01 gabriel garcia marquez. magia e hiperbole en cien anos de soledad
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7/25/2019 01 Gabriel Garcia Marquez. Magia e Hiperbole en Cien Anos de Soledad
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Jos elmente Serrano
GABRIEL GARCA MRQUEZ:
MAG IA E HIPRBOLE EN CIEN AOS
DE SOLEDAD
A mi maestro Victorino Polo que tanto
est haciendo por esta l i teratura.
N
son pocos los crticos que afirman que el verdadero auge del lla-
mad o Bo om hispanoam ericano se debe en gran parte a Ga briel Gar-
ca Mrquez y a su novela Cien aos de soledad, que ahora nos ocupa. La
importancia del autor y de la novela es notable en el mundo de las letras
hispanoamericanas, pero no olvidemos que antes de 1967, fecha de publi-
cacin de esta novela, ya haban visto la luz otras de tanta importancia
como La muerte de Artemio Cruz (1962), Rayuela y La ciudad y los pe-
rros,
ambas de 1963, y
Paradiso,
de Lezama Lima (19 66 ). P ero esto, al
contrario, no le resta mritos sino que est puntualizando el lugar impor-
tante de Garca Mrquez y Cien aos de soledad dentro de las letras his-
panoamericanas.
Tras las primeras publicaciones del novelista (1) muchos fueron los
crticos que vean de un modo explcito la influencia de Faulkner en Gar-
ca Mrquez. A esto precisamente sale al paso el propio autor que burla
a sus crtico s: Los crticos ha n insistido tan to en la influencia de Faulk-
ner en mis libros, que durante algn tiempo lograron convencerme. La
(1) Entre otras, las ms importan tes publicaciones son : La hojarasca, 1 9 5 5 ; La
mala hora,
1962 ;
Los funerales de la mam grande {cuentos ,
1962 ;
El coronel no tiene
quien le escriba, 1963, etc .
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verdad es que yo haba publicado ya mi primera novela. La hojarasca
cuando empec a leer a Faulkner por pura casualidad. . . (2) .
Igualmente otros crticos no escarmentados sealaban influencias de la
Antigona de Sfocles en alg n rela to de M rquez (D on ald L. Sha w).
Fue,
sin em bargo , M ario Vargas Llosa el que en un gran estudio sobre
el autor fuese a las verdaderas, aunque no nicas, fuentes de la novelstica
del escritor colombiano y ms concretamente en Cien aos de soledad (3)-
Vargas Llosa destaca la facultad de invencin y, por este camino,
aproxima Cien aos de Soledad a los autores de los libros de caballeras:
. . .Garca Mrquez sin proponrselo, acaso sin saberlo
ha conseguido restaurar una filiacin narrativa interrumpida ha
ce siglos, resucitar la nocin ancha, generosa y magnfica del
realismo literario que tuvieron los fundadores del gnero no
velstico en la Edad M edia (4).
Lo importante en los narradores medievales era la validez del relato.
Por ello agregaban al tiiismo una asombrosa capacidad de fabulacin. El
elemento mgico y la visin hiperblica de la realidad sern dos elementos
fundamentales en la novela de caballeras, dos elementos inexcusables en
Cien aos de soledad.
Las cosas ms extravagantes y fantsticas son introducidas y usadas en
Macondo del modo ms simple y natural al igual que en las novelas de
caballeras se le cortaba la cabeza por cuatro veces a un mismo caballero.
As, por ejemplo, la estera voladora llevada por los gitanos a M acondo y
aceptada como un hecho natural en el momento en que pasa cerca de
Jos Arcadio Buenda, cargada de nios:
Una tarde se entusiasmaron los muchachos con la estera
voladora que pas veloz al nivel de la ventana del laboratorio
llevando al gitano conductor y a varios nios de la aldea que
hacan alegres saludos con la mano, y Jos Arcadio Buenda ni
siquiera la m ir (5).
(2) Cfr. M . F E R N A N D E Z B R A S O : G abriel Garda Mrquez una conversacin infinita
Madrid, Azur, 1969.
(3) M.
VARGAS LLO SA:
Historia de un deicidio Barcelona. Barral Editores , 1971.
( 4) M . V A R G A S L L O S A : O p . cir.
(5) G.
G A R C A M R Q U E Z :
Cien aos de soledad
Barcelona, Plaza y Janes , 1975,
pg. 34.
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El elemento determinante del clima fantstico de Cien aos de sole-
dad
es la dimensin hiperblica dada a todas las cosas, la tendencia al agi-
gantamiento, recurriendo con frecuencia a una sucesin de datos numricos
desconcertante. Este elemento es, por otra parte, muy usual y comn en los
libros de caballeras.
As, el descomunal Jos Arcadio, el de las espaldas cuadradas, que
apenas caban por las pue rtas , tras su retorno a Macondo, duerme tres
das para reponerse del viaje, come diecisiete huevos crudos y exhibe una
masculinidad inverosmil, enteramente tatuada con una maraa azul y
roja de letrado en varios idiomas (pg. 84). Igualm ente Jos A rcadio Se
gundo es presentado por el autor dentro de una medida hiperblica al ser
descrito como un proto m ach o que se coma rnedio lechn en el al
muerzo y cuyas ventosidades marchitaban las flores .
El gigantismo se manifiesta tambin en la alusin a la XXXII revolu
cin fallida del coronel Aureliano Buenda, indemne en 14 atentados y en
73 emboscadas. La misma exhaltacin hiperblica de la dimensin de la
realidad se verifica en la mencin de la llegada de Meme a la casa de los
Buenda, acompaada de sesenta y ocho compaeras de colegio. Hiperblico
resulta el ban que te en el cual A urelia no Segundo com pite con la Elefan
ta . Hiperblico es el tren de la muerte, de casi doscientos vagones de carga
que transporta las vctimas de la masacre con la que el ejrcito pone fin
a la huelg a de los trabajadores de la com pa a ba na ne ra .
A pesar de todo, hay a lo largo de toda la novela resulta evidente
un gran peso del elemento real en el que el autor introduce experiencias
vividas o realidades histricas.
En una dimensin ms aparentemente normal por la puntualidad de los
datos cronolgicos, se presenta la larga lluvia que cae, ininterrumpidamente
sobre Macondo, durante 4 aos, 11 meses y 2 das, creando una atmsfera
tan hm eda qu e los peces hubie ran podido entrar por las pue rtas y salir
por las ven tana s, nave gand o en el aire de los aposen tos (pg . 26 8) . Pero
todo esto no resulta del todo nuevo en Garca Mrquez, ni siquiera en el
conjunto de la narrativa hispanoamericana. Esta fantasa desaforada y exa
geracin casi humorstica haba sido ensayada nada menos que en 1955 en
su novela corta La hojarasca cuando se enumera el extravagante carga
m ento que trae Isabel y su familia a M acondo . Pero aqu hay un a inten
cin de distorsin narrativa, frente a Cien aos de soledad donde los
elementos fantsticos aparecen de un modo ms natural.
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A todo este clima fantstico contribuye la materializacin de lo irreal
y la idealizacin de la realidad. Otro importante dato antittico. As, el
m uerto Prud encio Ag uilar, por ejem plo, aparece ya casi pulve rizado por
la profunda decrepitud de la mu ert e , y hab la como un ser viviente, con
Jos Arcadio Buenda. Remedios, la bella, posee un poder que impresiona
a los hombres m s all de la muerte , hasta el polvo de los hue sos . A
propsito de todo esto son interesantes las palabras puntualizadoras de Ce
sare Se gre : Los fantasmas y los Buenda estn herma nados por la m isma
sensacin de soledad. En stos es una seal hereditaria, en aqullos se
identifica con la desolacin de la m ue rte . Y dice ms ad el an te : La amis
tad de la vctima con su asesino es un ndice superlativo de esta desespe
rada huida de la sole dad : los Buend a, cua nto ms irrepara ble se hace su
ensimismamiento, ms encuentran consuelo en la familiaridad con los
fantasmas, a su vez, saben que podrn evadirse de la soledad de la muerte
junto a los Bu end a (6).
La muerte, por el contrario, se materializa. Amaranta la ve, en efecto,
como una mujer nada inq uie tan te: . . .n o haba nada pavoroso en la
muerte, porque era una mujer vestida de azul con el cabello largo, de as
pecto un poco anticuado, y con un cierto parecido a Pilar Ternera en la
poca en qu e la ayudaba a los oficios de cocin a (p g. 238 ). La realidad del
coronel Aurelio acaba por desvanecerse en la realidad, abandonado de la
memoria de los hombres. La larga lluvia cada sobre Macondo tiene el
poder de borrar hasta el recuerdo:
Todo andaba as desde el diluvio. La desidia de la gente
contrastada con la voracidad del olvido, que poco a poco iba car
com iendo sin piedad los recuerdos (pg. 292 ).
Por contra, en la habitacin de Melquades, donde el ltimo Aurelio
descifrar y vivir al mismo tiempo el propio fin, permanece un tiempo
irreal, inmvil y et er no : siempre era marzo y siempre era lunes (pg.
296). La realidad tom a apariencia irreal en la decadencia de Ma con do. El
tiem po era un ir y venir, una repeticin circ ula r: rued a giratoria que hu
biera seguido dando vueltas hasta la eternidad, de no haber sido por el
desgaste progresivo e irremediable del eje (pg . 334).
6)
CESARE SEGRE :
Crtica bajo control ( El t iemp o curso de G arca M rquez )-
Barcelona, Planeta, 1970.
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Todo lo dicho confiere al libro de Gabriel Garca Mrquez una dimen-
sin fabulosa y mgica que asimila totalm ente el lector rom pien do la ca-
pacidad racional y oblign dolo a constantes ejercicios de me mo ria hacie ndo
de este mod o al lector parte activa de la no vela.
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