Tirso de .Molina dijo de nosotros en cuarenia versos lo que en cuarenta volme-nes no se ha dicho despus. Cortos en pa-labras, pero en obras largos." Hasta nues-tras palabras suelen ser accinque lo diga, recientemente, el vasco Grandmontagne-~y confio en Dios en que cuando se nos rompan por completo los labios y hagamos oir nues-tra voz en la literatura espaola, ser nues-tro pensamiento coro en palabras y en obras largo.

    Es, ante todo, un pueblo gil y gil ms que maciza sn activa y silenciosa inteligen-cia. // sQute comme un basque, se dice pro-vcrbialmente en Francia, y cuando nos mete-mos escribir damos tambin salios y ca-brio'as. Y la agilidad es la expansin ms pura de la fuerza espontnea. Ved que nues-tro juego tpico es el de la pelota. De tas ideas mismas hacemos pelotas en que adies-trar y robustecer nuestro espirita. En los l-timos disturbios de Bilbao, las ideas que unos y otros empendonaron eran, cranlo no ellos, ww pretexto para luchar.

    !,a inteligencia de mi raza es activa, prc-tica y enrgica, con la energa de ia tacitur-

    T ' cp, ' ;ya ' j

    l'csi uios han sido los vascos durante siglos BILBAO.VISTA D\i. ACUURi.Fotgrajia de laurcn.

  • flma gspanola 10 de Enero de 1904

    nidad. No ha dado hasta hoy grmdes. pensa-dores, que yo sepa, pero s grandes obrado-res, y obrar es un modo, el ms completo, acaso, de pensar. El sentimiento del vasco es un sentimiento difuso que no se deja ence-rrar en imgenes definidas, savia que resiste la prisin de la clula, sentimiento, por de-cirlo as, protoplasmtico. Esalia en la m-sica, que es lo menos ligado empobrecedo-ras concreciones. Coged las letras de Iparra-giiirre sin msica, liacedlas traducir, y os re-sultar io ms vulgar y pedestre. Y, sin em-bargo, cid cantar aquel extiende y propaga tu fruto por el mundo mientras te adoramos, rbol santo, y como en un mar se brizar en sus notas robustas vuestro corazn, acordan-sio ellas sus latidos. Y es que letra y msica se concibieron juntas, como formas de una misma substancia.

    Un carcter rudo y pacientemente impe-tuoso, por lo comn autoritario. De la rudeza dan buena muestra las atrocidades que de los turbulentos banderizos de fines de nues-tra Edad Media nos cuenta Lope Garca de Salazar en su Libro de los buenas anianzas fortunas, aquellas sombras luchas entre los de Butrn y Tamudio, los de Tamudo y los Leguizamn, los Leguizamn y los Tariaga y Maztiartu, narradas con fnebre monotona por el viejo cronista mientras estaba preso por sus hijos en la su torre de Sant Martn de Mesiatones.

    Y autoritarios, s, autoritarios, la vez que de espritu independiante. Para mandar sal-vajes para regir frailes, para colonizadores para priores que ni hechos de encargo, pin-tiparados all donde haga aita una energa un poco ruda y procedimientos rectilneos, pero torpes para gobernar pueblos ya lie-chos, donde haya que concertar voluntades y templar gaitas, donde se requiera flexibilidad ante todo. Y cuando le toca ser subordinado el vasco, segn la frase consagrada, obedece, pero no cumple; no dice que no, pero hace la suya.

    Porque tercos s que no nos gana nadie. Vizcano, burro, suele decirse aludiendo nuestra testarudez, que acaso llegue ser muchas veces en nosotros un vicio, pero que

    es, sin duda, de ordinario nuestra virtud ca-pital. Si no entra de otro modo el clavo, lo meteremos cabezadas. Pero nuestra ter-quedad es menos violenta que !a de! arago-ns. Toda la afabilidad que se quiera, pero hacer la suya, el vasco. Los vascongados suele decirme un amigono atienden uste-des ms razones que las suyas propias; si se arruinan, ser solos, sin empacharse de consejos ajenos, pero sin culpar tampoco a! prjimo de ello. Por tercos, ms que por otra cosa, hemos sostenido dos guerras civl^ les en el siglo pasado, porque nos pareca que marcha demasiado de prisa el progreso poltico, sin acomodarse al social; para po-nerle paso de buey, lento, s, pero seguro.

    Si hay algn hombre representativo de mi raza, es Ifigo de Leyla, el hidalgo guipuz-coano que fund la Compaa de JCSL'H, el ca-ballero andant; de la Iglesia: el hijo de la te-nacidad paciente. La Compaa, me deca una vez un famoso exjesuta, no es castellana, como se ha dicho, ni espaola; es vasconga-da. Y vascongada hasta en sus defectos. Es vascongada en su tertiuedad pacienzuda, en su espritu la vez autoritario independien-te, en su horror la ociosidad, en su pobreza de imaginacin artstica, en la fuerza para acomodarse los ms distintos ambientes, sin perder su individualidad propia. Y esto me lleva como de la mano decir aigo de lo que se ha llamado nuestro fanatismo.

    Fu el pueblo vasco de los ltimos en abrazar e cristianismo, pero lo abraz con tanto ahinco como retardo. No es para nos-otros la religin una especie de arte supremo en que busquemos tan slo satisfacin anhelos estticos, sino que es algo muy hon-do y muy serio. No es extrao encontrar en nuestras montaas quienes vivan hondamente preocupados del gran negocio de su salva-cin, en un estado de espritu genuinamente puritnico. Nuestro sentimiento religioso, hondamente individualista, no se satisface con pompas litrgicas en que resuenan ecos paganos. Es por dentro un espritu nada lo-mano; la de un alma que quiere relacionarse solas y virilmente con su Dios, un Dios viril y austero. El calvinismo hugono'e em-

    BILBAO.LA_SENDEJA.fotTfl//3 dc Laurent.

    pez arraigar en e! pas vasco-francs; uno de los primeros libros impresos en vascuen-cesi no el primero, e segundo, fu la traduccin de! Nuevo Testamento hecha en 1571 por Juan de Lizarraga, un hugonote vasco-francs, bajo los auspicios de Juana de Albret En el fondo de la ms rgida in-cuestionable ortodoxia, se descubre pronto en la religiosidad de mi raza un germen anti-latino, germen que espero dar frutos. La misma Compaa de Jess que fund mi pai-sano Loyola para atajar la marcha del protes-tantismo, no naci, acaso, como todo movi-miento que pretende oponerse otro, en el seno mismo en que ste se agita, en relacin de unidad profunda bajo su oposicin su-perficial? Los Ejercicios espirituales, de Lo-yola, no son acaso uno de los libros ms gustados entre protestantes? Si persiste no hoy el primitivo es)ritu ignaciano en la Compaa, es ya otra cosa. ;i

    Se habla de nuestro espritu reaccionario, cuando deba llamrsele ms bien conserva-dor, en el mejor sentido. Queremos progre-sar al paso de la naturaleza, con calma, aco-modando lo poltico lo social. En el fondo del carlismo vascongado hubo siempre un soplo socialista; vislumbraba que se ha aho-gado la libertad social bajo la poltica. iV\e deca una vez Pablo Iglesias que nadie era ms difcil de ganar al socialismo que al vascongado, pero que una vez dentro de l, era de los convencidos y J j loo slidos, sin impaciencias ni desmayis.

    Sobre esa base de austera y seria relgo-sida-"', de activo recogimiento, se levanta la famil a vasca, bajo la autoridad del eche co jauna, del amo de la casa-, Y junto l su mujer, que con l laya en la heredad, una mujer robusta. De soltera, con las trenzas tendidas sobre la espalda, lleva la cabeza la herrada, suelta, gil y fuerte, con la gracia reposada del vigor, asentndose en el suelo como un roble, aunque gil adems como una cabra; con la elegancia del fresno, la so-lidez de la encina y la plenitud del castao..., amasada con leche de robusta vaca y jugo de maz soleado..., permitidme que repro-duzca estas palabras de mi Paz en la guerra. Y es sta luego una mujer que la maternidad priva sobre la sexualidad. Me han confirma-do sacerdotes de mi pa^, que por el confe-sonario lo saben, que los rarsimos casos de adulterio que en nuestras montaas ocurren, se deben en gran parte al ansia de las muje-res por tener hijos, cuando el marido no se I js da. Los desea y los necesita.

    Si su aspereza tos:a no cultiva aranzadas Baco, hazas Cres, es porque Venus huya, que, iascva, hipoteca en sus frutos sus placeres.

    Aqni observ bien dos hechos el travieso mercenario, aunque no acert relacionar-los. En el pas vasco ni la extrema pobreza y de:oada aridez que sume los pueblos en incurable tristeza, ni la exuberancia y facili-dad que los Iiunde en modorra indolencia. Ahora que con las minas y las industrias ha

  • _JOde Enero de 1904 5 HIma Espaola

    empezado acumularse una gran riqueza, shora es cuando empieza notarse algn cambio en ei espriu. Emprendedor y activo, t^) pero se ha liecho insoportable el bilbano

    por io pagado de s mismo y de su riqueza y Su convencimiento de pertenecer cierta ""aza superior. Mira con cierta petulancia al resto de los espaoles, los no vasconga-^ os, si son pobres, llamndolos despreciati-vamente maquetas.

    Es la antigua en el pueblo vasco la preten-sin de nobleza, originada de! aisamento en que vivi. Para el aldeano vasco no hay ms 'ue una distincin entre las gentes; euscadu-'^^c los que hablan uscara usquera como ^\ y erdaldunac los dems, los brbaros, los '^ ue hablan cualquier erdara erdera, nom-'''e en que se incluyen todas las hablas que ^ 0 sean vascuence. Y respecto pretensio- . i^ ss de hidalgua, basta leer lo que Don '^^lijofe dijo Sancho de Aspeitia. Cuntase 'amblen que diciendo un Montmorency, creo, delante de un vasco, que ellos, ios Montmo-rency databan no s si del siglo vui ix, con-*est el otro: pues nosotros, los vascos, no ^atamos. Y Tirso de Molina hizo decir don '-^'ego de Haro que

    Un nieto de No es dio nobleza, Que su hidalgua no es de ejecutoria.

    Estos humos han producido ahora, favor "^ s la riqueza, una atmsfera irrespirable, pero es de esperar que digieran mis paisanos s^ riqueza y surja all la cultura que canta ">obre las chimeneas de as fbricas, como '^ ''"ia otro vasco, Maeztu, la que brota de ex-pansin de vida.

    Se ha dicho alguna vez que el vasco es ^nste, y triste habra que creerle, juzgar Por ios relatos de Baroja. Yo no lo siento ^S', sino que aspiro en mi pas, y entre los "^los, una alegra casera y recogida, y no Pocas veces el estallido de gozo de la vida ue desborda.

    Para alegra, a de mi pas; una alegra ^omo la del sol que sonre entre jirones de lubes, sobre las montaias verdes, al travs "e la lluvia no pocas veces; una alegra agr~ ''ulce, como la del chacol la sidra. Suele f^r la alegra de dentro, no la que el sol os "^pone, sino a que brota del estmago sa-^'ado; no del cielo, sino del suelo. Suele ser 'a alegra la holandesa que irradia de los 'Cuadros de Teniers, la de sobremesa, tras Pantagrulicas comilonas, no la que se nutre '^ e manzanilla, aceitunas y cantos morunos, ^ay que ver en la romera de la Albniga, Sobre Bermeo, cmo os intrpidos pescado-'es se desentumecen ios miembros dando saltos y cabriolas, con una encantadora tos-'iUedad, con la torpeza de gaviotas alaban-'^ os que se pusieran bailar.

    Y si vierais una vuelta de romera, all, al derretirse de la tarde, en los repliegues del sendero, entre las fuertes hayas cuyo follaje Susurra extraos rezos! Vuelven cantando y Saltando, cogida a moza no pocas veces por el robusto brazo de layador del mozo, riendo

    cualquier bobada, porque es a risa la que busca el chiste y no ste el que la provoca, abriendo a espita al chorro de vitalidad que desborda como de henchida cuba. De cuando en cuando arranca de un gaznate fresco un sanso irrintzi, un relinchido, y sube como alondra, esparcindose por el valle mezclado al rumor del follaje de los robles, y callan los pjaros, y vibra el cielo y se derriba al fin en el mbito saturado de la santa alegra que del descanso del trabajo brota, aquel laudo de un alma sencilla, que vive sin segunda in-tencin y que slo sabe expresarse as, in-articuladamente, en robusta oracin al dios de la alegra y del trabajo, de la alegra seria y del trabajo serio.

    No; mi pueblo no es triste; y no lo es, porque no toma el mundo no ms que en es-pectculo, sino que lo toma en serio; no lo es, porque estar punto de caer en cual-quier dolencia colectiva, menos en esteticis-mo. El da en que pierda la timidez, cobre entera conciencia de s y aprenda hablar en un idioma de cultura, os aseguro que ten-dris que orle, sobre todo si descubre su liondo sentimiento de la vida: su religin propia.

    A-IIQUI-L DE UNAMUNO.

    Por eso, aunque Bernardino sea un punto filipino.

    No es el Padre Nozaleda lo nico malo que queda.

    No hay pregunta tormuiada en ningn arte ni ciencia ms pronto y bien contestada: Para qu quiere Valencia una mitra?Para nada.

    Ya s que Fray Bernardino

    es un punto filipino. Pero no es Fray Nozaleda

    lo nico malo que queda.

    En las guerras coloniales abundaron lo3 Pdales.

    Y en Cuba y en Puerto Rico hubo ms de un dominico.

    Por eso digo, entre dientes, las aleluyas siguientes:

    Siempre que veo Alontojo sin querer me pongo rojo.

    Aunque han pasado los dias yo no lo olvido, Macas.

    En tu historia hay un barranco que lio es ciertamente blanco.

    Pesados son mis pesares como el plomo de Linares.

    Cuando oigo hablar de Comillas, siento fuego en las mejillas.

    Qu salvaste t en Pars, ia Patria la flor de lis?

    Cuando suena un can, pongo el semblante de espanto, de disgusto y de sorpresa, pues me figuro, pero en un instante, que ha estallado la guerra Japonesa que cumple los das un infante que est dando luz una princesa.

    En San Ildefonso el Real, si no me he enterado mal, cay junto un sacerdote un pedazo colosal de ripio, yeso y cascote.

    Con ruido ensordecedor, el cascote volador se hizo polvo entre unas sillas... Seor Jackson, por favor, sujete sl esas quintillas.

    Siempre deben las dos botas ponerse los Reyes Magos; mas sin duda cambi el uso, porque el mircoles pasado puso Romanones una y Snchez-Guerra las cuatro.

    Que vivo sin religin me dicen iodos en casa. Dios mo, qu distraccin! V Vamos, lo que m me pasa! Puede que tengan razn!

    Tres voces con el mismo radical: Nocivo, Nozaleda y Nocedal.

    LUIS DE TAPIA.

    CUSTICOS, POR KARKATO

    Me preguntis del padre Nozaleda que de dnde cay?...

    Cay del cielo!... CAMPOAMOR.

  • HIma Espaola 10 de Enero de 1904

    [Ideas reuolucionarias de antiguos gubernamentales). POR JOAQUN COSTA.

    !a fecha de la invasin iiapolenica, los ^estados de origen feudal en la Penn-

    sula y archipilagos adyacentes alcanzaban todava la cifra de 20.428. De ellos, 6.620 eran seoros realengos de a Corona; los 13.SOS restantes estaban enajenados de ella, for-mando seoros seculares, eclesisticos y de rdenes militares. I-a opinin y la costumbre haban reducido casi por completo el antiguo vasallaje lo puramente econmico. El total de rentas que producan sus poseedores era de gran consideracin,

    Contra la proposicin de Garca Herreros (que fu la ley de 6 de Agosto de 1811) so-bre expropiacin de los seiorios jurisdiccio-nales y su incorporacin la nacin, varios grandes de Espaa elevaron las Cortes un memorial con ia pretensin de que el Con-greso se abstuviese de deliberar sobre tal materia, dando por razn la misma que han hecho valer en todo tiempo los intereses creados cuando una revolucin ms justa que eilos los lama residencia y trata de poner-les trmino: que lo que se propona, conspi-raba destruir la monarciuia y disolver el Estado, rompiendo los vnculos que unan entre s los espaoles; que no poda haber orden ni buen gobierno sin los seorios; que la providencia que los e.'tinguese causara un trastorno general y acostmubraria al pue-blo i'-to obedecer, siguindose de ello ia ms espantosa anarqua. Garca Herreros, diputa-do por Soria, autor de la proposicin, fulmi-n el memorial, contraponiendo la conducta de sus firmantes ia del pueblo, en aquel briossimo discurso de 4 de Junio en que inicia el argumento histrico que otros dipu-tados haban de desarrollar despus en el curso del debate.

    Con efecto, hubo nuichos, asi en 1811 como ms tarde, en 1820 y 1821 (al suscitarse de nuevo y con ms amplitud el problema), que atacaron los seiloros por su origen, toman-do un punto de vista histrico anlogo al adoptado en nuestros das por el apstol del colectivismo agrario, Henry George, pa-ra concluir en substancia: 1.", que ia pro-piedad de los seoros era un robo y no de-ba respetarse; 2.", que en todo caso, esa pro-piedad, adquirida por os seores ttulo de reconquista sobre los moros, quedaba trans-ferida ahora al pueblo por el mismo ttulo de reconquista sobre los franceses.

    Cuando !os visigodos se apoderaron de la Pennsula, repartise tierra todos ellos; pero en ia reconquista cristiana contra los muslimes no sucedi as. La fatiga y el riesgo y el sacrificio de sangre y de vidas fueron para el pueblo; el provecho, las tierras con-quistadas, para la case privilegiada. Y esta iniquidad no puede sancionarse hoy, cuando

    el pueblo empieza adquirir conciencia de su derecho. Aun en los casos en que los seores tomaron parte personal en la guerra la cabeza de sus vasallos, y no se quedaron en la tienda del rey, enriquecindose poder slo de lisonjas cortesanas, lo justo habra sido contar en el reparto con los soldados, lo mismo que se contabaconlos jcfes;y lo brba-ro, atroz inhumano fu que, en vez de eso, aquellos jefes poblasen la tierra con los mis-mos hombres que la haban conquistado, im-ponindoseles la condicin de adscripticios, sujetndolos ellos y sus descendientes ser vasaos deaquel cuyo lado haban peleado. Es como si en la actual guerra de invasin y de reconquista contra los franceses, luego que estos hayan sido expulsados y recobrado Espaa su independencia, los generales se repartiesen entre s las ciudades, las provin-cias y los pueblos y se erigiesen en seores jurisdiccionales de estos y de los soldados que han llevado el peso de los sitios y de las batallas, exigindoles prestaciones persona-les y reales. Ese sera positivamente el caso, si estos hroes que ahora pelean contra la invasin napolenica lo hiciesen para con-servar al seor del pueblo sus tierras y su jurisdiccin seorial; si resultase que iban volver al hogar para seguir siendo sus vasa-llos. --Asi se expresaban Lujan, Priego, Cues-ta y otros (1). En este momento en que se va consolidar el imperio de la justicia y de la ley; en estos das cu que comienza le-vantar cabeza y respirar el oprimido pue-blo, en que ha recobrado su libertad y sus derechos impresci'iptibles, nos mostraremos sordos sus justos clamores? Prestaremos odo los que pretenden la propiedad de bienes allegados en medio de convulsiones y guerras domsticas excitadas por ellos mis_ mos, y protegeremos los que se han apode-rado de haberes y riquezas de infelices y des-graciados nufragos? Bastante han padecido los pueblos, bastante han gozado los seo-res... Esto deca Martnez Marina, como con-clusin de un interesante anlisis sobre los orgenes de los bienes de seoro solariego territorial en la sesin de 6 de Abril de 1821 (2).

    Pero no slo los seoros tenan su ori-

    gen en una usurpacin, en la apropiacin por uno de lo que haban adquirido muclios, sino que adems aquella adquisicin haba cadu-cado por un hecho contrario al que la origi-n. Si con la irrupcin de los moros los due-os del suelo perdieron su propiedad (de-can), y por eso el reconquisador pudo ha-cerla suya, la habr perdido l su vez con la irrupcin de los franceses, y la habr ad-quirido el pueblo, que reconquista su patria por las armas y por el trabajo. Si el recon-quistador, por slo este ttulo, pudo apro-piarse y transmitir otros unas fincas que no eran suyas, sin que quedasen afectas al do-minio de su antiguo poseedor, hay que con-cluir del mismo modo que nuestro Ejrcito, sea la nacin de quien es brazo, se hace dueo de lo que reconquista y podr dispo-ner de ello transmitirlo por contrato quien le parezca. Si fu justo que se premia-se los seores costa de los mismos pue-blos conquistados por ellos, pide la justicia que sean ahora premiados los pueblos cosa de los seores, que sin ellos habran sido subyugados. Y si por e! solo derecho de conquista, Jaime 1 de Aragn, por ejemplo, adquiri no tan slo la suprema autoridad, sino que adems el dominio privado de todas las ciudades, tierras y pastos del reino de Valencia, patrimonio han de ser de la nacin los pueblos que por s misma est ahora re-conquistando y libertando del yugo francs-No hay ya que mirar atrs: la lucha actual por el rescate de la independencia liquida todo el pasado y abre una cuenta nueva. No hay que decir que el pueblo fu libertado por los seores: hay que decir que el pueblo se est reconquistando s propio, con sus caudales, con su sangre, con sus sudores y martirios, con sus vidas, que no con las de seor alguno. Es pueril hablar de los guerre-ros de la antigua reconquista, cuando sus si -cesores no pueden libertar la presa de en-

    ( tonces de las garras de un nuevo enemigo: para que la duda no sea posible, el pueblo ha tenido que lanzarse la lucha sin que ni el rey ni los magnates estuvieran su frente-No ha habido prncipe ni seor que haya

    (1) Manuel Lujan, diputado por la pro-vincia de Extremadura; sesin de 4 de Junio de. \8U (Diario de Sesiones, nm. 246; edi-cin de 1870; tomo n, pg. 18i-3); Anto-nio de la Cuesta, diputado por Avila; sesin de 8 de Mayo de 1820 (Diario ele Sesiones, nm. 70; edicin de 1871; t. n, pg. 1493); Pe-dro Juan de Priego, diputado por Crdoba, sesin de 1. de Abril de 1821 (Diario cit., n-mero 35; edicin de 1871; t. n, pg. 820)...

    (2) Diario de Sesiones de aquella legis-latura, nm. 40; edicin de 1871; t. ii, pg. 919.

    I M

    Camino de Barcelona hace unos das le vi; llevaba una mano fuera; por ella le conoc. i

  • 10 de Enero [de] mi 7 nima Espaola libertado por s una sola villa, un solo lugar de la Pennsula (I).

    El argumento valia lo mismo que para lo jurisdiccional del seorio, para !a propiedad del sueio en que la jurisdiccin seorial se sustentaba: apurando ms, vala para todo gnero de propiedad privada. De ah parti en su impugnacin el diputado aragons Vi-cente Pascual. Para sentar semejante doctri-na (objetaba los citados) lia sido preciso olvidar el derecho de postliminio y las fu-nestas consecuencias que tal olvido habra de acarrear. Si el principio fuese cierto, todos los propietarios de heredades, casas otras clases de bienes raices habran perdido el dominio civil de ellos por la momentnea ocupacin de los enemigos, y la nacin, que los ha rescatado por fuerza de armas, podra disponer de tales inmuebles lo mismo que dispone de los que fueron enajenados de la Corona. Pero no es eso: la nacin no es ms sino los espaoles mismos, congregados y formando sociedad; y su deber consiste en asegurar stos su libertad y propiedad in-dividual y defendera de toda agresin exte-!'or; mientras stos, su vez, estn obliga-dos contribuir con sus personas y con to-dos los medios necesarios para la seguridad y conservacin del Estado, as en tiempo de paz como de guerra; y esto es puntualmente lo que, con proporcin su posibilidad y ha-beres han hecho, hacen y harn todos los es-paoles para sacudir el yugo francs que quiere imponrseles (2).

    (1) Manuel Garca Herreros, diputado por Soria; sesin de 4 de Junio de 1811 (Diario (fe Sesiones, nm. 246; edicin de 1870; t. n, pg. 1177-8); Joaqun Lorenzo Villanueva, diputado por el reino de Valencia; en la mis-ma sesin (pg. 1179); Vicente Terrero, di-putado por la provincia de Cdiz; sesin de 5 de Junio (Diario cit., nm. 247, pg. 1190); Antonio Oliveros, diputado por la provincia de Extremadura; sesin de 10 de Junio (Dia-no cit., nm. 252, pg. 1235); Jos Moreno Guerra, diputado por Crdoba; sesin de 4 de Abril de 1821 (Diario de Sesiones de aquella legislatura, nm. 38; edicin de 1871; t- II, pg. 889); etc.

    (2) Sesin de 12 de Junio de 1811 (Diario rfe Sesiones, nm. 254; edicin de 1870; t. ii, pg. 1247.Vase tambin Ramn Lzaro de Jou, diputado cataln, en la sesin de 5 de Junio de 1811 (Diario cit., pg. 1191).

    Por aqu quebraba el argumento, porque no era cierto que todos os espaoles contri-buyeran con su persona y sus bienes las lu-chas de la independencia; porque cabalmente los magnates y seores se haban alejado prudentemente de! teatro d : la guerra, ce-diendo todo entero al pueblo el honor de res-catar !a patria su personalidad y su so-berana (1).

    Todava, independientemente de este hecho, no falt en las Cortes quien se adelantara la

    (1) Es este un hecho desconocido y que requiere prolija investigacin. En las Cortes de 1821, el diputado por Valencia, D. 1-ran-cisco Ciscar, dijo ser notoria la conduca re-prensible que observaron durante la invasin de los franceses muchos de los denominados seores, abandonando la Pennsula y ponin-dose en salvo con todas sus familias en Ma-llorca, Gibraltar, Ceuta y otras partes; y su-giere, en un magnifico apostrofe, el derecho del pueblo no slo privar tales seores de sus seoros, sino que extraarlos de la patria (sesin de 25 de Marzo de 182!; Dia-rio cit., ifim. 28; edicin de 1871; t. i, pgina 677).Otro mienibro de las mismas Cortes, D. Guillermo Olivcr, diputado por Catalua, despus de hacer mrito de los sacrificio.s hechos por los artesanos, comerciantes, la-bradores y otras clases inferiores, exclama:

  • ilma Espaola S 10 de Enero de m 4 Por las mismas razones de conveniencia

    y utidad pblica con que el Congreso des-poj los monjes y despojar acaso maana las Corporaciones eclesisficas de sus pro-piedades, aplicndolas a! Estado... deca, segiin acabamos de ver, el esclarecido fun-dador de la escuela histrica del Derecho pblico en Espaia. El caso previsto no se liizo esperar ms de Ul~20 aos (decretos y leyes de 1835-1841); y un escritor ilustre, [aime Balines, presbtero tambin, adverta los diputados que condenar la propiedad del clero era anlo como condenarse si pro-pios, como condenar la propiedad de los lar-ticuiarcs.

    Una vez fitacado un gnero de propiedadj deca, ya no es posible.defender las oirs: el principio sentado para legitimar la invasin de la una, se extender igualmente las dems... Medtenlo bienesos hombres de ele-vadas clases, esos ricos propietarios, esos acaudalados comerciantes, de quienes de-pender seguramente el que se lleve efecto el despojo del clero: si desperdiciis ocasin tan oportuna para impedirlo, como os ofrece ci hallaros sentados en los escaos de las Cortes y en ei momento en que el Gobierno va consultar sobre eso vuestra voluntad, si lo provocis, si lo consents, y si en algu-no de los torbellinos de la revolucin se le-vantan un da mulares de brazos armados con el pual, con el hacha y la tea incendia-ria; si en nombre de la libertad, de la igual-dad, de la utilidad pblica, de la mejora de las clases inferiores, de la mayor circulacin, y de la ms equitativa distribucin de las ri-quezas, se arrojan sobre vuestros caudales y haciendas, qu les diris? A! tribuno que acaudille la turba feroz, qu le responde-ris cuando os recuerde lo que iicsteis con el clero? Su lgica ser terrible, porque estri-bar en vuestro propio ejemplo; l os podr decir con toda verdad: yo os despojo, y vos-otros me lo habis enseado> (I).

    Por los das en que el insigne filsofo ca-taln diriga tan ardorosas y alarmantes amo-nestaciones los diputados, relacionando la inminente expropiacin del clero con la po-sible y ms menos remota de los particula-

    res, sin lograr convencer ni atemorizar !a mayora,un eminente economista asturiano, Alvaro Flrez Estrada, que haba propuesto en vano que los bienes expropiados al clero no se redujesen propiedad particular, sino que se nacionalizase su dominio, para darlos en arriendo enitutico, divididos en lotes proporcionados lo que cada familia pudie-ra labrar,acababa de fundar su doctrina colectivista, conforme la cual el suelo no es susceptible de propiedad privada; los que se lo han apropiado cometieron una usurpa-cin; y hay que rescatarlo para iodos, para la comunidad social, debiendo ser el jefe del Estado ei encargado de la distribucin de las tierras, arrendndolas por una renta mo-derada todos los que quieran cultivarlas y en la proporcin en que puedan hacerlo per-sonalmente con ayuda de su familia (1).

    Los dos, como s.' ve, apreciaban con un comn criterio la causa de la propiedad ecle-sistica y la de la propiedad seglar laical, siquiera su aspiracin fuese diferente.

    Con fecha 1." de Mayo de 1855, se public una ley de desamortizacin general de los bienes de manos muertas, declarando en es-tado de venta todos los predios rsticos y urbanos, censos y foros pertenecientes al Es-tado, al clero, las rdenes militares, co-fradas, obras pas y santuarios, los propios y comunes de los pueblos, !a beneficencia y la instruccin pblica. La Comisin de las Cortes Constituyentes de 1854 que redac-t el proyecto de ley (Madoz, Escosura, Sor-ii, etc.) asienta en su dictamen la doctrina de que el Estado tiene derecho mudar la forma de la propiedad siempre que se considere til hacerlo, sin que !a expropiacin en tal caso envuelva ia ms remota idea de despo-jo. Despus de exponer las razones que el Gobierno y la Comisin han tenido para es-timar beneficiosa los particulares y los pueblos la desamortizacin general y abso-luta en los trminos en que la proponen, ar-gumentan del siguiente modo:

    >Si ia desamortizacin de la propiedad es de utilidad pblica indisputablemente reco-nocida, nada ms justo que variar la for-

    ma de las manos muertas, en beneficio co-mn, mientras se conserven los actuales poseedores el capital y ia renta, para inver-tir sta como !a ndole de cada instituto mejor cuadre.El clero, los propios, la bene-ficencia y la instruccin pblica no pierden, pues, su propiedad: io que se cambia es la forma de sta, convirtindola en inscripciones instransferibles, cuya renta, cobrada por pro-pia mano, ser un recurso ms pinge, de ms fcil, clara y moral adir nistracin que la de las fincas y censos que iioy poseen... No hay, pues, despojo: la nacin usa de su derecho, de un derecho que todo el orbe ci-vilizado reconoce y practica, haciendo que por causa de utilidad pblica evidente vare de forma la propiedad de manos muer-tas (1).

    Pero el principio no vala tan slo para la projiiedad del clero y de los pueblos: se ex-tenda por la misma lgica la propiedad de las personas privadas, y as lo hicieron notar algunos en el curso del debate, haciendo ar-gumento de ello en contra de la desamorti-zacin. Con la doctrina del dictamen, acogi-da y articulada en la ley, quedaba iniplcita-mcne reconocido el derecho del Estado expropiar las tierras individualizadas para convertirlas en propiedad colectiva, el da que la sociedad estime que esta forma de disfrute es ms beneficiosa que aqulla la causa comn. El principio de la utilidad p-blica que se invoca (objetaba D. Claudio Mo-yano la Comisin), no podr aplicarse ma-ana ios bienes de os particulares? No podr decirse que la sociedad est interesada en que se prive de ellos los que hoy son sus poseedores? (2). Sin duda ninguna que

    (1) Observaciones sociales, polticas y econmicas sobre los bienes del clero, por el Dr. D. Jaime Balmes; Vich, 1840; pgs. 104 y 107.

    (1) La cuestin social, Madrid, 1839; y edicin 5.^ del Curso de Ecoiwna poltica, 1840, parte ii, cap. 4, t. i, pg. 330 y sigs.

    (1) Diario da Sesiones de 1855; sesin de 23 de Febrero; apndice a! nm. 89 (tomo iii, pg. 2370).De palabra afirmaba Escosura que es lcito desamortizar la propiedad, porque es licito, porque es obligatorio h a c r todo aquello que exige el inters generaU, lo mismo que el imponer contribuciones. Va-riamos la forma de la propiedad, porque esa forma es perjudicial los propietarios, por-que esa forma es enemiga declarada del pro-greso social y poltico, cuyos representantes, cuyos diputados somos, y obrando as, cum-plimos con nuestros deberes... (Sesin de 26 de Marzo de 1855; Diario cit., t. iV, edicin de 880, pgs. 3260 y 3265).

    (2) Sesin de 26 de Marzo de 1855; Dia-rio de Sesiones de las Cortes Constituyentes, nm. 115; t. iv, 2.-i edicin de 1880, pg. 3253.

    2 . C O M O V I V - I E R O N

  • 10 de Enero de 1904 9 lma Espaola

    s: por la trinchera de la desamortizacin pe-netraba y se alojaba en nuestro derecho pii-blico la facultad del Estado decretar cuanto el moderno colectivismo agrario pretende. Los conscriptos de las Constituyentes de 1855 no votaron la ley de 1. de Mayo inconsciente-mente, sino con entero conocimiento de las consecuencias que entraaba su resolucin; y ni ellos ni sus sucesores y derecho-habien-tes podran extraarse de lo que suceda, sea ello lo que quiera. Dos dias despus del dis-curso de Moyano, sus preguntas eran contes-tadas afirmativamente por uno de los ms caracterizados defensores de la desamortiza-cin, D. Antonio Gonzlez: La nacin tiene sobre toda la propiedad d^l pas un dominio eminente, al cual se subordinan todos los de los particulares y de las corporaciones: en virtud de esc derecho eminente, pueden las naciones disponer con justicia no slo de los bienes de las corporaciones, sino tambin de los de pirticiilares, siempre que sea por utili-dad y beneficio pblico..." (1).

    Acaso la hiptesis prevista se halle menos distante de nosotros de lo que pudiera nadie sospechar. Todos los indicios son de que, muy en breve, las clases gobernantes habrn acabado de volver, de este del otro modo, en tal cual medida, de sus entusiasmos in-dividualistas de 1840 y 1855; para entonces son los siguientes conceptos de Crdenas, autoridad nada sospechosa: Esta doctrina (teoria del dominio eminente del Estado; que el soberano puede cambiar su arbitrio la forma de la propiedad) lo mismo servira para amortizar en proveclio del Tesoro los bienes desamortizados, que ha servido para desamortizar los que no lo estaban. (2).

    El reconocimiento del derecho que la na-cin tuvo para expropiar las llamadas ma-nos muertas parece haber causado definiti-vo estado en la ciencia: no as e! a^cierto el desacierto con que haya procedido en la eje-cucin, objeto an de controversia, cada vez ms reida.

    Hubo en las Cortes quien propuso una frmula que acaso habra sido salvadora. Es

    (1) Sesin de 23 de Marzo de 1855; Dia-rio y tomo citados, pg. 3308.

    (2) Ensayo sol)re la Historia del derecho de propiedad, por D. Francisco de Crdenas, Hb. vii, cap. 5; Madrid, 1873; t. ii, pg. 199.

    sabido que todas casi todas las tierras y casas del reino de Granada, especialmente en la Alpujarra, estuvieron nacionalizadas, fueron propiedad civil de la nacin, acensua-das en suertes de extensin fija los mora-dores, por espacio de doscientos veintisis aos, desde 1571 1797, realizando por ade-lantado el ideal colectivista de Georgc. Pues fundado en ese transcendentalisimo prece-dente patrio invocando adems la autoridad de Jovellanos, D. Claudio Moyano propuso las Cortes de 1853, respecto de los bienes de propios, una solucin anloga laque Fi-rcz Estrada haba sometido las Cortes en 1835 respecto de los bienes dei clero, sin ms diferencia que la qu ; va de muaicipalizar nacionalizar: tal era repartir diclios bienes enfitusis condiciona!, renovndolo cada cincuenta aos, para que con su canon se cu-briesen las necesidades del Municipio (1). La tendencia era sana, y en todo caso dejaba abierta la salida ms cientfica y racional organizacin. Por lo pronto, no habra habi-do motivo para estas severas crticas es-tampadas por D. Andrs Borrego en un libro de 1856 y repetidas en otro de 1890, quj vienen reforzar los airados apostrofes d: Balmes:

    Gran imprevisin la de no ver un peligro, y tal vez no muy lejano, en la transforma-cin de una sociedad cuya propiedad colec-tiva y pblica pasa toda entera al dominio particular en beneficio exclusivo de las cla-ses acomodadas; y no siendo admisible, ade-ms, que la sociedad del porvenir que sobre las ruinas de la antigua se est edificando sea una sociedad en la que no haya pobres, en la que los proletarios no se encuentren en mayora, cul no podr ser el sentimiento de estos ltimos cuando, en lo venidero, sus Gracos Babeufs digan los demcratas del porvenir el estado social que tenis de-bante se fund sobre la expropiacin del pue-blo: las tres quintas partes del territorio de "Espaa pertenecan al dominio pblicocuan-do salieron del dominio de las clases privi-legiadas y de las corporaciones locales, y todo ha quedado en manos de los ricos: nada >os han dejado, ni un pedazo de tierra al que

    (1) Diario de Sesiones ct.; sesin de 26 de Marzo de 855, nm. !5; t. iv de la 2." edicin, pg. 3259.

    Bpueda aspirar, como antiguamente poda, el infeliz jornalero~>? (1).

    Esta reflexin del respetable publicista tiene un alcance mucho mayor que el que re-sulta de la letra, ya de suyo tan grave.

    No nos remontemos los turbio.; orgenes histricos de la propiedad territorial; tome-mos las cosas como estaban la vspera de la Revolucin; concrtemenos a actual Gace-ta, leyes promulgadas en ella, vigentes to-dava en la actualidad. Esas leyes han sus-trado las clases menesterosas cinco enor-mes patrimonios, que componen al presente, en manos de los que fueron sus legisladores, de los habientes-derecho de los legislado-res y de sus partidarios, auxiliares y prote-gidos, la parte mayor de la riqueza territo-rial de la Pennsula: 1.^ La servidumbre (con-dominio ms bien) de pastos de rastrojera y barbechera, de que una ley de 1813, sosteni-da despus hasta el Cdigo civil, exp.-opi al vecindario de ios pueblos en bneicio de ios terratenientes, sin indemnizacin. 2.^ El condominio derecho real representado por el diezmo eclesistico, que gravaba la propiedad inmueble, y de que varias ley.s de 1821, 1837 y 1840 expropiaron la Igle-sia en provecho exclusivo de los terrate-nientes, no en favor de la nacin, obligada desde entonces costear con los tributos or-dinarios el servicio que dicho diezmo esta-ba afecto. 3.^ La parte de usufructo que al-canzaba al pueblo, en diversas maneras indi-rectas, sobre las heredades de las iglesias y monasterios, patrimonia pauperum (como decan los telogos y canonistas), de que los obispos, cabildos y beneficiados eran me-ros administradores, y de que le expropiaron decretos y leyes de 1835 y posteriores,traspa-sando tales bienes agiotistas intrigan-tes. 4.^ Los bienes de propios, que la citada ley de 1855 puso en venta, no utilidad de las clases desheredadas y menestero-sas, sino en favor de la Hacienda nacio-nal, la cual se hizo el regalo de la quinta parte, y para dotacin de una clase parasi-

    (1) Andrs Borrego, Espaa y la revolu-cin, jMadrid, 1856; Historia, antecedentes y trabajos que lian dado lugar en Esp.ia I is discusiones sobre la situacin y el porvenir de las clases Jornaleras, Madrid, 189'J, p-ina 53.

    3 . ~ Y CMO REGRESAN

  • HIma Espaola 10 10 de Enero de 1904

    taria de agentes, regidores, diputados, etc., al alcance de cuyas rapias se pona el 8 por 100 restante, en el hecho de reducir lo inmueble valores mobiliarios. 5.^ La quin-ta la cuarta parte de los bienes de aprove-chamiento comn, de que otra ley de 188S expropi los vecindarios en beneficio de ia ilacienda nacional, amn del riesgo de que el SO por 103 restante, mudado en ttulos de la Deuda, siga el mismo camino que han llevado tos bienes d^ propios.

    Esos bienes eran *^ el pan del pobre^ su mina, su ondo de reserva, diriamos el Banco de Espaa de las clases desvalidas y traba-jadoras; y la desamortizacin, por la forma en que se dispuso, ha sido el asalto de las clases gobernantes ese Banco, sin que ios pobres hubiesen dado eempio ni motivo. Pa-ra los grandes hacendados, regalos tan es-plndidos como el de la prestacin deci-mal, que representaba, al tiempo de la abo-licin, como unos 400 millones de capital, segn clculo de Pidal y Tejada; para los capitalistas y sujetos sagaces y desaprensi-vos, negocios tan redondos como la adquisi-cin de ms de la mitad de la Pennsula por la dcima parte de su valor; para el pue-blo... Para el pueblo, los mseros recursos de su despensa, sus derechos de mancomunidad, el porvenir asegurado en esa vasta iieredad colectiva, estragndose, desustancindose, encogindose como la piel de zapa cada nuevo avance de ia revolucin, cada nueva conquista de las clases mesocrticas.

    Tienen razn Martnez Marina, Ciscar, Ba-mes, Borrego, Crdenas, Moyano. El da que acabe de sentirse de imponerse la necesi-dad de desandar, en la manera y medida que fuere, el camino andado con torpe inspira-cin en los ltimos noventa anos, no tendr e! legislador que quemarse las cejas para idear la frmula, porque se la dan ya he-cha los desamortizadores de 1836 y 1841, de 1855 y 1888, en competencia con sus im-pugnadores, adalides del statu quo; y si esa no agrada, por tocada de contagios vitandos, y se quieren otras ms aejas, ms cercanas al sagrario y sahumadas de incienso, ah es-tn brindndose, con su justificacin y todo, en los libros de ia Novsima Recopilacin y en los protocolos del siglo xv. Muestras de ellas he exhibido en otra parte.

    JOAQUN COSTA Madrid, Enero, 1004.

    La seora Alving.Creo que el pas est lleno de aparecidos y que hay tantos como granos en la arena del mar. Y luego todos, hagamos lo que hagamos, tenemos un tan miserable horror la luz!

    Regina y Oswaldo, he sentido como si el pasado hubiera surgido ante m... Yo casi creo, pastor, que nosotros somos todos apa-recidos. No es solamente la sangre de nues-tro padre y la de nuestra madre lo que corre por imestras venas, sino tambin algo como una idea arcaica, una especie de creencia muerta, con todas sus consecuencias. Todo esto no vive; pero no por eso deja de per-manecer aqu, en el fondo de nosotros mis-mos, y jams lograremos librarnos de ello.

    (Acto II, escena 1). IBSEN.

    Por estos mismos das de Enero,_hace catorce aos, el dueo de la casa L n que viva Nietzsche, en Tiu-in, recogi al gran filsofo de-lirando por las calles. Su luminosa inteligencia se ha-ba apagado para siempre...

    pL ltimo si^^lo, si admitimos esta contabili-^ dad del tiempo, comenz con el catolicis-mo literario de Chateaubriand, y ha acabado

    El pastor.Cmo habis dicho? La seora Alving.He dicho un mundo de

    aparecidos. Cuando yo he odo ah al lado

    mETZScm.Dibujo de R. Baraja. con el protestantismo de Tolstoi. Fu un si-glo dulcemente religioso; prudente como un nio prudente, no retir jams su mano de la mano de su buena madre la Religin. Esta dama, decir verdad, vieja, fatigada, pero siempre coqueta, cambi no pocas veces de modas y de alios. Fu romntica, filosfica, humanitaria, socialista, nacionalista, belicosa pacfica, cnica sentimental, moraizado-ra, mstica sensual; fu hasta literaria cientfica; fu hasta artstica. Y bajo todos sus sombreros y todas sus pelucas, travs de todos sus afeites y alios, permaneci

    siempre lo mismo. Y su mano no se apart nunca de la mano dolorida del nio, aun con-vertido ya en un triste viejo.

    El nuevo siglo ha nacido bajo otra estrella diferente de la de Betlhem. Durante sus pri-meros instantes de aliento, es cuando Nietzs-che ha tomado posesin de los cerebros que piensan. El horscopo sera muy diferente del anterior si nos arriesgsemos ser as-trlogos. Cualesquiera que sean los futuros aos, los primeros son dulces. Cuando se vive por el espritu, vale ms, al present , vivir bajo el yugo de Nietzsche que bajo ci de Cnateaubriand, el de Cousin, , el de Comte el de Tolstoi.

    Tolstoi es el pensamiento de llanura, de estepa. El horizonte, siempre el mismo, es gris; los lamos y los pinos destacan ladea-dos en la direccin del viento; ia yerba es gris como el celo. Nietzsche es el pensa-miento de montaa. La atmsfera es huraca-nada y tormentosa. Las nubes negruzcas se entrechocan y luchan como gigantes. Un gran desgarrn se ha hecho en el cielo: apa-recen verdades lejanas, incendiadas por e fuego del sol que surge. Nietzsche ha escrito sus ltimos libros en Sils-Mara, en la Enga-dna. Soada en el oxgeno y en el ozono, su filosofa posee maravillosas virtudes respi-ratorias; tiene la pureza del aire de las cum-bres; aumenta la fuerza vital.

    Nietzsche ha pensado sobre la montaa. REMIGIO DE G O U R M O N T .

    L retrato que acompaa estas lineas es el de! fraile Nozaleda, exarzobispo de Mani-

    la, hombre de cuerpo recio y frente estrecha, lineas redondas y labios sensuales, que se sienta en un silln como en un trono, satisfe-cho de su pectoral y de su anillo de amatis-ta, orgulloso de su salud y probablemente de su mesa, alegre con su pasado, con su pre-sente y con la perspectiva de su porvenir, firme sin arrebatos, jovial sin carcajadas, vi-goroso sin los alardes musculares del atleta de oficio. Cunta serenidad la que respira el original de este retrato! Ni delirios de msti-co, ni angustias de pecador, ni tormentos de arrepentido, ni preocupaciones de orden so-cial, ni humillaciones de patriota, ni el mis-mo curso de los aos han logrado arrugarle el entrecejo. Ha pasado por el clima de !os trpicos, por la insurreccin tagala, por el sitio y rendicin de Manila y por el cambio de bandera, sin que se enturbiara la sana alegra de su aspecto. Su cuerpo exhala esa impasibilidad de la naturaleza ante el dolor humano qiffe tanto desconcierta los poetas.

    Hoy el nombre de este dominico anda en lenguas de los peridicos. De seguro que el ms sorprendido ser el padre Nozaleda, quien no muestra en su imagen seal alguna de haberse discutido s mismo y ha de ex-traarse al ver que los dems le ponen en la

  • 10 de Enero de 1904 11 filma^EspafoIa picota del debate. De qu se le acusa en l-timo trmino? De ser arzobispo con Espaa y de haber s'do luego arzobispo bajo el pa-belln noreamericano. Pero es que esas pequeas ideas de patria pueden pesar sobre un prelado catlico? Catlico quiere decir universal! Naci Jess en Valladolid? Sin embargo le adoramos. Es hijo de la Man-cha el Sumo Pontifice? Sin embargo le vene-ramos? Fue escrita la Biblia originariamen-te en el idioma de Cervantes? Sin enibar^ E,fo es nuestro libro sagrado.Este asunto de las patrias se halla entregado las vanas disputas de los hombres. Nozalc-da significa algo ms alto; signi-fica el reinado de Dios sobre la tierra, tal como funcionaba en Fili-pinas, antes de que llegaran al Archipilago los modernismos li-berales.

    Lo ha dicho un defensor de las Comunidades religiosas en las is-las magallnicas, el Sr. Caro y Mena: Antes de que llegaran Filipinas las ideas de libertad y de progreso, el pas viva en perfecta paz, en tranquilidad paradisiaca. Tena el Archipilago todo cuanto deseaba... El indgena era prc-ticamente el hombre ms libre y menos sujeto gabelas que habia en el mundo... No turbaban su existencia n aspiraciones ni res-quemores de ndole social ni pol-tica. Si tena algn pleito menudo, arreglbanlo sus gobernadorcillos, dictando sentencia ex cequo el bono sin mirar leyes ni Cdigo?; si se crea victima de alguna vejacin, acuda al cura, que le libraba de ella, , por lo menos, le consolaba y dejaba tranquilo; si cometa al-guna falta, por fragilidad desidia, sufra resignado e! castigo tradi-cional, que ie impona el cabeza, e! capitn el alcalde, sin sujecin al Cdigo penal; si estaba enfermo llamaba sus mediquillos iba por medicinas al convento.

    Pero lleg momento en que algunos filipi-nos comenzaron viajar por Europa; como eran hijos de comerciantes extranjeros de funcionarios espaoles, las Comunidades re-ligiosas no pudieron impedir esos viajes. Esos filipinos, esos indios, estudiaron en Uni-versidades Europeas, donde se les trataba como si fueran hombres, nsuflndoies las ideas, las aspiracipnes y las necesidades in-timas de los hombres de Europa que han dado en la mana de ser libres. Esos estu-diantes filipinos que conquistaban en los ex-menes las notas ms brillantes, tuvieron la locura de no considerarse inferiores ios europeos. El ejemplo del imperio japons que en slo una generacin ha recuperado el atraso de veinticinco siglos, les deca que su condicin tnica de asiticos acaso no fue-ra obstculo insuperable para el progreso de

    su pas. Y cuando esos estudiantes regresa-ban Filipinas, no se resignaron vivir sin aspiraciones ni resquemores sociales y pol-ticos, tener su hacienda merced de un gobernadorcillo que dictaba sentencia en ma-terias civiles sin mirar leyes ni cdigos, su-frir los castigos tradicionales que les impo-nan sin sujecin al Cdigo penal, ni curar-se sus enfermedades con las drogas que les daba en el convenio casa parroquial un ig-norante de la ciencia mdica.

    Aquellos estudiantes filipinos soaron un sueo: el de libertar su pas del poder de

    N O Z A L E D A

    los frailes para que viviera a vida de Euro-pa. No pensaron de momento en separarse de Espaa. En miles de manifiestos proclama-ron su amor la metrpoli; slo queran li-bertad y cultura, difusin del idioma caste-llano, representacin en las Cortes espao-las, supremaca de los poderes militar y civil sobre el poder religioso que, dueo de la tie-rra y jefe de los gobernadorcillos, alcaldes, cabezas de barangay y capitanes, era arbi-tro absoluto de vidas, de haciendas, de hon-ras y hasta de pensamientos. Las Comunida-des religiosas se negaron sistemticamente toda clase de reformas, y lleg momento en que Espaa hubo de escoger entre que-darse con los frailes y contra los filipinos, con ios filipinos y contra los t.'-ailes. Se cuen-ta que hubo ocasin solemne en que Es-paa pudo conservar el Archipilago sacrifi-cando las Comunidades, y que la persona quien se plante el dilema contest resuelta-mente:

    Prefiero perder las Filipinas que se pierda mi alma.

    Y eso mismo debimos decirnos la mayora-de los espaoles. Porque en vano los filipi-nos residentes en Espaa multiplicaban sus demandas clamorosas; no les escuchamos. Los pocos hombres que, como Moraya y el general Blanco, comprendieron que los frailes nos iban costar el Archipilago, eran escar-necidos por todos casi todos los peridi-cos. De traidores locos no qued en el dic-cionario de la injuria ningn vocablo que se les perdonara. Las Comunidades religiosas

    eran ms fuertes que los doctores y escolares filipinos. Las splicas de stos se perdan en el silencio de los enterados y en la ignoran-cia general del pas. Las Comuni-dades disponan su capriclio, no slo del Archipilago, sino del mundo poltico y periodstico de Espaa.

    Y, entre tanto, cuando aquellos doctores y estudiantes filipinos volvan su tierra, felices con sus ttulos, orgullosos con sus palmas acadmicas, satisfechos de sus victorias en los combates del sa-ber, envanecidos con la esperanza de que sus conocimientos contri-buyeran al adelanto de su pas, eran tratados como indios, y como ndios deban doblar la cabeza ai cruzarse en el camino con un fraile, ofrecindole el cuello para que el cura se apoye en l; si el cura y el indio fueren caballo, el indio de-ba parar su cabalgadura y qui-tarse el sombrero reverentemen-te; si el indio fuere caballo y pie el cura, el indio deba apearse del caballo y no volver montar-se hasta que el cura s.; perdiese de vista. A la menor contravencin estas leyes, el indiomdico, abo-gado, catedrtico, ingenieroera

    azotado la puerta de la iglesia.

    As estall la insurreccin. Sus consecuen-cias ya son irremediables. No quisimos que nuestra bandera protegiese aquellas ansias de libertad y de cultura; preferimos colocar-la al servicio de las Comunidades.... Pero cuando pienso que el Archipila^'O filipino sera an espai^ol... May en e Museo de Ul-tramar, en el Retiro, vanlo mis lectores, un gran lienzo pintado por un artista de las islas magallnicas. Su asunto es simblico, pero el smbolo es tan claro que lo comprende un nio. Por entre las flores de !a cuesta del progreso, cuya cumbre se envuelve en infini-tas perspectivas, ascienden das mujeres, van enlazadas de los brazos, se miran cariiosas, pero la mayor empuja la pecpieia, la ayu-da, la da alientos; la mayor es de tez blanca; la pequea, de tez amarilla; la mayor es Es-paa; la pequea Filipinas...; vi el cuadro de Luna una maana de este invierno, y estuve punto de llorar... Cuando pienso que ese sm-

  • fllma Espaola 12 10 de Enero de 1904

    bolo poda ser realidad en estos das; cuando pienso que hemos podido redimirnos en Fili-pinas de los pecados cometidos en Flandes y en Amrica; cuando pienso que ha sido necesario que los yanquis...

    R I Z A L

    Pero en este nioinento una plida sombra se apodera de mi alma, y su hlito congela todo el torrente de mis imprecaciones... Es la sombra de un hombre sabio y bueno; la som-

    bra de un p o e t a . No hace muchos das que se cumpl i en s i l enc io el an ive rsa r io de su triste muerte. Fu fusiladocuan-do era Koza-leda arzobis-po de Alanila, y por arzo-bispo, rey ab-soluto de las Filipinas.Mu-ri valiente-m e n t e , sin l a n z a r una

    queja, sin maldecir los que le mataban, sin proferir una sola palabra contra Espaa. Em-ple sus horas ltimas en componer una poe-sa, y en vez de escribirla en su idioma nati-vo, la escribi en castellano para enriquecer ios que eran entonces sus enemigos, con e! tesoro de su corazn. Sus versos postu-mos tienen la dulzura de una tarde de otoo y de un sueno de primavera: son la vez tarde de otoo y sueo de primavera. El poeta brinda su vida al pas filipino con tris-teza otoal y alegra de Mayo.

    Si grana necesitas pnra teir tu aurora, vierte la sangre ma, derrmala en buen hora y drela un reflejo de tu naciente taz.

    Por qu ocurri esto? Por qu se em-plearon ios fusiles de Espaia en poner ter-mino la vida de un poeta generoso? Nos-otros, espaoles, queremos Espaa, quisi-ramos en nuestro patriotismo que la bandera nuestra sea para el mundo una promesa de libertad y amor. Qu fatalidad ha hecho que nuestros soldados fusilaran ayer Ri-zal, como antes Mart y Plcido y Zenea?

    Pero la sombra de Rizal detiene el curso de mis invectivas. Si hubiera lugar de malde-cir todo un pueblo, l lo habra maldicho. Quin con mayor motivo? No es la muerte lo que Rizal se mereca, sino el premio y la ayuda, porque el autor de Noli me tangere, la novela del sufrimiento filipino, fu uno de los que trabajaron con mayor ahinco por ha-cer compatibles la bandera de Espaa con e! despertar de su pais... Y sin embargo le matamos!... Y sin embargo no nos maldijo en la hora de la muerte!... Por qu no nos

    maldijo?... Porque comprendi que Espaa, aunque lo hubiera deseado, no habra podido dar Filipinas la libertad y ia cultura; porque no podamos dar los bienes de que nosoiros mismos carecamos.

    Hay en Doa Perfecta una pgina c|ue me ha hecho sagrado el nombre de Galds. Or-bajosa, smbolo de Espaa, yace aterido bajo et peso de su catedral, de sus terrores de ultramundo, de su culto la muerte. De pronto suenan las trompetas anunciadoras de !a proximidad de los sol-dados; "el ejrcito vie-ne!, se dicen los vecinos de Orbajosa, y el ejrci-to es el centro, es Ma-drid, es la ciudad donde se habla y se piensa li-bremente, donde se cree que se habla y se piensa libremente, el ejrcito es la liberacin!..., y un so-plo de alegra bate ias calles de Orbajosa; du-rante un momento se res-pira y se vive...

    Pero esa pgina es una bella promesa de poeta, no es an sino promesa para la mayor parte de los pueblos espaoles. Antes de que nuestras aparienciasliberales sean libertad ntima y profun-da, libertad con cultura, ser preciso que muchos hombres del temple de Rizal viertan su sangre para teir ia aurora de las ideas nuevas y que se escriban muchos li-bros como Noli me tangere, libro que mata un hombre, pero que da la vida un pueblo.

    La protesta que en toda Espaa ha susci-tado el nombramiento del padre Nozaleda para la Sede de Valencia, entraa al mismo tiempo una condenacin del rgimen frailuno y una apologa de Riza!. Ser escuchada esta protesta? Se perder en la indiferencia como las quejas de los filipinos?... De todos modos, yo quisiera que una mano amiga lle-vara los artculos que en Espai se publican estos das en condenacin de Nozaleda los que fueron compaeros y amigos de don Jos Rizal, porque esta agitacin de los peridi-cos es e primer paso que da Espaa en ex-piacin de sus pecados colectivos... y es pre-ciso que demos muchos otros para que la Historia nos perdone.

    Porque est escritoy vuelvo repetir-lo, porque hay frases que debieran apren-derse de memoria: Debemos redimirnos en nuestros hijos, de ser hijos de nuestros padres.

    RA.MIRO DE M A E Z T U .

    Ou, como Vlemessant y como iVlagnard, ^ un organizador de peridicos, enrgico, animoso, audaz. No fu un pensador ni un estilista. Puso todas sus fuerzas al servicio de esta tremenda y abrumadora labor que supone la tramoya oculta de un peridico. El pblico ve el espectculo desde !a sala, es decir, contempla el peridico ya hecho; pero

    hay en esta ela-boracin c a l l a -da ignorada, mil detalles de engranaje, mi contrariedades, mil obstcuhs, que es preciso v e n c e r toda costa, hora fija, todos los das. Y esta laborobs-cura es la que

    el lector frivolo no percibe, y es ia que se lleva todas las energas de un hombre, que tal vez no pone la pluma sobre el papel, que no brilla como el cronista que estampa firma al pie de sus artculos, pero que es el alma y la vida del peridico que cae todas ias maanas todas las noches en nuestras manos.

    Augusto fu un hombre de estos. Quin se acuerda de D. Francisco de Paula Monte-mar? Montemar hizo de Las Novedades uno de los peridicos ms modernos y vivos de su tiempo. Dentro de algunos anos Figueroa ser tambin olvidado.

    Y es una gran tristeza, una honda amargu-ra pensar en la misera condicin de nuestro oficio, es decir, en lo efmero y deleznable de estos trabajos en que ponemos toda nues-tra inteligencia, toda nuestra voluntad, toda nuestra vida.

  • 10 de Enero de 1904 13 llma Espanola

    A U T O B I O G R A F I A S

    S A N C i ! A

    Para el Director de ALMA ESPAOLA. No s qu contar de mi; no inc acuerdo de nada. Tiene mucha im-

    portancia para usted que yo cuente algo? Es la primera vez de mi vida que tengo que escribir para un pi--

    ridico, y me azora muchsimo; pero no hay otro remedio que lle-nar lo que los escritores llaman cuartillas..W;: dicen que tienen que

    ser cuatro, por rnenos; pues

    bien, ya t engo escrita una.

    Vamos con la secunda.

    MI NIEZ

    Me desazona esto; no puedo remediarlo.

    He de hablai de mi y de cari-caturas, por lo menos de mi vi-

    a de caricatu-rista.

    Siempre lo fui; r.o me acuerdo desde cundo; s j que empec en M l a g a . P a -rientes y amigos me convencieron

    'RiMAVERA

    para que siguiera, y vine Madrid por primera vez, donde me haban dicho que se ganaba dinero con esas cosas, y aqu mis quebrantos fue-ron

    No era verdad. Mi primera poca de Madrid, no quiero recordarla.

    Me march Pars, y all viv cuatro cinco aos: no lo recuerdo bien. Los primeros meses fueron ina-los, mny malos; pero Pars es cos-mopolita, y no se repara en si uno es extranjero desde el momento en que se hace algo til.

    Empec en Le Rire; estaba Ale-xandrc de di;ector; era la mejor poca de Le Rire.

    No se me olvida la primera vez que fui al peridico (esto s lo re-cuerdo); lio haba comido aquel da, y despus de ver a! director y cnso-ar mi dibujo, l me dijo que era muy triste. Sin comer no se est muy alegre, verdad? La segunda pare de aquel da no quiero contarla, pues como dijo mi amigo Valtc-lncln, no comprenderan ustedes su grandeza.

    Al siguiente da vend dibujos en Le Rire, y despus de ese da todos los que quise; !a vciche cnragc no se mostr ms que aquel da. Despus me llam Hermann Paul, del Cri de Pars, y all tuve todo lo que quise.

    Ahora me encuentro en Espaa por casualidad; no fu mi inten-cin quedarme cuando vine; pero la haba olvidado, y confieso que me ha gustado mucho. Aqu hacemos todos una familia muy agra-dable, y nuesra manera de ser amigos no se parece aqulla. Me quedar no s h).sta cundo; no puedo ni quiero saberlo.

    Luego Madrid tiene una nota dii intensidad pintoresca, bravia, que no tiene Pars. Yo creo que ste es an poco ms menos el Madrid de Alejandro Dumas y c'e Gautier. Hay en l para el cari-caturista tipos definidos y visio-nes sugestivas: manlas, chis-peros, truhanes, traperos, cesan-tes, conspiradores que no cons-piran, pequeos anarquistas, pe-queos bandolero.';, hombres con capas y tacones altos, mujer-citas arrebujadas en sus man-tones y con los hombros subi-dos... El Pars de Gavaruide ios debardeurs y los lorefas tal vez ha desaparecido; pero el Madrid de Goya y de Atienza subsiste ntcf^ro.

    Este es el Madrid que mi me atrae y me encanta. Yo quisiera fijar en trazos rpidos este as-pecto de la vida espaiola; ob-."crvar tipos interiores mien-tras dure mi estancia aqu, ir con mis cartones y mis lpices de una parte otra. Y si al fin logro coger una paitcula de esta alma intensa y pergitiva, me dar por bien contento y sa-tisfecho. MI V.EJEZ

  • flma Espaola 14 10 de Enero de I904

    Lo

    dras hijos, y nacen enfermos, y si no mueren poco de haber nacido, no se parecern ti en et espritu,en la honradez, en el constante peregrinar, porque t trabajas y hiclias y ellos sern viciosos, corrompidos, holgazanes, degenerados, en in.

    Pero hay ms..; porque tu y yo somos felices... No te ras y pon lus ojos en las ilustraciones de estas pginas. Fjate bien, y compon, tu mane-ra, el cuadro. Has estado algn da, errabundo, en nna de estas casas de comidas de 15 25 cntimos el- plato, en la de la calle de Barcelona y en la de la Cava Baja? Pues yo he estado el mismo da primero del ao 4, y he asaboreado un plato de judas; y mientras coman hable uno y otro de los personajes que vers en nuestra primera fotografa; ellos son parte del pueblo: un joven muchacho que en una tienda, por un trabajo cons-tante, gana unos duros; un obrero que gana me-nos an, por ms labor, y una vieja que no obtie-ne ms que o que !a caridad le entrega por sus imploraciones... Los tres devoran, sin repulgos^ un pistaje; y si le preguntis sus penas, os partirn el alma de dolor... Pero asi y todo, con sus misera-bles existencias estn co.ientos.

    Y hay ms todava, ms descenso en estas comidas? Y eos contestan que s. La tienda-Asi-lo, diez cntimos el plato, y.. el no comer!... Que too pue que llegue!...

    Fot. Coinpay. MANUEL CARRETERO.

    PASARON ya todas las fiestas: las Pascuas,e! Ao Nuevo, los Reyes; con ellas tambin los das de gran pitanza, donde fenecieron, para robustecer y salvar la especie humana, miles de pavos y capones. De pescado no se consumi menor can-tidad en los das de fiesta, porque hay que guardar la vigilia... El besugo, y hasta la humilde sardina subieron tanto y tal precio, que los pobres vironse en el caso de prescindir, por unos das no ms, de su acostumbrada racin. Y> era cosa curiosa y digna de ob.servar cmo los hombres ricosy aun los de la clase mediase afanaban, con sus cinco sentidos, en la re-unin de viandas para los banquetes de costumbre. Y hasta en las uvas se triplic su precio; porque las doce de la noche del primer da del ao hay que comerlas... para la buena suer-te. Fornos, Turni, E Ingls, Lhardy, despus de estos banque-tes y comidas extraordinarias, ganan en seis das ms que en la mitad de todo el ao. Es e! nuestro un mundo excesivamente filosfico, preocupado en llenar bien su estmago..., pero en alginios das nada ms: en los de Pascua. En el resto del ao la mesa ms celebrada de nuestros burgueses da grima veila, si se compara con a de las pasadas fechas. El men es escaso, y en todo se nota una economa censurable. Puede, por consiguiente, afirmarse: que nuestros hombres de dinero no comen hasta la liartadurams que con el ao que muere y c( n el que empieza- excepcin de los das que asisten al-gn banquete... Fijaos, si no, en todos ios comensales, y en po-CLS no hallaris un rasgode glo!onera conotrobien pronuncia-: o de poca costumbre, de donde deduciris al punto que nes-ro pueblo no es chic ni sabe tampoco cuidar de su naturaleza.

    Y el pueblo bajo, el explotado, los que no poseen pinges lentas, comen bien? Nadie mejor que t, lector, puede con-testar esta pregunta. Porque por tu mesa, como por la ma, pa-:a diarioy vivir ms que tun cocido de garbanzos, i;na sopa sin substancia, unas tiras de estropajo por carne y un raqutico trozo de tortilla por principio...Despus, t trabajas catorce horas, y yo otras tantas, porque precisa tener dos des-inos^para que nt-esa comida te falte t y los tuyos; y engen-

  • 10 de Hnero de 1904 15 Hlma Espaola

    En el corro de alegres muchachos que beban charlando y riendo, la caa en la mano y en ella los ojos, el ms joven irguise resuelto. Levant la cabeza encendida, sacudi de su frente el cabello,

    mand sin palabras que todos callasen, y as dijo cuando hubo silencio: Noble vino espumoso y dorado que con rayos del sol ests hecho: t mitigas mis penas sombras, contigo mi sangre es de fuego, contigo se alejan mis dudas, contigo renacen mis sueos,

    y tengo contigo ms luz en la mente, ms vida en el alma, ms fuerza en el cuerpo.

    Contigo mi fe no vacila, contigo se ensancha mi pecho,

    contigo me olvido de tristes historias que fueron, y las horas presentes me encantan y las horas futuras no temo. Contigo la vida algo vale! Ven mi, noble vino! Te quiero!

    Qu alegre est el mundo! Qu azul y qu limpio est el ci.k \guarda en tu reja y oirs de mis labios del alma escondidos secretos, misteriosos placeres y dichas que tus ojos me causan por dentro!... Venid, ilusiones de plata! Venid, c invadidme el cerebro!

    Quin habl de sombras? Quien habl de nubes de girones negros?

    Quin habl de engaosos amores de mujeres que lloran mintiendo? Quin habl de amistades ingratas

    de prfidos Judas que brindan sus besos? Quin habl de pobres? Quin habl

    (de tristes? Quin habl de enfermos?...

    Que vengan m los que lloran!... Que vengan mi, que yo tengo la bendita limosna del pobre, la salud del que sufre en el lecho; cario que todos alcanza, unos brazos que esperan abiertos, y en el alma alegra infinita y en los labios ternura y consuelo! Noble vino espumoso y brillante que con rayos del sol ests hecho: t siembras la dicha mi paso; t limpias de nubes mi cielo;

    tu llenas mi aima de voces alegres, de trinos risueos; t barres las sombras

    de mi loco y feliz pensamiento... Ven m, manantial de mi vida! Ven mi, que sin t no la quierol...

    Dijo el mozo, y los oros que oian lanzaron un ole! frentico, y las caas de todos una

    con fuerza en el aire se dieron un beso. S. Y J. ALVAREZ QUINTERO.

    Jos Mara Bustinduy es un artista joven, casi un adolescente, que vuelve la patria despus de haber conquistado con el violin una reputacin slida y envidiable. Para los que conocen los grandes maestros contem-porneos,basta decirles que Bustinduy es hoy el discpdi p;iJiU cto de Thompson.

    En e! Conservatorio de Bruselas ha per-feccionado su educacin musical, y en l ha alcanzado recientemente el primer premio. P.-emio que no se conquista en el Conserva-torio de Bruselas con la misma facilidad que en otros C:)nservatorios. Es la patente de un verdadero artista.

    Bustinduy comienza su carrera en la que le aguardan grandes triunfos. El pblico de Madrid no tardar mucho en tener ocasin de orle.

    E arte musical de Espaa cuenta con nn nuevo artista de alta inspiracin y de positi-vo talento.

    Bustinduy es trabajador infatigable. Nos-otros, que le conocemos y admiramos, sabe-mos el tesn y la pertinacia con que durante largas horas, das y das, se obstina en sacar del violin la nota justa, el matiz sugestivo, la honda poesa de la msica. Es un inspira-do y un laborioso.

    p s verdad; no hay entre nosotros quien ad-*^ mire esa obra maestra de Tamayc. que no recordamos ahora como, se llama, ni quien sienta entusiasmos por las producciones de Ayala, de Ventura de la Vega y de tantos otros, cuyos nombres se nos van marchando tambin de la memoria. Hay nada ms ano-dino que Consuelo? Se puede dar cosa ms infantil que El hombre de mundo, con su es-condite en la chimenea, con sus arracadas y con su libertino corridsimo, que es un paz-guato?

    No, no admiramos, ni aun siquiera recor-damos nada de esto. Escandalcese el seor Novo y Colson. Y horrorcese mucho ms si aadimos que luicstra indiferencia llega ms altas cumbres. Podemos asegurar que ninguno de los jvenes del dia ha ledo Caldern, Lope y Moreto ( al menos si los han ledo no los volvern leer; lo jura-mos); y que no son pocos los que sienten un inthno-desvo hacia Cervantes. Seamos sin-ceros: por que vamos negar en pblico lo que confesamos en privado? Adems, estas cosas de las execraciones y de las negacio-nes no pueden ser delitos espantables. Den-t o di algunos siglos, los eruditos que estu-vlien estas pocas se extraarn del horror que ahora se siente hacia un hombre quien no le gusta Cervantes Lope de Vega. Y es que una fela religiosava sucediendo otra fe, y que unos santos van sucediendo otros santos.

    Nunca se ha dado este fenmeno con la intensidad que se da ahora: nos referimos la infalibilidad de los dogmas literarios. Cier-tas generaciones han llegado en determina-das pocas negar los antiguos clsicos de Grecia y Roma, por lo menos descono-cerlos {como suceda los romnticos); otras veces se les ha exaltado fervorosamente, y en cambio se ha negado los innovadores como Lope, Caldern, Tirso y Moreto. Y aparte de esto, siempre ha habido en nues-tra literatura, y en las ajenas, negaciones y detracciones entre literatos y artistas con-temporneos casi contemporneos. Balta-sar Gracin, no desprecia profundamente Cervantes y dice que el Quijolc le parece una recedad? No envuelve en el mismo profundo desprecio Lope de Vega, que se le antoja hinchado de aire popular, es decir, quien considera como un art;;ta plebeyo, adulador de las muchedumbres, ni ms ni menos que hoy Echegaray?

    Y ante tales juicios y condenaciones, el hombre observador impasible no se escan-dalizar, como hace azoradamente el seor Novo, sino antes bien, tratar de recoger su espritu y aplicarlo sin pasin al examen de los hechoscomo un qumico como un en-tomlogopara ver qu hay de verdad en ellos y cul puede ser en definitiva el juicio de la Historia.

    Aqu, en el presente, caso, el Sr. Novo y

  • flma Espaola 16 10 de Enero de 1904 Colson se siente conmovido por nuestros desprecios hacia los viejos autores. El pri-mer delito de los viejos es ser viejos; es un delito ineludible en que los jvenes de ahora habremos incurrido dentro de algunos aos. Va lo dijo Gracin; Una mediana novedad suele vencer ia mayor eminencia envejeci-da. Y luego, tal vez si entramos examinar la cuestin, es decir, lo que han hecho estos viejos autores, veremos que no slo se trata de un fenmeno humano, acaso injusto en el fondo, pero fatal irremediable, tan concisamente expuesto por Gracin, sino de algo que tiene su fundamento y su valor real. Veremos que esta generacin quien se defiende, porque nosotros no !a admira-mos, ha sido una generacin de pobres de espritudramaturgos, novelistas, poetasy que nosotrosy este es el corolario franco y brntal--valemos ms, mucho ms que eos.

    Pero si nos detenemos estudiar cul es el origen de estos horrores que sentimos ha-cia quien no profesa iguales admiraciones que nosotros, veremos que, en realidad, no se trata de un amor objetivo, de una justicia desinteresada, sino de algo propio y perso-nal que vemos que es atacado y destruido Fijmonos en esto: nadie se indigna cuando oye decir un compaero un extraiio que la catedral de Len, por ejemplo, tal paisaje no le gusta; p?ro en cambio sentimos extraeza, acaso indignacin, como el seor Novo y Colson, cuando alguien niega la obra de Cervantes, de Lope de Caldern, es de-cir, una obra literaria. Porqu? La arqui-tectura es el arte ms impersonal; la literatu-ra esel ms personal. Y en esto estriba el fenmeno. Es decir, una admiracin hacia lo personal es un reflejo de nuestros sentimien-tos y de nuestras ideas; en la obra admirada

    NOTA POLCiCA, POR F. VERDUGO

    La visin de Fray Bernardino.

    objetivamos toda nuestra personalidad: nues-tras preferencias, nuestros gustos, nuestros odios, nuestros amores. Y tal vez s esta obra es contempornea nuestray esto es csenciah'simo, la vemos y la admiramos como una produccin paralela del desenvol-vimiento de nuestro yo en los breves das de nuestra vida. No sabemos si explicamos bien nuestras ideas; elo es que en un poeta en un novelista, coetneo nuestro, que ha vivi-do con nosotros, que tal vez ha sido nuestro amigo, quien hemos admirado y seguimos admirando, vemos nuestra juventud pasada, nos recuerda nuestras y fortunas adversida-des; es, en fin, algo como una casa en que han muerto deudos queridos, como un paisaje que ha contemplado nuestros amores. Y asi, nosotros, que ya vamos trasponiendo la ju-ventud y que comenzamos sentir estas cris-talizaciones del sentimiento, nos exp'icamos perfectamente los misonesmos de los viejos y su tristeza y su enojo cuando nuevas g n-tes, despreocupadas inquietas, se lanzan piqueta en mano contra los edificios que ellos han fabricado lentamente, amoro j-mente.

    Pero el curso de! tiempo es fatal inexo-rable. La vida se engendra de !a muerte; no podra haber formas nuevas si las antiguas no perecieran. Y despus, debemos pensar que toda labor de crtic/i, aun injusta, aun violenta, es preparatoria de nuevos estados que sin la crtica no existiran. Y luego he-mos de convenir que no hay nada definitivo inmutable en las cosas iiumanas. Lo abso-luto no existe; nuevos gustos, una sensibili-dad ms afinada, una orientacin esttica desconocida, ia misma Sabor implacable de ios siglos, pueden dejar insensibles futuras generaciones ante obras que nosotros gusta-mos con deleite. En la remota india, no ha-bra artistas literarios tan considerables como

    los nuestros? Y, cuntos son los que los saborean plenamente? Grabemos en nuestra conciencia esta mxima: no queramos erigir en norma universal y definitiva un criterio momentneo y contin-gente. Y acostumbrmonos mi-rar las ideas como juguetes nues-tros, sin valor absoluto indes-tructible en el tiempo y en el es-pacio, no como yugos inexora-bles que nos empeamos en so-portar cuando hemos sacudido ya otros yugos...

    Todava q u e r e m o s ahondar m\s en este asLinto que parece i uigotabie. Viniendo ya al caso presente de los viejos que viven y de los jvenes que les atacan, bu no ser que digamos que una enorme distancia separa unos y otros. Parecera natural que hombres que alientan las mismas ideas, que persiguen los mismos ideales, que'ejercen la misma pro-

    fesin, viviesen en cordial trato y recipro-cidad solidaria. Y nada ms lejos de la realidad: viejos y jvenes son habitantes de distintos planetas. Nosotros conocemos muy bien las obras de nuestros antece-soresporque en ellas hemos aprendido amar nuestro arte; pero, cuntos son os viejos que han entrado en una librera comprar un libro nuestro? No conocen ni nuestras obras ni aun nuestros nombres. La Academia Espaola, asamblea de viejos, que dispone de cuantiosos m-^dios econmicos, cuntas ediciones ha hecho de obras de principiantes? Qu alientos y confortacio-nes hemos recibido de ella? Digmoslo con franqueza: slo un maestro. Ortega Mun-l!a, le debe estar agradecida la juventud pre-sente, porque l ha sido el que ha sacado de la obscuridad nuestros nombres. Los dems son para nosotros indiferentes hostiles; no existen relaciones entre ellos y nosotros; apenas si les conocemos de vista; si les mandamos nuestros libros, no se dignan ni siquiera darnos las gracias; disponen de los grandes peridicos y de ios teatros, y los en-contram;)s siempre atentos cerrarnos el paso; no comunican con nosotros jams; no intentan conocernos personalmente; no mues-tran ni la ms leve preocupacin por nuestras cosas... Cmo no encontrar natural que en tales condicionas, este desvo se conteste con el ataque brutal y despiadado?

    Lo rea'mente extrao y lamentable, os que los ataques contra los viejos no sean ms fre-cuentes y ms enorm::s, porque eso indicara en la juventud una vida y una pujanza que Esp.ia necesita, indefectiblemente, para su renacimiento futuro.

    . J. MARTNEZ RUIZ.

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