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Cero (O de cmo empez todo)

Esa maana, l baj las escaleras oliendo a Ella. Ca-min por la avenida sintindose dueo de su vida, li-gero, con ganas de tener una guitarra para ir tocando y cantando. Entr a una cafetera; fue el primer comen-sal. Se le notaban los besos en la mirada y el whisky en la sonrisa. La mesera lo atendi, mientras en su cabeza sonaba una cancin: Blackbird. En tanto esperaba su desayuno, imaginaba que Ella estaba enfrente. Le su-surr: Tus ojos son un mar al que reconozco y en el que nunca me he sumergido. Ms tarde lleg a su ho-tel, se tir sobre la cama y la pens, mientras su cuerpo se fue hundiendo despacio en una sensacin difcil de describir pero parecida a la certidumbre de haber en-contrado algo esencial.

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Ella sonre porque no puede evitar sonrer cuando lo mira a los ojos y en ese momento l le dice que tiene unos dientes preciosos. Mis dientes? S, sobre todo el incisivo, ste: es travieso, juguetn. Entonces, sin importar que estn en un lugar pblico, en ese res-taurante donde se citaron para delinear su futuro, Ella le acerca la boca ligeramente abierta para que l se quede a vivir en sus labios, por siempre.


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Es posible que se hubieran conocido en otra vida? Tal vez veinte aos atrs, en el centro de una historia breve y aparentemente ligera.

Se reencontraron de manera casual aunque, desde el principio de su correspondencia electrnica, a los dos se les adivinaban las ganas. Unas ganas pequeitas, apenas visibles.

Probablemente queran escribir, juntos, las primeras lneas de un cuento. Compartir unas horas revisando la trama, las voces narrativas y la verosimilitud de sus personajes. Todo quedara dentro de un taller litera-rio y detenido en las viejas fotos de su adolescencia. Slo eso

Pero ahora los observo, atrapados en un torbellino insen-sato. El deseo ha tomado el mando y no quiere devolver-los a sus condiciones de origen, a esas vidas cotidianas que, sin darse cuenta, los abrazan, asfixindolos.

Todo temen. Todo gozan. Caminan a grandes pasos. Enormes. Tienen prisa. Saben que no deben detenerse. No lo hacen. Los instantes se les escapan. Prefieren aventurarse mar adentro a cazar mariposas, a hilvanar futuros perfectos. A inaugurar palabras que le den vida a este amor nuevo.


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Nunca se haban encontrado, frente a frente, miradas tan brillantes.

Sus cuerpos parecen reconocerse. Cada hueco que se llena, apaga la sed compartida. Momentneamente.

Las pieles dialogan mientras ellos suean porque slo eso les est permitido: imaginarse. La realidad, tangi-ble, concreta, les ha sido vedada.

Sigo observndolos: Duermen desnudos, agotados, en-salivados. Sus sexos todava tiemblan. Besos eternos los contienen. Al despertar, se acarician en la penumbra, despidindose. Todo queda por decir y, sin embargo, sus voces han sido aniquiladas.

Pronto se sentirn desgarrados e incompletos. No po-drn hacer nada. Saben que si quieren seguir juntos, si quieren volver a existir en el nico de los mundos posibles, tendrn que tomar papel y lpiz para crearse. Nada ms son eso, nada menos: dos personajes de fic-cin que, amndose, se van reinventando.


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No quiero abrir los ojos.Pero ya amaneci, ya despertaste.Si los abro dejo de verte.Te pongo Here Comes The Sun?Y si no sale el sol?Ya sali, amor, est radiante.No quiero separar los prpados y ver cmo

se va haciendo ntida mi realidad sin ti.Estoy contigo.Ests en m, pero no aqu.Es nuestro amor, djalo entrar en tus pupilas.Duele que entre.Duele ms que salga.Cmo empezar de nuevo a vivir?Primero imagina que estamos juntos, que mis

ojos te penetran hasta el otro lado de ti, el lado en el que hicimos el amor hasta que ste nos deshiciera.

Hicimos el amor?Hicimos la noche, hicimos la luz, hicimos

el tacto, hicimos el tiempo y el espacio, hicimos una promesa silenciosa.

No me atrevo a despertar.Despertaste. Quizs no te atrevas a mirar lo

que hay cuando uno se despierta. Como los objetos que hace un parpadeo eran tan comunes y ahora te miran como si no te conocieran.


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Y las voces que hace un silencio eran fami-liares.

Pero que ahora son paisaje y no destino.Si abro los ojos, me escribes algo?Ya te lo he escrito. Hay una docena de pala-

bras esperndote en el frutero.Ser verdad lo que sentimos?Tendr sentido la verdad?Voy a abrirlos despacio, mirando tus cejas,

los arcos que me conducen.Here comes the sun.


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Ambos fueron golosos y antojadizos. El queso les fasci-naba. Brindaban con ron, whisky, vino tinto o con lo que les diera la gana. Sumando sus odios queda-ban fuera la mantequilla y la cebolla: las despreciaban. Vivieron alrededor de una mesa y de una cama. Co-miendo. Comindose sin descanso. Murieron con la panza llena, empachados de sexo y un brillo pcaro en la mirada.


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Se conocieron en una escuela hace muchos aos.

Se reencontraron por internet, obedeciendo al dictado de los tiempos.

Tuvieron que despedirse en menos de quince das: as lo orden su conciencia cotidiana.

Pero se quedaron dormidos, uno adentro del otro, so-ndose y amndose eternamente, sin que nadie ms lo notara.


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Hemos acalambrado a ms de uno con esta noticia nuestra.


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Cuando Ella se enter, por la indiscrecin de alguna persona, que su esposo le era infiel, rpidamente cu-bri su rostro con ambas manos y baj la mirada. No quera que nadie notara esa enorme sonrisa.


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Cuando l se enter que los viajes y la novela de su es-posa slo eran la excusa perfecta, le llam, extasiado, a Ella. Entonces, finalmente pudieron inaugurar sus pla-nes y recorrer su vida nueva.


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