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Abogacía en crisis: Es urgente dignificar la profesión desde el
Código de Ética de nuestro colegio
Enrique A. Hernández-Villegas1
La profesión judicial entera, abogados, jueces, profesores de
derecho, se ha visto tan paralizada por la incesante actividad de
los tribunales que nos inclinamos a olvidar que deberíamos ser los
sanadores de los conflictos. En muchos casos de reclamos, los
juicios contenciosos deberán, en un futuro, resolverse como se
hacía en los antiguos juicios: a costa de batallas y sangre. Nuestro
1
Abogado, Mediador y Árbitro. Es Abogado y Maestro en Derecho de la Empresa y Maestro en
Ciencias Jurídicas por la Universidad Panamericana. Actualmente cursa el primer año del
Doctorado en Derecho por investigación en la Universidad Panamericana. Abogado con
especialidad en Derecho Privado. Ha cursado las especialidades de Derecho Civil, Derecho
Mercantil, Derecho Procesal Civil y Mercantil, Derecho Económico y Corporativo y Amparo en la
Universidad Panamericana. Especialista en juicios Civiles, Mercantiles y Amparo por el Instituto de
la Judicatura Federal y el Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de México. Especialista en
juicios de Oralidad y Litigación Estratégica en asuntos Civiles, Mercantiles y Familiares por la
Barra Mexicana Colegio de Abogados, A.C. y el Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de
México. Ha tomado diversos cursos en el extranjero sobre negociación y mediación: • Commercial
Mediation Training, JAMS Mediation Training Institute • Strategic Negotiations, Yale School of
Management • Management Program for Lawyer, Yale School of Management • Win-Win
Strategies: Tools for Corporate Dispute Management, International Chamber of Commerce en
Paris, Francia • Diplomado de Coaching Transformacional en el Tecnológico de Monterrey,
campus Ciudad de México. Es Mediador Privado Certificado por el Centro de Justicia Alternativa
de la Ciudad de México. Abogado certificado por la Barra Mexicana Colegio de Abogados, A.C., en
donde actualmente se desempeña como Sub Coordinador del Comité de Anticorrupción, además
de que participa en las Comisiones de Ética, Constitucional, Civil y Mercantil y en la Asociación
Nacional de Abogados de Empresa Colegio de Abogados A.C., en donde actualmente se
desempeña como Vice Primer Presidente del Comité de Resolución de Controversias. Es miembro
de la Cámara de Comercio Internacional en donde participa en las Comisiones de Mediación y
Arbitraje Comercial, la International Bar Association en donde participa en el Capítulo de
Insolvencia y del Colegio Nacional de Mediadores Privados Certificados, A.C. Actualmente, es
profesor del Diplomado en Mediación Privada en materias Civil-Mercantil y Familiar del Centro de
Justicia Alternativa de la Ciudad de México. Socio del despacho Riquelme, Sirazi & Hernández
Gómez Mont, Abogados, Fundador de SCL - Solución de Conflictos Legales, S.C. y autor de
diversas publicaciones sobre negociación y mediación para las revistas La Barra y Abogado
Corporativo.
2
sistema es demasiado costoso, demasiado doloroso, demasiado
destructivo, demasiado ineficiente para un pueblo verdaderamente
civilizado. Warren E. Burger, Presidente de la Corte, en el Informe
acerca de la situación del Poder Judicial, 1984
SUMARIO: 1. INTRODUCCIÓN 2. DIAGNÓSTICO DEL PROBLEMA ESTUDIADO 2.1.
Lo dispuesto en el texto legal. 2.2. Doctrina 3. PROPUESTA PARA RESOLVER EL
PROBLEMA ESTUDIADO 4. PREGUNTAS PARA DEBATIR EN EL CONGRESO
1. INTRODUCCIÓN
Aunque el tema central de nuestro XV Congreso Nacional de Abogados es
“Retrospectiva y Prospectiva de la Constitución”, a 100 años de su promulgación,
y la mayoría de los ensayos son sobre ese tópico, es oportuno y conveniente
tocar un tema distinto, pero igualmente relevante que el que nos reúne: el Código
de Ética de nuestro colegio.
La abogacía en nuestro país se encuentra en un momento de verdadera
transformación; sin embargo, a nadie escapa que nuestro Código de Ética ha
dejado de responder a la realidad actual (social y jurídica) en la que vivimos. Y la
razón es obvia, fue creado (según la historia de la Barra Mexicana Colegio de
Abogados, A.C., en lo sucesivo abreviada como BMA) el 12 de octubre de 1922,
siendo su última reforma el 8 de junio del 2006. Por lo tanto, el propósito de este
trabajo es dar cuenta de la imperiosa necesidad de reformar dos artículos
fundamentales del código, el 1 y 3, para adaptarlos al presente, a partir de la
propuesta de los nuevos textos que para tal efecto propongo; lo anterior, sin
perjuicio de sugerir que valdría la pena considerar una reforma integral al Código.
Los procesos tradicionales de solución de conflictos no logran
satisfacer las necesidades de estos tiempos.
Los tribunales están sobrecargados, los litigantes están enojados, los costos
judiciales son altísimos, las relaciones comerciales y laborales se están
destruyendo, y las partes damnificadas se rehúsan a solucionar sus conflictos por
medio de autoridades.
3
Las partes se sienten frustradas con los abogados porque siempre están
demasiado ocupados con cuestiones procesales o maquinando algún recurso,
incidente o queja para obtener una mejor posición frente al adversario. Los
contendientes están enojados por la demora que se produce en las
negociaciones, la larga espera en los tribunales y, sobre todo, durante el proceso
de ofrecimiento, admisión, preparación y desahogo de pruebas que, desde luego,
conlleva grandes cantidades de tiempo y dinero para los presupuestos legales.
Durante muchos años, aquellos que han manejado conflictos se han
preguntado acerca de la eficiencia del sistema judicial. Las partes desean que sus
conflictos se resuelvan en forma rápida y justa, sin embargo, reciben, a cambio,
juicios demorados, intrusivos y altamente costosos, que éstas no entienden ni
mucho menos controlan.
2. DIAGNÓSTICO DEL PROBLEMA ESTUDIADO 2.1. Lo dispuesto en el texto legal El Código de Ética de la BMA, en sus artículos 1 y 3, dispone lo siguiente:
Art. 1 - Esencia del deber profesional
El abogado ha de tener presente que es un servidor del
derecho y un coadyuvante de la justicia; y que la esencia de
su deber profesional es defender diligentemente y con
estricto apego a las normas morales, los derechos de su
cliente.
Art. 3 - Honradez
El abogado debe obrar con probidad y buena fe. No ha de
aconsejar actos dolosos, afirmar o negar con falsedad,
hacer citas inexactas, mutiladas o maliciosas, ni realizar acto
alguno que estorbe la buena y expedita administración de
justicia.
Para todos los abogados, colegiados o no, es un hecho notorio que los
tribunales de justicia de nuestro país –en todas las materias– están colapsados
por un exceso infame de carga de trabajo. Creo que es imperativo preguntarnos,
4
analizar y responder por qué los tribunales han colapsado y quién los ha llevado a
ese estado.
Dar respuestas a estas cuestiones y ofrecer un conocimiento adecuado de la
situación actual en el sector legal son los objetivos fundamentales del presente
ensayo.
Redefinir la enseñanza y encarar el problema del desprestigio de la
abogacía es hacerse cargo de una tarea que enfrenta desafíos nacionales y que,
al mismo tiempo, nos lleva a aprender lo mejor y más valioso de nosotros mismos,
en la profesión que ejercemos.
2.2 Doctrina
a) Orígenes de la Abogacía y su situación de crisis actual
La abogacía requiere de un delicado y necesario equilibrio ético. Su actual
crisis y deterioro en opinión de la ciudadanía se debe justamente a que, en el
ejercicio profesional, los abogados no nos hemos ocupado de solucionar los
conflictos de las personas. Las expresiones negativas y burlas oprobiosas sobre
nuestra profesión dan cuenta de ello. Quizá sea una aseveración un tanto
dramática, pero no está alejada de la verdad2.
Existen diferencias abismales entre el primer abogado de la antigua Roma –
el pater familias, que acudía al foro a defender a los miembros de su parentela,
incluidos los extraños llamados “clientes”–, y los despachos actuales organizados
como empresas de servicios, donde trabajan decenas o centenas de abogados de
distintos niveles de jerarquía.
El ciudadano de Grecia y Roma tenía que aplicarse en el uso de las armas
porque era soldado, pero también, en la argumentación, en el uso de la palabra y
en las habilidades de convencimiento para interesar a las personas que asistían al
foro a presenciar los litigios; el pater familias debía ejercitarse como soldado y
como abogado. Algunos de ellos destacaron en el arte de abogar mediante la
2 Hernández-Villegas, Enrique. “Abogados mediadores: un nuevo paradigma de nuestra profesión”, Revista La Barra No. 98, enero-mayo 2016, Barra Mexicana Colegio de Abogados, A.C. pág. 5.
5
argumentación y adquirieron fama, como Cicerón, quien comenzó a temprana
edad, para luego escalar posiciones políticas de relevancia.
En los orígenes de la abogacía, el derecho y la moral estaban unidos; quien
acudía al foro o la asamblea a defender a sus parientes o clientes lo hacía
respetando y conociendo las costumbres, la moral de la ciudad y sobre todo,
ofreciendo como garantía su propio testimonio de vida, debía mostrar a los demás
una conducta ética que le otorgara credibilidad para sostener sus argumentos.
A muchos siglos de distancia, esa credibilidad fundamental parece ser
obsoleta, especial y dolorosamente en nuestro país. Sabemos bien que nos
encontramos inmersos en una crisis moral que incide directamente en la
administración de justicia; la abogacía es el blanco de todo género de críticas,
muchas de ellas fundadas, provenientes de todos los sectores, hasta del propio
gobierno. El hombre de a pie desconfía del derecho; para él la ley es un mandato
autoritario, indiferente y distante de la justicia.
La situación de crisis que vive la abogacía exige reflexiones profundas y
acciones concretas. Habría que iniciar por replantearnos a quién sirve nuestra
profesión en un mundo en el que los adelantos científicos y tecnológicos
frecuentemente corren en sentido contrario al respeto y reconocimiento de la
dignidad humana. Como ya anticipé, la finalidad de la abogacía es solucionar los
conflictos. Los abogados debemos ser profesionales al servicio de la justicia y de
la paz. La estrecha relación que guarda el derecho con la noción de justicia nos
muestra la necesaria vinculación entre el derecho y las leyes por una parte, y la
búsqueda de justicia por respeto a la ética, por la otra.
La abogacía es una de las profesiones jurídicas que ha sido socialmente
“castigada” en buena medida por la mala fama que ha adquirido por el
desconocimiento de su importancia y relevancia social. Profesión liberal por
excelencia, destaca, o debería destacar por su intelectualidad y su
independencia3. Se dice que sin independencia no hay abogacía y violarla
compromete la función social de la profesión4.
3 Véase Garrido Suárez, Hilda Ma., Deontología del abogado: el profesional y su confiabilidad, Madrid, Universidad Carlos III de Madrid, Fundación Gregorio Peces-Barba, Edisofer, 2011, pág. 36. 4 Cruz Barney Oscar, et al. (coords.), 2015, Dilemas contemporáneos sobre el Ejercicio de la Abogacía en México, ABA ROLI México.
6
Durante los años de nuestra formación universitaria como abogados
aprendimos que la ley es abstracta y general, indiferente a las circunstancias de
los particulares, de manera que, el carácter autoritario de la ley hace que su
contenido sea incuestionable; éste es el producto acabado de un derecho que se
entiende como mandato indiscutible, pensado y querido en los palacios
legislativos o de gobierno, y frecuentemente ajeno al ciudadano que ha
incumplido. Sin embargo, para ejercer a cabalidad el arte de abogar, es decir, de
representar y de entender los intereses de terceros en un negocio o conflicto,
requerimos comprender principalmente las legislaciones, los intereses, las
necesidades, las pasiones, los vicios, las virtudes que inciden en las conductas
humanas.
Además, el abogado debe conocer la ciencia del derecho, el arte de la
argumentación oral y escrita, las habilidades de persuasión, el sentido de la
oportunidad en marcar otra estrategia procesal y mecánica de la negociación.
Desde su origen, este es el orden que seguía el “arte de abogar”: primero conocer
al hombre y luego las armas para defenderlo, porque en cada asunto en que
interviene contribuye o no a hacer realidad la justicia5.
De este modo, el abogado virtuoso lleva así su bien hacer a todos los
aspectos de su vida, mientras que, el abogado ignominioso o deshonroso arrastra
sus vicios ensuciando lo que toca. Por desgracia, en nuestra profesión, la
confusión de esos conceptos se advierte desde el inicio de la formación como
abogados. Los planes de estudios de todas nuestras facultades concentran la
mayor parte del tiempo en la enseñanza de repertorios legislativos o de códigos,
otorgando al final de la carrera un título habilitante para ejercer la profesión. Se
piensa que un abogado es aquel que memoriza y maneja los códigos, y que este
conocimiento le basta para ostentar el título de abogado. En general, a los
abogados nos hace una enorme falta todo aquello que arropa a lo que sabemos
de leyes.
Sin perjuicio de que durante nuestro congreso se comenten y debatan las
preguntas que al efecto propongo como parte integrante del presente trabajo,
anticipadamente, señalo categórica y tajantemente que, quienes han colapsado
5 Dra. María del Carmen Platas Pacheco.- Participación sobresaliente como expositora en el Comité de Ética
de la Barra Mexicana Colegio de Abogados A.C., Ciudad de México, octubre de 2011.
7
los tribunales, indudablemente, han sido los abogados, colegiados o no. Lo
hemos hecho nosotros cada vez que, innecesariamente, hemos judicializado
cualquier conflicto entre las personas.
b) Misión y deber del abogado
Desde que nacemos obramos para pretender y obtener algún bien. Un bebé
llora apenas nace, ese llorar es un obrar, y ese obrar es una pretensión: él busca
alimento y cariño de la madre. Cuando obtiene lo que pretende, su ser
incrementa; es decir, crece física, intelectual y afectivamente. Hay una secuencia
que se queda a lo largo de toda nuestra vida: un modo de ser al que le sigue un
obrar particular, ese obrar particular determina nuestras pretensiones, y la
obtención de eso que pretendemos resulta en un “incremento en el ser”. Por
ejemplo, ser licenciado en Derecho es, desde cierto punto de vista, algo más que
no serlo. Cuando alcanzamos eso que pretendemos, incrementamos nuestro ser;
sin embargo, en esa búsqueda constante por obtener lo que pretendemos, nos
topamos con el conflicto de que otras personas quizá pretendan lo mismo.
Lo que ocurre en la realidad es que, en ocasiones, el enfrentamiento entre lo
que uno pretende y lo que pretende otro, tiene un grado de complejidad tal, que a
los contendientes les resulta difícil o imposible llegar a un acuerdo razonable, y
encontrar una solución que les permita el mutuo respeto de su carácter de
personas. Y, es allí donde aparecemos nosotros, los abogados como “hacedores
de paz social”, como médicos de las relaciones sociales, en donde hay dos o más
personas que están a punto de instrumentalizarse o, peor aún, de darse un tiro en
la cabeza.
Lo que buscamos como abogados es encontrar una solución razonable, una
solución a favor de la cual se puedan dar “razones”, que permita el mutuo respeto
entre uno y otro; una solución que después pueda ser modelo para la solución de
casos parecidos al que se afrontó. Desde este punto de vista, los abogados
somos personajes indispensables para la paz social.
Sin abogados cualquier ciudad sería un caos; la señora a quien le chocan el
automóvil no tendría cómo resolver el problema, no sabría cómo pedirle al seguro
que pagara su siniestro, y mucho menos sabría cómo iniciar un juicio en contra de
8
la compañía de seguros, si es que ésta no cubriera el daño. Eso es un ejemplo
relativamente simple, no estamos hablando de un despido injustificado o de un
complejo contrato de mercaderías con multipartes. Los problemas elementales a
los que nos enfrentamos cotidianamente en una sociedad compleja no pueden
resolverse si no es con la ayuda de personas especialmente entrenadas en el arte
de encontrar soluciones, y esa es precisamente la función de los abogados6.
En su estupendo libro, Deontología de la profesión de abogado, la Dra.
Ángela Aparisi Miralles, quien por cierto visitó recientemente nuestro colegio, al
respecto señala lo siguiente:
De este modo, la misión principal de todo ordenamiento jurídico no es la de
resolver conflictos ya iniciados, sino la de llegar a evitarlos. Él litigio y, en
definitiva, el conflicto abierto, debe ser considerado como un recurso
extremo, un mal que, en la medida de lo posible, debe ser soslayado.
De modo congruente con esta visión, también el profesional del Derecho
entenderá que su misión fundamental es eliminar los potenciales elementos
del conflicto, promoviendo, en la medida de sus posibilidades, el acuerdo y
la integración de las partes7. Los fenómenos de la litigiosidad y la
conflictualidad social son, ciertamente, elementos consustanciales a las
sociedades humanas, pero que, en la medida de lo posible, hay que reducir
o evitar. En realidad, su incremento es signo indudable de patología social.
Al enfrentamiento personal que implica todo proceso, hay que sumar otros
factores negativos: entre ellos, podemos mencionar el gasto, no sólo para
los litigantes, sino también para el Estado; el sufrimiento, la tensión e,
incluso, el trauma psíquico, que se ocasiona a las partes – y también a sus
familiares y amigos–. Este sufrimiento se agrava, lógicamente, cuando el
proceso se prolonga en el tiempo. A ello se añade que, en muchas
ocasiones, el final de un procedimiento no conlleva, necesariamente, la
resolución de un conflicto personal o patrimonial. Así sucede, con
frecuencia, en procedimientos de familia.
En estos supuestos, como en muchos otros, un acuerdo previo, en aquellos
casos en los que sea posible, evitaría muchos problemas. Si el Abogado
busca el bien de su cliente, será consciente de que, evitando el litigio puede
conseguir en ocasiones, un resultado adecuado, con mayor celeridad y un
menor coste psicológico y económico8.
6 Hernández-Villegas, Enrique. “¿Por qué optamos por el Derecho y no la violencia?”, Revista Abogado
Corporativo No. 16, enero-febrero 2015, ANADE Colegio de Abogados, publicada por DoFiscal Editores, pág. 82.
7 Aparisi, A., “La educación para la ciudadanía: reflexiones desde el Derecho”, op. cit., págs.. 153 y ss.
8 Vid. Lega, C., Deontología de la profesión de abogado, op. cit., pág. 137.
9
Por ello, el Abogado debe potenciar, siempre que le sea posible, la amigable
composición de la litis, propiciando, cada vez más el asesoramiento
preventivo.
Como señala Viñas, el pleito es siempre un recurso extremo, un mal a veces
imprescindible, pero el Abogado debe tener muy presente que tiene “el
deber primario de hacer cuanto esté a su alcance para prevenirlo y evitarlo,
ya que con ello contribuye a la paz social… La conciliación privada debe ser
intentada siempre, y en especial, en cuestiones de familia, ejecuciones,
pedidos de quiebras y todo asunto grave o de carácter dudoso. Aunque en
esa labor pueda perder la percepción de lucrativos honorarios, pues éste
debe ser un interés secundario en su labor9.
c) Enseñanza de la ética
Hoy en el medio universitario en general, la enseñanza de la ética profesional
carece de importancia. Con esta actitud se pretende pasar por alto que las
normas éticas forman parte esencial de las reglas del “arte del bien abogar”.
Desde esa negación de la ética, podría pensarse que a un cliente le conviene más
un abogado deshonroso que no dudará en corromperse para obtener un beneficio
en su interés, en lugar de respetar las normas éticas. Sin embargo, hemos de
reconocer que la sociedad se fortalece o debilita con el respeto o desprecio al
orden jurídico, cuya raíz es eminentemente ética.
En consecuencia, sostengo que la condición imprescindible para transformar el
arte del abogar es reformar los planes de estudio de las escuelas y facultades de
derecho en nuestro país; difícilmente tendremos mejores juristas en el foro, si no
empezamos por revisar el proceso de formación de los futuros abogados.
En desafortunado contraste, la idea que el ciudadano común tiene del abogado
competente es la de una persona beligerante; el consejo que se ofrece a quien se
encuentra en un conflicto legal es que debe buscar un abogado hábil para el
pleito, agresivo y violento. Características que, aparentemente, son garantía de
éxito, porque ante el conflicto, la posición que habitualmente asume el abogado
es la de derrotar al adversario e imponer el criterio del cliente a como dé lugar.
Pero en realidad, lo más importante para la sociedad y también para las partes es
la solución negociada de los conflictos de los ciudadanos que recurren a
nosotros. En pocos quehaceres influyen tanto la integridad personal y la
coherencia en el resultado de la intervención profesional.
El litigio se equipara con la guerra, puesto que se trata de una batalla legal en
donde indefectiblemente habrá saldo negativo, al menos para una de las partes
contendientes. Por lo tanto, el litigio siempre debe de ser el último recurso
disponible para la solución de un conflicto. Debemos actuar como se hace en la
diplomacia internacional. En ese ámbito, ningún país puede intentar una solución
9 Viñas, R.H. Ética y derecho de la abogacía procuración, Pannedille, Buenos Aires, 1972, págs. 143-144.
10
con una declaración de guerra, por muy fuerte que sea su diferendo con otro,10
mucho menos lanzar una bomba nuclear de efectos catastróficos; antes, forzosa y
necesariamente tiene que transitar por un camino de negociación que busque la
solución del diferendo o, mejor aún, la reconciliación.
En el contexto de la reflexiones éticas que he mencionado, es indispensable que
en México se consideren alternativas como la mediación, la conciliación y el
arbitraje, a fin de abatir la saturación y el rezago de los tribunales; la
judicialización de casi cualquier conflicto societario pone de manifiesto la
necesidad de privilegiar los acuerdos, por sobre los pleitos.
Actualmente hay un especial interés nacional en la mediación, sin embargo, su
verdadera aplicación será posible si, y solo si, los abogados postulantes valoran
esta posibilidad como un deber de conciencia, independientemente de dar cabal y
exhaustivo cumplimiento a los nuevos textos del Código de Ética que al efecto
propongo.
d) El conflicto humano visto y atraído por el Derecho
Al margen de lo ya señalado, es fundamental que como abogados estemos
convencidos de que la vía judicial no es la única alternativa para resolver el
conflicto (de hecho, es la menos apropiada y conveniente). En nuestra labor
intelectual y de estudio es tan o más importante aplicar la imaginación en la
búsqueda de soluciones creativas, que el análisis jurídico del caso. Sin embargo,
es defecto jurídico que la tendencia a razonar a partir de construcciones teóricas
frecuentemente dificulte la posibilidad de conseguir la solución del conflicto por la
vía de la avenencia y de la generación de acuerdos.
Desafortunadamente, cuando el Derecho atrae el conflicto humano, lo expropia de
manera automática; es decir, se apropia tanto de él, que se convierte en un
problema jurídico y, por lo tanto, se busca sólo una solución jurídica. Y aún así,
existen muchos conflictos jurídicos, que no tienen solución jurídica porque hay
tantas reglas de por medio, que realmente no se encuentra una solución legal
para ellos, sino que, es necesario buscarles una solución práctica (o con sentido
humano, político o de negocios) y para ello, la justicia alternativa es una magnífica
opción en la solución de conflictos.
e) Fin del Derecho
El Derecho está llamado a servir al hombre con el fin de hacer justicia, tarea
exclusiva que exige conocer no sólo el texto legal aplicable, sino el contexto del
acto mismo.
Ser abogados significa que hemos asumido un compromiso ético con la sociedad.
Hemos de mirar el horizonte de nuestro futuro nacional y profesional como la
oportunidad de dignificar nuestra profesión; la oportunidad de hacer que mediante
nuestro arte de abogar se imponga la justicia en cada caso concreto como 10
En el litigio, el emplazamiento a juicio (notificación de la demanda) se equipara a la declaración de guerra.
11
expresión del derecho, dando a cada quien lo suyo según mérito o demérito. Sin
duda alguna, ésta es la mejor forma de restablecer el Estado de Derecho, de
superar la violencia y la desconfianza en que vivimos, de superar la frontera de la
mera legalidad y construir una patria donde el respeto y el reconocimiento de la
dignidad de cada mexicano sean el motivo y el fin de nuestras acciones de
abogar.
3. PROPUESTA PARA RESOLVER EL PROBLEMA ESTUDIADO
Como corolario de lo anterior propongo reformar urgentemente los artículos 1 y 3
del Código de Ética para adecuarlos a nuestra realidad social y jurídica actual,
con base en lo siguiente:
Art. 1 - Esencia del deber profesional
El abogado ha de tener presente que es un servidor del
derecho y un coadyuvante de la justicia; y que la esencia de
su deber profesional es defender diligentemente11 y con
estricto apego a las normas morales, los derechos de su
cliente.
La propuesta en este artículo de “defender diligentemente” da lugar a una
interpretación errónea y hasta desafortunada de lo que pretende ser el espíritu
natural de nuestra profesión y del Código de Ética de nuestro colegio, puesto que
“defender” los derechos del cliente se traduce como la necesidad de litigar las
causas, argumentando una supuesta defensa de los derechos del cliente, y sin
que, en cambio, se haga alusión al deber ético de solucionar los conflictos de las
personas como un deber profesional y primordial de la labor cotidiana del
abogado.
Como sabemos, hacerse cargo de la “defensa” conlleva necesariamente
interponer demandas, contestarlas, promover recursos, incidentes, juicios de
amparo, denuncias penales, y más ante los tribunales correspondientes.
Desde luego, es comprensible suponer que en la época en que fue creado el
Código Ética de la BMA, el único medio para resolver los conflictos legales de las
personas era acudiendo ante un tribunal judicial a litigar las causas. Sin embargo,
las cosas han cambiado drásticamente, hoy tenemos que desaprender que
11
El resaltado es mío
12
cuando existe un conflicto legal la respuesta automática sea recurrir a un abogado
para que se haga cargo del asunto en tribunales. ¡Urge desaprender este viejo
prejuicio!
Los abogados, como ya lo señalé, debemos ser profesionales al servicio de
la paz y de la justicia. Me atrevo a sostener que, en toda fuente de consulta
disponible hoy, la definición de abogado o de licenciado en derecho incluye la
palabra “solución”, pues el núcleo de nuestra labor es la solución de los
conflictos12.
Así como el médico trabaja para restituir o preservar la salud de las
personas y es reconocido por ello, el abogado defiende con su labor la justicia, la
libertad, la honra y los bienes del justiciable; quienes recurren a sus servicios
pretenden la solución de sus conflictos, evitando así el atropello de sus derechos.
Entonces, en todo momento se debe tener presente que el núcleo central de la
labor del abogado es la solución de los conflictos.
Los tiempos que corren y las sociedades actuales requieren menos
abogados beligerantes que lo mismo acusan que defienden, y más abogados
conciliadores, negociadores y mediadores. Siempre que resolvamos un pleito en
lugar de ganarlo, estaremos acercándonos a la función más elevada de nuestra
profesión.
Es por lo anterior, que considero que la esencia del deber del abogado,
referida en el artículo 1 del Código de Ética de la BMA, debe de ser clarificada y
transformada, y mejor aún, extendida en cuanto a su alcance, sirviendo de apoyo,
adicionalmente a las consideraciones ya vertidas en el Derecho extranjero que a
continuación refiero. A saber:
a. El artículo 10 del Código Internacional de Deontología Forense (que
incumbe a todo abogado por estar éste dentro de su regulación y ámbito de
aplicación), que basa su obligatoriedad en la función social de la abogacía,
a la letra señala lo siguiente: “Un abogado deberá siempre esforzarse por
12
Hernández-Villegas, Enrique. “Negociación versus Litigio: ¡Deja de Luchar!”, Revista Abogado Corporativo No. 61, mayo-junio 2014, ANADE Colegio de Abogados, publicada por DoFiscal Editores, pág. 75.
13
llegar a una solución mediante un arreglo extrajudicial antes que iniciar un
procedimiento judicial. Un abogado no debe de estimar nunca que se vaya
a pleito”13.
b. En el mismo tenor encontramos lo dispuesto por el Código Deontológico de
los Abogados Europeos.
Art. 3.7.1. El Abogado deberá intentar en todo momento buscar la
solución más adecuada en función de la relación coste-
efectividad, y deberá aconsejar a su cliente en los momentos
oportunos respecto a la conveniencia de llegar a un acuerdo o de
acudir a métodos de resolución alternativa de conflictos.14
c. En sintonía con lo anterior, el comentario 6 de la Carta de Principios
Esenciales de la Abogacía Europea dispone que:
6. El papel de los abogados, ejercido tanto de manera individual
como corporativa o incluso estatal, deberá entenderse tal que
asesor y representante de confianza de cada cliente, como
profesional respetado por terceras partes, siendo participante
indispensable en una Administración de Justicia imparcial. Para
plasmar todos estos elementos, el abogado que sirve fielmente los
intereses de su cliente y protege sus derechos, debe también
desempeñar su función en la sociedad – prevención de conflictos,
garantizar que éstos sean resueltos de acuerdo con los principios
de la ley civil y penal, en consonancia con sus derechos e
intereses, para favorecer el desarrollo futuro del Derecho y la
defensa de la libertad, la justicia y el Estado de Derecho.15
d. Finalmente, es oportuno también traer a colación “El decálogo del
abogado”, de Angel Ossorio y Gallardo: “IX. Procura la paz como el mayor
de tus triunfos”16
En esta ocasión, mi propuesta de reforma a los multireferidos preceptos del
Código de Ética de la BMA es la siguiente:
13 http://www.juridicas.unam.mx/publica/librev/rev/derhum/cont/14/pr/pr22.pdf (web, página 249) El subrayado
es mío. 14
http://www.abogacia.es/wp-content/uploads/2012/06/codigodeontologico.pdf (3. RELACIONES CON LOS CLIENTES 3.7.1 Relación coste-eficacia y disponibilidad de la asistencia jurídica gratuita, web, p.11). El subrayado es mío. 15 http://www.abogacia.es/wp-content/uploads/2012/07/Carta-de-los-principios-esenciales-de-los-abogados-europeos.pdf 16
http://www.juristasunam.com/el-decalogo-del-abogado-de-angel-ossorio-y-gallardo/920/ (Web).
14
“Art. 1- Esencia del deber profesional
El abogado ha de tener presente que es un servidor del
derecho y un coadyuvante de la justicia; y que la esencia de
su deber profesional es defender diligentemente y con
estricto apego a las normas morales, los derechos de su
cliente.
El abogado siempre deberá de esforzarse por llegar a una
solución mediante un arreglo extrajudicial antes que iniciar
un procedimiento judicial. El abogado no debe de estimar
nunca que un asunto se vaya a pleito salvo que sea
estrictamente necesario para salvaguardar algún derecho de
su cliente, y si por alguna razón, su cliente se vio
involucrado en un procedimiento judicial y/o administrativo,
el abogado hará todo lo posible y todo lo necesario por
sacarlo de la manera más conveniente y rápida sin la
necesidad de llegar a la última instancia procesal, siempre
que se pueda.
El abogado en todo momento considerará la posibilidad de
acudir a los Mecanismos Alternativos de Solución de
Controversias cuando se trate de la solución de un conflicto
legal antes de acudir a cualquier instancia jurisdiccional.
El abogado en todo momento procurará proponer cláusulas
escalonadas en los contratos en los que intervenga desde
su creación; entendiéndose por escalonadas, aquellas
cláusulas que exigen que, previo a arbitrar o litigar un
asunto, tenga lugar una negociación, mediación o
conciliación.
Ahora bien, es claro que el artículo 3 del Código de Ética, refiriéndose a la
“honradez y a la expedita administración de justicia”, queda muy reducido en
cuanto a su alcance y sentido natural de lo que debería de ser según la realidad
social y jurídica actual, tomando en cuenta que la negociación y la mediación son
el nuevo paradigma17 para llegar a solucionar los problemas más importantes de
las sociedades y de las personas en el siglo XXI, razón por la cual propongo la
siguiente modificación:
Art. 3º- Honradez
17 Un paradigma son los mecanismos en cómo nosotros observamos el mundo; es decir, la manera en que interpretamos la realidad; los paradigmas nos dan una visión existencial de las cosas. Dicho metafóricamente, son como una gafas que nos hacen ver de un modo la realidad.
15
El abogado debe obrar con probidad y buena fe. No ha de
aconsejar actos dolosos, afirmar o negar con falsedad,
hacer citas inexactas, mutiladas o maliciosas, ni realizar acto
alguno que estorbe la buena y expedita administración de
justicia”.
En cuanto a la expedita administración de justicia, el
abogado deberá de llevar a cabo todos los esfuerzos lícitos
y razonables para agilizar la conclusión definitiva de los
litigios en los que intervenga, privilegiando en todo momento
el fondo sobre la forma.
Sin perjuicio de lo anterior, el abogado, en todo momento
procurará que el asunto de su cliente no llegue a litigio y,
mucho menos, que el litigio sea la primera opción disponible
para la solución del conflicto legal de su cliente; sin
embargo, en caso de que hubiese la necesidad de acudir a
un litigio, el abogado realizará sus mejores esfuerzos y
pondrá toda su pericia para resolver el conflicto lo más
pronto posible dando por concluido el litigio de la mejor
manera posible en beneficio de los intereses de su cliente,
inclusive, sin llegar a la última instancia procesal.
Los abogados vanguardistas son los que se atreven a romper viejos
paradigmas pues apuestan a “un buen arreglo, en lugar de un gran pleito”;
entienden que la justicia alternativa está encaminada a soluciones, más que a
verdades jurídicas, más que a decir quien tiene la razón, más que a pronunciar
quién gana o pierde y, por último, entienden que el empleo de los Métodos
Alternativos de Solución de Controversias transforma el enfoque de lucha en un
mecanismo de esfuerzo múltiple para coincidir18.
Desalentad el litigio. Inducid a vuestro prójimo, cada vez que sea
posible, a componer y transigir. Hacedle ver cómo el triunfador
nominal es, a menudo, el verdadero perdedor en honorarios,
gastos y tiempo. Abraham Lincoln
4. PREGUNTAS PARA DEBATIR EN EL CONGRESO
¿Por qué razones la abogacía de nuestro país está desacreditada para la sociedad? ¿Por qué se han colapsado los tribunales de justicia de nuestro país?
18
Hernández-Villegas, Enrique, “Abogados mediadores: un nuevo paradigma de nuestra profesión”.- Revista La Barra, No. 98, enero-mayo 2016, Barra Mexicana Colegio de Abogados, A.C. pág. 9.
16
¿Quién o quiénes los han colapsado? ¿Qué podría resultar mejor para un cliente, litigar una causa o construir un acuerdo que ponga fin definitivo a su controversia?
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